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  • 10 MINERVA 12.09

    A nadie le debe extraar que, tras recibir la Medalla de Oro del CBA, Umberto Eco dictara una conferencia intitulada La semitica de la cultura hoy. Eco, intelectual reconocidsimo, excelso profesor, biblifilo, biblimano, coleccionista de libros, defensor a ultranza de la memoria hasta el punto de que quienes hemos estudiado y colaborado con l le he-mos dado el eptome de Funes el memorioso, personaje de Borges, sabio enciclopdico, novelista capaz de convertir en best seller una novela El nombre de la rosa situada en el Medievo, pletrica de disquisiciones teolgicas y filosficas y con un altsimo porcentaje de texto citado en latn, es, ha sido y sigue siendo un semilogo.

    Suele decir que la semitica es una joven disciplina que tiene ms de dos mil aos de his-toria. Una disciplina que se ocupa, segn l, de todo lo que sirve para mentir. Como se-milogo que hunde sus races en los sntomas de Galeno y de Hipcrates, en los signos, en los indicios, en las pistas, como un detective cualquiera, ha ido siempre indagando en torno al cdigo del mundo. Quiz por ello se haya ocupado de la metfora en Aristteles, de la filosofa hermtica, de los falsos en el Medievo, del rbol de Porfirio, de los laberintos, del modo en que Moctezuma logr definir los caballos que llevaron los conquistadores y que sus emisarios describan como ciervos, de la clasificacin de un inclasificable or-nitorrinco que puede parecerse a un castor, a un topo o a un pato, pero no a un gato, un elefante o un avestruz y, en general, de su comprensin de la semitica como lgica de la cultura (tal y como estableci desde su primer texto, publicado en ingls Towards a Logic of Culture), que hoy analiza en trminos de problemas de traduccin y de fronteras.

    Eco comenz su carrera universitaria con una tesis sobre Santo Toms de Aquino y la estti-ca medieval. De aquel amplsimo conocimiento escolstico ha pervivido el elegante modus ponens, presente en su espritu crtico, en su negativa a hacer concesiones a lo que se encuentre fuera de la razn y de sus lmites, haciendo suyas aquellas palabras de Horacio: Hay una medida en todas las cosas, hay en suma confines precisos ms all de los cuales no puede existir lo recto. Si se dio a conocer como brillante ensayista con Opera aperta donde conversaba con la msica contempornea, con Luciano Berio, con Italo Calvino, con la teora de la informacin, aos despus escribira un libro con el significativo ttulo de Los lmites de la interpretacin, desoyendo el ocurrente aforismo de Lichtenberg: El texto es un picnic donde el autor pone las palabras y el lector el sentido. El sentido, en cambio, nos dir, se construye en esas mquinas perezosas que son los textos y hay lmites en la interpretacin. Un ejemplo contrafctico: si Jack el Destripador hubiese sido detenido por sus nefandos crmenes y en el interrogatorio hubiera dicho he hecho lo que he hecho tras la lectura de la Biblia, puesto que el texto Biblia no consiente esa interpretacin, Jack hubiera usado ilcitamente en su inters el texto.

    Eco nos ha enseado que, si bien en una interpretacin continua semiosis ilimitada en Peirce cabra pasar de /cosaco/ a /armado a caballo/, de /armado a caballo/ a /hsar/, de /hsar/ a /personaje de opereta/ y de /personaje de opereta/ a /viuda alegre/, no es-tamos autorizados a decir que existe parentesco semntico entre un cosaco y una viuda alegre. Tambin cuando topamos con la palabra /ballena/, no vamos al diccionario para encontrar una voz que reza: mamfero cetceo, sino que activamos una enciclopedia, es decir, un archivo de todas las informaciones, una librera de todas las libreras, que hace aparecer en /ballena/ a Jons, a Moby Dick.

    Modos, confines, lmites, fronteras, umbrales, laberintos, conceptos siempre presen-tes en la obra de Umberto Eco que remiten a la Enciclopedia, nico medio con el que podemos dar cuenta, no slo de cualquier sistema de signos, sino tambin de la vida de una cultura como sistema semitico. Por eso, ms all de efmeras modas intelectuales, deconstruccionismos, derivas, multiculturalismos, aquellos malhadados estudios cultu-rales, etc., la semitica de la cultura, que junto al de Eco ha dado nombres tan indiscuti-bles como Jakobson y Lotman, permite describir espacios semiticos fuera de los cuales no existe la significacin, no hay sentido. Y si algo nos ha enseado Umberto Eco lector modelo, en su amor por los libros, por las bibliotecas, por la memoria en general y por la cultura en particular es que despreocuparse del sentido sera un non sense.

    Eco. Semitica de la culturaJorge Lozano

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