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JOSÉ CRISTO REY GARCÍA PAREDES

LA ESPIRITUALIDAD APOCALÍPTICA,ALMA DE LA MISIÓN

La pasión misionera no puede quedar reducida, con el tiempo, al cum-plimiento profesional de una tarea. Entretenidos en las labores coti-dianas, muchas veces se olvida que la misión se realiza dentro de unahistoria que apunta al final esperado y prometido de la victoria delbien de Dios sobre el mal. Recuperar la espiritualidad apocalíptica esrecuperar la pasión por la misión.

La espiritualidad apocalíptica, alma de la misión, Vida Religiosa 98(2005) 164-170

Es necesario encontrar la ho-guera que permita mantener vivoel fuego de la pasión misionera.Esta hoguera se encuentra en la es-piritualidad apocalíptica.

Espiritualidad apocalíptica

La espiritualidad apocalípticase inspira en los textos apocalíp-ticos del AT y del NT. El Apoca-lipsis es la revelación última ydefinitiva de Dios. La última pa-labra que corresponde a la prime-ra del Génesis. La palabra final,Omega.

Quien escucha las palabras delApocalipsis recibe una bendicióny es proclamado bienaventurado:“Dichoso el que lea y los que es-cuchen las palabras de esta profe-cía y guarden lo escrito en ella,porque el tiempo está cerca” (Ap1, 3). “Luego me dijo: ‹Estas sonpalabras ciertas y verdaderas; el

Decía Péguy que “lo peor noes tener un alma perversa, sino unalma acostumbrada”. Quienes he-mos recibido el don de la misiónnos volvemos con facilidad ruti-narios. Perdemos la mística inicialy convertimos el carisma de la mi-sión en un mero trabajo. Despuésde la pasión inicial, entra en esce-na la rutina, la costumbre, la re-petición mecánica. Y, si no esta-mos atentos, nuestro apóstol inte-rior se transforma en un mero tra-bajador, en un manager, en un re-petidor de fórmulas, de tópicos, deideas sin alma.

El vidente y profeta del Apo-calipsis expresó esta situación“Conozco tu conducta: no eres nifrío ni caliente. ¡Ojalá fueras fríoo caliente! Ahora bien, puesto queeres tibio, y no frío ni caliente, voya vomitarte de mi boca […] Yo alos que amo, reprendo y corrijo.Sé, pues, ferviente y arrepiéntete”(Ap 3, 16-18).

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