Download - Revista Péndulo Terráqueo
Visión:
Lograr que la gente en general se desenvuelva y se interese por la cultura.
Misión:
Poder llegar a las personas e inspirarlas a través de artículos e imágenes de la revista y anunciando actividades culturales que sirvan de ejemplo para la conservación de la cultura.
Objetivos:
Difundir la cultura con artículos motivadores e historias que sirvan de ejemplo, actuales a nuestra realidad. Mensualmente tirar una edición que se pueda distribuir en puntos estratégicos sin costo alguno. Darle oportunidad a jóvenes escritores de publicar sus escritos o anunciar actividades que sean de interés en el círculo de la cultura y el arte. Servir de portavoz a las actividades culturales, artísticas y de otras índoles en Puerto Rico.
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Péndulo Terráqueo
Volumen 1
Año de Publicación 2013 Editorial LIBÉLULA
OMSY 3050 Graphic Art Design for Offices
Editor: Natalie A. Martínez Valles Arte y Diseño: Natalie A. Martínez Valles
Fotografía: Ángel Rivera Colaboradora y Mentora: Dra. María Ivette Torres
“Porque la cultura no muere se reinventa en el hoy de
nuestros días. Seamos rescatadores y reinventemos juntos el arte cultural, descubramos nuestro patrimonio y
rescatémoslo.”
Editora Natalie A. Martínez Valles
Nació el 3 de octubre de 1990, en
Guayama, Puerto Rico. Desde muy niña
comenzó a interesarse en las artes: la poesía, el dibujo y las
artes gráficas. Formó parte del círculo literario: “Esencia y
Palabra” durante su preparación académica en la
Universidad de Puerto Rico, recinto de Ponce; Grupo que
le enseño el valor y la magia de las palabras y donde
comenzó a desarrollar su potencial en la escritura. Tras
ciertas situaciones volvió a su pueblo natal, donde
actualmente estudia en la Universidad Interamericana de
dicho pueblo, donde está a poco de graduarse del
bachillerato en Sistemas de Oficina. Es miembro de la Liga
de Poetas del Sur y forma parte del equipo de edición del
Colectivo Editorial La Liga de Poetas del Sur
EDITORIAL
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Ruta del Turista Un paseo por Guayama
Guayama Punto de vista de una Guayamesa
Nora Cruz Una Lider Cultural
Con el Verso en la Sangre Artículo que debes leer
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4 CarlitosRivera787
CarlitosRivera787
José Oquendo
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Educadora
Poeta
Nora Cruz una lider cultural
La cultura es la marca de todo pueblo, es su espíritu y su identidad. Las tradiciones son la razón; la manera de homenajear el pasado. De esa manera los que ayer fueron se vuelven inmortales en nuestros días. Entonces, Nora Cruz, es la portavoz de esta cultura que no muere, que sobrevive en nosotros, porque la cultura es la historia, nuestro legado, nuestra herencia y ella es una líder que saca de adentro de nosotros ese legado y nos inspira para entender de donde provenimos y sentir pertenencia y orgullo de quienes somos.
Esta dama, ha sido una luchadora, una fiel defensora de su cultura. Una artista que inculca orgullo patriota y que nunca a lo largo de su vida ha dejado que esa identidad cultural caiga. Ella es la figura líder de todos los que aman la cultura y la preservan, la luchan, la defienden, la reinventan y la exaltan. Es una mujer con una gran misión y una visión revolucionaria para motivar a creer y difundir en el alma de nuestros jóvenes y niños nuestra cultura. Ella es el ejemplo de que educar con amor es crear líderes y que darle la oportunidad de crecer artísticamente a alguien es servir de mentora de un futuro gran artista. Su interés genuino en las personas también ha servido de guía como precursora social de la comunidad y hoy con un gran orgullo la Revista Péndulo Terráqueo tiene el placer de entrevistar a esta Figura de Humanidad y Cultura.
Entrevista con Nora Cruz p. Nora Cruz, ¿Cómo comenzó su interés por la cultura, de donde proviene ese deseo de exaltar la cultura? r. Fui criada en un ambiente lleno de valores familiares. Las tradiciones eran un factor esencial en nuestro núcleo familiar: el rezo del rosario, el prenderle velas a nuestros familiares difuntos, el celebrar la Navidad con una mezcolanza de religión y fiesta, el ir a la plaza en familia para el disfrute de las fiestas patronales, en fin cada actividad estaba nutrida de identificación de lo que somos. Recuerdo que mi papá era excelente bailador de danzas, mazurcas, polcas, que improvisaba de forma excelente… y nunca fue a la escuela, mas era un sabio y transmitió en todos nosotros el amor por lo nuestro. De ahí, de ese modelo tan importante en mi vida surge el deseo de la continuidad, del rescate de lo que queda y sobre todo de mantenerlo para educar a las generaciones futuras.
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p. ¿Qué persona te inspiró para ser una líder de la comunidad y de la cultura? r. Han sido varias. En el inicio, mis padres, luego en mis años de estudio fui viendo ese modelaje en mis maestros. Esos maestros que nos cantaban las canciones de rondas, esos maestros que nos llevaron a enamorarnos de la poesía. Ya adulta y con mayor madurez una inspiración en mi vida lo fue la profesora Lucy Soto( QEPD), gestora cultural, poeta, dramaturga, excelente profesora de teatro y excelente ser humano. P. ¿Por qué es tan importante para usted que la cultura sureña sea rescatada y preservada? r. Lo que no se rescata se pierde. Lo que no se preserva con amor y cuidado puede caer en la distorsión y conceptos incorrectos de lo que simboliza esa historia o legado. p. ¿Qué proyectos ha desarrollado para alcanzar sus objetivos como líder cultural? r. Son muchos. En cada escuela que trabajé y me permitieron desarrollar mis ideas, trabajé con ahínco. La fusión entre la escuela y la comunidad es muy necesaria y siempre me acompañaron padres dedicados y llenos de compromiso. Entre las más destacadas puedo señalar las siguientes: En la Escuela Amalia Marín de Guayama trabajé un concepto de niños líderes. (Futuros líderes entre escuela y comunidad), donde se realizaban obras de índole social, cultural y educativa. En la escuela elemental Luis Palés Matos fue donde con más amor e interés trabajé el proyecto Desarrollando Valores a través del teatro y los bailes folklóricos. Es ahí donde obtengo el premio de Maestra de excelencia del Distrito escolar de Guayama. Con nuestras obras educamos a muchas personas y motivamos a otros a amar nuestras tradiciones.
Trabajé en el Hogar Crea y llevé mis ideas de teatro como parte de la integración educativa y social de la entidad. Es en la escuela intermedia y superior Francisco García Boyrié donde se desarrolló el proyecto que trascendió a nivel internacional. Ballet Folklórico Teatral Guayama. Compartimos y aprendimos muchas estrategias culturales con grupos de República Dominicana, Colombia Venezuela. Conociendo la cultura de esos países aprendimos a valorizar la nuestra. En Santurce trabajé el concepto de los Teatreros de Tanyerina Purum pum pum donde llevamos alegría y mucha cultura a niños, envegecientes, y público en general. Los cuentos de Tanyerina, viajaron por muchos lugares. Cuentos que narran sobre nuestros valores y costumbres. Actualmente trabajo en el proyecto de mayor relevancia en mi vida: La Liga de Poetas del Sur Inc., un movimiento que fundé en el 2009 y que junto a un grupo de cofundadores y seguidores del movimiento estamos dejando un legado escrito a través de nuestras producciones, que se trabajan bajo el sello del Colectivo Editorial de la Liga de Poetas del Sur. p. ¿Qué espera lograr con sus proyectos y cuál es su proyección para el futuro? r. Con mis proyectos deseo contribuir a que se conozca, se respete y se valorice lo que nuestra cultura puertorriqueña representa. Que aunque somos un país en donde la transcultura abarrota cada rincón de nuestra isla y se nos adhieren sus costumbres, seguimos siendo un país lleno de bases culturales hermosas que no podemos dejar perder. Mi sueño es lograr que la historia quede escrita ya sea a través de los medios tradicionales o en convergencia con los nuevos medios cibernéticos. Un pueblo que respeta y preserva su cultura , se respeta a sí mismo.
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A veces la pluma está en mi mano, ansiosa, esperando, hasta implorando en su silencio que le haga hablar. A veces mi teclado quiere desangrarse entre mis dedos. A veces la pantalla de mi celular pide conversar con mi mirada mientras dejo caer en su luminiscente superficie el tenue toque de mis dedos, mientras voy anotando en sus virtuales espacios gotas de un pensamiento desenfrenado. Como esto que escribo entre la locura de una noche solitaria. La poesía exige salir de cada poro, se obstina en hacerse real y concreta ante la realidad fría y calculada que se impone sobre lo bello y lo imaginado. Sus palabras son indomables, criaturas salvajes del ingenio perdido y oculto de quien labra el ideal en fonemas elocuentes; en mi ingenio. La poesía rehúsa morirse. Rehúsa irse aun ante la indiferencia de la sociedad de los números y el consumo, la sociedad del excesivo pragmatismo que le da poco uso a las ideas, y exceso uso a los objetos. Como mis noches de locura donde busco servilletas usadas para anotar alguna estrofa viajera, o libretas viejas para colmarlas de frescas inspiraciones, o simplemente una nota en mi celular que humanice un poco el pequeño objeto que a veces se apodera de mi existencia, la poesía se ha manifestado en mí, y en la sociedad, sacudiéndose en Borinquen, desatando su ferocidad de versos en las calles de la triste isla. La Poesía vive en mí, en la gente de mi pueblo, y en mi patria desolada. En algún momento, la mayoría de los seres humanos buscamos el consuelo, o la inspiración de las palabras. Las palabras lo representan todo para nosotros. Nuestra existencia completa la conocemos a través de miles y miles de combinaciones fonéticas y tonales, sonidos codificados y grafías que simbolizan todo lo visible a nuestros ojos, y todo lo imaginado en nuestra conciencia. Es uno de los elementos básicos que hacen posible nuestra clasificación como homo sapiens. Nos permiten razonar, pensar, interpretar, adaptarnos y crear. Sin las palabras, no somos humanos, no podríamos explicar y mucho menos entender nuestro entorno. Para bien o para mal, las palabras mueven las frágiles cuerdas de nuestra sociedad, superada quizás por la impetuosidad de sus hermanos, los números, quienes a pesar de poseer gran fuerza para la manipulación y maquinación, sólo pueden existir y tener significado gracias a sus hermanas mayores, las palabras. Así que nuestra vida es vida por la fuerza de
Con el verso en la sangre Por Ángel Isian
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las palabras, y en ellas siempre buscamos algún solaz cuando todos los objetos y sujetos que nos rodean comienzan a caer y a fallar uno por uno. Quizás en esto pensaba Cristo cuando bajo el ataque de la tentación de Lucifer dijo: “Escrito está: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, (Mateo 4:4). ¿Cuánto poder tienen las palabras, que pudieran proporcionarnos la vida que se busca en el pan de cada día? Yo que crecí adicto a la soledad del mundo de las palabras, puedo atestar sobre su poder trasformador, motivador y creador. Los libros eran mi mundo, mi todo. El conocimiento del universo, el portal hacia mundos nuevos, y mi escape de una realidad de la cual no estaba conforme, se hallaban entre las delicadas hojas de los libros, y en su tesoro más grande, sus palabras. Desde que en mi infancia mi madre nos cobijaba bajos los mantos tiernos de su maternidad, se sentaba a nuestro lado de noche y nos leía cuentos, he sentido su llamado su poder seductor. Antes de entrar al jardín infantil, recuerdo que ella nos enseñaba sobre lo maravilloso que era la lectura, y nos enseñó a leer y escribir antes de haber entrado a la escuela. Ella entendía el poder de la palabra. Ella quería que tuviéramos ese poder en nuestras manos. Quizás por eso era el chico raro, a veces un poco apartado. Prefería andar con libros y libretas en mi mochila que andar en los relajos de la adolescencia. No me interesaban las fiestas o los bailes, ni siquiera me resultaba tan interesante romper las reglas y meterme en líos con mis amigos. Me interesaba crear, imaginar, vivir mi vida más allá de los límites que la sociedad y la realidad tan tediosa de mi vida me habían provisto. Más o menos a los quince años me recuerdo haberme
adentrado en las profundas aguas de la poesía. Como todo
chico de mi edad, el amor había llamado a mi ingenua puerta.
En esos entonces aprendía sobre la poesía de Edgar Allen Poe
en la clase de inglés, y quedé cautivado con la belleza de
Annabel Lee. Había escrito cuentos e intentos de novelas desde
los ocho años. Pero ahora sabía que había algo dentro de mí
que no se podía expresar de forma narrada. Necesitaba unas
herramientas de comunicación que la prosa simplemente no
podía satisfacer. Y Poe me había dado la respuesta. Claro, no
había sido la primera vez que había leído o escuchado un
poema. Pero sí fue la primera vez que tocó mi alma y abrió un
surco en ella que desde entonces nunca se ha cerrado. Los
versos nunca dejaron de llegar. A los dieciséis años podía
escribir poemas como si alguna Musa, enamorada de mis
noches, me los dictaba coquetamente. Ni siquiera tenía que
basar mis poemas en mis sentimientos o situaciones. El
romanticismo que me había abierto la puerta hacía la belleza
del arte verseado, había dejado el paso libre para que entrara al
mundo de la conciencia universal, y ahí encontré extensos
planos de horizontes sin límites que me permitieron
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experimentar con el mundo que el mismo Platón
ansiaba ver, un mundo de realidades incorpóreas,
pero completas, puras y no manchadas por la
subjetividad limitada del hombre meramente
carnal.
Nunca me he podido apartar de la poesía
desde entonces. Me ha perseguido como una
sombra a través de mis travesías y travesuras. Mi
juventud se ha llenado de ella, aun
cuando no podía entender a
cabalidad el significado de la
poesía, su historia larga, su
huella en la humanidad. No
era yo un crítico
académico, sapiente en la
literatura de la patria y
universal. Sólo un joven,
idealista, ingenuo, con
el poder de las palabras
que su madre la había
dejado como herencia. Y
con ese poder me
enfrenté al mundo. Me
fui con ese poder en un
viaje misionero, y luego a
estudiar en el exterior
mientras intentaba aprender
francés y árabe. Con ese poder
regresé a mi isla añorada decidido en
retomar mis estudios, luego de varios
años fuera del ambiente académico. Mis años
fuera de la isla me habían dejado algo seco,
alejado de la Musa coqueta y al margen de la
conciencia universal, pero mi pequeña crisis no
habría de durar. Pronto el universo conspiraría
para que redescubriera el poder que a mi infancia
le diera alas de inocente inspiración.
Era noviembre de 2009. Me había llegado
una copia del periódico El Regional por parte de
un amigo que trabajaba en la universidad,
sabiendo que me encantaba escribir. Me dijo que
estaban convocando a poetas, y que iban a
reunirse ese mismo día en Guayama. En ese
entonces, tenía un grupo de amigos que les
gustaba escribir, el teatro y otras tantas cosas de
artistas y bohemios, y decidimos aventurarnos a
encontrar el lugar. Llegamos al sitio, pero al no
estar seguros si era o no, puesto que había pocas
personas en una humilde marquesina,
regresamos a la universidad. La semana siguiente,
el periódico anunció la misma
convocatoria y decidimos intentarlo
de nuevo. En esta ocasión llegamos
al lugar y había más personas y
decidimos preguntar si era la
reunión de poetas. Habíamos
acertado. Nos recibieron
cálidamente.
Sorprendentemente, había
muchos jóvenes. Fue ahí
que conocí a Nora Cruz.
Una dama luchadora,
creativa y sensible que me
enseñó el valor del arte, la
cultura y dar a conocer
nuestros trabajos al pueblo.
Juntos, con algunos de los que
llegaron esa noche, y en
reuniones subsiguientes, se creó
La Liga de Poetas del Sur. Y con ello,
desperté a poeta que había dejado
dormir con el hechizo del exterior y sus
preocupaciones y vicisitudes. Nunca más estaría
latente el verso en mí, mientras finalmente
descubrí su mayor significado en mi vida y en la
cultura. Han pasado cuatro años desde entonces.
Hemos crecido como grupo cultural y literario.
Hemos pasado por pruebas de fuego y por
momentos de glorias breves que nos han llenado
de alegría y humildad, dándonos fuerza para
continuar en nuestra gesta cultural. El poder de
las palabrascomo energía metamórfica en la
sociedad, ha sido el norte que nunca hemos
perdido.
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Juntos hemos participado y organizado
festivales y ferias, talleres, bohemias, fiestas,
certámenes, presentaciones, diálogos, foros y
tertulias relacionados a la poesía y la literatura.
Hemos impactado a la comunidad, brindando
servicio, educando, compartiendo nuestro arte y
tratando de perfeccionar nuestra destreza,
sensibilizándonos y aprendiendo de cada poeta y
cada ser humano que trabaja con nosotros. Hemos
publicado nuestros libros y seguimos trabajando con
más producciones, ayudando a desarrollar la cultura
de la lectura, la poesía y la publicación en nuestros
pueblos y región. Y es sólo el comienzo para nosotros.
Para nosotros la poesía es el pan nuestro de cada día,
que producimos y compartimos, y por el cual
vivimos.
Quizás lo más bello que hemos aprendido es
que no estamos sólo en nuestro quehacer. Ni en el
sur, ni en la isla del encanto, ni en el Caribe, ni
siquiera en el mundo. Muchas voces pregonan la
muerte de la literatura, y en especial de la poesía en el
mundo. El apocalipsis del poema, no era sino certero
en las mentes de muchos críticos.
-La poesía no vende; no es forma de ganarse la
vida- afirman las cínicas voces de muchos. Otros
presuponen que la poesía no es literatura genuina,
que no tiene uso y es impráctica. Era fácil dejarse
llevar por esos pensamientos fatalistas que predecían
el fin del mundo de las estrofas. Hicimos caso omiso.
No nos interesaba vender meramente. No hacíamos
actividad comercial. Amábamos lo que hacíamos.
Tampoco nos interesaba impresionar a las élites de
críticos literarios quienes mantenían en sus círculos
estrechos el movimiento literario de las últimas
décadas en el país. Queríamos llegar al pueblo.
Educarlo, llevarles a sus hogares y comunidades el
poder de la palabra que mi madre me había regalado
de niño. Y en ese ir y venir de los últimos cuatro años
hemos descubierto que el apocalipsis aún está muy
lejos. Cientos y cientos de poetas se mueven por
nuestras calles. Van moldeando a nuestro Borinquen
con sus versos y poemas. Trabajan infatigablemente
para hacerse sentir en espacios públicos y privados.
Llevan sus libretas, sus servilletas y celulares a los
rincones de cada pueblo y ahí derraman su alma a su
gente con el poder de las palabras.
Hemos compartido con ellos y sentido su
inspiración. Nos hemos nutrido en su compañerismo
y nos hemos regocijado en su abrazo. Los hemos visto
en muchos pueblos fortaleciéndose. Niños, jóvenes,
adultos y ancianos: todos partícipes en la belleza del
poder del arte del verso. En la plaza de Guayama, las
musas van a jugar tarde los sábados, cuando
miembros de la liga le proclaman al pueblo dormido
sus despiertas palabras. En algún rinconcito del viejo
San Juan los poetas salen del Poet’s Passage tarde en la
noche para tomar un café bajo las estrellas de la
ciudad y filosofar sobre sus versos en Las cuatro
Estaciones. En San German los artesanos de la
palabra llenan el aire de la antiquísima ciudad con un
aroma de inspiración, dolor, erotismo, y
existencialismo frente a las ruinas de Porta Coeli. En
Caguas, El Reloj es el testigo de las tertulias de los
poetas de la montaña. En Salinas, en una placita que
honra a los fundadores del pueblo de sal, azúcar y
mojo isleño con sus escritos, se narran la llegada de
una nueva era donde el arte escrito se inserta de
nuevo en la cultura popular. En Maunabo, El Faro
alumbra al oscuro Caribe de medianoche con versos
pronunciados por poetas sureños. En Ponce, en La
Plaza de las Delicias, los artistas de la palabra se
dejan sentir, porque saben que tienen algo que decir,
y otros hay que habrán de escucharlo. Y cada pueblo
y cada plaza reclaman su espacio y su tiempo para
sus poetas. La historia está insertando el verso en sus
ensangrentadas páginas. La sociedad busca dejar al
lado el cinismo y encontrarse con alguna verdad o
algún ideal más puro. El arte lucha por sobrevivir el
embate de los productos artificialmente procesados y
las pisoteadas del capitalismo. Y sigue en pie. Y sigue
vivo. La poesía no ha muerto. Julia, Palés, Clara,
Gautier y Llorens: todos miran a su isla desde ese
cosmos ilimitado donde las ideas no tienen fin y le
sonríen a los poetas niños de su patria que intentan
de nuevo devolver el poder al pueblo oprimido, a
través del poder de la poesía y la palabra.
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Vengo del sur de un pueblo situado al sureste de Puerto Rico. Entre los cantos de los coquíes y la refrescante sombra de los árboles de mango, di mis primeros pasos. Mis padres me llenaron del legado de sentirme guayamesa y me dieron el gran regalo de sentirme parte de todos los que me rodeaban. Crecí en una humilde barreada llamada Santa Ana. Lugar en el que aprendí que estar en familia no solo significa tener una conexión de sangre, sino pasarla entre amigos y compartir. Que cuando no queda azúcar uno va a la casa de al lado con un vasito y sin vacilar la vecina te da un poco del que tiene. Que si uno de nosotros pierde a alguien querido, todos sufrimos con esa persona. También que en un velorio, entre el chocolate caliente y las galletas se alegra el ambiente con algunos chistes colorados y una guitarra colgando y cantando décimas. Que los domingos en la mañana se va a la iglesia y pedimos oración por todos y para todos y que al salir pedimos bendición y nos vamos renovados creyendo que Dios guardará a los nuestros. Ese es mi pueblo, sus alegres tradiciones y la humildad de sus residentes.
Incluso su nombre, Guayama, cuyo origen es humilde pero invoca grandeza. Nombre de taíno y no de cualquiera “Cacique de estas tierras”. Nombre que ha trascendido al tiempo, perteneció a la tierra del humilde indio y luego al imponente español y como legado aun le seguimos llamando Guayama. Lugar de criollos que también invocaron pertenencia, ¡Y que gran ejemplo! con nuestro ilustre Luis Palés Mato con su “Tuntún de Pasa y Grifería” abordando al africano en nuestra sangre.
Entonces, no puedo dejar de pensar en la idea de que
esta tierra tan simple en su nombre nos ha enriquecido en la gran muestra de supervivencia cultural que nos revela su historia. Ese algo que siempre nos recordará de donde venimos y de donde hemos salido. Y no puedo terminar sin revelar el significado literal del nombre de este pueblo, un significado que nos conecta a todos como un todo, pues la palabra que nos identifica como ciudad en su origen indígena significa: “Casa Grande”. Es asombroso porque en una casa grande vive una familia, entonces entiendo y aprecio que todos somos hermanos y todos somos familia. Tal vez los guayameses no lo vean tan literal pero mi niñez me lo ha recordado y solo espero que mi bruja caribeña del Guamaní, mi Guayama, no cambie sus costumbres tan preciosas en su sencillez y que la cultura de un pueblo llamado “Familia” no muera nunca.
Escrito por Natalie A. Martínez Valles
Guayama Mi bruja
caribeña del Guamaní
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Las calles de mi pueblo han perdido hoy su encanto.
El ayer se ha acabado y el hoy, llevado
el olor de los verdes campos.
Hoy solo se siente la brisa amarga cargada de contaminantes,
ya los caminantes no son los de antes no se detienen a ver su pueblo
andan con prisa, y el miedo adelante.
La noche se vuelve silencio, los edificios están muy desolados
han sido abandonados solo los adorna, el hollín de los carros.
En mi Plaza se mezcla un ayer con hoy
que no todos contemplan porque no sienten su clamor.
En las copas de los arboles braman las hojas
pidiendo que aunque sea un momento el tiempo se detenga
y que alguien se dé cuenta que el pasado también llora
por el presente tan lleno de deshonra.
Y es que su gente
se a perdido en el pasar de las horas, sin cultura que los engrandezca sin un vínculo que los detenga
y solo se queda atrás un país sin historia
en el pueblo fantasma que aguarda en la callada calma
por alguien que lo rescate de su soledad tan sobria
tan llena de destruida añoranza.
En el silencio
Por Natalie Martínez