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LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN EL RÍO DE LA PLATA (ARGENTINA-
URUGUAY)1
Enrique Saforcada
Víctor Giorgi
Antonio Lapalma
Alicia Rodríguez
Ana Gloria Ferullo
Susana Rudolf
Saúl Fuks
Este capítulo trata, como lo indica su título, del desarrollo de la PC en la región denomi-
nada “del Río de la Plata”, la cual está integrada desde el punto de vista geopolítico por dos
países: Uruguay y Argentina. A tal fin, el capítulo está integrado por cuatro apartados: Con-
dicionantes históricos, políticos y culturales; El rol de la universidad pública; Condicionantes
vinculados a la psicología; Desenvolvimiento de la PC en los últimos veinte años, y Situación
actual de la PC en la región y perspectiva futura.
Definición de Psicología Comunitaria
En el Río de la Plata se entiende por PC el conjunto de teorías de alcance medio y con-
ceptualizaciones que sirven de soporte para el desarrollo de: objetivos y practicas profesiona-
les, éticamente fundamentados; estrategias de intervención; tecnologías de investigación y/o
de acción; y formas de subordinación profesional al bien común y a las exigencias del desa-
rrollo humano integral, respetando los determinantes y características constituyentes de todas
las culturas y, en especial, de aquella en medio de la cual se esté actuando.
Todo este conjunto de componentes, que podría caracterizar a cualquier campo de espe-
cialización de la psicología, en el caso de la PC comparte los objetivos o las aspiraciones del
resto de América Latina en cuanto a aportar a la concienciación y desnaturalización de los
factores y procesos que generan y/o perpetúan una mala calidad de vida y los que obstaculi-
1 Versión en español del capítulo: Saforcada, E.; Giorgi, V.; Lapalma, A.; Rodríguez, A.; Ferullo,
A.G.; Rudolf &Fuks, S. (2007) Community Psychology in the River Plate Region (Argentina-Uruguay) In S.
Reich, M. Riemer, I. Pilleltensky and M. Montero (Eds.) (pp.99-116) International Community Psychology.
History and Therories. New York: Springer
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zan los procesos de desarrollo humano integral de los entornos familiares, promoviendo a su
vez el fortalecimiento (empowerment) de la comunidad, sus procesos de autodeterminación y
el cuidado y fomento de la salud de sus miembros. También estas metas apuntan a que las
comunidades logren la evaluación y control de los dispositivos estatales de atención de la en-
fermedad, la promoción de la salud y la educación (desde el jardín maternal hasta la educa-
ción superior), desarrollando destrezas para la acción política ciudadana de exigencia, a las
instancias de gobierno correspondientes, en cuanto a resolver los problemas que le son perti-
nentes en el espacio de lo público.
Finalmente, algunos grupos profesionales han comenzado a plantear como objetivo de la
PC el establecimiento de la paz y el cese de la manipulación, explotación y/o daño a las co-
munidades por parte de las empresas nacionales o multinacionales en su afán de lucro. Al
respecto, resultan muy significativos los señalamientos y reflexiones recientes de Eduardo
Subirats (2006), Profesor de Teoría de la Cultura en la New Cork University, con respecto a
las devastaciones “… en las cordilleras y selvas amazónicas de Colombia, Ecuador y Perú…”
por parte del poder militar y financiero que manejan un conjunto de corporaciones de los paí-
ses desarrollados. Como ejemplo local y de gran actualidad está el de la instalación, en Uru-
guay, de las dos gigantescas plantas (juntas, serán el mayor emprendimiento en el mundo en
el rubro) para la fabricación sólo de pasta de papel (que es una de las industrias de mayor
contaminación, más bajo valor agregado en su producción y de menor empleo de mano de
obra) que, entre otros daños ecológicos, contaminará el agua del río Uruguay porque verterán
en ellas un cuarto de tonelada de sustancias órgano cloradas por año y estas sustancias son
cancerígenas y afectan el sistema inmunológico. Estas empresas, Botnia y Ence, que son de
nacionalidad filandesa y española, respectivamente, no podrían instalar estas mismas plantas
en suelo europeo porque la legislación de la Comunidad Europea se lo prohíbe por los des-
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equilibrios ecológicos que generan (Ence tuvo que desmantelar su planta de Pontevedra al
entrar España a formar parte de la Unión Europea).
Condicionantes históricos y socioculturales del surgimiento de la Psicología Comunita-
ria en la región
Los desarrollos y las prácticas de la Psicología en general y particularmente de la PC en
Argentina y Uruguay no son analizables si no se toman en cuenta las configuraciones sociales
y culturales de ambas sociedades y las formas en que sus ciudadanos han asumido sus res-
ponsabilidades cívicas. Esto hace necesario comenzar el abordaje del tema por una reseña
histórica que incluye similitudes y diferencias.
Si bien los dos países, cuyas costas baña el Río de la Plata, integran sin duda una unidad
sociocultural regional, cada uno de ellos posee sus peculiaridades y realidades políticas,
económicas, culturales y sociales que los diferencian. También sus historias nacionales tienen
similitudes y desemejanzas.
La historia de ambos arranca en una sola unidad política, formando parte del Virreinato
del Río de la Plata. En mayo de 1810 comienza el proceso de independencia de España, el
cual culmina en 1816 para la Argentina y en 1825 para el Uruguay constituyéndose así, am-
bas, en naciones autónomas.
Ambos países, ya constituidos como tales, pasaron por un largo período de guerras civi-
les, más prolongado en Argentina que en Uruguay. Entrado el siglo XX eran países próspe-
ros. La enorme diferencia de superficie territorial y riquezas naturales, mostraba al primero
de ellos, entre los países emergentes de la época, como el que tenía las mayores posibilidades
en el mundo para entrar en un camino de desenvolvimiento que lo llevaría a posicionarse en-
tre las naciones más desarrolladas.
Desdiciendo los vaticinios y presunciones, después de la segunda guerra mundial, Argen-
tina comenzó a declinar de un modo sostenido, acelerándose a partir de 1955. Todo este pro-
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ceso, signado por frecuentes golpes de las fuerzas armadas que destituyeron gobiernos de-
mocráticamente elegidos por el pueblo, suplantándolos por dictaduras militares, generó en la
población una cadena de expectativas y esperanzas frustradas que afectaron de manera dife-
rente a las clases media y obrera. Las políticas clientelares como estrategia de los diferentes
gobiernos (independientemente de las retóricas utilizadas para justificarlas) y los dos partidos
políticos mayoritarios (peronismo y radicalismo) destruyeron progresivamente la cultura del
trabajo como valor social y produjeron generaciones de personas que no logran imaginar su
futuro fuera de la ayuda del Estado (alimentos y dinero) o de los dirigentes políticos barriales.
A su vez, la clase media, en su gran mayoría, entró en crisis respecto a su propia identidad
como estrato social portador de la identidad nacional, lo cual condujo progresivamente a un
replanteo de su identidad ciudadana, su vinculación con el Estado y su relación con sus repre-
sentantes. Mientras los pobres estructurales mantuvieron sus redes y sus estrategias de super-
vivencias basadas en la solidaridad interna en sus conglomerados sociales y la relación para-
sitaria con funcionarios y políticos, la clase media empobrecida entró en situación de estupor
y desorientación que, sumado a su inveterado individualismo, le impidió elaborar una res-
puesta política organizada y sostenida en el tiempo, a la vez que expresan su total repudio a
los partidos políticos tradicionales.
Esta situación, a partir de la década de 1980, se ahondó luego con las sucesivas presiden-
cias que se dieron por elecciones democráticas, por ciertos procesos constitucionales y por las
renuncias provocadas por levantamientos cívicos o intrigas de palacio (seis presidentes de
diciembre de 1999 a mayo de 2003).
La historia política de Uruguay en el siglo XX muestra, en ciertos aspectos, marcadas di-
ferencias con la de Argentina. A comienzos del siglo XX se sientan las bases del Estado uru-
guayo moderno, un Estado de Bienestar, esencialmente protector y preocupado por el acceso
de todos los sectores de la población a los servicios sociales y educativos. Se desarrolla una
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clase media numerosa, culta y liberal, sobre cuyo modelo se construye una hegemonía cultu-
ral europea, blanca, urbana, con negación de las diferencias. De este modo se produce una
asimilación de las distintas corrientes migratorias, la cultura afrodescendiente y las herencias
de la cultura rural del siglo XIX, creando el mito de un país donde no existen distancias so-
ciales, culturales ni étnicas. Los saldos favorables de la balanza comercial y la estimulación
del desarrollo industrial generan un país relativamente próspero. Sin embargo, a mediados del
siglo XX entra en crisis. Comienza así una etapa signada por la inflación y las luchas socia-
les, la represión es creciente, el conflicto social se radicaliza, se genera un progresivo deterio-
ro de las estructuras democráticas que culmina con un golpe de estado dado por el Presidente
en ejercicio junto con las Fuerzas Armadas el 27 de junio de 1973.
A partir de mediados de la década de 1970 la historia de estos dos países vuelve a hacerse
semejante. En este período se imponen en la región sistemas autoritarios que ejercen sistemá-
ticamente el Terrorismo de Estado como medio de control de la población procurando a
través de la tortura, la desaparición de personas y el encarcelamiento, la imposición de un
proyecto político fuertemente regresivo.
En ambos países, los gobiernos militares adhieren estrechamente a la doctrina neoliberal
y monetarista propugnando el equilibrio fiscal y el relegamiento del Estado para facilitar el
ingreso de capitales extranjeros. Esto se traduce en el cierre progresivo de fábricas, en la pa-
ralización de la actividad productiva y en una altísima tasa de desempleo. En 1980 los uru-
guayos manifiestan su oposición a una reforma constitucional que buscaba perpetuar al go-
bierno militar en el poder. Éste, acosado por el deterioro económico y el rechazo por parte de
la población civil, da inicio a un período de negociaciones que culmina con las elecciones
nacionales de 1984. En el caso de Argentina, la dictadura militar cae en 1983 como efecto de
la derrota en la guerra de las Islas Malvinas (Falkland Islands).
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Si bien paulatinamente se recuperan las libertades, tanto en Uruguay como en Argentina,
uno de los aspectos fundamentales en el tránsito por la llamada “reconstrucción democráti-
ca”, es el relativo a los derechos humanos. En ambos países, sectores importantes de la ciu-
dadanía presionaron y presionan a los gobiernos para que profundicen el esclarecimiento y
judicialización de las violaciones de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad
cometidos por las dictaduras militares de cada uno de ellos, por separado o en operaciones
conjuntas a través del denominado Plan Cóndor. Esto ha producido importantes transforma-
ciones en la subjetividad y en el tejido social a partir de la instauración de la impunidad, ma-
nifestándose a través de una pérdida de confianza con relación al ejercicio de los derechos y a
la eficacia de la justicia, y trastocando fuertemente los valores que habían sido un sólido
sostén para las sociedades de las dos naciones.
En el plano económico, los gobiernos democráticos que suceden a las dos dictaduras dan
continuidad y profundizan el modelo neoliberal, dando lugar a imposiciones por parte de
quienes manejan el mercado de productos y servicios, desregulando el mercado laboral y pri-
vatizando (en el caso de Argentina) o intentando privatizar (en el caso de Uruguay) las em-
presas públicas.
Este modelo dejó sus huellas en ambos países. Los profundos efectos del afianzamiento del
modelo promovido por el Consenso se Washington se evidencian en los crecientes índices de
pobreza e indigencia, en los agudos procesos de exclusión social, en el debilitamiento de las or-
ganizaciones sindicales y sociales en general, en la fragilidad de las redes sociales, y en el avan-
ce del individualismo, la inseguridad y la violencia.
En los años 2001 y 2002 el modelo se resquebraja en el Río de la Plata, arrastrando a los
dos países a una profunda crisis financiera con hondas repercusiones sociales que dejan a las
poblaciones en una situación de deterioro nunca antes vivida.
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La pobreza afecta proporcionalmente a más niños que adultos, lo cual ha llevado a hablar
de la “infantilización de la pobreza”, efecto que se agudiza cuanto menor es el grupo de eda-
des considerado. En 2003/2004, entre el 31% (Uruguay) y el 44% (Argentina) de las personas
del país son pobres y promedian: entre el 50% y el 60% de los menores de 12 años de edad,
entre el 43% y el 54% de los de 14 a 22 años, entre el 28% y el 38% de los adultos y entre el
10% y el 23% de las personas de 65 años y más. Esto quiere decir que más de la mitad de los
niños menores de 6 años que habitan las áreas urbanas de ambos países, sufren serios riesgos
para un desarrollo humano integral adecuado. A esto se suman tasas de desempleo cercanas
al 20% en el marco de la precarización general que afecta al mundo del trabajo tanto en Ar-
gentina como en Uruguay.
Este es el escenario que deben afrontar los actuales nuevos presidentes que asumen en el
Río de la Plata (en Argentina, el 25 de mayo de 2003 y, en Uruguay, el 1º de marzo de 2005),
los cuales tienen la particularidad de ser los primeros gobiernos progresistas (en el caso de
Uruguay, es el primer Presidente de izquierda en la historia del país). Sobre un escenario de
hondo deterioro socioeconómico, los nuevos gobiernos se proponen una fuerte inversión en
políticas públicas, procurando restituir progresivamente los derechos sociales y económicos a
los sectores más desfavorecidos.
Condicionantes vinculados con el rol de la universidad pública y la psicología
Tanto en Uruguay como en Argentina existe una fuerte adhesión de las universidades
públicas al modelo latinoamericano que toma como referente la Reforma Universitaria de
Córdoba. Esta Reforma hizo eclosión en la Universidad Nacional de Córdoba en 1918 y se
extendió a todas las universidades de América Latina, figurando entre los elementos más sig-
nificativos de la lucha por la libertad con responsabilidad cívica. Transformó los Estatutos
Universitarios y, entre otros logros, creó el área de Extensión Universitaria a través de la cual
los reformistas postularon que la Universidad Pública, sustentada por el esfuerzo de toda la
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ciudadanía, estaba obligada a devolver parte de lo que recibía trabajando desinteresadamente
para aportar a la solución de los problemas de la sociedad. Este fue el motor que impulsó y
motivó a estudiantes y docentes de las universidades, hasta el día de hoy, a salir a brindar sus
conocimientos en beneficio de la población, sobre todo de los más carenciados de recursos
económicos, salubristas, educacionales, culturales, habitacionales, etcétera.
Actualmente, la Extensión Universitaria es un pilar fundamental en las universidades
públicas de Argentina y Uruguay. Además del compromiso ético e ideológico que supone, se
sostiene en el concepto de que la formación profesional debe estar íntimamente ligada a los
problemas reales de la sociedad, a la vez que éstos se constituyen en una fuente privilegiada
para la producción de conocimientos. De la concepción inicial del universitario deudor de la
sociedad se evolucionó a un modelo dialógico donde el saber académico interactúa con los
saberes populares en un enriquecimiento recíproco. No obstante, en general, a estas activida-
des les falta pasar de la estrategia de trabajo para la comunidad a la de trabajo con la comu-
nidad.
Otro elemento significativo para comprender el desarrollo de las organizaciones sociales
en el Río de la Plata es el surgimiento, a fines del siglo XIX, del movimiento anarquista y las
primeras organizaciones obreras, lo cual siempre tuvo, como uno de sus saldos, cierta vincu-
lación entre el movimiento obrero y el movimiento estudiantil universitario. Si bien en Ar-
gentina quedan sólo vestigios del pensamiento anarquista, en Uruguay sus huellas aún se per-
ciben en algunas formas de acción y organización en el ámbito sindical, en el comunitario y
en algunos espacios universitarios. Es destacable la influencia que esta ideología tuvo, en
ambas márgenes del Río de la Plata, en amplios sectores del mundo profesional e intelectual.
Finalmente, lo más significativo del desenvolvimiento del anarquismo y el socialismo
utópico en esta región, es la dimensión social importada por los inmigrantes europeos (italia-
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nos, alemanes, rusos, españoles, etc.) entre cuyos componentes se destacan dos elementos
fundamentales: el cooperativismo y la ayuda mutua.
Con respecto a la formación universitaria de los psicólogos, en términos generales, puede
decirse que tanto en Uruguay como en Argentina estuvo predominantemente centrada en el
enfoque asistencial de la enfermedad mental, desde el marco teórico psicoanalítico y dentro
del modelo de consultorio privado.
No obstante, en Uruguay, a partir de las décadas de 1950 y 1960 se desarrollaron desde la
Universidad trabajos de psicología en comunidades rurales y urbanas, no sólo en el área de la
salud sino también en relación con la educación y con organizaciones sociales. En este país se
dio la particularidad de la presencia, hacia 1969, del Prof. Juan Carlos Carrasco, psicólogo
uruguayo que propone desarrollar una psicología de la cotidianeidad, de orientación comuni-
taria y firmemente comprometida con las necesidades del ser humano real y concreto (Ca-
rrasco 1991). Este llamado podría considerarse como el momento fundacional de la PC uru-
guaya (Aguerre y Rudolf, 1998; Rodríguez, 1998). Sin embargo, el proyecto académico pro-
fesional que esta convocatoria encerraba se vio abortado por la interrupción del proceso de-
mocrático en el país.
En Argentina, dentro del campo específico de la salud comunitaria, merece una mención es-
pecial la experiencia en el Servicio de Psicopatología, creado en 1956, en el Hospital Gregorio
Aráoz Alfaro, de Lanús (Provincia de Buenos Aires), del que era Jefe el Dr. Mauricio Golden-
berg. A la oferta gratuita y pública de este tipo de servicios, modernizados en función de las ade-
lantadas concepciones de Goldenberg, se incorporan los principios de psiquiatría dinámica y sa-
lud mental comunitaria de Gerald Caplan y de los Dohrenwend, transformando el modelo insti-
tucional en una propuesta interdisciplinaria y comunitaria. Esto fue posible, entre otras razones,
porque Goldenberg creó, como parte del Servicio, el Departamento de Psiquiatría Social (Lub-
chansky 1972) y, en 1969, puso al frente del mismo a Isaac L. Lubchansky (hoy Itzhac Levav).
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Por la misma época, José Bleger, médico psicoanalista y profesor en la Carrera de Psico-
logía de la Universidad de Buenos Aires, señala la legitimidad del rol del psicólogo en el
ámbito de las comunidades. En el Seminario de Higiene Mental para Graduados que dictó
Bleger en 1962 en el Departamento de Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires postuló que “La función social del psicólogo clínico no debe
ser básicamente la terapia sino la salud pública, y dentro de ella, la higiene mental. El psicó-
logo debe intervenir intensamente en todos los aspectos y problemas concernientes a la psi-
cohigiene y no esperar que la gente enferme para poder recién intervenir. […] Tenemos que
adquirir una dimensión social de la profesión del psicólogo y con ello conciencia del lugar
que ella ocupa dentro de la salud pública y la sociedad […] llevando su interés fundamental,
desde el campo de la enfermedad y la terapia al de la salud de la comunidad …” (Bleger
1962).
Estas referencias históricas, plantean una reflexión inmediata: si en los 60 la psicología
desde una perspectiva social era un campo de interrogación y problematización ¿qué sucedió
posteriormente para que no se diera un amplio desarrollo de la PC y sólo surgieran experien-
cias fragmentadas?
Substancialmente, para intentar comprender este fenómeno, se deben tomar en cuenta dos
situaciones concurrentes (Chinkes 1995):
1) Las frecuentes interrupciones del sistema democrático y la consecuente instauración
de gobiernos militares, para los cuales el abordaje comunitario resultaba básicamente
sospechoso y frecuentemente subversivo o terrorista.
2) Una fuerte influencia del modelo médico-clínico asistencial instaurado en las carre-
ras de psicología por el grueso de sus cuerpos docentes.
Estos dos factores interrelacionados, tal vez explican la demora en el surgimiento de la
PC en el Río de la Plata y el camino seguido, que se caracteriza por ir de la experiencia
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práctica al desarrollo conceptual, a la vez que su escasa difusión y sistematización en ambos
países.
A comienzos de la década de 1970, en la Provincia de Córdoba se llevaron a cabo expe-
riencias de trabajo psicológico en y con la comunidad a partir de la cátedra de Psicología So-
cial II y el Centro de Investigaciones en Psicología Social (CIPS) de la Escuela de Psicología de
la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. La actividad
del CIPS se estructura sobre la base de tres áreas de actividad en el ámbito de lo público: salud
comunitaria, problemas organizacionales, comportamientos delictivos. En 1974 se contrató por
un período de nueve meses al Dr. Juan Marconi que, en Chile, desde la década del sesenta, había
puesto en marcha el Programa Integral de Salud Mental en el área sur de Santiago de Chile
(Marconi 1969, 1971, 1973a, 1973b). Marconi, con el equipo del CIPS, diseñó y puso en fun-
cionamiento el Programa Integral de Alcoholismo de la Ciudad de Córdoba (Marconi 1974a,
1974b, 1974c, 1974d), programa que al igual que el chileno implicaba una fuerte participación
comunitaria, constituyendo una acción programada de genuina PC, aún cuando no se la denomi-
naba de este modo.
La mencionada cátedra de Psicología Social, en 1974 y 1975, se enfocó hacia la problemáti-
ca de la psicología social aplicada a la Salud Pública dando origen a la Psicología Sanitaria, una
especialidad de la psicología surgida en Argentina y a cuyo perfil le es inherente la PC de forma
explícita.
En Uruguay, el bloqueo y la prohibición que pesaba sobre toda actividad política y sindi-
cal hicieron que el trabajo en el campo social tomara empuje ya que en él se concentraban
todas las energías disponibles. En esta década se desarrolla un importante número de progra-
mas comunitarios, pero los psicólogos participaban muy escasamente de estos movimientos.
Desarrollo de la comunidad, educación popular, promoción social son algunas de las expre-
siones con las cuales -entre la censura y la escasez de referentes teóricos claros- se autode-
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finían estas experiencias. La Psicología y los psicólogos no eran demasiado aceptados al in-
terior de estos colectivos en tanto se los identificaba con el modelo clínico tradicional desti-
nado a los sectores de nivel socioeconómico medio y alto de la sociedad. No obstante, en al-
gunos trabajos de la época se describen importantes cambios en el ámbito de la subjetividad,
tanto en los vecinos como en los promotores o agentes externos. En los informes y crónicas
donde se documentan estas experiencias existen referencias a modificaciones en la autoesti-
ma de los destinatarios, a los procesos de resignificación de sus historias personales y colec-
tivas, al desbloqueo de capacidades creativas, a la recuperación de pertenencias culturales e
identidades sociales que inciden en sus vínculos así como en sus modos de sentir, pensar y
actuar. A su vez entre los integrantes de equipos de intervención el contacto con otras cultu-
ras y formas de vida despierta cuestionamientos, la integración de nuevos modelos y moviliza
procesos de autocrítica y transformación de actitudes, valores y proyectos de vida.
Una participación importante de psicólogos es la que tiene lugar en el “movimiento de
policlínicas populares”, pero movidos más por una intención de socialización de la asistencia
que por un accionar que tuviera a la propia comunidad y sus redes sociales como ámbito de
intervención. Podría hablarse de un trabajo en la comunidad pero no con la comunidad. Por
otra parte, el estilo que se lleva a la práctica suele reproducir el modelo asistencial del ámbito
privado y es predominantemente individual (Giorgi 1998, Giménez 1998)).
Desenvolvimiento de la Psicología Comunitaria en los últimos veinte años
Los últimos veinte años de desarrollo de la PC en el Río de la Plata coinciden aproxima-
damente con el regreso de la democracia a la región. La aprobación de la Declaración de Al-
ma-Ata y la aparente incongruencia que los gobiernos de estos dos países suscribiesen la
misma en el año 1978, en plena dictadura, sentaron las bases para que las conceptualizaciones
vinculadas a la estrategia de Atención Primaria en Salud (APS) fueran impregnando el dis-
curso y las intervenciones de los psicólogos en el campo comunitario. El hincapié puesto en
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las actividades de promoción de la salud y prevención de enfermedad se relaciona con los
avances logrados en el campo de las ciencias de la salud en países como Canadá (OPS 1996)
y con el posicionamiento de la psicología como promotora de la aplicación de muchos de es-
tos cambios en la región.
Estos nuevos enfoques se entrelazan más o menos rápidamente con la vertiente de quie-
nes desde tiempo antes venían desarrollando sus prácticas en el ámbito comunitario, ya que
éstas habían estado fuertemente orientadas hacia la salud.
Particularidades en el caso de Uruguay
En Uruguay, la formación en PC fue incluida a partir de 1988 en el nuevo Plan de Estu-
dios de la Licenciatura en Psicología de la Universidad de la República, implementándola
como materia en 1993 y articulando sus prácticas a través de las actividades de Extensión
Universitaria. Así, en el marco del Área de Salud se dicta un curso teórico-práctico en el
último año de la formación, denominado “Técnicas de Atención Comunitaria”, de carácter
anual y obligatorio. Asimismo, los estudiantes de grado deben optar en los últimos dos años
de la Licenciatura por la realización de pasantías anuales en algunos de los Servicios de aten-
ción Psicológica a la población que la Facultad ofrece, varios de los cuales se definen como
comunitarios.
Es recién con esta inclusión en el ámbito académico que la PC comienza a articularse con
un cuerpo teórico propio y a producir instrumentos diferentes a los empleados por otros ope-
radores que comparten el mismo campo de actuación.
En el cruce de vertientes -las provenientes de sus raíces singulares y el contacto con
aportes del ámbito internacional- se desarrolla una PC que conserva un fuerte posiciona-
miento ideológico y ético como punto de partida, que recoge la impronta psicoanalítica y las
herencias de la psicología clínica, como así también las de la Educación Popular, teniendo al
espacio universitario público como principal área de producción y formación. Desde allí se
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trabaja por su consolidación académica produciendo nuevos conocimientos orientados a la
transformación de la realidad, entendiendo que en esto radica el sentido último de todo cono-
cimiento socialmente útil.
Muchos psicólogos se autodenominan comunitarios; sin embargo, los aspectos que to-
man en cuenta para esta auto definición son muy variables, tales como: el trabajo en ámbitos
populares y con sectores de pobreza, el desempeño en los consultorios de centros de salud
ubicados en zonas periféricas de la ciudad, la intervención fuera de los muros institucionales,
etcétera. También existen definiciones por la negativa, considerando como el quehacer propio
de la PC toda aquella práctica que se diferencia del ejercicio liberal de la profesión en el
ámbito del consultorio privado. De cualquier manera, es importante destacar que son cada
vez más numerosos los psicólogos que desarrollan una práctica orientada hacia lo comunita-
rio y que la toman como referencia para su caracterización profesional, aunque tal vez diste
de los desarrollos académicos de la disciplina al no jerarquizarse los componentes definito-
rios y esenciales de la PC (Rodríguez 1998, 2000). Estos componentes implican un enfoque
particular de la psicología en la que: a) el sujeto es concebido como ser activo y con potencia-
lidades de transformarse a sí mismo y a su entorno; b) el sujeto es pensado como constructor
de significados y de conocimientos acerca de la realidad, tan válidos como los producidos en
el ámbito académico; c) la participación de la comunidad toma un sentido ético, técnico y
político. Podría afirmarse que las prácticas en comunidad obedecen a demandas sociales y
comienzan a desarrollarse en forma creciente por parte de los psicólogos uruguayos aún sin
darse una consolidación teórico-técnica de la disciplina ni un reconocimiento de su especifi-
cidad académica.
En el ámbito del Estado, cabe señalar que desde 1990 la Intendencia Municipal de Mon-
tevideo (IMM), suscribiendo los lineamientos de la estrategia de Atención Primaria de la Sa-
lud, ha promovido la orientación comunitaria entre los psicólogos que se desempeñan en las
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unidades de su Sistema de Servicios de Salud, ubicadas en los barrios populares. El proceso
de descentralización que la IMM lleva adelante desde esa fecha pone de relieve algunos pro-
blemas propios de la PC, tales como la participación y la organización comunitaria, la perte-
nencia a los espacios locales, el propio concepto de comunidad, la construcción de la identi-
dad social, los liderazgos y la cuestión del poder, etcétera. Por otra parte, en el marco del de-
sarrollo de Políticas Sociales que se generan como producto de una estrategia de Reforma del
Estado, en los últimos años se desarrollaron una diversidad de programas cogestionados entre
el Estado y la Sociedad Civil, en los que los psicólogos se han integrado buscando implemen-
tar una perspectiva comunitaria.
Es importante destacar que en Montevideo, desde 1991, se desarrolla una experiencia de
Extensión Universitaria de gran envergadura por parte de la Universidad de la República: el
Programa APEX-Cerro (Programa Aprendizaje-Extensión, que se lleva a cabo en el barrio
del Cerro). En sus orígenes financiado por la Fundación Kellogg, es un Programa comunita-
rio multiprofesional en el que la participación de los psicólogos ha sido constante y sostenida,
y que tiene mayoritariamente, aunque no exclusivamente, un enfoque comunitario.
Particularidades en el caso de Argentina
En Argentina, en general, la PC no ha sido integrada como materia obligatoria en la for-
mación universitaria de grado de los psicólogos. Lo más cercano que figura como materia es
“Estrategias de Intervención Comunitaria”, en los casos de las facultades de psicología de las
universidades nacionales de Córdoba, Buenos Aires y Tucumán (en estas dos últimas, es ma-
teria optativa). En posgrado, tiene inserción en la Universidad Nacional de Tucumán (Provin-
cia de Tucumán) a través de los cuatro primeros cursos de PC dados en el país, entre 1992 y
1995, con la participación de docentes nacionales, latinoamericanos y españoles. En esta
misma Universidad, actualmente está en funcionamiento un Tramo Curricular de Posgrado en
PC, de 120 horas, que se inició en agosto de 2004.
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En la Facultad de Psicología de la Universidad de Mar del Plata (Provincia de Buenos
Aires) se creó en 1997 la primera Maestría en Psicología Social Comunitaria del país, con
docentes locales y de las universidades Central de Venezuela, Autónoma de Madrid, Autó-
noma de Barcelona y de Chile. Después de cuatro años de funcionamiento, esta Maestría se
ha cerrado.
En la Universidad Nacional de Rosario, desde 1999, la PC está incluida como materia en
la Carrera de Especialización en Psicología Clínica Institucional y Comunitaria.
En cuanto a experiencias de extensión universitaria, son significativas las de las Faculta-
des de Psicología de las universidades nacionales de Buenos Aires, Tucumán y Rosario.
En marzo de 1988, ante una propuesta de Itzhac Levav, a la sazón Asesor Regional en
Salud Mental de la División de Promoción y Protección de la Salud de la Organización Pa-
namericana de la Salud (OPS), la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires
decidió abrir una orientación, para el grado y para las actividades de extensión universitaria,
hacia los enfoques comunitarios en la atención de la salud de la población, a través de la
Cátedra I de Salud Pública/Salud Mental de dicha Facultad. En este mismo año se crea en
Estados Unidos de Norte América la Red Interamericana para el Desarrollo de la Psicología
en la Atención Comunitaria de la Salud, a la cual se integra esta Facultad, al igual que otras
instituciones universitarias de las Américas, la OPS, la Sociedad Interamericana de Psicolog-
ía (SIP) y la Asociación Americana de Psicología (APA). La Comisión Directiva de la Red
decidió designar a la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires “... como cen-
tro piloto para una primera experiencia de reorientación en la formación del psicólogo diri-
giéndola a lo comunitario” (Saforcada 2001).
Con apoyo de la OPS y de la mencionada Red, tomando como eje teórico-técnico y ope-
rativo a la mencionada Cátedra I de Salud Pública/Salud Mental, a fines de 1988 y comienzos
de 1989 se diseñó el Programa de Epidemiología Social y Psicología Comunitaria (Programa
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Avellaneda) (Saforcada 2001) cuyas políticas, postulados y objetivos fijaron explícitamente
su orientación fuertemente social, teniendo como eje la participación comunitaria y como ob-
jetivo primordial la protección y promoción de la salud. Este Programa, que se puso en mar-
cha dentro del marco de un convenio entre la mencionada Facultad y la Municipalidad de
Avellaneda, tuvo un amplio desarrollo e involucró un conjunto grande y diversificado de pro-
yectos y subprogramas vinculados con la solución comunitaria participativa de problemas
tales como nutrición, prevención del cólera, prevención de la tuberculosis, etcétera, y un con-
junto de investigaciones dentro del campo de la epidemiología psicosocial y la psicología sa-
nitaria.
El Programa contó con un fuerte apoyo de la Red y de la OPS en cuestiones tales como
bibliografía, asesoramiento técnico, etcétera. Corresponde destacar los seminarios que, para
el perfeccionamiento de los equipos de trabajo del Programa, desarrollaron en Buenos Aires
J.R. Newbrough (Universidad de Vanderbilt), James Kelly (Universidad de Illinois en Chica-
go), Jaime Arroyo Sucre (psiquiatra sanitarista panameño, consultor de la OPS y de la OMS) y
Francisco Morales Calatayud (psicólogo, Vicerrector del Instituto Superior de Ciencias Médi-
cas de La Habana).
En noviembre de 2002 la Facultad mencionada firmó otro Convenio Marco con la Muni-
cipalidad de San Isidro que dio el soporte legal para la puesta en marcha del Programa de
Epidemiología Psicosocial y Psicología Sanitaria, Comunitaria y Ambiental (Programa San
Isidro). Este emprendimiento tuvo como referente inmediato al Programa Avellaneda, ante-
riormente mencionado, ampliándolo en su perspectiva al involucrar las orientaciones propias
de las especialidades sanitaria y ambiental de la psicología.
En Tucumán, en 1987, se desarrolló el Proyecto Universitario de Promoción Comunitaria
(PUPC). Financiado en parte por la Fundación Kellogg, fue una propuesta innovadora que
surgió con el propósito general de modificar el proceso formador de recursos humanos en el
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ámbito universitario e impulsar la interacción interdisciplinaria en la Universidad y de ella
con pobladores de áreas rurales marginales, a fin de producir cambios sostenidos en ambos
campos. Así, a través de la creación de equipos multidisciplinarios de profesionales que se
desempeñaron como residentes rurales (en seis comunidades marginales de esta provincia) se
redefinió, entre otras cosas, el papel que le cabe a la Universidad en relación con su sociedad,
en este caso con los sectores más carenciados de la misma.
Sus objetivos generales estuvieron referidos a tres ámbitos, que fueron los siguientes:
a) Universidad: promover el desarrollo del recurso humano inter-disciplinario, parti-
cipando en un plan de trabajo orientado hacia el desarrollo integral de las comuni-
dades.
b) Comunidad: apoyarlas para que, a través de un proceso de definición de necesida-
des, planificación y ejecución de acciones para satisfacerlas desarrollen sus propias
potencialidades a lo largo del un proceso dirigido al logro de mayores niveles de
capacitación, organización y autogestión.
c) Servicios: contribuir a la provisión, adecuación y mejoramiento de aquellos servi-
cios necesarios para la satisfacción de las necesidades básicas de la población: sa-
lud, educación, producción, vivienda y recreación.
Este proyecto fue modificando su denominación y ajustando sus objetivos y estrategias
en función de la experiencia adquirida y las realidades cambiantes del país y la región (Pro-
yecto UNIR 1999). Indudablemente, la experiencia de la psicología como parte integrante de
este emprendimiento ha sido de alto impacto en la profesión y en la sociedad de la región, por
cuanto instituyó y cimentó el quehacer del psicólogo como miembro de equipos interdiscipli-
narios abocados al trabajo comunitario, a diferencia de la concepción mayoritaria que lo con-
cibe restringiendo su accionar sólo al área clínica con abordaje individual.
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La Secretaría de Extensión Universitaria del Rectorado de la Universidad Nacional de Rosa-
rio, específicamente en la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe), lleva adelante desde
1984 un Proyecto de Asistencia a la Comunidad, desarrollado a través del Centro de Asisten-
cia a la Comunidad (CeAC) que se puso en funcionamiento sobre la base de un Centro de
Atención Primaria en Salud Mental que ya existía en la zona. El Proyecto estuvo, desde sus ini-
cios, vinculado a la Escuela Superior de Psicología de la Facultad de Humanidades y Artes
(hoy Facultad de Psicología) de la Universidad Nacional de Rosario. Sus objetivos están
orientados a:
a) Desarrollar un programa comunitario, a partir de la problemática de
la salud, mediante un modelo de prevención, con una metodología participativa y de
inserción comunitaria.
b) Aportar conocimientos y técnicas para la recuperación y creación de
los recursos apropiados para que la comunidad resuelva sus problemas.
c) Promover la producción científica en la intersección de las planifica-
ciones de salud, educación y políticas sociales.
d) Elaborar propuestas científicas en áreas que frecuentemente no en-
cuentran una inserción en los desarrollos curriculares tradicionales.
En los veinte años de funcionamiento de este Programa, el Centro de Atención Primaria en
Salud Mental se fue transformando, gracias a la participación de los habitantes del barrio, en un
Programa de Salud Comunitaria (que incluye la dimensión salud, junto con la de participación
comunitaria y la formación de pre y postgrado de psicología) llegando a ser un programa donde
el eje era y es la transdisciplinariedad y la participación comunitaria.
El elemento facilitador de esta transformación fue la inclusión activa de los miembros de la
comunidad como constructores de la experiencia, transformando, progresivamente, las habitua-
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les discusiones sobre el poder en un diálogo sobre las condiciones y posibilidades de establecer
relaciones de cooperación.
Situación actual de la Psicología Comunitaria en el Río de la Plata y perspectivas futuras
Hasta ahora, preponderantemente, las actividades de PC se han llevado a cabo sobre la
base del sentido común, la sensibilidad social y, en algunos casos, desde posicionamientos
políticos. No obstante, algunos de los psicólogos comunitarios fueron conceptualizando y
buscando, aunque de forma parcial, referentes teóricos directamente en los desarrollos de la
PC latinoamericana y española.
Es importante señalar que esta sub-disciplina no ha sido reconocida como tal en la re-
gión, ni tiene una organización profesional específica. Tampoco existe en estos dos países
una revista de la especialidad.
En Argentina, la PC no ha sido registrada entre las especialidades institucionalizadas por
los colegios de psicólogos provinciales. Tampoco ha sido considerada por parte de la Federa-
ción de Psicólogos de la República Argentina (FePRA - http://www.fepra.org.ar/espec.htm),
que sólo reconoce seis especialidades: Psicología clínica, Psicología laboral, Psicología jurí-
dica, Psicología social, Psicología sanitaria, Psicología educacional.
En Uruguay, no están aún institucionalizadas las especializaciones en el campo de la psi-
cología. Los posgrados y maestrías en la Facultad de Psicología de la Universidad de la Re-
pública están en una etapa de inicio y no existen propuestas para el campo de la PC. Tampoco
los hay en la universidad privada.
No obstante, en el Río de la Plata, cuna de la Reforma Universitaria, el papel de la Edu-
cación Pública en todos sus niveles ha sido decisivo en la definición del lugar de los profe-
sionales y académicos en relación a las problemáticas sociales.
La dimensión del compromiso social que ha caracterizado a gran parte de la PC latinoa-
mericana ha tenido también un papel central en ambos países, lo que se ha reflejado en que
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los aportes más reconocidos de la PC en el Río de la Plata hayan estado ligados al campo de
la Salud Pública. Esto ha sido así por lo que se señaló anteriormente en cuanto a la adopción
de la estrategia de Atención Primaria de la Salud (APS) en ambos países, la cual tiene como
prerrequisito la participación comunitaria, la estructuración de equipos de salud multidisci-
plinarios y la concienciación de la comunidad, componentes sin los cuales la APS pierde su
característica esencial y se transforma en un dispositivo ineficaz e ineficiente.
Si bien mucho de lo trabajado en PC implica la salud, no quiere decir esto que la PC en
esta región involucre a la Psicología de la Salud. Esta última especialidad no existe en el Río
de la Plata, ni como cuerpo de conocimientos y prácticas ni como concepto.
El que gran parte de la actividad de PC se haya desarrollado en el área de la APS y la sa-
lud pública tal vez condicionó el hecho de que la riqueza de las prácticas con frecuencia no
apareciera reflejada en la producción teórica pero no impidió que se produjera un interesante
campo de reflexión en el que las fracturas epistemológicas de la década de los 90 hicieran
sentir su impacto (Fuks 1992).
Uno de los factores que generó condiciones para una mayor visibilidad de la PC fueron
las turbulencias provenientes de los cuestionamientos epistemológicos éticos y teóricos a los
modelos tradicionales realistas, positivistas y también a los iluminadores de la comunidad.
Este proceso de cambio crítico de las concepciones comenzó a volverse más evidente a partir
de la incorporación de epistemologías constructivistas/ construccionistas que modificaron los
ejes de la observación y, por lo tanto, del observador. Al desplazar el foco de atención, desde
lo que le sucede a los otros hacia las zonas de encuentro y entrelazamientos posibles, se ge-
neró un proceso de replanteos epistemológicos y operacionales en los equipos de trabajo.
Esto se evidenció en la transformación del modo en que los grupos de trabajo se conside-
raron a sí mismos, a sus espacios sociales y a sus funciones. Desde esta perspectiva, los atra-
vesamientos y conectividades entre equipos y comunidad pasaron a ser considerados como
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construcciones emergentes en los nudos sociales: entendiendo por tal a los entramados con-
ceptuales, emocionales y de acción que involucraban tanto a la comunidad como al propio
equipo profesional.
Estos cambios de perspectiva fueron despertando un creciente interés por los procesos
emergentes en las complejas interconexiones entre comunidad y equipo, enfocándose las pre-
ocupaciones y el estudio en las condiciones en las que estas intersecciones producían proyec-
tos compartidos (co-construidos).
Como parte del mismo proceso, las autocríticas y reflexiones generadas por el retorno de
los procesos políticos democráticos supuso también la revisión de tesis mesiánicas de los
científicos sociales de la década de los 70. Esto fue un factor decisivo en esa profunda re-
flexión acerca de la identidad y el rol de los científicos sociales. Este proceso se vio incre-
mentado por un contexto en el que, en la caída de los paradigmas de la modernidad asociada
al posmodernismo, muchos de los presupuestos se vieron cuestionados.
Esto impactó directamente en el campo de las ciencias sociales porque afectaba a las
prácticas con las que se operaba pero, como un aspecto positivo de esta turbulencia, se evi-
denció el surgimiento de producciones que integraban el pensamiento complejo de Morin
(1976, 1990, 1994, 2004), el construccionismo social de Gergen (1988a, 1988b, 1989, 1992),
el CMM (Coordinated Management of Meaning) de Pearce (1989, 1994), el enfoque sistémi-
co y transdisciplinar (Fuks 1992; Fried Schnitman 1993, 1994), y la perspectiva de redes so-
ciales (Dabas 1998, Elkäim 1987) con las producciones de la PC en la región. Si bien la pro-
ducción conceptual y metodológica producto de estas convergencias no se vio reflejada en los
foros habituales de la PC, la misma tuvo, en Argentina y Uruguay, un fuerte impacto en los
campos interdisciplinarios de la Salud Comunitaria, de la Construcción de Ciudadanía o en
los Métodos Alternativos de Resolución de Disputas y mediación /intermediación.
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Estas singularidades de la región han generado en los últimos 20 años interesantes opor-
tunidades para vincular algunos proyectos, programas y políticas públicas de salud y educ-
ción con las experiencias basadas en la PC.
Surge así una reflexión, acerca de lo sucedido en la región, con respecto a las ventajas y
desventajas que para el desarrollo de la PC ha implicado e implica la no existencia de una
colectividad académica amplia y bien estructurada que facilite el procesamiento, la sistemati-
zación, la difusión y la confrontación de las experiencias comunitarias. La falta de esta es-
tructura posiciona a las prácticas ante el falso dilema de tener que optar entre teorizaciones de
baja complejidad que solo validen o alimenten las estrategias de acción o tener que recurrir a
un nivel inter o transdisciplinario como posibles espacios de reflexión. Dados los procesos
políticos surgidos en la región en los últimos tres años es dable pensar que este falso dilema
se deshará, dando lugar a un proceso enriquecido de reflexión, sistematización y construcción
teórica en PC. Si esta posibilidad se concreta, como pareciera entreverse actualmente, junto a
un renovado bagaje de trabajo con las comunidades e investigación evaluativa de resultados
se dará una apertura de espacios académicos sólidos y estables para una adecuada formación
de profesionales en la especialidad, logrando así su reconocimiento y grados adecuados de
eficacia y eficiencia.
Tratando de ver con mayor detenimiento y detalle -en una reflexión que puede ser válida
tanto para el Río de la Plata como para el resto del mundo implicado en la subcultura acadé-
mica y científica de origen europeo- una dificultad de peso para el desarrollo pleno de la PC,
epistemológicamente bien cimentado y fructífero en sus aplicaciones, es la actual hegemonía
de las concepciones cartesianas y mecanicistas del ser humano y sus organizaciones sociales.
La PC, por la naturaleza misma de su objeto de estudio y sus prácticas pareciera exigir que se
ponga en juego el nuevo paradigma de las ciencias de la vida (Capra 1998, 2003) basado en
una concepción holística, sistémica y ecológica del factor humano como parte no-esencial de
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la biosfera y, por lo tanto, obligado a mantener la paz dado el poder destructivo total de las
armas nucleares que ha construido.
Conclusiones finales a partir de la comparación con otros países y regiones.
La psicología y la antropología tienen el privilegio y la fatalidad de que sus respecti-
vos objetos de estudio son directamente la esencia del ser humano y de los colectivos huma-
nos que surgen de las muy diversas formas en que los individuos de esta especie se organizan
para afrontar el decurso de la vida cotidianamente: el psiquismo y la cultura. Más aún, estos
objetos de estudio y acción que ambas disciplinas tienen entre manos y en sus responsabili-
dades, son los factores de los cuales depende toda la felicidad o todo el sufrimiento humano
posible. En ellos estriba o en ellos reside que se odien y maten o que se amen, procreen y se
desarrollen; que aporten a la vida o que aporten a la muerte no-natural.
La PC nace de distintas vertientes teoricopracticas, se estructura de diversos modos y
se manifiesta con diferentes estrategias y prácticas de trabajo en terreno, tal como se constata
a través de los capítulos que integran este libro, pero todas tienen en común la búsqueda del
bienestar humano, el cual depende de la libertad, de la mayor disminución posible del sufri-
miento, del respeto de los derechos humanos, de la posibilidad de lograr un desarrollo huma-
no integral y de la participación activa de las personas y las comunidades en los procesos de-
terminantes de sus condiciones de vida. Es importante observar que el surgimiento de la PC
alrededor de 1965, con algunas pequeñas variaciones según los países, coincide con la época
en que el mundo, que en líneas generales había podido ser comprendido como un gran con-
junto de países que integraban dos grandes categorías políticas dada las características de sus
gobiernos (democracias y totalitarismos), comenzó a transformarse en un sistema de categor-
ías políticas inciertas y opacas.
Por una parte, surgió la mutación de gran parte de las democracias occidentales en
pseudodemocracias, desde el momento en que los gobiernos fueron convirtiéndose en em-
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pleados a las órdenes de las gigantescas concentraciones de poder económico, gran número
de las cuales integran aquel complejo industrial-militar señalado por Dwight Eisenhower co-
mo un peligro para la paz mundial cuando expresó que “Esta conjunción de un estructura mi-
litar inmensa y de una gran industria de armas es nueva en la experiencia Americana. La as-
cendente influencia -económica, política, incluso espiritual- se siente en cada ciudad, cada
casa de gobierno Estadual, cada oficina del gobierno Federal. Reconocemos la necesidad im-
prescindible de este desarrollo. Sin embargo, no debemos caer en la incomprensión de sus
graves implicaciones” (Eisenhower, 1961), reflexiones junto a las cuales es conveniente po-
ner la de Paul Krugman cuando señala que “Las malas ideas prosperan porque están en el in-
terés de grupos poderosos” (Krugman, 1992 p. 56). Este sojuzgamiento ha llevado a que mu-
chos gobiernos tomen decisiones en contra de la voluntad de gran parte de las sociedades de
sus naciones, tal como se pudo observar en el caso de la actual guerra contra Irak implemen-
tada por algunos países de occidente contra la voluntad mayoritaria de sus ciudadanos y ciu-
dadanas.
A este proceso se sumaron, en un desarrollo asociado, la interrupción del estado de
bienestar, la destrucción del Estado de los países en vías de desarrollo y los trabajos de inte-
ligencia puestos en marcha para derribar a casi todos los gobiernos democráticos de estos paí-
ses instalando, las más de las veces, dictaduras militares en su reemplazo.
Por otro lado, vinculado al proceso anteriormente señalado, en esta época comienza a
difundirse en el mundo, impulsado por los países más poderosos, en especial Estados Unidos,
el terrorismo de estado, técnica de dominación interna en cada país ideada por las fuerzas
armadas francesas que libraron las batallas finales de la lucha que llevó adelante el pueblo de
Argelia desde 1954 hasta el 5 de julio de 1962 y a cuyos héroes el poder imperial los tipificó
como terroristas. El terrorismo de estado, acompañado de un enorme desarrollo de tecnolog-
ía bélica, pasó a ser usado internacionalmente por parte de algunos países en contra de otros a
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los cuales se pretendió y pretende dominar. Hay que tener en cuenta que el terrorismo de es-
tado (intranacional e internacional) tiene, como una de sus técnicas centrales, tomar como
blanco principal a las personas inocentes; en el caso de su aplicación interna en un país por
parte de su gobierno, se encarniza con los familiares y personas amigas de quienes son califi-
cados como terroristas y, en el caso de su utilización internacional, el ataque se dirige a la
población civil y a la destrucción de la infraestructura de todo el país que es blanco de su em-
pleo.
El mundo actual se caracteriza por pseudodemocracias, dictaduras, terrorismo y armas
de destrucción masiva, tanto instantánea como sostenida en el tiempo transgeneracionalmente
(por la radioactividad), estructurándose así un escenario nunca antes conocido por la humani-
dad. Para alcanzar a vislumbrar sus dimensiones dentro del ámbito de la subjetividad huma-
na, puede ser eficaz apelar a la sensibilidad de la poesía y recordar lo escrito por John Donne
(1572-1631): “La muerte de cualquier hombre me disminuye a mí porque yo soy parte de la
humanidad... Nunca trates de averiguar por quién doblan las campanas: doblan por ti...”.
La psicología como ciencia, en términos generales, no ha reaccionado ante esta reali-
dad y viene a la saga de los acontecimientos de envergadura creciente que están generando un
enorme malestar humano: muerte, pérdida de la libertad, maximización del sufrimiento, vio-
laciones atroces de los derechos humanos, imposibilidad de lograr un desarrollo humano in-
tegral, y que las personas y las comunidades puedan tener una participación activa en los pro-
cesos determinantes de sus condiciones de vida.
Pareciera que la psicología en general está mirando para otro lado, pero la PC no
puede hacerlo con facilidad porque su razón de ser la obliga a trabajar con las comunidades y
los malestares que las inundan. Esto, tal vez, explique el porqué tiene tanto impacto en diver-
sos países del mundo desarrollado la PC estructurada y practicada en muchos de los países
subdesarrollados y presionados para que se mantengan en condiciones de subdesarrollo, co-
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mo es el caso de América Latina y África, tal como lo expresa Antonio Martín y Jorge S.
López, en este libro, en el capítulo sobre la PC en España.
En síntesis, tal como se señala de modo directo o indirecto en varios de los capítulos
que integran esta obra (India, África, Canadá, Nueva Zelanda, Australia, etc.), la PC va asu-
miendo que:
a) Es una especialidad que se ocupa de las situaciones de crisis psicosocio-
cultural que impactan en las condiciones de vida de los colectivos sociales y, por
primera vez en la psicología, llega a incorporar al saber científico algunos saberes
populares de los pueblos originarios.
b) Tal vez sin hacerlo en forma explícita, la PC incipientemente vaya mo-
delándose con una profunda comprensión y puesta en práctica de la psicología cultu-
ral en el sentido en que la plantea Michael Cole y adquiriendo algo de ciencia
romántica en el significado en que lo planteó Luria y Vigotsky (Cole, 1999). La
forma en que Robertson y Masters-Awatere titularon su capítulo resulta muy suges-
tiva para este item y el anterior: “Community Psychology in Aotearoa/New Zealand:
Me tiro whakamuri a kia hangai whakamua” (en idioma Māori: Mire hacia atrás si se
dispone a avanzar hacia adelante con una finalidad).
c) A esto también contribuirá su progresiva inclinación por la inclusión de
lo político en sus formulaciones teóricas y sus prácticas en terreno, junto a la pers-
pectiva de la liberación de los pueblos neocolonizados (tal como ha ocurrido en
América Latina desde los trabajos de Ignacio Martín-Baró -1976, 1977, 1983, 1986,
1987, 1988, 1998), y el tratamiento de la resistencia comunitaria (Molina Valencia
s/f) como forma constitutiva de la democracia, desde la interrelación de las comuni-
dades hasta su vinculación con la interrupción pacífica de los mandatos otorgados a
los gobiernos y el reemplazo por nuevos gobernantes, lo cual se vincula con los
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planteos de Karl Popper sobre la verdadera naturaleza de la democracia en su trabajo
“Reflexiones sobre historia y política” (Popper 1999). El proceso político y sociocul-
tural en Bolivia, con el acceso al poder por vías pacíficas, aunque no carentes de
fuertes movimientos de resistencia comunitaria, del pueblo Aymara en la persona de
su actual Presidente constitucional el Sr. Evo Morales y una parte significativa de su
Gabinete de Ministros. Este es un buen ejemplo que América Latina le da al mundo
desarrollado y un excelente campo de observación y aprendizaje para todos los pro-
fesionales y académicos que se dedican a la PC en las universidades del mundo. Es
sabido que gobiernos como los de Morales o el de Kirchner en Argentina están sien-
do calificados de populistas, pero esta es una categoría de análisis político que re-
quiere ser analizada minuciosamente, dado que surgió de la sociología política para
designar a gobiernos de América del Sur de la primera mitad del siglo XX, tales co-
mo los de Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina, y que ha
sido reeditado en la actualidad para descalificar gobiernos actuales desde perspecti-
vas académicas progresistas y desde los sectores más coincidentes y/o promotores de
las políticas neoliberales promotoras de la aplicación del Consenso de Washington
en la región. Esto último es lo que permite vislumbrar que estos gobiernos están en
el camino de la inversión social (educación, salud, jubilaciones, etc.), la redistribu-
ción de la riqueza y la autonomía nacional, que es lo que buscaba impedir el men-
cionado Consenso a través del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional,
etcétera. Al respecto es interesante leer el artículo periodístico publicado en Argenti-
na y escrito por el Ex presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología
(ALAS) y actual Director del Laboratorio de Políticas Públicas (LPP) de la Univer-
sidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), Dr. Emir Sader, sobre la palabra popu-
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lismo (Sader, 2005a) y su artículo, también periodístico, titulado “El tema es pasar
de la fuerza social a la política” (Sader, 2005b).
d) Finalmente, es posible que en algún momento, empujada por las circuns-
tancias del mundo y de la razón, la PC comenzará a expandirse disciplinalmente
hacia una Psicología de Comunidad de Naciones, por las mismas razones que del de-
recho civil se pasa sin solución de continuidad al derecho de gentes o derecho inter-
nacional en el pensamiento de Juan Bautista Alberdi al manifestar: “El derecho in-
ternacional no es más que el derecho civil del género humano. [...] El derecho es uno
y universal, como la gravitación; no hay más que un derecho, como no hay más que
una atracción.[…] Si el derecho es uno, ¿puede la guerra, que es un crimen entre los
particulares, ser un derecho entre las Naciones? La ley civil de todo país culto con-
dena el acto de hacerse justicia a sí mismo. Por qué? Porque el interés propio entien-
de siempre por justicia, lo que es iniquidad para el interés ajeno. Lo que es regla en
el hombre individual, lo es en el hombre colectivo. Formad el hombre de paz, si
queréis ver reinar la paz entre los hombres” (Alberdi, 187 p. 247-249).
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