FRONTERAS, IDEOLOGÍA E IDENTIDADES COLECTIVAS EN TUCUMÁN
(1916-1932)
Lichtmajer, Juan Pablo
González, Matías
INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo tiene como objetivo presentar un análisis del espacio político tucumano
(Argentina) entre 1916 y 1932. El foco de análisis estará puesto en las formas de
manifestación que adoptaron los discursos populistas en el mencionado periodo –
delimitado por la caída del régimen conservador en 1916 y el retorno de un neo-
conservadurismo al poder en 1932. Entre ambos límites se suceden una serie de gobiernos
radicales e intervenciones federales. El problema de fondo en nuestro trabajo tendrá que ver
con la construcción de identidades colectivas; es decir, con una necesidad ineludible de
toda política de referir su acción a significantes colectivos.1 En ese orden de ideas, nos
interesará analizar las diversas formas de construcción del “pueblo” como manera de
legitimar las acciones políticas. Más específicamente, nuestro objeto de indagación
principal hará hincapié en las formas en que los discursos populistas configuran las
relaciones de la política provincial con la nacional y simultáneamente los desplazamientos
en las fronteras políticas que dichas relaciones producen en el orden local.
Anticipadamente, diremos que se pondrá énfasis sobre lo que estimamos serían cuatro
registros discursivos identitarios “populistas” durante el período:
1. En primer lugar, observaremos una formación discursiva en torno al antagonismo frente
al “régimen”, asociada a las demandas por el ingreso a la política de sectores previamente 1 Entre los aportes más destacados al estudio de nuevas formas de identificación colectiva destacamos los
trabajos de Laclau, Razón, 2005; Rancière, Desacuerdo, 1996; Badiou, Ser, 1999, San, 1999, por ultimo,
Negri y Hardt, Imperio, 2002.
1
excluidos. La construcción del pueblo frente al régimen revestirá en este caso
características que acercarán al escenario político provincial y nacional.
2. Encontraremos un segundo registro discursivo popular vinculado al discurso regionalista
que postula la defensa de la industria azucarera en el marco de los conflictos
interregionales. La frontera política en este caso dividirá al norte marginado por los
gobiernos radicales (especialmente el Irigoyenismo) con sus aliados del litoral y la pampa.
De este modo, encontraremos al radicalismo local alineado junto a conservadores,
industriales y cañeros del norte al otro lado de la frontera respecto del gobierno nacional
(inclusive veremos que la defensa de la expansión de la representación política que
encontramos en el primer registro operará en un sentido completamente distinto en este
caso).
3. Observaremos un tercer discurso populista articulado en torno a una serie de postulados
“agrarios” que trazarían una frontera interna en la industria azucarera tucumana, que separa
a los industriales y su “dictadura de chimeneas” de una serie de grupos unidos en el
reclamo por los aspectos distributivos. Entonces, si en el segundo registro evidenciábamos
una tendencia a la equivalencia en torno a la defensa de la industria azucarera a nivel
nacional, en este tercer registro nos encontramos con la fractura de esas cadenas
equivalenciales en función de la demanda “distribucionista”.
4. Por ultimo creemos poder identificar la construcción de una lógica populista en torno al
antagonismo entre gestión y política (esta última asociada a la corrupción, la clientela y las
camarillas) en la construcción discursiva Bandera Blanca. Será “la gestión” lo que
diferenciará a esta agrupación política de sus pares radicales y conservadores.
Los cuatro registros populistas que mencionamos se entrecruzan permanentemente en el
periodo que analizaremos en las páginas siguientes. Sus juegos de desplazamiento y
2
fijación involucran como vimos tres superficies de inscripción: lo nacional/interregional, lo
regional y lo local. Por otro lado sus desplazamientos entrecruzan fuerzas políticas, sociales
y económicas, Conservadores, Radicales y Socialistas, pero también, Cañeros (grandes,
medianos y pequeños), sectores urbanos (empleados públicos y sectores subalternos
urbanos), e industriales. Como veremos, durante determinados periodos un registro
prevalece sobre otros pero esto no autoriza una cronologizacion estricta.
Presentado este esquema general, pasemos ahora al análisis de los aspectos que nos interesa
destacar para el periodo, empezando por la conformación de un discurso político que se
volverá gradualmente hegemónico y que estuvo articulado en torno a la frontera ante el
“viejo régimen”.
LOS OPRIMIDOS, EL REGIMEN Y EL DILEMA RADICAL
Durante el periodo que va de la emergencia del Norte como epicentro del desarrollo de la
industria azucarera a la llegada del radicalismo al poder, los conservadores hegemonizaron
el espacio político logrando articular un frente social en torno a la defensa de la industria
azucarera.2 Sin embargo la puja por los aspectos distributivos del desarrollo industrial mas
la erosión del régimen conservador a nivel nacional (con su consecuente impacto político)
incidieron en la ruptura de ese frente social y le brindaron al radicalismo la posibilidad de
capitalizar en Tucumán su crecimiento. En un sentido mas amplio, nos interesa poner de
manifiesto los limites al impulso homogenizador del gobierno nacional para observar cómo
ciertos ejes discursivos provinciales y regionales interrumpen la plena identificación del
gobierno provincial con el gobierno nacional y su discurso de batalla contra ‘el régimen’.
2 Véase Bravo, “Sector”, 2000, cap. II –V; Fleitas, “Pensamiento”, 2003.
3
En primera instancia analizaremos la llegada del radicalismo provincial al gobierno en
1916. Del periodo en cuestión nos interesa destacar tres aspectos.
La conformación de un discurso político antagónico respecto del “viejo régimen”
conservador que demanda la incorporación a la política de sectores previamente excluidos,
de los cuales se destacan dos: el sector cañero (fuertemente organizado) y los sectores
medios y bajos urbanos.
Un segundo proceso prioritario para el periodo es la articulación de sectores heterogéneos
en torno a la defensa de la industria azucarera, debido a la agresiva política del gobierno de
Irigoyen. Esta articulación de sectores heterogéneos estará en permanente tensión entre la
defensa de la industria azucarera en el marco de la economía nacional y la aparición de
demandas de carácter distributivo al interior de escenario provincial y regional; estas
ultimas demandas debilitan de manera ostensible la precaria articulación en torno a la
defensa del azúcar.
El tercer dato que nos parece fundamental es la fractura interna de la Unión Cívica Radical
en la provincia, que como veremos no fue ajena a la impronta política de la lucha
distributiva y mucho menos a la complicada agenda que la agresiva política nacional le
impuso al radicalismo provincial.
*********
Retrospectivamente vemos que en el armado político del Conservadorismo nacional el
Norte Argentino tuvo un papel preponderante. En gran medida, dicha posición privilegiada
se debió a la transformación del norte en un puntal de desarrollo industrial y a un
posicionamiento acorde como bastión político del conservadurismo. Conjuntamente con el
Cuyo, el Norte Argentino (con epicentro en Tucumán) fueron centrales en el
mantenimiento del orden conservador entre 1880 y la llegada del radicalismo al poder.
4
Tomando en cuenta el régimen político imperante en la Argentina conservadora, Tucumán
no fue la excepción y el régimen se materializo políticamente en partidos de “notables”
cuya acción se desarrolló principalmente en el ámbito parlamentario y cuyo objetivo
prioritario fue la protección de la Industria azucarera, piedra basal del poder económico,
político y social del conservadurismo. La hegemonía conservadora se corporizo
ideológicamente en un discurso de defensa de la industria azucarera como motor
económico y de desarrollo del norte. La idea de una administración de notables (salidos del
sector industrial en su mayoría) que pudiera garantizar una inserción plena en el entretejido
de poder nacional y suministrar mediante su modelo partidario una herramienta efectiva de
negociación parlamentaria para la protección arancelaria de la producción azucarera,
constituyó el eje sobre el cual se edificó durante el orden conservador un frente social en
torno de la defensa del azúcar. Sin embargo, dicho frente, aunque logró mantener cierta
estabilidad hasta 1916, no estuvo exento de tensiones.
Entre los ejes de conflicto de mayor peso debemos mencionar la creciente complejidad en
la organización de los productores cañeros, cuya puja con el sector industrial atravesó el
período y llegó en alza a 1916. La estabilidad del frente social (basada en una relación de
equivalencia entre las demandas de sectores diversos –en tanto defensores de la protección
del azúcar) no fue suficiente para disolver los resabios de particularismo y diferencias al
interior del “frente”. El proceso de profundización de esa fractura interna es la antesala
histórica del triunfo radical de 1916 en Tucumán y tiene como actores privilegiados a los
productores cañeros. En el plano provincial el régimen conservador se cierra con la
gobernación de Ernesto Padilla, último eslabón en una serie de gobiernos conservadores de
carácter innovador abierta en 1906 con Luis Felipe Nougués.
5
Revisemos algunos aspectos centrales del clima que rodea al las elecciones de Diciembre
de 1916. Previo al triunfo electoral de Bascary (UCR), el escenario económico nacional y la
posición que en él ocupaba el Norte estuvieron marcados por las consecuencias del ciclo
inflacionario abierto con la depresión de 1913 y continuado con la guerra en 1914. En dicho
contexto, el precio del azúcar no fue una excepción a la regla inflacionaria; circunstancia
agravada por la dura crisis agrícola que entonces afectaba a la producción azucarera local.
Por otro lado, estas circunstancias nacionales se encontraban reflejadas en el déficit fiscal
local en tanto la agroindustria era la principal fuente de financiamiento del Estado
provincial. Cabe destacar que la situación deficitaria provincial y su dependencia de la
marcha de la industria azucarera habían derivado en situaciones endémicas en la provincia.
Pasemos ahora al análisis de los tres aspectos que nos interesa destacar para el periodo,
empezando por la conformación de un discurso político que se volverá gradualmente
hegemónico –articulado en torno a la división frente al “régimen”.
Luego del triunfo de Irigoyen, y teniendo en su mira las elecciones para gobernador a
realizarse en diciembre de 1916, las fuerzas del radicalismo local se dividieron en dos
fracciones, los llamados "rojos" quienes se nuclearon alrededor de la candidatura de Juan
B. Bascary, y los moderados “azules” presentando como candidato a Pedro G. Sal. Los
conservadores por su parte se fusionaron en la Concentración Popular (CP) y el Partido
Socialista por su parte propuso como candidato a Mario Bravo.
Ante una perspectiva favorable al radicalismo, durante los meses de campaña sus dos
fracciones locales tendieron a disputarse el título de “verdadera” representante de la UCR
Nacional. Como veremos, dicha asociación se planteó en términos de la figura del
presidente, una serie de enunciados sobre la confrontación con el “régimen” y las ideas de
6
democratización política, muy bien recibidas en el contexto provincial. Ambas vertientes
radicales se debatían, pues, ante la difícil decodificación local de dichos enunciados.
En el caso de los radicales “rojos”, el eje de su construcción discursiva giró en torno a la
incorporación de demandas provenientes del sector cañero y de sectores subalternos
urbanos. Esto imprimió un carácter innovador a su discurso con respecto a otras
manifestaciones políticas. La fracción roja se presentó como el grupo más rebelde y
denunciante -“bélico” y “revolucionario” al decir de la oposición- con una prédica que
radicalizaba el discurso de ruptura fundacional frente al viejo régimen y al orden social
existente3. El discurso rojo se mostró sensible a las reivindicaciones de sectores subalternos
urbanos y rurales. Dentro de estos debemos destacar al sector cañero, el cual tenía un papel
protagónico en el escenario social y político –contaba con una larga tradición de activismo,
capacidad organizativa y de presión frente a otros grupos y frente a las esferas
gubernamentales. Ilustrativo de este punto es el proyecto del diputado rojo Castro Videla en
defensa de la franja más débil de este sector a mediados de 1916. El proyecto apuntaba a
que el Estado asuma el deber de distribuir semillas de la variedad de caña “java” entre los
sectores mas retrasados en el proceso de sustitución luego de la devastadora crisis que
sufrió la caña “criolla”, en cuya fundamentación –cargada de matices igualitarios- se
enfatizaba la histórica tensión y desnivel entre el sector industrial y el cañero.4
3 Ver periódico La Gaceta, 12 de diciembre de 1916, Tucumán, en cuanto al carácter revolucionario que
reprochaba este diario opositor; periódico El Orden, 3 de noviembre de 1916, Tucumán, en cuanto a las
permanentes denuncias de los “rojos” -por ejemplo- en contra del funcionamiento de la comuna y de la
policía. 4 Castro Videla consideraba “laudable proteger a esos pobres cañeros que no han hecho otra cosa en toda su
vida que contribuir al encumbramiento de esas grandes fábricas, que hoy, sin consideración aplastarán a esos
hombres benefactores [...] No es posible que en una industria protegida por los poderes públicos sólo se
beneficien treinta propietarios de fábrica”, El Orden, 3 de noviembre de 1916, Tucumán, en Bravo, Sector,
2000, pp. 236-238.
7
El carácter innovador del discurso rojo tuvo que ver con la incorporación de demandas con
cierto grado de radicalización en torno a las cuales se postuló la subversión del orden social
existente. En un extremo, el ataque desplegado por los rojos a “las chimeneas”, “símbolo de
opresión y de autocracia”5, se transformó durante el tiempo de campaña, en el aglutinador
de una idea de refundación social “fuerte”. Este “símbolo” del orden establecido, aparece
así en la intersección del discurso frente al “viejo régimen” vinculado a la UCR nacional y
una de las fronteras internas de la sociedad tucumana, deslizándose posteriormente entre
diversas dicotomías –sector cañero versus industrial, luego ricos versus pobres- lo que
llevará a la oposición a esgrimir severas acusaciones tachándolas de “ideas clasistas” de
fragmentación interna de la sociedad tucumana.6 Es importante destacar que los sectores
populares, especialmente aquellos que podían identificarse con alguna forma de exclusión,
los subalternos, los “bajos fondos” sociales, las “muchedumbres”, “turbas”, “canillitas”,
“peonada”, etc., se movilizaron en un clima de efervescencia social y tuvieron un papel
clave y activo en este período de transición.
Sin embargo resulta ilustrativo observar que pese a su predica en cierta medida
radicalizada, los rojos contaron con el apoyo de un referente central de la Industria
Azucarera, la Compañía Azucarera Tucumana. El apoyo de la “CAT” –socia tradicional de
los grupos conservadores- en función del equilibrio de poderes a escala nacional da cuenta
del proceso de hegemonización del espacio político por parte del discurso radical de
renovación: “Ya dijimos unos días antes de la jornada electoral que la interpretación del
5 La Gaceta, 28 de noviembre de 1916, Tucumán.6 “¡Abajo las chimeneas. Mueran los ricos! Este era el santo y seña que entre alaridos salvajes, lanzaban la
turbas rojas en la noche del sábado ultimo […] He ahí las consecuencias de la predica constante de los
regeneradores empeñados en hacer guerra de clases, entre los diferentes componentes de nuestra sociedad”,
La Gaceta, 28 de noviembre de 1916, Tucumán.
8
espíritu conservador podría ocasionarnos en el caso sorpresas inesperadas. Si bien las
fuerzas de la concentración tenían afinidades notorias con el gobierno actual de la
provincia, las fuerzas del radicalismo las tenían con el gobierno nacional. Los grandes
capitanes del sufragio tucumano, conservadores por definición, se veían ante una disyuntiva
que no estaba en sus costumbres. Antes de ahora, las dos entidades aparecían siempre
unidas en una expresión común. Con las modificaciones sufridas en el escenario político
del país, se separaban y era indispensable plegarse a una, con perjuicio de la contraria. Los
cómputos del escrutinio permiten apreciar la solución que la mayoría ha dado al problema.
Por primera diligencia se vuelve a la unificación antigua, es decir a que el gobierno de la
provincia navegue en las mismas aguas del gobierno nacional. No importa que los
representantes locales de esta política carezcan de vinculaciones con los grandes
industriales, y constituyan un interrogante impenetrable para la gestión de sus intereses. El
espíritu conservador se decide sin vacilar por el astro de mayor magnitud. Lo que le
interesa, sobre todo, es ponerse en buenos términos con el presidente de la republica, lo
cual es, sin duda, una política tan precisa y tan clara como ninguna otra, que revela en sus
pilotos un sentido experimentado del rumbo y una atención conveniente a sus propias
conveniencias” 7
La prensa comentaba mas adelante: “la gran mayoría de los industriales azucareros se
plegaron al radicalismo. La industria protegida –protegida con razón- quería ser oficialista
para ser dos veces conservadora. Y así fue desarrollándose el programa de la ‘cinderella’
político-fabril”.8
7 El Orden, 24 de noviembre de 1916, Tucumán8 El Orden, 18 de agosto de 1920, Tucumán
9
El Radicalismo Azul por su parte articuló su discurso en torno a la frontera entre
demagogia y democracia, entre revuelta y civismo, operación tendiente a diferenciarlos del
“radicalismo” de los rojos pero que, indefectiblemente los puso en relación de contigüidad
con respecto al discurso conservador. De rasgos marcadamente moderados este grupo
claramente apoyado por la prensa local9, acusó constantemente al grupo rojo de demagogos
y rebeldes. Su relato de la situación provincial se centró en la idea de un “renacer cívico”
ante la “amenaza” de la revuelta y la anarquía roja (haciendo alusión a su propia
incorporación tardía en el terreno de campaña electoral). Su alineación e intentos de
igualación a Irigoyen se basaron en una cuestión de principios morales.10 La tendencia
moderada los acercó por momentos a los conservadores en tanto ambos enfatizaron su
discursiva en oposición a los rasgos revolucionarios de los rojos (el “enemigo común” que
acusaba la prensa, acentuando aún más las afinidades entre los grupos más moderados).
Los conservadores, nucleados en la Concentración Popular, pusieron el énfasis en la añeja
frontera entre “anarquía y orden” y previsiblemente sacaron a relucir su experiencia en la
gestión pública y su apego a los valores tradicionales. Su discurso electoral enfatizó
entonces la dicotomía frente a los rojos mientras acentuaban su experiencia en la “gestión
de negocios públicos”; la tranquilidad y el progreso fueron las ideas centrales de su
convocatoria en torno a Alfredo Guzmán, un reconocido industrial quien, según indicaban
sus panfletos “sabría mantener prudente y dignamente sus relaciones armónicas con el 9 Periódicos La Gaceta y El Orden.10 Las comparaciones entre Sal e Irigoyen son permanentes, ver por ejemplo El Orden, 11 de noviembre de
1916, Tucumán. En cuanto a los aspectos morales, decía Cuello Elías –figura del radicalismo azul: “Es el
movimiento espontáneo de un pueblo, que ve amenazadas sus instituciones, su tranquilidad […]Nosotros mas
que nadie estamos capacitados para llamarnos los verdaderos radicales y no es, esto, una frase: Comparad los
hombres de cada bando y veréis […], es la lucha entre la virtud y el vicio, entre la verdad y la mentira, entre
la honradez y el deshonor, entre la democracia y la demagogia”. La Gaceta, 26 de noviembre de 1916,
Tucumán.
10
poder federal, como primer mandatario de esta provincia y como agente natural del
gobierno de la Nación” en caso de triunfar.11 Estos gestos reflejaban su prudencia ante una
coyuntura nacional desfavorable, intentando por estas vías matizar vagamente su lugar de
franca oposición a la UCR irigoyenista. Estos gestos intentaban también neutralizar una
idea que rondaba en el ambiente impulsada por el radicalismo rojo llamada el “torniquete
azucarero”, que se refería a la arremetida contra la agroindustria que Irigoyen
implementaría en caso de triunfar la CP. Lo cierto es que tal “torniquete” se pareció más a
un astuto acomodamiento discursivo de ciertas ideas que comenzaban a gestarse en el
ámbito nacional, que a una posición del gobierno central frente a los comicios tucumanos.
Tales ideas –a punto de emerger-, veremos, definirán medularmente aquello que siguió a
este “periodo de transición”, a saber, un contexto nacional signado por una política central
agresiva hacia la agroindustria vinculada –a su vez- a cambios elementales en el modo de
hacer política. Veamos entonces como es ese espacio que se abre luego del evento electoral.
**********
Pasamos en este momento al análisis de nuestro segundo eje: la articulación de sectores
heterogéneos (principalmente industriarles y cañeros) en un discurso regionalista de
defensa de la Industria Azucarera. Para que tal articulación fuese posible resultó clave la
agresiva política del gobierno nacional. Veremos que la formación de lazos de equivalencia
entre sectores heterogéneos si bien eclipsó por momentos la puja distributiva al interior de
la actividad azucarera no pudo disipar plenamente las fracturas internas que esta puja
generaba.
Opacado por el fervor electoral –en los días previos a las elecciones tucumanas- Irigoyen
lanza su primer decreto de permisos de importación de azúcar. Esta política, en un contexto
11 El Orden, 21 de noviembre de 1916, Tucumán.
11
vernáculo arrasado por las crisis mencionadas, podía llegar a traducirse en un golpe de
gracia para la actividad agroindustrial. Explicar las causas de esta arremetida desde el
gobierno central sobre la región nos lleva a observar los cambios operados en las prácticas
políticas que implicó el nuevo escenario creado por la ley Sáenz Peña (del “sufragio
universal”). Nos estamos refiriendo al proceso de electoralización de la política que
repercutió en la priorización de las grandes urbes en detrimento de los enclaves políticos
del Norte. Este aspecto, sumado al esfuerzo Radical por establecer un corte fundacional
respecto del viejo orden (con el cual asociaban al norte conservador y azucarero), fueron
determinantes en la agresividad de la política Irigoyenista.
Efectivamente este gesto –que nada tenía que ver con los comicios tucumanos- encontraba
sus razones en el modo “plebiscitario” de hacer política del Irigoyenismo vinculado a su
vez al resultado del censo de 1914 –cuya consecuencia inmediata fue un desbalance en la
representación política a favor de la zona del litoral más populosa sobre el resto de las
regiones. De este modo, el viejo debate entre medidas proteccionistas a favor de los
productores de azúcar (provincias del norte) y librecambistas para reducir el precio de este
producto al “consumidor” (del litoral) se inclinará a favor de este último de un modo
constante durante todo el gobierno de Irigoyen. Decretos de importación de azúcar se
siguieron uno detrás del otro aunque sin producir efectos consistentes –en tanto las
condiciones de mercado impedían importar a buen precio- lo que llevará a implementar
otro tipo de medidas, incluso extremas, por controlar el valor final del producto. De algún
modo, el precio del azúcar se había transformado en una especie de pulseada política
generada en el ámbito metropolitano –por los ataques de la prensa y el partido socialista-
que Irigoyen se había empeñado en vencer para reafirmar su público electoral en la zona.
La UCR competía en ese marco con el partido socialista en una carrera por satisfacer al
12
“consumidor” del litoral. Por su parte las provincias del norte percibían la acción del
gobierno como un ensañamiento injustificado contra el azúcar, como un gesto simbólico sin
efectividad en el costo de vida –al comparar el precio de los demás productos como la carne
y el pan y el impacto de los mismos en la canasta básica.
En 1919, la agroindustria tucumana se revitalizó, los primeros efectos de la “javanización”
se hicieron sentir reactivando la producción con un rendimiento excelente y un pronóstico
muy alentador. A pesar de ello, el gobierno central continuó con las medidas destinadas
ahora a “saturar” el mercado local, aún violando la ley vigente, lo cual generó airadas
protestas por parte de los sectores de la agroindustria. Llegando al extremo, el presidente no
solo prohibió la exportación de azúcar sino que envió un proyecto de ley para expropiar
200 mil toneladas y venderlas luego a menor precio.12 Los debates parlamentarios y
extraparlamentarios acerca de estas medidas reflejaban ya claramente la frontera entre
regiones que comenzaba a gestarse. En este marco aparece con total claridad el registro
populista “regionalista” que construye al pueblo del norte como el sector oprimido por los
poderosos del litoral y que tiende a desdibujar las fronteras internas creadas por la puja
distributiva a favor de la demanda de protección. Así, refiriéndose a la decisión extrema de
la expropiación, el disputado Aybar Augier del radicalismo azul tucumano decía: “¿Por qué
así como se quiere confiscar el azúcar no se confisca el trigo y la carne? ¿Por qué la carne
de un país esencialmente ganadero alcanza precios exorbitantes, insoportable para la clase
modesta? […] Este proyecto es la consecuencia inmediata de la sanción de la
representación parlamentaria ajustada al nuevo censo nacional, que coloca en una situación
de privilegio al litoral en contra de los intereses del norte argentino.”13
12 Dicha medida se concretó pero sólo sobre 50 mil toneladas.13 Cámara de Diputados de Tucumán, Diario de Sesiones, Año 1920, p.185, en Bravo, Sector, 2000, p.268.
13
Esta frontera expresada en clave regional que se irá generando lentamente durante el
transcurso de la gestión de Irigoyen, fue desde su inicio anticipada con claridad por el
diputado conservador M. Camaño: “No debatimos aquí intereses tucumanos. Debatimos
intereses regionales.”14 “No es posible”-decía el mismo Camaño- “que subsista el pacto
federal si vamos a tumbar a una industria que sustenta a un millón de argentinos y que se
extiende sobre el territorio que representa la tercera parte de la república”.15
Como adelantamos, una consecuencia clave de la política azucarera presidencial fue el de
acercar a industriales y cañeros. Aquí aparece con claridad el efecto articulador que la
política del gobierno nacional generó a escala local. Según Bravo, “Frente a la coyuntura,
ambas organizaciones corporativas actuaron en conjunto y hubo propuestas para formar una
asociación común integrada por ambos sectores. Sin embargo, pasado el episodio de la
expropiación, los intereses contrapuestos afloraron, y plantadores y fabricantes volvieron a
disputar el costo de la materia prima y las modalidades del comercialización.”16 Puede
observarse entonces esa tensión permanente entre dos fronteras, una que mancomuna a
ambos sectores y la otra que los divide y los enfrenta. Cierto es que estos “efectos”
aglutinantes no bastaron para establecer un frente orgánico y estable que produzca un
impacto en bloque ante la política nacional, pero las líneas que aquí remarcamos estaban
claramente tendidas en tanto quienes se ubicaban a un lado y otro de la frontera. Así,
observamos con claridad a distintos actores locales -“bascarystas”, radicales azules,
conservadores, prensa, grupos corporativos vinculados a la agroindustria, etc.- expresar sus 14 Revista Azucarera Nro 170, año 1917, p.65., en Bravo, Sector, 2000, p.25615 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, año 1917, T.II, p.1246., en Fleitas,
“Pensamiento”, 2003, p.14. Esta construcción del “norte” que se proyectará y afianzará mejor durante la
década del 20, dio lugar al proyecto de conformación de un partido regional que representara a los intereses
de Salta, Jujuy y Tucumán –aunque el mismo no llegó finalmente a concretarse.16 Bravo, Sector, p.271.
14
protestas y utilizar distintas vías para neutralizar la política azucarera presidencial.17 En
parte, la falta de estabilidad en tanto bloque regional se debió a las circunstancias internas
del partido local más convocante, la UCR, lo cual nos conduce al tercer aspecto de nuestro
análisis sobre este período, las fracturas internas del radicalismo provincial.
*********
Para comprender el proceso de fractura Radical es fundamental tener presente las
dificultades que tuvo el partido a nivel local para navegar entre la política nacional y la
cada vez más fuerte articulación regional en torno a la defensa de azúcar. Esta tensión fue
endémica al interior del radicalismo y tuvo un pico años mas tarde con el gobierno de
Vera. Ésta fue entonces la tensión mas difícil de manejar para el radicalismo provincial,
aquella entre la fidelidad partidaria y la fidelidad local/regional, ambas perfectamente
legitimas y sin embrago, en el periodo que nos ocupa, mutuamente excluyentes.
Concentremos ahora nuestra atención en el comportamiento de las fuerzas políticas locales
durante el gobierno de Bascary. El Bascarysmo triunfó en las elecciones de 1916 por una
diferencia notable respecto de los azules pero con un margen reducido frente a los
conservadores. Si la radicalización de algunas consignas de campaña no fueron
acompañadas en grado similar por las políticas del Bascarysmo, su gobierno tuvo
inicialmente gestos de importancia hacia los sectores subalternos urbanos. Por tal motivo, la
prensa local que había sido aliada de los azules en la reciente contienda electoral, no tardo
en reconocer que “Bautista [Bascary] ha iniciado el destronamiento de los aristócratas y el
reinado de las capacidades populares”.18 “Los ‘amigos del pueblo’ y ‘el gobernador
caballero’ entienden contribuir al mejoramiento de la clase trabajadora con la
17 Véase, por ejemplo, El Orden, 13 de enero de 1917, Tucumán. 18 Diario EO, Tucumán, 19.12.1917.
15
multiplicación de los famosos ‘centros sociales’ y ‘bibliotecas populares’, verdaderos focos
de corrupción moral, escuelas del vicio, donde el obrero contrae hábitos perniciosos”.19 La
oposición en general y la prensa se mostró refractaria a la predica “subalterna” o gestos de
este tipo. También criticó duramente el funcionamiento del Departamento de Trabajo (DT),
entidad gubernativa reguladora de las relaciones laborales. Cabe destacar que tanto las
concesiones iniciales como la más atrevida puesta en marcha del DT responden a prácticas
políticas y a una concepción del rol del Estado que difiere de la predominante en el periodo
anterior. El DT es ya un claro signo de la nueva política radical en lo referido a la
utilización política del estado, a la articulación de demandas de sectores urbanos y cañeros,
y a una forma de representación política fuertemente ligada a los intereses corporativos,
inclusive mas allá de la esfera parlamentaria. Vemos cómo los gremios obreros
conformados –por ejemplo, en un ingenio- tenían derecho a un delegado representante en
dicha Cámara cuyo sueldo debía ser soportado por el patrón (el ingenio). “La tal Cámara
debe desaparecer inmediatamente. Atenta contra la tranquilidad publica y contra la
seguridad del comercio y de la industria, […]. Es inmoral, es inconstitucional y va contra
todas las tendencias sanas en materia de legislación del trabajo, en cuanto pretende crear la
tutela del estado sobre los sindicatos obreros, declarando obligatoria la asociación y la
sumisión a lo que la Cámara tenga a bien resolver en nombre de ellos. Se hace cuestión de
gobierno, de tiranía, de lo que es una cuestión particular, privada y librada a lo que las
partes convengan, como soberanas que son de su voluntad, siempre que el choque de los
intereses recíprocos no ofendan el orden público, [...]20 En los límites del discurso
distribucionista hace su aparición durante el gobierno de Bascary el grupo llamado “el
19 Diario EO, Tucumán, 14.12.1917.20 El Orden, 5 de septiembre de 1919, Tucumán.
16
soviet”. Su acción se concentra precisamente en el DT21. En este caso tenemos la expansión
de una lógica rupturista y radicalizada respecto del orden social existente que logra
distinguirse del clima de reivindicación social imperante.
El gobierno de Bascary tuvo un carácter innovador también en el decidido apoyo a los
grupos cañeros en su constante puja con los industriales. En este sentido, el gobierno se
ubicó en un lugar desde el que procuró apoyar a los más desprotegidos y reforzar el peso
social de los plantadores. A sólo dos meses de asumir el mando, el gobierno ayudó a los
pequeños cañeros en la adquisición de semillas de la variedad Java. Es importante destacar
que la crisis cañera y el proceso de sustitución de plantíos produjo diversos cambios en la
estructura cañera, los cuales, frente a un escenario nacional hostil y un pronóstico de
sobreproducción, se tradujeron en una mayor tensión entre industriales y plantadores,
dando lugar al accionar corporativo de los últimos quienes refundaron el Centro Cañero
(CC) en 1918.22 El mismo fue impulsado por dirigentes políticos de diferentes partidos, y
tuvo como objetivos principales la molienda de la totalidad de los cañaverales y precios
que fueran remunerativos.
Para comprender adecuadamente el temprano ocaso del Bascarysmo no debemos perder de
vista que los conservadores mantuvieron un importante peso político en el escenario
tucumano. Durante los primeros meses de gestión, Bascary debió gobernar con mayoría
opositora en ambas cámaras legislativas, lo que se tradujo en fricciones permanentes que 21 “Para que ponga termino al escándalo hemos dicho, y nos ratificamos, pues nadie ignora y mucho menos
los patrones que todas las agitaciones gremiales son organizadas y dirigidas por el departamento de Trabajo,
convertido en agencia de huelgas a cuya sombra medra un “soviet” de profesionales que viven a expensas de
la clase trabajadora. Hemos denunciado en efecto, la existencia de una pretendida cámara de trabajo, formada
por supuestos delegados que se hacen pagar espléndidamente por los patrones mediante la perenne amenaza
de una huelga siempre funesta para el capital y lamentable para la clase obrera”, El Orden, 9 de agosto de
1919, Tucumán.22 Bravo, Sector, p.242.
17
estallaron a fines de 1917 dando lugar a situaciones ciertamente anómalas –clausura por la
fuerza pública de la Legislatura, juicio político rechazado, deportación de diputados,
coexistencia de dos gobiernos- que derivaron en la intervención federal a principios de
diciembre. En julio de 1918 Bascary retomó el poder en un escenario más calmado y con
mayoría oficialista en la legislatura. De todos modos el partido gobernante estuvo
permanentemente atravesado por subdivisiones y reordenamientos internos.
Estas dificultades se hicieron patentes cuando el 30 de marzo de 1919 el Partido Liberal
triunfó en las elecciones para diputados nacionales, beneficiado por la presentación
separada en dos fracciones radicales (oficialistas y Veristas). La comuna capitalina fue
intervenida al poco tiempo, justo antes de la renovación de autoridades. Estas
circunstancias, sumadas a la polémica expropiación del Savoy-Hotel-Casino a mediados de
1919, debilitaron aún más al Bascarysmo. Uno de los fenómenos políticos de mayor
importancia en este proceso de debilitamiento es la aparición, cada vez más consolidada, de
una alternativa dentro del radicalismo liderada por Octaviano Vera –quien fuera ya un
reconocido orador en la campaña “roja” de 1916. De figura “enemática” según la prensa, su
imagen fue creciendo durante 1920 afirmando se predica hacia los sectores subalternos y
los empleados públicos. Su candidatura presentó rasgos particulares. Se diferenció del
Bascarysmo y enfatizó su cercanía con el presidente y la UCR nacional alrededor de su
pedido de intervención federal a fines de 1920. Esto no impidió que durante el extenso
período de intervención, Vera reafirmase su postura “antipersonalista” aglutinando a su
alrededor a las diversas fracciones de la UCR y a grupos sociales muy diversos. Esta
escalada del antipersonalismo aparecerá entonces –según veremos- como reflejo de la
tensión regional así como del recelo de autonomía generado al interior de la UCR local,
luego de la centralización que imprimió al partido el período Irigoyenista. El mismo había
18
generado, según vimos, divergentes visiones de la cuestión azucarera entre políticos
radicales nacionales y locales. Todas esas fuerzas y recelos que se habían gestado durante
el gobierno Irigoyenista eran ahora receptados y articulados por el antipersonalismo verista.
LOS SECTORES SUBALTERNOS Y LA PUJA DISTRIBUTIVA
La intervención federal de 1920 se encontró con un escenario local complejo y rebelde ante
los intentos de acordar entre las fracciones del radicalismo un candidato único. Los
delegados nacionales recurrieron a “viejas” prácticas de presión y a la imposición de un
candidato “oficial” –parcialidad que disgustó a las facciones excluidas. La prohibición de
utilizar los símbolos de la UCR al desafiante verismo –cuyo líder se mantuvo intransigente
a ceder su candidatura- terminó de producir una suerte de efecto catalizador de todos los
recelos guardados en el período Irigoyenista derivando en una escalada antipersonalista
alrededor de Vera.23 Según dirá más tarde en los debates del Congreso el senador Linares:
“se comentaba entonces que Vera, como político experto, había sabido darse cuenta de la
delicada situación en que había asumido el mando, teniendo a su frente, con ceño airado, al
presidente de la República, cuya política imperiosa él atrevióse a desafiar con su propia
candidatura” teniendo en cuenta el cambio de mando presidencial que se acercaba.24 El
verismo, representando su afinidad con los sectores subalternos, escogió como símbolos
distintivos la alpargata en la punta de la caña de azúcar, al tiempo que abría los actos
proselitistas al grito de “viva la industria azucarera”, remarcando así la frontera que
23 “Estrechánse las filas de ciudadanos; comienzan a agruparse alrededor de Vera, no solamente los radicales
sinó muchos otros que no estaban dentro de esas filas. Hasta los azucareros dueños de ingenio en Tucumán”
comentaba el senador nacional Aybar Augier ante el Congreso, en El Orden, 26 de octubre de 1923,
Tucumán.24 El Orden, 26de octubre de 1923, Tucumán.
19
mancomunaba a los distintos sectores locales frente a las políticas presidenciales.25 El 25 de
diciembre de 1921, el verismo triunfó en las elecciones con aplastante diferencia frente el
candidato “Irigoyenista” pero bastante cercano respecto de los conservadores.26
El programa de gobierno presentado por Vera a principios de 1922 fue deliberadamente
moderado en tanto buscaba satisfacer a los diversos grupos que lo habían acompañado –
sectores urbanos, industriales azucareros y sectores cañeros- apoyando las demandas de
unos sin entrar en conflicto con los otros. Respecto a la industria, se comprometía a no
imponer nuevos impuestos y a respaldar desde el gobierno sus demandas nacionales. En
cuanto a los sectores más débiles –obreros y pequeños cañeros- proyectaba la formación de
cooperativas de producción y de consumo, el perfeccionamiento del DT y otras medidas
que no generaban oposición inmediata con los industriales.
Esta delicada planificación encontrará sus primeros índices de desequilibrio con los
proyectos de ley de jornada laboral (de 8 horas en los establecimientos industriales y
agrícolas) y de salario mínimo que impulsó un sector del verismo, los “sovietistas”, de
tendencias radicalizadas y afinidad con los sectores obreros. Estas propuestas comenzaban
a generar las primeras tensiones, pues era evidente que los industriales rechazarían estas
medidas que incrementarían los costos de producción. Como veremos, la crítica situación
fiscal del estado provincial sumado a la creciente radicalización de las demandas sociales
(sobre todo a partir de la acción de los sovietistas) irán resquebrajando la complicada
alquimia Verista.
25 Se hablaba de una lucha del pueblo contra el unicato irigoyenista y de la “quema de efigies del presidente
en la plaza y en mitines”, en los debates del Congreso de 1923, El Orden, 26 de octubre de 1923, Tucumán.26 El verismo triunfó en 5 de los 11 distritos, entre ellos la Capital –con importante apoyo de los barrios de
concentración obrera- y Cruz Alta.
20
La crítica situación financiera del Estado provincial traería consigo el resto de los
problemas medulares que desarmaron el programa de gobierno. La deuda fiscal dejó a Vera
aprisionado a fines de 1922 sin margen de acción y con grandes dificultades para llevar
adelante sus proyectos sociales.27 Así fue que a fines de 1922, Vera elevó un nuevo
presupuesto en el que, a la vez que implementaba nuevos tributos sobre la agroindustria –
con lo que rompía su promesa a los industriales- incrementaba las sumas destinadas a la
policía y educación primaria lo cual dio lugar a numerosas tensiones. Es importante
destacar que las nuevas cargas, aún sin quererlo, acabarían afectando también a los sectores
cañeros, puesto que los industriales trasladarían parte del costo a este sector: “por tal
motivo, el Centro Cañero apoyó a los industriales en la campaña contra el presupuesto,
aunque aclaró que tal posición no significaba deponer la lucha por el aumento de la
cotización de la materia prima.”28
En este punto empiezan a evidenciarse fracturas importantes dentro de las fuerzas veristas.29
Los sectores de la agroindustria percibían y denunciaban los fines partidarios
“clientelísticos” que se escondían detrás del presupuesto. Observaban que el gobierno
privilegiaba las demandas de los sectores populares de la capital tucumana descuidando la
situación de la agroindustria a su vez afectada por un contexto nacional desfavorable. La
oposición en el recinto legislativo hizo imposible la aprobación de este presupuesto a fines
de diciembre. Sin embargo, el 15 de enero Vera recurrió a una “maniobra” de enormes
riesgos políticos. Convocó a sesiones extraordinarias y utilizó la fuerza pública para detener
27 “Era capaz, en ese sentido de convulsionar la vida de la sociedad, de la industria, de las instituciones de ese
Estado, en su prurito de servir los apetitos de la masa popular, cuyas pasiones y tendencias disolventes había
estimulado en su propaganda de candidato y que era forzoso fomentar desde el poder para mantener los
prestigios alcanzados” decía el senador Linares en el Congreso, El Orden, 26 de octubre de 1923, Tucumán.28 Bravo, Sector., 2000, pp. 248-291.29 El gobierno había comenzado a despertar sospechas con el uso desmedido de los acuerdos de ministros.
21
a legisladores opositores asegurándose así la mayoría requerida para la aprobación del
presupuesto. En dicha oportunidad los sovietistas condicionaron su apoyo al tratamiento de
las leyes obreras que finalmente se aprobaron junto con el presupuesto –a la vez que se vetó
el acuerdo arribado en diciembre con la oposición respecto a los límites del gasto público
vía ley de contabilidad. Luego de esta controvertida maniobra, las fuerzas veristas se
debilitaron notablemente. Importantes figuras políticas se desplazaron hacia las filas
opositoras las que –fortalecidas en la legislatura- solicitaron la intervención federal y
declararon ilegales las leyes votadas en la polémica sesión. Incluso en el plano nacional
Vicente Gallo, figura central en el acercamiento de Vera al antipersonalismo, advirtió a éste
de volver atrás sobre sus pasos y del peligro que significaba gobernar con la oposición
activa de sectores claves en la sociedad tucumana. Los grupos cañeros e industriales se
movieron políticamente hacia el Irigoyenismo y el conservadurismo (partido liberal) todos
los cuales calificaron a la legislación aprobada ese 15 de enero de “leyes de aniquilamiento
de la industria”30.
El presidente Alvear por su parte, reacio a intervenir las provincias –y más tratándose de
un gobierno antipersonalista- decidió resolver el conflicto tucumano imponiendo al
gobierno provincial una negociación con los industriales. Para ello envió un delegado en
mayo, quien actuó como mediador entre el Centro Azucarero y el Estado provincial. Puede
observarse cómo se hacen cada vez más visibles formas de negociación política directa
entre intereses corporativos y el Estado desplazándose del debate –en este caso- a los
diputados opositores. De este modo se llegó a un acuerdo en el que se dejó en suspenso el
presupuesto (aunque los industriales se comprometían a adelantar parte de las nuevas
cargas dispuestas en el mismo) mientras el gobernador prometía firmar un decreto dejando
30 El Orden, 16 de mayo de 1923, Tucumán.
22
la aplicación de las “leyes obreras” a la libre negociación de las partes. A fines de ese mes
el decreto estaba firmado –lo que provocó el alejamiento inmediato de los sovietistas.
En cuanto a la posición de los industriales al respecto, resulta interesante destacar su
defensa en el ámbito nacional de principios proteccionistas que reclamaban la intervención
del Estado en cuestiones de política económica, mientras en el plano interno de la actividad
defendían doctrinas librecambistas. Con palabras de Alberdi, Sixto Terán (hijo) afirma: “Al
derecho individual, al interés de cada uno corresponde, y no al poder del Estado, organizar
y reglar las condiciones del trabajo, para que sus beneficios se compartan entre todos, con
una igualdad que la ley no puede establecer sin violar el derecho de algunos otros.”31
Encontramos pues estos “efectos” de yuxtaposición que atraviesan el espacio político
permanentemente en tanto traducciones de registros diferentes. Podemos ver entonces
cómo la superposición de fronteras aparece reflejada en el seno de un mismo actor al
momento de defender simultáneamente principios políticos opuestos.
A mediados de 1923 la provincia se encontraba financieramente en ruina y con una crisis
institucional al borde de los acontecimientos. La prensa nacional y local atacaba duramente
al verismo. Los pedidos de intervención proliferaban desde los diversos sectores locales:
legislatura, partidos políticos, incluso el grupo de legisladores oficialistas que lo apoyaba se
habían separado y pronunciado por la intervención (grupo liderado por Pedro L. Cornet: los
llamados “ex amigos” o Junta Reorganizadora de la UCR antipersonalista).32 Los sucesos se
31 “El salario mínimo. Exposición del centro Azucarero Nacional. Institucionalización de la Ley Fallo de la
suprema Corte de estados Unidos”, Buenos Aires, Ferrari Hnos, 1923, p.23, en Fleitas, “Pensamiento”, p.18.32 En las vísperas de la intervención Cornet decía “Todas las agrupaciones orgánicas existentes en la
provincia tienden a un fin común, esto es: conquistar para nuestra provincia un gobierno de instituciones, un
gobierno que normalice las finanzas hundidas hoy en el desastre, que implante nuevos métodos, levante la
moral del pueblo, contribuya a una mayor depuración social, a un justo y merecido bien común”. El Orden, 4
de octubre de 1923, Tucumán.
23
precipitaron alrededor del 1 de Octubre, fecha en que se daría inicio al segundo período
ordinario de sesiones del Poder Legislativo. Ese día Vera clausura por decreto la legislatura
y militariza el escenario local sin dejar que se reúnan los legisladores, pues era sabido que
iniciarían juicio político. Esta irregular situación y la negativa de Vera a reanudar el
funcionamiento de las Cámaras, devino en la intervención federal “amplia” decretada por
unanimidad en el Congreso.
*********
Con el correr de la década del ‘20 se profundiza la crisis agroindustrial derivada del ciclo
de sobreproducción que afectaba a la actividad. Esta secuencia –según veremos- dejará ver
sus aristas más agudas luego de la segunda mitad de dicha década.
Durante el período de intervención que siguió a la gestión de Vera, el escenario provincial
encontró un radicalismo fragmentado en diversas líneas, una situación fiscal alarmante –
que se refleja en el malestar social-, las permanentes tensiones intrasectoriales (entre los
factores agroindustriales especialmente) y las asperezas aún subsistentes generadas en torno
al presupuesto de 1923 –todo esto como consecuencia, en parte, del caos en que devino el
“experimento social” verista.33
La llegada de Miguel Campero al gobierno representó una suerte de alivio en el contexto
mencionado. Con respecto al anarquizado radicalismo (cuyas fracciones llegaron a
dividirse en 6 listas para las elecciones de diputados en marzo de 1924) Campero actuó
como factor aglutinante. Justamente el triunfo de los conservadores en dichas elecciones
impactó en las fuerzas radicales y sus esfuerzos de fusión, quienes llegaron a concertarla en
torno a la figura de Campero como candidato para las elecciones de gobernador de abril de
1924. En cuanto a las finanzas provinciales, la gestión de Campero se encontró favorecida
33 Tomamos esta expresión de Bravo, Sector, 2000.
24
debido a que el polémico presupuesto de 1923 continuó vigente y fue utilizado durante
1924 y 1925. De este modo, al calor de los jugosos tributos agroindustriales las finanzas
provinciales se reordenaron e incluso se pudo pagar gran parte de la deuda pública
provincial con el excedente que arrojaba la recaudación. Durante 1925 y 1926, industriales,
cañeros y la provincia se debatieron las cuotas y modalidades de devolución de los tributos.
En cuanto a las tensiones internas entre cañeros e industriales, la tendencia hacia una mayor
conflictividad también acompañó al ciclo de crisis de sobreproducción. Los sectores
cañeros fueron particularmente vulnerables ante la dificultosa situación, circunstancia que
fortaleció la posición de los ingenios en el ámbito de las negociaciones entre ambos
sectores. Resulta interesante observar las modalidades de acción desplegadas por los
diferentes factores de la agroindustria. Los industriales se ubicaron claramente en la
frontera entablada en el espacio nacional intentando construir un registro de solidaridades
políticas y sectoriales frente a los poderes centrales en torno a la lucha por medidas
proteccionistas para la actividad. “Los industriales buscaron explicar y difundir su posición
con el propósito de encontrar aliados que se solidarizaran con sus demandas” sostiene
Bravo.34 Los cañeros, por su parte, según hemos mencionado, también actuaron en defensa
de principios proteccionistas aunque trasladaron junto con ello al plano nacional la
problemática “intersectorial” de la actividad, forjando una imagen diferente a la pretendida
por los industriales acerca de la misma. El CC hacía referencias –en un petitorio entregado
al presidente Alvear- a la situación de “la industria como entidad abstracta monopolizadora
34 Bravo, Sector, p.327. En un sentido análogo Fleitas, sostiene que “la burguesía azucarera del Noroeste
Argentino formula un discurso cuya intención es globalizar los intereses y necesidades de los grupos sociales
involucrados en la actividad azucarera, mancomunarlos a partir de la existencia de una historia, una geografía
y una cultura común que les otorga identidad y vida propia, y desde ese alegato regional afianzar su papel de
grupo hegemónico”, Fleitas, “Pensamiento”, 2003, p.3.
25
y esclavizante”, como “un factor negativo del orden social”35. El sector cañero reiteraba en
dicha oportunidad, y a cada paso en las luchas en el frente nacional sus posiciones a favor
de un “proteccionismo distributivo” (ligar “protección” con “distribución” intersectorial).
Por otro lado, los cañeros se oponían –y esto los acercaba a los industriales- a esta forma de
transferencia de fondos hacia los sectores urbanos vía tributos a la industria y un acrecido
gasto público de los gobiernos radicales de la década. Sobre este equilibrio inestable se
prolongarán las luchas durante el resto de la década.
Debemos agregar que el agravamiento de la condición cañera se vio también reflejado en la
expansión de los grandes latifundios de los ingenios durante la segunda mitad de la década.
Para contrarrestar esta expansión de la gran propiedad, destacados dirigentes cañeros –José
Ignacio Araoz y Juan José Iramain- quienes eran parte de las influencias del sector al
interior del conservadurismo, promovieron un proyecto de régimen fiscal en defensa de la
pequeña propiedad. En términos generales, el mismo fue respaldado por los radicales y
obstaculizado por los conservadores. Esta actitud de la mayoría conservadora generó el
alejamiento de los dirigentes cañeros arriba mencionados quienes comenzaron a trabajar en
la formación de un Partido Agrario especialmente volcado a la defensa de la pequeña
propiedad.36 Uno de los efectos más interesantes de este proyecto fue el impacto y la luz
que arrojó al interior del sector cañero, el cual, según se ha dicho, no estaba compuesto de
forma homogénea, sino que reflejaba situaciones muy dispares a la cuales podríamos
agrupar en tres grupos: pequeños, medianos y grandes, siguiendo el criterio de extensión de
la tierra. Como era de esperarse la iniciativa fue resistida por los grandes propietarios y
apoyada por los otros subgrupos. Al compás de la crisis que venimos tematizando sólo los 35 Revista Industria Azucarera, Nro. 385, año 1925, p. 1171, en Bravo, Sector, 2000, p.32736 Debemos destacar que los radicales apoyaban a los cañeros pero no perseguían cambios sustanciales en la
estructura agraria. En este sentido, apoyaron al proyecto mencionado aunque siguiendo un tono moderado
26
grandes cañeros habían aumentado notablemente la superficie de su propiedad. Este punto
es muy importante para observar como a la frontera fabril-industrial subyacía algo más que
el enfrentamiento de dos grupos sino que el espectro de situaciones era bastante más
complejo y heterogéneo.
Durante este proceso de crisis y tensiones que venimos observando, el año 1927 aparecerá
como una suerte de clímax de presión sobre las estructuras del ordenamiento que tocaron
un fondo respetable de tensión –superada finalmente a través del “arbitraje presidencial”.
Nos referimos a las huelgas cañeras llevadas a cabo ese año bajo el influjo, asistencia y
apoyo de la Federación Agraria Argentina (FAA). La reacia postura de los industriales
respecto a la situación cañera junto con un entorno de penuria, habían llevado a que un
grupo de dirigentes cañeros ensayara otra alternativa de acción, poniéndose en contacto con
la FAA (importante entidad en el orden nacional con sede en Rosario y la cual contaba con
una larga experiencia en la defensa de la pequeña propiedad agraria). Cierto es, que por su
situación litoraleña, tradicionalmente la entidad se había acercado a principios
librecambistas, circunstancia resaltada por los industriales locales que rechazaron desde el
inicio los contactos con una entidad “extraña” a la provincia. Los cañeros buscaban “el
respaldo de esa entidad en el marco de una campaña nacional para difundir sus
demandas”37 con lo cual podemos observar nuevamente esta tendencia a trasladar la
frontera intersectorial –y a superponerla con la frontera regional- en el plano nacional.
La FAA desarrolló una activa campaña en apoyo de las demandas cañeras. Su influencia en
el modo de desplegar la actividad combativa en el terreno político se reflejó especialmente
en la tendencia a la expansión de las demandas agrarias más allá del límite “cañero”
37 Bravo, Sector, 2000, p.337.
27
incorporando junto a ellas la situación de todos los productores agrícolas.38 En una misma
tónica la distinción según la relación legal con la tierra (propietario, arrendatario, etc.) que
otrora había establecido el CC para con sus posibles afiliados, dejaron de tener sentido.
El movimiento generado en torno al acercamiento a al FAA despertó un nuevo entusiasmo
entre los agricultores locales y la acción de los cañeros fue creciendo notablemente en su
magnitud. No obstante y como habíamos destacado, este período reflejó algunos índices de
diferenciación interna en el sector cañero. Un grupo menor de grandes propietarios no
estaba de acuerdo con la iniciativa de confrontación con las fábricas y las prácticas de
agitación alentadas desde la FAA, motivo por el cual se alejaron del sector.39 A raíz de esta
bifurcación y dado que la inmensa mayoría de cañeros persistió en la estrategia aliada a la
FAA y bajo su supervisión devenida en representación, el CC desapareció a comienzos de
1927. Por último, una novedosa nota incorporada al terreno de acción de los plantadores fue
la huelga cañera, “no entregar una carrada más de caña a las fábricas en caso de no
mejorarse el precio de la zafra”40 de 1926, es decir del año anterior, que aún no se había
liquidado a comienzos de 1927. Este asunto y el debate del precio de la materia prima de la
zafra entrante actuarán como detonantes finales de un proceso de lucha histórica dando
lugar a la gran huelga cañera de 1927.
Campero adoptó una postura explícitamente neutral ante el conflicto, lo cual dio lugar a
ciertos desmanes y saqueos que tenían por fin paralizar la actividad en toda la provincia,
objetivo logrado en mayo cuando las fábricas suspendieron totalmente su actividad hasta
que la situación se normalice. Con el cierre de las fábricas, la provincia entera se paralizó.
38 Ibíd., p.338.39 Entre los componentes mas destacados del alejamiento estaban Pedro G. Sal y León Cornet, integrantes
históricos del Centro Cañero.40 El Orden, 7 de mayo 1927, Tucumán.
28
“Columnas de jinetes recorrían las fincas vivando la huelga, se incendiaban vagones
[…]”41, la campaña era una especie de sitio en suspenso.
En un manifiesto explicando al pueblo las causas de la huelga los cañeros –luego de
acentuar que los industriales vienen enriqueciéndose “por una protección que el país
soporta desde hace 40 años” afirmaban que “al interesarnos por la suerte de los
agricultores, nos estamos jugando por el porvenir de Tucumán, estamos luchando por salvar
la agricultura, el comercio y la industria misma”. Podemos observar allí una vez mas los
rasgos de una estrategia “expansiva” respecto de los intereses subsumidos bajo sus
demandas; su tendencia a promover lazos de solidaridad con sectores mas vastos de la
población. El aspecto “expansivo” del fenómeno cañero de la segunda mitad de la década
del ‘20, fue sin duda uno de los más interesantes ocurridos en el transcurso de su
movimiento histórico, y uno de los mas efectivos en términos de su acción política. La
manera en que el despliegue de los diferentes recursos de acción, junto con la masividad
que caracterizó a las frecuentes asambleas cañeras, fue conquistando la opinión de la
población –la cual acabará respaldando a los plantadores. Podemos destacar, entre los
diversos sectores finalmente plegados a la cuestión cañera, a los comercios del interior, los
cuales proveían de créditos para el sustento de los cañeros en huelga; también se realizaron
donaciones y colectas especialmente en las poblaciones del interior durante el conflicto.
Los cañeros, tarde o temprano, concertaron alianzas con otros sectores subalternos, habían
llegado a un acuerdo por ejemplo, con sus jornaleros, obreros del surco, quienes los
secundaron en su acción combativa. También habían logrado el apoyo de las distintas
fracciones del radicalismo y del Partido Comunista. Entre los sectores de la población que
respaldaron a los cañeros en la gran concentración realizada el 2 de junio en San Miguel de
41 Paez de la Torre, Historia de Tucumán, 1987, p.630.
29
Tucumán pueden destacarse “el centro de comerciantes minoristas, el sindicato de Luz y
Fuerza, los propietarios de panadería, el sindicato de conductores de carros, los obreros del
matadero”42. Alvear envió un observador y la prensa de la Capital siguió el evento de cerca,
“el apoyo de la población urbana a las demandas cañeras revelaba que, en gran medida, la
FAA había ganado la partida. Para la opinión pública el prestigio de los industriales estaba
totalmente erosionado.”43 La prensa local y nacional apoyó a las reivindicaciones cañeras.
Los posteriores laudos arbitrales del presidente fueron minuciosos contemplando las
diversas vicisitudes internas de la actividad y en esencia fueron un claro triunfo a favor de
los cañeros en tanto Alvear asumió los principios distributivos defendidos por aquellos en
torno a la función social que debía respaldar, sostener y legitimar al proteccionismo. Esto se
tradujo en una transferencia de fondos importante desde el sector industrial hacia el
agrícola. El aspecto clave que debe resaltarse corresponde al impacto de la demandas ante
los poderes públicos nacionales resaltando la especificidad de los diversos actores. Así,
avanzada la década, el presidente Alvear –sosteniendo una visión compleja y matizada de la
actividad-, encontrará en los sectores subalternos agroindustriales un justificativo para el
sacrificio que se le pedía al “consumidor”. En sus palabras: “Se ha relacionado, con
pronunciada frecuencia, el sacrificio del consumidor con las fábricas azucareras, olvidando
factores tan importantes: el cultivador y el obrero de la fábrica y del surco […] dando la
impresión de que la finalidad de las leyes protectoras que se propiciaban se hubiera
limitado a la prosperidad material, a la concentración de grandes capitales”44. De todos
modos el fallo eludió otros temas estructurales tocantes a la actividad, como el de la
42 Bravo, Sector, 2000, p.34843 Ibíd., p.359.44 “Laudo Alvear”, Ed. de la Unión Cañeros Independientes de Tucumán, 1956, en Kindgard y Campi
“Política”, 1999, p.12
30
incidencia de las tarifas arancelarias, las prácticas de dumpig y los fletes ferroviarios. El
fallo no se alejaba de la postura de la UCR nacional de un “proteccionismo racional”,
entendido como una declinación paulatina de los niveles de protección. Incluso ratificaba
que el “consumidor” era una parte central del problema de la política azucarera.
Una vez pasado el evento, las relaciones con la FAA tendieron a debilitarse. En febrero de
ese 1928 se reorganizó el CC con una postura menos intransigente.
La “agrarización” de este período tuvo su clara expresión en los discursos partidarios. La
UCR, históricamente sensible a la cuestión cañera pero con cierta mesura por su tendencia
a transferir recursos a los sectores urbanos, logró la gobernación en Febrero de 1928 en
torno a su candidato José Sorthéix, quien había adquirido un gran reconocimiento en el área
cañera por su participación en la formación del ingenio cooperativo “Marapa” durante el
ultimo año de la gestión de Campero. El nuevo programa del gobernador era emblemático
de la agrarización de los espacios políticos y de las ideas en boga, al expresarse al respecto
Sortheix sostenía: “la formación de los latifundios cañeros no conviene al Estado, ni a la
colectividad, pues con ellos se tiende a la desaparación de la pequeña propiedad”45.
Por su parte los industriales –cuya expresión era el Partido Liberal- habían perdido
claramente su peso político. Dejaban de ser un factor de orientación importante en las
elecciones, su viejo rol de “capitanes del sufragio tucumano” se parecía alejarse cada vez
más.
**********
El itinerario del Radicalismo Tucumano entre 1916 y 1927 nos muestra entonces la
yuxtaposición de tres registros populistas. Por un lado la construcción del pueblo en tanto
nombre de los excluidos por el viejo régimen conservador. Esta construcción es claramente
45 Bravo, Sector, p. 390.
31
visible en las relaciones del radicalismo provincial con los sectores urbanos y sobre todo,
con los cañeros. En segunda instancia observamos el trazado de una frontera antagónica
entre el pueblo del norte y el poder del litoral, derivada del establecimiento de lazos
equivalenciales en torno a la defensa del azúcar como industria motor del desarrollo
económico regional, visible en los movimientos de acercamiento entre industriales y
cañeros como así también en las dificultades del radicalismo provincial para conciliar la
defensa de los intereses regionales con la alineación política con el gobierno nacional. Por
ultimo destacamos un registro populista en que la frontera entre el pueblo y el poder esta
trazada en torno a la puja distributiva y las demandas sociales. Las medidas sociales de
Bascary, las leyes obreras del verismo, la acción de los sovietistas y la posterior
intervención de la FAA en la huelga del 27 dan cuenta de esta construcción. Pasemos
entonces al análisis de un cuarto registro populista, un registro caracterizado por la
construcción del pueblo en torno a la frontera con “la política”, en un discurso fuertemente
arraigado en el plano local (una comunidad de vecinos) y edificado en torno al antagonismo
entre política y gestión. Este fue el registro desde el cual construyó su derrotero político el
partido Defensa Provincial Bandera Blanca.
LOS VECINOS CONTRA LA POLITICA
La irrupción en el escenario político del grupo de jóvenes liderados por Juan Luis Nougues
que terminarán por formar el Partido Defensa Provincial Bandera Blanca, representa un
vuelco substancial en las lógicas populistas que circulaban hasta ese momento. Son dos los
aspectos más innovadores de esta irrupción. En primera medida destacamos la construcción
de una frontera antagónica entre la política y la gestión, donde la primera representa la
“vieja política” de camarillas (que incluye tanto a conservadores como a radicales); una
política autoreferencial, distanciada de sus bases populares e incapaz de generar mejoras de
32
fondo en la calidad de vida de los ciudadanos. El discurso de Bandera Blanca se organiza
en torno a la frontera que divide política y gestión. Si la política nombra lo viejo e
impopular (representada por políticos radicales y conservadores), la gestión es, por el
contrario, el nombre de una nueva política, eficiente, concreta, moderna y sobre todo
altamente popular gracias a su contacto directo con “los vecinos” (denominación que
abarca a los marginados por la vieja política). En síntesis, la frontera entre política y
gestión, sumado al componente local que reviste la defensa de los vecinos, constituyen los
dos aspectos más innovadores que el discurso de Bandera Blanca introduce en el escenario
político local.
El punto inicial del análisis parte del desprendimiento de un grupo de jóvenes desde el
interior de las filas conservadoras liderados por Juan Luis Nougués. Este grupo, surgido del
seno del conservadurismo a raíz de las desavenencias generacionales -plasmadas en
diversas cuestiones ideológicas- construyó su posición desde entonces a partir de su
contraste y de su crítica con respecto a los “viejos” modos de hacer política. Su posición
estuvo ligada a la construcción de una cierta concepción de la “acción gubernamental”
completamente opuesta a los matices comunes a las supuestas experiencias históricas
precedentes. A partir de los conceptos pilares de “gestión” (y el conjunto de sus
connotaciones: administración estricta y correcta, economía absoluta, eficacia, posibilidad,
por lo tanto, de “obras públicas” y “sociales”) “juventud”, y “honestidad”, buscaron
diferenciarse de las viejas redes clientelares políticas, de las rencillas partidarias, y del
apego al personalismo como los rasgos exaltados de los partidos tradicionales. A través de
este conjunto de ideas y luego de una campaña electoral intensa en los barrios suburbanos
para las elecciones municipales a principios de 1927, el “Partido Liberal Blanco” –color
que habían adoptado en oposición a los conservadores “azules” (tradicionales)- logró
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acceder a la conducción del municipio capitalino. El partido liberal “tradicionalista” había
esgrimido en dicha oportunidad comicial discursos acerca de su larga lucha en la escena
provincial mientras tanto la UCR reincidía en presentarse subdividida en tres fracciones
diferentes –lo cual contribuyó al triunfo de los “blancos” en torno a su lema de un
“gobierno de obras”. El lamentable estado de la comuna influyó sin duda en el triunfo de
Nougués como una suerte de reacción del vecindario en contra de las políticas
intervencionistas, deficitarias y falenciales prolongadas durante los gobiernos radicales,
quienes habían degradado al municipio en un mero espacio destinado a las prácticas
clientelares. Los extranjeros recientemente incorporados al padrón electoral y los radicales
descontentos constituyeron en ese marco un importante influjo electoral.
El intendente desplegó entonces su programa de acción en distintos frentes. Introdujo una
importante reestructuración administrativa, creó comisiones de investigación de las
reparticiones ya existentes y conformó algunas nuevas; frente a la crisis financiera –con una
deuda que excedía los 7 millones de pesos- implementó diversas medidas (inspección
personal a los mercados municipales, reajustes presupuestarios e impositivos, un nuevo
sistema de contabilidad, entre otras) pero la profundidad de la situación requería de una
solución más contundente, la cual solo se hizo sentir a través de un crédito externo de 8
millones de pesos. Allí comienza con mayor intensidad la gran obra edilicia y social de la
gestión comunal de Nougués. La ciudad sufrió entonces un importante proceso de
modernización e higienización. Los ejes de acción se concentraron en: obras públicas,
medios de comunicación (orientados en buena medida hacia los barrios suburbanos) y
salud, -incluyendo gran atención en áreas específicas (como la cuestión de la niñez) y
epidemiológicas (cólera, sífilis, entre otras).
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Sin dudas se estaba ante un nuevo modo de relación entre Estado y sociedad. En términos
generales, la mayor presencia del Estado en las diversas circunstancias atinentes a las
condiciones del tejido social se presentaba como una modalidad de acción realmente
novedosa.
En las elecciones comunales de mayo de 1929, los blancos implementaron como una de sus
estrategias, el presentar e insistir en la segunda candidatura de Nougués como surgida a raíz
del pedido “espontáneo” de los vecinos independientes, reafirmando así en el carácter
anti-“político” profesado por esta agrupación. Adolfo Piossek, uno de los lideres blancos
sostenía entonces: “hacemos una propaganda sin banderías políticas y a base de hechos”46.
Remarcaron el éxito de la tarea emprendida durante la primera “gestión” y el deseo de que
la misma continúe en torno a su preocupación por la cuestión social antaño descuidada por
los conservadores históricamente limitados a sus intereses personales “industriales” y por
las falsas promesas plebiscitarias de los radicales.47 Bajo el marco de la campaña electoral
se realizaron diversas manifestaciones llamativas: de conductores, con participación de 500
vehículos, también se realizó un desfile de niños –con participación de unos cinco mil
menores- y de madres agradeciendo al intendente su preocupación por las condiciones de
vida de aquellos.
A pesar del triunfo de Sortheix como gobernador en 1928 y de asistir a los comicios
unificada en una sola lista, la UCR no solo perdió las elecciones municipales frente a los
blancos, sino que sus circunstancias internas mantenían los viejos caracteres de subdivisión
46 La Gaceta, 12 de abril de 1929, Tucumán, Parra, Ibíd., p.32.47 “El partido Radical en quince años de gobierno ha demostrado ser ineficaz para administrar los intereses
del pueblo, el partido Liberal no puede inspirar confianza a nuestro campesino pues es sabido que su única y
constante preocupación es defender los intereses del industrial azucarero” sostendrá mas adelante Lucio
López Peña, El Orden, 1 de marzo de 1930, Tucumán, en Ibíd., p.44.
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y rencillas partidarias. Es importante recordar que las relaciones entre el mencionado
gobernador y el intendente fueron tensas durante el período gubernamental en común. Entre
los motivos de estas diferencias se podría mencionar la negativa del municipio a cancelar su
deuda con la provincia y el acelerado crecimiento político de los blancos, quienes desde su
origen arrebataron votos al radicalismo especialmente en los suburbios urbanos.
A partir del triunfo de 1929, se abre un nuevo ciclo en el destino de los blancos a raíz de
iniciar, entre sus primeros actos al poder, un reacomodamiento discursivo a favor de la
conformación de un partido “político”. Para ello, recurrieron a la misma estrategia de
insistir en que se obedecía al pedido espontáneo de los vecinos y en favor de los mismos
argumentos de “gestión”. La celeridad de los trámites partidarios obedecía a la
reorganización inminente del Partido Liberal conservador con presencia de sus históricas
figuras (A. Guzmán, M. Camaño, entre otros) y a las elecciones parlametarias de marzo de
1930 que se avecinaban. El primero de diciembre se conformó el partido Defensa
Provincial Bandera Blanca (BB), al calor del mismo tipo de ideas (crítica a los viejos
partidos, no al personalismo) e intención de extender la eficaz acción de gestión
nouguesiana a toda la provincia. Por su parte, el Partido Liberal sufrió una serie de
desavenencias internas ligadas a nuevas diferencias generacionales. La UCR, la UCR
anitipersonalista, el Partido Socialista, Partido Socialista Independiente y el Partido
Comunista completaron el espectro político de los comicios de marzo.
El debut electoral de los blancos se tradujo en un importante triunfo en la capital (donde
lograron una banca para senador y cuatro para diputados) por encima de la UCR oficialista
pero fueron derrotados (por la UCR y el PL) en los departamentos del interior.
De todos modos, aun después de los comicios, la UCR dominaba con mayoría en la
legislatura, lo cual llevaría después de una acrecida de tensiones a la intervención de la
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comuna. Esta actitud “provocada” en buena medida por el oficialismo fue criticada no sólo
por las minorías políticas y por gran parte de la comunidad, sino por la prensa local y
nacional insistiendo en el carácter abusivo del recurso. Las manifestaciones no se hicieron
esperar, el intendente fue llevado en andas a su hogar el día de su alejamiento de la
comuna, en medio de repudios a Sortheix y al radicalismo.
Mientras tanto, la UCR se debilitaba crecientemente al influjo de la crisis del gobierno
nacional, circunstancia que desembocó en la Revolución de Septiembre de 1930.
La caída del gobierno central fue bien recibida por la mayoría de las agrupaciones políticas
de la provincia. El reflejo del quiebre político en la caída de los gobiernos provinciales fue
vivido en Tucumán bajo el calor de un fuerte repudio a Sortheix.
Ante un nuevo escenario político las fuerzas conservadoras avizoraban el horizonte
favorable para la recuperación de los viejos espacios de poder. En ese sentido, las distintas
vertientes conservadoras (Partido Liberal, Partido Agrario y Partido Nacional) se
fusionaron en el Partido Demócrata Nacional (PDN) en diciembre de 1930 con excepción
de BB quien rechazó esta invitación a formar parte de una fuerza compacta anti-radical.
Ante la iniciativa y convocatoria propiciada por el conservadurismo de Buenos Aires para
la creación de una estructura partidaria nacional, las vertientes conservadoras locales
respondieron con su integración. Esta nueva instancia vinculada al gobierno provisional
también fue rechazada por Defensa Provincial. A fines de ese año, BB convocó a Congreso
Constituyente para adoptar Carta Orgánica y Programa de Gobierno y finalizar así su
constitución definitiva en partido político.48 Luego de proclamado candidato a gobernador,
48 Entre los puntos económicos de la Carta Orgánica, se afirmaba la defensa del pequeño cultivador y de la
subdivisión de la tierra. También contemplaba la necesidad de legislar la cuestión obrera agroindustrial
especialmente haciendo uso de una mirada compleja y regional de la cuestión. Algunos puntos novedosos
fueron la defensa del sufragio femenino y la igualdad civil de los hijos ilegítimos.
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Nougués emprendió su campaña, reafirmando sus ideas de gestión, administración, obras,
salud pública, bienestar e igualdad. Una vez aparecido el decreto desde el orden nacional
llamando a elecciones, los partidos reforzaron su actividad propagandística y definieron sus
cuestiones internas. El PDN eligió como candidato a Alfredo Guzmán –cuya fórmula
presidencial fue Agustín P. Justo-Julio A. Roca. Por su parte Nougués recorrió el interior
visitando personalmente “rancho por rancho” durante la campaña electoral. Se repitieron
también manifestaciones llamativas semejantes a las de 1929. Su fórmula presidencial fue
Agustín P. Justo-Nicolás Matienzo. Lo importante a considerar es que la reticencia de
Nougués a incorporarse a la gran conformación anti-radical llevó a que luego del veto en el
orden nacional a la candidatura de Alvear –y con la probable abstención de la UCR- los
blancos quedaran ubicados como candidatos a recibir el afluente liberado de votos radicales
-cuestión que se efectivizo en los comicios. La prensa señalaba este alineamiento implícito
que se estaba forjando “bajo el poncho”. La elección finalmente arrojó un resultado
escasamente favorable a Bandera Blanca (BB) sobre el PDN. La conformación de la
legislatura provincial reprodujo el mismo fenómeno de empate virtual con peso definitorio
de la minoría socialista, mientras que la disputa por las bancas nacionales arrojó un triunfo
para los demócratas. En el interregno previo a la definición de la gobernación, el diputado
blanco Juan Luis Morales defendía la plataforma electoral de BB en tanto “… significa un
mandato claro y decisivo en el sentido de terminar con la política electoralista de
conservadores e Irigoyenistas y reemplazarla por una política administrativa de la que
resulten obras de beneficio público e imposiciones de justicia social de acuerdo a la sincera
orientación izquierdista de nuestra plataforma y de nuestros compromisos”49. Finalmente
llegó el triunfo fue de Nougués en febrero de 1932. Nougués sostendría en su primer
49 La Gaceta, 10 de diciembre de 1931, Tucumán, en Ibíd., p.80.
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mensaje ante la asamblea “conocer las necesidades del pueblo y manifestaba el deseo de
trabajar con eficacia para la consolidación de la verdadera ‘justicia social’50. “Haré un
gobierno de puertas abiertas,..., y a mi despacho podrán llegar todos los humildes, seguros
de que serán atendidos todos en sus demandas y respetados en sus derechos”51. Es
interesante destacar que la presión ejercida por la frontera nacional a favor de la
aglutinación anti-radical no logró torcer a la demarcación previamente establecida en el
ámbito de las fuerzas provinciales, es decir, a la frontera que separaba a la agrupación
progresista BB del viejo conservadurismo.
CONCLUSIONES
En un espacio político donde las identidades colectivas se yuxtaponen y entrecruzan,
pudimos identificar cuatro registros populistas: 1) En primer lugar uno que se organiza en
torno al antagonismo de los oprimidos contra “el régimen” con eje en demandas por el
ingreso a la política de sectores previamente excluidos; 2) Un segundo registro populista
vinculado al regionalismo, que postula la opresión del Norte a manos del gobierno nacional
en defensa de ”los consumidores” de los grades centros urbanos; 3) Un discurso populista
articulado en torno a una serie de postulados “agrarios” que trazan una frontera interna en
la industria azucarera que separa a los industriales y su “dictadura de chimeneas” de una
serie de grupos unidos en el reclamo por los aspectos distributivos; 4) Una construcción de
fronteras populistas en torno al antagonismo entre gestión y política.
Los cuatro registros populistas que mencionamos se entrecruzan permanentemente dando
un lugar a un juego complejo, mulitfocal y multicromatico de identificaciones. Sus juegos
de desplazamiento y fijación involucran como vimos tres superficies de inscripción: lo
50 La Gaceta, 3 de marzo 1932, Tucumán, en Ibíd., p. 83.51 La Gaceta, 6 de febrero de 1933, Tucumán, en Ibíd., p.81.
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nacional/interregional, lo regional y lo local (provincial y urbano). Por otro lado sus
desplazamientos entrecruzan discursos políticos, sociales y económicas, Conservadores,
Radicales y Socialistas, pero también, Cañeros (grandes, medianos y pequeños), sectores
urbanos (empleados públicos y sectores subalternos urbanos), e industriales. Como vimos,
durante determinados periodos un registro prevalece sobre otros pero esto no autoriza una
cronologización estricta ni una priorizacion de uno sobre otro. Más importante aun, el
populismo no es propiedad de uno u otro actor político sino que es una forma de
construcción colectiva que atraviesa la política misma.
FUENTES DOCUMENTALES
Periódicos:
El Orden, 1916-1924
La Gaceta, 1916-1924
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