PODER NAVAL EN EL ATLÁNTICO SUR OCCIDENTAL DEL SIGLO
XXI: NUEVO ESCENARIO MUNDIAL Y COMPETENCIA POR EL
CONTROL DEL ESPACIO MARÍTIMO ENTRE LOS AÑOS 2002 Y 2015 Mariana A. Altieri1
RESUMEN
Se considera que ingresando en la primera década del Siglo XXI el escenario mundial se
encuentra en reconfiguración. Frente al debilitamiento del rol de Estados Unidos, como
potencia hegemónica y garante de la vigencia del orden establecido–statu quo- y actual poder
naval global, comienzan a surgir nuevos polos de poder y zonas de fractura donde los grandes
poderes compiten por el control. Estudiaremos la posición de los grandes poderes en este
escenario de reacomodamiento del poder mundial clasificando a los Estados como
statuquistas, proclives a sostener el sistema en su conformación vigente, y revisionistas,
inconformes con la situación actual que contribuyen a su alteración buscando aumentar sus
beneficios (poder e influencia). La consideración de un Estado como revisionista o statuquista
tiene una fuerte connotación material, en relación a que la disputa por el reacomodamiento del
poder mundial se plasma directamente en la proyección y ejercicio del poder sobre un espacio
determinado. En un sistema cerrado esta proyección se vuelca mayormente a los grandes
espacios comunes de la humanidad entre los cuales destacan los océanos, - que representan el
ámbito donde se reproduce el sistema a través del intercambio de las comunicaciones y del
comercio- Y es, por ende, donde se están manifestando más visiblemente las disputas por el
control. Se considera que en el Siglo XXI el espacio marítimo se ha convertido en una gran
zona de fractura. Al preguntarse sobre las dinámicas de la competencia por el poder en el
Atlántico Sur, este trabajo se cuestiona si los cambios a nivel mundial en el ambiente naval
tienen un correlato en esta zona. La pregunta sobre que está sucediendo en el Atlántico Sur
Occidental implica interrogarse acerca de cómo impactan los cambios a nivel mundial y la
disputa global en este espacio marítimo.
Palabras Clave: Atlántico Sur – Poder Naval – Espacio Marítimo
ABSTRACT
It is considered that entering the first decade of the XXI century the world scenario is in
reconfiguration. In the face of the weakening of the role of the United States, as a hegemonic
power and guarantor of the established order-statu quo- and current global naval power, new
poles of power and zones of fracture begin to emerge where the great powers compete for
control. We will study the position of the great powers in this scenario of rearrangement of
world power by classifying states as statukists, which are prone to support the system in its
current form, and revisionists, dissatisfied with the current situation that contribute to their
alteration in order to increase their profits power and influence). The consideration of a state
as revisionist or statukist has a strong material connotation, in relation to the fact that the
1 Docente e investigadora. Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y Magister en
Estrategia y Geopolítica por la Escuela Superior de Guerra de la Universidad de la Defensa Nacional en
Argentina. [email protected]
dispute over the rearrangement of world power is directly reflected in the projection and
exercise of power over a given space. In a closed system, this projection focuses largely on
the great common spaces of mankind, including the oceans, which represent the area where
the system is reproduced through the exchange of communications and commerce. , where
disputes over control are becoming more visible. It is considered that in the XXI Century the
maritime space has become a great zone of fracture. When asked about the dynamics of
competition for power in the South Atlantic, this paper questions whether global changes in
the naval environment have a correlation in this area. The question of what is happening in the
Western South Atlantic involves questioning how the global changes and the global dispute in
this maritime space impact.
Keywords: South Atlantic - Naval Power - Maritime Space
INTRODUCCIÓN
Este trabajo busca analizar la dinámica del poder naval en el Atlántico Sur Occidental
en el contexto internacional del Siglo XXI, específicamente entre los años 2002 y 2015. Se
parte de la concepción de que el SXXI atraviesa un momento de desconcentración y
dispersión del poder en el marco de una etapa de transición hacia una nueva reconfiguración
del orden mundial lo cual se traduce en una dinámica de competencia entre los actores del
sistema internacional. Esta competencia se plasma en la disputa por el acceso y el control de
los espacios, entre ellos principalmente el marítimo como uno de los grandes “espacios
comunes” del globo.
Mediante el desarrollo de esta investigación, es posible sostener que el sistema mundial
se encuentra en un escenario de transición. La crisis del momento unipolar ha abierto un
tiempo de incertidumbres, entre las cuales se avanza hacia una nueva configuración del
sistema internacional. Esta reconfiguración se pone de manifiesto por un lado, por la
decadencia del liderazgo mundial de los Estados Unidos, manifestado tanto en la pérdida de
prestigio como líder global - en el marco de la “etapa de deslegitimación” en los ciclos de
poder mundial- como en el lento pero firme declive de su poder material. Por otro lado, en
función del ingreso en la arena de la política internacional de Estados emergentes en ascenso
y potencialmente revisionistas del statu quo.
Siguiendo a Battaleme (2013) se ha considerado que el reacomodamiento del poder
mundial se plasma directamente en la proyección y ejercicio del poder sobre un espacio
determinado y se manifiesta principalmente en la competencia por el acceso de los grandes
espacios comunes. La ubicación geográfica de los jugadores geoestratégicos activos es un
factor fundamental. En este sentido, el mar representa hoy, no solo uno de los espacios
comunes de mayor dinamismo, sino que se trata del ámbito donde se reproduce el sistema a
través del intercambio de las comunicaciones y del comercio- y donde, por ende, se están
manifestando más visiblemente las disputas por el control, específicamente en lo que hace a la
proyección de poder y la capacidad de negar o no el acceso al adversario. Siguiendo esta línea
conceptual, se ha clasificado a los Estados como statuquistas o revisionistas en función del
alineamiento o no con la potencia hegemónica vigente, adoptando la definición de
Mearsheimer (2001) y de Schweller (2014) de que los Estados propenderán al balance o al
plegamiento en función de sus propios intereses, priorizando la búsqueda de beneficios por
sobre la seguridad. Para ello se observará si los Estados desarrollan un comportamiento de
sostenedores – supporters-, saboteadores –spoilers- o veletas -shirkers-, respecto del
mantenimiento orden internacional vigente.
A su vez, el análisis realizado ha considerado que en el Siglo XXI el espacio marítimo
se ha convertido en una gran zona de fractura. A estos efectos se ha caracterizado el ambiente
estratégico del Siglo XXI, en el escenario mundial y naval analizando de qué forma el
posicionamiento de los grandes poderes statuquistas y revisionistas se plasma en la disputa
por el ámbito marítimo. En ese marco a los fines de la investigación se ha definido al Poder
Naval, tomando a Till (2015) y las conceptualizaciones de Mahan (1945) como la capacidad
de una armada de ejercer el control de mar, entendido como la capacidad de garantizar la
libertad de movimientos en el mar, y utilizarlo para sus propósitos mientras se niega su uso al
adversario, entendiendo que este poder se mide de forma relacional al poder naval de otras
armadas.
DESARROLLO
Después de casi medio siglo de ser un «remanso estratégico», el Atlántico Sur
ha cobrado nueva importancia debido a intereses renovados o inéditos, tanto
dentro como fuera de la región. (Abdenur y De Souza Neto 2013, 170)
Se ha considerado pertinente centrar la atención de esta investigación en el Atlántico
Sur Occidental, considerando que las potencias navales presentes allí han ejecutado acciones
que denotan la importancia estratégica de ese espacio y su pertinencia como zona de disputa y
reacomodamiento de poder mundial.
Si pensamos al Atlántico Sur como recurso, lo primero que destaca es su importancia en
materia ictícola. Esta zona es cada vez más importante en el negocio pesquero mundial en
función del agotamiento de este recurso como consecuencia de la sobreexplotación;
(especialmente en el Asia-Pacífico, donde, con centro en China, está el núcleo fundamental de
la demanda mundial). Justino Bertotto (2014) considera que antes de 1980, la zona era un mar
vacío, en términos geopolíticos, con un único centro de tensión y conflicto ocasionado por la
contienda de soberanía entre Argentina y Gran Bretaña por las Islas Malvinas2. Hoy, ese
espacio vacío se ha convertido en una compleja red de intereses estratégicos internacionales,
surgida al volcarse al Atlántico Sur las flotas pesqueras de alrededor de 20 países de Asia,
Europa y América Latina. (Destacándose, las de Japón, Corea del Sur, Taiwán, China,
Estonia, Lituania, Polonia, España, Chile y Noruega). China es el mayor consumidor y, a su
vez, el mayor productor ictícola del mundo. (FAO 2015, 12)
El auge de los calderos de pesca en el Atlántico sur trae aparejada dos cuestiones: por
un lado el aumento de la pesca ilegal, y la depredación, tanto en alta mar, como en la frontera
con los mares territoriales no debidamente protegidos. Y por otro el aumento de tensión entre
Argentina y el Reino Unido, protagonistas de una disputa de soberanía en torno a las Islas
Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, actualmente
administrados por el Reino Unido como posesiones de ultramar. En este marco el Reino
Unido definió la ampliación de la zona económica exclusiva3 en torno a las Islas Malvinas
dentro de la cual otorga licencias de pesca de manera unilateral y en beneficio de la economía
de los habitantes de las islas. “Es así que desde ese momento la industria pesquera en torno a
las islas del Atlántico Sur ha crecido y ha ayudado al desarrollo de las Islas Malvinas,
favoreciendo a la colonia británica sobre las mismas”. (Eller y Quintana 2017, 116)
Dentro del análisis como recurso, se debe incluir también la cada vez mayor relevancia
mundial de la cuenca atlántica en materia energética se aprecia de forma clara en el sector de
los hidrocarburos. Al considerar a la “cuenca atlántica” de forma ampliada, (inclusive los
países sin presencia litoral directa en tal océano), más del 40% de las reservas probadas de
2Este conflicto denominado “Guerra de Malvinas” o “Conflicto del Atlántico Sur”, acaeció en 1982 cuando la
argentina intento la recuperación delas islas mediante el desembarco de tropas. Luego de dos meses de
enfrentamientos los británicos mantuvieron el control sobre las mismas. El diferendo por la soberanía, que data
de 1833, continua vigente. 3 La primera ampliación fue de 320 km estableciendo lo que se conoce como “Zona de Conservación Interior”.
esta fue posteriormente extendida hasta las 200 millas marítimas, a través de la “nueva Zona de Conservación
Exterior”
petróleo del mundo se encuentran allí, mientras que en torno al 40% de la producción diaria
de crudo se localiza también en esta región occidental del mundo. (Isbell 2013, 74) Este hecho
también trae aparejado el aumento de la conflictividad en torno a la soberanía de las islas del
Atlántico Sur y los derechos de exploración y consecuente explotación de los hidrocarburos
presentes en el subsuelo submarino.
En términos de recursos entonces “Es importante destacar las riquezas situadas en esta
parte del globo. Como las reservas petroleras situadas en frente a las costa africana y
sudamericana, la presencia de nódulos polimetálicos de alto valor estratégico y de los
recursos ictícolas”. (Eller y Quintana 2017, 115) Los recientes descubrimientos de recursos
naturales (incluidos petróleo y gas) en las plataformas continentales de los países rivereños
tanto de Sudamérica como de África, y la revalorización como área de pesca internacional,
contribuyen al surgimiento de nuevos polos de crecimiento económico (Isbell 2013). Al
mismo tiempo se han multiplicado los vínculos directos entre los Estados rivereños de ambos
continentes, los cuales están reconsiderando el grado de importancia de este espacio
marítimo, especialmente Brasil y Sudáfrica.
Si lo pensamos como espacio de comunicación e intercambio, el Atlántico sigue
participando del comercio mundial, y muy especialmente del comercio intra atlántico. Un
gran flujo proveniente del Pacifico ingresa en el Atlántico dando la vuelta al Cabo de Buena
Esperanza, o cruzando el Canal de Panamá. Si bien es cierto que este tráfico se orienta
mayormente hacia el norte, el Atlántico Sur continúa conectando con el Pacífico a través de
los estrechos de Drake y Magallanes o del Canal de Beagle. El crecimiento de las relaciones
comerciales con China, y también el fomento de las vinculaciones entre Suramérica y África
han revitalizado el tráfico en la zona. Estas vinculaciones se plasman en varias plataformas
institucionales.
Uno de sus organismos birregionales más antiguos es la Zona de Paz y Cooperación del
Atlántico Sur (ZOPACAS4), creada en 1986 por iniciativa de Brasil. El foro América del Sur-
África (ASA5), también impulsado por Brasil, constituido en el 2006, o las cumbres América
del Sur-Países Árabes (ASPA), un foro de coordinación política y cooperación, cuya primera
edición fue realizada en Brasilia en 2005, son ejemplos de estas plataformas. En este sentido
4 La iniciativa más vieja es la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZOPACAS), que reúne a los países
de las dos costas del Atlántico Sur. Se creó a iniciativa de Brasil en 1986. (CEED 2008, 46) 5 Cumbre África-Latinoamérica entre los 12 Estados miembros de la Comunidad Sudamericana de Naciones
(CSN) y los 53 países africanos pertenecientes a la Unión Africana (UA).
Ayuso y Viilup sostienen que frente al concepto tradicional de Comunidad Atlántica que se
identifica con las relaciones interoceánicas del Atlántico Norte y está dominado por
cuestiones relacionadas con la seguridad, específicamente con la OTAN, actualmente
“asistimos a una proliferación de iniciativas entre diferentes actores del Atlántico, tanto en el
Norte como en el Sur”. (Ayuso y Viilup 2013, 11)
Siguiendo en esta línea, si lo pensamos como espacio de dominio, es necesario señalar
que los principales actores regionales en el Atlántico Sur son: la República Federativa del
Brasil, la República de Sudáfrica y la República Argentina. Bertotto (2014) expone que Brasil
tiene la costa más extensa (4.300 Km.), Argentina la boca oriental de 3 Pasajes Bioceánicos
(Magallanes, Beagle y Drake) y Sudáfrica el Cabo de Buena Esperanza, por donde pasa la
ruta del petróleo del Medio Oriente proveniente del Océano Indico. A su vez las potencias
extra regionales que detentan el control naval, y son garantes de las vías de comunicación y
comercio en el Atlántico Sur, son Estados Unidos y el Reino Unido.
La República Sudafricana, ubicada al sur del continente africano, posee
aproximadamente unos 2700 kilómetros de costas repartidos entre el océano Atlántico e
Indico. Con un PBI de aproximadamente 312 mil millones de dólares6 Sudáfrica es la tercera
economía del continente africano, superada solo por Egipto y Nigeria. A su vez la Marina
Sudafricana posee cuatro fragatas de la Clase MEKO-200 de origen alemán y tres submarinos
de la clase Heroína también del mismo origen. (Eller y Quintana 2017, 125) Estos busques
constituyen el grueso de su fuerza naval y tienen como objetivo principal la protección de las
aguas bajo su jurisdicción. Freres señala que al otro lado del océano: “Ningún país africano
ha articulado una política que abarque toda la región. Sudáfrica, el líder natural de la zona,
se centra fundamentalmente en África misma, y cuando mira fuera es para abordar las
potencias occidentales o las economías emergentes”. (Freres 2013, 131)
En el Atlántico Sur Occidental, solo dos actores regionales detentan casi la totalidad del
litoral marítimo, Brasil y Argentina. Ambos tienen como principal interés el control y la
seguridad de las líneas de comunicación marítimas. “En nuestra región, los países
legítimamente ribereños del Atlántico Sur poseen intereses que les son comunes y, por lo
tanto, tienen una misma necesidad de ejercer el control del espacio marítimo para su
6 Mediciones del año 2015
protección”. (Bertotto 2014, 66) A su vez ambos sostienen relaciones comerciales con África7
lo cual ha fomentado la preocupación por el buen orden en el mar.
Brasil, por su parte, ha comenzado a pensar en la implementación de estrategias A2/NA.
Battaleme sostiene que el creciente uso del espacio marítimo, debido a las riquezas
encontradas, la necesidad de mantener una línea de comunicación naval con África que pueda
ser protegida de manera autónoma en caso de una tensión con una potencia extra regional, y la
conciencia de las múltiples formas en las que es posible penetrar el espacio aéreo, lo llevan a
la necesidad de crear las capacidades necesarias poder negar dicho espacio de ser necesario.
“Un buen ejemplo de ello es la aspiración para adquirir hasta 20 submarinos clase scorpene,
continuando además con el desarrollo de un submarino de propulsión nuclear por parte de la
marina brasileña” (Battaleme 2013, 15)
Por otro lado, las potencias extra regionales con fuerte presencia son: Estados Unidos,
tanto por su condición de primera potencia mundial, como por su cercanía geográfica a la
zona en términos hemisféricos y el Reino Unido, que detenta la posesión de la cadena de islas
que se encuentran en el centro del Océano Atlántico Sur, entre América y África. Ambos son
las potencias navales de la zona, garantes de las líneas de comunicación y seguridad marítima.
La importancia estratégica del Atlántico sur no fue obviada por las
grandes potencias a nivel mundial. Con una capacidad para conectarse con
los otros dos océanos, las riquezas pesqueras y la posibilidad de monitorear
tanto la costa africana como sudamericana hace muy atractiva el deseo del
control de una parte de este sector, con el fin de mejorar su posición en
términos estratégicos y de poder. (Eller y Quintana 2017, 127)
Actualmente Gran Bretaña mantiene una presencia destacada sobre el Atlántico Sur por
medio del control de las islas Malvinas, Ascensión, Santa Elena y Tristán de Cunha. Este
posicionamiento estratégico le permite el patrullaje, monitoreo y el despliegue sobre las costas
atlánticas de Suramérica y África. En su apartado sobre Las Islas del Atlántico Sur, en el
informe del Ministerio de Defensa sobre los Territorios Británicos de Ultramar se reafirma
que “Es política del gobierno salvaguardar la soberanía británica de las Islas Malvinas y el
derecho de los isleños a la autodeterminación”i. (Ministry of Defense 2012, 5) El mismo deja
claro que el Reino Unido mantiene la responsabilidad de la defensa y seguridad externas de
7 Para Brasil esta es una política de larga data, como se desarrolla más adelante, en cambio Argentina se ha
interesado por vincularse económicamente con África de manera reciente.
las Islas Malvinas y su área marítima circundante, que, junto con las Islas Georgias del Sur,
Sándwich del Sur y Ascensión, son supervisadas por la Comandancia de las Fuerzas
Británicas de las Islas del Atlántico Sur desde donde también se patrulla las aguas del
Territorio Antártico Británico.
Por su parte Estados Unidos ha renovado su presencia naval en la región a partir la
reactivación de la IV Flota en el año 2008. La misma se encuentra bajo el mando del
Comando Sur y tiene como tarea principal el patrullaje y monitoreo de las aguas al sur en los
océanos Atlántico y Pacífico. Un punto nodal para el control del mar en el Atlántico Sur es la
base aérea Estadounidense en la Isla Ascensión8. Esta isla ubicada a medio camino del
continente americano y africano forma parte de los Territorios Británicos de Ultramar.
Desde el año 1942 los Estados Unidos mantiene una base aérea desde la
cual puede proyectar operaciones tanto de espionaje como militares con suma
facilidad. Esto quedó demostrado durante la Guerra de Malvinas, en donde la
isla Ascensión cumplió un rol fundamental para el desenlace del conflicto en
favor de los británicos. (Eller y Quintana 2017, 127)
Este renovado compromiso en términos marítimos llama la atención. El desvió de
recursos a una región del mundo que supuestamente carece de amenazas y está considerada
“zona de paz” por la ausencia de conflictos interestatales en un contexto de austeridad y
reducción del presupuesto militar incita la pregunta acerca de qué razones pueden haber
motivado esta reactivación. Como se ha descripto en el Atlántico Sur no hay grandes flujos
comerciales, ni se ha detectado el incremento de la piratería o de la actuación de actores no
estatales amenazando el buen orden en el mar, más allá de algunos casos vinculados al tráfico
ilegal de narcóticos. A su vez la estrategia naval estadounidense viene señalando en sus
distintas ediciones la importancia clave del Asia Pacifico mientras que prácticamente no se
ocupa del Atlántico Sur.
Por otro lado la reactivación de esta IV Flota luego de 58 años, implica la necesidad
volver a mantener presencia y monitoreo militar en el Atlántico Sur. (La Nación 2008) Esto
podría indicar una complejización del escenario naval en la zona. En este sentido es posible
conjeturar que este nuevo esfuerzo pueda estar más relacionado con la voluntad de influir en
los sucesos en tierra que con la necesidad real de patrullar los océanos. En este marco, y en el
juego por la disputa con China, Estados Unidos busco generar una nueva alternativa que fuera
8 En convenio con los Británicos, que detentan la soberanía sobre la Isla.
más atractiva. De allí surgió la Alianza del Pacifico. El ascenso de China e India y el
reposicionamiento de Japón permitieron estructurar un nuevo eje de integración
latinoamericano vinculado a las costas del pacífico, compuesto por Chile, Colombia, México
y Perú. La Alianza del Pacífico, de carácter específicamente comercial, contempla también
cuestiones de seguridad, ya que todos los países de la Alianza sirven de puerto de recalada
para unidades de la IV Flota de los Estados Unidos. (Battaleme 2012)
La creciente influencia de Rusia y sobre de todo de China en la región no le pasó
desapercibida a los Estados Unidos, el posicionamiento de la IV Flota también persigue
reafirma su presencia en una zona preferencial y tradicional de su poder naval. Con un ojo
puesto en la creciente importancia que le otorgan rusos y chinos al continente antártico, y por
ende al movimiento cada vez más importe en esa zona.
El Atlántico Sur además ha asumido nueva importancia en relación con las nuevas
preocupaciones de China en materia de seguridad. Este país está interesado en garantizar el
uso seguro de las rutas marítimas empleadas para el transporte de las exportaciones africanas
a China, sobre todo teniendo en cuenta la inestabilidad en algunas zonas. Los servicios de
contenedores entre China y América del Sur efectúan el tránsito a través del cabo de Buena
Esperanza, aunque hay transporte indirecto del Amazonas hacia el norte a través del Caribe y
el Canal de Panamá o a través de puertos europeos como Hamburgo. Cuantas más mercancías
viajan a través de estas rutas, mayor importancia reviste para su seguridad. (Abdenur y De
Souza Neto 2013, 188)
A su vez la Antártida ha ido cobrando mucha mayor importancia para China, que ha
fijado el objetivo explícito de asumir un papel de liderazgo en los asuntos antárticos. El
intensificar su presencia en la Antártida, contribuye a conferirle una importancia relativa al
Atlántico Sur.
La creciente presencia de China desafía progresivamente la antigua
influencia de Estados Unidos y de las potencias occidentales en el área.
Incluso aunque China no tenga la intención de dominar el Atlántico Sur, ya ha
contribuido a redefinir la región como espacio geoestratégico, y se ha
convertido en una fuerza que debería entrar en los cálculos de otros actores
políticos de la zona. (Abdenur y De Souza Neto 2013, 171)
China no tiene una base permanente o presencia militar en la región del Atlántico Sur
Occidental, si bien ha hecho visitas amistosas y de reconocimiento del área. A pesar de la
reciente expansión del poder militar de este país, sus prioridades internas y sus conflictos en
curso en el Pacífico significan que las regiones distantes, tales como el Atlántico Sur, se
mantendrán como elemento secundario con respecto a Asia en el marco de sus intereses de
seguridad. Abdenur y De Souza sostienen que, “Por el momento la política exterior china se
centra en las dimensiones continentales (África, América Latina y la Antártida) en lugar de
en el Atlántico Sur como espacio geoestratégico”. (Abdenur y De Souza Neto 2013, 192) No
obstante, algunos movimientos podrían alertar sobre un lento y sigiloso posicionamiento
Chino en al Atlántico. En el año 2014 trascendió la aspiración del gobierno chino de construir
una base naval en África. Walvis Bay es el único puerto de aguas profundas de Namibia y se
encuentra en la costa del país con el Océano Atlántico.
Brasil y la Amazonia Azul
Brasil, el país con la costa atlántica más
grande del mundo, tiene, por todas las razones
citadas previamente, un interés especial en la paz
y la seguridad del Atlántico Sur. El Atlántico Sur,
es un corredor estratégico que lo conecta con
África, Europa y al Océano Índico, así como con
el Océano Pacifico por el extremo sur del
subcontinente y por el estrecho de Panamá; al que
Brasil accede por su proyección al Atlántico
Norte9.A su vez, gracias a los archipiélagos de
San Pedro y San Pablo y Trinidad y Martín Vaz, la frontera marítima de Brasil avanza hacia
el centro del océano atlántico y extendiéndose hacia las costas de África.
La fuerte dependencia del tráfico marítimo a las actividades de comercio exterior
constituye un reto importante para la defensa. En los últimos años, el Océano Atlántico, se ha
vuelto aún más crucial para el país a causa de las riquezas que se encuentran en la Zona
9Las áreas marítimas estratégicas de mayor prioridad e importancia para Brasil están representadas por las aguas
jurisdiccionales brasileñas (AJB), que incluyen el mar territorial (MT), la zona contigua (ZC), la zona económica
exclusiva (ZEE) y la plataforma continental (PC), así como la región comprendida entre el Paralelo 16 norte, la
costa oeste de África, la Antártida, el este de América del Sur y el este de las Antillas Menores.
Económica Exclusiva (ZEE) y la plataforma continental (PC)10 “De allí surge la necesidad de
intensificar medidas de seguimiento, monitoreo y control del tráfico marítimo, así como de
los incidentes en el área de vigilancia marítima bajo la responsabilidad de Brasil”. (
Ministerio de Defensa Nacional de Brasil 2012, 21)
Cabe resaltar aún la significativa importancia de la vasta cuenca petrolífera que existe
en la plataforma continental brasileña, además de las rutas de importación del petróleo de
países de la franja ecuatorial del Atlántico. El petróleo se constituye como uno de los recursos
de mayor valor estratégico en esta zona. Sobre todo si tenemos en cuenta que más del 90% de
la extracción petrolera brasileña se concentra en esta parte del Atlántico Sur. A esto tenemos
que sumarle los yacimientos minerales como la fosforita, oro, manganeso entre otros.
Situando a este sector en una fuente de grandes riquezas para Brasil. De allí el énfasis de los
documentos oficiales en la negación del mar: La prioridad es asegurar los medios para
denegar el uso del mar a cualquier concentración de fuerzas enemigas que se aproxime de
Brasil por vía marítima. ( Ministerio de Defensa de Brasil 2008, 20)
A su vez, los documentos Oficiales de Brasil establecen que “en cualquier situación” la
Armada deberá ser capaz de cumplir las cuatro tareas básicas del poder naval: negar el uso del
mar al enemigo, controlar áreas marítimas, proyectar poder sobre tierra y contribuir con la
disuasión. Sin embargo, aunque el 80% de la población vive cerca de la costa, la importancia
del océano no está arraigada en la Cultura Brasileña. Especialmente durante el siglo XX, la
preocupación era asegurar la ocupación del vasto territorio, la atención puesta en asegurar sus
fronteras terrestres, en especial en la selva amazónica, la “Amazonía Verde” y sus riquezas.
Por otro lado, Brasil también es consciente de la presencia de potencias extra regionales
– y pertenecientes a la OTAN- en el Atlántico Sur. Es en este sentido, en la Estrategia de
Defensa ( Ministerio de Defensa de Brasil 2008, 20) Brasil ha reafirmado que las funciones
principales de su armada son: la negación del uso del mar, el control de áreas marítimas y la
proyección de poder; las cuales deben centrarse en los objetivos de defender las plataformas
petrolíferas y las instalaciones navales y portuarias de los archipiélagos y de las islas
oceánicas en las aguas jurisdiccionales brasileñas y la capacidad de responder a cualquier
amenaza a las vías marítimas de comercio.
10 Estos conceptos fueron definidos por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar
(UNCLOS) en 1982, que actualmente ha sido ratificada por 156 países.
El tamaño de la flota brasileña, que podemos catalogar de armada mediana, transforma
a este país en la potencia militar regional en el Atlántico Sur capaz de monitorear una parte
significativa de este. No obstante, para alcanzar su objetivo de asumir el papel de potencia
mundial, su poder naval requiere de grandes inversiones sostenidas. En este sentido, la
Estrategia de Defensa establece claramente, y es el único país de la región en hacerlo, el
objetivo de alcanzar capacidades que le permitan la negación del uso del mar, es decir Brasil
pretende adquirir capacidades A2/NA. La estrategia también sostiene que a estos fines Brasil
contará con una “fuerza naval submarina de envergadura, compuesta de submarinos
convencionales y de submarinos de propulsión nuclear11” sosteniendo que Brasil mantendrá y
desarrollará su capacidad de proyectar y de fabricar tanto submarinos de propulsión
convencional como de propulsión nuclear12.
En esta línea el gobierno de Lula Da Silva retomó un proyecto de larga data de la
marina de Brasil acerca de la posesión de submarinos de propulsión nuclear que había sido
propuesto en diversas oportunidades sin llegar a concretarse, y que de hecho es materia de
debate a interior de la armada brasilera. Esta definición se basó en la concepción de que el
país no estaba preparado para patrullar de manera adecuada un área de más de 4 millones de
kilómetros cuadrados, y el submarino nuclear podría darle al país la capacidad de disuasión
que le faltaba. La amplitud del Océano Atlántico Sur y la vocación del Brasil de ser una
potencia a nivel mundial son una razón geopolítica que justifica la existencia de un submarino
nuclear como parte de la estrategia nacional. Taylor sostiene que la obtención de un
submarino de propulsión nuclear está más relacionada con factores políticos y económicos
asociados a la gran estrategia que por los requisitos de la estrategia naval. (Taylor 2009, 169)
Taylor sostiene que cualquiera fuera la causa que hubiera motivado el programa de Brasil, su
éxito podría llevar al país a una capacidad estratégica para proyectar su poder militar para
ayudar a amigos o disuadir a los adversarios en cualquier parte del mundo. “En la actual
política exterior, el anhelo de utilizar estas capacidades a largas distancias de la costa no
11 Las principales características que distinguen a los submarinos nucleares de otras plataformas navales son su
habilidad para permanecer sumergidos durante largos períodos y operar sobre grandes distancias sin
reaprovisionamiento de combustible. 12 El acuerdo franco-brasileño sobre construcción de submarinos de ataque de propulsión diésel “Scorpine”
firmado en el 2008, prevé la transferencia de tecnología francesa, no sólo a la marina, sino también empresas
brasileñas. También se prevé la construcción de un astillero dedicado a la fabricación de submarinos nucleares, y
una nueva base para su uso.
son evidentes. Pero la capacidad de hacerlo, podría influir en el pensamiento de un futuro
gobierno”. (Taylor 2009, 173)
En esta misma línea, es que la estrategia de defensa incorpora la figura de las fuerzas
expedicionarias “para asegurar su capacidad de proyección de poder, el Cuerpo de Infantes
de Marina será consolidado como la fuerza de carácter expedicionario por excelencia”. (
Ministerio de Defensa de Brasil 2008, 21) y agrega que “Una Fuerza naval debe ser capaz de
proveer de manera eficaz la propia defensa, incluso contra amenazas aéreas, situación en la
que es indispensable disponer de aviación embarcada en portaaviones” ( Ministerio de
Defensa Nacional de Brasil 2012, 100) dejando en claro que Brasil busca el fortalecimiento de
una armada de aguas profunda que comparta responsabilidades globales y que sea capaz de
asegurar por sí misma las líneas de comunicaciones y de tráfico marítimo del Atlántico Sur
occidental.
es posible señalar que los intereses de Brasil respecto del poder naval implican: el
control y la seguridad de sus líneas marítimas, especialmente en función de garantizar la
cooperación intra-atlántica, el desarrollo de capacidades A2/NA en el Atlántico Sur, o al
menos en la zona de influencia geográficamente inmediata, el aprovechamiento de los
recursos naturales del océano, especialmente garantizar la seguridad de sus plataformas
petroleras oceánicas. Brasil busca posicionarse como un actor capaz de garantizar el buen
orden en el mar, buscando evitar que las potencias extra regionales del Atlántico Sur se
arroguen esa responsabilidad en su zona de influencia. Los esfuerzos por aumentar y
consolidar su poder naval no solo persiguen darle credibilidad como actor de nivel
internacional, y consolidarlo como potencia regional, sino también bridarle cierta libertad de
acción a la hora de optar por sostener el orden internacional o impugnarlo. Esta postura en sí
misma es revisionista del status quo en el mar ya que está ingresando como nuevo actor en un
océano hasta ahora custodiado plenamente por las potencias extra regionales. No obstante, su
baja predisposición al riesgo podría llevar a pensar este revisionismo como un
reposicionamiento dentro de la alianza statuquista, y no como un movimiento de balance.
Argentina y la pampa azul
La Argentina, cuenta con una costa de 5000 kilómetros y una proyección de su Zona
Económica Exclusiva -ZEE- que podría extenderse, en algunos puntos, hasta la milla 350 e
incluso 370, medidas desde la costa. En simultáneo Argentina es poseedora de una inmensa
plataforma continental con posibilidad de explotación sustentable de valiosos recursos y apta
para el empleo práctico de novedosas energías
renovables. Koutoudjian sostiene que el mar costero
y la gran plataforma submarina constituyen una
“verdadera provincia marítima” que:
(…) es el glacis defensivo del centro-sur de la
Argentina, especialmente del principal núcleo
geoeconómico y político del país situado en el
Estuario del Plata y la gran península patagónica.
El Mar Argentino, en el Atlántico Sud-Occidental
es el nexo de proyección hacia la Antártida.
Además, en el centro geográfico de nuestro mar,
están situadas las Islas Malvinas, con su extensión
jurídico-administrativa hacia las Georgias del Sur
y las Sándwich del Sur, que configuran el principal problema geopolítico
estratégico de la República Argentina. (Koutoudjian 2011, 25)
Argentina mantiene desde 1833 una disputa con el Reino Unido de la Gran Bretaña e
Irlanda del Norte por las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Además de una
porción importante de la zona marítima que rodea a estas islas y un sector de la Antártida. La
Constitución Nacional Argentina, en su Cláusula Transitoria Primera, ratifica la “legítima e
imprescriptible soberanía de la República Argentina sobre las islas Malvinas, Georgias del
Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser estos,
parte integrante del territorio nacional”. Actualmente la República Argentina realiza sus
correspondientes reclamos por medio de la vía diplomática en los distintos organismos
internacionales. Con esto se busca impulsar la Cuestión Malvinas a nivel mundial y como
elemento de presión hacia el Reino Unido y su negativa a acatar las diversas resoluciones de
Naciones Unidas y negociar la cuestión de la soberanía de estos territorios.
Argentina considera que “la presencia militar británica en el Atlántico Sur genera una
tensión innecesaria e injustificada en toda la región”. ( Ministerio de Defensa 2015, 42) Por
ende ha denunciado esta situación ante la comunidad internacional13, manifestando su
preocupación por el despliegue militar en el Atlántico Sur. Argentina denuncia que las Islas
Malvinas representan un espacio estratégico que le permite al Reino Unido el control del
Atlántico Sur a través de las bases de Ascensión, Santa Helena, Tristán de Cunha, Malvinas,
Georgias y Sándwich del Sur. (…) el verdadero objetivo estratégico de la base militar
establecida en las Islas Malvinas: contar con un centro de apoyo para el despliegue militar
británico a escala global. Huelga señalar que ese objetivo es ajeno a los intereses de la
región”. (MREyC 2012, 3).
El sistema de bases permite el control desde el Amazonas a la Antártida y desde la costa
oriental sudamericana a la costa occidental africana. Así como los accesos interoceánicos:
Atlántico-Pacífico, Atlántico-Indico.
En el marco de estos lineamentos es plausible sostener que Argentina mantiene un
interés histórico y estratégico por el Atlántico Sur. Sus preocupaciones se centran en el
control y la seguridad de sus líneas de comunicación marítimas. A su vez sus aspiraciones
incluyen la intervención activa en el futuro de la Antártida y la recuperación de la soberanía
de las Islas Malvinas. Argentina mantiene cierta aspiración a jugar un rol regional y aboga
abiertamente por un multilateralismo en el sistema internacional. Sin embargo, no es un poder
naval, ni está desarrollando, al menos durante el periodo analizado, acciones tendientes a
convertirse en uno. Más allá de las acciones diplomáticas y las reclamaciones respecto de la
soberanía de las islas Malvinas; no se han ejecutado otras acciones tendientes a buscar algún
grado de control del mar en la zona, ni se han realizado las inversiones atinentes a contar con
un desarrollo que en un futuro lo permita.
CONCLUSIONES
Al plantear el problema a investigar, se ha considerado que preguntarse sobre las
dinámicas de la competencia por el poder en el Atlántico Sur implica dilucidar si las potencias
marítimas, grandes y medias, que compiten por el poder a escala global, están contemplando
al Atlántico Sur en sus cálculos estratégicos. Se considera plausible sostener que el Atlántico
13La presentación se realizó ante el Secretario General de la ONU, así como ante las autoridades del Comité
Especial de Descolonización de la Naciones Unidas, la OEA, Cumbre Iberoamericana, UNASUR, CELAC,
MERCOSUR, G 77 + China, Liga Árabe, Unión Africana y ZPCAS.
Sur efectivamente se encuentra presente en el mapa geopolítico de los grandes poderes
navales.
En ese sentido la conclusión final que se desprende del análisis implica que el Atlántico
Sur Occidental se constituye en una zona de disputa en el marco de la competencia por el
control del mar entre los actores statuquistas y los actores revisionistas, principalmente como
antesala de un posible escenario de conflictividad en aumento, en miras al cual los poderes
statuquistas están intentando reasegurar su control del mar. En este marco se destaca también
que la principal preocupación al respecto está relacionada con la capacidad de proyección del
poder naval a tierra, tanto en el ámbito de América del Sur, como específicamente en lo que
respecta al control de las rutas navegables que permiten el ingreso a la Antártida.
Se considera que el aporte de esta investigación es destacar la relevancia del Atlántico
Sur Occidental en el panorama geopolítico mundial, como zona de interés de las grandes
potencias navales, y como zona de disputa en el reacomodamiento de poder mundial. Se
espera, a su vez, que este aporte sirva para fomentar que la comunicad académica argentina le
otorgue un lugar de relevancia al análisis del Atlántico Sur como espacio estratégico
fundamental para la Argentina.
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