Download - Perspectivas Sobre La Metafora
JuanRivano
PERSPECTI\¿TSSOBRE tA
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METAFORA
I- '¡Ñ. ,,/ EDJTORIAL UNIVERSITARIAI
I.Ii
f@qti[¡\t t lJ ú ll @ EDiToRIAT- UNtvERstTARtA. t,)^(.
lns(ripción N'6t. lJ(,Derechos txciusivos ¡eserv¡dos p¡r! tudos trx p¡riser
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Se terminó de imprimir esta 1" edición€o los ralleres de EDrroRrAL uNrvERsrrARrA
San Francisco 454. Santiaso de Chiteen el mes de asosro d€ 1986
Uso de ventana cu¡driculada en cl d;bujo de paisaje
' (R¿ld sislo XVIlrI
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. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE
JuanRivano
KSffiKSXSKCKX1}ES
SffiWKffi K"A
MKK*WffiKA
EDITORIAL UNIVERSITARIA
INDICE
l. Empleo usu:rl y cmpleo inusual de ias palabras2. Definición a¡istotélica dc Ia metáfora
3. La net¿ifbra como analogía4. T-¡ rnc¡rili,r¡ ci¡mo enirlr¡ir5. La metáflra como nombre de lo que no
riene 0ornbre
6. La extensirin mcralórica7. Me cálora y perspectiva8. La cucstión de las mctáfo¡as muerras
9. Me táfora y olvido10, Meráfo¡a y supuesro
11. Meráfo¡a e intcracción12. Metáfo¡a, significaclo y verclad
13. Concepción pra¡¡mática versus concepciónsemántica dc la ¡¡etáfora
14. La metáfora como arr¡a rerórical!. Vino nuevo en odres viejos16. La metáfora como símil17. Met¿ífo¡a vcrsus sí¡nil18. Del símil ¿ la metálo¡ai9. Los dos línites del habla mctafórica20. Metáfor¿ y rcpresir'rn
21- Krauss ve¡sus F¡eucl
22. Me táfctra y bisociación
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23. Bisociación y concepción pragmática d.e lametáfora I l9
24. Bafteld: eJ argumento conrra la li¡eralidadoriginal
t zJ25. Literalidad'en las cosas' y 'en las afecciones del
alma' 13026. La metáfota desde el punto de vista de la psicología
del desa¡¡ollo B627 " Metáfora: Impertinencia semántica y ,.equívoco
categorial" Á328. La meráfora desde el punro de visra
neurofisiológico 156
Camello de arraúales
ángel del pobre
en ta caja Je mzwen
los ruiseñores
Alberto Urbina, OncaNntzno
i
1. Enpleo usual y empleo inu¡ual cJe las palaltras
En Poética, int¡oduce A¡istóreles la metáfo¡a como utra espe,cie de las pal:tbras que llamamos susrantivos o nomb¡es. Ladivisión quc hacc pretende ser complcta; pero oo se ve qr-récriterio haya empleacio al hacerla, si rie¡e sencido ¡rr",anj",que hay un criterio. IJe acuerdo a est¿ división, los nombrcs ost¡sc¡nrivr¡s Jcl¡en scr sicm¡,re: u r ft le palrbra rrsual quenomb-r¿ la cosa, o (2) una palabra cxrranjera, o $) unametáforaj o (4) una palabra ornamental, o ()) una palabraacuñada, o (6) una palabra elongada, o (7) una palabraacortada, o (8) alterada en la formai.
Estas distint¡o¡rcs debieron t1c rer aparcnrcs e imporrantesen la época y lugar en que se hicieron. Ciertome.rte, imporrantambién en leriguas como la nuesffa. Sólo que ahora, tal vez,no ha¡íamos exactamente las mismas ¡i se¡ían éstas las únicasqueiaríamos. Por ejemplo, Aristóteles dice que una palabrase elonga susrituyendo una vocal corra por una larga _esdecir, la palabra elongada depende de una dife¡enci-a en lasvocales quc no existe en nuestra lengua. pero, también. sealargan las lral¡br¡s inserr¿nclu o agrcg,rndo una s¡lab¿. ynosotros hacemos algo así cuanclo designamos la cosa conc.lim¡nurivos. iturncntJf rvos. despect ivos, etc. por e¡ern¡lo.
I Poétira, t4i1b, l-4.
ll
"¡nuje¡cita," "much¿chóo," "homb¡ezuelo. " Y las aconamostambién haciendo apócopes
-como "diz" por "dícese,"
"cuan" po¡ "cuanto"- ab¡eviando *como "etc. " por "etcé-
tera", "m" por "mer¡o"- y condensado -como
"hidalgo"por "hijo de algo", "antaño" por a te dn um, "presrímano"
por "presto de manos".Sobre las palabras acuñadas dice A¡istóreles que son "nom-
bres que, siendo del todo desconocidos enrre la genre, sonasignados por el poeta mismo". De esra especie de palabrasson "hetaírica" (de heraira = cortesana), "báquico" (de Baco),"fídico" (de Fidias), "tripentálico" que emplea Ped¡o A.Gorzílez y hay muchas y de varias especies diseminadas enlas ler¡as latinoamericanas. Y, a propósiro, acuñadas sontambién en nuestra lengua palabras como "Latinoamérica",''Hispanoamérica",'Ibe¡oamérica", "Indoamérica", "Suda-
mérica" y "Suramérica", que se emplean alte¡nativamentcpara nombrar la pa¡te su¡ de nuestro conrinente. Todas ellasson, en efecto, acuñadas; y el auror que emplea una cualquie-r¿ no va a emplear las orr¿si porquc tiene r¡zones pJr¿
emplearla que son ordinariamente incompatibles con las
razones que rienen los autores que emplean las otras. Lapropaganda, la promoción social, las ideologías recurren conf¡ecuencia al expediente de las palabras acuñadas. "subdesa-¡rollo" es un buen ejemplo por la amplitud que ha logrado suaplicación y por la índole, por decirlo así, bautismal y súbitade su origen. Si se hubie¡a preguntado a un gramático,previamente, por el sentido literal de la expresión "subdesa-
rroilo hubrrrd respondido quc no riene ninguno y c¡rrc es. ¡urel contrario, un disparate.
Sobre las palabras extranjeras dice Arisróreles que son "las
que se usan en orra pa¡re"; por lo que resulta obvio que las
mismas palabras son usuales o extranjeras según el lugar en
12
que se las emplee. En ouestra lengua rambién hay palabrasque significan algo en otra parte y que se emplean entrenosotros a pesar de <¡ue disponemos de palabras usuales quetienen igual denotación. "Film" es un ejemplo de estas pala-bras, que se emplea en lugar de "película". El que las palabrasextranjeras se tornen usuales es un buen argumento en pro delconvencionalismo, excepto cuando dichas palabras nombrancosas que no rienen nombre usual en nuestra lengua. Sobre laspalabras extranjeras valen muchas consideraciones que Aris-tóteles no podía hacer, porque en su riempo no valían. Laciencia y la tecnología se han desarrollado hasta un punro enque la oposición "usual-extran jero pierde sentido para ellenguaje que aquéllas emplean. Ta¡nbién, el desa¡¡ollo de losmedios de info¡mación y comunicación tiene por efecto lainstalación cada vez más extensa de medios lingúísticos ho_mogéneos. Los irlperios modernos, asimismo, son un instru-mento ideológico y polírico de iguales logros. Una fuentepermanenre de palabras "exrrañas" que Aristóteles tampocopodía tener en cuenta es la condición actual de la lengua queél mismo hablaba, que pa¡a nosorrosj además de exranjera,es una lengua muerta. En esta fuente tienen la ciencia y larecnología modernas el silabario mismo de su terminología,que es así a la vez extranjera y acuñada.
Sobre lar palabr.rs en uso ornamenral, Arisróreles no hacemás que nombrarlas. También las hay en nuesrra lengua. Enel vocarivu, por ejem¡lo. es comun ¿gÍegü a Ia palabraprincipal otras que son puro adorno. En el encabezamiento decartas comerciales, comunicaciones administrativas, etc,, elvocativo entero
-"estimado señor", "distinguido señor",
etc.- se puede considerar puro ornamento, Los títulos.también, que se agregan al nombre de las personas que losostentan producen, especialmente si son muchos, el senti-
r3
miento de un logro sin más objetivo que el ornamento.
De las palabras que Aristóteles llama "palabras alteradas
en la forma" dice que son aquellas en que una parte es dejada
como era y otta es creada por el poeta. También hay palabras
semejantes a éstas en la lengua que hablamos. Incluso, a
veces, se multiplican como una peste. La misma partícula"sub" que con tanto descaro lingüístico como acie¡to ideoló-
gico se antepuso a la palabra "desarrollo" para acuñar "subde-
sa¡rollo" es empleada casi como un baldón inexorable e¡¡elación a los países del Ilamado "Tercer Mundo". Así, son
f¡ecuentes expresiones como "submental", "subcultura',''submundo", "sublite¡atu¡a", etc. , hablando de estos Países.
También vale algo parecido eotte los "países subdesa¡rolla-
dos" en lo que respecta al empleo de palabras con la anteposi-
ción 'mini". Donde todo es "sub", todo es "mini". Y vice-
vetsa,
La distinción que Aristóteles parece tener en vista al hacer
su clasiflcación de los nombres en el pas ie cita¿o de su P\ét tcd
se reficre a las palabras usuales y a las que no lo son. En csta
segunda categoría estarían todas las pa¡tes de su división con
excepción de la primera, la de las palabras usuales. Así,
palabras usuales versus palabras inusuales sería el marco
general de su clasificación. Pero hay otra distinción que
importa más aquí y que se refiere no al ¡tatu¡ de las palabras
-éstas usuaies, éstas inusuales sino al modo como las
empleamos. Porque debemos distinguir el cmpleo usual <le
las palabras -cuando
las empleamos para designar las cosas
que ordinariamente designan- de su empleo inusual. Como
es evidente, esta distinción no cr¡bre todas las especies que
Aristóteles enume¡a en su división. No se puede decir de una
palabra elongada que está empleada en sentido inusual, por-
que es elongada. Ni de un apócope se dirá que, por serlo, es
t4
una palab¡a empleada de modo inusual. Una cosa es que "diz"
sea una palabra inusual; y ot¡a que sea empleada de modoinusual. Y lo mismo vale para las palabras extanjeras, las
acuñadas y las alteradas. "Film" no es empleada inusualmentecuando la empleamos en h.rgar de "película"; la palabra "fi1m"
puede considerarse inusual, pero no su empleo.La distinción empleo usual versus empleo inusual se aplica
a una misma palabra. Cuando, por ejemplo, digo: "Anoche
luimos a ver un fi1m", la palabra inusual "fiLr" está empleada
de modo usual. Cuando, empero, digo: "Tengo un filmmetido en la cabeza", la palabra inusual "fihr" está erlpleadaiuusualmente.
De la división que Aristóteles nos ofrece en Poíita y que
detalla¡¡os al comienzo, sólo tres partes parecen responder a
la distinción que estamos cxaminando- Estas partes son: Ias
palabras usuales y, en oposición a éstas, las metáforas y las
palabras ornamentales. Estas t¡es divisiones se refie¡cn a las
mismas palabras que (según se empleen de mocio usual) caen
en la primera parte de la división o (segírn se empleen de
rnodo inusual) caen en la tercera parte o en la cua¡ta.
Cabe preguntarse, sin embargo, si las palabras ornamenta-les caen en la categoría de palabras empleadas de modoinusual. Porque, .'cómo podrían ser un ornamento las pala-
bras si no por Io que usualmente significan? Si, por ejemplo,alguien encabeza una carta dirigida a ot¡o con la expresión"Esti¡¡ado seño¡" tenic¡rdo para sí que al tal seño¡ no loconoce siquicra y que mcnos puedc así estinatlo, habiendored¿r I ¡Jr ' t l vLr(.rr rvo ('n ¡alr) rrrmr nos nor pur() urndmcnto,se puede rcplic:rr que no Irubiera poclido ad¡¡rna¡ así el vocati-vo si no firc'¡a por el significado cle la palabra quc lo adorna.
Puedc, ciertanrcnte, considerarse toclo ornamen¡o como adi-tamento supcr{1uo y vano; así y todo su papel de ornanrento,
tt
de palabra ornamental, no podría cumplirse si la palabra no
apuntarJ a lo que usualmente apunta' A ,^l aonriáar"aión le aguarda un¿ resPucsra inrnediat¿
desde la parte conrra¡ia Porque dirigirse con el vocativo
"Estimado señor" a quien no se estima, ¿no es emplear la
palabra "estimado" de forma inusual? Por la cual respuesta
u"-o. qrr. ya en el empleo ornamental de las palabras se
-""in"t,^ ino tensión entre dos empleos' el usual y el
inusual. Porque, ¿quién negatá que al adorna¡ el vocativo con
l.r.i-"¿o" i"p"nd"*ot esencialmente del empleo usual de
"estimado" ul tie-po qt'" tto podemos lograr ningún adorno
sin emplearlo inusualmente?
L^ importancia y la especificidad de la distinción que
estamos fonsiderundo se mr'restra, ¡ror ejemplo' en ^gustín
cnu.,do, ,"fi.ié.,dose a los tropos y a las figuras retóricas' dice
"r,a "uá, qo. lu no¡3 ¡¿¡¿q¡q¡l5tica del habla retórica consiste
;;;;;";."* ".on la intención" de que se eotienda otn2
Vemos, aclemás, que para este autor el empleo inusual de las
palabras --de Ia especie que encontramos en la ornamenta-
iió., y "n
lu m"táfora- conlleva esa tensión de que hablamos
y q.,J ¿t i¿.n,in.u.on la expresión "intención"' En el empleo
i.,irr,.,ut d. las palabras, propio de los tropos y figuras de la
,..Ori.o, ,".oÁbinan los dos empleos: el usual y el inusual
La distinción que estamos examinando no cs' pues' slm-
ple. La primera operación' empleo usual, puede obrar por sí
;;i^. t;" la reg.*du, empleo inusual (o retórico)' de algún
modo esenciul Jepende de la primera para lograr su obietivo'
En el caso de la palabra ornamental la dependencia es formal'
Pero en el auro d. Iu figura retórica el ernpleo usual y el
2 on cbú:¡ian Doctrine, Book llf' chap 37.
tl]
inusual están implicados en una dinámica que constituye Iaexpresión retórica misma; Decimos una cosa con la intenciónde decir orra. Este "decir otra cosa" es lo que se conoce como
el empleo oblicuo de las voces -o
empleo indirecto, o
empleo figurado. Decir la cosa que ordinariamente se dice es,
por el contrario, el empleo recto de las voces- o empleo
lite¡al. En el habla retórica -podemos
decir siguiendo a
Agustín y aprovechando esta terminología- nos propone-
mos significar figuradamente por medio del significado li-te¡al.
En este punto, produce ya algún resultado preguntarnos
por qué. De acue¡do con su etimología, asociamos la expre
sión "retórica" con el lenguaje propio de los discursos. En
especial, los discursos dirigidos a una muchedumbre. Esta
representación se ptesta a la comprensión del habla retórica y
su modo indirecto de significar. El discurso dirigido a mu-chos busca la convergencia de pareccres dispersos y diferen-
tes. Para cllo tie¡e que desarrollar tácticas que van desde el
ent¡etenimiento a la persuasión, desde Ia censura a la alaban-
za; todo ello sin perder nuoca la convergencia de pateceres
dispersos y diferentes. Mantener a toda costa esta convergen-
cia es esencial al discurso retó¡ico. En estas condiciones, se
entienden algunas funciones de la figura retórica. Ante todo,
el empleo figurado de las palabras tiene cl Propósito de
incorporarnos al discurso y hacernos participar en é1. Median-te el enigma del sentido oblicuo, que debemos descubrir bajo
el sentido recto o literal, se logran dos comportamientosesenciales de la muchedumbre que escucha: de una parte, laatención convergente; de Ia otra, la participación en el argu-
mento, parricipación que es un agen(e seguro de persuasión.
Decir r.¡na cosa con la intención de significar otra cumple
orras funcioncs en la situación retórica. También éstas han
t1
sido señaladas desde antiguo. Por ejempio, la función estéti
ca. ¿Qué hace el a¡tista plástico sino decir una cosa con
ot¡a? Po¡ ejemplo, el pintor "dice" la profundidad con el
ángulo, con la textura, la composición, la luz o el contraste.
Así, diciendo una cosa con ot¡a, el retórico i¡troduce el a¡te
en el discu¡so. A Io que hay que ag¡egar que -y
cn esto el
¡etórico es como el poeta- no dice algo en un medio hetero-
géneo, sino que, en el mismo elemento de las palabras,
emplea unas para significar otras. No hay gue escuchar
discursos y basta oír habla¡ de esta función estética del
discurso retórico para saber hasta qué punto pende el retórico
de las figuras que emplea y cómo serán éstas una medida
inmediata y segura de su senrido del decoro, su gusto,
talento, elevación y penetración. Hablando, por ejemplo, de
la metáfora, dice Aristóteles que "confie¡en al estilo claridad,
encanto y distinción como ninguna otra cosa puede". Yhablando de la metáfora y el epiteto dice que "deben ser
adecuados, lo que significa que deben corresponder con juste-
za a la cosa significada", porque "no lográndolo su impropie-dad queda a Ia vista"¡. En csta adecuación de la metáfo¡a
encuenrra Aristóteles una de las claves para aquilatar el gusto
en el lenguaje. El juicio sobre el gusto metafótico se centra en
si la metáfora es adecuada o no. "Las metáforas, como otras
cosas, pueden ser inapropiadas. Algunas porquc'son ridículas
otras (porque son) grandiosas y teatrales en demasía"4.
Los pasajes citados de A¡istóteles se avienen ¡ambiéo con
lo que dice Agustín sobre "deci¡ una cosa con la intcnción de
que se entienda otra". Para Aristóteles, la metáfora debe sct
' Rctór;.a, 1405",8 ^ 12.a Rtt,i,ic", t4ts6.
IB
adecuada, es decir, "corresponder con justeza a la cosa signifi_cada'. La meráfora, enronces, significa como significan laspalabras ordioarias. Con la dife¡encia de que no llegan demodo ¡eco a lo significado. ¿Qué puede enronces que¡e¡decir correspondencia, adecuación o propiedad de la metáforaen Arisrótcles sino una relación de justeza, congruencia,coincidencia, erc., enrre Io que decimos directamente y algoque indirecramente inrenramos decirl Si digo,,mariposa deeosueño" nombrando a una mujer adorable, estoy empleandoesta expresión cle modo inusual. Digo una cosa con la inten,ción de dar a entende¡ or¡a. El canon aristotélico del gusrometafórico exige que la metáfora sea adecuada - <iue enalgún sentido la expresión "mariposa de ensueio" tomadaIiteralmentc co¡¡esponda a una mujer adorable; porqr.re esa csla intención del poeta: significar una mujer adorable.
2. Defiúrión aristltélica de la netáfora
Aristóteles define "meráfora' cie acue¡do ¿ la sisuiente estra-tegia: da primero el géncro; y luego, en lugar dja diferencia,especifica, enumera las especies de metáforas. ,,La
metáfo¡a,,,dice, "consiste en da¡ a la cosa el ¡ombre que perrenece aotra". E in¡¡ediatamenre agrega que esta transferencia denombre procede "desde el género a la especie, desde la especieal género, desde la especie a la especie, o por razón deanalogía"5. Por los ejernplos que da, vemos que Arisrórelesconcibe la meráf-or¿ con mucha más extensión dc la queimplica su misma dcfi nición; y rambién con más extensión de
' Pa¿tK,t, I45lb l -tO.
19
la que usualmente se atribuye a la metáfo¡a en los ma¡uales
de ¡etórica. La primera especie de metáfora -la
que va desde
el género a la especie la ilustra A¡istóteles con la frase "allí
se encuentra mi barco", con que informa del paradero de su
nave Méntor a Ulises en la )di¡ea. ¿Dónde está aquí la
metáforaa En primer lugar, no se ¡efiere al nombre, sino al
verbo. La expresión "se encuentra", señala Aristóteles, no es
el nomb¡e propio de Ia posición del ba¡co de Méntor. El
nombre propio es "se encuent¡a anclado", que constituye una
especie del género "se encuentra". Así, cuando digo "allí se
encuentra mi barco" me exPreso metafóricamente : digo el
¡¡énero en lugar de Ia especie. Pot otra parte -ilustrando
la
metáfora "especie en lugar del género"- cuando en la escena
en que Ulises silencia y castiga a Tersites6 comenta uno e¡trela multitud que el héroe "ha foriado diez mil bt¡enas accio-
nes", "diez mil está empleado en sentido metafórico; porque
no se quiere significar "diez mil" sino la expresión genérica"un gran número".
Como se ve por el ejemplo que ofrece Aristóteles para
ilustrar la primera especie de metáfora, este ropo no se aplica
únicamente al nomb¡e , sino también al verbo (o más propia-
mente al predicado). De esto teodremos ocasión de tratar más
adelante. También, por el segundo ejemplo, vemos que la
noció¡ de género no es la habitual. Si "gran número" es
género de la especie "diez mil" es claro que, por lo menos,
todos los números mayo¡es que el número 10.000 serían cada
uno una especie del género. Así, "gran ¡úmero" seria un
genero compuesto de infiniras especies.
También la mayor amplitud o extensión de Ia noción de
metáfora en Aristóteles, con relación a la noción tradicional,
6 llia¿,x, Caoro rl.
20
se muestra ya en esras dos primeras especies. porque deacue¡do a la t¡adición no son éstas cspecies de metáfora sinode sinécdoqr.re. Es de la sinécdoque que decimos, enr¡e or¡asdeterm inaciones, que es la figura que altera la extensión delas voces yendo del género a la especie o de la especie algénero. Decir "ame¡icano" por ,,estadounidense,'
es sinécdo_que de especie a género; y decir "yanqui" por .,esta,Jouniden_
se" es sinécdoque de genero a espet ie.Más compleja ¡esulra la te¡cera especie de meráfo¡a
-deespecie a especie. Los eiemplos que pone Aristóteles nopueden trasladarse exacramente a ouest¡a lengua. Los tomade Empédocles. T¡atando de const¡uir algo que haga valer elprincipio <¡ue importa, proponemos: "desnuda¡ al campo decizarias l limpiar las paredes del museo . De d(uerdo conA¡istóteles, en el primer caso "desnudar" está por limpiat; yeo el segundo, "limpiar" por desnuda¡. Además, ..desnuda¡'
y "limpiar" son especies del género "quitar". Lo que primerollama la atención es la relación recíproca en que se encuentranambas mctáforas. En el caso de las dos primeras especies,Aristóteles ofrece un ejemplo para ilust¡a¡ cada una. pe¡oaquí ofrece dos, y (los de él) he¡mosamenre ¡elacionados.¿Quiso parear dos ejemplos de metáfo¡as recíprocas con elsolo propósiro de recrearnos o quiso, pof el contrario, ilusrrarcon los dos ejemplos así ¡elacionados un principio de lametáfora 'de especie a especie' y que diría que dos especies delmismo género pueden emplearse, indistintamente, una co-mo metáfo¡a de la otra? Y en verdad, la figura de las especiessubordinadas al género y coordinadas entre sí tendrá quehace¡ de esre principio u¡a obviedad. Si la especie A puedeemplearse como uoa figura metafórica de la especie B, ¿quéimpediría en principio, y en términos de las ¡elaciones eqtreespecies y géneros, que la especie B pueda desempeñarse
21
como metáfora de A? Además, ¿ no es el género que compren-
de A y B una garantía suficiente para que ambas especies, a
t¡avés de la identidad del género presente en ambas, se
reflejen por decirlo así recíprocamente?
Este tema cob¡a nuevo interés cuando consideramos 'géne-
ros inaccesibles', es decir, conceptos que aún no experiencia-
mos como tales, como la totalidad y síntesis de sus especies.
En este caso, la ¡elación metafó¡ica de las especies brindaría
una ¡uta de acceso al género. Paul Ricoeur, t¡atando de la
imaginación y la metáfora, da lugar a una consideración de
esta especie en términos de una ''tensión entre identidad y
diferencia". El género inaccesible estaría, en una primera
fase, fuera del alcance de nuestro entendimientó y las especies
permitirían i¡ descubriéndolo mediante este juego dinámico
de la identidad y la diferencia. La figura de un género
inaccesible puede representarse con la imagen de un punto de
convergencia fuera de un marco o un pizarrón. No hay pues
una relación di¡ecta o despejada hacia el género (el concepto);
y no tenemos mrís posibilidad que hacer su experiencia en el
nivel disperso y muchas veces incompleto de las especies.
Esto significa una experiencia como encab¡itada ent¡e los
polos de la identidad y la diferencia que -según
piensan
algunos inspirándose en Kant se aviene con Ia facultad
imaginativa que media y esquematiza la relación ent¡e la
sensibilidad y el entendimiento (entre la diversidad material
de lo sensible y la unidad fo¡mal del conceptoT¡.
La metáfo¡a'de especie a especie'así como es introducidapor Aristóteles deja sobreentendido y como de suyo el géne-
¡o. Guiándonos por Ia definicióo, poco o nada tendríamos
7 Paul Ricoeur, Tbe Metatbaical Prccen at Cognirion, lnaginatnn an¿
22
que decir sob¡e lo que llamamos aquí "género inaccesible".Son los ejemplos que ofrecc Aristóteles Ios que sugieren laidea, siquiera, de un género que no esrá inmediaramente a Iavista y que se hace sentir por primera vez en la convergenciametafó¡ica de las expresiones. También, se puede recurrir a lanoción de "distancia" de las especies que la metáfora "aproxi-ma" por el expediente retórico de nomb¡ar una con la inten-ción de da¡ a entende¡ la otra. Ricoeu¡ asigna a la imagina-ción esta capacidad de aproximar lo disrante. Sólo una facul-tad que comprenda a la vez lo diverso y la unidad, lo diferentey la identidad, puede
-según este autor- implicar en una
misma experiencia l¿ disrancia y la proximidad de las espe-cies. Tal facultad, dice Ricoeur, es la imaginación segírn es
descrita por Kant en su Crítia d¿ la Razón pura.
) . La metáfora conto an¿tlogía
Es la cua¡ta especie de meaáfo¡a que enumera Aristóteles laque atrae más la atención de los autores que lo comentan, lameráfora " poi razón de analogía". Aristóteles nos dice que lametáfora por analogía "es posible toda vez que existen cuatrotérminos ¡elacionados de tal manera que el segundo (B) es alprimero (A) como el cuarto (D) es al tercero (C)". No nos diceque no haya otras situaciones en que sea posible. En cuanto ala metáfora por a¡alogía tampoco nos dice (en esre pasaje, porlo menos, aunque lo implica en otros, como ya veremos) quées sino cómo se fb¡ma. La fo¡ma, podríamos decir, canónicade la merhfor¿ es Ia que se consrruye inte¡cambiando los¡é¡minos B y D de Ia proporción. En el ejemplo que ofreceAristótelessctie¡e: A : Dionisos, B : Copa, C - AresyD= Escudo. Así, la proporción se lee; La copa (B) es a Dionisos
27
(A) como el escudo (D) es a Ares (C). De esta 'proporción' o
analogía obtenemos por intercambio: El escudo es a Dionisos
como la copa es a Ares. A¡istóteles dice que ambos términos,
B y D, se emplean metafó¡icamente al ser intercambiados. La
forma canónica de la metáfora puede considerarse_ además
como una mat¡iz o artefacto que permite construir muchas
metáforas. De estas írltimas son las metáforas que Aristóteles
llama metáforas cualificadas (o modificadas). Por ejemplo, si
el escudo es a Dionisos como la copa es a Ares, puedo entonces
combinar los términos en genitivo así: "EI escudo de Dioni-sos" y "La copa de Ares".
Otros cuatro términos que forman analogía y que A¡istó-
teles ofrece como ejemplo son el día (A); el ocaso (B), Ia vida
(C) y la vejez (D):". .. Para tomar ot¡o ejemplo: como la veiez (D) es a la vida
(C), así es el ocaso (B) al día (A). De acuerdo a esto se puede
desc¡ibi¡ el ocaso (B) como 'la vejez del día' (D * A) -o
de
acuerdo al equivalente en Empédocles, la vejez (D) como el
'atardece¡' o el 'ocaso de la vida'(B + C)"8.
Como se ve, lo que Aristóteles llama cualificación (o
modificación) de la metáfota analígica se parece a las opera-
ciones que aplicamos a las proporciones matemáticas. De A:B: C:D, en efecto, se tiene una se¡ie ilimitada de ¡elaciones de
forma:
AD: BC; A+B
Pero, mientras Ia proporciónequívoco sobre las relaciones'proporción ar'alógica' carece
u Paótia, l4tiÉ, 22-6.
24
r¡atemática no deja lugar a
derivadas a que da lugar, lade esta exactitud. Podemos
suponer que, en la medida en que la proporción analógica seaproxima a la exactirud de la proporción maremárica, másnume¡osas, exactas y adecuadas soo las metáfo¡as cualificadaso modificadas que se obtienen de ella. Es con este idealmatemático en vista, seguramente, que Aristóteles advierteen Retórica, que las meráforas deben ser adecuadas, es decir"cor¡esponder con justeza a la cosa significada". Desde luego,Ia metáfora no puede más que imitar la proporción matemáti-ca; si llegara a identificarse con ella, en ese mismo punrodejaría de ser metáfora. Sin embargo, parece que riene senri-do hablar de ur\ zptim/{ metafo¡ico eo que la a¡monía de lapruporc ión es m¡xima. Arisroteles se representa esre ¿plinllcomo esos rérminos medios de los que nos alejamos igual pordelecto que por exceso. "Sr se quiere hacer un cumplido".dice, "se debe toma¡ la metáfo¡a de algo mejor en la mismalínea; si se quiere despreciar, de algo peor". De donde podría-mos inferir que la metáfora puede se¡ laudatoria o peyorativasegún nos alejamos a un lado u ot¡o del límite en que es justa.Aristóteles toma aquí ejemplos de metáfora 'de especie aespecie' -decir "mendigar" por "rogar'' es peyo¡ativo; decit"rogar" por "mendigar" es meyorativo; y ambos, "mendigar"y "togat", son especies del género "pedir".
Pa¡ece también evidente que lo que vale de especie aespecie vale también para la meráfo¡a por analogía. porejemplo, no es lo mismo toma¡ de Ares atriburos merafóricospara Dionisos que toma¡ de éste at¡ibutos metafóricos paraA¡es. De donde ¡esulta que la analogía para Ares y Dionisos,de la cual extraemos metáforas por cualificación, no es todo lojusta que pudieran requerir los interesados. por ejemplo---empleando, con alguna licencia, el género como referenciaen este caso de metáfora por analogía- podemos convenirque tanto l)ionisos (la orgía) como Ares (la guerra) traen
2t
consigo el desorden Seneral. Pero el desorden general orgiás-
tico y el bélico son especies que distan mucho entre sí para
una aproximación metafórica adecuada. Es así que un princi-
pio de desorden general diferente y situado entre la orgía y la
guerra sería una metáfora mejor recibida por ambos extremos
y que produciría a su vez mayor número de metáforas de esas
que --{on la terminología de Aristóteles- se obtienen Por
cualifi cación o modifi cación.
Esto se puede ver considerando las metáfo¡as cualificadas
que el mismo Áristóteles produce a partir de la analoSía ent¡e
Dionisos y E¡os. Deci¡ "escudo de Dionisos" como si el
mismo Dionisos, ebrio y chusco, exclamara alzando la coPa:
¡El escudo de Dionisos!- puede pasar, dado el carácte¡
chusco de la metáfora. Pero "la copa de A¡es" ¡esulta una
metáfora peregrina para su escudo.
Y lo mismo vale para este eiemplo si consideramos Ia
seg,.,nda forma de metáfora cualificada que Aristóteles con-
signa y que procede no por'adición'sino por 'sustracción' (lo
gue significa que al aplicar e[ nombre metafórico podemos
dar a entender que lo es sustrayendo algírn atributo que Ie
correspondería si su empleo fueta literal). Aristóteles cualifi-
ca por negación así sobre la "copa de Ares" (es decir, su
escudo): "copa q|/e n0 c0 tiene uino"; donde se ve una vez más
quc la analogía metafórica eotre Dionisos y Ares es más para
burla que para elevación.
Shakespeare es un auto¡ fecundísimo en figuras metafóri-
cas cuya adecuación se entretiene él mismo en demost¡ar con
variedades increíbles de cualificación. Considéresc, entre
cientos, el pasaje en que se anuncia ya el asesinato de Banquo
planeado por Macbeth. La analogía es entre los cuatro térmi-
nos; Bien, Mal, Día, Noche. Pe¡o habiéndose hecho obvia ya
y sabida por todos, se encadena con la nueva analogía de los
26
té¡minos: Día, Noche, Ojos, Venda. Lady Macbeth quiereiomiscuirse en la conjura, pero Macbeth la ¡ehúsa con u¡equívoco (antífrasis o ironía) que alcanza las altu¡as de lasublimidad: "No te manche su conocimiento, mi palomira".Los ojos son al día, como la venda a la noche. La venda de lanoche y los ojos del día. La noche, venda al día. Los imperati-vos del bien so¡ las lumioarias del día. La palidez en el rosrrode Macbeth es el languidecente vínculo con el bien que se
desvanece con la luz del día. Los pájaros de la ¡oche son lametáfo¡a siniestra de la vileza, etc. Macbeth impreca a través
de un derroche metafórico:"¡Ven, noche cegadora! ¡Venda los tiernos ojos del lasti-
moso día, y con tu mano invisible y carnicera anula y despe-
daza este gran pacto que me hace aún palidecer! Agoniza laluz y el cuervo dirige su vuelo hacia el bosque agorero. Las
cosas buenas del día se adormecen y esfuman mient¡as los
negros agentes de la noche se alzan sobre sus presas..."e.
4. La metáfora cono eni&mct
Aristóteles se refiere a un empleo de las metáforas que,también, ha cnconrrado mucho reconocimienro en los quehan escrito después sobre las figuras retóricas. Se trata de su
empleo "para dar nombre a cosas que fio lo rienen", Atistóre-les aconseja que, con tal objeto, "no se obtengan metáforas de
cosas remotas sino próximas y emparentadas, de modo ral queel patentesco se perciba claramenre ran pronro se han dicholas palabras". A este respecto, ejemplifica con una adivinan-za: ''Un hombre pegaba bronce con fuego en el cuerpo de
e Macbeth, Acto J, Escena 2.
27
otro". La solució¡ del acertijo es: "ponía ventosas"; y en é1,
"pegar" es nombre metafórico para la acción dc aplicarlas."Las buenas adivinanzas", dice A¡istóteles, 'nos p¡opor-
cionan metáforas satisfactorias: porque las meráforas impli-can acertijos, y por tanto un buen acertijo puede suminist¡a¡una buena metáfo¡a"ro. La ¡elación aquí observada entremetáfo¡a y acertijo se puede verificar a gusto en las manifesta-ciones populares de este juego. Por ejemplo, la siguiente, en
que la analogía (,A, B, C, D) que ofrece Aristóteles como una
mat¡iz metafórica se¡ía (Fuente, Avellanas, Cielo, Estrellas):
Una fiente de auellana¡
qze en e/ lía u recogen
y en /a noche ¡e d¿t"ranan.
Para deducir "Cielo estrellado", que es la respuesta a laadivinanza. combinamos la analogra antenor con otra en que
uno de los términos ca¡ece de nombre, el cielo nocturno. Así,tend¡íamos: (Día, Cielo, Noche, X). Deduciendo de esta
irltima "Cielo estrellado" y sustituyendo en la primera, que-
da: (Fuente de avellanas, Avellanas, Cielo Est¡ellado, Est¡e
llas) con lo cual la adivinanza está ¡esuelta. Otro ejemplo que
puede rrararse también con las nociones de analogía metafóri-ca y cualificación, es el siguiente:
Pau bailar Lte pongo la capa;
Para lnilar me la uzelaa a qritaqPorque no pzedo hailar cox la capa;
Y sin /a capa no p*da bailar,
En este hermoso ejemplo de ace¡tijo popular queda más a Ia
vista el mecanismo con analogías. No es como la proporción
'n Rüótita, l4or' .
28
matemárica en que podemos dete¡r¡ioar una cantidad enfunción de las ot¡as t¡es. En el acertijo que se funda en unaanalogía, son dos los términos conocidos, "capa" y "bailar,,; yhay que determina¡ Ios otros dos con ayuda de aquéllos y lascu¿li[ic¿crones meraforicas. Un po(o como esds c(uacionesindeterminadas. Aquí tenemos "capa" y "bailar" más dospares de opuestos esrructurados en descripciones que Aristó-teles llama¡ía "de adición" y "de sustracción": bailar, no-bailar, poner, quitar. Los dos ré¡minos y las metáforas cuali-fic¿das son los unicos d¿tos. No hay una respuesta exacra a
partir de ellos y no nos queda más método gue tantear. Enverdad, así ocurrió rambií'n en el ejemplo anterior: la segun-da analogía (Día., Cielo, Noche, X) era, en verdad, (Día, y,Noche, X). Tuvimos que barrunta¡ Y=Cielo, lo que no eradifícil. En este segundo caso, la indeterminación es aparente.Además, el apoyo que podamos recibir de las metáfomscualificadas no parece nada de seguro, tan paradójicas se
mucstran. ¿Capas y bailes? Torero. ¿Bailar con y sin la capa?
¿Ante el toro? ¿Ante una manola? Metáforas para bailar-.. ¡Eltrompo! La analogía sería: (Bailarín, Capa, Trompo, Sogui-lla). Uno se saca la c apa paraL>ailar. I nmediatamente viene elejemplo de A¡istóteles de cualificación por adición y po¡sust¡acción. Adición: El bailarín, como el ¡¡ompoj se quita lacapa para bailar. Sustracción: Pero el trompo tiene que ponér-sela antes de empezar: "Sin la capa no puedo bailar", tal como"la copa de Ares", metáfora del escudo, "que no co¡rtie¡evino".
De esta forma, descubrimos algunos principios de losacertijos con analogías: (1) Sólo se dan dos té¡minos de laanalogía (en general, los dos empleados como meráfo¡as); (2)Se agre¡¡an meráforas que se obtienen por adición y susrrac-ción, La sustracció¡ sola da a la adivinanza el aspecto de
29
enigma. La sust¡acción combinada con la adición' el aspecto
de cont¡adicción o Paradoja.
Un análisis segl¡ramente más elegante y con 'razones en
serie' puede hacerse de la famosa pregunta de la Esfinge a los
tebanos: "¿Cómo es que andas en cuatro patas en la maÁana,
en dos al mediodía y en tres por la tarde?"
1 . La metáfora c0m0 nlntltre de lo que no tiene
nombre
Volvamos a los términos sin nombre Tratando de responder
a la pregunta: ¿Por qué recurrimos al empleo metafórico del
lenguaje -porque,
por ejemplo, en lugar de decir lite¡al-
mente "adorable mujer" decimos "mariposa de ensueño2", se
han adelantado diferentes respuestas, de las que destacamos
aquí tres: adornar con vistas a complacer; disf¡aza¡ con vistas
a persuadir y comparar con vistas a nomb¡ar lo que no tiene
¡ombre . Como diiimos, esta última explicación tampoco era
extraña para Aristóteles. Tanto es así que la incorpora sin más
comentario en sus esc¡itos sobre la metáfora, dando por
descontado que muchas veces "nombramos una cosa con el
nombre de otra simplemente Porque no tenemos otra posi-
bilidad de nomb¡arla. Lo que importa retener aquí es que el
¡ecu¡so de nomb¡ar lo que no tiene nombre mediante metáfo-
ras permite resolve¡ en lo esencial el problema de nombrar'
"Puede ocu¡rir", dice A¡istóteles, "que alguno de los
términos relacionados de esta manera (por analogía) no tenga
nombre propio, Pero ciefiamente igual será descrito metafó-
ricamente. Así, Ianzar trigo es 'sembrar'; pero lanzar el sol su
luz no tiene nombre. Este acto sin nombre (B) se encuent¡a en
la misma relación con su objeto, la luz del sol (A), en que se
l0
encuent¡a sembra¡ (D) con el trigo (C). De aquí la expresióndel poera: 'sembrando la luz de un dios (A ¡ D) rr.
El nomb¡a¡ metafórico que describe Aristóteles recuerda,pues, esas proporciones matemáticas en que uno de los cuatrotérminos es desco¡ocido, pudiéndose determinar por mediode los ot¡os. Nombramos lo que no riene nombre medianre larelación analógica en que se encuenrra con ot¡os t¡es términosque sí Io tienen- Por ejemplo (para abundar al respecto): "unaespada es menos penerranre que una pupila fiera". No dispo-nemos de una palabra que nombre la acción de una miradafiera. La analogia es: La penetración es a la espada como X es a
la mirada fiera. El poeta nombra la acción de la mirada fiera,X, con ayuda de los orros r¡es rérminos. También, cuando elpoeta dice "sed de ternu¡a" adiciona dos términos de laanalogía (Agua, Sed, Ternura, X) para nombrar lo que notiene nomb¡e. Y también se nombra lo que no tiene nombreen: "el ve¡so cae al alma como al pasro el ¡ocio". De dosmaneras se nombra; po¡que si decimos: el verso es al almacomo el rocío al pasto y empleamos la expresión "cae" aplica-da al rocío su t¡aslado merafó¡ico nombra lo que no rienenombre. Si, por el contrario, aplicamos la expresión "cae" alalma (como cuando por ejemplo se dice que ral persona cae
bien o cae mal) entonces al rrasladarla y aplicarla metaforica-mente al rocío también nombramos lo que no tiene nombre (yque acaso no tiene se¡tido, como no sea animista).
Desde luego, no siempre se aplica la metáfora a lo que notiene nomb¡e sino que muchas veces podemos reemplazarlapor un equivalente lite¡al. Considé¡ese, por ejemplo, estehermoso verso con que te¡mina un conocido soneto de Da¡ío:"Como una margarita de amor (la Muerte) te deshojó". Aquí,
lt Poót;,a, 1451É, 2t lt.
lr
la analogia es: mori¡ es a la amada como deshojar es a Ia
margarita. Se expresa un hecho que tiene nombre con el
nombre de otro; deshojar una marga¡¡t¿'
6. La extensión netafórica
Consideremos el ejemplo de la "mirada peoetrante" De aquí
podemos sacat metáforas en multitud Por eiemplo, "iuicio
penemante", "inreligencia pen€trante", "análisis penetran-
te". O sin más: "penetración". "Mirada penetrante" sirve
también como muestra de ot¡as metáforas de estructura pare-
cida e igual de exitosas. En primer lugar, todas provienen de
analogía de la forma (A, B, C, X), es decir, contienen un
término sin nombre. En segundo lugar, mientras la primera
razón (4, B) se muestra en las cosas, la segunda (C' X) está y
no está en las cosas en la medida en que hay un sujeto
implicado. Esta segunda parte de la analogía está como
distribuida: una Parte en el sujeto. otra en sus exptesiones'
actitudes, comportamientos. Ejemplos: el peso de la duda, el
peso de la pena, el peso de la preocupación, el peso del
pasado, la frustración, los ¡emordimientos Surge toda una
categoría de sentimientos que se ponen a pesar' Los pesares o,
sin más, el pesar, la pesadumbre. Pero también: el peso de las
razones, el Peso de las pruebas, el peso de los pensamientos y
las ideas de peso. Una doctrina de peso; un hombre de peso Y
del carácter: pesadez, persona pesada o cargante. Y cargante
viene de carga, de donde salen a luz metáforas a granel, como
de peso: las cargas de Ia vida, las catgas familiares, los
encargos, cargos y descargos; cargar con la responsabilidad,
cargaf con Ias preocupaciones, descargar la conciencia; la
mirada cargada de odio, de desprecio, de dinamita; y las
12
amenazas cie que está catgada la atmósfe¡a. y puesto queestafnos en la línea de los pesos y las cargas, pod.-o,
""g,ri,con las metáfo¡as de "grave". Desde luego, la ,,mirada
gro:ve,,;pero también el "ademán grave',, el ,,tulorrte
grarr.,,, el ..hu_
blar grave". Una multitud de actitucles, e*pr".ion"" y.orn_portatrientos graves. y así, sin rnás, gravedad. Como pesa_dumbre y pesadez. Lo que sólo es en la lí¡ea de la fuerza deatraccion de la ricr¡a. pero hay otras fuerzas: presion, adhe-sión, expansión, compresión, propulsión, derención, r¡ac_ción, impulsión, rorsión, erc. y de todas salen metáfo¡asinconrables. ¿Qué frases más diversas en aplicaciones que lasde represión, sociedad represiva, política represiva, represiónsexual, educación represiva? Toda la vida ,ubconr.i.nt" .inconscientc la reduceo algunos a la dinárica de la represión.Y todas las doctrinas del freudismo son inseparables de uoacomplicada represenración metafó¡ica en que unas cuantas
llerzas juegan las contingencias del equilibrio psíquico
dinámicor2.
Desde luego, las metáforas quc se originan en las múlti_ples modalidades de la fr¡erza son también numerosísimas yde viejo linaje. Se avienen como nada a lo que hemos consig_nado como expresiones, actitudes y comportamientos delsujeto. ¿Qué más de suyo que la adhesión de los sentimien_tos, la simpatía, la amistad, el amor? ¿y de dónde saca¡ másmetáfo¡as que dc la repulsión cuanclo se trata de los aspectoscontrarios¿ Pero se puede seguir y seguir, repasando los
r2Ver, por ejemplo, la autodefensa de l.reud en so famoso ensayo Más alládel Prirc4tio del Pkcer, cn que arguye ,,nuestra
obligacióo de operar contLrmr.nos ( renr ili, ,
'r. c' Jcr rr. ron .rt,rcsronc" me¡.rfo¡ i"¡s pctulrrrcs de t¿¡'srcolocrr ru mr\ lrol,r¿'ncnrc l.r ¡,sr ologr.r lrotundd r, cr(.
31
capítulos de la Física, la Geometría, la Medicina, la Ast¡ono-
mía, la Ingeniería, la Arquitectura, las Ciencias de la Gue¡ra,
de Ia Navegación, del Comercio, la Agricultura, la Minería,
etc. Las r¡etáfo¡as del espacio, por ejemplo: la amplitud del
carácter, la profundidad del ingenio, el largo camino de las
mil formas de expectación, todas las variaciones de la superfi-
cialidad, Ia llaneza del trato, la altura de las consideraciones,
Ia extensión de los conceptos, las esfe¡as del saber, los alcan-
ces y límites de Ia razón La tabula rara del espíritu, Ias
galerías de la memoria, el amueblado de la conciencia Béc-
quer: "De un oscu¡o rincón de Ia memoria salen a perseguir-
me Ios recuerdos". Agustín: "Los campos y palacios espacio-
sos de r¡i memoria".
O se pueden investigar Ias metáfo¡as del frío y el calor en
que pueden comprenderse todos los afectos, como la luz en la
gama de los colores. Por ejemplo, Da¡ío: "Y su ¡isa fue como
un agua hirviente"; o Man¡ique: "¿Qué se ficieron las llamas
de los fuegos encendidos de amadores?"; o Shakespeare: "Pero
tú, enamorado de la llama de tu mirada, la alimentas con la
leña de tu propio ser"; o Calderón: "En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho". El "f¡ío de la mirada", la "frigi-
dez", la remperatr.rra del temperamento, la guerra fría, el
deshielo.
Si cornpletáramos este somerísimo escatceo que aPenas se
ha iniciado aquí y que apenas toza el tema ateniéndose a las
obvias categorías naturales y cotidianas, empezaríamos segu-
ramente a p¡eguntarnos qué queda del lenguaje cuando apar-
tamos lo que se origina mediante este expediente del nombrar
merafórico. Un buen eje mplo lo suminist¡an las metáfolas de
Ia luz y la visión. ¿Qué quedaría de la Filosofía si reti¡áramos
roclas las metáforas que provienen de la luz? La célebre
14
doctrina platónica de las ideas y el conocimiento se resuelveen metáfo¡as de la luz y lo visible. Las ideas clatas y distintasde Descanes, ¿qué más son que una denomi¡ación metafó¡icadel conocimiento y la verdad en ré¡minos de la luz y el ojo?Las cosas son oscu¡as cuando no hay luz, confusas cuando nopodemos verlas. El ideal de la visión es: buenos ojos y buenaluz. ¿Qué otra cosa se pide con la claridad y distinción de lasideas gue unos buenos ojos y un cuano bien iluminado para eJ
entendimiento? Paul de Man, examinando lo que dice Lockesobre las ideas simples no tiene dificulrades en llena¡ la mesade metáforas hasta el ext¡emo de disolver todas las pretensio-nes de rigor literal, tan explícitas y programáricas en Locke,en no más que un espejismo del h¿bla, radicalmente metafo_rica:
. "Il segundo ejemplo <¡ue da Locke de una idea simple es'luz'. Se da trabajo para explicar que la palabra .l.rr, .,o se¡efiere a la percepción de la luz y que entender el procesocausal por el cual se produce y percibe la luz no es Io mismoque entender la luz- De hecho, enrender la luz es ser capaz dehace¡ esta distinción misma enrre la causa ¡eal y la idea (oexperiencia) de una percepción, entre percepción y ape¡cep_ción. Cuando podemos hacer esto, dice Locke,
"nro,,ces lo
idea es Io que es lez |tllpianeÍte, y nos aproximamos lo másque es posible al significado propio de ,luz'.
Ilntencler la luzcomo idea es enrender la luz propiamente. pero, desde luego,la palabra idea u e)significa lrrz. y Jecirquecnrender lairrzes percibir la idea de luz equivale a decir que el entendimien_to es ver la luz de la luz y es po¡ tanro luz él mismo. Lasentencia: 'entender la idea de la luz' tenciría entonces quet¡aduci¡se: 'iluminar la luz de la luz' (das Licht ,/a Lni*:li'bten), y si exo enpieza a oírse como una traclucción heideg,geriana de los presocráticos, ¡o cs casualidad. La reclucción
It
etimológica tiene una tendencia a transforma¡se en el tarta-
mudeo repetitivo de la tautología"11.
7. Maáfora I Pers|ectiaa
I-a doctrina a¡istotélica del nomb¡ar metafórico, así como
se muestla aquí, puede relaciona¡se con la doctrina de K.
Burke sobre La metífora y la metonimia Bu¡ke t¡ata estas
figuras o tropos como si fueran términos de una serie que se
implican mutuamente. Tal serie incluye la metáfora, la me-
tonimia, la sinécdoque y la ironía. No sólo fo¡man un todo
cohe¡ente estos cuatro tropos, según este autor, sino que
además a cada uno corresponde una aplicación lite¡al o realis-
ta, Tales aplicaciones son. respect ivam ente, perspecriva. re-
ducción, representación y dialéctica. Finalmente (y cierta-
mente Io más importante), Burke sostiene que el límite entre
el momento figurativo y el literal en el caso de estos cuatro
t¡opos no es todo lo tajante que la tradición quiere hacernos
creer. Quizás más adelante teogamos que volver sobre este
último punto de la doct¡ina de Burke Lo que nos importa
aquí tiene que ver con sus ideas ace¡ca de la metáfora y lametonimia.
Burke se propone trata¡ de las motivaciones en general a
partir de un modelo omniabarcante: Ia escenal4. Con esta
orientación, concibe la metáfora como "Perspectiva" "La
metáfora es un artificio para ver algo en trérminot de algo
dife¡ente". Esta noción se capta adecuadamente en Ia escena,
t) The E1iltenolo7l of Metalrbatt{ Al resp..to, vcr su Gtannat of Motiut y ss Rbetaic af l'lot¡,g!' libros
generosos en ideas y erudición.
36
cuando vemos un carácter desde la perspectiva de orro. Po¡ejemplo, la obra de Tom Stoppard, Rosencrartz and Guild¿n¡-tern dre Dead. es un ejemplo que Burke aceptaría conentusiasmo 15. En esta ob¡a no sólo nos ponemos a contemplara todos los personajes de Hamtet desde ot¡a perspectiva
-lade dos servidores de Claudio que aparecen eo terce¡ plano-sino que reparamos también en cómo lo que no es más que
una perspectiva es en general conside¡ado como el punto de
vista absoluto. Nuestra percepción común de estos dos carac-
te¡es -Rosencrantz
y Guildenstern- no es más que laperspectiva lanzada sob¡e ellos desde el carácter Hamlet,considerado como el centro de refe¡encia absoluto, y no como
una Pe¡sPectiva más, entre otras. Otro ejemplo igualmenteilustrativo es el film "Rashomon", de Akira Kurosawa, don-de asistimos al ¡elato de un 'mismo hecho' desde la perspecti-va de sus cuatro actores. En términos de Burke, las cosas
quedan mejor dichas. No se trata de un hecho visto por los
protagonistas sino de cuatro perspectiv¿s desde cada centro,de modo que todo cambia. Hay una situación que atañe a A,B, C, D. Vista desde cada centro queda así: A,, 8", C", D";A.5,86, C¡,, D¡; 4.,8., C., D.; y A¡, B¿, C¿, D¿.
Con esta noción general de metáfo¡a-perspectiva, Burkeresponde de modo elegante y c¡eativo a problemas de Iaespecie de la 'puesta en escen¿'. Pero, más allá de la escena,
responde a las diñcultades del relativismo cuando se sale delplano figurativo y se ent¡a en el literal o realista. En la escena,
el relativismo de las perspectivas nos divierte, y hasta nos
instruye; pero no va más allá de un ¡ecurso de escena. En larealidad, la 'disolución' del hecho en las perspectivas nos
parece un proyecto de Ia desesperación. Burke responde a esta
lt Hay un comcnrario sol¡re esta obra en mt Diario ¡te Lecnn.¡, ioédito.
31
c¡ítica desde una metafísica de inspiración dialéctica y or¡¡a-nicista. Los hechos no son mó¡adas autosubsistentes, rígidasy simples. Todo lo contrario, "es por la aproximación a rravés
de una va¡iedad de perspectivas como establecemos la reali-ciad de un ca¡ácte¡". El punto se determina desde un cont¡asteentre lo que Burke llama "realismo poético" y "¡e¿lismo
científico"."En verdad, de acuerdo a una teo¡ia más antigua del
realismo (lo que podemos llama¡'realismo poético'en con-traste con el moderno 'realismo científico') podríamos decirque los caracteres poseen grad\s /e rer en proporción con lavariedad de perspectivas desde las cuales pueden ser percibi-dos con justeza. Así, podemos decir que las pJantas tienen'más sc¡'que los minerales, que los anin-rales tienen más ser
que las plantas, y el hombre más que los animales, porquecada orden más alto admite y requiere u¡a nueva climensiónde términos que no son lite¡almente ¡elevantes en los ó¡denesinfe¡iores"l6.
Hay que distinguir entonces la perspectiva desde un gradode ¡ealidad sobre otro, de la perspectiva en un mismo gradode ¡ealidad. Por ejemplo, la perspectiva hacia Rosencra¡tz
desde Hamlet y la perspectiva hacia Hamlet desde Rosen-
cfantz se encuentran en un mismo nivel de realidad. Encambio, la perspectiva sob¡e las motivaciones lrumanas son
vistas desde grados dife¡entes de realidad si las enfocamos "en
términos de reflejos condicionados, química, lucha de clases,
amor de Dios, neurosis, peregrinación, poder, movimientode los planetas, geografia, manchas solares, erc.". E¡ esre
empeño, que puecie explicarse en términos de rr.rétodo experi-mental o ¡ecurso heurístico, se corre, sio embargo, el riesgo
t6 A Gr,flttar af Mltitur, Appendix D, p. 104.
l8
de desconoce¡ el diferente starus onto-lógico de los planos
Pucstos en pe¡spectiva. Por ejemplo, ¡esolver la morivaciónhumana en pura química. La metáfora-perspectiva, entonces,allí donde la perspectiva se aplica a un grado más alto derealidad, conlleva el riesgo de ¡educción. Es aquí donde se
hace presente el seguodo término o mome¡to de la serie: elmetonímico-reductor.
Bu¡ke conside¡a l¿ ciencia con ayuda de la oposición entrelas categorías de sustancia y relación. La ciencia se ¡esuelve enpura relación. "Sea el mundo 'mente', 'mareria', 'mente-
materia' o 'pluralidad' igual se procede cua¡do se enciende unfósforo". Cuanclo, por el contrario, es el homb¡e en sus
relaciones con el hombre lo que está implicado, su enfoque entérminos de las co¡relaciones de la ciencia no es suficienre. Ental caso se trata, podríamos decir, de la pu¡a metáfora de [acorrelación que reduce y desconoce el mome¡to de la susran-cia. "Cualquier intento de t¡ata¡ las ¡elaciones humanassegún la analogía de las co¡relaciones natu¡alistas se transfo¡-ma necesariameote en la reduccih de alguna esfera más alta omás compleja del se¡ a los rérminos de ot¡a infe¡io¡ o menoscompleja".
Es en conexión con este intento de reducción de lo susran-cial a las cor¡elaciones propias del enfoque científico queBurke aplica su concepto de metonimia como ¡educción. EnIa medicla en que tratamos de explicar las relaciones humanasde acrrerdo a las categorías explicatorias de la ciencia, Io quehacemos es enfocar un nivel sustancial del ser desde otrorelacional, resolviendo o ¡educiendo cl primero en el segun-do. Además, pues, dc la perspecriva-metáfora tenemos aquíla reducción-meronimia.
La metonimia, clc acuerdo a Burke, sería una operación dela misma especie de la reducción cienrífico-mate¡ialista en
19
cuanto su "estrategia" básica consiste en "transmitir algúo
estado incorpóreo o inrangible en términos de uno corpóreo o
tangible. Por ejemplo, hablar del'co¡azón'más bien que de
las'emociones"'-Asi entendida, la metonimia aparece con un rol específico
en el plano de la poesía y las bell¿a let¡as. Habla¡ del "cora-
zón" en lugar de las "emociones" es tomar Ia parte en lugar deltodo. De acue¡do a Ia concepción escolar, tal figura es meto-
nimia. Así, también, lo son "palidez" en lugar de "miedo","cerebro" en lugar de "pensamiento", "lágrimas" en lugar de"pena", "ojos" en lugar de "visión", de "perspicacia", de"intuición", de "clarividencia", etc. En una palabra, toda vez
que lo interior, intangible, espiritual es traducido en térmi-nos de Io exrerior, tangible y material tenemos una operación
metonímica porque lo exte¡io¡ es condición, consecuencia,
ca¡acte¡ística o expresión de lo interior no hay, por ejem-plo, pensamiento sin cerebro, Ias lágrimas son expresión de la
pena, la palidez, del miedo, etc.- y de esta manera, parte
suya.
Pero, ¿qué deci¡ de las pa.labras? Cuando expreso lo espiri-
tual en té¡minos de lo mate¡ial en el te¡¡eno de las galabras --el de
la poesía y las bellas letras, en especial- ¿voy desde palabras
espirituales a palabras materiales? EI mismo Burke nos pone
en guardia. Cuando en lugar de la palabra "emoción" empleó
la palabra " corazón" parece que sustituyó el nombrc de algoespiritual con el nombre de algo material. Pero, ¿qué dire-mos de la palabra "emoción"? Desde luego, pretende nom-brar algo espiritual, intangible, incorpóreo; pero sólo Io logra
mediante Ia palabra "mover" que no tiene nada de incorpó-reo, intangible o espiritual. Esto quiere decir que "emoción"
es rambicn por ar<aico que sed este momeoto meroni-mia. Y tend¡íamos que p¡egunrarnos si hay, en verdad,
40
palabras "espiritual"r" -¡9¡¡[¡e5
de cosas incorporales, in-tangibles- que sean originalmente el nombre literal de algocomo no les venga tal condición de nombra¡ por trasladomeronímico (en Aristóreles identificamos esta operación co-mo "nomb¡a¡ metafórico") desde su función literal o realista auna función figr-rrativa o rerórica. Burke, al respecto no tienedudas:
"Si se hace retroceder el lenguaje lo suficiente, es claro quese enconr¡a¡á que todos nuesrros términos para denominarestados 'espiriruales'fue¡on meronímicos en su origen. porejemplo, consideramos 'las emociones' como una expresiónque se aplica ran srilo en el nivel de la conciencia; sin emba¡-go, la palabra tiene su raíz en el más'materialista'de rodos lostérminos, 'movimienro' (una esrrategia clave del materialis-mo occidental ha sido la ¡educción de 'conciencia' a'movimiento')"17.
Toda la dife¡encia ent¡e Bu¡ke y Aristóteles sobre el¡omb¡ar metafórico parece, pues, ¡educirse a que mientrasuno habla tJe analogia y metáfor^, el otro habla de meroni-mia. Por lo demás, ni siquiera esta diferencia terminológicaes firme. Pa¡a Burke, la metonimia desde el interio¡ alexterior, desde lo espiritual a lo material, se describe tambiénen té¡minos de exrensión metafórica y encuentra su funda-mento eo una especie de analogÍa entre ambos reinos, elespiritual
-interior, mental, subjetivo, psíquico, etc.- y
el material-corpóreo, visible, tangible.
t1 A G,enttar o/ t|atuet. p. 10t>.
41
B. La c¡testión de las netáforas muertas
Estos té¡mi¡os "espirituales" construidos mediaote analogia
y extensión metafó¡ica y así dependientes del significado
literal de té¡minos "mate¡iales" adquieren con el tiempo
rtaü[ ptoprt. Hay diferentes descripciones todas metafóri-
cas- de la suerte que cupo al elemento, factor o ingrediente
metafórico que obró en el origen de estos términos "espiritua-
les". Unos hablan de olvido, otros de vanificación, otros de
metáfo¡as marchitas, otros de metáfo¡as muertas K. Burke,
por ejemplo, después de sostener que el lenguaje se desarrolla
por extensión metafórica tomando palabras aplicables al reino
de lo corpóreo para aplicarlas al de Io incorpóreo, ag¡ega que
"luego, en el curso del tiempo, la referencia corpórea originales olvidada y sólo sob¡evive Ia extensión metafórica incorpó-
rea". El olvido ¡ruede, entonces, decirse que se establece con
el establecir¡iento del uso Iite¡al de las palabras que una vez
fueron metafó¡icas. Por ejernplo, la palabra "emoción" tiene
uso ordinario desJe que olvrd¿mos que su relerente no era
nomb¡ado literalmente por ella y comeozamos a emplearla
como el nombre o¡dinario de su objeto.
V. C. Booth se refiere a quienes llama "retóricos clásicos"
y observa que para éstos desde que las expresiones metafóricas"se han t¡ansformado en un modo usual de decir lo que antes
(cuando eran metafóricas) decían figuradamente, no son me-
táforas mue¡tas, sino no-metáforas". Es decir, entre uso
metafórico y uso Iiteral de las palab¡as existe el uso o¡dinario
que puede constat tanto de palabras de aplicación literalcomo de palabras que una vez fue¡on metáforas y que desde
que se emplean ordinariamen¡e no lo sonls
tB Metaphor at Rbxoric: Th¿ Problen of Euhation
42
Por su parte, N. Goodman, respondiendo a los argumen-tos de Davidson que niega que las metáforas te¡gan unaaplicación metafó¡ica dif-c¡ente de su aplicación literal (unatesis de la que r¡ata¡emos más adelante) se refie¡e también alos términos <¡ue "después de haber sido empleados metafóri-camente pierden ulrerio¡¡nente su fue¡za merafórica debido alsobreempleo"; y ¡ecur¡e, para describir la condición de talestérminos merafo¡icos excesivamente usados, a la expresión"marchitarse" (ziá)i9.
La expresión predilecta para referirse a los términos quefue¡on metafóricos y que
-con el t¡anscur¡i¡ del riempo y el
empleo o sobreempleo- han dejado de serlo es,.metáforamuerta". Por lo menos, es Ia que más se emplea entre losesc¡itores dc habla inglesa (dead metapbor). Así, Davidsonhabla de las metáforas como figuras que, iusro en Ia medidaen que son exitosas, tienen por delante el destino de mo¡i¡. loque ocurre cuando dejan de tener significado metafórico ypasan a tene¡ significado literal. po¡ ejernplo, la expresión"echaba clrispas", cuando deja dc funcionar como meráfora,pasa a ser "-el cadáver de una metáfo¡a" y simplementesigoifica lo inismo que "estaba muy e nojado"20. También W.Quine habla de metáfbras muertas, literalmente muertas,cuando de metafó¡icas que eran se transfo¡man en ve¡dacleslite¡ales. Por ejemplo, la teo¡ía molecular de Ios gases, diceeste auto¡, surgió de la analogía metafó¡ica ent¡e t¡n gas y ..un
vasto enjambre de cuerpos absurdamente pequeños". pero nosólo así se producen las metáforas muer¡as. Las ondas de luz,por ejemplo, mienrras exisrie¡a el éter podían ser oscilacionesde este medio; pe¡o una vez que se demostró que ésre no
¡e Maa¡hor at Maonlightirg.2a \Vbat Mera¡bor Maza.
4)
existía, ¿cómo podían existir las ondas? Entonces no quedaba
más que dejar un sentido metafórico a la palabra "onda" o
redefinirla y matar la metáfora.21,Así, pues, las metáforas dejan de serlo por el largo tiempo
<le su empleo, por el sobreempleo, por su transformación en
expresiones literales y verdaderas, y por redefinición. En los
dos últimos casos, cualquiera sea la forma que se las describa
-marchiras, olvidadas, o muettas- no se trata ya. estricra-
mente, de metáforas, puesto que, sea por progreso del cono-
cimiento, sea por definición y convención, tienen un referen-
te asignado y una aplicación normal. Por el contrario, en los
dos primeros casos, no parece legítimo pretender que no
existe más un elemento o ingrediente metafórico en las
expresiones, que éste ha terminado por desaparecer del todo y
que lo más importante y asombroso- debido al puro
hecho del tiempo, la divulgación y el sobreempleo, la metá-
fora ha llegado a adquirir un referente literal. Por ejemplo,
cuando Davidson dice que la expresión "echaba chispas" una
vez que se transfo¡ma en el "cadáve¡ de una metáfo¡a" no
significa otra cosa que "estaba muy enojado" parece tener en
sus manos un caso segufo porque, apa¡entemente, "echar
chispas" es una mane¡a metafórica de expresar lo que lite¡al-mente es "estat muy enojado". Pero, ¿qué di¡emos en los
casos de metáforas a los que no parece fácil sino que, por el
contrario, parece imposible encontra¡les una traducción o
paráfrasis literal? Todos esos té¡minos a que aludimos más
arriba y que resultan de la analogía entre interior y exterior,alma y cuerpo, mente y materia, etc., no son traducibles aexpresiones literales. "Pensar", por ejemplo, surge en analo-
gía con "pesar": se "colocan" los argumentos en pro en un
2t A lottttript an MetaPbú.
44
"platillo", y los a¡gumenros en conrra en el ot¡o. El uso deesta metáfora, su divulgación, el largo tiempo de su empleo,su notable adecuación tienen por consecuencia que su identi-dad de metáfora desaparezca del foco de la atención y retroce-da cada vez más hasta desaparecer del todo de la vista. Es casi
como si literalmente pesáramos al pensar. Así, todos emplea-mos las expresiones ''pensar", "pensamiento" como monedasegura y corriente. En tal sentido, son expresiones de uso
o¡dina¡io. ¿Podemos por ello decir que les corresponde unreferente del modo, por ejemplo, como le corresponde uno a
las palabras "come¡" y "comida"? O, de otra manera: ¿pode-mos responder a la pregunta por el significado de la palabra"pensar" sin tener que recurrir, ya sin auxilio y en últimoexttemo, al contexto metaforico del que emergió? DesdeIuego, las palabras pueden o¡denarse de modo que unas
puedan explicarse con ayuda de otras. Pero -como
se viomás atrás en el caso de palabras como "entendimieoto" e"idea"- siempre tend¡emos que reconocer un nivel en quelas palabras "espirituales" tienen que avenirse con las palabras"materiales" en orden a significar, y sólo metafóricamente. La
indicación hecha por Aristóteles ace¡ca de la denominaciónmetafórica de lo que no tiene nomb¡e debe pues reformularsecon énfasis sob¡e esta condición de no tener nomb¡e. Desdeluego, en innumerables casos, la laguna en el léxico no es másque una situación accidental. Por ejemplo: no hay nombrepara la acción de pintar algo gris como sí lo hay para la de
pintar algo blanco. Del modo como decimos "blanquear",
¿qué habría de imposible en decir "grisear"? La laguna en elIéxico es aquí un hecho, no una necesidad. Así, aparece
esencialmente reparable. Pero, ¿qué decir, por ejemplo, delacto de pensar y de Ia analogía metafórica que empleamospara nombrarlo? Desde luego, no es la única. Cuando, por
45
ejemplo, Desca¡tes se refiere al pensamietno allí donde parece
encontrárselo ix propri¿, perrontl -en
los razonamientos delmatemático- nos habla de "esas largas cadenas de mzones'.También Locke, t¡atando del razooamiento o la inferencia,dice que la razón despliega esta facultad de ilación ordenando"las ideas intermediarias de ¡nodo de descubrir qué conexiónexiste en cada eslabón de la cadena mediante el cual se
conectan los extremos"22. A esta imagen célebre de la cadena
Je las razones. se agrega Ia or ra -que
encon cramos asim ismoen Descartes y Locke- del pensamiento como metáfora de lape¡cepción, y del razonamiento como la mirada que se aco-
moda para percibir clara y distintamente la co¡exión de cada
uno de los pasos de la infe¡encia. Y Io que vale para la'facultad de pensar' vale para las restantes. Aristóteles, porejemplo, habla de la sensibilidad como de esas tablillas de
cera err que se tomaban notas en su tiempo; Locke nos pideque nos rep¡esentemos la mente como "papel en blanco, vacío
de toda escritura". Las "facultades", es decir, recipientes; y
también como "poderes". "Facultad" se origina de "facere".
hacer. También el hace¡ demanda el agente de la actividad.La voluntad es concebida por Epicteto, ¡ror ejemplocomo la facultad por antonomasia, Iaque preside y controla la
afaéncia de rodas las otras2l. La dicotomía metafórica "capaci
dad (recipiente) - poder (agente)" es la base de las construccio-nes kantianas y las armonías formales y como preestablecidas
que existen, segírn este autor, entre la sensibilidad, la imagi-nación y el entendimiento. Por su parte, un metafísico de lavocación de M. Heidegger, se ocupa de poblar de metáfo¡as
los orígenes cle la filosofía hasta la densidad absoluta. Tam-
" Connmn¡4 Hu"k" Uxd¿r¡,andrlg. Book, IV, Ch. XVII, 2.)1 Discrnu, Libro II, Crp. 21.
46
bién a este auror, en estos riempos de un pretendido progresode la filosofía y Ia ciencia, Ie parece que hay que pregunta¡setodavía por lo que significa pensar. Las búsquedas filológicasde Heidegger rienen el efecro de sacudi¡nos ent¡e un fo¡ma-lismo convencional, agnóstico, nihilista y una identificaciónJ rdlos vergon¿antc. cun pueriles iniiros que parl este aurorno está¡r en absoluto superados. La relación del pensar a laexistencia la identifica Heidegger en una figuración primige-nia. Asociada con la también primigenia noción de ve¡dadcomo alltheia que este ¿uro¡ traduce por desencubrimiento.Dl desencub¡imiento, dice Heidegger, pone al pensa¡ y el se¡en la ¡elación <iel claro y el bosque. Todo una sutilísima ypoetizante disquisición de Heidegger sobre nada menos quelo que él identifica como el "final de la filosofía" se encuent¡aenterarnente en función de esta analogía metafórica originalde los cuat¡o términos pensar, ser, claro, bosque2l. Así comoese célebre y lxllísimo símil platónico de las almas ahertoja-das en la cave¡na sirvió a Platón para inspirar la enormeempresa de la entera cultura occidental, así busca Heideggersellarla, como si estuviera ya consumada, con la metáfora delclaro del bosque. Heidegger patece querer sugerirnos que loscami¡os de la razón, el discurso de la cultura, Ia conexión deIas nociones er¡ el saber absoluto, la lucidez plena de losprincipios, la culminación de la ciencia y las realizacionestecnológicas en las altutas de la automatización cibernétic¿,Ia electrónica, la energía nuclear no son más que el reco¡¡idopleno de 'lo abie¡to en el claro'. Y piensa que u¡ eventualnuevo punto de partida del pensar todavía rendría que funcio-nar a partir de lo obrado por la metáfora del bosque y el clarodel bosque.
2a Et l:¡ndt ¿e ld Fifotolía 7 ta't'anz &t pen:¿r.
9. Maáfora y olaido
Sob¡e el efecto de la extensión metafórica en 9l lenguaie'
es común conveni¡ en que mediante esta operación el
lenguaje crece y se desarrolla. Hemos visto que estos resulta-
dos pueden manifestatse en expresiones metafóricas que, con
el desarrollo del saber, se cambian en expresiones literales
-por eiemplo, todas las explicaciones de las antiguas filoso-
fías atómicas no e¡an más que extensiones metafóricas desde
lo perceptible a Io pequeño imperceptible; pero muchas
p^uron u ser verdaderas y literales con el progreso de la
.i.n.iu- y también en expresiones metafóricas que, redefi-
nidas, dejan de serlo. Así, por ejemplo, en fisica cuántica'
"partícula" y "onda" no son ya las vieias expresiones a que
estamos habituados sino los nombres que damos a determina-
dos fenómenos de acuerdo a las funciones matemáticas que los
describen.Pero, ¿qué hay del ¡esto? Como vimos, la opinión común
"" q,r" h, viejas expresiones metafóricas que pierden su
carácter de tales por otra vía que el progreso de la ciencia y la
redefinición, adquieren sentido ordioario (o común' o nor-
mal) por el largo tiempo de su empleo, el sobreempleo y la
divulgación. Esto quiere decir que unavez logrado el éxito de
rlna Átáfora no hay más que sentarse a espe rar y que luego de
un grado de divulgación y emPleo no habrá ya metáfora sino
el cadáve¡ de una con status no ya de metáfora sino de
expresión o¡dinaria. En un tiempo, la frase de Chu¡chill
"cortina de hierro" se saboreó como una metáfo¡a de las
¡elaciones diplomáticas, culturales' comerciales, etc ' entre
el Este y el Oeste europeos. No pasó mucho y la expresión
comenzó a perder su colorido de metáfo¡a hasta transformarse
en la denominación cortiente de un fenómeno polÍtico'
48
Como dice \ü(/.C. Booth, hablando de la ¡etórica tradicio-
nal, para ésta "la metáfora no se contrasta generalmente con el
habla literal sino con el habla normal, usual, ordinaria,
n0-ret6nca" . Pero ésta no es la opinión de todo el mundo. AIcontrario, la distinción popular y escolar es entre empleo
figurativo y empleo literal, no entre empleo figurativo y
€mpleo ordinario. Al revés, es común suponer que el empleo
ordinario del lenguaie está poblado de figuras de todas las
especies. Como quiera que sea, si al empleo figurativo se
opone el ordinario (normal, común, corriente' etc.) y no el
literal, será entonces inútil que en la inmensa mayoría de las
metáforas muettas (o no ya metáforas) busquemos un signifi-
cado literal. EI que una metáfora haya pasado al hemisferio de
las expresiones otdinarias no significa -contra
lo que algu-
nos estarían dispuestos a afirmar- que posea ahora un signi-
ficado Iite¡al. De manera que, desde esta perspectiva, tendría
mucho sentido sostener que entre las expresiones del habla
ordinaria hay muchas que, tan Pronto nos preguntamos por
lo que significan -"¿Qué
significa pensar?", pregunta Hei-
degger- comienzan a transformarse ante nuestros ojos' a
volverse de la parte de su origen, su etimología, para exhibir
uoa sorprendente verdad: su fundamento rnetafórico' su ra-
zón de se¡ como pu¡a extensión ar,alógica. El cuadro, con
palabras de K. Burke, se presentaria más o menos así:
"Et lenguajc se desarrolla por extensión metafórica, to-
manclo prcstadas las palabras del reino de lo corpóreo, visible,
tangible y aplicándolas por analogía al reino de lo incorpóreo,
invisible, intangible; luego, con el co¡rer del tiempo, la
referencia original, corpórea, es olvidada, y tan sólo sobrevive
la extensión metafórica, incorpórea (a menudo debido a que
las mismas condiciones de vida que nos recordaba¡ la referen-
cia corpórea han cambiado a tal punto que no hay referencia
49
en la 'situación objetiva' misma); finalmente, los poetas,
revirtiendo el proceso, restablecen la situación original, me-
diante una extensión metafórica hacia atrás, desde lo intangi-ble a un equivalente tangible (de modo que el primer'traspa-
so' desde lo material a lo espiritual se comPensa Por un
segundo 'traspaso' desde lo espiritual a lo mate¡ial); a este
artificio para 'volver a lo arcaico' damos el nomb¡e de
'metonimia"'25.
El paréntesis del texto de Burke, aquí citado, agrega una
eventual explicación del hecho de que nos olvidemos del
carácter original de las extensiones metafóricas. "Las condi-
ciones de vida que nos ¡ecordaban la referencia corpórea han
cambiado". Bu¡ke en este breve apéndice sobre troPos no
puede deteoerse en especificaciones y muchas veces, como
aquí, debemos comPletar Pot nuestra cuenta sus ideas. En
este caso parece no habe¡ dificultades. Considérese, por ejem-
plo, el nombre "símbolo" que resulta originalmente por
analogía metafórica a partir de la técnica de identificación
mediante las dos partes de una moneda quebrada. "Símbolo"
viene de "hace¡ coincidir". Por ejemplo: A, estando en Ate-
nas, debe negociar con B, que está en Corinto; para ello,
entregaa C la mitad de una moneda quebrada cuya otra mitad
está en poder de B. La mitad de Ia moneda quebrada es el
'símbolo' que identifica a C como ¡epresentante de A. Así,
mediante el 'símbolo' C 'está por' A, lo representa. Por
extensión metaf1ríca, una Persona puede constituirse en el
símbolo de otra, o de otras. Además, símbolo se es baio un
aspecto esencial o característico; se trata de la identidad de la
cosa sig nificada. Así, por extensión metafórica lo característi-
co de algo es su símbolo. La ironía es el símbolo de Sócrates;
2t Grannur of Motit'u, p. 106.
t0
las fo¡mas o ideas, de Platón. Pero, también, las palabras'están por' o represenran. Y son así símbolos de lo guerep¡esentan. Igualmente, por el crire¡io de identidad, las
relaciones de los símbolos serán un símbolo de las relacionesentre las cosas simbolizadas. Así surgen las matemáticascomo cálculo simbólico, para citar sólo un ejemplo. En estecaso lo que nos dice Bu¡ke sob¡e el cambio de las condicionesde vida que elimina la ¡efe¡encia corpórea se refiere a latecoología de identificació¡, el símbolo, que ya no existe másy que así desaparecida impide que atendamos al aspectocorpóreo en que se sostiene la metáfo¡a del símbolo.
La obseruación de Burke sobre las condiciones del 'olvido'que afecta al habla merafórica pueden aplicarse en toda Iaamplitud del campo de las t¡ansformaciones tecnoculturales.Por ejemplo, "estilo" proviene del estilete que en la aotigiie-dad se usaba para escribi¡ sobre tablillas de ce¡a. Así, el estilode un autor se entiende por aplicación metafórica a partir dela condición o calidad del insrrumento con que se escribía."Sigilo" se origina de "sello", que nombra, como "símbolo",un artefacto de identificación. Con el sello se impronta unafigura en lac¡e o resina coloreada. Como instrumento quet¡ansmite identidad y autoridad, el sello se mantiene oculro,en compartimentos y cajas seretas. De allí "sigilo", "sigilo-so". "Asediar", "sitiar", "escalar", "catapulta", "ariete", etc.,son palabras relativas a antiguas tecnologías de guerra; y en lamedida en que producen metáforas (¡y cuántas producen!)van quedando sin la "referencia corpórea" de que habla Bur-ke. Lo mis¡¡o vale para las tecnologías monetarias y losmetales nobles que no se emplean más. Así, "moneda dura","dincro contante y sonante", "plata", "platal". De las tecno-logías de transporte median¡e animales nos quedan los caba-llos de fue¡za, las postales, las ¡iendas del poder y las fuerzas
tl
desbocadas de la pasión. De la poesía antigua recitada al son
de la lira, subsisten la lírica y el li¡ismo. "Cálculo" viene de
los tiempos en que hacíamos las cuentas con pedruscos El
velo con que las mujeres se cubrían en Público y que ya no se
usa más, se oculta en "revela¡", "develar", "¡evelación". Del
castigo que aplicaban hebreos y musulmanes apedreando a
matar nos quedó "lapidario"; y todos oímos habla¡ del ost¡a-
cismo, que viene por el teiuelo en forma de concha con que
votaban los griegos la condena al exilio. Por todas partes, en
el lenguaie, vemos que los fenómenos tecno-cultu¡ales han
encontrado una ingeniosa forma de improntar su historia
I0. Metáfora ! ruquesto
Hay una obvia relación entre metáfora, supuesto y lo que
Bu¡ke denota con la expresión "olvido". Si las dos mitades de
la aoalogia metafírica se escinden y sólo empleamos una con
p¡escindencia y olvido de la otra, ya no hay más la seguridad
de mantene¡ el control del uso metafórico de las expresiones
con relación a los hechos, cosas y conexiones sensibles en
analogía con las cuales son metáfo¡as. Además, este funda-
mento metafó¡ico de las expresiones desapalece no sólo de la
atención, sino que oculre como si no existiera más. Que obre
allí, empero, como fundamento a Pesar de que Para nosotros
es como si no existiera es lo que lo determina como supuesto.
Lo que es fundamento y, a Ia vez, está fuera de Ia atención y
obra como si no existiera, tal es el supuesto. Si, por ejemplo,
teorizando sobre el pensar ya no me remito más a la balanza
-en relación metafo¡ica con la cual hablo de pensamiente
o alguna otra apoyatura sensible -como
cadena o encadena-
miento, vínculo o yuxtaposición o fusión de dos cosas, o
52
iluminación o visión, abertura o descub¡imiento- varias
cosas ocur¡en: pierdo de vista el apoyo sensible del lenguaje
que empleo; desaparece el hábito de esta ¡eferencia sensible
mediante la cual cont¡olo mis expresiones; el lenguaje así
desvinculado de su implicación sensible se hace abstracto y
misterioso, eventualmente, coovencional y vacío; finalmen-te, el fundamento del habla desaparece en el no-ser del
supuesro. Es en tales condiciones que se requiere la asistencia
del etimólogo, el filólogo, el culturólogo, quienes tienen
competencia pata rrczar y comentar la historia de las pala-
bras, desde sus orígenes hasta el presente. Con cal asistencia,
estamos en condiciones de reactualizar los contextos origina-Ies en que las palabras comenzaron a significar y la secuencia
de sus transform¿ciones en el tiempo. De esta manera lo que,
por el olvido se había transformado en supuesto y que en talco¡dición de supuesto ob¡aba su conr¡ol sob¡e las palabras
como a espaldas de nuestro pensamiento, deja de serlo. EI
lenguaje, como se dice, cobra nuevamente raíces; se desvane-
cen los miste¡ios del significado. En la especie de metáforas
que comentamos, nos habíamos trasladado mediante la metá-fora que conecta exterior e interior, materia y espíritu, mun-do externo y conciencia (desde Iuego, exterio¡-interior impli-ca otra especie de supuesto de proporciones tales que rebasan
el ámbito de las analogías específicas y que, acaso, deba
considerarse como el supuesto de todas las metáforas que
conecta¡ lo "corpórco" y lo "incorpóreo") y mediante el
desligamiento y el olvido, al plano de la interioridad sin más.
Y en esta metafórica dimensión de lo interior -olvidados
de
su fundame¡to sensible y metafórico- procedíamos como si,
lite¡almente, se r¡atara de una dimensión de cosas, fenóme-
nos y relaciones: la experiencia tomemos el ejemplo de
Locke- "amucblaba" la mente con ideas. el conocimiento
51
consistía en "la percepción del acuerdo o desacuerdo de dos
ideas", el ¡¿zonamiento consistía en o¡denar las ideas en
cadenas y en conectar los eslabones ext¡emos mediante los
eslabones inte¡medios26. Pero, no sólo había un supuesto
fo¡midable e n las decla¡aciones más afamadas del empirismo,
sobre la 'estructu¡a' y'naturaleza'de la mente y el conoci-
miento; sino que éste se jactaba de somete¡se al dic¡ado de los
hechos y -dependiendo
enteramente de una grandiosa cons-
trucción me¡afó¡ica- no veía dificultades en denuncia¡ la
metáfora como la fuente de la falsedad y el sinsentido2T Noera, sin embargo, necesario excavar hondo para encontrar que
las construcciones, conceptos y esPeculaciones del empirismo
y el positivismo están impregnados (¿o infectados?) de figura-
ciones lingúísticas que a corto andar nos ponen en el ámbito
de las paparruchas infantiles.
La traducción epistemológica que hace Paul de Man de la
frase "entender la idea de [a luz" es -como
vimos- "ilumi-nar la luz de [a luz". Con esta traducción ilust¡a este autor Io
que llama "tendencia (de la reducción etimológica) a transfor-
marse en el ta¡tamudeo repetitivo de la rautología". Tendría-
mos que pleguntarnos si es esta t¡aducción una tautología o,
más exactamente, un sinsentido. Porque, ¿qué puede signifi-car "iluminar" cuando el objeto del ve¡bo es Ia luz misma?
Obviamente, un disparate. Y a renglón seguido, tendríamos
que proceder a averiguar de dónde proviene este lapso lógico.
Y responder que resulta de esa desconexión o desligamientode la metáfora que, Iibrada a su propia operación, sin sujetar-
26 Cancerning Hunaa Undcrstanding, Book II, Ch. I 2; IV, Ch¡P. I 2; Book
lV, Chap. XII, 2.
'?7 Ver, por ejemplo, lncke, Concerning Hunan Undentandiag, Book [ll,Chap. X, 34.
se más al control explícito de su fundamento sensible, cae en
Ia ilusión de un 'espacio lógico' donde puede proceder como si
hubiera adquirido allí firmeza y fundamento p¡opios. En esra
conexión, el ¡ecue¡do de lo olvidado (tarea como decimos, deletimólogo, el culturólogo, el filósofo) permite ¡esrablece¡ elvínculo sensible, traer a la conciencia la conexión de sentido,la analogía metafórica, verdadero fundamento y base de
control. Dejar lo que da razón de una expresión merafórica'fuera de juego', equivalió a t¡ansforma¡ el fundamenro ensupuesto. En el plano epistemológico y lógico, lo que Burkellama "¡ealismo poético" se transforma en la ope¡ación quedesencubre el supuesto y acora así la función y significaciónde Ias expresiones metafóricas. Por ejemplo, no se caerá en
empresas imposibles como "entender la idea de la luz" cuandose tiene en cuenta de dónde provienen "entender" e "idea";
como no sea que se aparten como algo del todo extraño e
ir¡elevante las conexiones etimológicas y se asigne a las
palabras un significado literal.Así ocurre, por ejemplo, cuando nos ¡epresentamos los
fenómenos de la co¡¡iente eléct¡ica con la metáfora de Iacirculación del agua por un sistema de tubería. Aquí, some-ramente, la electricidad (B) es al conductor (A) como el agua(D) es al tubo (C). Con la fraseología de Aristóteles, salen deesta metáfora a granel té¡minos que carecen de nombre y quese forman por cualificación. Como en el caso de la "copa de
Ares" tenemos aquí "co¡¡iente eléctrica", "p¡esión eléct¡ica","conducción de la elect¡icidad", etc. La representacióo meta-fórica, en tal caso no se desliga de su apoyatura sensible. Todoal contrario, la emplea consciente y explícitamente con vistas
a derectar hasta dónde es adecuada. ¿"Revientan", por ejem-plo, los "conductores" cuando la "presión" pasa de un límite?
¿"Rebasa" un acumulador? ¿Se "filtra" la corriente? ¿Se "atas-
t5
can" los "conductores"? ¿Se "obstruye¡" los "filtros"? I-as
respuestas a preguntas de esta especie representan el conoci-
miento de los fenómenos eléct¡icos que se obtiene medi¿nte
el empleo de la metáfora (o modelo, como se estila decir en
casos de esta especie), los cuales permiten, por vía de acuerdo
o desacuerdo, ir eliminando el momento metafo¡ico en bene-
ficio del literal. Es en rales casos cuando se puede decir con
propiedad que, alcanzando un punto, la metáfora ha muerto.
Sirvió para llevar adelante una investigación. Un poco, como
esos andamios que emplean los constructores para levantar
edificios y que van desapareciendo en la medida en que el
edificio va te¡minándose. O mejor, como esos esquemas que
trazan los pintores sobre la tela y que van desapareciendo
hasta el ext¡emo de perfección en que se integran a la obra de
arte que los confi¡ma confi¡mándose ella misma como un
triunfo.La histo¡ia de la ciencia está llena de estos artefactos
n-retafóricos, sus aciertos y desaciertos, sus límites y extrava-
gancias. EI concepto físico de fuerza, es un excelente ejemplo
de tanteo científico mediante analogía metafó¡ica. La acción
y naturaleza de la fuerza se ¡ep¡esenta como la acción y
natu¡aleza del esfuerzo que hacemos al poner un cuelPo en
movimiento, mantene¡lo en él o detenerlo. Traspasamos a la
acción de la gravedad tetrestre sob¡e los cuerpos las cualida-
des del esfuerzo que hacemos para alzar un cuerpo o evitar que
caiga. Al sentirnos a¡tastrados traspasamos una acción a lo
que nos arrast¡a que es en todo igual sólo que contraría al
efecto que experimentamos- Po¡ todas partes, hablando de
fuerza, sistema de fuerzas, fuerzas en equilibrio, campo de
fuerzas, etc., no podemos elimina¡ un elemento de interio¡i-dad en la representación que nos damos. Por más que quera-
mos reducir el concepto de campo de fuerza a Pura geomettía,
56
a pura función matemática para un dominio espacial de
posiciones rro podemos eyitar la noción de un centro de acción
y la representación de que a una partícula, en una cualquierade las posiciones del dominio, 'le pasa algo' de Ia especie quenosotros experimentamos expuestosi por ejemplo, a los efec-
tos de un fue¡te viento. Expresiones como "animado de
movimiento", "impulso", "ímpetu", "trabajo mecánico",conservan Ia huella del pasado metafórico del concepto de
fuerza.
11. Maáfora e interacción
Max Black distingue tres concepciones de [a metáfo¡a: una de
acuerdo a la cual las expresiones metafóricas sustituyen a las
literales, sea porque éstas no existen, sea por razones de estilo(tubttitution aiew); otra que considera la metáfora como una
simila¡idad o analogía de lo que se trata de expresar (compari-
nn uiew); y una tercera que concibe la metáfo¡a como intemc-ción ent¡e dos órdenes de cosas de modo que su significado es
un producto de tal interacción (interaction uieu)28.
Para ilustrar la primera concepción de la metáfora, traduceBlack a su expresión literal Ia sentencia metafórica "Rica¡do
es un león", que queda así: "Rica¡do es valiente". Se tratame¡amente de la sustitución de un término metafórico por untérmino literal. En el caso de la segunda concepción (la
compaison úew),la misma sentencia metafórica quedaría así,
literalmente: "Ricar<lo es como un león (siendo valiente)". Deacuerdo a la concepción de la metáfora como sustitución, dice
¿3 I40¿¿t! dn¿ Metaphan: Str¿iü in Ltngttaga at.t Pbílotopfu, N. York,1962.
57
Black, la sentencia merafórica "Ricardo es un león" se refierea Rica¡do; de acuerdo a la doct¡ina de Ia metáfora comocomparación, en cambio, la sentencia t¡ata "de Ricardo y deleones".
Pa¡a ilust¡a¡ la te¡ce¡a concepción de la metáfora (tbe
inteuction !ier.,) qúe Black, siguiendoal.A. Richards, intro-duce y desarrolla, nuest¡o autorofrece un ingenioso artefacto:un vidrio ahumado en que hemos trazado un reticulado de
líneas que permiten el paso de la luz, Si mi¡amos al cieloest¡ellado a t¡avés de este filt¡o ("let u trt to thinh of tbe
metaphor as a filta", dice Black) la noción de inte¡acción es
manifiesta. Podemos sin exagerar decir que tanto vemos el
cielo a través del filtro como el filrro a rravés del cielo.Debemos supone¡ que esta teoría de la metáfo¡a como
interacción vale como un principio general de modo que elejemplo que se empleó para las dos primeras nociones demetáfora tiene que poder emplearse aquí también. Así, cuan-do decimos "Rica¡do es un león", hablamos de Rica¡do desde
la perspectiva del león (empleamos el león como un filtro).Así como mi¡ando al cielo a t¡avés de un reticulado de líneas
abiertas sobre la capa superficial de un c¡istal ahumado vemosel cielo'de algún modo'y'bajo ciertos respectos'
-revelán-dose de esta manera la interacción de ambos, cielo y filtro-así, también, de algún modo y bajo ciertos respectos, perciboa Rica¡do a t¡avés del león. H4y algo en el león que resulta'transpareote', con respecto a Ricardo; y también algo hay deopaco. Dejémonos llevar por esta imagen: el león filtra elcompuesto Ricardo y deja escurrir aquello del compuesto quees león.
Aplicando la tercera noción de metáfo ra(la ixteraction uiew)
al mismo ejemplo a que aplica Black las dos primeras -"Ri-chad is a lion"- queda a [a vista que las t¡es nociones no son
t8
incompatibles. Incluso, parece fácil sostenerque están impli-cadas las tres toda vez que hacemos uso merafó¡ico del len-guaje. En primer lugar, sea por razones de estilo sea porquecarecemos de Ia expresión literal, en toda metáfo¡a encontra-mos la sustitución de una expresión literal (exista o no) poruna metafórica. En segundo lugar, toda metáfora se funda enuna analogía (comparación, similitud o semejanza); y el quetodas las cosas
-como se dice-puedan compararse con
todas las cosas y, así, la conpatiton uian de la meráfora cor¡a elriesgo de transformarse
-como pretende Black- en una
noción vaga hasta el extremo de la vacuidad, no resta ni fuerzani sigoificación al hecho de que toda metáfora se funda (opretende fundarse) en una analogía. Si nos arrae una expre-sion meraf<jrica. si nos inrriga. nos instruye, nos inspira yag¡ada, todo ello se ¡elaciona cierramenre con la similirud----analogía o semejanza- a medias oculta a medias vibrandoen toda metáfo¡a. En tercer lugar, ¿cómo funciona esa analo-gía metafórica de que nos habla Arisróteles
-con sus adicio-
nes y sustracciones atributivas- si no como la perspectivarecíproca de dos ó¡denes de cosas (las cosas de Ares y las deDionisos, po¡ ejemplo)? No hay nada de exagerado en identi-ficar el'filt¡o de Black'con las metáforas cualificadas de
Aristóteles y los puntos de vista o perspecrivas inrercambia-bles de Burke. Incluso, la manera de Aristóteles (y la deBurke) se muestra más general: no hay un filtro, sino que laperspectiva metafórica puede funcionar indistintamente des-de u¡o u ot¡o o¡den de cosas. Por ejemplo
-en el caso de la
metáfora de especie a especie- en torno a un punto medio se
distribuyen las especies comprendidas bajo un género (accesi-
ble o inaccesible). En to¡no a ese punro medio construimosmetáfo¡as. Si, tomando una especie como metáfora de ot¡aequidistante, exalto, entonces, cambiando el orden,
t9
denigro2e. Así también los cuat¡o té¡minos de una analogíametafó¡ica (Dionisos, copa, Ares, escudo) se combinan re-
flejándose mutuamente. ¿Y cómo no notar el'filtro de Black'también en A¡istóteles cuando elabo¡ando este auto¡ la analo-
gía. merafórica entre Dionisos y Ares construye la expresión"copa de Ares, pero que no contiene vino" como metáfo¡a de"escudo de Ares"? Así, la cualificación que A¡istóteles llama"aditiva" ("copa de Ares") y Ia cualificación que llama "sus-
tractiva" ("que no contiene vino") serían respectivamentecomo las áreas transpare¡tes y las áreas opacas de ese vidrioahumado a través del cual mi¡amos el cielo est¡ellado. Si
miramos hacia A¡es desde la perspectiva que ofrece la copa de
Dionisos, vemos un escudo; pero hay cualidades de la copa
eue no nos dejan verlo: el vino que la copa contiene.
Siendo así, encontrándose sin dificultad ni sofisticación las
nociones de sustitución, similitud e interacción en toda
metáfora, y no sólo eso, sino siendo estas tres nociones muyostensibles ya en los primeros textos que han llegado a
nosotros sob¡e el concepto de metáfora, todo lo que podría
deci¡se sobre las tres concepciones de la metáfora que distin-guc y hasta contrapone Black tendría que reducirse a cuestio-
nes de énfasis sob¡e este o aquel aspecto del acto metafórico,
sobre cuál deba prevalecer sobre los otros, subordinarlos,incluirlos, sobrepasarlos en importancia o compendiarlos a
todos. Po¡ ejemplo, Aristóteles parece habe¡ asignado más
imporrancia al enfoque de la metáfora desde e[ punto de vista
de los términos que desde el punto de vista de las proposicio-
nes en que entran los té¡minos. En efecto, et Poética, gte es
donde con más aparato conceptual t¡ata Aristóteles de Iametáfora, ésta aparece como una parte de las ocho en que se
'1, Reúna, t4or' , rc-35
60
dividen allí los nomb¡es. Además, la definición de metáforaque ofrece Aristóteles
-como vimos- le asigna como géne-
ro el "da¡ a la cosa el nombre que pertenece a otra", lo queparece calzar exactamente con la doct¡ina de la sustitución.En verdad, no hay definición escola¡ de Ia metáfo¡a a la vistaque no ponga el énfasis sobre la sustitución. Nuest¡o "D¡rci¿-
nario de la Lengra Española" define "metáfora" como "t¡opo
que consiste en trasladar el sentido recto de las voces en ot¡ofigurado, en vi¡tud de una comparación tácita". Para el" Liuixg V eb: nr" la netáfora es " a figare of spucb in wb icb a term
ar pbrare is applied to rlnething lo wbich it i¡ xot literallyappliable, in zrden to sl¿ggert a ruemblance". El }xford EnglhbDictitnary la define como "tbe figure of Qeech in which aname or descriptiae tenn * traxtferred to nme object dilfe-rext from, but analogout to, lbdt t0 wbich it is properly
applicab/e". Para el Dizionario Garzanti, la metáfora es una"figara rctorica per la qrale si esprime, sulla bav di tnalimilitu¿iw, rna co¡a diur¡a di qrella nomitrata". Y en un"Larou¡¡e" de bolsillo que me viene a las manos: "Enploi d'unmot dans rn rcns qui ne lui canuient qae parce qrc'on faitufle czmpardi[rn [our-eúerldue", Se ve, sin embargo, queasí como en estas definiciones está presente la noción-
sustitución de la metáfo¡a, también lo está la noción-comparación. Y desde que ésra Io esrá, cabe pregu¡tarse de lamedida en que el tratamiento de la metáfo¡a desde el puntode vista de los té¡minos respecto de su tratamiento desde el
punto de vista de las proposiciones no sea más una cuestión de
énfasis que de sustancia. Como sugie¡e Ricoeur, refiriéndosea las doctrinas modernas sobre la semántica de la metáfora
-doctrinas que desplazan la atención desde los té¡minos a las
proposiciones- el que la retórica clásica ponga el énfasis en
la "desviación sintagmática" (es decir, la cualificación o deno-
6T
rr.-! r i ij r ¡,r.?" rlii., ,. ,l¡n ., ..:iJ,.i,.rl;r
minación aberrantes, desviadas o anormales que toda meráfo-ra aca¡rea) no quiere decir que no acepte la conexión proposi-cional como el elemento básico de la operación merafóricasino solamente que, en lugar de destacar la proposición comola operación en que se produce el 'corrimiento de sentido' queintroduce el giro metafórico, desraca el efecto de estaoperaciónlo- ¿Cómo podría ser de ot¡a manera? Considé¡ese,por ejemplo, la expresión metafórica "lengua celestial". ¿Quésentido puede adquirir de suyo sino a partir de algo como "lalengua de F¡ancisco de Asís es celestial"? Este es justamenteun ejemplo en que la cualificació¡ sin atribución previa es
decir, sin juicio o proposición- parece imposible a todasluces. Percibimos len¡¡uas rosadas, rojas, pálidas, celestesincluso; pero no lenguas celestiales. El término "lenguacelestial" no puede sostenerse sin una síntesis que obra'desdefuera', que conecra dos órdenes de cosas que en términosusuales no están conectados. Obviamente no es sólo el juicio(o la proposición) la función que obra esta síntesis sino eljuicio asistido por la imaginación. Podemos
-como, por
ejemplo, en los sueños- hacer la expe¡iencia de combinacio-nes extravagantes y argüir que fueron puesras allí sin media-ción del juicio. El poeta puede decirnos que eqcontró sus
metáforas en el sueño, que le fueron inspiradas, que respon-den a sus hábitos, su modo ordi¡ario-para noso[ros exrraor-dina¡io-- de percibir. Nada de esto ¡emueve el juicio de lametáfora, la proposición que toda metáfora incluye y que se
articula en Ia perspecriva echada sobre una cosa desde elpunto de vista de otra. Dar a una cosa el nombre quepertenece a ona en el modo de l¿ denominación metafó¡ica es,
característicamente, coloca¡nos en la acritud de juzgar. Ca-
lo The Metaphorical Process...
62
racterísricamente, porque la metáfora tiene la vocación de
intrigar, aludir, sugérir, incitar. También A¡istóteles, como
vimos, se encarga de anotar la implicación del acertijo en la
metáfo¡a. No disfruta¡íamos de las metáforas si no fue¡an de
algún modo significativas y verdaderas. Disfrutamos, preci-samente, buscando el sentido y la verdad bajo esta forma tan
insolente y p¡ovocativa de presentarse.
12.Metáfora, significado ! aerdad
Porque en la metáfora el sentido aparece como sin sentido y Ia
verdad como falsedad y hasta como absurdo. Tan desca¡ada
fo¡ma de recurri¡ a la paradoja para manifestarse ha tenido porefecto que mientras para unos es ello prueba elocuente de
sentido y verdad, para otros no es más que resultado de
confusión, equívoco e impotencia. Agustín, por ejemplo(maestro él mis¡no de elocuencia y escritor lleno de ingenioretórico hasta el infinito), asigna función significativa y
aseniva a los tropos. Todos ellos, como vimos, responden
según este autor a la ca¡acterística de decir con la intención de
si¿¡nificar otra. Tan obvio es para Agustín que hay sentido y
verdad en las expresiones figurativas de la retórica que nisiquiera se plantea algún problema a este respecto y ¡eco-
mienda el conocimiento de los rropos y figuras del habla a los
estudiosos de las Escrituras --donde hay muchas construc-
ciones de esta naturaleza porque "el conocimiento de éstos
es necesario para esclarecer las dificultades de las Escrituras;
porque cuando las palabras tomadas lite¡almente producen
un significado absurdo, debiéramos inquirir inmedia tamen-
te si no pueden ser empleadas en tal o cual sentido figuradoque desconocemos; y de esta manela muchos pasajes oscuros
61
se habrán escla¡eciclol'. Vemos así que la dicotomía "literal-
figurado" ha sitlo desde anti¡¡no una res¡ruesta a la paradoja de
la expresión metafórica. La f(rrmula of¡ecida por Agustin es:
lite¡almente absurclo, metafóricamente vertlaclero Si' por
ejemplo, resulta absurclo consiclerar que "el espíritLr de
Diosi, literalmen¡e, "rcvoloteaba sobre lir superlicie clc las
a¿il¡as" Porque no hay ninguna ltrrma literal cornpatible clc
"rtrs "*pre*i,,n.',. el .rbstrr.l'r J, sa¡'rrc" l'rrr l)r nto JsiJ{nLr 'r
"revototerr" L¡n scntido mctafórico
Esra rcspucsta, al pareccr ol>via' a ia cuestión cle lt vercl¡cl
y el significaclo de las expresioncs mctalllric¿s no ha sicl¡' sin
embargo, aceptada r.rnivcrsalrnente' I-os eorpiristas' en espe-
cial, han consi.leruclo siempre con sosPecha rodo empleo clel
lenguaje clue no sea lite¡al. Dijimos algo eo el caso de Locke'
Con el neopositivismo contemporáneo, las reglrts que esta
esc.,ela ltizo prcvalecer dumnte algunas clécadas sobre el
significado y la verdad alcanz¿rron alturas irrcspirables' El ustr
dcl lenguaie se.1i'ridió entre dos categorías de inclividuos: los
que lo empleaban significativamente y en términos apropia-
ios a su verificación, y los qr-re hací¿n un uso secundario'
clerivado o laceral riel lengr.iaje con vistas a suscitar específicos
sentimientos. I-os prineros eran los cieotíficos; los segundos'
los poetas, ,,,."rdot",,, rnoralistas, políticos y de'ragogosl2'
De esre mo,lo, Ia metáfora entre las restantes figuras'
)t On Cbi idí D¡¡r¡i¿¿, Llook lll, Ch 29' 4lr2 Habi" rna tercem especie, los filósofos Pero ésros, según los neopositi_
vistas, no usan propimentc el l¿nguaie sino qrte abusan de él l'odría
.o*po.a.".t.".* uiguien que quiere <xar cl piano con un ser¡ttcho' freír
longanizas con un alicate, zurcir calcetincs con hojas cle rtci
d"ci, .on 'no
p"..,rnu que a¡tica un insrrtrmento a cualqui('r cosa menos al
objeto quc le es ProPio.
64
tropos y consrrucciones reróricas- aparecía en el área lin-güística que para algunos autores recibe el nombre de prag-mática. Se trataba, así, la metáfora con más énfasis en el usoque en el significado.
Davidson, por ejemplo, que aparece como viniendo delpasado neopositivista (recienre pasado) a enfrenta¡se con losnuevos y aparenremente victoriosos defensores de I¿ tradiciónsemántica de la meráfora (Richards, Black, Goodman, Ri-coeur) rechaza incluso el diagnósrico de énfasis. para é1, lametáfora "peftenece exclusivamente al dominio del uso" y noexiste ningún senrido o significado peculiar de las expresio-nes metafó¡icas
-niogún significado o conreoido cognosci-
tivo implícito y como sugerido bajo el senrido lite¡al- sinoque éstas obran su prodigio mediante el llano sentido literalde las expresiones que las forman. Y puesro que, asi tomadas(directa y únicamente en lunción de su senrido literal), lasmeráforas son crcaturas falsas, paradojales, contradictorias,absurdas o imposibles, debemos admirir que en su caso no setrata propiamente de expresiones que tienen la tarea designificar, ni de sentencias o proposiciones. Si arendemos a suempleo correctame¡te descub¡i¡emos que se trata de meros¡ecursos Iingüísricos que medianre su significado lireralobr¿rn a través de la imaginación con vistas a llama¡ nuestraatención, a orientarnos hacia un hecho, relación o contenidoen las cosas de la fo¡ma como, po¡ ejemplo, Io logran uncoscor¡ón o un bastonazo.
Pongamos un ejemplo. Supongamos que alguien dice: ,,La
asistencia económica a los países del Te¡cer Mundo es unapíldora anticoncepriva". Si tomamos esta expresión en susentido literal, resulra obviamenre falsa. Tradicional, y ram-bién o¡dina¡iamente, interpreramos esta meráfora como unaexpresión que se desdobla en dos planos: uno literal en que la
65
proposición es falsa; y uno metafórico en que es (o tiene lapretensión de ser) verdadera. Lo que hace Davidson es recha-
zar este segundo plano de la interpretación tradicio¡al u
o¡dinaria. Todo lo que la metáforalogra, según este autor, lologra como lo que literalmente es. Y puesto que lireralrnentees una proposición falsa debemos, entonces, aceptar que está
funcionando de otra manera, que está logrando lo que lograde forma distinta de como lo logran las proposiciones
-porotros conductos que el empleado por las proposiciones. Es la
razón de las imágenes que hemos usado: un coscorrón o unbasto¡azo. Y el bastonazo ilustra mejor lo que quiere decirDavrdron. Porqrre un bastón cs ¡:rra rnoyxrsr n,) lÍrrx c¿rsrr-
¿¡ar. Tampoco son para afirmar un lrccho las proposicionesfalsas, ni las absurd¿s. Si cligo 'La asistencia económica a los
países del Tercer Mundo es una píldora anticonceptiva" estoy
usando una proposición {álsa no como se usan éstas normal-mente
-es decir, sin darme cuenta de que es falsa y como si
fue¡a ve¡dadera o con el propósito de engañar sino sabiendoque es falsa y sabienclo que todos saben que lo es. Y esto
quiere decir que no la estoy empleando como p¡oposición, delmismo modo que cuando doy el basronazo no estoy haciendo
uso normal del bastón. Repitamos todo esto con palabras delpropio Davidson:
"Con justicia, debe hace¡se notar que Ia pretensión de que
una metáfora provoca o sugiere cierta concepción de su obje-to, más que expresarla directamente, es un lugar común. Así,A¡istóteles dice que Ia metáfora p¡oduce una'percepción de
semejanzas'. Black, siguiendo a Richards, dice que una me-
táfora 'evoca' ciert¿ ¡espuesta: 'el oyente adecuado será condu-cido por una metáfirra a construir un. . . sisrema'. Esta nociónes resumida en lo que clijo He¡áclito del o¡áculo délfrco: 'Nodice ni oculta, sugiere'.
66
"No rengo nada que dispurar con esras descripciones de losefecros de la meráfora, sino únicamente con la opinión asocia_da sobre cóma se supone que la metáfora los produce. Lo queniego es que la metáfora ¡ealice es¡e trabajo mediante unsignificado especial suyo, un conrenido cognoscitivo específi-co. No creo, como Richards, que la metáfora p¡oduzca su¡esultado mediante un significado que resulta de la inte¡acción de dos ideas; es, en mi opinión, equivocado decir, conOwen Ba¡field, que una meráfo¡a'dice una cosa y significaotra: o con Black que una merafora afirma o implrca ciertascosas complejas gracias a un significado especial y que de estamattera cumple su trabajo de suministrar una ,intuición'.
Unametáfora realtza su trabajo a través de otros inte¡mediarios.Suponer que sólo puede ser efectiva t¡ansmitiendo un men_saje cifrado es como pensa! que una broma o un sueñoenuncian alguna proposición que un intérprere agudo puedetraducir en prosa llana. La broma, el sueño o la me¡áforapueden, como un cuadro o un puñetazo en la cabeza, hacernosapreciar cierto hecho, pero no significando el hecho oexpresándolo"l].
73 .Concepción pragmática aersusc1ncepción Jenántica de la metáfora
Hay mucha sustancia en las argumentaciones de David-son contra las teo¡ías semánticas de la metáfo¡a. Considéresede nuevo el caso de la asisre¡cia económica a los países delTercer Mu¡do. Alguien quiere decirnos que dicha asistenciano tie¡e más objeto que evirar los peligros de la eclosión
33 llhar M*aphor: Meaa.
61
demográfica. En lugar de expresarlo así, llanamente' opta
po, .Ápuq,.t".u. ..,e contenido en una metáfbra O podemos
áecir: opta por dejarlo implícito, por velarlo en una alusión'
por distaociarlo en una asociación' por ocultarlo bajo una
para.loja o .rn enigma, etc. ¿Por qué? Porque es un bromista'
,r.r cínico, un retórico; porque está furioso, porque se fía más
de la imaginación que del puro entendimiento' porque es un
demagogo, un pedagogo, etc Pero, ¿qué hay con el que
escucha? Aparentemente, todo el aparato de probables moti-
vos, recursos y expedientes clel que optó Por exP¡esalse en
términos metafóricos se aParta como con un movimiento de
la mano meramente substituyenclo la metáfora por una pará-
frasis o traducción literal. En lugar de "La asistencia econó-
mica a los países del Tercer Mundo es una píldora anticoncep-
tiva", ponemos: "I-a asistencia económica a los paises del
Tercer Mundo sólo tiene por objeto evitar los peligros de Ia
eclosión demográfica". O algo por el estilo de esto' Sin
embargo, hay universal acuerdo sobre la pérdida de fuerza y la
modificación cle sentido que se experimenta al sustituir la
meráfora por una paráfrasis. No sólo esto También hay
amplia aceptación de la imposibilidad de parafrasear las
-.ráfuror. Volvamos al que escucha ¿Está en verdad en
condiciones de raducir la metáfora a una expresión literal
equivalente como hemos supuesto? Si alguien me dice: "La
asistencia económica a los países del Tercer Mundo es una
píldora anticonceptiva", con un equivalente literal muy claro
y conciso en su me¡te, en el momento de emplear esta
metáfora, ello no tiene ¡elación necesaria con lo que ocurre en
la mente mía al escucharlo. La expresión "píldora anticoncep-
tiva" puede transformarse para mí en una PersPectiva metafó-
¡ica sobre el Tercer Mundo dife¡ente de los problemas demo-
gráficos. lncluso, al escuchar la sentenci¿ metaforica (sin
68
¡elación a un contex¡o que pueda dererminar su lectura) lomás probable es que me remita a mayores alturas y la tomecomo una alusión al interés de los países altamente indusrria-lizados en mantener, o incluso reducir, los niveles de indus-t¡ialización del Tercer Mundo. Hay todas las entradas que se
quieran -en
té¡minos económicos, sociales, cultu¡ales, mi-Iitares o políticos para la metáfora de la 'esterilización delTe¡ce¡ Mundo'. Pero, siendo esto así, ¿qué traducción literalde una expresión metafórica dará el que la escucha? Incluso elque la expresa, por mucho que haya recur¡ido a una metáforacon el propósito de dar expresión metafórica a un pensamien-to que pudo expresar literalmente, tendria que reconocer quela metáfora dice
-sugiere o implica- más de lo que diría la
expresión lite¡al de su pensamieoto. El quería decir, llana-mente, que la asistencia económica a los países del Te¡ce¡Mundo tiene po¡ objero evita¡ los peligros de la eclosióndemográfica. Optó (supongamos que se contenía de golpearcon furia sobre la mesa) por desviarse del camino de las
expresiones lite¡ales. Con palabras de Owen Barfield, oprópor "decir una cosa y significar otra", optó por decir "píldo¡aanticoncepriva" para significar el objeto de la asistencia eco-nómica. Aparentemente, buscaba da¡ forma más viva, máspintoresca, más atractiva y contundente a su pensamiento. Elproblema es que aho¡a, entre la risa, el asomb¡o, la relucta¡-cia y las exclamaciooes de sus colegas expertos en 'desa¡¡ollo
del subdesarrollo', el creado¡ de la metáfora se encuentra conuna situación acaso indeseada por él mismo: la asisrenciaeconómica a los países del Tercer Mundo comienza a t¡ansfor-marse ante sus ojos en una gigantesca píldora anticooceptivay la relación precisa entre lo que se proponía decir lireralmen-te y Ia expresión metafórica por Ia cual optó desaparece anteuna avalancha de asociaciones insospechadas. "Deci¡ una cosa
69
y siÉínificar otra" -con
la fórmula de Barfield- o "decir una
cosa con Ia in¡encióo de que se entienda otra" -con
Ia de
Agustín parece empresa simple. Pero no lo es; por lo
menos, no lo es en el caso de la metáfora. Se ha dicho r-¡na cos¿
-una figura pintoresca, Sraciosa, caricatutesca, alusiva, su-
gerente, etc.- por otra, y en el instanre mismo de decirla, la
otra aparece infinitamente rebasada. No hay forma de lograr
una paráfrasis lite¡al de lo que se ha dicho.
Es la dificultad de traduci¡ la metáfora, sustituyéndola por
una paráfrasis literal, lo que conduce de modo más obvio a la
postura de Davidson. Sobre la paráfrasis Iiteral se dividen los
estr¡diosos entre quienes sostienen que siempre es posible
encontra¡ una y quienes opinan que la metáfora es -por
lomenos en Ia e¡orme mayoría de los casos- literalmenteintr¿ducible. Los primeros, con todo, están de acuerdo en
que resulta, muchas veces difícil, casi imposible, traducir
literalmenre una metáfora. En surna, tanto unos como otros
coinciden en que la metáfora puede cumplir una funciónsignificativa y comunicativa de modo peculiar y secreto El
ataque c{e Davidson tiene su punto de partida aquí, en este
misrerio del significado metaforiro. que se rehúsa a transfor-
marse en significado literal. l¡ sospecha es que no haya,
contrariamente a Io que sostienen las teo¡ías semánticas de la
metáfor¿, ningún significado metafórico y que la metáfora oo
tenga más posibitidad de empleo que mediante el sentido
literal de los términos que Ia forman, Esta es Ia tesis general
que adopta Davidson. Citemos todavía a este autor:"EI error principal contra el que dirigiré mis invectivas es
la idea de que una metáfora posee, además de su sentido osignificado literal, otro senrido o significado. Esta idea es
común a muchos que han escrito sobre la metáfora: se encuen-
tra en los trabajos li¡erarios de críticos como Richards, Emp-
10
son y \üFinrers; filósofos desde A¡istóteles a Max Black;psicólogos desde Freud a Skinner; lingüistas desde Platón a
U¡iel \lein¡eich y George Lakoff. La idea toma muchasformas, desde la relativamente simple eo Aristóteles hasta larelativamenre compleja en Black. I-a idea aparece en escrito-¡es que manrienen que se puede producir una paráfrasis lireralde una metáfora, pero es también comparuida po! los que loniegan.
^lgunos enfatizan una especial captación que puede
inspirar la metáfora e insisten que el Ieoguaje ordinario, en sufuncionamienro usual, no produce tal captación. Sin emba¡-go, esta concepción considera la meráfora como una forma decomunicación paralela a la comunicación o¡dina¡ia: comuni-ca verdades o falsedades sobre el mundo de la misma maneraque el lenguaje llano; aunque el mensaje puede ser considera-do más exótico, profundo o artificiosamente ataviado"34.
Paul Ricoeur, que se encuentra entre los que en la actuali-dad encabezan la inrerpretación semántica de la metáfora, nodice menos que Davidson:
"Po¡ una reoría semántica (de Ia meráfora) €nriendo unainvestigación de Ia capacidad de la metáfora de suminist¡a¡información i¡t¡aducible y, en consecuencia, de la pretensiónde la metáfora de suministrar un conocimienro profundoverdadero de la realidad (tome trte insight about reality)-15.
Lo sorprendente, pues, es que sobre una proposición apa-reotemenre idéntica pueda haber tan tajante oposición. Nosólo eso. En la actualidad, Davidson parece ser la únicapersona que adopta esta postura. Como él mismo se encargade señalar, aquellos que anres que él han ¡echazado la inte¡-
i{ Vhac Metaphor Mean.1t The Meraphorical Process.
1t
pretacióo semántic,r han abundado en denuncias sobre el
ca¡ácte¡ confuso y la orientación puramente emotiva de la
metáfora. Pero se han detenido allí. Los neopositivistas, por
ejemplo, no tenían causa contra la metáfora siempre que se
m¿ntuvier¿ fue¡a clel áml¡ito de la filosofÍa y la ciencia. Si la
metáfora 'significaba', ello era así, con comillas -es
decir, en
sentido t¡aslaticio, caricaturesco y sin relación ninguna con el
lenguaje científico. De todos modos todaví¿ significaba.
Davidson, va más allá, a pesar de que todo ha cambiado en los
últimos años. La reacción contra los extremos imposibles del
neopositivismo, los nuevos cánones heuristicos, el éxito me-
todológico de los concepcos de isomorfismo, analogía, mode-
lo, simulación, etc., significó una merecida oportunidadpara los "amigos de la metáfora". Contra éstos, Davidsonaparece como el último de los mohicanos; pero igual de
noble, respetable y contundente. El golpe que devuelve -noexiste ningún significado metafórico nos remite a la cues-
tión del significaclr¡, irresuelta, a la espera de enormes ¡es-
puestas aún sin obtener en el campo de la psicokrgía, la Iógicay la lingüística. Iin esencia, todo parece reducirse a esa
cuestión. Dice Ted Coben:
"La cuestión cent¡al se refiere al significado. ¿Posee unjuicio metafórico, además de su significado literal (en rela-
ción con el cual el juicio será típicamente absurdo, falso o
insustancial), otro significado (metafórico) en el cr.¡al reside
tanto su capacidad de ser verdadero como de suminist¡ar ese
impulso de captación que obtenemos de algunas buenas
metáforas? ¿O es la magia de la metáfora no una cuestión del
significado de sus palabras, sino un rasgo clel contexto de su
empleo, de su 'pragm/rtica'? Esta cuestión no puede debatirse
completamente, o siquiera aprec iablemen te, por mucbo
12
tiempo, sin Ia base de una teoría general del significado"l.'.Desde esta perspectiva, Ia mayoría esrá proponiendo la
noción semánrica de la metáfora, en rérminos generales,como una condición necesaria de una reo¡ía general delsigoificado, en el sentido que ninguna tal teoría podríaaceprarse si no da lugar al significado de la metáfora (elsi¡nificado merrloricol. Davidson. por su parre. esr¡ria re-chazando esta exigencia: para él no existe ningún significadometafó¡ico, ningún contenido implícito, codificado, en lametáforai y la teoría general del significado no riene que
^grcgar a sus problemas legítimos los que pueda acarreat la
cuestión de la metáfora.En esta dispura, se siente uno inclinado a raros a reduci¡la
a una cuesrión de palabras. ¿Por qué no podríamos ernplear eltérmino "significado" de modo de aba¡car con él lo que todos,Davidson incluido, reconocen que obra la metáfo¡a? Porejemplo, refiriéndose a los "efecros" del empleo de la metáfo-¡a, Davidson los caracteriza diciendo que la meráfora "provo-ca o sugiere cie¡ta visió¡ de su objeto más bien que decirladirecta y expl ícitamente", y agrega que no riene nada queobjetar contra "estas descripciones de los efecros de la metáfo-ra". ¿Por qué no pod¡íamos nomb¡ar capacidad de significaresta capacidad de la merafora de provocar o sugerir cierrevisión de un objeto? Al fin de cuentas, ¿no es esra capracióndel objeto provocada o sugerida por la meráfora exacramentelo que tenemos en visra cuando decimos que entendemos loque una meráfora significa? Davidson tiene un a¡gumenropara rechazar este proyecro. No se t¡a¡a me¡amenre de unsignificado metafórico, de una teoría puramente semántica,sino de una teoría que está como parapetada tras la teoría
16 Meraphor and the Cr¡lcivarion of Inrimacy.
11
semánrica, pe¡o que se establece independientemente de ella:
la teoría de que la metáfora contiene u¡ elemento cognosciti-
vo que sólo ella puede transmitir y que tal elemento es lo que
uno debe captar si va a camprender la metáfora. En una
palabra, no es tanto el'significado metafórico'como el'con-tenido cognoscitivo lo que Davidson tiene en vista. No se
trata tanto de que la metáfora sugiera o provoque de modo no
di¡ecro cierra visión de su objeto; tales efectos de Ia metáfora
podrían estipularse como su significado. De lo que en verdad
se t¡ata es de la teoría de la metáfbra como un instrumento de
conocimiento insustituible. No se trata de que haya un
significado en la ¡¡eráfor¿ en relacióo con el objeto, sino que
este significado sea verdadero, y verdadero de un modo que
sólo la metáfora puede aportar.Así, los adversarios que Davidson tiene en vista son teóri-
cos de la metáfora como Black y Ricoeur; y lo que parece
horrorizarlo es que alguien pueda pretender que hay formas o
facultades del conocimiento ocultas baio velos que no pode-
mos remover y cjerciéndose fuera de los límites tradicionales
del conocimiento: la percepción y el juicio."...1o que intentamos al 'parafrasear' una metáfbra no
puede ser suministrar su significado, porque éste se encuen
tra en la superficie; más bien, intentamos evocar lo que la
metáfora trae a nuest¡a atención. Puedo imaginar a alguien
que concede esto, obviándolo como no más que una insisten-
cia en Iimitar el empleo de la palabra 'significado'. Esto se¡ía
una equivocación. El er¡or central sobre la meráfo¡a es más
fácilmente atac¿do cuando toma la forma de una teo¡ía del
significado metafórico, pero detrás de esa teoría, y formula-ble dc modo independiente, se enclrent¡a la tesis de <¡ue,
asociado a la metáfora, va un contenido cognoscitivo que su
autor desea comunicar y que el intérpretc debe aprehender
74
pa¡a captar el mensaje. Esta teoría es falsa, llamemos o no aeste pretendido contenido cognoscitivo un significado"lT.
14. La ruetáfora cunl arrna retthica
Volvamos a Black. La comparación del modo como opera unametáfora con el empleo de un vidrio ahumado cuadriculadocon líneas transpa¡entes
-es decir, la imagen de la metáfora
como un filt¡o- es lo que mejor se presra para rerene¡ lasideas de este autor. Dice Black que la metáfor¡ "selecciona,enfatiza, suprime y organiza cualidades del sujero principal,implicando juicios (o ptoposiciones) a su respecro que nor-malmente se aplican al sujeto subsidiario"r8. El filr¡o elvid¡io ahumado cuad¡iculado, que interpongo entre mimirada y el cielo suprime las partes de éste que interceptan lasá¡eas ahumadas del vidrio; selecciona las partes que se perci-ben a lo largo de las líneas transparenres; enfatiza dichaspartes; y finalmente las organiza de acuerdo al patrón de)reticulado. Además, mediante el filrro como sistema dereferencia (piénsese en una fotografía de una parte del cielo a
través de un retículo) aplico a la pate del cielo filrrada -y
enúltima instancia a esa parte del cielo sin más- determinaciones de posición, distancia, ángulo que son dere¡minacionespropias del filtro.
Considérense ejemplos de metáforas en términos de estaimagen del filrro. Po¡ ejemplo, hablando de dictadores, lashay de todas las variedades zoológicas. Incluso, disputanentre sí, dejando muy a la vista su condición de filtros. ..para
17 What Metaphors Mean.\3 Black: Mo¡.l¿t¡ at¿l Metaphm (cir.a<1o por Davidson).
7t
mí es un chacal", dice alguien hablando de un general lati-noamericano que ha tomado el poder. "Para mí es un zorro",
responde un segundo. "¡Un asno es lo que es!", interviene un
rercero. IJna multitud de metáforas disputan por el título:gorila, hiena, ganso, papagayo. La disputa de las metáforas
tiene que ver con Ia forma como cada una filtra su obieto en
oposición a las restantes. Mientras que existe una cantidad de
contenidos filt¡ados que parece común a todas ellas y sustan-
cial -n cuanto el filt¡o en todos los casos se refiere a
animales popularmente relegados al repudio- cada una lleva
su énfasis sob¡e distintos aspectos. Si aplico el filmo-hiena,
por elemplo, estoy poniendo el énfasis sobre aspectos del
dictador mili¡ar que se avienen con la forma de vida de este
animal de acuerdo a la representación popular: eo primer
lugar, su muy dudoso régimen dietético; su risa asquerosa,
ávida y sardónica e¡ medio del banquete de carroña; pero
también su osadía postrera, a la zaga de las moscas, sus
melindres a distancia segura, su fiereza postmortem, su
oportunismo armado hasta los dientes y entre despojos. Sí, es
muy explicable que un adversario resentido P¡oPonga este
filtro como un artefacto que destaca, selecciona y organiza los
rasgos del dictador milita¡ de la manera que más le acomoda.
Desde tuego, y en casos como éste, la función del filtro está
muy lejos de las que Black -y
muchos otros con é[- asignan
a Ia metáfora en conexión con la ciencia y el progreso del
conocimiento. En el caso del que aplica el filtro-hiena al
dictador milita¡, y muy aparentemente en la Pu[Jna Por
aplicar un filtro más bien que otro, esramos más, muy más
allá de Black. Estamos explotando sus ptincipios: estamos
disputando por el filtro a aplicar porque damos por desconta-
da la aplicabilidad cle todos los ñltros y por descontado
también que la exclusividad de un filtro sobre los otros
16
condena a[ personaie filt¡ado a una especie de existenciapreestablecida y única. Incluso más: puede ocurrir que nos
encontremos fabricando un monstruo a nuestro gusto. Por-que, una vez aplicado el filtro podemos encontrar que haypoco o nada filtrado, sin que ello impida juzgar y obrar comosi el filt¡o suminis¡rara un calco exacto de la realidad. Desdeesta petspectiva, la noción de metáfora propuesta por Black se
aviene con lo que de uo modo u orro ha sido siempre observa-do: que Ia metáfora conlleva el riesgo de abuso por vía de unaespecie de proloogación alegórica; que la metáfora (como
pide Aristóteles) debe ser adecuada; que la meráfora debesometerse al crite¡io del contexro en que aparece; que lametáfora debe tanro adiciona¡ como susrrae! al exrende¡semediante cualificación. Todo esro supooe la existencia yoperación de algo como lo que Black ilama un filtro y,además, cierta autonomía de este a¡tefacto que puede muybien exceder sus límires hasta el extremo de anular y hastainve¡tir su operación. El repudio, rambiéo, de Ia meráfora----como aparece, por ejemplo, en Hobbes y Locke-- puedeconside¡arse como una prueba en negativo de Io que Blackafirma: que existen funciones significativas y cognoscitivasde la operación metafórica. Cuando éstas son rebasadas ytergiversadas por el abuso de la metáfora, por la falsificaciónde una cosa valiéndose del postulado de que esrá como cifladaen otra, es cuando hacen senair su existencia. Es esre ladoabusivo de la aplicación de la metáfora lo que explica surepudio. Y sería deseable que se pudie¡a esrimar el perjuicioen comparación con la ventaja de su empleo. Como diceR.M. \üTeaver: "Al fin de cuentas, [a retórica, noble o vil, es
un gran poder en el mundo; y de acuerdo coo esto observamosque en el centro de la vida pública de cada pueblo hay unaguerra feroz sobre quién cont¡olará los medios de la propaga-
71
ción retórica" le. Esta observación permite apreciar que lo que
empezamos a señalar como inocente contienda por aplicar
metáforas es solamente un detalle de una batalla campal por
apropiarse los comandos de la retórica. Comenzamos a aleiar-
nos de los planos en que seguramente valen las loas de Black,
Goodman, Richards, Ricoeur, Quine, a los trabaios milagro-
sos de la metáfora. Desde que nos volvemos del lado de los
'asuntos humanos' -la política, los negocios, el arte, la
religión, Ias ideologías, los si¡dicatos, [a prensa, el cine, la
radio, la televisión, la educación- cabe preguntarse (¿Cabe
preguntarse, o es esta f¡ase también una pura muletilla
retórica? ¿Y qué de la pregunta anterior? ¿También retórica?)
sobre los riesgos de promover hasta los planos del conoci-
miento y el discurso, ptocedimientos que hasta aquí fueron
contenidos en tos dominios siempre inestables, desconfiables
y ries¡¡osos de la ¡etó¡ica. Si se da a la metáfora, en el camPo
de Ia gnoseología y la metodología, ese status de insrrumento
insustituible, sob¡e todo cuando se abren perspectivas hacia
te¡¡itorios todavía inexplorados, ¿no se pone con ello un sello
de respetabilidad que Puede llevarse a todas partes? Si el filtrorepresentado por la metáfora suministra una capración de su
objeto que ninguna paráfrasis literal puede sustituir y si
(como pretende Black), es justamente esa captación, ese
conocimiento especial de su obieto, lo que se pierde sin
esperanzas de recuperación cuando sustituimos la metáfora
por una paráfrasis literal, ¿no es obvio que estamos atribuyen-
do a la metáfora una función cognoscitiva insustituible, por
Io menos mientras no tengamos medios más directos de
le Texro desracado porT. Szasz como e¡í¡rafe de sL¡ lib¡o turl Krau¡ a¡¡t ¡he
Satl-Dan¡r¡.
7u
acceder a su obiero (y, eventualmenre, corregir hasta loirreconocible la captación que la metáfora nos ofrece)?
Piénsese en las metáforas de la teología, la filosofía místi-ca, la metafísica, la psicología profunda, la filosofía de lahistoria. ¿Daremos, a falta de algo mejor, status de sabiduría,de intuición, a un conjunto de afi¡maciones que tomadas alpie de la letra carecen de sentido, como el alma y el cuerpo, lavida futura, la unión con el absoluto, los primeros principios,el fin úlrimo, e.c.? lY qué decir de las ciencias sociales?Considé¡ense f¡ases como "da¡winismo social". "sociedad
represiva", "lucha de clases", "sociedad progresiva", "socie-dad reaccionaria", "sociedad abierta". ¿Qué posibilidad tene-¡¡65 ¡lg 6q¡¡¡91¿¡
-como puede eveotualmente ser el caso de
filros o modelos empleados en ciencias ¡¿¡u¡¿lss- ql srn-pleo de expresiones como éstas en luga¡ que, po. el contrario,sean ellas las que impongan sobre nosorros todo un mundoaplastante de deformaciones2
15.Vino nuero en odres uiejos
Hay una frase hecha para referirse a la fo¡ma como nosapropiamos una esfera nueva de fenómenos
-sociales, cultu-
rales, científicos, tecnológicos, etc.- que no están rodavíaen punto de ser correcra y cabalmente asimilados. Decimosque pensamos lo nuevo medianre conceptos viejos. Esra f¡asepretende formular una relación exact¿mente opuesta a la que,según Black, se produce ent¡e la metáfo¡a y su objero. En esreúltimo caso, aplicando a un objeto los at¡ibutos comunesasociados a la exp¡esión metafórica utilizamos un viejo apara-to de conceptos y representaciones archisabjdos pata tÍaz tdesde él una perspectiva sobre algo que resulta nueva e
79
instructiva. Por eieniplo: "Un espectro pena en Europa' el
espectro del Comunismo". Aquí, se nos propone el filtro-
arpaaa.o pu.u mirar el Comunismo. En especial, las conduc-
tas rituales de la religión ante los espectros filtran' Ias con-
ductas políticas y policiales de los poderes europeos frente al
comunismo: "todos los poderes de la vieja Europa han forma-
do una sanra ali¿nza para exorcizar este esPectro: el Papa y el
Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los espías
de la policía alemana". (En este desarrollo me tafórico -quepara Aristóteles sería una cualificacióo por adición- se
muest¡an ¡ambién los problemas del filtro cle Black La frase
"vieja Europa pretende corregir la inadecuación de la metá-
fora. Es contra el régimen enemiSo que resulta un espectro el
Comunismo. Aun así, la metáfola no parece feliz y casi a
renglón se¡luido, la misma existencia del Manifiesto Comu
nista se propone como el abandono de "este cuento de viejas
del espectro del Comunismo ).
Por el contra¡io. cuando nos referimos a contenidos nuevos
pensados mediante conceptos viejos, cambiamos el énfasis y'
con ello, ¡odo el senrido de la operación Por eiemplo' el
Imperio Romano como metáfora del Cristianismo; o las
colonias españolas a comienzos del siglo xlx como metáforas
de Ia Revolución Francesa; o los países del Tercer Mundo
como metáloras de la Revolución Industlial El punto es
conlroveitible, acaso; pero cuando en casos como éstos habla-
mos dc contenidos nuevos PaÍa (oncePtos viejos esramos
indicando que no se trata ya de la novedad, la c¡eatividad' el
descubrimiento aportados Pol un esquema vieio aplicado a
algo nuevo, sino muy al contrario de la deformación, tergi-
versación. falsificación, estagnación, etc , de Io nuevo en lo
viejo. Es el proverbio evangélico del vino nuevo en odres
viejos, que desde antiguo suministra, como hecho a la medi-
ll0
da, el reverso de la doctrina de Black de la metáfo¡a. Para éste
el filtro represenra Ia función creado¡a, heurística, orientado-ra, ordenadora de lo viejo que lo ¡uevo emplea como unpacrón de referencia. Para el proverbio evangélico, con¡ra¡ia-mente, el filtro representa un dique de contención que niegalos mensajes t¡ansformado¡es de Io nuevo. Los ¡evolucionarios conductores de masas y profetas se inclinaráo por la"cont¡adicción antagírnica" entre Io viejo y lo nuevo. Sus
descendientes, por cl conrrario, aplicarán a 1o nuevo, comoun marco de hierro. los con, epros qr te rcuñeron sus ¡ncesrrus.A la'lucha de lo nuevo contra lo viejo'sucede la'lucha de loviejo contra lo nuevo'. O, mejor, no hay ninguna sucesiónsino que ambas operaciones coexisten, chocan, se equilibrany combinan de mil maneras, ¿Cómo hacerse cargo de lo nuevosin la asistencia de lo viejo? ¿Cómo puede irrumpir algonuevo sin desalojar algo viejo? Desde esra perspecriva, elfiltro de Black aparece como sólo una de las dos fases de unaoperación que 'dialectiza' ambas perspectivas: la de lo viejosobre lo nuevo y ia de lo nuevo sobre lo viejo.
16.La metáfora cono rímil
También correspondió a Aristóteles of¡ecer la teoría máspopular de la relación entre símil y metáfora: que la metáibrano es más que un símil al que hemos suprimido la palabra (opalabras) que expresa la compa¡ación.
"El símil es también una meráfor¿: l¿ diferencia es leve.Cuando el poera dice de Aquiles que 'se revolvía entre losenemigos como un león" es ello un sín-ril; cuando dice de él:"el león se revolvía' es meráfo¡a. En este último caso, siendoambos valerosos, €l poera ha rransferido a Aquiles el nomb¡e
8l
de león. Los símiles son tan útiles en Prosa como en verso;
pero no a menudo, Porque son de naturaleza poética Ha de
empleárselos tal como lo son las metáfo¡as porque son real-
mente la misma cosa, excepto por la diferencia señalada"a0'
Este texto no deia dudas sobre cómo piensa Aristóteles la
relación entre símil y metáfora "Aquiles es como un león" es
simil; "Aquiles es un león'es metáfora Al decir que Aquiles
es como un león. nos fundamos en la valentía de ambos'
Siendo ambos valientes, doy a uno el nombre del otro por esta
razon. Lir J ilerent i¿ cn I on(es s( m¿l 'ilrs¡
¡ría t omo 'uPresionde la particula compar¿tiva. Pero, ¿sería leve como dice
Aristóteles? Porque en el primer caso símil- comParamos
dos cosas. En el segundo -metáfora-
nombramos una cosa
con el nomb¡e de ot¡a. No sólo eso En el primer caso
- Aquiles cs com., un Ieón - exPresamos Lrna proposicirin
simple y verdadera. En el segundo caso -"Aquiles
es un
Ieón'-si queremos que la proposición sea simple' es falsa; si
queremos que sea verdadera, deia de ser simple y tenemos
q,.re, de algún modo, considerafla en dos planos: el literal y el
metafórico.Es seguramente esta conside¡ación la que ha llevado a
ulguno, ^ insistir sob¡e la "diferencia leve" de que habla
Aiistóteles. Si un hombre de su tamaño dice que la diferencia
entre símil y metáfora es leve, que el símil es también u¡a
metáfora, y que símil y met^fon han de emplearse de la
misma manera porque "son realmente Ia mismacosa"' ¿cómo
no concluir que la única diferencia entre el símil y la metáfora
resicle en la forma gramatical en qLre cada uno se expresa y que
la metáfb¡a no es más que la elipsis -es decir' la abrevia-
ción- del símili' De acuerdo a esta teoría -de la metáfora
40 Retóffia, l4o6b, 20-21 .
como un símil elíprico- no habría dos planos del significa-do, uno literal y orro metafórico, sino que el significadolite¡al de la meráfora sería el significaclo literal del símilcorrespondiente. La diferencia puramente verbal eotre símily ¡neráfo¡a no tendría más interprecación posible que la quecorresponde a una elipsis. Si en lugar de ,,Las noticias deprensa se difunden más en un sentido que en orro,,, se dice"Las noticias se difunden más en un sentido,' no se ha alre¡adoel significado de la proposición primitiva. Tan inofensivacomo la elipsis sería la meráfora. "Aquiles es un león" no esmás que la elipsis de "Aquiles es como un león". Ningúnmisre¡io.
O rambién se puede explicar la doble significación <le lametáfora como puro efecto concomirante de la elipsis sobre elsímil. Pa¡a decirlo con meráfo¡as: el significado merafóricose¡ía el arco iris de la elipsis: Se quita la palabra,,como" y escomo si se ab¡iera una rendija ¡¡ramatical que oos produce laimpresión de identidad de dos cosas cuando lo único quehemos hecho es dejar rácira su relación, que es de s emejanza,analogía o similirud. La caída en esra ilusión se proba¡ía enque mientr¿s el símil es ordinariamente ve¡dade¡o, la cor¡es_pondiente meráfora es ordina¡iamente falsa.
Los que rechazan que la dife¡e¡cia en¡re símil y metáforasea leve rienen a su disposición otra explicación de la relaciónentre ambos. En esre caso, no se rrata ya de la metáfora comoun símil elíptico cuyo significado corresponde al significadolite¡al del símil
-por ejemplo, el significado de ,,Aquiles
esu¡ Ieó¡" es el significado de,,Aquiles es como un león"_sino como uoa expresión que posee dos significados: unolireral, casi siempre sin sentido y absu¡do, y uno metafo¡ico.La teo¡ía en cuestión identifica el significado merafó¡ico deuna meráfora con el significado lireral del símil que le corres_
83
ponde. Por eiemPlo, la proposición "El corazón de F¡ancisco
es,r,ra flor de lisi, literalmente falsa, tiene como significado
metafórico el significado literal del símil: "El corazón de
Fraocisco es como una flor de lis", que se reputa verdadero'
En este caso, lo que antes dijimos a propósito de la teoría de la
metáfora como símil eliptico -a saber, que el doble signifi-
caclo de la metáfora no es más que una ilusión de duplicación
que se produce por la lorma flr¿matical de la elipsis- no
.i"n. yu uolid.r. Si hay correspondencia entre símil y metáfo-
.u -en
al sentido de que a cada símil corresponde una
meráfora y a c¿da metáfora un símil- ésta no consiste en la
correspondencia que resulta de la pura abreviación CL¡ando
en lugar de decirle a uno que nos asquea: "¡Usted es como un
...doi" I" espetamos (como en efecto lo hacemos) "¡Usted es
un cerdol" no estamos abreviando, según esta nueva teoría'
Estamos diciendo lo mismo en ambos c^sos, Pero no en el
sentido de que en el segundo meramente ahorramos palabras'
La diferencia de la metáfora resPecto de la elipsis reside en que
la metáfora tiene dos significados y que, esencialmente, obra
combinando esos dos sisnificados "iusted es un cerdo!"
emplea el significado de "¡Usted es como un cerdol" con un
atavío que, aunque resulta ostensiblemente falso, tiene un
efecto mortal del que carece el mero símil'
Una seria dificultad de esta teoría se puede apreciar en
el mismo eiemplo que hemos dado' Por lo demÁ, es igr:al de
evide¡te tanto en el insulto como en la alabanza Porque
insultando o alalr¿ndo mediante expresiones metafóricas pa-
rece esencial la aplicación directa clel término Si se tom¿ el
símil como un término de apreciación, tenclría que decirse
que insultando (o alabando) es sobre todo de eso de lo que se
trata: de aplicación directa del término, oo de comparacio-
nes. Quien exclama "¡Usted es un cerdo! ' tiene un cerdo ante
84
los ojos, quiere tenerlo, y no está dispuesto a escuchar argu-mentos sobre que no hay tal cerdo y que sólo se trata de una
comparación. Incluso, puede agregarse que toda Ia maravillade la metáfo¡a ¡elumbra aquí, cuando insultando (o alabando)
desconocemos todo elemento de mediación, de atenuaciónmediante relaciones.
(Quizá sea éste u¡ buen lugar para señalar una ¡elaciónentre hipérbole y metáfora. En el amplio dominio de lapersuasión, la metáfora aparecería como una especie de Iahipérbole. Enco¡trándonos en disposición de aumenta¡ o
disminui¡, las relaciones implicadas por el símil no resisti¡íanla presión del impulso hiperbolizante. Se produciría un cam-bio de categoría: de la ¡elación a la susrancia, No se es comoun cerdo, se es un cerdo. Esta sería una teoría psicológico-afectiva de Ia metáfora. La metáfora resultaría de una combi-nación del símil y la hipérbole: el impulso hiperbólico, más
allá de cierro grado, destruiría la estructura relacional delsímil y resolvería sus términos en rigurosa identidad).
77 . Maáfora wrsus sínil
La idea de que la metáfo¡a no es esrricramente un símil -seaporque ¡o de¡iva de un símil, sea porque al derivar se
transfo¡ma en un artefacto categorialmente distinro del sí-mil- tiene el aplauso y Ia aceptación de quienes no pierdende vista Ia cuestión retórico-práctica de qué se hace con las
metáfo¡as. Si la metáfora fue¡a un símil -sea
elípricamentesea por vía de su significado metafórico- sería más difícilexplicar lo que es capaz de obrar en el terrero prácti-co-religioso, político, ético, ideológico. Por ejemplo, si
cr-rando se dice de los comunistas que son perros sarnosos o de
8t
los iudros que son pir-'jus. fuera el)o sólo la etipsis de un srmil
" ..a .ir,^",n, tio Iiteral de un símil nu resulrarta ran ftcil
explicar lo que obra¡ tales metáfo¡as'
tn-n obraruo Davidson, el símil meramente afirma que
.,,.r. jor.oru, hay similitud, Pero no se propone detallarla'
Esa es la ¡azón de clue en general el símil sea verdadero'
pc,rque al no dct¡ll¡r qucJ'' firme en lo q'-re so\riene for
Itr,i,l a.' ¡r, nc ipio de ltre rod¿s t¡s cosa' son ' omu c'¡das l¡'
cosas. (Y esto -sea
dicho al pasar- vale como un argumento
mJs par.{ qurenes sep.,ran lc mrlrlorr Jel stmil; porquc mten'
;;;; :;; "i sim,l, .rpovrndose sobre un princip. general de
,¿anrr¿ra, cs Senrralrnenle uerdaJero' la meráforn' descono-
.i"ndo .,r, p.i-,t.ipio general de diferencia' es ¡¡eneralmente
i^i*l p*á el piincipio mismo clel símil -la similaridad
"ri"a^A- a, u lo ua, la razó¡ de su escasa fuerza Y si su
i"".r^ ", "r.^t", ¿cómo podría ser símil Ia metáfora con la
fuerza que tiene?
Para que el símil adquiera una ciena eficacia práctica se
,aqui... qu" r..rpecifiquen los deralles de la similitud; y en
.r,"."ro, la cuestión antes casi tautológica de la verdad.del
,i-¡i ," ,."nrfor-u en Ia cuestión ordinaria de la verdad: el
.i-it a.,utto¿o ., ue¡dadero o falso eo función de sus detalles
¿El comunista es como un perro sarnoso? ¿El judío es como
un piojo? De acuerdo Pero lo son también todos los otros l)e
pu-, t,r..d y yo. Ahora' seamos más específicos Para dar
.,"-pfor, ..tu.do Ho-t'o hace símiles con Diómedes en el
auapo aa batalla no dice meramente que se movía por el
.o-po da batalla como un torrente de invierno o como un
l.O.l t" .t priner símil, Diómecles "embesría a través del
a"anpo ao-o u., torrente invernal que ha rebasado sus barre-
,u, en ple.ta i.,,.tndación; ni diques ni muros Pueden contener-
lo auundo se hincha con las lluvias del cielo' y rápidamente
86
irrumpe destruyendo los campos que las fuertes manos delhomb¡e han levanrado". En el segundo, "era como un leónque algún pastor montañés ha he¡ido, pero no rematado,mientras t¡ata de saltar el muro para araca¡ a los corderos; elpastor ha suscitado la furia de la besria y no puede defendet elrebaño, de manera que corre a refugiarse en la cabaña mien-tras los corderos aterrados ante el abandono se amontonan yasfixian mienrras el león brinca junro al muro"al. Tales sonejemplos de cualificación del símil que, en el caso de lapoesra. tiene el objero de susclrar en nosorros una imlgenviva, convincente y nítida, y que en casos o¡dinarios atañe alos límites de la comparación. Cuando escuchamos decir "Elcomunista es como un pe¡ro sarnoso" esperamos naturalmen-te la cualificación para saber a qué atenernos. Así como está,el símil puede, según sean nuestros hábitos y formación,suscita¡ una variedad infinita de disposiciones, desde curar alcomunista a la brevedad posible hasta eliminarlo allí dondeapafezca.
Todo esto vale en apoyo de las teorías que disringuen entresímil y metáfora. Aunque no parece una forma inequívoca deargumentar. En primer lugar, podría cuestionarse que lo quela metáfora obra en el terreno práctico lo obre mejor -o demodo más fácil de explicar- desvinculada del símil. Porqueel símil tiene un sopone eo las cosas (o pretend€ renerlo) quela meráfora, desprendida del símil, explícitamente excluiría.Cualquiera es como un pe¡ro sa¡noso; pero, salvo el perrosa¡noso mismo, nadie es un perto sarnoso. Así, la metáforaconsiderada como una expresión en sí es lireralmenre unabsurdo y un sin senrido, y no se puede preteoder que comotal obre como obra sino por la implícira similitud <¡ue afirma.
4t lliaü, ti6ro v.
a7
De Himmler se cita una frase sobre Ia política antisemita
del Tercer Reich: "El antisemitismo es como despiojarse'
Sacarse los piojos no es una cuestión ideológica Es asunto de
limpieza". Hay aqui el empleo de un símil que tiene sobre la
metáfora la ventaia de un punto de apoyo factual -aurlque
sea de contenido pobrísimo, más una invitación, una colu-
sión, que una aserción- que da una apariencia cle verd¿cl a
sus implicaciones. El símil, podríamos decir por este ejem-
plo, inocula lo que Ia metáfora pregona.
Pero, ¿por qué no podríamos vincular símil y meráfora
justamente en función de lo que obran y reconciliando las
cloctrinas que los separan con las que los juntan? Si dice
Himmler, "el antisemitismo es como despiojarse" para justi
ficar las prácticas antisemitas del Tercer Reich, ¿hay diferen-
cia, desde el punto devista de tales prácticas, si hubiera dicho
en vez: "el antisemitismo es despiojarse"?'O' si hubiera sido
esta última la consigna -u¡¿ rn6¡[fq¡a- ¿habría algo de
impropio en decir, viendo actuar los guardias SS en los
campos de exterminio "es como si se despiojaran"? Cuanc{o se
acrúa, ¿qué importa llamar a la metáfora, símil? Cuando aúrn
oo 5e aL!ú¡. qué importa llam¡r al srmil, met¡lor¿1
Es en la transició¡ entre ioacción y acción donde surge la
diferencia. Y como en esta transición -igual
que en todas,
hay fases o grados- puede introducirse aquí otra figura: el
paralelo. El paralelo es aún más insiclioso que el s mil,
aunque carece en sí mismo de Ia fuerza que el símil posee por
su conexión (o pretensión de conexión) factual. El paralelo no
vincula y deja al que escucha (o lee) la tarea de vincular' La
¿¡radación sería, cntonces: paralelo, símil, metáfor¿ (o' mris
adecuadamente, alegoría). Por eiemplo: "los comunistas dis-
frutan repasando las ve¡ificaciones de su ideología; también
los perros sarnosos disfrutan repasando las empciones de su
88
sarna". Hasra la palabra "también" puede considerarse aquífueta de lugar. El paralelo quiere posar de objetivo. Hay dosdescripciones de suyo adecuadas. El pamlelo quiere reducirsea la humilde pero militanre tarea de llama¡ nuesrra arenciónsob¡e ambas. A nosotros corresponde jtrzgar si se sobreponeno no. El símil es así la respuesta a la sugerencia del paralelo.Pero, en su orientación hacia la meráfora, apa¡ece como losandamios de los consr¡uctores, los bocetos cle los pintores olas consrrt¡cciones auxilia¡es de los geómetras. Cuando, porejemplo, el orador (o su pírblico) ha pasado del símil a lametáfora, los comunistas son perros sarnosos y como ralesserán tratados.
18.Del stnil a la netáfora
Quienes distinguen ent¡e símil y metáfora -es
decir, quie-n€s rechazan tanro la docrri¡a de la metáfora como elipsis deun símil y la doctrina del sigoificado metafó¡ico como elsignificado lite¡al de un símil correspondieore rienen unabuena causa, apare¡temenre, alegando que si el significadometafó¡ico de una meráfora fuera el significado literal de unsímil que le corresponde
-por ejemplo, el significado meta-
fó¡ico de "los comunisras son pe¡¡os sarnosos" sería el signifi-cado literal de "los comunist¿s soo como perros sarnosos"-no hab¡ía entonces senrido en alegar que el significado implicito de las exp¡esiones metafó¡icas es inexpresable, que nin-guna paráfrasis lite¡al de una metáfora puede rescatar susignificado, que la metáfora comprende información intraducible, etc. Porque, ¿qué dificultad habría e¡ rraducir lametáfo¡a? En lugar de 'es"
-o sus equivalentes- no habría
más que susrituir "es como , o sus equivalentes. por ejemplo:
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En rusar de Er varon o"'f ilillTl,il';;,::::T:;:lvarón cuyo coÍazon es como la tlol
mento aplastante Siquiera contra quienes alegan la intradu-
cibilidad de la metálura r': ^ ¡ndis'uril¡le qr'rc hry relaSin embargu, P¿r(ce lJmbren I
.'-'"",.""''i.,i v metjforr t t::,:t,:Íl'i:i"'iliIJI:siquiera una t hve para ot^"*i',:ll:"":^ t,.i, ,", .r ., -ir ,.Es en ,erminos de temel¿nza r rdc r ' ';;1,.,
"ior" fo ¡*. .n fu
funda en la categoría de semelanza' - i'.*0"J, ..-.i^.-,
identidad. Pero, ¿cómo contra"it"r"-¿. ,r"" l¿.irtidad más o
Bradley dice que la:t-ti'nt'::.1.,*, vrces emplcamo\ esrr
menos rnespc(ific¡Jr y que ttt]]ir"."'ru," i-i.nirnn, J.
(.rregona de moclo lnmrdiato-Y, ( onrunlo de dos prin.ipr.rs
articular distrnr¡ment( cl Jurto'.o¡¡r .i^l,rl' J. t. *n*,"".
opuest.'s: rdenrrJeJ t dlerencr'', -"u',''o, "*¡n'irno.
¿a l"o 'l pensamienro tt'ti:t'. "", -0.".1vJ,,,.*" .-oil,. o"a.articulación de estos PrinctPtos
:H; ;; -;, : o :ti, :' u_l
Tl'I"" 1"'- i:l';'J;:il, :;',::nrvel másllro. Asr. la¿.lxflp.tot'a"^..
a,0"" ," "r,,a",*,""fasr en que cl pensamienro sctl" 'rri. i". J"-"",. *pU.ir.,
dc sus conreni'los "" t: t*""t""
.:;. i.n,"n'rntt "attu"¡tsuficientemenre cl¡rr Y Jistinta'
;;::';';.;';;;l-" *'o':''o'::o:l:',1::,':l :l:i:'"i: i:.liferencia, Pero eximiéndose
il:::ffi^;'; iJ""'id^d v <liferencia' Así se exp'ica' el
0,,^uo'" toras ras :*':-l:: ::;: ::iT.li ;:'lJ; "l fi ::;
explica tambien qr're lil (ual'Ircr
ser exhaustiva'"' ., I J o. o,,. . u u" o:
li1"L1.],::Tjl ^^: J,:::T"; :il:adscribimos semeianza stno t<
a2 A¡arient)a l Ralidad' ll' 9tt2
90
un león; Aquiles es un león. Así, hemos eliminado la flojedaddel símil. Así, también, hemos eliminado su verdad. Porqueno hemos ido de la semejanza a la identidad por la vía de unpensar que disc¡imina y explicita la inte¡na ¡aturaleza de lacosa. El paso del símil a la metáfora es una especie (conlicencia esra vez) de atropello categorial. Se pasa de unacategoría a otra sin mediación, se aniquilan las diferenciaspara imponer la idenridad. Aquiles es un leó¡. Esramos en el¡eino de la fantasía y el capricho. Esr¿ monstruosidad care¿io-rial es, probablemente, la razón de que una rradición hayainsisrido en que la metáfora, de cualquier manera, siga siendosímil. Así, según dicha tradición, el símil recurre a una cosa
para significar orra por vía de una comparación explícita; y lametáfora hace lo mismo, sólo que la comparación quedaimplícita. Como reza el enigma: 'De algún modo', hay un"como" en "Aquiles es un león".
Y si no es ésta la ¡espuesta -porque,
contra todo inrento,la verdad es que en la meráfo¡a vamos desde la semejanza a laidentidad (y así del sentido y la ve¡dad al sinsentido y lafalsedadF ¿cuál es enronces? Si pasamos del símil a lametáfora, cierramentc el símil queda implicado en la nuevaexpresión. ¿Cómo no va a ser como un piojo el judío si es unpiojo? El problema es que ahora, en el plano de la metáfora,tenemos más, infinitamente más de lo que pueda soñarse enel plano del símil. Por deci¡lo así, renemos el símil de todoslos símiles: un perro sarnoso en sus cúarro patas. ¿Cómo pudoobrarse este milagro? Ya lo dijimos: medi¿nte un cambio decatego¡ía, yenclo de la semejanza a la identidad, salrando deuna categoria a la ot¡a sin considerar el costo en significado yen verdad, tan alro es el reembolso en ré¡minos prácticos.Porque aqui viene a centra$e todo: en lo que se hace con lasmeráíoras y en la medida en que lo que se hace con ellas
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depende precisamente de que no son similes De allí que los
qr.ra.lafi.nd.n la teori¿ semántic¿ ¡le la r¡ctáfora ¡cchacen la
.ed,¡cció¡ de la metáf<rra ¿l símil' sostengan la autonomia cle
la me¡áfora y busquen su cx¡llicación en ocras latitudes'
doncie el tránsito cie le semejanza a l¿ identitlad tenclri¿
connotaciones cognoscitivas especiales y no sería en absoluto
un puro y brutal atropello cate¿;orial sino cl traspaso a un
.nun¿o,1" insospechacias perspectivas, un n-rundo ¡raravil lo-
\o. suFcrrnlr. .lcs.ril¡ntr. lrrrtrls¡i"'
Porc¡ue éstas son ias imágenes asociad'rs 1¡ la escucia cle los
que d"Á.nden la capacidad significativa y cognoscitiva de la
metáft¡ra. lst:rs y no las que traerían a lir imaginación nuestro
piojo 1u<1ío y llLlcstÍo Perro sarnoso conunista Ni una pala-
ir.^'rnlr.".llur, ,-ri l,n" palabrt sobre c¡ue un campo nazi de
extermini<¡ puecia consiclerarse como una "respuesta" a las
"sugerencias y desafios" cle la metáfora- I]ero' ¿no tendriamos
qu.l incluir también el cxterminio de los rcgin.renes cotalita
,ior an ar,", maravill¿rs de la met/¡fora1 Un particlario de las
teorías semáoticas tendría q're consider¿r un camPo de exter-
r¡inio nazi como una rcalización flntásrica' metalórica Se
está tratando ¿ los jLrdíos' a los gitanos, a los impeclrdc's' e los
¡r¿¡¡ 65s¡Lr.rlcs. .r l()s as,n l.tlrs lirer'rllnrntr (omo f ioios
19.Lo¡ dos líún.r del habla metafórica
Descle luego, podetnos hacer rle hecho hacenros una
clistinción, separanclo l¡ me¡áibra quc obru rllá en lo alto'
donde ,r.,est.a incapaciclacl cxPresiva es, ¡>or dccirlo así' el
cri¡erio mismo cle L¿ sublirli'lad del objeto Como en los
92
diálogos de Platón, cuando aparece la alegoría -es
decir, unahistoria hecha roda ente¡a de metáforas- como fundamentometafísico; o como en las Escriruras segúrn nos advierceAgustín, y en nuest¡os días Ricoeur cuando lo liter¿lmenteindecible nos obliga a la figuración metafó¡ica. El poeta, elreligioso, el metafisico y hasta el cienrífico a su manera esrándispuesros a reconocer estas alturas que rrascienden las posibilidades del habla literal y en que recurrimos al expedientede expresar una "csfera o dimensió¡ del ser" tomando l¿perspectiva de una esfe¡a habitual. La psicologia, en especialla llamada psicología introspeccionista, esrá como consrruidasobre el fundamenro de la me¡áfora. He aquí un pasaje tanviejo como famoso que profesa con una gracia metafóricainimitable lo que la escuela introspeccionista r¡ata de obviarmediante apara(osos términos, cie¡tíficos pero ajenos:
"Y llego a los dominios y espaciosos palacios de mi memo-ri¿, donde se encuentran los teso¡os de innumerables imáge-nes, llevados allí desde cosas de todos los géneros percibidaspor los sentidos. Hay alli, además, todo lo que ¡rensamos, sea
aumentando sea disminrryendo, o alterando por otros mediosaquellas cosas a que han llegado los senridos; y rodas lasimágenes que el olvido no ha devorado y sepultaclo han sidodepositadas y atesoradas allí. Cuando entro, pido que se
traiga la que deseo y ésta se presenta inmediaramente; hay lasque deben ser buscadas por más tiempo, a las que se debea¡¡ancar de intrincados escondrijos; otras acorneten en rropel,y mientras es una la requerida y deseada, se adelantan comoinquiriendo: '.'Acaso es a mí?' A éstas aparto, con la mano demi corazón, de la faz de mi memoria, hasta que la deseada semuestra a la vista, saliendo de su sec¡ero lugar. Otras emer-gen prestamente, en orden perfecto: las que están al frentedan lugar a las que siguen; y al hace¡lo desaparecen de la
9l
vista, lislas Pdra volver cuanclo yo lo clesco Toclo lo cual riene
lugar cuando re¡rito algttnir coslt de mer¡lori¡ ''J'
Se ha dicho que hasta aquí nadt salrmos so[rre l¿ naturale-
za cle la ¡nemorit y quc no hacemos más que proceder al
respccto Inecliante la clescrilrcit-rtt y ll analtlgía' Tanll¡ií'o' es
un hecl¡o que las tlcscri¡-ciones y antlogies r¡fieciclts han
hecho sicrr-rprc uso de l¡s tecnoloSíirs tmpleittlo ¡ror cl hom-
bre ¡rara alntacenar inlirrrnacitin. No son, al fin cic cucntas'
más que methforas. Asi, "¡n¿les tle la mernoria', 'almacencs
de la mc¡roria , "archivos de I¿r $cmoria , tencr algo grirba-
do, regisrra.lo, ¡rchivado en la n-remoria", "ci¡ct¡itos de la
me¡¡or ia" . E n la actua liclad, ptoyecrírmos en lil ntemoria coclo
el aparato c1e almacenaniento y reproducciótr cle las computa-
dor¡s. Iln fin, mic¡tras noclcscubra l¿ciencia los mecanismtls
mediante los cuales se alnt¿cenrr infi¡rmación quc quecla a
r-lisposici<ln cle em¡rleo ulcerior, la memoria seguirá siendo
.lescrir¿ medianre ¡nalogias y, cn ítltimo extremo, mccliante
nletáibras.
Queda la cuestión de si, a este res¡:'ecto, czrbe contrastar Ia
ciencia a la met¿ilsica, la religirin, la moral y el arte; es decir'
si las metáloras que surgcn cn llrs limircs ¡rcru¿rles del conoci-
miento cientifico tienen el clestino (como otr¿s eventualnten-
te en el pasado) cle dcsaparecer o si, rnós bien, hay extremos en
que esto nunca podrá lograrse Hay un pensamiento de
I-eib.riz q,-,e sigue válido: Si imaginamos un cerebro sufi':ien-
temente grande como Para movernos dentro de él y v sitar
h¡rt¡ sus ulcrmns y menudt-,s resqurcio( es sc¡uro qur Por mis
que lo recorramos una y otra vez con todo cuidado y en rodo
su dctalle nunca v¿rmos a encontrarnos con una sensación Es
ésta la especie cle ctrestiones que parecen constituir un límite
1r Asu.tín, CaaJunxe:,l;bro X t2
94
impasable y que pa¡ecen dar una base segura de permanenciaal habla metafó¡ica.
Pero, ¿qué hay con Ia orra pa¡te de la distinció¡? Lasmetáforas como recursos de Ia incapacidad expresiva en lasaltas esfe¡as de la ¡eflexión, la contemplación y el sentimientono son las únicas. Podemos figurarnos t¡es niveles de laexpresión rnetafórica: el alto
-por ejemplo, cuando nos
referimos a nuesrra vida espiritual mediante metáforas o¡ales:'bebe¡ en las fuentes de la sabidu¡ía'- el medio
-porejemplo, cuando decimos a la amada 'palomita,- y el bajoouest¡o 'pe¡!o sarnoso y nuestro'piojo'. No se trata de unadistinción simple. Tanto el nivel alto como el bajo represen-ta¡ían las metáfo¡as que no esramos en condiciones de t¡adu_cir. En esto se opond¡ían ambos al nivel medio, esencialmen-te parafraseable. Entre sí, los niveles alto y bajo se opoodríanpor el conrenido. Este principio, en términos llanos, sosrieneque oos elevamos a alturas en que no hay palabras paraexpfesar nuestra experiencia; y, también, que descendemos ahondu¡as en que igualmente nos falla el lenguaje. En lasalturas inefables, se r¡ara de los principios de la verdad, labelleza y el amor; en las simas, también inefables, de susconr¡arios (enca¡nados todos en la persona del demonio mis_mo): ta falsedad, la fealdad y el odio- Viniendo a tales simas,tartamudeamos igual que en las alturas. El odio en susextremos pierde todo apoyo en el habla lire¡al. Tal como elamo!.
Desde luego, podemos dar al amo¡ su fundamenro en elobjeto amado; y, por el conrario, funda¡ el odio en ladisposición del sujero. Así, la experiencia inefable del queama es impotencia del lenguaje; en tanro que la reacciónta¡tamuda del que odia es pura ofuscación. pero esto no esmás qLre una opción.
95
Hay un artículo de J P Stern sobre el novelisra alemán
Giintúer Grass que puede servirnos aquí P¿ra ilustr¿r un¿
oocion distintr" segun Srern' el ¡r'rhlrma (on !u( se
"ii..nr" Cor..,,.l siÉu¡(nl(: Can thc uns¡eak'l-,l¡ ohsceni-
,t ,i",.U,¡ irselt rlrc ThirJ Rriclr l'e frcrron¡rlise(l xr rlll '
irrr"^¿. ¿a lo¡rar este obierrvo el riesg" ss ' ¡"r a t'n bJr''.u
;;; ;; t" .l.r-fi1"d.'o' "C) la tolerancia complaciente o la
desesperación ani<1r-rilante" s¡ern estima que Grass ha sortea
¿".r',. ri.tgt logrondo ttn equilibrio entre el horror y la
.,r,¡diunldui, moitrán.lonos "la paradoja de que las prácticas
cliarias y horrores del Tercer Reich corren paralelamente con
l¿s oractrcas di¿ri,, y horrores del munclo ordinario; que es¡as
,..lr h"-., .nn y ,,"rnp'e han si<lo una parte de la condicion
n"-^", t qr.ta ar," .á.toaitie nto -quiero
decir que las
rnonrr.r-to.iduda, .on humanas y que la humanidad es mons-
.r.roru- d.b" ,". .aptaclo plenamente y no disminuido por Ia
i",*tu 0". ¡,rovient dt la repetición y la familiaridad' no
o.."it,i"i¿" ttt embargo que clestruya ni el sentimiento de
'utrocidod ni la capacida<l de interpretación' la capacidad de
"*,rtt.url., a,, el n,vel Je Ia ficciun Lo qu< lc novela de Grass'
;;'rt o-t," y bl rsfemo ¡notlo rrar'r 'lc comuntccr es la
pur"dojo (i. t"'.uol la muene de Cristo es la suprema ilustra-
lió.r¡ .1" qu" ,o.lo "s
ordinario y todo es especial" ' Quizás haya
logrudo óünther Grass el equilibrio de que habla Stern (por
desconrado que no vamos a caer en la universal seducción de
tu.r¡,i.^ ti,"ru.in que nos lleva a aceptar que algo se ha
logrudo porqr.,e ^lguien
nos dice en lerras de moldr que se ha
ro-g.oaui ro c¡ue me importa contrastar aquí es la idea de
St'"rn.ob.e lo cotidiano y el horror' Lo cotidiano se allega al
aa G¡nthn Grav'¡ Uniqneae:s, Lond'cto llevi¿w of Books' 5- 18 February'
rc)u1.
96
horror, lo'cotidianiza'; el hor¡or se allega a lo cotidiano, lo'ho¡roriza'. Un poco como diciendo al salir del teat¡o: "Ybien, el sujeto maró al pad¡e, se casó con la madre, todo sins¿berlo. Cuando lo supo, se arrancó los ojos. ¿Y qué? Yoconozco muchos casos de tipos a los que a¡rancan los ojos yque no han hecho nada; y muchos casos rambién de ripos queasesinan a manos Ilenas sin que les roquen un ojo. ¿Dóndeestá el horror? No en el teatro, po¡ supuesto. Yo vengo defuera y no me sienro horro¡izado". Las cir-¡dades del mundo
-en especial sus poblaciones marginales- están llenas de
todos los ho¡rores que se puedan soñar, Y más, mucho mástodavía. He aquí, pues, una fórmula para resolvet problemascomo los que c¡ea a los esc¡itores alemanes posteriores a laSegunda Guerra Mundial la Alemania de Hitle¡ de lamisma especie que los de la Rusia de Stalin, la Uganda de ldiAmín, la Cambodia de Pol Pot. Basta con arinar con locotidiano que hay en el horror (p. ej. , la imagen ya cliché deljefe del campo de exterminio, colocando todas las mañanastiernas hojas de lechuga a sus canarios) y con el horror que hayen lo cotidiano (por ejemplo, el padre ebrio que viola a su
pequeña hija sobre el jergón hediondo). O si no una fo¡mulapara resolver tales problemas literarios, una con Ia que Sle¡ndice que se resuelven.
La verdad sea dicha: esta teo¡ía de Stern que hermana locotidiano y lo horroroso parece cong¡ueote con la lirelaturade nuestro tiempo, a la que corresponde la feisima empresa decrear sus ficcio¡es con la materia prima del ho¡¡or. De unapatte, está el riesgo de caer en Ia insensibilización
-cuandoson millones ios asesinados por las dictaduras y los estadostotalitarios, la literatu¡a que denuncia la persecución, eldespojo, el confinamiento, la tortura y el asesinato masivostiene el prospecro de r¡ansformarse en una fastidiosa canrile-
')1
na- de la otra, el riesgo de caer en lo que podemos llamar'
siguiendo a Stern, Ia transformación del material en lo demo-
níaco. En este segundo caso (el que nos interesa a nosotros y
que venimos rastreando clesde nuestra ProPuesta división de
las metáforas), dice Stern que "existe el riesgo de que las
metáforas, elabo¡adas con vistas a exPresar el terrible' 'inex-
presable mal, se t¡ansftrrmen en t'na intolerable oscuridad
que trascie.tda i.tcomprensiblemente la experiencia mundana
llo qu" Grurr, en Años de Pe¡to sati¡iza en las sentencias
oroar.,lura, de Martín Heidegger" segírn Stern' entonces' lo
horroroso -ct¡anclo
es empleado como materia prima por el
artista- está en riesgo de perderse en lo trivial o en lo
demoníaco. Günther Grass -autor
que ha tomado en sus
manos las más ho¡ro¡osas de las materias de que se tenga
memoria, Ios hechos del Tercer Reich- hábría sorteado esta
disyuntiva de acuerdo a Ster¡ En el supuesto de que fue¡a así
(alio que no es evidente ni con mucho ya que la lectura de
Gr:uss -cuyo.
mé.iros no sólo literarios, son ¡rara mí indiscu-
tibles- no ofrece impresión ninguna de equilibrio, de supe-
ración y elevación sino que reiten sin ¡'arar furia' impoten-
cia, sarcasmo, desesperación y desgarramiento' sin con'ar sus
Iargas y reiteradas caídas justamente en lo que Stern teme: el
siri'boiismo críptico y la trascendencia declamatoria' metafó-
rica y oscura en el meior estilo alemán) ello no remueve
todavía la cuestión de lo cotidiano y el horror- En el supuesto
de que el artista tuviera recetas para habérselas con :l horror
-no tenemos que ir muy lejos en esros tiemPos Par¡ Poner a
disposición del artista las cantidades y especies de horror que
desee- quedaría pendiente todavía l¿ cuestión del horror
mismo. Si el escriror, maestro dcl habla, tiene que idear
estraregias para haberselas con el lrorror' si rsas esrrategias
b,r..un'disnluer'.'neutralizar' el horro¡ mediante expedien-
98
tes como amalgama¡lo con lo cotidiano, si, así y todo, esasestrateSias fallan a visra de todos, ¿qué decir de la relación a loho¡ro¡oso mismo, sin mediaciones esteriza¡tes ni eufemis-mos? De la forma como estamos privados lireralmente dehabla cuando se pone el sol o oos mi¡a la amada, así lo estamostambién ante lo hor¡o¡oso. La experiencia inefable cancela lascategorías habiruales de lo experienciado y nos compele aromper las ¡eglas de l¿ dicción literal. Es como con losci¡cuiros elécrricos: el límire de carga se ha sobrepasado.Vemos al funcionario nazi agirado ante la sola imagen <ieljudío. 'Son...¡son piojos! iEso son!". Un circuiro nuevo,co¡no hecho a la medida, da curso expedito a rodos loscontenidos. Adiós neuralgias y cefalalgias de la incapacidadexpresiva. En adel¿nte el anlisemirismo se rratara comocuestión de higiene.
Este primer piso, o subterráneo, de la división de lasmetáforas no aparece en las discusiones. pero, si Ias metáforasson filtros que permiten organizar ur¡ o¡den de cosas enté¡minos de or¡as, ¿por qué no tomar el ejemplo
-no de
Ricardo que s5 u¡ 16g¡* del comunista visto desde lap€rspectiva del perro sarnoso¿4t Tiene, como hemos visto,una fuerza ilustrativa que ya se quisieran todos los Aquiles ylos Rica¡dos juntos. Porque mientras son escasos los leonesque se retiran resentidos a sus cuevas porque les quitaron unaleona, ¿no son millones los comunisras encer¡ados, rortu¡a_dos, corridos y asesinados como no lo soñara un perro sarnosoni en la peor de sus pesadillas? pe¡o no sólo fuerza ilusrativa,sino también, y en alto grado, persuasiva. porque las meráfo_
{t Este rra¡o del comunista que desde lue6o repudiamos con rodas nuesrrasfuerzas no va, sin embargo, a obnubilarnos sobÍe cómo rrara el comunisra a
99
ras del odio nos Pon'^'^ o': 1:-:1:'il.'iJ;:,Hi::T::v^ bura v enrarecid¿ contemPlaclor
fr:: : '"" ;;;;s .reares u-na mazT^"Tl;"l".,l;lll,'11
f,,rrura. un campo de ( on( en t rac ':r';;¡:ru..o" i. o.i'.*. o.una losa comt¡n, una cámara de ga
;;;;;;"t de carcelerus' de médicos v psicologos conse¡e-
,"r,1. .ul',t* o"tmi( os e:<Pertos eo d::jli;ii::il?iil.samientos no son ntnguna broma'ii.''^""" i. """ -;"li :"i.;^:l'ill; ;Siillll ll llDerro sarnoso o Lrn Pioio en las ma
por el estado totalitario/ -^- en consrderar las meráforas
Hav totlav¡a una ventaJJ mas
." lll,'.*t' t"t*orra del subsuelo Y es sue en esre 1a1111
lL o'"r. "
i? *l " .. i I " "
t':l-'f ,tiill,i:1, fili :l ill ; :l:
arsumentación El horror obra s
ilil""'''",.'-*'arios El rosr ro Pal,'J::'1i,fi:i:':""?l::IuÉios tlemblan' el cuerPo enrtr
,"i"1,.* "., " a "' "
* ":':'.:: :o'ff : ;":t"T.T"1l'J iT,? -
se van formando las imagcnes ve
?1,ur.'ii l^""-ot^ble' lo indecible 'on incorporados íntegra'
...r.L]"'ttott'ts lam lliarcs Preferibleel at ropello cat ego-
:l;;:';""';';i: l; "*": t:::::"": ?:l:ll"'.'J^'J::::,T ::el propio' ¡ ¡odo orro a:1,:::";"
i.^i,.r.,.naiao.deiar lo horroroso sustdncralrn
2O.Metáfora Y rePresún
Asr. la mct¿for¿ se muestra en ¡ela'ión (on l¡ no(ión de
il',. Ñ;;;i;; -"'u",,' ''."'i l:::: ,:: iffi:i::i::rl:exoresarnos literalmente no se retl
-ar"[ir,,o. religioso o estetrco nr a l¡ ceid¿ en las simas Jel
tu0
horror y el espanto. Podemos estar impedidos, asimismo, por
reglas sociales, culturales, morales, que no podemos trans-
gredir sin desquiciar las bases mismas de la convivencia. En el
intento de dar lugar al impulso de transgredirlas, el lenguaje,
de puro instrumento de descripción y comunicación, se
transforma en un a¡tefacto de las más variadas estrategias y
subterfugios. La alusión, el eufemismo, el equívoco, la iro-nía, la indirecta, la insinuación, la elipsis, la antífrasis, el
retruécano, el énfasis cumplen con frecuencia esra fu¡ción de
transgleso¡es emboscados de las reglas sociales a que el len-
guaje debe responder. Pero no en fronteras peligrosas. En
éstas, la transgresión se divide según la forma del riesgo.
Cua¡do se corren riesgos de represión política o religiosa
surgen Ia fábula, Ia alegoría, la parábola y la sátira.
Cuando se atenta contra los principios de la propia con-
ducta la transgresión se torna remota, simbólica, implícita,involunraria e inconscien¡e. Así explica Fretd el laptit Iin-ptae; y tambiéo, del modo como las culturas primitivasdando indirecta expresión a su modo de percibir las cosas
c¡eaban monstruos en que se amontonaban dispares anhelos,
ansiedades, t€mo¡es y ave¡siones. Así piensa Freud que se
construyen los sueños, cuyos contenidos monst¡uosos e ila-
ciones absurdas son un lenguaje cifrado de forma tan íntimaque ni nosotros mismos sabemos de los discursos que con
ellos nos dirigimos a nosotros mismos. Esta transgresión
paradojal en que ni siquiera Ios transgresores saben que
transS¡eden, se explicaría por el ca¡ácter mismo de la rePre-
sión transgredida, que es el pilar y fundamento no sólo de la
entera sociedad sino de la personalidad misma del trans-
g¡esor.
Esta explicación simbólica del lafixs linguae y el sueño la
extienden los freudianos como es de esperar a toda la esfera del
l0l
afte; y aún más allá. La cultu¡a entera estaría, según Freud,
levantada sobre fundamentos represivos El arte se¡ía como
una manera sustitutiva, simbólica y alucinatoria de transgre-
dir los principios represivos. Y en la neurosis tendríamos una
fo¡ma más dramática de este cometido. Este enfoque de Ia
cultura y la sociedad en términos de represión y transgresión
simbólica de la represión abre un dominio de vigencia nunca
antes concebido a las formas no literales del lenguaje Prácti-
camente todas las esleras del habla se ven invadidas y trastro-
cadas por los nuevos c¡iterios. lncluso, no hay nada que sea,
en rigor, literal. Por encima de todo no es literal lo que
celosamente pretende sedo.
Un ejemplo límite de los extremos alcanzados por el
freudismo en su intento por reducir el habla prácticamente en
todas sus esferas a pura estrategia de traosgresión simbólica y
ocultamiento alegórico tras la fachada de la seriedad y laliteralidad es el que ofrece el ataque de los freudianos r uno de
los campeones del uso propio del lenguaje, quien dcsde los
inicios mismos del freudismo no podía menos que oPonerse a
las ambivalencias con que ral escuela estaba infec¡anclo el
lenguaje. Para Karl Krauss uno de los escrito¡es vieneses
más influyentes de su época y que cuenta entre sus cliscípulos
hombres destacados en esferas tan separadas como la música
(A. Schónberg), la iurisprudencia (H. Kelsen), Ia arquitectu-
¡a (A. Loos) y la filosofía (L. Wittgenstein)- el escritor, el
pensador, el a¡tista deben por encima de todo respetar la
esfera y dimensiooes propias cle los obietos de qu: se ocupan
Un aforismo de KraLrss que ha pasado a simboliza¡ su enrera
actitud frente a la situación cultural de su tiempo hace
juegos, llenos de ironía y sarcasmo antifreudianos, con jarros
y bacines: toclo lo que él se propone, afirma Krauss, es
mostrar la distincióo que existe entre el iarro y el bacín' y que
102
es tal distinción por encima de todo la que ofrece un espacioen que es posible la cultura; en el frente enemigo están los quequitan a Ia cultura su condición más íntima de posibilidad,los qLre (volviendo a la metáfora, aunque con los freudianos nolo es en modo alguno sino la ler¡a misma de sus hechos) enIugar de usar el jarro como jarro y el bacín como bacín, se
dividen entre los que emplean el jarro como bacín y los queemplean el bacín como jarro46.
Pues bien, a este crítico que no sólo apuntaba sobre una delas claves cenrrales de la metodología freudiana sino que se
ofrecía como ejemplo vivo de los procedimientos que abieray exacramenre se le oponían, no ruvieron dificultades losdiscípulos de F¡eud en aplicarle meticulosamente la cirugíade su arte psicoanalítico. Así, el periódico que Krauss atacabasin tregua con acusaciones de filisreísmo y corrupción
-elNeae Freie Presse- se transformó, en un informe que FritzWittels presenró a la Sociedad Psicoanalítica de Yiena en1910 con el objeto de dejar caer la lápida definitiva delfreudismo oficial sob¡e el 'caso K¡auss', en el gran órganosexual del padre de Krauss, y el Fackel (La Axtorcba), lapequeña revista que Krauss editaba, se t¡ansformó en elpequeño órgano sexual del hijo. De manera que el objetivopurista y toda la vida de polemista de K¡auss no e¡a más
-para los miemb¡os de la Sociedad Psicoanalítica de Viena
(entre quienes se contaban para ese entonces F¡eud, Adler, O.Rank y Stekel)- que una realización sustitutiva (neu¡órica,po¡ descontado), simbólica y velada del deseo (prohibido en
a6 A. .¡anik y S Toulmin, V/¡tgenrtein's Vielu.
103
el acto mismo de la creación de la cultura) de asesinar al padre
y quedarse con la madre47.
Otro ejemplo que agita el propio Krauss y que muestra
hasta dónde están dispuestos los psicoanalistas a llevar su obra
de ¡educción del arte a mera estrategia de sustitución que
permite realizar de forma simbólica conductas social y moral-
mente inaceptables es la explicación del "Aprendiz de
Brujo", obra de Goethe, a partir de los suprrestos impulsos
masturbatorios de su auto¡. Dice Krauss que un psicoanalista
le dio una interpretación del "Aprendiz de Brujo" como "una
evidencia indisputable de los impulsos masturbatorios de su
autor". Y agrega que se enfureció "no ranto por el contenido
intelectual de Ia imputación como po¡ su increíble bajeza
mo¡al":"Sentí que aquí se estaba adicionando una nueva locura a la
vieja estupidez de la crítica y la interpretación Iiterarias
tradicionales.. . Se me calmó asegurándome quc tal inter¡rre-
tación psicoanalítica se ¡efiere solamente al inconsciente de
Goethe. .. ¿Goethe locoi' ¡Dios mío! ¡Podríamos aprovechar-
lo! ¡Tal vez la humaniclad querrá arrodillarse y, temiendo por
su propia salud, rogar a Dios por más locura!".
Cualquiera sea Ia fuerza que la defensa de la propiedad en
el empleo del lenguaie pueda tener, parece indiscutible que
una situación de carácter represivo tiene efecros sob¡e la
conducta lingüística incompatibles con la noción de propie-
dad en la expresión. Krauss, entonces, tenía qt e relacionar
las dos cosas; pero, por todo ltt que sabemos, se cuidaba más
a7 Sobre Krauss y los freudianos. ver Thornas S¡¿sz' Katl Krat¡¡ and the
Soal Do¡or¡.
104
bien de apartarlas. ¿Y cuáles serían las condiciones pararesponder a las exigencias de Krauss y expresa¡oos con pro-piedad
-llamar " jarr6tt" al jarrón y "bacín" al bacín? Este
autor tenía que conocer más que nadie la natu¡aleza ideal eidealizanre de sus exigencias. ¿Qué pasaba, por ejemplo, conél mismo que *no exageremos diciendo que se expresaba élcon propiedad- denunciaba sin vacilación a los que mezcla-ban las cosas
-pot ejemplo la mescolanza de información y
opinión que vendían al público los edito¡es de Neu Frej¿Prerre y que era uno de los principales blancos de Krauss? Susbiógrafos y simpatizantes (sólo ahora, casi medio siglo des-pués de su muerte comienzan a hacerse oír) reconocen que susdenuncias le valieron la aplicación del silencio oficial. Y porlo que leemos, pa¡ece que su condición e¡a doblementeelocuente. Porque, de una parte, tenía el respeto y la admi¡a-ción de los hombres más connotados de la Viena de sus años; ypor otra, era altamente acreedor al silencio oficial que se leaplicaba sin que oadie chisrara. Combinación más que signi,ficativa y nada de escasa. Pero lo que importa señalar aquí es
cómo las exigencias de propiedad en la exp¡esión por parre deKrauss, ponían en juego fuerzas que actuando mosrraban elsinsentido de esas exigencias. Como da¡ coces contra elaguijón. ¿Qué más obvio que la necesidad de nombrar "jarro"al jarro y "bacín'' al bacín? Pero, también, ¿qué más obvioque, tan pronro el jarro y el bacín eorran en'el contexto de lasrelaciones de poder', hay que andarse con cuidado con lasemántica? Hay un pasaje en un discurso de Czeslaw Miloszque (lo elegimos entre ranros otros sólo porque es más fresco)
Podemos citar aquí y que se refiere a "un descubrimientorelativamenre recienre: que quienquiera empuña el poder estambién capaz de conrrolar el lenguaje y no sólo mediante laprohibición de la censura sino también cambiando el signifi-
105
cado de las palabrus"l8. Un desc'rbrimiento relativamente
recie.rte. Acuso, contemporáneo con la i¡vención del len-
guaje. Estamos llenos cle palabras que un buen día se pusieron
i signifi.u, g.u.ius a los mecanismos del poder de que habla
lrtil"os. loreiemplo, palabras conlo "virtud"' "alma"' "espíri-
tu", "caridad" y muchas cle la misma especie que Para clertas
posturas nombran el Ahsr-'luto sin mcdir' ion' sc pusieron' en
verdad, a significar un buen día; y no Por Pura Sracra y
epifania del Ser. Ni eran tampoco extensiones metafóricas de
aru, que ,a la, oc,trren a los poeras y que -haciendo
nosotros'
lo, ,ara, ao-rl.tar, una comúo sinécdoque- conside¡amos
que son las únicas extensiones metafóricas que hay' que seria
ridículo imaginar a un tirano haciendo extcnsiones metafóri-
cas. Pe¡o la v-erdad es que de pronto el alma se hizo sustancial'
eterna y obieto de disputa a muerte entre el bien y el mal; de
pronr; el espíritu se transformó en una especie de so-
plo-cenlficudl caído de las alturas; de pronto la caridad se
hizo..,niversal y obligatoria; y la virtud deió de ser la mera y
concreta exceleocia viril para trasladarse entera' pero sln
hueso, a las esf-eras inaccesibles, literalmente inaccesibles del
hombre nuevo, el hombre de las castas de Pablo (que antes era I
Saulo pero que podía también sin mucho cosmético transfor-
marse;n Pa;lo; ir así de Jerusalem a Roma en el mismo lapso
en que, yendo a Damasco, iba de Roma a Jerusalem) Así las
.or"., .á.t Ia semántica, las metáfo¡as y el poder' Pero más
aun: porque et poder puede hacer que un lerm¡no que no
signiáco .,adu lá signifique todo; y tambié¡ a la in rersa Y
m"ás todavía puede el Poder' Permitir, por eiemplo' que
medio siglo.lesp.tés la misma espe'cie de poderes que hundió
as The Nob¿l L¿cutrr' 19¿10, The Ncw York Ilevicw of Dooks' March J'
rrSl
l Olr
a un sujeto lo exhume. Y más rodavía: permitir (en esta era deglobalización del poder y nulificación del individuo) que digasus discu¡sos sobre el poder y la semántica uno de sus súbditosindividualistas, porque como ésre mismo se encarga de decir(así son las paradojas de la globalización) "nuestro planetaque, con su proliferación fantástica de nar mulia, se hacecada vez más pequeño, es testigo de un proceso que escapa a ladefinición, caracte¡izado por el rechazo de recordar". ¿euéimporta enronces recorda¡ a Krauss? No daña más y mañanava a estar orra vez olvidado.
De mane¡a, entonces, que el poder tiene que ver connuestras posibilidades de expresión. Sólo que no de la formaabsoluta que frecuenremente se supone, es decir, imponiendola rergivrrsacion o cl silencio sin restricciones a una masamaleable al infioiro. El sujeto reprimido despliega mil recur-sos para eludir su condición, entre los que se cue¡tan tambiéntodos los artilugios del habla oblicua, vacía, disf¡azada,deformada, t¡ansferida. Tales recursos
-puede concebirse-
suben en surileza en proporcióo del riesgo, desde los ext¡e-mos actualmente casi inocuos de las fábulas a lo Esopo (que noestamos en condiciones de juzgar en qué extremos de peligrocolocaban en tiempos de su 'primera edición') hasta las oscu-ras y entrañables a¡rimañas simbólicas que han descubiertoFreud y sus seguidores.
21. Krauss ur¡u Fre d
Volviendo sob¡e Krauss y sus exigencias acerca del jarro y elbacín, podemos enfrenta¡ dos texros: el suyo y el de Aristóte-les, "Da¡ a la cosa el nombre que perrenece a otra", es laesencia del habla metafórica para Aristóreles. El rexto deK¡auss dice así:
107
"Adolf Loos y yo -él
literalmente y yo gramaticalmen-
te- no hemos hecho más que mostrar <1ue existe una diferen-
cia entre uo jarro y un bacín, y c¡ue es tal distinción la qLre por
encima de todo surninistra un espacio en que es posible la
cultura. Los otros, los que no logran hacer esta distinción' se
dividen entrc los que usan el jarro como bacín y los que usan
el bacín como iarro"49.
La cuestión, entonces' de Ia eventual desavenencia de los
textos de Aristóreles y Krauss en lo que respecta al empleo
merafórico del lenguaie, parecc de soluciírn fácil No se trata
de nombrar una cosa con el nombre de ot¡a ---dar al bacin cl
nombre cle " larro", o al iarro el de "hacín"- sino de emplear
una en lu¡¡ar de la otra -hacer'cosas'
en el jarro que deben
hace¡se en el bacín, o hace¡ con el bacín cosas que deben
hacerse con el jarro. De modo que no hay aquí causa ninguna
en cont¡a de Ia metáfora. ¡Qué dificultad -usando
la imaSi-
ne¡ía de Black o Ia terminología de Burke- podría haber en
mirar el bacín desde la perspectiva del jarro o en'filr¡a¡'eljarro mediante el bacín? Ninguna, mientras a la sustitución
metafórica.le los nombres oo suceda Ia sustitución literal de
las cosas nombradas. En este sentido' Krauss es¡aría (como lo
demuest¡an sus escritos) exento de la manía de la literalidad
L¡ diferenci¿ nu es r on Arisroteles sino cun otros y se muesrra
en que mientras él hacía empleo explícito y público.de sus
mer;foras, otros se cuidaban mucho, ocultándolas baio la
apa¡iencia de expresiones literales La diferenciá, apunta
Szasz es la entre el buen retórico y el mal retóric r' Contras-
" El re'..o "s
cicndo Por bntSraf¡s y comentaristas y siemP'c como un
pensamicnto fundamental, que sio duda lo es, cualquiera sea nuestm
10f.t
rr¡
rando enrre el empleo que Krauss y Freud hacen de la
metáfora, dice este autor:"...cada uno, Freud y Krauss, se propuso producir un
impacto en el lenguaje: uno, ocultando sus metáforas como(si fueran) descubrimientos cientificos y tratamientos médi-cos; el orro, revelando sus metáforas como polémica y poesía,
ingenio y juego de palabras. Así, cada uno es un tipo diferen-te de retórico, diferencia que se muestra, primero, en el modo
en que cada uno usa el lenguaje y, segundo, en el objetivo que
cada uno persigue en su inflexible contienda teórica"to.
Pero, ¿es la cuestión retó¡ica la que importa aquí en
primer lugar, en el sentido de que Krauss es el noble retórico
que deja explícita su artillería metafórica, empleada con el
loable propósito de esclarecer, en tanto que Freud la enmasca-
ra de cientificidad y la aplica con el objeto innoble de oscure-
cer y confundir? Porque trasladándonos a un plano más
amplio y menos personal, los términos del planteo de Szasz
parecen invertirse. Supongamos que Freud y los de su círculotuvieran esta inclinación solapada de emplear el bacin en
Iugar del jarro y la i¡clinación, también, de inducir subrepti-ciamente en oros dicha inclinació¡. Supongamos, asimis-
mo, que Krauss se propusiera por eocima de rodo y eo toda
oportunidad, fue¡a ésta privada o pública, separar -paraconserva¡ la imagen que él mismo emplea- las funciones
propias del bacín de las funciones propias del jarro. ¿Quéocurre con ambas posiciones si vamos desde este punto de
vista personal y doméstico al más amplio de la sociedad y lacultura? Porque es en este plano donde se decide. Freud, en
este plano, no está obrando para indLrcir confusiones. Al
10 Karl Knw and ¡h? SnLl.Dotta,\, p. \¿.
109
menos así parece a un observador imparcial y al que trata de
conducir a algún resultado concreto las observaciones de
Freud. No se trata de confundir sino de analizar hechos de la
psicología individual que son de antemano confusos. No es
Freud -siquiera
en es¡e contexto de puro observador y
analista- quien está emPleando el iarro en lugar del bacín
Ni ertá ramporo FrerrJ inJrrci.ndo ¿ los otros a que conlun-
dan el empleo de ambos utensilios. La situación parece más
que obvia: son los otros los que confunden el uso de las cosas;
en ranto que lo que hace Freud es tratar de desen¡edar los
elementos que hay en esta confusión. O mi¡ando sobre lo
mismo desde el otro extremo, el de Krauss: no son los otros
los que están fi¡mes en sus distinciones mient¡as K¡auss se
desempeña como el Cerbero que no permite que entre Ia
confusión; sino que aparece este Polemista, por el contrario,
como uno que se debate donde la confusión impera Krauss es
como si dijera: "Ustedes no deben confundir los empleos
propios de las cosas". Freud es como si dijera: "Ustedes
confunden los empleos propios de las cosas". De modoque no
hay ningírn conflicto entre ambos "rctóricos", como Parece
suponer Szasz. Conflicto podría haber allí donde Krauss,
descendiendo de su tri[¡una admonitoria, viniera al plano en
que debe decidirse si en tal o cual caso hay confusión o no; si,
por ejemplo, un poeta está, y en qué medida está, haciendo
uso del lenguaje y sus posibilidades de expresión y comunica-
ción como se usa el bacín o como se usa el jarro. Por ejemplo
(porque no todo ha de ser fijación anal), ¿qué direr'tos de un
poeta que está empleando las eu[onías, asonancias, asociacio-
nes y figuras del habla para convencernos de la existencia o no
existencia de Dios, de la Dictadura del Proletariado, del
Dete¡minismo Histó¡ico, la Libre Comperencia, la Coexis-
tencia Pacífica, el Equilibrio Ecológico, la Intangibilidad de
110
la Cultura, el Folklore, el Arte Popular, los Mass Media, elProgreso, la Ciencia, la Democracia, etc. ? ¿A dónde tendríaque co¡rer á guarecerse K¡auss si tratara de obrar sus exigen-cias no desde lo alto del pontificado sino en el terreno dondelas ideas se realizan2 Por lo visto, sin embargo, parece que notendría que correr mucho; parece que el pasado, la tradición,abundan en este tipo de excelencia y que hay lugares segurosciento por ciento. U¡o piensa en Esquilo y Sófocles, enPlatón y Agustín, Dante y Erasmo, Shakespeare y Goerhe...Pero, ¿es verdad que estos ejemplos de excelencia lite¡a¡iaestán exenros de infinitas y eno¡mes caídas en lo impropio?¿No hay que decir de ellos también, como de cse periodismoque mezcla los hechos con sus resonancias en el periodistamismo y que tanto indignaba a Krauss, que hacían unhermoso e inr¡incado todo con las descripciones de los hechosy sus valoraciones de los mismos? Cuando, por ejemplo, se
nos habla, en un senaido u orro, de la esclavitud, de laautoridad de los reyes, de las Escrituras y revelaciones, de lascostumbres de los pueblos, de las facult¿des o inclinacionesdel alma, de las leyes y el derecho, de los imperativos mora-les, de las masas, de las cl¿ses inferiores, del orden, lajerarquía, la iotefiracióo social, etc., ¿no renemos uoa y milveces esa percepción, que a Ia vez nos aierra y nos deprime, deuna armonía milagrosa entre lo que el autor describe y lo queproclama? ¡Ilemos encontrado alguna vez un auto¡ que notraiga su huevo listo y no venga confiadamente en busca de lagallina que lo va a poner?
Esta es, por desconrado, sólo una entre las dimensiones dela impropiedacl en la expresión, la bastardía lite¡aria. Basta-rí¿. claro est.i. (laJ.r su cxLension e r mportJn( i.r, pira retroce-der y reexaminar el concepto de propiedad de la expresión.Pero hay otros niveles. Freud y los freudianos tienen más que
111
conrarnos. Tienen que contarnos de autores que se mastutb¿n
escribiendo o eiecutan (simbólicamente) una serie de otras
depnvaciones ¡rintantlo, lilmando, esculpiendo. Y la verd¿d
es que no son algunos los arrtores que sublirtan, y así enmas-
caÍan, sLrs hondas y asociirles motivaciofles. Irreucl y los freu-
dianos redrrcen el arte toclo -y mucho mís que el arte, en
verclacl- a un producro de tendencias social, rloral y fami-
liarmente incleseables que buscan una especie de satislacción
corr-r¡rrometida, enmascarada, que la socieclacl y sus institu-ciones toleran y hasra enaltecentr. Sienclo esto asi, ¡qué
diremos del emplco crocado clel bacín y el iarro? Pareciera que
todo sc troclra- Krauss ncis clice que atenerse en la acciítn a kl
que las cosas propiamente son, respetat su oaruraleza y evirar
su fálsificación son r.¡na condición esencial de l¿ cultura.
F'reud, por su parte, pretende descubrir en l¿ ¡aiz misma de la
cultura, el qtid pro t1tto, el compromiso, la ambigüedad, la
ambivalencia y toda una serie de princi¡rios de esta especie
Así, tendríamos que aceptar clos nocio¡res cle cultu¡a: una
dcseabie y otrl reirl, para dccirlo e¡ dos ¡ralabras. Y ltabria
mucho más que uo?r ncra disri¡cirjn cntre cllas, ¡>or<1ue
mientras una toma Por principio escncial hacet y tlantener
una sepalación por ejemplo, entre ornamento y función,
en arcluitecrura, entre ser y valor, en filosofia, entre realidad y
rerórica, en política, entre idolatría y adoración, en reli-gión la ot¡a toma por base la conquista de la disrinciónmediante el enmasca¡amiento, el disimulo, la confusión. En
el primer caso, el principio de vertebración obra :omo deber
explícito; en el scgundo, como deseo im¡rlícito No se trata,
t' Sit¡uiera, esta cra la explicación del arrt.luc tcnír Knuss a la vista y la
mas consistente de las dos que se dan popularmentc como cxPlicaciones
freudianas dcl arte.
I l2
ar"
po¡ ejemplo en este segundo caso, de Dios in proptia panna,sino <ie Ia imagen del padre proyectada para prolongar hacia
la vida adulta las fo¡mas infantiles de la seguridaci. Ni se
trata, en el caso del político, de un puro funcionario de laadministración del Estado y el bienestar del pueblo, sino de
ansia de poder con vistas a crearse las condiciones del padreabsoluto y la sa¡isfacción unive¡sal.
De modo, entences, que en esta oposición entre Krauss yFreud el tema de la metáfora queda como enfrentado a las
interpretaciones de metáfora eo senrido estricto y metáfota en
sentido amplio. Desde el punto de vista del freudismo la
metáfora se proyectaría prácticamente al ámbito e¡tero de lacultura. Por todas pa¡tes, las respuestas cultu¡ales <lel hom-bre a las demandas de Ia sociedad y Ia naturaleza, incompati-bles con la satisfacción de sus deseos, tendrían que interpre-tarse, fundamenralmente, como estrategias de la libido con
vistas a eludir las barreras, saltarlas, o imaginarlas inexisten-tes y, correlativamente, satisfacerse real o imaginariamente.En uno y otro caso el deseo aceptaria sustituir su objeto,satisfacerse en un elemenro distinto del propio. El deseo en el
nivel de la cultura sería, por antonomasia, enti-Krauss: em-plearía unas cosas en lugar de otras. Pero no meramente unas
en lugar de ot¡as, metafo¡izando así de mane¡¿ inofensiva y
puramente estetizante. El deseo --- <l deseo que la censura y la
represión han empujado más allá de la concie¡cia- haríametáforas con lo opuesto, ¡evelándose así como el más audaz
de los a¡tífices. Para satisfacer el impulso de exhibi¡ lae¡ecció¡ -el deseo en su realidad última y plena de deseo
levanta¡ía una estatua lálica en una plaza pública; pa¡a satisfa-cer sus impulsos pueriles masturbatorios recurriría al apten-diz de brujo; al aprendiz de cura o a la lámpara de Aladino. La
imagen de K¡auss con jarros y bacines sería asi, ni más ni
1ll
menos, una figura del todo aiustada: cuando alguien está
usando un jarro, averiguar si es bacín; cuando alguien está
usando un bacín, averiguar si es jarro Nunca falla.
22. M*áfora y bisociación
Vimos que Burke y Black conciben la metáfora de forma en
general similar. Lo que el primero dice con la noción de
perspectiva lo expresa el otro (más o menos en el mismo
sentido) con la imagen del filtro. Vimos, también, que para
Davidson Ia metáfon no es una proposición (algo que sea
significativo y, así, verdadero o falso) sino un simulac¡o de
proposición que se emplea para llamar la ate¡ción sobre un
significado, un hecho o una verdad. También, para los que
defienden la teoría semántica de la metáfora, como vimos, la
metáfora implica una "in¡ovación semántica" (la expresión es
de Ricoeur), un nuevo si¡¡nificado o una nueva verdad que
sólo a ella corresponde expresar y que resulta de otrt manera
intraducible. Todas estas nociones sobre la metáfbra puecien
desglosarse de la noción de bisociación, acuñacla por Koestler
con vistas a explicar el fenómeno de la creación artistica,
científica y tecnológicat2.Koestle¡ introduce el término "bisociación" para nombrar
la inte¡sección de dos planos asociativos o universos de dis-
curso que ordinariamente se consideran como universos sepa-
rados y hasta incompatibles. De Pronto, alguien hace conver-
ger ambos planos, produciendo un resultado in':sperado. Es,
pues, algo que supone cambiar la perspect iva .r recr¡rt ir 'r uo
'2 El término empleado por Koes¡ler ver The A af Cftatio"
114
filtro hasta aquí no empleado. Ambos planos asociativos e¡anhasta aquí mundos separados; de acuerdo a los principiosformales que obraban en uno de ellos sólo atendíamos a loshechos que se producían en ese mismo plano. De pronto,alguien ofrece otro plano asociativo como perspectiva o filtroaplicado al primero. Tal convergencia, hasra aquí inédira y enprimera instancia paradojal, produce un cambio igualmenteinédito en nuesrra percepción de los hechos. Dicho rodavía deotra mane¡a: la lógica habitual de acuerdo a la cual conside¡á-bamos los hechos dentro de una esfe¡a es como invadida.peoetrada o poseída por la lógica de otra esfera. De estaforma, los hechos salen del marco en que ordinariamente lospercibimos y se pone n a obedece¡
-o por lo menos a respon-
der- a una nueva Iógica produciendo resultados nuevos ysorprendentes. Un ejemplo que puede servirnos aquí es elreferido más atrás sob¡e la doct¡ina freudiana de los sueños.Hasta antes de Freud (digámoslo así para simplificarts) elplano asociarivo de los deseos y el plano asociativo de lossueños oo parecían avenirse. Desea¡ cosas imposibles era unsueño. I-a interpretación de los sueños ofrecida por Freud,como sarisfacción alucinatoria y simbólica de deseos reprimi-dos, suministra un ejemplo de bisociación: los conrenidos delos sueños, considerados ordinariamente como caprichos de laimaginación, vagabundeos de la fantasía, vacaciones de laasociación de ideas, etc., son puestos bajo la perspectiva delos deseos reprimidos, los deseos que en la vida de vigilia nopodemos satisfacer.
La noción de bisociación, sin embar¡¡o, parece más adecua-
51 Lict'rcnberg, por ejemplo, ha dicho much¿s cosas profundas sobre elsueño: si la gente quisiera relarar sinceramen¡e sus sueños, sabríamos másde ella ¡tr éstos que por sr¡ rosrro". (áf¡¡lzrar).
1lt
da que las cle perspectiva y filtro La noción de persPectiva
sugiere que la cosa cae bajo el ángulo de ot¡a cosa La relación
.riJr," c,rmo desde fuera de Ia cosa Así también el filtro
impone a la cosa una rel¿ción extrínseca, por mucho que
Black insista en la doble y dinámica ¡elación de interacción
La iclea de Koestlcr nos Propone uni Penetración más honda
del fenómeno. Una imagen sería (la emplea el mismo Koes-
tler) ta de dos medios que oscilan con diferenles frecuenti:rs
Allí donde ambos medios se intersecan las p¿rtículas comien-
zan a vil¡rar animadas' ahora, por la combinación de las
oscilaciones de ambos medios. De este motlo, no se trata de
pura perspectiva ni de puro filtro. Si aplicamos a la metáfora
esta noción de bisociación la condicióo de interacción parece
asegurada. Dice Koestler refiriéndose a la bisociación que:1
. .. es la petcepción fu una situación a idza ' I'' en dot marcas de
,efrrerrio, M, y -M.'
Et ,.'t"'o L, en que los dos marcos de
.efere.rcia se intersecan, vibra simultáneamcnte en dos longi-
rucles de onda cliferentes' por decirlo así Mientras esta situa-
ción insótita perdura, L no está meramente vinculado con un
aonaa*to uroci^tiuu, sino bisociado con dos"54'
En el caso de la metáfora, la noción de bisociación así
definida permite dar cuenta -además
de Ias otras de perspec-
tiva (Burke), filtro (Black), innovación semántica (Ricoeur)'
apliLccron pragmática (Davidsonr- de Ia más o menos uni-
u...ul-"n,. .ecorrocidu capacidad de la metáfora de decir
algo que ninguna paráfrasis literal podía traducir' En efecto'
el co.tc.pto de bisociación se aviene con el rle perspectiva
(cada plano pone al otro en perspectiva): se av;ene' asimismo'
con el de filtro (ambos planos, M¡ y M2' se filtran mutua-
mente); incluye también la innovación semántica (abre toda
ta Art ol Cftation, ?. 15.
116
una nueva dimensión de significación); finalmente, com-prende ese factor que Davidson comenta con la frase "puñeta-zo en la cabeza" (que se da en la línea de intersección de los
planos M1 y M2 el momeoto del ¡eureka!, el asombro, laperplelidad, la exaltación, la carcajada, etc.). Pero, rambién,como decimos, da cuenta de esa int¡aducible captación que
logra la metáfora. Porque, de acuerdo a la ooción de bisocia-c¡on cr¡ando dos planos asociarivos se in¡ersecan. esramos
requeridos ---debido a la esencia misma de nuesr¡a 'educación
occidental' como nunca debié¡amos ni pudiéramos estarlo--{s decir, estamos requeridos de pensar la cont¡adicción lzpropid pefilia. No se t¡ata ya
-como en las doct¡inas de
Burke y Black- de capta¡ una cosa meramente en términosde otra sino de 'vib¡a¡' simultáneamente en dos conrextosasr¡ciativos diferentes. Esta condición es la que daría a lametáfora su status paradojal, sinsentido y absurdo.
Con la noción koesrle¡iana de bisociación somos pues
llevados a considerar este aspecto de la metáfora: el p¡oyecto
de pensar Io contradictorio. La estrategia seguida ai respecto
consistente en prolongar dos planos asociativos hasta sr-¡ inter-sección o desviarlos hasta lograr su converÉiencia. Con el
ejemplo de Koestle¡: Sancho Panza es Sa¡cho Panza; don
Quijote es Don Quijore. Cada uno en su "plano asociativo"parece previsible y hasta inocuo. La receta del humo¡ incom-parable de Cervantes consiste en el principio y manera de
oscila¡ la nar¡ació¡ entre los contextos asociativos divergentesde un loco soñador y un gordo buenazo y carnal.
El mismo Koestler se encarga de aproximar bisociacirjn,metdlora y analogre refiriendose x proposrro Jr la ,;perl-ción bisociativa en las esferas del arte y la ciencia- a "la
est¡echa relación entre el hombre de ciencia que ve unaanalogia donde nadie la vio antes y el descub¡imiento del
iL-
t17
poeta de una metáfora o un símil oriSinales" Y dice también
de las metáforas que "ent¡e las más simples existen referencias
de un sentido a otro: un color 'cálido', una voz 'dulce', una luz
'incisiva'; los labios 'ciegos' de Swinburne, las manos'ciegas'
de Blake. Tales combinaciones de matrices sensoriales dife-
rentes suminist¡an una riqueza nueva o multidimensionali-
dad a la experiencia de modo que, otra vez con Swinburne, 'la
luz es oída como música, l¿ música vista como luz'J5-
La noción koestle¡iatra de bisociación se avienc t¿mbién
con la noción de "impertinencia semántica" que Ricoeur
-siguiendo aJ. Cohen- int¡oduce en la cliscusión sobre la
semántica de la metáfora. En la intersección de dos planos
asociativos la impertinencia semántica pasa de imPertinencia
a regla. La'línea'de inrersección de los dos planos es el'h:gargeométrico' de todas las'impertinencias posibles. De modo
que en esta noción de intersección quedao comprendidas toda
una serie rr¿tlicional de otras no, iones ¡so. i¡J¿s a la meráfor¿
como las aristotélicas de comPosición por adición y sus!rac-
ció¡, las de paralelo, alegoría, fábula y parábola
También, la noción de "innovación semántica" encuetrtra
respuesta apropiada en la ¡oción -como
se ve, bastante
general- koestleriana de bisociación. Sin convergencia de
planos no hay innovación concebible, sino que todo ocurre de
acuerdo a la común y bien establecida [ógica de cada plaoo
asocia¡ivo. Todo lo que, dentro de un plano, aparezca como
un nuevo predicado, una nueva proPosición, uo nuevo cono-
cimiento, no tendrá más que el carácter de urta 'prolongación'
en el respectivo plano. Es la bisociación, ,a intersección de
dos planos hasta aquí paralelos o divergentes -pot eiemplo,
la intersección del plano de la evolución de las es¡xcies,
tt The Act ¿f crc¿t;a,1, p? )2o-l
118
pl '')
¡econocida ya por la Historia Natu¡al, y el plano de Iaregulación de la población, descrito asimismo por la Demo_grafia, <¡ue condujo a Darwin a intuir el mecanismo de laselección natural- lo que produce una muracióo semántica,un cambio hasta aquí inédiro en la significación de las pala-b¡as.
23 . Il isociación y czncepción pragmáticade la metáfora
¿Cómo conciliar Ia concepción de 1a metáfb¡a en ré¡mi-nos de bisociación y lo que Davidson dice
-y que se aviene
con las más comunes tradiciones sob¡e el habla metafó¡ica-sobre la me ráfora como empleo pragmárico y no semántico (osólo auxiliarmente semántico) de las palabrasl Virnos quepara este autor la metáfora no obra su efecco signiñcando, que"suponer que (la metáfora) sólo puede se¡ efectiva r¡ansmi,tiendo nn mensaje codificado es como pensar qLre una bromao un sueño formulan un juicio que un intérprete dotadopuede restablecer en prosa llana" y que "la broma, el sueño ola metáfora, a la manera de un golpe en Ia cabeza o un cuadro,pueden hacernos irpreciar algún hecho, pero no representandoo expresando el hecho". En el caso de la noción koesrlerianade bisociación, esra idea que Davidson expresa con la imagende un golpe en la cabeza se incluye, como dijimos, en elfenómeno mismo de la inre¡sección de los dos planos asociati-vos que para Koestler produce catarsis en el caso del arte.explosión en el caso del chiste, y una combinación de ambasen el caso de la inruición del científico. En las tres categoríasque Koesrler considera
-el cómico, el cienrífico y el arris-
ta - la interse,cion de los phnos aso(r¡tivos riene. pues.
119
igual que cn l)avidson, el se¡ticlo de u¡ra súbira s¿rcudicla o
descarga quc, por más que cambie nuestra percepción cle las
coslrs. trasciende cie la neut¡¿ forlnulación de un juicio La
súbita convergenci¿ bist¡ciadora de cios planos asociativos es
taml¡ién como "ern golpe en le c¿beza": nos tesití¡a como Por
compulsión. Y también cono en Davitlson, en Koesr)er no
podemos.letallar, ni riene scntido cletallar, lo uue vemos en
el mornento clel shock.
Pero lo que mejor aproxima ln t¡etálom cn Daviclson a l¡noción de bisociación es la fbrma misr¡a cle la intersccción de
dos planos asociativ¡rs t1rre, cie acuer.lo a la clefinicitin que
Kocstlcr ofiece, son co¡tsistenrcs en sí mismos, pero, entre sí,
"o¡dinaria¡¡ente incompatibles"; por lo crral, siguienclo coo
los términos del mismo Koestler, la percepción de un aconte-
cimiento L, cn l¡ inter'¡,, ion, su¡one la ¡erce¡ciun de .tlgL-r
que "vibra simultáneamente en dos longitudes cle onda dife-
rentes". Peroesto, en términos llanos, significaquea lo largo
de la línea de intersección de los dos planos asociativos la
percepción se encuentra en una peculiar sitLración: l¡ del
perro que quiere seguir ir clos anros; con la diferencia que allí
donde el perro se detiene, perpleio, la percepción de algún
modo se las arregla para respondcr a los dos impulsos al
mismo tiempo. Por esta condición esencial de la bisociación,
hemos indicado más atrás que la metáfora (que es bisociaclora)
nos pone en el t¡ance absurdo de pensar lo cont¡ac{ictorio.
¿Cómo puede lograrlo si no es prescindiendo de ¡oda instan-
cia discu¡siva o lógica y dándonos, conro dice Davidson, un
golpe en la cabeza?
Así, vemos que la noción koestlcri¿rnl cle bisociación,
aplicada a la metáforr, resulta más explicatoria qrre ll de
Davidson. Si no ¡rodemos traducir liter¿lmente lo que lrmetáfora clice, si lo quc la mctáfora dice tie¡re la peculiariclacl
t2t)
de es¡ar como indisolublemente ligado a la expresión metafó
rica, es porque sin la concu¡¡encia simul¡á¡ea de ios dos
planos asociacivos oo hay nretáfora. Metáfora sólo hay en la
intersección electiva de los dos planos. Po¡ eso, t¡mbién,resulra imposible identificar Io que la metáfora dice con un
significado o una verdad: porque la metáfora se ha situado e¡la inte¡sección cle ambos planos para decir lo que dice; es
decir, ha recurrido a la paradoja de habla¡ con con¡¡adiccio-
nes, recurrir al siosentido y al absurdo para comunicar su
mensaje.
Taml¡ién, la bisociación puede explicar que tantiu veces la
metáfora no nos diga nada. Porque en tales casos, se trataríade una muest¡a de incapacidad o resistencia a abaodooar las
formas habiruales de percepción. Después de rodo, no es
quien lea o quien escuche quien ve, originalmente, una cosa
en términos de orra, sino el que ha creado la metáfora.Proponernos una metáfora original es invitarnos a romper el
orden de las cosas, algo que no todos, ni siquiera muchos,están dispuesros a cumplir o en condiciones de hacerlo.
Romper el orden de las cosas y hacerlo sustituyéndolas por
algo que sc of¡ece como una paradoja o un sinsentido tieneasomos de actividad siniestr¡. Así aparece, por ejemplo, lo
demoniaco en pintores como Bosch y Breughel: como la¡educción de lo real a puro mecanismo que se puede trastrocarsin rest¡icciones. La metáfora incluye también y, al parecer,
en su esencia misma, esta licencia que burla la unidad ysustantividad de lo real. Y así también aparece cuando se la
conci[r en términos de bisociación. Y la noción entera de
bisociación aparece también así, especialmente en los domi-nios primero y tercero de la división de Koestler: lo cómico ylo a¡tistico. Ta¡to en un dominio como en ot¡o la licenciabisociadora no encuentra límites, y si¡ mucha demo¡a esta-
121
r¡os en un puoto e¡ quc todo se ha clcsatado y to.lo p¿reccpermirido.
Surge aqui esta noción cle lo c¡ue sc dcsar¿, Io que se poncfuera de juego, lo que piercle el quicio dentro del que ordina-¡i¿mente se encu¿dra. Desde esta pcrspccriva ia bisociaciírnadquiere colorcs amenazdntes. ¿Qué, por ejemplo, impiclcl¡isocia¡ la'intcrrogación
-a la que eventualmenrc pueclc
sometersc a csc entre trágico y lúcido Rulrashov crcado por clmismo Kr¡cstler>('- con e) plano asociativo dc la carniccría?Como dicc un pcrsonaje (desde lucgo, lo han dicho muchosotros y no cs más verdadero porquc lo digan ni nenos port¡ucno lo cliga nadie) de una novela de V.S. Nai¡raul, rorlo vicne a
parar en el primer ¿¡olpc en los tcstícnlos. Como si un hechcr
implicara por sí solo ver un plano en rérminos de orro l¿'interrogación' en términos dc carniccri¿ y con el se ro¡¡-piera la repulsir a inte¡secaalos, se crLrz¿¡a un límirc impucsto:r la imaginación por cl hábito, la lb¡m¡ci¡in, la crrltura;iímite que garantiza un fundamcnco y <¡ue ula vcz reclucido a
pura concención y relatividacl ¡os co¡r.lucc al cinismo, el
n ih ilrsmo v cl Lrús. L\ segur¿rnenrc cn un ( uo tert{ ' r'um,, esrr
<¡ue se valornn cxigencias cc¡mo las cle K. Krauss y gue herloscomcnt¿do rnás irt¡ás, cje ernplear el jarro como jarro y el
bacin como bacín. Porque parccc incuesrionable que hay rodoun hcmisferio de procligios en la metáfora --y csra vez en l¿bisociación quc no aparecen cuando se juega sólo el primcracto <lc las crcacioncs dcl ¿r¡tist.r, los c¡rcantos dcl crir¡ico c¡ las
maraviilas del científico. Ver al juclío o ¿l comL¡nisra en
tér¡ninos de higicne siguc siendo un enormc cjcmplo cle lcr
quc queremos <lccir.
\t'Oúnúk!¿¿ ¿l ¡l¿Jlotlid, cs cl rítolo cn csp¿ñol .le esta noleli
t))
24. Barfield.El argtmento contra la literalidad ori$nal
Una cuestión implícita en el enfoque de Burke que mencio,namos más atrás sob¡e la forma como se originan las palabrasque ticnen significado 'inrnaterial' o 'espiritual' es tratada enur hcrmoso aunque cuestionable argumento de Owen Bar-fielcl sob¡e el significado de la palabra 'lite¡al't7. La doctrinaque examina Ba¡ficld cs la que sostiene que las palabras consignificado'inmaterial','espirirual','mental', etc., han ex-perimentado una transición que va desde un empleo literal ymaterial, pasando por un empleo metafórico, hasta un nuevoemplco literal pero esta vez inmate¡ial. Y el problema quedecimos quc esth implícito en el enfoque de Burke y queBarfielcl confronta en su argumcnto sobre el término "lite¡al"se refierc precisa.mente a Ia última etapa de los términos de
significado io¡n¿rterial o espiritual. "Estilo', para ¡omar uncjemplo ya considerado, es originalmente el nombre de uninstrumento con que, en tiempos antiguos, se grababan las
letras sob¡e ¡ablillas cnceradas. Luego, el término se empleómetafóricamentc para aludir a la cualidad de la esc¡ituramisma y, podemos suponer, con posterioridad pero rodavíamctalóricamente a ia mancra de escribir, de hablar, de pen-snr, actuar. Final¡¡cntc, "estilo" significa lo que significómetaliiricanrcnte; sólo quc csta vez de modo lireral. Barfield,siguicn<lo ¿ C.S. Lewis, detecta dos cuesriones en esta
transición (<1uc conenta¡¡os cn Burke como "extensión meta-ftirica"). La primera es la cuestión cuándo. ¿Cuándo sc protlu-
t7 7 he Manin| aJ tbe Word 'l,rtaat'. Mxapbor and Slnhat. Butterwo¡ths
Scienrillc Publica¡ions, London, 1960.
123
ce la t¡ansfbrmación cle Ia metáfo¡a en palabra de empleolite¡al inm¿te¡ial
-en nuest¡o ejemplo, cuándo la palabra
"estilo" dcja de ser un expedienre metafo¡ico para designarliteralnente el modo de ser de una persona? Esta cuestión nos
remite a una indagación histórica, Iingúística que nos sitúa
en los dominios de la pragmática y la filología. l,a otracuestión se refiere al qué, es decir, a qué significa una palabra
cle empleo prinritivo material cuando, más allá de su empleomcrafórico, comienza a ft¡ncionar nuevamente como palalrra
literal pero esta vez con significado inmaterial. Con nuestroejcmplo, "estilo" significa primitiva y literalmente un ins-
trumenro; luego, por extensión metafórica, viene a significarliteralrnenre algo que ya no se toma ent¡c las manos como el
rtl/zr sino aigo que, muy seria y no muy rnetafóricamente, no
sabemos cómo romar. Pero antes de e¡t¡ar en las eno¡mes
proyecciones cle csta cuestión, esbocemos el ar¡;umento de
Ba¡field sob¡e el significado de la palabra "literal".
En primer lugar, Ba¡field utiliza la distinción introdr¡cidapor l.A. Richards entre vehículo y contenido (ubicle and
lezzor). Distinguirnos desdc siempre dos opcraciones aplica-bles a una cxpresión metafír¡ica de acue¡do a las frases "toma-
da literalmente , 'tomada metafóricamente". Cuando toma-mos lireralmente una expresión metafórica, estamos conside-
ranclo lo que Richards nombra "vehículo"; cuando la toma-
mos metafó¡icamcnte, atendemos a Io que este autor llama"conce¡ido".
Con esta distinción, B¡¡¡field confronta dos escuelas res-
pecto al contcnido de la metáfora: aquélla para la cual el
contenido de una "metáf'ora si¿inificativa" es siempre posible
de expresión literal; y aquélla para la cual uo siempre es asi.
Barfield propone para ambas escuelas las distinciones, respec-
t24
tivameote, "explicacionisra" e "implicacionista" (exp/icatio-tt, inplicatnnitt). El dilema que se p¡csenra a la escr.¡ela
explicacionista es el siguiente: el conrenido inmaterial de lametáfbra por ej.; la ¡¡s¡{fo¡¿ "g5¡ile"- tuvo <¡ue poderexpresarsc lireralmente la vez primera que la expresión literal"cstilo" se empleó merafóricame nte. En tal casq se hubierarequerido de un lenguaje literal con significado inmate¡ial(al¿¡o contrario a la hipótesis sob¡e cómo se originan lasexpresiones literales con significaclo inmarerial *a saber, apartir del empleo mcrafiirico de palabras que literalmentesignifican algo material). En cuanto a los que sostiene¡ que elcontenido de Ia metáfbra no pueda siempre traducirse literal-mente
-los rnie¡¡b¡os de la escuela implicacionista- nopodemos decir que están en mejores condiciones; porquedeben sostener que el conrenido de las metáforas <¡ue signifi-can algo inmatcrial fuc concebido apartc de su vehículo y suasistcncia dcl lenguaje.
¿De dónde surge csta aporía? lin r.rpinión de Barfield, de unstlpucsto sobrc el ernplco <ic la palabra "literal". para esteautor dicho supucsro esrá implícito en la muy generalizadadoct¡ina sob¡e córno se ori¡¡inan las palabras de significadoinmaterial, doctrina para Ia cual l¿s palabras que llegan a
adquirir esta especie de significado pasan por ctapas, en laprimera de las cuales no son vehículos y tienen significadolite¡al material y en la última de las cuales vuelven a no servehículos, pero esra vez con significado iireral i¡rnate¡ial.Barfield utiliza, respccrivxmcnre, las cxpresioncs borx liteta!y acbieued literal para disringuir estas dos especies <le literali-dad. El supuesto del que hablamos y del que se originan lasdificultades sobre la literalidad de las expresiones de signifi-cado lireral iomaterial que enfrentan tanto la escuela explica-cionista como la implicacionisra se rcfiere a Ja aceptaciírn de Ia
r25
lite¡alidad'nacida' como el punro de partida de la llamada''extensión metafórica".
El cuad¡o es más o menos así. Si digo "aliento" (es uneiemplo que emplea Barfield -<¡ind- y que, como se verá,
tiene ¡elevancia para la conclusión que sostiene) y suponÉlo
que en su empleo primitivo ordinario esta expresión signifi-caba única y distintamente el aire que se inhala y exhala; yIuego, mediante empleo metafórico de csta expresión (que es
gitita en latín) llego a la última etapa de la serie, en que
tiene otra vez empleo lite¡al, surge la cues¡ión de su significa-do lite¡al. ¿A qué se refiere "espíritu"? E¡a el cootenido de
una metáfora. Pero, hemos visto que si aceptamos la doctrinaexplicacionista de la metáfora no podríamos separar dichocontenido (como no sea trasl¿dándolo a ot¡o vehículo, es
decir, a ora meráfora). Si ¡os trasladamos a la doctrinaimplicacionista tenemos que aceprar que "espíritu" no es mas
que una expresión en últi¡r-ro ext¡emo metafórica o renemos
que sostener que podemos concebi¡ el conrenido cle Ia mctáfo-ra "espíritu" sin.ecur¡ir a ningún auxilio lingúístico, algoque nosotros no sabemos cómo realiza¡ y que, por taofo, el
que sostiene tal conclusión debe¡ía -no
sabemos cómo-mostrarnos que es posible.
Este es el estado de la cuestión. Tiene, desde luego, una
salida -o
acaso más de una- diferente de Ia que ofrece
Barfield: que la palabra de significado inmate¡ial "espíritu",tomada lite¡almente, no significa nada. O, también, que sólo
ob¡a como metáfbra y que no puede se¡ tomada lite¡almente,a riesgo de incurrir en el primero y más grande de los abusos:
conferi¡ existencia a lo que no existe. Ba¡fleld, por su paite,considera que la palabra "espíritu" tiene empleo literal. Refi-riéndose a Anatole France, para quien el merafísico no es más
que un maestro de ruidos vacíos, objeta que "nadie, como no
r26
se^ u¡ erpr,¡ fffl piensa se¡iameore que la palabr¿ 'espí¡iru'significa 'aliento' cn la acrualidad'. Si, pues, la palabra"espíritu" tiene cmpleo litc¡al ¡o es posible cl proyectocomúnmente aceptado: <¡ue las palabras de ¡efe¡encia inmate-rial se originan dc palabrns literalcs con referencia materialpor extensión metafórica. De algún modo, en cl empleooriginal de la palabra "alienro" lo c¡uc vino a ser después elrefe¡ente de "espíritu" estaba ya im¡rlicado. Lo quc significaesta aceptirción puedc expresarse, con la terrlinología deBarfield, ¡ech¿zando l¡r común docr¡ina de la litcralidad'nacida dc las lnlab¡irs de referencia mare¡ial. Si fucran cn talsentido lireralcs sería imposible, partiendo dc ellas, alctnzarla literalid¡cl'consr¡uid¿' Qchieue¿l /itera/ne¡¡) inmaterial. Pe-ro, ésta sc alcanza cn efccto. LLrego, dichas palabras nopueden scr litcralcs c¡ cl m<lclo supucsro.
'fal es c'l argumenro dc B¿¡field sob¡e la litcralidad'naci-da . lis clccir, según este autor, sc trata dc una supersticiónmás sobrc cl Jcnguaje. Iista vcz cndosal¡le a clrrienes máshablan clc supcrsticiítn, puesto quc son éstos *ios ncopositi-vistas- Ios que se al-crra¡r a tal especic dc literalitla<l como sifire¡¡ ésta el fundamcnto último dcl sabc'¡. No quiere estodecir que Barfield rechacc la literalidacl que ral escuela depensamiento opone a las formas clescuidadas y colftrsas dellenguaje. Lo quc rechaza es quc cl neopositivista, cl cmpiristaló¡¡ico o cl fikisofo del lenguaje, prerendan devolver a las
palabras al¡;ún senrido lite¡al originario cuando busc¿n clefl-nirlas ¡¡ecliante análisis o por vía senso-cxpcricncial .
Pero, ¿no es ésc justamente cl supuesto tras toda estaconcepción de la fiiosofía como análisis lirgiiístico y verifica-ción senso-cxpcrienc ial , ir sabcr, q r-rc tras las fo¡mas comoordina¡iamcntc pr¿cricdmos el uso dcl lenguaje existe el usoadecuado, propio de éste, uso que ricne la lireralidad <ie la
121
referenci^ ¡ratc¡iiri coDto ¡nedida cle propicdad significativa?Barfielc{, por su pa¡re, rechaza esra prerensión. La lite¡alidad(¡r qu( 5c cspr:ci.rliz.rr lc,s filús,,firs nci,porirrvisrJ\ es, cn )uopirión, tao construida cor¡o l¿ lite¡alidad de las palabras
con refe¡encia inm¿teri¿rl. Los neopositivistas y sus congéne¡es son vistos por Barfield cor¡o servidores diligentes dc)
lenguajc cliscursivo, uo instrumento (agreguemos nosotros)adecuado a los rcquerimicntos de la ciencia y la técnica. 'fallenguaje discursivt), acot¿do, dcfinido, distinto y exlcto esl
sin duda. como Lrna mon(da de cursc¡ nccesa¡io c¡r los cio¡ni-nios <le la práctica y la comunic¿rci<ln de cientilicos y técnicos;
¡reto no pucde aspirar a erigir su lite¡alidad rígida, conven-cional, atórnica y ciega en medida e ideal del lcnguajc sinmás.
¿Qué debernos, entonces, sostene¡ ¿l ¡e¡nativamcnte 1 Pa¡a
Ilarfield no hay dudas. I-a literalicla<l 'nacida'es un mito.Toda litcralitlad es 'construida . Y podernos construi¡' la
lite¡ali<lacl porquc las palabras, originariirncntc metalilicas,tienen originariamcntc la estructura de un vchícul{t con unco¡¡tcnido. Prcscincliendo de la refcrencia dcl contenicio lle-gamos a.lar a la pirlabra ul sigoificado lrtatcrial; prcsciDdieD-
do de la rcfcrencia del vehículo, llegamos a const¡uir la
literalicl¿d clc las palabras espirituirlcs. Asi, por ejemplo, la
palabra "aliento" Qtintl) en su empleo prirnitivo con-rprenclía
corno fundidos los dos significa<los quc, lL¡ego cle una largahistoria, llcgarian a esci¡rdirsc cn dos distintas exprcsio¡rcs
iite¡ales: un¡ matc¡ial, "alicnto", y otra inmatcrial, "espíri-
tu . ln( irr\o.,.tlre sost, nrr que Iu5 \un( ( l\t(,\ Llr¡,,lsiFn.rrn'r\,rlos té¡¡rinos "aliento" y 'espíriru" estaban originariamcnteimplica<ios cor¡o cn natural afinidad. A cstc rcs¡rccto, f-iar-
fielcl cica a Bruno Snell qurcn, cracardo de la mctáforl cn
Homero "sostiene quc el ho¡nl¡rc nuoca podría inber llegaclo
I 2l.t
a cxpe¡l¡nentar una roca anrropomó¡ficamc¡re si no sc hubic_ta experimcnr,iilo rJrnbtcn J \t m,snto [,r umurlr(Jrncnte,
Si la conclusión de Barlleld fuera co¡recra, sus implicacio_ncs, sin cxa¿;erar en absoluto, arrasarían biblioteca_s. El mis_mo se.encarga de enumerar algunas. En primer lugar, las yaaludicias: <¡rrc no hay litcralidad ,nacitia; que t"nro el lenguaje literal marerial como el inmarerial irnplican un procesohis¡ó¡ico de construcción; qrre los concepros relarivos al rnun_do mate¡iai y al espiritual son uriginariamcnte afines; que laproycccirin clcl n¡u¡clo i¡¡crio¡ e¡ el ¡¡unclo físico supone laproyección dcl muntio físico cn cl interior; c¡ue Ja literalidadde la fllosofia del lcnguajc no es rnás quc una litcralida<J'const¡uida' y cJiscursiva.
. Pelo hay más. I-a rcspucsta común a la prcgunta sobre elsigni[icaiio clc Ias palabras quc por mec]io de cxrensión neta-fórica y a ¡rartir clc su significaciórr lirc¡al rnaccrial han venidoa tencr signifit.aclo litcrai inl¡aterial __co¡to .,cspírJtu,,,"pcnsarrricnto",'enrendimic¡rto",,,cmociírn',, ..p,rn,l"ru_
ción', "clis¡osicirln ", 'conducta', etc._- es que taies palabras, en su nr:cva conciición, se refieren a enridade;. Elidcalisra y el nominalisra convicne¡r en la misma especic derecurso lógico. Dific¡en e¡trc sí todo lo <¡Lrc se pucda loncebirsobre ei significado de las ¡ralabras abst.^.aur. b"ru 1,".,on r'r,racucrdo extraorclinario: para anbos las lralabras abstracrasnomb¡an enricl¿des. Dcsde luego, tal estratcgia tienc quc vercon el sr4)ucsro irlplícito sobrc la lite¡alidacl ,nacida,- Si l¡sp,rlrhr.rs Jt sr¡nitrrrJ,, irnr¡rcri¡l h.,r, .lc ernpl..rrsc.on
'soliter¿1, dc algrin rlroclo cieben imira¡ o repecir cl ripo dclircralid¿d clc qr.rc han parrido. Ijabía algo, un obieto mate-tial. a c¡rrc la palabra sc a¡)icaba cn su cm¡rlco literal origina_¡io. Asi tamtrií'¡ clebc habcr algo a lo quc la 1.,alal.,r. se r[licacuando, lucr¡<¡ dc l):rsa¡ la erap¿r mcr¿rfó¡ica intc¡meclia. vuel_
ve a ser literal. Esto a que la palabra inmaterial se aplica es
una entid¿d real, en el caso del idealista, o una entidad
ficticia, en el caso del nominalista; pero en ambos casos una
entidad. La doctrina de Ba¡field ¡ie¡e la consecuencia de
eliminar este recurse a las entidades lógicas, porque, en
primer lugar, no hay ya ningún modelo de literalidad'naci-
da'; y, en segundo, porque la cuestión dcl significado de los
ré¡minos literalcs 'construidos' se aplica igualmente a los
términos inmateriales que a los mate¡ialest8.
21 . Literahdad 'en las cosas'
y 'en las afecciones del aln¿'
Parece innegable que las dificultades que cnfrentamos al
preguntarnos por el significado de los términos literalcs de
significado inmace¡ial resultan del cuadro que nos hemos
hecho sobre Ia literalidad material previa de esos términos'
Pa¡ece cla¡o quc partiendo de esa lite¡alidad 'en las cosas'
hacia una eventual literalidad 'en las afecciones del alma'
estam.rs fre¿lu.,ndo Je ¿nlemano un¿ ruinu. un tno5 y un
sinsentido. ¿Qué puede quedar de toda la forma dc la lite¡ali-
dad material cuando tratamos de hacerla vale¡ en ¡elación con
nuestros estados y P¡ocesos internos -por nombrarlos de
alguna manera? L¿ alternativa e¡cuentra aqui toda su fuerza'
La literalidad'cn las cosas'es tan construida'como Ia lite¡ali-
dad 'en las afecciones clel ¿lma'. Ambas están como implicitas
en cl habla prirnitiva. No sólo implícitas: ambas son como
5s Al respecto p'c.1e considcr¡rse la cririca a las definiciones ostensivas que
ha elaborado Wittgcnste¡n en sus PhilotophrLal la'*tigatiats
l l0
anverso y ¡cvr¡so de una activiclad única que tiene el destinode escinciirse cn la cxpericncia ulrerior y cuya escisión rrcrpuecle expJicarse sin t¡¿rer ¿l argumenro su prinitiva idenri_dad. Así, ento¡ces, podemos entencier un si¡núme¡o dehechos y srrperar un sinnúmero de clificultades que rcsultabande darle un carácrer ¡rrevio, ¡rrimorclial y básico al contrasteeotre el hombrc y el mundo, el sujcto y el objeto, el espiriru yla natu¡aleza, ctc.
Lo zrnterior puede ponerse en relación con la célebre aporíacxpuesra por Plarrin en uno de sus diálo¿¡os. Se rrat¿ de unaparadoja que paralizaría todo inrento de investigar. Menónargur¡cnra an¡e Sóc¡atcs:
"¿Cómo vas a examinar lo que de ningLro:r rnancra cono_ccs.rEnrre tanr¡s cuestiones no siLbidas, .;qué cuestión especí-fica propondrris2 Y suponiendo c¡uc casualmenrc l:r averi!ües,;ctirno vas i¡ tcconoccr Io cluc no co¡roces1"t9.
El dilena <¡uc csgrirne Mcnrin ticuc, como rodo dilem¿, sulunda¡nent<¡ e¡ una tajante clisyuntiva. Esta vez, entrc cono_c-ir¡icnro c ignorancia. No hay mocJo dc orienrarnos respectoclc lo que i¿¡norarnos, puesro quc lo ignoramos. Así, cnnuesf Ío c¿so, si hemos inst¿lado un artef¡rcto *la mctáfbracon vistas a lograr acceso des<le lo c¡ue sabemos (y que seexpresa en lenguaje literal) hacia Jo tlue ignorarnos, ;córnopodemos r11'r¡g¡¡ ¿ la ¡r¡cr.rh,r¡ urr,r I , ¡nd ir. ron ,¡ue l.r.1e rncr.,rnetáfora/ La comparación se justifica. por Io clemás. clelmodo cor¡o Barfield parriendo de las dificulracles de la literalidad 'nacida' encuenrra c¡uc "ni la naru¡aleza ni el hombreserá¡ jamás c¡rrcndiclos, aunque cicrtarnentc la naru¡alezalísica y cluizris tanrbién cl hombre- pucrlen enrrecanro sermuy lriibilrnente zra riltu/¿dal, hasrir clue no a.epremos que ln
l3l
naturaleza es la imagen refleiada del yo consciente e incons-
ciente del hombre", así también el Sócrates del diálogo
platónico a que aludimos encuentra que no hay salida para el
dilema que esgrime Mcnón mient¡as oo se acepte que el alma
tiene de algún modo sabidas todas las cosas del mundo'
Parece, sin embargo, indiscutible que existc una clara
separación entre ia literalidad 'en las cosas'y la literalidad'en
las afecciones del alma'. Cualquiera sea su condición de algo
derivado o'construido', la literalidad 'en las cosas'aparece sin
más como el modelo de literalidad Por el contrario, la
literalidad 'en las afeccioncs dcl alma' no surge como algo de
suyo a partir de la experiencia primitiva y debe acornodarse a
la literalidad en las cosas'. Esto implica el traslacio desde 'las
cosas' a las'afecciones del ¡tlma' del carácter de'entidad' <¡ue
transforma a éstas en obietos abstractos o ideales" Aden-rris,
como una y otra vez hemos visto, la liceralidad va desde los
nombres de las cosas a l<¡s nomb¡es de las 'afeccioncs del
alma. El mismo Barfield convie¡re en marcar la separ:rción
entre a¡¡bas formas de literalidad de manera extrema cuando,
a propósito de la a¡caica estrategia de designar met¿fiirica-
mente lo inmate¡iai (objetivo o interno) mediantc tl'rminos
que literalmente significan lo material (ob,etivo o externo)
sufliere que la experiencia primitiva no reconoce todavía en
los fcnómenos psiquicos "la especie de cosas para las cuales
hay palabras"Gi .
En verdad, aquí se muestra el qúr/ de la difercncia Del
mistcrio t.LmbLén. Los tcoómcnos psrquicos. prra esta prrmc-
ra instancia de designación metafórica, son la especie de cosas
para las cuales no hay palabras ¿Porqué"laespeciedecos¿s"?
¿q,ré o..,rr" cuando recurrimos a las palabras literales de
& fhe n*z in! ol tbe \Vtnl "l'tnral
t32
signillcado m¿rcrial para dcsignar lo inmateriall 2Por quétiene qrre haber ¡rirlabras para dcsi¡,;nar y enunciar io 'inrcrno'del moclo como las hay para clesignar l:rs cosas del mundofísico/ ,;Por c¡r-ré tienc quc haber, sin más, palabrasi, Elcaml¡ir¡ dc aplicación <lcl len¿¡uajc cn esre caso reprcsenta talvuelco y atrcpeilo quc vacilarnos sobre ningún logro signiñ-ca(ivo como no sea cn térrninos met¿rfiiricos. Y por más que elgiro sea féliz, ampliameote aceptado y llevaclo a t¡avés del usoy la general acel)t¿rción al nivcl de las expresiones literales,mrrchos se rcsisrcn a aceptar quc hay liter:rliclad; eo r¿rnro queotros, qL¡e lo acc¡rtan, exigcrr <¡ue se distinga cntre esra lbrmade litcr¿lidad y la lircralidad urclina¡ia. Así se explrcan loscomportamicntos h¿ci¿ lo a¡carco en el habla a que se refiereRurke habl¿¡do <le mcronimia y ir<rsía; así se cxplica que elpocta se dcvuclva h¡ci:r l¡ basc prirnicrva y plásrica del hablaabstracta; c¡ue el f ilirsoiir
-como por cjemplo Heidegger
busclue un ca¡rino l¡acia la rnctafísica por Ja vía de ¡ecuperarel habla origin;rria; que e) positivistr busque una conexión designificado para cl lcnguajc absr¡¿cro e¡ cl re¡rc¡o de laveriflcacirin senso cxpericncial, operacional, convencional,deflnitoria, ctc., <¡ue el conductista simplemenre p¡escindadel crnplco de cstc lenguaje, y, linalmeltc, que cl escépticoreduzca la met¿¡física a un puro juego dc ruidos.
Dicho de orr¿ manera, si acepca¡nos el argrrmenro deB¡rliclcl rechazan<lo la literalidad'nacicla' y aceptando que ensu origen las palabras poseían ya la estructur¿ vehícu-io contcni.lo y c¡ue tle este modo esraba en los inicios comogarantid2l la
-irnpropiamentc llamada, de acuerdo a esta
dg¡¡¡i¡¡n- cxrensir'rn metalórica, todavía tenemos <¡ue pre-guntdrnos sobrc la litcralidad 'construida' a partir de esta[¡asc. De una ¡rarte, la litcralidad 'en las cosirs';de la otra, lalitcralidacl cn l¿s afcccioncs dcl ¿i¡¡a'. O tambié¡. de una
r))
parte, la connoración o dc¡rotaci<in, significxcióo, xplica-ci(rn, refirencia dcl vehiculo; cle la c¡tra, la connotacicln,
ctc., del contenido. ¿Por qué, podemos preguota¡, no desa-
rrollafon cada uno por separado -vchículo
y contenido- su
fbrrna cspccífica dc litc¡alidadi' ¿Por c¡ué la literalidad 'cn las
cosas' lr¿bía de ser el n¡odclo dc la liter¡liclad 'cn las afecciones
del alma i' Pero, hay dcsdc lrLcgo, más pre¡luncas de tenorespcculativo. ;Por ejemplo, por qué es ei vehiculo, y no cl
contenido, cl que de¡otx l¿rs cosas? lPor qué lo externo se
cxprcsi! cn cl vchículo y lo intcrno c¡i el co¡rtcnidol' ¿Nodebc¡¡os, aclerniís, tcconoccr en ger¡cr¿l rr¡ra clifi'¡cncia en ia
forma corno significa cl vchículo y la lirrna como sigoilica cl
conteniclo/ Bartield, rcchazan.lo la ckrctrin¿ cor¡irn según la
cual el "lenguaie'inm^reti^|"' (' innldÍerit /' languge) se produ-ce por extensión tr-tetafórica, no rechaza <1uc pucda prod,rcirsepor extcnsión ligurativa6 L. La dif¿rencia parece ser cscncial cn
cl caso de su argumcnto. Pcro, ¿lo cs sin cualiflcación1
Cuando, dacla la cstructura vehiculo-contenido <lc las palrbras primitivas, utilizamos las palabras dc modo <1r.rc su
significado-vcbículo no cs Jo clrre denotamos sino <¡ue, como
se clice, cstamos empleándolo sóio figurativamente, ¿nos
hen.ros separado csencialmente dcl habla metaiórica? Barfieldparece distinguir entre habla figurativa y habla metafórica
considerando a esta irltim¿r corno "un acto rnent¿l definido de
sustitución". El cjemplo que le parccc apropiado es "cscrítpu-
I'r "...es obvio c¡uc las palabras Je cstc lcngrrajc 'inmircri.tl ..vr¡,oñ,eroncn un ticmpo. lo quc l)amamos aquí utbnlot ton un¡ rcfcrc¡cia fisicrr
inncdiata, que rienen coma r)/ttcn¡¡lLt el lenB|r^¡e inrn.rtcrial . (), cvittndorórminos técnicos, cs obvio quc fuuon cmpleadas fsz'z runerrc. ¡Lst,r'mos jrrstilitados para dccir c1,.rc son. o fucftrr, ern¡lcadas nextlihaautnrc?('lbe Mennirg af the \Votd ltte1,rl ).
t14
lo", <¡ue Cicerón habría empleado por primera vez con inten-tos rctóricos62. La cuestión, entonces, puede planrearse así: sihal¡ía un fundamento en el uso de la palabra para darle el girometafórico; y si dicho fundamcnto no es el mismo cuando enlugar de "un acro mental definido de susritución" la expre-sión adquiere significado inmare¡i¿l a rravés del tiempo y demodo indefinido (algo asi, suponemos, tiene Da¡field enmente cuando opone "metafórico" a "figurativo"). Al fin decuentas quiencs hablan de meráfora, en Jugar de figura,ounca dejan de aceptar que el uso merafórico tiene su funda-¡nento en una relación de analogía, similitud o semejanza en<¡ue de algún modo la exprcsión implica prcviamente a suempleo metafórico. ¿Cómo, si no, íbamos sic¡uiera a propo-nerla como metáfo¡¿/ parece, entonces, que no hay unadifercncia rajante entre mcráfora y figura como Barfieldquicre postular. lil ¡rroblema no reside en que los términos deemplco primitivo material y literal de pronto comience¡ asignificar ¡nccafóricamente algo inm¿rreri^l qtre previamenteno significaban ni irnplicaban de ninguna manera y que, altérmino de una scrie, terminan si¿;nificando de modo lireral.El problema reside, más bien, en que el vehículo, en oposi-ción al conrenido, ticne significado material y en que es lasignificación del vehículo la destinada a consriruirse en mo-delo de lite¡alidad. Y que ello es así, y de modo resalrante, lomuesrran las escuelas positivistes y conductistas. ¿Cómopod¡ía propone¡se la reducción de toda la fiaseología intros-pectiva a rérminos 'observables, computables y mensurables'si en el hcmisle¡io <lcl co¡tenido, opuesto al vehículo, apare-cicran rnuesrras scguras de una fbrma alternativa de liter¿li-
62 "Escrúpub ' cs lircralrnenre "pcclrLrsco y en el caso del cmpleo mctafóri-co ooml¡ra a rrn estaclo afecrivo cspecitico como "un pedrrrsco en cl zaparo .
I J5
dadi De modo que, en conclusión, no tendriamos que decir
que Ia metáfora rep¡esenta una alternatlva de explicación
insostenible de la forma como se o¡igina el lenguaje de
contenido 'inmaterial', sino que, más bien, la metáfora es una
cspecificación (o mejor, modalidad) del lenguaje figurativo
que tiene, incidentalmente, la ventaja de llamar nuest¡a
atención hacia el misterio clel habla ligurativa que t¡aslada al
hemisfe¡io'espiritual' una Iiteralidad que a tal punto parece
inadecuacla, que una y otra vez, desde un án¡¡ulo y otro, han
vuelto los autores ¿ no ver en ella más significado que no-ser y
vaciedad.
26. La netáfora dade el punto de uista
de la p:icologia del daarrnl/o
La metáfora viene ocupando también a la psicología del
desa¡¡ollo. La escuela de Piaget ha instalado toda una base
experimental y conceptual que permite incu¡siona¡ el lenó-
meno de la metáfbra especialmente desde los ángulos que
suministra el crite¡io de las etapas del desarrollo infantil y en
conexión coo la adquisición de competencia lingúística. En
una contribución al simposio Metaphor: Tbe concepnal Leap,
auspiciado por la Universidad de Chicago, cn 1978, Howard
Gardner y Ellen Winne¡ suministran un info¡me sucinto
sob¡e el estado de la i nvesti¡1ación61. La investigación busca
averiguar en qué etapas se establecen determinadas fo¡mas de
(omperencla met¡lórica y cttales son lor [¿ctores que iucgan
en su logro. A este respecto se investigan: la capacidad de
" tbe D'tetoptt'nr ot Naaph('rh L¡",|?anrc' lnllh altan' lat HtruntniDiriPlines.
l16
par¿rfrasca¡ (o traducir a rérminos lire¡ales) una meráfora, deidentificar el principio de la eficacia metafó¡ica, de producirmetáfo¡as, cle evalu¿¡ entre diferentes metáforas coo vistas aelegir la mris apropiada. Los resultados requieren todas lasreservas, cualificaciones y críticas que valen en general paralos resrrltados quc se obriencn en esta especie cle investigación(en especial, cultu¡ales y sociales); ¿demás, en el caso de lacomperencia mctafórica, valc la conside¡¿ción del estadoincipiente de este género de invcstigaciones. Asi y todo,algunos resulrados parecen suministrar siquiera una basemínima ¡rara consideraciones guc tienen implicancia en otrosplanos. Lo que más intcresa en esta conexión se refiere a lacompetencia productora de metáforas. El centro de la cues_tión puede situarse en la ctapa dc competencia lingúísrico-li-te¡al. Ilsta cubre principalmente el período escol¿¡. El niñoen la escuela comienza a dominar y fijar conexiones categoria_Ies <¡ue asignirn a Ias palabras la univocidad de la clasificacióncon toda la constelaci(rn de operaciones que ésta implica(subordinación, coordinación, inclusión, definición, etc.).Ei empleo metafijrico del len¿¡uaje se c{ivide así, grotto modo,en dos etapas: una anre¡io¡ a la etapa I ingüístico-literal y otrasubsiguieote (entre Ia infancia y la adolcscencia). En la etapalingüísrico-literal, cl niño experimenta el traslado metafóricocomo una tensión y sc resiste a recu¡¡ir a este empleo no_lite¡al del lenguaje. Si esto es así, resulta entonces que debehace¡sc una distinción ent¡e la metáfora en el niño preescolary Ia rnetáfbra en cl niño preadolescentc: mienr¡as este írltimotiene adquiricJa r¡na técnic¿ de conceptuación en relación corrla cual ticne un scntido inequívoco el t¡aslado me¡afórico
-la transgresi(rn conce¡rtual, la "impertinencia semántica",el atropcllo cirregorial- cn cl primero no existe (por lo menosen la forma plcna y estrble c¡ue aclquierc cn Ia edad escola¡) la
t31
relcrcoci¿ de un rigor literal por desvío clel cual se entiende la
metáfora. Si esto es así' cabría prcguntarse sobre la naturaleza
clc la ¡¡etáfora, cn orden a establece¡ si puede hablarse con
propiedad de competencia metafórica en el Diño precscolar'
Si o.llterimos a la doctrilla más popular (la metiifora como
dcsvío desdc un uso literal previo del leoguaie) tendriamos
que respontler negativamente lil niño preescolar no sería ese
*t li*" g".tio r¡etafórico de que mlrchas veces se hal¡la sino
,,rá. bi"n.tn productor natural de sinsenridos que de pronto
aciert¿. haciendo sonar la flauta- llsta line¿ de irlplicación
no.lrt., serutrrc cll cl ¡n¡l¡sis v cv'rlll ic¡rrn 'le ¡rt'dut to'
iitcr.r¡ru¡ r,'¡t¡o lor cle ['-]w¿rd Lc¡r v Lcsis ( rrr"ll y l'r
cspontáncir resPuest¡ quc encuentran cn cl ¡iño tle cs¡ cclacl'
Asi, t^mbién, la proyección antropornórf icir en el mun'ltr
animrl y la animacii¡n dc la naturalezil eotcra car'rc(crlstrcas
.le lt fhntasia infantil tcndrían qr'rc ver con esta indepenclencia
I'rclrrtr.tl cn qtrc<c unt u<ntra cl rltlantt ¡rttr'st"i'tr' (r'!l\ll(lrrn
i,*, *. r,,u, ,nJ., ,"n',un y ''nsredal en el uso rr:rns¡rt stv'r Jt
lu, polrt.ur. Por otra parte, la conductn antimctirfórica dc lir
.ltapo lingti¡t ¡.u-t iteral respondc pcrfictamente a este e¡r1o-
.¡u". Mi.n,r^, cl pequeño preescolar juega a placer con las
¡ialabras, el niño de la etapa lin¡1iiístico-literal inicia el cani-
nu d"l .igu, y Ia exactitud hasta extrc¡nos tales que muchas
ua.", ,.tii"tr' pnn"rlo en riesgtl de caer cn una especie de
f¿rna¡isrno simbrjlico"l La integración normal de esta compe-
t.n.I.,. frn.rlmenlc. abrirr'l l't ¡t'sibrlrdrd '1r la tom¡'crencin
mctafórica e¡ sentido cstricto
,'1,, Lru( !r Jtrrnr¿ Ln (unLxrun,"n I'r,omF Icn.r¡ "dol'-'enr"o l"'
¡.""'rl-. L" '".,0.,',
r,'n cl m"rn'¡l''rlo¡hsrr¿cr" l¡csl crul¿trunvl¡
:;;;;:;;;; ; n"''sir;a"a ""' por ejempro. Pi¿Ret\ rbe,ry af Inkthct,'14t-onín,t,.rr,.
iJ Ginsburg v Svtuia oPPcr- valc P¡raLclamcnrc en el área
.]e l, .ompet"nc,o lingiiíscico_litcral
118
Cono deci¡¡os, todo este enfbque es función del conceptode metáfora que estamos empleando y que se avlene con una
noción ¡elativamente establccida. Por ejemplo, con lo qucA¡is¡ócelcs dice sobre la metáfi¡¡a como r¡ansÉa¡esión enrre
¡iénc¡os y especics, con lo que hemos cnconcrado en Cohen y
Ricoeur sobre 'impertirrencia semántica , o coo lo quc diceKocstler sob¡c inte¡sección de planos asociativos, o bisoci¿r-
ciírn. Tambií'n cl 'filtro'de lllack y el 'golpe cn la cabcza'deDavidson pueden subordinarse a esta noción general que, dcal¿¡ún nrodo, ¡educe Ia metáfora a un 'recurso', una'esrrate-gia y tanbién con la liase de llarfielcl, u¡ 'acto ¡¡ental<ieflnido clc sustitució¡ . lll adolcscc¡te <¡uc adquicre compe-tencia ¡netafórica, de acue¡do a esta noción, conoce cl sentid<r
y alcancc de lo c¡ue hace, la n turaleza y límites dc la transgre-sión.
Pero, ¿<Jr.rí' clirc¡nos .lc la otrir rnoclaliclacl de la ¡necáloraque sc prcse'rtu cn ctapas ¡rrccsco)arcsi'Gardner y Winnerlit ¡r('rr r¡rr¡,rll(rn:rrrvir fluc \u¡{crrr:
"Pucdc scr quc la tctrtpran¿ co¡rcluctl mcta irica dcl niñotcnga a la vez fuertes paralcios e intercsantcs clivergcncias con
la competcncia metafirrica más madura que cnconrramos eo
algunos adultos y, en espcc;al, en los arrisr¿s litera¡ios. En
una etap¿ teD)prana, las propieda.les .lel 'nomb¡e nue.,o'pueden estar indisoluble¡¡ente fusionadas con el obieto: el
lápiz se pueclc transfirDtar en un torpcclo náutico, con pr€tensioncs dc abolir la realiclacl, y no ¡ruede entonces deducirsenin¿¡una competcnci¿ metafórica. En una ctapa algo más
t¿¡dia. a la cdad de cuatro o cinco arlos, el nrño está co¡scicntede <¡ue cl Jápiz 'no es rcdlmcnre un torpcdo náutico, pemdebido a que cl cerco cntrc estos dos conceptos no ha sidofijado toclavia con flrmcz¡, csta aboliciiin cic lrrs conccptos
ordinarios no asur¡c mrrctra lucrza Másarribaen laescalaclel
t19
desarrollo. en la edad dc la escuela clcmental, los niños
¡esienten estas transgresiones categóricas' tanto que pucden
llegar a resistirsc a toda implicación en juegos metafóricos'
Sólo en lc¡s ahos que prcccden a i,r adolesce¡rci¿, cr'untlo l¿s
prácticas categoriales de la cultura se han consoli(li¡clo' se
encuentra otra vez el niño dispuesto a cmplcar ¡¡ctafórica
mente el leoguaje. Iln tal etapa, los niños permiten de nucvo
el ¡cnombrar mctafórico, pcro difieren clc los pequciros prccs-
colares en su mayor.onciencia dc cluc Ja tcnsi(ln ha sicio
superada. Si (con algr.rnas auto¡idades) sosluviéralnos que
mientras mayor cs la supcrncií)n dc lir tcnsión, tnayor cs el
logro (de competcncia metafórica) entonces la conlpetcnciit
metaló¡ica clcl adolescente sólo tcnd¡ía r-rna semcjanza dc
familia con la primera, más tlescuiclada expcrimentación
lingüística, del niño preescolar"r'''
Es Jct ir, cn la cra¡"r pru s' ol rr' l ' inir¡'r' rrr ' " 'rr'1u " rr' i r
metafórica scrí¿r como unt primera y fcbJc aparicitin de kr quc
se¡á más adela¡te su rcalizació¡ ma<lLl¡a Il l)ulM) quc tros
importa dcstacar en escc cnfb<¡ue sc rcficrc ¡ l¡s cl<is fascs <1uc
se suceden en el niño preescolar y que sc acucrclan al paclriitr
leibniziano rlcl dcsarrollo interno dc la ¡r¡ó¡r:rda'. es clccir' lltransición clcsde la percc¡rción confus¿ a ll clistintir: primero
los dos conceptos o nociones - Ii¡'tiz" y rorpcclo"- se
idcntifican o confunden; luc¿3o' se van esci¡rcliendo o clistin-
guiendo. Esta fusión mental dc l:rs nociones -¡9¡¡e ¡od95
podemos obscruor "n
los juegos dc los niños no es sugerida
lpo. lo -"nur.,r., .ignificativt frecuencia nrr lo cs) sino que el
rriño pu.,,a" acloptarla espontáne¿mentc Ocu¡re como si cl
hecho cle no estar firme¡¡entc establect'las las distinc¡oncs'
favorecie¡¡ un impulso cconómico de iclentificacitin Lo cluc
6\ '1'be DerElot)ne"t ú ltut¿pha/r Ca,|ntt"'(
r40
nos lmporra cs hacc¡ llotar c(nllo esta,no_competencia'Deta_fórica parecc sol¡revivir a ln aclqrrisición de competencia; y(umo {Jbc prcxunt.rrse si cl esr¡du Jc lu,lun, (oniusion oiclentific¡ción ¡rocional no cs ¿lgo csc¡rcial a Ia conductalnetafiirica y Jo quc obran las rncráfor¿s_ Así como la competc¡¡cia rDerafórica es débil cn el inf¿nte prcescolzrr y bienert ¡ L,lrt r,lrr en el ,r, i,,lr s, nn rc . L rbrJ prctu r rr irrsr quc o( urr econ Ia lusión nocional a que el inf¿ote preescolar rccurre de¡¡raner¿ espotrtánca y dc la tlcdicla e¡ quc cl supuesto de ur¡des;rrrollo cle cornpcrenci¡ ¡¡er¿rfóric¿ que rermina po¡ eliminirr cl csrado prirnario dc confusirin no es más que unaconstrucción o standard ideal. Cuanclo cl niñr¡ co¡rsider¿r ellápiz como un rorpedo, lacrúa co¡r más entrega a la idertifica_' ¡rt'¡ 'luc. u.'nJo cj J",llt 1,, ,unsi.l,.r,r ,l ,,r,,t,,n,r¡,,.r,lno unpcrro sanroso? Sc dicc del poer¿ quc es un niño. Se dicctambión qrrc cl niñt¡ cs cmcl. La imagcn c¡ue ¡rodcmos hacer-tt¡'s,l- u¡r,lus.r¡r,,j1,,, n ,¡rrc l:, t.x1,li, ir.r.i.rn lLrgrel cn cl ¡iirucscolar rlcsaloja la idcntificrción ¡tctalórict (lLle encontramoscrr cl ¡iiro ¡rrccscolar cs ajcna, dcsdc lucgu, a ia lorma cornoPiagcr rlcscriLrc lr succsi¡jn y irlrern¡ncia dc Jas c,tapas deJ<lcsa¡¡olio. Tarnl¡iérr la cscucla dc f¡eu<l nos c¡lscña a tenerpresentc la pcrsistcncia <lc lo a¡caico <¡ inlanril cn el clcsa¡rollodc la personaliciacl. Col rescrvas cor¡o ésras tcndriamos queprcguntarnos qué ocu¡re dc hccho en cl plano del compona-¡niento merafil¡ico en el ho¡¡brc madLrro. [sro si¡r c]esc.ontarla otr¿ linca dc inqrrisici(rn: clc la rncclicla en quc la metáforano es un protlucto;l p?rrtir cic ia compctencia litcral o, por lo¡¡cnos, qLlc no lo es exclrrsiv¡me¡tc ¡ l)¿lrtir dr dicha compe_te¡rcia. Sc dicc y hcrr-ros hecho rcfcrcncin a cllo miis arrás-c¡ue las rntrrifirras son vitalcs cn las már¿lenes cada vez másamplias rle l¡ cicncra y la lilosofia que ,,a lo largo cle lasrtárgcnes tllostiiic¡s <lc la cicncia podernos encont¡ar razones
14 I
para cuestion¿Lr estruct[ras concePtuales básicas" y que en
tales ocasioncs 'sólo las mettifb¡as pueden comenza¡ a ilu¡ni-na¡ el nuevo ordc¡"66. Si ha de se¡ asi, sc trata de nn lado
luminoso e inspirado¡ del tema.
Pero, hay ciertamente mucho en "las márgencs de la,.ienrta y la lilo.olr¿ ; y l.r mt¡¡lhr¡ (lcllc Jqul (rr(J\ lnun\rs
luminosas a str habcr. Ese l;i¡riz clue se manipula como si luerl
un torpedo, por ejemplo, Dos hacc pensiir cn la tclació¡conversa ¿lcncrall las arrnas quc sc manil>ulan como si lucran
juguctes. I-a me¿ida, pucs, cn que la metáfor¿ obra co¡no
identificación, fusiól y confusión no Parecc reducirsc a una
etapa pueril dcl desarrollo del niño. Ni parecc, ¡¡/¡s ¿rllii cle cs¿
etapa, reciucirse a pura impotencia dc exprcsión y 'cicsajuste
estructural'. Hay coda una escuela - como hemos visto-que sc resistc a concebir ia metáfbra cot¡o Lltlil exprcsión
Iingiiística tr¿rducible a un lert¡¡uaje litcral. Ils dccir, para
toda una escuela de pensamiento, vehíctrlo y tcnor están
rn,Ii.olt¡l'lcrncnte lr¡atlos. Y nu)olocsLr: l¡ mct:rlor'r' r'rntrnl
ca conocimie¡rto. De mo.lo c¡uc no sería cntonccs sicluicra
p¿ra todos l.L lite¡alidad el luminostl y exclusivo lremisferio
en contraste con el cual la met/rfora sól<¡ scría un primer y
cstulto conato en el pcqueño preescolar y no más que una
cliversión y una especie de Plástica lingiiisrica en el adulto67.
"" W. Quin", A Pn'n a¡l Attt¿l¡h|r.
"r Sot¡¡c l¡ rnct,ifora idcntificatoria cn cl pcriodo prcescolar ¡ucclc establc
ccr uo^ rclncrón con hs ideas dc Oqcn Ba¡licl esboz¡rdas más Irtris sobrc la
i,r\rÁn prinlrv,r ,1, v, hr, ulLr r' , ',ntrlr,lo
14)
27 . fu|etálora; lntpertinencia .ren¿ántica
l "equíaoco categorial"
Hegcl, haciendo chanzas con la imporencia cle lo quc, a parrirde la t¡adición creada por él mismo, conoccmos con la deno_minación "rrniversal absrracto", describe a un comprador queen la frutería pide frutas, cxacta y rigurosamente fruras. Enverdad, ni siquicra "exacra y rigurosamente" flutillas podríanvendérselc, si¡o las frutillas quc hay, y muchas gracias.Berkeley argumentaba de moclo parecido contra I^s,,i.l"^sgeneralcs", quc sc exp¡esan colt palabriu abstractas, y no veíade dónde podian-ros r¡aer un conte¡ido para la palabra..trián_gulo sin cspecificación -es decir, cómo podríamos procu_rarnos un triángulo que no lucra ¡i cscalcn<¡ ni isírsceles niequilátcro. Ni a Hegcl nia Berkeley, pues, escapaba la falaciacon univc¡salcs abstracros quc, eo nucstro tiempo ha sidopucsta de nucvo cl circulación por G. Ryle con la dcnominación catcgory rnist¿ke
-cs decir, "e<¡uívoco categorial".,s_ Si
por cjernplo, aiguicn visira l¿ t/nivcrsiclad dc Oxfuld y sc lemuestran los colegios, bibliotccas, museos, laborarorios yedificios de adminis¡ración puede volvcr a su casa con lasensación de quc la Universidad dc Oxford, propiarnente, nose l¿ nostra¡on. T¿l como si yendo a comprar frutas volvierauno con la impresión dc que lo han embauca<io por<1ue sólo levendie¡on manz¿nas o naranjas o plátanos, erc_ Esta especiede tri<¡uiñuela lógica ha tcnido ocupirdo buen tiempo u lo,filrisofos('e. Puede identific¿¡sc t¿rmbión cn rérminos pura_
¡" tt- t ,,,,tt.r \1,r,/ I'1,1 ,¡,r 8,",1,. J,,r,., Iñn,1...1''' R,,,r"'.1",c rt¡rq,rn,cr,,,.,,,,rt.t.,,,.a,,,,.1,.frr,.¡,,n1. !tu. r(r.r \.,\us¡articulares pcro quc no vci¡ nr¡r8Lin Vnso Unrversal
I,1 l
mente lingriisticos; el mismo Berkelcy, tratando dc explicar
esta falacia y la forma como variada, rcitcrada e impcnsada-
¡nente caemos eo ella la atribuía a los modos y operaciones del
lenguaje. He aqui, Por eiernPlo, una observación dc Berkeley
que ha recibido ulterior¡¡entc toda espccie dc aplicaciones
cntre los 'fiIósofos del lcnguaie': . . se considcra que rodo
nombre tiene, o clebe tener, unn significación prccisa y
establecida, lo que inclina a los hombres a pensar que existen
ciertas ideas abstractas dcterminadas que consrituycn la única
y verdadera significación de cadir nombre gcneral"?o I"a
observación puede extenderse -más
allh cle la doctrina dc las
ideas abstractas en Locke- a l¿r varicdacl cnte¡a dc los "equi-
vocos categoriales ', que se reclucen a r.rn traspaso <le significa-
dc¡ sobre la cuestionable base dc la sc¡rrcianza dc las cxpresio-
nes. Así, por cjemplo, del mocio con¡o decimos <ic alguien
quc es político, decimos de alguicn <1uc cs u¡ra flccirin l)c
doncle podcmos cac¡ en ia tentación dc poblar el rnuntlo con
ficciones, además de políticos. Asirnismo, dcl Inodo comir
decimos cle la impuntualidad que es reprcnsiblc, deci¡nos dcl
horlbre impuntuai <¡uc lo es t¿u¡bién. Y de allí ¡ro<lernos
inferir la coexistencia de cosas ¡bst¡actas y cosas concrct¿s'
El "equívoco catcgorial" consiste, pucs, en ubicar algo en
una categoría diferente de la que lc corres¡,ondc. Tal cr¡or se
conretc cu¿rnc{o. debido a Ia semejanza de las exprcsiones,
cclulvo(dmo:, t¿ disrinc¡on ds l¡5 ¡ate¡¡orirts'
EI caso de las "extensiones metafii¡icls'que hcmos exa¡li-
nado más atrás y que tienen como resultado la int¡oclucci<in
del lenguaje'inmate¡ial' a partir del icnguajc'matcri:rl' ha
sido taml¡ién enfoc¿do en té¡minos de "ecluivoco catcgorial '
'o'th¿ t'r¡ul¡le¡ al Hma Un¿entdn¿¡rl lnt¡ocluction
144
(Cuál es cl efecto rnás importantc rlc, la ,,cxte¡sión metafó¡i
ca" qrre va de lo'm¿tcrial'a lo,irlrnate¡ial'l puede responde¡se así, en cortas paiabras: u¡ duaiisr¡o de ri¡ro carrcsiano.Explicacio cn rérminos de armoní¿r ¡rrcestablecida. ocasiona-lisrno. p.Lral, lrsrn6 l,st(,,ti\roJugiLi, (, c¡ritc.norrrcrr.rlrsm,r. pe_ro sienrpre inasiblc e insatisf¿rctorio en últi¡na instancia_ Heaquí, pucs, un arrcfacto para eli¡¡ina¡ el ciualismo cartesiaoo:la "extcnsión metafó¡ica" gvc ln Tttttrtitida conscrui¡ talescre¿rruras lircrales con¡o la mente, el entenclimiento, la vo_luntad, l¿r irnaginación, las pasioncs, ha fo¡z:rdo cn cxccso laIicencia <¡uc se concecle a la rrecálora, liccncia se¡¡ún la cualpuede ésta traspasar las frontcras carcgoriales, pero en elentendido de <¡ue nunca pucdc ser orra cosa quc meráfor¿.Asi, por e¡cmplo, cuando a la objcción de Diógines _que veel vaso, ircro no ld v.rseida(l
- rcspon<lc platón qu" "llu
,"debe a quc no ticnc ojos para ver la ,vaseidarl'
cor¡o sí los cicn¡,para vcr cl vaso, la intplicación _a saber, que platón estádotado clc las cios especics rcc¡ucr.iclas de ojos_- no pue<ic bajonin¿¡ún res¡recto cxrencicrsc m¿is allá de Ia liccncia metafóric:r.a ricsgo dc cacr en el "cc¡uívoco catcgoriai ,.
'l'al extensión, con todo, hal¡¡ia hccho su camino sinobst¡ucción y sc desplcgaría pJenamcnte cn lo quc es paraRyle el dualismo cartesiano, cn cl cual I" mente se co¡sideracorllo una eoridad en Ia rnisma catcgoría que el cuerpo, conactividades, operaciones, funcio¡es, estarlos, etc., en ci ¡¡is_mo sentido en que los at¡ibuimos al cuerpo. El clualisrno, deltodo acepr¿rble para l)escartes
-por<1ue no podemos abstracr
cle su fii<¡sofi¿ srrs ¡nás arraigadas creencias reli¡¡iosas ap^re_cc, para un pensa<lor de ia cra cicntífic¿ y recnoJógica comoRylc, no ya corlo la doctrina, a medias clcfcnclible a mcdiasno, cle "el ¿lma e¡ cl cucrl)o" sino como la ¿l¡su¡da falacia <lc"el espcctro cn la máquina .
ltt
De moclo, purls, que ¡'>odernos enfircar el efecto de la"ex(ensióD mecafó¡ica" desde este nucvo ángulo: qLre sobre la
base de cioctrinas rcligiosas que adhicrcn a la noción -deampli:rs ¡:royeccioncs culturales- que podemos clenomina¡
co¡r la fr¿se "cl alm¿ en cl cuer¡ro', la "cxtcnsión metafórica"
no pociía en noclo alguno terrtet cacr bajo cl anirtemir clc
"cquívoco categorizrl". lil alma, sus opcraciones, sus fáculta-
des, su sustancialidad, agercia y existenciir cstaban allí y no
habia n¡rcla dc r¡rirravilloso. ni ¡¡ucl¡o ¡¡cnos,lc falacioso' en
llegar a ella gror la via dc la analogia nrerafórica con el cuerpo
Pero, desde que el alma se esfumó y no lrubo más nada a qué
llcgar, surgió la obvia cucsti<jn cic c<ino ¡rucde n¿clic caer en
ia ilusión de llegar a algo. Nada más simplc de responcicr
cuanclo no hay ya dogrnas religiosos guc rcverenciar: lremos
constrrrido un espcctrr¡ con cxtensioncs metafiiricas proyecta-
das sobre cl vacio. l)c rnodo que a c¡uienes, ajcnos al 1>asa<1o y
sus concenidos, se Prcgllntan y vuelvcn a preguntar sobre
cómo puclo incrrrrirse en tanaño "equívoco categortal no hay
más gue retnitirlos a épocas cn quc prevalccían proposicioncs
<lc dimensión muy encumbrada sob¡e Dios, el alma y laexistencia futura.
Hcrnos indicado que lir " irn1>ertinencia sernhntica" que se
revela en la metrifbra -"impertinencia
semántica" y "equí-
voco catcgorial" son casi formal¡¡¡e¡rce sinónimos- es tolcra
da por c¡uicnes.lenunci¿rn el "equívoco categorial" siempre
c¡ue la rretírlora no exceda los limites dc la liccncia poética o
retórica. Al¿¡o c¡ue Ios partidirrios dc la escuela scmántica no
estarhn dispucsros aconcr(ler- Paraellos-¿parac¡uiél no?-atenerse a las normas quc, obviarnentc, impone Ia doctrioa
del "cquívoco categorial" c<¡uivale a esttech¿r las vias de la
curiosiclad, la investigación y la innovación ¿Cómo podria,
por ejcm¡-,1o, ocrr¡rir nada como Ia bisociación de Koestler, la
t16
perspccriva dc Ilu¡kc, cl fllt¡t¡ de [.]iirck sin dcsconoce¡ lasan)en{zanres implicacioncs dcl "cquivoco cirtegorial"i, por ltrdc"rlás, ni un encmigo cie la escucla semiintica como D¿vid-son aceptaria ur¡a rcstricción tJcl ti¡ro "c<¡uívoco cacegorial',;Ia mctáfo¡a, para ó1, obrir io c¡uc obra en conexión con elsignificado y Ia verdatl precisarnentc recutrierido ¡ roda espe-cic clc cransgrcsión liter¡rl. Pc¡t¡ incluso más: parcce quc,desdc Ia pcrspectiva de la metáfbr¿ y los recursos y empleosmctafóricos, cl "equívoco categorial sc t¡ansforma hasta elpunto cle no consricui¡ ningún ecluívoco y, po¡ el contra¡io,¡cP¡csenta L¡t recLlrso justtrmentc con vistas a <lesentrañar ydcfinir nucvos conceptos. Dc ¡roclo <¡uc "cquívoco catego-rial c 'irn¡rcrtincnci¡ semántic¿" no sc conlunclirían dcspuéscle coclo, sioo quc <¡uetlarizrn ubicados como e¡r lados opuesrosde lo clue l'o.lcmos.lcnomjna¡ "clt¡rinio del conccl>co" (o cle
lirs "categorits ). IIJ "ct1uívoco categorial ' caería cn la especie.lcl error, csta vcz <or¡sistc¡lcc c¡ trartrr un objeto (fcnrimcno,¿ctiviclad, o¡rcntcir'rn, etc.) c'n ll categoría cle otro"; en ranro<.¡uc la "im1>crtincncia scmiinricir" perrcncccría a la cspecie deJas operacioncs c¡rrc rcaliza l:r irnaginaci(rrr. Ambas opcracioncs
-"equívoco categorial' e "impcrrinencja 5s¡n1¡¡¡i6¿"-
consisriria¡ en lo mismo, con las difcrencias quc existen cntreun acto impensaclo y estlrlro y un ar¡cbaro auclaz y creaclor.
Así, cn rclaciiin con lo que hcmos nonbrado clcsentraña¡y ciefinir nrrcvos concel>tos" cl recurso lin¡1üistico mctafóricono sería nrás <¡uc r.rn conjunto de habilidades con vistas a
aprehendcr y manipular, como cn prime¡a aproxinación,nociones que rodavía no hemos levantado hasta los niveles clccxplicitación y cxactitucl dcl crincc¡rto. Quizás lo mris adecua-do lrara caprar cs¡a noción clc metáfcrra como desp)icguehcterodoxo tle rccursr¡s'equívoco categorial", transgre-sión Jógica", "irnpcrtinencia scmánticir", "bisociación",
t11
ctc.- es Ia imagen de la mónada espiritual -que
nos ofrece
Leibniz- en proceso de desarrollo desde la expericncia inme-
diata, senso-afectiva, a la forma clara y clistinta de la apercep-
ción. Las transgresiones categoriales que obra la metáfo¡a sólo
se¡ían tales desde el punto de vista de una etapa del proceso de
explicitación del concepto. El concepto clesarrollado y explí-
cito se encargaría de confirmar y justificar todo el proceso que
él coronaTl. También, con esta imagen de un Proceso que Por
interna exigencia de coherencia y explicitación transita desde
lo confuso a lo distinto, podernos dar lugar a un ctxrcepto de
imcgin.rcion .le tipo k:rnriano. La esrrategia consistcnrc cn
transgredir los Iímites cateSoriales sería col¡o una función
propia de la imaginación que comportaria así como el csque-
ma de una síntesis que espontáneamente y a priori se aplicaría
a los contenidos de la experiencia anticipando y haciendo
posibie el despliegue ulterior y explícito del concepto El
trabajo de la imaginación i¡ía más allá de pasiva y fortuita-
mente combinar ideas por contigüidad o semeianza De este
modo, asimismo, las categorías que más atrás toma¡los en
consicleración tratando de las relaciones entre metáfora y
símil -cs
decir, semejanza, identidad y diferencia- apare-
ce¡ían extrañamente combinadas en el tránsito que va de la
imaginación al entendimiento. El genio propio de la imagi-
nación consistiría en barruntar, instigar, convulsionar y
transgredir animado del me¡o instinto de un orden que
finalmente se revclará en términos de principio y conexión
Iógica ri¡¡urosa. En este empeño, la imaginación, anticipao-
do ¿ su mane¡a lo que sólo ulterior¡¡ente recibi¡á la sanción
de las facultades del concepto, no puede menos que aParecer'
'r Esta imagen puede enconrrarsc en Hcggl, Bradley y rodos Ios filósofos
que aceptan la doctrina <le los grados de la realidaci y ta verdad
148
desde la ¡erspectiva del entendimiento, como una facultaddel prodigio que obra transgrediendo siste máticamente las
normas del rigor, la racionalidad, la exactitud, etc., identifi-cando lo diferente, aproximando lo remoto, si¡tetizando Iorecalcirrante. Hay rrn pasaje en el artículo ya aludido de P.
Ricocur que puede ayudar a esclarece¡ todo esto:"Sin volver a mi anterio¡ crítica sobre los prejuicios con-
cernientcs a la imaginación que pueden impedir que se hagajusticia a la imaginación productiva Q rodrtire inagiration),quiero subrayar un rasgo de la asimilación p¡edicativa que
puede clar apoyo a mi afirmación de que el modo de ¡elaciónca¡actcrístico del proceso metafórico muestra una afinidadtípica co¡ eI esr1uenatitmo de Kant. Me ¡clie¡o al carácte¡
paradójico de la asimilación predicativa que ha sido compa¡a-da por algunos autores con el concepto de'equívoco catego-rial' dc Rylc que consiste en p¡escnta¡ los hechos que pertene-
cen a una catcSo¡ía en términos apropiados a otra. Todonucvo modo dc relación (metafórico) va contra una categori-zación previa quc resiste o, más bien, cede resistiendo, como
dice Nelson Gc¡r¡dman. Esto es lo que pres€rva Ia idea de
impertiocncia o incongruencia semántica. Con vistas a pto-ducir una metáfo¡a se debe continuar identificando la previaincompatibilidacl ¿ ,r¿ués ¡le la nueva compatibilidad. La
¿similación predicativa implica de este modo una peculiar
cspccie Je rcnsiun que no e5 tanlu entre un suieto y urt
predicado como entre conSluencia e incongruencia semánti-cas. La captación de la semejanza es la percepción del conflic-to entre la incompatibilidad prévia y la nueva compatibili-d¿d. La 'distancia' se preserva dentro de la 'proximidad'. Verlo semejante es ver lo mismo a pesar de, y a rravés de, lodile¡ente. Est¿r tcnsirin entre identidad y diferencia caracreri-za la estructura lógica de la semejanza. De acuerdo con esto,
149
la imaginacitin es la upatrtlad de producir nuevas cspecics de
asimil¿ción y dc producirlas nct pot encina ¿/¿ las diierencias'
conro en el concePto, sioo a Pes¿rr de y a través de las
dife¡encias. La imaginación es esa ctaPa cn lt producción de
géneros cn que la alinidad gcnérica no h¿r alcanzado el ¡ivel dc
la paz y rcposo conceptual, sino que Permanece cogida en la
gucrra entre distancia y proximidad, entrc lo rcmoto y Iocercano. En este sentido, Podemos h¿blar con Gadame¡ de la
mctafirriciclacl fundamcntal clel pensanriento en la medida en
<1ue l:r figura deJ lenguaje que llamamos '¡¡etáfora' nos Pcr-
mite dar un vistazo al procedimiento general ¡ledii¡nre cl cual
proclucimos conceP(os Esto se debc a quc en cl proccscr
mctafórico el movimicnto hacia el género es detenido por la
resisrencia de la d ifelencia y ' por dec irlo así, intcrce¡rtado por
la figura <ie ia retórica"72
Iil lenguaie y la postura dc este pasaie cle Ricoeur ¡ecr'rcr
cian a llradlcy y sL¡ manera poética de investigar )os más
abstr:rctos problen-ras de lógica. l'ambién, Iccturts como la
anterior sugiercn por si solas la posibilidaci de una caractcro-
logía estilisticLL de l¿s corrie¡tes filosóficas. Un filósofo cle la
escucla :rn¿rlític¡ sc estrefilecería ante el empleo dc expres(>
ncs como ve¡ lo misno a pesar de, y a través de, lo difcrco-
tc", "cl nivcl de la paz y el reposo conceptual"' "la guerra
entredisranciay proximidad, "cl movimicnto haciacl géne-
ro clctenicio por la resistencia dc la diférc¡cia "
En u¡r tiemPo
no muy lcjano, cxpresiones conro éstas -tomadas
principal-
nente clc k¡s textos dc Brad ley o Bosanquet- eran coosidera-
,.las sol¡tncnte plra cjemplificar la producciírn lite¡al del
sinsenticlo; y conlo gemas insustituibles, en verclad Como
clccinros, todo parece camtriar c¡r nuestros días, hasta el
''? P. ttirocur, Itu ¡1ttd\hffi / l'nt:$!
1i0
extremo que criatL¡tas como l¿ metáfbnr, a¡tes encerradas
rigunrsamente en bs lir¡itcs tle l¿r retó¡ica, aparccen ahora
como flgu¡as del concepto, fbrmas del conocinicnco y hasta
fuences dcl sal¡e¡.
I-a tensión conceptual cle quc habla lticoeur tiene quizás su
corres¡rondiente psicoklgico cn l¿r tensión que observa la
cscucla clc Piaget cn la conducta lingüistica del adolcsccnte
escolar. 'l'ambién, la noción de "movimiento hacia el género'
puede pooerse en ¡elación con las t¡cs primcras especies de
metáfbras que enumera Aristiitclcs -cs
decir, "desde el
género a la cspecic, descle lt especic al géncro, clesde la cspecie
a la cspccic". lln los t¡es casos, el ¡:,rincipio ¿¡c¡eral residi¡ía
cn la incliscrirnin¿ción. l)csclc quc la relación entre el géncro
y sus cspccics constituyc una síntcsis exhaustiva y explícita no
hay yl firndlnrclto ¡rarir confr.rn<lir o trastroc¿r ¿mbos niveles
o sLls(ituir rrrrDbrcs im¡rropiamente. Cada vcz que nombra-rnos cl géncrr c,¡n cl nornl>re dc l:r cs¡rccic, la especie con el
ruoml¡rc dcl géncro o la cspecic con cl noml¡re de otra cspcctc
coordina.l¿ cllo inclica c¡uc Ias clistinciones en algún sentido
son dél>ilcs, sca porquc no se han co¡solidado todavia, sca
porque no encuentran eco cn la rcalidad por muy rigurosas y
racion¿les quc sean. Quc cicrtas cosas no ren¿;an nombres no
siempre inciica flojedad clc patte nuestra. C), cle otra mancra,
lo <1ue cicrros cspiritus llamarian Oojedatl, otros preferiríanll¿rmar cconomía o ¡calismo. Asi, rnuchas vcces, por más que
dispongamos del sistcrna completo del 'género y sus especies
nos resistimos a nombra¡ toclas sus partcs. O, tarnbién, por
más quc está a la visra que se t¡ata de cosrs diferentes optamos
i¡discriminadamente por el misnro nombre para todas. En
este sentido. la met¿il'ora es un¿ criatura a veces de la más sana
y sensata cconornía, a veccs clc kr que l-Iegel llamnba impo-tencia dc la ¡aturalcza (y r¡uc orros, menos 'idealistas', prefe
It r
ri¡án llama¡ impotencia del concepto). Lo que quiere decir
que nu es ne(esario que en el empleo de metílloras enconlrc-
mos lo que le parece a Ricoeu¡ una especie de fotografía del
proceso que va de la imaginación a Ia conceptuación Es
dectr, la Inerjlora no I iene que ser neLcs.triamrnre una oper.r-
. ión a que rccu rrr mos cn lus primcros conrtus con visrrs J u nx
aprehensión científica de las cosas, sino que puede rambién
revela¡ un rechazo que hace la natu¡aleza de nuest¡as distin-
ciones e un rechazo que hacemos de ellas nosot¡os mismos en
nuest¡a práctica lingüística. La naturalcza está poblada de lo
que, desde el punto de vista de tales distinciones cs ambigüe-
dad encarnada. Y nuestra conducta lingüística está también
rebasada por expresiones'confusas y equívocas" En lo que no
hay nada que rept diar ni a la naturaleza ni a nuestra práctica'
Hegel no está de acuerdo con esto, y rcpudia a ia naturalc-
za, por ejemplo, porque sobrepuso cn un mismo órgano
operaciones tan distantes y opuestas como las de orinar y
copular. Del mismo Hegel se dice que respondió a quicn le
objetabl q.re la ¡ealidad ¡o estaba de acuerdo con sus ideas:
''Tanto peor para la realidad'. Lo que puede scr ¡oda una
audacia intelectual, sin que ello remugva el hecho de que la
realidad no se detiene en consideraciones de pureza concep-
rual y encarga sin vacila¡ a un mismo órgano de l;u operacio-
nes más dispares. ¿Puede haber contraste más chocante que
roer un hueso y recitar un poemai' Más chocante, se entiende,
desde el punto de vista de la pwrcza y rigor del concepto que
repudia los "equivocos catego¡iales". Pero no desde el punto
de vista de la naturaleza misma que sabe dispersar lo ambiguo
en el tiempo y el espacio se dice ahora- en
contextos diferentes. Lo mismo vale para las palabras que
-también en los tiempos qr.¡e corren- han venido a tene¡
significado sólo en el contexto en que se l:rs emplea Con lo
r52
cual, siquiera en rérminos prácticos, desaparecen o¡di¡a¡ia-mente los riesgos cle la ambigüet1ad.
No cs pues en toclos los casos "el proccso de movimienrohactacl gencro l,'quc la mer.rftrra nos¡crmire rerromosi ru
ob¡a¡ consistiera siempre en relacionar lo próximo y lo rerno-to b:rjo un género toclavía inexplícito, tarea que pondría enfunciones una especie de esquematismo teproductivo de unaespccie de ima¿¡inación kantiana que cstaría como en laan¡esal¿r dcl enrendimienro, la facultacl del concepto porcxcelencia. El cuadro que sugiere cl rexto de Ricoeu¡ tiene eli¡convenie¡tc dc implicar "el proceso de movimienro hacia el
coocepto" cada vcz que mecliante metáfbras aproximamos Iorcmoto o, si¡nplemente , cada vez <¡ue cmpleamos metáforas-A<i. cl (
' 'n( r'lro scrr.r lr rnetr lcgrrim.r v crr ¡nnr r¡'ro <irm¡,rcalcanzaLrlc de estc movi¡nie¡to l¡acia el concepto que lamct:ífrrra dc rno.lo t¿n c¿racteris¡ico rcprcscntaria. Tras cada
mctátor¿, ¡rucclc clccirse, hay ¡:rlrra Ricoeur el anu¡cio de uncolcepro c¡ proccso de explicitacitin. Es, al fil de cuentas, elrnislno crr:rdro <1uc nos haccrnos cuando hablamos cor¡o lohacc Quinc dc las n.riirgencs fllosófic¿s de la cienciado¡rdc las r¡etáfbras ayudan cn cl "cucstionamicnto cle cst¡uc-turas conceptuales b/rsicas" y a "ilu¡ninar el nuevo orden"-Pero, ¿qué di¡emos allí dondc la naturaleza rcsiste o allídonde nrtestro cornpottarniento Iingüístico i¡lual insiste cn¡esisti¡1 Más at¡ás aluclimos a un tcxro dc frcud que ¡roclemoscicar aquí dc nuevo, csta vcz cornpleto:
"Si tuviéramos que evaluar nrresrras es¡>eculacioncs sobreei insrinto de vida y cl instinro cle ¡¡uc¡tc no nos perturbaríaque tantos proccsos se produzcan c¡ue resultan sorprcndentesy difíciles tlc re¡rreseotar, como un ins¡i¡to expulsado porotro o dcvoivié¡dt¡sc dcJ ego a ul objero, etc. Esto resulra tansólo de que cstarnos obligados a procccler mcclianre conceptos
t5 )
científicos, es deci¡, con las expresiones metafóricas peculia-
res de la psicología (o más correctamente: de la psicología <le
ias capas profundas). De otro modo, no seríamos cn absoluto
capaccs de describir los procesos corespondientes, ni siquicracapaces de notarlos, de hecho. Los dcfcctos de nuest¡¿ des
cripcirin desaparecerian probablemente si ¡-,udiéramos susti-tuir los términos psicológicos por términos fisiológicos o
químicos. También éstos, sólo constituyen un lenguaje me-
tafórico, pero támiJiar para nosotros por un tiempo mucho
más largo y, quizás, también nlás simple"TJ.
Para este autor, entonces, incluso los conceptos que acu-
irtn l.rr ticnr r.r\ n¡, son cn riltr¡rr¿ irsranci¿ rnis que merah,'
ras. El texto que citarnos ptodr.rce la irr-rpresión de quc tam-bién para Iireud
-probabler¡ente influido aquí por Fritz
Mautncr cl plano cntero clel lenguajc está poblado de
metáforas y ,-lerivados metalóricos. Y el hecho no cambiaporque la metáfora sea ¿hora dead nktr.phlr', ¡ruesto que si
buscar¡os en cste último caso el conceptq, no vamos a lograr
otro resultado que una 'metáfi)ia revivida'. De donde tenclría
mos <¡ue concluir que, siquiera en una alta proporcirin ,Je la
¿ctividad rnetafórica, no ha habido ninguna culminación de
ese movimiento hacia cl géncro dc que nos habla Ricocur.
Así, también, hemos visto que por "extcnsión ¡¡c'tafóri-ca , ha llegado a const¡uirse todo un sistema de o¡rcracioncs,
mecanismos, funciones que nos reprcscnta¡¡os como cl tarn-
bicn rr¡r't.rlorrru sr\remJ ,lc un.r l\rqu¡5. ttn suictu o Ltn vo.
Pero, de acuerdo irl cuadro que nos ofrecc Ricocur, el proccstr
metafiirico aqui irnplicado no se¡ía rnás qrrc una moclaliclad
figurativa del "movimiento hacia el concepto . El yo y sus
facultadcs scrian corr-ro cl cum¡rlimiento y mcta de un intcnto
i\ ^1it
¿//,i del I'ritt4'n ¡l¿l Pl¿c¿r.
I 51t
iniciado en los ¡rivcics figurativos cle la imaginacicin. por elcontritrio, vcrnos qtre ni un |sicólogo dc la talla de F¡eud está<lispuesto a desconoccr el ingredic¡rc metaiirico <1uc perm:i-ncce irredr¡cido c¡ corlas estits rcPrcsentaciones. lncluso,tendria <¡uc ¿¿l¡e¿l?r¡se (luc en el caso de talcs result¡clos clc iaaplicación rrcrafóric¿
-como 'rl yo y sus fircultades , 'el yo y
sus af¿ccit)ncs'. 'el aima y sus opc[^ciorles', ctc. , no sc rrata dei¡lpotencia (1c l¿r narrrraleza, clel concclrto o cle pura cconorníalingiiistica. Como hemos visto más atriis. a prt¡rósito deBariielcl, <luecla Ja rnuy scria altcr¡ativa clc ja vaciedacl absoluta, es ciccir, quc las expresioncs dc origcn metafórico de lacs¡rccie concicncia, subconcicncia, voluuta<J, libicl<¡. ccc., nos(jlo no rcprcscntcn u¡r "movi¡¡ic¡to hacit el góncro" sioo c¡r-Le
rto sc¿rr rn;is clüc (1')¡roLlos ruidos ¡rliisricos -¿llarnémoslosasí/ l)xrd aParenrar rrn significatlo donde cn vcr.lacl no hayninguno. Asi. corlo con csos ob¡crrjs arqucripicos rle placirn
-quc Bcrkclcy ridiculiza csas ¡c¿ljda(lcs pe¡fect^s qLre sc
obtiencn, cor¡o cliccn los matenriricos, "pasando ai Iínrice" yque ¡ros colduccltr casi sin pcrcibi¡ la solucirin de ci¡¡¡inui-dad, desclc un mu¡cJo de cosas rnuy scnsibies y muy concretas¡ un Inundo clc cos¡rs irletlcs l¡ atquer4)icas, así tambiénva¡¡os dcl hornl>rc cxisrcnrc al sujcco psicoltigico y cle ústc alstrjtto iilosr-rtico ¡.,or cjcmplo, cl srrlcto trasccnclcntal, tran-scnr¡riricr>- ¿srcntodc lirculta(les, Licol)cr¿icrones, hrnciones:<lc cs<¡uernatisrlos;r priori. l¡rr cicmplo, rJuc obran clescle su¡nundo sLrpcrcmpírico conexrones Dcccsa¡i¿s, síntcsis prcrletc¡mi¡¡¿d¡rs, leyes etcrnas, concxioncs fi.¡rmalcs dent¡o clc lascualcs se ordenan las cxpericncias. Cuando, sin e¡¡bargo,obrando co¡¡rr si el-ccriva¡¡cnte hul¡ier¿ ope¡¿ldo en csra conr-t¡ucci(in cl "rnovin)icnro clel concclrrg" -la cransicirin <lrrc va.ics,lt l.r trtt;r¡irr.r, i',¡¡ ,¡ l.¡ 1rr¡¡¡(.¡,¡¡¡.¡ ¡.¡ ,lrr,,rem(,r ur.¡Palabra rn;is sr¡¡jaalttiv¡ sob¡c ja vcr(lad de csos concc¡.rtos,
t5t
sobre el g¡ado y fbrma de realidad que corresponde a su
significado, cuando -para
poner un e jemplo y, acaso, dejara
la vista toda ia problemática que han estado como t¡amitán-
dose entre bastidores mienttas en esccna aparecen la metáfo-
ra, la imaginación y la 'revolución se¡¡ántica'- Pregunta-mos sobre 'el alma y el ego trascendental', 'la inmortalidad y
el e¡¡o trascendental', 'Dios y el cgo trascendcntal', ¿se nos
dirá que no hay aquí relación ninguna, que el sujeto trascen-
dental no es más que un nombre para una cspecie de operacio-
nes meramente postuladas como condiciones a priori de
posibilidad ?
28. I-a metáfora dade el punto rfu aista
neilrortrio/ógico
En l¿rs últimas décadas, las investigaciones neurofisiológicas
han llegado a extremos que sacuden los cimientos puramentc
especulativos, fenomenológicos o ideológicos dc la psicolo-
gía, Ia gnoseologia y la lógica, Pa¡a empezar. Uno de los
grandes capítulos de estas investigaciones comprende la cspe-
cialización de los hemisferios ceret'¡ales. En particular' la
especialización verbal del hemisibrio izquicrdoT¿ Esta últi-ma sostienen algunos- ha significado una deformació¡
sistemática y cnorme de la percepción que tenemos de nuestra
mente y Jc nosotr',s mismos Thorn.rs R BI¿kesicc lo [ormu'
la categóricamente así: "un exdmen verbal de nuestros pensa-
mientos revelará tan sólo pcnslmientos que puedan expresar-
se verbalme¡te7t. Dada la precminencia de las formas verba-
" The Sc[,',¿ t' Buor, K. Poppct y J.C. ltcla" 't he Rryht B,?i¿, Anchor P.ess, 1r80.
i t6
l
I
les de comr.rnicacirj¡r sc ha caído cn la fácil y fálsa noción deldotninio de la cornunicación por el lenguaje y de la capacidadnatural de ésre clc c¡aduci¡lo codo a información verbai. Enfilosofía, por cjemplo, han llegado algunos al ex¡¡emo deidentificar Ienguaje y pensamicnt<.r; lo que equivaldría a
afirmar, en términos de los dos hemisferios cerebralcs, quesólo uno de ellos es el asiento del pensamiento.
L¡ mtderna ncrrr,,frsiul,,grr l,rr( L( (onfirm.rr (rá., uc, . n,,
más fuerza que la mente humana no es simplc y que a lanoción de ¡rcnsamiento verbal rcsponcic otra, opuesra y cotnpleocntarir, cle pensamiento no-verbal. Fin general aun-guc alguoos rnancj¿n la relación como tajante dicotomía- la
rncote írp¿rece dividida cn la división misma del cerebro:
mientras ci hcmisferio izcluierdo con su control del lenguajedo¡ni¡ra cl cam¡ro clc las tarcas ¡n;rliticas, lirgicas, explicato-rias, e¡c., cl rlcrccho ticnc su fircrte co funciones como laintr¡irro¡r. lir rrrrtcsrs. l.¡ r,,¡ltf,rlrr.ron. cr,.
Dc rno.lo rluc tarnbién la cspeci:rliz;rcirin -latcralización,división rlcl trabajo-- de los tlos hcnisfc¡ios ccrebrales se
oiiccc conro una basc clc cxplicación dc antiguas y hasca aquíinsuperables o1-rosicioncs. Del rnodo como l). Mo¡ris of¡cce,para ex¡rlicar toda lir gama de insolubles oposicioncs ¡rsicoso-cioculturalcs, la hipótcsis de un doble p¡og¡amafi logenético/6; clel nrodocomo P.D. Maclcan cncuenrraen la
t r r r I ¡ r i ¡ i Ci n , I c I ,r rr L,ro ((J!t,t(C/ll y c\( ru( rrtrJs a¡L ¿tLr5
la razón cle un conflic¡o insuperablc en todo proyecro socio-cultu¡ai humano;7: así también au¡ores como Biakeslec con-side¡a¡r cl cont¡¿sre fu¡rcional dc los dos hcmisfe¡ios cercl¡¡a-les como l¿l base ¡¡ate¡ial clc ci¡rdinales oposicioncs, hasta
" 'r'b, NnAd At,t.1' ll tfttttu Or,¡tr'lt tJ //t¿ Bt¿D¡ Bthal,r'/t.
151
aquí 0otirntcs o explicardas en térmi¡ros purarnc¡tc cspccL¡la-
tivos o miticos. Por ejemplo, oposiciones de la es¡recie carte,s\an?, itt/xili0-dt.trx,l//i (con toda la co¡rstcl¿cit-rn dc con¡r¿stes
implrcados cn los ¡rlanos clc l¿ fllosofí¿, la nretoclología, la
pedagogia y la cultura en general) cstarían material y fisiológicanrcntc insralaclas dc ¿rcue¡do a ias evidcncias ya incuesrio-nablcs cle lls invcsti¡¡acioncs sobre cl ccrcbro.
I-a nocióo dc una participación complcmentaria y armo-niosa de a¡¡bos lrcmrsfcrios no cs en ¡¡oclo alguno oLrvia; y
aunque rnLLchos aLrtores se refieren a l¡ dicotornía de las
funciones ce¡eb¡¿les corro si se tt¿tara clc una r¡cion^l (livisión del trabajo, la ver.lad cs quc dicha división se cx¡>rcsa
culturalmente de un modo que d¿ much¿r f uerz¡ ¡ l¿ ¡¡ocirin tlcr,rn dominio mono¡rólico y dictatorial drl hcmislerio izguicr-<lo. Nucst¡¿ cultu¡a occidental, por lo menos, vist¡ clcsclc cl.rrrgurlu ,lt csr,,5 nucvi'\ dc.< Lrbrr¡nicntur ¡l'¡r',., (,'n \rrénfasis y casi cxclr¡sivis¡¡o de lo <iiscu¡sivo, lo racion¡l, lt¡
lógicancncc concatcnado, fundaclo, validado, etc-- cor¡oun dcsplieguc c|rmin¡rntc y urrilateral clel he¡¡isfe¡io iz-quierdo.
Como el lenguaje desplicga sus condicioncs csl'rccificas
rigor, univocidacl, concaten¿ción lrigica, cohcrencia ¡¡ra-matical, c¡c. por sobre todo en su forma clc lcnguajcescrito y cor¡o 1¿ escritura fuc introducida hace s(rlo un¿s
cu¿¡tas cleccnas de siglos (sin considcrar que el verdadero
impacto <ie la escritura obra ¿ rravés de la imprenta, inventa-
da rcciéo en cl sigb x v), entonccs, el conf)icto <¡ue sc plantcaa<1uí como ia espccialización y oposicirin dc los hernisferios
cerebralcs es de historia rccicnte y sc reducc -a despccho de
todas las cspccr,rlacio¡lc's a tr¡vés de l¡ histori¿ cle la filosofla--al co¡flicto cic dos mccanismos,:le aprehensión que sc sucede¡r
en la evoluciii¡r clcl sistema ncrvioso. Como dice lllakeslee, el
ii8
lro¡nbrc estuvo:rplicanclo l)or cicntos de rnilcs dc años lasfb¡mas intrritivas, gesráltic¿s de:rprehensión, que ¿hora sonel patrimonio del hcr¡isfe¡io clerecho; y clu¡aorc rodo csecicmpo
-si comp¿ramos con Ia explosión cultur¿l ir¡iciacla
hacc unos niles clc ¿ños con l¿ invención <le Ia cscrirun-- ncr
dvanzó nalia. l)c modo, cnronces, que 1ludiera pareccr ina-propiado plxDtc¿r la cucsrión dcl conflicto dc los dos hemisférios y la domrnación clcl izquierclo toda vcz que los éxitos delIctt¡u.r¡r' y i.r c', ri¡ rrr,r crr.rn .r l¡ vi.r.¡
Cabc pensar, sin crnb¿¡rgo, cluc son consiclcracio¡es clc estaespccic lo qur da pábulo ai co¡rllicto dc los dos hcrnisfcrios yfuerza a la clorni¡ación clel ircmistcrio izquierdo. Por<¡ue no sctr¡t¿ dc (l()s mccanismos cic aprehcnsión que mcramente scsuccdcn, no se rrata cle la simple sustirucióD
-si irlsuna vcz
er) l.r naturalcza se produce un hccho asi cle uno por otro cnunil suefte de secucncia evolutiva. sino cle una combinacióndc lunciones c¡ue se com¡rlerncnr?rn, sin (luc ello excluya qLre
tr¡osirori:r o (lcllnitiv¿rncnre se r¡ucsrrcn conflictivas y hasrai¡co¡rP¡tr l)lcs.
l-o t¡uc irnporta, ¡rucs, cs rcducir cl cc¡uívoco y dar libertaclal juego de los principios cncarnados c¡ cada uno dc loshc¡nisferios cercbrales
-algo c¡ue no poclemos si<1uic¡a deci¡
que sea el c¡etlo dominical cle nuestra cuitura. A cste respec-ro, hay un cua(lro muy instructivo qr.rc Blakcslec nos ofrccc yque pone a la vista la cicga mar¿¡inirción dcl hemisferiocle¡ccho e¡ ran impo¡tdnte territorio co¡¡o el de l¿ educación.En las condiciones emincnremenre verbales en quc debecn¡narcarsc toda fb¡mación, no pucde sorp¡ender la do¡¡i¡ra-ción del hcmisfirio izquicrclo y lt reprocirrcción siscemáticade esra dominación. To(lo lo c¡ue responde a la kigica clel
pcnsamiento vcrbal el conccpro, la deflnición, Ia prucba,cl ¿rgumento, cl ordenamicnto tlc l¡s irlcirs, el ex¿rnen críri-
t59
coJ etc. es ¿rle ntado como la figura misma de la inteligencia
y la excelencia mental. Por el cont¡ario, la intuición en todas
sus formas (sensible, estética, moral, intelectual) es aceptada
como no más que t¡n ba¡¡unto, como una tosca aproximación
que dejada a su suerte no tiene destino, como apenas la
confusa y enmarañada primera aparición de un contenido
todavr¡¡dis¡anc¡¡excesivade I¿ iicul¡ad racion¿l Loscfc, r,.rs
de esta marginación, el dispendio estulto de energia espiri^
tu¿1, el abandono, desconocimiento y frustración de c¡iaturas
sensiblemente dotadas, pondrán al borde de las lágrinras a los
pedagogos del ftrtu¡o. El cuadro de Blakeslce a que nos
¡eferimos nos cuenta de dos escola¡es que han logrado escu
rrirse de su clase de álgebra'"Ambos detestan el álgebra y piensan que está firera dc su
alcance. Prefie¡en iugar a la pelota y la lanzan ale¿¡rcmente,
uno al ot¡o, tan lejos como pueden. Cada vez que sc arroja la
pelota el muchacho que tiene que cogerla calcula sin dificui-
tad su trayectoria y su velocidad, anula el efecto del viento, cl
declive del ter¡eno, y la alc¡¡za perfectamente Jugando así
exhiben una comPrensión no-verbal muy sofisticada de la
cienci¿ física que no podrían siquiera comenzar a explicar'
Este es efectivo conocimiento basado en aprendizaje no-ver-
bal. A partir de este conocimiento están en condiciones de
resolver problemas mucho más complicados que las ecuacio-
nes algebraicas de las que huyen. De hecho, aunque terminen
sus estudios y reciban su grado en física, probablemente
nunca podrán const¡uir ecuaciones que predigan el lugar a
que llegará la pelota tan bie¡ como lo hacen ¡uto-máticanente"78.
13 Tbe Right Brdin, p. 20.
r60
Un conrrasre como éste debierur ser experie¡cia común detodo pedagogo, en especial cuando se rrara de la enseñanza demate¡ias cientificas y empleo del lenguaje maremático. Aveces se alcanzan ext¡emos casi ridículos, cuando hay qucllenar una pizarra de símbolos pata probur con ,rn despliej,reimpresionante de rigor lo que en un pluno int,ritirro o p.á.tico
:", r:'r:ll. en un insrgnrfic.rnre Acs¡o ralgo ,nri,rto , e.u
l¿bula del ¡rrrtn de los monrcs). Considcr.r". ¡,r, "¡"-plo.este p¡inc4)io o regla de lógica proposicional:
(pvq)-p)q
Es necesario probar una buena cantidad de reo¡cmas enCálculo Proposicional antes de llegar a éste. ¿y qué es lo queafirmal Nada ¡nás obvio: Si uno <le clos h..hor.ieb" o.ur.i. yno ocur¡c uno, entonces, dete ocu¡¡ir el otro. Los estoicos,tratando dc esrc principio, nos advertían que hasta los perrosrnost¡aban conocerlo muy bien cuantlo, sigr,iendo una liebre<¡uc sc cscurría sin sef vista er un¿ encrucijirda tentaban con elolfato una mra y, si ¡ro había ¿llí ¡astros, echaban a correr sinmás indagaciones por la otra.
O considé¡esc el caso de un profesor cle geomet¡ia elemen_tal que, lucgo de traza¡ la diagonal de un cuad¡ado en elpizarrón, sc vueive a la audiencia de pegueños preguntando:¿Cómo son las partes que resultan? Es difícil que concibamosuna unanimicJad más perfecta que la respuesta: ¡lguales! Sinembargo, dadas lla exi¿¡encias fo¡males de nuestia pedogo_gía, no nos parecerá inútil y pedante g.,c el profesor mrrevi lacabeza mofándose de tan perf-ecta unanimidad. como si losseres humanos estuvie¡an condenados indefecriblemente a laignorancia toda vez que dan un paso sin previamente probarquc esrá permicido da¡lo.
161
Así, pues, principios que seguimos, srn siquiera saber quelo hacemos
-como, por ejemplo, cuando abrimos la puerta,
cuando damos un paso, cuando alargamos el brazo para
alcanza¡ un objeto, cuando miramos a través de un vidrio,etc.- y que sólo son detalles casi imperceptibles en toda lava¡iedad de ¡eglas que aplicamos cotidianamente y en nues-tras más menudas operaciones, requieren, cuando los ¡emiti-mos a nuestras rc¡¡las lógicas cle aprehensión, toda una elabo-
ración previa que si fuera confiada a Ia capacidad de cada
individuo por sí sólo, seguramente implicaría el colapso
instantáneo de Ia especie entera puesto que no habría uno solo
cnLr( los h\rmbres,.luc puJrcr.r dar sigurcru un p.rsu.
Desde luego, muchas veces la i¡tuición se muestra def¿c
tuosa; y si cambiáramos de tirano eligiéndola en lugar de larazón, no serí¿ asombroso que Ia tierra volviera ¿ ser plana.Pero ello no quiere decir que confiándonos a la razón las cosas
se endcrecen sin más, sobre sus reales fundamentos. Lo quc
dice Blakeslee <lue "el examen verbal de nuestros pensa-
mientos revela¡á tan sólo pensamientos que pueden expresar-
se verbalmente" indica que hay todo un hemisferio de
nuestra actividad mental que, si nos reducirnos a investiga¡locoo los isstrumentos del lenguaje y de la lógica, quedará
inaccesible. No sólo eso: puesto que, accesible o no, ese
hemisferio igual desempeña las funciones que le correspon-den, igual nos cquipa con una forma de acceso a las cosas
-asaber, su aprehensión globalística, gestáltica, sintética, vi-sual, intuitiva, etc.-, entonces, el imperialismo dcl herr.ris-
ferio izquierdo tendrá por resultado que estamos 'racionali-
zando' nuestra visión del mundo, pretendiendo que lo vcmos
entero cuando sólo lo vemos en parte. Una idea cor¡o ésta se
hace plausible cuando considcramos Ios resultaclos ol¡tenidos
de los nume¡osos experimentos hechos con sujetos que tienen
r62
cl¿ñado susrancialmcnre un he¡nisfe'rio cercbrai, o a los que sc
les ha ext¡aído del trxlo un lremisferio, o a los quc se les hanscparado los clos hemisferios cc¡rr¿ndo ¿ través clel cuerpocalloso. E¡ t¿les condicioncs se puede idenrificar la proceden,cia dc u¡a ordcn po¡ eieltrplo, mover una mano- yvcrificar, cuando la orden proviene del hemisferio derecho,que el lremisferio izc¡uierclo cstá siemp¡e tomando cont¡ol: ncr
rcsidicndo cn él ni la motivación ni la orden no vacila en
inventar n¡ofiv¿ciones. Estos hechos, verificados abundante ydivcrsamcntc cn casos clinicos han scrvido como punto dcparticla p:rra oricntarsc en casos norm:rles y verificar el domi-nio dc'l hcmisflrio izc¡uierdo en roda su ma¡¡nituclTe.
lllakcslce vc cn csra dicoromía del cerebro suficienre fun-damcnto para ur¡lur¡entar la cxistcncia cle clos mc¡tes: una
vcrbal, ¿nalítrca, conscruccional; la otra silenciosa, sintética,totalístic¿r. La aluditl:r clo¡ninación clel hcrnisferio izquierdo,su pretensi(rn cle reduci¡ toda la cohciucta ¿ motivaciones que
emanandcé1, ricne porciicrocscindir laco¡rductadel motivo¡eal. Este hecho verific¿do en términos dc la cspccializaciónde los dos hemisfe¡ios ticne por rcsulrado ¡¡asladar la ¡esis de
Freucl a una basc más firmc y ostcnsiblc. En otras palabras, lanoción ficucliana de una mente inconsciente coincidiría con lanoción de u¡ra ri)cntc silcnciosa. Oon palirlrras dc"l mismoBlakeslec:
"El corcc¡rto dc L¡na mentc inconscicnte fue creado para
explicar cl obvio y vncío cnt¡c nr¡cscr¿r conducta y los pensa-
mientos grre observamos cll nLrcstra mente mediante inttos-
"/ En la actualiJa.l se a¡rli.¿n cuarrlr csl,ccies ¿c mórock,s cn esta especic dr:irrvcstigacioncs, scgún sc trate dc af;rsias por lcsirin cc¡cb¡ai. clc ¿ftcracrorrcsrraositorias por cs¡inrulaci(in clécrri(a o quim,c^, o rcsrs nudirivos (Poppcrancl Ecltss,'1tu Sll an.l 'tt Bra¡n).
163
pección. Cuando miramos en nosotros mismos y describi-
mos, analizamos o discutimos lo que vemos, lo hacemos con
palabra.t. Por tanto, los pensamientos y recuerdos no ve¡bales
del cerebro son ignorados. Intentando racionalizar la brecha
manifiesta, el cerebro izquierdo atribuye los resultados de los
pensamientos del ce¡ebro derecho a una entidad misteriosa
llamada mente inconsciente"'"('.De modo entonces que podemos amar, odiar, tcmer,
despreciar, desea¡, etc., sin estar en condiciones de expresar
ni siquiera a nosotros mismos- con palabras tales ¡notiva-
ciones. Conducirnos de acuerdo a ellas, sin ¡rocler explicar la
razón de nuestra conducta. Todo ello en toda una amplia
gama de situaciones (se trata de la mitad de lucstro ccrebro) y
sin que entren en cuenta para nada los principios que un
analista frcudiano, por ej. , consideraría adecuados a la situa-
ción (como, por ej., la agencia de un trauma infantil, una
fi jación, una represión, erc.).
Las irnplicacioncs de la dicotomía de los her¡isferios ccrc
b¡ales son amplias como la entera extensión de la cultura.
También alcanzan al ámbito de la metáfora, aunque no hay
todavía un cuadro claro sobre el desempeño de ambos hemis-
ferios en ¡elación con Ia competencia metafó¡ica. El que sea
un hemisferiq cerebral el que tiene a su cargo el lenguaje -nla enotme mayoría de los casos, el izquierdo- podría sugerir
un resultado simple: que las personas con daños en dicho
hemisferio ven afectada su competencia metafó¡ica, en tanto
que no ocurre así en el caso de las personas con daños en el otro
hemisferio. Sin embargo, y por el contrario, el que sea el
hemisfe¡io derecho el que tiene a su cargo las formas intuiti-vas de aprehensión con todos sus derivados hacia la afectivi-
to The Right Brain, 14.
164
dad, la cstética y las artes, hace espcrar que le corrcsponde uopapel principal en el plano de la competencia mctafórica y
que, por tanto) ésta tendría que presentarse afectada en los
casos de personas con lesiones en el hcmisferio derecho. En
verdad, dada la dicotomia de los hemisfe¡ios cerebrales,
podría anticiparse quc los rcsultados de las experiencias que a
este efecto se ¡ealizan combinan de alguna mane¡a ambas
predicciones. Porque la metáfora, por encima de roda teoríadc la mctáfora, consiste cn un empleo impropio del lenguajeque rompc la lite¡alidad en a¡as de lo figurativo; pero así y
todo se produce corno fenómeno linÉiüístico. Dicho de otra¡¡anera: cl fenómcno cntero ,le la met:ífota requiere Ia contri-bución de ambos hemisferios.
Los resultados sobre la competencia metafórica en suietos
que tienen dañados uno u ot¡o hemisf-erio confirman esta
noción. Por cjemplo, quienes padecen lesi<¡nes en el hemisfe-rio izquicrdo tienen dific.rltades en parafrasear, pero no en
aplicar la mcráfora; los lesionados en el derecho, por el
conrrarro, no ticncn clificultades cn parafrasear una metáfora,pero si en aplicarla3r. lls decir, los resultados coinciden
¡rrlectamcnte con lo quc poclía anciciparsc en térmínos de la
especialización de ambos hemisferios y todo indica que, en
sujetos normales, el hemis[erio izquierdo da principalmentecuenta del elemento semántico en la competencia metafórica,
en tanto que el hemisferio derecho cubre en general el ele-
mento pragmárico.La división del trabajo o late¡alización de los hemisférios
cerebrales -el
que uno desempeñe las funciones <1ue irnpli-can verbalización y el otro cubra l¿u tarcas de una menteintuitiva, silenciosa y rotalística- ofrece, entonces, una base
31 C¡r,lne¡ an,l wieoet,'Ihe Dotlop¡te'1t oI frteta\hor', Ca p¿tenre
165
materi¿l, fisiológica, dcsde la cual es posible lanzar un enfo-que que en general responda a las mírltiples doctrinas y
cspeculaciones en torno ¿ la metáfora. Lo que ya hemos
implicado sobre semántica y pragmática en la con.rpetencia
metafórica y la interacción de ambos hemisferios podrítbastar para cnglobar todo lo que hay que decir, desde lape¡spectiva neurofisiológica accrca de la discusiírn general
sobre la r¡etáfb¡a.El que en los casos de hemisferio izquierdo dañaclo no haya
paráfrasis, pero si nplicación dc la metáfora, en ranto que locont¡ario ocurre en los casos del lremisferio de¡ccho tlañado,
estaría indicando que el hemisfe¡io derecho está en condicio-nes de emplear el lenguaje utilizando valorcs quc éstc posec
para exp¡esa¡ algo que literalmente (es dccir, por sí rr-rismo)
no puede expresar. El hemisfério derecho cs, por cxcelencia,
silencioso; el izquierdo, por excelencia, pariante (y oycntc).
El encuentro de ambos hemisferios en el lenguaje -poclría-
mos antic4)ar sin más sólo pucdc lograrse en un punto dc
encuent¡o o coml¡inación cnrre lo verbal y lo inefáblc. Así se
explicaría ese sentimiento en que rodos -unos
tnás, otros
menos- coinciden eD un elemento o contenido dc la metáfb-
ra que no puede traducir la paráfrasis. Ese contenido inefáL¡le,
intraducible, rep¡esenta la intervención ciel hemisferio dcrc-
cho. LIna vez que reernplaztn-ros Ia mctálbra por la parálrasis
literal, el hemisfe¡kr derecho vuelve a ser sordo (y el lenguajc
deja de contcner lo incfable).
También adquiriría una basc más firme desde csta pers-
pectiva ia elaboración sobrc metáfora e imaginación. No se
trataría, eso sí, dc un concepto especulativo alte¡nativo dc
imaginación (por ej., Kant ve¡sus Hume) sino de un ¡ecurso
represcntativo quc se desprende obviamcnte de los lacto¡es
implicados: en el intento de expresarse en el elemento ve¡bal
166
cl hemisferio derecho ¡o puedc ¡nenos quc desplegar lofigurativo en lo verbal. ;De qué otro rnoclo poclrí:r exprcsarsc?
Sin embargo, no tenclría sentido pretender quc la metáfora
-en cua¡rto represcota este híbrido tle los clos hemisferios--es como la primera aparici(rn .lc lo que tiene ei destino de
desar¡olla¡se como un conccpro. Iln la merlida en quc eihe¡nisfcrio derecho piensa de una fo¡ma esencialmente novc¡bal del¡c haber algo irreductible a lo verb¡l en la mctálb¡a.Así la nt¡ción <Ie " c/utl tutaltbor", cle rrn:r metiifora quc ha
dejado de scrlo pa¡a rr¿nsformarce en una cxpresión de em-plco literal, o significaría un cambio scmiintico, en el sentidodc aclsc¡ibir un ernpleo litcral a la cxprcsión, o sirr-r1>lcrnente
una metáfora! emple:rda aho¡a comc¡ ciiché, pcro sicn-rpre
metáfora
Po¡ lo cual, la iclea dc Davidson de c¡ue la mctáfbra es un:r
expresión ordinarianente sin sencido quc rcaiiza una dlusióna t¡avés del uso podria complenrcntarse con la orra de que no
Puedc ser rrás quc alusión, pucsto que lo aluclido no es
susceptiblc dc exprcsión lite¡¿I. Así, la noción cle pragrnáricase prestaría para cnrenclcr Ia rc'lación de ¡mbos hemisferios a
través rlcl lcnguajc; cl hcmisfc¡io dcrccllr cnl-arizaría el uso
sobrc cl siglificado; y cl bcmisii'rio izquicrckr, cn orden avcrbaliza¡ ias lornas dc aprchensión tlel clc¡ccho, ha¡ía or¡otallto.
lln toclas esas a¡rroximaciones y sr¡¿aereocias habría cluc
insistir, sin embargo, cn la oposición verbal-i¡cfablc. Elhe misferio clerecho cmplca el lc'nguajc cle fbrma esenci¿lmen-te no-litcral. Que lirs irlusioncs hcch¿rs de csta t'brma conduz-caD a nucvas iclcas, a nuevas pe¡spectiv¿s y descrrbrimientos¡o al-ecta en nacla a la fbrma como el hemisferio derecho se
expresa ¿ travi's <lcl lcnguaje: la figura, q,.rc no podenost¡aducir a discu¡so litcrirl. Por ejerrplo, crrando Agustín dice
16t
gue lo caracteristico dcl habla rctóric.r co¡rsiste tn deci¡ un¿
cosa con la intención de clue sc cntiend¿ otra, debernos
distinguir: o iremos e¡masca¡irdo una exprcsión lite¡al t¡as
una fi¡¡ura o hcmos ¡ecu¡rido a una flgLrr¿ porque no ¡odia-rnos exprcsarnos de ot¡¿ mancfa. Iis en esta segunda irlternati-va dondc hay Lu¡1ar para las figuras del hcmislerio ,-le¡echo.
Así consideracla, como alusión que apunta mediante love¡l¡al h¡cia lo inetáble, la mctáfo¡a no puec{e scr t¡atada
co¡¡o cl envoltt¡rio retórico de un contenido quc debemos
t¡¿duci¡ a términos literalcs. Hacer esto írltimo sería practi-car la estratagema del hemisferio izquierdo que no cree más
que en lo verba). El ¡echazo dcl artistade clarcuentaexp)icitny razonlda de sus creacioncs, la cl¿isica relr¡ctancia que suscita
el crítico literario, cl lrorror que inducen cn cl poeta la lógicay la secuencia de las ideas son expresiones dc cste principio.
La cuestión dcl porqué de la r¡ctáfora seria, clescle la
perspectiva de los dos hemisferios, tle trámite complejo. C)
,.rna de clos cosas o (rnás probabiemente) ambas: ( 1) el hcmis-
terio clerechr¡ pugna po¡ hacersc prescnte en el lcnguajc
re¿ccionando co¡tra Ja lregemonía clel hemisferio izquierdo y
gcnerando el habla figurada; (2) ei he¡nisfcrio izt¡uierdo,
csfo¡zándose por verbalizarlo toclo, recurte a la 1i¿¡ura comcr
único mrdi¡r de apropiación dcl hemisferio clerccho.
T¿nl¡ión, l¿ existencia del lrabla figurada podría poncrsc
cn ¡cl¿rciti¡r con la'divisiirn cerebral dcl ttabaio'como un
inclicadr¡¡ cl¡: armonía o conflicto cn dicha divisións2.
ts) ()"izas irrpoltc sc¡i¡la¡ sol¡rc e! cnfoquc ncuroiisiológico quc no cs la
cspeci¡l;z¡ción o L¡rcr¡lización dc los hcmislc¡rrs lo que cucota cn la
discLrsión sioo cl hccho dc la cspccr¡liz¿ción. Cualquic.a ser cl asicnto
rna¡cri¡l dc las funcioncs dc rprchcns;ón lingüísric¿ una, Scstáltica la
orrLr lo quc cucnta aquí cs su rcalichd.
r6f]
Sobre "extcnsión metafórica" cabría también decir algodesde esta pcrspectiva. Desde luego, no todas las cosas rie¡e¡nombre; y la analogía metafó¡ica tiene algo <1ue hacer con
¡elación a esta carencia: ponerla dc manificsto y, a su manera,
subsana¡la. lis así que surgcn nombres como "la boca delbuzón", "las ventanillas de la nariz", "el ojo de la cerradura","el árbol gencalógico", erc. También las metáforas de especie
a especie, dc género a especie, de especie a género (para
conservar las dcscripciones que nos ofrece Aristóteles) revelan
y subsanan a su manera la carencia de nombre. Por ejemplo,''libro (de cuentas)", "regla (de cálculo)", 'estrella (de mar)","dinero", erc. Pero que tales cspecies de metáfora respondan a
la cirrencia de nomb¡e no significa que cada vez que las
cmplcamos sea porque nombramos algo o porque aludimos a
algo que puecle ser nombrado. Un caso ¡elevante a este
respccro cs l¡ extensión metafórica", de que tratamos más
atrás. Por cjemplo, cuando Placírn, respondiendo a Diógenes
<¡ue alega c¡ue vc el vaso pero no la Vaseidad, le dice que no la
ve porquc c¿rcce de los ojos con que se ven las Formas, o
ldeas, cst:i proponiéndonos un¿ extensión metafó¡ica. Si Dió-genes ag¡ega¡a que escucha la múrsica, pero no la Musicali-dad; que huelc el pcrfume, pero no la Irerfumeidad; que gusta
los higos pero no la Higuidad, etc., Platón respondería que
carece de las narices, las orejas, la lengua, etc. ¿decuadas. Yesta "cxrensión metafórica" que va, mediaote una supuesta
analogía, 'desde la sensibilidacl hasta el entendimiento' cs
sólo un dctalle del cuadro que resulta cuando vamos 'desde losensible a lo inteligible (llradley se refiere en algún lugar a las
personas que de nin¿¡ún modo aceptarán poner un pie en el
Cielo si no l¿s ¿dmiten con su perro).
La cuestión central de la exrensión metafórica" consiste,
pues, c'n si no es el mismo artcfácto que estamos empleando
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-la analogía merafó¡ica- el qr.'e produce la ilusión de que
hay allí una cosa y asi, también, la ilusión de un nombre que
falta. Ya nos referimos al argumenro de Ba¡field gue rechaza
la noción de una literalidad original de significado material*'l)zrn literalnetr' como una base de la extensión metafó¡i-ca. En esta dirección podrían emplearse también los resulta-
dos de la neu¡ofisiología. La lateralización de los hemisfe¡ios
cerebrales; el que tal especialización implique un proceso
-un desarrollo que llega a su término ent¡e los cuatro y cinco
años-; el que antes de alcanzarse este extremo por daño
del hemisferio izquierdo, por ejemplo-- pueda el hemisfiriode¡echo hace¡se cargo del Ienguaje; el que este mismo hemis-ferio, con rodo, posea competencias específicas en conexióncon el habla
-por ejemplo, expresividad y ritmosl todo ello
puede argumentarse en favo¡ de una concepción menos racio-
nalista de la "extensión metafó¡ica" y de acucrdo a la cual la
conexión ent¡e lo sensible y lo espiritual -lo
fisico y loinmate¡ial- se debe a una especie de contacto, de colabora-
ción o compromiso, de ambos hemisfe¡ios el que ha desarro-
llado las funciones del habla, el nomb¡e y la literalidad; y el
que rnantiene formas de captación inaccesibles a las técnicas
del lenguaje. Si no tuvié¡amos más base firme que la iiterali-dad
-si tuvié¡amos, después de todo, que identifica¡ len-
guaje y pensamiento-, entonces, la "extensión metafórica",la denominación de lo espiritual mediaote lo material, nos
colocaría f¡ente a un enigma sin solución. Si, por el contrario,debemos ¡econoce¡ la existencia de todo un nuevo hemisferio
del pensamiento (viejo, en verdad) -no
sólo a través de
atisbos, intuiciones, apasionados alegatos, sino en los térmi-nos de una sólida y consistente investigación- ¿qué peligro
31 Tbe Self an¿ it Btuin.
170
puede habcr, o qué rempecabezas, en las concesioncs quc elpensamiento inefablc haga al habla con visras a enconrraralguna forma cle expresirin verbal?
'fambién ¡ruedcn considcrarse los resultados dc ia i¡vesti
gación neurof.isioJógica sobre el lcnguaje en relación con krqrre Burke sos[icne sobrc su empleo lireral y su empJeofigurado. Dijirnos quc para esre au¡or el límirc ent¡e elmor¡ento ligurativo y el literal no es ¡odo lo rajante <¡ue latradicirin quiere hacernos creer. Adernás, para Bu¡ke, l¡relación dc las figuras (por lo menos las cuarro muy principa-l,'s ,lc ,¡u,. él sr ,,crl'.1 t n cl ¡,tt1ucn', (ns.ryo qu. rcncmo\
Prercote, .l saber, metáfora, ntetoni¡Di¿r. sinécdoque e ironía)cs tal <¡ue cle una cualquicra se va a Ias rcstantcs sin tcner c¡ue
lorzar el paso. La sugerencia, así, de un principio único tras elcmpJco figuraclo del lenguajc sc aviene, así, con cl hechofi¡ndame¡rtai clc la l¿rre¡alización de los hemisferios; se aviene,asinismo, con Ia hipóresis de Bron Zaidel dc ur primerrnomeoto efl cl desar¡ollo infanril (hasra ances dc los cuacro ocinco años) en quc los dos hemisfe¡ios no se han diferenciadosuflcic¡rtc¡ncntc rcspccto dc la comperencia lingüisrica yestán cn con.licioncs tlc rcalizar ¡nás o rncnos lc¡ misl¡o. Si acst<i sc agrcga cl principio del ¡raralelismo filoon togcnét ico yIo c¡uc llurkc dicc s<¡brc realismc¡ poético y la vuelra a loatcirico que c¡racteriza l:r metonimia qrre, al revés de la"extcnsión mer:rfórica", va dc lo espirirual a lo corpóreo*tcncmos Ltn cuadro de cafbques convergcntcs quc tlan consis-tencra ¿r la nociiio clel habla figurada como producto anfibio, ocornpromiso, dc dos fbr¡nas opucsras de aprehcnsión.
Las nocio¡rcs .le perspectiva, intc¡acción y bisociaciónexpuestas ¡nás atriis cn relación coD el habla mctaforica,cncuentran t¿mbién un lugar cn el amplio enfoque queresulta de romar como ccntro de rcflrcncia l¿¡ lateraiización de
17l
Ios hcmisferios cereb¡ales. En lo que resPecta a la posesión y
empleo del lenguaje, dicha lateralización tendria por causa
las exigencias altamente refinadas de cont¡ol moto¡ hechas en
Ios niveles finales de competencia lingüística. Tales exigen-
cias implican que sea el hemisferio cerebral (común¡nente el
izquicrdo) mejor dotado en neu¡onas el que, a partir de cierto
momento, tome de modo dominante el cont¡ol del habla
"Entre tanto, el otro hemisferio --comúnmente el ,le¡echo-retrorede con rel,rcion ¿l lengLraje. ¡ero reticnc su competen-
cia en comprensión (underutanding). Esta comprensión es par-
ticularmente valiosa cuando se trata .le interpretar conceptos
gestálticos. . . "3".
Así, no hab¡ía mucho miste¡io en la c¡eatividad mctafóri-
c¿. La inte¡¿cción de los hemisfe¡ios en el plano de Ia compe-
tencia lin¡¡iiística calzaría perfectamente con lo que esencial
mente es una figura del lenguaje. Así, también, la metáfora
podría considerarse como rccíproca persPectiva' o bisocia-
ción, de lo totalístico y lo analítico.
3a Popper y Ecclcs, 'tbe Self a*l iu lSrdn'
considcra aquí sc rlebc a [. Z-¡idel.
t]2
p 107. LJ hiPo(ctrs que [cclcs