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8/14/2019 PANDORA Y EL TIEMPO
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PANDORA Y EL
TIEMPO
P.J. RUIZ 2008
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Era un sitio ampliamente hermoso, impregnado de un aroma suave
parecido a la tibia mixtura de azahar y jazmn cuando tien los jardines y
campos. Nada indicaba el paso de la imperturbable manecilla que marca el
tiempo, y en general parecase todo a un punto infinitsimo de luz, preso en el
interior de una estrella, que se hallase inmersa en una nebulosa de una
galaxia, situada en el interior de cualquier universo de los que pueblan la gran
casa de Dios.
La mujer desnuda se hallaba en la cima de un promontorio desde el que
se oteaba cuanto la vista alcanzaba antes de llegar a un horizonte que, en
lugar de perderse bajo su propia lnea, se elevaba hacia una distancia casi
perenne, como si el observador se hallase en el interior de un anillo de
proporciones imposibles presidido por un gran sol.
Desde los pies del promontorio se extenda una superficie repujada de
verde, un jardn grande y muy cuidado, surcado por un ro que se alejaba
hasta dividirse en siete, dando lugar a lo que pareca ser un delta cuyo final no
se adivinaba pese a la gran distancia que se dejaba ver. La mujer mir la zona
ms cercana de aquel jardn y sinti una sensacin parecida a la sorpresa al
distinguir la perfeccin de los setos, la frondosidad de los rboles y frutales, el
alineamiento de las plantas llenas de murquas y pimas, de jacintos y
mgolas. Era precioso cuanto se divisaba, y sin saber cmo de pronto se vio
situada en el centro de esas calles henchidas de colores vivos,
resplandecientes Parecan muy diferentes a cuanto haba conocido hasta
entonces, quizs ms reales y primigenios, como si de repente hubiese
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desaparecido un velo fino de tul blanco que hubiese estado interpuesto entre
sus ojos y tanta belleza a lo largo de una vida entera.
Fue como si jams hubiese visto nada antes de ese momento.
Entusiasmada camin muy despacio sin querer dejar de mirar nada de lo
que a su lado apareca. La tierra, de color amarillento, estaba hmeda, pero
era muy agradable su tacto, sin durezas ni nada que pinchase las plantas de
sus pies a las que apenas acariciaban por la levedad de su peso etreo. Cerca,
a su izquierda, se escuchaba el murmullo peculiar del gran ro que haba
divisado desde la pequea cima, ahora perdido detrs de la vegetacin.
Ms adelante dej a un lado un pequeo estanque lleno de marullas,
nenfares y dracneas, algunas de las cuales tenan tanta fuerza que sus
tallos se alejaban del agua y dejaban parte de su olor dulzn justo por donde
su desnudez iba pasando, lo cual creaba sensaciones en su mente parecidas a
algunos arrullos de juventud llegados en forma de brisa con besos tiernos de
bocas gentiles.
De repente ya no hubo ms sendero, y se encontr con el lugar exacto
donde el gran ro se divida en siete brazos iguales que prolongaban su
camino separado, alejndose unos de otros hacia el cncavo horizonte que
ascenda mgico hacia el infinito. Pandora observ a un hombre muy mayor
que pareca faenar entre las flores, e intrigada se dirigi a l.
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- Quin eres t, viejo?
- No soy nadie, seora. Tan solo un humilde jardinero.
- Eres quien cuida todo esto?
- As es. Dedico mi existencia a este jardn desde hace mucho.
- Vaya! Te creo. Esto precisa de mucho trabajo para mantenerlo tan
impecable.
- Si, seora. Mucho trabajo, si.
- Y dime, jardinero. Qu es este lugar? Dnde estoy?
-Seora, este lugar es el gran jardn. El nico que hay.
- El nico Nunca o hablar de l.
- Muy pocos saben de su existencia. Tan solo aquellos que estn
preparados para conocerlo pueden caminar por l sin estropear su
belleza, por lo que mantengo ocultos los accesos con sumo cuidado.
-Es curioso Ahora que mencionas los accesos No recuerdo como he
entrado.
- Y eso importa?
- No, creo que no. Y solo por curiosidad, qu tamao tiene este lugar?
- Es tan grande como sus sueos, seora. Dgame Cun grandes son?
Dichas las ltimas palabras, el viejo le dio una pequea simiente a
Pandora, apenas una brizna en su mano y le dijo Ande, simbrela. El mundo
se lo agradecer. La mujer tom la semilla y busc un sitio adecuado. Lo
encontr cerca de un gran Lipabrn Azreo, rbol magnfico de bellas hojas
azules, y con sumo cuidado hizo un agujerito con el dedo en la tierra rojiza,
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que pareci apartarse para ser fecundada como un bello sexo al arrullo de una
promesa de amor. Despus dej caer la simiente de entre sus dedos y la tap
con mimo, delicadamente, como si acariciase terciopelo. No acababa de
hacerlo cuando algo la sobresalt. Fue un espasmo fiero, elctrico, que
consigui tensar cada msculo de su cuerpo sin que sufriese el ms mnimo
dolor, pero que la hizo caer de espaldas ante la risa del viejo jardinero.
Entonces un pensamiento lleg ntido a su cabeza y por l supo perfectamente
lo que estaba pasando.
La semilla contena el germen de la fuerza creadora a punto de iniciarse,
y nada ms ser humedecida se produjo un minsculo fogonazo, un big-bang.
As un nuevo universo naci de sus propias y pequeas manos.
Sin ms.