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La rebeldía de pensar Óscar de la Borbolla
…hay sujetos lerdos, auténticos campeones en imbecilidad, que amasan fortunas
inconmensurables, que se encumbran hasta la cima en el escalafón del poder, o que gozan
de enorme popularidad y que nunca han pensado.‖
…¿qué sentido tiene aprender a pensar? Ésta es, precisamente, la pregunta que hacen los
que no piensan, lo que forman parte de la masa de seres humanos que se mueven por
inercia y que, más que moverse, corren agitados tras el éxito, convencidos de que el éxito, y
lo que conduzca a él, es lo único que vale la pena.‖
Cuando toda la gente marcha en una misma dirección, cuando las palabras y los actos de la
mayoría parecen apuntar hacia una misma meta, se produce una inercia social, una
ideología que muy pocos revisan y de la que muy pocos se apartan, pues para ponerse a
salvo de la corriente, hace falta pensar y, en el caso que nos ocupa, la creencia de que sólo
el éxito vale, hace falta pensar –nada menos—en uno de los más graves asuntos: en el
sentido de la vida.‖
Quien se subsume en la corriente, quien imita, no sólo no piensa, sino que no quiere pensar:
le basta con ver a los lados para descubrir a otros como él y para convencerse de que eso
que lo rodea es lo normal y lo correcto.
―Para quienes no piensan sólo existe un camino y un único sentido: por donde vaya la
mayoría.‖
Pensar no es tranquilizador: provoca dudas, incertidumbre y a veces, inclusive, zozobra.
Pensar hace que uno mire a los lados y que no halle fácilmente un compañero; pensar
produce una sensación de soledad, pues el que piensa no puede confundirse considerando
como compañía la mera presencia de los demás. Pensar nos aparta de la masa pues nos
vuelve individuos y el individuo necesita de otros individuos para sentirse acompañado: no
de otros que ―piensen‖ como él, sino de otros que también piensen.‖
El éxito por definición implica que no todos pueden alcanzarlo. Ahora bien, ¿qué pasa con
la mayoría de quienes adopta el éxito como sentido exclusivo de la vida? Pasa que al no
conquistarlo sufren como animales lo que no relativizaron como hombres; para que por
haber puesto todas sus esperanzas en una misma canasta experimentan el fracaso y su vida
como una bancarrota. La frustración es el demonio con el que se encuentran quienes no
piensan.‖
¿Cuál es el sentido de la vida? Es una pregunta que no admite una única respuesta, pues
cualquier sentido puede darle sentido a la vida y, por ello, nadie, más que uno mismo,
puede responderla en cada caso. No es el conocimiento, ni la santidad, ni el placer, ni el
dinero, ni el arte, ni el éxito, es eso y más. Cada quien debe ponerle, luego de pensar, uno o
varios o sucesivos sentidos a la vida.‖
El fin del pensar puede ser, ciertamente, entender, esto tal vez se logre; pero el propósito
de pensar es humanizarse y esto no se completa nunca.‖
…el pensar tiene, además del fin, de entender, un propósito que no se logra nunca de
manera cabal: humanizarnos, y aquí podríamos introducir otro símil: pensar es como
respirar, pues aunque ciertamente mantenernos pensando nos humaniza, nos da más
holgura existencial, pues nos permite entender y relativizar, también con el pensar ocurre
algo que es mas simple y más definitivo: si pensar es como respirar, entonces el que no
piensa no sólo no se humaniza, sino que simple y llanamente no es un ser humano. Sé que
esta afirmación suena grave, pero ¿qué pasa si una nota que se da como definitoria no se
cumple? ¿Qué pasa si un triángulo no tiene tres ángulos; qué, si en el mar no hay agua; qué,
si un kilogramo no pesa mil gramos? Pues ocurre, simple y sencillamente, que no serán ni
triángulo, ni mar, ni kilo y, de igual manera, si un hombre no piensa, pues, no será hombre.
―¿Podremos admitir, sin más, la anterior conclusión o estamos obligados a repensarla, dada
su gravedad?‖
La crítica es esa modalidad de pensar por la que los valores llegan al mundo y, gracias a
ello, éste se hace discernible: se presenta como un orden donde los seres se jerarquizan de
lo mejor a lo peor, de lo bueno a lo malo, de lo bello a lo horrendo, de lo odiado a lo
amado. Es por la crítica que las cosas se distinguen.
―Sin crítica no habría valores y sin éstos no habría distinción, y sin distinción no habría
manera de elegir: ¿entre qué erigiríamos si todo nos pareciera lo mismo? La crítica es
también condición de posibilidad de la libertad, pues sin elección no hay libertad que valga.
Es la pluralidad, no la mera miscelánea de objetos sino las cosas ordenadas según valores,
lo que hace posible la libertad: cuando una cosa nos parece mejor que otra estamos ya ante
la posibilidad de ser libres.‖
…no hay regla general para inferir la diferencia, para encontrarla es preciso, en cada caso,
pensar.‖
Pensar y ser un inconforme son sólo don maneras de nombrar lo mismo.‖
…criticar es, literalmente, poner en crisis; es descubrir las fisuras, las fallas de lo que
intenta hacerse pasar por monolítico; es poner en duda la definitividad de lo que está
delante, es atreverse a imaginarlo de otra forma; es subvertirlo con el no de la
inconformidad, del pensar. Ningún producto humano ha conseguido mantenerse a salvo de
la crítica: mantenerse ahistórico; todo se ha transformado por la actividad crítica del
hombre.‖
Podría creerse que los conformes no critican, que no se oponen, que no piensan; pero no es
así: la intolerancia de los conformes es la manera como expresan su no, su preferencia:
también ellos critican, aunque en su apreciación, lo que está a la mano, lo establecido, es
preferible a lo que está más allá rodeado de incertidumbre. Los conformes se oponen al
cambio; los inconformes a la permanencia, porque ser hombre es oponerse, usar el no en un
sentido y otro.‖
…no es la realidad la que nos da la razón, sino el amor que le tenemos a nuestra utopía, a
nuestra irrealidad.‖
La verdad –o su apariencia—es enemiga del pensar; la duda, en cambio, es el medio del
pensar, su hábitat.‖
La duda es ciertamente un no saber: un no saber qué hacer, un no saber a qué atenerse, un
no saber de qué se trata; pero también es u estar hondamente preocupado por ese no saber.‖
…la duda es ese abismo por el que se escapa la certeza que no mantenía ocupados y es
también ese vacío que, más que ocuparnos, nos pre-ocupa. Nos llenamos de dudas o de
abismo o, si se prefiere, extraviamos el sentido que llenaba nuestra vida.‖
El juego es la prueba de que ―el sentido dado‖ no nos colma, y es el modo como
resolvemos el profundo sin-sentido de la existencia, pues, cuando no estamos esclavizados
por las relaciones obligatorias, por la necesidad de sobrevivir, establecemos relaciones
arbitrarias, nos damos un nuevo sentido: jugamos.‖
El juego es la libertad de ocuparnos para no preocuparnos. Y, sin embargo, hay un juego
que precisamente consiste en ocuparnos con la preocupación, en mantenernos preocupados,
es el juego de pensar.‖
¿Qué resonancia puede tener la pregunta ―¿por qué soy?‖ para quienes están inmersos en un
mundo retacado de sentido, sea obligatorio o lúdico? ¿Qué le dice esta pregunta a aquel que
vive absorto en su mundo laboral donde todo es archi significativo: la sonrisa, el saludo o la
indiferencia del jefe; la fecha de entrega de un trabajo; la pequeña intriga? ¿Qué
importancia puede tener la pregunta sobre el sentido de la existencia en mitad del mundo
doméstico con sus entretenimientos y desasosiegos cotidianos, con sus redes de afectos, con
sus problemas grandes y pequeños? ¿Qué valor, en el mundo amoroso con sus entusiasmos
y esa fuerza rejuvenecedora que hace que todo se reacomode en una nueva jerarquía? ¿Qué
sonido, qué sabor puede tener nuestra pregunta en el mundo de la policía, en ese mundo con
su intensidad, sus alianzas para alcanzar la cima, sus traiciones y sus crímenes?‖
Las cosas siguen ahí tal y como son; lo que falta es nuestra valoración: el sentido que le
atribuimos a las cosas.‖
En la pura objetividad no hay valor ni sentido.‖
Desembarrancarse por esta sima es pensar. Poner en duda el fundamento es pensar.
Disolver las certezas que quisiéramos que nos sostuvieran es pensar.
―Pensar no constituye una experiencia agradable: fulmina los saberes y las creencias que
dan seguridad, nos preocupa al llenarnos de dudas, alimenta la desesperanza y, por ello,
nadie o casi nadie, quiere pensar. Para la mayoría es preferible creer: si el pensar no
garantiza que habremos de encontrar una verdad firme, si pensar angustia, disuelve el
fundamento y provoca la sensación de caída en el abismo, entonces es mejor –si lo que se
busca es la tranquilidad–, creer, convencerse, asirse a una certeza, estar en paz, resignado,
sobre el piso seguro de un dogma: ¿para qué cortar la rama sobre la que tan cómodamente
ensayamos nuestras piruetas? Sin embargo, así como no es voluntaria la caída en la duda,
tampoco lo es en el pensar.‖
¿Por qué existo? es la pregunta originaria del hombre, en el sentido de que es la pregunta
que nos origina; no es la más antigua cronológicamente hablando, ni la más universal de las
dudas; pero basta con que un miembro de una especie la formule realmente para hacer que
esa especie, en pleno, dé un salto ontológico. Así, puede ser que las aves hayan vivido antes
de que ninguna comenzara a volar; pero la primera que se lanzó al aire y se mantuvo en él
abrió esa posibilidad para todas, las hizo existir como aves. ¿Por qué es tan especial la
pregunta por el sentido de la existencia? Porque es la señal inequívoca de que un ser se ha
extrañado de su ser al grado de que se pregunta por él. Es la señal de que en el ser ha
aparecido un extraño: una parte del ser que se ha enrarecido pues pregunta por el sentido de
su existencia; una parte del ser que no está ahí, sin más, sino que se separa y vuelve sobre
sí, que re-flexiona, que piensa, aunque no llegue a nada: bastante hace ya con desgarrarse.
El vuelo del ave no importa por la altura de la copa del árbol a la que puede remontarse,
sino porque consigue levantarse de la tierra. El pensar no vale por sus frutos, sino porque
desgarra el ser, porque engendra un extraño: un ser que no está ocupado, sino pre-ocupado
por el sentido de su ser.
―Esta pre-ocupación, este extrañarse, este descubrirse extranjero del ser puede representarse
con la palabra ―horror‖ o con la palabra ―angustia#; es, en todo caso, una vivencia terrible
de la que queremos curarnos ―para dormir tranquilos‖, como decía Nietzsche, y por ello,
una creencia religiosa, una verdad científica; pero también un enamoramiento de arrabal o
el insensato anhelo de volvernos ricos, o incluso el trabajo ruin y mal pagado, que sólo
sirve para reproducir –cada día más menguadas—nuestras fuerzas, pueden darnos una
certeza o un sentido, cualquier cosa es buena para no sentir el vértigo de la extranjería de
nuestro ser, para dejar de pensar: cualquier cosa es susceptible de volverse en el sentido de
nuestra vida.
―Cualquier cosa con tal de no encararnos con lo que somos.‖
¿De qué tenemos que distraernos o, mejor aún, de qué huimos cuando escapamos de
nosotros mismos en cualquier dirección?‖
¿Qué somos? Sueño, lo dijeron Shakespeare, Calderón de la Barca y Schopenhauer. Nada,
lo han dicho Hegel, Heidegger y Sartre. Lo han dicho muchos antes y después, pero podría
no haberlo dicho nadie. Si menciono aquí estos nombres es para que la afirmación no
aparezca tan sola, tan aberrante, porque más allá de literaturas o de filosofías, eso es lo que
descubrimos cuando nos encaramos a fondo con nosotros mismos: somos sueño, somos
nada.‖
Mientras sigamos vivos, el pasado es algo que está con nosotros: está presente en la
memoria, se mantiene; aunque nuestra memoria lo deforme, lo adapte, lo mantenga vivo:
vivo y por tanto cambiante. Pero nuestro pasado está no sólo en la memoria, también se
mantiene en nuestro haber y se hace presente en cada uno de nuestros actos: es aquello que
imprime nuestra identidad en lo que hacernos.‖
Qué puede significar ―antes‖ si no hay punto de referencia? ¿Qué significa ―mañana‖ o
―ayer‖ si o hay punto de referencia? ¿Qué significa ―existir‖ o ―estar presente‖ si no hay
ante quien ser presente? La extinción de la humanidad traerá consigo el naufragio absoluto
de todo aquello que la humanidad se representó. ¿Qué significará 2haber sido alguna vez‖
cuando no haya ya significado ni haber ni ser? ¿Qué será haber sido alguna vez en la
eternidad del universo?
―El paréntesis en que consistió nuestro tránsito por la existencia, nuestra vida y la historia
de la humanidad, así como lo conocido será pura fantasmagoría, un sueño que se disolvió,
ni más ni menos que nada. Esto es lo que nos horroriza de nuestra existencia; esto, el fondo
que nos da qué pensar y lo que, simultáneamente, hace que la mayoría huya del pensar.
―Aunque en sentido estricto nadie huye, porque la caída en el pensar no es voluntaria como
tampoco lo es el mantenerse en el no pensar. Ambas ocurren y no hay motivos para creer
que una conducta sea más auténtica que la otra, por más que la humanidad se divida, por
esta razón, en dos bandos irreconciliables: aquellos que caen en el pensar y los que se
mantienen en el no pensar. Unos y otros se desprecian: unos a otros se gruñen, cada bloque
por sus propias razones, cuando lo que debieran sentir los unos por los otros es un poco de
compasión o de piedad. Pues unos y otros viven en el infierno, aunque sea en distinto
departamentos del infierno. Porque la vida no es más placentera por no pensar, al contrario,
los que forman este grupo suelen sufrir hasta el agotamiento o el suicidio por cualquier
minucia.‖
―La verdad es que ambos bandos sufren, pues, como para unos nada tiene sentido y para
otros todo tiene muchísimo sentido, unos y otros viven agobiados, aunque en un caso el
agobio lo produzca el absurdo y en el otro, la exagerada importancia que se atribuye a
cualquier baratija. Así, la ausencia de sentido que se descubre pensando: la preocupación, y
el ser prisionero del sentido –de esa máxima impotencia que, por no pensar, se atribuye a
cualquier cosa–, la ocupación, nos conducen al mismo desenlace: al agobio.
―Por fortuna, el ser humano no es coherente: se distrae, se pierde, anda por el mundo sin
preocuparse ni ocuparse y, por ello, con relativa frecuencia puede vivir libre del agobio
que producen el sentido y el sinsentido. Unos juegan a que las cosas importan un poco (a
que sí tienen sentido) y otros, a que no importan demasiado (a que no tienen sentido del
todo). En esa zona, ajena al pensar y al no pensar, ahí donde no tenemos presentes el
sentido ni el sinsentido, es donde la vida es visible, pues vivimos distraídos, sin darnos
cuenta. En esos momentos sucede la felicidad y por ello nunca nos damos cuenta de que
estamos en ella: la felicidad sólo ocurre cuando nos distraemos del pensar y del no pensar.‖
La pregunta es el comienzo de la solución del problema.‖
Heidegger (…) explica que toda pregunta con sentido debe tener un de qué preguntar y
propone partir del preconcepto de ser: arrancar de ese significado vago, pero
suficientemente elocuente, que tiene el término ser en cualquier enunciado.‖
El valor de ser está en función del tipo de ente del que se afirma o se niega.‖
Oigo en mi imaginación las sirenas de las ambulancias psiquiátricas y recuerdo al Husserl
de las Meditaciones cartesianas que cambia el plural mayestático de la primera persona, el
―nosotros‖, por el solitario ―yo‖; me lo imagino forcejeando dentro del solipsismo sin
poder salir y sin atreverse a plantear la demencial y, sin embargo, consecuente pregunta que
acabamos de hacer: ¿no seré Dios? ¿Un Dios estúpido que, ciertamente, sólo sabe que es?‖
¿Seré Dios?, ¿cuáles son los impedimentos? Pensemos esto en serio: yo sólo sé que soy y
que el resto es incierto. Entre esas incertidumbres y ―opiniones recibidas‖, como las
llamaba Descartes, figuran muchos rasgos de Dios que me parece que no encuentro en mí,
o sea, las notas que implica la perfección, esa larga retahíla de virtudes a las que se
antepone el prefijo ―omni‖: omnipresente, omnisapiente, omnipotente… ¿Será verdad que
en ningún sentido poseo esas notas? Hay un modo en que sí. Un modo estrictamente
congruente con el hecho de que sólo yo soy: que sólo yo sea y yo sea cuento es. Porque, si
sólo yo soy y soy cuanto existe, entonces soy omnipresente aunque sólo esté presente en
mí: soy omnipresente porque, al no haber otro, yo basto y sobro para llenar cuanto hay.
―Y otro tanto ocurre con las demás notas: Si todo cuanto sé es que soy, y no hay nada más
que se pueda saber, porque soy lo único que existe y mi existencia es todo cuanto puedo
saber, entonces mi raquítico saber es la omnisapiencia. Si todo el poder se reduce a poder
saber que soy, entonces soy omnipotente. ¿Qué otro poder, qué otro saber, qué otra
presencia puede haber para quien sólo sabe que él es el único que es?‖
¿Qué sigue de lo dicho? Una hermosa paradoja: soy Dios de acuerdo con la lógica
tradicional; pero, quién sabe si sea Dios o, de plano, no soy Dios de acuerdo con las otras
lógicas. Vuelvo por tanto al punto de partida: sé que soy, pero nada más: de lo demás no se
sabe. Sólo sé que soy y ni siquiera sé si soy Dios.‖
El pensar nos ha vuelto animales melancólicos y de allí que la gente prefiera no pensar, y
de allí que a los inconformes no nos quede más remedio que pensar.‖
Un personaje enorme de los seres humanos, hoy como siempre, no compromete el
funcionamiento social; una cantidad inmensa de individuos no alteran nada: cumplen con
su función y reproducen el estado de cosas: producen, consumen y se reproducen, en una
palabra, viven. En medio de ellos –de entre ellos—surgen algunos individuos que se
destacan; son los que tropiezan y se enzarzan contra el así se hace, el así se piensa y el así
se juzga; son quienes quieren hacer otra cosa, quienes se atreven a pensar por su cuenta y a
juzgar. Son los que aportan, los que cuestionan, los que inventan, los que reprueban, los que
no están de acuerdo; son quienes con sus actos rompen el estatismo del funcionamiento
social y desencadenan la historia. En suma, son aquellos gracias a los cuales la sociedad
humana se distingue de los hormigueros.‖
El deseo de inventar tropieza con otra suerte de estorbos, pues como no puede saberse bien
a bien qué es lo que se desea, puesto que el objeto del deseo no existe todavía, el querer no
tiene ni siquiera una brújula que lo oriente: es insatisfacción sin causa, inconformidad sin
motivo que los demás no ven ni entienden. Es un querer que para los otros resulta aberrante
y más que integrar, aunque sea en una lucha fratricida, exilia, aísla. ¿Quién va a querer lo
que por no existir a nadie hace falta?, ¿quién va a apreciar lo que llega al mundo, en el caso
de que se logre, sino aquel que sintió su ausencia como una grave falla del ser? Dspués, el
desprecio puede cambiar y ocurrir lo que pasó a Cervantes: que lo que alguna vez no fue se
convierta en elemento esencial de la cultura, en un factor sin el cual no seríamos lo que
somos.
―Es el deseo puro, no el que sufraga faltas sino el que repara fallas, el que nos ha hecho
históricos; es el deseo puro el que hace contar al individuo que no pesa; es este deseo el que
muestra el verdadero poder humano: no el que avasalla, no el que vence con la fuerza de
todo lo pesado, sino el poder de la creación, aquel que en cualquier campo de la actividad
humana consigue traer lo nuevo aumentando así el haber del mundo.‖
Quien aspire a ser feliz debe descerebrarse y aceptar la impotencia como fatalidad,
recomienda la gente que, como los topos, sólo desea encontrar un hoyo para ―pasársela
bien‖, para ―estar contenta‖. Pero para ser inquilino de ese hoyo hay que renunciar al
pensar y a la autodeterminación. La condición de esa felicidad anémica es no darle a los
problemas demasiadas vueltas y dejarse llevar por la corriente, que sea ésta la que nos haga
dar de vueltas: ser dúctil como el agua, maleable como el agua y, como ella, no tener
ningún color. Así se alcanza esa felicidad de la que gozan los fantasmas. ¿Enfantasmarse
será la clave?, ¿plegarse será la clave? ¿Hacerse el muerto para poder vivir?‖
¿No será que la muerte podrá servir para relativizar todo aquello que nos impide ser felices
y que, gracias a ella, en vez de arrojarnos al barranco de la desgracia podemos aligerarnos,
al grado de hacer posible la felicidad? Todo está mal, pero gracias a la muerte nada puede
ser peor. Dura un rato, dice Nezahualcoyotl; pues bien, justo porque no dura más, se puede
ser feliz; todo es vanidad, dice el Eclésiastés, entonces: qué risa da todo: ¡cuánto alivio! Lo
grave sería lo contrario: dar a cualquier cosa una importancia mayúscula, sufrir por todo,
que es lo que precisamente hacemos cuando no pensamos: cuando nos atormentan, como a
Hamlet, los males menores.‖
Es la esperanza la que engendra la pesadumbre, y mientras mayor sea mayor será el
abatimiento. Y ¿qué la esperanza? Uno espera cuando cree merecer; uno espera cuando se
cree elegido, cundo sobreestima y se sobreestima: la esperanza surge de la soberbia.‖
…a los inconformes no nos parece que este instante [la vida][1] sea poca cosa, no nos
parece que esta magra oportunidad sea escasa; es todo, y, aunque sea un todo miserable
comparado con la eternidad, para nosotros representa una ganancia infinita porque no
esperábamos nada.‖