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Notas sobre La violencia del tíempo
SERGIO RAMIREZ FRANCO
Bajo el soso título de La violencia del tíempo (lvt, desde ahora)
Miguel Gutiérrez (Piura, 1940) ha publicado la más extensa novela de
la literatura peruana^ He ahí un primer "mérito". Desde luego, unmérito no es un logro. De entrada, ante los tres volúmenes que lo
conforman, uno se siente inclinado a decir del texto que tiene "la
reblandecida y amarillenta piel de los fhitos que han madurado dema'siado tarde", para usar palabras de filósofo al que sin duda Gutiérrezha leído. Nos hubiese impresionado -tal vez- de haber sido publicadaveinte años atrás, pero ahora, luego de la maestría técnica de las
novelas de Vargas Llosa y la poderosa carga trágica y épica de aquellos
linajes que encontramos en las obras de Arguedas, el lector no puedemenos que sentirse aburrido ante el candoroso e inútil despliegue de
analepsis, prolepsis, cambios en el punto de vista, en la focalización yun largo etcétera, que la novela ostenta. Y, en buena medida, lvt es
también una historia de los abusos y crueldades que cometen los
blancos, historias que aburren al propio Sansón Carrasco (T. ii, p. 226)y a cualquier lector que tenga un conocimiento siquiera somero de la
literatura peruana.
La lectura de la anterior novela de Gutiérrez, Hombres de Ca
minos^ se complementa con lvt; esta última es la prueba clara de lomal construidas que están las dos, puesto que, en rigor, forman un
codo único cuyo eje es el afrentado linaje de los Villar. Pero en LVT,los escenarios se expanden en un afrín de lograr un producto cos
mopolita cuyas implicancias analizaré después.
^ Miguel Gutiérrez, Li violerxcia del tiempo, Lima, Milla Barres, 1991. 3 tomos.B.
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^ Miguel Gutiérrez, Hombres de caminos. Lima, Editorial Horizonte, 1988.
Conforme las solapas del primer tomo, LVT se inserta en la tra
dición de "las novelas formativas o Bildungroman" [sic]. Lo cierto es
que acorde con dicha filiación la obra se articula en torno a la evo
lución de Martín Villar, el último del linaje mestizo que carga con laafrenta de la violación a la que fue sometida la india tallan Sacramen
to Chira por el exgaleote y soldado español Miguel Villar, amén de
otros agravios que son como ecos del primero. El protagonista, sujeto
que pregona su rencor pero más bien apático y no muy inteligente, a
tenor, de su desempeño, resulta bastante flojo y sus apariciones más deuna vez distraen de lo relevante. Grave defecto. No obstante, ello
suele ocurrir en novelas de este tipo y sólo autores de la talla de unMann o un Joyce logran dotar a sus protagonistas de un atractivocomparable al que suscitan los demás personajes. En lvt los personajesson casi todos estereotipados, tienden al tremendismo, lo que lastracualquier profundización en ellos, y los diálogos son forzadísimos (véase la página 119 del tomo lll). Qdar Benalcázar es demasiado perverso,al punto que resulta casi cómico; Santos Villar previsible, plano, sinmatices; Primorosa Villar es apenas la imagen de una "potranca" deliciosa y deseable, como se deleita en nombrársele a lo largo de todala novela, en una asimilación de las mujeres bellas a yeguas y otrosanimales, merced a símiles bastante dudosos. El caso más risible ysingular es el del personaje llamado Petronila Jaramillo, cuyo motoren la vida es el de purgar por el placer que sintió cuando fue violadapor Qdar Benalcázar (¿Dijimos ya que Odar Benalcázar es un personaje muy, pero muy malo?), cuando éste "horadó sus carnes" (T. lil, p.
244) y, desgraciadamente -como diría Vallejo- para Petronila, éste yano la volvió a violar y ella tuvo que vivir sofrenando el deseo por elcuerpo de su violador. Ocurre que en la obra el sexo es elevado alnivel de imperativo radical, casi absoluto, que en su vértigo envuelvea hombres y bestias. Ese sobredimensionamiento de un factor sin duda
importante, deja varias veces la impresión de que lvt es una novelaadolescente. Me explico: no una novela sobre la adolescencia sinouna novela escrita por un adolescente, por un adolescente sano, esdecir un adolescente lujurioso que se regodea en narrar historiaslibidinosas sin que venga a cuenta. En este punto la novela se abrehacia dos direcciones: la reiteración de lugares comunes, a nivel de latrama y la huachafería, a nivel de la prosa: "De modo que la nieta de340
Sacramento Chira (escribió con perversidad Martín Villar) lamiódelicadamente los bordes relucientes del glande, mordisqueó el pilarrobusto, el mástil carnoso, dentelló con voracidad la delicada mem
brana del escroto y, golosa, saboreó, paladeó las pilosidades exuberan
tes, mientras sus ardorosas manos acariciaban los ríñones y temeraria
mente empezaron a profanar las zonas interdictas por la moral mascu
lina, gratificándolo con caricias de espanto, nefandas" (T. ii p. 203).Como este párrafo hay mucho más; es un buen ejemplo de la manerade trabajar con el lenguaje que predomina en el texto, para nada
polifónico a pesar de la pluralidad de narradores y enfoques. Se prefiere denotar antes que connotar; se confía en la nominación específica apelando a categorías bastas y vastas: espanto, nefanda; y a lo
largo de la novela: ultraje, odio, cólera, vergüenza, linaje, agonía,rencor -palabra que se repite no menos de sesenta veces- y otras más
que sería vano mencionar. El lastre no reside tanto en la pobreza
lexical como en la impericia para crear y transmitir emociones y at
mósferas sin acudir al fácil recurso de la alusión. De ahí la chatura de
la prosa, su pobreza prosódica, su mínimo vuelo poético, la ausencia
de dramatismo en momentos en los que se persigue dicho efecto y,
sobre todo, el que Lvr se pierda por extensos lapsos en el solo in
ventario de sucesos, incapaz de sustraerse a un fuerte sesgo periodístico: gran cantidad de información que en nada toca o conmueve al
lector.
Si bien LVT no aporta nada en cuanto a experimentación
lingüística y exhibe un estilo convencional, por momentos muy des
cuidado (por dar un ejemplo: "Solo la maestra Domitila Díéguez, cuya
vida, al decir de mi padre, habíase quebrado en el momento mismoque supo de la muerte de su novio en la batalla de San Juan, habría
de conservar su odio purísimo hasta que la última de las plagas -lapeste negra, la bubónica- que se abatieron sobre Congara", [sic] T. II,
p- 194), es innegable que llega a momentos muy altos en el segundotomo, concretamente en la parte titulada "El agravio" (capítulo ix), y,sobre todo en las "aproximaciones a Bauman de Metz". La segunda esnotable. Todo el heroísmo, el drama, el fragor de la Comuna de Paríshan sido recreados magistralmente en páginas que se encuentran ya
entre las mejores de la narrativa peruana. Ello se debe a la prosa
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ceñida, compacta; a la precisión en los detalles, de los que no se abusa;
a que, en suma -y recordando un sabio consejo de Ciro Alegría-
Gutiérrez ha comprendido que el arte de la novela reside no tanto en
el qué sino en el cómo, y fiel a eso, ha dejado que los hechos hablen
por sí mismos, sin ninguna interferencia de la retórica y el énfasis,
bastante controlado. Tan sólo un reparo: no compartimos el humanismo a ras del suelo, barato, que hace de los victimarios seres que han
perdido su "perfil humano". Los seres humanos, creemos, tambiénpueden comprometerse con el mal, y éste no siempre asume rasgosexcepcionales. Muchas veces se presenta a través de lo cotidiano ybanal. Si no es inadecuado o impertinente referir mi experiencia delector, debo declarar que la lectura de ese pasaje me ha hecho soñarpor dos noches consecutivas con aquellos días espléndidos y terriblesde 1871, tal es su poder suasorio. Ahí se demuestran las verdaderas
posibilidades de Gutiérrez como narrador.
El problema central de lvt deriva del doble estatuto de la fic
ción. Por una parte la historia del proceso evolutivo del protagonista,quien, a su vez, elabora una novela sobre su familia. Pero a la par que
ello, existe toda una serie de discursos que acompañan ese tronco:cartas, fragmentos de diarios, la tradición oral, encarnada por el ciegoOrejuela, bardo de Piura y el viejo, y por eso siempre eficaz, truco dela ficción que se autorrefiere, que se refleja a sí misma y que se comenta.La Churupaca en el capítulo Xll es una buena muestra del influjo deJoyce. Inevitable evocar el capítulo XVii del U/ises, pero lo que en elirlandés era innovación y ruptura, en el peruano es simplemente servirsede formas prestigiadas por el vanguardismo en un intento de maquillarlo que bien podría darse mediante formas tradicionales, tan tradicionales como la materia misma de la obra, emparentada con las novelasdecimonónicas familiares. En lvt jamás se siente que el abanico detécnicas cuaje, más aún que se impongan como necesarias y constituyentes del sentido; nunca pasan de ser meras prótesis que engrosan eltamaño del texto, ya de por sí bastante cargado de historias y personajescomparsas. Lo mismo cabe indicar de los reenvíos textuales a obrascomo San Manuel Bueno, mártir de Unamuno o La peste de Camus,por dar un par de ejemplos. Fuera de demostrar el bagaje de lecturasdel autor, no se capta mayor utilidad de los mismos.
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Hemos hablado del Autor y es imprescindible indicar que dife'renciamos claramente, siguiendo a Bajtin^, al Autor Real, que pertenece a la vida, del Autor Creador que pertenece a la obra. El Autor
busca a través de la proyección sentimental llegar a objetivar al personaje, concluyéndolo en su devenir emocional y volitivo. Es lo más
difícil conseguir esa extraposición de la conciencia del autor a la del
personaje, pues el primero abarca al segundo no sólo en su conciencia
sino también en su propio mundo y cuenta así con un "excedente de
visión" que abarca los imperativos vitales del personaje. Si de por sí
es difícil lograr la extraposición de la que he hablado, resulta mucho
más compleja aún cuando en buena medida el personaje posee rasgos
autobiográficos, entonces caben hasta tres opciones: que el personajese apropie del autor, que el autor se posesione del personaje o que el
personaje se constituya en su propio autor. En lvt se da claramente
el segundo caso. Lo demuestran no solamente ciertos rasgos compatibles
entre Villar y el autor -pero estos son los que importan menos al no
brindar una explicación estética de la obra, inscrita en un nivel di
ferente- sino la coincidencia de estilemas entre el texto que co
mentamos y una obra marcadamente saturada de subjetivismo que
debemos a Gutiérrez: La Generación del 50: un mundo dividido^, hasta
ahora su mejor libro. Hay una confluencia de propósitos en atrapar las
asignaturas que dejan diversos sujetos y grupos al enfrentarse con la
opresión, en inventariar las formas del compromiso que puedan
adoptarse. Ambos textos proponen una meditación sobre la función dela escritura. Revisar La Generación del 50 después de leer lvt es
asomarse, en buena medida, al programa que la novela desarrolla, desdela reivindicación de Bauman de Metz hasta el rol que puede jugar la
literatura durante un proceso de cambio social. Por esa razón MartínVillar es un personaje tan endeble, nunca concluido por completo. Alfinalizar la novela, el autor nos muestra las cartas -no todas.
Uno de los intereses centrales de lvt es el interrogarse por losfactores constitutivos de la peruanidad. La clara respuesta de que el
^ M.M.BaJtin, Estética de la creación verbal México, Siglo XXl Editores, 1982,pp. 18-26.
^ Miguel Gutiérrez, La Generación del 50: un mundo dividido. Lima, EdicionesSétimo Ensayo, 1988.
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pueblo peruano, como todo pueblo que ha sufrido la agresión del
colonialismo, es un pueblo que recicla el trauma, se expande hasta
ciertos extremos quizá insospechados para el mismo autor. El perpetuo
Duelo por la violación de nuestras madres indias lo lleva a una suerte
de racismo a la inversa que reivindica la pureza de los orígenes y, al
parecer, considera la mezcla racial como algo nefando. El mismo horror
al mestizo que atraviesa la obra de Guarnan Poma se halla en las
páginas de lvt, emblemetizado en la cruza de un Gavilán y una Ga
llina realizada por Santos Villar, "engendro de un ultraje cometidocx)ntra la naturaleza". (T. ii, p. 366). Martín Villar padece la opresióndel pasado que se remonta al momento en el que la maldecida semilladel blanco Miguel Villar se une a la de Sacramento Chira. Y así como
Primorosa Villar aborta e incinera el fruto de sus relaciones en el
blanco Odar Benalcázar, Martín Villar, por su parte, induce a sucompañera, Zoila Chira, a que se someta a reiteradas prácticas abortivas.Todo con tal de terminar con la semilla del blanco, con tal de cortarla cadena y acabar de una vez con su "herencia de odio". Lo peor detodo es que Martín Villar ama a Deyanira Urribarri, culpabilizadadescendiente de una familia de gamonales y blanca, y se niega a intentaruna relación precisamente por móviles raciales. Se sabe bien a estasalturas que la negación permite precisamente una aceptación intelectual de lo rechazado, que es una simple etiqueta de la deyecciónpulsional, un alzamiento de la barrera; simboliza la represión paralibrarse mejor de las restricciones^. La "blancura" que Villar niega esen el fondo el objeto de su deseo compulsivo y si la rechaza con fuerzaes porque precisamente la siente cercana (en efecto, él es un mestizo),
pero ese absurdo "casi", revierte sobre él. La triste paradoja es queVillar quisiera ser blanco... sólo para blanquearse mejor con una mujerque posee los atributos de un linaje "principal" sin cargar con la culpareal, no la subjetiva, que ese origen le provee.
Destacado rol cumple la brujería en lvt. Ella impregna la vidade los Villar y Martín, gracias a la ingestión del brebaje preparadocon el cactus, puede superar las barreras del tiempo y el espacio, yanticipar su propia muerte. La descripción de los estados de alucina-
J^^n-Franfois Lyotard, Discurso, figura. Barcelona, Editorial Gustavo Gilí,1979, pp. 88-134.
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ción de Martín Villar permite comprimir la materia novelesca que
después se expondrá -o que ya se expuso. Las reiteraciones generanun incremento innecesario del volumen del texto; configuran como
narratario a un pobre de espíritu al que hay que estarle recordando
constantemente los hechos. Las visiones permitirían establecer un
contrapunto entre una cosmovisión lineal y progresiva del tiempo, y
por ende de la Historia, y una cosmovisión otra, que niega las barreras
espacio-temporales. No obstante, no se alcanza ninguna discursividad
teorética que subsuma y concilie ambas, y la dimensión mágica se
revela como un simple elemento interpolado, como un divertimento
con lo exótico. Pero ¿exótico desde qué perspectiva? Nos acercamos
a un punto medular. LVT tiende vasos comunicantes entre lo nacional
(Guerra del Pacífico), lo local (costumbrismo piurano) y lo "univer
sal" (la Comuna de París, la "Semana Trágica" de Barcelona). Puede
pensarse que Gutiérrez intenta una novela "total" -si es que todavíahay quien crea en eso- o que desea liberar a la novela peruana de su
constreñimiento a los lares hogareños devolviéndola al ilimitado pro
ceso de transformación que le es connatural al género® en un movi
miento de amplitud abarcadora de temas y espacios. Ese movimiento
se da de Europa a la periferia, nunca al revés- Lo demuestra el
adoctrinamiento que ejerce Bauman de Metz sobre los jóvenes LamaFarfán de los Godos, González Urrutia y José Agustín Benalcázar (tal
vez la palabra "adoctrinamiento" no sea la precisa, acaso conviniese
hablar de "magisterio"), y también la educación en los placeres que
imparte Frangois Denis Boulanger de Chorié al joven Odar BenalcázarLeón y Seminario; lo demuestra el influjo decisivo del sabio Raimondien el futuro doctor González; lo demuestra la detenida narración de
la trayectoria del padre Azcárate y la grandiosa secuencia de la Co
muna de París; lo demuestra especialmente, per negationem, la varias
veces mentada insurreción de la Comunidad de San Femando de
Chalaco, nunca encarada por el texto. Es comprensible el espacio quese le dedica a un acontecimiento de la magnitud de la Comuna, pero
no se entiende que la novela rehuya lo que desde una perspectivanuestra resultaría lo más relevante: el levantamiento en Piura, mien-
® Julia Kristeva, El texto de la novela. Barcelona, Editorial Lumen, 1974, pp.19-25.
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tras que sí se tocan los sucesos de 1909 en Barcelona. Quien observe
con cuidado los reenvíos textuales, las alusiones, verá dónde está
ubicado el "centro" del texto. El hecho mismo de insistir en temas
tan "coloniales" como los de la sangre, el linaje, el blasón, el ultraje
de la Conquista, la bastardía; la necesidad que se siente de ajustarcuentas con "hispanistas" y "pasadistas", codo eso, en suma, evidencia
una centralidad atascada en preocupaciones pre-velasquistas de lasociedad peruana. No faltará quien objete que los temas, abordadosdolorosamente por LVT, que acabo de indicar permanecen vigentes.Lo cierto es que tengo serias dudas al respecto. Creo que en los últimos 15 años se ha venido forjando un nuevo tipo de sensibilidad queinserta las preocupaciones mencionadas arriba en otros constructos
mucho más complejos, lo que le dificulta a lvt hablamos del presenteaunque en apariencia trate de asuntos pasados". Ese es el claro in
tento de esta novela extemporánea.
La verdadera carta que se juega es la de plasmar un productocapaz de colocarse con éxito en el escaparate internacional. Es unaapuesta seria para la que se asume sin vacilar la "centralidad" europea;el internacionalismo" como categoría empática; las alusiones quebuscan conectar con la experiencia cultural de los potenciales lectoresespañoles y franceses y, por supuesto, el infaltable color local quetodo lector promedio europeo espera de una novela latinoamericana.LVT se lo brinda a manos llenas. La brujería juega un papel importanteen ese plano, así como algunos clichés de los que no se priva el texto:drama social, fuerte presencia del paisaje, erotismo desaforado, la supuesta vitalidad que nos desborda. No es casual la mención, en laspáginas finales de lvt, de Cien años de soledad. La extraordinarianovela del colombiano se ha constituido en nuestro medio en unasuerte de paradigma para todos los que desean un rápido reconocimiento en el exterior abordando temas y procesos "populares". Loslectores de García Márquez han elaborado a partir de su novela mayorun modelo de recursos, temas; de tópicos, para decirlo con una solapalabra, a aplicar. Pero el homenaje con dificultad sobrepasa a lareferencial y en los últimos años varios narradores peruanos han intentado ese camino -con absoluto fracaso- perjudicando el desarrollode sus propios talentos y la consecución de una expresión original.
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Con un poco de suerte, lvt quizá consiga lo que su autor se ha
propuesto. Sería una pena que no fuera así ya que tanto ha trabajadoGutiérrez con esa finalidad. Apena pensar que probablemente Gutiérrezno ha reflexionado lo suficiente sobre el problema del centro y surelación con la periferia, que tal vez no haya considerado que al serel centro el espacio fijo desde el cual se organiza la totalidad de la
estructura, de la figura o del proceso, al ser el origen fijo, no forma
parte de aquello mismo que estructura u organiza y por lo tanto ne
cesariamente ha de estar en otro lugar...
Por mi parte, sólo me queda decir que lvt constituye un aporte
a la narrativa peruana, lo cual no es nada difícil de lograr, habidacuenta la pobreza de nuestra tradición; que posee momentos muy
logrados, lo que hace presagiar mejores textos del autor; que comonovela gana por puntos pero a las justas; que le sobran unas 400
páginas; que me provoca escalofríos el solo pensar en la cantidad de
años y de esfuerzo que le ha tomado a Miguel Gutiérrez escribir un
texto esencialmente superficial.
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