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Notas de la estructura clasista en el agro cubano antes de 1959
Dr. Víctor M. Figueroa Albelo [email protected]
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En el verano de 1976 estudié el Censo Agrícola de 1945, desgraciadamente el más integral y no
repetido que se realizó en la primera mitad del siglo pasado; aquellas notas monográficas nunca
llegaron a publicarse. Ahora, luego de casi 30 años su relectura me resulta sugerente y actual
desde varios ángulos; es que contienen algunas ideas útiles para el presente cuando el proceso de
reestructuración de las relaciones agrarias en Cuba desde 1993 viene fortaleciendo y ampliando
sucesivamente la diversificación de los actores agrarios, especialmente de tipo cooperativo y
privado usufructuario en tierras de propiedad estatal el cual se suma a los antiguos propietarios
privados que o bien existían antes de la I Ley de Reforma Agraria o que fueron sus beneficiarios
a partir 1959. La vía campesina amplificada obliga a retomar la cuestión agrocampesina de modo
nuevo; el estudio de la economía campesina, su agroecología, potencialidades, cultura y los
procesos de diferenciación y estratificación económico-social que tienen lugar en su seno y otras
aristas más, constituye un reto para las ciencias sociales.
El estudio de la composición de las relaciones clasistas en la agricultura cubana en el período
anterior al triunfo de la Revolución parte necesariamente del examen de la naturaleza de las
relaciones de propiedad y explotación de la tierra, y tiene la intención de aclarar las
particularidades socio-clasistas que determinaron las peculiaridades de la transformación
revolucionaria de las relaciones agrarias a partir de 1959.
La estadística agraria nacional en la época de la neocolonia, además de ser muy pobre e
incompleta, no estableció —como es común a toda le estadística agrícola burguesa— una
diferenciación de las relaciones de propiedad y de la población agrícola en clases y grupos
sociales. Los datos de las declaraciones juradas de la tenencia de la tierra para la aplicación de la
I Ley de Reforma Agraria se circunscriben a las fincas afectadas por la Ley; por demás las
dimensiones utilizadas difieren de las del Censo de 1945 y finalmente no han sido publicadas en
detalle. Ya en la Revolución, en distintos años se realizaron Censos del Sector Privado Agrícola,
pero difieren unos de los otros por muchos motivos. Tal vez el más completo fue el realizado en
1987, aunque también resulta insuficiente por ausencia de variables e índices indispensables. Lo
cierto es que todo lo dicho ha impedido hacer un balance detallado de la economía campesina al
filo de 1959 y sus cambios posteriores.
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Tampoco el problema de la estructura clasista en el campo fue objeto de estudios particulares
antes de 1959, salvo algunos códigos clave de investigadores marxistas y otros autores
progresistas que enfocaron el problema en sus costados más esenciales y prácticos para la
transformación radical del agro, nos referimos al latifundismo, al dominio extranjero sobre la
tierra y la cuestión campesina entre otras.1 Parece evidente que la ausencia de estadísticas
sistemáticas, más los imperativos de la propia práctica revolucionaria limitaron la elaboración
sistémica y detallada de las relaciones de clase en el campo.
El enfoque marxista para el estudio de las clases sociales en el campo, como se sabe, toma en
cuenta una serie de variables e indicadores como son: la concentración de la propiedad y de la
explotación agraria, el empleo y la inversión de capital por unidad de área. Lenin enfatizó la
atención sobre estas dos últimas variables en su investigación sobre la agricultura norteamericana
de 1900 a 1910, sin menospreciar el papel del tamaño de la finca.
El examen que presentamos toma en cuenta en el plano metodológico, primero, la distribución de
la tierra en fincas según su dimensión a partir de los datos del Censo Agrícola de 1945,
incluyendo además la estructura del empleo agrícola y el ingreso bruto por fincas y según el tipo
de cultivo.2 Estos elementos permiten precisar el carácter de las relaciones agrarias y la
composición aproximada de las clases sociales de un modo más integral y completo, sin que se
quiera afirmar que este propósito se alcance totalmente en el presente trabajo.
Segundo, se adopta en principio la estratificación clasista establecida por Engels y Lenin en el
agro bajo el dominio de las relaciones capitalistas de producción e intercambio. Dicha
clasificación incluye a los proletarios agrícolas, semiproletarios o campesinos parcelarios,
1 Véase, por ejemplo, a: Blas Roca en “Fundamentos del socialismo en Cuba” (Ed. Populares. La Habana,
1962); Carlos R. Rodríguez en Letra con Filo. T. 2. Ed. C. Sociales. La Habana, 1983. sobre “Las clases sociales y la Revolución”; Antero Regalado: “Las luchas campesinas en Cuba”, Cap. VII. Las clases sociales en el campo. (Ed. Comisión de Educación Interna del CC del PCC. La Habana, 1973).
2 “Es cierto que no siempre la extensión de la tierra que poseen define al tipo de campesino, dado que
factores como la calidad de la tierra, lugar donde está ubicada la explotación agrícola, determinan su condición social”. A. Regalado. Op. Cit., p. 164.. “Las formas disímiles de cultivo hacen que su naturaleza social no pueda ser medida entre nosotros por la extensión de la tierra”. Carlos R. Rodríguez en “Cuba: en el tránsito al socialismo (1959-1963)”. Ed. C. Sociales. La Habana, 1963, p. 34.
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pequeños campesinos, campesinos medios, campesinos ricos y gran burguesía rural y
terrateniente.3 Esta estructura tiene sus particularidades en dependencia del nivel general de
desarrollo alcanzado por la agricultura de cada país.
La clasificación establecida por Lenin es capaz de reproducir claramente, –según nuestra
opinión–, la composición socioclasista de la agricultura cubana a la vez que pone en evidencia el
alto nivel alcanzado por las relaciones capitalistas en el campo cubano, lo que vendrá a ser su
rasgo fundamental.
A los fines de la exposición se omiten las tablas de datos detalladas a partir del Censo Agrícola
de 1945; solo se utilizarán datos abreviados que ilustran los argumentos de la exposición.
I. SEMIPROLETARIOS AGRÍCOLAS EN CUBA
Los llamados semiproletarios agrícolas son aquellos tenedores de tierra cuyos ingresos
fundamentales provienen de su empleo como jornaleros agrícolas temporales o como obreros en
la ciudad. Lenin denominó a este tipo de campesino “obrero con tierra”. “Los semiproletarios o
campesinos parcelarios, es decir, los que ganan el sustento mediante el trabajo asalariado en
empresas capitalistas agrícolas e industriales y, en parte, trabajando en la parcela propia o tomada
en arriendo, lo que les suministra sólo cierta parte de los productos necesarios para la subsistencia
de sus familias”.4 El dualismo funcional es característico en su reproducción: productores de
autoconsumo (no mercantiles y/o mercantiles por excepción) y asalariados.
Los datos disponibles permiten de modo indirecto y aproximado calcular el número de estos
semiproletarios en la agricultura cubana prerrevolucionaria. En este grupo se tomaron en cuenta
los tenedores de fincas con menos de 5 hectáreas y un límite máximo de ingreso bruto de la
producción agrícola de 499 pesos. Dos elementos permiten evaluar estos criterios como una
aproximación suficiente. Primero, la técnica agrícola rudimentaria de la época, de un lado, y de
otro, la imposibilidad de utilizar una alta técnica en un espacio tan reducido, razones que
3 Lenin, V. I. Esbozo inicial de las tesis sobre la cuestión agraria (Para el II Congreso de la
Internacional Comunista. O. E. en tres tomos, T. 3, pp. 444-453. 4 Lenin, V. I. Esbozo inicial de las tesis sobre la cuestión agraria. Op. Cit., p. 444.
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limitaban la productividad del trabajo y el incremento del ingreso. Segundo, el monto del ingreso
bruto per cápita del núcleo rural promedio —5 a 6 miembros— estaba muy por debajo del salario
promedio de 200 pesos que recibían los obreros agrícolas del país en 1945.
En 1945 existían unas 32,2 miles de fincas con menos de 5 hectáreas, para un 20,1% del total, un
0,9% del área total y una dimensión media equivalente a 2,7 hectáreas. Los tenedores de este
grupo explotaban la tierra como propietarios, arrendatarios, aparceros (principalmente) y también
los cultivadores furtivos o precaristas. En fin que el 74,8 % no eran propietarios de la tierra que
trabajaban y los aparceros y precaristas sumaban el 50% del total.
En este segmento cabe subrayar la presencia de un elemento que el Censo no recoge fielmente,
nos referimos a los llamados conuqueros o parceleros que detentaban un conuco entregado en
usufructo por los grandes latifundistas para producir bienes de autoconsumo con que paliar el
tiempo muerto. Constituía en realidad de un modo singular de asegurarse una mano de obra
cautiva, por lo tanto, disponible en cualquier momento en los mismos límites de sus predios. Esta
figura, como se sabe, se incrementó notablemente en los años siguientes tras una lucha intensa
promovida por los sindicatos, especialmente el azucarero.
La ocupación familiar era absolutamente dominante en este tipo de finca. Así, los datos del Censo
permiten afirmar que el empleo total estaba cubierto por un 55 % de los tenedores directos y el
89% contando con la familia. Ello explica objetivamente que en la inmensa mayoría tenía que
emplearse durante una parte del tiempo como jornaleros agrícolas temporales o en otras
ocupaciones en las ciudades.
El ingreso promedio de las fincas de este grupo era de apenas unos 380 pesos; el 78% obtenían
ingresos brutos inferiores a los 499 pesos, y de ellas el 42 % menos de 200 pesos, por este
indicador estaban en peor situación que los simples jornaleros agrícolas.
La masa fundamental de estas explotaciones se dedicaba a la producción de cereales, legumbres,
viandas y a la ganadería; mientras que un grupo reducido se especializaba en la producción
tabacalera. Entre estos últimos podríamos encontrarnos a figuras que escapan a las características
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señaladas. En suma, en la mayoría de los casos estamos ante verdaderas economías de
autoconsumo o autosubsistencia con una producción bien diversificada de bienes para la mesa.
Si se tomara en cuenta, solamente la variable ingreso bruto, se podría comprobar que la cantidad
de semiproletarios superaba al número de productores con fincas de menos de 5 hectáreas. En el
año 1945, un poco más de 58 mil fincas tuvieron ingresos por debajo de los 500 pesos, lo que
indica que muchos productores con un área de tierra mayor podían clasificarse perfectamente
entre los semiproletarios. No obstante, habría que destacar que en fincas de este tamaño había una
capa bien reducida que, por el volumen de ingresos y la utilización de asalariados, cabía
incluirlos en la categoría de campesinos ricos sobre todo los dedicados al cultivo intensivo del
tabaco y de legumbres en la agricultura suburbana, concretamente en el entorno de las grandes
ciudades.
La situación económico-social de los semiproletarios resultaba insostenible. Siervos modernos:
dependencia personal, hambre, insalubridad, estado miserable de sus viviendas (literalmente:
bohíos de la época de Colón), su constante deambular en busca de un empleo ocasional en las
épocas de cosecha, digamos de tabaco o de la caña, que les permitiera pagar la renta y conservar
el terruño. En realidad, competían en miseria con los jornaleros agrícolas, incluso podían estar
colocados en peor situación.
Hacia finales de la década de los años 50ta empeoró la situación económica de los
semiproletarios, porque de un lado, disminuyó el área de sus fincas, ya de por sí pequeño, y, por
otro, tuvo lugar la ruina y proletarización completa de una parte importante de los “obreros con
tierra”. La confirmación del aserto anterior lo refleja el hecho de que en 1961, ya después de la
aplicación de la I Ley de reforma agraria, se notificaba la presencia de unos 25 mil trabajadores
con fincas de menos de 5 hectáreas. Por lo visto, en 15 años de 1945 a 1959, más de un cuarto
perdieron la tierra como resultado lógico del desenvolvimiento de las leyes económicas del
capitalismo en la agricultura.5
5 La I Ley de Reforma Agraria no cambió en lo fundamental la dimensión de la pequeña finca. El Censo
Ganadero de 1961 —a pesar de su carácter parcial— nos permite inducir el proceso de concentración de la producción ocurrido en los últimos 15 años anteriores al triunfo de la Revolución. Ver a C. R. Rodríguez en “Cuba: en el tránsito ...”. Op. Cit. , p. 145.
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II. LOS PEQUEÑOS CAMPESINOS O CAMPESINOS POBRES EN CUBA
Los pequeños agricultores o campesinos pobres constituían la capa más numerosa de los
productores agrícolas del país. Esta capa o clase podía localizarse fundamentalmente,
ateniéndonos al tamaño de la explotación agrícola, entre los que poseían fincas de 5 hasta 24,9
hectáreas. En las condiciones de desarrollo de la técnica agrícola en Cuba en los años 40ta y 50ta
este tipo de finca permitía la producción de bienes de autoconsumo para la reproducción familiar
y un remanente mercantil para obtener, vía mercado, ingresos con que cubrir el pago de la renta y
otras necesidades de la familia, además, sin contratar fuerza de trabajo asalariada, salvo en
algunos casos, por corto tiempo y en ocasiones excepcionales.
Para Engels y Lenin los pequeños campesinos son “los pequeños labradores que poseen, ya sea
como propiedad o tomada en arriendo, una parcela tan reducida, que, cubriendo las necesidades
de sus familias y de su hacienda, no precisan contratar jornaleros“.6 Claro que él reconoce el
costado mercantil de este productor agrario y sus nexos con el mercado como pequeño productor
mercantil en los marcos donde domina la relación capital-trabajo asalariado. Huelga decir que en
ciertas circunstancias, una parte de estos productores y de su familia se ve impelido a asalarizarse
a fin de garantizar la reproducción familiar. Ese fue el caso de Cuba.
En las fincas de 5 a 24,9 hectáreas predominaba el trabajo familiar. De la masa ocupada destacan
el 42% de tenedores y el 75 % si se incluye a la familia; además consta que absorbían al 51% de
toda la planta laboral no asalariada del país en la agricultura. Por otro lado, produjeron el 24% del
valor de toda la producción agrícola de 1945 para un ingreso promedio de 991 pesos / finca, lo
que permite suponer la existencia de una subcapa que tenía capacidad para absorber el trabajo
familiar y asalarizar eventualmente a jornaleros agrícolas. Y otros, cuyos ingresos, cercanos al de
los semiproletarios, que debían completar su sustento con un salario como jornaleros agrícolas
temporales.
6 Lenin, V. I. “Esbozo inicial ....”.Op. cit., pp. 444-445
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La función de producción agrícola se caracterizaba por una abigarrada diversificación, cereales
y legumbres, viandas y ganadería, combinada con la especialización en uno o dos cultivos
técnico-mercantiles –bien caña de azúcar, tabaco o café–. De modo que la especialización
mercantil se complementaba con una economía diversificada para el autoconsumo. Según los
datos calculados, las fincas con 500-999 pesos de ingresos según su fuente se podían clasificar
en: tabacalera (22%), seguida por un 19% en cada caso aproximadamente, de cañeras, ganaderas
y cerealeras y las dedicadas a las legumbres, y, por último, unos 13% dedicadas a viandas y
hortalizas.
Las fincas de 5 a menos de 25 hectáreas representaban el 45% de los propietarios que laboraban
directamente la tierra, el 51% de los arrendatarios, el 57% de los aparceros y el 42 % de los
precaristas del país. En la antigua provincia de Las Villas constituían el 50,3% de todos los
tenedores de fincas. En resumen, prácticamente, la mitad de los productores agrícolas calificaban
como campesinos pobres.
No obstante lo dicho, entre los tenedores de fincas de la dimensión analizada, podían encontrarse
a campesinos medios y ricos en dependencia del tipo de especialización productiva. Este es el
caso de las explotaciones dedicadas al tabaco, la caña de azúcar, las legumbres y la ganadería
lechera, ubicadas preferentemente en las provincias de Pinar del Río, La Habana y Las Villas.
Este subgrupo se componía de alrededor de unas 8 mil finqueros que obtenían ingresos superiores
a la media para todo el grupo, a los que correspondía el peso fundamental de la contratación de
jornaleros agrícolas que registra el Censo.
La tendencia de este grupo social en los últimos quince años previos a la revolución es difícil de
determinar por la ausencia de datos exactos. Pero si nos atenemos a ciertas estimaciones acerca
del número de fincas de 5 a 26,8 hectáreas habría que admitir que en 1945, sumaban unas 94 mil
fincas y en 1961 unas 95 mil. Todo hace indicar que los pequeños campesinos o campesinos
pobres lograron mantenerse cuantitativamente semiestacionarios en los últimos 15 años
anteriores a 1959 a partir de los movimientos ascendentes y descendentes que se produjeron entre
los grupos sociales en el agro en virtud de la propia ley de la acumulación capitalista.
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III. LOS CAMPESINOS MEDIOS EN CUBA
Los campesinos medios deben considerarse, como lo señalara Lenin, “a los pequeños agricultores
que poseen, ya sea a título de propiedad o en arriendo, también pequeñas parcelas de tierra, si
bien tales que, en primer lugar, proporcionan bajo el capitalismo, por regla general, no solo el
rendimiento necesario para sostener pobremente a su familia y a su hacienda, sino también la
posibilidad de obtener cierto excedente que pueden, por lo menos en los años mejores,
convertirse en capital, tales que, en segundo lugar, permiten recurrir, en muchos casos: al empleo
de mano de obra asalariada”.7
Esta capa representa un eslabón intermedio entre el campesino pobre y el burgués agrario, por
esta misma razón resulta el de más difícil determinación, entre otras porque era posible
encontrarlo en fincas de diversas dimensiones en función del tipo de cultivo. El campesino medio
no deja de ser también un trabajador; solo que su situación intermedia lo hace muy inestable
económica y políticamente, pero en el fondo es un aliado de la clase obrera y del resto del
campesinado.
En principio, ateniéndonos a las condiciones de Cuba de los años 40-50, se localizaban
preferentemente entre los poseedores de fincas entre 25 y 75 hectáreas. El área promedio de estas
explotaciones, según el Censo Agrícola de 1945, alcanzaba unas 40 hectáreas. Representaban el
32,1% del fondo nacional de fincas con el 14,1% de toda la tierra.
Llama la atención de que el 41,4 % de estas fincas empleaban a jornaleros agrícolas equivalentes
al 18% de toda los jornaleros de la agricultura nacional, sin embargo seguía predominando entre
ellos el trabajo personal y familiar para un 52% del total de ocupados. Cada finca utilizaba como
promedio a 2 jornaleros agrícolas.
Los datos reflejan la complejidad que se deriva de un intento de estratificación a los campesinos
medios por el tamaño de la finca. Ni por asomo podría aceptarse que representaran a más del
32% de los finqueros del país, porque en este segmento de fincas coexistían desde los
7 Lenin, V. I. Ibídem, p. 344.
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semiproletarios, los campesinos pobres, los ricos junto a los campesinos medios. Tal
diferenciación dependía del tipo de especialización productiva.
La producción agrícola de estas fincas representó en 1945 algo más del 21,2% del valor total,
algo superior a su peso relativo en cuanto a la posesión de tierras. De aquí se deduce el carácter
diferenciado de la composición clasista en este tipo de explotación.
El otro indicador importante que califica a los finqueros de 25 a 75 hectáreas era el alto nivel de
los ingresos monetarios que alcanzaron, como promedio, unos 2100 pesos, para un per capita por
familia de 5 miembros equivalente a 438 pesos, esto es, 2 veces más que el de la finca del
campesino pobre, lo que les posibilitaba cierto nivel de acumulación para la reproducción
ampliada, incluyendo la contratación de fuerza de trabajo eventual.
La especialización productiva de los campesinos medios era –a diferencia de los pequeños
campesinos- la caña de azúcar en primer lugar, seguida de la ganadería, cereales y legumbres.
Estos tres productos suministraban el 70,7% del ingreso bruto total. Precisamente esta
especialización explica el peso relativamente alto del empleo asalariado, por ejemplo, entre las
fincas cañeras con 25 a 49,9 hectáreas –unas 14,6 miles- tenían ingresos promedios de unos 1100
pesos, mientras que el grupo con 50-74,9 hectáreas –3,2 miles de fincas- promediaban unos 2600
pesos. De modo que el tamaño de las fincas y los tipos de cultivo explican el empleo asalariado,
sobre todo de los obreros eventuales, y la existencia de una capa numerosa de capitalistas o ricos
en el campo.
Por la tenencia de la tierra se estructuraba internamente del modo siguiente: 43,6 % eran
propietarios, el 36,1% arrendatarios, el 11,2% aparceros y solo el 4,4% constituían precaristas,
esto es, la mayoría no eran propietarios de la tierra por lo que debían pagar una renta en dinero o
en especie, lo que evidentemente reducía su capacidad de acumulación.
Una mayor precisión sobre esta capa se alcanzaría si se tomara en cuenta solamente el nivel de
los ingresos. Según lo anterior la capa de campesinos medios quedaría más reducida: tan solo a
los tenedores del 27% de las fincas del país donde se incluirían el 33,3% de las fincas de
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propietarios, al 40,4 % de la de los arrendatarios, similarmente el 22,5% en el caso de los
aparceros y el 3,6% de los precaristas. Esto desde luego no siempre es válido por cuanto con tales
ingresos nos encontramos enormes fincas con un bajísimo nivel de explotación de la tierra en
términos de ingresos brutos.
Como es natural, entre las fincas con 25-74,9 hectáreas nos encontramos con explotaciones
típicamente capitalistas. Podría estimarse que alrededor de un 14% de estas cabría considerarlas
explotadas bajo la fórmula capitalista. Por lo general se trataba de fincas especializadas en la
producción de la caña de azúcar, la ganadería, el tabaco y algunos cereales como el arroz.
Si se toma en cuenta la clasificación de las fincas al triunfo de la Revolución, cabe modificar la
cifra estimada de campesinos medios. Como se sabe, la Revolución estableció un límite superior
de tierra para clasificar a los tenedores de tierra: campesinos hasta 67,1 hectáreas, al burgués
agrario más de 67,1 hasta 402 y al latifundista los que sobrepasaran este último límite. También
definió que 26,8 hectáreas era el mínimo vital de tierra para una familia campesina al nivel
alcanzado por la técnica en aquellos años. Así, también denominó al campesinado de un modo
homogéneo: agricultores pequeños –sigue siendo usada todavía– con el declarado propósito de
identificar al campesinado trabajador como aliado de la clase obrera por oposición a la burguesía
rural y a los latifundistas.
Partiendo de lo anterior, el grupo de campesinos medios debían localizarse con mayor precisión
entre los finqueros de 26,8 hasta 67,2 hectáreas que disponían de un total de 16,8 miles de fincas.
Los datos previos a la aplicación de la reforma agraria de 1959 notifican el fortalecimiento
numérico de esta capa del campesinado de 1945 a 1959.8 El crecimiento numérico del
campesinado medio no es extraño pues realmente esta capa tendió a ampliarse entre otras razones
debido a las particiones hereditarias y al aumento del número de fincas bajo arrendamiento.
Ambos hechos son propios al desarrollo capitalista en la agricultura; es más, constituye uno de
los rasgos de este modelo de desarrollo.
8 Ver : O. Pino Santos. “El imperialismo norteamericano en la economía de Cuba". La Habana, 1960.
Ed. C. Sociales. La Habana, 1973. p. 67 y C.R. Rodríguez, Op. Cit., p.145.
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Un balance general del campesinado trabajador, esto es, los semiproletarios, pequeños y medios,
se hace necesario antes de seguir adelante.
Los datos comparados9 del campesinado trabajador del año 1945 y 1961 muestran la tendencia al
aumento del número de explotaciones de hasta 67,1 hectáreas, así como del área total en
explotación, al mismo tiempo, que tiene lugar una disminución del área promedio en finca. Si en
1945 sumaban 142,2 miles de fincas con 2 225,3 miles de hectáreas para un promedio de 15,6
hectáreas / finca, entonces ya en 1961 constituían unas 154,7 miles con 2 348,2 miles de
hectáreas y 15,2 hectáreas/ finca.
Este proceso tuvo sus características diferenciadas por subgrupos. El número de explotaciones
semiproletarias disminuyó con el consiguiente aumento de la proletarización; el número de
campesinos pobres no varió prácticamente y dado el incremento de la población no podía menos
que desembocar en un crecimiento importante de la proletarización y de la superpoblación
latente. Tercero, se fortalecieron los campesinos medios, como economía en transición a la
capitalista.
Las tendencias indicadas son propias al desenvolvimiento capitalista en la agricultura. La
depauperación de los parceleros, de los semiproletarios y campesinos pobres, unido a la
inestabilidad de los campesinos medios, conducía inevitablemente y por diferentes vías a su
raquitismo bien por la pérdida de la tierra que trabajaban, el abandono vía emigración a las
ciudades, la minifundización creciente por sucesivas particiones hereditarias, la expoliación rapaz
del suelo hasta agotarlo y, finalmente, por imperio de las leyes económicas del capitalismo, a
convertirse en una fuente suplementaria del ejército industrial de reserva que crea y recrea el
propio capital en su movimiento. El modo capitalista de producción es un régimen superior a la
pequeña producción mercantil a la que somete a su arbitrio, sin que haya podido eliminarla ni en
los países más ricos. Le conviene, le hace falta a su medida y por muchas razones; y cuando le
entorpece su expansión le aplica “lodo y sangre”. Cuba fue un ejemplo elocuente de este
9 Como quiera que la aplicación de la I Ley de Reforma Agraria no cambió sustancialmente las
dimensiones de las fincas campesinas existentes, pero los datos del Censo Ganadero de 1961, a pesar de sus insuficiencias, pueden mostrar la tendencia general señalada.
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paradigma, porque hubo bastante sangre y mucho lodo de por medio en la historia campesina de
la nación.
IV. LA BURGUESÍA AGRARIA O CAMPESINOS RICOS
A este grupo pertenecían las explotaciones de propietarios, arrendatarios y otros que explotaban
la tierra a base del trabajo asalariado y el uso de la técnica más o menos desarrollada según el tipo
de cultivo y otra serie de circunstancias. “ Los campesinos ricos (...) son –según Lenin– los
patronos capitalistas en la agricultura que explota su hacienda, como norma, contratando varios
jornaleros; (...) los campesinos ricos constituyen el sector más numeroso entre las capas
burguesas (...)”.10
Como regla, a esta capa de la burguesía correspondían las fincas de 75 a 499,9 hectáreas,
representadas por unas 14 300 fincas según el Censo de 1945, para el 8,9% del total nacional. Las
disposiciones de la I y II Ley de Reforma Agraria consideraron que las explotaciones de más de
67,1 hectáreas hasta 402 correspondían a este tipo de economía. De acuerdo a los estimados del
destacado historiador y agrarista cubano, O. Pino Santos, formaban parte de este grupo unas 13,2
miles de fincas (el 8,3% del total) con 1 728,1 miles de hectáreas (19,04 % del fondo de tierra
total en fincas).11
El grueso de estas fincas explotaciones agrícolas empleaban regularmente a jornaleros agrícolas
permanentes y eventuales. El 68% de ellas empleaban al 40,1% del total de los jornaleros
agrícolas del país; de ellos, el 42% de los permanentes y el 40% de los temporales o estacionales
por lo que pagaron el 42,4% del fondo salarial agrícola de 1945. El peso relativo del trabajo
asalariado en la estructura del empleo total muestra el carácter típicamente capitalista de dichas
explotaciones y su contradicción fundamental.
En cuanto a la producción contribuían con el 29% del producto agrícola nacional, alcanzando un
ingreso medio por finca de 6700 pesos. Se caracterizaban también por la alta especialización
10 Lenin, V. I. Ibídem, p. 447. 11 Antero Regalado caracterizaba a estos empresarios como un agricultor casi siempre con más de 67
hectáreas que empleaba un número apreciable de obreros asalariados y producían “aún en forma extensiva” para la ganancia capitalista. Ver del autor obra citada, p. 24.
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agrícola, fundamentalmente caña de azúcar (54,3%) y el 25,3 % a productos de la ganadería. Por
ejemplo, de unas 42 mil fincas cañeras existentes en 1945, unas 5 800 poseían de 75 a 499
hectáreas y producían un equivalente al 38% de la producción de esta rama. De modo similar
ocurría con la ganadería, donde el 10% de las fincas de iguales dimensiones acumularon el 35%
del valor total ganadero. Estos datos evidencian que estamos en presencia de verdaderas
empresas capitalistas y a la burguesía agraria como el sujeto económico más dinámico de la
agricultura de entonces.
Las fincas capitalistas eran explotadas un 55,3% por propietarios y/o administradores, un 36,7%
por arrendatarios, un 5,5% por aparceros y un 1,5% por precaristas. Al modo de explotación
capitalista de la tierra le era indiferente la forma de tenencia del suelo. Esta razón práctica se
elevó a teoría sistemática con D. Ricardo y C. Marx: la tierra debe ser nacionalizada pues la
propiedad privada entorpece el libre flujo de capitales y además constituye una sangría, un costo
oneroso para los capitalistas y más todavía para la sociedad.
Los administradores formaba una capa bastante numerosa en la agricultura, lo que confirma otro
hecho importante resaltado por varios autores: la presencia en la economía agraria cubana de un
tipo de burguesía agraria de origen no campesino, constituida principalmente por los “grandes
propietarios, enriquecidos con la renta de la tierra y algunos industriales sin posibilidades
ulteriores de desarrollo (que) dedicaron su capital ocioso a la producción capitalista de la
agricultura iniciando explotaciones cañeras y ganaderas en gran escala, con uso abundante de
mano de obra asalariada y dirigida casi siempre por administradores”.12
Un rasgo del desarrollo de las relaciones capitalistas de producción en el agro lo refleja la
difusión del arriendo. Obsérvese que en Cuba, el 60% de estas fincas capitalistas se explotaban
por administradores, arrendatarios, subarrendatarios y apareceros. La tendencia a la expansión del
capitalismo en el agro se fortaleció en los últimos 15 años antes del triunfo de la Revolución. Las
fincas de 67 hasta 402 hectáreas, –la mayoría del grupo que analizamos–, se redujeron
numéricamente al tiempo que expandieron el área bajo explotación. De unas 14 mil en 1945 a
poco menos de 8 mil en 1959, de acuerdo a los datos de las declaraciones juradas de los
12 Carlos R. Rodríguez en “Cuba: en el tránsito al socialismo (...)”. Op. Cit., pp. 35-36.
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propietarios dispuestas por la I Ley de Reforma Agraria en 1959; al mismo tiempo, el área de
tierra correspondiente creció de unas 790 mil hectáreas en 1945 hasta algo unas de 1,7 millones
en 1959.
Todos los datos confirman que las fincas de 67-402 hectáreas constituían el grupo más dinámico
de la agricultura nacional, esto es, el empresariado capitalista agrario. Una revolución agraria
como la que se hizo en 1959 no contradecía sus intereses, al contrario abría las puertas a su
ulterior desarrollo. Otra sería la historia real, terminaron aliándose a los grandes terratenientes y
después a la contrarrevolución hecha a imagen y semejanza de los intereses norteamericanos. Se
suicidaron históricamente antes de tiempo.
V. LA GRAN BURGUESÍA AGRARIA Y TERRATENIENTE
A este grupo pertenecían los propietarios y otros tenedores con fincas superiores a las 500
hectáreas de tierra. Unas 2 336 fincas, o sea el 1,4% del total existente en el país, con un área
total de 4 millones de hectáreas, equivalente al 47% del fondo nacional de tierra estaba en manos
de estos grandes burgueses agrarios y terratenientes, los bien llamados latifundistas. Aquí pueden
diferenciarse, por el nivel de concentración de la tierra, unas 114 enormes fincas que ocupaban el
20,1% del territorio nacional en finca.
Esta clase social empleaba al 29% de todos los obreros agrícolas del país en 1945, pagando el
32,4% del fondo salarial total de ese año. El 97% de los ocupados correspondía a la categoría de
jornaleros permanentes y temporales. Los datos dan luz acerca de las peculiaridades del
latifundio cubano, diferente al existente en América Latina. En nuestro caso se trataba de una
explotación guiada por los patrones capitalistas; una verdadera explotación de tipo capitalista
aunque mantuviese algunas reminiscencias propias a un feudalismo, que realmente no existió,
como bien dijera nuestro Carlos Rafael Rodríguez.
Vale la pena diferenciar a un subgrupo formado por las fincas de más de 5 mil hectáreas que se
caracterizaba por un bajo nivel del empleo asalariado: un 6,3% y un 2% del total de los
asalariados permanentes y temporales, respectivamente. Estas fincas sí constituían típicos
16
latifundios improductivos mantenidos en barbecho estéril. En 1945, solo 61 fincas de estas
reportaron la contratación de jornaleros.
La gran burguesía agraria y terrateniente produjo el 22,7% del valor de la producción agrícola en
1945, muy por debajo de lo producido por el grupo inmediato anterior. De nuevo hay que
distinguir aquí las fincas de más de 5 mil hectáreas cuya participación en el ingreso bruto agrícola
apenas llegó al 3% del total para una producción por hectárea equivalente a 5 pesos. En 1945, el
ingreso de esta capa fue generado en lo fundamental por la caña de azúcar (70%) y un 18% la
ganadería.
La explotación de la tierra corría a cuenta de los propietarios (31%), administradores (34%),
arrendatarios (31%); apenas un 3% era explotada por aparceros y precaristas. Los datos expuestos
confirman en nuestro caso particular aquella caracterización de Lenin de los terratenientes y
grande latifundistas “en los países capitalistas explotaban de modo sistemático, ya directamente o
por medio de sus arrendatarios a los obreros asalariados y a los pequeños campesinos (...), sin
tomar ellos parte alguna en el trabajo manual”.13
El proceso de concentración de la propiedad y de la explotación de la tierra se aceleró en este
grupo de 1945 a 1959, cuando 3 602 fincas mayores de 402 hectáreas disponían de 6,3 millones
de hectáreas, frente a 4 423 fincas con 5,3 millones de hectáreas en 1945. Si se toma en cuenta
que la burguesía rural intermedia también se había expansionado, cabe afirmar que en Cuba,
primero, las relaciones capitalistas eran dominantes y predominantes en el campo, y, segundo, la
creciente proletarización corría pareja a la descampesinización de lo que resulta lógico que los
intereses de los explotados: campesinos y jornaleros agrícolas coincidiesen. Su suerte estaba
echada y su alianza era un suceso natural e inevitable.
VI. LOS JORNALEROS AGRÍCOLAS EN LA CUBA PRE-REVOLUCIONARIA
El desarrollo de la proletarización en el campo es un rasgo fundamental que mide el grado de
penetración del capital y de las relaciones capitalistas de producción en la agricultura. En las
13 Lenin V. I. “Esbozo inicial (...)”.Op. Cit., p. 449
17
economías subdesarrolladas, a diferencia de los desarrollados, la proletarización reviste un
carácter extensivo debido al atraso técnico. El desarrollo extensivo agrícola es redituable a costa
de la explotación despiadada de una enorme masa de jornaleros estacionales con salarios de
hambre y desprotegidos frente a la furia de los grandes terratenientes nativos y extranjeros. Este
fue el caso de Cuba, como lo es también en la mayoría de los países capitalistas subdesarrollados.
En la economía cubana anterior a 1959 predominaban los jornaleros agrícolas respecto a la
población trabajadora en el campo. Cuba no era propiamente hablando un país campesino como
ocurre en numerosos países de América y de Asia (y diferente también al caso ruso). Su rasgo
definitorio venía dado, como ya se ha afirmado más de una vez, por el predominio de las
relaciones capitalistas en el agro en extensión y profundidad. Y que conste que el capitalismo no
se constreñía solamente a la explotación agrícola. En el campo cubano estaba localizada la
primera industria nacional, vinculada a una extensa infraestructura y servicios que operaban en el
medio rural bajo formas capitalistas de existencia.
El proletariado agrícola en Cuba respondía plenamente a la definición de Lenin los “que ganan su
sustento trabajando a jornal en empresas capitalistas”,14 esto es, constituye un proletario para el
cual la venta de su fuerza de trabajo (libre de medios de producción) es la condición para la
reproducción.
Esta clase social se formó fundamentalmente desde finales del siglo XIX, en la época colonial
con el fin de la esclavitud en 1886 que trabajaban en la rama fundamental de la economía
nacional. Ello no quiere decir que faltase en la etapa anterior núcleos de capitalismo en la Isla.
Así tuvo lugar, a diferencia de Europa y otros sitios, la acumulación originaria del capital en
Cuba. A este grupo humano se añadieron después los inmigrantes a principios del siglo XX y
finalmente las masas campesinas arruinadas por el mecanismo capitalista y expropiadas
directamente por el gran latifundio. Durante la neocolonia continuó creciendo numéricamente.
La tendencia a la semiproletarización de los campesinos es una de las formas particulares de
manifestación de la ley de la acumulación capitalista en la agricultura. En las condiciones de
Cuba puede comprobarse: de 1945 a 1959 el número de minifundios semiproletarios, de “obreros
14 Lenin, V. I. Ibídem, p. 444.
18
con tierra”, y de campesinos pobres se incrementó notablemente unido a un incremento notable
de la población familiar. Es la PEA familiar de estos productores la que nutrirá al proletariado
rural.
Hay quienes plantean que el jornalero permanente constituye el único y verdadero proletario en la
agricultura, mientras que al jornalero temporal lo asocian al semiproletario agrícola o campesino
pobre. Si bien lo primero es real, lo segundo no lo es totalmente.
A estos menesteres resulta indispensable tomar en cuenta varias cuestiones. Primero, el de la
fuente determinante de la reproducción de la fuerza de trabajo: el trabajo asalariado o la
economía familiar de autoconsumo y mercantil. Segundo, la estructura dominante de la
producción agrícola nacional con su ciclo reproductivo correspondiente. Si como en el caso de
Cuba dicho ciclo se reducía no más a unos 3-4 meses de labor, asociado a la caña de azúcar y
algún que otro cultivo comercial, en un contexto de desempleo generalizado, entonces el empleo
llamado estacional no puede marcar la diferencia. Porque son los ingresos salariales en ese corto
período la base de la reproducción familiar. Por tanto, una buena parte de los llamados jornaleros
estacionales era miembro indiscutible de la clase obrera nacional.
El Censo Agrícola de 1945 reportó una PEA agrícola de 829 668 trabajadores; de ellos,
jornaleros permanentes (asalariados y no remunerados) 385 417 y temporales (de igual signo) la
mayoría unos 444 251. Por su parte, los asalariados se componían como sigue: un 14% de
jornaleros permanentes (53 693) y la inmensa mayoría 423 690 temporales. Si nos atuviésemos a
la clasificación formal, los verdaderos obreros agrícolas en el campo constituían una
insignificante minoría (6,5% de todos los ocupados en la agricultura).15 Pero si se toma en cuenta
la que los ocupados por una jornada de 3 meses y algo más pertenecen con todo derecho a los
verdaderos proletarios, entonces estimamos que estaba compuesto por no menos de 382 mil
trabajadores por lo que los eventuales verdaderos quedarían reducidos a unos 96 mil.
La conclusión es una: los verdaderos obreros agrícolas cubanos representaban el 46,0% del total
de ocupados directamente en el agro en 1945, y los asalariados en total la fuerza laboral
15 Censo Agrícola de 1945. Ed. P. Fernández y Cía. La Habana, 1951., pp. 142-143.
19
fundamental de la PEA. Por supuesto, que esta cifra oscilaba en virtud del ciclo económico que
en Cuba dependía básicamente de la producción azucarera.
Cuadro 1. Estructura estimada de la composición clasista en al agro, 1945 (miles de personas)
Clasificación
Tenedores
y
Trabajado
res
En %
Familiar
es
(estimad
o)
Total
ocupado
s En %
1. Gran burguesía agraria y
terrateniente 4,4 0,7 5,3 9,7 1,2
2. Campesinos ricos 13,1 2,1 15,8 28,9 3,5
3. Campesinado trabajador 142,4 22,3 171,3 313,7 37,8
3.1 Semiproletarios 32,2 5,1 38,7 70,9 8,6
3.2 Campesinos pobres 93,4 14,7 112,4 205,8 24,8
3.3 Campesinos medios 16,8 2,6 20,2 37,0 4,5
4. Proletariado rural 477,4 74,9 477,4 57,5
4.1 Proletarios agrícolas 381,6 59,9 381,6 46,0
4.2 Otros asalariados 95,8 15,0 95,8 11,5
Total 637,3 100,0 192,416 829,7 100,0
Cálculos del autor a partir del Censo Agrícola de 1945
La distribución de los asalariados por ramas agrícolas arroja que los cultivos comerciales como la
caña de azúcar, la ganadería, el tabaco y el café, por este orden, ocupaban entre el 80 y el 87%
del total de los asalariados y pagaban el 85% de los salarios de 1945.
16
192,4 familias de los productores (razón de 2,2 productores y familiares directos por finca, lo que significa que 1,2 familiares acompañaban como promedio al productor directo como trabajador permanente o eventual.)
20
Cuadro 2. Número de trabajadores agrícolas permanentes y temporales (100 ha en finca)
No
asalariados Asalariados
Por tipo de tenencia
Perm. Temp
. Perm.
Temp
.
Fincas
pagaron
salarios (%)
Todos los tipos de tenencia 3,6 0,2 0,5 4,6 26.8
Propietario 3,7 0,2 0,5 3,3 24.5
Administrador 0,7 0,0 0,7 3,3 51.1
Arrendatario 3,7 0,2 0,7 7,5 34.5
Subarrendatario 7,0 0,4 0,5 7,4 27.6
Partidario 11,7 0,6 0,6 8,9 21.7
Precarista 10,0 1,3 0,1 1,5 5.9
Otros 4,8 0,4 0,5 7,3 18.2
Fuente: Censo Agrícola Nacional, 1945. P. 145
Según el tamaño de la explotación agrícola, el 75% de los asalariados trabajan en fincas de 75
hasta 500 hectáreas. Otro elemento curiosos consiste en que la asalarización era compartida por
todos los tipos de tenentes, entre ellos se destacaban los arrendatarios capitalistas de los cuales el
34% contrataba al 45% del total de jornaleros agrícolas del país. También habría que subrayar
que el 22% de las fincas aparceras contrataban regularmente fuerza de trabajo asalariada. Nótese
que las relaciones capitalistas de producción prosperaban con indiferencia al tipo de propiedad y
explotación sobre la tierra.
Los datos atestiguan lo que en el texto ha sido reiterado en varias ocasiones: Cuba no era un país
campesino; las relaciones capitalistas prevalecían en el campo en íntimo maridaje con el
subdesarrollo y el atraso de las fuerzas productivas con una particularidad importante: la alianza
natural entre la clase obrera industrial, el proletariado agrícola y el campesinado. El campesinado
nutría las filas de los jornaleros agrícolas y el capital agrario y el industrial azucarero radicaban
en el mismo espacio vital. La explotación era común para ambas clases como fácil su
entendimiento y comunicación recíproca.
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