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“La exclusión del tiempo objetivo: un antecedente de la reducción
fenomenológica”
(Publicado en Memorias digitales del XVI congreso Internacional de Filosofía “Razón y Violencia” [en
línea], Asociación Filosófica de México, [Disponible en http://sitioafm.org/xvi_memorias/].)
Ernesto Guadarrama Navarro
Twitter: @Ernesto_gn
La exclusión del tiempo objetivo es uno de los primeros pasos que
Husserl lleva a cabo en sus análisis sobre el concepto de tiempo, y lo
hace porque es a partir de ello que delimita de manera precisa el
campo en el que se desenvolverán sus investigaciones. El objetivo del
presente trabajo es hacer una breve revisión sobre el sentido de dicha
exclusión y como ésta es la base de lo que a la postre se convertiría en
la reducción fenomenológica, misma que es de suma importancia
dentro de los estudios husserlianos.
El presente trabajo tiene como propósito hacer una breve revisión sobre el
verdadero sentido que tiene la “desconexión” del tiempo objetivo, mencionada
por Husserl al inicio de sus Lecciones de fenomenología de la conciencia
interna del tiempo. Se pretende aclarar qué era lo que nuestro autor buscaba
exactamente con dicho recurso, para evitar malas interpretaciones, como la que
hace Paul Ricoeur en el tercer volumen de su conocida obra Tiempo y
narración. Veremos que la supuesta “exclusión” del tiempo del mundo no es, en
realidad, una negación de la experiencia cotidiana del tiempo, ni un abandono
del terreno estrictamente fenomenológico, pues no es una exclusión en sentido
literal, como lo pretende el filósofo francés.
Husserl hace una distinción entre el tiempo objetivo o tiempo “percibido”
y el tiempo inmanente o tiempo “sentido”. El primero es aquel en el que ocurren
los sucesos del mundo, por lo que pertenece al orden de las trascendencias. Es el
tiempo de la naturaleza, por lo que no aparece solamente para un yo, sino que lo
hace para todos, es decir, intersubjetivamente, razón por la que se pueden
establecer parámetros o acuerdos para su medición; de ahí que el tiempoobjetivo pueda ser medido por los relojes. El segundo, por el contrario, no puede
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ser objeto de tales mediciones o sometido a parámetros, ya que es el estrato
último de la vida de conciencia, por lo cual no puede ser compartido o
constituido por un sujeto ajeno a ella. Toda la vida de conciencia se encuentra
en un constante flujo, en el que se van entrelazando las vivencias; el tiempo
inmanente es justo el campo, por llamarlo de alguna forma, en el que acontece
ese trascurso de las vivencias. Y al ser ésta la duración en la que aparecen todos
los datos fenomenológicos, resulta incuestionable.
La desconexión del tiempo objetivo, nos dice Husserl en el primer
parágrafo de las Lecciones…, implica “la exclusión de cualesquiera asunciones,
estipulaciones y convicciones a propósito del tiempo objetivo —exclusión de
todos los presupuestos trascendentes acerca de lo que existe—” [Husserl,
2006:26].1 En otras palabras, cualquier conocimiento previo que podamos tener
acerca del trascurrir del tiempo en la naturaleza o sus mediciones, debe ser
puesto entre paréntesis; lo que realmente interesa en este momento es la
temporalidad propia de la conciencia y descubrir la forma esencial en que se da
la experiencia del tiempo.
Conviene recordar aquí que la fenomenología dirige sus análisis a las
formas en que se aparecen en la conciencia las cosas e incluso a las propias
vivencias en que se nos dan dichas cosas; así se reducen las probabilidades del
error. Puedo, por ejemplo, equivocarme al mentar un juicio sobre un objeto que
se me presenta a la vista —puede que el objeto sea distinto a lo que pienso que
es o incluso que no haya objeto alguno y sea una mera ilusión óptica—, pero no
hay manera de dudar que algo se está presentando efectivamente a nuestra
conciencia. Existe la posibilidad de que el objeto de la percepción externa no
exista, o al menos no de la forma en que creemos que está dado, pero, al mismo
tiempo, tenemos la certeza absoluta de que estamos teniendo una percepciónexterna. Por lo tanto, solamente la percepción interna puede ser adecuada
[García-Baró, 1993:254]. La fenomenología persigue conocimientos
indubitables y plenamente fundamentados, por lo que, dado que podemos errar
con facilidad sobre lo real-empírico, procede a estudiar descriptivamente las
experiencias de la conciencia en que esto real nos aparece.
1 Se trata del texto editado por Edith Stein y publicado por Heidegger en 1928 en el Anuario de Filosofía
e investigación Fenomenológica (tomo IX, pp. 367-498).
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Por lo tanto, las investigaciones filosóficas, si se pretende que sean
científicas y que arrojen evidencias contundentes, deben llevarse a cabo bajo el
principio de la falta de supuestos, enunciado en las Investigaciones lógicas, que
nos dice que todo enunciado que no pueda concretarse atendiendo a lo dado a la
experiencia de la conciencia debe ser abandonado, ya que “Toda investigación
epistemológica ha de llevarse a cabo sobre la base puramente fenomenológica”
[García-Baró, 1993:228]. Lo que se busca es una teoría general sobre el pensar y
el conocer, y, junto con ello, una aclaración de lo que significa evidencia, validez,
legitimidad y de la estructura general de la conciencia cognoscente.
Con lo anterior no se pretende negar la realidad trascendente a la
conciencia o señalarla como un mero producto suyo, sino que dicha realidad es
tema de la fenomenología solamente en tanto es representada, estudiada, o
analizada teóricamente por una conciencia. No se trata a la realidad como si
fuera en sí y por sí, sino sólo en relación con una subjetividad; la realidad se
estudia con base en la vivencia que se tiene de ésta, o, lo que es lo mismo, en
tanto la conciencia se dirige a ella intencionalmente.
En el caso específico del tiempo, entonces, el foco de atención radica en
cómo se da el tiempo en la conciencia, cómo se constituyen los objetos
temporales y la forma en que nuestra vida se encuentra dada siempre sobre la
base temporal; nos dice el filósofo moravo: “nos interesan las vivencias de
tiempo” [Husserl, 2006:31]. El estudio fenomenológico del tiempo no puede
sino partir, por tanto, de los datos temporales “sentidos”, sobre los cuales recae
el proceso de aprehensión que nos revela al tiempo del mundo. Del mismo
modo en que los datos inmanentes nos aparecen como evidentes, resulta
incuestionable que tales aparecen siempre en un horizonte temporal; estas
evidencias constituyen la base sobre la cual debe erigirse el estudio del tiempo,cosa que no puede hacerse por completo si no se suspenden primero las
consideraciones sobre el tiempo de la naturaleza [Conde, 2006:34]. Aunque,
como se verá más adelante, suspender no es precisamente excluir.
La “exclusión” no implica, pues, que este tiempo del mundo sea negado, o
que se afirme sin más como f also, sino que se trata de una mera “puesta entre
paréntesis”; lo que se hace es suspender el juicio sobre dicho tiempo, no partir
de lo que damos por sabido de él sin examinarlo fenomenológicamente. Se
procede de esta manera para dar a las investigaciones una base indubitable. La
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exclusión resulta de los esfuerzos por establecer una fenomenología pura, en
esta época temprana del pensamiento husserliano [Brough, 1991:XXII].
El verdadero sentido de la aquí llamada “exclusión” del tiempo
trascendente es que el objeto al que se dirige la conciencia intencionalmente, así
como el tiempo en el que éste aparece, sean descritos y atendidos únicamente en
la forma en que aparecen. De esta manera la vida de la conciencia resulta
asequible como campo de estudio para el fenomenólogo. Estas consideraciones
de corte metodológico aún no alcanzaban plena madurez, pero ya poseían los
elementos esenciales de lo que sería, un poco más tarde, en 1907, la reducción
fenomenológica.
La teoría del conocimiento, en efecto, requiere de un comienzo absoluto,
al cual no le es lícito tener juicios o datos inciertos. Puesto que sólo las vivencias,
como partes integrantes de la conciencia, pueden considerarse datos absolutos,
la fenomenología debe atenerse a éstas.2 Nos dice Husserl que “la inmanencia
es, en general, el carácter necesario de todo conocimiento de la teoría del
conocimiento, y que no sólo al comienzo, sino siempre, el tomar algo prestado
de la esfera de la trascendencia […] es un nonsens” [Husserl, 1982:44].
Para acceder a esos datos absolutos primero se debe volver la mirada a lo
inmanente y la intencionalidad originaria por la cual esto se patentiza;
posteriormente se lleva a cabo una suspensión del juicio de la trascendencia de
lo que se presenta psíquicamente; después se deben esclarecer los múltiples
modos en que aquello que se está analizando se presenta a la conciencia, en
otras palabras, las diversas formas en que intencionalmente estamos dirigidos a
estos objetos, para, por último, validar universalmente la estructura intencional
que hace posible la aparición de todo objeto [Husserl, 1990:102].
Esto es lo que se pretendía conseguir con la “exclusión” del tiempoobjetivo, aunque todavía el método no alcanzaba la claridad que nuestro autor
consigue en las Cinco lecciones de fenomenología, en las que aparece por
primera vez con todas sus letras el recurso de la reducción fenomenológica.
Primero se accede a la temporalidad inmanente, se suspende toda consideración
científica o empírica sobre la temporalidad, quedándonos únicamente con lo
fenomenológico —que son las intuiciones y aprehensiones en que aparece el
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Aunque esto es planteado de esta forma solamente en los primeros textos de Husserl, pues después seclarifica la noción de nóema u objeto intencional por lo que las afirmaciones de este tipo deberán
matizarse. [Husserl, 1992: § 87 y §88].
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tiempo—, para proceder con el esclarecimiento de la forma en que acontecen las
vivencias temporales [Husserl, 1991:194]. Para este punto deberá dejarse de
hablar de una “exclusión”, para mejor referirse a una suspensión del juicio, que
no es una negación, acerca de un supuesto tiempo “en sí y por sí”. Cuando se
lleva a cabo la reducción fenomenológica no se pierde aquello que ha sido
puesto “entre paréntesis”, en este caso, el tiempo del mundo, cuyo aparecer a la
conciencia debe también ser estudiado.
El tiempo que se manifiesta tras operar la reducción no es un fragmento o
parte del tiempo objetivo [Husserl, 2006:28], sino la condición de posibilidad
para que éste pueda aparecer. Tras la reducción, el tiempo inmanente se
presenta en una multiplicidad de modos de aparecer —el ahora, la retención, la
protención, el recuerdo etc. —. Los objetos dados a la conciencia aparecen bajo
alguno de estos signos temporales, y tanto los objetos como los signos
temporales pueden ser analizados con todo rigor [Illescas Nájera, 2005:73].
Ahora bien, la “exclusión” de la que nos hemos ocupado merecía estas
aclaraciones, puesto que puede y de hecho ha sido interpretada de forma
errónea. Un ejemplo de estas interpretaciones erradas es la que lleva a cabo
Ricoeur en la obra que mencionábamos al inicio del presente trabajo.
El autor francés afirma que la “exclusión” del tiempo del mundo, que él
toma en sentido literal, es un procedimiento necesario para acceder a la
conciencia interna del tiempo, pero considera que es una exigencia que Husserl
no alcanza a cumplir, puesto que, de manera subrepticia, vuelve después al
tiempo objetivo que había sido desconectado. Ricoeur considera que existe una
suerte de homonimia entre el tiempo de la conciencia y el de la naturaleza, a la
cual se debe que la “exclusión” del tiempo objetivo sea en verdad imposible. Al
respecto nos dice: “Encontraremos después continuamente homonimiassemejantes, como si el análisis del tiempo inmanente no pudiera constituirse
sin repetidos préstamos del tiempo objetivo desconectado” [Ricoeur,
2006:664].
El error de Ricoeur se presenta porque no se está tomando en cuenta que
dicha “exclusión” no es propiamente tal, sino una forma todavía inmadura de la
operación de la reducción. En la reducción se sigue conservando la referencia
intencional al tiempo objetivo, y en dicha referencia se encuentra el
conocimiento relacionado con la objetividad hacia la que se dirige la conciencia
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[Illescas Nájera, 2005:74]. Husserl se ocupa del aparecer de los objetos
temporales en tanto que aparecer, así como de lo que en dicho aparecer se
presenta, es decir, atiende a ambos. Se analizan las experiencias en las que el
tiempo se hace patente tal y como aparecen a la conciencia para proceder a
describir su contenido [Brough, 1991:XXIII].
Cuando Husserl toma el ejemplo de una campana que suena o de una
melodía, no está tomando ningún préstamo del tiempo del mundo, como lo
pretende Ricoeur, sino que lleva a cabo un análisis enteramente fenomenológico
de una vivencia en que aparece un objeto temporal; se está prestando atención a
una objetividad a la que la conciencia se halla referida intencionalmente.
El residuo fenomenológico que queda tras la reducción es justamente “el
campo entero de la conciencia absoluta” [Husserl, 1992:115]. Una melodía, un
discurso, o cualquier otro objeto temporal que sirva de ejemplo para aclarar la
forma esencial de las experiencias de tiempo, siguen siendo datos inmanentes y,
por ello, base sólida para el análisis. Lo primordial para la fenomenología son
las estructuras esenciales de la conciencia, no obstante, no carecen de
importancia la referencia a las cosas, el aparecer de éstas y los sucesos del
mundo. Dicho de otro modo, aunque lo central de los estudios fenomenológicos
son las aprehensiones de tiempo, no por ello dejan de ser importantes los
contenidos primarios; el polo noemático —objetivo—, es siempre tan relevante
como el noético —subjetivo—, y esta es la razón de que se tomen ejemplos como
los antes mencionados, sin que haya ningún préstamo del tiempo objetivo.
Con lo anterior podemos ver que la reducción no subvierte de ninguna
forma la experiencia cotidiana de lo temporal, como lo afirma Ricoeur, sino que
dicha experiencia es tomada tal y como se otorga; lo que hace la reducción es no
entorpecer el análisis con trascendencias, que conducirían a las investigacionespor terrenos inciertos. Los análisis del tiempo no son una fenomenología sin
fenómenos.
Para concluir, solamente resta decir que los aspectos fundamentales de la
reducción ya se encontraban en la supuesta “exclusión” del tiempo objetivo,
puesto que con dicha expresión Husserl nos conduce a lo realmente importante
para la fenomenología, a saber, las estructuras esenciales de la conciencia. En
esto el tema de la temporalidad no es únicamente uno más entre los tópicos en
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que puede dividirse el estudio de la conciencia, sino un tema central en toda la
fenomenología de Husserl. La conciencia es un inexorable flujo, su forma no es
otra que la del tiempo inmanente mismo, por lo que podemos concluir que el
tiempo es una de las cuestiones que atraviesa, por ser lo esencial de la
conciencia, todo cuanto estudia la fenomenología.
Las Lecciones son solamente el primer acercamiento a una discusión que
se prolongará durante décadas. Y no sólo eso, sino que además debe tenerse en
cuenta que la reducción que aparece en la Idea de la fenomenología es, por su
parte, también el primer esbozo de un método que habrá de sufrir diversos
cambios y matices a lo largo de la obra de Husserl. Aclarar el sentido de la
exclusión del tiempo objetivo para evitar, en la medida de lo posible, malas
interpretaciones y malentendidos, es sumamente necesario ya que es el punto
de partida de dos temas esenciales dentro de los estudios de fenomenología
husserliana.
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