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N-20080520
Juana de Tartamara
Juana de Trastamara, apodada la Beltraneja infanta castellana, reina
destronada de Castilla y de León, reina consorte de Portugal destituida
de su rango, hubo de renunciar por tratado a todos sus títulos y
señoríos, incluso a su calidad de infanta castellana y de Alteza,
quedando llamada oficialmente, por real
decreto portugués, "a Excelente Senhora"
(la Excelente Señora), hasta el final de su
larga vida en el exilio de Portugal. Hija
legítima y heredera de Enrique IV y de su
segunda esposa la reina Juana de Portugal,
hija de Eduardo I de Portugal, parte de la
nobleza castellana no la aceptaba como
hija biológica del rey su padre, a quién
acusó de obligar la reina, su mujer, a tener
un hijo con su favorito, Beltrán de la
Cueva, primer duque de Albuquerque, a
pesar de que ambos habían jurado
solemnemente que no había sido así. Había
motivos más que suficientes para
sospechar la impotencia de Enrique IV ya que previamente había
estado casado con Blanca de Navarra y el matrimonio se anuló porque
nunca llegó a consumarse. Además, Enrique IV no tuvo más hijos ni con
su mujer ni con ninguna de sus amantes.
1.-) Infancia
Enrique IV fue apodado en su tiempo por sus adversarios el
Impotente, no tanto por no haber tenido descendencia de su primera
esposa, Blanca de Navarra, como por ser de dominio público la
dejación que hacía de sus obligaciones conyugales. Por eso, cuando su
Doña JUANA DE TARTAMARA (La Beltraneja)
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segunda esposa, Juana de Portugal, dio a luz una niña, ésta fue
atribuida a una supuesta relación adúltera de la reina con uno de los
privados del monarca, don Beltrán de la Cueva; de ahí que se motejase
a la princesa como la Beltraneja
Pocos meses después de su nacimiento fue jurada en las Cortes de
Madrid como princesa de Asturias y heredera del reino el 9 de mayo de
1462. Unos dos años de edad contaría la princesa durante el apogeo de
las revueltas nobiliarias contra Enrique IV, que acusaron de ilegítima a
la princesa y tomaron partido por el medio hermano del rey, el infante
Alfonso. El monarca intentó solventar la sublevación nobiliaria
acordando el matrimonio de Alfonso con su hija Juana; así, se avino a
proclamarle como príncipe Alfonso, heredero y sucesor del reino
(1464).
El mismo Enrique IV propuso al rey Alfonso V de Portugal, poco
antes, el enlace de Juana con el infante Juan, hijo del portugués. Ni uno
ni otro proyecto se realizaron, y en cambio el monarca de Castilla
desheredó por segunda vez a su hija al reconocer, en el Tratado de los
Toros de Guisando, como princesa de Asturias a su medio hermana
Isabel, siempre y cuando ésta casara con el príncipe electo por él. No
mucho más tarde (1468 y 1469) se trató de casar a Isabel con Alfonso
V de Portugal, hermano de la reina de Castilla, y a Juana, renovando el
antiguo proyecto, con Juan, hijo primogénito de Alfonso V, con la
condición de que Juana sucediera a Isabel si ésta moría sin ningún hijo.
Tampoco se realizó este proyecto. Véase también: Conflicto por la
sucesión de Enrique IV de Castilla
2.-) Una princesa bajo custodia
Es curioso que siendo hija del rey Enrique IV, la mayor parte de su
vida vivió custodiada por la nobleza, que tenía en ella un valioso
rehen. Desde 1465 hasta 1470 la custodió el conde de Tendilla, de la
familia Mendoza, en los castillos de Buitrago de Lozoya y Trijueque.
Desde 1470 a 1474 don Juan Pacheco en el castillo de Escalona y en el
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alcázar de Madrid. Desde 1474 a 1475 don Diego López Pacheco en los
castillos de Escalona y Trujillo. Lo que queda bien claro en sus diversas
biografías es que nunca estuvo custodiada por Diego López Pacheco en
su castillo de Belmonte (Cuenca).
3).- Esponsales con el duque de Guyena
Casó luego en secreto Isabel con el infante Fernando de Aragón en
1469, rompiendo lo dispuesto en el tratado con su hermano Enrique IV.
Éste, que durante toda su vida prodigó a su hija las muestras de afecto
paternal, dio respuesta favorable a los embajadores de Luis XI de
Francia, que le pedían la mano de Juana para el duque de Guyena,
hermano del francés. Las capitulaciones matrimoniales se firmaron en
Medina del Campo (1470).
A petición de Juan Pacheco y de los embajadores de Francia, revocó
Enrique IV el tratado de los Toros de Guisando, después de jurar,
juntamente con su esposa, que la infanta Juana era su hija legítima. Se
verificó la ceremonia en Valdelozoya el 26 de octubre, en una pradera
convenientemente dispuesta al objeto, no lejos de Buitrago, y luego
que los nobles presentes prestaron a la infanta el acostumbrado
juramento de fidelidad como heredera de la corona, acto que no llegó a
ser sancionado por las Cortes, se desposó a la princesa con el conde de
Boulogne, representante del duque de Guyena. El cardenal de Albi, uno
de los embajadores de Luis XI, fue en aquel día el encargado de tomar
juramento a los reyes y verificar los desposorios.
4.- Juana e Isabel, sobrina y tía
La crítica histórica no ha podido todavía comprobar la verdad de una
disposición testamentaria en la que Enrique IV declaraba a Juana su
hija y heredera, pues son muchos los que creen que aquel monarca,
dando una muestra más de su ordinaria imprevisión, murió sin dejar
dispuesto nada el11 de diciembre de 1474. En sus últimos días había
visto Enrique desbaratado el enlace de Juana, porque dicho duque
falleció en 1472. Por esta causa realizó el castellano nuevas e
infructuosas tentativas para procurar un apoyo a su hija, casándola
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con los citados, Alfonso V o Juan de Portugal. Se pensó también en dar
a Juana por esposo a Enrique Fortuna, infante de Aragón, o a Fadrique,
infante de Nápoles.
Algún historiador supone que existía un testamento de Enrique
favorable a su hija; que este testamento fue ocultado a la nación, y
que Fernando el Católico lo destruyó después de la muerte de Isabel.
Es evidente que si existió dicho documento, los adversarios de Juana
procurarían ocultarlo, como cualquier otro que pudiera fortificar los
derechos de aquella princesa.
5.-) Guerra civil
Artículo principal: Guerra de Sucesión Castellana //Bando de Juana.
Muerto Enrique IV el impotente, casi toda la nobleza apoyó la causa de
Isabel, en otras palabras, la alianza de las coronas de Castilla y
Aragón; pero algunas familias muy poderosas de Castilla abrazaron el
partido de Juana.
Juana había sido reconocida como reina por Diego López Pacheco,
marqués de Villena, de gran influencia en los países meridionales de
Castilla la Nueva por sus inmensos estados, que se extendían desde
Toledo a Murcia. Lo mismo había hecho el duque de Arévalo, que
disfrutaba notable crédito en Extremadura, y en el mismo bando
ingresaron el marqués de Cádiz, el Gran Maestre de Calatrava, un
hermano de éste y el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo.
6.- Reina de Castilla y Portugal
Comprendiendo los defensores de Juana que sus fuerzas eran
inferiores a las de Isabel, pidieron al portugués Alfonso V que
defendiera el derecho de su sobrina, que lo era Juana, y le propusieron
que se casara con ésta, con lo que vendría a ser también rey de
Castilla.
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Aceptó Alfonso, dirigió a Isabel y Fernando una manifestación,
exigiéndoles que renunciaran la corona en favor de Juana si querían
evitar las consecuencias de la guerra, y pasando la frontera con 1.600
peones y 5.000 caballos avanzó por Extremadura. Llegó a Plasencia,
donde se le incorporaron el marqués de Villena y el duque de Arévalo,
y allí se desposó el 25 de mayo de 1475 con Juana, a la vez que dirigía
mensajeros a Roma solicitando la dispensa del parentesco que entre
ellos mediaba.
En seguida se proclamó a los desposados Reyes de Castilla, y se
expidieron cartas a las ciudades, exponiendo el derecho de Juana y
reclamando la fidelidad de éstos. Juana, en dichas cartas, expedidas
por el secretario Juan González, asegura que Enrique IV en su lecho
mortal declaró solemnemente que ella era su única hija y heredera
legítima.
Juana trató de evitar la guerra civil, proponiendo que el voto
nacional resolviera la cuestión del mejor derecho. He aquí sus
palabras, tomadas de la carta o manifiesto que dirigió a las ciudades y
villas del reino:
“Luego por los tres estados de estos dichos mis reinos, e por personas escogidas dellos de buena fama e conciencia que sean sin sospecha, se vea libre e determine por justicia a quien estos dichos mis reinos pertenecen; porque se excusen todos rigores e rompimientos de guerra”.
7.-) Comienzan los enfrentamientos
De nada sirvieron estos buenos deseos. Fernando e Isabel hicieron
preparativos para rechazar por la fuerza al portugués. Éste cometió la
torpeza de permanecer inactivo en Plasencia y Arévalo, dando a sus
contrarios tiempo para reunir en julio 4.000 hombres de armas, 8.000
jinetes y 30.000 peones. Rompieron las hostilidades en varios puntos
de la península. Alfonso V, saliendo de Arévalo se apoderó de Toro y
Zamora. Fernando se presentó delante de Toro con las milicias de Ávila
y Segovia, más bien pronto hubo de emprender la retirada, que fue
desordenada y desastrosa. En cambio los plebeyos castellanos,
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vasallos de Juana, servían con repugnancia bajo las banderas
portuguesas, y los nobles que a la hija de Enrique IV apoyaban
tuvieron que hacer bastante para defender sus territorios de Galicia,
Villena y Calatrava contra los partidarios de Isabel.
Numerosos escuadrones de caballería ligera extremeña y andaluza causaban la más espantosa desolación en las tierras de Portugal fronterizas de Castilla, y los nobles portugueses se quejaban en alta voz de estar encerrados en Toro cuando en su propio país ardía la guerra.
En Toro tenía Juana su corte con gran magnificencia, y, al decir de
sus parciales, desplegaba grandes cualidades de reina, aunque solo
tuviera entonces trece años. Alfonso V, sin embargo, hubiera
renunciado a sus pretensiones a la corona, recibiendo en cambio la
provincia de Galicia, las ciudades de Zamora y Toro y una considerable
suma de dinero; pero Isabel, que consentía en lo último, se negó a
ceder un solo palmo de terreno. Fiel a ésta la ciudad de Burgos, fue
preciso, no obstante, que Fernando sitiara el castillo de la misma
guardado por Íñigo de Zúñiga, partidario de Juana. Del sitio de aquella
fortaleza pasó Fernando en diciembre a Zamora, cuyos habitantes
volvieron a la obediencia de Isabel.
8.-) Batalla de Toro
Alfonso V recibió en Toro, cerca de Zamora, el14 de febrero de 1476,
un refuerzo de 2.000 jinetes y 8.000 infantes, dirigidos por su hijo
Juan. Se rindió a don Alfonso de Aragón, hermano de Fernando, el
castillo de Burgos, no sin que antes tratase de socorrerle Alfonso V,
que hubo de retroceder, obligado por Isabel; perdió el rey portugués la
batalla de Toro en marzo, aunque su hijo, el príncipe Juan, después
Juan II de Portugal, venció con su hoste, quedándose en campo de
batalla los tres días obligados del vencedor; pero se entregó a
Fernando el castillo de Zamora; hicieron lo mismo Madrid y todas las
plazas del centro del reino, el duque de Arévalo, el Gran Maestre de
Calatrava, su hermano, que era conde de Ureña, y otros muchos
nobles.
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9.-) Reinicio de hostilidades
Juana entró en Portugal escoltada por su primo Juan y 400 jinetes.
Regresó Alfonso a su reino, y, aunque dejó tropas en Toro, esta ciudad
proclamó en seguida a Isabel, ejemplo seguido por el pueblo de
Castronuño.
El castillo de Toro se rindió en 20 de octubre; los caudillos de Isabel ganaron las villas y castillos de los magnates valedores de Juana, y el arzobispo de Toledo, el marqués de Villena y los demás acabaron por implorar el perdón y prestar a Isabel juramento de fidelidad.
Concedió el Papa la dispensa solicitada por Alfonso V y Juana, y el
portugués trató de renovar en1478 su empresa en Castilla, obrando de
acuerdo con el arzobispo de Toledo y el marqués de Villena; mas, Sixto
IV anuló la dispensa antes concedida para el matrimonio de la
Beltraneja; el Maestre de Santiago destrozó a un cuerpo de
portugueses en la Albuera, e Isabel, situada en Trujillo, expidió
órdenes para cercar a un mismo tiempo a Mérida, Medellín,
Montánchez y otras fortalezas de Extremadura.
10.-) Fin de la Guerra. (Artículo principal: Tratado de Alcáçovas)
La guerra duró hasta septiembre de 1479. Intentó el rey portugués
neutralizar a los aragoneses en Castilla, abdicando las coronas
portuguesas en su hijo y viajando a Francia a buscar la alianza del rey
Luís XI, y a Flandes procurando la de su primo carnal Carlos el
Temerario, pero ambos eran enemigos al tiempo y luchaban entre
ellos, muriendo el duque de Borgoña en 1477 a manos de los suizos.
Fue después de Alfonso V abandonar la hipótesis de esas alianzas
que se empezaron a negociar dos convenios de paz entre Isabel I y
Fernando V, y Alfonso V y su hijo heredero el Príncipe Perfecto, ya
regente de Portugal, por mediación de Beatriz, infanta de Portugal,
duquesa de Viseu y de Beja, madre del futuro rey de Portugal Manuel I.
La Infanta portuguesa era a la vez prima hermana y hermana política
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de Alfonso V, al mismo tiempo que tía materna de la futura reina
Católica.
Firmados por su intermedio dos convenios en la localidad
portuguesa de Alcáçovas, uno estipuló la sucesión dinástica en las
coronas de Castilla: las Tercerías de Moura, obligando a los hijos
primeros de los Católicos y al hijo único del Príncipe portugués, junto a
sus primos los infantes hijos de la Infanta Beatríz, a vivir y educarse
junto de esta princesa viuda en su señorío de Moura, tierra del ducado
de Beja que también le pertenecía. Quedó estipulado el matrimonio
entre el nieto heredero de Alfonso V y la hija mayor de los Católicos,
que iban a crecer juntos. En virtud de dicho tratado, dejó Alfonso V el
título y las armas de rey de Castilla; renunció a la mano de su sobrina
Juana; se obligó a no apoyar las pretensiones de ésta al trono de
Castilla, y se dio a Juana un plazo de seis meses para que eligiese
entre casarse con el infante Juan, hijo de Fernando e Isabel, luego que
el infante llegase a una edad proporcionada, o retirarse a un convento
y tomar el velo.
Bien conoció Juana que sus intereses habían sido sacrificados, pues
la cláusula de su matrimonio futuro con el infante don Juan era
irrisoria, dado que se agregaba que el infante, al llegar a la edad
conveniente, podía rechazar aquel enlace si no le agradaba, no
quedando a Juana en tal caso otro derecho que el de recibir una
indemnización de 100.000 ducados.
El segundo convenio luso-castellano, el tratado de Alcáçovas,
reciente la victoria naval lusa en el Atlántico durante la guerra, bajo el
comando de Diogo Cão: establece las fronteras de expansión marítima
y la respectiva jurisdición de ambas coronas vecinas sobre el océano.
Los monarcas aragonés y castellana reconocen a Portugal la propiedad de Madera y de las Azores, del exclusivo del derecho de conquista sobre Tingitánea, Mauritania, y el reino marroquí de Fez — que Guinea y toda su navegación, y las islas atlánticas más allá de Canarias (Santo Tomé y Príncipe y Cabo Verde) se quedaban portuguesas. La corona de Portugal reconoce a Castilla la propiedad de
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las Canarias. Limite sur establecido a la navegación de aragoneses y castellanos en el Atlántico.
Monasterio de Santa Clara, Coimbra (Portugal)
11.-) Religiosa en Coimbra
Herida en su dignidad e intereses, se retiró inmediatamente al
monasterio de Santa Clara de Coimbra donde pronunció sus votos al
año siguiente. Fernando e Isabel enviaron a la ciudad portuguesa, para
que fuesen testigos de la ceremonia, a Díaz de Madrigal, individuo del
Consejo Real de Castilla, y a Hernando de Talavera, confesor de la
reina, el cual dirigió a Juana una exhortación, en la que le dijo que
había adoptado el mejor partido según los Evangelistas, y terminó su
discurso declarando que ningún pariente, ningún amigo verdadero,
ningún consejero fiel, querrían apartarla de tan santa determinación.
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Castillo de San Jorge (Lisboa)
Los votos irrevocables pronunciados por Juana no impidieron que su
mano fuese en 1482 solicitada por Francisco Febo, hijo de Gastón de
Foix y de Magdalena de Francia, hermana de Luis XI. Febo era el
heredero de Navarra. Esta proposición, hecha por las instigaciones del
monarca francés, servía a Luis XI para suscitar dificultades a los reyes
de Castilla que amenazaban al Rosellón. // La muerte de Francisco Febo
impidió que las cosas siguieran adelante. Se dice (pero no está
probado) que viudo de Isabel I en 1504, el Rey Católico propuso a
Juana que se casara con él. Así esperaba Fernando resucitar los títulos
de esta princesa a la sucesión de Enrique IV y quitar el reino de Castilla
a Felipe de Austria, que gobernaba a nombre de Juana I. // Juana la
Beltraneja no quiso aceptar como esposo al que en otro tiempo la
había declarado hija adulterina de Juana de Portugal y Beltrán de la
Cueva.
Sin embargo, la religiosa de Coimbra, como complacían en llamarla
los castellanos desde que tomó el velo; la excelente señora, como
decían los portugueses, salía con frecuencia del convento. Finalmente
los reyes de Portugal le otorgaron morada en el Castillo de san
Jorge (Lisboa), y vivía con gran aparato, protegida por los reyes de
Portugal, los cuales insinuaron más de una vez que podían dar nueva
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vida a los derechos de la infortunada princesa. Ésta, hasta el fin de sus
días, firmó con las palabras Yo la reina. Poco antes de morirse, en el
año 1530, testó sus derechos a la corona de Castilla a favor del rey
Juan III de Portugal. Nació en Madrid el 28 de febrero de 1462 y murió
en Lisboa en 1530
Su cadáver fue enterrado en una iglesia en el centro de Lisboa Sus
restos mortales hallan actualmente desaparecidos, ya que la
iglesia donde sus restos se hallaban fue sepultada bajo
tierra como consecuencia del terremoto de Lisboa, por lo que
hoy día resulta imposible la realización de una muestra de su
ADN para demostrar su ascendencia.
El terremoto de Lisboa ocurrió el 1 de noviembre de 1775, a las 9:20
horas. Fue uno de los terremotos más destructivos y mortales de la
historia, causando la muerte entre 60 mil y 100 mil personas. La zona
central de la ciudad se abrió y después se volvió a cerrar tragándose
todo lo que había, casas, iglesias, conventos y gentes. Era un día de
fiesta religiosa. Enterrados quedaron también los restos de Juana de
Tartamara (La Beltraneja).
Si hubiera reinado Juana de Tartamara en Castilla, posiblemente se
hubieran unido Castilla y Portugal en una sola nación, y la “Santa
Inquisición” no hubiera sido tan dañina y criminal como fue.
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Trazas de la Historia // Oviedo, 20 de mayo de 2008 Víctor M. Cortijo Rubín de Celis
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