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Monseñor RomeroLa voz de los sin voz.
Oscar Arnulfo
Romero y Galdámez
nació el 15 de agosto
de 1917 en Ciudad
Barrios,
Departamento de
San Miguel. Su padre
era telegrafista y su
madre de oficios
domésticos.
Al terminar sus estudios
básicos se dedicó al
aprendizaje de
carpintería y a la
música. En 1930 y a los
trece años de edad,
que Oscar recibió su
llamada al servicio de
Dios.
Ingresó al seminario
menor en San
Miguel y luego, en
1937, se mudó a
Roma donde
terminó sus estudios
teológicos en la
Universidad
Gregoriana el 4 de
abril de 1942
Regresó a El Salvador
en 1943, a su natal San
Miguel y el obispo le
confió la parroquia de
Anamorós, un pueblo
cerca de San Miguel
donde se venera la
patrona de El
Salvador, Nuestra
Señora de la Paz.
En 1966, es nombrado
Secretario de la
Conferencia de Obispos
en El Salvador, cargo en el
cual permanece por once
años más. Durante este
tiempo, Oscar difundió
centenares de sermones
emotivos y espirituales a
través de la radio a lo
largo y ancho del país,
ganándose así el respeto
de la comunidad
católica.
El 3 de febrero de 1977, la Iglesia Católica en el Vaticano bajo elmando de Pablo VI, le concedió el título de Arzobispo de San
Salvador, sólo unas semanas antes de las elecciones presidenciales
que trajeron al General Carlos Humberto Romero a la presidencia
de la república. Sangre, tortura y persecuciones enmarcan los tres
años que sirvió como Obispo de San Salvador
Durante la guerra civil de este país que daba comienzo
en 1979, Monseñor Romero se convirtió en la “voz de los
sin voz” y en “el pastor del rebaño que Dios le había
confiado” por su férrea defensa de los derechos de los
pobres y marginados.
Monseñor Romero, luego de luchar por los derechos
humanos de los pobres y de los oprimidos por el
gobierno, cae asesinado por un certero disparo de
calibre 25 directo al corazón, el 24 de marzo de 1980,
mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital
de la Divina Providencia en San Salvador.
Para muchos, la imagen de Monseñor Romero
es el símbolo religioso más grande del país y,
desde su asesinato, su legado ha traspasado
fronteras y se ha convertido en un símbolo
universal de la justicia y de la paz. Su proceso
de beatificación y canonización se inició el 24
de marzo de 1994 a cargo del sacerdote Rafael
Urrutia, párroco de la misma capilla donde
Monseñor fue asesinado. Ahora le conocen
como “El Profeta y Mártir de la Américas”.