Momoesunaniñaconundonmuyespecial:sóloconescucharconsiguequetodos se sientanmejor.Pero pronto la llegadade los hombresgrises vaacambiar su vida. Prometen que ahorrar tiempo es lo mejor que se puedehacer,ypocoapoconadietienetiemponiparajugarconlosniños.Momoeslaúnicaquenosedejaengañar,yconlaayudadelatortugaCasiopeaydelmaestro Hora emprenderá una aventura fantástica contra los ladrones detiempo.
Una novela única con la que redescubrir la importancia de la amistad, labondadyelvalordelascosassencillas.Endefinitiva,sobreloquedeverdadnoshacefelices.
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MichaelEnde
MomoePubr2.1
Titivillus23.07.16
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Títulooriginal:MomoMichaelEnde,1973Traducción:SusanaConstanteIlustraciones:FernandoVicente
Editordigital:TitivillusPrimereditor:Rintxo(r1.0ar1.1)Correccióndeerratas:mponpol,amo_cf&Danielgon21ePubbaser1.2
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Enlanochebrillatuluz.Dedónde,nolosé.
Tancercapareceytanlejos.Cómotellamas,nolosé.Loquequieraqueseas:¡luce,pequeñaestrella!
(SegúnunaviejacancióninfantildeIrlanda).
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PRIMERAPARTE:Momoysusamigos
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E
Unaciudadgrandeyunaniñapequeña
n los viejos, viejos tiempos cuando los hombres hablaban todavía muchasotraslenguas,yahabíaenlospaísesciudadesgrandesysuntuosas.Sealzabanallílospalaciosdereyesyemperadores,habíaenellascallesanchas,callejas
estrechasycallejuelasintrincadas,magníficostemplosconestatuasdeoroymármoldedicadasa losdioses;habíamercadosmulticolores,dondeseofrecíanmercaderíasde todos los países, y plazas amplias donde la gente se reunía para comentar lasnovedadesyhaceroescuchardiscursos.Sobretodo,habíaallígrandesteatros.Teníanelaspectodenuestroscircosactuales,sóloqueestabanhechostotalmentedesillaresdepiedra.Lasfilasdeasientosparalosespectadoresestabanescalonadascomoenungran embudo. Vistos desde arriba, algunos de estos edificios eran totalmenteredondos,otrosmásovaladosyalgunoshacíanunanchosemicírculo.Selesllamabaanfiteatros.
Había algunos que eran tan grandes como un campo de fútbol y otros máspequeños, en los que sólo cabían unos cientos de espectadores.Algunos eranmuysuntuosos,adornadosconcolumnasyestatuas,yotroseransencillos,sindecoración.Esosanfiteatrosno tenían tejado, todosehacíaalaire libre.Poreso,en los teatrossuntuosossetendíansobrelasfilasdeasientostapicesbordadosdeoro,paraprotegeralpúblicodelardordelsolodeunchaparrónrepentino.Enlosteatrosmáshumildescumplían lamisma función cañizos demimbre o paja. En una palabra: los teatroseran tal como la gente se los podía permitir. Pero todos querían tener uno, porqueeranoyentesymironesapasionados.
Y cuando escuchaban los acontecimientos conmovedores o cómicos que serepresentaban en la escena, les parecía que la vida representada era, de modomisterioso,másrealquesuvidacotidiana.Ylesgustabacontemplaresaotrarealidad.
Hanpasadomileniosdesdeentonces.Lasgrandesciudadesdeaqueltiempohandecaído,lostemplosypalaciossehanderrumbado.Elvientoylalluvia,elfríoyelcalorhanlimadoyexcavadolaspiedras,de losgrandes teatrosnoquedanmásqueruinas.Enlosagrietadosmuros,lascigarrascantansumonótonacanciónyescomosilatierrarespiraraensueños.
Pero algunasde esasviejasygrandes ciudades siguen siendo, en la actualidad,grandes.Claroquelavidaenellasesdiferente.Lagentevaencocheotranvía,tieneteléfonoy electricidad.Peropor aquí opor allí, entre los edificiosnuevos, quedantodavíaunpardecolumnas,unapuerta,untrozodemurallaoinclusounanfiteatrodeaquelloslejanosdías.
EnunadeesasciudadestranscurriólahistoriadeMomo.
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Fuera, en el extremo sur de esa gran ciudad, allí donde comienzan los primeroscampos,ylaschozasychabolassoncadavezmásmiserables,quedan,ocultasenunpinar,lasruinasdeunpequeñoanfiteatro.Nisiquieraenlosviejostiemposfueunodelossuntuosos;yaporaquelentoncesera,digamos,unteatroparagentehumilde.Ennuestrosdías,esdecir,enlaépocaenqueseiniciólahistoriadeMomo,lasruinasestaban casi olvidadas. Sólo unos pocos catedráticos de arqueología sabían queexistían, pero no se ocupaban de ellas porque ya no había nada que investigar.Tampocoeraunmonumentoquesepudieracompararconlosotrosquehabíaenlagranciudad.Demodoque sólodevezencuando seperdíanpor allí unos turistas,saltaban por las filas de asientos, cubiertas de hierbas, hacían ruido, hacían algunafotoyseibandenuevo.Entoncesvolvíaelsilencioalcírculodepiedraylascigarrascantaban la siguiente estrofa de su interminable canción que, por lo demás, no sediferenciabaennadadelasestrofasanteriores.
En realidad, sólo las gentes de los alrededores conocían el curioso edificioredondo.Apacentabanenélsuscabras,losniñosusabanlaplazaredondaparajugaralapelotayavecesseencontrabanahí,denoche,algunasparejitas.
Peroundíacorriólavozentrelagentedequeúltimamentevivíaalguienenlasruinas.Setrataba,alparecer,deunaniña.Nolopodíandecirexactamente,porqueibavestidadeunmodomuycurioso.ParecíaquesellamabaMomooalgoasí.
El aspecto externo deMomo ciertamente era un tanto desusado y acaso podíaasustaralgoalagentequedamuchaimportanciaalaseoyalorden.Erapequeñaybastanteflaca,demodoqueniconlamejorvoluntadsepodíadecirsiteníaochoañossólooyateníadoce.Teníaelpelomuyensortijado,negro,comolapez,ycontodoelaspecto de no haberse enfrentado jamás a un peine o unas tijeras. Tenía unos ojosmuygrandes,muyhermososy tambiénnegroscomo lapezyunospiesdelmismocolor, pues casi siempre iba descalza. Sólo en invierno llevaba zapatos de vez encuando, pero solían ser diferentes, descabalados, y además le quedaban demasiadograndes.EsoeraporqueMomonoposeíanadamásqueloqueencontrabaporahíoloqueleregalaban.Sufaldaestabahechademuchosremiendosdediferentescoloresy le llegaba hasta los tobillos. Encima llevaba un chaquetón de hombre, viejo,demasiadogrande,cuyasmangassearremangabaalrededordelamuñeca.Momonoquería cortarlas porque recordaba, previsoramente, que todavía tenía que crecer.Yquiénsabesialgunavezvolveríaaencontrarunchaquetóntangrande,tanprácticoycontantosbolsillos.
Debajodelescenariodelasruinas,cubiertodehierba,habíaunascámarasmedioderruidas,alasquesepodíallegarporunagujeroenlapared.AllísehabíainstaladoMomocomoensucasa.Unatardellegaronunoscuantoshombresymujeresdelosalrededores que trataron de interrogarla.Momo losmiraba asustada, porque temíaque laecharan.Peroprontosediocuentadequeerangenteamable.Ellos tambiéneranpobresyconocíanlavida.
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—Ybien—dijounodeloshombres—,parecequetegustaesto.—Sí—contestóMomo.—¿Yquieresquedarteaquí?—Sí,sipuedo.—Pero¿noteesperanadie?—No.—Quierodecir,¿notienesquevolveracasa?—Éstaesmicasa.—¿Dedóndevienes,pequeña?Momo hizo con la mano un movimiento indefinido, señalando algún lugar
cualquieraalolejos.—¿Yquiénessontuspadres?—siguiópreguntandoelhombre.Laniñalomiróperpleja,tambiénalosdemás,yseencogióunpocodehombros.
Lagentesemiróysuspiró.—No tengas miedo —siguió el hombre—. No queremos echarte. Queremos
ayudarte.Momoasintiómuda,nodeltodoconvencida.—DicesquetellamasMomo,¿noesasí?—Sí.—Esunnombrebonito,peronoloheoídonunca.¿Quiéntehallamadoasí?—Yo—dijoMomo.—¿Túmismatehasllamadoasí?—Sí.—¿Ycuándonaciste?Momopensóunratoydijo,porfin:—Porloquepuedorecordar,siempreheexistido.—¿Esquenotienesningunatía,ningúntío,ningunaabuela,nifamiliaconquien
puedasir?Momomiróalhombreycallóunrato.Alfinmurmuró:—Éstaesmicasa.—Bien, bien —dijo el hombre—. Pero todavía eres una niña. ¿Cuántos años
tienes?—Cien—dijoMomo,comodudosa.Lagenteserió,puesloconsiderabaunchiste.—Bueno,enserio,¿cuántosañostienes?—Cientodos—contestóMomo,unpocomásdudosatodavía.La gente tardó un poco en darse cuenta de que la niña sólo conocía un par de
númerosquehabíaoídoporahí,peroquenosignificabannada,porquenadielehabíaenseñadoacontar.
—Escucha—dijoelhombre,despuésdehaberconsultadoconlosdemás—.¿Teparece bien que le digamos a la policía que estás aquí?Entonces te llevarían a un
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hospicio,donde tendríascomidayunacamaydondepodríasaprenderacontaryaleeryaescribirymuchascosasmás.¿Quéteparece,eh?
—No—murmuró—. No quiero ir allí. Ya estuve allí una vez. También habíaotros niños. Había rejas en las ventanas. Había azotes cada día, y muy injustos.Entonces,denoche,escalélaparedymefui.Noquierovolverallí.
—Loentiendo—dijounhombreviejo,yasintió.Ylosdemástambiénloentendíanyasintieron.—Estábien—dijounamujer—.Pero todavíaeresmuypequeña.Alguienhade
cuidardeti.—Yo—contestóMomoaliviada.—¿Yasabeshacerlo?—preguntólamujer.Momocallóunratoydijoenvozbaja:—Nonecesitomucho.Lagentevolvióaintercambiarmiradas,asuspiraryaasentir.—Sabes, Momo —volvió a tomar la palabra el hombre que había hablado
primero—, creemosquequizá podrías quedarte con algunode nosotros.Es verdadquetodostenemospocositio,ylamayorparteyatenemosunmontóndeniñosquealimentar,peroporesocreemosqueunomásnoimporta.¿Quétepareceeso,eh?
—Gracias—dijoMomo,ysonrióporprimeravez—.Muchasgracias.Pero¿porquénomedejáisviviraquí?
La gente estuvo discutiendomucho rato, y al final estuvo de acuerdo. Porqueaquí,pensaban,Momopodíavivirigualdebienqueconcualquieradeellos,ytodosjuntoscuidaríandeella,porquedetodosmodosseríamuchomásfácilhacerlotodosjuntosqueunosolo.
Empezaronenseguida,limpiaronyarreglaronlacámaramedioderruidaenlaquevivía Momo todo lo bien que pudieron. Uno de ellos, que era albañil, construyóinclusounpequeñohogar.También encontraronun tubode chimeneaoxidado.Unviejocarpinteroconstruyóconunascajasunamesaydossillas.Porfin,lasmujerestrajeronunaviejacamadehierrofueradeuso,conadornosdemadera,uncolchónquesóloestabaunpocorotoydosmantas.Lacuevadepiedradebajodelescenariose había convertido en una acogedora habitación. El albañil, que tenía aptitudesartísticas,pintóunbonitocuadrode floresen lapared. Inclusopintóelmarcoyelclavodelquecolgabaelcuadro.
Entoncesvinieronlosniñosylosmayoresytrajeronlacomidaquelessobraba,unounpedacitodequeso,elotrounpedazodepan,eltercerounpocodefrutayasílosdemás.Ycomoeranmuchosniños,sereunióesanocheenelanfiteatrounnutridogrupo e hicieronuna pequeña fiesta en honor de la instalación deMomo.Fue unafiestamuydivertida,comosólosabecelebrarlaslagentemodesta.
AsícomenzólaamistadentrelapequeñaMomoylagentedelosalrededores.
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Unacualidadpococomúnyunapeleamuycomún
esde entonces,Momo vivió muy bien, por lo menos eso le parecía a ella.Siempreteníaalgoquecomer,unasvecesmás,otrasmenos,segúnfuesenlascosas y según la gente pudiera prescindir de ellas.Tenía un techo sobre su
cabeza, tenía una cama, y, cuando tenía frío, podía encender el fuego. Y, lo másimportante:teníamuchosybuenosamigos.
SepodíapensarqueMomohabíatenidomuchasuertealhaberencontradogentetan amable, y lapropiaMomo lopensabaasí.Pero también lagente sedioprontocuenta de que había tenidomucha suerte. Necesitaban aMomo, y se preguntabancómohabíanpodidopasarsinellaantes.Ycuantomástiemposequedabaconelloslaniña, tanto más imprescindible se hacía, tan imprescindible que todos temían quealgúndíapudieramarcharse.
AesosedebequeMomotuvieramuchasvisitas.Casisiempreseveíaaalguiensentadoconella,quelehablabasolícitamente.Yelquelanecesitabaynopodíair,lamandababuscar.Yaquientodavíanosehabíadadocuentadequelanecesitaba,ledecíanlosdemás:
—¡VeteconMomo!Estaspalabrasseconvirtieronenunafrasehechaentrelagentedelascercanías.
Igual que se dice: «¡Buena suerte!», o «¡Que aproveche!», o «¡Y qué sé yo!», sedecía,entodaclasedeocasiones:«¡VeteconMomo!».
Pero ¿por qué? ¿Es queMomo era tan increíblemente lista que tenía un buenconsejoparacualquiera?¿Encontrabasiemprelaspalabrasapropiadascuandoalguiennecesitabaconsuelo?¿Sabíahacerjuiciossabiosyjustos?
No;Momo,comocualquierotroniño,nosabíahacernadadetodoeso.Entonces,¿esqueMomosabíaalgoqueponíaalagentedebuenhumor?¿Sabía
cantarmuybien?¿Osabía tocarun instrumento?¿Oesque—yaquevivíaenunaespeciedecirco—sabíabailarohaceracrobacias?
No,tampocoeraeso.¿Acaso sabía magia? ¿Conocía algún encantamiento con el que se pudiera
ahuyentartodaslasmiseriasypreocupaciones?¿Sabíaleerenlaslíneasdelamanoopredecirelfuturodecualquierotromodo?
Nadadeeso.Loque lapequeñaMomosabíahacercomonadieeraescuchar.Esonoesnada
especial,dirá,quizás,algúnlector;cualquierasabeescuchar.Puesesoesunerror.Muypocaspersonassabenescuchardeverdad.Ylamanera
enquesabíaescucharMomoeraúnica.Momosabíaescuchardetalmaneraquealagentetontaseleocurrían,derepente,
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ideasmuyinteligentes.Noporquedijeraopreguntaraalgoquellevaraalosdemásapensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención ytodasimpatía.Mientrastantomirabaalotroconsusgrandesojosnegrosyelotroencuestiónnotabade inmediato cómose leocurríanpensamientosquenuncahubieracreídoqueestabanenél.
Sabíaescuchardetalmaneraquelagenteperplejaoindecisasabíamuybien,derepente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres yvalerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y sialguiencreíaquesuvidaestabatotalmenteperdidayqueerainsignificanteyqueélmismonoeramásqueunoentremillones,yquenoimportabanadayquesepodíasustituirconlamismafacilidadqueunamacetarota, ibay lecontabatodoesoa lapequeñaMomo,y le resultabaclaro,demodomisteriosomientrashablaba,que talcomoerasólohabíaunoentretodosloshombresyque,poreso,eraimportanteasumanera,paraelmundo.
¡AsísabíaescucharMomo!
Unavezfueronaverlaalanfiteatrodoshombresquesehabíanpeleadoamuerteyqueyanosequeríanhablar,apesardeservecinos.Losdemásleshabíanaconsejadoque fueran a ver a Momo, porque no estaba bien que los vecinos vivieranenemistados.Losdoshombres, alprincipio, sehabíannegado,peroal finalhabíanaccedidoaregañadientes.
Ahíestabanlosdos,enelanfiteatro,mudosyhostiles,cadaunoenunladodelasfilasdeasientosdepiedra,mirandosombríosantesí.
Unoeraelalbañilquehabíahechoelhogaryelbonitocuadrodefloresquehabíaen la «salita» deMomo. Se llamabaNicola y era un tipo fuerte con unmostachonegro e hirsuto. El otro se llamaba Nino. Era delgado y siempre parecía un pococansado. Nino era el arrendatario de un pequeño establecimiento al borde de laciudad,enelqueporlogeneralsólohabíaunospocosviejosqueentodalanochenobebíanmásqueunsolovasodevinoyhablabandesusrecuerdos.TambiénNinoysugorda mujer estaban entre los amigos deMomo y muchas veces le habían traídocosasbuenasquecomer.
Como Momo se dio cuenta de que los dos estaban enfadados, no supo, alprincipio,conquiénsentarseprimero.Paranoofenderaninguno,sesentóporfinenel borde de piedra de la escena a la misma distancia de uno y de otro y mirabaalternativamente a uno y a otro. Simplemente esperaba a ver qué ocurría.Algunascosasnecesitansutiempo,ytiempoeraloúnicoqueMomoteníadesobra.
Despuésdequeloshombreshubieranestadoasíunbuenrato,Nicolaselevantóderepenteydijo:
—Yomevoy.Hedemostradoqueteníabuenavoluntadalveniraquí.Perotúves,Momo,loobstinadoqueesél.¿Aquéesperarmás?
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Y,efectivamente,sevolvióparairse.—Sí,¡lárgate!—legritóNino—.Nohacíaningunafaltaquevinieras.Yonome
reconcilioconuncriminal.Nicolagiróenredondo.Sucaraestabarojadeira.—¿Quiénesuncriminal?—preguntóentonoamenazadoryvolvióasusitio—.
¡Repítelo!—¡Lo repetiré cuantas veces quieras!—gritóNino—. ¿Tú te crees que porque
eresgrandeyfuertenadieseatreveadecirtelasverdadesalacara?Yomeatrevo,yte las cantaré a ti y a cualquiera que quiera escucharlas.Adelante, ven ymátame,comoyadijisteunavezqueharías.
—¡Ojalálohubiesehecho!—chillóNicolayapretólospuños—.Yaves,Momo,cómomienteycalumnia.Sóloloagarréunavezporelcuelloylotiréalcharcoquehay detrás de su covacha.Allí no se ahoga ni una rata—volviéndose de nuevo aNino,gritó—.Pordesgraciavivestodavía,comosepuedever.
Duranteunratovolaronenunayotradirecciónlospeoresinsultos,yMomonopodíaentenderdequéibalacosayporquéestabantanenfadadoslosdos.PeropocoapocofuesabiendoqueNicolasólohabíacometidoaquellasalvajadaporqueNino,antes,lehabíadadounabofetadadelantedealgunosdesusparroquianos.Aeso,porsuparte, lehabíaantecedidoel intentodeNicoladehacerañicos toda lavajilladeNino.
—¡Noesverdad!—sedefendióamargamenteNicola—.Sólotiréalaparedunasolajarraque,además,yateníaunagrieta.
—Pero la jarra era mía, ¿sabes? —respondió Nino—. Y, además, no tienesderechoaeso.
Nicolapensabaquesíteníaderechoaeso,porqueNinolohabíaofendidoensuhonordealbañil.
—¿Sabesloquedijodemí?—gritódirigiéndoseaMomo—.Dijoqueyonoeracapazdeconstruirunaparedderecha,porqueestababorrachodíaynoche.Queeraigualquemitatarabuelo,quehabíatrabajadoenlatorreinclinadadePisa.
—Pero,Nicola—contestóNino—,siesoeraunabroma.—¡Bonitabroma!—protestóNicola—.Notieneningunagracia.ResultóqueNinosólohabíadevueltounabromaanteriordeNicola.Porqueuna
mañanasehabíaencontradoconqueensupuertahabíanescritocongrandes letrasrojas:
GATOSYVENTEROS,TODOSRATEROS
Yeso,asuvez,nolehabíahechoningunagraciaaNino.Duranteunratosepelearon,muyenserio,sobrecuáldelasdosbromaserapeor,
yvolvieronaencolerizarse.Peroderepentesequedaroncortados.Momolosmirabacongrandesojos,yningunodelosdospodíaexplicarsebien,
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bien,sumirada.¿Esque,pordentro,seestabariendodeellos?¿Oestabatriste?Sucaranoselodecía.Peroalosdoshombreslespareció,derepente,queseveíanasímismosenunespejo,ycomenzaronasentirvergüenza.
—Bien—dijo Nicola—, puede ser que no debiera haber escrito aquello en tupuerta,Nino.Nolohubierahechositúnotehubierasnegadoaservirmeunvasodevinomás. Eso iba contra la ley, ¿sabes? Porque siempre te he pagado y no teníasningunarazónparatratarmeasí.
—¡Yalocreoquelatenía!—contestóNino—.¿Esqueyanoteacuerdasdeaquelasuntodel sanAntonio? ¡Ah, ahora te haspuestoblanco!Porqueme estafaste contodaslasdelaley,ynotengoporquéaguantártelo.
—¿Queyoteestaféati?—gritóNicola—.¡Alrevés!Túqueríasengañarmeamí,sóloquenoloconseguiste.
Elasuntoeraelsiguiente:enelpequeñoestablecimientodeNinocolgabade lapared una pequeña imagen de sanAntonio. Era una foto en color queNino habíarecortadounavezdeunarevista.
Un día, Nicola le quiso comprar esa imagen; según decía, porque le gustabamucho. Regateando hábilmente, Nino había conseguido que Nicola le diera, acambio, su vieja radio. Nino se creyó muy listo, porque Nicola hacía muy malnegocio.Sepusierondeacuerdo.
Perodespuésresultóqueentrelaimagenyelmarcodecartónhabíaunbilletedebanco,delqueNinonosabíanada.Derepenteeraélelquehacíaunmalnegocio,yesolemolestaba.ExigióqueNicolaledevolvieraeldinero,porqueéstenoformabaparte del trato. Nicola se negó, y entoncesNino no le quiso servir nadamás. Asíhabíacomenzadolapelea.
Cuandolosdosllegaronalprincipiodelasuntoqueloshabíaenemistado,callaronunrato.
EntoncespreguntóNino:—Dime ahora con toda honradez, Nicola, ¿ya sabías de ese dinero antes del
cambioono?—Claroquesí;sino,nohubierahechoelcambio.—Entoncesestarásdeacuerdoenquemehasestafado.—¿Porqué?¿Enserioquetúnosabíasnadadeesedinero?—No,palabradehonor.—¡Loves!Erastúquienqueríasestafarmeamí.Porque,¿cómopodíaspedirme
miradioacambiodeuntrozodepapeldeperiódico?—¿Ycómoteenterastetúdelodeldinero?—Dosnochesanteshabíavistocómounclientelometíaallícomoofrendaasan
Antonio.Ninosemordióloslabios:—¿Eramucho?—Nimásnimenosqueloquevalíamiradio—contestóNicola.
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—Entonces,todanuestrapelea—dijoNinopensativamente—solamenteesporelsanAntonioquerecortédeunarevista.
Nicolaserascólacabeza:—Enrealidad,sí.Siquierestelodevuelvo,Nino.—¡Quéva!—contestóNino,conmuchadignidad—.Loquesedanosequita.Un
apretóndemanosvaleentrecaballeros.Y de repente, ambos se echaron a reír. Bajaron los escalones de piedra, se
encontraronenmediode laplazoleta central, se abrazarondándosepalmadas en laespalda.Después,ambosabrazaronaMomoyledijeron:
—¡Muchasgracias!Cuando, al cabo de un rato, se fueron,Momo siguió diciéndoles adiós con la
manodurantemuchorato.Estabamuycontentadequesusamigosvolvieranaestardebuenas.
Otravez,unchicoletrajosucanario,quenoqueríacantar.EsoeraunatareamuchomásdifícilparaMomo.Tuvoqueestarse escuchándolo todauna semanahastaqueporfinvolvióacantarysilbar.
Momoescuchabaatodos:aperrosygatos,agrillosyranas,inclusoalalluviayalvientoenlosárboles.Ytodoslehablabanensupropialengua.
Algunas noches, cuando ya se habían ido a sus casas todos sus amigos, sequedaba sola enelgrancírculodepiedradelviejo teatro sobreelque sealzaba lagrancúpulaestrelladadelcieloyescuchabaelenormesilencio.
Entonces leparecíaqueestabaenelcentrodeunagranoreja,queescuchabaeluniverso de estrellas. Y también que oía una música callada, pero aun así muyimpresionante,quelellegabamuyadentro,alalma.
Enesasnochessolíasoñarcosasespecialmentehermosas.Y quien ahora siga creyendo que el escuchar no tiene nada de especial, que
pruebe,aversisabehacerlotanbien.
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Unatempestaddejuegoyunatormentadeverdad
eentiendequealescuchar,Momonohacíaningunadiferenciaentreadultosyniños,perolosniñosteníanotrarazónmásparaquelesgustaratantoiralviejoanfiteatro. Desde que Momo estaba allí, sabían jugar como nunca habían
jugado.Nolesquedabaniunsolomomentoparaaburrirse.YesonosedebíaaqueMomohicierabuenassugerencias.No,Momosimplementeestabaallíyparticipabaen el juego.Y por eso—no se sabe cómo— los propios niños tenían lasmejoresideas.Cadadíainventabanunjuegonuevo,másdivertidoqueelanterior.
Unavez,eraundíapesadoybochornoso,habíaunosdiezuonceniñossentadosenlasgradasdepiedraesperandoaMomo,quesehabíaidoadarunavuelta,segúnsolíahacer alguna vez. El cielo estaba encapotado con unas nubes plomizas.Probablementehabríaprontounatormenta.
—Yome voy a casa—dijo una niña que llevaba un hermanito pequeño—. Elrayoyeltruenomedanmiedo.
—¿Yencasa?—preguntóunniñoquellevabagafas—.¿Esqueencasanotedanmiedo?
—Sí—dijolaniña.—Entonces,igualtepuedesquedaraquí—respondióelniño.Laniñaseencogiódehombrosyasintió.Alcabodeunratodijo:—AlomejorMomonisiquieraviene.—¿Y qué? —se mezcló en la conversación un chico con aspecto un tanto
descuidado—.Aunasípodemosjugaracualquiercosa,sinMomo.—Bien,pero¿aqué?—Nolosé.Acualquiercosa.—Cualquiercosanoesnada.¿Alguientieneunaidea?—Yoséunacosa—dijounchicoconunaagudavozdeniña—:podríamosjugar
aquelasruinassonungranbarco,ynavegamospormaresdesconocidosyvivimosaventuras. Yo soy el capitán, tú eres el primer oficial, y tú eres un investigador,porqueesunviajedeexploración,¿sabéis?Ylosdemássoismarineros.
—Ynosotras,lasniñas,¿quésomos?—Vosotrassoismarineras;setratadeunbarcodelfuturo.¡Esoeraunbuenplan!Intentaronjugar,peronoconseguíanponersedeacuerdoy
el juego no funcionaba. Al rato, todos volvían a estar sentados en las gradas yesperaban.
EntoncesllegóMomo.
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La espuma saltaba furiosa cuando la proa cortaba el agua.El buque oceanográficoArgo cabeceabamajestuosamente en el oleajemientras avanzaba tranquilamente, atodamáquina,porelmardelCoraldelSur.Nadierecordabaqueunbarcosehubieseatrevidoanavegarporestosmarespeligrosos, llenosdebajíos,arrecifesdecoralymonstruosmarinosdesconocidos.Habíaaquí,sobre todo, loque llamabanel«tifóneterno»,unciclónquenuncadescansaba.Recorría incansableesosmaresbuscandovíctimas como si fuera un ser vivo, incluso astuto.Su camino era impredecible.Ytodoloquecaíaenlasgarrasdeesehuracánnovolvíaaaparecerhastaquequedabareducidoaastillas.
BienesciertoquelanaveexpedicionariaArgoestabamuybienpreparadaparaunencuentroconel«ciclónandarín».Estabahechaenteramentedeaceroespecial,azul,elástico e irrompible como una espada toledana. Y, merced a un sistema deconstrucción especial, estaba fundido enteramente de una pieza, sin ningunasoldadura.
Aúnasí,esdifícilqueotrocapitányotratripulaciónhubierantenidoelvalordeexponerse a estos peligros. Pero el capitán Gordon tenía mucho valor. Desde elpuentedemandomirabaorgullosoasusmarinerosymarineras,todosellosgrandesespecialistasensusrespectivoscampos.
Alladodelcapitánestabasuprimeroficial,donMelú,unlobodemardelosquequedanpocos;habíasobrevividoacientoveintisietehuracanes.
Un poco más atrás, en la toldilla, se podía ver al profesor Quadrado, directorcientífico de la expedición, con sus dos auxiliares,Mora y Sara, quemerced a suprodigiosamemoriasuplíanbibliotecasenteras.Lostresestabaninclinadossobresusinstrumentosdeprecisiónyseconsultabanensucomplicadajergacientífica.
Unpocomásalláestaba,encuclillas,labellanativaMomosan.Devezencuandoelprofesorlepreguntabaacercadealgúndetalledeesosmaresyellalerespondíaensuhermosodialectohula,quesóloelprofesorentendía.
Elobjetivode laexpediciónerahallar lascausasdel«ciclónandarín»y,deserposible, eliminarlo,paraqueesosmaresvolvierana sernavegablespara losdemásbarcos.Pero,demomentotodoseguíatranquilo,ynohabíaindiciodetempestad.
Derepente,ungritodelvigíaarrancóalcapitándesuspensamientos.—¡Capitán!—gritódesdelacofahaciendobocinaconlasmanos—.Sinoestoy
locoveoahídelanteunaisladecristal.ElcapitánydonMelúmiraroninmediatamenteatravésdesuscatalejos.También
elprofesorQuadradoysusauxiliaresseacercaron,interesados.Sólolabellanativasequedótranquilamentesentada.Lasmisteriosascostumbresdesupuebloleprohibíanmostrarcuriosidad.
Pronto llegarona la isladecristal.Elprofesorbajódelbarcoporunaescaladecuerdaypisóelsuelotransparente.Ésteeraenormementeresbaladizoyalprofesor
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Quadradolecostabamuchomantenerseenpie.Laislaeratotalmenteredondayteníaundiámetrodeunosveintemetros.Haciael
centro se levantaba como una cúpula.Cuando el profesor hubo alcanzado el lugarmásaltopudodistinguirclaramenteunaluztitilanteensuinterior.
Comunicósusobservacionesalosdemás,queesperaban,atentos,apoyadosenlaborda.
—Según eso —dijo la auxiliar Mora—, debe de tratarse de una Cestapuntiabriscatresia.
—Puede ser —dijo la auxiliar Sara—, pero también puede ser un Códuloleporífero.
ElprofesorQuadradoseenderezó,seajustólasgafasygritóhaciaelpuente:—En mi opinión, tenemos que vérnoslas con una variedad del Comodus
intarsicuscomún.Peronopodremosestarseguroshastanohaberlovistopordebajo.Al instante se echaron al agua tres de las marineras que eran, además,
submarinistasde famamundialyque,mientras tanto,ya sehabíanvestidocon sustrajesdeinmersión.
Durante un rato, no se vieron en la superficie del mar más que montones deburbujas,peroderepentesacólacabezadelaguaunadelasniñas,denombreSandra,quegritóconvozentrecortada:
—Esunamedusagigante.Lasotrasdossubmarinistasestánatrapadasentre lostentáculosynopuedensoltarse.Tenemosqueayudarlasantesdequeseademasiadotarde.
Dichoesto,volvióasumergirse.Inmediatamenteselanzaronalaguacienexpertoshombres-ranaalasórdenesdel
capitán Blanco, conocido por el apodo de «el Delfín». Bajo el agua comenzó uncombate increíble, y el mar se cubrió de espuma. Pero ni siquiera esos valerososmarinerosconsiguieronlibraralasdoschicasdelosterriblestentáculos.Lafuerzadelagigantescamedusaerademasiadogrande.
—Hayenesemaralgunacosa—dijoelprofesor,conlafrentearrugada,asusdosauxiliares— que provoca el gigantismo en los seres vivos. Esto es sumamenteinteresante.
Mientrastanto,elcapitánGordonysuprimeroficialdonMelú,quehabíanestadoconferenciando,habíantomadounadecisión.
—¡Atrás!—gritódonMelú—.¡Todoelmundoabordo!Partiremosalmonstruoendos,sino,nopodremoslibraralasdosmarineras.
ElDelfínysushombresvolvieronasubirabordo.ElArgoretrocedióunpocoyselanzódespuéscontodasupotenciaavante,hacia lamedusagigante.Laproadelbuqueeraagudacomounacuchilladeafeitar.Cortó lamedusaendosmitades,sinqueabordosenotaraapenasunpequeñotemblor.Lamaniobranocarecíadepeligropara las dos submarinistas presas entre los tentáculos, pero el primer oficial habíacalculado su posición con la mayor exactitud y pasó por medio de las dos. Al
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instante, los tentáculos delmonstruoperdieron toda su fuerzay las dosprisioneraspudieronlibrarsedeellos.
Fueronrecibidasjubilosamenteabordo.ElprofesorQuadradoseacercóalasdosmuchachasylesdijo:
—Ha sido culpa mía. No debería haberos enviado. Perdonadme por haberospuestoenpeligro.
—Nohaynadaqueperdonar,profesor—respondióunadelaschicasconunarisaalegre—.Alfinyalcabonoshemosembarcadoparaeso.
Aloquelaotrachicaañadió:—Elpeligroesnuestraprofesión.Ya no quedaba tiempo para más palabras. Durante los trabajos de rescate, el
capitán y la tripulación se habían olvidado de observar elmar.Demodo que sóloahora,enelúltimoinstante,sedieroncuentadequeporelhorizontehabíaaparecidoel«ciclónandarín»quesedirigíaatodavelocidadhaciaelArgo.
Llegóalbarcounaprimeraola,impresionante,loalzóensucrestaylolanzóporuna sima acuosa de cincuenta metros de profundidad, por lo menos. De habersetratadodeunatripulaciónmenosexpertayvalerosaqueladelArgo,enesteprimerembate lamitad habría sido arrastrada por la borda,mientras que la otramitad sehabría desmayado.Pero el capitánGordon estababienplantado sobre el puente demando, como si nohubierapasadonada, y toda la tripulaciónhabía aguantadodelmismomodo.Sólo la hermosa indígenaMomosan, no acostumbrada a los peligrosdelmar,sehabíarefugiadoenunbotesalvavidas.
En pocos segundos se oscureció todo el cielo. El torbellino se lanzó, ululante,sobre el barco, al que hacía saltar sobre las olas comoun corcho. Su furia parecíacrecerdeminutoenminutopornopoderromperlo.
Elcapitándabasusórdenesconvozsosegada,ysuprimeroficial lasrepetíaenvoz alta. Incluso el profesor Quadrado y sus auxiliares seguían junto a susinstrumentos.Calculabandóndedebíaestarelcentrodel tifón,pueshaciaallí teníaque ir el barco. El capitán Gordon admiraba en silencio la sangre fría de loscientíficosque,alfinyalcabo,noconocíanelmarcomoélysushombres.
Elprimerrayocayósobreelbuquedeacero,quequedócargadoeléctricamente.Haciacualquierpartequeseextendieralamanosaltabanchispas.Perotodos,abordodelArgo,sehabíanentrenadodurantemesesparaello.Anadieleimportabaya.
Loúnicomaloeraquelaspartesmásdelgadasdelbarco,cablesdeaceroybarrasde hierro, se ponían incandescentes como el filamento de una bombilla, y esodificultaba un poco el trabajo de la tripulación, aunque todos llevaban guantes deamianto.Quisolasuertequeesaincandescenciaseapagarapronto,porquecomenzóacaerunalluviatal,comonadiedeabordo—aexcepcióndedonMelú—habíavistojamás; una lluvia tan espesa que pronto desplazó todo el aire respirable. Latripulacióntuvoqueponersegafasyescafandrasdesubmarinista.
Un relámpago sucedía a otro, un trueno a otro. La tempestad ululaba. Se
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levantabanolasenormesyblancaespuma.ElArgo,conlosmotoresatodamáquina,avanzabametroametrocontralafuerza
incontenibledel tifón.Losmaquinistasy fogoneros,enelvientredelbarco,hacíanesfuerzos sobrehumanos. Se habían atado con gruesas sogas para que los bruscosmovimientosdelbarconoloslanzaranhacialasfaucesabiertasdelascalderas.
Porfinllegaronalcentrodeltifón.¡Quéespectáculoselesofrecióallí!Sobre la superficie del mar, liso como un espejo, porque la propia fuerza del
huracán barría las olas, bailaba un ser gigantesco. Se sostenía sobre una pata, seensanchaba por arriba y parecía realmente un trompo del tamaño de unamontaña.Dabavueltascontalrapidez,quenosepodíandistinguirlosdetalles.
—¡UnSum-sumgomalasticum!—exclamó entusiasmado el profesorQuadrado,mientrassesujetabalasgafas,quelalluvialehacíaresbalarunayotravez.
—¿Puede explicarnos esto un poco más? —refunfuñó don Melú—. Somossimplesmarinosy…
—No moleste ahora al profesor con sus observaciones —le interrumpió laauxiliar Sara—. Es una ocasión única. Esa especie de trompo animal procede,probablemente, de las primeras etapas de la evolución. Debe de tenermás demilmillonesdeaños.Hoynoquedamásqueunavariedadmicroscópicaqueavecesseencuentraenlasalsadetomatey,excepcionalmente,enlatintaverde.Unejemplardeesetamañoes,seguramente,elúnicosupervivientedesuespecie.
—Peronosotrosestamosaquí—gritóa travésdelululardelvientoelcapitán—paraeliminarlascausasdel«tifóneterno».Asíqueelprofesorhadedecirnoscómosepuedehacerpararesacosa.
—Nolosé—dijoelprofesor—.Laciencianohatenidotodavíaningunaocasióndeinvestigarlo.
—Estábien—dijoelcapitán—.Primeroledispararemosyyaveremosquépasa.—Esunapena—sequejóelprofesor—dispararsobreelúnicoejemplardeSum-
sumgomalasticum.Peroelcañóncontraficciónyaapuntabaaltrompogigantesco.—¡Fuego!—ordenóelcapitán.Delabocadelcañónsalióunallamaradaazuldeunkilómetrodelongitud.Nose
oyónada,porque,comotodoelmundosabe,elcañóncontraficcióndisparaproteínas.ElproyectilluminosovolóhaciaelSum-sum,perocayóbajoelefectodeltrompo,
se desvió, dio varias vueltas al monstruo y fue arrastrado hacia lo alto, dondedesaparecióentrelasnegrasnubes.
—¡Esinútil!—gritóelcapitánGordon—.Tenemosqueacercarnosmás.—Esimposibleacercarnosmás—respondiódonMelú—.Lasmáquinastrabajan
atodapotenciayloúnicoquelogramosesquelatempestadnonosempujemáslejos.—¿Tienealgunaidea,profesor?—preguntóelcapitán.Peroelprofesorseencogiódehombros,aligualquesusauxiliares,quetampoco
sabíanquéaconsejar.Parecíaquelaexpediciónhabíafracasado.
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Enesemomento,alguientiródelamangadelprofesor.Eralabellaindígena.—¡Malumba!—dijocongestoelegante—.Malumbaoisitu sono.Erbini samba
insaltulolobindra.Cramunaheubenibenisadogau.—¿Babalu?—preguntó sorprendido el profesor—. ¿Didi maha feinosi intu ge
doinenmalumba?Labellaindígenaasintiórepetidamenteycontestó:—Dodoumaufusulamatvafada.—Oi oi —respondió el profesor, mientras se acariciaba pensativamente el
mentón.—¿Quéesloquedice?—quisosaberelprimeroficial.—Dice—explicó el profesor—que en supueblohayuna canción antiquísima,
con laquesepuedehacerdormiral«ciclónandarín»,siesquealguienseatreveacantarla.
—¡Quéridículo!—refunfuñódonMelú—.Unananaparauntifón.—¿Quéopinaustedprofesor?—preguntólaauxiliarSara—.¿Esposibleunacosa
así?—Nohayquetenerprejuicios—dijoelprofesor—.Muchasveceshayunfondo
deverdaden las tradicionesde los indígenas.Quizáhayaunasvibracionessonorasdeterminadas que tienen alguna influencia sobre el Sum-sum gomalasticum. Nosabemosnadaacercadesuscondicionesdevida.
—Nopuedeperjudicarnos—decidióelcapitán—.Tenemosqueprobarlo.Dígalequecante.
Elprofesorsedirigióalabellaindígenaydijo:—Malumbadidioisafalhuna-huna,¿vafadu?Momosan asintió y comenzó a entonar una cantinela muy peculiar que se
componíadeunaspocasnotasqueserepetíancadavez:
Enimeniallubeniwannataisusurateni.
Seacompañabaconpalmadasysaltabaalcompás.Lasencillamelodíaylaletraeranfácilesderecordar.Pocoapoco,otrosfueron
haciéndole coro, demodo que, pronto, toda la tripulación cantaba, batía palmas ysaltabaal compás siguiendoel ritmo.Eraunespectáculobastante sorprendentevercantarybailarcomoniñosalviejolobodemardonMelúyalprofesorQuadrado.
Ysucedióloquenadiehabíacreído.Eltrompogigantescoempezóadarvueltasmásymáslentamente,separófinalmenteycomenzóahundirse.Conelruidodeuntruenosecerraronlasolassobreél.Latempestadacabóderepente,elcielosevolviótransparentey azuly lasolasdelmar se calmaron.ElArgo semecíaplácidamentesobrelastranquilasaguascomosijamáshubieraexistidounatormenta.
—¡Hombres!—dijoelcapitánGordonmientraslosmirabaalacara,unoauno
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—.¡Lohemosconseguido!—nuncahablabamucho,todoslosabían;poresopesabatantomáselqueahoraañadiera—.Estoyorgullosodevosotros.
—Creo—dijo lachicaque llevabaa suhermanito—queha llovidodeverdad.Yo,porlomenos,estoycalada.
Esverdadquemientrastantohabíadescargadolatormenta.Ysobretodolaniñaconsuhermanitosesorprendíadequehabíaolvidadotenermiedoalrayoyaltruenomientrashabíaestadoenelbarcodeacero.
Siguieronhablandoduranteunratosobrelaaventurayseexplicabandetalles,losunos a los otros, que cadaunohabía visto y vividopara sí.Entonces se separaronparairacasaysecarse.
Sólohabíaunoquenoestabadeltodosatisfechoconelcursodeljuego:elniñodelasgafas.AldespedirseledijoaMomo:
—Enel fondoesuna lástimaquehayamoshundidoelSum-sum gomalasticum.¡Elúltimoejemplardesuespecie!Mehubieragustadopoderestudiarlounpocomásdecerca.
Peroenunpuntoestaban todosdeacuerdo: enningúnotro lado sepodía jugarcomoconMomo.
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A
Unviejocalladoyunjovenparlanchín
uncuandoalguientienemuchosamigos,suelehaberentreellosunospocosalosquesequieretodavíamásquealosdemás.TambiénenelcasodeMomoeraasí.
Tenía dos grandes amigos que iban a verla cada día y que compartían con ellatodoloquetenían.Unoerajovenyotroviejo.
Momonohabríasabidodeciraquiéndelosdosqueríamás.
ElviejosellamabaBeppoBarrendero.Seguroqueenrealidadtendríaotroapellido,perocomoerabarrenderodeprofesiónytodoslellamabanasí,éltambiéndecíaqueéseerasunombre.
BeppoBarrenderovivíaenunachozaqueélmismosehabíaconstruido,cercadelanfiteatro,abasedeladrillos,latasycartónembreado.Eraextraordinariamentebajoeiba siempre un poco encorvado, por lo que apenas sobrepasaba aMomo. Siemprellevabasugrancabeza,sobrelaqueseerguíaunmechóndepeloscanosos,unpocotorcida,ysobrelanarizllevabaunaspequeñasgafas.
Algunos opinaban que aBeppoBarrendero le faltaba algún tornillo. Lo decíanporque ante las preguntas se limitaba a sonreír amablemente y no contestaba.Pensaba.Ycuandocreíaqueunarespuestaerainnecesaria,secallaba.Perocuandolacreíanecesaria,pensabasobreella.Avecestardabadoshorasencontestar,perootrastardaba todo un día. Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado qué habíapreguntado,porloquelarespuestadeBeppolesorprendía.
SóloMomosabíaesperartantoyentendíaloquedecía.Sabíaquesetomabatantotiempoparanodecirnuncanadaquenofueraverdad.Puesensuopinión,todaslasdesgracias delmundo nacían de lasmuchasmentiras, las dichas a propósito, perotambiénlasinvoluntarias,causadasporlaprisaolaimprecisión.
Cadamañanaiba,antesdelamanecer,ensuviejaychirriantebicicleta,haciaelcentro de la ciudad, a un gran edificio. Allí esperaba, con sus compañeros, en unpatio,hastaqueledabanunaescobayleseñalabanunacallequeteníaquebarrer.
ABeppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavíadormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muynecesario.
Cuandobarría lascalles, lohacíadespaciosamente,peroconconstancia;acadapasounainspiraciónyacadainspiraciónunabarrida.Paso-inspiración-barrida.Paso-inspiración-barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y mirabapensativamenteantesí.Despuésproseguíapaso-inspiración-barrida.
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Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás, se leocurrían pensamientos. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tandifícilesdecomunicarcomounolordelqueunoaduraspenasseacuerda,ocomouncolor que se ha soñado. Después del trabajo, cuando se sentaba con Momo, leexplicaba sus pensamientos.Y como ella le escuchaba a sumodo, tan peculiar, sulenguasesoltabayhallabalaspalabrasadecuadas.
—Ves,Momo—ledecía,porejemplo—,lascosassonasí:avecestienesantetiunacalle larguísima.Teparece tan terriblemente larga,quenuncacreesquepodrásacabarla.
Miróunratoensilencioasualrededor;entoncessiguió:—Yentoncesteempiezasadarprisa,cadavezmásprisa.Cadavezquelevantas
lavista,vesquelacallenosehacemáscorta.Yteesfuerzasmástodavía,empiezasatenermiedo,alfinalestássinaliento.Ylacallesigueestandopordelante.Asínosedebehacer.
Pensóduranteunrato.Entoncessiguióhablando:—Nuncasehadepensaren toda lacalledeunavez,¿entiendes?Sólohayque
pensarenelpasosiguiente,enlainspiraciónsiguiente,enlasiguientebarrida.Nuncanadamásqueenelsiguiente.
Volvióacallaryreflexionar,antesdeañadir:—Entoncesesdivertido;esoesimportante,porqueentoncessehacebienlatarea.
Yasíhadeser.Despuésdeunanuevaylargainterrupción,siguió:—Derepentesedaunocuentadeque,pasoapaso,sehabarrido toda lacalle.
Unonosedacuentacómohasido,ynoseestásinaliento.Asintióensilencioydijo,poniendopuntofinal:—Esoesimportante.OtravezsesentóalladodeMomo,callado,yellavioqueestabapensandoyque
queríadeciralgomuyespecial.Derepente,éllamiróalosojosyledijo:—Noshereconocido.Pasómuchoratoantesdequecontinuaraconvozbaja:—Eso ocurre, a veces… a mediodía…, cuando todo duerme en el calor… El
mundosevuelvetransparente…Comounrío,¿entiendes?…Sepuedeverelfondo.Asintióycallóunrato,paradecirenvozmásbaja:—Hayallíotrostiempos,allíalfondo.Volvióapensarunbuenrato,buscandolaspalabrasadecuadas.Peroparecióno
encontrarlas,puesderepentedijoconvoztotalmentenormal:—Hoyestuvebarriendojuntoalasviejasmurallas.Hayallícincosillaresdeotro
color.Así,¿entiendes?YconeldedodibujóunagranTenelsuelo.Lamiróconlacabezatorciday,de
repente,murmuró:—Lashereconocido,laspiedras.
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Despuésdeotrainterrupciónsiguióaempellones:—Esoseranotrostiempos,cuandoseconstruyólamuralla…Trabajaronmuchos
en ella…Pero había dos, entre ellos, que colocaron esos sillares…Era una señal,¿comprendes?…Lahereconocido.
Sepasólasmanosporlosojos.Parecíacostarleungranesfuerzoloqueintentabadecir,porquealseguirhablando,laspalabrassalíanconesfuerzo:
—Teníanotroaspecto,esosdos,enaquelentonces.Yenesemomentodijo,entonodefinitivoycasicolérico.—Peronoshereconocido,atiymí.¡Noshereconocido!NoselepuedetomaramalalagenteelquesonrieracuandooíahablaraBeppo
Barrenderodeesemodoy,asusespaldas,algunosseñalabanlasienconeldedo.PeroMomoloqueríayguardabatodassuspalabrasensucorazón.
ElotroamigodeMomoerajoveny,entodoslosaspectos,lomásopuestoaBeppoBarrendero.Era un guapomuchacho de ojos soñadores, pero una lengua increíble.Siempreestaba repletodebromasychistes,y sabía reírcon tal ligereza,quehabíaquereírconél,sequisieraono.SellamabaGirolamo,perotodoslollamabanGigi.
ComoalviejoBeppo lohemos llamadosegúnsuprofesión,haremos lomismoconGigi,aunquenoteníaningunaprofesiónprecisa.Lovamosallamar,pues,GigiCicerone. Pero ya queda dicho que la de cicerone sólo era una de las muchasprofesiones que ejercía según la ocasión, y no lo era, ni mucho menos, de modooficial.
Elúnicorequisitoqueteníaparaejerceresaactividaderaunagorradeplato.Selaponíaencuantoveíaaparecer,detardeentarde,algúngrupodeviajerosquesehabíaperdidoporesebarrio.Seacercabaaellosconlacaraseriayseofrecíaaguiarlosyexplicarlestodo.Silosforasterosestabandeacuerdo,sedisparabaylescontabaloscuentos de Calleja. Punteaba su relato de acontecimientos, nombres y fechasinventados, de tal manera que los pobres oyentes quedaban totalmente confusos.Algunossedabancuentaysemarchabanenfadados.PerolamayoríaselocreíayseloretribuíancuandoGigipasabalagorra,alfinal.
La gente de los alrededores se reía de las invenciones de Gigi, pero algunosponíancarascensorasyopinabanquenoestababienqueaceptaradineroacambiodehistoriasque,alfinyalcabo,habíainventado.
—Eso lohacen todos lospoetas—decíaaesoGigi—.¿Yacaso lagentenoharecibidonadaacambiodesudinero?Yoosdigoquehanrecibidoexactamenteloquequerían.¿Yqué importaque loqueyocuenteestéonoescritoenalgún libromuysabio?¿Quiénosdiceavosotrosquelashistoriasqueponenenloslibrossabiosnoseaninventadas,sóloquenadieseacuerdaya?
Otravezdecía:—¿Quién sabe lo que es cierto y lo que no? ¿Quién puede saber lo que ha
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ocurridoaquíhacemilodosmilaños?¿Losabéisvosotros?—No—reconocíanlosdemás.—¡Loveis!—exclamabaGigiCicerone—.¡Cómopodéisdecirvosotrosquelas
historiasqueyocuentonosonverdad!Puedeserque,casualmente,hayaocurridotalcomoyolocuento.Entonceshedicholapuraverdad.
A eso era difícil oponer nada. Sí, en lo que se refiere a locuacidad, Gigifácilmentepodíacontodosellos.
Lamentablementeveníanmuypocosforasterosquequisieranverelanfiteatro,porloqueGigiteníaquepracticarotrasprofesiones.Segúnlaocasión,eraguardadeunaparcamiento,testigodeboda,paseadordeperros,carterodeamor,participanteenunfuneral,traficantederecuerdosymuchasotrascosasmás.
Pero Gigi soñaba con volverse rico y famoso. Viviría en una casa de fábula,rodeada de un parque; comería en platos dorados y dormiría sobre almohadas deseda.Yseveíaasímismoenelesplendordelafamacomounsol,cuyosrayosyalocalentabanahora,ensumiseria.
—¡Loconseguiré!—exclamaba,cuandolosotrossereíandesussueños—.Todososacordaréisdemispalabras.
Peroniélmismohubierapodidodecircómopensabaalcanzarlafama.Porquenoleatraíandemasiadoelesfuerzoyeltrabajo.
—Esonotienemérito—ledecíaaMomo—,asísepuedehacerricocualquiera.Míralos, lo que parecen los que han vendido la vida y el alma por un poco debienestar.No,aesonojuegoyo.Yaunquemuchasvecesnotengadinero,nisiquieraparapagarunatazadecafé,GigiseguirásiendoGigi.
Sepensaríaqueeratotalmenteimposiblequedospersonasdeideastandiferentesacerca delmundo y la vida, comoGigiCicerone yBeppoBarrendero, se hicieranamigos.Sinembargo,asíera.Da lacasualidadqueelúnicoquenuncacensurabaaGigisu ligerezaeraelviejoBeppo.Ypor lamismacasualidaderaprecisamenteellocuazGigielúnicoquenuncasereíadelsorprendenteyviejoBeppo.
ProbablementefueraacausadelmodoenqueMomolosescuchabaaambos.Ningunodelostresintuíaqueprontocaeríaunasombrasobresuamistad.Yno
sólosobresuamistad,sinosobretodalaregión;unasombraquecrecíaycrecíayqueahoramismo,oscurayfría,seextendíayasobrelagranciudad.
Setratabadeunaconquistacalladaeinsensible,queavanzabadíaadía,ycontrala que nadie se resistía, porque nadie conseguía darse cuenta de ella. Y losconquistadores,¿quiéneseran?
NisiquieraelviejoBeppo,quesedabacuentadetantascosasquelosdemásnoveían,observabaloshombresgrisesquerecorrían,incansables,laciudadyparecíanestarsiempreocupados.Yesoquenoeraninvisibles.Selesveía,ynoselesveía.Dealgúnmisteriosomodoerancapacesdepasardesapercibidos,demaneraquenoselesobservaba o se volvía a olvidar, en seguida, su aspecto. Así podían operar en laclandestinidad,precisamenteporquenoseocultaban.Ycomonadiereparabaenellos,
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nadielespreguntabadedóndehabíansalidoydedóndesalían,porquecadadíaeranmás.
Circulabanporlascallesenelegantescochesgrises,entrabanentodaslascasas,se sentaban en todos los restaurantes. Muchas veces hacían anotaciones en susagendas.
Eranunoshombresvestidoscontrajesdeuncolorgristelaraña.Inclusosuscarasparecían ser de ceniza gris. Llevaban bombines y fumaban pequeños puros grises.Cadaunollevabasiempreunmaletíngrisplomo.
TampocoGigiCiceronehabíanotadoquevariasvecesalgunodeesoshombresgrises habían estado cerca del anfiteatro y habían apuntado muchas cosas en susagendas.
SóloMomohabíaobservadoqueunatardehabíanaparecidosusoscurassiluetaspor el borde superior del anfiteatro. Se habían hecho señas los unos a los otros ydespuéssehabíanreunidoadiscutir.Nosehabíaoídonada,peroMomo,derepente,habíasentidounfríomuyespecial,comonolohabíanotadonuncaantes.Nolesirviódenadaquesearrebujaramásestrechamenteensugranchaquetón,porquenoeraunfríonormal.
Después, los hombres grises se habían ido de nuevo y no habían vuelto aaparecer.
Esa noche,Momo no había podido oír, como otras veces, lamúsica callada ypoderosa.Peroaldíasiguiente,lavidahabíacontinuadocomosiempre,yMomonovolvióapensarenloscuriososvisitantes.Tambiénellaloshabíaolvidado.
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Cuentosparamuchosycuentosparauna
oco a poco, Momo se había vuelto totalmente imprescindible para GigiCicerone.Enlamedidaenquesepuedeafirmaresodeuntipotaninconstantecomo él, había cobrado un profundo cariño por la niña, y hubiera querido
llevarlaconsigoatodaspartes.Elcontarhistoriasera,comoyasabemos,supasión.Yprecisamenteenestepunto
se había operado un cambio en él.Antes, sus historias habían resultado de vez encuando, un tanto pobres, no se le ocurría nada interesante, repetía algunas cosas orecurríaaalgunapelículaquehabíavistooalgunanoticiaquehabíaleído.Pordecirloasí,sushistoriashabíanidoapie,perodesdequeconocíaaMomo,lehabíancrecidoalas.
Especialmente cuandoMomo estaba con él y le escuchaba, su fantasía florecíacomounpradoenprimavera.Niñosymayoresseapiñabanasualrededor.Ahoraeracapazdecontarhistoriasqueseestirabanenmuchoscapítulosa lo largodedíasysemanas, y nunca se le agotaban las ocurrencias.Élmismo, por cierto, también seescuchabaconlamáximaatención,porquenoteníalamásmínimaideadeadóndeleconduciríasufantasía.
Unavezquellegaronunosviajerosquequeríanvisitarelanfiteatro(Momoestabasentada,algoapartada,enlasgradasdepiedra),comenzódelmodosiguiente:
—¡Estimadas señoras y caballeros! Como acaso todos ustedes sepan, laemperatriz Basilisca Agustina emprendió incontables guerras para defender suimperiodelosconstantesataquesdelospitosyflautas.
»Tras someter una vez más esos pueblos, estaba tan irritada por la incansablemolestia que amenazó con exterminar a todos los atacantes a menos que su reyXaxotraxoluslecediera,comocastigo,sucarpadorada.
»Pues en aquella época, damas y caballeros, las carpas doradas todavía erandesconocidasaquí.PerolaemperatrizBasiliscahabíaoídodebocadeunviajeroqueelreyXaxotraxolusposeíaunpececitoque,encuantoquehubieraacabadodecrecer,se convertiría en oro puro. Y esa rareza quería poseerla a cualquier precio laemperatrizBasilisca.
»ElreyXaxotraxolusserióparasusadentros.Ocultódebajodelacamalacarpadorada, que efectivamente poseía, e hizo entregar a la emperatriz, en una soperaincrustadadediamantes,unaballenapequeñita.
»Bienesciertoque laemperatrizquedóun tantosorprendidaporel tamañodelanimal,puessehabía imaginadolacarpadoradaunpocomáspequeña.Peropensóque cuantomayor,mejor, pues tantomásoroproduciría, al final, el pez.Pero, porotrolado,esepeznoparecíadorado,yesolaintranquilizaba.Peroelemisariodelrey
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Xaxotraxolus ledeclaróqueelpeznoseconvertiríaenorohastahaberacabadodecrecer,noantes.Poresoeramuyimportantequenoseleestorbaraensucrecimiento.Coneso,laemperatrizBasiliscasedioporsatisfecha.
»Elpececitocrecíadedíaendíayconsumíaenormescantidadesdecomida.Perolaemperatriznoerapobreyelpezrecibíatodoloquepodíatragar,conloquesehizograndeygordo.Prontolasoperasequedópequeña.
»"Cuanto mayor, mejor", dijo la emperatriz Basilisca, y lo hizo trasladar a subañera. Pero al poco tiempo ya no cabía tampoco en la bañera. Crecía y crecía.Entonces fue trasladado a la piscina imperial. Eso ya era un transporte bastantecomplicado,porqueelpezyapesaba tantocomounbuey.Unode losesclavosqueteníaquearrastrarloresbalóylaemperatrizlomandótiraralosleones,porqueelpezloeratodoparaella.
»Todoslosdíassepasabamuchashorassentadaalbordedelapiscinayloveíacrecer. No pensaba más que en el oro, pues es sabido que llevaba una vida muyespléndidaynuncateníaorosuficiente.
»"Cuantomayor,mejor",murmurabaparasí.Esafraseseconvirtióenellemadelimperioysegrabóenletrasdeoroentodoslosedificiosestatales.
»Pero,hastalapiscinaimperialresultódemasiadopequeñaparaelpez.Entonces,Basiliscamandóconstruiresteedificio,cuyasruinas,señorasyseñores, tienenantesí.Eraunenormeacuario,totalmentecircular,llenohastaelbordedeagua,enelqueelpez,porfin,podíaestirarseagusto.
»La emperatriz, como ya hemos dicho, pasaba día y noche en este lugar yesperabaqueelpezgiganteseconvirtieraenoro.Yanosefiabadenadie,nidesusesclavosnidesusparientes,ytemíaquelefueranarobarelpez.Demodoqueahíestaba, adelgazaba más y más por el miedo y la preocupación, no pegaba ojo yvigilabaelpez,quenadabadivertidoynopensabasiquieraenconvertirseenoro.YBasiliscasedespreocupabamásymásdelosasuntosdelgobierno.
»Esoprecisamentehabíanesperadolospitosyflautas.BajoladireccióndesureyXaxotraxolus,emprendieronunaúltimacampañayconquistarontodoel imperioenun paseomilitar.No se encontraron con ningún soldado y al pueblo tanto le dabaquiénlogobernara.
»Cuando la emperatriz Basilisca se enteró, por fin, del asunto, pronunció lasfamosaspalabras:"¡Aydemí!Ojalá…".Elrestopordesgracia,nohallegadohastanosotros.Loquesísesabeconcertezaesqueselanzóaesteacuarioyseahogóallado del pez, tumba de todas sus esperanzas. Para celebrar la victoria, el reyXaxotraxolusmandómatar laballena,demodoque todoelpueblo recibió,duranteochodías,filetedepescadoasado.
»Asípuedenver,señorasyseñores,adóndeconducelacredulidad.Con estas palabras concluyóGigi su relato, y los oyentes estaban visiblemente
impresionados.Mirabanlasruinascontodorespeto.Sólounodeellosdesconfiabaunpocoypreguntó:
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—¿Ycuándodicequeocurriótodoeso?Giginuncadejabaunapreguntasincontestarydijo:—Como todo el mundo sabe, la emperatriz Basilisca fue contemporánea del
filósofoSínacaelViejo.Eldesconfiado,claroestá,noqueríareconocerquenosabíacuándohabíavivido
elfilósofoSínacaelViejo,porloquesólodijo:—Ah,muchasgracias.Todos los oyentes estaban sumamente satisfechos y decían que esa visita
realmente había merecido la pena, y que nadie les había explicado nunca, tancomprensiblemente,loshechosdelahistoria.EntoncesGigipresentó,modestamente,sugorra,ylagentesemostrógenerosa.Inclusoeldesconfiadoechóunasmonedasenella.Además,desdequehabía llegadoMomo,Gigino contabanuncadosveces lamismahistoria.Le habría resultadodemasiado aburrido.SiMomoestaba entre losoyentes, le parecía que en su interior se abríanunas compuertas por las que fluíanmásymásocurrencias,sinquetuvieranecesidaddepararapensárselas.
Al contrario:muchas veces tenía que intentar refrenarse, para no ir demasiadolejos,comoaquellavez,enquedosdamasamericanas,mayores,distinguidas,habíanaceptado sus servicios. Pues les había dado un buen susto cuando les relató losiguiente:
—Claroestáque inclusoensubellay libreAmérica,estimadasseñoras,sabránque el cruel tirano Marjencio Communo había concebido un plan de cambiar elmundo según sus ideas. Pero hiciera lo que hiciera, la gente seguía siendomás omenosigualynosedejabacambiar.Entonces,ensuvejez,MarjencioCommunosevolvió loco. Como ustedes saben, estimadas señoras, en aquel tiempo no habíatodavíapsiquiatrasquesupierancuraresasenfermedades.Conloquehabíaquedejarquelostiranoshicieranellococomoquisieran.Ensulocura,aMarjencioCommunoseleocurriólaideadedejarqueelmundosiguierasiendocomoquisierayhacerseotro,nuevo,asugusto.
»Así que ordenó que se construyera un globo que tenía que tener el mismotamañoquelaviejaTierra,yenelquehabíaquereproducir,contodafidelidad,cadadetalle:cadacasa,cadaárbol, todaslasmontañas,ríosymares.Todalahumanidadfueobligada,bajopenademuerte,atrabajarenlaingenteobra.
»Enprimerlugar,construyeronunpedestal,sobreelquedebíaapoyarseeseglobogigantesco.Laruinadeesepedestal,estimadasseñoras,eslaquetienenustedesantesí.
»Entonces se comenzó a construir el propio globo terráqueo, una esferagigantesca,delmismotamañoquelaTierra.Cuandoseacabódeconstruirlaesfera,sereprodujoconcuidadotodoloquehabíasobrelaTierra.
»Claro está que se necesitaba mucho material para ese globo terráqueo, y esematerialnosepodíatomardeningúnladomásquedelapropiaTierra.Así,laTierrasehacíacadavezmáspequeña,mientraselglobosehacíamayor.
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»Y cuando se hubo terminado de hacer el nuevomundo, hubo que aprovecharparaelloprecisamentelaúltimapiedrecitaquequedabadelaTierra.ClaroestáquetambiéntodosloshabitantessehabíanidodelaviejaTierraalnuevogloboterráqueo,porquelaviejasehabíaacabado.CuandoMarjencioCommunosediocuentadequetodo seguía igual que antes, se cubrió la cabeza con la toga y se fue. Nadie sabeadónde.
»Ven ustedes, estimadas señoras, este hueco en forma de embudo, que permitedistinguirlasruinasenlaactualidadeselpedestalqueseapoyabaenlasuperficiedelaviejaTierra.Asíquedebenimaginárselotodoalrevés.
LasdosdistinguidasdamasdeAméricapalidecieron,yunapreguntó:—¿Ydóndehaquedadoelgloboterráqueo?—Están ustedes en él—contestóGigi—.Elmundo actual, señorasmías, es el
globoterráqueo.Lasdosdamaschillaronhorrorizadasyhuyeron.Gigipresentóenvanolagorra.
Pero lo que más le gustaba a Gigi era contarle cuentos sólo aMomo, cuando noescuchabanadiemás.Casisiempreerancuentosque tratabande lospropiosGigiyMomo.YsóloestabandestinadosaellosdosyerantotalmentediferentesalosqueGigicontabaenotrasocasiones.
Unanochehermosaycálida, losdosestabansentadoscalladosenlosescalonesdepiedra.Enelcielobrillabanyalasprimerasestrellasylalunaseperfilaba,grandeyplateada,sobrelassiluetasnegrasdelospinos.
—¿Mecuentasuncuento?—pidióMomo.—Estábien—dijoGigi—.¿Dequién?—DeMomoyGirolamo,sipuedeser—contestóMomo.Gigireflexionóunmomentoypreguntó:—¿Ycómohadellamarse?—Quizá…¿Elcuentodelespejomágico?Gigiasintió,pensativo:—Esosuenabien.Veamosquépasa.PusounbrazoalrededordeloshombrosdeMomoycomenzó:—Érase una vez una hermosa princesa llamada Momo, que vestía de seda y
terciopeloyvivíamuyporencimadelmundo,sobrelacimadeunamontaña,cubiertadenieve,enuncastillodecristal.
»Teníatodoloquesepuededesear,nocomíamásquelosmanjaresmásfinosynobebíamásqueelvinomásdulce.Dormíasobrealmohadasdesedaysesentabaensillasdemarfil.Loteníatodo,peroestabacompletamentesola.
»Todoloquelarodeaba,laservidumbre,lascamareras,gatos,perrosypájaroseinclusolasflores,todo,noeranmásquereflejosdeunespejo.
»PorqueresultaquelaprincesaMomoteníaunespejomágicogrande,redondoy
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delamáspuraplata.Loenviabacadadíaycadanocheportodoelmundo.Yelgranespejoflotabasobrepaísesymares,sobreciudadesycampos.Lagentequeloveíanosesorprendía,sinoquedecía:"Eslaluna".
»Ycadavezqueelespejovolvía,poníadelantedelaprincesatodoslosreflejosque había recogido durante su viaje. Los había bonitos y feos, interesantes yaburridos, segúncomosalía.Laprincesaescogía losque legustaban,mientrasquelosotros los tiraba simplemente aunarroyo.Y los reflejos liberadosvolvíana susdueños,atravésdelagua,muchomásdeprisadeloqueteimaginas.Aesosedebequeveastupropiaimagenreflejadacuandoteinclinassobreunpozoouncharcodeagua.
»AtodoestoheolvidadodecirquelaprincesaMomoerainmortal.Porquenuncasehabíamiradoasímismaenelespejomágico.Porquequienveíaenélsupropiaimagen,sevolvía,porello,mortal.EsolosabíamuybienlaprincesaMomo,yporlotanto no lo hacía. De esemodo vivía con todas sus imágenes, jugaba con ellas yestababastantecontenta.
»Peroundía,elespejomágicoletrajounaimagenqueleinteresómásquetodaslas otras. Era la imagen de un joven príncipe. Cuando lo hubo visto le entró talnostalgia,quequeríallegarhastaélcomofuera.Pero¿cómo?Nosabíadóndevivía,niquiénera,nosabíanisiquieracómosellamaba.
»Comonoencontrabaotrasolución,decidiómirarseporfinenelespejo.Porquepensaba:"Alomejorelespejollevarámiimagenhastaelpríncipe.Puedequemirecasualmentehaciaelcielo,cuandopaseelespejo,yverámi imagen.Acasosigaelcaminodelespejoymeencuentreaquí".
»Asíquesemirólargamenteenelespejoyloenvióporelmundoconsureflejo.Peroasí,claroestá,sehabíavueltomortal.
»En seguida oirás cómo sigue esta historia, pero primero he de hablarte delpríncipe.
»EstepríncipesellamabaGirolamoyvivíaenunreinofabuloso.Todoslosquevivíanenél amabanyadmirabanalpríncipe.Unbuendía, losministrosdijeronalpríncipe:"Majestad,debéiscasaros,porqueasíescomodebeser".
»ElpríncipeGirolamonoteníanadaqueoponer,demodoquellegaronalpalaciolasmásbellasseñoritasdelpaís,paraquepudieraelegiruna.Todassehabíanpuestolomásguapasposible,porquetodasqueríancasarseconél.
»Peroentre lasmuchachas tambiénsehabíacoladoenelpalaciounhadamala,quenoteníaenlasvenassangrerojaycálida,sinosangreverdeyfría.Claroqueesonoselenotaba,porquesehabíamaquilladoconmuchocuidado.
»Cuando el príncipe entró en el gran salón dorado del trono, para hacer suelección, ella pronunció rápidamente un conjuro, demodo queGirolamo no vio anadiemásqueella.Yademáslepareciótanhermosa,quealmomentolepreguntósiqueríasersuesposa.
»—Conmuchogusto—dijoelhadamala—,peropongounacondición.
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»—Lacumpliré—respondióGirolamo,irreflexivo.»—Está bien —contestó el hada mala, y sonrió con tal dulzura, que el
desgraciado príncipe casi se marea—, durante un año no podrás mirar el flotanteespejodeplata.Silohaces,olvidarásalinstantetodoloqueestuyo.OlvidarásloqueeresenrealidadytendrásqueiralpaísdeHoy,dondenadieteconoce,yallíviviráscomounpobrediablo.¿Estásdeacuerdo?
»—Sinoesmásqueeso—exclamóelpríncipeGirolamo—,lacondiciónesfácil.»¿QuéhaocurridomientrastantoconlaprincesaMomo?»Habíaesperadoyesperado,peroelpríncipenohabíavenido.Entoncesdecidió
salirabuscarleellamisma.Devolviólalibertadatodaslasimágenesqueteníaasualrededor.Entoncesbajó,totalmentesolayensussuaveszapatillas,desdesupalaciode cristal, a través de las montañas nevadas, hacia el mundo. Recorrió todos lospaíses,hastaquellegóalpaísdeHoy.Aestasalturassuszapatillasestabangastadasytenía que ir descalza. Pero el espejomágico con su imagen seguía flotando por elcielo.
»UnanocheelpríncipeGirolamoestabasentadoeneltejadodesupalaciodoradoyjugabaalasdamasconelhadadelasangreverdeyfría.Derepentecayóunagotadiminutasobrelamanodelpríncipe.
»—Empiezaallover—dijoelhadadelasangreverde.»—No—contestóelpríncipe—,nopuedeserporquenohayniunasolanubeen
elcielo.»Ymiróhacialoalto,directamentealgranespejomágico,plateado,queflotaba
allíarriba.EntoncesviolaimagendelaprincesaMomoyobservóquellorabayqueuna de sus lágrimas le había caído sobre la mano. En el mismo momento se diocuentadequeelhadalehabíaengañado,quenoerahermosayqueensusvenassóloteníasangreverdeyfría.EraalaprincesaMomoalaqueamabaenverdad.
»—Acabasderompertupromesa—dijoelhadaverde,ysucarasecrispóhastaparecerladeunaserpiente—yahorahasdepagarlo.
»Introdujo sus largos dedos verdes en el pecho de Girolamo, que se quedósentado como paralizado, y le hizo un nudo en el corazón. En esemismo instanteolvidóqueeraelpríncipeGirolamo.Saliódesupalacioydesureinocomounladrónfurtivo.Caminópor todoelmundo,hastaque llegóalpaísdeHoy,dondevivióenadelantecomounpobreinútildesconocidoysellamabasimplementeGigi.Loúnicoquehabíallevadoconsigoeralaimagendelespejomágicoquedesdeentoncesquedóvacío.
»Mientrastanto,losvestidosdesedayterciopelodelaprincesaMomosehabíangastado. Ahora llevaba un chaquetón de hombre, viejo, demasiado grande, y unafaldaderemiendosdetodosloscolores.Yvivíaenunasruinas.
»Aquíseencuentranunbuendía.PerolaprincesaMomonoreconocealpríncipeGirolamo,porqueahoraesunpobrediablo.TampocoGigi reconocióa laprincesa,porqueyanoteníaningúnaspectodeprincesa.Peroenladesgraciacomún,losdosse
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hicieronamigosyseconsolabanmutuamente.»Unanoche,cuandovolvíaaflotarenelcieloelespejomágico,queahoraestaba
vacío, Gigi sacó del bolsillo la imagen y se la enseñó a Momo. Estaba ya muyarrugadaydesvaída,peroaúnasí,laprincesasediocuentaenseguidaquesetratabadesupropiaimagen.Yentoncestambiénreconoció,bajolamáscaradepobrediablo,al príncipe Girolamo, al que siempre había buscado y por quien se había vueltomortal.Yselocontótodo.
»PeroGigimoviótristelacabezaydijo:»—Nopuedoentendernadadeloquedices,porquetengounnudoenelcorazón
ynopuedoacordarmedenada.»Entonces, la princesa Momo metió la mano en su pecho y desató, con toda
facilidad,elnudoqueteníaenelcorazón.Y,derepente,elpríncipeGirolamovolvióasaberquiénera.Tomóa laprincesade lamanoyse fueconellamuy lejos,asupaís.
UnavezqueGigihuboconcluido,amboscallaronunratito;despuésMomopreguntó:—¿Ydespuéshansidomaridoymujer?—Creoquesí—dijoGigi—,mástarde.—¿Yhanmuertomientrastanto?—No—dijoGigicondecisión—.Esoloséexactamente.Elespejomágicosólo
hacíaaalguienmortal,cuandosemirabaenélasolas.Perosisemirandos,vuelvenaserinmortales.Yesohicieronestosdos.
La luna se veía grande y plateada sobre los pinos negros y hacía brillarmisteriosamente lasviejaspiedrasde las ruinas.MomoyGigi estaban sentadosensilencio el unoal ladodelotroy semiraron largamente en ella: sintieron con todaclaridadque,duranteeseinstante,amboseraninmortales.
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SEGUNDAPARTE:Loshombresgrises
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E
Lacuentaestáequivocada,perocuadra
xisteunacosamuymisteriosa,peromuycotidiana.Todoelmundoparticipadeella,todoelmundolaconoce,peromuypocosseparanapensarenella.Casitodosselimitanatomarlacomoviene,sinhacerpreguntas.Estacosaes
eltiempo.Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos
sabemosque,aveces,unahorapuedeparecernosunaeternidad,yotra,encambio,pasaenuninstante;dependedeloquehagamosduranteesahora.
Porqueeltiempoesvida.Ylavidaresideenelcorazón.
Y nadie lo sabe tan bien, precisamente, como los hombres grises. Nadie sabíaapreciartanbienelvalordeunahora,deunminuto,deunsegundodevida,incluso,comoellos.Claroqueloapreciabanasumanera,comolassanguijuelasaprecianlasangre,yasíactuaban.
Ellos se habían hecho sus planes con el tiempo de los hombres. Eran planestrazadosmuycuidadosamenteycongranprevisión.Lomásimportanteeraquenadieprestaraatenciónasusactividades.Sehabíanincrustadoenlavidadelagranciudadydesushabitantessinllamarlaatención.Pasoapaso,sinquenadiesedieracuenta,continuabansuinvasiónytomabanposesióndeloshombres.
Conocíanacualquieraqueparecíaaptoparasusplanesmuchoantesdequeéstese diera cuenta. No hacían más que esperar el momento adecuado para atraparle.Aunquehicierantodoloposibleparaqueesemomentollegarapronto.
Tomemos,porejemplo,alseñorFusi,elbarbero.Esciertoquenosetratabadeunpeluquerofamoso,peroeraapreciadoensubarrio.Noeranipobrenirico.Sutienda,situadaenelcentrodelaciudad,erapequeña,yocupabaaunaprendiz.
Un día, el señor Fusi estaba a la puerta de su establecimiento y esperaba a laclientela.Elaprendizlibrabaaqueldía,yelseñorFusiestabasolo.Mirabacómolalluviacaíasobrelacalle,pueseraundíagris,ytambiénenelespíritudelseñorFusihacíaundíaplomizo.
«Mividavapasando»,pensaba,«entreelchasquidodelastijeras,elparloteoylaespumadejabón.¿Quéestoyhaciendodemivida?Eldíaquememueraserácomosinuncahubieraexistido».
A todo eso no hay que creer que el señor Fusi tuviera algo que oponer a unacharla.Todolocontrario:leencantabaexplicaralosclientes,contodaamplitud,sus
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opiniones,yoírloqueellospensabandeellas.Tampocolemolestabaenabsolutoelchasquidode las tijeraso laespumade jabón.Su trabajo legustabamuchoysabíaquelohacíabien.Especialmentesuhabilidadenafeitaracontrapelobajolabarbillaeradifícildesuperar.Perohaymomentosenqueunoseolvidadetodoeso.Lepasaatodoelmundo.
«¡Todamividaesunerror!»,pensabaelseñorFusi.«¿Quésehahechodemí?Uninsignificantebarbero,esoestodoloqueheconseguidoser.Perosipudieravivirdeverdadseríaotracosadistinta».
ClaroqueelseñorFusinoteníalamenorideadecómohabríadeseresodevivirdeverdad.Sóloseimaginabaalgoimportante,algomuylujoso,talcomoveíaenlasrevistas.
«Pero»,pensabaconpesimismo,«mitrabajonomedejatiempoparaello.Porqueparavivirdeverdadhayquetenertiempo.Hayqueserlibre.Peroyoseguirétodamividapresodelchasquidodelastijeras,elparloteoylaespumadejabón».
En ese momento se acercó un coche lujoso, gris, que se detuvo exactamentedelante de la barbería del señor Fusi. Se apeó un señor gris, que entró en elestablecimiento.Pusosucarteragrisenlamesa,delantedelespejo,colgósubombíndel perchero y, sentándose en el sillón, sacódel bolsillo un cuadernode notas quecomenzóahojear,mientrasfumabasupequeñocigarrogris.
El señor Fusi cerró la puerta de la barbería porque le pareció que, de repente,hacíamuchofríoallí.
—¿Enquépuedo servirle?—preguntó trastornado—.¿Afeitaro cortar el pelo?—yenelmismoinstantesemaldijoporsufaltadetacto,pueselseñorclienteposeíaunacalvareluciente.
—Nilounonilootro—dijoelhombregris,sinsonreír,conunavozátona,quepodríamosllamargrisceniza—.Vengodelacajadeahorrosdetiempo.SoyelagentenºXYQ/384/b.Sabemosquequiereabrirunacuentadeahorrosennuestraentidad.
—Esomeresultanuevo—contestóelseñorFusi,másdesconcertadotodavía—.Sihedeserlefranco,nosabíaqueexistieraunainstituciónasí.
—Puesbien,ahoralosabe—respondió, tajante,elagente.Volvióalgunashojasdesucuadernoyprosiguió—.UstedeselseñorFusi,elbarbero,¿noesasí?
—Puessí,ésesoyyo—contestóelseñorFusi.—Entonces nome he equivocado de dirección—dijo el hombre grismientras
cerrabasucuadernodenotas—.Esustedcandidatodenuestrainstitución.—¿Cómo,cómo?—preguntóelseñorFusi,sorprendidotodavía.—Veráusted,queridoseñorFusi—dijoelagente—,segastaustedlavidaentre
elchasquidodelastijeras,elparloteoylaespumadejabón.Cuandoustedsemuera,serácomosinuncahubieraexistido.Situvieratiempoparavivirdeverdad,seríaotracosa.Todoloquenecesitaestiempo.¿Tengorazón?
—En eso precisamente estaba pensando —murmuró el señor Fusi, con unescalofrío,porqueapesardehabercerradolapuerta,cadavezhacíamásfrío.
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—¡Love!—repusoelhombregris,chupandoconsatisfacciónsupequeñocigarro—.Pero¿dedóndesacarel tiempo?Hayqueahorrarlo.Usted, señorFusi,gastaeltiempodemodototalmenteirresponsable.Selodemostraréconunapequeñacuenta.Unminutotienesesentasegundos.Yunahoratienesesentaminutos.¿Mesigue?
—Claro—dijoelseñorFusi.El agente nº XYQ/384/b comenzó a escribir las cifras, con un lápiz gris, en el
espejo.—Sesentaporsesentasontresmilseiscientos.Demodoqueunahoratienetres
milseiscientossegundos.Undíatieneveinticuatrohoras,esdecir,tresmilseiscientosporveinticuatro,loquedaochentayseismilcuatrocientossegundospordía.Unañotiene, como sabe todo el mundo, trescientos sesenta y cinco días. Lo que nos datreinta y unmillones quinientos treinta y seismil segundos por año.O trescientosquincemillones trescientos sesentamil segundos en diez años. ¿En cuánto estimausted,señorFusi,laduracióndesuvida?
—Bueno—tartamudeóelseñorFusi,trastornado—,esperollegaralossetentauochentaaños.
—Estábien—prosiguióelhombregris—,porprecaucióncontaremosconsetentaaños.Esosería,pues,trescientosquincemillonestrescientossesentamilporsiete.Loquedadosmildoscientossietemillonesquinientosveintemilsegundos.
Yescribióesacifracongrandesnúmerosenelespejo:
2.207.520.000segundos
Despuéslasubrayóvariasvecesydeclaró:—Éstaes,pues,señorFusi,lafortunadequedispone.ElseñorFusitragósalivaysepasólamanoporlafrente.Lacifraledabamareos.
Nuncahabíapensadoquefueratanrico.—Sí —dijo el agente, asintiendo con la cabeza, mientras volvía a aspirar su
pequeñocigarrogris—,esunacifraimpresionante,¿verdad?Perotodavíahemosdecontinuar.¿Cuántosañostieneusted,señorFusi?
—Cuarentaydos—farfullóéste,mientrasderepentesesentíatanculpablecomosihubieracometidoundesfalco.
—¿Cuántas horas suele dormir usted, de promedio, cada noche? —siguióinquiriendoelhombregris.
—Unasochohoras—confesóelseñorFusi.Elagentecalculóalavelocidaddelrayo.Ellápizvolabacontalrapidezsobreel
espejo,quealseñorFusiseleerizabaelcabello.—Cuarentaydosaños—ochohorasdiarias—,esodacuatrocientoscuarentayun
millones quinientos cuatro mil. Esa suma podemos darla ya por perdida. ¿Cuántotiempotienequesacrificardiariamenteparaeltrabajo,señorFusi?
—Ochohoras,másomenos,también—reconocióelseñorFusiconhumildad.
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—Entonceshemosdeasentarunavezmáslamismasumaenelsaldonegativo—prosiguióelagente, inflexible—.Peroresultaque tambiénse legastaalgún tiempodebidoalanecesidaddealimentarse.¿Cuántotiemponecesita,entotal,paratodaslascomidasdeldía?
—Noloséexactamente—dijoelseñorFusi,miedoso—,¿doshoras,quizá?—Esomeparecedemasiadopoco—dijoelagente—,peroadmitámoslo.Esoda,
encuarentaydosaños,el importedecientodiezmillonestrescientossetentayseismil.Prosigamos.Viveustedsoloconsuancianamadre,segúnsabemos.Cadadíalededicaalabuenaseñoraunahoraentera,loquesignificaquesesientaconellaylehabla,apesardequeestátansordaqueapenaspuedeoírle.Esoestiempoperdido:dacincuenta y cinco millones ciento ochenta y ocho mil. Además, tiene usted, sinningunanecesidad, unperiquito, cuyo cuidado le cuesta, diariamente, un cuartodehora,loque,alcambio,datrecemillonessetecientosnoventayseismil.
—Pero…—intervino,suplicante,elseñorFusi.—¡Nome interrumpa!—gruñóelagente,quecontabamásdeprisacadavez—.
Comosumadreestáimpedida,usted,señorFusi,tienequehacerpartedelastareasdelacasa.Tienequeirahacerlacompra,lustrarloszapatosyotrascosasmolestas.¿Cuántotiempolellevaesodiariamente?
—Acasounahora,pero…—Esodaotroscincuentaycincomillonescientoochentayochomil,quepierde.
Sabemos,además,quevaunavezalasemanaalcine,queunavezalasemanacantaen un orfeón, que tiene un grupo de amigos, con los que se reúne dos veces porsemanayqueavecesinclusoleeunlibro.Enresumen,quemataustedeltiempoconactividadesinútiles,yesoduranteunastreshorasdiarias,loquedacientosesentaycincomillonesquinientossesentaycuatromil.¿Noseencuentrabien,señorFusi?
—No—contestóelseñorFusi—,perdone,porfavor…—Enseguidaacabamos—dijoelhombregris—.Perotenemosquehablartodavía
deuncapítuloespecialdesuvida.Porquetieneustedunpequeñosecreto…Ustedyasabe…
AlseñorFusicomenzaronacastañetearlelosdientesdetantofríoquetenía.—¿Eso también lo sabe?—murmuró, agotado—. Creía que aparte de mí y la
señoritaDaria…—Ennuestromundomoderno—leinterrumpióelagentenºXYQ/384/b—,nohay
sitioparasecretitos.Veaustedlascosasconrealismo,señorFusi.Contéstemeaunapregunta:¿quiereustedcasarseconlaseñoritaDaria?
—No—dijoelseñorFusi—,esonova…—Precisamente—prosiguió el hombre gris—, porque la señorita Daria estará
todasuvidaencadenadaalasilladeruedas,porquetieneparalizadaslaspiernas.Apesardeeso,ustedvaaverlacadadía,durantemediahora,parallevarleunaflor.¿Aquévieneeso?
—Sealegratantosiempre—contestóelseñorFusi,apuntodellorar.
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—Pero visto fríamente —repuso el agente—, es tiempo perdido para usted.Exactamente veintisiete millones quinientos noventa y cuatro mil segundos, hastaahora.Y si a ello añadimos que tiene usted la costumbre de sentarse, cada noche,antes de acostarse, junto a la ventana, durante un cuarto de hora para reflexionarsobre el día transcurrido, podemos restar, una vezmás, la suma de trecemillonessetecientosnoventaysietemil.Veamosahoraloquequeda,señorFusi.
Enelespejohabíaahoralasiguientesuma:
sueño 441.504.000 segundostrabajo 441.504.000 "alimentación 110.376.000 "madre 55.188.000 "periquito 13.797.000 "compra,etc. 55.188.000 "amigos,orfeón,etc. 165.564.000 "secreto 27.594.000 "ventana 13.797.000 "TOTAL 1.324.512.000 segundos
—Estasuma—dijoelhombregris,mientrasgolpeabavariasveceselespejoconsulápiz,contalfuerza,quesonabacomotirosderevólver—,estasumaes,pues,eltiempoquehaperdidohastaahora,señorFusi.¿Quéleparece?
AlseñorFusinoleparecíanada.Sesentóenunasilla,enunrincón,ysesecólafrenteconelpañuelo,porqueapesardelfríoestabasudando.
Elhombregrisasintió,serio.—Sí,seestádandoexactacuenta—dijo—.Yaesmásdelamitaddesufortuna
inicial,señorFusi.Peroahoravamosaverquélehaquedadodesuscuarentaydosaños.Unañosontreintayunmillonesquinientostreintayseismilsegundos,comosabe.Yeso,multiplicadoporcuarentaydosdamiltrescientosveinticuatromillonesquinientosdocemil.
Escribióesacifradebajodeltiempoperdido:
1.324.512.000 segundos-1.324.512.000 "
TOTAL 0 segundos
Seguardóel lápiz ehizouna largapausaparaque lavistade la larga seriedeceroshicierasuefectosobreelseñorFusi.
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«Éstees,pues»,pensabael señorFusi,anonadado,«elbalancede todamividahastaahora».
Estaba tan impresionado por la cuenta, que cuadraba con tal precisión, que loaceptó todo sin contradicción. Y la cuenta en sí era correcta. Éste era uno de lostrucosconlosqueloshombresgrisesestafabanaloshombresenmilocasiones.
—¿Nocreeusted—retomólapalabra,entonosuave,elagentenºXYQ/384/b—,quenopuedeseguirconestedespilfarro?¿Noseríahora,señorFusi,deempezaraahorrar?
ElseñorFusiasintió,mudo,conloslabiosmoradosdefrío.—Si,porejemplo—proseguíalavozcenicientadelagentejuntoaloídodelseñor
Fusi—,hubieraempezadoaahorrarunahoradiariahaceveinteaños, tendríaahoraun saldo de veintiséis millones doscientos ochenta mil segundos. De ahorrardiariamente dos horas, el saldo, claro está, sería doble, es decir, cincuenta y dosmillones quinientos sesentamil.Y, por favor, señor Fusi, ¿qué son dosmiserableshoritasalavistadeestasuma?
—¡Nada!—exclamóelseñorFusi—.¡Unapequeñez!—Mealegraquesedéustedcuenta—prosiguióelagente—.Ysicalculamoslo
que habría ahorrado, en lasmismas condiciones, en veinte añosmás, nos daría laseñorialcifradecientocincomillonescientoveintemilsegundos.Todoestecapitalestaríaasulibredisposiciónalalcanzarlossesentaydosaños.
—¡Magnífico!—farfullóelseñorFusi,poniendoojoscomoplatos.—Espere—prosiguióelhombregris—,quetodavíahaymás.Nosotros,losdela
caja de ahorros de tiempo, no nos limitamos a guardarle el tiempo que usted haahorrado, sino que le pagamos intereses.Loque significa que, en realidad, tendríaustedmuchomás.
—¿Cuántomás?—preguntóelseñorFusi,sinaliento.—Esodependerádeusted—aclaróelagente—,segúnlacantidadqueahorraray
elplazoenquedejarafijossusahorros.—¿Plazofijo?—seinformóelseñorFusi—.¿Quésignificaeso?—Esmuysencillo—dijoelhombregris—.Siustednonosexigeladevolución
deltiempoahorradoantesdecincoaños,nosotrosselodoblamos.Sufortuna,pues,se dobla cada cinco años, ¿entiende? A los diez años sería cuatro veces la sumaoriginal, a losquinceañosochovecesyasí sucesivamente.Sihubieraempezadoaahorrar sólo dos horas diarias hace veinte años, a los sesenta y dos años, es decir,despuésdeuntotaldecuarentaaños,dispondríadeltiempoahorradohastaentoncespor usted multiplicado por doscientos cincuenta y seis. Serían veintiséis milnovecientosdiezmillonessetecientosveintemil.
Tomóunavezmássulápizgrisyescribiótambiénesacifraenelespejo:
26.910.710.000segundos
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—Como puede ver usted, señor Fusi —dijo entonces, mientras sonreía porprimeravez—, seríamásdel décuplode todo el tiempode suvidaoriginal.Y esoahorrandosólodoshorasdiarias.Piensesinomerecelapenaestaoferta.
—¡Ytanto!—dijoelseñorFusiagotado—.Sindudaquesí.Soyuninfelizpornohaberempezadoaahorrarhacetiempo.Ahoramedoycuenta,yhedeconfesarqueestoydesesperado.
—Paraesonohayningúnmotivo—dijoelhombregrisconsuavidad—.Nuncaes demasiado tarde. Si usted quiere, puede empezar hoy mismo. Verá usted quemerecelapena.
—¡Ytantoquequiero!—gritóelseñorFusi—.¿Quéhedehacer?—Queridoamigo—contestóelagente,alzandolascejas—,ustedsabrácómose
ahorratiempo.Setrata,simplemente,detrabajarmásdeprisa,ydejardeladotodoloinútil.En lugar demedia hora, dediqueun cuarto de hora a cada cliente.Evite lascharlas innecesarias. La hora que pasa con sumadre la reduce amedia. Lomejorseríaqueladejaraenunbuenasilo,perobarato,dondecuidarandeella,yconesoyahabráahorradounahora.Quítesedeencimaelperiquito.NovisitealaseñoritaDariamásqueunavezcadaquincedías,siesquenopuededejarlodeltodo.Dejeelcuartodehoradiariode reflexión,nopierda su tiempopreciosoencantar, leer,ocon sussupuestosamigos.Porlodemás,lerecomiendoquecuelgueensubarberíaunbuenreloj,muyexacto,parapodercontrolarmejoreltrabajodesuaprendiz.
—Estábien—dijoelseñorFusi—,puedohacertodoeso.Pero¿quéharéconeltiempo queme sobre? ¿Tengo que depositarlo? ¿Dónde? ¿O tengo que guardarlo?¿Cómofuncionatodoeso?
—Nosepreocupe—dijoelhombregris,mientrassonreíaporsegundavez—.Deesonosocupamosnosotros.Puedeestarustedsegurodequenoseperderánadadeltiempoqueustedahorre.Yasedarácuentadequenolesobranada.
—Estábien—respondióelseñorFusi,anonadado—,mefíodeustedes.—Hágalo tranquilo, querido amigo —dijo el agente, mientras se levantaba—.
Puedodarle,pues,labienvenidaalagrancomunidaddelosahorradoresdetiempo.Ahoratambiénusted,señorFusi,esunhombrerealmentemodernoyprogresista.¡Lefelicito!
Conestaspalabrastomóelsombreroylacartera.—¡Unmomento,porfavor!—lellamóelseñorFusi—.¿Notenemosquefirmar
algúncontrato?¿Nomedaalgúnpapel?El agentenºXYQ/384/b se volvió, en la puerta, ymiró al señor Fusi con cierta
desgana.—¿Para qué? —preguntó—. El ahorro de tiempo no se puede comparar con
ningúnotrotipodeahorro.Esunacuestióndeconfianzaabsolutaporambaspartes.Anosotros nos basta su asentimiento. Es irrevocable.Nosotros nos ocupamos de susahorros.Cuánto va a ahorrar es cosa suya.No le obligamos a nada.Usted lo pasebien,señorFusi.
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Conestaspalabras,elagentesemontóensuelegantecocheysaliódisparado.El señorFusi le siguiócon lamiradayse frotó la frente.Pocoapocovolvíaa
entrarencalor,perosesentíaenfermo.Elhumoazuldelpequeñocigarrodelagentesiguióflotandodurantemuchotiempoporlabarbería,sinquererdisolverse.
Sólocuandoelhumohubodesaparecido,comenzóasentirsemejorelseñorFusi.Pero del mismomodo que desaparecía el humo, palidecían también las cifras delespejo.Ycuandoseborrarondeltodo,seborrótambiéndelamemoriadelseñorFusielrecuerdodesuvisitantegris:elrecuerdodelvisitante,noeldeladecisión.Éstalaconsideróahoracomopropia.Elpropósitodeahorrartiempoparapoderempezarotraclase de vida en algúnmomento del futuro se había clavado en su alma como unanzuelo.
Yentoncesllegóelprimerclientedeldía.ElseñorFusileatendiórefunfuñando,dejó de lado todo lo superfluo, se estuvo callado, y, efectivamente, en lugar de enmediahoraacabóenveinteminutos.
Lomismohizodesdeentoncescon todos losclientes.Su trabajo,hechodeestamanera,nolegustabanada,peroesoyanoimportaba.Ademásdelaprendiz,contratódos oficiales y vigilabaquenoperdieranni un solo segundo.Cadamovimiento serealizabasegúnunplandetiemposexactamentecalculado.EnlabarberíadelseñorFusicolgabaahorauncartelquedecía:
Eltiempoahorradovaleeldoble
Escribióunacartitabreve,objetiva,a laseñoritaDaria,en laquedecíaqueporfaltadetiemponopodríairaverla.Vendiósuperiquitoaunapajarería.Envióasumadreaunasilobueno,perobarato,adondelaibaaverunavezalmes.Tambiénentodo lodemás siguió los consejosdelhombregris,pues los tomabapordecisionespropias.
Cadavezsevolvíamásnerviosoeintranquilo,porqueocurríaunacosacuriosa:de todo el tiempo que ahorraba, no le quedaba nunca nada. Desaparecía demodomisteriosoyyanoestaba.Alprincipiodemodoapenassensible,perodespuésmásymás,se ibanacortandosusdías.Antesdequesedieracuenta,yahabíapasadounasemana,unmes,unaño,yotro.
Comoyanoseacordabadelavisitadelhombregris,deberíahabersepreguntadoenserioadóndeibaapararsutiempo.Peroesapreguntanuncaselahacía,aligualque todos los demás ahorradores de tiempo. Había caído sobre él una especie deobsesiónciega.Ysialgunavezsedabacuentadequesusdíassevolvíanmásymáscortos,ahorrabaconmayorobsesión.
AligualquealseñorFusi,leocurríaamuchagentedelagranciudad.Ycadadíaeranmás losquesededicabana loqueellos llamaban"ahorrar tiempo".Ycuantosmáseran,máslosimitaban,einclusoaquellosqueenrealidadnoqueríanhacerlonoteníanmásremedioqueseguireljuego.
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Diariamenteseexplicabanporradio,televisiónyenlosperiódicoslasventajasdenuevos inventos que ahorraban tiempo, que un día, regalarían a los hombres lalibertadpara lavida«deverdad».En lasparedessepegabancartelesen losqueseveíantodaslasimágenesposiblesdelafelicidad.Debajoponíaenletrasluminosas:
Losahorradoresdetiempovivenmejor.Losahorradoresdetiemposondueñosdelfuturo.Cambiatuvida:ahorratiempo.
Perolarealidaderamuyotra.Esciertoquelosahorradoresdetiempoibanmejorvestidosquelosquevivíancercadelviejoanfiteatro.Ganabanmásdineroypodíangastarmás.Peroteníancarasdesagradables,cansadasoamargadasyojosantipáticos.Ellos, claro está, desconocían la frase: «¡Ve conMomo!». No tenían a nadie quepudiera escucharles y les ayudara a volverse listos, amistosos o contentos. Peroinclusosihubierantenidoaalguienasíesmásquedudosoquejamáshubieranidoaverle,amenosquesehubierapodidoresolverlacuestiónencincominutos.Sino,lohabríanconsideradotiempoperdido.Segúndecían,teníanqueaprovecharinclusolosratos libres, con loque teníanqueconseguircomofueraya todaprisadiversiónyrelajación.
Asíqueyanopodíancelebrarfiestasdeverdad,nialegresniserias.Elsoñarseconsideraba,entreellos,casiuncrimen.Peroloquemáslescostabasoportareraelsilencio. Porque en el silencio les sobrevenía el miedo, porque intuían lo que enrealidad estaba ocurriendo con su vida. Por eso hacían ruido siempre que losamenazabaelsilencio.Peroestáclaroquenosetratabadeunruidodivertido,comoelquereinaallídondejueganlosniños,sinodeunoairadoypesimista,quededíaendíahacíamásruidosalaciudad.
El que a uno le gustara su trabajo y lo hiciera con amor no importaba; alcontrario,esosóloentretenía.Loúnicoimportanteeraquehicieraelmáximotrabajoenelmínimodetiempo.
En todos los lugares de trabajo de las grandes fábricas y oficinas colgabancartelesquedecían:
Eltiempoesprecioso—nolopierdas.Eltiempoesoro—ahórralo.
Habíacartelesparecidosen losescritoriosde los jefes, sobre lossillonesde losdirectores, en las salas de consulta de los médicos, en las tiendas, restaurantes yalmaceneseinclusoenlasescuelasyparvularios.Noselibrabanadie.
Al final, incluso la propia ciudad había cambiado más y más su aspecto. Losviejosbarriossederribabanyseconstruíancasasnuevasenlasquesedejabadelado
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todoloqueparecíasuperfluo.Seevitabaelesfuerzodeconstruirlascasasenfunciónde la gente que tenía que vivir en ellas, porque entonces se tendrían que construirmuchas casas diferentes. Resultaba más barato y, sobre todo, ahorraba tiempo,construirlascasastodasiguales.
Alnortedelaciudadseextendíanyainmensosbarriosnuevos.Sealzabanallí,enfilas interminables, lascasasdevecindaddemuchospisos,queseparecíanentresícomounhuevoaotro.Ycomotodaslascasaseraniguales, tambiénlascalleseraniguales.Yestascallesmonótonascrecíanycrecíanyseextendíanhastaelhorizonte:un desierto demonotonía. Delmismomodo discurría la vida de los hombres quevivían en ellas: derechas hasta el horizonte. Porque aquí, todo estaba calculado yplanificadoconexactitud,cadacentímetroycadainstante.
Nadiesedabacuentadeque,alahorrar tiempo,en realidadahorrabaotracosa.Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, másmonótonaymásfría.
Losquelosentíanconclaridaderanlosniños,puesparaellosnadieteníatiempo.Peroeltiempoesvida,ylavidaresideenelcorazón.Ycuantomásahorrabade
estolagente,menostenía.
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—N
Momobuscaasusamigosyseencuentraconunenemigo
osé—dijoMomoundía—,medalaimpresióndequenuestrosviejosamigosvienencadavezmenosaverme.Aalgunoshacetiempoquenoloshevisto.
GigiCiceroneyBeppoBarrenderoestabansentadosasuladoenlosescalonesdepiedracubiertosdehierba,ymirabanlapuestadesol.
—Sí—opinóGigi,pensativo—,amímeocurrelomismo.Cadavezsonmenoslosqueescuchanmishistorias.Yanoescomoantes.Pasaalgo.
—Pero¿qué?—preguntóMomo.Gigiseencogiódehombrosyborróconsaliva,pensativo,unasletrasquehabía
escritoenunaviejapizarra.ElviejoBeppohabíaencontradolapizarrahacíaalgunassemanasenuncubodelabasurayselahabíatraídoaMomo.Claroqueyanoerademasiadonuevayteníaunagranrajaenelmedio,perotodavíasepodíaaprovechar.Desdeentonces,GigileenseñabaaMomo,cadadía,cómoseescribíaéstaoaquellaletra.YcomoMomoteníamuybuenamemoria,aesasalturasyasabíaleerbastantebien.Sólofallabaunpocotodavíaenlaescritura.
BeppoBarrendero, que había reflexionado sobre la pregunta deMomo, asintiólentamenteydijo:
—Sí,esverdad.Seacerca.Enlaciudadestáyaentodoslados.Yahacetiempoquevengoobservándolo.
—¿Elqué?—preguntóMomo.Beppopensóunrato,pararesponderentonces:—Nadabueno.Alcabodeotroratoañadió:—Empiezaahacerfrío.—¡Quéva!—dijoGigi,yrodeóconsubrazo,consolador,loshombrosdeMomo
—.Cadavezvienenmásniños.—Precisamenteporeso—dijoBeppo—.Precisamente.—¿Quéquieresdecir?—preguntóMomo.Bepporeflexionólargoratoycontestó,finalmente:—Novienenpornosotros.Sólobuscanunrefugio.Los tres bajaron la mirada al centro del anfiteatro, cubierto de hierba, donde
varios niños jugaban a un nuevo juego de pelota que se acababan de inventar esatarde.
Habíaentreellosalgunosde losviejosamigosdeMomo:elchicode lasgafas,quesellamabaPaolo, laniñaMaríaconsuhermanoDedé,elniñogordodelavozaguda, cuyo nombre era Massimo, y el otro chico, que siempre parecía un poco
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dejadoysellamabaBlanco.Perohabía,además,otrosniñosquehacíapocosdíasquevenían, y un niño más pequeño, que hoy había venido por primera vez. ParecíaverdadloquehabíadichoGigi:cadadíaeranmás.
Enelfondo,aMomolehabríagustadopoderalegrarseporello.Perolamayoríade esos niños simplemente no sabían jugar. Se limitaban a sentarse, aburridos, ymirabanaMomoysusamigos.Avecesmolestaban,porquesí,yloestropeabantodo.Nopocasveceshabíagritosypeleas.Esonodurabamuchorato,porquelapresenciadeMomo también hacía efecto en estos niños, que pronto empezaban a tener suspropiasideasyajugarconentusiasmo.Perocadadíahabíaniñosnuevos,queveníanincluso de barrios lejanos. Demodo que todo volvía a empezar de nuevo porque,comoessabido,muchasvecesbastaconunsoloaguafiestasparaestropearlotodo.
YhabíaunacosamásqueMomonoacababadeentender.Habíaempezadohacíamuypoco.Cadavezeramásfrecuentequelosniñostrajerantodaclasedejuguetesconlosquenosepodíajugardeverdad,como,porejemplo,untanquedemandoadistancia, que se podía hacer dar vueltas, pero que no servía para nadamás.O uncoheteespacial,quedabavueltasalrededordeunatorre,peroconelquenosepodíahacernadamás.Ounpequeñorobot,quesepaseabaconlosojosencendidosygirabalacabezaaunoyotrolado,peroquenosepodíaaprovecharparanadamás.
Estáclaroqueeranjuguetesmuycaros,comonuncaloshabíantenidolosamigosdeMomo,ynodigamoslapropiaMomo.Sobretodo,esascosaserantanperfectashastaelmenordetalle,queunonosepodíaimaginarnada.Demodoquelosniñossesentabandurantehorasymirabanatentosy,almismotiempoaburridos,unadeesascosasquecorríaporahí,dabavueltasosepaseaba,peronoselesocurríanada.Poresoacababanvolviendoasusviejosjuegos,paralosquelesbastabanunpardecajas,unmantelrotoounpuñadodeguijarros.Entoncespodíanimaginárselotodo.
Habíaalgoqueimpedíaqueesatardeeljuegosalierabien.Losniñosdejabandejugarunoauno,hastaquealfinaltodosestabansentadosalrededordeGigi,BeppoyMomo.Esperabanque,conunpocodesuerte,Gigicomenzaraacontarunahistoria.Porque el niñopequeñoquehoyhabía venidopor primeravez se había traídounaradioportátil.Estabasentadounpocoapartedelosdemásyhabíapuestoelaparatoatodovolumen.Eraunaemisióndepublicidad.
—¿Nopodíasponeresatonteríaunpocomásbajo?—preguntóelniñounpocodejado,quesellamabaBlanco,entonoamenazador.
—No te entiendo —dijo el niño extraño con una mueca—, mi radio estádemasiadoalta.
—¡Bájalaenseguida!—dijoBlanco,mientrasselevantaba.Elotroniñosepusountantopálido,perocontestó,tozudo:—Nitúninadietienequemandarmenada.Puedoponermiradiotanaltocomo
quiera.—Tienerazón—dijoelviejoBeppo—.Nopodemosprohibírselo.Entodocaso
selopodemospedir.
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Blancovolvióasentarse.—Quesevayaaotrositio—dijo,amargado—.Lleva toda la tardeestropeando
todo.—Su razón tendrá —contestó Beppo, mientras miraba al niño nuevo con
amabilidadyatenciónatravésdesuspequeñasgafas—.Seguroquelatiene.Elniñonuevocalló.Despuésdeuninstantebajósuradioymiróaotrolado.Momofuehaciaélysesentó,callada,asulado.Elniñoapagólaradio.Duranteunratitohubosilencio.—Cuéntanosalgo,Gigi—pidióunodelosniñosnuevos.—¡Sí,porfavor!—gritaronlosdemás—.Uncuentodivertido.—No,unahistoriadeaventuras.—No,unahistoriaderisa.PeroGiginoquería.Eralaprimeravezquepasaba.—Preferiría —dijo finalmente— que vosotros me contaseis algo a mí, sobre
vosotrosyvuestrascasas,loquehacéisyporquévenísaquí.Losniñossequedaroncallados.Suscaras,derepente,sehabíanpuestotristes.—Ahoratenemosuncochemuybonito—dijoporfinunodeellos—.Elsábado,
cuandomimamáymipapá tienen tiempo, lo lavan.Sihesidobueno, tambiénmedejanayudarlos.Másadelanteyotambiénquieroteneruncocheasí.
—Yo—dijounaniñapequeña—,yopuedoircadadíaalcinesola,siquiero.Allípiensanqueestoybienguardada,porqueellosnotienentiempoparaocuparsedemí.
Despuésdeunabrevepausaañadió:—Peronoquieroestarguardada.Poresovengoaquíaescondidas,ymeguardoel
dinero.Cuando tengabastantedineromecompraréunbilletepara ir al paísde lossieteenanitos.
—¡Erestonta!—dijootroniño—.Sinoexisten.—¡Síqueexisten!—dijo,tozuda,laniña—.Lohevistoinclusoenunfolletode
viajes.—Yo ya tengo once discos de cuentos—dijo un chico pequeño—, que puedo
escuchar cuantas veces quiera. Antes me contaba cuentos mi papá, por la noche,cuandovolvía de trabajar.Eso sí que era bonito.Pero ahora no está nunca.O estácansadoynotieneganas.
—¿Ytumamá?—preguntóMaría.—Tambiénestáfueratodoeldía.—Sí—dijoMaría—,enmicasapasaigual.PeroporsuertetengoaDedé—yle
diounbesoasuhermanito,queestabasobresufalda—.Cuandovuelvodelcolegio,calientolacomidaquenoshandejado.Entonceshagomisdeberes.Yentonces…—seencogiódehombros—,bueno,entoncesnosvamosapasear,hastaqueoscurece.Casisiemprevenimosaquí.
Todoslosniñosasintieron,porquemásomenoslesocurríalomismoatodos.—Enrealidadmealegro—dijoBlanco,aunquenoparecíanadaalegre—,deque
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mispadresnotengantiempoparamí.Porquesino,empiezanapelearseymepegan.Derepentesedirigióhaciaelloselniñodelaradioydijo:—Puesamímedanmuchomásdineroqueantes.—¡Claro!—contestóBlanco—. Lo hacen para librarse de nosotros.Ya no nos
quieren.Perotampocosequierenasímismos.Nadalesgustaya.Esocreo.—¡Eso no es verdad!—gritó, airado, el niño nuevo—.Mis padresme quieren
mucho.Noesculpadeellosqueyano tengan tiempo.Poresomehan regalado laradioportátil.Esmuycara.Esoesunaprueba,¿noesverdad?
Todoscallaron.Y, de pronto, este niño, que durante toda la tarde había sido un aguafiestas,
empezóa llorar. Intentóocultarloyse frotó losojoscon lospuñossucios,pero laslágrimascorríanenrayasclarasporsusmejillasmanchadas.
Los demás niños le miraban comprensivamente o miraban al suelo. Ahora loentendían.Enrealidad,todosestabanenelmismocaso.Todossesentíandejadosenlaestacada.
—Sí—volvióadecirelviejoBeppodespuésdeunrato—,empiezaahacerfrío.—Puedequeprontoyanomedejenvenir—dijoPaolo,elniñodelasgafas.—¿Yporqué?—preguntóMomo,sorprendida.—Mispadresdicen—explicóPaolo—quenosoismásquegandulesyvagosque
perdéisel tiempo.Yporesotenéistanto.Yporquehaydemasiadoscomovosotros,losdemástienencadavezmenostiempo.Yyonotengoquevolverporaquí,porquesinomevolverécomovosotros.
Volvieron a asentir algunos niños, a los que también habían dicho ya cosasparecidas.
Gigimiróalosniñosdeunoenuno.—¿Acasocreéisesodenosotros?¿Oporquévenís?DespuésdeuncortosilenciodijoBlanco:—Amímedaigual.Cuandoseamayorseréunbandido,dicesiempremipadre.
Yoestoydevuestrolado.—¿Ah,sí?—preguntóGigi,alzandolascejas—.¿Asíquevosotrostambiénnos
tenéisporvagosymaleantes?Losniñosmiraronalsuelo,confusos.Finalmente,PaolomiróaBeppoalacara.—Mispapásnodicenmentiras—dijoenvozbaja.Ypreguntó,envozmásbaja
todavía—.¿Nolosois?Entonceselbarrenderoseestiróentodasualtura,nodemasiadogrande,levantó
tresdedosydijo:—Nunca,jamásenmividalehehechoperderanadieniunpoquitodetiempo.
¡Lojuro!—Yotampoco—añadióMomo.—Yyotampoco—dijoGigi,serio.Losniñoscallaronimpresionados.Ningunodeellosdudabadelaspalabrasdelos
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tresamigos.—Voy a deciros algo más —prosiguió Gigi—. Antes, a la gente también le
gustaba venir a ver aMomo, para que les escuchara. Se encontraban a símismos,¿entendéisloquequierodecir?Peroahora,esoyanolesimporta.Antes,alagentelegustaba venir a escucharme. Se olvidaban de símismos. Eso tampoco les importamucho ya.Dicen que ya no tienen tiempo para esas cosas. Para vosotros tampocotienentiempoya.¿Osdaiscuenta?Resultacuriosoverparaquénotienentiempoya.
Entrecerrólosojosyasintióconlacabeza.—Hace pocome encontré en la ciudad con un viejo conocido, un barbero. Se
llamaFusi.Hacíatiempoquenoleveíayaycasinolereconocí,detancambiadoqueestaba,nervioso,gruñón.Anteserauntipoagradable,cantabamuybienyteníasuspropias ideas sobre las cosas. Pero, de repente, ya no tiene tiempo para ello. Elhombreyanoesmásquelasombradesímismo,yanoesFusi,¿entendéis?Sisólofueraél,pensaríaquesehabíavueltounpocoloco.Perodondequieraquesemira,seve gente igual.Y cada vez sonmás.Ahora les toca a nuestros viejos amigos.Mepreguntosihayunalocuracontagiosa.
—Seguro—asintióelviejoBeppo—,tienequeserunaespeciedecontagio.—Entonces—dijoMomo,asustada—tenemosqueayudaranuestrosamigos.Esa noche estuvieron todos juntos discutiendo mucho rato qué podrían hacer.
Peronosabíannadadeloshombresgrisesysuincansableactividad.
Durantelosdíassiguientes,Momosededicóabuscarasusviejosamigosparasaberquépasabaconellosyporquéyanoibanaverla.
EnprimerlugarfueaveraNicola,elalbañil.Conocíabienlapequeñabuhardillaenlaquevivía.Peronoestaba.Losdemáshabitantesdelacasasólosabíanqueahoratrabajabaenunode losbarriosnuevos, al otro ladode la ciudad,yqueganabaunmontóndedinero.Pocasvecesvolvíaacasay,cuandovolvía, solíasermuy tarde.Confrecuencianoestabadeltodoserenoyresultababastantedifícilentenderseconél.
Momo decidió esperarle. Se sentó en la escalera, delante de la puerta de suhabitación.Ibaoscureciendo,yMomosedurmió.
Debíadesermuytardecuandoladespertaronunosruidosospasosvacilantesyuncantoturbio.EraNicola,queoscilabaescalerasarriba.Cuandovioalaniña,separósorprendido.
—¡Eh,Momo!—dijo,yestabaclaroqueleturbabaelquelovieraeneseestado—.¿Todavíavives?¿Quéhacesporaquí?
—Teesperoati.—¡Miraquéchica!—dijoNicola,mientrasagitabasonrientelacabeza—.Viene
aquí, enmediode lanoche,paravera suviejoamigoNicola.Sí,hace tiempoqueteníaganasdeiraverte,peronoteníatiempoparaesosasuntos…particulares.
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SesentópesadamentealladodeMomo,enlasescaleras.—No sabes todo lo que está pasando, niña.Ya no es como antes.Los tiempos
cambian.Allí,dondeestoyahora,setrabajaaotroritmo.Detodoslosdiablos.Cadadía levantamosunpisoentero,unodespuésdeotro.Esdistintodeantes.Todoestáperfectamenteorganizado,¿sabes?Hastaelúltimodetalle…
Siguióhablando,yMomoleescuchabaatentamente.Cuantomáslohacía,menosentusiasmadohablaba.Derepentecallóysepasólascallosasmanosporlacara.
—Noestoydiciendomásque tonterías—dijo, triste, de pronto—.Ves,Momo,otravezhebebidodemasiado.Loconfieso.Muchasvecesbebodemasiado,ahora.Sino,nopuedosoportarlo.Vacontra laconcienciadeunalbañilhonrado.Demasiadaarenaenelmortero,¿entiendes?Aquelloaguantarácuatro,cincoañosydespuéssederrumbaráconsóloquealguientosa.Chapuzas,nosonmásquechapuzas.Esonoeslopeor.Lopeorsonlascasasquehacemos.Esonosoncasas,esoson…esoson…almacenesdegente.Selerevuelveaunoelestómago.Pero¿amíquemeimporta?Amí me pagan y ya está. Los tiempos cambian. Antes era diferente, y me sentíaorgullosocuandohacíamosun trabajobienhecho.Peroahora…Algúndía,cuandohayaganadobastante,dejarémitrabajoymededicaréaotracosa.
Dejó colgar la cabeza y miró, triste, ante sí. Momo no dijo nada, sólo leescuchaba.
—Quizáseríabueno—siguióNicolaalcabodeunratito—quefueraaverteytelocontaratodo.Deverdadquedeberíahacerlo.Digamosmañanamismo,¿vale?¿Opasado mañana? Bueno, ya veré cómo me las arreglo. Pero seguro que iré. ¿Deacuerdo?
—Deacuerdo—contestóMomocontenta.Yentoncessesepararon,porqueambosestabanmuycansados.PeroNicolanofuenialdíasiguientenialotro.Nofue.Puedeserquerealmente
notuvieratiemponunca.
Acontinuación,MomofueaveraltaberneroNinoyasugordamujer.Laviejacasita,conelencaladosucioporlalluviayelemparradodelantedelapuerta,estabaenellímitede laciudad.Comoantes,Momopasópordetrás,por lapuertade lacocina.Estabaabierta,demodoqueMomopudooírdesdelejosqueNinoysumujerLilianaestaban en medio de una agria discusión. Liliana estaba manejando las ollas ycacerolassobreelfogón.Sugordacararelucíadesudor.Ninohablaba,gesticulandomucho,asumujer.Enunrincónestabaelbebéenuncapazoylloraba.
Momosesentóensilencioalladodelbebé.Lotomósobresusrodillasyleacunóhastaquesecalló.Losespososinterrumpieronsudiscusiónymiraronalrincón.
—Ah,Momo, eres tú—dijo Nino con una breve sonrisa—.Qué agradable esvolveraverte.
—¿Quieresalgodecomer?—preguntóLiliana,untantobrusca.
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Momonegóconlacabeza.—Entonces¿quéesloquequieres?—preguntóNino,nervioso—.Deverdadque
ahoranotenemostiempoparati.—Sólo quería preguntar—contestó Momo, en voz baja— por qué hace tanto
tiempoquenovenísaverme.—Nolosé—dijoNino,irritado—.Tenemosotraspreocupacionesahora.—Sí —dijo Liliana, haciendo repiquetear las ollas—, ahora tiene otras
preocupaciones. ¿Te acuerdas de aquellos viejos, Momo, que antes siempre sesentabanenlamesadelaesquina?¡Loshaechado!¡Loshaechadoalacalle!
—¡Esonoesverdad!—sedefendióNino—.Leshepedido,amablemente,quesebuscaranotrataberna.Comotabernerotengoderechoahacerlo.
—¡Elderecho,elderecho!—replicóLiliana,excitada—.Nosehaceunacosaasí.Es inhumanoycruel.Sabesexactamentequenoencontraránotra taberna.Aquínomolestabananadie.
—Claro que no molestaban a nadie —gritó Nino—. Porque no veníanparroquianosdecentesypagadoresmientrasestabanaquíesostíossuciosybarbudos.¿Creesquealagentelegustaveralgoasí?Yconelúnicovasodevinotintoquecadaunodeellospodíapermitirsecadanochenopodíamosganarnada.Asínohubiéramosllegadoaningúnlado.
—Hastaahoranoslashabíamosarregladobastantebien—contestóLiliana.—¡Hastaahorasí!—contestóNinoconvehemencia—.Perosabesmuybienque
nopodemosseguirasí.Elpropietariomehasubidoelalquiler.Tengoquepagarunterciomásqueantes.Todosube.¿Dedóndequieresquesaqueeldinerosiconviertomitabernaenunasiloparaviejoschochos?¿Porquétengoquecuidardelosdemás?Amítampocomecuidanadie.
LagordaLilianapusounaollaenelfogóncontalvehemenciaqueresonócomountrueno.
—Te voy a decir una cosa—gritó,mientras apoyaba lasmanos en sus anchascaderas—.Entreesosviejoschochos,comotúlosllamas,estátambiénmitíoEttore.Ynotoleroqueinsultesanadiedemifamilia.Esunhombrebuenoyhonrado,auncuandonotengadinerocomotusotrosparroquianos.
—Ettorepuedevolver—replicóNinocongestomagnánimo—.Selodije.Ledijequepodíaquedarse,siquería.Peronoquiso.
—Claro que no quiere, sin sus viejos amigos. ¿Tú qué te crees? ¿Acaso ha dequedarsesolo,allíenunrincón?
—¿Yquélevoyahacer?—gritóNino—.Notengoganasdegastarmividacomomíserotabernero,sóloporcuidaratuviejotíoEttore.Yotambiénquieroseralguien.¿Esuncrimeneso?Quierodarleunpocodemovimientoaestelocal.Ynolohagosólopormí.Tambiénlohagoportiypornuestrohijo.¿Esquenopuedesentenderlo,Liliana?
—No—dijoLilianacondureza—,sihadeserconcrueldad,siyaempiezaasí,
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no.Entoncesmeirécualquierdía.Hazloquequieras.TomóelbebédebrazosdeMomoysaliódelacocina.Ninonodijonadaduranteunbuenrato.Encendióuncigarrilloyledabavueltas
entrelosdedos.Momolemiraba.—Está bien —dijo finalmente—, eran tipos amables. Me gustaban. ¿Sabes
Momo?,amímismomesabemalque…¿peroquéquieresquehaga?Los tiemposcambian.
»PuedequeLilianatengarazón—prosiguióalcabodeunmomento—.Desdequeno están los viejos, el local semehace extraño.Frío, ¿entiendes?Ni yomismo loaguantoya.Laverdadesquenoséquédebohacer.Todoslohacenasíhoyendía.¿Porquétengoqueserdiferenteyo?¿Ocreesquedeboserlo?
Momoasintióimperceptiblemente.Ninolamiróytambiénasintió.Entonces,ambossonrieron.—Québienquehayasvenido—dijoNino—.Yahabíaolvidadoloquedecíamos
antes, en casos como éste: «¡Ve conMomo!». Ahora volveré con Liliana. Pasadomañanaesnuestrodíadedescanso,eiremosaverte.¿Deacuerdo?
—Deacuerdo—contestóMomo.Después,Ninolediounabolsallenademanzanasynaranjas,yMomosefueasu
casa.YNinoysugordamujerefectivamentefueron.Tambiénllevaronalbebéyuna
cestallenadecosasricas.—Imagínate,Momo—dijoLiliana,radiante—,NinohaidoaveraltíoEttoreya
losdemásviejos,unoauno,sehadisculpadoyleshapedidoquevuelvan.—Sí—dijoNinosonriente,mientrasserascabalaoreja—,vuelvenaestartodos.
Supongoquemitabernanoseconvertiráengrancosa,perovuelveagustarme.Rióysumujerdijo:—Yasobreviviremos,Nino.Fueunatardemuybonitay,cuandoalfinalsefueron,prometieronvolverpronto.
Yasí,Momofueaver,unotrasotro,asusviejosamigos.Fueaveralcarpintero,elqueunavezlehizolamesaylassillasdeunascajas.Fueaveralasmujeresquelehabíanregaladolacama.Enresumen,vioatodosalosqueanteshabíaescuchado,ypor ello se habían vuelto sabios, decididos o contentos. Todos prometieron volver.Algunos no cumplieron su promesa o no pudieron cumplirla, porque no teníantiempo.Peromuchosamigosrealmentevolvieron,ycasivolvióasercomoantes.
Sinsaberlo,Momosehabíacruzadoenelcaminodeloshombresgrises.Yestonopodíanpermitirlo.
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Pocotiempodespués—eraunatardeespecialmentecalurosa—Momoencontróunamuñecaenlasescaleraslateralesdelanfiteatro.
Yahabíapasadovariasvecesquelosniñosolvidabanydejabantiradoalgunodeaquellos juguetes caros, con los que no se podía jugar de verdad. PeroMomo norecordabahabervistoesamuñecaaningunode losniños.Yseguroquesehubierafijado,porqueeraunamuñecamuyespecial.
EracasitangrandecomolapropiaMomoyreproducidacontalverismo,queselahubieratomadoporunapersonapequeña.Peronoparecíaunniñoounbebé,sinounadamiselaeleganteounmaniquídeescaparate.Llevabaunvestidorojodefaldacortayzapatitosdetacón.
Momo lamiraba fascinada.Cuando al cabode un rato la tocó con lamano, lamuñecaagitóunpardeveceslospárpados,moviólabocaydijoconvozrara,comosisalieradeunteléfono:
—Hola.SoyBebenín,lamuñecaperfecta.Momoseretiróasustada,peroentoncescontestó,casisinquerer.—Hola;yosoyMomo.Denuevo,lamuñecamovióloslabiosydijo:—Tepertenezco.Poresoteenvidiantodos.—No creo que seasmía—dijoMomo—.Más bien creo que alguien te habrá
olvidado.Tomólamuñecaylalevantó.Entoncessemovierondenuevosuslabiosydijo:—Quierotenermáscosas.—¿Ah, sí?—contestóMomo,y reflexionó—.Nosé si tendréalgoque tevaya
bien.Peroespera,queteenseñarémiscosasypodrásdecirquétegusta.Tomólamuñecaypasóconellaporelagujerodelaparedhastasuhabitación.De
debajo de la cama sacó una caja con toda suerte de tesoros y la puso delante deBebenín.
—Toma—dijo—,estodoloquetengo.Sihayalgoquetegusta,notienesmásquedecirlo.
Yleenseñóunabonitaplumadepájaro,unapiedrademuchoscolores,unbotóndoradoyuntrocitodevidriodecolor.
LamuñecanodijonadayMomolaempujó.—Hola—sonólamuñeca—.SoyBebenín,lamuñecaperfecta.—Sí—dijoMomo—,yalosé.Peroqueríasescogeralgo.Aquítengounabonita
casadecaracol.¿Tegusta?—Tepertenezco—contestólamuñeca—.Poresoteenvidiantodos.—Eso ya lo has dicho—dijo Momo—. Si no quieres ninguna de mis cosas,
podríamosjugar,¿vale?—Quierotenermáscosas—repitiólamuñeca.
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—Notengonadamás—dijoMomo.Tomólamuñecayvolvióasaliralairelibre.AllísentóalaperfectaBebenínen
elsueloysecolocóenfrente.—Vamosajugaraquevienesdevisita—propusoMomo.—Hola—dijolamuñeca—,soyBebenín,lamuñecaperfecta.—Qué amable de venir a verme—contestóMomo—. ¿De dónde viene usted,
señoramía?—Tepertenezco—prosiguióBebenín—.Poresoteenvidiantodos.—Escucha—dijoMomo—,asínopodemosjugar,sisiemprediceslomismo.—Quierotenermáscosas—contestólamuñeca,mientraspestañeaba.Momolointentóconotrojuego,ycuandoéstetambiénfracasó,conotro,yotro,
y otromás.Pero no salía bien.Si lamuñeca por lomenos nohubiera dichonada,Momo habría podido contestar por ella, y habría resultado la conversación másbonita.Peroprecisamenteporhablar,Bebenínimpedíacualquierdiálogo.
Alcabodeunrato,Momotuvounasensaciónquenohabíasentidonuncaantes.Yporqueleeracompletamentenueva,tardóendarsecuentadequeeraaburrimiento.
Momono sabíaquéhacer.Lehabríagustadodejar tirada lamuñecaperfectayjugaraotracosa,peroporalgunarazóndesconocidanopodíasepararsedeella.
Asíque,al final,Momoestabasentadaymirabafijamente lamuñecaque,asuvez,mirabaaMomoconsusojosazules,vidriosos,comosisehubieranhipnotizadomutuamente.
Momoporfinapartólavistadelamuñecayseasustóunpoco.Porquemuycercahabíaunelegantecochegrisceniza,decuyallegadanosehabíadadocuenta.Dentrodelcochehabíasentadounhombrequellevabauntrajedecolortelaraña,unbombíngris en la cabeza y que fumaba un pequeño cigarro gris. También su cara eracenicienta.
Elhombredebíahaberlaobservadoduranteunbuenrato,porquemiróaMomoconunasonrisa.Yaunqueesatardeeratancalurosaqueelaireondulababajoelsol,Momoderepentesintióunosescalofríos.
Enesto,elhombreabriólaportezueladelcoche,seapeóyfuehaciaMomo.Enlamanollevabaunacarteradecolorgrisplomo.
—Quémuñecatanbonitatienes—dijoconunavozsorprendentementemonótona—.Todostusamiguitostelaenvidiarán.
Momosóloseencogiódehombrosysecalló.—Seguroquehasidomuycara,¿no?—continuóelhombregris.—Nolosé—murmuróMomocontimidez—,laheencontrado.—¡Qué cosas! —respondió el hombre gris—. Me parece que eres muy
afortunada.Momovolvióacallary searrebujómásensuchaquetóndemasiadogrande.El
fríoaumentaba.—Peronotengolaimpresión—dijoelhombregrisconunaminúsculasonrisa—
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dequeestésdemasiadocontenta,pequeña.Momoagitóunpocolacabeza.Leparecíaquedeprontohabíadesaparecidotoda
laalegríadelmundo,comosijamáshubieraexistido.Ytodoloquehabíatomadoporalegría no hubieran sidomás que imaginaciones. Pero almismo tiempo sintió quealgolaavisaba.
—Te he estado observando todo un rato —continuó el hombre gris—, y meparecequenosabescómohayquejugarconunamuñecatanfabulosa.¿Quieresqueteenseñe?
Momomirósorprendidaalhombreyasintió.—Quierotenermáscosas—sonóderepentelamuñeca.—¿Loves,pequeña?—dijoelhombregris—,ellamismaloestádiciendo.Con
unamuñeca tanfabulosanosepuede jugar igualqueconotracualquiera,estoestáclaro. Tampoco está hecha para eso. Hay que ofrecerle algo, si uno no quiereaburrirseconella.Fíjate,pequeña.
Fuehaciasucocheyabrióelmaletero.—En primer lugar —dijo—, necesita muchos vestidos. Aquí tenemos, por
ejemplo,unpreciosovestidodenoche.LosacódelcocheylotiróhaciaMomo.—Yaquíhayunabrigodepielesdevisónauténtico.Yaquíunabatadeseda.Y
untrajedetenis.Yunequipodeesquí.Yuntrajedebaño.Yuntrajedemontar.Unpijama.Uncamisón.Unvestido.Yotro.Yotro.Yotro…
Iba tirando todas estas cosas entreMomo y lamuñeca, donde poco a poco seformabaunamontaña.
—Bueno—dijo,yvolvióasonreírmínimamente—,conestoyapodrásjugarunbuenrato,¿noesverdad,pequeña?Peroalcabodeunosdíastambiénestosevuelveaburrido,¿nocrees?Puesbien,entoncestendrásquetenermáscosasparatumuñeca.
DenuevoseinclinósobreelmaleteroytirócosashaciaMomo.—Aquíhay,porejemplo,unbolsopequeñitodepieldeserpiente,conunlápizde
labios pequeñito y una polvera de verdad, dentro. Aquí hay una pequeña cámarafotográfica.Aquíunaraquetadetenis.Aquíuntelevisordemuñecas,quefuncionadeverdad.Aquíunapulsera,uncollar,pendientes,unrevólverdemuñecas,mediasdeseda, un sombrero de plumas, un sombrero de paja, un sombrerito de primavera,palosdegolf,frasquitosdeperfume,salesdebaño,desodorantes…
HizounapausaymiróexpectanteaMomo,queestabasentadaenelsuelo,entretodasesascosas,comoparalizada.
—Comoves—prosiguióelhombregris—,esmuysencillo.Sólohacefaltatenermásymáscadavez,entoncesnoteaburresnunca.Peroalomejorpiensasquealgúndía laperfectaBebenínpodría tenerlo todo,yqueentoncesvolveríaaseraburrido.Pues no te preocupes, pequeña. Porque tenemos el compañero adecuado paraBebenín.
Conestosacódelmaleterootramuñeca.EraigualdegrandequeBebenín, igual
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deperfecta,sóloquesetratabadeunjovencaballero.ElhombregrislosentóalladodeBebenín,laperfecta,yexplicó:
—ÉsteesBebenén.Paraéltambiénhayinterminablesaccesorios.Ysitodoesosehavueltoaburrido,haytodavíaunaamigadeBebenín,quetambiéntieneunequipocompletoquesólolevabienaella.YparaBebenénhaytambiénelamigoadecuado,yésteasuveztieneamigosyamigas.Comoves,nohacefaltaaburrirse,porquesepuede seguir así interminablemente, y siempre sigue habiendo algo que todavíapuedesdesear.
Mientrashablaba,ibasacandounamuñecatrasotradelmaleterodelcoche,cuyocontenido parecía ser inagotable, y las colocaba alrededor de Momo, que seguíainmóvilymirabaalhombremásbienasustada.
—Ybien—dijoelhombreporfin,mientrasexpulsabadensasnubesdehumo—,¿comprendesahoracómosehadejugarconunaamigaasí?
—Sí—contestóMomo.Empezabaatiritardefrío.Elhombregrisasintiósatisfechoyaspirósucigarro.—Ahora te gustaría quedarte con todas estas cosas, ¿no es verdad? Pues bien,
pequeña,telasregalo.Recibirástodoesto—noenseguida,sinounacosatrasotra—ymuchas,muchasmás.Sólohasdejugarconellastalcomoteheexplicado.¿Quéteparece?
Elhombregris sonrió esperanzado aMomo,pero comoella nodijonada, sinoquesólorespondióconunamiradaseria,añadió:
—Entonces ya no necesitarás a tus amigos, ¿entiendes? Ahora ya tendrásbastantesdiversiones,puestendrástodasesascosasbonitasyrecibiráscadavezmás,¿no es verdad? Y eso es lo que quieres, ¿verdad? Tú quieres tener esta fabulosamuñeca,¿no?Laquieres,¿verdad?
Momopresentíaoscuramentequehabríademantenerundurocombate;yqueyaestabametida enél.Perono sabíaporqué ibaa ser la luchani contraquién.Puescuantomásescuchabaaesevisitante,másleocurríaloqueanteslehabíapasadoconla muñeca: oía una voz que hablaba, oía palabras, pero no oía al que realmentehablaba.Moviólacabeza.
—Qué, ¿qué pasa?—dijo el hombre gris, enarcando las cejas—. ¿Todavía noestás contenta?Vosotros, losniñosdehoy, sí que sois exigentes. ¿Quieresdecirmequélefaltaaesamuñecaperfecta?
Momomiróalsueloyreflexionó.—Creo—dijoenvozbaja—quenoselapuedequerer.Duranteunbuenrato,elhombregrisnodijonada.Mirabaantesíconlamirada
vidriosadelasmuñecas.Finalmentehizounesfuerzo.—Noesesoloqueimporta—dijoconvozgélida.Momo lemiró a losojos.Elhombre ledabamiedo, sobre todopor el fríoque
salíadesumirada.Porcuriosoqueparezca,tambiénledabapena,aunquenohubierapodidodecirporqué.
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—Peroamisamigos—dijo—,losquiero.Elhombregrishizounamuecacomosi,depronto,tuvieradolordemuelas.En
seguidaserecuperóysonriócomouncuchillo.—Creo—replicóconsuavidad—quevalelapenaquehablemosunratoenserio,
pequeña,paraqueempiecesadartecuentadequéesloimportanterealmente.Sacóde subolsillounpequeñocuadernitodenotas,gris, enelquehojeóhasta
encontrarloquebuscaba.—TútellamasMomo,¿noesasí?Momoasintió.Elhombregriscerróelcuadernillodenotas,lovolvióaguardary
se sentó en el suelo, al lado deMomo.Durante un rato no dijo nada, sino que selimitabaachuparsupequeñocigarrogris.
—Puesbien,Momo:escúchamebien—comenzó,porfin.Momo llevaba intentándolo todo el rato. Pero resultaba mucho más difícil
escucharleaélqueatodoslosdemás,alosquehabíaescuchadohastaentonces.Enotrasocasiones,podíasimplemente introducirseenelotroyentender loquequeríadeciryloqueerarealmente.Peroconesevisitantenoloconseguía.Cuantasveceslointentaba tenía la sensacióndecaer en laoscuridadyelvacío, comosinohubieranadie.Esonolehabíaocurridonunca.
—Lo único que importa en la vida —prosiguió el hombre—, es llegar a seralguien, llegar a tener algo.Quien llegamás lejos, quien tienemás que los demásrecibelodemásporañadidura: laamistad,elamor,elhonor,etcétera.Túcreesquequieresatusamigos.Vamosaanalizarestoobjetivamente.
Elhombregrisexpulsóunoscuantosanillosdehumo.Momoescondiósuspiesdesnudosdebajodelafaldaysearrebujótodoloquepudoensugranchaquetón.
—Surgeenprimerlugarlapreguntasiguiente—prosiguióelhombregris—:¿Dequélessirveatusamigoselquetúexistas?¿Lessirveparaalgo?No.¿Lesayudaahacercarrera,aganarmásdinero,ahaceralgoenlavida?Decididamenteno.¿Losapoyasensusesfuerzosporahorrartiempo?Alcontrario.Losfrenas,erescomouncepoensuspies,arruinassufuturo.Puedequehastaahoranotehayasdadocuentadeello,Momo,perolociertoesque,porelmerohechodeexistir,dañasatusamigos.Enrealidad,ysinquererlo,eressuenemiga.¿Yaesolellamastúquererlos?
Momono sabíaqué contestar.Nunca anteshabíavisto las cosasde estemodo.Duranteuninstantetuvoladudadesinotendríarazónelhombregris.
—Yporesto—prosiguióelhombregris—queremosprotegeratusamigosdeti.Y si realmente los quieres, nos ayudarás. No podemos estarnos con los brazoscruzados viendo cómo los apartas de todas las cosas importantes. Queremos quelleguen a ser algo.Queremos lograr que los dejes en paz.Y por eso te regalamostodasestascosasbonitas.
—¿Quiénessois«nosotros»?—preguntóMomo,aquienletemblabanloslabios.—Nosotros,losdelacajadeahorrosdetiempo—respondióelhombregris—.Yo
soyelagentenºBLW/553/c.Personalmentenoquieromásquetubien,porquelacaja
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deahorrosdetiemponoestáparabromas.Enesemomento,MomoseacordódeloquelehabíandichoGigiyBepposobre
ahorrartiempoycontagio.Lesobrevinolaoscuraintuicióndequeaquelhombregristenía algo que ver con el asunto. Deseaba desesperadamente que sus dos amigosestuvieranasulado.Nuncaantessehabíasentidotansola.Perodecidiónodejarseintimidar.Reuniótodasufuerzaytodosuvaloryselanzóalaoscuridadyalvacíotraselqueseocultabaelhombregris.
Éste había observado a Momo por el rabillo del ojo. No le habían pasadodesapercibidosloscambiosenlacaradeella.Sonrióconironía,mientrasencendíaunnuevocigarroconlacolilladelanterior.
—Noteesfuerces—dijo—,connosotrosnopuedes.Momonocedió.—¿Esqueatinotequierenadie?—preguntóconunsusurro.Elhombregrissedoblóysehundióuntantoensímismo.Entoncescontestócon
vozcenicienta:—Tengoque reconocerquenomeheencontradoconmuchagentecomo tú.Y
conozcoamuchagente.Sihubieramáscomotú,prontopodríamoscerrarlacajadeahorrosdetiempoydisolvernosenlanada,porque¿dequéviviríamosentonces?
El agente se interrumpió.Miró fijamente aMomoy pareció luchar contra algoquenopodíaentender.Sucarasevolvióunpocomáscenicientatodavía.
Cuando volvió a hablar fue como si lo hiciera contra su voluntad, como si laspalabraslesalieransolasyélnopudieraimpedirlo.Mientrastanto,sucaraseagitabamásymásanteelterrordeloqueleestabaocurriendo.Y,derepente,Momoempezóaoírsuverdaderavoz:
—Tenemosquepermanecerdesconocidos—oyó,comodemuylejos—,nadiehade saber que existimos y qué estamos haciendo…Nosotros nos ocupamos de quenadie pueda retenernos en la memoria… Sólo mientras nos mantengamosdesconocidos podremos hacer nuestro negocio… Un negocio difícil, sangrarles eltiempo a los hombres hora a hora,minuto aminuto, segundo a segundo…Porquetodo el tiempo que ahorran lo pierden… Nosotros nos lo quedamos… Loalmacenamos… Lo necesitamos… Lo ansiamos… ¡Ah, no sabéis lo que significavuestro tiempo!… Pero nosotros lo sabemos y os lo chupamos hasta la piel… Ynecesitamosmás…Cadavezmás…Porquenosotrostambiénsomosmás…Cadavezmás…Cadavezmás…
Las últimas palabras las había dicho el hombre gris casi con un estertor, peroahorasetapólabocaconlasdosmanos.LosojosselesalíandelasórbitasymirabafijamenteaMomo.Alcabodeunratofuecomosisalieradesuestupor.
—¿Qué…quéfueeso?—tartamudeó—.Mehassonsacado.¡Estoyenfermo!¡Túmehasenfermado,tú!—yprosiguió,entonocasisuplicante—.Nohedichomásquetonterías,queridaniña.Tienesqueolvidarme, talcomonosolvidantodos losotros.¡Tienesqueolvidarme!¡Tienesque…!
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TomóaMomopor loshombrosy laagitó.Ellamovió los labios,peronopudodecirnada.
Entonceselhombregris se levantódeun salto,miróa sualrededor comosi lepersiguieran,agarrósumaletíngrisycorrióhaciasucoche.Deprontoocurrióalgonotable:comoenunaexplosiónalrevés,todaslasmuñecasylasdemáscosastiradasporel suelovolaronhaciaelmaleteroquesecerródeungolpe.Después,el cochesaliódisparadodetalmodoquelosguijarrossalieronvolando.
Momo siguió sentadadurante unbuen rato, intentando entender qué era lo quehabíaoído.Poco apocohuyóde su cuerpo el frío terrible, y almismo tiempo fueentendiendotodomásymás.Noolvidónada,porquehabíaoídolaverdaderavozdeunhombregris.
Ante ella, entre las ralas hierbas, subía una pequeña columna de humo. Allíhumeabalacolilladelpequeñocigarro,mientrasseconvertíaenceniza.
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A
Unmontóndesueñosyunospocosreparos
últimahoradelatardellegaronGigiyBeppo.EncontraronaMomosentadaalasombradelmuro,todavíaunpocopálidayturbada.Sesentaronjuntoaella y le preguntaron, preocupados, qué le ocurría. Momo comenzó a
informarles,atrompicones,deloquehabíavivido.Yfinalmenterepitió,palabraporpalabra,todalaconversaciónconelhombregris.
Durantetodoelrelato,Beppotuvounaspectomuyserioyreflexivo.Lasarrugasdesufrentesehicieronmásprofundas.SiguiócalladocuandoMomohuboacabado.
Gigi,porelcontrario,habíaescuchadoconcrecienteexcitación.Lecomenzaronabrillar los ojos, como lo hacían cuando élmismo se entusiasmaba con uno de suspropiosrelatos.
—¡Ahora, Momo —dijo, mientras le colocaba la mano en el hombro—, hasonadonuestrahora!Hasdescubiertoloquenadiesabía.Yahorasalvaremosnosóloanuestrosviejosamigossinoatodalaciudad.Nosotrostres,yo,Beppoytú,Momo.
Se había puesto en pie de un salto y había extendido ambas manos. En suimaginación se veía ante una inmensa muchedumbre que lo celebraba a él, susalvador.
—Estámuybien—dijoMomo,untantodesorientada—,¿perocómoloharemos?—¿Quéquieresdecir?—preguntóGigi,molesto.—Quierodecir—aclaróMomo—,¿cómovenceremosaloshombresgrises?—Bueno —dijo Gigi—, yo tampoco lo sé exactamente en este momento.
Tendremosquepensarlo.Perounacosaestáclara:ahoraquesabemosqueexistenyquéhacen,tenemosqueentablarbatallacontraellos;¿oesquetienesmiedo?
Momoasintióconfusa:—Creoquenosonpersonasnormales.Elqueestuvoconmigoteníaotroaspecto.
Yelfríoesterrible.Ysisonmuchos,seguroquesonmuypeligrosos.Síquetengomiedo.
—¡Quéva!—gritóGigi,entusiasmado—.Lacosaesmuysencilla.Loshombresgrisessólopuedenhacersuoscuronegociosinadielosreconoce.Tuvisitantemismolo ha dicho. ¡Pues lo único que tenemos que hacer es cuidarnos de que resultenvisibles!Porqueelqueloshareconocidounavez,losrecuerda,yelquelosrecuerda,losreconoceenseguida.Demodoquenopuedenhacernosnada:somosinatacables.
—¿Túcrees?—preguntóMomo,untantodudosa.—¡Naturalmente!—siguióGigi,conlosojosrelucientes—.Sino,tuvisitanteno
hubierahuidotanalaescapada.¡Tiemblanantenosotros!—Pero entonces —dijo Momo—, quizá no los encontremos. Puede que se
escondandenosotros.
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—Eso puede ser—concedióGigi—. Entonces tendremos que hacerles salir desusescondites.
—¿Cómo?—preguntóMomo—.Creoquesonmuylistos.—Nadamásfácil—gritóGigi,riendo—.Losatraparemosconsupropiacodicia.
Los ratones se cazan con queso, así que a los ladrones de tiempo se les caza contiempo. Nosotros tenemos de sobra. Tú, por ejemplo, tendrías que sentarte, comocebo,yatraerlos.Yentonces,sivienen,Beppoyyosaldremosdenuestrosesconditesylosvenceremos.
—Peroamíyameconocen—opusoMomo—.Nocreoquecaiganenesatrampa.—Está bien—dijoGigi, a quien empezaban a ocurrírsele ideas amontones—,
puesharemosotracosa.Elhombregristedijoalgodeunacajadeahorrosdetiempo.Eso tiene que ser un edificio. Estará en algún lugar de la ciudad. Sólo faltaencontrarlo.Y seguro que lo encontramos, porque estoy seguro que se trata de unedificio especial: gris, misterioso, sin ventanas, una inmensa caja de caudales dehormigón.Loestoyviendo.Cuandolohayamosencontrado,entramos,cadaunollevaunapistolaencadamano.«Entregadnosalinstanteeltiemporobado»,lesdigo…
—Peronotenemospistolas—leinterrumpióMomo,preocupada.—Pues lo hacemos sin pistolas—replicó Gigi, magnánimo—. Eso incluso los
asustarámás.Nuestramerapresenciabastaráparahacerleshuirpresosdepánico.—Quizá fuera bueno que fuéramos unos pocos más, y no nosotros tres solos.
Quierodecir,quesiotrosnosayudaranquizásencontráramosanteslacajadeahorrosdetiempo.
—Muybuenaidea—repusoGigi—.Tendríamosquemovilizaratodosnuestrosviejosamigos.Yalosniñosqueahoravienensiempre.Propongoquenosvayamos,ahoramismo, para informar a todos los que podamos encontrar. Y que ésos se lodiganalosdemás.Nosencontraremostodosaquímañanaalastresdelatarde,paraunagranasamblea.
Demodoquetodossepusieronencamino.Momoenunadirección,BeppoyGigienotra.
Los dos hombres llevaban ya un rato caminando cuando Beppo, que hastaentonceshabíacallado,separórepentinamente.
—EscuchaGigi—dijo—,estoypreocupado.Gigisevolvióhaciaél,asombrado:—¿Porqué?Beppomiróduranteuntiempoasuamigoydijoentonces:—CreoaMomo.—¿Yqué?—Quierodecir—siguióBeppo—,quecreoqueesverdadloquenoshacontado
Momo.—Bien,¿yquémás?—preguntóGigi,quenoentendíaloqueBeppoqueríadecir.—¿Sabes?—explicóBeppo—, si esverdad loqueMomohacontado, tenemos
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que pensar bien lo que hacemos. Si de verdad se trata de una terrible banda decriminales,unonoseenzarzaporlasbuenasconellos,¿entiendes?Sinoslimitamosaretarlos,esopuedeponerenpeligroaMomo.Ynoquierohablardenosotros,perosi metemos en el asunto a los niños, quizá los pongamos en peligro a todos. Deverdadquetenemosquepensarbienquéhacemos.
—¡Quéva!—dijoGigi,riendo—.¡Notepreocupes!Cuantosmásseamos,mejor.—Meparece—respondióBeppo,serio—quenocreesqueseaverdadloquedijo
Momo.—¡Yquésignificaverdad!—contestóGigi—.Notienesfantasía,Beppo.Todoel
mundoesungrancuentoynosotrosactuamosenél.Sí,Beppo,sí:creotodoloquehacontadoMomo,igualquetú.
Aesto,Bepponosupoquécontestar,perolarespuestadeGiginolehabíadejadomenospreocupado.
Entoncessesepararon,ycadaunotomóunadirecciónparainformaralosamigosyalosniñosdelareunióndeldíasiguiente.Gigiibaconelcorazónalegre;Beppo,preocupado.
Duranteesanoche,Gigisoñóconsufuturafamacomosalvadordelaciudad.Seveíavestidodefrac,aBeppodelevitayaMomoconunvestidodesedablanca.Yalostreslesponíancollaresdeoroylesdabancoronasdelaurel.Sonabaunamúsicamagnífica, y la ciudad organizaba en su honor un desfile de antorchas tan largo ymaravillosocomonosehabíavistonuncaantes.
Al mismo tiempo, Beppo estaba en su cama sin poder dormir. Cuanto máspensaba,másclaroseleaparecíaelpeligrodelaempresa.EstáclaroquenodejaríaqueGigiyMomocayeransolosenladesgracia,éllosayudaría,pasaraloquepasara.Peroteníaqueintentar,porlomenos,retenerlos.
Aldíasiguiente,alastresdelatarde,lasviejasruinasdelanfiteatroresonabanconelparloteoexcitadodemuchasvoces.Lamentablemente,nohabíanvenidolosamigosadultos(apartedeBeppoyGigi,claroestá),perosíunoscincuentaosesentaniños,de cerca y de lejos, pobres y ricos, bien y mal educados, mayores y menores.Algunos,comolaniñaMaría,llevabanasushermanitosdelamanooenbrazos,quemirabanlasorprendenteescenaconojosmuyabiertosyconundedoenlaboca.EstáclaroqueestabanallíBlanco,PaoloyMassimo,mientrasquelosdemásniñoserancasi todos de los que habían ido viniendo en los últimos tiempos. Éstos, claro, seinteresaban especialmentepor el asuntoque se iba a tratar en asamblea.Por ciertoquesehabíapresentadotambiénelchicodelaradioportátil,aunquesinradio.Estabasentado al lado de Momo, a la que había dicho, antes que nada, que se llamabaClaudioyquelehacíamuchailusiónqueledejaranparticipar.
Cuandoporfinsevioquenollegaríanmásretrasados,Gigiselevantóeimpusosilencio con un gran gesto. Las conversaciones y el parloteo cesaron, y en el gran
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círculodepiedrasehizounsilencioexpectante.—Queridos amigos —comenzó Gigi, con voz sonora—, todos sabéis más o
menos,dequé se trata.Esoya seoshadichoen la convocatoriade esta asambleasecreta. Hasta hoy, la cuestión era que cada vez más gente tenía menos tiempo,aunquetodossededicabanaahorrartiempoportodoslosmedios.Peroprecisamenteesetiempoqueahorraban,lagenteloperdía.¿Porqué?¡Momolohadescubierto!Eltiempoesrobadoliteralmenteporunabandadeladrones.Paradesenmascararaesafría organización del crimen necesitamos, precisamente, vuestra ayuda. Si todosestáisdispuestosacolaborar,todaesamiseriaquehacaídosobrelagenteseacabarádegolpe.¿Nocreéisquemerecelapenaluchar?
Hizounapausa,ylosniñosaplaudieron.—Después discutiremos—continuó Gigi— sobre lo que haremos. Pero antes,
Momo ha de contaros cómo se encontró con uno de esos tipos y cómo éste setraicionó.
—Unmomento—dijo, levantándose, el viejoBeppo—,escuchadunmomento,niños.YomeopongoaqueMomohable.Esonopuedeser.SiMomohabla,seponeenpeligroellaytodosvosotros…
—¡Sí!—gritaronalgunosniños—.¡QuehableMomo!Otroslosapoyaronyacabarongritandotodos,acoro:—¡Momo!¡Momo!¡Momo!ElviejoBepposesentó,sequitólaspequeñasgafasysefrotó,cansado,losojos.Momoselevantó,trastornada.Nosabíabienaquédeseoacceder,sialdeBeppo
o al de los niños. Finalmente comenzó a hablar. Los niños escuchaban, tensos.Cuandohuboacabado,siguióunlargosilencio.
Durante el relato de Momo, todos habían cobrado un poco de miedo. No sehabíanimaginadotanterriblesalosladronesdeltiempo.Unaniñapequeñacomenzóalloraragritos,peroprontolaconsolaron.
—¿Y bien? —preguntó Gigi en medio del silencio—. ¿Quién de vosotros seatrevealucharconnosotroscontraesoshombresgrises?
—¿Por qué no quiso Beppo —preguntó Blanco— que Momo nos contara suhistoria?
—Él cree—explicóGigi,mientras sonreía animador—que los hombres grisesconsideranunenemigoatodoaquélqueconocesusecreto,porloqueleperseguirán.Pero estoy seguro de que es exactamente al revés, que todo aquel que conoce susecreto está inmunizado contra ellos y que ya no le pueden hacer nada. Esto estáclaro,reconócelo,Beppo.
Peroéstesólomoviólacabeza.Losniñoscallaron.—Una cosa está clara—volvió a tomar la palabraGigi—.Ahora tenemos que
mantenernosunidospaseloquepase.Tenemosquetenercuidado,perosinpermitirquenosdenmiedo.Poresoosvuelvoapreguntar:¿Quiénquiereunirseanosotros?
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—¡Yo!—gritóClaudio,levantándose.Estabaunpocopálido.Unospocossiguieronsuejemplotímidamente,despuésotros,ymás,ymás,hasta
quealfinalsepresentarontodos.—Ybien,Beppo—dijoGigiseñalandoalosniños—,¿quédicesaesto?—Estábien—dijoBeppo,yasintiócontristeza—,yotambiénmeapunto.—Así que—Gigi se volvió de nuevo a los niños— ahora discutiremos lo que
tenemosquehacer.¿Quiéntieneunaidea?Todospensaron.PorfinpreguntóPaolo,elniñodelasgafas:—Pero¿cómolohacen?Quierodecir,¿cómosepuederobareltiempodeverdad?
¿Cómosehaceesto?—Sí—gritóClaudio—,¿quéeseltiempo?EnelotroladodelruedodepiedraselevantóMaría,consuhermanitoDedé,y
dijo:—Acasoseaalgoasícomo losátomos.Éstos tambiénpuedenapuntar las ideas
quesóloestánenlacabezadeuno.Lohevistoportelevisión.Hoyhayespecialistasparatodo.
—Tengo una idea—gritó el gordoMassimo con su voz de niña—.Cuando setoman imágenes con una filmadora, todo queda en la película. Y en las cintasmagnetofónicastambiéntodoquedaenlacinta.Puedequetenganunaparatoconelque se puede registrar el tiempo. Si supiéramos dónde está grabado, simplementepodríamospasardenuevoeltiempo,yvolveríaaestar.
—Encualquiercaso—dijoPaolo,empujándoselasgafasnarizarriba—,tenemosqueencontrar,enprimerlugar,uncientíficoquenosayude.Sino,nopodemoshacernada.
—¡Yanossalestúcontuscientíficos!—gritóBlanco—.Deésosnosepuedefiarnadie.Supontequeencontramosunoquesabedequévalacosa;¿cómosabrásquenotrabajaconlosladronesdetiempo?Entoncessíqueestaríamosfastidiados.
Ésteeraunargumentodepeso.Entoncesselevantóunaniña,alaqueseveíaqueestababieneducada,quedijo:—¿Ysiselocontamostodoalapolicía?—¡Loquenosfaltaba!—protestóBlanco—.¿Quépuedehacerlapolicía?Siésos
no son ladrones corrientes. O bien la policía hace tiempo que está enterada delasunto, y no puede hacer nada, o bien todavía no se ha dado cuenta de nada, yentoncesnomerecelapenadecirlenada.Éstaesmiopinión.
Lesiguióunsilenciodedesasosiego.—Pero tenemos que hacer una cosa u otra —dijo Paolo al fin—. Y lo antes
posible,antesdequelosladronesdetiemposeenterendenuestraconjura.EntoncesselevantóGigiCicerone.—Queridos amigos —comenzó—, he pensado a fondo toda la cuestión. He
concebidoydesechadocientosdeplaneshastaque,porfin,heencontradounoquenosllevará,conseguridad,anuestroobjetivo.¡Sitodososapuntáis!Sóloqueantes
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queríaescucharporsialgunodevosotrosteníaunplanmejor.Asíqueosvoyadecirloquevamosahacer.
Hizounapausaymirólentamenteasualrededor.Másdecincuentacarasdeniñosestabandirigidasaél.Hacíamuchoquenoteníatantosoyentes.
—El poder de los hombres grises—continuó—consiste, comovosotros sabéisahora, en pasar desapercibidos y poder trabajar en secreto. Así que el modo mássencilloyeficazdeaniquilarlosesquelagentesepalaverdadsobreellos.Y,¿cómoconseguir esto? Organizaremos una gran manifestación de niños. Pintaremospancartasycarteleseiremosconellasportodaslascalles.Asíatraeremoslaatenciónsobrenosotros.Einvitaremosaquí,alanfiteatro,a todalaciudad,paraexplicárselotodo.Lagenteseentusiasmará.Vendránaquíamiles.Ycuandosehayareunidoaquíuna multitud increíble, desvelaremos el terrible secreto. Y entonces el mundocambiarádegolpe.Yano lepodránrobarel tiempoanadie.Cadauno tendrá tantotiempocomoquiera,porquevolveráahaberbastante.Yeso,misqueridosamigos,lopodemoshacertodosjuntos,siqueremos.¿Queremos?
Larespuestafueununánimegritodejúbilo.—Compruebo, pues —concluyó Gigi su discurso—, que hemos decidido por
unanimidad invitar a toda la ciudad al anfiteatro el próximo domingo por la tarde.Perohastaentonces,nuestroplandebequedarenelmásestrictosecreto,¿entendido?Yahora,amigos,¡manosalaobra!
Duranteestedíaylossiguientesreinóunafebrilactividadenlasviejasruinas.Setrajo(mejornopreguntemoscómonidedónde)papelytarrosdepinturaypincelesycola y tablones y cartón y todo lo demás que necesitaban. Y mientras los unosfabricabanpancartasycarteles,losotros,quesabíanescribirbien,sepensabanfrasesimponentesylaspintabanenellos.
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Setratabadefrasesquedecían,porejemplo,loqueesaspancartas.Yentodasellasponía,ademásellugarylafechadelainvitación.Cuando todo estuvo listo, los niños se dispusieron en el anfiteatro con Gigi,
Beppo yMomo a la cabeza, y fueron en un largo desfile hacia la ciudad, con suscarteles y pancartas. Al mismo tiempo, hacían ruido con planchas de hojalata ysilbatos, recitaban sus frases y cantaban la siguiente canción, que Gigi habíacompuestoexpresamenteparaestaocasión:
Oídtodosquédecimos;casiestarde,vigilad,queosrobanvuestrotiempo;
noseáistontos,despertad.Oídtodosquédecimos:noosdejéisengañarmás,eldomingoalasseis,noseáistontos,acudid.
Claroque la canción teníamás estrofas, veintiocho en total, pero nohace falta
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ponerlasaquítodas.Unpardevecesintervinolapolicíaydisolvióalosniños,cuandoentorpecíanel
tráfico.Perolosniñosnoseasustaban.Volvíanareunirseenotrositioyempezabandenuevo.Porlodemás,nopasónaday,apesardetodasuatención,nopudieronveraningunodeloshombresgrises.
Peromuchos otros niños que vieron lamanifestación y que hasta entonces nohabíansabidonadadelasunto,seunieronaella,demodoquedespuésfueronmuchoscientosyalfinalmásdemil.Portodosladosdelaciudad,losniñosibanporlacalleenlargasprocesioneseinvitabanalosadultosalaasambleaquecambiaríaelmundo.
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L
Unabuenaasamblea,quenotienelugar,yunamalaasamblea,quesítienelugar
agranhorahabíapasado.Había pasado y no había venido ninguno de los invitados. Precisamente
aquellosadultosaquienesmásimportabaapenassehabíandadocuentadelamanifestacióndelosniños.
Asíquetodohabíasidoenvano.Elsolyaseacercabaalhorizonteyseponía,grandeyrojo,enunmardenubes.
Sus rayos sólo rozaban los escalones superiores del viejo anfiteatro, en el que losniños, sentados, esperaban desde hacía horas. No se oía ya ninguna charla. Todosestabantristesycallados.
Las sombras se alargaban con rapidez, pronto sería de noche. Los niñosempezabanatiritar,porquehacíafresco.Unacampana,alolejos,sonóochoveces.Yanocabíadudadequetodohabíasidoungranfracaso.
Los primeros niños se levantaron y se fueron en silencio, otros los siguieron.Nadiedecíaunapalabra.Ladecepciónerademasiadogrande.
Finalmente,PaoloseacercóaMomoyledijo:—Novalelapenaseguiresperando,Momo.Yanovendránadie.Buenasnoches,
Momo.Ysefue.EntoncesseacercóaellaBlancoyledijo:—Nohaynadaquehacer.Nopodemoscontarya con los adultos,ya lohemos
visto.Yosiemprehabíadesconfiadountanto,peroahoranoquierosabernadamásdeellos.
Tambiénsefue,yotroslesiguieron.Porfin,cuandoyasehizooscuro,hastalosúltimosniñosperdieronlaesperanzaysemarcharon.MomosequedósolaconBeppoyGigi.
Alcabodeunratoselevantótambiénelviejobarrendero.—¿Tambiéntevas?—preguntóMomo.—Tengoqueirme—contestóBeppo—,tengohorasextras.—¿Denoche?—Sí;comocosaexcepcionalnosenvíanadescargarbasura.Tengoqueirallí.—Perosiesdomingo.Y,además,nuncaantestehanhechohacereso.—No,peroahoranosmandanhacerloexcepcionalmente,dicen.Porquesino,no
consiguenacabar.Faltadepersonalytodoeso.—Lástima—dijoMomo—;hoymehabríagustadoquetequedarasconmigo.
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—Amítampocomegustatenerqueirmeahora—dijoBeppo—.Hastamañana.Montóensubicicletachirrianteydesaparecióenlaoscuridad.Gigi silbaba una melodía melancólica. Sabía silbar muy bien y Momo le
escuchaba.Peroderepenteseinterrumpió.—¡Siyotambiéntengoqueirme!—dijo—.Hoyesdomingo,ytengoquehacer
devigilantenocturno.¿Tehabíadichoya,queéstaesmiúltimaprofesión?Casimehabíaolvidado.
Momolemiróconlosojosmuyabiertos,ynodijonada.—Noestéstriste—continuóGigi—,porquenuestroplannohayasalidotanbien
comoesperábamos.Detodosmodosnoshemosdivertido.Hasidoestupendo.ComoMomoseguíacallando,leacarició,consolador,elcabelloyañadió:—No te entristezcas tanto, Momo. Mañana todo parecerá diferente. Nos
inventaremosalgonuevo,otrahistoria,¿vale?—Esonoeraunahistoria—dijoMomo,envozbaja.Gigiselevantó.—Yateentiendo,peromañanaseguiremoshablandodeello,¿deacuerdo?Ahora
tengoqueirme,yasemehacetarde.Túdeberíasacostarteya.Ysefue,mientrassilbabasucanciónmelancólica.Así queMomo se quedó sola en el gran ruedo de piedra. La noche carecía de
estrellas.El cielo sehabía cubiertodenubes.Se levantóunviento curioso.Noerafuerte,peroincesante,ydeunafrialdadsorprendente.Sepodríadecirqueeraunfríoceniciento.
Allá lejos, delante de la gran ciudad, se alzaban los grandes vertederos. Eranverdaderasmontañasdeceniza,cascotes,latas,colchonesviejos,residuosdeplástico,cajasdecartónytodaslasotrascosasquecadadíasetiranenunagranciudadyqueesperabanaquídesaparecerdentrodelosgrandeshornosdebasuras.
Hastabienentrada lanocheayudóBeppo, juntocon suscompañeros, a sacar apaletadas labasurade loscamiones,queesperabanenuna larga fila, con los focosencendidos,aquelosdescargaran.Cuantosmásvaciaban,másseañadíanalacoladeespera.
—¡Daos prisa! —gritaban todo el rato—. ¡Vamos, vamos! O no acabaremosnunca.
Beppo había paleteado y paleteado, hasta que la camisa se le quedó pegada alcuerpo.Haciamedianochehabíanacabado.
Como Beppo ya era viejo y no demasiado fuerte, estaba sentado, agotado ysudoroso,enunaviejabañera,agujereadayvolcada,intentandorecuperarelaliento.
—¡Eh, Beppo!—gritó uno de sus compañeros—. Nosotros nos vamos a casa.¿Vienes?
—¡Unmomento!—gritó Beppo, poniéndose lamano sobre el corazón, que le
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dolía.—¿Noestásbien,viejo?—preguntóotro.—Estoy bien —respondió Beppo—, marchaos. Yo me quedo un ratito,
descansando.—Deacuerdo—dijeronlosdemás—,¡buenasnoches!Yse fueron.Sehizoel silencio.Sólo las ratascorreteabanpor losescombrosy
silbabandevezencuando.Bepposedurmióconlacabezaapoyadaenlosbrazos.Nosabíacuántotiempohabíadormido,cuandoderepenteledespertóungolpede
airefrío.Miróasualrededor,yquedó,alinstante,totalmentedespejado.Entodalagigantescamontañadeescombroshabíahombresgrises,vestidoscon
elegantes trajes grises, bombines grises sobre la cabeza, carteras gris plomo en lasmanos y pequeños cigarros grises entre los labios. Todos callaban y mirabanfijamente al puntomás alto del vertedero, donde se habíamontado una especie detribunal;loformabantresseñoresquenosedistinguíanennadadelosdemás.
Durante el primer momento, Beppo tuvo miedo. Temía ser descubierto. No lepermitiríanestaraquí,esoestabaclarosinquetuvieraquepensarmuchosobreello.Pero pronto se dio cuenta de que los hombresmiraban como embrujados hacia lamesa.Podíaserquenisiquieralevieran,aunquetambiéneraposiblequelotomaranporalgunapiezadebasuratirada.Decualquiermodo,Beppodecidióquedarsebienquietecito.
—¡Presénteseanteelalto tribunalelagenteBLW/553/c!—seoyó,enmediodelsilencio,lavoztonantedelhombrequeocupabaellugarcentralenlamesa.
Lallamadaserepitiómásabajoyresonódenuevo,comouneco,porelotrolado.Entonces se abrió un callejón entre lamultitud y un hombre gris subió lentamentehacialacimadelvertedero.Loúnicoqueledistinguíadelosdemáseraqueelcolorcenicientodesucaraeracasiblanco.
Finalmentesedetuvoantelamesadeltribunal.—¿EsustedelagenteBLW/553/c?—lepreguntóeldeenmedio.—Síseñor.—¿Desdecuándotrabajaustedparalacajadeahorrosdetiempo?—Desdemiorigen.—Esosesobreentiende.Guárdeseesasobservacionessuperfluas.¿Cuándofue?—Hace once años, tres meses, seis días, ocho horas, treinta y dos minutos y
ahora,exactamente,dieciochosegundos.Aunqueestediálogosellevabaenvozbajay,además,teníalugarbastantelejos,
elviejoBeppopodíaentenderlopalabraporpalabra.—¿Sabeusted—prosiguióelinterrogatorioelhombredeenmedio—quehayen
esta ciudad un número no desdeñable de niños que hoy han paseado por toda laciudadcartelesypancartasyque,encima,teníanelterribleplandeinvitaratodalaciudadparainformarlaacercadenosotros?
—Losé—respondióelagente.
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—¿Cómoseexplicausted—siguióimpertérritoeljuez—queesosniñostuvierannoticiadenosotrosynuestrasactividades?
—No me lo explico —contestó el agente—. Pero si puedo permitirme unaobservación a este respecto, quisiera recomendar al alto tribunal que no se tomarademasiadoenseriotodoelasunto.Unaniñeríasinimportancia,nadamás.Además,ruego al alto tribunal que tenga en cuenta que no nos ha costado nada impedir laasamblea prevista, al no dejarles tiempo a los adultos. Pero aun cuando no lohubiéramos conseguido, los niños no habrían podido contar más que unainsignificantehistoriadeladrones.Enmiopiniónpodríamoshaberpermitidoquelaasambleasecelebrara,paraasí…
—¡Acusado!—le interrumpió con severidad el hombre de enmedio—. ¿Se hadadocuentadedóndeseencuentra?
Elagenteseencorvóuntanto:—Sí,señor—dijoconunhilodevoz.—No se encuentra ante un tribunal humano—continuó el juez—, sino ante un
tribunal de sus semejantes. Sabe exactamente que a nosotros no puedementirnos.¿Porquélointenta?
—Esuna…deformaciónprofesional—tartamudeóelacusado.—La importanciaque se lehadedar a lamanifestaciónde losniños—dijo el
juez—, hará el favor de dejar que la determine la presidencia. Pero incluso usted,acusado,sabequenadieresultatanpeligrosoparanuestrotrabajocomolosniños.
—Losé—confirmótenuementeelacusado.—Los niños —explicó el juez— son nuestros enemigos naturales. Si no
existieran,hacetiempoquelaHumanidadestaríaennuestrasmanos.Losniñossonmuchomásdifícilesdeempujaralahorrode tiempoque todos losdemáshombres.Poreso,unadenuestrasleyesmásseverasdice:alosniñoslestocaalfinal.¿Conocíaustedesaley,acusado?
—Muybien,altotribunal—susurróéste.—Noobstante,tenemospruebasirrefutables—continuóeljuez—dequeunode
nosotros,repito«unodenosotros»,hahabladoconunniñoy,encima,lehadicholaverdadacercadenosotros.¿Sabeusted,acusado,quiénfueese«unodenosotros»?
—Fuiyo—repuso,destrozado,elagenteBLW/553/c.—¿Yporquéhacontravenidonuestramásseveraley?—interrogóeljuez.—Porqueesaniña—sedefendióel acusado—entorpecía enormementenuestra
labor con la gente por su influencia sobre las personas. He actuado con la mejorintencióndecaraalacajadeahorrosdetiempo.
—Sus intenciones no nos importan—repuso el juez—. Sólo nos importan losresultados.Ylosresultadosobtenidosporustedenestecaso,acusado,nosignificanningunagananciadetiempoparanosotros,sinoqueademáshatraicionadoanteesaniñaalgunosdenuestrosmásimportantessecretos.¿Loconfiesa,acusado?
—Loconfieso—susurróelagente,cabizbajo.
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—Asípues,¿sereconoceculpable?—Sí,peroruegoqueelaltotribunalconsidere,comocircunstanciaatenuante,que
quedé literalmente embrujado.Por elmodo enque esaniñameescuchaba,me fuesonsacandotodo.Niyomismopuedoexplicarmecómopudoocurrir,pero juroqueasífue.
—Sus excusas no me interesan. No aceptamos las circunstancias atenuantes.Nuestra leyes intransigenteynopermiteningunaexcepción.De todosmodos,nosocuparemosatentamentedeesaniñatannotable.¿Cómosellama?
—Momo.—¿Viveen…?—Lasruinasdelanfiteatro.—Estábien—repusoeljuez,quehabíaapuntadotodoensulibretitadenotas—.
Puede usted estar seguro, acusado, que esa niña no volverá a molestarnos. Nosocuparemos de ello con todos los medios a nuestro alcance. Que esto le sirva deconsuelomientraspasamosdeinmediatoalaejecucióndelasentencia.
Elacusadocomenzóatemblar.—¿Cuáleslasentencia?—susurró.Lostreshombresdedetrásdelamesajuntaronlascabezas,murmuraronalgoy
asintieron.Entonces,elqueestabaenmediosevolvióhaciaelacusadoyproclamó:—PorunanimidadlasentenciacontraelagenteBLW/553/ces:elacusadohasido
halladoculpabledealta traición.Haconfesadosuculpa.Nuestra leyprescribeque,comocastigo,leseaconfiscado,deinmediato,todosutiempo.
—¡Piedad!¡Piedad!—gritóelacusado.Perodoshombresgrises,queestabanasulado,yalehabíanarrancadolacartera
plomizayelpequeñocigarro.Entoncesocurrióalgosorprendente.Enelmismomomentoenqueelacusadose
vio sincigarro, comenzóavolversemásymás transparente.Tambiénsusgritos sevolvieronmás apagados.Ahí estaba, tapándose la cara con lasmanos,mientras sedisolvíaliteralmenteenlanada.Alfinaleracomosielvientohicierarevolotearsuscenizas,hastaquetambiénéstasdesaparecieron.
Loshombresgrisessefueronensilencio.Losquehabíanmiradolaescenaylosquehabíanjuzgado.Selos tragólaoscuridad,ysóloelvientogrissilbabasobreelvertederodesierto.
BeppoBarrendero seguía sentado, inmóvil, en su lugar ymiraba hacia el sitiodonde había desaparecido el acusado. Le parecía que se había congelado ycomenzabaadeshelarseenesemomento.Ahorasabíaporexperienciapropiaqueloshombresgrisesexistían.
Hacialamismahora(elcampanariolejanohabíatocadolasdoce),lapequeñaMomo
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seguíasentadaenlosescalonesdepiedradelasruinas.Esperaba.Nohabríapodidodecirqué.Perodealgúnmodosentíaquedebíaesperar.Demodoquehastaentoncesno había podido decidirse a acostarse. De repente sintió que algo tocaba su piedescalzo.Seinclinóhaciadelante,porqueeramuyoscuro,yviounagrantortugaquelamirabaconlacabezalevantadayunabocaextrañamentesonriente.Susinteligentesojos negros brillaban con tal amabilidad, como si de un momento a otro fuera acomenzarahablar.
Momoseinclinóhaciaellaylerascólabarbilla.—Hola,¿quiénerestú?—preguntóenvozbaja—.Esmuyamablequetú,porlo
menos,vengasavisitarme,tortuga.¿Quéquieres?Momonosabíasiesquealprincipionosehabíadadocuenta,osinoempezabaa
hacerse visible hasta aquelmomento, pero el caso es que, de pronto, empezaron arelucirenlatortugaunasletrasqueparecíansalirdeldibujodelcaparazón.
«Ven»,deletreóMomocondificultad.Sorprendida,seirguió.—¿Terefieresamí?Perolatortugayahabíaempezadoamoverse.Alcabodeunospasossedetuvoy
sevolvióamiraralaniña.—Síqueserefiereamí—sedijoMomo.Selevantóycomenzóacaminartraselanimal.—Ve—dijoenvozbaja—,yotesigo.Pasito a pasito fue siguiendo a la tortuga, que la sacó lentamente, muy
lentamente,delruedodepiedraytomóladireccióndelagranciudad.
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E
Unapersecuciónalocadayunahuidatranquila
l viejo Beppo pedaleaba sobre su chirriante bicicleta por la noche. Seapresuraba todo lo que podía. Una y otra vez resonaban en sus oídos laspalabrasdeljuez:«Esaniñanovolveráamolestarnos…Puedeestarseguro,
acusado…Nosocuparemosdeellocontodoslosmediosanuestroalcance…».No cabía duda: Momo estaba en peligro. Tenía que ir en seguida a verla, a
prevenirla de los grises, tenía que protegerla de ellos, aunque todavía no supieracómo. Pero ya lo descubriría. Beppo pisaba los pedales con fuerza. Sus blancoscabellosondeabanalviento.Elanfiteatroquedabalejos.
Todas las ruinasestabanbrillantemente iluminadaspor los farosdemuchoscocheslujosos,grises,que lashabían rodeadopor todos lados.Docenasdehombresgrisescorríanporlosescalonesdepiedraarribayabajoyregistrabantodoslosrincones.Alfinaldescubrierontambiénelagujeroenlapared,traselquesehallabalahabitacióndeMomo.Algunosdeellossemetieronenellaymirarondebajodelacamaeinclusoenelhogar.Volvieronasalir,secepillaronloselegantestrajesgrisesyseencogierondehombros.
—Elpájarohavolado—dijouno.—Esunescándalo—dijootro—quelosniñosesténporahí,denoche,enlugar
deestarenlacama,comodeben.—Esto no me gusta nada—dijo un tercero—. Parece que Alguien la hubiera
avisado.—¡Imposible!—dijoelprimero—.EsosignificaríaqueAlguienconocíanuestra
decisiónantesquenosotrosmismos.Loshombresgrisessemiraronalarmados.—SiefectivamentehasidoavisadaporAlguien—opinóeltercero—,seguroque
ya no está por aquí. El seguir buscando por los alrededores sería perder el tiempoinútilmente.
—¿Tienealgunasugerencia?—En mi opinión, deberíamos dar parte inmediatamente a la central, para que
dieralaordendemovilizacióngeneral.—Lo primero que hará la central será preguntarnos si hemos registrado
completamentelosalrededores.Yharámuybien.—Está bien —dijo el primer hombre gris—. Registraremos primero los
alrededores.Perosi,mientrastanto,laniñaharecibidoayudadeAlguien,cometemosungranerror.
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—¡Eso es ridículo!—le espetó, enfadado, el otro—. Aun así la central puedeordenarunamovilizacióngeneral.Entoncesparticiparánenlacazatodoslosagentesdisponibles.Laniñano tiene lamenorposibilidaddeescapar.Yahora:manosa laobra,señores.Sabenustedesloquenosjugamos.
Esanoche,muchagentedelosalrededoressesorprendióporqueelruidodeloscocheslanzadosatodavelocidadparecíanoquereracabar.Inclusolascalleslateralesyloscaminosmáspedregososestuvieronllenos,hastaelamanecer,deuntráficoqueporlogeneralsóloseveíaenlascallesprincipales.Nadiepudocerrarunojo.
Aesamismahora,Momo,conducidaporlatortuga,caminabalentamenteporlagranciudad,queyanuncadormía,nisiquieraaesatardíahoradelanoche.
Lagente corría, engrandesmasas, por las calles, se empujabaviolentamenteomarchaba en interminables columnas. En las calzadas se embotellaban los coches,entre ellos rugían los autobuses, siempre repletos. En las fachadas de las casasrelucían los rótulos luminosos, inundaban lamuchedumbrecon su luzmulticoloryvolvíanaapagarse.
Momo, que nunca había visto eso, caminaba tras la tortuga con los ojos bienabiertos, como si soñara. Atravesaron grandes plazas y calles brillantementeiluminadas,loscocheslasrozabanpordelanteypordetrás,lagente,porlacalle,lasapretujaba,peronadieprestabaatenciónalaniñaconlatortuga.
Ningunade lasdos tuvoqueapartarseniunavezantenadie,nadie lasempujó,ningún coche tuvo que frenar por su causa. Era como si la tortuga supiera poradelantado, con toda seguridad, dónde y en quémomento no pasaría un coche, nohabríaunpeatón.Deahíresultaquenuncatuvieronquecorrerninuncatuvieronquedetenerse a esperar. Momo comenzó a sorprenderse que se pudiera andar tanlentamenteyavanzartandeprisa.
CuandoBeppoBarrenderollegóporfinalviejoanfiteatrodescubrió,antesdeapearsedesubicicleta,aladébilluzdesufaro,lasmuchashuellasdeneumáticosalrededordelasruinas.Dejócaersubicicletaenlahierbaycorrióhaciaelagujeroenlapared.
—¡Momo!—dijoenunsuspiro,pararepetirmásalto—.¡Momo!Notuvorespuesta.Beppo tragó saliva.Tenía la garganta seca.Atravesó el agujero hacia la oscura
habitación,tropezóysetorcióuntobillo.Condedostemblorososencendióunacerillaymiróasualrededor.
La mesita y las dos sillitas hechas de caja estaban tumbadas, las mantas y elcolchónestabantiradosporelsuelo.YMomonoestaba.
Beppo semordió los labios y reprimió un sollozo ronco que por unmomentoquisorasgarleelpecho.
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—¡Dios mío! —murmuró—. ¡Dios mío! Ya se la han llevado. He llegadodemasiadotarde.¿Quédebohacerahora?¿Quéhago?
Entonces,lacerillalequemólosdedos.Latiróysevolvióaquedaraoscuras.Todolodeprisaquepudovolvióasaliralexteriorycaminóatrompicones,con
elpietorcido,haciasubicicleta.Semontóenellaycomenzóapedalear.—AhoraletocaaGigi—serepetíaunayotravez—,ahoraletocaaGigi.Ojalá
encuentreelcobertizodondeduerme.Beppo sabía queGigi se ganaba últimamente unos pocos céntimos adicionales
durmiendotodoslosdomingosporlanocheenelcobertizodelasherramientasdeunpequeño cementerio de coches.Allí debía cuidar dequenovolvieran a esfumarse,comoantes,repuestostodavíautilizables.
CuandoBeppohuboalcanzadoporfinelcobertizoy llamabaconelpuñoenlapuerta,Gigi semantuvo al principiobien calladito, por temerque se tratara de losladronesderepuestosdecoche.PeroentoncesreconociólavozdeBeppoyabrió.
—¿Peroquépasa?—gimióasustado—.Nosoportoque semedespiertedeesemodotanbrusco.
—¡Momo…!—tartamudeóBeppo—.¡AMomolehapasadoalgoterrible!—¿Qué dices?—preguntó Gigi, sentándose, atónito, en su jergón—. ¿Momo?
¿Quélehapasado?—Niyomismolosé—murmuróBeppo—.Algoterrible.Entonces comenzó a contar todo lo que había vivido: lo del alto tribunal en el
vertedero,lashuellasdeneumáticosjuntoalaruinaylodequeMomonoestabaya.Claroquetardóunratoenexplicarlo todo,puesapesarde todoelmiedoy todalapreocupaciónporMomonopodíahablarmásdeprisa.
—Me lo temíadesdeelprincipio—acabósu informe—.Sabíaquenoacabaríabien.Ahorasehanvengado.HansecuestradoaMomo.¡Gigi,tenemosqueayudarla!Pero¿cómo?¿Quéhemosdehacer?
DuranteelrelatodeBeppo,lacaradeGigisehabíaquedadopálida.Parecíaqueelsuelosehubieraabiertobajosuspies.Hastaentonces,todohabíasidoparaélcomoungran juego.Se lo había tomado tan en serio como se tomaba cualquier juegoycualquier cuento, sinpensar en las consecuencias.Porprimeravez en suvida, unahistoria continuaba sin él, se hacía independiente, y ni toda la fantasía delmundopodíahacerladarmarchaatrás.Sesentíaparalizado.
—¿Sabes,Beppo?—dijo al cabo de un ratito—, podría ser queMomo sólo sehubieraidoapasearunpoco.Aveceslohace.Unavezinclusoestuvofueratresdíasytresnoches.Creoque,porahora,notenemosningúnmotivodealarma.
—¿Y las huellas de los neumáticos? —preguntó Beppo, excitado—. ¿Y elcolchóntirado?
—Está bien —respondió evasivamente Gigi—, admitamos que alguien hayaestado allí. ¿Quién nos asegura que haya encontrado a Momo? Puede que ya sehubieraidoantes.Sino,noestaríatodorevueltoyregistrado.
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—Pero¿ysilahanencontrado?—gritóBeppo—.Entonces,¿qué?—agarróasuamigomásjovenporlassolapasylosacudió—.¡Gigi!¡Noseasloco!Loshombresgrisesexistendeverdad.Tenemosquehaceralgoenseguida.
—Tranquilízate,Beppo—tartamudeóGigi, asustado—.Claro que tenemos quehaceralgo.Peroanteshayquepensárselobien.PorahoranosabemossiquieradóndedebemosbuscaraMomo.
BepposoltóaGigi.—Yovoyalapolicía—exclamó.—Sérazonable—exclamóGigi,aterrado—.Nopuedeshacereso.Supontequela
policíaseponeabuscaraMomoylaencuentra.¿Sabesloqueharánconella?¿Losabes,Beppo?¿Sabesadóndellevanaloshuérfanosabandonados?Losllevanaunacasadeesasenquehayrejasenlasventanas.¿QuiereshacerleesoaMomo?
—No—murmuróBeppo,mirandofijoantesí—,no,esonoloquiero.Pero¿ysiestáenpeligro?
—¿Y si no lo está?—prosiguióGigi—.Si sólo está paseando un poco y tú leechas encima toda la policía. No quisiera estar en tu lugar cuando te mirara porúltimavez.
Beppo se hundió sobre una silla, junto a lamesa, y apoyó la cabeza sobre losbrazos.
—Noséquéhacer—suspiró—,noséquéhacer.—Yocreo—dijoGigi—queencualquiercasodeberíamosesperarhastamañana
opasadoantesdehacernada.Siparaentoncesnohavuelto,podemosiralapolicía.Pero lomásseguroesqueantes todosehabráarregladoy los tresnosreiremosdetodasestastonterías.
—¿Tú crees? —murmuró Beppo, al que de repente sobrevino un cansancioplomizo.
Habíansidodemasiadascosasenundíaparaelviejo.—Seguro—contestóGigi,mientraslequitabaelzapatodelpietorcido.Leayudóacaminarhastaeljergónyenvolvióelpieenunpañohúmedo.—Yasearreglará—dijo,suavemente—,todosearreglará.CuandovioqueBepposehabíadormido,suspiróysetendióenelsuelo,usando
suchaquetacomoalmohada.Peronopudodormir.Estuvotodalanochepensandoenloshombresgrises.Y,porprimeravezensudespreocupadavida,tuvomiedo.
Delacentraldelacajadeahorrosdetiempohabíapartidolaordendemovilizacióngeneral.TodoslosagentesenlagranciudadhabíanrecibidolaordendeinterrumpircualquieractividadyocuparseexclusivamentedelabúsquedadeMomo.
Todaslascallesestabanllenasdefigurasgrises:estabansobrelostejadosyenlascloacas,controlabanlasestacionesyelaeropuerto,losautobusesytranvías;estabanentodoslados.
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PeronoencontraronaMomo.
—Oye,tortuga—preguntóMomo—,¿adóndemellevas?Lasdosatravesabanenesemomentounpatiooscuro.«Notemas»,aparecióenelcaparazóndelatortuga.—Sinotengomiedo—dijoMomo,despuésdehaberlodeletreado.Perose lodecíamásbienasímisma,paraarmarsedevalor,porquesí teníaun
pocodemiedo.Elcaminoporelquelaconducíalatortugasevolvíacadavezmásextrañoyrecóndito.Habíanatravesadojardines,puentes,pasossubterráneos,portaleseinclusoalgunossótanos.
Dehabersabidoquetodounejércitodehombresgriseslabuscabayperseguía,Momohabríatenidomuchomásmiedo.Peronoteníalamenorideadeello,yporesoseguía,pasitoapasito,alatortugaensucaminoaparentementetanenrevesado.
Yestababienasí.Delmismomodoqueanteslatortugahabíahalladosucaminoatravés del tráfico urbano, ahora parecía prever dónde y cuándo aparecerían losperseguidores.Avecesloshombresgrisesaparecíanunosmomentosdespuésporellugarenqueellashabíanestado,peronoseencontraronnunca.
—Quésuertequeyaséleertanbien—dijoMomo,cándida—,¿nocrees?Sobreelcaparazóndelatortugaapareció,comounaviso:«Calla».Momo no entendía por qué, pero hizo caso. A poca distancia pasaron tres
personasoscuras.Las casas de la parte de la ciudad por la que iban ahora eran cada vez más
miserables.Grandescasasdevecindad,de lasquesecaíaelenjalbegado,orillabancalles llenas de baches en los que se acumulaba el agua. Todo estaba oscuro ydesierto.
A la central de la caja de ahorros de tiempo llegó la noticia de que la niñaMomohabíasidovista.
—Estábien—fuelarespuesta—,¿lahabéisdetenido?—No. Pareció que el suelo se la tragara de repente.Hemos vuelto a perder su
rastro.—¿Cómopuedesereso?—Tambiénnoslopreguntamos.Algofalla.—¿Dóndeestabacuandolavisteis?—Éseeselasunto.Setratadeunbarrioquenosestotalmentedesconocido.—Esebarrionoexiste—repusolacentral.—Parece que sí. Es, ¿cómo decirlo?, como si ese barrio estuviera al borde del
tiempo.Ylaniñasedirigíahaciaeseborde.—¿Qué?—gritó lacentral—.Proseguir lapersecución.Tenéisquedetenerla, ¡a
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cualquierprecio!¿Entendido?—Entendido—fuelarespuestacenicienta.
Alprincipio,Momopensóquesetratabadelalba;peroesacuriosaluzhabíallegadotan repentinamente, para ser exactos, en el momento en que había entrado en esacalle.Aquíyanoeradenoche,perotampocoeradedía.Ylapenumbranoseparecíanialamañananialanoche.Eraunaluzquehacíaaparecercongranprecisiónloscontornosdelascosas,peroquenoparecíavenirdeningúnladoo,porelcontrario,provenirdetodoslados.Porquelaslargassombrasnegrasqueproyectabansobrelacalleinclusoelmásminúsculoguijarroibanentodasdirecciones,comosiaquelárbolfuerailuminadodesdeladerecha,aquellacasadesdelaizquierdayelmonumentodemásalládesdeenfrente.
Porcierto,queesemonumentotambiénerabastanteextraño.Sobreunagranbaseenformadecubo,depiedranegra,seapoyabaungigantescohuevoblanco.Esoeratodo.
PerotambiénlascasaserandiferentesatodaslasqueMomohabíavistosiempre.Eran de un blanco casi cegador. Detrás de las ventanas había sombras negras, demodoquenopodíaversivivíaalguienenellas.Peroporalgunarazón,aMomoleparecíaqueesascasasnohabíansidohechasparaquealguienlashabitara,sinoparaserviraalgúnotroobjetivomisterioso.
Lascallesestabancompletamentedesiertas,nosólodepersonas,sinotambiéndeperros,pájarosycoches.Todoestabainmóvilyparecíacomosiestuvieserodeadodeuncristal.Nosenotabaelmenorsoplodeaire.
Momo se sorprendía de lo deprisa que avanzaban, aunque la tortuga fueramáslentamentetodavíaqueantes.
Fueradeesebarrioextraño,allídondetodavíaeradenoche,trescochesdelujoconlosfarosencendidoscorríanalolargodelacalleirregular.Encadaunodeelloshabíavarioshombresgrises.UnoqueibaenelprimercochehabíavistoaMomocuandoentrabaenlacalledelascasasblancas,allídondeempezabaaquellacuriosaluz.
Pero cuando llegaron a la esquina ocurrió algo muy notable. De repente, loscochesyanoavanzaban.Losconductorespisabanelacelerador,lasruedaschirriaban,peroloscochesnosemovíandelsitio,comosiestuvieransobreunacintamóvilquecorriera hacia atrás a lamisma velocidad que los coches. Cuantomás aceleraban,menosavanzaban.Cuandoloshombresgrisessedieroncuentasaltaron,jurando,deloscochese intentaronalcanzarapieaMomo,a laqueapenasveíanen la lejanía.Corrían con las caras tensas y, cuando al final se detuvieron, agotados, habíanadelantado una decena demetros en total.Y la niñaMomo había desaparecido enalgúnlugaralolejosentrelascasasblancas.
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—¡Seacabó!—dijounodeloshombres—.Yanolaalcanzamos.—Noentiendo—dijootro—porquénoadelantamos.—Yotampoco—contestóelprimero—.Lacuestiónessinosloadmitiráncomo
circunstanciasatenuantesdenuestrofracaso.—¿Creeustedquenosjuzgarán?—Nonosvanafelicitar,seguro.Todosloshombresgrisespresentesagacharonlacabezayfueronasentarseenlos
parachoquesdesuscoches.Yanoteníanprisa.
Muy lejos, en algún lugar del laberinto de calles y plazas blancas como la nieve,Momocaminabatraslatortuga.Yprecisamenteporirtanlentas,eracomosilacallese deslizara bajo sus pies, como si los edificios pasaran volando por su lado. Latortugavolvióadoblarunaesquina,Momolasiguió…yseparósorprendida.Estacalleeradeaspectototalmentediferenteatodaslasanteriores.
En realidad se trataba de una callejuela estrecha. Las casas que se alineaban aderecha e izquierda parecían pequeños palacios de cristal, llenos de torrecitas,galeríasyterrazas,quehubieranpasadomuchísimotiempoenelfondodelmarydeprontohubieransalidoalasuperficie,cubiertosdealgas,moluscosycorales.Ytodosdecoloressuaves,nacarados.
La callejuela se encaminaba a una sola casa, que la cerraba y que formaba unángulo recto con todas las otras. Tenía un gran portal verde cubierto de figurasartísticas.
Momomiróelcarteldelacalle,quesehallabaenlapared,encimadedondeellaestaba.Erademármolblancoyponíaenél,conletrasdoradas:
CalledeJamás
Almirarydeletrear,Momonohabíaperdidomásqueunos instantes,peroaunasí,latortugayaestabamuylejos,casialfinaldelacallejuela,delantedelaúltimacasa.
—¡Espérame, tortuga!—gritóMomo, pero curiosamentenopudooír supropiavoz.
Latortuga,encambio,parecióhaberlaoído,porqueseparóysevolvióamirarla.Momoquiso seguirla, pero al entrar en la calle de Jamás fue como si, de repente,caminaradebajodelaguaytuvieraqueavanzarcontralacorriente,ocomosituvieraqueavanzarcontraunvientomuyfuerteperoinsensiblequelaecharahaciaatrás.Seinclinócontralapresiónenigmática,seagarróalossalientesdelasparedesyavanzó,aratos,acuatropatas.
—¡Nopuedocontraella!—gritófinalmentealatortuga,alaqueveía,pequeñita,alextremodelacalle—.¡Ayúdame!
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La tortuga volvió lentamente. Cuando finalmente estuvo delante de Momo,aparecióensucaparazónelconsejode:«Andadeespaldas».
Momolointentó,sediolavueltaycaminóhaciaatrás.Deprontologróavanzarsinningúnesfuerzo.Peroeramuyextrañoloqueleocurría.Puesmientrascaminabahaciaatrás,tambiénpensabahaciaatrás,respirabahaciaatrás,sentíahaciaatrás;enresumen:vivíahaciaatrás.
Porfinsetopóconalgoduro.Sediolavueltaysevioantelaúltimacasa,laquecerrabalacalle.Seasustóuntanto,porque,vistadesdeaquí,lapuertademetalverde,cubiertadefiguras,lepareciógigantesca.
«¿Podréabrirla?»,pensóMomo,dudosa.Peroenelmismomomentoseabrieronsoloslosdosgrandesbatientes.Momo se quedó parada un momento, porque encima de la puerta había
descubiertootrocartel.Lollevabaununicornioblancoyenélseleía:
LaCasadeNingunaParte
ComoMomonosabíaleerdemasiadoaprisa,losdosgrandesbatientesyaestabancerrándosecuandoacababadedeletrearlo.Tuvoeltiempojustoparapasar,antesdequelosbatientessecerrarantrasellaconunsuavetrueno.
Se hallaba ahora en un pasillo alto,muy largo.A izquierda y derecha había, atramos regulares, hombres ymujeres de piedra, desnudos, que parecían soportar eltecho.Aquínosenotabalamisteriosacorrientecontraria.
Momosiguióa la tortugaa travésdel largopasillo.Enelextremo,elanimalseparó ante una puertecita, justo lo suficientemente grande como para que Momopudiesepasarporellaagachada.
«Hemosllegado»poníaenelcaparazóndelatortuga.Momo se agachó y vio, justo delante de su nariz, un cartelito en la pequeña
puerta:
MaestroSegundoMinucioHora
Momoinspiróprofundamenteygiró,decidida,elpomodelapuertecita.Cuandoseabrió,sepudooíruntictacyunronquidoyunsusurroyunrepiqueteomusical,amuchasvoces.Laniñasiguióalatortugaylapuertecitasecerrótrasellas.
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A
Cuandolosmalostratandehacerdelomalolomejor…
laluzcenicientadeinterminablespasillos,losagentesdelacajadeahorrosdetiempocorríanysesusurrabanunosaotros,excitados,laúltimanoticia:todos los señores del consejo de administración se habían reunido en una
sesiónextraordinaria.Eso sólopodía significarque seavecinabaungranpeligro,deducíanunos.Eso
sólopodíaquererdecirquesehabíanplanteadoposibilidadesnuevas,desconocidas,deganartiempo,concluíanotros.
En la gran sala de sesiones estaban reunidos los señores grises del consejo deadministración. Estaban sentados, uno al lado de otro, alrededor de unamesa casiinterminable.Cadaunodeellosllevaba,comosiempre,sucarteragrisplomoycadaunofumabasupequeñocigarrogris.Sólosehabíanquitadolosbombines,porloqueseveíaquetodoserantotalmentecalvos.
El ambiente, en la medida en que entre esos hombres se puede hablar deambiente,erabastantepesado.
El presidente, en la cabecera de la larga mesa, se levantó. Se acabaron losmurmullosydosfilasinterminablesdecarasgrisessevolvieronhaciaél.
—Señores —comenzó—, la situación es seria. Me veo obligado a ponerlos atodosenconocimientodeloshechosamargos,peroirremediables.
»Durante la caza de Momo hemos empleado a casi todos nuestros agentesdisponibles.Entotal,lapersecuciónduróseishoras,treceminutosyochosegundos.Mientras tanto, todos los agentes participantes tuvieron que abandonar,necesariamente, su razón de ser, es decir, aportar tiempo. A esa pérdida hay queañadirel tiempoconsumidopornuestrosagentesdurante labúsqueda.Deesosdospuntosnegativos resulta unapérdidade tiempocalculadamuyexactamente en tresmil setecientos treinta y ocho millones doscientos cincuenta y nueve mil cientocatorcesegundos.
»Señores, eso es más que toda una vida humana. Creo que no hace falta queexpliqueloqueellosignificaparanosotros.
Seinterrumpióyseñalócongestomajestuosohaciaunagranpuertadeaceroconnumerososcerrojosycombinacionesenlaparedfrontaldelasala.
—Nuestros almacenes de tiempo, señores —dijo, alzando la voz—, no soninagotables.¡Silapersecución,porlomenos,hubierasidofructuosa!Perosetratadetiempoperdidocontodainutilidad.LaniñaMomosenoshaescapado.
»Señores,nopuedevolverapasarporsegundavezunasuntodeestaíndole.Meopondrécontodasmisfuerzasacualquierotraempresadeproporcionestancostosas.Tenemosqueahorrar, señores,nomalversar.Poreso les ruegoquehagan todos los
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planesfuturosenestesentido.Notengomásquedecir.Muchasgracias.Se sentó y expelió densas nubes de humo. Recorrieron la sala unos excitados
murmullos.Al otro extremode lamesa se levantó un segundo orador, y todas las caras se
volvieronaél.—Señores—dijo—, a todos nos importa por igual el buen funcionamiento de
nuestra caja de ahorros de tiempo. Perome parece totalmente innecesario que nosintranquilicemos por este asunto o tratemos de convertirlo en una especie decatástrofe.Nadaesmenoscierto.Todossabemosquenuestrosalmacenesdetiempoalberganyatalcantidaddereservas,queinclusounmúltiplodelapérdidadelaquesetratanonospondríaenpeligroserio.¿Quéesunavidahumana?¡Unapequeñez!
»Noobstante,estoydeacuerdoconnuestropresidenteenquenodeberíarepetirseun asunto así. Pero un suceso como el ocurrido con la niñaMomo es totalmenteirrepetible. Nunca antes ha ocurrido nada parecido y es altamente improbable quevuelvaaocurrir.
»El señor presidente ha censurado, con razón, que la niñaMomo se nos hayaescapado. Pero ¿qué otra cosa queríamos, sino deshacernos de la niña? Y eso lohemos conseguido.Laniñahadesaparecido, hahuidodel alcancedel tiempo.Noshemoslibradodeella,creoquepodemosestarsatisfechosconesteresultado.
Eloradorsesentó,sonriendoconautosuficiencia.Desdealgunosladosseoyerondébilesaplausos.
Entoncesselevantóunterceroradordeenmediodelalargamesa.—Seré breve —comenzó—. Considero irresponsables las palabras
tranquilizadoras que acabamos de oír. Esa niña no es una niña corriente. Todossabemos que dispone de facultades que pueden llegar a ser muy peligrosas paranosotros.Elqueelsucesonohayaocurridoantesdeahoranosignificaquenopuedarepetirse. Debemos estar vigilantes. No podemos darnos por satisfechos antes deteneraesaniñarealmenteennuestropoder.Sóloasípodremosestarsegurosdequenonosvolveráadañar.Porquesihaabandonadoelalcancedeltiempo,puedevolveraélencualquiermomento.¡Yvolverá!
Sesentó.Losdemásseñoresdelconsejodeadministraciónagacharonlacabezayquedaronencogidos.
—Señores—tomó la palabra un cuarto orador, sentado enfrente del que habíahabladoantes—,esperoquemeperdonen,perodebodecirlocontodaclaridad:nosestamosyendoporlasramas.Tenemosqueenfrentarnosalhechodequeunapotenciaextraña seha inmiscuidoennuestrosasuntos.Hecalculadoconexactitud todas lasposibilidades.Laprobabilidaddequeunserhumanopuedaabandonarvivoyporsuspropias fuerzas el alcance del tiempo es, exactamente de uno a cuarenta y dosmillones.Dichodeotromodo:esprácticamenteimposible.
Un murmullo expectante recorrió las filas de los miembros del consejo deadministración.
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—Todoapunta—prosiguióelorador,cuandolosmurmullossehubieronacallado—aquelaniñaMomohasidoayudadaaescapardenuestradetención.Todossabendequiénestoyhablando.SetratadeaquelmaestroHora.
Aloírestenombre,lamayorpartedeloshombresgrisesseencogieroncomosilos hubieran pegado, otros se levantaron y empezaron a gritar, a la vez, comoenergúmenos.
—¡Porfavor,señores!—gritóelcuartooradorconlosbrazosextendidos—.Lesruegoencarecidamentequesedominen.Séperfectamente,comotodosustedes,quelamencióndeesenombrenoesdeltododecente.Yomismohetenidoquevencerme,perotenemosqueverlascosasconclaridad.Siaquél…AlguienhaayudadoaMomo,tendrá sus razones. Y esas razones, me parece evidente, están dirigidas contranosotros.Enresumen,señores: tenemosquepreverqueaquelAlguiennodevolverásimplementealaniña,sinoquelaarmarácontranosotros.Entoncessenosconvertiráen un peligro mortal. Lo que significa que no sólo debemos estar dispuestos asacrificar el tiempo de una vida humana una vez más, o un múltiplo de ello; no,señores,siesnecesariotenemosqueestardispuestosaarriesgarlotodo,repito,todo.Porqueenesecasocualquierahorropodríacostarnosmuycaro.Creoqueentiendenaquémerefiero.
Laexcitacióncrecióentreloshombresgrises,todoshablabanalavez.Unquintooradorsepusodepieencimadesusillayagitóvehementementelasmanos.
—¡Orden!¡Orden!—gritaba—.Eloradoranteriorselimita,lamentablemente,ainsinuartodaclasedeeventualidadescatastróficas.Peropareceserqueniélmismosabe qué hacer contra ellas. Dice que debemos estar preparados para cualquiersacrificio: ¡Estábien!Debemosestardecididosa todo: ¡Estábien!Nodebemosserdemasiadotacañosconnuestrasreservas:¡Estábien!Perotodoesonosonmásquepalabrasvacías.Quenosdigaquépodemoshacer.Nadiedeentrenosotrossabecómoarmará Alguien a la niña Momo. Nos enfrentamos a un peligro totalmentedesconocido.¡Éseeselproblemaquehayqueresolver!
El ruido imperante en la sala creció hasta ser tumultuoso.Todos chillaban a lavez,algunosdabanpuñetazosenlamesa,otrosseescondíanlacaraentrelasmanos.Habíaestalladoelpánico.
Conmuchasdificultadespudohacerseoírunsextoorador.—¡Pero, señores! —repetía una y otra vez, apaciguador, hasta que se hizo el
silencio—.¡Pero,señores!Deborogarles,encarecidamente,quemantenganlacalma.Esoeslomásimportante,ahora.SupongamosquelaniñaMomovuelvearmadaconloqueseadeaquelAlguien;notenemosqueenfrentarnospersonalmentealcombate.Nosotros no estamos demasiado bien preparados para ese enfrentamiento, como lopruebaeltristedestinodelagenteBLW/553/c,actualmentedisuelto.Perotampocoesnecesario. Tenemos ayudantesmás que suficientes entre los hombres. Si usamos aéstosdemododiscreto,señores,podemoseliminaralaniñaMomo,yelpeligroquesignifica, sin arriesgarnos personalmente. Actuar así resultaría ahorrativo, no
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supondríaningúnpeligroparanosotrosyresultaría,atodasluces,efectivo.Losmiembros del consejo de administración dieron un suspiro de alivio. Esta
propuestalesparecíaclara.Posiblementehubierasidoaceptadadeinmediato,sienelextremosuperiordelamesanohubieratomadolapalabraunséptimoorador.
—Señores—comenzó—,estamospensandotodoelratoencómolibrarnosdelaniña Momo. Confesémoslo: el miedo nos impulsa a ello. Pero el miedo es malconsejero.Porquecreoquenosestamosdejandoescaparunagranoportunidad.¿Nohayunrefránquedicequealquenosepuedevencerconvienehacerloamigo?¿PorquénointentamosponeralaniñaMomodenuestrobando?
—¡Oíd,oíd!—gritaronalgunasvoces—.Explíquesemejor.—Es evidente —prosiguió el orador— que esa niña ha encontrado,
efectivamente,elcaminoqueconducehaciaAlguien,elmismocaminoquenosotroshemos buscado en vano desde el principio. Seguro que la niña sabría recorrer encualquier ocasión el mismo camino, así que podría guiarnos. Entonces nosotrospodríamosdiscutirconAlguien.Estoysegurodequeprontonosarreglaríamosconél.Y una vez puestos en su lugar, ya no tendríamos que reunir penosamente horas,minutos,segundos,sinoque,deunsologolpe,seríamosdueñosdetodoeltiempodetodosloshombres.Yquienposeeeltiempodeloshombrestieneunpoderilimitado.ParaesopodríaayudarnoslaniñaMomo,aquientodosustedesquiereneliminar.
Porlasalasehabíaextendidounsilenciototal.—Pero usted sabe—gritó uno— que no se le puede mentir a la niñaMomo.
¡AcuérdesedelagenteBLW/553/c!Acualquieradenosotrosleocurriríalomismo.—¿Quien ha hablado de mentir? —contestó el orador—. Claro que a ella le
explicaríamos,abiertamente,nuestroplan.—Pero ella nunca nos ayudaría —gritó otro, gesticulando—. Es totalmente
impensable.—Yonoestaría tanseguro—semezclóeneldebateunnovenoorador—.Sólo
que tendríamosqueofrecerlealgoque le resultaravalioso.Pienso,porejemplo, enprometerletantotiempocomoquiera…
—Promesaque—interrumpióotro—,naturalmentenocumpliríamos.—Naturalmente que sí —replicó el noveno orador, sonriendo glacialmente—.
Porquesinosomoshonradosconella,ellalooiría.—¡No!¡No!—gritóelpresidente,golpeandolamesa—.Nopuedopermitirlo.Si
efectivamenteledamostantotiempocomoquiera,noscostaríaunafortuna.—Nolocreo—leapaciguóelorador—.¿Cuánto tiempopuedegastarunniño?
Es cierto que sería una pequeña pérdida constante, pero piense en lo queobtendríamos a cambio. ¡El tiempo de todos los hombres! La pequeña parte queMomogastaríadeél tendríamosqueanotarlaenconceptodedietasenlacuentadegastos.Piensenenlasenormesventajas,señores.
Eloradorsesentó,ytodospensaronenlasventajas.—Noobstante—dijofinalmenteelsextoorador—,nofunciona.
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—¿Porqué?—Por la sencilla razóndeque laniña,desgraciadamente,ya tiene tanto tiempo
comoquiere.Esinútiltratardesobornarlaconalgoquetieneyaenabundancia.—Entoncestendremosquequitárseloantes—replicóelnovenoorador.—Mi querido amigo—dijo, cansino, el presidente—, estamos dándole vueltas.
Nopodemosllegarhastalaniña.Éstees,precisamente,elproblema.Unsuspirodedecepciónrecorriólaslargasfilasdelosmiembrosdelconsejode
administración.—Tengounasugerencia—dijoundécimoorador—.¿Consupermiso?—Tieneustedlapalabra—dijoelpresidente.Elhombrehizounapequeñareverenciahaciaelpresidenteycontinuó:—Esaniñitadependedesusamigos.Legustaregalarsutiempoalosdemás.Pero
pensemos,porunmomento,quéocurriríasiyanohubiesenadieconquienpudieracompartir su tiempo. Como la niña no apoyará voluntariamente nuestros planes,tomaremosasusamigoscomorehenes.
Sacóunacarpetadesucarteraylaabrió:—Setrata,sobretodo,deuntalBeppoBarrenderoyunGigiCicerone.Yademás
hay una lista algo más larga de niños que la visitan con regularidad. Como ven,señores,nadademasiadoimportante.
»Nos limitaremos a apartar de ella a todas esas personas, demodo que ya nopuedaencontrarlas.Entonces laniñaMomoestarácompletamente sola. ¿Dequé leserviráentonceseltiempo?Seráunacarga,inclusounamaldición.Alacortaoalalarga ya no lo soportará. Y entonces, señores, en esemomento nos presentaremosnosotros e impondremos nuestras condiciones. Me apuesto mil años contra unadécimadesegundoaquenosenseñaráelcaminoencuestiónsóloparapodervolveraverasusamigos.
Loshombresgrises,queunratitoantesteníanunaspectotandecaído,levantaronlas cabezas. En sus labios había una delgada sonrisa de triunfo.Aplaudieron, y elruido se repetía en los interminables pasillos de talmaneraqueparecía un aluddepiedras.
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M
Momollegaallugardedondevieneeltiempo
omosehallabaenlamayorsalaquejamáshubieravisto.Eramás alta que lamás extensa de las iglesias ymás amplia que la
mayorde las estacionesde ferrocarril. Inmensascolumnas soportabanuntecho que se adivinabamás que se veía allí arriba, en la semioscuridad.No habíaventanas. La luz dorada que tramaba toda esa inconmensurable sala provenía deincontables velas que ardían por todos lados y cuyas llamas quemaban con talinmovilidadcomosihubieranestadopintadasdecoloresynonecesitaranconsumirceraparaarder.
Todos los ruidos que Momo había oído al entrar provenían de innumerablesrelojesdetodoslostamañosyformas.Estabandepieytendidossobrelargasmesas,envitrinasdecristal,enconsolasdoradasyeninterminablesestantes.
Había relojes de bolsillo incrustados de pedrería, vulgares despertadores dehojalata,relojesdearena,carillonesconfiguritasdebailarinesencima,relojesdesol,relojes demadera, de piedra, de cristal y relojes impulsados por un salto de aguacantarín.De lasparedescolgaban todaclasederelojesdecucoyotrosconpesasypéndulos, algunos de los cuales oscilaban lenta y majestuosamente y otros quebailabanagitadosdeunladoaotro.Alaalturadelprimerpisohabía,portodalasala,una galería, a la que conducía una escalera de caracol. Más arriba, otra galería,encimaotra y otra.Y en todos ladoshabía relojes.Relojesmundiales en formadegloboterráqueo,queindicabanlahoradetodoslospuntosdelaTierra,yplanetarios,grandesypequeños,conelsol,lalunaylasestrellas.Enelcentrodelasalasealzabatodounbosquederelojesdepie.
Continuamente estaba sonando la hora en uno u otro reloj, porque cada relojmarcabaunahoradiferente.
Peronoeraunruidodesagradable,sinounsusurroconstante,comoenunbosque,enverano.
Momodabavueltasymiraba,congrandesojos,todasesasrarezas.Precisamenteestabaanteunrelojdepared,muydecorado,enelquedosfiguritas,unadehombreyotrademujer,sedabanlamanoparaelbaile.Ibaadarlesungolpecitoconeldedo,paraversiasísemovían,cuandoderepenteoyódeciraunavozdesconocida:
—¡Ah,Casiopea!¿Yaestásaquí?¿EsquenomehastraídoalapequeñaMomo?La niña se volvió y vio, en un callejón entre los grandes relojes de pie, a un
delicadoancianodepeloplateadoqueseagachabaymirabaalatortugaqueestabaenelsuelodelantedeél.Llevabaunalargacasacabordadadeplata,calzonesdesedaazul,mediasblancasyzapatoscongrandeshebillasdeoro.Porlospuñosyelcuellosobresalían de la casaca unas puntillas, y su pelo plateado estaba trenzado en una
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pequeña coleta. Momo no había visto nunca un traje así, pero alguien menosignorantehabríadescubiertoenseguidaquesetratabadelamodadehacíadoscientosaños.
—¿Quédices?—prosiguió el anciano, dirigiéndose todavía a la tortuga—. ¿Yaestáaquí?¿Dóndeestá,pues?
Sacódelbolsillounasgafitas,parecidasalasquellevabaBeppo,sóloqueéstaserandeoro,ymiróasualrededor,buscando.
—¡Estoyaquí!—gritóMomo.El anciano se dirigió hacia ella conuna alegre sonrisa y lasmanos extendidas.
Mientras se acercaba, le pareció a Momo que a cada paso se volvía más joven.Cuando se paró ante ella, le tomó las dos manos y se las estrechó cordialmente,apenasparecíamayorquelapropiaMomo.
—¡Bienvenida!—exclamó,conalegría—.¡CordialmentebienvenidaalacasadeNingunaParte!Permíteme,pequeñaMomo,quemepresente.SoyelmaestroHora,SegundoMinucioHora.
—¿Deverasquemeesperabas?—preguntóMomo,sorprendida.—¡Pues claro! Si he enviado especialmente ami tortuga Casiopea para que te
recogiera.Sacó de su chaleco un pequeño reloj de bolsillo, incrustado de diamantes, y
levantólatapa.—Inclusohasllegadomuypuntual—comentó,mientrasleenseñabaelreloj.Momovioqueen laesferanohabíanicifrasnimanecillas, sinosólodos finas
espiralessuperpuestasquegirabanendireccionescontrarias.Enloslugaresdondesecruzabanlasrayasaparecíandevezencuandominúsculospuntosluminosos.
—Esto—dijoelmaestroHora—esunrelojdehorasastrosas.Muestracongranprecisiónlashorasastrosas,yahoraacabadecomenzaruna.
—¿Quéesunahoraastrosa?—preguntóMomo.—Enelcursodelmundohaydevezencuandomomentos—explicóelmaestro
Hora—enquelascosasylosseres,hastaloaltodelosastros,colaborandeunmodomuyespecial,demodoquepuedeocurriralgoquenohabríasidoposibleniantesnidespués. Por desgracia, los hombres no son demasiado afortunados al usarlas, demodoquelashorasastrosaspasan,muchasveces,sinquenadiesedécuenta.Perosihayalguienquelareconoce,pasangrandescosasenelmundo.
—Puedeser—opinóMomo—queparaellosenecesiteunrelojasí.ElmaestroHoranegó,sonriente,conlacabeza:—Elrelojsolonoserviríadenada.Tambiénhabríaquesaberleerlo.Volvió a cerrarlo y se lo guardó en el bolsillo del chaleco. Cuando vio la
sorprendidamiradadeMomoalestudiarsutraje,semirópensativamente,arrugólafrenteydijo:
—¡Oh! Creo que yo síme he retrasado un poco; en cuanto a lamoda, quierodecir.¡Quédistracción!Loarreglaréenseguida.
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Chasqueó los dedos, y al instante apareció vestido con una levita y un duroalzacuellos.
—¿Está mejor así?—preguntó, dudoso. Pero al ver la cara atónita de Momocontinuóenseguida—.¡Claroqueno!¡Enquéestaríapensando!
VolvióachasquearlosdedosyaparecióconuntrajecomoniMomoninadielohabíavistojamás,porqueeralamodadedentrodecienaños.
—¿Tampoco?—preguntóaMomo—.PorOrión,quehededescubrirlo.Espera,lointentaréotravez.
Chasqueólosdedosporterceravezyporfinaparecióconuntrajenormal,comosellevahoy.
—Así está bien, ¿verdad?—preguntó,mientras guiñaba un ojo—. Sólo esperoquenotehayasasustado.Noeramásqueunapequeñabroma.Pero,antesquenada,teconduciréalamesa,queridaMomo.Eldesayunoestáservido.Hashechounlargocaminoyesperoquetegustará.
Latomódelamanoylacondujoalcentrodelbosquederelojes.Latortugalossiguióyquedóuntantorezagada.Lasendadabatodaclasedevueltasyrevueltasycondujo, por fin, a una pequeña habitación formada por las paredes posteriores deunoscuantosrelojesenormes.Enunrincónhabíaunamesitayunlindosofá,conlassillasadecuadas.Tambiénaquí,todoestabailuminadoporlaluzdoradadelasllamasinmóvilesdelasvelas.
Sobrelamesitahabíaunajarradorada,panzona,dostacitas,platos,cucharillasycuchillos, todo de oro puro. En una cestita había panecillos frescos, tostaditos ycrujientes, y en otra habíamiel, que realmente parecía oro líquido. De la jarra, elmaestroHoravertióchocolateenlasdostacitasydijo,congestoinvitador:
—¡Porfavor,mipequeñohuésped,sírvete!Momo no se lo hizo repetir. Hasta entonces nunca había sabido que existiera
chocolatequesepudierabeber.Tambiénlospanecillosuntadosdemantequillaymielsecontabanentre lascosasmásdeliciosasde lavida.Ynuncasehabíaencontradocon una miel tan deliciosa como ésta. De ello resulta que, al principio, estabatotalmenteocupadaensudesayunoycomíaadoscarrillos,sinpensarenotracosa.Lomássorprendenteesqueconesacomida ibaabandonandotodoelcansancio,sevolvíaasentirdescansada,aunquenohabíapegadoojoentodalanoche.Cuantomáscomía,máslegustaba.Leparecíaquepodríaseguircomiendodíasydías.
ElmaestroHoralamirabaconamabilidadytuvoelsuficientetactocomoparanointerrumpirlaconconversacioneselprimerrato.Entendíaquesuhuéspedteníaquesaciarelhambredemuchosaños.Puedequeéstafueralarazóndeque,mientraslamiraba,parecía,denuevo,másymásviejo,hastavolveraserelancianodecabelloscanosos.CuandosediocuentadequeMomonoselasarreglabademasiadobienconelcuchillo,lefueuntandolospanecillosyselosdejabaenelplato.Élmismoapenascomía,silohacíaeramásquenadaparaacompañar.
PerofinalmenteMomoquedóahíta.Mientrasseacababasuchocolate,mirócon
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atencióna suanfitriónpor encimade la tacitadoraday sepreguntabaquiényquépodríaser.Yasehabíadadocuentadequenoeranadiecualquiera,perohastaahoranosabíadeélnadamásquesunombre.
—¿Porqué—preguntó—mehashechobuscarporlatortuga?—Paraprotegertedeloshombresgrises—contestóserio,elmaestroHora—.Te
estánbuscandoportodaspartesysóloaquíestásasalvodeellos.—¿Mequierenhacerdaño?—preguntóMomo,asustada.—Sí,querida—suspiróelmaestroHora—,biensepuededecir.—¿Porqué?—preguntóMomo.—Tetemen—explicóelmaestroHora—,porqueleshashecholopeorqueexiste
paraellos.—Yonoleshehechonada—dijoMomo.—Sí. Tú has hecho que uno de ellos se traicionara. Y se lo has contado a tus
amigos. Incluso les querías decir a todos la verdad acerca de los hombres grises.¿Creesqueesonobastaparaconvertirlosentusenemigosmortales?
—Pero hemos atravesado la ciudad, la tortuga y yo —dijo Momo—. Si mebuscabanportodaspartespodríanhabermeencontradoconmuchafacilidad.Yhemosidomuypoquitoapoco.
ElmaestroHorasepusolatortuga,quesehabíaacurrucadoasuspies,sobrelasrodillasyleacaricióelcuello.
—¿Túquédices,Casiopea?—preguntó,sonriendo—.¿Oshabríanencontrado?Sobreelcaparazónapareciólapalabra«Nunca»,quebrillabacontalalegría,que
secreeríaescucharunarisita.—Casiopea—explicó elmaestroHora— tiene la facultaddever unpoquito el
futuro.Cosademediahora.«Exacto»,aparecióenelcaparazón.—Perdón —se corrigió el maestro Hora—, exactamente media hora. Sabe
siempreconmediahoradeantelaciónquéesloqueocurriráconexactitud.Poresotambiénsabíasiseencontraría,ono,conloshombresgrises.
—¡Ah!—dijoMomosorprendida—.Ysisabequeaquíoalláseencontraráconloshombresgrises,notienemásquetomarotrocamino.
—No—replicóelmaestroHora—,noestansencillo.Nopuedecambiarnadadeloquesabeconantelación,porquesólosabeloquerealmenteocurrirá.Sisupieraqueaquíoallíseencuentraconloshombresgrises,selosencontraría.Nopuedecambiarnada.
—Eso no lo entiendo—dijo Momo, un tanto decepcionada—, entonces no lesirvedenadasaberalgoporadelantado.
—Avecessí—contestóelmaestroHora—.Entucaso,porejemplo,sabíaquesitomabaesteoaquelcamino,noseencontraríaconloshombresgrises.Yesoyavalealgo,¿no?
Momocalló.Suspensamientosseembrollabancomoenunovillo.
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—Perovolviendoa tiya tusamigos—prosiguióelmaestroHora—,tengoquefelicitaros.Vuestraspancartasmeimpresionaronmucho.
—¿Acasolashasvisto?—preguntóMomo,contenta.—Todas—dijoelmaestroHora—,palabraporpalabra.—Pordesgracia—siguióMomo—nolashaleídonadiemás,segúnparece.ElmaestroHoraasintiótriste:—Sí,pordesgracia.Deesoseocuparonloshombresgrises.—¿Losconoces?—inquirióMomo.ElmaestroHoravolvióaasentiryasuspirar:—Yolosconozcoaellosyellosmeconocenamí.Momonosabíabiencómoentenderestarespuesta.—¿Hasestadomuchasvecesconellos?—No,nunca.NuncaabandonolacasadeNingunaParte.—Pero¿loshombresgrisestevisitanaveces?ElmaestroHorasonrió:—No te preocupes, pequeña Momo. No pueden llegar hasta aquí. Ni aunque
supieranelcaminohastalacalledeJamás.Momo reflexionó un rato. La explicación del maestro Hora la tranquilizó un
tanto,perotodavíaqueríasaberalgunascosasmás.—¿Cómoesquesabestodoeso—preguntódenuevo—lodenuestraspancartas
ylodeloshombresgrises?—Losobservoconstantemente,aellosytodoloqueserefiereaellos—leexplicó
elmaestroHora—.Demodoquetambiénosobservéatiyatusamigos.—Perosinuncasalesdecasa.—Noesnecesario—dijoelmaestroHora,mientrasdenuevosevolvíacadavez
másjoven—,paraesotengomisgafasdevisióntotal.SequitólasgafasyselaspasóaMomo.—¿Noquieresmirarunpoco?Momoselaspuso,pestañeó,ydijo:—Noveonadadenada.Porque sólo veía un torbellino de colores, luces y sombras difuminados que le
dabanmareos.—Sí—oyólavozdelmaestroHora—,siemprecuestaunpocoalprincipio.En
seguidateacostumbrarásamirarconlasgafasdevisióntotal.Se levantó, se colocó tras la silla deMomoypuso con suavidad ambasmanos
sobreelpuentedelasgafasenlanarizdeMomo.Laimagenseaclaróenseguida.Alprincipio,Momovioelgrupodehombresgrisesconlostrescochesalborde
de aquel barrio de extraña luminosidad.En aquelmomento estaban empujando loscocheshaciaatrás.
Despuésmirómásalláyviootrosgruposenlascallesdelaciudadquehablaban,agitados, entre sí, gesticulando ampliamente con las manos y que se parecían
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transmitirunanoticia.—Estánhablandodeti—dijoelmaestroHora—.Nopuedenexplicarsetodavía
cómopuedeshaberteescapado.—¿Porquétienenlacaratangris?—preguntóMomo,mientrasseguíamirando.—Porque viven de algo muerto —contestó el maestro Hora—. Tú sabes que
vivendel tiempode loshombres.Peroese tiempomuere literalmentecuandose loarrancanasuverdaderopropietario.Porquecadahombretienesupropio tiempo.Ysólomientrassigasiendosuyosemantienevivo.
—Así,pues,¿loshombresgrisesnosonhombresdeverdad?—No.Sólohanadoptadoformahumana.—¿Quésonentonces?—Enrealidadnosonnada.—¿Dedóndevienen?—Nacenporqueloshombreslesdanposibilidaddenacer.Conesobastaparaque
existan. Y ahora los hombres les dan, encima, la posibilidad de dominarlos. Ytambiénesobastaparaqueocurra.
—¿Ysinopudieranrobarmástiempo?—Tendríanquevolveralanadadelaquehannacido.ElmaestroHoralequitóaMomolasgafasyselasguardó.—Pero,pordesgracia,yatienenmuchosayudantesentreloshombres—continuó
alacabodeunratito—.Esoeslopeor.—Yo—dijoMomo,decidida—nodejaréquenadiemerobemitiempo.—Así lo espero —contestó el maestro Hora—. Ven, Momo, te enseñaré mi
colección.Derepentevolvíaaparecerunanciano.TomóaMomodelamanoylallevóalagransala.Allílemostrósusrelojes,hizo
sonar loscarillones, le explicó losplanetariosy fue rejuveneciendoa lavistade laalegríaquemostrabalaniñaantetodasesasmaravillas.
—¿Tegustanlosacertijos?—lepreguntó,comoquiennoquierelacosa,mientrasseguíasucamino.
—¡Sí!¡Mucho!—contestóMomo—.¿Sabesalguno?—Sí—dijoelmaestroHora,mirandosonrienteaMomo—,peroesmuydifícil.
Muypocossabenresolverlo.—Esoestábien—dijoMomo—,asímeloaprenderémástardeyselorepetiréa
misamigos.—Aversiloadivinas—contestóelmaestroHora—.Atiende:
Treshermanosvivenenunacasa:sondeverasdiferentes;siquieresdistinguirlos,lostresseparecen.
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Elprimeronoestá:hadevenir.Elsegundonoestá:yasefue.Sóloestáeltercero,menordetodos;sinél,noexistiríanlosotros.Aunasí,eltercerosóloexisteporqueenelsegundoseconvierteelprimero.Siquieresmirarlonovesmásqueotrodesushermanos.Dimepues:¿lostressonuno?,¿osólodos?,¿oninguno?Sisabescómosellamanreconocerástressoberanos.Juntosreinanenunpaísqueellosson.Enesosoniguales.
El maestro Hora miró a Momo y agitó la cabeza, dándole ánimos. Habíaescuchadoconmuchaatención.Comoteníamuybuenamemoria, repitióelacertijopalabraporpalabra.
—¡Uy!—exclamóentonces—.Síqueesdifícil.Notengoniideadeloquepodríaser.Nisiquierasépordóndeempezar.
—¡Inténtalo!—dijoelmaestroHora.Momo volvió a murmurar el acertijo desde el principio hasta el fin. Entonces
moviólacabeza.—Nopuedo—seresignó.Mientras tanto se había acercado la tortuga.Estaba al lado delmaestroHora y
mirabaatentamenteaMomo.—Ybien,Casiopea—lepreguntóelmaestroHora—,túlosabestodomediahora
antes.¿SabráMomoresolverelacertijo?«Sabrá»aparecióenelcaparazóndeCasiopea.—¡Loves!—ledijoelmaestroHoraaMomo—.Loresolverás.Casiopeanose
equivocanunca.Momo arrugó la frente y volvió a pensar esforzadamente. ¿Qué tres hermanos
habíaquevivieranjuntosenunacasa?Estabaclaroquenosetratabadehombres.Enlosacertijos,loshermanossiempreeransemillasdemanzanaodientes,ocosasasí,perosiemprecosasdelamismaespecie.Peroaquísetratabadetreshermanosque,dealgunamanera,seconvertíanelunoenelotro.¿Quécosashabíaqueseconvirtieranlaunaen laotra?Momomiróalrededor.Allíhabía,porejemplo, lasvelasconsusllamasinmóviles.Enellas,lacerasetransformabaenluzatravésdelallama.Sí,esoerantreshermanos.Perono,novalía,porquelostresestabanallí.Ydosdeellosnodebíanestar.Quizápodía seralgoasí comoflor, frutoy semilla.Eraverdad,habíamuchascosasqueconcordaban.La semilla eraelmenorde los tres.Ycuandoella
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estaba, los otros dos no estaban. Y sin ella no existirían los otros. Pero no valía.Porquealasemillaselapodíamirarperfectamentebien.Yelacertijodecíaque,dequerermiraralmenor,sóloseveíaalgunodelosotrosdos.
Los pensamientos deMomo revoloteaban locos.No encontraba lamenor pista.Pero Casiopea había dicho que encontraría la solución. De modo que volvió aempezarporelprincipioyrepitiólentamentelaspalabrasdelacertijo.
Cuandollegóallugarquedecía:«Elprimeronoestá:hadevenir…»vioquelatortugaleguiñabaunojo.Sobresucaparazónaparecieronlaspalabras«Loquesé»,paradesaparecerdenuevoalinstante.
—¡Calla,Casiopea!—dijosonrienteelmaestroHora,quenolahabíamirado—.Noselosoples.Momosabehacerlosola.
ClaroqueMomohabíavistolaspalabrasenelcaparazóndelatortuga,yempezóa pensar qué querían decir. ¿Qué era lo que sabía Casiopea? Sabía que Momoresolveríaelacertijo.Peroesonoresolvíanada.
¿Quémássabía?Siempresabíaquéibaaocurrir.Sabía…—¡Elfuturo!—gritóMomo—.Elprimeronoestá:hadevenir…Eselfuturo.ElmaestroHoraasintió.—Yelsegundo—prosiguióMomo—noestá:yasefue…Eselpasado.ElmaestroHoraasintióysonrióencantado.—Pero ahora—dijo Momo pensativa—, ahora se vuelve difícil. ¿Quién es el
tercero?Eselmenordetodos,sinélnoexistiríanlosotros,dice.Peroeselúnicoqueestá.
Reflexionóyexclamóderepente:—¡Es ahora! ¡Este instante! El pasado son los instantes que ya han sido y el
futurosonlosquehandevenir.Asíquelosdosnoexistiríansinohubierapresente.Esoesverdad.
AMomoempezabanaencendérselelasmejillasporelesfuerzo.Continuó:—¿Peroquésignificaloquevieneahora?«Aunasí,eltercerosóloexisteporque
enelsegundoseconvierteelprimero…».Esoquieredecirqueelpresentesóloexisteporqueelfuturoseconvierteenpasado.
Miró,sorprendida,almaestroHora.—¡Esverdad!Nuncasemehabíaocurrido.Peroentonces,enrealidad,noexiste
el instante, sólo el pasado o el futuro. Porque ahora, por ejemplo, este instante…cuando hablo de él ya ha pasado.Ahora entiendo lo que quiere decir: «Si quieresmirarlo,novesmásqueotrodesushermanos».Yahoraentiendotambiénlodemás,porquesepuedepensarquesóloexisteunodelostreshermanos:oelpresente,oelfuturooelpasado.Oninguno,porquecadaunodeellosdebesuexistenciaaladelosdemás.Selerevuelveaunolacabeza.
—Peroelacertijonohaterminadotodavía—dijoelmaestroHora—.¿Cuáleselpaísenquelostresreinanjuntosyqueellosmismosson?
Momo le miró perpleja. ¿Qué podría ser eso? ¿Qué eran juntos, el pasado, el
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presenteyelfuturo?Paseó la vista por la inmensa sala, a lo largo de los millares de relojes, y de
repentecruzósusojosunrelámpago.—¡El tiempo! —exclamó, mientras batía palmas—. ¡Sí, es el tiempo! ¡Es el
tiempo!—Dimetodavíacuáleslacasaenlaquevivenlostreshermanos—leexigióel
maestroHora.—Eselmundo—contestóMomo.—¡Bravo!—exclamó elmaestro Hora, mientras también daba palmadas—. Te
felicito,Momo.Túsíquesabesresolveracertijos.Mehasdadounagranalegría.—Amítambién—contestóMomo,quesesorprendíaunpocodeporquéledaba
tantaalegríaalmaestroHoraelqueellasupieraresolverelacertijo.SiguieronpaseandoporlagransalayelmaestroHoralefueenseñandomáscosas
todavía,peroMomotodavíaestabapensandoenelacertijo.—Dime—dijoalfinal—,¿quéeseltiempo,deverdad?—Siacabasdedescubrirlotúmisma—lecontestóelmaestroHora.—No—dijoMomo—,quierodecirel tiempomismo.Tienequeserunacosau
otra.Existe.¿Quéesenrealidad?—Sería bonito —contestó el maestro Hora— que también a esto pudieras
contestartúmisma.Momoreflexionólargorato.—Estáahí—dijo,hundidaensuspensamientos—,esoesseguro.Peronose le
puedetocar.Niretener.¿Acasoseaalgoparecidoaunolor?Perotambiénesalgoquesiempre pasa.Así que tiene que venir de algún lugar. ¿Acaso es algo así como elviento?Ono.Yalosé.Quizáseaunaespeciedemúsicaquenoseoyeporquesuenasiempre.Aunquecreoqueyolaheoídoalgunavez,muybajito.
—Losé—asintióelmaestroHora—,poresopudehacertevenirhastaaquí.—Pero aún tiene que ser algomás—continuóMomo, que seguía persiguiendo
suspensamientos—,porquelamúsicaveníademuylejos,perosonabamuydentrodemí.Puedequeconeltiempoocurralomismo—calló,trastornada,yañadió,perpleja—.Quierodecir,como lasolasseoriginanenelaguaporelviento.Bah,noestoydiciendomásquetonterías.
—Creo—dijoelmaestroHora—,quelohasdichodeunmodomuybonito.Poresotevoyaconfiarunsecreto:deaquí,delacasadeNingunaParte,enlacalledeJamás,vieneeltiempodetodosloshombres.
Momolemiró,admirada.—¡Oh!—dijoenvozbaja—.¿Lohacestúmismo?ElmaestroHoravolvióasonreír.—No, querida niña.Yo sólo soy el administrador.Mi obligación es dar a cada
hombreeltiempoqueleestádestinado.—¿Nopodríasorganizarlodetalmanera—preguntóMomo—,quelosladrones
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detiemponopudieranrobarmásaloshombres?—No, eso no puedo hacerlo—contestó el maestro Hora—, porque lo que los
hombreshacenconsutiempo,tienenquedecidirloellosmismos.Tambiénsonellosquieneshandedefenderlo.Yosólopuedoadjudicárselo.
Momorecorrióconlamiradalasalaypreguntó:—Paraesotienestantosrelojes,¿no?¿Unoparacadahombre?—No,Momo—contestó elmaestroHora—. Esos relojes no sonmás que una
aficiónmía.Sólosonreproduccionesmuyimperfectasdealgoquetodohombrellevaensupecho.Porquealigualquetenéisojosparaverlaluz,oídosparaoírlossonidos,tenéisuncorazónparapercibir,conél,eltiempo.Ytodoeltiempoquenosepercibeconelcorazónestátanperdidocomoloscoloresdelarcoirisparaunciegooelcantodeunpájaroparaunsordo.Pero,pordesgracia,haycorazonesciegosysordosquenopercibennada,apesardelatir.
—¿Ysiundíamicorazóndejaradelatir?—preguntóMomo.—Entonces—replicóelmaestroHora—,eltiemposehabráacabadoparati,mi
niña.Tambiénsepodríadecirqueerestúquienvuelveatravésdeltiempo,atravésdetodostusdíasynoches,tusmesesyaños.Regresasatravésdetuvidahastallegaralgranportaldeplataporelqueunavezentraste.Porallívuelvesasalir.
—¿Yquéhayalotrolado?—Entonceshasllegadoallugardedondeprocedelamúsicaque,muybajito,ya
hasoídoalgunavez.Peroentoncestúformaspartedeella,eresunsonidodentrodeella.
Miró,inquisitivo,aMomo.—Peroesonopodrásentenderlotodavía,¿verdad?—Sí—contestóMomo—,creoquesí.RecordósucaminoatravésdelacalledeJamás,enlaquelohabíavividotodoal
revés,ypreguntó:—¿Erestúlamuerte?ElmaestroHorasonrióycallóunratoantesdecontestar:—Siloshombressupiesenloqueeslamuerteyanoletendríanmiedo.Ysiyano
letuvieranmiedo,nadiepodríarobarles,nuncamás,sutiempodevida.—Nohacefaltamásquedecírselo—propusoMomo.—¿Túcrees?—preguntóelmaestroHora—.Yoselodigoconcadahoraqueles
adjudico.Perocreoquenoquierenescucharlo.Prefierencreeraaquellosquelesdanmiedo.Esotambiénesunenigma.
—Yonotengomiedo—dijoMomo.ElmaestroHoraasintiólentamente.MirólargoratoaMomoparapreguntarle:—¿Quieresverdedóndeprocedeeltiempo?—Sí—murmuró.—Yoteconduciré—dijoelmaestroHora—.Peroenaquellugarhayquecallar.
Nosepuedepreguntarnidecirnada.¿Meloprometes?
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Momoasintió,muda.ElmaestroHoraseagachóhaciaella, la levantóy la retuvofuertementeensus
brazos.Derepentelepareciómuygrandeeindefiniblementeviejo,peronocomounanciano,sinocomounárbolcentenarioounaroca.Lecubriólosojosconlamanoyleparecióquecaíasobresucaranievelevísimayfresca.
AMomoleparecióqueelmaestroHoracaminabaconellaporunlargopasillooscuro.Perosesentíatotalmenteprotegidaynoteníamiedo.Alprincipiocreyóoírloslatidosdesupropiocorazón,perodespuésleparecióqueera,másbien,elecodelospasosdelmaestroHora.
Eraun largocamino,pero finalmentedejó aMomoenel suelo.Sucara estabacercadeladeella,lamiróconfijezaypusoundedoensuslabios.Seenderezóydiounospasosatrás.
Larodeabaunapenumbradorada.Poco a poco, Momo se fue dando cuenta de que se hallaba bajo una cúpula
inmensa,totalmenteredonda,quelepareciótangrandecomotodoelfirmamento.Yesainmensacúpulaeradeoropuro.
En el centro, en el puntomás alto, había una abertura circular por la que caía,vertical,unacolumnadeluzsobreunestanqueigualmentecircular,cuyaaguanegraestabalisaeinmóvilcomounespejooscuro.
Muypocoporencimadelaguatitilabaenlacolumnade luzalgoasícomounaestrella luminosa. Se movía con lentitud majestuosa, y Momo vio un pénduloincreíblequeoscilabasobreelespejooscuro.Flotabayparecíacarecerdepeso.
Cuandoelpénduloestelarseacercabalentamenteaunextremodelestanque,salíadelagua,enaquelpunto,ungrancapullofloral.Cuantomásseacercabaelpéndulo,másseabría,hastaqueporfinquedabatotalmenteabiertosobrelasaguas.
Era una flor de belleza tal, que Momo no la había visto nunca. Parecíacomponerse solamente de colores luminosos. Momo nunca había sospechado queesos colores siquiera existieran. El péndulo se detuvo unmomento sobre la flor yMomoseensimismótotalmenteensuvisión,olvidandotodolodemás.Elaromaleparecíaalgoquesiemprehabíadeseadosinsaberdequésetrataba.
Peroentonces,muylentamente,elpéndulovolvióaoscilarhaciaelotrolado.Ymientras,muy poco a poco, se alejaba,Momovio consternada, que lamaravillosaflor comenzaba a marchitarse. Una hoja tras otra caía y se hundía en la negraprofundidad.Momo lo sentía con tal dolor, como si desapareciera para siempre deellaalgototalmenteirrepetible.
Cuando el péndulo hubo llegado al centro del estanque, la extraordinaria florhabíadesaparecidodeltodo.Peroalmismotiempocomenzabaasalir,alotroladodelestanque,delaguanegra,otrocapullo.Ymientraselpénduloseacercabalentamentea él,Momo vio que el capullo que comenzaba a abrirse eramuchomás hermosotodavía.Laniñadiolavueltaalestanqueparaverlodecerca.
Eratotalmentediferentealafloranterior.Tampocoloscoloresdeéstaloshabía
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vistojamásMomo,peroleparecióqueeratodavíamásricaypreciosaquelaanterior.Tenía un olor completamente diferente, más maravilloso, y cuanto más la mirabaMomo,másdetallesextraordinariosdescubría.
Pero de nuevo volvió el péndulo estelar, y toda esamaravilla se disolvió y sehundió,hojaahoja,enlasinescrutablesprofundidadesdelestanqueoscuro.
Lentamente, muy lentamente, el péndulo volvió al otro lado, pero no alcanzóexactamenteel lugaranterior,sinoquehabíaavanzadouncorto trecho.Yallí,aunpasodelpuntoanterior,comenzabaaemergeryabrirsenuevamenteuncapullo.
Esaflorera,realmente,lamáshermosa,segúnleparecióaMomo.Eralaflordelasflores,unmilagro.
Momo hubiera querido llorar cuando tuvo que ver que también esa perfeccióncomenzabaamarchitarseyahundirseenlasoscurasprofundidades.PerorecordólapromesaquelehabíahechoalmaestroHora,ycalló.
Tambiénalotro ladohabíaavanzadounpasoelpéndulo,yde lasnegrasaguascomenzabaasurgirunanuevaflor.
Momosefuedandocuentadequecadanuevaflorera totalmentediferentea laanterioryquelaqueestabafloreciendoleparecíacadavezlamáshermosa.
Paseandotodoelratoalrededordelestanque,mirabacómonacíaysemarchitabaunaflortrasotra.Yleparecíaquenuncasecansaríadeesteespectáculo.Deprontosediocuentadeque,además,almismotiempoestabapasandootracosa,algoquenohabíanotadohastaentonces.
Lacolumnadeluzqueirradiabadesdeelcentrodelacúpulanosóloeravisible:Momoestabaempezandoaoírla.
Alprincipioeracomounsusurro,comoelque,delejos,produceelvientoenlascopas de los árboles, pero después el bramido se hizo más potente, hasta que separecióaldeunacatarataoaltronardelasolasdelmarcontraunacostarocosa.
YMomoescuchó,cadavezconmayorclaridad,queeseestruendosecomponíadeincontablessonidosquecadavezseordenabandenuevoentresí,setransformabanyformabancadaveznuevasarmonías.Eramúsicay,almismotiempo,otracosa.Y,depronto,Momoloreconoció:eralamúsicaqueavecesoía,muybajitoycomodemuylejos,mientrasescuchabaelsilenciodelanocheestrellada.
Peroahora, los sonidos sevolvíanmásymásclarosybrillantes.Momo intuyóqueeraesa luzsonora laquehacíanacerde lasprofundidadesdelaguanegracadaunadelasfloresdeformacadavezdiferente,únicaeirrepetible.
Cuantomásescuchaba,másclaramentepodíadistinguirvocessingulares.Peronoeranvoceshumanas, sinoque sonaba como si cantaran el oro, la plata y todos losdemásmetales.Y entonces aparecieron como en segundo término voces de índoletotalmentediferentes,vocesdelejaníasimpensablesydepotenciaindescriptible.Sehacían cada vezmás claras, demodo queMomo iba entendiendo poco a poco laspalabras,palabrasdeunalenguaquenuncahabíaoídoyque,noobstante,entendía.Eran el sol y la luna y todos los planetas y las estrellas que revelaban sus propios
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nombres, los verdaderos.Y en esosnombres estabadecidido loquehaceny cómocolaborantodosparahacernacerymarchitarsecadaunadeesasfloreshorarias.
Y, de pronto,Momo comprendió que todas esas palabras iban dirigidas a ella.Todoelmundo,hastalasmáslejanasestrellas,estabadirigidoaellacomounasolacaradetamañoimpensablequelamirabaylehablaba.
Ylesobrevinoalgomásgrandequeelmiedo.EnesemomentovioalmaestroHora,quelehacíaseñasconlamano.Selanzó
hacia él, que la tomó en sus brazos, y ocultó la cara en su pecho. De nuevo, susmanos se posaron con la lentitud de la nieve sobre sus ojos, se hizo oscuridad ysilencioysesintióprotegida.Volvióarecorrerderegresotodoellargopasillo.
Cuandovolvieronaestarenlapequeñahabitaciónentrelosrelojes,latendióenelsofá.
—MaestroHora—murmuró—,nuncapenséqueeltiempodetodosloshombreses…—buscólapalabraadecuada,sinencontrarla—…tangrande—dijoporfin.
—Lo que has visto y oído, Momo—respondió el maestro Hora—, no era eltiempodetodosloshombres.Sóloeratupropiotiempo.Encadahombreexisteeselugar,enelqueacabasdeestar.Perosólopuedellegaraélquiensedejallevarpormí.Ynosepuedeverconojoscorrientes.
—¿Dóndeestuve,pues?—Entupropiocorazón—dijoelmaestroHora,yleacaricióelrevueltopelo.—Maestro Hora—volvió amurmurarMomo—, ¿puedo traerte también amis
amigos?—No—contestó—,nopuedeser,todavía.—¿Cuántotiempopuedoquedarmecontigo?—Hastaquetúmismaquierasvolvercontusamigos.—Pero¿puedocontarlesloquehandicholasestrellas?—Puedes,peronoseráscapaz.—¿Porquéno?—Porquetodavíahandecrecerentilaspalabras.—Peroquierohablarlesdeeso,a todos.Quieropodercantarles lasvoces.Creo
queentoncestodovolveríaaestarbien.—Sideverdadloquieres,Momo,tendrásquesaberesperar.—Nomeimportaesperar.—Esperar, mi niña, como una semilla que duerme toda una vuelta solar en la
tierraantesdepodergerminar.Tanto tardarán laspalabrasencreceren ti.¿Quiereseso?
—Sí—murmuróMomo.—Pues duerme —dijo el maestro Hora, pasándole la mano por los ojos—,
duerme.YMomotomóaliento,profundamentefeliz,ysedurmió.
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TERCERAPARTE:Lasfloreshorarias
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MAllíundíayaquíunaño
omodespertóyabriólosojos.Tardóunpocoendarsecuentadedóndeestaba.Le trastornóunpoco
encontrarse en las gradas de piedra, cubiertas de hierba, del viejoanfiteatro.¿Noacababadeestarhacíaunosmomentosen lacasadeNingunaParteconelmaestroHora?¿Cómohabíavenidoapararaquí?
Estabaoscuroyhacíafresco.Sobreelhorizonteorientalempezabaaalboreareldía.Momotiritóyseapretómássuchaquetóndemasiadogrande.
Recordabacontodaclaridadtodoloquehabíavivido,lamarchanocturnaatravésdelaciudaddetrásdelatortuga,elbarrioconlaluzsorprendenteylascasasblancas,relucientes,lacalledeJamás,lasalaconlosincontrolablesrelojes,elchocolateylospanecillosconmiel,cadaunadelaspalabrasdesuconversaciónconelmaestroHorayelacertijo.Perosobretodoseacordabadesuexperienciabajolacúpuladorada.Noteníamásque cerrar los ojos para volver a ver ante sí lamaravilla de color nuncavistadelasflores.Ylasvocesdelsol,lalunaylasestrellasseguíanresonandoensuoídocontalclaridadqueinclusopodíacanturrearlamelodía.
Mientras hacía eso, se formaban en ella las palabras, palabras que realmenteexpresaban el olor de las flores y los colores nunca vistos. Eran las voces delrecuerdodeMomo lasquedecíanesaspalabras,peroconelpropio recuerdohabíaocurridoalgoextraordinario.Momonosóloencontróenélloquehabíavistoyoído,sinomás,ymás,ycadavezmás.Comodeunpozomágico inagotablesurgíanmilimágenesdefloreshorarias.Yconcadaflorsonabannuevaspalabras.Momonoteníamásqueescucharconatenciónhaciaadentroparapoderrepetirlas,inclusocantarlas.Se hablaba de cosas misteriosas y maravillosas, pero mientras Momo repetía laspalabrasentendíasusignificado.
Esoes loquehabíaqueridodecirelmaestroHoracuandodijoque laspalabrasteníanquecrecerenella.
¿Oesque,alfin,todohabíasidounsueño?¿Nohabíaocurridonadadeverdad?MientrasMomopensabaestoviomoversealgoenlaplazuelaredondadelfondo.
Eralatortugaquebuscaba,contodatranquilidad,hierbascomestibles.Momodescendióa todaprisahastaellayseacurrucóenel sueloasu lado.La
tortuga sólo levantó la cabeza,miró a la niña con sus ojos negros, antiquísimos, ysiguiócomiendotranquilamente.
—Buenosdías,tortuga—dijoMomo.Noaparecióningunarespuestaenelcaparazón.—¿Fuistetú—preguntóMomo—quienmellevóestanocheacasadelmaestro
Hora?Nohuborespuesta.Momosuspiró,desencantada.—Lástima—murmuró—.Asíquesóloeresunatortuganormalynola…¡Ay!He
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olvidadosunombre.Eraunnombrebonito,perolargoyraro.Nolohabíaoídonuncaantes.
«Casiopea»reluciódébilmente,depronto,enelcaparazóndelatortuga.Momolodescifró,encantada.
—¡Sí!—batiópalmas—.¡Ésteeraelnombre!¿Asíquesíerestú?EreslatortugadelmaestroHora,¿verdad?
«Quiénsino».—Pero¿porquénomecontestasteantes?«Desayuno»,sepudoleerenelcaparazón.—¡Perdona!—sedisculpóMomo—.Notequeríainterrumpir.Sóloquisierasaber
cómoesquevuelvoaestaraquí.«Tudeseo»,apareciócomorespuesta.—Escurioso—murmuróMomo—,nopuedoacordarmedeeso.Ytú,Casiopea,
¿porquénotehasquedadoconelmaestroHora,sinoquehasvenidoconmigo?«Mideseo»,rezabaelcaparazón.—Muchasgracias—dijoMomo—,esmuyamableportuparte.«Denada», fue la respuesta.Con eso, la conversación parecía haber terminado
para la tortuga, porque siguió su camino para proseguir con su desayunointerrumpido.
MomosesentósobrelasgradasdepiedraysealegróporesperaraBeppo,Gigiylos niños. Volvió a escuchar la música que no dejaba de sonar en su interior. Yaunqueestabasolaynadielaescuchaba,cantóenvozcadavezmásaltayconmásánimolasmelodíasypalabras,directamentehaciaelsolnaciente.Y leparecióquelospájarosylosgrillosylosárboleseinclusolasviejaspiedraslaescuchabanestavez.
No sabía que, durantemucho tiempo, no tendría otros oyentes.Nopodía saberque esperaba en vano a sus amigos, que había estado fueramucho tiempo y que,mientrastanto,elmundohabíacambiado.
ConGigiCiceronealoshombresgrisesleshabíaresultadomuyfácil.La cosa había empezado cuando, hacía cosa de un año, poco después de que
Momo hubiera desaparecido sin dejar rastro, apareció en un periódico un largoartículo sobreGigi. «El último narrador auténtico», afirmaba el titular.Además sedecíadóndeycuándoselepodíaencontraryqueeraunaatracciónquenosedebíapasarporalto.
Comoresultadodeello,cadavezveníamásgentealviejoanfiteatroparaveryoíraGigi.Gigi,claroestá,noteníanadaqueoponer.Comosiempre,contabaloqueseleocurría y después pasaba la gorra, que cada vez quedabamás llena demonedas ybilletes.Pronto lecontratóunaagenciadeviajesque lepagaba,además,unabuenasumaporelderechodepoderenseñarlecomounmonumento.Losturistasllegaban
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enautocares,yGigituvoqueatenerseprontoaunhorarioestrictoparaquetodoslosquehabíanpagadoporellopudieranoírle.
YaentoncescomenzóaechardemenosaMomo,porquesuscuentosyanoteníanalas, aunque seguía negándose firmemente a contar dos veces la misma historia,inclusocuandoseleofrecía,porello,eldoblededinero.
Alospocosmesesyanonecesitabaactuarenelviejoanfiteatroypasarlagorra.Lecontratólaradioydespuéslatelevisión.Allícontabaahorasushistoriastresvecesporsemanaantemillonesdeoyentesyganabamontonesdedinero.
Por esa épocayanovivía cercadel viejo anfiteatro, sino enotrobarrio, dondevivíatodalagentericayfamosa.Habíaalquiladounagrancasamoderna,situadaenmediodeungranparque.TampocosellamabaGigi,sinoGirolamo.
Claro que hacía tiempo que había dejado de inventar, como antes, historiasnuevas.Yanoteníatiempo.
Empezó a ser parco en el gasto de sus ocurrencias.De una sola de ellas ahorahacía,aveces,cincohistoriasdiferentes.
Ycuandoesoyanobastóparasatisfaceralademandasiemprecreciente,undíahizo algo que nunca debería haber hecho: contó uno de los cuentos que eraexclusivamentedeMomo.
Aquella historia fue devorada con la misma urgencia que todas las otras yolvidadaconlamismarapidez.Seleexigíanmáshistorias.Gigiestabatanaturdidoporesavelocidadque,unatrasotra,dejóescapartodaslashistoriasquehabíanestadodestinadasúnicamenteaMomo.Ycuandohubocontadolaúltimasintió,derepente,queestabavacíoyhuecoyquenopodíainventarnadamás.
Llevadopor elmiedodequeel éxitopudieraabandonarlo, empezóacontardenuevo todos sus cuentos, sólo que con otros nombres y algunos cambios. Losorprendente fue que nadie pareció darse cuenta. Por lo menos no influyó en lademanda.
Gigiseagarróaellocomounnáufragoaunaplanchademadera.Porqueahoraeraricoyfamosoy,¿acasonoeraesoloquehabíasoñadotodasuvida?
Peroaveces,denoche,bajosucolchadeseda,enlacama,sentíanostalgiadesuotravida,cuandopodíaestarjuntoconMomoyelviejoBeppoylosniñosycuandorealmentehabíasabidocontarcuentos.
Peronohabíaningúncaminode retorno,porqueMomoseguía sinaparecer.Alprincipio,Gigihabíahechoalgunosintentosseriosdeencontrarla,peromástardeyanihabíatenidotiempoparaello.Ahorateníatressecretariaseficientesquehacíanloscontratos por él, a las que dictaba sus historias, que le hacían la publicidad yregulabansuscitas.YanolequedóningúnmomentoparabuscaraMomo.
QuedabapocodelviejoGigi.Peroundíahizodetripascorazónydecidiótomarconciencia de símismo.Ahora era alguien, se decía, cuyavoz tenía pesoy al queescuchabanmillones.Quién, sinoél,podíadecirles laverdada loshombres.Él leshablaría de los hombres grises. Y de paso les diría que ésta no era una historia
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inventadayquepedíaatodossusoyentesqueleayudaranabuscaraMomo.Había tomado esa decisión una de las noches en que echaba de menos a sus
amigos. Cuando llegó el amanecer, ya estaba sentado ante su gran escritorio paratomar notas sobre su plan. Pero antes de haber escrito la primera palabra, sonó elteléfono.Levantóelauricular,escuchó,yquedórígidodeterror.
Lehablabaunavoz curiosamente átona, sepodríadecir cenicienta, y almismotiemposintióqueleinvadíaunfríoterriblequelecongelabahastalamédula.
—¡Déjaloestar!—dijolavoz—.Teloaconsejamosportubien.—¿Quiénestáahí?—Losabesmuybien—contestólavoz—.Nohacefaltaquenospresentemos.Si
bienesciertoquetodavíanohastenidoelplacerdeconocernos,nospertenecesdesdehacetiempo.Nodigasquenolosabías.
—¿Quéqueréisdemí?—Esoquetehaspropuestononosgustanada.Sébuenchicoydéjaloestar,¿eh?Gigireuniótodosuvalor.—No—dijo—,nolodejo.YanosoyelpequeñoGigiCicerone,eldesconocido.
Ahorasoyungranhombre.¡Veremossipodéisconmigo!Lavozriósinalegríay,depronto,comenzaronacastañetearlelosdientesaGigi.—Túnoeresnadie—dijolavoz—.Nosotrostehemoshecho.Túeresunmuñeco
degoma.Nosotrostehemoshinchado.Perosinosmolestas,teharemosdeshinchar.¿Acasocreesenserioqueloqueeresahoralodebesatuinsignificantetalento?
—Sí,locreo—contestóGigi,ronco.—Pobre, pequeñoGigi—dijo lavoz—.Eresy seguirás siendoun iluso.Antes
eraselpríncipeGirolamodisfrazadodepobreGigi.¿Yquéeresahora?ElpobreGigidisfrazadodepríncipeGirolamo.Aunasí,deberíasestarnosagradecido,porquealfinyalcabo,hemossidonosotroslosquehemoshechorealidadtodostussueños.
—¡Esonoesverdad!—replicóGigi——.¡Esmentira!—¡Por mis tiempos! —contestó la voz, volviendo a reír sin alegría—.
Precisamente tú quieres venirnos a nosotros con la verdad. Antes gastabas tantaspalabrassobreloqueesynoeslaverdad.PobreGigi,nosacarásnadabuenositratasderemitirtealaverdad.Tehashechofamosoconnuestraayudaportusembustes.Noeresningunaautoridadencuantoalaverdad.Poreso,¡déjaloestar!
—¿QuéhabéishechoconMomo?—murmuróGigi.—No te rompas tu cabecita por eso.A ella no puedes ayudarla ya, ymenos si
empiezasacontaresecuentoacercadenosotros.Loúnicoqueconseguirásesquetuéxito se vaya tan rápidamente como vino. Claro que eso has de decidirlo por timismo. Nosotros no queremos impedirte que juegues a ser el héroe, si tanto teimporta. Pero no puedes esperar que sigamos protegiéndote si tú eres tandesagradecido.¿Acasonoesmuchomásagradableserricoyfamoso?
—Sí—reconocióGigi,convozahogada.—¡Loves!Anosotrosnosdejasfueradeljuego.Mejorquelecuentesalagente
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loquequiereoír.—¿Cómohedehacerlo,ahoraquelosétodo?—Tevoyadarunconsejo:Notetomestanenserioatimismo.Enelfondo,túno
importas.Vistoasí,bienpuedescontinuarcomohastaahora.—Sí—dijoGigi,mirandofijamenteantesí—,vistoasí…Se interrumpió la comunicación, y Gigi colgó el teléfono. Cayó sobre la
superficiedesugranescritorioyocultólacaraentrelosbrazos.Unsollozosordoleagitó.
Apartirdeesedía,Gigihabíaperdidotodoelrespetoporsímismo.Renuncióasuplanysiguiócomohastaentonces,perosesentíaunestafador.Yloera.Antes,sufantasíalehabíallevadoporcaminosalados,yéllahabíaseguido.Peroahoramentía.
Seconvirtióenelpayaso,enelpeleledesupúblico,ylosabía.Comenzóaodiarsuactividad.Yasí,suscuentossevolvíancadavezmásestúpidososentimentaloides.Peroesonodañabasuéxito;alcontrario,sedecíaqueeraunnuevoestiloymuchostratabandeimitarlo.Seconvirtióenlagranmoda.PeroaGiginolecausabaalegría.Ahorasabíaaquiénselodebía.Nohabíaganadonada.Lohabíaperdidotodo.
Peroseguíacorriendoconelcochedeunacitaaotra,volabaenlosavionesmásrápidosydictabaininterrumpidamente,estuvieradondeestuviera,susviejashistorias,con ropajes nuevos, a sus secretarias. Según todos los periódicos, era«sorprendentementefructífero».
Así,GigielsoñadorsehabíaconvertidoenGirolamoelembustero.
AloshombresgrisesleshabíaresultadomuchomásdifícilconBeppoBarrendero.DesdeaquellanocheenqueMomodesapareció,estabasentado,siemprequesu
trabajo se lo permitía, en el viejo anfiteatro y esperaba. Su preocupación eintranquilidadcrecíadedíaendía.Cuandoporfinnopudoaguantarmás,decidióir,apesardetodaslasjustificadasobjecionesdeGigi,alapolicía.
«Esmejor»,sedecía,«quevuelvanameteraMomoenunodeesoshospiciosconrejasenlasventanas,aquelatenganprisioneraloshombresgrises.Siesquetodavíavive.Yasehaescapadounavezdeunodeesoshospicios,ypodríahacerlodenuevo.Acasoyopuedaocuparmedequenolametan.Peroprimerohayqueencontrarla».
Se fue, pues, a la comisaríamás cercana, que estaba al extremo de la ciudad.Todavíaestuvounratoantelapuerta,dandovueltasasusombreroentrelasmanos,peroalfinalsedecidióyentró.
—¿Qué desea? —le preguntó un policía que estaba ocupado en rellenar unimpresolargoydifícil.
Bepponecesitóunratoantesdecomenzar:—Tienequehaberpasadoalgoterrible.—¿Ah, sí? —preguntó el policía, mientras seguía escribiendo—. ¿De qué se
trata?
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—Setrata—contestóBeppo—denuestraMomo.—¿Unniño?—Unaniñapequeña.—¿Essuyaesaniña?—No—contestóBeppo,trastornado—,quierodecirsí,peronosoyelpadre.—No, quiero decir sí —repitió, irritado, el policía—. ¿De quién es esa niña?
¿Quiénessonsuspadres?—Nolosabenadie—contestóBeppo.—¿Dóndeestáregistradaesaniña?—¿Registrada? —preguntó Beppo—. Supongo que entre nosotros. Todos la
conocemos.—Asíquenoestá registrada—contestóelpolicíaconun suspiro—.¿Sabeque
esoestáprohibido?¡Adóndeiríamosaparar!¿Dóndevivelaniña?—Ensucasa—dijoBeppo—,quierodecir,enelanfiteatro.Peroyanoviveallí.
Hadesaparecido.—¡Unmomento!—dijoelpolicía—.Siloentiendobien,vivíahastaahoraenlas
ruinasdealláafueraunapequeñaniñaquesellama…¿cómodecíaquesellama?—Momo—contestóBeppo.Elpolicíaempezóaapuntarlotodo.—…quesellamaMomo.Momo,¿yquémás?¡Elnombrecompleto,porfavor!—Momoynadamás—dijoBeppo.ElpolicíaserascólabarbillaymiróapesadumbradoaBeppo.—Esonopuedeser,señormío.Yoquieroayudarle,peroasínosepuedeformular
unadenuncia.Dígame,primero,cómosellamausted.—Beppo.—¿Quémás?—BeppoBarrendero.—Quierosaberelapellido,nolaprofesión.—Esambascosas—explicóBeppo,paciente.Elpolicíadejócaerlaplumayenterrólacaraenlasmanos.—¡Dios santo!—murmuró desesperado—. ¡Por qué tenía que estar de servicio
precisamenteyo!Seenderezó,echóloshombroshaciaatrás,sonrióanimosoalviejoydijo,conla
suavidaddeunenfermero:—Podemos tomar los datos personales más tarde. Cuénteme ahora, por orden,
quéocurrió.—¿Todo?—preguntóBeppo,dudoso.—Todoloqueimporta—contestóelpolicía—.Sibiennotengotiempo,antesdel
mediodía tengo que rellenar toda esa montaña de impresos, y ya no puedo más,tómesesutiempoycuéntemequéleocurre.
Seechóatrásensuasientoconlaexpresióndeunmártiralqueestuvieranasando
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a la parrilla. El viejo Beppo comenzó a contar, a sumodo lento, toda la historia,empezandoporlaaparicióndeMomoysucualidadextraordinaria,hastaloshombresgrisesdelvertedero,alosqueélmismohabíaespiado.
—Yesamismanoche—concluyó—desaparecióMomo.Elpolicíalemiró,pesaroso,largorato.—Dicho de otro modo —dijo por fin—, que había una vez una niña muy
inverosímil, cuya existencia no se puede demostrar, que ha sido raptada por unaespeciede fantasmas, que, como todo elmundo sabe, no existen, haciaquién sabedónde.Peronisiquieraesoesseguro.¿Ydeesosehadeocuparlapolicía?
—Sí,porfavor—dijoBeppo.Elpolicíaseinclinóhaciaadelanteydijo,conrudeza:—¡Échemeelaliento!Bepponoentendióelporquédeesaorden,seencogiódehombros,peroleechó
elalientoalpolicía.Ésteolisqueóydijo:—Estáclaroquenoestáborracho.—No—dijoBeppo,rojodevergüenza—,noloheestadonunca.—Entonces,¿porquémecuentatodasesasinsensateces?—preguntóelpolicía—.
¿Secreequelapolicíaestanestúpidacomoparacreersetodosesoscuentos?—Sí—dijoBeppo,cándido.Ahíseacabólapacienciadelpolicía.Saltódesusillaypegóunpuñetazoenla
mesa:—¡Yabasta!—gritó,rojodeira—.¡Lárgueseinmediatamentesinoquierequele
encierreporinsultosalafuerzapública!—Perdón—dijoBeppo,asustado—,queríadecirotracosa.Queríadecirque…—¡Fuera!—chillóelpolicía.Bepposevolvióysalió.Durantelosdíassiguientesaparecióenlasdiversascomisarías.Lasescenasque
tenían lugar en ellas apenas se diferenciaban de la primera. Se le echaba, se leenviaba amablemente a casa o se le consolaba, para librarse de él. Pero, una vez,Beppocayóenmanosdeunjefedepolicíaqueteníamenossentidodelhumorquesuscompañeros.Sinungesto,sehizorelatartodalahistoria,paradecirfríamente:
—Este viejo está loco. Habrá que comprobar que no sea un loco peligroso.Llévenloalacelda.
Enlacelda,Beppotuvoqueesperarmediodíahastaquedospolicíaslemetieronenuncoche.Lellevaron,atravésdetodalaciudad,hastaungranedificioblancoconbarrotes en las ventanas. Pero no era una prisión ni nada parecido, según pensabaBeppoalprincipio,sinounhospitalparaenfermedadesnerviosas.
Aquíselerevisóafondo.Elmédicoylosenfermeroseranamablesconél,nosereíandeélniseenfadaban,inclusoparecíaninteresarseporsuhistoria,porqueteníaque contarla una y otra vez. Aunque nunca le contradijeran, Beppo nunca tuvo la
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sensación de que le creyeran. No sabía lo que querían de él, pero no le dejabanmarchar.
Cadavezquepreguntabacuándoledejaríanmarchar,seledecía:—Pronto.Pero todavía lenecesitamos.Debeentenderlo.Las investigacionesno
estánterminadastodavía,peroavanzamos.YBeppo, que creía que las investigaciones eran por el paradero deMomo, se
cargabadepaciencia.Se le había señalado una cama en un gran dormitorio donde también dormían
muchosotrospacientes.Unanochedespertóyvioa la luzde la tenue iluminaciónnocturnaquehabía alguienal ladode sucama.Primero sólovio elpequeñopuntoluminoso de un cigarro encendido, pero después distinguió el bombín y la cartera.Comprendióquesetratabadealgunodeloshombresgrises,sintiófríohastaenloshuesosyquisopedirauxilio.
—¡Silencio! —dijo en la oscuridad la voz cenicienta—. Tengo la misión dehacerleunaoferta.Escúchemeynocontestehastaqueyose lodiga.Habrápodidodarsecuenta,unpoco,dehastadóndelleganuestropoder.Dependedeustedelquetengaquedarsemáscuentatodavía.Esciertoquenonospuededañarlomásmínimoal contar esta historia que va contando, pero no nos gusta.Claro que tiene toda larazónalpensarquenosotros tenemospresa aMomo.Perono sehaga ilusionesdequejamásselaencuentre.Esonoocurrirájamás.Yconsusesfuerzosnolehacelasituaciónmásfácilaella.Cadaunodesusintentos,miqueridoamigo,lohadepagarella.Asíque,enelfuturo,piensebienloquehaceydice.
ElhombregrissoplóalgunosanillosdehumoyobservóconsatisfacciónelefectoquesudiscursohacíaenelviejoBeppo.
—Para decirlo del modo más resumido posible, porque también mi tiempo esprecioso —continuó el hombre gris—, le hago la siguiente oferta: nosotros ledevolvemosalaniñaconlacondicióndequeustednovuelvaadecirnuncaniunasolapalabrasobrenuestraactividad.Ademásleexigimos,amododerescate,lasumadecienmilhorasdetiempoahorrado.Ustednosepreocupedecómonosapropiamosdeltiempo;esoescosanuestra.Ustedlimíteseaahorrarlo.Cómoloconsigaescosasuya. Si está de acuerdo, nosotros nos encargamos de que, dentro de unos días, lesuelten de aquí. Si no, usted se quedará siempre aquí y Momo se quedará parasiempreconnosotros.Piénselo.Sólo leharemosunavezesagenerosaoferta.¿Quédice?
Beppotragósalivadosvecesydijoentonces:—Deacuerdo.—Muy razonable —dijo, satisfecho, el hombre gris—. Recuérdelo: silencio
absoluto y cien mil horas. En cuanto las tengamos le devolvemos a la pequeñaMomo.Ustedlopasebien,miqueridoamigo.
Conesoelhombregrisabandonó la sala.Lanubedehumoquedejó trasde síparecíabrillarenlaoscuridadcomountenuefuegofatuo.
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Apartirdeesanoche,Bepponovolvióacontarsuhistoria.Ysilepreguntabanporqué la había contado antes, se encogía, triste, dehombros.A lospocosdías leenviaronasucasa.
PeroBepponofueasucasa,sinoquesemarchódirectamentehaciaaquellagrancasa con el patio, donde él y sus compañeros siempre recibían las escobas y loscarritos.Tomósuescoba,seadentróconellaenlagranciudadycomenzóabarrer.
Pero ahora ya no barría como antes: a cada paso una inspiración y a cadainspiraciónunabarrida, sinoqueahora lohacíadeprisaysinamorpor su trabajo,sinosóloporahorrartiempo.Sentíacondolorosaclaridadqueconellorenunciabaytraicionaba su más profunda convicción, más aún, toda su vida anterior, y eso leenfermabaylellenabadeodioporloquehacía.
Sihubierasidoporél,habríapreferidomorirsedehambreantesquesertaninfielasímismo.PerosetratabadeMomo,alaqueteníaquerescatar,yéseeraelúnicomododeahorrartiempoqueconocía.
Barría de día y de noche, sin ir nunca a su casa. Cuando le sobrevenía elagotamiento,sesentabaenelbancodealgúnparqueosobreelbordillodelaaceraydormía un poco.Al poco, volvía a levantarse y seguía barriendo. Lomismo hacíacuandoalgunavezteníaquedetenerseacomeralgunacosa.Novolvióasucabañacercadelviejoanfiteatro.
Barrió durante semanas y meses. Llegó el otoño y llegó el invierno, y Beppobarría.
Llegó la primavera y volvió el verano. Beppo apenas se daba cuenta, barría ybarría,paraahorrarlascienmilhorasdelrescate.
Lagentedelagranciudadapenasteníatiempoparaprestaratenciónalpequeñoviejo. Y los pocos que lo hacían se llevaban el dedo a la sien tras sus espaldas,cuandopasabaasuladoatodaprisa,blandiendolaescobacomosilefueraenellolavida.PeroqueseletomaraporloconoeraningunanovedadparaBeppo,porloqueapenas leprestabaatención.Sólocuandoalguienalgunavez lepreguntabaporquétenía tanta prisa, interrumpía su trabajo por unmomento,miraba al preguntón conmiedoyllenodetristezasellevabaundedoaloslabios.
Latareamásdifícilparaloshombresgrisesfueguiar,segúnsusplanes,alosniñosamigosdeMomo.DespuésdequeMomohubodesaparecido, losniñosse reunían,siemprequeleseraposible,enelviejoanfiteatro.Habíaninventadocadavezjuegosnuevos, y un par de cajas viejas les bastaban para emprender largos viajes deexploraciónoconstruircastillosy fortalezas.Habíanseguido trazandosusplanesycontándosesuscuentos;enresumen,habíanhechocomosiMomoestuvieratodavíaconellos.Y,sorprendentemente,habíaresultadoqueparecíaqueenverdadestuvieraconellos.
Losniños,además,nohabíandudadoniporunmomentodequeMomovolvería.
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Si bien nunca se había hablado de ello, tampoco era necesario. La calladacertidumbreuníaa losniñosentre sí.Momo lespertenecíayera sucentro secreto,estuvieraallíono.
Contraellosnohabíanpodidoloshombresgrises.Si no podían hacerse con los niños directamente, para apartarlos de Momo,
tendrían que hacerlo a través de un rodeo. Y ese rodeo eran los adultos, quemandabansobrelosniños.Notodoslosadultos,claroestá,sinoaquellosqueservíancomoauxiliaresdeloshombresgrisesque,pordesgracia,noeranpocos.Además,loshombresgrisesusaroncontralosniñossuspropiasarmas.
Porque,derepente,algunosseacordarondelasmanifestaciones,delaspancartasylosletrerosdelosniños.
—Tenemosque emprender alguna cosa—sedecía—,porquenopuede ser quehayacadavezmásniñosqueesténsolos,sinquenadieseocupedeellos.Noselespuedehacerningúnreprochealospadres,porquelavidamodernanolesdejatiempopara cuidar suficientemente a sus hijos. Pero el ayuntamiento debería ocuparse deello.
—Nopuedeser—decíanotros—quesepongaenpeligro la fluidezdel tráficoporculpadeniñosvagabundos.Elaumentodeaccidentescausadosporlosniñosenlascallescuestacadavezmásdineroquesepodríaemplearmejorenotrosusos.
—Los niños sin vigilancia—explicaban otros— se estropeanmoralmente y seconviertenendelincuentes.Elayuntamientohadecuidardequeseregistrea todoslos niños. Hay que construir instalaciones donde se les eduque para que seanmiembrosútilesyeficientesdelasociedad.
Otrosdecían:—Los niños son el material humano del futuro. El futuro será una época de
máquinasareacciónycerebroselectrónicos.Senecesitaráunejércitodeespecialistasy técnicos paramanejar todas esasmáquinas. Pero en lugar de preparar a nuestroshijos para esemundo demañana permitimos todavía quemuchos de ellos pierdangranpartede suprecioso tiempoen juegos inútiles.Esunavergüenzaparanuestracivilizaciónyuncrimenantelahumanidadfutura.
Todoesolesresultabaenormementeconvincentealosahorradoresdetiempo.Ycomoyahabíamuchosahorradoresdetiempoenlagranciudad,prontoconsiguieronconvencer al ayuntamiento de la necesidad de hacer algo por todos esos niñosdescuidados.
Comoconsecuencia,entodoslosbarriosseconstruyeronlosllamados«depósitosdeniños».Setratabadegrandesedificiosenlosquehabíaqueentregar,yrecoger,siera posible, a todos los niños de los que nadie se podía ocupar. Se prohibióseveramentequelosniñosjugaranporlascalles,enlosparquesoencualquierotrolugar.Si seencontrabaaalgúnniñoenesos lugares, siemprehabíaalguienque losllevaba al depósito de niñosmás cercano.Y a los padres se les castigaba con unabuenamulta.
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Tampoco los amigos de Momo escaparon a esa nueva normativa. Fueronseparados, segúnelbarriodelqueprovenían,y losmetieronendepósitosdeniñosdiversos. Se acabó lo de inventarse ellos mismos sus juegos. Los vigilantesprescribían los juegos, que sólo eran de aquellos con los que también aprendíanalguna cosa útil. Mientras tanto olvidaron otra cosa, claro está: la capacidad dealegrarse,deentusiasmarseydesoñar.
Conel tiempo, losniñostuvieronlamismacaraquelosahorradoresde tiempo.Desencantados,aburridosyhostiles,hacíanloqueselesexigía.Ysialgunavezlosdejabanqueseentretuvieransolos,yanoselesocurríanada.
Loúnicoquetodavíasabíanhacererameterruido,peroyanoeraunruidoalegre,sinoenfadadoeiracundo.
Loshombresgrisesnoseacercaronaningunodelosniños.Laredquesehabíatendidosobrelaciudaderadensay—segúnparecía—indestructible.Nisiquieralosniñosmás listos supieron escapar de susmallas. Se había cumplido el plan de loshombresgrises.
Desdeentonces,elanfiteatrohabíaquedadotristeysolo.DemodoqueMomoestabaahorasentadaenlosescalonesdepiedrayesperabaa
susamigos.Habíaestadosentadayesperandoasítodoeldía.Peronohabíavenidonadie.Nadie.
El sol se encaminaba hacia el horizonte occidental. Crecían las sombras yempezabaarefrescar.
Porfin,Momoselevantó.Teníahambreporquenadielehabíallevadonadaquecomer.Esonohabíaocurridonunca.InclusoBeppoyGigiparecíanhaberlaolvidadohoy. Pero seguro, pensaba Momo, que eso debía ser algún descuido tonto, quemañanaseaclararía.
Bajóhaciala tortuga,queyasehabíaretiradoadormirdentrodesucaparazón.Momoseacurrucójuntoaellayllamótímidamenteconlosnudillosenelcaparazón.LatortugasacólacabezaymiróaMomo.
—Perdónamesitehedespertado,losiento,pero¿puedesdecirmeporquénohavenidohoyningunodemisamigos?
Sobreelcaparazónaparecieronlaspalabras:«Nohaynadie».Momolasleyó,peronoentendióloquesignificaban.—Bueno—dijoconfiada—,mañanaseaclarará.Seguroquemañanavienenmis
amigos.«Nuncamás»,fuelarespuesta.Momomiróconfijeza,duranteunrato,lasletrasdebrilloapagado.—¿Qué quieres decir? —preguntó, temerosa, por fin—. ¿Qué pasa con mis
amigos?«Sehanido»,leyó.Moviólacabeza.
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—No—dijo en voz baja—, no puede ser. Seguro que te equivocas, Casiopea.Ayertodavíaestuvierontodosparalagranasamblea,quefracasó.
«Hasdormido»,fuelarespuestadeCasiopea.MomoseacordódequeelmaestroHora lehabíadichoque tendríaquedormir
todaunavueltasolar,comounasemillaenlatierra.Nohabíapensadocuántotiempopodríasereso,cuandoestuvodeacuerdo.Ahoraempezabaaintuirlo.
—¿Cuánto?—preguntó,conunsuspiro.«Unaño».Momonecesitóunratoparaentenderlo.—PeroBeppoyGigi—tartamudeóalfin—,estosdosseguroquemeesperan.«Nohaynadie»,poníaenelcaparazón.—¿Cómo puede ser? —los labios de Momo temblaban—. No puede haber
desaparecidotodo;todoloquehabía…LentamenteaparecióenlaespaldadeCasiopea:«Sefue».Porprimeravezensuvida,Momoentendíaloqueesosignificaba.Sesintiómás
tristequenunca.—Peroyo—murmuróatónita—,estoyyo.Habríallorado,peronopodía.Alcabodeunratosediocuentadequelatortugaletocabaelpiedescalzo.«Yoestoycontigo»,poníaenelcaparazón.—Sí—dijoMomo,ysonrióvalerosa—,túestásconmigo,Casiopea.Ymealegro
deello.Ven,vámonosadormir.Levantóalatortugaylallevóatravésdelagujerodelaparedasuhabitación.A
laluzdelsolponiente,Momovioquetodoestabacomolohabíadejado(Beppohabíavuelto a ordenarlo todo). Pero por todos lados había una gruesa capa de polvo ytelarañas.
Sobrelamesita,apoyadaenunalata,habíaunacarta.Tambiénestabacubiertadetelarañas.
«ParaMomo»,poníaencima.ElcorazóndeMomoempezóalatirmásdeprisa.Nuncahabíarecibidounacarta.
Latomóenlamanoylamiróportodoslados,despuéslaabrióysacódelsobreunahoja.Leyó:
QueridaMomo:Me he mudado. Si vuelves, vente enseguida a mi casa. Me preocupo
muchoporti.Teechomuchodemenos.Esperoquenotehayaocurridonada.Sitieneshambreve,porfavor,acasadeNino.Élmeenviarálacuenta:yolopagotodo.Come,pues,tantocomoquieras.TodolodemástelodiráNino.
Quiéreme.Yotambiéntequiero.Siempretuyo,
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Gigi
Momo tardómucho en deletrear toda la carta, aunqueGigi se había esforzadomuchoenescribirconletrabonitayclara.Cuandoacabóseapagabaelúltimorestodeluzdiurna.
PeroMomoestabaconsolada.Levantó a la tortuga y la puso encima de su cama.Mientras se envolvía en la
mantapolvorienta,dijo,envozbaja:—¿Ves,Casiopea,quenoestoysola?Perolatortugaparecíadormirya.YMomo,quealleerlacartahabíavistoaGigi
antesí,nocayóenlacuentadequehacíacasiunañoqueestacartalaesperaba.Pusosumejillasobreelpapel.Yanoteníafrío.
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A
Demasiadacomidaymuypocasrespuestas
l mediodía siguiente, Momo tomó la tortuga bajo el brazo y se puso encaminohaciaelpequeñolocaldeNino.
—Verás Casiopea —dijo—, como ahora se aclarará todo. Nino sabedóndeestánGigiyBeppo.Yentonces iremosabuscara losniñosyvolveremosaestar todos juntos. Puede que vengan tambiénNinoy sumujer y todos los demás.Seguroquetegustanmisamigos.Podríaserquehiciésemosunapequeñafiestaestanoche. Les hablaré de las flores y de la música y del maestro Hora y de todo lodemás.Ya tengoganasdevolveraverlosa todos.Perode loquemásganas tengoahoraesdeunabuenacomida.Tengohambre,¿sabes?
Asísiguióparloteando.UnayotravezsellevabalamanoalacartadeGigi,quellevaba en el bolsillo de su chaquetón. La tortuga sólo la miraba, con sus ojosantiquísimos,peronodecíanada.
Momo comenzó a canturrearmientras caminaba, para, por fin, cantar a voz engrito.Erandenuevolasmelodíasylaspalabrasdelasvoces,queseguíansonandoensumemoriaconlamismaclaridadqueeldíaantes.Momosabíaquenuncamáslasperdería.
Peroderepentecalló.AnteellaestabaellocaldeNino.Enunprimermomento,Momocreyóque se había equivocadode camino.En lugar de la vieja casa con elenjalbegadodescoloridoporlalluviayelemparradoantelapuerta,seencontróconuncajónalargadodehormigón,congrandesventanalesquecubríantodalafachada.Lacallemismaestabaasfaltadaycirculabanporellamuchoscoches.Enlaaceradeenfrente había una gran gasolinera y, muy cerca, un enorme edificio de oficinas.Había muchos coches aparcados delante del nuevo local, sobre cuya puerta deentrada,ungrancarteldecía:
RESTAURANTEAUTOSERVICIORÁPIDODENINO
Momoentró,ydemomentolecostóorientarse.Alolargodelasventanashabíamuchasmesasdeminúsculasuperficieyenormespatas,demodoqueparecíansetasdeformes.Eran tanaltasque losadultospodíancomerenellasdepie.Yanohabíasillas.
Enelotroladohabíaunalargabarreraderelucientesbarrasdemetal,unaespeciedecercado.Detrásdeéste,unafiladepequeñosarmariosdevidrio,enlosquehabíabocadillosdequesoyjamón,platosdeensalada,flan,pastelesymuchasotrascosasqueMomonoconocía.
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PerodeesoMomonopudodarsecuentahastaalcabodeunrato,porquelasalaestabarepletadegentealaquesiempreparecíamolestar:dondequieraquesepusiera,la empujaban a un lado.Lamayor parte de la gente llevaba bandejas con platos ybotellas e intentaba conseguir un sitio en una de las mesitas. Detrás de los queestaban en lasmesas y comían a toda prisa ya había otros que esperaban su sitio.Aquí y allá, los comensales y los que esperaban intercambiaban palabras pocoamables.Dehecho,todosparecíanestarmuydescontentos.
Entrelabarrerademetalylosarmariosdevidrioavanzabalentamenteunacola.Cadaunosacabadelosarmariosaquíunplato,allíunabotellaounvasodecartón.
Momoestabaasombrada.¡Asíqueaquítodoelmundopodíacogercuantoquería!Novioanadiequeloimpidieraoqueexigieradineroacambio.¿Ysitodoeragratis?Esohabríaexplicadolasapreturas.
Al cabo de un rato, Momo logró descubrir a Nino. Estaba tapado por muchagente,alfinaldelafiladearmarios,sentadodetrásdelacajaregistradora,enlaquecontinuamentemarcabaalgo,cobrabaydevolvíaelcambio.¡Asíqueeraallídondelagentepagaba!Yacausadelacercademetal,nadiepodíallegarhastalasmesassinhaberpasadopordelantedeNino.
—¡Nino!—gritóMomo,mientrasintentabaabrirsepasoentrelagente.Hacíaseñascon lacartadeGigi,peroNinono laoía.Lacajahacíademasiado
ruidoyexigíatodasuatención.Momo tomó ánimos, trepó por encima de la barrera y adelantó a la cola hacia
Nino.Éstealzólacabeza,porquelagenteempezabaamurmurarcondesagrado.Cuando vio a Momo desapareció de su cara, al instante, la expresión de mal
humor.—¡Momo!—gritóradiantecomoantes—.¡Estásaquíotravez!¡Quésorpresa!—¡Atrás!—gritabalagentedelacola—.¡Quelaniñasepongaalacolacomo
todoslosdemás!¡Esodecolarseesunadesvergüenza!—¡Unmomento!—gritóNino,mientrashacíagestosapaciguadoresconlamano
—.¡Unpocodepaciencia,porfavor!—¡Asícualquiera!—gritóunodelosqueesperabanenlacola—.¡Alacola,ala
cola!Laniñatienemástiempoquenosotros.—¡Gigi lo paga todo por ti,Momo!—le susurró a la niña—. Así que puedes
comer todo lo que quieras. Pero ponte a la cola, como los demás. Ya oyes cómochillan.
AntesdequeMomohubierapodidopreguntarnadamás,laempujaronfuera,demodoqueno lequedóotra soluciónquehacer igual que losdemás.Sepuso en elextremodelacolaysacódeunestanteunabandejaydeuncajón,cuchillo,tenedorycuchara. Como necesitaba ambasmanos para la bandeja, puso a Casiopea en ella.Mientraspasabapordelantedelosarmarios,sacabaalgunacosadeellosyloponíaenlabandeja,alrededordeCasiopea.
Momoestaba un poco trastornada, por lo que se compusounamezcla bastante
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curiosa:un trozodepescadoasado,unpanecilloconmermelada,unasalchicha,unpastelilloyunvasodenaranjada.Casiopea,colocadaenmediodetodoeso,prefirióretirarseenteramentealinteriordesucaparazónynodecirnada.
CuandoMomollegóporfinalacaja,lepreguntórápidamenteaNino:—¿SabesdóndeestáGigi?—Sí —dijo Nino—. Nuestro Gigi se ha hecho famoso. Todos estamos muy
orgullosos de él porque, al fin y al cabo, es uno de los nuestros. Se le puede vermuchasveces en la televisióny tambiénhablapor radio.Y losperiódicos siempredicenunauotracosadeél.Hacepocovinieronavermedosperiodistasparaconocersuvidadeantes.YolescontélahistoriadecuandoGigi…
—¡Másdeprisa,losdedelante!—gritaronalgunasvocesdelacola.—Pero¿porquéyanoviene?—preguntóMomo.—¿Sabes?—dijoNino,queyaestabaunpoconervioso—,yano tiene tiempo.
Tienecosasmásimportantesquehaceryenelanfiteatroyanopasanadaahora.—¿Quépasaconvosotros?—gritóunavozenfadadaen lacola—.¿Creéisque
tenemosganasdequedarnosaquíparasiempre?—¿Ydóndeviveahora?—preguntóMomotenaz.—Enalgúnlugardelacolinaverde—contestóNino—.Parecequetieneunavilla
muybonita,conungranparque.Peroahorasigue,porfavor.Enrealidad,Momonoqueríairse,porqueaúnlequedabanmuchaspreguntaspor
hacer, pero la empujaron. Se fue con su bandeja hacia las mesitas, dondeefectivamente encontró, después de haber esperado un poquito, un sitio. Aunquetambiénesverdadque lamesita erademasiadoaltaparaella,demodoqueapenaspodíaasomarlanariz.
Cuando puso su bandeja en la mesa, los demás miraron con cara de asco latortuga.
—¡Quécosas!—ledijounoasuvecino—.¡Loquehayquesoportarhoyendía!—¡Quéquiereusted!—gruñóelotro—.¡Lajuventuddehoy!PeronodijeronnadamásniseocuparondeMomo.Aunqueyadeporsíresultaba
suficientementedifícillacomida,porqueapenaspodíaversuplato.Perocomoteníamuchahambre,selocomiótodo.
Ahorayanoteníamásapetito,perotodavíaqueríasaberquéhabíasidodeBeppo.Asíquevolvióaponerseenlacola.Ycomotemíaquelagentevolvieraaenfadarsesiselimitabaaestarseahíenmedio,otravezcolocóensubandejaunaseriedecosas.
Cuando,porfin,volvióaestaranteNino,preguntó:—¿YdóndeestáBeppoBarrendero?—Te ha esperado mucho tiempo —explicó Nino a toda prisa, pues temía un
nuevoenfadodesuclientela—.Pensabaquetehabíaocurridoalgoterrible.Siemprecontabanoséquédeunoshombresgrises.Yasabes,siemprefueunpocoraro.
—¡Eh,esosdos!—gritóuno,enlacola—.¿Oshabéisdormido?—¡Enseguida,señor!—legritóNino.
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—¿Yentonces?—preguntóMomo.—Entonces hizo enfadar a la policía —continuó Nino, pasándose nervioso la
manoporlacara—.Quería,atodacostaquetebuscaran.Porloquesé,loencerraronfinalmenteenunaespeciedesanatorio.Nosénadamás.
—¡Maldita sea!—gritóuno, colérico—.¿Quéesesto,unautoservicio rápidoounasaladeespera?¿Tenéisunareunióndefamilia,vosotrosdos?
—¡Uninstante!—gritóNino,suplicante.—¿Todavíasigueallí?—preguntóMomo.—Creoqueno—contestóNino—.Dicenquelosoltaronporqueerainofensivo.—Entonces,¿dóndeestáahora?—Niidea,deverdad,Momo.Peroahora,porfavor,sigueadelante.Unavezmás,lagentedelacolaapartóaMomoaempujones.Unavezmás,se
fue a una de lasmesas, esperó hasta que le dejaron un sitio, y tragó la comida lomejorquepudo.Estavezyalegustóbastantemenos.EstáclaroqueaMomonoseleocurriósiquieradejarselacomidaenelplato.
Todavíalequedabaporsaberquéhabíasidodelosniñosqueantessiempreibanaverla. No había otro remedio, tenía que ponerse de nuevo en la cola de los queesperaban,pasarpordelantedelosarmariosyllenarlabandejadealimentosparaquelagentenoseenfadaraconella.
PorfinvolvíaaestarantelacajaconNino.—¿Ylosniños?—preguntó—.¿Quéesdeellos?—Todoesohacambiadoahora—explicóNino,aquien,alverdenuevoaMomo,
selecubriólacaradesudor—.Notelopuedoexplicarahora,yavescómovanlascosasaquí.
—Pero¿porquénovienenya?—insistióMomo,tozuda,ensupregunta.—Todos los niños de los quenopuedeocuparse nadie están alojados ahora en
depósitos de niños.No se les puededejar solos, porque…Bueno, ahora cuidandeellos.
—¡Eh,vosotros,charlatanes!—volvíanagritarlasvocesdelacola—.¡Aversiosdaisunpocodeprisa!¡Nosotrostambiénqueremoscomer!
—¿Mis amigos? —preguntó Momo, incrédula—. ¿De verdad que ellos hanqueridoeso?
—No les han preguntado —replicó Nino, mientras pasaba, nervioso, con lasmanos sobre las teclas de la caja registradora—.No se puede dejar que los niñosdecidansobreunacosaasí.Sehaprocuradoquedesaparezcandelacalle.Yesoesloimportante,¿no?
Momo no contestó, sino que se limitó a mirar a Nino. Y esto acabó deconfundirle.
—¡Por todos los diablos!—volvió a gritar desde la cola una voz iracunda—.¡Qué modo de perder el tiempo! ¿Teníais que hacer vuestra tertulia precisamenteahora?
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—¿Y qué voy a hacer yo ahora —preguntó Momo, en voz baja—, sin misamigos?
Ninoseencogiódehombrosyseestrujólosdedos.—Momo—dijo, tomandoalientoprofundamentecomoalguienquehadehacer
ungranesfuerzoparaconservarlacalma—,sérazonableyvuelveencualquierotromomento; en serio que ahora no tengo tiempo para discutir contigo lo que has dehacer. Siempre podrás comer, ya lo sabes. Pero yo, en tu lugar, iría a uno de esosdepósitosdeniños,dondeestarásocupadaydondeinclusoaprenderásalgo.Detodosmodostellevaránallísivaspaseandosolaporlacalle.
Momovolvió aquedarse calladay sólomiró aNino.Lagenteque esperaba laapartó. Fue a una de las mesas y se comió automáticamente su tercera comida,aunqueapenaslecabíaysabíaalanaypapel.Despuéssesintiómal.
TomóaCasiopeabajoelbrazoysalió,sinvolveramiraratrás.—¡Eh,Momo!—legritóNino,quelavioenelúltimomomento—.Todavíano
mehasdichodóndehasestadotodoestetiempo.Esperaunpoco.Peroyallegabanlosclientessiguientes,yvolvióateclearsobrelacaja,arecibir
dineroyadarelcambio.Hacíaratoquehabíavueltoadesaparecerlasonrisadesucara.
—Comida sí —le dijo Momo a Casiopea cuando volvieron a estar en el viejoanfiteatro—,comidasíquemehandado,peroaunasímedalasensacióndenoestarsatisfecha—yalcabodeunratoañadió—.NohabríapodidohablarleaNinodelamúsicaydelasflores.
Alcabodeunratitomás,volvióaañadir:—PeromañanairemosabuscaraGigi.Seguroquetegusta,Casiopea.Yaverás.Peroenelcaparazóndelatortuganoapareciómásqueungraninterrogante.
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AEncontradoyperdido
ldíasiguiente,MomosepusoencaminobientempranoparabuscarlacasadeGigi.Claroquevolvióallevarselatortuga.
Momosabíadóndeestabalacolinaverde.Eraunbarrioresidencial,muylejosde lazonadelviejoanfiteatro.Estabacercade losbarriosnuevos,esdecir,alotroladodelagranciudad.
Era un largo camino. Es cierto que Momo estaba acostumbrada a caminardescalza,perocuandoporfinllegóalacolinaverde,ledolíanlospies.
Sesentóenelbordilloparadescansarunpoquito.Era realmente un barriomuy distinguido. Las calles eranmuy anchas, estaban
muy limpiasycasidesiertas.En los jardines,detrásde losmurosyde las rejasdehierro,árbolessecularesalzabanalcielosuscopas.Lascasas,en los jardines,eranpor logeneraledificiosalargados,chatos,dehormigónycristal.Elcéspedafeitadodelantedelascasaserajugosoeinvitabaadarvolteretasenél.Peroporningúnladoseveíapasearanadieporlosjardinesnijugarenelcésped.Puedequesushabitantesnotuvierantiempo.
—SisupieracómodescubrirdóndeviveGigi—ledijoMomoalatortuga.«Losabrás»,aparecióescritoenlaespaldadeCasiopea.—¿Túcrees?—preguntóMomo,esperanzada.—¡Eh,tú,cochina!—dijoderepente,unavozdetrásdeella—.¿Quéhacesaquí?Momosevolvió.Habíaallíunhombreque llevabauncuriosochalecoa rayas.
Momonosabíaque loscriadosde lagenterica llevabanchalecosasí.Se levantóydijo:
—Buenosdías.BuscolacasadeGigi.Ninomehadichoqueahoraviveaquí.—¿Quebuscaslacasadequién?—DeGigiCicerone.Esmiamigo.Elhombredelchalecoa rayasmiróaMomocondesconfianza.Detrásdeél, la
puerta de hierro había quedado algo abierta, y Momo pudo echar una mirada aljardín.Viounampliocéspedenelquejugabanunosgalgosychapoteabaunafuente.Sobreunárbolenflorestabaposadaunaparejadepavosreales.
—¡Oh!—gritóMomoadmirada—.¡Quépájarostanbonitos!Quisoentrarparaverlosmásdecerca,peroelhombredelchalecolaretuvoporel
cuello.—¡Quieta!—dijo—.¡Quétehascreído,cochina!SoltóaMomoyselimpiólamanoconsupañuelo,comosihubieratocadoalgo
muyasqueroso.—¿Estuyotodoesto?—preguntóMomo,señalandoatravésdelapuertaabierta.—No—dijoelhombre,menosamabletodavía—.¡Lárgate!Nosetehaperdido
nadaporaquí.
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—Sí—contestóMomo,con tesón—,hedebuscaraGigiCicerone.Meespera.¿Noloconoces?
—Poraquínohaycicerones—replicóelhombredelchalecoysevolvió.Entróeneljardínyqueríacerrarlapuerta,cuando,enelúltimomomento,sele
ocurrióalgo.—¿NotereferirásacasoaGirolamo,elfamosonarrador?—Pues claro, Gigi Cicerone—contestóMomo, alegre—, así se llama. ¿Sabes
dóndeestásucasa?—¿Deverdadqueteespera?—quisosaberelhombre.—Sí—dijoMomo—,deverdad.Esmiamigoymepaga todo loquecomoen
casadeNino.Elhombredelchalecoarqueólascejasymoviólacabeza.—Esosartistas—dijo,agrio—,quécaprichostantontostienen.Perosideverdad
creesqueapreciarátuvisita,sucasaeslaúltimadeallíarriba,enestacalle.Ycerrólapuerta.«Lacayo», ponía en el caparazón de Casiopea, pero las letras desaparecieron
enseguida.Laúltimacasa,enloaltodelacalle,estabarodeadadeunmurodealturasuperior
aunhombre.Y lapuertadel jardín,al igualque ladelhombredelchaleco,eradeplanchasdehierro,demodoquenosepodíamiraralinterior.Noseveíaporningunaparteuntimbreounaplacaconunnombre.
—Megustaríasaber—dijoMomo—siéstaesdeverdadlacasadeGigi.Noseleparece.
«Loes»,poníaenelcaparazóndelatortuga.—¿Porquéestátodotancerrado?—preguntóMomo—.Asínopuedoentrar.«Espera»,apareciócomorespuesta.—Estábien—dijoMomo,conunsuspiro—.Peropuedeque tengaqueesperar
mucho.CómohadesaberGigiqueestoyaquífuera…siesqueestádentro.«Yaviene»,sepodíaleerenelcaparazón.Así que Momo se sentó justo delante de la puerta y esperó pacientemente.
Durante mucho rato no pasó nada, yMomo comenzó a pensar si Casiopea no sehabríaequivocadoestaúnicavez.
—¿Estásbiensegura?—preguntóalrato.Enlugardelarespuestaesperadaaparecióenelcaparazónlapalabra«Adiós».Momoseasustó.—¿Quéquieresdecir,Casiopea?¿Yaquieresdejarme?¿Quévasahacer?«Buscarte»,fuelarespuesta,másenigmáticatodavía,deCasiopea.Enesemomento seabrió,de repente, lapuertay salió, a todamarcha,ungran
cochedelujo.Momotuvoeltiempojustodesalvarseconunsaltohaciaatrásycayó.El coche siguió su camino un poco para frenar después con gran chirrido de
neumáticos.SeabriólaportezuelayGigisaltóalsuelo.
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—¡Momo! —gritó, con los brazos extendidos—. Es Momo en persona; mipequeñaMomo.
Momo se había levantado de un salto y corrió hacia él. Gigi la recogió y lalevantóensusbrazos,lediocienbesosybailóconellaporlacalle.
—¿Tehashechodaño?—preguntó,sinaliento,peronoesperóloqueellapudieradecir,sinoquesiguióhablando,excitadísimo—.Mesabemalhaberteasustado,perotengounaprisaenorme,¿entiendes?Yavuelvoallegartarde.¿Dóndehasestadotodoestetiempo?Tienesquecontármelotodo.Yanocreíaquevolvieras.¿Hasencontradomicarta?¿Sí?¿Estabatodavía?¿YhasidoacomeracasadeNino?¿Tehagustado?Tenemosquecontarnostantascosas,Momo;hanpasadotantascosasmientrastanto.¿Comoteva?¡Perohabla!YelviejoBeppo,¿quéhace?Hacesiglosquenoleveo.¿Y los niños? ¿Sabes, Momo?, muchas veces pienso en la época en que todavíaestábamos todos juntos y yo os contaba historias. ¡Qué tiempos tan bonitos! Peroahoratodo,todoesdiferente.
MomohabíaintentadovariasvecescontestaralaspreguntasdeGigi.Peroélnointerrumpía su torrentedepalabras, se limitó a esperarymirarle.Teníaunaspectodistintodeantes, tancuidado,yolía tanbien.Pero,dealgunamanera, le resultabamuyextraño.
Mientrastanto,sehabíanapeadodelcochecuatropersonasmás:unhombreconununiformedecuerodechóferytresseñorasdecarasseverasymuymaquilladas.
—¿Sehahechodaño?—preguntóuna,másreprochadoraquepreocupada.—No,no,nada—aseguróGigi—,sólosehaasustado.—¿Porquévagabundeadelantedelapuerta?—dijolasegundaseñora.—¡PerosiesMomo!—gritóGigi,riéndose—.¡EsmiviejaamigaMomo!—¿Asíqueesaniñaexistedeverdad?—preguntósorprendida la terceraseñora
—. Yo siempre la había tenido por una de sus invenciones. Podíamos pasarlo enseguida a la prensa. «Reencuentro con la princesa de los cuentos», o algo así; esoharámuchoefecto.Loorganizaréinmediatamente.¡Quéhistoria!
—No—dijoGigi—,nomegustaríaeso.—Peroati,pequeña—laprimeraseñorasevolvió,sonriendoahora,aMomo—,
atisítegustaríasalirenlosperiódicos,¿verdad?—Dejeenpazalaniña—dijoGigi,molesto.Lasegundaseñoraechóunamiradaasureloj.—Sinovamosatodavelocidad,elaviónsenosirádelantedelasnarices.Yusted
sabeloqueestosignificaría.—Diosmío—contestóGigi,nervioso—,esqueyanopuedohablarunaspalabras
con tranquilidad conMomo, después de tanto tiempo.Ya lo ves,Momo, que esosnegrerosnomedejan.
—A nosotras nos es igual—replicó puntillosa, la segunda señora—. Nosotrassólo hacemos nuestro trabajo. Usted nos paga para que le organicemos sus citas,estimadojefe.
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—Sí, claro, claro—concedió Gigi—. Vámonos, pues. ¿Sabes qué,Momo? Tevienesconnosotrosalaeropuerto.Asípodremoshablarporelcamino.Y,después,michófertellevaráacasa.¿Deacuerdo?
NoesperóaqueMomocontestara,sinoquelallevódelamanohaciaelcoche.Lastresseñorassesentaronenelasientoposterior.GigisesentóalladodelchóferysentóaMomoensusrodillas.Sepusieronenmarcha.
—Bien —dijo Gigi—, ahora cuenta, Momo. Pero todo por orden. ¿Cómodesaparecistetanderepente?
Precisamente cuando Momo quería empezar a hablar del maestro Hora y susfloreshorarias,fuecuandounadelasseñorasseinclinóhaciaadelante.
—Perdón—dijo—,perosemeacabadeocurriruna idea fabulosa.DeberíamospresentaraMomoalaPublicFilm.Seríaexactamentelanuevaestrellainfantilquenecesitamos para su historia de vagabundos, que pronto se empezará a rodar.Imagínesequésensación:MomointerpretaaMomo.
—¿Esquenomehasentendido?—preguntóGigicondureza—.Noquieroque,bajoningúnconcepto,mezclealaniñaeneso.
—Laverdad, no sé loquequiere—respondió la señora, ofendida—.Cualquierotrosechuparíalosdedosporunaocasiónasí.
—¡Yo no soy cualquier otro! —gritó Gigi encolerizado. Vuelto hacia Momo,añadió—.Perdona,Momo;puedequenoloentiendas,peronoquieroqueesajauríatambiénteagarreati.
Ahoraestabanofendidaslastresseñoras.Gigi suspiró, se llevó las manos a la cabeza, después sacó del bolsillo de su
chalecounacajitadeplata,extrajodeellaunapíldorayselatomó.Duranteunosminutosnadiedijonada.Porfin,Gigisevolvióhacialasseñoras:—Perdonen —dijo, agotado—, no me refería a ustedes. Tengo los nervios
destrozados.—Estábien,yaestamosacostumbradas—dijolaprimeraseñora.—Yahora—prosiguióGigi,dedicándoleaMomounasonrisauntantotorcida—,
sólohablaremosdenosotros,Momo.—Unapreguntamás,antesdequeseademasiadotarde—interrumpiólasegunda
señora—. Es que estamos a punto de llegar. ¿No me podría dejar que le hicierarápidamenteunaentrevistaalaniña?
—¡Basta!—chilló Gigi, iracundo—. Yo quiero hablar ahora conMomo, y enprivado.Esimportanteparamí.¿Cuántasveceshabrédedecirlo?
—Ustedmismo siempre nos reprocha—replicó, iracunda también la señora—quenolehagolasuficientepublicidad.
—Esverdad—sollozóGigi—.Peronoahora.¡Ahorano!—Es una verdadera lástima—opinó la señora—.Haría llorar a la gente. Pero
comoustedquiera.Podemosdejarloparamásadelante,si…
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—¡No!—lainterrumpióGigi—.Niahoranimásadelante.Y,ahoracállese,porfavor,mientrashabloconMomo.
—Un momento —contestó la señora con igual vehemencia—, se trata de supublicidad, no de lamía.Ydebería reflexionar si en losmomentos actuales puedepermitirseeldejarescaparunaocasiónasí.
—¡No!—gritóGigi,desesperado—.Nomelopuedopermitir.PerodejaremosaMomofueradeljuego.Yahora,selosuplico,déjennosenpazalosdosdurantecincominutos.
Lasseñorassecallaron.Gigisepasólamano,agotado,porlosojos.—Ya lo ves. A eso hemos llegado—dejó oír una risita amarga—. No puedo
volvermeatrás,niaunquequisiera.Seacabó.Unacosatepuedodecir,Momo:lomáspeligroso que existe en la vida son las ilusiones que se cumplen. Por lo menos,cuandoocurre como enmi caso.Ya nomequeda nada con qué soñar.Ni siquieraentrevosotrospodríavolveraaprenderlo.Estoytanhartodetodo.
Miróporlaventanilla,triste.—Lo único que todavía podría hacer sería cerrar la boca, no contar nadamás,
enmudecer, quizá hasta el fin de mi vida, por lo menos hasta que se me hubieraolvidadoyvolvieraaserunpobrediablodesconocido.Peropobre,ysinilusiones…No,Momo,esoseráelinfierno.Poresoprefieroquedarmedondeestoy.Tambiénesun infierno, pero por lo menos es cómodo… ¡Qué tonterías estoy diciendo! Nopodrásentenderlo.
Momo sólo le miraba y entendía que estaba enfermo, mortalmente enfermo.Intuía que los hombres grises no eran ajenos a ello. Pero no sabía cómo ayudarlecuandoélmismonoloquería.
—Noparodehablardemímismo—dijoGigi—.Cuentaahora,porfin,quétehaocurridoatimientrastanto,Momo.
Enesemomento,elcocheparóanteelaeropuerto.Todosseapearonycorrieronhacialaterminal.AllíyaesperabanaGigialgunas
azafatasuniformadas.Unosperiodistas le fotografiabany lehacíanpreguntas.Perolasazafatasledabanprisa,porqueelaviónteníaquedespegarenpocosminutos.
Gigi se inclinó hacia Momo y la miró. De repente se le llenaron los ojos delágrimas.
—Escúchame,Momo—dijoenvoztanbajaquelosdemásnopudieranoírlo—,quédateconmigo.Tellevoconmigoenesteviajeyatodaspartes.Vivirásconmigoenmihermosacasayvestirásdesedayterciopelocomounaprincesadeverdad.Sólotendrás que escucharme. Puede que entonces se me vuelvan a ocurrir cuentos deverdad,comolosdeantes,¿teacuerdas?Sólotienesquedecirquesí,Momo,ytodosearreglará.Porfavor,ayúdame.
AMomolehabríagustadoayudaraGigi.Ledolíaelcorazónporello.Perosentíaque ése no era el buen camino, queGigi tenía que volver a ser Gigi y que no leserviría de nada el que ella dejara de serMomo. También sus ojos se llenaron de
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lágrimas. Movió la cabeza. Y Gigi la entendió. Asintió, triste, mientras que lasseñoras,alasqueélmismopagabaparaeso,selellevaron.Volvióasaludarconlamano,desdelejos.Momoledevolvióelsaludo,yyahabíadesaparecido.
DurantesuencuentroconGigi,Momonohabíapodidodecirniunasolapalabra.Yhabríatenidotantoquedecirle.Leparecíaqueahora,cuandolehabíaencontrado,lehabíaperdidodeverdad.
Sevolviólentamenteysedirigióalasalidadelaterminal.Deprontolerecorrióunsustotremendo:¡tambiénhabíaperdidoaCasiopea!
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—¿YMiseriaenlaabundancia
bien?¿Adónde?—preguntóelchófercuandoMomovolvióasentarseasuladoenelgrancochedeGigi.
Laniñamirabaantesí,consternada.¿Quédebíadecirle?¿Adóndequería ir? Tenía que buscar a Casiopea. Pero ¿dónde? ¿Dónde y cuándo la habíaperdido?DurantetodoelviajeconGigiyanoestabaconella,deestoestabaseguraMomo.AsíquedelantedelacasadeGigi.Yentoncesrecordóqueenelcaparazónhabía aparecido «Adiós» y «Buscarte».Estaba claro queCasiopea había sabido deantemano que se iban a perder.Demodo que iría a buscar aMomo. Pero ¿dóndedebíabuscarMomoaCasiopea?
—¿Qué,noteaclaras?—preguntóelchófer,mientrastamborileabaconlosdedossobreelvolante—.Tengootrascosasquehacerquellevarteatidepaseo.
—AcasadeGigi,porfavor—contestóMomo.Elchóferlamiróuntantosorprendido:—Creíaqueteníaquellevarteatucasa.¿Oacasovasavivirconnosotros?—No—contestóMomo—.Heolvidadoalgoenlacalle,yahorahedebuscarlo.Alchóferleparecióbien,porquedetodosmodosteníaqueirallí.Cuando llegaron ante la villa deGigi,Momo se apeó y empezó, en seguida, a
buscarporlosalrededores.—Casiopea—llamabaunayotravez,envozbaja—,Casiopea.—¿Quéesloquebuscas?—lepreguntóelchóferdesdelaventanilladelcoche.—La tortuga del maestro Hora—le respondióMomo—. Se llama Casiopea y
siempre sabe el futuro con media hora de antelación. Y escribe en su caparazón.Tengoqueencontrarla.¿Meayudas,porfavor?
—Notengotiempoparaestasbromasestúpidas—gruñó,yatravesólapuerta,quesecerródetrásdelcoche.
Así que Momo siguió buscando sola. Registró toda la calle, pero no vio aCasiopea.
«Podríaser»,pensóMomo,«queyasehubieraidohaciaelanfiteatro».Así pues, Momo hizo el mismo camino que había hecho al venir, caminando
lentamente. Mientras tanto, miraba en todos los rincones y buscaba en todas lascunetas.Unayotravezllamabaalatortuga.Envano.
Momonollegóalanfiteatrohastabienentradalanoche.Tambiénaquíloregistrótodometiculosamente,enlamedidaenquelefueposibleenlaoscuridad.Alimentabalatenueesperanzadequelatortugahubierallegadoalanfiteatroantesqueella.Pero,conlolentaqueera,esoeraimposible.
Momo se metió en la cama. Y ahora sí que por primera vez, estabacompletamentesola.
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Las próximas semanas las empleóMomo en recorrer la ciudad, sinmeta fija, parabuscaraBeppo.Comonadielepodíadecirdóndeestaba,nolequedabamásquelaesperanza desesperada de que sus caminos se cruzaran por casualidad. Pero, claroestá, en esa enorme ciudad, la posibilidad de que dos personas se encontraran porcasualidaderamenorqueunabarcadepescaencontraraantelacostalabotellaqueunosnáufragoshabíanechadoalaguaenmediodelocéano.
Y,noobstante,sedecíaMomo,podíaserqueestuvieranmuycerca.QuiénsabecuántasvecesellapasabaporunlugarenelqueBeppohabíaestadohacíaunahora,unminuto,quizáunsoloinstante.Oalrevés,cuántasvecespodríaocurrirqueBeppopasaría, a la corta o a la larga, por esa plaza o aquella esquina. Por eso, Momoesperabaavecesmuchashorasenunmismositio.Peroaunahorauotrateníaqueseguir.Yasívolvíaaserposiblequeseperdieran.
Qué bien le hubiera ido ahora tener aCasiopea. Si todavía hubiera estado conella,lehubieraaconsejado«Espera»o«Sigue»;peroasíMomonosabíanuncaquédebíahacer.TemíaperderaBeppoporesperarleytemíaperderlepornoesperarle.
Tambiénbuscabaalosniñosqueantessiemprehabíanidoaverla.Peronovioaninguno.Dehecho,novioningúnniñopor lacalle,yseacordóde laspalabrasdeNinodequeahorasecuidabadelosniños.
ElquelapropiaMomonuncafuerarecogidaporunpolicíaounadultoparaserllevadaaundepósitodeniñoseraporlavigilanciasecreta,ininterrumpidaporpartedeloshombresgrises.Porqueesonohubieraconvenidoasusplanes.PerodeesonosabíanadaMomo.
CadadíaibaunavezacomeracasadeNino.Peronopodíahablarconélmásqueelprimerdía.Ninosiempreteníalamismaprisaynuncateníatiempo.
Ylassemanasseconvirtieronenmeses.YMomosiempreestabasola.Unavez,sentadaalanochecerenlabarandilladeunpuente,vio,alolejos,sobre
otropuente,unapequeñafiguraencorvadaquemanejabaunaescobacomosilefueraen ello la vida.Momocreyó reconocer aBeppoygritóy agitó losbrazos, pero lafigura no interrumpió su actividad ni por un instante. Momo echó a correr, perocuandollegóalotroladoyanopudoveranadie.
—NohabrásidoBeppo—sedijoMomo,paraconsolarse—,nopuedehabersidoBeppo.YosécómobarreBeppo.
Algunos días se quedaba en casa, en el viejo anfiteatro, porque de repentepensabaqueBeppopodríapasarparaversiellayahabíavuelto.Siellanoestabaenaquelmomento,élcreeríaqueellaseguíadesaparecida.Tambiénaquílaatormentabalaideadequeesoyahubierapasado,alomejorayer,ohacíaunasemana.Asíqueesperaba,siempreenvano,claro.Finalmentepintó,congrandes letras,en lapared:«Hevuelto».Peronuncaloleyónadiemásqueellamisma.
Hubounacosaquenolaabandonóentodoesetiempo:elvivorecuerdodeloquehabíavividojuntoalmaestroHora,delasfloresydelamúsica.Sóloteníaquecerrar
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losojosyescuchardentrodesíparaverlarelucientemagnificenciadecoloresdelasfloresylamúsicadelasvoces.E,igualqueelprimerdía,podíarepetirlaspalabrasycantarlasmelodías,aunqueéstasnacíancadaveznuevasynuncaeranlasmismas.
Estuvodíasenterossentadaenlasgradasdepiedrahablandoycantandosola.Nohabíanadieparaescucharla,salvolosárboles,lospájarosylasviejaspiedras.
Haymuchas clases de soledad, peroMomovivía una quemuy pocos hombresconocen,ymenoscontantafuerza.
Leparecíaestarencerradaenunacavernarodeadaderiquezasincontablesquesehacían cadavezmásymayoresy amenazaban asfixiarla.Ynohabía salida.Nadiepodíallegarhastaellayellanosepodíahacernotaranadie,tanaplastadaestababajounamontañadetiempo.
Incluso llegaron horas en que deseaba no haber oído nunca lamúsica ni habervistoloscolores.Noobstante,silahubiesendadoaelegir,nohabríarenunciadoaeserecuerdopornadadelmundo.Aunquesehubieramuertoporello.Puesesoeraloquevivíaahora:quehayriquezasquelomatanaunosinopuedecompartirlas.
Cadapocosdías,MomoibaalavilladeGigiyesperabamuchotiempodelantedelapuerta del jardín. Esperaba volver a verle una vez más.Mientras tanto, estaba deacuerdo con todo. Quería quedarse con él, escucharle y hablarle, aunque no fueracomoantes.Perolapuertanovolvióaabrirsenuncamás.
Fueronpocosmeseslosquepasaronasí,ynoobstantefuelatemporadamáslargaqueMomoexperimentójamás.Porqueelverdaderotiemponosepuedemedirporelrelojoelcalendario.
Pocosepuedeexplicardeunasoledadasí.Quizábastecondecirlosiguiente:siMomo hubiera sabido encontrar el camino hasta el maestro Hora —y lo intentómuchasveces—habríaidoylehabríapedidoquenoleconcedieramástiempooqueledejaraquedarseconélenlacasadeNingunaParteparasiempre.
Pero sin Casiopea no sabía encontrar el camino. Y Casiopea seguía perdida.AcasohabíavueltohacíatiempojuntoalmaestroHora.Osehabíaperdidoenalgúnlugardelmundo.Elcasoesquenovolvió.
Enlugardeesoocurrióotracosamuydistinta.Undía,Momoseencontróenlaciudadcontresdelosniñosqueantessiempre
ibanaverla.SetratabadePaolo,BlancoyMaría,queentoncessiemprellevabaasuhermanitoDedé.Lostresteníanunaspectomuydiferente.Llevabanunaespeciedeuniformegris,ysuscarasparecíannotablementerígidasysinvida.
InclusocuandoMomolossaludójubilosamenteapenassonrieron.—Oshebuscadotanto—dijoMomo,sinaliento—.¿Volveréisconmigoahora?Lostresintercambiaronunamirada,despuésmovieronlacabezanegativamente.
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—¿Mañana,quizá?—preguntóMomo—.¿Opasado?Lostresvolvieronamoverlacabeza.—¡Volved!—lespidióMomo—.Siantessiempreveníais.—¡Antes!—contestóPaolo—.Peroahoratodoesdiferente.Nonosdejanperder
eltiempoinútilmente.—Perosiesonolohemoshechonunca—dijoMomo.—Sí,erabonito—dijoMaría—,peroesonoimporta.Lostresniñossiguieronadelanteatodaprisa.Momocaminóasulado.—¿Adóndevaisahora?—quisosaber.—Alaclasedejuegos—contestóBlanco—.Allíaprendemosajugar.—¿Aqué?—preguntóMomo.—Hoy jugamos a tarjetas perforadas—explicóPaolo—.Esmuyútil, pero hay
queprestarmuchaatención.—¿Ycómofunciona?—Cadaunodenosotros representauna tarjetaperforada.Cada tarjetaperforada
contienegrannúmerodeindicaciones:latalla,laedad,elpesoyasí.Pero,claro,noloque seesen realidad,porque seríademasiado sencillo.Avecesno sonmásquenúmeros largos, por ejemploMUX/763/y.Entonces nosmezclan y nosmeten en unarchivo.Y,entonces,unodenosotroshadeencontrarunafichadeterminada.Tienequehacerpreguntas,de talmaneraqueelimine todas lasdemás tarjetasysequedeconunasola.Elquelohacemásdeprisahaganado.
—¿Yesoesdivertido?—preguntóMomo,untantodudosa.—Esonoimporta—dijoMaría,unpocomiedosa—,nosepuedehablarasí.—¿Yquéesloqueimporta?—quisosaberMomo.—Elqueseaútilparaelfuturo—contestóPaolo.Mientras tanto habían llegado delante de la puerta de una casa grande, gris.
«Depósitodeniños»,poníaencimadelapuerta.—Tengotantascosasquecontaros—dijoMomo.—Puedequealgúndíavolvamosavernos—contestóMaría,triste.Asualrededorhabíamásniños,queentrabantodosporlapuerta.Todosteníanel
mismoaspectoquelosamigosdeMomo.—Atuladoeramásdivertido—dijoBlanco,depronto—.Siempresenosocurría
algoanosotrosmismos.Peroconesonoseaprendenada,dicen.—¿Esquenopodéisescaparos?—propusoMomo.Lostresmovieronlacabezaymiraronalrededor,porsialguienlohabíaoído.—Yolointentéunpardeveces,alprincipio—susurróBlanco—,peronomerece
lapena.Siemprevuelvenapescarte.—No se puede hablar así —dijo María—, al fin y al cabo, ahora cuidan de
nosotros.Todoscallaronymiraronantesí.Porfin,Momotomóánimosypreguntó:—¿Nomepodríaisllevarconvosotros?Ahoraestoysiempresola.
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Peroentoncesocurrióalgonotable:antesdequelosniñospudierancontestar,unafuerzaenorme,comounimán,losarrastródentrodelacasa.Lapuertasecerróconunestallidotrasellos.
Momolohabíaobservadoasustada.Noobstante,alcabodeunratitoseacercóala puerta para llamar o tocar el timbre. Quería pedir una vezmás que también ladejaran jugar a ella, fueran los juegosque fueran.Peroapenashabíadadounpasohacialapuerta,cuandoquedóparalizadaporelsusto.Entreellaylaparedaparecióderepenteunhombregris.
—Novalelapena—dijoconunadelgadasonrisa,conelcigarroenlacomisuradelaboca—.Nilointentes.Nonosinteresaqueentresaquí.
—¿Porqué?—preguntóMomo.Volvíaanotarcómosubíaporellaunfríoglacial.—Porquecontigohemosprevistootracosa—explicóelhombregris,exhalando
unanillodehumoquesecolocó,comounlazo,alrededordelcuellodeMomo,dondetardómuchoendesaparecer.
Pasabalagente,perotodosteníanmuchaprisa.Momoseñaló conel dedohacia el hombregrisyquisogritarpidiendoauxilio,
peronopudoproducirningúnsonido.—¡Déjaloestar!—dijoelhombregris,mientras soltabauna risacenicienta, sin
alegría—. ¿Tan poco nos conoces todavía? ¿No sabes todavía lo poderosos quesomos? Te hemos quitado todos tus amigos. Nadie puede ayudarte. Y tambiénnosotrospodemoshacercontigoloquequeramos.Perotodavíateperdonamos,comopuedesver.
—¿Porqué?—pudopreguntarMomo,conesfuerzo.—Porquequeremosquenoshagasunpequeñofavor—respondióelhombregris
—.Sieresrazonable,puedesganarmuchoparatiyparatusamigos.¿Quéteparece?—Bien—susurró.Elhombregrissonrió.—Entoncesnosencontraremosamedianocheparaunadiscusión.Momoasintiómuda.Peroelhombregrisyanoestaba.Sóloquedabaenelaireel
humodesucigarro.Nohabíadichodóndeteníanqueencontrarse.
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MMuchomiedoymásvalor
omo tenía miedo de volver al viejo anfiteatro. Le parecía seguro que elhombregris,quelahabíacitadoparamedianoche,iríaallí.
Y Momo tenía un pánico terrible cuando pensaba que estaría allítotalmentesolaconél.
No,noqueríavolveraverlenuncamás,niallínienningúnotrositio.Cualquieraque fuera la propuesta que tenía que hacerle, estabamuy claro que no significaríanadabuenoniparaellaniparasusamigos.
Pero¿dóndepodríaescondersedeél?Elsitiomásseguroleparecíaserenmediodelamuchedumbre.Ciertoquehabía
visto que nadie le había prestado atención, ni a ella ni al hombre gris, pero si deverdadlehacíaalgoyellapedíaauxilio,lagentelaatenderíaylasalvaría.Además,sedecía,enmediodeunamuchedumbreeramásdifícildeencontrar.
Así que, durante todo el resto de la tarde, hasta bien entrada la noche,Momocaminóentrelagenteporlascallesyplazasmástransitadashastaque,habiendodadounagranvuelta,volvióalmismopuntoenquehabíacomenzadosucamino.Lohizootravez,yunatercera;sedejaballevarporlacorrientedegente,siempreconprisas.
Pero ya había caminado todo el día, y le dolían los pies de cansancio. Se hizotarde,yMomoandabamediodormida,yandabayandaba…
«Nodescansarémásqueunmomento»,pensóporfin,«sólounpequeñoinstante,yentoncespodrévigilarmejor…».
Junto al bordillohabía, en aquel lugar, un triciclode reparto, cargado con todaclasedesacosycajas.Momosesubióaélyseapoyócontraunsacoagradablementeblando.Alzó los cansados pies y los recogió debajo de su falda. ¡Ah, qué bien seestaba!Suspiróaliviada,searrebujócontraelsacoysedurmiódeagotamientoantesdequesehubieradadocuenta.
Laagitaronsueñosconfusos.VioalviejoBeppo,queusabasuescobacontiento,mientrassebalanceabasobreunacuerdaporencimadeunabismotenebroso.
—¿Dóndeestáelfinal?—leoíagritarunayotravez—.Noencuentroelfinal…Ylacuerdaparecía,efectivamente,interminable.Desaparecíaenlaoscuridadpor
ambosextremos.Momohabría querido ayudar aBeppo, pero ni siquiera consiguió que la viera.
Estabademasiadolejos,demasiadoarriba.DespuésvioaGigiquesesacabadelabocaunainterminabletiradepapel.Tiraba
ytiraba,perolacintadepapelniseacababaniserompía.Gigiestabayaencimadeunamontañadetirasdepapel.AMomoleparecióquelamirabasuplicante,comosiyanopudierarespirarsiellanoleayudaba.
Quisocorrerensuayuda,perosuspiesseenredaronenlastirasdepapel.Cuantomásintentabalibrarsedeellas,másseenredaba.
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Entonces vio a los niños. Eran planos como naipes. En cada carta se habíanperforado muchos agujeros. Se barajaban las cartas, que tenían que ordenarse denuevo y les perforaban más agujeros. Los niños naipes lloraban en silencio, perovolvíanabarajarlos,conloquehacíanunruidotrepidante.
«¡Alto!»,queríagritarMomo,«¡Paren!».Pero la trepidación eramás fuerte que su débil voz. Y se hacía cada vezmás
fuerte,hastaquesedespertó.Enunprimermomentonosupodóndeseencontraba,porquetodoestabaoscuro.
Peroentoncesrecordóquesehabíamontadoenuntriciclo.Yeltricicloestabaahoramoviéndoseysumotorhacíaruido.
Momosesecólasmejillas,húmedasdelágrimas.¿Dóndeestaba?Eltriciclodebíahabercirculadounbuenratosinqueellasedieracuenta,porque
yaestabaenaquellapartedelaciudadquedenocheparecíadeshabitada.Lascallesestabandesiertasylascasasoscuras.
Eltriciclonoibaaprisa,yMomosaltódeélantesdepensárselodosveces.Queríavolver a las calles animadas, donde se creía segurade los hombresgrises.Peroderepenterecordóloquehabíasoñado,yseparó.
Elruidodelmotorseperdiólentamenteenlascallesoscuras,ysehizoelsilencio.Momo ya no quería huir. Se había ido con la esperanza de salvarse. Todo el
tiempohabíapensadosóloensímisma,ensupropioabandono,ensumiedo.Cuandoen realidaderan susamigos losqueestabanenpeligro.Sihabíaalguienquepodíaayudarlostodavíaeraella.Porpequeñaquefueralaposibilidaddequeloshombresgrisessoltaranasusamigos,habíaqueintentarlo.
Despuésdepensaresto,sintió,depronto,uncambiodentrodesí.Elsentimientodemiedoydesamparosehabíahechotangrandeque,repentinamente,sevolvióensu contrario. Lo había superado. Ahora se sentía tan valerosa y confiada como siningunafuerzadelmundopudierahacerlenada;o,mejordicho,yanoleimportabanadaloquelepudieraocurrir.
Ahoraqueríaencontrarseconloshombresgrises.Loqueríaacualquierprecio.«Tengo que volver en seguida al anfiteatro», se dijo, «puede que no sea
demasiadotarde,puedequemeesperetodavía».Peroesoeramásfácildecirloquehacerlo.Nosabíadóndeestaba,ynoteníala
menorideadehaciadóndeteníaqueir.Aunasí,sepusoacaminarenunadireccióncualquiera.
Siguió andandoy andando a través de las calles oscuras,muertas.Y, como ibadescalza,nooíasiquieraelruidodesuspropiospasos.Cadavezqueentrabaenunacalle nueva esperaba encontrar algo que le dijera a dónde tenía que ir, esperabareconoceralguna señal.Peronoencontróninguna.Ni siquierapodíapreguntarleelcaminoanadie,porqueelúnicoservivoconelquesecruzófueunperroflaco,sucio,quebuscabaalgocomestibleenunmontóndebasurayquehuyó,miedoso,encuantoseacercó.
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Por fin, Momo llegó a una plaza inmensa, vacía. No era una de esas plazasbonitas,conárbolesofuentes,sinosólounagransuperficievacía.Sóloensuextremosedestacabancontraelcielonocturnolosperfilesdelascasas.
Momoatravesólaplaza.Cuandoacababadellegarasucentro,comenzóasonar,cerca,uncampanario.Sonómuchasveces,demodoquepodíasermedianoche.Sielhombregris laesperabaenelanfiteatro,pensóMomo,yanollegaríaa tiempoparaencontrarseconél.Seiría,sinhaberresueltonada.Habríaperdidolaoportunidaddeayudarasusamigos,quizáparasiempre.
Momosemordióelpuño.¿Quédebía,quépodíahacer?Nolosabía.—¡Estoyaquí!—gritótodolofuertequepudo,hacialaoscuridad.Noteníalamenoresperanzadequeelhombregrislapudieraoír.Peroenesose
equivocaba.Apenassehabíaacabadoelecodelaúltimacampanada,cuandosehizonotaren
todas las calles que llevaban a la plaza, a la vez, un tenue brillo luminoso, queaumentabarápidamente.Momosediocuentadequeeranlosfarosdemuchoscochesqueseacercabandesde todos los ladoshaciaelcentrode laplaza.Haciacualquierladoquesevolviera,siempreseencontrabaconunchorrodeluz,demodoquetuvoqueprotegerselosojosconlamano.¡Yavenían!
Momonohabíacontadoconunamovilización tal.Porun instante sintióque laabandonaba el valor. Y como estaba rodeada y no podía huir, se escondió lo quepudo,ensuchaquetóndehombre,demasiadogrande.
Perodespuéspensóenlasfloresyenlasvocesdelagranmúsica,yenseguidasesintióconsoladayconfortada.
Con los motores ronroneando, los coches se habían acercado más y más.Finalmente separaron,uno junto aotro, formandoungrancírculo cuyocentro eraMomo.
Entoncesseapearonloshombresgrises.Momonopodíavercuántoseran,porquesequedaronenlaoscuridad,detrásdelosfaros.Perosintióquemuchasmiradasseposabanenella,miradasquenoconteníannadabueno.Tuvofrío.
Duranteunrato,nadiedijonada,niMomoniningunodeloshombresgrises.—Asíqueésta—oyó,porfin,quedecíaunavozcenicienta—eslaniñaMomo,
quecreíapoderenfrentarseanosotros.Miradla,quépoquitacosa.Aesas palabras siguióun ruido castañeante que, desde lejos, podía parecerse a
unarisaamuchasvoces.—¡Cuidado!—dijo,retenida,otravozcenicienta—.Sabenlopeligrosaquepuede
llegaraseresaniña.Novalelapenatratardeengañarla.Momoseavivó.—Estábien—dijo,desde laoscuridadmás alláde los faros, laprimeravoz—,
vamosaintentarlo,pues,conlaverdadpordelante.De nuevo hubo un largo silencio.Momo sintió que los hombres grises temían
decirlaverdad.Parecíacostarlesunesfuerzoincreíble.Momooyóalgoqueparecía
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unjadeodemuchasgargantas.Por fin volvió a hablar uno. La voz llegaba de otra dirección, pero igual de
cenicienta:—Hablemos, pues, con franqueza. Estás sola, querida niña. Tus amigos están
fueradetualcance.Yanohaynadieconquienpuedascompartirtutiempo.Todoesoloplaneamosnosotros.Yaveslopoderososquesomos.Novalelapenaresistirseanosotros.Todasesashorassolitarias,¿quéson,ahora,parati?Unamaldiciónqueteaplasta,unpesoqueteasfixia,unmarqueteahoga,unatorturaquetequema.Estásmarginadadetodoslosdemáshombres.
Momoescuchabayseguíacallando.—Llegará un momento —continuó la voz—, en que no lo soportarás, acaso
mañana, dentro de una semana, dentro de un año. A nosotros nos es igual, noslimitamosaesperar.Porquesabemosquetardeotempranovendrás,arrastrándote,ydirás:«Estoydispuestaatodo,perolibradmedeestacarga».¿Oyahasllegadoaesepunto?Notienesmásquedecirlo.
Momomoviólacabeza.—¿Noquieresqueteayudemos?—preguntó,glacial,lavoz.DesdetodosladoscayósobreMomounaoladefrío,peroellaapretólosdientesy
volvióamoverlacabeza.—Sabesloqueeseltiempo—murmuróotravoz.—EsodemuestraquerealmentehaestadoconAlguien—contestó,enelmismo
tono,laprimeravoz,parapreguntar—.¿ConocesalmaestroHora?Momoasintió.—¿Hasestadoconél,deverdad?Momoasintiódenuevo.—¿Asíqueconoceslasfloreshorarias?Momoasintióporterceravez.¡Ytantoquelasconocía!Volvióahacerseun largo silencio.Cuando lavozvolvió ahablar, vinodeotra
dirección.—Quieresatusamigos,¿verdad?Momoasintió.—¿Ytegustaríalibrarlosdenuestropoder?Momoasintióotravez.—Podríashacerlo,sóloconquequisieras.Momoseapretómásaúnelchaquetón,porquetiritabadefríodelacabezaalos
pies.—Notecostaríamásqueunapequeñezlibraratusamigos.Nosotrosteayudamos
ytúnosayudas.Meparecequeesjusto.Momomiróatentamentehacialazonadedondeproveníalavoz.—AnosotrostambiénnosgustaríaconocerpersonalmenteaesetalmaestroHora,
¿sabes?Peronosabemosdóndevive.Sóloqueremosdetiquenoslleveshastaél.Eso
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estodo.Sí,Momo,escuchabien,paraconvencertedequehablamoscontigocontotalfranquezayhonradez:acambiotedevolvemosatusamigosypodréisvivirvuestraviejavida,alegreydivertida.Meparecequeesunbuentrato.
Momoabriólabocaporprimeravez.Lecostabahablar,porqueleparecíatenerloslabioscongelados.
—¿QuéqueréisdelmaestroHora?—preguntólentamente.—Queremosconocerle—replicólavozcondureza,yelfríoaumentó—.Esote
hadebastar.Momo calló y esperó. Corrió cierto movimiento entre los hombres grises.
Parecíanponerseintranquilos.—No te entiendo—dijo la voz—. Piensa en ti y en tus amigos. ¿Por qué te
ocupas del maestro Hora? Es lo suficientemente mayor como para ocuparse de símismo.Y,además,siesrazonableyllegaaunacuerdoamistosoconnosotros,noletocaremos siquiera un cabello. En caso contrario, tenemos nuestros medios paraobligarle.
—¿Aqué?—preguntóMomoconloslabiosmorados.Derepente,lavozsonóchillonayagotada,cuandocontestó:—Estamoshartosdereunirpenosamente,unaauna,lashoras,losminutosylos
segundosde loshombres.Queremos todo el tiempode todos loshombres.Y tienequedárnosloHora.
Momomiróhorrorizadaenladireccióndelaqueveníalavoz.—¿Yloshombres?—preguntó—.¿Quéserádeellos?—Loshombres—gritó lavoz, en falsete—hace tiempoque son inútiles.Ellos
mismos han convertido el mundo en un lugar donde ya no hay sitio para ellos.Nosotrosdominaremoselmundo.
El frío ahora era tan terrible, que Momo sólo podía mover los labios condificultad,peronopodíadecirpalabra.
—Pero no te preocupes, pequeña Momo —prosiguió la voz ahora baja yhalagadora—, tú y tus amigos, vosotros quedáis excluidos. Seréis los últimoshombres que jueguen y se cuenten historias. No os mezclaréis más en nuestrosasuntosynosotrososdejaremosenpaz.
Lavozcalló,perocomenzóahablardenuevo,alpoco,desdeotradirección:—Sabes que hemos dicho la verdad.Mantendremos nuestra promesa. Y ahora
llévanosacasadeHora.Momointentóhablar.Casihabíaperdidoelconocimientoporelfrío.Despuésde
variosintentosconsiguiódecir:—Niaunquepudieraloharía.Desdealgúnlugarllegóunavozamenazadora:—¿Quésignificaesodequesipudieras?Sípuedes.HasestadoencasadeHora,o
seaquesabeselcamino.—Noloencontraríadenuevo—susurróMomo—;loheintentado.SóloCasiopea
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losabe.—¿Quiénesésa?—LatortugadelmaestroHora.—¿Dóndeestáahora?Momo,apenasconsciente,tartamudeó:—Volvió…conmigo…pero…lahe…perdido.Comodemuylejosseoyóunagranconfusióndevocesexcitadas.—¡Alarma general! —oyó gritar—. Hay que encontrar la tortuga. Hay que
registrartodaslastortugas.¡HayqueencontraraCasiopea!Lasvoces sedifuminaron.Sehizoel silencio.Momose recuperópocoapoco.
Estabasolaenmediodelagranplaza,sobrelaquesólosoplabaunarachadevientogris,unvientoqueparecíanovenirdeningúnlado,unvientohelado.
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M
Cuandoseprevésinmiraratrás
omonosabíacuántotiempohabíapasado.Elcampanariosonabadevezencuando, pero Momo apenas lo oía. Muy lentamente volvía a su cuerpoentumecidoelcalor.Sesentíacomoparalizadaynosabíadecidirseanada.
¿Tenía que ir al viejo anfiteatro y ponerse a dormir? ¿Ahora, cuando habíandesaparecido todas las esperanzas para ella y sus amigos? Porque ahora sabía quenuncavolveríaaserigualqueantes…
AelloseañadíaelmiedoporCasiopea.¿Quéocurriríasi loshombresgrises laencontraban?Momoempezóahacerseamargosreprochesporhabermencionadoalatortuga. Pero había estado tan atontada que no había tenido oportunidad dereflexionar.
—Ypuedeser—tratabadeconsolarseMomo—queCasiopeayaestédevueltacon elmaestroHora.Sí. ¡Ojaláyanomebusque!Sería una suerte, tantopara ellacomoparamí…
En esemomento, algo tocó con suavidad su pie.Momo se asustó y se agachólentamente.
¡Anteellaestabalatortuga!Enlaoscuridadrelucíanlaspalabras«Yaestoyaquí».Sinpensárselo,Momola recogióy laocultódebajodelchaquetón.Entoncesse
enderezó y escuchó y miró en la oscuridad, porque temía que los hombres grisespudieranestarcercatodavía.
Perotodoestabasilencioso.Casiopeapataleaba con fuerza bajo el chaquetón e intentaba soltarse.Momo la
sujetabaconfuerza,peromiróhaciaellaysusurró:—¡Porfavor,estatequieta!«¿Aquévienenestastonterías?»,poníaenelcaparazón.—Notienenqueverte—susurróMomo.Ahoraaparecieronenelcaparazónlaspalabras«¿Noestáscontenta?».—¡Claro!—dijoMomo,ycasisollozó—.¡Claro,Casiopea,ytanto!Ylabesórepetidamenteenlanariz.Las letras en el caparazón de la tortuga enrojecieron visiblemente cuando
contestó:«¡Porfavor!».Momosonrió.—¿Mehasbuscadotodoeltiempo?«Cierto».—¿Ycómohasvenidoaencontrarmeprecisamenteaquíyjustoahora?«Lopreveía».AsíquelatortugahabíaestadobuscandotodoeltiempoaMomo,aunsabiendo
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quenolaencontraría.Entonces,nohabríahechofaltaquelabuscara.EsoeraotrodelosenigmasdeCasiopeaquehacíaqueunosevolvieralocosilopensabademasiadotiempo.Peroahora,porlomenos,noeraelmomentomásapropiadoparareflexionarsobreesacuestión.
Momolecontóensusurrosalatortugaloquehabíaocurridomientrastanto.—¿Quéhemosdehacerahora?—preguntó,alfin.Casiopea había escuchado atentamente. Ahora aparecieron en su caparazón las
palabras:«VamosaveraHora».—¿Ahora?—preguntóMomo, aterrada—. ¡Pero si te estánbuscandopor todas
partes!Sóloaquínoestánahora.¿Noseríamejorquedarseaquí?Peroenlatortugasóloponía:«Yosé,nosvamos».—Entonces—dijoMomo—iremosaparardirectamenteasusmanos.«Noencontraremosanadie»,eralarespuestadeCasiopea.Pues bien, si lo sabía con toda seguridad, se podía fiar de ella.Momo dejó a
Casiopea en el suelo. Pero entonces pensó en el largo y penoso camino que habíarecorridolaotravezysintió,depronto,quenotendríalasfuerzasnecesarias.
—Ve sola, Casiopea—dijo en voz baja—, yo no puedo más. Ve sola y dalerecuerdosalmaestroHora.
«Esmuycerca»,poníaenlaespaldadeCasiopea.Momololeyóysevolvió,asombrada.Pocoapocosediocuentadequeestabaen
aquelbarriomíseroycomodesiertodelquehabíapasado,lavezanterior,alazonadelascasasblancasyaquellaluztancuriosa.Sieraasí,acasopodríallegartodavíahastalacalledeJamásylacasadeNingunaParte.
—Está bien—dijoMomo—, voy contigo. ¿Pero no podría llevarte, para ir unpocomásdeprisa?
«No»,poníaenelcaparazóndeCasiopea.—¿Porquétienesquearrastrartetúmisma?—preguntóMomo.Aestovinolaenigmáticarespuesta:«Elcaminoestáenmí».Conesto,latortugasepusoenmarchayMomolasiguió,pocoapocoypasitoa
pasito.
Apenas la niña y la tortuga habían desaparecido por una de las callejuelas, lassombrasdelascasasalrededordelagranplazacobraronvida.Recorriólaplazaunarisitacenicienta.Setratabadeloshombresgrises,quehabíanespiadotodalaescena.Una parte de ellos se había quedado atrás para observar secretamente a la niña.Habíantenidoqueesperarmucho,peroniellosmismoshabíanpensadoquelalargaesperatendríatantoéxito.
—¡Allávan!—susurróunavozcenicienta—.¿Lascogemos?—Claroqueno—murmuróotra—.Lasdejamosmarchar.—¿Porqué?—preguntó laprimeravoz—.Si tenemosquecazar la tortuga,nos
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handicho.Acualquierprecio.—Esverdad.¿Yparaquélaqueremos?—ParaquenoslleveacasadeHora.—Exacto.Yes justo loqueestáhaciendo.Ynisiquiera tenemosqueobligarla.
Lohacevoluntariamente…,aunquesinquerer.Volvióarecorrerlassombrasdelaplazaunarisitaátona.—Pasen en seguida la noticia a todos los agentes de la ciudad. Puede
interrumpirse la búsqueda. Que todos se unan a nosotros. Pero cuidado, señores.Ningunodenosotroshadeinterponerseensucamino.Quelesdejenlavíalibre.Nohan de encontrarse con ninguno de nosotros.Y ahora, señores, sigamos a nuestroscándidosguías.
DeahíqueMomoyCasiopeanoseencontraran,efectivamente,conningunodesus perseguidores. Porque fueran donde fueran, los perseguidores las esquivaban ydesaparecíanatiempo,parajuntarseasuscompañerosqueibandetrásdelaniñaylatortuga.Unaprocesióndehombresgrisescadavezmáslarga,seguíaensilencioalasdosfugitivas,manteniéndosesiempreocultadetrásdeunaesquina.
Momoestaba tancansadacomono lohabíaestadonuncaen todasuvida.Avecescreíaquealinstantesiguienteibaacaerseyquedarsedormida.Peroseobligabaadarelpasosiguiente,yelsiguienteaéste.Y,duranteunbreveratito,parecíairmejor.
¡Silatortuganohubieraidotanlenta!Peronopodíahacerlenada.Momoyanomirabaniaderechaniaizquierda,sinosólosuspropiospiesyaCasiopea.
Despuésde loque leparecióunaeternidadsediocuentadeque lacalle se ibahaciendomásclara.Momoalzólospárpados,queleparecíanpesarcomoplomo,ymiróalrededor.
¡Sí!Porfinhabíanllegadoaaquelbarrioenquehabíaaquellaluzquenoeraelamanecerni el atardecerydonde las sombras seproyectaban en todasdirecciones.Las casas erandeunblanco resplandeciente con susventanasnegras.Yahí estabatambién aquel curioso monumento, que no representaba nada más que un huevogigantescosobreunsillardepiedranegra.
Momocobróánimos,porqueyanopodíafaltardemasiadoparallegaracasadelmaestroHora.
—Porfavor—ledijoaCasiopea—,¿nopodríamosirunpocomásdeprisa?«Cuantomáslento,másaprisa»fuelarespuestadelatortuga.Siguióarrastrándose,acasomáslentamentequeantes.YMomonotó—comola
primera vez—que, precisamente por eso, avanzabanmás de prisa. Era como si lacalle se deslizara debajo de sus pies, tanto más de prisa cuanto más lentamentecaminaban.
Ésteeraelsecretodeaquelbarrio:cuantomáslentamentecaminaban,tantomásdeprisa avanzaban.Y cuantomás se apresuraban,menos se adelantaba.Esono lo
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habían sabido la otra vez, cuandoperseguían aMomoen tres coches, los hombresgrises.AsíseleshabíaescapadoMomo.
¡Laotravez!Pero ahora las cosas erandeotromodo.Porque ahoranoquerían alcanzar a la
niñanialatortuga.Ahoralasseguíantanpoquitoapococomocaminabanaquéllas.Yasítambiénellosdescubrieronestesecreto.Lentamente,lascallesblancasdetrásdelas dos se llenaron con un ejército de hombres grises. Y como éstos sabían ahoracómohabíaquemoverse,ibaninclusomáslentamentetodavíaquelatortuga,porloqueibanalcanzándola.Eracomounacarreraalrevés,unacarreradelentitud.
El camino iba en zigzag a través de aquellas calles de sueño, más y másprofundamentedentrodelbarrioblanco.EntoncesllegaronalaesquinadelacalledeJamás.CasiopeayahabíaentradoenellaymarchabahacialacasadeNingunaParte.Momoseacordódequeenesacallenohabíapodidoavanzarhastaquesehabíadadolavueltaycaminabahaciaatrás.Poresolovolvióahacerahora.
Elcorazóncasiseleparódelsusto.Losladronesdetiemposeacercabancomounmurogris,móvil,unoalladodel
otro,llenandotodalaanchuradelacalle,hileratrashilerahastadondealcanzabalavista.
Momogritó,peronopudooírsupropiavoz.AnduvohaciaatrásporlacalledeJamásymiró,conojoscomoplatos,elejércitodehombresgrisesquelaseguía.
Perodenuevoocurrióalgonotable:cuandolosprimerosperseguidoresintentaronentrarenlacalledeJamás,sedisolvieron,antelosojosdeMomo,literalmenteenlanada.Primerodesaparecieronsusmanosadelantadas,luegolaspiernasyloscuerposyfinalmentelascaras,enlasquehabíaunaexpresióndesorpresayterror.
PeroMomonoera laúnicaqueobservóeste suceso, sino también loshombresgrises que venían detrás. Los primeros se apretaron contra la masa de los queempujabanpordetrás,porloque,duranteunrato,hubocomounapeleaentreellos.Momoviolascarasiracundasysuspuñosamenazadores.Peroningunoseatrevióaseguirlamásallá.
Porfin,MomollegóalacasadeNingunaParte.Seabrióelgranportaldemetalverde.Momoselanzóporél,atravesócorriendo
el pasillo con las estatuas de piedra, abrió la puertecita del otro extremo, pasó porella,recorriólasalaconlosinnumerablesrelojeshacialasalitaenelcentro,entrelosrelojesdepie, seechóenel sofáyescondió lacaraenuncojín,paranovernioírnadamás.
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H
Losencerradoshandedecidirse
ablabaunavozsuave.Momo salió lentamente de la profundidad de su sueño. Se sentía
refrescadaydescansadademodomaravilloso.—Laniñanotienelaculpa—oyódeciralavoz—,perotú,Casiopea,¿porquélo
hashecho?Momo abrió los ojos. Junto a la mesita, delante del sofá, estaba sentado el
maestro Hora. Miraba con cara apesadumbrada hacia el suelo, donde estaba latortuga.
—¿Nopodíasimaginartequeloshombresgrisesosseguirían?«Sólopreveo»,aparecióenelcaparazóndelatortuga,«nomedito».ElmaestroHoramoviólacabeza,suspirando.—¡Ay,Casiopea!Aveceseresunenigmainclusoparamí.Momosesentó.—¡Ajá!NuestrapequeñaMomohadespertado—dijo,amablemente,elmaestro
Hora—.Esperoqueteencuentresbien.—Muybien,gracias—contestóMomo—.Perdonaquemehayadormidoaquí.—Notepreocupes—contestóelmaestroHora—.Estábien.Nohacefaltaqueme
digasnada.En lamedida enqueno lo hayaobservadoyomismopor las gafas devisióntotal,Casiopeamelohacontadotodo.
—¿Yquéhaydeloshombresgrises?—preguntóMomo.ElmaestroHorasacódelbolsilloungranpañueloazul.—Nos sitian. Han rodeado totalmente la casa de Ninguna Parte. Hasta donde
puedenacercarse,claro.—Nopuedenentraraquí,¿verdad?—preguntóMomo.ElmaestroHorasesonó.—No.Túmismahasvistocómosedisuelvenenlanadaencuantopisanlacalle
deJamás.—¿Ycómoeseso?—quisosaberMomo.—Espor laaspiracióndel tiempo—contestóelmaestroHora—.Sabesqueallí
hayquehacerlotodoalrevés,¿no?YesquealrededordelacasadeNingunaParte,eltiempo corre al revés.Normalmente, el tiempo entra en ti. Por tener cadavezmástiempo dentro de ti, envejeces. Pero en la calle de Jamás, el tiempo sale de ti. Sepuede decir que te has vueltomás jovenmientras la recorrías. Nomucho, sólo eltiempoquetardabasenrecorrerla.
—Nomehedadocuentadenada—dijoMomo,sorprendida.—Claro —explicó el maestro Hora, sonriendo—; para un hombre, apenas
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significanada,porqueesmuchascosasmás,ademásdeltiempoquehayenél.Peroconloshombresgrisesesotracosa.Sólosecomponendeltiemporobado.Yésteselesescapaenuninstantesientranenlaaspiracióndeltiempo,igualqueelairedeunglobopinchado.Perodelgloboqueda,porlomenos,lafunda;deellos,nada.
Momopensabaconcentradamente.Alcabodeunratopreguntó:—¿Nosepodríahacercorreral revés todoel tiempo?Sóloporun ratito,claro.
Todos los hombres serían un poco más jóvenes, pero eso no importaría. Pero losladronesdetiemposedisolveríanenlanada.
ElmaestroHorasonrió.—Sería bonito. Pero no funcionaría. Las dos corrientes se mantienen en
equilibrio.Siseeliminalauna,desaparecelaotra.Entoncesnohabríatiempo…Callóysesubióalafrentelasgafasdevisióntotal.—Esto quiere decir… —murmuró, se levantó, y recorrió algunas veces,
pensativo,lasalita.Momoleobservaba,tensa,ytambiénCasiopealeseguíaconlavista.Finalmentesesentódenuevoymiró,atento,aMomo.—Mehasdadounaidea—dijo—,peroelllevarlaalaprácticanodependesólo
demí.Sedirigióalatortuga,queseguíaasuspies:—Casiopea, querida, ¿qué creesque es lomejor que sepuedehacer durante el
asedio?«Desayunar»,fuelarespuestaqueaparecióenelcaparazón.—Sí—dijoelmaestroHora—,noesmalaidea.Almomentoestabapuestalamesa.¿Oacasoyalohabíaestadotodoeltiempo,
sin queMomo se hubiera dado cuenta? En cualquier caso, ahí volvían a estar lastacitasdeoroytodoelrestodeldesayuno:lajarritadelchocolatehumeante,lamiel,lamantequillaylospanecillostiernos.
Eneltiempotranscurrido,Momohabíarecordadoconfrecuenciaestasdeliciosascosasycomenzó,enseguida,acomeradoscarrillos.Yestavezlegustómásaúnquelaprimera.PorciertoqueestaveztambiénelmaestroHoracomióconapetito.
—Quieren—dijoMomoalratito,masticandoconentusiasmo—quelesdestodoeltiempodetodosloshombres.Peronoloharás,¿verdad?
—No, Momo—contestó el maestro Hora—, no lo haré nunca. El tiempo hacomenzadounavezyacabaráunavez,cuandoloshombresnolonecesitenmás.Demí,loshombresgrisesnorecibiránelmásbreveinstante.
—Perodicen—prosiguióMomo—quepuedenobligarte.—Antesdequesigamoshablandodeello—dijo,serio—,quisieraquelosvieras
túmisma.SequitólasgafasdeoroyselaspasóaMomo,queselaspuso.Al principio vio de nuevo los torbellinos de formas y colores, que le daban
mareos,comolaprimeravez.Peroestavezpasópronto.Alcabodeunmomentosus
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ojosyasehabíanadaptadoalavisióntotal.¡Yahoravioelejércitodesitiadores!Loshombresgrisesestaban,codoconcodo,enunahilerainterminable.Nosólo
estaban ante la calle de Jamás, sino en un gran círculo que se tendía a través delbarrio de las casas blancas y cuyo centro era la casa de Ninguna Parte. Estabantotalmenterodeados.
PeroentoncesMomosediocuentadeotracosamás,algoraro.Primerocreyóquelos cristales de las gafas devisión total estaban algo empañados, o que todavía nosabíamirarbien,porqueunanieblagrishacíaqueloshombresgrisessevierancomodesvaídos.Pero entonces comprendióque esanieblano teníanadaquever con lasgafasniconsusojos,sinoquenacíaallí,enlacalle.Enalgunoslugaresyaeradensayopaca,enotrossóloempezabaaformarse.
Los hombres grises estaban inmóviles. Cada uno llevaba, como siempre, subombín,sucarteray,enlaboca,humeabaelpequeñocigarrogris.Perolasnubesdehumono sedifuminaban, tal como lohacían en el aire normal.Aquí, dondeno semovía el más leve viento, en este aire vítreo, el humo se tendía como espesastelarañas,searrastrabaporlascalles,subíaporlasfachadasdelascasasblancasysetendíaenlargasbanderasdebalcónabalcón.Sereuníaenjironesrepugnantes,azul-verdosos, que se apilaban cada vez amayor altura y rodeaban la casa deNingunaParteconunamurallaquecrecíasinparar.
Momoviotambiénquedevezencuandollegabanhombresgrisesnuevos,quesecolocaban en la hilera y relevaban a otros. Pero ¿por qué hacían eso? ¿Qué plantenían los ladrones de tiempo? Se quitó las gafas ymiró interrogadora almaestroHora.
—¿Hasvistobastante?—preguntóéste—.Entonces,devuélvemelasgafas.Mientrasélselasponía,prosiguió:—Has preguntado si me pueden obligar. A mí no pueden alcanzarme. Pero
pueden causarles a los hombres un daño mayor que todo lo que han hecho hastaahora.Conesointentanhacermechantaje.
—¿Algopeor?—preguntóMomo,asustada.ElmaestroHoraasintió:—Yoadjudico su tiempo a cadahombre.Contra eso nopuedenhacer nada los
hombres grises. Tampoco pueden detener el tiempo que yo envío. Pero puedenenvenenarlo.
—¿Envenenareltiempo?—preguntóMomo,espantada.—Conelhumodesuscigarros—explicóelmaestroHora—.Tedijeunavezque
cada hombre posee un templo dorado del tiempo porque tiene corazón. Si loshombrespermitenlaentradaenéldeloshombresgrises,éstosconsiguenhacerseconmásymásdeaquellasflores.Pero lasfloreshorariasarrancadasdelcorazóndeunhombre no pueden morir, porque no se han marchitado de verdad. Pero tampocopuedenvivir,porqueestánseparadasdesuverdaderopropietario.Contodaslasfibras
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desusertiendenavolveralhombrealquepertenecen.Momoescuchaba,sinaliento.—Hasdesaber,Momo,quetambiénelmaltienesusecreto.Nosédóndeguardan
loshombresgriseslasfloreshorariasrobadas.Sóloséquelascongelanmediantesupropio frío, hasta que las flores se quedan rígidas como copas de cristal. Esto lesimpide volver. En algún lugar, bajo suelo, debe haber unos almacenes enormes,dondeestátodoeltiempocongelado.Peroniaunasímuerenlasfloreshorarias.
LasmejillasdeMomoempezaronabrillardeenfado.—Los hombres grises se aprovisionan en estos almacenes. Les arrancan los
pétalosalasfloreshorarias,hastaquesevuelvengrisesyduras.Conesosehacensuspequeños cigarros.Perohasta estemomento todavíaquedaunpocodevida en lospétalos.Yel tiempovivoes indigeriblepara loshombresgrises.Poresoenciendenloscigarrosyselosfuman.Porquesóloenelhumoestátotalmentemuertoeltiempo.Ydeesetiempomuertoviven.
Momosehabíalevantado.—¡Ah!—exclamó—.Todoesetiempomuerto…—Sí. Esa muralla de humo que están haciendo crecer alrededor de la casa de
NingunaParte,secomponedetiempomuerto.Todavíaquedacieloabiertosuficiente,todavíapuedohacerlesllegaraloshombressutiemponocontaminado.Perocuandolacampanadehumosehayacerradoanuestroalrededoryencimadenosotros, encada hora que yo envíe semezclará un poco del tiempomuerto, fantasmal, de loshombresgrises.Ycuandoloshombresloreciban,enfermarándemuerte.
MomomirabafijamentealmaestroHora.Envozbajapreguntó:—¿Quéenfermedadesésa?—Alprincipioapenassenota.Undía,yanosetieneganasdehacernada.Nadale
interesaauno,seaburre.Yesadesgananodesaparece,sinoqueaumentalentamente.Se hace peor de día en día, de semana en semana. Uno se siente cada vez másdescontento,másvacío,más insatisfechoconunomismoyconelmundo.Despuésdesapareceinclusoestesentimientoyyanosesientenada.Unosevuelvetotalmenteindiferenteygris,todoelmundopareceextrañoyyanoimportanada.Yanohayiranientusiasmo,unoyanopuedealegrarsenientristecerse,seolvidadereíry llorar.Entoncessehahechoelfríodentrodeunoyyanosepuedequereranadie.Cuandosehallegadoaestepunto,laenfermedadesincurable.Yanohayretorno.Secorredeun lado a otro con la cara vacía, gris, y se ha vuelto uno igual que los propioshombresgrises.Seesunodeellos.Estaenfermedadsellamaaburrimientomortal.
Momosintióunescalofrío.—Ysinoledaseltiempodetodosloshombres—preguntó—,¿haránquetodos
loshombressevuelvancomoellos?—Sí—contestóelmaestroHora—.Conesoquierenchantajearme.Selevantóysevolvió.—Hasta ahoraheesperadoque loshombreshicieranalgunacosapor supropia
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cuentaparalibrarsedeestosparásitos.Habríanpodidohacerlo,porqueellosmismoshan ayudado a darles la existencia. Pero ahora no puedo esperar más. Tengo quehaceralgo.Peronopuedohacerlosolo.
MiróaMomo.—¿Quieresayudarme?—Sí—susurróMomo.—Tengo que enviarte a un peligro que no se puede calibrar siquiera—dijo el
maestroHora—, y dependerá de ti,Momo, el que elmundo se quede parado parasiempreovuelvaacobrarvida.¿Querrásatreverte?
—Sí—repitióMomo,yestavezsuvozsonófirme.—Entonces—dijo elmaestroHora—, prestamucha atención a lo que te digo,
porqueestarástotalmemtesolayyonopodréayudartemás.Niyoninadie.MomoasintióymiróalmaestroHoracongranatención.—Hasdesaber—empezó—queyonuncaduermo.Siyodurmiera,seacabaría,
enelmismoinstante,todoeltiempo.Elmundosepararía.Perosinohaytiempo,loshombresgrisesyanopuedenrobaranadie.Ciertoquepuedenseguirexistiendounrato, porque tienen grandes reservas de tiempo. Pero cuando éstas se hayanconsumido,sedisolveránenlanada.
—Peroentonces—opinóMomo—,esmuysencillo.—Pordesgracia,noestansencillo;poresonecesitotuayuda,miniña.Porquesi
no hay más tiempo, yo tampoco puedo volver a despertar. Con eso, el mundo sequedaríaquietoyrígidoportodalaeternidad.Perotengolafacultad,Momo,dedarteati,sóloati,unaflorhoraria.Perosólouna,porquesólofloreceunacadavez.Asíque, cuando sehubiera acabado todo el tiempodelmundo, tú todavía tendrías unahora.
—Peroentoncespodríadespertarte—dijoMomo.—Con eso sólo —opuso el maestro Hora—, no habríamos conseguido nada,
porquelasprovisionesdeloshombresgrisessonmuchomayores.Enunasolahoranohabríangastadoapenasnadadeellas.Todavíaexistirían.Losproblemasquehasderesolversonmuchomayores.Encuantoloshombresgrisessedencuentadequese ha acabado el tiempo —y se darán cuenta pronto, porque se quedarán sinaprovisionamientodecigarros—levantaránelsitioycorreránhaciasusprovisiones.Ytútendrásqueseguirloshaciaallí,Momo.Cuandohayasencontradosuescondite,tendrás que impedirles quepuedan acceder a sus provisiones.En cuanto se acabensus cigarros, también se acabarán ellos.Pero entonces todavía te quedaráuna cosaporhacer,quepodríaserlamásdifícil.Cuandohayadesaparecidoelúltimoladróndetiempo,tendrásquedejarenlibertadtodoeltiemporobado.Porquesólosivuelvealoshombres,elmundodejarádeestardetenidoyyopodrévolveradespertarme.Yparatodoesonotienesmásqueunasolahora.
Momo miró perpleja al maestro Hora. No había contado con tal montaña dedificultadesypeligros.
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—Aun así, ¿quieres intentarlo? —preguntó el maestro Hora—. Es la única yúltimaposibilidad.
Momocalló.Leparecíaimposiblepoderhacertodoaquello.«Voycontigo»,leyódepronto,enlacorazadeCasiopea.¡De qué le serviría la tortuga! Y, no obstante, era un rayo de esperanza para
Momo.La ideadenoestardel todosola ledabavalor.Ciertoqueeraunvalor sinningúnmotivorazonable,perohizoque,depronto,pudieradecidirse.
—Lointentaré—dijo,decidida.ElmaestroHoralamirólargoratoycomenzóasonreír.—Muchascosasseránmássencillasdeloqueparecenahora.Hasoídolavozde
lasestrellas.Nohasdetenermiedo.Entoncessevolvióalatortugaypreguntó:—¿Asíquetú,Casiopea,quieresirconella?«Claro», apareció en el caparazón.La palabra desapareció y se formó la frase:
«Alguienhadecuidardeella».ElmaestroHorayMomosesonrieron.—¿Tambiénledarásunaflorhoraria?—preguntóMomo.—Casiopea no la necesita —explicó el maestro Hora, mientras le rascaba la
cabeza—, es un ser de fuera del tiempo.Ella lleva su tiempo en símisma. Podríaseguirarrastrándoseporelmundoauncuandotodosehubieradetenidoparasiempre.
—Bien—dijoMomo,enquiendespertabaeldeseodelaacción—,¿quéhayquehacerahora?
—Ahora—contestóelmaestroHora—,vamosadespedirnos.Momotragósaliva,parapreguntarenvozbaja:—¿Esquenonosveremosmás?—Volveremos a vernos,Momo—repuso elmaestroHora—, y hasta entonces,
cadahoradetuvidatetraeráunsaludomío.Porqueseguiremossiendoamigos,¿no?—Sí—dijoMomo,yasintió.—Ahora me voy —prosiguió el maestro Hora— y no debes seguirme ni
preguntarmeadóndevoy.Porquemisueñonoesunsueñonormalyesmejorquenoestéspresente.Unacosamás:encuantomehayaido,tienesqueabrirenseguidalasdospuertas, tanto lapequeña, en laqueestáminombre, como lagrande,demetalverde,queconducealacalledeJamás.Porqueencuantosepareeltiempo,todosedetendrá y ninguna fuerza delmundo podría abrir esas puertas. ¿Lo has entendidotodo,miniña?
—Sí—dijoMomo—,pero¿cómosabréquesehadetenidoeltiempo?—Notepreocupes;tedaráscuenta.ElmaestroHoraselevantó,ytambiénMomosepusoenpie.Lepasósuavemente
lamanoporlacrespacabellera.—Adiós, mi querida Momo —dijo—, me has dado una gran alegría al
escucharmetambiénamí.
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—Leshablaréatodosdeti—contestóMomo—,mástarde.Y, de repente, elmaestroHora volvió a parecer inexplicablemente viejo, como
aquel día en que la llevó al templo dorado, viejo como una roca o como un árbolsecular.
Se volvió y salió rápidamente de la habitación formada por las paredesposterioresdelosrelojes.Momooyósuspasos,cadavezmáslejos,hastaqueyanosepudierondistinguirdeltictacdelosmuchosrelojes.Acasosehabíahundidoenesetictac.
Momo levantó a Casiopea y la apretó contra su cuerpo. Había empezado,irrevocablemente,sumayoraventura.
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L
Lapersecucióndelosperseguidores
oprimeroquehizoMomofueabrirlapequeñapuertainterior,enlaqueestabael nombre del maestro Hora. Después recorrió deprisa el pasillo con lasestatuasdepiedrayabriótambiénlagranpuertaexteriordemetalverde.Tuvo
queempleartodassusfuerzas,porqueeramuypesada.Cuando hubo acabado volvió a la sala de los incontables relojes y esperó, con
Casiopeaenlosbrazos,loqueocurriría.Yentoncesocurrió.Hubo de repente una sacudida que no hizo temblar el espacio, sino el tiempo;
digamosun temblorde tiempo.Nohaypalabrasparaexplicarcómosesentía.Estesucesosevioacompañadodeunsonidocomonolohabíaoídonuncaningúnhombre.Eracomounsuspiroquesurgíadelaprofundidaddelossiglos.
Ytodohabíapasado.Enelmismoinstantesedetuvoelmúltiplerepicardelosincontablesrelojes.Los
péndulos oscilantes se detuvieron donde estaban en aquel momento. No se movíanada.Yseextendióunsilenciotanabsolutocomonolohabíahabidonuncaantesenelmundo.Sehabíadetenidoeltiempo.
YMomosediocuentadeque llevabaen lamanouna florhorariamaravillosa,muygrande.Nohabíanotadocuándohabíallegadoasumanoesaflor.Simplementeestabaahícomosisiemprehubieraestado.
Con cuidado,Momo dio un paso. Efectivamente, podíamoverse con lamismafacilidaddesiempre.Sobrelamesitaestabantodavíalosrestosdeldesayuno.Momosesentósobreunodelossillonestapizados,perolosalmohadoneseranahoraduroscomoelmármolyyanocedían.Ensutazaquedabatodavíaunsorbodechocolate,pero no se podía mover la tacita.Momo quiso hundir el dedo en el líquido, peroestaba duro como el vidrio. Lomismo ocurría con lamiel. Incluso lasmigas quehabía sobre el plato eran totalmente inamovibles. Nada, ni la más minúsculapequeñezpodíacambiarseya,ahoraquenihabíatiempo.CasiopeapataleóyMomolamiró.
«¡Pierdeseltiempo!»,poníaenelcaparazón.¡Ytanto!Momoseenderezó.Atravesólasala,pasóporlapuertecita,siguiópor
elpasilloyespióporelgranportal,paraecharseatrásenseguida.Sucorazónempezóalatirmásdeprisa.¡Losladronesdetiemponoseiban!Alcontrario,veníanatravésde la calle de Jamás, en la que también había dejado de correr el tiempo al revés,hacialacasadeNingunaParte.Estonolohabíanprevisto.
Momocorrió hacia atrás a la gran sala y se escondió, conCasiopea en brazos,detrásdeungranreloj.
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—¡Empezamosbien!—murmuró.Entoncesoyó resonar fuera,enelpasillo, lospasosde loshombresgrises.Uno
trasotro se arrastraron a travésde lapuertecilla hastaquehuboen la sala todoungrupo.Miraronasualrededor.
—Impresionante—dijounodeellos—.Asíqueestaesnuestranuevacasa.—LaniñaMomoha abierto la puerta—dijo otra voz cenicienta—, lo he visto
exactamente.Unaniña razonable.Megustaría saber cómose lashaarregladoparapersuadiralviejo.
Yunaterceravoz,muysemejante,contestó:—En mi opinión, habrá cedido el propio Alguien. Porque el que no exista la
aspiracióndeltiempoenlacalledeJamássólopuedesignificarqueélmismolahadetenido. Se habrá dado cuenta de que tiene que someterse a nosotros. Ahora loarreglaremos.¿Dóndeestarámetido?
Loshombresgrisesmiraronalrededor,buscando,cuando,depronto,dijounodeellos,conunavozmáscenicientaaún,sicabe:
—Algo falla, señores. ¡Los relojes! Miren los relojes. Están todos parados.Inclusoesterelojdearena.
—Loshabráparado—dijootro,inseguro.—No se puede parar un reloj de arena —dijo el primero—. Y, sin embargo,
mírenloseñores,laarenasehadetenidoenmediodelacaída.Nisepuedemoverelreloj.¿Quésignificaeso?
Todavía hablaba, cuando se oyeron pasos por el pasillo, y otro hombre gris seintrodujopenosamenteporlapuertecita,gesticulandosalvajemente.
—Acabandellegarnoticiasdenuestrosagentesdelaciudad.Sehandetenidosuscoches.Todoestáparado.Es imposible sacardeningúnhombreni lamáspequeñacantidaddetiempo.Sehadesmoronadotodonuestroserviciodeaprovisionamiento.¡Yanohaytiempo!¡Horahadetenidoeltiempo!
Duranteuninstantereinóunsilenciosepulcral.Entonces,unopreguntó:—¿Quédice?¿Quesehadesmoronadoelserviciodeaprovisionamiento?¿Yqué
serádenosotroscuandosehayanconsumidoloscigarrosquellevamos?—Usted sabe perfectamente qué será de nosotros —gritó otro—. ¡Es una
catástrofe,señores!Yderepente,todosempezaronagritaralavez:—¡Horaquieredestruirnos!—¡Tenemosquelevantarenseguidaelasedio!—Tenemosquellegaranuestrosalmacenesdetiempo.—¿Sincoche?¡Nollegaremosatiempo!—¡Sólotengocigarrosparaveintisieteminutos!—¡Yyoparacuarentayocho!—¡Déme!—¿Estáloco?
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—¡Sálvesequienpueda!Todos habían corrido hacia la puertecita y pretendían salir al mismo tiempo.
Desdesuescondrijo,Momopodíavercómo,ensupánicotodossegolpeaban,tirabanyempujabanyseembrollabanenunapeleaterrible.Todosqueríansalirantesquelosdemás y peleaban por su vida gris. Se tiraban los sombreros de la cabeza, searrancabande la boca,mutuamente, los pequeños cigarros.Aquien esto le ocurríaparecía perder, almomento, toda su fuerza. Se quedaba con lasmanos extendidas,unaexpresiónllorosayaterrorizadaenlacara,sevolvíatransparenteydesaparecía.Noquedabanadadeél,nisiquieraelbombín.
Alfinalnoquedaronmásquetreshombresgrisesenlasala,queconsiguieronirsaliendo,unotrasotro.
Momo,con la tortugaenunbrazoy la florhorariaen laotramano, los siguió.Ahoratododependíadequenoperdieradevistaaloshombresgrises.
Cuando salió del gran portal vio que los ladrones de tiempo ya habían corridohastaelextremodelacalledeJamás.Allíestaban,enmediodenubesdehumo,otrosgruposdehombresgrises,quediscutíancongestosairados.Cuandovieroncorreralos que salían de la casa de Ninguna Parte, también empezaron a correr, otros sesumaronalosquehuíany,alpocorato,todoelejércitosehallabaenunaretiradaaladesbandada.Unacaravanacasiinterminabledehombresgrisescorríahaciaelcentrodelaciudadatravésdelmisteriosobarriodesueñosconsuscasasblancascomolanieveylassombrasquecaíanendistintasdirecciones.Acausadeladesaparicióndeltiempo,tambiénhabíadesaparecidoaquílacuriosainversióndeprisaylentitud.Lacomitiva de hombres grises pasó al lado del monumento del huevo y llegó hastadondeestabanaquellascasasdevecindadgrises, tristes,enlasquemorabalagentequevivíaalbordedeltiempo.Perotambiénaquítodoestabarígido.
Momo seguía a una distancia prudencial detrás de los últimos rezagados. Asícomenzóunapersecuciónalrevésatravésdelagranciudad,unapersecuciónenlaqueungrupoenormedehombresgriseshuíayunaniñaconunaflorenunamanoyunatortugaenlaotralosperseguía.
¡Peroquéaspecto tanmisterioso tenía lagranciudad!Enlacalzada, loscochesestaban parados uno al lado del otro; detrás del volante, los conductores estabaninmóviles,conlasmanosenelcambiodemarchasoenlabocina(unoteníaundedoen la sien y miraba muy enfadado a su vecino); los ciclistas tenían un brazolevantado, como señal de que iban a girar; y en las aceras, todos los peatones,hombres,mujeres,niños,perrosygatos, totalmente inmóviles, incluso losgasesdelostubosdeescape.
En los cruces estaban los guardias de tráfico, con los silbatos en la boca,detenidosmientrashacíanseñales.Unabandadadepalomasflotabaenelaireencimadeunaplaza.Enloaltohabíaunaviónqueparecíapintadoenelcielo.Elaguadelasfuentesparecíahielo.Lashojasque caíande los árboles semantenían inmóviles amedio camino. Y un perrito, que precisamente levantaba la pata junto a un farol,
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parecíadisecado.Poresaciudad,muertacomounafotografía,corríanloshombresgrises.YMomo
detrás,siemprecuidandoquenolavieran.Peroaquéllosyanoprestabanatenciónanada,porque,detodosmodos,suhuidaresultabacadavezmásdifícilyagotadora.
No estaban acostumbrados a recorrer trechos tan largos. Jadeaban y respirabananhelosamente.Además,teníanquemantenerentreloslabiossuspequeñoscigarros,sinloscualesestabanperdidos.Amásdeunoseleescapabaenlacarrera,yantesdehaberlopodidorecogerdelsuelo,yasedisolvía.
Peronoeransóloestascircunstanciasexternaslasquedificultabansuhuida,sinoquecadavezsehacíanmáspeligrososlospropioscompañerosdeinfortunio.Porquealgunoscuyosúltimoscigarrosseacababan,se loarrancabanaotrode laboca.Deestemodo,sunúmerosereducíalenta,peroconstantemente.
Aquellosquetodavíallevabanunapequeñareservaensuscarterasteníanqueirconmuchocuidadoparaquelosdemásnosedierancuenta,porquesino,losqueyanoteníanseabalanzabansobrelosmásricoseintentabanapoderarsedesusriquezas.Montones enteros se lanzaban los unos sobre los otros para conseguir algúnfragmentodelasreservas.Enesto,loscigarrosrodabanporlacalleyeranpisoteadosen el tumulto. Elmiedo a tener que desaparecer delmundo había hecho perder lacabezaaloshombresgrises.
Había otra cosa que les deparabamás dificultades cuantomás se acercaban alcentrodelaciudad.Enalgunospuntosdelagranciudad,lagenteestabatanapretada,que los hombres grises apenas podían pasar entre las personas inmóviles comoárbolesenelbosque.AMomo,queerapequeñaydelgada,leresultabamuchomásfácil. Pero incluso una pluma que flotaba en el aire estaba tan inmóvil que loshombrescasisehundíanlacabezacuando,sinquerer,topabanconella.
Eraun largocamino,yMomono teníani ideadecuántoquedabapor recorrer.Preocupada,mirósuflorhoraria.Peroéstasóloacababadeabrirsedeltodo.Todavíanohabíamotivodepreocupación.
EntoncesocurrióalgoquehizoqueMomoolvidasedeinmediatotodolodemás:enunacallelateralvioaBeppoBarrendero.
—¡Beppo! —gritó, fuera de sí de alegría, y corrió hacia él—. ¡Beppo, te hebuscado por todas partes! ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¡Beppo, Beppo,querido!
Quisosaltarlealcuello,perosaliórechazadacomosi fueradehierro.Momosehizobastantedañoyselellenaronlosojosdelágrimas.Sequedósollozandoanteélylemiró.
Sucuerpopequeñoparecíamásencorvadoqueantes.Sucarabondadosaestabadelgadayhundidaymuypálida.Alrededordelabarbillalehabíacrecidounabarbablanca, porque ya no tenía tiempo de afeitarse.Entre lasmanos sostenía una viejaescoba,gastadayadetantobarrer.Asíestaba,inmóvilcomotodolodemás,ymiraba,atravésdesusviejasgafas,laporqueríadelacalle.
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Ahora,porfin, lehabíaencontradoMomo,ahora,cuandoyanoservíadenada,porqueyanopodíalograrqueél laviera.Podríaserquefueralaúltimavezqueleveía.Quiénsabecómoacabaríatodo.Sitodoacababamal,Beppoestaríaparadoaquíportodalaeternidad.
LatortugaseagitabaenelbrazodeMomo.«Sigue»,poníaensucaparazón.Momovolviócorriendoalacalleprincipalyseasustó.Yanoseveíaningunode
losladronesdetiempo.Momocorrióuntrechoenladirecciónenquehabíanhuidoantesloshombresgrises,peroenvano.
¡Habíaperdidolapista!Sequedóquieta,perpleja.¿Quéhacer?MiróinterrogadoraaCasiopea.«Losencuentras,sigue»,fueelconsejodelatortuga.Si Casiopea sabía de antemano que encontraría a los ladrones de tiempo, eso
ocurriría,tomaraelcaminoquetomara.Asíquesiguiócorriendocomoleparecía,avecesaladerecha,avecesalaizquierda,avecesseguíarecto.
Mientrastantohabíallegadoaaquellaparteenelextremonortedelagranciudaddondeestaban losbarriosnuevosconsuscasas, todas iguales,y lascalles tiradasacordelhastaelhorizonte.Momosiguiócorriendo,perocomotodaslascasasycalleseran exactamente iguales, pronto le parecióqueno semovía, que estaba corriendosiempre en el mismo sitio. Era un verdadero laberinto, pero un laberinto deregularidadeigualdad.
Momoyacasihabíaperdidoelánimocuando,derepente,viovolverlaesquinaaunodeloshombresgrises.Cojeaba,suspantalonesestabandesgarrados,lefaltabaelbombínylacartera;sóloensuboca,voluntariosamenteapretada,humeabatodavíalacolilladeunpequeñocigarrogris.
Momo le siguióhastaunpuntoenque,en la interminable filadecasas, faltabauna.Ensulugar,habíaunagranvallaquerodeabaunampliosolar.Enlavallahabíaunapuertaentreabierta,porlaquesecolóelúltimohombregrisrezagado.
Sobrelapuertahabíauncartel,yMomoseparóparadescifrarlo:
¡ATENCIÓN!PELIGRODEMUERTE
PROHIBIDALAENTRADAATODAPERSONAEXTRAÑA
PROHIBIDO
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M
Unfinconelquecomienzaalgonuevo
omosehabíaentretenidoaldeletrearelaviso.Cuandoatravesó lapuerta,yanoseveíanadadelúltimohombregris.
Anteellaseextendíaunafosadeobraquepodríatenerveinteotreintametrosdeprofundidad.Habíaexcavadorasyotrasmáquinasde laconstrucción.Enunarampaqueconducíaalfondodelafosa,unoscuantoscamionessehabíanparadoenmediodesurecorrido.Acáyalláhabíaobrerosdelaconstrucción,paralizadosensusposturasrespectivas.
¿Adóndeir?Momonopodíadescubrirningunaentradaquepudierahaberusadoel hombre gris. Miró a Casiopea, pero ésta tampoco parecía saber nada más. Noapareciónadaensucaparazón.
Momobajó al fondo de la fosa ymiró alrededor.Y, así, volvió a ver una caraconocida. Allí estaba Nicola, el albañil que le había pintado su bonito cuadro defloresenlapared.Claroqueéltambiénestabainmóvil,comotodoslosdemás,peroen su postura había algo curioso. Tenía una mano al lado de la boca, como si legritaraalgoaalguien,yconlaotramanoseñalabalaaberturadeuntubogigantescoquesalíadelfondodelafosaasulado.YresultóqueparecíamirardirectamenteaMomo.
Éstanolopensómucho,sinoquelotomócomounaseñalysemetióeneltubo.Apenas estuvo dentro, empezó a resbalar, porque el tubo conducía derecho abajo.Dabatodaclasedevueltas,demodoquedabatumbosdeunladoaotrocomoenuntobogán. La bajada, en una oscuridad cada vezmás espesa, se hizo vertiginosa.Aveces daba una voltereta, demodo que bajaba con la cabeza por delante. Pero nosoltólatortuganilaflor.Cuantomásbajaba,másfríohacía.
Duranteunmomentopensó,también,sijamásvolveríaasalirdeallí,peroantesdepoderasustarse,eltuboacabóderepenteenunpasillosubterráneo.Yanoestabaoscuro.Reinabaunamedialuzcenicientaqueparecíasurgirdelaspropiasparedes.
Momo se levantó y siguió andando. Como iba descalza, sus pasos no hacíanruido,perosílosdelhombregris,quevolvíaaoírdelantedeella.Siguióeseruido.
Delpasilloquerecorríasebifurcabanotroshaciatodoslados,comounlaberintosubterráneoqueparecíaextenderseportodoelbarrioderecienteconstrucción.
Entoncesoyóunrevoltijodevoces.Seguióhaciaélyespióporunaesquina.Ante sus ojos había una sala inmensa con una mesa casi interminable en su
centro.Alrededordeesamesaestabansentadosendoslargasfilasloshombresgriseso, mejor dicho, los pocos que quedaban. ¡Qué mísero aspecto tenían ahora esosladronesde tiempo!Sus trajesestabandestrozados, teníanarañazosychichonesensuscalvascabezasysuscarasestabandistorsionadasporelmiedo.
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Sólosuscigarroshumeabantodavía.Momovioqueenlalejanapareddelfondodelasalahabía,algoentreabierta,una
puertaacorazadaenorme.Salíadelasalaunfríoglacial.AunqueMomosabíaquenoservíadenada,seacurrucóenelsueloysetapólospiesconlafalda.
—Tenemos que ser ahorrativos con nuestras provisiones —oyó que decía elhombregrisqueestabaenelextremosuperiordelamesa,antelapuertaacorazada—,porquenosabemoscuántotendremosqueresistirconellas.Tenemosquelimitarnos.
—¡Sisólosomosunospocos!—gritóotro—.Lasprovisionesbastanparamuchosaños.
—Cuantoantesempecemosaahorrar—continuó impertérrito,elorador—,másaguantaremos.Yustedes,señores,sabenaquémerefierocuandodigoahorrar.Bastaque unos pocos de nosotros sobrevivan a la catástrofe. Tenemos que ver las cosasobjetivamente.Losqueestamosaquí,señoresmíos,somosdemasiados.Tenemosquereducir notablemente nuestro número. Es un imperativo de la razón. ¿Serían tanamables,señores,denumerarse?
Los hombres grises se numeraron.Después, el presidente sacó del bolsillo unamonedaydijo:
—Vamos a sortearlo. Cara quiere decir que se quedan los señores con losnúmerospares;cruz,quesequedanlosimpares.
Echólamonedaalaireylarecogió.—¡Cara!—gritó—.Losseñoresconlosnúmerosparessequedan,alosotrosse
lesruegaquesedisuelvaninmediatamente.Un gemido átono recorrió la fila de los perdedores, pero nadie protestó. Los
ladronesde tiempocon losnúmerospares les arrancarona losotros suscigarrosyéstossedisolvieronenlanada.
—Ahora—dijo, enmedio del silencio, el presidente—, vamos a repetirlo, porfavor.
Elmismoterribleprocedimientoserepitióunasegunda,unaterceraeinclusounacuarta vez. Al final no quedaron más que seis de los hombres grises. Estabansentados, tres a cada lado, frente a frente, en el extremo superior de lamesa y semirabanglacialmente.
Momo había observado el espectáculo temblorosa. Notó que, cada vez que sereducíaelnúmerodeloshombresgrises,disminuíasensiblementeelfrío.Ahoracasierasoportable.
—Seis—dijounodeloshombresgrises—esunnúmerofeo.—Yabasta—dijootrodesdeelotroladodelamesa—.Novalelapenareducir
todavía más nuestro número. Si nosotros seis no conseguimos sobrevivir a lacatástrofe,tampocoloconseguiríantres.
—Eso está por ver —opinó otro—, pero en caso necesario se puede discutirtodavía,másadelante.
Callóduranteunrato,paradecir:
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—Québienquelapuertadelosalmacenesestuvieraabiertacuandocomenzólacatástrofe.Sienesemomentohubieraestadocerrada,ningunafuerzadelmundoseríacapazdeabrirlaahora.Habríamosestadoperdidos.
—Por desgracia, no tiene toda la razón, señormío—contestó otro—.Al estarabierta lapuerta, seescapael fríode losalmacenescongeladores.Pocoapoco, lasflores horarias se irán descongelando. Y todos ustedes saben que entonces nopodremosimpedirlesquevuelvanallídedondehanvenido.
—¿Quiereusteddecir—repusoelsegundohombregris—quenuestrofríoyanobastaparamantenerlasprovisionescongeladas?
—Sólo somos seis—respondió elotro—, lamentablemente,yyamediráustedqué podemos hacer. Me parece que nos apresuramos demasiado en limitar tanrigurosamentenuestronúmero.Noganaremosnada.
—Teníamos que decidirnos por una de las dos posibilidades—dijo el primerhombregris—,ynoshemosdecidido.
Denuevosehizoelsilencio.—Así quepuede ser quedurantemuchos años nohagamosotra cosa que estar
sentados aquí y vigilarnosmutuamente—dijo uno—. Tengo que decir que nomepareceunaperspectivademasiadoagradable.
Momoreflexionaba.Noteníasentidoestarseallíyesperar.Asíquesiyanohabíamáshombresgrises,lasfloreshorariassedescongelaríanporsímismas.Perotodavíahabía hombres grises. Y continuaría habiéndolos si ella no hacía nada. Pero ¿quépodíahacer,cuandolapuertadelalmacénestabaabiertayloshombresgrisespodíanaprovisionarsecuandoquisieran?
CasiopeapataleabayMomolamiró.«Cierraslapuerta»,poníaensucaparazón.—Noseríaposible—susurróMomo—.Estáinmovilizada.«Tocarlaconlaflor»,eralarespuesta.—¿Puedo moverla si la toco con la flor horaria? —preguntó Momo en un
murmullo.«Loharás»,aparecióenelcaparazón.Si Casiopea lo preveía, sería así. Momo dejó la tortuga cuidadosamente en el
suelo.Entoncesocultó la flor horaria, queya estababastantemarchita y sólo teníamuypocospétalos,bajosuchaquetón.
Consiguió arrastrarse bajo la larga mesa sin que los hombres grises la vieran.Gateóbajo lamesahasta que llegó al otro extremo.Ahora se encontraba entre lospiesdelosladronesdetiempo.Elcorazónlelatíacomosiquisierareventar.
Muy,muydespaciosacólaflorhoraria,selapusoentrelosdientesygateóentrelassillassinqueningúnhombregrissedieracuenta.
Llegóalapuertaabiertaylatocóconlaflor,empujándolaalmismotiempo,conlamano.Lapuertagirósilenciosamentesobresusgoznesysecerróconestrépito.Elgolpe hizo nacer un eco centuplicado en la sala y en todos los corredores
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subterráneos.Momose levantódeunsalto.Loshombresgrisesqueniporcasualidadhabían
pensado en que podía haber alguien, además de ellos, exceptuando la inmovilidadtotal,quedaronrígidosporelespantoyclavaronlavistaenlaniña.
Sin pensarlo dos veces, Momo corrió por su lado hacia la salida de la sala.Entonces también se recobraron los hombres grises, que se lanzaron en supersecución.
—¡Esaniñaterrible!—oyóquegritabauno—.¡EsMomo!—¡Nopuedeser!—gritóotro—.¿Cómopuedemoverse?—Tieneunaflorhoraria—gritóuntercero.—¿Yconeso—preguntóelcuarto—pudomoverlapuerta?Elquintosedioungolpeenlafrente:—Tambiénhabríamospodidohacerlonosotros.Tenemosdesobra.—¡Teníamos!¡Teníamos!—chillóelsexto—.Ahoralapuertaestácerrada.Sólo
hayunremedio:tenemosquequitarlelaflor.Sino,seacabó.Mientras tanto,Momoyahabíadesaparecidopor lospasillos,quesebifurcaban
una y otra vez. Pero los hombres grises le llevaban ventaja, porque conocían loscorredores.Momo corría de un lado a otro, alguna vez iba casi directamente a losbrazosdealgúnperseguidor,perosiempreconsiguióesquivarlos.
TambiénCasiopea participaba a sumanera en esa lucha.Cierto que sólo podíaarrastrarse lentamente, pero como sabía de antemano por dónde iban a pasar losperseguidores,llegabaatiempoaesesitioyseponíadetalmaneraqueloshombresgrises tropezaran con ella y cayeran al suelodando tumbos.Losqueveníandetráscaían sobre el caído, y de esemodo la tortuga salvó varias veces a la niña de seratrapada.Claroestáqueellatambiénfueapararvariasvecescontralapared,deunapatada.Peroesonole impedíaseguirhaciendoloquesabíadeantemanoqueibaahacer.
Durante la persecución, varios hombres grises perdieron, por puro afán dealcanzar la florhoraria, suscigarros,por loque sedisolvieron,uno trasotro, en lanada.Alfinalnoquedaronmásquedos.
Momohabíavuelto,ensuhuida,alagransalaconlamesa.Losdosladronesdetiempolaperseguíanalrededordelamesa,peronoconsiguieronalcanzarla.Entoncesse separaron, corrieron en direcciones opuestas. Ya no quedaba escapatoria paraMomo.Estabarefugiadaenunodelosrinconesdelasalaymiraba,llenademiedo,asus dos perseguidores. Apretaba la flor contra su cuerpo. Sólo le quedaban trespétalos.
Justocuandoelprimerperseguidor extendía lamanopara arrebatarle la flor, elsegundoletiróparaatrás.
—¡No!—chillaba—.¡Lafloresmía!¡Mía!Losdoscomenzaronapelearseentresí.Elprimeroarrancóelcigarrodelaboca
delsegundo,que,conungritofantasmal,girósobresímismo,sevolviótransparente,
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y desapareció. Entonces, el último de los hombres grises se dirigió hacia Momo.Entresuslabioshumeabaunaminúsculacolilla.
—¡Dameesaflor!—dijo,entrecortadamente.Eneso,selecayórodandolacolilla.Elhombregrisselanzóhaciaelsueloytrató
deatraparlaperoyanolaalcanzó.VolvióhaciaMomosucaracenicienta,seenderezódificultosamenteyalzóunamanotemblorosa.
—Porfavor—susurró—,porfavor,queridaniña,damelaflor.Momoseguíaapretadaensu rincón,apretaba la florcontra sucuerpoymovió,
incapazdehablar,lacabeza.Elhombregrisasintiólentamente:—Estábien…estábien…quetodohayaterminado…Yyahabíadesaparecido.Momo miraba, atónita, el lugar en que había estado. Pero allí estaba ahora
Casiopea,encuyaespaldaponía:«Abrelapuerta».Momofuehacialapuerta,latocóconsuflorhoraria,enlaqueyanohabíamás
queunsolopétalo,ylaabriódeparenpar.Conladesaparicióndelúltimoladróndetiempohabíadesaparecido,también,el
frío.Momo entró, con los ojos admirados, en los inmensos almacenes. Había
incontablesfloreshorarias,comocopasdecristal,alineadasenestanteríassinfin,launamáshermosaquelaotra,ytodasdiferentes:cientos,miles,millonesdehorasdevida.Hacíamásymáscalor,comoenuninvernadero.
Mientras caía la última hoja de la flor de Momo comenzó una especie detempestad.Nubesdefloreshorariaspasaronentorbellinosporsulado.Eracomounacálidatempestaddeprimavera,perounatempestaddetiempoliberado.
MomomirabaasualrededorcomoensueñosyvioaCasiopeaenelsuelodelantedeella.Ensucaparazónponía,conletrasluminosas:«Vuelaacasa,pequeñaMomo,vuelaacasa».
YesofueloúltimoqueMomoviodeCasiopea.Porquelatempestaddefloresseacrecentódemodoindescriptible,sehizotanpotente,quelevantóaMomocomosiellatambiénfueraunaflor,ylallevóafuera,másalládeloscorredorestenebrosos,hacialatierraylagranciudad.Volabasobrelostejadosytorresenunainmensanubedefloresquesehacíacadavezmayor.
Entonceslanubedefloresseposólentaysuavemente,ylasflorescaíansobreelmundodetenidocomocoposdenieve.Y,aligualqueloscoposdenieve,sefundíanyse volvían invisibles para regresar allí donde debían estar: en el corazón de loshombres.
En elmismomomento comenzódenuevo el tiempo, y todovolvió amoverse.Loscochescorrían,losguardiasdetráficosilbaban,laspalomasvolabanyelperritohizosupisjuntoalfarol.Loshombresnosehabíandadocuentasiquieradequeelmundo estuvo detenido una hora. Porque, efectivamente, no había pasado tiempo
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desde el final y el nuevo comienzo. Para ellos había transcurrido como un abrir ycerrardeojos.
No obstante, había cambiado algo. De pronto, todo el mundo tenía tiempo desobra.Claroquetodoelmundoestabamuycontentoporello,peronadiesabíaqueenrealidaderasupropiotiempoahorrado,quevolvíaaéldemodomaravilloso.
CuandoMomovolvióadarsecuentadedóndeestaba,vioqueeralacalleenlaqueanteshabíaencontradoaBeppo.Y,efectivamente,¡allíestaba!Estabavueltodeespaldasaella,apoyadoensuescoba,ymirabapensativamenteantesí,comoantes.De repente ya no tenía ninguna prisa, y no podía explicarse por qué se sentía tanconsoladoyllenodeesperanza.
«Puede ser», pensaba, «que ya he ahorrado las cien mil horas para rescatar aMomo».
Y,enestemismomomento,alguientiródelamangadesuchaqueta,sevolvió,ytuvoantesíaMomo.
Probablementenoexistanpalabrasparadefinir la felicidaddeeste reencuentro.Ambos reían y lloraban alternativamente y hablaban a la vez, sin decir más quetonterías,comoocurrecuandoseestácomoebriodealegría.Seabrazabanunayotravezylagentequepasabaseparabaysereíayllorabaconellos,porqueahora,alfinyalcabo,teníantiemposuficienteparaello.
Por fin,Beppo se puso la escoba al hombro, porque está claro que no pensabatrabajarmásaqueldía.Asíquelosdosatravesaronlaciudad,cogidosdelbrazo,haciaelanfiteatro.Ycadaunoteníainfinidaddecosasquecontarlealotro.
Enlagranciudadseveíaloquehacíatiempoqueyanosehabíavisto:losniñosjugabanenmediodelacalle,ylosautomovilistas,queteníanqueparar,losmirabansonriendo o se apeaban para jugar con ellos. Por todos lados había corrillos depersonasquecharlabanamigablementey se informaban largamente sobreel estadodesaluddelosdemás.Quienibaaltrabajoteníatiempoparaadmirarlasfloresdeunbalcón o dar de comer a los pájaros. Y los médicos tenían tiempo para dedicarseextensamente a sus enfermos. Los trabajadores tenían tiempo para trabajar contranquilidadyamorporsutrabajo,porqueyanoimportabahacerelmayornúmerodecosas en el menor tiempo posible. Todos podían dedicar a cualquier cosa todo eltiempoquenecesitabanoquerían,porquevolvíaahaberloencantidad.
Peromuchagentenosehaenteradonuncadeaquiénselodebíayquéocurriórealmenteduranteaquel instanteque lesparecióquepasabaenunabrirycerrardeojos. La mayoría no lo habría creído. Sólo lo han sabido y creído los amigos deMomo.
Porque cuando la pequeña Momo y el viejo Beppo volvieron aquel día alanfiteatro ya estaban allí, esperándolos, todos: Gigi Cicerone, Paolo, Massimo,Blanco,laniñaMaríaysuhermanitoDedé,Claudioytodoslosdemásniños,Nino,eltabernero,conLiliana,sugordamujer,yelbebé,Nicola,elalbañil,ytodalagentedelosalrededoresqueantessiemprehabíavenidoyalosqueMomohabíaescuchado.
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Entonces se celebró una fiesta tan divertida como sólo sabían celebrarla losamigosdeMomo,yduróhastaqueelcieloestuvocubiertodeestrellas.
Ycuandohubieronacabadoeljúbiloylosabrazosylosapretonesdemanosylasrisasy losgritos, todossesentaronen lasgradasdepiedra,cubiertasdehierba.Sehizoungransilencio.
Momosepusoenelcentrode laplazoletacircular.Pensabaenlasvocesde lasestrellasylasfloreshorarias.
Yempezóacantarconvozclara.
En la casa de Ninguna Parte, el maestro Hora a quien el tiempo devuelto habíadespertadodesuprimeryúnicosueño,estabasentadoensusillónymirabasonrienteaMomoysusamigosatravésdesusgafasdevisióntotal.Todavíaestabapálido,yparecíaqueacabaradesanardeunaenfermedadgrave.Perosusojosradiaban.
Entoncesnotóquealgole tocabaelpie.Sequitólasgafasyse inclinó.Anteélestabalatortuga.
—Casiopea—dijoconternura,mientraslerascabaelcuello—.Lohabéishechomuybien,lasdos.Tienesquecontármelotodo,porqueestaveznohevistonada.
«Mástarde»,poníaenelcaparazón.EntoncesCasiopeaestornudó.—¿No me vas a decir que te has resfriado? —preguntó el maestro Hora,
preocupado.«¡Ytanto!»,fuelarespuestadeCasiopea.—Habrásidoporelfríodeloshombresgrises—dijoelmaestroHora—.Puedo
imaginarmequeestésmuyagotadayqueprimeroquierasdescansar.Retírate,pues.«Gracias»,poníaenelcaparazón.Casiopeafuearrastrándosehastaunrincóntranquiloyoscuro.Recogiódentrode
sucaparazónlacabezaylascuatroextremidades,yensuespaldaaparecieron,sólovisiblesparaquienhaleídoestahistoria,lasletras:
«ENDE»
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P
Breveepílogodelautor
uede que alguno demis lectores tenga ahoramuchas preguntas preparadas.Perotemonopoderayudarle.Hedeconfesarqueescribítodaestahistoriadememoria,talcomomefuecontada.PersonalmentenoheconocidoaMomoni
aningunodesusamigos.Noséquéhasidodeellosniquéhacenhoy.Enloqueserefierealagranciudad,nopuedohacermásquesuposiciones.
Loúnicoquepuedoañadireslosiguiente:Estaba en un largo viaje (todavía lo estoy) cuando pasé una noche en el
compartimento del tren con un pasajero curioso. Era curioso porque me resultabatotalmenteimposibledeterminarsuedad.Alprincipiocreíestarsentadofrenteaunanciano, pero pronto vi que debía haberme equivocado, porque mi compañero deviajeparecíamuyjoven.Perotambiénesaimpresiónresultóserunerror.
Lociertoesqueduranteellargorecorridonocturnomecontótodaestahistoria.Cuando hubo terminado, los dos callamos un rato. Entonces, el enigmático
pasajeroañadiótodavíaunafrasequenopuedoescatimarleallector.—Le he contado todo esto —dijo—, como si ya hubiera ocurrido. También
hubiera podido contarlo como si fuera a ocurrir en el futuro. Para mí, no haydemasiadadiferencia.
Supongoqueseapeódeltrenalaparadasiguiente,porquealcabodeunratomedicuentadequeestabasoloenelcompartimento.Pordesgracia,nomehevueltoaencontrarnuncamásconelnarrador.
Perosialgúndía,porcasualidad,vuelvoaencontrármelo,piensohacerlemuchaspreguntas.
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MICHAELENDE.Nació enGarmisch-Partenkirchen,Baviera,Alemania, el 12 denoviembrede1929.
Hijo único del pintor surrealista Edgar Ende y de Luise Bartholomä, unafisioterapeuta.Suinfanciaestuvomarcadaporelambienteartísticoybohemioenquese movía su padre. En su juventud participó en una agrupación antinazi llamada«Frente Libre Bávaro»,mientras era estudiante, pero debió suspender sus estudiospara servir al ejército alemán. Tiempo después, su familia semudó a una zona deartistasenMúnich,locualseríaunagraninfluenciaparaEndemástarde.Entre1947y1950estudióinterpretaciónenlaescueladeOttoFalckenburg,enMúnich.
Comenzó a escribir relatos de corte infantil y juvenil a principios de los años 50.Trabajócomoactor,guionistadeespectáculosdecabaretycomoescritordecríticascinematográficas. Logró popularidad en su país con la obra Jim Botón y Lucas elMaquinista (1960) una novela fantástica que le mereció el premio DeutscherJugendbuchpreis como mejor libro alemán del año para público infantil. En 1962publicó la segunda parte, Jim Botón y los 13 salvajes. Contrajo matrimonio conIngeborgHoffman,quieneracantanteyconquienviviríaenRoma.Ingeborgfallecióen1985debidoauncáncer.Cuatroañosdespués,EndesecasaríaporsegundavezconlajaponesaMarikoSato.
Suobraseenmarcaenelgénerofantástico.HaconseguidofamauniversalconlibroscomoMomo (1973) yLa historia interminable (1979), ambas llevadas al cine. Elprimeronarralasaventurasdeunaniñaqueseenfrentaaloshombresgrisesquele
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robaneltiempoaloshombres(unahistoriafantásticaquetienecortessurrealistasymetafísicos).Elsegundoesunlibroquehabladeunlibro.EslahistoriadeBastiánBaltasarBux,quienalrobarunlibrodescubrequeellibrohabladeélyesabsorbidoporsutrama.Estaobrafuellevadaalcineentresocasiones,laprimeravezen1984,modificandomuchosaspectosdel libro,por loqueEndemostrósudesilusión.Aunasífueunéxitodetaquilla.
Suslibrostienennombresllamativosyextraños.Algunosdelosmásdestacadosson:El libro de los monicacos (1970), Tragasueños (1978), Jojo: Historia de unsaltimbanqui (obra de teatro, 1982), El Goggolori (1984), El espejo en el espejo(1986),Elponchede losdeseos (1989)yCarpetadeapuntes (1994),quecontienealgunosensayosautobiográficosconalgunosrelatosfantásticosydeaventura.
En el año1992 se le diagnosticóun cáncer de estómagoque acabó con suvida alcabo de dos años. Michael Ende falleció a la edad de 65 años, en Stuttgart(Alemania),el28deagostode1995.
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