1
Elizabeth Pacheco Zapata
74096
Seminario de Metodología de Investigación II
Marina Matarrese
Maestría en Diseño y Comunicación …………….
1/2015
…………………………
Mobiliario Urbano e imagen barrial: Las sillas de uso público en los barrios de Palermo y Monserrat
2
DESGLOSE
Tema: Mobiliario urbano e imagen barrial: Las sillas de uso público en los barrios
Palermo y Monserrat.
Líneas Temáticas: Diseño y producción de objetos, espacios e imágenes
Pregunta Guía: ¿Es posible reconocer factores característicos en las sillas de uso
público y asociarlos con la construcción de la imagen barrial de los sectores de
pertenencia?
Objetivo General: Identificar los factores característicos de las sillas de uso
público ubicadas en los barrios de Palermo y Monserrat y su correlación en la
construcción de una imagen barrial.
Objetivos Específicos:
- Identificar los factores característicos referentes a la forma y uso de las sillas de
uso público instaladas en las avenidas Intendente Bullrich y De Mayo, entre los años
2008 y 2014.
- Estudiar la función que cumple la silla de uso público en el proceso de
significación y apropiación del espacio público de Palermo y Monserrat a partir del
análisis de la forma y uso de estos elementos.
- Conocer de qué manera los diseñadores incorporan características de la imagen
barrial, desde la conceptualización de sus diseños.
Hipótesis de Trabajo: Las sillas de uso público ubicadas en las avenidas
Intendente Bullrich y De Mayo, en el periodo 2008 – 2014 poseen factores característicos
referentes a la forma y uso asociados con la imagen de cada uno de los barrios de
pertenencia.
3
INDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN 6
CAPÍTULO I. PAISAJE URBANO: CIUDAD Y ESPACIO PÚBLICO 11
1.1. El paisaje urbano 13
1.2. Ciudades y ciudadanos. 17
1.3. El barrio como lugar de diferenciación 22
1.4. Revalorización de los barrios o gentrificación 28
1.5. Espacio público 33
CAPÍTULO II. EL BARRIO: TERRITORIO IMAGINADO 38
2.1. Imagen e imaginarios 38
2.2. Imagen e imaginarios en espacios y objetos de uso público 38
2.3. Imagen barrial porteña: Dos casos emblemáticos 38
2.3.1. Palermo 38
2.3.2. Monserrat 38
CAPÍTULO III. LO LOCAL: MOBILIARIO URBANO, SILLAS DE USO PÚBLICO 39
3.1. Mobiliario urbano 39
3.1.1. Características y clasificación 41
4
3.1.2. Uso y apropiación del mobiliario urbano 44
3.1.3. Sillas de uso público, objeto de diseño 46
3.2. Buenos Aires y mobiliario urbano 47
3.2.1. Plan de restauración del mobiliario público (urbano) 51
CAPÍTULO IV. MOBILIARIO PÚBLICO EN DOS BARRIOS PORTEÑOS 52
4.1. Metodología de investigación 52
4.1.1. Observación 54
4.1.2. Entrevistas semiestructuradas 54
4.2. Análisis de contenidos 54
4.2.1. Sillas de uso público en el barrio de Palermo 54
4.2.2. Sillas de uso público en el barrio de Monserrat 54
CONCLUSIONES 54
LISTA DE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 55
BIBIOGRAFÍA ¡Error! Marcador no definido.
5
ÍNDICE DE FIGURAS
Figura 1. Superposición de límites, caso Av. de Mayo. Producido por la autora. 23
6
INTRODUCCIÓN
Durante los siglos XX y XXI el diseño tuvo un importante desarrollo en términos
culturales al incorporar a la planificación y concepción de los productos un vínculo
estrecho entre imagen, cultura, espacio y los objetos que lo habitan, como respuesta a
una búsqueda constante para mejorar la calidad del espacio público y el habitar de los
ciudadanos. Siguiendo estos parámetros el urbanista Juan Donato Lombardo (2007)
expone que se deben tener en cuenta tres procesos para construir una ciudad:
calificación del espacio, valorización del territorio y diferenciación espacial; para estos
procesos la simbología -originada en los hábitos, costumbres y prácticas cotidianas- se
establece como la base para la construcción de la imagen de un lugar.
En los últimos años la ciudad de Buenos Aires sufrió grandes transformaciones
como resultado de cambios en los aspectos políticos, económicos y culturales. En el año
2005 se realizó un concurso nacional para el diseño de todos los elementos de mobiliario
urbano y equipamiento de la ciudad bajo las premisas de inclusión, cultura y valores
(Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2009), las tareas de ejecución y renovación
comenzaron en el 2009 previendo la instalación de un total de 25.974 elementos urbanos
dentro de los que se cuentan 900 sillas y asientos. A partir de ese año, en muchos barrios
se han producido obras para el acondicionamiento del espacio público que derivan en
procesos de revalorización los cuales, a la larga, van generando cambios en los
imaginarios comunes.
Anteriormente el estudio del espacio público, la ciudad y el ciudadano que la
habita fue abordado desde la arquitectura y las ciencias sociales por autores tales como
Sennett (1991, 1997), Borja y Muxí, (2000), Borja (2002, 2003), Rizo (2006), Lynch (2008)
y Silvestri (2011), quienes abordan el tema desde el paisaje urbano como gran
contenedor de los lugares, analizando la forma de creación de las ciudades, sus barrios y
7
la relación de estos con sus habitantes, hasta llegar al espacio público como el contexto
inmediato donde se manifiesta la vida en comunidad y la creación de referentes o
imaginarios colectivos. Si bien Sennett (1997) y Rizo (2006) plantean la llegada del fin del
espacio público, otros autores como Borja y Muxí (2000), Borja (2002) y Silvestri (2011)
disertan sobre la necesidad de una reconceptualización del espacio público para
adaptarlo a los cambios actuales. Estas apreciaciones reflejan la complejidad para definir
el espacio público puesto que éste está en constante reevaluación y su construcción se
basa en conceptos derivados de diversas teorías como las sociales, políticas, culturales,
urbanas, antropológicas y sociológicas.
Las anteriores discusiones evidencian la importancia que ha ido adquiriendo en
los diversos ámbitos el estudio del espacio público, los elementos que lo componen y su
relación con los ciudadanos para el desarrollo de la vida en comunidad. Espacio que se
establece como el escenario donde se implanta el mobiliario urbano y junto con los
demás elementos que lo componen, conforman la imagen de una ciudad, barrio o lugar.
En relación con el mobiliario urbano, se han desarrollado investigaciones como las
realizadas por Westphal (2004, 2009), Jornet Jovés (2007), Cabeza (2009), Utrilla Cobos
(2012) y Olivares Gallo (2014). Dichas investigaciones tienen un enfoque conceptual
referente a las implicaciones de uso del mobiliario y su relación con el contexto tanto
físico como socio cultural en el cual están insertos.
Por otra parte, los imaginarios barriales entendidos cómo la imagen resultante de
la producción simbólica de quienes lo habitan es un concepto que ha sido estudiado por
por García Canclini, N. (1990, 1999, 2006), Braticevic y Pérez de Arrilucea (2005),
Briceño y Gil (2005), Girola, Gonzáles Bracco y Yacovino (2013), Silva (1992, 2006) y
Lacarrieu, et.al (2011) las cuales manifiestan el gran interés de sociólogos y antropólogos
por el tema en cuestión. Ahora bien, con respecto a la relación entre mobiliario público e
imaginarios barriales se encuentran investigaciones enfocadas desde diferentes
8
perspectivas sociales como las realizadas desde México por Utrilla Cobos (2009); desde
Colombia por Herrán (2013) y desde Argentina autores como Correa (2011); Girola et al.
(2013). Dichos estudios abordan desde una perspectiva antropológica, arquitectónica e
industrial la necesidad de materialización de los imaginarios barriales como método para
generar vínculos entre los espacios y sus habitantes.
Es importante resaltar los trabajos realizados por autores como González Braco
(2013) quien recurre a los talleres de historia oral realizados por el Instituto Histórico de
Buenos Aires (HICBA, 1993) para definir el término porteñidad que implica no sólo una
pertenencia geográfica por la cercanía al río y al puerto, sino una pertenencia simbólica
vinculada a la memoria individual y colectiva. Aun así, no se puede entender la
porteñidad como un concepto generalizado pues existen marcadas diferencias entre los
imaginarios presentes entre un barrio y otro, la idea cobra fuerza con la definición de
Pierre George:
Como centro vital de la experiencia urbana… La unidad básica de la vida urbana es el barrio. Se trata a menudo de una antigua unidad de carácter religioso, de una parroquia que todavía subsiste, o de un conjunto funcional… Siempre que el habitante desea situarse en la ciudad, se refiere a su barrio. Si pasa a otro barrio, tiene la sensación de rebasar un límite… Sobre la base del barrio se desarrolla la vida pública y se articula la representación de lo popular. Por último -y no es de hecho menos importante-, el barrio posee un nombre, que le confiere personalidad dentro de la ciudad (Como se cita en Gravano, 2003, pág. 15).
No obstante, debido a las transformaciones consecuencia de la historia vivida por
Buenos Aires, los barrios cambiaron su fisonomía, población y actividades. Según
González Bracco (2013) dichas trasformaciones produjeron la desaparición de ciertos
imaginarios y el surgimiento de otros nuevos, provocando el pronunciamiento de
asociaciones barriales patrimonialistas y vecinos preocupados por la inminente pérdida
de identidad de los barrios afectados.
Es en este contexto de barrio cotidianizado, gentrificado e imaginado donde se
encuentra el mobiliario urbano que parte del conjunto de elementos que identifican la
ciudad y permiten conocerla y recordarla. Así el mobiliario se establece como una pieza
9
integral de la imagen local. Como eje principal, la presente Tesis analiza las sillas de uso
público ubicadas en las avenidas Intendente Bullrich y De Mayo en el periodo
comprendido entre los años 2008 y 2014. En este estudio se pretende identificar los
factores característicos de las sillas ubicadas en los espacios públicos de los barrios
Palermo y Monserrat y su correlación en la construcción de una imagen barrial. Del
mismo modo, se plantean tres objetivos específicos: El primero hace referencia a las
características inherentes de las sillas estudiadas, el segundo se relaciona con el proceso
de significación y apropiación del espacio y el tercero refiere específicamente al diseño
industrial.
En el desarrollo del trabajo se realiza un recorrido teórico para sentar las bases de
la investigación. Se divide en cuatro capítulos basados en conceptos derivados de las
teorías del diseño y las ciencias sociales. Es así como en el primer capítulo se trata el
concepto general del contexto donde se instalan las sillas objeto de estudio, refiriendo al
paisaje urbano como gran contenedor del espacio público presente en la ciudad, y luego,
el barrio trabajado como microcontexto. El segundo capítulo estudia el barrio como
territorio imaginado, se realiza una aproximación a la imagen y los imaginarios desde las
teorías sociales y su relación con el diseño exponiendo los criterios dentro de los que se
enmarca el imaginario porteño de los barrios Palermo y Monserrat. Para el tercer capítulo
se aborda el objeto caso de estudio: El mobiliario urbano y las sillas de uso público; se
estudian las características generales de estos elementos y se relaciona directamente
con el barrio de pertenencia y finalmente se desarrolla el planteo metodológico.
Parte de lo que se observa a continuación es el resultado de tiempo de
observación en los espacios seleccionados, que apoyado en fotografías y búsqueda de
información en libros y documentos, pretende obtener resultados que permitieran un
estudio a profundidad teniendo en cuenta la intención de ésta Tesis. Así mismo durante
las observaciones se tuvo en cuenta la relación entre diseño y mobiliario y de este modo
10
hacer posible evidenciar la incidencia de las sillas en la construcción de una imagen
barrial en ambos sitios.
11
CAPÍTULO I. PAISAJE URBANO: CIUDAD Y ESPACIO PÚBLICO
“La arquitectura sólo se considera completa con la intervención del ser humano que la experimenta. En otras palabras, el espacio arquitectónico
sólo cobra vida en correspondencia con la presencia humana que lo percibe.”
Tadao Ando
Con el fin de comprender el sentido del paisaje urbano como contenedor de la
ciudad, el barrio y el espacio público es menester dar cuenta de conceptos de mayor
envergadura que han abrazado con anterioridad la noción de paisaje.
Muchos investigadores coinciden en nombrar la Grecia Clásica a modo de primer
esbozo sobre la figura del paisaje, si bien se aprecia la existencia de jardines en épocas
anteriores nunca se mencionó lo que hoy se estima cómo “mirada paisajística” (Aliata y
Silvestri, 2001, p.20) en referencia a la consideración de la representación visual y
poética asociada a las formas de habitar. Una segunda mirada se coloca en relación con
el periodo conocido como modernidad, es decir, el lapso de tiempo comprendido entre
mediados del siglo XVIII y finales del siglo XX. Aliata y Silvestri (2001) enfocan su
investigación en la modernidad occidental definiendo como paradigmáticos de ésta el
paisaje italiano y el paisaje inglés: “El primero evoca la lentitud de los años, la
permanencia de las ideas y las cosas; el segundo la novedad, la invención de una
tradición.”(p.28). Asimismo exponen como a través del paisaje italiano pueden
determinarse ciertas características de la modernidad como la división política de la tierra,
los valores simbólicos, la representación visual y la construcción arquitectónica; y cómo a
través del paisaje inglés se perfila el problema de campo versus ciudad, “un campo ya
transformado y para nada idílico, una ciudad que forma parte de este proceso de
transformación que lo motoriza” (p.74). Resulta de interés la unión entre simbología y la
12
representación aplicada en los espacios y objetos presentes en la cotidianidad del
residente de los barrios seleccionados.
Particularmente se comienza a pensar en el arte del paisaje y su relación con las
Bellas Artes al realizar un comparativo con el campo arquitectónico. El arte considera el
espacio desde el punto de vista de lo natural, para esta disciplina un lugar se consolida a
través de la representación de la luz y el color plasmada en los lienzos de los artistas, por
el contrario la arquitectura considera el espacio a partir de la forma humana y la función
que del mismo de cuenta el hombre. El filósofo alemán George Simmel (1986), alude al
ser humano como un artista en potencia mencionando la capacidad para transformar los
elementos observados en paisajes, relacionando de esta manera ambos términos. Sin
embargo Silvestri (2011), refiere que existe una diferencia entre la idea de paisaje
esbozada a partir del recorrido por los ideales del siglo XVIII hasta 1830 y los paradigmas
esbozados a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En el primer caso, la mirada
estética es primordial, son en su mayoría pintores y poetas los propulsores de ésta; para
el segundo caso los planteamientos se basan en ciencias o técnicas, dejando atrás el
fondo estético.
En los últimos años el tema paisaje adquirió un nuevo auge en relación con la
historia cultural, en parte por la referencia al interminable conflicto hombre naturaleza, en
parte por su alusión a un ambiente preferiblemente natural y a la forma en que éste es
interpretado, representado o transformado. Una gran mayoría de los tratados teóricos
sobre la materia derivan del doble sentido de la palabra que lleva de naturaleza a arte, o
como compete a este estudio, de paisajes mentales a paisajes materiales desplazando
uno de los términos sin anularlo por completo. Simmel (1986) continúa con la analogía
exponiendo que el paisaje no se presenta solo por el hecho que una serie de cosas u
objetos estén exhibidas juntas sobre la tierra y aisladas en un mismo campo visual, por el
contrario explica cómo el paisaje constituye una paradoja: “una visión cerrada en sí
13
experimentada como unidad autosuficiente, entrelazada, sin embargo, como un
extenderse infinitamente más lejano.” (p. 267), siendo este el caso de los barrios de
Palermo y Monserrat que, si bien tienen una imagen propia y diferente una de otra,
pertenecen ambos al mismo paisaje porteño. Desde Argentina el arquitecto César
Augusto Naselli (1992), retoma el planteamiento de Heidegger sobre las relaciones entre
el hombre y el mundo físico en que vive; exponiendo que el paisaje no es en sí una
realidad ni tampoco una simple reproducción sensible de la misma, es una síntesis
combinada de lo real con lo subjetivo que da como resultado un producto con alto
contenido cultural, social e histórico en constante transformación.
En referencia al paisaje argentino, este ha sido abordado poéticamente por
diversos autores. Ya en los años 30 la revista Sur (1931) dividía el territorio nacional en
cuatro miradas: pampa, andina, tropical y austral, lo que Borges llamaría de modo irónico
“un verdadero manual de geografía” (Silvestri, 2011). Sin embargo Buenos Aires es
reconocido por sus propios paisajes los cuales apuntan a diferentes valores o
imaginarios. Ya sea por su urbanización, colorido o referente turístico, los paisajes
porteños son reconocidos como representantes del barrio de pertenencia, llegando a
reconocerse como paisaje de ciudad y hasta de la nación argentina.
Como se puede observar, diversas son las definiciones que sobre el paisaje se
han dado y diversos los puntos de vista desde los cuales se abordan. No se trata de
entrar en un debate al respecto, sino de efectuar un estudio acerca de cómo el paisaje y
sus transformaciones se han ido desplegando de forma paralela junto a determinadas
nociones de imaginarios, por lo que se refiere solamente algunas que ayuden a la
vinculación con las ciudades para llegar así a pensar el paisaje urbano.
1.1. El paisaje urbano
14
La idea de paisaje en cuanto a la apreciación del medio urbano refiere a la
manera en que el ciudadano contempla el conjunto de elementos artificiales surgidos de
intereses políticos, económicos o sociales, que se van construyendo sobre un territorio.
Por primera vez en las actas del Congreso de Londres (1910), se menciona el término
urbanismo nombrando así la disciplina que relaciona conceptos como vialidad y
habitabilidad para estudiar de manera directa la relación entre términos como redes de
transporte, de servicios, arbolado y vivienda familiar, comercio, barrio, plazas, lugares de
juego y de paseo, como principios básicos para formar la ciudad.
Luego, para 1974 el arquitecto urbanista inglés Gordon Cullen (1974) presenta el
término townscape11 como título para su libro dedicado al análisis de los procesos
visuales, perceptivos y constructivos que se dan en la ciudad. En este estudio se plantea
las bases de la planificación urbana fundamentado en características estéticas derivadas
de la “facultad de ver” (p.8) o capacidad de formarse una idea del espacio urbano en
conjunto mediante la percepción de las reacciones, voluntarias o involuntarias, generadas
por los ambientes, activando recuerdos y emociones. El autor considera que, esta
reacción se puede generar mediante la unión de tres caminos: Óptica, lugar y contenido.
El concepto desarrollado por Cullen (1974), relaciona el urbanismo con la
construcción de imaginarios, describiendo la óptica en referencia a la “visión serial” (p.9)
o la manera como al recorrer la ciudad, los escenarios se revelan al transeúnte. Mientras
que con referencia al lugar, menciona la relación del ser humano con el entorno,
planteando que las ciudades deben ser pensadas tanto para el peatón, como para
quienes se desplazan por sus vías. Respecto al contenido relaciona la construcción de la
urbe desde el aspecto de la profesión considerando el color, la escala, el estilo, el
carácter, la personalidad y la unicidad, así como la mezcla de estilos arquitectónicos
presentes en la forma en que se transforma a través del tiempo; también hace especial
1 Paisaje urbano por su traducción al español.
15
mención de las plazas, plazoletas y puntos centrales de la localidad. En suma, una
ciudad, un pueblo o un paisaje están conformados por la integración de diferentes
espacios y la configuración de los mismos puede hacer que un lugar sea percibido como
atrayente, confortable o desagradable.
En esta misma línea Maderuelo (2010), observa el paisaje como una convención
con significados variables según la cultura, algo que se elabora a partir de lo que se
observa al contemplar un espacio; por tanto es subjetivo, no es lo que existe. Esa lectura
que el ciudadano hace del paisaje urbano está condicionada por elementos culturales y
sociales donde, según el autor, influye también el estado de ánimo y las circunstancias en
que el sitio es conocido refiriéndose a las diferencias entre la manera en la cual un
habitante y un turista experimentan la ciudad. Dichas situaciones ayudan a comprobar
que el planteamiento de la ciudad admite diferentes lecturas. En efecto una plaza o lugar,
en el caso de un visitante que la recorre interesado en disfrutar del espacio, no tiene la
misma relevancia que para los ciudadanos que pasan por ella a diario.
De modo similar Sánchez de Madariaga, I. (1999), aludiendo a las teorías de la
percepción considera como “El paisaje es el que se percibe, independientemente de la
belleza del entorno; es simplemente la percepción retenible y apropiable que el
observador puede tener de la imagen de una ciudad.” (Como se cita en Jornet Jovés,
Lluís, 2007, p.71). En otras palabras, el paisaje se considera como un componente más
de la imagen de la ciudad.
Estas teorías llevan a entender el concepto de paisaje como un fenómeno cultural
y social desligándolo de los parámetros artísticos. Una vez entendido como un fenómeno
subjetivo se puede comenzar a esbozar la idea de ciudad como un lugar que, al tener la
capacidad de unir la sensación estética con los sentimientos afectivos, demanda el ser
interpretado como paisaje urbano.
16
Por otra parte en su investigación Jornet Jovés (2007), expone que en la
actualidad no se percibe el paisaje de forma uniforme puesto que en las ciudades
modernas no existe un único paisaje, en estas se presentan tipologías fragmentadas con
paisajes urbanos distintos según la zona que se transite. Es así como aparecen los
nombres de centro histórico, barrio portuario, distrito de diseño, y todos ellos componen
una única ciudad con diferentes paisajes derivados de la evolución histórica, económica y
arquitectónica del lugar.
El antropólogo Marc Augé (2000), hace referencia a los espacios y los territorios.
“El lugar, tal como se lo define aquí, no es en absoluto el lugar que Certeau opone al
espacio como la figura geométrica al movimiento…o el estado al recorrido: es el lugar del
sentido inscripto y simbolizado, el lugar antropológico” (p.86). Es decir, el paisaje se
transforma en espacios o lugares por medio de la vivencia y la práctica, donde el autor
expone como al interior del mismo se pueden realizar diferentes lecturas, entendidas
como recorridos, generando una clara diferencia entre los espacios simbolizados o
apropiados y los no simbolizados o no lugares.
En resumen, el paisaje urbano representa la imagen de ciudad que se modifica de
manera constante a través de la historia y en paralelo con el desarrollo de la misma. Hoy
es concebido como algo más que el espacio verde, la calle, las plazas, parques y el
mobiliario público; abarca también el uso del espacio público, el ambiente urbano
entendido como seguridad, la transmisión de significados, la utilización del patrimonio y
las experiencias que ocupan un espacio en la memoria, y permite un lugar para el
desarrollo ciudadano (Borja, 2003). En efecto, lo urbano representa esos espacios que se
oponen a una interpretación estructural ya que son cambiantes y aleatorios pues
dependen del sentido que les sea dado por sus usuarios.
Antes de analizar la mirada paisajística sobre la ciudad y sus habitantes es
menester aclarar que, si bien la percepción de los lugares y su interpretación como
17
paisaje son hechos individuales de carácter subjetivo, se presenta una marcada
inclinación a la generalización, al ser el ciudadano parte de una sociedad que a la larga
adquiere una mirada específica característica de cada una de las comunidades.
1.2. Ciudades y ciudadanos.
En el apartado anterior se menciona que, el paisaje urbano cómo imagen de
ciudad representa la reconstrucción continua del contenido material y simbólico, “La
ciudad siempre ha sido el lugar, es decir, el espacio físico construido desde y para la
dimensión de lo social, sitio del encuentro y del intercambio para el desarrollo de las
actividades humanas.” (Alguacil Gómez, 2000, p.145). Si bien para construir una ciudad
es necesario la separación física entre espacio público y privado, sus límites no son
delimitados y homogéneos, corresponden más bien a espacios de interacción en los
cuales las imágenes y sentimientos de pertenencia se transforman a través de las
vivencias y prácticas mediante las cuales las personas establecen vínculos con los
espacios. Pero ¿qué es ciudad? La definición de este concepto puede darse desde
diferentes perspectivas, una mirada generalista refiere a la concentración de personas,
una serie de casas próximas una de otra con un dominio del espacio territorial para su
cuidado y explotación. Sea grande o chico un núcleo urbano cumple estos requisitos,
para ello la ciudad y sus habitantes desarrollan una propia simbología, inventan
tradiciones y establecen costumbres para legitimar su dominio (Zambrano y Lesmes,
2000). Estas características se encuentran presentes desde la antigua Grecia y siguen
vigentes al día de hoy en ciudades como Buenos Aires, una aglomeración urbana con
gran peso en el desarrollo de la simbología nacional.
Otra de las características básicas para que un territorio llegue a conformarse
como ciudad es establecer un límite o perímetro reconocible que marque la separación
entre la vida urbana y la rural. Cada sociedad marca sus límites de manera específica,
sean físicos o simbólicos estos deben ser reconocibles para todos sus habitantes.
18
Asimismo, al interior de la ciudad se plantean nuevos límites internos, divisiones políticas,
económicas o históricas que ayudan a los habitantes a sentirse parte de un territorio.
Con respecto a la construcción de la ciudad el sociólogo Richard Senett (1997)
argumenta desde su investigación Carne y Piedra, cómo estos espacios fueron creados
en relación al cuerpo humano y evolucionaron a modo de solución a las necesidades de
ejercicio, desplazamiento y descanso y cómo los espacios urbanos adquieren un sentido
a partir de la manera en que las personas experimentan su cuerpo vivenciando el lugar.
Por su parte el Urbanista Jordi Borja (2003) desarrolla el concepto de ciudad como
espacio público; un lugar abierto cargado de significantes, lugar de la cohesión social,
una creación humana para ser habitada por seres libres e iguales a los cuales se refiere
como ciudadanos. En relación a ambas teorías, el Lic. Rueda Palenzuela (2009) expone
que “Si el espacio público es, en esencia, la ciudad, un ciudadano lo es enteramente
cuando ocupa ‘sin límites’ el espacio público” (p.96). En cierto modo para un ciudadano
puede resultar complejo establecerse en un territorio que no comprende y del cual no se
siente partícipe, la conformación de grupos sociales relativamente uniformes es el
resultado de la agrupación de personas con similar estilo de vida en un sector o área
espacial determinada. Asimismo, las nociones de ciudad, vida urbana y espacio público
difieren según la visión de sus habitantes (Ladizesky, 2011). Es así como las ciudades no
representan un estilo homogéneo, sino por el contrario una suma de lugares con
identidades disimiles en los que cada ciudadano la interpreta desde la relación con
diferentes objetos, materiales y simbólicos creando una imagen fragmentada separada
por barreras físicas o imaginarias representadas por elementos fijos en el espacio
público. Tanto en Palermo como en Monserrat, se puede observar como el espacio es
vivido y transformado en propio durante el tiempo que sus ocupantes se relacionan con el
entorno, sea sentados descansando, socializando o utilizando el mobiliario como parte
complementaria a otras actividades, a manera de ejemplo se menciona el utilizar las
superficies como obstáculo para saltar en bici o skate y elemento para alcanzar mayor
19
altura al observar un espectáculo público, actividades observadas durante el análisis de
los espacios.
Por otra parte para Habermas (1993), la ciudad corresponde al espacio público
donde el poder se materializa, donde la sociedad se refleja y el simbolismo colectivo se
hace visible. Es así como, al estar relacionada directamente con los imaginarios de cada
ciudadano, se puede decir que la ciudad es un producto cultural, una producción humana
que se construye y destruye cada día entre todos sus habitantes. De igual manera para
Lynch (2008), la ciudad es un producto de múltiples constructores y arquitectos que van
modificando de manera constante su estructura, si bien las líneas generales se
mantienen estables durante largas temporadas, los detalles cambian de manera continua.
A pesar de la modificación, una ciudad debe mantener una lectura clara del paisaje,
haciendo referencia a la facilidad con que pueden reconocerse y organizarse sus partes.
Por consiguiente una ciudad legible presenta sus barrios, divisiones y sitios de interés
fácilmente identificables, otra de las cualidades que debe mantener para lograr un
ambiente agradable sería la imaginabilidad, “…esa cualidad de un objeto físico que le da
una gran probabilidad de suscitar una imagen vigorosa en cualquier observador de que
se trate.” (p.19). Lo antedicho hace referencia a la forma, color o distribución que facilita
la creación de imágenes mentales claras y reconocibles. A su vez, Gorelik (2004) plantea
como la ciudad y su imagen se producen mutuamente componiéndose de diversas capas
de sentido por lo tanto la ciudad no puede entenderse ni como espacio vacío, entendido
desde una visión sociológica, ni como maqueta jerárquica vislumbrada desde la mirada
urbanística; es más bien un lugar heterogéneo producto único y cultural.
En cuanto a la visión técnica del paisaje urbano, entendido como un campo u
objeto de estudio, el arquitecto argentino César Naselli (1992) distingue dos tendencias:
la conceptual, más conocida culturalmente, refiere a esa idea de ciudad basada en un
tejido de llenos y vacíos que se han ido construyendo como una trama alrededor de un
20
espacio o asentamiento por apropiación de los mismos y del suelo. Dentro de esta
tendencia se aprecian los términos arquitectónicos de recorridos o sendas, nodos,
sectores o barrios, límites o bordes y puntos de referencia nombrados por Lynch (2008),
los que a éste estudio atañen son las secciones del entorno denominadas barrios
entendidos como la división geográfica de la ciudad.
Una tendencia más reciente es la de la visión desde otras ciencias como las
sociales y naturales que acompañan la evolución cultural de la idea del paisaje y su
modificación de jardín medieval a la actual apreciación que considera la imagen-paisaje
como producto del dominio humano sobre un territorio delimitado antropo-
geográficamente.
Una mirada antropo-geográfica a la forma urbana
En la actualidad los conceptos de geográficos o de territorio ya no están
comprendidos en términos de paisaje o medio ambiente, ahora se produce una
asociación entre lugar o historia más conocida como paisaje antropo-geográfico. En cierto
modo el término vincula los interrogantes surgidos tanto del estudio de los aspectos
materiales, como de los vinculados con lo simbólico en relación al modo en que cada
habitante experimenta su territorio convirtiendo la ciudad en su propio material para una
producción metafórica. Según Naselli (1992), el hombre ha intentado responder la
pregunta planteada al comienzo de esta sección sobre el significado de ciudad creado
tres tipos ontológicos. El primero refiere a una ciudad premeditada, planteada e
imaginada donde las formas y distribución están basadas en el imaginario de cómo estos
elementos serán leídos y percibidos, este tipo de ciudad se corresponde con una imagen
platónica de la ciudad ideal, tal es el caso de Brasilia en el país vecino. La ciudad real
habla de un espacio concreto producto del desarrollo del paisaje urbano y la vida en
comunidad el cual puede o no ser materializado bajo un ordenamiento previo, es este tipo
21
de ciudad la que atañe el presente estudio, un lugar donde lo ideal, lo existencial y lo
simbólico se superponen. La última tipología refiere a los espacios marginados conocidos
como villas, esa ciudad irreal que no figura en cartografías y la que los estudios hacen
mención simplemente a manera de problema para resolver. En el contexto actual la unión
de las tres tipologías forma una sola, es importante mencionar como cualquier tipo de
ciudad, barrio o lugar puede ser imaginado a través del paisaje urbano, imagen
construida a partir de la unión del paisaje histórico, el paisaje percibido y las vivencias al
interior de los mismos. La aceptación o rechazo que un ciudadano tiene de su ciudad
parte de la imagen que éste tiene de su propio entorno, la construcción de imaginarios
será tratada en un capítulo posterior.
Para su organización y disfrute, la ciudad requiere de rutinas cotidianas que
permitan acceder a lo cercano y lo lejano (Kuri y Aguilar, 2006), presentando una forma
de contacto para que sus habitantes vivencien y gocen de la vida en comunidad, punto de
partida para hablar de identidades e imaginarios en relación tanto a la ciudad como a sus
barrios, ya que el conjunto de referentes acumulados a través del tiempo de manera
individual o colectiva otorgan al espacio un sentido con una densidad tal, no presente en
el visitante ocasional. Por el contrario, para Delgado (2000) “El usuario del espacio
urbano es casi siempre un transeúnte, alguien que no está allí sino de paso.” (p.47). Borja
(2000) por su parte, habla de la civitas o ciudad como espacio productor de ciudadanía,
abierto a todos, para el autor un ciudadano posee los mismo derechos y deberes, la
intensidad de relaciones entre los habitantes es generada justamente porque todos son
diferentes en sí mismos en cuando a aptitudes, gustos y actividades, echo generador de
intercambios. Es así como la ciudad en si misma habla de sus habitantes y estos hablan
de ella solo con habitarla, recorrerla y mirarla, como expresa Barthes (1990). A partir de
esta idea se puede relacionar la ciudad como una especie de escritura colectiva trazada
mediante las acciones permanentes de habitantes y visitantes; la memoria permite al
ciudadano establecer una relación de afinidad marcando puntos de encuentro, de
22
interacción y de representación mediante la lectura que diariamente realiza de dicho
texto. Esta cualidad de lector inherente al ser humano permite vivir lo urbano, proceso
respaldado en la interpretación del entramado simbólico.
En resumen, de las anteriores teorías se desprenden dos tipos de mirada
paisajística para valorar la ciudad: la primera hace referencia al urbanismo como la
apreciación de los intelectuales estudiosos del paisaje y la segunda a una imagen que es
experimentada de forma directa por el espectador, es aquella apreciación del entorno
existencial que tiene el habitante o visitante de un lugar.
1.3. El barrio como lugar de diferenciación
A modo de introducción en el tema del barrio como lugar de diferenciación, es
necesario una revisión de algunas teorías entorno a la conceptualización del barrio y lo
barrial, con el fin de ubicar al interior de Buenos Aires los espacios analizados en función
de resolver el interrogante principal de esta Tesis. Se trata de hacer un acercamiento al
concepto central desde las variables urbanísticas, sociológicas y antropológicas o mejor
referidas al territorio como delimitación geográfica y al sentimiento como el significado
que los habitantes dan al barrio. Para definir los espacios analizados, es menester
detallar en principio un espacio general, el barrio concebido o no como vecindario, acorde
a sus límites territoriales para llegar así al barrio vivido e imaginado.
Como se mencionaba anteriormente, el término barrio se corresponde con una
sección del entorno de ciudad, una división geográfica y social identificada por un cierto
paisaje urbano y un determinado contexto sociocultural, definido por Rossi (2011) como
un elemento fundamental en la distribución del espacio urbano. Por su parte Lynch
(2008), habla de una sección de ciudad con dimensiones medianas o grandes en el que
el observador se introduce y reconoce un carácter común que lo identifica, “la mayoría de
23
las personas estructura su ciudad hasta cierto punto de esta forma, quedando margen
para las diferencias individuales en cuanto a si las sendas o los barrios son los elementos
preponderantes. Esto parece depender no sólo del individuo sino también de la ciudad
que se trata.” (p.62). Desde la forma física urbana los barrios pueden tener diversos tipos
de límites, algunos fijos y bien definidos y otros abstractos, marcados por puntos
estratégicos o nodos que constituyen un foco intensivo de los que se parte o a los que se
dirige. Algunos nodos de concentración corresponden al foco de un barrio, aunque en los
espacios analizados se puede señalar a Puente Pacífico como nodo de transporte en
Palermo y Plaza de Mayo como área de concentración en Monserrat.
Figura 1. Superposición de límites, caso Av. de Mayo. Producido por la autora.
En la anterior imagen se puede apreciar, a modo de ejemplo sobre la imprecisión
de los límites, cómo en algunos casos la Av. de Mayo señalada en color verde, se pierde
entre Monserrat delimitado en azul y la denominada City porteña o Microcentro delimitada
en rojo. Ésta última si bien no es un barrio oficial se encuentra dentro de los tantos
presentes en el imaginario porteño, cabe anotar que gubernamental esta avenida está
contenida en su totalidad por el área delimitada como Centro Histórico.
24
La usanza técnica para demarcar los sectores en la geografía de la ciudad con los
nombres de sus barrios son los planos. “Éstos constituyen el entrecruzamiento cultural de
medios técnicos, elecciones gráficas estéticas y representaciones e imaginarios
múltiples.” (Barela, 2004, p.14). Allí figuran nombres y límites que van cambiando,
surgiendo o desapareciendo con el crecimiento de la ciudad, denominaciones
administrativas también llamadas secciones o comunas, que pueden derivar de hechos o
históricos como Villa Urquiza o Belgrano, de los propietarios del terreno como Palermo y
Nuñez o de una capilla como Monserrat y San Cristonal. Pero “a su vez barrio [sic] es
sinónimo de arrabal [sic], junto a alfoz, suburbio, afueras, alrededores.” (Sabugo, 2001,
p.4), denominaciones comúnmente utilizadas por escritores y músicos quienes apelan al
sentimiento para referirse a los barrios con cierta nostalgia por los recuerdos perdidos
como se aprecia en algunas letras por ejemplo, “Hoy, ya no están, el eco no se escucha/
de aquella voz y aquella algarabía/ el barrio duerme, antes no dormía/ le falta vida, le falta
el corazón.”2 y “Arrabales porteños/ en tus patios abiertos/ las estrellas se asoman/ y te
bañan de silencio.”3 Aunque la gran variedad de tangos y milongas de Buenos Aires casi
siempre menciona el barrio, contadas veces rememora la ciudad, por esto decía el
periodista e historiador Norberto García Rozada que “Garay fundó la ciudad y los
porteños, los barrios” (como se cita en Barela y Sabugo, 2004, p.8). No sin razón la letra
hace referencia a 100 barrios porteños4 cuando la división oficial de la ciudad solo llega a
48. Los diversos nombres, oficiales o no, son utilizados para consolidar una identidad y
señalar pertenencia a un territorio; en efecto los ciudadanos sienten afinidad por lo que
simboliza considerando dentro de lo que lo representa una imagen, un color, una forma y
hasta un olor.
2 Tango - Por las calles del barrio. Música y letra: Elléale Gerardi.
3 Milonga - Arrabal. Música: Félix Lipesker. Letra: Homero Manzi.
4 “Cien barrios porteños/cien barrios de amor/cien barrios metidos/en mi corazón” Música: Rodolfo
Sciammarella. Letra: Carlos Petit.
25
Si los diversos territorios acotados fueran semejantes en tamaño, estructura y
denominación resultaría sencillo describir la ciudad, pero esta desaparece en el
imaginario, al ser recordada o soñada; componentes individuales se conjugan en la
búsqueda de un pasado común que se extiende más allá de los límites oficiales
proporcionando como resultado un espacio cargado de símbolos y señales, un territorio
definido a partir de las vivencias particulares (Rubio Diaz, 2012 e IHCBA, 2008). En un
sentido general, el significado que los habitantes le otorgan al barrio pocas veces se
explicita, es un espacio inscripto en el imaginario colectivo conformado por áreas y
elementos públicos y privados, aptos para la vida en comunidad. Sin embargo, su
significado se extiende más allá de lo evidente, Gravano (1898) realiza un recorrido por
su significado nombrando autores desde la filosofía y los estudios sociales hasta los
históricos, refiriendo al término como:
“Unidad urbana de desarrollo de fuerte identidad (Barbagallo 1983), como ámbito de las relaciones sociales directas -vecinales- (Keller 1975,59), de desarrollo de una ‘cultura’ específica (Feijoo 1982) (…) como sede de luchas y reivindicaciones que lo definen como ‘algo más que una casa donde vivir’ (Castels 1979, 138), como una dimensión rehabilitadora de la vida humana (Winograd 1982), como el polo de solidaridad respecto la identidad comunal (Catullo 1987), el polo negativo (‘barrios ilegales autoconstruidos’) [sic]” (p.16)
En la anterior definición se puede apreciar una referencia a prácticas, ideologías y
valores. Para la presente Tesis se tomará únicamente las referencias a la construcción de
una ideología simbólica barrial resultado de la producción de los propios ciudadanos.
Desde la Argentina se han producido variados estudios en torno a la fundación de
la ciudad, la aparición de los barrios y la influencia que éstos tienen en la cotidianidad de
sus habitantes. Scobie (1977) remite a 1910 como época para la aparición del barrio
ligado a la expansión del ferrocarril y el tranvía, situando el concepto en términos de
suburbio. No obstante Adrián Gorelik (1998), marca el nacimiento de los barrios entre las
décadas del 20 y el 30, definiéndolo como un producto social y cultural. Cabe resaltar el
trabajo de Sabugo (2001) quien ubica al barrio como construcción histórica generacional
26
dividiendo la historia de Buenos Aires en tres partes, la primera comprendida entre finales
del siglo XVIII y principios del XIX hace referencia al barrio porteño antiguo, entre finales
del siglo XIX y comienzos del XX ubica al barrio porteño moderno y esboza una tercera
generación en sincronía con la aparición de conjuntos habitacionales o barrios privados.
Las anteriores definiciones sumadas a los trabajos que actualmente realiza el HICBA en
referencia al barrio y la producción de sentido e imaginarios al interior del mismo serán
retomadas en el capítulo siguiente para trabajar el concepto de imaginarios al interior de
cada barrio estudiado.
Resulta evidente en la definición de barrio el conflicto conceptual entre la técnica
urbanística y las teorías sociales, se hace innegable la yuxtaposición del espacio urbano
definido en términos de como grilla, manzana, nodo, avenida y calle, con el paisaje
urbano resultado de una producción simbólica cotidiana a partir del reconocimiento y
apropiación de los espacios. Para las personas que allí moran el sentido de pertenencia
les proporciona una oportunidad de socialización más extensa que la encontrada al
interior de la organización familiar, en los barrios tradicionales es normal conocer al
vecino, saber dónde vive, quienes son sus amigos, su familia, que hace o a donde va, en
suma es un lugar para el encuentro. En el diario vivir se construye la memoria donde
cada casa, edificio, plaza o esquina se encuentran cargados de recuerdos que generan
identidad y sentido de pertenencia. Pero las modificaciones ocurridas al interior de la
ciudad sumado a las nuevas construcciones van generando rupturas al interior de la
unidad barrial, contribuyendo al crecimiento del individualismo. (Lipovestsky, 1993).
En este contexto recorrer los barrios porteños resulta una labor compleja, las
cartografías, mapas y guías existentes no coinciden entre sí, sea a pie o en auto
generalmente se hace necesario consultar a un transeúnte sobre la ubicación, para
descubrir que aún los porteños nativos tienden a confundir, en este caso se retoma el
ejemplo de la Av. de Mayo ilustrado en la Figura 1 en el23 que algunos consultados
27
durante las observaciones la ubican en Microcentro y otros en Monserrat, cabe anotar
que ninguno la identifica como parte del Centro Histórico. Iglesia y Sabugo (2007) afirman
que la identidad puede definirse por la ubicación, “En Buenos Aires –con más
brusquedad- se interroga al viandante: ¿De qué barrio sos, que Castillo no te nombra?”
(p.235). De igual manera refiere al barrio como una comunidad conformada por
integrantes con intereses similares ya sea por oficio, parentesco o por la misma
ubicación. Por el contrario Mónica Lacarrieu, en los Anexos a los informes de la Comisión
Consultiva para la Creación de Comunas para la Ciudad de Buenos Aires (1996)
presenta una opinión contraria a la utilización del término barrio como comunidad,
exponiendo que:
“Hablar de lo simbólico no significa necesariamente hablar de ‘pertenencia’ o ‘personalidad’...es por ello que algunos proyectos plantean comunas definidas a partir de barrios y / o entidades con identidad histórica y cultural (...) que (a veces) [sic] se supone naturalmente reconocido por sus habitantes y que redundará en la conformación de ‘entidades dotadas de personalidad histórica, social y urbana’. Esta concepción de identidad barrial, local, social, focaliza su atención en cierto esencialismo que presupone la existencia de diferentes zonas o culturas de donde emergen rasgos o pautas que la definen homogéneamente en cuanto a su personalidad (...) apunta a la idea del particularismo antropológico de los años ´20 de este siglo (siglo XX) [sic] acerca de una cultura = a una identidad, compartimientos estancos con poca posibilidad de cambio y elude las relaciones de poder, en consecuencia las apropiaciones conflictivas de los lugares por parte de los sujetos” (como se cita en Guevara, 2006, p.17).
Lo cierto es que, el vínculo entre barrio y comunidad está presente de manera
constante en las teorías expuestas, resulta complejo, por no decir imposible, hacer
referencia al barrio como un territorio imaginado, libre de conflictos. En base a las
investigaciones realizadas, se puede decir a juicio propio que esta teoría de región versus
comunidad, sigue actual y vigente para guiar los procesos de conceptualización de
imaginarios y valoraciones en torno a las cuestiones barriales.
Aun así los barrios siguen vigentes, dicen Iglesia y Sabugo (2007) que los
vecindarios porteños surgidos en su mayoría de la inmigración desde 1880 se imponen
en el paisaje urbano afirmados en sus instituciones y congregaciones. Y como el barrio
28
es una parte de la ciudad se puede analizar en sí mismo desde una mirada arquitectónica
o social, urbanística o antropológica, descubriendo al interior del mismo espacios y
lugares para el disfrute, sectores con gran valor simbólico generadores de recuerdos y
sensaciones donde la materia arquitectónica y del diseño industrial se conjuga con la
memoria, otorgando a cada lugar una personalidad única que lo hace reconocible de sus
similares.
1.4. Revalorización de los barrios o gentrificación
En las últimas dos décadas, el paisaje urbano de Buenos Aires se ha
transformado, los barrios han cambiado su fisonomía. Se trata de un fenómeno asociado
a conceptos como revalorización urbana o recalificación urbanística reflejados en la
valorización de un espacio en perjuicio de otro, también enunciados en la construcción
de nuevos edificios, parques y vías con la consiguiente desaparición de los ya existentes
que han producido la ausencia de ciertos imaginarios o el resultado de nuevos modelos.
(Checa-Artasu 2011 y González Bracco, 2013). Algunos autores coinciden al mencionar
de manera específica, las modificaciones ocurridas a raíz de los planteamientos urbanos
de carácter estratégico, los procesos de rehabilitación y protección de áreas históricas y
patrimoniales, y las políticas económicas de recualificación urbana como las principales
causas para la producción de procesos de gentrificación; igualmente concuerdan al
señalar el notable interés económico de dichos procesos. (Gómez Schettini, Almirón y
González Bracco, 2011; García Pérez y Sequera Fernández, 2013 y Sánchez, 2014). De
esta manera la gentrificación se asocia con la diferencia entre los nuevos habitantes de
un barrio y sus residentes anteriores, los desplazamientos no siempre son consecuencia
de las diferencias en cuanto a clase o poder adquisitivo, basta imponer una variación
significativa en el paisaje barrial para que los habitantes arraigados en el mismo se
sientan ajenos y deban salir, algunas veces en contra de su voluntad.
29
Existen diferentes tipos de transformaciones al interior de la trama urbana: Por
sustitución, por reagrupamiento parcelario o por renovación, este último mecanismo se
encuentra presente en ambos espacios analizados hecho que se ejemplificará en los
próximos párrafos. Desde el punto de vista de la organización urbana la modificación se
corresponde con una metamorfosis de naturaleza funcional más que espacial, al tratarse
de mutaciones surgidas a partir de un cambio o mejora en el aspecto funcional de los
lugares. Estas alteraciones conllevan a variaciones sutiles o no en la configuración del
espacio, abordadas desde los aspectos técnicos como forma, materialidad y uso,
pasando por la puesta en funcionamiento de nuevo equipamiento dentro del que se
incluye el mobiliario urbano. Según Orihuela y Tella (2012), mediante el mejoramiento de
los espacios los barrios son dotados de un cierto estatus urbano, gracias a las cualidades
de los elementos que lo componen obtienen un espacio en la jerarquía simbólica de la
ciudad afectando el imaginario de quienes lo habitan (p.16). El anterior es un bosquejo de
la relación entre gentrificación y los planteamientos teóricos del estudio del paisaje,
vínculo que subraya la existencia de divisiones al interior de la ciudad y de los mismos
barrios fruto del devenir del espacio urbano.
En el caso de Buenos Aires, se encuentran diversos estudios que asocian los
procesos de revalorización con las políticas culturales y patrimoniales enfocadas en el
posicionamiento del mapa cultural de la ciudad en un mundo globalizado (Gómez y
Zunino, 2008; Carman, 2006; Gómez Schettini et al, 2011 y García Pérez y Sequera
Fernández, 2013). Éstos han afectado mayormente la zona céntrica y sur de la ciudad, se
reconocen como aspectos fundamentales para la evolución de dichos procesos la puesta
en vigencia de planes urbanísticos estratégicos con la consiguiente protección y
revalorización del patrimonio y la creación de diversas instituciones culturales como factor
atrayente hacia la comunidad. El Modelo Territorial 2010-2060 y los proyectos derivados
del mismo puestos en marcha por el Gobierno de la Ciudad, apuntan hacia una
necesidad de adaptación a los cambios impuestos por la globalización, a través de la
30
articulación entre la esfera pública y la privada, “la valorización turístico-patrimonial añade
a la revalorización económica un discurso sobre la identidad y la recuperación del
pasado.” (Gómez Schettini et al., 2011). Es en este punto donde la opinión ciudadana
cobra importancia, aparecen programas gubernamentales tales como los Talleres de
Historia Oral y el programa Pasión por Buenos Aires buscando rescatar ciertos espacios
e imaginarios perdidos, presentes aún en la memoria de quienes habitan los diferentes
barrios. Tanto Palermo como Monserrat han sido partícipes de estas transformaciones,
siendo ambos influenciados por los diversos programas de desarrollo turístico, mientras
que los programas de rehabilitación y protección del patrimonio histórico afectan
únicamente al barrio central.
Ahora bien, con el fin de analizar el cambio generado en la dinámica social de las
zonas analizadas se hace referencia, en cuanto al barrio de Palermo específicamente al
nodo de Puente Pacífico donde termina la Av. Intendente Bullrich, punto clave por su
importancia como centro de conexión para el transporte. Esta zona que atrae diariamente
una gran cantidad de visitantes foráneos pertenece a un espacio público que se abre a
los transeúntes para ser habitado temporalmente, un área donde el habitante del barrio
se siente desplazado por sus habitantes temporales. Cabe mencionar que la zona en
cuestión ha pasado por varios procesos de gentrificación, a lo largo de la historia ha
sufrido varios cambios en relación a sus habitantes. Vecslir y Kozak (2013), relatan
claramente el proceso en sus inicios con las siguientes palabras:
“Uno de los principales motivos que originalmente determinó la renuencia de las clases altas a ocupar esta zona de Palermo está relacionado con la cercanía al arroyo Maldonado. Entre 1867 y 1887 el Maldonado funcionó como límite natural hacia el norte, estableciendo la división con el Partido de Bel¬grano (Del Pino, 1971). Las características naturales del arroyo resultaban poco atractivas y no contribuyeron a valorizar los terrenos vecinos que, a medida que avanzaba el proceso de urbanización, se transformaron en ‘depósito de basura donde las ratas y otras alimañas abundaban’ [sic] (Del Pino, 1971: 26). Particularmente determinantes resultaron los desbordes frecuentes del arroyo, de modo que los terrenos inmediatamente adyacentes a su cauce, los más desvalorizados, fueron los últimos en ser ocupados (Del Pino, 1971). A medida que las márgenes del Maldonado fueron poblándose, la cuestión de las inundaciones y los riesgos
31
sanitarios que estas acarreaban se volvieron un tema problemático para las autoridades municipales. Entre las soluciones consideradas, la más ambiciosa consistió en un proyecto para convertir al Maldonado en un canal navegable comunicado con el Riachuelo a la altura de La Boca, presentado en 1887 en el contexto de los debates sobre los límites definitivos de la ciudad luego de su federalización en 1880 (Gorelik, 1998). La opción finalmente adoptada fue rectificar y entubar al arroyo para construir una avenida sobre su cauce, la actual Av. Juan B. Justo [Cuya terminación es precisamente la Av.Intendente Bullrich]. Las obras de excavación comenzaron en 1929, y en 1937 se inauguraron las primeras cincuenta cuadras, incluyendo el tramo que atraviesa Palermo (del Pino, 1971)” (p.4).
Una vez canalizado el arroyo, resuelto el problema del Maldonado sucedió a esta
zona un gran boom urbanístico donde los grandes emprendimientos se vieron
acompañados por cambios en la configuración del espacio público con el consiguiente
proceso de gentrificación, sucedido con la llegada a habitar la zona por parte de una
clase social con mayor poder adquisitivo. Aun así, coincidimos con Gorelik (2008) al
exponer que, en este caso no se aprecia un fuerte cambio en el colectivo social a raíz de
las modificaciones del patrimonio urbano o edilicio, puesto que, "a pesar del explosivo
éxito comercial asociado al diseño y la cultura juvenil, no es sencillo reconocer un cambio
en el contenido social del barrio" (p.41). Sin embargo, luego de la puesta en
funcionamiento del parque lineal Av. Intendente Bullrich se presenta un proceso inverso
de gentrificación, desde la estación de tren el parque se convierte en un espacio público
de fácil acceso para habitantes de zonas marginales, la permanencia constante de
habitantes de la villa un estos espacios genera desconfianza en sus habitantes para
caminar con tranquilidad por dicha avenida.
Por su parte en Monserrat se presenta el caso particular de un barrio que, a pesar
de su importancia y privilegiada centralidad parece a ratos desaparecer del imaginario
porteño, la autora considera este hecho el resultado de sucesivos procesos de
recualificación. Si bien la primera mención al término gentrificación como proceso de
revalorización fue formalizada recién para mediados de los años 60 (Sargatal Bataller,
2000), se puede observar desde épocas anteriores, este tipo de fenomenología en la
construcción de la historia del barrio. Considerado la primera parroquia de la ciudad, en
32
sus inicios su actividad fue consistente con un ambiente puramente familiar, alrededor de
los primeros asentamientos se ubicaban las viviendas de familias ilustres. Con la
migración de éstas hacia terrenos ubicados más al Norte del territorio se inicia un largo
camino de sucesivos cambios en el uso del espacio público, las viviendas pasaron a ser
habitadas por esclavos e inmigrantes llegando a ser conocido como barrio del mondongo
o del tambor por la gran cantidad de esclavos negros que allí residían (Balmaceda, 2008).
Durante el periodo comprendido entre 1886 y 1894 se realizaron expropiaciones y
demoliciones de casas históricas para la construcción de la Av. de Mayo, cuya
arquitectura al estilo de los bulevares parisinos implantó una nueva generación de
viviendas residenciales y comerciales. En la franja comprendida entre Av. San Martín y la
Av. 9 de Julio aún hoy se concentra la mayor cantidad de servicios gastronómicos y
hoteleros de la zona (Airaldi, s.f.). Para entonces el barrio comienza a ser considerado
como eje comercial y de negocios, como ejemplifica Weber (1964), quien establece la
conexión que debe existir entre las viviendas y el comercio de las que “surge esa parte de
la ciudad que se compone casi exclusivamente, o exclusivamente, de casas de negocios,
la City [sic], que más que una ciudad suele ser un barrio de la misma.” (p.294),
cambiando su fisonomía y desapareciendo del imaginario como entorno familiar.
Así pues, luego de la crisis del 2001 comienza una nueva etapa de la
recualificación para este Monserrat abandonado por la memoria y la institucionalidad
porteña. Con la reactivación económica ligada al boom turístico y el florecimiento del
mercado inmobiliario, el barrio cae nuevamente bajo la mirada interesada de las
autoridades locales quienes aprecian en el Centro Histórico un admirable patrimonio
arquitectónico y un espacio público de calidad. En la actualidad edificios como el mítico
Palacio Bartolo aún figuran entre los principales recorridos turísticos (García Pérez,
2012).
33
En síntesis, la revalorización de los barrios refiere a una tendencia enfocada hacia los
cambios en espacios olvidados al interior de las ciudades modernas, cuya aplicación al
paisaje urbano es realizada en base a planteamientos estratégicos orientados hacia
proyectos de remodelación, aplicados tanto en áreas centrales mediante la
reestructuración de los centros históricos, como en áreas periféricas a través de la
renovación de lugares existentes y la generación de nuevos espacios públicos. En
Buenos Aires desde la década del 90 este planteamiento se ha manifestado mediante la
puesta en valor de espacios como La Boca y Caminito, el rescate del antiguo Puerto
Madero, la transformación del Abasto, la constitución de Palermo como circuito de diseño
y polo gastronómico y la recuperación del espacio público en Microcentro y Casco
Histórico (Girola, Yacovino y Laborde, 2011). Asimismo, se encuentra que ambas zonas
analizadas son portadoras de una gran herencia histórica, simbólica y patrimonial, en los
textos es posible encontrar diversas relaciones entre los edificios y una vinculación
patrimonial argumentada en la historia oral, como las casas chorizo en Palermo o las
casas de candombe en Monserrat (Barela y Sabugo, 2004).
1.5. Espacio público
Como principal escenario de los procesos de revalorización, el espacio público
conforma el lugar donde se manifiestan las trasformaciones estratégicas del entorno
físico, sin embargo éste debe mantener su objetivo social como área para la interacción y
el encuentro. Cabe mencionar que los procesos actuales de gentrificación se disfrazan
bajo el esquema de embellecimiento y pretenden erigirse a modo de solución contra la
presente crisis urbana, procesos dinámicos que contribuyen a la participación ciudadana
y la democratización. Al respecto Gorelik (2008) ejemplifica una Buenos Aires post crisis
en la cual el espacio público sigue vigente de similar manera al percibido en las últimas
décadas del siglo XIX, tanto como terreno de representación de fenómenos derivados de
34
la cultura urbana como sitio intervenido por acciones gubernamentales, nombrando a
modo de ejemplo las recientes transformaciones del Centro Histórico. Para el Gobierno
de la Ciudad, el espacio público es la unidad elemental de la ciudad, en tanto atenúa el
peso de los sectores privados en función de las áreas de circulación y socialización. En
consecuencia es importante garantizar su existencia y accesibilidad para todas las
esferas sociales (Chain, Lostri y Macri, 2009).
En relación a los dos sitios estudiados, se puede decir que estos corresponden a
reconocidos espacios públicos al interior de la ciudad. Por una parte, el Arroyo
Maldonado fue en sus inicios una frontera natural convirtiéndose luego en un importante
nodo para el comercio y luego el transporte. En este sentido, Aliata y Silvestri (2001)
mencionan que desde la antigüedad el agua ha sido protagonista como conector del
exterior con el interior transformándose en la clave de la arquitectura que acompaña el
jardín. Este es el caso de la Av. Intendente Bullrich generada a partir de un proyecto de
urbanismo para la transformación del Arroyo Maldonado en espacios para el disfrute de la
comunidad. Por otro lado, en relación a la Av. De Mayo y zonas aledañas en documentos
públicos se menciona que:
“El primer espacio público de la Ciudad de Buenos Aires fue la Plaza Mayor, creada cuando Juan de Garay fundó la Ciudad de Buenos Aires por segunda vez. A fines del siglo XVII era conocida como la Plaza de Armas. En torno a la Plaza Mayor se levantó el Fuerte, la Iglesia, la Cárcel y la Alcaidía. Unos años más tarde se instaló la Bolsa, el Teatro, el Banco y el Congreso Nacional. Era el espacio donde se celebraban todas las fiestas, juegos, torneos, funerales, celebraciones religiosas y oficiales. Cuando se construyó una Recova, en 1806, la Plaza se dividió en dos partes. En 1810 en ella se proclamó la Revolución de Mayo, y al año siguiente, en 1811, se levantó la Pirámide de Mayo. (…) Los trabajos más representativos del Centenario son la Plaza del Congreso y el Parque Centenario: la primera adecuada a la Avenida de Mayo y al Palacio Legislativo, y la otra como parque moderno” ( p.44).
Monserrat: En la ciudad moderna el centro es un lugar siempre lleno, lleno de dinamismo,
de fácil acceso, uno de los lugares con mayor densidad de circulación. Al interior de los
barrios que la conforman, entre ellos Monserrat, se presentan fuertes rasgos de
35
reestructuraciones o procesos de gentrificación, en la actualidad es muy poco el espacio
destinado a vivienda, en contraposición abundan las oficinas y comercios.
Ahora bien, las definiciones de espacio público como concepto suelen ser
generales y poco específicas. Los intentos generales por definirlo enuncian diversas
apreciaciones que van desde el paisaje como zona verde, pasando por la plaza, la calle o
el café, asimismo refieren también a la opinión pública o la ciudad como tal. El urbanismo
moderno, desde sus diferentes corrientes hace mención a los lugares en su forma física
que se encuentran bajo el manejo o influencia de la esfera pública del poder.
Para llegar a comprender el paisaje urbano actual es necesario una visión más
amplia, que permita percibir e interpretar no solo su dimensión física sino también la
dimensión simbólica y sus habitantes. Citando a Ledrut, Rizo (2006) expone que la
ciudad “no es una suma de cosas, ni una de éstas en particular. Tampoco es el conjunto
de edificios y calles, ni siquiera de funciones. Es una reunión de hombres que mantienen
relaciones diversas” (p.7). Indudablemente el paisaje urbano refiere a ese contexto
inmediato propicio para el emplazamiento de la vida en comunidad y el desarrollo de la
memoria colectiva.
Es preciso regresar por un momento a la noción de paisaje urbano como gran
contenedor del espacio público. Tomando como referencia las épocas del ágora griega
alrededor de la cual crecía la ciudad; las urbes occidentales se desarrollaron en torno a
plazas o zonas abiertas destinadas a la congregación y la vida social de los ciudadanos,
siendo este un eje fundamental para el comercio y la política. Conforme al crecimiento de
la ciudad fueron apareciendo divisiones o segmentos de las mismas convirtiéndose en
barrios, lugares con espacios públicos propios y diferenciada identidad. En alusión al
concepto Pratt comenta que: “Desde la antropología de lo urbano se ha considerado a la
ciudad como escenario colectivo de encuentro, de contestación y acomodo, de dominio o
subalternidad, de contacto o conflicto de culturas diferentes (como se cita en Rizo, 2006).
36
Por su parte Certeau (1999), considera el barrio como agente principal para la
privatización de las áreas públicas, un término medio entre el adentro y el afuera
entendido como el entorno privado u hogar y el entorno público, las experiencias barriales
promueven el uso libre de éstos terrenos.
Sin caer en una denominación netamente funcional, apelando a la semántica es
posible definir que: “En suma, el espacio es un lugar practicado. De esta forma, la calle
geométricamente definida por el urbanismo se transforma en espacio por intervención de
los caminantes. Igualmente, la lectura es el espacio producido por la práctica del lugar
que constituye un sistema de signos: un escrito” (Certeau, 2000, p.129). De igual manera
Lefèbvre (1991) sugiere los procesos de apropiación de las áreas urbanas como
resultado de la imposición del valor de uso sobre el valor de cambio del territorio.
Como se puede apreciar, este primer acercamiento al concepto del espacio
público pone en relevancia la importancia de la relación entre la construcción del material
simbólico y los usos y prácticas al interior de dichos territorios, en tanto el análisis de
estas zonas involucra un aspecto discursivo antropológico que a su vez se expresa por
medio del lenguaje de los arquitectos, diseñadores o urbanistas quienes de una u otra
forma involucran los procesos de construcción social en la proyección de la ciudad. Así
pues, el espacio público entendido como pertenencia ciudadana no es un vacío entre
calles y manzanas, es la ciudad afectada por un proceso cíclico continuo puesto que la
historia de la ciudad es la de su espacio público (Borja y Muxí, 2000). La memoria del
territorio está estrechamente ligada a la relación con el ciudadano y es éste quien
finalmente hace la ciudad. “Es decir que el espacio público es a un tiempo el lugar
principal del urbanismo, de la cultura urbana y de la ciudadanía. Es un terreno físico,
simbólico y político” (Borja y Muxí, 2000, p.8).
En resumen, las áreas públicas corresponden a zonas del paisaje urbano
generadoras de encuentros entre ciudadanos concibiendo el escenario idóneo para la
37
instalación de los elementos correspondientes al mobiliario urbano, los cuales actúan
como facilitadores en el desarrollo de las relaciones interpersonales, sociales y culturales.
El diseño de los mismos debe contemplar soluciones tanto para las necesidades
individuales como para las inherentes a la comunidad en general. Como lo expresa Utrilla
Cobos (s.f.) “El valor del espacio público se expresa en la utilidad que presta y en su
capacidad de dar respuesta a las demandas que en él se generan, haciendo posible que
adquiera un valor significativo para sus usuarios” (p.6). A la sombra de los procesos de
gentrificación y globalización que se suceden en la Ciudad de Buenos Aires, las
autoridades locales pusieron en marcha procesos de renovación del paisaje urbano tales
como el Plan de Recuperación del Casco Histórico y el Plan de Desarrollo Urbano
Ambiental, PUA que buscan, entre otros aspectos, la recuperación del espacio público y
la apropiación de la ciudad por parte de sus habitantes, mediante estrategias
ampliamente conocidas como la ampliación de veredas, renovación de calles,
mejoramiento de fachadas y la implantación de procesos de forestación y renovación del
mobiliario urbano (Girola, González Bracco y Yacovino, 2013). Algunos autores coinciden
al mencionar que es importante involucrar desde el planteamiento técnico de los
proyectos ciertos aspectos antropológicos y sociales que tengan en cuenta el imaginario
urbano, en la búsqueda de mejorar las relaciones dinámicas que se generan entre la
ciudad, el objeto público y el ciudadano. A continuación, en el capítulo II se realiza un
planteamiento acerca de la construcción de la construcción del imaginario barrial,
puntualizando en los recuerdos históricos de los barrios analizados y la repercusión de
estas imágenes sobre los elementos presentes en el espacio público.
38
CAPÍTULO II. EL BARRIO: TERRITORIO IMAGINADO
2.1. Imagen e imaginarios
2.2. Imagen e imaginarios en espacios y objetos de uso público
2.3. Imagen barrial porteña: Dos casos emblemáticos
2.3.1. Palermo
2.3.2. Monserrat
39
CAPÍTULO III. LO LOCAL: MOBILIARIO URBANO, SILLAS DE USO PÚBLICO
En las anteriores páginas se han profundizado aspectos primordiales para el
desarrollo de la presente Tesis. A continuación se proyecta una mirada conceptual sobre
el mobiliario urbano, gran protagonista del espacio público que por ser un elemento
cargado de sentido se ha convertido en una pieza fundamental para el desarrollo de
espacios sociales representantes de la imagen barrial. Con el fin de comprender el amplio
sentido de este concepto es menester realizar el análisis partiendo de una revisión
general sobre sus variadas definiciones, enunciando características, usos y
clasificaciones para llegar así a comprender el sentido de las sillas objeto de este estudio.
3.1. Mobiliario urbano
El mobiliario público o mobiliario urbano, se convierte en el objeto más específico
dentro del complejo sistema de relaciones entre el ciudadano y la ciudad y referencia al
conjunto de piezas que dotan determinado espacio. Como parte del conjunto de
elementos urbanos identifica la ciudad y permite conocerla y recordarla, llegando a
establecerse como un segmento integral de la imagen local. Generalmente el término
mobiliario urbano es utilizado en referencia a aquellos objetos de acceso libre que se
encuentran emplazados en el espacio público. Los diversos elementos son instalados con
el fin de ofrecer un servicio al ciudadano, con la expansión y transformación de las
ciudades los usos y funciones van mutando atendiendo a necesidades específicas
derivadas de procesos de socialización, culturalización o para fines administrativos. Para
Giraldo Molina (2012) inicialmente el mobiliario cumplía una función secundaria, en la
actualidad estos elementos resultan indispensables para responder a las necesidades de
la creciente metrópoli, así como para promover la accesibilidad y movilidad de sus
habitantes. Desde el diseño, el mobiliario debe reconocer y adecuarse a los espacios,
40
imaginarios y usos previstos. En Buenos Aires el Gobierno de la Ciudad manifiesta en su
web que al renovar el mobiliario se busca cambiar la cara de la ciudad rejuveneciendo su
fisionomía, sus calles y avenidas, con la finalidad de mejorar la vida de los usuarios
vernáculos y foráneos.
La revisión de la bibliografía con respecto a estos elementos, refleja apreciaciones
variadas sobre su origen, atributos y normativas bajo las cuales deben desarrollarse,
hecho posiblemente relacionado con la amplitud de su alcance. Se encuentran
apreciaciones de tipo conceptual relacionadas con la sociología y la antropología que se
complementan con las definiciones de carácter técnico expresadas desde el punto de
vista del urbanismo, la arquitectura y el diseño. Entre las definiciones encontradas cabe
destacar la presentada por el arquitecto Julio Ladizesky (2011) quien en su trabajo El
espacio barrial reconsidera los aportes conceptuales y metodología de antropólogos,
arquitectos y urbanistas utilizadas de modo habitual en la configuración del espacio
público. Para el autor "la noción de mobiliario urbano se refiere al conjunto de elementos
que permiten que las personas y los grupos se aniden en un lugar" (ladizesky, 2011,
p.114), permitiendo el desarrollo comunitario, pilar fundamental para la construcción del
imaginario.
Por su parte el historiador y urbanista francés Michel Carmona (1985) plantea de
manera intuitiva que el “mobiliario urbano es todo aquello que amuebla la calle, todo lo
que en el interior de una ciudad o de una aglomeración, se encuentra erigido en el borde
de las vías, sobre las aceras, o sobre la misma vía pública” (p. 5). No obstante, otros
autores opinan que el mobiliario lejos de adornar la ciudad, debe responder a unas
necesidades urbanas elementales, cumpliendo una o más funciones sociales y de
servicio al ciudadano, con la transformación y el crecimiento acelerado de las ciudades
no tiene sentido ocupar el espacio si no se cumple una serie de funciones (Quintana,
1996). ”Todos los objetos o equipamientos de pequeña escala, instalados en el espacio
41
público que permiten un uso, prestación de un servicio o que apoyan una actividad
vinculada” (como se cita en Giraldo Molina, 2012, p.22). Desde el punto de vista
conceptual, el término elementos urbanos refiere a estructuras que pueden instalarse o
desinstalarse en las calles con cierta facilidad, generando así una idea aproximada de su
tamaño, resistencia y durabilidad, e infiriendo en que deben presentar una solidez
constructiva por el hecho de estar instalados en la calle.
Es en este contexto donde Quintana (1996) ubica el término de elementos
urbanos para agrupar de manera conceptual aquellos objetos que de cierta manera están
prestan alguna función al ciudadano y participan de manera directa en la construcción del
paisaje urbano. Así mismo coincide con Barthes (1990) al mencionar que dichos
elementos deben ser comprensibles para el ciudadano. Adicional a la función primaria, el
mobiliario urbano representa un importante papel dentro de la lectura del espacio público
y asume un gran peso dentro de la mirada paisajística como portador de la carga
simbólica en los espacios que habita.
En síntesis el mobiliario urbano cualifica la ciudad, como elemento presente en el
diario transitar de los ciudadanos facilita el uso y apropiación de los espacios. De esta
manera el diseño de dichos elementos es fundamental para la interacción imagen y
ciudad, puesto que condiciona el paisaje y ayuda a configurarlo de manera única. Resulta
importante aclarar que esta Tesis se centra en el papel cumplido por las sillas urbanas
instaladas en el espacio público de los barrios Palermo y Monserrat. Buscando precisar
en las características de dichos elementos se presenta a continuación una descripción de
los principales elementos urbanos.
3.1.1. Características y clasificación
42
Al hablar de mobiliario urbano se tiende a pensar en elementos encontrados
comúnmente en los espacios transitados día a día como son sillas, tachos, luminarias,
bolardos, entre otros, no obstante existe un sinfín de elementos sometidos a
transformaciones constantes cuya evolución se percibe en los nuevos espacios. El
concepto mismo de mobiliario urbano actúa como indicador de que las estructuras van
emplazadas en el entorno público y deben ser de fácil instalación. Mediante un
reconocimiento del espacio es posible definir con anticipación aspectos cómo cuál será el
tamaño máximo, la resistencia y durabilidad.
Según Carmona (1985), las características que debe poseer todo elemento de
mobiliario urbano vendrían resumidas por los conceptos de funcionalidad e idoneidad de
instalación, solidez y duración, facilidad de reparación y mantenimiento, y estética. La
forma de clasificación puede ser medida en relación a la funcionalidad, apareciendo
términos como andén, bolardo, lámpara, cabina telefónica, macetero, banca o silla, mesa,
entre otros. Algunos autores proponen una clasificación articulada según las tipologías de
elementos; la propuesta por Serra (1996) es la que mejor se ajusta con el objeto de
estudio del presente trabajo al separarlos según su función de la siguiente manera:
FUNCIÓN ELEMENTOS
Elementos de cierre, de
limitación, de control de
estacionamiento y de
circulación
Paso vehicular y de peatones, barreras fijas,
desmontables, articuladas y/o mecanizadas, vallas fijas o
desmontables, barandillas, controladores de autorización
horaria, entre otros.
Elementos de reposo Bancos, banquillos, butacas, sillas, tumbonas,
taburetes, apoyos y reposeras.
Elementos de
iluminación
Apliques, barreras, proyectores, farolas de pared,
farolas de pie, columnas, báculos.
Elementos de jardinería Rejas lineales de desagüe y sumideros, alcorques,
protectores de árboles, límites para espacios verdes,
43
y de agua jardineras y macetas, fuentes ornamentales, fuentes de
agua potable.
Elementos de
comunicación
Astas de banderas, semáforos, señalización, hitos
de información, placas de calles, placas de monumentos,
soportes de publicidad e información municipal y cultural.
Elementos de servicio
Tapas de registro, pilotes de ventilación, armarios
de servicios, cabinas de teléfono, sanitarios públicos,
marquesinas de transporte público, aparcamiento de
bicicletas, juegos, parquímetros, buzones.
Elementos comerciales Quioscos de prensa y flores, quioscos comidas,
cabinas de información y/o de venta de entradas y billetes.
Elementos de limpieza
Papeleras, ceniceros, contenedores móviles,
contenedores de reciclaje, distribuidores de sacos para
excrementos de animales, rejas protectoras.
Tabla 1. Clasificación del mobiliario urbano según Serrá (1996). Elaboración propia.
En la descripción anterior se puede apreciar que las categorías están basadas en
la clasificación de objetos dentro de una función concreta, las agrupaciones planteadas
permiten acomodar diferentes sistemas donde se integran elementos urbanos para
facilitar una correcta adecuación del espacio público, estimulando la incorporación de
elementos con un alto contenido de innovación y diseño.
Acorde a lo enunciado en Giraldo Molina (2012), se puede decir que los objetos
listados no tienen la misma importancia, sus funciones les otorgan diferenciación en
cuanto al grado de uso y valor, el cual es reconocido por los ciudadanos. De esta
manera, las sillas objeto de estudio se enmarcan dentro de la categoría elementos de
reposo, el análisis de este grupo permitirá avanzar en cuestiones de diseño facilitando la
optimización del mobiliario existente o la creación de nuevos elementos como respuesta
a las necesidades puntuales de los pobladores.
44
3.1.2. Uso y apropiación del mobiliario urbano
La disposición del mobiliario urbano al interior de un espacio contribuye a la
organización general de este en relación a las características que presenta. Payuelo y
Merino (s.f.) manifiestan como la disposición de bancos y asientos en espacios públicos
resultan fundamentales para que un espacio genere sensaciones de bienestar y
satisfacción en los usuarios. En este sentido, Gehl (2004), analiza la calidad del espacio
público proponiendo la abundancia y calidad de las oportunidades para tomar asiento
como uno de los parámetros para medirla, haciendo énfasis en lo que significa un buen
sitio para sentarse, mencionando que una zona urbana que funciona correctamente es la
que ofrece muchas oportunidades para descansar y tomar asiento. También expone
cómo las estancias de larga duración en los espacios se determinan por la oportunidad
para sentarse; cuando las oportunidades se tornan escasas la gente pasa de largo, la
estancia en la zona se hace breve y las actividades complementarias quedan excluidas.
La comodidad de los elementos se presenta como un gran condicionante para la
permanencia de los usuarios en los diferentes espacios, a modo de ejemplo Ladizesky
(2011) refiere a la costumbre porteña de llevar a la plaza o el parque el propio mobiliario
cuando la permanencia en el mismo se proyecta por tiempo prolongado.
Según los postulados presentados, un espacio en donde se observen actividades
complementarias tales como comer, leer, dormitar, jugar, tomar el sol, mirar la gente,
charlar, entre otras, será un espacio aceptado por los usuarios. En ambos casos
estudiados es relativo el nivel de aceptación según quien circule por los espacios en el
momento, puesto que al ser nodos de gran importancia presentan una alta presencia de
habitantes momentáneos. En el caso de Palermo se puede observar la diaria presencia
de visitantes ajenos al barrio quienes con la habitualidad se han ido convirtiendo en parte
del paisaje; por su parte Monserrat es una zona con variedad de público, sus habituales
transeúntes corresponden a comerciantes y empleados de la city porteña mientras que
45
los fines de semana se presenta una alta concentración de turistas, en esta avenida en
especial se manifiestan periodos de amplio flujo peatonal durante la realización de
conciertos y eventos, como resultado de las observaciones realizadas en estos episodios
se pudo observar como las sillas son ampliamente utilizadas, por lo tanto aceptadas.
Aunque los hechos antes descriptos correspondan a una mirada general, se
puede decir que los elementos de uso público provocan distintas respuestas en las
personas que los utilizan. En el transcurso de las observaciones se pudo apreciar que las
sillas son ubicadas en el espacio de tal manera que permiten el desarrollo de actividades
tales como descansar, leer, conversar, esperar. Igualmente es notorio como favorecen a
la contemplación, la sociabilidad y el encuentro; en la Av. de Mayo las sillas analizadas
presentan características de diseño que permiten, por la versatilidad de la forma, el uso
simultáneo por más de un ciudadano, además estas bancas fueron ubicadas
intencionalmente de modo tal que facilite la contemplación de las renovadas fachadas
históricas. Por su parte algunas de las sillas ubicadas en la Av. Intendente Bullrich
presentan un emplazamiento configurado de tal manera que facilita la conversación y
propicia el desarrollo de actividades grupales.
En síntesis, al interior del espacio urbano el mobiliario público es concebido en
función de resolver necesidades globales, por lo tanto la silla debe ser un elemento
universal, es decir, ser apta para el uso y disfrute de todos los ciudadanos. De igual
46
manera deben plantearse en relación con el contexto en que se ubican, un aspecto
sencillo no basta para que los usuarios las identifiquen como elementos del paisaje y les
reconozcan los valores útiles y simbólicos con los cuales fueron concebidas. A modo de
ejemplo se expone como en el contexto del barrio Palermo se presenta de manera
reiterada la acción de tomar asiento en el borde solido entre la vereda y la zona verde,
utilizando las sillas como elemento de apoyo para sus pertenencias.
En el transcurso de este apartado se ha mutado de un término general como es el
mobiliario urbano a una de sus mínimas expresiones como lo son sillas de uso público,
elemento contenido dentro del mismo. Pero ¿Qué es una silla y cuál es su relación con
los imaginarios de un barrio? Para responder estas preguntas, a continuación se realiza a
continuación una descripción del término.
3.1.3. Sillas de uso público, objeto de diseño
De acuerdo a los planteamientos expuestos, los bancos y sillas son elementos de
reposo o descanso, objetos cuya principal función radica en ofrecer asiento e igualmente
se considera como un componente esencial para el paisaje urbano y el desarrollo de la
vida en comunidad. “La silla como objeto, es un elemento que distingue al diseño, ya que
contienen en posibilidad de interpretaciones y por supuesto, de acuerdo a su diseño,
permiten al usuario tomar diversas posturas, así como facilitar la convivencia y
conversación con el resto del mundo” (Utrilla Cobos, s.f.). En la actualidad los diversos
usos otorgados a los espacios públicos han suscitado el desarrollo de múltiples diseños
enfocados hacia la resolución de las diferentes necesidades.
Es común encontrar en los estudios de aproximaciones técnicas a la ciudad, sus
barrios y ciudadanos, y al conjunto de elementos que la habitan, planteamientos desde
las teorías del urbanismo y la arquitectura. No obstante, estos espacios también pueden
47
ser abordados desde la práctica del diseño industrial, al respecto se destaca la posición
de Löbach (1981) quien señala que, “el diseñador industrial puede actuar también como
planificador del entorno en procesos de planificación y desarrollo de más amplitud”
(p.193), sumando la opinión de Chávez (2005) quien hace referencia a los proyectistas
como diseñadores de conductas al mencionar que los objetos, en la instancia de
utilización práctica producen necesariamente comportamientos sociales
De desde la práctica de la profesión la proyección de los objetos debe realizarse
en base a las necesidades de los usuarios, ciudadanos para esta Tesis, integrando a las
características de forma, función y comunicación inherentes al proceso proyectual la
simbología necesaria para que estos puedan ser aceptados por el ciudadano. Estas
conductas están dadas por como el usuario perciba y lea lo que el elemento u objeto le
está comunicando y por el contexto donde se desarrollan las actividades.
3.2. Buenos Aires y mobiliario urbano
Desde Argentina el diseño industrial cuenta con el reconocimiento de una larga
trayectoria e importantes aportes a la profesión. Para llegar a comprender el desarrollo
del mobiliario urbano es importante conocer el alcance que ha tenido el diseño de
mobiliario en la región, esta ha sido una materia ampliamente desarrollada por los
diseñadores locales. A inicios del siglo XX ya se encontraban grandes mueblerías como
Maple o Nordiska desde donde se fabricaban diseños propios de reconocidos autores,
luego los arquitectos comenzaron a fabricar y comercializar sus propuestas generando un
importante desarrollo a nivel industria. (Blanco, 2011). Para finales de los treinta se
produce en Buenos Aires un acontecimiento que marca la historia del mobiliario
argentino, el lanzamiento de la silla BKF que, a juicio de Blanco (2011), marcaría el
“nacimiento del diseño en la Argentina” (p.10) convirtiéndose en el ícono del diseño
moderno. Para los creadores de ésta -los arquitectos Antonio Bonet, Juan Kurchan y
48
Jorge Ferrari Hardoy- fue concebida como una superficie amplia de apoyo pensada para
que al sentarse, la relación entre un material desestructurado y el peso del cuerpo
permitieran adoptar posturas variadas hasta experimentar la sensación de estar en una
hamaca impulsando al usuario a hundirse en el asiento y recostarse cómodamente.
Llamada inicialmente Austral, como el nombre del colectivo de sus creadores, fue
presentada en la exposición de la Dirección de Cultura en 1941 bajo el nombre Austral
luego BKF, tomado de las iniciales de los diseñadores; obteniendo el primer puesto en el
Salón de Artistas y Decoradores. Posteriormente, fue exportada a los Estados Unidos
adquiriendo el nombre de silla Butterfly debido al trazado de la silla visto en planta, que
remite a una mariposa por la analogía de las alas de la misma. Este fue el nombre
mediante el cual, en los años 50, fue fabricada de manera ilegal convirtiéndose en el
diseño más copiado a nivel mundial. “…en 1958 el Departamento de Diseño de la
Universidad de Illinois lo incluye entre los cien mejores diseños del mundo y forma parte
de la colección de diseño del Museo de Arte Moderno de Nueva York” (Gay et al., 2007,
p.196).
Es importante mencionar que la descripción extensa realizada sobre este
elemento es en gran medida un aporte desde el punto de vista histórico, a modo de
ejemplo para constatar la incorporación de los imaginarios al proceso conceptual. La
materialización mediante varilla de construcción y cuero es el resultante de los
imaginarios de la época, marcados por una búsqueda estética y la utilización de
materiales y técnicas existentes. En relación a esa dimensión estética, el diseño en
Argentina ha sido ampliamente influenciado por las corrientes internacionales. Blanco
(2011) expone con respecto al mobiliario, cómo se impuso primero la modernidad
seguida por la línea escandinava, luego la italiana y actualmente la búsqueda de lo
autóctono. Esta última línea considera al diseño industrial como una disciplina enmarcada
en el proyecto cultural, pasando desde una estética funcional de la modernidad hacia otra
49
simbólica referida a una comunicación íntima con el usuario. Para el año 2001 los
arquitectos Juan Doberti y Carlos María Rimoldi realizan un homenaje a esta clásica silla
desarrollando un sillón urbano cuya morfología responde fielmente al diseño original,
elemento analizado en esta Tesis.
Sillón BKF, un homenaje: 1936 – 2001. Imagen producida por la autora. PH. Bkf2000.com
Igualmente en la historia del mobiliario argentino están presentes grandes
exponentes de diversas profesiones como el artista plastico Alberto Churba quien abre en
1960 el estudio para comercializar sus diseños, el artista es reconocido no solo por sus
diseños, sino por su naturaleza emprendedora que lo lleva a viajar por países como
Japón, Dinamarca y Finlandia de donde trae varios referentes al país. El sillón Cinta, una
de sus creaciones, se encuentra entre las colecciones del MoMA de New York y el V&A
Museum de Londres (Blanco, Diseño Industrial Argentino, 2011). Desde un pensamiento
empresarial se reconoce la trayectoria de la empresa Stilka, dedicada a la producción de
muebles y equipamiento fundada en 1960 por los arquitectos Reinando Leiro y Celina
Castro quien fue pionera en la implementación del diseño Prêt-à-porter o elementos listos
50
para ser entregados, creadora del laminado plástico y de las primeras en experimentar
con el multilaminado moldeado (Blanco, Diseño Industrial Argentino, 2011).
En relación a la arquitectura se encuentran dos autores de gran peso en el ámbito
nacional e internacional, por un lado el arquitecto Ricardo Blanco: Director de la
Especialización en Diseño de Mobiliario de la Universidad de Buenos Aires (UBA) quien
se reconoce como un apasionado por las sillas o sillópata, como el mismo se describe.
Desde 1963 comenzó su labor como especialista en este elemento, desde entonces ha
creado más de 250 productos entre sillas y sillones. “Sus conferencias y escritos brindan
importantes aportes para la definición del rol del diseño y del diseñador en el mundo
actual” (Gay et al., 2007, p.199). Internacionalmente se proyecta como uno de los
principales referentes del diseño argentino gracias a su labor en la docencia y el ámbito
cultural. Por su parte, la arquitecta Diana Cabeza comienza su actividad como diseñadora
de equipamiento y mobiliario urbano en 1988, especialista en el diseño de mobiliario para
la vida en comunidad, su intención es proyectar muebles coherentes con el hombre, en
cuerpo, actitudes y simbolismos; utilizando materiales naturales para plasmar en los
objetos la identidad e historias del lugar (Gay et al., 2007, p.201). Su trabajo cuenta con
varios reconocimientos nacionales e internacionales entre los que se encuentra el del
Ministerio de Industria de la Nación con el premio al Buen Diseño 2012 en cuatro de sus
líneas de productos y el premio obtenido en el Concurso Nacional para el diseño de todos
los elementos del Mobiliario Urbano y Equipamiento de la Ciudad de Buenos Aires en el
2005. Es de gran relevancia conocer el trabajo de esta autora puesto que a ella
pertenece la creación del Banco Patrimonial ubicado a lo largo de la Avenida de Mayo.
Cabeza presenta un diseño que trasciende nacionalidades, sus creaciones se encuentran
en espacios públicos de Argentina, Norte América, Europa, Oriente y Oceanía.
51
3.2.1. Plan de restauración del mobiliario público (urbano)
En relación a la dinámica de ciudad, el desarrollo del mobiliario urbano recae
sobre las entidades estatales, son estas quienes tienen la responsabilidad sobre la
decisiones de recuperar espacios, seleccionar los elementos y regular su implantación,
uso y mantenimiento. La decisión sobre la implementación o renovación del mobiliario
público responde a la búsqueda de soluciones para criterios técnicos tales como calidad,
en cuanto a materiales y procesos se trata; función en correlación a la necesidad
planteada, y el crecimiento o desarrollo expuestos de acuerdo a un plan
urbano.(Westphal, 2009). En los últimos tiempos el espacio público de Buenos Aires se
ha visto modificado. En la búsqueda de incrementar la cantidad de superficie con uso
público el Gobierno de la Ciudad ha implementado planes como el Programa Prioridad
Peatón que tiene como finalidad la reconfiguración del espacio público, el mejoramiento
de la calidad ambiental y el aumento en cuanto a espacios peatonales, “considerando su
importancia para las funciones de encuentro, relax, confort y socialización, con miras a
garantizar el derecho al uso y de otorgar identidad a las distintas zonas de la Ciudad”.
(Chain, Lostri y Macri, 2009, p.184). En todos los casos, el Gobierno destaca la presencia
de comunas y las fronteras invisibles como nueva identidad para la Ciudad, planteando
que “Las intervenciones que se realicen en plazas, veredas y espacios remanentes
mantendrán un diseño que las identifique, con características propias del sector como así
también su iluminación, mobiliario urbano y forestación.” (Plan de Manejo del casco
histórico. P.45)
52
CAPÍTULO IV. MOBILIARIO PÚBLICO EN DOS BARRIOS PORTEÑOS
Luego de la crisis del 2001 la ciudad comenzó a presentar cambios en el espacio
público como lo expresa en su página el Gobierno de la Ciudad: "Renovar el mobiliario
urbano es saber que el futuro pasa por acá... Es enaltecer la fisonomía de la ciudad, de
sus calles y avenidas pero, fundamentalmente, es mejorar la vida de los porteños, de
quienes trabajan aquí y de quienes nos visitan". En el año 2005 se realizó un concurso
nacional para el diseño de todos los elementos de mobiliario urbano y equipamiento de la
ciudad de Buenos Aires. A partir de ese año, se implementan de forma gradual la mejora
o renovación del mobiliario, instalando un total de 25.974 elementos urbanos dentro de
los que se cuentan 900 bancos y asientos. El diseño de este mobiliario se realizó bajo las
premisas de inclusión, cultura y valores.
Esta investigación analiza el nuevo mobiliario urbano de los barrios Palermo y
Monserrat, destacados por su tradición histórica, turística y cultural. Si bien ambos
resultan principales atractivos turísticos, representan imaginarios disímiles: El primero
tiene una marcada influencia del diseño debido a su formación y proceso de
transformación a través del tiempo y el segundo una mirada tradicionalista sobre sí
mismo y de importancia histórica, al ser Monserrat el primer barrio de Buenos Aires. A
continuación se observa el mobiliario emplazado durante el espacio temporal del estudio
en los dos sectores elegidos.
4.1. Metodología de investigación
53
Tabla 2. Sillas emplazadas en el periodo 2005-2014 en dos barrios porteños. Elaboración
propia
La metodología presenta un enfoque cualitativo adecuado para el análisis individual de
dos casos de estudio, se propone un modelo de carácter exploratorio, descriptivo e
interpretativo de los datos recolectados a partir de la validación de tres técnicas
metodológicas, orientadas al análisis de contenidos, observación participante como
espectador y entrevistas en profundidad.
54
Población: El estudio se fundamentará en las sillas como parte del mobiliario urbano de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, capital de la República Argentina.
Como se menciona anteriormente, dentro del mobiliario urbano las sillas son elementos
que gozan de una alta visibilidad y son los principales actores dentro de la interacción
diaria con las personas. Haciendo referencia a lo anterior se selecciona para el análisis
las sillas presentes en espacios abiertos al público general que han sufrido
transformaciones importantes dentro del periodo en estudio (2008-2014) como lo es en la
Avenida Intendente Bullrich en Palermo, y Avenida De Mayo en Monserrat.
4.1.1. Observación
4.1.2. Entrevistas semiestructuradas
4.2. Análisis de contenidos
4.2.1. Sillas de uso público en el barrio de Palermo
4.2.2. Sillas de uso público en el barrio de Monserrat
55
LISTA DE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aliata, F. y Silvestri, G. (2001). El paisaje como cifra de armonía. Buenos Aires: Nueva Visión.
Augé, M. (5ª ed., 2000). Los no lugares: Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.
Alguacil Gómez. (2000). Metrópoli versus ciudad. En La Ciudad. Antecedentes y nuevas perspectivas. Guatemala: CEUR.
Borja, J. y Muxí, Z. (2000). Espacio público, ciudad y ciudadanía. Resumen recuperado de: http://www.esdi-online.com/repositori/public/dossiers/DIDAC_wdw7ydy1.pdf
Borja, J. (2002). Ciudadanía y globalización. En Reforma y Democracia. 22 (Feb. 2002). Caracas. Disponible en: http://siare.clad.org/revistas/0041400.pdf
Borja, J. (2003). La ciudad conquistada. Madrid: Alianza ed.
Braticevic, S. y Pérez de Arrilucea, M.J. (2005). Transformaciones socio-culturales recientes en el espacio de la calle Corrientes. En Coyuntura económica de la ciudad de buenos aires, 15. Buenos Aires: Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano (CEDEM). Secretaría de Producción, Turismo y Desarrollo Sustentable Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Briceño, M. y Gil, B. (2005). Ciudad, imagen y percepción. En Revista Geográfica Venezolana, 46(1). Mérida, Venezuela.
Cabeza, D. (2009). El diseño de los elementos urbanos. En La humanización del espacio público. (p. 86-87). Buenos Aires: Gobierno de la ciudad, Ministerio de desarrollo urbano.
Correa, M. E. (2011). Estética local en un escenario global: Análisis de la intervención del diseño en la construcción de la vida cotidiana. En Ponencia VI Encuentro Latinoamericano de Diseño “Diseño en Palermo”. Buenos Aires.
García Canclini, N. (1990). Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.
García Canclini, N. (1999). La globalización imaginada. Barcelona: Paidos.
García Canclini, N. (9ª ed, 2006). La producción simbólica: teoría y método en sociología del arte. México: Siglo XXI eds.
Girola, M.F., González Bracco, M. y Yacovino, M.P. (2013). Procesos de constitución del espacio público en buenos aires desde una perspectiva etnográfica: el lugar del patrimonio urbano en la configuración contemporánea de tres barrios porteños. En Papeles de Trabajo, 25. Buenos Aires: Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural.
Gonzáles Bracco, M. (2013). ¿La porteñidad en Riesgo de Extinción? Vecinos de la ciudad de Buenos Aires en defensa de la identidad barrial. En Bifurcaciones Revista de estudios culturales urbanos. 12. Recuperado de http://www.bifurcaciones.cl/2013/03/la-portenidad-en-riesgo-de-extincion/
56
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. (2009). Mobiliario urbano. Recuperado el: 26/07/2013. Disponible en: http://www.buenosaires.gob.ar/areas/med_ambiente/com_ges_vec/mobiliario.php
Cullen, G. (1974). El paisaje urbano: Tratado de estética urbanística, [Traducción de la 6ª edición inglesa por Aymami, J.M.]. Barcelona: Blume.
Herrán, C. (2013). Los parques lineales como nueva modalidad de espacio público inclusivo en la ciudad de Medellín. En Revista S&T, 10(22), 159-166. Medellín.
Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires (IHCBA). (1993). Historias de Buenos Aires, 23(3). Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad.
Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires (IHCBA). (1ª ed, 2008). Historias de barrio. Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Jovés, J. (2007). Aceptación social del mobiliario urbano como servicio público y soporte publicitario. Antecedentes, evolución e integración de las distintas concesiones municipales de 1986 a 2005 en Barcelona. Universitat Ramon Llull, FCCB. España.
Lacarrieu, M.B. et al. (2011). Procesos de recualificación y relegación en la ciudad de Buenos Aires: Repensando la noción de ciudad-fragmento y la despolitización de lo urbano. En Argumentos, 24(66), Agosto de 2011. México. Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952011000200002&lng=es&nrm=iso
Ladizesky, J. (2011). El espacio barrial. Criterios de diseño para un espacio público. Buenos Aires: Bisman ediciones.
Lombardo, J. (2007). La construcción del espacio urbano: El caso de Región Metropolitana de Buenos Aires. Buenos Aires: Nobuko.
Lynch, K. (2008). La imagen de la ciudad (1ª ed. 8ª tirada). Barcelona: Gustavo Gili.
Madariaga, I. (1999),
Maderuelo (2010)
Naselli, C.A. (1992). De ciudades, formas y paisajes Textos para su debate. Paraguay: ARQUNA.
Olivares Gallo, J.E. (2001). Análisis y diseño del objeto urbano de uso público. Tesis de Maestría en Diseño de Productos. Universidad de Guadalajara, México.
Rizo, M. (2006). Conceptos para pensar lo urbano. En Bifurcaciones. Revista de estudios culturales urbanos. 6. Disponible en: http://www.bifurcaciones.cl/2006/03/conceptos-para-pensar-lo-urbano/
Sennett, R. (1991). La conciencia del ojo. Barcelona: Versal.
Sennett, R. (1997). Carne y piedra. Madrid: Alianza
Silva, A. (1992). Imaginarios urbanos, Bogotá y Sao Paulo. En Cultura y comunicación urbana en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
Silva, A. (5ª ed, 2006). Imaginarios urbanos. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
57
Silvestri, G. (2011). Ars pública. Ensayos de crítica e historia de la arquitectura, la ciudad y el paisaje. Buenos Aires: Nobuko.
Simmel, G. (1986). Filosofía del paisaje. En El individuo y la libertad: Ensayos de crítica de la cultura. Barcelona: Península.
Utrilla Cobos, S.A. (2012). Determinación de los intercambios culturales en el acto de sentarse en los espacios públicos, para la reconstrucción de identidades en Toluca. Tesis de Doctorado en Diseño. Facultad de Arquitectura y Diseño. Universidad Autónoma del Estado de México.
Westphal, P. (2004). El diseño del mobiliario urbano. Modelos universales, lecturas locales. En VIII Congreso Internacional de Ingeniería de Proyectos. Bilbao, España.
Westphal, P. (2009). El rol del diseño en el desarrollo de objetos para el uso público: Innovación en el concepto y prácticas del mobiliario urbano y microarquitecturas. Tesis doctoral inédita. Universidad Politécnica de Cataluña. España.
Zambrano, F., & Lesmes, J. V. (1ª ed, 2000). La ciudad en la historia. En La ciudad: Hábitat de diversidad y complejidad. Pag. 122-148 Universidad Nacional de Colombia, Editorial UNIBIBLOS.
Rueda Palenzuela, S. (2009). Espacio público y ciudadanía. En La humanización del espacio público (pp.96-103). Buenos Aires: Gobierno de la ciudad, Ministerio de desarrollo urbano.
(Habermas, Jürgen. The Structural Transformation of the Public Sphere. An Inquiry into Category of a Bourgeois Society. MIT Press, Cambridge, Massachusetts. 1993)
Gorelik, Adrián, La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires 1887-1936, Buenos Aires, Universidad de Quilmes, 1998, pp. 273-275.
Gorelik, A. "Imaginarios urbanos e imaginación urbana. Para un recorrido por los lugares comunes de los estudios culturales urbanos". Bifurcaciones [online]. núm. 1, verano 2004. World Wide Web document. www.bifurcaciones.cl/001/Gorelik.htm
Gorelik, A. (2008). El romance del espacio público. En Alteridades. 18 (36): Págs. 33-45
Ramírez Kuri, P y Angel Aguilar, M. Coords. (2006). Pensar y habitar la ciudad: afectividad, memoria y significado en el espacio urbano contemporáneo. Barcelona: Anthropos Ed.
Delgado, M. (2000). Etnografía de los espacios urbanos, en Espacio y Territorio: Miradas Antropológicas p.45-54. Universidad de Barcelona.
Barthes, R. (1990). La aventura semiológica. Barcelona: Paidos Comunicación.
Rossi, A. (2011). La ciudad, la arquitectura, el pensamiento. Buenos Aires: Nobuko
58
Sabugo, M. (2001). El barrio, al fin de cuentas: Definiciones y problemas en torno a la idea de barrio. En Seminario de crítica. 122. Buenos Aires: Instituto de Arte Americano – FADU – UBA.
Barela, L. y Sabugo, M. (eds.). (2004). Buenos Aires. El libro del Barrio, teorías y definiciones. Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
Alfredo Rubio Díaz Profesor del Departamento Geografía, Universidad de Málaga, La ciudad actual como objeto de reflexión y análisis En: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-ciudad-actual-comoobjeto-de-reflexin-y-anlisis-0/html/ Febrero 2012. … en VALLADARES VIELMAN, LUIS RAFAEL (COMPILADOR) La Ciudad. Antecedentes y nuevas perspectivas. Guatemala: CEUR, USAC. 2012. P.87-108 (Rubio Díaz, A. 2012, p.104)
Gravano, A. (1898). La cultura en los barrios. En Colección conflictos y procesos de la historia argentina contemporánea. 23. Buenos Aires: CEAL.
Scobie, James, Buenos Aires. Del Centro a los barrios. 1870-1910, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1977.
Airaldi, E. (s.f.) Plan de manejo del casco histórico de la ciudad de buenos aires. San Telmo-Montserrat. Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Secretaría de Cultura.
Martín Manuel Checa-Artasu (2011) GENTRIFICACIÓN Y CULTURA: ALGUNAS REFLEXIONES. En Biblio 3W. REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES. Universidad de Barcelona Vol. XVI, nº 914, 15 de marzo de 2011
GOMEZ SCHETTINI, Mariana; ALMIRON, Analía; GONZALEZ BRACCO, Mercedes. La cultura como recurso turistico de las ciudades: El caso de la patrimonialización del tango en Buenos Aires, Argentina. Estud. perspect. tur., Ciudad Autónoma de Buenos Aires, v. 20, n. 5, oct. 2011 . Disponible en <http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17322011000500004&lng=es&nrm=iso>. accedido en 01 jun. 2015.
Eva García Pérez, Jorge Sequera Fernández Gentrificación en centros urbanos: Aproximación comparada a las dinámicas de Madrid y Buenos Aires en Quid 16. Revista de Área de Estudios Urbanos No 3 (2013) pag. 49-66
Sánchez, R. (2014). Gentrificación. En Revista de Geografía Norte Grande [en línea]. 58. P.5-6. Septiembre 2014. Disponible en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30031739001
Mónica Lacarrieu, en los Anexos a los informes de la Comisión Consultiva para la Creación de Comunas para la Ciudad de Buenos Aires (1996)
Iglesia, R. y Sabugo, M. (2007). Buenos Aires: la ciudad y sus sitios. Buenos Aires: Nobuko.
Orihuela, G. y Tella, G. (2012). La construcción simbólica de ciudad. VII Jornadas de Sociología de la UNLP. Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en http://www.aacademica.com/000-097/24/300
59
GÓMEZ, M. y ZUNINO, D. La (re)valorización de la zona sur y su patrimonio histórico – cultural como recurso turístico. In HERZER, Hilda (Org.), Con el corazón mirando al sur. Transformaciones en el sur de la ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires: ed. Espacio, 2008.
CARMAN, María (2006); Las trampas de la Cultura. Los “intrusos” y los nuevos usos del barrio de Gardel. Buenos Aires, Paidós.
VECSLIR, Lorena; KOZAK, Daniel. Transformaciones urbanas: En ha manzana tradicional desarrollos fragmentarios y microtransformaciones en el tejido del barrio de Palermo Buenos Aires. Cuad. urbano, Resistencia , v. 14, n. 14, jun. 2013 . Disponible en <http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1853-36552013000100007&lng=es&nrm=iso>. accedido en 01 jun. 2015.
GARCÍA PÉREZ, Eva (2012); “El regreso a la ciudad”. Revista Ciudades nº95 “Nuevas políticas urbanas y reconfiguración social de las ciudades”, Red Nacional de Investigación Urban (RNIU), México.Girola, Yacovino y Laborde, 2011
Chain, D. Lostri, H. y Macri, M. (1ª ed., 2009). Buenos Aires Modelo Territorial 2010/2016. Ministerio de Desarrollo Urbano del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires