Download - Misericordiosos como el padre román bilbao
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Román Bilbao Arrospide
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Sentido del Logo y del Lema del Jubileo
El logo y el lema del Jubileo de la Misericordia nos ofrecen una
buena síntesis del Año Jubilar.
Con el lema «Misericordiosos como el Padre» (tomado del
Evangelio de Lucas se propone vivir la misericordia siguiendo el
ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino
perdonar y amar sin medida (Lc 6, 37-38).
El Logo –obra del jesuita Marko I. Rupnik- se presenta como un
pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en
efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre
extraviado, recuperando así una imagen muy apreciada en la
Iglesia antigua, porque indicaba el amor de Cristo que lleva a
término el misterio de su encarnación, con la redención.
El dibujo se ha realizado de manera que se destaque al Buen
Pastor, que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace
con amor capaz de cambiarle la vida.
Además, es inevitable notar un detalle particular: el Buen Pastor,
con extrema misericordia, carga sobre sí la humanidad, y sus ojos
se confunden con los del hombre.
Cristo ve con el ojo de Adán y éste lo hace con el ojo de Cristo.
Así, cada ser humano descubre en Cristo, al Nuevo Adán, a la
propia humanidad y al futuro que lo espera, contemplando en su
mirada el amor del Padre.
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I.- Introducción
El 11 de abril del año en curso, nuestro Papa Francisco nos
sorprendió con la Bula «Misercordiae Vultus» (El rostro de la
misericordia), con la que convocó la celebración del «Jubileo de
la Misericordia» o «Año Santo de la Misericordia1». El Año Santo
se abrirá el 8 de diciembre de 2015, festividad de la Inmaculada
Concepción de María, y finalizará el 20 de noviembre de 2016,
fiesta de Jesucristo, Rey del Universo.
El texto breve, pero profundo y muy sugerente, no es sólo una
bula para salir al paso, sino que aporta claves esenciales de lo
que ha de significar la misericordia en la vida cristiana y nos
invita a ser misericordiosos como el Padre, desvelando en
nuestro mundo el rostro misericordioso de Dios.
En este «cuaderno», que tienes en tus manos, no vas a encontrar
el texto íntegro de la Bula, sino algunas reflexiones sencillas que
te puedan ayudar a realizar su lectura y algunos materiales y
subsidios para rezar y meditar.
Que el Papa Francisco haya convocado el «Año Santo de la
Misericordia», no nos coge de sorpresa ya que en su antiguo
lema episcopal y en su actual escudo papal se puede leer:
«Miserando et eligendo» (mirándome con los ojos de su
misericordia, me eligió)2. Además, como bien sabemos,
aprovecha sus innumerables alocuciones para, de una manera u
otra, anunciar que «Dios no se cansa nunca de perdonar; somos
nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia». 1. Misericordia quiere decir tener el corazón (cor) con los desgraciados (meseri). 2. La frase está tomada de una homilía de Beda el Venerable sobre la vocación de Mateo. Tiene un particular significado para el papa Francisco porque, cuando tenía 17 años, fue a confesarse el día de la fiesta de san Mateo y esa experiencia le hizo entender, de una manera nueva, la infinita capacidad de perdonar de Dios y entonces sintió la llamada al sacerdocio.
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II.- ¿Qué es un jubileo?
El jubileo o año santo es un año especial, en el que todos los
cristianos somos invitados a profundizar en algún aspecto
fundamental de nuestra relación con Dios y con los demás.
La celebración de los jubileos tiene su origen en el Judaísmo:
consistía en una conmemoración de un año sabático que se
realizaba cada 50 años. Durante ese año los esclavos recobraban
la libertad, los que habían perdido sus propiedades las
recuperaban, las deudas eran perdonadas, las familias dispersas
tenían la oportunidad de agruparse y las tierras descansaban ya
que no eran cultivadas.
En la Biblia encontramos algunos pasajes en los que se menciona
la celebración del Jubileo. Uno de los más importantes se
encuentra en el libro del Levítico:
«Declararéis santo el año cincuenta y proclamaréis para el
país liberación para todos sus habitantes. Será para
vosotros un jubileo: cada uno recobrará su propiedad y
retornará a su familia. El año cincuenta será para vosotros
año jubilar: no sembraréis, no segaréis los rebrotes, ni
vendimiaréis las cepas no cultivadas. Porque es año jubilar,
que será sagrado para vosotros. Comeréis lo que den
vuestros campos por sí mismos. En este año cada uno
recobrará su propiedad. Si vendes o compras algo, que
nadie perjudique a su prójimo. Y teme a tu Dios, porque yo
soy el Señor, vuestro Dios» (Lv 25, 9-17).
En el Nuevo Testamento podemos ver cómo Jesús en la sinagoga
de Cafarnaúm retoma, con algunas modificaciones, las palabras
del profeta Isaías con las que se proclama un año de gracia:
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«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a
proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a
poner en libertad a los oprimidos: a proclamar el año de
gracia del Señor»3.
La Iglesia Católica le dio al jubileo un sentido más espiritual. El
primer año jubilar fue convocado por el Papa Bonifacio VIII en el
año 1300; y el último tuvo lugar el año 2000 proclamado por
Juan Pablo II. El Jubileo anunciado por el Papa Francisco está
centrado en la misericordia:
«Queridos hermanos y hermanas, he pensado con
frecuencia de qué forma la Iglesia puede hacer más
evidente su misión de ser testigo de la misericordia. Es un
camino que inicia con una conversión espiritual; y tenemos
que recorrer este camino. Por eso he decidido convocar un
Jubileo extraordinario que tenga en el centro la
misericordia de Dios. Lo queremos vivir a la luz de la
Palabra del Señor: «Sed misericordiosos como el Padre […]
Estoy convencido de que toda la Iglesia, que tiene una gran
necesidad de recibir misericordia, porque somos
pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para
redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con lo
cual todos estamos llamados a dar consuelo a cada hombre
y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios
perdona todo»4.
3.Lucas 4, 16-19. Jesús omitió la frase: «un día de venganza de nuestro Dios». El año
que anuncia Jesús es de gracia, liberación y reconciliación. 4. Liturgia penitencial. I Vísperas del cuarto domingo de Cuaresma.
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III.- Ritos de apertura del Jubileo
a) El rito inicial comienza con la apertura de la Puerta Santa.
«El domingo III de Adviento, se abrirá la Puerta Santa en la
Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán.
Sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las otras
Basílicas Papales. Para el mismo domingo establezco que
en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia
Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una
iglesia de significado especial se abra por todo el Año
Santo una idéntica Puerta de la Misericordia»5.
Con este gesto de abrir las puertas se quiere expresar que
«Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente
comprometida a vivir este Año Santo como momento de
gracia y de renovación espiritual […] y mantener vivo el
evento del concilio ecuménico Vaticano II»6.
b) El Papa debe tocar la puerta con un martillo tres veces
mientras dice: «Abridme las puertas de la justicia;
entrando por ellas confesaré al Señor».
c) Cuando se abre, se entona el «Te Deum7» y el Papa
atraviesa la puerta junto con los acompañantes.
5. Misericordiae vultus (En adelante M.V.) nº 3.
6 .M. V. nº 3. Este año celebramos el 50 aniversario de la conclusión del Vaticano II. En el discurso de su apertura san Juan XXIII dijo: «En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y de la bondad y no empuñar las armas de la severidad […] quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella» (11 de octubre de 1962). 7. El Te Deum. Es uno de los primeros himnos cristianos de acción de gracias. Su origen se remonta a la primera mitad del siglo IV.
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Oración del Jubileo
Señor Jesucristo¸ tú nos has enseñado a ser misericordiosos como
el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también
a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud
del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad
solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra
que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el
mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de
debilidad para que sientan sincera compasión por los que se
encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque
a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que
el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva
a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre y el hijo y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén
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IV.- La misericordia de Dios
En la Biblia el adjetivo «misericordioso» es, ante todo, un
atributo divino8. Cuando Dios reveló su nombre a Moisés lo hizo
con estas palabras: «Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y
clemente, tardo a la cólera y rico en clemencia y lealtad, que
mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad» (Ex 34,
6-7).
La misericordia no es el único rasgo de Dios. Pero sí es el rasgo
central. Todas las demás cualidades de Dios están al servicio de
su misericordia. Si Dios es eterno es para tener misericordia
eternamente, «de generación en generación». Si es infinito, lo es
para que su misericordia sea infinita. Si es omnipotente, lo es
para poner su omnipotencia al servicio de su misericordia, «es
propio de Dios usar la misericordia y especialmente en esto se
manifiesta su omnipotencia»9. Las palabras de santo Tomás de
Aquino muestran, según el Papa Francisco, que «la misericordia
divina no es en absoluto un signo de debilidad, sino más bien la
cualidad de la omnipotencia de Dios»10.
«”Paciente y misericordioso” es binomio que a menudo aparece
en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios. Su
ser misericordioso se constata concretamente en tantas acciones
de la historia de la salvación donde la bondad prevalece por
encima del castigo y la destrucción. Los Salmos, de modo 8. En el Antiguo Testamento se plica 370 veces a Dios y solo dos veces a los seres humanos. En el Nuevo Testamento la misericordia divina está presente en cada página. 9 . Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II q 30, a.4. 10. M. V. nº 6.
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particular, destacan esta grandeza del proceder divino: «Él
perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu
vida del sepulcro, te corona de gracia y de misericordia” (103, 3-
4). De una manera más explícita, otro salmo testimonia los
signos concretos de su misericordia: “El Señor libera a los
cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta al caído; el Señor
protege a los extranjeros y sustenta al huérfanos y a la viuda”
(149, 7-8); el Señor sana los corazones afligidos y les venda sus
heridas (147, 3-6). […] Así la misericordia de Dios no es una idea
abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su
amor, que es como el don de un padre o de una madre que se
conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio
hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”.
Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo,
natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de
perdón»11. Así lo atestiguan los textos siguientes:
«Efraín es para mí un hijo querido, un niño predilecto. Cada
vez que lo amenazo, vuelvo a pensar en él. Mis entrañas se
conmueven y me lleno de ternura hacia él» (Jr 31,20)
«¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada del fruto
de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te
olvidaré» (Is 49, 15)
«¿Cómo voy a dejarte, Efraín, cómo entregarte, Israel?
¿Voy a dejarte como Admá y hacerte semejante a Seboyim?
Mi corazón se me revuelve por dentro a la vez que mis
entrañas se estremecen» (Os 11,8). San Agustín
11. M. V. nº 6.
10
comentando estas palabras del profeta dijo: «Es más fácil
que Dios contenga la ira que la misericordia»
La misericordia de Dios es fidelidad. «Eterna es su misericordia»
es el estribillo que acompaña cada verso del Salmo 136 mientras
se narra la historia de la revelación de Dios […] La misericordia
hace de la historia de Dios con su pueblo: una historia de
salvación. […] Es como si se quisiera decir que no solo en la
historia, sino en toda la eternidad el hombre estará siempre bajo
la mirada misericordiosa del Padre»12.
La misericordia de Dios es desbordante. Dios no calcula costos ni
riesgos, ni toma precauciones al ejercerla. Él nos toma la
delantera y sale a nuestro encuentro. Él se vuelve primero a
nosotros para que nosotros nos volvamos a Él. Tampoco pone
condiciones y nos ofrece una nueva oportunidad. «No se cansa
nunca de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de
acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar
“setenta veces siete”, nos da ejemplo: “Él nos perdona setenta
veces siete”. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra
vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor
infinito e inquebrantable»13.
La misericordia de Dios es universal. Al pueblo de Israel le costó
asimilar que la misericordia de Dios era para todos. Después del
exilio en Babilonia comprendió la lección. La universalidad de la
misericordia del Señor quedará consignada más tarde en esta
sentencia: «la compasión del hombre se limita a su prójimo; la de
del Señor abarca a todo viviente» (Eclp 18, 23).
12
. M. V. nº 7. 13. Evangelii Gaudium nº 3.
11
Dios no discrimina a nadie, pero ejerce preferentemente su
misericordia con algunos. «Cuando uno lee el Evangelio se
encuentra con una orientación contundente: hay que privilegiar
no tanto a los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los
pobres y a los enfermos; a esos que suelen ser despreciados y
olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte”
(Lc 14, 14) […] Hay que decir sin dar vueltas, que existe un
vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres»14.
Que sea la misericordia el principal atributo de Dios no nos
autoriza a convertirle en el «buen Dios» que nos consiente todo.
La Biblia afirma una y otra vez la misericordia de Dios, pero
también su justicia. Y no como dos atributos en competencia,
sino complementarios. Como dice Kasper, «en un mundo injusto,
la demostración de justicia es ya una obra de misericordia para
con los privados de derechos y oprimidos»15. No debemos
olvidar que la revelación más primitiva de la misericordia divina
tiene lugar con motivo del Éxodo, liberando a los israelitas de la
esclavitud egipcia.
La misericordia de Dios debe llevarnos a vivir con confianza y
esperanza ya que «Ante la oscuridad y el abandono, el dolor y la
desesperanza, todo ser humano puede invocar a Dios con la
seguridad de ser escuchado y ayudados: “Recuerda, Señor, que
tu ternura y tu misericordia son eternas” (Sal 25,6)»16
14 . Evangelii gaudium nº 48. 15. Kasper. W, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander, 3ª ed, 2012, p. 58. 16. Carta Pastoral Conjunta de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Misericordia entrañable, 2015, nº. 8.
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Trabajo personal
� Leo despacio el apartado: La misericordia de Dios.
� Subrayo lo que me llama la atención y elijo dos o tres frases.
� Saco conclusiones para mi vida.
Oración.
Dios no puede más que darnos su amor.
Nuestro Dios es ternura.
Bendice al Señor, alma mía.
Del fondo de mi ser su santo nombre.
Dios es ternura.
Bendice al Señor, alma mía.
No olvides sus beneficios.
Dios nos perdona.
Él que todas tus culpas perdona
y cura todas tus dolencias. Dios es ternura.
Rescata tu vida de la fosa.
Te colma de amor y de ternura. Dios nos perdona
EL Señor hace justicia y defiende a los oprimidos.
Dios es ternura.
Manifestó sus caminos y sus maravillas a su pueblo.
Dios nos perdona
El Señor es compasivo y clemente,
atento y misericordioso.
Dios es ternura. No nos trata según nuestros
pecados ni nos paga según nuestras culpas.
Dios nos perdona
Taizé
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VI.- La misericordia de Dios «se hizo carne» en
Jesucristo.
«La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar
el misterio del amor divino en plenitud. “Dios es amor” (I Jn 4, 8-
16), afirma por primera y única vez en toda la Sagrada Escritura
el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y
tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino
amor. […] En él todo habla de misericordia. Nada en él es falto de
compasión»17.
Lo nuevo del mensaje de Jesús respeto del Antiguo Testamento
es que Él anuncia la misericordia divina de forma definitiva y
para todos. «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su
Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que
tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
Jesús no solo anunció el mensaje de la misericordia del Padre,
sino que también lo vivió. Se hizo cargo de los enfermos y los
atormentados por malos espíritus. Afirmó de sí mismo: «Soy
tolerante y humilde de corazón» (Mt 11, 29). Se compadeció
cuando encontró a un leproso (Mc 1, 41) o cuando vio el
sufrimiento de una madre que había perdido a su único hijo (Lc
7, 13). Sintió compasión por los numerosos enfermos (Mt 14,
14), por el pueblo que tenía hambre (Mt 15, 32), por los ciegos
que le suplicaban que tuviese piedad de ellos (Mt 20, 34), por las
personas que estaban como ovejas sin pastor (Mc 6, 34). Junto a
la tumba de su amigo Lázaro se emocionó y lloró (Jn 11,35-38).
En el gran discurso sobre el juicio se identificó con los pobres,
17. M.V nº 8.
14
hambrientos, miserables y perseguidos (Mt 25, 31-46). En la cruz
perdonó al buen ladrón y oró por quienes le crucificaron (Lc 23,
34-43).
El centro del mensaje de Jesús lo ocupó el mensaje de Dios como
Padre. Se dirigió a Dios como «Abbá, Padre» (Mc 14, 36), nos
enseñó que estamos en relación directa con un Tú divino que nos
conoce y escucha, nos sostiene y nos ama. Por eso, al orar, no
necesitamos decir palabras grandilocuentes, pues el Padre sabe
qué es lo que necesitamos (Mt 6, 8). Nos invitó a vivir confiados
porque si cuida de los pájaros y de las flores y hierbas de los
campos, así también sabe qué es lo que necesitamos nosotros
(Mt 6, 25-34) y hasta los cabellos de nuestra cabeza están
contados (Mt 10, 2s). Él hace salir el sol sobre buenos y malos y
hace llover sobre justos e injustos (Mt 5, 45).
Desde esa experiencia de Dios como Padre, Jesús quedó
sorprendido y extrañado por la imagen de Dios que encontró en
sus contemporáneos y quiso corregir esa caricatura de Dios.
«Para ello realizó “provocativamente” unos gestos de
misericordia. Su conducta de comer con los pecadores públicos y
de tratar con las prostitutas estuvo animada por esta intención.
También sus parábolas sobre la misericordia de Dios estuvieron
trabajadas por este mismo propósito. Esta conducta provocó en
su auditorio extrañeza y perplejidad. Con sus palabras y sus
gestos Jesús les respondió: Yo actúo de esta manera “porque
Dios es así, tan bueno con los pobres, tan lleno de amor paterno
con el hijo degradado, tan clemente con los necesitados,
desesperados, los abandonados. ¡Por eso!18. Jesús es “resplandor
de la gloria del Padre e imagen perfecta de sus ser” (Heb 1,3) 18. Jeremías, J. Las parábolas de Jesús, Estella 1971, Ed. Verbo Divino, p. 179.
15
transparenta de palabra y de obra el corazón paternal de Dios.
Sus gestos humanos de ternura y de acogida son acciones de
Dios mismo presente en la historia»19.
En sus parábolas, recogidas en el capítulo 15 del Evangelio de
Lucas -la oveja perdida, la moneda extraviada y la del hijo
pródigo- es donde Jesús más bellamente nos presentó la
misericordia de su Padre. Con ellas quiso responder a las
murmuraciones de los fariseos y doctores de la ley que no
podían «tragar» el que Jesús perdonara y comiera con los
pecadores. Las parábolas sirvieron para aclarar la propia
conducta de Jesús, interpretándola como expresión de la
conducta del Padre celestial. Lo que Jesús les quiso decir fue: así
como actúo yo porque así actúa también el Padre con los
pecadores o quienes son tenidos por tales.
Esto se plasma en especial en la parábola del hijo pródigo, que a
juicio de muchos, sería mejor denominarla «la Parábola del
Padre Misericordioso» porque en ninguna otra parábola describe
Jesús la misericordia divina de manera tan magistral como en
esta.
Nuestro Papa Francisco, comentando estas parábolas dedicadas
a la misericordia, nos dice: «En estas parábolas, Jesús revela la
naturaleza de Dios como la de un padre que jamás se da por
vencido hasta que no haya disuelto el pecado y superado el
rechazo con la compasión y la misericordia […] en ellas Dios es
presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando
perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de
19. Uriarte Juan María. Obispo de Zamora. Carta Pastoral Acoger y ofrecer la
misericordia, p. 39-40, 1 de marzo de 1995.
16
nuestra fe, porque la misericordia se muestra como fuerza que
todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con
el perdón»20.
El mensaje y las obras de misericordia de Jesús suscitaron al
principio entusiasmo e ilusión. Pero pronto generaron oposición
y escándalo. Sus adversarios le reprocharon que hiciera obras
buenas en sábado (Mc 3,6) y que se atreviera a perdonar
pecados. ¿Cómo podía un ser humano perdonar los pecados?
(Mc 2,7).
Al final, le llevaron a la cruz, que fue el signo máximo de la
misericordia de Dios, ya que «Él, a pesar de su condición divina,
no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojo de
su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de
tantos. Así, presentándose como simple hombre, se abajó
obedeciendo hasta la muerte y muerte en cruz» (Flp 2,6-8)
Pero en la cruz la propia muerte acaba, por así decir, en nada. De
ahí que la muerte de Jesús en la cruz sea la muerte de la muerte
y el triunfo de la vida. «¿Dónde queda, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde queda, oh muerte, tu aguijón? (I Cor 15, 54). Así que,
porque la misericordia divina triunfó en la Cruz, fuimos salvados
de la muerte (Ef 3, 24) y renacimos a una esperanza viva (I P 1, 3;
Tt 4, 24).
Con razón san Pablo nos dirá: «¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la
desnudez, el peligro, la espada?... Dios, que nos ama, hará que
salgamos victoriosos de todas estas pruebas. Y yo estoy seguro 20 M.V. nº 9.
17
de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas
sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo de abajo, ni
cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús» (Rm 8, 34-37).
Por lo tanto, estamos llamados a vivir conscientes de que «No
vivimos en un cosmos infinito, insensible, huérfanos; no somos
producto del azar ni de una evolución carente por entero de
sentido y meta»21, porque «siendo nosotros todavía pecadores,
Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues,
justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la
cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con
Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya
reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no solamente eso,
sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor
Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación»
(Rm 5, 8-10).
21. Kasper, W. La misericordia..., p. 72.
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Trabajo personal
� Leo con atención el texto.
� Apunto algunas actitudes o dichos de Jesús que más me
han llamado la atención y saco algunas aplicaciones para mi vida.
Oración de Teresa de Calcuta
¡Oh Señor!, haz que hoy y cada día sepa verte en la persona
de tus enfermos y que, ofreciéndoles mis cuidados te sirva a ti.
Haz que, aun oculto bajo el disfraz poco atrayente de la ira,
la arrogancia o la demencia, sepa reconocerte y decir:
¡Oh Jesús!, mi paciente, cuán dulce es servirte.
Dame, oh Dios, esta visión de fe, y mi trabajo nunca me
resultará monótono. Experimentaré siempre la alegría
acunando las pequeñas veleidades y los deseos de todos
los pobres que sufren.
Oh queridos enfermos, me resultáis aún más queridos
porque representáis a Cristo. ¡Qué gran privilegio poder serviros!
Señor, hazme sensible a la dignidad de mi elevada vocación y
a la gran responsabilidad que comporta. No permitas que nunca
me muestre indigna de ella pecando de dureza de corazón,
falta de amabilidad o impaciencia. Y luego, oh Dios, puesto que
tú eres Jesucristo, mi paciente, dígnate ser también conmigo
un Jesús paciente.
Sé indulgente con mis faltas, mira solo mi voluntad de amarte
y servirte en la persona de cada uno de tus enfermos.
Señor, incrementa mi fe, bendice mis esfuerzo y mi trabajo, ahora
y por siempre. Amén
19
VII.- La Iglesia sacramento de la misericordia de Dios
Si la misericordia de Dios se ha hecho presente patente y
operante en Jesucristo, la misericordia de Cristo está llamada a
hacerse también patente y operante en la Iglesia. «La Iglesia
tiene que ser el lugar de la misericordia, donde todo el mundo
pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir
según la vida buena del Evangelio»22.
La Iglesia no es un supermercado de sacramentos, ni una agencia
de servicios sociales y de caridad. La Iglesia es el gran
sacramento de la permanente y eficaz presencia de Cristo en el
mundo y, por ende, sacramento de misericordia. A través de la
palabra y el sacramento, pero también a través de su vida toda,
la Iglesia tiene que hacer presente en la historia y en la vida del
cristiano individual el evangelio de la misericordia, que es el
propio Jesús. «Donde la Iglesia esté presente, allí debe ser
evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las
comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, donde
quiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar
un oasis de misericordia»23. Una Iglesia sin caridad y sin
misericordia dejaría de ser la Iglesia de Jesucristo y, además,
sería un gran escándalo que ella misma no llevara a la práctica lo
que anuncia a otro.
La atención prestada al tema de la misericordia en la Iglesia no es
una novedad de hoy24. Sin embargo, muchos subrayan, con
22. Papa Francisco Evangelii gaudium, nº 114. 23. M. V. nº12. 24. Se puede recordar la encíclica Dives in misericordia (1980) de Juan Pablo II y la encíclica Deus caritas est (2005) de Benedicto XVI.
20
razón, que ella es un valor en alza, gracias, en buena parte al
puesto destacado que el papa Francisco le ha concedido en su
enseñanza, confirmado con su reciente iniciativa de celebrar un
Año Santo extraordinario de la Misericordia.
En la Bula del Jubileo de la Misericordia, nos ha recordado que
para la Iglesia:
1) «Es una exigencia proponer el tema de la misericordia con
nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral».
2) Es determinante que «Su lenguaje y sus gestos deben
transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las
personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al
Padre»25.
3) Es muy importante hacer una llamada a todos sus fieles a
fin de que «La misericordia sea la viga maestra que
sostiene la vida de la Iglesia» ya que «la credibilidad de la
Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y
compasivo» y, por lo tanto, «ha llegado de nuevo para la
Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del
perdón y el tiempo de retornar a lo esencial, para hacernos
cargo de las debilidades y dificultades de nuestros
hermanos»26.
Con motivo del Sínodo sobre la familia, el alcance a dar a la
misericordia se ha convertido en uno de los grandes debates del
25. M.V. nº 12 (los números 1 y 2 que vienen en esta página ). 26
. M. V. nº 10.
21
proceso sinodal en que estamos inmersos27. Un sector sinodal,
que es minoritario, mira a la misericordia como una realidad
sospechosa necesitada de una estrecha vigilancia, rodeada de
peligros, que debe ser bien acotada para no caer en ellos o como
una barata acomodación a las modas y estados de ánimo
actuales. Por el contrario, el sector mayoritario, sin cuestionar las
verdades fundamentales del sacramento del matrimonio, es
partidario de buscar nuevos medios para acompañar a las
familias, especialmente en momentos difíciles, siguiendo el
ejemplo de Jesús misericordioso.
Unas palabras de Kasper pueden darnos luz a la hora de saber
por dónde camina la mayoría de los padres sinodales. «Nadie
niega la indisolubilidad del matrimonio. Yo no, y no conozco un
solo obispo que la niegue»28. Lo que está en juego en el Sínodo
son dos maneras distintas de hacer teología. Por un lado, una
deductiva que saca consecuencias de principios inamovibles; y,
junto a esta, otra que parte de la realidad iluminada por la
Palabra de Dios y el Magisterio, a fin buscar nuevos medios para
acompañar a las familias actuales. No hay un nuevo Evangelio, de
lo que se trata es de hacer actual en una nueva situación el
mismo Evangelio de siempre, pero usando un lenguaje
compasivo y cercano. «La misericordia sin verdad sería un mero
consuelo carente de sinceridad; sería promesa vana. Pero, a la
inversa, la verdad sin misericordia sería fría, negativa e
hiriente»29.
27. Este cuaderno fue escrito a mediados de octubre de 2015. 28. Kasper. W., Entrevista a la revista América y al diario argentino La Nación, hecha en Roma el 26.9. 2014. 29
. W Kasper, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander, 3ª ed, 2012, p. 58. p.148.
22
Cuidaré mi comunidad
Cuidaré a mis hermanos, pues con ellos vivo y camino,
ellos me dan aire fresco y para ellos soy cristiano.
Prepararé con ilusión y mimo mi regazo de acogida, mis
manos para la compañía, mis entrañas para la misericordia.
Velaré para que nos salgan de mí palabras aceradas ni gestos
vanidosos; no criticaré sus manías, ni trivializaré sus problemas,
no los encasillaré en mis cuadrículas, no envidiaré sus triunfos
ni me alegraré de sus fallos.
Pero no quitaré vigor y ternura a mi palabra de hermano.
Si tengo que felicitar, felicitaré; si tengo que afrontar,
afrontaré; si tengo que decidir, decidiré; si tengo que corregir,
corregiré; si tengo que denunciar, denunciaré.
Entonaré mi corazón noche y día, lo tendré siempre a punto,
enseñado y dispuesto a abrir puertas y ventanas, a no robar
paz y alegría, a dar y recibir todo lo que es vida y a soñar
utopías comunitarias.
No osaré hacer comunión contigo, Señor, si estoy alejado
de mi hermano. No mostraré suficiencia, pediré perdón,
ofreceré la mano y buscaré el abrazo fraterno. Amaré
y cuidaré mi comunidad. No devolveré a nadie mal por mal.
Con los que están alegres, me alegraré; con los que
lloran, lloraré; con los que sufren, sufriré. No me dejaré vencer
por el mal; antes bien, venceré al mal a fuerza del bien.
Amaré y cuidaré la comunidad, me esmeraré con ella, le seré
fiel, la defenderé, viviré con fervor sus proyectos, y no negaré
los dones que Tú me has dado. Amaré y cuidaré la comunidad,
tu comunidad, mi comunidad, nuestra comunidad.
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VIII.- Bienaventurados los misericordiosos
Si nosotros queremos ser de verdad hijos de Dios compasivo y
misericordioso, debemos tener ese «aire de familia»; es decir,
debemos ser igualmente compasivos y misericordiosos. «Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,
36). «El rasgo central del perfil de un cristiano que, por vocación
está llamado a “ser misericordioso como lo es el Padre celeste,”
ha de ser la misericordia»30.
El Papa Francisco, en la Bula del Jubileo, nos invita no solo a
contemplar y recibir la misericordia de Dios, sino también a
ponerla en práctica. Veamos algunas pistas que él nos ofrece:
1) Abrir «nuestro corazón a cuantos viven en las más
contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia
el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas
situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el
mundo de hoy! ¡Cuántas heridas sellan la carne de muchos
que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y
silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos! En
este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas
heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a
vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad
y la debida atención».
2) Superar «la indiferencia que humilla, la habitualidad que
anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, el
cinismo que destruye».
30 Uriarte. Juan María, op .cit. p. 35.
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3) Tener los ojos abiertos «para mirar las miserias del mundo,
las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la
dignidad» y nuestros oídos para «escuchar su grito de
auxilio».
4) Estrechar «nuestras manos con las suyas para que sientan
el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la
fraternidad. Que su grito se vuelva nuestro y juntos
podamos romper la barrera de la indiferencia que suele
reinar campante para esconder la hipocresía y el
egoísmo»31.
5) Preocuparnos por tantos hermanas y hermanos nuestros
que «viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad
con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga,
sin horizonte de sentido y vida»32
6) Reflexionar «sobre las obras de misericordia corporales y
espirituales a fin de despertar nuestra conciencia, muchas
veces aletargada ante el drama de la pobreza, y de entrar
todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres
son los privilegiados de la misericordia divina. La
predicación del Jesús nos presenta estas obras de
misericordia para que podamos darnos cuenta de si vivimos
o no como discípulos suyos»33.
31. M. V. Las cuatro citas son del nº 15. 32. Evangelii gaudium nº 24. 33. M. V. nº 15.
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Redescubramos las obras de misericordia corporales:
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Vestir al desnudo.
4. Dar posada al peregrino.
5. Visitar y cuidar a los enfermos.
6. Redimir a los cautivos.
7. Enterrar a los muertos.
No olvidemos las obras de misericordia espirituales:
1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Consolar al triste.
4. Corregir al que yerra.
5. Perdonar las injurias.
6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7. Rogar a Dios por los vivos y difuntos34.
Luis González–Carvajal hablando de ellas, dice: «En el pasado, las
siete obras de misericordia espirituales y las siete obras de
misericordia corporales fueron una buena catequesis de la
caridad, pero quizás hoy necesitaríamos actualizarlas. Por
ejemplo, así:
• Compartir el pan con hambriento.
• Ser voz de los que no tienen voz.
• Acoger al inmigrante.
34. San Benito, en su Regla, amplía en un punto estas obras y añade: «No desesperar nunca de la misericordia de Dios».
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• Defender los derechos de los encarcelados.
• Acompañar a los enfermos.
• Alentar a los que pierden la esperanza.
• Ayudar a reconciliarse a quienes viven en discordia35.
De la importancia que las obras de misericordia tienen a la hora
de poner en práctica la misericordia, también hablaron nuestros
obispos en su Carta Pastoral Misericordia entrañable,
advirtiéndonos que éstas «se sitúan más allá de ley meramente
humana, son más que la estricta justicia y representan una
exigencia para el cristiano. Por ello, el hecho de no practicarlas
constituye un pecado de omisión, como lo muestra nítidamente
la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-27), que concluye de
modo imperativo: “Vete y haz tú lo mismo”»36.
Naturalmente, las obras de misericordia nunca deben pretender
suplantar a la justicia. Es necesario «cumplir antes que nada las
exigencias de la justicia para no dar como ayuda de caridad lo
que ya se debe por razón de Justicia»37.
Jesús nos prometió que, si nosotros hemos sido misericordiosos
con los demás, alcanzaremos la misericordia de Dios. «Estás
como un mendigo a la puerta de Dios –dice san Agustín-, pero a
tu puerta hay otro mendigo. Lo que tú hagas con tu mendigo,
eso hará Dios con el suyo»38.
35. González-Carvajal, Luis. Las bienaventuranzas, una contracultura que humaniza. Sal Terrae 2013. p. 119. 36. Carta Pastoral Conjunta de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria Misericordia entrañables. nº 54. 37. Concilio Vaticano II, Decreto sobre el Apostolado de Laicos, 8. 38. Agustín de Hipona, Sermón 53 A, nº 10 (Obras completas t.10 BAC, Madrid 1983 p. 95).
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También debemos tener claro que nuestra misericordia no es la
causa de la misericordia de Dios, sino únicamente la condición.
Por eso esta bienaventuranza no nos dice «ellos merecerán
misericordia», sino ellos alcanzarán misericordia.
Además, « ¿Qué sería de nosotros –se pregunta Martín Descalzo-
si Dios nos devolviera solamente una misericordia tan raquítica
como la que somos capaces de realizar? Se mantendrá, más bien
la proporción, pero no la equivalencia. Por cada grano nuestro
de trigo se nos devolverá un grano de oro; por nuestra pequeña
misericordia hacia nuestros hermanos, se nos dará la gran
misericordia de Dios; por una mano tendida, por un poco de pan,
se nos dará nada menos que la salvación. También esta
bienaventuranza termina en el reino de Dios. Y concluye con el
triunfo de los misericordiosos que un día oirán las más bellas
palabras que conocerá la historia del mundo y de la humanidad:
“Venid los benditos de mi Padre, tomad posesión del reino que
os tengo preparado desde la constitución del mundo”»39
Llegados a este punto, es fácil que algunos echéis en falta un
apartado señalando algunos ámbitos concretos de nuestra
sociedad y de nuestro mundo en los que preferentemente
deberíamos poner en práctica la misericordia. Sin embargo, no
lo voy a hacer por dos razones: primera, excedería las
pretensiones de este cuaderno; segunda, en la Carta Pastoral de
Cuaresma-Pascua 2015, nuestros obispos de Euskal Herria les
dedican el capítulo «Ámbitos necesitados de misericordia» (III.
Números 36-70). En esos números podéis encontrar muchas
pistas y campos en los que podemos practicar la misericordia.
39. Martín Descalzo, José Luis, Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Sígueme, Salamanca, 1989, p. 653.
28
S
Oración para ser misericordiosos
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que
yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo
bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que
tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente
a sus sufrimientos y quejas.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para
que jamás hable negativamente de mi prójimo, sino que siempre
tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y estén
llenas de buenas obras, para que sepa hacer a mi prójimo
exclusivamente el bien y cargue sobre mí las tareas más difíciles
y penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que
siempre me apresure a socorrer a mi prójimo venciendo mi propia
fatiga y cansancio. El reposo verdadero está en el servicio al
prójimo.
Ayúdame, Oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que
yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré
mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos que sé que abusarán
de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el misericordioso
Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.
Que tu misericordia, oh Señor, repose en mí.
Tú mismo me ordenas que me ejercite entre peldaños de la
misericordia. Primero, la acción misericordiosa, de todo tipo.
Segundo, la palabra misericordiosa: lo que no soy capaz de llevar a
cabo como acción debe acontecer por medio de palabras. Tercero,
la oración: en caso de que no pueda mostrar misericordia con
hechos ni con palabras, siempre puedo recurrir a la oración. Mi
oración llega incluso allí donde yo no puedo hacerme corporalmente
presente. Oh Jesús mío, transfórmame en ti, pues tú lo puedes todo.
(Sor Faustina Kowalska en 1937. Mística polaca)
29
IX.- Oraciones
Oración a Dios, Padre misericordioso40
Bendito sean Señor, Padre que estás en el cielo, porque en tu
infinita misericordia te has inclinado sobre la miseria del hombre
y nos has dado a Jesús, tu Hijo, nacido de mujer,
nuestro salvador y amigo, hermano y redentor.
Gracias, Padre bueno, por el don del Año Jubilar;
haz que sea un tiempo favorable,
el año del gran retorno a la casa del paterna,
donde Tú, lleno de amor, esperas a tu hijos descarriados
para darles el abrazo del perdón y sentarlos a tu mesa,
vestidos con el traje de fiesta.
¡A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!
Padre clemente, que en el Año Santo
se fortalezca nuestro amor a ti y al prójimo:
que los discípulos de Cristo promuevan la justicia y la paz;
se anuncia a los pobres la Buena Nueva
y que la Madre Iglesia haga sentir su amor de predilección
a los pequeños y marginados.
¡A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!
Padre Justo, que el gran Jubileo sea una ocasión propicia
para que todos los católicos descubran el gozo de vivir
en la escucha de la Palabra, abandonándose a tu voluntad;
que experimenten el valor de la comunión fraterna partiendo
juntos el pan y alabándote con himnos y cánticos espirituales.
A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!
40. Oración de Juan Pablo II para preparar el Jubileo del año 2000.
30
Padre, rico en misericordia, que el Santo Jubileo
sea un tiempo de apertura, de diálogo y de encuentro con todos
los que creen en Cristo y con los miembros de otras religiones:
en tu inmenso amor, muestra generosamente tu misericordia
con todos
A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!
Padre omnipotente, haz que todos tus hijos sientan
que en su caminar hacia ti, meta última del hombre,
los acompañe bondadosa la Virgen María, icono del amor puro,
elegida por ti para ser Madre de Cristo y de la Iglesia.
A ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!
A ti, Padre de la vida, principio si principio,
suma de bondad y eterna luz, con el Hijo y el Espíritu,
honor y gloria, alabanza y gratitud por los siglos sin fin. Amén
Alma misionera
Señor, toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años
en mí. Estoy dispuesto a lo que quieras, no importa lo que sea, tú
llámame.
Llévame donde los hombres necesitan mis ganas de vivir, donde
falte la esperanza, donde falte la alegría, simplemente por no
saber de ti.
Te doy mi corazón sincero para gritar sin miedo tu grandeza,
Señor. Tendré mis manos sin cansancio, tu historia entre los
labios y fuerza en la oración.
Y así en marcha iré cantando por calles predicando lo bello que
es tu amor. Señor, tengo alma misionera, condúceme a la tierra
que tenga sed de ti.
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Vuelve hacia nosotros
Vuelve hacia nosotros tu mirada,
Señor, y danos tu perdón.
pues en ti reside la misericordia
y la abundancia de perdón.
Como el hijo pródigo retornó a su padre,
vamos nosotros hacia ti.
Acude, Señor, a nuestro encuentro,
danos la gracia de tu amor.
Ten piedad de mí
Cuando de ti yo me aleje: ten piedad de mí.
Cuando el peligro me aceche: ten piedad de mí.
Cuando en pecado me encuentre: te piedad de mí.
Cuando de ti nos me acuerde: ten piedad de mí.
Haz que de ti yo me acuerde: ten piedad de mí.
Si la fe un día perdiera: ten piedad de mí.
Si mi esperanza se apaga: ten piedad de mí.
Si caridad ya no hiciera: ten piedad de mí.
Haz que tu gracia me envuelva: ten piedad de mí
Cuando a mí llegue la muerte: ten piedad de mí.
Cuando mi suerte tiemble: ten piedad de mí.
Cuando ante ti me presente: ten piedad de mí.
Haz que contigo me quede: ten piedad de mí.
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