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Tolerancia, Diversidad e ImperialismoMario Senz, Le Moyne College
La cuestin del poder imperial ha recibido bastante atencin y en algunos casos
ha sido una preocupacin central de filsofos latinoamericanos. Esta ha sido parte de
importantes reflexiones sobre identidad y subjetividad Latinoamericana, aun cuando
hablamos sobre el fin de la identidad y la subjetividad como instancias centrales de
organizacin.1En este sentido, la filososofa latinoamericana surge como una filosofa
de la identidad, puesto que no se puede hablar con coherencia prctica sobre la identidad
cultural y la autonoma sin enfrentar el problema de la heteronoma causada por el
imperialismo. Ahora, discusiones sobre la identidad son, cuando filosficas, salvo
excepciones, el producto de las reflexiones de clases en el poder o de emergentes clases
medias. En un continente donde clasificacin racial, el tinte de la piel y coneccionesculturales a Europa han sido marcadores significantes de civilizacin, barbarie o
salvajismo en los perodos colonial y poscolonial, reflexiones filosficas sobre la
identidad latinoamericana a menudo parecan copiar (al nivel de conciencia) los ltimos
desarrollos de las modas europeas intelectuales. As parecera que nuestra dependencia
econmica y poltica en los pases del centro (primero los ibricos y despus Gran
Bretaa, Francia y los Estados Unidos) llev a lo que Augusto Salazar Bondy llam una
cultura de dominacin y a una dependencia ideological y cultural.2
Ejemplos de esta correlacin de dependencias econmica y socio-cultural no son
difciles de encontrar entre los ms importantes representantes de las clases en el poder,
cuyos intereses estaban conectados a las clases dominantes en los pases del centro. En el
siglo XIX el filsofo argentino Juan Bautista Alberdi se referira a Latinoamericanos
como Europeos transplantados a Amrica.3Criticara a su contemporneo y compatriota
Domingo Faustino Sarmiento porque ste criticaba la cultura rural argentina, n por su
racismo contra el indio o el negro.4Sarmiento escribira con escozor sobre los mestizos a
quienes se refera como castas intermedias todava muy visibles en Per y Bolivia, pero
felizmente no muy visibles en nuestra nacin argentina.5De esta manera comparaba
negativamente el a menudo forzado mestizaje que ocurri en el continente, con la
presunta preservacin por los anglo-americanos, los franco-americanos y los americanos
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holandeses de razas puras con sus tradiciones de civilizacin cristiana y europea
intactas, con su sed por el progreso y su capacidad para el desarrollo.6
Alberdi por su parte no afirm la importancia de las culturas de America. Al
contrario, el pens que nuestras mejores esperanzas se radicaban en el lado europeo de
nuestra civilizacin. As debemos continuar la revolucin europea en Amrica
poblando a Latinoamrica con inmigrantes Europeos. Es por sus inmigrantes europeos,
dice l, que la otra Amrica, la Amrica anglo-sajona, es superior a la Amrica ibrica:
Los Estados Unidos es una nacin tan avanzada porque estn compuestos ysiempre se han compuesto de elementos europeos.
An aqu, la inmigracin europea ha permanecido en las ciudades de lacosta; de all la superioridad, con respecto a la cultura, de la region litoral deAmrica sobre las ciudades del interior.7
Alberdi asoci, en una relacin proporcional directa, la inmigracin de europeos a
Amrica con el orden econmico liberal. Sus ideas sobre un mestizaje desde abajo eran
explcitamente negativas. Contrasta por un lado los superiores orden econmico liberal e
inmigracin europea blanca con los inferiores proteccionismo econmico y mestizaje, por
el otro, todo esto dentro de un contexto sexista. Me parece una afirmacin clara que la
definicin formal del estado promovida por el liberalismo era en realidad una
preferencia muy material por un grupo sobre otros. Tambin nos sugiere que la
dependencia ideolgica de muchos de los latinoamericanos romnticos era ms que una
expresin de apoyo a las ideas producidas en Europa o en los Estados Unidos. Tambin
implicaba la opresin activa y la marginalizacin de la mayora de los latinoamericanos y
su expresiones culturales. En un pasaje de su libroEl crimen de la guerra, Alberdi
propone libre comercio y lo que hoy llamamos globalizacin, en una sntesis con ideales
sexistas y racistas:
Si el sector industrial de una nacin le pide a su gobierno proteccin contra laindustria de otra nacin porque esta anatagoniza a aquella por su simplesuperioridad, entonces est sacando al gobierno de su funcin propia y esta dandoprueba de una cobarda vergonzosa.
El gobierno no ha sido establecido para el bienestar de este o ese gremio,sino para el bien del estado en su totalidad. El gobierno no es el protector delos comerciantes o los productores; es solo el guardian de las leyes, las cuales
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protegen a todos por igual en la satisfaccin de su derecho de vivir baratamente,algo ms precioso que producir y vender caro.
Limitar o restringir la entrada de bellos productos de afuera para queproductos domsticos inferiores puedan ser vendidos a un alto precio es lo mismoque ponerle obstculos a la entrada de hermosas mujeres extranjeras para que as
las mujeres feas nativas se puedan casar mejor; es lo mismo que no permitirhombres rubios al pas porque los mulatos, quienes forman el fondo de la nacin,seran rechazados por su inferioridad por las mujeres.8
Esta conjuncin de liberalismo laissez faire, racismo y sexismo podra parecer
conjuncin arbitraria y accidental de discursos, disciplinas y perjuicios los cuales estamos
a unos pocos pasos de transcender en el movimiento contemporneo hacia la
globalizacin y un renacido liberalismo econmico.
Pero yo pienso que Alberdi estableci una conjuncin empricamente verdica. El
sexismo, el racismo y el liberalismo econmico se nutrieron el uno de los otros en
procesos mutuos de legitimacin. El liberalismo econmico necesitaba en Latinoamrica
una ideologa deshumanizante que simultneamente formalizara la igualdad de humanos
descarnados mientras que institucionalizase el contenido prejuiciado de sus prcticas
contra el indio, el negro y el pobre. Esto se ve en la defensa decimonnica de los
derechos individualesbase ideolgica de la usurpacin de los derechos de las personas
indgenas a sus tierras, cultura y sustento en, por ejemplo, el altiplano guatemalteco
donde habitaban pueblos sendentarios o las tierras patagnicas por donde se movanpueblos nmadas.
fue el primer filsofo latinoamericano que analiz sistemtica y extensivamente
esa actitud intelectual de negacin enajenada de la realidad interna como una tentativa
de negar el ser en s en nombre de la conciencia para otro. Al fin y al cabo, los
latinoamericanos eramos, de acuerdo a Alberdi, Europeos nacidos en Amrica.9Este
proyecto de occidentalizacin, en vez de sobrepasar el pasado colonial y las
circumstancias nacidas de l, estaba destinado a recrearlo de otras maneras como una
forma de dependencia en la supuesta filosofa universal, pero en realidad en un
pensamiento eurocntrico.
Zea ha propuesto lo que l llam un proyecto asuntivo: es decir, una asimilacin
del pasado y nuestra circunstancia americana como nuestra, en vez de continuar tratando
de cortarnos tajante y formalmente de ellos. Basndose en las enseanzas del espaol
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trasterrado Jos Gaos, quien haba sido estudiante de Jos Ortega y Gasset antes de la
victoria del fascismo en Espaa, el yo ideal (el segundo yo de la definicin
Ortegueana, yo so yo y mi circunstacia10) se separa del yo circunstancialun yo
que no aparece como yo, sino mas bien como lo del sujetomi circunstancia. Como
veremos ms adelante hay un yo escondido en esa circunstancia, que no es slo el
primero, sino un yo alteroel zapatista, el chavista, por ejemplo. Bajo esas
condiciones, argumenta Zea, la definicin de Mayz Vallenilla del latinoamericano como
una entidad en expectativa11se mantiene en vigor: El latinoamericano es incapaz de
asimilar el pasado en cuanto est proyectado hacia el futuro, es verdad, pero slo como
un ser en expectativaesperando el desarrollo del futuro pero incapaz de hacerlo
propio.12Roger Bartra de manera sarcstica compara este anlisis de esa forma de ser en
expectativa, es decir, en vista a un ideal completamente despegado de la realidad, con elajolote que madura antes de su transformacin metamrfica.13
Pero no est claro quin es el yo (o el nosotros intersubjetivo, ya que Zea est
haciendo referencia a la idea de una identidad cultural autntica) en este proyecto para
reclamar nuestra identidad. El latinoamericanismo de Zea, su crtica a la interferencia
fornea en los asuntos latinoamericanos, particularmente por los Estados Unidos, es
laudable. Fue en el siglo XX una de las afirmaciones ms influyentes sobre nuestra
identidad que recuperaba elementos importantes de nuestra historia intelectual. Pero topa
con su lmite cuando los retos a la identidad latinoamericana vienen desde Latinoamrica,
especficamente de esos sectores que no forman parte de la historia visible del estado-
nacin.
Zea ha mostrado poca paciencia por una tolerancia que simplemente aguante,
soporte, as como uno tolera una medicina o un tratamiento. En vez, el ha llamado
por el derecho a ser diferente. Ms que tolerante, dice Zea, uno tiene que aceptar
como propia la diversidad de otros, de la misma manera que otros aceptan la diferencia
propia.14Es decir, propone la solidaridad a cambio de la tolerancia. Pero la solidaridad
tambin tiene sus lmites si no se sustancializa. As, su aceptacin de la diferencia lleg a
su lmite cuando el Ejercito Zapatista de Liberacin Nacional interrumpi en 1994 la
celebracin neoliberal de la entrada de Mxico al primer mundo con el Tratado de Libre
Comercio, ret la en ese entonces sabidura convencional sobre los beneficios para todos
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del sistema capitalista, la privatizacin y las barreras comerciales al libre flujo del gran
capital y demand la redistribucin de la tierra y autonoma poltica para el indgena.
Zea, quien haba propuesto un mestizaje de culturas, de pasado y presente, y
abogado incansablemente por una identidad cultural independiente, no pudo ni tolerar ni
solidarizarse con este otro mestizaje construdo y dirigidodesde abajo. Lo vio, primero,
como una manipulacin paternalista y racista por una izquierda poltica
desilusionada que no quera que Mxico se uniese a las filas de una modernidad
incluyente representada por el TLC, el neoliberalismo y, en su economa pero no en su
poltica, el liberalismo social del entonces gobierno de Carlos Salinas y su llamado
Programa Nacional de Solidaridad. Es notable que Zea en una conferencia que l dio en
la Argentina durante el supuesto salto de ese pas al primer mundo cuando era
presidente Menem, repiensa la vieja relacin que l haba establecido entre igualdad ylibertad como una entre solidaridad y libertad.15
Segundo, los zapatistas eran un extrao ejrcito de enmascarados poderosamente
armados, seguidos de un grupo grande de gente con sus caras descubiertas pero, por
supuesto, mal armados. Estaban obligados a ser mrtires por la causa?,16se pregunta
Zea. Zea llega hasta el punto de sugerir que los zapatistas estaban en alianza con intereses
imperialistas anti-TLC en los Estados Unidos de la misma calaa como esos que
apoyaron al pirata estadunidense William Walker en el siglo XIX.17
Pero, tercero, el resentimiento y deseo de revancha de los zapatistas y quienes los
apoyan son ciegos al hecho que el racismo estructural contra el indgena ha, de acuerdo a
Zea, desaparecido:
La mestizacin, que insisto no es simplemente racial, ha disuelto la lucha delIndio contra el blanco.
En Mxico el proletariado as como el burgus o el patrn son pura ysimplemente mexicanos; el primero ha dejado de ser indgena y el segundo de ser
criollo. Con el fin de la fase armada de la Revolucin Mexicana, las institucionesque fueron esenciales para la transformacin de Mxico han sido animadas pormexicanos. El observador extranjero, y un extranjero tendr que ser, ser capaz dever solo diferencias raciales, pero estas no corresponden a diferencias sociales,polticas o econmicas. Es simplemente una cuestin de las diferencias propias acualquier nacin donde hay pobres y ricos, proletarios y patrones, dominadores ydominados.18
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Aunque es verdad que hay una clase dominante en Mxico, me parece un error
rechazar esos anlises o movimientos sociales que toman en serio la existencia del
racismo en pases latinoamericanos como Mxico, como si ellos fueran el producto de
observadores forneos. Solo unos pocos aos antes del levantamiento zapatista,
organizaciones indgenas como el Comit de la Libertad Indgena, el XiNich (que quiere
decir hormiga en Maya Chol) y conocido en espaol como la Coordinadora de
Organizaciones Sociales Indgenas del Norte de Chiapas, o el Comit de Defensa de la
Libertad en Amatn, Chiapas, eran organizaciones en el sur de Mxico que protestaban
por la libertad de presos polticos y por el respeto de los derechos humanos del indgena
mexicano con marchas y plantones, y se organizaban en la lucha por autonoma poltica
indgena.19
La rebelin zapatista era en un aspecto la culminacin de este proceso de luchacontra explotacin de clase y racismo estructural que aquejaban y aquejan a Mxico,
estos dos ltimos quizs tan por debajo de la pantalla de radar de la intelectualidad de la
Revolucin Mexicana institucionalizada como el sexismo lo ha sido para las izquierdas
ortodoxas. El EZLN representaba un nuevo estadio en la lucha. Como dijo uno de los
representantes de XiNich, En ese ao de 1994 una pequea luz empez a nacer para el
indgena que pensaba que l no tena derechos.20
Los zapatistas representaban filosficamente un reto a la subjetividad mexicana
que manejaba la maquinaria de identidad cultural que haba sido construda en oposicin
a la enajenacin del intelectual de su ser latinoamericano.21Polticamente, era un reto al
estado-nacin que haba de organizar el proyecto mexicano pero que, de hecho,
amenazaba destruir los viejos retazos del tejido de bienestar social cosido en ese
compromiso histrico entre varias clases sociales (bajo el liderazgo de la burguesa) que
fue la Revolucin Mexicana de 1910-1917; y por tanto, econmicamente, retaba los
intereses del gran capital.
Si usramos el trmino tolerancia en uno de sus sentidos tcnicos (adems del
sentido ideolgico de una comunidad de comunicacin formal, usando as los trminos
del debate Dussel-Apel, abierta a todos una vez que sus diferencias reales han sido
abstradas), podramos quizs decir que los zapatistas representaban una desviacin
inaceptable de la tolerancia permitida por el sistema de produccin ideolgica.
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La enajenacin de sus circunstancias americanas que Zea not en los intelectuales
del siglo XIX, de tal manera que el sujeto se encontraba dirimido entre un yo ideal y el
yo circunstancial, surge de nuevo pero en un sentido ms radical. Porque el yo que
habla no es, en y para s, el yo circunstanciales decir, el horizonte pragmtico mo.
Es un yo circunstancial slo para el yo ideal, eurocntrico. sto introduce un
elemento de tensin, una lucha por el reconocimiento no prevista por Hegel, para quien
fue una lucha entre iguales la que llev a la desigualdad (la dialctica de amo y esclavo).
En vez de eso, nos encontramos con una lucha por el reconomiento entre desiguales, una
lucha asimtrica en la cual o se preserva elstatus quoo se le transforma incluyendo la
diferencia suprimida, en este caso en el dilogo nacional, de acuerdo a los trminos
definidos por esa diferencia (por ejemplo, en nuestro caso, satisfaciendo las demandas
radicales de los grupos indgenas por autonoma) y alcanzando igualdad material (nosimple la igualdad formal del mercado y el da de las elecciones). Pero as como el
dilogo nacional no puede aceptar al oprimido como interlocutor en condicin de igual
a igual, hay tambin poca tolerancia por parte de la mquina capitalista por la igualdad
material, ya que eso requerira un fin a las privatizaciones y una reconstruccin del estado
para garantizar educacin, salud y vida digna para todos.
Si observamos lo que la ideologa dominante nos ensea a tolerar desde la
conquista de Amrica por naciones europeas hasta la presente conquista del mundo por
los Estados Unidos, notamos una yuxtaposicin de relaciones contradictorias de inclusin
y exclusin, libertad y opresin, desarrollo y dependencia. Aprendemos entonces a vivir
en el intersticio abierto por un order opresor en nombre de una libertad ideal en la cual al
oprimido no se le acepta como igual en su humanidad concreta como dice Zea.
Hay por supuesto un mundo de diferencia entre la invasin espaola y el ejercicio
estadounidense de poder supremacista. Pero las obvias diferencias no deben borrar el
hecho que el mundo moderno nace ideolgicamente con la primera conquista: Un
sistema-mundo con un centro primero en Europa y despus la OTAN con un papel cada
vez ms determinante para los Estados Unidos y una periferia de la cual Amrica fue la
primera, como Immanuel Wallerstein, Enrique Dussel y otros han mostrado. La conquista
de Amrica fue catastrfica desde todo punto de vista, excepto el ms cnico, sobre lo que
quiere decir progresar y desarrollarse. De acuerdo a Enrique Dussel, las justificaciones
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que se usaron para esta conquista y colonizacin son en muchos aspectos
procedimentalmente similares a las usadas hoy por los Estados Unidos en sus propias
conquistas.22As por ejemplo, dice Dussel que Gins de Seplveda, humanista espaol,
justific a mediados del siglo XVI la conquista de Amrica por, primero, la supuesta
civilizacin superior de Europa, segundo, el proceso llamado civilizatorio iniciado por la
conquista (el cual podra ser frenado slo con terribles consecuencias para el
conquistado), tercero, la justificacin de esta guerra como una admirable defensa de los
indios inocentes quienes haban estado siendo asesinados por sus propios gobernantes,
pero tambin, cuarto, la culpabilidad no del conquistador, sino del conquistado por la
violencia de aquel sobre este. Era una violencia necesaria que le enseara al Indio a ser
civilizado.23
Las fuerzas de la necesidad y la educacin iban pues juntas, como de costumbre.El sacrificio de millones (y fueron millones, bsese uno en los nmeros bajos de
Rosenblat de 3, 4 millones de muertes en 130 aos, o 25 % de la poblacin total para este
autor, o los nmeros altos de 100 millones en 160 aos de acuerdo a Dobyns, o 60
millones de 65 millones de habitantes cuando comenz la conquista en los clculos de
Lucena), quienes murieron, nos dice Gustavo Gutirrez por la desnutricin y el hambre,
nuevas enfermedades, guerras de conquista, trabajos brutales, suicidio, separaciones
sexuales forzadas y violaciones, as como la prdida del apetito por la vida, fue
justificado por el bien de los sobrevivientes y sus descendientes.24
Hoy muchos sufren una suerte parecida. En Irak, los Estados Unidos desplazan un
sentido similar de superioridad civilizatoria; los miles de irakes muertos han muerto por
su propio bien comoirakes (aunque no como humanos); al conquistador se le debe
igualmente alabar por su conquista. Pero no solo Irak est recibiendo una leccin
pedaggica en las maneras imperiales. Los pases latinoamericanos han tambin
experimentado ese sentido de aparente misin civilizatoria con la cual las clases
dominantes venden sus campaas militares, el derrocamiento de gobiernos, sus
conquistas de las tierras de otros pueblos, el robo de los recursos econmicos de otras
gentes, la explotacin del trabajo de los que de verdad trabajan. Cuando los Estados
Unidos han saqueado, robado, invadido y anexado, la proteccin de la democracia y la
tolerancia por los derechos humanos ms bsicos no fueron o son el denominador comn
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en esos ataques. Porque hubo varios casos en los cuales los Estados Unidos estaban
derrocando regmenes democraticamente elegidos, tales como el de Arbenz en
Guatemala, Goulart en Brasil, Bosch en la Republica Dominicana, Allende en Chile. No
era ese denominador comn tampoco la guerra fra. La guerra de los Estados Unidos
contra Mxico, las invasiones de Cuba y Puerto Rico, as como la de Nicaragua,
ocurrieron antes de la Guerra Fra. Sera difcil demostrar en mi opinin que la Guerra
Fra era, por ejemplo, el aliciente verdadero del derrocamiento de Arbenz en Guatemala,
guado en ese entonces por el Secretario de Estado John Foster Dulles, para quien el
principal riesgo en ese asunto tena mucho que ver con su posicin de accionista y
representante legal en la United Fruit, preocupada por las leyes aprobadas por Arvalo y
Arbenz que le daban derechos sindicales a los trabajadores de dicha compaa. Sospecho
que la Guerra Fra fue ms excusa que motivacin en este caso como los eventosposteriores al golpe parecen demostrar.
De cualquier manera, hubieron de acuerdo al Departamento de Estado de los
Estados Unidoes, 103 intervenciones militares estadounidenses en otros pases alrededor
del mundo entre 1798 y 1895, claramente no casos de mentalidad de la Guerra Fra. De
acuerdo a Howard Zinn, esta cuenta de intervenciones militares fue presentada por el
Secretario de Estado de la Administracin Kennedy ante el Congreso en 1962 para
justificar un ataque militar contra Cuba.25
El nmero elevado de estos incidentes no hacen de los Estados Unidos un imperio
accidental, un amante de la democracia o un campen de la tolerancia. Asumiendo, en mi
opinion sin bases slidas, que los Estados Unidos nacieron libres a pesar del asesinato de
indgenas, el robo de sus tierras, la imposicin de esclavitud sobre Africanos y Afro-
Americanos, el linchamiento de Afro-Americanos e Hispanos y la segregacin (todas
estas durante tres cuartas partes de su existencia comon estado-nacin), estas invasiones y
ocupaciones fueron a menudo representadas en trminos otros que las alocuciones
retricas de la democracia. En 1898, el Washington Post escribi en uno de sus
editoriales:
Una nueva conciencia parece habernos sobrevenidola conciencia de lafuerzay con ella un nuevo apetito y el deseo de mostrar nuestra fuerza.Ambicin, inters, hambre de tierra, orgullo, el simple gozo de pelear,
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cualesquiera que fuere, nos sentimos animados por una nueva sensacin. Estamoscara a cara con un extrao destino. El sabor de Imperio est en la boca del pueblode la misma manera que el sabor de la sangre est en la jungla. 26
Pero esta voluntad de poder yjouissanceen la violencia deben ser vistas dentro
del contexto econmico en el cual un excedente de productos, como dijo el Presidente de
ese entonces William McKinley, necesitaba mercados. No obstante, no slo se buscaban
nuevos mercados. Los Estados Unidos tambin estaban hambrientos por trabajadores,
materias primas y su transformacin en capital, en suma, por una plusvala que pudiese
ser transformada en ganancias. La relacin de dominacin establecida entre los Estados
Unidos y sus colonias continu viejas relaciones de dependencia entre las regiones del
centro y aquellas de la periferia.
De all el inmenso reto que los movimientos indgenas y otros movimientos degrupos materialmente excludos representan en la Latinoamrica de hoyun reto que las
lites estn tratando de gestionar hacia la inexistencia reduciendo esas voces de
resistencia a una mera circunstancia o situacin que debe ser enfrentada. En Mxico, ese
yo circunstancial es el yo de los zapatistas, el yo indgena organizado quien habla
por otra clase de mestizaje. En Guatemala ha sido el yo pblico de Rigoberta Mench
pero tambin el de muchas otras mujeres indgenas quienes hablan por un tipo diferente
de colectividad y pluralidad que el que fue impuesto hace 500 aos cuando Alvarado
derrot a los Kiche y despus otras naciones mayas y Diego de Landa orden quemar
sus libros, o la impuesta por el liberalismo que rob sus tierras, o la impuesta por
tradiciones extremadamente machistas y patriarcales en las comunidades o en el seno de
la izquierda ortodoxa. El mismo yo que se rebela a ser la circunstancia de unos pocos
se ha manifestado recientemente en Ecuador, Bolivia y Venezuela contra las burguesas
locales pero tambin y necesariamente contra una superpotencia que se ha dedicado ha
destruir revoluciones en nombre de una civilizacin global caracterizada por el
crecimiento de la desigualdad econmica y la generalizacin de la pobreza (2,500
millones) y la pobreza extrema (1,200 millones).
Bajo estas condiciones, es importante afirmar un liberarse de dependencia y
dominacin externa, como se hace en concepciones historicistas de la identidad
latinoamericana ( la posicin de Zea), pero al mismo tiempo tambin cuestionar el
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significado de esa identidad en relacin a la colonizacin interna y la desigualdad
econmica. En latica de la liberacin en la edad de la globalizacin y la exclusinpor
Enrique Dussel se representa una liberacin de marginados o explotados desde una
afirmacin originaria de sus vidas formalmente excludas y materialmente negadas por
sistemas de dominacin. Es por eso que la afirmacin de las vidas negadas por sistemas
contemporneos de dominacin requieren la reconstruccin econmica y poltica desde
las vctimas de esos sistemas pero como constructores de nuevas comunidades y prcticas
de liberacin. Filosficamente, la afirmacin que Dussel hace de lo negado por sistemas
de dominacin pasa por tanto de ser una filosofa de la identidad a una de la alteridad.
Desarrollos recientes en la filosofa latinoamericana han incorporado una crtica
anti-capitalista o altermundialista de la globalizacin con una afirmacin de la diferencia
para as tratar de buscar, de acuerdo a Mnica Re, los puntos comunes de dos tipos deparadigmasun paradigma de la igualdad y otro de respeto a las diferencias por razn de
gnero, orientacin sexual y etnicidad.27Notablemente, precisamente por esa tentativa de
articular estos dos paradigmas sintticamente pero con fluidez, una abertura hacia
comunidades de comunicacin no-hegemnicas y contra-hegemnicas se ha desarrollado.
Este me parece que ha sido el caso con el pensamiento filosfico de Dussel desde los 80,
el cual ha asimilado el historicismo latinoamericano pero al mismo tiempo ha criticado el
tipo de historicismo que sobrevala las producciones culturales e ideolgicas que no
cuestionan el clasismo y el racismo contemporneos. Trata de empezar n desde el punto
zero,28sino desde los rostros de los oprimidos y marginados29los cuales tambin tienen
su historia. Para hacer esto se deben elaborar los aspectos crticos de la racionalidad pre-
originaria y material:
El juicio tico de la razn crtica negativa es trans-sistmico y si el sistema de lacomprensin del Ser (en el sentido Heideggeriano) es ontolgico, sera entoncespre- o trans-ontolgico: Es un juicio que procede de la realidad negada de lasvctimas en referencia a la totalidad ontolgica de un sistema tico dado. En estesentido ms all del ser (si el ser es el fundamento del sistema), existe laposibilidad de la afirmacin de la realidad las vctimas.30
Me parece a m un error, por lo tanto, entender la filosofa analctica de
liberacin como anti-histrica. Lo que Dussel critica no es tanto la historicidad sino la
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historia de exclusin y opresin. Al mismo tiempo se busca recuperar la realidad
encubierta por discursos hegemnicos: En suEl encubrimiento del Indio, Dussel se
refiere a los momentos de conquista y colonizacin y cmo stas excluyeron de la
comunidad hegemnica de comunicacin a sujetos histricos quienes, como tales, han
en ciertas coyunturas formado el bloque social del oprimido y hecho revoluciones
polticas.31
Estas transformaciones polticas son eventos histricos dramatizados por aquellos
cuya historicidad ha sido negada por el sistema. Pero la negacin de su historicidad no es
en s verdica puesto que no corresponde con la realidad de las diferentes maneras con las
cuales han resistido, incluyendo esas discontinuidades o rompimientos caractersticos de
las revoluciones. Estas transformaciones, para usar la terminologa de Dussel,32no son
un recomenzar desde un zero histrico, pero s momentos de crisis los cuales si sonexitosos llevan al Otro al poder, aunque hasta ahora tambin siempre han llevado a
nuevas contradicciones sistmicas. La reflexin terica sobre la praxis de estos sujetos
histricos no es tampoco un filosofar desde un punto zero histrico, sino que puede ser la
afirmacin metodolgica del momento analctico de la dialctica: Es decir, la afirmacin
de lo que es negado por el sistema. Existencialmente, es la validacin de la vida del
oprimido, una tolerancia subversiva si se quiere decir de esa manera.33
Hay de esta manera un corte transversal en el anlisis del sistema social
cuestionado para revelar discursos y subjetividades sumergidas. La metfora de la
espacialidad puede aplicarse como lo hizo Ofelia Schutte en un ensayo de hace varios
aos cuando comparaba las filosofas de la liberacin de Zea y Dussel.34Pero de la
metfora de la espacialidad no se puede deducir que hay un abandono de la temporalidad
o la historicidad en el pensamiento de Dussel. Se puede argumentar, por el contrario, que
hay una yuxtaposicin quismica de la temporalidad y la espacialidad, en el sentido que
se preserva el ir y venir contrarios de ese par de conceptos: No slo se va de la historia al
espacio creado por esa historia (con la consecuente sumersin de otras historias), sino que
tambin se va desde las vidas en exterioridad hacia sus historias (con el consecuente
rompimiento de las barreras creadas para s por las clases dominantes). Por lo tanto, la
pulsin analctica que anima la afirmacin de lo que es negado por el sistema como el
momento necesario que precede lgicamente a la negacin de la negacin es
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precisamente el momento de una construccin alternativa de la historicidad en trminos
de un pasado encubierto, el presente negado (qua presencia del oprimido como
oprimido) y el futuro imaginado como horizonte utpico. Mientras que Dussel est de
acuerdo con la crtica que hace Zea a la razn formalista que usa al formalismo y la
construccin de cultura y gnero como algo meramente accidental,(44)35Dussel se
mueve hacia la articulacin de una racionalidad materialista en la cual prcticas
discursivas y sus reglas de validez forman parte de una arquitectnica que echa races en
la afirmacin de la vida del sujeto humano en comunidad, lo cual es hoy parte del
horizonte utpico desde el cual se critica la sistmica negacin del Otro/la Otra en su
exterioridad.
La figura de tolerancia que emergera de esta construccin del Otro/la Otra es
fundamentalmente distinta de una que toma la totalidad existente como algo dado. No esuna cuestin de una ms fcil o difcil tolerancia, pero de un paradigma diferente. No es
una cuestin de aceptar como iguales a aquellos con los cuales se dice que se compite por
recursos limitados; al contrario, es buscar ms all de la mera tolerancia, pero tambin de
este lado de la caridad, las formas de empoderar como iguales y distintos a aquellos
excludos y oprimidos por el sistema. En este caso se comenzara con una tolerancia
construda sobre las bases de un disenso originario en la crtica a comunidades de
comunicacin basadas en la exclusin sustancial de las pobres y los excludos. Se va ms
all de la tolerancia tcnica, aquella que gestiona la aceptacin del Otro/la Otra y se busca
encauzar el proceso hacia una armona de intereses en base a intereses negados en
bsqueda de nuevas prcticas y teoras colectivas, en camino hacia la solidaridad la cual,
como los cubanos han demostrado, es efectiva slamente desde abajo.
1Los trminos de Santiago Castro Gmez en referencia al estado moderno. Ver SantiagoCastro Gmez, No Longer Broad but Still Alien is the World: The End of Modernityand the Transformation of Culture in the Times of Globalization, en Mario Senz, ed.,
Latin American Perspectives on Globalization: Ethics, Politics, and Alternative Visions(Lanham, MD: Rowman & Littlefield Publishers, 2002), 33.
2Augusto Salazar Bondy, Existe una filosofa de nuestra Amrica?(Mxico: Siglo XXIEditores, 1968), 86.
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3, The Latin American Mind, James Abbott and Lowell Dunham, trads. (Norman:University of Oklahoma Press, 1963), 47; Leopoldo Zea,El pensamientolatinoamericano(Barcelona: Editorial Ariel, 1976, 3aedicin), 102.
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Juan Bautista Alberdi,Proceso a Sarmiento (Buenos Aires: Ediciones Caldn, 1967),33; publicado tambin como Juan Bautista Alberdi,La barbarie histrica de Sarmiento(Buenos Aires: Ediciones Pampa y Cielo, 1964), 26-27).
5Domingo Faustino Sarmiento, Conflicto y armona de las razas en Amrica, enDomingo Faustino Sarmiento,El pensamiento vivo de Sarmiento, Ricardo Rojas, ed.(Buenos Aires: Editorial Losada, 1944, 2a. edicin), 174.
6Sarmiento, Conflicto y armona de las razas en Amrica, 214.
7Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la
Repblica Argentina,enEl ensayo en hispanoamrica, Alberto M. Vzquez, ed.(Mexico and New Orleans: Ediciones El Colibr, 1972), 54.
8Juan Bautista Alberdi,El crimen de la guerra (Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor,1975),70-1.
9Juan Bautista Alberdi,Accin de la Europa en Amrica. Citado en Zea, The LatinAmerican Mind, 47 y en Zea,El pensamiento latinoamericano, 103.
10Ver Jos Ortega y Gasset,Man and People, William R. Trask, trad. (New York: TheNorton Library, 1963), 62ss.
11Ernesto Mayz Vallenilla,El problema de Amrica (Caracas: Editorial UniversidadCentral de Venezuela, 1959); passage in Qu es eso de filosofa latinoamericana?Germn Marqunez Argote, ed. (Santaf de Bogot: Editorial el Buho, 1983, 2 a.edicin),77-83.
12Zea,El pensamiento latinoamericano, 22-23. Ver mi anlisis acerca de la apropriacinque Zea hace de la concepcin de Ortega y Gasset sobre el yo como yo y micircunstancia, en Mario Senz, The Identity of Liberation in Latin American Thought:Latin American Historicism and the Phenomenology of (Lanham, MD: LexingtonBooks, 1999), 72-106.
13Roger Bartra,La jaula de la melancola(Mxico: Editorial Grijalbo, 1987)
14Leopoldo Zea, Derecho a la diferencia: Ms all de la tolerancia, enFin del siglo XXCenturia perdida?(Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1996), 48 y 54.
15Zea, El fantasma de los marginados, enFin del siglo XX Centuria perdida?30-31.
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16Zea, Chiapas, Yunque de Mxico para Latinoamrica, enFin del siglo XX Centuriaperdida? 105.
17Zea, Chiapas, Yunque de Mxico para Latinoamrica, enFin del siglo XX Centuria
perdida?108.18Zea, Chiapas, Yunque de Mxico para Latinoamrica, enFin del siglo XX Centuriaperdida?99.
19Ver los testimonios reunidos por Jess Roldn en suAmatn y XiNich. La lucha noviolenta contina por la paz con justicia(Mxico: SERPAJ, 1996).
20Testimonio de Francisco Gonzlez Gutirrez, en Roldn,Amatn y XiNich, 90.
21Ver Roger BartrasLa jaula de la melancola. Identidad y metamorfosis del mexicano,
20ss.22Enrique Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492. Hacia el origen del mito de lamodernidad (Mxico: Editorial Cambio XXI, 1994, 2aedicin), n. 32, 59.
23Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492, 87ss.
24Gustavo Gutirrez,Las Casas: In Search of the Poor of Jesus Christ(Maryknoll, NY:Orbis Books, 19), Appendix.
25Howard Zinn, A Peoples History of the United States: 1492 to the Present (NewYork: Perennial Classic, HarperCollins, 2001), 298. Howard Zinn menciona algunas:1852-1853 en Argentina (los marines invadieron); 1853 en Nicaragua, 1853-1854 enJapan cuando el notorio Commodore Perry forz a Japn a abrir sus puertos al comercioestadounidense y de nuevo por Perry contra las islas Ryukyu Bonin mientras esperabauna respuesta de Japn; 1854 en Nicaragua; 1855 en Uruguay; 1860 en Angola; 1894 enNicaragua.
26Citado en Zinn, A Peoples History of the United States, 299.
27Mnica Re, Mujeres, medio ambiente y desarrollo sustentable, enLibertad,Solidaridad, Liberacin, Dorando J. Michelini et al., eds. (Ro Cuarto, Argentina:Ediciones del Icala, 2003), 365.
28, Actual Situation and Perspectives of Latin American Philosophy of Liberation, ThePhilosophical Forum, 20 (Fall-Winter, 1988-1989): 43-61, 49: An cuando ella [i.e., lafilosofa analcticaMS] niega la formulacin explcitamente, se cree a s mismacomenzar desde un cierto cero cuando rechaza la historia de la filosofa latinoamericanacomo filosofa puramente imitative y repetitiva, como una mera justificacin dedominacin Eurocntrica.
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29Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492, 181ss.
30Enrique Dussel,tica de la liberacin en la edad de la globalizacin y la exclusin
(Madrid: Editorial Trotta, 1998), 300.31Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492, 181.
32Dussel,tica de la liberacin en la edad de la globalizacin y la exclusin, 533.
33Enrique Dussel, Tesis provisorias para una filosofa de la liberacin (1980), enEnrique Dussel,Praxis latinoamericana y filosofa de la liberacin[Bogot: EditorialNueva Amrica, 1994, 2ndedition (1983)], 35. Hay un importante cambio en el nfasiscon respecto a la relacin entre analctica y dialctica en el pensamiento de Dussel. En1972 la disjuncin entre ambas era exclusiva, aunque el contraste era algo suavizado por
referencias al pensamiento de Feuerbach. Para Feuerbach, nos recuerda Dussel, haba unadialctica verdadera y otra falsa; la primera tena apoyo analctico, de acuerdoDussel (un movimiento ana-dia--lctico, dice l) por su punto de partida dialgico(186).
34Ofelia Schutte, Crisis de identidad occidental y reconstruccin latinoamericana,Nuestra Amrica, IV, 11 (Mayo-Agosto 1984), 61-68: 66.
35Zea,Fin de siglo xx. Centuria perdida?84ss.