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www.pacarinadelsur.com Núm. 2 febrero de 2010
Olvido y memoria: Tomòchic de Heriberto Frías
María Esther Montanaro M.
¡Cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
Jorge Luis Borges
Introducción
El vínculo entre la historia y la memoria es
estrecho. A través del estudio de este vínculo es
posible abordar determinados problemas
históricos tales como los traumas generados
por: los conflictos políticos, las desapariciones
forzadas de personas, la represión, los desastres
naturales, etcétera En general, los seres
humanos tanto en el plano individual como en
el colectivo, sentimos la necesidad de
reconstruir nuestro pasado y nuestra historia, y
esto es posible a través del recuerdo o del olvido. En el proceso de reconstrucción de la
historia –o bien de las historias- los recuerdos entran a jugar un papel central, pues los
recuerdos, y en general la memoria, constituyen la base de las identidades individuales y
colectivas.
A través de los testimonios orales, de la literatura, de la plástica, de la fotografía, del
cine, los grupos humanos dotan de sentido al pasado. La memoria se convierte así en la
depositaria de todos aquellos significados específicos que han sido otorgados a los
acontecimientos pretéritos. Es importante subrayar que ni los recuerdos ni la memoria
2
permanecen estáticos, pues éstos sufren transformaciones importantes con el pasar del
tiempo, estas transformaciones están directamente condicionadas por el tiempo “presente”,
pues es desde el “presente” que los recuerdos adquieren nuevos significados, dando a su
vez fundamento a la identidad.
De modo que, la memoria, el olvido y la identidad son tres elementos que están
fuertemente vinculados entre sí. El discurso oficial viene a influir sobre estos tres elementos
a través de la historia oficial –transmitida por los programas educativos y de los libros de
texto-, que es la encargada de seleccionar los acontecimientos que “conviene” sean
recordados por una sociedad, a los cuales otorga contenidos y valoraciones específicas. El
discurso oficial tiene entonces como objetivo: calar hondo en la memoria de los individuos,
y al hacerlo, moldea de una u otra manera la identidad de los mismos. Así las cosas, el
discurso oficial procura por un lado, apropiarse de aquellos elementos que permitan crear
unidad y consenso entre los individuos que conforman una nación; y por otro, borrar o
minimizar aquellos otros que puedan atentar contra la homogeneidad pretendida. En este
sentido, nos parece conveniente citar a Ernest Renan, quien ya desde finales del siglo XIX,
hacía referencia a ese carácter inventivo y selectivo que caracteriza el proceso de
construcción de la nación, de ahí que exista una relación estrecha entre la invención de ésta,
con el uso y manipulación de la memoria y del olvido; además deja planteado el poder
potencial que el estudio profundo de la historia puede llegar a tener. Al respecto señala
Renan que:
El olvido, e incluso diría que el error histórico, son un factor esencial en la
creación de la nación, y de aquí que el progreso de los estudios históricos
sea frecuentemente un peligro para la nacionalidad.1
Así las cosas, la construcción de la nación no podría ser comprendida sin la existencia de
un discurso oficial capaz de articular algunas preguntas tales como: qué, cuándo y cómo
deben ser recordados determinados acontecimientos históricos. Ante tal panorama conviene
reflexionar sobre la utilidad que pueden tener los recuerdos y las conmemoraciones. Para el
caso específico de México, debemos señalar que la historia, particularmente desde el siglo
XIX, ha contribuido a crear una “memoria mexicana”, la cual habilitó una historia para el
1 Ernest Renan, “La invención de la nación”, en La invención de la nación. Lecturas de la identidad de
Herder a Homi Baba, Alvaro Fernández Bravo (comp.), Buenos Aires, Manantial, 2000, p. 56.
3
presente y consolidó una actividad nemónica central, el rescate y la edición, de fuentes
para el estudio de la historia del país.2 De tal suerte que, durante los últimos años del siglo
XIX las antigüedades mexicanas dieron alas a la imaginación histórica de literatos e
intelectuales mexicanos, quienes desde la prensa periódica estimularon, o bien,
cuestionaron el régimen de Porfirio Díaz; Heriberto Frías en su novela Tomóchic es un
ejemplo de ello.
Es oportuno mencionar que, tanto el recuerdo como la conmemoración de un
acontecimiento constituyen, metafóricamente, una puerta de entrada a partir de la cual se
pueden abordar los problemas de la historia. En el presente trabajo se analiza la novela
Tomóchic (1893) de Heriberto Frías. Se atenderá tanto el contexto histórico que la propició,
como las distintas interpretaciones que ha tenido la novela en distintos momentos. Esta
novela ha de ubicarse en el centro mismo de la conmemoración del conflicto iniciado en
noviembre de 1891, y que desencadenó un fuerte enfrentamiento entre los habitantes del
pueblo de Tomóchic con las fuerzas federales en octubre de 1892. Una de las preguntas
centrales que guiará la presente investigación es: ¿cómo la recreación ficticia sirve de
disparador del conocimiento acerca de un hecho olvidado?
Las fuentes históricas que emplearemos en este trabajo son en su mayoría
bibliográficas y hemerográficas. Para efectos de la selección de las fuentes hemerográficas
fue clave la consulta del tomo segundo del Diccionario de escritores mexicanos del siglo
XX,3 en el cual aparecen citadas buena parte de las referencias que existen acerca de la
conocida obra de Frías. Del total de referencias ahí encontradas, fueron localizadas y
consultadas treinta y tres; una de ellas es la presentación escrita por el mismo Heriberto
Frías a la cuarta edición de Tomóchic, en el año de 1906, cinco son prólogos o
presentaciones de las ediciones de 1906 (por José Ferrel), 1968 (por James W. Brown),
1979 (por Álvaro Matute), 1998 (por Antonio Saborit) y 2002 (por Silvia L. Cuesy); a sí
mismo fue consultada la referencia que Francisco I. Madero hace sobre el conflicto
tomochiteco, sobre la novela Tomóchic y su autor, la cual aparece en su libro La sucesión
2 Gran Historia de México Ilustrada, p. 239.
3 Durante una breve conversación con el Dr. Álvaro Matute el día 19 de mayo del año que corre, el Dr.
Matute me sugirió que revisara la información que aparece en este diccionario relacionada a Heriberto Frías.
Diccionario de Escritores Mexicanos, siglo XX. Desde las generaciones del Ateneo y Novelistas de la
Revolución hasta nuestros días, tomo II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1988, pp. 229-
230.
4
presidencial. El resto de las referencias consultadas son artículos periodísticos aparecidos
en la prensa nacional; el primer artículo data de 1895 y el último del año 1986.
Para abordar el análisis de la novela Tomóchic y la manera en que ésta ha sido
“recordada”, hemos organizado el presente trabajo en dos apartados. En el primero
hacemos una reconstrucción histórica de las causas y del conflicto que enfrentó a los
habitantes del pueblo de Tomóchic con las fuerzas militares locales primero y
posteriormente con las fuerzas federales. En el segundo apartado nos ocupamos de hacer
una arqueología de la novela Tomóchic, misma que será complementada con el análisis de
varios de los artículos consultados, lo cuales dejan ver la manera en que esta novela fue
leída e interpretada en distintos momentos de la historia mexicana, a partir del análisis de
esta información, es factible dar cuenta de algunos de los momentos claves de la novela.
I. Tomóchic y su historia. El contexto histórico del cual surge esta novela, corresponde al
de las últimas décadas del siglo XIX; es decir, a un periodo clave en el desarrollo de las
ideas y en la búsqueda de las identidades nacionales en Latinoamérica. La influencia de la
Ilustración y de la modernidad había impulsado el desarrollo del liberalismo en sus distintas
expresiones.4 Para entonces, México se encontraba viviendo un periodo convulso tanto en
lo político como en lo económico, a causa de los conflictos internos, la instauración del
Segundo Imperio, las pugnas entre liberales puros, moderados y conservadores y
naturalmente la Guerra de Reforma. Además, a lo largo del siglo XIX, la Iglesia católica
había sufrido un proceso de desgaste importante y había perdido ingerencia en la región
occidental de Chihuahua, zona donde precisamente se ubica el poblado de Tomóchic,
perteneciente al antiguo distrito de Guerrero, hoy municipio del mismo nombre; lo anterior
contrastaba con la intensa actividad realizada por misioneros jesuitas y franciscanos durante
el periodo colonial en aquella región de la Nueva España. 5
Como efecto del debilitamiento del catolicismo en las montañas occidentales de
Chihuahua se incrementó el número de conversiones al protestantismo, lo mismo que el
surgimiento de religiones autónomas. Lo anterior explica en parte, que en Tomóchic se
hubiera desarrollado -para el momento del conflicto tomochiteco- una especie de
4 Carlos Martínez Assad, Los sentimientos de la región, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de
la Revolución Mexicana, 2001, p. 253. 5 Frederich Katz, Pancho Villa, tomo I, México, Era, 1999, p. 38.
5
catolicismo disidente con hondas raíces populares.6 No obstante, es necesario poner énfasis
en la siguiente idea: si bien es cierto el elemento religioso fue una de las causas que
propició el descontento entre los tomochitecos, éste no fue el único; es decir, la versión
oficial porfiriana que mitificó a este pueblo como un pueblo de fanáticos, no es suficiente
para comprender lo que pasó en aquél pueblo de la sierra Tarahumara. En todo caso, la
revuelta de 1892 debe ser entendida como el resultado del descontento que tenía la
población. El descontento aglutinaba causas de diversa índole para confrontar a las
autoridades, pues las había de carácter social, político, económico y religioso; es decir lo
religioso fue una parte, pero nunca el todo. Así, la devoción religiosa fue el canal por medio
del cual, la comunidad logró crear el consenso y la unidad necesaria para enfrentar a las
autoridades religiosas y civiles.
El profundizar en el conocimiento de la historia de este conflicto nos remite dos
problemas: el religioso y el político. El primero es un aspecto que, sin duda, merece ser
considerado y analizado a profundidad. Sin embargo; lo político amerita que también sea
tratado con detenimiento, particularmente la complicada relación existente entre los
generales Luis Terrazas y Porfirio Díaz.7 Luis Terrazas había sido un juarista de alto rango,
también gobernador del estado de Chihuahua, ambas experiencias le permitieron amasar un
enorme poder político y económico. Además, producto de la participación del general
Terrazas en la guerra contra los apaches, éste llegó a contar con un gran apoyo popular,
logrando así aglutinar el respaldo de diversos sectores sociales.
Una vez instalado en el poder Porfirio Díaz, enemigo acérrimo de Terrazas por su
antecedente juarista y por el gran poder que tenía, prefirió darle a éste una serie de
facilidades para que impulsara sus negocios. Con aquella medida Díaz pretendía alejar a
Terrazas de la política. Tras el término de la gobernación terracista, en 1884, Díaz logró
con el apoyo del grupo Papigochic, que Carlos Pacheco fuese elegido gobernador del
estado para el periodo de 1884-1888. Sin embargo, los gobernantes pachequistas, lo mismo
que Lauro Carrillo, mientras mantuvieron el poder en sus manos habían mostrado
6 Frederich Katz, Ibidem.
7 Antonio Saborit, Los doblados de Tomóchic. Un episodio de historia y literatura, México, Cal y Arena,
1994, p. 13.
6
debilidades importantes a la hora de enfrentar las dificultades derivadas de la aplicación del
modelo de desarrollo porfiriano al estado de Chihuahua.8
Durante el año de 1891, Tomóchic se vio afectado por una fuerte crisis agrícola que
afectó gravemente a todo el distrito de Guerrero, granero del estado; y por un problema de
carácter político surgido a causa del debilitamiento de la alianza entre Porfirio Díaz y sus
aliados locales desde 1884, los pachequistas, los Terrazas intensificaron su presión contra
las autoridades anteriores, e intentaron evitar la reelección del minero Lauro Carrillo, quien
había gobernado el estado de 1888 a 1892. Así, hacia 1892 los Terrazas habían logrado
fortalecer sus relaciones con el régimen de Díaz, pues Enrique C. Creel había ayudado a la
reconciliación entre el presidente Díaz y su suegro Luis Terrazas. Al respecto Wasserman
señala que:
Los Terrazas tuvieron gran cuidado en no comprometer la posición de Creel,
pues aún cuando se preparaban para oponerse a la propuesta de reelección
de Carrillo en 1892, dieron su apoyo abiertamente para la reelección de
Díaz, y el propio L Terrazas encabezaba el club político porfirista del
estado.9
La situación política estaba tensa a causa del ambiente electoral. Entre noviembre de 1891
y octubre de 1892 los tomochitecos habían manifestado en varios momentos su rebeldía al
control eclesiástico y a las políticas centralistas de régimen porfiriano. Un ejemplo de esta
rebeldía fue la no participación en la elección de funcionarios municipales para el
Ayuntamiento, realizada a finales de noviembre de 1891; pues la mayor parte de los
cincuenta electores del pueblo decidieron no votar y más bien participar en una
peregrinación religiosa.10
Para entonces, los tomochitecos habían sido también acusados de
participar en robos;11
además habían sido tachados de fanáticos religiosos por los cultos que
mantenían hacia Teresa Urrea, la Santa de Cabora y al Santo Cristo de Chopeque, un laico
8 Luis Aboites, Breve Historia de Chihuahua, México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México,
2002, p. 125. 9 Mark Wasserman, Capitalistas, caciques y revolución. La familia Terrazas de Chihuahua, 1854-1911,
México, Enlace-Grijalbo, 1987, p. 89. 10
Antonio Saborit, op. cit., p. 41. 11
El robo más importante que se les atribuyó injustamente a los tomochitecos fue el “asalto a la conducta que
trasladaba los minerales de las minas de Pinos Altos al puerto de Manzanillas, Municipio de Guerrero, el 28
de enero de 1891....[que] provocó que un destacamento de soldados fuera enviado a Ciudad Guerrero”. Carlos
Martínez Assad, op. cit., p. 264.
7
anciano llamado Carmen María López y Valencia, un “demandante”12
que pedía limosnas
destinadas a promover el culto de la Virgen del Refugio.
Ambos cultos dieron vigor a la resistencia de este pequeño poblado, pero también
dieron un gran vigor a la versión oficial acerca del fanatismo religioso que estaba
impregnado en aquellos hombres y mujeres de Tomóchic. Saborit analiza con detalle cómo
el sacerdote de ese poblado, Manuel Castelo, al recibir la noticia de que su grey realizaba
peregrinaciones con el fin de visitar al Santo Cristo de Chopeque, decidió solicitar la
protección a Juan Ignacio Chávez, el titular del pueblo y al cacique Reyes Domínguez,
quien era responsable de gran cantidad de abusos contra los habitantes de Tomóchic.13
De
modo que, en dado momento las autoridades religiosas y políticas –locales primero y
federales después- debieron unirse para enfrentar a aquellos aguerridos hombres portadores
de carabinas Winchester, y que teniendo como cabecillas a Cruz y a Manuel Chávez,
defendían su autonomía y su especie de catolicismo cismático que desconocía al Clero.14
Desde el 6 de diciembre de 1891, el Undécimo Batallón del ejército fue enviado a
Tomochic para controlar la rebeldía de los tomochitecos y evitar así que el problema
creciera. El temor existente entre las autoridades acerca de que aquél conflicto adquiriera
mayores dimensiones crecía cada vez más. Este temor explica, tan sólo parcialmente, las
disposiciones tan severas asumidas por parte del Ejército a la hora de atacar con tanta
severidad a los rebeldes. Mientras tanto, el descontento hacia “los endemoniados hijos de
Lucifer”; es decir el gobierno y el ejército iba también en ascenso.15
Una vez concluidas las
elecciones de julio de 1892, el general José María Rangel, jefe de la Segunda Zona Militar,
recibió la orden de sofocar a los “fanáticos rebeldes de Tomóchic”. El 2 de septiembre de
1892 el contingente al mando de Rangel llegó a las cercanías del pueblo, poco después dio
inicio el combate, el cual terminó con el triunfo de los rebeldes, quienes como se les había
ordenado, dispararon primero a los coroneles y capitanes, de modo que lograron
desarticular al contingente del ejército. Después de la derrota de los federales, y de la
12
Saborit menciona que la práctica del “demandante” fue muy común en la Nueva España de siglo XVIII. El
demandante fue un actor social que se convirtió en un problema tanto para las autoridades eclesiásticas como
para la jerarquía civil. Ibid., p. 37. 13
Ibid., p. 39. 14
Cita a Plácido Chávez Calderón, La defensa de Tomóchic, Jus, México, 1964, pp. 11-12, en Carlos
Martínez Assad, op. cit., p. 256. 15
Heriberto Frías, Tomochic. Episodios de la campaña de Chihuahua: 1892. Relación escrita por un testigo
presencial, estudio preliminar de Silvia L. Cuesy, México, Océano, 2002, p. 25.
8
aprehensión del general Rangel, ambos bandos debieron prepararse durante un mes para un
nuevo enfrentamiento.16
Para entonces el gobernador de Puebla, el general Rosendo Márquez, había decidido
trasladarse a Ciudad Guerrero para organizar un nuevo reclutamiento de fuerzas, las cuales
salieron rumbo a Tomóchic el 17 de octubre de 1892. A partir de entonces los
acontecimientos que suceden son aquellos a los cuales Heriberto Frías hace referencia en su
novela y que se refieren al enfrentamiento terriblemente desigual entre los 1200 soldados
del ejército y los 100 tomochitecos, quienes luchaban convencidos de que su fe en Teresa
Urrea, más conocida como la Santa de Cabora17
y en el Cristo de Chopeque, los haría
fuertes e invencibles. Sin embargo, en aquella ocasión el triunfo contundente fue para las
fuerzas federales, quienes masacraron a la población civil.
Más tarde, las autoridades locales quedaron en evidencia y sufrieron un gran
descrédito ante la crueldad empleada en aquél enfrentamiento; también quedó de manifiesto
que, detrás de aquel incidente, se veían como causas directas los rápidos cambios que
venían produciéndose desde años atrás y que afectaron a una población que particularmente
no estaba dispuesta a ceder sus derechos, ni renunciar a su modo de vida; algunas de estas
causas fueron: el arribo de una avalancha de capitales extranjeros, el creciente
acaparamiento de tierra, así como la tendencia manifiesta en la Constitución local de 1887 a
la centralización política, a través de la cual fueron creadas las jefaturas políticas, que
disminuían considerablemente las facultades de los ayuntamientos.18
Hasta aquí una breve reconstrucción del contexto histórico y de algunos de los
sucesos históricos significativos que dieron origen al conflicto de Tomóchic. No obstante,
se debe subrayar que, desde sus orígenes este levantamiento fue el resultado de una gran
variedad de circunstancias e intereses que hacen difícil la comprensión cabal de aquél
conflicto. De ahí que no exista una única verdad sobre Tomóchic, sino y como bien lo
señala Cuesy: un conjunto de verdades que, sumadas, pueden ofrecer un panorama amplio
16
Ibid., p. 22. 17
Martínez Assad señala que la prédica de Teresa Urrea logró en gran parte del noroeste de México y que
efectivamente su nombre fue invocado por buena parte de los movimientos sediciosos de la región, de ahí que
la Santa de Cabora contara con un buen número de seguidores. A cerca de la desconfianza que esta mujer
sembró entre los políticos y militares de la época el autor nos dice: “Teresa...fue también una víctima del
Estado hereje y enemigo de la “verdadera religión” cuando fue expulsada de Cabora: algo habría de cierto en
su influencia sobre los movimientos surgidos en la región que fue necesario disponer de 50 soldados de 24º
batallón...para alejarla haciéndola radicar en Nogales”. Martínez Assad, op. cit., p. 262. 18
Luis Aboites, op. cit., pp. 125-126.
9
de lo ocurrido en aquella población.19
Así pues, la novela Tomóchic de Heriberto Frías es
una versión que narra, desde la historia y la ficción, tan sólo una parte de aquél enmarañado
conflicto. Lo interesante en dado caso es analizar y comprender cómo la recreación ficticia
sirvió de disparador del conocimiento de un hecho que, muy probablemente, hubiera caído
en el olvido de no ser por este testimonio literario.
II. La novela Tomóchic: su contexto y sus lecturas. Para empezar, conviene señalar que
al estudiar la novela Tomóchic es imposible dejar de considerar la influencia insoslayable
que, en general tuvo en ella el género periodístico en el México de finales del siglo XIX y,
en particular, la que tuvo la prensa en la primera fase de difusión de esta novela. El
periodismo en el México porfiriano, señala Carlos Martínez Assad, fue la espada que se
desenvainó en contra de la dictadura,20
el cual tuvo un alcance social muy importante; al
respecto Mílada Bazant señala:
El periodismo fue la única clase de publicación que llegó a todas las clases
sociales y estimuló el desarrollo de la lectura. Ninguna otra puede
igualarse a los diarios para dar a conocer los acontecimientos políticos y
sociales del México de entonces, que vivía, sí, una época de paz y
bonanza, pero también de efervescencia política, cultural e intelectual...
Además, divulgaron la literatura a través de las publicaciones de novelas
“por entregas”.21
El género periodístico desarrollado durante el porfiriato fue uno versátil y con miras a la
expansión y a la modernización. Bazant llama la atención acerca de los cambios que esta
actividad sufrió durante la dictadura en lo relativo al enfoque, a la técnica y a la
presentación del material informativo. La autora indica que de 1876 a 1910 hubo dos
subperiodos: el primero, abarca los años de 1876 a 1896. Éste se caracterizó por reflejar y
transmitir una mayor pasión política. El segundo, va del año 1896 –año en que fue fundado
el periódico El Imparcial- a 1910. Este subperiodo corresponde al del periodismo moderno,
el cual relegó a un segundo plano los editoriales, dándole así mayor importancia a las
19
Ibid., p. 29. 20
Carlos Martínez Assad, op. cit., p. 255. 21
Mílada Bazant, “Lecturas del Porfiriato”, en Historia de la lectura en México, México, El Colegio de
México, 1997, p. 210.
10
noticias.22
La novela Tomóchic debe ser ubicada en el primer subperiodo. Recuérdese que,
la primera versión de esta novela fue enviada a Joaquín Clausell, director del recién
fundado periódico oposicionista El Demócrata. El primer tiraje de este periódico salió a la
venta el 1º de febrero de 1892 y en el editorial de la primera plana del rotativo, que llevó
por título: “El Demócrata. Su lugar en el periodismo.- sus tendencias.- sus elementos”,
aparecen planteados muy claramente tanto los objetivos como la tendencia ideológica de
este periódico; la siguiente cita da fe de ello:
Este periódico es una consecuencia de su época; consecuencia inevitable
y fatal como todos los fenómenos que se producen por un
encadenamiento de motivos sociales. No es una publicación que nace
estimulada por una causa accidental, ni para cumplir funciones de que
pudiera prescindir una perfecta evolución...El Demócrata, por lo que se
refiere á su objeto, no es ni nuevo, ni intempestivo. La idea que lo llama
á la luz, es la idea providencial que en la vida de los pueblos que
germina, brota, se levanta y crece con terrible obstinación á la intemperie
de todas las tiranías, ya sean religiosas, ya políticas ó económicas, etc.
Esta idea ha recorrido paso a paso el ciclo penosísimo de su
desenvolvimiento. El Demócrata es un nuevo molde; en él viene á
cumplir su transformación progresiva, la sustancia moral é intelectual de
una generación que reclama audazmente su derecho á prosperar.23
En principio, Joaquín Clausell fue quien aceptó publicar anónimamente el texto de Frías.
La publicación fue realizada en veinticuatro entregas de martes a sábado durante los meses
de marzo y abril de 1893. Conforme fueron apareciendo los episodios de ¡Tomóchic! Un
episodio de campaña. Relación escrita por un testigo presencial el escándalo suscitado por
éstas fue creciendo. Es probable que detrás del interés que Clausell tuvo por informar a los
lectores acerca de los hechos que acontecían en Chihuahua, a través del envío de un
corresponsal a aquel estado,24
también tuviera en mente la idea de relatar en forma gráfica
el conflicto de Tomóchic, en vista del éxito que tenían por aquella época los temas de
22
Ibid., pp. 209-210. 23
El Demócrata, México, 1º de febrero de 1893, año 1, tomo 1, núm. 1, p. 1. Saborit señala que “los
periódicos de la magnífica Ciudad de los Palacios” se había ocupado con mucha “reserva” acerca de la
campaña de Tomóchic, de ahí que El Demócrata asumiera una actitud beligerante al respecto, la cual se hace
evidente con el envío de reporteros sobre esta campaña y con la publicación de ¡Tomóchic!. El autor
menciona que “El Norte” y “El Chicano” fueron los periódicos que cubrieron la noticia en el norte; sin
embargo éstos “propagaron, muy interesados en girar el molino del escándalo, ocultar el descontento de esta
comunidad y mostrarla como religiosa sublevación declarada en contra del gobierno de Lauro Carrillo y
Porfirio Díaz”, Antonio Saborit, op. cit., p. 81. 24
Antonio Saborit, ibid., p. 60.
11
folletín, los cuales apasionaban muchísimo a los lectores inspirados en las obras de Zolá,
Balzac y Dumas. Al respecto, Saborit señala que Clausell tenía la idea de escribir una
novela con el modelo de La Debacle de Balzac.25
Llama pues la atención cómo una vez
terminada la publicación de Tomóchic, sucedió algo muy similar con el conflicto de
Papantla, pues también fue presentada en El Demócrata una novela por entregas que
narraba los acontecimientos de Papantla, el siguiente anuncio apareció publicado en varios
ejemplares del mes de abril de 1893, y éste deja ver que, efectivamente, la novela por
entregas era un tipo de lectura muy gustado y que era un espacio en el cual el periodismo se
mezclaba con la literatura:
Papantla. Episodios Históricos y Políticos. Habiendo terminado la
publicación de la campaña de Tomochic, seguimos reuniendo todos los
datos á fin de hacer una relación histórica de los sucesos de
PAPANTLA.26
La versión literaria de la tragedia de Tomóchic tuvo una fuerte influencia del realismo y del
naturalismo tan de moda por aquella época en México. Estos rasgos tan propios de la obra
explican, parcialmente, el éxito inicial que tuvo la novela en su primera etapa; es decir,
hasta su cuarta edición (ver cuadro 1). Coincidimos con Saborit quien señala que Tomóchic
perdió los signos de admiración en este siglo (se refiere al XX), al momento de adquirir la
condición de novela histórica. Tal mutación ocurrió en la edición financiada por el Correo
de la Tarde de Mazatlán, Sinaloa, impresa en el negocio de Valdés y Cía., en 1906... Como
novela histórica, el escrito quedó entonces en la difícil, insoportable levedad de un
documento.27
A partir de las fuentes hemerográficas consultadas (ver cuadro 2) hemos establecido
tres niveles distintos de análisis. El criterio que hemos utilizado a la hora de definir estos
niveles tiene que ver con los significados atribuidos a la novela durante determinado
periodo de tiempo. El primer nivel abarca los años de 1895 a 1919, éste viene a ser el nivel
más profundo de la arqueología de la novela Tomóchic. Durante este periodo es posible
notar una conjunción interesante de elementos tanto de tipo literario como de tipo político.
25
Heriberto Frías, Tomóchic, presentación de Antonio Saborit, México, Consejo Nacional para la Cultura y
las Artes, 1998, p. 10. 26
El Demócrata, 18 de abril de 1893, año 1, tomo 1, núm. 63, p. 3. 27
Antonio Saborit, op. cit., p. 12.
12
La obra fue vista en estos primeros años como un indicio importante de que el México de
los últimos años del siglo XIX estaba cambiando y que este cambio estaba produciendo una
ruptura generacional tanto en lo literario como en lo político. El siguiente fragmento escrito
por José Ferrel en El Demócrata deja ver la profunda necesidad de cambio que existía en
un sector importante de la población:
Un progreso sin libertad es un progreso ficticio y por lo mismo efímero.
Nada se concibe sin la dificultad de ejecución en ejercicio de su libertad;
nada que pueda, con poderoso vuelo, levantarse sobre las muchedumbres
abyectas y fulminar contra ellas la frase vibradora que enciende el rayo
de luz en los cerebros anémicos y derrama la energía por los miembros
entumecidos y llagados...Pasamos por un periodo de oscuridad esa
sombra siniestra tiene que proyectarse sobre las letras nacionales... En
los labios del pueblo nacerá el apóstrofe regenerador al culminar la
crisis, y entonces, con el cantar popular se iniciaría la nueva vida de
nuestra literatura hoy entregada á la molicie, á donde fue por el camino
lleno de flores de la adulación ó la complacencia.
El realismo y el naturalismo como “moda literaria” facilitó de alguna manera que el público
mexicano se interesara en aquella, todavía, anónima novela la cual estaba impregnada de
muchos de estos elementos “nuevos”; a los cuales habría que agregar la influencia del
positivismo. La dicotomía entre “lo viejo” y “lo nuevo” durante los años finales de la
dictadura de Díaz, encerraba una fuerte carga política; y la literatura era una muestra clara
de esto. Durante estos años la valoración de Tomóchic está impregnada de fe en el futuro y
de la idea de ruptura, incluso llegó a ser considerada como una novela fundadora de una
nueva época. Por su parte, Heriberto Frías fue considerado como una figura con gran
potencial en el campo de la literatura, del periodismo e incluso de la política. Un dato
interesante de mencionar es que para entonces, la novela no era considerada como una
novela de oposición propiamente al régimen de Díaz, el atributo de novela de oposición le
fue concedido solamente por Francisco I. Madero a quien Heriberto Frías llegó a apoyar en
su campaña Antirreleccionista. A continuación incluimos algunas de las citas tomadas de
los artículos que aparecieron en la prensa durante estos años.
“Ha triunfado pues el naturalismo...¡La vida corrigiéndose con la vida!
Tal es la obra enorme que hanse echado á las espaldas los narradores
contemporáneos... El joven novelista Heriberto Frías descuella
13
victoriosamente en la contemplación y el transalado [sic] al lienzo de los
paisajes que nos arroban...Cuando este joven piense con la meditación de
los años analizadores, será todo un pensador.” (Rubén Campos,
“Heriberto Frías”, El Demócrata, 15 de diciembre, 1895, tomo III, núm.
354, p. 1)
“La novela mexicana acababa de iniciarse en su época actual...sus
personajes se movían con claridad, con precisión, sin esas inseguridades
de los títeres que personificaban las novelas anteriores...Después de Emilio
Rabasa que fue el fundador del realismo...es Heriberto Frías el novelista
que tiene la más potente pupila estética, el exclusivismo más mexicano, la
fuerza de creación más extensa y la facultad de exactitud más
completa...cuando Heriberto Frías corrija esos defectos...entonces no habrá
quien le dispute el primer puesto de novelista mexicano y lo ocupará él por
ser el primero y por estar a gran altura sobre el resto de los que en México
escriben novelas”. (escrito por José Ferrel en su crítica titulada “La novela
nacional” publicada en la cuarta edición del libro de Heriberto Frías,
Tomóchic, Novela Histórica Mexicana, crítica de José Ferrel, Mazatlán,
casa editorial de Valadés, 1906)
“Las causas de esa sombría guerra no las expone el autor de “Tomóchic”,
obra a tal grado extraña a toda intención de herir al Gobierno o al Ejército,
que dos años después fue entregado personalmente por su autor al
Presidente de la República un ejemplar de la segunda edición, y éste se
manifestó complacido del obsequio, sin recordar tal vez que por esa obra
había mandado fusilar al autor”. (cita tomada del artículo titulado
“Escritores Mexicanos Contemporáneos. Don Heriberto Frías”, publicado
en Biblos. Boletín Semanal de Información Bibliográfica por la Biblioteca
Nacional, México, 22 de noviembre de 1919, núm. 45, pp. 1-2)
“Heriberto Frías valiente y pundonoroso oficial, pensador y escritor
notable, indignado por las torpezas de sus superiores y las infamias que le
hicieron cometer llevándolo a exterminar a sus hermanos, escribió un
bellísimo libro denunciando esos atentados; pero la voz varonil de los
hombres de corazón nunca es grata a los déspotas de la tierra, y ese oficial
pundonoroso fue dado de baja, procesado y estuvo a punto de ser pasado
por las armas”. (Francisco I. Madero, La sucesión presidencial de 1910,
Saltillo, Gobierno de Coahuila, 1958, p. 156)
El segundo nivel abarca los años comprendidos entre 1934 y 1970, en éste es posible notar
que el recuerdo de la novela está signado por un romanticismo heroico que recubre tanto a
su autor como a su novela. Esto no deja de ser un reflejo del México posrevolucionario y
del discurso oficial que por entonces imperaba. En general, los artículos de estos años
ponen un dramático énfasis en las limitadas condiciones económicas y de salud en que
14
vivió Heriberto Frías buena parte de su vida. También se pone énfasis en la situación en
que se encontraban los tomochitecos, a quienes en algunos momentos los autores llegan,
erróneamente, a considerar como “tarahuramas” o bien como indios “yaquis”, este es un
error que no es rectificado sino hasta 1979 por Matute, quien aclara que Tomóchic no era
un poblado indio. Matute señala que éste era un pueblo de blancos; sin embargo lo correcto
es hablar de una población mestiza.
Por otra parte, durante esta época se puso también énfasis en la idea de que el
conflicto de Tomóchic había sido una “rebelión” y que como tal, debía ser considerada
como un antecedente tanto de la revolución mexicana y como de la novela de la revolución.
No cabe duda, que durante estos años la historiografía oficial hizo lo propio por asignarle a
la obra y a los acontecimientos que la habían inspirado, un lugar privilegiado en la
genealogía de este movimiento social.28
También hay una fuerte tendencia a discutir acerca
del olvido en el que había caído desde entonces tanto la novela como su autor. En 1970 se
celebró el aniversario de los cien años del natalicio de Frías, la conmemoración fue pobre;
sin embargo logró estimular un poco el debate acerca de la importancia histórica y literaria
de la novela. A continuación incluimos algunas de las citas que nos parecen más
reveladoras de lo planteado:
“Hoy nadie lee “TOMOCHIC”. Cuando apareció, los artistas de la pluma
encerraron el libro acusador en un silencio cómplice. Después quedó
olvidado entre todo lo que representó la lucha del pueblo antes de 1910”.
(cita tomada del artículo de Germán List Arzubide intitulado “Tomóchic y
los usurpadores revolucionarios, en El libro y el pueblo, tomo XII, núm.
12, dic., 1934, pp. 612)
“Debo tener un gusto deplorable, ya que doy mis preferencias entre tantas
novelas mexicanas que he leído, a las dos más desconocidas y desdeñadas
por los literatos: “Astucia” de Luis G. Inclán y “Tomóchic” de Heriberto
Frías. Conforme a mi modo de ver son las más auténticamente
nacionales... Estas dos obras fueron escritas en la forma más natural y
sencilla, sin pretensiones literarias”...“La lectura de “Tomochic”
demuestra que no le faltó razón al viejo dictador para alarmarse: la novela
es la exhibición verídica de horribles lacras de aquella administración que
tanto presumía de culta en el mundo... El viejo zorro tuvo siempre muy
finas narices y no toleró jamás ataques a su gobierno. Esto disculpa cierto
tonillo servil del novelista en su obra... En nombre de esa civilización se
28
Antonio Saborit, Los doblados..., p. 14.
15
quiso eliminar a Heriberto Frías como habían sido ya eliminados los
tomochitecos. ¡Tenían razón! El novelista era un bárbaro más”. (tomado
del libro de Mariano Azuela intitulado Cien años de novela mexicana,
México, Botas, 1947, p. 224)
“El Departamento del Distrito Federal conmemorará hoy el primer
centenario del nacimiento del escritor mexicano Heriberto Frías,
revolucionario y precursor de la literatura de nuestro movimiento social de
1910...que dictará Raúl Rangel Frías. El tema central de la plática será El
periodista Heriberto Frías en vísperas de la Revolución Mexicana...
habiéndose distinguido por sus escritos políticos de honda oposición al
régimen porfirista, así como por sus publicaciones polémicas en gacetillas
y columnas de periódicos de esta ciudad..Dentro del gobierno del general
Álvaro Obregón fue designado cónsul general de México en Cádiz. Su
obra más conocida -Tomóchic- fue escrita hacia fines del siglo pasado, en
1891 cuando era oficial revolucionario en la Guerra del Yaqui”. (cita
tomada del artículo de Aralia Arizmendi intitulado Tomóchic, suplemento
Cultura de hoy, El Día, 16 de junio, 1970, p. 13)
Los antecedentes de la novelística revolucionaria de nuestro país los
podemos encontrar en las obras de Emilio Rabasa y José López Portillo y
Rojas y, fundamentalmente en la novela Tomochic de Heriberto Frías.
Tomóchic es la crónica de la destrucción de un pueblo del Estado de
Chihuahua por las fuerzas federales del gobierno de Díaz” “El valor social
de Tomóchic consistió en reflejar nítidamente la situación del pueblo de
México en su enfrentamiento con las fuerzas de la dictadura”. (cita tomada
del artículo de Luis Ernesto Pi, intitulado “Tomóchic de Heriberto Frías.
Un antecendente de la novela de la revolución mexicana”, El Gallo
Ilustrado, núm. 863, 31 de diciembre, 1978, p. 3)
En el tercer y último nivel comprende los años de 1979 a 2002, es notorio que los
argumentos acerca de la novela son mucho más críticos. Si bien continúan apareciendo
artículos apologéticos sobre el autor, la novela y sobre los acontecimientos de Tomóchic,
tendríamos que decir que prevalecen estudios más analíticos y armados de un mejor aparato
crítico, de manera especial esto se deja ver en los prólogos y en los estudios introductorios
de Matute, Saborit y Cuesy. Desde nuestro modo de ver, durante este periodo hubo un
interés no solamente por comprender mejor los hechos de Tomóchic, sino también por
ubicar en su justa dimensión a la obra y a su autor.
Aunque la conmemoración del centenario del conflicto, en 1992, propició
nuevamente la aparición de textos poco críticos respecto a los acontecimientos históricos;
no cabe duda que el año de 1992 también sirvió como disparador de nuevos y más serios
16
estudios sobre el tema. Estos estudios han permitido ampliar más el conocimiento acerca de
las verdaderas causas que propiciaron el conflicto, así como lo que realmente fue el
conflicto mismo. Los diversos autores que escribieron artículos durante estos años plantean
una versión más amplia y crítica acerca de la novela, su contexto y la vida del autor,
dejando al descubierto incluso las ambigüedades que éste tuvo como literato y como
periodista; incluso investigadores como Antonio Saborit han llegado a cuestionar la propia
autoría de Frías. En estos años el énfasis del recuerdo de Tomóchic dejó de ser tan
romántico; es decir la visión idealizada de la segunda etapa empezó a ser cuestionada
abiertamente. En los últimos años, Tomóchic como acontecimiento y como novela ha
empezado a ser visto a través de un prisma que permite, ver una amplia variedad de matices
que no habían sido contemplados con anterioridad. A continuación transcribimos algunas
citas que nos parecen interesantes y que reflejan lo arriba planteado.
“Gracias a Heriberto Frías, Tomóchic dejó de ser el nombre de un pueblo
remoto para convertirse en un símbolo”... “Frías no entra en un análisis
acerca de las causas generales del problema. Sólo se limita a denunciarlo,
a describir con crudeza las incidencias del asunto. Incluso su actitud hacia
el vencido ofrece ambivalencias...Frías no puede aceptar el fanatismo. Le
parece absurdo que crean en ideas a todas luces insostenibles, producto del
aislamiento y la ignorancia. En sus apreciaciones sobre la gente del lugar
deja claro que si fueran indio, todo sería lógico y explícito; pero tratándose
de blancos es inexplicable. El tiempo, y sin lugar a dudas Francisco I.
Madero...otorgaron a la novela su carácter oposicionista [pues le]
confieren a los hechos un sentido que si bien originalmente no tuvieron, sí
lo adquirieron a la postre cuando alguien que hizo una evaluación crítica
del conjunto que fue el porfiriato a más de treinta años de existencia, pudo
ver tanto dicho conjunto como las partes que lo fueron integrando”.
(tomado del prólogo de Álvaro Matute a la séptima edición de Tomóchic,
México, Promexa, 1979, pp. XVIII-XIX)
“Lo que hizo Frías fue mostrar que no trataban los tomochitecos de
derribar al gobierno de Díaz, no contaban con un descomunal acopio de
armas para eso y ni siquiera eran contingentes numerosos los tomochitecos
que defendían sus propiedades y sus vidas de las injusticias de los agentes
del gobierno, sino que sólo trataban de declarar la independencia de su
territorio, negando autoridad política al gobierno y autoridad religiosa a la
iglesia católica, para protegerse... había sido la torpeza de los oficiales
porfiristas la que provocara su derrota frente a los reducidos núcleos
rebeldes”. (cita tomada del artículo de Jesús Luis Benítez, intitulado
“Historia de una novela. Tomóchic”, suplemento El Heraldo Cultural,
núm. 707, 3 junio, 1979, p. 3).
17
“Tomóchic fue la que lo hizo célebre y pues fue el primer detonante
dentro del gobierno porfirista y le valió el reconocimiento de gente como
Mariano Azuela o Max Aub quien ha dicho que Frías merece y espera
reivindicaciones, ello nos motivó a escribir estas líneas y, seguramente
también a las editoriales que empiezan a rescatar sus obras del olvido”...
Tomochic es pues, fundamental no únicamente para la literatura mexicana,
también para nuestra historia pues, como ya dijimos, fue la primera en
señalar las lacras de la dictadura porfirista. (cita tomada del artículo de
Agustín Sánchez intitulado “El libro en la Calle. Heriberto Frías no lo
merece”, suplemento El Sol de México, 29 de junio, 1986, p. 10)
Conclusión. Se ha procurado dar cuenta tanto de las circunstancias históricas que
propiciaron el conflicto en Tomóchic, como de la historia de la propia novela, así como de
las diversas lecturas e interpretaciones que ha suscitado a lo largo de un poco más de un
siglo. Tomóchic fue la novela de Frías fue la más célebre y la que permitió –quizás sin
proponérselo- que el crimen perpetrado contra el pueblo tomochiteco no quedara en el
olvido. Aquél conflicto pasó a la historia gracias a una narración literaria, la que a su vez
adquirió vida propia y suscitó diversas opiniones. A través de la lectura de las diversas
fuentes hemerográficas y bibliográficas hemos reconocido que la novela, su autor e incluso
el acontecimiento histórico mismo han sido interpretados de distintas formas y en distintos
momentos. A pesar de que la novela suscitó la publicación de varios artículos, la cantidad
de éstas y las fuentes mismas nos indican que fue en el olvido donde esta novela ha
permanecido más tiempo. El hacer referencia a la importancia histórica y literaria de la
novela fue uno de los medios a través de los cuales, los diversos escritores intentaron hacer
justicia a la obra y a su autor. Los argumentos que justificaron la importancia de la obra y
la injusticia de que ésta permaneciera al margen, fueron cambiando y evolucionando a
través del tiempo. Esos cambios dan cuenta de momentos históricos concretos.
Un dato interesante, que sin duda ameritaría una investigación aparte, es el
paralelismo que existe entre el conflicto acontecido en Tomóchic en 1892 y el de Canudos,
Brasil, en 1896. Tomóchic de Heriberto Frías y Os Sertones de Euclides Da Cunha son dos
obras que dan cuenta de dos masacres de rasgos similares. En un principio, Da Cunha
publicó sus informes en O Estado de Sao Paulo. Algunos de los rasgos que compartían
estas comunidades eran: su carácter regional, la resistencia a la imposición de políticas por
parte del poder central –en Brasil la República fue instaurada en 1889- y al proceso de
secularización, además, ambas comunidades fueron un obstáculo al desarrollo de la
18
centralización del poder y a la modernización. Todo lo anterior tuvo nefastos efectos sobre
estas dos comunidades marginadas, reducidas y que habían desarrollado fuertes vínculos
solidarios y de sentido de pertenencia, a los cuales no estaban dispuestos a renunciar. Tal
fue el poder de cohesión que tuvieron estas dos comunidades, alimentado por la fe
religiosa, que lograron causar bajas importantes a las fuerzas militares; ante esto los
ejércitos respondieron con gran furia hasta llegar prácticamente al exterminio de éstas. La
historia de los sertones contiene un carácter verdaderamente novelesco, de éste Mario
Vargas Llosa se inspira para escribir una apasionante novela La guerra del fin del mundo29
,
que complementa con gran tino la obra de Da Cunha. Por lo pronto, resta decir que este
trabajo ha sido una primera aproximación a una temática verdaderamente interesante como
lo es la comprensión el sentido histórico del recuerdo.
Cuadro 1. Tomóchic y sus ediciones
Ediciones Características
¡Tomóchic! Episodios de campaña. Relación
escrita por un testigo presencial, El
Demócrata, México, 1893.
Edición anónima, publicada
en 24 entregas desde el 14 de
marzo al 14 de abril, 1893.
¡Tomóchic! Episodios de campaña. Relación
escrita por un testigo presencial, 2da. ed.,
editada por Jesús T. Recio, Río Grande City,
Texas, 1894.
Edición anónima.
¡Tomóchic! Episodios de campaña.3ª ed.,
impresa en los talleres de Maucci en
Barcelona. 1899.
Esta es la primera edición en
la que se anuncia el nombre
de su autor en la portada.
¡Tomóchic! Episodios de campaña, 4ta. ed.,
publicada por la casa Valadés, Mazatlán, 1906.
Incluye una introducción de
José Ferrel.
¡Tomóchic! Episodios de campaña, 5ta. ed., Esta edición contiene
29
Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo, Barcelona, Seix-Barral, 1981.
19
publicada por Ch. Bouret, París, 1911. algunas ilustraciones, pero es
prácticamente igual a la
cuarta edición y fue la última
presentada por el autor.
Tomóchic, publicada por Editorial Porrúa,
prólogo de James W. Brown, México, 1968.
(Colección Sepancuántos, 92)
Tomóchic, publicada por Promexa, prólogo de
Álvaro Matute, México, 1979.
Tomóchic, publicada sin prólogo por Offset,
México, 1983.
Tomóchic, publicada por Ediciones Ateneo,
prólogo de Agustín Sánchez, México, 1987.
(Colección obras inmortales).
Tomóchic, publicada por la Secretaría de
Educación Pública, sin prólogo, México,
1994. (Serie libros del rincón, Cartuchos al
viento, Biblioteca escolar).
Tomóchic, publicada por el Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, prólogo de Antonio
Saborit, México, 1998. (Clásicos para hoy).
Tomóchic, publicada por Siglo XXI, México,
2000. (Colección escuchar con los ojos).
Tomochic. Episodios de la campaña de
Chihuahua: 1892. Relación escrita por un
testigo presencial, publicada por Océano,
estudio preliminar de Silvia L. Cuesy, México,
2002.
Cuadro 2. Hemerografía y prólogos consultados
Título del artículo Autor Publicación Fecha
“Heriberto Frías” Rubén M. Campos El Demócrata 15/dic./1895
“Tomóchic” Heriberto Frías Presentación de la
novela
-/-/1906
“La novela nacional” José Ferrel Presentación de la
novela
-/-/1906
“Heriberto Frías” s.a. Biblos 22/nov./1919
“Tomóchic y los usurpadores
revolucionarios”
Germán List Arzubide El libro y el pueblo -/dic./1934
“Mil biografías en la historia de
México. Heriberto Frías”
Jesús Romero Flores El Nacional 29/jul./1946
“Heriberto Frías” Mariano Azuela Cien años de novela
mexicana
-/-/1947
“Biografías mexicanas. Heriberto
Frías”
Silvino M. González El Novedades 12/nov./1948
“Cinco novelas mexicanas de
escritores de la escuela realista”
Miguel Alonso Larrinaga Cuadrante -/-/1953
“Heriberto Frías” Luis Lara Pardo Excelsior 23/nov./1956
20
“Un novelista de la Revolución” Salvador Azuela El Universal 26/mar./1960
“Heriberto Frías precursor de la
novela de la Revolución”
Antonio Magaña Esquivel El Nacional 28/ene./1965
“Tomóchic, de Heriberto Frías” Antonio Magaña Esquivel El Nacional 4/feb./1965
“Heriberto Frías, periodista” Heriberto García Rivas Excelsior 12/nov./1965
“Tribulaciones de Heriberto Frías” Edmundo Bolio Excelsior 1/oct./1966
“reloj literario. Frías, Posada una
Biblioteca para niños”
Andrés Henestrosa El Novedades 11/dic./1966
“Tomóchic” James W. Brown Prólogo a la novela -/-/1968
“Heriberto Frías y Tomóchic” Raymundo Ramos El Día 21/mar./1968
“Heriberto Frías precursor” Arturo Cova El Nacional 5/jul./1968
“Tomóchic” Aralia L. Arizmendi El Día 16/jun./1970
“Heriberto Frías, novelista
olvidado”
Antonio Magaña Esquivel El Nacional 1/oct./1970
“El centenario de Heriberto Frías” José Alvarado Excelsior 4/nov./1970
“Conferencia de Raúl Rangel
sobre Heriberto Frías”
s.a. El Día 6/ nov./1970
“Heriberto Frías novelista” Antonio Magaña Esquivel El Novedades 16/nov./1970
“Tomóchic de H. F. Un
antecedente de la Rev. Mex.”
Luis Ernesto Pi El Gallo Ilustrado 31/dic./1978
“Historia de una novela.
Tomóchic”
Jesús Luis Benitez El Heraldo 3/jun./1979
“Tomóchic” Alvaro Matute Prólogo -/-/1979
“El libro en la calle. H.F. no lo
merece”
Agustín Sánchez El Sol de México 29/jun./1986
“Tomóchic” Antonio Saborit Presentación -/-/1998
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Frías, Heriberto. Tomóchic. Episodios de la campaña de Chihuahua: 1892. Relación escrita por un
testigo presencial, estudio preliminar de Silvia L. Cuesy, México, Océano, 2002.
Frías, Heriberto, Tomóchic. Episodios de campaña, introducción de José Ferrel, México, casa
Valadés, Mazatlán, 1906
21
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Katz, Friedrich, Pancho Villa, traducción por Paloma Villegas, México, Era, 1999, tomo I.
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prólogos, censos de personajes, por Antonio Castro Leal, México, Aguilar, 2 tomos, 1991.
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