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MLAGA, BAUTISMO DE FUEGO Y SANGRE DE BLAS DE LEZO
FRANCISCO JIMNEZ-ALFARO GIRALT
Esta publicacin ha recibido una ayuda del Ministerio de Defensa
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Edita: Foro para la paz en el Mediterrneo
Imprime: Centro de Ediciones de la Diputacin de Mlaga (CEDMA)
Depsito Legal: MA 1210-2014
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No se autoriza la elaboracin de obra derivada.
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INDICE
Prlogo 11
Introduccin 15
Contexto histrico 25
Captulo I: Situacin de la Marina y Artillera en el siglo XVIII 29
Captulo II. Infancia y adolescencia de Blas de Lezo 59
Captulo III. De guardiamarina a capitn de navo (1704-1716) 89
Captulo IV. Ascenso a General de la Armada del Sur 1716-1730 125
Captulo V. Jefe de la Escuadra del Mediterrneo 1730 1737 165
Captulo VI. Datos histricos sobre Cartagena de Indias. Estado de las
defensas en 1737
203
Captulo VII. Llegada a Cartagena de Indias. Preparativos de guerra 1737-
1740
253
Captulo VIII. Efectivos de la Armada Inglesa y medios defensivos de la
plaza 1740-1741
317
Captulo IX. Asalto a Cartagena de Indias 15 de marzo a 6 de abril de
1741
347
Captulo X. Asalto a Cartagena de Indias 6 de abril a 20 de mayo 393
Captulo XI. Asalto a Cartagena de Indias 20 de mayo a final de contienda 437
Captulo XII. Muerte de Don Blas de Lezo. Consideraciones finales 489
Figuras sobre Cartagena de Indias 541
Bibliografa 557
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Relacin de figuras
Ttulo Pg.
Fortificaciones de Cartagena de Indias en 1737 543
Primera lnea de fortificaciones espaolas 545
Segunda lnea de fortificaciones espaolas 547
Tercera lnea de fortificaciones espaolas 549
Plan origina de ataque de Vernon. Desechado por la imposibilidad de
atacar por la Boquilla
551
Buques espaoles hundidos en Bocachica por orden del virrey Eslava 553
Situacin el 6 de abril de 1741. Vernon ha franqueado la 1 lnea de
defensa
555
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PRLOGO
Hasta hace relativamente pocos aos, la figura de Blas de Lezo se constrea a unas
pocas pginas en la historia de Espaa. Un marino ilustre ms, como aquellos otros
que dieron su vida en distintas partes del mundo defendiendo los intereses de nuestra
patria.
Pero en la provincia de Mlaga los historiadores llevan bastantes aos
profundizando en su figura. Puede que por su presencia en agosto de 1704, como
joven guardiamarina de la armada francesa y a la edad de quince aos, en la batalla
de Vlez-Mlaga. En plena guerra de Sucesin se produjo ante nuestras costas, y tras
la prdida de Gibraltar, aquella batalla, en la que un adolescente Blas de Lezo
particip al mando de una batera de caones en el buque insignia del almirante
conde de Toulouse, siendo herido gravemente y perdiendo la pierna izquierda. Aquel
acontecimiento histrico lo narraron magistralmente los ilustres veleos Miguel
Ranea y Francisco Montoro.
Los prolegmenos y preparativos de la batalla, la salida de la flota hispano-gala del
puerto de Mlaga y su regreso tras el episodio, tambin han sido escenas
investigadas a conciencia por los investigadores de nuestra tierra, como es el caso
del acadmico de San Telmo Francisco Cabrera Pablos.
Si seguimos las vicisitudes del joven guardiamarina Blas de Lezo, fue desembarcado
y curado en el hospital de Santo Toms, situado enfrente de la iglesia del Sagrario de
la capital malacitana. En la batalla particip el futuro contrincante de Lezo en
Cartagena de Indias, Edward Vernon. La relacin entre ambos tambin ha sido
objeto de otra insigne pluma malaguea, la del ingeniero Manuel Fernndez
Cnovas, de la Academia Malaguea de las Ciencias.
Con ello se quiere resaltar que la figura de don Blas de Lezo no es desconocida en el
mbito malagueo, sealando nicamente tres muestras, aunque podran ponerse
muchsimas ms.
Desde hace relativamente poco tiempo, los espaoles parece que nos hemos dado
cuenta de la existencia de Blas de Lezo como el ms grande almirante de todos los
tiempos, al menos el que nunca fue vencido. Aunque los ingleses presumen de
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Nelson, en la celebracin del bicentenario de la batalla de Trafalgar el Gobierno
envi en representacin de los espaoles la fragata Blas de Lezo, obligando a
reconocer a los britnicos que un espaol venci a su escuadra invencible en 1741
ante Cartagena de Indias.
Este libro nace de la mano del doctor-ingeniero Francisco Jimnez-Alfaro Giralt,
quien en el otoo de su vida ha querido compartir con nosotros, los malagueos, la
mitad del ao, a caballo entre Madrid y el barrio de la Malagueta, en donde disfruta
de sus vistas de la baha y sus pulmones se hinchan de la brisa marina, la misma que
a la edad de quince aos prendi en el alma de Blas de Lezo.
Hermoso regalo el que ha querido hacer Jimnez-Alfaro a nuestra provincia: aos de
investigacin recogidos en unas apretadas lneas que llevan al lector a travs de
todos los rincones pisado por el marino vasco Blas de Lezo. Adems, no slo nos
muestra su vida, sino algo ms importante: su alma.
La vida de Blas de Lezo fue apasionante, digna de la mejor novela de aventuras. Por
eso animo a todos los lectores, especialmente a los jvenes, a que se adentren en la
lectura de esta obra. Sin miedo pese a su volumen. Descubrirn a un espaol
intrpido que am profundamente a su patria y a su rey y que antepuso el deber a
cualquier otra cuestin.
Hablar de Blas de Lezo es hablar de superacin. Hay que imaginarse a un joven, casi
nio, cojo a tan corta edad, que a base de sacrificio, esfuerzos y recuperacin,
demuestra ante las autoridades militares que a pesar de su deficiencia fsica se
encuentra en disposicin de prestar servicio en los buques de la Armada. No
digamos cuando al poco tiempo perdi la visin de un ojo y a los pocos aos la
movilidad del brazo derecho. Cmo era posible que cojo, manco y tuerto, pudiera
lanzarse al abordaje sobre un barco enemigo o atacar al frente de sus soldados a la
infantera britnica en Cartagena de Indias?
Por todo ello es recomendable la lectura de este libro. Nos ensear que no hay
dificultad, obstculo, ni crisis, imposibles de superar.
En Blas de Lezo se compendian un buen nmero de cualidades intelectuales,
castrenses, fsicas, sociales y humanas. Ese es el legado que puede ofrecer el ilustre
marino a los jvenes, instando, como presidente de la Diputacin Provincial de
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Mlaga, a que lo tengamos como espejo. No existe muralla alguna que no se pueda
saltar si nos acompaa la voluntad firme de hacerlo.
Quiero agradecer al Foro para la Paz en el Mediterrneo y al autor del libro que me
hayan permitido prologarlo y ofrecrselo de esta forma a todos los malagueos.
Elas Bendodo
Presidente de la Diputacin Provincial de Mlaga
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INTRODUCCIN
Escribir la introduccin de un libro nunca es tarea fcil, porque si eres amigo del
autor te sientes obligado a alabar todos y cada uno de los captulos y pasajes de la
obra. Con el caso del autor Francisco Jimnez-Alfaro Giralt mantengo desde hace
aos una relacin estrecha de amistad, sin embargo intentar en mis comentarios ser
lo ms objetivo posible.
La obra que se edita es consecuencia del homenaje que el Foro para la Paz en el
Mediterrneo quiere efectuar al gran marino espaol Blas de Lezo, personaje casi
desconocido hasta hace pocos aos, excepto para la Armada Espaola que lo ha
recordado en algunos de sus buques. Ciudades espaolas, como por ejemplo Mlaga,
lo tienen en su callejero, aunque bien es verdad que con poco conocimiento del
personaje. En Amrica y ms en concreto en Colombia, el tema es de otro costal,
porque es un personaje ampliamente conocido y admirado.
El Foro para la Paz en el Mediterrneo es un ente no jurdico, constituido por el
Ayuntamiento, Universidad y Cmara de Comercio, Industria y Navegacin de
Mlaga, el Real Club Mediterrneo, la Asociacin Espaola de Capitanes de Yate
para la Reserva Civil, el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Ronda, Cdiz,
Almera, Mlaga, Antequera y Jan (Unicaja) y el portal www.belt.es, teniendo
como ltima finalidad el vivir y ganar la paz como modelo universal de
convivencia tanto en el propio estado nacional como en su necesario traslado entre
los miembros de otras ciudades y regiones, con especial incidencia a los ciudadanos
que mantienen un lazo de unin, bien geogrfica, cultural, econmica o de
cualquier otra ndole.
Una de las principales actividades que se generan anualmente desde el Foro es la
organizacin de unas Jornadas de Seguridad, Defensa y Cooperacin, cada ao con
un tema central, con participacin de ilustres personalidades polticas, diplomticas,
empresariales, acadmicas, militares, etc., constituyndose como un referente en el
anlisis geoestratgico de los problemas que afectan a la cuenca mediterrnea y su
espacio de inters.
En 2014 se organizarn las VIII Jornadas, en los meses de octubre y noviembre y se
ha querido centrar las ponencias y debates posteriores, en una nueva conciencia de
defensa: poltica, econmica, diplomtica, cultural, militar, etc.
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Cuando a finales de 2013 se fijaron las actividades para el ao siguiente, se pudo
comprobar que el objetivo fijado sobre la nueva conciencia de defensa, concordaba
perfectamente con el pretendido homenaje a Blas de Lezo, teniendo nicamente que
adaptar los diferentes actos a la finalidad pretendida. De esta forma los protagonistas
son los ciudadanos y ms en concreto la infancia y la juventud, preparndose para
ellos la exposicin sobre la historias del puerto de Mlaga con la batalla naval de
1704, el TBO (comic actual) con la vida de Blas de Lezo, el libro con su biografa,
dos conferencias sobre su vida y la batalla naval de Vlez-Mlaga y la placa a
colocar, con su nombre, en un espacio pblico malagueo.
Cuando se plante la edicin de un libro con la biografa de Blas de Lezo, de forma
casi instantnea, me vino a la mente la persona de Francisco Jimnez-Alfaro Giralt,
dado que conoca que tras elaborar la biografa de Almanzor, estaba dedicado a una
profunda investigacin sobre el marino espaol.
La biografa del caudillo musulmn, titulada Almanzor, una vida de ambicin, es
uno de esos libros histricos que merecen una amplia difusin, porque presenta la
vida del protagonista en primera persona, de tal manera que el discurrir de su vida,
es como si el lector estuviera a su lado durante toda su trayectoria vital.
Desgraciadamente, las grandes biografas no se encuentran a la lectura del gran
pblico, porque para ello hace falta una buena editorial y una mejor distribuidora,
pero realmente en mis muchos aos de lector y de estudioso de la historia, no haba
conocido una vida contada desde una perspectiva tan cercana.
La vida de Almanzor de Francisco Jimnez-Alfaro, no es solamente una relacin de
hechos y acontecimientos vividos por el caudillo rabe, sino que es adems una
descripcin de sus sentimientos, de sus xitos, frustraciones, desengaos,
ambiciones, amores y un largo etctera, de tal manera que al terminar la lectura, no
se sabe si realmente el que escribi la biografa fue el propio Almanzor o es
Francisco Jimnez-Alfaro, al cual un ngel le ha contado dicha historia.
Jimnez-Alfaro no es un historiador a la usanza clsica. Al ser ingeniero y doctor, se
siente en la necesidad de contar y narrar de una forma cientfica la estructura
arquitectnica de la Crdoba y en general de la Hispania musulmana, as como de su
sistema poltico, alargando para algunos lo que es una vibrante historia, pero tal
vez, sin esa meditacin profunda, lenta y detallada de la vida de las familias del
medievo en Al-Andalus, no podra entenderse la verdadera biografa y las propias
vivencias de Almanzor.
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Cuando desde el Foro para la Paz en el Mediterrneo se decidi que el ao 2014
debera ser el de homenaje a Blas de Lezo, acordndolo simplemente por simpata
hacia su figura, al 310 aniversario de la batalla naval de Mlaga (para otros de
Vlez-Mlaga) y cmo no a la reciente publicacin del magnfico y documentado
libro sobre este hecho histrico de los historiadores veleos Francisco Montoro y
Miguel Ranea, me acord inmediatamente de que mi amigo Francisco Jimnez-
Alfaro llevaba aos investigando sobre el marino espaol.
Cuando le pregunt por ello, me confirm que la investigacin haba cesado y que
haba escrito un libro sobre Blas de Lezo para solaz de su familia y de l mismo, sin
tener ninguna intencin de su publicacin comercial.
Le rogu que me permitiera leerlo, dado el objeto histrico que nos habamos
planteado desde el Foro. Me entreg un ejemplar encuadernado de un tamao algo
superior al A5, de letra apretada y minscula, en la que en ocasiones tuve que hacer
uso de una lupa para visualizar algunos prrafos algo ms extensos que el resto.
Creyendo que su historia solo iba a interesar a su familia, tras la publicacin de
escasos ejemplares encuadernados, haba olvidado dnde podran encontrarse los
ficheros informticos con el contenido. Ardua fue la labor, pero al fin encontramos
en las tripas de su viejo ordenador las pginas de la vida de Blas de Lezo.
El rescate del manuscrito informtico fue para m, como el que encuentra un
tesoro. Transform el Word en letra times new roman de 10, con intervalos de 1,25 y
separacin entre prrafos de 12 y surgi un fichero de ms de quinientas pginas en
formato de 17 por 24 cm, el normal en que se editan las obras del Foro..
La primera lectura fue reveladora del enorme regalo que haba encontrado por
casualidad, parecindome que me trasladaba del siglo X y XI con Almanzor al
XVIII con Blas de Lezo, un salto de setecientos aos, pero en donde el lector volva
a ser protagonista de la historia, al vivirla al lado del personaje.
Como en la anterior biografa encontr una pormenorizada descripcin de los
lugares donde se sucedan los hechos y aunque ralentiza la lectura de una vida
apasionada, es bueno, porque en esos escenarios detallados son donde se desarrolla
la vida del protagonista principal de la historia: Blas de Lezo.
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Conocedor de la historia de Espaa y de aquel maravilloso siglo XVIII espaol, no
dejaba de preocuparme mi desconocimiento del personaje, por lo que antes de
proponer a la Comisin Ejecutiva del Foro para la Paz en el Mediterrneo, que
publicara la biografa escrita por Francisco Jimnez-Alfaro, me propuse convertirme
en un estudioso de Blas de Lezo y de esta forma le las distintas biografas, antiguas
y modernas que se han escrito sobre l. Consult documentos sobre los hechos
vividos por Blas de Lezo como marino al servicio de Felipe V. Investigu en fuentes
diversas y sobre narraciones de contemporneos de Lezo, considerando, tras algunos
meses y muchas horas, tener una idea ms o menos clara del perodo histrico
espaol de 1700 a 1760.
Doy un salto literario y me centro en don Benito Prez Galds, leyendo en mi
infancia y juventud la primera serie de los Episodios Nacionales con toda la guerra
de la Independencia. Viv con Gabriel Araceli la batalla de Bailn, el sitio de
Zaragoza, el del Gerona, contado por un amigo suyo, la vida de la guerrilla con el
Empecinado, el Cdiz sitiado y la batalla de los Arapiles, creyendo a pie juntillas
que as haba transcurrido la contienda espaola contra el emperador Napolen. No
solo yo, sino que una gran parte de los lectores e incluso de los historiadores,
consideran que la vida en Cdiz era tal como lo narra Galds. No digamos de su
concepto de Patria en los momentos iniciales de la batalla de Trafalgar o en el
miedo del soldado en los momentos previos a la de Bailn. Sus definiciones de
guerrilla y guerrillero, se plasman textuales en tratados militares de todo el
mundo. Pero fue as como se desarrollaron los acontecimientos o fue simplemente
una narracin ms o menos creble de un novelista?
Con el transcurso de los aos, me adentr en los entresijos del siglo XIX, haciendo
hincapi en el Sexenio Revolucionario, leyendo y releyendo la ltima serie de
ilustre novelista canario, me di cuenta que la descripcin de los acontecimientos
vividos en Espaa, eran como as lo indicaban en las fuentes documentales, cuestin
en la que discrepaba cuando se refera a la guerra de la Independencia u otros
momentos de dicho siglo. La razn era clara, a partir de 1860, Galds era tambin
protagonista de la historia. l la viva, como lo hacan los ciudadanos espaoles,
porque era uno de ellos, mientras que en los aos anteriores, narraba lo que le
contaban, plasmando de la forma ms fiel, lo que haban vivido coetneos de los
hechos histricos.
Francisco Jimnez-Alfaro no vivi la batalla naval de Mlaga, ni la guerra de
Sucesin, el paso del Cabo de Hornos, las campaas del Pacfico Sur y Mediterrneo
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y mucho menos la gran gesta de la defensa de Cartagena de Indias, pero cuenta todo
ello con la misma credibilidad con la que Galds narra la guerra de la
Independencia.
Los primeros aos de Lezo en su Pasajes natal, sus salidas a navegar, su contacto
con el castellano Echebeste, su primera batalla naval, sus sufrimientos ante la
amputacin de su pierna, de tal manera que se siente el dolor del afilado cuchillo del
cirujano y la sierra para el hueso, as como la introduccin del mun sangriento en
brea hirviendo para su cicatrizacin y evitacin de infeccin. Todos esos momentos,
vividos por Lezo, sujeto con cuerdas y con un trozo de cuero entre los dientes,
evitando gritar de miedo y de dolor, a pesar de sus quince aos, es como una
vivencia de uno mismo trasplantado a aquel botiqun de la obra viva del navo
insignia del conde de Toulouse.
La estrategia y tctica de Lezo en el Mediterrneo, en su lucha contra los turcos y
sus satlites en el norte de frica, es tal como la hubiramos vivido nosotros, en el
supuesto glorioso o no de haber estado en esos acontecimientos histricos.
Su amargura en Cartagena de Indias, con su pata de palo, su brazo flcido, su mirada
ardiente de un solo ojo, pero su resolucin vibrante, al frente de sus soldados,
bajando presuroso la escarpada pendiente del fuerte de San Felipe de Barajas para
asestar al enemigo ingls la estocada de muerte, es como si el lector se trasladara a
aquellos momentos sublimes, y de la misma forma que don Blas de Lezo, bajara a
trompicones, enalteciendo con su gesto y su actitud a los valientes espaoles que
derrotaron a la Armada Invencible britnica.
Fueron as como sucedieron los hechos? No lo s, tampoco estoy seguro que el
miedo de la caballera espaola a los coraceros en Mengibar, antes de Bailn, fue
como lo describiera Galds, pero desde luego si no fue as, debi ser muy parecido.
Francisco Jimnez-Alfaro abre el corazn y el cerebro de Lezo, lo humaniza, tanto
en su soberbia como en su humildad y presenta una interpretacin teatral a imagen y
semejanza de cmo debiera haberse comportado el protagonista en la vida real.
No solo es Blas de Lezo un protagonista de carne y hueso, sino que tambin los son
los actores secundarios, adquiriendo un gran realce la figura de doa Josefa, su
mujer. Al lado de un gran hombre siempre hay una gran mujer y ello es cierto y as
lo plasma Francisco Jimnez-Alfaro, pero tambin alrededor de un hroe hay
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envidia, insidia, deslealtad, mentira y un largo etctera, representndose todo ello en
los personajes que rodean al heroico marino. Tambin hay lealtad, disciplina,
patriotismo, subordinacin, amistad y otro largo etctera, teniendo una muestra de
todo ello en los distintos personajes presentados por el autor del libro.
La lectura se hace fcil, sin que sea una novela o biografa histrica que tenga que
leerse de un tirn para no perder el hilo de la narracin. Puede leerse por captulos,
como si fueran entregas sucesivas. De esta forma conoceremos la vida infantil de
Blas de Lezo en su tierra vasca, introducindonos en su sociedad, en su lucha diaria
con la mar para su supervivencia y en la fidelidad a su rey. Su estancia en la escuela
de guardiamarinas de Toln, al no tener Espaa una armada estrictamente
constituida, la batalla de Vlez-Mlaga y su recuperacin fsica y psquica en su
pueblo de Pasajes, configuran una unidad de lectura.
Su regreso al servicio activo con su pierna amputada, teniendo que sufrir un examen
de aptitud fsica para que la superioridad pudiera comprobar su capacidad para el
servicio, el mando de su primer buque de guerra a la temprana edad de diecisis
aos y la captura de algunas naves enemigas, entre ellas el Resolution, remolcado
por su barco hasta Pasajes, mientras es vitoreado como un hroe local. Su
comportamiento posterior durante el resto de la guerra de Sucesin, vivindose toda
la fratricida contienda desde una perspectiva naval y con el nacimiento incipiente de
la marina de guerra espaola, ingresando en ella con el empleo de capitn de navo,
con poco ms de veinte aos.
Los aos de destino forzoso en tierra como consecuencia de la inexistencia de
barcos, hasta que por fin le dan el mando de uno, destinndolo a la escuadra que
defendera las aguas del Pacfico de las apetencias inglesas y holandesas. A la
muerte del almirante de la flota espaola, le sucede con carcter interino, al ser el
comandante ms antiguo, confirmando el mando el virrey del Per, ascendindole a
jefe de escuadra. La campaa naval del Pacfico sur, su integracin en la sociedad
limea y su casamiento con Josefa, conforman otra entrega unitaria del libro.
El traslado a Cdiz, el reposo inicial, los planes expansivos del gran ministro espaol
Jos Patio, la confianza mutua que se dispensaban y la campaa mediterrnea en la
lucha por la recuperacin de las posesiones espaoles en el norte de frica, entre
ellas Orn, es un conjunto que merece leerse sin perderse detalle de los entresijos
por los que se mueve la poltica italiana de Felipe V.
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En la dcada de 1730, la guerra contra Inglaterra es una realidad latente y patente. El
ministro Patio, conoce las apetencias britnicas que tras asentarse en las colonias
norteamericanas, quiere disponer las llaves del imperio espaol. Considera que la
clave de todo el imperio es Cartagena de Indias y all enva a su mejor general y
almirante, al medio hombre, Blas de Lezo, el cual causa admiracin entre los
cartageneros, al conocer de cerca al hroe tantas veces nombrado, caminando con su
pata de palo, su brazo derecho flcido, su mirada de un solo ojo, acompaado de una
hermosa mujer y de una prole de nios. En este momento el autor hace una pausa en
la biografa y se retrotrae a la conquista espaola americana, al asentamiento en
Cartagena de Indias, en el acondicionamiento de la ciudad, sus fortificaciones, sus
casas y sus gentes, narrando de forma pormenorizada y amena doscientos aos de
convivencia y construccin.
Los ataques a Cartagena de Indias de Drake y de Pointis -basado este ltimo en la
extraordinaria investigacin y narracin del profesor Enrique de la Matta Rodrguez,
que por casualidades de la vida, era y es primo mo, compaero de la infancia y
juventud y amigo fraternal siempre-, muestran las proezas y las miserias espaolas
en nuestro imperio ultramarino.
Por ltimo, Francisco Jimnez-Alfaro, vuelve a la realidad y se centra en la
Cartagena de Indias con Blas de Lezo como comandante del apostadero, en el
impulso a la recuperacin y puesta a punto de las fortificaciones, los caones y las
unidades. Las noticias sobre la guerra contra Inglaterra, las informaciones del espa
espaol en la corte londinense y las interpretaciones estratgicas navales y
terrestres (terrarios llama Blas a los generales de tierra), conforman el captulo o
entrega de una fase previa a la gran confrontacin.
La batalla por Cartagena de Indias es una aparicin grandiosa, parecindonos ver las
cerca de doscientas naves enemigas, la armada invencible britnica a travs del
anteojo de Lezo. Los ataques ingleses, los contraataques espaoles. Los herosmos
en Tierra Bomba, la defensa del fuerte de San Luis de Boca Chica cruzando fuegos
con el fuerte de San Jos y las bateras de Varadero y Abanico en la isla de Bar y
los islotes Abanico y Draga. La retirada a la segunda lnea de defensas, cuando la
situacin se hace insostenible a causa del bombardeo constante de ms de mil bocas
de fuego contra los fuertes espaoles que cierra el paso a la baha interior.
La defensa del Surgidero con los fuertes de Santa Cruz y Manzanillo, abandonado el
primero por la desidia y cobarda del virrey Eslava, presentado por Jimnez-Alfaro
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como el malo, en la pelcula que vemos en nuestra mente durante la lectura. Por
ltimo la heroica defensa de San Felipe de Barajas, asestando Blas de Lezo el golpe
mortal al orgullo britnico, representado por el vicealmirante Vernon, con un ataque
magistral en el momento y lugar de menor expectativa del despliegue ingls, que les
obliga a retirarse precipitadamente hacia los buques y abandonando pertrechos,
heridos, prisioneros y muertos.
La ltima entrega del libro se enmarca en tras la batalla, el reconocimiento del
pueblo y de las tropas y el odio y rencilla de aquellos que no supieron comportarse
con honor, pero que ante la victoria, proclaman su vala y as lo quieren hacer llegar
a la lejana corte de Madrid. La victoria de los enemigos morales de nuestro hroe
Blas de Lezo es efmera, veinte aos en la historia de una nacin no es nada, pero es
mucha vida para una persona. Blas de Lezo muri desengaado, pero al considerar
que haba luchado por su rey y por su patria, nunca pens que perdera el favor real.
La muerte de su valedor, Patio y la perturbacin mental de Felipe V, condenaron al
ostracismo su figura, posicin que no lleg a conocer al llevrselo hacia el cielo la
dulce dama de la noche eterna. Carlos III rehabilit su figura, proporcion un ttulo
nobilario a uno de sus hijos y coloc al gran marino en el lugar que le corresponda
en el escalafn de la armada espaola y en la cumbre de los hroes de la Patria.
El autor de la biografa de Blas de Lezo, cuyo verdadero ttulo es Mlaga, bautismo
de fuego y sangre de Blas de Lezo, escribe de forma peculiar. Es como si fueran
cuatro autores, los cuales van entrando sucesivamente en escena. Uno es el propio
Lezo, que cuenta hasta momentos antes de su muerte su vida en primera persona. El
segundo escritor es la propia Historia, centrando el ambiente histrico de cada etapa
de la vida del hroe. Por ltimo dos escritores plasman la cotidianidad de la vida
alrededor de Lezo, una por parte espaola y otra, menos intensa, pero igual de
efectiva por parte inglesa, esta ltima con referencias explcitas a la pluma magistral
de Tobas Smollet.
Como ltima consideracin y para no alargar en demasa la presente introduccin,
indicar que el autor ha pretendido que la relacin entre los personajes tengan la
realidad de aquel siglo XVIII, por lo que los tratamientos que se dan unos a otros e
incluso en la relaciones de Blas de Lezo con su mujer, llamndola doa Josefa,
dan mayor credibilidad a su contenido.
La bibliografa empleada es muy numerosa, pero al ser una obra escrita para
consumo interno, no es muy detallada. Se ha considerado que se debe plasmar
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igual que la ha relacionado Jimnez-Alfaro. Algunos historiadores argumentarn que
no es una forma muy ortodoxa de hacerlo, a ellos hay que decir que el autor no ha
pretendido aportar un libro cientfico, que lo es, sino una novela en donde todos y
cada uno de los personajes son reales, bien es verdad que han sido amoldados en
puestos en escena por el autor, tal como l ha credo que se comportaron.
Francisco Jimnez-Alfaro ha tenido la generosidad de ceder la obra con todos sus
derechos al Foro para la Paz en el Mediterrneo, transmitindole desde estas pginas
el agradecimiento de todas sus entidades constitutivas y del Presidente actual y
Alcalde de Mlaga don Francisco de la Torre. Al ser el Foro una entidad sin nimo
de lucro, no pretende hacer negocio, sino simplemente obtener la mayor difusin
posible, a travs de la lectura en formato papel como en digital.
No puedo terminar sin mostrar mi agradecimiento a Francisco Jimnez-Alfaro
Giralt, primero por cedernos el libro y luego por haber confiado en m para escribir
su introduccin.
Rafael Vidal Delgado
Director/Coordinador General del Foro
para la Paz en el Mediterrneo
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CONTEXTO HISTRICO
La figura de don Blas de Lezo y Olabarrieta, no ha sido muy bien tratada en nuestra
Historia, pues cuando el Rey Felipe V, destituy injustamente al marino de todos sus
cargos, nuestros gobernantes movidos por presiones partidistas, impusieron un
espeso silencio administrativo acerca de su persona y en especial sobre los hechos
realmente acaecidos en la defensa de Cartagena de Indias, con la muy no loable
intencin de anular y hacer olvidar su participacin heroica en la batalla y as ocultar
a las nuevas generaciones de hombres de mar las gestas de don Blas en la defensa de
la ciudad y sus innumerables y siempre victoriosas batallas navales. La egolatra y la
ambicin de acaparar en su persona, toda la gloria de lo sucedido en la batalla de
Cartagena, movieron al Virrey de Nueva Granada, don Santiago de Eslava, ayo del
infante Francisco y con grandes relaciones polticas, a realizar una serie de
maniobras falaces y mezquinas para desprestigiar al marino vasco. Eslava muy bien
apoyado por sus valedores polticos en la Corte de Madrid y en base a una serie de
documentos, algunos propios y otros inducidos por l a sus hombres ms fieles,
consigui que el propio Rey Felipe V destituyera a Lezo de todos sus cargos en la
marina y le ordenara regresar a Espaa, para rendir cuenta de unos supuestos
desmanes y faltas al honor militar, actos que nunca cometi, pero que le adjudicaba
su inmediato superior. Sin embargo este Real Decreto nunca lleg a manos de su
destinatario, pues el correo portador de la misiva, atrac en Cartagena, casi dos
meses ms tarde de la muerte del marino.
Desde haca aos, estaba interesado en estudiar la vida de tan ilustre General de la
Armada, pero me resultaba muy difcil encontrar la documentacin necesaria 1.
Como ejemplo citar un caso, en la monumental Historia de Espaa de Menndez
Pidal, en su Tomo XXIII, slo se cita a Don Blas en dos someras pginas, donde se
reproducen unas cartas del marino reclamando sus haberes atrasados y aunque
tambin reconoce sus grandes mritos en la mar, slo cita de pasada la batalla de
Cartagena de Indias, pero sin profundizar para nada en sus pormenores. Algo
bastante similar me ocurri con otras obras generales de distintos historiadores y
ante tan exigua informacin me qued bastante perplejo y sin saber por dnde
encontrar el camino ms adecuado.
1 Esta obra fue escrita hace aos, antes que salieran a la luz algunas biografas y estudios
sobre Blas de Lezo.
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Llegado a este punto, decid ir al Museo Naval de Madrid, lugar donde recordaba, se
guardaba la bandera de combate de Don Blas y adems unos amigos mos, oficiales
de la Marina de Guerra, me haban informado, que en la biblioteca de estudios del
Museo, me podran orientar con bastante precisin, sobre aquellos autores y lugares,
dnde encontrara la informacin que buscaba. Hacia all dirig mis pasos y gracias a
mi acreditacin de investigador, acced a su biblioteca y tuve la gran suerte, que el
bibliotecario al frente de la misma, adems de ser una excelente persona, cuando
control mis apellidos, me coment que fue compaero de un primo mo, marino de
guerra fallecido aos atrs. Su ayuda me result inestimable, pues aparte de
indicarme dnde podra encontrar la informacin solicitada, me facilit una serie de
ttulos de libros actuales, as como aquellas fuentes internacionales donde podra
hallar abundante documentacin. Tambin me proporcion, los telfonos y el
nombre de algunos conocidos suyos, que trabajaban en los distintos archivos
nacionales, en donde se guardaba bastante documentacin relacionada con Lezo.
Cuando oje la relacin, y observ, que entre las direcciones y telfonos
proporcionados, no estaba la direccin correspondiente al Archivo General de la
Marina, le pregunt por esta aparente sin razn, pero su respuesta despej todas mis
dudas, este archivo de Viso del Marqus, se cre bastante aos despus de los
hechos que quera estudiar. En un principio tambin me sorprendi otra
recomendacin suya, me advirti que la mejor documentacin sobre la batalla de
Cartagena, la encontrara en Amrica, especialmente en Colombia, pues para los
colombianos, la figura de tan ilustre marino es digna del mayor respeto y
admiracin, virtudes que hasta hace algunas dcadas nunca se le haban reconocido
en Espaa. Finalmente tambin me dio su opinin sobre los datos recogidos en las
fuentes inglesas aportndome una larga serie de historiadores ingleses, cuya consulta
me ha sido de gran utilidad.
Aunque parezca extrao, he empleado varios aos en recoger tan extensa y distinta
informacin, algunas de ellas eran contradictorias y para seleccionar entre las
mismas, cules podan ser las ms veraces, deb apoyarme en escritos de terceros,
para intentar averiguar cul de las obras consultadas, ofreca la versin ms
imparcial y correcta. Cuanta ms documentacin llegaba a mis manos, mis dudas
empezaban a disiparse y cuando dos aos ms tarde volv al Museo Naval, para
preguntar a mi mentor, si se haba editado algn libro sobre el tema, mi amable
bibliotecario no me pudo dar ningn nombre ms, pero me aconsej que entrara en
Internet, pues l haba encontrado algunos datos interesantes, pero luego de analizar
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lo mejor posible, todo lo all ledo, junto a datos puntuales reales y bien constatados,
tambin encontr algunos artculos tergiversados y fantsticos.
Con prcticamente en mi poder, una numerosa informacin de diversos autores,
recogidos en los archivos nacionales y en una profusa documentacin escrita por fin
reunida, me conced el tiempo necesario para ordenarla bien y empezar a asimilarla.
Una vez ledos y estudiados en profundidad, todos aquellos libros, artculos e
informaciones recogidas en los Archivos, seleccion los que me parecieron ms
documentados y veraces y a partir de entonces, me encontr en disposicin de
entender las diversas posturas adoptadas por Lezo, a lo largo de su heroica carrera en
la mar. Su valenta, coraje, amor a la patria y lealtad a la Corona, se explicaban con
enorme claridad en todos sus hechos militares, as como su sentido del deber y
espritu castrense. Sin embargo en varias ocasiones su carcter rudo y cerrado le
traicion, siendo uno de esos animales apolticos, que no atienden a razones de
conveniencia, sus discusiones y desavenencias, casi siempre son estriles, pues le
resulta muy difcil admitir algo distinto a sus criterios y creencias, y slo llega a
acatar rdenes contrarias a sus ideas, en aras de la disciplina militar. Pero dado su
carcter cerrado y duro, hasta cuando las acepta y no por conviccin sino por
disciplina, no ceja en su empeo de imponer su propuesta y como sigue dominado
por la ira, en vez de emplear un lenguaje corts y educado, sus discusiones son
siempre desabridas y a grandes voces, intercalando en sus razonamientos, una
enorme cantidad de expresiones tabernarias e incluso insultantes. La poltica para l,
era un ente absurdo e inaccesible y no olvidemos que esa vida tan dura padecida
desde su juventud, en conjuncin con la soledad de tantos aos surcando los mares a
bordo de sus naves, forjaron que su nico lenguaje normal fuera el de ordeno y
mando.
Sus maneras nada diplomticas para afrontar los temas con sus superiores, fueron
causa de muchos de los grandes problemas que amenazaron su carrera, pero aparte
de esta bronca y absurda forma de ser, no he encontrado a lo largo de su vida,
ningn hecho incorrecto imputable a su vida militar. Sus mayores problemas con los
dos virreyes a cuyas rdenes sirvi, el de Per y el de Nueva Granada, fueron por
causas diferentes, pero en el fondo bastante similares, pues sus disensiones con
ambos, nacieron por discrepancias en las rdenes a ejecutar y aunque parece claro
que en ambos casos, la razn estaba de su parte, a la postre como siempre ocurre en
esta vida, la cuerda se rompe por el lado ms flojo.
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En los dos casos hubo un manifiesto abuso de poder, pero en el ltimo, el relativo a
la defensa de Cartagena, la megalomana de Eslava y su influencia poltica en la
Corte de Madrid, convirtieron las desavenencias sufridas durante la contienda, en
una persecucin mendaz, que adems de basarse en un cmulo de falsedades, como
posteriormente se demostrar, tambin se magnificaron en contra de Lezo, al adoptar
una serie de actitudes mezquinas y hasta se puede decir que poco dignas, con el
nico propsito de deshonrarle y lograr al mismo tiempo, que sus heroicas acciones
durante la contienda contra la Gran Armada Britnica, pasaran desapercibidas e
ignoradas, hasta el punto que por presiones polticas, Eslava consigui se aceptara
implantar en la Corte, un denso silencio administrativo durante ms de veinte aos,
con el objetivo de casi hacer desaparecer la figura del marino. Pero la historia,
aunque en ocasiones camine muy despacio, siempre pone a las personas en su sitio y
cuando el miedo a las represalias desaparece y las presiones polticas se debilitan, la
verdad siempre sale a la luz. La cual confo salga reforzada, despus de haber ledo
este breve tratado sobre la vida de Don Blas de Lezo y muy en especial sobre los
hechos acaecidos durante la defensa de Cartagena de Indias.
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CAPTULO UNO
Situacin de la Marina y Artillera en el siglo XVIII
Antes de centrarnos en los objetivos sealados en el ttulo de este primer captulo, es
decir en las dos armas ms fundamentales en la mar y en la defensa de las plazas
fuertes, resulta conveniente aunque sea a la ligera, analizar los hechos acaecidos
entre la muerte de Carlos II y el final de la Guerra de Sucesin espaola.
Finalizaremos este relato general hacia 1704, cuando Blas de Lezo ya incorporado a
la marina francesa, intervino como guardiamarina en la batalla de Mlaga 2, ya que a
partir de entonces, a travs de la propia vida del heroico marino, veremos desfilar
ante nuestros ojos, a travs del propio Blas, los hechos ms importantes a los que
debi enfrentarse la nacin espaola.
En los ltimos aos del siglo XVII, durante el reinado del ltimo descendiente de
Carlos V, la situacin poltica, administrativa y social en Espaa era catica. La
psima situacin general de los reinos, heredada de Felipe IV, exiga que los
destinos de nuestra nacin fueran dirigidos por un monarca de personalidad
decidida, de carcter fuerte y dotes de mando y adems fuera capaz de frenar aquella
decadencia progresiva donde estbamos sumidos, pues aunque no lo parezca y
pueda ser discutible, este declive poltico-militar, empez a iniciarse desde la muerte
de Felipe II y como ninguno de sus sucesores fue capaz de corregir esta tendencia, la
continua degradacin de los fundamentos del Estado, encamin a la mayor potencia
de entonces, paulatinamente pero de manera inexorable, rumbo a su propia auto
destruccin. Carlos II fruto de la persistente endogamia practicada por la estirpe
austriaca, no era la persona idnea para conseguir esta regeneracin, dbil de
carcter y de naturaleza enfermiza, estuvo dominado durante todo su reinado por
otras personas, ya fueran hombres o mujeres, cortesanos o eclesisticos, pues debido
a su fragilidad tanto fsica como mental, el soberano necesitaba refugiarse en todas
ellas en busca de ayuda y proteccin. Si entre todas estos asesores, hubiese
encontrado alguno lo bastante discreto y con suficientes dotes de organizacin y si
este consejero real hubiera ocupado el cargo, con la suficiente humildad para
trabajar en un segundo plano cumpliendo adecuadamente con su misin,
posiblemente los ltimos aos del reinado del monarca, hubieran podido ser
diferentes y quizs hasta hubiera sido otro el destino de Espaa.
2 Muchos autores tambin la denominan de Vlez-Mlaga, citndose de forma indistinta en
la presente obra.
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Pero ninguna de las personalidades, a quienes el ltimo rey de la casa de Austria
entreg su confianza, estuvo capacitada para realizar esta misin tan importante. La
reina madre, doa Mariana de Austria, durante un breve perodo de tiempo, goz en
loa asuntos de Estado de un poder omnmodo, pero a causa de sus torpezas pronto
debi desaparecer de la Corte y perdi todo su margen de maniobra. La primera
mujer del rey, la francesa doa Mara Luisa de Orlens, se limit nica y
exclusivamente, a ser en Madrid el agente del Rey Sol y sus burdas maniobras
polticas, ni siquiera lograron que la casa de Borbn se hiciera or en la Corte. Su
segunda esposa, la austriaca Mariana de Neoburgo, con pocas luces ms que su
marido, tambin fracas en la misin encomendada, cuyo objetivo fundamental,
consista en favorecer e intentar asegurar los derechos dinsticos de la casa de
Austria, pues el archiduque Carlos pretenda conseguir la sucesin al trono de
Espaa. Como se puede comprobar, adems de la debilidad mental del propio rey y
de su familia ms allegada, nadie de su entorno prximo tena capacidad alguna para
corregir el rumbo y tratar de sacar a la nacin espaola de su prolongado estado de
postracin.
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado se desarrollaron en Espaa, dentro de unas
caractersticas muy particulares. Desde la llegada al trono espaol de los primeros
reyes de la casa de Austria, se estableci con la Iglesia, un bien acordado reparto de
poderes. En un principio y mientras la realeza pudo disfrutar de un enorme poder
terrenal, los sucesivos reyes espaoles utilizaron al poder espiritual, como una
herramienta ms de la primaca del poder del Estado, que los monarcas consolidaron
por medio de una tcita y fructfera colaboracin con la Iglesia, a cambio de ciertas
concesiones en prebendas, tierras cultivables, honores y riquezas. Estas
adjudicaciones de bienes patrimoniales, no se otorgaron slo en el territorio
peninsular, pues an fueron ms generosas y de mayor entidad en las regiones ms
ricas de nuestras Indias Occidentales, donde la Iglesia a travs de las rdenes
religiosas, posey grandes extensiones de tierra. Pero con el transcurso de los aos,
mientras el poder real se debilitaba progresivamente con el reinado de cada monarca,
el poder eclesistico se mantena siempre en su posicin inicial y ante la imparable
decadencia de la nacin espaola, la balanza de poderes se desequilibr de manera
natural hacia el lado eclesial, hasta el punto que durante el reinado de Carlos II, ya
se haba implantado en todos los asuntos de Estado, una sumisin absoluta de lo
temporal a lo espiritual.
El ejemplo ms evidente de esta extraa manera de gobernar, se encuentra muy bien
reflejada, en la enorme influencia adquirida por los confesores reales sobre los
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monarcas reinantes. Esta misin sacerdotal la instaur el rey Felipe II, quien fue el
primero en confiar sus secretos ms ntimos a sacerdotes de la orden de Santo
Domingo y a partir de entonces, esa tradicin fue seguida por todos los reyes de la
casa de Austria, incluido su ltimo descendiente. De los tres ltimos confesores de
Carlos II, los dos primeros, los padres Reluz y Carbonell, ejercieron durante poco
tiempo su misin sacerdotal con el rey, pues no tardaron mucho en alcanzar sus
opciones terrenales y pronto cambiaron sus estolas confesionales por dos respectivas
sedes episcopales. Sin embargo el ltimo padre espiritual del monarca, tuvo an
mayores ambiciones mundanas e intervino muy directamente en los temas polticos
de la Corte, utilizando sin el menor remordimiento, su poderosa influencia sobre un
rey dbil y sin personalidad.
La decadencia espaola era imparable, su ritmo descendente ya no se poda detener,
la economa haba llegado a uno de sus puntos ms bajos y su situacin se poda
considerar casi irreversible y en todos los reinos cristianos que integraban Espaa,
aunque todos se encontraban bajo el mando de un mismo y nico soberano, no
exista una economa comn integrada en un proyecto nacional. Cada reino se
gobernaba por sus propias leyes y tradiciones, operaban con su propia moneda y
empleaban para sus transacciones las pesas y medidas propias de cada uno y como
no exista un mercado nico, la suma de las resultantes parciales del comercio
regional, resultaba bastante inferior al potencial de un posible mercado nacional,
fruto de la unin de todos los reinos. El reino de Castilla se hallaba exhausto y sin
recursos, debido a su continua aportacin de hombres y medios al continente
americano, este despoblamiento sistemtico, redujo en gran medida su riqueza
tradicional, los campos no se cultivaban por falta de mano de obra, as como
tambin se fueron abandonando otros recursos, ya fueran ganaderos o de servicios.
Adems las dispendiosas contribuciones impuestas por la Corona, sangraban todava
ms a la casi agonizante economa castellana.
Sin embargo en la misma pennsula ibrica, existan reinos como el de Valencia, que
gracias a su situacin geogrfica alejada de la Corte madrilea, haba podido
establecer un floreciente comercio mediterrneo, poco conocido en el interior de la
pennsula, por fortuna para los emprendedores habitantes de la regin levantina. En
Catalua a partir de 1680 se inici una fuerte recuperacin comercial, que tard
pocos aos en dar sus primeros frutos y al igual de lo sucedido en Levante, tampoco
en un principio fue detectado por la Corte y ante este desconocimiento pudieron
seguir con sus transacciones comerciales sin necesidad de hacer frente al oneroso
pago de impuestos. Algo muy similar ocurra en Flandes, pese a ser desde haca ms
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de cien aos, el permanente teatro de operaciones de nuestros tercios, tambin all
sus mandatarios, se vieron en la obligacin de implantar por su cuenta y al margen
de Madrid, las bases necesarias para buscar y recuperar su gran pujanza comercial.
Como regla general, es posible afirmar, que la economa slo cobraba fuerza y
pujanza, en aquellas regiones a donde no llegaba la insaciable y rapaz mano del
Estado, as ocurra en los reinos perifricos alejados de la Corte, donde la falta de
presencia y poder de la Real Hacienda, daba como resultado el nacimiento y
posterior desarrollo de una pujante industria privada.
En lo concerniente a la Hacienda y la Administracin Pblica, los reyes de la casa de
Austria nunca fueron en general buenos administradores, pues no prestaron
demasiada atencin a temas tan fundamentales, como los relacionados con la
situacin econmica del pas e incluso durante el reinado del emperador Carlos y en
las pocas de mayor poder y esplendor del imperio, las bancarrotas no eran hechos
inusuales en la nacin espaola, pero con el paso de los aos y la progresiva
debilidad de la economa, la situacin degener todava ms. Como muestra
inequvoca de la situacin catica a la que haban llegado las finanzas espaolas,
reproduzcamos los comentarios escritos por Antonio Domnguez Ortiz en su libro
Sociedad y Estado en el siglo XVIII espaol, y nos daremos cuenta de la situacin
de nuestra economa, escogeremos como muestra significativa el siguiente prrafo
de su libro. En el ao de 1687, el marqus de Vlez present en la Corte una
memoria, donde haca un breve resumen de las cuentas del reino: Los ingresos de
Castilla se situaban en torno a los 8.500.000 escudos, mientras que el pago de las
deudas ascenda ya a 12.000.000. Adems a este lamentable balance, haba que
sumar los sueldos y retribuciones que llevaban aos sin pagarse, as como el
dispendio de la Corte, que exiga 1.500.000 escudos para mantener el tren de vida
al que estaban habituados el Rey y su entorno. Como consecuencia de esta
delirante situacin econmica, los funcionarios se vean impelidos a la corrupcin,
pues al pasarse aos y aos sin recibir sus sueldos y dado que ya iniciaban su
menester generalmente endeudados, por haber debido comprar su cargo pblico a la
Administracin del Estado, los recaudadores se vean obligados por su situacin
econmica, a exagerar los impuestos de las personas ms dbiles, no para destinarlos
a las arcas reales, sino simplemente para poder vivir y recuperar poco a poco, el
dinero invertido en la compra de su puesto de funcionarios, e incrementar con estas
malas prcticas, unos ingresos que les aseguraran un relativo nivel de vida.
La situacin econmica padecida por los Ejrcitos Reales era tambin desastrosa, un
viejo refrn espaol dice, La victoria va a aquel que tiene el ltimo escudo y
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como consecuencia de esta bancarrota perenne de la Hacienda Real, es fcil
adivinar, cun calamitosos eran los estados del ejrcito y de la marina. Segn los
datos proporcionados por los embajadores de la Repblica de Venecia, ante la corte
de Carlos II y aportados por Barozzi-Berchet en su libro Relazioni degli
ambasciatori veneti, parecen bastante fiables los siguientes datos: en Castilla las
fuerzas terrestres en 1698 no llegaban ni a 10.000 infantes y a unos 4.000 de
caballera, en Catalua, 8.000 infantes y 4.000 de caballera, en Miln 12.000 y
3.000 respectivamente, 6.000 hombres en Npoles y 2.000 en Sicilia. Si
comparamos el potencial numrico de nuestro ejrcito con los 300.000 hombres, que
poda poner en pie de guerra el rey de Francia Luis XIV, queda patente la enorme
debilidad espaola. La situacin de la marina, an si cabe era peor, pues a mayor
distancia de la Corte, era mayor el desamparo. La falta de recursos en el caso de la
marina era inimaginable, los sueldos se adeudaban desde dcadas, los barcos
quedaban abandonados en los puertos por falta de repuestos y la construccin naval
prcticamente no exista. Los astilleros espaoles, en especial los del Cantbrico,
languidecan por la demora en los pagos, por falta de pedidos oficiales y a causa de
los ataques enemigos. Como ejemplo podemos citar el caso del navo El
Salvador, que estuvo catorce aos en construccin en el Real Astillero de Zorroza
en la ra de Bilbao, segn nos relata Enrique Manera Regueyra en su libro La
poca de Felipe V y Fernando VI, en su apartado dedicado a El buque en la
Armada Espaola.
La muerte del ltimo Austria, Carlos II el Hechizado, no sorprendi a nadie, llevaba
meses muy enfermo, postrado en el lecho, sin ganas de vivir y resignado ante una
situacin irreversible, ni siquiera haca ningn esfuerzo para salir de su estado de
postracin y despus de padecer una agona larga y dolorosa, su Catlica Majestad
entreg su alma a Dios en la primera semana de Octubre de 1699 y aunque hay
historiadores que fijan con exactitud el da de su muerte, hay otros contrarios a
admitir esa fecha, en su opinin muy difcil de sealar, pues dadas las enormes
tensiones a desatar, por su hasta entonces ignoto testamento, los polticos de la Corte
tardaron unos pocos das en notificar su muerte. La comunicacin oficial, aunque su
bito ya era conocido en sus ms estrechos crculos, no se pronunci hasta el da 10
del mismo mes. Al no haber tenido descendencia alguna, la expectacin despertada
por conocer su testamento era extraordinaria, desde los ms altos miembros de las
cancilleras europeas hasta sus ms humildes sbditos, todos esperaban con
ansiedad, conocer el desenlace de la designacin sucesoria al trono espaol. Slo
despus que fuera ledo su testamento se sabra si el nombrado, como heredero del
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inmenso imperio espaol, sera un miembro de la casa real francesa o de la austriaca.
Pero en las Cortes Espaolas, todos los actos estaban regidos por el estricto
ceremonial borgon, implantado por Felipe II y ni siquiera la muerte de un rey se
libraba de cumplir con todos los trmites de ese protocolo tan frreamente
establecido. A los pocos das del bito del monarca, el Consejo de Estado se reuni
para abrir su testamento, conocer su contenido y hacer pblicos los ltimos deseos
de su desaparecido Rey. Junto con los consejeros de Estado, tambin formaron parte
de aquella importantsima reunin, todos los Grandes de Espaa, que en aquella
ocasin se encontraban en Madrid.
Mientras se celebraba tan importante consejo, la inmensa mayora de los madrileos
se fueron agolpando poco a poco a las puertas del Alczar, mientras gentilhombres,
nobleza y representantes de los gobiernos extranjeros, empezaron a llenar las salas
de espera de palacio. Todos los embajadores de las potencias europeas estaban
ansiosos e impacientes por conocer el destino final del trono espaol y los ms
nerviosos y agitados de todos ellos, eran sin duda, el conde de Harrach,
plenipotenciario del emperador de Austria y el conde de Blcourt, representante del
monarca francs Luis XIV. Durante las largas horas de espera, los rumores y
comentarios corran por todas las salas y la tensin y los nervios de los asistentes
aumentaban con el paso del tiempo. Por fin lleg el momento de hacer pblica la tan
esperada decisin y cuando se abrieron las puertas de la sala donde haban estado
reunidos los consejeros, cesaron instantneamente todas las conversaciones y un
silencio sepulcral se apoder del ambiente y en el perfecto orden establecido en el
protocolo cortesano, enfundados en sus negros ropajes, apenas aliviados por
pequeas golillas blancas, entr en la sala el alto cortejo del Consejo de Estado,
compuesto por todos los miembros de la Junta de Gobierno, encabezados por el
cardenal Portocarrero, por los presidentes de los Consejos de Castilla, Aragn e
Indias, por otras altas autoridades y por una representacin no muy nutrida de la
Grandeza de Espaa. Llegados al centro de la sala y de frente a los escogidos
asistentes que all aguardaban, se pronunci el tradicional Su Majestad ha muerto,
frase de obligado pronunciamiento, preludio indispensable a los consabidos minutos
de silencio.
Transcurrido este breve lapso de tiempo, el anciano duque de Abrantes, se separ del
grupo de consejeros y dirigi su caminar hacia los all reunidos, salud con la
mirada y con leve inclinacin de cabeza al enviado francs, pero sin detenerse pas
de largo y continu su camino, hasta llegar al lugar donde se encontraba el
embajador del Emperador, par frente a l y con gran solemnidad y estudiada calma,
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le mir a los ojos, le puso los brazos sobre sus hombros y con voz alta y pausada
para que todos pudieran orle con claridad, le dijo: Oh seor, qu alegra! Oh
seor, estoy contentsimo de que, para toda la vida!, contentsimo estoy de
separarme de vos y de despedirme de la muy augusta casa de Austria! (Del libro
Memoires Secrets de la Regence de Philippe, Duc DOrleans, de Louis de
Rouvroy, duc de Saint-Simon).
Por fin despus de tanta espera, tantas suposiciones y tantos rumores interesados, el
testamento se hizo pblico y se desvel el tan guardado secreto, Carlos II haba
nombrado heredero de todos sus reinos a Felipe de Anjou, nieto del rey francs y en
las clusulas de su testamento, exiga a todos sus sbditos, le reconociesen como su
legtimo rey, estableca que nunca se podra desmembrar parte alguna del imperio
heredado y adems mantena como exigencia, la incompatibilidad del trono espaol
con el francs. Una vez hecha pblica la real decisin, al da siguiente de haberle
sido comunicadas todas las clusulas del testamento real, el conde de Blcourt
emprendi viaje a Pars, para informar minuciosamente a su rey el contenido del
legado y a su vez contestar personalmente a todos los requerimientos que le pudiera
solicitar la expectante Corte de Versalles. Luis XIV recibi con gran satisfaccin la
decisin tomada por el extinto monarca espaol, pero el Rey Sol sigui sin variacin
alguna, todos los pasos especficos impuestos en sus normas diplomticas y mantuvo
su tradicional costumbre, de ser slo l quien marcara los tiempos de la poltica
francesa y aunque hizo llegar a su nieto el contenido ntegro del testamento de
Carlos II, no le recibi oficialmente hasta el da 16 de Noviembre. Durante la
reunin celebrada con el duque de Anjou, le transmiti su aceptacin a que ocupase
el trono espaol, pero por su propio inters y en teora para cumplir una de las
clusulas del testamento del ltimo rey de la casa de Austria, exigi a su nieto la
obligacin ineludible de renunciar a sus derechos sucesorios al trono de Francia.
Cumplimentada esta proposicin y algunas otras ms de menor cuanta y con la
promesa de la prestacin de ayuda francesa siempre que la solicitase, qued cerrada
la instauracin borbnica en el trono vacante. A partir de ese momento, el mismo
duque de Blcourt regres a Madrid y comunic a la Junta de Estado la satisfaccin
de Francia, porque miembros de una misma familia ocupasen los tronos de dos
pases vecinos. Una vez cumplimentados todos los requisitos exigidos por el
monarca francs, Felipe de Anjou inici su viaje a Espaa a donde lleg por la
frontera de Bayona, el 22 de Enero de 1.701.
Aunque los hechos posteriores parecieran indicar lo contrario, la subida de Felipe de
Anjou al trono espaol fue pacfica y no tuvo problemas. En su recorrido desde
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Bayona hasta Madrid, en todos los pueblos y ciudades por donde pasaba y en
especial en aqullas donde pernoctaba, era acogido con grandes muestras de jbilo y
simpata, tanto por parte de la nobleza como del pueblo. Este consenso en la
aceptacin del nuevo rey se hubiera mantenido sin oposicin alguna, si no se
hubieran alzado voces en Europa, preocupadas por la posible alianza de familia entre
Francia y Espaa. El 18 de Febrero, el nieto de Luis XIV lleg a la capital del Reino,
donde tambin fue recibido con grandes muestras de entusiasmo y fervor popular. El
rey era muy joven, slo tena diecisiete aos, su aspecto era gentil y su figura
galante, sus vestidos de seda, acordes con la moda francesa, contrastaban con los
ropajes negros impuestos por las costumbres tradicionales de la casa de Austria y
desde el carruaje donde viajaba, no dejaba ni un solo instante de corresponder con
gran simpata a las aclamaciones de la muchedumbre. El aspecto saludable y amable
ofrecido por el joven monarca, era completamente distinto a la figura enfermiza,
triste y distante que presentaba el finado Carlos II, en sus contadas apariciones
pblicas.
A los pocos das de su llegada a Madrid, el duque de Anjou, fue entronizado por la
Junta de Estado, como Felipe V de Espaa y aunque el recibimiento al nuevo
monarca haba sido excepcional, el joven rey ansioso por gobernar, enseguida
empez a intentar hacerse con las riendas del poder, pero dada su poca experiencia,
no conocer a ninguno de los miembros del Consejo y no estar seguro en quien poda
confiar, pronto comenz a encontrase slo, sin saber las mejores decisiones a
adoptar y ante esta falta de ayuda que no supo encontrar y ni siquiera solicitar, le
asaltaron grandes dudas sobre su preparacin para asumir el trono espaol y aunque
esta situacin de desconfianza slo dur un breve perodo de tiempo, diversas
circunstancias, como la soledad, el hallarse lejos de su patria y de sus amistades, el
desconocimiento de los hbitos espaoles y sobre todo su extrema juventud,
influyeron negativamente en su situacin anmica y aunque fuera transitoriamente,
empez a sufrir algunas situaciones en las que se senta embargado por estados de
tristeza y de melancola. Pero para su bien y en especial para el de su nueva patria,
no cej en su afn de integracin y fue convocando sin prisas pero sin pausas a las
distintas Cortes de los reinos hispanos, para recabar de ellas los consabidos y
necesarios juramentos de fidelidad. Incluso las siempre difciles Cortes catalanas
tambin le prestaron su solemne juramento sin presentar ningn problema. Durante
su visita a Catalua, en un acto pactado con anterioridad y fijado para el da 3 de
Noviembre, se encontr por primera vez con Mara Luisa de Saboya, designada para
ser su futura esposa. La reunin mantenida entre ambos, fue a todas luces positiva y
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el joven Felipe V result muy impresionado del donaire de la dama y segn cuentan
los cronistas, desde ese mismo da se enamor de la futura reina de los espaoles.
Tan tranquila y pacfica era la situacin en tierras hispanas, que el rey pudo celebrar
tranquilamente sus esponsales y como seal inequvoca de la estabilidad existente en
la pennsula, tenemos este ejemplo concreto, cuando los aliados afines a defender las
pretensiones dinsticas del archiduque Carlos de Austria, al trono de los Reinos de
Espaa, invadieron Italia, no hubo ningn tipo de problemas para que Felipe V
dejara la corte de Madrid y se embarcara hacia Npoles, para tomar posesin de su
herencia en tierras italianas. Muy a su pesar, a los tres meses escasos de su
matrimonio, se vio obligado a dejar a la joven reina de Espaa con apenas trece aos
de edad, como gobernadora y lugarteniente general del Reino, durante el tiempo que
durara su ausencia.
En los primeros meses de 1.702 se iniciaron los combates iniciales de la
posteriormente conocida como Guerra de Sucesin Espaola, dur casi trece aos y
sus resultados para la monarqua hispana fueron desastrosos, no slo por los
territorios perdidos, sino tambin, porque toda esta sucesin de batallas en distintas
partes de Europa y finalmente en nuestro suelo peninsular, dejaron a la nacin,
exhausta, desangrada y con la obligacin de asumir el deber forzoso, de seguir sin
ninguna otra opcin, el pupilaje impuesto por la poltica francesa. En Julio de este
mismo ao, el rey recibi su bautismo de fuego en la batalla de Santa Vitoria, lugar
muy prximo a Cremona, all se gan al apodo del Animoso por su valor y
desprecio al fuego enemigo, ya que durante todo el combate no consinti en
abandonar la primera lnea de fuego. Esta valerosa actuacin tambin la repiti un
mes ms tarde, en la batalla de Luzzara y segn nos cuenta Carlos Martnez Shaw en
su libro Felipe V y las Indias, cuando su entorno le repeta continuamente que se
pusiera a cubierto y velara por su vida, el joven rey les respondi, Todos
sacrifican por m su vida y esta es la ocasin de que la ma no quede reservada para
mayor importancia.
Pero mientras nuestro rey al frente de las tropas espaolas combata en Italia, su
abuelo Luis XIV, tomaba durante ese mismo verano, la decisin de invadir los
Pases Bajos y este hecho unilateral fue el desencadenante que generaliz la guerra
en Europa y para desgracia de los contendientes, Flandes volvi a ser el campo de
batalla, donde se desangraran las potencias europeas. Esta invasin francesa fue la
causa principal, por la que se enfrentaron dos bandos muy bien definidos en un
sangriento y costoso conflicto, que se extendi por todo el continente durante ms de
diez aos. Uno de los bandos, estaba formado por Francia y su protegida Espaa,
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obligados a enfrentarse a los ejrcitos de la Gran Alianza, coalicin constituida por
Inglaterra, Holanda, Imperio Austriaco, Portugal y Saboya. Este macro
enfrentamiento, no se puede decir se originara slo por una mera cuestin dinstica,
pues fue Francia con su ambicin poltica, quien tuvo la mxima responsabilidad en
que un simple conflicto hereditario entre dos casas reales del viejo continente,
alcanzase un nivel generalizado de mbito europeo. Corrobora esta suposicin los
comentarios del ya citado Antonio Domnguez Ortiz en su libro Sociedad y Estado
en el siglo XVIII espaol: Una diplomacia ms prudente por parte del rey francs
hubiera evitado la guerra. Para ello no bastaba con afirmar que Espaa y Francia
seran Estados separados, haba que convencer a una Europa justamente recelosa,
de que la independencia de Felipe V respecto a su abuelo, sera real, que los
territorios europeos del imperio hispnico no seran mediatizados por Francia y
que la nacin francesa, no pretenda disfrutar del monopolio del comercio de
Indias, que segua siendo la ms importante fuente de aprovisionamientos de
metales preciosos y por ello un motor tan indispensable para el desarrollo
econmico, como lo es hoy el petrleo rabe. La historia de los decenios anteriores,
dominados por la poltica agresiva de Francia, justificaba estos recelos.
Confirmados estos temores, las dos potencias martimas Inglaterra y Holanda,
decidieron juntar sus fuerzas contra la ambicin francesa, pero necesitaban la ayuda
de una potencia continental, para poder disponer del necesario refuerzo terrestre.
Este apoyo lo encontraron en Austria, a su vez deseosa de lograr el trono espaol
para un miembro de su dinasta. Una vez se celebraron unas pocas y breves
reuniones, el 7 de septiembre de 1.701, el emperador de Austria, el rey de Inglaterra
y el representante de los Estados Generales de las Provincias Unidas de Holanda,
firmaron sin grandes discusiones el Tratado de la Gran Alianza, al que
posteriormente se sumaron Portugal y Saboya, al firmar con Inglaterra en 1.703 el
Tratado de Mehuen.
Como respuesta a esta invasin francesa de los Pases Bajos, la guerra se extendi a
nuestro territorio peninsular. En el verano de 1.702 una escuadra aliada fue vista
cerca de las costas gaditanas. El 23 de Agosto 30 navos ingleses y 20 holandeses,
mandados por el almirante George Rooke, anclaron delante del Puerto de Santa
Mara y al da siguiente desembarcaron parte de sus fuerzas de infantera, sin que los
espaoles pudieran oponer resistencia alguna. La intencin original no era
conquistar la plaza ni asentarse en la zona, sino atraerse a la poblacin practicando
una poltica de respeto, al objeto de conseguir partidarios para el archiduque
austriaco, pero el tiempo pasaba y la poblacin no se una a los invasores. Esta
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situacin de indiferencia, slo generaba impaciencia en los mandos aliados y el
general ingls duque de Ormond, muy impacientado cuando comprob la no
consecucin de ningn avance poltico, decidi castigar a los habitantes y autoriz a
sus tropas el pillaje de la ciudad. Pronto empezaron los saqueos a las viviendas de la
poblacin y tambin a las iglesias y conventos y adems para mayor escarnio,
durante el asalto autorizado a uno de estos recintos sagrados, los soldados ingleses
cometieron diversos sacrilegios de muy distinta ndole. Tales actos provocaron la ira
de los espaoles, con lo que se puso fin a cualquier clase de colaboracin. Ante la
situacin originada por ellos mismos, por su prepotencia y desconocimiento de las
costumbres del pueblo espaol, las tropas inglesas debieron regresar a sus barcos y
abandonar la costa andaluza.
Otro desgraciado episodio naval tuvo lugar en las costas gallegas, cuando la Armada
de Indias en su viaje de regreso a Espaa, fue avisada de la presencia de la flota
aliada en aguas de Cdiz y para eludir este encuentro tan peligroso, nuestra flota
puso rumbo a Vigo para descargar all su preciada carga. Pero cuando los barcos
anglo-holandeses, ya replegados de su fracasada misin en tierras gaditanas,
conocieron la nueva ruta emprendida por los galeones espaoles, iniciaron la
persecucin de la flota que regresaba de Indias. Como una muestra significativa de
la situacin catica por la que atravesaba Espaa y la indiferencia y falta de
profesionalidad en alguno de sus mandos, la Armada de los Galeones ante la
conocida presencia de navos enemigos en nuestras aguas, no tom las precauciones
necesarias, ni actu con la pericia requerida ante tamaa situacin y cuando el 23 de
Octubre los buques aliados llegaron a la ciudad gallega, encontraron a la inmensa
mayora de la flota anclada en la ra de Vigo, sin ni siquiera tomar la precaucin de
guarecerse en el interior del puerto. Ante esta inimaginable situacin, procedieron
los navos enemigos a bombardear a la flota sin prcticamente oposicin y
hundieron varias naves espaolas en aquellas aguas poco profundas. Los
historiadores no se ponen de acuerdo y optan por distintas teoras sobre cules
pudieron ser las causas del desastre; si ya en aquellos momentos, los galeones
estaban descargados y haban logrado vaciar sus bodegas, si la lenta burocracia fue
responsable del retraso en retirar las mercancas de los barcos, si la culpa fue de las
fortalezas defensivas de la ra, que no fueron capaces de rechazar el ataque enemigo,
o como nos parece ms probable, si nuestra tradicional improvisacin cometi ms
errores de los acostumbrados. El resultado fue el bombardeo impune a nuestra flota,
el posterior hundimiento de muchos barcos y los Aliados gracias a esta absurda
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operacin naval, lograron sin esfuerzo hacer desaparecer casi totalmente de los
mares, a la antao poderosa Armada espaola.
Mencin aparte, merece el episodio ms doloroso de estos primeros ataques navales
a las costas espaolas y cuya huella an perdura. El 1 de Agosto de 1704, otra
escuadra anglo-holandesa, mandada en esta ocasin por el prncipe de Darmstadt,
fonde al sur de la pennsula frente a Gibraltar. El almirante de la flota envi un
emisario a la plaza, invitando a la guarnicin a proclamar al archiduque Carlos de
Austria rey de Espaa. El gobernador de la plaza, don Diego de Salinas, rechaz la
proclama y se dispuso a defender la ciudad a pesar de contar con una guarnicin de
slo 70 soldados. La respuesta aliada no se hizo esperar y pocos das ms tarde, el 4
de Agosto, iniciaron el bombardeo naval de las defensas del castillo, al que sigui el
desembarco de ms de 4.000 hombres de infantera. Tras presentar una resistencia
intil, los defensores capitularon con condiciones honorables para la guarnicin y
para las vidas y propiedades de los habitantes de la zona. La prdida de Gibraltar
result ser muy peligrosa para los intereses hispanos, pues aunque en repetidas
ocasiones se intent reconquistar la plaza, a la postre todos los asedios se debieron
levantar, ante la imposibilidad de tomar por tierra una fortaleza, que dispona de un
permanente apoyo por mar, muy bien controlado por los navos anglo-holandeses de
la Gran Alianza. Aqu en este punto terminaremos de relatar ms episodios de la
Guerra de Sucesin Espaola, pues siguiendo los avatares de la vida de Blas de
Lezo, podremos seguir todo el desarrollo de la misma. Queremos hacer notar que
con slo quince aos y como guardiamarina, particip en las batallas navales ms
cruentas de esta absurda guerra entre hermanos.
La marina espaola en el siglo XVIII
Las nuevas tcnicas de construccin naval y el diseo de buques ms veloces, ms
maniobreros y fuertemente artillados, marc el final de la era de los galeones y abri
las puertas a las nuevas naves de combate, entre las distintas embarcaciones
diseadas para lograr el dominio de las aguas, es obligado destacar a los nuevos
reyes del mar, los poderosos navos de lnea y sus acompaantes las grandes
fragatas. Durante el siglo anterior, los autnticos dominadores del mar fueron los
galeones, buques construidos como verdaderas fortalezas flotantes y aunque eran
lentos y de escasa maniobrabilidad, siempre bien apoyados en su podero naval,
controlaron y protegieron la prctica totalidad de las rutas martimas. Estos grandes
barcos, eran muy difciles de hundir en combate y su consecucin era casi siempre
fruto del azar, pues dada la gran cantidad de madera empleada en su construccin, su
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ndice de flotabilidad era muy elevado. Las nicas alternativas reales para hundirles,
consistan en lograr incendiar la nave, gracias al impacto de una bala roja o
incendiaria y que simultneamente su tripulacin estuviera enzarzada en un combate
extremo y no pudiera dedicar los hombres necesarios para apagar un fuego todava
en grado incipiente, o tambin era posible enviar al fondo del mar a un barco de
estas caractersticas, si se daba el caso afortunado de alcanzar directamente al galen
en la Santa Brbara y al explosionar la plvora all almacenada, la deflagracin
consiguiente, adems de destrozar la nave, provocara un incendio total de la misma.
Aunque los galeones eran de lento navegar y poco maniobreros, sus bandas y sus
castillos de proa y popa, estaban fuertemente artillados y al disponer de espacio
suficiente gracias a su gran manga, su potencia de fuego era muy superior a los
primeros prototipos de futuros navos de lnea, diseados para ser ms veloces y
maniobreros. Pero cuando en los ltimos aos, estos prototipos incrementaron su
tonelaje y les acoplaron los ltimos avances artilleros, logrados en las primeras
dcadas del siglo XVIII, se hizo a la mar una nueva generacin de buques de guerra,
que marcaron de forma irreversible el declinar de los galeones, obligndoles a ceder
su largo dominio de los mares.
Todos los datos que disponemos en la actualidad, coinciden y confirman el
lastimoso estado de la Marina Espaola a finales del siglo XVII. Las cifras ms
optimistas sobre el potencial de nuestra flota, aseguran que slo la constituan 17
galeones, 8 fragatas, 4 brulotes y 7 galeras. Pero el desastroso bombardeo anglo-
holands de 1.702 en Vigo, redujo an ms nuestro potencial martimo y Espaa a
partir de entonces, ya no pudo contar con una marina que mereciese tal nombre,
pues en la pennsula slo estaba operativo un solo buque de guerra, al que tan slo se
podan aadir algunas viejas galeras y galeazas slo operativas para misiones de
vigilancia en el Mediterrneo Occidental. Este compendio de buques indicaba bien a
las claras, cul era nuestra verdadera situacin naval, que adems se haca cada vez
ms crtica conforme avanzaba la guerra de Sucesin. Pero lo ms dramtico de esta
carencia de efectivos navales era la imposibilidad absoluta, de recuperar las bajas
habidas en nuestra escuadra, ocasionadas por una serie de circunstancias, cuyo
origen como siempre se hallaba en nuestra perenne improvisacin. Aunque cueste
creerlo, no disponamos de astilleros navales cualificados, unos eran obsoletos y
otros estaban cerrados, faltaban marineros preparados y sobre todo, cualquier
iniciativa nueva, estaba atenazada por una total penuria financiera. Como ndice
significativo diremos, que en 1705 se dedicaron menos de 900.000 reales a toda esta
clase de actividades. Las comunicaciones con las Indias y las operaciones navales,
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como los sitios de Barcelona en 1705 y 1714, slo se pudieron hacer gracias a la
ayuda de la escuadra francesa, prestacin nunca desinteresada.
El rey Felipe V y su gobierno estaban plenamente convencidos, de la necesidad
imperiosa de mejorar o mejor dicho de crear una nueva marina, ya que en todos los
estamentos del Estado, se consideraba vital su construccin como un elemento
necesario para la seguridad de un reino de costas tan dilatadas y de tantas y tan
lejanas colonias. Ante la urgencia de esta necesidad, en el ao 1708 se cre una
Junta encargada de estudiar este gravsimo problema, pero slo una vez alcanzada la
paz, se pudo iniciar este proyecto. El conde de Bergeyck y posteriormente Orry y
Bernardo Tinajero de la Escalera, se consagraron nica y exclusivamente a
desarrollar esta misin y como primera providencia, se decidi comprar buques en el
extranjero, mientras a la vez se ordenaba iniciar la construccin de seis barcos en los
astilleros de Vizcaya, finalmente aos ms tarde, se dictaron por fin las normas
necesarias para la creacin de arsenales y escuelas encargadas de la formacin de
oficiales. Una Real Cdula de 21 de Febrero de 1714, unific la jerarqua naval y
elimin en gran parte las graduaciones particulares de las distintas escuadras
regionales, pues es conveniente recordar, que hasta entonces, la antigua y ya
desaparecida marina espaola, haba estado formada en base a los diversos barcos de
guerra aportados por los distintos reinos peninsulares. Sin embargo, estas marinas
regionales, en teora ya reagrupadas en 1708 en una terica Armada Real, no
desaparecieron por completo y subsistieron de manera autnoma hasta 1748, como
ocurri con la Escuadra de las Galeras del Mediterrneo y con la Armada de
Barlovento, una con base en la pennsula y otra en las Indias occidentales. En el
mismo ao, el 30 de Noviembre, se fund la Secretara de Estado de Marina, con la
misin de proporcionar el armazn administrativo, promulgado como primera
providencia, con el objetivo primordial de conformar la tan necesaria restauracin
naval.
A pesar de la penuria financiera, a causa de los escasos fondos disponibles y de las
grandes dificultades a superar, cuando se empez a desarrollar un proyecto tan
importante, como la creacin y puesta en servicio de una nueva marina de guerra,
debemos resaltar la firmeza mostrada por el gobierno espaol, se mantuvo firme en
sus intenciones y persever en la consolidacin de su objetivo. Se consiguieron una
decena de buques, ya fuera por medio de compras a genoveses y holandeses o
construyendo nuevos barcos en Pasajes, Santander, Orio y San Feli de Guixols.
Estas primeras tentativas para reflotar a la marina de guerra, resultaron insuficientes,
porque los trabajos a desarrollar en el sector naval eran enormes, no se dispona ni
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de unos astilleros suficientemente modernizados ni tampoco de arsenales y para
nuestra desgracia tambin carecamos de materias primas, equipamientos adecuados
y hombres con la suficiente experiencia profesional. A todo este conjunto de factores
negativos, debi hacer frente, con un tesn y una capacidad organizativa
insospechada, el confesor de la reina, el abate Alberoni, quien posteriormente tuvo el
honor de alcanzar el capelo cardenalicio. Esta figura eclesistica era buen sabedor,
que para el desarrollo de sus proyectos polticos, era indispensable tener a
disposicin una marina poderosa y como careca de los imprescindibles
conocimientos navales para alcanzar el xito en esta difcil misin, tuvo la enorme
suerte de buscar y encontrar en don Jos Patio, un colaborador eminente, capaz de
desarrollar y poner a punto sus ambiciosos planes. Constatadas las grandes dotes
personales de este importante colaborador, el 28 de Enero de 1717, el cardenal
nombr a Patio, Intendente General de la Marina y Presidente del Tribunal de la
Contratacin y le adjudic a la vez, en concordancia con su nombramiento, unos
poderes lo suficientemente amplios, para desarrollar sin trabas burocrticas, las
importantsimas funciones encomendadas. Estas concesiones, imprescindibles para
poder llevar a buen puerto su misin, fueron necesarias para salvaguardar el poder
operativo de este gran funcionario y para de este modo, eliminar los posibles
obstculos con que se pudiera encontrar en aquella parte de su trabajo, pendiente de
las autorizaciones a conceder por la lenta Administracin espaola. Para cumplir con
su encargo, Patio slo deba materializar la idea, que desde haca muchos aos,
siempre haba bullido en su mente, nunca es efectiva una marina, si la industria
nacional no es capaz de suministrarle cuanto ha de menester.
Desde los primeros das de ser designado en su cargo, el nuevo Intendente General
despleg una actividad asombrosa. Su primera accin y con carcter de urgencia, se
centr en dotar al personal de marina, de las bases institucionales y formativas no
disponibles en nuestra patria, esta carencia obligaba a muchos jvenes con vocacin
marinera, a realizar sus estudios y prcticas de guardiamarinas en escuelas
extranjeras, casi siempre en la base francesa de Toln. En menos de dos aos, a
finales de 1718 fund en Cdiz la Escuela de Guardiamarinas, destinada a ser el
futuro vivero de los nuevos oficiales de la Armada. De este modo, con la creacin de
esta escuela de oficiales, sustituy a todos aquellas academias regionales, donde
nuestros jvenes aspirantes a marinos slo reciban una formacin incompleta, ya
que en general finalizaban sus estudios con una gran carencia de conocimientos
prcticos de navegacin y de preparacin artillera. La fundacin de todas estas
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escuelas regionales, donde hasta el momento se haban formado nuestros marinos de
guerra, se remontaba a la segunda mitad del siglo anterior.
Si exceptuamos a los pilotos, que adquiran sus conocimientos de navegacin en el
clebre Colegio de Navegacin de San Telmo de Sevilla, casi todos los oficiales de
mar eran escogidos en general, por los Capitanes de Maestranza de los Arsenales,
quienes por costumbre los seleccionaban entre los mejores marineros de la zona.
Pero debido al carcter delicado y peligroso de las mltiples tareas a las que deban
hacer frente y sobre todo a la insuficiencia de los sueldos en vigor, resultaba ser una
operacin dificilsima, reclutar en calidad y cantidad a esta peculiar oficialidad, por
lo que el nmero de hombres adscritos a la marina, era siempre notablemente
inferior, al nmero previsto en las ordenanzas navales. Este continuo dficit de
oficiales, tuvo consecuencias muy negativas para el mantenimiento y
maniobrabilidad de los barcos de guerra de la marina espaola. A la vista de esta
situacin, Patio remodel el Cuerpo General de los oficiales de marina, al crear
simultneamente el nuevo estamento de los Administradores de Marina, cuerpo
ligado al ministerio del mismo nombre, adems reglament la infantera y artillera
de marina y mejor con creces el reclutamiento de la marinera. Tambin en las
mismas fechas, instituy la Comisara de Ordenacin y Contadura de Marina y
aunque en teora pareciera que con la creacin de todas estas unidades de formacin
y control, el peso burocrtico establecido representara un factor negativo para el
desarrollo de nuestro flota, en un breve espacio de tiempo, los hechos demostraron
cun bien estaba estudiado todo el plan general establecido por Patio, pues adems
de no retardar ninguno de los proyectos iniciados, los resultados alcanzados con esta
profesionalizacin de la marina de guerra, dieron en pocos aos los frutos
apetecidos.
Terminada esta fase preliminar, Don Jos Patio empez a poner en marcha su idea
ms personal, basada en la necesidad imprescindible de relanzar a nuestra marina de
manera autnoma Propuso emprender la reorganizacin de las industrias navales
auxiliares y la modernizacin de los astilleros, para con la puesta en servicio de estas
nuevas normas, disponer por ellos mismos, de la capacidad suficiente para iniciar la
construccin de nuevos y modernos navos, tarea que exiga tiempo y una inversin
abundante de medios. Pero por desgracia, esta vez ni siquiera pudo iniciar su tan
deseado proyecto, Alberoni obsesionado por la apertura de la poltica real en Italia y
movido por su impaciente ambicin, no le permiti poner en marcha este gran
proyecto cvico militar. Patio totalmente contrario a estas ideas expansionistas y a
su parecer apresuradas, present la dimisin de su cargo, pero al no ser aceptada por
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su directo superior, por fidelidad al cardenal y en contra de sus pensamientos, debi
seguir en su cargo renunciando a sus planes ms deseados y con una lealtad y un
celo admirable se dedic en cuerpo y alma a preparar las expediciones de Cerdea y
Sicilia. Para cumplir, en contra de su voluntad, con esta azarosa misin directamente
encomendada, no tuvo ms alternativa que comprar a genoveses y holandeses un
limitado nmero de buques mercantes, para posteriormente en nuestros obsoletos y
mal preparados arsenales, intentar transformarlos y artillarlos medianamente y en
teora intentar creer, que estos anticuados barcos est