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Los enterram ientos infantiles en contextos dom sticosen la C uenca A lta/M edia del Ebro: a propsito de la
inhum acin del despoblado altom edieval de A istra ( lava)
Infant burials in dom estic contexts in the U pper/M iddle Ebro basin:about the perinatal inhum ation of the early m edieval site of A istra ( lava)
RESUMEN
Se realiza una revisin sobre el ritual diferencial de inhum acin en contextos dom sticos aplicado a los individuos infantiles hallados en la C uenca
Alta/M edia del Ebro (que,grosso m odo, incluye lava, La Rioja y N avarra). Se estudia la evolucin de esta prctica, observable desde el Bronce Final hasta
el prim er cuarto del siglo XX, y se aportan las interpretaciones m s plausibles vertidas en torno a sta. Se procede, finalm ente, al estudio antropolgico de
un lactante procedente del despoblado de A istra (lava) localizado en asociacin a una estructura de habitacin interpretada com o una longhouse.
ABSTRACT
A revision ab out the disting uishing inhum ation rite in dom estic contexts for children in the U pper/M iddle Ebro basin (that includ es grosso
m odo lava, La R ioja and N avarra) is carried out. The evolution of this ritual practice, observable from the Final Bronze Age to the first quarter of
20th. century, is analysed; and the m ain interpretations about it are exposed. Finally, the anthropological analysis of a b reast-fed baby found in
the site of Aistra (lava) and associated w ith a dom estic structure interpreted like a longhouse is d one.
LABURPENAEbroren g oi- eta erdi-arroetan (Araban, Errioxan eta N afarroan) aurkitutako haurren ehorzketa-erritualen b ereizgarriak berrikusi ditugu artikulu
honetan. M ota horretako jardueren b ilakaera aztertzen da bertan; Brontze Aroaren am aieratik XX. m endeko lehen laurdenera arteko b ilakaera, hain
zuzen ere. G ainera, bilakaera horri buruz egind ako interpretazio onargarrienak ere eskaintzen zaizkio irakurleari. Am aitzeko, Arab ako Aistrako ere-
m uan aurkitutako bularreko haur baten azterketa antropolog ikoa ere eg iten da. H aurra gela-egitura batean (longhouse batean) aurkitu zuten.
Teresa FERNNDEZ CRESPO(1)
PALABRAS CLAVES: Inhum acin infantil, contexto dom stico, B ronce final - siglo XX, C uenca A lta/M ed ia del Ebro.KEY WORDS: Infant burial, dom estic context, Final B ronze A ge - 20th. century, U pper/M iddle Ebro basin.GAKO-HITZAK: H aurren ehorzketa, etxeko testuing urua, B rontze A roaren am aiera XX. m endea, Ebroren goi- eta erdi-arroak.
1. INTRODUCCIN
Es un hecho constatado que la investigacin
arqueolgica ap enas ha abordado estud ios
especficos relacionados con la caracterizacin e
idiosincrasia propia de la m uerte en la infancia.
Esta carencia ha provocado diversas llam adas
de atencin en la bibliografa especializada, ins-tando a los investigadores a profundizar en las
conductas diferenciales alejadas de los com unes
procesos de cond ucta ritualizada, por lo que
podem os decir, sin duda alguna, que se trata de
un tem a prcticam ente sin tratar.
Y es que, si llegar a conocer las costum bres,
creencias y rituales funerarios genricos llevados
a cabo por y para nuestros antepasados sub-
adultos y adultos se nos antoja de partida com o
una tarea ardua y dificultosa, tratar de entrever a
travs de stos la concepcin que de los infanti-
les tena una sociedad es un propsito que pode-
m os calificar de am bicioso, cuanto m enos, si
tenem os en cuenta que los nios, especialm ente
los de m enor edad, estn en situacin de depen-
dencia respecto a sus progenitores y, por tanto,
su representatividad social queda en gran m edi-
da enm ascarada o lim itada por el m und o de los
adultos, que slo les concede un reconocim iento
de form a progresiva y pautada.
Exam inam os aqu la existencia de un ritual
diferencial de inhum acin en contextos dom sti-
cos restringido a los individuos infantiles del que,
por un lado, analizarem os brevem ente su origen
y evolucin, y el nivel de im pacto que la rom ani-
MUNIBE (A ntrop olog ia-Arkeolog ia) n 59 199-217 S A N S E B A S TI N 2008 IS S N 1132-2217
R ecibid o: 200 8-03 -21A cep tad o: 2008-10-01
(1) B ecaria FPI (B ES-2006-1545/ H U M 2005-04236) del M inisterio d e E ducacin y C iencia. D ep artam ento d e G eografa, Prehistoria y
A rqueolog a d e la U niversidad del Pas Vasco. c/ Francisco Tom s y Valiente s/n, 01006 V itoria-G asteiz. vckfecrt@ ehu.es
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zacin o la llegada del cristianism o tuvo sobre
esta prctica; y por otro, tratarem os de analizar
las posibles interpretaciones dadas a este fen-
m eno.
A continuacin, pasarem os a efectuar el estu-
dio antropolgico de un infantil localizado en rela-
cin a una estructura de habitacin situada en el
yacim iento altom edieval de Aistra (lava) com o
caso paradigm tico de la prob lem tica tratada.
Finalm ente, realizarem os una recapitulacin
de los datos sintetizados para tratar de extraer
una serie de conclusiones y trazar un breve esta-
do de la cuestin sobre el tem a.
2. LOS ENTERRAMIENTOS INFANTILES EN CON-TEXTOS DOMESTICOS EN LA CUENCA ALTA/MEDIA DEL EBRO A LO LARGO DE LA HISTORIA
La existencia de un ritual funerario diferencial
aplicado a los individuos infantiles, a los que se
inhum a en el interior de poblad os generalm ente
en asociacin a estructuras de habitacin, es un
hecho arqueolgico am pliam ente extendido tem -
poral y espacialm ente siendo, al parecer, una
costum bre de raigam bre indoeuropea extendida
por toda la C uenca M editerrnea.
Se detecta en la Pennsula Ibrica, y m s con-
cretam ente, en la C uenca A lta/M edia del Ebro,
desde el Bronce Final (nivel A de La H oya y C ortes
de N avarra), siendo un hecho arqueolgico m uy
com n ya en los asentam ientos del H ierro (nivel B
de la H oya y Atxa en lava; Las Eretas, C ortes de
N avarra y Fitero en N avarra; y Libia en la Rioja); su
perduracin se constata en poca rom ana (Las
Erm itas e Irua-Veleia en lava; Andelos, Villa de
las M usas o A rellano y Pom paelo en N avarra),
m edieval (Aistra en lava y C ontrebia Leukade en
La Rioja) e incluso m oderna y contem pornea
(hasta el prim er cuarto del siglo XX) en ciertas loca-
lidades de La Rioja Alavesa y N avarra.
2.1. El Bronce Final y Edad de Hierro
A pesar de que son pocas las huellas que
podem os encontrar de las prcticas funerarias
que los pueblos protohistricos realizaban ante la
m uerte, el tratam iento que se daba al cadver es,
precisam ente, uno de los aspectos m s fciles
de identificar y m s caractersticos. As pues,
podem os decir que el ritual m s generalizado en
esta poca fue la incineracin, salvo en algunos
casos de inhum aciones infantiles1.Estos casos, no poco habituales, se restrin-
gen en general a individuos m enores a un ao,
aunque en el rea que nos ocupa los hay docu-
m entados hasta de dos aos de edad.
Existe un elevadsim o nm ero de fetos pretr-
m ino y a trm ino en todos los yacim ientos docu-
m entados, llegando en La H oya a un 60% , en
Atxa a un 79% , en C ortes de N avarra a un 89% y
en Las Eretas a un 83% 2. Esto nos indica "que la
m ayora de los ejem plos localizados son repre-
sentativos de una m ortalidad infantil que se pro-ducira en relacin con el alum bram iento, bien
porque los individuos nacieran m uertos, bien por-
que no sobrevivieran apenas unos das, tras el
parto"(M ALU Q U ER D E M O TES, 1958: 127).
La disposicin de los enterram ientos suele
agruparse bien en la zona central del espacio
hab itacional (generalm ente relacionados con el
hogar), bien en la parte trasera del recinto; o bien,
com o es m s com n, adosados a los m uros de
200 TERESA FERN ND EZ CRESPO
1 Es hab itual que a los infantiles, sobre tod o a los fetos y neonatos, se les inhum e b ien en las necrpolis de incineracin, bien dentro d e los
pob lad os en relacin a contextos hab itacionales. N o obstante, no hay pruebas de que ste sea el nico tratam iento al que son som etidos,
pudiend o hab er sido tam bin crem ados aunq ue por el m om ento no hay prueb as de ello.2 D eb em os de tener en cuenta que la m uestra m anejad a en estos dos ltim os yacim ientos (C ortes de N avarra y Las Eretas) pueda estar ses-
gad a (dad o el pequeo nm ero d e ejem plares que ofrecen) y por tanto tener una rep resentatividad baja.
-EDAD
PRETERMINO
A TERMINO
< 6 MESES
6-12 MESES
> 12 MESES
TOTAL
NMERO
20
90
48
14
12
184
LA HOYA ATXA CORTES DE NAVARRA LAS ERETASPORCENTAJE
11%
49%
26%
8%
6%
100%
NMERO
10
28
5
4
2
49
PORCENTAJE
22%
57%
8%
8%
5%
100%
PORCENTAJE
22%
67%
11%
100%
PORCENTAJE
33%
50%
17%
100%
NMERO
2
7
1
9
NMERO
2
3
1
6
Tabla I: Inhum aciones infantiles de yacim ientos protohistricos con estud io antrop olg ico pub licado (no tenem os datos sob re el nm ero y edad de los ind i-viduos de los yacim ientos d e Libia).
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las viviendas y depositados en pequeas fosas
practicadas en los suelos de las m ism as, sin que
se haya detectado ningn tipo de estructura (m s
all de unas grandes piedras sellando dos sepul-
turas en Las Eretas).
En relacin con la disposicin de los cuerpos,
stos suelen enterrarse de m anera ind ividual3,
predom inando las posturas flexionada (con los
brazos en form a de V y las piernas recogidas) y
recostada (que se distingue de la prim era en la
diferente disposicin de los m iem bros superiores
y en el dbil recogim iento de las piernas), siendo
la posicin tum bada m uy rara (Figura 1).
Los ajuares son, en general, escasos y poco
frecuentes, lim itndose a algunas pulseras debronce, cuencos cerm icos (vasitos de cuello
vertical), bolas o fusayolas, y ciertos elem entos de
adorno personal (cuentas de collar, conchas, zar-
cillos de hilo de cobre, ...) que podran tener una
finalidad protectora (Figura 2).
Especial m encin m erece el caso de
Peahitero (Fitero, N avarra) por tratarse de un
hallazgo nico en la Pennsula. En este yacim ien-
to
4
han sido localizados, junto a la m uralla, losenterram ientos de un nio de entre 4 y 5 aos y
de un beb de m eses. Segn M . M edrano (com u-
nicado de prensa5)la singularidad de estas dos
tum bas radica en que todos los nios celtas
m ayores de un ao eran incinerados com o los
adultos, y a los de m enos de un ao se les ente-
rraba bajo sus casas. Slo cuando se trataba de
alguna persona relevante, un prncipe o un here-
dero, se concedan estos honores.
El nio m ayor fue enterrado en una estancia
anexa al interior de la m uralla: su cabeza, donde
segn los celtas resida el alm a y el poder, apun-
ta al O este (sol poniente, la direccin de los m uer-
tos) y su cuerpo est encajado entre dos piedras
con las piernas dobladas y los pies apoyados en
la m uralla; a su lado, encontraron una cornam en-
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Fig 1. Enterram iento d el sector II de la H oya junto al m uro d e una viviend a (G ALILEA & G A RC IA, 2002: 156).
3 Slo una de las fosas estab a ocupad a por una doble inhum acin sim ultnea, por lo que pod em os intuir que se trataba de gem elos.4 Seg n sus excavadores fue residencia aristocrtica de un p rncipe o jefe m ilitar celta. Su tum ba d escub ierta en 2005 es, bsicam ente, una
rep rod uccin en m iniatura de una vivienda celta dentro d e la cual se localiz un crneo hum ano, un casco de guerra de hierro tpico deC entroeurop a, vasijas gra tad as, dientes de jab al y cuernos de ciervo.5 http: w w w . tero.blog spot.com /2006/08/la-excavacin-arqueolgica-de- tero.htm l
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ta de ciervo y un diente de jabal (sm bolo de gue-
rreros). Los restos seos del beb tam poco se
hallaban bajo una vivienda, com o es habitual,
sino dentro del cuerpo de la m uralla (que no esm aciza por dentro) con un colgante de hueso
perforado que puede interpretarse com o ofrenda
o am uleto.
2.2. El mundo romano
Sabem os que con la llegada de los rom anos
a la Pennsula (y posiblem ente tam bin en po-
cas anteriores) existi una conducta norm alizada
en relacin al parto, y que una vez nacido el nio
tend ra q ue ser reconocido por su prog enitor
com o paso previo a la aceptacin por parte de lacom unidad. Existiran frm ulas bien establecidas
para cum plir con estos requisitos (RAW SO N ,
1986), en las que jugaran un pap el im portante
aspectos com o el sexo o las m alform aciones6. Y
es que com o bien afirm a E. Scott (1992: 90) todo
lo que le suceda a un nio despus de nacer,
durante la antigedad, estaba absolutam ente
m arcado p or pautas sociales.
As pues, los individuos infantiles que supera-
ron estas iniciales penurias, quedaran bajo la
esfera fem enina al m enos durante 2 3 aos,
etap a en la que tena lugar la conform acin delaprendizaje cultural y la asim ilacin del lenguaje,
y que sola coincidir con el periodo de la lactan-
cia, quedando as su representatividad social lim i-
tada, casi com pletam ente al m undo dom stico
durante este tiem po.
Respecto a la incidencia que tuvo la rom ani-
zacin en la C uenca Alta/M edia del Ebro sobre la
m encionada prctica de inhum ar a ciertos indivi-
duos infantiles en contextos dom sticos, debe-
m os destacar que durante poca altoim perial
(m ediados del siglo I y el siglo II d. C .)el carctersincrtico del m undo rom ano se hace evidente
tam bin en este caso, pues tenem os evidencias
de la continuidad de esta prctica funeraria en los
asentam ientos de Las Erm itas (Espejo) e Irua-
Veleia (Irua de O ca) en lava(FILLO Y, 2007) y
de Andelos (M endigorria), Villa de las M usas
(Arellano) y Pom paelo (Pam plona) en N avarra
(ARM EN D ARIZ & D E M IG U EL, 2006: 40).
202 TERESA FERN ND EZ CRESPO
Fig 2. Enterram iento del sector I de La H oya con una p ulsera y un recipiente cerm ico com o ajuar (G A LILEA & G AR C IA , 2002: 160).
6 Incluso estando sanos y siendo reconocidos, los recin nacidos estab an en continuo p eligro d e no sob revivir, en tanto su alim entacin dep en-da d irectam ente de la lactancia m aterna y no pocas m ujeres d eb ieron m orir en estos tiem pos (com o en los anteriores y venideros) por di -
cultades derivad as del alum bram iento.
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A l igual que en la poca anterior existe un
relativo nm ero d e neonatos en los tres yaci-
m ientos navarros con anlisis antropolgico rea-
lizado; m ientras que en Irua-Veleia y las
Erm itas, aunq ue an no han concluido los anli-
sis para la d eterm inacin d e la edad de losinfantiles, segn I. Filloy (1997: 773), tam bin
puede sealarse, a priori, que stos estaran
entre el periodo perinatal y algn m es de vida.
La disposicin de los enterram ientos suele
agruparse en el interior de los distintos recin-
tos a los que daba acceso el patio central de
la vivienda (Irua-Veleia) o siguiendo la aline-
acin d e cualquiera d e los m uros del recinto
dom stico (Las Erm itas, A ndelos, ...) estando
depositados en peq ueas fosas o cub etas
excavadas b ajo el nivel del pavim ento o en
reducidas cistas.
En cuanto a la disposicin de los inhum ados,
stos suelen enterrarse de m anera individual,
predom inando la postura fetal o decbito lateral,
seguida de la decbito supino, siendo sta lti-
m a m s excepcional. Las orientaciones pare-
cen, en un principio,estar m s determ inadas
por la orientacin del m uro que por la significa-
cin de carcter ritual(FILLO Y, 1997: 773).
En tod os los yacim ientos navarros, excep to
Pom paelo, se localizaron enterram ientos infan-
tiles con ciertas piezas de ajuar asociadas
(M EZQ U IR IZ & TA B A R , 2007: 166-167), m ien-
tras que en lava esta circunstancia slo se ha
constatad o en el dep sito en Las E rm itas (no
habindose localizado ofrenda m aterial alguna
en Irua-Veleia):
- A ndelos:El ajuar funerario del recin nacido
est conform ado por una pequea vasija,
que puede representar una aportacin pre-
rrom ana, junto a otros elem entos ya plena-
m ente rom anos com o una cam panilla de
bronce (tintinabulum7), una pulsera del
m ism o m etal y un aro de hierro (Figura 3).
- Villa de las M usas o Arellano: El prim er infantil
(recin nacido) estaba acom paado de un
ajuar com puesto por una cuenta de collar depasta vtrea de color verde azulado y gallona-
da, una cuenta de collar de hueso pulido en
form a de tubito y una m oneda de bronce per-
forada para ser utilizada com o colgante. Al
segundo (de 5 6 m eses) se asoci una
cuenta de pasta vtrea gallonada. El tercer y
ltim o enterram iento careca de ajuar.
- Las Erm itas: Se localiz junto a uno de los
enterram ientos una fina g rapita hem isfrica
de bronce com o elem ento de indum entaria
personal.
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Fig 3. Ajuar y enterram iento infantil de A ndelos (M ER Q U R IZ & TAB AR ,2007: 166).
7 Se sabe que las cam panillas form ab an parte del ornam ento infantil por la creencia de que su sonido alejab a el m al.
-
EDAD
PRETRMINO
A TRMINO
< 6 MESES6-12 MESES
> 12 MESES
TOTAL
NMERO
6
LAS ERMITAS IRUA-VELEIA ANDELOS POMPAELOVILLAS DE LAS MUSAS O ARELLANO
%
100%
%
100%
NMERO
6
%
100%
100%
%
67%
33%
100%
%
100%
100%
NMERO
1
1
NMERO
21
3
NMERO
1
1
Tabla II: Las inhum aciones infantiles d e los yacim ientos rom anos d e la C uenca A lta/M ed ia d el Ebro (Las E rm itas e Irua-Veleia a falta d e estud io antrop olg ico).
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Para el resto de la com unidad se m antendr
la costum bre paralela de inhum acin y de incine-
racin (visiblem ente prioritaria) com o puede evi-
denciarse en las necrpolis rom anas de la zona:
la de C arasta en lava, la de La C him enea en La
Rioja y las de El M ontecillo, Santa C riz e Iturissa
en N avarra, entre otras.
Ser ya en poca bajoim perial, al m enos
desde el siglo IV d. C ., cuando se aprecie un
cam bio notorio respecto al tratam iento funerario.
ste se m anifiesta en la generalizacin de la inhu-
m acin individualizada en necrpolis (abando-
nando la prctica de la crem acin) de m ayores y
nios. Este fenm eno im bricado dentro de unos
territorios plenam ente rom anizados y de la m ano,
m uy posiblem ente, de nuevas creencias de tiporeligioso no term in, sin em bargo y com o vere-
m os a continuacin, con la costum bre de enterrar
a ciertos individuos infantiles (especialm ente neo-
natos) dentro de los poblados y en relacin con
estructuras habitacionales.
2.3. Los tiempos medievales
D urante poca m edieval, la form a funeraria
m s habitual continu siendo la inhum acin indi-
vidual (o doble a lo sum o) tanto para adultoscom o sub adultos, observndose una tendencia
a hom ogeneizar las prcticas rituales.
Llam a la atencin a este respecto, segn
resaltan R . G ilchrist y B . Sloane (2005: 155-
156), que en las sepulturas infantiles se colo-
que a las criaturas de lado, en posicin de dor-
m ir, cuando la posicin norm al de ad ultos y
subadultos en las necrpolis cristianas era la
de boca arriba, con el cuerpo estirado; este
hecho, seg n los autores citad os, parece sug e-
rir en s m ism o un tratam iento especial (un cui-
dado) hacia los m s pequeos.
Igualm ente, se evidencia que los recin naci-
dos e infantiles eran enterrados junto a un consi-
derable nm ero de objetos que haban sido colo-
cados durante el proceso de lavado y prepara-
cin del cuerpo en el hogar y que en su m ayora
son interpretados com o am uletos con funcin
protectora (cruces, conchas -insignias de pere-
grinaje-, ...) o relacionados con el trabajo dom s-
tico fem enino; y se ha d em ostrado en gran
nm ero de yacim ientos de todo el occidente
europeo un especial cuidado en la ubicacin desus sepulturas en cem enterios e iglesias (en
torno a la pila bautism al o agrupados en un lugar
especial -m uros o extrem os de las naves-, por
ejem plo).
As, si tenem os en cuenta "la localizacin delas sepulturas, la posicin del cuerpo y la colo-
cacin de presentes funerarios ap otrop aicos,
podem os pensar que las m ujeres m edievales
que prep araban los cuerpos para su sep ultura
se preocupaban especialm ente por ofrecer una
proteccin esp ecial a los peq ueos(G ILC H -
R IST, 2005: 64).
A los datos anteriores, nos resta aadir para
com pletar el panoram a, la sorprendente continui-
dad de la p rctica de inhum ar a ciertos infantiles
dentro del espacio dom stico de las casas yfuera del terreno consagrado de la iglesia o
cem enterio, lo que parece resaltar de nuevo el
deseo de ofrecer una proteccin adicional a los
m s pequeos.
As las cosas, no debem os caer en el error de
considerar autom ticam ente que todos los entie-
rros dom sticos fueran para infantiles fallecidos
sin haber sido bautizados (com o ocurrir m s
tarde), pues han sido localizados nios inhum a-
dos en diversos contextos habitacionales lo sufi-
cientem ente m ayores com o para haber recibido
este sacram ento y, por tanto, debem os valorar
que enterrarle en casa pudo ser resultado de una
decisin deliberada, que adem s debi traer
consigo un interesante desafo a la autoridad
eclesistica al im pedir el entierro en suelo consa-
grado(RAH TZ, 1969: 88).
En el m arco espacial que nos ocupa, de
m om ento slo han sido localizados tres casos:
dos enterram ientos infantiles b ajo un suelo
m edieval de una casa celtibrica reutilizada en
C ontrebia Leukade (Aguilar del Ro Alham a, La
Rioja) (Figura 4) y un enterram iento infantil en unaestructura habitacional identificada com o long-
houseo casa alargada, situada en el yacim iento
altom edieval de A istra (Zalduondo, lava).
2.4. La Edad Moderna y Contempornea
H asta el prim er cuarto del siglo XX ha perdu-
rado en ciertas localidades vascas y navarras la
prctica de dar sepultura a los nios m uertos sin
bautizar bajo el alero de la casa (entre el m uro y
la lnea de la gotera), en un terreno contiguo a ella
y/o huerto dom stico, o en el propio recinto habi-tacional. As lo constata J. M . Barandiarn en
204 TERESA FERN ND EZ CRESPO
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Fig 4. Enterram iento infantil en un suelo m edieval de una casa celtibrica reutilizada en C ontrebia Leukad e (H ER N N D EZ VE R A & M A R TN EZ TO R R EC I-LLA , 1993: 16).
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varias localidad es de la Rioja Alavesa dond e se
les enterraba en el propio recinto de la casa
(BARAN D IARN , 1970: 39) y en Zugarram urdi,
G arde y A rtajona, en N avarra, donde se les inhu-
m aba en el huerto (baratzea) de su casa natal
(BARAN D IARN , 1983: 332).
Si no era as, haba para ellos una parte en el
cem enterio no bendecida (norm alm ente situada
en una esquina) llam ada lim bo o linboa (com o el
lugar al que iban las alm as de los no bautizados)
dedicado a nios nacidos m uertos o fallecidos sin
bautizar, ya que no se les consideraba cristianos8.
Respecto al ritual que all se practicaba se
sabe que, generalm ente, era el padre de la criatu-
ra el que le daba sepultura con ayuda del enterra-dor u otro fam iliar o allegado. La asistencia al fune-
ral sola ser restringida y rara vez acudan m s de
dos personas; asim ism o no se realizaba cerem o-
nia alguna ni oficios religiosos, y en la m ayora de
los casos el sacerdote no estaba presente.
O tro dato, es que a los nios nacidos m uertos
o fallecidos sin bautizar no se les sola dar sepul-
tura en un atad , sino envueltos en paos o intro-
ducidos en rudim entarias cajas de m adera o car-
tn. As, por ejem plo, en Artziniega, Berganzo y
Ribera A lta eran envueltos en una sbana, en
Apodaca en un paal, en Am zaga de Zuya y
Artajona era com n usar una caja de zapatos, en
M oreda en un barreo, en San M artn de U nx los
nios en una cajita de m adera y los abortos en
una cualquiera pero digna, y en Allo y en G arde
se usaban igualm ente cajas. Solam ente en
Sangesa, M onreal y Viana se les enterraba en
una caja blanca com o los dem s nios que hab-
an recibido el bautism o.
Tenem os constancia, en contraposicin a la
falta de cerem onia de los inhum ados en ellim bo,
de que cuando eran enterrados en la casa o ensus cercanas (huerto), s se realizaban algunas
prcticas rituales: aunque igualm ente se les sola
enterrar envueltos en un trapo o tela blanca, al
darles sepultura siem pre depositaban algunas
flores y se dedicaba algn rezo.
El patente desinters m anifestado por la
Iglesia ante las alm as de estos nios no b autiza-
dos parece estar directam ente vinculado a la
continuidad de esta prctica diferencial. Los
padres creeran, en cierto m odo, estar brindand o
a estos nios la proteccin que las instancias
eclesisticas se negaban a ofrecer o un am paro
sim ilar dentro del seno fam iliar.
3. INTERPRETACIONES
A unque es verdad que el hecho de la m uer-
te es un asp ecto que las socied ad es intentan
asum ir e incorporar a su com pleja concepcin
del m undo a travs de la sacralizacin de cier-
tas esferas d e lo cotidiano (A N D R S, 1999:
38), existen situaciones en las que un p roceso
ind esead o cond uce a sustraer ciertos aconte-
cim ientos d e la conducta ritualizada habitual
aplicada a los restantes g rupos sociales(C H A PA , 2003: 120).
Resp ecto al tem a de las inhum aciones infan-
tiles nos encontram os, desd e la E dad de
B ronce-H ierro, ante dos series de paralelos:por
una parte la costum bre de enterrar a los nios
en las viviendas, por otra la de inhum ar a los
nios de corta edad en una poca en que los
dem s cadveres se incineraban. N os parece
entrever que la inhum acin en las viviendas per-
tenece a un am plio sustrato m uy antiguo. A l
difundirse m s tarde el rito de la incineracin seconservara nicam ente la costum bre de reser-
var las inhum aciones para los nios, por razones
que d esconocem os entre las que algn p apel
debi jugar el carcter sacro d e la casa. D esde
luego, am bas series de analogas no parecen
ser prod ucto d e una idea elem ental
(Elem entargedanke, en las teoras de B astian),
que nazca espontneam ente en diversas reas
culturales(M A RC O S PO U S, 1979: 100).
En cualquier caso, y pese a la conservacin
preferencial de los neonatos e infantiles afecta-
dos por esta prctica funeraria, hem os de resal-
tar que el nm ero de nios de corta edad recu-
perados en intervenciones arqueolgicas (tanto
en pob lad os com o en necrp olis), a lo largo d e
todas las etapas histricas resulta m uy lim itado,
teniendo en cuenta que hasta pocas recientes
las socied ades han deb ido afrontar un alto por-
centaje d e prdida d e los nios concebidos,
tanto d urante su gestacin com o su nacim iento
y prim eras fases de la vida (BEA U SA N G , 2000).
206 TERESA FERN ND EZ CRESPO
8 Se conoce la existencia d e este recinto en d iversos pueb los navarros (Aoiz, A llo, M onreal, A rtajona, O banos, G oizueta, ...) y alaveses
(G am boa, M endiola, M ored a, Valdegob a, Bernedo, ...).
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Sin em bargo, y asum iendo que en unos
casos la m uerte infantil debe o prefiere ocultarse
(infanticidio de nios no deseados o m uertes
espontneas de bebs deseados) antes de que
su existencia sea conocida y asum ida socialm en-
te, que en otros, aunque pblica supone una
enorm e decepcin (al ser considerada com o un
m al augurio o un fracaso) que debe ser pronta-
m ente superada, y que, en general, los nios
pequeos tienen bastante m erm ado su reconoci-
m iento social (a veces por no haber pasado algn
rito de paso, com o el bautism o), resulta lgica su
lim itada representatividad funeraria.
M otivados por el alto ndice de m ortalidad
infantil, en alguna ocasin los historiadores hab-
an sostenido que la elevada tasa de m ortalidadim peda a los padres forjar vnculos afectivos sig-
nificativos con sus hijos (ARIS, 1965), aunque
estudios posteriores han desestim ado esta visin
(SH AH AR, 1990; O RM E, 2001). As, el tratam ien-
to especial que reciban los m s pequeos, m s
obvio en tanto en cuanto nos vam os acercando a
la actualidad, parece apoyar esta ltim a lnea
interpretativa, sugiriendo que el vnculo em ocio-
nal con los recin nacidos era intenso. Ya J.
M aluquer de M otes (1958: 143) en el estudio del
yacim iento d e C ortes de N avarra identifica en lasinhum aciones infantiles que docum enta el cuida-
do y la ilusin que se tena en los chiquillos y
cm o eran sentidas estas prdidas.
Lleg ad os a este punto, nicam ente nos
queda presentar las dos grand es hiptesis inter-
pretativas que tratan de explicar este fenm eno,
especialm ente en sus fases antiguas (pues los
m otivos en las m s recientes se encuentran algo
m s esclarecidos gracias a las fuentes escritas):
- Se tratara de enterram ientos que respond en
a un culto necroltico, plantendose la posibi-lidad de hallarnos bien ante un ritual de pro-
teccin de la casa o bien de fertilidad de la
tierra, en el que se ofrecera al nio com o
ofrenda (G U SI, 1989), teora vinculada a la
existencia de tales sacrificios entre las p obla-
ciones sem ticas (G U SI, 1970: 65-70)9. N o
obstante, no podem os extrapolar este hori-
zonte conceptual sem ita con lo que sucede
en el m arco espacial que nos ocupa sin tener
en cuenta el fuerte proceso de aculturacin
poltico-poblacional que im plicara, adem s
de dos claras diferencias con el fenm eno a
nivel peninsular: por un lado, el sacrificio del
m undo sem ita se relaciona con la incinera-
cin de los cuerpos ofrecidos (no la inhum a-
cin) y, por otro, el enterram iento se realiza en
necrpolis especiales para nios llam adas
tofets y no en los poblados en relacin a
estructuras de habitacin.
- Se tratara de nios fallecidos de form a natu-
ral a los que se deposita en relacin a zonas
dom sticas, respondiendo a unas determ ina-das creencias de tipo espiritual10 que podran
interpretarse com o una finalidad de protec-
cin especialhacia el propio individuo
(G ILC H RIST, 2005: 64), com o una integracin
en un determ inado status dentro del grupo11,
o com o la intencin de favorecer sim blica-
m ente su retorno al tero m aterno para su
renacim iento desde el M s All a travs del
seno telrico(ARM END R IZ & D E M IG U EL,
2006: 41). D e hecho, estas creencias, por las
que al nio que no ha alcanzado el estatus dem iem bro de pleno derecho en su com unidad
de vida es enterrado en las proxim idades de
su hogar, cuentan con la com entada perdura-
cin etnogrfica recogida por Jos M iguel de
Barandiarn para el Pas Vasco y N avarra
(Barandiarn, 1959).
As las cosas, aunque actualm ente hay quien
apunta a la existencia de sacrificios infantiles con
el fin de otorgar un carcter profilctico al hogar,
la m ayora de los autores abogan por considerar-
lo estrictam ente un ritual funerario que obedece a
enterram ientos d e nios m uertos tem pranam ente
por causas naturales.
Aun lejos de com prender esta idiosincrasia,
sobre todo en las pocas m s antiguas, todo
parece indicar esto ltim o; es decir: que nos
encontram os ante m uertes naturales de p ersonas
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9 F. G usi en los 70 barajab a la p osibilidad de q ue estos enterram ientos tuvieran su origen en el sacri cio ritual del prim og nito p racticado en
el m undo fenicio-cartag ins con nes pro lcticos.10 En el m undo rom ano, por ejem plo, seg n palab ras de P linio (H.N ., VII, 16),la costum bre req uiere q ue no se incinere a un ser hum ano q ue
ha fallecido antes de haber tenido dientes.11
Los grieg os consideraban que el fuego d el hogar sim boliza la vida colectiva d el clan de form a q ue, enterrando al nio m uerto cerca de l,se preservara la conservacin de la unidad fam iliar. A sim ism o, la inhum acin en la socied ad grieg a estab a reservada a los nios, ya que exis-
ta la creencia d e q ue el contacto con la tierra facilitab a el retorno al seno m aterno y pod a, por tanto, renacer (PU EC H , 1980).
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que no han alcanzado socialm ente el estatus de
m iem bros de pleno derecho de la sociedad (slo
alcanzado tras la superacin de ciertos ritos de
paso), pues no se tiene constancia d e la realiza-
cin de actos violentos docum entndose nota-
bles diferencias en relacin a la prctica sem tica
de la que algunos creen es originaria.
4. EL ENTERRAMIENTO INFANTIL DE AISTRA (LAVA)
4.1. Introduccin
El yacim iento de Aistra, situado en la proxim i-
dad de los pueblos de A raia y de Zalduondo, es
una antigua aldea fundada en la Alta Edad M edia
a los pies de la sierra de Aizkorri.
El elem ento m s significativo que caracteriza
en la actualidad el yacim iento de Aistra es la erm i-
ta de San Julin y Santa Basilisa, iglesia de los
siglos IX-X.En la excavacin que se realiz, por
parte de E. G arca R etes a inicios de los 80, en el
perm etro exterior del edificio se recuperaron un
total de 31 tum bas (de lajas o excavadas en la
roca) distribuidas en dos niveles de enterram ien-
tos. La m ayor parte de estos enterram ientos,
fechados entre los siglos XII-XIV, eran de indivi-
duos infantiles o recin nacidos(REYN O LD S &
Q U IR S, 2007): lo que una vez m s docum enta laalta m ortalidad infantil que caracteriza las socie-
dades preindustriales.
N o obstante, el despoblado de A istra es
m ucho m s que una erm ita altom edieval y su
necrpolis. En las 10 H a de extensin del trm ino
de Aistram endi destaca la presencia de siete
terrazas agrarias en el lado oeste, as com o otros
espacios que presentan claros indicios de ocupa-
cin antrpica. Es precisam ente en uno de estos
espacios dom sticos asociado a la ocupacin
altom edieval, identificado com o una casa alarga-
da (o longhouse), donde se ha localizado la inhu-
m acin infantil que nos disponem os a estudiar.
4.2. El enterramiento
4 2 1 S itua c in :el recinto de la longhouse,
en el que se localiz el enterram iento, est situadoen el sector de excavacin AB (al N E de la erm ita
de San Julin y Santa Basilisa) tiene unas dim en-
siones de 20 x 6 m , y una extensin total de unos
109 m 2 divididos en tres espacios principales (m uy
posiblem ente con funcionalidades diferentes) divi-
didos entre s por alineaciones de postes. La orien-
tacin de la estructura es N N O -SSE, por lo que no
se encuentra en eje ni con la iglesia ni con las
estructuras identificadas. En el lado oeste consta
de una doble serie de postes, lo que parece indi-
car, que posee un pequeo porte en el acceso al
edificio. El enterram iento (cubierto por lajas) selocaliz, exactam ente, en el sector SO de la long-
house, entre dos agujeros de poste (Figura 5).
208 TERESA FERN ND EZ CRESPO
Fig 5. Localizacin del enterram iento d e lajas dentro d e la p lanta d e la longhouse (fotografa facilitad a p or J. A . Q uirs y A . R eynolds).
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4 2 2 T ra ta m ie n to : se trata de una
inhum acin prim aria (evidencind ose una clara
disposicin anatm ica) en la que el individuo
se d eposit d irectam ente en una pequea fosa
sim ple, practicada en el suelo, con dos m am -
puestos calizos en la cabecera y cubierta p or
dos lajas calizas irregulares (Figura 6).
4 2 4 O rie n ta c i n : la tum ba, al igual
que el cuerpo del infantil, estaba orientada en
direccin S O -N E, siguiendo la m ism a orienta-
cin de los m uros o pared es que dividan las
estancias de la casa.
4 2 3 P os tu ra: el sujeto, que no presenta-
ba una buena conservacin, se encontraba enposicin decbito lateral, con los brazos recogi-
dos y las piernas plegadas (Figura 7).
4 2 5 A ju a r: no se localiz ningn vesti-
gio d e cultura m aterial asociado a dicho ente-
rram iento (Figura 8).
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Fig 6. D etalle d e las lajas calizas que cubran la fosa (fotog rafa facilitada p or J. A . Q uirs y A . R eynolds).
Fig 7. D isposicin d el ind ividuo infantil dentro d e la fosa (fotog rafa facilitada por J. A . Q uirs y A . R eynolds).
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4.3. El estudio antropolgico
4 3 1 In tro d u c c i n : el presente trabajoconstituye un inform e prelim inar sobre los restoshum anos recuperados en el despoblado d uran-te la cam paa de excavacin de 2007 realizadabajo la direccin de Juan A ntonio Q uirs yA ndrew R eynolds. C on l, esencialm ente, pre-tendem os definir las caractersticas antropolgi-cas bsicas del individuo infantil exhum ado
durante dicha cam paa.4 3 2 M a te ria l: el m aterial a analizar es un
esqueleto infantil. El conjunto osteolgico a estu-diar se encontraba alm acenado en una bolsa deplstico, existiendo en ella notas de referencia alyacim iento arqueolgico de procedencia, a laU nidad Estratigrfica en la que fueron encontradosy al individuo al que pertenecan.
4 3 3 M to d o s :
a) Lim pieza y consolidacin: un som ero proceso
de lim pieza posibilit una m ejor apreciacin de
las caractersticas m acroscpicas de algunoshuesos. ste se realiz en seco utilizando ni-
cam ente cepillos de dientes. En la restauracin
de los m ateriales que estim am os oportuno
consolidar se utiliz cola cerulsica transpa-
rente, por tratarse de un adhesivo fcilm ente
elim inable. Finalm ente, se opt por cribar con
un cedazo de m alla fina la tierra que quedaba
en la bolsa gracias a lo cual pudieron recupe-
rarse elem entos de m uy pequeo tam ao
(huesos del odo) que posiblem ente de otro
m odo hubieran pasado inadvertidos.b) Recogida de datos: para facilitar la recogida
de datos se cre una ficha norm alizada (ver
4.3.4). En sta se recoga la inform acin bsi-
ca sobre el yacim iento y todos los aspectos
antropolgicos de inters.
c) Estim acin d e la ed ad:la estim acin de la
ed ad se ha realizad o atendiendo a los
caracteres usualm ente em pleados para
esta finalidad en infantiles en este caso,
m ediante el anlisis d e la longitud de los
huesos largos (O LIVIER & PIN EA U 1960;FA ZEK A S & K O SA , 1978).
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Fig 8. Sep ultura vaca tras finalizar la exhum acin de cuerpo (fotografa facilitad a por J. A. Q uirs y A . Reynolds).
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d) D iagnstico sexual:la estim acin d el sexo a
partir del esqueleto inm aduro ha sido
am pliam ente debatida en la literatura. N o
obstante, la m ayora de los autores (M AS-
SET, 1986) creen im posible reconocerlo en
el esq ueleto inm aduro. Esto se debe esen-
cialm ente a que los criterios utilizados para
este fin estn basados en la observacin de
los caracteres sexuales secund arios cuyo
desarrollo no se inicia hasta la pubertad. Por
tanto, y aunq ue hem os optad o por seg uir las
directrices planteadas por uno de estos
m todos (C AN C I & M IN O ZZ I, 2005), con el
fin de ofrecer un resultad o algo m s com ple-
to que el reducido a la estim acin de la
edad, hem os de m anifestar, tam bin pornuestra parte, ciertas reticencias.
e) C aracteres m tricos: las particularidades del
esqueleto inm ad uro hacen im posible la apli-
cacin d e las tcnicas m s utilizadas para
los adultos basadas, en m ayor o m enor
m ed ida, en las prop uestas de M artn & Saller
(1957). Por ello se ha utilizado una seleccin
de ellas, propuestas p or O . M ercadel, D .
C am pillo y A . Prez (1990) para el estudio
antropolgico de Alto de la C ruz, en C ortes
de N avarra, centradas nicam ente en elesqueleto postcraneal y basadas en la longi-
tud diafisaria de los huesos largos (O LIVIER
& PIN EA U , 1960).
f) D eterm inacin de la estatura: se decidiaplicar las tablas de B althazard y D ervieux(1921), O livier y P ineau (1960), Fazekas yK osa (1978) por ser las m s reconocidas yutilizadas para el estudio de la talla en fetose infantiles, y para p oder com parar susresultados.
g) Paleop atologa: por ltim o, cabe m encionarque el diagnstico paleopatolgico ha sidoefectuado nicam ente a travs de la obser-vacin m acroscp ica de los restos.
4 3 4 F ic h a a n a ltic a :
A. INFO RM AC I N G ENERAL:
Yacim iento: A istra, Zalduondo ( lava)
C ronologa: A ltom ed ieval
Identificacin del individuo: U nidad
Estratigrfica 456
B. RELACI N D E RESTO S CO N SERVAD O S:ES Q U E LE TO C R A N E A L:
N eurocrneo: parte anterior de los dos hem i-
frontales (arcos supraciliares, borde y techo
de las rbitas y parte de las apfisis orbita-
rias externas), los dos peascos de los tem -
porales (no hallndose vestigios de las esca-
m as), fragm entos de los dos parietales, frag-
m entos de occipital (no conservndose la
parte basilar), huesillos del odo (dos yun-
ques y un m artillo) y el esfenoides.
Esplacnocrneo: fragm entos del esfenoides,
am bos huesos m alares, un pequeo frag-
m ento de m axila, parte d e un lacrim al, diver-
sas porciones de am bas hem im andbulas
(parte de los cndilos y las snfisis, y varios
fragm entos y esquirlas pertenecientes a las
ram as (no habindose evidenciado la pre-sencia de grm enes dentarios).
ES Q U E LE TO P O S TC R A N E A L:
Tronco:
- 3 p rim eros pares de costillas com pletas,
el resto notablem ente fracturadas.
- 44 hem iarcos vertebrales (10 cervicales,
22 dorsales y 12 lum bares).
- 11 cuerpos verteb rales.
Extrem idad superior:-C intura escapular: las dos clavculas (la
izquierda rota) y las dos escpulas (sin
apfisis caracoides ni acrom ion).
- Los dos hm eros.
- Los dos cbitos.
- Los dos radios.
- 3 m etacarpianos y 8 falanges de la m ano.
Extrem idad inferior:
-C intura pelviana: las dos porciones ilacashuesos ilacos y un hueso isquitico (posi-
blem ente derecho).
-Los dos fm ures (con leves prdidas de
sustancia en las epfisis distales).
- Las dos tibias (con sutiles prdidas de
sustancia en am bas epfisis).
- Los dos perons, am bos fragm entados.
- 8 m etatarsianos y 6 falanges del pie.
C . C AR AC TERES M TRIC O S:
B IO M ETR A (LO N G ITU D E S M X IM A S D IA FIS AR IA S D E LO SH U ESO S LA RG O S) Y TALLA:
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D . SIG N O S PALEO PATO L G IC O S:
N o se ha identificado ning n signo de enferm e-
dad o m alform acin.
E. C AR AC TERIZAC I N A N TRO PO L G IC A:
Estim acin de la edad : se trata de un recinnacido (entendiendo com o tal aqul que ha lle-
gad o al final de las 36 sem anas de gestacin)
que, tras nacer, posiblem ente sobrevivi al
m enos un par de sem anas m s (no llegando,
seg uram ente, a alcanzar el prim er m es d e vida).
Para Fazekas y K osa (1978) un individuo con
una talla de 51,19 cm . estara entre los nueve
m eses y m edio (48 cm .) y los 10 m eses luna-
res (51,5 cm .).
M ientras que para O livier y Pineau (1960) un
individuo de 50,53 cm . estara m uy prxim o a laestatura estim ada para un neonato (50,02 cm .)
Estim acin de sexo: el anlisis de ciertas
caractersticas d el leo (C A N C I & M IN O ZZI,
2005: 127) parece apuntar hacia el predom inio
de los caracteres sexuales fem eninos. Sin
em bargo, y dad a la corta ed ad del ind ividuo
estud iad o, creem os que este resultad o d eb eser tom ad o con reservas, atend iend o al eleva-
do m argen d e error que ofrecen los m todos
de diagnstico sexual para los infantiles.
F. IM G EN ES:
Incluim os a continuacin las im g enes de
esqueleto craneal (Figura 9) y d el esqueleto
craneal (Figura 10) obtenidas tras la identifica-
cin de las distintas p orciones seas:
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212 TERESA FERN ND EZ CRESPO
Olivier y Pineau (1960)
Fazekas y Kosa (1978):
HUESOHmero
Fmur
Tibia
TALLA51,16 cm.
50,33 cm.
50,10 cm.
50,53 cm.
MEDIA65 mm.
73 mm.
63 mm.
IZQUIERDO65 mm.
73 mm.
63 mm.
DERECHO65 mm.
73 mm.
63 mm.
Extremidades
Tabla IV: Estim acin de la talla seg n O livier y Pineau (1960).
Balthazard y Dervieux (1921)
HUESO
Hmero
FmurTibia
TALLA
48,85 cm.
48,95 cm.50,25 cm.
49,35 cm.
MEDIA
65 mm.
73 mm.63 mm.
IZQUIERDO
65 mm.
73 mm.63 mm.
DERECHO
65 mm.
73 mm.63 mm.
Extremidades
Tabla V: Estim acin de la talla segn Balthazard y D ervieux (1921).
HUESO
Hmero
Cbito
Radio
Fmur
Tibia
Peron
TALLA
51,35 cm.
50,76 cm.
52,00 cm.51,37 cm.
51,52 cm.
50,51 cm.
-
51,01 cm.
51,19 cm.
MEDIA
65 mm.
59 mm.
51 mm.
73 mm.
63 mm.
-
IZQUIERDO
65 mm.
59 mm.
51 mm.
73 mm.
63 mm.
-
DERECHO
65 mm.
59 mm.
51 mm.
73 mm.
63 mm.
-
Extremidad superior
Extremidad inferiorExtremidades
Tabla III: Estim acin de la talla segn Fazekas y Kosa (1978).
-
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4 3 5 D is c u s i n : El individuo de Aistra, com o
hem os podido observar, encaja perfectam ente en
la dinm ica diferencial de enterram ientos infanti-les en contextos dom sticos:
- Se trata de un lactante de pocas sem anas.
- La inhum acin se realiz entre dos agujeros
de p oste, siguiendo la m ism a orientacin de
las paredes que dividan la cabaa.
- Fue depositado en una fosa sim ple, practica-
da en el suelo, con dos m am puestos calizos
en la cabecera y cubierta por dos lajas cali-
zas irregulares.
- M antena una posicin replegada y una pos-tura en decbito lateral.
- En este caso no se localiz ajuar u ofrenda
m aterial alguna.
Llam a poderosam ente la atencin al respec-
to, la presencia tam bin en Aistra de un lim bo de
los niosen la erm ita de San Julin y Santa
Basilisa, antigua parroquia del despoblado: de
las 31 sepulturas all localizadas y excavadas
(bajo la direccin de E. G arca R etes en 1979-1980), 23 correspondan a bebs12 (G M EZ y
G O N Z LEZ, en prensa13).
Este hallazgo arqueolgico ha sido interpreta-do por A. G m ez y A. G onzlez com o una necr-polis de bebsbasndose en los am plia docu-m entacin francesa (G ARN O TEL & FABR, 1997;H ERRIO N , 1997; entre otros) y defienden que elejem plo aqu presentado dem uestra que este tipode tratam iento funerario, que algunos atribuyen alos bautism os de urgencia aquellos d estinadosa salvar las alm as de los m uertos alred edor del
nacim iento-, no est ausente en la PennsulaIbrica, com o m anifiesta J. G lis (2006)". N o des-cartan, sin em bargo, que la concentracin eleva-da de perinatales en una necrpolis pueda serresultado de las condiciones de vida adversaspropias de la poca (ham brunas, condicioneshiginico-sanitarias, ...).
213LOS EN TERRAM IENTO S INFANTILES EN CO NTEXTOS D O M STICO S EN LA C UEN CA ALTA/M EDIA D EL EBRO :A PRO P SITO D E LA IN HU M AC I N D EL DESPO BLAD O ALTO M EDIEVAL D E AISTRA (LAVA).
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12 La estim acin de la edad se realiz m ediante el estudio d e la longitud de grm enes dentales de calci cacin (D EU TC H , TAM & SN AC K, 1985;
LIVE RSID G E, D EA N & M O LLESO N , 1993). D e los bebs hallados slo 12 conservaban restos dentales y perm itieron usar esta m etodologa p ara
conocer su edad; as 5 de ellos oscilaban entre los ocho m eses de gestacin y los tres m eses y los otros 7 entre uno y nueve m eses. D el resto sabe-
m os por su tam ao (U BELA KER, 1978) que 3 de los individuos debieron m orir antes del prim er ao de vida y los otros 8 m uy cerca del nacim iento.13 Inform acin indita am ab lem ente facilitad a p or los autores (proced ente d el pster que p resentaron el pasado ao en el IX C ongreso N acional
de Paleopatolog a).
Fig 9. Esqueleto craneal. Fig 10. Esqueleto p ostcraneal.
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En este caso, las tum bas m ostraban una
cuidada disposicin y orientacin junto a los
m uros, alrededor de la erm ita, principalm ente
rod eando la cabecera. Esta d isposicin ha sido
exp licada por los citad os autores com o una
ap arente bsq ueda de proteccinque para
ellos apoyara la hiptesis que relaciona estos
enterram ientos con una prctica m uy conocida
en la Europa M edieval: el nio m uerto, sobre el
que alguien deb a ob servar un signo de vida
para legitim ar el rito, recibira el bautism o justo
antes d e recibir sepultura, en este caso, junto a
los m uros de la erm ita.
Aunque estos autores tanto en el ttulo del
citado artculo (G M EZ & G O N Z LEZ , 2007)
com o en otro anterior (G O N ZLEZ, G M EZ &
ETXEBERRA, 2006) hacen referencia reiterada al
concepto lim bo cuando se refieren a la acum ula-
cin de perinatales localizada en la necrpolis d e
Aistra, quiz no sea se el trm ino m s adecua-
do pues, por un lado, el concepto de lim boo lim -
boa es utilizado por J. M . de B arand iarn con
anterioridad (1970, 1983) para hacer referencia a
la parte del cem enterio no bendecida (norm al-
m ente en una esquina) dond e se enterraba a
nios que no haban recibido el bautism o, y por
otro, el Lim bo, es tam bin el lugar donde van lasalm as de los m uertos sin bautizar. Ante esto y
dado que ellos defienden la hiptesis de que los
pequeos reciban el sacram ento antes de ser
inhum ados (y por tanto quedaban libres del
Pecado O riginal que los cond enab aal Lim bo),
no parece dem asiado acertado usar ese apelati-
vo y m enos asim ilar los trm inos lim boy necr-
polis de bebscuando desde una perspectiva
teolgico-etnogrfica (aunque am bos respondan
m aterialm ente a una acum ulacin de perinatales)
son claram ente opuestos.
N o obstante y dejando atrs la discusin ter-
m inolgica o la valoracin lxica de lo apropiado
o inapropiado de los conceptos utilizados, la
cuestin que realm ente deb e inquietarnos es la
interpretacin de nuestro hallazgo en relacin con
la acum ulacin de infantiles docum entada en la
necrpolis de Aistra; o, en otras palabras, tratar
de esclarecer qu llev a unos padres a decidir
enterrar a su hijo recin nacido en su hogar y no
en un recinto diferencial consagrado o necrpolis
de bebs(si fue bautizado) o en uno no consa-
grado o lim bo (si no lo fue). Pero obviam ente staes una pregunta de m uy difcil respuesta que slo
podrem os contestar cuando las investigaciones
arqueolgicas aporten m s datos sobre la diver-
sidad de dinm icas rituales que afectan a los m s
pequeos de la com unidad.
Elucubrar sobre las causas de su entierro en el
hogar fam iliar no tiene, por tanto, lugar en este art-
culo ya que, al tratarse de un caso aislado, a penas
m anejam os datos que perm itan valorar la infinidad
de razones de las que puede ser resultado. N o
obstante, lo que s podem os extraer de este com -
portam iento, es perduracin de ciertas costum -
bres atvicas(AZKARATE, 2007: 182) que pare-
cen fundam entadas en la idea de ofrecer un cui-
dado o proteccin especiala los m s pequeos.
5. CONCLUSIONES
- El ritual diferencial de la inhum acin d e infan-
tiles en contextos d om sticos es, al parecer,
una costum bre indoeuropea extend ida por
toda la C uenca M editerrnea y que se detec-
ta en la P ennsula Ibrica, y m s concreta-
m ente en la C uenca A lta/M edia del Ebro,
desde el Bronce Final.
- Pasa a ser un hecho arqueolgico am pliam en-
te docum entado en la Edad de H ierro (La
H oya, Atxa, Las Eretas, C ortes de N avarra,
Fiterio y Libia) y su perduracin se constata en
p oca rom ana (Las Erm itas, Irua-Veleia,
Andelos, Villa de las M usas y Pom paelo),
m ed ieval (Aistra y C ontrebia Leukade), m oder-
na y contem pornea (hasta el prim er cuarto del
siglo XX) en ciertas localidades de La Rioja
Alavesa y N avarra.
- La disposicin de los enterram ientos suele
agrup arse bien en la zona central del espacio
habitacional, bien en la parte trasera del recin-
to, bien siguiendo los m uros.
- Las inhum aciones acostum bran a ser indivi-
duales, predom inando posturas flexionadas y
recostadas en decbito lateral con orientacio-
nes variadas (m uchas veces m s determ ina-
das por la orientacin del m uro que por la sig-
nificacin ritual).
- Los bebs y nios, en la m ayor parte de los
casos, son depositados en pequeas fosas
practicadas en los suelos y los ajuares que los
acom paan (cuando los hay) son, general-
m ente, escasos pero suelen atriburseles unafinalidad apotropaica o protectora.
214 TERESA FERN ND EZ CRESPO
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- Frente a las dos grandes hiptesis interpretati-
vas: nios sacrificados con fines profilcticos(planteando la posibilidad de hallarnos ante un
ritual de proteccin de la casa o de fertilidad dela tierra vinculado a la existencia de tales sacri-
ficios entre las poblaciones sem ticas) y nios
fallecidos de form a natural depositados enzonas dom sticas (com o respuesta a unas cre-
encias de tipo espiritual que podran responderal deseo de ofrecer una proteccin especial),
nos decantam os por sta ltim a basndonos,
principalm ente, en la falta de datos que apo-yen la realizacin de d ichos actos violentos y
en las notables diferencias existentes en rela-cin a la prctica sem tica a la que algunos ven
com o su origen (en sta, com o ya hem os m en-cionado, el sacrificio se relaciona con la incine-
racin de los cuerpos ofrecidos -no la inhum a-
cin- y los restos de los nios se depositan ennecrpolis especiales llam adas tofets -y no
bajo las casas-).
- Respecto al lactante localizado en A istra:
a) Por un lado, ste se enm arca perfectam ente
dentro de la idiosincrasia planteada, pues setrata d e un recin nacido de pocas sem anas
de vida (posiblem ente, no llegando al m es de
vida) que fue inhum ado de m anera individualen una fosa sim ple cubierta por lajas.
Presentaba una postura plegada de decbitolateral, con una orientacin que pareca sim ilar
a la del m uro al que estaba adosado, y careca
de ajuar asociado.
b)Por otro, sin em bargo, llam a la atencin la exis-
tencia tam bin en Aistra de una acum ulacin
(al parecer coetnea) de perinatales en una
zona del cem enterio. Este hallazgo interpreta-
do com o una necrpolis de nios, nos lleva a
plantearnos por qu si, com o afirm an A .G m ez y A. G onzlez (2007), era com n la
prctica de bautizar nios incluso una vez que
haban fallecido, unos padres decidieron ente-
rrar a su hijo recin nacido bajo el suelo de su
casa y no en el terreno consagrado del cem en-
terio. O tra opcin pod ra ser que dicha con-
centracin de perinatales correspondiera a un
lim bo(y no a una necrpolis de bebs) pero,
aunque as fuera (conocem os referencias etno-
grficas de su existencia en poca contem po-
rnea, sin em bargo no tenem os inform aciones
destacadas sobre su uso en poca m edieval),no sabem os por qu valoraron m s la p rotec-
cin del hogar fam iliar que la de la Iglesia pues
en terreno consagrado o no, las tum bas de los
infantiles quedan ag rupad as en torno de la
cabecera d e la erm ita (un lugar supuestam en-
te privilegiado). O bviam ente sta cuestin
debe quedarse, por el m om ento, en una pre-
gunta abierta pues no es fcil entrar a valorar
sin m uchos m s datos que los aqu presenta-
dos una cuestin tan com pleja y tan concreta.
Sin em bargo, creem os que es m uy posible que
exista una relacin con ese deseo acrrim o,
bien docum entado en todas las pocas trata-
das, de ofrecer la m ejor proteccin posible a
los pequeos en su trnsito al M s All.
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