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ay, en el centro del cerebro, fuera
del alcance de la conciencia, un
grupo de neuronas que se ponen a cien
cuando reciben estímulos sexuales. Acti-
vadas por hormonas como la testosterona
o los estrógenos, estas neuronas controlan
el impulso de hacer el amor: en hombres go-
biernan la erección; en mujeres, la conduc-
ta de exhibición genital, y en ambos sexos
producen excitación.
Una vez se inicia el contacto sexual, se re-
gistra en esta región del cerebro una des-
carga masiva de oxitocina, una hormona
que provoca sentimientos de afecto. Es la
misma hormona que inunda el cerebro du-
rante la fase final del parto y refuerza el vín-
culo entre madre y bebé. Y es una hormo-
na que alcanza niveles estratosféricos du-
rante el orgasmo y refuerza probablemen-
te el vínculo de pareja.
Todo ello ocurre en un grupo de neuronas
que pesa apenas cuatro gramos: el hipotá-
lamo. Este núcleo se encuentra en un área
no consciente del cerebro, pero no está
aislado: sus neuronas extienden largos ten-
táculos que conectan con las áreas de la
conciencia. De este modo, cuando se activan
las neuronas que regulan el impulso se-
xual, la persona es consciente de que ex-
perimenta un estado de excitación, aun-
que su capacidad de controlarlo de mane-
ra voluntaria es, digamos, limitada.
Las recientes investigaciones sobre la
importancia del hipotálamo en el compor-
tamiento sexual ilustran la nueva imagen
que los neurocientíficos tienen del cere-
bro. Es una imagen alejada de aquella vie-
ja visión idealista del ser humano como un
ser racional que controla su vida de mane-
ra consciente. También es una imagen ale-
jada de la visión opuesta, según la cual el ser
humano es esclavo de impulsos primarios
subconscientes.
En la nueva visión, lo que las personas ha-
cen, piensan, dicen y deciden “tiene sus raí-
ces en las profundidades del cerebro, al
margen de la voluntad y la razón”, informa
Rafael Maldonado, neurobiólogo de la
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El cerebro es el objeto más complejo del Universo. Hasta hace bien poco su funcionamiento
ha sido un enigma y se le comparaba con una caja negra inaccesible e incomprensible. Aho-
ra, las últimas investigaciones de los neurocientíficos empiezan a desvelar sus secretos.
Las conclusiones ayudan a entender quiénes somos y cómo nos comportamos.
TEXTO DE Josep Corbella Y Xaro Sánchez ILUSTRACIONES DE Raúl
lasrazonesdelcerebro
H
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Estas herramientas para comprender el
cerebro vienen encabezadas por las nuevas
técnicas de imagen que permiten ver qué
ocurre en el interior del cráneo cuando una
persona piensa, canta, recuerda o ríe. Las
imágenes que se obtienen con estas técni-
cas equivalen a radiografías del cerebro en
acción. Con ellas se han identificado áreas
del cerebro que se activan, por ejemplo,
cuando se toma una decisión intuitiva o
cuando se experimenta un sentimiento
místico.
gualmente importantes para com-
prender el cerebro han sido los es-
tudios de pacientes que han sufrido lesiones
neurológicas. Un ejemplo: Phineas Gage,
un obrero de ferrocarriles estadouniden-
se, sufrió un cambio radical de carácter
cuando una barra de hierro le atravesó el
cráneo sin matarle. Había sido un trabajador
ideal y se convirtió en una persona irres-
ponsable y amoral. Tras analizar el cráneo
de Phineas Gage y estudiar a dos pacientes
que sufrieron lesiones neurológicas de niños,
el equipo de Antonio Damasio en la Uni-
versidad de Iowa (EE.UU.) ha identificado el
área del cerebro que aprende las nociones
del bien y del mal: el córtex orbitofrontal.
Este tipo de investigaciones ha mostrado
que, siempre que se deteriora una facultad
mental, se han producido lesiones neuroló-
gicas, es decir, lesiones del cuerpo. Lo que
demuestra que no hay una mente separada
del cuerpo.
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Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Pero la voluntad y la razón, a su vez, influyen
en lo que la persona, es decir, el cerebro, ex-
perimenta.
El cerebro humano, con su kilo y cuarto de
peso y sus cien mil millones de células, es el
objeto más complejo que se conoce en el
Universo. Sus neuronas se comunican entre
ellas a través de redes de alta velocidad y de
exquisita precisión. Si alguien pudiera entrar
ahí dentro, vería telarañas de neuronas en
movimiento, extendiendo sus tentáculos
para contactar unas con otras, comunicán-
dose por medio de un centenar de sustan-
cias químicas distintas. Se trata de una má-
quina tan complicada, y tan inaccesible, que
la manera clásica de explicarla es compararla
con una caja negra. Lo cual es como no ex-
plicar nada. El cerebro, para médicos, psi-
cólogos, filósofos y otros pensadores del
siglo XX, ha sido el gran enigma.
Sin embargo, “debemos dejar de pensar
en el cerebro como una caja negra impene-
trable. La imagen de la caja negra nos hace
sentirnos separados de nuestro cerebro y lle-
va al tipo de pensamiento que separa el
cuerpo de la mente “, sostiene el psiquiatra
Steven Hyman, rector de la Universidad de
Harvard (Estados Unidos). “Ahora tenemos
las herramientas para empezar a compren-
der cómo funciona el cerebro. Hay mucho
que aún no sabemos, pero a medida que
aprendamos a entender el cerebro, enten-
deremos cada vez más cómo funcionamos
como seres humanos.”
I
La unión entre cuerpo y mente es un
ejemplo de hasta qué punto las investiga-
ciones sobre el cerebro afectan a la visión
que los seres humanos tienen de sí mismos.
Y esta visión tiene profundas implicacio-
nes filosóficas (¿existe el libre albedrío?), po-
líticas (¿fracasó el sistema soviético porque
no hizo caso de motivaciones humanas bá-
sicas como la ambición?) y aun religiosas
(¿es la fe un artificio de las neuronas?).
Otro ejemplo revelador es el fin de la di-
visión entre razón y emoción. La vieja teo-
ría de que la razón es lo contrario de la
emoción se ha desmoronado en los años no-
venta al demostrarse que sólo se puede to-
mar decisiones racionales correctas si están
respaldadas por emociones.
Según explica el neurólogo Joseph Le
Doux, de la Universidad de Nueva York, uno
de los líderes mundiales en esta área de in-
vestigación, “son las emociones las que nos
permiten aprender qué es bueno y qué es
malo para nosotros y tomar las decisiones
correctas en consecuencia”.
“Lo que nos hace humanos no es sólo el
razonamiento o sólo la emoción sino la
combinación de ambos”, añade el psiquia-
tra Steven Hyman. “Lo que nos distingue de
los ordenadores son las emociones. Es la co-
nexión entre emoción y cognición lo que nos
permite tomar decisiones en la vida. Imagi-
nen un mundo sin emociones: perdería todo
el sentido. El mundo nos llega lleno de sen-
tido porque lo que nos ocurre tiene un valor
para nosotros.”
Pese a los avances hechos en los últimos
años, el neurobiólogo Rafael Maldonado re-
conoce que “estamos en una fase aún pre-
liminar en la comprensión de la tremenda
complejidad del sistema nervioso”. Los cien-
tíficos entienden ahora con detalle lo que
ocurre en el cerebro a escala microscópica.
Gracias en gran parte a las investigaciones
pioneras de Santiago Ramón y Cajal, se ha
descubierto cómo son las neuronas y cómo
se comunican entre ellas. Se sabe, por ejem-
plo, que la información se transmite dentro
de las neuronas en forma de corriente eléc-
La razón no se considera ya lo contrario de la emoción.
Sólo se puede tomar DECISIONES RACIONALES
CORRECTAS si están respaldadas por emociones
trica a 400 kilómetros por hora. Al llegar al
final, al punto de contacto con la neurona si-
guiente, la información eléctrica se con-
vierte en química: la primera neurona libera
neurotransmisores y la segunda los capta.
Una vez estimulada esta segunda neurona,
suelta los neurotransmisores para que la pri-
mera los recupere. Y vuelta a empezar.
Se sabe también que numerosas enfer-
medades psiquiátricas, como depresiones y
adicciones, son averías de neurotransmi-
sores como la serotonina o la dopamina. Y
esto ha abierto la vía a nuevos tratamientos
que han revolucionado la psiquiatría. El más
conocido: el prozac, que contrarresta la de-
presión aumentando el nivel de serotonina
en el cerebro.
Sin embargo, pensar que los neurotrans-
misores y las neuronas bastan para enten-
der lo que hace el cerebro es como pensar
que los electrones y los chips bastan para
comprender lo que hace un ordenador, ad-
vierte Steven Pinker, del Instituto de Tecno-
logía de Massachusetts. “No es que las neu-
ronas sean irrelevantes –afirma–, pero no son
suficientes.” Según Pinker, las neuronas, al
igual que los chips, se limitan a procesar in-
formación. “Conocemos bien la anatomía del
cerebro y las células que lo forman, pero te-
nemos una enorme laguna a la hora de ex-
plicar cómo el cerebro integra la informa-
ción”, explica el neurobiólogo Rafael Mal-
donado.
En resumen: los científicos comprenden
bien las neuronas a nivel micro, pero aún
comprenden mal el cerebro a escala macro.
Y, por supuesto, es en la escala macro don-
de está lo más interesante del cerebro: los
sentimientos, las ideas, los recuerdos, la
conciencia… Pero si se compara lo que se sa-
bía del cerebro hace diez años y lo que se
sabe hoy día, el salto ha sido abismal. La caja
negra ha empezado a liberar sus secretos. Y
aunque los científicos aún no saben qué es
la conciencia o cómo están programados los
sentimientos, por primera vez tienen un
mapa de ruta que muestra el camino para lle-
gar a contestar las grandes preguntas..
Neuronareceptora
Neuronaemisora
Neurotransmisores
Receptores
El mensaje se transmitecomo una corriente
eléctrica a través del axón
La neurona receptora, activadapor los neurotransmisores,transmite a su vez el mensajeen forma de corriente eléctrica
Axón
Neurona receptora
Neurona emisora
Sinapsis
La neurona emisora tiene largostentáculos (axones) para llegar acontactar con otras neuronas
La comunicaciónentre neuronas
En el punto decontacto entre
neuronas(sinapsis),
la neuronaemisora libera
neurotransmisores.El mensaje
eléctrico setransforma en unmensaje químico
Así funciona el cerebroCon más de 100.000 millones de células, el sistema nervioso humano es el objeto más complejo que se conoce en elUniverso. Algunos de sus componentes más importantes son:
Regula funciones básicas para lasupervivencia, como el hambre, latemperatura corporal y la conductasexual. Contiene además el relojbiológico, que regula ritmos comoel del sueño
Hipotálamo
Controlada por el hipotálamo,regula hormonasimportantes como lassexuales y la del crecimiento
Hipófisis
Clave en la memoria. Consolida losrecuerdos recientes y los almacenaen la memoria a largo plazo
HipocampoLa principal diferencia entre los humanos y otros animales es el desarrollode esta corteza arrugada que recubre el cerebro. En particular, el córtexprefrontal, situado sobre los ojos, gobierna los procesos cognitivos complejos
Córtex
Regula la coordinaciónmuscular, la postura y elequilibrio. También participaen las emocionesy el aprendizaje
CerebeloControla funciones autónomas,como la respiracióny los latidos cardiacos,los movimientos ocularesy las expresiones faciales
Tronco encefálico
Genera emocionesa partir depercepcionesy sentimientos
Amígdala
RA
FA S
AL
AS
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entre el bien y el malSi pudieran salvar a cinco personas que van a mo-
rir en un tren a punto de estrellarse, pero para salvarlas tuvieran que
desviar el tren hacia una vía donde atropellará a otra persona, ¿qué
harían? La mayoría responde que es correcto sacrificar una vida
para salvar cinco. Ahora bien, si la única manera de parar el tren y
salvar a los pasajeros fuera empujar a otra persona a la vía para que
la atropellaran, ¿qué harían? Aquí la mayoría responde que no ha-
ría nada porque no es correcto. ¿Por qué no, si el resultado es el mis-
mo? Este tipo de dilema ha intrigado a los filósofos durante siglos.
Ahora, neurocientíficos de la Universidad de Princeton (Estados
Unidos) que han analizado por primera vez la actividad cerebral de
personas que se enfrentan a dilemas morales tienen una explica-
ción. Según resultados presentados el pasado septiembre, ante si-
tuaciones como la de empujar a un inocente a la vía del tren, se ac-
tivan áreas del cerebro implicadas en emociones negativas. Por el
contrario, ante situaciones como cambiar la dirección del tren, la in-
fluencia de las emociones es menor.
Otras investigaciones de finales de los 90 ya habían apuntado la
importancia de las emociones a la hora de decidir qué está bien y
qué está mal. Una niña estadounidense que fue atropellada por un
coche cuando tenía un año se convirtió en una adolescente cruel
e inteligente que robaba, mentía, se escapaba de casa, fue internada
en centros de los que también escapó, fue detenida un sinfín de ve-
ces, tuvo un hijo a los 18 años al que descuidó, no le importaba el
futuro ni el riesgo. Todo era culpa de los demás y negaba tener nin-
gún problema con el mundo. Cuando el neurobiólogo Antonio Da-
masio, de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), la examinó a los
20 años, descubrió lesiones en el córtex prefrontal que habían des-
truido circuitos básicos de la inteligencia emocional.
Estas investigaciones muestran que la vieja
idea filosófica de que las decisiones mo-
rales deben basarse únicamente en la
razón es errónea. En lugar de negar
las emociones, afirma Stephen Stitch,
de la Universidad Rutgers (EE.UU.), los
especialistas en ética deberían reco-
nocerlas como un componente básico
de las nociones del bien y el mal.
agresividad bajo controlEl cerebro está equipado con potentes circuitos
neuronales que predisponen a los comportamientos agresivos, y
que no suelen estar adormecidos, sino listos para entrar en acción
con rapidez, autonomía y no siempre de forma juiciosa. Esta in-
mediatez de la agresividad, fruto de millones de años de evolución
en los que defenderse o atacar con rapidez era vital, genera si-
tuaciones de tensión en el mundo actual, donde ya no se suele en-
contrar una presa o un depredador tras cada esquina.
Los dos comportamientos agresivos típicos y más investigados
por los neurocientíficos son la defensa y el ataque. Los compor-
tamientos defensivos pretenden evitar el daño y se asocian a la ac-
tividad de áreas cerebrales relacionadas con el miedo, el dolor y
el malestar. Por el contrario, las áreas del cerebro que regulan las
conductas de ataque están imbricadas con los circuitos de ob-
tención de placer sexual, alimentario o territorial, lo que explica que
el éxito después de un combate sea gratificante.
Así, por ejemplo, los jugadores de un equipo de fútbol y sus se-
guidores experimentan sensaciones placenteras al marcar un gol
o ganar un partido. O los diputados cuando machacan a los de otro
grupo en un debate parlamentario. Ambas situaciones son com-
bates sutilmente ritualizados relacionados con los comportamien-
tos de ataque y defensa más primitivos. Otros comportamientos
como el dominio, la sumisión, la tiranía o la coacción están tam-
bién relacionados con los mismos territorios cerebrales.
El cerebro ha adquirido mecanismos para inhibir la agresividad
a lo largo de la evolución. La herencia genética y la educación que
reciben los niños en los primeros años de vida son cruciales para
que se formen en su cerebro
las conexiones neuronales que
controlan la agresividad. En
las personas que tienen estas
conexiones neuronales altera-
das, se observan más conductas
violentas y antisociales y me-
nos sentimientos de compasión o
culpa.
v
v
v
Las emociones no son lo
mismo que los sentimientos. Para los neu-
rocientíficos que investigan el tema, las
emociones son respuestas esenciales para
la supervivencia: el miedo, por ejemplo,
que impulsa a huir ante un depredador, es
una emoción. Todos los animales, por lo tan-
to, tienen emociones, aunque en muchos
casos sólo se manifiestan en forma de re-
flejos simples.
Los sentimientos son más sofisticados:
son lo que ocurre cuando un cerebro toma
conciencia de sus emociones, por lo que
sólo están al alcance de cerebros conscien-
tes y complejos como el humano. ¿O aca-
so un cerebro de gusano podría sentir ce-
los, culpa o vergüenza?
Las dos emociones básicas más conoci-
das por los neurocientíficos son el miedo y
la repugnancia. Otras cuatro –la sorpresa,
la ira, la felicidad y la tristeza– también se
admiten como emociones fundamentales.
Todas ellas son universales, es decir, inna-
tas y comunes a todas las personas. Y
cada una provoca expresiones faciales ca-
racterísticas, así como otras respuestas
corporales y cerebrales que las definen.
Los afectos y los sentimientos más com-
plejos, como la culpa, los celos o la ver-
güenza, parten de estas emociones funda-
mentales. Por ejemplo, la sensación de
odio o antipatía hacia alguien está susten-
tada por el mismo territorio cerebral que
desencadena asco o aversión hacia ali-
mentos tóxicos o indeseables: se trata de
la ínsula, una amplia superficie oval de la
corteza cerebral oculta en el fondo de la fi-
sura de Silvio. Al sentimiento de culpa se le
supone también una estrecha relación con
la repugnancia o el asco, ya que activa de
manera similar la ínsula. Por lo tanto, el ce-
rebro procesa la culpa como si se tratara de
una indignación o de una antipatía hacia
uno mismo.
Las investigaciones sobre el miedo han
identificado otros dos importantes cen-
tros de procesamiento emocional: la amíg-
dala (un pequeño conjunto de 13 núcleos
“enterrados” en cada lóbulo temporal) y el
córtex orbitofrontal (que traduce los esta-
dos emocionales en comportamientos opor-
tunos).
Estas investigaciones han mostrado que
no todas las emociones están reguladas por
los mismos circuitos en el interior del ce-
rebro. Al contrario, todo apunta a que el
cerebro procesa, al menos en parte, cada
sentimiento por itinerarios neurales inde-
pendientes. Es precisamente por este mo-
tivo, porque emociones distintas activan
áreas distintas del cerebro, por lo que las
personas reconocemos cada emoción como
diferente.
emocionesparasobrevivir
La sensación de odio o antipatía hacia alguien está
sustentada POR EL MISMO TERRITORIO CEREBRAL
que desencadena asco hacia alimentos indeseables
las razones del cerebro
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en busca del placerMalas noticias: hay un límite a la felicidad que pue-
de conseguir una persona. No es el dinero, aunque puede echar una
mano. Tampoco es lo que el dinero no puede pagar, como buena sa-
lud o una adecuada pareja. El límite es el propio cerebro, que está
diseñado para no ser demasiado feliz de manera permanente.
“El cerebro es una máquina diseñada para sobrevivir”, explica
Ralph Adolphs, especialista en neurología de las emociones de la
Universidad de Iowa (Estados Unidos). El placer “nos empuja a con-
seguir cosas útiles para la supervivencia, como comida o sexo”.
Pero las emociones negativas “son necesarias para que apren-
damos a rehuir peligros”. Desde este punto de vista, la vida emo-
cional es una sucesión de altibajos, en la que es necesario bajar para
luego volver a subir.
Investigaciones sobre las raíces del placer realizadas desde los
años ochenta han mostrado que, aunque hay placeres distintos,
todos ellos confluyen en unos mismos circuitos de neuronas: todo
placer activa el sistema de recompensa neural situado en el cen-
tro del cerebro; desde ahí se envían señales al córtex frontal, que
toma conciencia del placer, y el córtex activa de nuevo el sistema
de recompensa, con lo que el circuito se cierra.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes ha sido que las
drogas activan los mismos circuitos del cerebro que los placeres
cotidianos. La adicción empieza cuando estos circuitos se averían
por una sobrecarga de estímulos de placer. “Tenemos una cierta
cantidad en el banco en términos de placer en nuestras vidas, y
podemos gastar esta cantidad en un fin de semana con un atra-
cón de cocaína o en un periodo
más largo en los placeres
normales de la vida coti-
diana”, explica George
Koob, del Instituto Scripps de
California (Estados Unidos).
El cerebro regula el placer co-
mo regula la temperatura corporal:
de manera inconsciente y mante-
niéndolo dentro de unos márgenes.
Los bebés son máquinas de
aprender. Pocas cosas fascinan más a un
recién nacido que explorar el mundo que le
rodea y alimentar su cerebro. Sin embargo,
la mayoría de las personas no tiene re-
cuerdos anteriores a los tres años. Esta am-
nesia de los primeros años se debe a que el
hipocampo, una región del cerebro que fija
los recuerdos en la consciencia, no madu-
ra hasta alrededor de los tres años.
Entonces, ¿cómo lo hacen los niños para
no olvidar lo que aprenden antes de los tres
años? ¿Por qué, una vez han aprendido a
correr o a poner en marcha el vídeo, no lo
olvidan?
La respuesta es que no todo lo que apren-
de el cerebro es consciente (prueben a co-
rrer conscientemente, pensando cada paso
que dan, y verán el trompazo que se pegan).
Y, por lo tanto, que no todos los recuerdos
se almacenan a través del hipocampo.
En los primeros años de vida, el aprendi-
zaje se hace sobre todo a través de las es-
tructuras del cerebro emocional, y espe-
cialmente de la amígdala. Incluso después
de los tres años, y durante toda la vida, el
cerebro emocional ayuda a fijar recuerdos
duraderos. Este es el motivo por el que na-
die olvida a su primer novio (o novia), pero
casi todo el mundo olvida el teorema de Pi-
tágoras si lo aprendió por obligación y sin
emoción.
Pitágoras se olvida porque el cerebro
humano es muy eficiente para el olvido, so-
bre todo de lo que no le interesa. A falta de
emoción, la alternativa para consolidar un
recuerdo es la repetición (repitan el teore-
ma 50 veces y les costará un tiempo vol-
ver a librarse de él).
Pero sea por emoción o por repetición,
para que los recuerdos
no se pierdan por el
desagüe del olvido es
necesario, sobre todo,
dormir. Múltiples in-
vestigaciones sobre el
sueño han comproba-
do que, cuando una
persona aprende algo
y se pasa la noche si-
guiente en blanco, el
recuerdo no se fija en
el cerebro y lo apren-
dido se desaprende. El
olvido por insomnio
se ha observado tan-
to en aprendizajes conscientes –por ejem-
plo, las lecciones aprendidas la noche an-
terior a un examen– como en habilidades
más automáticas –por ejemplo, videojuegos
en los que se adquieren reflejos automáti-
cos que cortocircuitan la consciencia–.
La extraordinaria capacidad que mues-
tran los niños para aprender se debe a que
las conexiones entre sus neuronas están en
permanente renovación, de modo que unas
conexiones se forman y otras se deshacen
con facilidad. Pero como cualquiera que
haya intentado aprender
inglés de adulto puede
atestiguar, el cerebro
es como una esponja
cada vez más empa-
pada y cada vez menos
capaz de absorber nue-
vos aprendizajes. Es-
te declive se debe a
que, con la edad, el
aprendizaje cada vez
se basa más en forta-
lecer conexiones ya
existentes entre neu-
ronas que en formar
conexiones nuevas.
la identidad sexual guardián de la memoria
v
vv
Entre el cerebro masculino y el femenino hay dife-
rencias pequeñas pero importantes, según han puesto de manifiesto
investigaciones realizadas en los últimos diez años. Tam-
bién se han detectado diferencias entre personas
con diferente orientación sexual (homosexuales
frente a heterosexuales) o identidad sexual (tran-
sexuales frente a no transexuales). Nada en es-
tas diferencias justifica, según los neurocien-
tíficos, desigualdades sociales entre los dis-
tintos grupos.
El hipotálamo, el gran interruptor sexual, es
un grupo de neuronas diminuto, de cuatro gra-
mos de peso, que se encuentra casi exactamen-
te en el centro del cerebro. En su parte anterior,
hay unos núcleos que son el doble de grandes en
hombres que en mujeres. Uno de estos núcleos es
también mayor en hombres heterosexuales que en ho-
mosexuales. En la base del hipotálamo se observa el efecto contrario:
el núcleo supraquiasmático, conocido sobre todo porque regula los
ritmos biológicos, es mayor en hombres homosexuales. Aún hay un
tercer núcleo que es menor en transexuales y en mujeres que en
hombres heterosexuales. En resumen: tenues diferencias
morfológicas bastan para suscitar comportamientos va-
riopintos, no sólo en actitudes estrictamente sexuales,
sino también en las relaciones familiares y sociales.
Las diferencias entre cerebros masculinos y fe-
meninos no se restringen al hipotálamo y al com-
portamiento sexual, sino que se observan también
en otras aptitudes: las mujeres suelen tener más
fluidez verbal, velocidad de percepción o capaci-
dad de reconocer emociones, mientras que los
hombres suelen tener más facilidad para el razo-
namiento matemático o la orientación espacial.
Estas diferencias empiezan a aparecer por la acción
de hormonas sexuales durante el desarrollo fetal y con-
tinúan después, posiblemente hasta la edad adulta, tanto por-
que las hormonas sexuales siguen actuando en el cerebro como por
las experiencias que acumula la persona a lo largo de la vida.
Los recuerdos se fijan en la memoria por emoción o por repetición, pero lo
fundamental PARA QUE NO SE PIERDAN EN EL OLVIDO es, sobre todo, dormir
las razones del cerebro
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El estudio de la consciencia, que duran-
te siglos ha sido coto privado de filósofos, empieza a te-
ner respuestas científicas. Son respuestas todavía in-
completas, en ocasiones frustrantes porque no explican
todas las proezas de que es capaz el cerebro humano.
Pero las investigaciones realizadas en los últimos diez años
han demostrado por primera vez que la consciencia es
una función cerebral y que se puede estudiar científica-
mente.
¿Cómo debe ser un cerebro para producir consciencia?
Son claves dos ingredientes. Primero, que la corteza ce-
rebral (el tejido arrugado que recubre los hemisferios ce-
rebrales y el cerebelo) tenga una arquitectura particular,
con fenómenos químicos y eléctricos muy precisos; por
ejemplo, es necesario que exista una determinada velo-
cidad en la comunicación eléctrica en el
interior de las neuronas. Y segundo, que
las diferentes zonas de la corteza puedan
funcionar a la vez, de manera sincroni-
zada, tanto entre ellas como con otras
áreas del cerebro.
El resultado es una infinidad de cir-
cuitos eléctricos, conectados entre ellos
y funcionando en paralelo. No hay, por lo
tanto, una única área cerebral respon-
sable de la consciencia. Más bien, para
que se ponga en marcha la consciencia,
es preciso que trabajen a la vez muchas
áreas cerebrales.
Entre todas ellas, destaca como di-
rector de orquesta, como conductor de
la máquinade laconsciencia
Algunas investigaciones sobre el comportamiento de GRANDES SIMIOS
Y DE MAMÍFEROS MARINOS COMO ORCAS Y DELFINES sugieren
que o tienen consciencia o se comportan como si la tuvieran
v
10 FEBRERO 2002 5958 MAGAZINE
Hace veinte años era fácil
saber si alguien era inteligente. Se le hacía
un test de inteligencia y se calculaba su co-
ciente intelectual (CI). Quien sacaba un CI
de, pongamos, 150 era más inteligente que
quien sacaba un CI de 100. Así de fácil.
Pero al final se vio que a las personas que
sacaban puntuaciones altas en los tests de
inteligencia no les iba mejor en la vida que
todas lasformas deinteligencia
v
a las que sacaban puntuaciones normales.
¿Es que la inteligencia no tenía que ver con
el éxito? ¿O es que lo que medían los tests
de inteligencia no era exactamente la inte-
ligencia?
Hoy día, aquellos tests están cayendo en
desuso. Lo que miden son aptitudes verba-
les y matemáticas, es decir, las mismas ap-
titudes que ayudan a sacar buenas notas en
la escuela. Pero son incapaces de medir la
creatividad o el sentido común, que también
son fundamentales a la hora de resolver pro-
blemas.
Desde los años 80, la vieja idea de que la
inteligencia de una persona se puede redu-
cir a un número ha quedado obsoleta. Una
misma persona puede ser muy inteligente
para hacer nudos marineros (es decir, para
resolver problemas de topología) y sor-
prendentemente boba para estructurar un
texto escrito. Y esta misma persona puede
mostrar más inteligencia a una hora del día
que a otra según lo cansada que se en-
cuentre, según las sustancias que haya in-
gerido o según su nivel de estrés.
En resumen: la inteligencia es una apti-
tud compleja y variable. O mejor aún: son
varias aptitudes distintas que se designan
con una misma palabra.
Quien más ha popularizado esta nueva vi-
sión de la inteligencia es el psicólogo y pe-
riodista estadounidense Daniel Goleman
con su libro “Inteligencia emocional”, en el
que defiende que la aptitud de las personas
para comprender sus propios sentimientos
y los sentimientos ajenos es más impor-
tante que la inteligencia matemática o la
verbal para conseguir la felicidad.
Pero el verdadero creador del concepto de
la inteligencia múltiple es el también esta-
dounidense Howard Gardner. Para Gard-
ner, hay por lo menos ocho tipos indepen-
dientes de inteligencia: lingüística, lógico-
matemática, musical, corporal (el control del
propio cuerpo), personal (la aptitud de com-
prender las sensaciones subjetivas pro-
pias y ajenas), espacial (la aptitud de per-
cibir formas y espacios), naturalista (la ca-
pacidad de reconocer y categorizar los ob-
jetos del entorno) y existencial (la capaci-
dad de aprehender las cuestiones funda-
mentales y místicas de la vida).
Una vez que se acepta que el cerebro hu-
mano tiene múltiples inteligencias, las com-
paraciones entre personas pierden sentido.
¿Era Albert Einstein más inteligente que Mi-
chael Jordan? ¿O tal vez Einstein tenía
más inteligencia lógico-matemática y Jor-
dan, más inteligencia corporal? Pero lo que
ha quedado claro es que aquellos viejos
tests de inteligencia que tanto se utilizaron
en el siglo XX eran poco inteligentes.
la consciencia, un tipo de corteza que en el ser humano
ocupa la mayor parte de la superficie cerebral y que se en-
carga de conectar la información y darle sentido: la cor-
teza de asociación.
Estos descubrimientos implican que las plantas, que no
tienen cerebro, no pueden tener consciencia (por lo me-
nos, consciencia tal como la entendemos nosotros) ni sen-
timientos (pues los sentimientos son un producto de la
consciencia). Tampoco tienen consciencia animales como,
pongamos, los calamares, que sí tienen cerebro, pero se
trata de un cerebro sin corteza.
Por el contrario, hay otros animales, principalmente ma-
míferos, que parecen tener los requisitos necesarios para
la consciencia. Algunas investigaciones sobre el com-
portamiento de los grandes simios y de algunos mamífe-
ros marinos como orcas y delfines su-
gieren que o tienen consciencia o se
comportan como si la tuvieran. El caso
más espectacular es “Kanzi”, un chim-
pancé pigmeo criado en el Centro de
Primatología Yerkes de Atlanta, que
entiende a sus cuidadores cuando le
hablan en inglés y les contesta pulsan-
do iconos en un ordenador.
Pese a estos avances, la pregunta de
qué es la consciencia aún no tiene nin-
guna respuesta mejor que la que dio
Louis Armstrong a una periodista que
le preguntó qué era el jazz: “Señorita,
si tiene que preguntarlo, es que nunca
lo sabrá”.
Una misma persona puede ser muy inteligente para
HACER NUDOS MARINEROS y sorprendentemente
boba para estructurar un texto escrito
las razones del cerebro
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