LA VIDA EN CRISTOUnidad
71. El cristianismo no es un moralismo
2. El hombre, ser moral
3. Saber lo que está bien… y hacerlo
4. No tengan miedo a ser santos
RELIGIÓN CATÓLICA LA VIDA EN CRISTO 7
1. EL CRISTIANISMO NO ES UN MORALISMO
La herejía
pelagiana
● Afirma que el hombre es capaz de guardar por sí mismo la Ley moral, sin el auxilio de la gracia divina.
● Reduce el cristianismo a un contrato moral con Dios.
● Convierte a Jesucristo en un mero ejemplo a seguir.
● Olvida la limitación de la criatura y la herida causada por el pecado original.
El hombre no es bueno por amar a Dios, sino que es Dios quien, al amarnos, nos
hace buenos.
La moralidad no tiene que ver tanto con normas de conducta, como con el hecho de que nuestras acciones van forjando
nuestra personalidad.
Es una Buena Nueva
porque anuncia que
el amor de Dios es
capaz de transformar
nuestra vida.
El cristianismo nace
del encuentro personal
con Cristo, no de una
decisión ética o de una
gran idea.
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2. EL HOMBRE, SER MORAL
El hombre es el único ser que tiene la capacidad de conducirse a sí mismo.
2.1. El misterio de la libertad
Actos del hombre
Actos humanos
2.2. La búsqueda de la felicidad
El hombre busca por naturaleza la felicidad.
¿Dónde reside la felicidad?
Son aquellas acciones que realizamos
inconsciente e involuntariamente.
● Son aquellas acciones en las que
intervienen la razón y la voluntad.
● Implican responsabilidad.
● A esta pregunta se ofrecen diversas
respuestas. Pero no todas ellas son
acertadas.
● Es la pregunta del joven rico a
Jesús.
● La felicidad es más que un estado
subjetivo de bienestar. Consiste en
lograr una vida plena.
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Cada vez que usamos mal la libertad empeoramos el mundo y nos malogramos a nosotros mismos.
Por es,o es muy importante reconocer los principios morales que nos ayudan a distinguir el bien del mal.
Si conocemos el modo de ser del hombre, podremos deducir estos principios, que por brotar de la naturaleza humana se denominan Ley natural.
La Ley natural
2.3. El Decálogo
Pecar no es
contravenir una
norma, sino actuar
contra la verdad de
sí mismo y contra el
proyecto de Dios
para cada uno de
nosotros.
● Sus principios están impresos en nuestro corazón, y podemos descubrirlos mediante la razón.
● Para ayudarnos a percibirlos con mayor claridad, Dios expresó el contenido de la Ley natural en el Decálogo.
● Los diez Mandamientos no limitan nuestra libertad, sino que le permiten elevarse hacia una vida plena.
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3. SABER LO QUE ESTÁ BIEN… Y HACERLO
Conocer la Ley no basta para conducirnos bien. Aunque sepamos lo que está bien, no siempre somos capaces de hacerlo.
Junto con la aspiración al bien, hay en nuestro interior una fuerza que nos empuja hacia el mal.
La causa de esta división interior es el pecado original.
La razón
Está herida por la ignorancia, que nos lleva a confundir el mal con el bien.
3.1. El aguijón de la muerte
La voluntad
Está infectada por deseos de ser el centro de la realidad y de dominar.
La afectividad
Tiende hacia el agrado y la comodidad, aunque en ciertas ocasiones nos perjudique.
Nuestra naturaleza no está totalmente corrompida, pero necesita ser sanada por la gracia divina.
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A pesar de las tendencias dispares que sentimos dentro de nosotros, seguimos siendo libres en nuestro actuar.
Las pasiones pueden dificultar obrar bien de dos modos:
● Produciendo propensión hacia lo placentero.
● Produciendo aversión hacia lo arduo.
3.2. La fuerza de las pasiones
Por eso, la vida cristiana es un combate, con caídas y conversiones continuas.
Nuestras acciones generan en nosotros hábitos, que pueden ser buenos (virtudes) o malos (vicios).
Afectividad
La moralidad no
consiste en reprimir
las pasiones, sino
en integrarlas en
la unidad de la
persona
y orientarlas hacia
el bien.
● Facilita la vivencia del propio yo.
● Brota de nuestro modo de ser.
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Las virtudes fortalecen la voluntad para el bien.
Las virtudes cardinales son aquellas que están en la raíz de todas las demás virtudes. Son cuatro:
3.3. Las virtudes morales
Capacidad de aplicar los principios morales a las situaciones concretas.
Prudencia
Nos ayuda a superar las dificultades que implica realizar el bien.
Fortaleza
Disposición a dar a cada uno lo que es suyo.
Justicia
Nos permite evitar que la tendencia al placer dirija nuestra vida.
Templanza
Dejan huella en el mundo
Dejan huella en nosotrosACTOS HUMANOS Vicios
VirtudesHábitos
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4. NO TENGAN MIEDO A SER SANTOS
La adquisición de las virtudes morales no es lo que nos convierte en personas realizadas y plenas.
Dios no quiere que seamos «buenos chicos», sino algo más profundo: que seamos santos.
La santidad es el estado de felicidad colmada que brota del amor a Dios y a los demás.
4.1. La plenitud está en el amor
Este amor consiste en la entrega de sí mismo por el bien del otro.
De este modo, participamos en la plenitud de la vida de Dios.
La perfección del amor
es mucho más que un
perfeccionamiento moral.
Requiere nacer de nuevo
de la mano de Dios.
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4.2. Las virtudes teologales
Son aquellas que Dios infunde en el alma.
4.3. La acción del Espíritu Santo
● Sabiduría.
● Entendimiento.
● Consejo.
● Fortaleza.
● Ciencia.
● Piedad.
● Temor de Dios.
A las virtudes teologales acompañan a los dones del Espíritu Santo.
Los dones del Espíritu Santo son siete:
Nos hace anhelar la felicidad que solo Dios nos puede conceder, con la seguridad de que Él es poderoso y fiel para cumplir sus promesas.
Esperanza
Es la virtud que da vida a las demás virtudes. No es fruto de nuestro esfuerzo, sino un don de Dios.
Caridad
Por ella nos abrimos confiadamente a la acción de Dios en nosotros, poniéndonos en sus manos.
Fe
Los dones del Espíritu Santo
● Nos hacen dóciles a las inspiraciones de este mismo Espíritu.
● Nos ayudan a vivir según la voluntad de Dios.
● Sus frutos son el amor, la alegría y la paz.