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Page 1: La oposición no le habla al país

Diario El Carabobeño / Noticias La oposición no le habla al país Dhameliz Díaz Humberto Valdivieso llama a la rebelión simbólica. ¡A la rebelión del discurso! Investigador de la comunicación social, ha hurgado en la iconografía del poder en Venezuela para someter al ciudadano, durante estos 10 años de la revolución bolivariana. Aboga para que las palabras apunten hacia algo. "Las imágenes, la manera como nombramos la ciudad, el gentilicio y nuestra civilidad son símbolos", explica. "Por eso la rebelión simbólica debe estar en función de ese discurso que es nuestra verdadera realidad, incluso, por encima de lo físico". ¿La realidad venezolana es el discurso?, repreguntamos. “La realidad es simbólica”, dice tajante. ¿Simbólica? "Sí. El discurso nos alimenta. Hoy nos confrontamos más con la palabra que con las acciones físicas. Aún la mortandad espantosa de venezolanos en manos de la delincuencia, parece mentira, los verdaderos odios y la confrontación están en el discurso. En el tú y yo diario de la política". Repite: "la realidad es simbólica". No duda tampoco del resultado de la operación de uniformar de rojo y distribuir la imagen del mandatario nacional en cada rincón del país: "es un yugo simbólico". ¿Por qué el presidente Hugo Chávez se auto convirtió en mito? "Para hacer cómoda una realidad. Los mitos la hacen comprensible. La sociedad tiene que demostrar que tiene autonomía para nombrar al país, para definirse sin violencia, para levantar los símbolos de una Venezuela que no es militar”. Magíster en Comunicación Social, forma equipo en el Centro de Investigación y Formación Humanista de la Universidad Católica Andrés Bello. Su examen del discurso visual del gobierno de Hugo Chávez lo hace sostener: "Nos acerca a una retórica publicitaria, masiva, panfletaria y colectivista con un discurso repetitivo de alta frecuencia. Cada relanzamiento de la propuesta revolucionaria está amarrada a la identidad del líder. Desde la elocuencia visual del Gobierno, alimentarse ha cobrado un valor que no coincide con las exigencias biológicas de los ciudadanos. Cada espacio conquistado por la vía política es colonizado de inmediato por la imagen: retratos del Presidente, citas revolucionarias, estructuras pintadas de rojo. Paradójicamente la expansión no es hacia la colectividad, sino a la reproducción de la identidad del líder en el interior de la conciencia. ¿Ha suprimido el discurso revolucionario las carencias y vivimos un estado de abundancia? De ninguna manera. ¿Cómo es entonces que puede sustituirse el hambre por el antojo y la necesidad por el deseo? Construyendo el discurso día a día, multiplicado y actualizado por la tecnología y los medios masivos de comunicación. Entonces hallamos hombres y mujeres lacerados por las carencias diciendo firmemente "con hambre y sin dinero con Chávez me resteo". La oposición repite -¿El discurso presidencial es el arma o la estrategia de la guerra comunicacional? - En estos 10 años de gobierno, se ha librado una confrontación en el campo de batalla de la imagen y el discurso ha funcionado como el arma dentro de la estrategia de guerra comunicacional. La retórica del Presidente es militarista, de lucha entre dos bandos irreconciliables. El espacio de la confrontación es simbólica, no esconde nada. Quien está resteado ha entregado su cuerpo, ha jurado un compromiso y se lanza al vacío en pos de la voz que lo llama. El discurso del líder que define y nombra todo, es actualizado según las urgencias que él señale en las paredes, vallas, en los empaques de comidas repartidos en Mercal, en la propaganda oficial, en las cadenas de radio y televisión, a través de Internet, en los recibos de casi todos los servicios públicos que entran en nuestras casas. Definido por el campo semántico que sostiene el poder, por el significado que los avala, el resteado sale de sí mismo y se lanza con todo aquello que tiene. En cambio, el que ha decidido mantener el curso de sus objetivos y no dar ni un paso atrás, lucha desnudo. Ha sido señalado por haber firmado, por seguir a los medios de comunicación social, por marchar con partidos políticos, por ser del movimiento estudiantil y no aceptar una impuesta unidad de conciencia. Es el ciudadano que permanece sin color, sumido en la transparencia. Quizás el único símbolo no forzado que ha debilitado los esfuerzos iconográficos del Gobierno son las manos blancas del movimiento estudiantil. Ni de uno u otro bando se quiere convencer simbólicamente ni políticamente. La acción es aplastar y multiplicar.

El Presidente ha construido su propia

oposición. (Foto Mariana Yépez)

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-¿Cuáles son las ventajas de no pensar en el pueblo como una masa sumisa? - El pueblo le da un valor sustancial al discurso que consume, comprende mucho más de lo que los políticos están dispuestos a darle. El discurso del oficialismo trata de llegar al individuo aunque no tenga sustento de realidad. No pueden conocer la historia de cada quien y sin embargo se esfuerzan por hacerles sentir que importan y eso es muy poderoso en la comunicación. -Usted ha señalado que el discurso oficial tiene una imagen unificadora. En contraposición a la boina roja, ¿qué símbolo puede unificar a las fuerzas democráticas?, ¿cómo hacer? -Creo que hay que comenzar por no repetir el mensaje oficial. ¿Por qué? La efectividad de la estrategia del mandatario nacional para lograr un discurso unitario entre sus filas se basa en que él lo designa todo: renombró al país, al Ávila, a las instituciones. Él califica quienes son los malos, los buenos y la oposición lo ha aceptado, hablando de lo que él habla, respondiéndole a lo que dice y tratando de sacar una figura similar a él para vencerlo. Tremenda equivocación. Cómo comprarle el término de escuálido para unificar a la oposición. Hay que diferenciarse: construir una propuesta, tener símbolos que le permitan a la sociedad civil reconocerse a sí misma. Es lo que está ocurriendo con el movimiento estudiantil: ¡Son los únicos que han edificado un discurso fresco!, inocente, no está contaminado por la retórica política de los últimos 50 años. Han creado su propia simbología que no es la del Presidente de la República. Primero con las manos blancas, ahora con "Chávez estás ponchao? -¿Por qué? -Ellos son una nueva generación que ha tenido la habilidad de construir un discurso individual. Piensan de una manera diferente al país y crearon su propia simbología sin tenerle miedo a la simbología del Presidente. Los neo discursos incluyen la aceptación del error, el reciclaje, lo que hoy se llama "rettwit" y poner a circular lo que otro dijo como un mensaje propio. Cuando los estudiantes llegaron al Congreso con franelas rojas y se las quitaron en la tribuna gritando que querían otra Venezuela, se estaban apropiando de la iconografía oficial, manejándola como individualidad, campo de batalla que el mandatario nacional había ganado hasta ese momento. Ellos están designando. Con la consigna: "Chávez estás ponchao" le robaron el imaginario beisbolero que tenía 9 años utilizando a su antojo él solo. Desde la misma retórica presidencial le desmontaron su discurso y se quedó "quieto" no ha tenido un solo argumento para rebatir ese eslogan. -Pero usted ha señalado que uno de los errores de la oposición ha sido repetir y "comprarle al Presidente los remoquetes con los cuales la ha estigmatizado. ¿Por qué es diferente con los estudiantes? -¿Qué es lo que hace la oposición?, le contesta. Han mantenido durante 10 años un diálogo cerrado con el Presidente de la República y todos los demás son simplemente espectadores de esa batalla. Los estudiantes no, ellos le están hablando a la sociedad, le están hablando de ellos mismos, de los problemas del país y de sus expectativas. Por supuesto que en la retórica entra el Presidente, pero como una referencia negativa, como el perdedor, el que ha causado problemas, es decir, han demostrado el lado débil del Gobierno. El salvador -¿Cuáles son las amenazas de esa imagen del Presidente como el individuo salvador? -Ya no tiene ninguna pena en superar al Libertador, al decir que a Simón Bolívar lo había abandonado el pueblo, pero a él no. Yo no soy psicólogo, pero no hay duda que la sociedad venezolana se ha caracterizado por una gran crisis afectiva, entonces le da dividendo al venderse como el gran “Padre de la Patria”. Desde esa auto referencialidad permanente, la única Venezuela posible es la que le devuelve a él su imagen, la que funciona como su espejo. Eso conecta con lo trágico de la oposición que le "devuelve" su imagen, su discurso lo pone a funcionar. Lamentablemente construye la oposición, la convierte en el enemigo único y define como actuarán. Quizás de lo duro que estoy diciendo, lo que distingue al movimiento estudiantil, es su heterogeneidad. No es un partido que se reconoce como una sola entidad, son muchachos de diferentes universidades, individualidades que están disgregados en la calle confrontándolo. ¿Cómo los amarra? ¿Cómo los agrupa para etiquetarlos? -¿Unificar el movimiento estudiantil sería un error? -Es que hay un movimiento estudiantil, pero no es un partido, no es una unidad, no es un grupo social. Es una suma de voluntades heterogénea de distintos pensamientos que no se comunican de manera homogénea, tienen su propio discurso que va muy rápido, transformandose permanentemente. -¿Esa fotografía que retrata la mano de un guardia nacional amenazante con la "garrampiña" -hierro con ganchos-

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frente a unos estudiantes que manifestaban sentados levantando sus brazos, tiene la potencia de detener la protesta? -No creo que los detenga porque ellos le han tomado el pulso a la situación. Han asumido su rol. Son autónomos, contestatarios por naturaleza, rebeldes. Han logrado voltear la retórica sensiblera del oficialismo, hábil para agredir y voltear la tortilla y quedar como víctimas. Siempre habían puesto a la oposición en el lugar del agresor. Por más que uno viera a los infiltrados en las marchas, a los motorizados de rojo desbastando la ciudad, justificaban las acciones "frente a los golpistas que quieren tomar el poder". Los estudiantes no actúan en función de tomar el poder ni para asumir cargos públicos. ¿Qué pasa cuando los enfrenta la fuerza pública, vestidos como "robocop", fuertemente armados y con instrumentos como la garrapiña y ellos responden levantando las manos o se sientan en el pavimento? Se convierten en las víctimas. La razón se vuelve del lado de los estudiantes. -¿Cuál es el poder que le da a Chávez haber sustituido todos los signos de tradición en Venezuela? ¿Su simbología es útil para construir "la bóveda del terror" en el país? -Yo creo que el terror está más instalado dentro del chavismo. Funciona en las entrañas del oficialismo y del aparato gubernamental, sometido como está a un bombardeo de imágenes, a la amenaza visual de una iconografía aplastante, que ellos tienen que asumir en su propio cuerpo. Tienen que vestirse de rojo, expresarse con la retórica del Presidente, escucharlo obligado, cantar sus canciones. Están esclavizados al color rojo, ahí debe haber mucho miedo. -¿Y cómo impacta esa iconografía del poder en la vida de los venezolanos? -Durante estos 10 años se ha impuesto la referencialidad absoluta del mandatario nacional. ¿Por qué? Van a muy alta velocidad, el chavismo no se detiene. Hay que aceptar su gran efectividad. El Presidente está en el centro del discurso, hablando permanentemente. Se actualiza en tiempo real. Gobierna frente a las cámaras. Ha logrado esa contemporaneidad que caracteriza a las redes sociales en Internet. -Pero la "gigantografía", ese culto a la personalidad, parecen caracterizar el mensaje de gobiernos totalitarios como el de Cuba, la extinta Unión Soviética, la Alemania de Hitler… -Aquí hay una diferencia porque Hugo Chávez no es un tótem, sino una actualización en tiempo real. Él se construye permanentemente, tanto así, que cambia, se recicla, un día es maoísta, otro cristiano. Va transformando su discurso en la oportunidad que tenga para cada campaña. Funciona como una agencia de publicidad, por eso maneja los medios de comunicación y le son tan decisivos. Al contrario de esos regímenes que levantaban tótems. Fidel Castro, Adolfo Hitler, Stalin, eran una referencia sagrada, absoluta, grandilocuente. El socialismo del siglo XXI es lo que nosotros llamamos en comunicación contemporánea un simulacro, se llena de cualquier ideología, del contenido que uno pueda expresar. Cuando es así, funciona como una marca comercial: da una respuesta según la campaña del momento. Una de sus ventajas para quienes lo aman es su permanencia como líder que se reconstruye día a día a partir de los deseos que ellos tienen. Y para los que lo rechazan es la referencia constante de su odio; por igual, no se pueden escapar de él. Para bien o para mal, es el objetivo. Si se pone racional, pierde. Mientras maneje las emociones de amor y odio de la sociedad, él gana. Las fuerzas democráticas, la sociedad civil no han sabido colocarse simbólicamente en el lugar que le corresponde en la confrontación política. Desde que comenzó a gobernar ubicó a la oposición donde está, la construyó a su medida, como en una telenovela. Cada día mantiene a la audiencia introduciendo un capítulo y la oposición actúa repitiendo su mensaje pero en contra. [email protected] 


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