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Qu transicin aguarda a Espaa?JOS ASENSI SABATER27.01.2014 |
19:23Algunos estudiantes y otras personas tan desorientadas como yo
en medio del desorden social provocado por la crisis me reclaman
una explicacin sobre el estado de salud de la Constitucin vigente y
sobre las perspectivas que cabe vislumbrar.
Les recuerdo que Espaa ha experimentado, en el transcurso de pocas
dcadas, dos transiciones: una primera propiamente interna, derivada
del proceso constituyente de 1978; y una segunda, ms general y
externa y ms determinante derivada del proceso globalizador. Ambas
transiciones gravitan sobre un mismo objeto: la Constitucin de
1978, apenas reconocible a estas alturas.
Por lo que se refiere a la primera, la Constitucin del 78 supuso el
punto de partida de la superacin de la dictadura franquista en aras
de la construccin de un sistema constitucional homologable con las
democracias europeas. La transicin globalizadora, por su parte, ha
vaciado de contenido las formas de representacin poltica vinculadas
al viejo Estado-nacin. En este contexto, el vaco dejado por la
democracia espaola, con el consiguiente deterioro de sus
instituciones, ha sido ocupado por el seoro de los mercados, lo que
convierte a Espaa en rehn del comportamiento de los mercados
financieros y monetarios, al tratarse de un Estado (como otros
tantos de la UE) endeudado y dependiente del comportamiento de
dichos mercados.
La confluencia de ambas transiciones arroja el resultado de una
Constitucin difcilmente reconocible, que apenas cumple con la misin
de servir de un marco de convivencia asentado en valores tales como
la confianza en el Derecho, el respeto a las reglas democrticas o
la integracin social de la ciudadana, con el debido respeto a sus
derechos y necesidades fundamentales.
Las consecuencias no pueden ser ms inquietantes. Cuando las
instituciones colapsan, debido a su inutilidad, la gente empieza
sospechar que el destino no est en sus manos y que los sacrificios
que se les exige no van a recibir una previsible recompensa. De
suerte que el conflicto social est servido.
Aunque la transicin efectiva, la de la globalizacin, ya ha
comenzado hace tiempo, acompaada de una serie de reformas que
profundizan en la desigualdad entre los espaoles, en contraste con
lo previsto en el diseo constitucional, las elites polticas
discuten y se plantean distintas estrategias para afrontar el reto
de actualizar la Constitucin. Pero Cmo?
La tentacin de dejar que las cosas se arreglen por s solas sera la
peor de las estrategias posibles. Tiene la ventaja, para quienes lo
proponen, de no tener que mancharse las manos, aunque lo nico que
se conseguira es agravar an ms la agona.
Una estrategia centrada en resolver el deterioro de la Constitucin
actual, mirando nicamente a los problemas internos, sera
insuficiente, localista, y probablemente inviable. Ciertamente que
algunas reformas constitucionales locales son necesarias con el fin
de poner coto a las disfunciones del sistema autonmico, mejorar el
funcionamiento de los partidos, el sistema electoral, la
transparencia, el funcionamiento de la justicia, y para suturar la
hemorragia de la desigualdad. Pero no alcanzara su objetivo.
As que la nica estrategia coherente sera una reforma que mirase,
simultneamente, hacia dentro y hacia afuera, que en este caso es
sobre todo Europa. El cheque en blanco otorgado por los estados a
la UE desde Maastricht no ha servido para incorporar las
democracias europeas a la formacin de un espacio poltico comn, sino
para que la elites polticas y econmicas experimenten, sin control
alguno, medidas arbitrarias y contradictorias cuyo nico fin es
preservar las gigantescas ganancias de corporaciones y acreedores
financieros, con desprecio absoluto de la economa productiva y el
empleo.
Revertir este proceso, que nos lleva al desastre, supone enfrentar
el reto de la democratizacin de la UE.