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-J. E. P.

capital de Marx. Pero algunas circunstan­cias de! arte soviétifo impidieron realizaresta increíble hazaña del montaje.

La segunda parte de las Memorias' na­rra e! paso de! cineasta ruso por nuestrocontinente. Sus discursos en la Conferen­cia de distribuidoras de la Paramount enAtlantic City y otra intervención en Ho­llywood. Los Estados Unidos de lostreintas, de Hoover, de la ley seca. Laspresencias de Sternberg (enamorado fre­nética, inútilmente de Marlene Dietrich vautor de Los muelles de Nueva York), &Emil Jannings, de Greta Garbo; y la glo­ria y el esplendor de la ciudad de! cine,"fábrica de sueños" con las palabras deEhrenburg.

Las imágenes desbordan la memoria.Eisenstein vuelve a mirarse con Bernard

Shaw, con Mack Sennet y Gordon Craig,con Jean Harlow, con la mujer de Dos­toievski, con la primera estrella que vio entierras americanas, e! perro· Rin-Tin-Tin.Menciona los daguerrotipos en los cualeshalló un trozo vivo de la heroica Califor­nia, y los impedimentos que vulneraron su.trabajo de adaptador y autor cinematográ­fico en un país erizado .de odio hacia laUnión Soviética.

A diferencia de los grandes nove1istasingleses, Eisenstein conoció, comprendió,amó a México. No es extraño que losfragmentos de su autobiografía concluyanen una sucesión de estampas mexicanas.Sobre todas las cosas 10 impresionó elenlace de! nacimiento y la múerte que des­cubría a cada paso, en la sensación decuna que tienen los sarcófagos, en la vi­sión de un rosal q'u<; florece sobre lasruinas de una pirámide, en la inscripcióngrabada sobre una calavera: "Fui comotú. Serás como yo." En los esqueletos deazúcar y los ataúdes de chocolate que con­sumen los niños en noviembre. Una nochecn el fuerte de Acapulco, al ver a los sol­dados que dormían con sus mujeres en elpatio de piedra, conoció Eisenstein elcuerpo de un pueblo, de una nación yde una raza. "En todas partes brota lavida debajo de la muerte y la muerte selleva 10 que ha existido; quedan atrás lossiglos y, con ellos, la sensación de quenada comienza todavía, mucho está porhacer y en lo apenas nacido está la posi­bilidad de desarrollo de todo."

. (1927), Tormenta sobre México (1931),Acorazado Potemkin (1925), Octubre(1927), Tormenta sobre México (1931),Alejandro Nevski (1938) e Iván el Te­:ribl~ (1945). Estremecido monólogomtenor, los apuntes de Eisenstein pare­cen secuencias de. una película que toda­vía no ha pasado por el montaje. Redes­cubren, en desordenadas instantáneas, e!secreto y la magia de una época que yano volverá. Dos años antes de su muer­te, en febrero de 1946, Eisenstein que­dó - paralizado varios meses por unacrisis cardíaca. Entonces miró hacia atrás,analizó sus ideas, su existencia vivida. conplenitud, con alegría y dolor; sintió eldeseo de retener y fijar esos instantes deltiempo destruido. Frente a un desordena­do torrente de imágenes, se ve, niño, enel teatro, por vez primera como realiza­dor, o descubriendo la pantalla de Meliés(en París, e! año 1908). Recuerda e! olorele los magueyes que fermentan en unahacienda mexicana; a Theodor Dreiserpartiendo leña en su casa al borde de!río Huds~n; evoca e! perfil de algunosgrandes dIrectores: Sternberg, StroheimLubitsch, King Vidor. Nos comunica d~qué manera nació en él la intuición delprimer plano: una rama de lilas blancasque se mecía sobre la cama de su niñezcompletada después por el asombro co~

los cuadros de Degas'y ¡as invenciones d~Allan Poe. Todo esto determinó los ex­presivos primeros planos del Día de Di­funtos en su film sobre México e! tematrágico e irónico de las calaveras de cartónque avanzan hacia el espectador desde unaferia de pueblo.

En otra región de su conciencia ,Eisens­tein :,uelve a su infancia religios~. Quizád.e,l nto de la Eucaristía conservó la pa­SlOn por la pompa del culto, por los rayosde sol, que atraviesan nubes de inciensopor las cQ.lumnas de polvo y niebla, po;e! vestuano de los sacerdotes -motiva­ciones que después recrearía para el cine.La deuda con los dibujos de Daumier que­daría saldada en su film Octubre dondeeligió como símbolo de la divinidad lasuperposición violenta de un dios de ma':dera con el más fastuoso icono barrocoque pudo hallar en San Petersburgo. Losefecto~, pro~u~idos en el espectador porla fuslOn plastIca de esas deidades le hi­cieron creer en la posibilidad de ~n sis­t~ma cinema~ográfico capaz de infundirVIda ~ las tesIs abstractas por medio de las~moclOnes. Las perspectivas de ese cinemtelectual ·no se detendrían hasta mostraren la pantalla las ideas que encierra El

ISIMPATIAS Y_CANTO DE LUMUMBA PARA SU RAZA.

En El Nacional, de Caracas, Migue!Otero Silva ha publicado su versión

de un poema sin nombre que Patrice Lu­mumba dio a conocer en e! diario 1nde­pendece, expresión legal de su partidoen la lucha contra el colonialismo. Haceun año, cuando no se esperaba el desen-

lace de la tragedia del Congo, las agen­cias italianas de prensa tradujeron elCanto de Lumumba para su raza, que ad­quiere nuevas dimensiones con la muer­te del lider congolés y representa unejemplo de! épico .lirismo que anima lasactuales composiciones. de los poetas ne­gros. Henchido de dolor y también deesperanza, el poema habla a una víctimacolectiva: El negro cazado en todas lasbatidas, vencido en todos los combates,que aprendió un solo lema (Esclavitudo muerte) y en la selva afrontó mil fina­les sin despegar los labios. El blanco lle­gó a cambiar su oro por espejitos, porjuguetes. Violó a sus hermanas y a susmujeres. Los condujo a un lugar '~donde

el algodón es un dios y e! dólar un em­perador". Los condenO. a una prisión s,~n

término. Pero las cadenas no eran per­petuas; de pronto el esclavo ha resurgidosobre las tierras laceradas de África. Ellibertador termina su canto al pueblo quesuponía libre y feliz con estas palabrasque cobran hoy amarga resonancia: "Quelas riberas de los vastos ríos. Que lle­van hacia el porvenir sus vivas olas Seantuyas. Que toda la tierra y todas sus ri­quezas Sean tuyas, Y que el cálido soldel mediodía Queme tus penas." ¿Peroqué esperabais, al quitar la mordaza que!c;rraba esas bocas negras?' ¿Que entona­nan vuestra alabanza?' (Jean Paul Sar­tre, Orphée N oir, 1948.)

MEMoRIAS DE EISENSTEIN. Literatu­ra soviética, revista de contenidogen,eralmente soporífero, presenta

en' sus numeros 2 y 3 correspondientes a1961, un d<;>cumento excepcional: P~.qi­na! de la vzda ~e Serguei Eisenstein,' elI~as grande realIzador en la historia del,cme, autor de La huelga (1924), El

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