Lengua, cultura y educación 1
Interculturalidad:reflexiones desde la práctica
Interculturalidad:reflexiones desde la práctica© UNICEF 2008
UNICEFAmazonas 2889 y La GranjaTeléf.: (593 2) 2460 330Fax: (593 2) 2461 923www.unicef.org/[email protected]
Primera edición: marzo 2009
ISBN 978-9978-353-30-1
DINEIBJuan Murillo y San Gregorio, Edf. DINAMEP 8vo pisoTeléf.: (593 2) 2831 688Fax: (593 2) 2503 [email protected]
UNIVERSIDAD DE CUENCAAv. 12 de Abril s/n Ciudadela UniversitariaTeléf.: (593 7) 2831 688Fax: (593 7) 2835 [email protected]
CompiladoresAlejandro MendozaFernando Yánez
Corrección de estiloPaulina Rodríguez
Diseño y diagramaciónManthra Editores • 6000998
Fotografía de portadaFernando Yánez
Coordinación institucionalUnicef: Juan Pablo Bustamante / Fernando YánezDineib: Mariano Morocho / Virginia de La Torre / Luis MontaluisaUniversidad de Cuenca: Jaime Astudillo / Alejandro MendozaRevisión: Consuelo Carranza - Especialista en Comunicación UNICEF
Impreso por
No. de ejemplares: 1 000
Esta publicación se realizó bajo en marco del Programa Regional de Educación Intercultural Bilingüe (EIBAMAZ). Convenio de Cooperación entre el Gobierno de Finlandia y Unicef
Interculturalidad:reflexiones desde la práctica
Lengua, cultura y educación 1
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Tabla de contenidos
Presentación ........................................................................................................ 5
Aprendiendo acerca de la interculturalidad y la política
en los países andinos. Ludwig Guendel ........................................................... 9
Políticas de Estado e interculturalidad.
Marcelino Chumpi ............................................................................................ 35
Trayectoria de la educación intercultural en Ecuador.
Catalina Vélez V. ................................................................................................ 43
Interculturalidad y políticas culturales en la población afroecuatoriana.
Edizon León Castro .......................................................................................... 59
Diálogo intercultural.
Piedad Vázquez A. ............................................................................................ 69
Pedagogía e interculturalidad.
Ileana Almeida. ................................................................................................. 85
Interculturalidad y empoderamiento.
Luis Montaluisa ................................................................................................. 99
Acercamiento a la investigación intercultural, una reflexión.
Piedad Vázquez A. .......................................................................................... 105
Educación y equidad. Apuntes sobre el derecho a una educación
intercultural y bilingüe para todos los ecuatorianos
Juan Pablo Bustamante ................................................................................. 119
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Presentación
El otro o la otredad, un significado que en los últimos años ha venido ga-
nando fuerza y ha motivado reflexiones, movimientos políticos y sociales,
luchas, discusiones profundas en parlamentos, gabinetes ministeriales y
auditorios universitarios y académicos de distinto tipo. Las ciencias sociales hoy
debaten ampliamente acerca de lo que la lógica del reconocimiento significa en
la sociedad actual y sus consecuencias en el bienestar y la configuración de la
sociedad moderna, sea que esta se califique como líquida, reflexiva o posmo-
derna. La otredad significa hablar de la identidad y de su construcción compleja
y dinámica. Es pensar en el otro, reconocerlo o reconocerla y actuar en sintonía
con sus características culturales.
La sociedad moderna se asentó en un concepto de universalidad que negó las
particularidades culturales y sociales de muchos sujetos. Mujeres, niños y niñas,
jóvenes, afros, indígenas, mestizos y muchos otros grupos sociales se han senti-
do afuera del concepto estandarizado y homogeneizado de lo social, fundado
en las raíces culturales de Occidente. No obstante, la universalidad es un con-
cepto poderoso que, al mismo tiempo, postula la inclusión. Construir esta noción
en términos prácticos ha sido una actividad compleja, dinámica y conflictiva.
El mundo contemporáneo ciertamente ha avanzado en muchas áreas, aunque
persisten graves y profundos problemas sociales vinculados con la desigual-
dad. Uno de esos avances es el creciente proceso de institucionalización, el cual
ha contribuido a crear un espacio público de deliberación y construcción de
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Lengua, cultura y educación DINEIB
acuerdos. Pero esas instituciones no han sido suficientes, tampoco la capacidad
deliberativa, los recursos o los instrumentos de programación social; es necesa-
rio que esa capacidad de reconocimiento y procesamiento social esté atravesada
por lo cultural, lo ancestral y lo específico. Hay que trabajar fuerte para concretar
operativamente ese nuevo concepto de universalidad que se viene discutiendo
y consensuando. Se trata de crear instrumentos que permitan pasar de la retórica
a la acción, revisar palmo a palmo cada noción de planificación social a la luz de
consideraciones culturales, promover organizaciones inteligentes en lo cultural,
distribuir la riqueza, considerando estos criterios y las deudas culturales vigentes.
Hay que hacer esfuerzos para reconfigurar la cultura vigente, incorporando el
reconocimiento de la diversidad cultural. Sin eso, ninguna sociedad podrá ser
verdaderamente democrática.
Cada día más gente reacciona negativamente hacia las formas violentas de re-
solución de los conflictos, la exclusión, y apuestan al diálogo y al acuerdo social.
Esta gente se encuentra profundamente convencida de que la pobreza y la des-
igualdad serán superadas si estas instituciones se transforman en espacios de
debate, construcción de consensos y generación de políticas capaces de distri-
buir recursos y asignar valores democráticamente. Estos diálogos necesariamen-
te deben ser culturales e institucionalizados. La noción de los derechos humanos,
tal y como se concibe hoy, puede contribuir a crear este marco institucional. Pero
sobre todo, debe ayudar a crear un ethos social, de modo que la acción social, la
acción individual, el mercado, el Estado y todas las otras instituciones actúen con
arreglo a esos fines de la integración social y cultural plena.
Este libro entrega una reflexión que, al mismo tiempo, es un conjunto de recla-
mos a una sociedad que todavía debe incorporar lo cultural en su concepción de
desarrollo. No estamos hablando de cualquier sociedad, sino de una atravesada
absolutamente por lo cultural y lo ancestral. Es un libro que se enmarca en el pro-
grama Eibamaz, cuyo propósito es contribuir para que la lengua de los diversos
se preserve. Como dice un autor: “cada lengua encierra una visión del mundo,
su historia y su manera de organizarse”. Preservar una lengua es preservar esa
historia y preservar esa riqueza cultural. Cuando muere una lengua, muere una
cultura; diría, muere una nación.
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
En virtud de estas consideraciones, nos es muy grato presentar este libro y estas
reflexiones comprometidas con la preservación de una nación y con la construc-
ción de una democracia mejor de lo que la pensaron incluso muchos de los hu-
manistas a quienes les debemos ese concepto, simplemente porque esta nueva
construcción incorpora lo diverso. La niñez, como ha dicho Eduardo Bustelo,
puede ser un factor primordial para construir ese nuevo ethos basado en el re-
conocimiento y la igualdad social. Por ello, UNICEF ha promovido, con el apoyo
del Gobierno de Finlandia, esta iniciativa de la Dineib y de la Universidad de
Cuenca para contribuir con el diálogo intercultural y con la profundización de la
democracia en Ecuador.
Mariano Morocho
Director Nacional Dineib
Jaime Astudillo
Rector Universidad de Cuenca
Cristian Munduate
Representante Unicef Ecuador
Juan de Dios Simón
Coordinador Regional Eibamaz
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Aprendiendo acerca de la interculturalidad y la política
en los países andinosLudwig Guendel1
Introducción
El diálogo intercultural constituye una estrategia para configurar una sociedad
más integrada, más respetuosa y con iguales oportunidades para toda la gen-
te. La interculturalidad es la capacidad (racional) de conocernos y de reconocer
que compartimos un espacio en este ínfimo universo que hemos llamado plane-
ta Tierra. Este reconocimiento obliga a organizarnos para compartir una acción
colectiva enfocada hacia la justicia y la equidad, de tal modo que todas y todos
nos veamos como iguales. El nivel de desarrollo de la interculturalidad muestra
el avance en el reconocimiento de la diferencia para tener acceso a los mismos
derechos, capacidades, recursos y oportunidades.
No es casualidad que la interculturalidad haya tomado fuerza más allá de las
formulaciones antropológicas y devenga hoy en una demanda política por una
sociedad diferente basada en la diferencia. El proceso de institucionalización,
surgido del Estado de derecho, dio respuestas a estas demandas y mostró, in-
eludiblemente, la diversidad y el camino del reconocimiento y la incorporación
como el único posible para organizar sociedades integradas. Un camino cons-
truido por las demandas, las conquistas y los asaltos expresados de múltiples
1 El autor es sociólogo y actualmente trabaja como representante adjunto en la oficina de Unicef-Ecuador. Las ideas esbozadas en este artículo son absolutamente personales y no expresan a la institución que representa.
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Lengua, cultura y educación DINEIB
formas por los que han sido “marginados” del control de la evolución social.
Una de las manifestaciones de la institucionalización a nivel mundial es la globa-
lización. Ella ha puesto de relieve las inequidades existentes en el mundo y ha
mostrado que la demanda por la justicia no es solo un problema local.
En efecto, hoy la libertad cultural es una problemática de debate social y políti-
co que muestra un mundo cada vez más encadenado e interdependiente, que
obliga a consensos mundiales y políticas inclusivas e integradoras. Las culturas
subordinadas han invadido silenciosamente las naciones europeas y estadouni-
denses marcando un punto sin retorno y provocando transformaciones impen-
sadas hace unos años. Igual ha ocurrido en los propios países, escenarios de
esa subordinación cultural y política a las metrópolis. Razones por las que no es
circunstancial el surgimiento de este tema. No se trata hoy de “descubrir” con
cierta perversidad colonial cómo viven “los otros”, tal y como lo postuló la an-
tropología funcionalista, sino cómo construir un mundo donde lo impensado se
transformó en lo inevitable y hay que compartir si se quiere existir.
La caja de Pandora cultural se abrió y con ella emergió un crisol social. Por tal
razón, debemos ponernos de acuerdo en el significado que debe tener esa ac-
ción de reconocernos interculturales. ¿Cómo la concebimos? Este artículo tiene
como objetivo esbozar algunas ideas en esta dirección. No se trata de entrar en
un debate epistemológico sobre el tema de la interculturalidad, sino de indagar
cómo algunas de las reflexiones filosóficas, antropológicas y políticas sobre el
sujeto pueden ayudar en las exigencias prácticas y técnicas, con el objeto de
transformar nuestras sociedades en espacios más igualitarios y más respetuosos
del reconocimiento recíproco. En particular, el documento reflexiona sistemá-
ticamente acerca de cómo incorporar prácticas interculturales en las políticas
públicas y cómo estos instrumentos y espacios se convierten en promotores,
articuladores y orientadores de dichas prácticas.
Hablar de políticas públicas en naciones con institucionalidades tan débiles y,
al mismo tiempo, con sociedades tan desestructuradas como las naciones lati-
noamericanas, siempre resulta difícil y constituye un enorme desafío. Como han
mostrado las luchas por los derechos específicos y universales, el avance de las
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
políticas públicas y de la política emancipadora está lleno de obstáculos y com-
plicaciones políticas, administrativas y culturales. Por un lado, las políticas públi-
cas son complejas y encierran una dimensión política que procesa las demandas
de intervención, las posiciones morales y las propuestas técnicas. Por el otro, ese
carácter desestructurado de las sociedades en América Latina genera múltiples
intereses y prácticas particularistas y patrimonialistas.
En este contexto, el enfoque de interculturalidad no solo deviene en un desafío
estratégico sino, también, práctico, lo cual no significa sumergirse en el activismo
estéril aunque comprometido. Se ha avanzado en una perspectiva basada en la
promoción de políticas públicas que se encuentra obligada a apoyar conceptos
capaces de esclarecer la práctica social y de conseguir unos resultados que im-
pacten positivamente en el bienestar de la gente. No es suficiente entregar ins-
trumentos, hay que acompañarlos con más política, más acuerdo y más consenso
cultural. De esto se trata cuando trabajamos en favor de los derechos humanos.
El concepto de interculturalidad
En nuestra sociedad siempre han existido relaciones interculturales2. Muchas de
estas relaciones interculturales se han fundado en el racismo, el colonialismo y
otro tipo de exclusiones como las de género o de edad. En el mundo moderno,
estas actitudes racistas y particularistas se han insertado en una visión que privi-
legia la construcción instrumental de lo social3, la cual se ha impuesto como una
2 Helberg Chávez, Heinrich, Dimensiones de la realidad, Lima, Perú, Universidad Nacio-nal Mayor de San Carlos, Programa de Educación Intercultural Bilingüe, 2007.
3 Cada día la preocupación de nuestra sociedad por los instrumentos y su desempeño es tal que olvidamos cuál es el propósito de la existencia humana. Si discutimos acerca de la educación, lo que aparece como primordial son las técnicas o el desempeño del estudiante en términos de su capacidad de acumular información o generar destrezas, no nos preocupamos por igual acerca de su satisfacción como persona, sus identida-des, sus capacidades o intereses para abordar la vida familiar o social y, menos aún, si lo que aprende es para construir un mundo solidario o simplemente se trata de su éxito personal. Si la discusión se refiere a la atención de la salud, la preocupación se limita a la atención de la enfermedad y al desempeño de los centros de salud, pocas veces a la capacidad de la gente por guardar su salud. Peor aún, si el objeto de discusión es la economía: el crecimiento económico deviene en lo fundamental sin preocuparnos
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Lengua, cultura y educación DINEIB
perspectiva universal. El poder social se nutrió de estas concepciones ideológicas
y se ha venido transformando en una tecnología del control que adquiere, en
términos de Foucault, la forma de biopoder.
Las perspectivas que han procurado impulsar un proyecto emancipatorio, como
parte del propósito de la modernidad, no han dejado por ello de ser menos co-
lonialistas o racistas. Como señala Scartezzini: “… la oposición universalismo-re-
lativismo no se superpone sin más a la oposición tolerancia-intolerancia. Ciertas
condiciones fundamentales en paradigmas universalistas conducen históricamen-
te a políticas intolerantes…”4. De ahí se derivan las concepciones igualitaristas y
socialistas que tampoco han sido capaces de avanzar en una construcción inter-
cultural del mundo. Los universalismos cartesiano, racional, cristiano, marxista,
freudiano han sido, de un modo u otro, recreados por los particularismos que han
emergido a través de la historia5. Pero, también, el historicismo “[…] al hacer del
ser humano una criatura histórica, mina la idea de una única naturaleza humana
y tiende a reducir la identidad de los seres humanos a la época y a la situación
histórica en que estos viven y operan”6.
La interculturalidad es un espacio social en el cual se dirimen estos reconocimien-
tos sociales y políticos mediados por relaciones culturales, procurando romper
con esta idea de una universalidad homogénea desprendida del proyecto de mo-
dernidad. La lucha por el reconocimiento social y político ha implicado, en primer
término, aceptar la existencia de relaciones de poder que organizan las relaciones
cómo contribuye al bienestar. Como si fuera poco, en ocasiones, “la voz” del mercado resulta el elemento más significativo de cualquier decisión macroeconómica, sin im-portar si contribuye o no a la erradicación del hambre o a la eliminación de las brechas sociales. Basta con escuchar los comentarios económicos de algunos de los comenta-ristas de negocios de algunas cadenas internacionales de noticias para comprender aquel razonamiento del fetichismo que esbozaba Marx, cuando el mercado ni siquiera había alcanzado aún el impresionante desarrollo que tiene hoy.
4 Scartezzini, Ricardo, “Las razones de la universalidad y las de la diferencia”, en: Giner, Salvador, Scartezzini, Ricardo (ed.), Universidad y diferencia, Madrid, Alianza Universi-dad, 1996, pág. 18.
5 Ibídem, pág. 20.
6 Ibídem.
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
sociales y culturales, nuestra vida y, en segundo término, que debe ser distribuido
lo más democráticamente posible. El enfoque de la interculturalidad procura, en
este sentido, mostrar esas relaciones de poder fundadas en relaciones culturales y
generar la capacidad de conocernos y de reconocer que compartimos un mismo
espacio en este ínfimo universo cultural que hemos llamado planeta Tierra.
Si se entiende la cultura como los valores, normas, prácticas y costumbres que
rigen la sociedad, esto quiere decir que los reconocimientos culturales constitu-
yen una amplia gama de relaciones sociales. En este caso hay una identificación
entre cultura y sociedad y entre relaciones interculturales y sociales, ya que todas
las relaciones sociales son relaciones culturales. No obstante, con el propósito de
puntualizar más dicho ámbito, se entenderán las relaciones interculturales como
aquellas mediadas por la existencia de un ethos particular,7 el cual recoge una
actitud hacia la vida social. Esta actitud no solo es fundamental para configurar
la existencia social de este sujeto, sino que su reconocimiento es vital para su
incorporación plena en la sociedad. Sin ese reconocimiento particular, este sujeto
no sería tal, dado que ese ethos es consustancial a su constitución. Nadie puede
negar la existencia de una cultura burguesa versus una cultura popular o la cultura
rural versus la cultura urbana; sin embargo, la característica del campesinado o de
la clase obrera es su posición en la estructura social de producción más que sus
rasgos culturales, razón por la cual, su reconocimiento político ha estado asocia-
do, principalmente, a sus intereses económicos.
El campesinado, por ejemplo, lucha por su reconocimiento como sujeto político y
social para negociar sus condiciones sociales de existencia y un nivel de influencia
y representación en el sistema político. Esta exigencia incluye el reconocimiento
de su cultura y su identidad como clase o sector de la sociedad. Como ha señala-
do Gramsci, esta es una lucha por la hegemonía y, por consiguiente, por teñir el
mundo con su concepción ética y moral. En este proceso el campesinado afirma
7 Bustelo, Eduardo, El recreo de la infancia: argumentos para otro comienzo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007. Este autor recoge, también, esta tesis de Foucault para el caso específico de la niñez y de la adolescencia. Igual argumentación puede formularse para las concepciones de mundo elaboradas por las poblaciones indígenas y por las mujeres.
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Lengua, cultura y educación DINEIB
su identidad como sujeto político y obliga a su reconocimiento en la medida en
que hay un espacio de negociación y de influencia, es decir, la ciudadanía. Sin
embargo, está claro que no es la lucha por la identidad cultural el centro de su
demanda.
Caso contrario, la lucha por la afirmación cultural implica exigencias de otra na-
turaleza en la que son los saberes, las cosmovisiones, la moral, la ética y, en ge-
neral, la actitud hacia la vida social es lo que está en juego. Se trata de un sujeto
que exige un reconocimiento diferente basado, principalmente, en su identidad
cultural. Este carácter de lucha no quiere decir que estos sectores sociales no
tengan una posición en la estructura social de producción o formen parte de
clases sociales. Tampoco significa que no exijan mejores condiciones de vida, lo
que ocurre es que la reivindicación por el reconocimiento de su género, su po-
sición en la sociedad a raíz de su edad y su etnicidad es lo que le otorga sentido
a este tipo de demandas. En otras palabras, se trata del reconocimiento de su
identidad como sujeto, no de las demandas económicas en sí mismas.
Las luchas identitarias se cruzan con las luchas políticas y sociales de carácter cla-
sista o reivindicativo, pero no se disuelven en ellas. En primer término, las luchas
identitarias atraviesan la estructura social y política y se refieren a vindicaciones
de otra naturaleza en la cual no hay un solo interlocutor sino, por el contrario,
los interlocutores somos todos. En segundo término, el carácter político de estas
luchas no ponen en cuestión las relaciones sociales de producción hasta tanto
estas relaciones se transformen en un obstáculo para las luchas identitarias, tal
y como ocurre en el caso de las poblaciones indígenas. En tercer término, la
lucha no está orientada hacia la toma del poder del Estado, sino a la reconfi-
guración del poder social, pues procura una distribución más democrática de
este. Esto quiere decir que la lucha por la transformación toca al conjunto de las
instituciones sociales (la sexualidad, la maternidad, la paternidad, el patriarcado,
la ciencia) y no específicamente a las instituciones capitalistas. Se trata de una
transformación cultural.
La sociedad no es uniforme. Se encuentra estratificada en clases y sectores so-
ciales, algunos de los cuales tienen acceso a ciertas condiciones económicas
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
y sociales. No es lo mismo una mujer empresaria que una mujer campesina o
perteneciente a los estratos medios. No cabe ninguna duda de que las mujeres
empresarias tienen acceso a medios que no están a la mano de las mujeres obre-
ras y, mucho menos, a las pertenecientes a los grupos sociales ubicados en las
franjas más pobres de la sociedad. Asimismo, la mayoría de los pueblos indíge-
nas y afrodescendientes forman parte de la gente más pobre de América Latina,
de modo que sus demandas culturales coinciden con las demandas clasistas por
mayor acceso a la riqueza y al poder político. Las luchas identitarias tienen, en
consecuencia, límites y alcances muy bien definidos. En algunas ocasiones co-
inciden con las demandas clasistas, en otras las alimentan y las complementan
aunque adquieren autonomía.
En el primer caso, es evidente que las luchas identitarias se transforman en luchas
dirigidas a acceder al poder político. En este caso, el elemento que articula la
lucha social es la reivindicación clasista, aunque la lucha intercultural se encuen-
tra presente como una exigencia de quienes son desconocidos culturalmente no
solo por su identidad sino por su condición social. En el segundo caso, las luchas
se limitan a conseguir más poder social y el poder político queda en el segundo
plano. Lo político adquiere aquí un contenido más institucional y despolitizado
desde el punto de vista del reclamo clasista, ya que no hay una exigencia más
allá de los límites establecidos por el orden capitalista.
La realidad política y social yuxtapone ambos tipos de movimientos pero, de-
pendiendo de las circunstancias, uno u otro termina perfilándose como el predo-
minante. En las sociedades más institucionalizadas, habrá una tendencia a que
las luchas identitarias adquieran mayor espacio, aunque siempre habrá momen-
tos en los que la lucha social tienda a polarizarse y estas vindicaciones culturales
terminen metamorfoseándose dentro de las luchas clasistas como vindicaciones
culturales de los grupos sociales subordinados económica y políticamente, tal y
como pareciera estar ocurriendo hoy en Bolivia.
Así formulado el análisis de la interculturalidad adquiere un carácter diferente
y plantea desafíos que van más allá de argumentos autocentrados en ámbi-
tos culturales específicos. En efecto, esta categoría se ubica en un campo de
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Lengua, cultura y educación DINEIB
transformaciones políticas e institucionales indeterminadas cuyo sentido se otor-
ga a la conflictividad social y el desarrollo de la institucionalidad.
Los movimientos sociales y la interculturalidad
Los movimientos sociales han venido luchando por el reconocimiento político y
cultural. Primero fueron las luchas clasistas de la clase obrera, el campesinado y,
en general, las masas asalariadas contra el dominio de la burguesía o, en gene-
ral, de la clase dominante. De estas luchas nació el Estado social de derecho y
la noción de ciudadanía, dos conceptos inconclusos en América Latina. Poste-
riormente, vinieron las luchas por la reivindicación de derechos específicos como
las de los pueblos y nacionalidades indígenas, las mujeres, la niñez y la juventud,
las personas migrantes, los y las afrodescendientes, los sin casa, los sin tierra,
los desplazados y los refugiados. Gracias a estos movimientos políticos, se han
reconocido los derechos sociales y se ha conseguido incorporar temas culturales
e identitarios en la agenda pública, lo cual permitió el surgimiento de un amplio
marco internacional y nacional sobre los derechos humanos. A pesar de que este
reconocimiento formal ha significado un gran avance en el desarrollo del Estado
de derecho, aún no se ha traducido en acceso a mejores condiciones de vida y a
libertades culturales para todas las personas. Hoy estos grupos, principalmente
los más pobres, exigen la aplicación de esta normativa y el ejercicio de una con-
vivencia cultural con equidad.
En América Latina estos son viejos issues (la exclusión de los pueblos indígenas
y afrodescendientes es parte de la historia de la desigualdad existente en estas
naciones) que están adquiriendo una complicación no imaginada a raíz de los
procesos de globalización que limitan la soberanía del Estado para desarrollar
políticas de integración social8. En Europa y Estados Unidos, por otra parte, la
8 Messner, Dirk, Fortalecer la competitividad internacional y dimensiones sociales del desarrollo. Correlaciones y contradicciones en sistemas de protección social en un mundo globalizado, 2002. Disponible en: www.rau.eduuy/polsored/htdocs. Este autor pinta un horizonte poco halagüeño para América Latina, en el cual, el predominio del narcotráfico, la violencia, la corrupción, el contrabando y otros males de este talante se presentan como opciones y tienden a afectar al “otro”. Bajo estas circunstancias, las re-laciones interculturales adquieren un carácter diferente al que tenía hace unas décadas.
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
migración proveniente de los países pobres ha transformado las sociedades y
ha intensificado las relaciones interculturales, otorgándoles mayor significación
social y política. Fenómeno que ocurre en un período de crisis del Estado social
y transformaciones profundas en sus regímenes de bienestar.
La diáspora social y cultural de los movimientos sociales identitarios ocurre en
un período de desbroce social y de pérdida del carácter universal que caracte-
rizó a las políticas económicas y sociales. Surge con mayor fuerza el concepto
de sociedad de mercado9, y las políticas públicas son más limitadas y selecti-
vas. El fortalecimiento del mercado, el retiro del Estado y la selectividad de las
políticas contribuyeron, paradójicamente, al fortalecimiento del multiculturalis-
mo en la medida en que redujo la capacidad política de articulación de las na-
ciones. Tal y como se ha observado en las cumbres sociales y, últimamente, en
diferentes escenarios nacionales como Ecuador, Venezuela, Bolivia, Uruguay,
Argentina y Brasil, estas banderas de lucha particulares poco a poco han deja-
do de ser demandas aisladas y específicas, y comienzan a tejerse desde todo
lado conceptos más integradores que cuestionan las raíces de la sociedad con-
temporánea.
Estos años han sido de ambigüedad y de un movimiento pendular entre el
Estado y el mercado que ha generado un comportamiento social paradójico.
En primer término, no hay duda de que el reconocimiento de estos grupos ha
fortalecido el proceso de institucionalización, lo cual mostró, ineludiblemente,
la diversidad y el camino del reconocimiento y la incorporación como el único
posible para organizar sociedades integradas. Pero, al mismo tiempo, el reco-
nocimiento ha obligado a los movimientos sociales a someterse a las reglas del
Estado de derecho y a jugar en el terreno político marcado por las instituciones
liberales. Algunas posiciones radicales sostienen que ha habido un proceso de
“cooptación” de muchos de sus líderes y organizaciones, lo cual ha “mediati-
zado” la radicalidad de sus posiciones y confiscado muchas de sus demandas.
9 De Sousa Santos, Boaventura, Conocer desde el sur. Para una cultura política emanci-patoria, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Programa de Estudios sobre democracia y transformación global, 2006.
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Lengua, cultura y educación DINEIB
En segundo término, el fortalecimiento del mercado y de la iniciativa privada ha
debilitado los mecanismos de canalización del conflicto social y reducido la ca-
pacidad de integración social, lo cual ha permitido la diáspora social y cultural de
los movimientos sociales, ha abierto espacios políticos y culturales y fortalecido el
concepto de una sociedad multicultural. Sin embargo, el predominio del mercado
ha consolidado la racionalidad instrumental, contraído los espacios públicos a tra-
vés de los que se canalizan las demandas y subordinado el acceso a los servicios
de atención social y, en general, a mejores condiciones de vida, a la dinámica de
la oferta y la demanda.
El proceso de globalización no ha sido menos paradójico. Por un lado, ha contri-
buido a crear un marco ético y jurídico internacional que ha presionado a los es-
tados a reajustar sus leyes y velar por el cumplimiento de los derechos. Asimismo,
ha puesto de relieve las inequidades existentes en el mundo y ha mostrado que la
demanda por la justicia no es solo un problema local ni que la injusticia es provoca-
da solo desde ese ámbito. Pero, por el otro, ha impuesto la lógica del capitalismo
salvaje y está sometiendo a las naciones pobres a esquemas de desarrollo con
efectos excluyentes.
La interculturalidad ha adquirido hoy significación política y social en el contexto
de estos contrastes y paradojas, que envuelve, también, el debate en las ciencias
sociales y en la ingeniería social. Una significación que no solo se refiere a las com-
plejidades de la integración social en un mundo multicultural sino, también, a que
ello conlleva el peligro del desorden social.
El acuerdo intercultural: la política intercultural
Para Habermas10, el reconocimiento recíproco debe expresarse en esfuerzos ten-
dientes a abrir espacios de comunicación y de acuerdos sociales fundados en una
actitud reflexiva. Este proceso de relaciones reflexivas significa reconectar ética,
ciencia, política y cultura. Si se entiende que la ética es la discusión acerca de cómo
se encara el futuro y la moral, la posición adoptada para resolver los problemas que
10 Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunitaria, Barcelona, Taurus, 1987.
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Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
enfrenta el mundo de hoy, ciertamente, esto significa que la interculturalidad debe
ser abordada desde el plano de lo que es bueno o malo en procura de construir
un mundo más democrático e igualitario. La ética es la discusión de la sustancia
social, es decir, de los principios y órdenes que rigen nuestra sociedad. La ética es
capaz de vincular la producción social y sistemática del conocimiento con nuestros
afanes técnicos y prácticos de reconfiguración social. De ahí que estos esfuerzos
no solo no deben perderse en las aulas o bibliotecas universitarias, sino que tie-
nen que conectarse con las acciones prácticas de las agencias gubernamentales,
internacionales y no gubernamentales en procura de conseguir esa equidad. El
reclamo por mayor igualdad, más libertad y más sujeto requiere de esos esfuerzos
por traducir y mantener explícita la vinculación entre filosofía, practicidad y técni-
ca, lo cual implica no separar el conocimiento de la intersubjetividad y visualizar
al mundo como un espacio compartido con otros seres vivos y en simbiosis con la
naturaleza.
El sociólogo estadounidense Robert Merton habla de teorías de alcance medio
para referirse a esta operatividad del pensamiento social. El enfoque de los dere-
chos humanos es una de esas perspectivas de mediano alcance que procura tema-
tizar de manera diferente el desarrollo y configurarse en un instrumento que goza
de legitimidad y tiene una perspectiva institucional, cuya pretensión es traducir la
ética y la moral en algo operativo dispuesto a abrir un camino de transformación
social fundado en el reconocimiento recíproco, más específicamente en la búsque-
da de la equidad cultural como medio privilegiado para la integración social.
Tal y como se destacó antes, este es un camino mediado por el poder. En efecto,
“los desequilibrios de poder desfiguran el diálogo intercultural, de manera que a
veces será difícil distinguirlos de los problemas de comunicación interculturales:
aunque son de naturaleza diferente”11. El poder es inevitable y complejo, detrás
hay unos intereses, una manera de ver el mundo, en suma, una cultura, que puede
ser dominante o subordinada. El derecho, por su parte, es un mecanismo relacio-
nal que busca canalizar esa relación de poder, la diferencia, en términos legales e
institucionales (culturales).
11 Helberg, Op. cit, pág. 5.
20
Lengua, cultura y educación DINEIB
El reconocimiento de la diferencia implica un reconocimiento de la diversidad
cultural y de estas relaciones de poder. ¿Cómo podríamos imaginar un futuro
social sin aceptar esta realidad? Esto significa reconocerse recíprocamente, es
decir, propiciar el diálogo intercultural. No hay duda de que es un tema muy
interesante y de grandes desafíos. El reconocimiento recíproco conduce a la
comprensión del otro, pero a través de la autocomprensión y, por lo tanto, de
su autorregulación. Se trata de reconocer una actitud hacia la vida social, un
ethos en palabras de Foucault. Conociendo las virtudes y los defectos puedo
desarrollar un diálogo, pues que esto implica aceptar lo que se puede enseñar:
mi aprendizaje histórico social y lo que puedo aprender del otro. Muchas de las
demandas políticas de los pueblos originarios tienen que ver con los saberes, los
cuales representan no solo una manera de conocer y racionalizar el mundo, sino
el aprendizaje social acumulado a partir de estas relaciones de reconocimiento
recíproco. Recogiendo el planteamiento liberal, podríamos decir que es el auto-
control del poder como forma de conseguir mayor libertad cultural12.
El asunto es que este reconocimiento cultural puede ser y, de hecho, ha sido
limitado, dado que nos hemos reconocido como diferentes entre algunos mien-
tras que otros ni siquiera han sido reconocidos como sujetos e incluso como
personas. Hay que definir qué se entiende por reconocimiento pues en nuestras
sociedades se le ha dado un valor muy diferente dependiendo de los puntos de
vista.
Como colegía un joven científico social costarricense en un debate sobre el tema
cultural quien, además, es inmigrante nicaragüense, ”reconocimiento no es tole-
rancia”. La tolerancia es una forma decente y educada de racismo y discrimina-
ción que quiere decir: te acepto porque es inevitable que seas mi vecino, pero
por favor no te metas conmigo y yo tampoco me meteré contigo. Una mane-
ra muy moderna y civilizada de aceptar la convivencia en un contexto de paz.
Puedo organizar una sociedad muy ordenada y respetuosa y, al mismo tiempo,
12 Couzens Hoy, David, “Poder, represión y progreso: Foucault, Lukes y la Escuela de Francfort”, en: Counzens Hoy, David, Foucault, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1988, pág. 155-163.
21
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
racista, excluyente y fragmentada: tienes tus espacios y yo, los míos. Esta pers-
pectiva es muy influyente en algunos círculos conservadores que se autoidentifi-
can como muy amplios y progresistas. Por supuesto, hay una cultura dominante
que impone las reglas de convivencia a la cultura subordinada. La tolerancia no es
una concepción capaz de construir un mundo integrado, simplemente es la ma-
nera “excluyente” de resolver el problema de la diversidad por parte de algunos
“humanistas”.
Tampoco la interculturalidad es solo aceptar al otro. Lourdes Tibán, directo-
ra del Consejo de Nacionalidades y Pueblos Indígenas del Ecuador, indígena
ecuatoriana perteneciente a una de las 14 nacionalidades indígenas que habitan
ese país, sostiene que el reconocimiento no es suficiente para “incorporar” con
equidad a los pueblos indígenas a la sociedad ecuatoriana. Reconocer significa
aceptar que existes, visibilizarte y concordar que tu bienestar es también impor-
tante. Sin embargo, como lo ha dicho esta importante dirigente, esto no necesa-
riamente implica que te incorpore como igual en la sociedad. Este es el mundo
de las reservas para indígenas, para las mujeres o para otros que han levantado
la demanda intercultural. Reconozco tus diferencias y contribuyo para que sean
atendidas. En otras palabras, puedo construir una reserva territorial pero, tam-
bién, puedo organizar una reserva social en la que garantizo aceptación, políticas
de bienestar y de respeto y manutención del patrimonio cultural. Pero yo en mi
casa y tú en la tuya13.
La interculturalidad tiene aún mayores exigencias que el simple reconocimiento
como aceptación y la sitúo en la categoría incorporación. Uno puede imaginar la
sociedad actual organizada en múltiples autopistas sociales y culturales. Algunas
de estas autopistas, las centrales y más importantes, están cerca del poder eco-
nómico y político, mientras que otras se alejan cada día más de estos espacios.
Algunos sectores sociales transitan por autopistas que están prácticamente ale-
jadas de estos centros neurálgicos. Uno puede imaginar estas autopistas virtual-
mente y representan espacios simbólicos y políticos de interacción social. En las
13 Tibán, Lourdes, Derechos colectivos de los pueblos indígenas del Ecuador. Aplicabili-dad, alcances y limitaciones, Quito, Indesic, 2001.
22
Lengua, cultura y educación DINEIB
autopistas también hay carriles. Algunos de estos carriles no conducen a ningún
lugar y están subordinados a otros. Se puede transitar una autopista central o
periférica, pero de manera subordinada como ocurre con las mujeres o los niños
y niñas.
Los transeúntes de estas autopistas organizamos nuestras vidas en ellas en una
especie de planes de viajes, que algunos autores como Bobbio14, Giddens15 y
Habermas16 han llamado planes de acción. Son verdaderas cartas de navegación
de nuestra vida, en la cual fijamos nuestras metas y organizamos nuestras es-
trategias. Todos tenemos un plan de acción, pero algunos se ven compelidos a
reducirlo a la humilde y modesta acción de conseguir alimento y algún lugar para
pasar la noche, mientras que otros abarcan actividades mucho más complejas
y hasta frívolas. Todos somos, en alguna medida, el insumo del plan de acción
del otro, aunque algunos de manera vital y otros de un modo circunstancial. Allí
ocurre la interacción cultural, ya que organizamos estos planes de acción a partir
de criterios de inclusión-exclusión cultural (representaciones, imaginarios).
Las autopistas son nuestras relaciones vistas colectivamente y constituimos en su
proceso de conformación nuestra identidad personal y social. Nuestros planes
de acción están determinados por esa identidad. Hay algunas autopistas que
siempre son transitadas por algunos y sus planes de acción están bien articula-
dos. En ese transitar, puedo vincularme solo marginalmente con otras autopistas,
como cuando circulo en automóvil y paso muchas calles laterales, sin entrar ni
importarme hacia dónde van y cómo están conformadas.
Organizamos la construcción y el tránsito de las autopistas a través del derecho
positivo o del derecho consuetudinario, las reglas sobre las que actuamos y que
se convierten, en definitiva, en las normas de circulación social de nuestras vidas,
y en torno a las cuales coordino mis planes de acción. Hay reglas dominantes y
reglas subordinadas, reglas reconocidas y reglas que operan exclusivamente en
14 Bobbio, Norberto, Teoría general del derecho, s. l., Editorial Temis, S. A., 1992.
15 Giddens, Anthony, La identidad del yo, Barcelona, Editorial Península, 1997.
16 Habermas, Op. cit., 1987.
23
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
algunas autopistas. Estas relaciones que configuramos en esos planes de acción
están constituidas en torno al poder social: el poder de reconocer y desconocer.
Los que transitan las autopistas centrales configuran sus planes de acción con
mayor conocimiento de lo que ocurrirá, pues tratan de producirlas y sistemati-
zarlas basadas en la pretensión de racionalidad que les da el acceso al control.
En consecuencia, tienen las capacidades para comprenderlas y para tomar las
decisiones más adecuadas, ya que tienen más recursos de todo tipo. Son más
racionales, simplemente, porque tienen más conocimiento y acceso a los puntos
neurálgicos donde confluyen las autopistas sociales. También son ellos quienes
establecen muchas de las reglas generales que se requieren para viajar en la
autopista y los que deciden cuáles reglas se aceptan y cuáles continuarán en la
oscuridad. Sus vidas confluyen, integran, constituyen e inciden, significativamen-
te, en el centro neurálgico. En la medida en que nos vamos alejando de estas
autopistas centrales, el conocimiento es más básico, los recursos son menores y
el acceso es más limitado, casi inexistente.
El concepto de plan de acción es muy importante para entender esto, porque es
alrededor de ellos que se organizan las relaciones con la gente, nuestras relacio-
nes interculturales. Los que recorren las autopistas centrales configuran sus pla-
nes de acción sin importar lo que ocurre con las personas que están fuera de sus
autopistas. Ellos son el poder y están embebidos en sus éxitos y en sus metas. Su
interculturalidad se limita a esos espacios y a relacionarse con los mismos. Es una
sociedad autocentrada y egocéntrica. Los sectores que transitan las autopistas
alejadas, también hacen sus planes de acción al margen de los centros neurál-
gicos no porque así lo quieran, sino porque así está organizado el orden entre
ellas. Sin embargo, la vinculación entre las otras autopistas periféricas tampoco
es muy intensa, aunque ciertamente sus planes de acción están más articulados
entre sí, simplemente porque comparten muchos espacios y sus relaciones son
más sustanciales. Estos sectores no tienen información suficiente ni las capacida-
des ni los recursos para incorporar al centro en sus vidas, por ello son sectores
excluidos en el sentido cultural, económico, político y social. Sin embargo, sus
planes de acción están, en alguna medida, condicionados por el centro, porque
24
Lengua, cultura y educación DINEIB
allí se toman muchas decisiones económicas y políticas que los afectan. Esta es
una sociedad fragmentada socialmente y, por ende, culturalmente.
Lo increíble de todo esto es que nos referimos a autopistas virtuales, porque en la
realidad todos compartimos los mismos espacios físicos. Acaso no compartimos
el espacio físico del mendigo de la esquina, de la señora que vende empanadas,
de la indígena que carga su niño, del mensajero o del taxista. Pese a ello, los que
transitamos en las autopistas centrales solo incorporamos en nuestros planes de
acción a estas personas o grupos como datos dentro de nuestro trajinar hasta
que algún acontecimiento (un asalto, una movilización social o una tragedia) nos
recuerda que están allí. Por tal razón, no es suficiente tolerar o reconocer. Puedo
preocuparme por el bienestar de estos grupos, reconocerlos, pero no incorpo-
rarlos en mis planes de acción como algo vital.
La articulación de las autopistas es aquella en la que se agrupan y organizan los
planes de acción, conformando un gran plan de acción o proyecto de sociedad.
La nación es esa gran autopista hacia la que desembocan todas las personas que
habitamos la sociedad. En esa gran autopista, sin embargo, algunos la transitan
con mayor propiedad que otros y piensan que, desde su perspectiva, deben
articularse sus planes de acción. Todos deben converger hacia ese vértice esta-
blecido por quienes transitan las autopistas centrales; las autopistas periféricas
no interesan e, incluso, ni siquiera tienen accesos a la autopista central. No hay
una nación intercultural.
La interculturalidad consiste, en este sentido, en conseguir un cambio social que
permita el tránsito de todos en esa misma autopista o, al menos, se creen los
accesos necesarios para que todos, de alguna manera, puedan transitarla. Este
acceso implica incorporar, de manera vital, en nuestros planes de acción a los
demás. La interculturalidad es, en este sentido, un concepto límite como las no-
ciones de democracia, Estado de derecho, derechos humanos y otras que la so-
ciedad ha venido construyendo para crear horizontes normativos de vida social
y colectiva. Por lo tanto, como concepto límite contribuye a mostrar un camino
o utopía.
25
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
La categoría incorporar operacionaliza este esfuerzo más que la categoría incluir.
Yo puedo incluir sin incorporar, puedo abrir mi espacio a la otra persona, pero
sin incorporarla en mis actos culturales, así como puedo incluir un libro en mi
biblioteca o incorporar una noción en mi mente sin articularla a mi razonamiento.
Por ejemplo, como hombre puedo ser respetuoso con la libertad cultural de una
mujer e incluirla en mi patrón de comportamiento como una regla social válida,
pero no necesariamente la incorporo en mi cultura política y social, de modo que
sigo comportándome y decidiendo al margen de esta regla.
La incorporación significa insertar en mi plan de acción a esa persona no como
un dato sino como un actor. Quiere decir que reconozco su pensamiento y su
acción como válido para debatir y argumentar en los contextos institucionales
aceptados. Estoy dispuesto a tranzar y acordar a la luz de sus propuestas. Todos
los espacios institucionales: la religión, la educación, la ciencia, la política, la eco-
nomía y otros están abiertos al debate y a la incorporación de su perspectiva,
siempre y cuando haya actitud de las partes de incorporar al otro. Esto repre-
senta un cambio sustancial, pues implica acabar con los saberes como dogmas y
abrirlos a todos y a todas, desde una perspectiva de equidad cultural, para que
se acceda a ellos ampliamente, sin reservas ni restricciones.
Esta apertura implica someter las instituciones sociales al escrutinio público y
abrir los archivos para debatir todo en condiciones de equidad. Una de las mane-
ras que ha encontrado la sociedad moderna para tener esa incidencia es la políti-
ca pública. Esta política es el instrumento para organizar el diálogo y para incidir
en todos los planes de acción, de modo que procuremos acercar las autopistas
periféricas a las autopistas centrales. La política pública puede ser el medio de
incorporar a la otra persona de modo vital y con una perspectiva cultural. Hay
que pensar en las estrategias y los mecanismos idóneos para que estas políticas
tengan un verdadero impacto y puedan contribuir a mejorar nuestras sociedades
de una manera razonable y democrática.
Plantearse una política de derechos humanos que reconozca la diferencia es-
tructural es algo complejo que implica construir no solo una teoría del cambio
que incorpore la subjetividad, sino avanzar hacia una comprensión política y
26
Lengua, cultura y educación DINEIB
técnica de la interculturalidad, que postule opciones estratégicas e instrumentos
de política pública (Teoría de alcance medio). Helberg17 propone dos elementos
muy importantes en este sentido, que pueden contribuir en estos esfuerzos: 1.
el reconocimiento de los mitos y; 2. la reflexión epistemológica o autocompren-
sión. Reconozco mis mitos y les busco sentido para comprenderlos, procesarlos
o superarlos con el objetivo de entender al otro. Esto implica el dominio de una
lógica transaccional o arreglos institucionales, como se postula desde el insti-
tucionalismo: yo sacrifico algo para garantizar la convivencia con el otro. Este
proceso transaccional debe estar fundado en reglas, ser sistemático y apuntar
a un acuerdo sustantivo. Las reglas implican procedimientos para entablar un
diálogo permanente que den seguridad a las partes y equidad en el proceso. No
obstante, esto no es suficiente.
Un diálogo que conduzca solamente a un acuerdo de convivencia es limitado,
si nuestra pretensión es construir una sociedad integrada. La convivencia puede
ser un apartheid. Cuando se hace referencia a una sociedad democrática se trata
de una sociedad capaz de generar un acuerdo cultural en el cual cualquiera pue-
da reafirmar su identidad, pero con la condición de buscar elementos comunes
que se constituyan en un cuerpo colectivo que acepte la diferencia. Es decir,
incorporar dispositivos culturales dirigidos a ver al otro no solo con respeto, sino
en la misma condición sociocultural que la mía.
Rawls18 apuntaba a esto cuando se refería a aquellos principios básicos que to-
dos los grupos sociales deberían adscribir para garantizar una sociedad donde
reine la justicia y la libertad. Él se refería a construir una universalidad capaz de
reconocer y fortalecer la particularidad para que el igual universal fuese una po-
sibilidad real. Él apostaba a las instituciones a través de las políticas públicas.
Touraine19 ha expresado esto en una frase muy significativa: “Cómo podemos
vivir juntos”. Esta argumentación, sin embargo, plantea los riesgos de los en-
17 Helberg, Op. cit., 2007.
18 Rawls, John, Justicia como equidad, Madrid, Editorial Tecnos, 1999.
19 Touraine, Alain, ¿Podremos vivir juntos? El destino del hombre en la aldea global, Argentina, Fondo de Cultura Económica, 1997.
27
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
foques culturalistas20, que ponen tanto énfasis en el particularismo cultural que
olvida a la sociedad, es decir, olvida que existen otros y postula algo inviable que
conduce, más bien, a un conflicto social sin salida. Punto de vista tan excluyente
como los que, desde su posición dominante, se han encargado de excluir y ne-
gar sistemáticamente a los otros por un sentimiento de superioridad cultural.
En consecuencia, la base del acuerdo cultural es el diálogo, un diálogo racional
en el que unos deben aprender del otro argumentando y contraargumentan-
do, tal y como lo postula Habermas. Heinrich Helberg21, en este sentido, acier-
ta cuando señala que esta actitud política y social implica compartir y debatir
saberes. Para ello, la llamada cultura occidental debe superar su imperialismo
cultural, aceptar que otros saberes son tan importantes como los suyos y debatir
en condiciones de igualdad las otras lógicas de conocimiento, sometiendo sus
instituciones a ese proceso del autoexamen o, en palabras de Feyerabend, a la
aceptación de que existen otras racionalidades o maneras de ver el mundo.
La ciencia debería entenderse no solo como una herramienta del conocimiento,
sino como un espacio o institución para conocer, debatir y aplicar principios,
leyes e instrumentos centrados en la ética de un desarrollo humano inclusivo e
integrado que incluya todas las racionalidades. Hoy, el uso de la ciencia es obje-
to de cuestionamiento, debido a que nuestros logros tecnológicos están destru-
yendo el planeta: nuestros glaciales se derriten, nuestros entornos se transforman
a tal punto que las especies animales se están extinguiendo con consecuencias
severas en el autosustento de la humanidad. Asimismo, muchos conceptos de
organización social que la ciencia ha creado o justificado alientan la violencia, el
individualismo o el consumo fútil. Ya no morimos solamente producto de enfer-
medades infectocontagiosas, sino de la violencia o enfermedades catastróficas
producidas por un estilo de vida perverso, alimentado por la mercadotecnia, la
20 “El lado oculto de ese multiculturalismo es el riesgo de encierro de cada cultura en una experiencia particular incomunicable. Semejante fragmentación cultural nos con-duciría a un mundo de sectas y al rechazo de toda norma social” (Touraine, 1997:41).
21 Helberg Chávez, Heinrich, Op. cit., 2007.
28
Lengua, cultura y educación DINEIB
publicidad, las ciencias farmacéuticas, la electrónica, etc. Estamos a las puertas
del colapso de la sociedad moderna o, incluso, del mundo tal y como lo conoce-
mos, sobre todo en las naciones pobres.
El reconocimiento de esta dramática situación es una oportunidad para valorar
las otras concepciones del mundo que han estado subordinadas o ignoradas
como, por ejemplo, las culturas originarias en América. Al mismo tiempo que
viene ocurriendo esto en el mundo, América Latina experimenta el reconoci-
miento de los pueblos y nacionalidades indígenas y afrodescendientes como
sujetos políticos y sociales y de otros grupos como las mujeres y los niños. No es
una casualidad, las luchas de estos pueblos y grupos sociales, junto con el for-
talecimiento de las instituciones democráticas, han permitido que las llamadas
libertades culturales se amplíen en la región y surjan con más fuerza enfoques de
política pública que incorporan esta dimensión intercultural.
Más allá de la visión negativa que postula el entierro de las energías utópicas, no
hay duda de que contamos con herramientas para forjar un mundo distinto y de
que existe una enorme oportunidad de establecer esos diálogos. Se han abierto
caminos y también se ha aprendido. Occidente, más allá de sus limitaciones, ha
crecido en su capacidad de construir algunas instituciones como el Estado social,
el concepto de los derechos humanos, la educación como forma organizada de
socialización y aprendizaje social, las ciencias exactas y humanas como herra-
mienta para ejercer un control de los riesgos y otras que, orientadas con un crite-
rio basado en la centralidad del sujeto, pueden ser factor para el desarrollo de la
humanidad. Cabe destacar que estas construcciones sociales han sido producto
de las luchas sociales, las demandas de los grupos excluidos y los sincretismos
culturales. ¿Por qué no poner esos aportes al servicio de un concepto integrado
de lo social, invitando a otras concepciones a enriquecer, reconfigurar o transfor-
mar estas instituciones, dándoles un carácter más inclusivo y más amplio?
De igual manera, otras culturas han conseguido desarrollar instituciones y cono-
cimientos que les ha permitido configurar un tejido social, con el que pueden
aportar a la construcción de una sociedad global más democrática y más igua-
litaria. ¿Cuál es la razón por la cual sus perspectivas no pueden ser reconocidas
29
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
como acicates para una visión capaz de integrar y de favorecer esa visión integra-
da del mundo que todos queremos?
Es necesario desprenderse de los conceptos imperiales, reconocer las limitacio-
nes del predominio de la racionalidad instrumental e incorporar como horizonte
el bienestar de todos y todas basado en una justicia social con equidad. Romper
con esto implica un replanteo de cómo Occidente ha concebido lo social. En un
ensayo del famoso físico Albert Einstein, escrito a comienzos del siglo pasado,
se criticaba la economía neoclásica por su afán de separar valores y ciencia para
explicar y conducir nuestras relaciones sociales de producción, y se reclamaba
la incorporación de la moral en las prescripciones económicas. Casi cien años
más tarde estamos en lo mismo, pero con consecuencias peores, pues no solo
hemos conseguido increíbles progresos en lo tecnocientífico, sino que la pobre-
za se mantiene y, peor aún, estamos por acabar con la nave que nos conduce a
través del espacio sideral. Franz Hinkelammert22 mostró la irracionalidad de man-
tenernos en este enfoque, planteando una discusión muy interesante en la que
identificaba el momento en el cual esa unidad entre ética, moral y conocimiento
se rompía para plantear una concepción unilateral e instrumental de la ciencia.
Su metáfora de la persona que perfecciona su instrumento para cortar la rama
del árbol, sabiendo que él mismo está en la rama y que, al cortarla, se caerá,
es sintomática. Más o menos es como se está abordando el mundo contempo-
ráneo. Este autor reclama el regreso a plantearse desafíos morales en nuestro
desarrollo, al igual que la crítica de las sociedades originarias es una crítica moral
a la manera occidental de enfrentar la transformación social.
No hay duda de que implicaría una enorme contribución aprender de las posi-
ciones morales de los nuevos sujetos culturales y de las lógicas de los pueblos
originarios. Esto no quiere decir, como señaló Fabián Potosí, filósofo ecuatoriano
perteneciente a uno de los pueblos indígenas23, deificar estas culturas, tapar sus
propias limitaciones, así como negar el carácter sincrético y contradictorio de su
22 Hinkelammert, Franz, El sujeto y la ley, el retorno del sujeto reprimido, San José, C.R., EUNA, 2003.
23 Mesas de diálogo sobre interculturalidad, Universidad de Cuenca, agosto 2007.
30
Lengua, cultura y educación DINEIB
pensamiento. Al fin y al cabo, más de 500 años de subordinación y asimilación
no pasan en vano, tampoco se puede negar que el conflicto y el poder estén
ausentes de estas sociedades.
En este marco realista, el diálogo intercultural implica abrir el debate, incorporar
estas otras maneras de ver el mundo y juntos plantearse la pertinencia de esos
desafíos morales. En otras palabras, atravesar las instituciones sociales y políticas
o crear instituciones que abran o posibiliten el espacio sistemático y permanente
para que se debatan los valores y normas a la luz de la búsqueda de la justicia
con equidad y de la libertad.
No se trata de caer en una especie de idealismo. Lo social, como se advirtió en
el segundo parágrafo, no es algo transparente, sino que se encuentra atrave-
sado por intereses de diverso tipo, lo cual significa mayor complejidad social y
política, tal y como ocurre en los países andinos. El conflicto social es inmanente
a nosotros y el poder, algo inevitable; sin embargo, es algo que puede canali-
zarse adecuadamente. Dentro de la lógica procedimental que nos ha ofrecido
Habermas, se trata de que estas instituciones postulen reglas en las que esto sea
posible. Reglas que permitan el debate y controles democráticos que impidan
los excesos. El liberalismo republicano ha argumentado que precisamente el re-
conocimiento de estas reglas es fundamental, si se aplican para todos y todas.
No obstante, como fue postulado por el filósofo mexicano Esteban Krotz24, es
necesario que todos los grupos sociales se sienten a la mesa del diálogo en las
mismas circunstancias, de otra manera, las reglas operan tan solo para unos. De
ahí la importancia de las políticas y legislaciones afirmativas que garanticen a
estos grupos una condición de desigualdad positiva para igualarlos con respecto
a sus desiguales.
Aunque esto implica aceptar el carácter multicultural de la sociedad, tampoco se
trata de proponer un multiculturalismo en el que cada interés representa una cul-
tura y fragmentemos aún más nuestras sociedades. La noción de comunidad es
24 Krotz, Esteban, Enfoque de derechos humanos e interculturalidad. Ponencia presenta-da en el taller Interculturalidad y políticas públicas, Quito, Unicef-Flacso-AECI, 2007.
31
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
un aspecto complementario. La regla por sí sola no resuelve el tema de la iden-
tidad. Una de las enseñanzas de las culturas originarias es apreciar este carácter
colectivo de la sociedad a partir de valores en los que lo común esté por encima
de lo particular (Tibán, 2001). Esta tensión es algo que debe ser enfrentado con
la convicción de que el procedimiento y la comunidad no son aspectos contra-
dictorios. El diálogo intercultural abierto puede contribuir enormemente a ello.
Bajo estas circunstancias, el lenguaje deviene en un elemento fundamental. El
lenguaje como una dimensión que va más allá del habla y que encierra unos
conocimientos, una cultura y una manera de abordar el mundo. En otras pala-
bras, ese ethos al que se hacía referencia antes. El indígena del pueblo purúa,
Mariano Morocho25, director de la Dirección Nacional de Educación Intercultural
Bilingüe, argumenta que el lenguaje representa, en este sentido, la reafirmación
de su cultura. Este planteamiento se enmarca en el concepto gransciano de he-
gemonía y en la perspectiva de Foucault de la resistencia, en la medida en que
visualiza la enseñanza del lenguaje no como un simple instrumento pedagógico,
sino como parte de la estrategia política y cultural en la lucha de los pueblos indí-
genas por conseguir su pleno reconocimiento político y social26. En condiciones
de evidente desigualdad, este es más que un acceso, implica una estrategia para
empoderar y reafirmar grupos que históricamente han estado excluidos y que su
cultura ha sido negada. El lenguaje es un espacio de intercambio y de reafirma-
ción. Si la historia es contada a través del lenguaje, el desafío de estos pueblos
es reconstruir ese carácter común de la historia, comunicándose en sus lenguas
originarias, al mismo tiempo que en las occidentales.
El esfuerzo por construir una nueva moral y una nueva ética, basadas en los dere-
chos interculturales, pasa entonces a asumir con ambición, formulando argumen-
tos técnicos y políticos para insertar esto y otras nociones en la institucionalidad.
25 Este ha sido un argumento que Mariano Morocho ha esbozado reiteradamente en el Comité de Gestión del Programa Educación Intercultural Bilingüe (Eibamaz)-Unicef-Gobierno de Finlandia.
26 Smart, Barry, “La política de la verdad y el problema de la hegemonía”, en: Couzens Hoy, David, Foucault, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1986.
32
Lengua, cultura y educación DINEIB
Si se reconoce y se apuesta a unas instituciones democráticas que representan
esas luchas sociales y políticas por el reconocimiento, no queda más que hacer
un esfuerzo por incorporar esto en los entramados de nuestras políticas fraguan-
do una política intercultural. Hoy, en algunos países pasa por incluirlo en la madre
de las leyes: la Constitución, pero en otros, por favorecer ese debate invitando a
militantes y detractores a la discusión y la autocomprensión.
Conclusión
Interculturalidad significa dialogar desde la diferencia para construir la universa-
lidad. Esta categoría implica incorporar, es decir, insertar el saber del otro en los
elementos constitutivos de la visión del mundo. Por tal razón, la interculturalidad
es la discusión de nuestras instituciones y de nuestros conocimientos. Incorporar
al otro no es tolerar o simplemente reconocer, es aceptar que tiene una verdad y
que su verdad es del nivel de mi verdad, razón por la cual merece que se debata
y, en ese devenir seguro, irá surgiendo una verdad para todas las personas a tra-
vés del convencimiento y de la razón.
La interculturalidad no es otra manera de fragmentar el mundo social en culturas
como autopistas desvinculadas entre sí. No se trata de caer en una de las para-
dojas de la interculturalidad en la cual existen feministas racistas, dirigentes in-
dígenas mujeres antifeministas o socialdemócratas comprometidos con lo social
con sentimientos de aversión hacia inmigrantes. Este sinsentido ocurre porque
los derechos y libertades culturales se conciben como actos independientes y
fraccionados y no como elementos de una misma lucha por la igualdad de los de-
rechos. No se pretende una sumatoria social, sino una articulación social. La de-
mocracia deliberativa es el modo a través del cual podemos ir consiguiendo esa
articulación de la que hemos sido incapaces hasta ahora y las políticas públicas,
el espacio y el mecanismo para alcanzar esos acuerdos políticos y culturales.
33
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
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Datos personales
Nombre: Ludwig Guendel González
Nacionalidad: Costarricense
Profesión: Dr. Phil. (PHD) en Sociología
Centro de Educación Superior que le otorga el título: Instituto de Sociología
de la Universidad Libre de Berlín, Alemania.
Ocupación actual: Representante adjunto de la Oficina de Unicef-Ecuador.
Dirección postal: Amazonas 2889 y La Granja, Quito, Ecuador.
Teléfono: 00 (593) 9820 3177
Correo electrónico: [email protected]
35
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Políticas de estado e interculturalidad
Marcelino Chumpi 27
El carácter del Estado ecuatoriano
Antes de la invasión española, la característica fundamental de este período, de
manera resumida, podemos expresar lo siguiente: “en el actual continente ame-
ricano, desde hace miles de años han vivido numerosos pueblos, con diversas
formas de organización social, política, religiosa, cultural. Este es el caso de los
mayas, aztecas e incas”. “A pesar de que el Estado inca, a través de diferentes
mecanismos ejerció su poder para imponer su modelo organizativo, socioeco-
nómico, político y cultural, este no era totalmente ajeno al que tenían nuestros
pueblos de la Sierra; por ejemplo, los sistemas de producción se inspiraban en la
realidad agraria andina; en la parte religiosa, el culto al sol, la luna y la tierra eran
elementos de la divinidad”. Se implementaron sistemas de redistribución de los
recursos que se revertían a la misma población.
La invasión española: “En 1492 se inició la invasión española a través de aven-
tureros y colonizadores, que desde el primer momento se dedicaron al pillaje y
saqueo. Así empezó el sometimiento económico y político de nuestros pueblos y
naciones con la práctica de las más incalificables formas de explotación y sojuzga-
miento a nombre de la Corona española y la iglesia”. “La codicia por los tesoros
enloqueció a los aventureros españoles, y en el afán de encontrarlo a cualquier
precio, aniquilaron a la población a través de una masacre brutal, la tortura y el
engaño…”. Solo para corroborar uno de los hechos más sobresalientes, cito: “…
27 Secretario ejecutivo del Codenpe.
36
Lengua, cultura y educación DINEIB
Llevaban mastines hambrientos que al soltarlos, con sanguinaria furia, les asían de
la garganta, los arrastraban y hacían pedazos”. (M. Irving en coll, 1980:25)
Situación en la Colonia: “El sistema colonial se mantuvo mediante las institucio-
nes de la encomienda, la mita y las reducciones... se inició el proceso de pago de
los tributos e impuestos como mecanismos de sujeción de los indios”. “En la Real
Audiencia de Quito, el tributo era cobrado a través de la encomiendas, el trabajo
en las diferentes mitas, especialmente minas y obrajes, dieron lugar a una explo-
tación inhumana de la población. La mita, que era un trabajo no remunerado, que
servía básicamente para desarrollar trabajos comunitarios, en la Colonia se convir-
tió en el trabajo obligatorio de todo el ayllu sin beneficio de inventario, con esto,
familias enteras estuvieron condenadas a morir en la esclavitud”. Por todo esto se
dieron “los levantamientos en rechazo al despojo de las tierras, a los excesos en
el cobro de los tributos, al maltrato, al abuso, entre otros”.
Situación en la República: “Luego de la declaración de la independencia, los te-
rratenientes y los militares continuaron arrebatando las tierras, obligando a los
indios a trabajar en situaciones inhumanas, a pagar tributos, a endeudarse, con-
virtiendolos en objeto de humillación y discrimen forzado”. “La economía del
naciente Estado ecuatoriano se caracterizó en el siglo XIX por la apertura del
comercio internacional y el incentivo a la producción agroexportadora de cacao,
tabaco, madera, cascarilla, cuero, entre otros”, (Ayala, 1978; Moncada, 1976). En
la Amazonía, el Estado, al tener escasos recursos económicos, encontró en los
misioneros la labor más importante para emprender su institucionalidad. Así, en
1888 se firmó un acuerdo bilateral entre la Santa Sede y el Gobierno ecuatoriano,
mediante el cual crearon cuatro vicariatos en la Amazonía: el de Canelos y Macas,
a cargo de los dominicos; el de Napo, de los jesuitas; el de Zamora, de los francis-
canos; y el de Méndez y Gualaquiza, de los salesianos (Anónimo, 1952:16).
Al ser esta la historia del proceso de construcción de un Estado nacional, con-
cluimos que el actual Estado es excluyente para las nacionalidades y pueblos
indígenas del Ecuador, porque se ha formado con el sometimiento y la exclusión
de las sociedades primarias de la nación ecuatoriana. Tanto es así, que el racismo,
el abandono o las propias políticas gubernamentales han sido, en sí mismas,
37
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
excluyentes a la realidad diversa; además, el sistema político no ha podido plas-
mar un nuevo tipo de sociedad y de Estado.
El concepto o los paradigmas de interculturalidad en el carácter del Estado nacional ecuatoriano
La pregunta básica es qué es la interculturalidad. Esta misma pregunta se hace
Catherine Walsh. Luego de varios análisis sobre diferencias y similitudes, desde
la perspectiva histórica y política, como también la de la educación, me permito
citar algunas conclusiones escenciales: a) es “un proceso dinámico y perma-
nente de relación, comunicación y aprendizaje entre culturas en condiciones de
respeto armónico, legitimidad mutua, simetría, igualdad y equidad; b) es un in-
tercambio que se construye entre personas, conocimientos, saberes y prácticas
culturalmente distintas, que buscan desarrollar un nuevo sentido de conviven-
cia de estas en su diferencia; c) es un espacio de negociación y de traducción,
donde las desigualdades e inequidades sociales, económicas y políticas, y las
relaciones y los conflictos de poder de la sociedad no son mantenidos ocultos,
sino reconocidos y confrontados; y, d) es una tarea social y política que interpela
al conjunto de la sociedad, que parte de prácticas y acciones sociales concretas
y conscientes e intenta crear modos de responsabilidad y solidaridad”.
Entonces, si entendemos así la interculturalidad, ¿cuáles son las similitudes o
las diferencias entre multi y pluriculturalidad? Abordar esta problemática nos
permite plantear que las tres dimensiones hacen referencia a la diversidad so-
ciocultural, política, ambiental y económica, que explica la formación de es-
tructuras agrarias particulares. No obstante, esos conceptos hacen referencia
a las distintas maneras de abordar la diversidad sociocultural y encontrar sus
desarrollos.
“La multiculturalidad es un término principalmente descriptivo. Se refiere a la
multiplicidad de culturas que existen dentro de un determinado espacio, sea
local, regional, nacional o internacional, sin que necesariamente tenga una re-
lación entre ellas”. Además, se puede entender como un relativismo cultural,
38
Lengua, cultura y educación DINEIB
donde se dirigen las demandas de grupos culturales subordinados dentro de la
sociedad nacional, por programas, tratos y derechos especiales como respuestas
a la exclusión”. En suma, con este enfoque tendremos programas gubernamen-
tales asistencialistas, supeditados al patrón de paternalismos, donde por pena y
compasión se rasgan las vestiduras, y los tratan como a unos infantes, a pesar de
ser pueblos y naciones que tienen continuidad histórica y política real.
La pluriculturalidad es un concepto que expresa “la particularidad de una región
donde pueblos indígenas y negros han convivido por siglos con blanco-mestizos
y donde el mestizaje ha sido parte de la realidad, como también la resistencia
cultural y la revitalización de las diferencias”. En suma, a diferencia de la “mul-
ticulturalidad, la pluriculturalidad denota una pluralidad histórica y actual, en la
cual varias culturas conviven en un espacio territorial y, juntas, hacen una totali-
dad nacional”.
Aunque su diferencia es sutil y mínima, podemos entender que con estos con-
ceptos, desde el Estado se han emprendido procesos políticos, económicos,
sociales y culturales, pretendiendo incorporar a estas sociedades diferenciadas
a la nacional con programas de revitalización o promoción cultural, a través de
departamentos de cultura de las diferentes instituciones del Estado o las Casas
de Cultura. Así, los indios no pasan de ser folclore, diversidad en bailes y chupes,
pero son parte constitutiva de la formación del Estado nacional.
La interculturalidad en el Estado como un proceso interpelante al sistema político ecuatoriano establecido
Aquí vamos a señalar algunos hechos fundamentales de luchas indígenas que
van configurando no una interrelación sino una interpelación, que se configura
en el reconocimiento de los derechos humanos indios. Así, en los años 30, se
configura una lucha por reivindicar tierras dominadas por los hacendados, ade-
más de reivindicar los huasipungos para considerarse dueños de esas tierras.
Con este propósito se crea la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) encabeza-
da por mama Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, entre otros personajes de
39
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
lucha de los pueblos de la Sierra andina. Este proceso fue considerado por el Es-
tado y la sociedad criolla de la época como acto fuera de la ley, es decir, sedición,
por eso fueron considerados como guerrilleros y terroristas, faltos de civilización
y educación; solo debían trabajar en las haciendas sin pedir nada a cambio como
los seres humanos, porque no tenían el valor de serlo.
Por presiones y por los procesos históricos mundiales de la época, en la década
de los 60 se impulsa la Reforma Agraria, en la que se distribuyen los recursos
del Estado a través de la repartición de las tierras. Esta mala deformación de la
Reforma Agraria en Ecuador convirtió a los indios en entes no productores, por-
que las tierras destinadas a ellos fueron las menos productivas, mientras que los
terratenientes se llevaron lo mejor de las tierras. En el caso de la Amazonía, se
impulsaron programas de colonización, a través del Ierac y el CREA. Esto generó
el impulso de un modelo de crecimiento económico desarrollista, donde la ho-
mogeneización era lo fundamental y no el impulso de las relaciones intersociales,
procurando subsanar o sanear las heridas abiertas de la historia.
En la década de los años 70, emergieron nuevos actos del Gobierno que, poco
a poco, se convirtieron en las políticas sociales marginales del Estado; así, se
reconoció el derecho del voto a los analfabetos, que en su mayoría eran de las
nacionalidades y pueblos indígenas; además, se inició la creación de un sistema
de alfabetización en lenguas propias, que configuró el sistema de Educación
Intercultural Bilingüe (EIB), uno de los primeros ensayos fue con los shuar, con el
Sistema de Educación Radiofónica Bicultural Shuar (Serbish) y de Simiatug, en la
Sierra. Además, debemos recordar que estos procesos permitieron declarar al
Ecuador un país pluricultural y multilingüe, que a la postre era un tácito reconoci-
miento de las existencia de otras sociedades además de la mestiza.
En la década de los 80 y 90, se dio el auge del Movimiento Indígena Ecuatoriano,
como movimiento social; se la podría catalogar como la década donde los indios
alcanzaron las mayores conquistas de sus derechos humanos: se cró la Conaie,
Confeniae, Ecuarunari, Conaice; pero fundamental o sustantiva fue la creación
de la Dirección Nacional de Educación Intercultural Bilingüe. Esta Dirección Na-
cional debió plasmar un modelo de educación intercultural que a futuro debía
40
Lengua, cultura y educación DINEIB
transformarse en el sistema de educación nacional, empero se mal entendió que
se había convertido en el sistema de educación de los indios. Los levantamientos
de los 90, las reformas constitucionales, así como la participación política de los
líderes y lideresas indígenas crearon una gran sensibilidad social y un mea culpa
histórico, y se reconoció la diversidad sociocultural, dándoles el carácter de pue-
blos y nacionalidades en la Constitución (14 artículos donde se reconocen a las
nacionalidades y pueblos indígenas) y algunos preceptos legales, y esta parte es
lo que menos se ha desarrollado con los diputados de Pachakutik que han actua-
do en el Congreso Nacional. Se declaró internacionalmente el año y el decenio
de los Pueblos Indígenas del Mundo. Como consecuencia, se han creado insti-
tuciones públicas que atienden este sector social, este es el caso del Consejo de
Desarrollo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador, Codenpe; y la Dirección
Nacional de Salud Intercultural. En este período, líderes indígenas han ocupado al-
caldías, prefecturas, juntas parroquiales, ministerios y el Congreso Nacional, y han
configurado una defensa ideológica en la consolidación de la democracia
ecuatoriana.
Los levantamientos del año 2000 ocasionaron el derrocamiento de los gobiernos
de turno; además, Pachakutik participó en el Gobierno de Sociedad Patriótica,
aunque sus resultados fueron desastrosos. Además los indios, en calidad de ciu-
dadanos ecuatorianos, han formado desde siempre las filas del ejército nacional,
lo que ha diezmado los principios culturales.
Como podemos observar, esta serie de hechos políticos e históricos denota que
no existen políticas estatales con enfoques de interculturalidad, sino que el Es-
tado, por las acciones de gobiernos de turno, ha plasmado una demanda por
la presión social, pero no es un proceso dinámico que facilita el impulso de las
políticas estatales para avanzar hacia una sociedad nacional intercultural, es de-
cir que la construcción de una sociedad nacional con convivencia intercultural
es una tarea inconclusa. El espejismo de la interculturalidad en la lucha de los
pueblos y nacionalidades llamados indígenas debe trascender del discurso del
vencido a el vencedor; traspasar el límite de la tolerancia para la construcción de
las dialécticas armónicas a partir de la construcción de los postulados modernos
41
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
de las sociedades diversas, en un mundo globalizador y totalizante. Por lo tanto,
debe romperse el esquema de la defensa de los derechos de primera genera-
ción para avanzar hacia los derechos de la tercera generación.
Puntos temáticos para la discusión
Preguntas fundamentales para el debate de la temática relacionada con la
interculturalidad:
¿Cómo constituir a la interculturalidad como cordón umbilical de diálogo, 1.
entre el Estado y las sociedades locales diversas, para que se convierta en el
alimento vital de la construcción de un nuevo tipo de sociedad nacional? Es
decir, debe constituirse como la democracia que alimenta al sistema político
ecuatoriano, sin ella, el carácter del Estado es otro.
¿Cómo incidir en los administradores del Estado (gobiernos de turno) de to-2.
dos los niveles administrativos, para que las políticas públicas que ejercen en
su mandato gubernamental incorporen a la interculturalidad como un nuevo
sistema político democrático en concordancia al fortalecimiento de la socie-
dad nacional moderna?
¿Qué hacer para que la interculturalidad subsuma, en su máxima construc-3.
ción del paradigma de un nuevo modelo de sociedad, al racismo, etnicis-
mo, multiculturalismo, entre otros, que han servido como parangón para la
construcción de un discurso ideológico de dominación hacia los que son
llamados indígenas?
43
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Trayectoria de la educación intercultural en Ecuador
Catalina Vélez V. 28
Con esta exposición se hace referencia a la incorporación de la intercul-
turalidad en la educación oficial ecuatoriana en la década de los 90,
partiendo de comprender la educación como una de las obligaciones
fundamentales que los Estados tienen para con los ciudadanos y, principalmen-
te, como un problema de economía política.
La diversidad cultural y la interculturalidad en el contexto latinoamericano
Aunque la multietnicidad latinoamericana está conformada por infinidad de
grupos étnicos y culturales, es preciso anotar que tanto la presencia indígena
como la afro no son homogéneas culturalmente hablando, ni tampoco unifor-
mes en lo que respecta a su distribución territorial. Por ejemplo, en referencia a
los países caribeños, la población afro es mayoritaria y la indígena, casi inexis-
tente; en tanto que en el resto de América Latina, la presencia indígena abar-
ca quizá alrededor del 10% de la población total, aproximadamente cerca de
40 millones de individuos.
La alusión a los pueblos indígenas y afros en términos cuantitativos puede,
en ocasiones, ser motivo de conflicto, puesto que si bien desde los sectores
28 Docente de la Facultad de Ciencias de la Educación, Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Consultora académica, Área de Educación, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. [email protected]; [email protected].
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Lengua, cultura y educación DINEIB
dominantes existe una tendencia a minimizar o invisibilizar la presencia afro/indí-
gena numéricamente hablando, en cambio, desde los sectores subalternos existe
una tendencia a la apropiación de espacios y a la resignificación de las realidades,
desde la constante alusión a que “el otro es mayoría”.
Tal como lo manifiesta López, “la presencia (del otro) bien puede empequeñecer-
se cuando se la compara con la población total de un país, pero cobra una impor-
tancia distinta al analizársela desde una perspectiva regional” (López, 2000:18), a
lo que cabría añadir que la presencia de los pueblos indígenas y afros no es úni-
camente un aspecto numérico, su vitalidad se hace vigente en las luchas de rein-
vención de las utopías sociales y en la emergencia de nuevos sujetos que hacen
de su etnicidad, antaño considerada fragilidad, justamente la raíz de su fortaleza.
Si bien la multietnicidad constituye una de las principales características del con-
tinente, en el ámbito relacional interétnico puede hablarse de la diversidad como
fuente de conflictividad; puesto que las relaciones interétnicas están marcadas
por la asimetría entre las culturas locales y la cultura dominante, como resultado
de los procesos de conquista, colonización y colonialismo interno.
En tanto que el multilingüismo latinoamericano se articula en torno a la presencia
de cerca de medio millar de idiomas indígenas u originarios; así también en la
existencia de lenguas criollas como, además, en la presencia de lenguas extranje-
ras diversas, producto de la esclavitud africana y la migración europea y asiática,
a tal punto que, “si nos atenemos solo a las lenguas amerindias, en la región se
hablan entre 400 y 500 idiomas indígenas diferentes y un número mucho mayor
de dialectos o variantes de esas lenguas” (López, 2000:25).
Antecedentes de la educación intercultural en Ecuador
Quizá sea pertinente revisar de manera sucinta los antecedentes de la intercultu-
ralidad en Ecuador, concretamente en el marco de la educación indígena prime-
ro y de la educación intercultural bilingüe (EIB) después.
Además de algunas iniciativas aisladas de evangelización realizadas por distintas
45
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
misiones católicas en las que la alfabetización básica es un elemento común (la
misión de Canelos de los Dominicos, la de Quijos de los Josefinos, etc.), puede de-
cirse que desde 1940 se inician procesos de educación dirigidos específicamente a
las poblaciones indígenas del Ecuador.
En estos procesos, se destaca la formación de las escuelas indígenas de Cayambe,
en las que se forma la valiente lideresa indígena Dolores Cacuango, precursora de
la educación bilingüe en el país. En esta misma década, es relevante el esfuerzo
realizado por las misioneras Lauritas en pro de la educación indígena, sobre todo
de los pueblos quichuas de la Sierra.
Posteriormente, en los años 50, el Instituto Lingüístico de Verano, cuya finalidad
principal es la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, inicia un programa
de educación dirigido inicialmente a los pueblos indígenas de Chimborazo, Napo
y Pastaza, y después a todos los grupos indígenas del país.
“En la década de 1960, la Misión Andina realizó materiales educativos utilizando el
dialecto local para algunas regiones de la Sierra” (Montaluisa, 2005).
En los años 60, con el apoyo de monseñor Leonidas Proaño, conocido localmente
como el “obispo de los indios” por su coherente entrega y férrea persistencia en
la defensa de los derechos de los indígenas, se crean las Escuelas Radiofónicas
de Riobamba-Chimborazo, dedicadas específicamente a la educación indígena
en lengua quichua. “El objetivo de las Escuelas Radiofónicas de Riobamba era
organizar campañas de alfabetización por radio; instruir a las clases populares en
materias fundamentales para su desarrollo e incorporar al campesino indígena a la
vida social y económica de la nación” (Yánez, 1998:35).
En estrecha relación con la iniciativa del equipo misionero de Chimborazo, surge
hacia fines de los 60 e inicios de los 70 (1968-1972) el Sistema Radiofónico Shuar
que luego se denomina Plan Integral de Escuelas Radiofónicas Shuar, en las que
se transmiten programaciones de contenido cultural y, además, los mismos conte-
nidos del sistema educativo regular ecuatoriano. Este sistema, que funciona hasta
la actualidad, tiene como destinatarios principales a los grupos amazónicos shuar
y achuar del Ecuador y de las inmediaciones cercanas de Perú.
46
Lengua, cultura y educación DINEIB
En los años 70, surgen “varios programas de educación bilingüe y con diversos
nombres: Escuelas Indígenas del Quilotoa con apoyo de la Misión Salesiana, Es-
cuelas Indígenas de Simiatug, Escuelas Bilingües de la Federación Unión de Na-
tivos de la Amazonía Ecuatoriana (Fcunae), el Programa Educativo Chimborazoca
Caipimi, etc.” (Montaluisa, 2005).
En los años 80, existen diversos programas educativos liderados por el Ministerio
de Educación y Cultura (MEC), dirigidos a atender a las poblaciones rurales; en tér-
minos generales, podría decirse que se trata de programas remediales y compen-
satorios que, aunque intentan tomar en cuenta las diferencias existentes entre los
sectores urbanos y rurales, no reparan en la especificidad cultural de los pueblos
indígena, sino, más bien, apuntan a ampliar la cobertura educativa en el país.
Pese a lo mencionado, la década de 1980 podría considerarse como la etapa his-
tórica en la que se forjan las iniciativas y propuestas más significativas de la educa-
ción indígena en Ecuador.
Aludiendo a la trayectoria de la EIB en el país, varios autores dividen esta década
en dos etapas: “la primera etapa, comprendida entre 1978 y 1984, integra tres or-
ganismos: el Ministerio de Educación, a través del personal de la Oficina Nacional
de Alfabetización; el Centro de Investigaciones para la Educación Indígena (CIEI),
creado para el efecto por la Universidad Católica de Quito; y las organizaciones
indígenas con mayor participación comunal y regional (…). La segunda etapa se
inicia en 1986 con la creación de la Corporación Educativa Macac, la participación
de personal indígena a título personal, y el apoyo económico de organismos no
gubernamentales” (Yánez, 1998).
Es preciso mencionar que en este centro, donde se formaron numerosos y reco-
nocidos líderes indígenas, se preparó el discurso en quichua que pronunció el
presidente Jaime Roldós Aguilera, el 10 de agosto de 1979, el mismo que luego
creó en el MEC el Subprograma de Alfabetización Quichua. En esta misma época,
Paulo Freire visitó el CIEI de la PUCE y animó a su personal a seguir adelante en
la lucha por la educación de los pueblos indígenas. Vale subrayar que es el inicio
de la incorporación de los indígenas y la diversidad en los discursos y acciones
47
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
políticas oficiales nacionales, en el marco de la nueva democracia que sucedía a la
dictadura militar.
El proyecto Macac trabajó en la formación de docentes indígenas y la elaboración
de materiales de lectoescritura para la alfabetización inicial, con un sistema unificado
del quichua que pudiera resultar accesible para los numerosos dialectos quichuas
del país. “El CIEI en convenio con el MEC llegó a sostener 724 centros de alfabeti-
zación en las diferentes provincias, excepto Chimborazo. Posteriormente, en 1981
se comenzó a trabajar con escuelas para niños, y se llegó a tener unas trescientas
escuelas bilingües en Ecuador” (Montaluisa, 2005).
En 1986, ya conformada la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(Conaie) que aglutina a los pueblos indígenas de la Sierra y de la Amazonía, la EIB
va consolidándose no solo en el campo educativo sino, además, se fortalece como
propuesta política.
En respuesta a las demandas de los pueblos indígenas de la Sierra y la Amazonía, el
Estado ecuatoriano decreta, en 1988, la creación de la Dirección Indígena de Edu-
cación Intercultural Bilingüe (Dineib) y de las direcciones provinciales de educación
intercultural bilingüe.
En 1992, el Congreso Nacional aprobó la descentralización de la Dineib; en 1993, se
oficializó el Modelo de Educación Intercultural Bilingüe, y en el año 2000 se organi-
zaron las direcciones de educación por nacionalidades, en el marco de las distintas
redes zonales de EIB.
Hoy existen 5 institutos pedagógicos de formación docente intercultural bilingüe
(Sierra: Cañar y Chimborazo; Amazonía: Sucumbíos, Pastaza y Morona Santiago) y 16
direcciones provinciales de EIB en el país (Esmeraldas, Imbabura, Pichincha, Coto-
paxi, Tungurahua, Bolívar, Chimborazo, Cañar, Azuay, Loja, Sucumbíos, Orellana,
Napo, Pastaza, Morona Santiago y Zamora Chinchipe) y recientes estudios revelan
que, a la fecha, bajo la jurisdicción de la Dineib funcionan 1 908 escuelas en las que
laboran 5 167 profesores (aunque “no todos son indígenas y bilingües”) (Matthias, s.
f.). La acción educativa de la Dineib alcanza una cobertura aproximada “para el año
2001, del 48,33%” (Garcés, 2004:11).
48
Lengua, cultura y educación DINEIB
Son muchos los logros alcanzados por la EIB en el país y, dada la premura del
tiempo, no podemos mencionarlos, aunque sí detener la mirada en que, pese a
las limitaciones que puede tener, empezando porque funciona como un sistema
paralelo al sistema de educación formal ecuatoriano, no es posible desconocer
que el Moseib, cuya segunda revisión tuvo lugar en 2004, es un instrumento téc-
nico y administrativo que posibilita que las organizaciones y pueblos indígenas
vayan revisando y construyendo, desde las aulas, una educación distinta, trans-
formadora e intercultural.
Para concluir con esta revisión de la trayectoria de la EIB, conviene mencionar
que, en los años 80, en el Estado ecuatoriano, se inició un proceso de moderni-
zación, en el cual, y sobre todo en la década de los 90, surgieron diversas pro-
puestas de reforma para viabilizar la modernización estatal en el sistema de edu-
cación formal, y es precisamente en aquellas propuestas oficiales de reforma
educativa en las que se incorporó la interculturalidad como elemento constante
de los currículos y contenidos de estudio.
La incorporación de la interculturalidad en la educación oficial ecuatoriana
En el marco de distintos procesos históricos y sociopolíticos, en la región andina
se ha dado, sobre todo en la última década, por un lado, un proceso de fortale-
cimiento de las organizaciones indígenas y afro existentes y, por otro lado, han
emergido numerosos movimientos sociales cuyas demandas han girado princi-
palmente en torno a la reivindicación identitaria; movimientos que han incidido
de manera directa en una mayor visibilización de las poblaciones indígenas y
afros de la región, a través de una sostenida y vigente presencia pública y, a raíz
de ello y de la presión de estos, el reconocimiento oficial del carácter multicultu-
ral de los estados latinoamericanos.
En este marco, hoy las constituciones de Argentina, Paraguay, Brasil, Bolivia,
Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, México, Guatemala y Nicaragua reconocen
la pluri o multiculturalidad de los estados nacionales. Acorde a lo manifestado,
49
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
las propuestas reivindicativas de los movimientos sociales y étnicos ha incidi-
do de forma muy significativa en la formulación de leyes y propuestas guberna-
mentales que giran en torno al reconocimiento de derechos, tal es el caso del
Ecuador, cuya reforma constitucional de 1998 incorporó 15 derechos colectivos
de las nacionalidades y pueblos indígenas y afroecuatorianos, reconociendo sus
autoridades y su derecho consuetudinario, entre otros (Walsh, 2000).
La educación ha constituido una constante en las demandas de tales movimien-
tos, a través de propuestas concretas de apropiación de las lenguas vernáculas
y reorientación o reformulación de las ofertas educativas. La principal evidencia
de ello es la construcción de una propuesta alternativa de educación, como la
Educación Bilingüe Intercultural, vigente en 17 países de América Latina (López,
2000:35).
Concomitantemente, a partir de la década de los 90, sobre todo, la mayor parte
de países de América Latina se encuentran insertos en procesos de moderniza-
ción educativa, en los que, desde los diferentes estados, se evidencia el recono-
cimiento de las demandas de los pueblos indígenas y afros, de manera tal que,
a nivel de las propuestas educativas oficiales, “un número cada vez mayor de
países apela a la interculturalidad en la educación como noción y mecanismo
capaces de dotar de mayor calidad y equidad a las propuestas educativas nacio-
nales, en momentos en los que se pretende afianzar la democracia en la región”
(López, 2000:9).
Como se decía, dichos intentos gubernamentales de modernizar la educación
formal han cobrado fuerza en América Latina, articulándose especialmente en
torno a distintas propuestas oficiales de reformas curriculares. Tal es el caso de
Ecuador, Perú y Bolivia, países, entre otros, en los que en la actualidad se aplican
oficialmente procesos de reformas de la Educación Básica, los cuales apelan a la
interculturalidad como eje transversal del currículo.
Ahora bien, la reflexión de los últimos 25 años en torno a la diversidad cultu-
ral característica del Ecuador es clave para entender el significado y contenido
del concepto de interculturalidad en las propuestas educativas oficiales, en la
50
Lengua, cultura y educación DINEIB
medida que este concepto se resignifica en las expectativas políticas y proyectos
tanto del Estado, como de los diversos grupos en cuestión. Tal vez el punto de
partida sea la identificación del mestizaje como herramienta válida de consti-
tución del Estado-nación y el intento de deconstrucción de un Estado nacional
homogéneo y monocultural.
En este marco, el primer paradigma que surge para incorporar o “domesticar”
(por decirlo de alguna manera) las diversidades étnico-culturales responde al
complejo que se estructura en torno a la categoría de cultura. En tanto que el
segundo paradigma responde más bien al intento de resignificación de la etnici-
dad e identidad. Ambos han sido la fuente de evidentes progresos e innegables
avances en torno a las prácticas de interculturalidad. Aunque, asimismo, incluyen
trampas y sesgos para que finalmente el Estado “administre dentro de lo viable”
esa diversidad, de manera tal que no conspire contra los proyectos nacionales y
sus racionalidades socioeconómicas.
Se describirán, en líneas generales, estos dos paradigmas como herramientas
para entender cómo se aborda, desde las instancias oficiales, la diversidad ét-
nico-cultural. El paradigma de la cultura se inscribe en la reflexión de la antro-
pología cultural que se inserta en la comprensión de las minorías étnicas y en el
planteamiento de sus respectivos derechos a tierra, cultura e identidad.
Posiblemente, el acontecimiento que marca un hito en la emergencia de este
paradigma es la primera Reunión de Barbados celebrada en 1971 (AA. VV., 1975).
Este hito potenció los movimientos indígenas de Perú, Ecuador y Bolivia, incor-
porando la dirigencia de las organizaciones indígenas amazónicas en el lideraz-
go de los movimientos indígenas nacionales. De tal modo, dichos movimientos
nacionales enriquecieron con las tesis de “tierra, cultura e identidad” aquellas
perspectivas clasistas propias de los movimientos indio-campesinistas de la
Sierra.
Tal paradigma alimentó, sin duda, el surgimiento de los proyectos de Educa-
ción Bilingüe Intercultural, centrados en la lengua y en la cultura como mo-
mentos claves de la identidad. Este movimiento potenció las organizaciones
51
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
indígenas, cada una de ellas equivalente a una etnia cultural y lingüísticamente
diferente, pero también frágil y en situación de permanente acoso de la sociedad
envolvente.
Se trataba, entonces, de conservar la cultura y la lengua como condición sine
qua non de supervivencia política y ejercicio de los derechos. En Ecuador, Perú y
Bolivia, países que constituyen el escenario del presente trabajo, dicho proceso
se verifica en el surgimiento de organizaciones como la Confederación de Na-
cionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae) y Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), en Ecuador; la Asociación de
Indígenas de la Selva Peruana (Aidesep), en Perú; y la Confederación de Indíge-
nas del Oriente Boliviano (Cidob), en el caso de Bolivia; organizaciones condicio-
nadas por liderazgos individuales provenientes de etnias amazónicas.
Podría decirse que los actores clave del paradigma que se articula en torno a la
cultura han sido los líderes indígenas, los antropólogos y las iglesias. Este ciclo
culmina alrededor de la década de los 90, cuyo hito visible es la celebración del
Quinto Centenario del Descubrimiento de América: 1992. Las instituciones surgi-
das al tenor de las demandas propias de esta etapa son, entre otras, la Oficina de
Asuntos Indígenas al interior de la Organización Internacional del Trabajo, y los
liderazgos y foros promocionados por la Unesco. Entre los cuerpos legales más
importantes cabe destacar el Convenio 169 de la OIT reformado y las reformas
de las diversas constituciones que desde los años 80 han sido establecidas en los
diversos países latinoamericanos.
La interculturalidad es entendida, en un primer momento, en función de los pue-
blos indígenas y fuertemente condicionada por el irrestricto uso de las lenguas
vernáculas y de la praxis cultural en el ámbito de la enseñanza y el aprendizaje,
de forma que interculturalidad, en este contexto, casi es sinónimo de ejercicio
de la especificidad lingüístico-cultural de cada pueblo y no tanto una apertura y
un intercambio de la sociedad de los valores y especificidades de los pueblos in-
dígenas, a tal punto que se puede afirmar aquello de que “interculturales deben
ser solo los indios”.
52
Lengua, cultura y educación DINEIB
Como se mencionó, los actores clave en la construcción de la interculturalidad,
inscritos en el ámbito de la Educación Bilingüe Intercultural, han sido la Coope-
ración Técnica Internacional, los diversos estados de la región y, desde luego,
las organizaciones indígenas regionales o nacionales, cuyo producto han sido
las respectivas direcciones nacionales de Educación Bilingüe Intercultural, im-
plementadas y desarrolladas por líderes, técnicos y pedagogos indígenas, con
una asesoría técnica compuesta principalmente por antropólogos y lingüistas
(Pueblos Indígenas y Educación, 1985-1995).
A partir de 1992, el carácter de los movimientos indígenas y de las políticas es-
tatales da un salto cualitativo que permite entender de distinta manera la in-
terculturalidad. Este salto consiste, principalmente, en la incorporación de las
organizaciones indígenas en la dinámica de los movimientos sociales y de los po-
deres locales; así como en la emergencia de nuevos sujetos identitarios (Wade,
2000:115), tales como los afros, las culturas urbanas, identidades etarias y de
género, el surgimiento del movimiento ambientalista, etc.
Cuando el segundo paradigma aludido —el de la etnicidad/identidad— ingresa
en el escenario, se encuentra con casi todas las reformas constitucionales que de
una u otra manera incorporan ya el multilingüismo y la pluriculturalidad; las insti-
tuciones de EIB también han sido incorporadas en los estamentos estatales, y las
diversas organizaciones indígenas nacionales tienen un marcado protagonismo
político y capacidad de constituirse como interlocutores privilegiados, habida
cuenta de las crisis de los partidos políticos.
Un elemento nuevo de este escenario son las reformas constitucionales que
apuntan a la descentralización del Estado y a la implementación de diversas for-
mas de autonomías regionales. De tal manera que el ejercicio del poder local, en
torno a las alcaldías y los municipios, cambia drásticamente las estrategias de los
movimientos indígenas (Barrera, 2000).
En este contexto, desde la diversidad, no es tan importante sostener a toda cos-
ta la especificidad cultural, sino asegurar la participación ciudadana: este en-
foque pone en un segundo plano e introduce la crisis en la concepción de la
53
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
interculturalidad como praxis de la diferencia en favor de la participación y el
ejercicio del poder.
La reflexión antropológica ya no apunta a documentar y validar la diversidad lin-
güístico-cultural, sino a pensar la identidad como una estrategia necesaria para
garantizar el ejercicio de la ciudadanía (entre otros, los aportes clave que articu-
lan esta reflexión serían aquellos planteados por Guerrero, Wade y Gross).
Los puntos clave de esta nueva reflexión podrían sintetizarse de la siguiente
manera:
La identidad es un discurso y una estrategia que incluye “lo indio” como •
única garantía de acceso a la modernidad (entendida esta como ciudadanía,
acceso a recursos y participación en la toma de decisiones). En este con-
texto, la especificidad cultural se idealiza solo en tanto que permite “ser
moderno”.
Así, la única forma posible de ser modernos y participar de la ciudadanía es •
a través de la indianidad.
Las consecuencias de estas perspectivas en el ámbito de la interculturalidad son
altamente significativas. La especificidad pasa a ser un medio y no un fin; esta
se relativiza de cierta manera y proyecta la educación fuera de los límites que
impone una visión purista de la cultura y la lengua propia: la interculturalidad ya
no es ejercicio de la especificidad sino también, y sobre todo, apertura, derecho
de ciudadanía y capacidad de agencia frente a la modernidad.
Los actores principales de esta etapa ya no son los antropólogos ni las iglesias,
sino los movimientos sociales, las agencias de cooperación y distintas estructu-
ras de representatividad indígena, tales como alcaldías, consejos provinciales,
diputaciones, etc.
Un componente institucional clave de esta etapa es el progresivo distanciamien-
to de la cooperación técnica internacional, lo que dejó a los desafíos de la edu-
cación intercultural a merced de las instituciones del Estado en crisis y este nuevo
horizonte político que ya no considera urgente una escuela fundada en la espe-
54
Lengua, cultura y educación DINEIB
cificidad cultural, centrada en el uso de la lengua materna y el mantenimiento de
la cultura sino, más bien, abierta a procesos de reforma, muchos de ellos de frágil
consistencia y muy difícil ejecución.
Si bien se verifica la incorporación de la interculturalidad como una variable
transversal de las propuestas educativas oficiales, en la práctica puede decirse
que tales propuestas se insertan más bien en el campo multiculturalista de la
celebración de la diversidad a través de la tolerancia.
Puesto que en la Reforma Curricular Consensuada para la Educación Básica se
habla de la necesidad de la interculturalidad como eje transversal, si bien se
hace una pálida referencia al proceso de colonización que ha vivido Ecuador,
al mencionarse que “desde la época de la Colonia, por razones de dominación
prevaleció el modelo del conquistador y, en la época moderna, el de sus des-
cendientes” (MEC, 1997:121), podría decirse que en cierta forma se “naturaliza”
esta situación, asumiendo como un hecho que la dominación existe, pero omi-
tiendo que uno de los roles principales de la educación es la transformación de
aquellas situaciones en las que la dominación prevalece, y eludiendo también
que las prácticas educativas muchas veces pueden ser instancias de legitimación
y reproducción de dicho patrón de dominio y colonialidad del poder (Quijano,
1999:104).
Si la interculturalidad se refiere a complejas relaciones, negociaciones e
intercambios culturales, que busca desarrollar una interacción entre per-
sonas, conocimientos y prácticas culturalmente diferentes; una interacción
que reconoce y parte de las asimetrías sociales, económicas, políticas y
de poder y de las condiciones institucionales que limitan la posibilidad de
que el ‘otro’ pueda ser considerado como sujeto con identidad, diferencia
y agencia, la capacidad de actuar (Walsh, 2002:14).
Apremia tener en cuenta los riesgos y contradicciones de incorporar la diversi-
dad en los espacios oficiales, ya que este proceso, si bien nace en respuesta a las
demandas indígenas, se consolida también en torno a la necesidad del Estado
por constituir un sujeto visible de interlocución. En la incorporación oficial de
55
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
lo cultural e intercultural en las propuestas educativas formales, “parece haber
una cierta aceptación oficial de las celebraciones posmodernas de la diversidad;
lo que podría llamarse un nacionalismo posmoderno que define a la nación en
términos de su multiculturalidad, más que a partir de una cultura idealmente
homogénea” (Wade, 2000:126).
Por ello, la interculturalidad como estrategia oficial, al inscribirse en esta política,
adquiere un matiz multiculturalista, pues cuando desde el Estado se fomentan
las organizaciones indígenas y se apoyan sus demandas, se constituye un sujeto
unificado (“las organizaciones indígenas y afros”) con el cual se puede negociar
y administrar de mejor manera múltiples y conflictivas demandas. En términos
generales, es una forma de responder a la diversidad, de reducir la complejidad
que la constituye y controlar los conflictos latentes que de su reconocimiento
oficial se derivan.
Dicha problemática alude, necesariamente, a relaciones asimétricas de poder,
ante lo cual, en las propuestas oficiales, si bien se reconoce que existe discrimi-
nación, se apela constantemente a lo que López denomina el “mito de la uni-
versalidad ciudadana”, que subsume las diferencias étnico-culturales locales y
geográficas en el carácter universal de la ciudadanía ecuatoriana, homogenei-
zando las diferencias y especificidades como mecanismo para posibilitar dicha
universalización.
Esta situación remite, por un lado, a consolidar las relaciones asimétricas de po-
der entre los grupos socioculturales y, por otro, como consecuencia de lo prime-
ro, a la emergencia de una ciudadanía de primera y de segunda clase, pues “al
intentar universalizar sus diversos elementos a través de la homogeneización,
la ciudadanía reprime las diferencias y las desigualdades, pero no las suprime,
dando lugar a diversos niveles de ciudadanía, esto es, a ciudadanos de primera
y segunda clase” (López S., 1997:386).
Para concluir, en el caso de la incorporación de la interculturalidad en la educa-
ción oficial ecuatoriana, esta se inserta, más bien, en el ámbito del multicultura-
lismo oficial (Wade, 2000), al constituir una estrategia de control político de los
56
Lengua, cultura y educación DINEIB
procesos educativos desde la formulación de propuestas oficiales que, aparente-
mente, incorporan las demandas de los movimientos sociales emergentes, mas
no de la interculturalidad como propuesta política que apunta a la construcción
de sociedades más justas y equitativas donde el ejercicio de la diferencia sea
realmente un derecho ciudadano y la educación contribuya realmente a transfor-
mar las situaciones de inequidad y exclusión.
Bibliografía
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59
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Interculturalidad y políticas culturales en
la población afroecuatorianaDr. Edizon León Castro29
El presente que vivimos las comunidades afroecuatorianas
es el producto de una injusticia, social y política
que todos tenemos la obligación de volver a ver
y de repensar, sobre todo los que tienen
el poder de tomar las decisiones. Pero esta vez
con más justicia y equidad,
para eso hay que construir la interculturalidad.
Abuelo Zenón
Hace algunos años, el antropólogo colombiano Arturo Escobar se pre-
guntaba sobre el futuro de las sociedades latinoamericanas, tomando
en cuenta los alarmantes niveles de violencia, pobreza, discriminación
y exclusión casi sin precedentes históricos, una primera respuesta se encontraba
en que las “nuevas” democracias latinoamericanas, como modelo político, es-
taban lejos de dar respuesta a toda esta problemática social. Sin embargo, en
los últimos años han surgido propuestas de una democracia alternativa o, mejor
aún, alternativas a la democracia. Entonces, ¿qué papel juega la interculturalidad
en esos nuevos procesos alternativos? ¿Cuál es el rol que deben jugar los actores
constructores de esa interculturalidad?
29 Docente investigador, Universidad Andina Simón Bolívar.
60
Lengua, cultura y educación DINEIB
Antes de intentar responder estas preguntas, es necesario preguntarse: ¿qué es
la interculturalidad?, que a veces pienso que se ha puesto de moda; ahora esta
palabra aparece en casi todos los discursos, tanto en el Estado como en la socie-
dad civil. Pero, ¿cuál es el condumio, el contenido de esta palabra?
Será difícil que nosotros podamos entender la interculturalidad si no entende-
mos cuál es la relación que existe entre cultura y política; hay que entender cuál
es la naturaleza de la cultura política, la politización de la cultura en la perspecti-
va de los procesos de cambio social.
En el sentido tradicional, podemos definir la política cultural como el diseño de
acciones que el Estado y otras instituciones planifican con respecto a la cultura,
vista como un terreno autónomo, separando la cultura de la política. Desde esta
misma perspectiva tradicional, se ha entendido la cultura como la producción y
consumo de bienes (arte, teatro, cine, etc.), mientras que desde una perspectiva
crítica, entendemos la cultura como una concepción del mundo y un conjunto
de significados que se tejen en las relaciones sociales, y al mismo tiempo, esas
relaciones están constituidas por relaciones de poder. Por ello, la cultura también
ha sido considerada como un campo de batalla ideológico (Wallerstein, 1999),
donde se producen y disputan sentidos y significados. Es desde esta dimensión
donde la cultura se politiza. “Con la expresión de política cultural nos referimos,
entonces, al proceso por el cual lo cultural deviene en hechos políticos” (Esco-
bar, 1999:135).
La cultura, vista desde una perspectiva tradicional, era percibida como objeto de
conocimiento, una factibilidad natural (Horkheimer, citado por Castro-Gómez,
2000), como algo estático, un sistemas de creencias y un conjunto de costumbres
y tradiciones; esto ha invisibilizado prácticas culturales cotidianas como terreno
y fuente de prácticas políticas. En la construcción de esta visión, tuvo mucho
que ver la perspectiva de la antropología tradicional y, frente a esta concepción
tradicional, surgieron teóricos de la cultura popular como De Certeau, Thomp-
son y otros que criticaron esa concepción de cultura y plantearon que “la cultura
involucra un proceso colectivo e incesante de producción de significados que
moldea la experiencia social y configura las relaciones sociales”.
61
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Este concepto crítico de la cultura pone en funcionamiento tres aspectos fun-
damentales: el primero, la importancia de las subjetividades como actores co-
lectivos e individuales en esta producción de sentidos y significados, es decir, la
forma en que los sujetos miran, experimentan, actúan, sienten la realidad y, en
esa medida, intervienen en un orden social que está atravesado por un contexto
y unas relaciones específicas de poder. Segundo, que la diferencia cultural por
las que están constituidas estas subjetividades producen significados y sentidos
“propios”, es decir, no son homogéneos sino heterogéneos, diferentes, distin-
tos, diversos y, por último, imprime una dinámica a la cultura, lo cual la vuelve
cambiante y en permanente transformación.
De esta manera, la cultura se concibe como un modo de vida —donde se in-
cluyen ideas, actitudes, lenguajes, prácticas, instituciones y estructuras de po-
der— y también como una amplia variedad de prácticas culturales. Sin embargo,
aún seguimos pensando la cultura en términos de expresiones y manifestaciones
artísticas y textuales como música, danza, pintura, literatura, teatro, escultura,
etc. Mientras que, desde una perspectiva crítica, la cultura “hace referencia a la
totalidad de prácticas, a toda la producción simbólica o material, resultante de
la praxis que el ser humano realiza en sociedad dentro de un proyecto histórico
concreto” (Guerrero, 2002:35), por tanto, la cultura es una construcción social
que no está fuera de la sociedad; la cultura existe porque existen seres concretos
que la producen desde su cotidianidad, en respuesta a un contexto social que
la determina.
Las políticas culturales que se han implementado desde las instituciones del Es-
tado lo hacen desde la perspectiva de las expresiones artísticas que solo son
una parte del vasto campo de la cultura, sin embargo, ha empezado a surgir una
tendencia que busca ir más allá de esta concepción de políticas culturas y que
involucran procesos culturales con un fuerte componente identitario, es decir,
habría que sumar políticas de identidad a las políticas culturales. Menciono a
Jordan y Weedon, citados por el antropólogo colombiano Arturo Escobar, que
me parece muy oportuno para entender la política cultural:
62
Lengua, cultura y educación DINEIB
“La legitimación de las relaciones sociales de desigualdad y la lucha por
transformarlas son preocupaciones centrales de la POLÍTICA CULTURAL.
Fundamentalmente, esta determina los significados de las prácticas so-
ciales y, más aún, determina también cuáles grupos o individuos tienen
el poder para definir dichos significados. La política cultural también se
preocupa por la subjetividad y la identidad, puesto que la cultura juega
un papel crucial en la constitución de nuestro sentido sobre nosotros mis-
mos… Más aún para grupos marginales y oprimidos, la construcción de
identidades nuevas y de resistencia es una dimensión crucial de una lucha
política más amplia para la transformación de la sociedad”.
La cultura es política porque los significados son elementos constitutivos de pro-
cesos que, implícita o explícitamente, buscan dar nuevas definiciones del poder
social, es decir, buscan transformarlo. Cuando vemos que se introducen concep-
tos como género, mujer, naturaleza, identidad, democracia, ciudadanía, lo que
buscan es desestabilizar y cuestionar significados culturales dominantes; es ahí
cuando se pone en marcha una política cultural.
Solo entendiendo la cultura como un proceso político, podemos entender que la
interculturalidad es más que una palabra bonita, más que un discurso recurren-
te, es un proceso altamente político y no es un hecho dado sino por construir;
además, corresponde a toda la sociedad construir este proceso desde diversos
espacios. Y digo esto porque hasta ahora se ha pensado que la interculturalidad
es un asunto solo de los grupos étnicos. (No debemos entender por grupos
étnicos únicamente a afros e indígenas, la población mestiza y blanca también
están dentro de los grupos étnicos, en la medida en que están constituidos de
elementos culturales específicos y diferenciados). La interculturalidad también
involucra a la diferencia de género, sexual, etaria, geográfica, regional, etc.
Hay que entender y vivir la interculturalidad como un proceso pero, además, un
proceso complejo. No significa una simple constatación cualitativa y cuantita-
tiva de múltiples y diversas culturas, tampoco la mera coexistencia entre ellas,
y no basta con el renacimiento y la tolerancia de la diferencia del otro; la in-
terculturalidad significa la construcción de nuevas relaciones e interacciones de
63
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
esas diversidades y diferencias que permitan una convivencia en su cotidianidad,
pero sobre todo significa que esa convivencia se dé en un marco de equidad e
igualdad, como dice Guerrero (2007), la interculturalidad debe ser una “utopía
posible”, que hay que trabajarla día a día. Para hacer posible la interculturalidad
es necesario no solo visibilizar la diferencia, sino visibilizar los conflictos que his-
tóricamente se han establecido en esta relación histórica con el Otro.
Hablar del Otro es poner la diferencia cultural y colonial en primer plano; las
construcciones de este Otro han permitido la otredad y la alteridad, es decir, la
relación con el diferente, y construir la interculturalidad como proceso es abrirse
a la posibilidad de ser impregnado por el Otro y ser transformado en el proceso
de esa impregnación.
Aquí surge una nueva pregunta, planteada por el crítico literario albano Todorov,
que quizá puede convertirse en el punto de llegada de este proceso. ¿Cómo
podemos relacionarnos con el Otro que es distinto de nosotros como diferente y
como igual? ¿Cómo podemos aceptar la igualdad en la diferencia y la diferencia
en la igualdad? Esto no es solo un juego de palabras como parece, basta revisar
la historia para mirar cómo se acepta uno de estos componentes (la igualdad o
la diferencia) y nunca llegamos a articular las dos, es decir, la igualdad en la dife-
rencia —a veces se reconoce la diferencia, pero negamos la igualdad—. “Tú y yo
somos iguales, pero soy superior y puedo dominarte”, lo cual lleva a la domina-
ción racial, de género, étnica, etc.; o lo contrario, se reconoce la igualdad, pero
se niega la diferencia, lo cual produce la asimilación con todos esos procesos
de inclusión. La famosa frase que todos hemos escuchado: “pero cuál es el pro-
blema si todos somos iguales, todos somos criaturas de Dios”. Este discurso de
igualdad se cae cuando vemos, en la vida cotidiana, cómo unos tienen mayores
oportunidades que otros.
Por tanto, una política cultural tiene que estar atravesada por una política de la
diferencia que ayude a superar la diferencia colonial, entonces podemos decir
que la población afroecuatoriana ha venido desplegando una serie de políticas
como pueblos culturalmente diferenciados, expresadas unas veces como de-
mandas culturales e identitarias. Por ahora me gustaría solo mencionar algunas
64
Lengua, cultura y educación DINEIB
de las políticas culturales que hemos venido construyendo los afroecuatorianos y
que tienen que ver con identidad, territorio, educación y cultura.
A partir de una relectura crítica de la esclavitud y de la colonialidad que significó
la negación de nuestras identidades, vemos como prioridad de una política cul-
tural la reafirmación de nuestras identidades; es importante que esta política no
solo se agencie desde nuestras organizaciones y comunidades, sino que el Esta-
do se comprometa con esa reafirmación, porque ello implica la reafirmación del
Estado desde su diversidad y diferencia. La identidad de los pueblos afros tiene
que definirse a partir de lo que somos, por tanto, la construcción de la identidad
es un proceso social y político que nos tiene que llevar a la autodeterminación de
lo que somos y a la concertación sobre lo que queremos y necesitamos ser.
Reafirmar nuestra identidad como política cultural implica construir el proyecto
político del país (nuestro aporte) desde nuestra visión, desde nuestros sistemas y
estructuras organizativas, desde nuestros valores y cosmovisión, es decir, desde
nuestra ancestralidad (Plataforma política de los afroecuatorianos, 2007).
Otra política cultural es la que está relacionada con la redefinición de la tierra
expresada en términos de territorios ancestrales, esto permite la construcción
de derechos sobre esa tierra desde una base identitaria, donde lo ancestral se
torna primordial en esta construcción, donde lo ancestral se considera la relación
con los antepasados, “un mandato de los mayores que se cumple y transmite,
porque refuerza el sentimiento de la pertenencia al colectivo que lo apropia. Lo
ancestral equivale a la filiación que antecedió a los contemporáneos” (entrevista
con Juan García, 2005).
En este punto hay una discusión muy interesante y que tiene que ver con la dife-
rencia y la llamada modernidad. Tanto para los pueblos afros como indígenas, la
concepción de tierras colectivas o territorios ancestrales no entra en la lógica ni
en el lenguaje de la modernidad ni del Estado, los pueblos y comunidades ha-
cen uso de otro lenguaje como al que generalmente la modernidad apela como
“propiedad individual”, “propiedad privada”, “adjudicación de tierras”. Según
la tradición, el derecho ancestral al territorio nace como un hecho de haber
65
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
ocupado y conservado un mismo territorio de manera ininterrumpida por varias
generaciones, pero también tiene que ver con el uso y manejo de los recursos
naturales de ese territorio, porque una cultura no es posible sin territorio.
La tercera política cultural tiene que ver con los procesos y la propuesta de et-
noeducación que se viene construyendo, entendida como una propuesta y un
proceso político y educativo para la recuperación de espacios de participación
y de articulación de nuestras propuestas políticas; se podría resumir como un
proceso de aprender y enseñar desde lo propio, desde lo que viene de adentro.
Esto se ha llamado proceso casa adentro, pero también la etnoeducación consi-
dera fundamental un proceso casa afuera, es decir, un proceso para que los otros
conozcan sobre nosotros. Este proceso de aprender y enseñar desde lo propio
también puede entenderse como un educar desde los aportes culturales, socia-
les, políticos, como un proceso de construcción y deconstrucción, actualizando
y utilizando técnicas pedagógicas, pero sobre todo usando los espacios que ya
están en el sistema educativo nacional; es apropiarse de esos espacios. Como
dicen nuestros mayores:
“Tenemos que recordar siempre que las escuelas que la sociedad domi-
nante pone en nuestras comunidades, enseñan a nuestros hijos lecciones
y valores culturales ajenos a nuestra tradición y realidad, ajenos a nuestra
cultura e historia, para eso es que las ponen, para inculcarnos lo ajeno”
(Conversaciones con el abuelo Zenón, s/f).
Hay que estar conscientes de que para muchos el tema de la identidad es una
moda académica, para otros, una modo de vida y para el Estado, un asunto
que se vuelve urgente de confrontar, pero para los pueblos afroecuatorianos e
indígenas, sobre todo, resulta un gran desafío que tenemos que enfrentar con la
entereza colectiva de ser pueblos fuertes.
El naciente interés que muestran los estados y la sociedad dominante para co-
nocer y entender de mejor manera las identidades de los diversos pueblos que
conformamos América no debe ser entendido como un regalo o como algo que
nace de manera consciente desde el Estado. Debe ser entendido y debemos
66
Lengua, cultura y educación DINEIB
estar claros que es un resultado de procesos permanentes y constantes de re-
sistencia, de lucha y de construcción de los excluidos, para mantenernos en el
tiempo y reclamar espacios que nos permitan vivir con dignidad como pueblos
culturalmente diferenciados.
Para los pueblos que han sido subalternizados desde la Colonia y la esclavitud,
se vuelve prioritario recuperar espacios que nos permitan hablar con voz propia
sobre nuestras identidades y lo que somos; esta es una necesidad sentida de
los pueblos después de una larga historia de olvido, negación y exclusión de lo
propio.
En este proceso de la identidad, se hace necesario abrir el abanico de las iden-
tidades en plural, comenzar a entender que las identidades no se reducen a lo
étnico; son sexuales, de clase, de género, etarios, etc., y que todas se encuentran
entrelazadas y determinadas entre sí. Debemos empezar a entender la diversi-
dad de manera mucho más amplia e integral, por eso se vuelven complejas las
identidades.
No podemos entender la/s culturas/s sin la identidad, pero la identidad no es
un concepto transparente como podemos suponer, es más bien problemático
y complejo. Debemos entender la identidad no como un hecho dado, uno no
nace con identidad, sino que la vamos construyendo y el contexto donde lo ha-
gamos nos va determinando una particularidad, pero la identidad también es
una producción que nunca está completa, sino siempre en proceso y que se la
construye dentro de la representación.
La demanda y la implementación de estas políticas culturales son las que nos van
permitiendo la construcción de la interculturalidad y, de hecho, la construcción
de nuevas sociedades; son estos aportes de los distintos pueblos y sectores de la
sociedad los que nos permiten generar alternativas a esta democracia.
Desde esa perspectiva, la interculturalidad es una tarea política y no solamente
cultural que busca la transformación de las relaciones y estructuras de poder
que han generado inequidades y desigualdades en nuestras sociedades con cla-
ras evidencias de discriminación, racialización, racismo, exclusión, dominación
67
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
social, económica, política, cultural y epistémica. Por tanto, la interculturalidad
no solo interpela y cuestiona esas condiciones, sino que plantea la superación de
esos males para permitir la construcción de un nuevo país.
Por último, quisiera decir que toda sociedad está marcada por una cultura política
dominante y, si queremos transformarla, es necesario visibilizarla, hacer evidente
esas relaciones de poder históricas, por tanto, la propuesta está en transformar
esa cultura política desde políticas culturales.
Bibliografía
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69
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Diálogo intercultural
Piedad Vázquez A.30
El tema de mayor actualidad es el diálogo. No al que estamos acostumbrados hoy,
el diálogo diplomático de buenas palabras e intenciones;
ni tampoco el diálogo dialéctico que termina en el simplismo de una conclusión
definitiva,
cuando el mundo es dinámico y nada puede quedar anquilosado en una fórmula.
Enrique Miguel Magdalena
El diálogo intercultural representa hoy una opción por la esperanza,
que se propone como alternativa para articular las esperanzas concretas
de todos los que hoy se atreven a imaginar y a ensayar aun otros mundos posibles.
Raúl Fornet-Betancourt
Introducción
Vivimos en un mundo de interdependencia de todas las cosas y de acciones. Nada
resulta aislado, todo repercute en todo. En la realidad constatamos día a día el
fracaso del solipsismo y, al mismo tiempo, el peligro de una masificación donde
nadie es ya uno mismo. Afortunadamente, el ser humano es un homo loquens, lo
que ayuda para que, frente a esta situación, surja la necesidad imprescindible del
diálogo no solo a nivel individual sino entre las culturas. “Pero este diálogo no es
30 Aula de Derechos Humanos, Universidad de Cuenca.
70
Lengua, cultura y educación DINEIB
el diálogo diplomático de buenas palabras e intenciones; ni tampoco el diálogo
dialéctico que termina en el simplismo de una conclusión definitiva, cuando el
mundo es dinámico y nada puede quedar anquilosado en una fórmula”. Se trata
de un diálogo responsable y abierto, es decir, sin restricciones, no para hacer
proselitismo de ningún tipo, sino para acercarse progresivamente a la verdad
que nadie la posee de modo absoluto. Hablamos de un diálogo dialogal, en el
que se une la razón y el sentimiento, encarado desde una inteligencia “sentipen-
sante” en lenguaje de Xavier Zubiri. Es este diálogo el que se presenta como
camino para poder construir un futuro aceptable para convivir todos los seres
humanos de modo justo.
Cultura o culturas. Cultura proviene del término latino cultura (cultivo), voz deri-
vada de cultivare y a su vez de colo que significa 'pulir, adornar'. El doble sentido
de origen se injerta en el uso, encerraba tanto el de cultivo de la tierra como de
los sentimientos y facultades humanas. A pesar de ser este el término más usado
en nuestra disciplina y de haberse convertido en uno de sus conceptos clave,
que sus definiciones sean numerosas, según la ideología que las inspire, Kroeber
y Kluckhohn dedicaron en 1952 toda una obra a este tema, en ella recogieron
ciento setenta enunciados, que, además, podrían clasificarse en siete categorías:
descriptivas, históricas, normativas sicológicas, estructurales, genéticas o incom-
pletas. Ninguna cultura cae del cielo como un regalo sagrado e intocable, sino
que son realidades históricas que deben su aparición, en última instancia, a la
lucha del ser humano por salir airoso en la lucha por la vida; las culturas de la
humanidad nacen de un ejercicio natatorio que tiene que hacer el hombre para
salir a flote, de manera que las culturas están vinculadas a las respuestas contex-
tuales que dan los seres humanos a sus preocupaciones y sus necesidades.
Las culturas, al ser productos humanos, no son perfectas, son inacabadas, in-
conclusas e imperfectas y, precisamente, por ser tales tienen la capacidad de
dialogar, de aprender, enseñar y respetarse.
Cultura entre tradición e innovación. Las culturas no son universos abstractos
que descansan sobre tradiciones que las fundamentan. Constituyen, al contrario,
71
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
horizontes prácticos e históricos de comprensión y de acción que deben ser con-
tinuamente realizados (puestos a prueba) en la vida cotidiana de los seres huma-
nos concretos, pues no todos entienden de una misma manera a eso que llaman
cultura propia, ni la practican siguiendo un molde uniforme. La dinámica interna
de una cultura no comprende únicamente la dimensión de confirmación de sus
tradiciones sino también de sus transformaciones. La dialéctica entre innovación
y tradición forma parte del flujo vital de cada cultura. Por lo que los miembros de
una cultura no disponen nunca de su cultura en forma total, ni en sus tradiciones
ni en sus posibilidades de innovación.
Este conflicto, señala Raúl Fornet-Betancourt, se remonta a un fenómeno más
antiguo y más originario que las influencias de las culturas del mundo por la
modernidad que se expande desde la Europa que se reestructura según las re-
glas del capitalismo, y luego desde Estados Unidos. Tampoco se debe equiparar
demasiado rápido innovación con modernización, sobre todo cuando se reduce
el concepto de modernización al “reajuste” de las culturas según las pautas del
modelo civilizatorio moderno-europeo. La pluralidad de culturas con sus formas
de generar la tensión entre tradición e innovación, de manejarla o de resolverla,
es algo que hoy nos habla a favor de una riqueza diferenciada de posibilidades
de innovación.
Una cultura que pretender vivir de las rentas de sus tradiciones termina por sacra-
lizar sus tradiciones e interrumpe la dinámica propia de su desarrollo. Las tradicio-
nes no se transmiten únicamente en el sentido de una herencia ante la que cabe
solo la actitud de una administración conservadora, sino en la posibilidad real
de juzgar y discernir el patrimonio de sus tradiciones; y poder plantearse en su
praxis cultural la pregunta de si quieren confirmar sus culturas, tal como le fueron
transmitidas por sus tradiciones, instalándose en ellas sin más, o si que quieren
transformarlas con acciones y prácticas innovadoras. Joaquín Herrera nos advierte
sobre la necesidad de no cosificar las ideas, la memoria y los fenómenos sociales,
pues tales tendencias nos hacen olvidar que la historia se construye por las ac-
ciones humanas que en ella se van dando. Cuando los miembros de una cultura
quieren saber si pueden o no vivir con y desde sus tradiciones, lo que hacen es
72
Lengua, cultura y educación DINEIB
preguntar por la energía de la que pueden disponer y desplegar todavía sus cul-
turas para ser una base de auxilio efectivo en su vida cotidiana, en la satisfacción
de sus necesidades, en la realización de sus planes de vida, en el manejo de sus
preocupaciones, etc.
En este sentido, peguntar por la calidad de una cultura es como hacer comparecer
ante un tribunal sobre la vida cotidiana de sus miembros. Lo que sus miembros
quieren saber es si tiene o no fuerza para seguir siendo horizonte generador de
sentido en la vida de todos los días. La tensión entre tradición e innovación resul-
ta imprescindible para la vida de una cultura porque es en el marco del proceso
dialéctico de esta tensión donde se posibilita la cuestión de la calidad de una
cultura.
Parodiando la expresión de “civilización o barbarie” de Domingo Faustino Sar-
miento, Fornet-Betancourt afirma que tenemos hoy nuestra propia “barbarie”,
una barbarie postcivilizatoria que se patentiza en la destrucción de las culturas, en
la exclusión social, en la destrucción ecológica, en el racismo, en el reduccionismo
de nuestra visión de la creación, en el desequilibrio cósmico que genera el mode-
lo de vida propagada por nuestros medios de publicidad, por el hambre y la des-
nutrición, etc. Señala la necesidad de retomar el pensamiento de José Martí, que
vincula su discurso de protesta con la naturalidad de los pueblos originarios de
América, lo que constituye una pista que permite complementar la caracterización
de nuestro tiempo engendrador de “barbarie” con una propuesta de respuesta
alternativa con el recurso de la diversidad cultural como pluralidad de visiones del
mundo. Este recurso supone que las culturas son inevitables para encontrar y or-
ganizar alternativas viables a la “barbarie” en expansión. Pero sin presuponer que
las culturas fuesen ya, en sí mismas, la solución, porque toda cultura es ambiva-
lente en su proceso histórico, y su desarrollo está permeado por contradicciones y
lucha de intereses, es decir, genera su propia barbarie. Sin tomar en serio las cultu-
ras en sus respectivas visiones del mundo, no será posible articular una alternativa
efectiva. El ser humano es un ser cultural, está en su cultura como en su situación
histórica original; el ser humano es, a la vez, paciente y agente cultural; pues la
cultura es la situación de la condición humana y no la condición humana misma.
73
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Lo cultural es un proceso continuo de lucha y reacción simbólica ante los diferen-
tes y plurales entornos de relaciones en los que vivimos, constituyendo la base
de lo que cultural y diferenciadamente hemos denominado dignidad humana.
Esto nos permite comprender el porqué de los intentos históricos de bloquear
ideológicamente las luchas sociales y las reacciones culturales de los seres huma-
nos. Entendiendo así, no nos queda sino asumir creativamente la responsabili-
dad de crear y reproducir las condiciones materiales que nos permiten desplegar
las capacidades creativas y el desarrollo de posibilidades.
El recurso a la diversidad cultural apuesta por las culturas porque ve en ellas “re-
servas de humanidad” que son un soporte para remediar las penurias del hoy.
Por el carácter de reserva de humanidad, las culturas merecen, como imperativo
ético, respeto y reconocimiento.
La cultura en el marco de la globalización. En el marco de este neoliberalismo
globalizado, las desigualdades económicas y políticas que caracterizan la inte-
racción material y simbólica entre los diferentes pueblos parece que esconden
en el fondo, afirma Cullen, algo así como un monoteísmo secularizado, cultural-
mente fundamentalista, cuyo primer mandamiento podría expresarse como: no
tendrás otro mundo para vivir que este y es vano cualquier intento de represen-
tarlo, porque implicaría la posibilidad de una alternativa cultural, lo cual es impo-
sible. La creencia sostenida, consciente o inconscientemente, de una jerarquía
de culturas es tan profunda que las sociedades desarrolladas no se dan cuenta
de que cada cultura representa la vida interior y psíquica de un pueblo, y que
cualquier intento de reemplazo de la cultura del pueblo es una invasión del es-
pacio interior común de la comunidad; refiriéndose a la identidad alienada que
nos construyó la colonia, Martí dice: “éramos una máscara con los calzones de
Inglaterra, chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de Es-
paña. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor y se iba al monte (…). El negro
oteado cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido”.
El modelo económico neoliberal para su expansión requiere la homogeniza-
ción del planeta y, por ende, de la cultura, perdiéndose lo que Panikkar llama
74
Lengua, cultura y educación DINEIB
“pluralismo”. Las culturas pierden su base material, se desterritorializan y tam-
bién pierden la posibilidad de configurar la sociedad según sus propios valores,
como afirma Castells, la distinción cultural de las élites en la sociedad informa-
cional es crear un estilo de vida e idear formas espaciales encaminadas a unificar
su entorno simbólico en todo el mundo, con lo que se suplanta la especificidad
histórica de cada localidad. Las culturas quedan así excluidas de las áreas en las
que se decide el futuro político socioeconómico del mundo; haciéndonos creer
que la globalización capitalista es sinónimo de mundo universal. Pero, realmen-
te, la universalidad de los mundos surge desde abajo, desde las experiencias
contextuales y desde las memorias plurales de la humanidad; donde todas las
memorias históricas, con sus diferencias, se dan cita para escuchar mutuamente
y, desde la escucha respetuosa, reconfigurar el mundo para que sea el hogar de
todos. En cambio, en el marco de la globalización económica neoliberal, la hu-
manidad, con sus culturas, deja de ser el sujeto y se convierte en un mero objeto
de la globalización, y la diferencia cultural es pensada como conflicto, al que es
necesario bloquear.
Cada cultura tiene el derecho de disponer de las condiciones materiales nece-
sarias para su libre desarrollo y de expresar sus propias voces. Desafortunada-
mente, para América Latina, hace más de quinientos años se impuso una cultura
uniformadora, con la que se trató de unificar la diversidad de caracteres, de tra-
diciones, de lenguas; que se supeditaron las economías y las necesidades locales
a los intereses bélicos y descentralizados.
Cabe preguntarnos: ¿nos confronta la globalización solo con una nueva con-
textualización a nivel mundial, es decir, transforma únicamente los contextos
de las culturas o está introduciendo algo más profundo: una transformación de
las mismas culturas? Si así fuera, las culturas tradicionales (entendidas no como
las culturas estacionarias, aferradas a sus tradiciones, sino las culturas contex-
tuales donde la memoria histórica es el elemento orientador básico) quedarían
despojadas de toda posibilidad de ensayar realmente sus propias potencialida-
des innovadoras. Neutralizada por la globalización en su fuerza de innovación,
las culturas tradicionales estarían condenadas a ser reducidas para sobrevivir.
75
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Afortunadamente, existen procesos sociales y culturales que señalan hacia la
interculturalidad.
Interculturalidad. La interculturalidad se perfila como el hilo conductor de una
práctica de verdadera universalización humanizante, pero al mismo tiempo,
abordar la interculturalidad implica sortear una serie de dificultades, puesto que
vivimos en un sistema-mundo cuyas instituciones son monoculturales y están al
servicio de los intereses de la cultura hegemónica del Occidente capitalista. Una
de estas dificultades constituye su definición.
Definir la interculturalidad presenta dificultades, puesto que alimenta la visualiza-
ción y percepción de lo intercultural desde el horizonte de una práctica del saber
habituado a ejercerse como observancia estricta de la división del saber que re-
fleja las fronteras entre las disciplinas. Definir lo intercultural desde el marco con-
ceptual específico de disciplinas como, por ejemplo, la pedagogía, la literatura,
la filosofía, etc., nos plantearía no solo la cuestión de cómo y desde dónde lograr
la recomposición de lo intercultural en la unidad y la integralidad de sus dimen-
siones, sino también el “costo intercultural” que puede significar la percepción
de lo intercultural desde el prisma de disciplinas que lo reducen a un “objeto”
de estudio. Por otro lado, las definiciones suelen tender a objetivizar lo definido,
sobre todo cuando las definiciones operan con el dualismo (occidental) que dis-
tingue entre el sujeto que conoce (y define) y el objeto de conocer, estas reflejan
un proceso cognoscitivo objetivante que emplaza y coloca a lo que va definir
como algo que está fuera, “al otro lado”, esto es, a los sujetos definientes.
Desde esta lógica, una definición de la interculturalidad correría el peligro de
concebir el campo de la interculturalidad como un mundo objetivo que se exa-
mina a distancia, y en el que los sujetos, sin cuyas prácticas y relaciones no se
tejería dicho espacio intercultural, aparecen más como un “objetivo” de estudio
que como gestores y autores de los procesos en cuestión. En el afán de posibi-
litar la acogida al “otro diverso”, los pensadores comprometidos con la emanci-
pación trabajan hoy en la búsqueda de lógicas que nos permitan la realización
de ese cometido; así, entre otros, Fornet-Betancourt plantea una racionalidad
76
Lengua, cultura y educación DINEIB
cosmopolita; De Sousa Santos, una hermenéutica diatópica; Frank Hinkelammert,
la racionalidad reproductiva; Joaquín Herrera, una racionalidad de resistencia;
Xavier Zubiri, una racionalidad sentipensante; Freire, la lógica dialógica, etc.
Por lo expuesto, resulta pertinente no empezar por la definición sino por los re-
cursos culturales y conceptuales de que disponemos para nuestras definiciones.
Preguntarnos, por ejemplo, si nuestra manera de pensar es tal que nos permi-
te una aproximación intercultural a la realidad de la interculturalidad. Nuestras
formas de pensar siguen siendo monoculturales, vale comenzar a cultivar una
disposición para aprender a pensar lo nuevo, es decir, empezar por reconocer
nuestro “analfabetismo intercultural”. Desde esta alfabetización se puede bus-
car una verdadera universalidad que, lejos de entenderse en el sentido de un
proceso de creciente formalización y abstracción que supone como condición de
su progreso la superación del anclaje contextual de lo humano, se proyecta más
bien en términos de una compleja y permanente campaña de aprendizaje por la
traducción de los distintos “alfabetos” y de intercambio de capacitaciones con-
textuales. Frente a esta realidad, no nos queda sino incursionar sobre algunos
alfabetos que nos ofrecen las culturas.
De esta manera, el aprendizaje nos aboca al diálogo intercultural para hacernos
cargo de que los nombres con que nombramos a las cosas desde nuestras tradi-
ciones de origen son nombres contextuales que necesitan ser redimensionados
desde las perspectivas que se abren en los nombres de otras tradiciones cultura-
les. Para avanzar, podríamos caracterizar a la interculturalidad como un proceso
real de vida, como una forma de vida consciente en la que se va fraguando una
toma de posición ética a favor de la convivencia con las diferencias.
En tanto proyecto político alternativo para la reorganización de las relaciones in-
ternacionales vigentes, con la concepción de lo intercultural como el espacio que
se va creando mediante el diálogo y la comunicación entre culturas. Es, al mismo
tiempo, un proyecto cultural compartido que busca la recreación de las culturas
a partir de la puesta en práctica del principio del reconocimiento recíproco. Y, fi-
nalmente, como un medio camino entre el monoculturalismo y multiculturalismo
con aquellas otras que ven en la interculturalidad una opción o una apuesta que
77
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
va más allá del multiculturalismo porque, superando el horizonte de la tolerancia
de las diferencias culturales, propone el desarrollo de una práctica de la conviven-
cia y del enriquecimiento mutuo como eje para generar, tanto a nivel teórico como
práctico, procesos de transformación cultural en las culturas en diálogo.
El debate de las definiciones es un ejercicio que nos obliga a traducir al otro nues-
tra medida de las cosas y en el que aprendemos al mismo tiempo las (nuevas)
dimensiones de las cosas en la visión de los otros.
Por qué y para qué el diálogo. Percibimos el curso real del mundo desde una
tradición crítica y emancipadora que nos da la clave para comprender y sentir que
la interpelación ética de este momento de crisis de humanidad constatada por el
número cada vez mayor de los excluidos, esto es, de la población empobrecida
en el “Sur”.
Con el reclamo del diálogo intercultural, se opta por los que la historia hoy derrota,
margina y condena; para reclamar con ellos sus derechos y contribuir a contradecir
la irracionalidad del totalitarismo dominante. La reivindicación del diálogo inter-
cultural se presenta, además, como reclamo de un foro que articule, comunique y
alimente la esperanza razonable de los que, por creer todavía que “otro mundo es
posible”, luchan con miles de alternativas en todo el planeta por hacerlo realmen-
te posible, es decir, por hacer realidad un mundo que es universal no por decreto
de globalización imperial, sino porque crece desde el equilibrio y la convivencia de
toda su diversidad cultural.
El diálogo intercultural sur-sur se reclama como instrumento para contribuir al
equilibrio del mundo desde el sur, es un diálogo entre todas las fuerzas que lu-
chan contra la opresión en todas sus formas, tanto dentro como fuera de la cultura
que consideren propia. La crítica del colonialismo constituye el desarrollo de una
hermenéutica de la liberación histórica por la que el “indio mudo” redescubre su
palabra y el “negro desconocido” dispone de las condiciones práctico-materiales
para comunicar alteridad, que es lo que Freire plantea como el paso de la cultura
del silencio a la cultura de la palabra, que es la cultura de la liberación.
78
Lengua, cultura y educación DINEIB
El diálogo intercultural: No entendido como un diálogo retórico entre expertos
de distintas culturas, sino como un movimiento nacional e internacional corpo-
rativo que nos ponga en condiciones de planear y ejercitar con incidencia social
una praxis transformadora de nuestra situación en el contexto de los procesos
globalizantes que impactan nuestra situación. Donde el diálogo es sentipensa-
do como el arte sobre el sentido mismo de la vida —sin la práctica del cual se
empobrece nuestra existencia humana (y digo humana y no tecnológica, cuyos
conocimientos hoy en día también se nos exigen). La interculturalidad requiere
necesariamente el reconocimiento de otras culturas en relación de paridad, que
buscan un enriquecimiento mutuo, asumiendo elementos que deben ser corre-
gidos y otros, compartidos. La calidad que puede imprimir la interculturalidad a
nuestro mundo histórico es algo que se decide en el intercambio a nivel comunal
o regional, teniendo presente que no se trata de salvar los contenidos culturales
históricamente logrados como dogmas, sino de salvar el hecho de la diferencia
entre culturas.
Fornet-Betancourt reconoce como un método para aprender a relativizar las
tradiciones consolidadas como “propias” dentro de cada cultura y, fundamen-
talmente, para agudizar en las culturas la tensión o el conflicto entre sujetos o
fuerzas interesadas en conservar y/o defenderlas y aquellos interesados en trans-
formarlas. Por esta vía compleja de apertura, relativización y toma de conciencia
de la posibilidad de cambio, el diálogo intercultural prepara a las culturas para
que se conozcan mejor entre sí y para que, mediante ese conocimiento de las
otras, se conozca a una mejor a sí misma. El diálogo intercultural tiene el carácter
de un proyecto ético, guiado por el valor de la acogida del otro en tanto la reali-
dad con la que se quiere compartir la soberanía y con la que puede compartir un
futuro que no está determinado únicamente por mi manera de comprender y de
querer la vida. Este diálogo implica una especial calidad ética que lo caracteriza
como una forma de vida o actitud fundamental teórico-práctica cuyo ejercicio,
yendo más allá de la tolerancia y del respeto, funda la acogida del otro como
sujeto que, para intervenir y participar, no necesita pagar primero derechos de
aduana ni solicitar un permiso de trabajo.
79
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Supuestos del diálogo intercultural
1. Concibe al ser humano como “universal singular”, que asegura la superviven-
cia histórica de la subjetividad en las culturas y en todo el proceso de la historia
de la humanidad en tanto que momento insuperable de constitución y de to-
talización de sentido. Haciendo o apropiándose de la cultura, el ser humano se
transculturaliza, es decir, plantea o replantea la cuestión del sentido en su uni-
verso cultural de origen y funda con ello, desde una situación concreta, la po-
sibilidad de la universalidad como movimiento de intelección argumentativa,
ya que ese cuestionamiento del sentido es sinónimo de universalización de lo
singular o, si se prefiere, intento de comunicación y de unión de la diversidad.
2. El ser humano como principio de reflexión subjetiva, entendido como fuente
de exterioridad y de indeterminación. No hay reflexión subjetiva sin situación
cultural, pero la reflexión subjetiva no es un simple reflejo de la cultura sino,
más bien, la condición que vive la cultura y que, desde esa vivencia, la proyecta
más allá de lo constituido por ella. La reflexión subjetiva está al comienzo de
toda comunicación, obliga con ello a que cada ser humano revise su concep-
ción de identidad cultural de origen.
3. Cultivo de la libertad como verdadero núcleo duro de reflexión subjetiva. Si
la reflexión subjetiva es lo que impide que un universo cultural específico se
convierta en una estructura de coherencia aprisionante para sus miembros,
pasar de un modelo mental que opera con la categoría de totalidad, que fija
y cierra la verdad en ella, a un modelo que se despide de esa categoría y que
prefiere trabajar con la idea de totalización dialéctica. Desde esta perspectiva,
la verdad no es ni condición ni situación, sino proceso; lo que implica que nin-
guna posición cultural puede entenderse como lugar definitivo de la “verdad”
ni mucho menos como expresión absoluta de la misma. Las culturas no dan la
verdad, sino posibilidades para buscarla; referencias para poner en marcha el
proceso discursivo hacia la verdad. Como proceso, la verdad solo aparece a
condición de que cada uno acepte poner en juego su verdad y la someta a la
dialéctica de la contrastación que se crea necesariamente por el carácter inter-
discursivo del diálogo intercultural.
80
Lengua, cultura y educación DINEIB
4. Las culturas para dialogar tienen que considerar que no son perfectas ni con-
cluidas, por eso pueden abrirse al diálogo. El debate intercultural sobre los
derechos humanos pone de relieve su contenido liberador bajo la óptica de
una herencia cuyo objetivo fundamental no solo puede ser aceptado por
todos sino que puede ser, además, configurado solidariamente por las distin-
tas culturas de la humanidad. Se entiende a los derechos humanos como un
patrimonio común de la humanidad. Y por ser una herencia común, ninguna
cultura particular podrá pretender ejercer el monopolio interpretativo de los
derechos humanos, ni creer que es ella la única que tiene la patente de estos.
Vistos así, tendría la obligación de proteger los derechos humanos de cual-
quier intento de imperialismo cultural o político.
Derechos humanos desde la interculturalidad. La reivindicación de la dignidad
humana está presente en todas las culturas y, por ende, puede ser la clave de
bóveda para una universalidad de llegada —no de punto de partida, es decir,
no desde los formalismos abstractos—. El derecho a la dignidad humana es uni-
versalizable, pero la forma de vivir esa dignidad responde a los particulares cul-
turales, por ejemplo, lo que en Occidente se conoce como derechos humanos,
en la cultura hindú es el Dharma; en la islámica Umma; en la Pachasofía Andina,
el Ama quilla, ama llulla y ama shua, está orientada a la defensa de la vida en
comunidad.
Para encarar los derechos humanos desde la interculturalidad, creemos que hay
que enfocarlos desde la complejidad de los contextos, esto es, reconocerlos
como el conjunto de procesos sociales, económicos, normativos, políticos y cul-
turales que abren y consolidan —desde el “reconocimiento”, la “transferencia
de poder” y la “mediación jurídica”— espacios de lucha por la particular con-
cepción de la dignidad humana. Y una visión del pensamiento de la intercultura-
lidad como un saber que sabe aprender de nuevo y que por ello aprende, entre
otras cosas, que universalizar no es expandir lo propio sino dialogar con las otras
tradiciones. Mancomunar formas de pensar y de hacer liberadoras desde las me-
morias subversivas de la humanidad en todos los lugares donde se ha escrito y
se sigue escribiendo todavía la verdad de lo humano. Un diálogo intercultural de
81
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
los derechos humanos implica una dimensión intracultural que consiste en que
las culturas particulares solo pueden realizar este diálogo si están dispuestas a
entender la necesidad de llevar a cabo un trabajo crítico de revisión de su propia
cultura a la luz de un objetivo común como el de buscar la constitución de una
sociedad en la que todos los seres humanos puedan vivir en condiciones de
dignidad, teniendo presente que el concepto de dignidad será de acuerdo a los
particulares culturales.
Desde hace unas décadas, el discurso de los derechos humanos —en la versión
liberal— asume un lenguaje progresista, incluso un lenguaje de izquierda. La
izquierda siempre vio con sospecha a los derechos humanos, puesto que fue
un recurso muy utilizado durante la guerra fría. Las violaciones fueron hechas
o invisibilizadas en los países capitalistas y sobredimensionadas en el bloque
socialista. Los derechos humanos fueron y son sacrificados ante otros objetivos
del “desarrollo” o mejor de las “creencias” sobre el desarrollo: a) necesidad de
justificar la pobreza; b) legitimar las diferencias; c) los derechos humanos son pe-
ligrosos para la libertad —en el marco de un sistema-mundo unipolar. Todas las
culturas son incompletas y los conceptos de dignidad igualmente incompletos,
y, además, las culturas no tienen conciencia de su incompletud, la incompletud
se percibe desde fuera.
Cabe anotar una breve idea de lo que implica reconocer los derechos humanos
como emancipadores, para el efecto traemos un planteamiento de Boaventura
de Sousa Santos sobre el paradigma de la modernidad que contiene dos formas
de conocimiento: conocimiento emancipatorio y el conocimiento regulador. El
emancipatorio consiste en una trayectoria que va desde un estado de ignoran-
cia, que Boaventura de Sousa Santos denomina “colonialista”, a un estado de
saber que lo designa como “solidaridad”. El conocimiento regulador va desde
un estado de caos a un estado de saber que lo denomina “orden”. La vincula-
ción recíproca entre el pilar de la regulación y el de la emancipación implica que
estos dos modos de conocimiento se articulan en equilibrio dinámico. Es decir,
que el poder cognitivo del orden alimenta el poder cognitivo de la solidaridad
y viceversa. Pero la hegemonía de la racionalidad cognitiva instrumental de la
82
Lengua, cultura y educación DINEIB
ciencia y de la tecnología se fue imponiendo, de manera que el conocimiento
regulador se impuso sobre el conocimiento emancipación. Ante esta situación,
el camino es una reevaluación del conocimiento emancipatorio.
Los derechos humanos pueden ser reguladores o emancipatorios. Son emanci-
patorios si exigen condiciones para ejercerlos, y reguladores en la medida en que
quedan en el ámbito de las formulaciones abstractas. El cumplimiento de condi-
ciones, en el marco de tensiones en el que se mueven los derechos humanos: 1.
Tensión regulatoria y emancipatoria, el problema es ¿cómo distinguir? Es claro
que es un despropósito hablar del cabal ejercicio de los derechos humanos en el
marco de relaciones de privilegio para unos y de exclusión para la mayoría. 2. Es-
tado sociedad/sociedad civil. 3. Nación/globalización. El Estado es garante, pero
las violaciones de derechos se dan a nivel nacional, local y no global. Respecto
al concepto de globalización, cabe recordar que no hay una sola globalización
sino globalizaciones, modos de producción de globalización. Hay globalización
hegemónica y contrahegemónica. En el campo de los derechos humanos, pue-
de ser globalización hegemónica o contrahegemónica; además, la globalización
produce localizaciones. Lo que se globaliza produce localización, por ejemplo,
se globaliza la lengua inglesa y se localizan las lenguas propias; en los derechos
humanos se busca la lucha global con legitimidad local; los derechos humanos
son regulatorios cuando se los concibe como universales sin más (universalizan-
do un particular: una concepción occidental). Para ser emancipatorios tienen que
ser encarados en el marco de un diálogo intercultural.
Todas las culturas tienen distintas versiones, no son monolíticas. Por ejemplo, en
Occidente, los derechos humanos tienen dos versiones: la liberal y la marxista.
A fin de relacionar estas dos versiones, Boaventura de Sousa Santos plantea una
hermenéutica diatópica —tener un pie en una versión y el otro en la otra—. La
hermenéutica diatópica invita a empezar a concienciar sobre la incompletud de
las culturas como requisito ineludible para dialogar entre culturas. La hermenéu-
tica diatópica busca las versiones que sean “más abiertas” a las otras culturas.
En Occidente, por ejemplo, en la tradición marxista hay más apertura que en la
liberal que es individualista. La marxista defiende los derechos económicos y
83
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
sociales, estos derechos involucran a los civiles y políticos; reconoce derechos
colectivos, pero limitados únicamente para los obreros.
A manera de conclusión
La institución educativa, en particular la universidad, tiene que abocarse a reco-
nocer, en gran medida, su “analfabetismo intercultural” a fin de superar la forma
de pensar monocultural y arriesgarse a cultivar una disposición para el aprendi-
zaje de la traducción de los distintos alfabetos que nos ofrecen las culturas y el
rico intercambio de capacitaciones contextuales, si quiere comprometerse en
serio con la construcción de un proceso real de vida. Cerrarse en el monocultu-
ralismo lleva a una incapacidad para comprender que la “desunidad” entre las
humanidades y las ciencias no es adecuada para poder diferenciar las prácticas
de producción del conocimiento y de organización de saberes, ni siquiera en el
contexto de las sociedades occidentales modernas.
85
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Pedagogía e interculturalidad
Ileana Almeida31
Introducción
La reflexión sobre interculturalidad, tan de moda actualmente, ha conducido a
que varias ciencias aporten con categorías fundamentales para entender la cues-
tión. Pero a pesar de que la filosofía explica el problema del “otro”, la etnología
moderna habla de una serie de raíces propias, la semiótica de la cultura com-
prueba las fronteras entre culturas, el Estado-nación que detenta el poder polí-
tico sigue concediendo privilegios a algunas culturas (comunidades históricas) y
desplazando a otras.
En nuestro país, el carácter del Estado y el proyecto pluricultural se contradi-
cen. El Estado-nación ecuatoriano representa únicamente a una supernación,
por consiguiente, a una sola cultura llamada ecuatoriana. Los miembros del Es-
tado-nación ecuatoriano se creen con el derecho a decidir el destino de otras
comunidades nacionales que tienen sus propias culturas y que evidentemente
arraigan en un tiempo muy anterior a la consolidación de la nación y el Estado
ecuatorianos. Como consecuencia del discrimen, amplios sectores sociales aún
tienen la convicción de que las diferencias culturales o, mejor dicho, las diferen-
cias nacionales significan diferencias raciales.
Las políticas oficiales discriminatorias atentan directamente contra las culturas de
las nacionalidades indígenas. Pongamos algunos ejemplos concretos: hay una
gran preocupación por los emigrantes ecuatorianos en Europa y Estados Unidos.
31 Docente investigadora, Universidad Central del Ecuador.
86
Lengua, cultura y educación DINEIB
Funcionarios del Estado exponen planes de protección en un intento encomiable,
lógicamente. Sin embargo, no se toma en cuenta la emigración de los indígenas
a las ciudades: espacios ajenos y hostiles para ellos.
En el discurso oficial se recalca, constantemente, la obligación de respetar los
derechos civiles y los derechos humanos, pero no se admite que estos son insu-
ficientes para hacer justicia a las nacionalidades indígenas. Para terminar con las
desigualdades, se deben combinar los derechos civiles con los derechos humanos
y los derechos colectivos.
La indiferencia estatal frente a las nacionalidades indígenas también se expresa
en las políticas estatales que tienen que ver con los recursos naturales. Efectiva-
mente, el petróleo es el recurso más importante para la economía del país, pero
lo que se pasa por alto es que los principales yacimientos petrolíferos están en
territorios indígenas y que son los indígenas quienes tienen que decidir sobre su
explotación.
El presidente Correa se pronunció sobre la Reserva Ecológica Yasuní, reconocien-
do que es una de las zonas de mayor diversidad biológica del planeta. También se
consideró que está habitada por grupos étnicos “escondidos” pertenecientes a la
nacionalidad waorani. Se trata de los tagaeri y los taromenane. Sin embargo, aca-
ba de firmar con Petrobrás el contrato para la explotación petrolera en el espacio
contiguo al parque Yasuní.
La política oficial de “que aquí no pasa nada” es el irrespeto a las fronteras de
los pueblos indígenas. El inspirado patriotismo ecuatoriano solo se refiere a los
límites estatales que el oficialismo diseñó y que ha logrado mantener, pero no se
pone interés en las realidades geográficas y étnicas de los pueblos de origen. Para
los pueblos comunitarios estas divisiones impuestas acarrean consecuencias muy
graves, pues les niega la posibilidad de asumir una clara identidad histórica. La ma-
yoría de las culturas indígenas se encuentran en territorios de dos o más estados.
Pero lo que mejor ilustra la falta de neutralidad estatal es la ausencia de re-
presentantes de las nacionalidades indígenas y, por ende, sus culturas en los
centros de poder. No participan con pleno derecho y con identidad política en
87
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
las instituciones del Estado, y al no hacerlo se van borrando de la conciencia de
los ecuatorianos. En los últimos gobiernos se han nombrado diputados, incluso
se han designado ministros indígenas. De esta manera, se han convertido en
“ciudadanos” con derecho a la seguridad social y a prestaciones sociales. Pero
nombramientos aislados no garantizan que las nacionalidades tengan acceso a
las fuentes económicas y políticas, ni a los medios de comunicación colectiva, ni
a una educación propia.
El siguiente ejemplo aclara la relación entre culturas indígenas y poder. Una de
las pocas instituciones que refleja la vida social y las decisiones políticas indíge-
nas es la Dirección de Educación Intercultural Bilingüe (Dineib), cuya existencia
es el resultado de una larga lucha de las organizaciones por lograr espacios de
autonomía. La Dineib ha dado pasos esenciales para salvar los valores, las actitu-
des y los conceptos fundamentales que constituyen toda una herencia cultural.
Sin embargo, en las esferas oficiales no es entendida como un hito político y
académico, en consecuencia, no se acepta su autonomía como expresión de una
necesidad de libertad; más aún, se pretende subsumirla en programas indiscri-
minados del Ministerio de Educación.
En la actualidad se da, en todo ámbito, la tendencia a que coexistan simultánea-
mente varias culturas y, por lo mismo, la identidad no es algo que esté dado para
siempre. Tampoco es del caso defender estereotipos eternos. Si nos cerramos a
concepciones inamovibles, corremos el riesgo de degradar el concepto de cultu-
ra. Pero mientras existan pueblos que se aferran a su historia y a su memoria e in-
terpelen con solo su presencia a un Estado injusto y excluyente, mientras existan
sujetos históricos que luchen por no ser arrastrados al centro único e implacable
de la globalización, no podemos perder la perspectiva de la igualdad.
Metodología didáctica
Una manera didáctica para explicar la cuestión de la interculturalidad es exponer
los conceptos apropiados para el análisis. A través de estos se puede encontrar
un método para describir por qué la historia y la herencia cultural indígena no se
88
Lengua, cultura y educación DINEIB
han integrado en la historia del Estado-nación ecuatoriano. Debo aclarar que la
mayoría de los ejemplos concretos que se propondrán provienen de la cultura que-
chua (quichua), que son para mí los más cercanos.
Cultura. Según Yuri Lotman, semiólogo de la cultura, cultura es un mecanismo síg-
nico organizado, que asegura la existencia de tal o cual grupo de seres humanos
como persona colectiva. (No hay cultura sin comunicación).
Es poseedora de cierto intelecto suprapersonal común (hay en la sociedad un ins-
tinto de cultura, que permite discriminar las acciones humanas).
La cultura es también memoria común, lo que se recuerda tiene significado histó-
rico. Por ejemplo, se recuerda entre los indígenas la muerte de Atau Wallpak, que
terminó con la libertad del pueblo quechua (quichua).
La cultura presupone una unidad de conducta, una unidad de modelización para
sí del mundo circundante y unidad de actitud hacia ese mundo. Por ejemplo, la
unidad del tiempo y el espacio (el cronotropo pacha).
Otra definición de cultura es propuesta por Eduardo Galeano: entendemos por cul-
tura cualquier espacio de encuentro entre los hombres, los símbolos de identidad
y la memoria colectiva, las profecías de lo que somos y las denuncias de lo que nos
impide ser.
Cultura (Rodrigo Alzina): El ser humano es básicamente cultural y la cultura es una
construcción del ser humano Cada persona ha nacido en una comunidad de vida
en la que se ha socializado. La persona interioriza unas maneras de pensar, sentir y
actuar. A partir de esta interiorización no solo comprende el mundo de su comuni-
dad, sino que este va a convertirse en su mundo. Pero al mismo tiempo, esta perso-
na va a ser un elemento constitutivo de esta cultura e inevitablemente va a ayudar a
su transmisión, su conservación y su transformación. Puede parecer contradictorio,
pero téngase en cuenta que una cultura es dinámica y cambiante, por ello, algunas
de sus manifestaciones se conservan, otras cambian y otras desaparecen.
89
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
La única forma de comprender correctamente a la cultura es interpretar sus mani-
festaciones de acuerdo son sus propios criterios culturales, aunque esto no debe
suponer eliminar nuestro juicio crítico.
La no-cultura (concepto de Yuri Lotman)
Se entiende como no-cultura las manifestaciones sociales e individuales que no
están codificadas, que son resultado de un comportamiento casual, ocasional.
Se tienden a considerar las manifestaciones de otra cultura como la no-cultura.
(Por ejemplo, un alimento al que no estamos acostumbrados).
Cultura popularPatrimonio de amplios sectores del pueblo ecuatoriano en general. Está difun-
dida la idea de que la cultura popular es “folclore” (con un sentido peyorativo).
Citemos para el caso el teatro popular, la música popular, las artesanías, etc.
Toman elementos de las culturas de las nacionalidades indígenas y de la cultura
de la nación ecuatoriana. (Teatro en la población de Totoras en la época del
Carnaval).
CulturalezaSegún varios autores, se entiende por culturaleza a las culturas íntimamente liga-
das a la naturaleza, como son las culturas indígenas. Pensemos en la periodiza-
ción del tiempo (tiempo de siembra, tiempo de cosecha), en los mitos (el Chuza
lungu), en las fiestas-rituales (la fiesta del cóndor), en las prácticas medicinales (el
conocimiento profundo de las hierbas, de las tierras medicinales), en concepcio-
nes éticas (lo permitido-lo no permitido).
Culturas indígenasSon las culturas de pueblos originarios que se conservan en diferentes países.
Algunos casos son: el vasco en España, el chukchi en Rusia, los sani en Noruega,
el aymara en Bolivia, el maya en México, el taurek en Argelia, etc. Por lo general,
las culturas indígenas rebasan los límites de los estados. Piénsese en el pue-
blo quechua que está presente en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina
90
Lengua, cultura y educación DINEIB
y parte de la Amazonía brasileña. Las culturas indígenas del Ecuador son todavía
insuficientemente conocidas. Llama la atención cuando se comparan las lenguas y
culturas amazónicas entre sí, la diferencia de las lenguas y la similitud de las cultu-
ras de toda la Amazonía más allá de las fronteras de cada país.
De acuerdo a la semiótica de la cultura, las culturas comprenden los sistemas de
representación sígnica: la lengua hablada, la escritura, el espacio, el tiempo, el
modelo del mundo, la alimentación, el vestido, la música, el movimiento, la danza,
el mito, el ritual, el teatro, el cine, la publicidad, la historia, la gestualidad, el movi-
miento, los colores, los símbolos geométricos, los números, la literatura, los mitos,
la pintura, los bordados, la organización social, el parentesco, el mobiliario, el sue-
ño, el silencio, el simbolismo del poder, el parentesco, las leyes, el significado del
entorno. La cultura no es estática. Si por un lado se conserva, por otro lado cambia.
Cuando la cultura cambia por su propia dinámica, se enriquece sobre todo en el
contacto con otras; en cambio, si lo hace por imposiciones externas, se empobre-
ce y hasta puede morir.
Pongamos como ejemplo la cultura quechua clásica y la cultura quechua actual.
La cultura clásica se puede analizar a partir del modelo del mundo (cosmología,
parentesco, historicidad). Gran parte de la cultura quechua clásica fue destruida.
Desde el punto de vista actual, podemos observar que la cultura quichua de la Sie-
rra guarda rasgos del pasado, todavía presenta una unidad identificadora a pesar
de las diferencias locales. Esta unidad está dada por la lengua (las categorías de
pensamiento), las imágenes y relatos mitológicos, la música, la comida, el vestuario,
el peinado, los colores, las fiestas rituales, los tocados, los sombreros, los adornos,
los bordados, los topónimos, los nombres (apellidos), los saberes ancestrales (me-
dicina), el significado de los colores, la historia, los levantamientos colectivos, etc.
Apropiación de la historia y la cultura
El Estado se apropia de la historia de los pueblos indígenas, peor aún, en la ma-
yoría de los casos, la ignora. Ilustremos con ejemplos. Se quiere alargar la historia
de la nación ecuatoriana a costa del pueblo quechua (quichua) y de su historia. Se
91
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
habla erróneamente de que Atau Wallpak (Benemérito Creador, en lengua que-
chua) es el símbolo del comienzo de la nación ecuatoriana. En realidad, es el sím-
bolo del final del Estado incásico.
Cuando hablamos de ejemplos de apropiación de la cultura por poderes ajenos,
hay que citar a la fiesta de la Mama Negra. Primero su significado fue falseado
por la iglesia católica con la intención de ocultar su función ceremonial ajena a la
ideología religiosa católica. La iglesia se encargó de difundir una versión inventa-
da, se dijo que representaba a una esclava negra que había recibido un milagro
de la virgen de las Mercedes. Con el tiempo se han suprimido algunas de sus ca-
racterísticas esenciales y de esta manera se ha menoscabado su sentido global y
de unidad cultural. Y aun así todavía es posible reconstruirlo. La Mama Negra por
analogía sintáctica querría decir la Pacha Mama. (En Bolivia, entre los indígenas,
aún hay algunas representaciones femeninas con el rostro negro).
El color negro entre los salasacas significa vida, fertilidad, fecundidad; lo contrario
del blanco, que representa la muerte, el espíritu, el “más allá”.
Hasta hace poco, la Mama Negra iba rociando leche, símbolo del semen, el fluido
humano de la procreación.
Por otro lado, la Mama Negra necesita un acólito que le dé aire fresco por debajo
de sus polleras andinas (y no africanas) para mitigar su ardor. La Mama Negra en-
gendra y procrea extraordinariamente, por eso sus hijos le cuelgan por la espalda
y por los costados, se aferran a sus enormes pechos.
Todos los otros personajes tienen significado quechua (¿aymara?). Hay personajes
vestidos de blanco que significan convencionalmente lo invisible, lo que no se ve.
El ashango refuerza el significado de fertilidad. Es interesante que algunos de los
personajes aún lleven a modo de pechera la imagen del cuadrado, símbolo del
Tawantin Suyo. También está presente la wipala que, en sus principios, fue estan-
darte de los incas.
Así también, el ritual indígena de la Mama Negra marcaba el espacio y el tiem-
po rituales. Comenzaba en un determinado sitio, posiblemente algún antiguo
92
Lengua, cultura y educación DINEIB
adoratorio y terminaba en una casa de algún prioste especial. Ahora, una Mama
Negra transformada recorre las calles de Latacunga alegrando y dando sentido de
fiesta, pero con una identidad oculta por las imposiciones religiosas y políticas.
Estado
Organización política de un país con personalidad política independiente en el
plano internacional, cuyos límites territoriales vienen determinados por los lími-
tes de su soberanía. Al utilizar Estado para referirnos al ecuatoriano, queremos
indicar una forma de gobierno centralizado, que exige una soberanía territorial,
que garantiza la ciudadanía individual, que maneja un ejército. La nacionalidad
como pertenencia al Estado es reconocida oficialmente y consta en el pasaporte.
Las nacionalidades (culturas) indígenas no están representadas como es debido
en las instituciones estatales. La cultura de una nacionalidad debe determinar
una institución estatal y no el Estado imponer sus instituciones a las nacionalida-
des (culturas).
Nacionalidad
Nacionalidad como pueblo es un concepto no aceptado constitucionalmente.
Pero en el discurso oficial ya se lo usa con relativa frecuencia.
En el discurso político universal, nacionalidad es entendida como una comuni-
dad históricamente conformada, con lengua, cultura, territorio, relaciones eco-
nómicas y sociales propias. El concepto de nacionalidad fue introducido en la
ciencia política por el austro marxista Otto Bauer. El concepto de nacionalidad
tiene una proyección política, en Ecuador interpela al Estado.
A pesar de que el concepto de nacionalidad fue aceptado y utilizado por la orga-
nización indígena más importante (Confederación de Nacionalidades Indígenas
Ecuatorianas, Conaie) va siendo desplazado por ella.
En la Asamblea Constutuyente de 2008, se quizó suprimir el concepto de nacio-
nalidad y se lo quizo sustituir por el de interculturalidad (término de moda en
93
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Europa y que se lo utiliza cada vez más en debates y posiciones académicas).
El término interculturalidad debilitaría la lucha de los pueblos indígenas. Se re-
saltaría lo que cada pueblo posee (cultura), pero se omitiría el proceso de lucha
(opresión nacional).
Pueblos indígenas
Hay muchas acepciones antojadizas de pueblo y hay que tener cuidado de que
su concepto no prolifere sin sustento científico. (Pueblo quitu-cara, pueblo mon-
tubio, pueblo de Loja, pueblo del manglar, pueblo del noroccidente de Quito,
etc.). Ninguna de estas acepciones se mantiene como concepto científico. En las
Naciones Unidas se lo utiliza como sinónimo de nacionalidad. Es muy importante
que la ONU reconozca los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
Comunidad indígena
Las comunidades indígenas son los núcleos de las nacionalidades o pueblos, en
las comunidades se conservan y reproducen sus elementos esenciales: la lengua,
la cultura, la referencia territorial, los lazos económicos, el manejo autónomo
político, etc. Hay algunas comunidades indígenas que conservan los títulos de
propiedad de la tierra concedidos por el rey de España.
Nación
Dentro del discurso político, sobre todo el de corriente marxista, se entiende
nación como una comunidad histórica que tiene los mismos elementos que la
nacionalidad, pero que pertenece a la época del capitalismo. En Ecuador, los
elementos de la nación ecuatoriana se oponen a los de las nacionalidades. Len-
gua dominante/lenguas oprimidas; cultura dominante/culturas oprimidas; terri-
torio nacional/territorios de las nacionalidades. Las economías de los pueblos
indígenas han ido cediendo a las relaciones del mercado.
94
Lengua, cultura y educación DINEIB
Interculturalidad
Toda cultura es en sí multicultural, se ha formado y se sigue formando a través de
contactos, la interculturalidad es la multiculturalidad en acción.
En esta interacción juegan papeles determinantes: lo económico, lo político, lo
ideológico. Comprometerse a vivir en una sociedad humana es algo muy dife-
rente a subordinarse al Estado.
Cuestión nacional, derechos colectivos, interculturalidad
Cuando la Conaie tomó como concepto clave “nacionalidad” para expresar la
diversidad de nacionalidades del país unidas en una reivindicación política frente
al Estado para luchar por la cultura, la lengua, el territorio, las prácticas económi-
cas, autoridades propias, etc., dio un paso gigantesco para que sea reconocido
el valor histórico y la libertad política de cada una de esas nacionalidades. La
aceptación de nacionalidades dentro del Estado ecuatoriano democratizaría las
estructuras sociales, políticas y jurídicas.
La Constitución de 1998, como resultado de la lucha indígena y del Convenio
169 de la OIT, reconoció los derechos colectivos de las nacionalidades indígenas,
pero en la Carta Magna no se los denominó nacionalidades sino “pueblos indí-
genas”. Así se desconoció a la cuestión indígena como cuestión nacional.
Al mismo tiempo, la Conaie aceptó tener al movimiento Pachakutik como su
“brazo político”. Este fue un paso que desvirtuó la lucha de las nacionalidades
indígenas, puesto que la Conaie desde el comienzo fue una organización polí-
tica. Esta afirmación no quiere decir, por supuesto, que la lucha indígena deba
cerrarse y ser ajena a otras luchas democratizadoras que existen en el país.
Últimamente, los conceptos de nacionalidad y de pueblos indígenas van siendo
sustituidos por el de cultura. Se habla de interculturalidad por influencia de Eu-
ropa, que maneja el término para enfrentar los graves problemas que existen en
esos países con relación a los grupos islámicos.
95
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
La Asamblea Constituyente de 2008, quizo cambiar la denominación de nacio-
nalidades o Pueblos Indígenas por el de culturas. La intención de cambiar estos
terminos es el de soslayar el carácter esencialmente político del planteamiento
indígena.
Interculturalidad e instituciones. Los indígenas son discriminados y olvidados no
solo por la conciencia social, sino en el discurso del poder y, además, se expre-
san en la conformación institucional. Es en relación a las instituciones donde se
puede plantear la interculturalidad.
Interculturalidad y educación. La Dirección de Educación Intercultural Bilingüe
(Dineib) ha dado pasos esenciales para salvar las herencias culturales y propiciar
la interculturalidad. Sin embargo, en las esferas oficiales no es entendida como
el logro más importante de la lucha indígena. No se acepta su autonomía como
necesidad de libertad de los pueblos indígenas y se pretende subsumirla en las
políticas indiscriminadas del Ministerio de Educación. El Estado no está dispues-
to a crear situaciones y condiciones que garanticen la existencia de la Dineib. Por
otro lado, es verdad que la Dineib se ha estancado, ha perdido presencia aca-
démica. Los currículos elaborados por la Dineib no reflejan, como es deseable,
la riqueza de las lenguas, de las mitologías, la peculiaridad de la historia de los
pueblos, los saberes ancestrales, los modelos del mundo, la riqueza artística. En
la relación intercultural, podemos señalar la traducción al quechua de El Princi-
pito, de una obra de García Márquez y de la adaptación para niños de Hombres
y dioses de Warochiri.
Interculturalidad y lengua. Se debe compilar toda clase de textos fundados en
conocimientos científicos referentes a ellas y difundirlos a través de multimedia,
incluyendo Internet. Pero las lenguas indígenas no deben ser solo almacenadas,
se necesita que sean parte de la vida cotidiana, que convivan y se relacionen
con otras lenguas. Hay que resaltar el admirable ejemplo de Cataluña, donde se
imparten clases de quichuas a los niños hijos de emigrantes.
96
Lengua, cultura y educación DINEIB
Interculturalidad y comunicación. Con la presencia de la ministra Mónica Chuji
en el gabinete, el quichua empezó a convertirse en instrumento de comunica-
ción en la TV. (Por primera vez los noticieros televisivos se transmitían en español
y en quichua). En el aeropuerto se anunciaban los vuelos en los dos idiomas.
Se deben impulsar las escuelas radiofónicas, sobre todo en las zonas alejadas
de las urbes. (Las escuelas radiofónicas de los shuar tuvieron éxito). Sería desea-
ble difundir el proyecto de Manuel Castro de la Conaie sobre comunicación e
interculturalidad.
Interculturalidad y salud. La salud indígena debe ser promocionada y aplicada
de acuerdo a políticas estatales. Se necesita una institución propia y respaldada
económicamente. Hay que promocionar y capacitar con métodos modernos a
las parteras, los sobadores, etc. Hay que proseguir con la investigación de plan-
tas, tierras y aguas curativas, utilizadas en prácticas milenarias. Se debe investigar
las propiedades curativas del árbol quishuar o de la ayahuasca.
Interculturalidad y religión. El Estado debe reconocer la presencia de diferentes
creencias religiosas. Sacar a la luz la riqueza estética de las creencias religio-
sas que inspiran una enorme cantidad de sentimientos e imágenes maravillosas.
Como ejemplo tenemos el culto a los montes que se va perdiendo rápidamente.
(Importancia de los yachak).
Interculturalidad y turismo. El Ministerio de Turismo debería promocionar el tu-
rismo, no solo para los extraños a las comunidades, sino también entre los pro-
pios indígenas que no se conocen entre sí, no conocen los territorios de otras
nacionalidades.
Interculturalidad y cultura. El Estado debería hacer un inventario de las manifesta-
ciones culturales. Dar a las organizaciones e instituciones indígenas espacio televi-
sivos, salvar el Kapak Ñan, resguardar Inga Pirka, poner la cultura en Internet. Finan-
ciar encuentros entre pueblos indígenas de la región y del continente. En cuanto
97
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
a la tecnología, se deben precisar y desarrollar a la luz de la ciencia moderna los
saberes indígenas (conocimiento del clima). Industrializar la agricultura, la pesca.
Interculturalidad y ecología. Las culturas indígenas son de hecho ecologías po-
pulares, pero deben ser resguardadas de los intereses económicos del Estado y
las transnacionales.
Interculturalidad y relaciones exteriores. Los indígenas deberían representar al
país, no solo como ecuatorianos, sino como miembros de sus nacionalidades.
Interculturalidad y deportes. Se deben reconocer y promocionar los deportes y
competencias indígenas afines.
Interculturalidad y justicia. Retomar las discusiones que ya están bastante avan-
zadas y resolver el tema de acuerdo a los beneficios que puedan tener los pue-
blos indígenas.
Interculturalidad y socialismo del siglo XXI. No se puede concebir el socialismo
del siglo XXI sin resolver los problemas que se arrastran desde el siglo XVI. Es algo
en lo que deberían pensar los futuros constituyentes y algunos dirigentes sociales
y líderes indígenas.
La interculturalidad es la interacción de la multiculturalidad. La interculturalidad,
en tanto que persigue obras, productos, rendimientos, tiene un carácter eminen-
temente pragmático. La interculturalidad es comunicación y puesto que uno de
los interlocutores es el Estado, las culturas indígenas deben contar también con
interlocutores políticos, es decir, organizaciones, líderes, instituciones propios. De
allí que es correcto plantear “interculturalidad de las nacionalidades o pueblos
indígenas con el Estado ecuatoriano”.
99
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Interculturalidad y empoderamiento
Luis Montaluisa
Las nacionalidades indígenas del Ecuador estamos abiertas a todas las cul-
turas del Ecuador y del mundo. Sería de esperar que de todos los otros
sectores haya reciprocidad. Esta, en muchos casos, no existe. Pues en
esta interrelación está en juego el ejercicio del poder y nadie quiere compartirlo.
Por eso es necesario que comprendamos el funcionamiento del poder.
Nos han oprimido no solo con las armas sino con las ideologías. Del dominio de
esto último es más difícil liberarse. Nos han hecho creer que no valemos. Hasta
hace unos años era un poco más fácil distinguir que los que impedían la inter-
culturalidad eran los grupos de derecha, pero ahora también están los grupos
disfrazados de socialistas que se han apropiado del discurso indígena y preten-
den negar todo poder a las nacionalidades indígenas. El discurso que emplean
para obstaculizar el empoderamiento de las nacionalidades indígenas es preci-
samente el de la interculturalidad para todos y todas. Con estas frases hechas
invisibilizan los derechos consuetudinarios de las nacionalidades indígenas. En
esta situación debemos reflexionar qué implica la interculturalidad. La intercul-
turalidad no es un discurso. Hay que desenmascarar estos discursos. También
tenemos que reconocer nuestras limitaciones, pero también nuestras fortalezas.
¿Cuál son los componentes del poder de las nacionalidades indígenas? Entre
otros están: tener la conciencia de que somos anteriores al Estado criollo, y la
sabiduría milenaria para comprender el cosmos y administrar los recursos natu-
rales. Esto significa conocer mejor nuestra historia y nuestros valores y desmitifi-
car la historia escrita por historiadores descendientes de los que se apropiaron
100
Lengua, cultura y educación DINEIB
del poder a raíz de la seudoindependencia. Más del noventa por ciento de la
historia ha sido ocultada, distorsionada. Es hora de tener una visión de la historia
un poco más cercana a la realidad total.
El ser anteriores al Estado criollo nos da ciertos derechos y responsabilidades
que debemos ejercerlos. No puede haber interculturalidad sin este ejercicio.
Para comprender esto parece necesario aclarar el término interculturalidad. He
aquí algunos conceptos que se han dado sobre interculturalidad:
“Interculturalidad es diálogo de culturas”, “es diálogo de saberes”, “conviven-
cia armónica entre pueblos, culturas, etc.” Algunos de estos aspectos, en lugar
de aclarar el concepto, oscurecen el entendimiento de la interculturalidad. In-
terculturalidad implica el poder ejercer plenamente los derechos y las respon-
sabilidades que tenemos los pueblos indígenas del subsuelo, suelo y espacio
aéreo de nuestros territorios ancestrales; a contar con nuestro propio sistema
de educación bilingüe, a la administración de los recursos naturales con visión
de largo plazo y a desarrollar nuestra sabiduría ancestral en todos los aspectos.
Igualmente,los otros grupos de la sociedad ecuatoriana: afros, mestizos, blancos
(ya que algunos dicen que no quiere llamarse hispanos), etc., tienen que ejercer
los suyos. Pero para hacer país y tener una Constitución en la que estemos re-
presentados todos, es necesario que nuestros derechos y nuestras responsabili-
dades sean respetados. Nuestra principal responsabilidad es hacer que Ecuador
sea administrado con visión de largo plazo, inspirado en la sabiduría milenaria y
que acoja lo mejor de todas las culturas del mundo.
Desde la invasión española hasta ahora, las nacionalidades indígenas venimos
buscando ejercer nuestros derechos y responsabilidades como seres humanos.
Hasta ahora los grupos de poder económico, político, militar, etc. no han queri-
do entender que las nacionalidades indígenas somos anteriores al Estado criollo
que fue conformado luego de la seudoindependencia. Tenemos lenguas, cultu-
ras, historias y somos herederos de las tierras ancestrales, por eso somos nacio-
nalidades, sin necesidad de que haya leyes que nos reconozcan.
101
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Pero las nacionalidades indígenas no somos excluyentes, hemos reconocido que
todos los ecuatorianos tenemos derecho a vivir. No negamos los derechos hu-
manos de los otros, pero también tenemos derecho a lo que nos corresponde
por ser seres humanos, y por haber estado en Abya Yala desde hace más de
quince mil años. En consecuencia, si hay un sentido de reciprocidad, lo mínimo
que podría hacer la Constituyente es reconocer estas responsabilidades y dere-
chos históricos. La Constitución debe declarar patrimonio intangible en el suelo,
subsuelo y espacio aéreo de todos los territorios ancestrales de las nacionalida-
des indígenas; debe garantizar el sistema de educación intercultural bilingüe. En
la estructura del Estado, se debe contemplar una instancia que realice el manejo
sustentable del sistema hídrico interconectado. Desde el preámbulo debe decla-
rarse al Ecuador como estado plurinacional. Pero hacer una simple declaratoria
de Estado plurinacional no garantiza que petroleras, mineras, madereras, etc.
dejen de invadir los territorios ancestrales. Es necesario que los gobernantes y
todos los sectores respeten los derechos de las nacionalidades indígenas. Debe
quedar claro que con Constitución o sin ella, somos nacionalidades y tenemos
que ejercer ese derecho y esa responsabilidad.
Buscando ejercer sus derechos y responsabilidades, durante la Colonia, nuestros
antepasados realizaron varios levantamientos que la historia de tinte criollo ha
ocultado. Esto siguió durante el siglo XIX y perdura hasta nuestros días.
En 1986, se conformó la Conaie con ideales de proponer a todos los sectores de
la sociedad ecuatoriana un modelo de Estado que se construya sobre la sabi-
duría milenaria, los aportes de todas las culturas del mundo y con una visión de
largo plazo. Se tenía clara la idea de que el desarrollo del país debía basarse en
una adecuada administración de los recursos naturales. Por eso se insistía en la
preservación de los territorios ancestrales indígenas, el uso sostenible de recur-
sos como el agua y la biodiversidad, el rescate de las lenguas y culturas milena-
rias, y en una planificación del Estado con visión de largo plazo. Esto implicaba
un cambio de imaginarios de todos los ecuatorianos, la superación del racismo,
la deconstrucción de la historia, la superación de los mitos y los llamados héroes,
una transparentación total.
102
Lengua, cultura y educación DINEIB
Además de estas propuestas para todo el país, se planteó rescatar las lenguas y
culturas de las nacionalidades. En el primer congreso de la Conaie se propusie-
ron dos aspectos que fueron aprobados: la creación de la Dirección Nacional de
Educación Intercultural Bilingüe (Dineib) y la conformación de una universidad
fiscal propia de las nacionalidades indígenas. Para el desarrollo sustentable se
hicieron otras propuestas muy importantes.
Con esa agenda trabajó el movimiento indígena más importante del Ecuador du-
rante la presidencia del compañero Miguel Tankamash, de nacionalidad shuar, y
la del compañero Cristóbal Tapuy, de nacionalidad kichwa amazónica, bajo cuyo
liderazgo se realizó el primer levantamiento indígena nacional de los últimos
tiempos, en junio de 1990. Ahí no se luchaba por cargos burocráticos ni por alian-
zas partidistas, sino por los grandes objetivos del Estado y de las nacionalidades
indígenas. Si los siguientes presidentes y directivas de la Conaie hubieran conti-
nuado con estas grandes políticas, estaríamos viviendo una sociedad más justa y
organizada, no solo los indígenas sino todo el país. En esa época se escogía a los
dirigentes por méritos, no por componendas. En el Ecuarunari estaban los com-
pañeros Nazario Caluña, José Jacinto Guamán, José Lligalo, etc.; en Cotopaxi,
los compañeros Aurelio Vega y Juan Rivera, que construyeron el Movimiento
Indígena de Cotopaxi. En las nacionalidades indígenas amazónicas y de la Costa
también hubo compañeros dirigentes que tenían una visión de largo plazo y
una lealtad a los grandes objetivos. Por ejemplo, Lorenzo Añapa, de nacionali-
dad chachi, que fue asesinado por defender los territorios ancestrales. Ampam
Karakras, de nacionalidad shuar, fue un visionario en el proceso organizativo a
largo plazo. Con estos pensamientos se crearon la Dineib, el actual Codenpe
y la Dirección de Salud Indígena. El descalabro del movimiento indígena vino
después.
El empoderamiento de las nacionalidades indígenas vino con el proceso organi-
zativo y la educación intercultural bilingüe. El 12 de octubre de 1989, los alfabeti-
zadores, educadores y líderes comunitarios realizamos una gran marcha nacional
en Quito, donde se hizo flamear la wipala por primera vez como símbolo de
unidad. Esta marcha partió de la plaza Indoamérica y se encaminó hasta la plaza
103
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
de San Francisco, en Quito. Fueron miles de compañeros que hicieron sonar la
música indígena y se dirigió el mensaje a todo el país en las diferentes lenguas
indígenas, exigiendo el respeto al derecho a la educación intercultural bilingüe
y a los territorios ancestrales. Allí, por primera vez, la prensa nacional comenzó a
ocuparse de las nacionalidades indígenas. Antes estuvimos invisibilizados. Nues-
tro empoderamiento continuó con el levantamiento de 1990, en la presidencia
del compañero Cristóbal Tapuy de la Conaie.
En 1995, algunos dirigentes, manipulados por “asesores” mestizos, abandonaron
las grandes políticas del movimiento indígena y en forma precipitada decidieron
hacer política partidista, traicionando la visión histórica de las nacionalidades in-
dígenas. Es más, ellos mismos se autocandidatizaron. No buscaron a los mejores
para las candidaturas. Se hicieron al mismo tiempo dirigentes y candidatos en su
gran mayoría. Así desperdiciaron el inmenso poder que les dieron los levanta-
mientos indígenas y las vidas de varios compañeros caídos bajo las balas asesinas
en esas acciones. Siempre hay algunas excepciones y este es el caso de algunos
de los asambleístas que contribuyeron a la introducción de los derechos colec-
tivos en la Constitución de 1998. Es el caso de Nina Pacari, Marcelino Chumpi y
Manuel Vega. En este tiempo ejercía la presidencia de la Conaie Antonio Vargas
(en aquel entonces todavía era lúcido) y la vicepresidencia, el compañero Arturo
Yumbay. Ellos venían dirigiendo la Conaie desde 1996.
Los grupos de poder casi han destruido al movimiento indígena, principalmente
a partir del gutierrato. Actualmente, casi todos los políticos están usando la ima-
gen de los indígenas y de los negros para conseguir o mantener popularidad. No
tienen la voluntad de respetar a las nacionalidades sino solo de usar su nombre
para consolidar su poder. Eso han hecho varios de los que ahora aparecen como
héroes de la patria: incluidos Bolívar y Alfaro. El primero dictó una ley aumentan-
do el tributo a los indios que en esa época representaban el setenta por ciento
de la población, negó la libertad a los negros, y a los mestizos casi no los tomó
en cuenta sino solo a los criollos terratenientes como él. El segundo ni siquiera
le dio audiencia a Alejo Sáez, a quien demagógicamente le nombró general y
gracias a eso, con el apoyo de los indios, derrotó a los conservadores. Quitó las
104
Lengua, cultura y educación DINEIB
haciendas a la Iglesia para entregar la administración a sus colegas liberales que
explotaron a los indios más que antes. También debemos saber que en la casa
de la hoy generala Manuelita Sáenz hubo esclavos negros. La historia no es lo
que los grupos de poder han escrito. Los héroes no existen, son construcciones
de los grupos de poder. Inclusive los mismos personajes no son culpables de que
luego los mitificaran y los hicieran héroes o santos.
En este contexto, nuevamente tenemos que levantarnos, corregir los errores,
apegarnos a nuestra cosmovisión y volver a proponerle al Ecuador un plan de
Estado con visión de largo plazo, basado en la experiencia milenaria de todas las
generaciones anteriores. Esto implica un nuevo empoderamiento de las nacio-
nalidades indígenas. Este empoderamiento es indispensable para que la inter-
culturalidad funcione.
Sería fácil la interculturalidad si solo fuera diálogo romántico de saberes o de
culturas. El diálogo es entre personas concretas, no entre entes abstractos, ge-
nerales. El diálogo entre pueblos pasa por el reconocimiento del otro, pero esto
implica que cada uno maneje su poder adecuadamente. La interculturalidad im-
plica compartir el poder. Pero nadie concede a otro el poder sino que el poder
simplemente se lo toma y se lo ejerce poniendo frente a sí la ética, la construc-
ción de la paz y la justicia.
Estamos casi solos; nos vienen horas difíciles, de sufrimiento, pero unidos segui-
remos defendiendo nuestros derechos más allá de lo que pongan en la Constitu-
ción. Nosotros somos anteriores al Estado y a esa Constitución.
105
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Acercamiento a la investigación intercultural, una reflexión
Piedad Vázquez A.32
Éramos una máscara con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense,
el chaquetón de Norteamérica y la montera de España.
El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor y se iba al monte (…)
El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido.
José Martí
Investigación intercultural, un abordaje complejo
Todos los días escuchamos que el mundo es complejo. Pero esta complejidad
del mundo presenta problemas como: ¿Cómo sabemos que el mundo es com-
plejo? La respuesta depende de quién se relaciona con el mundo. En las ciencias
empíricas es corriente aludir a algún observador informado (desde el diablillo
de Laplace hasta el observador informado de Max Planck) o a un actor con co-
nocimiento perfecto (en economía, por ejemplo, en la teoría de la competencia
perfecta que supone siempre actores de conocimiento perfecto en los merca-
dos), desde esta perspectiva el mundo es simple. Es complejo en la medida en
que admitimos que como seres humanos actuamos en él. Lo que la experiencia
nos muestra es que las soluciones de los problemas enfrentados por los seres
32 Directora del Aula de Derechos Humanos de la Universidad de Cuenca y catedrática de la Facultad de Filosofía.
106
Lengua, cultura y educación DINEIB
humanos son complejas. Todos los problemas relevantes, para encontrarles una
solución, debemos enfrentarlos en los distintos niveles de la vida humana. De
esto no nos queda sino concluir que el mundo mismo es complejo.
Frente a esta situación humana de complejidad, como reconoce ya en el siglo
XlX Jacobo Burckhardt, aparecen los terriblemente simplificadores. Cuando más
complejo se nos torna el mundo, mayor es la tentación de enfrentar esta comple-
jidad mediante soluciones de simplificación que ofrecen algún principio único
como solución a este mundo complejo. En el siglo XX se revelan varias de estas
simplificaciones, muchas veces vinculadas a los totalitarismos. Pero parece que
la más extrema simplificación la vivimos hoy y proviene de aquellos que precisa-
mente hablan de la complejidad del mundo, estos son los fundamentalistas del
mercado33. Ellos sacan una conclusión inaudita: el mundo es complejo, por tan-
to, las soluciones han de ser simples. Esta reducción de los problemas se acen-
túa con el neoliberalismo; en 1981, Hayek expresa: “una sociedad libre requiere
de ciertas morales que en última instancia se reducen a la mantención de vidas:
no a la mantención de todas las vidas porque podría ser necesario sacrificar vi-
das individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto,
las únicas reglas morales son las que llevan al cálculo de vidas: la propiedad y
el contrato”34.
El fundamentalismo del mercado usa el simplismo para luchar contra la compleji-
dad del mercado. Reducir y, por fin, eliminar la complejidad del mundo para que
el propio mundo sea tan simplista como la solución que se ofrece. La estrategia
de la globalización del mundo ha desembocado en esta lucha contra la comple-
jidad del mundo. La complejidad de las relaciones entre los seres humanos, la de
la naturaleza, la de las culturas, todas estas complejidades es preciso eliminarlas
para cumplir con la ilusión de que el simplismo puede un día funcionar. La discu-
sión sobre la complejidad del mundo está perdiendo su sentido y será muy difícil
33 Hinkelammert, F., El asalto al poder mundial y la violencia sagrada del imperio, San José de Costa Rica, DEI, 2003, pág. 291.
34 Hayek, Friedrich Von, “Entrevista”, en: El Mercurio, Chile, 19. IV, 1981.
107
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
recuperarla35. Cada solución compleja en la correspondencia con la complejidad
del mundo es concebida como una distorsión del mercado. Su eliminación des-
truye la complejidad del mundo y lo vuelve invisible.
En el abordaje de la investigación intercultural, no podemos movernos al margen
de la consideración de que se trata de un tema de gran complejidad.
Pensamiento de la interculturalidad
Para el pensador cubano Raúl Fornet-Betancourt, el pensamiento intercultural
constituye un intercambio entre los logos que hablan de humanidad. Todos lleva-
mos lo “humano irreductible”36, de tal forma que si bien somos de forma siempre
diferente, según el modo chino, azteca, brasileño, etc., la diferencia no destruye
la comunión entre los hombres, sino que muestra la fecundidad de la esencia hu-
mana comunitaria que se realiza de diferentes maneras. Y se realiza cada vez de
forma limitada, por eso está abierta a los lados (para otras realizaciones) y hacia el
futuro (otras posibles realizaciones); hay diferentes culturas y hay posibilidades de
realizaciones entre ellas y se historizan, puesto que las culturas siempre crecen en
contacto con otros contextos y desde procesos de lucha al interior del universo
que las va definiendo como tales.
Lo intercultural está en el origen mismo de las diferencias culturales. Podemos
hablar de culturas incluso dentro de Occidente, por ello hay que recuperar la me-
moria histórica de las luchas sociales, de las luchas de las mujeres para desenmas-
carar y visibilizar que la monoculturalidad, muchas veces, es resultado también de
un orden que estabiliza la cultura patriarcal. De allí la importancia de ampliar las
fuentes de tradición. Pluralizar nuestras tradiciones es algo que reclama pluralizar
nuestras formas de buscar y de acceder a las voces silenciadas, lo que lleva a
reaprender y pensar la historia, la literatura, la poesía, la oralidad, etc., por eso es
necesario encararlo desde la interdisciplinariedad.
35 Hinkelammert, F., El asalto al poder mundial y la violencia sagrada del imperio, Op. cit., pág. 294.
36 Etxeverria, X., Lo humano irreductible de los derechos humanos, Cuadernos Bakeaz, # 28, pág. 2.
108
Lengua, cultura y educación DINEIB
Fornet-Betancourt define al pensamiento de la interculturalidad como un saber
que sabe aprender de nuevo; y que por ello aprende, entre otras cosas, que
universalizar no es expandir lo propio sino dialogar con las otras tradiciones.
Mancomunar formas de pensar y de hacerlas liberadoras desde las memorias
subversivas de la humanidad en todos los lugares donde se ha escrito y se sigue
escribiendo todavía la verdad de lo humano, para transfigurar la figura del mundo
haciendo de este un mundo multidiverso, en el que en cada ser humano como
condición de la realización de la verdad de todos y en el que, por consiguiente,
la utopía de una nueva universalidad, de la convivencia solidaria, va encontrando
su lugar en nuestra historia, se va historizando y/o mundializando37. En suma, se
trata de un pensamiento contextual e intercultural, de allí que apostar por la
interculturalidad es robustecer el espíritu que aprueba valores del pluralismo, de
la diversidad y de la diferencia38.
Diálogo intercultural como método
El diálogo intercultural como método para un mejor conocimiento de la alteri-
dad y de sí mismo se malentiende si “conocimiento” se comprende con el sig-
nificado de un simple “tomar nota” o “darse por enterado”. En nuestra visión,
se trata de un proceso de información en el que nos informamos (comunicamos)
y nos dejamos informar (en el sentido de dar forma) por lo que conocemos.
También se podría hablar con Panikkar, sobre el telón de fondo de una tradición
budista de un “conocimiento” que se cumple como recíproco proceso entre
sujetos que nacen juntos a una nueva existencia. El diálogo intercultural implica
una especial calidad ética que lo caracteriza como una forma de vida o actitud
fundamental teórico-práctica, cuyo ejercicio funda la acogida del otro como su-
jeto que, para intervenir y participar, no necesita pagar aduanas. El diálogo inter-
37 Fornet-Betancourt, R., Transformación intercultural de la filosofía, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 46. El resaltado es mío.
38 Demenchonok, E., “Diálogo intercultural y las controversias de la globalización”, en: Fornet-Betancourt, Raúl (ed.), Culturas y poder, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 91.
109
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
cultural pone a este nivel el carácter de un proyecto ético guiado por el valor de
la acogida del otro, en tanto que es una realidad con la que se quiere compartir
la soberanía y con la cual, por consiguiente, se puede compartir un futuro que no
está determinado únicamente por mi manera de comprender y querer la vida.
En términos sartreanos diría que el diálogo intercultural se caracteriza por ser un
proyecto que aspira a la reestructuración de las relaciones entre las personas y
sus culturas, optando por la universalización de los principios de la coautonomía
y cosoberanía como modos de vida39.
La coautonomía de las personas y cosoberanía de las culturas constituyen, por
otra parte, la perspectiva que informa la finalidad del diálogo intercultural en
tanto que proyecto que opone a la estrategia de la globalización neoliberal la
alternativa de una universalidad mundializada desde abajo, es decir con y por la
participación de los múltiples y complejos mundos reales encarnados en los uni-
versos culturales por los que hoy se define la humanidad, y que estaría marcando
la posibilidad de temporizar una historia de humanización no atada a un futuro
dictado como único posible, sino abierto a la generación simultánea y solidaria
de diversos futuros. Mundializar la universalidad desde abajo, es hacer que la
universalidad no sea un “suceso de alguien”, sino convertirla en el suceso histó-
rico en que todos nos reconocemos y encontrarnos como “buen suceso”40.
Fornet-Betancourt señala como un supuesto básico el crear las condiciones para
que los pueblos hablen con voz propia, es decir, para que digan su propia pala-
bra y articulen sus logos sin presiones y deformaciones impuestas, esto es, “dejar
que el otro libere su palabra”. En el caso de América Latina implica la crítica del
colonialismo y de su historia de dominio y de deformación. La crítica del colonia-
lismo constituye el desarrollo de una hermenéutica de la liberación histórica por
la que el “indio mudo”, “el mestizo y el mulato pobre” redescubre su palabra,
y el “negro desconocido” dispone de las condiciones práctico-materiales para
39 Fornet-Betancourt, R., Diálogo y filosofía intercultural, entrevista con Doris Gutiérrez y Álvaro Márquez, en: www.mwi-aachen.org/publikationen/mitarbeiter/fornet/
40 Fornet-Betancourt, R., Transformación intercultural de la filosofía, Op. cit. pág. 277-279.
110
Lengua, cultura y educación DINEIB
comunicar alteridad41, que es lo que Freire plantea como el paso de la cultura del
silencio a la cultura de la palabra, que es la cultura de la liberación42, en la que las
relaciones con el otro y con lo otro son de convivencia y solidaridad.
La convivencia apunta, pues, a una forma superior de armonía que puede de-
signarse como una forma de solidaridad. La solidaridad supone y quiere al otro
desde la alteridad y exterioridad43. Cabe utilizar la categoría de respectividad,
en sentido de Xavier Zubiri44, como formal apertura de lo real, aquí radicaría la
necesidad de afirmar la cultura propia con otros modos de realidad.
La respectividad afirma la versión plural de la realidad, pero sin abandonarlo
al aislamiento (que es la raíz del relativismo), sino abriendo el espacio formal
para pensar su substancial conexión. Se trata de una propuesta epistemológi-
ca para responder a esta cuestión decisiva en el aprendizaje y la comunicación
intercultural.
41 Fornet-Betancourt, R., Diálogo y filosofía intercultural, entrevista con Doris Gutiérrez y Álvaro Márquez, en: http://www.mwi-aachen.org/publikationen/mitarbeiter/fornet/
42 “Paso que se da a través del proceso de concientización”, en: Educación como prác-tica de la libertad, México, Siglo XXl, 1971. Teoría crítica de la educación en Derechos Humanos: Lineamientos para una propuesta educativa, España, Universidad de León, 2006.
43 Levinas, E., Totalidad e infinito, Salamanca, Sígueme, 1995, pág. 57 y ss.
44 Ellacuría, I., Filosofía de la realidad histórica, Madrid, Trotta, 1990, pág. 249. Lo propio de las cosas en respectividad al viviente es suscitar una acción vital que se monta sobre tres momentos: suscitación, afección y respuesta, que constituyen el proceso del sentir. La suscitación es el momento por el que las cosas con que se encuentra el viviente le mueven a una acción. La suscitación efectuada altera o modifica el estado o tono vital en el que se encontraba y esta afección implica una tensión hacia la respuesta adecua-da que deje al viviente en un nuevo estado. Estado es un concepto límite por cuanto todo ser vivo se encuentra en una actividad que es procesal, pues está siempre yendo de un estado a otro en transición y decurrencia, por ello estado “es la quiescencia de un equilibrio dinámico reversible y modificable”.
111
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
El problema de las racionalidades
Desde una racionalidad contextual podemos preguntar: ¿desde dónde pensa-
mos?, podemos responder: desde el contexto del diálogo de las culturas, más
resulta que en el marco de este neoliberalismo globalizado, las desigualdades
económicas y políticas que caracterizan la interacción material y simbólica entre
los diferentes pueblos, parece que esconden en el fondo, afirma Cullen45, algo
así como un monoteísmo secularizado, culturalmente fundamentalista, cuyo pri-
mer mandamiento podría expresarse como: no tendrás otro mundo para vivir
que este y es vano cualquier intento de representarlo, porque implicaría la po-
sibilidad de una alternativa cultural, lo cual es imposible. La creencia sostenida,
consciente o inconscientemente, de una jerarquía de culturas es tan profunda
que las sociedades desarrolladas no se dan cuenta de que cada cultura represen-
ta la vida interior y la psíquica de un pueblo y que cualquier intento de reemplazo
de la cultura del pueblo es una invasión del espacio interior común de la comu-
nidad46; refiriéndose a la identidad alienada que nos construyó la colonia, Martí
dice: “éramos una máscara con los calzones de Inglaterra, chaleco parisiense, el
chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba
vueltas alrededor y se iba al monte (…) El negro, oteado, cantaba en la noche la
música de su corazón, solo y desconocido”47.
Resulta que el modelo económico neoliberal, para su expansión, requiere la ho-
mogenización del planeta y, por ende, de la cultura, perdiéndose lo que Panikkar
llama “pluralismo”48. Las culturas pierden su base material, se desterritorializan y
45 Cullen, C., “La construcción de un espacio público intercultural como alternativa a la asimetría de culturas en el contexto de la globalización. Perspectivas latinoamerica-nas”, en: Fornet-Betancourt, Raúl (ed.), Cultura y poder, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 251.
46 Rao, S., “Las perspectivas filosóficas de la asimetría cultural y los retos de la globa-lización”, en: Fornet-Betancourt, Raúl (ed.), Cultura y poder, Op. cit. pág. 56.
47 Citado por Raúl Fornet-Betancourt en Culturas y poder, Op. cit. pág. 247.
48 Panikkar, R., El espíritu de la política, Barcelona, Península, 1999, pág. 36-37. “Plura-lismo no es pluralidad, sino respeto al otro en cuanto otro, el cual no se considera a sí mismo como otro sino como sí, por lo que no puede entrar en la intimidad del otro sin resquebrajarlo. Necesito al mismo tiempo reconocer que esta pluralidad del yo-tú
112
Lengua, cultura y educación DINEIB
también pierden la posibilidad de configurar la sociedad según sus propios valo-
res, como afirma Castells, la distinción cultural de las élites en la sociedad informa-
cional es crear un estilo de vida e idear formas espaciales encaminadas a unificar
su entorno simbólico en todo el mundo, con lo que se suplanta la especificidad
histórica de cada localidad49. Las culturas quedan así excluidas de las áreas en las
que se decide el futuro político socioeconómico del mundo; haciéndonos creer
que la globalización capitalista es sinónimo de mundo universal. Pero, realmente,
la universalidad de los mundos surge desde abajo, desde las experiencias contex-
tuales y desde las memorias plurales de la humanidad50, donde todas las memorias
históricas, con sus diferencias, se dan cita para escuchar mutuamente y, desde la
escucha respetuosa, reconfigurar el mundo para que sea el hogar de todos. En
cambio, en el marco de la globalización económica neoliberal, la humanidad, con
sus culturas, deja de ser el sujeto y se convierte en un mero objeto de la globa-
lización51, y la diferencia cultural es pensada como conflicto, al que es necesario
bloquearlo.
Cada cultura tiene el derecho de disponer de las condiciones materiales necesa-
rias para su libre desarrollo y de expresar sus propias voces. Desafortunadamente,
para América Latina, hace más de quinientos años, se impuso una cultura unifor-
madora, en el marco de una racionalidad instrumental, con la que se trató de uni-
ficar la diversidad de caracteres, de tradiciones, de lenguas; que se supeditaron las
economías y las necesidades locales a los intereses bélicos y descentralizados52.
es constitutiva de la propia realidad”.
49 Castells, M., “El espacio de flujos”, en: El surgimiento de la sociedad de redes, Madrid, Alianza, 1997.
50 Fornet-Betancourt, R., Transformación intercultural de la filosofía, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 171.
51 Demenchonok, E., “Diálogo intercultural y las controversias de la globalización”, en: Fornet-Betancourt, Raúl, Culturas y poder (ed.), Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 104.
52 Gala, A., “Significado político y religioso del V Centenario”, en V Centenario Memoria y Liberación, Evangelio y Liberación, Madrid, 1991, pág. 13.
113
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Raúl Fornet-Betancourt, desde el año 95, está centrado en un trabajo investiga-
tivo intercultural que para él implica aprender a pensar desde el contexto de las
culturas, a través del diálogo como alternativa al modelo neoliberal de la globa-
lización, incorporando elementos argumentativos de las éticas procedimentales
y el carácter material de la ética de Dussel, moviéndose en la investigación docu-
mental y de carácter hermenéutico. La conformación de un diálogo intercultural,
en el que la participación de un universo de diferentes culturas puedan lograr,
a pesar de sus respectivas asimetrías, criterios, juicios y principios, que les per-
mitan participar en igualdad de posibilidades, requiere de un logos diatópico,
que posibilita la configuración de una hermenéutica diatópica que es al mismo
tiempo una hermenéutica de los contextos de la interpretación de la vida y
de la interpretación de las interpretaciones de la vida, que no podemos olvidar
ni marginar al interpretar cualquier texto. Una hermenéutica que nos permite
pensar la realidad desde diferentes puntos de vista complejos e interactivos,
desde la cual las diversas visiones y cosmovisiones del mundo puedan evitar
la conflictividad que les pueda ser propia, por aproximación hacia el otro cuya
valoración axiológica sea el punto de encuentro genuino para que las culturas
se transformen de manera coexistencial, favoreciendo entre unas y otras todo
aquello que las beneficie53.
Es más, debido a que ninguna cultura es perfecta, las contingencias de cada
cultura podrían brindar a las otras aspectos complementarios, por medio de los
cuales unas influirían sobre las otras, y así iniciaría un nuevo estilo de pensar
que asienta sus bases en la proposición que incita a la convocación de otras
proposiciones en la que la proposición sea sometida a la crítica y al contraste
de quienes están conformando el universo dialógico de la palabra. Para esto es
necesaria la revisión y la reinterpretación de los conceptos emitidos desde otras
proposiciones, que suscite la interdisciplinariedad que fomenta la controversia
y propicia el desafío a la convocación de las racionalidades, de tal manera que
53 Fornet-Betancourt, R., Transformación intercultural de la filosofía, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 171 y ss.
114
Lengua, cultura y educación DINEIB
se generan racionalidades consultantes54, utilizando como método la consulta
directa y participativa, teniendo presente que todo es rectificable y abierto a
dialogar, posibilitando el ensanchamiento de las racionalidades55. En fin, un es-
tilo que deje atrás uno defensivo, fuerte, dominador replegado sobre sí mismo
en sus propias posibilidades, propio de lo que Raimon Panikkar denomina la
“epistemología del cazador”, que reduce al sujeto a un mero agente poseedor,
propietario, consumista y económico.
De Sousa Santos, en esta misma línea investigativa dialógica, plantea una her-
menéutica diatópica56 —tener un pie en la cultura originaria y el otro en otra u
otras culturas—, la hermenéutica diatópica invita a concienciar sobre la incom-
pletud de las culturas como requisito ineludible para dialogar entre ellas. Y, en
el interior de las mismas culturas, busca las versiones que estén más dispuestas,
más abiertas hacia las otras culturas.
La comunicación intercultural es un eje para un trabajo investigativo, la pregunta
inevitable es: ¿cuáles son las condiciones no solo para la compresión de la cultu-
ra originaria, sino para la comprensión de lo que nos es culturalmente extraño?
Siguiendo a Fornet-Betancourt, la respuesta implica cuatro pasos:
1. Consiste en hacer de esa pregunta una cuestión a discutir en un plano de in-
tercambio cultural, es decir, arrancarla de la posible dominación conceptual
de una cultura determinada, para evitar que la respuesta se reduzca a una
simple explicación para nosotros.
2. Implica arrancar esa pregunta del dominio exclusivo de los conceptos, y pro-
curar entenderlo también como una pregunta que apunta a la comprensión
54 Fornet-Betancourt, R., Supuestos filosóficos del diálogo intercultural, en: www.mwi-aachen.org/publikationen/mitarbeiter/fornet/
55 Fornet-Betancourt, Raúl, La fecundidad de la filosofía latinoamericana, entrevista de Aránzazu Oviedo García, en: www.mwi-aachen.org/publikationen/mitarbeiter/fornet/
56 De Sousa Santos, B., Crítica de la razón indolente: Contra el desperdicio de la expe-riencia, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2003, pág. 32.
115
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
del otro en su vida y en su corporalidad. El intercambio no podrá limitarse
al nivel conceptual, sino que tendrá que abarcar formas históricas-concretas
de trato con la vida, desde el comercio hasta el culto.
3. Es el ensayo de una comprensión respectiva que depure los hábitos de sub-
sunción y de reducción que suele crear el etnocentrismo en el ejercicio de la
inteligencia.
4. Finalmente, requiere el cultivo del terreno “inter”, donde toda definición
apresurada es un error, así como toda precipitada declaración de armonía
puede ser expresión solapada de dominación. El cultivo del “inter” como
espacio abierto por el encuentro de posiciones culturales conscientes de su
correspondiente respectividad connota el fomento de la disposición al re-
cato en lo relativo a la formulación de juicios sobre otro. Es decir, se exige el
cultivo de la disposición a dejar al otro indefinido desde nuestra posición,
para que su alteridad se comunique sin bloqueos. Esta indefinición no es
igual a indiferencia. Se trata de una medida ascética de autolimitación de
nuestro propio modo de conocer por la que expresamos el solidario respeto
frente a la alteridad del otro57.
En el contexto de América Latina
En América Latina, para trabajar en la perspectiva de la investigación intercultural
se tiene que aprender a superar los límites de la cultura escrita, para oír y darle
su lugar a la cultura oral. Una oralidad viva, cuyo ejercicio de dialogar con lo real
no se fije porque va siguiendo el pulso de la vida; el texto escrito queda como
una memoria de la oralidad. Hay que crear espacios para el rito y el símbolo,
que es donde mejor se manifiesta la fuerza de las culturas originarias.
Tomar conciencia que es imperativo un cambio de actitud frente a los mundos:
indígenas y afroamericanos, tanto en su pasado como en su presente, para que
los percibamos como sujetos portadores de una palabra que nos interpela y
57 Fornet-Betancourt, R., Transformación intercultural de la filosofía, Op. cit.
116
Lengua, cultura y educación DINEIB
de una perspectiva que nos enfoca y nos interpreta desde su específico hori-
zonte de vida, y desde su comprensión del mundo. El “otro”, en este caso el
indígena58 y el afroamericano, deja de ser percibido como lo “interpretable”,
porque irrumpe como “intérprete”; como sujeto que me ofrece una perspectiva
desde la que yo me puedo interpretar y ver59. En fin, por una interculturalidad no
hegemónica sino dialógica, que pueda ser capaz de frenar pretensiones supra y
superculturales de una parte de la humanidad60, para subyugar a las otras.
A partir de la experiencia histórica de la negación del otro en la historia de Amé-
rica Latina y desde una perspectiva hermenéutica y epistemológica, pensamos
que las condiciones interculturales tienen mucho de reflexión esquemática y
de indicación programática que deben ser todavía trabajadas, maduradas e
incluso repensadas para esclarecer su valor efectivo y fomentar el hábito del
pensamiento intercultural. A pesar de los límites, estas consideraciones ponen
de manifiesto la necesidad del presupuesto último, del inter. Este representa
una especie de imperativo al que nos compromete el reconocimiento de la res-
pectividad de nuestra propia identidad cultural, a saber, ese elemental darme
tiempo para comprender y apreciar al otro, para percibirlo como sujeto que in-
terpela desde su ordenamiento o relación con la historia, el mundo y la verdad;
y poder así hacerme cargo de su interpelación en el sentido de una invitación a
entrar en el proceso de la comunidad intercultural.
Joaquín Herrera nos convoca a explotar precisamente aquello que la racionalidad
instrumental científica ha dejado de lado. Nuestra “racionalidad de resistencia”
conduce, afirma J. Herrera, a un universalismo de contrastes, de entrecruza-
mientos, de mezclas. Un universalismo que nos sirve de impulso para abando-
nar todo tipo de cierre, sea cultural o epistémico, a favor de energías nómadas,
migratorias, móviles, que permita desplazarnos por los diferentes puntos de vis-
ta sin pretensión de negarles, ni de negarnos la posibilidad de la lucha por la
58 Etxeberria, X., “El desafío del otro indígena”, en: Ética de la diferencia, Bilbao, Univer-sidad de Deusto, 1997, pág. 41 y ss.
59 Fornet-Betancourt, R., Transformación intercultural de la filosofía, Op. cit. pág. 89-90.
60 Esterman, J., Filosofía andina, Quito, Abya-Yala, 1998, pág. 291.
117
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
dignidad, y propone un tipo de práctica. Una práctica nómada que no busque
puntos finales al cúmulo extenso y plural de interpretaciones y narraciones, que
nos discipline en la movilidad intelectual en una época de institucionalización,
regimentación y cooptación globales61.
Nos parece pertinente indicar que el arte constituye un lugar de privilegio para
la investigación intercultural. La etnoliteratura ha puesto de manifiesto en los
últimos años cuán útil puede ser la literatura para el análisis antropológico. La
literatura nos proporciona formas de leer la realidad, de escribir la realidad, que
pueden ser fructíferas en combinación con otras vías de conocimiento. Aportan
juegos de lenguaje, metáforas, formas de indagar realidades oscuras —el dolor,
la pasión, la muerte—, que como todas son vividas individual pero también co-
lectivamente. Aporta pistas para comprender contextos, ambientes en situacio-
nes diversas.
En la Universidad de Cádiz, el departamento de Intra-Historia y Oralidad está
produciendo material audiovisual latinoamericano que rescata las luchas de los
movimientos sociales como por ejemplo la obra La Memoria Filmada, América
Latina a través de su cine 62 que para el tema que nos convoca considero que es
de mucho valor. Es ineludible trabajar sobre la validación de la experiencia, tanto
individual como colectiva.
Finalmente, creo que se puede afirmar, sin mucho riesgo de equivocación, que
los aspectos metodológicos no pueden estar al margen de la concepción de
cultura e interculturalidad. Desde estas visiones dependerán las metodologías y
las estrategias de investigación.
61 Herrera Flores, J., El vuelo de Anteo, derechos humanos y crítica de la razón Liberal, Bilbao, Desclée de Bourwer, 2000, pág. 181 y ss.
62 Pérez Murillo, M. D. La memoria filmada, América Latina a través de su cine, Madrid, Iepala, 2002.
118
Lengua, cultura y educación DINEIB
Pueden ser líneas de investigación
El problema de la racionalidad en la educación intercultural
Capacidad de diálogo con la diversidad
Capacitación del educador como traductor cultural
Cómo levantar puentes de comunicación entre diferentes
Educación intercultural y participación comunitaria
Sistematización de experiencias en la educación intercultural bilingüe
Interculturalidad en el proceso educativo
Dimensión cultural e intercultural en las propuestas de intervención social
119
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Educación y equidad.Apuntes sobre el derecho a una
educación intercultural y bilingüe para todos los ecuatorianos
Juan Pablo Bustamante
Cuál es la situación actual con respecto a la normativa internacional y nacio-
nal que ampara y protege a los pueblos y nacionalidades indígenas de
nuestro país en el ámbito educativo? ¿Cuál es la acción intencionada que
orienta a la educación pública para que sea intercultural? ¿Cuál es la agenda por
la cual podemos trabajar para que estas normas se apliquen realmente? Tome-
mos como referente algunos artículos de la convención 169 de la OIT ratificada y
suscrita por Ecuador.
C. 169
Art. 26
Deberán adoptarse medidas para garantizar a los miembros de los pue-
blos interesados la posibilidad de adquirir una educación a todos los ni-
veles, por lo menos en pie de igualdad con el resto de la comunidad
nacional.
120
Lengua, cultura y educación DINEIB
El índice de derechos de la niñez y adolescencia señala:
Promedio Indígenas
Primeros años 0-5 4,3 sobre 10 2,2 sobre 10
Niñez 6-11 4,2 sobre 10 2,7 sobre 10
Adolescencia 13-18 4,4 sobre 10 2,8 sobre 10
Índice que integra variables de supervivencia, salud, nutrición, educación y con-
diciones básicas para el desarrollo humano. Observatorio de los Derechos de la
Niñez. Boletín, Alerta. Niñez indígena: la doble exclusión.
Datos básicos en educación. Fuente SIISE. Censo nacional 2001.
Indígenas Mujeres indígenas Promedio nacional
Escolaridad 3,7% 2,5% 7,9
Analfabetismo absoluto Shuar 13% Shuar 17% 9,0%
Analfabetismo funcional
Shuar 34%Cañari 58%
Shuar 39%Cañari 64%
21,3%
Inversión per cápita educación primaria
Per cápita bilingüe Per cápita hispano
País $ 134 $ 261
Cañar $ 109 $ 426
Morona $ 394 $ 409
Fuente: Grupo Faro-Unicef. Inversión social, análisis presupuesto 2006.
La relación acceso-resultados, representada por etnia, ubica a los indígenas
en el índice que mantiene tasas de matrícula básica de 86% y de instruc-
ción básica completa de 20%; esto implica lo siguiente: aunque entre 8 y
9 indígenas de cada 10 en edad adecuada están matriculados en el nivel
de educación general básica, apenas 2 de cada 10 mayores de 14 años
culminan este nivel de instrucción. Los afroecuatorianos sostienen tasas de
121
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Dentro del marco de acuerdos internacionales en educación, hay algunos que
tienen un carácter vinculante, como el Pacto Interamericano de Derechos Eco-
nómicos y Sociales, la Convención de los Derechos del Niño y el Convenio 169
de la OIT. Este, en su artículo 26, expresa la necesidad de adoptar “medidas”
para lograr una mayor escolaridad. Pero, si bien la brecha actual es menor que
la existente hace 10 años, todavía falta trabajar mucho sobre el tema para que
este compromiso del Estado ecuatoriano se haga efectivo. Múltiples exclusiones
pesan sobre los titulares de derechos: sufren exclusión debido a condiciones de
pobreza, sufren exclusión de género, sufren exclusión por vivir en zonas rurales y
sufren exclusión por ser de una cultura diferente. El imperativo ético de una so-
ciedad como la nuestra es garantizar que la igualdad de oportunidades empiece
por aquellos que más exclusión sufren.
85
59
54
49
44
39
34
29
24
19
Ed
ucac
ión
bás
ica
com
ple
ta (%
)
Blanco
Peor situación (por debajo de los niveles nacionales)
Mestizo
Mulato
Mejor situación
Tasa neta de matrícula básica (%)86 87 88 89 90 91 9284
Indígena
Afroecuatoriano
matrícula inferiores a los indígenas; sin embargo, los niveles de culminación
son superiores, alcanzando el 34% (ver siguiente gráfico). Informe CISMIL
2007-PNUD Informe metas del milenio. Documento electrónico.
Relación acceso-resultados según autoidentificación étnica*
* Del jefe de hogar
Fuentes: ECV 2006. Elaboración: CISMIL.
122
Lengua, cultura y educación DINEIB
Sin embargo, las instituciones sociales y públicas que trabajan en la actualidad
para el logro de esta meta aún tienen grandes debilidades y desafíos para cum-
plir con su mandato. Este artículo pretende aportar con un análisis desde la situa-
ción de los titulares de derechos, pero también realiza un esbozo de la situación
en que se encuentran los titulares de obligaciones.
Del mismo modo, es necesario discutir más a fondo sobre nuestro entendimiento
en torno a un proyecto educativo de calidad, intercultural e intercultural bilingüe,
y los fines a los que este contribuiría en el proyecto educativo de país.
Comprendo que, para garantizar la igualdad de oportunidades educativas para
los pueblos y nacionalidades indígenas y afrodescendientes, será necesario ata-
car, en forma simultánea, múltiples factores como la salud, el trabajo, la produc-
ción, la protección, el bienestar y la inclusión de los pueblos y nacionalidades
indígenas y afrodescendientes en un proyecto nacional de desarrollo. En este
contexto, sin duda alguna, la Dineib, el Ministerio de Educación y el Frente So-
cial, las universidades, las organizaciones indígenas y el poder territorial cumpli-
rán un papel relevante. Quisiera compartir un relato sobre estas instituciones,
ateniéndome más a la libertad narrativa de la crónica periodística que a la rigu-
rosidad científica que caracteriza este tipo de publicaciones.
El Ministerio de Educación y el Frente Social
Todavía persiste la “tara” legal de la división del sistema educativo en fragmen-
tos como la educación hispana, la educación intercultural bilingüe, la educación
fiscomisional, la educación privada, experimental, municipal, etc., sin la existen-
cia de un marco jurídico e institucional que ampare a la educación como un
bien y un derecho público, más allá del tipo de prestación de servicios al cual se
refiera el sujeto de derechos.
Esta fragmentación del sistema educativo ha tenido por correlato una pérdida
de su capacidad rectora, de su capacidad orientadora y movilizadora, sumién-
dolo en un conjunto de sistemas precarios de prestación de servicios que han
aprendido, en muchos casos, a sobrevivir. Este debilitamiento de la función
123
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
pública se expresa en diversos niveles del campo educativo; por ejemplo, en los
borradores de proyecto de Ley de Educación, los actores educativos tienen la
tendencia a confundir el ámbito de la ley, reduciéndolo a la administración de
un sistema educativo, en lugar de construir un cuerpo orgánico centrado en el
titular de derechos y en los mecanismos para garantizarlos; pero esto también se
refleja en los maestros y maestras, quienes, al responder a la pregunta de cuál es
su misión, tienden a afirmar que esta consiste en “enseñar” o en “impartir” co-
nocimientos. Nada más alejado de sus funciones primordiales. En Japón, cuando
los maestros se gradúan, realizan un juramento, como el juramento Hipocrático
de los médicos. En este juramento, el primer precepto es “Proteger y garantizar
el bienestar de los niños y niñas”; mientras que el segundo precepto es “Ayudar,
facilitar y garantizar condiciones para impartir aprendizajes de calidad”.
Afortunadamente, en la actualidad, el Ministerio de Educación, orientado por
el Plan Decenal de Educación, ha realizado grandes avances hacia la recons-
trucción de la confianza en la institución y en su propia capacidad rectora. Ha
levantado una serie de banderas e hitos para la educación, como la reducción
de barreras al acceso, la eliminación de los mal llamados aportes “voluntarios”,
la entrega de textos escolares gratuitos para todos, la universalización del primer
año de básica, la realización de las pruebas de aprendizaje y el desarrollo de un
sistema nacional de evaluación, entre otras políticas. Sin embargo, es necesario
reconocer que en el Diseño del Plan Decenal, la educación intercultural bilingüe
no es un actor de primera plana. Está integrada y subsumida a la rectoría nacio-
nal. Se han tomado medidas valiosas para recuperar la confianza en la función
pública, garantizando una mayor inversión y mejores condiciones de trabajo para
el magisterio y el conjunto del sistema educativo, aunque todavía hay mucho ca-
mino por recorrer para que estas medidas lleguen al (sub) Sistema de Educación
Intercultural Bilingüe en forma sistemática, pertinente y efectiva.
Pueden tomarse algunos ejemplos de la coyuntura actual: el sistema educativo
trabaja para garantizar textos escolares gratuitos para todos. Ha realizado impor-
tantes avances de cobertura y ha difundido una versión en kichwa muy valiosa, el
Kukayu Pedagógico, —no por su contenido, el cual desconozco—, sino porque
124
Lengua, cultura y educación DINEIB
es producto de la concertación y del trabajo en equipo de la Dirección Nacional
de Educación Bilingüe, su regional de la Sierra y las direcciones provinciales,
donde predomina la nacionalidad kichwa con sus diversos pueblos. Este trabajo
ha sido logrado con el apoyo decidido de Plan Internacional. También es impe-
rativo construir materiales educativos y textos escolares para las demás lenguas
indígenas del país. En esta tarea trabajan actualmente los equipos provinciales
del sistema de educación bilingüe de la Amazonía, en conjunto con la regional
amazónica y la Dineib nacional, con el apoyo de Unicef. Sin embargo, este desa-
fío de escribir en diferentes lenguas y desde la diversidad cultural y geográfica
del país, exige la participación de más actores y fuerzas, tales como el sector
editorial, los medios de comunicación y los gobiernos seccionales, etc.
De todas formas, hay muchos aspectos por mejorar. Un estudio realizado por el
proyecto regional de educación bilingüe Eibamaz demuestra, en un análisis de
algunos textos “hispanos” difundidos en la Costa y en la Sierra, que no existe un
enfoque profundo de interculturalidad y género. Llegan al folclore, al mito an-
tiguo, pero poco profundizan en la diversidad cultural del Ecuador actual. Hace
pocos meses estuve presente en una escuela donde se hacía la entrega de textos
distribuidos por el Ministerio y una Prefectura. Abrí al azar una página de tercero
de básica. El titular era La Selva. En la ilustración se veía un paisaje con hipopó-
tamos, jirafas, elefantes, leones y monos… Las prefecturas se sorprenden ahora
con el texto de Lugar Natal de 4to año de básica, al constatar que los datos
referidos en torno a sus provincias no coinciden con la realidad que ellos viven y
experimentan en el día a día. No se sienten representados en el texto sino, más
bien, relatados por otros. Aún no contamos con normas precisas que prescriban
la obligatoriedad de los estudios sobre las culturas actuales del país. Una obliga-
toriedad que debe imperar en todos lo planteles educativos del país, sin impor-
tar si estos son privados, públicos, religiosos, etc. Un valioso aporte para este fin
son los materiales producidos por el Gobierno de la Provincia de Pichincha, el
Ministerio de Educación, la Conaie y la Dineib en el marco del proyecto regional
Eibamaz, llamado “Aprendamos de los pueblos y nacionalidades del Ecuador”.
125
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Es indudable que hay que contribuir para que las vitrinas pedagógicas consi-
deren algunas variables de participación y consulta para mejorar la calidad de
los textos, tanto en los preceptos básicos de equidad de género como en la
valoración de la unidad en la diversidad cultural y lingüística del Ecuador. El fu-
turo es alentador y el camino está trazado. Es hora de aunar esfuerzos y afinar
los mecanismos institucionales para lograrlo. Para este fin, será necesario revisar
el proyecto editorial y su consistencia con el proceso de reforma educativa que
el Ministerio de Educación impulsará en el año 2008. Será de especial interés
para todos nosotros aprender a producir textos que cumplan reglas básicas de la
pedagogía y la narrativa.
Un texto escolar representa, bajo el imaginario de las ciencias positivas, el univer-
so; sin embargo, bajo este relato aparentemente “objetivo” siempre se esconde
un relato dominado por el drama y la intriga de un sujeto colectivo. No sé si una
lectura de los textos actualmente distribuidos nos permitiría configurar al sujeto
colectivo que se trasluce en ellos. Me temo que será un sujeto monocultural,
urbano, masculino, blanco y de clase media alta. Todavía estamos lejos de repre-
sentar adecuadamente el universo que constituye al Ecuador. Hay que trabajar
mucho para configurar este sujeto llamado Ecuador y todas sus particularidades,
las cuales, a su vez, constituyen un universo en sí mismas, como el sujeto kichwa,
naporuna, siona, waorani, afro, urbano, montubio, en fin, todos los que somos
desde una perspectiva intra e intercultural.
Bajo la lupa de la interculturalidad y del derecho que tiene cada colectividad,
pueblo y nacionalidad a expresarse, a referir su universo en algo tan emblemá-
tico como un texto escolar, no solo está en discusión la distribución de un texto
escolar gratuito para todos, sino que se abre la puerta para sugerir y ejercer el
derecho a producirlo como parte necesaria del proceso de fortalecimiento de
las identidades individuales y colectivas. Es propio de la sociedad que aprende,
permitir que el tutor faculte a sus miembros para que ejerzan sus capacidades.
Otro ejemplo de las políticas que se están impulsando en la actualidad es la uni-
versalización del primer año de educación básica, como primer paso para garan-
tizar una educación básica de diez años. Gracias a esta iniciativa del movimiento
126
Lengua, cultura y educación DINEIB
ciudadano Contrato Social por la Educación, retomada por el Plan Decenal de
Educación y el Plan Nacional de Desarrollo, podemos afirmar que se han reali-
zado importantes avances, pasando de una cobertura aproximada del 42% en el
año 2003, al 81% de los niños de 5 años que actualmente sí acceden al primer
año de básica. Si bien podemos felicitarnos por estos avances, siguen excluidos
los niños de las escuelas rurales y unidocentes de los lugares más marginados
del país, donde habitan, sobre todo, indígenas y afrodescendientes. Podríamos
afirmar que aún tenemos cerca de 30 000 niños de 5 años que no tienen la opor-
tunidad de aprender en una escuela.
Pero la exclusión que experimenta el sector indígena respecto de esta política
también ha tenido otra causa: El Modelo del Sistema de Educación Intercultural
Bilingüe (Moseib), promulgado en el año 2003 (un año antes de que el sistema
educativo hispano iniciara su propio proceso de reforma curricular para transitar
de la primaria de 6 años a los 10 años de básica que actualmente se impulsan),
tuvo el atrevimiento de postular 9 años de educación básica. Su modelo abarca-
ba, inicialmente, desde los 6 años hasta los 14. Los argumentos para no incluir
a los niños de 5 años son importantes. Durante este período, las organizaciones
indígenas acordaron que era preferible el contacto de los niños con los padres,
para promover así su incorporación a la vida social y cultural tradicional de las
culturas indígenas. También se tomaron en consideración las distancias que tie-
nen que recorrer estos niños para acceder a la escuela, sin perder de vista que
un niño muy pequeño tiene sus límites. Era mejor que los niños conocieran el
trabajo de sus padres para, al menos, contar con las herramientas básicas de
supervivencia. Si bien estas posturas pueden ser contradictorias, se vieron forta-
lecidas por la experiencia vivida a través de los centros de desarrollo infantil de
los programas sociales de los años 80 y 90, donde las prácticas de atención in-
fantil en comunidades indígenas desestructuraron considerablemente la cultura
y los hábitos de sus miembros. Las organizaciones indígenas entraron en debate,
concluyendo que ese no era el modelo de atención que ellos querían. Se pre-
tendía una educación más centrada en la comunidad y en las familias, antes que
mantener a niños muy pequeños en condiciones igualmente precarias, dentro un
aula donde “nos dan cuidando”. Esta actitud de confiar al sistema educativo la
127
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
crianza de los niños tiene el gran riesgo de formarlos en todo menos en lo que
ellos son y, además, tiene la grave implicación de que las propias familias tam-
bién llegan a desaprender muchas cosas relativas a su acervo.
Había que revertir esta tendencia y promover otras bases para la educación ini-
cial. En 2001, la Dineib, en colaboración con GTZ y Unicef, realizó una importante
reforma del Moseib y acordó que el modelo inicia con la Educación Infantil, Fa-
miliar y Comunitaria (EIFC), y que esta debe orientarse a generar capacidades en
las comunidades, a fin de que los niños y niñas aprendan desde su concepción
y crezcan en familia y comunidad. Este valiosísimo componente del Moseib ha
sido impulsado por la Dineib, reasignando partidas presupuestarias para todas
las provincias y permitiendo que, de este modo, cada lugar explore el modelo
de trabajo que más se adecua a sus necesidades, aunque la Dineib todavía no
ha logrado beneficiarse del programa de universalización del primer año de edu-
cación básica pues, por desgracia, no cumple con el “molde de alumnos en un
aula”. Para superar esta situación, el Ministro de Educación resolvió, por acuerdo
ministerial, la reforma al Moseib para incluir el primero de básica y así asignar
el presupuesto necesario. La Dineib gana, pero esta es la primera vez que un
ministro expide un acuerdo ministerial para reglamentar el modelo educativo bi-
lingüe. Todavía está por verse si se aplica el modelo hispano o si se permite que
la educación bilingüe aprenda a desarrollar su propio modelo, lo que en muchos
casos demuestra mayor consistencia y coherencia para sus condiciones de vida.
De todas formas, la tendencia será institucionalizar el primer año, colocar aulas
y encerrarse dentro de ellas, y no pretendo afirmar que el ministerio haga esto
en forma intencionada, pero quiero resaltar que, en las culturas locales, fetiches
como el cemento, el pupitre, las aulas y “lo moderno”, siguen siendo símbolos
de poder y prestigio que, muchas veces, carecen de las potencialidades del des-
cubrimiento, la sorpresa y el aprendizaje en comunidad.
Es muy común recorrer comunidades que, después de haber acordado sobre la
importancia del trabajo al interior de las familias respecto al cuidado de los niños
pequeños, llegan a la conclusión de que es necesaria la existencia de un aula
cuando, irónicamente, en el traspatio de la escuela está expuesto un muestrario
128
Lengua, cultura y educación DINEIB
de arqueología política, con las ruinas y escombros de aulas que han quedado
inutilizadas y olvidadas porque son inhabitables y nunca han sido cuidadas. No
olvidemos que la colonización del mundo indígena también se hace por la vía
de la escuela y su institucionalidad. Pero, por suerte, vivimos en una esperan-
zadora paradoja, donde esta escuela también es una autopista para la eman-
cipación. Ojalá las universidades y otras instituciones exploren más a fondo los
mecanismos para transitar de la escuela unidocente hacia centros comunitarios
de aprendizaje con, al menos, dos docentes que integren a la comunidad y al
ciclo de vida en forma creativa y renovada. Ojalá estas universidades contribuyan
con modelos arquitectónicos pertinentes para la cultura y el entorno donde se
realizarán los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, me temo que el
modelo de producción de infraestructura escolar sigue siendo imperio de otro
género de consideraciones.
El Ministerio de Educación ha dado algunas señales interesantes en el concep-
to de las unidades educativas del milenio. Reivindica y dignifica el aprendizaje.
Bajo esta veta se podrán explorar mejor las condiciones de infraestructura físi-
ca y el equipamiento del sistema educativo. Ojalá logremos que este concepto
pueda ampliarse a las redes del milenio donde se encuentren incluidos los cen-
tros comunitarios de aprendizaje y las unidades educativas. En las primeras, se
concentrarían los esfuerzos para la educación inicial, familiar y primeros años de
escolaridad, mientras que en las unidades educativas podrían trabajarse más a
fondo los años posteriores de la educación básica y el bachillerato.
La historia de las relaciones entre el Ministerio y la Dineib es una historia de ne-
gociaciones apretadas, incomprensiones, aciertos y desaciertos. Un ejemplo es
el caso de las redes educativas a inicios del milenio. Mientras la Dineib constru-
ye un mapa escolar para todo el sistema educativo bilingüe y define la política
de implementar Redes de Centros Educativos Comunitarios Interculturales Bi-
lingües (Rcecib), el Ministerio de Educación emprende la ejecución de un prés-
tamo internacional regido bajo una unidad ejecutora independiente, donde se
constituyen redes en forma discrecional y donde se toman las decisiones sobre
las redes bilingües a ser financiadas con importantes recursos del Estado. En
129
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
consecuencia, el SIISE reseña, como categoría en la oferta educativa, a las redes
amigas, pero sin dar cuenta del sistema de educación bilingüe. Cuando en aquel
entonces era director de Educación Bilingüe Luis Montaluisa, la Dineib presentó
la propuesta de reglamento de redes bilingües a la unidad ejecutora de Redes
Amigas. La respuesta de su director, cuyo nombre afortunadamente no recuerdo,
fue que se llevaría el reglamento para consultarlo con Washington. El director de
Educación Bilingüe se levantó de la mesa y se despidió educadamente, sin dejar
de manifestar su absoluto desacuerdo.
Si bien el principio de armar el territorio en redes de servicios es loable y com-
partido por todos, los procedimientos y mecanismos institucionales dejan mu-
cho que desear. El mundo mestizo invisibiliza el proyecto bilingüe y subsume las
Rcecib al concepto de las redes amigas, promoviendo, incluso, la ruptura en la
jerarquía institucional de la Dineib entre los directores provinciales y los direc-
tores de las redes, quienes empezaron a considerarse falsamente “autónomos
y únicamente dependientes de una unidad ejecutora donde hay que hacer ges-
tiones y trámites en Quito”. Era de admirar el debate en ciertas organizaciones
indígenas que sopesaban la posibilidad de acceder a los recursos de la unidad
ejecutora, evaluando el riesgo de que estos procesos desestructuraran su orga-
nización y valores fundamentales. El ingreso de recursos, infraestructura e insu-
mos educativos no necesariamente fortalece la organización indígena, la calidad
de la educación y sus objetivos…
La Dineib
En sus 18 años de vida, la Dineib es un adolescente que ha logrado ponerse un
traje que ampara a todas las nacionalidades indígenas. Podríamos afirmar que,
sobre todo, destaca la wipala del mundo kichwa, mientras que entre sus atuen-
dos podemos ver fragmentos de todas las demás nacionalidades, incluyendo
muchas de reciente autoidentificación, como los andoas, los zápara, entre otros.
El problema es que el traje le queda corto. Tenemos como referente (aunque
esto se preste a dudosas interpretaciones) el censo nacional de 2001, donde
se señala que aproximadamente el 8% de la población se declara indígena,
130
Lengua, cultura y educación DINEIB
mientras que la Dineib brinda servicios educativos a cerca del 5% de la población
en edad escolar. La Conaie afirma que cerca de un 30% de la población nacional
es indígena. Queda claro, en ambos casos, que no todos los indígenas del país
tienen ni asumen la posibilidad de garantizar una educación intercultural y bilin-
güe para sus hijos. Muchos de ellos optan por asumir un sistema educativo mal
llamado “hispano” porque es la mejor estrategia de inserción social y reducción
de las exclusiones. Basta con comparar la inversión per cápita estimada entre las
escuelas bilingües e hispanas para entender que la sociedad no estimula la identi-
ficación de los indígenas con un sistema educativo propio, sino que lo pauperiza,
lo limita y lo reduce a su más mínima expresión, casi como si se tratara de una pieza
de museo.
A pesar de esto, la Dineib ha realizado una labor extraordinaria y digna de admi-
ración al construir un sistema de educación intercultural bilingüe en condiciones
extremadamente precarias y, muchas veces, adversas. Es comparable a un joven
de 18 años que ha sido maltratado, que está desnutrido y que desconfía, con jus-
tas razones, de muchos de nosotros pero que, a pesar de ello, ha aprendido a
constituirse en un sistema educativo a lo largo de estos 18 años. Tuvo como refe-
rente a su hermano mayor y mucho más anciano, el sistema hispano. Observó sus
formas de operar y empezó a asimilarlas y a aprehenderlas. Un ejemplo de ello
es la maduración que han tenido las direcciones provinciales en el manejo de las
normas administrativas y financieras. Sin embargo, este aprendizaje también va
acompañado de muchas cosas que debería desaprender. Pero este es un tema
que abordaremos más adelante, cuando hagamos un intento por comprender qué
entendemos por educación intercultural y bilingüe. Por eso, podemos decir que al
sistema hispano el traje también le queda corto, pues no logra ampliar su cober-
tura hacia la educación secundaria y tampoco logra articularse con fuerza en los
sectores urbanos, donde hay importantes asentamientos de población indígena.
Con respecto a la educación afrodescendiente, esta sigue siendo parte del mal
llamado sistema hispano y se encuentra inserta en los mecanismos institucionales
de las direcciones provinciales de educación hispana de Esmeraldas, Imbabura,
Carchi y Guayas, entre otros.
131
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Aprendizajes de calidad para una sociedad intracultural e intercultural compleja
Hasta ahora he evitado realizar comentarios con respecto a la calidad de la educa-
ción. Esto vale tanto para los pueblos y nacionalidades indígenas y afrodescendien-
tes que reivindican su derecho al desarrollo y al fortalecimiento de sus propias cultu-
ras y lenguas, como para el conjunto de la sociedad ecuatoriana que debe aprender
a ser, conocer, hacer y convivir en la interculturalidad.
Tenemos amplios indicios de que las pruebas que se han aplicado en el país du-
rante los últimos años para analizar las capacidades instrumentales de lenguaje y
matemática demuestran un bajísimo nivel de aprendizajes en el conjunto del sistema
educativo ecuatoriano, tanto fiscal como privado. Las mismas pruebas, en ciertas
ocasiones, también han sido aplicadas al sistema educativo intercultural bilingüe,
arrojando como resultado lo que ya sabemos: que los niños y niñas de este sec-
tor se encuentran rezagados en comparación con el mundo mestizo y el promedio
de país.
Los maestros y maestras que asisten a las zonas rurales tienen bajos niveles de edu-
cación y, en muchos casos, no cuentan con la formación adecuada. Las instituciones
encargadas de formar maestros, o bien se encuentran ahorcadas en la burocracia y
andamiaje institucional, o bien se dedican a formar educadores y educadoras para
escuelas de clase media y alta urbana.
Nos encontramos en un círculo vicioso donde no es fácil hallar la punta de la madeja.
No vale la pena continuar con una descripción lastimera de la realidad, aunque es
muy importante comprender desde dónde estamos arrancando. Estudios realizados
en Chile demuestran que un 70% de las razones por las cuales una persona tiene
bajo rendimiento en la vida escolar tiene relación con su entorno de vida, familia y
comunidad, dejando a la escuela un pequeño margen para generar oportunidades
y cambios sustanciales en las condiciones de vida de las personas. Asimismo, existe
evidencia empírica, a nivel mundial, de que no hay un país con alta calidad de la
educación que no haya trabajado el tema desde la equidad social o, para decirlo de
otra forma, no existe experiencia histórica de un país que tenga altos resultados en
los aprendizajes de su población y que, a su vez, sea un país altamente inequitativo.
132
Lengua, cultura y educación DINEIB
Probablemente podríamos extrapolar una conclusión similar desde el mundo de
la economía al mundo de la cultura y afirmar que, sin una educación de cali-
dad intracultural e intercultural para los pueblos y nacionalidades indígenas y
afrodescendientes, no habrá buena calidad en la educación intercultural en el
mundo mestizo, blanco y urbano, y viceversa. La calidad del sistema educativo se
expresará en la equidad de sus políticas y en su capacidad de permitir e incenti-
var a las instituciones titulares de responsabilidades para que puedan ejercerlas,
ya sean estas interculturales o interculturales bilingües.
De la misma forma en que un buen maestro es reconocido porque se concentra
en el alumno de menor rendimiento y logra sacarlo adelante, generando apren-
dizajes de calidad e incorporándolo a la colectividad, una buena democracia es
aquella que permite a la sociedad y a sus instituciones aprender a ejercer sus
responsabilidades y derechos, especialmente a aquellas instituciones y familias
que se encuentran en condiciones de desventaja y que, actualmente, no pueden
ejercer sus derechos y tampoco pueden decidir con libertad.
Discutamos un poco el concepto de calidad desde la perspectiva de la intracul-
turalidad. El proyecto educativo indígena encuentra en la lengua un puntal para
reivindicar sus diferencias y su universo. Esto no solo se puede entender como
una postura caprichosa de un adolescente que utiliza otros instrumentos para
comunicarse, sino que exige el cumplimiento del derecho que tienen los pue-
blos y nacionalidades indígenas de imaginar y vivir en un universo “ético-mítico”
propio. Sin embargo, este universo construido a lo largo de los siglos se encuen-
tra seriamente afectado por los procesos de colonización que han vivido nues-
tros pueblos. La educación intracultural y bilingüe ejerce, por lo tanto, un trabajo
como el que realizan los buscadores de oro, separando una pepita de entre to-
neladas de arena y escombros, tratando de descubrir, sistematizar y ordenar lo
que le pertenece, decantándolo de lo que es de otros. Se nos vienen enfoques
“puristas” y muchos se encuentran tentados a aislarse del mundo mestizo para
lograr preservar cierta consistencia en su universo cultural. Los lingüistas hacen
su “agosto”, sistematizan y producen, pero el uso social de la lengua está estre-
chamente ligado al sentido de las acciones, a los hábitos ciudadanos que han
133
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
cambiado en forma tan precipitada. No hay nombre para decir iPod en castella-
no, probablemente tampoco hay nombres para decir ordenador en waorani. El
universo que nos rodea está constituido, en gran parte, por medio del lenguaje
que le da sentido. Para el mundo occidental, colonizador y depredador, el len-
guaje ancestral es muchas veces disfuncional; es necesario adoptar el patrón de
la otra cultura para poder designar este mundo transformado. Por desgracia,
este mundo transformado tampoco se nos abre como una caja de herramientas
útiles y valiosas, sino que muchas veces se nos viene como un tinglado impuesto,
como un molde al cual hemos aprendido a acoplarnos sumisamente, “natural-
mente”, como un ritual mágico que no es necesario comprender.
Una vez visité una comunidad shuar en el Transcutucú. Era domingo, había fiesta.
Sonaba música tecno a gran volumen por los altoparlantes de la escuela y las
familias se encontraban un poco dispersas en torno a la radio. La batería que la
proveía de energía era un regalo de unos misioneros. Radio Bonita estaba sinto-
nizada a todo volumen. Los jóvenes jugaban fútbol, los mayores tomaban chicha
y trago. Los niños más pequeños tenían unas impresionantes barrigas llenas de
parásitos, que exhibían ante todo el mundo; estaban desnudos, sin que por ello
se preocuparan los adultos. Le pregunté a una persona de la comunidad que ha-
blaba castellano por qué sucedía esto, y la respuesta fue simple: “los misioneros
no nos han entregado las pastillas”. La persona que me acompañaba me pidió
que me acercara a un arbusto que crecía junto a la escuela y me dijo: “¿ves?, con
esta planta nosotros nos desparasitábamos antes, pero como ahora hay pastillas,
ya no lo hacemos, nos hemos olvidado…”. En entrevistas realizadas a líderes y
dirigentes de comunidades de la Amazonía se destaca la nostalgia del apren-
dizaje libre, del aprendizaje a la hora de la guayusa, de las formas de expresión
cultural, espiritual y comunitaria que empiezan a ser sustituidas por un esquema
educativo y social que lo fragmenta todo: edades, grados, espacios y saberes.
Es una sociedad que rompe y diluye el horizonte, el sentido, la pertenencia al
mundo de la vida. La escuela reemplaza un universo de sentido centrado en la
espiritualidad y la complementariedad, por un universo de sentido centrado en
el poder instrumental y mítico de Occidente. Esto suena bonito para quienes
tenemos la oportunidad de aprenderlo y ponerlo en práctica, pero los instru-
134
Lengua, cultura y educación DINEIB
mentos de la escuela de mala calidad, de la democracia de mala calidad en las
zonas más pobres, en realidad, terminan por convertirse en instrumentos para
clientelizar los derechos humanos, fortaleciendo este esquema de privilegios so-
bre el cual se han asentado nuestras sociedades y prácticas políticas. El poder
del conocimiento queda en segundo plano, cuando la escuela reproduce el es-
quema de nuestro poder de mala calidad. Un buen alumno no se caracteriza por
acceder a más y mejores conocimientos, sino por complacer al poder instituido,
halagarlo, perpetuarlo con la sumisión y la paciencia. No importa lo que dicta el
maestro; lo que importa es el ritual por medio del cual un conjunto de sujetos se
someten a los comportamientos, muchas veces arbitrarios e impredecibles, de
quien detenta el poder en el aula, así como en el entorno político y social.
Un proyecto educativo nacional, intercultural e intercultural bilingüe para todos y
todas supone que ambos subsistemas tienen las fronteras bien trazadas. ¡Nada
más alejado de la realidad! El debate de la calidad está permeado y atravesado
por la desorientación histórica del sistema educativo con respecto a un hipoté-
tico y aún frágil proyecto de desarrollo nacional. Y aquí no se trata de transferir
culpas, sino de aceptar que, ante la carencia de un proyecto nacional, es impo-
sible perfilar los fines de la educación y el rol que cumplirá este bien público y
estratégico en el marco de un proyecto nacional.
¿Si pasáramos nuestras identidades por un cedazo de equidad, democracia e
igualdad, quedaría acaso algo que nos una?, ¿algo que nos identifique y nos
coloque en un lugar común, en igualdad de condiciones frente al mundo de la
vida? Indudablemente, esta es una época para reconstruir los sueños. Quizás, al
hacer esta exploración, los ecuatorianos descubramos que tenemos aprendiza-
jes interculturales muy profundos y subterráneos, a los que aún no nos atrevemos
a nombrar. Uno de ellos, y quizás uno de los más valiosos, es el ejemplo histórico
de las revoluciones, los golpes de Estado, los cambios de gobierno y el debate
político, ejercidos sin violencia política manifiesta. ¡En Ecuador hay menos muer-
tos y heridos en una revolución que en un día normal! A diferencia de algunos
países vecinos, en Ecuador estamos muy convencidos de que no existe razón
suficientemente válida para negar al otro y disponer de su vida. Esta forma de ser
135
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
en el mundo se acerca más al pensamiento histórico de la resistencia. Cuando
resisto, me coloco en cercanía con el valor de la vida; no me desprendo de ella.
¿Cómo podemos hacer que esta fuerza que emana de la resistencia se convierta
en una afirmación firme y a voz en cuello? Tal vez sea necesario volver a una de
las premisas fundadoras de toda cultura; a la forma en que nos organizamos los
seres humanos para adaptarnos a la vida natural y establecer relaciones de co-
municación y poder entre los miembros de nuestra propia especie. Si la cultura
se despista del camino, las condiciones del entorno de la vida y las transforma-
ciones que esta sufre tienen implicaciones directas en las posibilidades de su-
pervivencia y pervivencia de una organización cultural determinada. Abundan los
ejemplos históricos; si un modo de organización social no considera el entorno
y lo depreda, inmediatamente queda en duda su propia posibilidad de pervivir.
Occidente se enfrenta a una encrucijada. Si no toma correctivos, es probable que
el destino de la vida en el planeta Tierra tenga que prescindir del proyecto hu-
mano como parte ella. Si las culturas y las civilizaciones del mundo entero tienen
la capacidad de permear y controlar a las hordas depredadoras y desacralizado-
ras que se ocultan bajo esta máscara mal llamada “Occidente o globalización”,
podremos anclar a la civilización humana para que no se desprenda del mundo
de la vida y, así, quizás todos tengamos oportunidades de aprender a convivir
en y con la vida. El entorno natural no solo puede ser comprendido desde una
lógica instrumental, sino que se convierte en un entorno sacralizado al cual per-
tenecemos y con el cual aprendemos a comunicarnos, entendernos y expresar-
nos. La cultura y el ser humano pertenecen al mundo de la vida; no lo dominan.
Tarde o temprano, Occidente deberá aprender esta lección. Ojalá logremos que
el trauma no sea tan grave y que todavía tengamos el derecho de pertenecer a
la vida. Ojalá que nuestras culturas, sean las que fueren, encuentren un camino
de adaptación al mundo natural que nos acoge. Ecuador en su conjunto (blan-
cos, negros, mestizos, indios y afrodescendientes), en su proyecto estratégico de
país, deberán recoger estos saberes ancestrales y fundamentales para garantizar
su prosperidad y futuro.
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Lengua, cultura y educación DINEIB
Las organizaciones indígenas
Si bien las organizaciones indígenas fueron las procreadoras de la Dineib, con
el transcurso de los años se han convertido en progenitores indiferentes y han
descuidado el proyecto educativo por perseguir el poder en otros ámbitos y
esferas del Estado y la institucionalidad pública. Este abandono se refleja clara-
mente, por ejemplo, en el documento de propuestas realizadas por la Conaie a
la Asamblea Constituyente a finales de 2007, así como en la importancia que se
la ha dado a la educación bilingüe en la agenda de reivindicaciones de su orga-
nización política, Pachakutik, que debería representar sus intereses.
No es tarea fácil identificar las causas de este debilitamiento de la bandera edu-
cativa en las organizaciones indígenas. Para ello, es necesario comprender un
conjunto de factores y relaciones complementarias. Sin atreverme a emitir juicios
de valor, quisiera compartir una anécdota que nos puede invitar a la reflexión.
En un estudio realizado con estudiantes indígenas de la Amazonía, que cursaban
el nivel de educación superior, se les pidió realizar un sociodrama que interpre-
tara su situación laboral en el futuro, diez años después de haber egresado. Más
del 60% de los estudiantes se proyectaron como maestros del sistema de educa-
ción bilingüe amazónico, ya sea bonificados o con nombramiento.
Los estudiantes del primer semestre interpretaron un sociodrama cuyo pro-•
tagonista era consultor de una ONG. Trabajaba en un proyecto y apoyaba a
la comunidad para su desarrollo.
Los estudiantes del segundo semestre interpretaron un sociodrama cuyo •
protagonista era alcalde de su municipio y atendía a las comisiones de las
comunidades rurales para dotarles de mejor infraestructura y equipamiento
para sus escuelas.
Los estudiantes del tercer semestre interpretaron un sociodrama cuyo pro-•
tagonista presidía el consejo directivo de un banco de los indígenas y que
apoyaba proyectos productivos de las comunidades y organizaciones.
Los estudiantes del cuarto semestre interpretaron un sociodrama cuyo pro-•
137
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
tagonista gerenciaba y administraba su propia finca con prosperidad.
¿Qué pistas nos puede dar esta anécdota? No olvidemos que en el imaginario
de los maestros, ninguno pensaba que seguiría siendo maestro. El ser maes-
tro es una circunstancia para otro proyecto: el proyecto del poder, que muchas
veces se traduce en la identificación de mecanismos de inserción en el mundo
occidental; una inserción que se realiza bajo los patrones de éxito del mundo
occidental y no necesariamente bajo las condiciones de un proyecto político
propio de los pueblos indígenas. ¿Para qué son las mayores oportunidades de
educación superior de los pueblos indígenas? ¿Para lograr una mayor y mejor
inserción y participación del mundo occidental, intercultural y hegemónicamente
mestizo? Este recorrido por el imaginario del poder, de semestre en semestre,
desde la idealización del mundo de las ONG, pasando por las instancias del
poder local y financiero, hasta la configuración del proyecto individual y privado,
¿no es precisamente lo que se logra con “educar”? ¿Queremos una educación
superior para los pueblos indígenas con el objetivo de que aprendan a insertarse
en nuestras sociedades? ¿Es eso lo que queremos?
¿Hasta qué punto las organizaciones indígenas tienen un proyecto de poder
configurado a largo plazo que apueste por la educación superior como la posi-
bilidad de sustentar, con conocimientos y saberes, el proyecto político? Más allá
del derecho individual de todo ecuatoriano de acceder a una educación supe-
rior, ¿en dónde está el derecho colectivo a una educación superior propia? ¿Es
posible postular este derecho en forma clara y explícita? Esta pregunta queda
abierta para un debate posterior.
También es motivo de indagación y análisis el tipo de poder que se persigue a
través del modelo de educación hegemónico, así como los fines que lo articulan.
En una mala democracia como la nuestra, muchas veces el poder se ejerce no
desde el bien común ni desde la meritocracia que estimula a los que más saben
y conocen, sino desde la exhibición de fetiches, como los títulos universitarios
vaciados de contenidos y las prácticas orientadas a clientelizar la función pública,
como pretexto para mal administrar los privilegios que se puedan derivar del
sistema reinante.
138
Lengua, cultura y educación DINEIB
Las universidades
Durante estos últimos años hemos presenciado una irrupción de los pueblos
indígenas en la educación superior; las oportunidades se han ampliado en forma
sensible y tenemos ejemplos dignos de aliento, como los realizados por la Uni-
versidad de Cuenca, la Universidad Politécnica Salesiana, la Universidad Andina,
la Flacso, entre otras. También han surgido iniciativas orientadas a concebir un
sistema de educación superior intercultural bilingüe, como las experiencias de
Kawsay y Uinpi y, por otro lado, importantes recursos de préstamos internaciona-
les han sido utilizados para financiar los estudios superiores de miembros de la
población indígena, desde el Codenpe y otras instituciones del Estado. Incluso
universidades privadas, como la Universidad San Francisco, tienen planes de be-
cas para estudiantes indígenas del país.
Sin embargo, pocos esfuerzos hemos realizado para analizar la pertinencia y ca-
lidad de dichos estudios, por lo que queda pendiente estudiar si estos están
orientados a la construcción de un sistema nacional de educación superior inclu-
yente y pertinente.
Está en discusión la posibilidad de concebir y conciliar un concepto de educa-
ción superior indígena diferenciado. Y, más lejos aún, está la opción de que un
sistema de educación superior occidental sea capaz de integrar el universo de
los saberes indígenas, desde el mundo de la ciencia, al mundo de las humani-
dades, la espiritualidad y la valorización de las diversas culturas que constituyen
al Ecuador. Por el momento, la mayor parte de proyectos consisten en proveer
a los individuos de los pueblos indígenas de una educación superior desde la
perspectiva del mundo occidental, con muy escasas oportunidades de concebir
la ciencia y los saberes a partir de los parámetros de las culturas indígenas y
afrodescendientes.
Los gobiernos territoriales
El movimiento indígena ha aprendido a insertarse en la institucionalidad pú-
blica bajo múltiples formas. En su proyecto de poder ha logrado fortalecer su
139
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Educación primaria urbana - rural
presencia en las instituciones sectoriales, tales como el Ministerio de Educación,
pero ahora, sobre todo, ha logrado una importante presencia política en el po-
der territorial. Este aprendizaje de cómo llegar a formar parte del Estado le ha
costado muchos esfuerzos pero, por otra parte, le ha dotado de las competen-
cias necesarias para desenvolverse en el mundo mestizo hegemónico. El riesgo
actual es que el proyecto político de los pueblos y nacionalidades se diluya en
los mecanismos perversos de la trituradora clientelar y en la concepción de que
las instituciones son nichos para distribuir privilegios, antes que para garantizar
derechos.
El análisis del territorio denota que las exclusiones no son solo de carácter ét-
nico e institucional, como es el caso de la Dineib, sino que son un reflejo de las
inequidades económicas y la concentración de la riqueza en los centros urbanos,
con el consecuente sacrificio del sector rural y las posibilidades de desarrollo
de los pueblos afrodescendientes e indígenas en sus territorios. Un ejemplo de
esto es la distribución del presupuesto nacional para educación en la provincia
de Esmeraldas.
Grupo Faro - UNICEF Fuente: Prosupuesto inicial del Estado 2007
140
Lengua, cultura y educación DINEIB
Actualmente, nuestro territorio está fragmentado y recortado por las institucio-
nes sectoriales que solo miran aquello que “estas atienden”, sin inmutarse por
la escuela, por el vecino, por el sujeto de derechos y su entorno. Si Eloy Alfaro
fundó los 100 colegios nacionales, es hora de fundar 219 redes del milenio; una
por cada territorio: una red que incluya todos los servicios educativos en un solo
proyecto y una red territorial que integre, en una acción teleológica, a todos los
seres humanos que lo habitan, a fin de aprender y mejorar las condiciones de
vida y adaptación del universo humano al entorno natural y cultural. ¿Es posible
concebir este territorio con una institucionalidad pública que tenga por sujeto/
objeto a la totalidad de sus habitantes y la garantía del derecho de aprender en
conjunto? ¿Es posible que estos territorios cuenten con la tutela y el apoyo de las
instancias sectoriales y sus especificidades?
Bases para el futuro
Convención 169 OIT Art. 27
1. Los programas y los servicios de educación destinados a los pueblos
interesados deberán desarrollarse y aplicarse en cooperación con estos
a fin de responder a sus necesidades particulares, y deberán abarcar su
historia, sus conocimientos y técnicas, sus sistemas de valores y todas
sus demás aspiraciones sociales, económicas y culturales.
2. La autoridad competente deberá asegurar la formación de miembros
de estos pueblos y su participación en la formulación y ejecución de
programas de educación, con miras a transferir progresivamente a di-
chos pueblos la responsabilidad de la realización de esos programas,
cuando haya lugar.
141
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
Constitución actual 1997-2007:
Art. 84
El Estado reconocerá y garantizará a los pueblos indígenas, de conformi-
dad con esta Constitución y la ley, el respeto al orden público y a los dere-
chos humanos, los siguientes derechos colectivos:
11. Acceder a una educación de calidad. Contar con el sistema de educa-
ción intercultural bilingüe.
Plan Nacional de Desarrollo
Objetivo 2.
Mejorar las capacidades y potencialidades de la ciudadanía.
Políticas:
1. Mejorar el desarrollo cognitivo de los niños en edades tempranas.
2. Impulsar el acceso universal a educación de calidad.
3. Impulsar una educación de calidad intercultural e inclusiva, desde un en-
foque de derechos para fortalecer la formación ciudadana, la unidad en la
diversidad y desarrollar plenamente las capacidades de las personas.
4. Generar capacidades para el desarrollo humano sustentable y
procesos de formación continua para la vida, con enfoque de género e
interculturalidad.
5. Fortalecer el sistema de educación intercultural bilingüe.
6. Promover la investigación científica y la innovación tecnológica para pro-
pinar procesos sostenibles de desarrollo.
7. Promover el acceso a la información y a las nuevas tecnologías de informa-
ción y comunicación para fortalecer el ejercicio de la ciudadanía.
142
Lengua, cultura y educación DINEIB
¿Cuáles son las implicaciones del artículo 27 en el diseño de nuestra institucionalidad pública?
“La Dineib no es más que otra forma de exclusión que pretende dar educa-•
ción de pobres para pobres”.
“Es necesario recuperar la rectoría del Ministerio, y la Dineib no puede ser un •
organismo descentralizado, como lo expresan la actual carta constitucional y
la Ley 150, donde se precisa su creación. Es un organismo desconcentrado”.
“La Dineib no cumple ni con los más mínimos requerimientos, y la calidad de •
su educación es tan deficiente que debe ser evaluada y reorganizada inme-
diatamente; para ello, el Estado y el Ministerio deben recuperar su control”.
“Es inaceptable que el Ministro de Educación no pueda nombrar a los direc-•
tivos de la Dineib”.
“Por el bien y el derecho de los propios indígenas, es necesario intervenir la •
Dineib y ajustarla a los requerimientos de calidad que todos deseamos”.
Ante tales argumentos, los funcionarios de la Dineib y sus aliados reconocemos
sus falencias, pero señalamos que es derecho de los pueblos indígenas aprender
y, en el proceso, cometer errores. Así pues, el derecho que queremos defender
es que los propios pueblos sean quienes definan su propia educación y apren-
dan a construir su propia institucionalidad educativa, sin dejar de ser parte de
un sistema de educación nacional que les brinde igualdad de oportunidades.
¿Hasta dónde puede llegar la acción tutelar del Estado ecuatoriano en lo relativo
a imponer condiciones de igualdad para todos sus miembros, sin considerar su
participación, actoría y protagonismo? ¿Hasta dónde podemos afirmar que el Es-
tado debe intervenir en la identidad y finalidad de una institución “adolescente”,
que ha trazado su camino en un marco de adversidad, en una sociedad racista
y excluyente? ¿Hasta dónde podemos demostrar bases de confianza y esgrimir
antecedentes históricos que garanticen la inclusión de los pueblos indígenas en
el proyecto nacional, como una prioridad estratégica en la que sus instituciones
no sufran trabas y formas sutiles de empobrecimiento y marginación? ¿Hasta
dónde el Estado tutelar puede juzgar y evaluar a la Dineib y definir los cambios
143
Interculturalidad: reflexiones desde la práctica
institucionales que se requieren, sin antes consultar y hacer partícipes a los pue-
blos, organizaciones e instituciones indígenas?
Para el logro de este fin, las medidas recomendadas son:
1. Reconocer en la Carta Constitucional el derecho colectivo de los pueblos
y de las nacionalidades indígenas a definir cuál es la educación adecuada
para sus culturas y a construir las instituciones necesarias para el logro de
estos fines, con el objetivo de alcanzar las garantías universales de un sistema
educativo nacional, orientado a la interculturalidad, al reconocimiento y a la
valoración de la diversidad.
2. Reconocer en la Ley Orgánica de Educación la existencia de la Dineib como
un subsistema educativo con regulaciones propias, cuyo éxito depende no
solo de la igualdad en la distribución de recursos para su educación sino que,
además, requiere medidas y recursos suplementarios.
3. Estas regulaciones propias de la Dineib inician con la constitución de su pro-
pio Consejo Educativo, adscrito al Consejo Nacional de Educación. Dicho
consejo educativo, compuesto por representantes de todas las nacionalida-
des y pueblos indígenas, deberá conocer y aprobar sus planes, propender
a garantizar su financiamiento, bajo criterios de acción positiva, y velar para
que se cumplan los planes aprobados; además, deberá convocar a concurso
para la designación de las autoridades educativas, asegurando la represen-
tación de todas las organizaciones indígenas como representantes de los
pueblos y nacionalidades del país, y deberá establecer los enlaces con el
Sistema Nacional de Educación, promoviendo así la armonización de proce-
dimientos y políticas.
El Estado deberá adoptar medidas y disposiciones dirigidas a construir espa-
cios públicos de diálogo intracultural e intercultural en los ámbitos educativo,
público, cultural, mediático y social. Para este fin, es necesario que el ordena-
miento institucional tome en cuenta a la totalidad de los sistemas educativos en
un territorio determinado, para garantizar el derecho a la educación en todas
las modalidades y niveles existentes. Esto exige que el Ministerio de Educación
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Lengua, cultura y educación DINEIB
realice una doble articulación entre la rectoría, los planes y los programas de los
subsistemas intercultural e intercultural bilingüe y sus instancias de prestación de
servicios, que demandan la homologación del sistema educativo al mapa políti-
co y territorial del país. Y esto exige, además, que el Ministerio de Cultura tenga
acciones explícitamente orientadas a potenciar la diversidad de voces, incluyen-
do las expresiones culturales locales, indígenas, afrodescendientes y mestizas.
El otro o la otredad, un significado que en los últi-mos años ha venido ganando fuerza y ha motiva-do reflexiones, movimientos políticos y sociales, luchas, discusiones profundas en parlamentos, gabinetes ministeriales y auditorios universitarios y académicos de distinto tipo. Las ciencias socia-les hoy debaten ampliamente acerca de lo que la lógica del reconocimiento significa en la sociedad actual y sus consecuencias en el bienestar y la con-figuración de la sociedad moderna, sea que esta se califique como líquida, reflexiva o posmoderna. La otredad significa hablar de la identidad y de su construcción compleja y dinámica. Es pensar en el otro, reconocerlo o reconocerla y actuar en sintonía con sus características culturales.
La sociedad moderna se asentó en un concepto de universalidad que negó las particularidades cultu-rales y sociales de muchos sujetos. Mujeres, niños y niñas, jóvenes, afros, indígenas, mestizos y muchos otros grupos sociales se han sentido afuera del con-cepto estandarizado y homogeneizado de lo social, fundado en las raíces culturales de Occidente. No obstante, la universalidad es un concepto pode-roso que, al mismo tiempo, postula la inclusión. Construir esta noción en términos prácticos ha sido una actividad compleja, dinámica y conflictiva.