Download - Impune
Impune
Lista de personajes principales
Alonso, Marcelo: Esposo de Allegra Serpentelli. Socio de Máximo Serpentelli. El
asesinado.
Di Pietro, Mariana: Ex esposa de Carlo Serpentelli y madre de Julio Cesar Serpentelli.
Leites, Sub Comisario: Experimentado policía jefe de la Sección Homicidios. Encargado
del caso de los Serpentelli.
Serpentelli, Allegra: Hermana menor de los Serpentelli. Casada con Marcelo Alonso.
Serpentelli, Carlo: Hermano mayor de los Serpentelli. Ex esposo de Mariana Di Pietro.
Padre de Julio Cesar Serpentelli.
Serpentelli, Julio Cesar: Hijo de Carlo Serpentelli y Allegra Di Pietro.
Serpentelli, Marcela: Tía de los hermanos Serpentelli. Apodada “Chela”.
Serpentelli, Máximo: Hermano del medio de los Serpentelli. Protagonista de esta
novela. Jefe de familia de los Serpentelli.
Tabarez, Oficial Sub-Ayudante: Joven oficial de policía perteneciente a la Sección de
homicidios.
Prólogo
“Tragedia en la Familia”
Esa tarde de domingo, la familia Serpentelli, como era usual se encontraba reunida,
charlando bajo la sombra de un frondoso árbol, como las ovejas se reúnen bajo una
sombra solitaria, en este único lugar de la cercanía de la casa era donde se podía
permanecer en las horas de la tarde en los meses del aplastante verano. La familia
Serpentelli pretendía ser una familia típica de antaño, en la cual convivían, bajo el
mismo techo, varias generaciones de la misma; que tenían un jefe de familia, que
decidía y opinaba por todos; y que tenían tradiciones incorruptibles. Los Serpentelli lo
habían sido sin duda, pero una tragedia había cambiado algunas de esas tradiciones.
Una de las cosas que conservaban era la reunión de los domingos, de forma casi
inexcusable tenían que asistir, sea como forma de recordar las buenas épocas o por
simple costumbre lo habían perpetrado. En eso se encontraban ese domingo bajo la
generosa sombra. Sentados enfrentados, mediando mate, se disgregaban en
pequeños sub-grupos, pero de vez en cuando una pregunta o comentario rompía las
barreras invisibles de estos y llegaba hasta otro.
Contra el árbol se encontraban Carlo y Máximo Serpentelli, quienes discutían
acaloradamente, temas variados nunca llegando a estar de acuerdo el uno con el otro,
a pesar que el segundo, el menor de ellos, siempre exponía mejores argumentos. Carlo
Serpentelli era un hombre robusto, de aspecto cansado, aparentaba más de cuarenta
años, que era más de lo que en verdad tenía. De cabellera escasa y mirada cual perro
asustado, había tenido una época de esplendor y regocijo, que había terminado con la
muerte de su padre, quien lo había protegido hasta el momento de su muerte, cuando
tuvo que hacerse cargo de su familia, como era la tradición, pero esta tarea lo había
desgastado de sobremanera. Sin embargo a veces, cuando tomaba, volvía a él, los
tiempos en que le había tocado dirigir la familia, hoy estaba en esa situación. Máximo
Serpentelli, el segundo hijo de la familia y hermano del anterior, era un tipo jovial de
unos treinta años de frente amplio, sonrisa constante, cabellera renegrida, y una
apariencia que recordaba a las estatuas de la época clásica. Su inteligencia y energía le
habían valido hacerse cargo de la familia cuando su hermano mayor flaqueo, y lo había
hecho con orgullo y con mucho éxito.
Frente a ellos, el matrimonio dueño de casa, parecía disfrutar de la escena que los
presentes brindaban, murmurando al oído y sonriendo cada tanto, Marcelo Alonso y
Allegra Serpentelli, la hermana menor de la familia, estaban acostumbrados a esta
escena que se había repetido desde que se habían mudado a esa casa. Marcelo era un
hombre bajo y gracioso, casi desprovisto de cabellera, de unos treinta años, con un
rostro amable que escasamente trasmitía lo que en verdad pensaba. Allegra era una
mujer alta y esbelta, de una belleza sobria, casi fría, lo que generalmente era
confundido con falta de sentimientos. Pero en sus ojos de vez en cuando se veían
destellos de sus sentimientos, como rayos atravesaban a las personas, y trasmitía su
felicidad o tristeza con ellos. Y tenía de los dos ya que sus tristezas estaban atadas a
sus momentos felices.
Completando la ronda estaba el sub-grupo más grande, integrado por Mariana Di
Pietro, su hijo Julio César Serpentelli, y Carla Serpentelli. Mariana la ex esposa de Carlo,
era una mujer muy hermosa, con la cabellera negra recogida a un lado de la cabeza de
forma graciosa y elegante, una postura liviana sobre la silla y un rostro repleto de
gestos que trasmitían mucho de lo que quería decir sin tener que hacerlo, irradiaba su
belleza a los presentes como un cuadro renacentista. Se había casado de forma
obligada con el mayor de los Serpentelli, por arreglo de sus padres, y había sido muy
infeliz con este matrimonio hasta el momento, en que logró divorciarse luego de que
el padre de él falleciera. A sus pies estaba Julio Cesar, hijo del ex matrimonio, tenía
nueve años y era la vívida imagen del padre, con su aspecto robusto y cansado, sin la
actitud enérgica que caracteriza a los niños de esa edad. Marcela Serpentelli, quien
todos llamaban “Chela”, era la tía de los hermanos Serpentelli. Nunca se había casado
y había vivido toda su vida ayudando a la crianza de estos en la casa de su hermano,
hasta la muerte de este, cuando se fue a vivir con su sobrina. Con el rostro típico de
una persona de edad avanzada, su actitud era cual animal enfermo, arrollado en su
silla, escuchando lo que su interlocutora decía, mediando solamente de vez en cuando
con un gesto o gemido.
Los Serpentelli eran una familia de muy buen pasar, desde que el primero de ellos
había llegado al lugar, habían vivido y trabajado en su estancia, la cual les había
redituado grandes logros financieros, y una fama de buenos negociantes e incansables
trabajadores. Sin embargo, la familia estaba rodeada también por una fama oscura de
siniestros y muertes, que llenaban el folclore del lugar. Y como suele pasar eran más
asociados a sus cosas malas que a aquellas buenas. Una de ellas la más reciente era la
muerte de Marcelo Serpentelli y su mujer Steffanie Congillio. Siempre perseguidos por
la sombra de sus ancestros, habían abandonado la casa que durante tres generaciones
había habitado la familia. Máximo vivía solo en la ciudad, Mariana y su hijo habían
vuelto a la casa de los padres de ella. Los restantes habitaban la nueva casa de la
familia, construida por Marcelo, era una casa pequeña que había sido reformada varias
veces para alojar a sus nuevos habitantes y a aquellos que estaban por venir. De una
arquitectura extremadamente simple, era sin embargo muy funcional. Con una
entrada principal que escasamente se usaba, seis habitaciones con baño, que
quedaban tres a cada lado, un living que daba a la entrada principal, a continuación un
comedor muy amplio que era el otro lugar de reunión usual, una cocina que tenía la
salida de servicio que era la más usada, y daba a la habitación de servicio, donde vivían
las empleadas.
La discusión entre los hermanos Serpentelli se había vuelto inusualmente acalorada, se
encontraban discutiendo acerca de si los matrimonios debían ser arreglados por los
padres de los novios o no:
- ¿Pero en qué época vivís? ¿En el 1800?-preguntó burlonamente Máximo-
realmente no puedo creer que vos, justamente vos, con lo que te tocó vivir me
vengas a plantear semejante cosa…
- Ese argumento no es válido- se quejó Carlo- si una pareja es correctamente
arreglada, basándose en los intereses de la pareja, en lugar de la de aquellos
que realizan el arreglo, se llevará bien toda la vida, he visto muchos casos.
- ¿A sí? ¿Podés nómbrame uno al menos? – Ya todo el mundo estaba atento a la
posible respuesta de Carlo.
Carlo meditó varios segundos, hasta que por fin y casi con pesar dijo:
- Nuestros padres.
Hubo un silencio casi sepulcral, aunque más de uno suponía que era lo que iba a decir,
tenían la esperanza de que no lo hiciera, pero el alcohol a veces tiene ese efecto.
Todos estaban atónitos, incluso Máximo, pero se rehízo casi de inmediato para
continuar la discusión y no dársela por ganada a su hermano:
- Así terminaron.- dijo en tono cortante como queriéndole dar fin a la
conversación.
- Sin embargo eran felices, hasta que pasó …
Varias voces interrumpieron al ver que estaba a punto de decir otra imprudencia, de
las que la familia consideraba mejor olvidar.
- Qué tontería – intervino Marcelo, elevando la voz por sobre la de los otros-
Siempre lo mismo. Porque nadie dice lo que pasó, no es ningún secreto, todos
lo saben, todavía lo comentan en todos lados, y con nuestra actitud morbosa
de pretender ocultar y simular que acá no pasó nada, solo empeoramos las
cosas. Cada vez que alguien de nosotros entra a un lugar, todo el mundo lo
susurra, se oyen esos pequeños comentarios en los rincones: “El es el hijo de
…”, “Esa es la familia que…” – haciendo ademanes y cambios de voz para
parecer varios interlocutores- Es peor, y esa intención de poner en una burbuja
a J.C., creyendo que jamás se va a enterar, creen que ya no lo sabe o lo
sospecha al menos, es simplemente irracional –y mirando a Julio Cesar con
rostro casi alegre dijo- ¡Si! Tú abuelo mató a tu abuela y después se suicidó, NO
es mentira y ciertamente NO es un secreto.
- No fue tan así –murmuró Allegra.
- De que otra manera pudo haber sido- atajó Marcelo y sentenció- enloqueció, le
disparó y luego se disparó…
- Basta ya… es suficiente.- Participó Máximo con tono imperativo y mirada torva
hacia Marcelo- No es tema para hablar delante de un niño, y mucho menos de
esta forma, cuando sea el momento, y no antes YO le explicaré a Julio Cesar
que sucedió y como sucedió.
Todos obedecieron, pero el ambiente ya no era el mismo, había miradas cruzadas,
quienes ocultaban su mirada y quienes buscaban con la suya reprochar a otros. Unos
minutos después, ante la exasperante situación, Marcelo se paró, mirando el atardecer
dijo:
- Deberíamos de entrar, está comenzando a oscurecer.
Todos asintieron, y comenzaron de a uno a levantarse y dirigirse al interior de la Casa,
dentro de la cual, el servicio ya estaba preparando la mesa para la cena, en donde
como buena casa de campaña se cena temprano, para comenzar el día también
temprano.
Luego de haber cenado, y ya con el clima más distendido, permanecieron haciendo
sobremesa como era tradición en la familia, esta vez Carlo estaba hablando con Chela,
tratando el primero de convencer a su tía de que lo acompañe a un pequeño viaje, lo
cual ciertamente no interesaba para nada a la anciana que prefería la tranquilidad del
campo y la familia, pero para no desilusionar a su sobrino, lo dejó seguir con sus
pequeños sueños de turismo. En la cabecera estaba Marcelo, con mirada perdida
absorto en sus pensamientos, hasta que su esposa lo despertó con voz alegre:
- Si no te conociera bien, diría que estas pensando…
- Tal vez algún día te sorprenda- respondió sonriendo Marcelo.
Dicho esto Allegra se sentó al lado de su marido, y continuaron su charla casi con
murmuraciones.
En la otra punta, Máximo hablaba con Mariana, quien recién había regresado de
acostar a Julio Cesar. Mariana decía con mucho pesar:
- No sé qué hago viniendo todavía aquí, a veces me siento totalmente fuera de
lugar.
- No seas tonta, dices eso por lo que pasó hoy, nada tenés vos que ver con eso. –
Respondió al comentario Máximo, y continuó- además vos sos parte de esta
familia, también es tu discusión y tu carga ahora.
- No, yo me refería más bien a tus opiniones anteriores, sobre los casamientos
arreglados y eso.
- Es cierto…- meditó brevemente Máximo- de no haber sido arreglado tu
matrimonio con Carlo, jamás te hubiéramos conocido, pero si pasó, así que, no
hay nada que hacer. Además tenés muchos motivos para seguir viniendo.
- Si ya sé, Julio Cesar, su Padre…
- Yo… -completó Máximo- debe ser muy gratificante compartir tiempo conmigo.
La cara de sorpresa de Mariana obligó a Máximo a explicarle que era solamente una
broma, a lo que ella agregó riendo:
- Ya pensaba que te habías vuelto definitivamente loco, o que tu egocentrismo
había llegado a los niveles más altos.
- Eso es algo ofensivo, yo no soy egocéntrico.
- Si claro… -dijo riendo Mariana.
En esos momentos Allegra se integraba a la conversación de su hermano mayor y
Chela, a lo que Marcelo se levantó tranquilamente, se dirigió a la cocina y unos
minutos después, al pasar de vuelta llevaba una botella de vino y unas copas, al paso le
dijo a su esposa:
- Me baño y te espero en el cuarto.
Todas las mujeres se sonrojaron ante el comentario, Carlo no lo comprendió y Máximo
se rió ruidosamente. Allegra le dirigió una sonrisa maliciosa a su marido mientras este
atravesaba el umbral de la puerta, quien realizó un alegre gesto como quien se despide
de su público.
La charla entre Mariana y Máximo continuaba hasta que este, casi dando un salto se
paró y le dijo a su hermano:
- Voy a fumar Carlo ¿venís?
Con un ademán su hermano dijo que no, a lo que Máximo sacando un cigarrillo se
dispuso a salir de la casa, ya que además de Carlo, solo él fumaba. Chela y Allegra le
dirigieron una mirada de reproche, y Mariana dijo:
- Esa cosa te va a terminar matando.
- De algo hay que morir- dijo Máximo como último comentario antes de que
alguien pudiese agregar algo, haciendo su típica salida teatral.
Mientras Mariana permanecía escribiendo en su celular. Los otros tres que se
encontraban en la habitación continuaban su larga charla, donde los hermanos
pretendían convencer a su tía de que saliera de vacaciones. Ahora mientras Carlo
quería llevarla a algún lugar clásico, su hermana insistía en que fueran a algún lugar
turístico de temporada. Chela no era muy amiga de vacacionar, igual jamás había
trabajado, siempre había sido mantenida por alguien, así que realmente no conocía el
verdadero valor o significado de las vacaciones, pero la idea de Carlo no sonaba tan
descabellada, sin embargo lo que su sobrina proponía le resultaban simplemente
impensable. Sin embargo Allegra seguía insistiendo sin darse cuenta lo lejos que estaba
de lo que a su tía le parecía razonable:
- Playas, sol, palmeras, arena, cosas así…
- Playas…sol… -murmuró riendo Carlo que veía en el rostro de su tía lo que
solamente imaginarse eso le provocaba- si como no…
En ese momento entró triunfalmente Máximo, y como siempre lo hacía, sentenció
para terminar la discusión:
- Esta decidido entonces, este invierno marchamos todos para Europa, y
mientras Chela y Carlo, van por ahí a ver ruinas y museos, el resto se va a hacer
playa al Egeo –y dirigiéndose a su tía- no quiero verlos cerca de algún lugar con
arena.
- No me resulta gracioso, si es que intentabas serlo –se quejó Carlo- y visto que
la conversación como siempre fue acaparada por mi hermano, creo que es hora
de hacer una honrosa retirada.
Dicho esto se paró con dificultad y se dirigió a los cuartos. El rostro de Máximo dejaba
ver la contrariedad que sentía. Viendo lo que pasaba y entendiendo la situación Allegra
se apuró a disculpar a Carlo:
- Dale tiempo, todavía es muy pronto, y no le resulta fácil, además vos podrías
ayudarle un poco dándole alguna tarea, confiándole algo, y no trabajando
exclusivamente con Marcelo.
- Creo que mi hermano ya ha probado numerosas veces su incompetencia a la
hora de los negocios, no le puedo dar tareas, no puedo confiar en él, y menos
porque seguramente va a querer involucrarse en algo importante, no aceptará
tan fácil algún trabajo que no involucre alguna responsabilidad.
- Creo que esta conversación no es para mí- interpuso Mariana que escuchaba
atentamente la conversación de la familia de su ex esposo, y retirándose de la
habitación agregó- creo que voy a ver si Julio Cesar está bien.
- Pero podrías extenderle una mano- continuó Allegra la discusión- no te cuesta
nada intentarlo.
- No veo tu lógica- se defendió Máximo al tiempo que se sentaba- si le doy
trabajo a Carlo, le tendré que retirar trabajo a Marcelo, en quien por cierto si
confío.
- Una cosa no tiene nada que ver con la o… - Allegra se interrumpió al oír un
sonido apagado proveniente de los cuartos.- ¿Qué fue eso? ¿Qué habrá …-
antes de terminar se sintió claramente la voz de Mariana gritando.
Todos se pararon y corriendo siguieron la voz de Mariana que llamaba sollozante, al
llegar al pasillo, vieron que ella, se encontraba sentada en el piso del corredor, y Carlo
parado casi congelado en la puerta del cuarto de Marcelo y Allegra, mirando hacia
adentro de la habitación. Máximo se abrió paso entre ellos y entró a la habitación, al
hacerlo, vio a su cuñado acostado cerca de la ventana, cubierto de sangre, la cual
también estaba en el piso y las cortinas. Se acercó a él y chequeando el pulso dijo.
- Está muerto.
Capítulo 1
“Cuando hay intereses de por medio no hay accidentes”
La noche se hizo muy larga mientras la policía se hacía presente y realizaba las
primeras averiguaciones. Todos estaban muy asustados, Chela y Mariana consolaban a
Allegra quien con el rostro totalmente pálido, sollozaba en el comedor. Carlo se
encontraba en el cuarto de su hijo, mientras Máximo hablaba con los dos agentes
quienes habían sido los primeros en llegar:
- ¿Quién está a cargo de la investigación?
- El Sub-comisario Leites, viene desde la capital- dijo uno de los oficiales- debe de
estar llegando en cualquier momento… es más ese debe ser.- agregó al tiempo
que se escuchaba el ruido del motor de un vehículo.
El Sub-comisario Leites era el encargado de la parte de homicidios de la jefatura de la
capital. Había sido Agente, y posteriormente había entrado en la Escuela Nacional de
Policía, se había ganado siempre su vida con esfuerzo, y su origen humilde, le llevaban
siempre a estar predispuesto a culpar a la gente con dinero, “los pobres no tienen
motivo para matar, solo para robar”, solía decirse a sí mismo. Máximo lo miró
detenidamente al entrar en la casa era un tipo gordo y de baja estatura, con rostro
redondo y bigote poblado, aunque intentaba trasmitir seriedad, esta contradecía con
su apariencia jocosa. Serpentelli al verlo pensó que se parecía mucho al estereotipo
que él tenía de la policía, tal vez demasiado.
- Sub-comisario Leites- se presento el agente de la ley extendiendo la mano-
usted debe ser Carlo Serpentelli, asumo.
- Asume mal- respondió algo ofendido Máximo- de hecho soy Máximo
Serpentelli, el hermano de Carlo.
- ¿Y dónde está su hermano? –y mirando a los agentes- ¿y por qué no está bajo
custodia?
- ¿Por qué habría de estarlo?- interpuso Máximo casi como un pedido.
- Por lo que escuché mientras venía hacía aquí- comenzó a explicar el
uniformado- era el que estaba en el lugar del hecho, al arribar el resto de
ustedes, ¿no es correcto eso?
- Sí, pero eso no prueba nada.
- De hecho si… estaba en el lugar en el momento del hecho, es suficiente para mí
y para cualquier juez para llevarlo.
- No es lógico. Fíjese que el cuerpo está cerca de la ventana y esta está abierta,
así que lo lógico sería pensar que fue un atacante que vino desde fuera, o que
intentó ingresar a la casa por la ventana, y habiendo sido sorprendido por mi
cuñado, esté lo atacó y le dio muerte. Además, ni en el cuerpo ni en la ropa de
mi hermano había sangre, y desde que se escuchó el grito hasta que llegamos
todos no pudo haberse limpiado o cambiado, así que lo lógico- se repitió
máximo- sería comenzar una búsqueda fuera de la casa, y hacerlo ahora, antes
que el perpetrador escape.
- Interesantes apreciaciones- habló con sorpresa Leites y ordenó a los agentes,
no muy convencido- Comiencen un rastrillaje en las zonas aledañas a la casa, y
por los caminos. Aún así, quiero a todos los integrantes de la familia 0700
declarando en la jefatura. Vamos a ver como resulta esto.
A la mañana siguiente, toda la familia se encontraba en la jefatura, esperando para
declarar, nadie decía una palabra, y todos permanecían cabizbajos, resoplando o
suspirando cada tanto. Junto a la familia, había una mujer bastante joven, de unos
treinta años, que seguramente era muy bonita, pero el llanto en el cual se encontraba,
deformaba sus facciones, con los ojos rojos y las manos sobre el rostro, lamentaba la
pérdida de su marido en un accidente automovilístico:
- ¿Qué hacía yendo por ese camino? ¿Por qué?- decía entre lágrimas- ¿para
donde iba? Me había llamado para decirme que terminaba de trabajar e iba
para casa, ¿Por qué?...
El tipo que la consolaba era increíblemente alto, debería medir al menos un metro
noventa, y aunque no era obeso, sin duda tampoco era flaco. Rondaba los treinta y
cinco años, y estaba vestido con un traje aunque de buena línea, bastante desalineado.
- Yo hablé con él antes de salir- intentó consolar el hombre- y quién sabe, quizá
tomo esa ruta para…
- ¿Pero por qué? ¿Por qué lo haría?- continuó la mujer desoyendo lo que su
interlocutor intentaba decir- Es más larga y más peligrosa, sin luz, repleta de
curvas, casi intransitada, nunca tomaba esa ruta. ¿Porque tuvo que hacerlo? No
hay explicación.
- Tienes razón- cedió el Hombre- no tiene sentido.
En ese momento se asomaba Leites a la puerta de su despacho y con mirada sagaz,
llamó a Máximo con un gesto, quien se paró y entro en la oficina del sub-comisario. En
ella había dos escritorios, repletos de papeles y fotos. Una biblioteca atestada de
pequeños libros. No había cuadros , ni floreros, ni adornos, eso le gustó a Máximo,
“solo cosas prácticas y útiles”, pensó. Había además dos carteleras, una de ellas
repleta de fotos de la escena de su cuñado y la otra al lado del despacho donde había
un joven policía, con fotos de lo que parecía ser un accidente automovilístico. El joven
al ver el interés de Máximo por su cartelera se presentó:
- Oficial Ayudante Tabarez.
- Máximo Serpentelli, un gusto.
Tabarez no llegaba a los veinticinco años, recientemente salido de la Escuela Nacional
de policía, tenía la energía de espíritu y ánimo, que su superior ya había perdido. Se
había graduado con formidables notas y había sido elegido, para aprender y relevar al
expediente Sub-comisario, que se encontraba pronto a su retiro. Máximo dirigió su
atención nuevamente a la cartelera. En ella estaban las fotos de un costoso auto rojo
bastante destruido. También las había del interior del vehículo, en donde aparecía un
tipo contra el volante, son el parabrisas rajado y lleno de sangre, el cinturón de
seguridad colocado por arriba pero sin prender, alguien se había percatado de ese
detalle, y había sacado fotos ampliando el hecho, un bolso y algunos papeles que se
habían desplazados hacia delante, producto del impacto. Completaban la cartelera la
foto de la víctima, su mujer y el socio.
- Fabbio Chiappa, dueño de la empresa “Texesur”, su mu…
- Mujer y su socio están afuera- completó Máximo- ya sé.
- Exactamente, Sr. Serpentelli- intervino es Sub-comisario con la intención de
cortar la indiscreción de su subordinado- Venga siéntese por aquí y cuénteme
en forma detallada, lo que sucedió anoche, como sé que puede hacerlo, visto
que es una persona muy observadora y detallista, así que quiero saber con
exactitud hasta cuantas cucharadas de azúcar le puso a su café esa noche.
- Todos los domingos, casi sin excepciones- comenzó Máximo- nos reunimos en
la casa de mi hermana Allegra. Ayer estábamos todos: mi hermano Carlo, mi tía
Chela, mi ex cuñada Mariana y su hijo Julio Cesar, y por supuesto los dueños de
casa, Allegra y Marcelo. Luego del mediodía, salimos de la casa a charlar, como
usualmente lo hacemos, y posteriormente cenamos. Luego de la cena, Mariana
acostó a su hijo, mientras el resto continuábamos haciendo sobremesa. Luego
de que esta volviera, mi cuñado se fue a acostar o mejor dicho, a esperar a mí
hermana para acostarse. Algunos minutos después yo salí a fumar, y al volver,
mi hermano Carlo y mi cuñada, casi simultáneamente, se fueron el a dormir y
ella a controlar a su hijo. Fue entonces que sentimos un grito apagado y
posteriormente el llamado de Mariana. Cuando llegué al lugar, estaba Carlo
fuera de la habitación, sobre la puerta, y atrás de él en el piso Mariana
llorando. Al entrar en la habitación, vi el cadáver de mi cuñado, le tomé el
pulso, aunque ciertamente ya presentía que nada se podía hacer. Como ve, es
imposible que mi hermano haya sido el asesino, no tuvo el tiempo para
hacerlo.
- Es a mí a quien le toca sacar esas conclusiones. Remítase a los hechos, no me
interesan sus apreciaciones.- apuntó Leites casi con enojo- Dígame, ¿cuánto
tiempo paso entre que Carlo se fue de la sala hasta que oyeron el primer grito?
- No más de quince minutos.
- ¿Y cuanto tiempo estuvo usted fumando?
- Cerca de cinco.
- ¿Y al volver estaban todos presentes todavía?
- Es lo que dije.
- Muy bien, creo que es todo por ahora, pero me mantendré en contacto.-dijo el
Sub-comisario, al tiempo que hacía un ademán de despedida.
Máximo se levantó poco complacido con la actitud del policía, al pasar junto a Tabarez,
le preguntó mirando las fotos del accidente:
- ¿En qué quedará?
- Nada… supongo. Un lamentable accidente. La mujer se queda con todo.
Antes de salir, y con una voz dramática, Máximo, mirando al joven le dijo:
- No existen accidentes ni coincidencias cuando hay intereses de por medio- y
abrió la puerta para salir.
- ¿A qué te referís con eso?
- No fue un accidente.
- ¿A si?, ¿y cómo los supo?- intervino incrédulo Leites- ¿por las fotos?
- Mas o menos –comenzó Máximo, haciendo caso omiso a la incredulidad del
oficial- Verán, de las fotos se deduce que el tipo se había colocado el cinturón
de seguridad, ya que esta por sobre el cuerpo, lo que es ilógico es no
abrochárselo, si por esa zona intransitada no habría problemas con la
autoridad, podríamos considerar que no lo ajustó bien y este se soltó, aún así
es raro. También en las fotos podemos ver que alguien iba en el asiento del
acompañante ya que el asiento de este está totalmente tirado hacia atrás, lo
que supone que era alguien de gran tamaño, además todo en el vehículo,
producto del impacto esta desplazado hacia adelante, excepto el cinturón del
acompañante, que está colocado normalmente al costado del asiento, esto
indica que fue llevado a su posición después del accidente, por último el bolso
está entre las dos plazas, ¿si iba solo porque no colocarlo en el otro asiento?
Sumado a eso oí decir a la mujer ahí afuera, que él nunca tomaba esa ruta y
que había hablado con ella momentos antes diciéndole que iba a su domicilio,
lo que descarta que tomara esa ruta para hacer otro recorrido. Muchas
coincidencias ¿eh?- al ver la sorpresa en el rostro de los policías, continuó- esto
es lo que pasó, el asesino, alguien muy alto, y que conocía muy bien a la
víctima, ya se imaginaran quien, le pidió que lo llevara a tal o cual lugar por esa
ruta, habiendo escondido en ella previamente su vehículo, una vez en el auto,
desabrochó el cinturón de seguridad de la víctima, y en un descuido tomó el
volante y provocó el accidente. Como ya habrán deducido el asesino se
encuentra ahí afuera consolando a la mujer de la víctima, se quedará con la
empresa y eventualmente con la viuda. Estoy seguro que si le sacan el traje,
verán los moretones provocados por el cinturón de seguridad.
Casi obediente, Tabarez se levantó de un salto y dirigió a la puerta, para comprobar lo
que Máximo decía, pero su superior lo detuvo cuando ya tenía la mano en el picaporte.
Leites miro por primera vez muy atentamente a Máximo, intentó en vano leerlo como
si fuese un libro. Máximo le devolvió la mirada al policía. Pasaron unos instantes, pero
para Tabarez, sorprendido y carente de órdenes, no sabía qué hacer, hasta que el sub-
comisario, sosteniendo la mirada sobre Serpentelli le dijo:
- No estoy seguro aún de cómo lo hizo y se realmente así fue que lo hizo, pero
tiene razón, tenemos un testigo que lo vio salir del auto accidentado- y ahora si
mirando al joven- esto es homicidios, no tratamos accidentes, era una prueba
para usted, estaba probando su sagacidad, pero la prueba fue arruinada. Yo me
hago cargo del arresto.
Se paró y dirigió a la puerta. Dentro de la habitación aún, Tabarez miraba con
admiración a Máximo, y murmuró casi para sí:
- Yo nunca lo hubiera descubierto.
- Ah… no lo tomes tan así, lo que hizo ese tipo estuvo baste bien planeado…
hasta que llegué yo.
Capítulo II
“Las Cómplices”
Tres meses habían pasado desde que la familia Serpentelli había realizado las
declaraciones en la capital. Nada habían escuchado desde entonces del sub-comisario
y su ayudante, ni de ningún otro policía, en cambio la prensa local y los rumores no
habían parado desde entonces. Ahora en la casa de Máximo, no solo vivía Chela, sino
que se le sumaron una inconsolable Allegra y bastante a menudo venía Mariana con su
hijo. El único que no aparecía era Carlo, quien ahora habitaba la antigua casa de sus
padres, y se había aislado al punto de no contestar teléfonos y no recibir a nadie, en
parte por las constantes visitas de la prensa, ávida por una nota, en parte porque así
era él, a veces tendía a evitar los problemas y confrontaciones.
Esa mañana sonó el celular de Máximo, que como siempre, había dejado sobre la
mesa. Al atenderlo, se sorprendió al escuchar la voz del joven oficial de policía, el Sub-
ayudante Tabarez, quien con voz seria dijo:
- Señor Serpentelli, me haría el favor de venir hoy por la tarde, digamos, como a
las cuatro.
- Claro, por supuesto ¿Hay alguna noticia? ¿Atraparon al tipo?
- No, de hecho es otra cosa, espero que no le incomode, cuando venga le
explicaré mejor.
A las cuatro fue recibido en la jefatura por el joven oficial, quien lo condujo al
despacho sin mediar mas que un alegre saludo. Al entrar Máximo, vio al Sub-comisario
con su rostro típico de pocos amigos y frente a él cuatro monitores. Tratando de
romper el hielo, Máximo preguntó queriendo ser chistoso:
- ¿Va a mirar todos los partidos del clausura al mismo tiempo?
- Yo no miro fútbol.-respondió secamente el policía.
- Bueno, que me trae por aquí sería la siguiente pregunta, volviéndonos serios.-
interrogó nuevamente Serpentelli acusando recibo del comentario de su
interlocutor.
- El único motivo por el que está aquí- comenzó el Leites- es porque mi inexperto
colega, quedó muy sorprendido con su anterior actuación a lo Sherlock Holmes,
y cree, contrariamente a lo que yo opino, que puede hacerlo de nuevo.
- Yo diría más bien a lo Poirot…- intentó nuevamente ser gracioso Máximo, sin
éxito.
- Exponle el caso entonces- ordenó el Sub-comisario a su joven compañero- ya
que tu lo trajiste.
- Hace unos cuatro meses- comenzó nerviosamente Tabarez- María Antonieta
Conçalvez, una señora de avanzada edad, sin familia, muy caritativa, y dueña de
un complejo de apartamentos, donde vivía y con cuyos inquilinos había
entablado un importante amistad, hizo una reunión, con todos ellos, donde
hizo exponer a su abogado la decisión de testar a favor de ellos, dejándole
además del apartamento en que vivían, una suma considerable de dinero para
cada familia.
Hace algunas semanas alguien se cansó de esperar por su porción y decidió
ayudar a la naturaleza. Sabemos como lo hizo el asesino, cuando lo hizo y es
más, sabemos con certeza que es uno de los inquilinos, ya que todo quedó
registrado por las siete cámaras de video de seguridad- haciendo un ademán
hacia los siete monitores- colocadas en las escaleras de los apartamentos. Sin
embargo, y es la razón porque esta hoy aquí, no sabemos quién de ellos fue,
pese a que los interrogamos y presionamos una y otra vez, no logramos
quebrarlos, además tienen todos ellos el mismo abogado de la señora, y es muy
bueno. Los sospechosos, son todas las familias del edificio de cinco pisos, sin
embargo podemos descartar, tres familias estaban comprobadamente fuera de
la ciudad, normal considerando la época del año, seis familias tienen coartadas
suficientemente comprobadas. Nos restan otras tres. Por la filmación sabemos
ciertamente que es un hombre adulto, así que en los tres casos, tenemos a un
sospechoso por apartamento.
Sospechoso uno: Joven casado, -al tiempo Tabarez mostraba unas carteleras
con fotos y datos del sospechoso- vive en el anteúltimo piso, con una hija muy
enferma, la cual además de atenciones especiales requiere medicinas muy
costosas, vive una vida bastante ajustada a causa de esto, el dinero le daría la
oportunidad de operar a su hija de una vez por todas. Su coartada es que
estuvo cenando con su mujer y su hija desde las 19:45 hasta las 20:30, el único
momento en que no lo vieron fue cuando atendió una llamada telefónica al
celular poco después de las 20:02, la cual según la familia no duró más de cinco
minutos.
Sospechoso dos: Joven también casado pero sin descendencia y
momentáneamente sin trabajo, lo que le da motivo, ya que su esposa, una
mujer muy hermosa, parece no saber de este hecho. Su coartada es poco firme,
según su mujer salió hacia el trabajo a las 20:15, pero como sabemos, no tiene
trabajo.
Sospechoso tres: Habitante del último piso, soltero con mucho dinero, un tipo
inteligente y hábil en los negocios, no tiene motivo aparente, pero su coartada
es igual de frágil, según él volvió a su domicilio del trabajo a las 20:06, lo cual
está confirmado porque a las 20:06 entró en una video conferencia que quedó
registrada.
El asunto es- llevándolo hacia los monitores- que el ataque comienza a las
19:40, cuando aparece este tipo encapuchado y vestido de negro en escena –
señalando el monitor donde sucedía exactamente lo que describía casi
simultáneamente- esperando en la escalera; a las 19:58 la Sra. Gonçalvez
aparece en estas y el atacante la toma de un brazo y la empuja escaleras abajo,
luego la arrastra sacándola de la zona visible desde los pasillos hasta detrás del
ascensor ya son las 20:08, y luego se va tranquilamente escaleras abajo
yéndose del edificio tranquilamente a las 20:19. Ah… me olvidaba, pegó un
cartel de fuera de servicio en el ascensor, seguramente para cubrirse y no ser
descubierto, mientras trasladaba el cuerpo.
Habiendo escuchado atentamente, Máximo dijo:
- Tengo algunas ideas pero antes tengo preguntas. ¿Puedo hacerlas?
- Sin drama…
- ¿No hay entrada superior?
- No, solo la entrada principal abajo, no tiene estacionamientos, ni nada por el
estilo, el encapuchado tiene que ser - se afianzó el Sub-ayudante- alguien de
dentro.
- ¿En qué piso vive el sospechoso dos?
- ¿No lo dije? En el antepenúltimo, frente al sospechoso uno.
- Y las cámaras ¿donde están?
- En las escaleras solamente, ni en las entradas de los domicilios ni en la entrada
principal… una cuestión de privacidad de los inquilinos.
- Y físicamente, ¿cómo son los sospechosos?
- ¿Qué tiene eso que ver?- interpuso Leites que había permanecido en silencio
pero muy atento, pero ante el rostro de reproche de Máximo, contestó- tipos
normales, jóvenes, esbeltos, fuertes… normales…
- ¿Qué estaba haciendo la mujer del segundo sospechoso cuando este salió?
- Estaba… no sé- dudó Tabarez y chequeando una libreta respondió- haciendo
gimnasia en una de las habitaciones.
- ¿Es todo?- preguntó Leites.
Máximo asintió. Quedó unos segundos pensativos y después dijo:
- Ya está, ya sé cómo fue.
- ¿Cómo?- dijo Leites mostrándose interesado, pero claramente incrédulo.
- Antes ¿Han notado las cosas interesantes de esta historia? Primero, la época
del año hace que haya menos gente, siendo menos arriesgado para ser
sorprendido, pero menos sospechosos también. Además los tres sospechosos
tiene coartadas parciales, pero corroborables por alguien. Por último, el
asesino eligió matarla en las escaleras, donde están las cámaras, en lugar de
hacerlo dentro del ascensor que no las tiene.
- Creo que solo usó las escaleras para empujarla.
- Se equivoca, el asesino es un tipo inteligente, frio y calculador, que conoce muy
bien el sistema legal y sabe que cualquier abogado con las filmaciones lo
absolvería tranquilamente. Sabía de las cámaras y las usó como cómplices.
Además para que arrastró el cuerpo no tiene mucho sentido ¿no? Y el hecho de
que alguien pueda decir exactamente a qué hora estaba en su casa es parte del
plan, seguramente, cuando salió, o cuando entró dijo la hora exacta. ¿Ve a
donde estoy apuntando?
- No, no creo que sea así. Esto más bien parece que el asesino desconocía la
existencia de las cámaras e intentó simular un accidente.- respondió Leites
molesto por la pregunta- No creo que todo haya sido tan perfectamente
planeado, hay muchas variables, no pudo arriesgarse tanto, sea cual sea de los
tres.
- No fue tal riesgo. Además la gente es más cobarde cuando está sola.
- ¿Qué? ¿Acaso cree que fueron dos asesinos?
- De hecho, tres. Sus sospechosos son todos culpables . –Continuó Máximo luego
de una breve pausa- El tercer sospechoso, el que vive en el último piso,
probablemente fue quien ideó el plan, por pura ambición, y aprovechando la
necesidad de los otros, seguramente el mismo día que la anciana dio a conocer
sus intenciones respecto al testamento, quizá comenzó como broma o quién
sabe, pero luego lo tomaron en serio y con mucho tiempo se dedicaron a
planearlo y ejecutarlo. Así lo hicieron: comenzó el sospechoso tres quien
primero colocó el cartel en el ascensor antes de las 19:40, luego esperó a la
anciana en las escaleras del último piso donde ambos vivían, cuando esta salió
de su domicilio y vio el cartel de fuera de servicio, se dirigió a las escaleras,
donde encontró a el asesino y su muerte, eran las 19:58, luego de esto, el
perpetrador bajó y con su celular llamó al sospechoso uno, quien comía con su
familia, y aduciendo que era trabajo y simulando atender salió del
apartamento. Hicieron el relevo entonces, el sospechoso tres, subió usando el
ascensor y se dispuso a realizar su coartada de la teleconferencia a las 20:06.
Mientras tanto, el segundo cumplía con su parte del trato, arrastrando a la
señora hasta las escaleras de ese piso, dejándola donde nadie la viera,
pretendiendo con esto hacernos creer que estaban simulando un accidente,
pero sabían que las cámaras los habían grabado, posteriormente timbró el
celular del tercer sospechoso y volvió a su domicilio continuando la pantomima
del llamado, habiendo pasado solamente cinco minutos. Le tocaba su parte al
sospechoso dos, quien solamente tenía que salir del edificio a través de las
escaleras, vestido como el asesino igual que los otros dos, de negro y
enmascarados, lo hizo a las 20:10, y no 20:15 como declaró su mujer quien
seguramente, estando haciendo gimnasia, lo escuchó decir que eran ocho y
cuarto y que se iba a trabajar. Con el ciclo completo, todos temaron parte pero
todos tenían coartada.
- No puedo creer que haya sido así, nadie va a creer una historia tan fantástica,
tres asesinos en un edificio, es muy improbable.
- Todas las personas son asesinos en potencia, solamente hay que dar en la tecla
de por qué matarían. No va a ser fácil de probar frente a un juez, sin duda, pero
hay cosas que pueden ayudar, se pueden rastrear las llamadas de los celulares,
que seguramente coincidirán con los tiempos que yo dije. Además el
sospechoso dos no tendrá la llamada de cinco minutos que adujo que recibió.
- ¿Cómo lograste deducir todo esto?-preguntó sorprendido Tabarez al tiempo
que Leites hacía una llamada telefónica- Es increíble, estoy atónito.
- No es para tanto. Aunque estuvo muy bien cronometrado y planeado –dijo con
orgullo Máximo Serpentelli- hasta que yo llegué.
Capítulo III
“Ver lo que se quiere ver”
Máximo hablaba por teléfono con su hermano:
- Vamos Carlo, no puedes continuar con esta actitud, deja de evitarnos…ya sé, ya
sé…no, no es así, escuchame una vez en tu vida… de ninguna manera… aquí
nadie duda de ti… para nada…-en ese momento Máximo mira hacia la puerta y
en el umbral de esta estaba Mariana, quien lo mira fijamente, asintiendo cada
vez que Máximo decía algo- no importa volveré a llamar pronto, ¿está bien?- y
colgando el teléfono se dirigió a su ex cuñada- ¿supongo que sabes con quien
hablaba?
- ¿No piensa volver? Hace semanas que no ve a Julio Cesar.
- Ya volverá, aun esta algo conmocionado, además piensa que Allegra lo culpa de
la muerte de Marcelo.
- Y.. ¿Acaso no es así?
- Allegra conoce a nuestro hermano, sabe que el no podría hacer algo semejante,
solamente está algo shoqueada por eso actúa raro, tampoco me habla mucho a
mi, o a vos, es más se mas de ella por Chela, que por ella misma.
- ¿Como sabés que no habla conmigo?-preguntó inocentemente Mariana-
¿Acaso estas controlándome?
- ¿Estaría mal si lo hago?- contraataco Máximo al tiempo que sonaba su teléfono
y agregó antes de contestar- esto no ha terminado, vamos a seguir esta charla.
En la jefatura, dentro del despacho del Sub-comisario Leites, acudiendo al llamado de
la policía, Máximo preguntó:
- ¿Y ahora? ¿Para qué me llamaron? ¿Ya sabemos algo nuevo o no?
- Nada nuevo en el caso de tu cuñado, pero nos vendría bien una mano con otro
caso. Verás, el Sr. Robreta –comenzó Tabarez sin dar mucho tiempo a las
formalidades ya que su superior aún no estaba muy feliz de que un civil se
entrometiera en asuntos policiacos- cofundador de una empresa logística, cuya
oficinas están en el centro, fue asesinado a las 14:00 por su socio el Sr. Alvatro,
quien le efectuó un disparo cayendo desde un decimoquinto piso hacia una
avenida muy transitada donde fue envestido por al menos tres vehículos, como
supondrás el cuerpo quedó muy destruido.
- Ugh… espantoso- dijo Máximo poniendo cara de dolor- pero no veo para que
me necesitan, ya parecen tener todo resuelto.
- No, no del todo, verás –siguió Tabarez ante la atenta mirada de Leites- si bien
tenemos pruebas suficientes para encerrar a Alvatro, hay un par de cosas que
no cierran, y nos tienen preocupados. Verás, ambos socios tienen despachos
separados con secretaria fuera de estas y ninguna de las dos vio entrar o salir al
sospechoso al despacho de la víctima, además, cuando sonó el disparo y llegan
a la puerta de Robreta, esta, estaba trancada por dentro y Alvatro, aparece
según las declaraciones de las secretarias.
- Ya veo… -dijo pensativo Máximo- eso cambia todo, no tuvo oportunidad. ¿Por
qué desconfían de él entonces?
- Los móviles y las declaraciones de quienes lo conocían. La empresa que
fundaron está en la ruina, será rematada en breve, quedarían ambos en
bancarrota, además tuvieron una acalorada discusión aquella tarde, la cual fue
escuchada por las secretarias en la cual Robreta acusaba a su socio de que era
el culpable de la quiebra de la empresa. Sumado a esto hay rumores de que
Albatro tendría un amorío con la mujer del fallecido, esto fue negado por
ambos el acusado y la viuda. La viuda también entra como sospechosa ya que
ella y sus hijos recibirá una cuantiosa cantidad de dinero por el seguro de vida,
suficiente como para darles un buen pasar o para recuperar la sociedad.
- ¿Qué dijo en su defensa Albatro?
- Actuó bastante raro desde el comienzo, cuando llegamos ya había llegado su
abogado, y sus declaraciones estaban preparadas por este. Dice que no pudo
haberlo hecho ya que estaba en su despacho en ese momento, que no tiene
ninguna relación amorosa con la mujer de la víctima, que son solamente
habladurías, que la discusión fue más bien un berrinche infundado por parte de
su socio, que no sabía lo del seguro de vida y que en nada lo favorece a él, sin
embargo sabemos que esto no era cierto ya que ambos tienen el mismo
seguro, ya que la empresa lo proporcionó. Además las declaraciones de los
empleados cercanos lo acusan totalmente.
- ¿Soltero o casado?
- Divorciado.
- ¿Y de la víctima que sabemos?
- Cuarenta años, supuestamente felizmente casado, tres hijos, a los cuales, todo
el mundo parece coincidir, los quería mucho, nunca les faltó nada, era un muy
buen padre. Sin embargo no tan bueno en los negocios, ya que fue él quien
realizó las maniobras erróneas que llevaron a la ruina a la empresa. En los días
anteriores le habría confiado a su secretaria que temía por su vida, esta no le
dio mucha importancia, hasta hoy.
- ¿Y el seguro paga en caso de suicidio?
- No, a menos que se pruebe inestabilidad mental con un psicólogo.
- ¿De la viuda que sabemos?- preguntó Serpentelli.
- Parece muy angustiada –explicó Tabarez- pero poco sabemos de ella, es ama
de casa, según lo que declaró, no salió de su casa en todo el día, esto fue
parcialmente comprobado por los hijos que llegaron de la escuela, una media
hora antes del asesinato, calculando la distancia hasta la empresa, es
improbable que llegara.
- ¿Algo raro con la autopsia?
- Ahora que lo decís, no había orificio de bala –y justificó Tabarez- pero el cuerpo
está muy mal trecho a causa de la caída y las envestidas, puede ser que no lo
hayan visto.
- ¿Y del lugar?
- Habitaciones contiguas –y haciendo un rápido movimiento Tabarez sacó una
cartelera repleta de fotos del lugar- sin comunicación entre ellas, frente a las
entradas los escritorios de las secretarias, de manera que nadie puede salir o
entrar sin ser visto y anunciados por estas.
- Como ve… - participó Leites- tenemos casi todo resuelto, con los motivos y las
declaraciones tenemos para llevarlo a juicio, y probablemente, lo encerremos.
La historia se arma más o menos así: luego de la discusión, Albatro volvió a su
despacho y planeo la manera de pasar sin ser visto, en un descuido de las
secretarias tal vez, o por la cornisa del edificio, entró entonces al despacho de
sus socio, tomó su calibre veintidós que sabía estaba en el escritorio, le disparó
queriendo que parezca un suicidio, pero el cuerpo cayó a través de la ventana,
entonces limpió el arma y la dejó en el piso y escapó, apareciendo por detrás
cuando abrieron la puerta.
- La idea entonces, es –volvió a la conversación el joven policía- ver si se te
ocurre alguna manera de cómo lo hizo y tal vez como comprobar de que lo hizo
así.
- Mmm… -meditó Máximo unos segundos- hay muchas cosas que no cierran.
Nunca hay que dar algo por sabido, por más evidente que sea, hay que
considerar que a veces el criminal anticipa lo que haremos y como pensaremos
y tal vez mas importante aún, puede saber cómo lo harán quienes lo rodean,
pudiendo utilizar esto en su beneficio. Este es un caso ejemplar de alguien que
sabía cómo actuaban y pensaban las personas, y jugó con esto muy bien.
- No sé a dónde apunta con esta perorata… -se quejó el Sub-comisario.
- Fue un suicidio.
- ¿El qué? –saltó de su silla el experimentado oficial de policía- Pero… imposible.
- Muy posible y si lo piensan fríamente muy lógico. Robreta sabía que la empresa
estaba en mala por su culpa, sabía que no era bueno en los negocios,
seguramente pensó que hiciera lo que hiciera no sería bueno, pero tenía una
familia que mantener y amaba mucho a su familia, así que ideó un plan para
dejar bien a su familia, aún al costo de su vida. El plan consistía en manipular a
todos aquellos que lo rodeaban induciéndolos a pensar que Albatro era el
asesino, aún si este no podía físicamente haberlo hecho. La discusión, el
comentario de temer por su vida, los rumores del amorío entre su esposa y su
socio, todo fue plantado hábilmente por Robreta. Esto provocó, que la verdad,
en todos los casos, fuera manipulada y hasta trasguiversada en contra de
Albatro. Luego de que estaba seguro de haber predispuesto a todo el mundo,
solamente tenía que hacer su parte, tal vez la más difícil, pero seguramente no
era hombre de muchas soluciones y esta fue la única que le pareció viable.
Simplemente, luego de la discusión se encerró en su despacho, disparó contra
el ventanal, limpió el revólver, lo dejó en el piso y se tiró al vació en una calle
muy transitada. Sabía que la policía, ante tanta prueba en contra de su socio no
repararía en los pequeños detalles del cómo y simplemente lo encerrarían, aún
si en la autopsia, se desprende un hecho tan grande como que no hay orificio
de entrada de la munición.
- Muy ingenioso- dijo Leites con una mirada de reproche contenido producto del
comentario anterior y agregando en tono irónico- gracias a los dioses está
usted aquí para mostrarnos el camino.
- No sea duro con usted mismo –respondió Máximo a la ironía de su interlocutor
- estaba perfectamente planeado… hasta que yo vine.
Capítulo IV
“Efectos tardíos”
Allegra entró a la casa con paso lento y vacilante, algo que se había vuelto casi una
característica de su nueva personalidad. De lo que antes era una mujer decidida, de
ojos penetrantes y a la que pocos se atrevían a oponerse, hoy era solo una sombra.
Máximo la vio pasar, la miró y trató de comprenderla, pero no lo logró, junto a él
estaba Chela, quien al ver que su sobrino se disponía a hacer un comentario se apuró a
atajarlo, para que no cometiera una barrabasada:
- ¿Cómo está el tiempo afuera?
- Bien… -respondió sorprendida Allegra que no se había percatado de los dos
espectadores que tenía y luego de pensarlo corrigió- no, no, está algo caluroso.
- ¿Qué vas a hacer ahora Allegra? Vení conmigo que voy para el centro.-
intervino Máximo luego de que acallaran su comentario anterior.
- No, no estoy muy de humor para ver nuevamente a la policía.
- Pero, no voy a la jefatura- mintió Máximo- vamos a pasear nada más. Además…
en algún momento vas a tener que volver a declarar, todos tendremos que
hacerlo seguramente varias veces más.
- Es raro que vos hayas declarado tantas veces ya.
- ¿Qué querés decir con eso? Te aseguro que no es por lo que vos pensás.
- Si ya sé. Seguramente estas interviniendo para obstruir a la policía. Por qué no
dejás que hagan su trabajo.- se descargó Allegra- ¿A qué le tenés miedo? ¿Qué
hay de raro? ¿Qué van a descubrir?
- Estas siendo injusta.- Máximo esquivó las preguntas de su hermana- lo que
hago lo hago por la familia.
- No sé realmente en beneficio de quien lo haces, seguramente que el mío y el
de Marcelo, no.
Allegra dio por terminada la conversación con ese comentario y continuó su paso
rumbo a las escaleras desapareciendo de la sala de forma rápida.
- Creo que tiene sus motivos válidos para que no intervengas en esto.- excusó a
Allegra Chela.
- Creo que se descargó conmigo simplemente. Está mal lo sé. Pero estoy seguro
que si meditara un poco comprendería mis razones. ¿Vos me comprendés?
- Entiendo tu motivación y a que apuntas con todo esto, pero no comparto para
nada tus métodos.- respondió Chela al tiempo que se alejaba de la sala,
dejando a Máximo muy pensativo en esta.
Máximo pasó nuevamente por la jefatura ese lunes, atendiendo a que lo habían
estado llamando todo el fin de semana.
- Se dignó a venir, Sr. Serpentelli- dijo con tono grave el Sub- comisario Leites
que estaba sentado detrás de su despacho al ver entra a Máximo a este- desde
el viernes estamos intentando comunicarnos con usted, acaso no recibió
nuestro mensaje.
- De hecho sí. Pero supuse que era otra consulta, así que mucho no me apuré.
Recuerde que este no es un trabajo para mi, no me pagan, no reconocen mis
éxitos, ni siquiera comparten toda la información conmigo.
- Bueno, veo que estás algo mal humorado- intervino Tabarez al ver que el sub-
comisario se preparaba para responder un improperio.
- Si, si, lo siento, lo siento, no ha sido un buen día. –se excusó Máximo y apuró a
cambiar de tema- bueno ¿Qué hay? Supongo que no me llamaron para saber
mi estado de humor.
- Ciertamente –habló Leites haciendo un ademán gracioso indicándole que se
sentara y continuó- tenemos un nuevo caso, que me gustaría consultarle. El
asesinato de Carmen Alvarez, esposa de Sergio Ruiz-Díaz, dueño de la fortuna
Ruiz-Díaz, aquella, apareció muerta el viernes a la noche, la autopsia indicó
envenenamiento por cianuro ingerido, inmediatamente se procedió a arrestar
a la cocinera, pero tras los análisis se descartó que hubiese veneno en la
comida o la bebida. Incluso se le revistó el domicilio, la ropa, todo y no hay
veneno en ninguna parte. Además no hay fuertes motivos salvo el desprecio
con que trataba a la servidumbre, algo en que varios testigos parecen coincidir,
excepto su esposo quien la defiende bastante y aparentemente está
destrozado –ante el ademán de pregunta de Máximo, Leites se apuró a
explicar- Sergio Ruiz-Díaz, 53 años, enérgico, muy adinerado, se le conocen
numerosas infidelidades pero ninguna duradera, el hombre desafió a su familia
al casarse con Carmen Alvarez y a causa de esto, sus padres lo obligaron a
trabajar durante años con una paga muy mala y cero beneficios, hasta la
muerte de estos, cuando heredó todo.
- Se lo que se siente.
- Aunque tuvo sobrada oportunidad, al no saber como la envenenaron y el no
tener un motivo aparente, no tenemos nada contra él. Los empleados son: el
sereno, un ex policía de sesenta y largos, al cual estoy inclinado a defender, ya
que no tiene motivos, ni tuvo oportunidad; la señora de la limpieza, otra señora
de edad con varios años en el servicio, debido a su falta de inteligencia no creo
que haya sido, aunque esa noche se quedó a dormir, cosa al que parecer
extrañó a todos; por último, volvemos al principio, la cocinera; una joven con
poco menos de tres meses en el trabajo, bastante bonita, nadie afirma ni niega
una relación con el dueño de casa.
- Ya veo… ¿y la casa?
- No veo la relevancia de esta –se quejó sorprendido Leites, y de mala gana
explicó- da igual: una casa enorme, una mansión de hecho, dos pisos, piscina,
un gran jardín, cinco dormitorios, dos de ellos con dos baños en suite,
incluyendo los del matrimonio dueño de casa, gigantesca sala de estar,
comedor a parte, un garaje con cuatro autos… ¿que mas?... ¡a sí!... dos estudios
y un depósito… ¿contesta su pregunta?
- Si de hecho si –respondió burlonamente Serpentelli con una sonrisa en el
rostro- se me está ocurriendo algo, dígame ¿había estado enferma
últimamente?
- De hecho sí ¿Cómo día…? Hace tres semanas, se despertó a la madrugada, con
fuertes dolores de estómago. Luego hace unas dos semanas llamó a
emergencia cerca de la media noche con los mismos síntomas, y nuevamente
hace unos días atrás, consultó por esto a su médico, quien le diagnosticó
simples problemas gástricos y le recomendó que dejase de cenar. ¿Así que
usted cree que no eran problemas gástricos?
- Ciertamente, lo dudo mucho.
- No te parece que podría estar autoenvenenadose para llamar la atención-
participó Tabarez que había permanecido sin decir una palabra hasta ese
momento.
- No, no creo. No fue eso. Ya está claro para mí ¿Para ustedes no? –y complacido
de la cara de sorpresa de los dos policías Máximo continuó- Evidentemente, la
servidumbre maltratada es peligrosa, pero mientras tenga trabajo,
normalmente, no mata a sus empleadores, ya que se quedaría sin la fuente de
ingreso. Fue la cocinera, pero no la actual, sino la anterior, probablemente
luego de varios años de servicios, en los cuales tuvo que someterse a
numerosos destratos, fue despedida, a lo que decidió vengarse. Todo el mundo
sabe que el cianuro es venenoso, pero no la cantidad o concentración con la
cual se vuelve peligroso. La cocinera no quería que muriese mientras ella
estaba por allí, así que pensó una manera de envenenarla a la larga, y solo a
ella, no quería tampoco que muriese el marido contra el cual no tenía nada, ni
tampoco perjudicar de alguna forma a los otros empleados. Seguramente
confió en que pasaría como un accidente o suicidio, o tal vez muerte natural,
¿Quién sabe qué se le habrá ocurrido?
- ¡Bueno Máximo! –se quejó inquieto Tabarez- ¡Al punto! ¿Cómo lo hizo?
- ¡Simple! El único lugar donde se ingieren cosas además del comedor, es en el
baño. Y en este caso era perfecto, porque marido y mujer usaban baños
separados, seguramente puso el cianuro en la pasta de dientes o en el
enjuague bucal. Puso menos del que debería. Todos los días la pobre mujer,
después de la cena, antes de acostarse iba al baño, se realizaba la higiene y
consumía entonces pequeñas cantidades de cianuro, que, con el estomago
lleno, no eran suficientes para provocarle la muerte, pero si para causarle los
malestares estomacales que sufría todas las noches. En verdad, lo terminó por
provocarle la muerte fue el doctor que le recomendó no cenar. Al higienizarse
sin haber cenado, la concentración fue la suficiente para causarle la muerte.
¿Gracioso no?
- Para nada –dijo seriamente Leites, al tiempo que levantaba el tubo del
teléfono- pero bueno, analizaremos los útiles de higiene y veremos si tiene
razón. Muchas gracias por su tiempo Sr. Serpentelli, ha sido de gran ayuda.
- Estuvo bien planeado… -comenzó Máximo.
- ¡Si ya sabemos! -lo interrumpió Tabarez y completó- “hasta que vos viniste”.
Capítulo V
“Todos son sospechosos”
Máximo entró a la habitación de su sobrino, lo vio, como siempre con la tranquilidad y
quietud que de su padre había heredado. El niño estaba de espaldas a la puerta,
recostado sobre un pequeño escritorio, jugando con la computadora que sobre este
había.
- ¿Tenés un tiempo? –Preguntó Máximo.
- ¿Eh?... –sorprendido Julio Cesar se apuró a rectificar de mala gana ya que
interrumpía su juego- A si, si, por supuesto Tío.
- Bueno, tenemos que hablar algunas cositas –comenzó Máximo con tono
pausado, al tiempo que tomaba una silla y se sentaba junto al niño- estos
meses pasados han sucedido unas cuantas cosas, y algo que tenía previsto para
bastante mas adelante, me veo forzado a exponerlo ahora. ¿Sabés a que me
refiero?
- Creo que sí… la muerte del abuelo y la abuela.
- Muy bien. ¿Qué es lo que sabés? Seguro que habrás escuchado algo, siempre
se hablan cosas por ahí.
- Los niños del colegio dicen que mi abuelo enloqueció un día, y mató a
puñaladas a la abuela, y luego, se suicidó tirándose de un barranco o algo así.
- Aunque en grande se puede decir que están rumbeados, no fue así lo que
sucedió. No hubo puñaladas, ni suicidio en el barranco. Esto sucedió hace diez
años, tú eras un recién nacido. En aquella época tus padres estaban casados y
vivían con tus abuelos. Allegra y Marcelo, no vivían en la casa de la familia,
porque nuestro padre, luego del casamiento de ellos, les había negado el trato
de Serpentelli. Yo tenía novia y todavía estudiaba derecho en la capital, así que
venía por casa muy de vez en cuando. Y Chela vivía en la casa de la familia. No
diré que eran tiempos felices, porque no sería del todo cierto. Tus padres se
llevaban muy mal, habían sido obligados a casarse. Tu tía y Marcelo vivían en la
pobreza, y ella apenas le hablaba al viejo. Yo tampoco era del todo feliz, con la
excusa del estudio, había huido de aquella casa. Aún así, nos juntábamos todos
al menos un domingo por mes. Aquel día, luego del almuerzo, los viejos se
habían retirado a su habitación, que quedaba en la planta alta de la casa,
Mariana, Chela y Allegra, estaban en la planta baja contigo, mientras que Carlo,
Marcelo y yo, jugábamos a las cartas en el jardín. –Máximo se interrumpió- Lo
recuerdo claramente. Escuchamos los disparos, primero uno, luego el otro.
Tardamos en reaccionar, yo pensé que habían sido en otro lugar, pero casi de
inmediato, sentimos los gritos de Chela llamándonos. Cuando entramos en la
habitación estaban ambos muertos. La policía, luego de las investigaciones,
cerró el caso informando que el viejo había ultimado a mamá y luego se había
suicidado. ¿Querés preguntarme algo? Sobre eso o sobre cualquier otra cosa.
- ¿Papa mató al tío? –preguntó tímidamente el niño.
- ¡Claro que no! Como se te ocurre semejante cosa.
- En la escuela dicen que…
- No es cierto –interrumpió Máximo- ¿por qué habría de hacerlo? No tenía
motivos. Lo que sucedió con el tío Marcelo fue un intento de robo fallido.
Máximo continuó hablando con su sobrino durante varios minutos, hasta que vio por
arriba de su hombro, que en el umbral de la puerta, estaba Mariana escuchando
atentamente. Se giró y preguntó:
- ¿Desde cuándo escuchas conversaciones ajenas?
- Desde que son con mi hijo
- Me parece correcto –sonrió Máximo- ¿escuchaste todo lo que hable con él?
¿Hay algo que no compartas?
- De hecho sí. Hay algo que no cierra. Cuando dijiste que Chela estaba con
nosotras aquel día, no es cierto. Estaba dando directivas al servicio para la
cena.
- Bueno fue hace mucho tiempo –se excusó Máximo al tiempo que se paraba-
¿Algo mas en mi historia que no cuadre?
- No, fue más o menos como lo explicaste, como pasó.
- Si tenés alguna otra duda –dirigiéndose a Julio Cesar- podés preguntarme a mí,
o a tu padre o a tu madre, ya estás en edad de que no se te oculte nada.
Y haciéndole un guiño al niño Máximo salió de la habitación. Mariana lo siguió, pero al
salir al pasillo, cuando se disponía a hablarle, vio que aquel se apuraba a atender una
llamada al teléfono celular. La llamada era de la jefatura. El sub-comisario requería su
nuevamente presencia.
Al llegar al despacho del oficial de policía, Máximo se sorprendió al ver el rostro de
otro uniformado. Era de mediana estatura, de unos treinta años, llevaba el uniforme
algo desaliñado y parecía recuperándose de una corrida. Al entrar, Tabarez hizo las
presentaciones de rigor:
- Máximo, este es el Agente Marnes, de la Seccional de policía Nº2 – y mirando al
policía- Agente, este es el Sr. Máximo Serpentelli, consultor de la policía.
- Vayamos rápidamente al punto –entró en la conversación Leites- hace poco
menos de dos horas, cerca de las 17:45, se recibió una llamada al 911, por aquí
la tenemos.
Rápidamente ante la señal del viejo oficial, Tabarez encendió un reproductor y de
este se escuchó una voz que decía:
- “Hola… ¿policía?... si, si, … hay alguien en la casa… creo que viene a robar… la
dirección es Bilbao 454… una casa BANG, BANG, BANG”- se interrumpió la
reproducción.
- Comencemos. – volvió a hablar el sub-comisario Leites al ver terminada la
cinta- La víctima, Julio Cernes, adinerado hombre de negocios, hizo su fortuna
supuestamente con el negocio de los alquileres y los inmuebles; pero todos
saben que ésta realmente provino de los préstamos usureros que otorgaba.
Viudo. Tiene una hija, mayor de edad, esta peleada con él, hace años que no se
veían, ella hereda todo. Vivía solo, sin empleados. Un personaje muy poco
querido. Tenía varios juicios por usura en proceso y una números lista de
enemigos, entre ellos, todos aquellos a quienes había prestado dinero y luego
había estafado, quedándosele, con cualquier cosa que pudiera vender o
alquilar: casas, terrenos, autos, etc. El Agente Marnes, aquí presente fue el
primero en la escena –y dirigiéndose a este- Cuéntele al Sr. Serpentelli lo que
me dijo a mí.
- Estaba haciendo mi patrullaje –comenzó el Agente- en el vehículo policiaco,
cuando escuché, por el radio el llamado a cualquier unidad pidiendo que
fuéramos a la calle Bilbao 454, que había un intento de robo en proceso. Serían
las 17:50. Yo estaba a pocas cuadras. Habré llegado cinco minutos después.
Cuando estoy a pocos metros del lugar apagué el vehículo y entonces vi a un
individuo salir del domicilio del antes mencionado, cuando este me vio,
comenzó a correr, me bajé del vehículo y le di la voz de alto, pero el hombre
hizo caso omiso a la misma, entonces, me puse en persecución. Lo seguí
durante unas tres cuadras, al llegar a un cruce dobló hacia la izquierda, cuando
yo doblé, el individuo ya había desaparecido, sin embargo había en el suelo
junto a un muro, tirada un arma, asumí entonces que había subido por el muro
y penetrado en alguna de las construcciones circundantes; así que cuando llegó
el otro patrullero les dije que rodearan la cuadra, que eventualmente lo
encontraríamos, pero no fue así. Perdí solo unos segundos entre que apagué el
vehículo y lo volví a encender, de no haber hecho eso, sin duda lo hubiera
alcanzado fácilmente y nada de esto estaría pasando.
- No se preocupe -lo tranquilizó el Sub-comisario Leites- seguramente
atraparemos pronto al asesino. Como ve –dirigiéndose a Máximo Serpentelli
que permanecía muy meditabundo- es una situación bastante complicada.
Tenemos un personaje muy conocido asesinado, lo que hará que muy pronto
tenga a toda la prensa sobre mí. Los sospechosos todos los que le debían
dinero, pero ese día tres fueron a renegociar la deuda. Los tenemos en las salas
de interrogación por si quiere preguntarles algo –Máximo hizo un ademán de
negación y el policía continuó- Los primeros una pareja, los Brester, casados
tres hijos, sin trabajo, le deben su casa y recientemente habrían perdido su
auto a manos del prestamista, se fueron a las 15:30. El otro un tal Pierre,
soltero, también había perdido todo a manos de Carnes, fue, según él, a rogarle
que le perdonara la deuda que le había hecho a sus padres quienes le salieron
como garantía con su inmueble. Se fue a las 17:15. Esto es lo que ellos declaran
y coinciden con las primeras averiguaciones entre los vecinos. Los disparos
fueron escuchados media hora después de que se fuera Pierre. ¿Qué opina
Serpentelli?
- No tenemos mucho. Agente ¿Reconoció a alguno de los sospechosos?
- No, pero tampoco lo vi muy bien al individuo, estaba bastante oscuro. Puedo
decir que era una persona de altura normal, tez blanca y cabello oscuro.
- ¿Y del arma que sabemos? –preguntó Serpentelli mirando a Leites.
- Es sin duda el arma homicida, sabemos que no tiene huellas, pero aún la tiene
la técnica para ver el tema de los registros.
- ¿Y rastrillaron toda la manzana? ¿No lo encontraron entonces?
- Lo hicimos –se disculpó Tabarez- Estuvimos más de dos horas registrando los
alrededores y nada, se hizo humo.
- Bueno ¿qué le parece Serpentelli?- apresuró de nuevo el sub-comisario.
- Yo creo que –dijo lentamente y en tono sombrío- que debería arrestar al
Agente Marnes –a pesar de las quejas de este, Máximo continuó- seguramente
el Agente aquí presente, le debía dinero a Carnes, como tantos otros, pero a
diferencia de ellos, le sobraba osadía para intentar librarse del pesado yugo, así
que pensó un plan. Y como policía que es, que mejor que inventar un asesino,
que él mismo había visto. Su declaración sin embargo es bastante pobre y
carente de imaginación, primero según usted nunca vio víctima, o sea que se
dio a la persecución de alguien que simplemente corrió, casi por que sí.
Además, la descripción del supuesto asesino, encaja con el cincuenta por ciento
de la población. Y por último, el vehículo apagado, muy conveniente, cosa por
demás extraña ya que ya había visto a su supuesto sospechoso.
Para mí, esto fue lo que en verdad pasó: Marnes entró en el domicilio de la
víctima antes de las 18:40, hace ruido y provoca el llamado de Carnes, antes de
que termine le dispara, sale del domicilio, toma el vehículo atiende la llamada
de la central, mientras se dirige a donde tirará el arma, mientras lo hace va
dando las indicaciones de lo que hace por el radio a los otros policías que se
dirigen al lugar. ¿Me equivoco en algo?
El rostro de Marnes había cambiado totalmente, la sorpresa había dado lugar al pavor,
miró a Leites y le rogó piedad, pero este no se la dio, llamó a la guardia fuera del
despacho y lo hizo arrestar. Máximo al verlos salir a los uniformados llevándose a
Marnes, se volvió hacia el sub-comisario:
- Usted lo sabía desde el principio ¿no?
- Si –contestó con pesar el policía.
- Y entonces ¿por qué me llamó?
- Una cuestión de tacto. No quería ser yo quien arreste a un policía, seguramente
me daría más dolores de cabeza que otra cosa, y además ya le estoy dando el
reconocimiento que se merece por los otros casos que ha resuelto. Estoy
convencido que este, le dará mucha prensa.
Ambos se marcharon satisfechos, cada cual tenía lo suyo.
Capítulo VI
“El método del detective”
Varios mese habían pasado desde que Máximo había resuelto el último caso, y tal cual
había predicho el Sub-comisario Leites, este le había granjeado mucha fama. Sin
embargo poca actividad policiaca había tenido desde entonces. Esa mañana Máximo
se hallaba hablando con Mariana al respecto:
- Estoy aburrido, muy aburrido, realmente aburrido. En esta ciudad no pasa
nada.
- Ya pasará tranquilo –dijo con tono irónico Mariana- la gente se mata todos los
días.
- Si, es cierto -continuó Máximo obviando la ironía de su ex cuñada- pero preciso
algún caso que realmente me desafíe. Algo que ponga a prueba mis
capacidades.
- ¿Qué capacidades? –se burlo nuevamente la joven.
- Muy graciosa. Verás, de hecho, la popularidad que tengo está mal ganada, no
he hecho nada tan importante para que todos hablen de mí.
- Pero, el caso del policía ¿no fue difícil?
- Para nada, además Leites ya lo había resuelto, solo que no quiso exponerse a
una represalia interna.
- Quizá esté aprendiendo algo de vos.
- Quizás… -Máximo quedó pensativo.
- He visto por ahí que te relacionan con varias mujeres –dijo Mariana para sacar
de sus pensamientos a su interlocutor.
- Todas mentiras –respondió aun absorto en sus pensamientos, pero luego
reaccionó- ¿Qué… estas interesada?
- Te permití que te alabaras con tus capacidades como detective, ahora tengo
que permitirte también que te alabes como seductor. Ya es mucho.
- Eso no responde a mi pregunta –dijo Máximo a modo de despedida al tiempo
que se paraba y dirigía a la puerta.
Esa tarde Máximo pasó por la jefatura por primera vez sin una invitación o pedido de la
policía. Entró al despacho de Leites tomó una s illa y tomo asiento. Dentro de esta,
como siempre, se encontraba el Sub-Comisario Leites y su ayudante el joven oficial
Tabarez. El viejo policía miró a Máximo y con voz grave dijo:
- Hubo una época en que golpeaban para entrar a mi despacho.
- Estoy muy aburrido, hace tiempo que no hay nada desafiante –habló con pesar
Máximo haciendo caso omiso al comentario del policía- parece que esta ciudad
tiene miedo de cometer crímenes.
- Es broma ¿no? –rió Leites.
- Hay un par de robos bastante interesantes –medió Tabarez- escuché que llevan
tiempo sin resolverlos.
- Quizá no se percató en todo este tiempo –comenzó burlonamente Leites
dirigiéndose a su subordinado- pero en la puerta de este despacho dice
homicidios, y es lo que aquí atendemos, no hurtos, ni robos, ni tráfico, nada de
eso, solo homicidios.
- Si, si, ya sé sub-comisario -se disculpó Tabarez- pero visto que no tenemos
nada para hacer podríamos darle una mano, total, qué más da.
Dicho eso, y ante el gesto afirmativo de su superior Tabarez tomó el teléfono y pidió
que le trajeran los casos no resueltos de la oficina de Hurtos, robos y rapiñas. Cinco
minutos después apareció un Agente con dos carpetas, se las entregó sin mediar
palabras al joven oficial. Este se sentó nuevamente en su despacho y comenzó a leer.
Luego explicó:
- Aquí hay uno. La prensa lo llamó el “robo del humo”. Un día normal en el
banco, de pronto aparece humo por varios lados en cuestión de segundos no se
puede ver nada, se activan las alarmas de incendio y empeora la situación,
varios minutos después cuando llegan los bomberos y saca a la gente que
todavía permanece dentro, se percatan de que el banco ha sido robado, no hay
señales de incendio alguno y también se han llevado las cintas de seguridad. Se
llevaron más de un diez millones de dólares.
- Veo que asumes que fue más de un ladrón. Siendo que perfectamente pudo
haber sido uno solo –Máximo pensó lo que iba a decir- fue muy bien planeado
y ensayado, el ladrón tenía que saber exactamente como se activarían los
regadores, cuánto duraría el humo, donde estaban las cintas de las cámaras de
seguridad, donde estaba el dinero, por donde y hacia dónde sacarlo, podría ser
un trabajo desde dentro.
- En cuanto al como lo hizo, si me permite interrumpir –participó Leites- colocó
escondidas granadas de humo en diferentes partes del banco, con algún
sistema de ignición remoto, cuando estaba pronto las ejecutó, se colocó una
máscara de gas, para que el humo no le afectara, robó el dinero, las cintas y las
granadas, puso todo en un lugar seguro, se sacó la máscara y salió con todo el
mundo, no le hallaron nada y se fue libre, luego recuperó lo que robó de donde
lo había escondido.
- ¡Bravo Sub-comisario! Solo un detalle mínimo, cuando los regadores se
activaron empeoró la situación, esto me dice que además de las granadas
colocó alguna sustancia que reacciona con el agua, en algún cantero o adorno,
tal vez por ahí se lo podría rastrear.
Quedaron unos segundos en silencio, entonces Tabarez salió del acostumbrado
asombro que le provocaba las deducciones de Máximo Serpentelli y dijo:
- Otro caso. Esto viene pasando hace tiempo, en total ya han robado varios miles
de pesos en supermercados, joyerías, farmacias, casas de ropa o zapaterías,
atacan todo tipo de comercios pequeños y donde hay contacto con la
mercadería y que poseen un sistema de seguridad en las puertas de los locales.
Los dueños o responsables no tienen ni idea de cómo lo hacen. Según todos
ellos declararon más o menos esto: en un momento suena la alarma de robo,
ven a un tipo que se aleja de la puerta velozmente o furtivamente, lo detienen,
lo chequean y o tiene una chuchería o la llave, o algo que hizo sonar el aparato,
por las dudas, chequean los videos de seguridad y ven en estos cuando el tipo
tomó alguna de las cosas de más valor del local. Lo chequean de nuevo, esta
vez más a fondo, pero nada el efecto robado no aparece. Como el tipo de
hecho no robó nada o no pueden probarlo al menos, lo liberan sin registro, y
solamente le prohíben la entrada al lugar. ¿Qué les parece como lo hizo? Yo
creo que lo oculta en algún lugar preseleccionado como un basurero o
semejante.
- No, no creo. Eso sería tonto –habló Leites con cara de aburrimiento- alguien lo
tuvo que haber visto, imposible. Seguramente, coloca el artículo en el bolso de
otro cliente, cuando este sale el ladrón hace lo propio llamando la atención
sobre sí, luego recupera del cliente lo que robó.
- Interesante deducción –medió Máximo- pero tiene demasiadas variables, que
tal si el cliente mira el bolso o vuelve a la tienda y suena la alarma, se daría
cuenta de que le colocaron algo, además el tener que recuperar el artículo no
es algo fácil de hacer, pensemos si queda mucho tiempo retenido o si no puede
seguirlo, no lo hizo así, es muy complicado, muchas cosas podrían salir mal, y el
ladrón ya lleva muchos robos, así que su técnica es segura, no depende de la
suerte –pensó un segundo y sentenció- usó un cómplice. Durante el camino a la
salida, seguramente choca con otro supuesto cliente, quien es en verdad su
socio, en ese momento lo pasa lo que robó, cuando sale y suena la alarma el
compañero también sale y se aleja de la tienda sin despertar sospechas. Luego
comparten ganancias. No está del todo mal, pero no es suficiente.
Nuevamente quedaron en silencio, hasta que Leites se paró y habló:
- Yo tengo un caso no resuelto. Un crimen. Durante una cena familiar hay siete
personas, luego de terminada esta, uno de los comensales se levanta y se va
adormir, minutos después dos comensales mas se van, pero uno vuelve, poco
tiempo después, otro comensal se retira. Entonces, los restantes comensales,
escuchan un grito que proviene de los cuartos, cuando llegan a este, se
encuentran con el primero que se levantó de la mesa muerto. ¿Quién pudo
haber sido? ¿Quién cree que fue Serpentelli?
- No me resulta para nada gracioso –respondió con tez trova Máximo al
reconocer la historia.
- No lo es. Hay un muerto y no está resuelto el caso todavía. ¿Quiere escuchar mi
teoría? –el sub-comisario siguió al no obtener respuesta de su interlocutor-
Tengo varios sospechosos. Primero, la mujer de la víctima Allegra Serpentelli,
quien es la más beneficiada de la muerte de su marido, aunque, no tuvo
oportunidad, ya que, estaba en la sala al momento de la muerte. Segundo, la
Sra. Di Pietro, quien tiene bastante oportunidad, pero no tiene aparente
motivo, aunque, quien sabe, quizá no estoy viendo algo. Tercero, Julio Cesar
Serpentelli, tiene oportunidad y tiene un motivo, aunque no muy razonable,
pero los niños nunca lo son. Por último, mi favorito personal, Carlo Serpentelli,
con oportunidad y como motivo los celos hacia él, porque su hermano no le
confiaba los negocios y porque había sido desplazado como el proveedor de s u
familia, la gente con orgullo, se puede resentir mucho.
- ¡Es una locura! No tiene sentido –rió Serpentelli- ¿Allegra? Jamás; ¿Mariana? Ni
pensarlo; ¿Julio Cesar? ¿Está loco? ¿Qué motivos tendría?
- Quizá se cansó de ver humillado a su padre y tomó cartas en el asunto.
- Eso no tiene sentido. Para comenzar, yo fui quien desplazó de la conducción
familiar a Carlo y no mi cuñado. Tendrían que haberme asesinado a mi
entonces.
- Tal vez, sea el que siga.
- Tonterías. Y mi hermano no pudo haberlo hecho tampoco, ya le di je, tendría
que tener la ropa salpicad con sangre y no fue así ¿Por qué no acepta como
válida mi teoría del intento de robo frustrado?
- Lo de las salpicaduras no es del todo excluyente, pudo haberse puesto algo por
arriba o simplemente tener suerte. Y no puedo sostener su teoría del robo por
algo muy simple: el vino y las copas.
- ¿Qué copas? –se interesó Máximo.
- Su cuñado, cuando se fue a su alcoba, llevaba consigo una botella de vino y dos
copas. Cuando llegamos nosotros a la escena, no encontramos ni la botella de
vino ni las copas, alguien los sacó. La pregunta es ¿Por qué?
- No había reparado en eso –murmuró pensativamente Máximo- seguramente la
explicación es simple. Tal vez, estaban en otro lado, el se bañó antes de ir a su
habitación, quizá los dejó ahí y el servicio luego los sacó.
- O tal vez… -dijo ávido Leites- el asesino tocó o se lastimó con las copas o la
botella, y temiendo haber dejado pruebas en estos se las llevó consigo.
Continuaron discutiendo durante horas bajo la atenta mirada de Tabarez, quien dejó
que se entretuvieran realizando conjetura, tras conjetura.
Capítulo VII
“La necesidad tiene la cara de la muerte”
La puerta sonó con tres estrepitosos estruendos, cuando Mariana abrió encontró tras
estaal Sub-Comisario Leites, quien esperaba con una sonrisa cual hiena, sin inmutarse
ni sorprenderse la hermosa joven dijo indiferente:
- Mi cuñado no está, si quiere localizarlo lo más lógico es que llame a su teléfono
celular, Máximo siempre anda con ese aparato arriba.
- Qué pena –mintió el policía- pero igual me viene bien, quiero hacerle algunas
preguntas. Verá, cuando las personas se refieren a hechos vividos, siempre, sin
excepción, las versiones son diferentes de uno a otro, y, aunque todas sean
verdad, algo extremadamente raro de hecho, igual tienen variaciones, a veces
muy pequeñas, sobre todo estresando o disimulando alguna parte de la historia
según como lo haya percibido o según el efecto que quiera causar en quien la
escucha. Un buen policía es capaz de obviar las partes o las impresiones
agregadas o restadas, y extraer la historia verdadera. ¿Me comprende?
- Creo que sí –dijo con poco interés Mariana- pero ¿yo que tengo que ver con
eso?
- Es curioso pero de todas las versiones contadas por su familia sobre la muerte
de Marcelo Alonzo, la suya es por lejos la más diferente. Pongo como ejemplo,
todos parecen coincidir que Carlo estaba algo borracho desde la tarde, todos
afirmaron que más o menos habían pasado unos quince minutos desde que
Carlo fue al baño hasta que escucharon el grito, usted dijo que fueron al menos
treinta minutos, usted fue la única que dijo que el grito más bien había
parecido un gemido ahogado, fue la única que mencionó que Carlo de hecho
estaba dentro del cuarto y salió al ver el cuerpo, y que tardaron bastante los
otros en llegar, siendo que según ellos fue inmediatamente que llegaron.
- No sé a que quiere llegar Oficial. Mis errores de observación o impresión, como
usted dijo, no son más que eso: errores.
- Ah… yo creo que no –dijo el sub-comisario escudriñando el rostro de su
interlocutora quien solamente mostró en este repulsión por el comentario del
policía- a mi parecer, esas variaciones en las impresiones como usted las llama,
no son otra cosa que el juicio afectado por una observación, yo creo que usted
vio algo diferente y eso alteró su historia.
- Pues yo creo que se equivoca nuevamente y que mi ex cuñado está detrás
suyo.
El Sub-comisario se dio la vuelta y evitando poner rostro de sorpresa saludo a Máximo
Serpentelli quien bajaba de su lujoso auto con mirada de águila y sonrisa de lado.
- Tengo un nuevo caso, uno de los que le gusta ¿viene?
- Por supuesto –dijo Máximo sin dejarse engañar por el astuto policía- siempre
gustoso de ayudar a la ley.
Esta vez no fueron a la jefatura, sino que se dirigieron al lugar del hecho, en el camino
el viejo oficial de policía iba poniendo al tanto a su consultor.
- La víctima, una señora de edad, sin parientes cercanos vivía sola después del
fallecimiento de su marido hace ya varios años, según cuentan desde este
incidente, y considerando que la pobre anciana recibía una pequeña pensión y
no tenía tipo de actividad alguna, se volvió algo demasiado preocupado por la
vida ajena, siempre pendiente de lo que los otros hacían o dejaban de hacer
¿Me comprende? –Leites le hizo un giño a Serpentelli.
- Ah… chismosa… seguramente piensa que esto fue lo que la llevó al trágico final.
- Veo que se mantiene astuto –continuó es Sub-comisario- sumado a eso fue
encontrada muerta por una vecina de la misma edad con la que se juntaban
una vez por semana a compartir chismes, yacía en el piso con tres impactos de
calibre 38 de los cinco que se realizaron dentro de la casa, el arma estaba sobre
la mesa de la casa era del fallecido esposo y, según la amiga de la víctima, esta
estaba muy bien escondida dentro de un ropero.
- Lo cual apoya su teoría de que fue alguien que la conocía. ¿Los restantes
disparos?
- El asesino los erró. Considerando que los disparos fueron silenciados con una
almohada, también de la casa, es probable que aún siendo disparados a
quemarropa, los haya errado. Nadie escuchó nada, sin embargo sabemos que
el homicidio fue cerca de las cinco de la tarde, todos los vecinos son
sospechosos, pero el horario no es un aliado ya que alguno de los vecinos
regresan de trabajar, otros venían en camino y otros ya estaban ahí, pero
ninguna coartada es exacta ni fácil de corroborar, iré por parte dándole los
datos más importantes de todos los sospechosos:
1- Juana Sánchez, la amiga de la víctima, anciana, jubilada, casada con hijos ya
mayores, el marido está postrado en cama con cáncer, no le queda mucho,
la señora era, como su amiga, muy chismosa. Tiene poca coartada, ya que a
la hora del asesinato dijo estar con su marido, quien declaró no recordar,
pero que podía ser.
2- Amanda Ferreira, otra anciana jubilada, viuda y sin hijos, a diferencia de la
anterior esta señora si tenía algunos secretos que prefería ocultos ya que
pertenece a una de esas culturas semi-cristiana africana, se ofendió mucho
con Tabarez cuando este le preguntó si las “macumbas” existentes en la
esquina eran de ella, creemos que sí. La coartada igual de débil, dijo que
estaba mirando televisión, nadie lo corrobora.
3- Matrimonio Serguie, rondan los cincuenta, bastante estables
económicamente, tres hijos, uno de ellos, el menor, tiene problemas con
drogas, el alcohol y aparentemente, ha estado robando, la familia a tratado
de mantenerlo de puertas para adentro. La coartada de ella es que estaba
cocinando, confirmada por el hijo mayor. El Sr. Serguie llegó del trabajo
después de la hora de la muerte establecida por el forense.
4- Lemes Guelfi, joven de unos treinta años, divorciado con un niño que vive
con la ex esposa, todo un rompecorazones, aparentemente tiene un amorío
con la esposa de uno de los vecinos, el Sr.López y ha tenido algo también
con otras a la vuelta. No es probable que sea el asesino ya que se puso
bastante feliz cuando se destapó todo el asunto… un caradura de primera.
5- Matrimonio López, sin hijos, ella es la del amorío con Guelfi, una mujer muy
bonita y de personalidad fuerte, según ella está volviendo del trabajo a esa
hora, solo su marido le cree. Él estaba viendo televisión, confirmado por
Amanda Ferreira, que dijo ver por la ventana y escuchar el televisor, como
todos los días ya que el tipo sale del trabajo a las dos .
6- Carmen Carten, muy joven, muy bonita, económicamente muy mal, tiene
un hijo de siete años por el cual ha hecho de todo para alimentar y educar,
alguna de ellas de dudosa respetabilidad ¿No se si me comprende? –Leites
le dio una mirada de complicidad a Máximo y luego siguió- ese niño es el
karma de la pobre chica, ya que a pesar de todo lo que ella hace por él, el
niño no lo aprecia. La joven tiene varias cosas que ocultar, para el mundo y
sobre todo para su hijo, al cual mantiene dentro de una burbuja de cristal.
No tiene coartada alguna, dijo que estaba en su casa cocinando, nadie lo
confirma ni lo niega, el niño estaba en la casa de un compañero del colegio.
7- José Pedro Martinez, muy joven, estudiante, sin novia ni familia, el tipo no
encaja para nada en la situación del resto, adinerado, heredó mucho dinero
a la muerte de sus padres, sin embargo, continua estudiando abogacía y no
hace uso de ese capital, que permanece generando intereses, no tiene
ningún secreto que ocultar, ni coartada comprobada. Otra cosa, confirma la
coartada de la Srta. Carten.
Nuestros principales sospechosos son la Sra. López y el Sr. Guelfi. Aunque
tampoco me gusta mucho el muchacho Martinez, algo se trae.
Al llegar Máximo vio lo que era un típico complejo de apartamentos laterales. Casas
contiguas hechas de ladrillo visto de una simplicidad y eficiencia envidiables, con una
suerte de camino al medio. Al bajarse del vehículo policial, Máximo tras haber
escuchado atentamente dijo:
- Interesante, pero creo que está viendo algunas cosas de manera errónea, pero,
para no prejuzgar he de preguntar antes. ¿Qué coartada tiene el hijo del
Matrimonio Serguei?
- Sabía que preguntaría eso –dijo triunfalmente el Oficial Sub-ayudante Tabarez
quien se acababa de integrar a la conversación- estaba con sus amigos,
confirmado por al menos veinte personas, decepcionante ¿no?
- De hecho no, era una pregunta obligada, considerando que era el único actor
que no se le había dado coartada.
- Como ordenó Sub-comisario están todos dentro… esperando.
- ¿Todos quienes? –preguntó Máximo sabiendo la respuesta.
- He estado leyendo, Serpentelli, y decidí darle un final como se que le gusta ¿se
cree capaz?
La sonrisa de Máximo dijo que sí. Ya dentro de la casa, estaban todos los sospechosos
sentados, unos al lado de otro, los López separados, el resto con el orden lógico. Con
una breve introducción de Leites, Máximo tomó la palabra y dijo:
- Voy a hacerles unas preguntas, espero que no le incomode el hecho que sea en
presencia de todos. Sra. Sánchez ¿Exactamente, en detalle, como encontró a la
víctima?
- Estaba en el piso –la mujer se dio tiempo para contestar- de espaldas, no había
mucha sangre sobre ella sino que el piso estaba encharcado, llegaba incluso al
teléfono, que estaba descolgado y tirado, seguramente estaba por llamar a
alguien, pero ya le he dicho esto a la policía, no veo el sentido.
- Sra. Ferreira ¿A qué hora se levanta usualmente la familia López?
- A las siete en punto, pero, ¿Qué tiene eso que ver?
- Sra. López –siguió Máximo, sin escuchar las quejas de sus interlocutores - ¿Qué
hizo cuando llegó a su casa ese día?
- Nada, me puse a cocinar, ya que mi marido extrañamente no lo había hecho.
- Sr. Guelfi ¿Cuándo comenzó su relación con la Sra. López? –se escucharon
rumores.
- Hace unas semanas.
- Srta. Carten ¿Qué estaba cocinando ese día?
- Pollo con papas al horno.
- Sr. Martínez ¿Qué estaba viendo en la televisión?
- Eh, eh… una película creo.
- Bueno, creo que eso es todo –dijo Máximo con tono triunfal- ya tengo una idea
clara de lo que pasó.
- ¿He?… ¿no va a preguntarle nada a López?- dijo Guelfi en un arrebato de furia.
- Está bien, me parece justo, dígame Sr.López ¿Cómo pensaba matar a su mujer?
Con veneno en la comida ¿no es así? –se escuchó una exclamación general de
incomprensión y confusión.
- ¿Qué dice? ¿Está loco? –se quejó López.
- No lo dice en serio ¿o si? -participó la Sra. López- ¿usted cree que mi marido
tiene lo que se precisa para intentar matarme? Ni en cien años.
- Engreída… -López se paró con furia en los ojos y se dirigió a paso veloz hacia su
mujer- ¡déjenme! que me voy a encargar de que no hable más en su vida,
¡déjenme!
- Detengan a ese hombre –dijo Leites con un ademán a los dos oficiales que
había presentes –llévenselo de aquí.
- Puede esperar unos segundos a que explique todo esto –se apuró a participar
Máximo- Hace algunas semanas López descubrió el amorío de su mujer, así que
decidió matarla, pero no se arrebató como ahora, sino que rumió la venganza y
decidió envenenarla. Pero, mientras ejecutaba su plan bastante simple por
cierto, que consistía en ponerle veneno a la comida y seguramente esperar a
que comiera y luego, decirle lo que había hecho para verle la cara; vio que su
vecina estaba husmeando. La víctima por su parte, sabiendo que la Sra. López
engañaba a su marido y habiendo constatado que él estaba en perfecto
conocimiento de esto, ató cabos y sacó la conclusión de que algo malo pasaría,
así que decidió llamar a la policía, pero se demoró mucho; ya que para ese
momento el Sr. López había sacado conclusión de que su vecina lo había
descubierto y actuó en consecuencia, por pura necesidad de no ser
descubierto, sabía que ella lo delataría, no había tiempo que perder,
seguramente sabía la ubicación del arma, no había tiempo para planificar,
entró por la fuerza, tomó el revólver, la almohada y disparó. Dicen por ahí que
la suerte favorece al osado, creo que este es el caso, ya que nadie lo vio, nadie
escucho nada y mejor aún, la Sra. Ferreira le dio coartada, ella escuchó el
televisor desde su casa, como siempre lo hacía, y supuso que él estaba en su
casa. Pero de hecho nunca lo vio. ¿Fallé en algo? Ahora si llévenselo.
- ¿Y el resto de las preguntas para que fueron? –preguntó la Sra. López mientras
el resto permanecía impávido- entiendo las que nos hizo a Lemes, a la Sra.
Sánchez y a la Sra. Ferreira y a mí. Pero ¿Y el resto?
- Al igual que la policía, al principio no comprendía bien qué papel jugaba
Martinez en todo esto, no cuadraba, llegue incluso a desconfiar del y de la Srta.
Carten, por eso tenía que preguntar, ahí fue cuando lo vi claramente: el está
enamorado de ella, por eso el no se fue del barrio teniendo sobradas opciones
mejores, por eso intentó cubrirla dándole coartada – y mirando al joven
Máximo agregó- Creo que correspondería que la invitaras a salir, estoy seguro
que ella aceptará.
Ambos se sonrojaron y ella sonrió. Todos salieron de la sala despoblándola en unos
pocos minutos. Solo quedaron los policías y Máximo Serpentelli. Leites se paró, y
dirigiéndose a Serpentelli dijo:
- ¿No va a decir su frase? ¿no le pareció bien planeado?
- Para nada, por supuesto que no –respondió casi con enojo Máximo- la suerte le
jugó notablemente a favor, pero bueno el asesino no siempre va ha ser
inteligente, metódico y calculador. A veces es, la solución más evidente. No se
cuáles eran sus intenciones después de matar a su mujer, pero, seguramente o
se entregaba o se suicidaba, no tenía muchas aspiraciones.
Capítulo VIII
“Lugar incorrecto”
El sub-comisario Leites hizo pasar a Carlo Serpentelli a su despacho, quien parecía
bastante nervioso, y tenía motivos para estarlo, ya que el viejo policía lo tenía sentado
a su frente y no le quitaba ni por un momento su ávida vista.
- ¿Por qué me mandó a llamar? Oficial –Dijo Carlo luego de haber pasado unos
incómodos segundos- ¿Es por la muerte de mi cuñado? Creí que ese tema
estaba concluido.
- Aunque creo tener todo bastante claro. Hay algunas cosas que no terminan de
cerrarme, y, en una investigación de homicidio, si una cosa no cuadra, no
puedo dar estar seguro, hay veces que una pequeña piedra, cambia el curso del
río.
- Una filosofía bastante particular, aunque debo decir que da seguridad. Pero,
como sea, ¿por qué no le pregunta a mi hermano? Seguro el encontrará mas
piedras que yo.
- El Sr. Máximo Serpentelli es el más grande defensor de la teoría de que fue un
asesino exterior. Y la forma en que ha defendido a su teoría me ha generado
algunas dudas. Parece que quiere proteger a alguien o algo, en principio pensé
que ese alguien era usted, pero luego, considerando varios factores, se me
quitó esa idea, pero, creo que intenta proteger a alguien más.
- ¿A si? ¿Y quién es ese alguien?
- Esperaba que usted me lo dijera.
- ¿Yo? Yo no vi nada, cuando llegué ya estaba muerto, y no había nadie adentro.
- Cuénteme de nuevo su versión de la historia, quizá esta vez, descubra algo
nuevo.
- Va de nuevo –poniendo cara de aburrimiento Carlo comenzó- ese día después
de cenar estábamos charlando en la mesa temas varios, yo con mi tía; Máximo
y Mariana por otro lado; y Marcelo y Allegra por otro, luego mi cuñado se paró
y se fue a lo que mi hermana se integró a nuestra conversación.
- ¿Está seguro de que él se paró antes de que ella interviniera en vuestra
conversación?
- Si… creo… yo estaba algo borracho -dudó Serpentelli.
- ¿Su hijo?
- Durmiendo. Mi esposa… ex esposa lo acostó inmediatamente luego de cenar –
Leites hizo un gesto para que continuara- luego de charlar un rato yo me
levanté cuando Máximo, que estaba fumando vino para intervenir mi
conversación, recuerdo porque me enfadé un poco, entonces me fui a mi
cuarto, estuve en él unos minutos entre que fui al baño y preparé las cosa para
dormir, fue entonces, cuando escuché a mi cuñado, fui hasta su cuarto, y
cuando abrí la puerta, estaba Marcelo en el piso, entre la cama y el placard,
cerca de ventana, sobre un charco de sangre. Quedé congelado. Unos
momentos después Máximo entró empujándome a un lado, y dijo, lo que yo ya
sabía, que estaba muerto.
- La ventana ¿estaba abierta?
- Creí que ya habíamos establecido que sí.
- ¿Vio de casualidad una botella de vino y dos copas?
- No estoy seguro, recuerdo si algo con botellas y con copas, pero no se bien qué.
- Y su ex esposa, ¿la vio llegar a su lado?
- Yo estaba en el umbral de la puerta, ella supuestamente estaba detrás de mí,
no puedo asegurarlo. Pero como dije, yo me quedé frio.
- Creo que es todo, solo una pregunta más, para usted ¿quién pudo haber
asesinado a su cuñado?
- Nadie… -y ante el gesto de Leites, Carlo agregó al tiempo que se despedía- si
tengo que arriesgar por alguien, yo diría que fue Mariana.
Luego de que Carlo Serpentelli se marchó, quedaron los dos policías solos, después de
unos minutos Leites dijo meditabundo:
- El único verdadero testigo que tengo estaba borracho y actúa por despecho.
Siempre hablamos de las mujeres despechadas, hay que tener el mismo
cuidado con los hombres despechados, son iguales de peligrosos.
- ¿Qué? ¿Cree que Marian y Máximo se traen algo?
- Estoy completamente seguro, lo que le quita credibilidad a la versión de Carlo
Serpentelli.
- ¿Por qué dijo que era el verdadero testigo? ¿Cree que vio al asesino?
- El asesino cenó con ellos a la mesa ese día. Todos lo vieron. Pero aquellos que
saben quién es, no quieren decirlo, para protegerlo o protegerse, y el único que
no tiene ataduras, estaba borracho, así que sus recuerdos son en parte propios
y en parte de lo que armó a pedazos de lo que todos dijeron.
Los policías se interrumpieron al ver que entraba Máximo al despacho del sub-
comisario. Con mirada sonriente, saludó amablemente, apartó una silla y tomo
asiento. Ambos uniformados miraron toda la acción y luego de terminada, el de mayor
edad dijo:
- No recuerdo haberlo llamado hoy.
- No lo hizo. Solo vine. Veo que estaba interrogando a mi hermano.
- ¿Le incomoda? ¿Quiere saber qué nos dijo?
- Para nada. Tengo un caso –orgullosamente sacó del bolsillo unos recortes de
diario- Un caso nuevo, espectacular, algo memorable –alargó los recortes a los
oficiales- ¿Qué saben del asesino de los Taxis?
- Un asesino serial –habló Tabarez- sube víctimas a un taxi robado con
anterioridad, los mata y los lleva fuera de la ciudad, donde abandona el taxi con
el cuerpo adentro, los taxistas no han logrado hacer una descripción útil del
sujeto, algunos dicen con barba otros sin esta, con lentes o gorra; rubio,
castaño o pelirrojo, incluso uno dijo que había sido una mujer, lo único que se
puede sacar de eso es que es bueno para disfrazarse.
- ¿Creí que los asesinos en serie no eran su tipo Serpentelli? –inquirió Leites.
- No lo son –y con excitación Máximo agregó- y ese es el punto este no es un
asesino serial, finge serlo, pero no. Viendo las víctimas encontré unpatrón.
- Imposible, la policía lo chequeo, no hay vínculo alguno, había pobres y ricos,
mujeres y hombres, jóvenes y viejos, con trabajo y sin, imposible.
- Si lo hay. Cuando hace unos días vi la lista de muertos, me hizo acordar a algo,
pero no sabía que era, hoy a la mañana, de pronto lo recordé: ¡Todas las
víctimas estuvieron en “el robo del humo”! ¡¿Se acuerdan?!
- No puede ser –el sub-comisario Leites saltó de su asiento y comenzó a buscar el
archivo en la computadora, lego de unos segundos, chequeo los recortes y
luego de nuevo miró el monitor- ¡Es cierto! ¡Increíble!
- Lo que creo es que el asesino fue reconocido durante el robo por uno de los
que estaban presentes que quizá vio algo y decidió chantajear al asesino, este,
no cedió, y decidió darle casería, como no sabía cuál era, obtuvo la lista de
todos ellos y comenzó a matar uno por uno, y para cubrirse inventó un asesino
serial.
- Tenemos un ladrón que se ha vuelto asesino. Si mal no recuerdo, su análisis en
aquella oportunidad decía que era posiblemente uno de los empleados del
banco, probablemente hombre y tenía que tener conocimientos de química. –
recordó Leites rascándose la cabeza.
- Hay que sumarle a eso esta nueva información: el sujeto está arriesgando
mucho, ya no es solamente robo sino que también múltiples asesinatos, no
teme hacer lo que sea por mantenerse impune. A estas alturas luego de varios
éxitos debe de tener su confianza muy alta.
- El victimario es extremadamente inteligente y metódico –habló Tabarez casi
escupiendo las palabras- para cometer estos crímenes con seguridad, requiere
un muy buen seguimiento de la víctima por eso no creo que sea un trabajador
del banco, los horarios no le favorecerían a la hora de cometerlos. Ya que antes
de hacerlo debe de obtener la información de la víctima: trabajo, horarios,
lugar donde vive, como se mueve y donde puede atacarlo. Esto requiere,
evidentemente, mucha vigilancia, lo debe de seguir durante días, hasta estar
completamente seguro, luego lo mata. También hay que considerar el talento a
la hora de disfrazarse, un lugar donde se podría comenzar la búsqueda sería los
lugares donde alquilan o venden de estos.
La sorpresa del Sub-comisario Leites y de Máximo Serpentelli fue tal, que quedaron
mudos y expectantes. Sacudiendo la cabeza el viejo policía reaccionó:
- Increíble Tabarez, muy buenas deducciones, no sabía que tenía esa capacidad
escondida, veo que está aprendiendo de forma rápida, ¡lo felicito!
- Yo también estoy atónito –dijo Máximo- realmente te has superado, ya te has
hecho una idea completa de cómo lo hizo, ¡excelente! –hizo una pausa- sin
embargo, y creo que el Sub-comisario va a coincidir conmigo, tenemos que
volver al robo, atrapando al ladrón, atraparemos al asesino, además, salvo
nosotros tres, nadie relaciona aún un caso con el otro.
- Lo secundo en esta Serpentelli, solo una precisión, no solo nosotros sabemos la
relación entre un caso y el otro, el asesino y el chantajista también, eso es algo
para tener en cuenta, si los traemos a todos aquí, crearemos una situación
peligrosa. Aún así hay que hacerlo –Leites habló con autoridad- hay que citar a
la lista.
Capítulo IX
“Errar es humano”
Al día siguiente se volvieron a juntar los dos policías con su cooperador. Habían citado
ya a los integrantes de la lista, estaban esperando, separados, para ser interrogados. El
Sub-comisario antes de comenzar los interrogatorios dijo a Máximo:
- Originalmente, durante el robo del banco la lista era de catorce nombres,
sacando los seis muertos, otro con coartada muy comprobada ya que ha estado
fuera del país desde entonces y otro que no hemos logrado localizar aún
tenemos seis presentes. Ya se ha dado la orden de captura al faltante.
- No creo que sea nuestro asesino. Como dije, este se tiene mucha confianza
seguramente está aquí y su coartada para estos días no debe de ser muy
buena, se cree superior a nosotros, no se le debe de haber cruzado por la
cabeza que ya hemos deducido su pequeña pantomima.
- Este es el primero –dijo Tabarez- el Sr. Jorter, es el supervisor que se
encontraba de turno durante el robo, tiene cuarenta y dos años, casado con
tres hijos, un muy buen pasar, tiene más de diez años en el banco, no es
particularmente inteligente o capaz acorde a sus superiores pero es honesto y
trabajador.
Dicho eso entraron a la sala de interrogaciones donde se encontraba el Sr. Jorter,
quien con rostro amable y una un gesto casi de felicidad y voz alegre dijo:
- Pregunten oficiales, haré todo lo posible por ayudar a atrapar al ladrón.
- Tengo entendido –tomó la palabra Leites mirando la ficha que le alargó su
colega- que trabajó duramente para el banco durante diez años, sin embargo
solamente hace dos que fue ascendido a supervisor, siendo que otros que
ingresaron después de usted ascendieron bastante antes.
- No diré que me hace feliz no lograr ascender, pero si sabe eso, debe saber
también que mi trabajo anterior, antes de entrar al banco, era mucho más
pesado y peor pago; desde que trabajo en el banco tengo suficiente para mi
familia y para mí, con eso me basta.
- Antes de comenzar el incendio ¿vio algo extraño?
- Para nada, de haberlo hecho lo hubiera detenido o denunciado, yo estab
revisando unos papeles detrás del mostrador de atención al público, en mi
despacho, ni siquiera pude ver a la gente que había en ese momento en el
banco.
- ¿Qué hizo cuando sonó la alarma?
- Realmente me sorprendió, ya que yo no había visto el humo, guardé los
papeles para protegerlos del agua, creyendo que era una falsa alarma, salí del
despacho, y entré a la zona de atención al público, fue entonces cuando vi el
espeso humo, conociendo el lugar como lo conozco, logré salir igual sin
problemas, creo haber sido el primero o segundo en lograrlo.
- Afuera ¿vio algo sospechoso? ¿alguien con una bolsa o maleta grande?
- Bueno… no estaba pendiente de ello, pero todos tenían portafolios o bolsos,
ninguno en particular me llamó la atención.
- La que sigue es una de las cajeras –dijo Leites en cuanto se había retirado el Sr.
Jorter- La Srta. Rinaldi, la más joven de todos los presentes, tiene veintitrés
años, soltera, consiguió el trabajo ya que su tío es uno de los directivos del
banco, estudió ciencias económicas hasta el año pasado, peo no terminó. Acá
tenemos algo interesante –el sub comisario cambió la voz- su ex novio está
preso por tentativa de robo y posesión de drogas, es altamente probable que
ella también consuma. Según sus compañeros es buena chica, pero nunca se
sabe ¿no?
Rinaldi no era particularmente linda, pero era joven y eso era suficiente para parecer
deseable, por lo menos a los ojos de Tabarez, que al igual que a ella, se lo veía
nervioso. Leites comenzó con el interrogatorio:
- ¿Qué recuerda exactamente del día del robo?
- Yo estaba… en la caja, tras el mostrador –comenzó la joven nerviosamente-
atendiendo a un cliente, de pronto comencé a ver humo, me fijé a ver si había
fuego, pero no, luego se activó la alarma y comenzó a caer agua. Yo di la vuelta,
para salir, y cuando lo logré, era tan espeso el humo que nada se podía ver,
intenté salir, me acuerdo que choqué contra algo camino a la salida y caí al
piso, tuve que ir apoyándome en los asientos y las paredes para salir.
- Cuándo logró salir ¿Vio alguien con una bolsa o semejante que le resultara
sospechosa?
- Estaba sofocada, no paraba de toser –y extendiendo los brazos en forma de
disculpa Rinaldi agregó- no presté atención, lo siento.
- No te hagas problemas –participó Tabarez- entiendo, no fue una situación fácil,
creo que es todo, muchas gracias.
La despidió con esas palabras acompañándola hasta la puerta, cuando el joven policía
se dio vuelta vio el rostro de los otros dos que reflejaban el reproche por dejarla ir sin
más. Leites ojeó otro de los archivos que tenía sobre la mesa, después de unos
segundos dijo:
- El que sigue era empleado dl banco también, renunció pocos días después del
robo, y puso una empresa de software. El Sr. Milnon, treinta y tres años, realizó
varios cursos de computación y programación, un tipo inteligente, trabajo en
varios lugares gracias a su conocimiento del asunto informática.
- ¿Se anima a describirnos con exactitud lo que pasó el día del robo? –dijo
Tabarez cuando entró y se sentó el ex empleado.
- No recuerdo gran cosa.
- La experiencia fue muy difícil para usted –se burló Tabarez.
- Para nada, a diferencia de otros, yo ya he pasado por situaciones difíciles.
- Con más razón recordara entonces lo sucedido –volvió a la carga el policía.
- Puedo decirle con certeza que el humo empezó contra el ventanal, algo raro ya
que de ese lado no hay instalaciones eléctricas, ni nada inflamable, salvo por el
cantero con plantas artificiales, las cuales recuerdo cuando volvimos a los días
estaban bien así que tampoco fueron estas. Al comienzo el humo no era denso,
pero luego se volvió espeso, al punto de que nada se veía, sumado a eso los
ojos le lloraban y se dificultaba para respirar, lo que hacía bastante complicada
la salida. Recuerdo que escuchaba la gente toser de un lado y de otro. No soy
ningún héroe, así que me dirigí a la salida lo más rápido que pude, cuando logré
salir vi que ya estaban fuera el supervisor y el guardia, los recuerdo a los dos
porque me pregunté “¿Cómo hizo para salir tan rápido el supervisor?” y “¿No
debería el guardia ayudar a aquellos que están adentro?”
- Recuerda quien fue el último que salió.
- Si mal no recuerdo, era el cliente que estaba siendo atendido por Rinaldi
cuando comenzó todo.
Le hicieron algunas preguntas más de rutina y luego lo liberaron. Tabarez miró la cara
de desilusión de quienes tenía al lado y no pudo evitar preguntar:
- ¿Qué pasó? Este tipo nos aportó bastante ¿no? o ¿hay algo raro con él?
- Si –dijeron los otros a coro- ¡es un mentiroso!
- El que sigue –habló Leites sin dejar meditar mucho a su colega- uno de mis
sospechosos favoritos, el Sr. Albir, dueño de la farmacia “Albir S.R.L.”, tiene
cincuenta y tres años, tres hijos mayores. Acá va lo interesante: no tiene
coartada en la mayoría de los casos, además, a la farmacia no le va nada bien y
por último obviamente tiene el conocimiento y el acceso a las sustancias
necesarias para ejecutar el golpe.
El Sr. Albir entró a la sala de interrogaciones acompañado de un agente, luego de que
este se hubiera retirado, el Sub-comisario comenzó con los suyo:
- ¿Qué es lo último que recuerda antes de que comenzara el humo?
- Yo estaba siendo atendido por el empleado en esos momentos y el incendio fue
a mi espalda, así que nada vi, ni siquiera puedo dar fe de donde comenzó el
humo, solo sé que en cuestión de segundos se formo una espesa niebla, y no
lolamente eso, el humo era pos demás sofocante.
- ¿Qué sustancia combinada con agua tendría ese efecto? –preguntó Máximo.
- Algún nitrato o sulfato de calcio, pero se precisaría una cantidad considerable.
¿Así cree que lo hicieron?
- Puede ser ¿no le parece? ¿es posible? –habló con tono de confidencialidad
Leites, que comprendió la intención de la pregunta de su colaborador.
- Es posible si. Pero tendrían que haber puesto la sustancia de antemano en un
lugar seco, alguien tendría que haber visto ya que se precisarían algunas bolsas
del producto.
- ¿Se las podría pones mezclada, por ejemplo, con tierra?
- Por supuesto, siempre que este seca. Arena sería mejor.
- Y dígame, lego de haber realizado el efecto, si uno analizara la tierra que
encontraría
- Tierra solamente. ¿Así fue hecho? Muy ingenioso, muy ingenioso. Además son
productos fácilmente adquiribles, incluso en las cantidades necesarias, no
levantaría sospechas, ¡claro que así lo hicieron! ¿Qué raro que no me di cuenta
antes?
- Cierto, es raro… -y con mirada torva Leites volvió al ataque- ¿Su farmacia esta
con problemas económicos? ¿no es así?
- Claro que no.
- Entonces porque estaba en el banco sacando un préstamo –arremetió Leites
con una sonrisa del que tiene un as bajo la manga.
- Ja, ja, ja –Albir rió ruidosamente- es una jugada económica, todos los años saco
préstamos para comprar mercadería, nunca compro a partir de los activos, no
indica que me vaya mal, por el contrario, aumenté mi compra respecto a años
anteriores, pueden consultar a mi contador él les dirá, que mis cosas están muy
bien.
- Pudo haber mentido ¿no es así? –preguntó Tabarez cuando se fue el
empresario.
- Probablemente lo hizo –sentenció Máximo Serpentelli- ¿Quién sigue?
- El Sr. Derbe, treinta años, casado, era taxista, tenía muchos problemas
económicos, otro caso sospechoso, como era taxista, todas son sus coartadas
son a medias, incomprobables o directamente inexistentes. Además, su
situación mejoró mucho poco después del robo, dejó de ser taxista y puso un
comercio, según él había estado ahorrando para esto.
En ese momento entraba al despacho el Sr. Derbe, con mirada extrañamanete
vidriosa como si hubiera estado durmiendo, se sentó pesadamente en la silla que
le indicó el viejo policía, quien sin mucho protocolo comenzó a interrogarlo:
- ¿Qué fue lo que vio el día del robo?
- Humo y mas humo –se burlo el sospechoso.
- ¿Nada extraño como un sujeto tirando algo al piso o manipulando algún objeto
extraño?
- De haberlo hecho, ya hubiera declarado a la policía cuando realizó la primera
investigación. Lo único raro que vi fue que el guardia de seguridad se estaba
durmiendo sentado.
- Y cuando salió ¿Alguien sospechoso? ¿Con una bolsa o bolso grande?
- Estaba algo aturdido y sofocado cuando salí, además fui uno de los últimos en
lograr salir, ya que yo estaba siendo atendido, y realmente me sorprendió el
humo, justo cuando la cajera me había dado el dinero, y no tenía intención de
dejarlo sobre el mostrador, así que demoré unos segundos en guardarlo.
- Fueron más que solo unos minutos, según los testigos –intentó incomodarlo
Leites- ¿Cuál era su motivo en el banco?
- Estaba sacando un préstamo para invertir en un negocio, en el cual me va
bastante bien por cierto ¿eso me hace sospechoso?
- No ayuda ¿no? –dijo Máximo riendo, pero se calló al ver que nadie compartía
su sentido del humor- ¿creo que es todo no Sub-comisario? No se aleje mucho
igual. ¿Cuál es el comercio que puso?
- Una farmacia.
La mirada de los tres interrogadores se cruzó furtivamente. El hombre se paró y alejó,
dejando la puerta abierta tras de sí. El hombre que se paró en la puerta pronto para
entrar tendría unos treinta años, vestido bastante mal y de aspecto descuidado. El sub-
comisario sin inmutarse por la presencia del interrogado lo presentó diciendo así:
- El Sr. Grelle, casado con cinco hijos, no tiene profesión estable desde que salió
del bachillerato, ha hecho innumerables cosas desde entonces, según él, no
tiene problemas económicos. Trabajaba de comisionista de una empresa de
logísticas cuando el robo. ¿Me equivoque en algo? ¿Cuál es su edad ya que no
figura aquí?
- Veintinueve –contestó Grelle en tono áspero.
- ¿Qué recuerda de aquella tarde?
- Poco, estaba sentado esperando cuando comencé a ver el humo, de pronto
este era tan espeso, que no se podía ver nada. Entonces me paré y salí de ahí.
- ¿De dónde venía el humo?
- Creo que del centro de la habitación, pero enseguida llenó toda la habitación.
- ¿Cuánto demoró en salir?
- No mucho, aunque camino a la salida, alguien de los que tenía sentados a mi
izquierda me empujó y casi me voy al piso.
- ¿Y que vio cuando salió?
- Todos tosían y alguno iba saliendo todavía.
- Usted estaba sentado en la punta de las sillas de espera ¿no? Eso lo ubica junto
al guardia de seguridad ¿Qué recuerda de él?
- No… nada especial –Grelle se sorprendió por la pregunta- ¿Qué tiene eso que
ver?
- ¿Qué estaba haciendo en el banco en ese momento?
- Iba muy seguido en esa época, llevaba y traía el dinero, documentación,
cheques, cosas de esas.
- ¿Un cargo de confianza?
- Ni tanto, me echaron una sema después por solicitar una semana libre-
contestó camino a la salida obedeciendo al ademán del viejo policía.
- La siguiente es la Sra. Monete –dijo Tabarez al tiempo que leía el expediente-
ejecutiva de una empresa de cambios, acorde a su declaración anterior estaba
por cobrar unos cheques en la fila, aunque, debería estar trabajado. Para los
crímenes del taxi, tiene alguna coartada, pero no muy segura.
El joven policía se frenó al verla entrar en la habitación, era una mujer de unos
cuarenta años, sin embargo, conservaba belleza, con la frente en alto y la gracia de
quien se sabe bella, buscó con la mirada la silla en donde había de sentarse.
Tabarez se apuró a darle ayuda, lo que fue rápidamente, evitado por Leites que le
dio una mirada de reprensión.
- Señora… -dijo pacientemente el Sub-comisario que parecía ser el único que no
estaba exasperado por la falta de resultados- ¿Qué pudo ver del robo desde su
posición?
- Humo, mucho humo, luego salí, tenía la vista irritada y estaba sofocada así que
nada vi tampoco afuera –dicho esto quedó esperando impávida que la dejaran
retirarse.
- Veo que no le gusta mucho colaborar. ¿Hay algún motivo por el cual esté
apurada para irse?
- Tengo trabajo y esta es la segunda vez que vengo a decir lo mismo.
- ¿No le da miedo ser la próxima?
- ¿La próxima para qué? ¿Para ser robada? ¿Qué me pueden robar?
- No, próxima en ser asesinada.
- ¿Asesinar? Pe…pero si este es un caso de robo ¿No es así?
- Lo era, pero después que murieron cuatro seis de los catorce presentes ese día
en el banco, se ha vuelto un caso de múltiples homicidios.
- ¿Eh?... –el rostro de Monete cambió notablemente, aparecieron las fisuras de
la edad que tan bien escondía- ¿Pe… pero que puedo hacer yo? No recuerdo
nada, solo estaba ahí en la cola esperando mientras atendían a otro, el resto
estaba sentado, salvo por aquellos atendidos en la otra fila –la mujer hablaba
rápido, las palabras parecían atropellarse para salir- el único sospechoso
parecía ser el guardia, estaba nervioso.
- ¿Ve que ya recordó algo más? Ahora sí, puede irse –dijo Leites levantándose.
- Me van a dejar ir sin más, anda un asesino suelto buscándome y no me dan
alguna seguridad, el asesino está ahí ¿no es así?, ¡esto no puede ser! Ya quiero
hablar con algún superior suyo, ¡ya!
- Señora Monete –dijo con voz tranquilizadora Leites- nada gana con gritar, no le
voy a dar un agente para su seguridad personal, pero esté segura, que el
asesino no va a salir de la jefatura el día de hoy.
Quedaron los tres interrogadores solos. Leites habló primero:
- Esto es todo. Tenemos que apurarnos. Recapitulemos.
- ¿Quiénes faltaron? -preguntó Tabarez.
- El guardia, el hombre fuera de la ciudad y los muertos –respondió rápido Leites.
- ¿El guardia? ¿Dónde está? –puso cara de preocupación Máximo, que estaba
más pensativo que nunca.
- Yo le dije. Fue el que se dio a la fuga. –hizo un gesto de escusa el viejo policía.
- ¡No lo dijo! ¡Eso cambia todo! ¡Ahora si comprendo! Esa era la pieza que
faltaba. ¿No lo ven?
- No, para nada. Si está pensando que él seguridad es el asesino, está
equivocado, la razón de que no esté aquí, es que es el chantajista. No podía
venir. Era el único que sabía la relación entre el robo y los asesinatos. Se
arriesgaba mucho al venir. Probablemente, el guardia vio, quien lo hizo pero se
bloqueó, cuando todo terminó fue despedido, entonces en vez de denunciarlo,
sabiendo que nadie lo contrataría mas nunca, decidió chantajear al ladrón, se
complicó cuando las muertes comenzaron, entonces decidió huir.
- Estoy totalmente de acuerdo –dijo Máximo dejándolo terminar- no es eso a lo
que voy. Yo hablaba del ladrón-asesino. Todo se reduce a una cuestión de
lugar. Miren –se paró y comenzó a realizar un plano de la ubicación de las
personas en el banco el día del robo- Aquí tenemos al supervisor, lejos de todo,
aquí están los dos cajeros, la joven Srta. Rinaldi y el tal Sr. Milnon, con sus
respectivas filas, en las cuales está siendo atendido Sr. Albir y Sr. Derbe, atrás
del primero estaba la Sra. Monete, atrás de esta una de las víctimas, en la fila
del costado estaba, detrás de Derbe, dos víctimas más. Y sentados esperando
en la fila de asientos, estaba el Sr. Grelle, el hombre que está fuera del país y
tres víctimas más. Al costado de la fila de asientos, está la banqueta en la cual
permanece el de seguridad ¿no lo ven? ¡Está muy claro! Al principio, cuando
dijo que había uno que no había sido encontrado, pensé que estaba muerto, y
creí que, el chantajista, era el hombre que está fuera del país, que estaba
haciendo la cosa vía mail o correo. Y que el guardia solo estaba de suerte, que
todavía no le había tocado. ¡Pero ahora comprendo!
- Bueno, ¿y quien es el asesino entonces? –casi gritando Leites, que ya no
soportaba la espera.
- ¡Está muy claro! Está matando por cercanía ¿Quién en esta lista está rodeado
de muertos? –y con el dedo Máximo señalo un nombre- ¡Grelle! Esto fue lo que
pasó: el asesino, durante largo tiempo observó y trazó todo el plan, durante
varias idas al banco, fue colocando en el cantero junto al banco la sustancia,
ese día, llevó los artefactos que generarían el humo y dio el golpe. Lo que no
contaba fue, con ser visto por el guardia de seguridad. Cuando terminó, y tal
cual usted dijo, el guardia fue despedido y se decidió a chantajear a Grelle.
Este, no dudó, en hacer un nuevo plan para matar a quien fuera. Recordaba el
día, y lo lógico, era matar a aquellos que estaban más cerca, que era más
probable que lo hayan visto, cuando activó los artefactos, o cuando se desplazó
hacia adentro en vez de hacía afuera. Como fuera, tenía el tiempo y la
oportunidad para hacerlo, ya que era comisionista, iba mucho al banco, y podía
desviarse sin levantar sospechas. Tenía los conocimientos, ya que había
trabajado en varias cosas diferentes, seguramente habrá trabajado en alguna
farmacia o droguería. Fue despedido del último trabajo, por voluntad propia,
así se hacía tiempo para cometer los otros crímenes. Para matar siguió un
método, como ya dije, el método de la cercanía, comenzó matando a los que
tenía sentados al lado, excepto por el que está fuera del país, que seguramente
lo descartó acorde a como le había llegado el chantaje. Luego, siguió, con los
que estaban en la fila, de atrás hacia adelante, seguramente la que seguía en la
lista era la Sra. Monete. Pero cometió un solo error, se olvidó del guardia. Este
estaba al lado de él, a su izquierda, sin embargo no lo tuvo en cuenta o se creyó
la pantomima de que estaba dormitando. Recuerdan cuando yo se lo nombré
en el interrogatorio, como se sorprendió, seguramente no lo había considerado
siquiera.
- Como dicen por ahí “errar es humano” –dijo con pesar Leites al tiempo que
llamaba a los guardias para que arrestasen a Grelle- Las pruebas ¿de dónde las
sacaremos?
- De la casa, del dinero que tendrá, de los trabajos que tuvo, y lo más
importante, si localizan al guardia, lo podrán hacer confesar, y de paso,
mandarlo unos días a la cárcel por generar toda esta complicación, si hubiera
hablado al comienzo, el día del robo nada de esto hubiera pasado.
- Alguien sabio dijo “para que el mal triunfe solo falta que los hombre buenos no
hagan nada”.
- Pero yo no soy “bueno” –dijo Máximo Serpentelli y luego se rio- soy excelente.
Capítulo X
La primera cena desde la muerte de Marcelo, estaba yendo pésimo. Difícilmente podía
ir peor. Pese a que el dueño de casa había puesto empeño para, no parecerse a las
otras: la hizo un sábado de noche, en lugar de un domingo, no hizo el típico asado sino
que se decidió por la pasta, evitó las bebidas alcohólicas fuertes, en fin un sin número
de medidas para que nadie encontrara un punto de comparación de la una con la otra,
salvo, que estaban todos juntos nuevamente.
Todos hablaban en voz baja, se habían ubicado de acuerdo a las preferencias y se
susurraban las cosas al oído, Carlo, no decía una palabra, permanecía con la cabeza
baja y la vista torva mirando la comida. Las tres mujeres permanecían juntas y apenas
se podía oír su susurro. Máximo había intentado, sin éxito, alguna que otra broma a
forma de integración, hasta que cansado de la situación, se paró enérgicamente y dijo:
- No soporto más, somos una familia y como tal tenemos que actuar, lo que
están haciendo es ilógico…
- Pero yo… -intentó interrumpir Carlo.
- Vos –dirigiéndose a su hermano- vas a dejar de tener esa actitud, pareces
culpable, siendo que no lo sos, no hay por qué agachar la cabeza, en cuanto a
ustedes –mirando a las mujeres- no puedo creer que realmente dudes de tu
hermano ¡es tu hermano! Ya sabes que no pudo hacerlo, lo sabe la policía, lo sé
yo y vos deberías saberlo también –y haciendo un gesto al tiempo que sentaba-
a partir de ahora todo volverá a ser normal…
- No puedes obligarme a olvidarme de mi marido –se quejó Allegra- además
tampoco tu has avanzado mucho, pasas mucho tiempo con la policía, escapas a
tu trabajo y tus obligaciones, ¿crees que por qué me trajiste a tu casa ya has
cumplido, ya has hecho todo lo que podías?
Nadie se esperaba una respuesta de Allegra. Máximo se rió al ver por primera vez
luego de más de ocho meses a su hermana. Complacido murmuró algo que nadie
escucho.
- ¿El qué? –preguntó Allegra.
- ¡Que me voy a casar! –repitió enérgicamente Máximo.
Las preguntas saltaron desordenadamente de todos lados, que con quien, que cuando,
que como. Marian se paró sonrojada, se acercó al dueño de casa y tomándolo de la
mano dijo a todos los presentes:
- En tres semanas nos casamos. Esta cena largamente pospuesta era para
comunicarles esa noticia. Ya sé que tal vez lo consideren inoportuno o
acelerado, pero es la única manera, nos casaremos por civil, sin fiesta,
manteniendo perfil bajo.
El asombro de los presentes no se disipó sino hasta terminada la cena. La única que
permaneció sonriente fue Chela quien complacida con la noticia, fue la única que
felicitó a la pareja de comprometidos.
En la jefatura, luego de que hubiese comunicado las nuevas noticias y de ser
largamente felicitado por los policías, máximo decidió atender el caso por el cual lo
habían llamado.
- Este es el último caso en el cual me involucro de ahora en adelante voy a
dedicarme más a mi familia, sobre todo a mi nueva familia.
- Me parece justo, aunque algo me dice que lo tendremos nuevamente aquí
antes de lo que usted cree. Pero, que remedio, de última, y como despedida
este es un caso bastante interesante, sucedió en el hospital el día de ayer, ya
hemos hecho un arresto sin embargo hay cosas que no cuadran, y visto que
tenemos aún la posibilidad de actuar sin errores vamos a aprovecharla –el Sub-
comisario Leites se preparó para exponer sacando unos expedientes- ayer a la
noche, se encontraba internada en el hospital la Sra. Tina Ferrero de ochenta y
seis años, junto a ella estaban sus dos hijos Marcelo y Mauricio, de treinta y
cinco y treinta y dos años respectivamente, también estaba la esposa del
último, Magda, además de una señorita de compañía y una joven doctora, que
es nuestra arrestada.
- Asumo que la víctima es la Sra. Ferrero.
- Asume bien, Serpentelli.
- ¿Por qué arrestaron a la doctora? –preguntó Máximo.
- La doctora Claudia Benelli, recientemente egresada de la facultad de medicina,
muy bonita ¿no es así Tabarez? –dijo Leites dedicándole una mirada de
reproche a su joven subordinado y continuó- ella estaba de guardia médica esa
noche, la víctima apareció muerta a causa de un envenenamiento por
estricnina, de la cual se encontraron rastros en el té que la anciana consumió
esa noche. El té fue servido por la señorita de compañía, pero pudo haber sido
manipulado por cualquiera. Además, nos encontramos con que se había usado
la estricnina de la farmacia del hospital, de la cual, solamente la doctora de
guardia tiene la llave, y aunque esta hábilmente declaró que había perdido la
llave, sabemos que ella fue la única que entró esa noche a la farmacia, ya que
esta tiene una cámara de seguridad de circuito cerrado, recientemente
instalada, nadie más entró o salió desde la tarde hasta el otro día.
- Veo que no tiene dudas de su culpabilidad ¿Qué lo aflige entonces?
- No hay motivo –hablo Tabarez- no tenía relación alguna con la anciana, no
tiene sentido.
- ¿Eutanasia?
- No, tampoco, la señora se estaba recuperando bien.
- Muy bien, entonces, volvamos al punto cero y reveamos todo el asunto. Estoy
seguro que hay algo que no estamos viendo, nadie mata porque sí nada más. La
víctima habíamos dicho una anciana, viuda y con dos hijos mayores.
- Exactamente, poseedora de una interesante fortuna, forjada por su difunto
esposo.
- ¿Por qué motivo entro primeramente al hospital?
- Ya cubrimos ese ángulo, no es lo que piensa, la Sra. Ferrero estaba en la casa de
una amiga tomando el té, cuando iba de salida, se cayó quebrándose la cadera,
ninguno de los presentes esa noche estaba siquiera cerca cuando sucedió.
- ¿Suicidio?
- No cuadra con la personalidad de la anciana.
- Sobre los hijos ¿que sabemos?
- Marcelo, el mayor, como dicen: “suerte en el amor, mala suerte en el juego”,
esa frase resume la vida del muchacho: no completó sus estudios, no le ha ido
bien en los negocios y para colmo es apostador de caballos perdedores. En
contrapartida se a caracterizado por llevar una vida amorosa desenfrenada, ha
roto corazones por doquier, ha hecho de esto su profesión, ya que es
mantenido por alguna de sus tantas novias. Se preguntará si tenía motivo, lo
tenía, precisaba el dinero, le hubiera venido bien, sin embargo todos coinciden
que su madre era lo más preciado para este hombre.
En cuanto al otro, Mauricio, es todo lo contrario, reconocido analista de
mercado, tiene un trabajo muy bien remunerado, buen administrador y gran
inversor, tuvo una sola novia en su vida, su actual esposa. Tampoco tiene
grandes motivos, no era el favorito de su madre, pero parece ser que la quería
tanto como su hermano.
- Nos quedan las mujeres entonces –mirando a Tabarez Máximo agrego con risa
socarrona- ¿Decime vos cual crees que sea? Que tenés talento para leer las
mujeres.
- Basta de bromas –Leites retó a los otros dos para que dejaran de reírse- la
primera es la esposa de Mauricio, la tal Magda, una mujer bastante repulsiva a
la vista y al trato, no se llevaba para nada bien con su suegra, la víctima, pero
más allá de eso no tiene motivos, ni los conocimientos para haberlo hecho.
- Yo creo que ella es la asesina –intervino Tabarez- no me gustó para nada como
habló de la muerta, con desprecio y desdén, dijo que esta se merecía lo que le
pasó por explotadora.
- ¿Qué acaso ella había sido empleada de la anciana?
- Así es, un dato interesante ¿no? –siguió Tabarez con los ojos iluminados-
trabajaba como mucama en la casa de la familia, así conoció a Mauricio, la
anciana siempre se opuso a la relación, pero el esposo de esta, que todavía
estaba vivo, les permitió casarse.
- No es tan interesante –siguió Leites dispuesto a no dejarse interrumpir por su
subalterno- la próxima es la Señorita de compañía, una joven bastante
atractiva, la tercera que tenían desde que cayó internada la Sra. Ferrero. Tuvo
algo de oportunidad, ya que fue ella quien preparó el mortal té, sin embargo,
no tiene conocimientos de medicina, cuando le preguntamos si sabía cómo
había sido envenenada su jefa, no supo ni pronunciar correctamente el nombre
del químico.
- ¿Qué opinás vos? –Máximo le preguntó a Tabarez solo para hacer enfadar al
viejo policía.
- No pudo ser ella, no tiene motivos, además no cuadra con la personalidad de la
joven.
- Buena apreciación –ironizó el Sub-comisario Leites- en cuanto a la enfermera
tiene unos sesenta años bastante mal llevados, conocía a la víctima, como suele
decirse “de aquí y de allá”, no tiene una coartada muy firme, acorde a ella
estaba en otro pabellón controlando a los internados, nadie la vio, mi opinión
estaba durmiendo en alguna habitación.
- Creo que habría que investigar más de donde se conocían esas dos –se animó a
acotar Tabarez.
- Ja –dijo Leites dándole una miradita de reproche a su compañero- la última
presente esa noche era la linda doctora, una joven muy orgullosa de sus logros,
que con su corta edad es una excelente doctora, pero, como dije
anteriormente, tuvo la oportunidad, tiene los conocimientos que se requieren y
sobre todo fue la única que sabemos que tuvo contacto con el veneno.
- Escuchemos a la defensa –Máximo se volvió hacia Tabarez.
- Tiene justificativo para todo. Estuvo en la farmacia para obtener anestesia, la
cual fue administrada como dijo a otro paciente, además, lo más importante,
no tiene motivos, no ganaba nada con la muerte de la anciana.
- ¿Qué opina usted Serpentelli?
- La verdad –respondió Máximo con tono y cara de preocupación- no lo sé, como
dije estamos pasando algo por alto, pero aún no veo que es, no sé, no se me
ocurre nada.
La sorpresa se transformó en preocupación en el rostro de los policías, que para este
momento ya creían tener el caso resuelto. Al verlos congelados Máximo agregó:
- Ánimo, déjenme hablar con la doctora y tal vez pueda sacar algo más.
Al entra en la sala de interrogatorios, Máximo Serpentelli se percató de a que se
referían los policías con bonita, realmente lo era, pensó para sí. Tomó una silla, se
colocó frente a ella, y se presentó cordialmente como consultor de la policía, sabía que
no hacía falta tales presentaciones, ya era bastante conocido, pero lo hizo igual por
pura cortesía. Sin más comenzó a preguntar:
- ¿Doctora eh? ¿No sos algo joven para serlo?
- Fui la más joven desde que se implementó el nuevo sistema de facultad.
- Ya veo. Noto algo de orgullo en tu voz… es raro, algunos toman la juventud
como un defecto… veo que por el contrario vos…
- Yo no –interrumpió la joven doctora.
- ¿No le sorprende el hecho de que este retenida aún?
- Soy la opción lógica ¿no? –respondió con tranquilidad la doctora- era quien
tenía lo oportunidad y la posibilidad de acceder al veneno.
- Bueno saberlo, decime entonces ¿Sabes con que fue envenenada la señora?
- Claro, con estricnina, es un potente químico, una pequeña dosis es mortal en el
humano.
- ¿Y cuál es tu defensa?
- La misma que le di a la policía, cualquiera pudo tomarla, cualquiera pudo entrar
en el hospital en cualquier momento, es un hospital, no una unidad militar, no
tiene gran seguridad, es más, yo diría que es más difícil salir de un hospital que
entrar.
- Tiene cierto sentido, pero ¿no sería raro y complicado que alguien entrase,
tomase el veneno, lo colocará en el té y lograse salir sin que nadie lo viera? Es
difícil ¿uh? ¿no es más probable que haya sido alguien que ya estaba adentro?
–Máximo se acercó a su interlocutora con un tono de confidencialidad- es lo
que yo creo al menos.
- Mmm… puede ser, sí –pensó Claudia Benelli y agregó como buscando
aprobación- podría ser alguien de la familia ¿no?
- Podría ser, podría ser –dijo Máximo a forma de despedida.
Ya afuera, nuevamente junto a los dos policías Máximo sentenció:
- Es ella la asesina, sin dudas, pero aún tengo mis dudas sobre el porqué, hay
algo que no cierra en todo esto.
- ¿La dejamos salir? No tenemos nada cierto contra ella –preguntó Tabarez.
- Queda a su consideración Sub-comisario
En la madrugada, el Sub-comisario Leites recibía una llamada a su celular:
- Leites, soy yo… Máximo Serpentelli –la voz sonaba agitada- ¿soltó a la doctora?
- Claro que no… ¿pero qué hora…? –respondió somnoliento el policía.
- Ya lo tengo, ya se por qué –continuó Serpentelli despreocupado por el policía-
fue un error, todo fue un error, esto pasó por el hijo mayor, el tal Marcelo,
Claudia Benelli, la doctora, como tantas otras se enamoró de él, pero este,
luego de estar con ella la dejó. Pero ella no era una chica cualquiera, como las
otras, no le gustó para nada el hecho que la dejara, y lo peor, seguramente,
sería verlo pasearse con la otra joven, la señorita de compañía; así fue que con
una mezcla desmedida de orgullo y celos planeó el asesinato de él y la
inculpación de ella. Esperó a la noche cuando menos gente hay, estaba en la
sala cuando escuchó que Marcelo le pedía un té a la acompañante, entonces,
con la estricnina sacada de antemano de la farmacia esperó un descuido y
colocó el veneno en la taza, pero se equivocó en dos cosas, primero no sabía de
la existencia de la cámara de seguridad, y segundo, no sabía que el primogénito
no había pedido el té para él sino que para su madre, así resultó en la muerte
de la anciana.
- Ya veo… interesante… ¿pero no podía esperar hasta mañana? Está y seguirá
presa, ¿cuál es el apuro?
- ¿Qué acaso usted podía dormir sin haber resuelto el caso?
- Por supuesto que sí, y si me hace el favor, voy a seguir haciéndolo.
El comisario colgó secamente.
Éxodo
“¿Nadie sale impune?”
El día de la boda, se encontraba reunida la familia Serpentelli al completo, también
estaban muchos allegados a esta, mas de los que todos suponían luego de que
Mariana Di Pietro, hubiera usado el término “perfil bajo”. El Sub-comisario Leites
ingresaba al salón pensando justamente en eso, en que había más invitados de lo que
suponía que habría. Miro a un lado y al otro, reconoció varios rostros, entre ellos el de
su subordinado, el Oficial Ayudante Tabarez, que pareció al extremo sorprendido por
la presencia de su superior y acercándosele comentó alegremente:
- Gran fiesta ¿eh? Aunque no me lo imaginaba a usted como hombre de fiestas
Comisario.
- Imagino bien –respondió secamente Leites- Estoy aquí por trabajo y nada más.
Continuó caminando dejando a su compañero mas sorprendido que nunca, quien
quedó estaqueado al suelo, con un vaso en la mano, sin poder ni hablar ni caminar, sus
pensamientos absortos en que podría estar buscando el Sub-Comisario en la fiesta.
Leites se acercó a Máximo y lo tocó por la espalda, con voz ronca dijo:
- Señor Serpentelli tengo que hablar urgentemente con usted.
- Qué bueno que vino –respondió Máximo son poder ocultar su asombro y luego
reaccionó- ¿no ha venido por trabajo? Sabe que no hago más eso.
- Lo sé, lo sé, pero créame que este caso es urgente, puede venir unos minutos
para que hablemos a solas –Leites le hizo in ademán indicándole un rincón del
salón donde no había nadie.
- Esta bien –dijo Máximo dejándose escoltar por el policía- ¿Qué pasa que es tan
importante?
- Resolví el caso de la muerte de su cuñado.
- Eso… es… genial ¿no? –respondió Máximo sorprendido y algo incrédulo- ¿Y
quien cree usted que lo hizo?
- USTED
- Eso es ilógico, sabe tan bien como yo, como todo el mundo, que yo no pude
hacerlo, estaba en el comedor cuando falleció.
- Guarde silencio hasta el final. Le explicaré como lo deduje. Desde el comienzo
usted me pareció muy sospechoso: su seguridad sobre sí mismo, la forma en
que trató de hacerse cargo de situación, la frialdad de sus procederes. Pero
como no comprendía el porqué lo habría hecho, no había motivo, pensé que
quizá estaba protegiendo a alguien, dada su capacidad para deducir, supuse
que había deducido quien era el criminal e intentaba protegerlos. Además, no
sabía aún como lo había hecho, no lograba imaginármelo. Pero ayer lo deduje.
No fue una sola cosa, fueron una suma de elementos y hechos lo que me llevó
a esta deducción. Verá, con cada caso que usted resolvía dejaba ver no
solamente sus procedimientos, sino que también me dejaba entrar en su forma
de pensar y de creer. Y aplicando sus própios métodos fue que llegué a esta
conclusión.
Durante el primer caso que resolvió, usted mismo dijo: “No existen accidentes
ni coincidencias cuando hay intereses de por medio”. Si bien usted se refería al
accidente, yo lo llevé a su caso, y descarté de buenas a primeras, la posibilidad
de que alguien de afuera lo hubiera hecho, pero supuse erróneamente que
usted creía lo mismo, y que trataba de proteger al asesino.
En el segundo y el tercer caso nos sorprendió con sus deducciones que le son
típicas, pero dejó traslucir algunas ideas, como cuando dijo: “Uso las cámaras
como cómplices”. Y también dijo: “El plan consistía en manipular a quienes lo
rodeaban para que todos estuvieran seguros de que su socio era el asesino, aún
si este no podría haberlo hecho”. Se me ocurrió entonces que alguien podría
haberlos utilizado a ustedes como cómplices, descarté entonces a su hermano,
quien era el único que no tenía nadie que corroborara su historia. También me
dio otro dato, pero que recién ayer comprendería.
Del cuarto caso extraigo su desprecio y falta de respeto hacia la víctima y la
vida en general, cuando dijo: “En verdad, lo terminó por provocarle la muerte
fue el doctor que le recomendó no cenar. Al higienizarse sin haber cenado, la
concentración fue la suficiente para causarle la muerte. ¿Gracioso no?”, lástima
que esto me vendría a la mente recién ayer.
Para el quinto caso, me volvió a recordar de que usted tampoco creía en la
historia del ladrón merodeador, que al verse descubierto, asesino a su cuñado,
tal cual usted lo dijo: “Y como policía que es, que mejor que inventar un
asesino, que él mismo había visto”; ese fue uno de los motivos por el cual le día
aquel caso simple, quería ver su reacción pensando que tal vez eso me llevaría
al asesino, pero no, usted fue lo bastante hábil como para no mostrar nada.
En los casos de robo que usted ágilmente dedujo, me dio oportunidad de ver
sus métodos, la forma en cómo razona lateralmente, que nunca nadie deja de
ser sospechoso, y, aunque a veces parece que saca conclusiones en el aire,
todo se ajusta a un método de razonamiento lógico, donde las acciones de las
personas, tiene que coincidir con su forma de ser.
En el caso del marido celoso. Ahora lo veo, tuve la oportunidad de descubrirlo.
Pero me equivoqué al extraer conclusiones sobre lo que usted dijo en ese
momento. Encontré un aparente motivo, cuando dijo: “…su vecina lo había
descubierto y actuó en consecuencia, por pura necesidad de no ser
descubierto…”. Sin embargo me opacó el raciocinio otro de sus pensamientos
de ese día: “…la suerte le jugó notablemente a favor, pero bueno, el asesino no
siempre va ha ser inteligente, metódico y calculador. A veces, es la solución
más evidente.” Ahora que lo veo claramente, me pregunto cómo no me di
cuenta en ese momento.
El espectacular caso del asesino serial taxista, me dio otra buena idea, a veces
un crimen se apoya en otra situación anterior, y esto asociado con el caso
anterior, el de la necesidad como causal, me hizo apuntar nuevamente hacia
usted, aunque aún me quedaban muchos vacios por llenar.
El último caso, me dio la pieza faltante del puzle. Tenía todo en frente,
simplemente estaba todo desordenado, tenía solamente que ponerlo en orden.
El único caso que no pudo resolver antes que yo, fue aquel en que el error tuvo
que ver. Cuando usted me llamó yo hacía horas sabía que la doctora era la
asesina, no era un caso tan complicado para mí, pero para usted, una persona
al extremo metódica y que no concibe la posibilidad de error, le resultaba
imposible que la asesina se hubiera equivocado, eso fue lo que me despertó.
Estaba claro. Sabía cómo y porque lo había hecho.
El asesinato de su cuñado fue el desenlace de una historia que venía de mucho
atrás. Como usted mismo dijo: “Nunca hay que dar una historia por hecho”.
Este era uno de esos caso en que todos los que participamos en la
investigación, incluyéndome, dimos por hechos algunos datos siendo en verdad
erróneos. Con esto me refiero a la historia de la muerte de sus padres.
Teníamos datos de la investigación de hace diez años, en la cual, los
investigadores de aquel entonces, consideraron lo sucedido, como asesinato
suicidio, en el cual su padre mata a su madre y luego se quita la vida. Pero no
fue tal, en verdad usted y su cuñado los mataron y lo hicieron parecer lo que la
policía concluyó. Y se exactamente como y porque lo hicieron.
Su cuñado se había casado con su hermana por el dinero, sin embargo vuestro
padre les negó el acceso a este. Vivían en la pobreza, siendo que su familia
tiene mucho dinero.
En cuanto a usted, sabía que si se casaba correría con la misma suerte que su
hermana, además envidiaba los privilegios que tenía su hermano por ser el
primogénito. Así que juntos planearon el golpe. Matar a ambos y cerrar el caso
en el mismo instante.
La idea seguramente fue de él, pero el plan fue suyo. Su familia es familia de
costumbres, usted lo sabía y sacó provecho de ello, todos los domingos que se
juntaban: comían y luego sus padres y Allegra, Mariana y Chela se iban a
dormir, mientras que su cuñado Marcelo, su hermano Carlo y usted, salían al
jardín a jugar a las cartas. El plan fue simple, durante el juego de cartas
drogaron con somníferos a Carlo, luego que este se durmiera, chequearon
donde estaban las tres mujeres, que acorde a las declaraciones estaban en la
planta baja. Entonces fueron a la planta alta, al cuarto de sus padres, tomaron
el revólver de su padre y sin pensarlo mataron a su madre y luego a su padre,
haciéndolo parecer como un suicidio. Seguramente fue Marcelo quien jaló del
gatillo dos veces, mientras que usted controlaba. Finalmente bajaron las
escaleras y fingieron estar subiendo, cuando el resto de la familia llegó, ustedes
se unieron a ellos e hicieron su parte de la actuación.
Los años pasaron y ambos obtuvieron lo que querían, usted el privilegio de
dirigir su familia, y su cuñado acceso al dinero y la confianza del jefe de familia.
Su hermano cayó en desgracia sin el apoyo de su padre y terminó perdiendo no
solamente el liderazgo de la familia sino que también su mujer y su hijo. Todo
les iba redondo, hasta ese día.
Cuando todos hicieron las declaraciones, las cuales eran muy parecidas por
cierto, todos comentaron la discusión que ese día tuvieron su hermano y usted,
donde mencionaron entre otras cosas, cuando su hermana dijo: “No fue tan
así”. En el momento lo interpreté como un simple comentario que buscaba
proteger al niño presente. Pero ayer recordé que el único que no mencionó esa
parte fue usted, eso fue porque usted sabía realmente lo que eso significaba,
así que busqué los archivos de la época de la muerte de sus padres y me
encontré con que la única que decía que no era suicidio era su hermana.
Seguramente seguía con esa idea. A partir de ese comentario, Marcelo quedó
pensativo, seguramente se sintió amenazado y comenzó a planear una forma
de matar a Allegra.
Pero no era muy inteligente. El plan que trazó fue realmente tonto y lo
hubiéramos descubierto fácilmente. Su plan consistía en envenenar a su
esposa, para eso era el vino y las copas que llevo a su cuarto, y que la policía
jamás encontró porque usted se las llevó.
Usted hizo cálculos rápidos, si lo dejaba matar a Allegra, lo descubriríamos
rápidamente y cuando todo se supiera, eso terminaría por arrastrarlo a usted
también; no cabía la posibilidad de detenerlo o denunciarlo, porque Marcelo lo
hubiera hundido con todo lo que sabía. La única forma era matarlo.
Tuvo que trazar su propio plan de manera muy rápida, no podía culpar a nadie
de la casa, tenía que culpar a alguien de afuera, pensó en un robo frustrado,
¿pero cómo sacarse las sospechas de arriba? ahí lo ayudó la tecnología, buscó o
tal vez descargó en su celular un ringtone que se asemejaba a un grito. Cuando
su cuñado se fue al cuarto, usted se excusó diciendo que iba a fumar, salió
rápido, dio la vuelta a la casa, y fue hasta la ventana del dormitorio
matrimonial, golpeó y esperó, cuando su cuñado sacó la cabeza para ver quién
o qué era, usted lo acuchilló en el pecho y le tapó la boca para que no hiciese
ningún ruido, no le fue difícil considerando la disparidad de físicos entre ambos.
A continuación entró a la habitación y sacó de inmediato el vino y las copas ,
dejando su celular, lo más cerca de la puerta posible, pero seguramente en un
lugar donde no se viera fácilmente.
Volvió a la mesa como si nada, se sentó y siguió hablando, disimulando su
estado de adrenalina. Luego que su hermano y su cuñada se hubieran retirado,
esperó unos minutos, y utilizando otro celular llamó al celular que había dejado
en el dormitorio del muerto. Todos escucharon el grito apagado, aún en
máximo de volumen, todos declararon que sonó muy bajo, aún así atrajo la
atención de todos. Luego de eso es historia conocida lo que sucedió.
En algún momento me pregunté que papel jugaba su flamante esposa en esto,
creí incluso que podría estar involucrada, pero me desasné que no, que
simplemente desconfiaba, pero como tenía sentimientos por usted, se esforzó
en inculpar a Carlo. Y usted se casó con ella para asegurarse que no pueda
declarar en su contra.
¿Qué le parece? ¿Me equivoqué en algo?
El rostro de Máximo Serpentelli se había transformado de sonriente a sorprendido, de
sorprendido a ofuscado y finalmente había aparecido una sonrisa casi diabólica.
Recuperando la entereza dijo con tono calmado:
- De hecho su historia tiene algunos errores pequeños, sobre todo en el final, no
lo hice por el dinero, ni por el reconocimiento, ni por el liderazgo de la familia,
todo eso simplemente sucedió. Todo lo hice para poder casarme con Mariana.
Mientras mis padres estuvieran vivos jamás podría haberme casado con ella,
porque jamás la hubieran dejado divorciarse de mi hermano. Así que tuve que
matarlos. Y si iba a la cárcel no podría casarme con ella lógicamente. Así que
tuve que actuar ante la tontería de mi cuñado y matarlo también. No tuve
opción.
- ¿Qué piensa hacer ahora Sr. Serpentelli? Supongo que se entregará a la policía.
- No sea tonto oficial, no hice todo lo que hice para dejarlo irse así nada más.
Además no tiene pruebas contra mí, todo lo que tiene son conjeturas y la
esperanza que yo tenga un ataque de remordimiento de conciencia.
- ¿Qué tal si le dijera que tengo un grabador y he grabado la conversación?
- Diría que me toma por tonto. Sé que no lo tiene, porque lo conozco lo
suficiente para saber que no esperaba que le reconociese mi culpa, pero verá,
es un secreto demasiado grande para uno solo, es mejor compartirlo, ahora es
el de los dos.
- ¿Y qué piensa? –levantó la voz Leites- ¿Qué voy a dejarlo ir así nada más?
Sabiendo que es culpable. Nunca.
- No le queda otra –dijo Máximo mientras se arreglaba despreocupadamente el
traje- si me lleva a juicio, ganaré, saldré libre y le aseguró que me encargaré de
que lo echen de la fuerza, perdiendo su jubilación, y de que no consiga trabajo
en ningún otro lugar jamás; en cambio si me deja ir, tendrá la conciencia
tranquila de haber hecho lo único que podía, pedirme que me entregara, y
quien sabe, quizá pronto, tenga otros ascensos en su vida –agrego con tono de
complicidad al tiempo que le guiñaba un ojo- pero por ahora quédese y disfrute
de la fiesta, es un invitado de la casa.
Dicho esto Máximo Serpentelli se alejó, dejando atónito y sin palabras al viejo oficial
de policía. Se acercó a su flamante esposa, que lucía más hermosa y más feliz que
nunca, la tomo de la mano y la besó, mientras miraba por sobre los hombros de ella
como el Sub-comisario Leites permanecía cual estatua en el lugar donde lo había
dejado.
FIN
Este libro fue distribuido por cortesía de:
Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS hoy mismo, visita:
http://espanol.Free-eBooks.net
Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática, mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo:
Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa,
estaremos muy agradecidos si"publicas un comentario para este libro aquí".
INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR
Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras
Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí:
http://espanol.free-ebooks.net/tos.html