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lvaro Garca LineraVicepresidente del Estado Plurinacional
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IDENTIDADBOLIVIANA
Nacin, mestizaje y plurinacionalidad
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Edificio de la Vicepresidencia del Estado Plurinacionalcalle Ayacucho esq. calle Mercado N 308
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Identidad relacional y alteridad 10
Nacin y hegemona histrica 18
La formacin de la nacin boliviana 29
Identidad compuesta e indianizacinde la nacin boliviana 45
Mestizaje 59
IDENTIDADBOLIVIANANacin, mestizaje y plurinacionalidad
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Identidad Boliviana
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IDENTIDADBOLIVIANA
Nacin, mestizajey plurinacionalidad1
El punto de partida de la conciencia de sde cualquier ser hu-
mano es su identidad. Ya sea que nos identifiquemos con unnombre, una ubicacin geogrfica, una colectividad laboral,
histrica, etc., la identidad es nuestra afirmacin eny haciael
mundo. Es ella la que nos da las coordenadas que utilizamos
para enraizarnos en un devenir y distinguirnos de otros (deve-
nires); pero claramente esas coordenadas no son filiaciones de
carcter natural, sino procesos de significacin social construi-
dos a lo largo del tiempo, que pueden ser inferidos o de filiacinconsciente. En la vida cotidiana, cuando abordamos a personas
desconocidas al momento de hacer un trmite institucional o de
reafirmar fidelidades sociales ante colectivos mayores, cada uno
de nosotros busca, para identificarse, transmitir una pertenencia
que puede ser de carcter familiar, laboral, geogrfico, religioso,
lingstico, ideolgico, etc., que, en todo caso, le permiten a uno
y a su interlocutor ubicarse en su singularidad social o perte-
nencia territorial. Dependiendo del contexto, cada ser humano
en su interrelacin con el resto afirma constantemente lo ms
relevante de lo que considera que es y de lo que cree que es la
1 Una versin preliminar de este texto fue expuesta al momento de recibir la distincin deDoctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), el 11 de octu-bre de 2013.
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otra persona; y al hacerlo, a su vez, est tambin diferencindose
de otros y diferenciando a otros de s mismo.
IDENTIDAD RELACIONAL Y ALTERIDAD
La identidad es por consiguiente una afirmacin categrica del
ser en el mundo, que puede ser delegada por otros o buscada
por uno mismo, y que a tiempo de definir la caracterstica del ser,
tambin lo diferencia o distingue de otros seres. Por ejemplo, si entrminos de referencia de origen territorial de nacimiento soy de
La Paz, entonces, aunque posteriormente resida en Cochabamba,
no soy de Cochabamba; lo mismo si soy de Santa Cruz, no soy de
Oruro. Pero uno tambin se afirma o identifica en tanto se distan-
cia o diferencia; es como si la autoconciencia slo pudiera operar
como conciencia de la diferencia, es decir que la conciencia de
uno en el mundo es la conciencia de su diferencia en l.
Toda identidad es una pertenencia que hereda el devenir his-
trico de su correspondiente referencia social; y, en ese sentido,
es una caracterizacin, es la lealtad a un contenido definido.
Pero a la vez la identidad es un contenido, una referencia o fide-
lidad que es diferente a otros contenidos, ubicaciones sociales
o herencias, frente a las cuales la identidad elegida u obtenidadiverge y busca diferenciarse. No existe pertenencia sin dife-
rencia, ni lealtad sin oposicin; de la misma forma, no existe
identidad sin alteridad. La adecuacin gradual delsera esta po-
sicin asumida, de las expectativas y disposiciones con las que
se entablan las interrelaciones, o sentido de la posicin de uno
del que nos habla Goffman2, ser precisamente la adecuacin
2 Erving Goffman,La presentacin de la persona en la vida cotidiana, Amorrortu Edito-res, Argentina, 2001.
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representada del cuerpo de la posicin ocupada por el cuerpo
en el espacio social.
Sin embargo, as como una persona se identifica de cierta ma-
nera en un contexto definido, con seguridad en otro buscar re-
alzar otro tipo de lealtad o pertenencia, y probablemente realice
estos cambios identitarios varias veces al da. Igualmente, cuan-
do en un ambiente otros le asignan a uno un tipo de identidad,
es probable que en otro, a esa misma persona, se le asigne otro
tipo de identidad referido tambin a otro tema. As por ejemplo,
si en un ambiente de dilogo sobre pertenencias territoriales lo-
cales, una persona exacerba su diferencia con sus interlocutores
para valorar su procedencia territorial frente a la pertenencia
territorial de los otros, es posible que en la misma charla o en
otra inmediatamente posterior, la misma persona deje de lado
su referente territorial local para esgrimir con vehemencia su
pertenencia laboral y as encontrar en esta nueva referencia una
unidad identitaria con aquellas personas con las que inicialmen-
te haba destacado ms bien su diferencia y distancia. Obrero,
campesino, profesional, chofer o comerciante hablan ya de otras
dimensiones de las identidades; por lo tanto, las personas pue-
den, bajo cierta circunstancia, afirmarse con su identidad regio-
nal, bajo otra reafirmar su identidad laboral, en otro contexto
usar su identidad deportiva, lingstica o religiosa, etc.
De estas experiencias cotidianas identitarias se deduce, en pri-
mer lugar, que toda identidad es contingente, es decir, es relacio-
nal porque depende del contexto en el que las personas interac-
tan y del tipo de flujos comunicacionales que se ponen en juego.
Cada persona y no otras distintas a ella es la que, dependiendo
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del contexto, hace salir y destacar un tipo especfico de identi-
dad; en ese sentido, decimos que las identidades son situacio-
nalesy tienen un alto margen de contingencia porque dependen
del entorno en el que los sujetos se desenvuelven. De la misma
manera, cada persona es portadora de mltiples fidelidades o de
varias identidades no contradictorias entre s, que afloran o son
reivindicadas dependiendo de las circunstancias en las que los
sujetos desenvuelven su interrelacin con los otros. En general,
un ser humano es una construccin permanente de identidades
y diferencias constitutivas de su ser. Varias de esas identidades
son buscadas deliberadamente como parte de un esfuerzo por
ser ello, por lo que podemos hablar de identidades asumidas. En
tanto que si las identidades son las que uno recibe sin posibilidad
de eleccin, como herencia, asignacin o estigma, entonces ha-
blamos de identidades designadas odelegadaspor otros, frente a
los cuales, independientemente de lo que se haga o deje de hacer,
difcilmente se pueden evadir. Por ejemplo, el lugar de nacimien-
to es una pertenencia heredada que con el tiempo adquiere una
funcin identitaria de la que no es posible desligarse. Por otro
lado, existen tambin identidades fuertes, de clase social o per-
tenencia tnica-nacional, que muchas veces son asignadas por
otros a travs del flujo de la interrelacin social. Por ejemplo, la
identidad indgena es una identidad externamente asignada a lasnumerosas naciones invadidas en el siglo XV y que, al momento
de clasificar tributariamente a la poblacin originaria del conti-
nente, devino con el tiempo en una identidad delegada con la que
se diferenciaba a las clases dominadas de las dominantes.
El anterior ejemplo tambin nos permite apreciar otras de las
caractersticas relacionales de las identidades. Es as que stas
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pueden mutar deasumidasaasignadas, y viceversa. La identidad
indio, utilizada por los invasores para tratar de manera indife-
renciada a las centenares de naciones indgenas, es una identidad
delegada que con el tiempo fue autoasumida por el movimiento
poltico de emancipacin de las naciones originarias como una
bandera de liberacin. Bajo la consigna como indios nos domi-
naron, como indios nos liberaremos, el Movimiento Indianista le
dio otro contenido al concepto de indianidad, que de categora de
subordinacin se volvi en identidad emancipadora anticolonial.
Por consiguiente, no existen identidades cerradas de manera abso-
luta, y asimismo la significancia de cada identidad es tambin rela-
cional, flexible y est en permanentemente resignificacin. Como
caso opuesto a nuestro anterior ejemplo tenemos al cunumi, que
de acuerdo a los cronistas del siglo XVI y XVII, represent una
manera de designar a los jvenes guerreros entre los guaranes
que habitaban el Chaco3. Ya en la Repblica, y hasta hace poco,
fue una categora que se us para designar de manera despectiva
y discriminatoria a la gente indgena del campo, de bajos recursos,
en la regin del oriente boliviano.
Tenemos entonces que las funciones de la identidad son ubi-
car, asignar, asumir, agrupar, diferenciar, clasificar; y al realizar-
las inevitablemente jerarquiza, ubica a las personas y a las colec-
tividades al interior de las lneas de fuerzas sociales desplegadas
en cada momento histrico. Toda clasificacin social es una es-
pecie de ubicacin en el espacio social, y como ste est jerarqui-
zado porque es una trama de relaciones sociales y de relaciones
de fuerzas sociales, entonces toda clasificacin social incluida
la identidad es una jerarquizacin, una relacin de fuerza social
3 Thierry Saignes,Historia del pueblo chiriguano, IFEA/Pluraleditores, La Paz-Bolivia, 2007.
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que interviene en las luchas de esa trama social. Por ello, iden-
tificarse es una manera de valorarse a s mismo y a la vez sin
necesidad de desearlo de valorizar o desvalorizar a otros. Las
identidades, en mayor o menor grado, tienen un efecto de perma-
nente jerarquizacin y disputa en el espacio social.
Autoidentificarse es ubicarse agrupndose con unos en al-
gn lugar del espacio social y diferencindose de otros, crean-
do en el acto un efecto depeso gravitacionalen el espacio, que a
corto o mediano plazo afectar la posicin de todos. No se pue-de ser algo sin unir a unos y a la vez separar a otros desplazar
a otros, es decir, sin modificar constantemente la posicin de
unos y otros, y a la larga de todos.
De ah que se puede establecer que toda identidad es, por un
lado, una relacin social de fuerzas, una construccin nunca
acabada, siempre modificndose en el tiempo en funcin delas circunstancias; y por otro, un movimiento colectivo que,
sin necesidad de desearlo o planificarlo, influye en el conteni-
do, la arquitectura y las relaciones entre las posiciones de las
personas y otras identidades dentro del espacio social. Cuando
el movimiento de la identidad asume, a travs de portavoces,
una planificacin pblica de visibilizacin, de accin colectiva
y efecto organizado en la correlacin de fuerzas del espaciosocial, puede materializarse como movimiento u organiza-
cin social permanente. Hablamos entonces de una identidad
movilizada4, cuyo efecto social en capacidad de movilizacin,
4 Sobre la diferencia entre identidades tericas o estadsticas e identidades movilizadas,
como las clases sociales, ver Pierre Bourdieu, Cmo se hace una clase social? Sobre
la existencia terica y prctica de los grupos, en Poder, derecho y clases sociales,
Editorial Descle, Bilbao, 2000.
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duracin e institucionalizacin depender de la cualidad de la
identidad, en particular de lo que puede denominarse como
densidad identitaria, esto es de la fuerza performativa del dis-curso aglutinante, de su capacidad de persistir en el tiempo,
institucionalizar y territorializar el efecto de sus acciones, etc.
Finalmente, las identidades pueden ser diferenciadas por su
funcionalidad, entre identidades verticales, horizontales,
flexibles, y con distinto grado de densidad.
Cuando una identidad es del mismognero o naturaleza, lo ms
probable es que haya una relacin unvoca entre sujeto e identi-
dad asumida, de tal forma que simultneamente se excluye la ad-
hesin a cualquier otra identidad de igual gnero. Las identidades
del mismo gnero afirman al mismo tiempo que diferencian del
resto de las identidades, y en ese sentido son identidades vertica-
les: si hemos nacido en La Paz, no lo hemos hecho en Potos; si
somos de un pas, no somos de otros; si somos de un barrio, no
pertenecemos a otros por ms que en algn momento hayamos
pasado por ellos, etc. Aqu la afirmacin identitaria opera como
negacin del resto de identidades semejantes. Con todo, esta di-
ferenciacin activa de una identidad no impide que se muestren
sus caractersticas flexibles. Hoy, una persona puede identificar-
se como estudiante y movilizarse en torno a esa adhesin, pero
posiblemente de aqu a algunos aos, una vez que se convierta
en profesor, arquitecto, ingeniero, agrnomo, comerciante, trans-
portista, chofer, etc., acudir a las convocatorias de esas nuevas
identidades colectivas, dejando de lado ya la de estudiante.
Las identidades nunca son rgidas; al contrario son flexibles y
su grado de maleabilidad depende del desarrollo de las actividades
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del sujeto o de la colectividad. A estos grados de flexibilidad que
tiene la identidad podemos denominarle consistencia identita-
ria; en el caso de identidades ms laxas, su consistencia es msdbil, mientras que si las identidades son ms rgidas, su con-
sistencia es ms slida; en todo caso, toda identidad tiene cierto
grado de flexibilidad.
Sin embargo, as como hay identidades que obligatoriamente
descartan a otras, tambin existen las que pueden atravesarlas sin
afectar los sistemas organizativos y justificativos de las fidelidades
personales y colectivas; estas son las identidades transversales y
por lo general son de cierto gnero que traspasa horizontalmente
a identidades de otra naturaleza. A diferencia de la pertenencia a
determinado lugar de origen que descarta otros lugares (efecto de
verticalidad), una identidad de otra naturaleza, por ejemplo laboral,
puede atravesar sin ningn problema a las identidades territoria-
les. Si las personas se diferencian porque unas nacieron en Pando y
otras en Tarija, Beni, etc., la identidad campesina, obrera o lings-
tica puede fcilmente atravesar las identidades de origen: uno pue-
de identificarse como obrero, independientemente si es de Pando,
Oruro, Santa Cruz, etc., y posiblemente, en distintas circunstancias,
esa identidad puede sobreponerse al resto de las que porta el sujeto
o el colectivo, dando lugar a un tipo de identidad organizadora y di-
rigente. En ese caso estamos ante identidades primordiales, que por
lo general funcionan como fidelidades organizadoras y dirigentes
del resto de las identidades de la persona o colectivo social. Aunque
est claro tambin que las identidades secundariasaportan particu-
laridades y especificidades locales e histricas a la identidad primor-
dial. En cierta medida, estas identidades secundariasson el soporte
histrico de la singularidad de la identidad primordial.
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Por otro lado, las identidades pueden sumarse cuando no son
de la misma naturaleza o gnero. Una persona puede identificarse
militantemente con su regin, acudir a las reuniones, participar
en las convocatorias, desfiles cvicos, defender ante otros oriundos
de regiones distintas la fuerza histrica de su provincia, departa-
mento, etc., pero a la vez ser profesor, presentarse pblicamente
como tal, participar de la vida sindical, acudir a las movilizacio-
nes de su sector; y si adems habla por ejemplo algn idioma ori-
ginario como el aymara o el guaran, con seguridad podr defen-
der su bilingismo ante el resto de vecinos y colegas, todo ello en
el marco de una coherencia personal y situacional. Esto significa
que existen identidades que pueden sumarse siempre y cuando
no sean de la misma naturaleza, y al hacerlo enriquecer y com-
plejizar el desempeo para cada una de las identidades situacio-
nales. Cuando esto se da hablamos de identidades compuestas. En
general, las sociedades y los seres humanos somos portadores de
este tipo de identidades; por ejemplo, en relacin al futbol, cada
persona tiene su equipo de adscripcin colectiva y diferenciacin;
en cuanto a la profesin, cada uno reivindica la suya frente a la
de los dems, y en ese acto forma un colectivo y agrupa a los
otros en colectivos diferenciados; si se trata de una charla sobre
regiones, cada quien muestra su fidelidad a su lugar de origen y su
trayectoria social, en un espacio probabilstico resultante de estasuma compuesta de las mltiples identidades construidas y here-
dadas a lo largo del tiempo. Ni el ser humano ni la sociedad tienen
una sola identidad, sino varias que se articulan y definen posibles
trayectorias sociales. A eso nos referimos cuando hablamos de
identidades compuestas. Pero la composicin identitaria no es la
reunin aleatoria y situacionalmente diferenciada de identidades,
es as que la identidad compuesta es la influencia e interaccin
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connotada de las distintas identidades situacionales, en las que
cada una deja su sello especfico y ayuda al despliegue particular
del resto; aunque cada identidad sea gatillada en una circunstan-
cia especfica, lo hace con la carga e influencia interna de las otras
identidades relevantes.
Si al interior de las identidades compuestas que porta un su-
jeto individual o colectivo, se presenta una hegemnica, es decir,
una identidad con capacidad de articular, organizar coherente-
mente, sobreponerse e influir de manera orgnica en el resto,
estamos frente a una identidad de cohesin fuerte.
Una identidad de cohesin fuerte es aquella que delimita una
presencia territorial de manera exclusiva, como un lugar de dere-
chos y de patrimonio material y simblico compartido. Asimismo,
cuando una identidad crea un sentido de origen y destino, real o
imaginario, un lugar de partida, un ancestro, se trata de una iden-
tidad de cohesin fuerte. Finalmente, cuando una identidad crea un
terreno frtil y una narrativa coherente para que se desplieguen,
de manera justificada, las otras identidades; es decir, cuando es
capaz de agruparlas, ordenarlas, jerarquizarlas y permitir su des-
pliegue, igualmente estamos ante una identidad de cohesin fuerte.
NACIN Y HEGEMONA HISTRICA
Entonces, cuando una identidad logra unificar estas tres coor-
denadas constitutivas del sistema de vida social de las personas:
territorializar los espacios de derechos colectivos; crear escena-
rios de bienes comunes compartidos en funcin de correlacio-
nes de fuerzas; inaugurar una narrativa movilizadora de origen
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y de destino social capaz de desplegar polticas de hegemona,
estamos ante un tipo de identidad fuertetotalizadora de los pro-
cesos de construccin del mundo material y simblico de larga
duracin de las sociedades que, segn su grado de expansin e
institucionalizacin poltica soberana, recibe el nombre de et-
nia, nacionalidad o nacin.
Por ejemplo, cuando un boliviano viaja a otro pas, su iden-
tidad primordial ante el resto no se define por su oficio o su
regin, sino por su pertenencia nacional que es diferente a las
de sus interlocutores: dice soy boliviano, y esa afirmacin es
inmediatamente georreferenciada por su interlocutor como un
espacio terrqueo especfico, de exclusividad sobre determina-
dos bienes que pueden ser derechos institucionales, historia,
recursos naturales, idioma, hroes, etc. La identidad nacional
mueve pues las convicciones ms profundas y vitales de los seres
porque delimita espacios de certidumbre territorial trascenden-
te, reales o imaginarios, donde se desarrollan sus sistemas de
vida, de ellos y de su entorno vital.
Algunos autores afirman que una nacin es una comunidad
territorial de cultura, lengua e historia; por lo general sta es
la definicin clsica que aparece en los diccionarios y libros
de consulta, que si bien ayuda a precisar los componentes ma-teriales e histricos que tiene la relacin social denominada
nacin, comete un error decisivo: confunde los productos de
largo plazo de la construccin nacional con el ncleo activo de
la nacin.
Una cosa son los productos de una nacin, como el idioma
compartido por los connacionales, o el territorio alcanzado para
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desplegar los sistemas de vida o la economa integrada de sus
pobladores. A la larga, todos estos componentes caracterizan a
una nacin moderna, pero son el producto histrico de su cons-truccin; no son en s mismos ni la nacin ni su punto de par-
tida imprescindible. Pero por qu las definiciones comunes de
la nacin confunden los productos de largo plazo de la forma-
cin nacional con su ncleo activo? Porque las naciones pueden
surgir antes de tener un territorio; de hecho es precisamente
la lucha de la identidad nacional la que a la larga dar lugar al
territorio como espacio geogrfico e histrico de despliegue de
los derechos soberanos de la nacin. Por lo general, las nacio-
nes como esperanza articuladora de voluntades polticas, exis-
ten antes de su limitacin territorial; la conquista del territorio
y su defensa son precisamente la realizacin activa de la fuerza
espiritual nacional que anida en la comunidad que se asume
como nacional. Recientemente, los casos de Israel o de Pales-
tina muestran ejemplos histricos en los que el territorio sobe-
rano es un producto de lavoluntad colectiva, que justamente lo
construye como territorio nacional. No es que en primer lugar
se necesita un territorio para que luego se instituya la nacin;
por el contrario, es lavoluntad nacionalla que inicialmente se
despliega geogrficamente como territorio soberano, despus
de una larga lucha asumida como de emancipacin nacional.De la misma forma, pueden existir Estados con territorios que
no den lugar, de manera inmediata, a naciones, porque pueden
fragmentarse, recortarse en otras naciones o Estados, hasta que
finalmente con el paso del tiempo se genere lo que podramos
llamar un isomorfismo socialentre la nacin con sus compo-
nentes y el territorio estatal y sus habitantes. La historia de las
naciones latinoamericanas es un ejemplo de ello. En todo caso,
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el isomorfismo socialentre nacin y territorio es el devenir mis-
mo y no el punto de partida de la nacin.
Algo similar sucede con el idioma nacional. Por ejemplo, en
el caso europeo, el francs que es el idioma comn de los fran-
ceses no fue el punto de partida de la nacin francesa, sino
su resultado posterior entre los siglos XVII al XIX. Lo que hoy
llamamos Francia era un archipilago de varios idiomas locales
y sistemas polticos fragmentados; el abandono de los otros idio-
mas locales por uno nico fue producto del acceso a derechos
en la nacin francesa. Est claro en este caso que sta ltima
antecedi al idioma francs como idioma nacional.
El renacimiento de la nacin vasca, pese a la casi extincin del
idioma vasco en el siglo XX; la fundacin de una nacin como la
paraguaya con dos idiomas oficiales de uso comn; la divisin
en ms de 11 naciones en Amrica Latina, a pesar de tener un
solo idioma mayoritario, son ejemplos que muestran que no es el
idioma lo que hace una nacin sino lavoluntad nacionalusando
un concepto de Marx5, que en su marcha crea gradualmente lo
que denominamos como idioma nacional.
El caso de Bolivia es ms complejo. Cuando nuestro pas na-
ci a la vida estatal en 1825, lo hizo con numerosos idiomasindgenas mayoritarios, en tanto que el idioma castellano era
hablado slo por una pequea minora6. Aqu el idioma de la
5 K. Marx y F. Engels,La revolucin en Espaa , Editorial Progreso, Mosc, Rusia, 1978.6 Herbert Klein sostiene: Por fin, en 1846 se llev a cabo el primer censo nacional de
Bolivia, a cargo del estadista Jos Mara Dalence. As se descubri que la poblacinhaba aumentado constantemente hasta unos 1,4 millones de personas, fuera de unos700.000 indios dispersos independientes de los llanos del Oriente Dalence calculcon optimismo que en Bolivia slo haba 100.000 personas alfabetizadas en castellano,cifra equivalente al 7% de la poblacin censada () Bolivia segua siendo una sociedad
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nacin boliviana no corresponda al idioma mayoritario de los
bolivianos, y tampoco la identidad boliviana era una identidad
unificadora de la voluntad autodeterminativa de las poblaciones
mayoritarias del pas. Es recin en el ltimo medio siglo que el
castellano adquiere un uso predominante, e igualmente la iden-
tidad boliviana recin termina de redondearse como identidad
nacional-estatal de la mano de las naciones indgenas que asu-
men el poder del Estado en el siglo XXI. Se podra decir que la
geografa boliviana preexisti a la propia identidad nacional pero
en ningn caso fue su fundamento, de otro modo no se explicara
cmo es que esa nacin territorialmente constituida pudo permi-
tir la mutilacin de ms de la mitad de su geografa estatal. En
realidad lo que aqu va a darse ser un desencuentro catastrfico
entre la naciente geografa estatal heredada y la territorialidad
nacional realmente asumida por las oligarquas dominantes en-
tre los siglos XIX y XX. Para ellas, la geografa estatal se pre-
sentaba como una territorialidad formal, meramente geogrfica,
potencialmente ocupable, pero no se asuma materialmente o
defenda como una geografa imprescindible de la existencia. La
nacionalizacin de la geografa patria o territorializacin real de
la geografa, es decir, su ocupacin plena como extensin orgni-
ca e imprescindible de la identidad nacional, en el caso de nues-
tro pas, ser un producto reciente de la construccin nacionalboliviana, parcialmente a mediados del siglo XX y plenamente
a inicios del siglo XXI, a partir de los procesos nacionalizadores
liderizados por los sectores indgenas. La territorializacin formal
predominantemente rural. El 89% de la poblacin viva fuera de las ciudades y aldeasAunque no contamos con estadsticas sobre la situacin sociolingstica, no puede con-siderarse una exageracin calcular que no llegaba al 20% la parte de la poblacin queera monolinge o bilinge castellana. Ver, Herbert Klein,Historia de Bolivia, TerceraEdicin, Librera Editorial G.U.M., La Paz-Bolivia, 2008, pgs. 140-141.
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yrealde la geografa estatal tienen que ver con el paso de su po-
sesin legal a su ocupacin material y social, o lo que es lo mis-
mo, con el modo en que la sociedad asume la relacin orgnica
cotidiana y telrica con la geografa, el modo de concurrencia
social en el espacio terrqueo. El territorio nacional es una forma
de politizacin de la geografa, una voluntad colectiva lanzada a
asociar, de manera indivisible, el destino comn soberano a una
extensin determinada del planeta.
En la definicin clsica de la nacin, el ancestro comn de-
termina la constitucin nacional de los pueblos. Sin embargo,
Estados Unidos, con su revoltijo de migrantes provenientes de
distintas naciones que exterminaron a los nicos pobladores y
poseedores ancestrales del territorio, muestra que, a diferencia
de lo que sucede en otras experiencias de formacin nacional en
las que el ancestro ayuda a cohesionar a las identidades, en este
caso el ancestro es un invento construido posteriormente para
afianzar la creencia cohesionadora de una raz histrica comn.
En suma, vemos que no son el idioma ni el territorio, el ances-
tro comn ni la historia, tomados por separado o en conjunto,
los que definen por s mismos a una nacin. Cada uno de estos
elementos forma parte de ella, de su existencia y formacin, pero
en tanto territorio nacional, idioma nacional, ancestro nacional,
economa nacional, son siempre el resultado de la voluntad y de
la construccin nacional que existe previamente a la conquista o
nacionalizacin real de cada uno de ellos.
Qu es entonces lo decisivo de la identidad nacional, de esa
identidad decohesin fuerte que hemos denominado nacin?
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Las naciones son ante todo artefactos poltico-culturales perfor-
mativos de larga duracin histrica, con la suficiente fuerza para
materializarse y solidificarse en un territorio, en prcticas polti-
cas e instituciones econmicas relativamente soberanas respecto
a otras naciones, en la idea de un ancestro comn y la voluntad
de un destino colectivo nico, diferenciado al de las otras nacio-
nes. Una nacin existe cuando los connacionales, independien-
temente de donde estn y de las condiciones econmicas que
posean, creen participar de un tipo de hermandad histrica de
origen o porvenir, que tarde o temprano se territorializar como
espacio geogrfico de derechos cotidianos, en el que las perso-
nas inscribirn sus luchas adems de adherir sus certidumbres
de destino. Las naciones son voluntades polticas colectivas ob-
jetivadas, conciencia prctica e institucionalizada de fronteras
mentales y sociales en las que los miembros, independientemen-
te de la clase social a la que pertenezcan, comparten la convic-cin de que sus luchas y esperanzas deben desarrollarse como
destino en ese lugar y con las personas que habitan en l.
La nacin es un entramado de relaciones poltico-culturales
de larga duracin, con efecto performativo territorial y estatal
que crea lo que podramos denominar, siguiendo a Gramsci, un
sentido comn poltico trascendentecon la suficiente fuerza parapromover una identidad colectiva movilizadora y crear, entre
personas de diferentes clases y experiencias sociales, la idea
aceptada de su vida en comn en un territorio asumido como
propio; los connacionales, que quizs nunca vayan a conocerse,
viven su destino como partcipes de una hermandad simblica
y material extendida y portadora de derechos sobre los medios
materiales de su vida en comn. En ese sentido, las naciones
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son las plataformas territoriales de las hegemonas poltico-cul-
turales de larga duracin de las sociedades.
Por lo general, cuando se utiliza el concepto de nacin se
lo hace de manera rgida, como algo ya dado, slido, inamo-
vible y heredado. Ese es un error. Las naciones, aunque en su
validacin estatal son compactas e institucionales, en realidad
son procesos sociales muy flexibles y en permanente fluidez,
porque resumen luchas de larga y corta duracin que definen
elsentido de lo comnterritorializado, tanto en lo cultural, es-piritual colectivo y poltico, como en los bienes econmicos,
entre personas socialmente muy diferentes. Y en la medida en
que la nacin hace referencia a un comn primordialacoraza-
do frente a las pretensiones de otros comunes territorializados
y siempre sospechosos de poner en riesgo el que se posee, es
una relacin poltica trascendente convocada para garantizar,
como objetivo supremo, la soberana de su escenario de dispu-
tas y horizontes de convivencialidad duradera. As, la nacin es
pues la plataforma territorializada de la hegemona primordialde una sociedad, de las hegemonas tectnicas en el entendido
que producen un sentido comn trascendente en torno a una
pertenencia colectiva, herencia comn real o inventada pero
creda, y destino igualmente compartido, que asigna a los
connacionales el derecho a definir, luchar y usufructuar sobre
un conglomerado de cosas comunes que se tienen en una de-
terminada extensin del globo terrqueo. De hecho, la nacin
es tambin el tramado histrico de luchas de larga duracin
temporal de diferentes sectores sociales que se han enfrenta-
do, y continuarn hacindolo, por monopolizar y legitimizar la
definicin y conduccin aceptada por todos de esos espacios
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de locomnsobre los que los connacionales se asumen como
herederos portadores de derechos. En ese sentido, las naciones
son tambin un tipo de riqueza comn territorializada, porquese articulan o se sostienen, se expanden o se contraen en torno
a la decisin de gestionar o administrar un conjunto de bienes
comunes duraderos, adquiridos o construidos como la cultura,
la historia, los recursos naturales, el territorio, las institucio-
nes, las luchas colectivas, el mercado interno, los smbolos de
identidad compartida, etc.
Los recursos naturales, el gas, el petrleo, el agua, el aire, los
ros, los cerros, el territorio, la tierra, los smbolos, las ideas, la
historia comn, los sueos compartidos, las derrotas, las certi-
dumbres, las luchas colectivas acumuladas, los valores cvicos,
los derechos, son el conjunto de bienes comunes materiales y
simblicos de una nacin, que permiten cohesionar a la comuni-
dad bajo un sentido de pertenencia y destino compartido.
Tenemos, entonces, que el concepto de nacin incorpora dos
ejes: unsentido comntrascendentesobre la pertenencia a una
comunidad histrica territorializada, a lo que podramos llamar
el modo de composicincultural de la nacin, y la comprensin
de la posesin inalienable desde que se nace de un conjunto
de bienes y derechos comunes, que podemos denominar como
el modo de composicin material de la nacin. En tanto que el
pedazo del planeta asumido y constituido como territorio nacio-
nal, ya sea como territorialidad formalo territorialidad real, ser
el modo de recepcin geogrfico de la voluntad nacional. En el
debate terico, algunos autores privilegian el primero de los ejes
asentado ms en la historia comn, y hablan de una definicin
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natural, orgnica o alemana de la nacin, pues justamente
los primeros en sostenerla, en el siglo XVII, fueron alemanes
(Fichte)7; mientras que otros autores se refieren ms bien a la
voluntariedad de la constitucin nacional o nacin cvica para
el acceso a derechos. En realidad, ambos componentes son indi-
sociables y forman las dimensiones de esa nica relacin social
poltica territorial llamadaformacin nacional.
Si el sentido comn trascendente, los modos de ocupacin del
territorio y los bienes comunes compartidos dinamizan la espi-ritualidad y materialidad de la nacin como artefacto poltico,
cultural-territorial, est claro que las naciones son plataformas
vivas, dinmicas y flexibles en las que se dirimen la conduccin
e irradiacin intelectual, econmica y moral de larga duracin
de las clases y bloques sociales histricos de un pas. Y es que
al fin y al cabo lo que una sociedad entender y asumir como
fidelidades culturales y bienes compartidos en tanto comunidad
nacional, es el resultado en todo momento de pugnas, luchas
y proyectos hegemnicos bsicos de grupos y clases sociales con
capacidad de adherir exitosamente su existencia dirigente a la
vivencia institucionalizada del sentido bsico de comunidad
extendida y de hermandad histrica del resto de las clases socia-
les de un pas; de tal manera que todos vivan esa experiencia
como un principio primordial de cohesin y destino.
Esta dinamicidad y conflictividad social estructural en la cons-
titucin de un sentido comn duradero, permite entender que a
cada liderazgo de larga duracin de un bloque social histrico co-
rresponde, en el sentido leninista, una determinada caracterstica
7 Johann Gottlieb Fichte,Discurso a la Nacin Alemana, Tecnos, Madrid, 1988.
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de lo nacional, de su amplitud y contenido. Son estos bloques his-
tricos, sus luchas, discursos, disputas con otros proto-bloques,
irradiaciones ideolgicas, capacidad de liderazgo, concepciones
de la historia pasada y porvenir que pugnan por legitimarse; sus
modos de ocupar y recepcionar el territorio como supuesto mate-
rial de la reproduccin social aceptado por el resto de la sociedad;
sus modos de articular sostenidamente las adhesiones bsicas,
que en conjunto definen el sentido comn trascendente de un pas
y las caractersticas de lo comn compartido entre las sociedades,
lo que en definitiva da lugar al contenido de lo nacional de las
sociedades. Esto significa que el espacio nacional (si bien es mu-
cho ms que relaciones de dominacin, pues articula tambin las
expectativas y necesidades de adhesin y certidumbre profunda
de la sociedad, esto es, las relaciones tectnicas de adherencia
y destino imprescindibles para que cualquier ser humanoseaal-
guien en el mundo) es asimismo una plataforma donde se dirimen
las relaciones histricas de fuerzas tectnicas, profundas de la
sociedad, que hasta nuestros das son y probablemente seguirn
siendo por un buen tiempo ms tambin relaciones de domina-
cin. De esta manera, elseren el mundo (o la identidad nacional)
por ahora slo puede existir comoser en lucha, comoseren medio
de una trama de relaciones de dominacin.
La nacin es entonces tambin un escenario donde se desa-
rrolla y dirime, por largos periodos histricos, la arquitectura
tectnica de las relaciones de dominacin, resistencia y legi-
timidad social. De hecho, el contenido de la nacin sobre un
mismo espacio geogrfico, o lo que los connacionales enten-
dern, vivirn e imaginarn como el ser nacional, es siempre
un producto histrico de muchas luchas (y en particular de la
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manera en que el bloque dirigente de la sociedad organiza la
voluntad de pertenencia colectiva, articula y expande los co-
munes posedos por esa comunidad) y del modo de recepciny ocupacin del territorio de la nacin.
LA FORMACIN DE LA NACIN BOLIVIANA
La construccin de las identidades nacionales en Bolivia, por su
complejidad, fragmentacin y fragilidad inicial, permite develarde una manera ms visible la dinmica social de las formacio-
nes nacionales en otros pases.
En 1825, cuando se declara la independencia del pas de la
corona espaola, y luego en 1826 cuando se promulga la pri-
mera Constitucin que diferencia a los bolivianos (todos) de
los ciudadanos (pocos) a partir del idioma, la propiedad indi-vidual de la tierra y el dinero, no slo se reafirma el horizonte
clasista-hacendal de los fundadores de la patria, sino tambin
el horizonte tnico racial con el que los nuevos gobernantes
entienden la pertenencia nacional boliviana8. Abdicando de
todo tipo de impulso unificador de lo indgena-popular, las li-
tes fundantes y dominantes de la naciente Bolivia optan por la
exclusin institucionalizada de lo indgena como fundamentode una nacionalidad de pocos y una territorialidad retaceada.
8 La Primera Constitucin de la Repblica Boliviana, del 19 de noviembre de 1826, es-tablece en su artculo 14, que para ser ciudadano es necesario: 1. Ser Boliviano. 2. Sercasado, o mayor de veintin aos. 3. Saber leer y escribir. 4. Tener algn empleo o indus-tria; o profesar alguna ciencia o arte, sin sujecina otro en clase de sirviente domstico.Dalence en suBosquejo Estadsticopublicado en 1851, calcula que menos de una dcimaparte de la poblacin tiene algn tipo de instruccin pblica. Ver, Jos Mara Dalence,Bosquejo Estadstico de Bolivia, Imprenta de Sucre, Chuquisaca, 1851, pg. 242.
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La hacienda, es decir la forma mayoritaria en que existe la
propiedad individual sobre la tierra, que es a su vez la forma mi-
noritaria de ocupacin sobre ese recurso, marca el inicio y finde la mirada territorial con la que los doctores de Charcas y los
diputados que asisten a la fundacin de la patria, entienden su
significado. Los otros, los indgenas o indios la mayora de la
poblacin no propietaria individual no se presentan ante los pa-
tricios como aspiracin o irradiacin nacional lo que supondra
una concepcin al menos formal de iguales: los connaciona-
les, ms al contrario son sinnimo de no-propiedad, de no-civi-
lizacin, de algo que debe exterminarse o poseerse como propie-
dad individual (igual que un instrumento ms de la hacienda),
una herramienta parlante de trabajo. La propiedad comunal y el
idioma indgena son por tanto el sello visible de la externalidad
de la patria, de la ausencia de derechos y de la imposibilidad de
la igualdad. Si la nacin es por definicin una comunidad formal
de iguales ante los bienes comunes, los indiosson por definicin,
para las oligarquas que controlarn el Estado, los no-iguales (los
que no pueden ser y nunca sern iguales), los que no participan
de una comunidad de bienes cvicos compartidos porque son
considerados como la negacin absoluta de cualquier civilidad
reconocida. Los indiosson pues la no-nacin, porque con ellos la
oligarqua no imagina un origen comn real o ficticio ni mu-
cho menos proyecta un destino compartido.
Para las oligarquas dominantes, los indgenas sern meras
cosas fatalmente adheridas a la geografa, al igual que las pie-
dras o los animales, con los cuales es imposible imaginar una
comunidad de iguales formales que es el pre-requisito subjeti-
vo de cualquier formacin nacional y no se tiene otra opcin
ms que utilizarlos instrumentalmente.
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Por consiguiente, la nacin boliviana si es que as puede
llamarse a ese linaje oligrquico, tendr como territorialidad
reala la hacienda y la mina donde trabajan los mitayos; su te-
rritorialidad formal llegar hasta donde se pueda reclutar ms
pongos y mitayos; y el resto de la geografa patria ser asumida
como tierra salvaje, como exterioridad. En cuanto a la pobla-
cin suceder lo mismo: lejos de buscar la irradiacin del senti-
do de pertenencia hasta el ltimo rincn de la patria heredada
por los ejrcitos libertadores, el boliviano ser el que potencial-
mente pueda ser subsumido por la hacienda o la mina. Y an
as, su incorporacin ser meramente nominal al igual que una
acumulacin de herramientas o enumeracin de instrumentos
de trabajo, nunca en calidad de ciudadanos, como seres de de-
rechos y sujetos de igualdad. Son indios se dir, y como tales
irreductibles a la ciudadana, igual que un martillo o una vaca,
no obstante necesarios para acumular riquezas; nunca se los
considerar iguales, ni en origen ni en derechos y menos en
cuanto a un destino compartido. Al margen de los ciudadanos,
el resto de los bolivianos, la inmensa mayora de indgenas de
tierras bajas y tierras altas, de los barrios marginales, slo ser
una turbamulta salvaje, peligrosa y acechante a esa civilidad de
campanario y plaza de armas.
Si como afirman los censos realizados en los primeros aos
de la Repblica9, alrededor del 70% de los bolivianos eran
9 Jos Mara Dalence seala que de 1.373.896 personas que existan en la Repblica el aode 1846 [cifra que se habra extrado, segn menciona este autor, de los padrones oficial-mente elaborados los aos 1845 y 1846] eran procedentes de la raza blanca 659.398 y dela aborgena 701.558. Es decir, el 51% de la poblacin perteneca a la raza aborigen. Yaade que adems se calculaba la presencia de 760.000 almas infieles no contabilizadasresultantes de los informes de los que habitan en las fronteras y de las noticias de los mi-sioneros que han atravesado las regiones, en las que vagan los salvajes. Si aadimos estacifra de la poblacin indgena no censada a la censada, tendramos que la poblacin indgena
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indgenas de las ms diversas lenguas e identidades territo-
riales ancestrales, la nacin boliviana real e imaginada por
las lites dominantes se reduca a un conjunto de enclavesde linaje, que por principio moral y civil haban renunciado
a cualquier reconocimiento de la plurinacionalidad existente
y ms an a cualquier atisbo de irradiacin de la identidad
boliviana hacia esas otras identidades, porque para ellos los
indgenas o los indiosa secas no eran sujetos aptos de unifi-
cacin, pues en el fondo no crean que fuesen realmente seres
humanos de razn, como ya lo haba advertido Juan Gins de
Seplveda10siglos atrs.
Qu tipo de nacin emergi entonces en torno a este imagi-
nario y forma de definicin y construccin oligrquico-minera?
Una nacin archipilago que se asentaba donde estaba la hacien-
da y la propiedad de la mina de estao y plata; ms all de ese
espacio no exista otra productividad territorial de la nacin, ms
an, estaba el mundo salvaje, es decir, todo lo opuesto a un
destino compartido.
As, en esos tiempos de la oligarqua, la nacin era la ha-
cienda y su expansin, la mina y la propiedad minera, primero
de la plata y luego del estao. La territorialidad de la nacin
consista en un archipilago en medio de un mar de in-civilidad
y de peligros a los que haba que atacar antes que incorporar,
usurpar antes que articular, utilizar antes que reconocer, porque
alcanzaba a 1.461.558 personas, el 68% del total de la poblacin estimada en Bolivia. Ver,Jos Mara Dalence,Bosquejo Estadstico de Bolivia, Imprenta de Sucre, Chuquisaca, 1851,pgs. 183-184 y 208-209.
10 Juan Gins de Seplveda, Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los in-dios, Fondo de Cultura Econmica, 1941.
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el indgena escondido en sus tierras remotas representaba lo que
esa casta no quera y nunca iba a querer ser.
Los portadores de la nacin eran grupos de familias que se
reproducan endogmicamente; nos referimos a una nacin de
estirpe, de piel blanca, habla castellana, y propietaria privada
de la tierra. Entonces, quines noeran partcipes de ella? En
primer lugar y por siempre, los indios, los indgenas que consti-
tuan la inmensa mayora del pas. Entre la oligarqua boliviana
y las oligarquas de otros pases podan haber diferentes inte-reses y hasta librarse guerras de reacomodo, pero en el fondo
exista un principio de identidad con ellas, el de la exclusin
de los indios, porque al fin y al cabo tambin eran islas de civi-
lidad en medio de una geografa fatal repleta de barbarie e in-
civilidad. Por ello, recortar aqu o all el territorio patrio, ceder
tal o cual provincia a cambio de una suma de libras esterlinas
o ferrocarriles, adems de ser un negocio inmediato para pagar
salarios, exportar minerales y edificar nuevas haciendas, era in-
cluso ticamente aceptable, porque se lo haca entre iguales,
es decir entre propietarios privados herederos de la civilidad de
la corona espaola o portuguesa y lo que es ms importante,
blancos de piel con los mismos gustos estticos de moda.
En Bolivia, para las oligarquas que se sucedieron hasta la mi-
tad del siglo XX, las prdidas geogrficas no eran asumidas como
mutilaciones inaceptables eso slo acontece cuando el habitan-
te del territorio perdido es igual a uno mismo en cuanto a destino
compartido: el Pacfico, el Acre o el Chaco eran considerados
como parajes recnditos, habitados por seres extraos que prac-
ticaban idiomas ms extraos an, con los que nada, a no ser
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el caprichoso mapa, los una. As, mientras la plebe concurra
a la guerra para defender el territorio como quien defiende la
vivienda propia arrebatada pues ellos s compartan el destino
de la marginacin con los invadidos, los gobernantes acudan
casi obligados por un deber al que no sentan como propio. No
sentan en el alma ni la geografa arrebatada por el invasor ni
los habitantes invadidos, porque no los perciban como a la geo-
grafa ntima o al hermano propio. A la larga, la derrota militar
refrendaba la derrota histrica de una casta que renuncia desde
el principio a asociar geografa con territorio, poblacin con na-
cin, derecho con igualdad.
Interiorizar el principio de igualdad formal entre los habitan-
tes, punto bsico de partida para irradiar el concepto de nacin,
de comunidad extendida real o imaginada en todo el territorio,
requera materialmente abandonar la lgica de derechos por
estirpe y color de piel. Ello habra supuesto distribuir tierras,
reconocer las tierras comunitarias, los derechos colectivos, de-
mocratizar los cargos pblicos. Pero la negacin explcita de esa
democratizacin de la poltica y la economa, era precisamente el
pivote de la Constitucin Poltica del Estado oligrquica, y tam-
bin el fundamento material de la propia oligarqua que levanta-
ba la produccin de su riqueza y legitimacin de su dominio en
la obligatoriedad colonial del trabajo indgena y la usurpacin
de las tierras de los indiossolamente por el hecho de ser indios.
La voluntad de destino compartido requera la igualdad como
prejuicio colectivo, empezando por las lites dominantes; pero
la oligarqua representaba precisamente la constitucin de una
clase a partir de la desigualdad convertida en principio tico y
tecnologa econmica. Negarla era negarse a s misma, cosa que
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generalmente ningn grupo social hace, a no ser que en esa ne-
gacin est su nuevo encumbramiento, incluso ms slido que
el anterior. Sociolgicamente esto se puede entender como una
reafirmacin de la relacin dominante de una clase mediante una
reconversin estructural de la propia clase. Sin embargo, la au-
dacia histrica de una mayor igualdad no estaba en la mirada de
una oligarqua acostumbrada a la acumulacin por expropiacin
de los desiguales, los indios.
La modificacin de esta forma de entender la nacin como ar-
chipilago de hacienda y de centros mineros, ser resquebrajada
y obligada a ampliarse por la impronta de los artesanos, de su
trabajo, organizacin y nmero. Artesanos, mingas asalariados
de las minas, comerciantes, arrieros de mineral, productores de
chicha, logran con su sublevacin, con sus insurrecciones y lu-
chas, ampliar la base urbana de la pertenencia nacional boliviana
y obligan a las oligarquas a reconocer sus derechos de ciudada-
na, al voto y a la propiedad urbana. No obstante, nunca dejan de
ser clases peligrosas y sospechosas de barbarismo. De ah toda esa
literatura del siglo XIX y principios del XX en torno a la ambi-
gua civilidad de los cholos, mitad blancos, mitad indios, carac-
terizados por la venalidad, la borrachera, la intriga, el arribismo,
la mezquindad y la traicin11. Se trataba de un estigma cultural
construido a modo de barrera interior para aislar y desinfectar
desesperadamente la imagen pura de la civilidad nacional oli-
grquica, asediada por una plebe que quera trepar por encima de
sus murallas a travs del ascenso econmico, el dinero y la nueva
11 Ver, Armando Chirveches,La candidatura de Rojas, Librera y Editorial Juventud, La Paz, Boli-via, 1969; Enrique Finnot,El cholo Portales, Librera y Editorial Juventud, La Paz, 1997; AlcidesArguedas, Vida Criolla, La Paz, Bolivia, 2000; Carlos Medinacelli, La Chascaawi, Los amigosdel Libro, La Paz, 1973.
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propiedad12. Sin embargo, pese a su reconocimiento, este ascen-
so de las nuevas clases sociales urbanas no modifica el carcter
racista, de estirpe, anti-indgena y de archipilago de la identidad
nacional boliviana, construida a imagen y semejanza de la econo-
ma de los terratenientes y empresarios mineros. El uso descalifi-
cador del cholaje ser el recordatorio victorioso, an hasta fines
del siglo XX, de la inamovilidad estructural del viejo orden de je-
rarquas oligrquicas y derechos heredados de acuerdo al apellido
y color de piel.
El siglo XX nacer en la segunda dcada con la insurgencia de
la lucha obrera minera por sus derechos salariales y una nueva
voluntad poltica de trgica unidad interclasista resultante de la
derrota dela guerra del Chaco. La derrota y la muerte democrati-
zada entre indgenas, artesanos y profesionales por igual, crear en
los arenales de esa tragedia la posibilidad de un destino en comn.
12 La literatura constituye un valioso objeto de estudio para la comprensin de una partede los imaginarios identitarios de cada poca histrica. Sin embargo, hay que relativi-zar la importancia que B. Anderson le atribuye en la construccin de los movimien-tos nacionalistas pblicos. (Ver Anderson Benedict, Comunidades Imaginadas, FCE,Mxico, 2006). Si bien la narrativa literaria forma parte de los espacios pblicos dondese constituyen las ideas fuerza de las sociedades, la importancia de las novelas en laconstitucin del sentido comn movilizador depender de los niveles de alfabetizacinde la sociedad, de la amplitud del flujo de ideas a travs de los medios impresos en la
intelectualidad activa al interior de los sectores movilizados, de la difusin editorial yde la propia recepcin social de la novela. Con todo, no cabe duda que la literatura cons-tituye un escenario privilegiado para indagar parte de los ideales y programas de deter-minado sector social en un momento dado. Para un anlisis de las ideas de modernidadentre las lites letradas bolivianas de fines del siglo XIX y principios del XX, adems dela estetizacin de las jerarquas a travs de la novela, ver, Salvador Romero Pittari,LasClaudinas. Libros y sensibilidades a principios de siglo en Bolivia, Neftal Lorenzo y E.Caraspas Editores, La Paz, 1998. Un estudio revelador sobre las diferentes representa-ciones referidas a la identidad nacional en las novelas elaboradas por las lites letradasbolivianas en el siglo XIX y mediados del siglo XX, y el papel que le asignan en estasrepresentaciones a las identidades criollas, indgenas, mestizas y cholas, se encuentraen Ximena Soruco Sologuren, La ciudad de los cholos. Mestizaje y colonialidad enBolivia, siglos XIX y XX, IFEA/PIEB, La Paz, 2012.
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La nacionalizacin del petrleo de 1938 ser el primer impul-
so a la formacin de una nueva base material de la nacin, en la
que los que haban concurrido a la muerte en el Chaco, indgenas
y clases medias urbanas, se sentirn con el derecho ganado a de-
cidir su destino. Inicialmente esta nacionalizacin del petrleo y
luego la de las minas, crearn no slo el soporte material de un
nuevo tipo de nacin, sino ante todo la creencia ntima del dere-
cho depositado sobre esas riquezas, al fin compartido entre ind-
genas y no indgenas. Una nueva forma de imaginar y objetivar
la nacin se pondr en marcha de la mano de un nuevo bloque
de poder ascendente.
La revolucin de 1952 coronar esta mutacin de las capas
tectnicas de lashegemonas primordiales de la sociedad, es de-
cir, del contenido de lo que habr de entenderse por nacin. La
base material de los terratenientes la hacienda y de los empre-
sarios mineros privados las minas de estao ser expropiada,
y a travs de ese acto se derrumbar el fundamento material de
la vieja nacin oligrquica boliviana. La pequea burguesa le-
trada e intermediaria asumir el liderazgo histrico de la socie-
dad y con ello surgirn otro contenido y territorialidad nacional.
As, al sentido comn trascendente oligrquico le sustituir
un nuevo sentido comn liderizado por la pequea burguesaletrada civil y posteriormente uniformada, que asumir con
sus prejuicios de clase social heredera marginal de la vieja so-
ciedad oligrquica la construccin homogeneizante de la nue-
va narrativa nacional. Esto corrobora que el contenido de la for-
macin nacional no es de ninguna manera esttico; al contrario
es fluido y se dirime, para su duracin en un largo periodo de
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tiempo, a partir de las luchas sociales y la irradiacin hegem-
nica de los bloques sociales capaces de alumbrar las unificacio-
nes de lo nacional-popular en cada poca histrica.
Con todo, las nuevas lites dominantes harn un esfuerzo por
incorporar parte de la geografa a la lgica de la presencia na-
cional por la va de la ampliacin del mercado. Se iniciar la
llamada marcha al oriente, y el control hacendal de los cir-
cuitos comerciales dar lugar a una proliferacin de actividades
comerciales locales a cargo de los propios pequeos campesi-
nos. La insurreccin obrera del 52 lograda en torno a la vitalidad
organizativa del sindicato, incorporar el horizonte salarial y el
sindicato como la forma de pertenencia a los derechos y a la
nacin. La pertenencia al sindicato ser la va de reconocimien-
to social, acceso inmediato a derechos e interlocucin legtima
reconocida frente al Estado. Nacer laciudadana sindical13, que
no es otra cosa ms que la constitucin del sindicato asalaria-
do, y luego del sindicato campesino, como la forma organizativa
de lo nacional-popular en Bolivia. Esto lleva a una modificacin
sustancial de la composicin y modo territorial de formacin
de la nacin. Si en tiempos oligrquicos, el organizador estatal
de la naciny elsujeto de la nacineran el mismo actor social
compuesto por hacendados y empresarios mineros, con la revo-
lucin del 52, elorganizador estatalde la nacin (la nueva lite
pequea burguesa letrada) se escinde delsujeto de la nacin (el
sujeto sindicalizado), ahora portador de derechos.
13 Ver, lvaro Garca Linera, Estructuras de los movimientos sociales, enLa potenciaplebeya. Accin colectiva e identidades indgenas, obreras y populares en Bolivia, Pri-mera Edicin, CLACSO/Prometeo Libros, Buenos Aires, Argentina, 2008.
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Geogrficamente esto implica tambin una ampliacin de la
territorialidad de la nacin y del Estado. La territorialidad real
de la nacin se extender a las poblaciones donde surgir unanueva burguesa industrial, comercial y agrcola (que permiti-
r la expansin del trabajo asalariado) y tambin all donde la
organizacin campesina-indgena tomar la forma de sindicato
agrario. Esto acontecer especialmente en el altiplano y los valles.
Sin embargo, la astucia de la historia colonial deparaba dos
venganzas ms a su favor. Si bien elsujeto de la nacinse haba
ampliado democratizando al mundo sindical, modificando el con-
tenido general de la nacin boliviana, la funcin delorganizador
estatal de esta construccin nacional en s no sera objeto de de-
mocratizacin ni de presencia popular sindical. El sindicato y el
sindicalizado se presentaban como una intermediacin entre la
sociedad civil y el Estado; en momentos excepcionalmente cortos
como posibilidad de cogobierno, y por lo general como contencin
al abuso estatal, pero nunca como mando mismo del Estado o
como conductores de la vida estatal. El sindicato ser consiguien-
temente el modo de acceso, pero no de definicin de derechos.
Y esto tiene que ver ciertamente con los lmites del proceso re-
volucionario, con la separacin entre gobernantes y gobernados,
interiorizado en las creencias ms profundas y duraderas de los
subalternos, incluso de los insurrectos victoriosos que portaban
el muser en la mano. Se trata de la abdicacin del poder a pesar
de su conquista, hecho que marcar a manera de sello a toda una
poca: el tomar el Estado sin animarse a serlo, que es quiz tanto
peor al temor del viejo Marx14de tomar el Estado sin proceder
14 Carlos Marx,La guerra civil en Francia, Primera edicin, Ediciones en lenguas extran-jeras Pekn, Repblica Popular China, 1978.
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a cambiarlo. En el primer caso est la interiorizacin fatal de la
subalternidad como condicin insuperable; en el segundo, la vo-
luntad de poder, pero como ilusin de poder. A lo mejor ah radica
la desdicha de las experiencias revolucionarias del siglo XX.
De igual manera, elsentido comncolonial en su sedimento
tectnico ms bsico y fundante, a saber la exclusin de los in-
dgenas como sujeto colectivo, se mantendr inalterable. La re-
volucin del 52, que traer cambios en la propiedad de los me-
dios de produccin y en la democratizacin poltica, se detendrperpleja ante el principio fundador de la colonialidad que haba
esculpido la propia espiritualidad y el horizonte intelectivo de
los propios sublevados. La nueva clase dirigente y los nuevos su-
jetos de la nacin mirarn al indioarrebatados por los mismos
prejuicios y ordenamientos morales del mundo heredados en su
subalternidad colonial, y proyectarn el futuro edificio nacio-
nal con los mismos cimientos de la nacin oligrquica: el indio
como externalidad; es decir, el sujeto colectivo mayoritario de la
patria, portador de historia, identidad, estructura poltica, tec-
nologa y territorialidad, nuevamente ser excluido de la nacin
y del Estado. Pese a esta democratizacin de los contenidos y
sujetos de la nacin boliviana, elrecaudo interiorcolonial o fu-
rioso rechazo a los pueblos indgenas como sujetos de derechos
colectivos y de presencia estatal, se mantendr inclume.
La victoria delhabitus colonialse sobrepondr a la insurrec-
cin de abril. Pese a los antagonismos que los enfrentaban, cas-
tas hacendales decadentes, obreros insurrectos y profesionales
letrados compartirn en el fondo de su ser y as lo refrendarn
en los aos posteriores a la revolucin la creencia suprema de
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la inferioridad del indio, de su externalidad a la civilizacin e in-
viabilidad histrica y, por tanto, de su necesaria transmutacin
a campesino. Cuartel, escuela, propiedad privada y migracinsern las nuevas pedagogas civilizatorias del indgenapara ha-
cer de l un ciudadano, un mestizo susceptible de reconoci-
miento y cultura.
Ni siquiera los obreros triunfantes se salvarn de esa herencia
colonial. Mirarn a sus padres y abuelos envueltos en sus ponchos
y ojotas, con el desprecio y la distancia anhelada del guardatojo
y la reluciente chamarra de cuero, smbolos de la modernidad
y de la ideologa del mestizaje. El secular prejuicio oligrquico
renacer de manos de los enterradores de la vieja oligarqua: la
monoculturalidad volver a apoderarse del ideario nacional, slo
que ahora ya no como patrimonio de pocos, sino como derecho
de todos. Si en tiempos republicanos la bolivianidad era para to-
dos pero la ciudadana para pocos, ahora todos los bolivianos
sern ciudadanos con derechos, siempre y cuando dejen de ser
indios, hablen castellano, entierren sus identidades indgenas,
abandonen sus idiomas originarios en manos de los abuelos o
del pasado, vayan al cuartel, aprendan la civilidad estatal, vene-
ren a los hroes de la narrativa oficial, y acepten la ilusin de la
pertenencia a una supuesta identidad comn, mestiza.
Los lmites de esta lgica nacional sern precisamente la he-
rencia colonial restaurada ya no como exclusin sino, peor an,
como prejuicio colectivo de masas. Cmo construir una nacin
sin tomar en cuenta a las naciones indgenas pre-existentes?
Cmo imaginar un ancestro comn, cuando la indianitud es-
taba estigmatizada como barbarie y salvajismo que haba que
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esconder detrs de venturosas invasiones extranjeras y benfi-
cos cruces de sangre? Cmo proyectar un destino comn si la
civilizacin indgena era percibida como la oscura y deleznable
infancia de la excelsa y apetecible civilizacin occidental? Y en
definitiva, cmo construir la solidez de una nacin boliviana si
la mayora de los bolivianos no eran reconocidos en su iden-
tidad, cultura, historia e idioma como parte fundamental de la
comn-unidad; ni mucho menos su derecho a la presencia colec-
tiva como naciones indgenas en la formacin de la identidad
nacional compartida y la conduccin del Estado?
De ah que la democratizacin de la nacin post 52 ser una
democratizacin falaz, superficial, aparente. Una nacin plena
no puede renunciar a la identidad orgnica de sus componentes,
y si lo hace es demogrficamente incompleta, sustancialmente
segregacionista y a la larga inconsistente. Y es que el Estado no
se convierte en sntesis poltica (ilusoria, agregara Marx) por
cartografiar a los habitantes. Para ello se requiere la concurren-
cia de stos en el Estado como ciudadanos, pero ms que eso,
de su historia y organizacin como derecho e institucin. Sin la
concurrencia de esto, sigue siendo un Estado aparente15, como
en tiempos de las oligarquas. Y eso es lo que a fin de cuentas
sucedi con el Estado entre 1952 y el 2005.
El proceso de democratizacin real del Estado y de isomor-
fismo o correspondencia radical entre la sociedad boliviana
completa ms su historia con la nacin boliviana, tendr
15 Sobre el concepto de Estado aparente, ver lvaro Garca Linera, Del Estado aparenteal Estado integral: La transformacin de la comunidad ilusoria del Estado, en El Esta-do desde el horizonte histrico de nuestra Amrica, Vicepresidencia del Estado Pluri-nacional de Bolivia/Universidad Nacional Autnoma de Mxico-Posgrado en estudioslatinoamericanos, La Paz-Bolivia, s/f.
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que esperar precisamente la insurgencia nacional de aquella
parte del pas que a lo largo de los siglos haba sido excluida a
sangre y fuego de toda presencia y existencia nacional: las na-ciones indgenas. Slo quienes haban sido objeto del escarnio
secular ms racista y destructivo para excluirlas de cualquier
atisbo de presencia en la construccin nacional, tendrn la
fuerza histrico-moral para levantar otro cuerpo de nacin,
que no ser la inversin de la nacin oligrquico-colonial (una
nacin slo de indgenas), sino precisamente la negacin radi-
cal de toda forma parcial de nacin, que sea capaz de incluir
a todos los habitantes de Bolivia, ms su historia; es decir, se
abrir la poca de una nacin que se alimentar de las fuerzas
vitales y orgnicas de toda la sociedad, sin exclusiones. Pero
eso requerir un nuevo bloque de poder social y una nueva
estructura estatal que desplace, no slo econmica sino espi-
ritualmente, a los parientes pobres de las oligarquas seoria-
les. Y eso es justamente lo que se ir gestando gradualmente
con la insurgencia del indianismo-katarismo desde los aos
70 del siglo XX, con el fortalecimiento del movimiento ind-
gena-campesino, las marchas en defensa de la hoja de coca y
la soberana, las grandes sublevaciones del 2000 al 2005 en
contra del neoliberalismo, y la revolucin democrtica cul-
tural iniciada el 2006, que desembocarn en la formacin del
Estado Plurinacional.
Qu significa el Estado Plurinacional en trminos de la
construccin de la nacin? En principio, el reconocimiento
de la existencia de las naciones indgenas en la construccin
material del nuevo Estado, en el sistema de instituciones po-
lticas, en el rgimen de toma de decisiones, en la narrativa
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educativa de la sociedad entera, en la memoria y horizonte
histrico, en la estructura de los valores colectivos y saberes le-
gtimos. No se trata simplemente de la tolerancia de su presen-cia como minoras a ser protegidas en su lento pero inevitable
trnsito a la disolucin cultural, como sucede con los Estados
multiculturales. El Estado Plurinacional es la constitucin de
la totalidad de los sistemas de poder estatal a partir de la pluri-
nacionalidad como plurinacionalidad, es decir, como poder de
Estado e institucionalidad gubernamental, cultural, educativa,
econmica e histrica. En trminos estrictos, el Estado Pluri-
nacional es una forma de Estadoque corresponde a la forma
socialplurinacional.
La nueva Constitucin Poltica del Estado reconoce a 36
idiomas y naciones indgenas con derechos incluso previos a la
propia formacin de la Repblica boliviana. Eso significa que
las naciones indgenas al fin, y para siempre, son reconocidas
y potenciadas como componentes sustanciales de la sociedad
boliviana; pero adems, se constituyen en el ncleo organizati-
vo del sistema de poder estatal y del rgimen de gobierno. Esto
implica que no es el Estado el que deviene en nacin unificada
o el que se encarga de unificar y homogenizar la nacin, como
sucedi en la mayor parte de los Estados-nacin que extinguie-
ron la diversidad nacional que habitaba en ellos. Ac son las
naciones indgenas, resistentes a la Colonia y a la Repblica
etnocida, las que devienen Estado; en otras palabras, las que
convierten la diversidad societal en complejidad estatal y hori-
zonte plural.
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IDENTIDAD COMPUESTA E INDIANIZACIN DE LANACIN BOLIVIANA
Ahora bien, cul es la relacin entre las naciones indgenas,
aymara, quechua, guaran, uru, chiquitana, etc. cada una de
ellas portadora de organizacin, identidad, sistemas de gobier-
no y una larga historia, incluso antes de la fundacin de la Re-
pblica respecto a la identidad nacional boliviana? Cul es la
relacin entre la nacin boliviana y las naciones indgenas? La
forma en la que la sociedad misma fue resolviendo este dilema
histrico y prctico en el Estado Plurinacional se dio a travs de
dos procesos poltico-histricos trascendentes: la identidad com-
puestay la indianizacin de la identidad boliviana.
En trminos de la identidad fuerte (en relacin a la diferen-
ciacin de otras identidades nacional-estatales del mundo, al re-
conocimiento de los derechos individuales de ciudadana en la
vida cotidiana, a la participacin electoral en el nombramiento
de autoridades, al acceso a la justicia ordinaria, a los derechos
propietarios individuales, a la narrativa de la historia reciente
compartida y a la narrativa del destino comn aceptado por to-
dos los que habitamos la geografa patria) todos somos bolivia-
nos, partcipes de una nica identidad histrica nacional boli-
viana construida desde hace cerca de 200 aos desde el Estado,
y gradual y expansivamente desde la sociedad. Por ello, por sus
caractersticas y funciones histricas, la identidad nacional boli-
viana es asumida hoy como la identidad nacional-estatal.
Sin embargo, simultneamente existen bolivianos que poseen
una identidad nacional ms antigua que la propia existencia
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del pas; una identidad nacional permanentemente revitalizada
como persistencia autnoma, unos idiomas, unos sistemas pro-
pios de gobierno locales, de saberes culturales territorializados,
de narrativas histricas indgena-originarias (aymara, quechua,
guaran, moxeo, chimn, uru, yuracar, chiquitano, etc.), que
no slo han resistido la dominacin colonial-republicana, y aho-
ra son reconocidas por el Estado como naciones oficiales, sino
que adems se han convertido en poder y estructura estatal. Eso
significa que sus idiomas son oficiales, (estn reconocidos en su
uso y son exigidos en el sistema institucional del Estado a nivel
regional y general, por lo tanto tambin se practican y ensean);
que los sistemas polticos de autoridad originarios son recono-
cidos como sistemas legales en todo lo que tiene que ver con la
articulacin de demandas colectivas y en la propia participacin
dentro de los tres sistemas de gobierno del Estado (municipal, a
travs del municipio indgena y el control social; departamental,
a travs de la eleccin de asamblestas por usos y costumbres,
adems del control social; y nacional, por medio de la eleccin
orgnica de candidatos y diputaciones, posteriormente refrenda-
dos por el voto universal, la eleccin de las circunscripciones in-
dgenas, el control social); que se legaliza constitucionalmente la
justicia indgena-originaria, la titulacin comunitaria de tierras,
la transferencia y control de recursos pblicos a travs de los sis-temas organizativos tradicionales (ayllus, sindicatos, federacio-
nes, confederaciones indgenas); que se incorpora, como patri-
monio comn de todos los bolivianos, a los saberes y tecnologas
indgenas, y en general, que losderechos colectivosde los pueblos
indgenas estn vigentes como un componente constitucional del
Estado y sus instituciones. En ese sentido, esas identidades na-
cionales indgenas son las identidades nacionales-culturales.
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Hablamos entonces de la formacin de la actual identidad
boliviana como una identidad nacional compuestaentre la iden-
tidad nacional estatal(la nacin boliviana a la que pertenecemostodos los nacidos en este territorio) y las identidades nacionales
culturales(las naciones indgenas originarias con las que se iden-
tifican histrico-culturalmente cerca de la mitad de los bolivia-
nos). Estas dos identidades estn tejidas tridimensionalmente a
modo de un complejo holograma que permite la articulacin de
derechos individuales con derechos colectivos, territorialidades
macro y territorialidades locales, memorias cortas y memorias
largas, sistemas polticos representativos y sistemas polticos
comunitarios, ancestros diferentes y destino comn compartido
en unidad general y diferencia local. Los ms de 10 millones de
habitantes que vivimos en este pas somos bolivianos, y ese es el
principio fundamental de unidad y vida en comn elegida; pero
unos somos bolivianos aymaras, otros bolivianos quechuas, bo-
livianos guaranes, bolivianos moxeos, trinitarios, urus, etc., y
otros simplemente bolivianos. se es el principio de pluralidad
y diversidad interna que se refuerza y garantiza, a la vez que es
el pilar de que la unidad en torno a lo boliviano sea real.
Hoy la nacin bolivianase consolida como unanacin estatalque abarca y une a los ms de 10 millones de bolivianos que
nacimos en esta patria. Y dentro de ella estn las naciones cultu-
rales indgena-originariasposeedoras de una identidad pre-exis-tente a la Repblica e incluso a la Colonia, con capacidad de
libre determinacin, que nutren a la identidad boliviana. Todos
los que nacemos en este territorio somos bolivianos y poseemos
la identidad nacional boliviana. Una parte muy importante de
los bolivianos son indgenas, es decir, son bolivianos que poseen
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una identidad nacional compuesta: pertenecen a naciones cul-
turales indgena-originarias como la aymara, quechua, guaran,
moxea, uru, yuracar, etc.
Las sub-identidades regional-geogrficas son un componente
constitutivo de la identidad nacional estatal, y tambin de las
identidades nacionales culturales. Chaqueo, cruceo, paceo,
beniano, potosino, etc., son identidades a las que las personas
recurren cotidianamente para relacionarse con el resto de los
bolivianos. La referencia regional seala no slo una ubicacingeogrfica sino una manera especfica de ser, una idiosincrasia
especfica, pero al interior de la propia identidad nacional esta-
tal boliviana. Pese a los intentos de algn segmento de la oligar-
qua, derrotada hace algunos aos atrs, por darle un contenido
separatista, el ser cruceo, tarijeo, cochabambino o paceo
como identidades regionales, son componentes formativos de
la identidad nacional estatal boliviana; se desarrollan en su in-
terior y se consagran regionalmente en tanto se asumen como
partcipes de una identidad, una historia y un destino mayor
que es la identidad boliviana.
Algo similar sucede con las identidades locales indgenas;
por ejemplo, hay guaranes que se identifican con la regin del
Itika Guazu, mientras otros lo hacen con la regin del Isoso;igualmente, entre los aymaras unos reivindican la regin de
Carangas, otros la de Omasuyos, otros El Alto, etc. Cada una de
estas identidades regionales forman, a modo de rompecabezas,
la identidad mayor aymara. Entonces, se puede decir que cada
identidad mayor es a su vez una articulacin flexible de otras
identidades menores o locales, que le dan cuerpo y al mismo
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tiempo encuentran la sntesis de cada particularidad regional
en esa identidad nacional mayor, ya sea nacional cultural o na-
cional estatal.
Este tejido identitario tiene una trama interior decisiva que
sostiene el delicado equilibrio entre identidad estatale identidad
cultural: laindianizacin del Estadoy, con ello, la indianizacin
de la identidad estatal boliviana; o en otras palabras, la crecien-
te indianizacin de la propia identidad nacional boliviana.El reconocimiento de los derechos colectivos de las naciones
indgenas en el Estado Plurinacional, el reconocimiento tambin
de la jurisdiccin indgena-originaria-campesina, la instituciona-
lizacin de los sistemas de autogobierno indgena en la eleccin
de autoridades pblicas (adems del control social a cargo de
las estructuras sociales indgenas), la oficializacin y enseanza
de los idiomas indgenas y, lo ms decisivo, la victoria poltico-
electoral de un gobierno de movimientos socialesarticulados en
torno a las organizaciones indgenas originarias, han cambiado
la estructura del Estado y la composicin del bloque social diri-
gente de la formacin estatal. No slo estamos ante una nueva
estructura de alianzas entre clases sociales, con la capacidad de
direccin poltica, intelectual y moral del Estado, sino que por
primera vez en la historia estatal tenemos una composicin de
clases y naciones indgenas como bloque social dirigente del Esta-
do lo que es ya una doble revolucin en el ordenamiento estatal,
clases subalternas que se alzan como organizadoras y dirigentes
de la estructura estatal, rompiendo la antigua fatalidad popular
de las revoluciones que reafirmaban la subalternidad de las clases
subalternas; pero por otro lado, clases sociales subalternas que a
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la vez son naciones indgenas o clases populares al lado de na-
ciones indgenas que asumen la construccin estatal, rompiendo
la exclusin secular de las naciones indgenas del mando y reco-
nocimiento del Estado.
Entonces, clases plebeyas y naciones indgenas son hoy en
da el bloque social dirigente del Estado Plurinacional, lo que
significa, por un lado, que la nueva institucionalidad guberna-
mental y legal corresponde a esta nueva correlacin de fuerzas
tectnicas de la sociedad boliviana; y por otro, que el nuevosen-
tido comn trascendente(la concepcin fundamental del mundo
dirigente y organizador de la sociedad) es el que se irradia desde
el movimiento indgena campesino. Por ello, tenemos una cre-
ciente indianizacin de las instituciones; por ejemplo, la con-
vivencia constitucional de la democracia representativa junto
a la democracia comunitaria, la justicia ordinaria y la justicia
indgena-originaria, el control social va organizaciones sociales,
etc. Tambin hay una creciente indianizacin de la procedencia
social de los representantes electos comenzando por el Presi-
dente del Estado: ms de 2/3 partes de las diputaciones plurina-
cionales y departamentales provienen de movimientos sociales,
principalmente indgena-campesinos; existe presencia indgena
en todos los rganos de la justicia, en la oficialidad armada, en
los puestos pblicos, en las centenares de alcaldas y concejos
municipales (fruto de la fuerza organizativa del movimiento in-
dgena reconvertido en fuerza electoral), etc. Y tambin tenemos
una firme indianizacin de la narrativa estatal oficial, la historia
legtima, el idioma oficial, la enseanza pblica, los smbolos
cvicos, los hbitos culturales gubernativos. Al indianizarse el
Estado, la materialidad estatal, sus instituciones, componentes
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decisorios, relatos y formas de gestin tambin se indianizan,
y con ellos los componentes materiales de la nacin estatal, es
decir, de la identidad nacional boliviana.
Si como hemos demostrado en otros textos16, el orden colo-
nial de una sociedad y un Estado se puede medir por la pre-
sencia e importancia de la etnicidad como capital acumulable y
reconvertible, en nuestro caso el de la blanquitud como bien
social apetecible y acumulable; entonces la indianizacin del Es-
tado boliviano y de la propia identidad nacional boliviana de los
ltimos aos, se tradujo tambin en una fulminante devaluacin
de esa blanquitud comocapital.
Hasta hace muy poco, exista en Bolivia una especie de raciali-
zacin, colectivamente asumida, de las estructuras del poder del
Estado: gobiernos, ministerios, Poder Judicial, gobernaciones,
universidades, Ministerio Pblico, Fuerzas Armadas, Polica Na-
cional, absolutamente todos los poderes del Estado posean una
especie de tamizado tnico de las jerarquas. Los indgenas po-
dan ser mozos, meseros, cabos, sargentos, choferes, comercian-
tes, albailes; hasta ah llegaba su posibilidad de ascenso social
real. Tal era la fuerza de la herencia colonial de racializacin
de las jerarquas sociales, que si alguien quera ser Presidente,
Vicepresidente, Ministro, Alcalde, Gobernador, Comandante en
Jefe, necesitaba exhibir los blasones de su blanquitud racial. En
nuestro pas la blanquitud era un capital, es decir un bien social
apetecible,