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Gilbert Durand o lo imaginario como vocación ontológica. 1
La poesía como el mito es inalienable.
G. Durand
El 8 de diciembre del 2012 murió Gilbert Durand, filósofo, antropólogo y profesor emérito
de la Universidad de Grenoble, donde fundó, en 1966, el primer Centro de Estudios de lo
Imaginario. Concepto poco valorado en el ámbito de las ciencias humanas hasta nuestros
días, para Durand, lo imaginario se define como el rasgo esencial o instaurativo de toda
existencia humana, clave en la configuración de las culturas.
Retirado y enfermo en Moye, Alta Savoya, durante sus últimos años, Gilbert Durand, sin
embargo, tuvo la suerte de estar acompañado de Sun Chaoying, su esposa y compañera
intelectual hasta sus últimos días, con quien tuvo una hija, así como rodeado del afecto de
su entrañable discípulo y amigo, el filósofo Jean-Jacques Wunenburger, que hacía no
mucho le había presentado a Sun y que en los últimos años lo animaba y visitaba
periódicamente. 2
Mientras unas vidas concluyen, a otras les aguardan renacimientos. Esta segunda edición en
español de Figuras míticas y rostros de la obra. De la mitocrítica al mitoanálisis, la
primera es de 1993, inaugura asimismo un nuevo periodo de Anthropos, “Editorial del
hombre”, caracterizada por su servicio a la difusión del pensamiento, al margen del interés
meramente comercial, y que se ha unido ahora a Siglo XX1 con la intención de continuar
con mayor intensidad su afanada labor, iniciada hace ya treinta años, decisiva en el ámbito
intelectual hispanohablante. 3
La obra de Durand, que en un inicio fue recibida con escepticismo y desinterés en los
medios académicos, presenta un alto contraste con su recepción actual. Su primer tratado
teórico sobre Las estructuras antropológicas de lo imaginario. Introducción a una
arquetipología general ha sido motivo ya de varias reediciones en Francia y traducido a lo
1 Prefacio al Libro, Gilbert Durand, De la mitocrítica al mitoanálisis. Figuras míticas y aspectos de la obra.
Anthropos-Siglo XXI, FCPyS-UNAM, Barcelona. Primera edición en la Colección Claves Siglo Clave, 2013,
pp. I-XV, ISBN 978-84-15260-70-7.
2 J.-J. Wunenburger, como Director de la Colección Transversales Philosophiques, junto con Valentina
Tirioni, de la Universidad Jean Moulin de Lyon, recién editó un libro dedicado a la invaluable obra del
maestro: Y. Durand, J.P. Sironneau y A. F. Araujo (éds.), Variations sur l´imaginaire. L´epistemologie ouvert
de Gilbert Durand. Orientations et innovations. E.M.E. 2011, Bruxelles. 3 Valga aquí tener en cuenta la importante labor del Sr. Esteban Mate y su equipo editorial en la difusión e
intercambio intelectual entre España y América Latina.
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ancho de todo el mundo.4 Casi una moda, en nuestros días, esta obra puede ser leída como
un diccionario de imágenes y símbolos, una enciclopedia del imaginario, un manual
metodológico o un novedoso enfoque de critica cultural, artística y literaria.
Pero la obra de Durand no es un hueso fácil de roer y aunque los estudios de lo imaginario
susciten cierto aire de relajamiento, la sensación de un posible tratamiento ligero y lírico de
temas, todo acercamiento precipitado, sin la necesaria paciencia que exige la revisión de
fuentes, la reconstrucción de discusiones teóricas, la remisión a una considerable
bibliografía histórica y cultural, vinculada tanto con temas científicos como artísticos y
literarios, se verá confrontada con un muro impermeable y abandonará la empresa. Los
estudios de lo imaginario, inaugurados por Durand deben su dificultad, precisamente, a su
objeto de estudio, la complejidad del anthropos.
La lectura de Durand exige una iniciación en problemas y debates filosóficos, la apertura a
la necesidad de una ampliación de enfoques e innovaciones teóricas, una disposición para
enfrentar y argumentar rupturas epistemológicas. A partir de una clasificación de regímenes
y estructuras de la imagen, el autor delinea una lógica, una axiomática, una epistemología
o teoría del conocimiento y, no en menor medida, una bio-antropología del homo sapiens,
cuyos argumentos fue presentando para su debate, de manera regular, no solo en el afamado
Círculo de Eranos, al que se unió a partir de los años sesenta, sino en diversos foros de
reflexión sobre historia de la ciencia, coloquios transdisciplinarios y reuniones científicas
en torno a los límites de la racionalidad moderna y los cambios civilizatorios que
acompañan al presente siglo y amenazan la vida del hombre.
Los trabajos de Durand tocan los grandes temas de reflexión de las ciencias humanas. La
fuerza y coherencia de su obra es el resultado de una unidad metodológica y heurística que
a lo largo de su vida no dejo de afinar, renovar y complejizar.
Mitocrítica y mitoanálisis (1979) como él mismo dice, es el trabajo de un empirista que va
madurando a merced de las reflexiones y experiencias de su universo de verdades. Frente al
nihilismo de la razón instrumental y la vacuidad posmoderna, nos descubre al hombre como
“la leyenda que aún se está por leer”.
Con este libro, Durand nos ha legado el esbozo de una configuración metodológica que
como el propio lector irá descubriendo, tiene numerosas cualidades, quizá la más
inmediata, la de ser un faro en medio del océano de información al que nos arroja el
inusitado desarrollo de las vías de comunicación, que nos saturan de “novedades” y entre
las que navegamos sin rumbo, impactados por innumerables propuestas teóricas y
4 Actualmente en la onceava, la primera edición de Les Structures anthropologiques de l´imaginaire, data de
1960, PUF, Paris. La primera edición al español fue traducida por Mauro Armiño y publicada por la Ed.
Taurus, Madrid, en 1981. El FCE realizó una segunda edición y traducción en 2004.
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filosóficas que resultan difíciles de abarcar, de revisar y más aún de integrar en nuestra
visión del mundo. Lo más patético es que frente a la maravillosa posibilidad de contar con
“una biblioteca en la mano”, la extrema velocidad del tiempo no solo no nos permite tener
la paciencia de leernos y escucharnos sino que, al menos en el ámbito académico,
promueve que el investigador permanezca ignorante, o ciego por voluntad, frente al
conjunto de las posibilidades de enriquecimiento derivadas del arsenal de nuevas
propuestas en el campo del arte, la literatura y el conjunto de la cultura. La mayoría de las
veces, por miedo a ser calificado de “diletante” o a la supuesta “falta de seriedad y
profundidad” en nuestra especialidad.
El conjunto de trabajos que integran esta obra, por el contrario, van de la biología a la
lingüística, de la filosofía a la poesía, la literatura y la pintura; del Renacimiento al Siglo
XX, de la antropología a la psicología y la historia de las religiones. No se trata, sin
embargo, de un conjunto de conocimientos incoherentes y superficiales, sino de una rara
tentativa científica en la que se conjuga una gran penetración filosófica con la vivaz
agudeza de una gran erudición enciclopédica.
El eje articulador de estas innovaciones metodológicas no es otro sino el develamiento de
las estructuras antropológica que subyacen a lo imaginario, individual y colectivo, y que
rebasa con mucho un simple inventario monográfico o collages de interpretaciones
parciales de novelas de ficción.
Arquetipo e historia.
Hacia una nueva metodología antropológica.
La reconstitución de la organización general de las imágenes, entre las cuales el discurrir
del mito ocupa un lugar central, permiten a Durand platear la autonomía de lo imaginario y
poner en evidencia su lógica específica. Una teoría de lo imaginario que de inmediato
convierte en caducas a la mayor parte de las teorías en boga vinculadas con la búsqueda de
los orígenes de las representaciones humanas en la infraestructura económica, según el
marxismo; en el inconsciente, según los seguidores de Freud, o en la mera fisiología
neurocerebral.
Durand no solo nos provee de una nueva ciencia de lo imaginario, sino de los elementos
metodológicos necesarios para aproximarnos a la comprensión de la (o las) cultura(s), de
cualquier discurso histórico-social que no es en primer término, asegura, sino “todo un
recital de imágenes” simbólicas.
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A partir del vasto conjunto de los materiales empíricos estudiados por Durand
particularmente en su tratado pionero pero en general en toda su obra, lo imaginario se
devela como un conjunto de producciones simbólicas vinculadas tanto a procesos lógico
formales arraigados en la neurobiología como a una cadena de arquetipos o esquemas
reveladores de sentido, actitudes y valores existenciales.
Lo imaginario – o interpretación simbólica de lo real – abarca todas las estructuras
figurativas de las manifestaciones culturales del hombre, o como diría Ernst Cassirer, el
arte, la religión, la filosofía y la ciencia. Muy tempranamente, Durand señala que en el
proceso de la imaginación simbólica se pueden reconocer dos regímenes antagonistas
(diurno y nocturno) y tres esquemas de acción o grupos de estructuras (esquizomorfa,
mística y diseminatoria), ligadas a una rítmica corporal y tendencias arquetípicas de las
principales clases de formación de imágenes a través de las cuales los hombres representan
su mundo y configuran su relación con el entorno histórico y la naturaleza. Tendencias
arquetípicas que se particularizan en las Sinn-bilden de una época determinada
expresándose a través del lenguaje, el arte, los sistemas de conocimiento y la religión.
Esta nueva ciencia de las imágenes, los símbolos y los mitos o de las “estructuras
figurativas de lo imaginario” se sitúa en una dirección sintética que se abre al horizonte de
una antropología general, cuyo concepto clave es la noción de trayecto antropológico, o
incesante intercambio “entre las pulsiones subjetivas y asimiladoras y las intimaciones
objetivas que emanan del medio cósmico y social”; dicho de otra manera, lo imaginario
alude a la “génesis recíproca del gesto y el entorno de la que el símbolo es el foco”.
Entrelazamiento dinámico y permanente entre subjetividad y objetividad que no da lugar a
su disociación epistemológica clásica sino a una correlatividad de todos los procesos
conscientes, de la percepción a la interpretación, y donde la imaginación simbolizadora
juega el papel mediador clave.
Esta noción de “trayecto antropológico”, como proceso equilibrante psico-social, rescata a
lo imaginario del lugar secundario al que se había visto condenado durante siglos como
actividad pasiva o secundaria del espíritu. Se trata aquí de una nueva teoría de lo
imaginario o “fantástica trascendental” del espíritu, como también le denomina el
mitólogo.
Uno de los mayores aportes de Durand en las últimas décadas fue precisamente la afinación
de la “metodología” que aquí nos ofrece para acercarnos a lo imaginario o formación de las
imágenes a través de las cuales configuramos nuestro mundo. La mitocrítica y el
mitoanálisis aluden a dos fases de un mismo método a fin de acercarse analíticamente a las
figuras simbólicas en una aproximación global, que las sitúa en flujos totales de sentido,
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trátese de las producciones simbólicas de un individuo o de una sociedad. Esta metodología
se ubica a una distancia semejante y paralela entre lo estructural (figurativo) y la
preminencia de la historia, entre la herencia de C. G. Jung y de M. Eliade de una
“arquetipología” constante en la especie humana, y la potencia indefinida de la historia y la
diversidad geo-cultural. Este modelo le permite descubrir e incluso prever la actualización
o potenciación de imágenes dominantes en un determinado periodo. Así como conjuntar en
una misma perspectiva aspectos sincrónicos y diacrónicos, arquetipos e historia, estructura
y configuración cultural. Lo imaginario deberá localizarse, también, en la intersección entre
tendencias neurobiológicas y psico-fisiológicas que se traducen en reglas inmanentes de
organización de mitemas, y variaciones socio-históricas.
La mitocrítica, dicho en síntesis, plantea que toda narración (literaria, pictórica, musical,
ideología o discurso político) guarda una estrecha relación con el sermo mythicus, como
“modelo matricial”, generativo y orientador de la actividad del sapiens sapiens.
La mitocrítica centra su investigación en el descubrimiento y comprensión del mito
inherente a la significación de todo relato, en el modo específico y concreto en que sus
símbolos se despliegan narrativamente en las “obras”. Así, en un intento de exposición
didáctica de su “método”, nos dice Durand, la mitocrítica nos invita a una venatio panis, o
especie de “cacería”, a fin de atrapar al mito, nuestro alimento espiritual. Nuestro primer
problema sería entonces delimitar el terreno de caza, localizar las huellas y extraer los
indicios que nos guían hacia nuestra presa; el segundo, observar las mutaciones de la
misma. 5
Pero muy pronto, de la mitocrítica –en un principio limitada a los ámbitos de la literatura y
el arte – se suscita un deslizamiento hacia el mitoanálisis que rompe las fronteras entre la
“critica” literaria y el análisis socio-cultural e histórico.
Pues, con base en la mitocrítica, el mitoanálisis platea la posibilidad de “descifrar amplias
orientaciones míticas de momentos históricos y culturales colectivos”; qué orientaciones
míticas predominan en un momento cultural. Permite “entrever”, a través de las obras
particulares, detrás de los ejemplos de mitocrítica textual, la imagen, el mito, los anhelos, el
“juego dinámico” de imágenes, gracias a las cuales una sociedad articula su mundo. Los
temores, los deseos, los “puntos de vista” o “visiones del mundo” que constituyen el alma o
la urdimbre por la cual una sociedad se identifica y sobrevive “a través de los avatares y
vicisitudes del devenir”.
5 Ver, G. Durand, “Pas à pas mythocritique”, en Champes de l´imaginaire, Textes réunis par Daniele
Chauvin, Université Sthendal, 1993. Versión en español, “La mitocrítica paso a paso”, en Revista Acta
Sociológica, no. 57, Lo Imaginario, Centro de Estudios Sociológicos de la FCPyS/UNAM, 2012, pp. 105-
118.
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Este método contempla la afirmación de Lévy-Strauss de considerar al mito como ejemplar
y verídico en todas sus expresiones sin excepción. Descubre el conjunto último de
elementos constitutivos de todos los mitos o mitemas, las grandes líneas de la gramática de
toda la mitología. La mitocrítica y el mitoanálisis pueden tener dos aplicaciones “según que
el mito esté referido de forma latente, en una literatura o discurso profano o, al contrario,
según el discurso reivindique explícitamente al mito… y pretenda ser… discurso
sagrado…”. 6
Metodológicamente, la lectura de los mitos, a decir de Durand, sería la clave para
comprender tanto las obras realizadas por el arte y la poesía como las obras elaboradas por
la ciencia y la técnica. El mito no es delirio y fantasía sino “discurso dinámico que resuelve
lo indecible de un dilema”.
Homo symbolicus y mythos.
La base del “nuevo espíritu antropológico” proclamado por Durand se funda en la
concepción del hombre como homo symbolicus. Lo que diferencia al homo sapiens de otros
animales es su actividad psíquica, que es indirecta, reflexiva, o “que carece de la seguridad
y la inmediatez del instinto”.
Somos seres desprovistos, en gran medida, de instintos de supervivencia pero provistos de
las cualidades de mediatización reflexiva de un “gran cerebro” funcionalmente cultivable.
En el caso del homo sapiens, a diferencia de otros animales, un tercer cerebro subsume al
del mamífero (cerebro límbico) y al del vertebrado (paleoncéfalo). A través de este gran
cerebro, lo propio del hombre es elaborar sus reacciones, en sus extremos, tanto la
agresividad como la emotividad afectiva.
La madurez consiste en un proceso de simbolización que se realiza de manera progresiva,
porque el homo signifier es neoencéfalo; es decir, que está condenado a la neotenia o
inmadurez. No hay un estado natural igualitario o independiente de la cultura, como lo
pensó Rousseau. No hay desarrollo del cerebro sin una “educación” cultural. El hombre es
al mismo tiempo naturaleza biológica y cultura.
El niño tiene una imaginación restringida porque su imaginario funciona de manera
estereotipada o reprimida por una inmadurez psiofisiológica. Lo que permite la elaboración
6 Ver, Durand, Ciencias del hombre y tradición. El nuevo espíritu antropológico, Paidós orientalia,
Barcelona, 1999, pp. 100-101. También, Daniele Chauvin, André Siganos et Philippe Walter (Drs.),
Questions de Mythocritique. Diccionaire, Ed. Imago, Paris, 2005. Con el apoyo del Centre de Recherche sur
l´ Imaginaire de la Universdad Stendhal, de Grenoble.
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imaginaria es el proceso de distanciación lentamente establecido respecto del mundo. Este
proceso se desenvuelve sobredeterminado por las valorizaciones de los padres, los juegos,
las instituciones de aprendizaje, la vida comunitaria o social.
El imaginario se ve mutilado o bloqueado cuando la distanciación necesaria para el símbolo
se desorganiza, se obstruye o se le quita espacio, por ejemplo, a través de la prohibición del
juego, la ausencia de socialidad afectiva, o la exposición a la violencia y la represión. Ahí
la conciencia, que es distanciamiento y mediación, se fractura, quedándose aislada e
incomunicada respecto de su propio inconsciente y respecto de los otros.
La religión, el mito, la filosofía y el arte no son sino los más altos sistemas simbólicos de
una cultura, las “figuras” con las que nos proveen y que nos constituyen puede ser
“interpretadas”, traducidas (e incluso traicionadas) sin por ello agotar su sentido.
El mito constituye la dinámica o diseminación narrativa, dramática, del símbolo. El estudio
sistemático y la categorización de los diversos elementos que integran el universo de
símbolos del hombre le permiten descubrir que el aparente caos con el que surgen las
imágenes presenta, sin embargo, una cierta articulación y ordenación interna. Los símbolos
tienden a agruparse en torno a “esquemas dinámicos” que convergen hasta formar las tres
grandes “constelaciones” o estructuras a las que hemos aludido: heroicas (esquizomorfas;
lucha de opuestos), místicas (voluntad de unión, el gusto por la intimidad secreta) y
sintéticas o cíclicas (rítmicas, o progresivas; diacrónicas, en la terminología de Lévy-
Strauss o diseminatorias, según Derrida). Estas tres series o “esquemas de acción” son
isomorfas e irreductible una a la otra, integran el tiempo (en el relato) y señalan a la vez una
multiplicidad generativa. El conjunto de los tres regímenes estructurales se subsumen en el
mito como “lógica de los antagonismos” o “lógica conflictual”.
Hay mitos vivos, dice Durand, pero también mitos desgastados, derivados de un mismo
mecanismo interno del mito que hace que se desarrollen diferentes formas de interpretación
y que entonces se expanda como parábola, cuento, fábula o relato literario; o que se
impregne también de acontecimientos existenciales o históricos que hacen que se
disminuya o agote su significado soberano en fonemas simbólicos de la estética, la moral,
la pedagogía o la historia.
El mito es, esencialmente, un relato organizado de acuerdo a la soberanía de los símbolos
profundos, o arquetipos. Es también “diseminación” diacrónica de secuencias dramáticas y
símbolos; sistema último de integración de los antagonismos; discurso último que expresa,
en definitiva, “la guerra de los dioses que luchan con nosotros en nosotros”. La sabiduría
humana, como la ciencia humana, sólo pueden detenerse ante este límite, más allá del cual
se articulan las teologías o mejor, las místicas. Pues como destaca M. Eliade, diría Durand,
aunque el mito, en cuanto relato de los fundamentos últimos, pueda degradarse y los
símbolos secularizarse no desaparecen, aunque fuese en la más positiva y nihilista de las
civilizaciones.
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De la mitocrítica al mitoanálisis despliega una “revolución epistemológica”, anunciada ya
por Durand desde Ciencias del hombre y tradición. El primer postulado que se demuestra a
lo largo de esta obra – y el primero en plantearlo fue Eliade, reconoce Durand – es que los
mismos argumentos que se desenvuelven en el mito de tiempos arcaicos se actualizan en la
novela y en el conjunto de relatos culturales modernos, el arte, las ideologías y la historia.
Porque, de alguna manera, las mismas preguntas que atormentaban al hombre desde su
origen no han dejado de atormentarlo hoy: quién soy, de dónde vengo, qué hay más allá de
la muerte, de dónde el mal. Más allá de la contraposición mito/ciencia, logos/myhos,
imaginación mítica/positivismo histórico, Durand observa, apoyándose en los trabajos de
M. Eliade, C. G. Jung y H. Corbin sobre las imágenes arquetípicas, un continuum, la misma
intención del hombre de dar cuenta de su existencia histórica bajo la preminencia de la
imagen.
Pero así también, la otra afirmación con la que Durand nos escandaliza consiste en afirmar
que el sueño o el “deseo mítico” configuran la realidad más radicalmente que la propia
historia; el mito en tanto expresión del hombre como símbolo, misterio, revelación o
epifanía. Por ello, el lenguaje del símbolo recurre a la imagen poética, el gesto y/o la
pintura, y el mito se acompaña del ritual, la música y la danza. La dinámica del símbolo
“consagra” a la mitología como “madre de la historia” y de los destinos. Pues, el mito da
figura a sus remotos orígenes y a su telos, distribuye los papeles de la historia y configura el
alma de una época; y no a la inversa. “El mito va por delante de la historia, da fe de ella y la
legitima…. Sin las estructuras míticas, no hay inteligencia histórica posible”.
Durand explica el título de este libro como dictado por su lectura “en el cielo, la naturaleza
o los libros”, pues recordando a su admirado maestro Henry Corbin, dice, una situación
imaginaria “me contempla”. Son las “figuras míticas” las que quedan expresadas en los
“rostros de la obra”. En uno de sus libros anteriores agrupaba las imágenes en estructuras
de lo imaginario a fin de acceder a una clasificación cómoda. Aquí se plantea otra tarea
más, descubrir en los “rostros de la obra”, de un creador o de un modesto artesano, las
imágenes míticas o simbólicas que “nos contemplan”, las grandes imágenes inmemoriales
repitiéndose eternamente a través del relato. Todas las obras humanas son una revelación
para su creador, pero también para el lector, o intérprete, de sí mismo.
Pese a que el mito siga siendo considerando como un relato fabuloso y de origen popular,
hoy es epistemológicamente revalorado por la filosofía, la estética, la antropología, la
psicología, la historia de las religiones y, prácticamente, por todos los campos de
conocimiento. El interés heurístico concedido al mito desde hace más de medio siglo es
para Durand un considerable signo de cambio de la episteme moderna o manera esencial de
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conocer, en nuestro siglo. La comprensión del mito, constata, está en el corazón de toda
prospectiva antropológica contemporánea.
Imaginario y racionalidad
No quisiera terminar estas páginas introductorias sin hacer una breve mención de algunos
de los señalamientos de Jean-Jacques Wunenburger que me parecen centrales para la
comprensión y lectura de la propuesta teórica de Gilbert Durand, en el sentido de que, más
allá de “opciones metodológicas”, su obra pone en juego una interpretación decisiva
respecto a la relación entre imagen y concepto, mito-poiesis y conocimiento científico,
imaginario y racionalidad. 7 Una obra que concluye en una visión global del hombre y una
filosofía normativa.
Sus observaciones, al mismo tiempo, nos permiten situar la actualidad de nuestro autor en
el desarrollo de la hermenéutica y la antropología simbólicas de la cultura, al lado de E.
Cassirer, Lévy-Strauss, G. Bachelard y Henry Corbin, por supuesto; H. G. Gadamer y P.
Ricoeur, entre otros.
Primero. No hay una asimetría entre el funcionamiento de la imaginación con respecto al de
la razón. A diferencia de su maestro G. Bachelard, para quien ambas tratan de actividades
psíquicas antagónicas, para Durand, el estudio de los contenidos de la imaginación, por un
lado, y la psico-crítica de las actividades cognitivas científicas, por otro, le permiten, al
contrario, establecer una rara permeabilidad entre imagen y concepto, mito y teoría
abstracta. El imaginario no es contrario a la conceptualización, ni las especulaciones de la
inteligencia abstracta de la actividad onírica.
Segundo. Si la racionalidad puede dilucidarse a partir de las mismas representaciones
plurales del imaginario (regímenes diurno y nocturno y estructuras esquizomorfas, místicas
y diseminatorias), es un error reducir al pensamiento racional a una sola lógica identitaria y
unidimensional. Si el imaginario juega sobre la paleta de su sintaxis y semánticas múltiples,
las especulaciones filosófico-científicas tendrían también que ser reveladas como
diversidad de regímenes imaginarios.
Tercero. Si lo imaginario y la razón derivan de una misma raíz común, si ambas se anclan
sobre la misma base, tenemos que pensar en una “unidad trascendental” del espíritu en la
7 Este vínculo no es de sorprender dado que J.-J. Wunenburger fundó en la Universidad de Bourgogne, el
Primer Centro Gaston Bachelard sobre el imaginario y la racionalidad, del que fue director (1984-1999).
Por otra parte, me refiero aquí a su artículo, “Imaginaire et rationalité chez Gilbert Durand. D´une révolution
copernicienne à une nouvelle sagesse anthropologique”, en Variations sur l´imaginaire…, op. cit., pp. 7-20.
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ordenación de lo real (Kant). De manera tal que la imaginación y la razón –en sus diversas
y poderosas manifestaciones – aparecen como simples polaridades o cristalizaciones
tendenciales de una misma actividad psíquica y reurobiológica, expresada de manera
simbólica o imaginaria. Ni la imaginación alude a los extravíos de “la loca de la casa”,
sueños y mentiras, ni la razón puede seguirse pensando como una facultad autónoma,
autárquica, dándose a sí misma sus propias normas y leyes – o como anotó F. Goya en su
grabado, produciendo sus monstruos –, sino como un modo de representación que traduce
de manera abstracta lo que la imaginación conjuga según representaciones simbólico-
afectivas.
Antropológicamente y es esto lo que trata de demostrar la metodología para el estudio de
las estructuras de la imaginación, la imagen simbólica tiene el primado y la razón, por su
parte, puede funcionar bien como una imaginación parcialmente rectificada; o bien como
una imaginación empobrecida. La síntesis conceptual creativa se forja gracias al
esquematismo trascendental, es decir, por obra de la imaginación.
A partir del conjunto de estas consideraciones, el pensamiento de Gilbert Durand,
ciertamente, suscita una auténtica filosofía de lo imaginario, a la que se le impone, como el
mismo advertía, una “inversión” o “una vuelta sobre sí misma”, una especie de revolución
copernicana que la desplaza de la periferia al centro de la actividad humana de producción
de representaciones sensibles en el conocimiento constitutivo del mundo. Si tal inversión
del logo-centrismo al imago-centrismo está fundada, en palabras de Jean-Jacques
Wunenburger, podríamos concordar con la intuición de G. Durand de que se avecina una
etapa capital en la historia del largo discurso científico racional dominante en Occidente.
Estaríamos asistiendo a un nuevo comienzo en la historia de la cultura humana.
Numerosos indicios dan cuenta, en nuestros días, del cuestionamiento de la racionalidad
Occidental, sin embargo, es cierto que aún estamos lejos de que la modernidad se haga de
la sabiduría necesaria para integrar en su modo de vida las verdades antropológicas que
otras civilizaciones parecen haber preservado de mejor manera
Frente a la unilateralidad del “humanismo occidental” que solo se reconoce en sus éxitos
científicos y por el dominio eficaz de su racionalidad globalizada, el humanismo
antropológico de Gilbert Durand se basa en el modesto reconocimiento de que “¡nada de lo
infrahumano que hay en mi me es ajeno!”, la diversidad de psicosis, comportamientos
extraños, intolerancia y dominio. De cara al racionalismo mercantil y su corolario tecno-
científico como culto fanático de la “objetividad” de lo dado que sin embargo rehúsa de su
confrontación con lo objetivo, el fondo natural y humano de lo que subordina y aniquila, y
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que amenaza con la destrucción del planeta; pero, igualmente, frente al optimismo ilusorio
y anodino del “new age” que cree haber encontrado la puerta hacia una nueva era de
renovación y fraternidad, el pensamiento de Durand no deja de apelar a una reforma del
espíritu que, en la misma medida, se define como una reforma de nuestra forma de vida, o
mejor sería asunción del “arte de vivir”.
Quien conoce a los hombres es sabio
quien se conoce a sí mismo ha alcanzado la clarividencia.
Quien vence a los hombres es fuerte
quien se vence a sí mismo es más fuerte.
Quien sabe bastarse es rico.
Quien es decidido tiene voluntad.
Quien no pierde su centro resiste.
Morir y no perecer es la verdadera longevidad.8
Según el pensamiento de Durand, una reorientación de nuestra civilización pasa ante todo
por un trabajo científico riguroso, reflexivo y analítico sensible o dotado de espíritu. Solo la
profundización en el conocimiento del anthropos podría ayudar a rectificar los valores y
comportamiento dominantes, que cada vez se prestan más a su manipulación mediática.
Ninguna especie de pseudo-profetismo podría reemplazar para Durand el paciente
develamiento de la naturaleza humana. Pues solo a partir del conocimiento de lo que el
hombre es en sí mismo, sometido a las leyes de la Naturaleza y el Cosmos, la humanidad
podría corregir el déficit de angustia de un “yo pienso”, que degrada y aliena la conciencia
en el objeto y la muerte, por el restablecimiento del homo perenis y su fundamental anhelo
de trascendencia sagrada.
El conocimiento de la constitución imaginaria del género humano y su reserva en los mitos
y símbolos del conjunto de las culturas tradicionales, especialmente de Oriente, el arte y la
filosofía, constituye la tarea primordial para escapar de la crisis nihilista en la que nos
sumerge la civilización tecnocrática que plena de exclusiones simbólicas, paradójicamente,
nos abre a un gigantesco procedimiento de remitificación en escala planetaria, a un enorme
arsenal de símbolos, que ninguna otra sociedad en la historia de la especie soñó en poseer.
Blanca Solares.
Marzo del 2013.
8 Lao Tse, Aforismo XXXIII, del Tao Te King, versión castellana y comentarios de Gaston Soublette. Ed.
Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1990, p. 114.