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Imprenta de D. Telesfon» Oliva. 1830.
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^ W M M p y ^ o s literarios, fácilmente comprendereis la penosa situación en que me encuentro. Nuevo todavía en la difícil y honrosa carrera de la enseñanza pública^ y falto de los conocimientos que tanto sobresalen en todos mis compañeros,, ¿de qué asunto podré ocuparme que merezca al menos la atención del ilustrado concurso que me rodea y de una Academia „ cuyo nombre ha llevado la fama por los estendidos ámbitos del mundo? Designado sin embargo por el Sr. Rector para inaugurar la apertura de esta Escuela, espero confiadamente que mirareis con la benevolencia, propia de vuestra alta sabiduría, este desaliñado discurso, cuyos rasgos mal trazados y pálidos colores contrastarán sin duda con el grandioso objeto que aquí nos reúne.
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Todos los conocimientos humanos se dirigen á un mismo fin,, y un vínculo común estrecha sus relaciones: pasaron por fortuna de la humanidad aquellos lastimosos tiempos en que dándose una preponderancia esclusiva á algunos ramos del saber humano s yacian otros sepultados en el mas completo olvido. En la nueva organización de los estudios se vé evidentemente el consorcio que hay entre ellos; y al recordar que en años anteriores se han oido en este mismo recinto brillantes discursos, en los cuales se ha demostrado el interés que ofrecen las ciencias filosóficas, las jurídicas y físico-matemáticas > he creído de mi deber continuar la senda trazada por mis predecesores y hablaros en este dia de la importancia y desarrollo de las ciencias naturales. oiih
La naturaleza „ limo. Sr., es un gran libro escrito con caracteres universales; su estudio es sublime y los límites que abraza tan inmensos, que el hombre de genio mas elevado y de facultades mas estraordinarias desfallece al contemplar el dilatado espacio que ha de recorrer. Para que la ciencia alcanzara el grado de esplendor que en el dia ostenta,, ha tenido que sostener el género humano fuertes combates, infinitos obstáculos que vencer, y estar dotados los que se dedican á su estudio, como dice Bufíon, de los designios de un vasto genio que todo lo vé de una sola ojeada, y de la prolija atención de un instinto laborioso que se dedica á una sola materia.
Las ciencias naturales nacieron en la India, y de allí se esparcieron por la Caldea, el Egipto y la Persia, en
donde hicieron progresos en cuanto á su aplicación práctica. Los antiguos Egipcios conocieron la fabricación del vidrio y de la porcelana; sabían preparar multitud de coloresy tenian conocimientos prácticos de mineralogia, botánica y zoología; pero enlazados entre si de una manera metafísica y panteista y representados por gerogliíi-cos desconocidos, solo eran asequibles á los sacerdotes que estaban iniciados en ellos. Hacia el año 600 „ antes de Jesucristo, tuvo lugar en el Egipto una revolución importante que permitió á los Griegos apoderarse de las riquezas científicas de aquel pais: Thales fué el primero que dio á conocer á la Grecia la doctrina que se cultivaba en los tiempos egipcios, y Pitágoras siguió su ejemplo. En las Escuelas griegas reinaba la mayor anarquía, y las ideas místicas se iban apoderando de las inteligencias, cuando Sócrates con su profunda sabiduría las dirigió por mejor camino; su discípulo Platón fundó una escuela filosófica en la cual causaron un estrago lamentable los desvarios de la secta Pitagórica. Al vasto y sublime genio de Aristóteles deben las ciencias un sistema casi general; abrazó la física, la astronomía, la zoología y la botánica, y mereció el glorioso dictado de fundador de las ciencias, creando y practicando el verdadero método de observación: el espíritu humano, diremos con Cuvier, fué colocado en la senda de una perfección ilimitada, y sin embargo solo Teofrasto que aplicó el sistema aristotélico á la botánica, fué su digno imitador.
La célebre Escuela de Alejandría se creó después, y
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no obstante que formaron parte de ella los sábios mas distinguidos de la Grecia, las ciencias naturales fueron poco cultivadas. Durante los reinados de Galigula y Nerón son dignos denotarse los trabajos de Galenoque estudió casi todas las ciencias naturales, principalmente la zoologia y la medicina; y los de Plinio, que dotado de un talento estraordinario creyó que la naturaleza era mas l i mitada que su genio. Se verificó en seguida la invasión de los bcárbaros del Norte en el imperio del Occidente y su funesto influjo se hizo ostensivo á todos los conocimientos.
¿Por qué razón las ciencias progresaron en Grecia y permanecieron estacionarias en Oriente? Porque en la filosofía de los pueblos orientales,, al contrario que en la de los griegos, se notaba un carácter profundo de unidad que encadenaba las inteligencias; y siendo la filosofía la ciencia llamada á resolver las cuestiones fundamentales, su influjo se hace sentir en todos los estudios. ¿Qué progreso era posible en las ciencias naturales, cuyo fundamento es la observación j cuando los filósofos esparcían por el mundo la falsa doctrina de que la inspiración sobre-natural era la única fuente de los conocimientos humanos? ¿Qué adelantos hablan de hacer las ciencias exactas, cuando se reconocía á la autoridad como escluslvo criterio de verdad, haciéndole superior al cálculo y al raciocinio? ¿Y qué nuevos servicios habla derecho á reclamar de las ciencias industriales, cuando se pretendía demostrar la perfección humana?
¿Qué causas detuvieron la marcha progresiva de las
— » — ciencias que nos ocupan? Los obstáculos que se opusieron á su desenvolvimiento son,, la degradación de los Ptolóraeos, la decadencia de la Escuela de Alejandría,, la desmesurada ostensión del imperio romano, las continuas revueltas que lo agitaron, la preponderancia militar consiguiente á ellas, la falta de método, el no conocer los reactivos químicos, la imposibilidad de formar colecciones de objetos naturales, el ignorar el arte del grabado á pesar del estado floreciente de la pintura, escultura y arquitectura y por último la escasez de medios de observación.
Aunque las Tribus que invadieron el imperio romano, reconocieron por largo tiempo como soberanos á los emperadores, despreciaban con frecuencia sus mandatos y hacian sentir su ominoso yugo á los pueblos vencidos: exentos sin embargo de fanatismo religioso aceptaron la religión cristiana que dominaba en el imperio, á lo cual se debe la conservación dé las bibliotecas que los sacerdotes hablan colocado en las Iglesias. La prolongada dominación de los príncipes bárbaros fué mas perjudicial á las letras que la misma invasión, porque no protegieron á los hombres dedicados á ellas. De las aberraciones, de los alquimistas nace la química en Oriente; introducida por los Arabes en los pueblos occidentales y envuelta en un lenguaje místico y figurado, no presenta teoría alguna de los fenómenos que comprende. Los restos de la civilización desaparecen en Occidente á pesar de los esfuerzos de Carlomagno y la Europa queda sumergida en las mas espantosas tinieblas.
— iO — •oiáíLos acontecimientos mas notables ocurridos en los siglos X I „ XII y XI I I son las cruzadas que llevaron el estandarte de Jesucristo á la Palestina y el establecimiento de las universidades: las primeras debilitando el poder de los grandes Señores, esparcieron sus riquezas por las masas del pueblo, hicieron florecer el comercio y engendraron la afición á las ciencias; y las segundas dando mas unidad á los estudios y grandes consideraciones á los que se consagraban á ellos, aumentaron su influencia y facilitaron sus progresos.
Memorables descubrimientos, cuya importancia crece con la edad del mundo, fueron los precursores del renacimiento de las letras en Europa. La aplicación de la brújula á l a navegación, la invención del grabado, de la imprenta y de la pólvora, la construcción de los instrumentos ópticos, el uso del espíritu de vino para la conservación de los objetos zoológicos son los auxiliares poderosos de que se vieron privados los antiguos , y que prepararon el terreno donde había de crecer con lozanía el árbol de
No son estas las únicas conquistas que hizo la inteligencia humana en el siglo XV: la toma de Gonstantinopla hizo dueños á los pueblos occidentales de los restos del imperio byzantino; el descubrimiento del Cabo de buena esperanza destruyó la incomunicación del Oriente, y el de la América ofreció un nuevo mundo de objetos naturales.
En el siglo XVI todas las ciencias fueron objeto de nuevos estudios, se hicieron numerosos viages ó infinidad
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de invencionesy los conocimientos adquiridos se comunicaron de Unos paises á otros: en el XVII aparecen en la escena del mundo talentos eslraordinarios que han impulsado eficazmente á la inteligencia en su rápido vuelo. Bacón ha adquirido una reputación inmortal por sus trabajos científicos y filosóficos; Galiléo estudió el péndulo, examinó el movimiento parabólico, averiguó las leyes que siguen los cuerpos en su caida y enriqueció la astronomía con el descubrimiento del telescopio; Descartes aplicó el álgebra á la geometría, y dió la hipótesis de las lentes curvas; Torriceli inventó el barómetro; el inmortal Newtón dió á conocer las leyes de la gravitación universal , demostró la verdadera figura de la tiérra, descompuso la luz y averiguó la velocidad del sonido; Leibnitz, su esclarecido rival, uno de los hombres más eslraordinarios y enciclopédicos que han producido los siglos, abrazó en sus estudios la naturaleza entera, pero partidario del método opuesto al de Newtón desCendia de lt>s principios generales á los hechos particulares, fundándose solo en el procedimiento metafísico; sus ideas se generalizaron de tal manera en Alemania, que las ciettcias, como observa un distinguido escritor, no eran allí en estos últimos tiempos mas que reflejos de sus hipótesis. Bacón, Galiléo y Descartes han dado tanta celebridad al siglo XVII por sus doctrinas como por sus descubrimientos: las ciencias naturales se veian entonces atormentadas por el peso de la autoridad y por la filosofía escolástica; y la tendencia dé la época se limitaba á establecer teorías en conso-
— f i nancia con los sistemas filosóficos dominantes. Bacón dio nuevas reglas para el estudio de las ciencias; pero ni siempre siguió su propio método 3 ni hizo de él las bellas apli-caciones que Galiléo; Descartes con su brillante genio rompió las trabas que esclavizaban el pensamiento é imprimió una dirección nueva á los espíritus; y si la física no le debe mas que hipótesis, no pueden menos de considerarse sus escritos como el principal hilo conductor por donde se han alcanzado dos verdades importantes, el conocimiento del sistema del mundo, y el fundamento y origen de las doctrinas fisiológicas. Los nobles esfuerzos de estos sabios encontraron favorable acogida en las elevadas regiones del poder: Luis XI I I fundó el jardín botánico de París, y Luis XIV, siguiendo las inspiraciones del gran Golbért, creó la Academia de Ciencias, el Observatorio astronómico y el Gabinete de historia natural; la célebre Cristina , reina de Suecia, llamó á su córte multitud de sabios estrangeros; Carlos I I de Inglaterra estableció el Observatorio de Gréenwich y en fin la Holanda por medio de su estensa dominación mercantil abrió un ancho campo á las investigaciones de los naturalistas.
Las ciencias naturales, ricas ya en hechos, ocupaban todavía un lugar secundario: en física no se daba la importancia debida al método esperimental; en química no se conocía el Uso de la balanza, de ese instrumento precioso al cual debe la ciencia grandes resultados; en mi-neralógia no se tenía en cuenta la constitución molecular de los cuerpos; faltaba un sistema rigoroso en zoología;
- t a sólo en botánica es donde se habían hecho verdaderos progresos.
Las luminosas doctrinas del siglo XVII influyeron de una manera notable en los trabajos de muchos hombres ilustres que nacieron en el siguiente. Bufíon hizo popular la historia natural con sus elocuentes discursos, y á pesar de los errores de sus teorías son importantes sus obras por la exactitud de las descripciones. Linneo^ cuyo nombre será de eterno recuerdo para los naturalistas, dió á la botánica y á la zoología una nomenclatura y una clasificación ^ que escitan en nuestros días la veneración mas profunda; Bonnet estudió las relaciones de la historia natural con la metafísica ; Schéel en Suecia resolvió las cuestiones mas difíciles de la química con medios sencillísimos; Priestley en Inglaterra descubrió la mayor parte de los gases; el inmortal Lavoisier en ^Francia derribó con la lógica severa de su esclarecido talento la teoría de Sthál y estableció la pneumática; descompuso el aire y el agua, comprendió los fenómenos de la respiración i indicó la facilidad de representar las reacciones químicas á la manera de ecuaciones algébricas s y penetrado de la necesidad de armonizar el lenguaje de la ciencia con los grandes adelantos que ésta había hecho, se asoció á los célebres químicos Guiton-Morveau, Fourcroy y Bertollet y fundó la nomenclatura metódica que abrió á la química una nueva era y un porvenir brillante á las artes, á las ciencias y al mundo entero; en Italia llamaban la atención de Galvani los fenómenos eléctricos, y Volta daba á conocer con la
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invención de su pila la influencia de ese agente poderoso, que no en vano consideran muchos como el principal del universo.
En el siglo actual las ciencias naturales señalan sus triunfos con diarias conquistas. Bercelius ha alumbrado la química con la radiante antorcha de su genio, Guvier la zoología, Decandolle la botánica, Pouillet la física y Mits-cherlitz la mineralogía. La observación y la esperiencia son la base de los métodos modernos, y la división del trabajo su sello dominante; por eso se observa que Mirbél estudia los frutos, Juillet la fisiología vegetal, Roullin las razas humanas, D' Orbigni las aves, Valenciennes los peces, Deshayes los moluscos y Milne-Ewards los anélidos y zoófitos : Liebig consagra sus afanes a investigar la acción molecular de los cuerpos orgánicos, y aplica la química á la fisiológia vegetal y animal, á la patología y á la agricultura; Dumas y Perssoz á las artes; Orfila á la toxico-logia, Lassaigne á la medicina, Lecanu á la farmacia y Henri Rose al análisis: los fenómenos eléctricos son examinados por Ampere, Becquerel y Wallastón; Dulong y Pettit se ocupan del calórico y Biot y Arago de la luz.
En esta breve reseña vemos las diferentes fases porque han pasado las ciencias naturales en su progresivo desarrollo y los grandes sucesos que han contribuido á sus adelantos, restaños al presente examinar la importancia que ofrecen.
Las ciencias naturales tienen estrechas relaciones con todos los ramos del saber humano y sobre todos ellos
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egercen una influencia poderosa: elevan al moralista al conocimiento de Dios,, fuente de la verdad y único origen del pensamiento; suministran al literato brillantes imágenes y metáforas atrevidas que comunican á su palabra un poderío inmenso; dan á conocer al ingeniero mecánico los materiales indispensables para la construcción de sus aparatos; esplican al geógrafo los objetos que le rodean en los lejanos paises que recorre: manifiestan al minero las riquezas de los terrenos y le enseñan á esplotar los preciosos metales que la tierra oculta en sus entrañas. Las artes las deben su esplendor; la fortuna pública tesoros inmensos; la industria su prodigioso desarrollo; la agricultura grandes mejoras; la medicina su principal apoyo y la farmacia su existencia. La obtención de la sosa por el procedimiento de Le-Blanc ha eximido á la Francia de un tributo anual de mas de cien millones que pagaba á España; la fabricación del acido sulfúrico ha puesto en circulación cuantiosos capitales, ha producido sumas enormes á Sicilia y llevado la civilización á los helados desiertos de la Rusia, haciendo lucrativa la esplotacion del platino ; el blanqueo de las telas por el hipoclorito cálcico ha permitido á la Inglaterra sostener la competencia en este ramo importante de la industria con la Alemania y la Francia. La alianza de la fisiología con la química ha prestado servicios grandes á la medicina; el origen del calor animal, su influencia sobre el organismo, las importantes cuestiones relativas á la respiración, las pérdidas y compensaciones que se observan en el desempeño de las
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funciones vitales, la marcha de la digestión, de la asimilación y de las secreciones, son fenómenos sobre los cuales la química ha derramado abundante luz. La farmacia para cumplir su misión no hace otra cosa que aplicar la historia natural y la química á la reunión, preparación y conservación de los agentes que han de servirnos para recobrar la salud: la agricultura, en fin, recurre á las ciencias naturales para destruir las trabas que el empirismo opone á su desenvolvimiento; con su ausilio aprecia las circunstancias en que viven los vegetales, averigua los principios que necesitan para su nutrición y desarrollo, conoce la naturaleza de los terrenos y la manera de restablecer su equilibrio, y acrecienta sus producciones con menores dispendios y en un tiempo infinitamente mas corto.
¿Y qué diremos de los adelantos que debe la civilización del mundo á la aplicación de los productos naturales? ¿Cómo se concibe la existencia de la imprenta, de ese vehiculo de progreso y de vida para los pueblos, sin las primeras materias que el hombre saca de la naturaleza? ¿Cómo era posible que los miembros de la gran familia humana, separados entre si por la inmensidad de los mares, hubieran estrechado sus relaciones sin la invención de la aguja náutica, debida al descubrimiento del imán? ¿Cuál seria entonces el destino de esa infinidad de pueblos que la Providencia colocó en remotos climas ? ¿ Cómo se esplicaria la dominación universal que el comercio ha adquirido en nuestros dias, cambiando la faz de las sociedades? Si la industria fabril ha alcanzado el estraordinario
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desarrollo que nos sorprende; si el hombre arrastrado por el vapor recorre con una velocidad increíble los estensos confines del globo que habitamos, si nuestra clase media goza de mas comodidades que los opulentos personages de la antigüedad > débense estos beneficios á los productos naturales de que se sirve el ingeniero mecánico. Los tegi* dos de lana,, algodón y lino con que cubrimos nuestra desnudez, los alimentos con que reparamos las pérdidas que la economía animal esperimenta de continuo, los agentes' por medio de los cuales nos restituimos al estado nor-maL los metales y ricas joyas que atesoran los potentados, todos son objetos que la industria va á recoger al campo de la naturaleza.
Las ciencias naturales estienden el dominio de nuestra razón; el alma se eleva con su estudio á las mas sublimes concepciones y los conocimientos que por él adquirimos dan un poderoso vigor y cultura á la inteligencia. Al contemplar la tierra adornada de tan infinitas y variadas producciones; al tender la vista por la inmensidad de la bóveda celeste, de donde penden millones de estrellas, destinadas á esparcir luz sobre el universo; al observar el curso de los astros y las leyes que rigen su movimiento ¿podrá ponerse en duda ni un solo instante la existencia de un Ser Supremo que rige el universo con admirable sabiduria? Al ver la tierra rodeada por ese Océano vastísimo , cuyas aguas surcan multitud de pueblos vivientes y en cuyo seno han recibido la existencia miles de generaciones ; al notar qüe la atmósfera la circunda por todas
— ts— partes, prestando los elementos necesarios al organismo vegetal y animal para que ponga en juego su complicado mecanismo; al descubrir en fin ese amor universal que da actividad hasta los cuerpos inertes ¿habrá todavía quien cerrando los ojos á la luz y los oidos á la r a z ó n a t r i b u y a tantas maravillas á la casualidad?
La naturaleza orgánica con tres ó cuatro elementos produce ese cúmulo inmenso de seres que la imaginación apenas alcanza á concebir. El reino animal, verdadero aparato de combustión , quema incesantemente las sustancias que el vegetal reduce; éste fija los radicales de los productos oxidados que aquel exhala; el primero consume las materias que le suministra el segundo; el animal transforma los cuerpos orgánicos en minerales y devuelve sus elementos al aire ó á la tierra, mientras que el vegetal los recibe de estas mismas fuentes y organiza las sustancias minerales: y por una repetición sucesiva de estos mismos actos se mantiene constantemente el equilibrio del universo. Por estos sorprendentes fenómenos de Estática química, que tanto ha ilustrado Dumas, se ve de una manera bien perceptible, como afirma este sábio, que el reino vegetal es el gran laboratorio de la vida orgánica, y la atmósfera el lazo común que une ambos reinos. La materia, pues, muda de formas á cada paso, cambia de lugar á menudo y sus elementos se dispersan frecuentemente, pero siempre conserva su existencia; y siendo las descomposiciones productos de nuevas combinaciones, si desaparece de unos seres, aparece después en otros adornada con
—lf>— diferentes galas y representada por la misma cantidad: la luz, el calórico y la electricidad son los agentes que el Supremo Hacedor ha elegido para que se verifiquen estos poderosos cambiosque bien examinados se reducen en último resultado á un doble fenómeno de mecánica; movimiento durante la acción„ reposo después de ella, como dice Ghevreul.
Todos los seres que existen en el mundo tienen un fin determinado y todos ellos están regidos por leyes sublimes: si nos fuera posible estudiarlos individualmente advertiríamos tanta variedad en sus formas como en sus costumbres, necesidades y deseos; veríamos por egemplo al mono, admirable por su instinto, enemigo del hombre, con propensión al mal, y superior en destreza por su conformación á la mayor parte de los animales; al caballo noble y fogoso; al buey sufrido para el trabajo y con fuerzas colosales; al león fuerte y terrible, con movimientos impetuosos y apetitos vehementísimos ; al elefante j amigo del hombre, sirviéndole con inteligencia y fidelidad, y dócil á los medios cariñosos; al gato desconfiado y falso; al perro en estremo fiel y cariñoso; al tigre feroz y altivo; al corpulento avestruz de condición indómita, lascivo y desprovisto del sentido del gusto; á la grande abutarda tímida, sin conciencia de sus propias fuerzas y sin instinto para hacer uso de ellas; al gallo con formas esbeltas, voz fuerte y sonido articulado, ardientes deseos y frecuenr tes necesidades; al águila fiera, colérica y caprichosa; á los buitres voraces y crueles, y á los halcones valienteSi
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veloces y amigos de la independencia. El sábio Autor de la naturaleza ha proporcionado la organización á los individuos de tal manera, que nuestro asombro crece á medida que nos vamos internando en el estudio: al cuadrúpedo que ha de habitar las zonas frias, como el oso del norte 3 le cubre de una piel espesa; al erizo y al puerco espin débiles por su constitución los rodea de punzantes espinas; á los herbívoros que no tienen las fuertes garras, ni dientes agudos que los carniceros los ha provisto de otras armas vigorosas; á la ardilla inofensiva la ha hecho en estremo veloz y á otros animales que no tienen ni fuertes garras, ni espinas aceradas, ni dientes agudos los ha dotado de la facultad, ya de despedir vapores pestíferos como las viveras y mofetas, ya de exhalar descompasados ahullidos, como el mono aulato ó ya de construir madrigueras subterráneas con las cuales burlan la persecución de sus enemigos. ¿Quién ha dado al castor ese instinto social por escelencia que le arrastra á vivir en numerosas reuniones? ¿quién ha desarrollado en los mergos ese amor paternal tan escesivo ? quién ha matizado los plumages de las aves tropicales con esos brillantes colores que el artista mas aventajado no puede igualar? ¿Y qué espectáculo mas sublime puede presentarse á los ojos del hombre pensador, repetiremos con Virey, que la contemplación de esos seres diminutos que nos dan lecciones de laboriosidad como la hormiga, de amor á la sociedad como la abeja y de sorprendente industria como el gusano de seda? «Fácil es concebir, dice Plinio, de que modo ha podido la
—S4 — naturaleza dar á los grandes animales esas cualidades que notamos en ellos; mas no sucede lo mismo con otros que por su pequenez casi pueden reputarse por nada. En ellos es donde se observan mejor y donde se descubren abismos de sabiduría, de poder y de perfección. ¿Cómo ha podido hallarse bastante espacio en el cuerpo de un mosquito, sin hacer mérito de otros animales aun mas peque* ños, para colocar órganos susceptibles de tantas sensaciones diferentes? ¿En dónde ha podido la naturaleza fijar la vista ? ¿Cómo halló lugar para colocar los sentidos del gusto y del olfato? ¿Dónde encontró material para aquel instrumento de sonido agudo y estrepitoso que posee este pequeño animal?» )np SOY fiJÍe no efli
Y si nos quedase aun alguna duda de la magostad y poderío del Altísimo, en nuestro propio ser encontraríamos infinitas pruebas que bastarían á disiparlas. El hombre, primer sér de la creación, ciudadano de todas las repúblicas y habitante de todos los imperios, somete á cálculo la velocidad del sonido y de la luz, resuelve este impalpable fluido en los matizados colores del iris, arrebata la electricidad á las nubes, mide el espacio, calcula el tiempo y remontándose en alas del hidrógeno somete al crisol del análisis las elevadas regiones de la atmósfera; estudia el curso de los planetas, averigua las leyes del sistema del mundo hasta en los imperceptibles átomos de la materia, y egercc en fin un imperio legítimo sobre el mundo, porque este imperio está representando el triunfo del pensamiento sobre la materia.
— 2« — Vemos, pues, que las ciencias naturales desarróllan la
industria, ensanchan los dominios del comercio, ennoblecen el alma y son por último el arsenal mas abundante á que se puede acudir para aniquilar los funestos errores de los materialistas y las absurdas doctrinas del ateísmo: por eso el célebre Salomón recurría á ellas para encontrar la sabiduría y las verdades sublimes; por eso el esclarecido Newton aseguraba que cuanto mas profundo es el naturalista con tanta mas intensidad siente las verdades de la religión; por eso el inmortal Linneo dice que cuando florece la historia natural las supersticiones se marchitan y secan y por eso en fin el elocuente Virey proclama en alta voz que la naturaleza es un templo sagrado, donde la Divinidad se pone á descubierto.
Antes de concluir, limo. Sr., seame permitido tribu* tar mi gratitud y profundo respeto á nuestra excelsa reina DOÑA ISABEL l í , porque ansiando el brillo de las ciencias se afana por su mejora y adelantos; al Gobierno porque realiza las altas miras de S. M . y al digno gefe de esta Escuela por la perseverante solicitud que manifiesta por su engrandecimiento.
Vosotros, ilustrados comprofesores, continuad trabajando con ardiente entusiasmo para que no germinen las malas pasiones en el corazón de esa juventud que está confiada á vuestros desvelos; para que su inteligencia adquiera vigor y cultura y alcance las verdades sublimes. Y vosotros, jóvenes estudiosos, que acudís llenos de nobles deseos al templo augusto de las letras, no olvidéis
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nunca que la ciencia os enseñará á imitar las virtudes que inmortalizaron á Catón; os llevará por el camino, radiante de gloria, que siguieron Aristóteles ^ Newtón y Leib* nitz y os dará á conocer el destino que Dios ha fijado á la humanidad: y cuando concluyáis las tareas literarias, pagareis á nuestra querida Patria el tributo que todos la debemos haciéndola grande, feliz y poderosa.
UNIVERSIDAD DE S A L A M A N C A
6403414182
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