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FACECULTURA AL DÍA
ExposiciónProcesos: muestra de artistas en formaciónHernán Camilo Yepes Vásquez
Venganza y perdónEn un mundo mejorJorge Ladino Gaitán Bayona
El cuentoEl hombre que fuedos veces al cineRoberto López Moreno
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IBAGUÉ, OCTUBRE 30 DE 2011 FACETAS
FACETAS IBAGUÉ, OCTUBRE 30 DE 2011
En la antigua Grecia, oráculos eran los lugares en los que sacerdotes y pitonisas daban a conocer las respuestas de los dioses a las consultas que les habían sido formuladas. La palabra se usaba también para designar el propio lugar de las profecías. En la actualidad, oráculo se usa también en nuestra lengua para denominar a aquel que es oído por todos en virtud de la sabiduría que se le atribuye. El oráculo más antiguo y famoso de Grecia fue
el de Delfos, situado en la falda del monte Parnaso, enfrente del golfo de Corinto. Según la tradición, el oráculo había pertenecido primero a Gea, la Madre Tierra, pero ésta se lo dio a Apolo o, según otras versiones, él se lo robó. Los secretos del oráculo eran revelados a los hombres por una sacerdotisa a la que se llamaba Pytho (de donde proviene la palabra ‘pi-tonisa’). Homero -que vivió en el siglo IX a. de C., se-
gún la hipótesis más aceptada- ya conocía el oráculo, establecido por esa época en una colonia de Mice-nas. Esta creencia se tornó panhelénica sólo entre los siglos VII y VI antes de nuestra era, cuando los legisladores empezaron a buscar el consejo de Apolo para sus decisiones. La palabra oráculo llegó a nues-tra lengua procedente no del griego, sino del latín oraculum, que se formó a partir del verbo orare ‘re-zar’.
Oráculo Palabra del día
Por Jorge Ladino Gaitán Bayona * A fines del siglo XVIII, elescritor y militar francés Pierre Choderlos de Laclos había in-dicado en su novela Las amista-des peligrosas: “La venganza es un plato que sabe mejor si se sirve frío” (1990: 21). “La venganza es dulce y no engorda”, expresó en cierta ocasión el gran cineasta Alfred Hitchcock. La vengan-za como alimento es una idea recurrente, aún en refraneros e imaginarios, no en vano muchos hablan de “matar y comer del muerto”. ¿Barbarie que nunca sucumbe a la civilización? ¿Por qué tantos se toman la justicia por mano propia? ¿Pregunta o aporía? La cuestión es tan compleja que recientes estudios científi-cos adelantados en Inglaterra y Suiza han comprobado, a través de experimentos con grupos hu-manos, que el ansia de venganza está emparentada con el apetito. Cuando alguien siente que se co-mete un acto vil y el responsable no es castigado se genera una alta actividad en su cerebro y luego el estómago segrega greli-na, llamada popularmente como “la hormona del hambre”. Lo curioso (o mejor sería de-cir lo preocupante) es que si ese
Venganza y perdón enEn un mundo mejor
otro es violentado fuertemente, en el cerebro de quien antes sen-tía hambre de venganza se acti-van los mecanismos de placer que conducen a la liberación de serotinina y neurotransmisores ligados a la cuestión de saciar el apetito. Como bien lo sostiene la doctora Tania Singer, “nues-tro cerebro tal vez esté diseñado para encontrar placer con el cas-tigo a los culpables” (citada por Fernández de Bobadilla, 2011: fuente web). Para agudizar lo anterior, po-dría agregarse que quien siente el hambre de venganza, más allá de las exigencias de su cerebro y su organismo, puede resultar más peligroso si sobre sí reposa una enorme carga de traumas familiares, resentimientos, frus-traciones y fracasos recientes. En todo caso, como una cosa es nacer humano (con sus an-sias, pasiones e instintos) y otra hacerse humano (más solidario, ético y respetuoso de los otros), pues al final de cuentas, comopuntualizara el escritor Gra-han Greene, “ser humano es también un deber” (citado por Savater, 1997: 17), cabe resaltar que, ante la monstruosidad de la venganza, existe también la belleza del perdón, el lado espi-ritual y sublime de quien lo otor-
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REFERENCIASBIBILIOGRÁFICAS
Bacon, Francis (1961). Ensa-yos. Madrid: Editorial Aguilar.Fernández de Bobadilla, Vicen-te (2011). La ciencia de la ven-ganza. Publicado el 14 de ju-lio de 2011 en Quo.es: http://www.quo.es/ciencia/psico-logia/la_ciencia_de_la_ven-ganzaChoderlos de Laclos, Pierre (1990). Las amistades peligro-sas. Barcelona: Círculo de Lec-tores.Ricoeur, Paul (2004). La me-moria, la historia el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Savater, Fernando (1997). El Valor de educar. Barcelona: Editorial Ariel.
ga. Derrida habla, justamente, del perdón difícil, algo excep-cional y extraordinario pues se mueve en esta tensión: “La profundidad de la falta y la al-tura del perdón” (citado por Ricoeur, 2004: 585). Esa “altura del perdón”, a la que Paul Ri-coeur bautiza como “el himno del perdón” (2004: 586), eleva al ser humano por encima de sus apetitos primarios. Habría que tener en cuenta esas tensiones entre el hambre de venganza y “el himno del perdón” al contemplar Hævnen, una película del 2010, coprodu-cida por Dinamarca y Suecia, bajo la dirección de la danesa Susanne Bier y guión de An-ders Thomas Jensen. Aunque Hævnen traduciríaVenganza, fue exhibida en Estados Unidos bajo el título de In a better world y en países de lengua castellana como En un mundo mejor. En el reparto se destacan las actuaciones de Mikael Pers-brandt, Ulrich Thomsen, Tri-
ne Dyrholm y, sobre todo, los niños William Jøhnk Nielsen y Markus Rygaard. Esta cinta ob-tuvo, entre otros, Premio Óscar 2011 a mejor película extranjera, Premio Globo de Oro 2011 a mejor película Extranjera, pre-mio a mejor dirección y premio a mejor guión en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2010 y Premio Marco Aurelio a mejor película extranjera en el Festival Internacional de Cine de Roma 2010. A diferencia de tantas pro-ducciones fílmicas (frecuente-mente norteamericanas) que para abordar los temas de la venganza y el perdón sobre-cargan las imágenes con la evi-dencia brutal de la sangre, los golpes y la violencia para luego transitar a escenas dulzonas de perdones poco creíbles, En un mundo mejor se preocupa por profundizar, ante todo, en las raíces psicológicas del odio y de la reconciliación. De ahí que por encima de los giros de una historia bifurcada
entre un pueblo de Dinamarca (donde dos amigos pequeños encuentran en la violencia el desahogo por la muerte de una madre y el cercano divorcio de unos padres) y un campo de refugiados en Sudán (donde un doctor sueco se debate entre su ética profesional y la presión de dejar morir a un jefe tribal que tortura mujeres violadas) importa, principalmente, la tremenda fuerza actoral de los personajes, su enorme capaci-dad de recrear con discursos, pero también con sus gestos, acciones y silencios, sus des-encuentros con la existencia y sus desencantos con personas que alguna vez se amaron: el hijo que culpa al padre por la muerte de la madre, la esposa traicionada por su pareja y cu-yos niños enfrentan las duras cargas de la inmigración por ser suecos en tierra danesa. La capacidad del reparto para encarnar odios, angustias, desamparos y reconciliaciones, aunadas a una atmósfera inten-sa donde juega un papel vital la música de Johan Söderqvist y los juegos de cámara que cap-tan en su lentitud la expresivi-
dad misma del paisaje atrapan al espectador, apuntan a sus pensamientos, emociones e, in-cluso, a sus nervios. El encanto estético de En un mundo mejor es que, más que conmover, logra el efecto de la conmoción. Quien contempla la película no sólo sufre la his-toria, sino también se ve obli-gado a revisar su propio pasa-do, a comenzar la anagnórisis y recordar con angustia aquellas situaciones que podrían haber culminado en la bondad del perdón y no en odios y vengan-zas que se perpetúan en remor-dimientos. Precisamente, y sin caer en moralejas ramplonas de las convencionales “películas edi-ficantes”, la cinta dirigida por Susanne Bier, en su comple-jidad narrativa, su poeticidad, juegos con espacios y su parti-cular forma de ahondar en las consciencias de los personajes, pone sobre escena los lími-tes morales entre la venganza y la justicia, entre la rastrera mezquindad de quien, en cie-ga obediencia a sus instintos, responde a la violencia con vio-lencia y la altura moral de quien
perdona, pues, al fin de cuen-tas, como dijera Francis Bacon, “vengándose uno se iguala a su enemigo; perdonándolo se muestra superior a él” (1961: 159).
*(Profesor de la Universidad del Tolima,
Doctor en Literatura de la Universidad Católica
de Chile, [email protected]).
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FACETAS IBAGUÉ, OCTUBRE 30 DE 2011
El oficio de traductor requiere deuna sólida formación humanística
Por Xosé Castro* Desde el mismo momento en que hemos decidido ejercer como traductores o como lin-güistas o como periodistas -que, para el caso, viene a ser lo mis-mo- estamos condenados a for-marnos, especialmente, a través de la lectura. Ya no es esta una cuestión optativa; ya no habrá profesores que nos obliguen a leer La Celestina; ahora somos nosotros los que nos lo impon-dremos. La paradoja de licenciarse y comenzar a trabajar es que, al poco, uno termina corroborando que la perseverancia y los denue-dos de nuestros profesores de lengua y literatura de primaria y secundaria eran justificados: hay ciertas lecturas que, para un traductor, no solo son reco-mendables sino obligatorias. No obstante que haya autores que prefiramos, no obstante que pa-semos temporadas sin abrir un li-bro, no obstante que haya estilos que aborrezcamos, hay ciertos géneros, autores y estilos que no debemos dejar de leer. No olvidemos que los tra-ductores somos escritores y que todos escribimos como leemos. Y escribimos lo que leemos. En estos tiempos de comida rápi-da y satisfacción inmediata, la lectura tiene notables competi-dores que proporcionan placer instantáneo: televisión, Internet, cine, videojuegos y medios au-diovisuales. Aunque la lectura también aporta placer, no es fácil zapear con un libro, admitámos-lo. En Internet, donde navega-mos abriendo páginas a mansal-va como si fuéramos octópodos, cambiamos de un tema a otro sin dilación ni trauma si sentimos el mínimo atisbo de aburrimiento. La lectura es -y debe ser- un ejer-cicio más pausado y mesurado. A modo de ejercicio, debe-mos leer de manera analítica y curiosidad de novicio. Buscare-mos lecturas de recreo, de pa-satiempo, pero también lecturas de esas que se hacen con lápiz y
diccionario en ristre. El gran pla-cer de leer es que, aunque crea-mos haber olvidado el texto de una novela, el conocimiento se queda registrado indeleblemente en nuestro cerebro, como bien dicen los neurólogos. Con un estímulo externo adecuado (por ejemplo, la práctica de la conver-sación o la redacción de textos o su traducción...), podremos rescatar esos conocimientos del olvido al que creíamos haberlos desterrado. “Sí, yo leí ese libro hace dos años, pero no recuerdo nada de él, ¡con lo que me había gusta-do!”, decimos. Pero no es cierto. Buena prueba de ello es que los hablantes conocemos decenas de miles de palabras, pero... ¿de cuántas podríamos recordar el día o el instante preciso en que las aprendimos? Ande, haga la prueba: ¿recuerda cuándo apren-dió las palabras mesa, entomó-
logo, acalorado o extirpar? ¿Re-cuerda incluso la última vez que las oyó o leyó? ¿Le sorprende? Ahora que las ha vuelto a leer por enésima vez en este texto, su mente recibe el estímulo externo que permite extraer su significa-do de ese disco duro grisáceo y lleno de circunvoluciones que tenemos entre las orejas y, sin embargo, no logramos recordar desde qué fecha está ahí grabado. Eso es lo mágico de la cultura oral, visual o escrita, que se im-pregna sin que apenas nos perca-temos. Entre algunos hablantes hay tendencia a pensar que los cam-bios que experimenta el idioma -la pérdida de ciertos vocablos, la simplificación de la sintaxis, la entrada de extranjerismos inne-cesarios- son un signo de evolu-ción y, por ende, de mejora. Esta creencia me preocupa cuando la expresan lingüistas y traductores.
En mi opinión, es pernicioso confundir lo natural con lo ideal. Recuerdo mi osada ignoran-cia cuando, con 19 años, creía que las lenguas romances eran mejores que el latín, puesto que eran más evolucionadas. Aque-lla postura, creo, era el resultado de esa búsqueda postadolescen-te del blanco y el negro, de los valores absolutos, del conmigo o contra mí, de las respuestas sin fisuras... También creía que el castellano del siglo XX era, diga-mos, mejor que el castellano del siglo XVII. Por eso fue sorprendente el descubrimiento de El Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, una novela picaresca anterior a El Quijote y en cierto modo eclip-sada por el éxito de esta última. Su lectura fue esclarecedora; una lección de redacción, composi-ción sintáctica, comunicación y vocabulario. Me di cuenta enton-
ces de mis carencias en cuestio-nes de vocabulario, sintaxis y ex-presión. En aquel libro me veía obligado a releer ciertos pasajes porque no lograba entenderlos al primer vistazo, y no era porque no entendiera las palabras, sino por la precisa complejidad con la que estaban redactadas... Si mi lenguaje era más evolucionado que aquel, ¿por qué no lograba comprender aquello fácilmente? En resumen, creo que lo natural es que, con el paso del tiempo, el idioma se simplifique, sea permeable a extranjerismos innecesarios y necesarios, pierda vocablos precisos y gane muleti-llas vacuas, pero la pregunta es: ¿es eso lo ideal? El papel del tra-ductor es hacer las veces de un intermediario, de modo que en-tre lo natural y lo idóneo haya el menor número de diferencias.
*Elcastellano.org
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El hombre que fue dos veces al cine
Por Roberto López Moreno* ¡Luces! ¡Acción! La cámara emitió ese pe-culiar ruido que se produce cuando la cinta -lista de verdades imaginadas-, empieza a co-rrer sobre el tiempo. El hombre había ido por primera vez en su vida al cine. En la pantalla, las imágenes jugaban a que estaban filmando. Una mujer extraordinariamente bella domina-ba la escena. El hombre que había ido por primera vez al cine se levantó como alucinado. Caminó hacia la pantalla y se introdujo en ella tratando de alcanzar aquella ilusión. El hombre pudo hacer contacto con la actriz; le pagó una vida de princesa y cuando estaba a punto de un co-lapso económico la mujer se le fue perdiendo
en los rincones insólitos de la pantalla. Él fue tras ella y lentamente ambos entraron a dejar de ser tan sólo dos siluetas grises. La segunda vez que el hombre fue al cine, lo hizo con el fin de ver si podía reiniciar la historia en la que se había perdido, se trataba de que tomara nuevamente los hilos de la tra-ma y reconstruir su desgracia para encontrar-se en ella y poder arrancarse de la misma. Se sentó fatigado en una butaca solitaria. Se que-dó profundamente dormido. Mientras, desde la pantalla, la voz del director de la película -verdad imaginada-, ordenó con voz seca: “¡Corte!”
*Escritor mexicanoFicticia.com
Amado Nervo*
Tu cabellera es negra como el ala del misterio; tan negra como un lóbrego jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!» Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!
Tus ojos son dos magos pensativos, dos esfinges que duermen en la sombra, dos enigmas muy bellos... Pero hay algo, pero hay algo más bello aún: tu boca.
Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente para el amor, para la cálida comunión del amor, tu boca joven; pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!
Tu alma recogida, silenciosa, de piedades tan hondas como el piélago, de ternuras tan hondas... Pero hay algo, pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!
*Poeta mexicanoPoemas-del-alma.com
El cuento El poema
A Leonor
FACETAS IBAGUÉ, OCTUBRE 30 DE 2011
Bogotá, Colprensa Reni está de visita en casa de Plip y Charly y los tres están pasando una tarde muy entretenida, hasta que Reni necesita ir al baño, pero comienza a percibir ruidos y olores misteriosos provenientes de ese sitio. Reni está dejando la bacinica y aún no se atreve a ir solo al sanitario, pues teme que aparezca un horrible monstruo y se lo lleve por el excusado. Es una hermosa historia para lectores principiantes con el objetivo de ayudar a los niños a que aprendan a ir al baño.
Bogotá, Colprensa Bill William Rempel, un reportero con casi cuatro décadas de experiencia, realizó un recorrido por la historia de Colombia para encontrar el origen, desarrollo y fin del famoso Cartel de Cali. Se trata de una apasionante crónica en torno a personajes como Miguel Rodríguez Orejuela, elaborando una radiografía y mostrando la sofisticada estructura de dicho cartel, dirigida por seres implacables, o al menos así los muestra en el libro, como lo eran los hermanos Rodríguez Orejuela. Escrito a manera de thriller real, cuenta con un ritmo vertiginoso, con una serie de escenas y acontecimientos sorprendentes, sobre el accionar de dicho cartel y sus dirigentes.
Bogotá, Colprensa Hace 17 años, en Bogotá, fue asesinado Manuel Cepeda Vargas, el último congresista muerto de la Unión Patriótica que sufrió un plan de aniquilamiento que el mismo afectado venía denunciando. Ahora, la periodista Maureén Maya reconstruye el caso de este dirigente, reflexionando sobre los que fueron llevados ante la justicia y condenados, pero también sobre lo que su familia ha denunciado, por años, de que hay más culpables. Es una reconstrucción muy bien documentada sobre el exterminio de un partido, de una idea, pero, sobre todo, de personas como Manuel Cepeda Vargas, que apostaban al cambio.
DIRECTOR: Antonio Melo Salazar JEFE DE REDACCIÓN: Martha Myriam Páez Morales
COORDINADOR: Redacción cultural EL NUEVO DÍAPERIODISTA: Hernán Camilo Yepes Vásquez
EDITOR: Cristian Camilo ArroyoDISEÑO: Carlos Augusto Delgado Gutiérrez
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Editorial: Ediciones BTítulo: Camino minadoAutor: Maureén Maya SierraPáginas: 280
Editorial: Fondo de Cultura EconómicaTítulo: ¿Por qué no vas al baño?Autor: Jonathan FarrPáginas: 36