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Page 1: Espada del tiempo de constantinopla

La espada del tiempo de Constantinopla

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IEl comerciante padre de Alejandro

Era un día lunes de enero del año 723, en una casa grande, pero no exagerada; donde se encontraba el joven Alejandro, un muchacho de 16 años, tenía una estatura media, cabello castaño, y muy crispo, tenía ojos grandes y su cabeza tenía forma entre rectangular y triangular, tenía el cuerpo robusto y se acababa de vestir, con ropas elegantes, llevaba unos pantalones de color obscuro, al igual que la camisa, pero esta estaba muy adornada, y tenía botones de oro y tejidos de hilo de plata; una capa corta de color tinto y unos zapatos.

Salió de su cuarto y vio a uno de sus tres sirvientes, al cual saludo y pidió el desayuno, el cual era sumamente rico y gustoso. Al terminar, dijo a su sirviente: “David, dime pues en donde está mi madre, que desde que me levante no la he visto” Y David contestó: “Sepa usted, que su madre ha salido con tu padre desde temprano, para acompañarle al zoco y para hacer las compras de la semana” Y Alejandro replicó algo extrañado: “Pero siempre manda algún sirviente, ¿no sabes la razón por la cual ella ha decidido ir a hacer las compras?” Entonces David el sirviente, dijo: “Señor, con todo respeto, no tengo idea de porque su madre ha salido al zoco, pero al regresar usted le puede preguntar” Y David, ya menos ansioso, y después de caminar algo pensativo, dijo: “Pero que va, tú lo harás, porque ahora que recuerdo es Lunes, y tengo que llegar con el profesor Rufas, que si llego tarde tendrá motivos de regañarme, y no necesito de sus aburridos sermones, pero cuando yo regrese me dices”

En ese momento, Alejandro tomó sus hojas y salió corriendo de su casa, sin siquiera despedirse. Y eso es todo lo que respecta de Alejandro por el momento; en cuánto a su padre, este estaba platicando acerca de negocios con varios mercaderes del zoco, el cuál era un lugar amplio, y con variadas tiendas, que tenían desde pastelillos, hasta las más extravagantes telas y artilugios de otras naciones. Su padre discutía acerca de varios robos que habían sucedido en el zoco, que no solo conllevaba robos, sino también varias muertes de mercaderes muy importantes, incluyendo a un primo segundo de su padre, y habiendo reunido a los mercaderes más importantes del zoco, y algunos no tan importantes, pero que eran sus conocidos, exclamó molesto: “Por Dios que si algo está mal en esta ciudad es la baja seguridad, y esto ha hecho que perdamos gente cercana, necesitamos idear algo estratégico, para que no vuelvan a ocurrir estas atrocidades, que aparte de todo se dan a la hora de cerrar las tiendas” Y uno exclamó: Por favor Maximiliano, no comprendo por qué nos reúnes si solo vamos a llegar a una conclusión, ¡Nada!, siempre pasa, y ha pasado a lo largo de la historia, no podemos hacer nada realmente, y eso es todo, yo opino que cerremos esta sesión” Y otro, muy amigo de Maximiliano, reclamó: “¡Que te pasa!, no puede ser posible que dándote cuenta de tantas atrocidades estés tan conforme, tu propio hermano fue asesinado hace 6 días y actúas como si hubieran pisado una cucaracha o quemado un nido de ratones, haces que parezca como si estuvieras a favor de estas cosas, o peor aún, que seas secuaz de esos pillos asesinos” Entonces todos los mercadores reunidos iniciaron una gran bulla,

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lanzando interrogaciones y afirmaciones hacia el mercader árabe Bolün-SiLahmed, y este, muy nervioso se empezó a hacer para atrás, cuando Maximiliano interrumpió diciendo: “No somos nadie para hacer estas aclaraciones, además, sabemos que Bolün-SiLahmed no era amigo de su propio hermano, y por lo tanto estamos de acuerdo en que a Bolün no le importo su muerte, y porque querría un mercader asesinar a mercaderes que no tienen mercancías del género de Bolün, y nadie como él estaría en una red de criminales” Y por esto Bolün se tranquilizó, y dijo: “Gracias, ahora regresemos al tema de la seguridad” Por lo cual todos los reunidos lanzaron una gran carcajada.

Después de dos horas, llegaron a conclusiones, y Maximiliano dijo: “Está decidido, entonces lo que haremos será regular las entradas al zoco, teniendo tres guardias en cada calle que da al zoco, teniendo así doce guardias por la mañana y tarde; y estos se esperaran hasta que salga el último de los mercaderes, teniendo un control de los mercaderes, para que nunca se les olvide uno dentro, y por la noche habrá siete guardias, que estarán en el centro del zoco, haciendo guardia nocturna, teniendo así un sistema de seguridad muy alto” A lo que todos los dieciocho mercaderes reunidos asintieron; que fue muy fácil, ya que Maximiliano era un hombre muy respetado, honrado, y venerado por todos los demás mercaderes, además de ser un gran líder.

Acabada su reunión, convocaron a todos los mercaderes del zoco de Constantinopla a participar en una asamblea, donde los dieciocho, dijeron a todos los demás mercaderes, acerca de esta brillante idea, y convenciéndolos, todos llegaron a un acuerdo donde entre todos, pagarían el salario de los 19 guardias que se contratarían en muy pocos días.

Terminada esta asamblea, Maximiliano fue a su tienda, una tienda muy grande y llena de mercaderías de todos tipos, con alfombras desde chicas, hasta unas que podrían abarcar el suelo de las sala de cualquier palacio, tenía cristalería de todos colores, vasijas muy bellas, que había traído desde lugares lejanos, lámparas de velas, lámparas de aceite, pero lo más asombroso que tenía en su tienda, eran los exquisitos, y hermosos trajes que vendía, de tan buena calidad, que los reyes, emperadores y califas, se sorprenderían de su hermosura; y a su tienda acudían personas de toda la ciudad y sus alrededores, y los extranjeros se maravillaban de todas las mercaderías que tenía de distintos países. Y cada vez que le preguntaban el cómo obtenía esas mercancías, el exclamaba: “Sépase querido comprador, que yo he realizado innumerables viajes alrededor de los continentes, y en todos he comerciado e intercambiado cosas, consiguiendo así, los mejores objetos para vender aquí, en mi tienda; y todo, para que usted, mi querido comprador, consiga lo mejor” y todo comprador que escuchaba estas palabras, salía con varios objetos de su gusto; y la tienda de Maximiliano estaba todo el día con muchas personas.

Esto en cuanto a Maximiliano; regresando con Alejandro, volvió a su casa al medio día, después de ver unas cuantas lecciones nuevas, y repasar otras tantas, y lo primero que hizo fue buscar a David, y le dijo: “Entonces, ¿Qué sabes sobre mi madre?” y el otro dijo: “O señor, tu sabes que siempre te hablo con verdad, y me apena decirte, que no tengo noticias de tu madre todavía, pero en estos momentos la iré a buscar si es lo que tu

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mandas” A lo que David respondió preocupado: “No lo pienses ni un instante, ve ahora, porque mi madre ha empezado a preocuparme, no vaya a ser que algo malo le haya pasado. Dios no lo quiera. Ve corriendo” y David sin pensar ni un solo segundo salió corriendo del recibidor en busca de la madre de Alejandro, que llevaba ya muchas horas ausente.

Al cabo de poco tiempo, regresó David cargado de un montón de trajes, y muchos regalos y artilugios, y delante de él venía la madre, cargada de muchas golosinas, como pasteles, galletas, y frutas; y ante tal escena Alejandro lo único que pudo hacer fue preguntar para que eran todas esas golosinas, y a que se debían tantos trajes, y su madre dijo feliz: “Querido Alejandro, hijo tan distraído, ¿que no recuerdas que va a suceder este miércoles?” Y Alejandro muy desconcertado y confundido respondió: “Pero que será, se ve que es importante, pero no tengo idea de que se celebra el martes” y su madre dijo después de reír: “Que distraído eres hijo, te dije que se celebra en miércoles, no en martes, además, cómo es posible que no recuerdes que este mismo miércoles dejarás de ir a estudiar para hacerte un hombre comerciante como tu padre, y tendrás tu propia tienda” y Alejandro muy entusiasmado dijo: “¡Lo había olvidado por completo! Pero qué alegría, quisiera empezar a celebrar, pero tenemos que esperas a mi padre, que hace ya varias semanas que no ceno con él, y casi no he cruzado palabras con él, y tú sabes madre, que le admiro mucho, y tengo que preguntarle acerca de cómo ser el mejor comerciante” Y esto es conforme a la perdida madre.

En cuanto a Maximiliano, el padre de Alejandro, después de haber vendido lo que tenía que vender, se hizo de noche y Alejandro cerró su tienda, saliendo junto con los demás mercaderes, y despidiéndose, para así regresar a su casa, que estaba en una calle algo alejada, pero después de unos minutos de caminar, llegó a esta, donde fue recibido por los sirvientes con platillos deliciosos, y sus dos familiares, con los que se divirtió con platicas llenas de sabiduría, y charlo mucho con su hijo acerca de su próxima graduación, y que cosas hacer cuando estuviera en el zoco, y así duraron hasta que les pesaron los ojos y tuvieron que ir a cama, pero por la felicidad y sentimientos que experimentaba Alejandro, no pudo conciliar el sueño, debido a que imaginaba que tan perfecta podía ser la vida que le esperaba, y lo mejor, es que sabía que llegaría pronto. Imaginó su casa, su esposa, sus hijos, sus trajes y sus caballos, todo perfecto y lleno de lujo.

Al levantarse la mañana siguiente, se vistió con un bello traje, todo azul marino, y con bordes naranjas, y entro al comedor, donde se encontraban su padre y su madre. Al verlos dejo salir una sonrisa, y empezó a desayunar con ellos. Después de haber tomado el desayuno Alejandro se aproximó a David, y le dijo en secreto: “Amigo, quiero que me hagas un favor, pero no le pidas permiso a tus amos, que no te dejaran salir, te daré 10 monedas de plata para que vayas al zoco y compres un montón de pastelillos y golosinas exquisitas, para poder hacer así una celebración con mis padres, y claro con mis amigos” Entonces David preguntó: “¿Y qué amigos invitarás?” y Alejandro dijo: “Invitare a Leonardo y a ti; ustedes siempre me han ayudado, y yo sé que no es normal que los hijos de comerciantes ricos sean amigos de sus sirvientes, pero tu David, eres un gran amigo”

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Y habiendo dicho esto, abrazó a David, tomó sus notas, se despidió educadamente de sus padres y salió en camino a la casa del maestro Rufos.

En el camino de su casa a la casa del maestro Rufos, se encontró justamente con Leonardo, como si el destino hubiese querido que así fuera, y le invitó a la comida que realizaría el siguiente día en su casa, y Leonardo dijo: “Claro que asistiré a la comida de tu finalización de estudios, eres mi mejor amigo y contigo he tenido aventuras geniales. Nunca olvidare ese día…” y Leonardo se entristeció, y comenzó a llorar; todo esto porque a muy corta edad, Leonardo y Alejandro habían salido a cazar, y en el camino habían encontrado un río, ambos estaban sedientos, así que se acercaron y empezaron a beber, pero Leonardo resbalo y cayó al río, y se enredó con unas plantas muy resistentes, que lo estaban ahogando; y Alejandro no dudo ni un segundo en lanzarse al agua y empezar a bucear para poder desenredar a su amigo, sabiendo que él también podía quedar enredado, y después de unos minutos, lo sacó de ahí, pero Leonardo había perdido la conciencia, y Alejandro después de reanimarle un rato, vio que no despertaba, pero esperanzado de que su amigo no muriera, busco alguna persona, y por obra milagrosa, encontró una cabaña en dónde vivía un doctor, que ayudo a que Leonardo despertara, y se recuperara después. Y Alejandro dijo: “Leonardo, olvida eso, esta tarde tendremos buenos recuerdos y no malos recuerdos, porque yo seré por fin un hombre, y crearé mi propia vida” A lo que Leonardo contestó ya tranquilizado: “Cierto esta tarde celebremos los buenos momentos, y dejemos atrás lo negativo, y cuenta con que iré a compartir contigo esta tarde, pero ahora tengo que ir a comprarme un traje, que pronto yo también terminaré mis estudios” Y Leonardo se fue por el camino que estaba siguiendo antes de encontrarse a Alejandro.

Alejandro siguió hasta llegar a la casa del maestro Rufos, y al tocar, abrió rápidamente Rufos, que era un hombre alto, que tenía edad avanzada, barbas largas y blancas, pero no tenía ni un pelo sobre su cabeza. Rufos dijo: “Esta es tu última clase, te haré una prueba de todo lo que te he enseñado, desde la primera vez que viniste, hasta hoy, pasa y acomódate en mi escritorio” Y Alejandro hizo lo indicado por su profesor, y fue directo al escritorio viejo de Rufos.

Rufos inmediatamente después de que Alejandro se sentó, le dijo: “Te haré 150 preguntas, y si me contestas más de 90 correctas, podrás terminar tus estudios, porque estás preparado, pero si no lo logras, tendrás que venir otro año, para reafirmar tus estudios. Eres un perfecto alumno, y sé que podrás con esta ligera prueba que te pongo” Y Alejandro asintió respetuosamente, y se dispuso a contestar las respuestas que lanzaría su maestro, que eran la máxima prueba que Rufos haría para Alejandro. El maestro inició a realizar las preguntas, una por una, anotando en una hoja las respuestas correctas que daba, con un círculo, y las respuestas incorrectas con un triángulo. Había momentos en los que el maestro se reía, y esto era para poner nervioso a Alejandro, quién se mantuvo muy serio durante todas las preguntas que le realizaba Rufos. Y después de aproximadamente cuatro horas de preguntas y respuestas, Rufos dijo: Hemos terminado, y llegó la hora de contar tus aciertos, y tus errores.

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Pasaron pocos minutos cuando Rufos puso una cara de extremo asombro diciendo: “Alejandro, he terminado de contar todas tus respuestas, tanto correctas, como incorrectas, y no solo lo hice una vez, sino que conté 6 veces exactas, para saber que no me había equivocado, y por supuesto que no me equivoque. Tus resultados, deben ponerte muy nervioso, y tengo que hacer que lleguen a tus padres; pero tengo que decirte que estoy muy feliz. Tú, Alejandro, has sido mi mejor alumno, y nunca dude de los resultados que obtendrías el día de hoy. Has obtenido una calificación de 118 aciertos, y 32 errores, lo que significa que mañana vendrás por tu diploma y la firma de algún sacerdote, felicidades, puedes irte”

La cara que en ese momento puso Alejandro, es indescriptible, pero expresaba una inmensa alegría, que sería envidiada por cualquier persona, y Alejandro le expreso sus mejores felicitaciones a Rufos, quien le enseño lecciones útiles para la vida diaria, y que le ayudarían a ser un gran hombre. Además Alejandro invitó al maestro a la celebración de su graduación del día miércoles, y le dijo: “Enserio que espero que venga, ya que si no, la celebración se sentirá vacía, y no queremos esto, me tengo que ir, todavía me falta hacer algunas cosas” A lo que el maestro dijo: “Claro que iré Alejandro, y también te llevare un objeto, espero puedas disfrutar después”

Alejandro se despidió, y salió de la casa del maestro Rufos, después de esto, se dirigió directo a una tienda de Piedras, compró un diamante, uno muy hermoso, y se fue hacia su casa. Al llegar vio que David había comprado las golosinas y pastelillos, y también algunas frutas, para complementar al festejo que se haría el día siguiente, y Alejandro dijo: “Vaya cosas buenas, se ven exquisitas. Querido amigo, sabrás que mañana es el festejo, así que te daré 10 monedas de oro, ve y compra un traje, que lucirás mañana” A lo que David sorprendido dijo: “Pero Alejandro, esto, estoy muy agradecido, enserio, eres un excelente amo, y no se diga amigo”, y con esto David tomo el dinero, y cuando se aproximaba a la puerta, Alejandro dijo: “Se me olvidaba, te he comprado este diamante, obsequio de nuestra amistad, con el dinero que te he dado, ve y fórjate un anillo, o hazte un collar, porque también lo usaras mañana. Y toma estas otras siete monedas de oro, para que le compres vestidos a la demás servidumbre” David asintió con la cabeza y salió de la casa, en busca de lo que Alejandro le había ordenado.

Después de unas horas llego su madre, de una reunión que tuvo con varias amigas, y le ordeno a la cocinera, que hiciera de lo suyo, y así fue. Pocos minutos después llegó David, con las mandas que había hecho Alejandro, y le entrego sus trajes, a cada una de las sirvientas de la casa, y les dijo: “Mañana, a las seis de la tarde, vendrán varios invitados, que comerán en la sala de banquetes, así que harán los preparativos durante todo el día, y se bañarán, se pondrán estos trajes, y se dispondrán a acompañar a los amos para la comida, porque nos han invitado también” Y toda la servidumbre asintió, y se fueron a hacer lo suyo.

Al día siguiente, antes de las primeras auroras del Sol, Alejandro se vistió con ropas de cacería, y se marchó sin avisar, a un Lago cerca de la ciudad, al cual no tardó en llegar, porque tomó un caballo de su padre. Al llegar al lago, amarró el caballo, y se sentó en el pastizal, y comenzó a observar lo pacífico que estaba el lago, e imaginaba tantas

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cosas, las cosas nuevas que podría aprender, los idiomas por conocer, los países distintos y diferentes que visitaría, su gente, sus costumbre y tradiciones, su cultura, grandes amigos, y un sinfín de tantas diferentes y extraordinarias cosas, que entre tanto pensar, ver, analizar, y la paz con la que reinaba aquel lugar, sin darse cuenta se quedó dormido, y empezó a soñar todas las cosas, que hace un momento había imaginado.´

Después de unas horas, despertó, y se percató, de que, por la posición del sol, debían ser ya como las 4 de la tarde, y que si no regresaba pronto a su casa, no estaría en su propia celebración, así que, tomo sus cosas, desamarro al caballo, y se fue a toda velocidad hacía Constantinopla. Al llegar, fue a su caballeriza, donde dejó el caballo, le dejo comida, y se fue al baño, porque tenía que asearse. Termino de lavarse, y se vistió con un traje sumamente hermoso, todo plateado, y con bordados muy resaltados de hilo de oro, un traje sin duda, que podría estar en los armarios de cualquier rey, y resaltaría inmensamente. Se roció con agua de rosas, y fue a ver a la servidumbre, y ahí encontró a David, y a las otras 6 sirvientas, muy bien vestidas y perfumadas, dispuestas para acompañar a Alejandro en su celebración. Se dirigió al salón de banquetes, y vio todo preparado, las comidas, las bebidas, donde había vinos y licores, y otras bebidas dulces, y todos los pastelillos y golosinas que se habían comprado.

Al cabo de un rato, empezaron a llegar muchísimos invitados, los cuales Alejandro no sabía que iban a llegar, pero que sus padres habían invitado. Llegaban sacerdotes, amigos, parientes, mercaderes, y muchas personas. Después llegó el maestro Rufos, quién le dijo: “Alejandro, como he visto, hay mucha gente, y todos se ven felices, y creo que es porque se dan cuenta, de que tú, ya eres un hombre, y que mañana empezarás a hacer tus labores de comerciante al lado de tu padre, y estoy muy feliz de todas las bendiciones con las que estas colmado” y Alejandro dijo: “Muchas gracias maestro, es un honor recibirlo en esta casa, y espero que disfrute de toda la comida, que disfrute también de las bebidas, y de la gente que ha venido, enserio, gracias por todas las enseñanzas que me dio, maestro” Y Rufos dijo: “Pero si lo olvidaba, te he traído tres obsequios” y sacando un pequeño estuche de entre sus bolsos, le entrego a Alejandro el primer obsequio, que era la pata de un león, que según Rufos, daba suerte y te colmaba de dones, y Rufos dijo: “Este es el primer obsequio, cárgalo siempre, los otros dos te los daré conforme pase la noche” a lo que Alejandro asintió con respeto, y muy feliz, le dio las gracias a Rufos.

Solo unos instantes después, llego Leonardo, que le entregó a Alejandro, un hermoso traje, de color tinto, y con muchos bordes, y una larga capa amarilla, y dijo: “Felicidades amigo, ¡este día hay que festejar!” y Alejandro dijo: “¡Claro!, enserio estoy agradecido por tu significativo obsequio, y te invito a que te sientes y nos acompañes, que ya me ha dado hambre, y supongo que tú también debes tenerla” y Leonardo dijo: “Pues que esperamos, la noche inicia, y todavía hay muchas cosas que hacer”

Alejandro, Leonardo y David, se habían sentado juntos, y contaban historias de cuando fueron niños, lo que pensaban que existía, sus confusiones, y otro montón de cosas. Los adultos comentaban cantidad chistes, mitos, leyendas, cosas geniales, y

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Maximiliano, contaba las aventuras que había tenido en muchísimos de sus viajes, y que nunca nadie había escuchado historias iguales.

Pasado un rato, Rufos se levantó, se acercó a Alejandro y dijo: “Alejandro, es hora de darte tu segundo obsequio, uno que sin duda te servirá muchísimo, debido a la profesión que ejercerás, y que espero estudies mucho” Con esto, el maestro saco de un bolsillo de cuero que había llevado, un gran libro, que contenía las traducciones y los estudios requeridos para aprender muchos idiomas, entre los que se encontraba el latín, y sus derivaciones regionales. A lo que Alejandro dijo: “ Oh maestro, este regalo me servirá de mucho sin duda, estoy tremendamente agradecido por lo que sigue haciendo por mí, y en muestra de mi agradecimiento, quiero regalarle un diamante” a lo que el maestro, un poco enojado por esa actitud, dijo: “No lo acepto, te estoy regalando, no intercambiando, así que guarda esa piedra. En unas horas más, te daré el más importante de tus regalos, y espero que te sirva igual, ahora regresemos al banquete” y así fue, regresaron a la mesa, y siguieron platicando de muchas aventuras extraordinarias.

Leonardo y David, que solo se habían visto unas cuantas veces, pero nunca había entablado conversación, se hicieron amigos después de variadas platicas, y Alejandro estaba muy feliz de que los tres fueran amigos, y pudieran compartir ideas y pensamientos. El festejo seguía a la perfección, y todos los invitados estaban muy felices, pero las horas habían pasado, y muchos se empezaron a ir, tantos, que al final, solo quedaban David, Alejandro, sus padres, las sirvientas, Leonardo y Rufos. Para pocos minutos después, Rufos se levantó, y dijo: “Creo que llego la hora de despedirme, y con eso, te daré este último obsequio” y Rufos, moviendo la capa que llevaba, saco una funda para espada, hermosa, de oro, diamantes, plata, y todas las cosas maravillosas que se puedan imaginar. Pero, no había espada en ella, por lo que Alejandro dijo: “Gracias maestro, pero, ¿porque la funda de una espada es el regalo más importante?, yo ni siquiera tengo una espada” A lo que Rufos contestó: “Buena pregunta, te diré, que es el más importante, porque es muy significativo, representa la vida vacía, una vida que parece feliz, porque está llena de lujos, pero en su interior no hay nada. Hijo, quiero que pienses en eso, y que hagas de tu vida, una vida memorable y llena de aventuras buenas para el alma, te deseo suerte en todo lo que hagas, me tengo que ir” le entregó la espada, y se marchó.

Leonardo dio las gracias y se retiró, porque ya pronto amanecería, así que se marchó, pero Alejandro seguía muy desconcertado de las palabras de Rufos y no quiso irse a dormir.


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