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Embrujadas. **Algo Mágico**
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Embrujadas. **Algo Mágico**
eeuunniiooss,, HHeerrmmaannaass WWiiccccaa.. PPoorr nnuueessttrrooss ppooddeerreess eessttaammooss uunniiddaass.. MMaannoo ccoonn mmaannoo yy ccoorraazzóónn ccoonn ccoorraazzóónn,, ¡¡hhaaggaammooss
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RR
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Para Lisa.
Feliz cumpleaños para mi amiga embrujada.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Viva Las Vegas! ¡Viva... viva... Las Vegas! — Paige Matthews cantaba para sí
mientras aparcaba su pequeño VW Escarabajo de color verde delante de la mansión
Halliwell un bonito atardecer de jueves.
El sol empezaba a ponerse, tiñendo el cielo de San Francisco de brillantes reflejos rosas,
púrpuras y amarillos. Era la hora favorita de Paige, cuando se había terminado el trabajo
y el mundo entero parecía suspirar con alivio. Pero aquel jueves en particular había
estado cantando y tarareando desde primeras horas de la tarde. Por desgracia, había
estado cantando las mismas tres palabras una y otra y otra vez porque eran las únicas
que se sabía de esa canción clásica. Pero a Paige no le importaba. No podría haber
dejado de cantar aunque por arte de magia se le hubieran grapado los labios. Estaba
demasiado emocionada.
Agarró su bolso de punto, salió del coche, y subió de dos en dos los escalones de la
puerta principal de la mansión Halliwell. Siempre había querido ir a Las Vegas, para ver
con sus ojos el Strip, la avenida principal, y todas sus luces y vistas y sonidos. Quizá
incluso ganar un premio gordo. ¡Y ahora iba a ir de verdad! Dentro de una semana
estaría allí, jugando a las tragaperras, recorriendo los casinos, ganando algo de dinero...
Si podía convencer a sus hermanas para que la acompañaran.
Las dos hermanas mayores de Paige, Piper y Phoebe Halliwell, habían estado muy poco
sociables últimamente, con tanto combatir contra demonios durante las últimas
semanas. Pero eso va incluido en el lote cuando se es una de las Embrujadas: las tres
brujas blancas destinadas a proteger a los inocentes de las fuerzas del mal. Quizá las
cosas habían sido algo más diabólicas últimamente, pero en realidad eso podía ayudarla.
Se mostraría positiva, y esperaba que su emoción fuese contagiosa. Sus hermanas
querían tomarse unas vacaciones. Necesitaban unas vacaciones. Sencillamente, no lo
sabían todavía.
— ¡¿Piper?! ¡¿Phoebe?! ¿Chicas, estáis encasa? — gritó al entrar precipitadamente por
la puerta principal. Sacó una hoja impresa por ordenador de su bolso mientras esperaba
alguna respuesta. El sonido de unos pasos apresurados le dio la bienvenida, y momentos
después Phoebe bajaba las escaleras a toda prisa, mientras Piper venía corriendo desde
la cocina. Las dos parecían tensas y preocupadas.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—¿Qué pasa? — Preguntó Piper, remangándose las mangas de su blusa de estilo
campesino—. ¿Qué ha ocurrido?
— ¡Nada! — dijo Paige con una gran sonrisa—. Tranquilas. No he venido a anunciar
ningún enfrentamiento con la muerte, ni nada relacionado con demonios o cosas de
esas. Aunque un tío se me ha cruzado en la autopista, y me ha faltado poco para hacerlo
orbitar hasta Alcatraz.
Piper y Phoebe intercambiaron una mirada preocupada, y Paige puso los ojos en blanco.
— No lo haría nunca, vamos, chicas —dijo, burlándose, era cierto. Paige sabía que no
debía usar sus poderes como válvula de escape de sus enfados por el tráfico, ni para
descargar cualquier otra emoción, en realidad. Las Embrujadas no tenían permiso para
usar los poderes para su beneficio personal. Si lo intentaban, los poderes fallaban. Pero
en el Libro de las sombras no había nada que dijera que no podían soñar despiertas.
— Está bien, Paige, entonces, ¿qué pasa? — preguntó Phoebe, mientras terminaba de
bajar los últimos escalones y se sentaba en el rellano. Con un movimiento de cabeza, se
echó la cola de pelo castaño oscuro a la espalda y miró a su hermana pequeña —. ¿Qué
son todos estos gritos?
—Son gritos buenos —dijo Paige, dejando el bolso en el suelo junto a las escaleras —.
De los mejores. ¿Veis? —Le tendió la hoja impresa a Piper y sonrió —. ¡Nos vamos de
vacaciones!
— ¿Nos vamos? —preguntó Phoebe, levantando sus perfectas cejas. Parecía
entusiasmada con la propuesta, y Paige sintió que un pequeño destello de esperanza
nacía en su pecho. Puede que la cosa fuera fácil. Por supuesto, todavía no había llegado
a la parte que la preocupaba. La parte que probablemente les costaría tragar a sus
hermanas.
—No, no vamos —dijo Piper rotundamente. Adiós al destello de esperanza. Piper le
entregó la página a Phoebe, que le echó rápido un vistazo por encima, y luego sonrió
con aire de suficiencia.
— ¿Me estás tomando el pelo, verdad? —dijo, tendiéndole el papel a Paige.
— ¿Tengo pinta de estar bromeando? —preguntó Paige. Volvió a coger el papel con
cautela y lo miró malhumorada. ¿Qué les pasaba? ¿No veían lo bien que podían
pasarlo? ¿La posibilidad de una experiencia enriquecedora? ¿De ganar grandes
premios?
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿Quieres que vayamos a un «encuentro de aquelarres»? — preguntó Piper en un tono
desdeñoso que normalmente reservaba para hablar de los alborotadores y los borrachos
que a veces tenía que echar de su club nocturno, el P3.
Cuando las hermanas no luchaban contra demonios, tenían sus trabajos cotidianos. Piper
dirigía el club nocturno más popular de la ciudad, Phoebe escribía una columna de
consejos en uno de los periódicos de la zona, y Paige era asistenta social. Otra razón que
justificaba que se tomaran unas vacaciones. ¡Técnicamente cada una de ellas tenía dos
empleos!
— ¡Sí! —dijo Paige, con los ojos muy abiertos —. ¿Qué hay de inverosímil en que
vayamos a un encuentro? Somos brujas, ¿sabéis? Somos las brujas.
— Exactamente. Y sospecho que el noventa por ciento de la gente que asiste a estas
cosas no sabe nada sobre el tipo de mal con el que tenemos que enfrentarnos a diario —
dijo Phoebe, poniéndose de pie en el último escalón. Se metió una mano en el bolsillo
de su falda vaquera y apoyó la otra sobre el reluciente pasamano de madera.
— ¿Y? No sabemos demasiado sobre la religión o la cultura wicca — argumentó
Paige—. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo derrotando demonios. ¿No quieres
saber más sobre el arte que hay detrás de lo que hacemos?
— Paige, conocemos el Arte — dijo Piper—. ¿O acaso ya has olvidado las horas que
pasamos estudiando pócimas cuando te mudaste aquí?
Paige gimió. ¿Cómo podía olvidar las sesiones de estudio más insoportables de toda su
vida? Piper se había portado como un sargento instructor cuando Paige llegó a la
mansión, le enseñó todo sobre los cristales y las hierbas y las distintas partes del cuerpo
de un reptil que se utilizaban en hechizos y pócimas. No hacía demasiado tiempo que
Paige había conocido a sus hermanas, de manera que tenía que aprender muchas cosas
para ponerse a su mismo nivel. ¡Pero Paige quería saber muchas más cosas! Puede que
sus hermanas y ella fueran profesionales en lanzar hechizos para derrotar a demonios y
en conjurar cristales de protección, pero eso no significaba que su conocimiento sobre la
magia tuviera que terminar allí.
— ¿De todas maneras, cómo te has enterado de esto? —preguntó Piper, cruzando los
brazos.
—Había poco trabajo esta tarde y empecé a navegar por internet — dijo Paige
encogiéndose de hombros. Su estado de ánimo empezaba a decaer con cada segundo
que pasaba—. No os imagináis la de aquelarres que tienen su propio sitio Web.
Piper y Phoebe se rieron, y Paige notó que se sonrojaba.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— No digo que tengamos que estar en la red — dijo, frustrada—. Pero suena muy bien.
El encuentro va a ser para el solsticio de verano, y hay un montón de rituales para
honrar a la Diosa...Paige miró a Phoebe, esperando por lo menos encontrar a una aliada
en su hermana mediana. Phoebe siempre había sido más propensa al lado espiritual,
romántico y místico de las cosas que Piper, que tenía un espíritu mucho más práctico.
Pero Phoebe seguía mirando a Paige con una expresión escéptica en sus grandes ojos
marrones.
— ¡Además, chicas, es en Las Vegas! —dijo Paige, que no estaba dispuesta a rendirse
tan pronto —. ¡Podríamos divertirnos mucho!
— Eso solo lo hace más estrafalario —dijo Phoebe—. Si van allí para ser espirituales y
estar en comunión con los demás, ¿por qué precisamente escogen la ciudad del pecado?
Estoy imaginándome a unas chicas con sombrero negro fumando y jugando a los dados.
Incluso Paige no tuvo más remedio que sonreír un poco ante esa imagen mental, pero la
borró inmediatamente.
— Piper...
—Lo siento, Paige, sencillamente no le veo el sentido — dijo Piper, pasándose las
manos por su pelo castaño claro—. Es decir, estamos allí fuera luchando contra el mal
cada día. ¿Qué tenemos en común con un puñado de gente cuya idea de ser una bruja es
dibujar círculos mágicos y bendecir a sus gatos?
— Eres muy crítica — refunfuñó Paige, apartando la mirada. No comprendía muy bien
por qué le molestaba tanto que rebatieran su propuesta, cuando durante todo el camino
había sospechado que así iba a ser. Hacía el tiempo suficiente que conocía a Piper y
Phoebe para saber que iban a mostrarse escépticas sobre el encuentro. Pero no podía
evitarlo. No soportaba que sus hermanas ni siquiera se molestaran en considerar su plan.
Seguro que veían lo emocionada que estaba. ¿Qué se suponía que tenía que hacer, ir
sola a esta cosa? Imposible. Era un encuentro de aquelarres, no un encuentro de brujas
fracasadas y solitarias.
— Lo que pasa es que no coincide con mi idea de vacaciones, cariño—añadió Piper a
modo de disculpa.
Paige se devanó los sesos buscando un argumento bueno y convincente, pero no pudo
encontrar ninguno. Por lo menos no uno que pudiera hacer cambiar de opinión a las
testarudas. Así es como iba a llamar a sus hermanas a partir de entonces: las testarudas.
—Además —añadió Phoebe—, Cole y yo nos acabamos de prometer. No sé si quiero
dejarlo aquí mientras nos vamos a bailar bajo la luna llena con un puñado de farsantes.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Sobre todo teniendo en cuenta todos los demonios que han aparecido últimamente por la
mansión. Ahora Cole es humano, y no podría defenderse.
— Bueno, Leo estará aquí — argumentó Paige. El marido de Piper, Leo, era una Luz
Blanca, una especie de ángel guardián que protegía a las Embrujadas y que acudía
siempre que necesitaban ayuda.
—Pero no puede estar aquí todo el tiempo, y no puede hacer mucho para enfrentarse él
solo a los demonios —señalo Piper.
—Si hace falta puedo hacernos orbitar de vuelta — dijo Paige.
—No lo sé... —dijo Phoebe, mirando al suelo—. Simplemente, no creo que sea una
buena idea.
Paige respiró profundamente y se echó el pelo oscuro hacia atrás, tratando de no parecer
tan decepcionada como estaba. Normalmente, cuando a Paige se le metía una idea como
aquella en la cabeza, no se daba por vencida hasta que se salía con la suya. Pero sabía
que no iba a conseguir nada con esa discusión y, de todas formas, estaba claro que Piper
y Phoebe creían que ya había terminado.
—Vale, de acuerdo —dijo Paige, arrugando la página con una mano —. Solo era una
idea.
Recogió su bolso y empezó a subir las escaleras, rozando a Phoebe al pasar. Sabía que
probablemente Piper y Phoebe empezarían a cuchichear sobre ella al cabo de
aproximadamente cinco segundos. Se preguntarían si estaba disgustada de verdad y si
habían manejado bien la situación. Fue lo que hicieron. Y, en realidad, a Paige no le
importaba. Había estado en el otro lado muchas veces. Sencillamente, no quería oír
ninguna palabra de lo que decían.
En cuanto llegó a su dormitorio, cerró la puerta y puso el estéreo a tope. Se quitó las
sandalias de tacón de un puntapié mientras se sentaba en la cama, y luego lanzó su
arrugado proyecto de vacaciones a la papelera. Falló por un metro y cayó al suelo.
Frustrada, Paige extendió la mano.
—Papel —dijo entre dientes. La bola de papel desapareció en un remolino de luz blanca
azulada, para aparecer a continuación en su mano. Lo tiró otra vez a la papelera, esta
vez ejecutando un lanzamiento perfecto. Luego se dejó caer sobre la cama y se quedó
mirando el techo.
—Se acabó lo de «viva Las Vegas» — murmuró.
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— Me siento un poco mal — dijo Phoebe en voz baja mientras atravesaba la sala de
estar siguiendo a Piper hasta la cocina—. Estaba tan contenta...Se sentó sobre uno de los
taburetes de la encimera central y apoyó los codos sobre la superficie fría. Una parte de
ella
quería decir que sí a la propuesta de Paige porque era evidente que su hermana pequeña
se moría de ganas de ir, pero no era capaz de compartir su excitación. Últimamente
pasaban muchas cosas en la vida de Phoebe, y aprender a ser una bruja wicca mejor no
era una de sus prioridades. Primero tenía que ayudar a su futuro marido a encontrar un
trabajo, escribir su columna para el periódico, y rechazar los ataques de los demonios.
— Lo sé — dijo Piper con un suspiro —. Pero, ¿ir a Las Vegas con un puñado de
aspirantes a bruja? No, gracias. Sirvió dos tazas de café y empujó una de ellas hacia
Phoebe sobre la encimera alicatada.
—Mm, pero ¿a dónde irías si te fueras de vacaciones? —le preguntó Phoebe, cogiendo
la taza con ambas manos y juntando los brazos mientras sorbía un poco de café
caliente—. Es decir, si pudieras ir a cualquier parte del mundo — añadió, sonriendo
mientras empezaba a soñar despierta. —Ahora mismo sin duda iría a alguna isla — dijo
Piper, ladeando la cabeza y cerrando los ojos—. La calidez del sol, ropa vaporosa...,
refrescos de frutas con sombrilla.
— Y Leo, por supuesto — dijo Phoebe con una sonrisa de complicidad.
— Por supuesto — dijo Piper, abriendo los ojos de repente —. Leo se da por sentado.
— Sorbió un poco de café y miró a Phoebe—. Lo reconozco, se me cae la baba. ¿Dónde
está mi marido cuando lo necesito para que me lleve a las Bahamas?
De repente apareció un enorme remolino de luz en el centro de la cocina, y cuando
desapareció, Leo estaba de pie allí, sonriendo y con una flor tropical en la mano.
— ¿Me llamabas? — dijo, mientras se aproximaba a Piper.
—Esto de la Luz Blanca a veces es muy práctico — dijo Piper, poniéndose de puntillas
para besar a su marido. Como Luz Blanca, Leo era capaz de ir de un lugar a otro y
siempre podía oír a Piper y a sus hermanas cuando le pedían ayuda. Paige era medio
Luz Blanca, medio bruja, de manera que no solamente podía orbitarse a sí misma, sino
también a otros objetos. Piper cogió la gran flor de color rosa de la mano de Leo y la
hizo girar entre los dedos.
— ¿Qué te parecería un fin de semana en la playa? —le preguntó.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Me parecería que hace tiempo que está pendiente —contestó Leo, con sus ojos
azules centelleando,
—Vale, estáis haciendo que eche de menos a mi hombre — dijo Phoebe, moviéndose en
su asiento.
— ¿Por cierto, dónde está Cole? —preguntó Leo.
—Buscando trabajo —dijo Phoebe con una mueca—. Esperemos que traiga buenas
noticias cuando vuelva a casa.
Justo en ese momento Phoebe oyó que se abría la puerta principal, dejó la taza de café y
se dio la vuelta sobre el taburete, esperando ver a Cole entrando por la puerta a grandes
zancadas. Pero en lugar de él, entró su amigo Daryl Morris, con la frente fruncida de
preocupación y la corbata aflojada de manera impropia de él.
— Bien, estáis aquí — dijo, frotándose las manos mientras su mirada pasaba de Phoebe
a Piper y volvía de nuevo a Phoebe. Literalmente irradiaba inquietud —. ¿Dónde está
Paige?
—Arriba —respondió Phoebe mientras Daryl se quitaba la chaqueta y respiraba
hondo—. Daryl, ¿qué ocurre? — añadió —. Me estás asustando.
— Os lo contaré en cuanto baje Paige — dijo él, volviendo por donde había venido.
Mientras llamaba a Paige por las escaleras, Phoebe lanzó una mirada alarmada a Piper y
Leo. Daryl era detective del departamento de policía de San Francisco y el único civil
que conocía los poderes de las hermanas. No venía a verlas en un estado alterado a no
ser que quisiera avisarlas de algún mal grave o advertirles que alguien empezaba a
sospechar de ellas. Phoebe sintió que se le hacía un nudo en el estómago, y cuando
Daryl regresó con Paige, se había imaginado un centenar de situaciones espantosas.
— ¿Qué ocurre, Daryl? —preguntó, mirando sus rasgos oscuros y atractivos —.
Suéltalo ya.
—No os va a gustar —empezó, provocando que los pelillos de la nuca de Phoebe se
pusieran de punta—. Parece que alguien ha estado secuestrando a gente aficionada a la
magia wicca.
— ¿Aquí en San Francisco? —preguntó Paige.
—Por todo el país —contestó Daryl, con tono serio.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Estás bromeando — dijo Piper, lanzando una mirada de preocupación a sus
hermanas.
—Ojalá —contestó Daryl. Empezó a pasearse por la habitación, como hacía a menudo
cuando tenía que descargar su energía contenida. Sus lustrosos zapatos chirriaban sobre
los azulejos del suelo mientras caminaba, y Phoebe casi se mareó observándolo.
— Estaba investigando una desaparición esta mañana y estuve hablando con una de las
amigas de la chica desaparecida — explicó Daryl —. Me dijo que la chica, Clarissa, era
miembro de un aquelarre, y que ella y sus hermanas brujas tenían miedo de que pudiera
suceder algo así. Al parecer la prima de esta chica forma parte de un aquelarre en la
costa este, y ha habido una ola de desapariciones por allí durante las dos últimas
semanas.
— ¿Qué se entiende por una ola? —preguntó Piper.
—Por lo menos dieciséis, por lo que yo sé. Quizá más. — Daryl dejó de caminar un
momento y sacó un trozo de papel doblado del bolsillo de la camisa. Lo alisó sobre la
encimera, y Phoebe, Paige, Leo y Piper se inclinaron para leerlo.
— «Atención wiccas» —leyó Phoebe en voz alta—. «Por favor, ¡estad alerta! Nos están
secuestrando. Sabemos que ocho aquelarres se han visto afectados en los últimos días
desde Boston a Nueva York y Virginia e incluso en el sur, en Florida. Normalmente, los
secuestros se producen en mitad de la noche mientras la víctima duerme. Por favor,
vigilad vuestro entorno, cerrad con llave durante la noche, poned una alarma. ¡Lo que
sea necesario para protegeros! Informadnos de cualquier otro incidente preocupante del
que tengáis noticias. Tenemos que protegernos mutuamente. ¡Vuestras hermanas y
hermanos necesitan vuestra ayuda!».
Phoebe sintió un escalofrío en la espalda al mirar a sus hermanas.
— ¿Por qué no habíamos oído nada sobre esto? —preguntó Piper.
—Sí. ¿De dónde lo has sacado, Daryl? —preguntó Paige, acercándose el papel.
—Me lo dio la chica con la que estuve hablando esta mañana — respondió Daryl —.
Parece ser que lo han enviado por correo electrónico, a todos los aquelarres que hay en
la red.
— Y vosotras no queréis que estemos en la red — dijo Paige, lanzando una mirada a
Piper.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Dijiste dieciséis. Aquí dice ocho —señaló Piper, sin hacer caso del comentario de
Paige.
—Investigué un poco y encontré algunos más —explicó Daryl, pasándose la mano por
su corto y oscuro pelo —. Muchos de los departamentos de policía ni siquiera habían
detectado la conexión wicca, pero ha sucedido en Tejas, Chicago, Wisconsin... Es muy
probable que los responsables estén avanzando hacia el oeste.
—Y ahora están aquí — dijo Phoebe, con la voz un poco temblorosa.
—Ya ha habido tres secuestros en la bahía de San Francisco — dijo Daryl. Se puso las
manos en las caderas y dejó escapar un suspiro—. Pensé que teníais que saberlo, chicas.
Me refiero a que siendo quienes sois...
— Sin duda podríais ser las siguientes — añadió Leo, diciendo en voz alta lo que todos
estaban pensando.
— ¿Sabes algo sobre el secuestrador? —preguntó Piper.
— Desgraciadamente, no —respondió Daryl—. Todas las víctimas fueron secuestradas
en mitad de la noche, como dice el mensaje, pero aparte de eso y del asunto wicca, no
hay pruebas que conecten los crímenes. Quienquiera que lo haga lo está haciendo
limpiamente.
— Voy a ir a hablar de esto con los ancianos — dijo Leo, apartándose un paso de
Piper—. Tienen que estar preocupados si han desaparecido tantos aficionados a la
magia.
— Cuéntanos lo que descubras — dijo Piper. —Por supuesto —respondió Leo, con una
sonrisa tranquilizadora. Orbitó, y dejó la cocina sumida en un extraño estado de
silencio. Phoebe miró el mensaje de advertencia, y sintió otro escalofrío premonitorio.
No podía imaginar lo que debía ser para aquellos pobres inocentes ser secuestrados de
sus casas en mitad de la noche. Debían de haber pasado mucho miedo.
—Daryl, ¿podemos hacer algo? —preguntó Phoebe, mientras su cuerpo empezaba a
bombear adrenalina.
—En realidad, esperaba que os ofrecierais — respondió Daryl—. No quiero poneros en
peligro, chicas, pero si pudierais hablar con algunos de los aquelarres de la zona... No lo
sé, quizá con vosotras se abrirán más fácilmente. Quizá saben algo y ni siquiera se dan
cuenta.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Por supuesto —dijo Paige, apretándole el brazo —. Estaremos encantadas de ayudar.
—Haremos todo lo que podamos —añadió Piper. Phoebe cogió el folio con el mensaje
y lo miró con atención. Algunas de las palabras parecían saltar a la vista:
«secuestrando», «protegeros», «alerta», «ayuda»...
— Tenemos que descubrir quién está secuestrando a esta gente — dijo Phoebe con
severidad, dirigiéndose a Paige, Piper y Daryl con una mirada decidida—. Y tenemos
que hacerlo antes de que le toque sufrir a alguien más.
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iper se sentó en el borde de un sofá mullido situado en medio de la sala de estar de
Missy Stark, embargada por la sensación de que en aquel lugar llamaba la atención.
No sabía muy bien qué era lo que le causaba esa incomodidad, pero tenía la
impresión de que se encontraba fuera de lugar. Missy la había invitado a pasar
cuando Piper dijo que la había enviado la policía, pero no conseguía sentirse
cómoda. Las paredes de la habitación estaban cubiertas de papel pintado azul oscuro
con medialunas doradas estampadas por todas partes. En cada ventana colgaban unas
diez cortinas finas de colores muy vivos, y había velas a medio quemar en casi todas las
superficies.
Missy estaba en la cocina preparando té, y Piper oía el traqueteo de platos. Miró la mesa
que tenía enfrente y se dio cuenta de que estaba llena de libros sobre brujería. El año
wicca; Día a día; Guía de los cristales y el poder del color; Tu aquelarre y tú. Piper
sonrió con suficiencia y cayó en la cuenta. Se sentía incómoda porque Missy Stark era
exactamente el tipo de persona que ella intentaba evitar: una madre sentimental del país
de la brujería barata. Exactamente el tipo de persona que había impedido que aceptara el
viaje a Las Vegas de Paige.
Missy volvió a entrar en la sala, y la luz del sol que entraba por la ventana más cercana
se reflejó en sus tirabuzones rojos mientras intentaba sonreír. A Piper se le hizo un nudo
en el estómago al advertir que Missy tenía rastros de lágrimas secas en la cara. Aquí
estaba ella, juzgando precipitadamente a Missy, que acababa de perder a una de sus
amigas íntimas. Era hora de que se concentrara en el propósito que la había llevado
hasta allí.
—Gracias —dijo Piper cuando Missy dejó la bandeja con las tazas de té y las pastas de
mantequilla sobre los libros de la mesa. Se incorporó hacia el borde de su asiento y
cruzó las piernas—. Iba a contarme algo más sobre Clarissa.
— ¡Oh! ¡Permítame que busque una foto! — dijo Missy, levantándose de nuevo antes
de tocar la silla del otro lado de la mesa. Parecía un manojo de nervios mientras se
movía por la sala, mirando fotos enmarcadas sobre mesas y alféizares —. ¡Aquí hay
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Embrujadas. **Algo Mágico**
una! — dijo finalmente, cogiendo un marco plateado decorado con cristales de color
rosa y púrpura.
Su vaporoso vestido florido se hinchó por detrás mientras volvía hacia el sofá y le
entregaba el marco a Piper. Dio algunos pasos hacia atrás, cruzando las manos y
observando la reacción de Piper, casi como si fuese una madre orgullosa.
— ¿Es bonita, verdad? —Preguntó Missy—. Todos los que la conocen hablan de su
pelo.
Piper sostuvo el marco con cautela sobre las yemas de los dedos. El primer pensamiento
que le vino a la cabeza cuando miró la cara de Clarissa fue la palabra «ángel». Clarissa
tenía una piel pálida, casi luminosa. El pelo rubio más claro que Piper hubiera visto
nunca parecía flotar alrededor de su cara, y sus ojos azules brillantes parecían felices y
apenados a la vez.
— Es bonita — dijo, devolviéndole la foto. Missy volvió a colocar el marco sobre la
mesa donde lo había encontrado, y finalmente se sentó al otro lado de la mesita, frente a
Piper—. Según le dijo a la policía, desapareció en mitad de la noche, ¿es cierto? —le
preguntó Piper.
—Sí —dijo Missy, inclinándose hacia delante y sirviendo dos tazas de té de una tetera
floreada—. Hablé con ella justo antes de que se fuera a la cama, sobre las once. A la
mañana siguiente teníamos que encontrarnos pronto para desayunar, pero no abrió la
puerta cuando llegué allí. Sé dónde guarda la llave, de manera que fui a entrar, pero
habían forzado la cerradura. Sé que tendría que haber llamado a la policía en ese
momento, pero tenía que saber si estaba bien, de manera que entré. Su dormitorio estaba
revuelto, y había un rastro de cosas rotas por las escaleras, que llegaba hasta el exterior
de la casa... como si hubiera habido un forcejeo.
Missy paró repentinamente y Piper contuvo la respiración, esperando que la mujer no se
pusiera a llorar. Se sentía mal por ella y no sabía lo que podía decir si Missy perdía el
control de sus emociones. ¿Qué todo iba a salir bien? ¿Cómo podía decirle eso cuando
no tenían la menor idea de lo que le había pasado a Clarissa? Pero Missy se controló. Le
ofreció a Piper una taza de té y se acomodó en su silla, poniendo en equilibrio su taza
sobre el platillo.
Una cerradura forzada, pensó Piper. Eso parece algo propio de un humano.
Normalmente los demonios podían entrar en una casa sin recurrir a tácticas tan
rudimentarias. Aun así, podía ser que un demonio intentara despistarlos. Algunos de
ellos eran lo suficientemente listos para revolver el escenario de sus crímenes con ese
objetivo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—No lo entiendo —dijo Missy—. No tenía enemigos, su familia la apoyaba mucho...
Todos la querían.
— Puede que alguien la quisiera demasiado — sugirió Piper antes de dar un sorbo al té
—. ¿Algún ex novio? Missy pareció sorprendida por la pregunta, como si fuese
inconcebible.
—No. Bueno..., sí. Rompió con Theo hará un año, pero fue una separación totalmente
amistosa. Además, ahora mismo está viajando por Europa. El otro día recibió una postal
suya. Dejémoslo, pensó Piper. De todas formas había apuntado muy alto. No era
probable que el ex de Clarissa estuviera secuestrando falsas brujas por todas partes.
— ¿Qué me dice de su aquelarre? — preguntó—. ¿Alguna envidia? ¿Luchas de poder?
— Bueno, Clarissa es nuestra suma sacerdotisa, así que evidentemente está en una
posición de poder —dijo Missy con una sonrisa relajada. Bebió un largo sorbo de té,
luego dejó la taza y el platillo sobre la mesa—. Pero nuestro aquelarre es pacífico. Nos
llevamos bien todos, y la ascensión de Clarissa a ese puesto contó con un apoyo
unánime. La Diosa es fuerte en ella. Piper tuvo que concentrarse para no poner los ojos
en blanco.
— ¿A qué se refiere con eso? —preguntó, tratando de contener el sarcasmo de su voz.
Lo dijo con voz totalmente neutra.
—Va a creer que estoy loca —dijo Missy, burlándose y apartando la mirada. Se llevó el
pulgar a los labios y se lo mordió por un lado, mirando a Piper con el rabillo del ojo.
— Puede confiar en mí — dijo Piper, inclinándose un poco hacia delante—. Le podría
contar muchas cosas que probablemente le harían creer a usted que la loca soy yo.
Missy respiró profundamente. Su pecho se movía lentamente mientras examinaba a
Piper.
— Está bien, quizá le sirva de algo. Pero se lo he advertido — dijo finalmente. Entonces
se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza—. Clarissa puede ver cosas.
Piper vio que se levantaba una pequeña bandera roja en su imaginación. Puede que
Clarissa y sus amigas no fueran wiccas normales y corrientes. Missy abrió un ojo como
si tuviera miedo de ver la reacción de Piper.
— ¿Qué tipo de cosas? —le preguntó Piper a quemarropa.
— Cuando toca un objeto... cualquier objeto..., puede ver la última persona que lo tocó.
Casi como una premonición o una visión —explicó Missy, con un atisbo de excitación
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Embrujadas. **Algo Mágico**
en la voz—. Incluso puede decir qué sentían cuando sostenían ese objeto, y a veces
puede decir lo siguiente que hicieron... después de dejarlo.
— Vaya, eso sí que es poder — dijo Piper, aclarándose la garganta mientras dejaba la
taza.
— Clarissa siempre ha sido capaz de notar emociones al tocar objetos, pero tuvo su
primera premonición real hace algunas semanas — dijo Missy con una sonrisa
nostálgica—. Estaba en un banco y cogió el bolígrafo de la ventanilla después de que
una mujer con dos niños pequeños lo hubiera utilizado. Dijo que la mujer se sentía feliz
y en paz cuando utilizó el bolígrafo, pero entonces tuvo una visión de la mujer
atropellada por un coche después de salir del banco. Ni siquiera sabía si era verdad o si
estaba loca, pero detuvo a la mujer y la entretuvo haciéndole preguntas sobre la escuela
de sus hijos. Unos instantes más tarde un coche perdió el control y chocó contra un
poste justo delante del banco. Fue tal como lo que había visto Clarissa en su visión,
salvo que a la mujer no le había pasado nada.
— Es asombroso —dijo Piper, acordándose de Phoebe y de su poder de premonición.
Se alegró al oír que Clarissa también usaba sus premoniciones para ayudar a otra gente.
A veces, la gente con un poder de ese tipo no sabía cómo controlarlo y terminaban
usándolo en su propio beneficio. O sencillamente para hacer el mal a escala doméstica.
— En nuestro aquelarre nadie más tiene un don así, ni de lejos — dijo Missy.
Quizá alguien no quería que lo usara con él, pensó Piper, mientras en su frente brotaba
una pequeña línea de sudor. Quizá alguien quería silenciar su poder. Sintió que el
corazón empezaba a palpitarle con fuerza, y de repente la invadió la necesidad de salir
de allí y encontrar a sus hermanas. Tenía que asegurarse de que estaban bien.
— ¿Cuántas personas conocen el poder de Clarissa? — preguntó Piper, frotándose las
manos contra los pantalones.
—Solo el aquelarre —contestó Missy—. Como puede imaginar, ella no quería que se
conociera. Si lo descubrían las personas no indicadas...
A Missy se le cortó la voz, y Piper y ella intercambiaron una mirada. Ambas sabían
exactamente qué podía pasar si las personas no indicadas lo descubrían. Ya había
pasado.
— Bueno, gracias por su tiempo — dijo Piper, levantándose del sofá.
— ¿Cree que hay alguna posibilidad de encontrarla? —preguntó Missy, prácticamente
saltando de su asiento para seguir a Piper hasta la puerta.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Haremos todo lo posible, se lo prometo — dijo Piper para consolarla—. Alguien la
mantendrá al corriente.
Se volvió y se dirigió hacia su todo terreno, acelerando a cada paso que daba. Lo único
que quería hacer era encontrar a Daryl, a Paige, y a Phoebe y contarles lo que sabía;
tenía un posible motivo. Y si no se equivocaba, las Embrujadas estaban sin duda en
peligro.
— Esta casa es enorme —dijo Paige a Elijah Baker mientras la conducía de una sala a
otra. Sus botas de tacón alto golpeaban ruidosamente contra el suelo de mármol recién
pulido—. La hipoteca debe de ser exorbitante.
Elijah era miembro de un aquelarre de aficionados a la magia, tanto hombres como
mujeres, que había perdido a uno de sus miembros la semana anterior. Vivía en una casa
antigua de estilo Victoriano clásico pero decorada con estilos modernos: mucho cuero
negro y cromo. Era la clase de lugar que hacía sentir a Paige demasiado intimidada
como para tocar algo y hacía que se apretara la chaqueta de cuero contra el cuerpo para
no golpear nada. Era bonita, pero no exactamente acogedora.
—Bueno, no vivo aquí solo — dijo Elijah mientras caminaba hacia una enorme
chimenea de pizarra. Cogió una gran fotografía con un marco plateado brillante de una
docena de personas de encima de la chimenea—. La mayoría de los miembros del
aquelarre también viven aquí. Es una especie de... fraternidad mística, si lo quiere
llamar así. Salvo que aquí también viven algunas mujeres.
—Oh, bien, eso es genial — dijo Paige, sin saber qué decir. Normalmente a Paige no le
costaba nada hablar con alguien, pero Elijah y lo que la rodeaba tenían algo que la
desconcertaba. Le entregó la fotografía y mientras Paige le echaba un vistazo, un
pequeño escalofrío le recorrió la piel. Todos los hombres y mujeres de la foto tenían un
aspecto muy severo y rígido. Ni uno de ellos sonreía. Por lo que parecía esta gente se
tomaba su aquelarre muy en serio.
—El del centro es Samson — dijo Elijah, cruzando los brazos.
Paige miró al wicca desaparecido y se sorprendió a sí misma sonriendo de repente.
Samson era un negro fornido y atractivo, de cabeza afeitada y ojos marrón claro.
Aunque tenía los labios rectos como todos los demás, podía asegurar que sus ojos
sonreían. El instinto le dijo que Samson era una persona agradable, alguien capaz de
retroceder y relajarse incluso en medio de toda la gente rígida que parecía rodearlo.
De repente Elijah le quitó el marco de las manos, lo colocó de nuevo con cuidado sobre
la repisa de la chimenea, y no paró hasta que estuvo perfectamente recto y centrado.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Vayamos a la cocina —dijo, mientras se volvía rápidamente. Paige se ruborizó ante
su tono frío y cortante, y se preguntaba si había hecho algo que lo hubiera ofendido.
Elijah era poco atractivo, alto, y desgarbado, de pelo castaño claro y ojos marrones, y su
actitud era indiferente y casi desagradable. No era lo que ella esperaba de un wicca.
Siempre se imaginaba que los demás brujos eran espirituales, gente que amaba a todo el
mundo, paciente y amable. Por supuesto, esa valoración precipitada era igual de
sentenciosa como la idea que tenía Piper de que todos los wiccas eran unos farsantes
sentimentaloides. Además, tenía que ser comprensiva con él. Acababa de perder a uno
de sus amigos. Paige lo siguió hasta la habitación contigua, donde él se sentó a la
cabeza de una mesa de cromo larga de cocina rodeada de ocho sillas negras de respaldo
alto. Se sentó en la silla de la esquina opuesta a Elijah. Era dura como una piedra, así
que se sentó un poco hacia delante tratando de estar más cómoda. Miró a Elijah, y él le
devolvió la mirada con los ojos entornados, como si la estuviera evaluando.
— ¿Samson vive aquí? —preguntó Paige, intentando enderezar su postura y adoptar un
aire oficial ante la fija mirada vigilante de Elijah. Siempre había odiado hacerse pasar
por alguien que trabajaba para el departamento de policía... Lo de hacer de persona
estirada no estaba hecho para ella.
—Sí. Lo secuestraron aquí —contestó Elijah. Apoyó los codos sobre los brazos de la
silla y cruzó las manos encima del pecho. Paige se fijó en que movía los músculos de la
mandíbula como si estuviera enfadado o pensara en algo que no le gustaba recordar.
— ¿Se encuentra bien? —preguntó Paige.
—Estoy bien — respondió Elijah, mirándola con movimientos rápidos de los ojos—. Lo
único que pasa es que dormía justo al otro lado del pasillo de donde dormíamos media
docena de hermanos. No entiendo por qué no oímos nada. Supongo que esta gente sabía
lo que hacía.
Paige se compadeció de Elijah. Aunque fuese de trato frío, no había duda de que estaba
pasándolo mal.
— No es culpa suya —le dijo, resistiéndose al impulso de tocarle el brazo. Tuvo la
sensación de que Elijah no era de esos a quienes les gusta que los toque un desconocido.
Respiró profundamente y fijó la mirada en el gran cuenco de cristal vacío que estaba en
el centro de la mesa. Hubo unos momentos de silencio tenso, y, de hecho, Paige pensó
en levantarse para marcharse. El tipo no era muy hablador. Pero apenas había
descubierto nada; desde luego nada interesante que contar a Daryl y a sus hermanas. Así
que simplemente se quedó sentada y esperó, con la esperanza de que Elijah se decidiera
a contar algo más.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— No sé qué vamos a hacer sin él —dijo Elijah finalmente, en voz tan baja que Paige
no supo con seguridad si lo había oído bien.
— ¿Lo echa de menos, no? — preguntó, moviéndose en su asiento. Sus pantalones de
vinilo emitieron un agudo crujido al rozar contra el asiento, y se ruborizó —. Lo siento.
— No pasa nada — dijo Elijah—. Pasa siempre. — De hecho le sonrió, tenso, y Paige
sintió que se le relajaban los músculos de los hombros—. Sí, echo de menos a Samson.
Para mí es como un hermano. Pero no es solo eso — dijo. Hizo una pausa, y Paige notó
que iba a necesitar un pequeño empujón para continuar.
— ¿Qué es? —preguntó suavemente—. ¿Su sumo sacerdote?
Sintió cierto orgullo simplemente por conocer esta terminología. Por lo menos, las horas
que había pasado navegando por los sitios Web wicca le habían servido para algo.
—Sí, era nuestro sumo sacerdote —respondió Elijah, apoyando el peso sobre el brazo
izquierdo —. O lo es — se corrigió, aclarándose la garganta. Sin duda no estaba
preparado para pensar en Samson en pasado —. Inspira a todo el mundo. Tiene un
poder... —levantó
la mirada hacia Paige como si quisiera ver cómo reaccionaría ante la palabra «poder»,
pero Paige se limitó a devolverle la mirada sin apartar los ojos marrones de él —. Puede
ver las auras con bastante claridad, y estaba perfeccionando la capacidad de limpiarlas.
Me hizo una limpieza después de que falleciera mi madre, y fue increíblemente útil. Me
ayudó a dejar el pasado atrás y seguir adelante...A Elijah se le cortó la voz y apretó la
mandíbula, visiblemente incómodo por el giro personal que había permitido que tomara
la conversación. Dejó escapar un suspiro, un pequeño estallido de frustración, y volvió a
mirar a Paige.
— ¿Hay alguien más en su aquelarre que tenga ese poder? — preguntó Paige con
delicadeza.
—No —dijo Elijah—. Tenemos poder cuando actuamos juntos, por supuesto, pero
Samson es el más dotado de nuestro círculo. Ha ayudado a mucha gente.
— Parece un buen tipo — dijo Paige. Al instante comprendió que sus palabras
probablemente le habían parecido típicas a Elijah, pero sentía la necesidad de decir algo.
—Por favor, encuéntrenlo — dijo Elijah con firmeza—. Sinceramente, no sé qué
haremos aquí sin él. Paige tragó saliva y empujó la silla hacia atrás, notando que le
habían dado pie para marcharse.
—Lo intentaremos —dijo con una leve sonrisa—. Gracias por su tiempo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— La acompaño a la puerta — dijo Elijah, mientras hacía ademán de levantarse.
— No, por favor —dijo Paige, tendiéndole la mano —. No hace falta.
Se volvió y salió hacia el salón principal, antes de mirar por encima del hombro. Le
había prestado su coche a Phoebe, y Piper tenía el todoterreno, de manera que se había
orbitado hasta la calle de Elijah y tendría que volver a orbitar de vuelta a la mansión. En
ese momento se alegró de tener ese medio de transporte con la velocidad del relámpago.
Ver a Elijah tan hundido por la desaparición de Samson le había creado una necesidad
enfermiza de ver a sus hermanas. No era capaz de imaginarse qué haría si su propio
«aquelarre» sufría una pérdida como el de Elijah. Paige cerró los ojos y orbitó de vuelta
a casa.
— Muy bien, a ver si lo entiendo — dijo Phoebe, de pie en medio de la sala de estar en
la mansión Halliwell, con una mano temblorosa en la frente. Piper estaba apoyada
contra la repisa de la chimenea a su derecha, y Daryl y Paíge estaban sentados en el
sofá, mirándola con expectación—. ¿Tanto Samson como Clarissa eran los wiccas más
poderosos de sus aquelarres? ¿Ambos tenían poderes reales?
— Eso parece — dijo Paige, cruzando las manos sobre una rodilla y reclinándose en el
sofá.
— Bueno, eso es preocupante —dijo Phoebe, frotándose la frente y dejando caer otra
vez la mano —. Keisha también era la suma sacerdotisa de su aquelarre. Al parecer
tenía el poder de ver a través de los objetos sólidos.
— ¿Una supermujer wicca? —preguntó Piper sin rastro de ironía.
—Algo así —respondió Phoebe. Caminó hasta su silla favorita y se apoyó sobre el
respaldo. Tenía el corazón en un puño y le palpitaba con fuerza. Las piezas del
rompecabezas empezaban a encajar, y no le gustaba la imagen que se formaba ante ella.
—Alguien intenta silenciar un montón de poder — dijo Piper, poniéndose los dedos
entre el pelo y apoyando el codo sobre la repisa. Se apartó el pelo de la cara y miró
fijamente los marcos de fotos que tenía delante.
— O reunir un montón de poder — dijo Phoebe. Piper levantó la cabeza y Paige se
inclinó hacia delante. Por sus expresiones, Phoebe pudo adivinar que ninguna de las dos
había pensado en esa posibilidad, pero para ella estaba muy claro. Si los otros wiccas
que habían sido secuestrados estaban tan dotados como los tres sobre los que habían
investigado aquel día, entonces alguien estaba acumulando un arsenal de poder místico.
Quién sabe para qué quería usar el secuestrador a los wiccas.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Espera un momento — dijo Daryl, incorporándose en el sofá—. ¿Estás diciendo que
alguien intenta reunir un ejército?
— Algo parecido —dijo Phoebe—. Pero podría ser peor. Todos esos wiccas parecen
buena gente, de manera que no sería fácil volverlos malos, pero si nos encontramos ante
un hechicero...
Phoebe hizo una pausa y miró a Piper, conteniendo la respiración.
— Hechiceros... Vale. Refrescadme la memoria — pidió Daryl, moviendo la mirada de
Phoebe a Piper, y otra vez a Phoebe—. ¿Qué pasa con los hechiceros?
— Cuando un hechicero mata a un brujo o a una bruja real, absorbe su poder y es capaz
de usarlo — le explicó Phoebe, irguiéndose y metiéndose las manos en los bolsillos
traseros de los pantalones —. Si nos encontramos frente a un hechicero o a otro
demonio capaz de absorber poder...
— Entonces alguien podría tener ahora todos estos poderes — dijo Paige, con voz
temerosa.
—Y supongo que no está planeando usarlo para nada bueno — añadió Piper mientras se
apartaba de la pared.
—Oíd, esto no me gusta nada —dijo Daryl, apoyando las manos sobre los muslos y
levantándose —. Chicas, creo que tenéis que marcharos de aquí... ahora mismo.
— Daryl, ¿de qué hablas? —preguntó Paige, frunciendo la cara.
— Digo que tendríais que salir de aquí y marcharos a un refugio o lo que sea —
respondió Daryl seriamente—. Si esta gente está reuniendo brujas poderosas, solo es
cuestión de tiempo que se presenten en vuestra puerta.
—Se llevan solo a la más poderosa de cada aquelarre — señaló Paige—. Me pregunto a
quién se llevarían de nosotras tres — dijo, echando una mirada a Phoebe, con las cejas
levantadas.
— Voto por Piper — dijo Phoebe con una mueca pensativa.
— ¡Por favor! —Contestó Piper, sacudiendo la cabeza—. Aquí la número uno es
Phoebe. ¡Pero si hasta puedes volar!
—Pero no pases por alto a Paige —añadió Phoebe, levantando el dedo índice—. Lo de
desaparecer se le da bastante bien.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Gracias! —dijo Paige, levantando las manos —. Empezaba a sentirme ignorada.
— ¡Señoras! — exclamó Daryl, frustrado. Phoebe y sus hermanas se echaron a reír,
pero cuando Daryl le lanzó su mirada de «hablo en serio», Phoebe se tapó la boca y se
puso seria.
— Lo siento — dijo —. Era para rebajar la tensión.
— Bueno, no estoy de humor — dijo Daryl —. Me sorprende que esa gente, o esas
criaturas, o hechiceros, o lo que sean, no hayan venido ya a buscaros a vosotras tres.
— Bueno, no vamos a salir corriendo. No lo hemos hecho nunca, y no vamos a empezar
ahora — dijo Piper, dando la vuelta al sofá y sentándose junto a Paige. Pasó el brazo por
encima de los hombros de Paige y miró a Daryl—. Sabemos cuidarnos. Solo tendremos
que tener los ojos bien abiertos.
— Exacto — dijo Phoebe, sintiéndose cautelosa y decidida a la vez—. La pregunta es...
¿ante qué?
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Embrujadas. **Algo Mágico**
aige sacó su sudadera holgada favorita de la cómoda y se la puso con un suspiro de
satisfacción mientras la tela rizada se acomodaba sobre su piel. Después de un día
como aquel, lo único en lo que podía pensar era en cambiarse y ponerse ropa
cómoda. Si tenía que venir algún chalado para llevársela de su propia casa, por lo menos
quería estar cómoda para la ocasión. Además, sería mejor tener facilidad de
movimiento; por si necesitaba darle alguna patada a alguien.
En el piso de abajo, Daryl, Piper, y Phoebe todavía hablaban, y el sonido amortiguado
de sus voces que llegaba a través de las tablas del suelo también le resultaba
reconfortante a Paige. Tener a la familia cerca la llenaba de una sensación de calidez y
serenidad. Como si no hubiera nada de lo que no fuese capaz. Sus hermanas y ella
habían pasado muchas cosas juntas y siempre habían salido bien de todo. Siempre que
las tuviera allí, sabía que no podía pasar nada malo.
Bueno, podía pasar algo malo, pero no sería el fin del mundo. Era lo más probable.
Paige se volvió y estaba a punto de volver a bajar cuando algo le llamó la atención por
el rabillo del ojo: una bola de papel muy arrugada en el fondo de su papelera. De
repente la cara de Paige se iluminó. Se le estaba formando rápidamente una idea en la
cabeza. No, no solo una idea, ¡sino un plan! Agarró la bola de papel y salió corriendo de
su habitación, casi temblando de emoción.
¡Aquí estoy para salvar la situación!, pensó Paige mientras bajaba las escaleras a saltos
y entraba en la cocina, adonde los otros habían trasladado su conversación.
— ¡Chicos, chicos, chicos! ¡Ya lo tengo! —dijo Paige, deslizándose descalza a través de
la habitación sobre los calcetines. Piper, Phoebe y Daryl estaban sentados alrededor de
la mesa de la cocina, y Daryl apartó su silla cuando vio claro que Paige iba a chocar
contra su respaldo si no lo hacía.
— ¿Qué es lo que tienes? —preguntó Piper, frunciendo la frente mientras Paige
desarrugaba el papel.
— Quién es el secuestrador —dijo Paige, ruborizada por el triunfo —. O, mejor dicho,
qué.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Vale, no entiendo por qué me vuelves a enseñar esto — dijo Phoebe, mirando el
papel impreso.
— ¡Tenemos que ir al encuentro! —exclamó Paige, tirando el papel sobre la mesa
delante de ellos.
—Otra vez esto no — dijo Piper, dejándose caer sobre el respaldo de su silla.
— ¿Qué es un encuentro? —preguntó Daryl. Miró cautelosamente el papel, siguiendo el
ejemplo de las expresiones nada entusiasmadas de Piper y Phoebe.
— ¡Es un encuentro de aquelarres! —exclamó Paige, sin inmutarse. Esta vez sabía que
tenía razón, y no podían oponerse a su plan—. ¡Wiccas de todo el país van a reunirse en
Las Vegas la próxima semana!
— ¿Y? — preguntó Daryl.
Phoebe se irguió en su asiento, con cara de empezarlo a comprender.
—Y si el secuestrador quiere a más wiccas...—Y si es un poco inteligente... —añadió
Piper lentamente.
— ¡Entonces, seguro que va a estar allí! — dijo Paige triunfante, cruzando los brazos.
Observó que Phoebe y Piper intercambiaban una mirada, y supo que las había
convencido. ¡Ja! ¡Por una vez la hermana pequeña había pensado un plan maestro! —.
¡¿Por qué molestarse en viajar por todo el país buscando wiccas cuando puedes ir a Las
Vegas y tener un buffet libre wicca?
Phoebe ladeó la cabeza y apretó los labios, impresionada.
— La chica es buena.
— Le hemos enseñado bien —dijo Piper inexpresivamente.
— ¿Qué me estoy perdiendo? — les preguntó Daryl —. No me estaréis diciendo que
queréis ir a esta cosa.
—Si usas la palabra «querer» con mucha libertad — dijo Piper entre dientes, echándose
su largo pelo a la espalda y acercándose el papel arrugado.
—Esperad un minuto, esperad un minuto — dijo Daryl. Extendió los brazos sobre la
mesa—. Aquí es donde voy a trazar la línea. Estoy de acuerdo con vosotras. Creo que el
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Embrujadas. **Algo Mágico**
secuestrador sería idiota si no buscara a su próxima víctima en ese encuentro. Pero por
eso mismo tendríais que estar lo más lejos posible de allí.
Paige se rió y se metió las manos en las mangas de la sudadera.
— Venga, Daryl —dijo, apoyándose sobre la encimera central.
—Hablo en serio, Paige —dijo él, volviéndose del todo sobre su asiento para mirarla —.
¿Para qué exponeros a que os secuestren?
—¿Qué otra cosa podemos hacer? —preguntó Phoebe—. ¿Quedarnos aquí sentadas y
esperar a que este tío venga a por nosotras? Esa no es la idea que yo tengo de un plan.
Paige sonrió abiertamente a su hermana. Exactamente lo que pienso yo. Las Embrujadas
no tenían por costumbre ser presas fáciles. Ahí afuera había algo extremadamente malo,
y ellas tenían la oportunidad perfecta para encontrarlo antes de que causara más daño.
No podían olvidarse así sin más. Tenían que estar a la ofensiva, no a la defensiva.
—Paige y Phoebe tienen razón —dijo Piper, doblando con mucho cuidado el trozo de
papel con la información sobre el encuentro, teniendo en cuenta el mal estado en el que
estaba. Se levantó y se inclinó sobre la mesa para devolvérselo a Paige—. Yo digo que
atraigamos a esta cosa y nos encarguemos de ella. Y terminemos con todo esto. Paige,
encárgate de las reservas. Yo tengo que hacer algunas llamadas para ver quién me puede
sustituir en el P3.
Phoebe golpeó la mesa con las palmas y se levantó.
— Y yo voy a tener una bonita y larga discusión con mi jefe — dijo.
Daryl soltó un suspiro profundo y bajó la cabeza, pero no dijo nada más. El pobre sabía
que le superaban en número y en poder. Cuando Paige vio que se había resignado ante
lo inevitable, levantó los puños en señal de triunfo. ¡Encuentro de aquelarres, allá
vamos!
— ¡Nos vamos a Las Vegas!
Piper estaba de pie delante de su armario y miraba fijamente a los estantes con su ropa,
paralizada. A sus espaldas, sobre la cama había una maleta abierta que estaba
completamente vacía salvo por algo de ropa interior. Aparte del problema de hacer la
maleta para un viaje que no quería hacer, estaba el problema de irse a Las Vegas a mitad
de junio.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— No tengo suficientes camisetas de tirantes — se dijo Piper.
Entró en el vestidor con valentía, encendió la luz, y eligió arbitrariamente algunas
camisetas que estaban en sus perchas. No es que tuviera que impresionar a todo el
mundo en este viaje. ¿A quién le importaba lo que llevara? Cuando volvió a salir, Leo
estaba de pie justo en mitad de la habitación. Piper dejó caer sus camisas, y levantó las
manos instintivamente al ver a un visitante sorpresa, pero se detuvo justo a tiempo antes
de usar sus poderes. Al mismo tiempo, Leo se tiró al suelo.
—No hagas eso — dijo Piper, con todo el cuerpo en tensión—. Casi te hago pedazos.
— Lo siento —dijo Leo, levantándose y sacudiéndose el polvo de la parte delantera de
su camisa azul a cuadros — . Intentaré hacer más ruido la próxima vez que orbite.
—Gracias —dijo ella. Se agachó para recoger las camisetas, que se habían esparcido
por el suelo, y las tiró dentro de la maleta. No recordaba la última vez que se había
sentido tan poco entusiasmada haciendo las maletas para un viaje. Se deprimía solo de
ver la maleta.
—Veo que estás haciendo la maleta — dijo Leo, observando el desorden enredado de
ropa sobre su cama.
—Sí, nos vamos a Las Vegas —dijo Piper, sin siquiera intentar ocultar su desdén
mientras abría el cajón de los calcetines—. ¿Qué temperaturas crees que debe hacer allí
en esta época del año, ocho mil millones de grados?
—Eso es un poco exagerado — dijo Leo —. Probablemente más bien sean unos siete
mil millones.
Piper se rió entre dientes, recogió un montón de calcetines con los brazos, y se acercó a
la cama, donde los dejó caer dentro de la maleta. Mientras volvía a dirigirse al vestidor,
Leo la abrazó y la sujetó desde detrás.
—Vale, deja de moverte. Me estás poniendo nervioso —dijo, apoyando la barbilla sobre
su hombro —. ¿Por qué no me cuentas qué pasa? Solo con sentir sus brazos alrededor,
Piper se calmó un poco. Se apartó un paso y se volvió para mirarlo a la cara, apoyando
las manos en su pecho.
— Paige ha descubierto un encuentro de aquelarres en Las Vegas para el solsticio de
verano, y nos imaginamos que si este secuestrador quiere más wiccas, va a estar allí —
le explicó, quitándole un poco de pelusa de la camisa.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Así que vais a ir a encontrarlo y a solucionar el problema —dijo Leo pensativamente
con el ceño fruncido—. Es un buen plan. No me gusta porque os pone directamente en
la línea de fuego, pero es un buen plan.
—Lo sé —dijo Piper, apartándose de él y sentándose en el borde del colchón—.
Simplemente, es que no quería ir al encuentro. —Encogió los hombros en un gesto de
« ¿qué le voy a hacer?» y levantó la mirada hacia él—. ¿Qué dicen los Mayores?
—Por desgracia, no mucho —respondió Leo, sentándose a su lado. Entrelazó sus dedos
con los de ella y acercó su mano hacia él—. Están preocupados, evidentemente, pero
por lo que saben, no se ha escapado ningún demonio del Infierno que sea especialmente
poderoso, así que...
— Pero tiene que ser un demonio —dijo Piper —. O si no, un hechicero. Llegamos a la
conclusión de que los wiccas que fueron secuestrados son poderosos en su mayoría.
Phoebe cree que alguien está intentando reunir una gran cantidad de poder místico.
— Un hechicero, eso tiene sentido —dijo él, entornando los ojos—. Cuando regrese
arriba, se lo sugeriré.
— ¿Pero todavía no, verdad? — dijo Piper, apretándole la mano—. Todavía no te
vuelves arriba.
Leo sonrió y la rodeó con sus fuertes brazos.
—No. Creo que me quedaré aquí contigo un ratito —respondió, inclinándose para darle
un beso en la frente—. Ya sabes, para ayudarte a hacer la maleta para un viaje que no
quieres hacer.
—Gracias —dijo Piper con un suspiro y una sonrisa. Se levantó y fue de nuevo hacia el
vestidor. Se detuvo delante de los estantes del fondo, mirando melancólicamente a sus
bañadores, y durante medio segundo deseó estar haciendo la maleta para un viaje a las
islas con Leo en lugar de aquella misión loca. Pero su destino de Embrujada iba
primero. Sacudió la cabeza para olvidarse de ese sueño y agarró todos los pantalones
chinos y vaqueros que pudo con un brazo. Esta vez, cuando salió del armario, Cole y
Phoebe estaban de pie en medio de la habitación.
—Muy bien, ya sé. Os voy a poner cascabeles a todos — dijo con voz sarcástica,
mientras dejaba caer la ropa sobre la cama.
—Lo siento —dijo Phoebe disculpándose con una sonrisa—. Estábamos pensando que
deberíamos llevar algunos cristales de protección o algo, por si acaso.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—No me gusta la idea de que vayáis las tres allí sin nadie que os cubra las espaldas —
añadió Cole con firmeza.
Piper miró a su futuro cuñado, y pensó, no por primera vez, que por alguna razón era un
abogado tan bueno. Cuando un tipo tan grande, tan robusto, moreno, y serio, decía algo,
te lo creías. Llevaba unos pantalones de vestir grises y una camisa azul oscuro con las
mangas remangadas. Tenía el pelo casi negro todavía engominado hacia atrás después
de un día de entrevistas, y estaba claro por su expresión preocupada que Phoebe lo
acababa de poner al corriente de los acontecimientos del día.
—No sé si debemos tomarnos la molestia, chicos —dijo Piper, doblando un par de
pantalones chinos sobre su brazo—. Quiero decir, ni que no pudiéramos ocuparnos
nosotras mismas de un demonio o de un hechicero. Creo que lo que tiene que
preocuparnos de verdad son las aspirantes a brujas.
De repente, Piper se imaginó a una pandilla de hippies como Missy Stark bailando
desnudas alrededor de una hoguera. No era una imagen agradable, y esperaba que su
imaginación estuviera muy lejos de la verdad. No iba a quitarse la ropa por nada del
mundo. Sobre todo si había un hechicero que podía atacar en cualquier momento. Eso
sería la comidilla del Infierno.
— Tienen razón, cariño —dijo Leo, interrumpiendo los ridículos pensamientos de
Piper—. Mejor a salvo que arrepentidas, ¿no te parece?
— Te podemos llamar si te necesitamos — le dijo Piper, añadiendo sus pantalones
chinos al desorden de ropa de la bolsa—. No te preocupes por eso.
—Piper, no lo entiendo —dijo Phoebe, con la voz cada vez más nerviosa—. Han
desaparecido dieciséis brujas sin dejar rastro. ¿Cómo puedes tomártelo tan a la ligera?
—Son wiccas, no brujas — corrigió Piper severamente —. Y no me lo tomo a la ligera.
Solo estoy... segura de mí misma. — Dejó caer un par de pantalones cortos en la bolsa y
se echó el pelo por encima del hombro con actitud indiferente —. Sé que, sea quien sea
el responsable, seremos capaces de encargarnos de él.
—Me alegro de que estés tan segura de ti misma, Piper, pero por lo que me ha contado
Phoebe, esa gente no es un puñado de farsantes —la interrumpió Cole con vehemencia
— Si tienen los poderes que sus amigos dicen que tienen, entonces son brujas y wiccas,
y sin embargo no han podido protegerse a sí mismos.
— Cole, cálmate — dijo Piper, extendiendo los dedos hacia delante—. Todo va a salir
bien. Nadie va a resultar herido. Se volvió hacia el vestidor otra vez, creyendo que la
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Embrujadas. **Algo Mágico**
conversación ya se había terminado, pero nadie más se movió. Piper notó un hilo de
tensión que le recorría la espalda, y se volvió lentamente para mirarlos.
—Por lo menos, nadie va a resultar herido si me dejáis sola y permitís que haga la
maleta — dijo entre dientes.
— Está bien — dijo Phoebe, poniendo los ojos en blanco. Cole y ella salieron de la
habitación, dejando a Piper y a Leo solos otra vez.
— ¿Estás bien? — preguntó Leo, preocupado.
— Estoy genial —dijo Piper—. Solo creo que con tanto hablar de vacaciones me he
dado cuenta de que necesito unas.
— Bien, vas a tener algo parecido — sugirió Leo, amablemente. Piper simplemente
resopló mientras cerraba de un golpe la maleta a medio hacer. —Sí —dijo
sarcásticamente—. Ojalá.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿No os parece increíble este lugar? — preguntó Phoebe, con los ojos muy abiertos,
maravillada, mientras Paige conducía a sus dos hermanas por el Strip, la avenida
principal de Las Vegas. Era una noche muy oscura, pero las luces brillantes de la
avenida Strip eran casi cegadoras. Paige podía ver todo lo que las rodeaba con total
detalle. Era casi más brillante que la luz del día.
—Sí, la verdad es que sí —respondió Piper, desde el asiento trasero del bonito
descapotable que las hermanas habían alquilado en el aeropuerto de Las Vegas. Se puso
el cárdigan mientras la brisa le levantaba el pelo. El aire era un poco fresco, lo que
ninguna de ellas había esperado. Al parecer, las noches del desierto no eran tan calientes
como los días del desierto —. Quiero decir que hemos visto bastantes cosas raras a lo
largo de nuestras vidas... —prosiguió Piper, mirando fijamente hacia el exterior del
coche.
Observó a un par de coristas que paseaban por la acera con unos bikinis de lamé dorado
y con largas plumas turquesa que salían de sus casquetes. Llevaban tacones de diez
centímetros y sobresalían por encima del hombre que caminaba entre ellas, mordiendo
un cigarro y devolviendo un fajo de billetes al bolsillo de su traje. Un par de chicas
vestidas de Dorothy de El Mago de Oz paseaban fumando, y un grupo de hombres con
camisas hawaianas las hicieron parar para intentar ligar con ellas.
—A mí me parece genial —protestó Paige, apoyando el brazo sobre la puerta e
inspirando profundamente el aire fresco y seco.
Era una noche clara, perfecta, y los turistas salían en tropel, caminaban de un casino a
otro en grupos, con pequeños vasos de plástico con sus ganancias. La gente se iba
parando y señalaba diferentes lugares de interés a sus amigos: el enorme barco pirata
frente a la Isla del Tesoro, las enormes columnas que rodeaban al César. Cada casino
era más ostentoso que el anterior. Paige había visto fotos y películas de aquel lugar
durante toda su vida, pero ninguna le había hecho justicia a la ciudad.
Para empezar, Las Vegas estaba inmaculadamente limpia. No se veía nada de basura en
la calle. Ni grafittis. Era como si acabara de pasar alguien limpiando al vapor todo el
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Embrujadas. **Algo Mágico**
lugar. Y las luces, si bien era verdad que eran muy, muy exageradas, en realidad tenían
su encanto. De una manera muy espectacular.
— ¡Oh! ¡Mirad eso! —exclamó Phoebe, agarrando el brazo de Paige—. ¡Cafetería de
todo lo que puedas comer por un dólar noventa y nueve!
— Me tomas el pelo — dijo Paige, apartando los ojos de la calzada el tiempo suficiente
para leer el enorme letrero de neón. Luego vio otro: ¡TODO LO QUE-PUEDAS-
COMER MAR Y MONTAÑA! ¡2,99$! Y otro: ¡COMIDA SIN PARAR! ¡1,99 $! Paige
empezó a salivar detrás del volante. La minúscula comida que les habían dado en el
avión no había sido suficiente.
—Puede ser que tengamos que compramos ropa más ancha mientras estemos aquí —
dijo Piper irónicamente. Paige y Phoebe se rieron mientras Paige se detenía en un
semáforo en rojo situado ente los cuatro casinos más grandes de la avenida. El MGM
Grand estaba delante de ellas, a la izquierda, enorme y verde y resplandeciente como
una ciudad esmeralda. A la derecha estaba el Excalibur, que sin duda era el preferido de
Paige. Era un gran castillo blanco con torres de colores muy vivos y un mago
(probablemente Merlín) que miraba desde una de las ventanas más altas. Puede que
fuese por la antigua obsesión de Paige por los cuentos de hadas, pero realmente le
habría encantado hospedarse en el Excalibur.
—Paige, tengo que admitir que haber alquilado un descapotable ha sido una gran idea
— dijo Piper, reclinándose y estirando los brazos de lado a lado del asiento trasero.
Levantó la cara hacia el cielo—. Hace semanas que no había estado tan relajada, incluso
sabiendo que hay un demonio secuestra-brujas suelto por ahí.
—Me alegro, Piper —dijo Paige, mirando a través del retrovisor con una sonrisa. Se
mordió la lengua para no soltar un «ya te lo había dicho». En lugar de eso, mandó un
silencioso «gracias» a los poderes responsables de que finalmente sus hermanas
estuvieran entrando en el espíritu de las cosas. Especialmente Piper. Había estado tan
malhumorada antes de marcharse, que Paige se había estado replanteando la inteligencia
de su plan. Se veía a sí misma oyendo solo los comentarios mordaces de Piper durante
los próximos días y por un momento se planteó orbitarse a Alaska y olvidarse de todo.
— ¡Chicas! ¡Mirad! — exclamó Phoebe mientras Paige volvía a arrancar. Pasaban
frente al horizonte en miniatura que formaba el casino New York, New York. Una
réplica del puente de Brooklyn servía de paso elevado, e incluso había una Estatua de la
Libertad y un Empire State Building en miniatura. Una montaña rusa se acercaba
rugiendo, dando la vuelta alrededor del casino, con los pasajeros gritando y riéndose—.
Decidido. Me vengo a vivir aquí —añadió Phoebe—. ¡No tenía ni idea de que este lugar
iba a ser tan genial!
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Me pregunto en qué casino nos vamos a alojar — dijo Piper, sacándose el folio de
información del encuentro de aquelarres del bolsillo interior de su chaqueta —. Dice
«alojamiento de cuatro estrellas». ¿Creéis que tendrán masajista?
— Probablemente —dijo Paige alegremente, echando un vistazo a las indicaciones que
tenía sobre las rodillas —. ¡Quizá incluso tendremos un jacuzzi en nuestra habitación!
—Os lo digo —dijo Phoebe, bajando la visera del coche—. Esta gente wicca sabe cómo
montárselo de verdad.
Sacó una barra de labios de su bolso y empezó a retocarse el maquillaje mientras Paige
giraba hacia una calle lateral, dejando atrás la avenida principal. Paige volvió a mirar las
indicaciones, asegurándose de que no se equivocaba. Todos los grandes casinos estaban
en la avenida, ¿verdad? Así pues, ¿hacia dónde la llevaban estas indicaciones
exactamente? Mirando por el retrovisor otra vez, vio que Piper descansaba con los ojos
cerrados una vez más. Probablemente eso era bueno. Si Piper veía hacia donde iban,
seguramente empezaría a ponerse nerviosa.
Y sin razón, se dijo Paige, girando otra vez. Tiene que haber un hotel enorme aquí
detrás, u otro casino que está apartado de la avenida Strip. Dice «alojamiento de cuatro
estrellas».
—Eh, está muy oscuro — dijo Phoebe, apartando la vista del espejo un momento. Se le
marcaron pequeñas arrugas de preocupación en la nariz mientras miraba alrededor — .
Paige, ¿adónde vamos? ¿Dónde está la ciudad?
— Mmm... no lo sé —dijo Paige vacilante—. Me limito a seguir los carteles.
— ¿Estás segura? —le preguntó Piper. De repente su cara apareció entre la de Paige y
Phoebe incorporándose desde el asiento de atrás —. Aquí no hay nada.
Paige se mordió el labio inferior e intentó no preocuparse demasiado. Pero Piper tenía
razón.
Definitivamente estaban fuera de los límites de la ciudad, y ni siquiera había demasiadas
farolas que iluminaran el camino. ¿Qué tipo de hotel de cuatro estrellas podía estar en
medio del desierto?
—Esto no me gusta — dijo Phoebe, volviendo la mirada hacia la ciudad brillante—. Me
da mala espina.
—Quizá deberíamos dar media vuelta —dijo Piper—. Ya sabes..., volver a empezar.
— Chicas, sé orientarme —dijo Paige, con la cara un poco acalorada.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Bueno, tienes que haber hecho algo mal — dijo Piper—. Estamos en medio de la
nada. Incluso irritada como estaba, Paige estaba a punto de admitir que era posible que
sus hermanas tuvieran razón y dar media vuelta con el coche, cuando vio la sombra de
algo a un lado de la carretera un poco más adelante.
— ¡Esperad! — exclamó Paige—. ¡Creo que veo un letrero allí arriba! Sí. Creo que aquí
es donde giramos por última vez. Paige llegó junto al gran letrero, que se encontraba al
final de un camino de tierra, y detuvo el coche. No estaba demasiado bien iluminado, así
que Paige encendió las luces largas del coche para que sus hermanas y ella pudieran
leer. Cuando vio las palabras pintadas en el letrero de madera desvencijado, se le
revolvió el estómago y tragó saliva, temiendo el cataclismo que iba a ocurrir.
— «Bienvenidos al camping Tumbleweed» — leyó Phoebe lentamente, como si ella
misma no se creyera lo que decía—. «El único camping de cuatro estrellas de Las
Vegas». Había un trozo de papel más bien pequeño clavado en la parte inferior del
letrero, agitado por la brisa, que decía «¡BIENVENIDOS AL ENCUENTRO DE LOS
AQUELARRES!». Quien lo había escrito se había quedado sin sitio y tuvo que apretar
la palabra «aquelarres» escribiendo las letras cada vez más y más pequeñas. Desde
luego, no era el letrero de un acontecimiento bien organizado.
— ¿Vamos a alojarnos en un camping? — preguntó Piper incrédula. Paige se volvió
para mirar a sus hermanas, intentando ignorar los puñales que les salían de los ojos. De
repente estuvo contenta de que ninguna de las dos tuviese el poder de lanzar miradas
mortales.
— Bueno... tiene sentido cuando lo piensas — dijo con una sonrisa optimista—. Sabéis,
una parte de ser wicca consiste en estar en comunión con la naturaleza, y... francamente,
eso es algo que no hacemos a menudo.
— Buena excusa, Paige — dijo Phoebe, dejándose caer en su asiento—. Será mejor que
tengan lavabos en este lugar, o llamaré a Leo para que me haga orbitar directamente a
casa.
—Adiós a la masajista —dijo Piper. Se reclinó en el asiento otra vez, y Paige arrancó el
coche y empezó a avanzar por el largo camino de tierra sinuoso hacia el camping.
Durante los siguientes minutos no intercambiaron ni una palabra. Al parecer, la parte de
pensamiento positivo de aquellas vacaciones se había acabado oficialmente.
Phoebe arrastraba su maleta con ruedas por el sendero de tierra lleno de baches detrás
de Piper, Paige, y Marcia Fariña, la coordinadora del encuentro de los aquelarres. Cada
vez que la maleta golpeaba contra una piedra, volcaba, y Phoebe tenía que pararse,
darse la vuelta, y volver a ponerla derecha otra vez. Mientras pasaban por delante de
enormes tiendas de campaña caquis y grupos pequeños de wiccas, Phoebe intentaba
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Embrujadas. **Algo Mágico**
sonreír educadamente, pero no podía evitar sentirse totalmente fuera de lugar. Lo que
resultaba interesante, si tenemos en cuenta que sus hermanas y ella podían muy bien ser
las únicas brujas verdaderas que había allí. Lo único que hubiese deseado es que la
hubieran avisado que este iba a estar en un camping. Habría traído pantalones cargo y
zapatillas de deporte en lugar de una falda larga de colores vivos y sandalias de tacón.
Y, desde luego, habría traído una mochila.
— ¡Me alegro mucho de que hayáis venido, chicas! —dijo Marcia con una sonrisa
enorme que parecía bastante forzada. El viento del desierto le revolvía su pelo corto y
negro, pero ella no parecía darse cuenta. Sujetaba una carpeta sujetapapeles contra el
pecho de su blusa púrpura brillante y prácticamente iba saltando. Para ser una mujer de
mediana edad, Marcia era bastante hiperactiva. Normalmente Phoebe hubiese pensado
que su energía era dulce e inspiradora, pero en este caso parecía nacer del nerviosismo.
Marcia evidentemente estaba asustada por algo — . Este año se han cancelado tantos
aquelarres que no estaba segura de si íbamos a poder seguir con el acontecimiento.
— ¿Por qué los cancelaron? — preguntó Phoebe, a pesar de que estaba bastante segura
de saber la respuesta. Tiró de su maleta para hacerla pasar por encima de un terrón del
camino. Esperaba que estuvieran cerca de la tienda que iba a ser su alojamiento durante
los próximos días.
—Oh... los secuestros —dijo Marcia con un movimiento de la mano, como si no
quisiera pensar en ello —. Pensaron que el encuentro iba a ser una atracción perfecta
para el secuestrador. Habéis oído hablar de los secuestros, supongo.
—Sí, algo hemos oído —dijo Piper con calma, apartándose el pelo hacia detrás de la
oreja y ajustándose el asa de su pesada bolsa.
— ¿Y no estáis preocupadas? —preguntó Marcia. Phoebe miró a sus hermanas antes de
elegir con cuidado sus palabras.
— Bueno... sabemos cuidarnos —dijo finalmente. Marcia se rió.
— Ese es el espíritu. Chicas, me alegro de que vosotras no os sintáis intimidadas. Si os
dejáis intimidar, entonces los malos ya han ganado, ¿no os parece?.Se detuvo y las miró
esperando su aprobación, y Phoebe sonrió.
— Exacto —dijo.
— Bueno, este es el comedor —explicó Marcia, cambiando rápidamente de tema.
Señaló una cabaña larga y baja situada detrás de ella — . Las horas de las comidas están
indicadas en los itinerarios que os di cuando llegasteis. Gracias a Dios, pensó Phoebe,
contenta al saber que no tendría que cocinarse su propia comida sobre un fuego en el
suelo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Sigamos —dijo Marcia. Salió disparada, y Phoebe tiró de su maleta detrás de ella.
Marcia también señaló algunas cabañas que servían de baños, y Phoebe empezó a
relajarse un poco. Quizá, al fin y al cabo, aquello no estaría tan mal. No era un casino
grande y llamativo, pero por lo menos tenía algo parecido a unas instalaciones de
fontanería.
— Bueno, ¡ya hemos llegado! ¡Tienda número treinta y dos! —Dijo Marcia con voz
afectada, parándose delante de una gran tienda de campaña de color verde militar. Tenía
una estructura de madera sólida, y la lona que la cubría estaba bien amarrada al suelo en
todo su perímetro. Parecía bastante resistente. Phoebe miró a Piper y a Paige.
— Bueno, entremos — dijo.
— Creo que Paige tendría que entrar primero — dijo Piper con una sonrisa sardónica.
— ¡Creo que sí! — dijo Paige alegremente. Apartó bruscamente el faldón de la puerta y
entró. Phoebe oyó que buscaba algo a tientas y un «¡ay!» amortiguado, pero al cabo de
un momento emanó luz del interior de la tienda. Phoebe y Piper intercambiaron una
mirada. La luz era algo bueno.
— ¡Eh! ¡Esto está bastante bien! — gritó Paige, y parecía sinceramente impresionada.
Phoebe entró y descubrió con sorpresa que la tienda era muy espaciosa y limpia. El
suelo era de tierra sólida y compacta, y había una cama contra cada una de las tres
paredes, cubierta de almohadas y con impecables sábanas blancas. Paige había
encendido una lámpara que estaba sobre una mesita al fondo de la tienda, idéntica a
otras dos que había en los rincones. Phoebe fue hasta la cama más cercana, levantó la
maleta y la dejó encima. La cama chirrió estrepitosamente y se hundió por el centro,
pero eso era de esperar. Phoebe había hecho la maleta para unas brevísimas vacaciones
en un casino y para dar su merecido a un demonio. Era difícil reducir el equipaje con
dos misiones tan diferentes en la cabeza.
— Bueno, gracias de nuevo por haber venido — dijo Marcia, sujetando el faldón de la
puerta—. Si tenéis alguna pregunta, os podéis dirigir a mí o a Ryan Treetop. Es el dueño
del camping, y comparto con él la oficina mientras estoy aquí. Os veré en la reunión de
presentación de esta noche.
— Se disponía a marcharse, pero entonces se detuvo y volvió a asomar la cabeza en la
tienda—. ¡Oh! Y no lo olvidéis, tenéis que decirme si queréis que diga algo especial en
la ceremonia de re dedicación.
Phoebe miró a sus hermanas, pero las dos parecían estar tan perdidas como ella. Incluso
Paige tenía una expresión atónita.
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—¿Ceremonia de re dedicación? —preguntó Piper. Marcia se detuvo de nuevo y las
miró, sin entender. Paige cerró los ojos con fuerza, avergonzada, y Phoebe se dio cuenta
de que se suponía que cualquiera que asistiera a aquel encuentro debía de saber qué era
una ceremonia de re dedicación.
—Mmm... ¿qué quiere decir con «algo especial»? —preguntó Phoebe.
Marcia volvió a entrar del todo en la tienda y se irguió, apretando la carpeta contra el
pecho.
—Lo siento, creía que conocíais la tradición — dijo, haciendo que Phoebe se sintiera
como una niña que acababa de equivocarse al contestar en clase—. Cada año en el
encuentro, todos los aquelarres se reúnen la noche del solsticio de verano y se dedican al
arte wicca, a la Diosa y al Dios Cornudo. A Piper se le escapó un resoplido, y Phoebe y
Paige le dirigieron una mirada feroz. Lo último que quería Phoebe era que aquella mujer
pensara que se estaban riendo de ella. Para no desentonar tenían que fingir que eran un
aquelarre que estaba metido de verdad en el tema. Disimulando rápidamente, Piper
empezó a toser y le dio la espalda a Marcia, rebuscó en el bolso y sacó una botella de
agua.
—Lo siento —dijo después de beber un buen trago de agua—. El aire seco me afecta.
Marcia no pareció creérselo, pero al parecer estaba dispuesta a dejarlo pasar.
—Como decía, normalmente cada aquelarre presenta un pasaje para leer en la
ceremonia — dijo, dirigiendo sus comentarios a Phoebe—. Hace que sea más personal.
—Entiendo — dijo Phoebe con una sonrisa. Estaba segura de que Piper estaba haciendo
todo lo posible para evitar partirse de risa, por lo que agarró a su hermana
de la muñeca intentando calmarla—. Escribiré algo en cuanto pueda.
—Gracias —dijo Marcia con una sonrisa. Luego lanzó una mirada reprobatoria a Piper
y desapareció por la puerta. En cuanto Phoebe soltó a Piper, esta se echó a reír.
— Creo que me acabo de ganar la antipatía de Marcia — dijo, sentándose en la cama.
—Bueno, has sido muy grosera, Piper —dijo Paige, llevándose las manos a las caderas.
— No me digas —dijo Piper, solo medio en serio—. Me refiero a que, ¿el Dios
Cornudo? Paige, ¿dónde nos has metido? Paige se limitó a encogerse de hombros y
arrugó la cara a modo de disculpa.
— He leído un poco sobre el tema, pero supongo que no he llegado hasta el Dios
Cornudo— dijo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Eh, recordad que estamos aquí por una razón — dijo Phoebe —. Puede que no
estemos en medio de la marcha de Las Vegas, pero quizá eso sea algo bueno. No tener
distracciones significa que podemos concentrarnos en encontrar al secuestrador.
—Buena observación —dijo Piper.
—Gracias — dijo Phoebe, abriendo la cremallera de su maleta — Ahora, será mejor que
nos cambiemos y vayamos a eso de la presentación. A ver qué podemos descubrir.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿Estáis listas? —preguntó Phoebe, mientras se ponía su jersey largo de color rosa
intenso sobre la camiseta de tirantes. Piper se recogió el pelo en una cola y se lo ató con
una goma, y Paige se puso un par de zapatillas de deporte ahogando un bostezo.
—Ese vuelo me ha dejado rendida. ¿Y quién organiza una reunión de presentación a
media noche, por cierto? — preguntó Paige, estirando los brazos por encima de la
cabeza.
—Eh, tú eras la que quería aprender más sobre el mundo wicca —dijo Piper mientras se
dirigía hacia la puerta —. Presta atención, son gente nocturna.
—Ja, ja — dijo Paige con una sonrisa forzada. Se escabulló por la puerta mientras Piper
sujetaba el faldón, y Phoebe la siguió.
— ¿Cómo sabemos hacia donde tenemos que...?
La pregunta de Phoebe murió en su garganta en cuanto el aire fresco le dio en la cara.
Docenas de personas salían en masa de las tiendas y se dirigían hacia una luz
increíblemente brillante situada en el centro del área de camping. El humo y las brasas
se levantaban hacia el cielo nocturno, e incluso desde aquella distancia Phoebe podía oír
el crujido de una hoguera enorme. El olor dulce y almizclado de la madera que se
quemaba llenaba el aire. — No importa — dijo.
Piper iba delante siguiendo el camino que serpenteaba entre las tiendas. Mientras
caminaban Phoebe observó a algunos de los otros wiccas. Todos parecían estar con sus
propios aquelarres. Era extraña la facilidad con la que podía decir quién estaba con
quién. Había un grupo de mujeres que llevaban vestidos blancos de gasa y el pelo
adornado con flores. Detrás de ellas venía un puñado de hippies ruidosos, todos ellos
vestidos con pantalones cargo o vaqueros y cantaban algo que tenía que ver con la luna
y las estrellas.
Phoebe y sus hermanas tenían un parecido familiar, pero no iban exactamente de
uniforme. Piper llevaba una cómoda camiseta con cuello de pico y vaqueros, Paige
llevaba unos modernos pantalones de chándal de nailon plateado y una camiseta de
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Embrujadas. **Algo Mágico**
color rojo brillante, y Phoebe vestía una camiseta de tirantes por encima del ombligo
debajo de su cárdigan, junto con unos pantalones piratas de flores.
— Quizá deberíamos habernos inventado alguna especie de indumentaria — dijo
Phoebe entre dientes.
—Sí. Camisetas estampadas que dijeran «las Embrujadas» en grandes letras de neón —
respondió Piper con una carcajada. Justo cuando Phoebe y sus hermanas estaban a
punto de llegar junto a la hoguera, un grupo enorme de mujeres jóvenes, vestidas de
negro de pies a cabeza, salieron en tropel de un sendero de su derecha, cortándoles el
paso. Cada una parecía un poco más irritada que la anterior.
— Ni siquiera tenemos sitio para colgar la ropa — refunfuñó una chica con el pelo
púrpura y un lápiz de ojos muy negro. Paige puso los ojos en blanco, pero Phoebe
apartó la mirada para que su hermana no le pudiera leer la cara. Esa también era su
única queja sobre la tienda.
Una vez que hubieron desfilado todas las chicas góticas, Piper caminó hasta la apertura
que había entre las dos últimas tiendas y se detuvo. Paige y Phoebe la siguieron, y
Phoebe se puso de puntillas para mirar por encima del hombro de su hermana. Al
momento abrió la boca, asombrada. El fuego era incluso mayor de lo que había
esperado. Enormes troncos del tamaño de un árbol formaban una pirámide monstruosa,
y las llamas subían con tanta fuerza por el aire que casi parecía un volcán. El calor que
llegaba del centro del claro era tremendo.
— Mirad toda esta gente — dijo Paige, echando un vistazo a los grupos reunidos
alrededor del fuego, charlando y riendo — Creía que había dicho que muchos aquelarres
habían cancelado el viaje.
—Sí, bueno, ahora está de moda lo de ser una wicca. Supongo que todo el mundo lo es
—dijo Piper, cruzando los brazos.
—Vamos, Piper, anímate —dijo Phoebe, dándole un codazo cuando vio la reacción
sonrojada de Paige ante el comentario de Piper.
—Lo siento — dijo Piper, con una sonrisa forzada —. ¿Y si nos separamos? De esa
manera podremos cubrir más terreno.
—Me parece bien — dijo Phoebe, dando palmadas—. Yo me voy por aquí. —Señaló
hacia la derecha. En ese momento se alegraba de verdad de alejarse de sus hermanas
para no verse atrapada en medio de más discusiones —.
¡Suerte, chicas!
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Phoebe empezó a caminar entre la multitud, zigzagueando entre los aquelarres y
buscando algún grupo al que unirse. No podía creer que aquellos grupos se encerraran
tanto en sí mismos. ¡Se suponía que aquello era una reunión para conocerse! ¿Y no era
el objetivo estar en comunión unos con otros, aprender unos de otros, ganar fuerzas
unos de otros? Por lo menos, eso es lo que decía el folleto de la Web que Paige había
impreso después de inscribirse.
—Esta gente realmente necesita aprender a relacionarse —dijo Phoebe en voz baja.
Un silbido atravesó el estrépito de las conversaciones, y Phoebe se detuvo, al darse
cuenta de que iba dirigido a ella. Al parecer, alguien la observaba. Apretó los dientes y
se dijo a sí misma que no contestara bruscamente. Por lo menos, ahora podía romper el
hielo. Inspiró profundamente, se volvió lentamente, y se encontró ante un grupo
numeroso de chicos, en su mayoría atractivos, todos vestidos de forma más apropiada
para un bar de moda de Nueva York que para un encuentro de aquelarres. Abundaban
las camisas con cuellos con los botones apretados, los pantalones de sport grises, y los
zapatos bien lustrados. Un tipo como un dios griego, alto, robusto y rubio se apartó de
los demás y la miró de arriba abajo atentamente. Phoebe puso los ojos en blanco.
— ¿Me has silbado a mí? — le preguntó.
— A ti y solo a ti, cariño — le contestó el tipo. Repulsivo, pensó Phoebe. Pero no lo
dijo.
— ¿Funciona alguna vez? — preguntó.
— Bueno, te has parado — dijo él con una sonrisa de chulo.
—Sí, pero solo porque tenía curiosidad de ver cuántas neuronas tenías realmente —
contestó con una falsa dulzura y pestañeando.
Todos los amigos del tipo hicieron muecas de dolor al tiempo que se reían y gritaban
alborozados. Uno de ellos le dio una palmada en la espalda alegremente. Bajó la cara,
pero solo un momento.
— ¿Cómo te llamas? — le preguntó.
— Phoebe — le respondió, acercándose un poco más al grupo-. ¿Y tú eres...?
— Craig — respondió —. Soy el sumo sacerdote de este aquelarre.
— Ah, eso lo explica — dijo Phoebe con complicidad.
— ¿Explica qué? —preguntó.
— El complejo de tu ego —respondió con una sonrisa de suficiencia.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Touché —dijo Craig, ladeando la cabeza ligeramente —. Vamos, Phoebe, quédate
con nosotros.
Phoebe echó un vistazo a los chicos, la mayoría de los cuales la observaba
atentamente/y estuvo a punto de marcharse. Al fin y al cabo, hablar con esta gente podía
resultar ser la experiencia más fastidiosa de su vida. Pero se suponía que tenía que
conseguir información, de manera que en lugar de salir del apuro, decidió tirarse de
cabeza y acabar con eso antes de que empezaran a abordarla sucesivamente.
— ¿Bueno, chicos, habéis oído lo de los secuestros? —preguntó—. ¿Bastante raro, no?
— Sí, no nos preocupa —dijo un tipo afroamericano achaparrado, mientras se subía las
mangas de su jersey de cuello alto—. Déjale que intente enfrentarse a nosotros.
—Sí, por si no te has fijado, somos muchos — añadió otro tipo con pelo largo castaño.
Sus ojos azules prácticamente atravesaban a Phoebe mientras hablaba—. Y somos
bastante poderosos. Hemos consagrado nuestras vidas al Dios Cornudo. Él nos
mantendrá fuertes.
— Bueno... eso está bien —respondió Phoebe, sin saber qué otra cosa podía decir. No
podía decirles que si el secuestrador era realmente un brujo o un demonio, rendir
homenaje al Dios Cornudo, fuese quien fuese, no iba a servirles de mucho.
—Olvídate del secuestrador — dijo Craig, acercándose demasiado a ella. Notó su
aliento caliente en la cara, y olía a alcohol—. Hablemos de lo realmente importante. Por
ejemplo, adonde podemos ir tú y yo para estar solos.
Phoebe se imaginó brevemente la cara que pondría aquel pesado si lo agarrara y lo
lanzara por encima de la hoguera, pero reprimió el impulso. En lugar de hacerlo, levantó
la mano izquierda y movió el dedo anular, y el anillo de compromiso delante de su cara.
— Lo siento, Craig — dijo —. Llegas tarde.
— ¿Y? —respondió al momento, acercándose incluso un poco más —. Todo el mundo
sabe que en estos encuentros puede pasar cualquier cosa.
— Está bien, ya estoy harta — dijo Phoebe, dando un paso atrás—. Con suerte, chicos,
no os volveré a ver.
Dio media vuelta y se marchó deprisa, sintiendo de repente la necesidad de darse una
larga ducha. Ese pequeño encuentro no había tenido absolutamente ningún sentido y le
había provocado un caso grave de escalofríos. De verdad, esperaba que los demás
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chicos del encuentro no estuvieran tan salidos como aquel, porque si era así, las mujeres
lo iban a tener muy difícil.
— ¡Phoebe! ¡Phoebe! ¡Espera!
Un chico venía corriendo detrás de ella, pero Phoebe no dejó de caminar. Tenía la
sensación de que era Craig, y no se quería hacer responsable de sus acciones si se le
volvía a insinuar. Cerró la mano derecha sobre su anillo de compromiso,
deseando que Cole estuviese allí entonces, y advirtió a Graig en silencio para que
desistiera.
— ¡Phoebe!
El chico la alcanzó y se puso delante de ella, haciendo que Phoebe tuviera que pararse
en seco. Pero cuando levantó la mirada, no era Craig quién le bloqueaba el camino, sino
un tipo atractivo con el pelo corto y oscuro y unos ojos azules llenos de simpatía. A
juzgar por las ropas de moda que llevaba adivinó que formaba parte del aquelarre del
«tipo malo», pero el instinto le decía que Craig y él no eran exactamente amigos del
alma.
— Escucha, de verdad, siento mucho el comportamiento de esos chicos — dijo,
jadeando un poco —. Solo quería que supieras que no somos todos así.
—Está bien —dijo Phoebe, metiéndose las manos en las mangas de su jersey —. Pero
también para que lo sepas, no me he marchado porque me hubieran intimidado. Me he
marchado para no dar su merecido a ese Craig.
— Lo entiendo — dijo con una carcajada —. A veces yo también tengo que hacerlo.
Casi preferiría que lo hubieras puesto en su sitio. — Le tendió la mano y sonrió—. Soy
Christian. Se puede decir que Craig y yo compartimos las obligaciones del sumo
sacerdote. Algo así como el wicca bueno, wicca malo, si quieres.
Phoebe sonrió ampliamente y le dio la mano.
— Encantada de conocerte, Christian. Gracias por venir.
—De nada —dijo. Empezó a caminar para regresar a su aquelarre—. Bueno, supongo
que ya te veré. Phoebe se volvió mientras Christian se alejaba, y su consciencia volvió a
tomar el control. Si Christian y Craig eran los sumos sacerdotes de su aquelarre, eran
posibles objetivos del secuestrador. Sobre todo, si el aquelarre era tan poderoso como
había dicho el tío de los ojos penetrantes.
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— ¡Christian! —gritó antes de que se alejara demasiado. Él se volvió y la miró, con
ojos interrogantes. Phoebe se acercó a él y se aclaró la garganta para ganar tiempo
mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas—. Escucha... deberías ir con
cuidado — dijo finalmente sin levantar la voz, mientras por su lado pasaban miembros
de otros aquelarres en todas direcciones —. Al parecer, este secuestrador se lleva al
miembro más poderoso de cada aquelarre, así que tú y Craig probablemente estéis en
los primeros puestos de su lista.
A Christian se le nubló el rostro, y cruzó los brazos.
— ¿De verdad? ¿Al miembro más poderoso? — preguntó —. Es interesante.
—Sí, bueno, solo quería que lo supieras —dijo Phoebe con una sonrisa fugaz. Se volvió
para marcharse antes de que Christian pudiera hacerle alguna pregunta. Por ejemplo,
cómo había llegado a enterarse de lo del poder. No tenía ganas de explicar su relación
con la policía para que todo el mundo se enterara. Paige, Piper y ella tenían que intentar
pasar desapercibidas.
— ¡Gracias por la advertencia, Phoebe! — le gritó Christian. Phoebe levantó la mano
sin mirar atrás, y se perdió entre la multitud.
— Eres genial, Paige — dijo Jasmine Black, pasándole a Paige una petaca de la que
bebían a tragos ella y las otras chicas de su aquelarre—. Me alegro de que vinieras hacia
aquí.
— Eh... yo, también —dijo Paige, mientras le entregaba el frasco a la chica con el pelo
púrpura que estaba a su lado sin acercárselo a los labios. No iba a consumir nada que le
pudiera hacer perder ni siquiera el más mínimo control. Al menos mientras hubiera un
secuestrador chalado suelto por ahí.
— No eres como los otros perdedores de este lugar — dijo la chica con el pelo púrpura
antes de echar un buen trago. El resto del aquelarre se rió, algunas de ellas con
auténticos graznidos, y Paige no pudo evitar sonreír. Por lo menos, Jasmine y sus
amigas eran entretenidas.
Cuando Paige había empezado a caminar alrededor del fuego, se había sentido un poco
fuera de lugar. Había pasado junto a un grupo de mujeres que estaban haciendo una
especie de sesión de espiritismo, y junto a otro montón de marginados renacentistas que
bailaban alrededor de un hombre que tocaba el laúd. Era como si las peores pesadillas
de Piper se hubieran convertido en realidad, y Paige empezaba a preguntarse si su
hermana había tenido razón desde el principio. Quizá no había nada que pudiera
aprender de esta gente. Entonces, había oído las fuertes risas que llegaban del grupo de
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chicas góticas y sintió que había encontrado su lugar. Le recordaron a sus amigos del
instituto: descontentos, inadaptados y alborotadores.
— ¿Y dónde está tu aquelarre? —preguntó Jasmine, apartándose sus rizos negros de la
cara. Llevaba un aro en la nariz con una piedra púrpura y tenía una piel muy pálida.
Paige no estaba segura de si era su color natural o si se había cubierto con polvos
blancos para conseguir ese efecto casi mortecino. Era difícil concentrarse en algo con la
luz misteriosa y las sombras extrañas que creaba la hoguera.
—Oh, decidimos separarnos para conocer a gente — dijo Paige con indiferencia.
—Bueno, has venido al lugar indicado. No sé por qué querríais conocer a ninguno de
estos otros farsantes —dijo Jasmine sarcásticamente—. Este lugar está lleno de
marginados. Este encuentro no se parece en nada a lo que esperaba. Aquí nadie tiene
poderes reales.
Paige apretó los labios, preguntándose qué pensaría Jasmine si orbitara en aquel
momento o Piper levantara algo o Phoebe hiciera algún movimiento ninja. Ella podía
enseñarles a aquellas chicas lo que eran los poderes reales. Por supuesto, ¿quién sabía lo
que Jasmine y sus amigas podían hacer?
— ¿Vosotras sois... quiero decir, tenéis...?
— ¿Poderes? —preguntó Jasmine, levantando sus delgadas cejas negras —. Oh, sí. Casi
nos da miedo mostrar a esta gente de lo que somos capaces.
— No queremos dejar alucinados a los aspirantes — dijo la pelo púrpura, mientras daba
un fuerte codazo en la espalda a Paige y soltaba otra carcajada detestable. Algunas de
sus amigas se le unieron ruidosamente.
—En serio — dijo la muchacha que estaba a la izquierda de Jasmine, que se llamaba
Sarah y tenía el pelo castaño más largo que Paige había visto nunca—. Apuesto lo que
sea a que la mayoría de la gente que está aquí no sabe siquiera hacer un círculo mágico.
—O qué velas de colores hay que usar en una ceremonia de purificación —añadió
Jasmine.
—O dónde conseguir buenos tréboles de agua — añadió la pelo púrpura con un
resoplido — Probablemente, ni siquiera sepan qué es un trébol de agua.
Las otras chicas rieron con complicidad, y Paige tuvo que esforzarse para no reírse de
ellas. No podía creer lo elitistas que eran. Qué ganas tenía de hacer orbitar algo...
Se oyó un fuerte grito procedente de la multitud, detrás de ellas, y Paige y Jasmine se
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Embrujadas. **Algo Mágico**
volvieron hacia allí. Eran los hippies, que se reían y abucheaban algo que acababa de
decir un chico con una barba larga. Una mujer estaba sentada en el suelo tocando la
guitarra para unos pocos espectadores con aspecto aturdido cerca del grupo, y el tipo
barbudo de repente empezó a bailar como un loco.
— ¡Ugh! ¡Míralos! —dijo Jasmine, con una mueca. Con un movimiento rápido se quitó
de la manga un poco de ceniza de la hoguera con una uña púrpura oscuro muy bien
limada—. ¡Son tan predecibles! Paige miró a Jasmine con el rabillo del ojo para ver si
lo decía en serio, pero parecía que sí. Era bastante increíble que la chica creyera que
podía meterse con cualquiera, teniendo en cuenta que Jasmine y sus amigas también
eran bastante predecibles. La ropa negra, los piercings, y los tatuajes de pentagramas
abundaban en el gran círculo. Parecía que hubiesen salido de una liquidación de Brujas.
— ¿Chicas, vosotras habéis oído hablar de este secuestrador? — les preguntó Paige,
lanzando una mirada alrededor del círculo.
—Sí, qué anormal, ¿verdad? —dijo Jasmine, con la mirada fija en la hoguera al otro
lado del círculo.
— Un anormal listo — dijo Paige, abrazándose a sí misma—. Se ha llevado a unas
dieciséis personas sin que lo hayan atrapado.
—Pareces preocupada —dijo Jasmine, arrugando la frente mientras miraba a Paige.
— ¿Tú no lo estás? — preguntó Paige, incrédula.
— No, en realidad no —respondió Jasmine encogiendo los hombros rápidamente—. Si
acaso, tendrías que estar preocupada por esos locos hippies de ahí detrás. Como ya te he
dicho, nosotras tenemos poderes reales. Podemos cuidarnos. Eso es lo que me preocupa,
pensó Paige. Si aquellas chicas tenían realmente poderes reales, era muy probable que el
secuestrador fuera a por ellas, no a por los aspirantes hippies locos.
— Escucha, voy a buscar a mis her... o sea, a mi aquelarre —le dijo Paige a Jasmine—.
Vosotras... estad atentas a cualquier cosa rara, ¿vale?
—Gracias por el consejo — dijo Jasmine con un rastro de sarcasmo —. No te preocupes
por eso. Probablemente solo es un chalado fetichista. Los polis lo resolverán.
—Sí... más tarde — dijo Paige mientras se alejaba, tropezando con el cuerpo boca abajo
de uno de los hippies que, o bien estaba completamente borracho o solo dormía
profundamente. Esperaba que Jasmine tuviera razón. Sería genial estar ante un simple
secuestrador en serie humano. Desgraciadamente, tenía la sensación de que aquello se
alejaba mucho de la verdad.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Qué aura tan bella que tienes!
Piper se detuvo al ver a una mujer grande con pelo largo y gris que se acercaba
corriendo hacía ella, con los ojos azules abiertos en éxtasis mientras miraba el aire
alrededor de la cabeza de Piper. Llevaba una corona de flores sobre el pelo, y una túnica
de gasa de color rosa y blanco. Corrió hacia Piper tan deprisa que por un momento Piper
creyó que iba a tener que congelar a la mujer para evitar que la tirara al suelo. Pero, en
lugar de eso, se detuvo a solo unos centímetros de su cara y miró fijamente todo el aire
de su alrededor de una manera que hizo sentir a Piper como si ella no estuviera allí en
realidad.
— ¡Está llena de colores pacíficos! —dijo la mujer, tendiendo las puntas de los dedos
como si tocara con cautela el aire junto a la mejilla de Piper.
—Genial —dijo Piper, moviéndose para pasar por delante de la mujer—. Muchas
gracias por su tiempo.
Qué bicho raro, pensó.
—Oh, pero también hay rabia —dijo la mujer, con voz repentinamente seria. Tendió los
brazos y agarró a Piper antes de que esta pudiera alejarse—. ¡Tienes algunos remolinos
negros aquí y allá! Eso significa rabia.
—Aja —dijo Piper. Como si realmente fuese difícil decir que entonces estaba
enfadada. Se preguntó si la mujer podía ver que la ira estaba dirigida contra ella.
—De verdad que tendrías que hacer algo para limpiarla — dijo la mujer—. Tenemos
algunas hierbas en nuestra tienda si quieres...
—No, gracias, de verdad —dijo Piper—. Creo que, en realidad, tener cierto nivel de
remolinos negros es bastante saludable.
La mujer frunció el ceño, confundida, y Piper aprovechó su pausa para huir
rápidamente. Atravesó la muchedumbre hasta llegar a los alrededores, donde había algo
más de aire. Hasta entonces había estado abriéndose paso entre pequeños grupos de
aquelarres durante media hora, y no había conseguido nada. Empezaba a pensar que en
todo el encuentro no había nadie cuerdo, y no digamos accesible.
Piper caminó por el borde exterior de la muchedumbre, intentando encontrar a alguien,
a cualquiera, con quien se sintiera cómoda hablando. Pasaron algunas personas dando
vueltas en una especie de conga espiritual, y Piper se apartó de su camino. Quizá fuera
hora de dejarlo y volver a la tienda. Por encima de todo, empezaba a sentir molestias en
la piel a causa del fuego.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Se volvió y regresó hacia el sendero que llevaba hasta la tienda 32, soñando despierta
con crema hidratante, y un agradable y largo sueño. Pero justo cuando iba a escabullirse
se fijó en dos muchachas, las dos con el pelo rubio y corto, que estaban juntas una
contra la otra conversando intensamente. Ambas llevaban vaqueros y botas y camisetas
de algodón corriente. Piper sintió que la recorría una fuerte ola de alivio. Quizá no
estaba sola en esto. ¡A lo mejor sí que había otra gente normal por allí!
Piper dio un paso hacia las chicas, pero se detuvo, incómoda, cuando oyó que una de
ellas lloraba. No quería interrumpir una conversación privada, sobre todo si una de las
chicas estaba disgustada. Quizá al día siguiente sería un momento mejor. Miró en su
dirección mientras pasaba de largo, dirigiéndose de nuevo a la tienda, y la chica más
alta levantó la vista y se cruzó con la mirada de Piper. Esta le sonrió rápidamente, y la
muchacha le devolvió la sonrisa. Eso era lo único que necesitaba Piper para romper el
hielo.
—Hola —dijo Piper, levantando la mano—. ¿Va todo bien?
—Sí —respondió la chica, sujetándose los codos y lanzando una mirada a la otra chica,
que miraba al suelo.
—Eso no suena demasiado convincente —dijo Piper, dando un paso hacia ellas—.
Soy Piper Halliwell — dijo, tendiéndoles la mano.
La más alta de las dos chicas le dio la mano y sonrió. Tenía el pelo un poco más liso, y
algo más largo que la otra muchacha, pero las dos tenían unos ojos azules muy claros.
—Soy Tessa Conners —dijo, apartándose el flequillo liso de la cara—. Esta es mi
hermana Taryn —añadió.
Taryn se volvió y también dio la mano a Piper. Piper no pudo por menos que notar que
Taryn tenía la mano fría y que le apretó la mano con poca fuerza. Por su aspecto parecía
no haberse lavado ni peinado su pelo rubio enmarañado desde hacía un tiempo. Cuando
Piper miró a los ojos de la chica, el corazón le dio un vuelco.
Estaban llenos de pena.
— ¿Va todo bien? — les volvió a preguntar Piper, mientras un escalofrío de
presentimiento le recorría la piel.
—Bueno, supongo que te lo podemos contar — dijo Tessa, mirando a su hermana para
que diera su aprobación. Taryn asintió lentamente con la cabeza y levantó un hombro—.
¿Has oído hablar de los secuestros? —prosiguió Tessa —. Bueno, nuestra hermana
pequeña, Tina, fue una de las víctimas.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Oh, Dios mío —dijo Piper, llevándose la mano al corazón—. Lo siento muchísimo.
—Está bien — dijo Taryn en voz baja —. Bueno, quiero decir, no es que esté bien,
pero...Tessa rodeó los hombros de su hermana con el brazo y le dio un apretón.
— Es una de esas situaciones en las que no sabes qué decir, ¿sabes?
— Lo entiendo — dijo Piper. Echó un vistazo a su alrededor y vio un pequeño banco de
madera en la parte exterior de una de las tiendas —. Bueno. ¿Por qué no nos sentamos?
— sugirió.
Taryn y Tessa la siguieron hasta el banco, y Taryn se sentó con cuidado sobre el asiento.
No había duda de que estaba muy afectada por la desaparición de su hermana. Era
delgada y frágil, y Piper se sorprendió a sí misma preguntándose cuándo debía haber
comido por última vez aquella chica. No es que la culpara. Estaba segura de que si
Phoebe o Paige desaparecieran sin dejar rastro, ella también tendría problemas para
comer.
—Así pues... ¿cuánto tiempo hace que desapareció? —preguntó Piper—. Si no os
importa hablar de ello.
— Casi tres semanas —respondió Tessa, sujetando la mano de Taryn—. Solo vinimos a
este encuentro porque Tina tenía muchísimas ganas de venir. —Miró la gente que se
divertía a su alrededor y el rugido del fuego y suspiró—. Supongo que no nos dimos
cuenta de lo duro que sería estar aquí.
— ¿Se la llevaron en plena noche como a los otros? —preguntó Piper.
—Sin dejar rastro — respondió Taryn, mirando fijamente a la hoguera—. La policía no
pudo hacer nada. Los secuestradores no dejaron ninguna pista.
— Eso he oído — dijo Piper, moviéndose en su asiento. Había pasado por eso y sabía lo
que debían sentir estas chicas: que su hermana estaba allí fuera en alguna parte,
desamparada. O peor... que tal vez ya estuviese muerta.
— Esto le habría encantado — dijo Taryn, mirando a Tessa.
— Tina es quien nos introdujo en el arte — explicó Tessa, inclinándose hacia delante
para ver mejor a Piper. La luz que llegaba del fuego le iluminaba un lado de la cara y le
daba una especie de resplandor etéreo —. Se dedicaba a él más que nosotras. Siempre
quiso que fuésemos más devotas...
—Habría querido que estuviéramos aquí — añadió Taryn—. Y, además, en casa nos
estábamos volviendo locas esperando noticias. Piper asintió: Sentía que el corazón se le
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Embrujadas. **Algo Mágico**
partía al ver a las hermanas. Una vez más parecía que el secuestrador había elegido a la
más poderosa del aquelarre, pero esta vez también había roto una familia.
Piper miró hacia el claro, rápidamente divisó a Paige que hablaba con una de las chicas
de los vestidos blancos. En ese momento decidió dejar de meterse con Paige por querer
venir. Paige era su hermana y la quería. Lo último que quería era que creyera otra cosa.
Y también decidió hacer todo lo que pudiera para ayudar a Taryn y a Tessa a descubrir
qué le había pasado a su hermana pequeña.
- La encontraremos -dijo Piper en voz baja-Aunque sea lo último que hagamos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
la mañana siguiente, Piper recorrió con dificultad el camino hacia el comedor con
una necesidad desesperada de una taza de café. Cuando se había levantado, media
hora antes, las camas de Phoebe y Paige estaban perfectamente hechas y no se
veía a ninguna de las dos. No tenía ni idea de por qué no la habían despertado, pero
ahora llegaba tarde, estaba gruñona, y sentía una gran necesidad de cafeína. Por
desgracia, incluso a esas horas, en el exterior la temperatura parecía ser de cien grados.
Ya tenía el pelo pegado al cuello, y sospechaba que el café helado no iba a ser una
opción en el camping Tumbleweed.
Piper tiró de la pesada puerta del comedor y salió una ráfaga bendita de aire
acondicionado. En la enorme sala había filas de mesas largas de estilo familiar, y todas
estaban abarrotadas de gente. El nivel de ruido no era muy diferente al del de un
concierto de rock. Piper inspiró profundamente y comprobó su itinerario, en el que se
indicaba el número de una mesa para todas las comidas.
— ¿En qué mesa está, señorita? Piper dio un respingo ante el sonido de una voz fuerte y
resonante justo a su lado. Un hombre alto de pelo oscuro con los dientes más rectos y
más blancos que había visto nunca estaba allí, sonriéndole. Llevaba una camisa a
cuadros, vaqueros, y botas camperas y estiraba el cuello por encima de su hombro para
intentar leer.
— ¿Eh, quién eres? —le preguntó Piper. Sus habilidades sociales no estaban en su
mejor forma a esas horas de la mañana.
—Lo siento. ¿Dónde están mis modales? —respondió—. Soy Ryan Treetop, dueño de
este establecimiento. —Le tendió una mano enorme, y Piper se la estrechó brevemente.
— Encantada de conocerle. Soy Piper Halliwell — dijo Piper, apartándose un poco de
él.
—Su energía era algo excesiva para ella antes de tomarse su primer café—. Estoy en la
mesa tres.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Muy bien —dijo — Está hacia la parte delantera de la sala a la izquierda. Espero que
disfrute del desayuno.
—Gracias —dijo Piper, marchándose rápidamente. Atravesó la sala por el pasillo
central entre las mesas. Pero cuando llegó a la mesa 3, se encontró con cuatro chicos
con aspecto tequie, ataviados todos con camisetas azules relucientes y gafas de sol
oscuras negras.
—Saludos, bella wicca —dijo uno de los chicos, con cara inexpresiva y voz monótona.
Piper no estaba segura de que hubiera movido los labios.
—Hola - dijo Piper con cautela—. ¿Habéis visto a dos chicas morenas que se parecen a
mí?
—Están en la mesa de los condimentos —contestó otro de los chicos, con la misma
rotundidad -. Se sentaron antes en el otro extremo de la mesa. -Gracias –dijo Piper. Se
escabulló rápidamente, inspeccionando las fuentes y los cuencos de la mesa mientras se
acercaba. Había una ensalada de frutas enorme, un cesto lleno de varias clases de pan,
algunos cuencos de mermelada y mantequilla, y una fuente más grande de huevos
revueltos. Pero no había café. ¿Dónde estaba el café? Piper dejó caer ruidosamente un
plato vacío en el otro extremo de la mesa. Enfrente había dos platos más, llenos de fruta
y magdalenas, y entre ellos un libro enorme titulado El manual wicca. Piper hizo lo que
pudo para no gruñir. Lo último que quería era abandonar su propósito de ser amable con
Paige antes incluso de tener tiempo de mantenerlo. Pero ahora necesitaba un café, o su
lado gruñón iba a tomar el control. Por fin vio a Phoebe y a Paige que se acercaban
desde el otro lado de la sala, y casi gritó de alegría. Paige traía tres tazones humeantes.
¿Qué haría sin sus hermanas?
— ¡Buenos días, guapa! — dijo Paige, colocando uno de los tazones enfrente de ella-.
Pensé que necesitarías un tónico.
— Gracias, gracias, gracias —dijo Piper, inhalando el reconfortante aroma de la
cafeína. Se inclinó hacia la mesa y alcanzó el azucarero, antes de dejarse caer de
nuevo en su asiento —. Por cierto, ¿por qué no me habéis despertado? —les preguntó
mientras se servía una cucharada colmada de azúcar.
Phoebe y Paige intercambiaron una mirada mientras se sentaban enfrente de ella.
— Bueno... lo intentamos — dijo Paige—. ¿No lo recuerdas?
— ¿De qué hablas? —preguntó Piper mientras removía el café—. No, no lo hicisteis.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Piper, nos amenazaste con hacernos volar por los aires, así que pensamos que era
mejor dejarte en paz — dijo Phoebe tranquilamente.
— ¡No es verdad! — dijo Piper con una carcajada.
— Bueno, supongo que eso significa que estabas dormida, lo que probablemente sea
bueno — dijo Paige, sonriendo —. Eso significa que el que hablaba era solo tu
subconsciente y que en realidad no nos quieres matar. Desde luego, no sé qué hace Leo
para soportar eso cada mañana. Phoebe soltó una risita y se metió una uva en la boca
mientras abría el libro wicca. Piper la observó con curiosidad. Se había imaginado que
el libro era de Paige. ¿Qué sucedía allí? ¿También Phoebe se estaba pasando al lado
oscuro?
— Phoebe, ¿qué haces? —preguntó Piper.
— Oh, tengo que escribir lo de la ceremonia de re dedicación, así que estoy intentando
hacerme una idea de qué va todo esto — dijo Phoebe, con la nariz metida en el libro
— En realidad es bastante interesante. Piper vio que Paige le lanzaba una mirada
recelosa, esperando claramente que empezara otra vez con todo eso de que los wiccas
eran unos impostores. En cambio, Piper se mordió la lengua y se entretuvo sirviéndose
algo de fruta en el plato. Pero odiaba guardarse una opinión cuando sabía que tenía
razón. ¿Por qué molestarse en perder el tiempo escribiendo algo para una ceremonia que
no significaba nada? Nada de esto tenía que ver con el mal al que se enfrentaban sus
hermanas y ella cada día arriesgando sus vidas.
— Bueno, la buena noticia es que anoche no pasó nada sospechoso —dijo Paige
mientras untaba con mantequilla una magdalena—. Por lo menos, nadie ha informado
de nada. Posiblemente eso se deba a que el secuestrador es lo suficientemente listo para
saber que nadie que asista a esta cosa tiene poderes reales, pensó Piper. Probablemente
no se ha molestado. Después de ver a todos los chalados que había alrededor de la
fogata la noche anterior, y de oír lo que sus hermanas le habían contado sobre los
farsantes egocéntricos que habían conocido, empezaba a pensar que todo el plan iba a
resultar ser un fracaso total.
— ¿Piper? ¿Estás bien? — preguntó Paige, arrugando la frente mientras le daba un
mordisco a una magdalena de arándano—. Pareces un poco tensa. ¡No lo digas! ¡No lo
digas!, se dijo Piper a sí misma. Pero parecía que no podía evitar abrir la boca. Estaba a
punto de soltarlo todo, cuando vio que Taryn y Tessa se acercaban a la mesa y
consiguió detenerse. Por los pelos.
— ¡Eh, Piper! —dijo Tessa con una sonrisa—. ¿También estás en la mesa tres?
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Hola, chicas! — dijo Piper, aliviada al tener algo con lo que distraerse—. Supongo
que es donde han puesto a los grupos más pequeños. Taryn y Tessa, estas son mis
hermanas, Phoebe y Paige. Todas se saludaron, y Piper y sus hermanas se echaron a un
lado para dejar sitio a Taryn y Tessa, que tenían mejor aspecto aquella mañana. Taryn
todavía estaba un poco pálida, pero llevaba el pelo corto peinado hacia atrás con una
cinta para el pelo, y tenía un aspecto más descansado que la noche anterior. Piper
también se alegró al ver que, por lo menos, había recuperado el apetito. Se sirvió un
montón de fruta, y Tessa se marchó a buscar un poco de té para las dos. Phoebe dejó a
un lado el libro wicca, y Piper empezó a relajarse.
— Taryn, sentimos mucho oír lo que le ocurrió a tu hermana — dijo Phoebe, cruzando
las manos sobre la mesa —. Piper nos puso al corriente anoche.
—Gracias —dijo Taryn sonriendo un poco—. La echamos mucho de menos.
— ¿No oísteis nada la noche que desapareció? —preguntó Paige —. ¿Nada en absoluto?
—No — contestó Taryn, clavando los ojos en su hermana, que en aquel momento
regresaba a la mesa—. En realidad, si no os importa, preferiría no hablar de eso.
Piper sintió como si se le formara una roca en la boca del estómago, y Paige le lanzó
una mirada de culpabilidad.
—Por supuesto, cariño. Lo entendemos —dijo Piper, tendiendo la mano a través de la
mesa para tocar la mano de Taryn. Esta miró a Piper y sonrió de verdad por primera vez
desde que se conocían. El corazón de Piper estaba con ella otra vez.
— ¿Va todo bien? —preguntó Tessa, dudando junto a la esquina de la mesa. Antes de
que alguien pudiera contestar, las puertas de doble hoja de la entrada del comedor se
abrieron de golpe con tanta fuerza que chocaron contra las paredes, causando un
estrépito terrorífico. Un tipo afro americano bajo pero musculoso entró corriendo en la
sala, con ojos de loco. — ¡Craigha desaparecido! —exclamó, mirando hacia una mesa
llena de chicos que a Piper le parecieron un montón de corredores de bolsa más que
wiccas. Debían de ser miembros del aquelarre del que Phoebe les había hablado anoche.
La mesa quedó en silencio, y Piper sintió que la tensión y el miedo llenaban la
habitación. El tipo miró a su alrededor, trasladó su mirada hacia Tessa, que era la única
persona que estaba de pie, y la dejó caer en Phoebe, momento en el que
inexplicablemente se endureció.
— ¿Dónde está? —preguntó el tipo.
—No tengo ni idea —dijo Phoebe, poniéndose de pie—. Pero lo encontraremos.
—Está bien, está bien, calmaos todos —dijo Ryan Treetop, acercándose al chico que
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Embrujadas. **Algo Mágico**
había dado la noticia—. Lo que necesitamos ahora es un plan. En ese momento, un
chico alto con pelo castaño se levantó de la mesa de los corredores de bolsa y miró a
Phoebe, con expresión asustada pero segura al mismo tiempo.
— Todo el mundo a buscarlo. Si Craig está en alguna parte de este camping, quiero que
lo encontréis. Los sonidos de sillas que se arrastraban y susurros de inquietud tomaron
posesión de la habitación mientras todos los que estaban allí empezaron a salir en fila.
Piper vio que Ryan caminaba hacia la parte delantera de la sala para interceptar a
Marcia Fariña antes de que se fuera. Tenía la cara roja y sin duda no tenía un aspecto
feliz mientras la apartaba a un lado para hablar con ella. Piper tuvo la impresión de que
estaba un poco preocupado por las consecuencias que podía tener la noticia de un
secuestro en su propiedad sobre su negocio.
—Oh, Dios mío —dijo Taryn, levantando la mirada hacia su hermana con lágrimas en
los ojos—. ¡Ha vuelto a ocurrir!
— Vosotras dos quedaos aquí — les dijo Piper, poniendo la mano en la espalda de
Tessa mientras se levantaba— Ya hay suficiente gente buscando, y no tenéis que pasar
por esto. Agarró a Phoebe y a Paige y salió a empujones del comedor a través de una de
las puertas traseras, donde había menos gente. Cuando estuvieron fuera, se reunieron al
lado de la pared.
— ¿De qué iba todo esto? —preguntó Piper a Phoebe —. ¿Por qué te miraba ese tío de
esa manera?
— Ese tal Craig es el que intentó ligar conmigo anoche delante de todos sus amigos —
respondió Phoebe, frotándose la frente -. No lo sé, supongo que solo pensaba en eso.
Pero, chicas, Craig es el sumo sacerdote de ese aquelarre —añadió, con los ojos
abiertos de miedo -. Si el secuestrador lo sabía...
—Entonces era un objetivo prioritario —dijo Paige—. Vamos. Vayamos a su tienda a
ver qué podemos descubrir. Fueron hacia las tiendas con Paige delante, pero el caos en
el camping no facilitaba su avance. Los miembros del aquelarre de Craig gritaban
órdenes a otros wiccas y estaban inspeccionando todas las tiendas. La desesperación y el
miedo del ambiente estaban empezando a poner nerviosa a la gente. Piper no pudo
evitar pensar en las cazas de brujas sobre las que había leído tanto desde que había
descubierto hacía algunos años que sus hermanas y ella eran brujas. Pero esta vez eran
brujas las que perseguían a otras brujas.
—Esto no va bien - dijo Piper al ver que uno de los hermanos de Craig tiraba ropa y
sábanas fuera de una de las tiendas —. Tenemos que detenerlo. — ¡Allí! — dijo
Phoebe, señalando a una tienda frente a la que había dos tipos de pie, que al parecer
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Embrujadas. **Algo Mágico**
hacían de guardianes—. Tiene que ser esa. Las tres hermanas caminaron hacia los
centinelas, y Phoebe dio un paso adelante.
—Hola, nos gustaría echar un vistazo en el interior —le dijo al más alto de los dos.
Tenía el pelo largo y los ojos azules con una grave expresión malhumorada.
—Imposible —dijo con firmeza—. Christian dijo que no puede entrar nadie hasta que
encontremos a Craig.
—Bueno, vale —dijo Paige, tirando a Phoebe del brazo—. Vamos... a encontrar a
Craig. — Ladeó la cabeza para indicar a Piper y a Phoebe que la siguieran, entonces las
llevó hasta la parte trasera de la tienda—. Está bien — dijo, cogiéndolas de las manos—
. Vamos a entrar. Antes incluso de que Piper pudiera protestar, ya estaba envuelta en la
luz blanca de Paige y reapareció con sus hermanas en el interior de la tienda.
— ¡Paige! —exclamó Piper—. Si alguien te viera...
— No te preocupes. No había nadie allí detrás —dijo Paige, echando un vistazo a su
alrededor—. ¡Eh! ¿Por qué tiene su propia tienda? —susurró con indignación.
Efectivamente, en esta tienda solo había una cama, pero estaba prácticamente
destrozada. Tenía una pata rota, las sábanas y las mantas estaban hechas trizas y
esparcidas por toda la habitación, y parecía que alguien había clavado un machete en la
almohada.
—Anoche estaba intentando ligar —les recordó Phoebe—. Quizá pagó más para poder
tener algo de intimidad y atraer a las señoras hacia su guarida.
— ¿Qué es esto? — preguntó Piper, acercándose unos pasos hacia la cama. El colchón
estaba cubierto de salpicaduras de una sustancia negra brillante, e incluso había algunas
en la pared de lona del lado de la cama. Piper tocó una de las marcas con la punta del
dedo y lo frotó con el pulgar—. Tiene la consistencia del aceite —dijo, frunciendo la
nariz. Olió los dedos, y el fuerte olor agrio le revolvió el estómago.
— ¡Ugh! Pero no huele como el aceite —añadió —. No tengo ni idea de qué es. — Se
limpió las manos con las sábanas y se apartó de la cama.
—Fuese lo que fuese quien hizo esto, debía tener unas buenas garras — dijo Phoebe
Esto es muy extraño, ¿no os parece? Quiero decir, en los otros secuestros no había
ninguna pista, y ahora tenemos esto.
—Y tampoco recuerdo ninguna mención a que la ropa de la cama estuviera hecha
trizas— dijo Paige, sujetando una tira de sábana rasgada con dos dedos. De repente se
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Embrujadas. **Algo Mágico**
oyeron unas fuertes voces masculinas en el exterior de la tienda, y Phoebe agarró los
brazos de sus hermanas.
— Es Christian — dijo —. Será mejor que salgamos de aquí. Paige orbitó afuera de la
tienda y de regreso a la suya propia para que nadie las viera. En cuanto estuvieron allí,
Piper cogió su móvil y empezó a marcar.
— ¿A quién llamas? —preguntó Paige.
— A Daryl — dijo Piper, agarrando el teléfono. Le había prometido que lo mantendría
informado si pasaba cualquier cosa, y esta nueva prueba no era precisamente
insignificante.
— Detective Morris — bramó la voz de Daryl al otro lado de la línea.
— Daryl, soy Piper. Ha habido un secuestro — dijo Piper, sentándose sobre su cama
inestable —. ¿En los casos de las otras víctimas aparecieron unas marcas grasientas y
negras?
— No. No había nada parecido — dijo Daryl—. ¿Me estás diciendo que este tipo por
fin ha dejado pistas? Quizá se está volviendo descuidado.
— Cada vez estoy más convencida de que es más un eso que un él — le dijo Piper,
levantando la mirada hacia sus hermanas —. Voy a llamar a Leo.
— Está bien — dijo Daryl —. Pero házmelo saber si descubrís algo más, y, por favor,
tened cuidado.
— Lo tendremos — dijo Piper. Colgó el teléfono —. ¡Leo! — gritó a pleno pulmón,
gastando algo de la tensión reprimida y sobresaltando a Paige y a Phoebe. Leo orbitó al
instante hasta la tienda y miró a las hermanas.
— Eso sí es un grito —dijo—. ¿Qué pasa?
— Otro secuestro —respondió Paige, abrazándose a sí misma—. Tiene mala pinta.
Piper se puso de pie y dejó caer el teléfono sobre la cama. Estaba tan tensa que ni
siquiera se sentía reconfortada al ver a su marido.
— ¿Puedes mirar el Libro de las sombras a ver si encuentras algo que pueda secuestrar
brujas y dejar marcas grasientas negras? — le preguntó.
— Claro —respondió Leo, con la frente fruncida—. Pero podría tardar un poco. Los
Ancianos nos tienen bastante ocupados. Ya sabes, con todos los secuestros...
—Haz lo que puedas, ¿vale? —le pidió Piper.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Lo haré — dijo Leo. Le dio un abrazo corto y un beso en la frente, y desapareció.
—Todo va a salir bien —dijo Phoebe, acercándose y abrazando a Piper —. Gracias a
esas marcas negras, estamos muchos más cerca de encontrar a esta cosa. Paige se unió
al abrazo de grupo, y Piper cerró los ojos, intentando borrar de su mente las imágenes de
las sábanas rasgadas, de todas esas marcas. Intentando borrar la imagen de la hermana
pequeña de Taryn y Tessa en manos de lo que fuera que fuese esa cosa. Intentando
borrar de su mente el pensamiento de que una de las Embrujadas podía ser la próxima.
Aquella noche Phoebe estaba delante de la tienda, observando el éxodo masivo que
parecía tener lugar. Craig no había aparecido, y cada minuto que pasaba sin aparecer
parecía volver un poco más loca de preocupación a la población del encuentro. El
aquelarre hippie que se alojaba en las tiendas contiguas se marchaba. Habían aparcado
sus dos furgonetas marcha atrás, tocando a las puertas de las tiendas, y estaban lanzando
las cosas adentro de cualquier manera. Marcia estaba delante de una tienda, un poco
más abajo, discutiendo con uno de los trekkie de la mesa de Phoebe en el comedor.
—Mira, creo que nos merecemos un reembolso total — dijo el chico, sin usar la voz
monótona y fingida de aquella mañana—. ¡Ni siquiera sabes lo que le ha pasado a ese
tío! ¡Ni siquiera tienes servicio de seguridad!
—Estoy colaborando con la policía, y van a enviar a algunos agentes aquí — dijo
Marcia con desesperación—. Por favor, estoy segura de que no habrá más incidentes.
—Ya ha habido uno de más —dijo el chico firmemente—. Nos vamos, y si no me
devuelves el dinero cuando me pare en la oficina de Treetop dentro de diez minutos,
entonces vosotros dos os tendréis que entender con mi abogado. Phoebe suspiró cuando
el chico regresó al interior de su tienda y Marcia se fue a toda prisa, agotada y
disgustada. No estaba resultando ser el encuentro pacífico que todos esperaban. Marcia
no tenía culpa del secuestro de Craig, pero Phoebe no podía por menos que estar de
acuerdo con el trekkie. Un incidente ya era demasiado. Algunos otros aquelarres ya se
habían marchado más temprano esa tarde. Los que aguantaban estaban ocupados usando
incienso y cristales para hacer círculos de protección alrededor de sus tiendas. La
atmósfera estaba más apagada de lo que había estado aquella mañana, pero también era
lúgubre. Como si todos hubieran llegado a la conclusión de que iba a pasar de nuevo.
Phoebe inspiró profundamente y volvió a entrar a la tienda. Paige estaba tumbada en su
cama leyendo el manual, y Piper estaba volviendo a doblar su ropa.
— ¿Qué es ese olor? — preguntó Piper, mirando a Phoebe.
— Incienso —respondió Phoebe, cruzando la tienda hasta su cama y sacando la bolsa de
debajo. Abrió la cremallera del bolsillo exterior y sacó cinco cristales que había
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Embrujadas. **Algo Mágico**
empaquetado en el último minuto. Tintinearon en su palma, y su superficie fría y suave
hizo que se sintiera un poco mejor.
— ¿Qué haces? — preguntó Piper mientras Paige se sentaba en la cama.
— Creo que deberíamos hacer un círculo de protección — dijo Phoebe, saliendo por la
puerta de la tienda. Colocó un cristal en el suelo justo enfrente, luego caminó alrededor
de la tienda, colocando los otros cristales en un círculo. Piper y Paige salieron y la
observaron mientras trabajaba.
— ¿De verdad piensas que esto es necesario? — preguntó Piper, cruzando los brazos.
— Por supuesto que sí — dijo Phoebe, su respiración empezaba a ser rápida y
superficial—Piper, tú estabas igual de alterada que todos esta mañana, si no más.
— Lo sé — dijo Piper —. Pero Phoebe, tenemos protecciones que esta otra gente no
tiene. Si algo con enormes garras irrumpe en nuestra tienda, simplemente lo haré saltar
por los aires.
—Dijo las últimas palabras en voz baja para que los hippies que estaban haciendo las
maletas no la oyeran—. Además, estas cosas tienen defectos. Si existiera un hechizo de
protección infalible, tendríamos uno en casa y no estarían amenazándonos cada cinco
minutos.
— Es mejor que nada — dijo Phoebe con seguridad.
—Bueno, yo estoy con Phoebe —dijo Paige, alargando la mano para coger la de
Phoebe
— Preferiría que la cosa con garras no consiguiera nunca entrar en la tienda.
— Está bien — dijo Piper, poniendo los ojos en blanco y dándole la mano a Paige—.
Hagámoslo rápido antes de que alguien se fije. — Recitaron las palabras de un sencillo
hechizo de protección las tres a la vez: A través de este círculo que las Embrujadas
hacemos, que no pase nadie en quién no confiemos. Un rayo de luz púrpura iluminó el
círculo que delimitaban los cristales, y luego desapareció. Phoebe miró a su alrededor
para ver si alguien se había fijado, pero los otros aquelarres estaban demasiado
ocupados con sus propios hechizos. Ni siquiera había alguien mirando en su dirección.
—Gracias, chicas —dijo Phoebe, dejando escapar un leve suspiro de alivio—. Ya me
siento mejor.
— Bien —dijo Piper, frotándole la espalda a Phoebe—. Supongo que lo mejor será
hacer todo lo que podamos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Vale, yo digo que es hora de ir al Stryp — dijo Paige, soltando la mano de Phoebe. Se
metió en la tienda a través del faldón de la puerta, y Phoebe y Piper la siguieron. Paige
cogió su lápiz de labios y un espejo y se dio una nueva capa rápidamente, luego apretó
los labios uno contra el otro —. Antes vi a Taryn y a Tessa, y dijeron que querían
alejarse de todo este caos, así que... ¿qué os parece?
—A mí me gusta la idea — dijo Phoebe con una gran sonrisa—. Me podría tomar unas
vacaciones de estas vacaciones. —Ella y Paige miraron a Piper —. ¿Te apuntas?
— Del todo — dijo Piper, cogiendo su bolso — ¡Vámonos!, Paige cruzó el casino con
paso seguro, con un cubo de plástico vacío en la mano, apartando con la mano las nubes
de humo de los cigarrillos y los puros. Ese lugar era como un laberinto de luces
parpadeantes, tragaperras que giraban, y camareras con una ropa absurdamente
minúscula. Cada vez que doblaba una esquina, estaba segura de que iba por el pasillo de
máquinas tragaperras donde había visto a sus hermanas por última vez, y cada vez se
encontraba con la mirada de otros diez o veinte desconocidos cansados y enfadados. Si
todo el mundo se estaba divirtiendo tan poco, entonces, ¿por qué parecía que tuvieran el
trasero permanentemente pegado a esas pequeñas sillas de terciopelo?
—Vale, me rindo —dijo Paige en voz alta, levantando los brazos.
— ¿De qué te rindes? —preguntó la voz de Phoebe. Paige se volvió para ver a sus
hermanas, que miraban por encima de la siguiente fila de tragaperras de puntillas. Paige
soltó un suspiro de alivio, fue hacia ellas y tiró su cubo vacío entre dos máquinas.
—No entiendo qué es lo que todo el mundo piensa que es tan genial de este lugar —
dijo, cruzando los brazos y sentándose en la silla vacía junto a Phoebe—. Hace unos
cinco minutos que esto dejó de ser divertido.
— ¿Qué pasó hace cinco minutos? — le preguntó Piper, levantando una ceja. Tuvo que
inclinarse hacia delante para ver a Paige al otro lado de Phoebe.
— Perdí mis últimos veinte dólares —respondió Paige malhumorada. Se sentía muy
idiota. Sabía que lo tenía que haber dejado antes de tirar esos últimos veinte en la
máquina, pero era como si estuviera poseída. No podía dejar de intentarlo solo una vez
más... ¡Y ahora ya no le quedaba nada!
— Bueno, yo me lo estoy pasando genial — dijo Phoebe riendo, sujetando su cubo de
premios, que estaba casi lleno de monedas de veinticinco céntimos. Paige abrió mucho
los ojos. Allí tenía que haber por lo menos unos cien dólares.
— ¿De dónde has sacado todo eso? — preguntó Paige.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Esta es mi máquina de la suerte! —dijo Phoebe alegremente. Dio unas palmaditas a
la Mp mágico máquina tragaperras que tenía delante cariñosamente, como si fuese su
perro. Paige se inclinó y cogió una moneda del cubo de Phoebe, luego la metió en la
ranura de la máquina que tenía delante. Tiró de la palanca, cerró los ojos, y dijo una
breve oración. Solo quería ganar algo aquella noche. Aunque solo fuesen cincuenta
centavos. Cuando volvió a abrir los ojos, la máquina se estaba parando: cereza,
cereza...Paige miró a sus hermanas, conteniendo la respiración. ¡Una cereza más y sería
rica! O por lo menos saldría sin ganar ni perder. La última rueda dejó de rodar, y la línea
estaba justo entre una cereza y un lingote. A Paige se le cayó el alma a los pies.
—Genial —dijo, dejándose caer hacia atrás en la silla—. ¿No podemos usar un poco de
magia para que pueda recuperar mi dinero? La única respuesta que obtuvo fueron dos
severas miradas.
—Está bien — dijo Paige, poniendo los ojos en blanco. En ese momento sonó una
fuerte aclamación de por lo menos una docena de voces en alguna parte del casino.
Paige oyó el sonido de palmadas y de risa floja. De repente sintió una envidia intensa
porque alguien ganara en este lugar. Sacudió la cabeza, incapaz de creer el efecto que el
casino producía sobre ella. Se estaba volviendo una psicópata avara, y solo llevaban una
hora allí.
— ¿Qué les ha pasado a Tessa y Taryn? —preguntó Paige mientras Phoebe volvía a
tirar de la palanca de su máquina.
—Estaban cansadas, y regresaron al camping — dijo Piper—. En realidad, creo que yo
también me iré pronto.
—Me parece buena idea — dijo Paige—. Estoy muerta de aburrimiento. Phoebe soltó
un chillido, y empezó a sonar fuerte una campana. La luz de la parte superior de su
máquina parpadeaba como loca, y de no se sabe dónde empezó a caer dinero en la
bandeja metálica. Paige no podía creerlo. ¡Su hermana acababa de conseguir tres
cerezas!
— ¡Oh, Dios mío! ¡Phoebe! —dijo Paige, con una gran sonrisa.
— ¡Mil monedas de veinticinco! — gritó Phoebe, dando palmadas — ¿Cuánto es eso?
— ¡Son doscientos cincuenta dólares! —exclamó Piper mientras se levantaba y apretaba
los hombros de Phoebe—. Si sigues así nos vas a pagar estas vacaciones.
Se oyó otra fuerte ovación desde la parte central del casino, y Paige miró por encima
de las cabezas de sus hermanas para ver si podía divisar donde estaba la acción. La
máquina de Phoebe todavía seguía escupiendo monedas lentamente, y Phoebe y Piper
empezaron a sacarlas en tazas.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Me parece, chicas, que os vais a quedar por aquí un buen rato — dijo Paige —. Voy a
ver qué pasa.
— ¡Vale! — dijo Phoebe—. ¡Pero date prisa! ¡Puede ser que necesitemos ayuda para
llevar todo esto! Paige sonrió y se fue hacia los gritos. Llegó al centro del casino, donde
estaban todas las mesas de blackjack y de dados. Se oyó otra aclamación, y Paige vio a
Jasmine y a todas sus amigas abrazándose y saltando junto a una de las mesas de la
ruleta. Se las veía totalmente fuera de lugar con su vestimenta completamente negra, y
un par de hombres mayores con camisas color pastel las observaron con recelo al pasar
junto a ellas. Paige llegó justo cuando el crupier pagaba un montón de fichas a la chica
de pelo púrpura.
— ¿Qué pasa? —preguntó Paige, deslizándose hasta el lado de Jasmine.
—Somos las diosas de la ruleta, eso es lo que pasa — dijo Jasmine, con los ojos
brillantes. Bajo la luz del casino se veía claramente que el color de su piel era, de hecho,
más que blanco—. Compruébalo. —Levantó un montón de fichas, y Paige calculó
rápidamente. Jasmine tenía más de mil dólares delante de ella.
— Increíble. ¿Chicas, tenéis un sistema o algo? — les preguntó Paige mientras las
demás chicas colocaban sus apuestas para la siguiente tirada. Jasmine se inclinó hacia el
oído de Paige.
—Sí. Se llama magia —le dijo. A Paige se le revolvió el estómago cuando Jasmine se
apartó, con chispas de malicia en sus ojos oscuros. ¿Lo decía en serio? ¿De verdad
usaban un hechizo o algo para controlar la ruleta?, Parece que estas chicas nunca han
oído hablar de los peligros de los beneficios personales, pensó Paige. El crupier movió
la mano sobre el tablero de la ruleta, indicando que no aceptaría más apuestas, luego
tendió la mano para hacer rodar la ruleta. En ese mismo momento, Jasmine y sus amigas
se dieron las manos y cerraron los ojos. Paige vio que todas murmuraban algo al
unísono, pero apenas movían los labios. El crupier estaba pálido y un poco sudoroso y
nervioso. Miraba por encima de su hombro como si planeara una manera de escaparse.
La ruleta se detuvo y la bola rebotó, parándose finalmente en el quince negro. Jasmine y
sus amigas se soltaron las manos, abrieron los ojos, y gritaron de alegría.
—Quince negro. Tenemos un ganador — dijo el crupier sin pizca de entusiasmo. Pagó a
una chica del final de la mesa que tenía un montón considerable de fichas.
— ¿Chicas, qué estáis haciendo? —le susurró Paige a Jasmine al oído.
—Es un simple hechizo de manipulación —respondió Jasmine en un susurro—. Con
tantas wiccas haciendo el mismo conjuro, no fallará nunca. Nos estamos turnando para
ganar, eso es todo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿Eso no es hacer trampas? — preguntó Paige, que se estaba acalorando,
—Dios, Paige —dijo Jasmine burlándose—. ¿Quién iba a decir que eras tan
escrupulosa? En ese momento un hombre con aspecto oficial con el pelo canoso se puso
detrás del crupier y le susurró algo al oído. El crupier pareció aliviado, y lanzó una
mirada triunfante a Jasmine y sus amigas antes de apartarse para que el hombre con
traje ocupara su lugar en la mesa.
—Lo siento, pero voy a tener que interrumpirlas, chicas — dijo el hombre, apretando la
punta de los dedos contra la superficie de fieltro de la mesa—. Felicidades por sus
ganancias, señoras, pero han dejado esta mesa sin blanca. — No sonrió ni una sola vez.
— ¡Eh! ¡No puedes decirnos cuando tenemos que dejar de apostar! —gritó la chica del
pelo púrpura.
—No, no, está bien — dijo Jasmine, recogiendo sus fichas —. De todas formas íbamos
a ir a ese local, ¿verdad, chicas? Todas amontonaron sus ganancias y se alejaron de la
mesa. Paige estaba a punto de despedirse e ir a buscar a sus hermanas otra vez. Tenía
que decirles lo que acababa de ver. Si el aquelarre de Jasmine era capaz de controlar la
rueda de la ruleta con un cántico, entonces evidentemente tenían algún poder. Podían
ser las siguientes en la lista del secuestrador. Pero cuando se dio la vuelta, Piper y
Phoebe ya se acercaban, cargadas con los cubos de premios llenos.
— ¡Oh, eh! — dijo Jasmine, apartándose los rizos por encima de los hombros—.
¡Parece que no fuimos las únicas ganadoras esta noche! Paige se rió, evitando cuestionar
el uso que Jasmine hacía de la palabra «ganadoras» después de que ella y sus amigas
hubieran hecho trampas de manera evidente.
—Piper, Phoebe, esta es Jasmine — dijo Paige—. Ella y sus amigas se volvieron un
poco locas en la ruleta.
—Yo me volví un poco loca en las tragaperras — dijo Phoebe orgullosamente.
— Genial. ¿Queréis venir a gastarlo con nosotras? Vamos a ese local nuevo del Strip.
Se supone que es genial — dijo Jasmine. El resto de su aquelarre se había reunido en la
punta de la mesa de la ruleta esperándola, y Paige juró haber oído que una de ellas
refunfuñaba desaprobando la invitación que les había hecho Jasmine. Probablemente la
chica pelo púrpura.
— Bueno, me apunto — dijo Paige—. Estoy cansada del casino, pero estoy demasiado
excitada para dormir. Miró a sus hermanas, esperanzada. A Paige no le importaba la
idea de salir con Jasmine y sus amigas. Le daba la impresión que serían muy divertidas
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Embrujadas. **Algo Mágico**
en una discoteca, ya que parecían estar en el lado salvaje, pero sabía que se lo iba a
pasar mejor si también iban Phoebe y Piper.
— ¿Qué os parece? —dijo Paige, moviendo las cejas—. Podemos fortalecer nuestros
lazos de unión como hermanas en la pista de baile.
—No lo sé — dijo Piper, rascándose la frente—. Yo preferiría ir a casa y llamar a Leo.
—Sí, yo también —dijo Phoebe —. Llamar a Cole, quiero decir.
— ¡Vamos, chicas! ¡Estamos de vacaciones! — protestó Paige—. ¡No seáis tan
clásicas!
—Lo siento, Paige — dijo Piper—. Pero si eso es lo que soy, tengo que aceptarlo.
—Está bien —dijo Paige riéndose un poco —. Pero yo voy a ir Phoebe lanzó una
mirada a Piper.
—Paige, ¿puedo hablar contigo un segundo aquí? — preguntó, ladeando la cabeza,
porque no tenía ninguna de las dos manos libres.
—Vuelvo ahora mismo — le dijo Paige a Jasmine.
— Está bien, pero date prisa. Las chicas se están impacientando — dijo Jasmine,
reuniéndose con sus amigas.
Paige siguió a Piper y a Phoebe hasta una máquina de cambio estropeada. Phoebe se
colocó los cubos en los brazos y miró a Paige. De repente, esta tuvo la sensación de
que iba a recibir un sermón.
— No me parece que separarse sea demasiado buena idea con ese psicópata suelto —
dijo Phoebe en voz baja.
—Phoebe, vamos —respondió Paige —. Estaré con amigas. Se tragó la ola de miedo
que le había provocado las palabras de Phoebe. Al fin y al cabo, ella había llegado a la
conclusión de que Jasmine podía ser un objetivo del secuestrador. Pero no se la iba a
llevar en medio de un local en ebullición, de manera que, de momento, no había
ninguna razón para contarles sus sospechas a sus hermanas. No cuando sabía que
perderían el control y la arrastrarían de vuelta al camping.
—Sí, estará bien —dijo Piper.
— ¡Piper! ¡Creía que estabas de mi lado en esto! —exclamó Phoebe.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Bueno, por una vez no voy a ser Piper la responsable —respondió, apartándose el
pelo hacia detrás de las orejas —. Creo que Paige debería salir y divertirse. Además, va
a estar rodeada de gente. Estará bien.
— ¡Gracias! — dijo Paige, dando un saltito de alegría—. ¡Saludad a Cole y a Leo de
mi parte! Entonces, antes de que Phoebe pudiera volver a protestar, Paige se volvió y se
fue corriendo hacia Jasmine. ¡Era hora de divertirse un poco en estas vacaciones!
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Oh, Dios. ¿Qué ocurre? — preguntó Phoebe, se le revolvió el estómago mientras
Piper conducía el descapotable hacia la entrada del camping. Había dos coches de
policía aparcados junto al letrero del camping Tumbleweed, con las luces encendidas.
Una pareja de agentes de policía uniformados estaban de pie al lado de sus coches,
hablando con las cabezas muy juntas, las alas de sus enormes sombreros se tocaban.
— ¿Crees que ha desaparecido alguien más? — añadió Phoebe.
—Supongo que lo vamos a saber — dijo Piper cuando uno de los agentes de policía
enfocó una linterna extremadamente brillante hacia su coche. Levantó una mano para
indicarles que se pararan, y Piper disminuyó la velocidad, deteniéndose justo a su lado.
—Buenas, señoras —dijo el poli, apagando la linterna—. Expliquen que hacen aquí, por
favor.
—Nos alojamos aquí para el... S.S... la convención —dijo Piper, lanzando una mirada a
Phoebe. Phoebe sabía que su hermana evitaba la palabra «encuentro» porque tenía
miedo de parecer una loca.
—Bueno, tenemos algunos agentes en el lugar ocupándose de una situación —dijo el
agente, dando un paso atrás —. Si fueran directamente a su tienda, se lo agradeceríamos
mucho.
— ¿Una situación? — dijo Phoebe —. ¿Ha desaparecido alguien más?
— Lo siento, señora —respondió —. No estoy autorizado a dar información. Solo siga
hasta su tienda. Phoebe y Piper intercambiaron una mirada de preocupación cuando el
agente se apartó e hizo un gesto con la mano para que Piper avanzara. Arrancó el coche
y siguió por el camino de tierra y condujo con cuidado por el camino a través de la
oscuridad.
—No vamos de verdad a nuestra tienda, ¿no? — preguntó Piper, agarrando el volante.
—Como si lo tuvieras que preguntar —dijo Phoebe inexpresiva. Les pareció que el
camino hasta el camping duraba una eternidad mientras Phoebe intentaba evitar pensar
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Embrujadas. **Algo Mágico**
lo peor. Cuando llegaron, había grupitos de gente de pie delante de las tiendas y
sentados en bancos, hablando en voz baja y mirando por encima de sus hombros hacia
la oscuridad. En el ambiente se notaba una sensación de tensión densa, casi palpable.
Piper condujo justo hasta la oficina de Treetop, donde estaban aparcados dos coches de
policía más, y paró el motor.
—Si alguien puede saber lo que pasa, tiene que ser Marcia — dijo Piper, mientras
cerraba el coche de un portazo y daba la vuelta por delante.
— ¿Qué vas a hacer? ¿Entrar sin más cuando están en medio de una investigación?
—Le preguntó Phoebe, corriendo para atraparla. Piper respondió haciendo precisamente
eso. Phoebe la siguió, pero en cuanto entró en la minúscula cabaña de la oficina, un
agente de policía con poco pelo la agarró por los brazos.
—No podéis entrar aquí, chicas — dijo, lanzando a Piper una mirada casi
amenazadora—. ¿Por qué no esperáis fuera? Phoebe echó un vistazo rápido a la oficina.
Había dos agentes más en el rincón cerca de un televisor y un vídeo, mientras otro
hablaba con Marcia y Ryan Treetop detrás del escritorio. Marcia tenía la piel muy
pálida y el pelo revuelto, como si no se hubiese mirado a un espejo en todo el día, y
Ryan tenía la frente fruncida por la preocupación.
— ¿Marcia? ¿Va todo bien? — preguntó Phoebe, con el policía agarrándole los brazos
todavía. Marcia levantó la mirada, con los ojos pesados, y tardó un momento en
concentrarse en ella.
—Sí, querida. La policía solo ha confiscado una cinta de vigilancia. El poli soltó a
Phoebe, y esta se llevó las manos instintivamente hacia los bíceps para zonas doloridas
por donde la habían sujetado. Observó a Piper, sabía que su hermana pensaba lo mismo
que ella. ¿Una cinta de vigilancia? Si quien se había llevado a Craig estaba en esa
grabación y conseguían echarle un vistazo, entonces encontrar al demonio en el Libro
de las sombras sería mucho más fácil. Siempre era un punto a favor tener una foto del
capullo sobrenatural del momento.
—Señora Fariña, le dije que la información no se podía hacer pública — dijo el agente
de policía con expresión grave.
— Lo siento —respondió Marcia, apretándose las manos —. Es que ha sido un día
bastante duro.
— ¿Podemos ver la cinta? — preguntó Piper, mirando el vídeo, que parecía estar
detenido en medio de una imagen en blanco y negro de uno de los numerosos senderos
que atravesaban el camping.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—No, no pueden —dijo el agente de policía con condescendencia, montando en
cólera—. Son asuntos de la policía, y esta cinta es una prueba oficial. Ahora, si fuesen
tan amables de marcharse...
—Muy bien, pues —dijo Piper. Levantó las manos y con un movimiento rápido de las
muñecas congeló la habitación. El agente de policía se paró con la boca medio abierta y
los ojos medio cerrados, y Marcia se quedó congelada a medio llorar. Pero lo más
importante era que los dos polis de la esquina se habían apartado lo suficiente del
televisor para que Piper y Phoebe accedieran a él.
—De acuerdo, vamos —dijo Piper, corriendo hacia el vídeo. Pulsó «play», y Phoebe y
ella retrocedieron para mirarla escena parpadeó y se puso en marcha en blanco y negro
granulado. Se veía en un ángulo desde arriba sobre un camino que discurría entre tres
tiendas. El temporizador de la parte inferior izquierda decía 2:43 a.m. Phoebe contuvo la
respiración esperando que pasara algo, pero transcurrieron un par de minutos y no
vieron nada. Solo era una imagen de un camino vacío.
—Voy a pasar hacia delante — dijo, apretando el botón—. No tenemos tiempo
suficiente para ver una hora de nada. La cinta avanzó sin mostrar mucho más que líneas
blancas que pasaban por la pantalla. Entonces, de repente, Phoebe vio un movimiento en
la parte superior izquierda de la pantalla. Se abalanzó hacia el vídeo y apretó el botón
«play».El temporizador decía ahora 2:59 AM. Tres figuras, inhumanamente altas y
vestidas con túnicas negras largas, salieron desde la parte superior de la pantalla hacia el
camino. Phoebe sintió que su corazón latía fuerte con premonición. Las criaturas se
movían lento, cautelosamente, con la cabeza agachada. Algo en su manera de moverse,
casi como si flotaran, y en el roce de los vestidos al moverse hacia delante y hacia atrás
como un suspiro, le provocó un escalofrío en la espalda.
— ¿Qué son? — murmuró, entornando los ojos. —No tengo ni idea —respondió Piper
— Podrían ser humanos. Monstruosamente grandes, humanos candidatos para la NBA.
Entonces una de las criaturas levantó la cara, y Phoebe le agarró el brazo a Piper de
un manotazo.Tenía una cabeza de chacal enorme y brillante, con un hocico largo y ojos
sin expresión que miraban fijamente. Cuando volvió a bajar la cabeza, alargó la mano
para cubrirse mejor con la capucha, y Phoebe pudo ver con total claridad que tenía unas
garras negras enormes.
—Vale, esto es raro —dijo Phoebe, temblando y soltando el brazo de Piper mientras las
criaturas cruzaban toda la imagen.
— Lo que es raro es que esas cosas estuvieran paseándose por aquí anoche mientras
dormíamos — dijo Piper con un escalofrío —. Vale, rápido, rebobina la cinta. Por lo
menos ahora sabemos qué aspecto tienen.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿Vamos a dejarla aquí? — preguntó Phoebe, mientras apretaba el botón de
rebobinar.
—Tenemos que hacerlo. La acababan de poner en el vídeo. Si nos la llevamos, será
demasiado sospechoso — dijo Piper, mientras volvía a colocarse donde estaba antes de
que hubiese congelado a todo el mundo —. Además, pensarán que se trata de gente
disfrazada. Nadie aparte de nosotras se va a dar cuenta de que esas cosas son reales.
— Vale —dijo Phoebe. Paró la cinta, pulsó el botón «play», y volvió a dejarla en pausa.
Luego se apresuró a colocarse en su posición junto a Piper—. Hazlo —dijo.
Piper levantó las manos, y en ese momento la puerta de la oficina se abrió de repente.
Phoebe tuvo el tiempo justo de ver entrar a Taryn, a Tessa, y a Christian antes de que
Piper descongelara la escena. A Tessa y a Christian casi se les salían los ojos de las
órbitas, y Taryn tuvo que agarrarse a la jamba de la puerta para no caer. Phoebe quería
desaparecer. Todos ellos habían presenciado el poder de Piper.
—...de la oficina ahora — dijo el poli, terminando la frase que había empezado antes
de quedarse helado. Entonces miró a los tres nuevos visitantes que habían aparecido
detrás de ellas y se le congestionó la cara—. ¿De dónde demonios habéis salido
vosotros tres? —les soltó.
—Vamos —dijo Piper, agarrando a Taryn y a Tessa del brazo —. Ya nos íbamos.
Las arrastró hacia afuera, y Phoebe se aseguró de que Christian saliera delante de ella
para que no pudiera hacer ninguna pregunta sobre la gente del interior de la oficina. En
cuanto estuvieron de nuevo en el camino, sin embargo, Christian empezó a hacer
montones de preguntas.
— ¿Qué era eso? — preguntó frenético —. ¿Qué era lo que acabamos de ver ahí?
—Nada —dijo Piper automáticamente—. Yo no vi nada raro, ¿y tú, Phoebe?
— Buen intento — dijo Christian, cruzando los brazos—. Le habéis hecho algo a esa
gente, y si no me decís qué está pasando ahora mismo, voy a entrar ahí dentro y les voy
a contar a esos polis lo que acabo de ver. Phoebe miró a Piper, y Piper se limitó a asentir
con la cabeza, dando una patada en el suelo con su bota y con pinta de estar muy
concentrada en su pie. Phoebe abrió la boca para hablar, pero no salió nada. No sabía
qué podía decir para salvar la situación.
—Bueno, pues voy —dijo Christian, empezando a moverse hacia la puerta de la cabaña
de Treetop.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Espera! —dijo Tessa, tocándole el brazo y deteniéndolo. Se volvió lentamente hacia
Piper y Phoebe e inspiró hondo —. Chicas, tenéis que contarnos qué está pasando —
dijo — ¿Quién tiene unos poderes así?
Cuando Piper levantó la cara una vez más, Phoebe y ella se intercambiaron una mirada
de resignación sombría. De repente, Phoebe se sorprendió a sí misma deseando que
Piper y ella hubieran optado por salir con Paige. En ese momento comprendió que iba a
ser una noche muy larga.
Paige se miró en el sucio espejo del lavabo del club al que Jasmine y sus amigas la
habían llevado, y se preguntó por qué no se había ido a casa con sus hermanas. Aunque
solo estuvieran charlando con sus hombres, se lo tenían que estar pasando mejor que
ella. El ritmo potente de la música dance retumbaba a través de las paredes, provocando
que la instalación de la tenue luz temblara, y se clavaba en las sienes de Paige con cada
tono grave. Al parecer ya no era capaz de salir de fiesta como antes.
—Mm, ¿perdona? ¿Vas a acaparar ese espejo toda la noche?, Paige se miró en el espejo
y vio a una chica demasiado maquillada de unos veintiún años que estaba de pie detrás
de ella con una camiseta de tirantes plateada brillante que le dejaba toda la espalda al
aire y unas botas que prácticamente le llegaban al obligo. Otra odiosa chica más que se
creía que el mundo giraba a su alrededor y que por lo tanto tenía que conseguir un
espejo cuando lo necesitaba. El club entero estaba atestado de ellas. Una parte de Paige
quería poner a la chica en su lugar, pero una parte todavía mayor estaba demasiado
cansada para hacérselo. Se apartó de las pilas, salió empujando las puertas y se reunió
de nuevo con la multitud que vibraba en la pista de baile.
Casi inmediatamente, dos chicas que corrían hacia el baño chocaron contra Paige, y
estuvieron a punto de tirarla al suelo. Ninguna de las dos se paró para disculparse, y
a juzgar por cómo seguían riéndose tontamente y hablando, Paige hubiese jurado que ni
siquiera se habían dado cuenta. Había un grupo de chicos con ropa oscura y
ultramoderna junto a la pared, bebiendo cerveza en botellas de cuello largo. Se fijaron
en Paige atentamente, y ella apartó la mirada. Tenía que perderse en medio de la pista
de baile antes de que uno de ellos intentara ligar con ella.
Paige contuvo la respiración y se sumergió en la masa de cuerpos en movimiento,
intentando atravesar la pista de madera dura hacia la barra, donde había visto por
última vez a Jasmine y las otras. Estaba lista para marcharse, pero quería decirles que se
iba. No es que fueran a darse cuenta de su ausencia, o les fuera a importar, pero una
parte de ella todavía quería que alguien supiera dónde estaba y dónde no estaba. Por lo
que parecía, el sentido de la responsabilidad de sus hermanas mayores se le estaba
contagiando. Finalmente logró salir por el otro lado de la pista de baile, solo un poco
magullada, y respiró profundamente. Mirando alrededor, vio a la chica pelo púrpura,
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Embrujadas. **Algo Mágico**
que se llamaba Chloe, hablando con Annie la del pelo largo y con Jesse, que era
menuda, callada, y que parecía admirar a las otras chicas como si fuesen sus heroínas.
Estaban de pie junto a la barra, y todas se reían tontamente de algo. Paige fue hacia ellas
y se metió en un pequeño hueco entre la espalda de Chloe y una pareja que se estaba
dando el lote como si estuvieran en su propia habitación y no en un lugar público.
— ¡Eh! Chicas, ¿habéis visto a Jasmine? — gritó Paige a pleno pulmón para que la
oyeran por encima del potente ritmo dance.
— ¡Paige! ¡No te vas a creer lo que acabo de hacer! — dijo Chloe, volviéndose y dando
un largo sorbo a su martini—. ¿Ves a aquel chico junto a la pared? ¿El que lleva esa
camisa negra y gris espantosa? —Señaló a un chico al otro lado de la pista con pinta de
cretino y una camiseta retro y pantalones negros que estaba inspeccionando la pista de
baile. Llevaba el pelo recogido atrás en una cola, y un pendiente largo en la oreja.
—Sí, ¿qué le pasa? — preguntó Paige, intentando ignorar la sensación de premonición
de su pecho.
—Bueno, quería ligar con Jesse y no la dejaba en paz, así que lo marqué — dijo Chloe,
sonriendo de satisfacción maliciosamente antes de tomar otro sorbo de su bebida.
— ¿Lo marcaste? —repitió Paige. No tenía ni idea de qué significaba marcar a alguien,
pero no parecía nada bueno.
—Sí. Llevo esta poción en el bolso por si la necesito — dijo Chloe, sacando una
ampolla de su delgado bolso negro—. Lo único que tienes que hacer es ponerte un poco
en la punta del dedo y frotarlo en la nuca de otra persona. Son como unas gafas de
cerveza instantáneas. — Miró por encima del hombro de Paige y se rió—. ¡Mira!
¡Compruébalo!
El cretino estaba intentando ligar insistentemente con una chica con sobrepeso vestida
con una camiseta extremadamente ceñida. La tenía arrinconada contra la pared y le
acariciaba la mejilla con un dedo, cariñosamente. La chica parecía totalmente incómoda
y después de unos momentos consiguió zafarse del tipo. A Paige se le revolvió el
estómago. No podía creer que Chloe hubiese lanzado un hechizo contra aquel pobre
chico. Y tampoco era lo que se dice justo con la población femenina del club.
Probablemente iba a intentar ligar con todas las chicas presentes allí antes de que
terminara la noche.
—Eso no tiene gracia, Chloe —dijo Paige. Empezaba a sentirse como si estuviera
tratando con niñas de parvulario. La cara de Chloe se ensombreció, y Paige supo que
estaban a punto de discutir, pero antes de que ocurriera, regresó Jasmine, riendo y
chillando nerviosa.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Lo conseguí! ¡Conseguí un trozo de su pelo! — dijo Jasmine, mostrando dos dedos
apretados.
— ¡Perfecto! — exclamó Chloe. Volvió a meter la ampolla de poción en su bolso y sacó
una pequeña muñeca de vudú blanca—. ¡Ven! Dámelo.
—Esto te va encantar, Paige — dijo Annie, apoyando los codos en la barra.
Chloe enrolló un trozo largo de pelo rubio casi blanco en el cuello de la muñeca hasta
que estuvo tenso. Luego sujetó la muñeca con ambas manos y recitó rápidamente: «con
mis palabras esta muñeca se convierte en mi instrumento. Dame el poder para usar mi
magia sobre aquella cuyo pelo tengo aquí». Chloe sonrió ampliamente a Paige, que
empezó a retorcerse incómodamente, y luego colocó la muñeca sobre la barra—.
— ¿Preparadas, chicas? — preguntó Chloe con complicidad. Annie, Jesse, Chloe y
Jasmine colocaron cada una un dedo sobre la muñeca y miraron a través de la sala hacia
el baño. Paige echó un vistazo a su alrededor, pero no parecía que nadie prestara
atención a lo que sucedía. Había demasiado caos en la sala como para fijarse en eso.
Además, incluso si alguien veía a Jasmine y a sus amigas haciendo vudú,
probablemente no le diera demasiada importancia. Aquella ciudad estaba llena de gente
más estrafalaria que la de San Francisco.
— ¿Para quién es este hechizo? — preguntó Paige con una voz lo más baja posible sin
que la tapara la música.
—Ya lo verás —respondió Jasmine con una sonrisa de satisfacción. La chica
maleducada del baño salió hacia la multitud, y Paige supo de repente que era la
víctima. Tenía una cabellera blanca que le caía por la espalda, idéntica al pelo que
Chloe había usado.
— ¡Tropieza! — dijeron las cuatro chicas al unísono. Al instante la chica tropezó con
sus propios pies y se agarró a una columna para no caerse. Paige abrió los ojos de par en
par, alarmada.
— ¿Qué os ha hecho esa chica? —preguntó, mirando a Jasmine.
—Antes ha sido muy grosera en la pista de baile. No dejaba de darme codazos. Es decir,
vamos. Este es mi espacio de baile, este es tu espacio de baile, ¿vale? ¿Qué hay de
difícil en eso? —Jasmine miró a sus amigas, y luego todas miraron otra vez a la chica.
Se deslizaba hacia un chico atractivo y alto con todo el estilo de una seductora.
— ¡Estornuda! —dijeron las cuatro chicas. De repente la chica rubia soltó un estornudo
74
Embrujadas. **Algo Mágico**
enorme sobre el chico al que intentaba impresionar. Él hizo una mueca y se limpió la
mano en los pantalones, antes de alejarse. La chica rubia parecía avergonzada mientras
Jasmine y sus amigas se reían de ella.
— Chicas, parad — dijo Paige, sintiéndose fatal.
—No seas mojigata — le contestó Chloe bruscamente—. Una más, chicas. La chica
rubia se dirigía hacia la pista de baile, al parecer con la esperanza de perderse entre la
multitud. Justo al llegar al centro de la pista y junto a un grupo numeroso de chicos y
chicas fanfarrones, Jasmine y sus amigas volvieron a atacar.
— ¡Cáete! — dijeron todas juntas. La chica rubia tropezó y cayó de cara en el centro del
grupo. A Paige le pareció bastante doloroso, pero todos los que estaban a un radio de
diez metros se partieron de risa. La chica se levantó y se fue corriendo del club,
empujando a grupos de gente para abrirse paso. Estaba a punto de llorar.
—Ya basta, yo me largo de aquí —dijo Paige, totalmente indignada. No le importaba lo
grosera que hubiese sido la chica con ella o con Jasmine. Los poderes no se usaban para
lastimar a gente inocente. Ni siquiera a la no tan inocente. Paige agarró su bolso, y
haciendo caso omiso de las protestas de Jasmine, se abrió camino a través de la multitud
y salió por la puerta lateral. Lo último que quería era encontrarse con la chica llorando
afuera, sabiendo que ella podría haberlo evitado. En ese momento, la única idea que
tenía en la cabeza era regresar al camping y olvidar que aquel día hubiese existido
alguna vez.
Al salir, se encontró en un callejón. Miró a su alrededor, desorientada, y finalmente
vio que pasaban varios coches al otro lado del callejón situado a su derecha. Decidió
que tenía que ser la avenida Strip, y se encaminó hacia allí. Pero no había dado un
paso cuando oyó un fuerte alarido detrás de ella. Un fuerte alarido humano. Paige se
volvió y vio dos figuras que luchaban en el otro extremo del callejón. Corrió hacia ellas,
y mientras se acercaba vio el destello de algo metálico. A Paige se le hizo un nudo en la
garganta al entender de repente lo que ocurría. Un hombre sujetaba a una chica por
detrás y le ponía una navaja en el cuello mientras intentaba soltarle el bolso del hombro.
Sin pensarlo dos veces, Paige extendió la mano enérgicamente y dijo:
— ¡Navaja!—
El arma desapareció en un remolino de luz blanca y reapareció en la mano de Paige.
Atónito, el asaltante soltó a la chica, y la víctima aprovechó la oportunidad para
darle un codazo en la tripa. El atracador se retorció mientras la chica salía corriendo
hacia el Strip.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Ni siquiera pareció reparar en Paige, que estaba allí de pie, lo que probablemente fuera
una suerte. De esa manera no habría preguntas. Cuando el atracador recuperó la
respiración, levantó la mirada hacia Paige, parpadeó una vez, y luego salió gateando por
el otro lado del callejón.
—Bueno, por lo menos la noche no ha sido un fracaso total — se dijo Paige a sí misma.
Tiró la navaja en un contenedor cercano y se sacudió las manos, orgullosa por un
trabajo bien hecho. Entonces se volvió y vio a Jasmine de pie en la puerta lateral, con la
boca abierta, maravillada. Paige se quedó helada.
— ¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó Jasmine.
— ¿Hay alguna posibilidad de que creas que fue una ilusión óptica? —le preguntó
Paige con una sonrisa suplicante. Jasmine cambió el peso de una pierna a la otra y cruzó
los brazos, esperando. Incluso arqueó una ceja, un gesto que Paige llevaba años
intentando perfeccionar.
—Ya veo —dijo Paige. Ella estaba destrozada, pero, y esto era incluso peor, sus
hermanas la iban a matar.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Esto es una pesadilla —dijo Phoebe taciturnamente mientras Piper, Paige y ella
arrastraban los pies por el camino desierto hacia el comedor la mañana siguiente.
Después de lo que les había pasado a cada una de ellas la noche anterior, ninguna de
ellas tenía ninguna prisa por ser vista en público. Por suerte el camping estaba tan
muerto que apenas parecía un lugar público. No solo mucha gente había abandonado el
establecimiento, sino que las hermanas habían salido tarde de su tienda adrede para no
encontrarse con Christian o Jasmine cuando fueran a desayunar. Tendrían que ver a
Tessa y a Taryn en la mesa, pero habían decidido que era mejor enfrentarse a un wicca
alucinado cada vez.
Phoebe intentaba mantenerse fresca, pero le fue imposible con aquel calor seco. No eran
ni las diez, y ya se acercaban a los treinta y dos grados. Sudaba por el calor y por la
ansiedad, y tenía que secarse constantemente la cara con un pañuelo de papel.
— Todo va a salir bien. De verdad, creo que saldrá todo bien — dijo Paige, jugueteando
con la punta de uno de sus dos cortas trenzas. Aparte de moverse nerviosamente, parecía
calmada y serena, y Phoebe pensaba que ojalá también ella se hubiera recogido el pelo.
— ¿Cómo? —preguntó Piper, volviéndose hacia ellas dos mientras se detenía en el
exterior del comedor—. ¿Cómo puede salir bien? Hubo un momento de silencio, y
luego Paige suspiró.
— No tengo ni idea — respondió —. ¡¿Tal vez si todas orbitamos a Alaska?!
— ¡Oooh! ¡Me gusta ese plan! — dijo Phoebe con una gran sonrisa de esperanza.
Piper gruñó y cerró los ojos un momento, con la mano en el pomo de la puerta. Todas
sabían que escapar no era una opción viable.
— Lo que no entiendo es cómo pudisteis ser las dos tan estúpidas para que os atraparan
usando nuestros poderes en la misma noche —le dijo a Paige.
—Sí. Sois un par de idiotas —dijo Phoebe, balanceando los brazos hacia delante y
dando una palmada. Sus hermanas le lanzaron la mirada enfurecida patentada por las
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Embrujadas —. Lo siento. Solo intentaba quitarle hierro a la situación. —Se aclaró la
garganta, se subió la cintura de sus floreados pantalones pirata, y se puso junto a Piper.
—Voy a entrar. Cubridme — dijo teatralmente. Luego entró en el comedor, con la
cabeza bien alta, aunque preferiría pegarse a la pared. Todos los que estaban en la sala
levantaron la mirada cuando llegaron las Embrujadas, y Phoebe se quedó helada,
esperando las preguntas, las acusaciones, el respeto y el miedo. Pero parecía que solo
habían levantado la mirada por simple curiosidad, porque al instante volvieron a
concentrarse en la comida. Cosa que fue un alivio. Significaba que Jasmine, Christian,
Tessa y Taryn no habían estado corriendo por el camping la noche anterior, difundiendo
la noticia de unos bichos raros con absurdos poderes. Phoebe se quedó impresionada de
verdad.
La atmósfera del comedor era completamente diferente de lo que había sido el día
anterior. La risa había desaparecido, así como la conversación en voz alta y estridente, y
el estrépito digno de un partido de la Super Bowl. La mitad de las mesas estaban vacías,
y la otra mitad estaban ocupadas por grupos de personas que susurraban inclinándose
sobre sus platos. Ninguno de los aquelarres miraba a nadie que no estuviera en su propia
mesa, y el aire estaba tan cargado de paranoia que Phoebe prácticamente podía tocarla.
Phoebe se tragó los nervios, dirigió la mirada hacia la mesa 3, y vio que Tessa y Taryn
las estaban esperando expectantes, junto con Christian y Jasmine. Se intercambiaron
miradas entre ellos después de que Phoebe los viera, y quedó claro que Jasmine había
estado hablando con los otros. Sabían que tanto Piper como Paige tenían poderes, y
probablemente se imaginaban que Phoebe también los tenía, por asociación.
—Parece que tenemos un par de tránsfugas en nuestra mesa — dijo Phoebe en voz baja,
pasándose la mano por la nuca.
— ¿Por qué no orbito a un McDonald's, compro algo para desayunar, y me reúno con
vosotras en nuestra tienda? —sugirió Paige, balanceándose sobre los talones —. O
todavía mejor, ¿qué me decís de aquellas cafeterías que vimos al llegar? Todo lo que
puedas comer —les ofreció, moviendo las cejas.
— Vamos, Paige, vamos a tener que enfrentarnos a ellos alguna vez — dijo Piper,
cogiendo a su hermana del brazo y empezando a caminar por el pasillo central —.
Recuerda lo que hablamos anoche. Solo diremos lo indispensable. Phoebe siguió los
pasos de Piper y Paige mientras se acercaban a la mesa 3. Cuando llegaron al final de la
mesa, cuatro pares de ojos se levantaron para mirarlas expectantes. Parecían niños
pequeños esperando un cuento. Phoebe les ofreció su mejor sonrisa.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Hola a todos! —dijo —. ¡Oh, qué bien! ¡Crepés! Se deslizó entre Christian y
Jasmine, se sentó, y empezó a ponerse comida en el plato. Piper y Paige siguieron el
ejemplo de Phoebe e hicieron lo mismo. Phoebe no pensó ni por un minuto que los otros
wiccas iban a dejarlas marchar sin decir nada, pero esperaba posponerlo lo máximo
posible. Después de un par de minutos de silencio, sin embargo, Phoebe no pudo
soportar más la sensación de que todos la miraran. Finalmente miró a Taryn que estaba
enfrente de ella en la mesa.
—Bueno, ¿qué sois, chicas? —preguntó Taryn sin rodeos. Phoebe ni siquiera sabía que
la chica fuese capaz de decir algo de una manera tan directa, sin el menor atisbo de
modales y con voz casi hostil. Pero sin duda a Taryn le había costado hacer la pregunta.
Tenía la cara sonrosada por el esfuerzo, como si hubiese estado reuniendo el coraje para
decirlo durante mucho tiempo.
— ¡Taryn! — dijo Tessa con un grito ahogado, tocando el brazo de su hermana—. ¿Qué
clase de pregunta es esa?
—Una legítima, diría yo —añadió Christian, volviéndose hacia Phoebe con sus grandes
ojos marrones—. ¿Os importaría contestarla?
—Bueno, somos wiccas, igual que vosotros, chicos—dijo Phoebe, despreocupadamente.
Se concentró en empapar las crepés con sirope.
—Sí, igual que nosotros — dijo Jasmine, sus rizos negros se balanceaban mientras
asentía sarcástica-mente—. Ni siquiera yo tengo poderes como los vuestros, y he estado
practicando desde, digamos, el día en que nací. Mi madre fue una wicca muy poderosa
—explicó a los otros con naturalidad.
— ¿Te importaría no gritar tanto? —le pidió Piper entre dientes, inclinándose sobre la
mesa—. Lo últimos que necesitamos es que alguien os oiga por casualidad hablando
sobre nuestros poderes — susurró.
— ¿Por qué? —preguntó Christian. Se irguió, apoyando los codos sobre la mesa, y
observó a Piper con recelo. Phoebe no pudo evitar darse cuenta de que estaba
flexionando sus impresionantes bíceps debajo de su camiseta, intentando parecer
amenazador—. ¿Por qué no querríais que todos supieran lo que podéis hacer? —
añadió.
—Porque preferiríamos no tener a todo el mundo de este lugar sentado en nuestra mesa
mañana por la mañana mirándonos como lo hacéis vosotros ahora mismo — respondió
Piper rápidamente. Los demás se callaron un momento, y todos bajaron la mirada hacia
los olvidados desayunos. Phoebe se devanó los sesos tratando de encontrar algo que
decir que pudiera explicar lo que esta gente había presenciado, pero no eran estúpidos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Sabían que la habilidad de congelar de Piper y la habilidad de orbitar de Paige no eran
poderes wiccas normales. Las proezas que podían realizar las Embrujadas iban mucho
más allá de los trucos con muñecas de vudú que Paige había observado que Jasmine y
sus amigas hacían contra una chica la noche pasada.
—Mirad, chicos — dijo Paige finalmente. Phoebe contuvo la respiración, esperando
que su hermana pequeña no estuviese a punto de irse de la lengua. Quería mucho a
Paige, pero la chica tenía un pequeño problema con eso de hablar antes de pensar.
—Digamos que hemos perfeccionado nuestro poder un poco más, ¿vale? —dijo
Paige—. Estamos muy dedicadas a nuestro arte. Prácticamente es lo único que hacemos.
Todos parecieron asimilarlo, y por un momento Phoebe pensó que iban a aceptarlo sin
más. Un punto para Paige. Pero entonces todos hablaron a la vez.
— Pero congelar el tiempo no es exactamente poca...
— Lo siento, pero no me puedo creer que lo que vi fuese...
— No podéis meteros con la gente así... Phoebe estaba a punto de golpear la mesa con
la cabeza de pura desesperación, cuando de repente una fuerte voz masculina cortó la
conversación, y todos los que estaban en el comedor se quedaron en silencio. En
silencio absoluto.
— ¡Escuchadme todos! Hemos encontrado a Craig. Era Damon, el chico afroamericano
que había hecho el anuncio la mañana anterior. Pero hoy no tenía unos ojos tan salvajes.
Hoy tenía un aspecto absolutamente taciturno. Y nadie lo había oído entrar. Christian se
puso de pie en cuanto las palabras salieron de la boca de Damon.
— Está muerto, Christian —dijo Damon, mirándolo directamente a los ojos a través de
la sala—. Craig está muerto.
—No lo puedo creer — dijo Piper, mirando a su alrededor en el sótano en el que se
habían reunido ella y la mitad de los habitantes del camping—. Toda esta gente no
debería estar aquí.
—No podíamos detenerlos — dijo Paige—. Tienen derecho a saber qué pasa.
—Sí, pero están comprometiendo la escena del crimen —dijo Piper entre dientes.
—Alguien ha pasado demasiado tiempo con Daryl — bromeó Phoebe.
Todo el mundo merodeaba por delante de la puerta del almacén en el que habían
encontrado el cuerpo de Craig (todos los que no habían salido corriendo al conocer el
descubrimiento de un cadáver real). Marcia Fariña estaba histérica en el rincón opuesto,
y unas cuantas mujeres que al parecer asistían al encuentro cada año intentaban
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Embrujadas. **Algo Mágico**
consolarla. Ryan Treetop se apoyó contra la pared junto a ella, cabizbajo, mirando en
dirección contraria a donde estaban Piper y sus hermanas.
Al parecer, Treetop se había acordado por la mañana de aquel antiguo almacén, situado
en el sótano de debajo de su oficina. Dijo que nadie había estado allí abajo desde hacía
años, una historia respaldada por el hecho que había casi un dedo de polvo y mugre
sobre todo cuanto contenía la habitación. No creía que nadie más supiera siquiera que
existía. Aquella mañana, Marcia y él habían ido a mirar, por si acaso, esperando y
asumiendo que no iban a encontrar nada. Minutos más tarde Treetop había llegado a la
entrada de la tienda de Damon, con un aspecto tan lúgubre como la misma muerte.
Piper levantó la mirada cuando Christian salió de la habitación. Tenía un aspecto frágil,
como si apenas pudiera sostenerse, y sus emotivos ojos se habían quedado sin vida.
Piper se agarró los codos. Fuese lo que fuese lo que había visto allí dentro lo había
dejado muy abatido. Pasó junto a sus hermanas y ella sin siquiera verlas.
— Christian —susurró Piper. Se volvió lentamente e intentó concentrarse en ella. Su
piel tenía un tono verdoso bajo la débil luz del sótano—. ¿Podemos inspeccionar el
cuerpo antes de que llegue la policía?
— Claro — dijo él, medio aturdido, levantando la mano hacia la puerta —. No sé si
queréis... —casi se desplomó en los brazos de dos de sus hermanos mientras se
marchaba, y ellas lo ayudaron a subir las desvencijadas escaleras. El corazón de Piper
estaba con él, pero no quería perder tiempo. Sus hermanas y ella dieron media vuelta y
se escabulleron hacia el interior del almacén.
—Oh, Dios mío —dijo Phoebe mientras Paige cerraba la puerta. Piper se cubrió la nariz
y la boca para contener las arcadas. El cuerpo de Craig, iluminado por una única
bombilla que se balanceaba por encima de sus cabezas, estaba vestido con unos
calzoncillos y una camiseta. Estaba apoyado contra la pared, sentado, pero tenía todos
los miembros flácidos, más de lo natural. La piel le colgaba de los huesos, y su cuerpo
no tenía absolutamente ningún color. Estaba completamente blanco, como si se hubiera
congelado. O se hubiese vuelto loco de miedo. O...
— Creo que algo le quitó toda la sangre — dijo Paige, poniéndose en cuclillas junto al
cuerpo sobre el suelo de cemento cubierto de mugre, pero teniendo cuidado de no tocar
a Craig—. ¿Un vampiro? —preguntó, levantando la mirada hacia sus hermanas.
—No lo creo — dijo Piper, agachándose frente a Paige. Señaló la herida de un horrible
pinchazo en el brazo de Craig, justo en la parte interior del codo.
Paige miró al brazo de su lado y encontró otra. — Eeeehh — dijo, frunciendo la nariz.
—Chicas, tiene dos más en las rodillas —añadió Phoebe, arrodillándose junto a Paige.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—No fue un vampiro, entonces —dijo Piper, levantándose y sacudiéndose las manos
sucias una con otra—. Tradicionalmente chupan por el cuello. No sacan la sangre
sistemáticamente a través de las venas principales como si fueran médicos.
Phoebe empezó a levantarse, perdió el equilibrio, y tendió la mano para no caerse. En
lugar de apoyarse en el suelo, golpeó con la mano la pierna de Craig, y se quedó helada,
cerrando los ojos con fuerza. Primero, Piper pensó que simplemente le daba asco haber
tocado un cadáver, pero luego se dio cuenta de que su hermana estaba teniendo una
visión. Paige se levantó y dio un paso hacia Piper. Las dos observaron a Phoebe y
esperaron.
— ¡Ugh! — dijo Phoebe de repente, levantándose de un salto y apartándose del cuerpo.
Se limpió las manos en los muslos y miró a sus hermanas, temblando.
— ¿Qué has visto? —preguntó Piper, aunque casi le daba miedo saberlo.
— Le sacaron la sangre con una agujas largas — dijo Phoebe, tragando saliva—. No
hay duda de que fueron esa especie de chacales. Y vi que regresaban a alguna especie
de sala ritual, pero chicas... esto es realmente raro... juraría que estaban en un ascensor.
— ¿Se alojan en un hotel? —preguntó Paige.
— En el ático, creo — dijo Phoebe con escepticismo —. En el ascensor estaba
iluminado el botón A.
—Bueno, si yo dirigiera un hotel, allí es donde pondría a los demonios chupasangre. En
el ático — dijo Piper lacónicamente.
—Sé que suena raro, ¿pero cuándo fue la última vez que mis visiones se equivocaron?
—dijo Phoebe.
—Digamos que nunca —respondió Paige—. Tenemos que hablar con Leo. Volvamos a
la tienda y llamémosle. Las hermanas salieron del almacén y se encontraron con que la
mayoría de los otros wiccas ya se habían marchado. Mientras subían por las escaleras la
policía bajaba, preguntando si alguien había tocado el cuerpo o había comprometido la
escena. Piper, Paige y Phoebe se escabulleron rápidamente y se apresuraron a regresar a
su tienda. En cuanto llegaron, las tres gritaron a la vez: -¡Leo! Leo, apareció al
momento, con Cole a su lado. —Ahora mismo veníamos a veros — dijo Leo—. Según
creo, puede que Cole haya encontrado a vuestros demonios en el Libro de las sombras.
Phoebe corrió hacia Cole, lo abrazó, y cerró los ojos con felicidad. Llevaba un traje azul
oscuro con una camisa azul más clara y una corbata debajo, como si acabara de llegar
de una entrevista, y parecía algo agotado. Sin embargo, su expresión se alegró
considerablemente al encontrarse a Phoebe en sus brazos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— No te esperaba — le dijo ella con una sincera sonrisa.
— Quería ver cómo estabas — dijo, besándole la frente. Le sujetó la mano con ambas
manos y le echó la cabeza hacia atrás para que lo mirara—. ¿Todo bien?
—No exactamente — respondió Phoebe con un suspiro —. Acabamos de descubrir que
nuestros demonios son del tipo chupasangre.
—Pero no son vampiros —añadió Paige —. Phoebe ha tenido una visión, y usaban
agujas.
— Y han pasado de secuestrar a matar — dijo Piper, sujetándose la frente con la mano
— Aunque supongo que eso significa que todas la otras víctimas probablemente están
muertas...Piper sintió que se le revolvía el estómago al pensar en Tessa y en Taryn, y
por lo que debían estar pasando ahora que se había encontrado muerta a una de las
víctimas. Quería llorar por ellas, pero no podía. No tenía tiempo. Tenía que encontrar a
los demonios que habían hecho aquello y hacérselo pagar.
—Todavía no puedes darlo por hecho — le dijo Leo, colocándole con suavidad el largo
pelo detrás del hombro.
— Bueno, ¿qué descubristeis? —preguntó Phoebe, claramente preparada para ponerse a
trabajar, igual que Piper.
—Lo de chupar la sangre encaja en nuestra teoría, así que creo que tenemos a vuestros
hombres, por llamarlos de algún modo — dijo Leo—. Paige, quizá tendrías que hacer
orbitar el libro aquí, solo un par de minutos, para que podáis leer lo que encontramos.
Paige miró a sus hermanas dudando. Había aprendido en sus primeros días de
Embrujada que el Libro de las sombras no tenía que abandonar la casa. Pero Piper
asintió con la cabeza en señal de aprobación.
—No pasa nada — dijo —. Lo necesitamos ahora mismo. Cerrando los ojos, Paige
tendió las manos, se concentró un momento, y dijo: — Libro de las sombras.
Una luz blanca deslumbrante se arremolinó en sus manos, y el enorme tomo familiar
apareció, abierto por la página en cuestión. Piper, Phoebe, Cole y Leo se reunieron
alrededor de Paige, leyendo por encima de sus hombros. Piper reconoció al instante el
dibujo. Tenía un enorme parecido con la criatura con cara de chacal del vídeo que
Phoebe y ella habían visto la noche anterior. Un escalofrío de miedo le recorrió la
espalda, echó los hombros hacia atrás, haciéndolo desaparecer. Fuese lo que fuese, sus
hermanas y ella se enfrentarían a eso y lo vencerían.
— «Anubi» — leyó Piper en la parte superior de la página. Tomó el enorme libro de las
manos de Paige, y el lomo crujió mientras se sentaba en su cama. Leo se sentó junto a
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Embrujadas. **Algo Mágico**
ella, y Paige gateó sobre el colchón hasta colocarse detrás de ellos, mientras Phoebe y
Cole esperaban en el centro de la habitación.
— «Los primeros antecedentes de los anubi se originaron en el antiguo Egipto en el
delta del Nilo» — leyó Piper en voz alta—. «Eran semidioses, seguidores del dios
Anubis, que decidía el destino del alma después de la muerte. Después de traicionar a
Anubis, los anubi fueron expulsados para vivir una vida mortal y morir una muerte
mortal».Piper hizo una pausa y miró a Cole.
— ¿Entonces, si se convirtieron en mortales hace miles de años, por qué se estaban
paseando por Las Vegas del siglo XXI hace un par de noches? ¿No tendrían que ser
montones de polvo a estas horas?
—Sigue leyendo —le ordenó Cole, tirando del nudo de su corbata. Se liberó de ella y la
tiró sobre la cama de Phoebe, luego se desabrochó el primer botón.
Piper respiró profundamente y volvió a mirar el libro.
— «Décadas después de su destierro, cuando los anubi empezaron a debilitarse, fueron
a ver a una bruja para pedirle un hechizo que los volviera a convertir en semidioses
antes de su muerte inminente. Como la bruja no pudo ayudarlos, la mataron
y se bebieron su sangre. Fue así como descubrieron que ganaban fuerza con la sangre de
las brujas. Que podían, de hecho, vivir para siempre con su sangre.»
—Vale, esto empieza a tener más sentido — dijo Paige, reclinándose—. Un sentido
asqueroso, pero un sentido. Piper leyó por encima el resto de la página.
— Dice que roban la sangre y la guardan en botes para almacenarla y usarla más tarde.
Solo necesitan beber un poco cada vez, pero al parecer son demonios previsores.
— ¿Existe algún hechizo para derrotarlos? — preguntó Phoebe, caminando por la
habitación—. Solo dime que hay un hechizo para derrotarlos para que podamos
aniquilar a estas cosas. Piper dio la vuelta a la página.
— ¡Bingo, niña! — dijo, dando un golpe al libro con el dorso de la mano — Dice que
pueden derrotarse con un sencillo hechizo del Poder de Tres.
— ¡ Ah! Eso es lo que me gusta oír — dijo Phoebe con una sonrisa—. Ahora lo único
que tenemos que hacer es descubrir en qué hotel se alojan y encontrar a esos chupones.
—Frunció la cara disculpándose —. Mm, no quería hacer ninguna broma. Lo siento.
— Espera un momento, ¿se alojan en un hotel? — preguntó Cole.
—Según mi visión, sí —respondió Phoebe. Piper cerró el libro y se lo entregó a Leo.
—Vale, eres un demonio egipcio realmente antiguo, vienes a Las Vegas...
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Que seguramente les encanta, teniendo en cuenta el clima de esta zona — dijo
Phoebe, recogiéndose el pelo del cuello y abanicándose con la mano.
—Para ellos es como estar en casa —asintió Cole, quitándose la chaqueta con un
movimiento de hombros, como si quisiera remarcarlo.
—Así pues, han venido aquí para jugar un poco, hacer un poco de comedia, y derramar
un poco de sangre —continuó Paige—. ¿Dónde se instalan?
— ¡Oh, Dios mío, chicas! ¡Lo tengo! —exclamó Phoebe—. ¿No hay un casino con
forma de pirámide? Ya sabéis. ¡¿Ese con el enorme rayo de luz que sale por la punta?!
— ¡El Luxor! — dijo Paige, y los ojos se le encendieron mientras se levantaba de la
cama. Cogió su mapa turístico de la avenida Strip del bolsillo lateral de su bolso, y lo
tendió sobre la mesa—. Está aquí al final — dijo, señalando el hotel—. Ya sabéis, los
anubi probablemente sacan parte de su fuerza de todo eso del poder de las pirámides. Y
apuesto lo que sea a que pueden pasearse por el vestíbulo sin llamar demasiado la
atención. Posiblemente la gente cree que son parte de la ambientación. ¿Por qué no
pensamos en eso antes?
—Bueno, lo hemos pensado ahora — dijo Piper, cogiendo el mapa. Ya le estaba
subiendo la adrenalina, y no podía esperar para encontrar a aquellas criaturas y terminar
con todo aquel calvario —. Venga. Vamos a derrotar a unos cuantos demonios. El
sirviente entró en la habitación de su amo, con una túnica negra que crujía al caminar.
Las paredes estaban repletas de velas negras, que parpadearon y bailaron cuando pasó
por delante. El Grande estaba arrodillado delante de un altar manchado de sangre, con
los ojos cerrados, y las palmas hacia arriba en un gesto de súplica. El sirviente se quedó
de pie detrás de su amo en un silencio paciente, como le habían enseñado a hacer.
— ¿Vienes a perturbar mi meditación con malas noticias? —preguntó el Grande, con el
cuerpo rígido.
— Nunca, Excelencia —respondió el sirviente con una reverencia—. Solo a traeros
noticias de júbilo. El Grande bajó las manos, se puso de pie lentamente y se apartó la
capucha de la cara mientras se daba la vuelta. Tenía unos ojos llenos de auténtica
maldad en estado puro. Ladeó la cabeza, intrigado.
—Habla —le ordenó.
—Está confirmado, oh, Grande. —El sirviente hizo otra reverencia, juntando las
manos—. Existen. Y están aquí.
—Las Embrujadas —dijo en voz baja. Otra reverencia. El sirviente prosiguió.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Su poder es todavía mayor de lo que imaginábamos, Excelencia. Si podemos
capturarlas, nuestro círculo estará completo. Nuestra ascensión al poder será definitiva.
Su sangre es pura y fuerte. Es lo único que necesitamos para terminar esto. Para
convertirnos en lo que teníamos que ser.
—Has pronunciado la palabra sí. ¿Tienes alguna razón para creer que no venceremos a
estas... muchachas? — preguntó el Grande con una sonrisa sarcástica.
— No, Excelencia — contestó el sirviente rápidamente, notando que no podía dar otra
respuesta sin provocar una reacción violenta—. Sí, son poderosas, pero en este
momento están distraídas. Son demasiado confiadas, demasiado... inocentes.
—Entonces, nos será fácil atraparlas —dijo el Grande, mientras volvía a ponerse la
capucha. Se dio la vuelta y se arrodilló ante el altar otra vez, levantando las manos y la
cabeza hacia el cielo—. Será tan sencillo como contar uno... dos... tres...
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Embrujadas. **Algo Mágico**
iper iba delante cuando salieron de la tienda y se dirigieron al aparcamiento situado
cerca de la parte delantera del camping. En lo único en lo que podía pensar era en
llegar al Luxor y en lo que iban a hacer una vez estuvieran allí. No podían ir a
recepción y preguntar si se alojaba allí un puñado de demonios. Si los anubi estaban
escondidos en alguna parte del hotel, la gente que trabajaba allí probablemente no lo
supiera. De no ser así, probablemente a estas horas ya se habrían puesto en contacto con
el National Enquirer.
— ¡Piper! —la llamó Leo, mientras corría para alcanzarla—. ¿A dónde vamos—
preguntó. Ya había hecho orbitar el Libro de las sombras de vuelta a casa pero había
decidido regresar y ayudarlas por si se metían en problemas en el Luxor. Llegó hasta su
lado y la agarró por la parte superior del brazo, forzándola a detenerse. Piper se volvió,
exhausta por la carrera que se había dado con aquel calor. Su pelo voló mientras giraba,
provocando una ligera brisa placentera que la refrescó durante unos dos segundos.
— Voy al coche, Leo, ¿adónde crees que voy? — dijo.
— ¿Por qué no orbitamos simplemente hasta allí? Quiero decir, no tenemos tiempo que
perder —sugirió Leo, mirando alrededor para asegurarse de que no había nadie que
pudiera oír lo que decía, justo cuando Paige llegaba para unirse a ellos. Phoebe y Cole
cerraban la marcha, y Phoebe estaba ya tomando notas en su libreta.
—Sí, Piper — dijo Paige—. También podríamos usar lo que tenemos.
— Chicos, no sabemos en qué parte del hotel están los anubi, ni si están allí — dijo
Piper pacientemente —. No podemos hacer que nos orbitéis hasta la habitación de algún
turista o en medio del casino. Además, Phoebe necesita tiempo para preparar el hechizo.
Puede hacerlo en el coche.
— Oh —dijo Leo, mirando avergonzado a Paige—. Buena razón.
— Para algo es la mayor —dijo Paige con un pequeño deje de sarcasmo.
— Vamos — dijo Piper, revolviendo su bolso en busca de las llaves del descapotable.
En aquel momento, el aparcamiento antes repleto estaba casi vacío. Era deprimente ver
el lugar tan desierto. Por mucho que Piper se hubiera burlado de la gente que había
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Embrujadas. **Algo Mágico**
estado allí, la atmósfera de fiesta de celebración del amor le había gustado bastante.
Ahora los wiccas habían huido en tropel. Piper solo esperaba que dentro de poco
ninguno de ellos tuviese que temer nada más.
Abrió el coche y tiró su bolso en el suelo. Phoebe, Cole y Paige subieron al asiento
trasero, y Leo estaba abriendo la puerta del lado del acompañante cuando Piper oyó
unos pasos que crujían sobre la tierra y la gravilla. Se volvió y vio a Christian y Jasmine
que corrían hacia ellos, jadeando.
—Genial — dijo Piper entre dientes —. Justo lo que necesitamos.
— ¿Adonde vais, chicas? — preguntó Jasmine, con una mano sobre el estómago
mientras recuperaba despacio el aliento. Llevaba una camiseta negra, una falda negra,
medias negras, y unas botas negras enormes. Piper no tenía ni idea de cómo era capaz
de soportar el calor con esa indumentaria, pero al parecer era una chica esas para las que
el estilo estaba antes que la comodidad.
— ¿Vais a una misión o algo así? —añadió Jasmine, demasiado interesada para el gusto
de Piper—. ¿Vais a volver a usar vuestros poderes? Piper miró a sus hermanas, y ellas
le devolvieron la mirada inexpresivamente, lo mismo que Cole. Leo se aclaró la
garganta y apartó la mirada, como si repentinamente sintiese gran interés por la ausencia
de puntos de referencia del horizonte del desierto. Al parecer, ahora le tocaba a Piper
inventarse una tapadera. Tendría que comprobar los turnos.
—En realidad, solo vamos a... ¡ver a los tigres! — dijo Piper animadamente—. ¡Así
que, hasta luego!
— ¿Los tigres? — preguntó Christian escéptico, con las manos en las caderas. Parecía
haber reunido fuerzas desde la última vez que lo vio. Piper casi prefería al Christian
aturdido y sin preguntas—. ¿Primero queréis ver el cuerpo de Craig, y ahora vais a ver a
los tigres? Piper se dejó caer detrás del volante, se volvió, y lanzó una mirada suplicante
a Paige.
—Sí, ya sabéis, ¡en el Miraje! —dijo Paige—. Los animales salvajes me calman mucho
los nervios. Os diríamos que vinierais con nosotros, pero no queda sitio en el coche.
—Parpadeó inocentemente, y Piper esperó que hubiera suerte.
—Mirad, chicas, si tenéis alguna pista sobre quién mató a Craig, quiero ir con vosotras
— dijo Christian, inclinándose sobre la parte trasera del coche—. No podéis dejarme
fuera sin más.
— Christian... —empezó a decir Piper. Pero antes de que pudiera siquiera formular una
frase, Jasmine se puso junto a Leo y le puso la mano en el brazo, mirándolo
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Embrujadas. **Algo Mágico**
atentamente. Leo le lanzó una mirada casi asustada mientras Jasmine le apretaba los
bíceps.
— ¿De dónde has salido? —preguntó Jasmine, levantando las cejas mientras sacudía
sus rizos con coquetería—. ¿También tienes poderes especiales? — Está bien, ya basta
— dijo Piper—. Leo, siéntate. Se sentó rápidamente en el asiento del acompañante y
cerró la puerta. Entonces, antes de que Christian y Jasmine pudieran siquiera respirar,
los congeló allí mismo.
—No tenías que hacerlo, Piper —la amonestó Paige.
—Oh, sí que tenía que hacerlo —dijo Piper. Puso en marcha el coche y arrancó. Justo
antes de llegar al camino de entrada, movió la mano en dirección a Jasmine y Christian,
descongelándolos para que nadie los encontrara inmóviles en medio de un movimiento.
— ¡Eh! —gritó Jasmine segundos más tarde, una vez recuperada —. ¡No nos puedes
hacer eso! ¡Vuelve aquí!, Piper intentó no reírse. Eso es lo que consigues por meterte
con mi hombre. Y, por supuesto, por estorbar el trabajo de las Embrujadas.
Cuando Piper entró en el Luxor, quedó impresionada con una sensación de maravilla
sobrecogedora. ¡El lugar era enorme! Esperaba que Phoebe tuviera razón sobre que los
anubi estaban en el ático, porque si se estaban escondiendo en alguna otra parte de este
edificio monstruoso, iban a tardar una eternidad en encontrarlos. Y Piper no tenía una
eternidad. Algunas de las víctimas de los secuestros podían estar vivas todavía, pero
cuanto más tiempo tardaran sus hermanas y ella en encontrarlos, menos posibilidades
tendrían los wiccas desaparecidos.
—¿Dónde demonios están los ascensores? — dijo Phoebe, de pie junto a Piper,
observando los alrededores con los ojos muy abiertos. Había gente en todas partes, de
pie en recepción, entreteniéndose en el vestíbulo, cruzando en dirección al casino, que
estaba a pocos pasos de donde se encontraba Piper. Los habituales ruidos de un casino
(campanillas que sonaban, hombres aplaudiendo, el cambio que caía en las bandejas)
llenaban el aire. El propio decorado del hotel contribuía al ajetreo. Mirara donde mirara,
Piper encontraba otra esfinge o una estatua dorada, y se podría haber vuelto bizca con
los dibujos laberínticos de las alfombras y el papel de la pared.
— ¡Chicos! ¡Allí! —dijo Paige, señalando un minúsculo letrero dorado con una flecha
que señalaba hacia los ascensores—. Deben de estar al otro lado del vestíbulo.
— Vale. Vayamos — dijo Piper. Mientras se dirigían hacia los ascensores hubiese
jurado que oía que alguien decía su nombre. Decidió que debía de ser un error. Con
todos los ruidos que había en este lugar, probablemente su cabeza estuviera jugándole
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Embrujadas. **Algo Mágico**
malas pasadas. Entonces, sin embargo, notó una mano en la espalda y se dio la vuelta.
El corazón le dio un vuelco al instante. Taryn y Tessa estaban allí delante de ella.
— Eh — dijo Tessa, cogiendo aire—. Perdona si te he asustado. El pelo corto de Tessa
estaba peinado hacia atrás con una cinta, y tanto ella como Taryn iban vestidas de negro
de pies a cabeza. Parecían ladronas o supermodelos, con sus cortes de pelo modernos,
rubias y con su ropa elegante. Por supuesto, Piper se dio cuenta de que seguramente su
intención no era ir elegantes. Probablemente vestían de negro como señal de luto, ahora
que sabían que su hermana seguramente se hubiese ido para siempre.
— ¿Qué hacéis aquí, chicas? —les preguntó Piper, colocándose el pelo detrás de la
oreja.
—Bueno, os seguimos — dijo Tessa, disculpándose con una sonrisa—. Sabemos que
Christian os dejó ver el cuerpo, y nos imaginamos que quizá habíais descubierto algo
sobre, bueno, lo que le pudo pasar a Tina. A Piper se le encogió el corazón
dolorosamente, y miró a sus hermanas. ¿Cómo se suponía que tenía que darle a aquellas
chicas la noticia de que su hermana seguramente había muerto de manera dolorosa y
atroz, que un puñado de demonios la había dejado seca? ¿Acaso eso era
algo que pudieran asimilar sus cerebros, la existencia de demonios reales?
— Mira, Piper — dijo Taryn. Piper centró bruscamente la atención en el sorprendente
sonido de la voz de Taryn—. Nos damos cuenta de que Tina probablemente esté muerta,
y tenemos que hacernos a la idea. Pero si estáis siguiendo a su asesino, queremos ir.
Quiero ver a la persona que le hizo eso. Que nos hizo eso. La expresión de sus ojos
azules de acero era tan decidida que Piper ni siquiera pudo plantearse la posibilidad de
decirles que no. Miró a sus hermanas y supo que pensaban lo mismo que ella. Era hora
de contarles a Tessa y a Taryn algunos pequeños secretos. Pero revelar esos secretos iba
a llevarles mucho tiempo.
— De acuerdo, pero os tengo que advertir, puede que en realidad no nos enfrentemos a
una persona — dijo Piper con calma, conduciendo al grupo hacia la pared más cercana.
— ¿Cómo? —preguntó Tessa, levantando las cejas.
— Es difícil de explicar, pero básicamente, existen los demonios, y creemos que
algunos de ellos son los responsables de los secuestros —dijo Phoebe —. Y de la
muerte de Craig.
— Los demonios son reales —repitió Taryn rotundamente. Piper contuvo la respiración
mientras Taryn y Tessa se miraban con escepticismo. Entonces Taryn miró a Piper
directamente a los ojos, con expresión decidida y la mandíbula segura—. Está bien,
entonces. Vamos a encontrar a estos demonios. Piper casi sonrió, impresionada por la
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Embrujadas. **Algo Mágico**
facilidad con la que habían aceptado la breve explicación de Phoebe. Eso requería cierto
grado de amplitud de miras con el que casi nunca se encontraban. Pero al mismo tiempo
su mente protestaba insistentemente. No podían conducir a estas inocentes a una batalla.
No podían poner en peligro a más gente solo porque quisieran ir. Pero tampoco podía
ignorar su súplica. Sabía que si algo se hubiese llevado a Paige o a Phoebe, querría
enfrentarse a ello en persona. Sabía que nada podría evitar que lo hiciera.
—Está bien —les dijo Piper al fin, volviéndose y dirigiéndose hacia los ascensores
dorados—. Pero tenéis que quedaros atrás una vez hayamos encontrado a esas criaturas.
No sabemos qué va a pasar.
—De acuerdo —dijo Tessa, conformándose—.Ningún problema. Piper apretó el botón
de subida del ascensor y dio un paso atrás par a esperar, evitando la mirada tanto de Leo
como de Cole. Sabía que no aprobaban que permitiera que Tessa y Taryn los
acompañaran, pero ya era demasiado tarde.
—No creo que sea tan buena idea —dijo Cole con calma, acercándose a Piper delante
de las puertas de los ascensores—. ¿Cómo os vais a concentrar en derrotar a estas cosas
mientras tenéis que proteger a estas dos?
—Cole, para ellas es importante — dijo Piper en voz baja. Levantó la mirada hacia
Leo—. Si las cosas se ponen mal allí arriba, quiero que las cojas y las hagas orbitar
fuera de allí, ¿de acuerdo?
—Vale —dijo Leo a regañadientes. Sonó el timbre estridente del ascensor y las puertas
se abrieron. Piper y los otros entraron, Phoebe apretando con la mano su hechizo para
derrotarlos.
—Bueno —dijo Piper, apretando el botón del ático—. Allá vamos.
—Tiene que ser aquí —dijo Phoebe cuando salió del ascensor en el piso superior. Solo
había dos puertas en el corto pasillo, una a la izquierda marcada como Al y otra en la
derecha marcada A2—. Está todo demasiado tranquilo aquí arriba. Y hace demasiado
calor. Piper se tragó la ansiedad mientras avanzaba por el pasillo detrás de su hermana.
Las lámparas colocadas a lo largo de las paredes tenían la luz atenuada y habían
apagado el aire acondicionado de la planta, haciendo que el aire fuese casi insoportable.
Piper se obligó respirar más superficialmente mientras se movían lentamente por la
alfombra de felpa.
— Espera un segundo —susurró Paige, deteniéndose—. ¿Chicos, oís eso?
Todos se quedaron inmóviles, y Piper pegó el oído a la puerta de su izquierda. Tardó
algunos segundos, pero entonces lo oyó. Un grave murmullo ritual. La profundidad de
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Embrujadas. **Algo Mágico**
las voces le causó escalofríos hasta en la punta de los dedos de los pies. Era como si las
voces le retumbaran en el corazón y los pulmones.
— Tiene que ser aquí —susurró, notando la misma subida repentina de adrenalina que
experimentaba cuando sus hermanas y ella estaban a punto de entrar en batalla. Miró a
Tessa y a Taryn, que estaban blancas como fantasmas —. Quedaos detrás de nosotras,
¿entendido? Ambas asintieron con la cabeza. Piper no era capaz de decir si todavía
respiraban. Se habían quedado claramente petrificadas, y por enésima vez en los últimos
dos minutos reconsideró su decisión de permitir que las acompañaran. Pero ya no había
vuelta atrás.
—Vale, cuando cuente hasta tres —dijo Piper, con la mano en el pomo de la puerta—.
Uno... dos... ¡tres! Abrió la puerta de repente, con la intención de congelar la habitación
para tener un momento para valorar la situación, pero en cuanto vio a los anubi, se
quedó helada de terror. Había tres, igual que en el vídeo, pero cada uno medía por lo
menos tres metros. Se erguían amenazadores por encima de ella, llenando prácticamente
la habitación. En el suelo habían pintado una pirámide dentro de un círculo, y los anubi
estaban de pie alrededor del símbolo. Habían apartado todos los muebles hacia las
paredes, y habían quitado los cuadros y los habían reemplazado por máscaras de dioses
egipcios. En cuanto Piper abrió la puerta, las tres enormes caras monstruosas de chacal
se volvieron para mirar a los intrusos, enfurecidas.
— ¿Quién se atreve a entrar aquí? — gruñó uno de los anubi con una voz retumbante y
sobrenatural. Sus ojos rojos brillaban, y tendió el brazo como un arma. Piper se preparó
para una explosión, pero antes de que el monstruo pudiera desatar sus poderes, Phoebe
se lanzó hacia el aire, quedándose suspendida un momento antes de dar una poderosa
patada en el hocico del anubi. La cabeza del demonio se movió hacia un lado, pero por
lo demás, apenas se movió.
Phoebe puso los pies en el suelo de nuevo, y se sujetó el pie con dolor.
— ¡Phoebe! —grito Cole, corriendo hacia su lado.
—Vale, tienen la cara dura —dijo Phoebe, mirando a sus hermanas desde el otro lado de
la habitación-. Caras realmente duras.
— ¡Así que eso es lo que puedes hacer! — exclamó Tessa maravillada, como si por un
momento hubiese olvidado que todos se encontraban en grave peligro—. Puedes volar.
—No exactamente, pero ahora mismo tenemos cosas más importantes en que pensar—
dijo Paige mientras los anubi empezaban a avanzar hacia ellas—. ¡Phoebe! ¡El hechizo!
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Cole ayudó a Phoebe a levantarse, y esta se dirigió hacia Piper y Paige, pero de repente
uno de los anubi le dio un revés en la cara que la lanzó hacia un rincón. Se desplomó
sobre el suelo, sin fuerzas, y una de las máscaras de oro que decoraban las paredes se le
cayó encima. Cole soltó un gruñido gutural y le dio un puñetazo al anubi, pero también
lo rechazó. El primer instinto de Piper fue correr hacia Phoebe y Cole, pero el anubi le
bloqueó el paso. De reojo, vio que Leo empujaba a Taryn y Tessa hacia el rincón
contrario y se ponía delante de ellas, protegiéndolas de lo que pudiera pasar. Mientras
tanto, Cole gateó hasta Phoebe e intentó despertarla.
De repente, uno de los anubi se volvió hacia Paige y levantó la palma. Apareció una
bola de energía naranja brillante suspendida en el aire delante de su mano. La criatura la
lanzó en dirección a Paige, y la esfera voló hacia su cabeza. Paige chilló y al instante se
envolvió en su luz blanca. La bola de energía atravesó limpiamente el espacio que había
ocupado y explotó contra la pared, haciendo añicos un espejo y dejando un agujero en el
papel pintado quemado. Piper oyó chillar a Tessa y vio que Taryn, Leo y ella habían
sido alcanzados por los cristales que habían salido despedidos. Tenían pequeños cortes
y arañazos en la cara y las manos.
— Leo — dijo Piper—. Esto se ha puesto demasiado peligroso.
—Entendido —respondió. Orbitó a las hermanas fuera de la habitación, a pesar de que
Taryn y Tessa protestaban porque querían quedarse. Piper admiró su determinación. En
aquel momento, ella habría sido la primera en salir de allí si pudiera. Por lo menos,
ahora Tessa y Taryn estaban a salvo. Leo les curaría los cortes y las mantendría fuera de
peligro. De repente, Paige reapareció en el otro lado de la habitación, y los anubi se
abalanzaron sobre ella, con los ojos ardiendo poderosamente en las caras malvadas.
— ¡Bruja! — exclamaron a la vez, con voces que retumbaron en la habitación.
—Perfecto, ahora parecen nerviosos —dijo Paige, aterrada. Uno de los anubi se sacó
una aguja larga y afilada de debajo de la ropa y avanzó hacia Paige. Otro extrajo un bote
de oro reluciente. A Piper se le encogió el corazón al comprender las intenciones que
tenían. Paige gimió y retrocedió hacia la pared justo cuando Phoebe abrió los ojos,
volviendo en sí lentamente en brazos de Cole.
— ¡Piper! — gritó Phoebe—. ¡Haz algo! Piper hizo lo único que podía hacer. Lanzó las
manos en dirección del anubi amenazador, y al instante explotó y desapareció en un
destello de luz ardiente. Paige gritó y se cubrió la cara para protegerse del calor y la
intensa luz de la explosión. Pero desapareció en un instante, dejando únicamente un olor
de chamuscado en el aire. Durante un momento no se movió nadie en la habitación.
Entonces, los otros dos anubi miraron a Piper, evidentemente aturdidos.
—Pagarás por eso, bruja —dijo uno de ellos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—No lo creo —respondió Piper, excitada—. Parece que al final no vamos a necesitar el
hechizo para derrotarlos —. Volvió a tender las manos y destruyó al segundo anubi,
causando que el tercero soltara un alarido atroz de volumen increíble. Piper estaba a
punto de destruir al tercer demonio, cuando Phoebe se levantó del suelo y agarró del
brazo a Piper.
— No. A este lo necesitamos para interrogarlo — dijo Phoebe. La puerta de detrás de
Piper se abrió de golpe, y Leo, Tessa y Taryn entraron, mirando como locos la
habitación.
— ¿Qué fue eso? — preguntó Leo.
—Fue el sonido de un demonio que se dio cuenta de que estaba completamente solo en
el mundo —respondió Piper.
— Reza, bruja —le dijo el tercer anubi a Piper. —A estos chicos les encantan estas
frases hechas — dijo Paige en voz baja. El anubi echó el brazo hacia atrás, y en su mano
apareció una bola de energía. Paige gritó:
— ¡Bola de energía! —y de repente la esfera abrasadora estaba en su mano. El anubi
volvió a chillar, mirando a su alrededor sin entender, y Phoebe aprovechó el momento
de sorpresa para dar una fuerte patada en la tripa del anubi. Hizo una mueca de dolor
cuando aterrizó, pero el anubi se dobló. Entonces Piper observó sorprendida cuando
Phoebe se precipitó contra la criatura con todas sus fuerzas y lo inmovilizó contra el
suelo.
—Buen placaje —dijo Piper.
—Fue lo único que se me ocurrió —respondió Phoebe, luchando por mantener inmóvil
a la cosa—. ¿Chicos? —dijo, mirando a Cole y a Leo para pedirles ayuda. Ambos se
apresuraron y entre los tres consiguieron sujetar al anubi contra el suelo. Pataleaba y se
retorcía, pero Paige se puso encima y sujetó su propia bola de fuego sobre su cara,
amenazándolo. —Oh, no. No te vas a ninguna parte —le dijo Paige—. No hasta que nos
digas qué habéis hecho con todas las brujas que os habéis llevado.
El anubi soltó una risa amenazadora y grave, y un escalofrío recorrió la espalda de
Piper.
—Están todas muertas — les dijo —. Pero todavía tenemos su sangre, si os interesa.
Piper contuvo la respiración mientras el anubi volvía su enorme cabeza hacia una fila de
más de veinte botes que estaban sobre el alféizar. Si cada uno guardaba la sangre de una
bruja diferente, entonces había incluso más víctimas de las que creían. De repente, Piper
sintió que todo su cuerpo se paralizaba. Se volvió y miró a Tessa y a Taryn, que estaban
acurrucadas junto a la puerta. —Eso significa que Tina está... Tina en realidad está... —
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Embrujadas. **Algo Mágico**
Taryn dio un paso alejándose de su hermana y se desmayó, su cuerpo cayó sin fuerzas
sobre el suelo. Tessa se derrumbó junto a ella, apoyando la cara sobre el brazo de su
hermana, y empezó a sollozar.
Con el corazón retorciéndosele de dolor, Piper se volvió lentamente hacia el anubi,
levantó las manos, y justo cuando Phoebe, Cole y Leo se habían puesto fuera de peligro,
lo hizo estallar en pedazos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
ientras Piper pasaba junto a los coches de policía aparcados al borde del camino
del camping se fijó en que los dos policías hablaban frenéticamente por sus
radios.
—Ahora les están dando la noticia — dijo Piper, apoyando el codo en la parte superior
de la puerta y la cabeza en la mano.
—Por lo menos esto se ha terminado — respondió Paige. Piper suspiró con tristeza
mientras conducía el coche hasta el aparcamiento. Leo ya se había orbitado a sí mismo y
a Cole de vuelta a casa para echar un vistazo antes de dar las noticias de la derrota a los
Mayores. Mientras Piper aparcaba y se levantaba de su asiento se sorprendió a sí misma
deseando que Leo no se hubiera marchado tan rápidamente. Ahora mismo le iría muy
bien un buen abrazo reconfortante.
Phoebe y Paige bajaron del coche, pero Tessa y Taryn no hicieron ninguna serial de
moverse. Tessa abrazaba la pequeña figura de Taryn, y ambas tenían los ojos cerrados.
Piper compartió una mirada de compasión con sus hermanas. No le costaba nada
imaginarse el dolor que Tessa y Taryn sentían en ese momento.
— Chicas... ya hemos llegado —dijo con calma—. Os podéis quedar aquí si queréis...
—No, está bien — dijo Tessa, incorporándose y sorbiéndose las lágrimas—. Algún día
tendremos que salir de vuestro coche. Se levantó del asiento y bajó del coche
temblorosa, luego se volvió para ayudar a salir a su hermana. Taryn se movían como si
tuviera el cuerpo hecho de arena. Cada movimiento parecía requerir un gran esfuerzo, y
sus miembros colgaban como un peso muerto. Piper se preguntaba si la pobre chica
volvería a ser ella misma algún día.
—Oh. Este lugar está desierto—dijo Tessa, entornando ligeramente sus ojos enrojecidos
e hinchados mientras miraba alrededor. Ahora solo quedaba un puñado de coches en el
aparcamiento, y el cielo se empezaba a nublar. El viento soplaba más fuerte, pero ya
había perdido la sensación de densidad y calor. Incluso hacía un poco de fresco.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Bueno, también podemos ir a ver quién queda y contarles las buenas noticias —dijo
Paige. Luego miró a Tessa y a Taryn, y un rubor de vergüenza le oscureció la cara—.
Quiero decir que no habrá más secuestros —añadió rápidamente—. No que...
—Sabemos lo que querías decir, Paige — le dijo Tessa, rodeando con un brazo los
hombros de Taryn—. No pasa nada. Paige sonrió disculpándose, y Piper rodeó con los
brazos la espalda de su hermana.
—En realidad, creo que será mejor que dejemos que se lo diga la policía — dijo Piper,
frotando la espalda de Paige—. Si lo hacemos nosotras, nos van a hacer demasiadas
preguntas.
— Tienes razón — dijo Paige.
— Hablando de eso —empezó a decir lentamente Phoebe, mirando a Tessa y a Taryn—
chicas, sería mejor si no contarais a nadie lo que habéis visto hoy. Nunca.
—Vuestro secreto está a salvo con nosotras — dijo Tessa mientras Taryn apoyaba la
cabeza en el hombro de su hermana —. Si no fuese por vosotras, chicas, quizá nunca
habríamos descubierto lo que ocurrió con Tina. Ahora que lo sabemos, quizá podamos
empezar a mirar adelante. Piper tendió la mano y le apretó la mano a Tessa, y el
pequeño grupo caminó hacia el comedor. Desde que se había encontrado a Craig esa
mañana, el edificio se había convertido en la Central de Crisis. Los aquelarres se habían
reunido allí buscando una mezcla de protección y apoyo, no querían estar solos en sus
tiendas. Cuando Phoebe abrió la puerta, unas treinta caras se volvieron para mirarla,
sorprendidas. El aquelarre de Jasmine estaba sentado en la mesa más cercana,
jugueteando con cartas de tarot; el aquelarre de Christian estaba sentado unas mesas
más abajo; y las mujeres que habían llevado los vestidos blancos para la presentación
también estaban allí. Marcia Fariña estaba sentada con ellas, sorbiendo algo de una taza
humeante y con un aspecto bastante pálido. Piper los condujo a todos hasta la mesa más
cercana y se sentó. Phoebe y Paige se sentaron en las dos sillas que había junto a ella, y
Tessa y Taryn se dejaron caer en las sillas de enfrente. Ninguna de ellas se sorprendió
cuando Christian y Jasmine fueron directamente hacia su mesa atravesando la sala. Pero
cuando todavía estaban a medio camino, la puerta se abrió de nuevo.
Un agente de policía joven y delgado entró y se aclaró la garganta, vacilante. Todos los
que estaban presentes en la sala dejaron lo que estaban haciendo y se volvieron para
mirarlo. El ambiente se llenó con una mezcla de miedo y esperanza.
— Bueno, parece que hemos encontrado a los secuestradores — dijo, moviendo
rápidamente los ojos por la habitación sin detenerlos en ninguna persona más de medio
segundo—. Recibimos una pista anónima, y cuando los investigadores fueron al lugar
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Embrujadas. **Algo Mágico**
indicado, encontraron dos cuerpos más. Al decir esto miró a Christian, que estaba de pie
en el pasillo central, con Jasmine solo unos pasos por delante.
— Al parecer estaban en el mismo estado que tu amigo — dijo el agente.
— ¿Atraparon a los tipos que lo hicieron? — preguntó Christian.
—Tienen razones para creer que los culpables están muertos —contestó el agente,
dando un paso atrás hacia la puerta—. Esa es toda la información que les puedo dar en
este momento.
— ¡Eso es una tontería! — gritó Christian, con las venas de la frente hinchadas—. ¿Qué
significa «razones para creer»? —repitió sarcásticamente-te—. Quiero saber...
— ¡Christian! — dijo Phoebe en voz alta y firme, interrumpiéndolo — . Cálmate. —Lo
miró significativamente, y él pareció entender que tenía algo que contarle. Bajó la
cabeza y respiró hondo.
—Lo siento, agente — dijo Christian—. Supongo que estoy algo nervioso.
—No se preocupe. Es comprensible —respondió el agente, al ver aliviado que se había
desvanecido la perspectiva de un enfrentamiento —. Pero el jefe me pidió que les dijera
que cree que están fuera de peligro. Un suspiro colectivo recorrió la habitación, y Piper
vio que Marcia apoyaba la cabeza sobre los brazos, agotada.
—¿Lo veis? Ahora nos podemos relajar todos— dijo Ryan Treetop desde su lugar
habitual en el rincón—. Todo el mundo se puede relajar y pasárselo bien. En cuanto el
agente hubo salido por la puerta, Christian y Jasmine llegaron a la punta de la mesa.
—Antes que nada, no podéis congelar a la gente de esa manera y quedaros tan
tranquilas — dijo Jasmine entre dientes.
—Olvídate de eso —le dijo Christian, todavía furioso. ¿Chicas, qué hicisteis cuando os
marchasteis de aquí?
—Nos ocupamos de los asesinos — contestó Piper sin rodeos—. Ahora nos podéis dar
las gracias. — Apoyó las manos sobre la mesa y se levantó, con la intención de
marcharse. La última cosa a la que quería enfrentarse ahora mismo era a una gran
investigación. Sus hermanas y ella acababan de derrotar una vez más a un grupo de
demonios, haciendo que el mundo fuese un lugar seguro para los wiccas, y aquel tío
quería agobiarla por eso.
— Bueno, ¿quién fue? —preguntó Christian, plantándose delante de Piper y
bloqueándole el camino. Phoebe y Paige se pusieron de pie detrás de ella. Piper se
alegró de tener su fuerza a sus espaldas.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Mira, si te decimos la verdad, no nos vas a creer, así que ¿por qué no aceptas
simplemente el hecho de que los tipos que mataron a Craig y a un montón más de gente
están muertos, y te olvidas? - preguntó Piper.
— Así que... todas las otras víctimas secuestradas..., ¿están todas muertas? — preguntó
Jasmine, frunciendo la cara con vacilación. De repente, Piper cobró una consciencia
extrema de la presencia de las dos hermanas que estaban al otro lado de la mesa y que,
sin que ella supiera cómo, por algún milagro, se mantenían impasibles delante de estos
dos idiotas sin tacto.
— Eso parece — dijo Piper en voz baja. Entonces probó su mejor mirada de odio con
Christian—. Ahora, nos encantaría volver a nuestra tienda, si fueses tan amable de salir
de en medio.
—No hasta que vosotras...
— Christian, vamos, todos hemos tenido un día muy largo —le dijo Tessa de repente,
con voz exhausta—. Ya hablaremos más tarde. Todos se volvieron para mirarla,
sorprendidos de que sintiera la necesidad de involucrarse en esto, con todo por lo que
estaba pasando. Pero su súplica pareció surtir efecto en Christian. Dejó escapar un
soplido por la nariz y se apartó a un lado a regañadientes, dejando que Piper, Phoebe y
Paige pasaran y se dirigieran a la puerta. Piper lanzó una mirada agradecida a Tessa por
encima de su hombro, pero Tessa estaba ocupada susurrándole algo a Taryn,
acariciándole el pelo con la mano a su hermana para reconfortarla.
—Vaya. Adelante, Tessa —dijo Paige cuando hubieron salido del comedor.
—Probablemente se ha dado cuenta de lo estúpido que estaba siendo, cuando Tessa y
Taryn acaban de descubrir que su hermana está muerta — dijo Phoebe, cruzando los
brazos. Ahora hacía tanto viento allí fuera que el largo pelo de Piper le azotaba la cara,
haciéndole cosquillas en la piel mientras ella, Phoebe y Paige acurrucadas se
apresuraban por los senderos de tierra hacia su tienda. Cuando se metieron dentro, Piper
se dejó caer sobre la cama y soltó un fuerte suspiro.
— Bueno, por lo menos se ha terminado — dijo, apartándose el cabello enredado hacia
la espalda. Se inclinó hacia delante y sacó la maleta de debajo de la cama, empujándola
con los pies y dejándola en el centro de la tienda. Abrió la tapa y empezó a organizar la
ropa arrugada del interior, haciendo sitio para el resto de sus cosas.
— ¿Qué haces? —le preguntó Phoebe, con la frente fruncida.
—Hago la maleta —le respondió Piper, doblando una camiseta sobre el brazo —.
Hicimos lo que habíamos venido a hacer aquí. Ahora nos podemos ir a casa. Vio que
Paige y Phoebe se miraban sin decir nada, pero fingió que no se daba cuenta. En lugar
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de eso, empezó a coger ropa que había terminado colgada de los distintos muebles de la
habitación, y a doblarla. No iba a permitir de ninguna manera que sus hermanas
pequeñas la convencieran para quedarse. Dé ninguna manera.
—Piper, vamos — dijo Paige, acercándose a ella y quitándole a Piper una camiseta de
las manos—. Ahora que nos hemos librado de los secuestradores, ¡podemos tomarnos
una vacaciones de verdad!
— ¡Paige, esto no son vacaciones! — dijo Piper—. ¡Esto es una casa de locos! Además,
la mayor parte de los locos ya se han marchado. ¡Ya no quedan wiccas con quien estar
en comunión!
— Apuesto lo que quieras a que algunos de ellos regresarán ahora que hemos derrotado
a los anubi — dijo Phoebe —. Las noticias vuelan, ¿no es así? Y no van a querer
perderse la ceremonia de re dedicación. Es un gran acontecimiento. Piper miró
fijamente a su hermana.
— Quieres decir que ellos creen que es un gran acontecimiento, ¿verdad? —le preguntó.
Phoebe apartó la mirada y se mordió el labio inferior.
— ¡Oh, vamos, Phoebe! ¡Dime que no te gusta esto! —exclamó Piper, metiendo unos
vaqueros en la maleta.
— ¡Eh! He perdido mucho tiempo y energía en ese fragmento para la ceremonia de re
dedicación — se quejó Phoebe—. ¡No me quiero marchar antes de que lo lean!
—Somos dos contra una, Piper —dijo Paige, poniéndose de pie junto a Phoebe y
cruzando los brazos sobre su blusa fruncida—. ¿Qué dices? Piper apretó los labios y
movió la mirada de Paige a Phoebe, esperando que alguna de las dos mostrara algún
signo de debilidad. Un pequeño indicio de inseguridad. Pero no. Ambas estaban
claramente decididas a quedarse en este Encuentro de los aquelarres hasta el final.
—Está bien, de acuerdo, pero para nuestras próximas vacaciones vamos a Aruba o algo
así — dijo con firmeza. Dio una patada a la maleta escondiéndola de nuevo debajo de la
cama y se tumbó mientras Phoebe y Paige empezaban a pensar en qué iban a ponerse
para la ceremonia. ¡Por favor!, pensó Piper. Si consigo pasar esta noche sin morirme de
risa, será un milagro. Sentada en círculo alrededor de la hoguera con el resto de los
aquelarres esa noche, Paige sintió una sensación abrumadora de alegría y de paz. Las
nubes habían desaparecido y el cielo oscuro estaba lleno con un millón de estrellas
parpadeantes. El viento todavía soplaba, haciendo volar las flores que decoraban el altar
y el círculo por todas partes, pero a nadie parecía importarle demasiado. Algunos de los
aquelarres que habían huido anteriormente durante la semana habían regresado, y todos
se habían vestido para la ocasión. La mayoría de mujeres llevaba flores en el pelo, y
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Embrujadas. **Algo Mágico**
algunos de los hombres llevaban cascos con cuernos. Incluso el aquelarre de Jasmine se
había puesto un poco más colorido siguiendo el espíritu del solsticio de verano, y
llevaban bufandas púrpura y rojas y joyas de cristal. Paige también se había puesto una
camiseta ancha de estilo rural de color púrpura y llevaba flores amarillas y blancas en su
trenza francesa. Phoebe había hecho lo mismo con su pelo, e incluso Piper, después de
mucho insistir, había accedido a llevar algunas flores, aunque había insistido en llevar
vaqueros.
— Esto es genial — dijo Paige, inclinándose hacia el oído de Piper.
—Sí. ¿Cuál dijiste que era el objetivo? —preguntó Piper en un susurro. Paige puso los
ojos en blanco.
— Nos estamos dedicando al camino espiritual de wicca y a la Diosa — respondió—. Y
si te ríes, te voy a dar una patada en el culo. Piper simplemente sonrió y se volvió a
sentar erguida, devolviendo la atención a Marcia. Marcia leía el Rito de Re dedicación
en el altar, que estaba decorado con una tela blanca y velas amarillas. Cada aquelarre
había contribuido con su propio fragmento, pero fluía como si fuese una única pieza.
Marcia, por primera vez desde que Paige la había conocido, tenía un aspecto calmado,
aunque algo cansado. Llevaba una corona en la cabeza, con lazos que le caían sobre la
espalda, y un vestido blanco con los hombros al aire. Su voz sonaba segura y
reconfortante al mismo tiempo. Paige no se podía haber sentido más feliz de que sus
hermanas y ella se hubieran quedado para esto. Tenía la sensación de que era una noche
que iba a recordar el resto de su vida.
—Me estoy cansando — dijo Piper con un gran bostezo, mirando el reloj—. ¿Crees que
ya se termina?
— ¡Piper! —silbó Phoebe, golpeando con fuerza el brazo de su hermana—. Creo que
casi llegamos a mi fragmento.
—Además, después de esto nos dan pastel y cerveza —añadió Paige, levantando las
cejas.
— ¿Pastel y cerveza, eh? —dijo Piper frunciendo el ceño impresionada —. Está bien.
Me quedaré. Paige sonrió ampliamente, y justo cuando devolvía la atención a Marcia,
Phoebe alargó la mano por delante de Piper para darle un golpecito en la rodilla.
— ¡Es esto! ¡Esta es mi parte! —dijo alegremente.
— Bendita señora, en esta noche os damos las gracias «Por todos aquellos que han
entrado en nuestras vidas a través de vuestro amor.»Por todos aquellos que comparten
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Embrujadas. **Algo Mágico**
con nosotros vuestra sabiduría y vuestra luz.»Por todos los frutos de vuestra fuerza y
poder. Y por la promesa de vuestros dones todavía por llegar.
«Os agradecemos humildemente que nos ofrezcáis paz en esta noche. Paz exterior y paz
interior...»
— ¡Era eso! —anunció Phoebe en un susurro con una gran sonrisa, mientras Marcia
seguía con la lectura.
— ¡Phoebe, estoy impresionada! —respondió Piper cuando Marcia hubo terminado —.
Tienes un don para estas cosas.
— Muchas gracias —respondió Phoebe sonrojándose complacida.
— Cuántas cosas sobre la paz — dijo Paige, sonriendo—. ¿Sabías que íbamos a atrapar
a los malos antes de esta noche, verdad?
—Más bien lo esperaba —dijo Phoebe humildemente. Marcia salió de detrás del altar y
levantó las palmas hacia el cielo. Levantó la mirada hacia las estrellas, y al fin cerró los
ojos.
—Señora y señor, aceptad nuestras palabras de devoción en esta noche bendita — dijo
—. Os damos gracias por nuestra fe y dedicamos nuestras vidas una vez más a vuestro
buen nombre. Dejad que vuestro poder viva en nuestro interior durante la estación y
durante el año.
— ¡Qué así sea! — exclamó Paige al unísono con la multitud, levantándose de un salto
al mismo tiempo que todos los aquelarres. Piper y Phoebe se rieron cuando todo el
mundo se levantó, se abrazó y empezó a bailar. Una pequeña banda de músicos del
aquelarre hippie, que había regresado ese atardecer, empezó a tocar música
trovadoresca, y el baile se volvió más loco. Piper y Phoebe se pusieron de pie, y Paige
las agarró de las manos, haciéndolas girar en un círculo. Phoebe se rió, e incluso Piper
no pudo contenerse y al cabo de unos instantes se echó a reír.
— ¡Pastel y cerveza! — gritó alguien. Paige se dio la vuelta y vio que Christian y el
resto de su aquelarre estaban haciendo girar mesas llenas de fruta y panes y pasteles con
un aspecto exquisito. Alguien empezó a distribuir vasos, y enseguida corrió el vino.
— Es como una versión más bonita de una fiesta universitaria —dijo Phoebe, mientras
cogía un vaso de vino.
—No hay nada malo en eso —dijo Piper, llenando un plato de comida.
—Piper, no he visto a Tessa ni a Taryn esta noche —dijo Paige.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Sí, se fueron hace un par de horas — respondió Piper con un suspiro —. Tessa dijo
que estaban rendidas y que querían volver a casa.
—Espero que estén bien —añadió Phoebe—. Me sentí tan mal por ellas esta tarde. Creí
que Taryn no iba a poder superarlo cuando oyó que todas las brujas estaban muertas.
— Lo sé, pero al final estarán bien. Solo necesitan algo de tiempo —dijo Piper—. De
momento creo que deberíamos intentar pasárnoslo bien esta noche. Creo que es lo que
querrían que hiciéramos.
— ¡Eh, chicas! —gritó una voz entre la multitud. Paige se volvió y vio que Jasmine se
dirigía hacia ellas, con su pelo rizado volando al viento. Se había maquillado la cara con
una capa de purpurina plateada y se había dibujado una estrella minúscula junto al ojo
derecho. Paige nunca la había visto tan guapa.
— ¡Eh! — dijo Paige —. Deberías dejar el estilo de luto riguroso más a menudo.
—Oh... gracias — dijo Jasmine, con un brillo en los ojos. Les mostró un plato lleno de
comida—. ¿Ya habéis probado este pan de pasas? Es impresionante.
—Todavía no —dijo Paige. Miró alrededor buscando a sus hermanas, pensando en la
mejor manera de escaparse de aquella conversación rápidamente y con elegancia, pero
Piper y Phoebe se habían alejado hacia la hoguera. Paige esperaba que Jasmine no
quisiera hablar otra vez sobre sus poderes, y que no estuviese enfadada todavía porque
Piper la hubiera paralizado horas antes. Lo último que necesitaban era que se airearan
en público sus trapos mágicos.
— ¿Te ha gustado la ceremonia? —preguntó Jasmine, dando un mordisco a su trozo de
pan.
—Sí, ha estado muy bien —respondió Paige—. ¿Qué os ha parecido? Seguro que
vosotras lo habéis hecho mejor en el pasado, ¿no?
— ¡No! ¡Realmente me gustó mucho! —dijo Jasmine asintiendo con la cabeza mientras
echaba un vistazo a la muchedumbre—. Tengo que decir que estoy impresionada. Creía
que iba a ser muy cutre y cursi, pero Marcia sabe lo que hace. Es decir, yo me tomo
muy en serio estos rituales, así que es difícil impresionarme.
—Ah — dijo Paige con una pequeña sonrisa. A veces el ego de Jasmine era demasiado
predominante. Pero por lo menos hablaba de otra cosa y no de lo que había sucedido
aquella tarde.
— Bueno, sé que no ibais a ver a los tigres esta tarde — dijo Jasmine, con una sonrisa
de complicidad en los ojos. Paige se dio una patada mental a sí misma. Sabía que en el
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Embrujadas. **Algo Mágico**
momento en que se sintiera cómoda, Jasmine sacaría el tema. ¿Qué le pasaba a esa
chica?
— ¿Qué te contaron Tessa y Taryn? —le preguntó Paige, apartándose algunos pasos de
la multitud para evitar que las oyeran.
— No mucho. Solo que vosotras encontrasteis a los secuestradores y os ocupasteis de
ellos — dijo Jasmine encogiéndose de hombros —. No te preocupes, P., vuestro secreto
está a salvo. También tengo poderes, ya sabes. Cuando los tienes, te gusta usarlos. Paige
asintió pensativamente. Allí volvía a estar Jasmine, aludiendo a su poder. Estaba
hablando solamente de los trucos de salón que ella y sus amigas habían hecho la otra
noche, ¿o tenía algo escondido en la manga?
—¿Qué tipo de poderes, exactamente? — le preguntó Paige con indiferencia—. ¿Algo
interesante?
—Oh, nada parecido a lo que podéis hacer vosotras, chicas, evidentemente — dijo
Jasmine, mirando por encima de su hombro en dirección a Piper y Phoebe, que habían
empezado a bailar con algunos de los hippies—. No, vosotras tres sois especiales...
A Paige le sorprendieron las palabras de Jasmine. Era la primera cosa casi humilde que
había dicho desde que se conocían.
— Te lo enseñaría, pero no quiero dejar alucinados a estos aspirantes —añadió Jasmine,
volviéndose hacia Paige otra vez, haciendo volar sus rizos. Dio un sorbo de su bebida y
sonrió con complicidad —. Ya me entiendes — dijo.
—Por supuesto — respondió Paige, intentando no sonreír con satisfacción.
— De todas maneras, no te preocupes. Ahora mismo estoy perfeccionando mis poderes,
pero ya te enseñaré lo que puedo hacer — dijo Jasmine, llevándose la taza hacia los
labios otra vez — cuando llegue el momento. Por alguna razón Paige sintió un
escalofrío en los brazos al oír estas últimas palabras. ¿Qué quería decir exactamente
Jasmine cuando decía que estaba «perfeccionando» sus poderes? Quizá era más
poderosa de lo que Paige había creído en un primer momento. Paige miró a Jasmine a
los ojos, y se dio cuenta de que su sonrisa se había ensombrecido un poco. Pero
entonces parpadeó y la sombra desapareció. Paige se aclaró la garganta y apartó la
mirada. ¿Se lo habría imaginado?
— Bueno, tengo que ir a salvar a Chloe — dijo Jasmine—. La chica se mete en líos
cuando hay cerveza cerca. Es muy embarazoso. Y tenemos una reputación que
mantener.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿Qué reputación es esa? — preguntó Phoebe.
— Nos tomamos en serio nuestra magia — respondió Jasmine con firmeza —. Nuestro
aquelarre es uno de los aquelarres de élite de la costa este, y todavía no he permitido que
las tendencias alcohólicas de Chloe se interpongan en nuestro camino. De repente, se
oyó un fuerte grito de alegría desde el otro lado de la hoguera, y Paige levantó la mirada
y vio que uno de los hermanos de Christian levantaba a pelo púrpura del suelo.
— Entonces, será mejor que vayas — dijo Paige.
Jasmine se puso pálida, ofreció su plato y su taza a Paige, y luego se marchó en
dirección a Chloe. Cuando Jasmine se marchó, Paige se rió y, dejando de lado su
inquietud, se despidió con los pocos dedos que le quedaban libres. Jasmine era solo
Jasmine, por muchos poderes que tuviera. Lo único que le interesaba a ella era ser la
chica más genial del baile..., o la wicca más genial del encuentro, en este caso.
— ¡Paige, vamos! — gritó Phoebe desde en medio del número cada vez mayor de
wiccas que bailaban—. ¡Piper está brincando! Esto tenía que verlo con sus propios ojos.
Corrió para unirse a sus hermanas junto a la banda, olvidándose de la oscuridad
momentánea de Jasmine. Habían derrotado a los secuestradores y ahora estaba aquí
oficialmente por placer, no por trabajo. ¡Era hora de soltarse la melena wicca!.Aquella
noche Piper se despertó de una sacudida, aterrada, repentinamente incapaz de respirar.
El miedo se apoderó de su corazón antes incluso de que estuviera completamente
despierta; antes incluso de que pudiera abrir los ojos. Notó la mano sobre su boca justo
antes de que le agarraran las manos hacia atrás y se las ataran con un trozo de cuerda
que le quemaba la piel. Piper se agitó violentamente, intentando ver a sus asaltantes,
pero estaban detrás de ella, atándola, amordazándola con alguna especie de tela.
Gruñendo lo más fuerte posible, Piper miró a sus hermanas, que dormían
profundamente mientras ella se resistía. ¿Cómo podía ser que no lo oyeran? ¿Cómo
podía ser que no se despertaran? Solo el sonido de su pulso bramando en sus oídos
hubiese bastado para despertar a los muertos. Daba patadas, intentando tirar algo o
golpear algo con fuerza, pero en la tienda no había demasiadas cosas para romper, y sus
poderes no le servían de nada con las manos atadas. ¡No puede ser que suceda esto! ¡No
puede ser!, pensó Piper con la mente desbocada, mientras seguía luchando — . ¡Os
derrotamos! ¡Estáis muertos! ¡Los secuestradores están muertos!
El corazón de Piper latía furiosamente mientras la arrastraban hacia la parte de atrás de
la tienda. Daba patadas y se revolvía en vano.
— Despertaos— ¡Por favor, despertaos, aunque solo sea una de vosotras! —gritó Piper
silenciosamente. Phoebe y Paige no movieron ni un músculo. Piper miró fijamente a sus
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hermanas, indefensa, con los ojos llenos de lágrimas, hasta que el faldón de la tienda se
cerró delante y se interpuso entre ellas. Todo ocurrió tan rápido, que ni siquiera estaba
segura de que hubiesen tenido tiempo de reaccionar de haber despertado. Cuando los
secuestradores tuvieron a Piper fuera de la tienda, usó toda la fuerza que le quedaba para
soltarse, girando en círculos por la fuerza de sus propios movimientos. Con las manos
atadas y la boca amordazada, se apartó el pelo de la cara y consiguió ver a sus captores.
— Oh, Dios mío —dijo Piper a través de la mordaza. No puede ser...Entonces, todo se
volvió negro.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¡Paige! ¡Paige, despierta!
— ¿Phoebe? —murmuró Paige, poniéndose el antebrazo sobre la cara para protegerse
los ojos mientras los abría. En la tienda ya se colaba la fuerte luz del sol, pero a Paige le
parecía que solo había dormido un par de horas. Sudando como una loca, apartó las
mantas de una patada.
— ¿Qué pasa? — preguntó, aturdida, mientras se sentaba. A juzgar por el tono aterrado
de Phoebe era evidente que había pasado algo, pero Paige todavía estaba medio
dormida, y en cuanto se sentó, un intenso dolor le atravesó la frente—. Ah... demasiada
cerveza —gruñó.
— Olvídate de la cerveza —le dijo Phoebe con dureza—. ¡Paige, Piper ha desaparecido!
— ¡¿Qué?! — Paige abrió totalmente los ojos por primera vez y miró la cama de Piper
al otro lado de la tienda. Al instante, empezaron a llorarle los ojos a causa de la luz
directa del sol, pero Paige pudo ver que las sábanas de Piper estaban enredadas y
revueltas. La sábana de encima estaba tirada en el suelo, y su almohada estaba a los pies
de la cama.
— Bueno, puede que se haya levantado con prisa —dijo Paige, levantándose y
caminando hasta la cama de su hermana, sin hacer caso de los latidos de su cabeza—.
Es decir, es imposible que se la hayan llevado, ¿verdad? Derrotamos a los anubi.
— No lo sé, Paige. Esto me da muy mala espina— dijo Phoebe, retorciéndose las manos
—. Realmente no es el estilo de Piper dejar ese desorden. Y solo son las siete de la
mañana. ¿Cuándo fue la última vez que se levantó antes de las siete?
— Vale, mantén la calma. Analicémoslo bien— dijo Paige. El corazón empezaba a
palpitarle con fuerza y se llevó ambas manos a la frente para apretársela. Aquello no
podía estar pasando. No era posible que se hubieran llevado a Piper. ¡Ya habían resuelto
todo el asunto!
—Si se resistió, ¿por qué no nos despertamos?
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— preguntó Paige, agarrándose a un clavo ardiendo—. ¿Por qué no usó sus poderes
para hacer estallar algo> o hacer volar a lo que fuese que se la llevara?
—Quizá no pudo, no lo sé — dijo Phoebe, sentándose en el borde de su cama—. Pero
los compañeros de aquelarre de los secuestrados dijeron que no habían oído nada. Y
anoche nos tomamos algunas copas de vino, de manera que probablemente estábamos
totalmente fuera de combate. — Hizo una pausa e inspiró profundamente, pensando —.
Paige, ¿y si los anubi no se llevaron a todos esos otros wiccas ? ¿Qué pasa si el
secuestrador todavía está allí fuera y ahora tiene a Piper?
— ¡Pero si hicimos un hechizo de protección para la tienda! — gritó Paige, empezando
a desesperarse—. Nadie podría haberlo atravesado...Paige se interrumpió y una
sospecha empezó a tomar forma en su mente. El miedo le oprimió el estómago como un
tornillo de banco y se sentó en la cama de Piper, casi incapaz de respirar. Agarró la fría
almohada de Piper, intentando controlar su mente acelerada.
—¿Qué es? —preguntó Phoebe, frunciendo el ceño—. ¿Qué ocurre?
—Jasmine —dijo Paige, con un susurro de voz —. Me dijo algo anoche... oh, Dios mío,
esto no es bueno.
—¿Qué? — gimió Phoebe, poniéndose de pie—. ¡Paige, cuéntamelo!—Dijo que estaba
perfeccionando sus poderes y que me los mostraría cuando llegara el momento — soltó
Paige—. En ese momento sonó muy amenazador, pero luego pensé que solo era
Jasmine haciendo de Jasmine...
— Así que quizá esto es lo que quiso decir con lo de mostrártelo — dijo Phoebe —.
Quizá se llevó a Piper.
—Y dijo eso la otra noche, lo de que Craig recibiera lo que se merecía... — Paige cerró
los ojos con fuerza, confusa por un revoltijo de pensamientos —. No lo sé, quizá
ayudaba a los anubi o algo.
—Y podría haber atravesado nuestro hechizo anoche porque confiábamos en ella —
añadió Phoebe—. O sea, es pesada pero fuimos amables con ella. Paige se levantó,
temblando de pies a cabeza.
— Phoebe, podría haberlo evitado. Tendría que haberos contado lo que dijo anoche.
—Paige, no es culpa tuya —dijo Phoebe, alargando la mano para coger la de Paige—.
Nadie habría podido adivinar que era la secuestradora. Creíamos que habíamos matado
a los secuestradores.
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—Pero Piper quería volver a casa ayer por la noche, y yo protesté hasta que dijo que se
quedaría — continuó Paige, con los ojos llenos de lágrimas—. Si nos hubiéramos
marchado a casa...
— Yo también puse de mi parte para que nos quedáramos — dijo Phoebe. Le apretó la
mano a Paige y la miró a los ojos —. No podíamos haber hecho nada para evitarlo, pero
hay algo que podemos hacer ahora. Vamos a buscar a Jasmine. Paige cruzó la
habitación, metió los pies en las sandalias, y luego Phoebe y ella salieron y atravesaron
el camping, vestidas todavía con el pijama. El camping se estaba empezando a
despertar, pero Paige apenas vio a nadie más por allí. Solo esperaba y rezaba que
Jasmine todavía no se hubiera marchado. Esa chica les tenía que explicar unas cuantas
cosas seriamente.
El lado del camping de Jasmine estaba completamente quieto y silencioso. Muchos de
los aquelarres que se habían marchado de aquella zona del camping no habían regresado
para el festival. Phoebe apartó el faldón de la puerta de la tienda de Jasmine, y Paige
entró directamente. Se detuvo un momento en el interior de la tienda, aturdida. La
tienda era un desastre total. Había un círculo de velas fundidas justo en el centro de la
habitación. La cera de colores se había mezclado y endurecido, formando un charco
arremolinado justo a los pies de Paige. Había ropa y bufandas y abalorios esparcidos por
todas partes, y el suelo estaba cubierto de restos de tazas de la celebración. Chloe estaba
dormida con la cabeza en los pies de la cama, roncando ruidosamente. Annie estaba en
una cama en el lado derecho de la habitación, vuelta hacia la pared. Paige miró hacia la
cama de la izquierda, le echó un vistazo al pelo rizado de Jasmine, y se dirigió
directamente hacia ella. La chica llevaba una máscara para los ojos de satén negro, y
tenía los rizos perfectamente extendidos sobre la almohada.
— ¡Jasmine! — dijo Paige gritando, sin importarle si despertaba a todo el camping—.
¡Despierta, tenemos que hablar contigo! Chloe, todavía dormida, rezongó en la cama del
centro, se dio la vuelta, y tiró de la manta para taparse la cabeza. Probablemente tenía
una resaca importante.
— ¡Jasmine! — volvió a gritar Paige, abalanzándose sobre la cama de la chica.
Esta vez Jasmine se sentó tan rápido que Paige tuvo que apartarse de un salto. Jasmine
se sacó la máscara de la cara y parpadeó por la luz del sol.
—¿Qué pasa? — preguntó, mirando con furia a Phoebe y Paige—. ¿Qué demonios
hacéis en mi tienda?
—¿Qué demonios hacías tú en nuestra tienda anoche? —le contestó Paige bruscamente.
Annie se despertó e inspeccionó al trío, confusa.
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—¿Qué pasa? —preguntó, apartándose el pelo liso de la cara mientras levantaba la
cabeza de la almohada.
—Solo queremos hacerle algunas preguntas a Jasmine sobre sus poderes —respondió
Phoebe, cruzando los brazos. A Paige le maravillaba que su hermana pudiese parecer
amenazadora incluso con unos pantalones azul cielo y una minúscula camiseta de
tirantes blanca.
—¿Mis poderes? —preguntó Jasmine, entornando los ojos indignada—. ¿Me habéis
despertado a esta hora intempestiva para preguntarme por mis poderes?
—Sí, ¿es uno de ellos la habilidad de secuestrar sigilosamente a gente inocente en mitad
de la noche? —le exigió Paige.
—¿Ha desaparecido alguien más? —preguntó Jasmine. El miedo le encendió los ojos
mientras se llevaba la mano al pecho. Paige miró a Phoebe. Parecía una emoción muy
sincera. Pero, aun así, podía ser que la chica simplemente fuera una buena actriz.
— Buen intento — dijo Paige—. Será mejor que nos enseñes qué puedes hacer ahora
mismo, o vamos a ir directamente a la policía.
— ¿A la policía? —repitió Jasmine.
— O puede que nos ocupemos de ti a nuestra manera — añadió Phoebe, clavando la
mirada en Jasmine. Paige sabía que Phoebe nunca haría daño a Jasmine a menos que no
tuviera otra opción, pero la amenaza fingida pareció funcionar.
Jasmine se levantó de la cama. El dobladillo de su largo camisón cayó al suelo, y
levantó la cabeza.
—Por favor, ¿puedo hablar con vosotras fuera? — preguntó. Entonces pasó con aire
majestuoso por delante de Phoebe y Paige y salió por la puerta de la tienda. Paige no
podía creer que la chica tuviera el descaro de darles órdenes en un momento como
aquel. ¿No comprendía cuándo estaba en apuros? Cuando Paige y Phoebe salieron,
Jasmine se volvió hacia ellas con una expresión completamente nueva en la cara.
Habían desaparecido el engreimiento y la seguridad, reemplazados por el miedo y la
desesperación. Alargó la mano y tiró de Phoebe y Paige por la muñeca hasta que las tres
estuvieron a cierta distancia de su tienda. Entonces echó un vistazo rápido por encima
del hombro, explorando el desierto camping. Cuando miró a Paige de nuevo, bajó la
cabeza, de manera que el pelo le cayó sobre la cara.
— No tengo poderes — dijo en una voz tan baja que Paige apenas pudo oírla.
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— ¿Qué? —preguntó Paige, con los ojos muy abiertos —. ¿Y qué eran todas esas
tonterías que dijiste anoche sobre perfeccionar y... y no querer asustar a los aspirantes?
Jasmine soltó un chillido de indignación patético e inclinó la cabeza hacia atrás.
—Solo estaba... no lo sé. Solo... —Querías que pensáramos que tenías poderes para que
creyéramos que eras fantástica —dijo Phoebe sin rodeos.
— Como si a mí me importara que vosotras creáis que soy genial —soltó Jasmine.
Phoebe levantó una ceja y la miró fijamente hasta que se vino abajo.
—Vale, si quieres decirlo así... — dijo Jasmine, sacudiendo la cabeza y poniendo los
ojos en blanco como si Phoebe solo la acabara de acusar de algo que no hacía—. Pero
todos los de mi aquelarre creen que sí tengo poderes, así que no se lo digáis a nadie, ¿de
acuerdo?
—Pero, entonces, ¿qué era lo que dijiste la otra noche sobre que Craig recibiera su
merecido? —le preguntó Paige desesperada, ignorando la súplica de Jasmine. Una parte
de ella quería que Jasmine fuese la culpable. Por lo menos, la tenían de pie delante de
ellas y era algo a lo que se podían enfrentar. Si Jasmine no se había llevado a Piper,
entonces iban a estar completamente desorientadas.
— ¿Creéis que yo tuve algo que ver con la muerte de Craig? —soltó Jasmine,
asustada—. ¿No le sacaron toda la sangre? ¡Vamos! Paige y Phoebe intercambiaron una
mirada. Aquella chica era demasiado.
—Solo lo dije porque Craig intentó ligar conmigo la primera noche que estuvimos aquí
— continuó Jasmine —. Fue absolutamente asqueroso.
—No puedo decir que no esté de acuerdo en eso — dijo Phoebe en voz baja —. Aunque
obviamente no se merecía que lo mataran por ser un cerdo.
—No me lo creo —dijo Paige, lanzando las manos al aire. Unas lágrimas de frustración
amenazaban con desbordarse, y le dio la espalda a Jasmine para que no lo viera y
empezara a hacer un millón de preguntas. Paige no tenía tiempo para un millón de
preguntas de la mayor de todas las farsantes. Tenía que encontrar a su hermana.
—Venga, Paige, vámonos —dijo Phoebe, envolviendo la espalda de Paige con los
brazos y apartándose de la tienda de Jasmine.
— Chicas, ¿no se lo diréis a nadie, verdad? — les gritó Jasmine —. Lo de mis...
poderes.
— Como quieras — dijo Paige. La reputación de Jasmine era en lo último en lo que
pensaba en aquel momento. Un único pensamiento dominaba su cerebro mientras
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Phoebe y ella recorrían el camino de regreso hacia su tienda. Si Jasmine no se había
llevado a Piper, entonces, ¿quién lo había hecho?
—Vale, no sé qué hacer. No tengo ni idea de quién es el responsable — dijo Phoebe
mientras entraba en la tienda detrás de Paige. Echó un vistazo a la cama de Piper e
inmediatamente se dio la vuelta. Se ponía enferma con solo mirarla. Prácticamente
podía ver a Piper luchando, podía ver el miedo en sus ojos. Solo hacía que Phoebe
quisiera sentarse y llorar, o pegar a alguien muy fuerte. Pero en aquel momento ninguna
de esas opciones iba a ayudarlas.
— Tenemos que llamar a Leo — dijo Paige, cogiendo la almohada de Piper.
—Va a volverse loco — dijo Phoebe, con el corazón latiéndole con fuerza súbitamente
en el pecho. Ni siquiera podía pensar en cómo reaccionaría Leo cuando oyera la noticia.
Al pensarlo le dolía el pecho incluso más quedantes. Contra su voluntad, Phoebe miró la
cama de Piper otra vez, y algo se rompió dentro de ella. Se acercó a la cama y le
arrebató a Paige la almohada de Piper de las manos, con la intención de arreglar la cama
para no ver más la prueba de la lucha. Pero en cuanto tocó la almohada de Piper, una
intensa visión se apoderó de ella. Piper estaba de rodillas, con las manos atadas a la
espalda, y la boca amordazada con un trozo largo de tela roja. Estaba en el centro de un
círculo de gente igualmente atada y amordazada, todos ellos consumidos por el miedo.
El miedo era tan grande que Phoebe prácticamente podía tocarlo. Alguien estaba
preparando un altar en un extremo de la enorme habitación, con velas negras, una
especie de cuenco, y retales de gasa púrpura y negra. De repente, Piper abrió los ojos
aterrada, y Phoebe vio que una figura se acercaba a su hermana con un gran cuchillo
centelleante...
— Oh, Dios mío — dijo, saliendo bruscamente de su visión. Se agarró del brazo de
Paige para sujetarse antes de que le fallaran las piernas. La cabeza le daba vueltas, y
durante medio segundo creyó que iba a desmayarse, pero aguantó. Tenía que
mantenerse centrada. Si no lo hacía, Piper iba a morir.
— ¿Qué has visto? —le preguntó Paige, ayudando a Phoebe a sentarse en la cama de
Piper. Phoebe se sentó, temblando, agarrando todavía la almohada de Piper con una
mano.
—Una especie de ritual — dijo Phoebe—. Había muchas brujas y alguien con un
cuchillo enorme. —Miró a Paige, y le apretó con fuerza el brazo—. Va a matar a Piper
— dijo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Está bien, ya basta — dijo Paige —. ¡Leo! ¡Leo! Si no apareces...Antes de que
pudiera terminar de despotricar, Leo apareció delante de ellas en un torbellino de
destellos blancos y azules.
— ¿Qué pasa? — preguntó tranquilamente, mirando a su alrededor—. ¿Va todo bien?
—No, Leo, no todo va bien —le dijo Paige, intentando parecer tranquila—. Quizá
tendrías que sentarte.
— ¿Por qué? — preguntó Leo, quedándose inmóvil. Entonces la comprensión apareció
en sus ojos azules —. ¿Le ha ocurrido algo a Piper? ¿Dónde está?
—La han secuestrado en mitad de la noche, Leo— dijo Phoebe, apretándose las manos
contra los muslos —. Lo siento. No oímos nada.
—Espera un minuto, ¿que la han secuestrado?— soltó Leo impulsivamente—. Pero si
vosotras derrotasteis a esos...
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Embrujadas. **Algo Mágico**
n el momento en que Phoebe puso los pies en el suelo^ ensanchó la postura y
levantó los brazos, preparada para apartar a cualquiera que se interpusiera en su
camino. La adrenalina estimulada por el miedo le corría por las venas. Pero
cuando echó un vistazo a su alrededor, sus músculos tensos se relajaron un poco. Paige,
Leo y ella estaban en un estrecho pasillo, rodeados de enormes estanterías pesadas
llenas de cajas de madera. Las estanterías subían hasta el techo, que parecía estar a
kilómetros por encima de sus cabezas, y el olor a serrín enrarecía el aire. No se veía ni
un alma.
—¿Dónde estamos? —preguntó Paige, confusa, mientras examinaba las cajas. Pasó por
delante de Phoebe, recorriendo los estantes de acero con los dedos, que terminaron con
una gruesa capa de polvo —. Buaj — gruñó, restregándose las manos para limpiárselas
—. Sea lo que sea, hace tiempo que no lo han limpiado.
— Es una especie de almacén — dijo Leo. Tocó ligeramente la áspera superficie de la
caja más cercana y miró a Phoebe—. Y, ¿dónde están todos?
— No puede ser esto — dijo Phoebe, echando la cabeza hacia atrás —. El almacén que
vi era enorme y estaba vacío. No recuerdo nada de todo esto. De repente, Phoebe oyó
una voz que apenas era un susurro, y se le encogió el corazón. Levantó un dedo para
decir a los otros que se quedaran en silencio y escuchó atentamente. No tardó mucho en
oírse de nuevo. Una voz baja pero poderosa. Parecía venir del otro lado de las cajas de
su izquierda.
—Seguidme —susurró. Las zapatillas de deporte que se había puesto aquella mañana no
hacían ningún ruido mientras avanzaba lentamente a lo largo del pasillo. Phoebe bajó la
mirada hacia el suelo y se dio cuenta de que tanto ella como Paige todavía iban en
pijama... No era precisamente la ropa más amenazadora, ni la más práctica para luchar,
pero tendrían que conformarse. Se detuvo al llegar al extremo de la estantería.
Moviéndose con la mayor lentitud posible, miró al otro lado de las cajas. Observó que
detrás de las estanterías la habitación se abría, pero todavía no pudo ver nada.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
La voz, sin embargo, sonaba más fuerte ahora. Se estaban acercando. Phoebe apretó la
espalda contra las cajas del extremo del estante. Leo y Paige hicieron lo mismo, y luego
avanzaron poco a poco hasta llegar a la esquina. A Phoebe le sudaban las palmas
mientras las apretaba contra la caja llena de astillas que tenía detrás.
—Vale, que no se mueva nadie — susurró. Phoebe miró a hurtadillas al otro lado de
esta última fila de cajas y se quedó helada. Habían despejado un área enorme del
almacén y la habían preparado para el ritual que había presenciado en su visión. Pero
había un detalle añadido que no había visto: Christian estaba de pie contra la pared del
extremo izquierdo, con las manos en la espalda. Llevaba una camiseta negra ajustada y
vigilaba la habitación con una expresión que Phoebe nunca hubiera pensado que fuera
posible en su cara normalmente dulce. Tenía un aspecto amenazador, incluso malvado.
Parecía estar al mando. El resto de su aquelarre bordeaba las paredes, todos en la misma
posición que Christian, cada uno a cierta distancia del siguiente. Tenían rostros
inexpresivos como piedras mientras miraban con furia el círculo de wiccas atados que
tenían delante.
—Es Christian — susurró Phoebe, alargando la mano para agarrar la de Paige—. Debe
de ser el que está organizando todo esto.
— ¿Christian? ¿Cómo es posible? — dijo Paige.
— No tengo ni idea — respondió Phoebe, con la mente acelerada. Christian había
parecido muy sorprendido cuando le contó todo lo referente al poder wicca de los
secuestros. Había parecido preocupado. ¿Era simplemente un actor muy bueno? ¿Y qué
tenían que ver la muerte de Craig y los anubi con todo aquello? Era demasiado para
aceptarlo.
— ¿Ves a Piper? —preguntó Leo.
—Todavía no —respondió Phoebe. Había dieciséis brujas formando en un gran círculo,
cada uno o una de rodillas y todos amordazados, igual que había visto Phoebe en su
premonición. Tenían las manos fuertemente atadas a la espalda con gruesos trozos de
cuerda. No tenían los ojos tapados, así que la mayoría miraba a su alrededor
frenéticamente, como si anticiparan algo terrible. Una chica pelirroja que estaba más
cerca de Phoebe lloraba en silencio. Tenía un aspecto pálido y débil, y Phoebe se
preguntó si era una de los primeros wiccas secuestrados. ¿Cuánto tiempo hacía que
Christian y sus amigos la retenían? No veía a Piper, pero sí a Keisha de rodillas en el
lado opuesto del círculo. Su piel oscura brillaba por la transpiración, y parecía estar
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Embrujadas. **Algo Mágico**
mirando directamente hacia Phoebe. De repente Phoebe se acordó que Keisha podía ver
a través de objetos sólidos, y sacudió la cabeza ligeramente, intentando decirle a la chica
que no los delatara. Keisha bajó la mirada inmediatamente hacia el suelo de hormigón,
pero no antes de que Phoebe viera un destello de esperanza en sus ojos.
Había una vela negra entre cada bruja, en el suelo, y habían pintado un pentagrama rojo
en el centro del círculo. El altar que Phoebe había visto estaba en el otro extremo de la
habitación, decorado con telas de color púrpura y negro. Había dos personas de pie a
cada lado del altar con capas y capuchas negras, dando la espalda al círculo y a Phoebe.
— Trae el sacrificio final —dijo Christian de repente, con la voz clara y fuerte.
Un grupo de gente salió de las sombras de detrás del altar. Cuando llegaron a la luz que
arrojaban las velas, Phoebe vio que eran dos de los hermanos de Christian y que
arrastraban a Piper. Cuantas más patadas daba y más intentaba soltarse, más fuerte
parecían agarrarle los brazos, hasta que al fin se le desencajó la cara de dolor.
—Oh, Dios mío — Phoebe soltó un grito ahogado, pegándose más a Paige. Leo salió
inmediatamente de su escondite para verla, pero Paige lo retuvo. Phoebe contuvo la
respiración mientras su hermana se resistía durante todo el camino hasta el centro del
círculo, intentando librarse de la mordaza y forcejeando con las manos. Tenía los ojos
húmedos, pero no dejó escapar ni una lágrima. La forzaron a ponerse de rodillas en el
centro del pentagrama, y se apartó el pelo de la cara con un gesto desafiante de la
cabeza, mirando con odio a la gente que estaba junto al altar. Quizá lo he entendido mal.
Quizá son esos los que están al mando, pensó Phoebe, centrando su atención en las
figuras encapuchadas. ¿Había más miembros del aquelarre de Christian?
—Tenemos que ayudarla — dijo Leo, esforzándose por mantener la calma. Antes de
que Phoebe pudiera contestar, una poderosa voz de mujer llenó la habitación, e infundió
el aire con su timbre. Phoebe miró a Paige, sorprendida. Creía que el aquelarre de
Christian estaba compuesto únicamente por hombres.
— Nos hemos reunido aquí con un gran objetivo —empezó a decir la voz—. Nuestra
ascensión significará el fin de los eones de enfrentamientos, de luchas, de disputas.
Traeremos el orden a la tierra. Traeremos el orden del Infierno. Un escalofrío recorrió la
piel de Phoebe y le llegó al corazón. Las dos figuras encapuchadas se dieron la vuelta y,
cuando se apartaron las capuchas de la cara, Phoebe estuvo a punto de caer de rodillas.
Eran Tessa y Taryn. Su piel pálida, cubierta de rocío, parecía brillar a la luz de las velas
mientras miraban fijamente al frente como si estuvieran embrujadas. Taryn estaba de
pie, orgullosa, con la cabeza alta, con aspecto fuerte y saludable. Parecía una persona
completamente diferente.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Paige... — dijo Phoebe, con una voz que parecía un chillido. Paige estiró el cuello y
miró al otro lado por primera vez. Justo cuando lo hacía la persona que hablaba salió de
las sombras y se dirigió hacia el altar. Iba vestida con un vestido vaporoso de color
negro y púrpura, y el pelo rubio, largo y liso le caía sobre los hombros como un manto
brillante. Tenía los ojos de exactamente el mismo azul penetrante que Tessa y Taryn.
Phoebe no dudó ni un momento de que estaba viendo a su hermana pequeña, Tina. La
que supuestamente había desaparecido.
— ¿Christian, Tessa y Taryn? —dijo Paige guturalmente—. ¿Pero cómo puede ser?
—Queremos agradeceros a vosotros, hermanos y hermanas wiccas, que hagáis el
sacrificio final —bramó Tina, con una luz espeluznantemente reverente en los ojos
mientras miraba a los de cada una de sus víctimas — .Ya Piper Halliwell, nuestra
Embrujada — dijo Tina, mirando fijamente a Piper. Salió de detrás del altar, con las
manos cruzadas delante—. Parece que ya no estás sola. Antes de que sus palabras
hubieran penetrado en la mente de Phoebe, Tina levantó la mirada, y la dirigió hacia los
ojos de Phoebe. Su primer instinto fue echarse hacia atrás, pero era demasiado tarde.
Tina los había visto. Paige y Leo salieron de su escondite, y los tres se plantaron allí,
desafiantes.
—Tus hermanas han venido a buscarte, justo como había predicho —prosiguió Tina,
con una expresión desdeñosa que se le formaba en los labios — . ¡Y tú marido también!
Qué dulce. — Piper volvió la cabeza y miró a Phoebe, con una expresión que mezclaba
alivio y enojo. Alivio porque la habían encontrado. Enojo porque se habían puesto en
peligro.
—Nos alegramos de que lo consiguierais, chicas — dijo Tina, abriendo los brazos—.
Cuando hayamos terminado con Piper, seréis las siguientes. Miró a Christian e hizo un
ademán indiferente en dirección a Phoebe.
— Detenedlas —dijo con indiferencia. Luego sonrió ampliamente y dio una palmada
con las manos —. ¡Siempre había querido decir eso!
— ¡Qué chalada! —dijo Paige en voz baja, poniendo los ojos en blanco, mientras
algunos de los miembros del aquelarre de Christian avanzaban hacia Phoebe, Leo y ella.
— Cuéntamelo —respondió Phoebe.
—No queremos haceros daño... todavía —dijo uno de los atacantes, acercándose a
Phoebe lentamente.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— Bueno, por suerte no tengo el mismo problema — dijo Phoebe. Justo cuando él y
otro tipo más flaco arremetieron contra Phoebe, ella dio un salto en el aire, ejecutó una
voltereta sobre sus cabezas, y cayó de pie detrás de ellos. Antes de que tuvieran tiempo
de volverse, le dio una patada en la región lumbar al primero, y lo lanzó contra el más
flaco. De repente, Damon arremetió contra Leo, y este le propinó un puñetazo en la
mandíbula al más bajo, que cayó tambaleándose hacia atrás. Pero poco después algunos
de sus amigos fueron en su ayuda. Mientras un tipo con tripa cervecera agarraba a Paige
por detrás, sujetándole los brazos, otros tres consiguieron hacer lo mismo con Leo.
Paige miró a Leo, y levantó la cabeza hacia el altar.
—Entendido —dijo Leo. Los dos desaparecieron en sus remolinos de luz y
reaparecieron en el otro extremo de la habitación en esquinas opuestas. Tessa, Taryn y
Tina se dieron la vuelta para enfrentarse a ellos, y Paige vio que Damon, el chico de la
tripa cervecera, y sus amigos estaban todos de pie cerca de la estantería, sin entender.
Mientras tanto, Phoebe dio un cabezazo a un chico que había conseguido agarrarla por
detrás, antes de dar un salto y derribar a Damon, tripa de cerveza, y a otros dos hombres
que intentaron sujetarla. Por el momento el aquelarre de Christian no estaba resultando
tan poderoso como sus amigos habían presumido en un principio.
— ¡Detenedlos! — gritó Tina, señalando a Leo y a Paige. Christian y otros amigos
suyos se dirigieron hacia ellos, y Paige miró a Leo.
— ¡Ve con Piper! — le dijo —. Estaré bien. Leo orbitó otra vez y reapareció en el
centro del círculo, donde ayudo a Piper a levantarse. Estaba desatando la cuerda que le
sujetaba las manos cuando Christian y un miembro fornido del aquelarre le bloquearon
la visión a Paige. Christian le agarró el brazo y se lo torció detrás de la espalda, lo que le
provocó un dolor punzante en el hombro, pero Paige se resistió a mostrar el dolor en la
cara.
— Lo siento, chicos — dijo —. ¡Nos vemos! Entonces orbitó otra vez y reapareció
junto a Phoebe, que estaba luchando cuerpo a cuerpo con dos hombres que estaban
teniendo graves problemas con ella. La habitación empezó a dar vueltas ante los ojos de
Paige, y apoyó una mano contra las estanterías, mareada. No estaba acostumbrada a
orbitar tanto en un espacio tan corto de tiempo, y eso le pasaba factura. Cerró los ojos
con fuerza, inspiró profundamente, y al abrirlos de nuevo se encontró con que tripa de
cerveza volvía a avanzar hacia ella.
— Esta vez no, amigo — dijo Paige. Empujó con fuerza la palma directamente contra
su nariz y oyó un gratificante chasquido. Esa clase de autodefensa a la que fui en la
universidad valió la pena.
— ¡Me has roto la nariz! — gritó él, agarrándose la cara mientras caía de espaldas.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Niño —dijo Paige en voz baja. Entonces Phoebe lanzó a uno de sus asaltantes por
encima de su espalda, y aterrizó a los pies de Paige, inconsciente.
—Muy bien — dijo Paige—. ¿Necesitas ayuda?
— Claro, ¿por qué no? — respondió Phoebe, sin aliento. Miró por encima de su
hombro, se volvió, y le dio con la izquierda en la mandíbula a uno de los tipos, que
retrocedió algunos pasos tambaleándose. Paige no era la luchadora más experimentada
del mundo, pero se había fijado en Phoebe lo suficiente para saber lo que funcionaba.
Cuando uno de los chicos se volvió hacia ella, Paige le dio una patada directa en la tripa
con toda su fuerza, y cuando se dobló, le propinó un rodillazo en la cara. Justo cuando
se caía hacia atrás, aturdido, a Paige la agarraron desde atrás.
— No más actos de desaparición —le gruñó Christian al oído.
— Lo siento, Chris — dijo —. Puedo hacerlo todo el día. Paige volvió a orbitar hasta el
altar, preparada para luchar, pero en cuanto tocó el suelo, de repente se levantó y se alzó
por el aire. Todo el aire se le escapó de los pulmones mientras volaba a través del
almacén, moviéndose inútilmente. Ni siquiera tuvo tiempo de pensar en orbitar antes de
chocar contra la pared y perder el aliento. El dolor se extendió por cada centímetro de su
cuerpo. Paige abrió los brazos para parar la caída mientras chocaba contra el suelo,
tosiendo incontrolablemente.
— ¿Qué demonios ha sido eso? — farfulló cuando recuperó la respiración. Mientras se
levantaba apoyándose en las manos, y repasaba mentalmente su cuerpo por si tenía
huesos rotos, sintió que alguien la miraba fijamente. Levantó la mirada y vio que Tina le
sonreía con satisfacción desde el otro lado de la habitación. La chica se volvió hacia el
círculo, donde Leo y Piper estaban desatando a los otros wiccas, e hizo un movimiento
rápido e indiferente con la muñeca. De repente Leo salió volando por los aires como si
acabara de alcanzarlo una bala de cañón invisible. Pero por lo menos tuvo el instinto de
orbitar antes de quedar gravemente herido. Reapareció cerca de Phoebe, y luego Paige
vio algo que no podía creer.
Alguien echó hacia atrás los brazos de Phoebe y se los sujetó, pero allí no había nadie.
Phoebe se resistió y se soltó, pero cuando se dio la vuelta, su mandíbula se echó
bruscamente hacia atrás como si hubiera recibido un puñetazo. Entonces las piernas se
le levantaron del suelo y cayó de lado, con fuerza. Paige se levantó, haciendo caso
omiso de las protestas de sus numerosas magulladuras. ¿Qué estaba pasando allí? Miró
a Tina y a Taryn, que se reían mientras miraban cómo Phoebe intentaba ponerse de pie.
Phoebe estaba aplastada contra el suelo y, al parecer, algo la sujetaba. Cada vez que
intentaba levantarse, volvía a empujarla.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— ¿Qué le estáis haciendo? —gritó Piper. —No me mires a mí — dijo Tina con júbilo
—. Es Tessa. Le gusta mucho este truco. De repente, Tessa apareció encima de Phoebe,
con el pie en medio de su espalda, sujetándola contra el suelo. Paige tragó saliva. ¿Tessa
tenía el poder de volverse invisible? ¿Y Tina podía lanzarlas al otro lado de la
habitación con solo mover la muñeca? ¿Cómo era posible?
Piper corrió hacia Phoebe, y Leo saltó sobre Tessa, haciéndole un placaje contra las
estanterías llenas de cajas. Sin embargo, al instante Tessa desapareció, y entonces Taryn
atravesó corriendo el círculo, que ahora estaba medio disuelto, y saltó por el aire, en
dirección a Piper. Desafió la gravedad con la misma facilidad que había demostrado
Phoebe siempre.
— ¡Piper, cuidado! —gritó Paige. Piper se agachó, apretándose sobre Phoebe y dejando
que Taryn pasara de largo y chocara contra las cajas. Se desplomó contra el suelo junto
a Phoebe y Piper, aturdida. Tina miró furiosamente a Paige y levantó la muñeca, pero
antes de que volviera a lanzarla, Paige orbitó hasta donde estaban Leo y sus hermanas.
— ¿Dónde está Tessa? —preguntó, volviéndose hacia Leo, que se estaba levantando en
ese momento.
—No tengo ni idea —respondió.
— ¿Qué pasa aquí? —preguntó Piper, levantándose del suelo y apartándose el pelo de la
cara—. ¿Qué es todo este poder?
—No lo sé — contestó Phoebe mientras se sacudía la ropa—. Pero me parece que esto
no va a ser tan fácil como derrotar a los anubi. De repente Tessa reapareció junto a Tina,
y los miembros del aquelarre de Christian que todavía no habían quedado inconscientes
se reunieron a su alrededor. Paige sintió que el corazón le latía con fuerza en el pecho.
El enfrentamiento iba a ser un infierno.
—Voy a liberar al resto de los inocentes — dijo Leo —. Vosotras encargaos de vuestras
gemelas malvadas. ¿Os parece bien?
— A mí me parece bien —dijo Taryn estridentemente. Paige se volvió lentamente para
ver que Taryn se levantaba del suelo y se quedaba suspendida en el aire por encima de
sus hermanas y ella, con los brazos extendidos, y los ojos ardiendo de odio.
—Vale —dijo Paige— esto no es nada bueno.
— ¡Taryn, me aburro! —gritó Tina con voz de niña contrariada—. ¿Puedes ocuparte de
ellas, de una vez, para que podamos seguir con esto?,Piper miró a sus hermanas y
entornó los ojos.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
— No me cae nada bien.
—Únete al club — le dijo Phoebe. Se levantó en el aire hasta el mismo nivel que Taryn
y cerró los puños — ¿Quieres pelea? —dijo con indiferencia—. Entonces, empecemos.
Taryn estiró el brazo, y Phoebe paró su golpe con facilidad, y respondió propinándole
un puñetazo en el estómago. Mientras luchaban, Piper y Paige se volvieron hacia el
pentagrama y vieron que Leo había conseguido liberar a la mayor parte de los cautivos,
que ahora luchaban contra los hermanos de Christian. El lugar se convirtió en un caos
total al estallar una batalla general.
—Sabéis, chicas, realmente me estáis fastidiando los planes —dijo Tina, dando algunos
pasos hacia la pelea, que de alguna manera se desarrollaba a su alrededor sin dañarla o
siquiera tocarla. Se apartó el pelo del hombro y se miró las uñas como si se estuviera
inspeccionando la manicura —. Odio que pase esto. Levantó la mano hacia Paige, y
Paige chilló y orbitó, reapareciendo justo detrás de Tina. Antes de que ninguna de las
dos hermanas pudiera reaccionar, Paige tendió la mano y gritó:
— ¡Cuerda!—Uno de los trozos de cuerda con la que habían atado a Piper desapareció
en un remolino de luz y reapareció en la mano de Paige. Pero justo cuando Paige estaba
a punto de agarrarle las muñecas a Tina para atárselas, Tina se volvió hacia ella y le
quitó la cuerda de la mano a Paige con sus poderes.
— ¿De verdad creías que podrías salirte con la tuya con eso? —le preguntó, divertida.
Entonces Piper observó cómo Tessa agarraba a Paige por detrás, igual que a Phoebe. No
lo soportaba más. ¿Cómo se suponía que tenían que luchar contra alguien a quien ni
siquiera podían ver? De repente Taryn voló por encima de sus cabezas y aterrizó con un
ruido sordo a los pies de Tina, inconsciente. Tina se quedó boquiabierta al ver a su
hermana boca abajo, y Phoebe se acercó a Piper.
—Una menos —dijo, dando una palmada. —No tenías que haberlo hecho —dijo Tina.
Hizo un movimiento rápido con la muñeca e hizo volar a Phoebe contra la pared del
otro lado. Un instante después, la invisible Tessa soltó a Paige repentinamente, y
segundos más tarde sujetaba a Piper contra el suelo, justo en el centro del pentagrama,
con la cara aplastada contra la pintura roja.
— ¿Por qué os estáis resistiendo tanto? —les preguntó Tina, acercándose a Piper y
mirándola serenamente. Piper consiguió volver la cabeza y mirar a Leo, que estaba de
pie cerca de la pared de la izquierda. Los otros wiccas habían juntado a los hombres de
Christian en un grupo y estaban de pie a su alrededor, vigilándolos. Leo, Paige y Phoebe
dieron un paso hacia Piper, pero Tina levantó la mano para detenerlos—. No os
molestéis — dijo —. Os seguiré rechazando. Piper miró a Paige y a Phoebe, y vio que
intercambiaban una mirada y se quedaban donde estaban. Leo también se detuvo. Piper
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Embrujadas. **Algo Mágico**
se alegró. Lo último que necesitaba era que sus hermanas y su marido acabaran
machacados para salvarla.
— Lo único que queremos es reunir vuestros poderes y los de estas otras brujas —
prosiguió Tina, caminando en círculos alrededor de Piper. Piper intentaba soltarse las
manos, pero Tessa las tenía fuertemente sujetas, y por lo que podía notar Piper, las
rodillas de la chica se le estaban clavando en la espalda —. Sabíamos que una vez que
hiciéramos eso... y os matáramos, por supuesto... podríamos ocupar vuestro lugar.
Podríamos ser las hermanas Embrujadas. —Hizo una pausa y, al arrodillarse e inclinarse
sobre Piper, su pelo largo rozó la mejilla de esta. Un escalofrío de repugnancia y miedo
le recorrió la espalda y luchó en vano para librarse de Tessa—. Por supuesto, no
perderemos nuestro tiempo salvando a inocentes que de todas formas no significan nada
para nosotras. Usaremos nuestros poderes para lo que estaban destinados: para que toda
la humanidad se incline ante nosotras y atienda a nuestros caprichos. ¿Quién sabe? —
dijo, volviéndose a levantar—. Quizá también nos apoderaremos del Infierno.
Tina se acercó al cuerpo tendido de Taryn, se arrodilló junto a ella, y le levantó el
torso, dejando que la cabeza de Taryn colgara hacia atrás.
—Taryn, cariño, despierta —dijo Tina, abofeteando la cara de su hermana con tanta
fuerza que hizo que Piper hiciera una mueca de dolor—. Es hora de matar, y tienes que
estar despierta para eso. Vale, si no hago pedazos a esta chica, la enviaré directamente al
manicomio, pensó Piper. Tras un par de bofetadas más, Taryn se despertó por fin y
abrió los ojos.
—Es hora — dijo Tina, mientras ayudaba aTaryn a levantarse. Tina caminó
tranquilamente hacia Piper al tiempo que Taryn caminaba temblorosa hacia el altar.
Cogió un cuchillo enorme de encima del altar y se lo llevó a Tina, sosteniéndolo sobre
las palmas como si fuese una especie de espada bendita. Después de entregar el arma a
su hermana, hizo una ligera reverencia y retrocedió unos pasos.
—Bueno, no tiene todas las velas y círculos y todo lo demás, como yo quería, pero el
ritual todavía funcionará — dijo Tina, dándole la vuelta al cuchillo para inspeccionarlo
y para dejar que la hoja brillara, amenazadora, a la luz de las velas. Piper contuvo la
respiración y cerró los ojos mientras Tina se arrodillaba delante de ella otra vez. No
podía moverse, y sus hermanas no podían hacer nada para salvarla. Lo único que Piper
podía hacer en ese momento era esperar que su muerte fuese rápida y que Phoebe y
Paige consiguieran escapar.
— ¡Piper! —gritó Phoebe—. ¡No! De repente Piper sintió que Tessa se acobardaba. Fue
solo medio segundo, pero se liberó de su control. Una oleada de fuerza recorrió su
cuerpo, y abrió los ojos de golpe. Con toda la energía que le quedaba, rodó sobre su
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Embrujadas. **Algo Mágico**
espalda, e hizo volar a Tessa. De repente, Tessa reapareció y gateó hacia sus hermanas
mientras Piper se levantaba. Paige y Phoebe corrieron hacia Piper, y las seis se quedaron
allí de pie, frente a frente. Tina se dio la vuelta lentamente y volvió a colocar el cuchillo
en el altar.
—No podéis ganar —les dijo, volviendo a mirarlas. Tendió las manos a sus hermanas,
que se las cogieron con firmeza—. Hay más de una manera de despellejar a las
Embrujadas. Las hermanas empezaron a recitar un hechizo, y Phoebe puso los ojos en
blanco, mirando a Piper.
— No puedo creer que te gustaran estas chicas — dijo, sacudiendo la cabeza.
— Sí, bueno, ya no me gustan —respondió Piper. Levantó las manos y Tina entornó los
ojos.
— ¿Qué hace? —preguntó, interrumpiendo el hechizo.
—Eh, no puedes inmovilizarnos siempre — dijo Tessa—. Tarde o temprano vamos a
completar el hechizo. Piper miró a Phoebe.
— ¿Qué?, ¿no saben qué más puedo hacer con mis manos? — preguntó.
—No, creo que estaban fingiendo llorar y desmayarse durante tu exhibición — dijo
Phoebe.
—Ah. Bueno, mentir no os llevará a ninguna parte — dijo Piper. Con un poderoso
movimiento hizo estallar a las tres brujas malvadas en la atmósfera, interrumpiendo sus
gritos de sorpresa.
—Bien hecho —dijo Paige, apoyándose en el brazo de Piper.
—No me lo puedo creer —dijo Phoebe con incredulidad—. Hicieron todo ese trabajo, y
consiguieron pasar por alto el detalle más importante: nuestro Poder del Fuego.
—Rodeó los hombros de Piper con el brazo y le dio un apretón—. ¿Ves? Tú eres la más
poderosa.
— Sí, bueno, eso no evitó que me secuestraran — dijo Piper, frotándose las muñecas
irritadas. Flexionó las manos y movió los dedos —. Es una sensación agradable haber
recuperado mis manos. Durante todo el día en lo único que he pensado es en enviar a
esas brujas a donde pertenecen. De repente Piper se encontró envuelta en los brazos de
Leo, y ella apretó la cara contra su camisa, inspirando su aroma fresco y limpio e
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Embrujadas. **Algo Mágico**
intentando no pensar en que hacía muy poco había tenido miedo de no volver a verlo
nunca más.
—Se ha terminado — le susurró al oído —. Ahora todos están a salvo.
—No gracias a mí —dijo Piper, volviendo la cara para poder hablar, y apoyando la
mejilla en él—. Fue una buena idea, chicas, que hicierais que nos quedáramos, o nunca
habríamos descubierto que había dos grupos de secuestradores — les dijo a Phoebe y a
Paige.
—Supongo que nuestro lloriqueo sirve para algo - dijo Paige con una sonrisa de oreja a
oreja Piper sonrió satisfecha.
—Esta vez, pero no lo conviertas en un hábito.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
eo salió a buscar un teléfono y llamar a la policía, y Piper y sus hermanas
vigilaron mientras los wiccas secuestrados ataban a sus captores. Christian soltó
un gruñido de indignación cuando Samson, a quien desde que lo habían
secuestrado le había crecido algo de pelusa en su cabeza habitualmente afeitada,
le ataba las manos. Por desgracia para él, su gruñido solo consiguió que Samson
apretara más la cuerda.
—¿Estáis todos bien? — preguntó Piper, reuniéndose con las víctimas junto a la
pared donde se estaban ocupando del aquelarre de Christian—.
—¿Alguien necesita algo?—
—Yo solo quiero hacer algunas llamadas de teléfono — dijo Clarissa con una sonrisa.
Se acercó a Piper y le dio un fuerte abrazo—. Muchísimas gracias por salvarnos. Estaba
empezando a perder la esperanza.
— Nos alegramos de haberos podido ayudar — dijo Piper cuando Clarissa la soltó.
Caminó hacia donde estaba Samson y levantó los ojos hacia él. Su impresionante
constitución la hacía parecer pequeña—. ¿Te importa si hablo con Christian un
segundo? —le preguntó, frotándose la nuca.
—Adelante —dijo Samson. Dio la vuelta a Christian y lo empujó hacia atrás hasta que
estuvo tocando a la pared, y luego se marchó.
— ¿Qué quieres? — soltó Christian bruscamente, mientras Phoebe y Paige se unían a
ella.
—Solo quiero saber en qué pensabas —dijo Piper sin rodeos—. ¿Qué ganabas con esto?
Christian hizo rechinar los dientes y miró a las hermanas con furia.
—¿Por qué debería decíroslo? — Bueno, de todas maneras se lo tendrás que contar a la
policía dentro de algunos minutos — dijo Phoebe, apoyando el codo contra la pared —.
—También podríamos oír tu historia directamente. Supongo que Craig te metió en esto,
¿me equivoco?—
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Sí, y ahora ni siquiera está aquí para recibir el golpe — dijo Christian entre dientes.
Piper intentó ignorar que, básicamente, lo que estaba diciendo era que Craig lo había
dejado colgado al sufrir una muerte horrible. Si quería que siguiera hablando, no era
conveniente regañar al chico por ser un auténtico imbécil.
—Así pues ¿qué?, ¿Tina os ofreció algo a cambio de ayudarla a secuestrar gente?—le
preguntó. Christian respiró profundamente y luego levantó la cabeza.
— Craig y Tina salían juntos. Ella le dijo que si la ayudábamos, seríamos
recompensados cuando sus hermanas y ella consiguieran el poder.
— Así que no sabíais nada sobre los anubi — dijo Phoebe.
— ¿Los qué? — preguntó Christian.
— Las cosas que mataron a Craig —le aclaró Paige.
— ¡No! Por eso estábamos todos tan asustados cuando desapareció —respondió
Christian—. Tina nos aseguró que estábamos a salvo, así que cuando Craig fue
secuestrado, no sabíamos qué ocurría. A Piper se le revolvió el estómago al mirar a sus
hermanas. Todo ese tiempo había creído que los responsables de todos los secuestros
tenían que ser demonios, pero se equivocaba. Eran tres chicas que estaban llevando a
cabo el crimen perfecto.
—Bueno, gracias por tu tiempo —dijo Piper, dándole la espalda.
— ¡Espera! ¿Le dirás a la policía que no fue idea mía, verdad? —le gritó — ¿Me
apoyaréis?
—Veremos qué podemos hacer —dijo Piper mientras se alejaba, seguida por Paige y
Phoebe. Ni siquiera se volvió a mirarlo. No podía. Verlo y pensar en todo lo que Tessa,
Taryn, Tina y él habían hecho, la ponía enferma.
—Así pues, los secuestros de los anubi y los otros secuestros no tenían ningún tipo de
relación — dijo Paige mientras se dirigían hacia el otro lado de la habitación—. Por
eso la cama de Craig tenía todas esas marcas negras, que no estaban en ninguna de las
otras escenas del crimen.
— Eso parece — dijo Piper, suspirando. Se sentó en el suelo y se reclinó contra la
fresca pared de ladrillos de escoria. No se había dado cuenta de lo cansada que estaba
hasta ese preciso momento. Al relajarse, tuvo la sensación de que le dolía todo el
cuerpo.
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Embrujadas. **Algo Mágico**
—Los anubi debieron de haber ido allí solo para encontrar alimento en la convención —
dijo Phoebe, sentándose junto a Piper—. Pero a Tina y sus hermanas les vino muy bien,
porque apartó de ellas cualquier sospecha.
—Sí, con los anubi derrotados, podían hacer cualquier cosa que quisieran — dijo Paige
— Dios, incluso dijimos a todo el mundo que era seguro regresar al camping, y mientras
tanto, nosotras pasábamos el rato con los secuestradores psicóticos a la hora de comer.
— Todavía no me puedo creer que fueran ellas —dijo Piper, pasándose las manos por el
pelo —. Fueron Christian y Tessa los que se me llevaron anoche. Me sorprendí tanto
cuando los vi que probablemente me habría desmayado aunque no me hubieran dado un
porrazo en la cabeza. Hizo una mueca de dolor al pasar la mano por el chichón que se le
había formado donde Christian la había golpeado la noche anterior.
— ¡Ah! ¿Estás bien? —preguntó Phoebe, alargando la mano con cuidado hacia allí.
—Sí, ¡pero no me lo toques! —exclamó Piper, retrocediendo. Phoebe apartó la mano y
frunció el ceño a modo de disculpa—. Supongo que me lo merezco, de todas formas —
dijo Piper—. Estaba aquí diciendo tonterías sobre lo poco poderosos que eran todos
estos wiccas perdedores y creyendo que los criminales eran en realidad las víctimas. —
Bajó la mirada hacia el suelo de cemento arenoso.
— ¡Por favor! — dijo Paige, dejándose caer finalmente sobre el suelo al otro lado de
Piper—. Tessa y Taryn se acercaron a ti con esa historia lacrimógena sobre su hermana
pequeña, y tú las creíste porque querías ayudar. No hay nada de malo en eso.
—Podría habernos pasado a cualquiera de nosotras — asintió Phoebe, acariciándole
el brazo a Piper —. Su historia encajaba con las de todos los demás, y a mí también me
parecieron unas víctimas. En ese momento se abrió la puerta del extremo opuesto de la
habitación, y entraron corriendo por lo menos veinte agentes de policía armados,
seguidos de Leo. Mientras los agentes separaban a las víctimas de los secuestradores,
Leo se acercó a Piper y a sus hermanas. Piper observó mientras algunos de los policías
ofrecían mantas y comida a las víctimas, que se mostraron increíblemente agradecidas.
Clarissa incluso soltó un chillido cuando uno de los agentes le tendió un móvil. Todos
empezaron a llamar a casa para hacer saber a los amigos y a la familia que estaban bien.
Piper sintió que se le empezaba a dibujar una sonrisa en los labios al ver que Keisha
daba un abrazo a uno de los policías.
—¿Ves? —dijo Phoebe, pasando el brazo por encima de los hombros de Piper—.
Hemos
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encontrado a los secuestrados y están todos bien, y hemos derrotado a los anubi, de
manera que no matarán a más brujas.
—Eso fue como una bonificación extra—añadió Paige.
—Vale, tenéis razón —dijo Piper, mirando a sus hermanas —. El resultado final fue
bueno. Le cogió la mano a Paige y le dio un pequeño apretón.
—Solo quiero pediros un pequeño favor — dijo Piper.
— ¿Qué es? —preguntó Paige, apoyando la cabeza sobre el hombro de Piper. Esta
esbozó una sonrisa satisfecha.
—No quiero más vacaciones familiares durante mucho tiempo.
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Sobre la autora
Emma Harrison es una correctora reconvertida en escritora que ha
trabajado muchas series, incluida Sweet Valley High Senior Year, Roswell
High y Fearless. Nunca se pierde un episodio de Embrujadas.