Sin permiso de residenciaAntología poética
Joaquín Zapata Pinteño
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SIN PERMISO DE RESIDENCIA © De los textos: Joaquín Zapata Pinteño © De la presente edición: El Taller Blanco Ediciones © Ilustración de portada: Gerard SERIE Biblioteca Digital. Bogotá, Colombia, 2020. Correo: [email protected] Página web: eltallerblancoed.wordpress.com Facebook: El Taller Blanco Ediciones Twitter: @BlancoTaller Instagram: @eltallerblanco.e
Sin permiso de residencia, de Joaquín Zapata Pinteño, se distribuye bajo una Licencia Creative Commons AtribuciónNoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
JOAQUÍN ZAPATA PINTEÑO SIN PERMISO DE RESIDENCIA
Antología poética
*
COLECCIÓN VOZ AISLADA El Taller Blanco Ediciones
Prólogo: Don Azariel, el hombre que domina la palabra
Sentado en un café, él estaba corrigiendo un poema que hablaba de su otro yo. Era el año 2015 y leíamos en la calle, a nadie, con un micrófono. Hablamos en esa primera ocasión de los temas inusuales que visitan su escritura, como la física cuántica. Luego, en charlas esporádicas, introduje preguntas acerca de sus periplos vitales y literarios. Supe de su admiración profunda por Lorca y de sus actividades innumerables: motociclista, submarinista, navegante, ángel-cantor en su infancia de la obra Misteri d’ Elx (declarada por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad), sus estudios en las áreas del Derecho y la Medicina Integrativa, entre otras listas.
El rótulo de escritor le nace por mediación del mejor poeta colombiano de este siglo (que fue un cubano), llamado Alberto Rodríguez Tosca. Debido a su recomendación se publica el primer libro de Joaquín Zapata, La invisibilidad de la ceniza. Desde la noche en que presentó Escalones de agua en la Biblioteca Nacional, y leyó el poema Elegía dedicado a su hijo, lo considero uno de los más bellos textos (escrito por un español) de la poesía colombiana actual; así mismo, cuando leyó la feliz frase: «el sol se reflejará en la pupila de otros dinosaurios», para describir el paso cíclico del tiempo, sentí una conmoción estética duplicada porque siempre es mejor el acierto si pertenece a un amigo. Lezama definió la poesía como «un caracol nocturno sobre un rectángulo de agua»; cuando
Tosca preguntó a Joaquín qué coño era eso del caracol, este respondió: «Ni puta idea». De allí nace Un caracol nocturno, quizá del intento por descifrar el misterio que constituye a la poesía .
Su primera novela, Azariel, revela las peripecias de un navegante en mar abierto, narrada desde la perspectiva de un pez. Su segunda novela, inédita, se trata de un hombre que está en coma y se encuentra con tres poetas en su sueño. De este cuerpo en prosa se
desprende Concierto para un hombre, que se resistió al corcel de la narración.
Tuve la oportunidad de seleccionar esta antología. Traté de elegir aquellos poemas que me han acompañado más allá del papel, textos reveladores en situaciones vitales. Mi agradecimiento como lector quiere recoger en este cuenco su viaje sin brújula, acaso el peregrinar de un náufrago, que intenta asirse y asir a los suyos a la presencia de la palabra, donde la elegía es el ser perseverando en su ser, sino en materia, en nombre.
Estamos frente a un poeta valiente, que como pedía Bolaños, es capaz de entrar en las tinieblas con los ojos abiertos. Los inéditos son una cumbre en los hallazgos de Zapata, quien por sobre cualquier tema, propone la belleza del lenguaje como centro del poema. La lectura de Círculos (íntegramente en prosa) de Juan G Ramírez, influyó en este último poemario, según refiere el autor.
En el doble juego entre poema en verso y en prosa, el segundo suele tener una visceralidad áspera e hiriente, mientras el verso es sosegado, pero más observador, asociativo, con una búsqueda estética direccionada. Entre estos dos estilos que se integran y son uno mismo, podrán constatar la maestría de una obra autosuficiente. Rafael Alcides lo profetizó justo antes de fallecer. Dijo que algún día alguien descubriría la obra de Joaquín y la valoraría en su justo lugar. Esperamos que todos los lectores sean ese alguien y que su experiencia con la antología sea el justo lugar que se merece este poeta español, colombiano, cubano, chileno y de cualquier lugar donde ha escrito (como lo afirma en un prólogo). Como esa primera vez que hablamos en un café de la 19, quiero pensar que este libro es una continuación inagotable de ese diálogo.
CRISTIAN GARZÓN
De La invisibilidad de la ceniza (2015)
NOCTÁMBULA
El encuentro es la armonía
entre un campo y un umbral.
Con lo sombrío,
la calma y una luz.
El huerto y las tablas de la tierra
confluyen en un margen
del mismo color de la naranja.
Naranjas, pájaros que a veces no se van,
un coro polifónico se enfrenta a un cuco:
ese infatigable seductor
del amanecer noctámbulo.
Como del Generalife llegan cartas.
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EL TREN DE LA INFANCIA
El eco cercano
del tren de la infancia
trae en uno de sus vagones
la sinfonía de un sosiego,
el aria temprana de un tenor.
El agua muda en el pozo,
el pino y el eucaliptus,
custodian los tiempos de la casa.
Como nosotros van creciendo
y con el mismo natural sigilo de una noche
bajan a los niños de sus ramas.
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LOS TIEMPOS
Ayer, en el desierto,
mi sed era la sed.
Hoy, el exilio de una rosa
se anticipa a la antigüedad
de la memoria.
Mañana no habrá memoria,
ni exilio, ni desierto,
ni sed.
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SALVAR EL MUNDO
Si con tu cuerpo se hubiera hecho mi cuerpo,
si tu boca hubiera sido solo mía,
se habría salvado el mundo.
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NÁUFRAGO
A mi hijo Santiago
Nunca he conocido a nadie tan extraño como yo, no sé quién
anda con mis pasos y se refugia en mí. A veces me remuerde la
conciencia. En dónde puedo ser sino en los dos, en esa
esencia. Aún no lo sé, y ando por vericuetos que no me
reconocen. Una continua mudanza de aire, a instantes de los
caprichos del mar, me convierten en el viento que ahora soy.
Nunca se le hubiera ocurrido a un capitán vender su alma al
diablo, y a la proa y a la popa que siempre quiso ser. Como
velero sin gobierno dirigido por velas a su albedrío
inconsciente, las derrotas, la derrota de este barco, era yo. Es
menos trágico lamentar las consecuencias de lo que aún no he
decidido. A estas alturas de la travesía no sé si arrojé todo por
la borda, o si se desbordó todo por una mala estiba. Lo único
que sé es que todo amaneció en el fondo y que, ahora, somos
criaturas sin sangre, ahogados que respiran por el pulmón de
un náufrago.
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UN CUERPO
Un cuerpo roto anda
sin cuestionar sus cicatrices.
Ese cuerpo soy yo.
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CENIZAS
Vine en busca de otras venas
que luego de un minuto de silencio
se convirtieron en cenizas.
Vine en busca de otra muerte,
de un siglo de cortas madrugadas.
Después de no encontrar
lo ya encontrado,
y de creer en lo que no creía,
mis manos aún se buscan.
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LA INVISIBILIDAD DE LA CENIZA
Hoy he decido pedirle a Dios
que cuando llegue mi hora
me diga dónde.
Si aquí,
donde los Andes se ponen un echarpe
al despertar un cielo contagiado
con la densa negritud de un tenebrista.
O allí,
donde el mar nunca se duerme,
ni se oye un diálogo ontológico de cucos
ni la charla bulliciosa sobre cuántica
de dos periquitos en el patio,
ni a un Dante que ladre en otro gran teatro,
pero sí el rumoreo matutino
de un Mare Nostrum que se entrega sin memoria
a los pies de un perfil moro y rocoso.
Aquí, en la república de afuera,
se suscriben compromisos huecos
y se dicen palabras que se deshacen poco a poco
como el hielo que adereza un coctel de aguardiente.
Pero es aquí donde los ensueños no se roban,
ni las palmas encapuchadas y resurrectas de los huertos,
ni el único azul estallante de horizontes
que me rescata de ruboroso naufragio de esta sangre.
Allí, en la ciudad que llevo dentro,
no sabré abismar la pesadumbre
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de una desenfrenada disipación de mis raíces,
y no conoceré el desenlace silogístico del cuco,
ni el acto final del perro espectador de la comedia.
Sufro la persecución de los naranjos,
y la de una murmuración tendida de las olas
en aquellas travesías en septiembres por la noche.
Me abate el abandono de los unos y las otras
por exiliarme sin labrar a tiempo el huerto,
sin corregir a tiempo esta derrota.
Aquí, a las siete, aquel Goya y Lucientes
trae brujas sin escobas entre las más oscuras sombras.
Allí, con seis o siete horas de anticipo,
Sorolla crea la luz sobre las playas
con mujeres derramando sus blancuras
y niños vestidos con su piel.
Ya no sé si curar a Dios de mis heridas,
creo que no resolverá la duda al resolver mi hora:
si aquí frente a los Cerros, y aventarme
o allí, donde se trasmute mi cuerpo en arrecifes.
¡Qué más da si lo curo y no me curo,
si responde o no responde!
Junto al piano de luto riguroso y sus diez portarretratos
despediré las visitas que nunca regresaron:
los duendes más antiguos y recientes
que lleven lirios en los ojos y rosas en las bocas,
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los eneros, julios y noviembres,
el libro sin memoria y sin palabras,
sin casa ilicitana ni rústica escalera.
Y las palmas blancas de aquel niño
en el único domingo del segundo plenilunio.
Por las aristas desertoras de las sombras
regresa la luz pródiga y zahína.
A mí no, yo sigo en el desierto de lo que siempre supe
sobre la permanente ingravidez del fuego
y la no menos ingrávida invisibilidad de la ceniza.
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De Escalones de agua (2016)
ELEGÍA
A mi hijo Joaquín
Ni en el aire de las hojas muertas
ni en la piedra humilde de las dalias
estabas.
Entre las lenguas de la noche
y el ritmo impaciente de la espuma
te busqué con el silencio del dolor
y no estabas.
Sigilosos escalones de agua
con un duelo nocturno entre sus ondas
inundaron tu pecho con corales
blancos y rosados del almendro.
Una eternidad de azules
y tu cuerpo de ópalos marchitos
la mudez de tu piano me anunciaron.
Un escalofrío de siglos por tu ausencia
recorre aún todas mis horas.
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III
El día menos pensado vamos a morirnos todos, el día menos
pensado no moriré porque ya estaré muerto y tú seguirás sin
pensar en mí. Hacía tiempo que dejé de existir para ti, es una
forma más dulce y menos anónima de morirse; un tribunal de
gusanos y de lobos nos condenó por no habernos muerto antes
y matarnos con ferocidad tras el impacto del cuerpo que deja
sus ojos fijos en un punto indescifrable, y ya no reconocen. Su
sangra sucumbe huyendo lentamente hasta vaciarse en la
calzada; eso ocurrirá el día menos pensando si nos unimos a la
consagración de un club de ilustres a los que no les tembló el
pulso antes de decidir pararlo para siempre en las horas frías
de unas madrugadas detenidas por relojes en descomposición.
No supieron que nosotros los asesinamos, ni que nunca
volverían a ver la luz incinerante en el rastro de un cometa. Sí,
eso ocurrirá el día menos pensado, y ya no habrá crepúsculo
sino un ocaso indefinido hasta que se les devuelva a las
libélulas su vuelo, hasta que los cuerpos no se arriesguen a la
oscuridad de las alcantarillas, las alcantarillas tengan el
propósito firme de ser los riachuelos de los olmos y hasta que
nadie mendigue, a los esclavos de sus demonios, el pan de
ayer ni el de mañana. Eso no ocurrirá el día menos pensado si
el horizonte no se aproxima y renuncia a ser enemigo del
único aliado con un vestido añil. Ese día las cenizas se posarán
en el filo de la espiga y en los dientes de los peces que eleven
un vuelo corto hasta la tierra, el crepúsculo vencerá al
principio de cada uno de los siglos y el sol se reflejará en la
pupila de otros dinosaurios. Hasta ese día seguiré muerto.
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Antes había muerto para ella, fue una forma más dulce y
anónima de morirse sin esperar ningún ocaso nuevo.
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DECLARACIÓN
La aurora me persigue con una lluvia en su memoria. Declaro
que quisiera no ser yo, no ser nada, no ser nadie. Un anónimo
que pasa con una convulsión y una huella entre las manos.
Estar ciego para ver claro dentro de lo oscuro. Me interroga
para saber quién soy. Le declaro ser una esfinge que imita la
belleza, un caudal donde el paisaje no se mira, mi otro
calcinado por una niebla transparente.
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MONÓLOGO CON MI OTRO
Le hablo a mi otro, o mi otro a mí,
vamos en un mismo tren,
los paisajes que vemos son distintos,
él mira por un lado, yo por el opuesto
las valijas que llevamos están preñadas
de todo aquello que nos sobra:
debemos devolverlo
sus dueños son los que viajan
en un vagón de cola canibalizado
por la voracidad del nuestro.
Él se opone, dice que todos lloramos con pudor
desde un vientre de metal y raíles secos.
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EN ESTE LADO SÍ
Me duele de aquel lado
en donde llevo las calles que reclaman
presencia de mi sombra
y me duele mucho la bandera silenciada
por un neologismo que la llama este país.
Este país tiene un nombre
con jirones del verde y de la herida
en una piel de toro tatuada en mi garganta
y no me duele.
En este lado sí, me duele mucho
un patio ensoñecido
que me rasga y se abre paso
entre un palmeral y una dama
de misterio.
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De Un caracol nocturno (2018)
HOLOCAUSTO
Los cuerpos inertes caían a la tierra
sonando un revoltijo
de cráneos sin mejillas
de tibias y húmeros leñosos
como tueros extinguidos
Una anarquía de huesos amansados
apilados en una muda fábrica de llanto
sumergidos en silencio
conjuraba un sortilegio de pájaros oscuros
con un mismo gesto desmayado
y un grito hiperbólico de acero.
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EL VIAJE
Deberíamos renunciar a la esperanza con la voz dulce de una
aurora que nunca nos guarece, llegar en punto a los raíles con
secas cicatrices de la palabra tren, enamorarnos de un antiguo
estallido crepuscular, emborracharnos de forma inacabable
con dioses ignorantes, abandonar la noche de los siglos que
siempre se callaron, robarle al aire su ronda y su rumiaje y al
universo la moneda del azar que siempre decide sin ojos y sin
manos, no escribir ni leer palabras que no son para decir y aún
menos para creer que algo nos dijeron. Deberíamos no ser
más que silencio y no pensar en viajes ni en viajeros para no
decir adioses.
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TILOS SIN RESPUESTAS
Sobrevivirás si regresa tu sonrisa y no extiendes las manos a
las palideces de otros rostros. No huyas de ti mismo hacia otra
luna, en tus pulmones se ahogarán los huertos, las palabras de
la infancia, y morirás con miedo. Quédate en silencio,
escucharás el susurro de los tilos y comprenderás que no
tienen respuestas. Advierte que la piedra sabe que es una débil
transeúnte por el tiempo y que las nubes conocen el secreto de
la lluvia, que a veces sangra el cielo. Busca un lugar en el
mundo para tu salvación, dispuesto a resistir. Si no logras
conseguirlo, olvídate de los días nublados y atiende ese rumor
de vida que son los sueños.
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GUARDAR SECRETOS
Esta casa que mira a la cordillera andina, a la frente del cerro
en que se eleva Monserrate, merece una emotiva gratitud.
Algunas veces fue esperanza; otras, refugio para angustias; las
más, total sosiego. Ahora, fiel a su juramento de guardar
secretos, se emborracha con mi dicha, ancha como la mar más
ancha y larga como la distancia que media entre la aurora y el
ocaso. Esta casa de quietud, profunda como el silencio, como
la lluvia, como el tiempo, hace días que está inquieta, se
pregunta qué será de ella dentro de algunos años, quién la
habitará y quién será su dueño. Yo, al oírla respirar con esa
angustia, me acerco hasta su oído y le susurro que no se aferre
a originarios muros ni al aroma del jardín, que no extrañe
patio ni balcones, ni las palomas que ululan en sus tejas, ni a
mí, tan solo somos pasajeros fotogramas y memoria. Que sea
amante de crepúsculos y no olvide mis versos, que siga dando
bienvenidas, tres veces por semana, a dos alondras que
anuncian a la aurora con la melancólica pasión del porvenir, y
que al abandonarla con sus canticos más altos la miran de
reojo.
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Fuera de una soga guardada en un arcón
donde un día no cupieran las medallas,
y una viga encima de la cabeza
mirándote obsesiva,
solo te quedaría
salir a pedir prestado un taburete.
Última estrofa del último poema
“Notas para un futuro obituario”
del libro Memorias de un soñador
-poemas escogidos-
A Rafael Alcides
Sí, Alcides, tuve un sueño, fui a un aeropuerto para despedirte,
decidido a ver cómo emprendías tu viaje de mayor altura,
aunque sobre el puerto de destino tuvieras una gran
incertidumbre. Éramos los dos poetas extranjeros. De haber
sido ese vuelo el mío, cualquier punto de arribada me hubiera
conformado con tal que sobrevolara muy por encima de las
nubes, muy lejos de los hombres. A ninguno comunicaría mi
viaje, nadie pues vendría a despedirme, me iría como tú te
fuiste, completamente solo con el que nos acompaña siempre,
a todas horas, a cualquier parte, ese otro yo que nos golpea
desde una sombra vagando por la temerosa sombra nuestra.
En el mismo mes de junio, unos días antes de tu único
abandono, me decías en La Habana que las sombras no se
confabulan porque entre ellas se desconocían lo bastante para
no extrañar sus desencuentros.
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Entre ellas, con la frágil quietud desordenada de este sueño, te
buscaba para darte el penúltimo de los abrazos. Vi partir y
elevarse a su hora exacta a los pájaros sin alma y de almas
llenos, vi a mis padres sin la edad de cuando se murieron, y vi
también a mis dos hijos que anticipadamente viajaron hacia
su inmortalidad. El mayor andaba con el paso largo y la barba
luenga, tal y como se manifiesta al sentarse junto a mí al
visitarlo en su casa de silencio traventino, en estos treinta y
tres últimos años. El menor, con su impecable ivory en la
boca, los ojos de un inmenso trigal verde, y el gesto
despreocupado de quien ha sido anunciado sobre la banal
importancia de las cosas y la brevedad que dialogaba Séneca
respecto de la vida.
Antes de enceguecerse mi visión, con la solemnidad y el
silencio oculto de los sueños, los cuatro me dijeron que
nuestros lazos, rotos por un azar siempre previsto, pronto
dejarían de ser melancolía.
Después, en esa muchedumbre que desfilaba con el gesto
resplandeciente de un atardecer lleno de ocaso, revisé algunos
otros rostros, identifiqué a los que fueron mis amigos, y todos
ellos sonreían y me reconocían.
Tú, el más tardío, Rafael, parecías un semidiós con tus
Memorias de un soñador camino del insilio. Tras de ti, como
otro extraterrestre principito, el artemiseño Alberto, tu
Albertico, con semblante de perpetuo exiliado, su pana parda
y su cachucha vieja, cargando vuestra Cuba al hombro, y
Escrito sobre el hielo todas Las derrotas.
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No pude despediros con mi abrazo, los dos os perdisteis en ese
tumulto de silencio con vuestros cuerpos intactos, revelados
con una juventud lejana que nombraba su divinidad en la
memoria, como certeros hombres con estrepitosas dudas,
erguidos, serenos, sin miedos, dejando atrás todas las tristezas
y todos los temblores.
Quiero confesarte que para las despedidas prefiero las
estaciones de los ferrocarriles, son más románticas; los
adioses no son tan cortos y tienen algo de liturgia, la gente
eleva pañuelitos blancos y los trenes siempre enganchan un
vagón de cola cargado de esperanzas, una garantía para seguir
con los abrazos.
Entre el sopor del sueño me invadió una duda, una
preocupación flotando por el aire: si había acudido a ese
aeropuerto extraño solo para despedirte o porque también
pudiera ser la hora temerosa de mi vuelo. Con cautela, como
se asoma el hombre ante un abismo, miré la pantalla
anunciadora, comprobé que mi nombre aún no aparecía y que
ningún pájaro “sin alma” llegaba con retraso para recoger a los
espíritus viajeros.
Arrumbado en un rincón de luz, como un nuevo hombre
después de concebirlo Hipnos, salí de su laberinto para
regresar a mi consciencia.
No recuerdo, Rafael, que yo tuviese nunca un arcón para
guardar medallas, ni siquiera medallitas. Para no mentirte,
solo una que, por algo de un concilio vaticano, me dieron
cuando de chico cantaba en la Escolanía de mi pueblo. Sin
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embargo, recuerdo bien que, hace muchos años, una viga
centenaria se quedaba cada noche mirándome obsesiva en el
porche de un huerto entre palmeras.
En nombre de ese abrazo que me diste “para toda la
eternidad” y sellaste con tu firma y el dibujo de una flor, te
pido que al llegar solicites tu alistamiento al batallón de
ángeles con la misión de proteger. No quiero caer en la
tentación de coger un taburete. También te pido el favor de
preguntar a nuestro Alberto Rodríguez Tosca (de quien intuyo
sí tenía valor para salir a pedir uno prestado) que me revele la
respuesta a su pregunta en nuestro primer encuentro: ¿Qué es
un “caracol nocturno en un rectángulo de agua”? Supe con el
tiempo que Lezama, otro poeta sin miedo a pedir un taburete,
enunció así a la poesía, pero, pese a la hermosura metafórica,
la oración sigue siendo para mí un misterio impenetrable.
Mi querido compadre Alcides (a lo cubano), hasta tanto no
reciba tu respuesta, esperaré aquí otros otoños, otras palabras
de agua, los secretos del sueño, el silencio y la ceniza. Y con mi
enorme cargamento de nostalgias emprenderé nuevas
travesías hacía otros mares aún más fugitivos.
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De Concierto para un hombre (inédito)
BLUE MONDAY
celebra tu vida de inútiles victorias
como un átomo en germinación
bebe y canta tus derrotas de mañana
y tus viejas cadenas del ayer
con un tercer viento entre los labios
como un pájaro profundo
dijo adiós tu palabra inanimada
hoy sentado a la intemperie de un fogón
eres un anciano sin poder saltar la noche
con el mismo mar entre los ojos
la misma impostura deshecha por el tiempo
el mismo corazón de par en par
hacia Hammerfest*
caminaban tus pupilas arrogantes
y tus pasos van desparramándose
con la visión de Puerto Williams*
ya eres un hombre de ojos grises
recuperado silencio
cuerpo indescifrable
que una luciérnaga cegó
superado por pájaros furiosos
y enloquecidos peces
un áspero extranjero de las nubes
con la última visión de un hueco
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a ese hombre ríndele tus versos
cántale derrotas sonrientes
dale a beber de tu vino pronto
que el mundo se despierta con un canto
y al atardecer su reino se enmudece
como un tercer lunes de enero
___________________________________
*ciudad más septentrional del mundo
*ciudad más meridional del mundo
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A PUNTO
ni con un millón de peces muertos
se oculta la tristeza de esta noche
ni con un llanto de Ondinas
ni con el llanto de mi perro
siquiera la greda la enmudece
siquiera vendrá a interrumpirla un dios
a punto de caer mi voz perdida
la alienta un diluvio de sol frío
a punto de estallar mi flor de fuego
se sienta la luna en mis pestañas
espera levantar mis alas cargadas de mi sed
con mi occipital dobla la campana
con mi corazón amplifico su temblor
ya olvida el mar todas sus canciones
y un velo atravesándome los ojos
alcanza y aparta mi horizonte
para que dancen mis lágrimas ardientes
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NO ME BUSQUEN
ajena al delirio del barro en el abismo
¿ahora qué soy?
¿una sombra invisible con la luz?
¿una llama negra desprendida?
le hablo a su corazón vacío
antes que los huesos olviden su esqueleto
temía ser liberta
no posicionarme con el sol
quedarme sola ante la piedra fría
su silencio un aguijón en mí
desnuda abandonada
sin otra lealtad que pueda desplegar
sin hálito me fugo al fondo del espejo
allí donde su figura aprisionada
enclaustrado su clamor
entre la ley metálica de los azogues
no me busquen si no hay resurrección
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SIN PUDOR
sin estridencias
ahí dejo un cuerpo con errores
según la ley profunda ni un átomo me pertenece
mío sólo es el hueco de mis manos
entiérrenlo
sin pudor ni gravedad alguna
o quémenlo
huele a pólvora
arrojen sus cenizas
a un carrusel de asombros
o al paciente cementerio de la mar
ningún fulgor podrá nublarlo
lo autorizo sin resquemor alguno
es mi derecho de terrestre peregrino
quién con más autoridad
dispone de sus doscientos seis huesos
quebrados
recompuestos
arruinados
no volverán a cometer ningún error
ni darán a los sepulcros aire nuevo
ahí os dejo este cuerpo
me resulta extraño
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un árbol seco que no canta sueños
solo
vacío
huérfano de abrazos
su pecho calcinado
sus pupilas ciegas
sin muecas ni sonrisa
para sostener un gesto
huelen a cólera sus huesos
el alma no tiene tiempo ni cólera ni canto
vuela vestida con destellos infinitos
no necesita alcanfor como los huesos
su lenguaje de fervor resucita un ángel
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ANIMAL SECRETO
detrás de la puerta no está el cielo
ni antes el sol
sólo un corazón vacío
que navega por el fondo
en ese navegar huye su temblor disperso
por un mar indescifrable
de horas brillantes y distancias
el corazón riega la memoria
no pregunta
vive entre llamas y alfileres
encanta a las ballenas en un río
labra vientos de ansias infinitas
siembra pájaros de humo
cosecha azares de mi animal secreto
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UN TREMOLAR PROFUNDO
El viajero sobrevive a su naufragio. En su garganta carga un
desgarramiento y un vértigo infinito a punto de extinguirse.
Su reloj que estaba moribundo despierta sorprendido. El
crepúsculo atraviesa muros e indómitas columnas por un atajo
que se curva. En la lejanía, con el estruendo de un corazón
abierto, se inaugura el resplandor y la inocencia de la lluvia.
La noche, estupefacta, organiza incertidumbres, precipicios,
desplega su oleaje embarullado y crece. Pero llega un
amanecer piadoso, cose el duelo de su tremolar profundo, de
su herida, y habla de frente con su muerte. El viajero sobrevive
a su naufragio de soledad y silencio. Su reloj que estaba
moribundo despierta sorprendido, grita y pone a caminar sus
horas.
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I
No sé cuándo di la espalda al mundo,
tampoco si yo tenía espalda
o si el mundo estaba sepultado tras de mí.
Las estrellas desfilan sin penumbras en este universo nuevo
que de par en par se abre.
Oigo la exclamación de las hormigas cuando hablan entre
[ellas,
suspirar al caracol royendo el tiempo,
una brisa silvestre e infinita que recobra su ubicuidad,
un ancestral presentimiento de recuerdos.
Ecos de lejanos campanarios
llegan y se funden en un rincón del cielo,
bueyes que regresan de arar un tiempo de dioses extranjeros.
Es de madrugada, una niebla de sol se asoma
por el brumoso murmullo de una claridad
a una confusión de estrellas
Los ríos regresan del mar por un enigmático paisaje,
se alejan, sufren el pulso de la traición.
El alba se alía con esta eternidad,
el viento se traga de golpe el aire antiguo.
No hay combate alguno
sólo un presentimiento de manos sin cuchillos
ni madrugadas negras, un sueño deslumbrante.
El que ha dado la espalda al mundo y se refugia tras de mí
debe ser un miserable,
tiembla como la luz diminuta de un candil.
El otro, el de delante, soy yo,
estoy solo en un desconocido estado de horizontes,
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en una soledad donde no puede morderme ningún fuego
ni el silencio es de silencio.
Los mitos no me hablan,
todo sucede con una quietud llena de humildad,
se derrumba por mi espalda,
se extiende un eco, reivindica una torre de babel
que se derrama por los confines de las lenguas
y confiere a las palabras nuevos nombres.
No hay tinieblas ni ojos acechantes,
quizá un corazón que me tiene alucinado.
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VI
Al yarumo le brotó un ramo de semillas recluidas,
se abrieron en el alba
alimentaron a las aves polícromas con picos como espadas,
diminutas y traviesas
volaban hacia atrás y nunca se posaban.
No existen en el otro mundo del que no tengo conciencia,
ni apenas recuerdos, ni deseo alguno de tenerlos,
allí no fluye la vida como aquí.
Si guardase memoria de donde transcurrió mi infancia,
extrañaría rincones, caminos, posiblemente abismos,
y el envejecimiento de las cosas.
Tendría conciencia de mi transmigración y de su causa,
de que muriera joven o asesinado o ejecutado,
quizá yo fuese un asesino,
quizá estoy aquí para ocultarme de un dios justiciero,
no me da miedo, ni ser un loco anciano.
Aquí no hay sombras,
ni puertas para salir huyendo
ni para entrar de ninguna parte.
¿Cómo podría temer algo si puedo dialogar con todo?
La mañana no se extiende sobre estas campiñas
son ellas quienes la abren y la desprenden del sol.
¿Cómo podría temer a lo desconocido?
En este mundo no hay preguntas
mires donde mires todo está lleno de respuestas.
No sé qué edad pueda tener, tampoco si aquí la edad exista.
Me siento como el murmullo de una cascada,
como la pulcritud de un sacramento.
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No sé si esto sea un sueño o el relámpago
que suscribe un sueño,
quiero permanecer así.
¿Y si es una prueba de la que debo regresar?
¿Y si regreso y nada ni a nadie reconozco?
Se borró la memoria, la claridad de hallazgos,
soy un transeúnte por las pulcritudes de estos horizontes,
un viento sin recodos que habla sin perturbación
con este universo de misterio,
no he de ponerle nombres a las cosas
ni descubrir otro desconocido mundo
¿Y si yo estuviera loco y este idioma de pájaros y árboles,
ríos y montañas, ocasos, mares y rocíos,
estuviera dentro de mí?
¿Y si no sé qué cosa sea la locura?
¿Tendré ojos interiores porque me quedé ciego?
Ningún interrogante me perturba.
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ÍNDICE
5 Prólogo: Don Azariel, el hombre que domina la palabra,
por Cristian Garzón
De La invisibilidad de la ceniza (2015) 9 Noctámbula 10 El tren de la infancia 11 Los tiempos 12 Salvar el mundo 13 Náufrago 14 Un cuerpo 15 Cenizas 16 La invisibilidad de la ceniza De Escalones de agua (2016) 21 Elegía 22 III 24 Declaración 25 Monólogo con mi otro 26 En este lado sí De Un caracol nocturno (2018) 29 Holocausto 30 El viaje 31 Tilos sin respuestas 32 Guardar secretos 33 Sí, Alcides De Concierto para un hombre (inédito) 39 Blue monday 41 A punto 42 No me busquen 43 Sin pudor 45 Animal secreto
46 Un tremolar profundo 47 I 49 VI
Joaquín Zapata Pinteño
Elche, España, 1943
Ejerció como procurador de los Tribunales y técnico de la
Administración Pública. Diplomado en Alta Dirección de
Empresas y Derecho de la Unión Europea. Postgrado en
Medicina Integrativa. Ha publicado los poemarios La
invisibilidad de la ceniza (2015), Escalones de agua (2016), la
antología Memorias que no son (2017), Un caracol nocturno
(2018) y la novela Azariel (2017). Ha participado en
encuentros literarios en Colombia, Chile, Cuba y España.
Poesía COLECCIÓN Voz Aislada
El ciervo/Yolanda Pantin Ojiva/Néstor Mendoza
Piedra a piedra/Hernán Vargascarreño Manos/Edda Armas
Umbrales donde apenas llega la luz /Rafael-José Díaz Alambique/María Teresa Ogliastri
Monólogo de Jonás/Rómulo Bustos Aguirre Anábasis/Adalber Salas Hernández
Primero inventaré el bosque/Ela Cuavas Ruido de clavículas/Jacqueline Goldberg
Estadios/Juan G. Ramírez Mecánica/Víctor Manuel Pinto
Desavenencias/Diego Alejandro Díaz Este no es tiempo de fervor/Sebastián Barbosa Montenegro
Tema de miseria/Tibisay Vargas Rojas Escozor/Bibiana Collado Cabrera
Casa giratoria/Henry Alexander Gómez Desmesura/Víctor Rivera
Agonía de los días terrestres/Ricardo Montiel Litorales/Jorge Iván Jaramillo Hincapié
Todo se está quemando bajo la lluvia/Charol Gualteros (Silencio en flor)/Ana María Enciso Noguera
Textos por fuera/Eleonora Requena sed plural/William Jiménez
Transparencia/Paula Altafulla Dorado Habrá una casa/Igor Barreto
El arca de Gokú/Zeuxis Vargas Álvarez Geometría de la grieta/Jairo Rojas Rojas
El tiempo de la espera/ Joel Bracho Ghersi
COLECCIÓN Voz Aislada