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EL PENSAMIENTO DE SAN ISIDORO DE SEVILLA Y SU INFLUENCIA
HISTÓRICA A TRAVÉS DE AUTORES DEL SIGLO XX
Joaquín Herrera Carranza. Grupo de Trabajo Scripturium Isidori Hispalensis del Aula
de la Experiencia. Universidad de Sevilla.
4º Curso: Las Escuelas históricas. La Historia hoy.
Área de Conocimiento: Humanidades.
1. INTRODUCCIÓN.
A lo largo de la pasada centuria numerosos autores se han ocupado de analizar y
estudiar la vida y la monumental obra de San Isidoro de Sevilla (Isidoro El Hispalense,
Doctor Hispalense), entre los que caben citar, a A. Muñoz Torrado (1), J. Pérez de Urbel
(2), I. Quiles (3), J. Madoz (4), etc., dada la trascendencia de su figura, como puente
transmisor del conocimiento entre la Antigüedad Tardía y el periodo largo de lo que se
entiende clásicamente por Edad Media. "A pesar de la escasez de datos biográficos, no
hay duda sobre la enorme importancia de su figura, a lo largo de toda la Edad Media.
Todos los autores coinciden en que, sin su personalidad, la cultura medieval hubiera
tenido un aspecto muy distinto. Su saber era inmenso y tuvo la habilidad de transmitirlo
a generaciones posteriores", según la interpretación de J.L. Abellán (5). Las
Etimologías, sin duda, transfirieron a los pueblos europeos, en el transcurrir de la Edad
Media, un extraordinario caudal enciclopédico procedente de la cultura clásica.
En el inicio del presente siglo, año 2002, se publicó una extensa obra, escrita por un
colectivo de especialistas, San Isidoro Doctor Hispaniae (título otorgador por Alcuino
de York), en la que se analiza minuciosamente el universo de San Isidoro de Sevilla (6):
Hispania y el ámbito del mediterráneo en la época de Isidoro, la epigrafía visigoda, la
legislación visigoda, Isidoro el hombre, Isidoro como Obispo, el mundo cultural de
Sevilla en la época isidoriana, las Etimologías, San Isidoro y León, la huella europea de
Isidoro, la pervivencia de Isidoro en Al-Andalus y aportaciones a la iconografía de San
Isidoro. También, en el año 2002, vio la luz, en lengua española, una obra
imprescindible del autor francés, Jacques Fontaine, a la que se hace referencia más
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adelante. Su tesis doctoral, en lengua francesa, fue pionera para el conocimiento de San
Isidoro.
Severiano, cristiano de origen hispanorromano, con cargo, al parecer, en la monarquía
goda, decidió, acompañado de su familia, trasladarse a la Híspalis romana (Sevilla),
huyendo de los invasores bizantinos, asentados en una amplia franja del levante y sur
hispánico, en la que se encontraba la ciudad de Cartagena (Cartago Nova). De largo
viene la polémica, lógica, sobre el lugar de nacimiento de Isidoro, benjamín de los hijos
de Severiano. Los otros tres hermanos, Leandro, Fulgencio y Florentina (todos ellos
santos, también), nacieron en Cartagena. Salvando la discusión polemista, la
historiografía actual parece indicar que Isidoro nació en Sevilla. En efecto, y a título de
muestra, M.C. Díaz y Díaz (7) afirma que "el hecho de que ninguna fuente antigua nos
informe sobre el lugar de nacimiento de Isidoro, describiéndose sólo el lugar en que
pontificó, hace altamente verosímil la suposición de que no hay diferencia entre ambas
localidades, o sea, que su patria no es otra que la propia Sevilla. (...). Nada se opone, por
lo tanto, en estricta conjetura a que supongamos que su nacimiento ya tuvo lugar en
Sevilla o su región, en torno a 562, o algo después".
Con anterioridad, A. Hernández Parrales (8) escribió el siguiente testimonio: "En este
año de 554, Severiano y su mujer, cuyo nombre se ignora, abandonan Cartagena, que
había pasado al poder bizantino, y en un exilio forzoso o voluntario, vienen a
establecerse en Sevilla acompañados de sus tres hijos, Leandro, Fulgencio y Florentina.
Así nos lo cuenta el mismo Leandro, al asegurar que la familia de Severiano y Turtur
tiene que iniciar su exilio en el año 554 'con sus tres hijos', con lo que nos viene a
indicar que San Isidoro, el cuarto y menor de los hijos, no había nacido todavía".
Con relación a la fecha concreta de su nacimiento el mismo autor citado más arriba,
M.C. Díaz y Díaz (9), considera que "nació con certeza antes de 570, porque de acuerdo
con la legislación canónica entonces vigente (Concilio de Agde, 17) habría de tener al
menos treinta años para ser ordenado obispo, lo que ocurrió en 601 al suceder en la sede
hispalense a su hermano Leandro. Cabe conjeturar que no sería ordenado obispo bajo
mínimos, por lo que no debe alejarse mucho de la realidad pensar que nació entre 560 y
570. Una mayor precisión resulta imposible".
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Severiano murió a edad temprana, razón por la que la educación y la formación del
joven Isidoro, se considera, estuvo a cargo de su hermano primogénito, Leandro. Es
posible imaginar que desde una edad temprana de juventud, Isidoro, se familiarizara con
los libros de las ciencias, tanto religiosas como profanas; también en el aprendizaje y
correcto conocimiento y dominio de las lenguas propias de esa época histórica
altomedieval: hebreo, griego y latín, especialmente. Con el tiempo reuniría en su
biblioteca todo el saber de la Antigüedad hasta su muerte. Es bien conocido que los
libros y los códices eran sagrados. Sus biógrafos afirman que conocía a la perfección
todos los libros de su tiempo. La intelectualidad medieval trabajaba esencialmente sobre
los textos escritos -los libros- con la mirada puesta en el análisis y la máxima
comprensión del contenido de los mismos, llegar a la esencia y transmitirla; misión
clave esta última que emerge de la rigurosa vocación isidoriana erudita. El mismo M.C.
Díaz y Díaz, uno de los mayores conocedores de los textos isidorianos, afirma: "No
obstante, a un hombre de la España visigoda corresponde el mérito de haber apreciado
esta erudición clásica hasta el punto de sentir la necesidad de dotar de una base de ella
al mundo de su época y posterior" (10).
A lo largo de la Antigüedad Tardía, los eruditos se preocupaban y ocupaban
básicamente por la tradición cultural de la época clásica pretérita, más que por
iniciativas creacionales originales. San Isidoro, ocupa el pedestal del conocimiento
recopilado y la elocuencia personal. Verdadero maestro e intérprete de la cultura
transmitida. Todo cuanto se conocía está en la escritura del Hispalense y esencialmente,
como se documenta en un apartado siguiente, en su magna obra intelectual: las
Etimologías. Más que elaborar un corpus doctrinal original su esfuerzo titánico se
encaminó, sin duda, a recopilar, interpretar y dar forma a los materiales de los autores
clásicos precedentes. Respecto a las Etimologías, como adelanto, J. Paul (11) considera
que "esta obra es, pues, una suma gramatical para uso de un tiempo en que la expresión
oral y escrita es un arte que tiene estatuto del saber, y que además transmite
conocimiento que estarán presentes en todas las elaboraciones siguientes, pues puede
servir de punto de partida y de acceso cómodo". Este mismo autor sintetiza la magna
obra de Isidoro con la frase: "El mundo es como una liturgia en donde basta pronunciar
las palabras para atrapar las realidades" (12).
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Isidoro sucedió en el año 600 a su hermano, Leandro, en la silla episcopal hispalense.
En 619 presidió y redactó las conclusiones teológicas del II Concilio de Sevilla.
Presidió, al ser el más antiguo de los metropolitanos hispanos, durante el reinado de
Sisenando, el IV Concilio de Toledo en el año 633, al que asistieron 77 obispos,
congregados en la basílica de Santa Leocadia de Toledo. Precisamente en este
importantísimo concilio Isidoro influyó de manera decisiva en la trayectoria 'política' de
la España visigoda, merced a la limitación del poder del rey y el deber de obediencia,
basado en la fidelidad y lealtad (el canon 75 constituye el sustento legal de la monarquía
católica visigoda). A tenor, de la interpretación isidoriana, los príncipes se instituyen
para imponer el bien sobre el mal. Su misión es, por tanto, obrar rectamente. Con otras
palabras lo expone L. Suárez (13): "Es lo que San Isidoro expresa con la famosa y
conocida frase: Rex eris si recte facias, si non facias non eris. De este modo el
ejercicio de la potestad regia pasaba a ser un deber y no un derecho".
Por cierto, como hecho, tal vez curioso, aunque desde luego significativo, en el IV
Concilio de Toledo, presidido por San Isidoro, se menciona por primera vez, el báculo
como símbolo episcopal (14): "El origen del báculo no es claro: tal vez provenga de la
virga aurea prevista por el ceremonial bizantino para las investiduras imperiales y
empleada asimismo en el s. VI por los visigodos en España, donde se encuentra la
primera mención del báculo episcopal (IV sínodo de Toledo, 633; Isidoro de Sevilla)".
En 1598 el papa Clemente VIII firmó el decreto de canonización; con posterioridad, el
papa Inocencio XIII lo declaró Doctor Universal de la Iglesia en 1722.
En la figura de San Isidoro concurren dos trayectorias definitorias de su labor
vocacional: 1) la del eclesiástico creador de escuela y metropolitano de Sevilla; y 2) la
del pensador, erudito y sabio, recopilador del conocimiento ("progresar es crecer en el
conocimiento"). En realidad, dos trayectorias que se funden en una única personalidad
intelectual, cuya huella persistió largamente. "El santo sevillano hizo un esfuerzo
gigantesco para salvar en lo posible el patrimonio de la cultura clásica, por medio de
una Biblioteca y de una Escuela, que serán más adelante enraizadas en la obra de
imperial de Carlomagno. (...). Conocemos muy bien que en aquella Biblioteca, en
principio armario para guardar Biblias, figuraban abundantes ejemplares de autores
romanos así como de los padres de la Iglesia. La Escuela, siguiendo el modelo de
Boecio y Casiodoro, dividía todo el saber humano en Siete Artes liberales, es decir,
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Gramática, Retórica Dialéctica, Aritmética, Geometría, Astronomía y Música o Física"
(15).
C. Codoner (16) explora, asimismo, la doble concepción de Isidoro: "Pero más allá de
sus intenciones, lo que se desprende de su lectura (hace referencia la autora a las
Etimologías) es la confianza absoluta en el principio de autoridad atribuida a dos
culturas: la que enlaza con el pasado histórico-cultural y la religiosa. Si la intensidad de
los conocimientos ha decrecido sensiblemente, el sistema educativo ha mantenido viva
la idea de que el saber se encierra en los libros. La importancia de Isidoro radica en
haber dejado constancia de ello trasvasando esos libros a otros que encajaban, sin
desgarros religiosos interiores, en la mentalidad de sus conciudadanos".
2. OBJETIVO.
El objetivo fundamental del presente trabajo es analizar, a la luz de las interpretaciones
y juicios aportados por autores de la pasada centuria, el pensamiento de San Isidoro de
Sevilla, así como su influencia a lo largo de la siglos posteriores a su desaparición,
especialmente la aportación de su obra más relevante: las Etimologías.
3. LA OBRA ESCRITA DE SAN ISIDORO.
La información más completa acerca de la obra literaria de San Isidoro nos ha llegado a
través de Braulio, obispo de Zaragoza, persona de confianza y amigo del santo
hispalense, concretamente de su libro Renotatio librorum domini Isidori. En 2002, J.C.
Martín Iglesias (17) publicó un documentado estudio sobre el texto brauliano -La
renotatio librorum domini Isidori de Braulio de Zaragoza (+651)-, al que se debe
acudir para cualquier ampliación al respecto. Entre otros, se destacan los siguientes
tratados escritos por Isidoro: De rerum natura, Sententiarum libri, De ordine
creaturarum, Liber numerorum, Libri differentiarum, De origine officiorum, Liber de
viris ilustribus, Chronicon, De veteri et novo testamento, De fide catholica contra
Judeas, Historia de regibus gothorum, wandalorum et suevorum y Originum sive
etymologicarum libri viginti (Las Etimologías u Orígenes).
De la relación se desprende que abarcó una amplísima temática: teología, moral y
costumbres, historia, filosofía, cosmografía, enciclopedismo, legislación, etc. De esta
última temática merece relevancia, como muestra, su concepto de ley, que se
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fundamenta en la moral y las costumbres: "En su reflexión sobre el derecho destaca su
definición de la ley como la constitución de un pueblo por la que los mayores
sancionaron algo juntamente con el pueblo. Esta bella y honda definición evoca lo
mejor del pueblo hispano, que expone con verdadero sentido democrático la fe en la
persona y en los mayores. Pues entiende que la verdadera definición de ley reside en
una base moral: sea toda ley honesta, justa, posible, conforme a la naturaleza y a la
costumbre patria, manifiesta y establecida no por algún derecho privado, sino a favor
de la utilidad común de todos los ciudadanos" (18).
Tamaña gesta isidoriana exige una organización acorde con la ambiciosa hazaña
intelectual, y así lo reconoce I. Quiles en su ensayo publicado en 1945: "Su biblioteca
es, sin duda ninguna, una de las más completas de la época. Asombra pensar cómo ha
podido reunir tantas obras, muchas venidas desde muy lejos, desde Grecia y aun desde
Palestina y Alejandría. (...). Aquí también aparece, como veremos a cada paso en su
obra, el espíritu metódico y ordenado de Isidoro" (19).
Siguiendo a este mismo autor, cabe preguntarse: ¿cuáles han sido estas lecturas? ¿Qué
autores conocía? Respuesta que él mismo ofrece (20):
*Padres de la Iglesia: San Juan Crisóstomo, Tertuliano, San Jerónimo, Orígenes, San
Agustín y San Gregorio Magno. Con relación a la historia cristiana: Orosio y Eusebio
de Cesárea.
*Historia pagana: Suetonio, Salustio, Tito Livio, Julio César y Varrón. En la historia
natural y medicina: Plinio, Celso, Columella, Hipócrates, Galeno y Dioscórides.
*Creación literaria: Virgilio, Cicerón, Catón, Horacio, Séneca, Cinna, Lucano, Catulo,
Ovidio, Apuleyo, Ennio, Terencio, Marcial y Aurelio Prudencio Clemente.
*Pensamiento filosófico: Demócrito, Porfirio, Platón, Aristóteles, Epicuro, Heráclito,
Lucrecio, Boecio, Casiodoro y Mario Victorino.
"En cuanto a los filósofos y oradores, Séneca y Cicerón, los lee y medita
constantemente", a tenor de la opinión de uno de sus estudiosos más conocidos, Pérez
de Urbel (21).
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No obstante, la matización interpretativa la hace Díaz y Díaz (1976): "Es verdad que
Isidoro parece haber sido el gran conservador de la cultura clásica, el gran conocedor de
sus autores que cita tantas veces a lo largo de su obra; con todo, un estudio profundo
hace ver dos cosas: primero, que, salvo en las etymologiae donde lo exige el método y
los precedentes del trabajo, los autores más frecuentemente citados son los eclesiásticos,
especialmente los más ricos en doctrinas antiguas, como Jerónimo, Agustín, Fulgencio
y poco más; segundo, que la casi totalidad del conocimiento de los autores clásicos se
debe a manuales, escoliastas, antologías, escritores posteriores, comentaristas, siendo
general la regla ya bien establecida de que Isidoro imita o copia los autores que no
siempre cita por su nombre, mientras que la presencia de citas nominales implica casi
siempre un tratamiento de segunda mano. Y es que, en buena parte, este procedimiento
bastaba a la finalidad que se había propuesto Isidoro y a las corrientes de su tiempo"
(22).
La obra fundamental de San Isidoro de Sevilla es el conjunto de las Etimologías.
"Vamos a centrar aquí nuestra atención sólo en aquella obra que, sin duda alguna, dejó
una impronta profunda y fructífera a lo largo de toda la Edad Media: las Etimologías u
Origenes. Es más: osamos afirmar que si San Isidoro únicamente hubiera escrito esta
obra, ella habría bastado para que su nombre fuese imperecedero" (23).
La Enciclopedia Británica identifica a Isidoro, El Hispalense, como Latin Isidorus
Hispalensis y glosa su obra: "... and encyclopaedist, whose Etymologiae, an
encyclopaedia of human and divine subjets, was one of the chief landmarks in
glossography and was for many centuris one of the most important reference books"
(24). Y, en relación con lo inmediato anterior, salvando las distancias temporales,
conceptuales e históricas, E. Gilson (25) entiende que "el éxito de la obra se explica
fácilmente: las Etimologías tenían, en una biblioteca medieval, la misma utilidad que la
Enciclopedia Británica o el Larousse en una biblioteca moderna. Había necesidad de
consultarlo frecuentemente".
La vasta enciclopedia Etimologías (Isidoro analizó unos 5.500 términos según su
origen) fue dividida por Braulio de Zaragoza en veinte libros (en, realidad, capítulos)
cuyos títulos expresan el gigantesco contenido, erudición y conocimiento de su autor:
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1.- De la gramática 2.- De la retórica y la dialéctica
3.- De la matemática, de la geometría, de
la música y de la astronomía
4.- De la medicina
5.- De las leyes y de los tiempos 6.- De los libros y oficios eclesiásticos
7.- De Dios, de los ángeles y de los santos 8.- De la iglesia y de las sectas
9.- De las lenguas, pueblos, reinos,
milicia, ciudadanos y parentescos
10.- De las palabras
11.- Del hombre y de los monstruos 12.- De los animales, de los peces y de las
aves
13.- Del mundo y sus partes 14.- De la tierras y sus partes
15.- De los edificios y de los campos 16.- De las piedras y metales, pesas y
medidas
17.- De la agricultura 18.- De la guerra y de los juegos
19.- De las naves, edificios y vestidos 20.- De las comidas y de los utensilios
domésticos y rústicos
No es tarea nada fácil enjuiciar sintética y globalmente la creación científica
recopiladora más universal del Doctor Hispaniae, sin embargo, podemos compartir la
reflexión interpretativa del autor citado más arriba, E. Gilson (26): "La Enciclopedia de
Casiodoro debió su éxito al estilo elegante y fácil de su autor; la de San Isidoro de
Sevilla (+636) ha debido el suyo al conjunto de definiciones y nociones sobre todos los
temas que ofrecía al público. Sus Origenes, o Etimologie, forman una especie de
Memento enciclopédico en veinte libros, al que conviene igualmente estos dos títulos.
Isidoro está persuadido -y persuadirá a la masa de sus lectores- de que la naturaleza
primitiva y esencia misma de las cosas se reconocen en la etimología de los nombres
que la designan". Lógicamente, Isidoro, parte de un principio axiomático que no es
verdadero en la universalidad de los supuestos. Pero fue el suyo, en el contexto histórico
altomedieval del tiempo que le tocó vivir.
En línea con lo precedente, J. Ferrater (27) confirma que "en todos estos trabajos
dominan, (...), dos intereses: la sistematización y la universalización del saber. Ello
resulta patente sobre todo en las Etimologías, la gran enciclopedia de la Edad Media. Se
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trata de una obra en la cual se definen (con auxilio de consideraciones etimológicas) los
principales términos y expresiones vigentes en la cultura latina de la época".
En pura esencia "la idea básica de Isidoro es que a través de las etimologías es posible
llegar a los significados de las cosas. Como consecuencia de este proyecto, fueron
rescatadas del olvido una gran cantidad de ideas y concepciones procedentes de autores
clásicos, con lo que pudieron transmitirse a las escuelas medievales y ser allí
estudiadas" (28).
Fraile (29) va un poco más lejos en su juicio: "Una preocupación típica de San Isidoro,
que transmitirá a la Edad Media, es la de penetrar en el sentido de las palabras, que son
símbolos de las cosas. Por lo tanto, el que conoce el nombre de una cosa, en cierto
modo conoce también su esencia, la cual hay que buscar analizando el sentido de la
palabra con que se designa. No se trata de un procedimiento etimológico propiamente
dicho, sino simplemente de penetrar en el sentido de las palabras, sirviéndose de un
método interpretativo más o menos arbitrario, en que juegan papel principal las
asonancias. (...). Su averiguación es muy importante, porque los nombres nos abren el
sentido de las cosas. (...). Las etimologías isidorianas carecen de valor filológico".
No obstante, debemos acudir a la palabra autorizada de uno de los mejores conocedores
de la obra del Sevillano Doctor: Jacques Fontaine (más de 50 años de investigación).
Para este investigador francés, en el capítulo 13 (Etymologia est origo), de su libro San
Isidoro de Sevilla. Génesis y originalidad de la cultura hispánica en tiempos de los
visigodos (2002), el fundamento del pensamiento científico y filosófico isidoriano:
"Presenta la gramática como la 'ciencia madre', situada en la base de todos los otros
conocimientos, que se fundan primero en ella. En la continuación de este libro primero,
la etimología figura en el centro de los cuatro capítulos donde se definen las cuatro
categorías gramaticales que constituirán también, de un modo más general, los
procedimientos principales del pensamiento isidoriano: la analogía, la etimología, la
glosa y la diferencia (Etimologías 1, 28 a 31). Estas gravitan así en torno a la
etimología, a la cual están subordinadas en los procedimientos de la originatio" (30).
Ahora bien, Fontaine prosigue indagando, "a través de las tesis filosóficas sobre el valor
de la etimología, llegadas a Isidoro por los cauces más diversos de la cultura antigua
tardía, heredó el Sevillano la convicción fundamental de que las palabras, por su origen,
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pueden llevar al conocimiento de las cosas que designan, en todos aquellos casos en
que, como precisa en Etimologías 1, 29, ha sido impuesto el nombre en razón de la
naturaleza,..." (31).
Con todo, únicamente la lectura completa y reflexiva del capítulo recomendado nos
puede ofrecer una visión de alcance del pensamiento conceptual, creativo, científico y
filosófico de Isidoro.
4. EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE SAN ISIDORO.
Es conveniente establecer de manera inequívoca, insistiendo nuevamente, el marco
histórico en el que emerge la figura de Isidoro. El filósofo, Julián Marías, en su
reconocida Historia de la Filosofía (parte dedicada a la Filosofía Medieval), nos ofrece
las siguientes puntualizaciones (resumen): "En primer lugar, hay una gran laguna de
cuatro siglos, del V al IX, en que propiamente no hay filosofía. El mundo se altera
esencialmente con la caída del Imperio romano. (...). No se destruye tanto como suele
creerse; la prueba es que luego va apareciendo poco a poco. (...). Y surge entonces un
problema: salvar lo que se encuentra, conservar los restos de la cultura en naufragio.
Esta es la misión de los intelectuales de esos cuatro siglos; su labor no es ni puede ser
creadora, sino simplemente recopiladora. (...). La figura capital de este tiempo es San
Isidoro de Sevilla, que vivió entre los siglos VI y VII. Aparte de otras obras secundarias
de interés teológico o histórico, compuso los 20 libros de sus Etimologías, verdadera
enciclopedia de su tiempo, que no se limita a las siete artes liberales, sino que abarca
todos los conocimientos religiosos, históricos, científicos, médicos, técnicos y de simple
información que pudo compilar. La aportación de esta gran personalidad de la España
visigoda al fondo común del saber medieval es de las más considerables de su época"
(32).
Fontaine acierta también en este asunto crítico de la temporalidad histórica de tan
relevante personaje: "Debemos hoy ensanchar y matizar el marco histórico dentro del
cual conviene situar y apreciar la figura de Isidoro. (...), un mejor y menos parcial
conocimiento de las formas de civilización que cuajaron en los siglos IV y VII, llevó a
designarlas como expresiones de una 'Antigüedad tardía' bastante distinta a la
Antigüedad clásica. (...), una expresión admitida por todos los historiadores para
designar un periodo original, y casi autónomo de la Antigüedad helenístico-romana. Al
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final de este periodo se sitúa la figura de Isidoro, casi en la divisoria -tan difícil de de
linear- que lo separa de la Edad Media: esa ambigüedad de su posición cronológica
constituye un rasgo distintivo de los diversos aspectos de su personalidad". Y concluye,
Fontaine, sobre el binomio temporalidad histórica-pensamiento creativo de Isidoro:
"antiguo sobre todo en el pensamiento y la cultura, y más bien medieval en su acción
pastoral" (33).
Por tanto, "San Isidoro de Sevilla no fue en filosofía, ni en ninguna otra disciplina
humana, un creador. Fue, más bien, un transmisor y un compilador; meritísimo, por otra
parte. Esta era, en verdad, la tarea más necesaria y urgente en la época que le tocó vivir"
(34). No obstante, Isidoro sí tuvo, claro que sí, su propio pensamiento filosófico,
derivado, eso sí, del pensamiento antiguo. Dejó buena constancia de ello en algunos de
sus textos.
En efecto, siguiendo el argumento discursivo de A. Muñoz Torrado (35), "la filosofía de
San Isidoro está principalmente desenvuelta en las Etimologías, en las Sentencias y en
el segundo libro de las Diferencias; siendo muy interesante el resumen que hace en la
primera obra que citaba de las escuelas filosóficas de que tenía noticias, por el que se
viene en conocimiento del concepto de su época acerca de la filosofía clásica. Es cierto
que la filosofía de San Isidoro no contiene puntos de vista propiamente originales, pero
es el compendio más razonado y más completo de la filosofía cristiana posible en
aquella época". Apreciación esta última coincidente con la que ya hiciera Zeferino
González en su Historia de la Filosofía, edición de 1886, en el contexto de un resumen
de la filosofía de Isidoro (36).
Sin embargo, en un estudio de J.F. Ortega, titulado Comentarios a las 'Sentencias' de
Isidoro de Sevilla (37), se interpreta que "no podemos ver en Isidoro sólo un gran
recopilador, un simple erudito, él realiza además una labor de síntesis, que sólo una
mente lúcida y analítica como la isidoriana estaba capacitada para realizar. (...). Su
visión totalizadora se desarrolla como una filosofía cristiana de carácter neoplatónico;
una teología con profunda fundamentación en la Biblia y en los Santos Padres,
especialmente en S. Agustín; una cosmovisión ecléctica en la que se asumen en un todo
doctrinas platónicas, aristotélicas, epicúreas y estoicas; una recopilación jurídica que
constituye el antecedente inmediato del Fuero Juzgo; y una magna concepción histórica,
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inspirada en su estructura y filosofía en S. Agustín,...". Tal vez, el calificativo de
'magna concepción histórica' sea un tanto exagerado.
Méndez Bejarano (38), autor de Historia de la Filosofía en España hasta el siglo XX
(1927), interpretando el libro de las Sentencias, considera que "en su admirable libro
Sententiarum, modelo de Pedro Lombardo, se contiene la filosofía sincrética del autor y
se condensa el pensamiento cristiano de la época".
Madoz (39), un buen conocedor del curpus doctrinal filosófico de Isidoro, ya afirmó en
1960 que "por confluencia de diversas escuelas, forma una síntesis ecléctica. Así
cuando se pone a tratar de la constitución de los cuerpos, el Estoicismo le presta la
doctrina de los cuatro elementos, los platónicos las cualidades de cada uno de ellos, y el
Aristotelismo la universalidad de los elementos en todas las cosas".
En los inicios de la década de los sesenta de la pasada centuria, un importante
acontecimiento tuvo lugar en la ciudad de Sevilla, la antigua Híspalis romana, cuna de
Isidoro: la creación de la Cátedra de San Isidoro de la Universidad de Sevilla,
adscrita a la Facultad de Filosofía y Letras, aprobada por Orden de 1 de febrero de 1961
(BOE, número 120, de 20 de mayo de 1961). En la exposición de motivos se dice, entre
otras consideraciones, que "fue Sevilla el centro del saber y de cultura desde el que San
Isidoro desarrolló su tarea y desplegó su influencia universal". Mediante una breve nota
(carta al Director) se dio a conocer el 'reencuentro' de esta Cátedra, dedicada al egregio
Doctor Hispalense, con la ciudad de Sevilla (40). Pues bien, dicha cátedra fue
inaugurada con una conferencia magistral, impartida por Juan Zaragüeta, titulada San
Isidoro de Sevilla, en su tiempo y en el nuestro, publicada en los Anales de la
Universidad de Sevilla. De dicha ponencia es la siguiente exposición sobre la
concepción filosófica del Doctor Hispalense:
"San Isidoro reconoce en la filosofía la cumbre del saber humano racional, subordinado
a la fe, pero con su propia significación autónoma. Su pensamiento filosófico se halla
difuso en sus obras, y para él el filósofo es el que posee la ciencia de las cosas divinas y
humana -'qui divinarum et humanarum scientiam habet'- a lo que agrega la bondad
moral: 'omnem bene vivendi tramitem habet'. La filosofía natural trata del cosmos
físico, la moral de la conducta, la racional del orden lógico: adviértase en éste la
importancia que San Isidoro reconoce al lenguaje en el Liber differentiarum, o sea la
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distinción de conceptos y nombres y la etimología en éstos. Tampoco es ajena a San
Isidoro la historia de la filosofía, que no trata extensamente pero que conoce en sus
grandes representantes -Tales y Anexágoras, Platón, Aristóteles (a través de Boecio),
estoicos, epicúreos y escépticos de la Academia, con la Isasoge de Porfirio- que
caracteriza someramente. En todos busca una síntesis y una posible armonización" (41).
Ahí está la clave: síntesis y armonización de las fuentes antiguas que iluminan la mente
intelectual de Isidoro.
Se hace a todas luces oportuno, en este contexto, constatar el grado de conocimiento de
Isidoro con relación al pensamiento de Aristóteles. Para I. Quiles, entre otros, "hemos
tenido interés especial en subrayar un aspecto poco conocido de San Isidoro, cual es su
contribución al estudio y la historia de la filosofía. Por de pronto nos resulta interesante
comprobar hasta dónde llegaban en tiempos de San Isidoro los conocimientos de la
bibliografía filosófica. En sus Etimologías sólo aparecen referencias y extractos del
Organon de Aristóteles, que parece no conocer directamente, sino sólo a través de la
Isagoge de Porfirio y de la traducción de Boecio" (42). Sin embargo, para F. Elías de
Tejada, en su extenso artículo Ideas políticas y jurídicas de San Isidoro de Sevilla,
partiendo de unas bases discursivas precisas, manifiesta inequívocamente que "sabe de
todo, (...), sabe de la filosofía antigua y en especial de la aristotélica, de la que está
literalmente empapado" (43).
Algunos intérpretes de las composiciones isidorianas examinan otros textos filosóficos.
Es el caso de F. Mendoza (44) para quien "como filósofo nos dejó De natura rerum, que
tuvo como fuente probablemente el Hexameron de S. Ambrosio, y en el que se ofrecen
los conocimientos básicos de la naturaleza. Esta obra se complementa con el De ordine
Creaturarum, escrito filosófico-teológico en 15 libros, que presenta una síntesis sobre la
tierra y el espacio, pero además expone brevemente la Trinidad y la esencia de los seres
espirituales. De índole ético-filosófica es también el Liber Lamentationum, compendio
de reflexiones teóricas y de consejos prácticos en forma dialogada".
El diálogo en Isidoro, como elemento de comprensión intelectual, es resaltado por J.F.
Ortega Muñoz (45), citado con anterioridad: "La lectura realizada conforme a estas
reglas de hermenéutica, admite aún un grado más elevado de intelección gracias al
diálogo. (...). Por su parte Isidoro, siguiendo a Platón afirma: Supuesto que la lectura es
útil para instruir, proporciona mayor inteligencia haciendo uso del coloquio, pues es
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mejor conversar que leer. El coloquio facilita el aprender. En efecto, una vez
propuestas las preguntas, se excluye la vacilación y muchas veces con las objeciones se
muestra la verdad latente. Pues lo que resulta obscuro o dudoso, se aclara al punto con
la confrontación de ideas".
Se ha presentado más arriba que, para San Isidoro, la filosofía es la cumbre del saber
racional humano, aunque subordinada a la fe (J. Zaragüeta), empero con autonomía
propia, y en este sentido, J.A. Merino (46) explica la influencia de Casiodoro: "Respecto
a la filosofía, recoge la concepción y división de Casiodoro, con su visión cristiana de
Dios, del hombre y del mundo. Subraya la tesis de la patrología de que el hombre es un
microcosmos creado por Dios, imagen divina y compendio de la naturaleza visible e
invisible. El hombre consta de cuerpo material y alma incorpórea e inmortal". Más
adelante se discute el concepto isidoriano del microcosmos.
¿En qué consiste, pues, el discurso filosófico de Isidoro? ¿Cómo está articulado?
¿Cuáles son sus fundamentos? A continuación se expone un decálogo-resumen de los
puntos más relevantes de su doctrina filosófica, siguiendo los estudios realizados por
dos autores citados en el presente trabajo: Zeferino González (47), autor que ya en el
declive del siglo XIX, en su obra Historia de la Filosofía (1886), trazó las ideas básicas,
y J.L. Abellán (48), en su manual Historia crítica del pensamiento español (1979),
especialmente éste último por su visión más amplia ("En la exposición del pensamiento
isidoriano no vamos a seguir el orden de su obra, que haría este capítulo interminable,
sino sólo a detenernos en aquellos puntos que juzgamos más importantes desde nuestro
punto de vista").
Filosofía. Expone varias definiciones, pero prefiere: Filosofía es el conocimiento de las
cosas humanas y divinas, unido al propósito y cuidado de vivir rectamente.
Conocimiento. Distingue entre ciencia (exige la certeza, conocimiento cierto) y
opinión (mera probabilidad, conocimiento incierto). Para que haya verdadera ciencia, es
preciso que la verdad sea conocida de una manera evidente y cierta (Z. González).
Ciencia. Establece distinción entre sabiduría (contemplación de las cosas eternas) y
arte (trata de las cosas contingentes). Por tanto, ciencia: trata de las cosas necesarias,
que se dirige al conocimiento propiamente dicho.
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División de la Filosofía. Se inspira en los estoicos e indica tres partes: Naturalis
(physica) que se ocupa del mundo natural; Moralis (ethica) que estudia las costumbres
o moralidad de los actos; y Rationalis (logica) que investiga la verdad en cuanto a causa
de de los fenómenos producidos en cualquiera de los mundos anteriores.
Jerarquía de los seres. Los seres se escalonan jerárquicamente en seis grado de
perfección: no vivientes, vivientes, irracionales, racionales, mortales e inmortales. Y,
sobre todo, Dios.
Dios. Sumo Bien, en quien existen, de una manera sustancial, a la vez que simplicísima,
la belleza, la omnipotencia, la eternidad y la inmensidad. Inmutable e infinito,
inspirador, gobernador y rector del mundo natural. En Dios no hay presente, pasado, ni
futuro (Z. González).
Creación. Todas las cosas fueron creadas por Dios. Distingue entre creación (antes del
tiempo Dios creó los ángeles y la materia informe o caos) y formación (lo que hizo
durante los seis de que habla el Génesis fue formar, con dicha materia, y de forma
ordenada, las especies de todas las cosas).
El mal. El origen del mal está en el defecto o malicia de la voluntad. Siendo todas las
cosas creadas buenas, un uso malévolo de las mismas por la voluntad humana puede
convertirlas en malas. Distingue entre el mal que se hace (pecado) y el mal se padece
(pena y sufrimiento).
Mundo natural. La división isidoriana comprende dos grandes partes: el cielo y la
tierra. Introduce en sus ideas físicas la teoría hilemórfica con los cuatro elementos:
fuego, aire, tierra y agua. Todos los elementos están presentes en todas las cosas, pero el
Ser Supremo llenó el cielo de ángeles, el aire de aves, el mar de peces y la tierra de
seres humanos. El mundo visible, por tanto, compuesto de cielo, tierra, mares y
estrellas, se llama mundo porque está siempre en movimiento y porque sus elementos
están sujetos a perpetuas mutaciones (Z. González).
El hombre. El hombre ocupa lugar preeminente entre las criaturas: es el fin próximo y
parcial de la creación y el ser que más se asemeja al Creador. El hombre es motivo de su
especial preocupación filosófica, dedicándole el libro XI de las Etimologías. En el
centro del mundo natural está el hombre, compuesto de cuerpo y alma, dotado de razón,
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de libre albedrío y capaz de vicios y virtudes (Z. González). Como corpóreo es material
y mortal, formado por los cuatro elementos. El alma (no es parte de la sustancia divina,
sino creada de la nada por Dios) lo hace incorpóreo e inmortal. El alma es una, aunque
distingue varias funciones superiores: sentidos, mente, razón, memoria y pensamiento.
Con todo, San Isidoro se detiene a pensar que el ser humano es un microcosmos, un
mundo único, pequeño creado por Dios a imagen o compendio del mundo grande.
En el interés de Isidoro por la filosofía, tres objetos centran su atención primigenia:
Dios, el mundo y el ser humano, como centro de éste.
Costa (49), en Historia universal del pensamiento filosófico, sintetiza la reflexión
filosófica isidoriana al afirmar que "la idea central de Isidoro podríamos denominarla
'humanismo cristiano'. Inspirado en el estoicismo romano de Séneca y Cicerón, para él
la filosofía es una noticia de todo lo humano y lo divino propuesto por el filósofo,
hombre de vivir honesto. (...). De acuerdo con la metodología enciclopédica, Isidoro
tiende al eclecticismo, o, más bien a la síntesis de todas las doctrinas que conoce,
tomando aquellos aspectos que convienen mejor a sus objetivos".
Por último, tal como afirma J.L. Abellán (50), "al exponer algunos de los contenidos
esenciales del pensamiento isidoriano es imposible no hacer referencia al Derecho y a la
Historia, disciplinas en las que la tradición le atribuye amplio predicamento", cuyo
comentario se sale, en nuestro contexto, del objetivo general del presente trabajo.
5. INFLUENCIA DE SAN ISIDORO A LO LARGO DE LA HISTORIA.
Isidoro en el siglo VII concibe al ser humano como un microcosmos (véase lo dicho
más arriba), pues bien, "habría que remontarse al menos hasta San Isidoro de Sevilla
para encontrar las raíces de un tópico muy extendido a lo largo de muchos siglos de la
cultura europea: la comparación entre el microcosmos y el macrocosmos, el hombre
concebido como pequeño mundo" (51). Efectivamente, la huella del santo doctor
hispalense es larga y se hunde en las mismísimas entrañas de la génesis de Occidente.
"Hace tiempo que se considera que San Isidoro fue el gran polígrafo occidental de su
época y realmente el erudito español más influyente de todos los tiempos. Siete siglos
después, sus monumentales Etimologías seguían copiándose laboriosamente a mano.
(...). Isidoro tuvo también un papel político e ideológico crucial, porque fue el primero
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en definir completamente las coordenadas de la nueva 'monarquía cristiana', un
'imperio', es decir, un Estado totalmente independiente, que no era ni tributario de Roma
ni del Imperio romano de Oriente. Según la doctrina isidoriana, la monarquía visigoda
representaba un nuevo tipo de Estado y de cultura, que pretendía, aunque no lo logró,
llegar a una especie de síntesis entre el cristianismo occidental y la cultura clásica, en la
que evidentemente ésta estaría subordinada a aquélla". De la interpretación discursiva
del hispanista Stanley G. Payne (52).
Sobre la influencia de su pensamiento en los siglos posteriores a su muerte, J. Flaquer
(53), doctor en Jurisprudencia y licenciado en Filosofía y Letras, presentó y defendió
una tesis doctoral (Universidad Central), en 1858, titulada San Isidoro: su influencia en
la filosofía de la Edad Media, en la que concluye que "con respecto al porvenir, es
Isidoro la antorcha que, resplandeciendo desde los confines de España, alumbra toda la
Edad Media. Es el primer hombre del siglo cuyas colosales proporciones subsisten
íntegras para la posteridad; es el inaugurador de aquella Filosofía teológica escolástica,
que no es la mejor de los siglos, pero que era la única posible en los tiempos en que
vivió. (...). La influencia además, que hemos demostrado ejercían sus obras sobre los
demás Filósofos de la Edad Media, lo atraen a dicha época, y con Beda, Alcuino,
Fridegiso y demás, forman el periodo de introducción a la Filosofía de la Edad Media,
de la cual es verdaderamente la llave nuestro Filósofo".
La filosofía escolástica, con carácter general, suele dividirse en periodos: transición
(final de la filosofía patrística, que concluye con San Agustín, hasta el siglo IX),
formación (filósofos cristianos desde el Renacimiento Carolingio hasta la Escuela de
San Víctor, con filósofos de la talla de Escoto Erígena, San Anselmo y Abelardo),
apogeo (siglo XIII con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino) y declive
(Renacimiento). Pues bien, la figura de San Isidoro deja sentir el peso inequívoco de su
influencia universal, doctrinal y filosófica: "La huella isidoriana es colosal en la Alta
Edad Media y profunda en la baja", a tenor de la aseveración de S. Montero (54).
"En el plano del pensamiento, la figura más destacada de la España visigoda es San
Isidoro. El obispo de Sevilla es, después de Séneca y en el marco del Cristianismo, la
segunda personalidad universal que nuestro país ha dado a la Humanidad. Con razón la
prestigiosa Enciclopedia Brockhaus le ha calificado como el último patrístico de
Occidente. (...). Tomás de Aquino se apoya en su autoridad, sobre todo para
18
fundamentar su tesis sobre el Derecho Natural, y Dante le incluye en el Paraíso de su
Divina Comedia (55). En este mismo sentir, otras anotaciones ofrecen testimonios
provechosos: "Es el representante máximo de la cultura hispanorromana-visigótica y
constituye uno de los canales más importantes de transmisión del saber clásico a la
Edad Media. En sus obras se inspiraron ampliamente Beda, Alcuino, Walafrido
Estrabón, Anselmo de Laón, Rabano Mauro y otros muchos maestros del mundo
medieval" (56). "Su función como transmisor de la cultura clásica es semejante a la de
Boecio y Casiodoro en Italia, San Grerorio de Tours en Francia, Beda en Inglaterra y
Rabano Mauro en Alemania. Junto con Boecio, San Agustín y San Gregorio (Magno)
será una de las 'autoridades' más respetadas en la Edad Media" (57).
Según el Instituto Sapientia de Filosofía (58), el periodo de transición de la filosofía
escolástica "se halla representado por Boecio, Casiodoro, San Isidoro y Beda el
Venerable. (...). La figura más importante de todo este periodo de transición es San
Isidoro de Sevilla. (...). La influencia de San Isidoro ha sido inmensa, tanto en España
como fuera de ella. San Eugenio, San Ildefonso, San Braulio y Tajón son los principales
beneficiados".
Para J. Madoz, "el patrimonio literario de Isidoro es beneficio de la humanidad. Sin él
hubieran desaparecido muchos tesoros del pasado. El medievo estudia y piensa bajo el
signo isidoriano" (59).
El Renacimiento Carolingio también es tributario del espíritu isidoriano: "..., debemos
mencionar, en conexión con el Renacimiento Carolingio, el nombre de Rabano Mauro,
(...), compuso su obra De Institutione clericorum, en tres libros, (...), pero Rabano no
dio en ella mayores muestras de originalidad que en su De rerum naturis, una
enciclopedia en gran parte de la de San Isidoro" (60). Según E. Forment, la fama de
Isidoro "se extendió por toda España, después pasó a Francia, y, por obra de los monjes
irlandeses, se difundió por toda Europa" (61). Y prosigue este mismo autor: "El
movimiento cultural de los monasterios de Irlanda e Inglaterra, el isidorismo en España,
que quedó cortado por la invasión musulmana, y el espíritu de Casiodoro, que
subsistiría en Italia, en el monasterio de Monte Casino, germinó en Francia, y produjo
un importante movimiento cultural, que se ha llamado Renacimiento Carolingio" (62).
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También G. Díaz Díaz detalla la influencia del pensamiento y la erudición de Isidoro en
el resurgir del Renacimiento Carolingio, y etapas históricas posteriores: "Y fuera de
nuestras fronteras la obra de San Isidoro se propaga rápidamente; en Montecassino,
Freising, Fulda, Reichenau, se copian sus escritos; los historiadores sintetizan sus
crónicas, los eruditos -Belda el Venerable, Alcuino, Rábano Mauro, Herberto de
Aurillac- se inspiran en él; en el gran renacimiento carolingio el pensamiento de San
Isidoro está presente y operante. Es con la renovación escolástica del siglo XIII cuando,
por una indeclinable exigencia histórica, su influjo directo comienza a ceder y aun
entonces Santo Tomás y Vicente de Beauvais, entre otros, lo citarán innumerables
veces" (63). Porque, entre otras razones, "la obra de Isidoro marca en este aspecto un
momento importante en la historia de las ideas, incluso con independencia de su gran
difusión en la Edad Media" (64). Con todo, el magnífico conocedor de su obra, J.
Fontaine, piensa que: antes de Carlomagno, ya se dio en la Hispania de San Isidoro de
Sevilla el 'Renacimiento isidoriano' (65). Lo que, en sentido similar, J. Orlandis ya
identificó antes como marco de la 'Era isidoriana' (66).
Tal como se ha registrado más arriba, los filósofos escolásticos también se beneficiaron
de la doctrina isidoriana. En efecto, al referirse a la impronta de las Etimologías ("un
diccionario de la lengua, un manual de formación y una enciclopedia"), P. Dal Santo
(Isidorus Hispalensis), entiende que "en tiempos de Carlomagno podía encontrarse
como obra estándar en casi todas las bibliotecas; más tarde sirvieron de base para la
formación fundamental de los filósofos de la Escolástica" (67)
En los orígenes, por consiguiente, del Occidente cristiano (o Europa): "Su aportación
política y cultural no sólo abarcó el siglo VII, sino también los tiempos posteriores, ya
que su influencia sobre Beda de Gran Bretaña y sobre aquellas generaciones de
discípulos que cubrieron el Renacimiento Carolingio resultó esencial en dos aspectos de
la sociedad europea: la organización de la Monarquía y la transmisión del saber. Hasta
el siglo XVI, sus escritos influyeron en los orígenes de las actuales naciones de Europa
y ahondaron en las esencias de la cultura cristiana" (68).
Un buen resumen de la influencia de San Isidoro, tanto en Hispania como más allá de
sus fronteras medievales, la ofrece P. Álvarez Rubiano (San Isidoro y su influencia),
cuyos puntos esenciales parten de una idea central: "San Isidoro fue el más alto
representante de la civilización clásica en aquellos tiempos, perpetuándose su tradición
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literaria y científica no sólo en España, sino también, ampliamente, en naciones
extranjeras".
Con relación a España: "San Isidoro tuvo una representación en la cultura española del
siglo VII análoga a la que pudiera tener Casiodoro en la Italia del siglo V, Marciano
Capella en el África del mismo siglo, el Venerable Beda en la Gran Bretaña de la VIII
centuria, Alcuino en la corte de Carlomagno del siglo VIII o Rabano Mauro en la
Alemania del IX. Desde luego, ningún pensador español de la Alta Edad Media logró
influir de manera más poderosa en la cultura europea. Su espíritu lo heredan en España
los mozárabes cordobeses, y quizás sus obras lograran ser traducidas al árabe en el siglo
XI, (...), persistiendo enhiesto su grandísimo prestigio hasta el Renacimiento".
Fuera de España, el autor, considera que "persiste incólume su recuerdo durante toda la
Edad Media. En Inglaterra, Beda el Venerable se inspira en él al escribir su obra De
natura rerum; en Alemania se traducen a su idioma indígena las Sentencias isidorianas,
en las que se inspira el italiano Pedro Lombardo para componer las suyas, llegando su
directo ascendiente a la Escolástica y a Santo Tomás. Pero donde se ve de un modo más
palpable la influencia de la tradición del Doctor de las Españas es en el renacimiento
que en Francia llevó a cabo Carlomagno, en cuya empresa brilló con relieve singular el
español Teodulfo, obispo de Orleans, organizador de escuelas claustrales, educado en la
genuina escuela isidoriana" (69).
D'Ors define a Teodulfo de Orleans "como nuestro intelectual isidoriano". Y más: "Creo
que la personalidad de Teodulfo sólo puede entenderse bien si se tiene en cuenta que es
un visigodo de España, procedente del ambiente mozárabe, es decir, arabizado, y
transmisor de la cultura isidoriana" (70). En otro momento de su estudio sobre el
arzobispo de Orleans, y a modo de conclusión, dice que "su humanismo libresco
procedía de la reserva isidoriana constituida en Zaragoza un siglo antes por el gran
discípulo de San Isidoro, San Braulio, ordenador de las 'Etimologías', y por Tajón,
importador en España de la obra de San Gregorio Magno. (...). Debe reconocerse, pues,
que Teodulfo personifica la tradición cultural hispánica que anima el 'Renacimiento
Carolingio', hasta su final con Rábano Mauro" (71).
Es evidente que las bibliotecas jugaron en la historia de la Hispania visigoda un papel
esencial y determinante. En este sentido, y en relación con lo expuesto sobre el visigodo
21
Teodulfo, J. Orlandis (72), manifiesta que "dos bibliotecas episcopales hispano-godas
son merecedoras de un especial recuerdo: la de Zaragoza y la de Sevilla. Juan, hermano
mayor de San Braulio y su antecesor en la sede, parece haber sido el verdadero iniciador
de la biblioteca zaragozana, continuada luego con incansable afán por Braulio. (...). La
biblioteca episcopal de Sevilla -la que sirvió de instrumento a Isidoro para su obra
escrita- fue sin duda de particular importancia".
También la influencia isidoriana se deja sentir con peso en la Escuela de Traductores de
Toledo. En un interesante trabajo publicado por A. Fidora (73) se analiza el uso que
Domingo Gundisalvo -arcediano de Cuéllar y máximo representante de la Escuela de
Traductores- hace de las obras de Isidoro de Sevilla, para llegar a "la sorprendente
conclusión que son precisamente los temas más arábigos, a saber, la
astronomía/astrología y la medicina, en donde Gundisalvo se inspira más de San
Isidoro". Los asuntos más científicos.
Como valioso es el testimonio de A. Forest y otros (74) sobre la influencia del sabio
hispalense sobre un papa de la época medieval: Gerberto de Aurillac (nacido hacia 940),
quien reinó en el pontificado con el nombre de Silvestre II. De acuerdo con estos
autores, Gerberto de Aurillac, llamado 'El Humanista', fue un apasionado del estudio,
del conocimiento científico, la investigación y la enseñanza. "En la escuela de Reims,
Gerberto adquiere un conocimiento de las obras de la filosofía antigua. Conoce de una
forma bastante completa la obra de Boecio; cita a Marciano Capella. En España, sin
duda, habría leído a Isidoro y a Casiodoro. (...). Quiere aprovecharse a la vez de la
filosofía antigua y de la cristiana; en una de sus cartas se subleva contra aquellos que
ignoran la ciencia de las cosas divinas y humanas". Tal vez, haciendo clara alusión, en
esta última aseveración, al concepto filosófico de Isidoro.
En 1936, F. Vera, Secretario perpetuo que fue de la Asociación Nacional de
Historiadores de la Ciencia española, escribió un extenso ensayo, titulado San Isidoro
de Sevilla. Siglo VII, dedicado a la vida y la obra del filósofo, teólogo, científico y
escritor hispalense. Al igual que otros estudiosos, analiza la influencia de San Isidoro,
Casiodoro, Marciano Capella, Beda, Rábano Mauro y Alcuino, "escritores todos que
exponen el pensamiento científico de los tiempos pasados sistematizado en las siete
artes liberales: el trivium y el quadrivium" (75).
22
6. CONCLUSIÓN.
La obra más importante y universal, desde la perspectiva filosófica-científica, de San
Isidoro de Sevilla es Etimologías, compendio de todas las materias registradas en la
ciencia de la Antigüedad Clásica. En este sentido, un par de reflexiones firmadas y una
reflexión isidoriana bien pueden servir a modo de conclusiones:
1) "Muchas fueron las obras que salieron de la pluma de San Isidoro de Sevilla que
abarcan diferentes campos del saber, incluyendo una verdadera Enciclopedia de los
conocimientos de la Antigüedad, sus famosas Etimologías". J. Sánchez Herrero (76).
2) En lo fundamental, dicha obra (Etimologías) es "una vasta enciclopedia de todos los
saberes antiguos, escrita con la pretensión de ofrecer una visión unitaria del conjunto de
las ciencias, a partir del método filosófico y análisis de las palabras". E. Moreno (77).
Doctrina sine vita / arrogantem reddit. Vita sine doctrina / inutilem facit.
La ciencia sin vida nos hace arrogantes. La vida sin ciencia nos hace inútiles.
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
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18. Cañas JL, Sánchez-Gey. Historia del pensamiento clásico y medieval. Madrid:
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19. Quiles I: op. cit., p 49.
24
20. Ibídem, pp 49-50.
21. Pérez de Urbel J: op. cit., 78.
22. Díaz y Díaz MC (1976): op. cit., p 33.
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