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CAPÍTULO XIII
EL MOVIMIENTO OBRERO
1. NACIMIENTO DEL SINDICALISMO
Nos hemos referido a los problemas sociales que plantea la introducción de máquinas en los procesos
de producción; plétora de mano de obra con salarios bajos y paro, horarios excesivos, trabajo de mujeres y
niños, fábricas que carecen de higiene y medidas de seguridad, hacinamiento de masas en los suburbios de las
grandes ciudades industriales, en casas sin ventilación y sin servicios. Mientras el trabajo artesanal o gremial
de la época preindustrial constituye una actividad directa, que refleja la pericia o la delicadeza del artesano, en
el trabajo industrial se produce una deshumanización, los objetos están determinados de antemano, son todos
iguales, ni el manejo de la máquina requiere una especial pericia o experiencia. El paso de la manufactura a la
máquina estuvo inevitablemente acompañado de la prolongación de la jornada laboral y de la descalificación
del obrero, que no tiene posibilidad de ascender, como en los históricos gremios de oficios, ni de modificar el
resultado de su actividad o participar en la vida de la empresa, al desaparecer los vínculos personales del
pequeño taller. Contra esta situación la movilización del proletariado inglés adopta desde finales del siglo
XVIII tres formas que suelen aparecer entrecruzadas. La corriente radical, dirigida por Place, canaliza la
acción en torno a un programa esencialmente político. Partiendo del utilitarismo de Bentham acepta las
ventajas de la economía clásica y no se plantea la posibilidad de contestar el capitalismo, antes bien prefiere la
alianza con la burguesía liberal para conseguir que la intervención del Estado corte los abusos. El
sindicalismo, segunda corriente, se apoya en asociaciones espontáneas de defensa obrera con el fin de
propugnar una actividad de resistencia a los patronos mediante la lucha económica; la huelga será el arma
usual para impedir reducciones salariales. En sentido estricto los sindicalistas no exhiben preocupaciones
ideológicas y se limitan a elaborar respuestas a las necesidades cotidianas del proletariado. La tercera
corriente, el socialismo, elabora un aparato teórico, rechaza las leyes del liberalismo económico (*laissez-
faire*) y propugna una transformación esencial de la sociedad industrial, que impida la explotación, con lo
que rebasan las posiciones radicales, que no cuestionan el modelo social, y las sindicalistas, apegadas a la
resolución de los problemas inmediatos.
En las primeras fases de la industrialización, conscientes los obreros del empeoramiento de su
situación, centraron su protesta en las máquinas, con reacciones mecanoclastas de destrucción e incendio de
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unos instrumentos que producían tan sorprendentes consecuencias en sus vidas. Los gobernantes reaccionaron
con disposiciones legales de extraordinaria dureza, en las que se les prohibía hablar de cuestiones
profesionales y se llegaba a la condena a muerte de los que atentaran contra las máquinas. Wolfgang
Abendroth cita algunas leyes ingleses en las que se prevé la posibilidad de la pena capital por destrucciones
exclusivamente materiales: así una ley de 1769 y otra de 1811. El discurso de lord Byron oponiéndose a
estas disposiciones no impidió que, en enero de 1813, 18 dirigentes obreros fueran ejecutados en York.
Paulatinamente los obreros comenzaron a distinguir entre la máquina y el uso que de ella se hacía y derivaron
sus esfuerzos en orden a conseguir su asociación o sindicación, para presionar solidariamente por la mejora de
las condiciones laborales.
Inglaterra, solar de la revolución industrial, lo fue asimismo de las primeras luchas obreras. En las
"Combination Laws" ( leyes sobre asociaciones) se identifica a las tentativas de asociación sindical con
grupos políticos sediciosos y antigubernamentales. Efectivamente, algunas asociaciones obreras, estimuladas
por el partido radical y su dirigente Cobbet, formulaban reclamaciones con planteamientos políticos, pero la
dirección más seguida por los obreros británicos fue la sindicalista. Así aparecieron en la clandestinidad
algunas sociedades, las "trade-unions".
Un antiguo obrero, Francis Place, consiguió del Parlamento la abolición de las "Combination Laws"
y la aprobación de una nueva ley (1824)que otorgaba la libertad de asociación. La ley fue seguida pr una
oleada de huelgas que provocó modificaciones, como la del complot, por la que se prohibía el acuerdo entre
dos asociaciones distintas. A partir de 1825 se multiplicaron en Inglaterra los sindicatos locales por oficios,
sin ninguna relación entre ellos, incluso con sentimientos de competencia que ponían en peligro la vida de
estos sindicatos, hasta que en 1829 surge en la industria textil la idea de unir todos sindicatos locales; el
secretario del sindicato de Manchester, john Doherty, organiza la "Unión General del Reino Unido", en la que
se federan los hiladores de Inglaterra. Escocia e Irlanda. El intento no obtuvo frutos granados por la falta de
conciencia solidaria de los obreros, que se resistían a satisfacer las cotizaciones y a aceptar
disciplinadamente las decisiones de la "Unión General". Doherty insistió en la idea y pasó a postular la
asociación de todos los oficios en una gran central sindical, sin distinción de oficios: así se constituyó en 1831
la "National Association for the Protection of Labour", con 100.000 miembros y un semanario. La voz del
pueblo, que lanzaba 30,000 ejemplares.
Un industrial lanero de New-Lanark, Robert Owen, sentó las bases de los que se ha denominado socialismo
utópico, al menos así le consideraron los autores marxistas, aunque para otro sector, los fabianos, sea un
reformador moderado que elaboró una ciencia de la sociedad comunitaria, y para algunos el fundador del
movimiento cooperativista. Creador en su fábrica de alojamientos para obreros, con jardines, economatos,
comedores y escuelas, su fama en vida fue muy superior a la de Godwin,Saint-Simon y Fourier, reducida a
cenáculos intelectuales en el caso de aquéllos y a círculos de iniciados en el de éste. En el Congreso de
Aquisgrán, Owen expuso sus proyectos de solución de la cuestión social ante los dirigentes de las grandes
potencias. Tras una experiencia frustrada en Norteamérica, Owen regresa a Inglaterra y se convierte en guía
del movimiento obrero. El postulado de Bentham, "la mayor dicha para el mayor número", no podrá
alcanzarse, afirma más que en un sistema de propiedad colectiva, que implica la transformación de la empresa
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y la intervención protectora del Estado, al cual compete la legislación (higiene en las fábricas, jornada
laboral, empleo de niños, ley de pobres, etc). Sus libros, Nueva visión de la sociedad (1814). Informe al
condado de Lanark (1815-1821), parecen por el estilo la predicación de un reformador religioso. En "New
Harmony", en Estados Unidos, ensayó infructuosamente un modelo de propiedad común de suelo y talleres y
de explotación colectiva de la tierra con remuneración única. Más trascendencia que este intento utópico tuvo
su colaboración en Inglaterra con Doherty en la campaña por las ocho horas, y, a pesar de su preferencia por
la pequeña cooperativa, su colaboración en la integración de los pequeños sindicatos en la "Great Trade
Union", que en pocas semanas alcanzó los 500.000 miembros, lo que alarmó al gobierno y provocó su
ilegalización.
2- EL MOVIMIENTO CARTISTA
En los años 30 la miseria de las masas obreras desvía a las asociaciones obreras de las
reivindicaciones laborales del sindicalismo para apoyar objetivos políticos, hasta aquel momento programa
de minorías y del partido radical. La reforma electoral de 1832 ha de inscribirse en esta presión popular por la
democratización de la vida política; no obstante, y aunque alguna vez se ha comparado al movimiento
cartista, canalizador de la presión sobre el poder, como el mayor intento revolucionario anterior a la Comuna,
sus objetivos se limitaban a la humanización del rostro del capitalismo; O´Connor, uno de los lideres más
prestigiosos, se inclinaba hacia la economía clásica y aseguraba que coincidían los intereses del capital y el
obrero, puesto que los obreros no pueden ser todos capitalistas. No obstante, recaban los cartistas la
intervención del Estado con una legislación protectora en la cuestión social, al tiempo que enarbolan la
bandera de la democratización política. Ya en 1831, durante la campaña sobre la reforma electoral. Lovett
reclama el sufragio universal, argumentando que la clase obrera produce toda la riqueza del país y sólo goza
de una parte íntima.
El cartismo nace de la decepción de las masas obreras por la insuficiente apertura que supone la ley
electoral de 1832. En 1836 un grupo de artesanos londinense, encabezados por William Lovett y Henry
Hetherington, desencadenan una campaña de agitación en pro del sufragio universal. Junto con Francis Place
redactan en 1838 la Carta del Pueblo, que incluye reivindicaciones políticas: sufragio universal masculino,
renovación anual del parlamento, escrutinio secreto, inmunidad parlamentaria, circunscripciones electorales
iguales. Al movimiento se suma una tendencia más dura, que no duda en convocar mítines y huelgas de
carácter violento: a su frente se colocan el periodista irlandés O´Connor y el demócrata O´Brien. La agitación
culmina con la reunión en Londres, en 1839, de una convención cartista que se llamó "Parlamento del Pueblo
" Los moderados y extremistas se enfrentan en cuanto a la táctica a seguir. Unos proponen retirar el dinero de
los bancos, otros la huelga general y si preciso fuera el recurso a la fuerza física. Una asociación concebida
para coordinar la agitación a escala nacional, la "National Charter Associaation", es controlada por
O´Connor, pero el Parlamento rechaza en 1842 el sufragio universal. Este año señala una censura en la
historia del cartismo, con la conciencia del fracaso de una esfuerzo apoyado exclusivamente sobre los
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obreros, aunque coincidiendo con la crisis de los años 1847 y 1848 todavía se intenta una campaña de mítines
que el gobierno corta enérgicamente.
O´Brien es el primer elaborador de la doctrina cartista. Abogado de ascendencia irlandesa, educado
en la Universidad de Dublín, orador apasionado, ejerció una actividad incansable con la palabra y la pluma.
Considerando que el único camino realista es la lucha por la igualdad política a él invita a las "trade-
unions"; puesto que la ley perpetúa la esclavitud ha de lucharse por el acceso al parlamento que las vota. En
algún escrito ataca el derecho de propiedad, para concluir que su erradicación no se conseguirá con luchas
económicas sino con el control del Parlamento tras la conquista del sufragio universal. El rechazo de las
miserias urbanas remata con una apelación nostálgica al regreso a la agricultura. O¨Brien propone la
nacionalización de la tierra; el Estado la arrendará al mejor postor y determina el tamaño de las granjas y las
parcelas y la distribución de los cultivos.
Tras la oleada revolucionaria del 48 los líderes cartistas, que ven disminuir el número de sus
seguidores, radicalizan su doctrina. Ernest Jones, periodista, formidable organizador y propagandista,
relacionado con Marx, elabora para la convención cartista de 1851 un programa democrático: "La Carta, pero
no sólo la Carta". La libertad ha de apoyarse en conquistas políticas y económicas, sin pan no existe la
libertad. Jones, ganado por algunas ideas del marxismo, rechaza el liberalismo económico. La libertad será
conquistada por los trabajadores; por lo tanto, la primera tarea es el desarrollo de la conciencia de clase.
Los bastiones del movimiento estuvieron en los distritos industriales del nordeste (Sheffield,
Bradford) y noreste (Manchester), los Midlands (Birming-han. Leicester) y Escocia. Más que entre los
obreros de las grandes fábricas sus seguidores fueron reclutados en residuos de los viejos oficios, en talleres
donde subsistía el trabajo manual. Para Bedarida las diferencias sobre la táctica, que se convirtieron en
querellas personales, esterilizaron el movimiento; los medios aparecían como más importantes que los fines.
En la década de los 50 la prosperidad del período cenital de la era victoriana extinguió el cartismo; más que
la coyuntura económica fue la reducción del artesanado la que desmontó uno de sus pilares.
3. EL ANARQUISMO
El anarquismo, que supone el rechazo en bloque del proceso de industrialización y parece mirar
con nostalgia hacia un mundo agrario, de pequeñas células de población, es un movimiento de escasa
coherencia doctrina, en el que caben desde predicadores de la violencia hasta apóstoles de la no violencia. En
su recinto se ha intentado encuadrar a figuras tan dispares como Tolstoi y Sorel, y, en nuestros días, se ha
calificado con el sello anarquista a todo movimiento de "contestación" de rechazo total, y a revoluciones de
tercer mundo, "el proletariado en harapos". Centrando sus actividades en un sindicalismo puro, apartado de la
vida política, el anarquismo constituye un intento original, de enorme influencia en algunos países y
momentos, y distinguible de otros sindicalismo que se orientaron hacia la política, como el laborismo
británico, y del socialismo científico, que se apoyo en postulados de mayor rigor intelectual y con el que
chocó ya en el seno de la I Internacional. Entre sus pensadores se ha destacado al inglés William Godwin, al
alemán Max Stirner, al francés Proudhon y al ruso Bakunin, pero no deben ser olvidados Tolstoi. Elíseo
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Reclus y el príncipe Kropotkin. Aunque la influencia intelectual de Proudhon fue profunda, la figura que
mayor papel jugó en los movimientos sociales del XIX fue el aristócrata ruso Mijail Bakunin.
Bakunin abandona la carrera militar y Rusia para instalarse en Berlín, donde estudia a Fichte y a
Hegel. La revolución de 1848 le sorprende en Praga; detenido por los austríacos es enviado su país y
desterrado a Siberia, de donde huye para vivir sucesivamente en Londres, Italia, Lyon y Ginebra. Sus
choques con Marx en la I Internacional señalan las irreconciliables diferencias de ideas y talante entre los dos
pensadores.
En los escritos anarquistas, y Bakunin no es excepción, encontramos una vertiente moral, en la que
se exalta la libertad del individuo , concebida socialmente, "sólo soy verdaderamente libre, cuando todos los
seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres " (Bakunin); se formula un ateísmo
radical, que rechaza a la iglesia como institución pero admite en la sociedad la pluralidad de cultos,
estimando que la religión es un reducto de la conciencia, y se ensalza, como instrumento del cambio social,
la educación popular. Este ideal educativo inspira la actividad de muchos anarquistas, que difundieron sus
ideas por medio de la propaganda oral en un apostolado directo entre masas analfabetas.
Desde el punto de vista político tres ideas destacan en el pensamiento de Bakunin; la eliminación del
Estado, instrumento siempre represivo; la desaparición de los ejércitos, innecesarios al desaparecer los
Estados, y la creencia en la revolución campesina, hecha desde abajo, por las masas, de manera espontánea.
Estos tres postulados coinciden en el rechazo de todo poder, de toda autoridad; el poder tiene para Bakunin
una naturaleza demoníaca.
Su sociedad nueva, sin Estado, sin poderes institucionales, se montará sobre comunas autónomas,
pequeñas células en régimen de autogestión, que elegirán por sufragio universal de hombres y mujeres a sus
autoridades y que podrán federarse o separarse libremente de otras células similares, hasta constituir regiones
y naciones, pero manteniendo en todo momento su capacidad de abandona r la federación en que se han
integrado. Dentro de estas comunas la propiedad será colectiva; la supresión paulatina de la propiedad
privada debe iniciarse por la supresión también progresiva del derecho de herencia. El ideal del anarquismo
parece ser una sociedad de hombres absolutamente libres, que no obedecen más que a su razón. Su
ponderación de las pequeñas células autónomas se sitúa en contra de los resultados de la revolución
industrial, en la que se producen grandes concentraciones de población, y donde resulta imposible este
ejercicio constante de la soberanía por la base popular.
Al llamado anarco-colectivismo de Bakunin, que supone la colectivización de los instrumentos de
trabajo, el capital y la tierra, pero no de los frutos, "a cada uno según su trabajo", sucede el anarco-
comunismo, de Kropotkin, Eliseo Reclus, Dumartheray, Paul Brousse, que predican la necesidad de
colectivizar no sólo los instrumentos sino también los productos, argumentando que en una economía
industrial es imposible determinar la parte de trabajo de cada uno y en consecuencia la riqueza acumulada
pertenece a todos. Las diferencias son todavía más acusadas en cuanto los métodos de la revolución, desde los
que prefieren pasos paulatinos hasta los que en los congresos de Friburgo (1877) y Londres (1881) aplaudían
el terrorismo, al que denominaban "propaganda del hecho".
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4. LOS SOCIALISTAS UTOPICOS
A diferencia de Inglaterra, más industrializada y con masas obreras, Francia, con un proletariado
menos numeroso pero una intelectualidad más sensible a las ideas políticas y a los cambios históricos,
proporciona a los movimientos sociales no un sindicalismo temprano sino una serie de pensadores que
reflexionaron sobre las contradicciones de la industrialización y formularon soluciones ideales, o incluso
intentaron experiencias de conformación de nuevos arquetipos de sociedad. Al lado de la queja por las
injusticias presentes encontramos en Saint-Simon, en Fourier, en Louis Blanc, en Blanqui, en Cabet
proyectos de ciudad futura. Se denomina a estos pensadores sociales utópicos,.
El socialismo utópico se propaga en un período de transición, antes de la consolidación de grandes
estructuras industriales, y antes por tanto de que la clases obrera constituya un todo homogéneo, aunque se
vea afectada por un mismo complejo de problemas, No existen demasiados elementos comunes entre los
pensadores; en general prefieren la evolución a la revolución y los medios pacíficos a los violentos. Frente a
la hostilidad de las clases predican la concordia; en muchos párrafos suenan los recuerdos rousseaunianos
de la bondad innata del hombre. No centran el cambio social en la capacidad revolucionaria del proletariado
sino en que convencimiento progresivo y la aceptación por la burguesía de esa necesidad de cambio. Parecen
prestar más atención a los proyectos que a los medios por lo que puedan llegar a realizarse Labrousse les
llama socialista conceptuales, porque a veces parecen conformarse con idear una sociedad perfecta sin reparar
en los medios para alcanzarla ni en los problemas que podrían impedir su nacimiento, o candorosamente
esperan, como Fourier, que una vez experimentado su modelo será seguido sin titubeos por todos los
pueblos, El utopista tiene vocación de profeta, de mesías. Limitado a organizar una pequeña sociedad
fraternal, no proyecta sistemas institucionales ni reflexiona sobre las fuerzas sociales que eventualmente
podrían inclinarse a apoyar la transformación,. Los socialistas posteriores critican a los utópicos con algún
desdén. Marx les dedica párrafos muy duros en el "Manifiesto" de 1848, acusándolos de sustituir la realidad
social por las creaciones fantásticas de su propio ingenio.
Saint-Simon, noble liberal que combatió al lado de los insurgentes americanos, se convierte en uno
de los más sinceros abogados de la industrialización," la sociedad entera se basa en la industria...fuente de
todas las riquezas y de toda prosperidad", postura que le granjeó inicialmente la simpatía de los empresarios;
pero pronto se evidenciaron las discrepancias, ya que el industrialismo saint-simoniano postula "el bienestar
para el mayor número posible", antes que el beneficio del propietario, evangelio de la nueva clase industrial,
Saint-Simons rechaza las doctrinas igualitarias de un Babeuf, la sociedad debe estar regida por elites, pero
no son éstas las aristocracias tradicionales sino un grupo selecto de hombres preparados; al pensador francés
de le considera precursor de los gobiernos de técnicos. En todo caso su objetivo último es la reforma social,
la mejora de "la clase más pobre".
Fourier ensayó un modelo de sociedad denominado falansterio, poblaciones formadas por 1600
habitantes, en los que se combinarían hombres y mujeres de diversos caracteres. El trabajo se convertiría en
un placer por que dependería de gusto de cada uno, y aún sería más grata la posibilidad de cambiar de
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actividad varias veces al día. Los escritos de Fourier son abstrusos, a veces contradictorios. Subsiste en el
falansterio la propiedad privada y el derecho a la herencia, y resulta imprescindible el capital, capital que
busco con desesperación para montar poblaciones utópicas; empero son comunes los instrumentos básicos de
producción. Los beneficios de la explotación se reparten ene tres partes desiguales; en proporción de cinco al
trabajo manual, cuatro al capital accionista y tres a los conocimientos teóricos. Fourier asegura que en el
falansterio ha desaparecido el capitalista parásito, que vive del trabajo de los demás, pero no explica su tarea
salvo en la aportación de los recursos financieros. La ruptura con el capitalismo es más que dudosa; el
pensador esperaba ayuda de capitalistas para instalar su sociedad perfecta. En Francia, Estados Unidos, Rusia
e Inglaterra llegaron a funcionar algunas poblaciones falansterianas que terminaron fracasando en su mayoría.
En la misma línea de poblaciones ideales ha de situarse el pensamiento de Cabet. En 1842 publica su
Viaje a Icaria, en el que describe un modelo tomado de ideas de Plantón y Tomás Moro; su sociedad es más
revolucionaria que el Falansterio, reguladas las instituciones por sufragio universal y con una asamblea
popular. Tras una fase de transición se llegará en la sociedad cabetiana a la supresión de la propiedad
individual, con la socialización de las materias primas y medios de producción, la inexistencia de comercio
especulativo, puesto que los productos se depositan en grandes almacenes públicos, el nombramiento de los
funcionarios por concurso y el reparto de la riqueza creada por las máquinas.
De mayor envergadura es la figura de Proudhon (también encajable en el anarquismo), pero había
que distinguir su obra anterior y posterior al 48. La libertad y la igualdad han de conquistarse sin el sacrificio
de ninguna de las dos. Sus apelaciones al solidaridad se resuelven en le campo político en el federalismo, en
el campo social en el mutualismo.
Los talleres sociales propugnados por Louis Blanc fueron, como hemos visto, notas distintivas del
48 francés. En esta línea activista, de realizaciones inmediatas, destaca la personalidad de Adolfo Blanqui,
influidos por los carbonarios y las sociedades secretas. Su concepción como medio único de transformación
social enajenó el apoyo el apoyo de los obreros parisinos, que verían los inconvenientes de la revolución por
las armas. Sus arengas tienen los tonos vibrantes del romanticismo; su clima social es el de las conjuras
Ni los falansterios de Fourier, ni los talleres sociales Blanc, clausurados por la involución del 48 francés, ni
las conspiraciones románticas de Blanqui, permitían un conocimiento cabal de la cuestión social. Otros
pensadores dotados de mayor preparación económica y filosófica iban a ejercer una influencia más honda y
duradera.
5. EL MARXISMO
El pensamiento socialista alcanza su cumbre con la obra de Karl Marx, esfuerzo ingente para
iluminar, sobre presupuestos filosóficos y postulados de la economía política, la sociedad industrial y , a partir
de ella, sentar las bases de una ciencia general del desarrollo humano. Muchos campos del saber, filosofía,
historia, economía, política modifican sus pensamientos tras el análisis del pensador alemán, quién pasó gran
parte de su vida alejado de su patria, en París, Bruselas, Londres, atento a los acontecimientos y fenómenos
profundos que informaban la dinámica social de su época. Su influencia en el mundo contemporáneo
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difícilmente puede ser exagerada. El ruso Plejanov ha intentado periodizar la formación de su pensamiento,
señalando una etapa hegeliana, otra feuerbachiana y una tercera de revisión de sus "maestros, pero los
máximos conocedores actuales del marxismo, como Lefebvre Althuser, aseguran que el materialismo e
idealismo alemanes fue desde el principio crítica, que los gérmenes del materialismo dialéctico pueden
encontrarse en las obras de juventud, así en su tesis doctoral sobre los materialistas griegos (Demócrito y
Epicuro), y que los postulados del marxismo de madurez están presentes en las obras de juventud. Éstas,
descubiertas en su mayoría en el último medio siglo, han sido minimizadas por algunos autores, mientras
otros ven en ellas un Marx más humanista, menos duro con las contradicciones del capitalismo industrial. Las
obras de juventud (La cuestión Judía, La Sagrada Familia, Manuscritos económicos - filosóficos. Tesis sobre
Feuerbach) son esencialmente filosóficas; las de madurez, que culminan en El Capital , son económicas y
científicas. Pero no hay censura ni siquiera en los contenidos. Henry Lefebvre estima que los temas
filosóficos juveniles pasan a las obras científicas y en éstas adquieren un sentido nuevo, ligándose al
conocimiento científico de la historia, de la economía política , y de los acontecimientos contemporáneos (por
ejemplo, en El 18 brumario de Luis Bonaparte). En el camino hacia la obra por la que es mundialmente
conocido, El Capital, cuya primera parte se pública en 1867, sobre salen tres obras. Miseria de la filosofía
(1847), Trabajo asalariado y capital(1848) y el Manifiesto Comunista(1848). La residencia en Londres, con
los fondos documentales y estadísticos de British Museum, le permite la consulta de los datos sobre los que
construye su disección anatómica del capitalismo.
La filosofía no es para Marx un sistema teórico, una abstracción estéril; ha de buscarse una relación
exacta entre la teoría y la práctica, entre el pensamiento y la acción. La praxis es la teoría de la acción. La
realidad es fuente y criterio de verdad del conocimiento. En su undécima tesis sobre Feuerbach sentencia: "los
filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo", y y en efecto el Marxismo ofrece una relación con la acción política. El axioma de que solo la
practica permite verificar la teoría se recoge en otra de sus tesis sobre Feuerbach: "La cuestión de saber si el
pensamiento humano puede alcanzar una verdad objetiva no es una cuestión teórica sino práctica. Es en la
práctica en donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir la realidad, la potencia , la precisión de su
pensamiento". Toda teoría lo es en una experiencia práctica y toda práctica corresponde a una teoría. La
aplicación del método dialéctico supone la segunda gran revolución en la elucidación del papel de la filosofía.
El axioma fundamental de la lógica es la identidad de cada cosa consigo misma; el de la dialéctica -el otro
método de razonamiento utilizado por los griegos- se basa en que cada cosa lleva en sí misma su propia
contradicción. Cuando en la naturaleza o en la sociedad no ocurre nada no hay contradicción; recíprocamente
cuando no hay contradicción no ocurre nada. La contradicción no es, por tanto, absurdo sino movimiento
(devenir). El método marxista se afana de comprender el movimiento de las cosas; aplicado a las sociedades
humanas consiste la dialéctica en el estudio de las contradicciones que engendran las historia. Mientras en la
filosofía clásica la dialéctica es disputa de ideas, en el marxismo es discusión de fuerzas, conflicto de poderes.
Marx lo aplica al capitalismo industrial; su doctrina es la descripción dialéctica de las contradicciones
generadas por el capitalismo.
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Más que ls ideas filosóficas y económicas nos interesan aquí las que han ejercido una influencia real
en los acontecimientos políticos o han informado las actitudes del proletariado en los conflictos sociales, y a
ellas nos vamos a ceñir.
a)Interpretación Materialista de la historia. Aplicando el método dialéctico Marx encontró las raíces de los
fenómenos sociales en las relaciones de producción entre los hombres. Los hechos históricos son relaciones,
no nube de anécdotas, y el primer hecho en la vida del hombre es la satisfacción de sus necesidades
materiales. Sobre este supuesto Marx formula res tesis fundamentales:
el ser social determina la conciencia social. El ser social esta constituido por las condiciones materiales. No
son las grandes ideas ni los héroes el motor de la historia: es lo material y colectivo, las condiciones
materiales las que determina la forma y el desarrollo de la conciencia de los hombres: " no es la conciencia
del hombre la que determina su ser, sino el ser social el que determina su conciencia". Todas las ideas y
sistemas sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las condiciones materiales de la época;
correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Al cambiar las fuerzas
cambian las relaciones de producción y todas las relaciones sociales. " El molino de mano crea la sociedad de
los señores feudales, el molino de vapor la sociedad de los capitalistas industriales";
relación dialéctica entre al base económica (infraestructura) y la ideología jurídica - política
(superestructura). Las dos tiene carácter histórico, aparecen en una determinada época y desaparecen al final
de la misma. Así a lo largo de los siglos una base económica determinada es sustituida por otra y con ella
desaparece la vieja superestructura ideológica, engendrándose otra. Por ser una relación dialéctica a su vez la
superestructura influye sobre la base económica. La superestructura, el conjunto de ideas e instituciones,
depende del modo de producción.
b) Lucha de clases. La clase es un concepto y un hecho social. Los acontecimientos históricos están
condicionados por grupos sociales; el materialismo muestra que si los individuos pueden ser desinteresados
los grupos sociales no lo son, porque de la defensa de sus intereses depende su supervivencia como tales
grupos. El protagonismo de la historia no lo juegan los individuos sino las clases, vienen definidas por la
división social del trabajo; los individuos que se encuentran en las mismas condiciones de existencia, en el
mismo nivel de la organización de la producción, pertenecen a una clase. Les une una idéntica relación con
los medios de producción: unos son propietarios otros no. La hostilidad de las clases es un fenómeno
histórico. En el manifiesto Marx y Engels que tras la ruptura de la comunidad primitiva la explotación y la
tensión entre las clases ha sido una constante. La lucha de clases es una realidad, pero demás constituye un
factor de progreso, una palanca revolucionaria, la única que puede desmontar las estructuras de dominio, la
que en la sociedad industrial permitirá la emancipación del proletariado. Engels describe tres formas de lucha:
la económica, que se centra en reformas parciales (salarios, viviendas), política, que implica la pugna por el
poder, en la que se pueden combinar armas legales (parlamentarias, elecciones) e ilegales (insurrección), e
ideológica (la lucha se hace consciente al adquirir el proletariado conciencia de clase). La lucha de clases no
constituye un ideal, se profetiza su desaparición futura, pero hasta su extinción "se enfrentan como enemigos
en la concurrencia" (la ideología alemana).
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c) Dictadura del Proletariado. Se trata de uno de los conceptos más discutidos y divergentes interpretados del
pensamiento marxista. La expresión no se utiliza en el Manifiesto , aparece en una carta de Weydemeyer y se
relaciona con la experiencia frustrada de la convulsión del 48. El estado es la más importante institución de la
superestructura de una sociedad. Al surgir para frenar los antagonismos. Engels lo considera como maquinaria
represiva: "el moderno estado representativo es el instrumento de que se sirve el capita para explotar el
trabajo asalariado". Todas las formas del estado burgués se basan en la dictadura de la burguesía; el paso del
capitalismo al comunismo se hará de distintas formas, pero basándose siempre en la dictadura de el
proletariado. Para los ideólogos de la burguesía la revolución es contingente, algo impuesto por un grupo;
pero los marxistas, ineluctable, el fruto del proceso histórico. Para Marx la dictadura del proletariado es la
palanca para llevar a cabo las transformaciones tras la conquista del poder; pero se trataría e una frase
transitoria, "período de transición hacia la total supresión de clases", escribe Weydemeyer en 1852.
d) Sociedad sin clases .El comunismo implica la desaparición de clases, cuando se ha cumplido el lema: "De
cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades". En la situación de autogobierno de los
productores desaparecerían las tensiones sociales, se conciliarían la ciudad y el campo, el hombre consigo
mismo en un trabajo ennoblecer, los trabajos intelectuales y manuales. La supresión de las clases significa
que, una vez colectivizados, la relación con los medios de producción sería la misma para todos los
individuos.
e) Plusvalía. La noción de plusvalía constituye uno de los aspectos centrales del capital, su mayor aportación
para el conocimiento de la esencia del capitalismo. Como a todos los economistas e su siglo a Marx preocupa
la noción e valor. Toda mercancía exige un gasto de energía por parte de los trabajadores; Marx rechaza
identificar el valor con la demanda, que depende de la solicitud de los privilegiados; el valor de una mercancía
depende del trabajo realizado para su producción. Pero existe una mercancía muy peculiar: la fuerza de
trabajo(arbeitskraft) del obrero , a la que también se aplica la ley del valor. En salario, precio y ganancia
(1865) explica que la fuerza de trabajo se mide por su coste de producción, por la labor que ha sido necesaria
para producir los alimentos, vestidos, habitación del obrero. El capitalista compra esta fuerza de trabajo, pero
la capacidad de trabajo es extensible y el empresario la emplea más horas de la que necesita para compensar
el coste. La diferencia entre el precio a que se compra la fuerza de trabajo y el precio a que la vende es
plusvalía. Toda plusvalía es la materialización de un trabajo no pagado. Si el obrero recibiese por su trabajo
exactamente el valor de las mercancías por él producidas no se comprendería el desarrollo del capitalismo. En
resumen la plusvalía es una fuente de beneficio que por acumulación origina los capitales. Marx utiliza
algunas formulas; la más expresiva. D - M - D + d(dinero - mercancía - dinero +un suplemento), muestra que
el incremento del valor obtenido en el final del proceso no pude proceder de la mercancía; si se cambian
equivalentes no se produce plusvalía. Por ello el aumento del valor procede del proceso productivo, de la
obtención de un rendimiento de la fuerza de trabajo por encima de su coste. A esta plusvalía absoluta, que se
basa en el aumento de la jornada laboral, sucede, al modernizarse los instrumentos y máquinas, la plusvalía
relativa, mediante la reducción del número de horas necesario para compensar el coste de la fuerza de
trabajo.
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Buena parte de los autores marxistas han exagerado el perfil determinista de algunos postulados de
Marx. Sin embargo, son los textos en los que exalta, frente Feuerbach, la capacidad del hombre para
modificar su destino. Más frecuentemente se ha petrificado el pensamiento Marx, que n debería desprenderse
de la situación histórica en que fue formulado. Al respecto escribe Lefebvre que hay que leer a Marx sin
aceptar verdades absolutas sino más bien análisis momentáneos que explican las leyes de la evolución social.
Mircea Eliade ha señalado otras limitaciones, como su visión eurocéntrica, sus formulaciones basadas
exclusivamente en el análisis de la sociedad industrial europea, con total olvido de lo que podrían aportar
otras civilizaciones. No podía ser de otra manera, Marx es un pensador europeo. Pero lo quizá no puede
reprocharse al filósofo de Tréveris debe recordarse ,en cambio, cuando de su pensamiento intenta hacerse la
"Biblia" que informa la marcha de la humanidad del futuro.
6. LA I INTERNACIONAL
La toma de conciencia de los problemas comunes que afligían al proletariado en todas las naciones
industriales suscita la necesidad de una organización que encause la movilización del obrerismo europeo, pero
en los orígenes de la primera asociación internacional de obreros influyen además algunas circunstancias
concretas, principalmente el fracaso del 46, que separa el obrerismo francés del republicanismo y multiplica
los exiliados políticos. Un mitin celebrado en Londres en julio de 1863 , en solidaridad con los insurrectos
polacos que se han alzado contra el yugo ruso, propicia el encuentro de obreros franceses e ingleses, y tras
esta experiencia un francés residente en Londres, Tolain, propone par el año siguiente un congreso
internacional de proletarios. ¿Cuál fue la fuerza decisiva en la realización de este encuentro?. Habitualmente
se ha considerado protagonista a los sindicalistas británicos, los dirigentes de las "trade- unions"; los franceses
reivindican la paternidad, y se ha planteado la posibilidad de que la corte imperial de Napoleón III financiara
su viaje y provocará el acercamiento del proletariado de las dos naciones; Boris Nicolaievski ha publicado
documentos en su opinión probatorios de que la masonería fue la autentica promotora de la Internacional;
menos convincente es la teoría que otorga la paternidad a la iniciativa de Marx, quien asiste a la asamblea
fundacional, pero en actitud pasiva y silenciosa, que no rompe hasta que comienza a actuar en la subcomisión
elaboradora de los estatutos. En realidad, parece ser que la coincidencia de intereses agrupó a dirigentes de
diferentes naciones, y un comité que actúa desde el verano de 1863 prepara la historia asamblea.
El 28 de septiembre de 1864 se reúnen en el Saint-Martins Hall tradeunionistas británicos,
proudhonianos franceses, miembros de la Asociación de trabajadores alemanes, emigrados polacos,
húngaros, italianos, alemanes. Tolain solicita la convocatoria de sucesivos Congresos. La asamblea elige un
comité provisional integrado formado por 21 ingleses, 10 alemanes - entre ellos Marx -, 9 franceses, 6
italianos, 2 suizos y 2 polacos. En cuanto al extracción social, aunque en su mayoría obreros, hay también
abogados, políticos y filántropos. Desde el punto de vista ideológico se distinguen marxistas, proudhonianos,
cartistas, tradeunionistas y socialistas de todas las tendencia.
En octubre un comité elabora los estatutos y una declaración de principio; es en ese momento
cuando Marx adquiere influencia, para algunos de sus correligionarios excesiva. Marx subraya dos ideas: que
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la emancipación será obra de los propios trabajadores y que la clase obrera no puede ser indiferente a la toma
del poder político. Se acuerda que se celebrara un congreso anual y que el Consejo General radicará en
Londres.
El pluralismo de objetivos y de grupos obstaculizó el funcionamiento de la asociación internacional.
En Francia los internacionalistas se implantaron en torno a tres núcleos: París, Lyon y Caen. En París jugaron
algún papel los estudiantes de medicina, al igual que ocurría en España al fundarse el partido Socialista. En
Bélgica los primeros núcleos se articularon a partir de las sociedades mutualistas. La nación que contempló
una difusión más rápida fue Suiza; en el Congreso de 1866 están representadas 15 secciones suiza frente a 4
secciones francesas y tres alemanas. En Alemania las organizaciones lasallianas, cuyos defectuosos
planteamientos doctrinales fueron criticados por Marx, obstaculizaron la implantación, hasta que un discípulo
de Marx, Liebknecht, fundó en Bebel la unión de asociaciones obreras, que celebró un congreso en
Nuremberg en 1868, donde se pronunciaron a favor de las ideas de la Internacional. El número total de
miembros no es fácil de conocer; en su apogeo hubo en Inglaterra unos 50,000 miembros, número exiguo en
comparación con los 800,000 traunionistas. Los conflictos ideológicos consistieron la traba más fuerte para la
consolidación continental de la nueva organización. Los traunionistas confiaban casi exclusivamente en los
medios de presión tradicionales, como la huelga; los proudhonianos se inclinaba n por la evolución pacífica y
gradual y rechazaban los procedimientos violentos; Marx pugnó incansablemente por la vía política, por la
constitución de un partido político distinto, diferente a ls partidos burgueses; los anarquistas rechazaban la vía
parlamentaria e incluso la actuación política.
Al no celebrarse el Congreso previsto para Bruselas en 1865 se sustituyó por una Conferencia en
Londres. El Congreso de Ginebra de 1866, controlado por los proudhonianos, se inclinó por el fomento del
mutualismo. Por la prioridad a las organizaciones de ayuda mutua. Al año siguiente se produce en el
Congreso de Lausana el choque de Marx con los proudhonianos franceses. Más radical es e l Bruselas de
1868, que se declara partidario de la asociación colectiva de suelo, minas, bosques y medios de transporte. El
respaldo a las huelgas provocó la persecución de los internacionalistas en algunos países. L guerra
francoprusiana de 1870 supuso una crisis de conciencia, al solidarizares parte del proletariado con las
opciones de sus respectivas naciones antes que los intereses generales del proletariado, a pesar de que los
internacionalistas parisinos publicaron una proclama en la llaman a la guerra absurdo criminal. La Comuna
incrementa el recelo de los gobiernos y las persecuciones. Pero no son las presiones externas sino las
disensiones internas las que cuartean la I Internacional. Los choque entre anarquistas y socialistas marxistas
fueron creciendo en violencia hasta que el Congreso de La Haya de 1872 acuerda la expulsión de la A.I.T. de
los anarquistas, quienes convocan otro congreso en Saint-Imier para rechazar los postulados del marxismo.
7. CONFRONTCIÓN MARX-BAKUNIN
La rivalidad entre Marx y Bakunin, que tanto influyó en el fracaso de la I Internacional, tenía una
base personal: se ha hablado de la germanofobia de Bakunin y la rusofobia de Marx, sin más argumentos que
anécdotas escasamente probatorias; los contrastes de carácter entre dos personalidades fuertes han sido
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testificados por muchos, entre otros por el español Anselmo Lorenzo, uno de los fundadores del anarquismo
hispano. No debemos, detenernos, pese a estas referencias, en el choque personal: marxismo y bakuninismo
estaban separados por inconjugables diferencias ideológicas.
Diferente concepción de la historia. Marx concibe la historia como un proceso de fuerzas suprapersonales, sus
piezas sn las clases; Bakunin centra su atención en el hombre concreto, al que considera capaz de vencer las
fuerzas de la historia. Bakunin es más individualista.
La revolución ha de prepararse, con una primera fase de toma de conciencia, y será protagonizada
por los obreros industriales, afirma Marx. Las acciones individuales, los actos espontáneos y aislados, pueden
crear una situación revolucionaria, asegura Bakunin, quien, por otra parte, considera a los campesinos como
las masas revolucionarias en potencia. El bakuninismo se difundió más por los países de base agraria e
insuficiente industrialización como España y Rusia.
Postulado de Marx es la dictadura del proletariado o la conquista del pode; la oposición de Bakunin a toda
forma de poder le lleva a rechazar de plano la dictadura del proletariado. A si mismo los anarquistas se llaman
"socialistas antiautoritarios".
La aceptación por los marxistas del juego político, intervenido en elecciones y parlamentos, les
separa radicalmente de los anarquistas, que abominan de la política, no llegan a formar partidos sino
sindicatos, y no participan en el juego electoral ni en la vida parlamentaria, lo queles restó influencia.
Frente a la Asociación Internacional controlada por Marx, Bakunin funda la Alianza Internacional en Ginebra.
8. LA EXPERIENCIA DE "LA COMUNA"
Uno de los movimientos más originales del siglo XIX es la Comuna parisina de laño 1871; un intento
de gobierno obrero que refleja problemas agudizados por la guerra franco-prusiana. La derrota de Sedán
produjo la huida del gobierno francés a Versalles; en setiembre de 1870 París queda en manos de unos comité
de distrito, con un comité central, que tiene bajo sus ordenes a los 66,000 hombres de la guardia nacional y y
unos servicios de vigilancia. Este comité reclama una comuna directamente elegida por el pueblo y rechaza la
autoridad del gobierno de Versalles. En enero de 1871 llegan los prusianos a las puertas de París; Bismarck
exige la convocatoria de elecciones para cubrir el vacio de autoridad dejado por la caída de Napoleón III. De
las elecciones sale en París una Asamblea comunal, que organiza diez comisiones de finanzas, de
subsistencias, de trabajo, de justicia, etc. En la asamblea hay grupos distintos: jacobinos, blanquistas,
proudhonianos, bakuninistas. Se intenta organizar, como ha estudiado Charles Rihs, un nuevo modelo
político, en el que todos los poderes son de procedencia directamente popular.
La "Declaración al pueblo francés", fechada el 19 de abril, pide autonomía para todas las comunas
que se constituyan en ciudades y departamento, derechos ilimitados de reunión y prensa, enseñanza gratuita y
obligatoria, supresión del trabajo nocturno. Los talleres abandonados por los dueños son dirigidos por comités
obreros en régimen de autogestión, se requisan los pisos vacantes, se decreta - redacción de Coubert -, la
liberalización del arte.
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Las tropas del gobierno de Thiers avanzan hacia París. Mac Mahon con un ejército de 170,000
hombres ha de entablar duras batallas, durante los meses de abril y mayo, para entrar en al capital. Por ambas
partes se utiliza a rehenes y se fusila a prisioneros. Tras vencer la resistencia, la represión, dirigida por el
general Gallifet, es durísima: en París, el número de fusilados asciende a varios miles.
La repercusión de la Comuna es enorme. En muchos países se culpa a la Internacional y se persigue a
las asociaciones obreras, las que se las considera enemigas de la paz pública. En España, tras larga discusión
en el Congreso, enel que Sagasta las llama asociaciones criminales, se las prohibe. De su contenido se
deducen muchas similitudes con el anarquismo; por ejemplo, el régimen de autogestión en las fábricas, o la
autonomía de la Comuna con respecto a cualquier poder político exterior. Sin embargo, también los
socialistas la aplauden; Marx la considera como un modelo de fase transitoria de dictadura al proletariado.
¿Contribuyo la Comuna al hundimiento de la I Internacional? En algunos países, en concreto en
Francia, no se puede discutir su incidencia directa en la extinción del asociacionismo obrero, pero a escala
internacional, ya que los Congresos continuaron hasta 1876, más parece haber influido en la disolución las
pugnas internas entre autoritarios o marxistas y antiautoritarios o anarquistas.
9. EL SOCIALISMO DESPUÉS DE MARX
Tras el fracaso de la I Internacional los movimientos obreros vuelven a fundamentarse en
organizaciones y partidos nacionales. En Francia, el país en que el obrerismo resulta más afectado por la
experiencia de Comuna parisina, se pueden distinguir tres corrientes: el posibilismo de Paul Brousse, un
bakuninista no ortodoxo, que postula avances aislados, paso a paso, sin un plan preciso; el blanquismo, que,
ala muerte de Blanqui, es encabezado por Veuillant, se le considera heredero de la democracia directa de la
comuna; y el socialismo, con una rama encabezada por Guesde, conocedor muy imperfecto del pensamiento
de Marx, y que se plantea metas inmediatas más que remotas, y otra rama, encabezada por Jaurés, un gran
intelectual. El socialismo francés es moderado, acepta desde el principio los procedimientos legales. Pero
encuentra en Jaurés una gran capacidad de síntesis, en la que se incorporan, como medios para la edificación
de una sociedad socialista, además de elecciones y discurso parlamentarios huelgas y golpes revolucionarios.
El pensamiento Marx es reinterpretado en distintos países. El checo Kautsky, principal redactor de el
programa de Erfurt (1891). En el que vulgarizan la tesis de Marx, tiende posteriormente a subrayar los
aspectos evolucionistas de la doctrina marxista y a marginar sus aspectos revolucionarios, rechazando toda
táctica insurreccional. La postura que preconiza el reformismo frente ala revolución tiene su figura más
representativa en Bernstein, quien publica en 1899 Las premisas del socialismo y la misión de la
socialdemocracia, obra que revisa muchas de las tesis de Marx, con gran escándalo de otros grupos.
Fundamentalmente Bernstein considera que no se ha producido una agravación de las condiciones sociales,
como había previsto Marx, y que, y que por lo tanto el capitalismo no camina hacia su ruina sino hacia su
consolidación; es menester que el socialismo se apoye teóricamente en estas nuevas condiciones.
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El ala izquierda del socialismo alemán está dirigida por Rosa Luxemburgo y Karl Liebbknecht,
quienes critican duramente el reformismo, pero son a su vez criticados por Lenin y otros socialistas rusos por
revisar algunas de las tesis centrales de Marx.
Como vemos, la interpretación de Marx se convierte en un problema central para todos los
socialistas. Por otra parte al movimiento se le plantea el dilema de su internacionalismo - nacionalismo,
anteponiendo o la conciencia de clase o el patrioterismo.
10. LA II INTERNACIONAL
Hacia 1875 se había disuelto la I Internacional; catorce años después se reconstruye (II), y en sus
Congresos se plantean temas que desbordan las preocupaciones iniciales del proletariado. La influencia de
Marx, que muere en 1883, y la Engels, es constante en todo el período anterior a la Primera Guerra Mundial.
En julio de 1889 se convocan en París dos Congresos para conmemorar el centenario de la toma de la Bastilla;
el primero promovido por los posibilistas y tradeunionistas ingleses; el segundo animado por Guesdistas y
anarquistas, a los que se unieron los socialdemócratas alemanes. En éste se destaca la presencia de figuras
influyentes, los dos yernos de Marx (Longuet y Lafargue), Veuillant, los alemanes Liebknecht y Bernstein, el
italiano Costa, el austríaco Adler, el español Pablo Iglesias, y se estudian conquistas inmediatas, como la del
sufragio universal en las naciones que todavía no la habían establecido. Nota diferencial de la II Internacional,
nacida en el Congreso parisino, que es el respeto por las diferentes opciones de los partidos nacionales,
entendiendo la organización como una federación que, a a diferencia de la I Internacional, no impone
acuerdos y acepta la pluralidad de tácticas. No obstante, los sucesivos Congresos, el de Zurich de 1893 y el de
Londres de 1896, acuerdan prohibir la participación de los delegados que no reconozcan la necesidad de la
acción política, con lo que los anarquistas quedan excluidos y seguirán una vía alejada de los socialismo. En
el Congreso de Londres son tumultuosos los debates entre los anarquistas, como Malatesta, y los
socialdemócratas alemanes, encabezados por Bebel, que aseguran que únicamente el régimen parlamentario
permitirá un día de el acceso de los obreros al poder. La coyuntura expansiva de la economía internacional a
partir de 1895 fortalece las opciones socialdemócratas al demostrar, como ya en sus últimos años intentó
hacer ver Engels, que la revolución proletaria y la ruina del capitalismo profetizada por Marx retrasaban
indefinidamente su llegada.
Para los nuevos internacionalistas el socialismo ha superado su etapa romántica y ha de tomar
postura ante los nuevos problemas que agobian al mundo, que no puede resumirse, como en la primera
revolución industrial, en la explotación del proletariado en las fabricas. Tres grandes cuestiones se van a
debatir hasta 1914: colaboración fuerza burguesas, cuestión colonial, peligro de guerra.
Los revisionistas reclamaban la posibilidad de la colaboración de los partidos burgueses, tema de
inaplazable decisión en algunas naciones. En Francia, A. Millerand entra en el gabinete de Waldeck
Rousseau; en Italia, Turati hace votar dos programas, uno mínimo, que deja un resquicio para la participación
en responsabilidades gubernamentales, y otro máximo. Guesde propone la condena de los ministerialistas,
pero Kaustsky y el belga Vandervelde proponen una moción que condenando el revisionismo acepte la
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posibilidad de la entrada de un socialista en un gabinete burgués como expediente excepcional. El debate
continuó hasta que en Dresde se condenó el revisionismo, lo que no impidió que en algunas naciones, y sobre
todo en Francia, se intensificara inclinación a participar en los cuadros de la democracia representativa.
La cuestión colonial introdujo un tema de enorme envergadura en los Congresos de este período. En
el de París de 1900 el ingeniero holandés Kol señalo la posibilidad de que los países europeos contribuyeran
al progreso de los colonizados; la mayoría se a oponer principios abstractos en contra del racismo y a favor de
la igualdad de razas. La oposición a la expoliación colonial fue creciendo en la mayoría de los partidos
socialistas hasta que el Congreso de Stuttgart (1907), tras un debate tenso y una votación de resultados
apretado, proclamó el deber de combatir la explotación colonial bajo todas sus formas.
Ante la tensión internacional provocada por la política de bloques se suscito la cuestión de la guerra
y la paz. Temas como la huelga general para impedir un eventual conflicto o las llamadas a la deserción de los
soldados se debatieron en los congresos de los primeros años de siglo; el de Basilea de 1912 elaboró un
emotivo llamamiento en pro de la paz, tras una oración impresionante de Jaurés sobre los horrores de la
guerra.
En vísperas de la conflagración de 1914 s pueden detectar en el socialismo europeo tres tendencias:
la centrista, representada por Kautsky, conserva el vocabulario marxista, pero al considerar inexorable el
proceso que conduce a la revolución se esteriliza en una actitud expectante; la revisionista, imperante en los
partidos de Alemania, Francia e Italia, confía en la vía parlamentaria; la izquierdista, liderada por Rosa
Luxemburgo en Alemania y los bolcheviques en Rusia, reafirma su fe en la vía insurreccional y en la huelga
general para colapsar el mundo capitalista. Esas diferencias doctrinales y tácticas estallan cuando una guerra
mundial en 1914 rompe definitivamente la solidaridad y lleva a su casi extinción los principios de la II
Internacional.
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DOCUMENTOS
EFECTIVOS SINDICALES EN INGLATERRA
Hacer una periodización, comentando los datos más llamativos del gráfico.
En Silvestre y Wagret: Le mouvement ouvrier jusqu´á a la deuxiéme guerre mondiale. Dossier, Colin, p.23.
2. CONCEPTOS DE MARX
En estas páginas recoge Marx algunas de sus explicaciones sobre mercancía, salario, fuerza de
trabajo, alienación. Subráyense las expresiones más significativas.
"Lo que en realidad venden los obreros al capitalismo por dinero es su fuerza de trabajo. El
capitalista compra esta fuerza de trabajo por un día, una semana, un mes, etc. Y, una vez comprada,
la consume, haciendo que los obreros trabajen durante el tiempo estipulado. Con el mismo dinero
con que les compró su fuerza de trabajo, por ejemplo, con los dos marcos, el capitalista podía haber
comprado dos libras de azúcar o una determinada cantidad de otra mercancía cualquiera. Los dos
marcos con los que compra dos libras de azúcar son el precio de las dos libras de azúcar. Los dos
marcos con los que compra doce horas de uso de la fuerza de trabajo son el precio de un trabajo de
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doce horas. La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía, ni más ni menos que el azúcar. Aquélla se
mide con el reloj: ésta, con la balanza.
Los obreros cambian su mercancía, la fuerza de trabajo, por la mercancía del
capitalista, por el dinero, y este cambio se realiza guardando una determinada proporción: tanto
dinero por tantas horas de uso de la fuerza de trabajo. Por tejer durante doce horas, dos marcos. Y
estos dos marcos, ¿no representan todas las demás mercancías que pueden adquirirse por la misma
cantidad de dinero? En realidad, el obrero ha cambiado su mercancía, la fuerza de trabajo, por otras
mercancías de todo género, y siempre en una determinada proporción. Al entregar dos marcos, el
capitalista le entrega, a cambio de su jornada de trabajo, la cantidad correspondiente de carne, de
ropa, de leña, de luz, etc. Por tanto, los dos marcos expresan la proporción en que la fuerza de trabajo
se cambia por otras mercancías, o sea el valor del cambio de la fuerza de trabajo.
Ahora bien, el valor de cambio de una mercancía, expresado en dinero, es precisamente su precio.
Por consiguiente, el salario no es más que un nombre especial con que se designa el precio de la
fuerza de trabajo, lo que suele llamarse precio del trabajo, el nombre especial de esa peculiar
mercancía que sólo toma cuerpo en la carne y la sangre del hombre.
Tomemos un obrero cualquiera, por ejemplo, un tejedor. El capitalista le suministra el telar
y el hilo. El tejedor se pone a trabajar y el hilo se convierte en lienzo. El capitalista se adueña del
lienzo y lo vende en veinte marcos, por ejemplo, ¿Acaso el salario del tejedor representa una parte
del lienzo, de los veinte marcos, del producto de su trabajo?. Nada de eso. El tejedor recibe su
salario mucho antes de venderse el lienzo, tal vez mucho ante de que haya acabado el tejido. Por
tanto, el capitalista no paga este salario del dinero que ha de obtener del lienzo, sino de un fondo de
dinero que tiene en reserva. Las mercancías entregadas al tejedor a cambio de la suya, de la fuerza
de trabajo, no son productos de su trabajo, del mismo modo que no lo son el telar y el hilo que el
burgués le ha suministrado. Podría ocurrir que el burgués no encontrase ningún comprador para su
lienzo. Podría ocurrir también que no se reembolsase con el producto de su venta ni el salario
pagado., .Y puede ocurrir también que lo venda muy ventajosamente, en comparación con el salario
del tejedor. Al tejedor, todo esto le tiene sin cuidado. El capitalista, con una parte de la fortuna de
que dispone, de su capital, compra la fuerza de trabajo del tejedor, exactamente lo mismo que con
otra parte de la fortuna ha comprado las materias primas -el hilo- y el instrumento de trabajo -el telar-
. Una vez hechas estas compras, entre las que figura la de la fuerza de trabajo necesaria para elaborar
el lienzo, el capitalista produce ya con materias primas e instrumentos de trabajo de su exclusiva
pertenencia. Entre los instrumentos de trabajo va incluido también, naturalmente, nuestro buen
tejedor, que participa en el producto o en el precio del producto en la misma medida que el telar; es
decir, absolutamente en nada.
Por tanto, el salario no es la parte del obrero en la mercancía por él producida, El salario
es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determinada cantidad
de fuerza de trabajo productiva.
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La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía que su propietario, el obrero asalariado, vende
al capital. ¿Para qué la vende? Para vivir.
Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del
obrero, la manifestación misma de su vida. Y esta actividad vital tiene que venderla a otro para
asegurarse los medios de vida necesarios. Es decir, que su actividad vital no es para él más que un
medio para poder existir. Trabaja para vivir . El obrero ni siquiera considera el trabajo parte de su
vida; para él es más bien un sacrificio de su vida. Es una mercancía que ha adjudicado a un tercero.
Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de esta actividad.
Karl MARX: Trabajo asalariado y capital. Madrid, R. Aguilera, 1968, págs.24-26.
3. CARTA DE F. ENGELS A T. CUNO SOBRE BAKUNI
Se pueden leer, expresadas con claridad, algunas de las diferencias fundamentales
Entre Marx y Bakunin. Coméntense.
(Londres, 24 de enero de 1872)
".....Bakunin, que hasta 1868 había intrigado contra la Internacional, ingresó en ella después
del fracaso sufrido en Berna, en el Congreso de la Paz, e inmediatamente se puso a conspirar desde
dentro contra el Consejo General, Bakunin tiene una teoría original, que es una mescolanza de
proudhonismo y comunismo. Por cierto, el punto básico de su proudhonismo es la idea de que el mal
más grave, con el que hay que acabar, no es el capital, no es, por tanto, el antagonismo de clase que
el desarrollo social crea entre los capitalista y los obreros asalariados, sino el Estado. Mientras la
gran masa de obreros socialdemócratas comparten nuestro punto de vista de que el poder del Estado
no es más que una organización adoptada por las clases dominantes -los terratenientes y los
capitalistas- para proteger sus privilegios sociales, Bakunin afirma que el Estado es el creador
capital, que el capitalista posee su capital únicamente por obra y gracia del Estado. Y puesto que el
Estado es, por tanto, el mal principal, hay que acabar ante todo con él, y entonces el capital hincará el
pico por sí solo. Nosotros, en cambio, sostenemos lo contrario: acabar con el capital, que es la
concentración de todos los medios de producción en manos de unos pocos, y el Estado se
derrumbará por sí solo. La diferencia entre los dos puntos de vista es fundamental: la abolición del
Estado sin una revolución social previa es un absurdo; la abolición del capital es precisamente la
revolución social e implica un cambio en todo el modo de producción. Pero como para Bakunin el
Estado representa el mal principal, no se debe hacer nada que pueda mantener la existencia del
Estado, tanto si es una república, como una monarquía o cualquier otra forma de Estado. De aquí, la
necesidad de abstenerse por completo de toda política. Cualquier actividad política, sobre todo la
participación en las elecciones, es una traición a los principios. Hay que hacer propaganda,
desacreditar al Estado, organizarse ; y cuando se haya conquistado a todos los obreros, es decir, a la
mayoría, se liquidan todos los organismos estatales, se suprime el Estado y se le sustituye por la
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organización de la Internacional. Este gran acto, que marca el comienzo del reino milenario, se llama
liquidación social.
Todo esto suena a algo muy radical, y es tan sencillo que puede ser aprendió de memoria
en cinco minutos. He aquí la razón de que la teoría bakunista hay encontrado tan pronto una acogida
favorable en Italia y en España entre los jóvenes abogados y doctores y otros doctrinarios. Pero las
masas obreras jamás aceptarán la idea de que los asuntos públicos de sus respectivos países no son a
la vez sus propios asuntos; los obreros son políticos activos por naturaleza, y quien les proponga
abandonar la política se verá , tarde o temprano, abandonado por ellos. Predicar a los obreros la
abstención política en todas la circunstancias equivale a ponerlos en manos de los curas o de los
republicanos burgueses
La Internacional, según Bakunin, no ha sido creada para la lucha política, sino para ocupar
el lugar de la vieja organización del Estado tan pronto como se lleve a cabo la liquidación social, y
por eso debe parecerse lo más posible a la sociedad futura, tal como la concibe el ideal bakuninista.
En esta sociedad, no habrá, ante todo, autoridad alguna, pues la autoridad, que equivale al Estado, es
el mal absoluto.
M. BAKUNIN: La libertad. México. Grijalbo, 1972, p. 11.
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BIBLIOGRAFÍA
Es conveniente el recurso a las fuentes, los textos de los fundadores, publicación cada vez más frecuente. Por
otra parte, disponemos de libros de interpretación o de historia claves. Reseñaremos algunos:
Jacques Droz: historia del socialismo. Barcelona, Edima, 1968. Es conveniente consultar la obra más amplia
en cuatro tomos, dirigida por el mismo autor y colaboraciones:
Historia general del socialismo. I. De los orígenes a 1875 a 1918. III. Desde 1918. IV. De 1945 a nuestros
días. Barcelona, Destino, 1976, 1979,1982 y 1983.
Henry Legebvre: Síntesis del pensamiento de Marx. Barcelona, Nova Terra, 1971 y El marxismo. Buenos
Aires, Cepe, 1973. Louis Althuser y Étienne Balibar: Para leer «El Capital». México, Siglo XXI, 1972. Varios
Leyendo el Capital.
Madrid, Fundamentos, 1972.
André PIETTRE: Marx y el Marxismo. Madrid, Rialp, 1964.
NUÑEZ TENORIO: Introducción a la sociología marxista. Caracas, Ed. Crítica marxista, 1968.
ºE. DOLLEANS: Historia del movimiento obrero. Madrid, ZXY, 1963, 3 t.
COLE: Historia del pensamiento socialista. México, F.C.E., 1963, 7 t.
Wolfgang Abendroth: Historia social del movimiento obrero europeo. Barcelona. Cultura Popular, 1965.
AMARO DEL ROSAL: Los Congresos obreros internacionales en los siglos XIX y XX. México, Grijalbo,
1963, 2 t.
A.E.MUSSON: British Trade-Unions, 1800-1875. Londres, Macmillan, 1972.
HELENO SAÑA: El Marxismo. Su teoría y su praxis. Madrid, ZXY, 1971.
HELENO SAÑA: El Anarquismo. De Proudhon a Cohn-Bendit. Madrid, Indice, 1970.
James Joll: Los anarquistas. México, Grijalbo, 1972.
Henry Arvon: El anarquismo. Buenos Aires, Paidós, 1971.
Horowitz: Los anarquistas. Madrid, Alianza, 1975, 2 tomos. James Joll: La II Internacional. Movimiento
obrero 1889-1914. Barcelona, Icaria, 1976.
Sobre la comuna la bibliografía es abundante. Desde las obras clásicas de LISSAGARAY, MARX: La guerra
civil en Francia, JAURES: La guerra de 1870-71, hasta las de Albert OLLIVER: La Comuna. Madrid,
Alianza editorial, 1971. Azema et Winock: Les Communards. París, Le Seuil, 1964, y las de LEFEBVRE,
ROUGERIE, SERMAN, BRUHAT y los coloquios con motivo del centenario, en abril-junio de 1972.
La Revue d´Historie Moderne et Contemporaine le dedicó un número monográfico a sus dimensiones y
resonancia (abril-junio 1972), que incluye bibliografía. Una síntesis, que analiza todos los aspectos, Charles
RIHS: La Commune de París. 1871. Sa structure et ses doctrines. París, Madrid, Akal, 1976.
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Estudios exclusivamente sociales; E. P. THOMPSON. La formación histórica de la clase obrera . Inglaterra.
1780-1832. Barcelona, Laia, 1977, 3 tomos. Y el de enfoque más amplio, Claude FOHLEN: El trabajo en el
siglo XIX, Barcelona, Nova Terra, 1969.
Las nuevas posibilidades de enfoque se exploran por otro de los grandes historiadores sociales. E.
HOBSBAWN: El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera.
Barcelona, Crítica, 1987.
Aunque socialismo y anarquismo hayan acaparado los estudios, algunas monografías prestan atención a otros
movimientos,. W. MOMMSEN y H. HUSUNG (EDS.,): The Development of Trade Unionism in Great
Britain and Germany -1880-10914. Londres, Allen and Unwin, l985. E. ROYLE: Chartism, Londres,
Longman, l988.
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