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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE
DE UN DÍA DESPUÉS
Víctor Avendaño Porras
EL MAR OCÉANO
DE LA NOCHE DE
UN DÍA DESPUÉS
PREMIO DE POESÍA YDALIO HUERTA ESCALANTE 2006
.
CONSEJO ESTATAL PARA LAS CULTURAS Y LA ARTES DE CHIAPAS
2 0 0 7
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© VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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PORTADA: Huracán (detalle) MASHA ZEPEDA.
D.R. © 2007 Consejo Estatal para lasCulturas y las Artes de Chiapas, Bou-levard Ángel Albino Corzo No. 2151,fracc. San Roque, Tuxtla Gutiérrez,Chiapas. C.P. 29040.
ISBN: 978-970-697-220-0HECHO EN MÉXICO
A mi padre: Jorge Avendaño Constantinoquien me enseño a soñar como si fuese a vivir siempre
y a vivir como si fuese a morir hoy
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
LO QUE CONVIERTE ciertas páginas de poesía en un espejo capaz
de reflejar las más reveladoras imágenes del sueño y de la tie-
rra, suele, a menudo, disolverse con los años para dejar sólo un
papel amarillento, unas palabras carbonizadas.
Al abrir ciertos libros que nos parecieron invulnerables en
su momento suele encontrarse en ellos apenas algunos huese-
cillos de frases que resisten, o sólo la flor ya seca que se colo-
có como señal. El miedo a la poesía, al extremo testimonio del
ser que ella exige, la sumisión a toda clase de cálculos y con-
formismos acaba, tarde o temprano por aparecer al desnudo.
Sólo una fuerza poética capaz de engendrar incesante-
mente nuevas energías, de abrir nuevas perspectivas de inter-
pretación a las que parecieran haberse consumido en un
momento dado, la salvarán de todo carácter fantasmal, harán
de la misma una constelación. Al acercarnos hoy a la poesía
de Victor Avendaño Porras, se nos presenta indemne. De uno
a otro extremo brilla la trayectoria de ese “rayo que no cesa”,
la expresión de un espíritu en el que se nos imponen como
rasgos capitales una apasionada avidez de la vida y una
ardiente sinceridad.
La obra de Victor Avendaño Porras se ordena así como una
solitaria expedición de descubrimiento y conquista, iniciada
¡OH mar océano, mi tierra!
sólo en tu oscuridad es tu sombra clara
Atado a una tabla, boca abajo para que el sol no lo ciegue. El
cuello innaturalmente tendido para no beber. Requemado por
la espuma, ciertamente febril. Él, tan enfermizo, animal noctí-
vago por natural defecto, no se halla en condiciones de contar
el tiempo
En un hálito de gracia,
en un momento de decisión fugaz,
de donosura,
desaparece al movimiento
de mis alados pies y mi cintura:
mi cuerpo es aire ya: hombre, el viento.
Todo es ser y no ser.
¿Qué es lo que ven los ojos, qué enamora?
si lo invisible es lo real: el aire,
y lo irreal, el mar, océano
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
bajo un signo diurno, marítimo, y que paulatinamente se inter-
na en lo desconocido, llega a los bordes del mundo, una trave-
sía en la que alguien, en su conocimiento deslumbrado de las
cosas, siente que se hunde a medida que avanza, hasta que las
cosas mismas acaban por convertirse en las sombras, de su
propia soledad.
Intensa y breve, esta obra posee una característica espe-
cial: se despliega en una especie de ininterrumpido descenso,
en un proceso que culmina en un punto de incandescencia
máxima: Un estallido final, un gran reverbero que concentra
en un foco único todos los fuegos anteriores.
El mar océano de la noche de un día después, tiene un senti-
do vertical, constituye así una especie de accésis. Y su vértice
excede las medidas corrientes.
ALBERTO ARGUINZÓNIZ
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
El mar se ha sosegado, inmediatamente después de la borras-
ca que lo ha arrojado del cartucho a su balsa delineada, empu-
jada por los vientos, en un piélago sereno, durante una estación
que errante está de costa en costa, en la noche sagrada
¿Qué ha ocurrido?
¿Qué loca algarabía de espacio y tiempo?
sepan historiadores y marinos:
el escritor del mar océano ha descubierto
que no hay tiempo ni espacio:
sólo agua en el mundo,
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Él, se ha adormecido y en su nocturno sueño se acerca a la
nave, y como a la luz del plenilunio, se ha dado cuenta que está
flotando bajo un bauprés, al hilo de un castillo en proa, del que
cuelga una escala
¡La escala de Jacob!
Y le han vuelto todos los espíritus
Ser un mar que corre y va,
invisible,
entre los otros mares,
ser el agua contenida en las riberas,
un mar que fluye solitario,
soterrado en un cuerpo.
Todos los escritores
mueren ahogados en los mares,
bellos durmientes que se lleva el agua,
Sin embargo, Nicodemo, castillo en proa, de alguna manera a
aquella escala se ha aferrado. Sube poco a poco, exhausto a
cada trecho, se arrastra sobre los aparejos, y encuentra la puer-
ta del castillo abierta, y el instinto,
¡Ah, el instinto!
le hace tocar un barril a cuyo borde se aferra y bebe todo lo
que puede, se derrumba luego harto, quizá en sentido pleno
del término, pues el agua tiene tantos insectos anegados que
le sirven de alimento
Si la distancia solamente fuera
el mar extenso en medio de dos cuerpos,
un buque haría el amor para surcarla.
Pero no sólo es el mar, distancia es tiempo,
que es más grande que el mar, no permanece
hasta que el mundo se hace gigantesco,
y no hay buque veloz que pueda, ya infinito recorrerlo,
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
La garganta es un fuego seco y para desceñirse de las cuerdas
que le han rayado surcos lívidos, intenta la ascensión. Es el
momento en que Él, se convierte en Hércules. Estrangula ser-
pientes en la cuna
Ser y no ser de aire.
Ser de tierra para al cabo, no serlo.
Ser de fuego sin ser fuego;
y de pronto, transparente,
ser agua ya, y no ser agua tampoco,
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Ha dado traspiés hasta la otra borda y ha visto el resto del
mar, frente a la ignorancia de continente desmedidos
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Duerme quince horas, se despierta de noche como renacido.
La luz de la luna penetra desde la cubierta, ilumina aquel lugar.
Ha hecho ya bastante ruido, pero no responde alma viva. Se
asoma a las murallas, ve el perfil de una isla de palmeras agita-
das por la brisa. La tierra toma forma de un seno orlado de
arena que blanquea en la pálida oscuridad, pero Nicodemo no
puede decir si lo que ve es isla o continente
Todos los mares del mundo
ocultan el vientre, tiemblan
y quisieran retirarse
a virginidades ciegas.
Después, el silencio, mudo,
mutilado de tristeza.
El silencio. El musgo
en su rincón de osamentas,
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Un hermoso caso para un náufrago con los pies en lugar sóli-
do y tierra firme, al alcance del brazo
¡Silencio!
como si a bordo estuvieran todos los muertos. Con todo ha
empezado a escribir poemas:
Un hombre vaga
agotado
por el mar océano
y las aguas indulgentes
lo arrojan a un navío
que parece desierto
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Desierto como si el marinaje lo acabara de abandonar. Ni-
codemo vuelve a lo recorrido ya vacío, escribiendo para si
mismo:
Ningún paisaje
ninguna llanura o montaña
ni valle con lagunas
y árboles desiguales
está en su sólo sitio
son inagotables las imágenes
porque estuvieron y estarán
en los ojos que cada quien
se llevó consigo
la visión de este mar
océano doblegado y salvaje
Nicodemo está allí escribiendo como un adolescente que per-
sigue un sueño, surcando la página de llanto, no por la ausen-
cia, ya pura imagen incluso cuando está presente, si no por
ternura de sí, enamorado del amor y de la vida:
Únicamente aman los que se quedan solos
solos de verdad
y los moribundos
los demás ni se dan cuenta
que amar es entregarse
entregarse al otro
siendo uno mismo y el otro
el amor es lo imposible
la renuncia
la muerte y el olvido
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Mientras va de noche con los ojos enfermos, el día le da
miedo, las quemaduras en la espalda se amadrigan. La bella
luna que describe aquella noche le consuela, y se refugia en
sus velas nocturnas, como en útero materno
¿Qué esperas, corazón?, ¿Acaso sólo lates?, ¿Sólo cuentas
instantes que nunca más retornan?, ¡Lanza la red del alma
a las aguas profundas!, ¡Eterno es el mar! Y el alma sólo
quiere más honduras. Soñar en el abismo los actos del
espíritu. Dormir entre las olas. ¿Qué esperas, corazón?
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Agitado, sueña su naufragio: En aquellos tiempos, en aquellos
mares, son más los bajeles que naufragan que los que vuelven
al puerto. Desde la tarde de antes el aire se ha enfermado de
catarro y parece que el ojo del cielo, grávido de lágrimas no
consigue sostener la vista de la extensión de las olas. El pincel
de la naturaleza decolora la línea del horizonte y esboza lejaní-
as de provincias indistintas. Nicodemo, cuyas viseras ya vati-
cinaban el inminente terremoto, se tira al mar, acunado por
una nodriza de cíclopes, se adormece: en el sueño del que
habla y cosmopea de estupores, acoge en su regazo, se des-
pierta con la bacanal de los truenos y los gritos de los marine-
ros invisibles. Más en fin, Nicodemo se desliza en el abismo. El
océano que libra asciende a simular precipicios en deliquio de
crestas. Ve surgir pirámides, es ecuóreo cometa que huye en
la órbita de ese torbellino, mientras cada ola relampaguea con
lúcida inconstancia. Aquí se curva en vapor, aquí en vértices
hace borborigmos y abre un hontanar. Meteoritos enloqueci-
dos hacen el contra canto del aire sedicioso y roto en truenos
el cielo es un alternarse de luces remotísimas y aguaceros de
tinieblas. Y en el terror nocturno que brama airado mientras
sufre la ira del pronto procelosa, Nicodemo de repente cesa de
admirar el espectáculo del cual se convierte en insensible
actor. Se desmaya y nada sabe ya de si
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Los Esotros de la embarcación, aparecen con sus ruidos.
Nicodemo escopeta en ristre, encara enseguida aquel
Armagedón. El corazón le tiembla, pierde tiempo, vuelve a subir
a la cubierta, divisa el alba que acaricia con sus manos de mar-
fil. El metal de los cañones está surgiendo al día y es deber suyo
huir de su luz, se dispone a dormir para no ver el sol, verdugo
que corta con el hacha de sus rayos el cuello de las sombras
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Escribe:
Un tumor me pudre la lengua
y el tumor que la pudre
me asesina con la perversa
lentitud de un verdugo
de pesadilla
¿Él escribió eso?
El escritor del mar océano
Escribe:
Una risa larga y trastornada
se enrosca en el vientre
del escritor del mar océano
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Escribe:
Mi boca no ríe
la podredumbre prohíbe
a mi boca la risa
Es Nicodemo
Quien escribe que un tumor
Le pudre la lengua
Y una risa larga y trastornada
Cruje en su vientre
En un día de enero
Que llueve
Y que el Invierno
Llega a las puertas
De una ciudad
Que exterminó la utopía
Pero no su memoria
Déjenme que recuerde
Lectores del escritor
Del mar océano
Déjenme que recuerde
La escualidez del Cristo de marfil
Amarillento en los claustros
De Santo Domingo
Y la difusa, blanquecina luz de los cirios
Allá entre las piedras de los claustros
En la muy culta ciudad de San Cristóbal
Y los rezos que se iniciaban
Apenas la madrugada se insinuaba
Como un sudario helado
Entre las supuestas olas
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Déjenme que recuerde
Lectores del escritor
Del mar océano
Déjenme que recuerde
Las piedras de los claustros
Y los cirios que titilaban
A los pies de un Cristo de marfil
Amarillento, doblado, pobrecito
Sobre si mismo
Con esa mancha de sangre
En el costado
Los labios que parecían murmurar:
Eli Eli Lama…
Y sus párpados de marfil caídos
Sobre los ojos que conocieron
El fulgor torturado del desierto
De la soledad de la impotencia
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Déjenme que les recuerde
Sin ánimo de ofender
Al hacedor y sus indescifrables
Mandatos lo que me crece
Entre las piernas
A mí, el escritor del mar océano
Hijo de familia cristiana
Acariciado por las olas:
Recuerdo sin ánimo de ofensa
y quizá con gratitud
los castigos que se descargan
sobre los muchachitos frágiles
cuando sus cuerpos desoyen
lo cotidiano y a veces
crípticos mensajes que marcan
a la carne como fuente de aflicción
suciedad y congoja
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Déjenme que les recuerde
A esos muchachitos frágiles
De rodillas en la piedra húmeda
Brillosa y suave por el roce
De las rodillas de incontables
Muchachitos frágiles
Y a quienes el sudario
Helado de la madrugada
Les cortaba la nuca
Y que año tras año
Día tras día
Noche tras noche
Elevan sus cánticos
Los ojos legañosos
El sufriente, tiritando de frío
O de sueño, o de terror
O de místico placer
O de extenuación
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Las huellas del éxtasis
Y golpearan con varas
En la carne débil
Las tentaciones del éxtasisDéjenme que les recuerde
Y que recuerde
Que los muchachitos frágiles volvían
Noche a noche
A la intemperie de las olas
Y se entregaban
A las delicias del sueño
O a los espasmos de la pesadilla
Y mojaban sus calzones
Antes de que el sudario
Helado de la madrugada
Les mordiese la nuca
Antes de que sus confesores
Palpasen, amanecer tras amanecer
En los muslos de los muchachitos
Frágiles, la tibieza magra
Y terca de sus leches
Y el éxtasis fugaz que de esas leches
Muslos abajo nacía
Antes de que sus confesores
Los desnudasen y limpiasen
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Miro mi mano
esta mano
y la pluma invisible que sostiene esta mano
y la letra apretada aún firme que traza
con la pluma
esta mano
en las hojas de un cuaderno
de tapas verdes
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Miro al mar océano en el que apoyé
el cuaderno de tapas verdes
y miro
en el mar océano
un tintero con base de agua
y la vela gruesa
que alumbra el cuaderno, las olas
mi frente, mi boca
y mi mano que escribe
y una rama vacía
del otro lado del mar océano
entre la ola y yo
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Soy un náufrago que
escribe, que se ríe
de las vidas que vivió
que se ríe del mar océano
y de los hombres que lo cruzan
de los barcos que encarnan
y de los que renuncian a encarnar
de buques que proliferan
tenaces en el escenario de la historia
y que rompen olas
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉSVÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Soy un náufrago que
mudo, mira
desde un tronco flotante
al público que lo contempla
y se ríe
se ríe sin abrir la boca
sin mover la lengua
y la risa que me sacude el vientre
suena como un cajón que se cierra
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉSVÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Nicodemo, náufrago del mar océano recuerda… se recuerda
en el pupitre del banco de la escuela marítima: una pila de
hojas en blanco, la cara absorta, encajada entre las manos
abiertas y debajo de la cara absorta, el cuerpo que enflaquece
y la carne del cuerpo escasa, que se repliega sobre los duros
huesos del cuerpo y de las piernas, aún ágiles, aún nerviosas y
vibrantes y nerviosas, enfundadas en las botas de hule que se
calzó una remota noche de enero, circunspecto y rasurado, al
interrogatorio de pájaros acuáticos.
Soy un náufrago que
contempla a otro náufrago mudo
y que le devuelve
con las simetrías
implacables de un espejo
sus ahogamientos
y que sin embargo
a veces celebra la risa
del viejo Hemingway
que emerge espasmódico
sigiloso y frío
del centro del mar océano
Deshizo, Nicodemo con ominosa arrogancia las botas moja-
das por la lluvia de esa noche de enero y la noche de enero en
que llovía pretenciosa y réproba, en la que languidecía su cuer-
po, alto y rígido de náufrago, y después, Nicodemo, alto y rígi-
do, envejecía en la más atolondrada, réproba, pretenciosa e
inmunda orilla del exilio
¡Oyó!…
alto y rígido, la voz de un individuo magro de carnes, envuelto
en un manto blanco, y el pelo y la cara absorta… y Él,
Nicodemo, náufrago del mar océano envejecía en la más ato-
londrada, pretenciosa e inmunda orilla del exilio
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Nicodemo recuerda las hojas en blanco sobre el pupitre del
banco de la escuela y cree escuchar una voz, un zumbido, un
eco milagroso que pregunta como si nunca antes le hubieran
preguntado:
¿Entabló trato carnal con sacerdotes?
Y cree escuchar la respuesta circunspecta desde sus interiores,
como si nunca hubiera respondido, rasurado y circunspecto
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nicodemo recuerda las hojas en blanco y recuerda que
escribe:
Yo soy el escritor del mar océano
un cosmos
turbulento
carnal
sensual
que come
bebe
engendra
Con la primera claridad del cielo/ Y las ciudades invisibles/
Agua lisa ante mí/ Y los árboles creciendo en el agua/ troncos de
mármol surgidos de la quietud/ Y la clara agua verde y azul y
clara/ Más allá todavía/ Hacia los riscos de ámbar
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Siento frío en los dientes
¿Qué se enfría antes de que el cuerpo
deje de ser el infierno privado
que uno ama, no importa las
abominaciones
que a uno el cuerpo le impone?
¿La sangre?
¿Los pies?
se me enfrían los dientes
Escribe el escritor del mar océano:
¡Voy a morir!
Escribe con letras mayúsculas
¡NO QUIERO! NO QUIERO MORIR…
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Escribe Nicodemo, escribe
En una pieza sin ventanas
Su cuerpo que dispara palabras
Contra la soledad que se termina
¡Sálvenme compañeros!
Escribe Nicodemo
Sólo en la penumbra inmensa
En la que se encerró
Para no oír la risa
De los que festejan su ahogamiento
¡Compañeros sálvenme!…
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
La marea menguante
se escurre de las rocas
las sumergidas rocas
alzan chorreantes hombros
lento, poniente
que está apagando su antorcha
la luz de un barco
brilla débilmente, lejos
sobre el peso del mar océano postrado
sobre la nube baja
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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No sé que se hizo de mis palabras
Y yo que maté tengo miedo
Escribe el escritor del mar océano
¡Tengo miedo!
Escribe Nicodemo
Y escribe miedo con un pulso que no tiembla
Y esa palabra no es nada
No habla, no es lágrima
No identifica siquiera ese líquido
Negro, viscoso, que le sube por el cuerpo
Dentro del cuerpo
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nicodemo se pregunta
Dónde están sus palabras
¿Qué quedó de ellas?
El mar océano…
Escribe Nicodemo, ahora
Ahora que le falta tiempo
Para poner en orden sus papeles
…se hace con palabras…
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nicodemo mira como omedociN
Eso que se pudre y todavía
Tiembla y suplica
Abre su cuerpo en dos
Con manos como garfios
Y expone mudo
Lo que se pudre
Antes de que se enfríen los dientes
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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¡Aquí estoy!
Dice Nicodemo con su boca muda, putrefacta. Y Nicodemo
amontona las palabras que dice. Nicodemo invita a la muerte.
Desde la penumbra en la que dice. Y una sonrisa chirría en los
dientes que se enfrían. A que avance como Él: sano y entero.
Y casi pone fin al tiempo que le falta. Y cierra la fuente negra
y hedionda de las palabras que pone sobre su mente. Las res-
puestas que nada responden. La podrida fuente del miedo
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nicodemo escribe:
¡Voy a morir!
Y Nicodemo lee una letra apretada y firme, que traga, toda-
vía, agua salada. Que va a morir si Dios así lo dispone. ¿Y qué
más lee Nicodemo en esa letra apretada y firme? ¿Detrás de
esa letra apretada y firme? ¿En los silencios de esa letra apre-
tada y firme? ¿Más cuando escribió?
Si Dios así lo permite
Una risa espasmódica
Sigilosa y fría se le enrosca
En las tripas y el agua salada
Le corroe la boca
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Uno no sabe cuándo va a morir
Uno no debe saber cómo va a morir
Lee lo que escribió
Su letra es firme y apretada
Mi pulso no tiembla
No tiembla mi corazón
No olvida que su tiempo se termina y que debe ordenar sus
papeles y escribe con el pulso firme y sin temblores bajo una
luz que se apaga. Escribe que escribe que no le importa la
muerte. Escribe que no le importa cuándo llegará el fin del
camino. Escribe:
No me importa saber
Cuando llegará el fin del camino
Con una mano que no tiembla
Y en el mar océano cuya luz se extingue
Nicodemo escribe:
El mar océano de la noche
de un día después
Para escribir entonces
Que ardor y madurez se contradicen
Y que la madurez crece
Cuando el ardor aprende
No hay nada detrás de nosotros
Nada debajo de nosotros
Que nos sostenga
Náufragos del mar océano
Eso somos
Para decirlo todo:
¡Muertos con permiso!
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Nicodemo recuerda las hojas en blanco
Boca arriba abre los ojos
A la oscuridad del mar océano
Y lleva su mano
La que no escribe
Hasta la entrepierna imaginada de Melissa
La siente húmeda y tibia
¿Soñé?
Se pregunta Nicodemo
La mano que no escribe
Húmeda y tibia
En el vientre desnudo de Melissa
Allí dónde para las yemas de los dedos
Para la piel de la palma de la mano
Todo es sumiso y previsto
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nicodemo quien no tiene apuro oye como reviven los muer-
tos bajo sus pies flotantes. La mañana de enero es fría y el vien-
to que llega del sur le moja la cara. Nicodemo, con las riendas
flojas en las manos no tiene apuro. Siente que el viento que
llega del sur le moja las mejillas, le atraviesa la flaca piel de las
mejillas, y de a poco le calma en la boca los chirridos punzantes
que brotan de esa contusa brasa de carne que es su lengua
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉSVÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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¿Qué más falta para que la utopía
venza la realidad?
¿Qué derrota la utopía?
¿Por qué con la suficiencia pedante
de los conversos, muchos náufragos
en los días de enero
traicionan la utopía?
¿Escribo de causas o escribo de efectos?
Nicodemo escribe de efectos
Y no describe las causas
Escribe de causas
Y no describe los efectos
Escribe la historia de una carencia
Escribe la carencia de un naufragio
Indiferente a los gritos de muerte que lo cubren como una
humareda, el cielo de esa interminable mañana de enero,
Nicodemo vio a la bruma portadora de muerte, enrarecida por
las escenas de tortura y humillación que imaginaba y la boca
negra de la bruma y el aullido obsceno que rajaba la boca negra
de la bruma. La boca negra y rajada que espera carne para des-
garrar, la vio venir indiferente, envuelta en jirones que olían a
sangre, la vio venir y como ausente, en esa fría mañana de
enero. Nicodemo que estaba frente la bruma, con una lanza en
las manos se detuvo bajo la luz delgada y enferma del invierno
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
El viento es el mejor compañero
Piensa Nicodemo
Quien no tiene apuro
La combustión lenta y pálida
Dentro de su cuerpo
Lo sostiene sobre la epidermis
Del mar océano:
El viento helado y la niebla que suben del mar, el viento
helado y la niebla que suben del río, la luz plomiza e inmó-
vil del cielo, los sueños y las cópulas, los ruegos secretos,
los ruegos secretos con los que quiero alejar de mi carne a
la muerte
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nicodemo, detenido bajo la luz delgada y como enferma del
invierno, se sumergió y alcanzó a ver el agujero que la muerte
inflingía en sus tobillos: el silencio impuesto. Y se vio a sí mis-
mo como ausente atravesar el agujero inmenso, sumergido en
una mañana interminable, hasta que reunió a los suyos, hasta
que esa combustión, lenta y pálida se apagó en su cuerpo,
hasta que recobró la palabra y su palabra recobró el énfasis y
la convicción del poseído. Y sus palabras y sus ademanes con
la convicción del poseído recobraron para el desquite, el
sumergimiento más interminable
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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¿Qué hizo? ¿Qué dijo si algo dijo?
Para cortar esa hemorragia de pánico
Que desorbita los ojos de los pequeños pescados
Blancos y morenos
Tan jóvenes ellos
Tan lejos de arrecifes ante el cual lucieron
Sobradores el espinerío
¿Qué hizo? ¿Qué dijo si algo dijo?
¿Se paró frente a los que se desbandaban?
¿Los puteó? ¿Carcajeó? ¿Les mentó la madre
la patria? ¿Clavó su lengua en esa inclemente geografía?
¿Estiró las manos callado sin arenga alguna en la boca?
¿Paró a los espantados para mostrarles
la cara y el cuerpo de un hombre
que había llegado hasta allí para morir?
Y al mostrarles la cara y el cuerpo de un hombre
Que había llegado hasta allí para morir
Por única vez, una mañana que parecía interminable
Llegó a su fin
Recuperado de la dispersión y el pánico de sus palabras
Encendió las hogueras de la noche
Piensa Nicodemo
Quien no tiene apuro
Es la tercera vez dentro de mí
esa combustión lenta y pálida
que no puedo designar con palabra alguna
Nicodemo escribe:
Acaso es mi último aliento
si Dios no dispone otra cosa
¡Ah! Esa combustión lenta y pálida
Dentro de su cuerpo
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Nicodemo quien no tiene apuro escribe:
El mar océano suda
aceite y brea
las barcazas derivan
con la cambiante marea
velas rojas
anchas
a sotavento oscilan en los mástiles
las barcazas hunden
leños flotantes
torres blancas
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Después de la roja luz de las antorchas
sobre rostros sudorosos
después del gélido
silencio en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
y el griterío y el lloro
y prisión y palacio y reverberación
de trueno primaveral
sobre lejanos montes:
Aquí no hay rocas/ sólo agua/ agua y no rocas/ El camino acuo-
so/ el camino serpentea entre las ondas/ que son rompientes
pétreas/ Si no hubiese agua/ me detendría a dormir en los esco-
llos/ El sudor es denso/ los pies se hunden en la niebla/ Si por lo
menos no hubiera agua entre las ondas/ Muerta marea/ Boca de
dientes cariados/ Que no puede escupir
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Aquí no puede uno/ ni pararse / ni acostarse/ ni sentarse/ ni
siquiera hay silencio entre las ondas/ sino el hidrófilo trueno/ fruc-
tífero de lluvia/ Ni siquiera hay soledad entre las ondas/ sino
adustos rostros rojos que revientan de sed y encarnecen y rezon-
gan en los umbrales de olas de fango/ y sin rocas/ y también sin
agua/ y sin agua/ un manantial/ un pozo entre las rocas/ Si sólo
se oyera rumor de agua/ no la cigarra/ ni la hierba seca cantan-
do/ sino rumor de agua sobre una roca/ allí donde el zorzal canta
entre las olas/ pero no hay agua/ ¿Quién es el reflejo que camina
siempre a mi lado cuando escribo?/ solo somos dos/ cuando miro/
delante de mí/ sobre el blanco camino/ siempre hay otro que mar-
cha a mi lado/ deslizándose envuelto en jirones irreales
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Este mar océano de nombre rítmico/ llega a mi corazón por un
camino de arterias frescas/ Él no tiene olas de hierro/ ni espejos
con ramo de flores de sol en la mano/ pero acaso ninguno le mejo-
re el cielo nítido/ Yo no diré que él sea el más hermoso/ ¡Pero es
mi mar, mi océano, mi sangre!
* * *
¡Oh/ mar océano/ órgano que se entrega a todos los retumbos/ a
todos los ecos/ desde las más suaves dulzuras hasta los fulgores de
la tormenta/ Eres al mismo tiempo:/ flauta/
oboe/
trompeta/
tam-tam/
cañón/
En ti/ las lágrimas se convierten en piedras preciosas
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Nadie escucha mi voz/ si rezo o grito: soy isla asida al tallo de los
vientos/ puedo volar o hundirme/ puedo/ a veces/ entrar en tem-
blor/ hacer vibrar a todo el mar inmóvil y dormido
* * *
Mi mar océano con su pez sierra y sus corales/ mi mar océano de
musgos y de perlas/ mojado y borrascoso/ violento de dibujo y de
color/ violento de erupción y de infinito/ me cubre con su sortile-
gio y su albor de asombro/ Vago por mi mar océano y sus altas
costas/ incendiadas por un perpetuo relámpago fosfórico
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Rodeado de mar por todas partes/ nadie escucha mi voz/ soy tie-
rra desgajándome/ Hay momentos en que él me ciega y me acobar-
da/ en que el agua es la muerte donde floto/ Pero abierto a mareas
y a ciclones/ surjo del mar-raíz roto/ crezco del mar y muero de él/
me alzo ¡para volverme en nudos desatados…!/ ¡Me come un mar
batido por las alas de arcángeles sin cielo/ sumergidos!
* * *
Ola comunicadora/ sin cifra/ sin polvo/ Ola y mi pecho salado/
por las ensenadas de los antiguos días y el joven matiz/ tierno en
los senos del cielo/ Fuerzas eruptivas trazan tus orbes
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Soy como esa isla ignota/ Que palpita balanceada por árboles
jugosos/ En el centro de un mar que no me entiende/ Rodeado de
olas y de nada
* * *
Me sumerjo en la carne roja del sol/ me sumerjo en la carne
ardiente del cielo/
Que venga el colibrí/
que venga el gavilán/
que vengan los restos del horizonte/
que venga el cinocéfalo/
que venga Atlas/ portador del mundo/
que venga de los delfines una insurrección perlífera que rompa
todos los escollos/
que venga una zambullida de islas/
que vengan los ovarios del agua/ de donde broto contrito y humillado
Con una mano que no tiembla…
Y en el mar océano, cuya luz se extingue
Nicodemo escribe:
Me senté en la orilla a pescar
con el fresco vacío a mi espalda
¡Pondré por lo menos orden en mis aguas!
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Nosotros somos nadie
Dijo Nicodemo, impávido, suavemente
La impávida cara-luna de Nicodemo
No palideció ni se ruborizó
Cuando dijo suavemente:
Nosotros somos nadie
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Llovía en el mar océano
La noche del 17 de enero
La noche del martes 17 de enero de 1991
¿Hubo en el tiempo una noche de martes
Un martes de enero y de 1991?
Iluminada por las erráticas olas
Y una lluvia intermitente y fría
Inescrutable y distante
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉSVÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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¿Qué da el mar a los náufragos? Después de haber alcan-
zado en un principio ciertos éxitos, después de haber
alcanzado en un principio ciertas olas. El mar resulta a la
postre vencido, le faltan siempre conocimientos, habilidad,
medios, armas, jefes, un plan de acción fijo ante los barcos
que disponen de experiencia, habilidad y astucia
Hacia abajo, hacia abajo
En las tinieblas de un remolino
Va, poco a poco, Él, tierno
Él, hermoso, se va
Para ser alimento de los musgos
Anchuroso mar,
en tu vientre me entierro.
Tu caudaloso vientre
será mi sepultura,
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EL MAR OCÉANO DE LA NOCHE DE UN DÍA DESPUÉS
Llovía en el mar océano
Dijo Nicodemo, impávido, suavemente
¿Hubo en el tiempo una noche de martes
Un martes de enero y de 1991?
Si la hubo, está tan lejos como el cielo
Como la leche de los ángeles
Endulzándome la boca
Tan lejos que cuelgo de una tabla
Distante y empecinado
Sin complacencia ni pedantería
Y miro despacio mis piernas
El pausado vaivén de mis piernas
Húmedas, amarillentas en el aire de enero
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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En el mar océano
El viento se enrosca
Resplandeciente, huyendo
Arrastra cuerpos pesados
El viento se enrosca sobre su cabeza
Entre las olas, espera, escucha
Entre las olas las palabras se borran
Cernidas por el viento
Aquí entrego mi palabra enardecida,
aquí entrego mi vida,
combatida y furibunda,
aquí ofrezco un susurro,
aquí entrego mi vida…
Abierto estoy como una herida
sumergido estoy, hundido,
en medio de mi mar océano y de sus sombras.
Herido estoy,
sangrando entre ola y ola
con sangrante sonido.
Es hora de recoger mis latidos de quebranto,
VÍCTOR AVENDAÑO PORRAS
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Víctor Avendaño PorrasSan Cristóbal de Las Casa, Chiapas 1979
Doctorante en educación. Autorde los volumenes: Sintaxis de lo
nocturno, El día de la Hidra, Gristenia, Los caminos de aire
(CONECULTA-CHIAPAS, 2003) yExtracción de un sueño donde
el silencio es de oro. Poemas suyosestán incluidos en las antologías
Árbol de muchos pájaros yLos abismos de la palabra. Ha sido
galardonado con el Premio de PoesíaYdalio Huerta Escalante 2006 y el
Premio de Poesía “Joaquín VázquezAguilar”. Becario del Fondo Estatal para
la Cultura y las Artes (FOESCA) en el periodo 2000-2001-2005,
y del Programa Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artístico
(PECDA) en 2005.
D A T O S B I O B I B L I O G R Á F I C O S
El mar océano de la noche de un día despuésse terminó de imprimir
en noviembre de 2007 en Talleres Gráficos,
en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Los interiores se tiraron sobre couché mate
de 90 grs y la portada sobre cartulina couché
de 169 kg. En su composición tipográfica
se utilizó la familia Cantoria MT.
Se imprimieron mil ejemplares.