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El Color de las AmapasCrnica de la guerrilla en la sierra de sonora
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Primera edicin, 2007
El color de las amapas
Crnica de la guerrilla en la sierra de Sonora
Ignacio Lagarda Lagarda
D.R. Liceo Tecnolgico de Sonora, AC, Universidad Tecnolgica del Sur de
Sonora, Instituto Tecnolgico Superior de Cajeme
Diseo de portada: Ricardo Snchez / El Alquimista
Foto de portada: Los Pilares de San Bernardo vistos desde el este, con las
amapas en todo su esplendor. Tomada por el autor y editada por Miriam
Morales.
ISBN:
Liceo Tecnolgico de Sonora, SC
Avenida 13, nm. 126 y Perimetral, Col. Prados del Sol
Tel: 662) 2159602, Hermosillo, Sonora, Mxico
http://www.liceosonora.edu.mx/
Todos los derechos reservados. Esta publicacin no debe reproducirse, en
todo o en parte, por ningn sistema, ya sea mecnico, electrnico, magntico,
electroptico, ni por fotocopia, o cualquier otro medio, sin el permiso por escrito
del autor.
Impreso en Mxico / Printed in Mexico
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El Color de las AmapasCrnica de la guerrilla en la sierra de sonora
Ignacio Lagarda Lagarda
MXICO, 2009
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CONTENIDO
PRESENTACIN.................................21
SECUESTROENSANBERNARDO.................25
LASIERRAYSUGENTE.......................41
BREVEHISTORIADELAGUERRILLAENMXICO......................59
DASDEANGUSTIA...............................91
MUERTEENGUAJARAY...........................125
LOSQUEVINIERON.......................167
EPLOGO..............195
MOSAICOFOTOGRFICO....................221
BIBLIOGRAFA........................275
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Entrevist a todos los testigos que pude y con mis preguntas
reviv en algunos las heridas encostradas por el tiempo, y en
otros la evocacin de sus hazaas. Espero que cuando lean
estas pginas y conozcan la versin completa de lo sucedido,
encuentren en ellas sosiego para sus almas.
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A la memoria de los que ya murieron:
Victoriano Ruelas Ciriaco
Agapito Enrquez Argelles
Agapito Enrquez Rosas
Severo Zazueta
Gabriel Domnguez Rodrguez
Estanislao Hernndez Garca
Hermenegildo Senz Cano
Carlos Ceballos Loya
Hermenegildo Ruelas
Leopoldo Angulo Luke
Plutarco Domnguez Rodrguez (desaparecido)
Al recuerdo de mis amigos:
Francisco Javier Villarreal Gonzlez
Juan Carlos Cervantes Willis
Y a los nios que murieron en la Guardera ABC:
el 5 de junio de 2009
en Hermosillo, Sonora
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GRATITUD
Las historias vividas o escuchadas durante la infancia y la adoles-
cencia son como fantasmas que nos persiguen irremediablemente
a lo largo de la vida; algunos se van con nosotros para siempre,
pero otros, en algn momento, logran atraparnos.
Lo sucedido en Madera el 23 de septiembre de 1965 se
propag por todos los pueblos de la sierra de Chihuahua y lleg
a mis odos siendo apenas un nio, como parte de las noti-cias que nuestros mayores nos narraban impregnadas por el
resplandor de la hornilla de la cocina, en las largas horas
de entretenimiento de las fras noches del invierno serrano y
permaneci en mi mente para siempre.
Supe de la noticia de la ejecucin de los guerrilleros
en Tesopaco en 1969 por el estruendo del pregn del carro
repartidor del peridico El Informador del Mayo en las colonias
perifricas de Navojoa y la guard ntidamente en el casillero demis recuerdos.
La historia que hoy narro la conoc desde el interior de mi
familia y fue un fantasma que me persigui por ms de treinta
aos; nalmente, me atrap y tuve que recordarla, averiguarla con
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detalle y contarla. Era una deuda que tena conmigo mismo, con las
familias de los que murieron, con los guerrilleros que la ejecutarony con la poblacin de San Bernardo, el pueblo donde nac.
Un movimiento armado a nivel nacional, encabezado por
una generacin de jvenes valientes e idealistas, que pretenda
derrocar al gobierno en turno y establecer el socialismo como
forma de Estado en Mxico, sacuda y cimbraba la estructura
social del pas. Las races de ese movimiento revolucionario
haban surgido en 1965 en Madera, en la misma cordillera serrana
donde se encuentra San Bernardo, y despus de propagarse
por todo el pas por casi diez aos regresaba de nuevo a su
lugar de origen. Los hechos ocurridos en 1974 en San Bernardo
formaban parte de ese gran movimiento socialista armado del
Mxico de los aos setenta.
El secuestro de don Hermenegildo Senz Cano, la muerte
de don Agapito Enrquez Argelles, de su hijo del mismo nombre
y de los dos guerrilleros desconocidos conmocionaron a toda laregin serrana del sur de Sonora, pero nadie supo o no quiso
nunca explicar la razn o el origen de aquellos sucesos.
El trabajo fue un enorme esfuerzo de investigacin, viajes,
lecturas y entrevistas cargadas de emocin, que requirieron
muchas horas de dedicacin.
Pero nada hubiera sido posible sin la ayuda y colaboracin
de quienes vivieron los hechos de manera directa o indirecta y me
ayudaron a remover los escombros de los recuerdos y se atrevieron
a contrmelos. A todos ellos debo mi agradecimiento.
Expresar mi gratitud en orden cronolgico, es decir, en la
medida en que me fui acercando a ellos para pedirles su ayuda.
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A quien entrevist primero fue a mi to Mario Lagarda
Rey, testigo presencial de uno de los hechos, quien no slo me
dio su versin, sino que se convirti en un invaluable promotor
de la investigacin. Su esposa, mi ta Rosa Mara Lpez Jacobo, se
sum de inmediato a las pesquisas.
Luego, acud a la hemeroteca de la Universidad de Sonora
y mi hermano Csar Alfonso hizo las veces de ayudante y
compaero de aventura.
Despus, visit a doa Irma Enrquez Rosas quien, apesar de estar en su lecho de enferma, tuvo el valor no slo de
contarme su historia, sino de recordar la tragedia en que perdi
a su padre y a su hermano. Lo que doa Irma no pudo recordar
lo hizo su hijo Pal Lara Enrquez, quien era apenas un nio
cuando sucedi todo.
Acud luego a Ciudad Obregn a entrevistar a don Roberto
Gonzlez Hernndez, un joven anciano maravilloso que me dio
todo lo que pudo, pero, sobre todo, su actitud generosa.
Esta historia no podra estar completa sin la versin
de uno de los principales protagonistas de la misma: Roberto
Senz Flix. Roberto y Eva Armenta Chaparro, su esposa, se
me revelaron como unas personas increblemente generosas,
amables y educadas. Nos recibieron en su casa de Navojoa a
Csar Alfonso y a m con una actitud inolvidable. Con su enorme
capacidad narrativa, Roberto me dio todos los detalles del proceso
de bsqueda de su padre y de la negociacin para su liberacin.
No olvidar nunca las honestas lgrimas de Roberto cuando
llegamos al punto en que record la muerte de su padre.
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Roberto mismo me comunic telefnicamente con el piloto
Martn Vuksinich, el ltimo protagonista de la historia, a quienyo consideraba en mis recuerdos infantiles como un personaje
mtico. Era real y habl con l.
Despus, mi to Mario me contact con don Enrique
Mendoza Beltrn, un antiguo lder agrario de Machilibampo
que se involucr con los guerrilleros, quien no pudo o no
quiso contarme la historia en la que l particip de manera
indirecta.
Tiempo despus, tuve la oportunidad de reencontrarme
con mi amiga de la infancia, Blanca Lara Enrquez, la eminente
investigadora de El Colegio de Sonora; ella, de inmediato, me dio
sus recuerdos de las muertes de su abuelo y su to y me atiborr
de documentos relativos a la regin.
Luego, don Francisco Lara Valenzuela me platic todo
sobre su suegro y cuado y adems me di la oportunidad de
pedirle que me contara la historia de la familia Lara, que estambin una parte importante de la historia de San Bernardo.
Don Pancho Lara no slo me comparti con generosidad
sus recuerdos, sino que prcticamente asumi para s la
investigacin y se convirti en un colaborador indispensable;
me consigui con don Daniel Enrquez Argelles, hermano
de don Agapito, las escrituras originales de 1797 del rancho
Burapaco, un documento importante para entender la historia
de la familia Enrquez.Tuve una gran sorpresa al entrevistar a Ismael Miranda
Doumerc,quien me entreg una coleccin completa deejemplares
del peridico El Informador del Mayocon noticias del secuestro.
El detalle conrm el recuerdo que tena de l: un hombre serio,
discreto, ordenado e inteligente.
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En el proceso de escritura de la historia tuve el enorme
privilegio de conocer a otro personaje mtico de mi infancia, donRal Florencio Lugo Hernndez, uno de los sobrevivientes del
asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua en 1965, con
quien establec comunicacin permanente. Adems, a travs de
sus libros me transmiti el sentir de los guerrilleros.
Despus, Don Pancho Lara hizo el papel de gua y enlace cuando,
en compaa de mi hermano Sal, su hijo Sal Lagarda Rivera
y Alfonso Acosta Garca, fuimos a Guajaray y Burapaco, donde
tuve la oportunidad de conversar con David y Hermenegildo Gilito
Valenzuela Talla, dos indios guarijos, importantesprotagonistas
de los hechos ocurridos en esa regin, y con don Juan Ramn
Torres Vega, aparte de tomar fotos de las casas de los Enrquez
y conocer el lugar donde murieron.
La historia no poda estar completa si no conoca la versin
de quienes la ejecutaron. As es que despus de una intensa
bsqueda, pude contactarme con una red de exguerrillerosque siguen evocando el recuerdo imborrable de sus hazaas
y rindiendo homenaje permanente a sus muertos. Conoc a
la distancia al profesor Jos Luis Alonso Vargas y a Jos Lus
Moreno Borbolla, dos exguerrilleros amables y generosos.
Desde el momento en que lo contact, Chels Alonso
Vargas se convirti en un colaborador invaluable; se hizo cargo
de establecer los contactos necesarios para entrevistar a don
Salvador Gaytn Aguirre y a Miguel Topete Daz.
A Chels Alonso Vargas pude conocerlo despus y juntos,
en compaa de mis hermanos Csar y Sal y mi to Mario,
hicimos el viaje hasta el mineral de Dolores, municipio de
Madera, Chihuahua, para entrevistar al legendario guerrillero
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rural, don Salvador Gaytn Aguirre en su casa de El Palomar,
donde a sus setenta y cinco aos vive como el ms humildede los campesinos sierreos, ideando proyectos de desarrollo
local y riendo como nio travieso cuando recuerda sus batallas
como guerrillero. La actitud optimista, positiva y juvenil de don
Salvador me impresion para siempre. Nunca imagin que un
campesino guerrillero con tantos aos de lucha y heridas de
bala en su cuerpo pudiera, en el ocaso de su vida, mantener
una actitud tan visionaria como la suya.
Hice el viaje despus en solitario hasta Guadalajara,
Jalisco, a entrevistar a Miguel Topete Daz; l vivi de principio
a n todas esas actividades guerrilleras. Encontr a un
hombre noble, respetuoso y generoso, que lo primero que hizo
fue regalarme un encuadernado con casi un centenar de sus
poemas sin publicar. El detalle me descubri a un hombre
profundamente sensible de su entorno; tena que ser, por algo
fue guerrillero.Finalmente, y a punto ya de entregar el manuscrito a la
imprenta, entrevist a mi amigo desde que nac, PanchoLugo
Mendvil, quien a pesar de sus limitaciones fsicas, aunque
eso nunca ha sido problema para m, ya que aprend a hablar
con l, desde que supe hacerlo Panchoes sordomudo y sufri
poliomielitis de nio, con su memoria fotogrca me dio
detalles asombrosos del secuestro de don Giloy la muerte de
los Enrquez que, segn yo, eso slo lo saban los guerrilleros.
Despus de la publicacin de la primera edicin del libro,
tuve la oportunidad de recoger la versin de la muerte de los
guerrilleros en Tesopaco, de parte de don ngel Parada Borbn,
quien en esa poca era presidente municipal de El Quiriego
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y fue un testigo directo de los hechos; igualmente, me enter
ms tarde de que tengo una liga familiar con el hoy retiradocomandante judicial, Alfonso Hernndez Robles (El Pioln). Lo
contact de inmediato y generosamente me dio hasta el ms
mnimo detalle de su versin de los hechos, que resultaron muy
diferentes a los que los testigos me haban dado de su actitud
ante el evento.
El proceso de la bsqueda de informacin no slo me sirvi
para contar la historia, sino para vivir una de las experiencias
ms gratas que me ha dado el ocio de historiar: reencontrarme
con mis orgenes. Encontrarme o reencontrarme con personajes
de mi pasado, de mi infancia, a quienes crea haber perdido en
la distancia y en el tiempo y conocer a los que para m eran seres
mticos, como los guerrilleros, fue como cerrar un captulo de
mi vida que se encontraba abierto y, sobre todo, haber tenido,
por n, la oportunidad de conocer los pueblos guarijos, a esos
indios que yo nunca conoc por su nombre y que toda mi infanciaviv rodeado por ellos. Esa ha sido mi mayor satisfaccin.
No debo dejar de expresar mi gratitud a mis hermanos
por su permanente motivacin a mi ocio de historiar, en
especial a Roberto y Alfredo y a Rodolfo Gmez Urbalejo, por su
desinteresado apoyo material para lograrlo.
Debo agradecer tambin a mi esposa Conny y a mis tres
hijas: Gabriela, Adriana y Paulina, por la paciencia que tienen
para convivir con un ser humano que, cuando escribe, pasa los
das deambulando por la casa, embebido en su mundo, algunas
veces real y otras imaginario, sin darse cuenta a veces de que
ellas existen.
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Finalmente, debo expresar mi permanente gratitud al
doctor Rubn Rocha Moya, quien en una muestra de amistadespontnea, promovi esta segunda edicin del libro y a Sigfrido
Bauelos, que se hizo cargo de la revisin del texto y todo lo
relacionado con su publicacin.
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Julio de 2009
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PRESENTACIN
La lectura de esta crnica conducir a sus lectores a una zona
difcil de la historia poltica nacional, porque muchos aos
despus de los hechos que Ignacio Lagarda Lagarda narra en
este libro se antoja casi imposible que un puado de jvenes
mexicanos idealistas haya tomado la decisin de declarar
la guerra al gobierno de su pas con la pretensin de crear
un gobierno de orientacin totalmente contraria. Casi imposible
creerlo, insisto, en medio de nuestra vida democrtica y en
donde el sistema de partidos y la eleccin de los representantes
populares se ejerce con base en el voto libre y secreto de todos
los ciudadanos, peroque, sin duda, este nuevo espectro social
y poltico de Mxico tiene en aquellos movimientos juveniles un
antecedente de sincera contribucin e impulso.
As fue, y as es. Ignacio Lagarda se ocupa en estas
pginas de la irrupcin de un grupo de la Liga Comunista 23de Septiembreen alguna parte del estado de Sonora y, segn
discurre el texto, vamos teniendo la posibilidad de colocar las
numerosas piezas de un rompecabezas que, al nal, completa
un cuadro de secuestros y asesinatos, en combinacin con
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las aspiraciones de los jvenes guerrilleros, sus proclamas, sus
denuncias y su absoluto valor para ofrendar sus vidas a nombrede una causa en la que creyeron con intensidad y sin posibilidades
de renuncia.
Este libro, que tambin es un reportaje, casi una novela,
un testimonio o, si preere el lector, la lenta recuperacin de
unos hechos de sangre y ansias de libertad, nos ensea, acaso
a todos, que los mtodos de aquel grupo armado tal vez no se
correspondieron con la realidad y fracasaron, pero nadie podr
eliminar no slo nuestro admiracin por aquellas luchas, sino
tambin el aprendizaje de respetarlos y, por supuesto, respetarlos
a la distancia, a la vez que lamentar sus aciagos resultados.
Es verdad: un pas como Mxico puede mejorar sustan-
cialmente por la va democrtica. Tambin es verdad que la
decisin de los guerrilleros rurales de Sonora nos hace recordar
cun comprometidos estn en todo momento muchos jvenes
con su pas, ms all de las formas y mtodos de lucha queabracen, pues lo que importa es contribuir a cincelar el cambio
de su sociedad.
Los invito a leer este libro. Leer esta historia es, por lo
menos, un buen inicio para comprender una parte de lo que han
sido las luchas por los cambios sociales y polticos en Mxico y
es, adems, el acopio de una cantidad generosa de datos para
entender que ellos tambin, soadores irreductibles por una
patria ms justa, forman parte de la larga lista de los luchadores
que nos han heredado un pas paulatinamente diferente.
En este grupo guerrillero, del cual con honestidad intelec-
tual se ocupa Ignacio Lagarda, participaron dos hermanos
mos, Plutarco y Gabriel Domnguez Rodrguez.En su memoria
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y sacricio, se inspiran nuestros esfuerzos para contribuir desde
cualquier trinchera, con dignidad, modestia y trabajo persistente,a la edicacin de una sociedad cada vez ms justa, ms demo-
crtica y ms libre.
JOSDOMNGUEZRODRGUEZ
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SECUESTROENSANBERNARDO
Nuestro deseo es cambiar el mundoy eso nos llevar mucho tiempo;
mientras ms pronto empecemosa luchar por cambiarlo, mejor.
ARTUROGMIZGARCALder muerto en el asalto al cuartel
de Ciudad Madera, Chihuahua,el 23 de septiembre de 1965.
La maana del mircoles 16 de enero de 1974, Jos Navarro
Ypiz (El Mere), revis con detenimiento el aceite, el lquido
de los frenos y el aire de las llantas del camin de pasajeros
marca Ford, modelo 1971, con placas de circulacin PL88309U
del estado de Sonora, de la empresa Unin de Permisionarios
con sede en la colonial ciudad de lamos, propiedad de don
Baldomero Corral lvarez, y se dispuso, como todos los das,
a realizar su ruta diaria rumbo a los pueblos de la sierra. El
recorrido inclua pasar por La Higuera, El Tbelo, Los Tanques,
La Vinata y Techobampo; luego, virar hacia el norte y recorrer
los pueblos indgenas de las orillas del ro mayo: Las Casas
Coloradas, Macoyahui, Mexiquillo, cruzar el ro para llegar a
Los Becerros, El Vado Cuate y Tetapochi, para despus regresarde nuevo al camino principal que parta de lamos hasta,
nalmente pardeando la tarde, llegar al pueblo ms remoto de
la travesa, localizado al pie de la Sierra Madre Occidental en los
lmites con el estado de Chihuahua: San Bernardo.
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El viaje inici sin contratiempos a las dos y media de
la tarde y el camin tom el camino polvoriento de la ruta,recorriendo cada uno de los pueblos de aquella regin pacca,
donde lo nico que alteraba la vida diaria eran los pleitos a
puetazos que sucedan en los bailes tradicionales.
A pesar de que el clima invernal ayudaba a hacer ms
placentero el viaje, ese ao las lluvias de enero, conocidas como
equipatas, haban sido escasas, por lo que el ambiente era
reseco, aunque, como todos los aos en esa poca, las amapas
orecan con todo su esplendor.
Algunos de los pasajeros que se subieron en lamos se
bajaron en alguno de los pueblos del recorrido y en cada pueblo
otros pasajeros se suban para bajarse despus en alguno de
los siguientes. En Los Becerros se subi la nica mujer de entre
el pasaje en el ltimo tramo del recorrido. La seora, con nueve
meses de embarazo, iba a parir a San Bernardo.
Despus de llegar al entronque con el camino principal, el ca-min vir hacia la izquierda y unos kilmetros adelante, en el
rancho Las Guijas, se subi el que El Meresupona que sera
el ltimo pasajero del trayecto: don Gilberto Valenzuela, dueo de
ese rancho.
Ya enlado en el ltimo trecho del camino, unos siete
kilmetros antes de llegar a San Bernardo, en el paraje conocido
como Los Callejones, El Merevio a dos hombres desconocidos
con vestimenta y de aspecto extrao que, parados a la orilla
del camino, le hacan seas para que se detuviera. No le dio
importancia al asunto, porque a n de cuentas aquellos eran
dos clientes ms a quienes subir. Detuvo el camin y en el
momento en que apenas les abra la puerta para que subieran,
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dieron un salto hacia adentro, al mismo tiempo que sacaban
sendas pistolas de entre sus ropas.No intentes nada dijo uno de ellos, en el momento
en que lo encaonaba y el otro se iba hacia atrs del camin
apuntndoles a los pasajeros.
Enseguida, el que lo encaonaba volte hacia el monte
silbando una tonada en forma de seal. De entre la espesura
salieron otros cinco hombres armados con ries de alto poder.
Todos se subieron al camin y El Benjale orden a El Mereque
se moviera hacia un asiento, para que le cediera el volante.
El jefe del grupo, El Maistro, un hombre de baja estatura,
cara alada y complexin menuda, se dirigi a todos y les dijo:
No se preocupen. El asunto no es con ustedes; solamente
necesitamos el camin. Somos un grupo guerrillero y vamos
a tomar la poblacin de San Bernardo y si hay balazos les
recomiendo que todos se tiren al piso.
Al escuchar aquellas palabras y verles la vestimentaverde, la barba y el pelo largo, los diecisis pasajeros, que
para entonces ya tenan todo el cuerpo inundado de miedo, se
quedaron inmviles, pegados cada quien a su asiento. Luego,
Nerny Felipese subieron en hombros a El Mochomopara que
cortara los cables de telfono de la lnea de postes que iba por
la orilla del camino. Mientras tanto, Nernprocedi a registrar
a todos los pasajeros para revisar si alguno de ellos llevaba un
arma. Uno de los pasajeros se sac de la bolsa del pantaln una
vieja navaja y se la dio; Nernse la devolvi, dicindole:
Gurdesela; con eso no le puede hacer dao a nadie.
El camin reanud el viaje con una exagerada aceleracin
del motor y dando tumbos al principio, lo que hizo pensar a El Mere
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que aquel guerrillero de aspecto gordito y simpaticn no saba
manejar un camin por los caminos de la sierra.El Mere tena ms de cinco aos recorriendo la ruta y
conoca a casi todos los pobladores de la regin, por lo que le
pareci reconocer a uno de los asaltantes: se pareca mucho
a un violinista de un mariachi del rumbo de Machilibampo, a
quien haba visto tocar en algunos bailes de la zona.
Esa tarde, era como todas las de los das de invierno
en aquella poblacin serrana. Los parroquianos se entretenan
plcidamente conversando en alguna de las tiendas de
abarrotes, en el nico comedero del lugar porque no se le poda
llamar restaurante o jugando en el nico billar del pueblo.
Eran alrededor de las cinco y media de la tarde cuando,
de pronto, se escuch un fuerte rugido de motor y el camin de
las cinco entr intempestivamente por la bocacalle de la entrada
principal, y en lugar de dar vuelta a su derecha, rumbo al local
que haca las veces de terminal, sigui su camino derechohasta detenerse bruscamente, sin apagar el motor, frente a la
tienda de don Jos Hermenegildo Senz Cano, a quien todos en
la regin conocan como don Gilo.
Con rapidez, seis hombres armados con ries de alto
poder y vestidos con ropa de combate de color verde bajaron del
camin y al grito de todos al piso!!!, El Maistro, El Mochomoy
Hctorentraron al local de abarrotes y saltaron por encima del
mostrador donde se encontraban los empleados Ismael Miranda
Doumerc, Guadalupe Argelles, NelitaVilches, VickyArgelles
e Isidoro Velderrin, y se dirigieron directamente hacia don Gilo,
quien en ese momento se encontraba en su ocina haciendo
cuentas administrativas con Mario Lagarda Rey, otro de sus
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empleados, quien apenas media hora antes haba llegado de
Navojoa con una carga de azcar.Al mismo tiempo, Nerny Felipesometieron a los clientes
y empleados obligndolos a tirarse al piso, mientras El Chapul
se apostaba vigilando las entradas de la tienda. Mientras tanto,
El Benjapermaneca en el camin vigilando a los pasajeros y
apuntando con su escopeta calibre 12 de doble can, de las
que les dicen escopetas cuatas, hacia todos lados.
Los primeros segundos fueron un caos y aprovechando la
confusin NelitaVilches e Isidoro Velderrin, presas del terror,
salieron corriendo de la tienda hacia el patio trasero.
El Maistrose dirigi hacia don Giloy sin mediar palabra
le dio un golpe en la cabeza con la culata del rie, para luego
decirle con rmeza:
Esto es un secuestro; venimos por usted y le sugiero
que no oponga resistencia, si no quiere que alguien salga herido
al momento que lo jalaba bruscamente del brazo.De inmediato, El Mochomo procedi a destruir con la
culata de su rie el radio y el telfono que haba en la pequea
ocina y que servan para comunicarse con los ranchos
Arechuyvo, Gocojaqui, Satev, Los Algodones, El Trigo de Russo
y al aeropuerto de Navojoa, mientras que El Maistrole ordenaba
a don Giloabrir la caja fuerte. Don Giloobedeci sin resistencia
y Hctorsac todo el efectivo, que era alrededor de veinte mil
pesos, entre billetes y monedas.
Doa Angelina Flix de Senz, que en ese momento se
encontraba en la cocina de su casa adjunta a la tienda, escuch
los gritos y se asom por la rendija de una puerta. Al ver el
asalto, corri hasta la recmara de don Gilo a buscar una pistola
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que l siempre guardaba en un cajn y regres para enfrentar a
los que, segn ella, eran unos asaltantes comunes, pero antesde entrar de nuevo a la tienda se encontr con NelitaVilches,
que vena huyendo desde el patio y quien le arrebat la pistola
y la avent hacia unos costales de sal. Tiempo despus, doa
Angelina confes haber dado gracias a Dios por lo que hizo
Nelita, ya que de no haber sido por ella hubiera ocasionado
una desgracia. Todava aterrorizada, Nelitaalcanz a regresar
de nuevo al patio de la tienda y logr alcanzar la calle, saliendo
por la puerta lateral y corri instintivamente hacia la casa de
don Felipe Lugo Leyva.
Mientras los empleados y clientes la mayora nios
permanecan tirados boca abajo en el piso, Felipelos amenazaba
con su arma apuntndole a la cabeza a Mario Lagarda Rey,
quien, con su mano izquierda, se quitaba la punta del can
de la cara.
Al ver el rostro del que le apuntaba, Mario Lagarda Reyrecord que tan slo una media hora antes, cuando vena de
Navojoa, al pasar por Los Callejones, haba visto a dos hombres
desconocidos a la orilla del camino y le extra que no le pidieran
raite, como lo hacan todos. Ahora uno de ellos era el que le
apuntaba con su arma. Era bajo de estatura, usaba huaraches
y tena el aspecto aindiado.
De pronto y sin darse cuenta de nada, Feliciano Chano
Carrizosa, un lugareo del pueblo con fama de despistado,
entr cndidamente a la tienda para hacer una compra y al
encontrarse con aquel cuadro de miedo, se tir instintivamente
boca abajo en el piso sin entender lo que suceda.
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Al ver las amenazas que Felipeles haca a los del suelo,
Hctorlo reprendi:Pendejo! No ests amenazando a la gente! Qu no ves
que ellos tambin son como nosotros? Djalos, que se vayan!
Ponte a recoger cobijas y comida y sbelas a la troca de Senz!
Mientras El Maistro ataba con un alambre las manos
hacia atrs a don Gilo, los otros le ordenaron a la gente que
estaba tirada en el piso que saliera de la tienda uno por uno,
y procedieron a recoger cuanto pudieron de la estantera de la
tienda; cargaron con latas, maizena, cigarros, ropa, sombreros,
cobijas y lmparas de bateras.
Unos recogan la mercanca y otros sacaron todos los
archivos de la ocina de don Gilohacia el patio; hicieron una
pila con ellos y les prendieron fuego.
El grupo de vecinos que se encontraba departiendo como
todos los das en la fonda de don Felipe Lugo Leyva, localizada
hacia la izquierda del frente de la tienda de don Gilo, entreellos PanchoLugo Mendvil, don Jos Flores y Rafael El Chapo
Almada Russo, se quedaron paralizados al ver lo que suceda
en la casa de don Felipe Lugo Leyva, que estaba a unos treinta
metros de su fonda, se encontraba el jefe de grupo de la Polica
Judicial del Estado en lamos, Alfonso Hernndez Robles (El
Pioln), tratando con don Felipe un asunto de trabajo.
Alfonso Hernndez Robles, de veintiocho aos de edad,
haba llegado a lamos como comandante de la Polica Judicial
apenas el 12 de diciembre del ao anterior, por lo que estaba
cumpliendo apenas un mes en el cargo, y estaba ah porque don
Felipe Lugo Leyva, en su calidad de inspector de ganadera y juez
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de campo, lo haba llamado para reportarle un caso de abigeato.
Todava no conoca los pueblos de la zona rural de su jurisdiccin,y como su carro ocial lo haba enviado a Hermosillo con los tres
nicos agentes a su cargo, a llevar a unos detenidos, le pidi
prestada su pick-upDodge de color amarillo, recin comprada
a Mayel Acosta, un residente de lamos, y con su pistola 9 mm
enfundada en su cartuchera a media pierna y su rie M-1 en
el asiento, se haba ido en ella slo, a atender la denuncia del
delito y haba llegado apenas unos quince minutos antes a San
Bernardo, un pueblo en el que estaba por primera vez en su vida.
Mientras el comandante y don Felipe revisaban la docu-
mentacin relativa al delito, intempestivamente entr a la casa
NelitaVilches, haciendo seas y balbuceos, ya que por el miedo
no poda pronunciar una sola palabra entendible, tratando de
decirles que algo grave suceda. Detrs de ella entraron corrien-
do Mario Lagarda Rey, que vena huyendo de la tienda, y Pancho
Lugo Mendvil, que vena corriendo despavorido desde la fondade su padre, venciendo las limitaciones de su poliomielitis
infantil, a avisarle del asalto.
El comandante judicial corri al pick-up y sac el rie
de cargo, dio un rodeo y entr al patio trasero de la fonda, se
parapet detrs de la gruesa barda de adobe, a sabiendas de que
por ella no pasaban las balas y le apunt directamente a la cabeza
a El Benja, con la intencin de fulminarlo de un solo tiro.
Se senta seguro de lo que haca, porque antes de venirse
a trabajar a lamos haba estado en Hermosillo en un curso de
tiro y haba ganado el primer lugar, disparando certeramente
con su M1 a trescientos metros de distancia, y El Benjaestaba
a no ms de cincuenta.
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Cuando lo tena en la mira, y en el preciso momento en
que se dispona a disparar, sinti un fuerte golpe en el brazoque le levant el rie. Era don Felipe Lugo Leyva, quien se haba
venido detrs de l desde su casa, al momento que le gritaba;
No lo hagas! Que no ves que pones en riesgo la vida de
los dems?
El Benja, que estaba parado en el estribo de la puerta
del camin, advirti los movimientos del comandante judicial,
al que, por cierto, a pesar de verle la pistola colgndole en su
cartuchera, no lo reconoci como polica, desde que ste sali de
la casa de don Felipe y sac el rie de lapick-up, y moviendo su
escopeta hacia todos lados y balbuceando palabras inteligibles,
lo que reejaba su nerviosismo o miedo, le apuntaba con la
intencin de dispararle, cuando de pronto escuch una voz de
entre los pasajeros que le deca:
No le dispares, djalo; es un campesino que cree que
son ustedes soldados y le pueden quitar su arma.Era don Gilberto Valenzuela, el pasajero del camin que se
haba subido en su rancho Las Guijas, secundado por Gernimo
Anaya, otro de los pasajeros, quienes para entonces ya haban
salido de su sopor de miedo. El Benjareaccion instintivamente,
seguramente al escuchar la palabra campesino, y baj su rie.
Das despus, cuando los secuestradores hicieron un
recuento de las acciones, sometieron a El Benja a un juicio
revolucionario por su actitud vacilante e insegura al no dispararle
al comandante, lo que cambiara el rumbo de su vida.
Los asaltantes sacaron a don Gilo a empellones de su
ocina. Ismael Miranda Doumerc que todava se encontraba
en la tienda recuerda con claridad el aspecto de uno de ellos:
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chaparrito, con rasgos indgenas sureos, de unos veintids aos,
y el rostro de don Gilocon los ojos desorbitados, descompuestospor el miedo, y un gesto desesperante como implorando la ayuda
de sus empleados.
Los asaltantes subieron violentamente a don Gilo a la
caja de lapick-upde color azul modelo 1970, que utilizaba para
hacer sus escasos viajes a Navojoa y que por una de sus tantas
rutinas disciplinarias siempre la tenan estacionada afuera de
la tienda con el tanque lleno de gasolina y las llaves puestas, yal caer se golpe la cara contra el piso de la misma al no poder
meter las manos que llevaba atadas. Todava arriba de la pick-
up, don Gilo segua forcejeando, preguntndoles a sus captores
de qu se trataba todo aquello. Ellos le contestaron que lo hacan
porque era un terrateniente explotador del proletariado. Jos
Mara Enrquez, un cliente que estaba cerca de la pick-up, oy
que les contestaba:
Pues si consideran que eso es lo que soy, mtenme de
una vez y as se ahorran todo este trabajo!
Al salir apresurados de la tienda, El Maistrose dio cuenta de
que, atrados por el escndalo, un grupo de nios, acompaados
de su maestro, vena desde la escuela localizada atrs de la
fonda de don Felipe Lugo Leyva hacia donde estaban ellos
y se detuvo un instante. Medit en un segundo lo que podra
suceder, dio media vuelta y dirigindose a doa Angelina, que
para entonces haba salido hasta la calle, le dijo:
No tenga miedo, seora. Esto es un secuestro revolucio-
nario; no pretendemos hacerle dao a su marido. Lo que queremos
es dinero para nuestro movimiento.
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Luego, volte hacia los que estaban cerca y asegurndose
de que todos lo escucharan, grit:No somos secuestradores! Somos guerrilleros! Esto es
un secuestro revolucionario! Es una venganza por los atropellos
cometidos por el gobierno contra nosotros en Chihuahua, Guerre-
ro y el Distrito Federal! Hemos quemado todos los recibos con las
deudas que los campesinos tienen con este cacique para que ya
nadie tenga que pagarle nada! Las cuentas ya estn saldadas!
Al otro lado de la explanada, exactamente en la esquina de
la calle que era la entrada y salida del pueblo, estaba don Roberto
Gonzlez Hernndez en su tienda, acompaado por su sobrino
Marcolfo Gonzlez Mendoza, quien tena una cantina junto a su
tienda, y el vecino Ramn Argelles. Don Roberto, al escuchar
el escndalo, se asom desde la puerta de su tienda y pens que
aquello era un asalto comn, corri a la trastienda y sac una
vieja carabina 30-30 con un solo tiro en el cargador que siempre
tena guardada all, por si se ofreca, lo que no haba sucedidoen ms de veinte aos y se dispuso a derribar al menos a uno
de los asaltantes. Apunt su rie y puso en la mira a El Maistro,
que le hablaba a la gente, cuando de pronto su sobrino Marcolfo
le grit:
Qu haces, to? Guarda ese rie! Vas a provocar una
matanza!
Don Roberto obedeci inconcientemente, al mismo tiempo
que vea que el guerrillero al que le apuntaba se suba rpidamentea la pick-up de don Gilo.
Los otros guerrilleros hicieron lo mismo, cinco arriba, que
llevaban a don Gilo acostado contra el piso, y dos en la cabina. Al
momento de empezar a moverse la pick up, los guerrilleros gritaron:
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Viva la revolucin socialista! Muera el mal gobierno!
soltando al mismo tiempo rfagas de metralla al aire y destro-zando los anuncios de cerveza que Marcolfo Gonzlez Mendoza
tena por fuera de su cantina.
Cuando don Roberto Gonzlez Hernndez, Marcolfo Gon-
zlez Mendoza y Ramn Argelles vieron venir hacia su tienda
la pick-up con los secuestradores y escucharon las rfagas,
pensaron que ahora venan por ellos al descubrir la intencin de
don Roberto de dispararles y entraron en pnico. Don Roberto
no se movi de su tienda, pero Marcolfo y Ramn salieron
corriendo despavoridos hacia los patios traseros de la tienda.
Ramn no dej de correr, brincando bardas hasta llegar al barrio
de La Coyotera a casi un kilmetro de ah. Cuando todo pas,
a Marcolfo lo tuvieron que bajar con una escalera desde arriba
de la barda de una casa vecina. Nadie pudo explicar despus
cmo fue que aquella humanidad de ms de cien kilos de peso
pudo saltar tan alto. La nica explicacin que todos dan hastahoy es que fue el terrible miedo que sufri Marcolfo lo que le dio
la fortaleza para hacerlo.
Desde que el camin entr al pueblo y los guerrilleros
salieron con el secuestrado, pasaron alrededor de veinte minu-
tos. Una vez que pas todo, Jos Navarro Ypiz, El Mere,retom
el volante del camin, dio media vuelta y llev a la pasajera
embarazada al centro de salud del pueblo, donde una hora
despus dio a luz a un nio.
En cuanto los secuestradores se fueron, Ismael Miranda
Doumerc que en esos das tena apenas veinticuatro aos,
haciendo uso de su determinacin e imaginacin logr reunir
las partes del radiotransmisor destruido y pegando uno a uno
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los cables logr comunicarse a Arechuyvo con don Rafael Senz
Cano para informarle que haban secuestrado a don Giloy se lohaban llevado en su propia pick-up con rumbo a lamos.
Los asaltantes, con El Benjacomo gua y al volante de la
pick up, tomaron de nuevo el camino por donde haban llegado,
el que va hacia lamos; pasaron de nuevo por el rancho Las
Guijas, luego siguieron a Los Molinos y Techobampo; despus
de pasar por el rancho El Porvenir, tomaron la desviacin hacia
el oriente rumbo a la sierra; cuando llegaron a Los Camotesya estaba oscureciendo y de ah tomaron el camino que lleva
a la poblacin de Chnipas en el estado de Chihuahua. Don
Gilo iba concsiente todo el tiempo, tratando de poner toda la
atencin posible en el rumbo que llevaban. Senta mucho fro
y le dolan las ataduras de las manos. Se los dijo, y El Maistro
orden que lo desataran, le dieran una cobija y lo pasaran a la
cabina del carro. Empezaron a subir la cuesta rumbo a la sierra,
pasando por el rancho La Agua Salada, la pequea poblacinde El Taymuco y cuando alcanzaron la cima de la montaa ya
casi era media noche. Cruzaron la frontera con el estado de
Chihuahua y cuando llegaron a Las Chinacas, los pobladores ni
cuenta se dieron de su presencia, porque con el intenso fro y lo
avanzado de la noche, todos estaban durmiendo en sus casas.
Siguieron su camino por el altiplano de la sierra, pasaron por La
Lobera y se detuvieron en el paraje conocido como La Crucecita.
Sacaron la pick-up lo mas lejos que pudieron del camino y la
cubrieron con ramas.
El Maistrohizo una seal con un silbido y de entre los
pinos sali otro de sus compaeros. Era Juan Gutirrez Ortega,
El Chinacate, un indio tarahumara que era una de sus bases
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de apoyo y quien a partir de esa noche les servira como gua
hasta el escondite a donde llevaran a su secuestrado.En San Bernardo, el comisario municipal, Manuel Rosas,
y el comandante judicial, Alfonso Hernndez Robles, repuestos
de la sorpresa, se subieron en la pick-up y tomaron el camino
que llevaban los asaltantes, siguindolos a distancia muy
prudente, preguntndole a la gente que encontraban si los
haban visto pasar, y ya casi al oscurecer, pasando Techobampo,
al llegar a la desviacin que llevaba a Los Camotes y luego a la
sierra de Chihuahua, llegaron al campamento de maquinaria
de la compaa que estaba haciendo el arreglo de los caminos,
donde los trabajadores les informaron que haban visto pasar
la troca de Senz llena de gente y que haban tomado rumbo a
Los Camotes. Los sigui hasta esa poblacin y tambin ah le
conrmaron que haban pasado por ah.
Al darse cuenta de que, sin duda, ya no podan tomar
otro camino y que necesariamente iban rumbo a la sierra deChihuahua, seguramente a la regin de Milpillas, el comandante
decidi trasladarse a lamos a informarle a su jefe, el teniente
coronel Francisco Arellano Nobleca, jefe de la Polica Judicial del
Estado, quien en un principio no crey lo que se le informaba,
pero al darse cuenta de que aquello era verdad, le orden al
comandante de la Judicial en Navojoa, Rubn Acosta Flix, que se
trasladara a lamos a apoyar las labores de Hernndez Robles.
El presidente municipal de lamos, Jess Reyes Amari-llas, al enterarse, dio avis de inmediato a las autoridades de
Chihuahua, en prevencin por si los guerrilleros llegaran hasta
Chnipas, la primera poblacin en aquel estado.
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Esa misma noche, el comandante Hernndez Robles,
apoyado por tres agentes judiciales que Acosta Flix le envide Navojoa, regres al camino por donde los secuestradores se
haban ido, los sigui hasta la sierra internndose en Chihuahua,
hasta que dieron con el pick-up de Senz, que encontraron
abandonado en La Crucecita. En el vehculo, se encontraron
dos ries calibre .22, tres kilos de dinamita, cauela y un bote
lleno de monedas.
Decidieron regresar y se instalaron en la hacienda Los
Molinos, que estaba abandonada, cerca de San Bernardo, a
esperar instrucciones superiores.
El jueves por la maana, un enjambre de policas estatales
encabezados por su jefe, el teniente coronel Francisco Arellano
Nobleca, y el subjefe teniente Pedro Ignacio Trlles, federales
dirigidos por Francisco Sahagn Baca, elementos del Ejrcito
Mexicano al mando del mayor Arturo Cardona Prez, subjefe
de Estado Mayor de la Cuarta Zona Militar y agentes de laSecretara de Gobernacin, todos auxiliados por los municipales
de lamos, inundaron la pequea poblacin, iniciando de
inmediato un operativo de peinado de toda la zona serrana.
El desconcierto era total, en San Bernardo nunca haba
sucedido algo parecido. Aquello no era un asalto comn; era un
asalto guerrillero y pocos entendan lo que signicaba.
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LASIERRAYSUGENTE
Yo estoy bien siendo guarijo,
y si hubiera sido de cualquier otra tribu,est bien, siempre que fuera indgena.
Si hubiera sido yori, pues tambin.La gente blanca tambin es gente.
CIPRIANOBUITIMEAROMEROLder de la tribu guarija en Los Estrados.
San Bernardo es un pueblo perdido al pie de la cordillera de la
Sierra Madre Occidental, a unos cuarenta y cinco kilmetros al
noreste de lamos, en los lmites con el estado de Chihuahua,
justo donde el ro mayo conocido antiguamente como roMacoyahui, que baja del norte, gira hacia el suroeste para ir
en busca de las ridas tierras de la planicie costera y descargar
sus aguas en la resequedad de ese valle limoso, que hoy en da
con justicia lleva su nombre.
Hasta hoy, nadie ha sabido dar una explicacin del origen
y la fundacin de ese pueblo, pero es seguro que naci como
todas las poblaciones del rumbo, como parte de las actividades
de conquista de la sierra tarahumara por los colonos espaolesque en los siglos XVIIy XVIIIsuban desde el norte de Sinaloa.
El pueblo naci sobre una enorme plataforma grantica
que con el tiempo los arroyos se encargaron de partir en tres.
De este a oeste, y como intentando detener su paso hacia
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la alta cordillera, lo divide el arroyo San Rafael, que baja del sur
desde Taymuco y que poco antes de llegar al pueblo se une aotro que baja del suroeste, el arroyo de Gochico, que nace en
el pueblo con ese mismo nombre. Por eso, al lugar se le conoce
como La Junta de los Arroyos.
De norte a sur est dividido por una pequea quebrada
que corre hacia el este y se une tambin con el arroyo San
Rafael.
As es que la misma naturaleza se encarg de dividir el
pueblo en tres sectores: el del norte, conocido como La Plaza de
Abajo; el del sur, como La Plaza de Arriba y el del este, como
Los Jacales.
Las calles, sin forma ni rumbo, nunca han tenido nombre;
es seguro que no lo han necesitado, porque para saber donde
vive alguien, slo se necesita conocer su nombre, por lo que los
de los hroes nacionales apenas se usaron dos y para ponrselos
a las escuelas.La Plaza de Abajo est compuesta por la parte media del
pueblo y el barrio La Coyotera. Al centro del pueblo hay una
gran explanada con un suelo arenoso, llamado tucuruguaripor
la gente, y donde hasta los aos noventa no haba una plaza y,
en cambio, tena en el centro lo que haba sido una cancha de
basquetbol construida de concreto, pero que tampoco lo era,
porque nunca haba tenido canastas y mucho menos haba
balones con que jugar ese deporte.
En ese sector estaban las dos escuelas: la vieja, construida
en los aos cincuenta y, la nueva, en los sesenta, el centro de
salud, las principales tiendas de mercancas y la capilla a la que
rara vez iba a dar misa el cura de lamos.
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A la entrada al pueblo, en la Plaza de Abajo, vivan
Jess Flores, Luis Montao Lpez, Pedro e Irene ValenzuelaGutirrez, Humberto Lagarda Rey, Trinidad TriniArgelles y su
esposa Amada Bourne Licea, quienes eran los dueos del billar,
Cuquita Lara y Marcolfo Gonzlez Mendoza, propietario de la
cantina.
Hacia el norte vivan Carlotita y Juan Argelles, Manuel
Lara Mendoza, doa Maclovia la partera del pueblo, Ernesto
Valenzuela Gutirrez, Honorato Borbn el ocial del registro
civil, Genoveva Muoz Vega, Pancho Lara Valenzuela, Carlos
CaloFlores, Guillermo Bourne y su hijo Benjamn Bourne Licea,
Rafael Lagarda Lagarda y su hijo Mario Lagarda Rey.
Alrededor de la gran explanada del centro vivan Jos
Hermenegildo Senz Cano (don Gilo), que en el mismo lugar
tena su tienda, Felipe Lugo Leyva, Manuel Esquer y Salvador
Velderrin.
Al sur de la explanada vivan Flix Lara, Dolores Flores,el carnicero del pueblo que viva en la antigua casa de Roberto
Lagarda Cabrera, Crispn Enrquez, Antonio Enrquez, Micaela
Enrquez, Rafael Ochoa y Runa La FinaBorbn Enrquez.
En la parte este de la explanada vivan Jos Flores, el
profesor Humberto Armenta Chaparro, Chabela Borbn,
Reynalda Anaya, Roberto Gonzlez Hernndez y ms al norte
Juan de Dios Figueroa, Jos Juan Czarez, Francisco Vilches,
Leandro y Pancho y Reina Mattan.
Cerca de la escuela nueva vivan el profesor Francisco
Franco Baca, Guadalupe Enrquez, NicoParra y Esteban Ar-
gelles. En la quebrada vivan Roberto Crdenas y Roberto
Brenan, el carpintero del pueblo.
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En La Coyotera viva Pedro don PocicoBorbn, que tena
una pequea tienda de abarrotes, Jess Tras, Jos Borbn yBenjamn Acua y algunas familias de indios guarijos.
En La Plaza de Arriba est la pista de aterrizaje, el tinaco
del agua potable y la unidad deportiva; all vivan Manuel
Velderrin que tambin tena una tienda de abarrotes,
Clemente Miranda, Lolita de Rocha y Melitn Doumerc, entre
otros tantos vecinos.
En Los Jacales han vivido siempre los indgenas mayos,
tarahumaras y guarijos que por alguna razn han llegado para
quedarse.
Un kilmetro al norte del pueblo hay una enorme forma-
cin rocosa con guras de gigantes monolticos, cuyos pies
se refrescan en las aguas del ro Mayo y que parecen vigilar
permanentemente al pueblo; son Los Pilares de San Ber-
nardo, el paisaje natural que con el tiempo se convirti en el
smbolo de la poblacin.En 1974, San Bernardo era una poblacin de unas
doscientas veinticinco casas con alrededor de mil doscientos
habitantes, cuatro tiendas de abarrotes, un billar, una cantina,
una fonda, el centro de salud donde casi nunca haba mdico,
las dos escuelas con trescientos veintiocho alumnos en los
seis grados escolares, educados por los profesores Enrique
Ibarra lvarez, Arnulfo Gonzlez Medina, Humberto Armenta
Chaparro, Alfonso Chinmat, Rafael Green Mrquez, Indalecio
Ypiz, Salvador Snchez Cruz, Bernab Pillado Soto, Josafat
Luna Quijano, Adrin Guilln Mrquez, Felipe Dvila Rodrguez,
Jess Jos Navarro Crdova, Horacio Avendao, Luis Armando
Valenzuela Rubio, Marco Antonio Valenzuela Cervantes y
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Enrique Czarez, dirigidos por el profesor Francisco Juvencio
Franco Baca, quien adems de ser el eterno director, tambincontrolaba la administracin del agua potable, el registro civil y
cualquier programa de desarrollo social del pueblo; era, pues, el
lder indiscutible de la comunidad y lo fue por ms de cuarenta
aos.
La gente viva de la agricultura de temporal, sembrando
maz, calabazas y frijol para autoconsumo y el cultivo comercial
era principalmente el ajonjol, sembrado en una extensin de
alrededor de trescientas cincuenta hectreas, habilitados por
don Hermenegildo Senz Cano, Mario Valenzuela, comerciante
de lamos, Granos La Macarena, Productos Agrcolas, S. A,
Joaqun Hernndez y la familia Zaragoza, de Navojoa. Ese ao
se cosecharon cuatrocientas toneladas, vendidas a cinco mil
pesos cada una.
En toda la regin haba unos cuarenta ranchos que
albergaban unas seis mil cabezas de ganado de raza criolla, lamayor parte vendidas Joe Brown, quien, a su vez, las enviaba
al mercado de exportacin a Estados Unidos y Canad para ser
utilizadas, por el tamao de sus cuernos, en los espectculos
de rodeo.
La tienda de abarrotes de don Gilose encontraba en el
centro de la poblacin, frente a la enorme explanada arenosa
sin rboles, ni plaza pblica. Hacia su frente izquierdo estaba
la fonda de don Felipe Lugo Leyva, al frente la estacin de los
camiones y un poco hacia la derecha, en la bocacalle de la
entrada y salida principal del pueblo, la tienda de abarrotes de
don Roberto Gonzlez Hernndez.
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San Bernardo era por eso exista la puerta de entrada
y salida del comercio de la regin, hacia la sierra en el estadode Chihuahua. Por ah pasaban los troques madereros que
bajaban de los aserraderos de la sierra, las cargas de frutas
de los climas fros serranos, como manzanas, duraznos y
membrillos. La comercializacin del ganado de ambos estados
en aquella regin se haca por esa poblacin; muchos pobladores
sonorenses tenan sus ranchos en Chihuahua y viceversa. Por
eso, a mediados del siglo XXSan Bernardo se convirti para los
pobladores de la sierra chihuahuense en un punto atractivo
para instalarse ah a hacer negocios.
La poblacin haba sido desde 1797 un terreno de cinco
mil 395.2 hectreas, propiedad de don Manuel Angis, originario
de Chnipas, Chihuahua. En 1860, el lugar era una posta de
la ruta nmero 313 del correo de Chnipas a lamos. Tiempo
despus, los terrenos pasaron a ser propiedad de la familia
Argelles, las hermanas Carlotita, Guadalupe, Fina y Cuquitay doa Trinita Flix. A principios del siglo XX, la hacienda de los
Argelles sirvi como almacn temporal de las piezas de acero
del molino de la mina de Palmarejo, localizada en Chnipas,
Chihuahua, y que eran tradas desde Guaymas y luego subidas
a lomo de mula hasta el lugar de la mina. A principios del siglo
XXse asentaron en la poblacin las familias Argelles, Borbn,
Rosas, Tern, Enrquez, Miranda, Anaya, Czarez, Samaniego y
Doumerc, entre otras.
El 20 de diciembre de 1915, un grupo de indgenas mayos
villistas del norte de Sinaloa, al mando del general Felipe
Bachomo, a su paso por el pueblo y perseguidos por el ejrcito
constitucionalista, atacaron la poblacin dando muerte a
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veintitrslugareos. En la primera mitad del siglo XXlas nicas
tiendas de abarrotes que haba en San Bernardo eran la de donJos Mara Egis y la de don Agustn Robles.
A nales de los cuarenta, una gran cantidad de familias
originarias de los municipios de la zona serrana de Chihuahua
como los Senz, Lara, Velderrin, Gonzlez, Bourne, Lagarda,
Valenzuela y Flores se asentaron en la poblacin, al ver que
sta se estaba convirtiendo en una puerta de entrada comercial
de toda la zona serrana.
A principio de los setenta, esas familias dominaban
prcticamente todas las actividades econmicas de la regin.
LOSGUARIJOS
Al norte de la poblacin corre el ro Mayo, llamado
antiguamente ro Macoyahui, sobre una tierra agreste y reseca
mojina, diran los lugareos, alimentado por decenas de arroyos
auentes a los que encuentra en su camino desde la Sierra Madre
Occidental, hasta las planicies en la costa del Golfo de California.
Entre ellos estn los arroyos Guajaray y Los Mezcales. En ese
territorio viven los guarijos, una tribu ancestral que se llama a
s misma makuraweo macoragi, trmino que signica los que
agarran la tierra, o los que andan por la tierra, aunque en la
historia ocial se les ha conocido como ihos, varohos, warijos,guarojos y guarijos.
Los guarijos viven en las poblaciones de Mesa Colorada,
Bavcora, Guajaray, Los Conejos, Los Bajos, Los Estrados,
Todos Santos, San Pedro, La Mesa de Matapaco, La Mesa del
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Tuburi, Basicorepa, el Chinagiro, Chorijoa y Mochibampo,
entre otros. Muy pocos viven en Burapaco.Los ancestros primigenios de los guarijos vivan en cuevas
en la regin de la La Mesa de Matapaco, como lo demuestran los
vestigios rupestres llamados El Cura. Todos los dems rastros
de su historia estn entreverados y sujetos a las referencias
que hay de los tarahumaras y los mayos, sus vecinos mas
cercanos.
La evangelizacin y conquista de los guarijos inici
hacia 1620, cuando los misioneros jesuitas se introdujeron
en su territorio y atrajeron tambin el inters de los varohos,
guazaparis, ihos, baborigamis, baciroas, concaris, chnipas,
guailopopos, guazapares, husarones, macoyagis, tubares,
yecorames, zoes y temoris.
Tres eventos importantes marcaron el rumbo de la his-
toria en la vida de los guarijos: el primero en 1588, cuando
se da el contacto con los conquistadores espaoles que lossometieron, apoderndose de sus tierras y los sometieron
a la evangelizacin. El segundo sucede en 1632 cuando
un levantamiento tribal, comandado por el jefe Cobameai
en contra de los religiosos espaoles, dio lugar a una fuerte
represin contra todos los indgenas de la regin, que ocasion
que los guarijos se desplazaran hacia lo que hoy es el estado
de Chihuahua. Posteriormente, algunos guarijos regresaron
a sus tierras originales. Fue entonces cuando se dividieron
en dos grandes grupos: el de Chihuahua, autodenominado
guarij(warih), inuido por los tarahumaras, y el de Sonora,
llamado guarijo(makurawe), inuido por los mayos. El tercer
evento sucedi a nales del siglo XVIII, cuando se otorgaron las
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primeras concesiones de tierras donde haba vivido por ms de
doscientos aos la etnia guarija, al otorgarle en 1797 a donBartolom Salido y Exodar, vecino del Real de Los lamos,
26,334.15 hectreas comprendidas en los predios Burapaco,
Guajaray, Los Conejos, El Palmar y La Sauceda, localizados en
la provincia de Hostimuri, expedidos en Sinaloa bajo el Ttulo
de Mxico y Real Conrmacin por el Juzgado Ixviativo de la
Intendencia y Gobierno de las Provincias de Sonora y Sinaloa,
para dar paso a siglo y medio de cacicazgos encabezado por
las familias Salido, Flix, Argelles y, nalmente, la familia
Enrquez.
Los blancos llegaron y empezaron a cercar las tierras y
las posibilidades para los indgenas se redujeron. A partir de
entonces, los guarijos empezaron a vivir acasillados en las
tierras de los blancos, como extranjeros en su propia casa.
Entonces, ni maz para el autoconsumo pudieron sembrar. Las
posibilidades de trabajo, cuando se presentaban, eran sumamentedesventajosas y los salarios,cuando haba, eran bajos. Lo normal
era trabajar por la comida y no se contaba con una jornada de
trabajo denida; los trabajadores tenan que estar a disposicin
del patrn de da y de noche.
Los blancos les pagaban bajos salarios, a veces con maz,
otras veces los ponan a sembrar a medias en los mahuechis,
pero casi siempre slo alcanzaban a ganar cinco litros de maz
o un litro de sal, o a criar ganado al partido con ellos, que en
realidad vena siendo al tercio. En esas circunstancias, las
mujeres guarijas tenan que salir al monte en busca de frutas
silvestres, como pitahayas, echos, tempisques, guamchiles,
miel silvestre y chchigo. A veces, los indgenas cazaban con
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trampas venados; ante la escasez de ries o con la ayuda de los
perros, cazaban jabales en las cuevas. Tambin pescaban enel ro Mayo bagres, mojarras y cochirones, o cauquis, como les
dicen los blancos.
Las estas y celebraciones de los guarijos estn nti-
mamente vinculadas con el calendario agrcola anual de la
esta de Semana Santa, celebrada en los antiguos pueblos
de las misiones de la Sierra, y con el calendario domstico,
representado por las estas tuburio tuburada, celebradas en los
patios de las casas en las rancheras. Sus creencias religiosas y
la tradicin oral estn relacionadas con la naturaleza, el agua,
la tierra, la Virgen la madre de todos y con Dios el creador
del hombre, simbolizado por la cruz, la cual puede observarse
en las casas y en las milpas, o tambin pendiente de una
cadena, sobre el cuerpo, como proteccin contra accidentes y
enfermedades.
En torno a la cruz, para la llegada de las aguas loshombres guarijos de Sonora danzan La Pascola, con msica de
arpa y violn, mientras que las mujeres bailan La Tuburada,o
Tuburi;estas danzas en honor a Dios y a la naturaleza aseguran
la abundancia de cosechas y la reproduccin del grupo mismo.
En Sonora, por las fechas de la cosecha se lleva a cabo la
esta anual de la cavapizca, que normalmente dura tres noches.
En esta celebracin, en la que participa el maynate(cantador y
maestro rezandero), los hombres bailan La Pascolay las mujeres
La Tuburi. Todas las estas religiosas estn marcadas por el
sincretismo entre la cosmovisin guarija y los smbolos de la
religin catlica.
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DONJOSHERMENEGILDOSENZCANO, DONGILO
Era originario de la Hacienda de Arechuyvo, municipio de
Uruchic, Chihuahua, donde naci el 30 de diciembre de
1909. Hijo de don Jos Hermenegildo Senz y Trejo (1880-
1946), escritor, poeta, periodista y comerciante y de Altagracia
Cano de Los Ros. Sobrino de don Victoriano Senz y Trejo
(1883-1940), un profesor que lleg a ser diputado en la XXIX
legislatura, que expidi la Constitucin chihuahuense del 25 demayo de 1921. Sobrino nieto de Victoriano Senz (1850-1927),
propietario y patriarca de la hacienda Arechuyvo, intelectual
liberal, lntropo, promotor de la educacin y la cultura en su
pueblo y editor de la revista Lecturas Culturales. Sus hermanos
fueron Mara del Refugio, Rafael, Telo, Victoriano, Enriqueta,
Francisco y Mara Loreto.
La familia Senz haba fundado la hacienda Arechuyvo
desde principios del siglo XIX, cuando sus primeros ascendientesllegaron a la ciudad de Chihuahua, provenientes de la provincia
de Navarra, Espaa.
Don Gilo creci en la hacienda de su padre, educado
con las ideas liberales de sus antepasados, tan arraigadas
que cuando se cas con Angelina Flix, vecina de su rancho, que
perteneca a una familia muy catlica, tuvieron que hacerlo en
un arroyo fuera de la hacienda, porque en ese tiempo a los
sacerdotes les estaba prohibido entrar. Su padre le ense
el ocio de tenedor de libros y todo lo relacionado con la
administracin de una hacienda y el comercio de abarrotes,
pero en su pueblo aprendi lo que sera su pasin por el resto
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de su vida: tocar el violn. Lo aprendi tomando clases con un
maestro de su pueblo, por lo que saba ejecutarlo leyendo lasnotas. La msica era para lo que a cualquier hora del da o la
noche, siempre estaba dispuesto. Recin casado y cuando sus
hijos comenzaron a nacer, decidi irse a vivir al mineral de Santo
Nio, cerca de la poblacin El Pilar de la Cinega, municipio
de Moris, Chihuahua, a ayudar a su hermano Telo, quien
tena una tienda de abarrotes en sociedad con don Manuel Lara
Mendoza, oriundo de ese lugar.
En 1945, en un incendio forestal don Manuel Lara
Mendoza, un empresario visionario y emprendedor, perdi las
pocas cabezas de ganado que tena y decidi emigrar a San
Bernardo, ya que en sus anteriores viajes hacia Navojoa a
comprar mercanca para su tienda, al pasar por ese lugar, pudo
darse cuenta que el poblado tena un futuro promisorio como
puerta comercial de toda la zona serrana.
Al enterarse de los planes de don Manuel Lara Mendoza,el padre de don Gilo, en una carta enviada desde Arechuyvo, le
recomend llevarse a su hijo Jos Hermenegildo como socio a
San Bernardo.
A nales de 1947, don Manuel Lara Mendoza parti con
su familia desde la alta serrana, bajando por toda la orilla
del ro Mayo viajando durante seis das, cruzando el territorio
guarijo hasta llegar a San Bernardo.
Al llegar al pueblo, don Manuel compr una casa e instal
su tienda, surtindose de mercanca con la empresa mayorista
Almacenes del Mayo, localizada en Navojoa, e inmediatamente
despus mand llamar a don Gilo para que se viniera a San
Bernardo a trabajar con l como socio.
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As fue como en 1948 don Gilo lleg con su familia a San
Bernardo con una doble intencin: prosperar econmicamentey ofrecerles educacin a sus hijos, a quienes instal en lamos
en compaa de su esposa Angelina, mientras l se quedaba
solo a trabajar en el pueblo.
La sociedad con don Manuel Lara Mendoza dur exito-
samente cuatro aos, hasta que don Gilo decidi poner su
propia empresa. Se separaron en buenos trminos y don Gilo
le compr una casa, localizada en el centro de la poblacin, a
don Agustn Robles, un antiguo comerciante del lugar, donde
puso su comercio de abarrotes, esta vez en sociedad con su
hermano Victoriano, dedicndose tambin a la compra y venta
de ganado y semillas, principalmente ajonjol, que era lo que
ms se produca en ese tiempo en la regin.
Don Giloera un hombre muy disciplinado. Todos los das
se levantaba a las cinco de la maana y encenda la planta de
electricidad. Con los aos, sa se convirti en la seal en el pueblo
para que los adultos se levantaran, y en las noches cuando la
apagaba, para que los nios ya no anduvieran en la calle. Junto
a la tienda, tena una ocina donde instal un radio telfono, una
caja fuerte y un escritorio, desde donde controlaba sus negocios
de compra-venta y cra de ganado al partido y la habilitacin
de la siembra de ajonjol, que luego le venda a don Joaqun
Hernndez, de Navojoa.
Era un hombre culto, lea libros de historia y novelas dela revolucin mexicana y rigurosamente la revista Siempre,
que su hijo Roberto le enviaba desde Navojoa y luego l se la
reenviaba a su amigo don Isauro Ramos hasta Gochico, un
pueblo perdido en las entraas de la sierra. Se enteraba de
las noticias escuchando la radio en las madrugadas y luego
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las comentaba con sus clientes en las tertulias que se organizaban
alrededor del mostrador de su tienda durante el da.El negocio de los hermanos prosper y pronto pudieron
comprar algunos ranchos de la regin, como Gocojaqui, Potreri-
llos, Las Conchas y Tetacora, adems de los que haban heredado
de sus padres: Palmarito, San Luis Babarocos y Arechuyvo.
Con los aos, don Gilo se convirti en un hombre
respetado y apreciado por toda la comunidad; siempre tena
disposicin para ayudar a quien lo necesitaba; era el lder
indiscutible del pueblo, el que tena la ltima palabra en algn
litigio legal o social. Era el nico hombre del pueblo al que el
profesor Francisco Franco Baca nunca le disput el liderazgo.
Particip con decisin en todos los proyectos de desarrollo
del pueblo, como la construccin de las escuelas, el centro
de salud y la introduccin de los servicios de agua potable y
electricidad. Varias veces fue invitado a participar como regidor
en el ayuntamiento de lamos, pero la poltica fue algo quenunca le interes.
Su verdadera pasin fue siempre la msica. A cualquier
hora del da, aprovechaba sus ratos libres para tocar su
inseparable violn. Una vez, hizo un viaje especial a Navojoa a
escuchar a la Orquesta Sinfnica del Noroeste, ya que pocas
veces haba oportunidades de hacerlo y siempre que viajaba
al Distrito federal a visitar a sus hijos que estudiaban all los
invitaba a Xochimilco para escuchar los mariachis. Tambin
acostumbraba a viajar de vez en cuando a Guadalajara, donde
tambin tena hijos y sobrinos estudiando.
Para 1974, el ao del secuestro, su hermano Victoriano
ya haba muerto de cncer y todos sus hijos vivan lejos de San
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Bernardo; slo su esposa Angelina haba regresado al pueblo
para acompaarlo.
BURAPACOYLOSENRQUEZ
Burapaco es un rancho, un pueblo localizado al norte de San
Bernardo, al otro lado del ro Mayo, en pleno corazn de la
nacin guarija.
Esas tierras donde vivan los indios guarijos le fueronescrituradas en 1797 a don Bartolom Salido y Exodar, tesorero
de la Real Caja de lamos, a quien la Provincia de Sinaloa le
otorg ttulos de los predios Burapaco, Guajaray, Los Conejos,
El Palmar y La Sauceda.
En 1832, don Jos Salvador Salido, descendiente de don
Bartolom Salido y Exodar, se los vendi a don Fernando Flix,
vecino de la ciudad de lamos.
Es probable que en la segunda mitad del siglo XIX
don Agapito Enrquez Czares, originario del mismo lugar,
adquiriera todos esos terrenos y luego los heredara a todos sus
descendientes de las cuatro esposas que tuvo. Agapito Enrquez
Czarez se cas primero con Josefa Argelles y sus hijos fueron
Agapito, Flix, Leobardo y Manuel Enrquez Argelles; muri
Josefa y cas con Severiana Flores con quien tuvo a Isaac,
Antonio y Severiano Enrquez Flores; luego de morir Severiana,se cas con Dolores Mendvil y tuvieron a Daniel, Dolores, Ral,
Aureliano y Enrique Enrquez Mendvil y, nalmente, tuvo con
Ramona a Ramn, Manuel y Guadalupe, tambin Enrquez
Argelles.
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A principio de los aos setenta, don Agapito Enrquez
Argelles y los dems miembros de la familia Enrquez vivan enel rancho Burapaco y posean todos los terrenos que les hered
su abuelo Agapito Enrquez Czarez. Don Agapito Enrquez
Argelles posea el predio Burapaco, el cual tena dividido
en los potreros La Amapa, El Saucito, La Mesa Colorada y El
Babjori y adems posea el predio El Saz, localizado cerca de
Bavcora. En total, criaba unos cuatrocientos animales, entre
vacas, mulas y caballos.
Don Agapito Enrquez Argelles estaba casado con doa
Petra Rosas, oriunda de Tepara, y tenan cinco hijos: Benita,
casada con Jess Mendvil; Josefa, casada con Bernardo Lpez;
Irma, casada con Francisco Lara Valenzuela; Agapito, casado
con Sofa Miranda Doumerc, y Andrs, casado con Francisca
Doumerc. Todos sus hijos vivan en Navojoa, con excepcin de
Agapito, quien trabajaba con su padre en el rancho.
Burapaco era una pequea poblacin de unas doce casascon una explanada al centro donde se planeaba construir una
plazoleta, pero donde nalmente se construy un centro de
salud.
Don Agapito tena su casa en la parte sur del pueblo,
al pie de una pequea loma, construida un metro por encima
del nivel natural del terreno, por lo que para llegar a la puerta
principal haba que subir unos diez escalones. La suya era
una casa antigua y grande con un largo portal con las clsicas
columnas de madera de amapa y dinteles labrados, que cubra
todo el frente de la propiedad. Al frente, haba dos puertas de
madera; una, que daba a la casa y, otra, que siempre estaba
cerrada y daba a una pieza en la que don Agapito tena una
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especie de tienda en la que venda todo tipo de mercancas
pero que slo la abra cuando alguien necesitaba comprar algo.Construida en adobe, tena las tpicas caractersticas de las
casas de la regin de principios del siglo XX, techos de tierra y
vigas de gusima, con varias piezas, y un patio trasero grande
donde haba un sonogoripara almacenar la comida. Doa Petra
Rosas haba hecho colocar en una de las piezas una enorme
estampa de la virgen de Guadalupe, a quien le guardaba un
verdadero fervor, tanto que cada 12 de diciembre organizaba
una gran velacin en honor a la santa patrona y haca ir a todos
sus descendientes a la esta.
A un lado de la casa del padre, Agapito hijo haba cons-
truido la suya para vivir al lado de su esposa Sofa Miranda
Doumerc, con quien se haba casado apenas unos cuatro aos
antes y an no tenan hijos. La del hijo era una casa moderna,
hecha de ladrillo y piso de cemento, que contrastaba con el
estilo de la de su padre.
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BREVEHISTORIADELAGUERRILLAENMXICO
La conviccin en la justicia y la conviccin de sus ideashacen del revolucionario un hombre capaz de todo;
capaz de aceptar con abnegacin los mayores sacricios,
capaz de convencer a una persona.La profunda conviccin que hace a un guerrillero
No es el equipo que porta,sino su completa conviccin de declarar la guerra.
RALFLORENCIOLUGOHERNNDEZGuerrillero sobreviviente del asalto al cuartel de
Ciudad Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965.
El origen de la guerrilla en Mxico se remonta al 29 de febrero
de 1964, cuando un grupo de campesinos armados destruy eincendi, en el municipio de Madera, Chihuahua, un puente
propiedad de la familia Ibarra. Esa fue la primera accin militar
pblica del Grupo Popular Guerrillero (GPG), encabezado por
Arturo Gmiz Garca, y se puede considerar como el inicio de la
lucha armada revolucionaria socialista en Mxico, sustentada en
la doctrina marxista. En el lugar de los hechos, los guerrilleros
dejaron el siguiente recado:
A las autoridades civiles y militares: hemos tirado este puente
como apoyo a las invasiones de tierra y para que dejen en libertad a
los campesinos y lideres presos y seguiremos manifestando nuestra
inconformidad en formas ms drsticas.
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Despus de sta primera accin militar de GPG, su
actividad se centr en una fase de autodefensa, construccinde las estructuras de apoyo, comunicacin, abastecimiento de
medicinas, vveres, ropa y traslado de combatientes del medio
urbano al rural, que se prolong hasta julio de ese ao.
Lo primero que el grupo intensic fue la preparacin
poltica e ideolgica de las comunidades campesinas de la
sierra donde tena su mayor presencia. Durante ese tiempo,
elementos de la Polica Judicial del estado y el Ejrcito Mexicano
persiguieron a los rebeldes, recorriendo parte de los estados de
Sonora y Chihuahua, tratando de neutralizar el incipiente foco
insurgente.
Los guerrilleros se regan por los lineamientos polticos,
cdigos ticos y los documentos emanados del Primer Encuentro
de la Sierra, llevado a cabo en Cebadilla de Dolores, Madera,
Chihuahua, en octubre de 1963.
Aunque su estructura organizativa era dbil, el grupoguerrillero decidi, entonces, realizar una operacin blica de
hostigamiento para proteger su base campesina. La operacin
seconcret el 15 de julio de 1964; consisti en atacar el cuar-
teldela Polica Judicial del estado en Dolores, Chihuahua. Su
objetivo era desarmar a los judiciales comandados por el ex
pistolero de la familia Ibarra, Rito Caldera, comandante local de
la Polica Judicial, y destruir las instalaciones para evitar que
siguieran reprimiendo a los pobladores de la zona.
La segunda etapa de la ofensiva militar del GPG se
realiz el 23 de septiembre de 1965, da en que decidi tomar
por asalto el cuartel militar de Ciudad Madera, poblacin
enclavada en lo alto de la sierra de Chihuahua. En el
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fallido intento, murieron ocho de los combatientes: el profesor
Arturo Gmiz Garca, el estudiante scar Sandoval Salinas, elcampesino Salomn Gaytn Aguirre, el profesor y doctor Pablo
Gmez Ramrez, el estudiante Emilio Gmiz Garca, el campesino
Antonio Scobell Gaytn, el profesor Rafael Martnez Valdivia y
el profesor Miguel Quinez Pedroza. Slo sobrevivieron Ramn
Mendoza Torres, Francisco Ornelas Gmez, Guadalupe Scobell
Gaytn, Ral Florencio Lugo Hernndez y Jos Juan Fernndez
Adame.
Dos aos despus, un grupo de estudiantes, profesores y cam-
pesinos bajo el liderazgo de scar Gonzlez Eguiarte, fundan el
Grupo Popular Guerrillero Arturo Gmiz (GPGAG).
scar Gonzlez Eguiarte era un antiguo lder campe-
sino de la Unin General de Obreros y Campesinos de Mxico
(UGOCM) que a principios de los aos sesenta haba tenido una
intensa participacin al lado de Arturo Gmiz Garca y el doctor
Pablo Gmez Ramrez, y que era parte de otro de los grupos deasalto al cuartel de Ciudad Madera, pero debido a las adversas
condiciones climatolgicas de esos das no pudo llegar a tiempo
con su grupo y no particip en el asalto, como tampoco pudo
llegar a la cita por las mismas razones el otro grupo encabezado
por Salvador Gaytn Aguirre.
El objetivo primordial del Grupo Popular Guerrillero
Arturo Gmiz, era continuar con el proyecto guerrillero iniciado
por el GPG, impulsando un foco guerrillero rural en la sierra de
Chihuahua; para eso, scar Gonzlez Eguiarte fue designado
como su comandante, jefe poltico y militar.
Al mismo tiempo, pero muy lejos de ah, en el estado
de Guerrero un joven profesor rural llamado Lucio Cabaas
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Barrientos se refugiaba en la sierra de su estado, despus de que
un mitin realizado en la plaza central de Atoyac de lvarez, enel que solicitaba la destitucin de la directora de la escuela Juan
N. lvarez fue brutalmente reprimido por la fuerza pblica.
Casi al mismo tiempo, otro profesor rural en Guerrero,
llamado Genaro Vzquez Rojas, dirigente de la agrupacin
llamada Accin Cvica Guerrerense, realizaba su primera accin
guerrillera en la comunidad El Paraso, al atacar una hacienda
cafetalera.
Desde esa fecha y hasta 1969, Lucio Cabaas se dedic
a la tarea de formar un grupo guerrillero y a organizar su
agrupacin denominada Partido de los Pobres. Tambin recorri
gran parte de la sierra, tratando de consolidar en los ejidos y
centros de poblacin campesina unas formas organizativas que
denomin Comits de Autodefensa, o Comits de Lucha. Por
su parte, Genaro Vzquez hacia lo suyo, organizando a su grupo
en otra regin de Guerrero.Mientras tanto, en Chihuahua, el 7 de agosto de 1967, el
GPGAGinici sus actividades militares ajusticiando en la sierra
de Ciudad Madera, al cacique y terrateniente Ramn Molina. El
gobierno reaccion de inmediato, comenzando la persecucin
del grupo y ofreciendo diez mil pesos de recompensa por su
captura.
Casi un ao despus, el 19 de julio de 1968, el GPGAGasalt
e incendi el aserradero Maderas de Tutuaca, SA, localizado
en la poblacin de Tomchic, municipio de Guerrero, en una
operacin bautizada como Miguel Quinez Pedroza, en honor
al uno de los cados en el asalto al cuartel de Ciudad Madera.
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Nadie result herido y antes de huir a caballo hacia los bosques
de la regin, los insurgentes dejaron un maniesto rmadopor scar Gonzlez Eguiarte, Juan Antonio Gaytn Aguirre y
Guadalupe Scobell Gaytn, este ltimo sobreviviente del asalto
al cuartel de Ciudad Madera, justicando su accin militar y su
vinculacin con la desaparecida organizacin poltica y militar
Grupo Popular Guerrillero, comandada por el profesor Arturo
Gmiz Garca. El gobierno moviliz tropas de la Quinta Zona
Militar, acantonadas en la capital de Chihuahua, para cercar
y aniquilar el ncleo armado. El grupo y en particular scar
Gonzlez Eguiarte, no tom en cuenta que las condiciones de
apoyo popular que en 1965 tena el GPGhaban cambiado mucho
y ellos ya no contaban con el apoyo campesino, indispensable
para su subsistencia, y al ver la intensa ofensiva militar que se
inici contra ellos, decidieron internarse en lo profundo de laSierra
Madre Occidental, rumbo a la frontera con el vecino estado de
Sonora.A principios de agosto, la Secretara de la Defensa Nacio-
nal puso en operacin un operativo militar, llamado Operacin
guila y Nudo Corredizo, enviando a la zona tropas de la Quinta y
Cuarta Zonas Militares de Chihuahua y Sonora, respectivamente.
La operacin militar contrainsurgente se conform de cinco
columnas antiguerrilleras, que avanzaron al mismo tiempo
desde distintos puntos y posiciones. Das despus, la posicin
de los guerrilleros fue detectada y un helicptero de la Fuerza
Area Mexicana fue enviado a investigar y al aterrizar en un
lugar de la sierra. Qued inutilizado por los guerrilleros. En la
accin muri el piloto del helicptero y fue capturado un teniente
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coronel de Caballera, pero fue puesto en libertad horas ms
tarde con un recado que deca:
Representantes del rgimen burgus que gobierna, ustedes
son los responsables de la situacin. Cese la persecucin y
resulvase [sic] los problemas del pueblo. De otra manera
seguiremos en pie de guerra.
Firma: Comando Militar Revolucionario del GPGAG.
Los guerrilleros recuperaron del helicptero cajas de par-
que, tres ries M-2, dos pistolas Colt 45, dos relojes de pulsera
y ciento sesenta pesos. Del lado de la fuerza insurgente nadie
result lesionado y la accin fue bautizada como Operacin
Antonio Scobell Gaytn, en honor a otro de los cados en el
asalto de Ciudad Madera.
La maana del 23 de agosto de 1965, a cinco kilmetros
de la comunidad de Gosogchic, en el punto llamado La Mesa
Larga, en el estado de Chihuahua, al dar vuelta en un recodo
de la vereda por la que caminaban, los guerrilleros se encontra-
ron de frente con las tropas comandadas por el teniente coronel
Gregorio Lpez, al mando de 125 soldados de la VZona Militar
de Chihuahua, reforzados con miembros de la Polica Rural de
Uruchic. Al frente del grupo iba Carlos David Armendriz Ponce,
de 17 aos de edad, el ms joven de todos, quien ante la sorpresa
no alcanz a accionar su arma y cay herido por las balas de los
soldados. Los otros, que caminaban metros atrs, lograron recular
y cubrirse entre los rboles y los peascos de la orilla del camino.
Carlos David Armendriz Ponce qued tirado en el suelo y desde
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ah, herido, les grit a sus compaeros que se retiraran, que l
los cubrira.Desde donde estaba, y protegido slo por su mochila,
Carlos David dispar con ferocidad y valenta su fusil M-2,
causando el desconcierto entre los soldados. Desde atrs, su
compaero Arturo Borboa Estrada, empuando su ametralladora
Thompson calibre .45, hizo lo mismo. En los veinticinco minutos
que ambos duraron disparando al enemigo, los dems lograron
salir de la emboscada. En medio de la refriega, scar Gonzlez
Eguiarte fue herido en la espalda, perdi su equipo y tuvo que
ser ayudado por sus compaeros para salir del lugar.
Todava, cuando los guerrilleros se encontraban a ms de
trescientos metros del lugar del ataque, escuchaban los gritos
de Carlos David, ordenndoles salir del peligro; despus de unos
minutos, los gritos del guerrillero dejaron de escucharse: haba
cado abatido por las balas.
Despus de lograr salir del alcance del ejrcito y reponersede la fatiga de la huida, los guerrilleros buscaron un refugio
seguro, curaron las heridas de su comandante herido y se que-
daron en el escondite en espera de que Gonzlez Eguiarte se
recuperara, ya que la mala alimentacin, los das de caminata
y el esfuerzo no les ayudaron a tomar fuerzas pronto. Pasaron
diez das en el escondite y al ver que las heridas de scar no
terminaban de sanar, tomaron una decisin denitiva: bajaran
a Sonora, con la esperanza de llegar hasta Ciudad Obregn,
curar a su comandante y escapar del acoso militar.
En Chihuahua, la noticia de las actividades de los
guerrilleros en la sierra corra como reguero de plvora y la
prensa presionaba a las autoridades para que les diera a conocer
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la realidad de los hechos, ya que el ejrcito se negaba a dar la
menor informacin al respecto.El 3 de se