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El Blog
Gastronomía 2.0
Jordi Mateo
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Este libro, no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo
permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.
Título original: El Blog, Gastronomía 2.0
©Jordi Mateo, 2011 Creative Commons
©JM Ediciones.
Diseño portada: E. Terrats J.. © Creative Commons
Ilustración cubierta: E. Terrats J.. © Creative Commons
1ª Edición, Abril 2012
Impresión: www.lulu.com
ISBN 978-1-4716-5405-3
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Intro “Inducción”
Unos buenos amigos, me aleccionan de que han
empezado la ardua tarea de crear un blog de
cocina, uno de esos blogs gastronómicos tan de
moda y que tantas pasiones levantan.
Mi primera pregunta, la primera pregunta que
me hice fue ¿un blog de cocina, para qué? Arduo
y veloz, fui a visitarlo. He comido muchas veces
en su casa, he tenido el placer de hacerlo y
compartir con ellos mesa y cocina, pero
continuaba sin saber el porqué de aquella apuesta
culinaria 2.0.
Poco a poco, fui familiarizándome con tan
suculento colectivo, familiarización esta, que me
hacía navegar por un extenso mar de dudas y
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entendía aún menos, el porqué de esa aventura de
mis amigos.
¿Qué extraña circunstancia les animó a crear
un blog de cocina? Continuaba estando perdido,
no entendía nada. Debía investigar, llegar hasta la
trastienda de todo ese embrollo, conocer la
“cocina del infierno” y sus entramados. Cual
detective privado, empecé empapándome,
introduciéndome en ese gastronómico mundo
que ha convertido el ciberespacio en una
andadura a bordo de blogs culinarios, rápidos y
veloces, como si un bólido de F1 se tratase,
muchos de ellos, calzados con neumáticos
Michelin.
Empecé a navegar y a familiarizarme con
ingredientes totalmente ignorados por mí,
empecé a entender —no sin esfuerzo— que
ahora, una magdalena de las de toda la vida, ya no
se llamaba de esa forma, sí, esa magdalena que se
nos bebe medio café con leche, ahora, se llamaba
muffin, las encontré de todos los tamaños y
colores, aposentada sobre papelitos de colores y
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diseños muy cuquis. Lloré por mi magdalena
aceitosa con aquel soporte de papel de estraza y
que los más avispados, como Germán, el
panadero de mi pueblo convertía en algo
diferente añadiéndole unos piñones. Muffin.
También descubrí, que el término KitchenAid,
se refería a una batidora. Me volvió loco el
anglicismo. No acababa de entender, como
alguien podía tener un espacio donde todo era
KitchenAid ¿Qué carajo es eso?... y ahí me tenéis,
en las entrañas de la wiki, buscando el aparatito.
Descubrí como se hacen los bund cakes, los plump
cakes, los brioches, panettones, los monkey bread e
incluso bizcochos y panes de toda la vida, eso sí,
con KitchenAid. A partir de ese momento, en mi
existencia, habrá un antes y un después. I love
KitchenAid.
Me llenaba de asombro, como alguien podía
dedicar su tiempo y su espacio 2.0, en llenarlo de
recetas KitchenAid. No veas, lo que da de sí un
aparatejo. Acababa de descubrir una mina, mi
mina, de ella, saldría mi novela, mi inspiración.
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Empecé a descubrir, algunas personas que no
pueden comer de nada, absolutamente de nada
porque tienen algún problema estomacal o alguna
enfermedad de esas que no las encuentras ni en
google y a su vez, tenían un blog de cocina. A su
vez, dejaban comentarios en blogs de otros
colegas, solo para decir: “Muy bueno pero no puedo
con…” La “pupas 2.0”
Descubrí el mundo de los veganos, hasta ese
momento, los hacía oriundos de alguna Vega del
planeta, pues no, ese término se refería a los
vegetarianos:
"El veganismo es una filosofía de vida que
excluye todas las formas de explotación y
crueldad hacia el reino animal e incluye una
reverencia a la vida. En la práctica se aplica
siguiendo una dieta vegetariana pura y anima el
uso de alternativas para todas las materias
derivadas parcial o totalmente de animales".
Donald Watson, miembro fundador de la
Sociedad Vegana (Vegan Society)
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¡Qué interesante! Una forma de comer,
convertida en filosofía. ¡Si Sócrates levantase la
cabeza! ¡Se iba a enterar Sócrates lo que es
filosofía!
Llamarme inculto, lo admito. Pero este nuevo
mundo, el de la gastronomía 2.0, me estaba
enseñando muchas cosas y todo gracias al blog
de mis amigos, pero continuaba sin entender,
como ellos, se encontraban en medio de esa
vorágine, por lo que continué indagando.
Descubrí un nuevo lenguaje, sobre todo en los
comentarios, algo parecido al lenguaje que se
utiliza en los SMS y solo propios de ese medio.
Pues bien, la gastronomía 2.0 en sus blogs
culinarios, también tenía un idioma propio, con
palabros perfectamente adaptados y muy útiles a
la hora de opinar, a la hora de decirle a la
cocinera que prepara esos KitchenAid: “mi niña”
“me lo llevo” “muacks, muacks” “menuda pinta”
“bonita foto” “te ha quedado precioso” y algunos otros
con cierto aire envidiosillo: “yo también lo hice” “yo
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no le puse sal” o aquel clásico “probaré tu versión eso
de la sal me ha intrigado”.
Después, también descubrí en ese medio a
auténticos y auténticas reproductores o
reproductoras, cual lorito parlanchín de recetas
que habían visto en otros lugares. ¿Qué sentido
tenía eso? ¿Pero esto, no es la Cocinita de
Teresita y sus fogoncitos punto com? Pues…
enséñanos tus cositas y no las recetitas de una
revistita.
Pero si algo me llamó la atención
especialmente, eso fue el clásico “yo te doy cremita,
tú me das cremita” eso ya era, rizar el rizo.
Estrategia —la vida lo es, pura estrategia— en
estado puro, la vileza.
Publicidad encubierta, divos y divas, los “más
mejores” del mundo bloguer y del mundo
gastronómico, los dioses del muack, muack 2.0.
Cada vez entendía menos que hacían mis amigos
sumidos en ese mundo.
Me di cuenta, al cabo de unas semanas de
investigar e investigar, que había algo muy común
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en algunos cocineros 2.0 y ese algo, no era otro
que su búsqueda incesante de El Dorado.
Probablemente, alguien les había comentado
que uno con blog, podía sino hacerse rico, vivir
de él. Era evidente. Todo por la pasta.
También, llegue a la conclusión de que algo
nuevo se cocía en el ciberespacio. Los blogs de
cocina o gastronómicos, eran el lugar ideal para
de forma subliminal, colocar publicidad barata,
fiable y de mucha magnitud entre cientos de
lectores, miles y de por vida, ya sabéis… el caché
de internet.
Estaba claro, cualquier fabricante, pongamos a
modo de ejemplo Muffins El Acueducto —antes
Magdalenas Jacinta— envía un lote demostrativo
a varios de esos divos y divas, estos, lo agradecen,
lo publicitan en su blog y convocan un concurso
donde estén presentes esos muffins, la cadena
acaba de empezar. Hay muchos especialistas de
eso en la gastronomía 2.0. Como también hay
auténticos especialistas del sector, “creativos”,
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organizadores de eventos, publicistas,
restaurantes esperando que hablen de ellos,
productos gourmet—ahora todo es gourmet— en
las estanterías de un supermercado, podemos
pasar de la marca de toda la vida a la marca
blanca —curioso nombre— y de ahí a la gourmet.
Existen productos gourmet absolutamente de
todo, de todo. Curiosamente, en algunos casos, el
producto es el mismo que el de la marca blanca,
pero envasado en negro —imprescindible para un
producto gourmet— y caligrafiado en oro.
Cuántas cosas estaba aprendiendo, pero
continuaba sin saber el porqué de la presencia de
mis amigos en ese 2.0. ¿Por qué? —Hola
Mourinho—. Continué y continué, esto era un
filón.
Pimienta de Sichuan, de Jamaica, pimienta
Ashanti, de Java, de las Indias… aprendía y
aprendía.
Fresas con garbanzos, alubias rojas de Oaxaca
con chile y mermelada de guayaba, Rabo de toro
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con zumo de grosella y bolitas de boniato al
bicarbonato sódico… vomitaba y vomitaba.
Especias exóticas, productos químicos para
espesar el agua, productos químicos para licuar la
harina que después mezclaríamos en el
KitchenAid, productos químicos para convertir el
rojo del tomate en un gazpacho verde y otros
para convertir el verde de las acelgas en un
sugerente azul a fin de sorprender a los
comensales… flipaba y flipaba.
Pero mis dudas, continuaban sin esclarecerse
¿Qué hacían mis amigos sumidos en ese mundo
2.0? Ellos, eran personas normales…
Continué indagando, investigando. Hasta el
momento, me había centrado en todos esos
aspectos que he relatado ¿pero? Debían haber
más personas como mis amigos, seguro. Tenía la
imperiosa necesidad y la necesidad imperiosa de
encontrarlos ya que las generalizaciones, nunca
fueron ni agradables, ni de recibo, ni reales.
Efectivamente, los encontré, encontré a
muchos y muchas, personas normales, con su
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bloguito 2.0, cabalgando por la red, contra
vientos y mareas. Pero curiosamente, no
encontré en lo que yo definía como personas
normales a ningún divo ni a ninguna diva. Ellos,
tenían blogs normales, para gente normal. En sus
espacios, no había publicidades, ni productos
promocionales, ni concursos, ni quedadas en
restaurantes donde se comía de gratis, a cambio
de una entrada en su 2.0 no, eso estaba destinado
a divas y divos. Eso era otra cosa. Me di cuenta
enseguida de por dónde iban los tiros, ahora,
empezaba a entenderlo todo. Definitivamente,
aquello era para algunos su Dorado, muchos lo
habían conseguido, era evidente, algunos,
soñaban con ello y otros, empezaban de cero su
ardua labor, su camino al estrellato en esto del 2.0
siguiendo patrones de divos y divas. Ese camino,
empezaba, naturalmente, siendo amiguete de esos
divos y divas, el reto no era fácil, pero había que
probarlo.
Uno, que es de muchos paralelismos, no pudo
olvidarse de dos cosas, de un chiste que iba al
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tema que ni pintado y de una frase de Tolstoi. Lo
tenía claro y era evidente que mis amigos, al igual
que otros bloguers que habían empezado su
espacio 2.0, les sucedió como aquel que le invitan
a una fiesta de intercambio de parejas y él, es el
único que van con su mujer. Esa guerra era otra.
En honor a la verdad, debo decir que haber
conocido ese mundo me ha entusiasmado, tanto
que ha actuado en forma de musa para crear mi
última novela, esta que estáis a punto de leer y
que si tenéis valor y mucha voluntad acabareis.
También estoy contento, porque finalmente y
gracias a todo esto, he descubierto porque mis
amigos se habían inclinado a hacer un blog
gastronómico, si sois capaces de leer esta novela
hasta al final, sacar vosotros mismos vuestras
conclusiones.
Estoy totalmente convencido, que esta obra, la
cual aprovecho para decir, fue eliminada del V
Premio Volkswagen Que Leer, no tendrá ni por
asombro el éxito que tienen algunos libros de
recetas que editan algunos divos y divas del 2.0 y
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donde reproducen las recetas de su blog, no
entiendo donde está la gracia, pero, lo que sí es
cierto, es que esta novela refleja lo que muchos
bloguers del mundo gastronómico 2.0 piensan y
ven con sus propios ojos.
Por lo tanto y después de lo expuesto, solo
deciros que podéis sustituir el modelo y marca
del vehículo de esta novela por el que más os
guste, uno también soñó con su Dorado y era
condición sinecuanem, hacer aparecer en el premio
la marca y modelo de la firma que paga la fiesta.
Vergonzoso, pero así es la vida.
Ahora, os dejo con vuestra lectura, se me
acaba de quemar un pan de pipas de calabaza,
espelta, trufado con masa madre y levadura de
coco de Tasmania y que había hecho en una
KitchenAid recién comprada, no pasa nada, me
quedan los muffins de anacardo y jarabe de
bacalao que hice ayer. Ser felices.
“Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no
deseo con exceso lo que no tengo."
Leon Tolstoi
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“Se dice que las mujeres son vanidosas por naturaleza; es
cierto, pero les queda bien y por eso mismo nos agradan
más.”
Johann Wolfgang Goethe
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Capítulo I
“El trabajo es el refugio de los que no tienen
nada que hacer”
Oscar Wilde
Como sospechaba, Montse recibiría aquel día una
mala noticia, la peor de las noticias. Era once
de noviembre, pero no se trataba de un once de
noviembre como el de todos los años, no. Era
once de noviembre del 2011, es decir, 11-11-11.
Montse era muy supersticiosa, tanto, que
aquella mañana, antes de dirigirse a la oficina,
había dejado encendidas dos velas rojas, a las que
había atado una cinta color verde, que
previamente y durante tres noches, al relente y
sumergidas en orín de gato negro, cumplirían con
el ritual de aquel día, tal como había explicado
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Madame Tuert, aquella pitonisa con teléfono de
pago, que alimentaba almas a través de un canal
de televisión local y a la que Montse, tenía gran
respeto.
De poco o de nada le serviría toda aquella
puesta en escena, su suerte ya estaba echada.
Entró en la oficina, como cada día, fichó, fue
al vestuario, dejó el bolso y la chaqueta en la
taquilla, cerró con llave y saludó a Margarita, su
compañera pelotilla, que aparte de montárselo
con don Joaquín, el jefe, ponía al día a este, de
todos los movimientos de la empresa. Margarita
era: la trepa.
Margarita, era cuarentona. Entrada en carnes,
divorciada con dos hijos y que siempre justificaba
sus actitudes —las de trepa— con el ya famoso y
consabido “yo por mis hijos mato”. Simplemente
era una trepa, no era necesaria ninguna
justificación, algo genético, su madre ya lo fue, al
igual que su padre y sus tres hermanas. Margarita,
odiaba a Montse. Montse, odiaba a Margarita.
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Apresuradas, ambas llegaron a su puesto de
trabajo. don Joaquín aún no había llegado. Como
de costumbre, debería estar en el bar de abajo,
dándole cháchara a Julián, el propietario de El
Rincón de Julián, “tapas variadas y menú diario”,
un gordo y sucio camarero-cocinero-propietario-
barman que hacía las albóndigas más detestables,
grasientas e indigestas de la ciudad y que a don
Joaquín encantaban. “Ya le gustaría al Adrià ya,
hacer estas albóndigas” solía decirle al barrigudo
Julián, acto que agradecía, haciéndole los
carajillos de ron bien apañados y lo más
importante, al mismo precio.
Ni que decir tiene, que a estas alturas, todos
podemos imaginarnos a don Joaquín. Pasados los
sesenta, peluquín color caoba — siempre le había
gustado ese color ya que le resultaba el más
cómodo a la hora de teñirse los cuatro pelos que
le quedaban en el cogote y las patillas —. Traje
de mil rayas, gris merengo, camisa azul y corbata
roja. Zapatos ingleses, perfectamente anudados,
un ritual. Bigotillo rectilíneo, un hormiguero, a lo
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Millán Astray, siempre perfumado. Perfume caro
pero decadente, la típica fragancia pasada de
moda, carca. Caspa, tímida, en las hombreras de
su impoluto traje. Coche de marca alemana con
nombre de mujer, color champaña, más de diez
años, perfecto y que no cambiaba porque aludía y
según sus teorías que: “ya no se hacen coches
así”. Felizmente casado, hijos emancipados,
cazador, amante de la fiesta nacional y del buen
futbol, socio, según él, del mejor equipo del
mundo. Su partido político — era militante — a
punto de ganar las próximas elecciones, victoria
que pensaba celebrar, organizando una cacería en
un coto que poseía un buen amigo, en una zona
de la España subvencionada y regada, como no,
con un Champaña francés, muy acorde con su
perfume. Completito vamos.
Montse y Margarita, una vez más, se
ignoraban. Sentadas en sus correspondientes
lugares de trabajo, dispuestas a empezar su
jornada. Se abrió la puerta.
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— Buenos días señoras. Está Vd. muy guapa
Margarita. Buenos días Montse…
— Muchas gracias don Joaquín, será que me
ve con buenos ojos, no sea adulador.
— No, no lo soy… Montse, cuándo pueda,
venga a mi despacho, tengo que comentarle algo.
Por cierto Margarita, me acaba de comentar
Julián, que hoy hay albóndigas para comer, he
tenido el atrevimiento de reservarle a Vd.
también. Comeremos juntos, si le parece.
— Por supuesto don Joaquín, será un placer,
adoro esas albóndigas.
Montse observaba por el rabillo del ojo aquella
pantomima, pueril, parecía como salida de una
zarzuela de barrio. Odiaba a los dos personajes,
odiaba aquel despacho, odiaba el perfume de su
jefe, la idiotez de Margarita y las pólizas de
seguro que día tras día, ponía en orden y
archivaba en aquella cajonera metálica, del siglo
pasado, con aquel desagradable sonido que hacía
al abrirse. Don Joaquín, odiaba los ordenadores.
— ¿Sabes qué querrá?
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— No tengo la más pajillera idea, algo que
habrás hecho mal.
— ¿Sabes qué querrá? —volvió a preguntar
Montse, esta vez más agresiva.
— Te he dicho que no lo sé, ve a su despacho
y lo sabrás.
Montse, entró sin llamar. Al fondo del
despacho, don Joaquín se arreglaba el peluquín
ante un espejo Luis XV, regalo de un buen
cliente, Don Arturo, con el que solía ir de caza.
— Pase, pase Montse, siéntese.
El ambiente molestaba sobre manera a
Montse, no aguantaba aquel perfume, la
decoración, la cabeza de corzo disecada y los
aires ministeriales de aquel despacho, que no era
más, que el de un agente de seguros.
— Bueno, bueno, bueno… no sé cómo
empezar.
Montse se temía lo peor, sabía que aquel, no
era su día.
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— Iremos al grano. No puede Vd. imaginar,
querida Montse, lo que supone para mí, lo que
tengo que decirle…
— No firmaré por menos de cuarenta y cinco
días por año más la indemnización —increpó
Montse.
— ¿Cómo? ¡Está Vd. loca! ¿No se da cuenta
en los tiempos que estamos?
— No firmaré por menos de cuarenta y cinco
días por año más la indemnización —volvió a
repetir Montse.
Don Joaquín, se levantó del sillón giratorio, de
piel negra y apoyacabezas al más puro estilo al de
los sillones de los pilotos comerciales y que
presidía la mesa de aquel despacho.
— Mire Montse, seamos sensatos. Quiero
agradecerle todos estos años, la cosa está mal,
muy mal, la crisis, ya sabe…
— ¿Qué es lo que no ha entendido don
Joaquín? Creo, que he sido bastante clara.
Don Joaquín, se ponía nervioso por
momentos. Sus mejillas enrojecieron, un sudor
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frio, convertía su perfume en un olor mucho más
intenso, Montse impertérrita.
Abrió un cajón de la mesa, sacó un documento
y se lo alargó a Montse.
— Tenga, léase esto. Piénseselo con calma y
me dice algo.
Gracias por haber llegado hasta aquí.
¿Te ha gustado? ¿Te intriga? ¿Te gustaría conocer
el desenlace?
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Salud