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El Regreso

El Regreso

Walter Edgardo Eckart

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2002-2003

Walter Edgrado Eckart Naci el 21 de junio de 1966 en Tres Isletas, provincia del Chaco, Repblica Argentina.

Fue Sacerdote en la Arquidicesis de Resistencia hasta 1997 y profesor de materias dogmticas durante 3 aos en el Seminario Interdiocesano La Encarnacin de Resistencia, Chaco.

Actualmente posee una pequea cadena de ferreteras, colabora con la Arquidicesis de Resistencia en varios mbitos y contina sus estudios.

Est casado hace casi 8 aos con Mara Gloria Mena, a quien dedica muy especialmente este y todos sus cuentos.

Febrero de 2005

I

La verdad es que estaba caminando bastante lento, sin ningn apuro, con una bufanda protegiendo mi cuello y las manos en el bolsillo del saco. Caminaba y meditaba ciertas cuestiones. Segn lo pactado, pocos minutos antes habamos terminado -con mi esposa- la lectura de la carta. Quedamos realmente conmocionados.

Mi esposa slo pudo lagrimear en silencio. Yo me qued aturdido. Ahora, mientras caminaba -slo-, comenc a pensar muchas cosas.

Pensaba, por ejemplo, en lo horroroso que debe ser desear profundamente algo y no poder alcanzarlo.

Consider tambin que si eso que se desea toca incisivamente las profundidades del corazn, entonces la desgracia es ya infinita, espantosa, putrefacta. No me imagino una desgracia mayor, sencillamente porque no hay peor desdicha que buscar eso que llamamos felicidad y no hallarla. Porque, en el fondo, de eso se trata: si algo es capaz de atacar de raz el corazn, es porque ha entrado en juego el drama existencial ms profundo: la bsqueda de la realizacin personal bajo la forma de la bsqueda de la felicidad.

En medio de mi dolor, record el contenido de la carta y pens para mis adentros Y hay tanta gente infeliz que quiere dejar de serlo y no sabe cmo....!. Por eso, no creo que haya una experiencia mayor de impotencia que sta: desear ser feliz - con todo el corazn, con toda el alma, con todo el ser- y no poder serlo. Solo la imagen del infierno me pareci ms o menos apropiada para ilustrar -como de lejos- un dolor tan grande y aberrante.

Y no creo que haya un miedo mayor que ste, al menos en quienes han tomado conciencia de lo que significa vivir.

Caminando por la vereda y para sorpresa ma, me encontr con un amigo que hace tiempo no vea. No es que fusemos grandes amigos, pero compartamos cierta intimidad, aunque no el modo de pensar. En realidad ramos muy diferentes en un montn de cosas.

Lo salud con el entusiasmo del que fui capaz y fuimos a un caf. Escuch sus novedades y yo, por mi parte, le compart las mas. Tambin le cont lo de la carta, que lo impact bastante.

Seguimos charlando durante un tiempo bastante largo. En un momento yo le expres algo de lo que haba estado meditando mientras caminaba. l me escuch en silencio y despus me dijo: la felicidad es una utopa. Nunca se es feliz. Y como todos intuimos esto, algunos nos anestesiamos para no sentir el dolor de no serlo: o con los ideales, o con la religin, o con el suicidio, o con cualquier otra cosa.

Lo escuch y le dije que, si l estaba en lo cierto, entonces el ser humano era un absurdo: Cmo poda latir en sus entraas un anhelo tan grande si ste era imposible de realizar?

No me hizo caso. Volvi a exponer sus ideas y dio por terminado el tema.

Me pareci que estaba un poco incmodo.

A la salida del caf compr el diario en el kiosco, mir la tapa, me coment uno de los titulares y me hizo ver cmo aquella noticia era absolutamente previsible.

Me pidi que salude a mi esposa en su nombre, con un abrazo se despidi de m, y sigui su camino.

Y yo me qued quieto, mirando al amigo que se iba. Para mi sorpresa, cuando estaba l por cruzar la calle, se dio vuelta y con una triste sonrisa me grit: Algunos nos anestesiamos leyendo el diario. Y sigui caminando.

Y esta vez, el de la triste sonrisa fui yo.

Creo que todo eso me impact bastante. Segu caminando y comenc a recordar. Record la charla del caf, record el rostro de un cura y tambin el de mi mam; record el ttulo de un pequeo librito, ms o menos sabio: El arte de amar. Y me sonre tristemente. Y pens para mis adentros con cierto sarcasmo Cundo se escribir en serio sobre El arte de vivir?. Conclu que tendra que ser no un pequeo libro sino una enciclopedia, con tantas hojas como dolores y trampas hay escondidos en el corazn del hombre. Y comprend -como se dice en alguna parte- que entonces ni el mundo mismo sera capaz de ofrecer un espacio tan grande como para recibir una obra as.

Me dije que vivir es realmente una aventura hermosa y desafiante a la vez. A veces, demasiado desafiante.....

En cierto sentido, pens, es como un gran reto. Si. Es un reto serio vivir, vivir dignamente. Y no estaba aludiendo slo a lo material, sino tambin a aquello otro; a eso que hace que uno prodigue bienes a los dems porque lleva en el corazn el misterioso tesoro de vivir en plenitud.

Ms de una vez me pregunt qu ser lo que pasa por la mente de quin se descubre infeliz y sin medios para cambiar. Siempre supuse que una situacin as, cuando menos, lleva a la locura. No creo que la psiquis humana est preparada para resistir cabalmente algo semejante.

Una vez alguien me haba dicho que todo lo que no se puede contar, por lo menos a una persona en el mundo, eso es malo.

Record nuevamente la charla del caf y pens que la cosa no es tan as. Acud a la memoria para visualizar el rostro de mi amigo y conclu que, a veces, hay cosas que pasan en las vidas de las personas, que no se pueden contar a nadie porque uno mismo no las entiende, y aunque las entendiera, no sabra como expresarlas.

Es cuando el misterio de lo humano hace sentir su peso.

Y segu caminando.....

II

A veces, el lento caminar tiene algo de mgico. Es como que uno se encuentra de golpe con una faceta nueva de la archiconocida realidad cotidiana.

Digo esto porque, ensimismado en mi caminar y de repente, no se cmo, me qued contemplando la imagen de un mendigo. Una de esas personas que se suelen sentar en la vereda, por la maana temprano, junto a una obra en construccin.

No s por qu me detuve, lo segu mirando, y finalmente me sent a su lado. En silencio.

Haca fro y l tena en las manos una botella de agua mineral. Cuando me la ofreci le pregunt qu contena. Me dijo que alcohol puro.

Con recelo pero... me anim... y tome un trago cerrando los ojos.....

Luego le pregunt porque beba semejante cosa.

Me dijo que por tres motivos: primero, porque era alcohlico; segundo porque no tena dinero para conseguir algo mejor; y tercero, por lo mismo que yo haba bebido el primer sorbo: por un gran dolor en el corazn.

Me desconcert la ltima parte de la respuesta. No la esperaba.

Con cierta picarda le pregunt por qu supona que yo llevaba dentro un gran dolor.

Mientras segua mirando a la gente que pasaba me dijo: Qu pensara Ud. -si estuviera en mi lugar- de un seor bien vestido, afeitado y de manos cuidadas, que de sopetn se sienta a su lado, le acepta un trago de alcohol, se queda mirando como obnubilado a la gente, sin siquiera sospechar que casi lo atropella un auto al cruzar la calle?

Me avergonc.

Ahora que l lo deca comprend que era cierto. De mi inconsciente brot la imagen de un auto, frenando a centmetros de mis pies.

Creo que me ruboric. Lo mir, le saqu de las manos la botella y beb un nuevo sorbo.

Cuando me repuse, endurec el rostro y, como con indiferencia, le pregunt:Y cul es el dolor que agobia tu corazn?

Me contest: Sabe..... a veces me asombra la inconsistencia de algunas peguntas que hace la gente.....

Era la segunda vez que sent que me tomaba el pelo. Me embronqu.

Hice el intento de levantarme para continuar mi camino, pero me agarr del brazo. Sigui mirando a la gente, y mientras lo haca me dijo: Espere....disclpeme. Qudese. Se lo voy a contar. Tal vez incluso eso me alivie

Lo pens un momento y luego me afloj. Me qued en silencio, esperando.

l bebi un nuevo sorbo. Sigui mirando a la gente y despus me dijo:

El ser humano tiene una fortaleza tremenda. En cierta forma es soberano de todo. Pero tiene su taln de Aquiles: el desamor. Slo la ausencia del amor puede derrumbarlo.

Yo antes tena familia: una mujer, un hijo precioso. Trabajaba. Era carpintero, sabe.....Trabajaba con todas mis fuerzas y, aunque ni siquiera termin el secundario, siempre me di un tiempo para leer. Es algo que an hoy me apasiona, aunque ya no tengo libros ni dinero para comprarlos.

Mi esposa era una santa. Nunca voy a entender por qu la maltrat tanto si la quera con toda mi alma. Mi hijo, gracias a Dios, no era en nada parecido a mi. Hered el temple de la madre.

A veces lo contemplaba y vea como creca: fuerte, erguido, vivaz, alegre.

Una maana, en el desayuno, me dijo que le dola la columna. Yo no le di importancia.

Al tiempo me lo volvi a decir. Tampoco le hice caso. Un da no se pudo levantar de la cama porque le dola demasiado.

Lo llevamos al hospital. Primero estuvo en traumatologa. Despus le hicieron los estudios. El resultado fue: cncer en la columna.

Le dieron un tratamiento, le aplicaron rayos..... As estuvo un ao..... Por temporadas en el hospital y tiempos cortos en la casa.

Un da nos dijeron que ya no se poda hacer nada, que el cncer haba hecho metstasis por todas partes. Muri en la madrugada de un martes

Esa noche -la del lunes para martes- yo haba ido al hospital, despus de cerrar la carpintera. Entr caminando por la playa de estacionamiento. Doble hacia la derecha y segu hasta que me encontr con la sala de aislamiento. Entr a la sala, y mientras caminaba, vea a los distintos enfermos, en sus camas, detrs de la media pared que indicaba el lmite del pasillo. Hasta que llegue a la cama de Javier. Me sent a su lado y lo acarici permanentemente. Muri a los dos de la maana.

Cuando muri, mir a todos mis parientes, a mi esposa. Los dej y sal a caminar. No fue lo mejor, pero fue lo que hice.

Caminaba y lloraba. Lloraba y pensaba. Incluso record a alguien -un joven muy religioso, autor de un pequeo libro- que haba dicho que la muerte es, sin dudas, el gran momento de la existencia humana.

En cierta forma -deca ese autor- la muerte es la clave de lectura de todo cuanto existe en este mundo. Es la gran novedad. La experiencia nica. En el horizonte de la fe, la muerte es el momento ms deslumbrante, ms maravilloso, ms indecible. Es el momento del paso hacia el encuentro con el absoluto, es derramar lgrimas de amor por estar tan pero tan cerca de gozar indescriptiblemente de aquello que tanto desea el corazn humano.

Porque todo pasa. Es cierto. Todo envejece........ las ciudades, los lderes, las casas, los autos, las plantas, los objetos....el mismo ser humano. Todo es caduco. Todo pasa. Todo es apariencia. Todo excepto Dios. Slo el Absoluto permanece, esperando, cada da, a muchos de sus hijos que se unirn a l para toda la eternidad.

Recuerdo que en aquella oportunidad, cuando le todo esto me haba emocionado. Esa noche, cuando caminaba, slo poda llorar.....

Despus de un tiempo, una maana de invierno, como la de hoy, mi esposa me dijo que ya nada la una a mi; qu me quera pero que se haba cansado de soportar tantos maltratos. Me dijo que se iba.

Y me qued solo......

Y ya no encontr a nadie que me ame.....

Antes beba quin sabe por qu motivos. Ahora soy alcohlico y mendigo por una gran dolor en el corazn. No. No soy feliz.....

Y call.....

Inclin la cabeza sobre sus rodillas y cuando la volvi a levantar comprend que lloraba. Yo me enternec. El relato me haba conmovido. Le acarici el cabello y luego le apret fuerte el brazo, como queriendo transmitirle una carga mgica de fortaleza.

Con el brazo sec sus lgrimas, endureci el rostro y me dijo que no me compadeciera, que mi situacin no era mejor que la suya. Y sigui llorando.

Yo me incorpor, lo mir una vez ms, y reanud mi marcha.

Al cabo de unos metros sent su voz. Me detuve, me di vuelta y me dijo: Gracias.

Yo pens un momento y despus le pregunt por qu.

Por haber conseguido el milagro de que vuelva yo a llorar.

Me sonre y segu caminando.

III

Slo la ausencia del amor es capaz de derrumbar a las personas. Es lo que haba dicho el mendigo cuando quiso explicarme la raz de su infelicidad.

Realmente -pens para mis adentros- el dolor ensea.

No se qu conciencia tendra el mendigo al decir algo as, pero me pareci acertadsimo, porque, al meditarlo, comprend que en el fondo, si uno lo piensa bien, la palabra felicidad no hace sino expresar la experiencia personal del amor. En ese sentido, decir que uno es feliz es expresar que uno ama y se siente amado.

Por eso -pens- la ausencia de la experiencia del amor, seguramente que es la tragedia mxima para cualquier ser humano. Y no es raro, justamente por esto, que alguien -por ejemplo- elija el suicidio si se descubre hurfano en relacin al amor.

Record la sentencia de alguien que haba dicho que El amor es mucho ms que un pretexto para una cancin romntica o una pelcula tierna; es la expresin religiosa del mismo hecho de vivir, y me imagin entonces al amor como el motor que hace latir el corazn del espritu humano. Me dije que es lo nico capaz de ponernos en movimiento y marcar un rumbo cierto a nuestra marcha por este mundo.

El mendigo tiene razn, pens nuevamente mientras decida agilizar mi marcha.

De pronto un sacudn violento me retrotrajo a la realidad: un joven, ms o menos de 25 aos, acababa de atropellarme. Se disculp de inmediato y subi corriendo las escalinatas de la Iglesia. Mir la antigua construccin y al muchacho que se perda en las penumbras del templo.

Cuando ya desapareci de mi vista decid seguirlo. Y entonces transit tambin yo por aquella escalinata antigua.

Entre y contemple por unos momentos la arquitectura interior. Realmente era muy bella. Me sedujo, y fue inevitable asociarla con lo sagrado. Todo all hablaba de algo que no se poda percibir con los ojos pero que, sin embargo, haca sentir su presencia.

Baje los ojos y contempl a la gente que rezaba. Bien adelante, en la parte de pasillo que corresponde a los primeros bancos, pude distinguir al joven que me haba atropellado. Me llamo la atencin la posicin que haba adoptado: estaba en medio del pasillo, postrado, y cada tanto golpeaba su cabeza con el mrmol del piso. La escena me record la descripcin de Kafka en su Conversacin con el que reza.

Me sent en el ltimo banco, me qued un rato y rec tambin yo.

Al cabo de un tiempo, el joven se levant y emprendi su regreso. Caminaba lentamente y al pasar cerca mo pude ver sus lgrimas.

Qu pasar dentro suyo? pens.

Movido por un impulso -y sin pensar- me incorpor rpidamente y sal corriendo de la Iglesia. Lo alcanc en la escalinata. Lo tom del hombro y le pregunt qu le suceda.

Me mir y con el gesto era como si me dijera Qu le importa!....y sigui caminando.

Tard unos segundo en reaccionar. Comprend que me haba entrometido en algo que no era de mi incumbencia. De todos modos, volv a correr para alcanzarlo y lo tom nuevamente del hombro.

Especulando, le dije: Di ms bien que no tengo el derecho de saberlo. De todos modos s me importa.

Se detuvo bruscamente y casi me grit al decirme Por favor!..... Djeme en paz!

Resignado acept: Est bien! est bien!....... Digamos que slo tengo curiosidad.

Me miro un momento, fijamente, y luego inclin la cabeza hacia abajo.

Yo no saba que hacer.....pero comprend que lloraba nuevamente.

Me conmovi. Le habl....lo invite a caminar..... y accedi. Despus de unos metros le dije: Vamos a tomar un caf (a sabiendas de que ya era el segundo en un tiempo muy breve)..... y volvi a aceptar......

Cuando ya estbamos en el bar y despus de un silencio prolongado me dijo: Hay das, como el de hoy, en que me hundo en la desesperacin. Entonces voy a la Iglesia y hago.... bueno... Ud. ya lo vi. ....

Le pregunt si ahora, ms tranquilo, le gustara compartir lo que le pasaba. Termin de preguntrselo y ca en la cuenta de que era inslito lo que estaba haciendo. Me estaba entrometiendo en la vida de un desconocido.

Sin embargo, el asinti. Revolvi el caf y comenz a hablar.

Me gradu hace 5 meses. Soy abogado.

Siempre tuve mucha ilusin con mi carrera. Ahora veo que el ttulo no cambia nada. Me familia est igual,..... no consigo trabajo....no me siento bien.....

A veces recuerdo los ltimos meses del secundario. Nos decan tantas cosas.... nos regalaban tantos ideales.....Qu decepcionado estoy de todo eso.....!

Estuve a punto de compadecerme pero, como si furamos amigos de toda la vida, reaccion en sentido inverso. Par....par... Que esperabas? -le dije- Acaso creas que el ttulo lo iba a cambiar todo...? Penss acaso- que basta que uno imagine soluciones para que las cosas funcionen.....?

Despus intent serenarme. No lo haba llevado a aquel bar para reprenderlo sino para aliviarlo. Saba que quera escucharlo, pero no saba como preguntar. Entre a mover las manos como un desesperado, intentando hablar con ellas, pero solo obtuve, como respuesta, una mirada perdida.

Decid quedarme en silencio, y esperar que l tome la iniciativa. Al cabo de un rato, efectivamente, reanud su relato.

Me explic que ltimamente estaba algo sensible, que cualquier contratiempo lo afectaba grandemente, y que todo ahora le pareca negro, aunque conceda que, en la realidad, el panorama no era, seguramente, tan sombro como l lo perciba.

Me dijo tambin que, aunque no lo vea con claridad, tena una sospecha de lo que estaba aconteciendo en l. Y pensaba que se trataba de algo as como de un gran despojo: se estaba comenzando a quedar sin muchos de sus sueos de adolescente y experimentaba cierta resistencia en aceptar -y ms an, en ilusionarse- con las propuestas de la realidad.

De pronto -continu- comenc a descubrir mi soledad. Tal vez siempre estuvo, pero tan slo hace un tiempo la vi .

No es que me guste el bullicio; al contrario, aprecio el silencio y la intimidad, pero esto es diferente. Me siento solo porque -en cierta forma- veo ahora que todo depende de mi.

Cuando sal del secundario saba que tena un objetivo por delante. Saba que la facultad me esperaba, como antes me haba esperado el colegio al terminar el primario. Aprend cmo se deban hacer la cosas y las reglas que se deban seguir. Senta la presencia de mis padres y el aliento de mis amigos. Mi cabeza rebozaba de ideales y me senta con fuerzas para todo.

Hoy eso cambi. Conservo algunos amigos y siento cercanos a mis padres. Pero ahora.... ahora no s lo que me espera. El colegio y la facultad ya pasaron; varios de mis aos tambin. Miro hacia adelante y me pregunto Y ahora qu?Qu es lo que en verdad deseo? Qu camino debo tomar? Qu reglas debo observar? Quin acompaar mi marcha?

V Ud.?. Son unas cuantas preguntas y no encuentro respuestas y, para peor, s que nadie las encontrar por mi.

Siempre cre que el estudio universitario era -en cierta forma- lo mximo en el plano del saber. Hoy comprendo que no: hay otra sabidura, una sabidura mejor. La sabidura de la vida. Y yo, respecto de sto, me parece que estoy en el jardn de infantes.

Supongo que todo esto est relacionado con eso que se llama madurez, adultez, experiencia..... Dira, ms precisamente, experiencia de vida.

No me interesa hacer una apologa del concepto de experiencia. Es ms, en mi parecer, el estado actual del mundo ha desmitificado esta idea. Siempre escuch que deba escuchar a la gente de experiencia. Ms de una vez me sent ridculo cuando alguien me chant la experiencia que tena en tal o cual aspecto.

En estas ocasiones, al reflexionar, pens que la cosa no es tan as. De hecho, es gente de experiencia la que maneja los grandes hilos de la humanidad, y lo resultados dejan mucho que desear. La experiencia, como tal, no es garanta de nada; no es sinnimo de sabidura.

Sin embargo, creo hoy que hay situaciones en las que la experiencia es fundamental. Por ejemplo, en lo que se refiere al paso del mundo ideal que uno se construye desde la niez, al mundo real que descubre en la madurez de la vida, y que -curiosamente- conserva una cuota de ilusin, de ideal, pues tambin el ideal es parte de la realidad.

Y yo, creo, estoy en vas de dar ste paso. Slo que es doloroso, porque uno se ve despojado de muchas cosas en las cuales antes crea. Y, a veces, el dolor es tan grande que uno hace papelones como el que yo hice hoy en la iglesia. Adems, como se trata de una experiencia estrictamente personal, uno se siente slo, y eso, a veces, angustia hasta el extremo.

De todos modos, conservo la esperanza. Voy a seguir intentndolo. Le agradezco a Ud. el haberme escuchado. Me hizo bien compartirle lo que llevaba dentro.

Me sonre, estir el brazo y juguetee con su pelo. Lo contempl un momento y pens en el gran parecido que tena con mi hijo.

Seguimos hablando un rato ms, me cont algo respecto de algunos proyectos que tena y del temor que le embargaba cuando pensaba en realizarlo.

Trat de darle nimo y le expres que, cuando quisiera, poda ir a mi casa

Pagu el caf y nos levantamos. El se despidi de mi con un abrazo y se marcho.

Y yo segu caminando.

IV

Finalmente llegue a casa. Mir el reloj y vi que era poco ms de las una de la tarde. Me sonre. Era increble. Mi camino de regreso haba durado ms de cuatro horas, y eso que no haba caminado ms de treinta cuadras.

Abr la puerta, encend la luz, contempl el living, camin hacia uno de los sillones, me quit el saco, me sent, afloj mi corbata, y comenc a recordar. Recordaba y me sonrea: el amigo que hace tiempo no vea, el mendigo de la botella de alcohol, el joven abogado..... Es increble -pens-. Cuantas cosas coincidentes pueden pasar en una caminata tan corta!.

Saba que en casa no haba nadie. Mi esposa no llegara hasta la tarde, despus de pasar el da en casa de su madre. Estaba solo, y comenc a sentir muchas ganas de llorar, pero me contuve.

Me incorpor, me serv una copa, encend un cigarrillo y busque en el bolsillo interno del saco, hasta que encontr la carta.

Contempl el papel doblado y experiment una mezcla de impotencia, bronca y consuelo. Por un momento tuve el deseo de romperlo en mil pedazos pero.... lo mire una vez ms y, con cierta ingenuidad, .... lo puse sobre mi pecho y lo acarici.....

Despus volv a silln, desplegu el papel y volv a leer aquella carta: la ms terrible de toda mi vida y, a la vez, la que ms consuelo me regal:

Querido viejo:

Imagino cuanto deben estar sufriendo vos y mam en estos momentos. Esta carta probablemente sea contraproducente, porque aunque decid escribirla para consolarlos, posiblemente slo sirva para aumentar el dolor de ustedes, porque supongo que no ha de ser nada grato leer la ltima carta del hijo que acaba de morir.

De todos modos, necesitaba hacerlo. Tal vez sea cruel, pero quera que tengan una palabra ma cuando yo ya no estuviera. Por eso decid poner como condicin para entregrtela la promesa tuya de que no la abriras hasta despus del funeral.

Y lo que quera decirles -a vos y a mam- tiene que ver, bsicamente, con dos cosas.

En primer lugar quera decirles que aunque jams pens que morira tan joven -y menos por causa de mi corazn- la inminencia de mi muerte me ha ayudado a revalorizar todo lo que ustedes me brindaron. Y eso es mucho. Con orgullo puedo decir que tuve una familia excelente. Tu rostro y el de mam fueron como un sacramento a travs del cual yo percib el rostro de Dios.

Por otra parte, quera compartirles la felicidad que siento en estos ltimos momentos. Se que casi no hay ninguna posibilidad de transplante y el tiempo corre aprisa. No me queda mucho. Estoy a punto de pasar por la experiencia de la muerte, el gran momento de la existencia de cualquier ser humano.

Te acords que sobre esto escrib en mi libro, hace tres aos (libro, dicho sea de paso, que no s por obra de quien lleg a la editorial y se public)?

En estos das record algunos prrafos que haba escrito all. Record, por ejemplo, que, en cierta forma, la muerte es la clave de lectura de todo cuanto existe en este mundo. Es la gran novedad. La experiencia nica. Y en el horizonte de la fe, la muerte es el momento ms deslumbrante, ms maravilloso, ms indecible. Es el momento del encuentro con el Absoluto del amor. Si. Siempre me sent amado. Siempre intent amar, en especial a aquellos cuyas vidas eran una tragedia por la ausencia del amor. se es hoy mi consuelo. Esa fue siempre mi felicidad.

Pap, mam: los quiero mucho. Hasta el reencuentro.

Ral.

Dobl la carta -cuya primera lectura, con mi esposa, despus del funeral, nos haba tocado hasta le mdula-, y ya no pude ms. Cerr los ojos y por fin pude estallar en llanto.

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Walter Edgrado Eckart El Regreso

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