Download - Dossier viatge per terres de Sòria 2013
Del 18 al 21 de març de 2013
Viatge per terres de Sòria Literatura, filosofia, art, Història, geografía, botànica...
1r de batxillerat Institut Eugeni d’Ors ‐ Vilafranca del Penedès
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ÍNDEX
1. Per terres de Sòria. L’itinerari
2. Abans del viatge: Meditando con Antonio Machado/Juan de Mairena
3. Viatjar
4. El formatget d’Història
5. El formatget de Geografia
6. Por el camino del Cid: la Soria cidiana y Medinaceli
7. Actividades de literatura. Lunes 18 de marzo
8. Antonio Machado en Soria: Campos de Castilla
9. Fotografiar Machado
10. Callejear por Soria. El itinerario machadiano
11. Callejear por Soria. Otras visitas
12. Actividades de literatura. Martes 19 de marzo
13. Fotografiar el romànic de Sòria
14. Sòria: riu Duero i el bosc de ribera
15. En Valdegeña, recordando a Avelino Hernández
16. Tras las huellas de Bécquer: Noviercas y Soria
17. Actividades de literatura. Jueves, 20 de marzo
18. La laguna negra y la tierra de Alvar González
19. Actividades de literatura. Viernes 20 de abril
20. Concurso de fotografía. Por tierras de Soria.
21. De regreso a casa. Actividades de literatura
22. De regreso a casa. Actividades de filosofía
23. Tierras de Soria 2.0
24. Els que viatgem
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1. Per terres de Sòria. L’itinerari.
Dilluns, 18 de març: Per terres del Cid: Medinaceli. Sòria capital: Avelino
Hernández i Antonio Machado.
7: Sortida de Vilafranca
12-15.30: El Cantar del Mio Cid a Medinaceli. Dinar.
16.30-19.30: Sòria: Casino Círculo de la Amistad.
Xerrada-Coloqui, entorn al llibre Mientras cenan con nosotros los amigos de Avelino
Hernández. Participaran familiars i amics de l’escriptor: el seu germà, Ricardo
Hernández i diferents amics sorians de l’escriptor (César Sanz, Pepe Sanz...) i Olga
Martínez, professora de literatura de l’IES Eugeni d’Ors
Esos días azules: Homenatge a Antonio Machado
20: Arribada a l’ Alberg Cañada Real de Abejar. Sopar i temps lliure.
22: Passejada nocturna: els cels estelats de los Pinares de Urbión.
Dimarts, 19 de març: Per terres d’Antonio Machado. El Riu Duero i la seva
vegetació.
De 10.30-14.30: Campos de Castilla, de Antonio Machado
Passeig por les “riberas del Duero”.
L’ ermita del Mirón y el “mirador de los Cuatro Vientos”.
Claustre i Arcs de San Juan del Duero.
El “monte de las ánimas”.
“Entre San Polo y San Saturio”.
De 14.30-17: Dinar i temps llibre
17-18: Cementeri de “El Espino”: “El olmo viejo” i el record de Leonor.
18-19: Institut Antonio Machado.
19-20: Palau de la Audiència i el Collado.
21: Sopar a l’alberg.
22.30: A prop del foc, “El monte de las ánimas” de Gustavo Adolfo Bécquer, i altres
històries de por i fantasmes (activitat voluntària).
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Dimecres, 20 de març: Per terres de Sòria: Valdegeña i els pobles
abandonats d’Avelino Hernández. Noviercas i Gustavo Adofo Bécquer.
10.30-13: Valdegeña, el poble d’Avelino Hernández.
13-16: Dinar a l’Hostal Mari de Matalebreras amb el fotògraf César Sanz, Ricardo,
Dolores, familiars de l’escriptor Avelino Hernández.
16.30-19: Noviercas.La ruta de los Torreones i Gustavo Adolfo Bécquer.
El “pozo de Román” i la llegenda de “Los ojos verdes”. El passeig becquerià i La
casa de Casta Esteban. Museu de Gustavo Adolfo Bécquer. El “torreón” de
Noviercas.
21: Sopar a l’alberg
22 h a 1 h: Festa de comiat al Saló de l’Ajuntament
Dijous, 21 de març: Per terres d’Antonio Machado: La laguna negra.
Los “picos de Urbión” i el naixement del riu Duero.
De 10-15: La laguna negra i “El romance de Alvar González”. La “sierra de Urbión”.
5.30 h a 16.30 h: Dinar a Vinuesa.
21 h: Arribada a Vilafranca.
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2. Antes del viaje: Meditando con Antonio Machado/Juan de
Mairena. Actividades de Filosofía.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
(Proverbios y Cantares)
Este poema de Antonio Machado es muy conocido. Se trata de que lo leas con
atención, respetando su ritmo y su musicalidad. Tienes que meditar sobre él (y con
él), tenerlo presente durante un tiempo en tu mente, leerlo varias veces y dejar
que germine en tu inteligencia y en tu corazón. Luego, una vez que haya reposado
en la intimidad de tu ser, escribe sobre “Caminante, son tus huellas” una reflexión
de 15 a 30 líneas. ¿Cómo lo entiendes e interpretas? ¿En qué te hace pensar? ¿Te
“dice” realmente algo? Déjate llevar por las palabras de Machado y escribe. Lee lo
que has escrito y cambia aquello que te parezca que no esté bien dicho, que
puedas expresar mejor. Cuida las palabras, opta por la claridad: que las líneas que
escribas, recojan de la manera más bella posible tu meditación sobre el poema.
El ojo que ves no es ¿Tu verdad? No, la Verdad
ojo porque tú lo veas; y ven conmigo a buscarla.
es ojo porque te ve. La tuya, guárdatela.
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Juan de Mairena
• Busca información sobre Juan de Mairena y lee los siguientes fragmentos.
Los hombres que están siempre de vuelta
en todas las cosas son los que no han ido
nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho
ir; volver, ¡nadie ha vuelto!
El paleto perfecto es el que no se asombra
de nada; ni aún de su propia estupidez.
El ceño de la incomprensión –decía Mairena, gran observador de fisonomías- es,
muchas veces, el signo de la inteligencia, propio de quien piensa algo en contra de
lo que se dice, que es, casi siempre, la única manera de pensar algo.
Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es
renovarlas –o removerlas- constantemente por fuera (…)
Por debajo de lo que se piensa está lo que se cree, como si dijéramos en una capa
más honda de nuestro espíritu. Hay hombres tan profundamente divididos consigo
mismos, que creen lo contrario de lo que piensan. Y casi –me atreveré a decir- es
ello lo más frecuente (…)
Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué
lo de más allá? En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para
responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna
parte. Somos esencialmente paletos. Vosotros preguntad siempre, sin que os
detenga ni siquiera el aparente absurdo de vuestras interrogaciones. Veréis que el
absurdo es casi siempre una especialidad de las respuestas.
…Porque yo no olvido nunca, señores, que soy un profesor de Retórica, cuya
misión no es formar oradores, sino, por el contrario, hombres que hablen bien
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siempre que tengan algo bueno que decir, de ningún modo he de enseñaros a
decorar la vaciedad de vuestro pensamiento.
Toda incomprensión es fecunda, como os he dicho muchas veces, siempre que vaya
acompañada de un deseo de comprender. Porque en el camino de la incomprensión
comprendemos siempre algo importante, aunque sólo sea que incomprendíamos
profundamente otra cosa que creíamos comprender (…)
Nunca os jactéis de autodidácticos, os repito, porque es poco lo que se puede
aprender sin auxilio ajeno. No olvidéis, sin embargo, que este poco es importante y
que además nadie os lo puede enseñar.
Sobre la claridad he de deciros que debe ser vuestra más vehemente aspiración. El
solo intento de sacar al sol vuestra propia tiniebla es ya plausible. Luego, como
dicen en Aragón: ¡Veremos!
Cuando leemos en los periódicos noticias de esas grandes batallas en que mueren
miles y miles de hombres, ¿cómo podemos dormir aquella noche? Dormimos, sin
embargo, y nos despertamos pensando en otra cosa. ¡Y es que tenemos tan poca
imaginación! Porque si vemos un perro –no ya un hombre- que muere a nuestro
lado, somos capaces de llorarle; nuestra simpatía y nuestra piedad le acompañan.
Pero también para nosotros, como para Galileo, la naturaleza está escrita en lengua
matemática, que es la lengua de nuestro pensamiento; y la tragedia pensada,
puramente aritmética, no puede conmovernos (…)
El que no habla a un hombre, no habla al hombre; el que no habla al hombre, no
habla a nadie.
• Una vez leídos (y meditados) con atención y detenimiento los anteriores
fragmentos del Juan de Mairena machadiano escribe, en 10-15 líneas, tu
opinión sobre ellos. A continuación, teniéndolos siempre presentes, intenta una
reflexión a partir de los dos interrogantes siguientes: a) Meditar ¿para qué? y
b) ¿Es valiosa la verdad? Después recoge por escrito tu reflexión en 15-20
líneas. Acaba expresando de la forma más breve posible (con el estilo aforístico
característico de Machado) dos pensamientos personales, que consideres de
tuyos.
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Poned atención: Todo necio
un corazón solitario confunde valor y precio
no es un corazón.
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
Fecha de entrega del escrito: viernes 1 de marzo. Importante: contará para
la nota de la 2ª evaluación.
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3. Viatjar
Viatjar vol dir conèixer nous espais. Viatjar és observar que els quatre punts
cardinals s’omplen de formes, colors i funcions que no coneixem. Tots sabem que
les muntanyes d’Olèrdola ens separen del mar, però ¿el Moncayo, de què i de qui
separa Sòria? Tots sabem, o hauríem de saber, qui és Guifré el Pilós, què és l’11 de
setembre o en quin anys ens vam integrar a l’estat Espanyol. Però, ¿què sabem de
Castella? ¿què sabem del seu origen? ¿Què sabem del seu art? Massa sovint els
germans són els més desconeguts. Desitjem que aquestes pàgines us ajudin una
mica a aprendre coses d’un país proper. Aprendre és una obligació moral que tenim
tots, i més aquells que ens dediquem a estudiar. Si no aprenem, gairebé segur que
ens haguem d’aplicar les paraules de Machado:
Castilla miserable, ayer dominadora
ennvuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora
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4. El formatget d’Història
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!
Muerta ciudad de señores,
soldados o cazadores.
(“Campos de Soria”)
Al segle VIII la Península Ibèrica era quasi en la seva totalitat un territori musulmà:
al- Andalus.
Al segle IX a la zona nord de la meseta, el
petit regne cristià[?] d’Astúries es començà
a expandir cap a l’oest (Galícia), cap al sud
(Lleó) i cap al Sud-est (les terres de
Burgos). Un riu faria de límit i de frontera
amb al-Andalus: el riu Duero.
Si observeu el mapa a l’est de la meseta
l’expansió s’atura quasi dos segles; allà
trobareu las tierras de Soria. Les muntanyes
de la serralada Ibèrica per l’est i de la
serralada Central pel sud separen aquestes terres cristianes de al-Andalus.
Són terres de ningú, són terres de frontera, són terres de successives incursions,
són terres de ràtzies; són l’Extremadura del regne de Lleó. En aquestes terres hi
van a viure els més valents, o aquells a qui la necessitat i la gana els fa els més
valents. Aquestes terres són
poblades per famílies que fugen de
la misèria i, a canvi de viure en
terres de frontera, obtenen una
vida lliure i una terra en propietat.
En aquestes terres la necessitat de
la defensa és un fet bàsic. S’hi
construeixen castells, o torres de PENÍNSULA IBÈRICA SEGLE X
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defensa, o torreones (la ruta de los torreones
la farem el dia 19). Segurament per això
d’aquesta terra situada en l’eix Burgos- Sòria-
Medinaceli es va conèixer ben aviat amb el
nom de Castilla. Castella, que va ser
inicialment un comtat depenent del regne de
Lleó; Castella que el 960, amb el comte
Fernan González al capdavant, es va declarar
independent de Lleó, i que finalment
absorbirà el regne de Lleó per convertir-se en
el reialme cristià més poderós de la península Ibèrica. És en aquesta Castilla i en
aquest context de lluita contra els musulmans de Saragossa o de Toledo que
apareixerà la figura històrica d’un cavaller, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, exemple
d’home lliure castellà, una llibertat que el portarà a enfrontar-se amb el seu propi
rei.
PENINSULA IBÈRICA AL SEGLE XI
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5. El formatget de Geografia
ELS RIUS: El Jalón
Ben sovint, les vies de comunicació han seguit, i encara segueixen, el trajectes dels
rius. Aquest és el cas que ens ocupa quan el primer dia anem de Saragossa a
Medinaceli. En aquest trajecte seguirem el riu Jalón en els seus 224 km, des de la
seva desembocadura a l’Ebre, poc
passada Saragossa, fins al seu
naixement prop de Medinaceli. De fet
estem fent servir una de les antigues
rutes que unia Madrid amb Saragossa, i
per tant amb Catalunya.
Situats a Medinaceli estarem just en la
carena de la distribució de les aigües a
la Península Ibèrica. Des de Medinaceli
cap a l’est els rius van tots cap a la
Mediterrània, de Medinaceli cap a l’oest
els rius van tots a l’Atlàntic. De fet, la
serralada Ibèrica fa de separació de les
grans conques fluvials de la Península Ibèrica.
ELS RIUS: El Duero
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños.
(Campos de Castilla)
El riu Duero, en portuguès
Douro, neix als Pics
d’Urbión (al nord de Sòria)
en la serralada Ibèrica a
2000m. d’alçada. Té 850
km. de llargària i la seva
EL TRAJECTE DEL DUERO ENTRE ELS PICS
LA DIVISIÓ DE LES AIGÜES DE LA PENÍNSULA IBÈRICA
VERTENT ATLÀNTICA I VERTENT
MEDITERRÀNIA
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conca té 98.000Km2. Després de passar per Almazan, Zamora i Toro desemboca a
Porto, a la costa atlàntica portuguesa. Abans d’arribar a Sòria el seu curs
descendeix ràpidament, desprès de Sòria va descendint lentament per la meseta.
Per Machado el Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla.
Efectivament, si observeu el seu trajecte des de Porto veureu com travessa d’oest a
est, quasi en línia recta tota la Meseta Nord, però quan arriba a Almazán, ja a la
província de Sòria, el Duero fa una gran corba cap al nord, primer, i cap al nord
oest desprès; con diu Machado Allá, en las tierras altas, por donde traza el Duero
su curva de ballesta. La corba es produeix perquè el Duero es troba amb el relleu
del sistema Ibèric: en el centre d’aquesta corba s’hi situa Sòria.
El relleu i el Moncayo
Mira el Moncayo azul y blanco;
dame tu mano y paseemos.
Sòria és pla i muntanya. A Sòria s’acaba la
serralada ibèrica i s’inicia la planura de la
meseta, si bé molt més trencada que no a les
terres de Burgos, Palència o Valladolid. Que
Sòria estigui a la meseta no vol dir que sigui
una ciutat poc alta. Està situada a 1090m.
d’alçada. És a dir, Sòria està situada en un
pla que té gairebé l’alçada de Montserrat
(1200m.). Quan tornem el darrer dia
passarem de 900m de Sòria fins els només 200 de Saragossa, que està situada a la
depressió de l’Ebre.
La diferència d’alçada entre la meseta i la
depressió de l’Ebre la podeu comprovar en
aquest perfil topogràfic, tret d’una etapa
de la Volta Ciclista a Espanya.
Entre la meseta (Sòria) i la depressió de
l’Ebre (Saragossa) s’aixeca gegantí i
espectacular El Moncayo.
PERFIL D’UNA ETAPA CICLISTA ENTRE SÒRIA I
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Aquest massís de la serralada Ibèrica compta amb tres cims que superen els 2000
metres d'alçada: el Moncayo de Castilla o Peña Negra, de 2118 m, el propi
Moncayo, de 2316 m i el Lobrera de 2226 m. És una massís que limita amb l’Aragó,
Castella i Navarra i que se la considera màgica des del temps dels celtes. La seva
altitud fa que els fronts procedents de Castella s’hi estavellin i descarreguin pluges i
nevades. La majoria d’aquesta aigua però, marxa mitjançant torrents i rius cap a
l’Ebre. És per això que hi ha aquesta dita popular:
Moncayo, ladrón.
Mamas en Castilla
y riegas en Aragón
De la mateixa manera que succeeix amb Montserrat, el Moncayo té siluetes
diferents depenent del punt de observació. Tant és així que, segons el punt
d’observació pot arribar a semblar muntanyes diferents.
La llegenda sosté que en època pre-romana, el cap bruixot d’una tribu que vivia en
una terra que avui coincidiria amb part de les províncies de Saragossa, Sòria i
Guadalajara tenia tres fills que no paraven d’intrigar per aconseguir la seva
herència. El pare, fart de les baralles i mentides dels fills els hi va dirigir una
maledicció, de tal manera que els seus fills poguessin veure’s però no parlar-se.
Degut a aquesta maledicció, els fills es van convertir en tres grans pics, i avui, des
de qualsevol d’ells es poden veure els altres. Dos d’ells estan situats a la serralada
Central (Ocejón i Alto Rey) i el tercer pic és el Moncayo.
De la llegenda a la literatura. Les terres del Moncayo van inspirar a Machado “La
tierra de Alvargonzàlez”, i una part de les llegendes escrites per Gustavo Adolfo
Bècquer. Prop del Moncayo està localitzat Valdegeña, poble d’Avelino Hernández Cal
que us hi fixeu força el dia 19, quan anem a fer la ruta de los torreones i el dia 20
quan tornem cap a Vilafranca.
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6. Por el camino del Cid: la Soria cidiana y Medinaceli
El Cantar de Mio Cid es el único Cantar de Gesta que se conserva casi completo
(falta sólo la primera página del manuscrito) de toda la literatura medieval
española. Según la teoría tradicionalista de Ramón Menéndez Pidal, sus autores -los
que ordenaron por escrito toda la “materia” legendaria y épica que relataba las
hazañas del héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar- podrían haber sido
probablemente dos juglares sorianos: el juglar de San Esteban de Gormaz y el
juglar de Medinaceli. Esto explicaría la importancia de lugares y hechos muy
vinculados a estas dos localidades de Soria, descritas en El Cantar del Mio Cid con
inusitada precisión geográfica. Es posible que el juglar de San Esteban de Gormaz
viviera en una época muy próxima al Cid y que hacia 1110, poco después de la
muerte del héroe, escribiese una primera versión del Cantar del Mio Cid que
destacaría por su fidelidad histórica (esencialmente lo que ahora identificamos con
la primera parte del poema, “El Cantar del destierro” y el principio de “El Cantar de
bodas”). Años más tarde, hacia 1140, el juglar de Medinaceli se apropiaría del
poema para modificarlo de acuerdo a sus propios criterios estéticos: lo dotaría de
un mayor ritmo interior, acentuaría el drama humano y lo prolongaría en la tercera
parte, “El Cantar de la afrenta de Corpes”, donde abundan mucho más los
elementos novelescos e irreales.
“Alcubilla de Avellaneda fue el primer pueblo soriano en el que el Cid se apeó de su
montura, pero la ruta cidiana en Soria tiene sobre todo tres grandes hitos: San
Esteban de Gormaz, “aquella buena ciudad”, Castillejo de Robledo, donde los
estudiosos sitúan la afrenta de Corpes, sufrida por las hijas del Cid, Doña Elvira y
Doña Sol, a manos de sus esposos, los infantes de Carrión y Medinaceli, enclave
estratégico, cuyo control se disputaron moros y cristianos. Y será justamente en
Medinaceli donde iniciaremos nuestro viaje.
Medinaceli se anuncia por una torre, un arco y recias murallas alzadas contra el
horizonte en la cúspide de un monte enteramente desnudo. En torno se levantan
por doquier simétricos alcores por entre cuyos pies fluye, fértil, el río Jalón, que
envía sus aguas a Ebro en una provincia toda ella tributaria del Duero.
A las puertas de Medinaceli, Salinas toma su nombre de una antiquísima factoría de
explotación de la sal, que contiene un brazo de agua, todavía hoy en activo. Alfonso
X el sabio (s.XIII) pagaba en sal de estos esteros las limosnas que mantenían el
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culto y los servicios de las doce iglesias, dos hospitales y tres conventos que
entonces albergaba Medinaceli.
Una empinada cuesta -que muchos visitantes prefieren hacer a pie por la
progresiva sorpresa del paisaje que procura en cada revuelta- conduce hasta la
Villa. Situada en una extensa planicie que corona un monte agudo y descarnado, la
dilatada perspectiva que de ella se divisa es el primer y principal asombro del
visitante: esa prolongada sucesión de serrijones pelados y valles fecundos que van
entrelazando un paisaje a la vez desolador y fértil. El soberbio arco con que se abre
el caserío, único de tres arquerías conservado en España y de insegura datación -
¿siglos II ó III d. de C.?- habla del esplendor de la ciudad romana. Los restos
arrumbados del castillo de la Villavieja informan sobre la terrible destrucción que
cayó sobre la Medinacélima árabe, regida por el caudillo poeta Galib y base de
operaciones y sepulcro de Almanzor.
Enrique II entregó la ciudad en merced al hijo bastardo del conde de Foix, que,
elevado a ducado por los Reyes Católicos, ha sido el solar de la poderosa casa que
tanto peso tuvo en la historia de España.
El duque Juan, en los comienzos del siglo XVI, obtuvo bula para la destrucción de
las 12 parroquias que ostentaba la villa, a fin de concentrar el culto en un solo
templo: la Colegiata de Santa María. Inútilmente se buscarán, pues, vestigios de
arquitectura medieval. En cambio, el Renacimiento y el Barroco, además de en la
Colegiata, se muestran en el Convento de las Clarisas, en la antigua Alhóndiga y en
el Palacio Ducal.
El beaterio de San Román, de extraña planta y carente de prebisterio y ábside,
dicen que fue sinagoga de la importante comunidad hebrea que aquí tuvo asiento”.
(Avelino Hernández: Soria. Anaya Touring Club, Madrid 2001).
La villa de Medinaceli es un cruce de civilizaciones en el que confluyen vestigios
celtíberos, romanos, y musulmanes.
La antigua Medinaceli celtíbera llamada entonces Ocilis, jugó un importante papel
como enclave estratégico en las guerras que los celtíberos disputaron contra los
invasores romanos allá por el siglo II a.C. Tras la conquista y sometimiento al
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Imperio romano, su importancia estratégica no disminuyó ya que por ella, pasaba
la vía romana que iba de principal Caesaraugusta (Zaragoza) a Toletum (Toledo).
En época del gran Califato de Córdoba, Medinaceli (Medina Caelis, Ciudad del cielo
para los árabes) no pasó desapercibida para los musulmanes, convirtiéndose junto
a Toledo, en el principal enclave defensivo de la Marca Media. Duras y cruentas
fueron las luchas libradas entre musulmanes y cristianos por sus murallas.
La leyenda dice que por los alrededores murió el gran caudillo Almanzor, que llegó
a Medinaceli, herido de muerte, de una de las grandes batallas en las que, unos y
otros, se midieron las fuerzas. Sería finalmente el monarca aragonés Alfonso I "el
Batallador" quien hacia 1124, acabó por expulsar definitivamente a los árabes de
Medinaceli.
Lo que hay que ver:
Arco romano. Vieja entrada de la población, por el que pasaba la vía romana. De
gran valor: es el único arco romano de tres arcadas existente en toda España. l
Mosaicos romanos. Pueden encontrarse detrás del Palacio Ducal de los Medinaceli
y en las mismas calles del pueblo.
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El nevero árabe. Servía hasta no hace muchos decenios para que la nieve no se
deshiciese y pudiese ser utilizada en la conservación de alimentos y otros
menesteres. Su origen es árabe.
La Alhóndiga. Antigua casa del concejo (ayuntamiento) la planta superior,
mientras que la parte inferior cumplía las funciones propias de uns Alhóndiga
(lugar semejante a una lonja, donde tenían lugar transacciones y compraventas).
Se encuentra en la espectacular Plaza mayor.
Palacio Ducal de Medinaceli: en su interior hay un patio del siglo XVI
(lamentablemente bastante deteriorado).
Convento de Santa Isabel, fundado en 1528 por la Duquesa de María Silva. La
fachada del convento presenta una sobria imagen, destacando en ella un cordón
franciscano que flanquea la entrada. En el interior, las hermanas clarisas de
clausura venden a través de un torno deliciosos dulces
Convento de San Román. Ruinas de una misteriosa construcción, en la cual se
encontraron, a fines del siglo XVI, los restos de varios mártires cristianos. Aquí
sirvieron las Monjas Jerónimas de San Román, mujeres provenientes de la
aristocracia que no tenían que obedecer reglas muy estrictas. El monasterio estuvo
ocupado hasta 1939, cuando sus monjas se trasladaron a Sevilla. Su extraña planta
de forma rectangular, sin prebisterio ni ábside, distribuida en tres naves, ha hecho
pensar tradicionalmente que en su origen se trataba de una sinagoga y que, por
tanto, había sido construido por la comunidad hebrea de Medinaceli antes de su
expulsión.
• Descubrid (con vuestro grupo de amigos) Medinaceli: arco romano, nevero
árabe, palacio ducal, convento de Santa Isabel, convento de San Román...
Recordad que, todos los días, los diferentes equipos de reporteros del blog
deberán estar muy atentos tanto a las actividades que hagamos, como a los
espacios que descubráis, a las personas con las que habléis, a los curiosos y
pequeños detalles... (imprescindible tomar notas sobre la marcha). Es
importante que, además de vuestras impresiones, tengáis el oído muy atento y
recojáis las experiencias y opiniones otros compañeros. Al llegar al albergue
deberéis escribir la crónica del día para incorporarla al blog “Tierras de Soria”.
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Medinaceli en El Cantar del Mio Cid
“El Cid Campeador les quitó Medinaceli a los muslimes. Más exactamente fue Alvar
Fáñez Minaya, en el 1104. Y ambos tuvieron la inusual fortuna de encontrar en esta
tierra un buen cronista de su gesta: el autor del Cantar del Mio Cid era de aquí o de
muy cerca, a juzgar por la minuciosidad con que describe cuantas veces los
recorren Ruy Díaz, sus mesnadas, sus hijas o sus yernos. (Avelino Hernández:
Donde la vieja Castilla se acaba, Ediciones de La Torre. Madrid, 1982).
Por el valle de Arbulejo, que yace a sus pies, pasó el Cid hacia el destierro y uno de
los suyos –Alvar Fáñez Minaya- la reconquistó para la cristiandad. Parece que este
Alvar Fáñez es el “caballero del sol” que flamea en el escudo de la villa, porque
dicen que fue él quien se lo conquistó al jefe árabe. Jefe árabe que poco tenía que
ver con aquel buena persona de Abengalbón de Molina que escoltó hasta aquí a las
damas –las únicas damas- del cantar.
Pedro Bermúdez y el obispo Jerónimo subieron y bajaron esta cuesta cuando iban
en busca de Doña Jimena. Y esta y sus hijas, acompañadas de Alvar Fáñez, pasan
por aquí camino de la Valencia conquistada por su esposo y padre. Y puestos a
acoger, hasta los infantes de Carrión fueron acogidos en Medinaceli cuando ya su
negro corazón era nido de víboras que incubaba la afrenta.
Y todos ellos, fueran o vinieran, bajaban el Arbujuelo y descansaban en la posada
de la Ansarera, que quedan ambos allá abajo, al pie del arco romano –único abierto
a la grandeza del horizonte del cielo- en el entonces plácido y hoy atormentado
vallejuelo por donde pasan a la vez el río, la carretera, el ferrocarril, la autovía, el
tendido eléctrico, la telefonía inmóvil y, pronto el AVE. ¡Llorad, cidianos, el
desconsuelo de la pérdida!”
(Avelino Hernández: Myo Cid en tierras de Soria. Viaje para Claudia. Edifoat, 2001)
Durante las guerras religiosas de la Edad Media, Medinaceli fue una de las fronteras
entre musulmanes y cristianos. En la época del Cid señalaba el límite de los
dominios cristianos, por eso cuando, “En el Cantar de bodas”, Alfonso VI -tras la
toma de Valencia y la “negociación” de Álvar Fáñez Minaya- perdona al Cid y
accede a su petición de que Doña Jimena, Doña Elvira y Doña Sol se reúnan con él
20
en Valencia, el rey ofrece protección a la mujer y a las hijas del Cid sólo hasta
llegar a Medinaceli, pues era allí donde se acababan sus dominios.
82 “Merced os demanda el Cid, que si os place, señor,
a su esposa y a sus hijas deis vuestro permiso vos
para salir del convento en donde el Cid las dejó
e ir a Valencia a juntarse con el Cid Campeador".
Entonces contesta el rey: "Pláceme de corazón.
Mientras vayan por mis reinos les daré manutención;
guárdenlas todos de mal, de afrenta y de deshonor (...)
Álvar Fáñez de Minaya del buen rey se despidió.
"¿Os vais ya, Minaya? Id en gracia del Creador.
Un oficial de palacio quiero que vaya con vos.
Si os lleváis a las damas, sírvanlas a su sabor,
hasta el confín de Medina las guarde mi protección,
desde allí en adelante la del Cid Campeador".
Ya se despide Minaya, de la corte se marchó.
Será en Medinaceli donde las damas esperen a los cuatro hombres de confianza del
Cid (Muñoz Gustioz, Pedro Bermúdez, Martín Antolínez y el obispo Don Jerónimo)
que, con cien caballeros del moro amigo Abengalbón, deberán escoltarlas hasta
Valencia.
83
De San Pedro hasta Medina cinco días tardarán.
A Álvar Fáñez y a las damas en Medina tenéis ya.
De los que el mensaje llevan ahora pasemos a hablar:
cuando de él se hubo enterado Mío Cid el de Vivar,
le plugo de corazón, gran alegría le da,
y así como oiréis ahora, así comenzaba a hablar:
"Quien buen mandadero envía tal razón debe esperar.
Tú, Muño Gustioz, y tú, Pedro Bermúdez, marchad,
con don Martín Antolínez, ese burgalés leal.
Vaya también don Jerónimo, sacerdote de fiar,
y cien hombres bien armados por si hubiera que luchar.
Por tierras de Albarracín primero debéis pasar,
después seguid a Molina que está puesta más allá.
Abengalbón que la tiene es moro amigo y de paz;
21
con otros cien caballeros él os acompañará,
y subiendo hacia Medina, lo más que podáis andar,
a mi mujer y a mis hijas, que con Minaya vendrán
por lo que a mí me dijeron, allí podréis encontrar.
Entonces con grandes honras conducídmelas acá.
Yo me quedaré en Valencia, que mucho me fue a costar
y gran locura sería dejarla sin amparar.
Yo me quedaré en Valencia, que Valencia es mi heredad."
Cuando el Cid esto hubo dicho empiezan a cabalgar
y todo el tiempo que pueden anduvieron sin parar.
Albarracín lo pasaron, en Fronchales están ya,
al día siguiente llegan a Molina a descansar.
Aquel moro Abengalbón, cuando supo a lo que van,
muy bien que los recibió y muy contento que está:
"¿Sois vosotros los vasallos de mi amigo natural?
Sabed que vuestra llegada gran alegría me da".
Ese buen Muño Gustioz habló sin más esperar: .
"De parte de Mío Cid os queremos saludar,
cien caballeros de escolta os manda el Cid preparar,
que su mujer y sus hijas en Medinaceli están,
quiere que vayáis por ellas y se las traigáis acá,
y que hasta Valencia de ellas no os queráis separar".
Dijo Abengalbón: "Lo haré de muy buena voluntad".
Una gran comida a todos aquella noche les da
y a la mañana siguiente empiezan a cabalgar,
ciento sólo le pidieron pero él con doscientos va.
La sierra bravía y alta ya se la dejan atrás,
luego cruzan la llanura de la Mata de Taranz,
mucha confianza tienen, sin ningún recelo van,
por el valle de Arbujuelo ya se aprestan a bajar.
Allí en Medina, Álvar Fáñez con gran precaución está,
al ver venir gente armada gran sospecha le fue a dar,
envía dos caballeros que averigüen la verdad;
sin perder tiempo partieron, de muy buena gana van,
uno se queda con ellos, otro se vuelve a avisar:
"Son fuerzas de Mío Cid que nos vienen a buscar.
Ved aquí a Pedro Bermúdez que se quiere adelantar,
Muño Gustioz, vuestro buen amigo, viene detrás,
22
luego Martín Antolínez, el de Burgos natural,
el obispo don Jerónimo, ese clérigo leal.
El alcaide Abengalbón con sus fuerzas también va,
por dar gusto a Mío Cid que mucho le quiere honrar.
Todos forman una tropa, en seguida llegarán".
Dijo Minaya: "A caballo. Los iremos a encontrar".
Muy de prisa que montaron, no se querían tardar;
cien caballeros salían, todos de muy buen mirar,
en caballos muy hermosos con cubiertas de cendal
y petral de cascabeles; con escudo al cuello van,
sendas lanzas en las manos, con su pendón cada cual.
Quiere Minaya que vean cómo se sabe portar
y como trata a las damas que a Castilla fue a buscar.
Los primeros batidores a llegar empiezan ya,
las armas toman, se ponen con las armas a jugar.
Por allí junto a Jalón grandes alegrías van.
Los otros ante Minaya se iban todos a humillar.
Luego, el moro Abengalbón, que mirándoles está,
con gesto muy sonriente a Minaya fue a abrazar,
según la costumbre mora, beso en el hombro le da.
"Dichoso el día, Minaya, en que os vengo a encontrar.
A esas damas traéis vos que honra nos vienen a dar,
a las dos hijas del Cid, a su esposa tan leal.
Tal es la suerte del Cid y todos le hemos de honrar”.
84
En Medinaceli entran, los atendía Minaya;
todos quedan muy contentos de la cena que tomaran.
Al oficial de palacio despedirse ya mandaban.
Honrado quedará el Cid, que allá en Valencia se estaba,
de aquellos ricos festines que en Medina aderezaran.
Todo lo costea el rey y nada pagó Minaya.
Pasada está ya la noche, ha venido la mañana,
todos oyeron la misa y en seguida cabalgaban.
De Medinaceli salen, el río Jalón pasaban,
por el Arbujuelo arriba muy de prisa espoleaban,
la llanura de la Mata de Taranz atravesaban,
llegan por fin a Molina, la que Abengalbón mandaba.
23
También se alude a Medinaceli en “El Cantar de la afrenta de Corpes”. Receloso de
sus yernos, Rodrigo Díaz de Vivar decide enviar con la comitiva a su sobrino Félez
Muñoz, al que encargará velar por sus hijas. De nuevo Doña Elvira y Doña Sol
pasarán por la hospitalaria ciudad de Medinaceli escoltadas por el “buen moro
Abengalbón”, gran amigo del Cid.
126
"Escucha sobrino mío, escucha Félez Muñoz,
que descanséis en Molina una noche quiero yo
por saludar a mi amigo el buen moro Abengalbón;
que reciba a mis dos yernos como él sepa mejor;
dile que envío a mis hijas allá a tierras de Carrión;
en lo que ellas necesiten, que las sirva a su sabor,
y que luego hasta Medina las acompañe a las dos.
Será al día siguiente cuando los infantes de Carrión pongan en pràctica la vil
afrenta a Doña Elvira y Doña Sol, que llevan maquinando desde el episodio del
león, cuando su cobardía suscitó las burlas de los hombres del Cid. Será en el
Robledo de Corpes, que Menéndez Pidal ha situado en Castillejo de Robredo, muy
cerca de San Esteban de Gormaz, cabecera de la comarca provincial de la
Denominación de Origen Ribera del Duero y villa declarada Conjunto Histórico-
Artístico, es la población que, con Valencia, acapara mayor número de líneas en el
texto juglaresco. No os podéis perder San Esteban de Gormaz en vuestro próximo
viaje a Soria.
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7. Actividades de literatura. Lunes, 18 de marzo
Medinaceli.
Plaza Mayor
Un espectáculo juglaresco: Medinaceli
en El Cantar del Mio Cid.
Alba Gatell, Carles Gómez,
Elia Lucas, Gemma Sala,
Bernat Parellada , Adrià
Roig, Pol Celis, Eduard Mas
Cristina Bocchetto, Elia
Delgado, Glòria Felgueras,
Lídia Martín, Glòria Mitjans,
Alba Pérez, Marina Soler,
Victòria Tarrada
Medinaceli
Película 1: El Cantar del Mio Cid
Oriol Florentín, Miguel
Mellado
Soria: El
casino de la
amistad
Tertulia sobre Mientras cenan con nosotros los amigos (Ricardo Hernández, César Sanz , Pepe Sanz, Olga Martínez).
Todos
El casino de la
Amistad
Película 3: Avelino Hernández Tània Ramos, Marta Llobet,
Mar Batlle
El casino de
la Amistad
Recitado o canción del poema: “Del
pasado efímero”
Presentadora: Tània
Paliakova
Eduard Mas
El casino de la
Amistad
Homenaje a Machado:
poemas de Machado musicados,
cantados y bailados.
Alba Gatell, Carles Gómez,
Elia Lucas, Gemma Sala,
Bernat Parellada , Adrià
Roig. Pol Celis, Eduard Mas
Cristina Bocchetto, Elia
Delgado, Glòria Felgueras,
Lídia Martín, Glòria Mitjans,
Alba Pérez, Marina Soler,
Victòria Tarrada
El casino de la
Amistad
Película 2: Antonio Machado (1) Anna Deas, Unai Sánchez,
Verónica Insensé, Aina
Almirall
Todo el día Película 4: Por tierras de Soria: la
intrahistoria del viaje (1).
Marina Trinidad, Omaima El
Aakel, Marina Gargallo
Todo el día Blog Eric Lloret, Júlia Urpí,
Montse Sellarès
Todo el día Fotografía Mireia Martí, Núria Pérez,
Laia Viñas, Anna Canals
25
8. Antonio Machado en Soria. Campos de Castilla.
Cuando ya había cumplido 31 años, Machado sigue el consejo de Giner de los Ríos
(su maestro en la Institución Libre de Enseñanza) y oposita para una plaza de
profesor de francés en un Instituto de Enseñanza Media. Gana las oposiciones y, en
1907, toma posesión de su plaza en el Instituto General y Técnico de Soria.
A los pocos meses de instalarse en la pequeña ciudad castellana, aparece la versión
definitiva de su primera obra (Soledades, Galerías y otros poemas) que contiene ya
un poema “Orillas del Duero” inspirado en el paisaje soriano.
Soria es entonces una ciudad humilde y provinciana de sólo siete mil habitantes, y
clima inhóspito y duro. Así la ve Antonio Machado en uno de los pocos poemas que
dedicó a la ciudad:
Soria fría, Soria pura,
Cabeza de Extremadura.
Con su castillo guerrero
Arruinado sobre el Duero;
Con sus murallas roídas
Y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
Y de famélicos galgos,
De galgos flacos y agudos
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
Cuando graznan las cornejas!
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria ciudad castellana
¡tan bella! Bajo la luna.
(“Campos de Soria” VI)
26
Los cinco años que Machado pasa en Soria marcan profundamente su vida y su
obra. En el prólogo a sus Poesías completas de 1917 escribe:
“Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada –allí me casé, allí perdí a mi
esposa, a quien adoraba- orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial
castellano”
Literariamente, el contacto con Soria y con la Castilla rural empujan a Machado a
superar su etapa modernista y a impregnarse del espíritu noventayochista.
Machado escapa de sus angustiadas y un tanto narcisistas Soledades y proyecta su
poesía a lo colectivo, a los campos de Castilla y a sus gentes. En este periodo
cuando se gesta la segunda y más noventayochista de sus obras: Campos de
Castilla.
Algunos poemas, responden, según palabras del propio Machado, “al simple amor a
la naturaleza, que en mí supera infinitamente al del arte”. Machado, como otros
poetas de su generación, se deja seducir por la belleza tosca y sobria del paisaje
castellano y la plasma en algunos poemas inolvidables.
En ocasiones, la naturaleza aparece observada y vivida directamente. El poeta
paseante plasma a veces lo que ve (paisaje y gentes) con tono objetivo y casi
fotográfico.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
(“Campos de Soria”, I)
Son versos descriptivos y realistas que no ocultarán la dureza de ese paisaje
pedregoso y árido. A menudo serán los adjetivos de resonancia negativa, que tanto
le gustan al Machado de esta época, los que revelan la inclemencia del paisaje: frío,
duro, calvo, ceniciento, estéril, raído, marchito, sombrío, desnudo, pelado,
decrépito, gris, pardo...
27
¡Aquellos diminutos pegujales
de tierra dura y fría,
donde apuntan centenos y trigales
que el pan moreno nos darán un día!
Y otra vez roca y roca, pedregales
desnudos y pelados serrijones,
la tierra de las águilas caudales,
malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.
(“Orillas del Duero”)
Con técnica impresionista, Machado capta el paisaje mudable, que se transforma
violentamente con el paso de las estaciones. Así, en la primera de las nueve
secuencias de “Campos de Soria” vemos como entre “colinas, sierras calvas y
cerros cenicientos” irrumpe inesperadamente el milagro humilde de la primavera:
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
(“Campos de Soria I)
En cambio, la quinta secuencia de Campos de Soria, nos enfrenta a la dureza inerte
del invierno soriano:
La nieve. En el mesón del campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.
El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el campo y los caminos
(“Campos de Soria V)
28
En ocasiones, como en “Orillas del Duero”, el poeta tratará de apresar las
transformaciones fugaces y sutiles que experimenta el paisaje con el avance del día
y que también a él le alcanzan:
Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.
En el cárdeno cielo violeta
Alguna clara estrella fulguraba
El aire ensombrecido
oreaba mis sienes, y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.
En otros poemas descriptivos, la implicación de Machado es mayor y el tono
marcadamente más subjetivo: los atardeceres sugieren sentimientos de melancolía,
los colores se asocian al estado de ánimo y el alma del poeta parece empapada por
el alma del paisaje: “Campos de Soria (...)/ me habéis llegado al alma,/ ¿o acaso
estabais en el fondo de ella?”. Machado ha conectado profundamente con la
realidad de una tierra (Soria), y necesitará cantar sus ríos (el Duero), sus colinas y
sus sierras (el Mocayo, la sierra de Urbión), sus árboles (encinas, robles, hayas,
olmos, álamos, chopos de las riberas...), sus campos y caminos... A veces se diría,
casi, que se fusiona con ellos:
Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón tristeza,
tristeza que es amor ¡Campos de Soria
29
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!..
(“Campos de Soria VII)
¡Soria...! esa tierra “guerrera y mística”, humilde y noble que Machado identifica,
además, con el amor. El amor por Leonor, una casi niña de quince años, inocente
como la tierra misma:
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria –barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre, pasa y sueña,
álamos de las márgenes de Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva.
(“Campos de Soria”, VIII)
Sin embargo, no todos los poemas de Campos de Castilla se quedan en lo
puramente descriptivo. Tras el paisaje laten los habitantes que lo pueblan: sus
trabajos, sus carencias, sus pasiones, sus miserias morales...Como decía su
admirado Unamuno, “el campo es una metáfora”.
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Machado observará los trabajos del campo (la agricultura, la ganadería...) y les
dará también dignidad poética:
¡Las figuras del campo sobre el cielo!
dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo una nube de carmín y llama,
En el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
(“Campos de Soria” IV)
Abundan las imágenes del cotidiano vivir, de la unamuniana intrahistoria: la
miseria, el hambre, la muda tristeza por el hijo muerto, los amores inocentes, la
maternidad esencial:
Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.
Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.
En torno al fuego hay un lugar vacío,
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
-tal el golpe de una hacha sobre un leño-
(Campos de Soria V)
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Pascua de resurrección
Buscad vuestros amores, doncellitas,
Donde brota la fuente de la piedra.
En donde el agua ríe y sueña y pasa,
allí el romance del amor se cuenta (...)
¿No beberán un día en vuestros senos,
los que mañana labrarán la tierra? (...)
Sin embargo, no siempre es idílica la visión de Machado sobre las tierras y los
hombres castellanos. A veces los poemas registran imágenes fugitivas que, como la
del loco errante de “terrible cordura”, invitan a la reflexión:
Un loco
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
A solas con su sombra y su quimera
Es horrible y grosera su figura,
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad...Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
32
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
-rojo de herrumbre y pardo de ceniza-
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad ¡El tedio urbano!
-carne triste y espíritu villano!-.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante, desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
Junto a la evocación amorosa aparece la crítica dura y sin paliativos: los campos
improductivos, las ciudades muertas, la tierra abandonada, los labriegos
embrutecidos por la miseria...
Como reconoce Machado “A una preocupación patriótica responden muchas de las
composiciones” de Campos de Castilla. Es el tema de España de los
noventayochistas: la crítica a un presente falto de ideales y de sueños, un presente
hundido en la miseria económica y moral... La contemplación del paisaje se
convierte, a veces, en una invitación a meditar sobre la realidad nacional e
histórica:
A orillas del Duero
¡Oh tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas
de campos sin arados, regatas ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones
y atónitos palurdos, sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña?
En “La tierra de Alvar González” Machado denunciará los lastres morales de la
España rural: la envidia y el cainismo.
33
Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea
La tierra de Alvar González es un largo poema narrativo escrito en romance, donde
se relata un truculento doble crimen familiar, acaecido junto a la “Laguna negra”,
que es desde entonces, tierra maldita:
Aquella tarde
I
Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.
Los hijos de Alvar González,
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.
II
Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro un tachón sombrío
como la huella de un hacha.
Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba
III
A la vera de la fuente
quedó Alvar González muerto.
Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho.
34
En los poemas escritos en Baeza, la crítica de Machado se hace todavía más agria y
dura: Machado alzará su voz contra esa España inferior, torpe y rutinaria, que vive
orgullosamente de espaldas al futuro y al mundo.
En “Del pasado efímero” retratará con crueldad al “señorito andaluz”, triste imagen
de la vida sin sentido y del vacío interior. El vacío, la oquedad, el cero, lo estéril, lo
vano...serán palabras obsesivas de Machado:
Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más o menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza (...)
Otros poemas de Campos de Castilla responden a un claro propósito autobiográfico.
La obra empieza con el célebre “Retrato”, donde, además de condensar brevemente
su biografía, Machado definirá lo esencial de su temperamento, de su ideología y de
sus principios éticos. Nos hablará, después, de su credo poético y de sus gustos
literarios, de su soledad reflexiva, de cómo encara la vida y de cómo espera
enfrentarse a la muerte.
Mi infancia son recuerdo de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
35
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romazas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
El itinerario biográfico que traza Machado en Campos de Castilla tiene como eje su
experiencia del amor y del dolor por Leonor. Pocos son los poemas que aluden y
narran los días gozosos y felices. En “Los sueños dialogados”, el amor es
consecuencia no elegida del azar o del destino, pero, también, experiencia profunda
que da identidad y enraíza en el mundo:
Nadie elige su amor. Llevóme un día
Mi destino a los grises clavijares
Donde ahuyenta al caer la nieve fría
Las sombras de los muertos encinares. (...)
Mi corazón está donde ha nacido,
No a la vida, al amor, cerca del Duero...
¡El muro blanco y el ciprés erguido!
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Sin embargo, la mayor parte de los poemas de amor de Campos de Castilla nacen
del desgarro que siente Machado tras la enfermedad y la muerte de Leonor.
A principios de 1911, los Machado se instalan en París, donde Antonio ha obtenido
una beca para perfeccionar su dominio de la lengua francesa. Son meses intensos y
felices: visitas a museos, viajes, veladas literarias, amistad con Rubén Darío y su
mujer. Antonio asiste a unos cursos de filosofía de Henri Bergson, que influirán
decisivamente en su concepto de la temporalidad. Leonor se interesa vivamente por
el trabajo de Machado y comparte con pasión su aventura literaria. En julio de 1911
una inesperada catástrofe acaba con los proyectos e ilusiones de los Machado:
Leonor enferma gravemente de una hemoptisis. Aconsejados por los médicos, los
Machado regresan a Soria, cuyo clima seco y benigno parece más aconsejable para
las enfermedades pulmonares. La inicial mejoría de Leonor hace que Machado se
aferre a la esperanza –esa esperanza que late en uno de sus mejores poemas “A un
olmo seco”.
En el poema alegórico “A un olmo seco”, Machado proyecta su dolor en el “olmo
viejo, hendido por el rayo/ y en su mitad podrido” y se aferra desesperadamente a
la esperanza, al ver que “con las lluvias de abril y el sol de mayo,/ algunas hojas
verdes le han salido”.
A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
37
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta e melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
También, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Sin embargo, se trata de una mejoría engañosa: pronto la enfermedad se agrava y,
en agosto de 1912, Leonor muere. Una semana antes había aparecido la primera
edición de Campos de Castilla.La muerte de Leonor es evocada en “Una noche de
verano”, un breve y sencillo romance, de punzante patetismo:
Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
Y la puerta de mi casa-
La muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
-ni siquiera me miró-
Con unos dedos muy finos,
Algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
La muerte otra vez pasó
Delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
Dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
Era un hilo entre los dos!
38
Toda la tristeza contenida de Machado estalla en cuatro versos desesperados, en
que la palabra “arrancar” sugiere una actitud de rebeldía y reproche:
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
La muerte de Leonor fue un golpe durísimo para Antonio Machado. En una carta
dirigida a Unamuno escribe: Yo hubiese preferido mil veces morir a verla morir,
hubiera dado mil vidas por la suya y en otra a Juan Ramón Jiménez reconoce que
Cuando murió mi mujer pensé en pegarme un tiro. El éxito de mi libro (Campos de
Castilla) me salvó y no por vanidad ¡bien lo sabe Dios! (...) Hay que defender a la
España que surge, del mar muerto, de la España inerte y abrumadora que quiere
anegarlo todo.
Soria sin Leonor se le hace imposible, por lo que ese mismo año Machado se
traslada a Baeza. Baeza era un pueblo grande y próspero del norte de Jaén, donde,
aunque permaneció casi siete años. Machado nunca llegó a ser realmente feliz. En
uno de sus poemas lo describe así:
Húmedo y frío
destartalado y sombrío
entre andaluz y manchego
En Baeza, Machado escribió, sin embargo, algunos de los más bellos poemas de
Campos de Castilla: los dedicados al recuerdo y a la evocación de Leonor.
Desde la distancia de Baeza, Machado intenta conservar intacto el recuerdo de
Leonor (con la que entabla un imaginario e interior diálogo) y de las tierras de
Soria, tan asociadas a ella. De nuevo, el poeta se refugia en esos “sueños
despiertos”, en los que tanto confiaba en Soledades. “Soñé que tú me llevabas” es
de los pocos poemas en que se alude a algún rasgo físico de Leonor: “Sentí tu
mano en la mía,/ tu mano de compañera, tu voz de niña en mi oído/ como una
campana nueva”. Machado evoca la voz y la mano de Leonor, a las que califica de
“infantiles y compañeras”. Se trata de un amor espiritualizado y purísimo, de
trémula y emocionada ternura, sin ningún asomo de erotismo:
39
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una montaña serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de una alba de primavera,
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdadera!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
Las tierras y los paisajes de Soria aparecen ahora asociados al recuerdo de Leonor,
formando parte del sueño idealizado del poeta. Pero cuando el sueño se desvanece,
a Machado sólo le quedan los campos “bordeados de polvorientos olivares” de
Baeza y (el contraste entre las dos partes del poema es aterrador) la conciencia
pavorosa de su soledad y su tristeza:
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños....
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
En la espléndida epístola poética “A José María Palacio”, interroga a su amigo
periodista sobre la primavera de Soria, ese incomparable estallido de vida,
recordado con minuciosidad y nostalgia (los chopos del río, los viejos olmos, las
acacias, las zarzas florecidas, las cigüeñas, las abejas...), para concluir rogándole a
su amigo que suba al cementerio del Espino “donde está su tierra”.Machado parece,
por fin, aceptar la muerte, pero no está dispuesto a olvidarse de su amada, a la que
de nuevo alude sin nombrarla, sólo con ese posesivo y rotundo su: “su tierra”.
40
A José María Palacio
Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
Y nevados los montes de las sierras.
¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa.
allá en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelosenflor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino.
Al alto Espino donde está su tierra...
Machado permanece en Baeza hasta 1919, en que obtiene el traslado a Segovia.
Allí concluye la versión definitiva de Campos de Castilla (1917), incrementándolo
conn 66 poemas: los dedicados a la memoria de Leonor y a la evocación del paisaje
castellano, los de crítica y sátira social, bastantes “Proverbios y cantares”.
Los proverbios y cantares son breves meditaciones acerca de los enigmas del
hombre y del mundo, donde se combinan lo filosófico y lo popular. Entre los temas
tratados destacan la realidad y el sueño, el problema del conocimiento y la verdad,
Dios y el amor, el tiempo, la preocupación cívica y patriótica... En estos breves
proverbios Machado reflexiona sobre la vida, identificándola con la célebre imagen
del camino o definiéndola como un desproporcionado combate frente al mar (casi
siempre asociado a la muerte en Machado). En otros proverbios verá, con
pesimismo, a los hombres hundidos en la ignorancia. El tema de la incultura
preocupa especialmente a Machado, tal vez porque para él sólo la pasión por
aprender puede justificar esta existencia que a veces parece sin sentido.
En algunas coplillas se desmarca del deslumbraniento vanguardista de los poetas
del 27, que apuntan más a lo conceptual, a lo metafórico o a lo lúdico y se alejan
de su concepción de la poesía llana empapada de emoción y alma. Otras coplillas
nos introducen en el tema del desdoblamiento y la otredad, que Machado
desarrollará ampliamente en sus escritos en prosa y que plasmará en sus dos
41
heterónimos o complementarios, Juan de Mairena y Abel Martín. Y también hay
proverbios que nos hacen partícipes de sus luchas interiores.
Caminante, son tus huellas
El camino, y nada más;
Caminante, no hay camino,
Se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
Sino estelas en la mar.
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
Cuatro cosas tiene el hombre
Que no sirven en la mar:
Ancla, gobernalle y remos,
Y miedo de naufragar.
Morir... ¿caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!
—Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
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Doctor, ¿tendrá el estómago vacío? —
El vacío es más bien en la cabeza.
De diez cabezas, nueve
Embisten un una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
Se descuerne luchando por la idea.
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”.
Nuestras horas son minutos
Cuando esperamos saber,
Y siglos cuando sabemos
Lo que se puede aprender.
No extrañéis, dulces amigos,
Que esté mi frente arrugada,
Yo vivo en paz con los hombres
Y en guerra con mis entrañas.
Lo ha visto pasar en sueños...
Buen cazador de sí mismo,
siempre en acecho.
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
De los hombres mi canción;
Yo amo los mundos sutiles,
Ingrávidos y gentiles
Como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
De sol y grana, volar
Bajo el cielo azul, temblar
Súbitamente y quebrarse
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Tengo a mis amigos
en mi soledad;
cuando estoy con ellos ¡que lejos están!
Mas busca en tu espejo al otro,
Al otro que va contigo.
Busca a tu complementario,
Que marcha siempre contigo,
Y suele ser tu contrario.
Cantores, dejad
palmas y jaleo
para los demás.
Despertad, cantores:
Acaben los ecos,
Empiecen las voces.
Le tiembla al cantar la voz
Ya no le silban sus coplas,
que silba su corazón
-¿Mas el arte?
- Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida
Crea el alma en sus riberas
montes de ceniza y plomo
sotillos de primavera.
Prefiere la rima pobre
la asonancia indefinida.
Cuando nada canto el canto
acaso huelga la rima.
Éncuentro lo que no busco:
las hojas de taronjil
huelen a limón maduro
44
Y te enviaré mi canción:
“Se canta lo que se pierde”,
como un papagayo verde
que la diga en tu balcón
Con el tú de mi canción
no te aludo, compañero
ese tú soy yo.
Poned atención:
un corazón solitario
no es un corazón.
No es el yo fundamental
eso que busca el poeta,
sino el tú esencial.
45
El discurso de Machado en San Saturio
Antonio Machado no volvió a Soria hasta veinte años más tarde, cuando, en octubre
de 1932, se le otorgó el título de hijo adoptivo de la ciudad. En la plazoleta de San
Saturio, hoy el “Rincón del poeta”, Don Antonio pronunció un sobrecogedor
discurso. Con unas pocas de sus emocionadas palabras queremos finalizar este
itinerario-homenaje a Antonio Machado, que empezó en el Institut Eugeni d’Ors de
Vilafranca del Penedès el 18 de marzo de 2013:
“…Soria, sobre un paisaje mineral, planetario, telúrico. Soria, la del viento redondo
con nieve menuda que siempre nos da en la cara, junto al Duero adolescente, casi
niño, es pura… y nada más.
Soria es una ciudad para poetas. Gustavo Adolfo Becquer, aquel poeta sin retórica,
aquel puro lírico, debió amarla tanto como a su natal Sevilla; acaso más, que a su
admirable Toledo. Un poeta de las Asturias, de Santillana, Gerardo Diego, rompió a
cantar en romance nuevo a las puertas de Soria: “Río Duero, río Duero/ nadie a
acompañarte baja,/nadie se detiene a oír/ tu eterna estrofa de agua”. Y hombres
de otras tierras que cruzaron sus páramos no han podido olvidarla. Soria es, acaso,
lo más espiritual de esa espiritual Castilla. Nada hay en ella que asombre o que
brille y truene. Todo es sencillo, modesto, llano. Contra el espíritu redundante y
barroco que sólo aspira a exhibición y a efecto, buen antídoto es Soria que siempre
nos invita a ser lo que somos y nada más. ¿No es esto bastante?
Hay un breve aforismo castellano; yo lo oí en Soria por primera vez, que dice así:
“nadie es más que nadie”. Cuando recuerdo las tierras de Soria olvido algunas
veces a Numancia, pesadilla de Roma, y a Mio Cid Campeador, que las cruzó en su
destierro y al glorioso juglar de la sublime gesta que bien pudo nacer en ellas, pero
nunca olvido al viejo pastor de cuyos labios oí ese magnífico proverbio donde a mi
juicio se condensa todo el alma de Castilla; su gran orgullo y su gran humildad, su
experiencia de siglos y el sentido imperial de su pobreza. Soria es una escuela
admirable de humanismo, de democracia y de dignidad.”
46
9. Fotografiar Machado
A l’any 2007, per a celebrar el centenari de l’arribada de Machado a Sòria, el
fotòfraf César Sanz va fer una important exposicició que va titolar Campos de
Castilla. L’any pasat vem tenir la sort que aquesta exposició s’instal.les a Capella de
Sant Joan de Vilafranca. Molts de nosaltres vem veure amb sorpresa, primer, i
admiració posterior, el maridatge entre fotografia i poesia. Us proposem que
intenteu ser els protagonistes d’aquell maridatge.
En què consisteix el treball?
El treball és voluntari i individual. Es tracta de presentar una, o més, fotografies
que responguin o identifiquin a algun dels fragments dels poemes Campos de
Castilla que es presenten a sota. Els fragments es refereixen sempre a la natura
d’aquesta terra que visitarem, i són una tria personal, i, per tant, si qualsevol de
vosaltres vol aïllar alguns més dels versos presentats que no dubti en fer-ho. En
aquest aspecte heu de ser totalment lliures.
Per tal que poema i fotografia es puguin maridar cal, en primer lloc, entendre els
fragments de poesia, en segon lloc està atent al paisatge que ens envolta i,
finalment fer moltes provatures per tal que de la quantitat en pugui sortir
l’excel·lència. Estem segurs que si ho intenteu, us pot sortir força bé i, alhora,
valorareu molt més la feina que ha portat a terme en Cèsar Sanz.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego
(“A orillas del Duero”)
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
-harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra-
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria.
(“A orillas del Duero”)
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla
(“A orillas del Duero”)
47
¡Oh tierra triste y noble,
de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos y arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones
(“A orillas del Duero”)
Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
(“Por tierras de España”)
¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!
(“Orillas del Duero”)
Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encinares,
y entre calvas roquedas de caliza
iba a envestir los ocho tajamares
del puente el padre río
que surca de Castilla el yermo frío.
(“Orillas del Duero”)
¡Oh Duero, tu agua corre
y correrá mientras las nieves blancas
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas
mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta
(“Orillas del Duero”)
¿Quién ha visto sin temblar
un hayedo en un pinar?
(“Las encinas”)
48
¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas:
humildad y fortaleza!
(“Las encinas”)
El alto roble parece
que recalca y ennudece
su robustez como atleta
que, erguido, afinca en el suelo.
(“Las encinas”)
Los chopos son la ribera,
liras de la primavera,
cerca del agua que fluye,
pasa y huye,
viva o lenta,
que se emboca turbulenta
o en remanso se dilata. (“Las encinas”)
Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozo de cielo añil
(“En abril, las aguas mil”)
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina
y una sierra gris se pierde.
(“En abril, las aguas mil”)
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Montañas de violeta
y grisientos breñales,
la tierra que ama el santo y el poeta,
los buitres y las águilas caudales
(“Fantasía iconográfica”)
Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera.
(“Amanecer de otoño”)
En la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa.
(“Campos de Soria”)
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espada del Moncayo;
(“Campos de Soria”)
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio
tras las murallas viejas
de Soria –barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-
(“Campos de Soria”)
¡Álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
(“Campos de Soria”)
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podido,
con als lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido,
(“A un olmo seco”)
50
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana
lanza de carro o yugo de carreta.
(“A un olmo seco”)
Yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cielo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño -¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo, blanco, al cielo aragonés erguido!-
(“Recuerdos”)
ya verdearan de chopos las márgenes del río.
¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?
Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas.
(“Recuerdos”)
¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas
que vais al joven Duero, rebaños de merinos,
con rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por las cañadas hondas y al sol de los caminos;
hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo.
(“Recuerdos”)
Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano
Cercado de colinas y crestas militares
Fantasmas de robledos y sombras de encinares
(“Recuerdos”)
51
10. Callejear por Soria. El itinerario machadiano
LA ERMITA DEL MIRÓN Y LOS CUATRO VIENTOS
Los Cuatro vientos es uno de los miradores más populares de la ciudad. Desde allí
se puede contemplar muy bien “la curva de ballesta que traza el Duero en torno a
Soria” y que cantó Machado. El paisaje es magnífico: las “lomas plateadas”, los
“cerros cenicientos”, los “grises alcores”...
La visita al Mirón, por la carretera de la Rioja, es un agradable paseo por la loma
prolongada del monte al pie de cuya ladera derecha rebulle la ciudad. Hay en su
cima un templo barroco precedido de recargada columna que sostiene al patrón,
San Saturio, hay un moderno restaurante dedicado a la mujer de Don Antonio. Y
hay si se avanza más allá en el paseo por campo abierto, una de las vistas más
sugestivas e inéditas sobre la hoz del Duero lamiendo los pies de las viejas
murallas; y al fondo el color cárdeno de la Sierra del Alba. (Avelino Hernández:
Soria).
Junto al Palacio de Gómara para subir al Mirón estaba la plaza del Pozo Alvar, que
era el centro medieval de la villa. Esta subida al Mirón no conviene despreciarla y
antes de bajar al río podemos tirar por ella para ver desde arriba lo que luego
pasearemos entre los álamos. La subida es algo pina, por una carretera que deja a
un lado casas y huertas. El paseo del Mirón es una meseta murada, buena para
hacer ejercicio y para meditar, con su calle de árboles y sus bancos de piedra. La
iglesia es barroca y ante ella se eleva la columna de San Saturio, cuya imagen -
como siempre- es de medio busto sobre una peana con pétreos farolillos. La vista
es estupenda tanto hacia Numancia como hacia el río y la ciudad. Algo más
adelante se ven ruinas de fortificaciones y desde la plazoleta que llaman de los
Cuatro Vientos se ve el río a los pies, rodeando la roca, amurallado en un paso de
tremenda energía y sequedad hasta que la ribera se relaja y verdea. (Dionisio
Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja).
POR LAS RIBERAS DEL DUERO
El Duero se hace poeta lírico a los pies de Soria, al pasar por su puente, entre San
Juan y San Polo, más que el Tajo de Garcilaso o el Tormes del Lazarillo. Con sus
nueve arcos y su lomo ligeramente curvo para no olvidarse del origen románico,
cruza el puente desde una plazoleta de arrabal urbano a una plazoleta rural casi
52
escondida por las frondas. El camino de San Juan de Duero va a la izquierda,
secándose al subir un recuesto. El de San Polo y san Saturio discurre fresco entre
álamos elevados y cantores. (Dionisio Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja).
CONVENTO SAN JUAN DEL DUERO
El itinerario del Duero tiene personalidad propia. Arranca en la Calle Real, en el
viejo convento de San Agustín –donde fray Luis de León estuvo dos años-, hoy
transformado en bar que, con el tiempo bueno atrae al mocerío a beber en porrón
entre el frondoso emparrado; posee un sencillo embarcadero que permite surcar en
barca, remando, la mansedumbre del río. Se cruza el puente medieval y, apenas
cruzado, a la izquierda, queda la discreta finca que entre álamos guarda el
admirable claustro de San Juan del Duero –monumento nacional desde 1882-. Es lo
que queda del convento de monjas de San Juan de Jerusalem. Diversas piezas de
interés ocupan el espacio del templo. Pero el asombro procede del claustro sin
cubierta, con cuatro órdenes distintos de arcos en cada lado y puertas mudéjares
en las esquinas. Raro ejemplo arquitectónico sin precedentes ni en el arte cristiano
ni en el musulmán (fines del siglo XI, inicios del XII).
Desde San Juan el recorrido se prolonga hacia San Polo y San Saturio. Es el paseo
lírico de Soria por excelencia: don Antonio señaló en acertada aliteración el sonido
de las hojas secas de los álamos, Gerardo Diego lamentó que nadie viniera aquí a
acompañar al Duero; Bécquer lo escogió como escenario de la leyenda del monte
de las ánimas. (Avelino Hernández: Soria).
Entre la iglesia y el río hay un poco de prado y la arboleda es muy soñadora. San
Juan lo es más. Es la ruina por excelencia, la ruina preciosa, evocadora, cerrada por
tapiales con trepadoras, como un huerto donde el parral es de piedra labrada. San
Juan del Duero fue de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Acre y su
claustro es, junto al de San Miguel de San Esteban de Gormaz, el más vivo
manifiesto orientalizante del románico soriano. Lo primero que viene a la memoria
al ver el entrecruzamiento de sus arcos maravillosos son las construcciones de
Palermo o Amalfi, donde Bizancio, el Oriente Medio Islámico y el Norte de Europa
trenzaron el románico más refinado que se pueda pensar. Parece ser que los altares
de la iglesia se acomodaron al culto griego y de ahí vienen los curiosos templetes
cubiertos por unas desconcertantes cúpulas persas. Los baldaquinos de San Juan
son únicos, completos perfectísimos y hay que verlo para creerlo. Los capiteles son
de gran fantasía, con caballeros armados que cabalgan sobre quimeras, atacan
monstruos o degüellan inocentes. Otros, más tranquilos representan escenas
53
evangélicas de paz. Cada grupo angular es de un orden distinto. Uno de los grupos
angulares es de fractura románica corriente, de dobles columnas sobre podio con
capiteles y arcos de medio punto. Parece el más antiguo. Otros presentan arquería
entrecruzada en tres variantes: con clave adornada en arco de herradura, con arcos
planos y claves sin adornos, con arcos entrelazados que descansan en el capitel por
el lado contrario al vuelo de su curva. La influencia normanda de alguna de estas
formas parece tan evidente como los elementos orientales que las complican.
(Dionisio Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja).
ENTRE SAN POLO Y SAN SATURIO
San Polo es hoy una envidiable casa particular. Las referencias de que San Polo fue
iglesia de los Templarios son insistentes. Era en todo caso de ábside cuadrado como
la ermita de Clunia. Su discreta belleza queda valorada por su admirable situación
en la Alameda, entre el río y el Monte de las Ánimas. Inspiró a Bécquer la leyenda
“El rayo de luna”.
Más y más ameno se hace el curvo sendero arbolado hasta San Saturio. Es el paseo
que caminó con su melancolía a cuestas Antonio Machado y que siempre se
recuerda con sus versos, que es todo lo que un poeta grande puede desear: que
sus palabras realicen las cosas; que las cosas ya no puedan ser sin sus palabras.
San Saturio es una pintoresca ermita dieciochesca montada sobre las peñas huecas
donde el santo hizo su vida de eremita hacia el siglo IV. El busto de San Saturio con
barba florida está bien en su camarín, donde las mocitas ponen alfileres para
casarse. Los laberintos internos de roca excavada tienen encanto novelesco y los
ojos que abre la peña sobre el río ofrecen belleza a raudales. (Dioniso Ridruejo:
Guía de Castilla la Vieja).
San Polo fue monasterio templario y el sencillo edificio que hoy resta (siglo XIII)
era la capilla del mismo; sobre las ruinas se edificó inmemorial vivienda, y en torno
se circunvoló una hermosa quinta. Todo tiene en ese rincón el halo del
romanticismo que inspirara a Gustavo Adolfo Bécquer.
De la ermita de San Polo a San Saturio el camino desciende a ras de las aguas del
Duero entre soberbios álamos blancos. Un via crucis de piedra acompaña al
paseante.
54
San Saturio es el patrón de la ciudad. Santo de origen visigótico que ejerció de
eremita en la profunda cueva sobre la cual se le ha elevado templo; hasta su
imagen evoca reminiscencias de cultos más pretéritos. El sinuoso y sorprendente
recorrido por la ermita-cueva refuerza esta impresión, impregnándola de
milagrosos portentos: la ventana desde la que cayó un niño que el santo salvó, la
grieta que manaba aceite y hoy cura los dolores de cabeza... La hagiografía del
patrón se halla pormenorizadamente narrada en las pinturas al fresco de la
abigarrada iglesia octogonal que corona la roca bajo la que se abre la cueva. Es
hermoso asomarse, desde cualquiera de los escasos vanos del edificio, para
contemplar el río remansado a los pies del perfecto conjunto de peña, cueva y
templo. (Avelino Hernández: Soria)
EL ÚLTIMO SANTERO DE SAN SATURIO
Ibas paseando tan líricamente por el camino de chopos junto al Duero entre San
Polo y San Saturio y te sorprendía de pronto en la pared de roca un épico “Gora el
Santero” en spray negro. Las malas lenguas decían que lo había pintado, para
atraer la atención, el propio vitoreado (era tiempo de vascos en la cárcel de Soria).
Pasabas la cancela y te paraba un cartelón rotulado –“Óbolos para el anacoreta”-
sobre un capazo de esteras para recoger las aportaciones voluntarias.
Tuve la voluntad de aportar cinco duros, que al cohcar con el resto surtieron el
mecánico efecto de hacer surgir tras una puerta al ermitaño; era menudo, con
sayal gris y los ojos vivarachos.
Cuando a requerimiento de los presentes parecía que iba a narrar su propia vida de
asceta y la historia de aquella ermita en la cueva, dijo: “Llevo veintiocho años de
religión. Punto”. Y como tras prolongado silencio yo mismo le instara a proseguir,
díjome con monacal recogimiento: ¿Y cree usted, hermano, que puedo decir más
por cinco duros?”. Luego te enseñaba la ermita con unción. Te contaba milagros del
santo y aventuras propias de cuando era guardia contra los maquis en el valle de
Arán. Te daba información de las pinturas murales que ibas viendo y de la cuantía
escasa que por cuidar la ermita le asignaba el ayuntamiento. Encendía velas ante
todas las imágenes y te preguntaba cuánto costaba una televisión en color porque
quería cambiar la de blanco y negro. Y recordaba oportunamente entre el castellano
palabras de latín y catalán. Sorprendido quizás de que un soriano pudiera
55
entenderle y contestarle en el idioma de la Generalitat, me despidió con un efusivo
y bautizado “Salut i força al braç”.
Me dijeron que hace poco lo habían echado del eremitorio. Porque al tiempo que
escribía estampas y opúsculos sobre la ejemplar vida de San Saturio les regalaba la
vieja televisión para su local a los comunistas... (Avelino Hernández. Donde la vieja
Castilla se acaba).
EL ESPINO
En el camposanto del Templo de la Virgen del Espino –a cuya entrada hay un olmo
seco- descansa Leonor. A continuación prosigue el recorrido por la calle de los
Caballeros, donde todavía se pueden contemplar algunas buenas fachadas de su
viejo esplendor. (Avelino Hernández. Donde la vieja Castilla se acaba)
EL COLLADO
Soria es una ciudad tranquila propicia al paseo y el Collado, el punto de reunión y
charla por excelencia de los sorianos, la espina dorsal de la ciudad, su “calle” por
excelencia. Así la describió Gerardo Diego: “Paseo de Portales./ Horas dulces y
lentas./ Mirar, charlar, soñar/ y dar vueltas, más vueltas”. En Collado 54 estaba la
primera casa en la que vivió Antonio Machado al llegar a Soria en 1907. Poco
después se trasladó a la calle Teatinos.
EL CASINO CÍRCULO DE LA AMISTAD
El Casino Círculo de la Amistad Numancia se fundó en 1848 y más de 160 años
después continúa casi intacto, por lo que entrar hoy en el Casino Círculo de la
Amistad es hacer un verdadero viaje en el tiempo y respirar un ambiente parecido
al que conocieron Antonio Machado y Gerardo Diego. Durante los cinco años que
estuvo en Soria, Antonio Machado frecuentaba con bastante asiduidad el casino
para leer, tomar café y participar en alguna que otra tertulia literaria. Era una de
sus paradas habituales a la vuelta del paseo entre San Polo y San Saturio, aunque
su sitio preferido para tomar café era El Recreo (hoy la cafetería Zeus). Al parecer,
Machado frecuentaba el salón de la planta de calle (hoy el “Salón de Machado y
Leonor”), mientras que otro de los poetas que estuvo en Soria casi una década
después, Gerardo Diego, acudía a la planta superior, donde tocaba el piano, un
Stenway de 1869 que todavía puede verse.
56
LA PLAZA MAYOR: EL PALACIO DE LA AUDIENCIA
Al final de El Collado, en la Plaza Mayor se encuentra El Palacio de la Audiencia,
antiguo ayuntamiento, cuyas campanas darán para siempre la una en un poema de
Antonio Machado: “¡Soria fría! La campana/ de la Audiencia da la una./ Soria
ciudad castellana/ ¡tan bella! bajo la luna”. Fue construido en 1769 y es de estilo
neoclásico. Posee soportales y reloj en el remate de la fachada. Al igual que la
actual Casa Consistorial, la construcción se caracteriza por tener un amplio pórtico
con dos pisos sobre él. Sobre la última planta puede observarse todavía el reloj al
que cantó Machado: «el sonido de sus horas nos dice que el tiempo pasa
inevitablemente».
En la iglesia Santa María la Mayor, que se encuentra también en la plaza mayor, se
casaron 1 de enero de 1910 Antonio Machado y Leonor Izquierdo.
EL INSTITUTO ANTONIO MACHADO
El actual Instituto Antonio Machado está situado en el centro de Soria, en la calle
Insituto 12, muy cerca de El Collado. Comenzó siendo un colegio de jesuitas en el
año 1585, aunque un posterior incendio en 1740 dañó buena parte del edificio. De
la restauración que se hizo a mediados del siglo XVIII procede la bella fachada
barroca. Durante los años siguientes fue fábrica de hilos, cuartel y hospital de
tropas. En 1840 se produce apertura como centro educacional, llamado entonces
Universidad Catalina. Siete años más tarde será ya el Instituto General y Técnico de
Soria, hoy Instituto Antonio Machado
Antonio Machado trabajó como profesor en este instituto de Soria de 1907 a 1912.
Tenía 32 años (era el año 1907) y daba clases de lengua francesa a jóvenes de 13
y 14 años. Los que tuvieron la oportunidad de ser sus alumnos decían que era un
profesor tímido, pero fantástico por su bondad y amabilidad, por sus clases
memorables (a menudo lecturas comentadas de los poetas simbolistas franceses) y
también porque nunca suspendía a nadie (algo raro en aquella época). Siempre dijo
que para él lo más importante no era la acumulación de datos y conceptos, sino
“sembrar inquietudes” y que sus alumnos aprendieran a pensar.
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11. Callejear por Soria. Otras visitas
SANTO DOMINGO
Construida en varias fases que van del siglo XII al XVI, tiene la mejor fachada del
románico español. Con influencias francesas de la zona de Potiers (como reflejan
las dos hileras de arquerías ciegas), sorprende sobre todo por la minuciosa
decoración de las cuatro arquivoltas del pórtico, una auténtica narración del Antiguo
y Nuevo Testamento. El primer arco lo forman los veinticuatro ancianos del
Apocalipsis tocando diversos instrumentos; el segundo, escenas de degollación de
los Santos Inocentes; el tercero, escenas de la vida de la Virgen y del Niño Dios y el
cuarto, momentos de la Pasión de Cristo.
SAN JUAN DE LA RABANERA
La iglesia de San Juan de Rabanera (finales del siglo XII) es un auténtico capricho
de la arquitectura románica, que funde influencias orientales, recuerdos clásicos y
tanteos ojivales y que asombra a los visitantes por sus peculiaridades estilísticas.
Tiene planta de cruz latina de una sola nave y transepto de igual altura que aquélla.
Destaca sobre todo su peculiar ábside con ventanas, dos vanos apoyados e
interesante decoración de motivos vegetales.
EL PALACIO DE LOS CONDES DE GÓMARA
Construida a mediados del siglo XVI, es una verdadera joya de la arquitectura civil
renacentista. Destacan su monumental portada, con motivos heráldicos, su fachada
de piedra de sillería y su gran torre; así como el claustro del templo que se
encuentra en su interior. En la actualidad, el Palacio de los Condes de Gómara es la
sede de la Audiencia Provincial.
LA DEHESA O ALAMEDA CERVANTES
Parque municipal siempre verde. En torno al popular “Árbol de la música”, la gente
pasea, los niños juegan y los jóvenes charlan tumbados en la pradera, cerca de la
Rosaleda.
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12. Actividades de literatura, martes 19 de marzo
Soria: Ermita del
Mirón y los cuatro
vientos.
1. Colinas plateadas
2. Allá en las tierras altas
3. Una noche de verano.
Presentador: Enric
Ametller
1. Marga Caballero
2. Nicolás Aselmán
3. Mireia Mañosa
Hotel Leonor
Retrato Presentador: Enric
Ametller
Pau Carbonell
San Juan del
Duero
1. Señor ya me arrancaste
2. Soñé que tú me llevabas
Presentador: Enric
Ametller
1. Meritxell Raventós
2. Marc Sadurní
Entre San Polo y
San Saturio
1. He vuelto a ver los álamos dorados
2. Los sueños dialogados: Nadie elige
su amor.
3. Discurso de Machado en el
homenaje de 1932 en San Saturio.
Presentador: Enric
Ametller
1. Roger Tutusaus
2. Carolina Blázquez
3. Oscar Feced
.
Palacio de la
Audiencia
Soria fría, Soria pura Presentadora: Tània
Paliakova
Miguel Mellado
Cementerio del
Espino.
1. A un olmo seco
2. A José María Palalacio
Presentadora: Tània
Paliakova
1. Judit Mañé
2. Clàudia Pérez
Instituto Antonio
Machado
1.Caminante, son tus huellas
2.Todo pasa y todo queda
3.Cuatro cosas tiene el hombre
4.Morir... ¿caer como gota
5.El ojo que ves no es
6.Ojos que a la luz se abrieron
7.De diez cabezas, nueve
8. español bosteza
Presentadora: Tània Paliakova 1. Aina Almirall 2. Emmanuel Boateng 3. Josep Piñol 4. Marina Trinidad 5. Judit Piñol 6. Anna Tomàs 7. Gabriel Vivó 8. Víctor Baldomá
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Instituto Antonio
Machado
9.Españolito que vienes
10.Nuestras horas son minutos
11.Nunca perseguí la gloria
12. No extrañéis dulces amigos
13. Tengo a mis amigos en mi soledad
14. Mas busca en tu espejo al otro
15. Busca a tu complementario
16. Lo ha visto pasar en sueños
17. Cantores, dejad
18. Le tiembla al cantar la voz
19.-¿Mas el arte?...
20. Crea el alma en sus riberas
21. Prefiere la rima pobre
22. Encuentro lo que no busco
23.Con el tú de mi canción
24.Y te enviaré mi canción
25. Poned atención
26.Tengo a mis amigos
27. No es el yo fundamental
9. Daniel Torreño
10. Julia de Diego
11. Ares Robles
12. Elia Lucas
13. Laia Viñas
14. Laura Esteban
15. Lídia Gómez
16. Omaima El Aakel
17. Anna Guim
18. Pol Celis
19. Alba Gatell
20. Tània Ramos
21. Carles Gómez
22. Gemma Sala
23. Fèlix Pallerola
24. Unái Sánchez
25.Emmanuel Boateng
26. Mireia Martí
27. Oriol Florentín
Soria Película 2: Antonio Machado Anna Deas
Unai Sánchez
Verónica Insensé
Aina Almirall
Abejar Relato o puesta en escena de ”El monte de las ánimas” de G.A. Bécquer.
Amadeu Gonga, Manel Escoda Sílvia Romero Lídia Gómez
Abejar Película 5: Gustavo Adolfo Bécquer
Anna Guim
Marina Trinidad
Soria Película 4: Por tierras de Soria: la
intrahistoria del viaje.
Marina Trinidad
Omaima El Aakel
Marina Gargallo
Todo el día Blog Federic Contreras
Clàudia Marín
Clàudia Pérez
Todo el día Fotografía Mireia Martí
Núria Pérez
Laia Viñas
Anna Canals
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13. Fotografia el romànic de Sòria
Us proposem ferun reportatge fotogràfic – si es vol amb vídeo- sobre el romànic de
la ciutat de Sòria: San Juan del Duero, Santo Domingo, San Juan de la Rabanera. El
treball cal que sigui ben documentat, és a dir, que la majoria de les imatges han
d’estar informades. Cal que les imatges no es treguin d’internet –que n’hi ha- , per
tant la vostra presència com a protagonistes del reportatge cal que es noti. El
treball es pot presentar en format PWP o similars i seria convenient que es pogués
penjar a Youtube.
Quan us plantegeu fer el reportatge cal que, a banda d’imatges generals dels
diferents edificis, us centreu en els elements bàsics del romànic, tot vigilant en no
posar en el reportatge elements arquitectònics posteriors al romànic. D’altra banda
cal que en el reportatge feu servir lletra, o bé àudio per ajudar a entendre’l.
A tall d’exemple us posem un llistat d’elements en els que us podeu fixar:
Visions globals de l’edifici
Absis
Contraforts exteriors
Voltes i/o cúpules
Trompes
Arcs: (atenció que n’hi ha de diversos tipus depenent de l’edifici: mig punt,
apuntat, de ferradura, entrellaçats, cecs...)
Arquivoltes
Timpans decorats
Capitells. Ha de ser un punt essencial del reportatge. Hi ha capitells vegetals, però
n’hi ha que expliquen històries, la majoria d’elles bíbliques o d’històries de sants
Tipus de columna
Rosetons
Per si voleu trobar informació complementària, us passem alguna adreça:
http://www.arteguias.com/romanico_soria.htm [Consultada el 8/II/2012]
http://www.arquivoltas.com/13-Soria/01MapaSoria.htm [Consultada el 8/II/2012]
http://www.amigosdelromanico.org/inventario/espana/inv_romanico_soria.html
61
14. Sòria: el riu Duero i el bosc de ribera
En el nostre viatge per Sòria estarem prop d’un riu, el Duero, a la mateixa capital i
a los Picos de Urbión, on s’ubica el naixement del Duero i la impressionant Laguna
Negra.
Com tot ecosistema el bosc de ribera dóna vida a un conjunt d’animals que s’alimenten, s’amaguen i es reprodueixen entre la seva vegetació. Serà fàcil trobar ocells que visquin en contacte directe amb l’aigua del riu, i també altres especies que intentarem identificar i fotografiar.
Les riberes dels rius tenen un gran valor ecològic per la singularitat dels seus
hàbitats, gràcies a que la presència contínua d’aigua permet la formació d’un
microclima diferenciat. El bosc de ribera desenvolupa unes funcions molt
significatives dins l’ecosistema fluvial:
• L’erosió i la sedimentació a les riberes es veu afectada pel moviment de l’aigua
d’escorrentia (torrents, rierols…) i superficial (del propi riu). Aquest fet influeix
en la composició i l’estructura de la comunitat vegetal i a l’inversa, la vegetació
de ribera amb les seves arrels estabilitza els marges del riu davant les seves
crescudes i així contribueix a la forma i el traçat del riu. La vegetació de ribera
frena la velocitat de l’aigua i afavoreix la sedimentació dels materials sòlids
transportats pel riu sobre els terrenys inundats.
• La vegetació de ribera forma part de l’ecosistema fluvial i participa activament
en l’ intercanvi de matèria i d’energia. La fullaraca, els branquillons, les flors, els
fruits, etc. proporcionen matèria orgànica que cau a l’aigua i què és font
d’aliment per a molts éssers vius. El sistema d’arrels de la vegetació riberenca
ajuda a depurar de substàncies tòxiques la capa d’aigua freàtica i també la
superficial.
• La vegetació de ribera ben estratificada proporciona gran quantitat d’hàbitats
diferents on poden trobar protecció un gran nombre d’éssers vius tant aquàtics
com terrestres. Els ecosistemes riberencs tenen un major nombre d’espècies i
d’individus que els del seu voltant. A més el bosc de ribera actua com a zona de
transició entre la terra i l’aigua, el que li dona gran importància com a corredor
biològic.
62
• Si el bosc de ribera està ben conservat, la vegetació ombreja el riu (bosc en
galeria) de forma que l’exposició de l’aigua al sol és molt minsa i per tant les
variacions tèrmiques diàries i estacionals són molt menors. Que l’aigua sigui
freda a més de neta fa que la quantitat d’oxigen dissolt sigui més gran i per tant
afavoreix la vida dels organismes aquàtics, alguns dels quals són en aquest
aspecte molt exigents.
• La limitació de llum posa fre al creixement de les algues i a l’escalfament de
l’aigua fet que afavoreix la presència de determinades espècies, amants
d’aigües fredes (i amb molt oxigen) com les truites, els barbs, les perles…
• Finalment les riberes tenen una gran bellesa i per tant un elevat valor
paisatgístic.
Les principals comunitats de ribera que es troben a prop dels nostres rius són:
• La verneda. És un bosc de ribera típic de torrents, i del curs alt i mig dels rius.
Es troben a les riberes allà on la disponibilitat hídrica és sempre molt elevada i
l’ambient és fresc. És un bosc dens on hi domina el vern (Alnus glutinosa)
acompanyat del freixe de fulla petita (Fraxinus angustifolia), l’avellaner (Corylus
avellana) i de l’om (Ulmus minor). A l’estrat arbustiu hi trobem el saüc
(Sambucus nigra) i el sanguinyol (Cornus sanguinea). Apareix a rieres i torrents
d’influència centreuropea.
• La salzereda. Ocupa els marges dels rius i afavoreix l’enlentiment de l’aigua en
moments d’avingudes i la retenció del sòl, encara que també en pateix les
conseqüències. Són representatius la sarga (Salix eleagnos), salze blanc (Salix
alba), el saulic (Salix purpurea), etc. Es troba als rius i rieres de tots els
estatges exceptuant el subalpí, quan la capa freàtica és molt fluctuant.
• La pollancreda. Es troben a prop dels marges, on el nivell freàtic és molt alt.
Apareixen el pollancre (Populus nigra), el freixe (Fraxinus angustifolia), i l’om
(Ulmus minor). L’estrat arbustiu està dominat pels esbarzers (Rubus ulmifolius),
l’arç blanc (Crataegus monogyna), etc.
• La gatelleda. Es desenvolupa a la zona que pateix l’empenta de les avingudes i
que s’inunda freqüentment. És formada pel gatell (Salix attrocinerea), el càrex
63
(Carex pendula i Carex remota), i la cua de cavall (Equisetum telmateia) entre
altres. És d’influència submediterrània i centreuropea
Salze blanc
Vern
PollancFreix
IMATGES D’ ARBRES
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Om
Platane
Falsa
acàcia
saulic
65
Arç blanc
Avellane
Til·ler
Gatell
Avellaner
66
Alber Sabina
lledoner
Vimetera
67
15. En Valdegeña, recordando a Avelino Hernández
“Por el camino que vas pasa un ramal interesante de iglesias románicas que podrás
ver, sin desviarte, a derecha y a izquierda. A la izquierda Fuensaco. A la derecha
Tozalmoro. A la derecha Omeñaca, a la izquierda Valdegeña. Por cierto que si subes
a ver la iglesia de este pueblo, entra en la cantina del José, que es la primera
puerta pasada la fuente, pídele un vino y dile que te lo apunte a mi cuenta. Si te
dice “bueno, oiga usted, ¿pero cómo es esto?, dile que lo pone en este libro. Y él te
explicará por qué.
En los pueblos por este camino la gente está habituada a que se paren coches a ver
las iglesias. Y dan para conversación. En uno pregunté.
-Es bonita la iglesia ¿eh?
-Aún vale
En un otro dije a un hombre que cuántos vecinos eran.
-Aquí estamos la mitad.”
(Avelino Hernández: Donde la vieja Castilla se acaba)
“Valdegeña es un pueblo castellano como tantos otros: un centenar de casas de
labranza derramadas en la ladera raigal de la Sierra del Madero, en las
estribaciones de Moncayo. Dominándolas –y dominando el horizonte que se pierde
en el azul- un templo románico. Al pie el terreno de cultivo del cereal; y la dehesa
para el ganado, en donde nace un río que cuando nace, nada más nacer, ya es
grande.
Cerca de mi pueblo vivieron unos hombres amigos de los numantinos. Se llamaban
celtíberos. Y luego hubo moros, porque en una cueva que hay en el monte encontró
una vez el tío Antonio una olla de ochavos morunos enterrada. Y hay un pozo
romano. Y un puente medieval. Y un convento de cuando el Cid.”
(Avelino Hernández: Una vez había un pueblo)
Avelino Hernández nació en septiembre de 1944 en Valdegeña. El pueblo tenía
entonces 300 habitantes (hoy en invierno apenas hay cinco casas abiertas) y estaba,
como todos los de su entorno, dedicado a la agricultura. De esa infancia rural,
extrajo Avelino algunos de sus valores más esenciales: el vínculo, inseparable e
íntimo, entre vida humana y naturaleza; la necesidad de libertad; el goce de los
pequeños placeres, que al final son siempre los más importantes (hablar, ver,
68
escuchar, sentir, pasear, escribir, leer, reír...), el sentido de la igualdad ("nadie es
más que otro, si no ha hecho más que otro", era una de sus frases preferidas); el
respeto al otro y esa solidaridad elemental y firme, que se aprendía en la calle y en
los trabajos rurales. En algunos de sus libros de narrativa infantil, Avelino
Hernández refleja no sólo las vivencias felices del "niño de pueblo" que fue, sino la
urdimbre de este sistema de valores que orientó su vida y su literatura: Una vez
había un pueblo, Silvestrito, El Valle del Infierno.
Todos estos valores los recoge asimismo en Mientras cenan con nosotros los
amigos, verdadero compendio de su pensamiento y de sus principios estéticos. En
esta singular novela póstuma, Avelino Hernández trata de responder a la única
pregunta que se planteó permanentemente: “¿Cómo vivir?”. Aunque la respuesta
es compleja, Avelino Hernández pensaba que “profundizando en la libertad,
escogiendo, arriesgando”, es posible adecuar nuestras circunstancias, a los deseos
y a los sueños más altos. Sólo arriesgando, creía, es posible optar a una vida más
plena y satisfactoria. Algunas de las historias que cuenta en Mientras cenan con
nosotros los amigos lo ejemplifican y demuestran.
Gracias a la generosa y acertada intervención artística del escultor Carlos Colomo,
podemos recorrer Valdegeña siguiendo la estimulante senda de los libros de Avelino
Hernández:
1. Valdegeña tambien es mi pueblo
“Amigo lector, el Valle del Infierno existe. Está en la Sierra del Madero, a treinta
kilómetros de Soria por la carretera que lleva al Moncayo, en un pueblo que se
llama Valdegeña. Ion ha vuelto muchas veces, desde entonces.
Si vas tú alguna vez, diles a las gentes que eres amigo suyo o nómbrales al autor
de este libro. Verás entonces que bien te acogen y cómo te enseñan todo lo que
aquí te he contado. Seguro que al marcharte tú también prometerás volver. Y, si
vuelves, acabarás llamando “mi pueblo” a Valdegeña, como ahora hace Ion cuando
habla con los amigos: «Valdegeña también es mi pueblo»”.
(Avelino Hernández: El valle del infierno)
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2. La iglesia de San Lorenzo
“La iglesia de Valdegeña está en un monte. Para llegar a ella hay que subir muchas
escaleras, grandes, de piedra. Sesenta y dos”.
(Avelino Hernández: Una vez había un pueblo).
3. El camposanto.
Seguir vendimiando la vida (30 de mayo)
“Ayer, frente al portalón del camposanto en el otero que da a las mieses, mientras
enterrabais al padre, descubrí una tierra donde el morir tiene exactamente su
sentido.
Era uno de esos días espléndidos con sol de la primavera castellana, cuando
atardece. Tenía el rosal en la fachada de vuestra casa todas las flores que le cabían
aquel año. La paz de la última luz se derramaba por los trigos tiernos. Llegaba
desde los huertos un murmullo distante de pájaros alborozados. Y los hermanos
estabais allí, removiendo con el azadón la tierra en las orillas del hoyo, sembrando
al padre con vuestras manos.
La hermana plantó brotes tiernos de lirio en la tierra fresca de la tumba acabada.
“Para que vuelva a brotar la vida”, dijo.
Y nos fuimos.
Acabar, morir, sembrar, rebrotar, crecer, dar fruto; acabar, morir, sembrar,
rebrotar, crecer... La vida es eso. Y esta tarde lo he aprendido”.
(Avelino Hernández: Mientras cenan con nosotros los amigos)
4. La casa
“En mi casa hay una piedra muy larga encima de la puerta; que es un dintel. Hay
en ella unos versos que dicen: “Por cierto, muy mal haría/ quien en esta casa
entrare/ y por descuido dejare/ el decir Ave María.” (que antes, como no había
70
timbres, se llamaba a las puertas diciendo en voz alta desde la calle: “Ave María
Purísima”). Eso es lo que pone en un lado de la piedra”.
(Avelino Hernández: Una vez había un pueblo)
“Era el séptimo de siete hermanos, César Cayo, en una familia de campesinos. El
hermano mayor y dos hembras se quedaron en el pueblo; el hermano cuarto tuvo
que buscar trabajo lejos de la casa paterna, que no daba más; la quinta hermana
se fue a servir, lejos; al hermano sexto lo hicieron fraile. Sólo César Cayo pudo
estudiar.
El año en que terminó la enseñanza secundaria, el hermano cuarto, emigrante en el
arrabal de Barcelona, halló por fin un buen trabajo: fundir campanas doce horas al
día por treinta y dos pesetas.
Aquel sábado de fin de mes en que cobró su primer sueldo, feliz como un
muchacho, invitó a vermouth con sifón y aceitunas a los compañeros; le pagó los
atrasos a la mujer que le alquilaba la habitación; y, con lo que le quedaba, subió
por la tarde a la ciudad para cumplir un sueño: comprar dos relojes con rubíes en
los ejes de los que anunciaban por la radio.
El primero se lo dio al padre; el otro se lo regaló al hermano pequeño, porque con
quince años acababa de concluir con bien el bachillerato.
El del padre se lo dejaron en la muñeca cuando lo enterraron.
El de César Cayo te lo dio un día a ti, cuando os queríais. Lo llevas siempre, en la
mano izquierda. Y una vez me aseguraste que no quieres llevar otro ya en tu vida;
porque es un símbolo.
«¿Del amor perdido de Cayo» -te pregunté.
«No; del gesto del hermano cuarto, que no conozco»”.
(Avelino Hernández: Mientras cenan con nosotros los amigos).
5. Nadie es más que nadie
• Aquí vivía la espigadora pobre
Cuando cogían el trigo, los Hombres dejaban que se les cayeran adrede algunas
espigas. Para que las recogieran las espigadoras. Eran las más pobres del pueblo.
Había tres.
• Casa de Isabelita la bandolera
Y entonces la Isabelita dijo: -Desde ahora, yo seré vuestra capitana... Mi nombre
será más temido que el del Rubio.
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• Casa de Ángel el cabrero
Cuando llegaba la noche, Ángel el Cabrero regresaba al pueblo con el rebaño.
Volvía siempre tocando su caramillo por los caminos.
• En esta plaza vendía aguardiente Juanito Ladela
Juanito Ladela decía: -Yo sirvo diez vasos de agua de anisetes y uno de la Fuente
¿estamos? Al que le toque el de la fuente se calla...
6. La escuela
“Y nos contó también su recuerdo de la Pobre Veneranda:
«Vivía en la casa que daba a la escuela. Una casa con un camastro y una chimenea
en la parte de atrás, junto a la cuadra... Allá vivía. No tenía nada más; era
espigadora y hacía el rebusco de la vendimia y recogía las hierbas útiles del campo
y la limosna que le daban. Pero todas las mañanas temprano iba a la fuente1. Y
traía dos cántaros de agua. Para tener algo que darnos a los niños cuando a media
mañana salíamos al recreo; porque todos los niños de la escuela, mientras
jugábamos, íbamos a casa de la Pobre Veneranda a que nos diera agua.»
«Nunca he olvidado el sabor de aquella agua.»
«Nunca he olvidado a la Pobre Veneranda ni a Matías el Carpintero.»
«Me ha ido bien en la vida. Y siempre he alimentado un mismo sueño:
descubrir la fuente de donde brotan los manantiales de la bondad, de la ternura y
de la risa. Tengo 79 años, me está llegando la hora y no he logrado descifrarlo.
Heerido volver con la esperanza de hallar al viejo carpintero y a la pobre, por si
acaso ellos hubieran sabido decirme»".
(Avelino Hernández: Mientras cenan con nosotros los amigos)
72
16. Tras las huellas de Gustavo Adolfo Bécquer: Noviercas y Soria
Soria (y el monasterio Veruela, que aunque pertenece administrativamente a
Zaragoza, se encuentra justo en los límites de la provincia castellana) es sin lugar a
dudas, una de las “geografías íntimas” del poeta romántico Gustavo Adolfo
Bécquer. Muchos son los topónimos sorianos que adquieren dimensión poética y
legendaria en su obra: Pozalmuro, Yanguas, Beratón, Noviercas, Torrubia, Gomara,
Almenar, el Moncayo (que contemplaba admirado desde Veruela) y Soria ciudad: El
Monte de las Ánimas, San Juan de Duero, San Polo, San Saturio ... La importancia
de Soria en la vida y en la obra de Bécquer sólo es comparable a la que tuvieron
otras tres ciudades: Sevilla (donde nació en 1836), Madrid (donde vivió desde los
18 años y se formó como escritor y periodista) y Toledo (donde, tras una crisis
conyugal con Casta, se instaló en 1867, con su hermano Valeriano y sus
respectivos hijos, y que pronto convirtió en uno de sus territorios míticos).
La vinculación de Gustavo Adolfo Bécquer con Soria se explica por diferentes
motivos:
Soria fue una de las provincias que Bécquer recorrió, en los años 1857 y 1858, para
un magno y truncado proyecto: el libro Historia de los templos de España, donde
se proponía inventariar y recuperar el rico y abandonado patrimonio arquitectónico
del país. Además de tomar datos sobre iglesitas olvidadas o evocadores claustros
que se desmoronan, el poeta (que comparte esa fascinación de los artistas
románticos por el “genio” popular, por la cultura anónima y tradicional) recopila las
leyendas orales que han ido creciendo asociadas a esos misteriosos lugares: en el
claustro de San Juan del Duero, la leyenda de “El monte de las ánimas”, en las
ruinas del monasterio templario de San Polo, “El rayo de luna”... Gustavo Adolfo y
Valeriano, su hermano pintor, se hospedaban en casa de un tío suyo que, instalado
en Soria desde los años 50, vivía entregado al cuidado de un hijo deficiente y a una
afición con la que entretenía a sus huéspedes: el teatro de títeres.
En 1861, Gustavo Adolfo Bécquer se casa con Casta Esteban, hija de un médico
soriano. Desde ese año hasta 1867 (cuando se produce la ruptura del matrimonio,
después de una novelesca y misteriosa infidelidad de Casta con un bandolero
soriano al que apodaban “El Rubio”) son constantes los viajes de la familia Bécquer
a Noviercas, el pueblo donde viven los padres de Casta. Fue allí donde nació, en
1862, su primer hijo, Gregorio Gustavo.
73
En 1863 y 1864 los dos hermanos Bécquer se instalan en las celdas del monasterio
cisterciense de Veruela. Gustavo Adolfo con Casta y su primer hijo, y Valeriano, -ya
separado de Wifreda, su esposa inglesa- con sus dos hijos habitan el destartalado
monasterio gótico. Los Bécquer descubren en la inaccesible Veruela un lugar barato
donde poder vivir sin tantos apremios, aunque parece que el pincipal motivo para
tan radical cambio de vida fue la preocupación por la salud de Gustavo Adolfo, muy
quebrantada desde que en 1858 padeciera una grave enfermedad (seguramente
una explosiva combinación de tisis y “mal” venéreo) cuyas secuelas padeció hasta
su muerte el 22 de diciembre de1871. Y efectivamente, el clima seco de un lugar
alto y frío como Veruela (“Todos los males se curan / con los aires de Veruela”, se
decía) le fue a Bécquer muy beneficioso. Así lo explica el propio Gustavo Adolfo
Bécquer: “Estuvimos, a causa de estar yo enfermo, un año en el monasterio de
Veruela, completamente aislados”.
En 1864 con la llegada al poder del general Narváez, Bécquer consigue uno de los
pocos oficios bien pagados que desempeñó en su corta vida: es nombrado censor
de novelas, por lo que la familia se instala de nuevo en Madrid. Pero en 1865,
cuando el conservador Narváez es desplazado por el liberal O’Donnell, Bécquer
pierde su empleo. Los dos hermanos vuelven a Veruela, pero Casta se queda en
Madrid esperando dar a luz a Jorge, su segundo hijo, y cada vez más desasosegada
por las ausencias de su marido.
La influencia que ejerció Soria en Bécquer, queda patente en la localización en esta
provincia castellana de cinco de sus más hermosas Leyendas:
La corza blanca, en Beratón (a las faldas del Moncayo y muy cerca de Veruela. El
pueblo más alto de la provincia de Soria: 1395 metros y actualmente sólo 36
habitantes).
La promesa, en la villa de Gomara.
Los ojos verdes, ambientada en las inmediaciones de Almenar, según algunas
fuentes; en “el pozo Román” de Noviercas, según otras.
Situadas en Soria capital están El rayo de luna, en las ruinas del monasterio
templario de San Polo, y El monte de las ánimas en el monte de las Ánimas,
situado frente al de Santa Ana, cerca de las ruinas de San Juan del Duero.
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La sosegada e introspectiva vida en Veruela de los dos hermanos Bécquer dará sus
frutos y tanto Valeriano (el pintor) como Gustavo Adolfo (el poeta) vivirán un
momento de plenitud creadora que se plasmará en tres obras fundamentales del
Romanticismo español: los álbumes plásticos Expedición de Veruela y Spanish
Sketches de Valeriano Domínguez Bécquer y Cartas desde mi celda de Gustavo
Adolfo Bécquer.
¿Qué sucedió en el verano de 1868?
“Está documentado que Casta Esteban llegó en el mes de febrero de 1869 a la casa
que el matrimonio Bécquer tenía en el número 19 de la calle del Baño de la
localidad soriana de Noviercas, de donde ella era oriunda; traía consigo a sus dos
hijos: Gustavo Adolfo Gregorio, de seis años y Jorge Luis Isidro, de tres. El padre
quedaba en Madrid, ocupado como censor de novelas en la administración
conservadora del ministro González Bravo –ocupación que, por primera vez, podía
aportar alguna alegría económica a los siete años de pareja.
Hilarión Borobia era igualmente de Noviercas. Tenía veintisiete años, la misma edad
que Casta, con la que frecuentemente jugó cuando eran niños. Labrador de
mediana hacienda, también estaba casado; y tenía asimismo dos hijos. Era un
cuerpo poderoso y bien formado. Le apodaban “el Rubio”.
La presencia de Casta, sus hijos y su marido el poeta era frecuente en Noviercas,
donde los padres de ella tenían casa desde que el doctor Esteban ejerciera de
médico en la comarca. Se sabe incluso, por testimonios fidedignos, que eran bien
queridos.
¿Qué pudo ocurrir, pues, aquel invierno? ¿Qué dramáticas novedades vino a traer
aquella primavera?
No faltarán en las aldeas de la comarca voces que les aporten a ustedes -¡tan
dados a esos juegos del rumor ambiguo!- las versiones policromas transmitidas por
la tradición oral. Yo tengo que atenerme a lo comprobado.
Es cierto que las relaciones de la romántica pareja atravesaban un mal momento.
Las estrecheces económicas se hacían sentir crudamente en la modesta vivienda
madrileña alqulada del matrimonio. Incapaz de atajarlas, Gustavo se refugiaba
cada día más en el ensueño de la fama y la vida noctámbula y bohemia. A la
todavía muy joven Casta –y ya doblemente madre- hacía tiempo que se le había
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roto el embeleso de haber sido la preferida, con sus dieciocho años, por el más
prometedor poeta del momento.
En estas circustancias, en el mes de febrero de 1868, tuvo lugar el viaje antedicho
de aquella mujer y sus dos hijos a la casa que el matrimonio Bécquer poseía en la
localidad soriana de Noviercas.
Bécquer vino a reunirse con su esposa en el mes de julio. Entonces supo que
estaba embarazada. Y alguien le habló del Rubio...
La rima LXII está fichada en aquel mes de agosto:
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
Apoyándose en Valeriano, el hermano pintor, Gustavo Adolfo tomó consigo a los
dos hijos del matrimonio y fue a refugiarse en la vivienda número 15, planta 2ª, de
la plaza de Herradores –hoy de don Ramón Benito Aceña- en esta ciudad de Soria.
Era la vivienda de su tío Francisco Domínguez, residente en la capital desde 1856,
al cargo de un hijo disminuido. De allí ambos hermanos pasarían a establecerse en
Toledo.
Cuatro meses después, el 15 de diciembre, Casta Esteban, abandonada del poeta,
daría luz a su tercer hijo.”
-¿Y el Rubio?- se limitó a inquirir, seguro de que nuestro interlocutor estaba
aguardando la pregunta. Como, en efecto, así debía ser, a juzgar por la inmediata
aportación de la respuesta.
76
“El día 8 de febrero de 1874, la banda del Chupina perpetró uno de los últimos y
más sonados lances del bandolerismo provincial: el robo de Beratón. Tres de los
bandoleros murieron en el enfrentamiento con el vecindario armado. Hilarión
Borobia fue uno de ellos. Así consta en el libro quinto de defunciones de la
parroquial de Beratón, folio 55: “El 10 de febrero de 1874, con el permiso del señor
Juez de 1ª Instancia de Ágreda, mandé dar sepultura eclesiástica en el camposanto
de nuestro lugar al cadáver de Hilarión Borobia, adulto, que murió de un tiro por
robar y huir al monte con otros comapñeros el día 8 anterior por la tarde, de treinta
y tres años, sin recibir ningún auxilio espiritual. Es natural y vecino de Noviercas,
casado con Robustiana Torroba García.”
La firma rubricada, que yo mismo he comprobado a mis expensas, es de Juan
Rubio, cura beneficiado,
No haría bien dar por concluida mi información sin añadirles el dato, escasamente
conocido, de que, dos años antes, el Rubio había matado con su propia arma en
Noviercas a Manuel Rodríguez Bernardo, segundo esposo de Casta Esteban, el
hombre con quien trataba de rehacer su vida y la de sus tres hijos después de que
el 22 de diciembre de 1870 muriera en la absoluta miseria Gustavo Adolfo
Bécquer...”
(Avelino Hernández: Una casa en la orilla de un río, Espasa Calpe )
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78
Y recorreremos Noviercas, releyendo a Bécquer
En el paseo becqueriano: “Volverán las oscuras golondrinas”
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate:
¡así no te querrán!
(Rima LII)
Lo que Bécquer tenía de poeta le
faltaba de naturalista, ya que las
oscuras golondrinas son, en
realidad vencejos, pues las
golondrinas tienen el vientre
claro. Además tampoco cuelgan
sus nidos de los balcones:
quienes lo hacen son los aviones
comunes. Claro que... ¡a ver
quién rehace ahora la rima!
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En el torreón de Noviercas: “Tú eras el huracán”
Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!…
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!…
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
¡No pudo ser!
(Rima XLI)
El movimiento romántico recuperó la
imagen idealizada del medioevo,
presente también en la obra del
poeta, quien encontró excelentes
referentes en los numerosos torreones
y castillos que delatan el pasado
medieval de estas tierras. La torre de
origen árabe de Noviercas data del
siglo X.
Frente al Moncayo: “El gnomo”
“Cuando el Moncayo se cubre de nieve,
los lobos arrojados de sus guaridas, bajan
en rebaño por su falda”. (“El gnomo”)
Aunque el Moncayo sigue siendo el
mismo desde que Bécquer lo
contempló por primera vez, no todo
permanece igual: si Bécquer volviera a
escribir “El gnomo”, debería suprimir
esta alusión, ya que no quedan lobos
en el Moncayo. En la actualidad,
tampoco nos consta la presencia de
gnomos.
En la casa de los padres de Casta Esteban: Cartas desde mi celda.
Gustavo Adolfo Bécquer escribe en el monasterio de Veruela Cartas desde mi celda.
Las nueves cartas que integran Cartas desde mi celda (publicadas semanalmente
en El Contemporáneo, de mayo a octubre de 1864) son un valioso testimonio de la
profunda experiencia personal y creativa, así como del sobrecogedor proceso de
maduración interior, que ese año de soledad significó para Gustavo Adolfo Bécquer.
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Escrita tras la experiencia límite de la enfermedad (que se agrava en los primeros
meses de su estancia en Veruela), la tercera carta se convierte en un conmovedor
examen de conciencia, que concluye con la estoica aceptación de las limitaciones de
la existencia.
“Cuando yo tenía catorce o quince años y mi alma estaba henchida de deseos sin
nombre, de pensamientos puros y de esa esperanza sin límite que es la más
preciada joya de la juventud; cuando yo me juzgaba poeta, cuando mi imaginación
estaba llena de esas risueñas fábulas del mundo clásico (...)
Yo soñaba entonces una vida independiente y dichosa, semejante a la del pájaro,
que nace para cantar y Dios le procura de comer; soñaba esa vida tranquila del
poeta que irradia con suave luz de una en otra generación: soñaba que la ciudad
que me vio nacer se enorgulleciese con mi nombre (...)
Las palabras amor, gloria, poesía, no me suenan ya al oído como me sonaban
antes. ¡Vivir!... Seguramente que deseo vivir, porque la vida, tomándola tal como
es, sin exageraciones ni engaños, no es tan mala como dicen algunos; pero vivir
oscuro y dichoso en cuanto es posible, sin deseos, sin inquietudes, sin ambiciones,
con esa felicidad de la planta que tiene a la mañana su gota de rocío y su rayo de
sol; después, un poco de tierra echada con respeto y que no apisonen y pateen los
que sepultan por oficio; un poco de tierra blanda y floja que no ahogue ni oprima;
cuatro ortigas, un cardo silvestre y alguna hierba que me cubra con su manto de
raíces, y, por último, un tapial que sirva para que no aren en aquel sitio ni
revuelvan los huesos. He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un
comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad y, concluido mi papel de hacer
bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie
se aperciba siquiera de mi salida”. (Cartas desde mi celda).
En el pozo Román: “La leyenda de los ojos verdes”
Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy,
que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera
cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma.
Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si
en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal cuales ellos
eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre
las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos,
81
cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que
pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.
I
-Herido va el ciervo..., herido va... no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre
las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas...
Nuestro joven señor comienza por donde otros acaban... En cuarenta años de
montero no he visto mejor golpe... Pero, ¡por San Saturio, patrón de Soria!,
cortadle el paso por esas carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas
hasta echar los hígados, y hundid a los corceles una cuarta de hierro en los ijares:
¿no veis que se dirige hacia la fuente de los Álamos y si la salva antes de morir
podemos darlo por perdido?
Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido de las trompas, el
latir de la jauría desencadenada, y las voces de los pajes resonaron con nueva
furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros, se dirigió al punto que
Iñigo, el montero mayor de los marqueses de Almenar, señalara como el más a
propósito para cortarle el paso a la res.
Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los lebreles llegó a las carrascas,
jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo, rápido como una saeta, las
había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha
que conducía a la fuente.
-¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Iñigo entonces-. Estaba de Dios que había de
marcharse.
Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas, y los lebreles dejaron
refunfuñando la pista a la voz de los cazadores.
En aquel momento, se reunía a la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de
Argensola, el primogénito de Almenar.
-¿Qué haces? -exclamó, dirigiéndose a su montero, y en tanto, ya se pintaba el
asombro en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. ¿Qué haces, imbécil? Ves
que la pieza está herida, que es la primera que cae por mi mano, y abandonas el
rastro y la dejas perder para que vaya a morir en el fondo del bosque. ¿Crees acaso
que he venido a matar ciervos para festines de lobos?
82
-Señor -murmuró Iñigo entre dientes-, es imposible pasar de este punto.
-¡Imposible! ¿Y por qué?
-Porque esa trocha -prosiguió el montero- conduce a la fuente de los Álamos: la
fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa
enturbiar su corriente paga caro su atrevimiento. Ya la res habrá salvado sus
márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna
calamidad horrible? Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero reyes que pagan
un tributo. Fiera que se refugia en esta fuente misteriosa, pieza perdida.
-¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y primero perderé el
ánima en manos de Satanás, que permitir que se me escape ese ciervo, el único
que ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones de cazador... ¿Lo ves?...
¿Lo ves?... Aún se distingue a intervalos desde aquí; las piernas le fallan, su carrera
se acorta; déjame..., déjame; suelta esa brida o te revuelvo en el polvo... ¿Quién
sabe si no le daré lugar para que llegue a la fuente? Y si llegase, al diablo ella, su
limpidez y sus habitadores. ¡Sus, Relámpago!; ¡sus, caballo mío! Si lo alcanzas,
mando engarzar los diamantes de mi joyel en tu serreta de oro.
Caballo y jinete partieron como un huracán. Iñigo los siguió con la vista hasta que
se perdieron en la maleza; después volvió los ojos en derredor suyo; todos, como
él, permanecían inmóviles y consternados.
El montero exclamó al fin:
-Señores, vosotros lo habéis visto; me he expuesto a morir entre los pies de su
caballo por detenerlo. Yo he cumplido con mi deber. Con el diablo no sirven
valentías. Hasta aquí llega el montero con su ballesta; de aquí en adelante, que
pruebe a pasar el capellán con su hisopo.
II
-Tenéis la color quebrada; andáis mustio y sombrío. ¿Qué os sucede? Desde el día,
que yo siempre tendré por funesto, en que llegasteis a la fuente de los Álamos, en
pos de la res herida, diríase que una mala bruja os ha encanijado con sus hechizos.
Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras
trompas despierta sus ecos. Sólo con esas cavilaciones que os persiguen, todas las
mañanas tomáis la ballesta para enderezaros a la espesura y permanecer en ella
hasta que el sol se esconde. Y cuando la noche oscurece y volvéis pálido y fatigado
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al castillo, en balde busco en la bandolera los despojos de la caza. ¿Qué os ocupa
tan largas horas lejos de los que más os quieren?
Mientras Iñigo hablaba, Fernando, absorto en sus ideas, sacaba maquinalmente
astillas de su escaño de ébano con un cuchillo de monte.
Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar
sobre la pulimentada madera, el joven exclamó, dirigiéndose a su servidor, como si
no hubiera escuchado una sola de sus palabras:
-Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las guaridas del Moncayo, que has vivido
en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador
subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por acaso, una mujer
que vive entre sus rocas?
-¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito.
-Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña... Creí
poder guardar ese secreto eternamente, pero ya no es posible; rebosa en mi
corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a
desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura que, al parecer, sólo para mí
existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame razón de ella.
El montero, sin despegar los labios, arrastró su banquillo hasta colocarse junto al
escaño de su señor, del que no apartaba un punto los espantados ojos... Éste,
después de coordinar sus ideas, prosiguió así:
-Desde el día en que, a pesar de sus funestas predicciones, llegué a la fuente de los
Álamos, y, atravesando sus aguas, recobré el ciervo que vuestra superstición
hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de soledad.
Tú no conoces aquel sitio. Mira: la fuente brota escondida en el seno de una peña,
y cae, resbalándose gota a gota, por entre las verdes y flotantes hojas de las
plantas que crecen al borde de su cuna. Aquellas gotas, que al desprenderse brillan
como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, se reúnen entre
los céspedes y, susurrando, susurrando, con un ruido semejante al de las abejas
que zumban en torno a las flores, se alejan por entre las arenas y forman un cauce,
y luchan con los obstáculos que se oponen a su camino, y se repliegan sobre sí
mismas, saltan, y huyen, y corren, unas veces con risas; otras, con suspiros, hasta
caer en un lago. En el lago caen con un rumor indescriptible. Lamentos, palabras,
84
nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado
solo y febril sobre el peñasco a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa,
para estancarse en una balsa profunda cuya inmóvil superficie apenas riza el viento
de la tarde.
Todo allí es grande. La soledad, con sus mil rumores desconocidos, vive en aquellos
lugares y embriaga el espíritu en su inefable melancolía. En las plateadas hojas de
los álamos, en los huecos de las peñas, en las ondas del agua, parece que nos
hablan los invisibles espíritus de la Naturaleza, que reconocen un hermano en el
inmortal espíritu del hombre.
Cuando al despuntar la mañana me veías tomar la ballesta y dirigirme al monte, no
fue nunca para perderme entre sus matorrales en pos de la caza, no; iba a
sentarme al borde de la fuente, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una locura! El
día en que saltó sobre ella mi Relámpago, creí haber visto brillar en su fondo una
cosa extraña.., muy extraña..: los ojos de una mujer.
Tal vez sería un rayo de sol que serpenteó fugitivo entre su espuma; tal vez sería
una de esas flores que flotan entre las algas de su seno y cuyos cálices parecen
esmeraldas...; no sé; yo creí ver una mirada que se clavó en la mía, una mirada
que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una
persona con unos ojos como aquellos. En su busca fui un día y otro a aquel sitio.
Por último, una tarde... yo me creí juguete de un sueño...; pero no, es verdad; le
he hablado ya muchas veces como te hablo a ti ahora...; una tarde encontré
sentada en mi puesto, vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y
flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos
eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas
volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto..., sí, porque los ojos de
aquella mujer eran los ojos que yo tenía clavados en la mente, unos ojos de un
color imposible, unos ojos...
-¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un
golpe en su asiento.
Fernando lo miró a su vez como asombrado de que concluyese lo que iba a decir, y
le preguntó con una mezcla de ansiedad y de alegría:
-¿La conoces?
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-¡Oh, no! -dijo el montero-. ¡Líbreme Dios de conocerla! Pero mis padres, al
prohibirme llegar hasta estos lugares, me dijeron mil veces que el espíritu, trasgo,
demonio o mujer que habita en sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo os conjuro
por lo que más améis en la tierra a no volver a la fuente de los álamos. Un día u
otro os alcanzará su venganza y expiaréis, muriendo, el delito de haber encenagado
sus ondas.
-¡Por lo que más amo! -murmuró el joven con una triste sonrisa.
-Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres, por vuestros deudos, por las
lágrimas de la que el Cielo destina para vuestra esposa, por las de un servidor, que
os ha visto nacer.
-¿Sabes tú lo que más amo en el mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi
padre, los besos de la que me dio la vida y todo el cariño que pueden atesorar
todas las mujeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos...
¡Mira cómo podré dejar yo de buscarlos!
Dijo Fernando estas palabras con tal acento, que la lágrima que temblaba en los
párpados de Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mientras exclamó con acento
sombrío:
-¡Cúmplase la voluntad del Cielo!
III
-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en
tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que
conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como
en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.
El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos
por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose
poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su
margen.
Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía próxima a desplomarse en el fondo
de las aguas, en cuya superficie se retrataba, temblando, el primogénito Almenar,
de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el
secreto de su existencia.
86
Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro. Y uno de sus
rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo como un rayo
de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus
pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar
algunas palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de
la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos.
-¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver burlada su esperanza-. ¿Querrás que
dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me
amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer...
-O un demonio... ¿Y si lo fuese?
El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se
dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su
brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebato de amor:
-Si lo fueses.:., te amaría..., te amaría como te amo ahora, como es mi destino
amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más de ella.
-Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-, yo te
amo más aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta un mortal siendo un
espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la Tierra; soy una mujer
digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas
aguas, incorpórea como ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y
ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro;
antes lo premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del
vulgo, como a un amante capaz de comprender mi caso extraño y misterioso.
Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la contemplación de su fantástica
hermosura, atraído como por una fuerza desconocida, se aproximaba más y más al
borde de la roca.
La mujer de los ojos verdes prosiguió así:
-¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes
hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y
corales..., y yo..., yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado
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en tus horas de delirio y que no puede ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago
flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino...; las ondas nos llaman con
sus voces incomprensibles; el viento empieza entre los álamos sus himnos de
amor; ven..., ven.
La noche comenzaba a extender sus sombras; la luna rielaba en la superficie del
lago; la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la
oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas...
Ven, ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro.
Ven... y la mujer misteriosa lo llamaba al borde del abismo donde estaba
suspendida, y parecía ofrecerle un beso..., un beso...
Fernando dio un paso hacía ella..., otro..., y sintió unos brazos delgados y flexibles
que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de
nieve..., y vaciló..., y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre.
Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos
de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.
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89
En el albergue de la Cañada real, junto al fuego o en El salón del
ayuntamiento: “El monte de las ánimas”
La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su
tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en
Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un
caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me
decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces
la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos
por el aire frío de la noche.
Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I
-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores,
y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y
estamos en el Monte de las Ánimas.
-¡Tan pronto!
-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del
Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco
sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a
tañer su campana en la capilla del monte.
-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace
un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré
la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de
Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos
Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.
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Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:
-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo
convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a
la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para
defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus
nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la
conquistaron.
Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad
fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían
acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus
necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una
gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con
espuelas, como llamaban a sus enemigos.
Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar
y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo.
No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como
arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla
espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso
exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey:
el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla
de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos
amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.
Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la
campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus
sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales.
Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos
silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los
descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las
Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.
La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al
extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto
de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por
entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
91
II
Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del
palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos
grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban
familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso:
Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la
llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de
Beatriz.
Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.
Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en
que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas
de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.
-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se
encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras
de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales
sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu
lejano señorío.
Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en
aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.
-Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se
apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en
perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas
cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que
viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu
atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha
prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo
llevó al altar... ¿Lo quieres?
-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida
compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un
92
presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las
manos vacías.
El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al
joven, que después de serenarse dijo con tristeza:
-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es
día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin
añadir una palabra.
Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de
las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir
los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas.
Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este
modo:
-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se
celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -
dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago,
iluminada por un pensamiento diabólico.
-¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para
buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de
oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué
emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
-Sí.
-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.
-¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con
una indescriptible expresión de temor y esperanza.
-No sé.... en el monte acaso.
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-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el
sitial-; en el Monte de las Ánimas!
Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:
-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me
llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los
combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra,
todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra
que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco
sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y
a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna
ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y,
sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes?
Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del
monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas
que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la
sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino
de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa
adónde.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de
Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras
atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil
colores:
-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera!
¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!
Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo
menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso
de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en
su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa,
que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:
-Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto.
-¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o
aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.
94
A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La
hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas,
prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se
desvaneció por último.
Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire
zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
III
Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y
Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una
hora pudiera haberlo hecho.
-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y
encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar
algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no
existen.
Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se
durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones
de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a
par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y
doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró
tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de
alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo
prolongado y estridente.
Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a
su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave,
aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de
rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de
agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles;
ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se
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ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios
que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no
obstante en la oscuridad.
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó
un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a
escuchar: nada, silencio.
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que
se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada,
oscuridad, las sombras impenetrables.
-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de
raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón
palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?
Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre
sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya
no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al
separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas
pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir
una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el
reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y
arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un
rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del
aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan
tristemente por las ánimas de los difuntos.
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna
a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los
primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan
hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se
disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió
su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas:
sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera
en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.
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Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito
de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las
malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con
ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos,
entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de
horror!
IV
Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la
noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes
de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que
vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados
en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible,
y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer
hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y
arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.
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17. Actividades de literatura. Miércoles, 20 de marzo
Valdegeña
1.Valdegeña también es mi pueblo 2. La iglesia de San Lorenzo 3. Seguir vendimiando la vida 4. En mi casa hay... 5. Era el séptimo de siete hermanos 6. Nadie es más que nadie 7. Y nos contó también...
1. Meritxell Raventós 2-3. Julia de Diego 4. Judit Mañé 5. Roger Pérez 6. Gabriel Vivó 7. Clàudia Pérez
Valdegeña
Película 3: Avelino Hernández
Tània Ramos, Marta Llobet Mar Batlle
Valdegeña/Abejar Película 2: Antonio Machado Anna Deas, Unai Sánchez, Verónica Insensé, Aina Almirall)
Valdegeña 1. Al empezar abril 2. Aquellos diminutos pegujales 3. Las figuras del campo sobre el cielo 4. Un viejo acurrucado 5. Pascua de resurrección
Presentador: Pablo Casado 1. Marga Caballero
2. Oscar Feced
3. .Mireia Mañosa
4. Bryan Marín
5. Anna Tomà
Noviercas/Abejar Película 5: Gustavo Adolfo Bécquer
Anna Guim, Marina Trinidad
Noviercas: Paseo becqueriano/Torre de Noviercas/Casa de Béquer
1. Volverán las oscuras golondrinas 2. Tú eres el huracán 3. “El gnomo 4. Cartas desde mi celda
1. Laia Viñas 2. Ares Robles
3. Josep Piñol
4. Roger Tutusaus Noviercas: Pozo Román
Relato/Escenificación de la leyenda de Bécquer: “Los ojos verdes”
Anna Deas, Júlia Oliver, OmaimaEl Aakel, Fèlix Pallerola
Todo el día Película 4: Por tierras de Soria: la intrahistoria del viaje
Marina Trinidad, Omaima El Aakel, Marina Gargallo
Abejar 1.Un loco 2. A orillas del Duero
1. Alejandro Pastor 2. Montse Martínez
Abejar 1. Es la tierra de Soria árida y fría
2. La nieve en el mesón del campo abierto 3. Era una tarde, cuando el campo huía.
Presentadora: Regina Valls 1. Oriol Florentín 2.GlòriaFelgueras
3.Glòria Mitjans
Todo el día Fotografía Mireia Martí,Núria Pérez
Laia Viñas,Anna Canals
Todo el día
Blog Alejandro Pastor, Andrea Mellado, Roger Pérez
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18. La laguna negra y “La tierra de Alvar González” de Antonio Machado
El 5 de octubre de 1910 Antonio Machado inició, con unos amigos, un viaje a las
sierras más elevadas del Sistema Ibérico. Tenía un objetivo claro: conocer las
fuentes del Duero (ese río que le acompañaba cada día en sus paseos vespertinos
por Soria) y que nace a muy pocos metros de la cumbre del pico Urbión. Fue en esa
excursión de montaña cuando se topó con la laguna negra, un embalsamiento
natural de origen glaciar y misteriosas aguas verdosas, que inmortalizaría en la
leyenda “Las tierras de Alvar González” y en el largo poema narrativo de parecido
título “La tierra de Alvar González”. Tanto la leyenda en prosa, como el trágico
romance son, a la vez, un homenaje amoroso y una dura crítica a las rudas gentes
de esa zona, que debían sobrevivir en un entorno inclemente y duro a más de 2000
metros del nivel del mar. Espíritu noventayochista en el estado más puro.
La leyenda “Las tierras de Alvar González” apareció, en 1912, en la revista Mondial
Magazine que dirigía Rubén Darío en París. Machado cuenta que, en el trayecto que
hizo en coche hasta Cidones, iba sentado y entre «un indiano que tornaba de
Méjico a su aldea natal, escondida en tierra de pinares, y un viajero campesino que
venía de Barcelona, donde embarcara a dos de sus hijos para el Plata». Trabó algo
de amistad con este último y, en el tramo que hicieron a caballo entre Vinuesa y
Covaleda, el campesino le habló de Alvargonzález. Al dejar atrás la aldea de La
Muedra, el campesino, «señalando a su diestra», extendió la mano para indicarle a
don Antonio que el sendero que allí se abría llevaba hacia las tierras de
Alvargonzález, el nombre de un rico labrador que vivía en una pequeña aldea que
se llamaba igual que él. Al preguntar el poeta, el campesino se refirió a la leyenda
de una laguna insondable cuyas aguas escondían el secreto de crímenes terribles.
Todavía podían distinguirse a veces las sombras inquietas de los dos hijos traidores,
arrastrando entre los pinares el cadáver de su padre desde la fuente hasta el agua
de la laguna. Mientras remontaban las nacientes del Duero, por el bosque se
escuchaba el eco delator del crimen –«el que la tierra ha labrado, no duerme bajo
la tierra»–, un eco que brota de las aguas del lago para multiplicarse una y otra vez
sobre los murallones de granito que abrazan el circo glaciar. Todavía hay por aquí
rastros de envidia cainita y de sangre traidora, que han manchado para siempre los
troncos de estos pinares.
La laguna negra es de una belleza onírica sobrecogedora. Hay quien dice que las
aguas de la laguna tienen vida propia, que por secretos pasadizos se comunican
99
con las aguas del mar y que por eso a veces se producen inexplicables oleajes. Hay
quien dice que una bella muchacha atrae desde el fondo a los hombres, incapaces
de resistir su hechizo... Y también hay quien dice que esta hermosa laguna es obra
de las fuerzas portentosas de la naturaleza. En concreto, de los movimientos
glaciares que, allá por el cuaternario –hace unos dos millones de años– acabaron
por modelar el relieve de la sierra de Urbión. Es decir, gigantescas lenguas de hielo
y tierra que en su marcha implacable desde las alturas al llano fueron socavando
las laderas montañosas dando lugar a circos glaciares como los que acogen las
aguas de las lagunas Negra, Helada y Larga. Restos de aquella actividad orogénica
son las acumulaciones de tierra y rocas que cierran la Laguna Negra por la parte
opuesta a los farallones rocosos, formando un evidente promontorio que evita el
desagüe. Por esa zona es por la que una pasarela de madera conduce la visita al
enclave. También son evidencia de aquellos movimientos ciclópeos los enormes
bloques graníticos desplomados de los farallones que rodean la laguna,
desordenados, caóticos y en algunos casos tan amenazantes que parecen a punto
de echarse a rodar ladera abajo. O incluso detenidos en precario equilibrio por el
empeño de un pino forzudo.
Por estos parajes de la sierra de Urbión se extiende una de las mayores masas
boscosas de toda la península, formada especialmente por pino silvestre o albar
(Pinus sylvestris) como especie predominante, aunque en las umbrías se localizan
también con facilidad importantes rodales de haya, que rompen la monotonía
cromática de los pinares sobre todo al alcanzar el otoño. Un abultada lista de
especies animales pululan por estas frondas. Entre los mamíferos más habituales se
encuentran ardillas, garduñas, zorros, comadrejas, tejones, ciervos, corzos y
jabalíes. Y entre los alados es fácil observar los ajetreos de piquituertos, carboneros
palustres, chochas, el agateador común, el trepador azul o el pinzón vulgar.
El acceso más frecuente a la laguna se realiza desde la localidad de Vinuesa, de
obligado alto en el camino para disfrutar de una población con solera y buenas
muestras de arquitectura tradicional. Su abundancia de casones y escudos
nobiliarios en las fachadas habla de un pasado bien próspero, muchas de cuyas
fortunas se tejieron en tiempos de la Mesta, con el comercio de la lana y su acarreo
como principal actividad. (Adaptación de un artículo de Javier Prieto.
http://www.larioja.com/ocio/rutas/laguna-negra.html).
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19. Actividades de literatura. Jueves, 21 de marzo
Laguna negra La tierra de Álvar González Presentador: Regina Valls
Miguel Mellado
Motse Sellarés
Frederic Contreras
Laguna negra Película 2: Antonio Machado Anna Deas
Unai Sánchez
Verónica Insensé
Aina Almirall
Todo el día Película 4: La intrahistoria del
viaje
Marina Trinidad
Omaima El Aakel
Marina Gargallo
Todo el día Blog Eduard Mas
Laura Salat
Enric Herraiz
Todo el día Fotografía Mireia Martí
Núria Pérez
Laia Viñas
Anna Canals
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20. Concurso de fotografía: POR TIERRAS DE SORIA
¿Vas a Soria y te gusta la fotografía? Pues
venga, activa tus dotes de artista, de
creador y anímate a participar en el
concurso de fotografía que te proponemos.
Busca un encuadre diferente, una
perspectiva desigual, el momento preciso,
la luz adecuada, el detalle que solo
aparentemente carece de interés,…, la
originalidad de tu mirada, tu sensibilidad
peculiar,…, enfoca y… ¡Acción!
Cuatro apartados temáticos
A) Naturaleza y paisaje
B) Los pueblos abandonados
C) Arte: el Románico (lee las sugerencias de la página 60)
D) Fotografiar a Machado (lee las sugerencias de la página 46)
Puedes presentar como máximo 2 fotos por apartado. Si quieres puedes
presentarte solo a 1 ó 2 apartados.
Habrá una foto ganadora de cada tema y un premio muy especial para sus autores.
Las fotos participantes se enviarán al Blog Filoeugeni del Seminario de Filosofía
antes del 6 de Abril. Tenéis que poner un título a cada foto y enviarlas con
seudónimo.
Las fotos seleccionadas como finalistas tendrán que pasarse a papel para
exponerlas en el hall. Ya se indicarán las medidas.
Entrega de premios: Día 23 de abril, Sant Jordi, en el acto que se celebrará en el
Casal.
Importante: Los profesores de filosofía tendrán en cuenta la participación a la hora
de redondear en junio la nota final de la asignatura. ¡¡ ANÍMATE Y PARTICIPA !!
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21. De regreso a casa. Actividades de literatura
1. Un diario de viaje
Avelino Hernández siempre llevaba en el bolsillo un cuaderno para anotar lo que le
le parecía hermoso, curioso o revelador, todo aquello que no quería olvidar. De
esas anotaciones, hechas un poco a desgaire, se alimentaba luego su escritura.
También tú llevarás un cuaderno de notas en tu mochila cuando recorras las tierras
de Soria.
Durante el viaje verás paisajes distintos, oirás palabras que te sorprenderán, y
vivirás seguramente buenos y estimulantes momentos. Te proponemos que
describas o narres el día, el lugar, el personaje, la anécdota, la conversación, la
reflexión... que más te hayan impactado, emocionado y sorprendido: aquel
momento luminoso que te gustaría rescatar del olvido. Sólo tienes que escribir una
pàgina, pero la debes trabajar mucho, el contenido y la forma. Debe ser un texto
muy cuidado estéticamente.
2. El diccionario del viaje
Sigue el consejo que nos da Machado en uno de sus proverbios:
Ya se oyen palabras viejas.
–Pues aguzad las orejas.
Elige cinco palabras que hayas aprendido en el viaje (sobre todo en las
conversaciones con la gente, en las calles y pueblos, aunque también puedes
recurrir a los textos de los autores y al dosier) e incorpóralas al Diccionario del
viaje. La entrada de cada palabra seguirà esta estructura:
• Definición
• Fuente o lugar
• Cita
• Frase inventada.
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22. De regreso a casa. Actividades de Filosofía
Antonio Machado, poeta y filósofo del tiempo.
La inclinación de Antonio Machado por la filosofía se
remonta seguramente a sus años de juventud.
Formado en la Institución Libre de Enseñanza, donde
se intentaban vincular a los jóvenes a valores como
el respeto, el sentido del diálogo y la búsqueda de la
verdad, sus estudios le llevaron a una licenciatura en
esta disciplina.
¿Qué relación existe entre la poesía de Antonio
Machado y su pensamiento “filosófico”?
Machado afirmaba que la poesía es un arte temporal,
por lo que el tema por excelencia de toda su obra es
la reflexión sobre el tiempo. Antonio Machado pensaba que el conocimiento racional
es inseguro y que lo que sabe el hombre de sí mismo está limitado por el espacio y
el tiempo. Si pensar fuera del tiempo es imposible, imposible es también reducir el
paso del tiempo a categorías lógicas.
“El poema de un día” fue escrito en 1913, cuado tras la muerte de Leonor vivía ya
en Baeza. En este poema de la edición de 1917 de Campos de Castilla, Machado
refleja el transcurrir del tiempo en un día cualquiera, de un pueblo cualquiera de
España. Nos cuenta cómo fue, hace un siglo, un día de la vida de un poeta.
POEMA DE UN DÍA (MEDITACIONES RURALES)
Heme aquí ya, profesor
de lenguas vivas (ayer
maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.
Invierno. Cerca del fuego.
Fuera llueve un agua fina,
que ora se trueca en neblina,
ora se torna aguanieve.
Fantástico labrador,
pienso en los campos.¡Señor
qué bien haces! Llueve, llueve
tu agua constante y menuda
sobre alcaceles y habares,
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tu agua muda,
en viñedos y olivares.
Te bendecirán conmigo
los sembradores del trigo;
los que viven de coger
la aceituna;
los que esperan la fortuna
de comer;
los que hogaño,
como antaño,
tienen toda su moneda
en la rueda,
traidora rueda del año.
¡Llueve, llueve; tu neblina
que se torne en aguanieve,
y otra vez en agua fina!
¡Llueve, Señor, llueve, llueve!
En mi estancia, iluminada
por esta luz invernal
la tarde gris tamizada
por la lluvia y el cristal,
sueño y medito.
Clarea
el reloj arrinconado,
y su tic-tic, olvidado
por repetido, golpea.
Tic-tic, tic-tic... Ya te he oído.
Tic-tic, tic-tic... Siempre igual,
monótono y aburrido.
Tic-tic, tic-tic, el latido
de un corazón de metal.
En estos pueblos, ¿se escucha
el latir del tiempo? No.
En estos pueblos se lucha
sin tregua con el reló,
con esa monotonía
que mide un tiempo vacío.
Pero ¿tu hora es la mía?
¿Tu tiempo, reloj, el mío?
(Tic-tic, tic-tic...) Era un día
(Tic-tic, tic-tic) que pasó,
y lo que yo más quería
la muerte se lo llevó.
Lejos suena un clamoreo
de campanas...
Arrecia el repiqueteo
de la lluvia en las ventanas.
Fantástico labrador,
vuelvo a mis campos. ¡Señor,
cuánto te bendecirán
los sembradores del pan!
Señor, ¿no es tu lluvia ley,
en los campos que ara el buey,
y en los palacios del rey?
¡Oh, agua buena, deja vida
en tu huida!
¡Oh, tú, que vas gota a gota,
fuente a fuente y río a río,
como este tiempo de hastío
corriendo a la mar remota,
en cuanto quiere nacer,
cuanto espera
florecer
al sol de la primavera,
sé piadosa,
que mañana
serás espiga temprana,
prado verde, carne rosa,
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y más: razón y locura
y amargura
de querer y no poder
creer, creer y creer!
Anochece;
el hilo de la bombilla
se enrojece,
luego brilla,
resplandece
poco más que una cerilla.
Dios sabe dónde andarán
mis gafas... entre librotes
revistas y papelotes,
¿quién las encuentra?... Aquí están.
Libros nuevos. Abro uno
de Unamuno.
¡Oh, el dilecto,
predilecto
de esta España que se agita,
porque nace o resucita!
Siempre te ha sido, ¡oh Rector
de Salamanca!, leal
este humilde profesor
de un instituto rural.
Esa tu filosofía
que llamas diletantesca,
voltaria y funambulesca,
gran don Miguel, es la mía.
Agua del buen manantial,
siempre viva,
fugitiva;
poesía, cosa cordial.
¿Constructora?
¿No hay cimiento
ni en el alma ni en el viento?
Bogadora,
marinera,
hacia la mar sin ribera.
Enrique Bergson: Los datos
inmediatos
de la conciencia. ¿Esto es
otro embeleco francés?
Este Bergson es un tuno;
¿verdad, maestro Unamuno?
Bergson no da como aquel
Immanuel
el volatín inmortal;
este endiablado judío
ha hallado el libre albedrío
dentro de su mechinal.
No está mal;
cada sabio, su problema,
y cada loco, su tema.
Algo importa
que en la vida mala y corta
que llevamos
libres o siervos seamos:
mas, si vamos
a la mar,
lo mismo nos ha de dar.
¡Oh, estos pueblos! Reflexiones,
lecturas y acotaciones
pronto dan en lo que son:
bostezos de Salomón.
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¿Todo es
soledad de soledades.
vanidad de vanidades,
que dijo el Eciesiastés?
Mi paraguas, mi sombrero,
mi gabán...El aguacero
amaina...Vámonos, pues.
Es de noche. Se platica
al fondo de una botica.
Yo no sé,
don José,
cómo son los liberales
tan perros, tan inmorales.
¡Oh, tranquilícese usté!
Pasados los carnavales,
vendrán los conservadores,
buenos administradores
de su casa.
Todo llega y todo pasa.
Nada eterno:
ni gobierno
que perdure,
ni mal que cien años dure.
Tras estos tiempos vendrán
otros tiempos y otros y otros,
y lo mismo que nosotros
otros se jorobarán.
Así es la vida, don Juan.
Es verdad, así es la vida.
La cebada está crecida.
Con estas lluvias...
Y van
las habas que es un primor.
Cierto; para marzo, en flor.
Pero la escarcha, los hielos...
Y, además, los olivares
están pidiendo a los cielos
aguas a torrentes.
A mares.
¡Las fatigas, los sudores
que pasan los labradores!
En otro tiempo...
Llovía
también cuando Dios quería.
Hasta mañana, señores.
Tic-tic, tic-tic... Ya pasó
un día como otro día,
dice la monotonía
del reloj.
Sobre mi mesa Los datos
de la conciencia, inmediatos.
No está mal
este yo fundamental,
contingente y libre, a ratos,
creativo, original;
este yo que vive y siente
dentro la carne mortal
¡ay! por saltar impaciente
las bardas de su corral.
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Lee atentamente el poema y contesta por escrito a las siguientes cuestiones:
1. En el poema el autor cita a tres filósofos (Unamuno, Bergson y Kant). a) Busca información sobre su pensamiento en relación al tiempo. b) ¿Qué vinculación tuvo Antonio Machado con cada uno de ellos?
2. ¿Qué fue la Institución Libre de Enseñanza? ¿Qué es el krausismo?
3. Compara la vida rural de hace un siglo, descrita por Machado en el poema,
con las impresiones que te causó nuestra visita a Valdegeña, el pueblo de Avelino Hernández. (Extensión mínima: 600 palabras)
4. Selecciona una fotografía de tu viaje a Soria que para ti refleje el paso del tiempo. Justifica tu elección.
Fecha de entrega: jueves 28 de marzo. Importante: contará para la nota de la 3ª
evaluación.
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23. Tierras de Soria 2.0, 2013
Durante el viaje a Soria deberéis realizar diferentes actividades relacionadas con las
nuevas tecnologías:
1. El viaje día a día
Al llegar al albergue, el equipo de redactores del día realizará un resumen de los
hechos más relevantes de la jornada con el fin de realizar una entrada diaria en el
blog Tierras de Soria (http://tierrasdesoria.blogspot.com). Así las familias y los
amigos podrán seguir vuestro viaje puntualmente.
Lunes 18 Eric Lloret, Júlia Urpí, Motse Sellarés Martes 19 Federic Contreras, Clàudia Marín, Clàudia Pérez Miércoles 20 Alejandro Pastor, Andrea Mellado, Roger Pérez Jueves 21 Eduard Mas, Laura Salat, Enric Herráiz
2. El diccionario del viaje
Una vez corregidas, debéis incoprporar las cinco palabras que habéis aprendido en
tierras sorianas en un documento tipo Excel en Google Docs, detallando en cada
entrada la definición, la fuente, la cita y añadiendo una frase inventada donde
aparezca la palabra. Para poder acceder y trabajar en Google Docs necesitáis
disponer de una cuenta de Gmail activa. Una vez finalizado, el glosario del viaje se
colgará en una tabla, y se incorporará en el blog Tierras de Soria.
3. El diario del viaje
Una vez corregido por la profesora, debéis incorporar vuestro “Diario de viaje”, en
el blog “Tierras de Soria”, bajo la etiqueta Soria en la memoria.
4. Álbum de fotos
En diversas actividades del viaje (El romànic de Sòria, Fotografiar Machado, Estudi
del bosc de ribera i de l’ecosistema del Riu Lobos) deberéis realizar reportajes
fotográficos. Y seguro que también vosotros querréis inmotalizar otros momentos y
lugares que os han gustado especialmente.
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Una selección de todas estas fotografías las podéis recoger y compartir en álbumes,
gracias a la aplicación de Google Picasa. Los álbumes se publicaran en el blog
Tierras de Soria bajo la etiqueta Nos ha quedado en la retina.
Equipo de Fotografía para el reportaje del viaje
Mireia Martí, Núria Pérez, Laia Viñas, Anna Canals
5. Concurso de twits
Las redes sociales pueden ser también una herramienta educativa para
comunicarnos, compartir y trabajar. Para potenciar este uso educativo de las redes
sociales, pondremos en marcha un concurso de twits sobre cualquiera de las
actividades realizadas durante el viaje (podéis escribirlos tanto en catalán como en
castellano).
Bases del Concurso de twits “Tierras de Soria”
Del 25 de febrero al 10 de marzo: Fase de presentación (período previo para
familiarizarse con twitter)
• Creación del perfil
• Hacerse seguidor (follower) de @TierrasdeSoria i @BiblioEugeni
• Cada alumno debe ser un único usuario de twitter
• El perfil ha de ser visible para poder interactuar con otros usuarios.
Del 18 de marzo al 2 de abril: Fase de concurso
• Los twits deberán llevar la etiqueta (hashtag) #TdSoria (es necesaria para
seguir y contabilizar todos los twits publicados).
• El contenido del twit ha de estar relacionado con el viaje cultural a Soria.
• Se valorará la originalidad, la creatividad, el contenido útil (enlaces, fotos,
vínculos, chekings).
• Los twits se publicarán cada día en roller del blog:
http://tierrasdesoria.blogspot.com/
Premios
Se otorgarán tres premios. Fecha de entrega: 23 de abril, festa de Sant Jordi.
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24. Els que viatgem
Aquesta guia didáctica per al descobriment de les terres de Sòria ha estat elaborada per un
equip de professors de l’Institut Eugeni d’Ors, de Vilafranca del Penedès: Olga Martínez
(Literatura), Jesús Gómez y Caterina Farreres (Filosofia), Teresa Coll i Assun Savall
(Botànica), Jordi Vidal (Història, Geografia i Art) i Conchi Hito (Noves Tecnologies).
Volem agraïr les valuoses suggerències i aportacions d’Eduard Barrobés, Isabel Boada,
Montserrat García, Jean Paul Gonzales, Ricardo Hernández, Teresa Ordinas Paco Robles,
César Sanz i Pepe Sanz.
1. Nicolàs Aselman 2. Aina Almirall 3. Víctor Baldomà 4. Marga Caballero 5. Enric Ametller 6. Mar Batlle 7. Frederic Contreras 8. Cristina Bocchetto 9. Carolina Blàzquez 10. Elia Delgado 11. Pau Carbonell 12. Emmanuel Boateng 13. Oscar Feced 14. Pablo Casado 15. Anna Canals 16. Alba Gatell 17. Anna Deas 18. Pol Celis 19. Lídia Gómez 20. Manel Escoda 21. Jùlia De Diego 22. Enric Herraiz 23. Oriol Florentín 24. Laura Esteban 25. Mireia Mañosa 26. Marina Gargallo 27. Glòria Felgueras 28. Bryam Marin 29. Carles Gómez 30. Marta Llobet 31. Mireia Martí 32. Amadeu Gonga 33. Judith Mañé 34. Lídia Martin 35. Anna Guim 36. Montse Martínez 37. Eduard Mas 38. Verònica Insensé 39. Andrea Mellado 40. Tània Paliakova 41. Eric Lloret
42. Glòria Mitjans 43. Alejandro Pastor 44. Elia Lucas 45. Félix Pallerola 46. Roger Perez 47. Claudia Marín 48. Clàudia Pérez 49. Núria Perez 50. Miguel Mellado 51. Judith Piñol 52. Alba Perez 53. Jùlia Oliver 54. Tània Ramos 55. Meritxell Raventós 56. Bernat Parellada 57. Laura Salat 58. Ares Robles 59. Josep Piñol 60. Montse Sellarés 61. Sílvia Romero 62. Adrià Roig 63. Marina Solé 64. Marc Sadurní 65. Unai Sánchez 66. Victòria Tarrada 67. Gemma Sala 68. Marina Trinidad 69. Anna Tomàs 70. Daniel Torreño 71. Júlia Urpí - 72. Regina Valls 73. Roger Tutusaus 74. Laia Viñas 75. Gabriel Vivó I els professors: Eduard Barrobés Caterina Farreres Olga Martínez Angels Méndez