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8/17/2019 Dos Iglesias en América
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Cristianismo en América Latina
Hablar de la historia del Cristianismo en América Latina es complicado porque no ha sido
una línea continua y compacta, sino más bien una serie de movimientos entre la «iglesia de
los pobres» y la «iglesia-Estado». Son notables las figuras que han aparecido en uno y otro
lado, defendiendo su propia convicción y suponiendo que verdaderamente encarnaban la
Iglesia de Jesucristo. Además, la entrada del Cristianismo en nuestro continente se da casi
siempre por medios violentos, que ignoran la posibilidad de una acogida del Evangelio desde
la propia cultura amerindia. Casi siempre, cuando esto sucede –el caso de las reducciones
jesuíticas, por ejemplo– se ve con malos ojos y se termina por querer eliminarlo. Sin embargo,
podemos hablar de «dos iglesias» en nuestro continente, que se han mantenido hasta la fecha:
una popular, que resume en un sincretismo las costumbres y creencias amerindias con el
mensaje evangélico, mirando y apropiándose del sufrimiento de Jesús, en medio de sus penas
y la indefensión que viven. Otra, de élite, que mira a la primera como una colección de meras
supersticiones, y hasta podría decirse que se ufana de tener la «verdadera fe». La pugna entre
estas dos visiones ha ido dando forma a la Iglesia en nuestro continente, pues ninguna de las
dos agota el mensaje de Jesucristo, pero no puede entenderse la presencia del cristianismo en
América sin alguna de las dos.
El afán de traer la civilización y la cultura europeos –vistos como la única medida– alnuevo continente respondía a la intención de refundar el cristianismo en el s. XVI. Las utopías
están a la orden del día y se esperaba que los indios, vistos como pequeños niños sin cultura,
abrazaran el evangelio y vivieran aquello que en Europa ya se había resquebrajado: una sola
cristiandad. La Iglesia Católica –o su jerarquía de aquel momento– vio con buenos ojos los
esfuerzos de las coronas española y portuguesa por conquistar los nuevos territorios. El hecho
de que el cristianismo llegara por medio de la violencia poco importaba si se veía el buen fin
que esto traería: la salvación de aquellas almas allende el mar. Los no pocos esfuerzos de los
religiosos por establecer un diálogo con aquellas culturas amerindias redundaron en una más
afable y entusiasta acogida del evangelio. Hubo, pues un doble esfuerzo: el del Conquistador
que imponía su propia visión del mundo y el del Evangelizador que dialogaba con el mundo
que había encontrado en estas tierras. Ahí está, a mi juicio, el fundamento del cristianismo
continental: la religión del europeo y las adaptaciones creativas hechas por la cultura local.
Otilio Herrera
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Entonces, a lo largo de las vicisitudes históricas del continente, sus procesos políticos y
económicos, la Iglesia Católica ha representado los intereses de unos y de otros. Durante los
movimientos de independencia de las coronas, la hemos visto aliarse con los intereses de las
potencias europeas –Etsi longissimo y Etsi iam diu– a la vez que defiende los intereses de los
criollos americanos –Hidalgo, Morelos, etc.– Al concretarse la independencia, los nuevosgobiernos buscan una relación de patronazgo con la Iglesia. Esto a veces se da, a veces no. En
cualquier caso, los gobiernos liberales pugnarán por romper el vínculo Iglesia-Estado,
mientras que los gobiernos populistas buscarán controlar a sus pueblos a través de una
instrumentalización de la Iglesia en sus territorios. Cabe destacar que, en medio de estas
tensiones, se desarrolla y solidifica poco a poco una Iglesia popular, laical, organizada sin la
presencia de los curas o los religiosos, que se asume cristiana y tiene incluso una estructura y
costumbres paralelas: lo que daría lugar a la religiosidad popular que hoy vivimos.
Un ejemplo de la fuerza de esta organización laical que corre paralela a la Iglesia
estructurada y jerárquica, lo encontramos quizás en la revolución cristera, en México. (1926)
Ante la amenaza del gobierno de Calles y la tensión entre él y la Iglesia jerárquica, serían los
pueblos quienes se levantarían en armas para defender lo que por derecho consideraban
suyo: la libertad religiosa, la posibilidad de vivir el cristianismo que habrían heredado de sus
padres. Precisamente, es también un ejemplo de las ambigüedades que ha tenido la Iglesia
jerárquica en nuestro continente. Pues, al firmarse los pactos de paz, muchos de los cristeros
quedaron a merced del gobierno, no se les protegió, ni se le dieron garantías. Los obispos le
fallaron al pueblo que había «defendido el cristianismo» en este territorio.
En conclusión, las perspectivas que la Iglesia jerárquica ha tenido respecto a América
rara vez han nacido de la escucha atenta del pueblo americano. La mayoría de las veces,
obedecen a intereses dictados desde fuera, desde quienes tienen poca o nula interacción con
su pueblo. En general, los pastores son vistos como entes lejanos provistos más de un poder
que de una actitud de servicio. Por su parte, la organización popular y la religiosidad que se
ha desarrollado paralela a la liturgia «oficial» son prueba de que el cristianismo ha prendidoen este territorio, que su gente está convencida de ser cristiana, aunque sus interpretaciones
del mensaje evangélico a veces choquen con lo que busca la Iglesia jerárquica. Es en la medida
en que los pastores escuchen a su pueblo, y que éste se muestre sin temores, que la
construcción de comunidades que busquen establecer el Reino podría darse con más solidez
en nuestro continente.