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DESIGUALDADES, CONSUMO Y CULTURA: EXPLORANDO LOS FACTORES
SOCIOCULTURALES DE LA DESNUTRICIÓN INFANTIL EN FAMILIAS
RURALES DE GUATEMALA.
María Virginia Jiménez Tuy
Escuela de Ciencia Política. Universidad de San Carlos de Guatemala. Guatemala.
Resumen
El presente artículo expone el proceso de investigación y resultados de un estudio
cualitativo llevado a cabo sobre la desnutrición infantil en Guatemala, a partir de la
sociología de la alimentación, el enfoque de los factores socioculturales de la desnutrición y
la metodología de estudios de caso. La preocupación que motivó la investigación se
relaciona con la prevalencia de la desnutrición infantil en general y en la población
indígena y residente en áreas rurales en particular, especialmente en los niños/as menores
de 5 años.
De esa manera, el objetivo de la investigación fue determinar los factores
socioculturales que influyen en la desnutrición infantil y analizar su relación con las
prácticas de alimentación familiar. La investigación se llevó a cabo en tres estudios de
caso de municipios priorizados por el Pacto Hambre Cero.
A partir del análisis de los resultados, se muestra que, por un lado existen prácticas
erróneas en la alimentación de los infantes, normalmente producto del desconocimiento de
alternativas nutricionales más saludables; mientras que por otro, los hallazgos indican que
los bajos ingresos familiares, el nivel de escolaridad bajo, los empleos informales, la cultura
machista y la falta de acceso a la tierra constituyen los principales factores para la
inseguridad alimentaria y desnutrición infantil.
Palabras clave: desnutrición, desigualdades sociales, prácticas de alimentación, familia y
consumo.
Agradecimientos: En especial, se agradece el apoyo brindado a la Escuela de Ciencia
Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
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Introducción: La desnutrición, una problemática no resulta en Guatemala.
En la actualidad a pesar de que continúan realizándose progresos en la lucha contra
el hambre y la desnutrición, un número alto de personas carece todavía de los alimentos
necesarios para disfrutar de una vida activa y saludable, las causas y circunstancias son
diversas pero, principalmente, son producto de problemas estructurales como la pobreza,
desigualdad y exclusión, o coyunturales como las sequías, inundaciones entre otros.
De esa manera, el hambre y la desnutrición son resultado de la interacción de
múltiples factores económico-sociales, políticos, culturales, demográficos y climático-
ambientales que crean situaciones de vulnerabilidad, y ponen en riesgo la vida de niños y
niñas alrededor del mundo.
En Guatemala, la desnutrición no es un fenómeno nuevo, el hambre que la mitad de
la población guatemalteca sufre ha sido un problema histórico que afecta a la mayoría de
los niños y niñas indígenas que viven en el área rural del país. Según datos de la V
Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (ENSMI) 2008/09, la tasa de desnutrición
crónica en menores de 5 años es de 49.8%, siendo la más alta del continente y una de las
más altas del mundo.
En este contexto, la vulnerabilidad y las diferencias en los niveles de recursos
económicos, educativos y/o informativos sitúan a las familias en condiciones desiguales de
acceso a los alimentos.
Solo durante el año 2016, se han presentado una serie de hechos que evidencian la
magnitud y persistencia de la problemática, por ejemplo, el fallecimiento de un bebé de 11
meses en la vía pública a causa de desnutrición proteica calórica y neumonía. Aunque las
opiniones y percepciones son diversas sobre este caso, se maneja que el día que el bebé
falleció hubo una falta de atención médica en el centro de salud. A esto, se suma la falta de
respuesta del sistema de salud para sacar al niño de la desnutrición, ya que su caso fue
reportado desde el año 2015.
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Pese a, existen opiniones que han responsabilizado al padre y madre por su tardía
respuesta. Sin embargo, no debe obviarse que la familia enfrentaba una situación de
pobreza, la cual es comparable con la de miles de familias guatemaltecas que viven lejos de
la posibilidad de garantizar una alimentación adecuada.
De esa manera, a pesar de la relevancia del problema, su estudio y análisis carece de
un enfoque integral. En el país, la preocupación fundamental de aquellos pocos estudios e
investigaciones que se refieren de alguna forma a las problemáticas alimentarias (por
déficit) continúa siendo la de dimensionar sus efectos físico-biológicos en la vida de los
niños y niñas. Aunque no deben obviarse los esfuerzos realizados por organizaciones de
sociedad civil y comunitarias, que han buscado evidenciar la problemática a través de un
monitoreo del incumplimiento del derecho a la alimentación.
Debido a lo anterior, la investigación buscó retomar la dimensión social de la
alimentación, considerando que ésta es una práctica social cotidiana que permite la
supervivencia humana (Franco-Patiño, 2010). Asimismo, la investigación enfatiza el papel
de las ciencias sociales para comprender y analizar los fenómenos alimentarios, y para
contribuir al diseño e implementación estrategias de combate contra el hambre y la
desnutrición.
El estudio de los fenómenos alimentarios contribuye a establecer la magnitud,
gravedad y consecuencias de los problemas alimentarios y nutricionales, identificar las
prioridades y los grupos poblacionales más afectados, para orientar las intervenciones y
para el desarrollo de metodologías apropiadas para la resolución de las necesidades o
problemas de la población (Álvarez-Uribe, 2007).
En ese sentido, la investigación parte de considerar que los factores socioculturales
como el nivel educativo, el empleo, el género, la edad y la diferenciación étnica, entre
otros, determinan el estado nutricional y las prácticas alimentarias de las familias rurales
de Guatemala.
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Si bien centrado en las causas y factores que inciden la desnutrición, este artículo
también retoma una interrogante central en el análisis de la alimentación: ¿Cuáles son las
prácticas de alimentación y percepciones sobre la alimentación de las familias rurales de
Guatemala?
Esto último, permite explorar si las prácticas erróneas de alimentación, como
sostienen diversas instituciones y actores gubernamentales, son el único factor que
determina la presencia de desnutrición en los niños/as menores de 5 años.
De esa manera, el presente artículo, en el primer apartado describe la situación
actual de la problemática alimentaria en Guatemala mediante algunos indicadores clave.
Tras esta primera contextualización de la desnutrición infantil, se aborda en un siguiente
apartado los principales aspectos teórico-conceptuales utilizados para fundamentar y guiar
la investigación. En tercer lugar, se exponen los aspectos metodológicos, destacando el
proceso de recolección de información y criterios de selección de los estudios de caso.
En el siguiente apartado, se presentan los principales resultados empíricos de la
investigación llevada a cabo, estos se exponen en base a las diversas categorías de análisis
establecidas, siendo éstas el nivel socioeconómico, condiciones materiales de vida,
prácticas de alimentación familiar, percepciones sobre la alimentación y vivencia de la
desnutrición, así como los factores socioculturales identificados en los estudios de caso.
Por último, se incluye un apartado de conclusiones donde se retoman los tres
elementos centrales de la investigación (desigualdades, consumo y cultura).
Pobreza, desigualdades y desnutrición infantil en Guatemala. Cifras sobre sus
dimensiones.
La pobreza y desigualdad en Guatemala.
La desnutrición infantil ocurre por falta de variedad en la alimentación de una
persona. Por eso, se define como resultado de la subalimentación, o de absorción y/o uso
biológico deficientes de los nutrientes consumidos como resultado de repetidas
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enfermedades infecciosas (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura [FAO por sus siglas en inglés], 2015).
En los países en vías de desarrollo, como Guatemala, la desnutrición se presenta en
diferentes niveles y edades. Pero en concreto, la desnutrición a temprana edad conduce a
una reducción del desarrollo físico y mental durante la infancia. Por más de que la persona
coma suficiente, va a estar desnutrido si los alimentos que come no proporcionan la
cantidad de micronutrientes (vitaminas y minerales) apropiada para cumplir con las
necesidades nutricionales diarias.
En el país, la multicausalidad de la desnutrición es un reflejo de las raíces
estructurales e históricas que tienen las problemáticas alimentarias. La desnutrición, si bien
es un estado patológico resultado de una ingesta de alimentos deficiente e insuficiente,
también es producto de la interacción de múltiples factores (económico-sociales, culturales,
demográficos y climático-ambientales) que, en conjunto, crean situaciones de
vulnerabilidad y ponen en riesgo la seguridad alimentaria de la población (Secretaría de
Planificación y Programación de la Presidencia [Segeplán], 2010).
Dentro de los factores estructurales que influyen en la desnutrición infantil se
encuentran la pobreza y desigualdad. En el caso del primero, Guatemala se sitúa dentro de
los cinco países que presentan las mayores tasas de pobreza ajustada en América Latina,
los cuales son Nicaragua, Guatemala, Honduras, Bolivia y El Salvador (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2014).
A nivel nacional, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI)
2014, para ese año, la pobreza total era de 59.3%, es decir, más de la mitad de la población
tenía un consumo por debajo de Q10, 218 al año (1300 dólares), que equivale a 9.4
millones de guatemaltecos. Además, la pobreza extrema se profundizó al pasar de 15.7 a
23.4 por ciento entre 2000 y 2014, en este caso, la línea de pobreza se fijó en Q 5, 750 (750
dólares) anuales por persona.
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Igualmente, la población indígena y residente en el área rural continúa siendo la
principal afectada por la pobreza. De ese modo, las anteriores cifras muestran que
históricamente la mayoría de las personas que padecen hambre y desnutrición son pobres y
están marginados, son indígenas y luchan para sobrevivir en las zonas rurales del país.
La situación de pobreza se complejiza con el alza en los precios de los alimentos,
por ejemplo, el promedio del salario mínimo comunitario, sin almuerzo, es de Q 53 (7
dólares) por día, asumiendo que los jornaleros trabajan 30 días, estarían ganando Q 1,590
(205 dólares) al mes, este salario sólo cubre el 55% del costo de la Canasta Básica
Alimentaria (CBA). De ahí que, en la actualidad el encarecimiento de los alimentos sea el
más agudo en la historia del país, ya que los incrementos en el costo de la CBA son mucho
mayores a los pequeños incrementos que ha tenido el salario mínimo.
En relación a la desigualdad, la ENCOVI 2014, señala que para el año 2000, el 20%
de la población con menos recursos, captaba el 2.0% del total de los ingresos nacionales,
aunque en 2014, la participación del quintil más bajo se había incrementado a 3.3 %. Sin
embargo, la participación del quintil más alto era de 57.3%, es decir, que el 20% más rico
de la población captaba más de la mitad del total de los ingresos.
La desigualdad y exclusión también se reflejan en la falta de acceso a la tierra y a
otros recursos productivos que tiene la población indígena y campesina. Pese a que más de
la mitad de la población es campesina, solamente el 2% de los productores concentra el
56.6% de suelo, mientras que 45.2% de productores solo accede al 3%. Del mismo modo,
es de considerar que la población indígena en el área rural tiene como actividad económica
principal la agricultura de subsistencia, la cual depende de sus recursos económicos, pero
ante la pobreza y los riesgos climáticos, esto se convierte en un elemento que aumenta la
condición de vulnerabilidad de la población.
En consecuencia, la desnutrición también contribuye a perpetuar generacionalmente
el círculo de la pobreza, evidenciando la relación entre pobreza, desigualdad social y
alimentación (Jiménez-Benítez, Rodríguez-Martín y Jiménez-Rodríguez, 2010). De ese
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modo, cuando se posee un menor nivel socioeconómico y un bajo poder adquisitivo se
resiente la calidad y la cantidad nutricionales de la dieta alimenticia.
Desnutrición infantil en Guatemala.
En cuanto a la magnitud de la desnutrición, según la V ENSMI 2008/09, el índice de
desnutrición crónica infantil es de 49.8 %. En relación, Olivier De Shutter, Relator sobre
el Derecho a la Alimentación, señalaba que alrededor de 2.1 millones de personas en el país
están subalimentadas y el 60 % de los hogares de Guatemala no cuentan con los ingresos
suficientes para cubrir los requisitos dietéticos mínimos diarios.
Sin embargo, es de precisar que el promedio nacional de desnutrición crónica
(49.8%) oculta aún mayores desigualdades; por ejemplo, el porcentaje de niñas y niños
indígenas desnutridos (65.9%) es superior a lo observado en el país con mayor desnutrición
del mundo (Afganistán, 59%) (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF
por sus siglas en inglés], 2012). La discriminación y exclusión afectan especialmente a las
poblaciones indígenas, quienes son los que enfrentan de manera más constante la
desnutrición.
La desagregación de la información muestra también que la situación es
significativamente más dramática en el área rural con una población afectada del 55.5%,
mientras que en el área urbana dicho porcentaje es de 36.5% (UNICEF, 2007). Además, la
situación es más complicada para los niños y niñas cuyas madres no tienen educación
básica (69.3 %).
La prevalencia de la desnutrición es preocupante, considerando que Guatemala es
un país en donde muere un niño cada 30 minutos y donde 3 madres mueren cada dos días
por causas en su mayoría prevenibles, relacionadas con el hambre y con la falta de acceso a
servicios básicos (UNICEF, 2012).
Respecto a la desnutrición aguda, el indicador de mortalidad infantil en menores de
cinco años es el dato que más se utiliza para mostrar el avance en la ejecución del Pacto
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63
146
116
177
152
2011 2012 2013 2014 2015
Mortalidad por desnutrición aguda,
República de Guatemala años 2011-2015
Hambre Cero y las acciones gubernamentales. Sin embargo, los datos reportados
evidencian que no existe una constante a disminución entre los años 2012-2015, ya que
solo durante este período se han registrado un aproximado de 591 muertes de niños y niñas
por desnutrición (véase figura 1).
Figura 1. Mortalidad por desnutrición aguda, República de Guatemala años 2011-2015
Fuente: Elaboración propia a partir de Sistema de Información Gerencial en Salud
(SIGSA), (2015).
Encima, por si esta cifra no fuera lo suficientemente significativa y preocupante,
existen opiniones que exponen el hecho de que las cifras y su forma de medición no
evidencian la verdadera magnitud del problema. Al respecto, Noemí Racancoj, ex
coordinadora de la Instancia de Consulta y Participación Social (INCOPAS), que integra el
Consejo de Seguridad Alimentaria y Nutricional, señala que a partir del año pasado se
habla de muertes de niños por causas asociadas a la desnutrición, y no que murieron por
estar desnutridos. Ahora ponen otro nombre para disminuir la cantidad de muertes que
ocurren en el país (Prensa Libre, 2015).
En relación, es importante considerar que la medición del gobierno anterior no es
igual a la que se realiza en la actualidad, como bien indica Julio Velásquez, defensor del
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Derecho a la Alimentación del Procurador de los Derechos Humanos, desde el punto de
vista técnico, no es correcto empezar a medir el Pacto Hambre Cero a partir de datos que no
tenían, porque no son los mismos indicadores que se evalúan hoy (Prensa Libre, 2015).
Considerando así que la cifra de niños fallecidos se reduce, porque se utilizan distintos
indicadores para la evaluación.
Ahora bien, en el tema de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se considera que
en materia de reducción de la pobreza y el hambre, el país ha logrado reducir el número de
niños y niñas que a los 5 años pesaban menos del promedio. Además, que en 1987, tres de
cada diez pesaban menos de lo que deberían pesar, para los años 2014/2015, solamente uno
de cada diez niños(as) pesaba menos de su peso ideal. Estos cambios hicieron que el
indicador fuera alcanzado por el país (Segeplán, 2015).
Sin embargo, se enfatiza que la pobreza observó una involución importante al pasar
del 18.1 por ciento, en 1989, al 23.4 por ciento en 2014/2015 (Segeplán, 2015). Asimismo,
el indicador relativo a la desnutrición crónica que, pese a manifestar una reducción
sostenida a lo largo del periodo de medición, pues paso de un 62.2 por ciento, en 1987, a un
46.5 por ciento, en 2014/2015, no tuvo avances suficientes como para alcanzar el objetivo
del desarrollo del milenio, que consistía en reducir el hambre y la pobreza (Segeplán,
2015).
A continuación se presenta una gráfica que muestra la evolución de la desnutrición
crónica en Guatemala (véase figura 2).
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Figura 2. Evolución de la desnutrición crónica
Fuente: Segeplán. (2015). Informe final de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio. Guatemala: Autor.
En síntesis, el acceso a la alimentación está determinado por la falta de tierras, los
bajos salarios, los altos costos de la canasta básica, el desempleo, además restringido acceso
a los servicios de salud donde se pueda acceder a vitaminas, medicamentos que fortalezcan
la salud prenatal de los infantes.
Marco Teórico
La alimentación, determinantes y estilos de vida. Definiciones previas.
La alimentación es uno de los elementos constitutivos de la vida humana y
comprende una de las denominadas necesidades básicas de los individuos. Para Franco-
Patiño (2010), la alimentación es un fenómeno social y cultural, en tanto configura un
escenario de interacción entre los sujetos, alrededor de circunstancias que entrelazan
valoraciones culturales, significaciones subjetivas y relaciones sociales en tiempos y
dinámicas particulares.
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A nivel teórico, la alimentación tiene un abordaje muy reciente aunque ya
anteriormente algunos clásicos (Durkheim y Simmel) habían expresado una preocupación
por el tema. Por ejemplo, Emile Durkheim afirmaba que nuestro comportamiento
alimentario se constituye como un hecho social, ya que la alimentación se reviste de
muchos significados sociales influidos por las tradiciones familiares, comunitarias o
socioculturales (Jiménez-Benítez et. al., 2010)
Para el abordaje teórico, la investigación utilizó como fundamento la sociología de
la alimentación y el concepto de habitus, el enfoque de los factores socioculturales de la
desnutrición y el modelo conceptual de Dahlgren y Whitehead.
En cuanto a la sociología de la alimentación, ésta se ha interesado por el consumo
de los alimentos, por lo que sus investigaciones se han centrado en aspectos como el
simbolismo que encierran ciertos alimentos o el acto de comer, y la manera como la
alimentación refleja las desigualdades sociales (Ramón, 2004).
En base a lo anterior, se tomó en específico las contribuciones realizadas por
Bourdieu (1998) al concepto de habitus alimentario a partir de su conceptualización del
habitus. El habitus expresa la incorporación de la estructura social a través de la posición
que se ocupa en esa estructura y, simultáneamente da forma a las prácticas y
representaciones. Funciona como estructura estructurante y estructurada (Bourdieu, 1998,
p. 170).
Es así como, el concepto de habitus pone en evidencia la influencia de los aspectos
sociales sobre la alimentación cuando plantea el hecho de que las prácticas alimentarias, así
como las preferencias, no constituyen elecciones individuales sino vinculadas a la posición
que se ocupa. Por ello, los sujetos que tienen una posición similar presentan similar habitus
y estilos de vida.
Este concepto contribuye a entender como el estilo de vida y hábitos son producto
de una serie de condiciones (determinantes), habitus y prácticas anteriores que los generan
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y definen. En específico, Corcuff (2009), indica que el habitus es interiorizado por el
individuo en el transcurso de su socialización (familia, escuela, trabajo, etc.), y esto lo lleva
a percibir, pensar y actuar de una cierta manera. De manera que, en el campo de la
alimentación, la posición que ocupan los individuos en la estructura social influye la forma
en que se percibe el acto alimentario.
Por otra parte, la producción del habitus refiere a la conformación de los gustos y
las elecciones que fundamentan las prácticas de los sujetos (Peroni, 2009). En el caso de las
preferencias y prácticas de consumo, Bourdieu (1988), realiza la distinción entre gustos de
lujo y gustos de necesidad para referir el tipo de criterios que definen la forma de
alimentarse. Los gustos de necesidad harían referencia a las necesidades vitales, por ello
orientan las prácticas hacia lo más económico y/o menos nutricional.
El concepto de habitus es distinto al concepto de hábitos alimentarios, los cuales
también son una de las categorías centrales de análisis de la investigación. El definir los
hábitos alimentarios no resulta sencillo ya que existe una diversidad de conceptos; sin
embargo, diversos autores (Moreiras y Cuadro, 2001; y Ortiz, Vázquez y Montes, 2005)
convergen en que se tratan de manifestaciones recurrentes de comportamiento individuales
y colectivos respecto al qué, cuándo, dónde, cómo, con qué, para qué se come y quién
consumen los alimentos, y que se adoptan de manera directa e indirectamente como parte
de prácticas socioculturales.
Los hábitos alimentarios serían interiorizados a lo largo de la vida de los individuos
y tendrían diferentes determinantes, no solo físicos sino también culturales, sociales y
económicos. Es decir, que son modos de ser, pensar y actuar profundamente grabados en
nuestro cuerpo. Remiten a esa actividad alimentaria que discurre sobre la línea divisoria
entre naturaleza y cultura, y participa de las dos; a aquella dimensión del consumo
alimentario en la que se entrecruzan y disuelven las necesidades fisiológicas y simbólicas
del ser humano (Álvarez-Munárriz, 2014).
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Enfoque de los factores socioculturales de la desnutrición
El abordaje de los diferentes determinantes de la alimentación y nutrición se
fundamentó en el Enfoque de los factores socioculturales de la desnutrición, el cual
contribuye a entender la multiplicad de factores que condicionan la alimentación. El
enfoque considera que la alimentación de cualquier población está determinada por el nivel
educativo, el empleo, el género, la diferenciación étnica, la edad, la cobertura social, las
redes sociales de apoyo, el empoderamiento, la participación ciudadana y la cohesión
social, entre otros factores (Jiménez-Benítez et al., 2010).
En particular, uno de los factores determinantes de la alimentación es el nivel
socioeconómico, ya que la falta de recursos económicos y el bajo poder adquisitivo influye
en el tipo y cantidad de alimentos al que pueden acceder las familias. Esto último, pone en
evidencia las desigualdades económicas que enfrentan las familias con escasos recursos
para acceder a una alimentación adecuada. Al respecto, Bourdieu remarca el efecto de la
clase sobre la alimentación, confirmando la hipótesis de que las desigualdades de clase en
el consumo alimentario no sólo se mantienen, sino que incluso se acrecientan (Díaz, 2005).
Otro de los determinantes de la desnutrición es la cultura ya que los
comportamientos alimentarios son interiorizados por las personas como elementos
integrantes de un sistema sociocultural determinado. La cultura determina el tipo de
productos comestibles, la cantidad a ingerir, así como las formas de prepararlos y las
preferencias alimentarias (Jiménez-Benítez et al., 2010).
De manera que, lo económico y cultura se conjugan para definir y determinar los
hábitos alimentarios y situación nutricional de las personas, qué y cuánto se consume, no
pasa sólo por una racionalidad económica en base al cálculo de costos de los productos y la
capacidad de compra, sino que implica el análisis de las pautas culturales (Peroni, 2009, pp.
4-5).
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Por consiguiente, el sistema sociocultural influye sobre el acto alimentario en
distintos aspectos como la adquisición y selección de los alimentos, las formas de
preparación y limpieza, el consumo, y el ambiente de las comidas, entre otras. De ese
modo, la tradición es un factor fundamental en el mantenimiento de los hábitos
alimentarios, pues la mayoría de la gente tiende a ser conservadora y prefiere consumir
aquellos alimentos a los que está acostumbrada (Monzón-Acevedo, 2013).
En poblaciones vulnerables, ambos aspectos toman especial importancia porque los
individuos no solo no cuentan con las condiciones adecuadas para garantizar una
alimentación adecuada, sino que además las pautas culturales afectan su consumo de
alimentos sanos y nutritivos.
Según Manrique y Salazar (2012), la alimentación debe ser concebida como un
campo en el que influyen factores sociales, culturales, religiosos, históricos, políticos y
económicos, que afectan a las poblaciones cuando no se dispone de adecuados procesos
para garantizar acceso y recursos para una alimentación adecuada, a causa de la pobreza, la
falta de programas dirigidos a garantizar seguridad y soberanía alimentaria y altas tasas de
desempleo.
Modelo conceptual de Dahlgren y Whitehead
En relación, también se tomó en cuenta el modelo conceptual elaborado por
Dahlgren y Whitehead (1991), en donde hablan de las capas de influencia en la salud, y
describen la relación entre el individuo, su entorno y la enfermedad. En este caso, se
introducen sus categorías de análisis al ámbito de la alimentación, ya que ésta también (al
igual que la salud) se presenta como una necesidad básica/satisfactor a los cuales deben
acceder los individuos para desarrollar su potencial humano.
Los elementos que se utilizaron de este modelo son los siguientes: a) el papel de la
conducta personal y formas de vida que pueden promover o dañar la alimentación; b) la
influencia de lo social y comunitario para proporcionar o no apoyo mutuo para los
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miembros de la comunidad en condiciones desfavorables; y c) los factores estructurales
como la vivienda, condiciones de trabajo, acceso a los servicios, condición
socioeconómica, entre otros.
Por tanto, considerando el concepto de habitus, el enfoque de factores
socioculturales de la desnutrición y el modelo de Dahlgren y Whitehead, se identifica que
tanto la condición socioeconómica (la posición en la estructura social), la cultura como los
estilos de vida influyen en qué se come y cómo se come, es decir, en los hábitos
alimentarios y prácticas de consumo.
El aporte sociológico al tema refiere a la identificación de hábitos alimentarios, así
como de factores socioculturales relacionados a la desnutrición infantil, y su relación con
las desigualdades que afectan a las familias rurales del país.
Estrategia Metodológica.
La investigación es de tipo cualitativo aunque no impide el uso de datos
cuantitativos para dimensionar la situación actual de la problemática alimentaria en
Guatemala. La elección de la metodología cualitativa radicó en el interés de profundizar
tanto en las prácticas que los actores despliegan a la hora de satisfacer sus demandas de
consumo alimentario, así como en las percepciones, las creencias y las experiencias de los
sujetos. Esto mediante el uso de técnicas de investigación como la revisión documental, los
estudios de caso y la entrevista en profundidad.
Por ello, frente a la existencia de datos cuantitativos sobre la desnutrición en
Guatemala, en este artículo se propone una mirada más compleja y humana de las familias
rurales desde la experiencia de las víctimas del hambre.
En específico, se utilizó la técnica de estudio de caso para abordar de manera más
completa a los municipios y familias. Un estudio de caso es una indagación empírica que
investiga un fenómeno contemporáneo dentro de su contexto en la vida real, en especial
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cuando los límites entre el fenómeno y el contexto no son claramente evidentes (Yin,
1989).
Igualmente, la aplicación de la entrevista en profundidad tuvo como propósito
resaltar el propio discurso y experiencias de las familias rurales, ya que esta técnica permite
tener encuentros reiterados cara a cara entre el investigador y los informantes, éstos
dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de
sus vidas, experiencias o situaciones, tal como las expresan con sus propias palabras
(Taylor y Bogdan, 1990).
Así mismo, el tamaño de la muestra y técnicas de recolección de información no
responden a un tratamiento cuantitativo de los datos, sino a una exploración e interpretación
de nivel micro social. En este caso, la estimación de la muestra cualitativa para las
entrevistas en profundidad con las familias se basó en el muestreo de casos
críticos/importantes, partiendo de la consideración que la presencia de desnutrición infantil
evidencia la relevancia de los casos seleccionados.
Los estudios de caso se establecieron en dos niveles uno municipal y otro familiar.
Con respecto a los municipios, los criterios para su selección fueron los siguientes: 1)
prevalencia de la desnutrición e indicadores de inseguridad alimentaria; 2) presencia de
acciones gubernamentales relacionadas al combate de la desnutrición o hambre; 3) niveles
de pobreza y acceso a servicios sociales; y 4) acceso y disponibilidad de las fuentes de
información.
El `proceso de selección inició con la revisión de la lista de los 160 municipios
priorizados por el Pacto Hambre Cero, de la cual se seleccionaron 8 municipios en base a
los criterios anteriormente descritos. Con estos 8 municipios, se elaboró un cuadro
comparativo sobre diferentes indicadores y rutas de acceso a las fuentes, y fue a partir de
éste que se seleccionaron 3 municipios para la investigación, siendo estos San Juan
Sacatepéquez en el departamento de Guatemala; San Pedro Carchá en el departamento de
Alta Verapaz y Tecpán Guatemala en el departamento de Chimaltenango.
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En cada municipio, se seleccionaron dos familias como estudios de caso, los
criterios fueron: a) residencia en áreas rurales; b) hablantes de algún idioma indígena; c)
nivel socioeconómico bajo; d) beneficiarias de alguno de los programas que conforman el
Pacto Hambre Cero; y e) presencia de casos de desnutrición infantil. Cabe mencionar que
en el momento en que fueron realizadas las entrevistas, las familias tenían ingresados a sus
hijos/as en los respectivos Centros de Recuperación Nutricional de cada localidad.
En cuanto a las técnicas e instrumentos de recolección de información, se debe
indicar que se elaboraron 5 guías de entrevistas, éstas contenían las mismas categorías de
análisis aunque las preguntas diferían en su orden y composición. Las preguntas de las
guías de entrevistas se basaban en las categorías de análisis establecidas, esto con el fin de
identificar en las respuestas patrones, diferencias, similitudes y contradicciones entre las
diferentes opiniones y percepciones de los actores clave. Como instrumento metodológico
complementario se utilizaron el Recordatorio de 24 horas y el Food Consumption Score.
El trabajo de campo se realizó durante 2 meses, visitando por dos semanas cada
municipio y realizando visitas cada 2 días a las familias. Además, durante la primera
semana de trabajo de campo se validó la guía de entrevista a familias rurales con una
madre que tenía su hija de dos años ingresada en el Centro de Recuperación Nutricional de
Tecpán Guatemala, Chimaltenango.
Al final, se obtuvo una participación de aproximadamente 40 personas, destacando
la colaboración de las seis familias rurales y el personal de los Centros de Recuperación de
cada localidad. Todas las entrevistas se realizaron en las comunidades de origen de las
familias, bajo un contexto que permitiera construir confianza y apertura por parte de padres
y madres.
También se realizaron entrevistas en profundidad con expertos en el tema de
nutrición, actores clave del sistema de salud, representantes del gobierno local y líderes
comunitarios. En forma complementaria, se llevó a cabo una revisión de diversos artículos
de revistas, informes y notas de prensa, ponencias, tesis y boletines relacionados a
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nutrición, alimentación, cultura alimentaria, entre otros. Asimismo, se revisaron datos,
cifras e indicadores contenidos en bases de datos y sitios webs de instituciones
gubernamentales de Guatemala.
Resultados.
En este apartado se presentan los principales resultados empíricos de la
investigación, estos se basan principalmente en las experiencias de las familias rurales y en
las opiniones y percepciones de los actores clave entrevistados. En primer lugar se incluye
una sección en la que se abordan las características socioeconómicas de los tres municipios
seleccionados como estudios de caso. En la siguiente sección, se hace énfasis en las
características socioeconómicas de las familias rurales abordadas como estudios de caso en
cada uno de los municipios.
A continuación se hace procede con una descripción de los hábitos alimentarios y
prácticas de consumo de las familias rurales. Posteriormente, se hace un análisis de las
percepciones vivencias sobre la desnutrición de las familias. Los cuatro primeros apartados
fueron fundamentales para identificar y analizar los factores socioculturales de la
desnutrición infantil, los cuales se detallan en la última parte de los resultados.
Características de los municipios
Respecto al contexto local, los tres municipios seleccionados como estudios de caso
concentran su población en el área rural y en grupos indígenas. La principal actividad
económica es la agricultura, basándose en la producción de granos básicos como el maíz y
el frijol, así como la agricultura de subsistencia. Los tres municipios presentan índices de
pobreza y pobreza extrema altos, específicamente, el municipio de Tecpán Guatemala tiene
un 70.19% de pobreza, el municipio de San Pedro Carchá tiene un 88.04% y el municipio
de San Juan Sacatepéquez tiene un 40.87%.
19
En relación a las condiciones materiales de vida, los habitantes de cada municipio
enfrentan serias dificultades en el acceso servicios de instalación de agua potable, drenaje y
electricidad, incluso en algunas regiones la única fuente de agua es la lluvia. En el caso del
acceso a la educación, el analfabetismo y baja escolaridad es característica de estas
localidades que no han podido garantizar una escolaridad completa para sus residentes.
En lo referente a la salud, existen dos problemas considerables que son reflejo de las
problemáticas nacionales que tiene el sistema de salud guatemalteco, por un lado, la
cobertura todavía es limitada ya que no todas las personas tienen acceso a un Centro o
Puesto de Salud en sus comunidades; por otro, la calidad del servicio no está garantizada ya
que se enfrentan serios retos en la disponibilidad de recurso humano y medicamentos, así
como en la infraestructura.
Por otra parte, el perfil alimentario y nutricional de los municipios evidencia la
prevalencia de la desnutrición crónica y aguda, así como la alta vulnerabilidad a la
inseguridad alimentaria que sufren constantemente las familias. En específico, Tecpán
Guatemala se encuentra en la categoría de muy alta vulnerabilidad nutricional, mientras que
San Pedro Carchá y San Juan Sacatepéquez se encuentran en alta vulnerabilidad
nutricional. Aunque con diferentes cifras, los tres municipios tienen un alto porcentaje de
retardo en talla estando Tecpán Guatemala con un 61%, San Pedro Carchá con un 39.9% y
San Juan Sacatepéquez con un 41.4%.
En relación a estas cifras, se debe anotar que en los últimos años se han realizado
diversos censos, encuestas y mediciones relacionadas al Pacto Hambre Cero y al combate a
la desnutrición por parte de instituciones púbicas. Los principales resultados han
identificado un avance en la reducción de la desnutrición crónica y de mortalidad por
desnutrición aguda. Sin embargo, diversas organizaciones de sociedad civil y expertos en el
tema critican la veracidad y confiabilidad de la información.
Por ejemplo, para Noemí Racancoj, excoordinadora de la INCOPAS, aunque se
hable de un descenso de la problemática, es hecho comprobado que en el territorio todavía
20
mueren muchas niñas y niños por falta de alimentos y porque carecen de un
acompañamiento adecuado (La Gente, 2015). De esa forma, el país enfrenta el reto y la
dificultad de que la única fuente de información sobre los casos de desnutrición que se
reportan a diario es oficial.
Algunas características socioeconómicas de las familias rurales guatemaltecas
Las familias rurales evidencian un nivel socioeconómico bajo, ya que sus ingresos
no son mayores a 3000 quetzales al mes (390 dólares) y enfrentan dificultades en el acceso
a servicios como el agua y la electricidad.
Igualmente, se caracterizan por un nivel de escolaridad bajo, donde los padres y
madres solo han completado el nivel primario y en algunos casos con dificultad saben leer
y escribir. En la mayoría de los casos dejaron de estudiar por la falta de recursos
económicos, empezar a trabajar a temprana edad (desde los 12 años) o hacerse cargo del
cuidado de sus hermanos menores. La baja escolaridad influye en que las familias solo
puedan acceder a empleos informales y con ingresos inestables, donde no hay un contrato
de relación laboral, prestaciones de ley como seguro social, bonos y vacaciones, y donde no
existe un salario fijo.
La situación de vulnerabilidad se acrecienta con los largos períodos de desempleo
que enfrentan las familias, estos llegan a tener una duración de 8 a 9 meses y se presentan
de manera recurrente, debido a esta situación algunas familias tuvieron que solicitar un
préstamo ya sea a familiares, bancos o casas de crédito.
En términos de acceso a salud, las madres expresaron que asisten al Centro de Salud
únicamente cuando sus hijos/as están enfermos y que en su mayoría de veces hace falta
medicina, por lo cual tienen que comprarla. Las madres no asisten a los servicios de salud
cuando están enfermas y algunas que asisten no reciben vitaminas durante el embarazo.
21
Hábitos alimentarios y prácticas de consumo en familias rurales
Los hábitos alimentarios se presentan distintos momentos del acto alimentario, ya
sea en la adquisición de alimentos, las formas de preparación, el consumo o en la
alimentación de menores de 5 años.
En particular, los hábitos alimentarios están influenciados por el costo de los
alimentos, las creencias, las preferencias personales y la disponibilidad de los alimentos. De
esa manera, la cantidad y tipo de alimentos que consumen las familias está determinada
por la falta de recursos económicos para diversificar su dieta alimenticia y por la falta de
conocimiento de mejores alternativas nutricionales.
Cabe mencionar que la existencia de prácticas erróneas de alimentación está
relacionada al nivel de educación, ya que la falta de acceso a la educación limita el tipo de
conocimientos y desarrollo de capacidades de las madres y padres para orientar (de mejor
manera) la alimentación de sus hijos/as.
En el caso de las familias, su presupuesto destinado a la alimentación no excede los
800 quetzales (110 dólares) al mes, aunque la situación se agrava en familias que solo
destinan 400 quetzales (50 dólares), pese a que el promedio de integrantes ronda entre 6 a 8
personas por familia.
En ese sentido, las familias coincidieron en que “a veces quisiéramos comprar más
cosas u otras pero no se puede”, por lo cual compran lo necesario para su alimentación y se
restringen a la compra de alimentos como la carne de res y cerdo, los cereales, entre otros.
Los alimentos que consumen con más frecuencia son el frijol, los huevos, las
verduras, las frutas y las hierbas, mientras que la carne escasamente se consume más de una
vez a la semana, y en algunas familias está se sustituye con huesos o vísceras. Además,
existe la creencia y percepción de la carne “no abunda”, es decir, no alcanza para todos los
miembros de las familias y para varios tiempos de comida.
22
El gastar más en alimentación durante las primeras tres semanas del mes puede
implicar que al final no cuenten con el dinero para cubrir la alimentación de la última
semana, lo que implica que afronten periodos de hambre.
En algunas familias, el desayuno y la cena se reducen al consumo diario de frijol y
café, y en otros casos, se incluyen algunas verduras o huevos. La preparación de alimentos
está a cargo exclusivamente de las mujeres, quienes elaboran principalmente frijol, huevos,
arroz, caldos de hierbas y verduras hervidas. En las familias rurales, el frijol y maíz forma
parte fundamental de su dieta alimenticia, en ocasiones es su principal alimento.
A esto se suma que en algunos casos existen ciertas preferencias o actitudes hacia
los alimentos que reducen el consumo de determinado alimento y aumentan el de otro, por
ejemplo, una madre de familia mencionó que a sus hijos no les gustan las verduras por eso
prefieren comer solo el frijol.
En las familias, los hábitos alimentarios saludables se caracterizan por el consumo
de alimentos nutritivos como verduras, hierbas y frutas. Las familias rurales con
desnutrición infantil comen estos alimentos en porciones pequeñas y con poca frecuencia.
Los hábitos alimentarios no saludables corresponden al consumo de comida
chatarra, se identificó que en su mayoría las familias consumen sopas instantáneas cada 2
semanas y acostumbran tomar aguas gaseosas los fines de semana. El consumo de comida
chatarra está presente en familias con desnutrición infantil y en familias sin desnutrición
infantil, aunque si existe la percepción de su consumo generalizado y recurrente en familias
pobres.
De esa manera, los hábitos y prácticas alimentarias confirman que existen algunos
factores que limitan el diversificar, mejorar y ampliar la dieta alimenticia, y estos factores
no solo son económicos sino también se relacionan con preferencias individuales y
creencias culturales. En el caso de las familias con desnutrición se identificó un mayor
23
nivel de desconocimiento sobre el valor nutritivo de las verduras y frutas, formas de
preparación y sobre la alimentación en general.
Pese a la falta de conocimiento, las familias consideran que comer saludable o sano
“es comer variado”, y ·comer cosas malas “es comer comida chatarra en exceso”. Aunque
existen estas diferenciaciones, hay ciertos hábitos o prácticas erróneas que influyen en que
no se tengan una alimentación adecuada, para los proveedores de salud, pese a la pobreza el
consumo de comida chatarra prima sobre otros alimentos como las hierbas y verduras.
En específico, la alimentación de los menores de 5 años es la que presenta más
dificultades, según los proveedores de salud, existen ciertas prácticas erróneas que influyen
en el tipo de alimentación que reciben los niños/as, por ejemplo, falta de lactancia materna
exclusiva, dar alimentos sólidos durante los primeros seis meses de vida, dar aguas
gaseosas a los menores de 5 años, dar de comer golosinas a los niños/as menores de 5 años,
consumo de sopas instantáneas sobre hierbas y verduras y consumo de comida chatarra.
A nivel local, existe la percepción de que estas prácticas son transmitidas de
generación en generación y constituyen creencias y costumbres que las familias adoptan en
perjuicio de su situación alimentaria y nutricional, ya que pueden ser dañinas al implicar
malos hábitos.
De ahí que, sea importante identificar que para la adquisición de un hábito es
necesario que éste esté precedido por una explicación verdadera, buena y deseable
(creencia) por parte de quien lo quiere implementar en su cotidianidad.
Para Carlos Quan (comunicación personal, entrevista, 5 de diciembre, 2015),
especialista en Seguridad Alimentaria y Nutricional y Salud, las creencias se refieren a la
falta de conocimiento sobre la distribución apropiada de los alimentos y las costumbres a
prácticas de consumo no beneficiosas que se heredan.
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En ese sentido, en los municipios y familias entrevistadas se identifica que existen
creencias relacionadas a la alimentación que son transmitidas, principalmente, entre las
mujeres y que permiten la continuación de formas de seleccionar, preparar y consumir los
alimentos. De ahí que, el habitus alimentario recoja el conocimiento adquirido
generacionalmente. De esa manera, las creencias y costumbres relacionadas a la
alimentación pueden influir positiva o negativamente sobre las prácticas de consumo y
alimentación familiar.
Por otro lado, los criterios de selección y adquisición que definen los alimentos a
consumir por las familias rurales están relacionados a los gustos por necesidad, es decir,
consumir lo más económico y a su vez lo necesario para la sobrevivencia. Sin embargo,
algunas consumen comida chatarra principalmente sopas instantáneas y aguas gaseosas.
En relación al habitus, se destaca que las familias rurales enfrentan desigualdades en
el acceso físico y económico producto de su bajo poder adquisitivo, situación que solo
refrenda su pobreza y exclusión.
En síntesis, como indica Lily Caravantes (comunicación personal, entrevista, 20 de
diciembre, 2015), ex-Secretaria de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional de
la Presidencial de la República, las familias enfrentan la desnutrición debido a su
alimentación inadecuada, por malos patrones alimentarios o por falta de una dieta variada.
Las prácticas de consumo de los padres, madres o encargados pueden ser no apropiadas
para el estado de salud de los niños/as.
Por último, es importante enfatizar que las prácticas erróneas de alimentación tienen
un papel importante en la nutrición de los niños y niñas, pero no son el factor fundamental
por el que se presenta la desnutrición.
¿Qué es la desnutrición? Percepciones y Vivencias sobre la desnutrición infantil
Las causas de la desnutrición pueden ser diversas, pero en el ámbito alimentario y
de salud se identificaron la presencia de los siguientes elementos: a) malos hábitos o
25
prácticas alimentarias erróneas como dar atoles de masa o frijol en el primer año; b) falta de
lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses de vida; c) no hay alimentación
complementaria; d) falta de higiene en la preparación de los alimentos; e) presencia de
enfermedades a repetición como la diarrea; y f) síndromes congénitos. Además, el estado
de salud de las madres afecta el estado de salud de los niños y niñas, ya que se presenta una
restricción de nutrientes, es lo que se ha denominado círculo de la desnutrición.
Las familias seleccionadas como estudios de caso habían enfrentado casos de
desnutrición infantil en el último año (2015), algunos al momento de las entrevistas tenían
ingresados a sus hijos/as en los respectivos Centros de Recuperación Nutricional (CRN) de
cada localidad. Las familias desconocían el significado y magnitud de la desnutrición,
debido a la falta de una explicación adecuada en el proceso de diagnóstico, algunas
familias lograron conocer su significado y consecuencias hasta el ingreso en el CRN.
Previo a las explicaciones, algunas familias creían que los niños/as “solo tienen
lombrices cuando es desnutrición”, posterior a los talleres, identificaron que la desnutrición
afecta el crecimiento y peso de los niños/as y genera daños en su desarrollo físico y
desenvolvimiento.
Una de las normas de los Centros de Recuperación Nutricional es que las mamás se
tienen que quedar a vivir ahí mientras los niños/as se recuperan, esta es una situación que
afecta a las familias, pues las familias son numerosas y no hay nadie más aparte de la mamá
que tenga a cargo el cuidado de los menores, por ello, la toma de decisión sobre el ingreso
del bebé es muy complicada para los padres y madres.
En la mayoría de los casos, las familias consideran que la desnutrición es producto
de la falta de una dieta alimenticia adecuada y la falta de medicamentos, suplementos
alimenticios y vitaminas.
El proceso de recuperación es afectado por las creencias que tienen las familias
entorno a los medicamentos, ya que “en algunos casos, las personas no tenían el tratamiento
26
o no lo consumían por qué no lo aceptaban (no les agradaba el sabor a los bebés)”.
Asimismo, el proceso de recuperación es afectado por la renuencia de los padres al
tratamiento de los niños/as con desnutrición, por lo que la toma de decisión sobre si el
niño/a ingresa al CRN retrasa el proceso de recuperación. La renuencia puede ser por falta
de permiso del esposo, falta de interés o desconfianza hacia el sistema de salud público.
Factores socioculturales de la desnutrición infantil
Ahora bien, en relación a los factores fundamentales que inciden en la desnutrición,
se identificó la existencia de diversos y diferentes, entre los que destacan: los ingresos, la
educación, el empleo, el género, la producción de alimentos y el acceso a tierra, el acceso a
la información, el tipo de familia, el entorno comunitario, las conductas personales y/o los
estilos de vida, el acceso a servicios, las creencias y las costumbres relacionadas a la
alimentación, entre otras. Estos dos últimos han sido abordados anteriormente por lo cual
nos centraremos en exponer los resultados relacionados a los primeros factores.
Primeramente, se identificó que las familias que padecen desnutrición infantil,
suelen tener las siguientes características: a) condiciones precarias de vivienda; b) limitado
acceso a fuentes de agua potable; c) viven en pobreza o pobreza extrema; d) son indígenas
y residen en el área rural; e) marginación territorial y social; f) falta de oportunidades de
mejorar laboralmente por lo cual tienen ingresos inestables; g) los padres y madres son
analfabetas o solo han estudiado el nivel primario; y h) familias numerosas. Aunque existen
casos en donde las familias que tienen recursos económicos y acceso a servicios padecen
desnutrición.
En el factor económico, el poder adquisitivo es la principal limitante en el acceso
físico y económico a los alimentos, ya que los bajos ingresos limitan el tipo y cantidad de
alimentos que se pueden comprar y consumir. Para Carlos Quan (comunicación personal,
entrevista, 5 de diciembre, 2015), la relación pobreza y alimentación representa que entre
“más pobreza, menos acceso y disponibilidad de alimentos, lo que implica menos
posibilidad de la escogencia apropiada”.
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En resumen, Maira Ruano (comunicación personal, entrevista, 2 de diciembre,
2015), Nutricionista de la Organización Panamericana de la Salud, considera que la
población que padece problemas alimentarios (por déficit), se caracteriza por “ser pobre,
indígena, sin educación y con muchos hijos”, como ella reitera son familias que
“pertenecen al quintil socioeconómico más pobre (70%) del país, que se dedican a trabajos
informales, que migran y no tienen tierra para subsistencia”.
No obstante, la pobreza no es el único factor que influye en la desnutrición, ya que
existen otros factores como la falta de acceso a la salud, a trabajo (estable y formal), a
protección social, a educación, a vivienda, entre otros. Esto último, se evidencia en los
casos estudiados en donde la pobreza se conjuga con una serie de factores que coadyuvan a
la inseguridad alimentaria que enfrentan las familias.
En las familias rurales, la falta de un empleo fijo/formal limita su acceso estable a
recursos económicos, ya que en su mayoría, se dedican a empleos informales y con
ingresos inestables e irregulares. La inestabilidad en los ingresos influye en que las familias
enfrenten períodos donde reducen la cantidad de alimentos que consumen.
En general, las áreas rurales se caracterizan por la falta de empleo “digno”.
Asimismo, el desempleo es una constante debido a la falta de educación y formación
técnica, pero también a las condiciones del mercado laboral en las áreas rurales. Estas
condiciones también generan que los hijos e hijas mayores empiecen a trabajar a temprana edad
para contribuir a la economía del hogar y dejen de estudiar, en las familias entrevistadas todos los
hijos habían empezado a trabajar antes de los 15 años.
La educación es un factor fundamental ya que por un lado, condiciona los
conocimientos y actitudes referidas a la alimentación, y por otro, limita el tipo de
oportunidades laborales a las cuales acceden las personas. Al respecto Maira Ruano,
(comunicación personal, entrevista, 2 de diciembre, 2015), comentó que las Encuestas
Materno Infantiles de Salud han demostrado que a mayor educación de la madre menor
porcentaje de desnutrición crónica en los niños menores de cinco años.
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La falta de acceso a la educación afecta el conocimiento que tienen las familias
sobre mejores alternativas nutricionales. En ese sentido, las familias entrevistadas se
caracterizaron por haber completado el nivel primaria y por tener empleos informales con
ingresos inestables, lo cual reproduce y sostiene las condiciones de pobreza que enfrentan y
limita su acceso a la alimentación.
Las relaciones de poder relacionadas al género influyen en la autonomía y poder que
tienen las mujeres con respecto a sus acciones, en las familias rurales,” las mujeres no
toman decisiones, son los hombres quienes deciden que se hace”. Por ello, las mujeres
tienen que pedirle “permiso” a sus esposos si quieren ir al centro de salud, o bien quieren
participar en talleres y/o actividades relacionadas a la alimentación. Esto último se refiere al
hecho de que las mujeres no tienen poder de decisión en las familias por lo cual es el
esposo quien decide “que se hace y que no.
Por otra parte, respecto a la producción de alimentos y acceso a tierra se identificó
que las familias no tienen acceso a tierra para cultivar, y las pocas que pueden cultivar
prefieren vender sus productos para obtener dinero y comprar otros alimentos, que no
necesariamente son nutritivos. Aunque existen casos donde las familias consumen los
alimentos que producen.
Anteriormente, se han abordado las desigualdades económicas y educativas que
enfrentan las familias rurales, sin embargo, la investigación también buscó identificar el
tipo de desigualdades informativas que enfrentan con respecto a la alimentación. De esa
manera, se identificó que las familias tienen un limitado acceso a información y
conocimiento sobre mejores alternativas nutricionales y prácticas de alimentación, existe
falta de acceso a información relacionada a la alimentación y nutrición, hay una falta de
explicación a padres y madres sobre qué es desnutrición en el momento del diagnóstico, y
por último, hay muy poca orientación a los padres y madres sobre la alimentación, por parte
de actores estatales o comunitarios.
29
Respecto al tipo de familia, los diferentes actores entrevistados coincidieron en que
la cantidad de hijos/as influye en la cantidad de alimentos que pueden consumir las
familias, ya que aumenta el gasto y reduce el presupuesto familiar. Asimismo, el número de
hijos influye en el tiempo de cuidado que le pueden dedicar a cada uno. En las familias, el
promedio es de 5 a7 hijos/as.
También se considera que en algunos casos las madres solteras enfrentan más retos
para obtener ingresos, un empleo y poder dar una alimentación nutritiva y saludable a sus
hijos/as. Los hogares encabezados por mujeres suelen tener menores ingresos que los
hogares encabezados por hombres.
En cuanto al entorno comunitario y redes de apoyo, en especificó al Pacto Hambre
Cero y las transferencias monetarias condicionadas se identificó que los relaciones
comunitarias influyen en poder recibir ayuda de los líderes, por ejemplo, en contar con el
apoyo para ser beneficiaria de un programa social.
Las conductas personales o estilos de vida se refieren a comportamientos que
afectan la alimentación familiar y pueden incidir en la desnutrición, como la falta interés o
tiempo para la preparación de alimentos más saludables y nutritivos, por lo cual, se prefiere
el consumo de comida chatarra. También se mencionó que las adicciones como el
alcoholismo generan relaciones conflictivas en la familia y afectan el presupuesto familiar
destinado a la alimentación.
Por último, es de mencionar que las familias no participan en ningún espacio de
demanda de sus derechos, por lo cual no demandan información relacionada a sus derechos
y acceso a alimentos. Esto forma parte de la exclusión política de la cual son víctimas las
poblaciones indígenas y de la marginación social.
Igualmente, es importante identificar que estos factores no son aislados ni
independientes uno del otro, ya que en su mayoría influyen de manera conjunta.
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Conclusiones
En el análisis realizado a lo largo de estas páginas, se ha sugerido que la
desnutrición infantil es producto de múltiples factores socioculturales, económicos y
políticos, trascendiendo el hecho de identificar las prácticas de alimentación erróneas o los
malos hábitos alimentarios puede considerarse que existen factores fundamentales que
inciden en que las poblaciones indígenas y rurales sean las más vulnerables
nutricionalmente.
Además, estos factores son coadyuvados por una serie de conductas personales y/o
estilos de vida que afectan el tipo y calidad de alimentación que reciben los niños/as.
De ese modo, desde la perspectiva teórica de la sociología de la alimentación, el
enfoque de los factores socioculturales de la desnutrición y el modelo conceptual de
Dahlgren y Whitehead, se han establecido tres aspectos importantes de análisis sobre las
problemática alimentarias; referida a la primera es que las familias rurales escasamente
tienen la posibilidad de ir a la escuela, ser atendidas en su salud por un sistema de salud
público de calidad, tener una vivienda digna con servicios de agua potable, energía
eléctrica y drenaje, o tener los alimentos suficientes y nutritivos. ¿Cuál es la razón
principal? No alcanza el dinero en su hogar. Es decir, que las desigualdades económicas y
educativas inciden limitan (inicialmente y fundamentalmente) el acceso a una alimentación
adecuada.
El segundo aspecto se refiere a las desigualdades informativas que enfrentan las
familias, situación que se agrava con el bajo nivel de escolaridad que presentan los padres y
madres, lo cual genera su desconocimiento de mejores alternativas nutricionales y su falta
de demanda de información sobre alimentación. Esto último influye en el tipo de prácticas
de consumo y hábitos alimentarios que tienen las familias, que sin duda, puede afectar el
proceso de recuperación de los niños/as con desnutrición. De esa manera, el consumo
alimentario sería un factor provisional
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Cabe mencionar que las prácticas de consumo, es decir, el consumo de comida
chatarra está presente en familias en pobreza que todavía tienen recursos (limitados) para
comprar este tipo de alimentos.
Por último, respecto al tercero es que la cultura es un elemento que incide en los
factores fundamentales y en las prácticas y hábitos alimentarios, ya que existen creencias y
costumbres desfavorables a la alimentación.
Estos tres aspectos influyen de manera directa en la desnutrición infantil generando
situaciones de vulnerabilidad, que se complejizan con el hecho que no están siendo
considerados en las políticas públicas, o bien no son tratados de la manera que requieren.
De esa manera, se considera que los programas sociales y acciones gubernamentales
carecen de un enfoque integral, por lo que se plantea la necesidad de que los factores
socioculturales de la desnutrición sean incorporados en las estrategias de combate al
hambre, y que principalmente, se combatan de raíz las desigualdades sociales, educativas,
informativas y políticas que determinan la desnutrición infantil.
32
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