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Letras
De paisajes poéticamente habitados
María Elena Hernández Alvarez
Doctora en arquitectura, titular del Taller de Investigación, Arquitectura y Humanidades
Programa de Maestría y Doctorado en Arquitectura, UNAM
namorado de sus paisajes urbanos, meticuloso observador
de los objetos que ocupan las habitaciones, de los olores
que impregnan los ambientes y que definen fronteras de habi-
tabilidad, de las réplicas virtuales de la arquitectura en los es-
pejos delrío, en los estanques y hasta en los pequeños pilones,
González León tiene mucho que decirnos a los arquitectos.
Poeta de espacios que se habitan a ritmo de provincia, de su
provincia, en la cual centra buena parte su obra, y particular-
mente en tres “estaciones”: la parroquia, el convento y su casa,
sitios que integran un triángulo sagrado que él ama y recorre
cotidianamente percibiendo su palpitar, sus transpiraciones.
Para Francisco González León (Lagos de Moreno Jalisco,
1862) su parroquia es más atmósfera que teología; este recinto
espiritual churrigueresco lo evoca en la palabra con singular
cuidado para leerse desde todos los sentidos humanos:el olor a
incienso que se sienta enlassillas abaciales; el aroma de jazmi-
nes impregnandoel atrio y también a una santurrona que pasa
por ahí "persignándose en su inopia”; los cuchicheos de niños
que se portan mal a la hora del rosario; los fierros que por
viejos rechinan en el barandal del comulgatorio; los clamores y
secretos celosamente guardados en las bancas; las campanas
llamando a misa de doce que asustan a algún palomo perezoso
en la cornisa de la fachada.
El convento delas clarisas, muy cercano a su hogar, marca
también su sensibilidad a los espacios arquitectónicos; así, des-
cubrimos en su obra olores a galletas recién horneadas,el gri-
terío de chicos a la salida del catecismo todos formaditos y
listos para devorar el premio de recortes de hostia, el pilón que
refleja la quietud del convento, y hasta la celda con una vela
aún encendida que de noche ve el espía, desde lejos, como
adivinando morbosamente las tentaciones de una monja.
La casa del poeta, rescrita en sus versos, es autobiográfica. La
libertad de recorridos íntimos en ella, expresados con fina ele-
gancia, revelan la fascinación que en él ejercen las "presencias-
ausentes", de su amada esposa Petra, de momentos compartidos
alrededor del fuego, de historias encerradas en antiguos objetos
o en amarillentosretratos de antepasados, de exquisitas merien-
das casi conventuales... "mi casa —dice el poeta— tiene algo de
capilla, ...ternuras de capillas interiores] terhnuras que se fueron
de puntillas/ temerosas tal vez de algún desaire...”. Todos estos
ambientes, bellamente poetizados, ineludiblemente generan en
el lector de la obra del laguense la nostalgia y el anhelo de vidas
pasadas o futuras plenas de esencialidad.
Los espacios urbanos de su ciudad natal, minuciosamente
observados; los atardeceres contemplados desde una banca en
la plaza; las calles, generalmente vacías de personas que aca-
ban de pasar; "...algún aparador madrugador/ que en su cris-
tal retrata/ las prisas de alguna beata...”; la gota de rocío que
amenaza con rendirse al fin de la hoja de un rosal; todo esto
lo captura y lo eterniza en su poesía: ”...La campana de hoy es
la de ayer/ y ha de ser la campana de mañana...”. Así, la obra
de este poeta es también un valioso documento historiográfi-
co para la arquitectura, quizá más elocuente que muchos
otros. Poeta de percepciones sensoriales y místicas a flor de
piel, pero que no lo evidencia todo; sin duda, múltiples soni-
dos, olores o vistas se sugieren —quizá intencionalmente—
para regalo del lector, para asomarse sorpresivamente tras las
líneas de sus versos, como la firma de sus paisajes. En este
sentido, en González León se cumple aquella idea de que,si
bien una imagen visual vale mil palabras, la palabra poética
evoca un sinfín de imágenes.
Además, la parroquia, las calles, los parques, el convento, su
casa, su aspiración mistica y también su fino erotismo con fre-
cuencia se presentan en su obra poética enmarcadospor el agua;
en efecto, el poeta identifica muy diversas presencias del agua en
su amada provincia y con ello acompaña, acentúa y embellece
todavía más los espacios habitados, los abrazos humanos.
Dedico este breve texto, con admiración y profundo agra-
decimiento, a un gran poeta mexicano quien nos convence de
que, como dijo Holderlin, “sólo poéticamente es comoel hom-
bre habita en la Tierra”. Francisco González León es uno de los
poetas que mejor nos permiten comprender y comprometernos
de otra manera, de manera poética, con la arquitectura.
Un par de ejemplos ilustran lo dicho hasta aquí.
Agua dormida
Agua dormida de aquel pilón:
aguadesierta;
agua contagiada del conventual
silencio de la huerta.
Agua que no te evaporas,
quenote viola la cántara,
y que no cantas, y que nolloras.
Tu oblongocristal
es comoel vidrio de una cámara fotográfica
que retrata un idéntico paisaje
de silencio y de paz.
Tus húmedoshelechos,
un cielo siempre azul, y quizás
un celaje...
Tú a la vida, jamás, jamás te asomas,
y te basta de un álamoel follaje,
y en las tardes un vuelo de palomas...
Agua dormida,
agua que contrastas con mi vida,
agua desierta...
Pegadoa la cancela de la huerta,
de susrejas detrás,
¡qué de veces de lejos te he mirado!
y con hambre espiritual he suspirado:
' ¡si me dieras tu paz!
51
La gotera
Llovió toda la noche.
La llovizna final aún parpadea
un húmedo rumoren la azotea;
archivo de hojas que moviera el viento.
La oscuridad del ámbito se duerme
desvelada dentro del aposento.
La lluvia ha hecho
que sefiltre el agua
y se traspase el techo
destilando metódica en la estera
del piso de la pieza,
una gotera.
Esbozo musical que se devana.
..Ritmo alterno
de arteria o de campana:
Tic...
Tac...
Si motivos de música de cámara
la llovizna ejecuta,
la gotera en el suelo pertiguea
la ley de una batuta.
Hay algo que recóndito se afina;
la oscuridad es morfina
propia para soñar.
Ábranse de par en par
los sencillos postigos de la infancia.
Perspectiva interior de la distancia,
que tan cerca del alma se veía:
la vieja casa conventualy fría;
las grandes y recónditas alcobas;
los cuentos de los duendes que ahí andaban
cambiando de lugar a las escobas.
Y el bullicioso gozo;
y el asomarse al pozo
por distinguir la arruga
que en el agua dejaba la tortuga.
Recóndita virtud de aquellas cosas
que se amplían en el alma a la manera
del vidrio de una esfera.
Gotera
de renguera
desigual:
Tic...
Tac...
Clepsidra cuya gota horadael tiempo
con caída de ritmo vertical;
rumor que asemeja al de la péndola
que en la sala de ambiente colonial
rebanabael silencio de las horas
con el filo de su disco de metal.