Los Cuadernos del Pensamiento
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Charles Darwin.
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DARWIN EN SANTIAGO DE COMPOSTELA (Y LOS ORIGENES DE LA INSTITUCION LIBRE DE ENSEÑANZA) Xesús Alonso Montero
l. Prólogo obligado sobre la Institución
Inaugurada en Madrid el 29 de octubre de 1876, el artículo 15 de sus Estatutos declaró: «Esta Institución es completamente ajena a todo espíritu e in
terés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político, proclamando únicamente el principio de la libertad e inviolabilidad de la Ciencia y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que no sea la de su conciencia». Aunque su primer rector fue Laureano Figuerola, el alma y el motor de la Institución fue don Francisco Giner de los Ríos, incluso después de su muerte acaecida en 1915.
La ILE es la respuesta, en el ámbito académico, de la burguesía ilustrada a actitudes reaccionarias del Poder y a disposiciones que limitaban notablemente la libertad de cátedra. Todo empezó el día 26 de febrero de 1875 en que Manuel de Orovio, ministro de Fomento, publicó un Decreto que restringía las facultades del profesor a la hora de utilizar este o aquel libro de texto y de elaborar el programa de la asignatura. Irritó más al profesorado liberal la Circular, de la misma fecha, enviada por Orovio a los rectores de Universidad, circular en que hay pasajes como éstos:
«Que vigile V. S. con el mayor cuidado para que en los establecimientos que dependen de su autoridad no se enseñe nada contrario al dogma católico ni a la sana moral, procurando que los profesores se atengan estrictamente a la explicación de las asignaturas que les están confiadas, sin extraviar el espíritu de la juventud por sendas que conduzcan a funestos errores sociales ....
«Por ningún concepto tolere que en los establecimientos dependientes de ese Rectorado se explique nada que ataque, directa ni indirectamente, a la monarquía constitucional ni al régimen político, casi unánimemente aprobado por el país ...
«Si, desdichadamente, V. S. tuviera noticia de que alguno no reconoce el régimen establecido o explicara contra él, proceda sin ningún género de consideración a la formación del expediente oportuno».
La protesta de las universidades -Y de algunos
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González Linares.
institutos- fue grande, y en pocos días hubo destituciones, dimisiones, destierros, etc ... Al año siguiente, convencidos muchos de los implicados de que la libertad de cátedra sólo puede darse extramuros de la Universidad de Orovio, fundan un ente educativo al que llamarán, no Universidad ni Instituto (nombres prohibidos), Institución Libre de Enseñanza. Muy pronto, y no sólo por motivos económicos, abandonaron la Enseñanza Superior para centrar sus esfuerzos en la Primaria y en la Secundaria, sobre todo en aquella. Un catedrático de Filosofía del Derecho llamado Francisco Giner de los Ríos fue, a finales del siglo pasado, maestro de primeras letras de un niño llamado Antonio Machado Ruiz.
La protesta universitaria, que está en la raíz de la Institución, empezó en Santiago de Compostela. En efecto, Augusto González de Linares, catedrático de Historia Natural, y Laureano Calderón, catedrático de Farmacia Químico-Orgánica, no aceptan los términos de la Circular de Orovio, conocido lo cual por el rector, Antonio Casares, los invita a una reconsideración, invitación que originó una enérgica reafirmación. Para que se conozca el talante de estos profesores bastará reproducir un breve pasaje del escrito de Laureano Calderón (5-3-1875): « ... no he sido nombrado para formar catecúmenos de ninguna religión ni partidarios del sistema político alguno, sino para enseñar ciencia». El 12 de ese mes uno y otro eran destituidos.
Pocos días después protestan, en la Universidad de Madrid, Emilio Castelar (Catedrático de Historia), Giner de los Ríos (catedrático de Filosofía del Derecho), Nicolás Salmerón (catedrático de Metafísica), Gumersindo de Azcárate ( catedrático de Legislación Comparada), Eugenio Montero Ríos, etcétera. Entre los profesores destituidos figura Manuel Varela de la Iglesia, del Instituto de La Coruña.
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2. EL INTRODUCTOR DE DARWIN
Fue en Santiago, pequeña universidad de unaciudad pequeña, configurada, en buena parte, por el Clero, donde el evolucionismo libró su primera importante batalla. Sucedía en 1872, el año en que ocupó su cátedra de Historia Natural don Augusto González de Linares. Fue el escenario la Academia Escolar de Medicina en cuya tribuna el joven profesor, que llegaba precedido de una cierta aureola de iconoclasta, disertó sobre la teoría de la evolución, episodio que un testigo presencial, José Rodríguez Carracido, cuenta con estas palabras:
«La Academia Escolar de Medicina, por iniciativa de algunos socios conocidos por sus ideas exaltadas, invitó al nuevo catedrático de Historia Natural a ocupar la tribuna del disertante, y, aceptada la invitación, inmediatamente corrió la noticia por todo Santiago, esperando con ansia el momento del acto científico que, sin duda, había de apasionar el ánimo del auditorio con los arranques revolucionarios del orador.
«La Academia celebraba sus sesiones en el salón artesonado de Fonseca y, no obstante la magnitud del local, �ste resultó insuficiente para dar cabida al público que acudió aquella noche a oir la conferencia, antes discutida que pronunciada. Estudiantes y catedráticos de todas las Facultades, personas extrañas a la Universidad y hasta algunos eclesiásticos, invadieron el salón con más deseo de emociones que de doctrina.
«El conferenciante disertó ampliamente sobre los fundamentos de la teoría de la Evolución, extendiéndola a todo linaje de procesos naturales, desde los que se inician en la masa caótica de las nebulosas hasta los que se ultiman en las formas superiores de la organización sin excluir, y esto era lo más grave, el génesis del organismo humano por transformación de los monos antropoides, sus predecesores. Murmullos de protesta y aplausos
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Manuel Orovio EchagÜe, el ministro de «la cuestión universi-taria».
de contraprotesta interrumpieron con frecuencia al disertante, quien, por su temperamento tribunicio, exponía con mayor empuje su revolucionaria doctrina a medida que los ánimos se iban caldeando, hasta el extremo de terminar su conferencia diciendo que el transformismo de las especies y la evolución cósmica en general, no era una teoría científica, sino la Ciencia misma, la única racionalmente admisible en el sistema novísimo de los conocimientos humanos.
«Un catedrático de la Facultad de Medicina se levantó a impugnar al conferenciante, buscando en la filosofía de Santo Tomás la filiación de las ideas heréticas sostenidas por el preopinante, para pulverizarlas después con los mismos argumentos del doctor Angélico. Salvas de aplausos premiaron la obra del mantenedor de la doctrina ortodoxa, pero, no obstante lo estruendoso de la ovación, se había producido el cisma en el auditorio, y algunos se atrevieron a manifestar que la disertación del catedrático de Historia Natural había quedado incontestada, que en ella había ideas seductoras y que no podía ser juzgada sin un examen muy detenido.»
Esta página de Rodríguez Carracido, que bien merecía los honores de la reproducción, fue escrita muchos años después, en 1897, cuando su autor era catedrático de Química Orgánica en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central. Un año después, ya catedrático de Química Biológica, sostuvo en «El Imparcial» de Madrid «una polémica filosófica -relata un biógrafo- con el P. Ceferino González sobre el darvinismo transformista, de la que salió triunfante».
¿Cuál era, en realidad, la presencia del darvinismo en la España de 1872? Sépase que los dos más citados y controvertidos libros de Darwin, «El origen del hombre y selección natural en relación con el sexo» ( 1871) y «Sobre el origen de las
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especies por medio de la selección natural» ( 1850), son traducidos por primera vez a una lengua española, el castellano, en 1876 y 1877, respectivamente. Gesto audaz, pues, el de González de Linares al defender, en un medio como el compostelano, las doctrinas evolucionistas. Con formulaciones menos «tribunicias» expone su pensamiento en un libro de 1873 ( «Ensayo de una introducción al estudio de la Historia Natural», Madrid) y en varios trabajos que publicó hasta 1904, fecha de su muerte.
También era evolucionista su colega en Santiago Laureano Calderón, ambos tratados con especial dureza por el Poder en los días de la (segunda) «cuestión universitaria». Ya desposeídos de sus cátedras, formulan, semanas después, una respetuosa protesta por los malos tratos inflingidos a Francisco Giner de los Ríos, hecho por el cual fueron encarcelados en el castillo de San Antón (La Coruña). En una carta del 28 de abril de 1875 cuenta González de Linares, a Gumersindo de Azcárate, cómo «Los profesores de La Coruña, excepto uno, no se atrevieron a ir a vernos».
Todo hace suponer que la dureza de las autoridades con los dos profesores de Santiago no sólo se debe al hecho de que fuesen ellos los primeros en protestar la famosa circular de Orovio.
En cuanto a la polémica conferencia de González de Linares (1872) sépase que la Iglesia Compostelana replicó muy pronto. Así interpreto yo el trabajo «El materialismo», publicado en siete números consecutivos del «Boletín Oficial Eclesiástico del Arzobispado de Santiago» del 10 de febrero al 10 de abril de 1873, es decir, meses después de la audacia pionera del profesor Augusto González de Linares. El extenso trabajo, obra del ingeniero de Minas Antonio Eleizegui, está firmado en Santiago el 20 de enero de 1872. Es lícito pensar que la Iglesia decidió publicar «El materia-
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Ricardo Rubio, Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío.
lismo» en ese lugar y en esas fechas para que seinterpretase como una réplica a la disertación noortodoxa de aquel curioso profesor universitario.Eleizegui, para fulminar las doctrinas evolucionistas y, sobre todo, su planteamiento más inquietante ( «el tránsito insensible del mono al hombre»), maneja bibliografía inglesa ( «El filósofo entre los monos» de A. Weld), y de la española sólomenciona un libro del geólogo Juan Vilanova yPiera ( «Origen, naturaleza y antigüedad del hombre», 1871), muestra, aclara, de que «nuestra patria no ha permanecido indiferente a esta lucha dela verdad contra el error». Santiago de Compostela, pues, también está entre los primeros lugaresespañoles que presentaron batalla al darvinismo.
3. EL GESTO Y EL CLIMA
El gesto que emite Augusto González de Linares en 1872 en favor de Darwin -uno de los primeros emitidos en España- hay que situarlo en suverdadero escenario: en aquella pequeña ciudadclerical y en una universidad no caracterizada porsus novedades. La nota necrológica que publicaen mayo de 1904 el «Boletín de la InstituciónLibre de Enseñanza» nos presenta a este profesorcomo un hombre de «energía infatigable» y «carácter entusiasta», condiciones bien necesariaspara emitir gesto tal en un escenario tan pequeño,en un clima tan poco favorable.
Quien quiera conocer cómo era Compostelaunos años antes, y cómo se comportaba la Iglesiacon las voces mínimamente contestatarias, examine las graves amenazas proferidas por el arzobispo García Cuesta contra Eduardo Pondal y Aurelio Aguirre, estudiantes y poetas que en el Banquete de Conxo ( 1856) «osaron» escribir y recitarestos versos:Decid: ¿quién hizo al hombre diferente de su hermano? ¿Quién dio mayor nobleza
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al corazón de un déspota tirano que el honrado sudor del artesano?
(Pondal)Cristo es hijo del pueblo. El ha queridoque la familia hermana fuese una,Al nacer de un honrado carpintero, desnudo en un portal, lección sublimeofrece de igualdad al mundo entero.
(Aguirre)Ciertamente, a Darwin no le podía ser fácil,
pocos años después, pasear por las húmedas calles de Compostela.
Los especialistas del tema saben que el gransabio inglés fue, desde muy pronto, profesor honorario de la Institución Libre de Enseñanza, ysaben también que el número 125 del «Boletín» dela misma empezaba su nota necrológica con estaspalabras: «El día 20 del actual ha fallecido enInglaterra, su patria, ... Carlos Roberto Darwin,uno de los naturalistas y fisiólogos más eminentesque han honrado con su talento a nuestro siglo, ya cuya imperecedera memoria pagamos aquí elhomenaje de nuestra admiración y de nuestro.respeto».
Nombrado profesor honorario por su obra deesfuerzo, libertad y progreso -tres palabras sagradas para los institucionistas- también es cierto queDarwin está, de algún modo, en la prehistoria dela Institución Libre de Enseñanza: al menos, undía de 1872 se paseó por las rúas húmedas deCompostela guiado por la mano de quien sería elprimero en alzar su voz contra disposiciones quelimitaban gravemente la libertad de cátedra. Elguía santiagués de Darwin, el profesor AugustoGonzález de Linares, figura entre los fundadoresde la Institución Libre de Enseñanza en �cuyas cátedras la ciencia sólo obedecía a �los dictados de la conciencia.