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Hotel Florecer

Cuando Emilio regreseLe di mi telfono al peluquero para que viniera a peinarme. No me llam. Qu desfachatado! Despus lleg esa mujer que dice que es mi hija (pobrecita, est loca!) y me dijo que se era el nmero de Adrogu, que haca ms de treinta aos que yo no viva en aquella casa. Me da tanta lstima esa chica! Yo no la quiero contradecir, pero si somos casi de la misma edad! Debe tener algn problema psicolgico, me habla de nietos, dice que me extraan. A veces llora. No es por menospreciar, pero el da que tenga una hija, a ella no se va a parecer. Adems, todava no est en nuestros planes la paternidad. Queremos viajar, disfrutar un poco. Yo, volver a Pars; mi marido, hacer un safari por frica. Es un poco extravagante, pero lo quiero tanto! Pero esta chica que insiste (a veces viene dos veces por semana) es una persona tan vulgar! Con ese pelo llovido, nada de arreglo, y una espantosa combinacin de colores y pantalones que se parecen a los del jardinero de la casa de Adrogu, tan poco femenina. Me cuenta cosas que no me interesan, como que trabaja todo el da, que la plata no le alcanza, que el hijo ms chico empez primer grado. Yo me veo obligada a seguirle la corriente. Fui educada en la caridad cristiana y una pobre criatura desequilibrada me inspira piedad, aunque no pertenezca a mi clase social. Qu va ser de ella cuando me vaya del hotel? En unos pocos das regresa Emilio de Europa y nos volvemos a la quinta. Mientras l no est, yo prefiero este lugar, no quiero lidiar con tanto personal de servicio sola. l, con su temperamento, en seguida los pone en vereda. Yo soy ms blanda y hacen lo que quieren. Emilio siempre me dice: A esta gente hay que tratarla con mano dura. Djamelos a m, que te los hago andar derechitos. Y s, Emilio est acostumbrado a tratar con ese tipo de gente, si no tuviera carcter, los obreros se le subiran a la cabeza. Pero hay que nacer con voz de mando y a l por suerte le sobra.Las personas que estn en el hotel tampoco son de nuestra clase social. No entiendo cmo un lugar que fue de tanta categora, est tan venido a menos y acepte este tipo de huspedes. Yo trato de no hablarles, no ms que los buenos das o buenas noches. Juegan todo el da a las cartas o algo que llaman bingo. Qu horror! Jams vi a nadie acercarse al piano o con un libro entre las manos. Qu tiempos vivimos, una crisis cultural espantosa! Espero no cruzarme con ningn conocido, aunque en esta poca del ao ya habrn partido hacia Europa. Nuestras amistades s que tienen nivel. Hasta el nombre del hotel es decadente El descanso. Yo conozco el Alvear, el Ritz y muchos ms que son una monada. Aqu, incluso el personal de limpieza es estrafalario. Visten un uniforme parecido al de las enfermeras y a la noche se empean en acompaar a los huspedes a la habitacin, hasta que se acuestan. Yo debo cepillarme el pelo, ponerme mis cremas, mi bata de seda (me la trajo Emilio de Roma). Y ellas se quedan ah paradas, con gesto impaciente. Cuando me acuesto y tomo mi libro, me dicen: Bueno abuelita, no se quede hasta muy tarde. Pero qu impertinencia es sa! Malos modales! Si algunas me doblan en edad! No ven mi piel, mi cabello, mi porte? Ser un nuevo modismo de las clases bajas llamar abuelita a las personas que sirven? Si es lo que dice Emilio. En este pas hay un abismo cultural entre la clase baja y la gente como uno. La chica rara viene ms seguido. A veces no habla; slo me toma las manos y llora. Le recomend un producto francs excelente. Es increble la aspereza de sus manos! No me dijo si lo comprara. Yo siempre le sigo la corriente. Tan perturbada la pobrecita!Ayer me dio lstima su insistencia y le pregunt dnde viva. Me dijo que en el barrio de Boedo, en un departamentito de dos ambientes. Y son cinco. Tiene tres hijos. Pobre gente. Vino con un hombre que vesta unos espantosos pantalones iguales a los de ella. De un azul desteido y tela rstica. l tambin pareca enfermo. Me deca que si don Emilio estuviera, pero qu le va a hacer la vida es as. Bueno, por lo menos es ubicado, lo de don fue muy acertado para un arquitecto de la talla de mi marido. Debe ser empleado suyo. Por mi educacin basada en la caridad cristiana tuve un rapto de empata con esta gente y les dije que, cuando volviera Emilio de Europa, los llevaramos a la quinta, les daramos el chalecito del jardinero y, si queran, se podran quedar trabajando. Una casa tan grande cada vez demanda ms personal. Adems, ya es la poca de poda de los rosales. La chica, extraa, me dijo: Bueno, mam. Vamos a ir a la quinta con vos.

De alguna manera tengo que hacerle entender que est enferma. Tal vez le busque un buen psiquiatra. Y agregu para que me tomase confianza: Pods llamarme Tere, querida. Todas mis amigas lo hacen.Me dijo: Bueno, Tere. Gracias. Y me tom las manos. Encontr las suyas ms speras que la otra vez. Evidentemente no haba comprado la crema francesa que le recomend. Adriana Lisnovsky


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