Download - Creacionismo - El hombre y el simio
Texto: Dr. Ernesto Contreras
La idea de que genéticamente somos 98 % similares a los chimpancés, 97% a los gorilas y 96% a los orangutanes, ha sido muy difundida; pero a partir de que se descifró el genoma humano (2003), y el del chimpancé
(2005), recientes hallazgos de genómica, ciencia que estudia los genes, y de biología molecular, descartan que haya parentesco entre ellos.
No teniendo acceso a los conocimientos científicos actuales, Carlos Darwin en 1859, miope e ignorantemente, supuso que por el sólo hecho de que todos ellos tienen cabeza, tronco, extremidades, 5 dedos, y órganos y
sistemas parecidos, necesariamente implicaba que los simios y los humanos, eran parientes y descendientes lejanos de un ancestro común.
El confiaba que en un futuro cercano, se encontraría el “eslabón perdido” que probaría su teoría; pero la realidad fue que, al igual que en todas las demás especies, después de buscarlas exhaustivamente por más de 150
años, nunca se encontró ni una de las miles de formas transicionales fosilizadas, que eran necesarias para probar la teoría de la evolución.
Estudios sumamente sofisticados de genética, han demostrado que el número cromosómico es característico para cada especie:
El hombre tiene 23 pares de cromosomas
El chimpancé 24
El maíz 10La mosca de la fruta 4
… y aunque pueden identificarse más de mil variedades de erizos, y más de 200 razas de perros, nunca
por ello, cambian de especie.
También es miopía científica decir que el ADN de los
simios es 98% similar al de los humanos, simplemente porque como en todas las otras millones de especies conocidas, está siempre formado por infinidad de
variantes en la secuencia de sus únicos cuatro
nucleótidos, comunes a todos los seres vivos:
Adenina (A), Guanina (G), Timina (T), y Citosina (C).
Esto, lejos de ser evidencia de evolución, es evidencia de un Diseñador común, que sabía que la similitud bioquímica era indispensable para que todos los seres vivos se pudieran alimentar unos de otros, y usar las biomoléculas comunes (azúcares, grasas, proteínas) a todos, para
formar sus propias estructuras, y reproducir sus propios descendientes.
De acuerdo con algunos expertos la similitud real entre simios y humanos es 86%; y que sea posible la hibridación o unión de una
pequeña porción codificadora de una cadena de ADN humano (exon) con la del chimpancé, no prueba su parentesco, porque hay mucha más información reguladora (intrones) en los genes, que es
0% similar entre ellos.
Paradójicamente, el genoma del chimpancé es 12% mayor al del humano, que puede
hablar, leer y escribir, y tiene mucha más y más complicada información en sus más o menos 30,000 genes formados por 3 mil
millones de nucleótidos. Esta sola y monumental diferencia entre los simios y
humanos, descarta cualquier argumento de parentesco.
Así las mayores diferencias programadas en el ADN humano, y que de acuerdo con los evolucionistas no hubo suficiente tiempo para que por evolución aparecieran, radican en las singulares funciones cerebrales y mentales del humano, como la conciencia, la destreza, el lenguaje, el pensamiento abstracto, la espiritualidad, y la creatividad.
Decir que en la evolución del chimpancé hacia el humano, se redujo el
número de cromosomas de 48 a 46, a base de la fusión del cromosoma 2, aunque en teoría pudiera
parecer razonable, investigadores calificados, aseguran que el análisis a
nivel molecular del supuesto punto de fusión,
proporciona “más información ambigua que
evidencia sólida.”
El biólogo evolutivo Richard Sternberg escribe: “Apoyarse en
la secuencia telomérica intersticial 2q13 y presentarla
como típica de lo que se observa en los genomas del chimpancé y del humano, es una deliberada
selección de datos. Es la omisión de considerar
objetivamente todos los datos lo que conduce al darwinismo a tantas y peligrosas trampas.”
Específicamente, en el cromosoma ‘Y’ se encontró 30% menos información en el ADN del chimpancé al compararlo con el del
humano. La explicación de que ‘la evolución, en forma extremadamente rápida, la desapareció’ no solo no tiene fundamento
científico, sino es contrario al principio de la evolución, en donde siempre se gana (y no pierde) información.
Más que en la secuencia de bases y genes, hay enormes diferencias
porque aunque genes similares, producen
proteínas similares, éstas
suelen funcionar diferente
en cada especie; Además, los mecanismos
reguladores que controlan (activan o
inactivan), y coordinan la función de los miles de genes que cooperan formando tejidos y
estructuras, son muy diferentes.
Además, ahora se sabe que no el 5%, sino el 93% del
genoma humano, es funcional y activo en la
producción de proteínas, y que no es ADN ‘basura,’
como se creía en 2003. Esta información estructural y funcional incrementa las
diferencias enormemente, y sin duda apoya el concepto de que simios y humanos fueron
creados como especies distintas.
Aún una similitud del 96% al 98%, supone una diferencia de 120
millones de pares de bases entre ellos; y una diferencia en la
información en el ADN, equivalente a 12 millones de
palabras congruentes, escritas en mil libros de 500 hojas cada uno.
Por ley de probabilidades, ni en billones de años de
evolución, se lograría esto por mutaciones ‘benéficas’ al
azar.
W. J. ReMine comenta: tomaría alrededor de 7X1011 (70 seguido de 11 ceros) años cambiar por mutaciones espontáneas, esos 120 millones
de pares de nucleótidos. Así, en 10 millones de años (el doble del tiempo en que se supone que existió el ancestro común del humano y
chimpancé), idealmente, sólo se habrían hecho el 0.001% de las sustituciones.
Más importante que la secuencia, es la información almacenada en los grupos
de bases que forman genes. Se sabe que aunque hay
genes equivalentes, no hay genes intercambiables;
y que la evolución se hace aún más improbable porque
hay genes que controlan más de una función
(pleiotropía), y funciones y estructuras que requieren más de un gen (poligenía).
Pero además de lograr mutaciones benéficas en
los genes que mandan órdenes, se necesitarían cambiar los mecanismos
de captación, transmisión, interpretación y activación de la
información, necesarios para que éstas se
traduzcan en acciones. Esto se complica más
cuando consideramos la interacción de miles de genes para formar un órgano como el ojo.
El gen PAX6, asociado con el
desarrollo del ojo, se ha identificado
en las medusas, la mosca de la fruta, los peces, el ratón de laboratorio, el chimpancé, y los
humanos.
Pero el de una especie, no es intercambiable con el de otra, como una pieza de rompecabezas, no es
intercambiable con la de otro, aunque a nivel de sus bases los dos fueran
99% similares.
Dios hizo a los animales de la tierra según su género y especie; y al humano a su imagen; varón y mujer los creó”
(Génesis 1:20-27).