CorazónDiariodeunniño
Asesoríadelacolección
AntónArrufátAmbrosioFornet
CorazónDiariodeunniño
EdmundodeAmicis
Prólogo
MaríaDoloresOrtiz
Títulodelaobraenitaliano:Cuore
Ediciónycorrección:DaniaPérezRubioComposicióncomputarizada:PilarSaLealDiseñodecubierta:RafaelLagoSarichevVersiónEpub:RubielA.GonzálezLabarta
Primeraedición,1997Segundaedición,2002Terceraedición,2003Cuartaedición,2004Quintaedición,2007Sextaedición,2008
Séptimaedición,2010Octavaedición,2013
©Sobrelapresenteedición:EditorialArteyLiteratura,2015
ISBN:978-959-03-0650-1
ColecciónEdicionesHURACÁNEDITORIALARTEYLITERATURA
InstitutoCubanodelLibroObispono.302,esq.aAguiar,
HabanaViejaCP10100,LaHabana.Cubae-mail:[email protected]
DedicatoriadelautoraloslectoresdeEspaña
¡Cuánfelizseríasimipobrelibropudieseenalgúnmodoproporcionarsolazydeleitealosniñosespañoles:
alosniñosdeesanobleyqueridatierra,alacualmellevanconstante-mentelosrecuerdosmásgratosdemijuventud!
EdmundodEAmicis
Advertenciadelautor
Elpresentelibrosehallaespecialmentededicadoaloschicosdenueveatreceañosdelasescuelaselementales,pudiéndosetitularHistoriadeuncurso académico, escrita por un alumno de tercera, en una escuelamunicipaldeItalia.Al decir escrita por un alumno, no quiero dar a entender que haya
redactadolaobratalcualsalealuz,sinoqueelescolaribaanotandoenuncuaderno,asumanera,loquehabíavisto,oído,pensadoenlasaulasyfueradeellas,mientrasquesupadrealfindelañocorrigióesteDiario,procurandonoalterar loesencialdeaquellas impresiones,encuanto fueposible.Cuatroañosdespués,elestudiante,yaenelGimnasio, leyódenuevo elmanuscrito, añadió o suprimió algo que, a su juicio, no era fieltrasuntodelpasado,yasísedaalaestampa.Ahora,niñosyjóvenes, leedestaspáginas,queesperoosinteresen,y
cuyalecturaconfíoqueosseráagradable.
PrólogoAlamemoriadeCésarOrtizAmengual,mipadre,elmejordemismaestros.
Los jóvenes que lean hoy Corazón sentirán seguramente las muchasemocionesquedespertaraen losqueya lohan leídoen losañosde lainfanciaydelajuventud.Todosloleeránconlosojoshúmedos.Estelibro,escrito en forma de diario de «un alumno de tercera, en una escuelamunicipal de Italia», es de esos que llegan realmente al corazón.Generacionesenterashanleídoconemociónestaobra,cuyadedicatoriadelautor,EdmundodeAmicis,aloslectoresdeEspaña,estáfechadaenTurínenabrilde1887,haceyacasicienaños.Paralosquehemostenidoelprivilegio—queloesrealmenteentodos
lossentidos—dehaber tenidobuenosmaestrosydehabernos formadoenunabuenaescuela,Corazónesalgoasí comovolvera vivir aquellosdías luminosos. Tal vez el profundo respeto quehemos sentido siemprepor los que han dedicado su vida a la tarea de enseñar, y la propiadedicaciónaestahermosaprofesión,tienenpartedesusraícesenestelibroqueesunverdaderoyamorosohomenajeamaestrosyalumnosyalaescuelacomoformadoradelasnuevasgeneraciones.Claroestáque,al leerCorazón,hayque tenerencuenta laépocaen
queseescribió,enplenosigloxix,cuandohacíapocosañosqueItalia,dividida en siete estados y oprimida por extranjeros y tiranos, habíaalcanzadosuunidadcomonación.Trataporesoelautordeformarenlosniños—losmaestros lo hacen a través de toda la obra— el amor a lapatria y a la bandera, sentido «más violento y vivo el día en que laamenazadeunpuebloenemigolevanteunatempestaddefuegosobretupatria», le escribe el padre al pequeño Enrico, con palabras quemantienenunapermanenteactualidad.De ahí también el relieve que se les da a las grandes figuras de la
historiaitaliana—Garibaldi,Mazzini,Cavour—alosreyesitalianos,comosímbolos estos, en aquellosmomentos, de la unidad nacional. Por ella,dice elmaestro, «lidió nuestro pueblo cincuenta años ymurieron treintamil italianos», y en otra ocasión les indica a sus alumnos que hay quesaludarconrespetoalabandera,porqueelqueasí lohacedepequeño,«sabrádefenderlacuandoseamayor».
Enestemismosentidoestánescritosvariosde loscuentosmensualesqueaparecenenlaobra.Todosestoscuentosestándedicadosaexaltarel patriotismo y el valor de niños de diferentes regiones de la Italiaunificada.Así,porejemplo,elde«Elpequeñopatriotapaduano»quedicequenoaceptalimosnasdequienesinsultanasupatria;elde«Elpequeñovigíalombardo»,queparecíaquesonreíayamuerto,envue l toen labandera ,comosiestuvieracontentodehaberdadolavidaporsupatria;oelde«Eltamborcillosardo»,alquetuvieronqueamputarleunapierna,heridacuandocorríaasolicitar refuerzosparasupropiobatallón,loquesoportabasinunalágrimaniungrito.Mención apartemerece la pintura que de losmaestros y de su papel
comoeducadoressehaceenestaobra,yqueescomoelhiloconductorquenosllevadesdelaprimerahastalaúltimapágina.ElpadredeEnricoloexhortaanoolvidarasusmaestros,yelniñorecuerdaconcariñoasumaestra, a la que vio tantas veces enferma y cansada pero siempreanimosae indulgente,desesperadaante lasfaltasdesusalumnos, felizconsustriunfosyconstantementebuenaycariñosacomounamadre.Sedestacaesatranquiladignidadquedebecaracterizaratodomaestro,consuentrega totalasu importantemisión,elmaestroquenosoloenseña,sino que aconseja y estimula a tiempo, y que forma en los niños lossentimientosfilialesypatrióticosyloshábitosdeconductasocialqueharándeellosbuenosyhonradosciudadanos.Lospropiosmétodospedagógicosqueutilizanestosmaestrosinolvidablessonopuestosalcastigoyapelana losbuenossentimientosde losalumnos.Todo locual inspiraelmásprofundocariñoyrespetodeestosasusmaestros,asuabnegacióny a su sacrificio en una época en que no tenían el prestigio social queellosmerecen.Estoseobservacuando,enunacartadelpadre,este lediceaEnrico:«quiereatumaestro,porqueperteneceaesagranfamiliadecincuentamilprofesoreselementalesesparcidosportodaItaliayquesoncomolospadresintelectualesdemuchachosqueco n t i g o c r e c e n ; t r a b a j a d o resmal comprendidos ymalrecompensados,quepreparanparanuestrapatriaunageneraciónmejorquelapresente».Yconsideraqueelnombredemaestroes,despuésdeldepadre,elnombremásdulcequepuededarunhombreaunsemejante
suyo.EnCorazónseofrecentambiéninmejorablesleccionesdelasrelaciones
entreloscondiscípulos,ensituacionesque,enelcomplejouniversodelosniños, se pueden dar en cualquier lugar del mundo. Aparece así elgallardoDerossi,elalumnosobresalientedelaclase,siempreelprimeroentodo,cuyaconductade«ayudar»asuscompañerosenlosexámenesno podemos, no obstante, en modo alguno aprobar. Está Estardo, unverdaderocarácter,que suple las faltas de su inteligencia con una constancia diaria que lolleva a triunfar de todas maneras. Está la conmovedora figura deGarrone,grandeypobre,embutidoenropasquelequedabanestrechas,peroquesabedefenderyayudaralosdemás,comoaNelli,porejemplo,eljorobaditopálidodelquemuchosniñosseburlaban.EstáCoretti, siemprealegreapesardeldurotrabajodecargarleñasobresusespaldasenelpequeñonegociodesupadre. Todos estos niños, pertenecientes a distintas clases sociales,van a la misma escuela, bien vestidos unos, los ricos, con ropasdemasiado grandes y amo-rosamente zurcidas por sus madres, lospobres.Trataellibrodeigualarlosenlaestimaciónmutua,«parecequelaescuelahaceatodosigualesyamigosdeto-dos»;perosubrayamosesapalabra,«parece»,queelautorutiliza,puesde todas maneras está visible la diferencia entre estos niños y laslimitadas posibilidades que la sociedad burguesa ofrece a los hijos deobreros y artesa-nos. Así, se dice que «los hombres de las clasessuperioressonlosoficialesylosoperariossonlossoldadosdeltrabajo»;ymientrasEnricoyDerossipodráncontinuarsusestudioshastalauniversidad,muchos de sus compañeros terminarán solo la escuela elemental paraincorporarsetempranamentealtrabajo.Es que, en realidad, la dura vida de los explotados y de los
desposeídossemuestraenvívidaspinceladasendiversosmomentosdela obra, y no solo en las relaciones entre los compañeros de aula. Asíaparece,conlosbolsillosllenosdelosramitosdefloresqueledieronlasniñas juntoconsusmonedas,elpequeñoque lloraporquehaperdidoelescasodineroquehabíaganadodeshollinandochimeneas;sehabladelamiseriadelpueblo,de losquemu-rieronextenuadospor lasprivaciones;
de lasescuelasdeadultos, a lasque también ibanmuchachosdedoceañosque trabajabanporeldía;de loquesignificael inviernoparamilesde criaturas a las que trae la miseria y la muerte. Y se habla de lalimosna—lamadreexhortaaEnricoaprodigarla—enunaciudaddonde«enmediodetantospalacios,enlascallespordondepasancarruajesyniños vestidos de terciopelo, hay mujeres y niños que no tienen quécomer».Lamiseriallegahastaaanunciarseenlosperiódicosparabuscarelmomentáneosocorroquepuedeofrecer lafalsacar idaddelaburguesía,yhayniñoscomoCrosi, cuyamadre, vendedora de hortalizas, solo puede ir a la escuelaporqueelAyuntamiento leda librosycuadernos,ycomoel«albañilito»,cuyosbracitosdébilessostienenalegresel trende jugueteque leregalaEnrico.QuisiéramosdestacarqueCorazónestambiénunbuenejemplode las
relacionesentrepadresehijos,relacionesenlasqueprimanelamoryelrespetomutuos; y que la obramuestra eso que los cubanos llamamoshoy educación formal, cuya importancia, casi podríamos decir cuyanecesidad,esválidaentodos los tiempos,peromásaúnen lasociedadsocialista, donde adquiere su verdadera dignidad el hombre. «Dondenotes falta de educación fuera —le escribe el padre a Enrico— laencontrarástambiéndentrodelascasas»,loquedebehacerpensarporigualapadresyamaestros.Yesque,salvandolasnaturalesdiferenciasdetiempoydeépoca
Corazónexaltayformavaloresuniversalesqueportanto,debensertambiénnuestros.Asíqueremosveranuestrosniñosyjóvenes,queseformandentrodeunaRevoluciónverdaderaqueluchacadadía
OctubreElprimerdíadeescuela
Lunes,7.
¡Hoyeselprimerdíadeclase! ¡Pasaroncomounsueño los tresmesesde vacaciones en el campo! Mi madre me condujo esta mañana a lasección Bareti para inscribirme en el tercer grado elemental. Yorecordaba el campo e iba de mala gana. Todas las calles bullían dechiquillos; las dos librerías estaban atestadas de padres ymadres quecompraban carteras, carpetas y cuadernos, y delante de la escuela seagolpaba tantagente,queelporteroy losguardiasmunicipalesaduraspenas conseguían tener la puerta despejada. Cuando estaba junto a lapuertasentíqueme tocabanenelhombro;eramimaestrodesegundogrado, siempre alegre, con su pelo rubio y rizado, que me dijobondadosamente:—Bueno,Enrico,¿nosseparamosparasiempre?De sobra lo sabía yo; sin embargo sus palabras me causaron pena.
Entramos después de mucho forcejear. Señoras, señores, mujeres delpueblo,obreros,oficiales,abuelas,criadas,todas,llevabandeunamanoa losniños,y los librosde inscripción,en laotra, llenabanelvestíbuloylas escaleras, produciendo un murmullo como si entraran en un teatro.Con alegría volví a ver el amplio zaguán del piso bajo con sus sietepuertasdeotrastantasclases,pordondepasédurantetresañoscasiadiario. Las maestras iban y venían entre toda aquella muchedumbre.Desde la puerta de la clase, mi maestra del primer grado superior mesaludóymedijo:—Enrico,esteañovasalpisoprincipal,yanoteverénisiquierapasar
—ymemirócontristeza.El director estaba rodeado demujeres todas acongojadas, porque ya
noquedabanpuestosparasushijos;meparecióquesubarbaeraalgomásblancaqueelañoanterior.Algunosdemiscompañerosestabanmásaltos y más gordos. En el piso de abajo, donde ya se había hecho ladistribución, estaban los niños de los cursos inferiores, que no queríanentrar en clase, y, como a los potrillos recalcitrantes, era necesario
meterlosdentroa lafuerza,algunosseescapabandelosbancos;otros,alverquesuspadresseibanrompíanalloraryeraprecisoquevolvieranpara consolarlosoquedarse conellos, por lo cual sedesesperaban lasmaestras.MihermanitoquedóenlaclasedelamaestraDelcati;amímetocóelprofesorPerboni,arriba,enelpisoprincipal.Alasdiezestábamostodosdistribuidosenclase,cincuentaycuatroen total,apenasquinceodieciséisdemiscompañerosdelañoanterior:entreellos,Derossi,elquesiempre obtiene el primer premio. ¡Qué pequeña y tristeme pareció laescuela al recordar los bosques y las montañas donde había estadoveraneando!Me acordaba también demimaestro del año anterior, tanbueno, siempre riéndose con nosotros, y tan pequeño que parecía uncompañeromás;ymeapenabanovolveraverloallí,consupelorubioyrizado. Nuestro maestro actual es alto, sin barba; de cabellos grises ylargosytieneunaarrugarectaenlafrente,suvozesgrave,ynosmiraatodos fijamente, uno después de otro, como si quisiera leer en nuestrointerior; jamásseríe.Yomedecíaamímismo:«¡Estamosenelprimerdía!¡Nuevemesesaún!¡Cuántostrabajos,cuántosexámenesmensuales,cuantas fatigas!». Sentía verdadera necesidad de encontrarme con mimadrealasalidaycorríabesarlelamano.Ellamedijo:—¡Ánimo,Enrico,estudiaremosjuntos!Yvolvíacasacontento.Peroyanoestáconmigomimaestro,consu
sonrisa bondadosa y jovial, y la escuela no parece tan atractiva comoantes.
Nuestromaestro
Martes,18.
Tambiénmi nuevomaestromegusta desdeestamañana.A la entrada,mientrasélestabayasentadoensusitio,seasomabandevezencuandoalapuertadelaclasesusdiscípulosdelañoanterior,ylosaludaban:—¡Buenosdías,señormaestro!¡Buenosdías,señorPerboni!Algunosentraban,lecogíanlamanoyseiban.Seveíaqueloqueríany
queleshubieragustadovolverconél.Elmaestrocontestaba:—Buenosdíasylesestrechabalamanoqueleofrecían,perosinmirar
aninguno.Acadasaludopermanecíaserio,consuarrugarectaenlafrente,vuelto
hacialaventana,ymirabaaltechodelacasavecina,envezdealegrarsecon aquellos saludos, parecía que le hacían sufrir. Luego nosmiraba anosotros, uno después de otro, atentamente. Durante el dictado,comenzóapasearentrelosbancos,yviendoaunchicoqueteníalacaramuyencarnaday llenadegranitos,dejódedictar, lecogió lacaraentrelasmanos y lomiró:más tarde le preguntó qué le pasaba y le pasó lamanoporlafrenteparaversiteníacalor.Entretanto,unmuchacho,asusespaldas, se pusodepie enel banco y comenzóa hacer tonterías.Sevolvió de repente; el muchacho se sentó de nuevo, en el acto, ypermanecióallíconlacabezabaja,esperandoelcastigo.Elmaestrolepusounamanosobrelacabezayledijo:—Novuelvasahacerlo.Nada más. Luego se dirigió a su mesa y terminó de dictar. Cuando
concluyó,nosmiróunmomentoensilencio;despuésdijolentamente,consuvozgrave,perobuena:—Escuchad:tenemosquepasarunañojuntos.Procuremospasarlo
bien.Estudiadysedbuenos.Yonotengofamilia.Mifamiliasoisvosotros.Elañopasadotodavíateníaamimadre,perohamuerto.Mehequedadosolo.Notengoenelmundoanadiemásqueavosotros;notengomásafecto,nimáspensamientoquevosotros.Vosotrosdebéissermishijos.Yoosquiero;esprecisoquevosotrosmecorrespondáis.Noquisieratenerquecastigaraninguno.Demostradmequesoismuchachosdebuen
corazón;nuestraescuelaseráunafamilia,vosotrosseréismiconsuelo,miorgullo.Noospidoquemeprometáisdepalabra,puesestoysegurodequeenvuestrocorazónmehabéisdichoyaquesí.Osloagradezco.
Enaquelmomentoentróelporteroadarlahora.Salimostodosdelosbancos,silenciosos.Elmuchachoquesehabíapuestodepieenelsuyo
seacercóalmaestroyledijoconvoztrémula:—Señormaestro,perdóneme.Elmaestrolobesóenlafrenteyledijo:—Vete,hijomío.
Unadesgracia
Viernes,21.
Elcursohacomenzadoconunadesgracia.Estamañana,al iralcolegio,ibarepitiendoamipadrelaspalabrasdelmaestro,cuandovimoslacallellenadegentequeseapiñabaantelapuertadelaescuela.Mipadredijoalpunto:—¡Unadesgracia!¡Malcomienzaelcurso!Entramoscongrantrabajo.Elampliovestíbuloestaballenodepadresy
demuchachosque losmaestrosnoconseguíanhacerentrarenclase,ytodosmirabanhaciaelcuartodeldirector,yseoíadecir:—¡Pobremuchacho!¡PobreRoberto!Porencimadelascabezas,alfondodelcuartollenodegente,seveía
elgorrodeunguardiamunicipaly lacabezacalvadeldirector.Despuésentróunseñorconsombrerodecopa,ytodosdijeron:—Eselmédico.Mipadrepreguntóaunmaestro:—¿Quéhasucedido?—Lehapasadolaruedaporelpie—respondió.—Leharotoelpie—dijootro.Esunmuchachodel segundocurso,queal ir a laescuelapor la calle
Dora Grosa, vio a un niño del primer grado elemental, escapado de lamanodesumadre,quecayóenmediode lacalleapocospasosdeunautobús que se le echaba encima, y había acudido valerosamente,cogiéndoloyponiéndoloasalvo:peronosedioprisaenretirarelpie,ylaruedadelautobúslepasóporencima.Eshijodeuncapitándeartillería.Mientras nos contaba esto, entró una señora, como loca, en el
vestíbulo,abriéndosepasoentre lamultitud,era lamadredeRoberto,alaquehabíanmandadollamar;otraseñorasalióasuencuentroyleechólosbrazosalcuello,sollozando;eralamadredelniñosalvado.Ambasseadelantaronhacialahabitación,yseoyóungritodesesperado:—¡Roberto,hijomío!Enaquelmomentosedetuvouncarruajedelantede lapuerta, ypoco
despuésaparecióeldirectorconelmuchachoenbrazos,pálidoyconlos
ojos cerrados que apoyaba la cabeza en los hombros de aquel. Todospermanecieronen silencio: se oían los sollozosde lamadre.El directorsedetuvounmomento,pálido,y levantóalmuchachoconambosbrazosparamostrarlo a la gente. Y entonces,maestros ymaestras, padres ymuchachos,exclamaronauna:—¡Bravo,Roberto! ¡Bravo,muchacho!—y leenviabanbesos,mientras
las maestras y los muchachos que estaban junto a él le besaban lasmanosylosbrazos.Abrióéllosojosydijo:—¡Micartera!Lamadredelpequeñosalvadoselaenseñó,llorando,yrespondió:—Yotelallevo,ángelquerido,yotelallevo—y,alavez,sosteníaala
madredelherido,quecubría,surostroconlasmanos.Salieron,acomodaronalmuchachoenelcarruaje,yestepartió.Entoncesentramostodos,ensilencio,alaescuela.
Elmuchachocalabrés
Sábado,22.
Ayertarde,mientraselmaestronosdabanoticiasdelpobreRoberto,quedeberáandardurantealgún tiempoconmuletas,entróeldirectorconunnuevodiscípulo,unmuchachodecaramuymorena,decabellosnegros,deojos tambiénnegrosygrandes,con lascejasespesasy juntas; todosu atuendo era oscuro, con un cinturón de cuero negro. El director,despuésdehaberhabladoaloídoconelmaestro,sefue,dejándoleasulado al muchacho, que nos miraba con sus ojazos negros, comoatemorizado.Entonces,elmaestrolocogiódelamanoydijoalaclase:—Debéisalegraros.Hoyentraenlaescuelaunpequeñoitalianonacido
en Reggio, en la provincia de Calabria, a más de cincuenta leguas deaquí. Quered mucho a vuestro compañero que viene de tan lejos. Hanacido en una tierra gloriosa, que ha dado a Italia hombres ilustres ysigue dándole honrados labradores y soldados valientes; una de lasregiones más bellas de nuestra patria, en cuyas espesas selvas yelevadas montañas habita un pueblo rico en ingenio y valor, queredlo,paraquenoechedemenoselestarlejosdesuciudadnatal;demostradleque todo muchacho italiano, se encuentra entre hermanos en cualquier
escuelaitalianadondepongaelpie.1
Dichoesto,selevantóynosseñalóenelmapadeItaliaellugardondeestá Reggio, en la provincia de Calabria. Después llamó a ErnestoDerossi,quesiempreobtieneelprimerpremio.Derossiselevantó.—Venaquí—dijoelmaestro.Derossi salió de subanco, seacercóa lamesa y quedóenfrente del
calabrés.—Como el primero de la clase—dijo el maestro—, da un abrazo de
bienvenida en nombre de todos al nuevo compañero; el abrazo de loshijosdelPiamontealhijodeCalabria.Derossiabrazóalcalabrés,diciendoconsuvozclara:—¡Bienvenido!—yestelobesóenambasmejillasconentusiasmo.Todosaplaudieron.—¡Silencio!—gritóelmaestro—,¡enlaescuelanoseaplaude!
Pero se veía su satisfacción. Tambiénel calabrés estaba contento.Elmaestro le señaló su puesto y lo acompañó hasta el banco. Luegoañadió:—Acordaos bien de lo que os digo. Para hacer posible que un mu
chachocalabrésseencuentreenTuríncomoensupropiacasa,yqueunmuchachodeTurínpuedaestarenCalabriacomoenelmismoTurín,hatenido nuestro país que luchar durante cincuenta años, y tuvieron quemorirtreintamilitalianos.Todosdebéisrespetarosyamarosmutuamente;cualquiera de vosotros quemolestase a este compañero; porque no hanacidoennuestraprovincia,seharíaindignodevolveralevantarlosojosdelsuelocuandopasalabanderatricolor.
Apenaselcalabréssesentóensusitio,losqueestabanasuladoleregalaronplumasycromos,yotromuchacho,desdeelúltimobanco;le
envióunsellodeSuecia.
Miscompañeros
Martes,25.
Elmuchachoqueenvióelselloalcalabréseselquemásmegustadetodos.SellamaGarrone:eselmayordelaclase,tienecasicatorceaños,decabezagrande.Fornidodehombros;esbueno,seveensusonrisa,masensumaneradepensarparecetodounhombre.Conozcoyaamuchosdemiscompañeros.Hayotroquetambiénmeagradamucho;sellamaCoretti,yllevaunjerseycolorchocolateyunagorradepiel:alegresiempre,hijodeunleñeroquefuesoldadoenlaguerrade1866,enladivisióndelpríncipeHumberto,yquedicentienetresmedallas.EstátambiénelniñoNelli,unpobrejorobadito,endebleydescolorido.Hayotromuybienvestido,quesiempreestáquitándoselasmotitasdelaropa.SunombreesVotini.Enelbancoqueestádelantedelmíohayunmuchacho,alquellamanelAlbañilito,porquesupadreesalbañil;decararedondacomounamanzanayconunanarizroma.Tieneunahabilidadespecialparaponerelhocicodeliebre,ytodoslepidenquelohaga,yseríen;llevaunsombreritomuyflexiblequeguardaenelbolsillocomosifueraunpañuelo.AlladodelAlbañilitoestáGaroffi,untipoaltoydelgado,conlanarizdepicodeloroyunosojosmuypequeñines,queandasiemprecomerciandoconplumas,estampasycajasdecerillas,yescribelasleccionesenlasuñas,paraleerlasaescondidas.Hayluegounseñorito,CarloNobis,muyorgulloso;estácolocadoenmediodedosmuchachosquemesonmuysimpáticos:elhijodeunherrero,embutidoenunachaquetaquelellegahastalasrodillas,tanpálidoqueparecesiempreenfermo,yconaspectodeasustado,quejamásseríe;yotrodecabellosrojizos,quetieneunbrazoinmóvilylollevasuspendidodelcuello;supadresehamarchadoaAméricaysumadreesverdulera.Otrotipomuycuriosoesmivecinodelaizquierda;Estardo.Pequeñoyrechoncho,sincuelloapenas,gruñón,quenohablaconningunoyparecedepocasluces,perosiempreatentoaloquediceelmaestro,sinpestañearsiquiera,conlafrentefruncidaylosdientesapretados;silepreguntancuandoelmaestrohabla,laprimeraylasegundaveznoresponde;alaterceradaunapatada.Tienealladountipodescaradoymalo,llamadoFranti,queyafueexpulsadodeotra
escuela.Tambiénhaydoshermanos,vestidosigual;queparecengemelos,yllevanambosunsombreroalocalabrésconunaplumadefaisán.Peroelmásagraciadodetodos,elqueposeemástalento,queseguramenteseráelprimerotambiénesteaño,esDerossi;poresoelmaestro,queyasehadadocuenta,lepreguntasiempre.Yo,sinembargo,prefieroaPrecossi,elhijodelherrero,eldelachaquetalarga,queparecesiempreenfermo;dicenquesupadrelepega,esmuytímido,ysiemprequepreguntaotocaaalguien,dice:«perdóname»,ytieneunmirartristeybondadoso.PeroGarrone,sinembargo,eselmayoryelmejordetodos.
Unrasgogeneroso
Miércoles,26.
Precisamente estamañana se dio a conocerGarrone.Cuandoentré enclase—unpocotarde,puesmehabía,entretenidolamaestradelprimergradosuperiorparapreguntarmeaquéhorapodríamosencontrarnosencasa—, el maestro no había llegado aún, y tres o cuatro muchachosatormentabanalpobreCrosi,elpelirrojodelbrazomalo,cuyamadreesverdulera.Lepegabanconlasreglas,learrojabanalacaracáscarasdecastañas, le ponían motes y lo remedaban, imitándolo con su brazosuspendidodelcuello.Yél,completamentesoloenlaesquinadelbanco,asustado,escuchabaloqueledecían,mirandooraauno,oraaotro,conojos suplicantes, para que lo dejaran en paz. Pero los otros lo vejabancada vezmás, y él comenzó a temblar y enrojecer de rabia.De prontoFranti,eldescarado,saltósobreunbanco,yhaciendoademánde llevardos cestos en los brazos, remedó a la madre de Crosi, cuando iba aesperar al hijo a la puerta, porque a la sazón se encontraba enferma.Muchos comenzaron a reírse a carcajadas. Entonces Crosi perdió lapaciencia, y cogiendo un tintero se lo arrojó a la cabeza con toda sufuerza; pero Franti se agachó y el tintero fue a dar en el pecho delmaestro,queentrabaenaquelprecisomomento.Todosse fueronasuspuestosyguardaronsilencio,atemorizados.Elmaestro,pálido,desdesumesa,convozalterada,preguntó:—¿Quiénhasido?Ningunorespondió.Elmaestrogritódenuevo,alzandomáslavoz:—¿Quiénfue?Entonces,Garrone,compadecidodelpobreCrosi,selevantódepronto,
ydijoresueltamente:—Yohesido.Elmaestro lomiró:miró tambiéna losdiscípulos, atónitos: luego, con
vozreposada,dijo:—Nohassidotú—ydespuésdeunmomento,añadió—:Elculpablenoserácastigado;¡queselevante!Crosiselevantóydijoentrelágrimas:
—Meestabanpegandoymeinsultaban,yoperdílacabezaytiré...—Siéntate—dijoelmaestro—,¡queselevantenlosquelohan
molestado!Selevantaroncuatro,conlacabezabaja.—Vosotros—dijoelmaestro—habéisinsultadoauncompañeroqueno
osmolestaba,oshabéisburladodeundesgraciado,habéispegadoaunmuchacho indefenso.Habéiscometidounade lasacciones,másbajasymásindignasconqueunapersonapuedemancharse.¡Cobardes!Dichoesto,pasóporentrelosbancos,pusounamanoenlabarbillade
Garrone,queestabaconlavistafijaenelsuelo,alzósucabeza, lomirófijamentealosojosyledijo:—¡Tienesunalmanoble!Garrone,aprovechandolaocasión,murmurónoséquépalabrasaloído
del maestro, y este volviéndose hacia los cuatro culpables, dijobruscamente:—Osperdono.
Mimaestradeprimergradosuperior
Jueves,27.
Mimaestrahacumplidosupromesa:havenidohoyacasaenelprecisomomento en que iba a salir con mi madre. Hacía un año que no lahabíamos vuelto a ver por casa. Todos lo hemos celebrado. Es la desiempre: pequeña, con su velo verdeenel sombrero, desgarbadaenelvestir y mal peinada, porque no tiene tiempo de acicalarse; algo másdescolorida que el año pasado, con algún que otro cabello blanco, ysiempretosiendo.Mimadrelehapreguntado:
—¿Ysusalud,queridamaestra?Nosecuidaustedlosuficiente.—¡Bah!, no importa—ha respondido, con su sonrisa a la vez jovial y
melancólica.—Habla usted muy alto —añadió mi madre—, se preocupa,
excesivamentedesusniños.Escierto,siempreseestáoyendosuvoz;meacuerdodecuandoibaa
laescuelaconella;hablasiempre,paraquelosniñosnosedistraigan,ynosesientaunsolomomento.Estababiensegurodequevendríaporquejamásseolvidadesusdiscípulos.Recuerdasusnombrespor losaños,losdíasdelexamenmensualcorreapreguntaraldirectorquépuntuaciónhan sacado: los es pera a la salida y hace que le enseñen lascomposiciones, para comprobar los progresos que han hecho; van abuscarlamuchosque incluso llevan yapantalón largo y reloj.Hoy, veníamuy agitada del museo, donde había llevado a sus alumnos, como enañosanteriores,puestodoslosjueveslosdedicaaestaclasedevisitas,enlasquelesexplicatodaslascosas.¡Pobremaestra,quédelgadaestá!Pero está tan viva como siempre y se acalora cuando habla de suescuela.Haqueridovolveraverellechodondehacedosañosmeviotanenfermo, y que ahora es de mi hermano; se ha quedado mirándolo unbuenratoynopodíahablar,delaemoción.Sehamarchadoprontoparavisitaraunchicodesuclase,hijodeunsillero,enfermodesarampión,yporqueademástieneunmontóndepáginasquecorregir,ydebedaraúnuna clase particular de aritmética a la empleada de un comercio aprimerashorasdelanoche.—Bueno,Enrico—mehadichoaldespedirse—,¿siguesqueriendoatu
maestra,ahoraqueresuelvesproblemasdifícilesyhacescomposicioneslargas?Mehabesadoyhaañadido,alterminardebajarlasescaleras:—¡Nomeolvides,Enrico!¡Oh,mi buenamaestra, jamás, jamás te olvidaré! Cuando seamayor
meseguiréacordandodetieiréaverterodeadadetusniños,ycadavezquepase juntoalcolegioyoiga lavozdeunamaestra,mepareceráoírtu voz, y volveré a recordar los dos años que pasé en tu clase, dondetantascosasaprendí,dondetevitantasvecesenfermaycansada,perosiempreanimosa,siempreindulgente,desesperadacuandounoponíalosdedos defectuosamente al escribir, temblorosa cuando los inspectoresnos hacían preguntas, feliz cuando salíamos airosos, buena siempre yamorosacomounamadre.¡Nunca,nuncateolvidaré,maestraquerida!
Enunabuhardilla
Viernes,28.
Ayer tarde fui con mi madre y con mi hermana Silvia a llevar la ropablanca a la mujer que la necesitaba según el periódico: yo llevaba elpaquete, Silvia, el diario con las iniciales del nombre y la dirección.Subimos hasta el último piso de una casa alta, hasta un corredor largoconmuchaspuertas.Mimadrellamóenlaúltima;nosabrióunamujeraúnjoven,rubiaymacilenta,quealmomentomeparecióhabervistoyaotrasvecesconaquelmismopañueloazulenlacabeza.—¿Es usted la señora a que se refiere el periódico? —preguntó mi
madre.—Sí,señora:yosoy.—Puesbien,hemosvenidoatraerleunpocoderopablanca.La pobre mujer no acababa de darnos las gracias y colmarnos de
bendiciones.Mientras tanto, yovi en laesquinade ladesnudayoscurahabitación a un muchacho arrodillado ante una silla, de espaldas anosotros,yqueparecíaestarescribiendo:y,efectivamente,escribíaconel papel sobre la silla y el tintero en el suelo. ¿Cómo se las arreglabapara escribir en la oscuridad? Mientras decía esto para mis adentros,reconocíloscabellosrubiosylachaquetadefustándeCrosi,elhijodelaverdulera,eldelbrazomalo.Selodijeamimadre,envozbaja,mientraslamujerrecogíalaropa.—Calla—respondiómi madre—, puede que le dé vergüenza al verte
darunalimosnaasumadre,nolollames.Pero en aquel momento Crosi se volvió, sonriente, yo me quedé
perplejo,yentoncesmimadremeempujóparaquecorrieseaabrazarlo.Loabracé;élselevantóymecogiólamano.—Aquímetiene—decíaenaquelmomentosumadrea lamía—,sola
conmi hijo; mi marido hace seis años que está en América, y yo, porañadidura, enferma, sin poder llevar la verdura para ganar un poco dedinero.NisiquierahemospodidoconservarunamesitaparaqueelpobreLuisito pueda trabajar. Cuando tenía abajo el banco, en el vestíbulo, almenospodíaescribirsobreél;peroahoramelohanquitado.Nisiquiera
unpocode luzparaqueestudiesinecharseaperder lavista.Ygraciasquelopuedomandara laescuela,porqueelAyuntamiento ledalibrosycuadernos. ¡Pobre Luisito, con lo que le gusta estudiar! ¡Quémujer taninfelizsoy!Mimadre le dio todo lo que llevabaenel bolso, besó almuchacho, y
casillorabacuandosalimos.Quérazónteníaaldecirme:—Mira ese pobre muchacho en qué condiciones se ve obligado a
trabajar, ¡y a ti, con todas las comodidades, aún te parece duro elestudio!¡Ay,Enricomío,tienemásméritosutrabajodeundíaqueeltuyodurantetodounaño!¿Acuáldelosdosdeberíandarlelospremios…?
Laescuela
Viernes,28.
«Sí,queridoEnrico,elestudioesduroparati,comodicetumadre;aúnnoteveoiralaescuelaconaquelánimoresueltoyaquellacarasonrientequequisiera.Aúntemuestrasreacio.Peroescucha:piensaunpoco,¡quédesgra-ciadosydespreciablesseríantusdíassinofuerasalaescuela!Alcabodeunasemanasuplicaríasvolveraella,devoradoporelhastíoylavergüenza,hartodetusdiversionesytusjuegos.Todos,todosestudianahora,Enrico.Piensaenlosobrerosquevanalaescuelaporlanoche,despuésdehaberestadotrabajandotodoeldía;enlasmujeresylasmuchachasdelpuebloquevanalaescuelaeldomingo,despuésdehabertrabajadotodalasemana;enlossoldadosquecogenloslibrosyloscuadernoscuandovuelvenagotadosdesusejercicios;piensaenlosmuchachosmudosyenlosciegos,quetambiénestudian;yhastaenlospresos,quetambiénaprendenaleeryaescribir.Piensaporlamañana,cuandosalesdecasa,queenaquelmismomomento,entumismaciudad,otrosmuchosniñosvancomotúaencerrarsedurantetreslargashorasenunaclaseparaestudiar.¡Piensaenlosinnumerablesniñosque,pocomásomenosaesamismahora,vanalaescuelaentodoslospaíses;míralosconlaimaginacióncómovanporlascallejuelassolitariasdelaaldea,porlasconcurridascallesdelaciudad,alolargodelaorilladelmarydeloslagos,bajounsolardienteoentrelaniebla,embarcadosenlospaísescruzadosporcanales,acaballoatravésdelasgrandesllanuras,entrineossobrelanieve,porvallesyporcolinas,atravésdelosbosquesylostorrentes,subiendoporlossolitariossenderosdelasmontañas,solos,porparejas,engrupos,formandolargasfilas,todosconloslibrosbajoelbrazo,vestidosdemilmaneras,hablandoinfinidaddelenguas;desdelasmásalejadasescuelasdeRusia,casiperdidasentreloshielos,hastalasúltimasescuelasdeArabia,alasombradelaspalmeras,millonesymillonesvanaaprenderlasmismascosasbajocienformasdistintas,imagínateestevastísimomovi-mientodelqueformasparte,ypiensa:«Siestemovimientocesase,lahuma-nidadvolveríaacaerenlabarbarie:estemovimientoeselprogreso,laesperanza,lagloriadelmundo».¡Ánimo,pues,pequeñosoldadodeesteinmenso
ejército!Tuslibrossontusarmas,tuclaseestuescuadra,elcampodebatallaeslatierraentera,ylavictoria,lacivilizaciónhumana.¡Noseasunsoldadocobarde,Enricomío!
Tupadre».
Elpequeñopatriotapaduano(Cuentomensual)
Sábado,29.
Noseréunsoldadocobarde,no;peroiríaconmásgustoa laescuelasiel maestro nos refiriese todos los días un cuento como el de estamañana.Todoslosmeses,dice,noscontaráuno,noslodaráporescrito,yserá
siempreel relatodeunaacciónbellay real, llevadaacaboporunniño.«Elpequeñopatriotapaduano»setitulaeldehoy.Heloaquí:UnbuquefrancéssaliódeBarcelona,ciudaddeEspaña,paraGénova,
llevandoabordofranceses,italianos,españolesysuizos.Habíaentreellosunmuchachodeonceaños,malvestido,solo,quesiempresemanteníaaislado;comounanimalsalvaje,mirandoatodostorvamente.Ylesobrabarazónparamirarlosdeesamanera.Dosañosantes,supadreysumadre,labradoresdelosalrededoresdePadua,lohabíanvendidoaljefedeunacompañíadetitiriteros,elcual,despuésdeenseñarleahacervariosjuegosafuerzadepuñetazos,depatadasyayunos,lohabíallevadoporFranciayporEspaña,pegándolesiempreysinquitarleelhambrejamás.AlllegaraBarcelona,nopudiendosoportarmáslosgolpesyelhambre,reducidoaunestadolastimoso,habíahuidodesuverdugoypedidoprotecciónalcónsuldeItalia,elcual,compadecido,lohabíaembarcadoenaquelbuquedándoleunacartaparaeljefedelapolicíadeGénova,quedebíaenviarloasuspadres,aaquellospadresquelohabíanvendidocomounabestia.Elpobremuchachoestabaharapientoyenfermucho.Lehabíandadouncamarotedesegundaclase.Todoslomiraban,algunoslepreguntaban;peronorespondía,yparecíaqueodiabaatodos:¡tantolehabíanexasperadoyentristecidolasprivacionesylasgolpes!Alfin,tresviajeros,afuerzadeinsistir,lograronhacerlehablar,yenpocaspalabras,toscamentedichas,mezcladeveneciano,españolyfrancés,lescontósuhistoria.Noeranitalianosaquellosviajeros,perolecomprendieron,y,enparteporcompasión,enparteexcitadosporelvino,ledieronalgúndinero,bromeandoeinsistiendoparaquelescontaseotrascosas.Habiendoentradoenlasala
enaquelmomentoalgunasseñoras,lostres,paradarsetono,ledieronaúnmásdinero,gritando:
—¡Toma,tomamás!—yhacíansonarlasmonedassobrelamesa.Elmuchacho las guardó todas en el bolso dando las gracias amedia
voz, con su aspecto huraño, pero con una mirada por primera vezsonriente y cariñosa. Luego subió a su litera, corrió las cortinas y sequedó pensando en las vicisitudes de su vida. Con aquel dinero podíacomer algún buen bocado a bordo, después de dos años en los queapenas si comía pan; podía comprarse una chaqueta, apenasdesembarcaraenGénova,despuésdedosañosquenollevabamásqueharapos; y podía también llevarlo a su casa y hacer que su padre y sumadre lo acogieran mejor de lo que lo hubieran hecho de ir con losbolsillosvacíos.Aqueldinero representabaparaélunapequeña fortuna;en esto pensaba consolándose tras las cortinas de su camarote.Mientras,lostresviajerosconversaban,sentadosalamesaenmediodela sala de segunda clase. Bebían y hablaban de sus viajes y de lospaísesquehabíanvisitado,ydeconversaciónenconversaciónllegaronahablardeItalia.Elunocomenzóaquejarsedesusfondas,elotrodelosferrocarriles;luego,todosalavez,animándose,sepusieronahablarmalde todo.UnohubierapreferidoviajaraLaponia;otrodecíaqueen Italianohabíaencontradomásqueestafadoresybandidos;eltercero,quelosempleadositalianosnosabíanleer.—Unpuebloignorante—repitióelprimero.—Sucio—añadióelsegundo.—La...—exclamóeltercero.Queríadecir, ladrón,peronopudoterminar lapalabra.Unatempestad
demonedascayósobresuscabezasysusespaldas, saltandosobre lamesayelpavimento,con infernal ruido.Los tresse levantaron furiosos,mirando hacia arriba, y entonces otro puñado de monedas les cayóencima.—Recobradvuestrodinero—dijocondesprecioelmuchacho,asomado
alaclaraboya—;yonoaceptolimosnadequienesinsultanamipatria.
NoviembreEldeshollinador
Martes,1.
Ayerporlatardefuialcolegiodeniñas,cercanoalnuestro,paraentregarel cuento del muchacho paduano a la maestra de Silvia, que lo queríaleer. ¡Setecientasmuchachashayallí!Cuando lleguécomenzabanasalirllenasdealegríaporlasvacacionesdelosdíasdetodoslossantosydedifuntos,cuandoheaquílahermosaescenaquepresencié.Enfrentedelapuertadelcolegio,enlaotraacera,estaba,conunbrazoapoyadoenelmuro y la frente sobre el brazo, un deshollinador muy pequeño, con lacara todanegra,consusacoysu raspador,que llorabaa lágrimaviva,sollozando. Se le acercaron dos o tres niñas del segundo curso y lepreguntaron:—¿Quétienes,quellorasdeesamanera?Peroélnorespondíaycontinuaballorando.
—Perodiloquetepasa;¿porquélloras?—repitieronlasniñas.Entoncesélapartósucaradelbrazo,unacaradeniño,ydijogimiendo,
quehabíaestadoenvariascasas, limpiandochimeneasyhabíaganadoseis reales, pero los había perdido, pues se le habían caído por elagujero de un bolsillo, y enseñaba el agujero, y no se atrevía ahora avolveracasasineldinero.—Elamomepegará—decíasollozando,yapoyódenuevo lacabeza
ensubrazocomoundesesperado.Lasniñassequedaronmirándolomuyserias.Mientrastantosehabían
acercadootrasmuchachas,mayoresypequeñas,pobresyacomodadas,con sus carteras bajo el brazo, y una de lasmayores, que llevaba unaplumaazulenelsombrero,sacódelbolsillodiezcéntimosydijo:—Yonotengomás:hagamosunacolecta.—Yotengodiezcéntimos—dijootraquevestíadeencarnado—:entre
todaslograremosreunirloquefalta.Entoncescomenzaronallamarse:—¡Amalia!,¡Luisa!,¡Anita!,¡dinero!¿Quiéntienedinero?¡Vengadinero!Muchas lo tenían para comprar flores o cuadernos, y lo entregaron
enseguida.Algunasmáspequeñassolopudierondaruncéntimo.Ladela
plumaazullorecogíatodo,ylocontabaenvozalta:—¡Ocho,diez,quince!Pero hacía faltamás. Entonces llegó lamayor de todas, que parecía
una maestrita, y dio dos reales, mientras todas la aplaudían. Perofaltabanaúnveinticincocéntimos.—Ahoravienenlasdecuarto,quetienen—dijouna.Llegaron lasdecuartoy llovían lasmonedas.Todassearremolinaban.
¡Quéhermosoespectáculo veral pobredeshollinador rodeadode todosaquellosvestidosdetantoscolores,deaquelvaivéndeplumas,delazosyde rizos!Losseis realesestabanya reunidosyaúnseguíandando:ylas más pequeñas, que no tenían dinero, se abrían paso entre lasmayores llevando sus ramos de flores, para darle también algo. Deprontollególaportera,gritando:—¡Laseñoradirectora!Las muchachas escaparon por todas partes como una bandada de
gorriones. Y entonces, el pequeño deshollinador se encontró solo enmediode la calle, enjugándose losojos, llenodealegría con lasmanosrepletasdedinero,yen losojalesde lachaqueta,en losbolsillos,enelsombrero,muchosramitosdeflores,einclusoporelsuelo,asuspies.
Eldíadedifuntos
Miércoles,2.
«Estedíaestáconsagradoalaconmemoracióndelosdifuntos.¿Sabes.Enrico,aquédifuntosdebéisdedicarun recuerdoenestedía, vosotroslos niños?A los quemurieron por vosotros, por losmuchachos y niños.¡Cuántos han muerto, y cuántos mueren de continuo! ¿Has pensadoalguna vez cuántos padres consumieron su vida en el trabajo, cuántasmadres bajaron a la tumba antes de tiempo, consumidas por lasprivaciones a que se condenaron para poder sostener a sus hijos?¿Sabes cuántos hombres se clavaron un puñal en el corazón,desesperadosdeverasuspropioshijosenlamiseria,ycuántasmadressesuicidaron,murierondedoloroenloquecieronporhaberperdidoaunhijo?Piensaen todosestosmuertos,Enrico,enestedía.Piensaen lasmaestrasquehanmuertojóvenes,consumidasdetisisporlasfatigasdela escuela, por amor a los niños, de los que no tuvieron el valor desepararse; piensa en los médicos que murieron de enfermedadescontagiosas,desafiándolasvalerosamenteparacurara losniños;piensaen todos aquellos que en los naufragios, en los incendios, en losmomentosdepenuria,enlospeligrossupremos,cedieronalainfanciaelúltimopedazodepan,laúltimatabladesalvamento,laúltimacuerdaparaescapar de las llamas, y murieron contentos de su sacrificio, quepreservaba la vida de un pequeño inocente. Son innumerables, Enrico,estos muertos, todos los cementerios guardan centenares de estascriaturas santas, que si pudieran levantarse un momento del sepulcrogritarían el nombre de un niño, al cual sacrificaron los placeres de lajuventud,lapazdelavejez,susafectos,lainteligenciaylavida;esposasen sus veinte abriles, hombres en la flor de la edad, ancianosoctogenarios, jovencitos—mártiresheroicosyanónimosde la infancia—tangrandesytannobles, tannumerosos,quelatierranoproducefloressuficientes para adornar sus sepulcros. ¡Tanto se quiere a los niños!¡Piensahoycongratitudenestosmuertos,yserásmejor,máscariñosocon todos los que te quieren y trabajan por ti, hijo mío querido yafortunado,queeneldíadelosdifuntosnotienesaúnquelloraranadie!Tumadre».
MiamigoGarrone
Viernes,4.
¡No han sido más que dos días de vacaciones y me parece que hapasadomucho tiempo sin ver aGarrone!Cuantomás lo conozco, tantomás lo quiero. Y lo mismo les pasa a los demás, excepto a losarrogantes,queconélno lesvale,puesnodejaquenadiese lasdédevaliente.Cadavezqueunmayorlevantalamanocontraunpequeño,éstegrita: «¡Garrone!», y elmayor ya no se atreve a pegarle. Su padre esmaquinistadelferrocarril;élhacomenzadotardeairalaescuela,porqueestuvoenfermodurante dos años.Es elmásalto y elmás fuerte de laclase; levanta un banco con una mano, come mucho y es muy bueno.Cualquiercosaquelepidan,ellápiz,lagoma,papel,cortaplumas,todoloprestaoloda:nohablaniseríeenlaescuela:estásiempreinmóvilenelbanco, demasiado estrecho para él; con las espaldas encorvadas y sugrancabezaentreloshombros:ycuandolomiro,mesonríeconsusojosentornados, como si dijera: «¿qué hay, Enrico? ¿Somos amigos?».Meda risa, tan grande y tan fuerte, con la chaqueta, los pantalones y lasmangas, tododemasiadoestrechoycorto;unsombreroqueno lecabeen la cabeza, la cabeza al rape, los zapatos grandes, y una corbatasiempreretorcidacomounacuerda,¡queridoGarrone!Bastamirarlounavez para tomarle afecto. Todos losmás pequeños quisieran tenerlo porvecino.Sabebienlaaritmética.Llevaloslibrosatadosconunacorreadecuero encarnado. Tiene un cuchillo conmango de nácar; lo encontró elaño pasado en la Plaza de Armas y un día se cortó el dedo, hasta elhueso, pero ninguno en la escuela se dio cuenta y en casa ni rechistópara no asustar a los padres. Permite que le digan cualquier cosa enbroma y nunca se da por ofendido: pero, ¡ay del que le diga: «No esverdad», cuandoafirmaunacosa!Entoncessusojosechan fuego, ydapuñetazoscapacesdepartirelbanco.Elsábadoporlamañanadiocincocéntimos a uno de primero superior que lloraba en medio de la calleporquelehabíanquitadosudineroynopodíacomprarelcuaderno.Hacetresdíasqueestátrabajandoenunacartadeochopáginascondibujosapluma en los márgenes, para el santo de su madre, que viene confrecuenciaabuscarlo,yesaltayfuertecomoél,ysimpática.Elmaestro
lomiraconfrecuenciaycadavezquepasaasuladoledaunapalmadaenelcuello,comoaun toritomanso.Yo loquieromucho.Medamuchaalegríaestrecharen lamíasumanogrande,queparece lamanodeunhombre.Estoyseguroquearriesgaríasuvidaporsalvarauncompañero,que se dejaría matar por de-fenderlo; se ve bien claro en sus ojos; yaunquepareceque refunfuñaconsuvozarrón,sesientequeesunavozquebrotadeuncorazónnoble.
Elcarboneroyelseñor
Lunes,7.
GarronenohubieradichonuncalaspalabrasqueayerporlamañanadijoCarlo Nobis a Betti. Carlo Nobismuy orgulloso, porque su padre es ungranseñor:unseñoraltodebarbanegra,muyserio,quevienecasitodoslosdíasaacompañarasuhijo.Ayerpor lamañana,NobissepegóconBetti, hijodeuncarbonero,unode losmáspequeñosynosabiendoyaquéreplicarle,porquenoteníarazón,legritó:—Tupadreesunandrajoso.Bettienrojecióhasta lapuntade loscabellos;nodijonada,perose le
saltaronlaslágrimas,yalvolveracasarepitiólaspalabrasasupadre.Elcarbonero,unhombrepequeñoymuynegro,sepresentóenclaseporlatarde, conelmuchachode lamano,paraquejarsealmaestro.Mientrasexponía sus quejas y todos permanecíamos en silencio, el padre deNobis,quequitabalacapaasuhijo,comodecostumbre,desdeelumbraldelapuerta,aloírpronunciarsunombreentróypidióexplicaciones.—Es este obrero—respondió elmaestro—que ha venido a quejarse
porquesuhijoCarlohadichoalsuyo:«Tupadreesunandrajoso».El padre de Nobis arrugó la frente y se ruborizó un poco. Luego
preguntóasuhijo:—¿Hasdichoesaspalabras?Elhijo,depieenmediode laescuela,con lacabezabaja,delantedel
pequeñoBetti,norespondió.EntonceselpadrelocogiódeunbrazoylohizoavanzarhaciaBetti,hastacasitocarse,yledijo:—Pídeleperdón.Elcarboneroquisointerponerse,diciendo:—No,no.Peroelseñornoseloconsintió,yrepitióasuhijo:—Pídele perdón. Repite mis palabras. «Yo te pido perdón por la
palabra injuriosa, insensatae innoblequedijecontra tupadre,al cualelmíotieneelhonordeestrecharlamano».El carbonero hizo un ademán resuelto, como diciendo que no quería
eso.Elseñornoseloconsintió,ysuhijorepitiólentamente,conunhilode
vozysinlevantarlosojosdelsuelo:—Yo te pido perdón... por la palabra injuriosa... insensata... innoble...
quedije contra tu padre, al cual elmío... tiene el honor de estrechar lamano.Entonces el señor dio la mano al carbonero, que se la estrechó con
fuerza,y luego,derepente,conunempujónechóasuhijoenbrazosdeCarloNobis.—Hágameelfavordeponerlosjuntos—dijoelcaballeroalmaestro.EstepusoaBettienelbancodeNobis.Cuandolosviojuntos,elpadre
deNobissaludóysefue.Elcarbonerosequedóunmomentopensativo,contemplandoalosdos
muchachos juntos, luegoseacercóalbanco,miró fijamenteaNobisconexpresióndeafectoyde remordimiento,comosiquisiesedecirlealgunacosa, pero no dijo nada, alargó lamano para hacerle una caricia, perotampoco se atrevió, contentándose con rozarle la frente con sus toscosdedos. Luego se dirigió hacia la puerta y volviéndose amirarlo una vezmás,desapareció.—Acordaosbiende loquehabéisvisto,muchachos—dijoelmaes tro
—:estaeslamásbellaleccióndelaño.
Lamaestrademihermano
Jueves,10.
El hijo del carbonero fue discípulo de lamaestraDelcati, que ha venidohoy a visitar a mi hermano, enfermo, y nos ha hecho reír contándonosque, hace dos años, la mamá de aquel muchacho le llevó a casa unenormedelantaldecarbónparadarle lasgraciasporhaberotorgado lamedalla a su hijo, la pobremujer porfiaba, porque no quería volverse acasa con el carbón, y casi lloraba cuando tuvo al fin que volver con elmandillleno.Tambiénnoscontóqueotrabuenamujerlellevóunramodefloresmuypesado,ydentrohabíaunabolsacondinero.Noshemosentretenidomucho e s c u c h á n d o l a , y g r a c i a s a ellomi hermano tomó lamedicina que al principio no quería. ¡Cuánta paciencia tienen que tenerconlosniñosdelprimercursoelemental,sindientescomolosviejos,quenopronuncianlaerrenilaese;elunoquetose,elotroquesangraporlanariz,quesedejaloszapatosdebajodelbanco,yquechillaporquesehapinchado con la pluma, o llora porque ha comprado un cuaderno delnúmerodosenvezdelnúmerouno!¡Cincuentaniñosenunaclase,quenosabennadaabsolutamente,conaquellasmanecitasdemanteca,ytenerqueenseñarlesatodosaescribir!Llevanenlosbolsillostrozosderegaliz, botones, tapones de frascos, ladrillo en polvo, toda clase demenu-dencias. La maestra tiene que registrarlos, pero esconden losobjetos hasta en los zapatos, jamás están atentos; un moscardón queentre por la ventana los alborota a todos, y en el verano llevan a laescuela hierbas y abejorros, que echan a volar y caen en los tinterosmanchandoloscuadernosdetinta.Lamaestratienequehacerconellosdemadre, ayudarlos a vestirse, vendarles los dedos cuando se cortan,recoger las gorras que se pierden, cuidar de que no se cambien losabrigos,porque,sino,luegolloranychillan.¡Pobresmaestras!¡Yencimavanlasmamásaquejarse!«¿Cómoes,señorita,queminiñohaperdidolapluma?».«¿Porquéminiñonoaprendenada?».«¿Porquénodaunpremio al mío, que sabe tanto?». «¿Por qué no hace que quiten aquelclavodelbanco,queharotolospantalonesamiPedro?».Algunasveces
seenfada con los niños lamaestra demi hermano, y cuandonopuedemás,semuerdeundedoparanopegaruncachete;pierde lapaciencia,peroluegosearrepienteyacariciaalniñoalqueharegañado;echadelaescuelaaalgún travieso,perose lesaltan las lágrimasyseenfadaconlospadresqueencastigodejana losniñossincomer.Es jovenyalta lamaestra Delcati, bien vestida siempre, morena y viva, y lo hace todocomomovidaporunresorte;seconmueveporcualquiercosa,yentonceshablaconmuchaternura.—Pero,almenos,losniñoslaquerrán—lehadichomimadre.—Muchos,sí—harespondido—:perocuandoterminaelaño,lamayor
parte ni nos vuelven a mirar. Cuando están con los maestros casi seavergüenzan de haber estado con nosotras, con unamaestra.Despuésdedosañosdefatigas,despuésdehaberqueridotantoaunniño,causatristezasepararsedeél.Unasedice:«Deeseestoysegura:siempremequerrá».Peropasanlasvacaciones,comienzanlasclases,corremosasuencuentro: «¡Hola, mi niño, niñomío!». Pero él vuelve la cabeza a otrolado —al decir esto, la maestra se detiene—. Pero tú no harás esto,¿verdad,hermoso?—dicedespués, con losojoshúmedosybesandoamihermano—:túnovolveráslacabezaaotraparte,¿verdad?Norenegarásdetupobreamiga.
Mimadre
Jueves,10.
«¡Enpresenciade lamaestrade tuhermanohas faltadoal respetoa tumadre! ¡Que esto no suceda nunca más, Enrico! Tus palabrasirrespetuosas se han clavado en mi corazón como un puñal. Yo meacordé entonces de tumadre, cuando años atrás pasó toda una nochereclinada sobre tu cama, midiendo tu respiración; llorando lágrimas desangreporlaangustiaydandodientecondientedeterror,porcreerquepodíaperderte,ytemíaqueperdieralarazón.Pensandoenello,nopudereprimirunsentimientodedisgustohaciati. ¡Túofenderatumadre,atumadre,quedaríaunañodefelicidadporahorrarteunahoradedolor,quepediría limosnapor ti,quesedejaríamatarporsalvar tuvida!Escucha,Enrico; fija bien en tu mente este pensamiento. Imagina que la vida tereservemuchos días terribles: elmás terrible de todos será el día quepierdas a tumadre.Mil veces, Enrico, cuando seas ya hombre, fuerte,forjado por las contrariedades, la invocarás, oprimido por un inmensodeseo de volver a escuchar por un momento su voz, y de podercontemplar de nuevo sus brazos abiertos para arrojarte en ellossollozando como un pobre niño sin protección ni consuelo. ¡Cómo teacordarás,entoncesdetodaslasamargurasquelehayascausadoyconqué remordimiento las irás contando, desgraciado, una por una! Noesperes gozar de tranquilidad en tu vida, si has afligido a tumadre. Tearrepentirás, lepedirásperdón;venerarássu recuerdo,seráenvano, laconciencianotedejarávivirenpaz;aquellaimagendulceybuenatendrásiemprepara tiunaexpresiónde tristezayde reprocheque torturará tualma.Tenmuchocuidado.Enrico;esteeselmássagradodelosafectoshumanos. ¡Desgraciadodelque loprofana!Elasesinoque respetaasumadre conserva aún un resto de honradez y nobleza en su corazón; elmásgloriosodeloshombres,silaafligeylaofende,noesmásqueunacriaturamiserable;quejamásvuelvaasalirdetuslabiosunapalabraduracontra laque tehadadoelser.Ysialgunavezse teescapase,quenoseaeltemoratupadre,sinoelimpulsodelalmaelquetehagaarrojarteasuspiesasuplicarlequeconelbesodelperdónborrede tu frente lamarca de la ingratitud. Yo te amo, hijo mío; tú eres la esperanza más
querida de mi vida; pero preferiría verte muerto, antes que saber queeres un ingrato con tu madre. Vete, y por algún tiempo no intentesacariciarme,puesmeseríaim-posiblecorrespondertedecorazón.
Tupadre».
MicompañeroCoretti
Domingo,13.
Mipadremeperdonó,peroyopermanecíunpoco triste, yentoncesmimadre memandó con el hijo mayor del portero a dar un paseo por laplaza. Hacia la mitad del camino, al pasar delante de un carro paradodelante de una tienda, oigo queme llamanpormi nombre yme vuelvo.EramicompañerodeescuelaCoretti,consujerseycolorchocolateysugorra de piel, lleno de sudor y contento, que llevaba una carga de leñasobresusespaldas.Unhombre,depieenelcarro,leibaechandohacesde leña,él loscogíay losmetíaen la tiendadesupadre,dondeatodaprisalosamontonaba.—¿Quéhaces,Coretti?—lepregunté.—¿Noloves?—respondió,tendiendolosbrazosparacogerlacarga—;
repasolalección.Yomereí.Peroélhablabaenserio,ydespuésdecogerelhazdeleña,
comenzóadecir,corriendo:—Llámanseaccidentedelverbo...,susvariacionessegúnelnúmero...,
según el número y la persona... —y después, dejando caer la leña yamontonándola—: ...segúnel tiempo...,segúnel tiempoaqueserefierelaacción...yvolviendoalcarroacogerotrohaz—:...segúnelmodoconquelaacciónseenuncia.Eranuestraleccióndegramáticadeldíasiguiente.—¿Quéquieres?—medijo—;aprovechoeltiempo.Mipadre,hasalido
conelmuchachoparaunasunto.Mimadreestáenferma.Me tocaamídescargar. Mientras tanto repaso la gramática. La lección de hoy esdifícil. No acabo de metérmela en la cabeza. Mi padre ha dicho queestaráaquíalassiete,parapagarle—dijodespuésalhombredelcarro.Elcarrosefue.—Entraunmomentoenlatienda—medijoCoretti.Entré.Eraunahabitacióngrande,llenademontonesdehacesdeleñay
deramassecas,yunaromanaallado.—Hoyesundíademuchotrabajo,teloaseguro—añadióCoretti—:tengoquehacereltrabajoaratosperdidos.Estabaescribiendolos
apuntes,yhavenidomuchagenteacomprar,luegomehepuestoaescribir,yllegóelcarro.EstamañanaheidoyadosvecesalmercadodelaleñaenlaPlazadeVenecia.Tengolaspiernasquenilassiento,ylas
manoshinchadas.¡Ibaaestararregladosituvieraquehaceralgúndibujo!—ymientras,barríalashojassecasylaspajitasquerodeabanalmontón
deleña.—Pero,¿dóndehaceslostrabajos,Coretti?—lepregunté.—Porsupuestoquenoaquí—contestó—;venaverlo—ymecondujoa
una habitación pequeña, detrás de la tienda, que servía de cocina y decomedor y una mesa al lado, encima de la cual tenía los libros ycuadernos y el trabajo comenzado—. Precisamente aquí he dejado lasegunda respuesta en el aire: con el cuero se hacen los zapatos, loscinturones... Ahora añado: las maletas—y tomó la pluma y se puso aescribirconsuhermosaletra.
—¿Nohaynadie?—seoyógritarenaquelmomentoenlatienda.Eraunamujerqueibaacompraralgunoshaces.Allávoy—respondióCoretti.Y saltó de allí, pesó los haces, cogió el dinero, se fue a una esquina
paraapuntarlaventaenuncartapacio,yvolvióasutrabajodiciendo:—Aversi logroterminar lapregunta—yescribió: lasbolsasdeviajes,
lasmochilaspara lossoldados—.¡Ay,mipobrecafésesale!—gritóderepente, y corrió al hornillo a quitar la cafetera del fuego—. Es el cafépara mi madre —dijo—: he tenido que aprender a hacerlo. Espera unpoco y se lo llevamos; así te verá y le gustarámucho.Hace siete díasque está en la cama... ¡Accidentes del verbo! Siempre me quemo losdedosconestacafetera.¿Quéhayqueañadirdespuésde lasmochilasdelossoldados?Faltaotracosa,peronolorecuerdo.Vamosaveramimadre.Abrióotrapuertayentramosenunahabitaciónpequeña.Allíestaba la
mamá de Coretti en una cama grande, con un pañuelo blanco en lacabeza.—Aquíestáelcafé,mamá—dijoCoretti,alargando la taza—;éstees
uncompañeromíodeescuela.—Cuánto me alegró —me dijo la señora—. ¿Viene a visitar a los
enfermos,verdad?Mientras, Coretti arreglaba la almohada detrás de la espalda de su
madre,componíalaropadelacama,atizabaelfuego,echabaalgatode
lacómoda.—¿Quieres algo más, mamá? —preguntó luego, cogiendo la taza—.
¿Hastomadolasdoscucharaditasdejarabe?Cuandonohayanadieharéuna escapada a la farmacia. La leña ya está descargada. A las cuatropondré lacarneal fuego,comohasdicho,ycuandopase lamujerde lamantecaledaréeldinero.Todoirábien;notepreocupes.—Gracias, hijo mío —respondió la señora—. Vete, pobre hijo mío.
¡Estáentodo!Quiso que tomara un terrón de azúcar, y luegoCorettime enseñó un
cuadrito, la fotografía de su padre, vestido de soldado, con la cruz delvalorqueganóen1866enladivisióndelpríncipeHumberto.Eralamismacaradesuhijo,conaquellosojosinquietosysualegresonrisa.Volvimosalacocina.—Ya lo he encontrado —dijo Coretti, y añadió en el cuaderno: «Se
hacentambiénguarnicionespara loscaballos».Loquefalta loharéestanoche;mequedarélevantadohastamástarde.¡Feliztú,quetienestodoeltiempoparaestudiar,yaúntequedaparairdepaseo!Ysiemprealegreyvivo,volvióalatienda,comenzóaponerpedazosde
leñaenelcaballeteyapartirlosendos,diciendo:—¡Esto es gimnasia! Muy distinta de: «¡Echar los brazos hacia
delante!».Quieroquemipadreencuentretodaestaleñacortadacuandovuelva a casa; le gustará. Lo malo es que después de haber cortado,hago «tes» y «eles» que parecen serpientes, como dice el maestro.Pero,¿quévoyahacer?Lediréquehetenidoquemoverlosbrazos.Loimportante es que mi madre se cure enseguida. Hoy ya está mejor,afortunadamente. La gramática la estudiaré mañana, antes queamanezca.¡Aquívieneelcarroconlostroncos!¡Atrabajar!Uncarrollenodetroncosseparódelantedelatienda.Corettisalió,fue
corriendoahablarconelhombreyvolvióluego.—Ahoranopuedohacerte compañía—medijo—;hastamañana.Has
hechobienenveniraverme,¡quetengasunbuenpaseo!¡Felizdeti!—ydándome lamanocorrióacogerelprimer tronco,yotravezcomenzóahacerviajesdelcarroalatienda,consucarafrescacomo
2Garibaldi,José.PatriotaitalianonacidoenNiza(1807-1882).Combatióentierrasamericanas—Uruguay—ymástardeenlaunificacióndeItaliacontraAustria,luegocontraelreinodeNápolesycontraelpapado.Enlaguerrafranco-alemanade1870peleóa
unarosabajosugorradepiel,ycontantobríoquedabagustoverlo.—«¡Felizdeti!»—dijoél—.¡Oh,no,Coretti!,no;túereselmásfeliz;tú;
porque estudias y además trabajas, porque eres útil a tu padre y a tumadre, porque eres bueno; cien veces mejor que yo, mi queridocompañero.
Eldirector
Viernes,18.
Coretti estaba contento aquella mañana porque iba a presenciar losexámenesmensuales sumaestrodel segundocurso,Coati, unhombrónconunacabelleraabundanteyencrespada,unagranbarbanegra,unosojos también grandes y oscuros y una voz de trueno: siempre estáamenazandoalosniñosconhacerlospedazosyllevarlosporlasorejasala prevención, y su cara adopta expresiones aterradoras; pero jamáscastigaaninguno;antesbien,sesonríeparasusadentrossindejarlover.Sonocho losmaestros, conCoati, incluyendoa un suplente, pequeño ysinbarba, quepareceunchiquillo.Unoesmaestrode cuarto; cojo, conuna gran bufanda de lana, siempre lleno de dolores, adquiridos cuandoera maestro de una escuela rural en un colegio húmedo, donde lasparedes goteaban. Otro maestro de cuarto es viejo, la cabeza todablanca, y ha sidomaestro de ciegos.Hay otro que vistemuy bien, congafas y un bigotito rubio, al que llaman el Abogadillo, porque siendo yamaestro,estudióparaabogadoysedoctoró,ehizotambiénunlibroparaenseñaraescribircartas.Encambio,elqueenseña lagimnasia tieneeltipo de soldado; ha servido con Garibaldi,2 y se le ve en el cuello lacicatriz de una herida de sable que recibió en la batalla de Milano.Finalmente,eldirector,alto,calvo,conlentesdeoro,labarbagrisquelellegahastaelpecho,vestidocompletamentedenegroyabotonadohastaelcuello,tanbuenoconlosmuchachosque,cuandoentrantemblandoenladirección,paraser reprendidos,no lesgrita,sinoque loscogepor lamanoy lesexpone tantas razonespor lasquenodebíanconducirsedeaquella manera, y por las que es necesario que se arrepientan yprometan ser buenos, hablando con tan buenosmodales y una voz tandulce, que todos salen con los ojos húmedos,más confusos que si loshubieracastigado. ¡Pobredirector!Siempreelprimeroensupuestoporlamañanaparaesperaralosalumnosyrecibiralospadres;ycuandolosmaestros ya se han ido a casa, da aún una vuelta alrededor de laescuela,paraversi loschicossecuelganenlatraseradeloscoches,oseruedanporlacallejugando,ollenanlascarterasdearenasypiedras;
ycadavezqueapareceenunaesquina, tanaltoy tannegro,bandadasdemuchachoshuyenportodaspartes,dejandoallí losobjetosdejuego,mientras él los amenaza con el índice desde lejos, con su aspectocariñosoytriste.—Nadie ha conseguido verlo reír—dicemimadre—desde quemurió
su hijo, voluntario del ejército, y siempre tiene su retrato delante, en lamesadeladirección.Después de aquella desgracia quería irse: había ya redactado su
petición de jubilación al Ayuntamiento, y la tenía siempre encima de lamesa, dejando de un día para otro enviarla, porque le dolía dejar a losniños.Perohacedíasparecíayadecidido,ymipadre,queestabaconélenladirección,ledijo:—Esunalástimaqueustedsevaya,señordirector.En ese momento entró un hombre para inscribir a un muchacho, que
cambiabadeescuelaporquetambiénsehabíamudadodecasa.Alveraaquelmuchacho,eldirectorsequedóasombrado: lomiróunpoco,miróluegoel retratosobre lamesa,yvolvióamiraralmuchacho,después losentó en sus rodillas y le hizo levantar la cara. Aquel muchacho separecíamuchoasuhijomuerto.Eldirectordijo:—Estábien.Hizolainscripción,despidióalpadreyalhijoypermaneciópensativo.
—¡Quélástimaqueustedsevaya!—repitiómipadre.Yentonceseldirectorcogiósupetición,dejubilación,lahizopedazosy
dijo:—Mequedo.
Lossoldados
Martes,22.
Su hijo era voluntario del ejército cuandomurió; por esto el director vasiempre a la plaza a ver desfilar los soldados cuando salimos de laescuela.Ayerpasabaunregimientodeinfantería,ycincuentamuchachosse pusieron a saltar alrededor de la banda de música, cantando yllevandoelcompáscon lasreglassobre lacartera.Nosotrosestábamosen un grupo en la acera, mirando; Garrone, oprimido por su ropademasiadoestrecha,mordíaunpedazodepan;Votini,muybienvestido,quitándose siempre lasmotas de la ropa; Precossi, el hijo del herrero,con la chaqueta de su padre; el calabrés, el Albañilito; Crosi, con sucabezaroja;Franti,consuairedescarado,ytambiénRoberto,elhijodelcapitándeartillería,aquelquesalvóaunniñodeunautobús,yqueahoraandaconmuletas.Franti seechóa reírdeunsoldadoquecojeaba.Depronto,sintiólamanodeunhombresobresushombros;sevolvió:eraeldirector.—Oye,burlarsedeunsoldadocuandoestáenlasfilas,quenopuedeni
vengarseniresponder,escomoinsultaraunhombreatado;esunavileza.Franti desapareció. Los soldados pasaban de cuatro en cuatro,
sudorosos y cubiertos de polvo y los fusiles resplandecían al sol. Eldirectordijo:—Debéisquereralossoldados,muchachos.Sonnuestrosdefensores;
iríanamorirpornosotrossimañanaunejércitoextranjeroamenazaseanuestrapatria.Tambiénellossonmuchachos, tienenpocomásañosquevosotros: también ellos van a la escuela, los hay pobres y ricos entreellos,comoentrevosotros,yprocedendetodaspartesdeItalia.Vedlos,se los puede reconocer por la cara; hay sicilianos, sardos, napolitanos,lombardos.Esteesun regimientodeveteranos,de losquecombatieronen 1848. Los soldados no son aquéllos, pero la bandera siempre es lamisma. ¡Cuántos han muerto ya por nuestra patria en torno a esabandera,veinteañosantesquevosotrosnacierais!—Ahíestá—dijoGarrone.Yenefecto,seveíayacercalabanderaqueavanzaba,porencimade
lascabezasdelossoldados.
—Hacedunacosa,hijosmíos—dijoeldirector—;saludadconlamanoenlafrentecuandopaselabanderatricolor.Llevada por un oficial, la bandera pasó ante nosotros, rota y
descolorida, con lasmedallas, pendientes del asta. Todos nosotros nosllevamosalavezlamanoalafrente.Eloficialnosmirósonriente,ynosdevolvióelsaludoconlamano.—¡Bravo, muchachos! —dijo uno detrás de nosotros. Nos volvimos a
mirar.EraunancianoquellevabaenelojaldelachaquetalacintaazuldelacampañadeCrimea;unoficialretirado.—¡Bravo!—dijo—.Habéisllevadoacabounabellaacción.Mientras, la banda del regimiento daba la vuelta por el fondo de la
plaza, rodeada de una turba de muchachos, y sus gritos alegresacompañabanelsonidodelastrompetas,comouncantodeguerra.—¡Bravo!—repitióelancianooficial,mirándonos—.Elquedepequeño
respetalabandera,sabrádefenderlacuandoseamayor.
ElprotectordeNelli
Miércoles,23.
TambiénNelli, el pobre jorobadito, estaba ayermirando a los soldados;pero con una expresión como si pensase: «¡jamás podré yo sersoldado!».Esmuybuenoyestudioso;peroestámuydelgadoypálidoylecuestatrabajorespirar.Llevasiempreunmandil largo,detelanegraylustrosa. Su madre es una señora pequeña y rubia; viste de negro, yvienesiemprearecogerloalasalida,paraquenosalgaentropelconlosdemás,y loacaricia.Losprimerosdías,comotiene ladesgraciadeserjorobado,muchosniñosseburlabandeélylepegabanenlaespaldaconlacartera;peroélnuncaseenfadaba,ynodecíanadaasumadreparano darle el dolor de saber que su hijo era el hazmerreír de loscompañeros; se burlaban de él; mas él lloraba y callaba, apoyando lafrenteenelbanco.PerounamañanaselevantóGarroneydijo:—AlprimeroquetoqueaNelli ledoytalpuñetazoquelehagodartres
vueltas.Franti no hizo caso; recibió el puñetazo, dio las tres vueltas; y desde
entoncesningunohavueltoatocaraNelli.Elmaestro lopusoal ladodeGarrone,enelmismobanco.Sehicieronmuyamigos.NellihatomadoungrancariñoaGarrone.Apenasentraenclasemiraenseguidaaversiestá Garrone, jamás semarcha sin decir: «Adiós, Garrone». Y lo mismohaceGarroneconél.CuandoaNelliselecaelaplumaounlibrodebajodelbanco,Garroneseagachayse lo recoge; luego loayudaaguardarlas cosas en la cartera y a ponerse el abrigo.Por esoNelli lo quiere ysiempreloestámirando,ycuandoelmaestroloalabasealegracomosifueraaélmismo.Nelli,alfin,hadebidodecírselotodoasumadre,tantolas burlas de los primeros días y lo que lo hacían sufrir, como lo delcompañeroquelodefendió,haciaelcualsientetantocariño;puesheaquílo que sucedió una mañana. El maestro memandó llevar al director elprogramadelalección,mediahoraantesdeterminarlaclase.Yoestabaeneldespachocuandoentróunaseñora rubia, vestidadenegro;era lamadredeNelli,quedijo:—Señor director, ¿hay en la clase de mi hijo un muchacho llamado
Garrone?
—Lohay—respondióeldirector.—¿Tiene usted la bondad de llamarlo unmomento, que quiero decirle
unaspalabras?Eldirectorllamóalbedelylomandóiralaclase.Despuésdeunminuto
apareció Garrone en el umbral, con su cabeza grande, y al rape, muyasombrado. Apenas lo vio, la señora corrió a su encuentro, le echó losbrazosalcuelloylocolmódebesos,diciendo:—¿Erestú,Garrone,elamigodemihijo,elprotectordemipobreniño;
eres tú, querido, tú, excelente muchacho, eres tú? —y buscóprecipitadamente en sus bolsillos, y no encontrando nada, se quitó delcuello una cadenita con una cruz, la puso en el cuello de Garrone pordebajo de la corbata, y le dijo—: Tómala, llévala como recuerdo mío,queridoniño,comorecuerdodelamadredeNelli,quetedalasgraciasytebendice.
Elprimerodelaclase
Viernes,25.
Garrone conquista el afecto de todos; Derossi, la admiración. Haobtenido la primera medalla; también este año será el primero; nadiepuedecompetir conél; todos le reconocensusuperioridaden todas lasasignaturas.Eselprimeroenaritmética,engramática,en redacción,endibujo;todolocogealvuelo;tieneunamemoriaprodigiosa,todolohacesinesfuerzo;parecequeelestudioesparaélunsimplejuego.Elmaestroledijoayer:
—HasrecibidograndesdonesdeDios;procuranomalgastarlos.Ademásesaltoyguapo,conabundantesrizosrubioscomounacorona;
tanágil,quesaltasobreunbanco,apoyandoenélunamano;yyasabeesgrima.Tienedoceaños,eshijodeuncomerciante,vasiemprevestidode azul con botones dorados, siempre vivo, alegre y afable con todos,ayudaacuantospuedeenelexamenyjamásnadiesehaatrevidonuncaa hacerle un desaire o decirle una palabra inconveniente. SolamenteNobisyFrantinolomiranbien,yVotinirebosaenvidiaporlosojos;peroélnisiquieracaeenlacuenta.Todoslesonríenolocogendelamanoode un brazo, cuando da la vuelta recogiendo los trabajos con aquellagracia tan suya. Regala periódicos ilustrados, dibujos, todo lo que encasa le regalan a él; ha hecho para el calabrés un pequeño mapa deCalabria; todo lo da riendo, sin pretensiones, como un gran señor, sinmostrarpredilecciónporninguno.Esimposiblenoenvidiarlo,noreconocersusuperioridadentodo.Tambiényo,comoVotini,loenvidio.Experimentoun pesar, una especie de despecho hacia él alguna vez, cuando meresultadifícileltrabajoencasaypiensoqueaaquellashorasélyalohaterminado perfectamente y sin esfuerzo alguno. Pero luego, cuandovuelvoa laescuelay loveo tanguapo,sonrienteybrillante,aloírcómorespondecon todaseguridada laspreguntasdelmaestro,ycuángentiles,ycuánto loquieren todos,entonces todoelpesar, todoeldespechose derrite en mi corazón y me avergüenzo de haber experimentadoaquellos sentimientos.Querría entonces estar siempre a su lado, poderseguirtodoslosestudiosconél;supresencia,suvoz,meinfundenvalor,deseosde t rabajar,alegríayplacer.Elmaestro lehadadoacopiarel
cuento mensual que leerá mañana: «El pequeño vigía lombardo»; loestaba copiando esta mañana, y se sentía lleno de emoción por aquelhecho heroico, con el rostro encendido, los ojos húmedos y los labiostemblorosos.¡Québelloynobleparecía!¡Conquéplacerlehubieradichofrancamenteasumismacara:«¡Derossi,entodovalestúinmensamentemásqueyo!¡Túeresunhombreamilado!¡Terespetoyteadmiro!».
Elpequeñovigíalombardo(Cuentomensual)
Sábado,26.
En 1859, durante la guerra de liberación de Lombardía, pocos díasdespués de la batalla de Solferino y San Martín, ganada por losfranceses y los italianos contra losaustríacos, enunahermosamañanadel mes de junio, un pequeño escuadrón de caballería de Saluzocaminaba lentamente, por un sendero solitario, hacia el enemigo,explorandoatentamenteelcampo.Mandabanelescuadrónunoficialyunsargento, y todos miraban a lo lejos con los ojos fijos, en silencio,preparadosparaverblanquear,deunmomentoaotro,entrelosárboles,lospuestosdelasavanzadasenemigas.Asíllegaronaunacasitarústica,rodeada de fresnos, ante la cual estaba completamente solo unmuchachodeunosdoceaños,quequitabalacortezadeunaramaconuncu chillo, para hacer con ella un pequeño bastón; en una ventana de lacasaondeabaalvientounagranbanderatricolor;dentronohabíanadie;losaldeanos, despuésde izar labandera, habíanhuidopor temora losaustríacos.Apenasdivisóa lacaballería,elmuchachosequitó lagorra.Eraunmuchachohermoso,deairedescarado,losojosgrandesyazulesysucabellorubioy largo;estabaenmangasdecamisaydejabaversupechodesnudo.—¿Quéhacesaquí?—lepreguntóeloficial,parandoelcaballo—.¿Por
quénohashuidocontufamilia?—Yonotengofamilia—respondióelmuchacho—.Soyunexpósito.Trabajounpocoparatodos.Mehequedadoaquíaverlaguerra.—¿Hasvistopasaraustríacos?—No,desdehacetresdías.Eloficialsequedóunpocopensativo;luegobajódelcaballo,ydejando
allíalossoldados,decaraalenemigo,entróenlacasaysubióaltejado.La casa era baja; desde el tejado no se veía más que un pequeñoespaciodelcampo.—Hay que subir a los árboles —dijo el oficial y se bajó, justamente
delantedelaerasealzabaunfresno,muyaltoydelgado,cuyacopasecernía en el azul del cielo. El oficial permaneció un momento indeciso,mirandoyaalárbol,yaalossoldados;depronto,preguntóalmuchacho:—¿Tienesbuenavista,chico?—¿Yo?—respondióeste—.Veoungorriónaunaleguadedistancia.—¿Seríascapazdesubiraloaltodeaquelárbol?—¿Aloaltodeaquelárbol,yo?Enmediominutosubo.—¿Y sabrías decirme lo que se ve desde allí arriba, si hay soldados
austríacosporaquellado,nubesdepolvo,fusilesrelucientes,caballos?—Seguroquesí.—¿Quéquieresporhacermeesteservicio?—¿Qué quiero? —dijo el muchacho, sonriendo—. Nada. ¡Vaya una
cosa!Sifueranlosalemanes,porningúnprecio;peroporlosnuestros...Yosoylombardo.—Estábien;sube,pues.—Unmomento:voyaquitarmeloszapatos.Sequitó loszapatos,seapretóelcinturón,echóalsuelo lagorrayse
abrazóaltroncodelfresno.—Ten cuidado —exclamó el oficial, haciendo ademán de detenerlo,
como sobrecogido por un repentino temor. El muchacho se volvió amirarloconsushermososojosazules,enactitudinterrogante.—Nada—dijoeloficial—;sube.Elmuchachotrepócomoungato.—Miradhaciadelante—gritóeloficialalossoldados.En poco tiempo, el muchacho llegó a la cima del árbol, abrazado al
tronco, con las piernas entre las hojas, pero con el pecho descubierto,mientrasel sol iluminabasu rubia cabeza,queparecíadeoro.El oficialapenasloveía:tanpequeñoparecíadesdealláarriba.—Miradefrenteyalolejosgritóeloficial.Elmuchacho,paravermejor,quitólamanoderechadelárbolylapuso
sobrelosojos.—¿Quéves?—preguntóeloficial.El muchacho inclinó la cara hacia él, y sirviéndose de la mano como
portavoz,respondió:—Doshombresacaballo,enelcaminoblanco.—¿Aquédistanciadeaquí?—Amedialegua.
—¿Semueven?—Estánparados.—¿Qué más ves? —preguntó el oficial, después de un momento desilencio—.Miraaladerecha.Elchicomiróaladerecha,yluegodijo:—Junto al cementerio, entre los árboles, hay algo que brilla. Parecen
bayonetas.—¿Vesgente?—No.Estaránescondidosenlossembrados.Enesemomento,elagudosilbidodeunabalapasóporencimayfuea
perdersedetrásdelacasita.—¡Baja, muchacho!—gritó el oficial—. Te han visto. No quiero saber
más.Baja.—Notengomiedo—contestóelmuchacho.—Baja...—repitióeloficial—.¿Quémásvesalaizquierda?—¿Alaizquierda?El muchacho volvió la cabeza a la izquierda. En ese momento otro
silbidomásagudoymásbajohendiólosaires.Elmuchachoseescondiócuantopudo.—¡Caramba!—exclamó—.¡Lahantomadoconmigo!—Labalalehabía
pasadocerca.—Baja—gritóeloficial,conenergíayfurioso.—Enseguidabajo—respondióelmuchacho—.Peronosepreocupe,el
árbolmeprotege.¿Alaizquierdaquiereustedsaber?—Sí,alaizquierda—respondióeloficial—;perobaja.—A la izquierda —gritó el muchacho, adelantando el cuerpo hacia
aquellaparte—dondehayunacapilla,meparecever…Un tercer silbido furioso pasó por lo alto, y al momento se vio al
muchacho venir abajo, agarrándose por un momento al tronco y a lasramas,yprecipitándosedespuéscabezaabajoconlosbrazosabiertos.—¡Maldición!—gritóeloficial,acudiendoenseguida.El chico cayó a tierra, de espaldas, y quedó tendido con los brazos
abiertos,bocaarriba;un reguerodesangrebrotabadesupecho,en laparteizquierda.Elsargentoydossoldadossebajarondeloscaballos;eloficial se agachó y le abrió la camisa; la bala le había entrado en elpulmónizquierdo.—¡Estámuerto!—exclamóeloficial.
—No,vive—respondióelsargento.—¡Pobremuchacho!¡Quévaliente!—dijoeloficial—.¡Ánimo,tenánimo!Pero mientras lo exhortaba a tener ánimo y oprimía la herida con el
pañuelo,selenublaronlosojosalmuchachoydejócaerlacabeza;habíamuerto.Eloficialsequedópálidoylomiróporunmomento;luegocolocósu cabeza sobre la hierba, se levantó y se paró a mirarlo otra vez;tambiénelsargentoylosdossoldados,inmóviles,lomiraban;losdemáspermanecíanatentosalenemigo.—¡Pobremuchacho!—repitiótristementeeloficial—.¡Quévaliente!Luegoseacercóalacasa,cogiódelaventanalabanderatricolor,yla
extendiócual fúnebrecrespónsobreelpequeñodifunto,dejandosucaraaldescubierto.Elsargentopusoasuladoloszapatos,elgorro,elbastónyelcuchillo.Permanecieronaúnunmomentoensilencio;luego,eloficialsevolvióal
sargentoyledijo:—Mandaremos que lo recoja la ambulancia; hamuerto un soldado, lo
enterraremoscomotal.Dichoesto,envióalmuertounbesoconsumano,ygritó:—¡Acaballo!Todossubieronasussillas,sereunióelescuadrónyvolvióaemprender
sucamino.Pocashorasmástarde,alpequeñomuertoseletributaronhonoresde
guerra.Al ponerse el sol, toda la línea de las avanzadas italianas se dirigía
haciaelenemigo,yporelmismocaminoqueporlamañanarecorrieraelescuadrón de caballería, caminaba en dos filas todo un batallón decazadores,elcualpocosdíasanteshabíaregadogenerosamenteconsusangre el collado deSanMartín. La noticia de lamuerte delmuchachohabíacorridoyaentrelossoldadosantesquedejaransuscampamentos.El sendero, flanqueado por un arroyuelo, pasaba a pocos pasos dedistanciade lacasa.Cuando losprimerosoficialesdelbatallónvieronelcadáverdelpequeñoqueyacíaalpiedel fresnocubiertoconlabanderatricolor,losaludaronconlaespadayunodeellosseinclinósobrelaorilladel arroyuelo, llena de flores, arrancó algunas y se las echó.Entonces,todos los cazadores, según iban pasando, arrancaban flores y se lasarrojaban almuerto. En pocosminutos, elmuchacho quedó cubierto deflores,yoficialesysoldadoslesaludabanalpasar:
—¡Bravo, pequeño lombardo! ¡Adiós, muchacho! ¡Viva! ¡Gloria a ti!¡Adiós!Un oficial le colocó su medalla al valor, y otro lo besó en la frente.
Mientras, continuaban lloviendo las flores sobre él y cubrían sus piesdesnudos,supechoensangrentadoysurubiacabeza.Élreposabaallíenla hierba, comosi estuviera durmiendo, envuelto en subandera, la carapálida y s onriente, como si el pobrecito escuchase los saludos yestuviesecontentodehaberdadolavidaporsuLombardía.
Lospobres
Martes,29.
«Dar la vida por la patria, como el muchacho lombardo, es una granvirtud; sin embargo, no debes descuidar las virtudesmenores, hijomío.Esta mañana, yendo delante de mí, cuando volvíamos de la escuela,pasastealladodeunapobrequeteníaensusrodillasunniñoextenuadoy lívido, y que te pidió limosna. Tú miraste y no le diste nada, aunquellevabasdineroenelbolsillo.Escucha,hijomío.Nuncapases indiferenteante la necesidad que tiende lamano, ymuchomenos ante unamadrequepidelimosnaparasuhijo.Piensaquequizáelniñotuvierahambre,yenlaafliccióndelamujer.¿Puedesimaginartelosdesesperadossollozosdetumadre,siundíatuvieraquedecirte:«Enrico,hoynopuedodarteunpedazo de pan»? Cuando yo doy una limosna a un pobre, y me dice:«¡Dios le dé salud a usted y a sus hijos!», no puedes comprender ladulzuraquesientoenmicorazónaloíraquellaspalabras, lagratitudqueel pobre me inspira. Me parece realmente que su buen augurio ha deconservarnossanospormuchotiempo;vuelvoacasacontentaypienso:«¡Verdaderamente aquel pobreme ha dado amímuchomás que yo aél!».Puesbien:procuraqueyoescuchealgunavezesebuenauguriopormerecértelo tú; saca de vez en cuando unamoneda de tu bolsillo paradepositarlaen lamanodeunancianosinapoyo,deunamadresinpan,de un niño sin madre. A los pobres les gusta la limosna de los niñosporque no los humilla, y porque los niños, necesitados de todo, separecen a ellos. Por eso junto a las escuelas siempre hay pobres. Lalimosna de un hombre es un acto de caridad; la limosna de un niño, estambiénunactodecaridad,ya lavezunacaricia.¿Comprendes...?Escomosidesumanocayesen juntamenteunamonedayuna flor.Piensaqueatinotefaltanada,peroqueaellos lesfaltatodo;quemientrastúsueñas con ser feliz, ellos se contentan con no morir. Piensa en eldesconcierto de que enmedio de tantos palacios, por las calles dondepasancochesyniñosvestidosdeterciopelo,haymujeresyniñosquenotienen siquiera qué comer. ¡Diosmío, no tener qué comer! ¡Niños comotú, como tú buenos e inteligentes, que enmedio de una gran ciudad notienen qué comer, como fieras perdidas en el desierto! ¡Jamás, Enrico,
vuelvas a pasar delante de una madre que pide una limosna, sinsocorrerladealgúnmodo!
Tumadre».
DiciembreElcomerciante
Jueves,1.
Mipadredeseaquetodos losdíasde fiesta traigaacasaaunodemiscompañeros,oquevayayoabuscarlo,parahacermepocoapocoamigode todos. El domingo iré a pasear con Votini, el que siempre va bienvestido y se pasa el tiempo atusándose, y que tiene tanta envidia deDerossi.MashoyhavenidoacasaGaroffi,altoydelgado,conlanarizdepicode loroy losojospequeñosyvivosqueparecenescudriñarlo todo.Es hijo de un especiero. Es un tipo original. Siempre está contando eldineroquetieneenelbolsillo;cuentaconlosdedosconmucharapidez,yes capaz de hacer cualquier multiplicación sin ayuda de la tabla dePitágoras.Guardaeldinero,y tieneyauna libretaen lacajadeahorrosescolar.Desconfiado, jamásgasta un céntimo, y si se le caeunaperradebajodelbancoescapazdeestarunasemanabuscándola.«Escomolas urracas», dice Derossi. Todo lo que encuentra: plumas gastadas,sellosusados,alfileres, trozosdevela, todo lo recoge.Haceyamásdedosañosquesededicaarecogersellos,ytienecentenaresdetodoslospaíses en un álbum grande, que venderá después al librero, cuando lotenga completo. Mientras, el librero le da los cuadernos gratis porquellevamuchos chicos a su tienda.En la escuela siempre está traficando,todos losdíasvendeobjetos,hacerifas,cambios...; luegosearrepientedelcambioyquiereotravez lamercancía.Comprapordosyvendeporcuatro; vende los periódicos retrasados al estanquero, y tiene uncuadernillodondeanotatodossusnegocios,llenodesumasyrestas.Enlaescuelanoestudiamásquematemáticas,ysiambicionapremiosnoesmásqueporconseguirentradagratisparaelteatrodemarionetas.Amímeresultasimpático,ymediviertoconél.Hemosjugadoalmercadoconpesas y balanzas; sabe el precio exacto de todo, conoce las pesas yhace al momento cartuchos perfectos, como los tenderos. Dice queapenas termine sus estudios montará un negocio, un comercio nuevo,ideado por él. Se ha puesto muy contento cuando le he dado sellosextranjeros,ymehadichoexactamentecuántocuestacadaunoparalas
colecciones.Mipadrefingíaqueleíaelperiódico,peroloestabaoyendoy se divertía. Siempre lleva los bolsillos llenos de sus pequeñasmercancías, que cubre con un largo mandil negro, y parececonstantementepensativoyocupado,comouncomerciante.Peropor loque más predilección siente es por su colección de sellos; este es sutesoro,yhablasiempredeélcomosihubieradeprocurarleunafortuna.Loscompañeros lo tienenporavaroyusurero.Yonoséquépensar.Loquiero,meenseñamuchascosas,mepareceunhombre.Coretti,elhijodel leñero,dicequenodaríaunselloniparasalvar lavidadesupadre.Mimadrenolocree.—Esperaaúnajuzgarlo—mehadicho—;tieneesapasión;perosuco-
razónesbueno.
Vanidad
Lunes,5.
Ayersalíapasearpor laalamedaRívoli,conVotiniysupadre.AlpasarporlacalleDoraGrosa,vimosaEstardo,elquedapatadasalosqueloperturban.Estabaparado, tieso,delantedelescaparatedeuna librería,con los ojos fijos en un mapa, y sabe Dios cuánto tiempo llevaría allí,pues estudia incluso por la calle. Nos saludó a duras penas. Votini ibamuybienvestido,demasiadobien;llevababotasdetafileteconpespuntesrojos,unvestidoconadornosyborlitasdeseda,unsombreroblancodecastor yun reloj.Y sedabamucho tono.Pero suvanidad ibaaquedarmalparada esta vez.Después de haber recorrido un buen trecho por laalameda,dejandomuyatrásasupadre,queibadespacio,nosparamosenunasientodepiedrajuntoaunmuchachomodestamentevestido,queparecía cansado y pensativo, con la cabeza baja. Un hombre, queparecíasupadre,sepaseababajolosárbolesleyendoelperiódico.Nossentamos.Votinisepusoenmedioentreelmuchachoyyo.Deprontoseacordó de lo bien vestido que iba y quiso provocar la admiración y leenvidiadesuvecino.Levantóunpieymedijo:—¿Hasvistomisbotasdeoficial?Lodijoparaqueelotrolomirara.Peroéstenoseinmutó.Entoncesbajóelpie,meenseñólasborlasdeseda,ymirandodereojo
almuchachomedijoqueaquellasborlasno legustabanyqueríaqueselascambiaranporbotonesdeplata.Peroelmuchachotampocomirólasborlas.EntoncesVotini sepusoadar vueltassobreeldedo índiceasupreciososombreroblancodecastor.Peroelmuchacho,comosilohicieraadrede,nosedignódirigirnisiquieraunamiradaalsombrero.Votini, que comenzaba a exasperarse, sacó el reloj, lo abrió y me
enseñólamaquinaria.Peroelotronovolviólacabeza.—¿Esdeplatasobredorada?—lepregunté.—No—contestó—,esdeoro.
—Peronoserátododeoro—dije—,tendrátambiénalgodeplata.—Puesno—insistió;yparaobligaralmuchachoamirar,lepusoelreloj
delantedelosojosyledijo—:Ditú,mira:¿verdadqueestododeoro?Elchicorespondiósecamente:—Nolosé.—¡Oh!—exclamóVotini,exasperado—.¡Quésoberbia!Mientrasdecíaesto, llegósupadre,quelooyó.Miróunratofijamente
almuchacho,ydijoluegobruscamenteasuhijo:—Calla—einclinándoseasuoído,añadió—:¡Estáciego!Votinisepusoenpiedeunsalto,conunestremecimiento,ymiróalmu
chachoalacara.Teníalaspupilasapagadas,sinexpresión,sinmirada.Sequedóanonadado,sinpoderarticularpalabra,conlosojosclavadosentierra.Luegobalbuceó:—Losiento...,nolosabía.Peroelciego,quesehabíadadocuentadetodo,dijoconunasonrisa
afableymelancólica:—¡Oh,notieneimportancia!Ciertamentequeesvanidoso;peroensucorazónnohaynisombrade
maldad.Entodoelpaseonosevolvióareír.
Laprimeranevada
Sábado,10.
¡AdióspaseosaRívoli!¡Hallegadolabellaamigadelosniños!¡Yaestánaquí lasprimerasnieves!Desdeayerpor la tardeestáncayendocoposdensosygrandescomofloresdejazmín.Dabagustoestamañanaverlacaer en los cristales y amontonarse en los balcones; hasta el maestromirabayse frotaba lasmanos,y todosestabancontentospensandoenhacerbolasyenelhieloquevendríadespués,yenelhogardecasa.Elúnico que no se preocupaba era Estardo, absorto por completo en lalección,conlospuñosapretadoscontralassienes.¡Quéhermosura!¡Quéalegríahuboa lasalida!Todosacorrerpor lacalle,gritandoyagitandolos brazos, y a coger puñados de nieve y zambullirse dentro comoperrillosenelagua.Lospadresqueesperabanfuerateníanlosparaguasblancos; los guardias municipales tenían la gorra blanca también; enpocosmomentosnuestrascarterassepusieronblancas.Todosparecíanfuera de sí por la alegría, incluso Precossi, el hijo del herrero, aquelpaliduchoquenuncase ríe,yRoberto,elquesalvódelautobúsalniño,quesaltabaelpobrecitoconsusmuletas.Elcalabrés,quenohabíavistonuncalanieve,hizounabolaysepusoacomérselacomounmelocotón;Crosi,elhijode laverdulera, llenódenieve lacartera,yelAlbañilitonoshizo desternillarnos de risa cuandomi padre lo invitó a ir el domingo anuestracasa;teníalabocallenadenieve,ynoatreviéndoseniaecharlani a tragársela, nos miraba aguantándose y sin responder. Hasta lasmaestrassalíande laescuelacorriendoyriendo; inclusomimaestradelprimer curso superior corría la pobre a través de la nevada,protegiéndose la cara con su velo verde y tosiendo. Mientras tanto,centenares de muchachas de la escuela vecina pasaban chillando ycorriendo al galope sobre aquella alfombra blanca, y los maestros, losporteros y los guardias gritaban:—¡A casa! ¡A casa!—tragando coposde nieve, mientras sus bigotes y sus barbas se ponían blancos. Perotambién ellos se reían de aquel bullicio de los chicos que festejaban elinvierno.«Vosotros festejáisel invierno...:perohaymuchachosqueno tienenni
vestidos, ni zapatos, ni fuego. Hay millares que bajan a las aldeas
despuésdeunlargocamino, llevandoensusmanosensangrentadasporlossabañonesuntrozodeleñaparacalentarlaescuela.Haycentenaresde escuelas casi se pultadas en la nieve, desnudas y oscuras comocavernas, donde los chicos se ahogan por el humo o tiemblan de frío,mirando con terror los blancos copos que caen sin cesar, que seamontonan sin tregua sobre sus lejanas cabañas, amenazadas por losaludes.Niños, vosotros celebráis la llegada del invierno. ¡Pensad en losmiles de criaturas para las cuales el invierno supone la miseria y lamuerte!
Tupadre».
ElAlbañilito
Domingo,11.
ElAlbañilitohavenidohoyconcazadora,vestidoporcompletocon ropaque perteneció a su padre, blanca aún por la cal y el yeso. Mi padredeseaba, inclusomás que yo, que viniese. ¡Cómo nos hemos divertido!Apenas hubo entrado, se quitó el viejísimo sombrero, todo cubierto denieve, y se lo metió en el bolsillo; luego se adelantó con aquel su airedesgarbado de obrero cansado, volviendo a un lado y a otro su cara,redonda como una manzana, con su nariz roma; y cuando llegó alcomedor, después de echar una mirada sobre los muebles y de mirarfijamenteuncuadritoquerepresentaaRigoletto,unbufónjorobado,pusoel hocicode liebre.Es imposible evitar la risa al ver cómo lo imita.Nospusimosajugarconpalitos;tieneunahabilidadextraordinariaparahacertorresypuentes,queparecensostenersedemilagro,ylohacecontodaseriedad,conlapacienciadeunhombre.Entreunatorreyotramehablódesu familia;vivenenunabuhardilla;supadrevaa laescuelanocturnaparaaprenderaleer;sumadrenoesdeaquí.Debendequererlomucho,aunquevapobrementevestido,vabienresguardadodelfrío,conlaropamuybien remendada, y el nudode la corbatabienhechopor sumismamadre.Supadre,medijo,esunbuenmozo,ungigantequeapenascabeporlapuerta,peroesbuenoyllamasiempreasuhijohocicodeliebre;elhijo, en cambio, es pequeñito. A las cuatro merendamos juntos pan ypasas,sentadosenelsofá,ycuandonoslevantamos,noséporqué,mipadrenoquisoquelimpiaseelrespaldoqueelAlbañilitohabíamanchadodeblancoconsuchaqueta;retuvomimanoylolimpióluegoélsinqueloviéramos. Mientras jugábamos, se le cayó al Albañilito un botón de lacazadora, ymimadre se lo cosió; él se ruborizó y quedómaravillado yconfuso al verla coser, conteniendo la respiración. Luego le enseñé elálbum de caricaturas, y él, sin darse cuenta, imitaba los gestos deaquellascaras,tanbienquehastamipadresereía.Estabatancontento,cuandosefue,queseolvidódeponerseelgorroyalllegaralrellanodela escalera, para demostrarme otra vez su gratitud, imitó una vez elhocico de liebre. Se llama Antonio Rabusco, y tiene ocho años y ochomeses...
«¿Sabes, hijo mío, por qué no quise que limpiaras el sofá? Porquehacerlo,mientrastucompañeropodíaverlo,eracomoecharleencaraelhaberlo ensuciado. Y esto no estaba bien, primero porque no lo habíahecho adrede, y, luego, porque lo había manchado con la ropa de supadre, el cual la ha llenado de yeso trabajando; y lo que se manchatrabajandonoessuciedad;espolvo,cal,todoloquetúquieras,peronosuciedad. El trabajo no mancha. No digas nunca de un obrero, cuandovienedetrabajar:“Estásucio”.Debesdecir:“Ensuropallevalaseñal,lahuella del trabajo”. Recuérdalo. Quiere mucho al Albañilito, primeroporqueestucompañero,y,luego,porqueeshijodeunobrero.
Tupadre».
Unaboladenieve
Viernes,16.
Continúa nevando sin cesar. Ha tenido lugar un accidente desagradableestamañanaconlanieve,alsalirdelaescuela.Ungrupodemuchachos,apenasllegadosalaplaza,comenzaronatirarbolasconnievemezcladaconagua,quehacealasbolassólidasypesadascomopiedras.Pasabamuchagenteporlaacera.Unseñorgritó:—¡Estaosquieto,chiquillos!Yenesemismomomentoseoyóungritoagudoenlaotrapartedela
calle, y sevioaunancianoquehabíaperdidosusombreroyandabaatientas,cubriéndoselacaraconlasmanos,yasuladounmuchachoquegritaba:—¡Socorro,socorro!Enseguidaacudiógentedetodaspartes.Lehabíandadoconunabola
en un ojo. Todos los muchachos echaron a correr a la desbandada,huyendocomo flechas.Yoestabadelantede la librería,en laquehabíaentradomipadre,yviquevariosdemiscompañerosllegabancorriendo,se mezclaban con los que estaban junto a mí y simulaban mirar elescaparate; eran Garron e, con su acostumbrada barra de pan en elbolsillo,Coretti,elAlbañilitoyGaroffi,eldelossellos.Mientras,sehabíareunido gran número de personas alrededor del viejo, y varios guardiascorríandeunaparteaotraprofiriendoamenazasypreguntando:—¿Quién ha sido? ¿Eres tú? Decid quién ha sido —y miraban las
manos de los chicos para ver si las tenían húmedas de nieve. Garoffiestabaami lado;medi cuentaqueestaba temblando, y sucarapálidacomoladeunmuerto.—¿Quiénes?¿Quiénhasido?—continuabagritandolagente.EntoncesoíaGarronequeenvozbajaledecíaaGaroffi:—Ea,veapresentarte,seríaunavilezadejarqueacusenaotro.—¡Pero si yo no lo he hecho adrede!—respondióGaroffi, temblando
comolahojadeunárbol.—Noimporta;cumplecontudeber—contestóGarrone.—¡Nomeatrevo!
—Anda,ánimo,yoteacompaño.Ylosguardiasylagentegritabancadavezmásalto:—¿Quiénes?¿Quiénhasido?Lehanmetidoalpobreuncristaldelas
gafasenunojo.Lohandejadociego.¡Bandidos!CreíqueGaroffisedesmayaba...—Ven —le dijo resueltamente Garrone—, yo te defenderé —y
cogiéndolodeunbrazo,loempujóhaciadelante,sosteniéndolocomoaunenfermo.Lagentelovio,yenseguidalocomprendiótodo.Algunoscorrieroncon
los puños levantados; pero Garrone se plantó en el medio gritando:—¿Osvaisameterdiezhombrescontraunmuchacho?Entonces se detuvieron; un guardia cogió a Garoffi y lo llevó,
abriéndose paso entre la gente, a una pastelería, a la cual habíanconducidoalherido.Alverlo reconocíalmomentoalviejoempleadoquevive con su sobrinito en el cuarto piso de nuestra casa. Lo habíanrecostadoenunasilla,conelpañueloenlosojos.—¡Hasidosinquerer!—decíasollozandoGaroffi,mediomuertode
miedo.Algunaspersonaslohicieronentrarenlatiendaaempujones,gritando:
—¡Pontederodillasypideperdón!—yloarrojaronalsuelo.Pero almomento, dos brazos vigorosos lo pusieron de pie, y una voz
resueltadijo:—¡No,señores!Eranuestrodirector,quelohabíavistotodo.—Yaqueha tenidoel valor depresentarse—añadió—,nadie tieneel
derechodehumillarlo.Todospermanecieroncallados.—Pideperdón—dijoeldirectoraGaroffi.Éste, deshecho en lágrimas, abrazó las rodillas del viejo, el cual,
buscando con la mano su cabeza, le acarició los cabellos. Entoncesdijerontodos:—¡Ea,muchacho,veteacasa!Mipadremesacódeenmediodelamultitud,ymepreguntó,mientras
caminábamoshaciacasa:—Enrico,enuncasosemejante,¿habrías tenidoel valordecumplir contuobligación,eiraconfesartuculpa?Yoledijequesí,yélrepuso:
—Dametupalabradehonordequeloharías.—Tedoymipalabra,padre.
Lasmaestras
Sábado,17.
Garoffi estaba hoy lleno de miedo, esperando una reprimenda delmaestro; pero este no ha ido a la escuela, y como también faltaba elsuplente,ha idoadarnosclase laseñoraCromi, lademásedadde lasmaestras,quetienedoshijosmayoresyhaenseñadoaleeryaescribiravarias señoras que ahora traen a sus propios hijos a la escuela Bareti.Hoy estaba triste, porque tiene un hijo enfermo. Apenas la vieron losalumnos,comenzaronameterbulla.Masella,convozpausadayserena,dijo:—Respetadmiscabellosblancos,yonosoysimplementeunamaestra,
soytambiénunamadre.Nadieseatrevióaseguirhablando,nisiquieraeldescaradodeFranti,
quesecontentóconhacerleburlasaescondidas.AlaclasedelaseñoraCromienviarona laseñoraDelcati,maestrademihermano,yalpuestodeesta,alaquellamanlaMonjita,porquevasiemprevestidadeoscuro,con un delantal negro, y tiene una cara pequeña y blanca, los cabellossiempre lisos, losojosmuyclaros,yunavoztandébil,quepareceestarmurmurandoplegarias.«No se comprende—dicemimadre—: tan dulce y tan tímida, conun
hilitodevozsiempreigualqueapenasseescucha,singritarnienfadarsemucho; sin embargo, tiene a los niños tan a raya, que no se oye aninguno, y los más osados bajan la cabeza solo con que les llame laatenciónconeldedo».Pareceunaiglesiasuclase,yporestotambiénlallamanlaMonjita.Hay,además,otraquetambiénmegustamucho;eslamaestradelprimercursoelemental,númerotres,unajovenconunacarasonrosada y dos graciosos hoyuelos en las mejillas; lleva una plumaencarnadaenelsombrero,yunacrucecitadecristalamarillocolgadaalcuello. Siempre está contenta; tiene la clase alegre, siempre se estásonriendo; y cuando grita con su voz argentina, parece que canta, y almismotiempopegaconlareglaenlamesaydapalmadasparaimponersilencio; luego, cuandosalen, corre comounachiquilladetrásdeunosyotrosparaponerlosenfila;yaunolesubeelcuello,aotroleabrochaelabrigo para que no se enfríe; los sigue hasta por la calle para que no
riñan,suplicaasuspadresquenoloscastiguenencasa;llevapastillasalos que tienen tos y presta sus manguitos a los que tienen frío; se veasediadacontinuamenteporlosmáspequeñosquelaacaricianylepidenun beso, tirándole del velo y del vestido; pero ella los deja hacer, y losbesariendo,ytodoslosdíasvuelveacasadespeinadayronca,jadeanteymuy contenta, con sus hermosos hoyuelos y su pluma encarnada. Estambiénmaestradedibujode lasniñas, ymantieneconsu trabajoasumadreyasuhermano.
Encasadelherido
Domingo,18.
Con la profesora de la pluma encarnada está el sobrino del viejoempleado que fue herido en un ojo por la bola de nieve de Garoffi; lohemosvistohoyencasadesutío,elcuallotrataycuidacomosifuesesupropiohijo.Yohabía terminadodeescribirel cuentomensualpara lasemanaque
viene, «El pequeño escribiente florentino», que el maestro me dio acopiar,ymipadremedijo:—Vamosalcuartopisoavercómoestádesuojoaquelseñor.Entramosenunahabitacióncasiaoscuras,dondevimosalviejoen la
cama, recostado, con muchas almohadas a la espalda; a la cabeceraestabasumujeryaunladoelniño,queseentretenía.Elviejoteníaelojovendado.Sehapuestomuycontentoalveramipadre,nosmandósentary dijo que se encontraba mejor, que no había perdido el ojo, y que,además,alcabodealgunosdíasestaríacurado.—Ha sido una desgracia—añadió—; siento el mal rato que debe de
haberpasadoaquelpobremuchacho.Luegonoshablódelmédicoquedebíallegarentoncesacurarlo.Enese
precisomomentosonólacampanilla...—Eselmédico—dijolaseñora.Seabrelapuerta...Y¡quéveo!Garofficonsuabrigolargo,ylacabeza
baja,estabadepie,enelumbral,sinatreverseapasar.—¿Quiénes?—preguntóelenfermo.—Eselmuchachoquetirólabola—dijomipadre.Entonceselviejoexclamó:—¡Pobremuchacho!;pasa.Hasvenidoapreguntarcómoestáelherido,
¿verdad? Ya estoy mejor, tranquilízate, ya estoy mejor; casi estoycurado.Acércate.Garoffi, tan confuso que ni siquiera nos veía, se acercó a la cama,
esforzándosepornollorar;elviejoloacariciaba,peroélnopodíahablar.—Gracias—dijo el anciano—; díselo también a tu padre y a tumadre,quetodovabien,quenosepreocupen.
PeroGaroffinosemovía:parecíacomosiquisieradeciralgo,peronoseatrevía.—¿Quieresdecirmealgo?¿Deseasalgunacosa?—Yo...nada.
—Puesbien,adiós,hastalavista,veteconlaconcienciatranquila.Garoffisedirigióhacialapuerta,peroallíseparó,sevolvióhaciael
niñoquéloseguíaylomirabaconcuriosidad.Derepente,sacandodedebajodelabrigounobjeto,selopusoenlasmanosalmuchacho,diciéndolemuyaprisa:—Esparati—ysefuecomounrayo.Elniñoenseñóelregaloaltío;encimaestabaescrito:«Teregaloesto»;
loabrimosylanzamosunaexclamacióndesorpresa.Eraelálbumfamosode la co lección de sellos lo que el pobre Garoffi había llevado; lacolección de la que siempre hablaba, y que tantas fatigas le habíacostado: era su tesoro. ¡Era la mitad de su sangre lo que regalaba acambiodelperdón!
Elpequeñoescribienteflorentino(Cuentomensual)
Estabaenel cuartocursoelemental.Eraungracioso florentinodedoceaños, de cabellos negros y tez blanca, hijo mayor de un empleado deferrocarriles, el cual, con mucha familia y poco sueldo, vivía con sumaestrechez. Su padre lo quería mucho y era bueno e indulgente con él;indulgenteentodomenosenloquesereferíaalcolegio;enestepuntosemostrabamuy exigente y demasiado severo, porque el hijo debía estarpronto en disposición de obtener un empleo para ayudar a la familia; yparavalerprontoparaalgo,necesitabatrabajarmuchoenpocotiempo;yaunque el muchacho estudiaba, el padre lo exhortaba de continuo aestudiarmás.Erayaelpadredeedadavanzada,yelexcesodetrabajolohabíahechoenvejecerantesdetiempo.Sinembargo,paraproveerlasnecesidadesde la familia, ademásdelmucho trabajoque le imponía suoficio, se procuraba trabajos extraordinarios de copista, y pasaba unabuena parte de la noche escribiendo.Últimamente había conseguido deunaeditorial, quepublicaba libros y periódicos por entregas, el encargode escribir en unas tiras de papel el nombre y la dirección de losabonados, y le daban tres liras por cada quinientas tiras de papel,escritas con caracteres grandes y uniformes. Pero este trabajo lofatigaba mucho y se lamentaba de ello frecuentemente con la familia,durantelacomida.—Estoy perdiendo la vista—decía—, este trabajo de la noche acaba
conmigo.Elhijoledijoundía:
—Papá,déjametrabajarentulugar;sabesqueescribocomotú.Peroelpadrelecontestó:—No,hijo; túdebesestudiar; tucolegioesmuchomás importanteque
mis tiras, tendría remordimientos de robarte una sola hora; te loagradezco,peronoquieroynomehablesmásdeello.Elhijosabíaqueconsupadreerainútilinsistirenaquellascosas,yno
insistió.Peroheaquíloquehizo.Sabíaquealasdoceenpuntodelanoche,supadredejabadeescribirysalíadeldespachoparairseala
cama.Algunavezlohabíaoído;apenasdadaslasdocecampanadasenelreloj,sentíaenseguidaelruidodelasillaquesemovíayellentopasodesupadre.Unanocheesperóaqueestesefueseadormir,sevistiósinhacerruido,yatientassefuealahabitación,encendiólalámparadepetróleo,sesentóalescritorio,dondehabíaunmontóndetirasblancasylalistadelasdirecciones,ycomenzóaescribir,imitandoconlamayorprecisiónlaletrapaterna.Escribíacongusto,contento,aunqueconunpocodemiedo.Lastirasaumentaban;devezencuandodejabalaplumaparafrotarselasmanos,yluegocomenzabaotravezconmayorpresteza,atentoeloídoysonriente.Escribiócientosesenta,¡unalira!Entoncesparó;dejólaplumadondeestaba,apagólaluzysevolvióalacamadepuntillas.Aqueldíaelpadresesentóa lamesapara lacomidadebuenhumor.
No se había dado cuenta de nada. Hacía el trabajo de una maneramecánica,contandolashorassinpensarenmásysinfijarseenlastirasescritas hasta el día siguiente. Se sentó a la mesa de buen humor, yponiendounamanoenelhombrodesuhijo:—¡Julio—ledijo—, tupadreesaúnunbuen trabajador!Endoshoras
hetrabajadoanocheunterciomásdeloacostumbrado.Lamanotodavíaestáágilylosojossiguencumpliendoconsudeber.YJulio,contento,ensilencio,sedecíaparasí:«¡Pobrepapá!Además
de la ganancia, le he procurado también la satisfacción de creerserejuvenecido.¡Animo,pues!».Alentadoconeléxito,lanochesiguiente,encuantodieronlasdoce,se
levantóotravezysepusoatrabajar.Asísiguiódurantevariasnoches,sinquesupadrecayeraenlacuentadenada.Solounavez,durantelacena,seleocurrióestaexclamación:—¡Esextraño,cuántopetróleosegastaencasadealgúntiempoaesta
parte!Julio sintió un estremecimiento; pero la conversación terminó allí, y el
trabajonocturnosiguióadelante.Sóloqueconinterrumpirelsueñotodaslasnoches,Julionodescansaba losuficiente,se levantabacansadoporlamañana, y por la noche, al hacer losdeberesdel colegio, le costabatrabajo tener losojosabiertos.Unanoche, laprimeravezensuvida,sequedódormidosobreelcuaderno.—¡Vamos,vamos!—legritósupadre,dándoleunaspalmadas—.¡Altrabajo!
Élsedespertóysepusoaestudiar.Peroalanochesiguienteyenlosdías sucesivos sucedía lo mismo, y peor; daba cabezadas sobre loslibros, se levantaba más tarde de lo acostumbrado, estudiaba lasleccionescondejadez,parecíaestudiardemalagana.Supadrecomenzóaobservarlo,luegoapreocuparse,yporfin,tuvoquereprenderlo.Jamáshabíatenidoquehacerlo.—¡Julio!—ledijounamañana—,teestáshaciendomuyinconstante;no
eresyaeldeotrasveces!Nomegustaesto.Todaslasesperanzasdelafamiliasecifranenti.Estoydescontento.Ante esta reprensión, la primera verdaderamente seria que recibía, el
muchachoseturbó:«Sí—sedijoasímismo—;deestamaneranosepuedecontinuar;es
necesarioterminarconelengaño».Peroaquellamismanoche,durante lacena,supadrecomenzóadecir
muyalegre:—Sabedque estemes he ganado treinta y dos lirasmásque elmes
pasadoconlastiras.Y mientras decía esto, puso sobre la mesa unos dulces que había
comprado para festejar con sus hijos la extraordinaria ganancia y quefueron acogidos por todos con júbilo. Julio, entonces, cobró ánimo y sedijo:«¡No, pobre papá; no dejaré de engañarte, haré mayores esfuerzos
paraestudiarmuchoduranteeldía;perocontinuarétrabajandodenocheportiyporlosdemás!».Yelpadreañadió:—¡Treinta y dos liras de más! Estoy contento... Pero hay algo —y
señalóaJulio—quenomeagrada.Julio recibió el reproche en silencio, conteniendo dentro dos lágrimas
quequeríansalir,perosintiendoalmismotiempounagrandulzuraensucorazón.Ysiguió trabajandoconahínco.Peroel cansancioseacumulabacada
vezmásy leresultabamásdifícildeaguantar.Dosmeseshacíayaqueduraba esta situación. El padre continuaba reprendiendo al hijo ymirándolo cada vezmás enojado.Un día fue a preguntar almaestro, yesteledijo:—Sí, va adelante, porque tiene mucha inteligencia, pero no se aplica
comoantes.Seduerme,bosteza,estádistraído.Sustrabajossoncortos,redactados de prisa, con mala letra... Podría hacer, indudablemente,
más,muchomás.Porlanoche,elpadrellamóalhijo,aparte,yloamonestómásseveramentequenunca.—¡Julio,túvesqueyotrabajo,quesacrificomividaporlafamilia!Túno
meayudas;notieneslástimademínidetushermanos,nidetumadre.—¡Oh,no;nomedigaseso,padremío!—exclamóelhijo,rompiendoa
llorar,ysedispusoaconfesarlotodo.Perosupadrelointerrumpió,diciendo:—Tú conoces las condiciones de la familia; sabes que se requieren
buenos deseos y sacrificio por parte de todos. Yo mismo deberíaredoblarmitrabajo.Estemescontabaconunagratificacióndecienliras,enelferrocarril,yestamañanahesabidoquenolapercibiré.Anteestanoticia,Julioretuvodentroenseguidal
aconfesiónqueibaaescapardesuslabios,yrepitióresueltamente:«No,papá,notedirénada;guardarémisecretoparapodertrabajarporti;eldolorqueteocasionotelorecompensaré de estemodo: en la escuela estudiaré lo suficiente paraaprobarlosexá-menes;loimportanteesayudarteaganarlavidayaliviarlafatigaquetemata».Ysiguióadelante,ytranscurrieronotrosdosmesesdetrabajonocturnoydeagotamientoduranteeldía,deesfuerzosdesesperadosdelhijoydereprochesamargosdelpadre.Perolopeoreraqueesteseibaenfriandopocoapococonsuhijo;nolehablabamásqueraravez,comosifueraunhijodegenerado del que ya no había nada que esperar, y hasta evitabaencontrarsusmiradas.Juliosedabacuentaysufría,ycuandosupadrevolvíalaespalda,furtivamenteleenviabaunbeso,mirándolocon u n s e n t i m i e n t o d e t e r n u ra compasiva y triste. Pero,entretanto, el dolor y el cansancio lo consumían y le hacían perder elcolor, obligándolo a descuidar cada vezmás sus estudios. Comprendíabien que algún día tendría que poner término a aquello, y todas lasnochessedecía:«Estanochenomelevantoya».Pero apenas daban las doce, en elmomento en que debía confirmar
decididamente su resolución, experimentaba una especie deremordimiento,y leparecíaquepermaneciendoen lacama faltabaasu
deber;yrobabaunascuantaslirasasupadreyalafamilia.Yselevantabapensandoquecualquiernochesupadresedespertaríaylosorprendería,obien,quecasualmente,sedaríacuentacontandolastirasdosveces;yentoncestodoterminaríanaturalmente,sinunactodevoluntadporsuparte,quenosedecidíaarealizar.Yasíseguíaadelante.Pero una noche, durante la cena, el padre pronunció una palabra
decisivaparaél.Sumadrelomiró,ypareciéndolequeestabapeorymáspálidoquedecostumbre,ledijo:—Julio,túestásenfermo—yvolviéndosealpadreconansiedad—:Julioestáenfermo;miraquépálidoestá.Julio,¿quétienes?Elpadrelomiródereojoydijo:—Es la mala conciencia la causa de su mala salud. No estaba así
cuandoeraunestudianteaplicadoyunhijocariñoso.—¡Peroestámal!—exclamólamadre.—Metienesincuidado—respondióelpadre.Aquellas palabras fueron una puñalada para el corazón del pobre
muchacho. ¡Conque lo teníasincuidado! ¡Supadre,queenotro tiempotemblaba solamente al oírlo toser! Así, pues ya no lo quería; ahora nohabía duda, había muerto en el corazón de su padre. «¡Oh, no; padremío!—se dijo con el corazón oprimido por la angustia—: ahora sí queesto se ha terminado de verdad; sin tu cariño no puedo vivir, lo quierotodo; te lo diré todo: no te seguiré engañando, estudiaré como antes,suceda lo que suceda, con tal que tú vuelvas a quererme, padre mío.Estavezmiresoluciónesinquebrantable».Apesardeello,porlanochesevolvióalevantar,másbienporlafuerza
de lacostumbrequeporotracosaycuandoestuvo levantadoquiso irasaludar,avolveraverporunmomento,enelsilenciodelanoche,dondetantohabía trabajadosecretamente,conelcorazón llenodesatisfaccióny de ternura. Y cuando se encontró otra vez en la mesa, con la luzencendida, y vio las tiras blancas de papel, en las que no volvería aescribiraquellosnombresdeciudadesydepersonasqueyasesabíadememoria, se apoderó de él una profunda tristeza y cogió otra vez lapluma, inconscientemente, para reanudarel trabajoacostumbrado.Peroalextender lamanoempujóun libroycayóalsuelo.Lediounvuelcoelcorazón. Si su padre se despertaba… Cierto que no lo habríasorprendidocometiendounamalaacciónyqueélmismohabíadecididocontárselo todo; sin embargo…, el oír acercarse sus pasos en la
oscuridad,elsersorprendidoaaquellahora,conaquelsilencio;elquesumadre se hubiera despertado o asustado; el pensar que quizás porprimera vez su padre hubiera experimentado una humillación en supresenciaaldescubrirlotodo…Todoestocasiloaterraba.Aguzóeloído,conteniendo la respiración… No oyó ruido alguno. Escuchó por lacerradura de la puerta que estaba detrás de él; nada. Toda la casadormía. Su padre no había oído; se tranquilizó. Y comenzó otra vez aescribir. Las tiras se amontonaban unas sobre otras. Escuchó el pasoacompasadodelosguardas,abajo,enlacalle;luego,elruidodeuncarroque cesó al cabo de un rato; más tarde, después de algún tiempo, elestrépito de una fila de carros que pasaron lentamente; y, por fin, unsilencioprofundo,rotodecuandoencuandoporellejanoladridodealgúnperro. Y escribía, y seguía escribiendo. Entretanto, su padre esta badetrásdeél.Sehabíalevantadoaloírcaerellibroyhabíapermanecidoesperando el momento oportuno; el estrépito de los carros habíaatenuadoelruidodesuspasosyelligerocrujirdelapuerta,yallíestaba,consucabezablancasobrelanegracabecitadeJulio.Habíavistocorrerlaplumasobrelascintasdepapel,yenunmomento
todo lo había adivinado, lo había recordado todo, todo lo habíacomprendido, y un doloroso arrepentimiento, una inmensa ternura habíainvadidosualma,y lo teníaclavado,ahogado,allídetrásdesuhijo.Derepente, Julio lanzó un grito agudísimo, dos brazos temblorososestrechabansucabeza.—Papá,perdóname,perdóname—gritó, reconociendoasupadrepor
elllanto.—Perdónametú—respondióelpadre,sollozandoycubriendosufrente
debesos—.Todolohecomprendido;losétodo;soyyo,soyyoquientepideperdón,hijomíoquerido.¡Venconmigo!Yloempujó,o,másbien,lollevóentresusbrazosallechodesu
madre,queestabadespierta,yloarrojóensusbrazosdiciendo:—Besaaesteángel,quehacetresmesesquenoduermeytrabajapor
mí;mientrasqueyoapenosucorazón,élnosganaelpan.Ellaloabrazócontrasupechosinpoderarticularpalabra;luegodijo:—¡Adormirenseguida,hijomío,veteadormiryadescansar!¡Llévaloa
lacama...!Elpadrelocogióensusbrazos, lo llevóasuhabitación, lometióenla
cama anhelante y, llenándolo de caricias, le arregló las almohadas y la
colcha.—Gracias,papá—repetíaelhijo—,gracias;perovetetúalacama,queyoestoycontento;vetealacama.Perosupadrequeríaverlodormido;sesentójuntoalacama,lecogió
lamanoyledijo:—¡Duerme,duerme,hijomío!YJulio,rendido,sedurmióporfin;ydurmiómuchashoras,disfrutando,
por primera vez después de muchos meses, de un sueño tranquilo,alegrado por gratos ensueños; y cuando abrió los ojos, después quehacíaunbuenratoquehabíasalidoelsol,sintióprimeroyluegoviojuntoa su pecho, apoyada en la orilla de la cama, la blanca cabeza de supadre, que había pasado así la noche, y aún seguía durmiendo con lafrentereclinadajuntoasucorazón.
Lavoluntad
Miércoles,28.
Demiclase,Estardoseguramentehubierasidocapazdehacerloqueelpequeñoflorentino.Estamañanatuvieronlugardosacontecimientosenlaescuela: Garoffi, loco de alegría, porque le han devuelto el álbum,añadiéndole tres sellos de la República de Guatemala que hacía tresmesesestababuscando:yEstardo,quehaobtenidolasegundamedalla.¡Estardo, el primero de la clase después de Derossi! Todos nosquedamos maravillados. quién lo hubiera dicho en octubre, cuando supadrelotrajoalcolegio,metidoenaquelgabánverdeydijoalmaestroenpresenciadetodos:—Tengaustedmuchapaciencia,porqueesmuydurodeentendederas.
Todosloteníanportontoalprincipio.Peroélsedijo:«Oreviento,osalgoadelante».Ysepusoaestudiardedía,denoche,encasa,enlaescuela,durante
elpaseo,conlosdientesapretadosylospuñoscerrados,pacientecomounbuey,tercocomounmulo,yasí,afuerzademachacar,sinhacercasodelasbromasydandopatadasalosqueloperturban,hasuperadoalosdemás aquel testarudo. No entendía ni jota de aritmética, llenaba dedisparateslostrabajos,noconseguíaretenerunafraseenlamemoria;yahora resuelve los problemas, escribe correctamente y recita la leccióncomo un papagayo. Se adivina su voluntad de hierro, sólo con ver sucomplexión: tangrueso,decabezacuadradaysincuello,con lasmanospequeñasyregordetasylavozáspera.Estudiahastaenlascolumnasdelos periódicos y en los anuncios de los teatros, y cada vez que reúnedinerosecompraunlibro.Haformadoyaunapequeñabiblioteca,yenunmomentodebuenhumorseleescapódecirmequemellevaráasucasaa verla. No habla con nadie, no juega con nadie, siempre está en subancoconlospuñoscontralassienes,firmecomounaroca,escuchandoal maestro. ¡Cuánto debe de haber trabajado el pobre Estardo! Elmaestro se lo dijo esta mañana, aunque estaba impaciente y de malhumor,cuandolediolamedalla:—¡Bravo,Estardo;elquelasigue,laconsigue!
Pero él no pareció enorgullecerse lo mínimo; ni se sonrió; y apenasregresó al banco con su medalla, volvió a colocarse los puños en lassienes y permaneció inmóvil y más atento que nunca. Pero lo másgracioso fue a la salida, pues estaba esperándolo su padre, unsangrador, fuertey toscocomoél, conunacaramuy llenayunenormevozarrón. No se esperaba lamedalla, y no lo quería creer; fue precisoqueelmaestroseloasegurase,yentoncesseechóareírcontodaslasganas,ylediounpescozónasuhijo,diciendo:—¡Bravo,estupendo,testarudomío!Y lo miraba estupefacto y sonriendo. Y todos los muchachos lo
rodeaban, sonriendo también, excepto Estardo. Este, en su cabeza,estabarumiandoyalaleccióndeldíasiguiente.
Gratitud
Sábado,31.
«TucompañeroEstardonuncasequejadesumaestro,estoyseguro.“Elprofesor estaba de mal humor e impaciente”. Tú lo dices, con todo,resentido.Piensaunpococuántasvecesteimpacientastú;y¿conquién?Contupadreycontumadre,con loscualestu impacienciaesundelito.¡Demasiada razón tiene a veces tumaestro para impacientarse! Piensaen los años que hace que se sacrifica por los muchachos, y que simuchos fueron cariñosos y afables, también encontró muchísimosingratos, que abusaron de su bondad e ignoraron sus sacrificios y que,por desgracia, entre todos le procuráis más amarguras quesatisfacciones.Piensaqueelhombremássantodelatierra,ensulugar,sedejaríaavecesllevarporlaira.Yluego,¡sisupierascuántasveceselmaestro va a dar clase enfermo, sólo porque el mal no es lo bastantegrave para permitirle dispensarse de asistir a ella, y está impacienteporquesufreyledueleverquenoloadvertísyabusáis!Respeta,amaatumaestro,hijomío.Ámalo,porquetupadreloamaylorespeta,porqueconsagra su vida al bien de tantos niños que luego lo olvidan; ámaloporque abre e ilumina tu inteligencia y forma tu espíritu: porque un día,cuando seas ya un hombre, y ni él ni yo estemos ya en el mundo, sepresentará con frecuencia su imagen en tumente, al lado de lamía, yentonces ciertas expresiones de dolor y de cansancio de su cara dehombre honrado, en las que ahora no te fijas, las recordarás y teentristecerán, incluso después de treinta años; y te avergonzarás,sentirás tristeza de no haberlo querido lo bastante, de haberte portadomal con él. Ama a tumaestro, porque pertenece a esa gran familia decincuentamilmaestrosdeprimeraenseñanza,esparcidosportodaItalia,que son como los padres intelectuales demillones de niños que crecencontigo; trabajadores mal comprendidos y mal remunerados, quepreparan para nuestra patria una generaciónmejor que la presente.Noestoysatisfechodelafectoquemeprofesas,sinolotienestambiénparacon todos los que te hacen bien, entre los cuales tu maestro es elprimero, después de tus padres.Quiérelo como querrías a un hermanomío;quiérelocuandoes justoycuandoteparecequees injusto;cuando
estáalegreysemuestraafable,ycuando loves triste.Ámalosiempre.Pronuncia siempre con respeto este nombre demaestro, que, despuésdeldetupadre,eselnombremásdulcequeunhombrepuededaraunsemejante.
Tupadre».
EneroElmaestrosuplente
Miércoles,4.
Teníarazónmipadre,elmaestroestabademalhumorporquenoseencontrababien;hace,enefecto,tresdíasqueensulugarvieneelsuplente,aquelpequeñoysinbarba,quepareceunjovencito.Unacosadesagradablehasucedidoestamañana.Yaelprimerdíayelsegundohabíanarmadoruidoenlaclase,porqueelsuplentetieneunagranpacienciaynohacemásquedecir:—¡Silencio,silencio,porfavor!Pero estamañana se colmó lamedida. Alborotaban tanto, que no se
oíansiquierasuspalabras;élamonestaba, suplicaba,perono lehacíancaso. Por dos veces se asomó el director a la puerta y miró; pero,apenasseiba,elruidoaumentaba,comosiseestuvieraenunmercado.Garrone y Derossi estaban continuamente haciendo señas a loscompañerosparaqueseportasenbien,queeraunavergüenza.Nadieleshacía caso. El único que estaba quieto era Estardo, con los codosapoyadosenel banco y los puñosen las sienes, pensandoquizá en sufamosa librería,yGaroffi,elde lanarizen formadeganchoyelde lossellos, que estaba por completo ocupado en hacer una lista desuscriptores, a dos céntimos la papeleta, para la rifa de un tintero debolsillo.Losdemáscharlabanyreían,hacíanruidoconlaspuntasdelasplumasal clavarlasen losbancos, y se tirabanbolitasdepapel con lasligas de las medias. El suplente cogía, ora al uno, ora al otro, por elbrazo,ylossacudía,yaunolepusodecaraalapared;peroeratiempoperdido.Élnosabíaaquésantoencomendarse,ysuplicaba:—Pero,¿porquéhacéisesto?¿Queréisenfadarmealafuerza?Luego daba golpes con el puño sobre la mesa, y gritaba con voz
sofocadaporlarabiayelllanto:—¡Silencio!¡Silencio!¡Silencio!Dabapenaoírlo.Peroelruidoibacontinuamenteenaumento.Franti le
tiróunaflechadepapel;algunoshacíanconlavozcomogatos;otrossepegaban. Era un desbarajuste imposible de describir, cuando de
improvisoentróelporteroydijo:—Señormaestro,eldirectorlollama.Elmaestroselevantóysaliódeprisa,conungestodedesesperación.
La gritería se hizo entonces más fuerte. Pero, de pronto, Garrone selevantó, con el rostro descompuesto y apretando los puños, y gritó convozahogadaporlaira:—¡Basta!Sois unos brutos.Abusáis porque es bueno.Si os rompiera
los huesos estaríais sumisos como perros. Sois una manada decobardes. Al primero que le vuelva a hacer burla lo espero afuera y lerompolasmuelas,aunqueseaenpresenciadesupadre.Todossecallaron. ¡Ah,quéespectáculoofrecíaGarrone, con losojos
queechabanchispas!Parecíauncachorrode leónenfurecido.Miróunoporunoa losmásosados, todosbajaron lacabeza.Cuandoelsuplentevolvió a entrar, con los ojos rojos, no se oía ni respirar. Se quedóestupefacto.PeroviendoaGarrone,aúninflamadoyfurioso,comprendiótodoydijoentonoafectuoso,comoselohubieradichoaunhermano:—Gracias,Garrone.
LabibliotecadeEstardo
Viernes,6.
He idoacasadeEstardo,queviveenfrentede laescuela,yhesentidoverdadera envidia al ver su biblioteca. No es ningún rico y no puedecomprarse muchos libros; pero conserva cuidadosamente los de laescuela y los que le regalan sus padres, y todo el dinero que le dan loguarda para gastarlo en la librería; de este modo ha reunido ya unapequeñabiblioteca,ycuandosupadresehadadocuentadesuaficiónleha comprado un bonito estante de nogal con cortinas verdes, y le hahecho encuadernar todos los volúmenes con los colores que más legustan. De estemodo, ahora tira de un cordoncito, la cortina verde sedescorre y aparecen tres filas de libros de todos los colores, muyordenaditos, limpios, con los títulos en letras doradas sobre el lomo;librosdecuentos,deviajesydepoesía;y también loshaycon láminas.Sabecombinarperfectamenteloscolores;ponelosvolúmenesblancosalladode los encarnados, los amarillos junto a los negros, los azules conlosblancos,paraqueseveandesdelejosyhaganunbuenjuego;yluegosediviertevariandolascombinaciones.Hahechouncatálogoypareceunbibliotecario. Siempre anda a vueltas con sus libros, limpiándolos,hojeándolos,examinandolaencuadernación.Hayqueverconquécuidadolosabreconsusmanosregordetasychicasparasoplarlashojas,pareceque están todos nuevos aún. ¡Yo, que tengo losmíos tan estropeados!Paraél,cadavezquecompraunlibronuevo,esunplacerabrirlo,ponerloen su sitio y volver a cogerlo paramirarlo por todos lados y guardarlocomountesoro.Nohemosvistootracosaenunahora.Teníairritadoslosojosdetantoleer.Unavezentrósupadreenelcuarto;esgordo,ytoscocomo él, con una cabeza grande como la suya, y le dio dos o trespescozones,diciéndomeconaquelvozarrón:—¿Qué me dices de esta cabeza de hierro? Es un testarudo que
llegaráaseralgo,teloaseguro.Y Estardo entornaba los ojos al recibir las rudas caricias, como un
perro grande de caza. No sé, no me atrevía a bromear con él; meparecíamentiraquenofuesemásqueunañomayorqueyo.—Hasta la vista—me dijo, ya en el umbral, con su cara que parece
siempre bronceada. Me faltó poco para responderle: «Mucho gusto ensaludarlo»,comoaunhombre.Luegoselodijeamipadre,encasa:—Nolocomprendo;Estardonoesungenio,carecedemodalesdistin-
guidos,sufiguraescasiridícula,y,sinembargo,meinfunderespeto.Ymipadrerespondió:—Esporquetienecarácter.Yoañadí:—En una hora que he pasado con él no ha pronunciado cincuenta
palabras,nomehaenseñadounjuguete,nisehareídounasolavez;sinembargo,lohepasadomuyagusto.Ymipadrerespondió:—Esporqueloestimas.
Elhijodelherrero
Lunes,9.
Sí.perotambiénestimoaPrecossi,yaúnespocodecirqueloestimo;aPrecossi, el hijo del herrero, pequeño, pálido, de ojos buenos y tristes,con aspecto casi asustado; tan tímido que dice a todos: «perdóname»;siempreenfermizo,y,sinembargo,siempreestudiando.Supadrellegaacasa borracho y le pega sin razón alguna; le tira al aire los libros y loscuadernos de un revés; el pobre va a la escuela con la cara llena decardenales, a veces toda hinchada y los ojos irritados de llorar. Perojamás,jamásseleoyedecirquesupadrelehapegado.—¡Tehapegadotupadre!—ledicenloscompañeros.Peroél,enseguida,comienzaagritar:—¡No es verdad, no es verdad! —para no dejar en mal lugar a su
padre.—Estahojanolahasquemadotú—lediceelmaestro,enseñándoleel
trabajomedioquemado.—Sí—respondeconvoz trémula—;hesidoyo,quehedejadocaerel
cuadernoenelfuego.Y,sinembargo,nosotrossabemosmuybienqueeselborrachodesu
padre, que ha dado un puntapié a lamesa y a la luz cuando él estabaescribiendo.Viveenunabuhardilladenuestracasa,enlaotraescalera,ylaporterase locuenta todoamimadre.MihermanaSilvia looyógritardesdelaazoteaundíaquesupadrelehacíasubirlaescaleraabrincos,porque le había pedido dinero para comprar una gramática. Su padrebebe, no trabaja, y la familia se muere de hambre. ¡Cuántas veces elpobre Precossi va a la escuela en ayunas y come a escondidas unpedazodepanqueledaGarrone,ounamanzanaquelellevalamaestrade la pluma encarnada, que fue profesora suya de primero elemental!Pero jamás se le oye decir: «¡Tengo hambre, mi padre no me da decomer!».Supadrevaalgunavezabuscarlocuandopasaporcasualidaddelantede laescuela; pálido, tambaleándose, con la cara torva, el pelohasta los ojos y el sombrero al revés; y el pobremuchacho se echa atemblar cuando lo ve en la calle; pero enseguida va a su encuentro
sonriendo,yelpadreparecequeno loveypiensaenotracosa.¡PobrePrecossi! Él arregla los cuadernos rotos, pide los libros prestados paraestudiar, sujeta losdesgarronesde la camisaconalfileres, yda lástimaverloenlagimnasiaconaquelloszapatosdondeparecequenavega,conaquellos pantalones que se le caen de grandes, y aquel chaquetónexcesivamente largo con las mangas remangadas hasta los codos. Sinembargo,estudia, seesfuerza; seríaunode losprimerosde la clasesipudiesetrabajartranquilamenteencasa.Estamañanahaidoalaescuelaconlaseñaldeunarañazoenunamejilla,todosledijeron:—Hasidotupadre:estaveznopuedesnegarlo;hasidotupadrequien
telohahecho.Díseloaldirectorparaqueloobligueapresentarsealapolicía.Peroélselevantó,conlacaraencendidaylavozsofocadaporlaindig
nación:—¡Noesverdad!¡Noesverdad!¡Mipadrenuncamepega!Pero luego, durante la clase, le caían las lágrimas sobre el banco, y
cuando alguno lo miraba, se esforzaba por sonreír para no delatarse.¡Pobre Precossi! Mañana vendrán a mi casa Derossi, Coretti y Nelli;quiero que venga él también.Y deseo quemeriende conmigo, regalarlelibros,revolvertodalacasaparaquesedivierta,yllenarlelosbolsillosdefruta para ver siquiera una vez contento al pobre Precossi, que es tanbuenoytansufrido.
Unavisitaagradable
Jueves,12.
Hoyhasidounodelosjuevesmásagradablesdelaño,paramí.Alasdosen punto llegaron ami casaDerossi yCoretti conNelli, el jorobadito; aPrecossi. su padre no lo dejó venir. Derossi y Coretti seguían riéndoseaún, porque se habían encontrado por el camino a Crosi, el hijo de laverdulera—el del brazo impedido y el cabello rojo—, que iba a venderunaberzaenorme,yconeldinerodelaberzaseibaacomprarluegounapluma; y estaba lleno de alegría, porque ha escrito su padre, desdeAmérica,queloesperasendeundíaaotro.¡Quédoshorasmásalegreshemos pasado juntos! Derossi y Coretti son los dosmás alegres de laclase; mi padre quedó encantado. Coretti llevaba su jersey colorchocolate y su gorro de piel. Es un diablo que siempre desea estarhaciendo algo: trajinar, tener alguna ocupación. Ya por la mañanatemprano había llevado sobre sus espaldas media carreta de leña; sinembargo, corrió por toda la casa, observándolo todo y charlando sincesar,vivoylistocomounaardilla,yalpasarporlacocinapreguntóalacocineracuántolecuestanlosdiezkilosdeleña,quesupadrelosvendea cuarenta y cinco céntimos. Siempre está hablando de su padre, decuando fue soldado en el regimiento cuarenta y nueve, en la batalla deCustoza,en laquetomóparteen ladivisióndelpríncipeHumberto;yesmuyafableensusmodales.Noimportaquehayanacidoycrecidoentreleña;llevaenlasangreyenelcorazónladistinción,comodicemipadre.TambiénDerossinosdivirtiómucho;sabelageografíacomounmaestro;cerrabalosojosydecía:—Veo toda Italia: los Apeninos que se prolongan hasta elmar jónico,
losríosquecorrendeunladoydeotro,lasblancasciudades,losgolfos,loscabosazules,lasverdesislas.Decíaordenadamentelosnombresprecisos,atodavelocidad,comosi
estuviera leyendo en el mapa; y al contemplarlo así, con su erguidacabezacoronadaderizosrubios,conlosojoscerrados,rectoyhermosocomo una estatua, nos quedábamos admirados. En una hora habíaaprendido de memoria casi tres páginas que debe recitar pasadomañana,enelaniversariodelosfuneralesdelreyVíctorManuel.También
Nelli lo contemplaba,maravillado y afectuosamente, retorciendo la faldade sumandil negro y sonriendo con sus ojos claros ymelancólicos.Megustó mucho aquella visita, que me dejó gratas impresiones en elrecuerdo y en mi corazón. Y me agradó mucho también, cuando sefueron,veralpobreNellienmediodelosotrosdos,altosyfuertes,quelollevabanacasadelbrazo,haciéndolo reírcomo jamásrecuerdohaberlovisto. Cuando entré de nuevo en el comedor mi di cuenta de que noestabaelcuadroquerepresentaaRigoletto,elbufónjorobado.Lohabíaquitadomipadre,paraqueNellinoloviese.
LosfuneralesdeVíctorManuel
Martes,17.
Hoy, a las dos, apenas entramos a la escuela, el maestro llamó aDerossi,quienfueacolocarsejuntoalamesa,decaraanosotros,yconsuacentosonoro,elevandopocoapocosuvozclara,yconelsemblanteanimado,comenzóadecir:—Hacecuatroaños,enestedía,aestahora,llegabaanteelpanteón,
enRoma,elcarrofúnebrequeconducíaelcadáverdeVíctorManuelsegundo,primerreydeItalia,muertodespuésdeveintinueveañosdereinado,duranteloscualeslagranpatriaitaliana,despedazadaensieteestadosyoprimidaporextranjerosytiranos,resurgióconstituyéndoseenunestadoúnico,independienteylibre;despuésdeunreinadodeveintinueveaños,queélhizoilustreyprósperoconelvalor,lalealtad,elarrojoenlospeligros,lasabiduríaenlostriunfosylaconstanciaenlaadversidad.Llegabaelcarrofúnebre,cargadodecoronas,despuésdehaberatravesadoRomabajounalluviadeflores,entreelsilenciodeunamultitudinmensa,afligida,quehabíaafluidodetodaspartesdeItalia,precedidodeunalegióndegeneraleseinfinidaddeministrosydepríncipes;seguidodeuncortejodeinválidos,deunbosquedebanderas,delosrepresentantesdetrescientasciudades,detodoloquerepresentaelpoderylagloriadeunpueblo,llegabaanteeltemploaugustodondeloesperabalatumba.Enesemomento,docecoraceroslevantaronelféretrodelcarro.Enesemomento,Italiadabaelúltimoadiósasureymuerto,asuviejorey,quetantolahabíaamado;elúltimoadiósalsoldado,alpadre,alosveintinueveañosmásafortunadosygloriososdesuhistoria.Fueunmomentograndiosoysolemne.Lamirada,elalmadetodossepaseabaentreelféretroylasenlutadasbanderasdelosochentaregimientosdelejércitodeItalia,llevadasporochentaoficialesalineadosenordendebatallaasupaso;porqueallíestabaItalia,enaquellasochentaenseñas,querecordabanlosmillaresdemuertos,torrentesdesangre,nuestrasgloriasmássagradas,nuestrosmássantossacrificios,nuestrosdoloresmástremendos.Elféretro,llevadoporloscoraceros,pasó,yentoncesseinclinarontodasauntiempo,saludando:lasbanderasdelosnuevos
regimientos,lasviejasbanderasdesgarradasenGoitio,Pastrengo,SantaLucía,Novara,Crimea,Palestra,SanMartín,Castelfidardo;cayeronochentavelosnegros,cienmedallaschocaroncontraelféretro,yaquelestrépitosonoroyconfuso,quehizoestremecerseatodos,fuecomoelsonidodeinfinitasvoceshumanasquedijerantodasauntiempo:«¡Adiós,reybueno,monarcavaliente,soberanoleal!Túvivirásenelcorazóndetupueblo,mientrasbrilleelsolsobreItalia».Luego,lasbanderassealzarondenuevo,altivas,haciaelcielo,yelreyVíctorManuelentróenlainmortalgloriadelatumba.
Franti,expulsadodelaescuela
Sábado,21.
NohabíamásqueunocapazdereírsemientrasDerossiconmemorabalosfuneralesdelreyyFrantiserió.Loaborrezco;esunmalvado.Cuandounpadrevienealaescuelaadarunareprimendaasuhijo,élsealegra:cuandounollora,élseríe.TiemblaanteGarrone,ypegaalAlbañilito,porqueespequeño;atormentaaCrosi,porquetieneelbrazoimpedido:seburladePrecossi,aquientodosrespetan:seríehastadeRoberto,eldesegundo,queandaconmuletasporhabersalvadoaunniño.Provocaatodoslosquesonmásdébilesqueél,ycuandoselíaapuñetazos,seenfureceyprocurahacermal.Hayalgoquerepugnaenaquellafrentebaja,enaquellosojostorvos,quetienecasiocultosbajolaviseradesugorradehule.Notemeanada,seríedelmaestroensupropiacara,robacuantopuede,niegaconunadesvergüenzamayúscula,siempreestápeleándoseconalguno:llevaalaescuelaalfileres,parapincharalosvecinos;arrancalosbotonesdesuchaquetayselosarrancatambiénalosdemás,parajugarlos,ytienelacartera,loscuadernos,loslibros,tododeslucido,destrozadoysucio;laregla,dentellada;lapluma,consumida;lasuñas,roídas;losvestidosllenosdemanchasderoturasquesehaceenlasriñas.Dicenquesumadreestáenfermaporlosdisgustosquelecausa,yquesupadrelohaechadotresvecesdecasa:sumadrevienedevezencuandoapedirinformes,ysevasiemprellorando.Odialaescuela,aloscompañerosyalmaestro.Algunavezelmaestrohacecomoquenovesusfechorías;peroélseenvalentona.Intentócorregirloporlasbuenas,yseburlódetodo.Ledijopalabrasterribles,yélcubriósucaraconlamano,comosillorara,peroseestabariendo.Seleprohibióquefueraalaescueladurantetresdías,yvolviómásmalvadoeinsolentequeantes.Derossiledijoundía:—Termina de una vez, hombre: ¿no ves que elmaestro, y también tu
madre,sufrencontuproceder?Aesto,Franticontestóamenazándoloconmeterleunclavoenelvientre.Peroestamañana,porúltimo,haconseguidoqueloecharancomoaun
perro.MientraselmaestrodabaaGarroneelborradorde«Eltamborcito
sardo»,cuentomensualparaenero,paraque locopiase,arrojóalsueloun petardo que estalló haciendo retemblar toda la escuela como unescopetazo.Todalaclasediounasacudida.Elmaestrosepusodepieygritó:—¡Franti,fueradeclase!Élrespondió:—¡Nohesidoyo!—perosereía.Elmaestrorepitió:—¡Márchate!¡Fuera!—Yonomemuevo—replicó.Entonceselmaestro,fueradesí,sefuehaciaél,locogiódeunbrazoy
lo sacó del banco. Él se revolvía, apretaba los dientes; tuvo quearrastrarloavivafuerza.Elmaestrolollevócasiapulsohastaeldirector,y luegovolvióa clasesolo y sesentóa lamesa, cogiéndose la cabezaentre lasmanos,agitado, conunaexpresión taldecansancioyaflicciónquedabalástimaverlo.—¡Después de treinta años de profesor! —exclamó tristemente,
meneandolacabeza.Nadierespiraba.Lasmanosletemblabandeiraylaarrugarecta,que
teníaenmediodelafrenteparecíatanprofundacomosifueraunaherida.¡Pobremaestro!Todoslocompadecíamos.Derossiselevantóy
dijo:—Señormaestro,noseaflija,nosotrosloqueremosmucho.Entoncesseserenóunpocoydijo:—Volvamosalalección,muchachos.
Eltamborcillosardo(Cuentomensual)
Lunes,23.
En la primera jornada de la batalla deCustoza, el 24 de julio de 1848,unossesentasoldadosdeunregimientodeinfanteríadenuestroejército,enviados a un altozano a ocupar una casa solitaria, se encontraron deimprovisoasaltadospordoscompañíasdesoldadosaustríacos,que losacosaban a balazos por todas partes, dándoles apenas tiempo derefugiarseen lacasayde reforzarprecipitadamente lapuerta,despuésdehaberdejadoalgunosmuertosyheridosenelcampo.Atrancadaslaspuertas,losnuestrosacudieronalasventanasdelpisobajoydelprimeroycomenzaronahacerunfuegocerradosobrelosasaltantes,loscuales,acercándose cada vez más, en forma de semicírculo, respondíanvigorosamente.Mandabana los sesenta soldados italianosdosoficialessubalternosyuncapitán,unviejoalto,secoyaustero,decabelloybigoteblancos y estaba también con ellos un pequeño tambor sardo, unmuchachodepocomásdecatorceaños,querepresentabaescasamentedoce,pequeño,decaramorenaaceitunada,deojosnegrosyprofundosquecentelleaban.Elcapitán,desdeunahabitacióndelprimerpiso,dirigíaladefensa,dandoórdenesqueparecíanpistoletazos,sinqueensucaradehierroaparecieraelmenorsignodeconmoción.Elpequeñotambor,unpoco pálido, pero firme sobre sus piernas, subido sobre una mesa,alargaba el cuello, agarrándose a las paredes para mirar fuera de lasventanas,yveíaatravésdelhumo,porelcampo,lasblancasdivisasdelosaustríacos,queavanzaban lentamente.Lacasaestabasituadaen loaltodeunaescabrosísimapendiente,ynoteníaenlapartedelacuestamásqueuna ventanilla alta, correspondiente a unahabitación del últimopiso;poresolosaustríacosnoamenazabanlacasaporaquellaparte,ylapendienteestabalibre,elfuegoseconcentrabaenlafachadaylosdosflancos.Pero era un fuego infernal, una lluvia de balas que por fuera rompía
paredes y despedazaba tejas, y por dentro deshacía techumbres,mueblesypuertas,arrojandoalaireastillas,nubesdeyesoyfragmentos
deutensiliosydecristales,silbando, rebotando,destrozándolo todoconun fragor que ponía los pelos de punta. De vez en cuando, uno de lossoldados que tiraban desde las ventanas caía dentro, al suelo, y eracolocadoaun lado.Algunos ibandeun cuartoaotro, apretando con lamano lasheridas.En lacocinahabíayaunmuertocon la frenteabierta.Elsemicírculodelosenemigosseibaestrec-hando.De pronto, el capitán, hasta entonces impasible, dio muestras de
inquietud y salió aceleradamente de la habitación, seguido de unsargento. Tres minutos después volvió corriendo el sargento y llamó alpequeñotambor,haciéndoleunaseñalparaquelosiguiese.Elmuchachofue trasélcorriendoporunaescalerademadera,siguiéndolohastaunabuhardilladesmantelada,dondevioalcapitánqueescribíaconunlápizenunpapel,apoyándoloen laventana,yasuspies,enelsuelo,habíaunacuerdadepozo.Elcapitándoblólahojaydijobruscamente,clavandoenlosnegrosojos
delmuchachosuspupilasgrisesyfrías,antelascualeslossoldadostemblaban:—¡Tambor!Eltamborcitosellevólamanoalavisera.Elcapitándijo:—¿Eresvaliente?Losojosdelmuchachorelampaguearon.—Sí,micapitán—respondió.—Miraalláabajo—dijoelcapitán,llevándolojuntoalaventana—;enel
llano, junto a las casas de Villafranca. Donde se ve un reverbero debayonetas.Allíestánlosnuestrosinmóviles.Cogeestepapel,agárrateala cuerda, baja por la ventana, pasa volando la cuesta, atraviesa elcampo, llega a los nuestros y da el papel al primer oficial que veas,quítateelcinturónylamochila.El tamborcito se quitó el cinturón y la mochila y metió el papel en el
bolsodelpecho;elsargentoechófueralacuerdayconlasmanosagarróuno de los extremos; el capitán ayudó al muchacho a saltar por laventana,deespaldasalcampo.—Tencuidado—ledijo—;lasalvacióndeldestacamentodependedetu
valorydetuspiernas.—Confíeenmí,micapitán—contestóelmuchacho,balanceándosepor
fuera.
—Agáchate al bajar—dijo aún el capitán, agarrando la cuerda a la vezqueelsargento.—Notengaustedcuidado.—Diosteayude.Enunmomento,el tamborcitoestabaenelsuelo;elsargentotirópara
arribade lacuerdayse fue;elcapitánseasomóapresuradamentea labarandillayvioalmuchachoquevolabaporlapendienteabajo.Esperabayaquehubieseconseguidohuirsinservisto,cuandocincoo
seis nubecillas de polvo se levantaron del suelo delante y detrás delmuchacho, advirtiéndole que había sido descubierto por los austríacos,los cuales disparaban contra él desde lo alto de la pendiente. Aquellaspequeñasnubeserantierraquelasbalas levantaban.Peroel tamborcitoseguíacorriendoatodaprisa.Deprontocayóalsuelo.—¡Muerto!—rugióelcapitán,mordiéndoselamano.Peroaúnnohabíaacabadodehablar,cuandovioqueeltamborcitose
levantaba.«¡Nohasidomásqueunacaída!»,sédijoparasí,y respiró.Eltambor,enefecto,comenzóotravezacorrercontodasufuerza;perocojeaba. «Se ha torcido un pie», pensó el capitán. Alguna que otranubecilla de polvo se levantabaaúnalrededor delmuchacho, pero cadavez más lejos. Estaba a salvo. El capitán lanzó una exclamación detriunfo. Pero siguió acompañándolo con la vista, temblando, porque eracuestióndeminutos.Sinollegabaalláabajolomásprontoposible,conlanota en la que pedía socorro inmediato, todos los soldados caeríanmuertos o tendrían que rendirse y caer prisioneros.Elmuchacho corríarápidamenteun rato; luegoaflojabaelpaso,cojeando,yvolvíaacorrer,perocadavezmáscansado,ydevezencuandotropezabayseparaba.«Quizá lehadadounabalade rebote»,pensóelcapitán,yse fijabaentodos sus movimientos, temblando, y lo animaba y le hablaba como sipudieraoírlo;medíaincesantemente,consusojosinflamados,elespacioquehabíaentreelmuchachoquecorríayelresplandordelasbayonetasque se divisaban allá abajo, en la llanura, en medio de los campos detrigodoradosporelsol.Yentretantoescuchabaelsilbidoyelestruendode las balas en las habitaciones inferiores, las voces demando de losoficiales y de los sargentos, y los agudos lamentos de los heridos, asícomoelruidodelosmueblesydelyesoquesedesmoronaban.—¡Ea, valor!—gritaba, siguiendo con la mirada al tamborcito que se
alejaba—:¡Adelante!¡Corre!¡Separa,maldito!¡Ah,vuelveacorrer!
Unoficial subió jadeante a decirle que los enemigos, sin interrumpir elfuego,agitabanunpañueloblancoparaintimarlarendición.—¡Que no se responda!—gritó, sin apartar la mirada del muchacho,
queestabayaen la llanura,peroquenoseguíayacorriendoyparecíaquesearrastrabacongrandificultad.—¡Anda! ¡Corre!—decíaelcapitán,apretando losdientesy lospuños
—; ¡desángrate,muere, desgraciado, pero anda!—y luego profirió unaimprecaciónhorrible—:¡Elinfameholgazánsehasentado!En efecto, el muchacho, cuya cabeza se había visto hasta entonces
sobresalirporencimadelcampodetrigo,habíadesaparecidocomosisehubieracaído.Peroalcabodeunmomentosevolvióaversucabeza.Alfinseperdiódetrásdelossembrados,yelcapitánnoloviomás.Bajó entonces precipitadamente, las balas llovían; las habitaciones
estaban llenasdeheridos,algunosde loscualesdabanvueltassobresímismos como borrachos, agarrándose a los muebles; las paredes y elsueloestabanmanchadosdesangre; loscadáveresyacíanenelumbralde las puertas; el teniente tenía el brazo derecho destrozado por unabala;elhumoyelpolvoloenvolvíantodo.—¡Ánimo! —gritó el capitán—. ¡Firmes en sus puestos! ¡Van a venir
socorros!¡Todavíaunpocodevalor!Los austríacos se habían acercado aúnmás; se veían entre el humo
suscarasdescompuestas,seoíanentreelestrépitodelosdisparossusgritossalvajes,queinsultaban,intimabanalarendición,amenazabanconel degüello. Algún que otro soldado, atemorizado, se apartaba de laventana;perolossargentosloempujabanadelante.Elfuegodeladefensaaflojaba,eldesalientosereflejabaenlacarade
todos,yanoeraposibleprolongarlaresistencia.Depronto,elataquedelosaustríacosdisminuyó, y una vozde truenogritó, enalemánprimero,luegoenitaliano:—¡Rendíos!—¡No!—gritóelcapitándesdeunaventana.Y volvió al comenzar un fuegomás nutrido ymás rabioso por ambas
partes. Cayeron otros soldados. Más de una ventana estaba ya sindefensores. El momento fatal era inminente. El capitán gritaba con vozahogada:—¡No vienen! ¡No vienen! —y corría furioso de un lado a otro,
blandiendolaespadaconlamanotemblorosa,dispuestoamorir.
Entoncesunsargento,bajandodelabuhardilla,gritócontodasufuerza:—¡Yallegan!—¡Yallegan!—repitióconungritodealegríaelcapitán.Al oír aquel grito, todos, sanos, heridos, sargentos, oficiales, se
lanzaron a las ventanas, y la resistencia se recrudeció otra vez. A lospocos momentos se notó cierta vacilación y una especie de desordenentrelosenemigos.Depronto,atodaprisa,elcapitánreunióungrupodesoldadosenelpisodeabajoparaatacarabayonetacalada.Luegovolvióa subir. Apenas llegó, se oyó el precipitado galopar de los caballos,acompañado de un «¡Hurra!» formidable, y desde las ventanas vieronavanzar,entreelhumo, lossombrerosdedospuntasde loscarabinerositalianos,unescuadrón lanzadoalgalopetendido,yunbrillantecentelleodeespadasqueremolineabanenelaire,porencimade lascabezas,delas espaldas y de los hombros. Entonces el pequeño piquete se lanzófuera a bayoneta calada. Los enemigos vacilaron, se de sorganizaron yemprendieronlaretirada:elcampoquedódespejado,lacasaliberada,y,poco después, dos batallones de infantería italiana, con dos cañones,ocupabanlaaltura.El capitán, con los soldados que le quedaban, se incorporó a su
regimiento; siguió aún combatiendo y fue herido levemente en la manoizquierdaporelrebotedeunabalaenelúltimoataquealabayoneta.Lajornadaacabóconlavictoriadelosnuestros.Peroaldíasiguiente,habiéndosevueltoacombatir, lositalianosfueron
vencidos, a pesar de su valerosa resistencia, por la aplastantesuperioridad numérica de los enemigos, y en la mañana del veintiséistuvieronqueemprendertristementelaretiradahaciaelMincio.El capitán, aunque herido, hizo el camino a pie con sus soldados,
cansadosysilenciosos,ycuandollegó,alponerseelsolenGoito,sobreelMincio,buscóenseguidaasuteniente,quehabíasidorecogido,conelbrazo roto,pornuestraambulancia,ydebíahaber llegadoantesqueél.Le indicaron una iglesia donde se había instalado precipitadamente unhospital de campaña. Se dirigió hacia allí. La iglesia estaba llena deheridos, colocados en dos pilas de camas y de colchones extendidossobre el suelo; dos médicos y varios practicantes iban y veníanafanosamente;seoíangritosahogadosygemidos.Apenasentró,elcapitánseparóydirigióunamiradaasualrededoren
buscadesuoficial.
Enaquelmomentooyóunavozapagadaquelollamaba,muypróxima:—¡Micapitán!Sevolvió;eraeltamborcito.Estabaextendidosobreunacamadetijera,cubiertohastaelpechocon
una tosca cortina de ventana de cuadros rojos y blancos, con los ojosfuera;pálidoydemacrado,peroconsusojossiemprebrillantescomoelazabache.—¿Túaquí?—lepreguntóelcapitán,asombrado,peroconbrusquedad
—.Bravo:hascumplidocontudeber.—Hehecholoquehepodido—respondióeltamborcito.—Tehanherido—dijoelcapitán,buscandocon lavistaasuoficialen
lascamasvecinas.—¡Quéquiereusted!—dijoelmuchacho,aquiendabavalorparahablar
laorgullosasatisfaccióndehabersidoheridoporprimeravez,sinlocualnosehubieraatrevidoaabrirlabocaenpresenciadesucapitán—;corrítodo lo agachado que pude: perome vieron enseguida.Hubiera llegadoveinteminutosantessinomealcanzan.Porsuerte,encontréprontoauncapitándeestadomayor,aquienentreguélanota.Perofuefastidiosalabajadadespuésdeaquella caricia.Memoríadesed, creí queno ibaallegar,llorabaderabiaalpensarquecadaminutoquetardabaseibaunoalotromundo,alláarriba.Pero,enfin,hehecholoquehepodido.Estoycontento.Aunque,conpermiso,micapitán,estáustedperdiendosangre.En efecto, de la mano mal vendada del capitán caían por los dedos
algunasgotasdesangre.—¿Quiereustedqueleaprietelavenda,micapitán?Permítameunmo-
mento.El capitán ledio lamano izquierdayalargó laderechaparaayudaral
muchachoadesatarelnudoyvolverahacerlo;peroelmuchacho,apenassealzódelaalmohada,palidecióytuvoquevolveraapoyarlacabeza.—¡Basta, basta! —dijo el capitán, mirándolo y retirando la mano
vendada que el otro quería retener—; preocúpate de lo tuyo en vez depensar en los demás, que las cosas leves, si se descuidan, puedenhacersegraves.Eltamborcitomoviólacabeza.—Pero tú —le dijo el capitán, mirándolo atentamente— debes haberperdidomuchasangreparaestartandébil.—¿Perdidomuchasangre?—respondióelmuchacho,conunasonrisa—.
Másquesangre.Mire.Ydeungolpesequitólacolcha.El capitán dio un paso atrás, horrorizado. El muchacho no tenía más
que una pierna; la izquierda se la habían amputado por encima de larodilla,elmuñónestabavendadoconpañosensangrentados.Enaquelmomentopasóunmédicomilitar,pequeñoygordo,enmangas
decamisa.—¡Micapitán!—dijorápidamente,señalan-do al tamborcito—: he ahí un caso desgraciado; esa pierna se habríasalvado connada, si no la hubiese forzadodeesamanera; unamalditainflamación;fueprecisocortarasí.Pero...,esunvaliente,seloaseguro;nohaderramadounalágrima,niselehaoídoungrito.Estabaorgullosoaloperarlodeque fueseunmuchacho italiano,palabradehonor. ¡Esdebuenaraza,afemía!Ysefuecorriendo.Elcapitánarrugósusgrandescejasblancasymirófijamentealpequeño
tambor,poniéndoleotravezencimalacolcha;luego,lentamente,casisindarse cuenta, y sin dejar demirarlo, se llevó lamanoa la cabeza y sequitólagorra.—¡Mi capitán!—exclamó el muchacho, maravillado—. ¿Qué hace, mi
capitán?¿Pormí?Yentonces,aquelrudosoldado,quenohabíadichonuncaunapalabra
suaveauninferior,respondió,convozindeciblementecariñosaydulce:—Yonosoymásqueuncapitán;túeresunhéroe.Despuésseechóconlosbrazosabiertossobreeltamborcitoylobesó
tresvecessobreelcorazón.
Elamoralapatria
Martes.24.
«Puesto que el cuento “El tamborcito sardo” ha conmovido tanto tucorazón, debería resultarte fácil estamañana redactar bien el tema deexamen: “Por qué amas a Italia”. ¿Por qué amo a Italia? ¿No se teocurren almomento cien respuestas?Amoa Italia porquemimadre esitaliana; porque la sangre que corre por mis venas es italiana; porqueitalianaeslatierradondeestánsepultadoslosmuertosaquieneslloramimadre y quemi padre venera; porquees la ciudaddondehenacido, lalenguaquehablo,loslibrosquemeforman,mihermano,mihermana,miscompañeros,elgranpuebloentreelquevivoylahermosanaturalezaquemerodea,ytodoloqueamo,loqueveo,loqueadoro,loqueadmiro,esitaliano. ¡Tú no puedes sentir aún en toda su intensidad este afecto! Losentirás cuando seas un hombre, cuando al volver de un largo viaje,después de prolongada ausencia, y asomándote una mañana a lacubiertadelbuque,veasenelhorizonte lasgrandesmontañasazulesdetupatria;losentirásenlaolaimpetuosadeternuraquetellenarálosojosde lágrimasyarrancaráungritode tucorazón.Losentirásencualquiergran ciudad lejana, en el impulso del alma que te empujará, entre unamultituddesconocida,haciaunobrerodesconocido,al cualhabrásoído,al pasar a su lado, una palabra dicha en tu idioma. Lo sentirás en laindignación dolorida y altiva, que te hará subir la sangre a la cabeza,cuandooigasaalgúnextranjeroinjuriaratupatria.Losentirásconmayorviolenciayorgulloeldíaenquelaamenazadeunpuebloenemigolevanteuna tempestad de fuego sobre tu patria, y veas agitarse las armas portodaspartes,alosjóvenescorreraalistarseenlaslegiones,alospadresbesar a sus hijos, diciendo: «¡Ánimo!»,y a las madres despedir a losjóvenes,gritando:«¡Vence!».Losentiráscomoungozodivino,sitieneslasuerte de ver regresar a la ciudad a los regimientos diezmados,cansados,harapientosyterribles,conelbrillodelavictoriaenlosojosylas banderas acribilladas por las balas, seguidos de un cortejointerminabledevalientesquealzaránsuscabezasvendadasysusbrazossin manos, en medio de una multitud enloquecida que los cubrirá deflores,debendicionesydevítores.Entoncescomprenderáselamordela
patria;entoncessentirás lapatria.Enricomío.Ellaesalgo tangrandeysagrado,quesiundíateviesevolversanodeunabatallaendefensadeella, salvo a ti, que eres mi carne y mi espíritu, y supiese que habíasconservado la vida por haber huido de la muerte, yo, tu padre, que tereciboconungritodealegríacuandovuelvesdelcolegio,yo te recibiríaconunsollozodeangustia, ynopodríavolveraquererte, ymoriríaconaquelpuñalclavadoenmicorazón.
Tupadre».
Envidia
Miércoles,25.
TambiénhasidoDerossielquehahecho lamejorcomposiciónsobre lapatria. ¡Y Votini que estaba seguro de obtener la primera medalla! YoqueríamuchoaVotini,aunqueesunpocovanidosoysepulemucho;peromedesagrada,ahoraqueestoyasuladoenelbanco,verlaenvidiaquetiene a Derossi. Quiere competir con él, y estudia, pero no puedeconseguirlodeningunamanera,pueselotro ledacienvueltasen todaslasasignaturas;yVotinisecomedeenvidia.TambiénCarloNobissienteenvidia,perotienetantasoberbiaenelcuerpoqueprecisamenteporesonolodaaentender.Encambio,Votinisetraiciona,selamentaensucasade la puntuación, y dice que el maestro es injusto; y cuando Derossiresponde a las preguntas tan pronto y correctamente como siempre, élseponesombrío,agachalacabeza,fingequenoleimportayseesfuerzapor sonreír, pero su risa es falsa. Y como todos lo saben, cuando elmaestroalabaaDerossi,sevuelvenamiraraVotini,quetragaveneno,yelAlbañilito leponeelhocicode liebre.Estamañana,porejemplo, lohapuestodemanifiesto.Elmaestroentróenclaseyanuncióelresultadodelosexámenes:—Derossi,diezpuntosylaprimeramedalla.Votiniestornudóconestrépito.Elmaestro lomiró; lacosaestababien
clara.—Votini—ledijo—;nodejesquese temetaenelcuerpo laserpiente
delaenvidia;teroerálainteligenciaytecorromperáelcorazón.Todos lo miraron, excepto Derossi; Votini quiso responder, pero no
pudo; se quedó como petrificado, con el semblante pálido. Luego,mientras el maestro explicaba la lección, se puso a escribir con letragrande en un papel: «Yo no tengo envidia de los que ganan la primeramedallaporfavoreinjusticia».EraunanotaquequeríaenviaraDerossi.Pero entretanto me di cuenta de que los vecinos de Derossi tramabanalgoentreellos,hablándosealoído,yunorecortabaconelcortaplumasuna gran medalla de papel, en la cual habían dibujado una serpientenegra. También Votini se dio cuenta. El maestro salió un momento.Entonces,losvecinosdeDerossisalierondelbancoyfueronapresentar
solemnemente lamedalladepapelaVotini.Toda la clasesepreparabapara una escena desagradable. Votini estaba todo tembloroso. Derossigritó:—¡Dádmelaami!—¡Sí, es mejor—respondieron aquéllos—: tú eres quien ha de
llevársela!Derossicogiólamedallay lahizopedazos.Enaquelmomentovolvióa
entrarelmaestroyreanudólaclase.YoseguímirandoaVotini;sehabíapuesto rojocomounascua.Cogióelpapeldespacio,comosi lohiciesedis traídamente, hizo con él una bolita a escondidas, se lo metió en laboca,lomasticóunpoco,yluegoloescupiódebajodelbanco.AlsalirdeclaseypasaranteDerossi,aVotini,queestabaunpococonfuso,se lecayó el secante. Derossi, cortésmente, lo recogió y se lo metió en lacartera,ayudándoloaengancharlacorrea.Votininoseatrevióalevantarlacabeza.
LamadredeFranti
Sábado,28.
Pero Votini es incorregible. Ayer, durante la lección de religión, enpresencia del director, el maestro preguntó a Derossi si sabía dememoria lasdosestro fasdel librode lectura:«Doquieravuelvo lavista,¡oh Dios inmenso!, te veo». Derossi respondió que no, y Votini saltóenseguida:—¡Yo lo sé! —y al mismo tiempo se sonrió como para abrumar a
Derossi.Pero no se salió con la suya, porque no pudo recitar, pues derepenteentróen laclase lamadredeFranti, jadeante,consuscabellosgrisesrevueltos,todallenadenieve,empujandoasuhijo,quehabíasidosancionado con la expulsión de clase durante ocho días. ¡Qué tristeescenanostocópresenciar!Lapobremujercasisepusoderodillasanteeldirector,lasmanosjuntas,suplicando:—¡Oh,señordirector,hágameustedelfavordeadmitiralmuchachoen
laescuela!Hacetresdíasqueestáencasa;lohetenidoescondido,peroDios se apiada de mí si su padre lo descubre: lo mata; tenga ustedpiedad,puesyonoséyaquéhacer.¡Selosuplicocontodamialma!El director intentó conducirla fuera; pero ella se resistió, suplicando y
llorandosincesar.—¡Siustedsupieralossinsaboresquemehacausadoestehijo,tendría
compasión de mí! ¡Hágame este favor! Espero que cambie. Yo pocoviviré ya, señor director, llevo lamuerte aquí dentro; pero quisiera verlocambiar antes demorir, porque...—y por unmomento la interrumpió elllanto— esmi hijo; lo quiero ymoriría desesperada. Admítalo otra vez,señor director, para que no sobrevenga una desgracia en la familia;hágaloporcompasiónparaconunamujer infelizysecubrió lacaraconlasmanos,sollozando.Franti tenía losojosbajos, impasible.El director lomiró, sequedóun
pocopensando,yluegodijo:—Franti,veteatupuesto.Entonces la mujer se quitó las manos de la cara, tranquilizada, y
comenzóadarinfinitasgraciassindejardehablaraldirector,ysedirigió
hacialapuerta,enjugándoselosojosydiciendoatropelladamente:—Hijo mío, te lo suplico. Tengan todos paciencia. Gracias, señor
director, por haber hecho una obra de caridad. Sé bueno, hijo. Buenosdías, muchachos. Gracias; hasta la vista, señor maestro. Dispensenustedesaunapobremadre.Ydirigiendoaúndesdeelumbralunamiradasuplicanteasuhijo,sefue,
recogiendo el chal que le arrastraba, pálida, encogida, temblorosa; ymientras bajaba las escaleras la oímos aún toser. El director mirófijamenteaFranti,enmediodelsilenciodelaclase,yledijo,conuntonodevozquehacíatemblar:—¡Franti,túmatarásatumadre!Todossevolvieronamirarlo.Yaquelinfame,¡sesonrió!
Esperanza
Domingo,29.
«Muyhermoso,Enrico,elimpulsoconquetehasarrojadoenbrazosdetumadrealvolverdelaclasedereligión.Si,elmaestrotehadichocosasgrandesyconsoladoras.Diosnoshaarrojadoalunoenlosbrazosdelotro;nuncanosseparará.Cuandoyomuera,cuandomueratupadre,notendremosquedecirnosaquellastremendaspalabrasdedesesperación:“Madre,padreyEnrico,notevolveréaver”.Nosotrosnosvolveremosaverenotravida,dondeelquehasufridomuchoenéstaserárecompensado,dondeelquehaamadomuchoenlatierraencontrarádenuevoalosseresqueridos,enunmundosinculpas,sinllantoysinmuerte.Perohemosdehacernosdignostodosdeesaotravida.Escucha,hijo;todaacciónbuenadetuparte,todoimpulsodeafectoalosquetequieren,cadaunadetusatencioneshaciatuscompañeros,todonoblepensamientotuyo,escomounsaltohaciaelotromundo.Ytambiénteelevahaciaesemundocadadesgracia,cadadolor;porquetododoloreslaexpiacióndeunaculpa,todalágrimaborraunamancha.Propontetodoslosdíassermejorymáscariñosoqueeldíaanterior.Dicadamañana:hoyquierohaceralgodeloquemiconcienciapuedasentirseorgullosayllenedesatisfacciónamipadre;algoquemeconquisteelafectodeunodemiscompañeros,delmaestro,demihermanoodeotros.YpideaDiosquetedélafuerzaparallevaralaprácticaturesolución:“Señor,deseoserbueno,noble,animoso,afable,sincero;ayudadme;hacedquetodaslasnoches,cuandomimadremedéelúltimobeso,puedadecirle:Estanochebesasaunniñomejorymásdignoqueelquebesasteayer”.TensiempreentupensamientoaaquelotroEnricosobrenaturalyfeliz,quepuedesserdes-puésdeestavida.Yreza.Nopuedesimaginartequédulzuraexperimenta,cuántomejorsesienteunamadrecuandoveasuhijoconlasmanosjuntas.Cuandoteveorezar,mepareceimposiblequenohayanadiequetemireyteescuche.Entoncescreomásfirmementequeexisteunabondadsupremayunapiedadinfinita,yotequieromás,trabajoconmásentusiasmo,sufroconmayorfortaleza,perdonocontodaelalmaypiensoserenamenteenlamuerte.¡OhDiosgrandeybondadoso!¡Volveraescuchardespuésdelamuerte
lavozdemimadre,encontrarmedenuevoconmishijos,volveraveramiEnrico,amiEnricobienaventuradoeinmortalyestrecharloenunabrazosinfinparatodalaeternidad!¡Reza,recemos,amémonos,seamosbuenos,lle-vemosencendidaenelalmaaquellacelesteesperanza,hijomíoadorado!
Tumadre».
FebreroUnamedallabienganada
Sábado,4.
Esta mañana vino a repartir las medallas el inspector de escuela, unseñordebarbablanca,vestidodenegro.Entróconeldirectorpocoantesdeterminarlaclase,ysesentóalladodelmaestro.Hizoalgunaspreguntasavariosniños,luegoentrególaprimeramedalla
a Derossi, y, antes de otorgar la segunda, estuvo un momentoescuchandoalmaestroyaldirector,que lehablabanenvozbaja.Todosse preguntaban: «¿A quién dará la segunda?». El inspector dijo en vozalta:—La segunda medalla la ha merecido esta semana el alumno Pedro
Precossi; lahamerecidoporlostrabajosdecasa,porlaslecciones,porlacaligrafía,porlaconducta,portodo.Todos se volvieron a mirar a Precossi; se veía que se sentían
satisfechos. Precossi se levantó tan confuso que no sabía ni dónde seencontraba.—Venaquí—dijoelinspector.Precossi salió del banco y se dirigió hacia la mesa del maestro. El
inspector miró atentamente aquella carita color de cera, el pequeñocuerpoenvueltoenroparemendadaeinadecuada,aquellosojosbuenosytristes, que evitaban los suyos, y que dejaban adivinar una historia depadecimientos; luegoledijoconvoz llenadeafecto,mientras leponía lamedallaalpecho:—Precossi,tedoylamedalla.Nadieesmásdignoquetúdellevarla.No
la concedo solamente a tu inteligencia y a tus esfuerzos; la concedotambiénatucorazón,atuvalor,atucondicióndehijobuenoyvaleroso.¿No es cier to —añadió, volviéndose a los alumnos— que también lamereceportodoesto?—¡Sí,sí!—respondierontodosauna.Precossihizounmovimientodegarganta,comopara tragaralgo,y re
corrió todos los bancos con una mirada dulcísima que expresaba unagratitudinmensa.
—Vete,queridoniño—ledijoelinspector—.¡QueDiosteayude!Era lahoradesalida.Nuestraclasesalió laprimera.Apenaspasamos
lapuerta...,¿aquiénvimosallí, enel vestíbulo,enelmismoumbral?Alpadre de Precossi, el herrero, pálido como de costumbre con su torvamirada,elpelohasta losojos,elgorroalrevésymediotambaleándose.El maestro lo vio enseguida y habló al oído del inspector; éste buscórápidamenteaPrecossi,ytomándolodelamano,lollevóhastasupadre.El muchacho iba temblando. También el maestro y el director seacercaron;ymuchosniñosformaronuncírculoentornoaellos...—Esustedelpadredeesteniño,¿verdad?—preguntóel inspectoral
herrero, con semblante jovial, como si fuesen amigos. Y sin esperarrespuesta—:Lo felicito.Veausted;haganado lasegundamedallaentrecincuenta y cuatro compañeros; la hamerecido por sus composiciones,poraritmética,por todo.Esunmuchachomuy inteligenteydeunagranvoluntad, que logrará abrirse camino; un excelente muchacho que gozadelafectoyelapreciodetodos;puedeustedestarbienorgulloso,se loaseguro.Elherrero,quesehabíaquedadoconlabocaabierta,mirófijamenteal
inspectoryaldirector; luegose fijóensuhijoqueestabadelantedeél,con los ojos bajos, temblando: y como si recordase y comprendieseentonces por primera vez todo lo que había hecho sufrir a aquel pobreniño, y toda la bondad, toda la heroica paciencia con que lo habíasobrellevado todo, de pronto dejó reflejar en su cara una especie deadmiraciónyestupor,luegoundolorsombríoyporfinunaternuratristeeincontenible,yconimpetuosoademáncogióalmuchachoporlacabezayloestrechócontrasupecho.Todosnosotrospasamospordelantedeél;yoloinvitéairacasaeljueves,conGarroneyCrosi:otroslosaludaron:uno lehacíaunacaricia,otro le tocaba lamedalla; todos ledijeronalgo.Elpadrenosmirabaestupefacto,sindejardeestrecharcontrasupecholacabezadesuhijo,quesollozaba.
Buenospropósitos
Domingo,5.
LamedalladePrecossihadespertadoenmí remordimiento. ¡Aúnnoheganado yo una! Desde hace algún tiempo apenas estudio, estoydisgustado conmigo mismo, y el maestro, mi padre y mi madre estándescontentosdemí.Ni siquiera siento el gusto deantespor divertirme,cuando trabajaba con entusiasmo y luego saltaba de lamesa yme ibacorriendoajugar,llenodealegría,comosinohubierajugadoenunmes;nisiquieraa lamesa,encompañíadelosmíos,mesientoconlamismasatisfaccióndeantes.Escomosihubieraunasombraenmiespíritu,unavoz interior que me dice de continuo: «Así no puede ser». Veo por lanoche pasar por la plaza una multitud de muchachos que vuelven deltrabajo,entre losgruposdeobreros, llenosdecansancio,peroalegres,que aprietan el paso, impacientes por llegar a casa a comer, hablandoalto,riendoydándosepalmadasenlaespalda,conlasmanosnegrasdelcarbón o blancas de cal; y pienso que han estado trabajando desde elrayar del alba hasta aquella hora; y como ellos, tantos otros aún máspequeños, que se han pasado el día encimade los tejados, delante deloshornos,entremáquinas,dentrodelagua,bajo tierra, sin comermásqueunpocodepan,ysientovergüenzayo,queentodoeltiemponohehecho más que emborronar de mala gana cuatro páginas. ¡Sí; estoydescontento,muydescontento!Medoymuybiencuentadequemipadreestá de mal humor, y quisiera decírmelo; pero le apena, y sigueesperando.¡Miqueridopadre,túquetantotrabajas!Todoestuyo,todoloqueveoamialrededorenlacasa,todoloquetoco,loquemeabriga,loque me alimenta, lo que me educa y me divierte, todo es fruto de tutrabajo;yyonolohago;todotehacostadopreocupaciones,privaciones,disgustos,fatigas;yyonomeesfuerzo.¡Estoesdemasiadoinjustoymecausa mucha pena! Desde hoy quiero comenzar a estudiar, comoEstardo,conlospuñosylosdientesapretados,contodalafuerzademivoluntad y demi alma; quiero vencer el sueñopor la noche, levantarmepronto por la mañana, golpearme el cerebro sin descanso, fustigar miperezasincesar,esforzarme,sufrir, inclusoenfermar;perodejardeunavezdearrastrarestavidadeflojedadydesgana,quemeenvileceyllena
detristezaalosdemás.¡Ánimo,altrabajo!¡Altrabajocontodaelalmaytodas lasenergías! ¡Al trabajoquemeharádulceel reposo,agradablesmis juegos, grato el comer! ¡Al trabajo que me devolverá la sonrisabenévolademimaestroylosbesosbenditosdemipadre!
Eltren
Viernes,10.
Precossi vino ayer a casa con Garrone. Creo que si hubieran sido loshijosdeunpríncipenoseleshubieraacogidoconmayoralegría.Garroneera la primera vez que venía, porque es un poco huraño, y le davergüenza, además, que lo vean tan mayor y que aún está haciendotercero. Fuimos todos a abrir la puerta cuando llamaron. Crosi no vino,porqueal finha llegadosupadredeAmérica,despuésdeseisaños.Mimadre besó al momento a Precossi; mi padre le presentó a Garrone,diciendo:—Aquí tienes; éste no solamente es un buen muchacho; es todo un
hombreyuncaballero.Y él bajó su cabeza grande y rapada, sonriéndose a escondidas
conmigo.Precossillevabalamedalla,yestabacontento,porquesupadrese ha puesto a trabajar y hace cinco días que no ha vuelto a beber;quiere que esté siempre en el taller haciéndole compañía; parece otro.Nos pusimos a jugar. Yo saqué todas mis cosas. Precossi se quedóencantado al ver el tren, con la máquina que va sola cuando se le dacuerda; jamás había visto ninguno; devoraba con los ojos los vagonesrojosyamarillos.Ledilallaveparaquejugase,searrodillóparajugar,yyanovolvióalevantarlacabeza.Nuncalohabíavistotancontento.Decíasiempre:—Perdona, perdona —apartándonos con la mano, cada vez que
intentábamosdetenerlamáquina;luegocogíalosvagonesyloscolocabacon todo cuidado, comosi fuerande cristal; teníamiedodeensuciarlosconelaliento,yloslimpiaba,mirándolosporarribayporabajo,sindejarde sonreír.Nosotros, depie, lomirábamos;mirábamosaquel cuello tandelgado,laspobresorejitasqueundíahabíavistosangrar,elchaquetóncon lasmangas subidas, de las cuales salían dos bracitos de enfermo,que tantas veces se habían levantado para guardar su cara de losgolpes... En aquel momento hubiera arrojado a sus pies todos misjuguetes,todosmislibros,mehabríaquitadodelabocaelúltimopedazodepanparadárseloaél,mehabríadespojadodemiropaparavestirloaél,ylohabríaabrazadoybesado.
«Almenos,eltrenquierodárselo»,pensé;peroteníaquepedirpermisoamipadre.Entoncessentíquemeponíanen lamanounpapelito;miré;mipadrelohabíaescritoconlápiz;decía:«APrecossilegustaeltren.Élno tiene juguetes. ¿No te dice nada tu corazón?». Cogí al momento lamáquina y los vagones con las dos manos y se lo puse todo en losbrazos,diciendo:—Tómalo,estuyo.Élmemirosincomprender.—Estuyo—ledije—,teloregalo.Entonces miró a mi padre y a mi madre, aún más extrañado, y me
preguntó:—Pero,¿porqué?Mipadreledijo:—Te lo regala Enrico porque es tu amigo, porque te quiere..., para
celebrartumedalla.—¿Lohedellevaramicasa?—¡Puesclaro!—respondimostodos.Estabayaenlapuertaynoseatrevíaairse.¡Erafeliz!Pedíaperdóny
sus labios sonreían y temblaban al mismo tiempo. Garrone lo ayudó aenvolver el tren en el pañuelo, y al inclinarse, se oyó el ruido de losmendrugosdepanquellenabansusbolsillos...—Undía—medijoPrecossi—venaltalleraveramipadretrabajar.Te
daréunosclavos.MimadrepusounramitoenelojaldelachaquetadeGarroneparaque
selollevaseasumadreensunombre.Garrone,consuvozarrón,dijo:—Gracias—sinlevantarlacabezadelpecho;peroensusojosbrillaba
todalanoblezadesualma.
Soberbia
Sábado,11.
¡Y decir que Carlo Nobis se limpia la manga con afectación cuandoPrecossilotocaalpasar!¡Eslaimagendelasoberbia,porquesupadrees un ricachón! Pero también el padre de Derossi es rico. Le gustaríatenerunbancoparaélsolo:tienemiedodequetodoslomanchen,y losmiradearribaabajo;tienesiempreensuslabiosunasonrisadisplicente;¡aydequien ledéenelpiecuandosalimosenfilasdedosendos!¡Pornada lanza al rostro una palabra injuriosa, o amenaza con llevar a supadrea laescuela!¡Yesoquesupadre leechóunabuenareprimendacuando llamóharapientoal hijodel carbonero! ¡Jamáshevistoaltaneríasemejante!Nadie le habla, nadie le dice adiós cuando salimos; nadie loayudacuandonosabe la lección.Él,porsuparte,nopuedeaguantaraninguno,fingequedespreciasobretodoaDerossi,porqueeselprimero,yaGarrone,porquetodosloquieren.PeroDerossinisiquieralomira,yGarrone,cuandoledijeronqueNobishablabamaldeél,respondió:—Tiene una soberbia tan estúpida que ni siquiera merece mis
pescozones.TambiénundíaCoretti,porquesereíadespectivamentedesugorrade
piel,ledijo:—¡AprendeconDerossiaseruncaballero!Ayer se quejó al maestro de que el calabrés le había dado en una
piernaconelpie.Elmaestropreguntóalcalabrés:—¿Lohashechoadrede?—No,señor—respondiócontodafranqueza.Yelmaestro:—Eresdemasiadoquisquilloso,Nobis.YNobis,consuairedecostumbre:—Selodiréamipadre.Entonceselmaestroseencolerizó:—Tupadretequitarálarazón,comolaotravez.Yademás,elúnicoque
juzgaycastigaenclaseeselmaestro—pero,añadió,condulzura—:Vamos,Nobis;cambiademodales;sébuenoyatentocontus
compañeros.Fíjate,hayaquíhijosdeobrerosydeseñores,dericosyde
pobres,ytodossequieren,setratancomohermanos,comoenrealidadloson.¿Porquénoteconducestúcomolosdemás?Teseríabienfácillograrquetodostequisieran,ytúmismoestaríasmáscontento.¡Qué!
¿Nomerespondesnada?Nobis, que lo había escuchado todo con su sonrisa despectiva,
respondiófríamente:—No,señor.—Siéntate—le dijo elmaestro—.Te compadezco.Eres unmuchacho
sincorazón.Conesto,todoparecíahaberterminado:peroelAlbañilito,queestáen
elprimerbanco,lepusoelhocicodeliebrecontantagracia,quetodalaclase lanzó una sonora carcajada. Elmaestro lo regañó; pero tuvo quellevarselamanoalabocaparaocultarlarisa.HastaNobisserió;perosurisaeradelasquenosedigieren.
Losheridosdeltrabajo
Lunes,13.
Nobis puede hacer pareja con Franti; no se conmovieron ni el uno ni elotroestamañana,anteelterribleespectáculoquepresenciamos.Alsalirdelaescuelaestabaconmipadremirandoaunospilluelosdesegundo,quesearrodillabanpararefregarelhielocon losabrigosy lasgorras,yasí poder resbalarmejor, cuando al fondo de la calle vimos venir hacianosotrosun tropeldegenteabuenpaso,muyseriosycomoaterrados,quehablabanenvozbaja.Enelmedioibantresguardias;detrásdeellos,dos hombres que llevaban una camilla. Los muchachos acudieron detodas partes. La multitud avanzaba hacia nosotros. En la camilla ibaechadounhombre,blancocomouncadáver,conlacabezaapoyadaenelhombro,elpelorevueltoyensangrentado,queperdíasangreporlabocay los oídos; al lado de la camilla iba unamujer con un niño en brazos,gritandocomolocadevezencuando:—¡Estámuerto!¡Estámuerto!Detrás de lamujer venía unmuchacho con una cartera bajo el brazo,
sollozando.—¿Quéhapasado?—preguntómipadre.Alguiencontestóqueeraunalbañil,quesehabíacaídodelcuartopiso
mientras trabajaba.Losque llevaban lacamillasepararonunmomento.Muchosvolvieron lacabeza,horrorizados.Vique lamaestrade laplumaencarnada sostenía a mi maestra de primero superior, mediodesvanecida.Almismo tiempo sentí queme tocabanenel codo; era elAlbañilito, pálido, temblando de pies a cabeza. Seguramente creía queerasupadre.Tambiénamísemeocurrió.Yo,almenos,estoytranquilocuandovoya laescuela,puesséquemipadreestáencasa,sentadoasumesa,lejosdetodopeligro;encambio,muchosdemiscompañerosseacordarán con frecuencia deque sus padres están trabajando sobre unpuentealtísimo,ocercade las ruedasdeunamáquina,yqueungesto,unpasoenfalsopuedecostarleslavida.Soncomoloshijosdemilitaresquetienenasuspadresenlaguerra.ElAlbañilitonodejabademirarconmayoransiedadyestremecimientocadavez;mipadresediocuentayledijo:
—Veteacasa,muchacho,veteenseguidacontupadre,loencontrarássanoyenpaz;vetetranquilo.El hijo del albañil se marchó, volviéndose a mirar hacia atrás a cada
momento. Mientras tanto, la gente comenzó otra vez a moverse, y lamujergritabaconuntonoquepartíaelalma:—¡Estámuerto!¡Estámuerto!—No,no,noestámuerto—ledecíantodos.Peroellanohacíacasoysemesaba loscabellos.Enaquelmomento
oigoamiladounavozairadaquedice:—¡Te ríes!—y al mismo tiempo vi a un hombre barbudo que miraba
caraacaraaFranti,elcualseguíaaúnsonriendo.Entonces,elhombre,deunmanotazo,leechóelgorroalsuelo,diciendo:—¡Descúbrete,grosero,cuandopasaunobreroherido!Lamultitud había pasado ya, y enmedio de la calle se veía un largo
reguerodesangre.
Elpresidiario
Viernes,17.
Ciertamentehasidoesta lacoincidenciamásextrañade todoelaño.MipadremellevóayerporlamañanaalosalrededoresdeMoncalieri,averunaquintaquequeríaarrendarparaelveranoqueviene,porqueesteañoya no iremos a Chieri, y resultó que el encargado de las llaves era unmaestro que trabaja comoadministrador parael dueñode la finca.Nosenseñó la casa, y luego nos llevó a su habitación, donde nos dio debeber. Había sobre la mesita, entre los vasos, un tintero de madera,cónico,esculpidodeunamanerasingular.Viendoquemipadrelomiraba,ledijoelmaestro:—Esetinteromeesmuyquerido;¡sisupieseustedsuhistoria!Ynoslacontó.Variosañosatrás fuemaestroenTurín,ydurante todoun inviernodio
clases a los presos. Enseñaba en la iglesia de la cárcel, un edificioredondo, en cuyos muros altos y desnudos hay en todo su alrededormuchas ventani tas cuadradas, cerradas por dos barrotes de hierrocruzados, a cada uno de los cuales corresponde por dentro una celdadiminuta.Éldabalalecciónpaseandoporlaiglesia,fríayoscura,ysusdiscípulos se asomaban a los agujeros, con los cuadernos apoyadossobre los hierros, sin que se viera más que sus caras entre sombras,unascarasescuálidasysombrías, susbarbasenmarañadasygrises, ysus ojos, de homicidas y ladrones, inmóviles. Había uno entre ellos, elnúmero78,queprestabamásatenciónquelosdemás,estudiabamuchoymiraba almaestro con unos ojos llenos de respeto y gratitud. Era unjovendebarbanegra,másdesgraciadoquecriminal,unebanista,queundía, en un ímpetu de cólera, había golpeado a su amo con el cepillo,porquedesdehacíaalgúntiempoloestabapersiguiendo;lohabíaheridomortalmenteenlacabeza,yporesohabíasidocondenadoavariosañosdecárcel.Entresmeseshabíaaprendidoaleeryescribir,ysepasabaeltiempoleyendo;cuantomásaprendía,parecíaquesehacíatantomejor,ysemostrabaarrepentidodesudelito.Undía,al terminar laclase,hizounaseñaalmaestroparaqueseacercasea laventanilla,y lecomunicócon tristeza que a lamañana siguiente saldría de Turín para cumplir su
condena en las cárceles de Venecia; y al despedirse le pidió con vozhumilde y conmovidaque lepermitiese tocar sumano.Elmaestro se laofrecióyelpresoselabesó.Luegodijo:«¡Gracias!¡Gracias!»,ysefue.Elmaestroretirólamano;estabacubiertadelágrimas.—Desdeentoncesno volví a verlo.Pasaron seisaños. Loquemenos
pensaba yo era en aquel desgraciado —dijo el maestro—, cuandoanteayerporlamañanaveoquellegaamicasaundesconocido,conunabarbanegra,unpocoentrecanaymalamentevestido,quemedice:«¿Esustedelmaestro?...»,dijominombre.«¿Quién es usted?», le pregunté yo. «Soy el preso número setenta y
ocho», me respondió. «Usted me enseñó a leer y a escribir hace seisaños;siseacuerda,eldíadelaúltimalecciónmedioustedlamano;hecumplido ya mi condena y he venido..., a pedirle que haga el favor deaceptarunrecuerdomío,unacositadenadaquehehechoen lacárcel.¿Quiere usted aceptarlo como recuerdo mío, señor maestro?». Yo mequedé estupefacto, sin poder articular una palabra. Él pensó que noqueríaaceptarlo,ymemirócomodiciendo:«¿Esquenosonsuficientesseisañosdesufrimientosparapurificarmismanos?»,peromemiróconunaexpresióntanvivadedolor,quealmomentoalarguélamanoycogíelobjeto.Yaquíestá.Miramosatentamenteeltintero;parecíahechoconlapuntadeunclavo,
con infinitapaciencia.Encimateníaesculpidaunaplumatransversalauncuaderno, y alrededor estaba escrito: «A mi maestro. Recuerdo delnúmero78.¡Seisaños!».Ydebajo,enpequeños;caracteres:«Estudioyesperanza».Elmaestronodijomás;nosotrosnosfuimos.Durantetodoeltrayecto de Moncalieri a Turín no pude borrar de mi recuerdo aquelprisionero asomado al ventanillo, su adiós al maestro, el pobre tinterohechoenlacárcel,quedecíatantascosas,yporlanochesoñéconello,yhastaestamañanapensabaenello...¡Bienajenoalasorpresaquemeesperaba esta mañana en la escuela! Apenas me senté en mi nuevobanco,alladodeDerossiyescribíelproblemadearitméticadelexamenmensual,contéamicompañerotodalahistoriadelprisionero,deltinteroy de cómo había sido hecho el tintero con la pluma transversal alcuaderno y la inscripción alrededor: «¡Seis años!». Al oír mis palabras,Derossisesobresaltóycomenzóamiraroraamí,oraaCrosi,elhijodelaverdulera,queestabaenelbancodedelante,deespaldasanosotros,absortoporcompletoensuproblema.
—¡Calla!—dijodespués,envozbaja,cogiéndomeporelbrazo—.Crosimedijoanteayerquehabíavisto,depasadauntinterodemaderaquesupadre,quehavueltodeAmérica,teníaensusmanos;untinterodeformacónica,hechoamano,conuncuadernoyunapluma.Esese.¡Seisaños!Él decía que su padre estaba en América, y, en cambio, estaba en lacárcel.Crosierapequeñocuandosecometióeldelito;noseacuerdadenada;sumadre loengañó,yélno losabe; ¡quenose teescapeniunapalabradeesto!Yome quedé sin habla, con los ojos fijos enCrosi. EntoncesDerossi
resolvióel problemay,pordebajodel banco, se lopasóaCrosi; lediouna hoja de papel, le quitó de las manos «El enfermero del taita», elcuentomensual,queelmaestro lehabíadadoparaquelocopiara,parahacérseloél:leregalóplumillas,lediounaspalmadasenlaespalda,ymehizo prometer pormi honor que jamásdiría nadaa nadie.Al salir de laescuela,medijoatodaprisa:—Ayervinosupadreabuscarlo,estarátambiénhoy;hazloqueyo.Salimosa lacalle;elpadredeCrosiestabaallí,unpocoaunlado;un
hombredebarbanegra,yaunpocoentrecana,vestidodemalamanera,descolorido de cara y pensativo. Derossi estrechó la mano a Crosi demodoquelovieran,yledijoenvozalta:—Hastalavista,Crosi—ylehizounacaricia,yohicelomismo;peroal
hacerlo,Derossisepusorojocomolagrana,ylomismoyo.ElpadredeCrosinosmiróatentamente,conunamirada llenadebenevolencia,peroen la que se traslucía una expresión de inquietud y sospecha, que noshelóelcorazón.
Elenfermerodeltaita(Cuentomensual)
En la mañana de un día lluvioso de marzo, un muchacho vestido decampesino,caladodeaguayllenodebarro,sepresentabaalporterodelHospital de los Peregrinos, de Nápoles, y preguntaba por su padre,enseñandounacarta.Teníaunahermosacaraovaladadecolormorenopálido, los ojos pensativos y unos labios gruesos entreabiertos quedejaban ver unos dientes blanquísimos. Venía de una aldea de losalrededores de Nápoles. Su padre, que había salido de casa el añoanterior, para ir a buscar trabajo a Francia, había vuelto a Italia.Desembarcó pocos días antes en Nápoles, donde había enfermadorepentinamente. Apenas había tenido tiempo de poner unas letras a lafamilia, para anunciarles su llegada y decirles que ingresaba en elhospital. Su mujer, desolada por la noticia, no podía moverse de casaporque tenía una niña enferma y un hijo pequeñito, había enviado aNápolesalhijomayorparaquecuidaradesupadre,sutaita,comoallísedice.Elmuchachohabíarecorridodiezmillas.El portero, después de echar una ojeada a la carta, llamó a un
enfermeroyledijoquellevaraalmuchachoadondeestabasupadre.—¿Quépadre?—preguntóelenfermero.El muchacho, temblando por miedo a recibir una mala noticia, dijo el
nombre.Elenfermeronoseacordabadeaquelnombre.—¿Unviejotrabajadorquehavenidodefuera?—preguntó.—Obrero,sí—respondióelmuchacho,cadavezmás inquieto—;pero
viejo,nomucho.Sí,havenidodefuera.—¿Cuándohaentradoenelhospital?—preguntóelenfermero.Elmuchachoechóunvistazoalacarta.—Hacecincodías,meparece.Elenfermerosequedópensandounpoco;luego,comoacordándosede
repente:—¡Ah!—dijo—,enlasalacuarta,lacamadelfondo.—¿Estámuy enfermo?¿Cómo se encuentra?—preguntó ansiosamente
elmuchacho.Elenfermerolomirósinresponder.Luegodijo:—Venconmigo.Subieron dos tramos de escalera, fueron hasta el fondo de un ancho
corredoryseencontraronfrentealapuertaabiertadeunasalagrande,dondehabíadoslargasfilasdecamas.—Ven—repitióelenfermero,entrando.El muchacho se armó de valor y lo siguió, mirando a derecha e
izquierda, lleno de temor, la cara blanca y consumida de los enfermos,algunos de los cuales tenían los ojos cerrados y parecían muertos, yotros miraban al espacio fijamente y con los ojos desorbitados, comoaterrados; algunos gemían como niños. El salón estaba oscuro, el aireimpregnadodeunolorpenetranteamedicamentos.Doshermanasde lacaridadibandeunladoaotrollevandounosfrascos.Alllegaralfondodelsalón,elenfermeroseparóalacabeceradeuna
cama,corriólacortinaydijo:—Ahítienesatupadre.Elmuchachorompióa llorar,dejócaerelenvoltorioquellevaba,apoyó
su cabeza sobre el hombro del enfermo, cogiéndole con una mano elbrazo que tenía extendido e inmóvil sobre la colcha. El enfermo no semovió.Elmuchachose levantóymiróasupadre,ydenuevorompióa llorar.
Entonces, el enfermo le dirigió una largamirada y pareció reconocerlo.Perosuslabiosnosemovían.¡Pobretaita,quécambiadoestaba!Suhijonolohubierareconocido.Suscabellossehabíanvueltoblancos,lehabíacrecido la barba, su cara estaba hinchada, de un color rojo vivo, la pieltersa y reluciente, los ojos empequeñecidos, los labios gruesos, toda lafisonomía alterada; no tenía naturalmás que la frente y el arco de lascejas.Respirabaafanosamente.—Taita,padremío—dijoelmuchacho—.Soyyo,¿nome reconoces?
SoyCecilio,tuCecilio,quehevenidodecasa,enviadopormamá.Míramebien,¿nomereconoces?Dimeunapalabrasiquiera.Pero el enfermo, después demirarlo fijamente, cerró los ojos.—¡Taita,taita!¿Quétienes?Soytuhijo,tuCecilio.Elenfermonosemovióya,ysiguiórespirandoconansiedad.Entonces,llorando,elmuchachocogióunasilla,sesentóypermaneció
esperando sin separar los ojos de la cara de su padre. «Seguramente
pasaráalgúnmédicoahacerlavisita—pensaba—,ymediráalgo».Ydenuevo se sumergió en sus tristes pensamientos, recordando tantosdetallesdesupadrequerido,eldíadelapartida,cuandoledioelúltimoadiós en el barco, las esperanzas que la familia había puesto en aquelviaje,ladesolacióndesumadrealrecibirlacarta;ypensótambiénenlamuerte,vioasupadremuerto,asumadrevestidadeluto,ya lafamiliaen la miseria. Llevaba así mucho tiempo, cuando una mano le tocósuavementeenelhombro;sevolvió;eraunamonja.—¿Quéesloquetienemipadre?—lepreguntóenseguida.—¿Estupadre?—dijodulcementelahermana.—Sí,esmipadre;acabodellegar,¿quélepasa?—¡Ánimo,muchacho!—contestólahermana.Ysealejósindecirmás.Mediahoradespuésoyóeltoquedeunacampanilla,yvioentrarporel
fondode la sala almédico, acompañadodeunpracticante; los seguíanuna hermana y un enfermero.Comenzaron la visita, parándose en cadacama.Aquellaesperaselehacíaalmuchachoeterna,yacadapasoquedaba el médico, aumentaba su inquietud. Por fin llegó a la cama de allado.Elmédico era un viejo alto y encorvado, de aspecto grave. Antesque se separara de la cama vecina, el muchacho se puso de pie, ycuandoseleacercó,seechóallorar.Elmédicolomiró.—Esel hijo del enfermo—dijo la hermana—;ha llegadoestamañana
desupueblo.El médico le puso una mano en el hombro, luego se inclinó sobre el
enfermo,letomóelpulso, letocólafrenteehizoalgunaspreguntasalahermana,lacualrespondió:—Nadanuevo.Sequedóunpocopensativo,yluegoañadió:—Sigancomoantes.Entonces,elmuchachocobróánimosypreguntócasillorando:—¿Quéesloquetienemipadre?—Ánimo,hijo—respondióelmédico,volviendoaponerlelamanosobre
el hombro—. Tiene una erisipela facial. Es grave, pero todavía hayesperanzas.Cuídalo.Tupresenciapuedeserlebeneficiosa.—¡Peronomereconoce!—exclamóelmuchacho,desolado.—Quizá...mañanatereconozca.Esperémosloasí;tenánimo.
Elmuchachohubieradeseadopreguntarmáscosas,peronoseatrevió.Elmédicosiguióadelante.Yentoncesélcomenzósuvidadeenfermero.Nopudiendohacerotracosa,arreglabalaropadelacamaalenfermo,letocaba de vez en cuando la mano, le espantaba los mosquitos, seinclinabasobreélcadavezquegemía,ycuandolahermanalellevabadebeber, le cogía de la mano el vaso y la cucharilla, para dárselo él. Elenfermo lo miraba alguna que otra vez; pero no daba señal dereconocerlo.Solamentequesumiradasedeteníacadavezmás tiemposobre él, especialmente cuando se llevaba el pañuelo a los ojos. Y asípasóelprimerdía.Porlanoche,elmuchachodurmiósobredossillasenunángulodelasala,yporlamañanavolvióasupiadosaocupación.Aqueldíaparecióquelosojosdelenfermomanifestabanalgodeconocimiento.Aloír lavozcariñosadelniñoparecíacomosiunavagaexpresióndegratitudbrillaseporunmomentoensuspupilas,yunavezmovióunpocoloslabios,comosiquisiesedeciralguna cosa.Después de cada rato de sopor, al abrir los ojos, parecíacomosibuscaseasupequeñoenfermero.Elmédicovolvióavisitarlodosveces y notó un poco de mejoría. Al caer la tarde, el muchacho, alacercarleelvasoaloslabios,creyóadvertirqueporsushinchadoslabiosse deslizaba una tenue sonrisa. Entonces comenzó a reanimarse y aconcebiralgunaesperanza.Ycon laesperanzadeque locomprendiera,almenosconfusamente,lehablabadetenidamente,d e l a m am á , d e l a s h e r m a n i tas, de volver a casa, y loexhortaba con palabras llenas de cariño y entusiasmo a que cobraseánimos.Yaunqueconfrecuenciadudabadesilecomprendía,sinembargo,lehablaba,porqueleparecíaque,aunquenolocomprendiera,elenfermoescucha-ba su voz con cierto placer y aquel singular acento de afecto y detristeza.Deestamanerapasóelsegundodía,yeltercero,yelcuarto,enunaalternativadelevesmejoríasyderepentinasrecaídas.Elmuchachoestabatanabsortoenlaocupacióndecuidarasupadre,queapenaspellizcabadosvecesaldíaunpocodepanyquesoquelellevabalahermana,yapenasseenterabadeloquepasabaasualrededor:losmoribundos,lasprisasrepentinasdelashermanasdurantelanoche,elllantoylasdemostracionesdedolordelosvisitantesquesalían
sin esperanza; todas aquellas escenas dolorosas y lú-gubres de la vidade un hospital, que en cualquier otra ocasión lo habrían aturdido yhorrorizado. Pasaban las horas, los días, y él seguía allí con su taita,atento, ansioso, anhelante a cada suspiro, a cadamirada suya, en unacontinuaagitaciónentreunaesperanzaqueleensanchabaelalmayundesalientoquelehelabaelcorazón.Elquintodía,repentinamente,elenfermoseagravó.Elmédico,cuandolepreguntaron,moviólacabeza,comoqueriendo
decirquetodoestabaconcluido,yelmuchachosedejócaersobrelasillayestallóensollozos.Unacosa,sinembargo,loconsolaba.Aunqueempeoraba,aélleparecíaqueelenfermoibaadquiriendopocoapocoalgodeconoci-miento.Cadavezmirabaalmuchachomásfijamenteyconunaexpresióndemayordulzura,noqueríaqueledieraotrolabebidaolasmedicinas,yconmayorfrecuenciahacíaaquelmovimientoforzadodeloslabios,comosiquisierapronunciaralgunapalabra;yaveceslohacíadeunamaneratanclara,queelniñoleapretabaelbrazoconviolencia,animadoporunarepentinaesperanza,yledecíaconacentocasidealegría:—¡Ánimo, ánimo, taita, te curarás; volveremos a casa con mamá; un
pocomásdevalor!Eran las cuatro de la tarde, y precisamente entonces elmuchacho se
había entregadoa uno de aquellos ímpetus de ternura y de esperanza,cuandoalotro ladode lapuertamáspróximaa la salaoyóun ruidodepasos,yluegounavozfuerte,dospalabrasnadamás:—¡Hastalavista,hermana!Se puso en pie de un salto, con un grito ahogado en la garganta. Al
mismo tiempo entró en la sala un hombre, con un gran envoltorio en lamano,seguidodeunahermana.Elmuchacholanzóungritoagudoysequedócomoclavadoensusitio.
Elhombresevolvió,lomiróunmomento,lanzótambiénélungrito:—¡Cecilio!—yseprecipitóhaciaél.Elmuchacho cayó en brazos de su padre, ahogado de emoción. Las
hermanas,losenfermeros,elpracticante,acudieronllenosdeestupor.Elmuchachonopodíarecobrarlavoz.—¡Oh, Cecilio mío! —exclamó el padre, después de haber mirado
atentamentealenfermo,besandorepetidasvecesalniño—.¡Cecilio,hijomío!,¿quéesesto?¡Tehanllevadoalacamadeotro!¡Yyoqueestaba
desesperado de no verte, después de escribirme tu madre: «Te lo heenviado!». ¡Pobre Cecilio mío! ¿Cuántos días hace que estás aquí?¿Cómohasucedidoestaconfusión?Yohe tenidosuerte. ¡Meencuentrobien! ¿Y Conchita? Y el pequeñín, ¿cómo está? Salgo del hospital;vamonos.¡Oh,señor!¡Quiénlohubieradicho!Elmuchachoapenaspudobalbucearalgunaspalabrasparadarnoticias
delafamilia.—¡Oh,quécontento!—exclamó—,¡quécontentoestoy! ¡Quédías tan
horribleshepasado!—ynoterminabadebesarasupadre.Peronosemovía.—Vamos, pues—le dijo el padre—. Todavía podremos llegar a casa
estatarde—yloatrajohaciasí.Elmuchachosevolvióamirarasuenfermo.—Pero,¿vienesonovienes?—lepreguntóelpadre,sorprendido.Elmuchachomiródenuevoalenfermo,elcualenaquelmomentoabrió
losojosylomirófijamente.Entoncessaliódesualmauntorrentedepalabras.—No,taita,espera,mira...,nopuedo.Esepobreviejo.Hacecincodías
que estoy aquí. Siempreme estámirando.Creí que eras tú. Lo queríamucho.Memira,yoledoydebeber,quierequeestéasulado,ahoraseencuentramuymal, ten paciencia, no tengo valor, no sé,me damuchapena,mañana iréacasa.Déjameestaraquíunpocomás,noestábienquelodeje,fíjatecómomemira,noséquiénes,peromequiere;moriríasolo;déjameestaraquí,queridotaita.—¡Bravo,chiquitín!—exclamóelpracticante.El padre se quedó perplejo, mirando al muchacho; luego miró al
enfermo.—¿Quiénes?—preguntó.—Un campesino como usted —respondió el practicante—, que ha
venidode fuera,yentróenelhospitalelmismodíaqueentróusted.Lotrajeronsinsentidoynopudodecirnada,quizátenga,lejos,unafamiliayunoshijos.Creeráqueesteesdeél.Elenfermonodejabademiraralmuchacho.ElpadredijoaCecilio:—Quédate.—Notendráquequedarsepormuchotiempo—murmuróelpracticante.—Quédate—repitió su padre—. Tienes un gran corazón. Yo me voy
enseguidaacasaparaquetumadrenoestépreocupada.Tomadoslirasparaloquenecesites.Adiós,hijomío.Hastalavista.Loabrazó,sequedómirándolo fijamente, volvióabesarloen la frenteysefue.El muchacho volvió al lado del enfermo, que pareció tranquilizarse. Y
Ceciliocomenzóotravezahacersuvida,sinllorarya,peroconlamismasolicitud,conlamismapacienciadeantes:ledabadebeber,learreglabala ropa, le acariciaba la mano y le hablaba dulcemente para infundirleánimo. Lo asistió todo aquel día y toda la noche, y siguió a su ladotambiénaldíasiguiente.Peroelenfermoseagravabacadavezmás;sucara se amorataba, su respiración se hacía más ronca, aumentaba suagitación, escapaban de su boca gritos inarticulados, la hinchazón sehacíamonstruosa.En lavisitade la tardeelmédicodijoquenopasaríadeaquellanoche.YentoncesCecilioredoblósuscuidadosynoloperdiódevistaniunminuto.Elenfermolomiraba,lomiraba,yseguíamoviendolos labios de vez en cuando con gran esfuerzo, como si quisiera deciralgo, y una expresión inefable de dulzura se asomaba de cuando encuando a sus ojos, que cada vez se hacían más pequeños y se ibancerrando.Yaquellanocheelmuchachosequedóvelándolohastaquevioblanquear en la ventana la primera luz del día, y apareció la hermana.Esta se acercó al lecho, echó una ojeada al enfermo y se fue apre-suradamente.A lospocosmomentosvolvióconelmédicoayudanteyunenfermero,quellevabaunalinterna.—Estáenlasúltimas—dijoelmédico.Elmuchachoapretó lamanodel enfermo.Este abrió los ojos, lomiró
fijamenteyvolvióacerrarlos.Enaquelmomentoleparecióalmuchachoqueleapretabalamano.—¡Mehaestrechadolamano!—exclamó.Elmédicopermanecióunmomentoinclinadosobreelenfermo,luegose
alzó.Lahermanadescolgóuncrucifijodelapared.—¡Hamuerto!—gritóelmuchacho.—Vete,hijomío—dijoelmédico—.Haterminadotusantaobra.Vete,y
quetengassuerte,quetelamereces.Diosteprotegerá.¡Adiós!Lahermana,quesehabíaalejadounmomento,volvióconunpequeño
ramodevioletas,quecogiódelvasodeunaventana,yse lasofrecióalmuchacho,diciendo:—No tengo otra cosa que darte. Acepta esto como recuerdo del
hospital.—Gracias—respondióelmuchacho,cogiendoelramitoconunamanoy
enjugándoselosojosconlaotra—;¡perotengoquerecorrertantocaminoapie...;loestropearía—ydesatandoelramo,esparciólasvioletassobreel lecho, diciendo—: Las dejo como recuerdo a mi querido muerto.Gracias,hermana.Gracias,señordoctor—yvolviéndosehaciaelmuerto—:Adiós...,—ymientrasbuscabacómollamarlo, lesubiódelcorazónalabocaeldulce,nombrequelehabíadadodurantecincodías—:¡Adiós,pobretaita!Dicho esto, cogió bajo el brazo su envoltorio de ropa, y lentamente,
agotadodecansancio,sefue.Comenzabaadespuntarelalba.
Eltaller
Sábado,18.
Precossi vinoayer, por la tardea recordarmeque tenía que ir a ver sutaller,queestáalfinaldelacalle,yestamañana,alsalirconmipadre,lepedíqueme llevaraallíunmomento.Cuandonosacercábamosal taller,salía corriendo de él Garoffi, con un paquete en la mano, y haciendoondearsucapa,queencubríalamercancía.¡Ahorayasédóndecogelaslimaduras de hierro, que luego vende por periódicos viejos, el traficanteGaroffi! Al asomarnos a la puerta vimos a Precossi, sentado en unmontónde ladrillos, queestabaestudiando la lección conel libro en lasrodillas.Se levantóalmomentoynoshizopasar.Erauncuartogrande,llenodepolvodecarbón,conlasparedesrepletasdemartillos,tenazas,barras y hierros de todas clases. En un rincón ardía el fuego de unafragua,atizadaporunfuellequemanejabaunmuchacho.Precossipadreestabajuntoalyunqueyunoficialteníaunabarradehierroenelfuego.—¡Ah!¡Aquíestá!—dijoelherrero,apenasnosvio,quitándoselagorra
—. ¡Elbravomuchachoque regala ferrocarriles!¿Havenidoavercómotrabajamos?Almomentoquedarácomplacido—ysonreíaaldeciresto.Noteníayalacaratorva,nilosojosatravesadosdeotrasveces.El
aprendizlepresentóunalargabarradehierroenrojecidaporunextremo,yelherrerolaapoyósobreelyunque.Ibaahacerunadeesasbarrasconvolutasqueseusanenlosantepechosdelosbalcones.Levantóunmartillomuygrandeycomenzóadargolpes,empujandolaparteenrojecidaorahaciaunlado,orahaciaotro,entreunextremoyelmediodelyunque,dándolevueltasenvariossentidos.Resultabamaravillosovercómobajolosrápidosyprecisosgolpesdelmartilloelhierrosedoblegaba,setorcía,ypocoapocoibatomandolaformagraciosadelahojarizadadeunaflor,comosifueraunabarradepastamodeladaconlamano.Ymientrastanto,suhijonosmirabaorgulloso,comodiciendo:—¡Vedcómotrabajamipadre!—¿Has visto cómosehace, jovencito?—mepreguntó el herrero, una
vez que hubo terminado, poniéndome delante la barra, que parecía elbáculodeunobispo.Luegolapusoaunladoymetióotraenelfuego.—Verdaderamente,estábienhecha—ledijomipadre;yañadió—:Por
lovisto...,setrabaja,¿eh?¡Lehanvueltolasganas!—¡Si, me han vuelto! —contestó el obrero limpiándose el sudor y
enrojeciendounpoco—.¿Ysabequiénhahechoquemevuelvan?—Peromi padre fingió que no comprendía—. Ese buen muchacho —dijo elherrero,señalandoconeldedoasuhijo—;esebuenhijo,queestudiabaymirabaporlahonradesupadre,mientrassupadre...,andabadejolgorioy lo trataba como a una bestia. ¡Cuando he visto su medalla...! ¡Ah,chiquitínmío,altocomouncañamón,venacá,quetemirebienesacara!El muchacho vino corriendo, el herrero lo cogió, lo puso encima del
yunque,sosteniéndoloporlosbrazos,yledijo:—Limpiaunpocoelfrontispiciodeesteanimalóndetupadre.Entonces Precossi cubrió de besos la cara ennegrecida de su padre,
hastaqueélsequedótambiéncompletamentenegro.—Asíestábien—dijoelherrero,yvolvióaponerloenelsuelo.—Ciertamente,asíestábien,Precossi—exclamómipadre,contento.Y después de despedirnos del herrero y de su hijo, salimos. Al salir,
Precossimedijo:—Dispénsame—ymemetióenelbolsillounpaquetedeclavos.Yo lo
invitéaverelcarnavaldesdemicasa.—Tú lehasregaladotu tren—medijomipadreporelcamino—;pero
aunquehubieraestadollenodeoroydeperlas,aúnhubierasidopequeñoregalo para aquel santo hijo que ha vuelto a la vida el corazón de supadre.
Elpayasito
Lunes,20.
Toda la ciudad parece un hervidero a causa del carnaval, próximo ya aterminar. En todas las plazas se levantan barracas de saltimbanquis yjustas; bajo nuestra ventana hay un circo de tela, donde trabaja unapequeñacompañíaveneciana,concincocaballos.Elcircoestáenmediodelaplaza,yenunángulohaytrescarretasgrandesdondelostitiriterosduermen y se disfrazan; tres casetas con ruedas, con sus pequeñasventanas y su chimenea, que siem-pre está echandohumo; y entre unaventanilla y otra hay tendidas ropas de niños. Hay unamujer que da elpechoaunrorro,hace lacomidaybailaen lacuerda.¡Pobregente!Selosllama«saltimbanquis»comosifueraunainjuria;sinembargo,segananelsustentohonestamente,divirtiendoatodos.¡Ycómotrabajan!Sepasaneldíacorriendoentreelcircoy loscoches,encamiseta.¡Conelfríoquehace!Comendosbocados,deprisaycorriendo,depie,entredosrepresentaciones;y,aveces,cuandoelcirco ya está lleno de gente, se levanta un viento que rasga las telas yapagalasluces,y,¡adiósrepresentación!Tienenquedevolvereldinero,ya trabajar toda la tarde para volver a levantar la barraca. De los dosmuchachos que trabajan, mi padre reconoció al más pequeño cuandoatravesábamoslaplaza:eshijodeldueño,elmismoaquienvimoselañopasadohacerlosjuegosacaballoenuncircodelaPlazaVíctorManuel.Ha crecido; tendrá unos ocho años; es un hermosomuchacho, con unacarita redondaymorenadepillo, yconmuchos rizosnegrosquese lesescapanfueradelsombrerocónico.Vavestidodepayaso,metidodentrodeunaespeciedesacograndeconmanga,decolorblancobordadodenegro,yconunoszapatosdetela.Esundiablillo.Legustaatodos.Hacedetodo.Por lamañanatempranolovemosenvueltoenunchal, llevandolalecheasucasuchademadera,luegovaporloscaballosalacuadradela calle Bertola; tiene en brazos al niño de pecho; transporta aros,caballetes,barras,cuerdas;limpialoscarros,enciendeelfuego,yenlosmomentos de descanso está siempre pegado a sumadre.Mi padre loestámirandodesdelaventana,ynohacemásquehablardeélydelos
suyos,que tienenaspectodeserbuenagenteydequerermuchoasushijos. Una tarde fuimos al circo; hacía frío; casi no había nadie; sinembargo,elpayasitonoparabaunmomento,afindetenercontentaalaescasa asistencia; daba saltos mortales, se agarraba a la cola de loscaballos,andabacon laspiernasenaltoélsolo,ynoparabadecantar,siempresonriente,consubonitacaramorena;ysupadre,quellevabaunvestidorojoypantalonesblancos,conbotasaltasy la fustaen lamano,lomiraba, pero estaba triste.Mi padre sintió compasión de él, y al díasiguienteselodijoalpintorDelis,quevinoavernos.¡Esapobregentesemata de trabajar y no ganan nada! Aquelmuchacho le gustabamucho,¿quésepodríahacerporellos?Elpintortuvounaidea:—EscribeunbuenartículoenelDiario—ledijo—,túquesabesescribir,
túcuentaslosmilagrosdelpequeñopayasoyyopintosuretrato;elDiariololeentodosy,almenosporunavez,asistirálagente.Yasílohicieron.Mipadreescribióunartículohermosoyllenodegracia,enelquecontabatodoloquenosotrosveíamosdesdelaventana,yencendíaendeseosdecono-cer y acariciar al pequeño artista, y el pintor trazó un retrato muyparecidoygracioso,quefuepublicadoelsábadoporlatarde.Elresultadofuequeenlarepresentacióndeldomingoasistióalcircounagranmuchedumbre.Es-tabaanunciado:«Representaciónabeneficiodelpayasito»;delpayasito,como se le llamaba en el Diario. Mi padre me llevó a los primerospuestos;alaentradahabíanfijadoelperiódico.Elcircoestabarepletodegente; muchos espectadores tenían el Diario en la mano y se loenseñaban al payasito, que se reía y corría de un lado a otro, loco decontento. ¡Y cómo no! Jamás periódico alguno le había concedido talhonor,ylacajadeldinerosehabíallenado.Mipadresesentóamilado.Entre los espectadores encontramos personas conocidas, junto a laentrada de los caballos, de pie, estaba elmaestro de gimnasia, el quesirvió con Garibaldi, enfrente de nosotros, en los segundos puestos; elAlbañilito,consucaritaredonda,sentadoalladodelgigantedesupadreyqueapenasmeviomehizoelhocicode liebre.UnpocomásalláviaGaroffi,quecontabalosespectadores,calculandoconlosdedos,cuántopodríahaber ingresadolacompañía.TambiénestabaenlassillasdelosprimerospuestoselpobreRoberto,elquesalvódelautobúsalniño;consusmuletassobre las rodillas,al ladodesupadre,capitándeartillería,
que tenía apoyada una mano sobre su hombro. La representacióncomenzó.Elpayasitohizomaravillassobreelcaballo,eneltrapecioyenlacuerda,ycadavezquedescendíaloaplaudíanymuchosletirabandelos rizos. Luego hicieron ejercicios otros artistas: funámbulos,escamoteadores y caballistas, vestidos de harapos y relumbrantes deplata. Pero cuando no estaba el muchacho parecía que la gente secansaba.Deprontovialmaestrodegimnasia,depiealaentradadeloscaballos, que habló al oído del dueño del circo, y este al momentorecorrió con su mirada la concurrencia, como si buscase a alguno. Sumiradaseparóennosotros.Mipadresediocuenta;comprendióqueelmaestrohabíadichoqueéleraelautordelartículo,yparaquenofueraadarlelasgracias,sefue,diciéndome:—Quédate,Enrico,teesperofuera.Elpayasito,despuésdehabercruzadoalgunaspalabrasconsupadre,
hizootroejercicio:depiesobreelcaballo,queibaalgalope,sedisfrazócuatro veces: de peregrino, de marinero, de soldado y de acróbata, ycada vez que pasaba a mi lado, me miraba. Luego, cuando bajó,comenzóadarlavueltaalcircoconelsombrerodepayasoenlamano,ytodos le echaban dinero y dulces. Yo tenía preparadas dos monedas,pero cuando estuvo enfrente amí, en vez de presentar el sombrero, loechó hacia atrás,memiró y pasó adelante.Me sentímortificado. ¿Porquémehabíahechoaqueldesaire?Terminó la representación,eldueñodiolasgraciasalpúblico,ytodalagenteselevantóyseamontonóenlasalida.Yoestabamezcladoentrelagente,eibaasalir,cuandosentíquemetocabanenlamano.Mevolví;eraelpayasito,consugraciosacaritamorena y sus rizos negros, queme sonreía; tenía lasmanos llenas dedulces.Entoncescomprendí.—¿Querríasaceptarestosdulcesdelpayasito...?Leindiquéquesí,ycogítresocuatro.—Entonces—dijo—,aceptatambiénunbeso.—Damedos—respondí,ylepresentélacara.Se limpiócon lamanga lacara llenadeharina, rodeómicuelloconun
brazo,yestampódosbesosenmismejillas,diciéndome:—Toma,yllevaunoatupadre.
Elúltimodíadelcarnaval
Martes,21.
¡Qué triste escena presenciamos hoy en el paseo de las máscaras!Terminó bien, pero pudo haber ocurrido una desgracia. En la Plaza deSan Carlos, toda adornada de colgaduras amarillas, encarnadas yblancas,seagolpabaunagranmultitud,cruzabanmáscarasdetodosloscolores, pasaban carros dorados llenos de banderas en forma depabellones,de teatros,debarcos, repletosdearlequines,deguerreros,decocineros,demarinerosypastorcitas;había tal confusiónquenosesabíaadóndemirar,unruidodetrompetas,decuernosydeplatillosqueatronaba los oídos; y las máscaras de los carros bebían y cantaban,apostrofandoa losque ibanapie ya losqueestabanen las ventanas,querespondíangritandoavozencuello,ysetirabanconfuerzanaranjasy dulces; y por encima de las carrozas y del gentío, hasta dondealcanzaba la vista, se veían ondear banderines, centellear cascos,tremolar penachos, agitarse cabezotas de cartón-piedra, cofiasgigantescas, tubos enormes, armas extravagantes, tamboriles, castañuelas, gorros rojos y botellas: todos parecían locos.Cuando nuestrocoche entró en la plaza, iba delante de nosotros un magnífico carro,tiradoporcuatrocaballos, congualdrapasbordadasenoro, cuajadodeguirnaldasderosasartificiales,enelcualhabíacatorceoquinceseñores,disfrazados de caballeros de la corte de Francia, resplandecientes deseda,conpelucablanca,sombrerodeplumabajoelbrazo,yelespadín,e infinidadde lazosydeencajesenelpecho; todohermosísimo.Todoscantabana lavezunacanción francesa,yechabandulcesa lagente, yesta aplaudía y gritaba. De pronto, a nuestra izquierda vimos que unhombrelevantabaporencimadelamuchedumbreaunaniñadecincooseisaños,quellorabadesesperadamentelapobre-cita,agitando losbrazos,comopresadeunataque.Elhombreseabriópasohaciaelcarrodelosseñores;unodeellosseinclinó,yelhombrelegritó:—Cojaaestaniña;haperdidoasumadreentrelamultitud;téngalaen
brazos;lamadrenodebedeestarlejos,ylaverá;nohayotrasolución.
Elseñortomóenbrazosalaniña;losdemásdejarondecantar;laniñagritaba y se revolvía; el señor se quitó la máscara; el carro continuóandando lentamente. Mientras, según nos contaron luego, en el otroextremo de la plaza, una pobre mujer, medio enloquecida, rompía porentrelamultitudacodazosyempujones,gritando:—¡María! ¡María! ¡He perdido a mi hija! ¡Me la han robado! ¡Han
ahogadoaminiña!Hacía un cuarto de hora que desvariaba, presa de la desesperación,
yendo de un lado para otro, oprimida por la gente, que apenas podíaabrirle paso. El señor del carro, entretanto, tenía a la niña abrazadacontraloslazosylosencajesdelpecho,paseandosumiradaportodalaplaza,eintentabatran-quilizaralapobrecriatura,quecubríasucaraconlasmanos,sinsaberdóndesehallaba,sollozandodetalmodoquepartíael alma. El señor estaba conmovido; se veía que aquellos gritos lellegaban al alma; todos ofrecían a la niña naranjas y dulces; pero ellatodolorechazaba,gritandocadavezmásamedrentadayconvulsa.—¡Buscadalamadre!—gritabaelseñoralagente—,¡buscadala
madre!Todossevolvíanamiraraunladoyaotro;perolamadrenoaparecía.
PorfinapocospasosdelacalleRoma,sevioqueunamujerselanzabahaciaelcarro...jamáslaolvidaré.Noparecíaunafigurahumana;llevabaelcabellosuelto, lacaradesfigurada,losvestidosdesgarrados;selanzóhaciadelantedejandoescaparungritoquenosesabíasieradealegría,deangustiaoderabia,yextendiósusmanoscomosifuerandosgarrasparacogerasuhija.Elcarroseparó.—Aquílatiene—dijoelseñor,presentándosela,despuésdebesarla.Y lapusoenbrazosdesumadre,que laestrechócontrasusenocon
ardor... Pero una de sus manecitas se quedó unos segundos entre lasmanosdelseñor,elcual,quitándosedesumanoderechaunanillodeoroconungrandiamante,rápidamentelometióeneldedodelapequeña.—Toma—ledijo—,serátudotedeesposa.La madre permaneció como hipnotizada, la multitud prorrumpió en
aplausos, el señor se volvió a poner la máscara, sus compañeroscomenzaron de nuevo a cantar, y el carro echó otra vez a andarlentamente,enmediodeunasalvadeaplausosyvítores.
Losmuchachosciegos
Jueves,23.
Elmaestroestámuyenfermo,ynoshaenviadoensulugaraldecuarto,elquehasidomaestroenelinstitutodeciegos;elmásviejodetodos,tanblancoqueparecequetieneenlacabezaunapelucadealgodón,yhablaconuntonocomosicantaseunacanciónmelancólica;perosabemucho.Apenas entró en clase, al ver a un muchacho con un ojo vendado, seacercóalbancoylepreguntóquélepasaba.—Cuidadoconlosojos,muchacho—ledijo.Yentonces,Derossilepreguntó:—¿Esverdad,señormaestro,quehasidoustedprofesordeciegos?—Sí,durantevariosaños—respondió.YDerossi,amediavoz,ledijo:—Cuéntenosalgodeellos.Elmaestrofueasentarsealamesa.Corettidijoenvozalta:—ElinstitutodelosciegosestáenlacalleNiza.—Vosotros decís ciegos, ciegos—dijo el maestro— lo mismo que si
dijerais enfermos, o pobres, o qué sé yo. Pero, ¿entendéis bien elsignificado de esa palabra? Pensad un poco. ¡Ciegos! ¡No ver nadajamás!Nodistinguireldíadelanoche,novernielcielo,nielsol,nialospropios padres, nada de todo lo que nos rodea y se toca; ¡versesumergidoenunaoscuridadperpetua,ycomosepultadosenlasentrañasdelatierra!Hacedlaprueba;cerradunpocolosojosypensadquetenéisque permanecer siempre así. Enseguida sentiréis que se apodera devosotrosunaansiedad,unterror;osparecerátanimposibledesoportar,que os pondríais a gritar, y enloqueceríais omoriríais. Y, sin embargo,pobresmuchachos,cuandoseentraporprimeravezenelinstitutodelosciegos, durante el recreo, al oírles tocar violines y flautas por todaspartes,hablaraltoyreír,subiendoybajandolasescalerasabuenpaso,y dando vueltas experimentadamente por los corredores y por losdormitorios,noselescreeríatandesventuradoscomoenrealidadloson.Es necesario observarlos atentamente. Hay jóvenes de dieciséis o
dieciochoañosquesobrellevan lacegueraconciertodesembarazo,casiconunaespeciedeor-gullo;peroseveporlaexpresióndesdeñosafierade sus semblantes que deben de haber sufrido enormemente antes deresignarse a aceptar esa des-gracia. Hay otros, de fisonomía pálida ydulce, en los que se refleja una gran resignación, pero triste, y secomprende que en secreto, algunas veces, de-ben de llorar aún. ¡Ah,hijos míos! Pensad que algunos de ellos han perdido la vista en unosdías; otros, después de un año demartirio y demuchas intervencionesquirúrgicasterribles,yquemuchossonciegosyadenacimiento,venidosa lavidaenunanochea laque jamássucedióparaellos laaurora;quehan entrado en elmundo como en una tumba inmensa y que no sabencómoestáformadoelrostrohumano.Imaginaosloquedebendeha-bersufrido y lo que han de sufrir aún, cuando piensan confusamente en ladiferencia tremenda que existe entre ellos y los que pueden ver, y sepregun-ten a sí mismos: «¿Por que esta diferencia, si nosotros notenemos culpa alguna?». Yo, que he pasado varios años entre ellos,cuando recuerdo aquella clase, todos aquellos ojos sellados parasiempre, todas aquellas pupilas sin luz y sin vida, y luego pienso envosotros, me parece imposible que no seáis todos felices. Pensad quehayunosveintiséismilciegosenItalia.Veintiséismilpersonasquenovenla luz; ¿os dais cuenta? ¡Todounejército que tarda-ría cuatro horas endesfilarbajonuestrasventanas!Elmaestrocalló;noseoíarespirarenlaclase.Derossipreguntósiera
verdadque losciegos tienenelsentidodel tactomás finoquenosotros.Elmaestrocontestó:—Esverdad.Todoslosdemássentidosserefinanenellos
precisamenteporque,teniendoquesuplirentretodosellosaldelavista,seejercitanmuchomásquelosdelosquepuedenver.Porlamañana,eneldormitorio,algunopregunta:«¿Haysol?»,yelqueandamáslistoparavestirsesalecorriendoalpatioamoverlamanoporelaireparaversisepercibeelcalordelsol,ycorreadarlabuenanoticia:«¡Haysol!».Porlavozdeunapersonasehacenideadesuestatura;nosotrosjuzgamosacercadelmododeserdeunapersonaporlosojos,ellosporlavoz;recuerdanlaentonaciónyelacentoduranteañosenteros.Sedancuentadesienunahabitaciónhaymásdeunasolapersona,aunquenohablemásqueuna,ylasdemás permanezcan inmóviles. Por el tacto saben siunacucharaestápocolimpiaylasniñasdistinguenlalanateñidadelade
color natural. Van en parejas por la calle, reconocen casi todas lastiendas por el olor, incluso aquellas en las que nosotros no percibimosninguno,jueganalapeonza,yporelruidoquehacealgirarvanderechosacogerla,sinequivocarse, jueganalaro,alosbolos,saltanalacomba,fabrican casitas con piedras, cogen violetas como si las vieran, hacenesterasycanastillos,entrelazandopajasdevarioscoloresconrapidezyperfección. ¡De talmanera tienenejercitadoel tacto!Paraellosel tactoessuvista;yunodesusmayoresplacereseseldetocar,deapretar,deadivinarlaformadelascosaspalpándolas.Esconmovedorverloscuandolos llevanalmuseo industrial, donde les dejan tocar lo quequieran, conquéalegríaseapoderandeloscuerposgeométricos,delosmodelosdecasas, de los instrumentos; con qué ilusión palpan, frotan y dan vueltasentre susmanosa todas las cosas, para ver cómoestán hechas.Elloshablande«ver».Garoffi interrumpió al maestro para preguntarle si es verdad que los
muchachos aprenden a contar mejor que los demás. El maestrorespondió:—Síloes.Aprendenacontaryaleer.Tienenlibrosapropósito,con
caracteresenrelieve;pasanlosdedosporencima,reconocenlasletras,ydicenlaspalabras;leenexpeditamente.Yhayquevercómoseruborizanlospobrecitoscuandoseequivocan.Yescribentambiénsintinta.Escribensobreunpapelespesoyduroconunpunzóndemetalconelqueformanunaseriedepuntitoshundidosyengruposegúnunalfabetoespecial;esospuntitosaparecenenrelieveporlapartecontrariadelpapel,demodoque,dandolavueltaalahojaypasandolosdedosporaquellosrelieves,puedenleerloquehanescritoylaescrituradelosdemás;yasíhacencomposicionesyseescribencartasentreellos.Delmismomodoescribennúmerosyhacencuentas.Tambiéncalculanmentalmenteconunafacilidadasombrosa,puesnolesdistraenlascosasexteriores,comoanosotros.¡Ysivieraisconquéinterésoyenlalectura,quéatenciónponen,cómoseacuerdandetodoydiscutenentreellos,inclusolospequeños,decosasdehistoriaydegramática,sentadosenunmismobancocuatroocinco,sinvolverseunohaciaelotro,hablandoelprimeroconeltercero,elsegundoconelcuarto,todosalavezyenvozalta,sinperderniunasolapalabra,detanfinocomotieneneloído!Danmásimportanciaquevosotrosalosexámenes,ysientenmayorafectohaciasusmaestros.Reconocenalmaestroporelpasoyporelolor;se
dancuentadesiestádebuenodemalhumor,porelsimplesonidodeunapalabra;deseanqueelmaestrolostoquecuandolosanimaolosalaba,ypalpansusmanosysusbrazosparaexpresarlesugratitud.Sequierentambiénlosunosalosotros;sonbuenoscompañeros.Duranteeltiempodelrecreocasisiempreestánjuntoslosdecostumbre.Enlaseccióndelasmuchachas,porejemplo,seformandistintosgrupossegúnlosinstrumentosquetocan,violinistas,pianistas,flautistas,ynoseseparanjamás.Cuandocogencariñoaunapersona,difícilmentesecansandeella.Encuentranungranconsueloenlaamistad,juzganlosunosdelosotrosconrectitud.Tienenunconceptoclaroyprofundodelbienydelmal.Nadieseentusiasmacomoellosaloírcontarunaaccióngenerosaounhechoheroico.Votinipreguntósitocanbien.—¡Amanlamúsicaconardor!—respondióelmaestro—.Lamúsicaes
su alegría, su vida, hay niños ciegos, apenas entrados en el Instituto,capacesdepasarsetreshorasdepie,inmóviles,oyendotocar.Aprendenfácilmente y tocan con apasionamiento. Cuando el maestro dice a unoquenotienedisposiciónparalamúsica,experimentaungranpesar,peroseponenaestudiarcondesesperación.¡Sioyeseislamúsicaallídentro!¡Si los vierais tocar con la frente levantada, la sonrisa en los labios, elrostroinflamado,temblandodeemoción,comoenéxtasis,escuchandolaarmoníaquederramanen laoscuridad infinitaque loscircunda,québiencomprenderíaisquelamúsicaesparaellosunsolazdivino!Nocabenensí de júbilo, resplandecen de felicidad cuando un maestro les dice:«Llegarás a ser un artista». Para ellos, el primero en música, el quetriunfa sobre todoenel pianooel violín, es comoun rey; lo quieren, loveneran.Sisurgeunlitigioentredos,vanaél;sidosamigosseenfadan,esélquienlosreconcilia.Losmáspequeños,alosqueenseñaatocar,loconsideran un padre. Antes de acostarse van todos a darle las buenasnoches.Continuamenteestánhablandodemúsica.Cuandoyaestánenlacama,cansadosdelestudioydel trabajoymediodormidos,aúnsiguenhablando en voz baja de óperas, de maestros, de instrumentos y deorquestas.Esuncastigotangrandeparaellosquelosprivendelalecturao de la clase demúsica, les produce un dolor tan vivo, que casi nadietieneelvalordeimponerlesesasanción.Loqueeslaluzparanuestrosojos,esoeslamúsicaparasucorazón.Derossipreguntósinosepodíairaverlos.
—Sepuede—respondióelmaestro—;pero vosotrosnodebéis ir porahora.Mástardeiréis,cuandoestéisensituacióndecomprendertodalagrandezadeesadesgracia, y de sentir toda la compasiónquemerece.Esuntristeespectáculo,hijosmíos.Avecesseencuentraaunoscuantosmuchachossentadosfrenteaunaventanaabiertadeparenpar,gozandode la frescura del aire, inmóviles, como si miraran la inmensa llanuraverdeylashermosasmontañasazules,quevosotroscontempláis...;peroalpensarquenovenniveránjamásnadadetodaaquellabelleza,seosoprimeelalmacomosienaquelmomentosehubieranquedadociegos.Ytodavíalosciegosdenacimiento,quejamáshanvistoelmundo,noechande menos nada, porque no tienen imagen alguna de las cosas, y danmenos compasión. Pero haymuchachos que han quedado ciegos hacepoco tiempo,que lo recuerdanaún todo,quesedanperfectacuentadetodo lo que han perdido, y éstos sientenmás a lo vivo el dolor de vercómosumenteseoscureceunpocomáscadadíayseborrandeellalasimágenes más queridas, cómo van muriendo en su memoria los seresmás adorados. Uno de estos muchachos me decía con una tristezaindecible: «Desearía recobrar la vista siquiera por un momento paravolveraverlacarademimadre.Quenopuedoyarecordar».Ycuandolasmadres vana verlos, lesponen lasmanosen la cara, la tocan todadesdelafrentealabarbillaylasorejas,parapodersentircómoes,ylesparece imposible no poder verla, y las llaman muchas veces por elnombre como para suplicarles que se dejen ver por una vez siquiera.¡Cuántossalendeallíllorando,inclusohombresrecios!Ycuandosesale,nos parece que la nuestra es una excepción, un privilegio inmerecido elver lagente, lascasas,elcielo.Estoyseguroquenohabríaningunodevosotrosque,alsalirdeallínoestuvieradispuestoaprivarsedeunpocode vista, para dar siquiera un leve resplandor a todos aquellos pobresmuchachosparaloscualeselsolcarecedeluzylamadre,derostro.
Elmaestroenfermo
Sábado,25.
Ayer por la tarde, al salir de la escuela, fui a visitar a mi maestroenfermo. Se ha puesto mal por el exceso de trabajo. Cinco horas declasesdiarias, luegounahoradegimnasia,ademásdeotrasdoshorasde escuela nocturna, significa dormir poco, comer a escape ydesgañitarsede lamañanaa lanoche;porello tiene lasaludarruinada.Estoes loquemeexplicamimadre.Ellameesperóabajo,enelportal;yo subí solo, y por las escaleras me encontré al maestro de la barbagrandeynegra—Coati—,elqueaterraa todosynocastigaaninguno;me miró con los ojos muy abiertos y sacó voz de león—en broma—,aunquesinreírse.Yoseguíariéndomeaúnal tirardelacampanillaenelcuartopiso;peroterminédereírenseguida,cuandolacriadameintrodujoen una pobre habitación, medio a oscuras, donde estaba recostadomimaestro en una pequeña camade hierro. Tenía la barba larga.Puso lamanoantelosojosparavermejor,yexclamóconsuvozcariñosa:—¡Ah,Enrico!Yo me acerqué a la cama, y él me puso una mano en el hombro,
diciendo:—Muy bien, hijo mío. Has hecho muy bien en venir a ver a tu pobre
maestro.Nomeencuentromuybien,comopuedesver,miqueridoEnrico.¿Cómova laescuela?¿Quétal loscompañeros?Todosbien,¿verdad?,aunsinmí.¿Verdadquenoecháisdemenosavuestroviejomaestro?Quisedecirqueno,peromeinterrumpió:—Bien,bien,yaséquenomequeréismal—ydiounsuspiro.Yomirabaciertasfotografíascolgadasdelapared.—¿Ves? —me dijo—. Son todos muchachos que me han dado su
fotografía,deveinteañosparaacá.Excelentesmuchachos.Ellossonmisrecuerdos. Cuando muera, mi última mirada la dirigiré a ellos, a todosesos pilluelos entre los cuales he pasado mi vida. Tú también, ¿no esverdad?,medarásturetratocuandotermineselgradoelemental—luegocogióunanaranjadesumesitadenocheymelapusoenlamano—:Notengomásquedarte—dijo—:esunregalodeenfermo.
Yolomiraba,ymicorazónestabatriste,noséporqué.—Bueno—volvióadecir—,yoesperosalirbiendeésta;perosinome
curase...cuidadefortalecerteenlasmatemáticas,quesontupuntoflaco;hazunesfuerzo;solamentesetratadeunprimeresfuerzo,puesavecesnosetratadefaltadeaptitud,sinodeunprejuicio,o,porasídecirlo,deunamanía—y,entretanto,respirabacondificultad;seveíaquesufría—:Tengomuchafiebre—murmuró—;estoymedioacabado.Telopido,pues.Insisteenlaaritméticayenlosproblemas.¿Quenosalealaprimera?Sedescansaunpocoysevuelveaintentar.¿Quetampocoseconsiguealasiguiente?Otropocodedescanso,yacomenzardenuevo.Yadelante,perotranquilamente,sininquietarse,sincalentarselacabeza.Ea,vete.Saludaatumadre.Ynovuelvasasubirestasescaleras;nosvolveremosaverenlaescuela.Ysinovolviéramosavernos,acuérdatealgunavezdetumaestrodetercero,quesiempretehaqueridobien.Aloíraquellaspalabrasmeentraronganasdellorar.—Baja la cabeza—medijo; yo la incliné sobre laalmohadayél besó
mis cabellos, luegome dijo—: Anda, vete—y volvió la cabeza hacia lapared.Yobajévolandolasescaleras,porquesentíanecesidaddebesarami
madre..
Lacalle
Lunes,27.
«Teheestadoobservandodesde la ventanaesta tarde, cuandovolvíaisdecasadelmaestro;hastropezadoconunamujer.Ponmáscuidadoenirporlacalle.Tambiénallítenemosdeberesquecumplir.Sicontrolastuspasosytusgestosenunacasaparticular,¿porquénohacerlomismoenlacalle,quees lacasade todos?Grábalobien,Enrico,en tumemoria.Siemprequeen-cuentresaunancianodecrépito,aunpobre,aunamujerconunniñoenbrazos,aunimpedidoqueandaconmuletas,aunhombreencorvado bajo el peso de una carga, a una familia de luto, cédeles elpasorespetuosamente;hemosderespetarsiemprelavejez,lamiseria,elamor materno, la enferme-dad, la fatiga, la muerte. Siempre que veasqueaunapersonaseleechaencimauncarruaje,retírala,siesunniño;ysi es un hombre, avísale; pregunta siempre qué le pasa, a un niño,cuandoseencuentrasoloy llora; recogeelbastónalancianoque lohadejado caer. Si dos muchachos se pelean, sepáralos; si son doshombres, aléjate; no presencies un espectáculo de violencia brutal, queofendeyendureceelcorazón.Ycuandopasaunhombremaniatadoentredosguardias,nounasaladelamultitudtucuriosidadcruel;puedequeseauninocente.Dejadehablarcontuacompañanteydesonreírcuandoteencuentresunacamilladelhospital,quequizállevaunmoribundo:ouncortejofúnebre,quealdíasiguientepodríapartir de tu casa. Mira con reverencia a los muchachos de lasinstituciones benéficas que pasan de dos en dos: ciegos, mudos,raquíticos,huérfanosyniñosabandonados;piensaqueesladesgraciayla caridadhumanaquienpasa.Simula siempreno ver a quien tieneunadeformidad repugnante o ridícula. Apaga siempre cualquier cerillaencendidaqueencuentresatupaso,quepodríacostaraalgunolavida.Responde con cortesía al que te pregunta por una calle. No te rías almirar a nadie; no corras sin necesidad, no grites. Respeta la calle. Laeducacióndeunpueblose juzgaante todoporsucomportamientoen lavíapública.Dondeveasfaltadeeducaciónporlacalle,laencontrarásenlascasas.Yestudialascalles:estudialaciudaddondevives;sieldíademañana tuvieras que ausentarte de ella, te alegrarías de tenerla bien
presenteenlamemoria,pode r reco r re r lacomp le tamen teconelpensamiento; tuciudad, tu patria chica, la que durante tantos años ha constituido tumundo, donde has dado los primeros pasos al lado de tu madre, hasexperimentado las primeras emocio-nes, has abierto la mente a lasprimeras ideas, has encontrado los primeros amigos. Ella ha sido unamadre para ti; te ha instruido, deleitado, protegido. Estúdiala en suscalles y en sus gentes, y ámala; y cuando oigas que la injurian,defiéndela.
Tupadre».
MarzoLasescuelasnocturnas
Jueves,2.
Mi padre me llevó ayer a ver las aulas nocturnas de nuestra escuelaBareti;estabanyatodasiluminadas,y losobreroscomenzabanaentrar.Al llegar, encontramos al director y a los maestros muy enfadados,porquepocoanteshabíanrotodeunapedradaelcristaldeunaventana;elbedelhabíasalido fuerayatrapadoaunmuchachoquepasaba;peroentoncessepresentóEstardo,quetienelacasaenfrentedelaescuela,yhabíadicho:—Nohasidoeste;lohevistoconmispropiosojos;hasidoFrantiquien
hatirado,ymehadicho:«¡Aydeti,sihablas!»;peronoletengomiedo.El director dijo que Franti sería expulsado definitivamente. Entretanto,
atendíaa losobrerosqueentrabandedosendos,otambiénengruposde tres, y ya había dentro más de doscientos, ¡Jamás había visto lohermosa que es una escuela nocturna!Habíamuchachos de doce añosparaarriba,yhombresconbarba,quevolvíandeltrabajollevandolibrosycuadernos;habíacarpinteros; fumistas,con lacaranegra;albañiles,conlasmanosblancasde lacal;panaderosconelpelo llenodeharina,ysepercibía olor a barniz, a cuero, a pez y aceite...; olores de todos losoficios. Entró también un pelotón de obreros de artillería, vestidos desoldados, presidido por un cabo. Se colocaron rápidamente en losbancos, y quitaban el travesaño donde nosotros ponemos los pies, y almomento seponíanaestudiar.Algunos ibanapedir explicacionesa losmaestros, con los cuadernos abiertos. Vi a aquel maestro joven y bienvestido—elAbogadito—,queteníatresocuatroobrerosalrededordelamesayhacíacorreccionescon lapluma;y tambiénalcojo,quese reíaconuntintorero,quelehabíallevadouncuadernotodomanchadodetinterojoyazul.Estabatambiénmimaestro,yacurado,quemañanavolve-rá a la escuela. Las puertas de las clases estaban abiertas.Me quedémaravillado cuando comenzaron las lecciones, al ver lo atentos queestaban todos, sin mover ni siquiera los ojos. Sin embargo, la mayor
parte, decía el director, para no llegar demasiado tarde, ni siquierahabían entrado en sus casas a comer algo, y tenían hambre. Lospequeños, despuésdemediahorade clase, se caíande sueño; algunose dormía con la cabeza apoyada en el banco, y el maestro lodespertaba tocándolo con la pluma en la oreja. Pero los mayores semantenían bien despiertos, oyendo con la boca abierta la lección, sinpestañear:ymehacíagraciaverennuestrosbancostodaaquellagentebarbuda. Subimos también al piso superior, y yo me fui corriendo a lapuerta demi clase, y vi queenmi puestohabíaunhombredegrandesbigotes que llevaba una mano vendada, porque quizá se habría hechodaño con alguna herramienta; sin embargo, se ingeniaba para escribirmuy despacio. Pero lo que más me gustó fue ver en el puesto delAlbañilito, precisamente en el mismo banco y en el mismo rincón, a supadre, aquel albañil grandecomoungigante, queestaba con los codosenlamesa,enlaqueapenascabía,conlabarbaapoyadaenlospuñosylosojosenellibro,tanatentoquenoresollaba.Ynofueunacasualidad,sinoqueélmismodijoaldirector:—Señordirector, tenga labondaddeponermeenelpuestodemihijo,
elhocicodeliebre.Siempre llamaasuhijodeesemodo...Mipadreme tuvoallíhastael
fin, y vimos en la calle amuchasmujeres con los niños en brazos, queesperabanasusmaridos,yalasalidasecambiaban;losobreroscogíana los niños en brazos, las mujeres los libros y cuadernos, y se iban acasa. Por unosmomentos la calle se llenó de gente y de ruido. Luegotodoquedóensilencioynovimosmásquelafigura largaycansadadeldirectorquesealejaba.
Lapelea
Domingo,5.
Era de esperar. Franti, expulsado por el director, quiso vengarse, y haesperadoaEstardoenunaesquina,al salirdelcolegio,cuandoélpasaconsuhermana,a laque todos losdíasvaabuscaraun institutode lacalleDoraGrosa.MihermanaSilvia lo vio todoal salir de sucolegio, yllegóacasa llenadehorror.Heaquí loqueocurrió:Franti,consugorradeteladehuleechadaaunlado,sefuecorriendodepuntillasdetrásdeEstardo, y, para provocarlo, dio un tirón a la trenza de su hermana, untirón tan fuerte que casi la tira al suelo de espaldas. La niña lanzó ungrito; suhermanosevolvió.Franti, queesmuchomásalto y fuertequeEstardo, pensó: «No rechistará, o lo pasarámal». Pero Estardo no separóapensar,y,apesardesertanpequeñoyrechoncho,deunsaltosearrojó sobre aquel grandullón, y comenzó a darle puñetazos. Pero nopodía con él, y recibíamás de los que daba.En la calle no habíamásquechicas;nadiepodíasepararlos.Franti loarrojóalsuelo;peroelotrosepusoenseguidadepie,ydenuevoseechóencimadeFranti,que logolpeó,comoquiengolpeasobreunapuerta;enunmomento learrancómediaoreja,lemagullóunojoylohizosangrarporlanariz.PeroEstardoseguíatercoyrugía:—Mematarás,perolopagaráscaro.Franti ledabapuntapiésygolpes,yEstardo,másbajo,sedefendíaa
cabezazosypatadas.Unamujergritódesdelaventana:—¡Bravoporelpequeño!Otrasdecían:—Esunmuchachoquedefiendeasuhermana.¡Ánimo!¡Dalefuerte!YaFrantilegritaban:—¡Grandullón!¡Cobarde!Pero también Franti se había enfurecido y le puso una zancadilla,
Estardocayó,yélencima:—¡Ríndete!—¡No!Almomento,conunmovimientorápido,Estardoselevantó,cogió
a Franti por la cintura, y con un esfuerzo rabioso lo arrojó sobre elempedrado,po-niéndoleunarodillaenelpecho.—¡Ah, el infame, tiene una navaja!—gritó un hombre, corriendo para
desarmaraFranti.Pero ya Estardo, fuera de sí, le había cogido el brazo con las dos
manos,ydadotalmordiscoquelanavajaselehabíacaídoalsueloylamanolesangraba.Mientrastantoseacercaronotrosquelossepararonylos levantaron: Franti echó a correr, malparado, Estardo se quedó allí,con lacara llenadearañazosyelojomagullado,perovencedor,al ladode la hermana, que lloraba, mientras algunas muchachas recogían loslibrosyloscuadernosdesparramadosporlacalle.—¡Bravo por el pequeño —decían a su alrededor—, que ha sabido
defenderasuhermana!PeroEstardo,quesepreocupabamásdesucarteraquedesuvictoria,
se puso a examinar enseguida sus libros y sus cuadernos uno por uno,paraversifaltabaalgoosehabíaestropeadoalgunacosa;loslimpióconlamanga,guardólapluma,pusocadacosaensusitio,yluego,tranquiloyserio,comosiempre,dijoasuhermana:—Vamospronto,quetengoquehacerunproblemadecuatro
operaciones.
3TorcuattoTasso.UnodelosescritoresmásilustresdelRenacimiento.AutordelpoemaépicoLaJerusalénlibertadaydeldramapastorilAminta.NacidoenSorrento,Nápoles,en1544ymuertoen1595.
Lospadresdeloschicos
Lunes,6.
EstamañanaestabaelgruesopadredeEstardoesperandoasuhijo,pormiedodequeseencontraseconFrantiotravez;perodicenqueFrantinovendrá porque lo meterán en la cárcel. Había muchos padres estamañana. Entre otros, estaba el vendedor de leña, el padre de Coretti,viva imagendesuhijo,alto,alegre,consusbigotesaguzadosyun lazode dos colores en el ojal de la chaqueta. Ya casi conozco a todos lospadres de los muchachos, de verlos siempre allí. Hay una abuelaencorvada, con cofia blanca, que llueva, nieve o truene, viene cuatrovecesaldíaaacompañaryabuscarasunietecitodeprimerosuperior,ylequitaelabrigo,yselopone,learreglalacorbata,lesacudeelpolvo,loatusa,lemiraloscuadernos;sevequenotieneotropensamiento,quenoencuentranadamáshermosoenelmundo.Tambiénvieneconfrecuenciaelcapitándeartillería,elpadredeRoberto,eldelasmuletas,quesalvódelautobúsaunniño;ycomotodosloscompañerosdesuhijo,alpasarpordelantedeél,lehacenunacaricia,élatodosdevuelvelacariciaoelsaludo; no hay miedo de que se olvide de ninguno; a todos hace unareverencia, y cuanto más pobres parecen y peor vestidos están, conmayor satisfacción les da las gracias. A veces también se ven cosastristes: un señor que hacíamás de unmes que no venía porque se lehabíamuertounhi jo, ymandabaa la criadaabuscaralotro,al volverayerporprimeravezyver laclasey loscompañerosdesuhijomuerto,se fue a un rincón y prorrumpió en sollozos, cubriéndose la cara conambasmanos,yeldirector locogióporelbrazoy lo llevóaldespacho.Hay padres ymadres que conocende nombre a todos los compañerosdesushijos.Tambiénhaymuchachasdelaescuelavecina,yalumnosdelinstituto, que vienen a esperar a sus hermanos. Hay un señor anciano,quehasidocoronel,yquecuandounmuchachodejacaerelcuadernoolaplumaenmediode lacalle,él lo recoge.No faltanseñoraselegantesquecharlande lascosasdelcolegiocon lasmáshumildes,que llevanelpañueloenlacabezaylacestaalbrazo,ydicen:«¡Estavezelproblemaha sido horrible!». «¡La lección de gramática de esta mañana erainterminable!». Y cuando alguno está enfermo en una clase, lo saben
todas;ytodassealegrancuandoelenfermoserestablece.Precisamenteestamañanahabíaunasochoodiez,señorasytrabajadoras,rodeandoalamadredeCrosi,laverdulera,pidiéndolenoticiasdeunpobreniñodelaclasedemihermano,queviveensupatio yestáenpeligrodemuerte.Parecequelaescuelaatodosloshaceigualesyamigos.
Elnúmero78
Miércoles,8.
Ayerporlatardepresenciéunaescenaconmovedora.Hacíavariosdíasquelaverdulera,cadavezquepasabaalladodeDerossi,sequedabamirándoloconunaexpresiónllenadecariño;porqueDerossi,despuésdehaberdescubiertolodeltinteroyelnúmero78,hatomadomuchoafectoaCrosi,eldeloscabellosrojosyelbrazoimpedido,yleayudaahacerlostrabajosdelaescuela,lesugierelasrespuestas,ledapapel,plumas,lápices;enfin,lotratacomoaunhermano,comoparacompensarlodeladesgraciadesupadrequelehacaídoensuertesinélsaberlo.LlevabayavariosdíaslaverduleramirandoaDerossi,yparecíacomosiquisieracomérseloconlosojos,porqueesunabuenaseñora,queviveporcompletoparasuhijo;ycomoDerossi,ayudaaCrosiaquedarbien,Derossi,queesunseñoryelprimerodelaescuela,lepareceaellaunrey.Unsanto.Nodejabademirarloypareciesecomosiquisieradecirlealgunacosa,ysintiesevergüenza.Pero,porfin,estamañanasearmódevalor,loparóanteunportalyledijo:—Dispénseme, jovencito; usted que es tan bueno y tanto quiere ami
hijo, hágame el favor de aceptar este pequeño recuerdo de una pobremadre—ysacódelacestaunacajitadecartónblancaydorada.Derossiseruborizótodo,ylarechazóresueltamente,diciendo:—Déselaasuhijo;yonoaceptonada.Lamujersesintióavergonzada,ypidióperdón,balbuciendo:—No tenía intención alguna de ofenderlo..., no son más que unos
caramelos.Pero Derossi volvió a decir que no,moviendo la cabeza. Y entonces,
ella,tímidamente,sacódelacestaunmanojoderábanos,ydijo:—Aceptealmenosestos,quesonfrescos,parallevárselosasumadre.
Derossisonrióyrespondió:—No, gracias, no quiero nada; haré siempre lo que pueda por Crosi,
peronopuedoaceptarnada;graciasdetodosmodos.—Pero,¿noloheofendido?—preguntóconansiedadlamujer.Derossi le dijo que no, sonriendo, y se fue, mientras ella exclamaba
llenadealegría:—¡Quémuchachotanbueno!¡Jamáshevistounchicotanbuenoy tan
guapo!Parecíatodoconcluido.Peroheaquíqueporlatarde,alascuatro,en
vez de lamadre de Crosi, se le acerca el padre, con aquella cara tanpálida y triste. Detuvo a Derossi, y en el modo de mirarlo enseguidacomprendió su sospecha de que Derossi conocía su secreto; lo mirófijamente,y,convozafectuosaytriste,ledijo:—Ustedquiereamihijo...¿Porquéloquieretanto?Derossisepusotodocolorado.Hubieradeseadoresponder:«Loquiero
porque ha sido desgraciado; porque también usted, su padre, ha sidomásdesgraciadoqueculpable,haexpiadonoblementesudelitoyesunhombre de corazón». Pero no tuvo valor para decírselo, porque, en elfondo, también él sentía temor y casi repugnancia delante de aquelhombre que había derramado la sangre de otro, y había pasado seisaños en la cárcel. Pero el otro lo adivinó todo y, bajando la voz, dijo aloídodeDerossi,casitemblando:—Quieresamihijo;peronodespreciarásalpadre,¿verdad?—¡Ah,no,no;alcontrario!—exclamóDerossi,enunarranquedelalma.Yentonceselhombrehizounademánimpetuosocomoparaecharlelos
brazos al cuello, pero no se atrevió, y se contentó con coger con dosdedosunodesusrubiosrizos,estirándolo,y lodejóquesefuera; luegose llevó lamanoa la boca y se besó la palmade lamisma,mirandoaDerossiconlosojoshumedecidos,comoparadecirlequeaquelbesoeraparaél.Despuéscogióasuhijodelamanoysefueabuenpaso.
Elchiquitínmuerto
Lunes,16.
Elniñoqueviveenelpatiode laverdulera,eldelprimercursosuperior,compañerodemihermano,hamuerto.LamaestraDelcativinoelsábadopor la tarde muy afligida, a dar la noticia al maestro, y al momentoGarroneyCorettiseofrecieronparaayudarallevarelataúd.Eraunniñoexcelente; la semana pasada había ganado lamedalla; queríamucho amihermano,y lehabía regaladounahucharota;mimadre loacariciabasiemprequeloencon-traba.Usabaunagorritacondostirasdepañorojo.Supadreesmozodelaestación.Ayertarde,domingo,fuimosasucasapara acompañarlo a la iglesia. Viven en el piso bajo. En el patio habíamuchosniñosdesucurso,consusmadres, llevandovelas;cincooseismaestras y algunos vecinos. La maestra de la pluma roja y la Delcatiestabandentro,yporunaventanaabiertalasveíamosllorar;yseoíaalamadredelniño,quesollozabafuertemente.Dosseñoras,madresdedoscompañerosdeescueladelmuerto,habíanllevadosendasguirnaldasdeflores.A lascincoenpuntonospusimosenmarcha. Ibadelanteunniñoque llevaba la cruz, luego un sacerdote, y detrás el ataúd, un pequeñoataúd.¡Pobreniño!,cubiertodeunpañonegro,yalrededorlasguirnaldasde las dos señoras. En el paño negro, de un lado, habían prendido lamedallaytresmencioneshonoríficasqueelniñohabíaganadoduranteelaño.LlevabanlacajaGarrone,Corettiydosmuchachosdelpatio.Detrásiba,enprimer lugar, lamaestraDelcati,que llorabacomosielpequeñomuertofuesehijosuyo; laseguían lasotrasmaestras;ydetrásdeellas,losniños,algunosdeellosmuypequeños,conramosdevioletasenunamano,ydandolaotraasusmadres,quellevabanloscirios.Oíqueunodelosniñosdecía:—¿Yahorayanoirámásalaescuela?Cuando la caja salió del patio, se oyó un grito desesperado desde la
ventana;eralamamádelniño;perolahicieronentrarenlahabitación.Enlacalleencontramosalosniñosdeuncolegio,quepasabanendosfilas,yalverelféretroconlamedalla,yalasmaestras,sequitarontodoslasgorras. ¡Pobre pequeñín! Se ha ido a dormir para siempre con susmedallas. No volveremos a ver ya su gorrita con las tiras rojas. Se
encontrababien,peroencuatrodíasmurió.Elúltimodía todavía intentólevantarseparahacersutrabajodegramática,yquisoqueleimpusieranlamedallaencimadelacamapormiedodequeselaquitaran.¡Nadietelaquitará ya,pobreniño! ¡Adiós,adiós!Siemprenosacordaremosde tienlasecciónBareti.Descansaenpaz,pequeño.
Lavísperadel14demarzo
Hoyhasidoundíamásalegrequeayer.¡Trecedemarzo!Vísperadeladistribución de premios en el Teatro Víctor Manuel, la fiesta solemne yhermosadetodoslosaños.Peroestaveznosehanescogidoalazarlosniños que deben subir al escenario a presentar los diplomas de lospremios a los señores que hacen la distribución. El director vino estamañana,alfinaldelaclaseydijo:—Muchachos,unabuenanoticia—yllamó—:¡Coraci,elcalabrés!Esteselevantó.—¿Quieres formar parte de los que mañana, en el teatro, han de
entregarlosdiplomasdelospremiosalasautoridades?Elmuchachocalabrésrespondióafirmativamente.—Estábien—dijoeldirector—;asíhabrátambiénunrepresentantede
Calabria. Será algo bello. El Ayuntamiento ha querido este año que losdiez o doce muchachos que presenten los premios sean de todas laspartes de Italia, escogidos de las varias secciones de las escuelaspúblicas. Tenemos veinte secciones con cinco sucursales, ¡siete milalumnos!Conunnúmerotangrandenofuedifícilencontrarunmuchachopor cada una de las regiones. En la sección Torcuatto Tasso3 seencontraron dos representantes de las islas: un sardo y un siciliano; laescuela Boncompañi dio un pequeño florentino, hijo de un escultor enmadera; hay un romano, de la misma Roma, en la sección Tomaseo;venecianos, lombardos, romañeses,seencontraronvarios;unnapolitanolo tenemos en la sección Monvise; es hijo de un oficial; nosotrospresentamosungenovésyuncalabrés, tú,Coraci.ConeldelPiamonte,serán doce. Es hermoso, ¿no os parece?Serán vuestros hermanos detodaslasregionesdeItalialosqueosdaránlospremios.Sepresentaránenelescenariolosdocealavez;acogedlosconunnutridoaplauso.Sonmuchachos;perorepresentan lapatria, lomismoquesi fueranhombres:unabanderatricolorpequeñaessímbolodeItaliaexactamente igualqueunagrande,¿noescierto?Portanto,aplaudidlescalurosamente.Demostrad que también vuestros pequeños corazones se inflaman, que
tambiénvuestrasalmasdedoceañosseexaltanantelaenseñasacradelapatria.Dichoesto,sefue,yelmaestrodijosonriendo:—Así,pues,Coraci,túereseldiputadoporCalabria.Todos comenzaron a aplaudir, riendo, y cuando salimos a la calle
rodearonaCoraci, locogieronpor laspiernas, lo levantaronenaltoy lollevaronentriunfo,gritando:—¡VivaeldiputadodeCalabria!—enplandebroma,seentiende;pero
deningúnmodoensondeburla,sinotodolocontrario,parafestejarlodecorazón,puesesunchicoestimadodetodos;yélsesonreía.Así lo llevaronhasta laesquina,dondese tropezaronconunseñorde
barbanegra,queseechóareír.Elcalabrésdijo:—¡Esmipadre!Yentonces losmuchachosdejaronalhijoen losbrazosdesupadrey
sedispersaronentodasdirecciones.
Ladistribucióndepremios
Martes,14.
Hacia lasdos,el inmenso teatroestaba llenodegente;platea,galerías,palcos, escenario, todo estaba de bote en bote. Se veían infinidad decaras: muchachos, señoras, maestros, obreros, mujeres del pueblo,niños,unconti-nuoagitarsedecabezasydemanos,unvaivéndeplumas,delazosyderizos,unmurmullodensoyfestivo,quellenabaelánimodealegría.Elteatroestabatodoadornadodecolgadurasdetelaencarnada,blanca y verde. En platea habían colocado dos escaleras, una a laderecha,porlacuallospremiadosdebíansubiralescenario;laotraalaizquierda, por la que habían de bajar después de haber recibido elpremio.Delantedelpalcohabíauna filadesillonesrojos,ydel respaldodel que estaba en el centro pendía una pequeña corona de laurel; alfondo del palco, un trofeo de banderas; a un lado, una mesita verde,encimade lacualestaban losdiplomasatadoscon lacitos tricolores.Laorquesta estaba en platea, debajo del palco; los maestros y maestrasllenabantodaunamitadde laprimeragalería,quehabíasidoreservadaparaellos; losbancosy los corredoresdeplateaestabanatestadosdecentenaresdemuchachosquehabíandecantaryteníanlaspartiturasenlamano.Por todaspartesseveía iryvenira losmaestrosymaestras,quecolocabanen filaa losque ibana recibirelpremio, ya lasmadresquedabanelúltimotoquealpeloyalascorbatasdesushijos.Apenasentréenelpalcoconmifamilia,vienelpalcodeenfrentea la
maestritade laplumaencarnada, sonriendoconsusgraciososhoyuelosen lasmejillas, yconella, lamaestrademihermano,y laMonjita, todavestidadenegro,yamibuenamaestradeprimerosuperior;peroestabatanpálida, lapobrecita,y tosía tan fuertequeseoíapor todoel teatro.EnplateavienseguidalasimpáticacarotadeGarroneylarubiacabecitadeNelliapoyadaenelhombrodeaquél.UnpocomásalláestabaGaroffi,consunarizdepicodeloro,muyocupadoenrecogerlistasimpresasdelos premiados, y ya tenía un grueso fajo, para gestionar alguno de susnegocios..., que mañana conoceremos. Cerca de la puerta estaba elvendedorde leñaconsumujer,ambosvestidosde fiesta,ysuhijo,quetieneun tercerpremiodesegundo;quedésorprendidoalnoverlocon la
gorra de piel y el jersey color chocolate; esta vez iba vestido como unseñorito.EnunadelasgaleríaspudeverporunmomentoaVotini,conungran cuello de encajes; luego desapareció. En un palco de proscenio,llenodegente,estabaelcapitándeartillería,elpadredeRoberto,eldelasmuletas,quesalvóalniñodelautobús.Al dar lasdos la banda comenzóa tocar, y almismo tiemposubieron
por la escalera de la derecha el gobernador, el regidor, el delegadoprovincial de enseñanza y muchos otros señores, todos vestidos denegro,que fueronasentarseen lossillones rojoscolocadosdelantedelescenario. La banda dejó de tocar. Se adelantó el director de lasescolaníasconlabatutaenlamano.Aunaseñal suya, todos losmuchachosdeplateasepusieronenpie;hizootraseñalycomenzaronacantar.Eransetecientoslosquecantabanunabellísimacanción;¡setecientosmuchachoscantandoalavez!¡Québello!Todos escu-chaban sin moverse. Era una canción dulce, transparente,lenta;parecíauncantode iglesia.Cuandoterminarontodosaplaudieron;luegoquedaronensilencio:ibaacomenzarladistribucióndepremios.Yahabía subido al palcomimaestro de segundo, pequeño, con su cabezarubiaysusojosavispados,para leer los nombresde los premiados.Seesperabaqueentrasen losdocemuchachosparapresentar losdiplomas.Losperiódicoshabíanyapublicado que serían docemuchachos de todas las provincias de Italia.Todoslosabíanylosesperaban,mirandocuriosamentehacialapartepordonde debían entrar, incluso el alcalde y los otros señores, y el teatroenteroguardabaprofundosilencio.Deprontollegaron,corriendo,hastaelescenario,permaneciendoenél
encorrectaformaciónysonrientes.Lastresmilpersonasquellenabanelteatro se pusieron en pie a la vez, prorrumpiendo en un aplauso quepareció el estallido de un trueno. Los muchachos permanecieron unmomentocomodesconcertados.—¡HeaquíaItalia!—dijounavozdesdeunpalco.Reconocí enseguida a Coraci, el calabrés, vestido de negro, como
siempre. Un señor del Ayuntamiento, que estaba con nosotros y losconocíaatodos,selosibaindicandoamimadre:—Aquel rubio pequeño es el representante de Venecia. El romano es
aquelalto,conelpelorizado.Habíadosotresvestidoslujosamente:losdemáseranhijosde
obreros,perotodosmuybienpresentadosylimpios.Elflorentino,unomuypequeño,llevabaunafajaazulalrededordelacintura.Pasarontodosdelantedelalcalde,quelosbesóenlafrenteunoauno,mientrasunseñor,asulado,ledecíaenvozbaja,ysonriendo,elnombredelasciudadescorrespondientes:—Florencia,Nápoles,Bolonia,Palermo...—y,segúnpasabacadauno,
elteatroenteroloaplaudía.Luegofuerontodosalamesitaverdeacogerlosdiplomas;elmaestro
comenzóaleerlalista,diciendolassecciones,lasclasesylosnombres,y los premiados comenzaron a desfilar. Apenas habían subido losprimeros, comenzó a oírse detrás del escenario unamúsicamuy suavedeviolines,quenocesómientrasduróeldesfile,unamúsicagraciosaysiempre igual que parecía unmurmullo demuchas voces apagadas: lasvocesdetodaslasmadresydetodoslosmaestrosymaestras,comositodos a la vez estuvieran dando consejos, y suplicasen o hiciesenreproches amorosamente. Mientras tanto, los premiados iban pasandouno después de otro delante de aquellos señores sentados, que lesentregaban los diplomas, y cada uno de ellos decía una palabrita o leshacía una caricia. Desde la platea y galerías, losmuchachos aplaudíancadavezquepasabaunpequeñuelo: lomismosiporelaspectoparecíapobre,ositeníaelpelorizado,oibavestidoderojoodeblanco.Algunoserandeprimerosuperior;alllegaralescenarioseconfundíanynosabíanhaciadóndevolverse,ytodoelteatroseechabaareír.Pasóunodetrespalmosdealto,conungrannudoencarnadoalaespalda,quelecostabatrabajo caminar; tropezó en la alfombra y se cayó; el gobernador lolevantó, todosrieronyaplaudieron.Otroresbalóescaleraabajohasta laplatea; seoyeronalgunosgritos, perono le pasónada.Desfilaron todaclase de tipos; caras de pillos, de asustados, otros encendidos comocerezas, algunos pequeños graciosos que se reían en presencia detodos; y apenas volvían a la platea, los cogían sus padres y se losllevaban.Cuandotocóelturnoamisección,¡entoncessíquemedivertí!Pasaronmuchosconocidos.DesfilóCoretti,conunvestidotodonuevo,susemblante risueño y alegre, que dejaba ver sus blancos dientes; sinembargo,¡quiénsabecuántosquintalesdeleñahabíayarepartidoporlamañana! El alcalde, al darle el diploma, le preguntó qué era una señalencarnada que tenía en la frente, mientras apoyaba una mano en suhombro; yo miré hacia su padre y su madre, en platea, y vi que se
estabanriendo,cubriéndoselabocaconlamano.LuegopasóDerossi, todovestidodeazul,conbotonesrelucientesysusrizos de oro. Esbelto y airoso, con la frente levantada, tan guapo ysimpático,quelehubieradadounbeso;todosaquellosseñoresledijeronunaspalabrasyleestrecharonlamano.Luego,elmaestrogritó:—¡Roberto Robeti!—y vimos avanzar al hijo del capitán de artillería,
conlasmuletas.Cientosdemuchachosconocíanelhecho;secorriólavozenunabriry
cerrar de ojos, estalló una salva de aplausos y de gritos que hicierontemblar el teatro; los hombres se pusieron de pie, las señorascomenzaronaagitarlospañuelos,yelpobremuchachoseparóenmediodelescenario,aturdidoy temblando...Elalcalde loatrajohaciasí, ledioel premio y un beso, y arrancando del respaldo del sillón la pequeñacorona de laurel, la colocó en la almohadilla de una muleta... Luego loacompañóhastaelpalcoproscenio,dondeestabasupadre,elcapitán,yeste lo levantó a pulso y lo metió dentro, en medio de un clamor debravos y vivas. Mientras, continuaba la música ligera y grata de losviolines, y seguían pasando los muchachos: los de la sección de laConsolación, casi todos hijos de comerciantes; los de la secciónVanquilla, hijos de obreros; los de la sección Boncompañi, muchos deellos hijos de labradores; los de la escuela Raineri, la última. Apenasterminó el reparto de premios, los setecientos muchachos de plateacantaron otra bellísima canción; después habló el alcalde y detrás elasesor,queterminósudiscursodiciendoalosmuchachos:—Nosalgáisdeaquísinenviarunsaludoa losque tanto trabajanpor
vosotros, que han consagrado a vosotros todas las fuerzas de suinteligenciaydesucorazónquevivenymuerenporvosotros—yseñalólagaleríadelosmaestros.Yentoncesdesdelasgalerías,desdelospalcos,desdelasplateas,todoslosmuchachosselevantaronytendieronlosbrazos , g r i t a n d o , h a c i a l a s m a e s tras y los maestros, querespondieronagitandolasmanos,lossombrerosylospañuelos,todosdepie y conmovidos. Luego volvió a tocar la banda y el público envió unúltimosaludoestrepitosoalosdocemuchachosrepresen-tantesdetodaslasprovinciasdeItalia,quesepresentaronenelescenario,cogidosdelamano,bajounalluviaderamosdeflores.
Litigio
Lunes,20.
Sinembargo,no,nohasidoporqueélhayatenidoelpremioyyono,porloqueestamañanatuveunaltercadoconCoretti.Nofueporenvidia.Peronotuverazón.Elmaestrolohabíapuestoamilado,yyoestabaescribiendoenmicuadernodecaligrafía;élmedioconelcodoymehizohacerunborrón,ymanchartambiénelcuentomensual,«Sangreromanola»,queyoteníaquecopiarenvezdelAlbañilito,queestáenfermo.Yomeenfadéylesoltéunapalabrota.Élmerespondiósonriendo:—Nolohehechoapropósito.Debería haberle creído, porque lo conozco; pero no me gustó que
sonriese y pensé: «¡Oh, ahora, como ha obtenido el premio, se haensoberbecido!», poco después, en represalia, le di un empujón que lehiceestropearlaplana.Entonces,todoencendidoderabia,medijo:—¡Túsíquelohashechoadrede!—ylevantólamano.Elmaestromiró
ylaretiró.Peroañadió:—¡Teesperofuera!Yome sentí a disgusto; el enfado se desvaneció yme arrepentí. No,
Corettinopodíahaberlohechoadrede.«Es bueno», pensé. Me acordé de cómo trabajaba cuando lo había
vistoensucasa,decómoasistíaasumadreenferma.Decómolohabíarecibidoenmicasaycuántohabíagustadoamipadre.¡Cuánto hubiera dado por no haberle dicho aquella palabra, por no
haberlehechoaquellabajeza!Y pensé en el consejo que me hubiera dado mi padre: «¿No tienes
razón?». «No». «Pues entonces, pídele que te disculpe». Pero esto nomeatrevíaahacerlo;medabavergüenzahumillarme.Lomirabadereojo,veía su jersey descosido en la espalda, quizá porque había estadollevando mucha leña, y sentía que lo quería mucho, y me decía a mímismo: «¡Ánimo!», pero la palabra «perdóname», semequedaba en lagarganta.Élmemirabatambiéndereojo,ymeparecíaqueestabamásapesadumbrado que enfadado. Pero entonces yo también lo miraba
hoscamente para demostrarle que no le tenía miedo. Él me repitió:—¡Fueranosveremos!Peropensabaenloquemipadremehabíadichounavez:«Sinotienes
razón,defiéndete,perono tepelees».Ymedecíaparamímismo:«Medefenderé,peronopegaré».Masestabadescontento, triste,nooía loquedecíaelmaestro.Al fin,
llegó lahoradesalir.Cuandomeencontrésoloen lacalle,viqueélmeseguía.Meparéy loesperé,con la reglaen lamano.Élseacercó,yolevantélaregla.—No,Enrico—dijoél,consuagradablesonrisa,apartandolareglacon
lamano—;seamosamigoscomoantes.Yomequedécortadoporunmomento,yluegosentícomosiunamano
medieseunempujónenlaespalda,ymeencontréentresusbrazos.Mebesóymedijo:—Nuncavolveremosareñir,¿verdad?—¡Jamás —respondí—, nunca jamás! —y nos separamos contentos.Perocuandolleguéacasaylecontétodoamipadre,seenfadóydijo:—Debisteser túelprimeroen tenderle lamano,puestoqueno tenías
razón. No debiste levantar la regla contra un compañero mejor que tú,contraelhijodeunsoldado.Yquitándomeladelamano,larompióenpedazosylatirócontrala
pared.
Mihermana
Viernes,24.
«¿Por qué, Enrico, después que nuestro padre te ha recriminado porhaberteportadomalconCoretti,hascometidoconmigoaquellagrosería?No te imaginas la pena que he sentido. ¿No sabes que cuando eraspequeño estaba horas y horas al lado de tu cuna, en vez de divertirmeconlasamigasyquecuandocaíasenfermosaltabadelacamatodaslasnoches para ver si te ardía la frente? ¿No sabes tú, que te atreves aofender a tu hermana, que si fuésemos víctimas de una tremendadesgracia haría demadre y te querría comoa un hijo? ¿No sabes quecuando ya no existan nuestro padre y nuestra madre yo seré tu mejoramiga, la única con la que podrás hablar de nuestros muertos y de tuinfancia, y que si fuese preciso trabajaría por ti, Enrico, para podersustentarteyquepudierasestudiar,yqueteamarétambiéncuandoseasmayor,queteseguiréconelpensamientocuandoestés lejosysiempre,porquehemoscrecidojuntosytenemoslamismasangre?Enrico,tenporseguro, cuando seas hombre, que si te acaeciera una desgracia, siestuvierassolo,mebuscarásyvendrásadecirme:«Silvia,hermanamía,déjameestarcontigo;hablemosdecuandoéramos felices,¿recuerdas?Hablemosdenuestramadre,denuestracasa,deaquelloshermososdíastan lejanos». Enrico, siempre encontrarás a tu hermana con los brazosabiertos. Sí, Enrico querido, y perdóname que te reprenda, jamás meacordaré de ninguna ofensa tuya, y aunqueme dieses otros disgustos,¿quémeimporta?Siempreserásmihermano:solamentemeacordarédehaberte tenidoenbrazosdepequeño,dehabertevistocrecer,dehabersidopara ti, duranteaños, tumás fiel compañera.Peroescríbemealgoenestecuadernoyyopasaréaleerloantesdelanoche.Mientras,parademostrartequenoestoyenfadadacontigo,comohevistoqueestabascansado,tehecopiadoelcuentomensual«Sangreromañola»,queteníasquecopiarparaelAlbañilitoen-fermo;búscaloenelcajóndelaizquierdade tumesa; loheescritoestanoche,mientrasdormías.Escríbemeunapalabracariñosa,Enrico,porfavor.
TuhermanaSilvia».
«Nosoydignodebesartumano.Enrico».
Sangreromañola(Cuentomensual)
Aquella tarde, la casa de Federico estaba más tranquila que decostumbre.Elpadre,queteníaunapequeñamercería,habíaidoaForliahaceralgunascompras,ysumujerlehabíaacompañadoconLuisita,unaniña,para llevar laaunmédicoque teníaqueoperarlade lavista,ynovolveríanhasta lamañanasiguiente.Faltabapocopara lamedianoche.La mujer que venía a servir durante el día se había marchado aloscurecer. No quedaba en casa más que la abuela, paralítica de laspiernas,yFederico,unmuchachodetreceaños.Eraunacasitasóloconpiso bajo, al lado del camino, a un tiro de fusil de la aldea, cercana aForli, ciudad de la Romaña; y no tenía al lado más que una cas adeshabitada arruinada hacía dos meses a causa de un incendio, en lacualseveíaaúnelletrerodeunahostería.Enlapartetraseradelacasitahabíaunpequeñohuertorodeadodesetovivo,alqueseentrabaporunapuertecitarústica,lapuertadelatienda,quehacíatambiéndepuertade la casa, daba al camino.Alrededor se extendía la campiña solitaria,vastoscamposdecultivoyplantíosdemoreras.Faltabapocoparalamedianoche,llovíaysoplabaelviento.Federicoy
laabuela,aún levantados,estabanenel comedor, separadodel huerto,poruncuartopequeñollenodemueblesviejos.Federiconohabíavueltoacasahasta lasonce,despuésdepasar fueramuchashoras,y laabuelale habíaestadoesperando sin pegar unojo, llenadeansiedad, clavadaen un ancho sillón de brazos, en el cual solía pasar todo el día, y confrecuencia tambiénpartede lanoche,puessu fatigosa respiraciónno ladejabaestarrecostada.Llovía,yelviento lanzaba la lluviacontra loscristales; lanocheestaba
oscurísima.Federicohabíaentradoencasacansado,llenodebarro,conlachaquetadesgarrada,yenlafrenteelcardenaldeunapedrada;habíaandado apedreándose con los compañeros, y habían llegado a lasmanos, comode costumbre; y porañadidurahabíaestado jugandoy lehabía tocado perder cuanto tenía, olvidando además el gorro en unazanja.
Aunque la cocina no estaba iluminadamásque por un pequeño candilde aceite, colocado en la esquina de una mesa, al lado del sillón, sinembargo,lapobreabuelahabíavistoalmomentoelestadolastimosoenqueseencontrabael nieto, y en parte adivinó, en parte le había hecho confesar sustravesuras.Queríacontodaelalmaalmuchacho.Cuandolosupotodo,seechóa
llorar.—¡Ah,no!—dijoluego,alcabodeunlargosilencio—,notienescorazón
paratupobreabuela.Notienescorazónalaprovechartedeestamanerade la ausencia de tu padre y de tu madre para ocasionarme estosdisgustos.Todoeldíamehasdejadosola.Nohas tenidoniunpocodecompasión.Mira,Federico,vasporunmalcaminoqueteconduciráauntristefin.Hevistoaotroscomenzarcomotúyterminarmal.Secomienzapor marcharse de casa, trabar pendencias con otros muchachos, porperder el dinero en el jue go, y luego, poco a poco, se pasa de laspedradasalosnavajazos,deljuegoalosotrosvicios,ydelosvicios...,alrobo.Federicoescuchabadepie,apocospasosdedistancia,apoyadoenun
arca, con labarbilla sobreelpecho,elentrecejo fruncido, todoexcitadoaúnporlairadelariña.Unmechóndehermososcabelloscastañoscaíasobresufrente,ysusojosazulesestabaninmóviles.—Deljuegoalrobo—repitiólaabuela,yseguíallorando—.Reflexiona,
Federico. Piensa en aquel desventurado de este pueblo, aquel VíctorManuel, que ahora está en la ciudad vagabundeando; que a losveinticuatroañoshaestadodosvecesen lacárcel,yhahechomorirdepenaaaquellainfelizmujer,sumadre,aquienyoconocía,yquesupadrehatenidoquehuir,desesperado,aSuiza.Piensaenaqueltristesujeto,alcual tu padre se avergüenza de devolverle el saludo, siempre concriminales peores que él, hasta que un día termine en la cárcel. Puesbien,yoloheconocidodepequeño:hacomenzadocomotú.Piensaquellevarásatupadreyatumadrealextremoqueélhallevadoalossuyos.Federicocallaba.Realmente,nosesentíatristeensuinterior,nimucho
menos; sus travesuras obedecían más bien a exceso de vida y deaudacia que a mala disposición de ánimo; precisamente por esto supadreloteníamalacostumbrado,puesjuzgándolocapaz,enelfondode
sucorazón,de losmáshermosossentimientos,y, llegadalaocasión,deuna conducta viril y generosa, le daba rienda suelta y esperaba que serecuperase por su propio esfuerzo. Era bueno, no malvado; peroobstinado y duro, aun cuando sintiese su corazón oprimido por elarrepentimiento, lecostabaabrirsubocaparapronunciaresaspalabrasafablesquenosobliganalperdón:—Sí, estoy equivocado, no volveré a hacerlo, te lo prometo;
perdóname.Sentíasualmallenadeternura;peroelorgullonolepermitíadecirpa-
labra.—¡Ah,Federico!—continuó laabuela, viéndoloasí, en silencio—.¿No
pronuncias una palabra de arrepentimiento? ¿No ves a qué estado meencuentroreducida,quemepodríanenterrar?Deberíascomprenderqueme haces sufrir, que haces llorar a la madre de tu madre, tan vieja,próximaasufin;tupobreabuela,quesiempretehaqueridotanto,quesepasaba noches enteras acunándote cuando no tenías más que unosmeses,yquenicomíapordivertirte,túlosabes.Yodecíasiempre:«¡Élserámiconsuelo!».Yahoramehacesmorir.Daríagustosalapocavidaqueme queda por verte otra vez bueno y obediente, como en aquellosdías..., cuando te llevaba a la iglesia. ¿Recuerdas, Federico, que mellenabas losbolsillosdepiedrecitasydehierba,yyo te traíaacasaenbrazos,dormido?¡Entoncesqueríasa tuabuela! ¡Yahorameencuentroparalíticaynecesitotucariñocomoelairepararespirar,porquenotengomás en el mundo, y no soy más que una mujer desgraciada, mediomuerta,Diosmío...!Federico iba a lanzarse hacia su abuela, vencido por la emoción,
cuandoleparecióoírunligeroruido,uncrujido,enelcuartitodeal lado,aquelquedabaalhuerto.Peronocomprendiósiserían lashojasde lasventanas,sacudidasporelviento,uotracosa.Aguzóeloído.Lalluviaaumentaba.Elruidoserepitió.Laabuelalooyótambién.—¿Quéeseso?—preguntólaabuela,despuésunpocopreocupada.—Lalluvia—contestóelmuchacho.—Por tanto, Federico—dijo la anciana, enjugándose los ojos—, ¿me
prometesqueserásbueno,quenoharásllorarmásatupobreabuela...?Unnuevoruido,muyligero,lainterrumpió.
—Nomeparecelalluvia—exclamó,palideciendo—.¡Veaver!Peroenseguidaañadió:‘—No,quédateaquí—ycogióaFedericodelamano.Losdossequedaronensilencio,conteniendolarespiración.Noseoía
másqueelruidodelalluvia.Luego,ambosseestremecieron.Tanto al uno como al otro le pareció oír un rumor de pasos en el
cuartito.—¿Quiénandaahí?—preguntóelmuchacho,recobrandolarespiración
aduraspenas.Nadierespondió.—¿Quiénandaahí?—repitióFederico,heladodemiedo.Peroapenashabía pronunciadoaquellas palabras, ambos lanzaronun
gritodeterror.Doshombreshabíanpenetradoenlahabitación;unocogióalmuchacho
ylepusolamanoenlaboca;yelotroapretóalaabuelalagarganta.Elprimerodijo:—¡Silencio,sinoquieresmorir!Elsegundo:—¡Calla!—ylevantóuncuchillo.Ambosteníanunamáscaranegraenlacara,condosagujerosdelante
delosojos.Porunmomentonoseoyómásquelarespiracióndeloscuatroyel
ruidodelalluvia;laviejalanzabasordosestertoresyteníalosojosdesorbitados.Elqueteníacogidoalmuchacho,ledijoaloído:—¿Dóndetienetupadreeldinero?Elmuchachorespondióconunhilodevoz,castañeteándolelosdientes:
—Allá...,enelarmario.—Venconmigo—dijoelhombre.Yloarrastróalcuartito,teniéndoloapretadoporlagarganta.Allíhabía
unalinternaciegaenelsuelo.—¿Dóndeestáelarmario?—preguntó.Elmuchacho,medioahogado,señalóelarmario.Entonces, para estar seguro del muchacho, el hombre lo puso de
rodillas delante del armario, apretándole fuertemente el cuello entre laspiernas, de modo que pudiera estrangularlo si gritaba, y teniendo la
navajaentrelosdientesylalinternaenunamano,sacódelbolsillo,conlaotra,unhierroaguzado, lometióen lacerradura, forcejeó,rompió,abriólaspuertasdeparenpar,revolviófuriosamentetodaslascosas,sellenólos bolsillos, cerró, volvió a abrir, a rebuscar; luego cogió de nuevo almuchachoporlanuca,lollevóotravezadondeelotroteníaaúnamarradaalavieja,convulsa,conlacabezacaídaylabocaabierta.Éstepreguntóenvozbaja:—¿Loencontraste?Elcompañerorespondió:—Loencontré—yañadió—:Miraporlapuerta.Elqueteníasujetaalaviejacorrióalapuertadelhuertoaversihabía
alguien,ydijodesdeelcuartopequeño,convozqueparecíaunsilbido:—Ven.El que se había quedado dentro, y que tenía agarrado a Federico,
enseñóelpuñalalmuchachoyalavieja,quecomenzabaaabrirlosojos,ydijo:—¡Niungrito,ovuelvoyosdegüello!Ylosmirófijamentealosdosporunmomento.Enaquelinstanteseoyó,lejano,porelcamino,uncantodemuchas
voces.El ladrón volvió rápidamente la cabeza hacia la salida, y con aquel
movimientoviolentoselecayóelantifazdelacara.Laviejalanzóungrito:—¡Mozoni!—¡Maldita!—rugióelladrón—,mehareconocido.¡Tienequemorir!Y se lanzó con el puñal en alto contra la vieja, que se desmayó al
instante.Elasesinodescargóelgolpe.Pero con un rapidísimo movimiento, dando un grito desesperado,
Federicosehabíaarrojadosobrelaabuela,cubriéndolaconsucuerpo.El asesino huyó, chocando contra la mesa y tirando la luz, que se
apagó.El muchacho resbaló lentamente de encima de la abuela y cayó de
rodillas, permaneciendo de hinojos, en aquella postura, con los brazosalrededordesucinturaylacabezaapoyadaensuseno.Pasaronunosmomentos: todoestabaoscuroporcompleto;el cántico
deloslabradoresseibaalejandoporelcampo.Laviejavolvióensí.
—¡Federico!—exclamóconvozapenasinteligible,temblando.—Abuela—respondióelmuchacho.La vieja hizo un esfuerzo para hablar, pero el terror le paralizaba lalengua.Permanecióunpocoensilencio,temblandoviolentamente.Luegopudopreguntar:—¿Yanoestán?—No.—Nomehanmatado—murmuró,conlavozahogada.—No..., estás salvada—dijoFederico convozdébil—.Estás salvada,
abuelaquerida.Sehan llevadoeldinero.Peromipadre...había llevadocasitodoconsigo.Laabuelarespirófuertemente.—Abuela—dijoFederico,quecontinuabaderodillas,cogiéndolapor la
cintura—,abuelaquerida...,mequieresmucho,¿verdad?—¡Oh,Federico, pobrehijomío!—respondióella, poniéndole lamano
en la cabeza—: ¡Qué miedo debes de haber pasado! ¡Oh, Diosmisericordioso!Enciende la luz...No;quedémonosaoscuras;aún tengomiedo.—Abuela —replicó el muchacho—, siempre te he dado muchos d is
gustos...—No, Federico, no digas eso; yo no me acuerdo de nada, lo he
olvidadotodo,tequieromuchísimo.—Siempre te he dadodisgustos...—continuóFederico, penosamente,
con voz trémula—; pero..., siempre te he querido. ¿Me perdonas...?Perdóname,abuela.—Sí,hijo,teperdonodetodocorazón.Figúratesinotevoyaperdonar.
Nosigasderodillas,niñomío.Novolveréareñirte.Eresbueno;eresmuybueno. Encendamos la luz. Tengamos un poco de valor. Levántate,Federico.—Gracias,abuela—dijoelmuchacho,conlavozcadavezmásdébil—.
Ahora, estoy contento. Siempre te acordaras de mí, ¿verdad, abuela?¿Teacordarássiempredemí...,detuFederico?—¡Federico mío! —exclamó la abuela, preocupada e inquieta,
poniéndole la mano en el hombro e inclinando la cabeza, como paramirarloalosojos.—Acuérdatedemí—murmuróotravezelmuchacho,conunavozque
parecíaunsoplo—.Daunbesoamimadre....amipadre...aLuisina...
Adiós.—Ennombredelcielo,¿quétienes?—gritólaviejapalpando
afanosamentelacabezadelmuchacho,quelahabíadejadocaerensusrodillas:yluego,contodasuvoz,desesperadamente—:¡Federico!¡Federico!¡Niñomío!¡Amormío!¡Ángelesdelparaíso,ayudadme!
PeroFedericonorespondió.Elpequeñohéroe,elsalvadordelamadredesumadre,heridodeunapuñaladaen laespalda,habíaentregadosuhermosaeintrépidaalmaaDios.
ElAlbañilitomoribundo
Martes,28.
ElpobreAlbañilitoestágravementeenfermo;elmaestronoshadichoquevayamosaverlo,ynoshemospuestodeacuerdoparairjuntosGarrone,Derossiyyo.TambiénhubieravenidoEstardo,perocomoelmaestronosencargó la descripcióndelmonumentoaCavour, dijo que teníaque ir aver elmonumento, para hacer la descripciónmás exacta. También, porprobarlo,invitamosalsoberbiodeNobis,quenosrespondió:—No—asecas.Votiniseexcusóigualmente,quizápormiedoamancharseelvestidode
cal. Fuimos al salir, a las cuatro. Llovía a cántaros. Por el camino,Garroneseparóydijoconlabocallena:—¿Quécompramos?—yalmismo tiempohacíasonareldineroenel
bolsillo.Pusimos cada uno nuestra parte y compramos tres naranjas grandes.
Subimosalabuhardilla.Alapuerta,Derossisequitólamedallaylametióenelbolsillo.Lepreguntéporqué.—Nosé—respondió—,paranoparecer...; creoqueesmásdelicado
entrarsinmedalla.Llamamos;nosabrióelpadre,aquelhombrónqueparecíaungigante;
teníalacaradesencajada,comosiestuvieraasustado.—¿Quiénessois?—preguntó.Garronerespondió:—Somos compañeros de escuela deAntonio y venimos a traerle tres
naranjas.—¡Ah,pobreTonín!—exclamóelalbañilmoviendolacabeza—metemo
quenopuedayacomermásvuestrasnaranjas—yselimpiólosojosconelrevésdelamano.Noshizopasar;entramosenundormitorio,dondevimosalAlbañilito,
quedormíaenunapequeñacamadehierro,sumadreseapoyabaenella,conlacaraentrelasmanos,yapenassevolvióamirarnos;aunladohabíacolgadasbrochasdeencalar,picosycribasparalacal;alospiesdelenfermoestabaextendidalachaquetadelalbañil,blancadeyeso.
El pobremuchacho estabamuy demacrado, muy blanco, con la narizafilada, y respiraba lentamente. ¡Oh, queridoTonín, tan bueno y alegre,mi pequeño compañero, qué pena verte así! ¡Cuánto habría dado porhaberlovistodenuevoponerelhocicodeliebre,pobreAlbañilito!Garronelepusounanaranjaenlaalmohada,juntoalacara;elolorlodespertó:lacogióenseguida,peroluegoladejóylocontemplófijamente.—Soyyo—dijoéste—;Garrone:¿meconoces?Él esbozó una sonrisa apenas perceptible, y con mucha dificultad
levantódelacamasupequeñamanoylaextendióhaciaGarrone,quelacogióentrelassuyasylaestrechósobresumejilla,diciendo:—Ánimo,ánimo,Albañilito;tecurarásprontoyvolverásalaescuelayel
maestrotepondráamilado;¿estáscontento?PeroelAlbañilitonorespondió.Lamadreprorrumpióensollozos:—¡Oh mi pobre Tonín, mi pobre Tonín! ¡Tan bueno, y Dios quiere
llevárselo!—¡Cállate!—le gritó el albañil, desesperado—. ¡Cállate, por amor de
Dios,o voyaperder la cabeza!—y luegonosdijo, llenodeangustia—:Marchad, marchad, muchachos; gracias; marchaos; ¿qué vais a haceraquí?Gracias,idosacasa.Elmuchachohabíacerradolosojosyparecíaunmuerto.—¿Necesitaustedalgúnrecado?—preguntóGarrone.—No,hijomío,gracias—respondióelalbañil—;idosacasa.Y mientras nos lo repetía, nos empujaba hacia el descansillo de la
escaleraycerró lapuerta.Peroaúnnohabíamosllegadoalamitaddelaescalera,cuandoleoímosgritar:—¡Garrone,Garrone!Volvimosasubirdeprisalostres.—¡Garrone!—gritóelalbañilconlacaratransfigurada—;tehallamado
porelnombre;pordíashacequenohablaba; teha llamadodosveces;quiere queestés conél; ven enseguida. ¡Oh, señor, si fueseunabuenaseñal!—¡Hasta la vista!—nos dijoGarrone—, yome quedo—y entró en la
casaconelpadre.Derossiteníalosojosllenosdelágrimas.Lepregunté:
—¿LlorasporelAlbañilito?Hahablado;seguramentequecurará.—Tambiényolocreo—respondióDerossi—;peronopensabaenél...PensabaenGarrone,enlobuenoquees¡quéalmatanbellalasuya!
ElcondeCavour
Miércoles,29.
«Es ladescripcióndelmonumentoal condeCavour loque tú tienesquehacer. Puedes hacerla. Pero quién era el conde Cavour no puedescompren-derlopor ahora.Por ahora, bástete saberesto: él fuedurantemuchos años el primer ministro del Piamonte: él fue quien mandó alejército piamontés en Crimea, para recobrar con la victoria de Crimeanuestro prestigiomilitar, perdido con la derrota de Novara; él fue quienhizobajardelosAlpesacientocincuentamilfranceses,paraarrojaralosaustríacosdeLombardía;él quien gobernó a Italia en el período más trascendental de nuestra revolución,quiendioenaquellosañoselmáspoderosoimpulsoalasacraempresa de la unificación de la patria, con su luminoso ingenio, coninvencibleconstancia,consusobrehumanalaboriosidad.Muchosgeneralespasaronhorasterriblesenelcampodebatalla;peroéllaspasómuchomásterriblesensudespacho,cuandosugigantescaempresapodíavenirseabajodeunmomentoaotro,comounfrágiledificioporlasacudidadeunterremoto;horas,nochesenterasdeluchaydeangustiapasó,capacesdeperturbarleaunolarazónodedestrozarleelcorazón.Yestegigantescoyagotadortrabajofueelqueacortósuvidaenveinteaños.Noobstante,inclusodevoradoporlafiebrequehabíadellevarloalatumba,seguíaluchandodesesperadamenteconlaenfermedadparahaceralgoporsupatria.“Esextraño—decíadesdeellechodemuerte—;yanoséleer,nopuedoyaleer”.Mientraslesacabansangreylafiebreaumentaba,pensabaensupatriaydecíaimperiosamente:“Curadme,mimenteseoscurece,tengonecesidaddetodasmisfacultadesparatratardenegociosgraves”.Cuandoseencontrabayaenlosúltimosmomentos,ytodalaciudadseagitaba,yelreyestabaasucabecera,ledecíaconansiedad:“Tengomuchascosasquedeciros,señor,muchascosasquehacerosver;peroestoyenfermo,nopuedo,nopuedo”,ysedescorazonaba.Enmediodelafiebre,supensamientosevolvíadecontinuoalEstado,alasnuevasprovinciasitalianasquesehabíanunidoanosotros,atantascosasque
quedabanporhacer.Cuando comenzó a delirar: “Educad a la infancia—exclamaba jadeante—, educad a la infancia y a la juventud...; gobernad con libertad”. Eldelirioaumentaba, lamuerteseleechabaencima,mientrasé levocabaconpalabrasardientesalgene-ralGaribaldi,conelcualhabía tenidodisensiones;aVeneciayaRoma,queaúnnohabíanconseguidolalibertad;teníaampliasvisionessobreelfuturodeItaliaydeEuropa;soñabaconunainvasiónextranjera,preguntabadóndeestabanloscuerposdeejércitoylosgenerales,temblabaaúnpornosotros,supueblo.Sugran dolor, entiéndelo, no era la preocupación de que se le iba la vida,sino tenerquesepararsede lapatria, queaún teníanecesidaddeél, yporlacualhabíaconsumidoenpocosañoslasinmensasenergíasdesuextraordinarioorganismo.Murióconelgritodebatallaenloslabios,ysumuerte fuegrande comosu vida.Piensaahoraunpoco,Enrico, quéesnuestro trabajo, no obstante hacérsenos tan pesado, qué son nuestrosdolores, nuestra misma muerte, frente a las fatigas, a las preocupa-ciones formidables, a las luchas tremendas de aquellos hombres sobrecuyo corazón pesa un mundo. Piensa en esto, hijo mío, cuando pasesdelante de aquella estatua de mármol, y dile desde el fondo de tucorazón:“¡Yoteglo-rifico!”.
Tupadre».
AbrilPrimavera
Sábado,1.
¡Primerodeabril!Tresmesestodavía.Estahasidounadelasmásbellasmañanas del año.Estaba contento en la escuela, porqueCorettimehadichoqueiremosconsupadrepasadomañanaaverllegaralrey,«queloconoce»;porquemimadremehabíaprometido llevarmeelmismodíaavisitarelasiloinfantildelacalleValdoco.TambiénestabacontentoporqueelAlbañilitoseencuentramejor,porqueayerpor la tarde,mimaestroalpasarledijoamipadre:—Vabien,vabien.Y,enfin,eraunamaravillosamañanadeprimavera.Desdelasventanas
del colegio se veía el cielo azul, los árboles del jardín cubiertos porcompletodebrotes,y lasventanasde lascasasabiertasdeparenpar,con losca joncitosy los tiestosya reverdecidos.Elmaestronose reía,porquejamásseríe;peroestabadebuenhumor,tanto,quecasinoseleveíalaarrugarectaquetieneenlafrente:yexplicabaunproblemaenlapizarra, bromeando. Se veía que experimentaba un gran placer enrespirar el aire del jardín que pe netraba por las ventanas abiertas, unaire saturado del grato y fresco aroma de la tierra y de las hojas, quehacía soñar con un paseo por el campo.Mientras explicaba, se oía enunacallevecinaaunherreroquegolpeabasobreelyunque,yenlacasadeenfrente,aunamujerquecantabaparadormirasuniño;alolejos,enel cuartel de la Cernaia, tocaban las trompetas. Todos parecíancontentos,inclusoEstardo.Depronto,elherrerocomenzóagolpearmásfuerte, y la mujer a cantar más alto. El maestro se paró y se quedóescuchando.Luegodijo,lentamente,mirandoporlaventana:—El cielo que sonríe, una madre que canta, un hombre honrado que
trabaja,muchachosqueestudian:¡quécosastanmaravillosas!Cuandosalimosdeclase,vimosquetambiénlosdemásestabancontentos;todosibanenfila,llevandoconenergíaelritmoconlospiesycantando,comoenlavísperadeunasvacacionesdecuatrodías;lasmaestrasbromeaban,ladelaplumaencarnadasaltabadetrásdesus
niñoscomounacolegiala;lospadresdelosniñoscharlabanentreellos,riendo,ylamadredeCrosi,laverdulera,teníaenlascestastantosramitosdevioletas,quellenabandeperfumetodoelvestíbulo.Nuncasentítantaalegríaalveramimadrecomoestamañana,quemeesperabaenlacalle.Ysegúnibaasuencuentro,selodije:—Estoy muy contento, ¿qué es lo que me pone tan alegre esta
mañana?Y mi madre me respondió, sonriendo, que era la bella estación y la
concienciatranquila.
ElreyHumberto
Lunes,3.
Alasdiezenpunto,mipadreviodesdelaventanaaCoretti,elvendedordeleña,yalhijo,quemeesperabanenlaplaza,ymedijo:—Ahíestán.Enrico,veteaveralrey.Yo fui a escape, como un cohete. Padre e hijo parecíanmás briosos
que nunca, y jamásme parecieron tan semejantes el uno al otro comoesta mañana; el padre llevaba en la chaqueta la medalla al valor, enmedio de otras dos condecoraciones, y los bigotes rizados y en puntacomodosalfileres.Nospusimosenseguidaenmarchahacialaestación,dondeelreydebía
llegaralasdiezymedia.Coretti,padre,fumabasupipaysefrotabalasmanos.—¿Sabéis —decía— que no lo he vuelto a ver desde la guerra del
sesenta y seis? La friolera de quince años y seis meses. Primero tresañosenFrancia,luegoenMondoví;yaquí,cuandohubierapodidoverlo,jamás dio la casualidad de que me encontrara en la ciudad cuando élvenía.¡Loquesonlascasualidades!Llamaba Humberto al rey, como un camarada: Humberto mandaba la
décimosexta división, Humberto tenía veintidós años y tantos días,Humbertomontabauncaballodeestaydelaotramanera.—¡Quince años! —decía en voz alta, apretando el paso—. Tengo
verdaderosdeseosde verlo. Lodejé depríncipe y lo encuentrode rey.Tambiényohecambiado:hepasadodesoldadoavendedordeleña—ysereía.Elhijolepreguntó:—Siteviese,¿teconocería?Seechóareír.—¡Tú estás loco!—respondió—. Es imposible. Él, Humberto, era uno
solo;nosotroséramoscomolasmoscas.Yluego,¡teparecequenosibaa reconocer! Desembocamos en la Calle de Víctor Manuel; un gentío,inmenso se dirigía hacia la estación. Pasaba una compañía de alpinoscon trompetas. Pasaron también dos carabineros al galope. El cielo
estabatanlímpidoquedeslumbraba.—Si —exclamó Coretti, padre, animándose—: siento una inmensa
alegría de volver a ver al general de mi división. ¡Ah; qué pronto heenvejecido!Parecequefueayercuandollevabalamochilaalaespaldayel fusil entre las manos, en medio de aquella confusión, la mañana delveinticuatrodejunio.Cuandoíbamosacomenzarlabatalla,Humbertoibay venía con sus oficiales,mientras tronabael cañóna lo lejos; todos lomiraban y sedecían: «¡Con tal queno lo alcanceunabala!».Qué lejosestabadepensarquedentrodepocomehabíadeencontrar tancercade él, ante las lanzas de los ulanos austríacos, ¡a sólo cuatro pasos eluno del otro, hijosmíos! El día era hermoso; el cielo, como un espejo;pero,¡quécalor!Vamosaversisepuedeentrar.Habíamos llegado a la estación; encontramos un enorme gentío,
carruajes, guardias, carabineros, agrupaciones conbanderas.Tocaba labanda de un regimiento.Coretti, padre, intentómeterse bajo el pórtico;pero no lo dejaron. Entonces pensó ubicarse en primera fila entre lamultitudque seextendía hacia la puerta, y abriéndosepasoa codazos,consiguió llevarnos adelante también a nosotros; pero el gentío, con sumovimiento de vaivén, nos empujaba, ora a un lado, ora a otro. Elvendedorde leñaechóelojoa laprimerapilastradelpórtico,donde losguardiasnodejabanestaraninguno.—Venidconmigo—nosdijo,derepente,ycogiéndonosdelamano,de
dos saltos salvó el espacio vacío y fue a plantarse allí, con la espaldacontraelmuro.Acudióalmomentounsargentodepolicía,yledijo:—Aquínosepuedeestar.—Soy del cuarto batallón del cuarenta y nueve —respondió Coretti,
mostrandosumedalla.Elsargentolomiró,ydijo:quédese.—¡No os lo decía! —exclamó Coretti, triunfante—; ¡es una mágica
palabraelcuartodelcuarentaynueve!¿Esqueno tengoderechoaverunpocomásagusto,amigeneral,yo,queheestadoensuescuadrón?Sientonces lotuvecerca,meparecejustoverlotambiénenprimerafila.¡Qué digo general! ¡Fue el comandante de mi batallón durante mediahora, porque en aquel momento mandaba él el batallón, mientras seencontrabaconnosotros,ynoelcomandanteUlrich,quédiablos!Entretanto, en la sala de espera y fuera de ella se veía una confusa
multituddeseñoresyoficiales,ydelantedelapuertasecolocabanenfilaloscoches,conlacayosvestidosdeencarnado.CorettipreguntóasupadresielpríncipeHumbertoteníalaespadaen
lamanocuandoestabaenelbatallón.—¡Claroqueteníalaespadaenlamano—respondió—,parapararuna
lanzada, que lo mismo le podía tocar a él que a otro cualquiera! ¡Ah!¡Demoniosdesencadenados!SenosecharonencimacomolairadeDios;así nos atacaron. Se metían entre los grupos, los escuadrones y loscañones, y parecían empujados por un huracán, traspasándolo todo.Estaban en revuelta confusión coraceros de Alejandría, lanceros deFogia, infantería,ulanos,cazadores,un infiernoenelquenoeraposibleentender nada. Yo oí gritar: «¡Alteza! ¡Alteza!». Vi venir las lanzas enristre,disparamoslosfusiles,yunanubedepolvolocubriótodo...Luego,el polvo se disipó... El suelo estaba cubierto de caballos y de ulanosheridos ymuertos.Me volví y vi a Humberto a caballo, entre nosotros,quemiraba a su alrededor, tranquilo, como si fuera a preguntar: «¿Hanarañado a alguno de mis muchachos?». Y nosotros lo aclamamos:«¡Viva!»,ensumismacara,como locos. ¡SantoDios,quémomento!Yavieneeltren.Labandacomenzóatocar,acudieronlosoficiales,lamultitudsealzóde
puntillas.—No bajará tan pronto —dijo un guardia—; ahora pronuncian un
discurso.Corettipadrenocabíaensídealegría.—¡Ah,cuandopiensoenél—dijo—parecequeloestoyviendo!Está
magníficoentrelosatacadosdelcólera,ylosterremotos,yquéséyo;tambiénahíhaestadovaliente;peroyoloveosiempre,enmimente,comolovientonces,enmediodenosotros,conaquellaserenidadensusemblante.Yestoybienseguroquetambiénélseacuerdadelcuartodelcuarentaynueve,inclusoahoraqueesrey,ylegustaríacomerjuntocontodoslosqueenaquellosmomentosestuvimosasulado.Ahoratienegenerales,señoresydistintivos;entoncesnoteníamásqueunospobressoldados.¡Sipudieracambiarconél,asolas,cuatropalabras!¡Nuestrogeneraldeveintidósaños,nuestropríncipe,confiadoanuestrasbayonetas...!¡Quinceañosquenoloveo!¡NuestroHumberto!¡Ah!Estamúsicameenciendelasangre,palabradehonor.Losgritosdelamuchedumbrelointerrumpieron;milesdesombre-
rosseagitaronenelaire;cuatroseñoresvestidosdenegrosubieronalprimercarruaje.—¡Esél!—gritóCoretti,ysequedóembelesado,ydijoenvozbaja—:
¡Virgensanta,quécanosoestá!Los tres nos descubrimos: la carroza avanzaba lentamente entre la
muchedumbre, que gritaba y agitaba los sombreros. Yo miré a Corettipadre.Meparecíamásalto,másserio,unpocopálido, firme,pegadoalapilastra.—¡Viva!—gritaronmuchasvoces.—¡Viva!—gritóCoretti,despuésdetodos.Elrey lomiróa lacaraydetuvounmomentosumiradasobre las tres
medallas.EntoncesCoretti,perdiólacabezaygritó:—¡Cuartobatallóndelcuarentaynueve!El rey, que había vuelto la cabeza hacia otro lado, volvió amirar otra
vezhacianosotros, ymirando fijamenteaCoretti a losojos,extendió lamanofueradelacarroza.Corettidiounsaltoyselaestrechó.Lacarrozapasó,lamuchedumbre
sedesbordóynosseparó,perdiendodevistaaCorettipadre.Fuesólounmomento.Loencontramosenseguida,jadeante,conlosojoshúmedos,llamando, a gritos a su hijo; mientras agitaba la mano. El hijo se lanzóhaciaél,queledijo:—¡Venacá,pequeño,queaúntengolamanocaliente!—yleacaricióla
caraconsumano,diciendo—:Estaesunacariciadelrey.Permanecióallícomosidespertasedeunsueño,con lapipaentre las
manos,enmediodeungrupodecuriososquelomiraban.—Esunodelcuartodelcuarentaynueve—decían.—Esunsoldadoqueconocealrey.—Eselreyquienlohareconocido.—Esélquienletendiólamano.—Haentregadounmemorialalrey—dijootromásfuerte.—No—respondió Coretti, volviéndose bruscamente—; no le he dado
ningúnmemorial.Otracosaesloqueledaríasimelapidiese...Todosselequedaronmirando.Yéldijosininmutarse:—¡Misangre!
Elasiloinfantil
Martes,4.
Mi madre, según me había prometido, me llevó ayer después deldesayuno, al asilo infantil de la calle Valdoco para recomendar a ladirectoraaunahermanitadePrecossi.Yonohabíavistonuncaunasilo.¡Cuántomedivertí!Habíadoscientos,entreniñosyniñas, tanpequeños,quelosdeprimeroelementaldelaescuelasonunoshombresal ladodeellos.Llegamosprecisamentecuandoentrabanenfilaenelrefectorio,enelcualhabíadosmesasmuylargas,conmuchosagujerosredondos,yencadaagujerounaescudillanegra,llenadearrozydejudías,yalladounacucharadeestaño.Segúnentraban,algunossecaían,yallísequedabanhastaqueibanlasmaestrasalevantarlos.Muchosseparabandelantedeuna escudilla, creyendo que aquél era su puesto, y engullían a escapeunacucharada,cuandollegabaunamaestraydecía:—¡Adelante!Yellosdabantresocuatropasosadelante,yotracucharadadentro;y
otra vez adelante, hasta que llegaban a su puesto, después de habertomadoacuentadelosdemásunamediaración.Porfin,afuerzadegritar:—¡Daos prisa! ¡Daos prisa! —los colocaron a todos en orden y
comenzólaoración.Pero los que estaban en la primera fila de dentro, que para rezar
debían dar la espalda a la escudilla, volvían la cabeza atrás para noperderladevistayqueningunocogieradeella,y luegorezabancon lasmanosjuntasylosojoshaciaelcielo,sí,peroconelcorazónenelplato.Después comenzaron a comer. ¡Qué espectáculo tan divertido! Unocomíaconcucharas,otrosearreglabaconlasmanos;muchoscogíanlasjudíasunaporuna,yse lasmetíanenelbolsillo;otros,alcontrario, lasechaban en el delantalito y las machacaban, hasta hacer una pasta.También había algunos que no comían para ver volar las moscas, yalgunos tosían y derramaban una lluvia de arroz alrededor. Parecía ungallinero.Peroeragracioso.Formabanunhermosoconjunto lasdosdeniñas, todasconelpelorecogidocon lacitosrojos,verdesyazules.Unamaestrapreguntóaunafiladeochoniñas:
—¿Dóndenaceelarroz?Las ocho abrieron la boca, llena de comida, y respondieron todas
juntas,cantando:—Na-ceenela-gua.Luego,lamaestraordenó:—¡Lasmanosenalto!Y entonces fue encantador ver cómo se levantaban todos aquellos
bracitos, que pocos meses antes todavía estaban atados y cómo semovían todas aquellasmanecitas, cual si fueran otras tantasmariposasblancasysonrosadas.Luegosalieronalrecreo;peroantescogierontodossuscesticas,conel
almuerzodentro,queestabancolgadasde lapared.Salieronal jardínyse desparramaron, sacando sus provisiones: pan, ciruelas pasas, unpedaci to de queso, un huevo cocido, peras pequeñas, un puñado decerezasyunaladepollo.Enunmomento, todoel jardínquedócubiertodemigajas,comosihubieranechadocomidaaunabandadadepájaros.Comíande lasmásextrañasmaneras, como los conejos, los topos, losgatos, royendo, lamiendoochupando.Habíaunniñoque teníaapoyadaenel pechouna rebanadadepan, y la untaba conun níspero, como siestuvierasacandobrilloaunaespada.Algunasniñasaplastabanentrelasmanosunaespeciedequesoblando,queseescurríaentre losdedosyse metía por las mangas; pero ellas ni se enteraban. Corrían y seperseguíanconlasmanzanasyelpanentrelosdientescomolosperros.Vi a tres que con un palito, cavaban en un huevo cocido, creyendo queiban a descubrir algún tesoro, desparramándolo por el suelo, y luego lorecogíantrocitoatrocito,conmuchapaciencia,comosifueranperlas.Ysi alguno tenía algo especial, lo rodeaban ocho o diez, metiendo lacabezaparamiraren lacesta,comosiestuvieranmirando la lunaenunpozo.Habríaunosveintealrededordeunarrapiezoqueapenasseleveíade alto, poseedor de un cucurucho de azúcar; todos iban a hacerlezalameríasparaquelespermitieramojarelpan;él,aunosselopermitía,pero a otros, des pués de mucho pedírselo, sólo les permitía que lechupaseneldedo,despuésdehaberlometidoenelcucurucho.Atodoesto,mimadrehabíasalidoaljardínyacariciabaoraaluno,ora
alotro.Muchos larodeabanyalgunoshastase leechabanencimaparapedirle un beso, levantando la cara como si mirasen a un tercer piso,abriendoycerrando labocacomoparapedirlepapilla.Uno leofrecióun
gajodenaranjamordisqueado;otro,unacortezadepan;unaniña lediounahoja;otra leenseñó,conmuchaseriedad, lapuntadeldedo índice,donde, si se miraba detenidamente, se conseguía ver un bulticomicroscópicoquesehabíahechoeldíaanterior,altocarlallamadeunavela. Le ponían ante los ojos, como grandes maravillas, insectospequeñísimos que no sé cómo se arreglaban para verlos y cogerlos;tapones de corcho partidos por lamitad, botones de camisa, florecitasquecortabandelostiestos.Unniño,conlacabezavendada,queatodacosta quería que lo oyesen, chapurreó no sé qué historia de unavoltereta, de la que no entendí una sola palabra: otro quería que mimadreseagachase,yledijoaloído:—Mipadrehaceescobas.Y,entretanto,teníanlugaracáyallámildesgracias,queobligabanalas
maestrasaacudir:niñasquellorabanporquenopodíandeshacerunnudodelpañuelo,otrasquesedisputabanaarañazosygritosunaspepitasdemanzana; un niño que se había caído boca abajo sobre un bancoderribado,ysequedabasollozandoencimadeaquelconfusomontón,sinpoderlevantarse.Antes de marcharse, mi madre cogió en brazos a tres o cuatro, y
entoncesacudieronde todaspartesparaque losagarraran,con lacaramanchada de yema de huevo, de naranja; y uno quería agarrarle lasmanos,otroundedopara verleel anillo; alguno le tirabade la cadenitadelreloj;otroqueríacogerledelastrenzas.—Tenga cuidado —decían las maestras—, que le estropean todo el
vestido.Pero a mi madre no le importaba en absoluto el vestido, y continuó
besándolos;yellosseleechabancadavezmásencima,losprimerosconlos brazos extendidos, como si quisieran trepar; los más lejanos,intentandoabrirsepaso,ytodosgritando:—¡Adiós!¡Adiós!¡Adiós!Por finpudoescapardel jardín.Yentoncescorrieron todosameter la
cara entre los hierros de la verja, para verla pasar, y sacar los brazosfueraparasaludarla,ofreciéndoleotravezpedazosdepan,bocadosdenísperoycortezasdequeso,gritandotodosalavez:—¡Adiós!¡Adiós!¡Vuelvemañana!¡Venotravez!Mi madre, al irse, fue pasando aún la mano sobre aquellas cien
manecitasextendidas,comoporencimadeunaguirnaldaderosasvivas,
yfinalmentelogróquedarseasalvoenlacalle,todallenademigajasydemanchas,manoseadaydespeinada, conunamano llenade flores y losojoscubiertosde lágrimas, felizcomosiacabasedesalirdeuna fiesta.Aúnsesentían lasvocesdesdedentro,comoungorjeodepájaros,quedecían:—¡Adiós,adiós!¡Venotravez,señora!
Enlagimnasia
Miércoles,5.
Como sigue haciendo muy buen tiempo, nos han hecho cambiar lagimnasiadelsalónporladelosaparatoscolocadoseneljardín.GarroneestabaayereneldespachodeldirectorcuandoentrólamadredeNelli,laseñorarubiavestidadenegro,parapedirquedispensaranasuhijodelosnuevosejercicios.Cadapalabra le costabaungranesfuerzo, y hablabaponiendounamanoenlacabezadesuvástago.—Élnopuede—dijoaldirector.PeroNellisemostrómuyafligidoalverseexcluidode losejerciciosen
losaparatos,desentirotrahumillaciónmás...—Verás,mamá—decía—,cómoharéloquelosdemás.Su madre lo miraba en silencio, con expresión de compasión y de
afecto.Luegoobservó,indecisa:—Temoquesuscompañeros...—queríadecir:«Temoqueseburlende
él».PeroNellirespondió:—Nomeimportanada...Yademás,estáGarrone.Mebastaqueesté
élynosería.Y entonces lo dejaron ir. Elmaestro, el de la herida en el cuello, que
estuvoconGaribaldi,nosllevóenseguidaalasbarrasverticales,quesonmuyaltas,yeranecesariotreparhastaarribayponersederechosobreeleje transversal.Derossi yCoretti subieron comodosmonos; tambiénelpequeñoPrecossisubiórápido,aunqueimpedidoporelchaquetón,quelellega hasta las rodillas, y para hacerlo reír, mientras subía, todos lerepetíansuestribillo:—Dispénsame,dispénsame.Estardobufaba,seponíacoloradocomounpavo,apretabalosdientes
y parecía un perro rabioso; pero, aunque hubiera tenido que reventar,hubiera llegado arriba; y llegó, de hecho, y también Nobis, que alencontrarse en lo alto adoptó una actitud de emperador; pero Votiniresbalódosveces,apesardesuvestidonuevo;derayasazules,hechoexpresamente para la gimnasia.Para subir conmás facilidad se habían
embadurnado todos las manos con pez griega o colofonia, como lallaman;y,yasesabe,el traficantedeGaroffieselquese laprocuraatodos en polvo, vendiéndola cinco céntimos el cartucho y ganando sucorrespondiente tanto por ciento. Luego le tocó a Garrone, que subiómasticandopan,comosinada,y—creoquehabríasidocapazdellevara uno de nosotros en sus espaldas, de tan vigoroso y fuer te como esaquel torete. Después de Garrone le tocó a Nelli. Apenas lo vieroncogerse a la barra con aquellas manos largas y delgadas, muchoscomenzaronareírseyatomarleelpelo;peroGarronecruzósusfuertesbrazos sobre el pecho y lanzó unamirada tan expresiva en torno suyo,tan claramente dio a entender que estaba dispuesto a largar cuatrotortas,aunenpresenciadelmaestro,quealmomento todosdejarondereírse.Nellicomenzóatrepar;alpobrecito lecostabamuchotrabajo;sele ponía la cara morada, respiraba muy fuerte, le caía el sudor de lafrente.Elmaestrodijo:—Baja.Pero él no hacía caso: hacía mayores esfuerzos, se obstinaba en
seguir;yoestabaesperando,deunmomentoaotro,verlodesplomarse,mediomuerto.¡PobreNelli!Pensabaquesiyohubierasidocomoél,ymehubiese vistomimadre, ¡cómohabría sufrido!Y al pensar así, sentí ungran cariño haciaNelli: no sé lo que hubiera dado para que consiguierasubir,parapoderempujarloyodesdeabajo,sinquemevieran.Mientras,Garrone,DerossiyCorettidecían:—¡Arriba,arriba,Nelli,esfuérzateotropoco,ánimo!YNellihizounviolentoesfuerzo,dejandoescaparunquejido,y llegóa
doscuartasdeltravesaño.—¡Bravo!—gritaronotros—.¡Ánimo,otroempujón!YalfinNelliseagarróaltravesaño.Todosloaplaudieron:—¡Bravo!—dijo elmaestro—: pero basta ya, bájate. Nelli quiso subir
hasta arriba, como los demás, y después de un poco de esfuerzoconsiguióponerloscodossobreeltravesaño,luegolasrodillas,luegolospies, y, al fin, se levantó derecho y, jadeante y sonriendo, nos miró.Volvimos a aplaudir, y entonces élmiró a la calle. Yo tambiénme volvíhaciaaquellaparte,yatravésdelasplantasquecubrenlarejadeljardínviasumadre,quepaseabaporlaacerasinatreverseamirar.Nellibajóytodos lo felicitaron; estaba excitado, encendido, le brillaban los ojos, noparecíaelmismo. Luego, a la salida, sumadre fuea suencuentro y le
preguntó,unpocointranquila,abrazándolo:—Qué,pobrehijomío,¿cómotehaido?Ytodosloscompañerosrespondieronalavez:—¡Lohahechobien!Hasubidocomonosotros.Esmuyfuerte.Eságil.
Haceexactamenteloquelosotros.¡Era preciso ver entonces la alegría de aquella señora! Quiso darnos
lasgraciasatodos,ynopudo;estrechólamanoatresocuatro,hizounacariciaaGarrone,sefueconsuhijo,ylosvimoscaminardeprisaduranteun buen trecho, hablando y gesticulando entre sí, tan contentos comonadieloshabíavistojamás.
Elmaestrodemipadre
Martes,11.
¡Qué excursión tan hermosa hice ayer con mi padre! He aquí cómo.Anteayer, durante la comida, al leer el periódico, mi padre lanzó derepenteunaexclamacióndemaravilla.Luegodijo,emocionadísimo:—¡Yyoquelocreíamuertohaceveinteaños!¿Sabéisqueaúnvivemi
maestro de primera enseñanza, Vicente Croseti, que tiene ochenta ycuatro años? Veo que el ministerio le ha concedido la medalla debenemérito, por sus sesenta años de enseñanza. Sesenta años..., ¿osdaiscuenta?Ysolamentehacedosquehadejadodedarclase. ¡PobreCroseti! Está a unahora de tren de aquí, enCondove, en el pueblo denuestraantiguajardineradelaquintaChieri.Enrico,iremosaverlo.Ydurantetodalatardenohablómásquedeél.Elnombredesumaestrodeescuelaletraíaalamemoriamilcosasde
cuandoeraniño,desusprimeroscompañeros,desumadremuerta.—¡Croseti!—exclamó—.Teníacuarentaañoscuandoestabaconél.
Mepareceverloaún.Unhombrecitoyaunpocoencorvadodeojosclaros,siemprebienafeitado.Severo,perodebuenosmodales,quenosqueríacomounpadreynonosdejabapasaruna.Habíallegadoamaestroafuerzadeprivacionesydeestudio.Unhombrehonrado.Mimadreleteníamuchoafecto,ymipadrelotratabacomounamigo:¿CómohaidoapararaCondovedesdeTurín?Seguramentequenomereconocerá.Noimporta,yosíloreconoceréaél.¡Hanpasadocuarentaycuatroaños!Cuarentaycuatroaños,Enrico,iremosaverlomañana.Ayerporlamañana,alasnueve,estábamosenlaestacióndeSusa.Yo
hubiera querido que fuese también Garrone, pero no pudo; porque sumadre está enferma. Era una hermosa mañana de primavera. El trencorríaentre los verdesprados y los setosen flor, y sepercibíaunaireperfumado.Mi padre estaba contento, y de vez en cuandomeponía elbrazo alrededor del cuello y me hablaba como a un amigo mirando alcampo.—¡PobreCroseti!—decía—.Él fue el primer hombre queme quiso y
mehizoalgúnbien,despuésdemipadre.Jamásheolvidadoalgunosde
sus buenos consejos, y hasta ciertos reproches desabridos que mehacíanvolveracasaconelcorazóntriste.Teníalasmanosgruesasypequeñas.Aúnloestoyviendocuandoentrabaenlaescuela;dejabasubastónenunrincónycolgabasucapadelapercha,siempreconelmismogesto.Ytodoslosdíaselmismohumor,siempreunhombredeconciencia,llenodebuenavoluntadydeatención,comosicadadíadieraclaseporprimera vez. Lo recuerdo como si lo oyera ahora, cuando me miraba:«¡Botini,eh,Botini! ¡El índiceyelcorazónsobre lapluma!».Estarámuycambiado,despuésdecuarentaycuatroaños.Apenas llegamos a Condove, fuimos a buscar a nuestra antigua
jardinera de Chieri, que tiene una tiendecita en una callejuela. Laencontramosconsusniños,sealegrómuchodevernos,nosdionoticiasde sumarido, que va a volver deGrecia, adonde ha ido a trabajar portresaños,ydesuhijamayor,queestáenel institutodesordomudosdeTurín.Luego nos señaló el camino para ir a casa delmaestro, conocido de
todos.Salimosdelpuebloyechamosporuncaminitoencuestaflanqueadode
setosfloridos.Mi padre ya no hablaba, parecía absorto por completo en sus
recuerdos,ydevezencuandosonreíaymovíalacabeza.Depronto,separóydijo:—Ahíestá.Apuestocualquiercosaaqueesél.Bajaba hacia nosotros, por el sendero, un viejo pequeño que, con la
barba blanca, un ancho sombrero, y apoyado en un bastón, ibaarrastrandolospiesyletemblabanlasmanos.—Esél—repitiómipadre,apresurandoelpaso.Cuandoestuvimoscerca,nosparamos.Elviejoseparótambién,ymiró
amipadre.Aúnteníalatezfrescaylosojosvivosyclaros.—¿Esusted—preguntómipadre,quitándoseelsombrero—elmaestro
VicenteCroseti?Elviejotambiénsequitóelsombrero,yrespondió:—Yosoy—conunavozalgotrémula,peroplena.—Pues bien —dijo mi padre, cogiéndole una mano—: permita a un
antiguo alumno suyo estrecharle la mano y preguntarle cómo se
encuentra.HevenidodeTurínparaverlo.Elviejolomiróextrañado.Luegodijo:—Me honra usted mucho... No sé... ¿Cuándo fue mi alumno?
Perdóneme;dígamesunombre,porfavor.Mi padre se lo dijo: Alberto Botini; el año en que había estado en la
escuela,conél,ydónde,yañadió:—Usted no se acordará de mí, es natural: pero yo me acuerdo de
ustedperfectamente.Elmaestrobajólacabeza,mirandohaciaelsuelo,haciendomemoria,y
murmuróelnombredemipadredosotresveces;elcual,mientrastanto,lomirabaconlosojosfijos,ysonrientes.De pronto el viejo levantó la vista con los ojos muy abiertos, y dijo
lentamente:—¿AlbertoBotini?¿ElhijodelingenieroBotini,quevivíaenlaPlazade
laConsolación?—Elmismoymipadreletendiólamano.—Entonces—dijoelviejo—,permítame,queridoseñor,permítame—y,
adelantándose,abrazóamipadre.Sucabezablancalellegabaapenasaloshombros.Mipadreapoyólamejillaensufrente.—Hagaelfavordevenirconmigo—dijoelmaestro.Y sin hablar, se volvió y emprendió camino hacia su casa. En pocos
minutos llegamos a un corral, delante de una pequeña casa con dospuertas,unadelascualessedistinguíaporuncontornoblanco.Elmaestro abrió la segunda y nos introdujo enunahabitación.Cuatro
paredes blancas; en un rincón, una cama con una colcha de cuadritosblancos y azules; en otro, unamesita con una pequeña librería, cuatrosillasyunviejomapaenlapared;olíamuybienamanzanas.Nos sentamos todos. Mi padre y el maestro se miraron durante un
momento.—¡Botini! —exclamó después el maestro, fijando los ojos en el
pavimentodeladrillos,enlosqueelsoldibujabauntablerodeajedrez;yacontinuación—:¡Oh,meacuerdomuybien!¡Quéseñoratanbuenaerasumadre!Usted,elprimeraño,durantealgúntiempo,estuvoenelbancode la izquierdacercade lapuerta.Veaustedsimeacuerdo.Aúnestoyviendo su cabeza rizada —se quedó pensando un poco—. ¡Era unmuchacho vivo! ¡Mucho! ¡El segundo año estuvo enfermo de difteria.Recuerdocuando lovolvierona llevara laescuela,demacrado,envuelto
enunmantón.Hanpasadocuarentaaños,¿noesverdad?Hasidomuybuenoalacordarsedesupobremaestro.Tambiénhanvenidootroshaceaños a verme aquí, antiguos discípulos míos: un coronel, sacerdotes,variosseñores.Preguntóamipadrequéprofesiónejercía,ydijo:—Me alegro, me alegro de corazón. Se lo agradezco. Hace algún
tiempo que no veo a ninguno. Y temo que sea usted el último, queridoseñor.—Pero, ¿qué dice?—exclamó mi padre—. Usted se encuentra bien:
todavíaestáfuerte.Nodigaeso.—¡Oh,no!—respondióelmaestro—.¿Veestetemblor?yleenseñólas
manos—.Esunamalaseñal.Comenzóhacetresañoscuandoaúndabaclases.Alprincipionohicecaso;creíquesepasaría.Pero,alcontrario,en vez de desaparecer fue creciendo. Llegó un día en que ya no pudeescribir. ¡Ah!Aquel día, aquella primera vez que hice un garabato en elcuaderno de un alumno, fue para mí un golpe mortal, querido señor.Seguí adelante por algún tiempo; pero luego yanopudemás.Despuésdesesentaañosdeenseñanzatuvequedarelúltimoadiósalaescuela,alosalumnos,altrabajo.Fuemuyduro,créame,fuemuyduro.Laúltimavezquediclasemeacompañaron todosacasayme festejaronmucho;peroyoestabatriste;medabacuentadequemividasehabíaacabado.Elañoanteriorhabíaperdidoamimujeryamihijoúnico.Mequedésolocondosnietoslabradores.Ahoravivodealgunoscientosdelirasquemedan de pensión.No hago nada: los días semehacen interminables.Miúnica distracción es hojearmis viejos libros de escuela, colecciones deperiódicosescolares,yalgúnlibroquemehanregalado.Allíestán—dijo,señalando la pequeña biblioteca—, allí están mis recuerdos, todo mipasado... No me queda más en el mundo —y luego, de pronto, dijoalegremente—:Voyadarleunasorpresa,queridoseñor.Se levantó y acercándose a la mesita, abrió un cajón grande que
contenía muchos paquetes pequeños, todos atados con un cordoncito,encimade loscualeshabíaescritauna fechadecuatro cifras.Despuésde buscar un poco, abrió uno, hojeó muchos papeles, sacó unoamarillento y se lo presentó a mi padre. Era un trabajo suyo de laescuela, de hacía cuarenta años. En la parte superior decía: «AlbertoBotini, dictado, 3 deabril de1838».Mi padre reconocióalmomento sugruesaletradechico,ysepusoaleer,sonriendo.Pero,depronto,sele
humedecieronlosojos.Yomelevanté,preguntándolequélepasaba.Entonces, cogiéndome por la cintura y estrechándome contra él, me
dijo:—Miraestahoja.¿Ves?Estassonlascorreccionesdemipobremadre.
Ella siempre me duplicaba las eles y las tes. Y las últimas líneas sontodas suyas. Había aprendido a imitar mi letra, y cuando yo estabacansado y tenía sueño, terminaba ella el trabajo por mí. ¡Santamadremía!,ybesólapágina.—Estosson—dijoelmaestro,mostrándole losdemáspaquetes—mis
recuerdos. Todos los años he apartado un trabajo de cada uno demisalumnos,yaquíestántodos,ordenadosynumerados.Avecesmepongoahojearlosyleounalíneaacáyotraallá,yvuelvenamimentemilcosas,me parece que vuelvo a vivir en el pasado. ¡Cuántos han desfilado, miquerido señor! Cierro los ojos y veo caras y más caras, clases y másclases,cientosycientosdemuchachos,deloscualessabeDioscuántoshanmuertoya.Demuchosmeacuerdoperfectamente.Meacuerdobiende los mejores y de los peores, de los que me han dado grandessatisfaccionesyde losquemehanhechopasarmomentosmuy tristes,porque también ha habido serpientes, se comprende, en un número tangrande demuchachos. Pero ahora es como sime encontrase ya en elotromundo,ylosquieroatodosigualmente.Volvióasentarseycogióunademismanosentrelassuyas.—¿Y de mí —preguntó mi padre, sonriendo—, no recuerda ninguna
travesura?—¿Deusted,señor?—respondióelviejosonriendotambién—.No,por
elmomento.Peroestonoquieredecirqueno lashiciera.Sinembargo,usted era juicioso y serio para su edad.Meacuerdomuybien del granafectoque le tenía suseñoramadre...Hasidoustedmuybuenoymuyatento al venir a verme aquí. ¿Cómo ha dejado sus ocupaciones paraveniravisitaraunpobreyyamuyviejomaestro?—Escuche, señor Croseti —respondió mi padre con viveza—. Me
acuerdo de la primera vez que mi pobre madre me acompañó a laescuela.Eralaprimeravezqueteníaquesepararsedemípordoshorasy dejarme fuera de casa en otras manos que las de mi padre; en lasmanos de una persona desconocida, en definitiva. Para aquella buenacriatura,mi entrada en la escuela era como la entrada en elmundo, laprimera de una larga serie de separaciones largas y dolorosas, era la
sociedadquelequitabadelasmanos,porprimeravez,asuhijo,paranovolver a entregárselo nunca por completo. Estaba conmovida, y yotambién.Merecomendóaustedconvoztemblorosa,yluego,alirse,mesaludótodavíaporlapuertaentreabierta,conlosojosllenosdelágrimas.Yenaquelprecisomomentohizoustedunademánconlamano,poniendolaotrasobreelpecho,comoparadecirle:«Señora,confíeustedenmí».Pues bien, aquel gesto suyo, aquella mirada, por la que vi que habíaustedcomprendidotodoslossentimientos,todoslospensamientosdemimadre,aquellamiradaquequeríadecir:«¡Ánimo!»,aquelgestoqueeraunahonradapromesadeprotección,decariñoydeindulgencia,jamásloheolvidado;hapermanecidoesculpidoenmicorazónparasiempre;aquelrecuerdoeselquemehahechosalirdeTurín.Yaquímetiene,despuésdecuarentaycuatroaños,paradecirle:«Gracias,queridomaestro».Elmaestrono respondió;meacariciaba loscabelloscon lamano,con
sumanotemblorosa,queibademiscabellosalafrente,ydelafrenteamiscabellos.Mipadre,mientras,contemplabalasparedesdesnudas,elpobrelecho,
unpedazodepanyunabotelladeaceitequeestabanencimadelaventana,yparecíacomosidijese:«Pobremaestro,despuésdesesentaaños,¿esestetupremio?».Peroelpobreviejoestabamuycontento,ycomenzódenuevoacharlar
convivezadenuestra familia,deotrosmaestrosdeaquellos tiempos, yde los compañeros de escuela de mi padre, el cual se acordaba dealgunos y de otros no, y cada uno, daba noticias al otro de éste o deaquél. Mi padre interrumpió la conversación para pedir al maestro quebajaraconnosotrosalpueblo,acomer.Élrespondiómuyafable:—Seloagradezco,muchasgracias—parecíaindeciso.Mipadre;cogiéndoleambasmanos,volvióainsistir:—Pero,¿cómomevoyaarreglarparacomer—dijoelmaestro—con
estaspobresmanosquebailandeestamanera?Esunmartirio,inclusoparalosdemás.—Nosotrosloayudaremos,maestro—dijomipadre.Yentoncesaceptó,moviendolacabezaysonriendo.—Esesteunhermosodía—dijo,cerrandolapuertadesdefuera—,un
hermosodía,queridoseñorBotini.Leaseguroquelorecordarémientrasviva.Mi padre dio su brazo al maestro, el cual me cogió de la mano, y
bajamos por el sendero. Encontramos dos muchachitas descalzas queconducíanvacas,yunmuchachoquepasócorriendoconunagrancargadepajaalhombro.Elmaestronosdijoqueerandosalumnasyunalumnode segundo, que por la mañana conducían los animales a pastar ytrabajabanenelcampocon lospiesdesnudos,ypor la tardeseponíanlos zapatos e iban a la escuela. Era casi mediodía. No encontramos anadiemás.Enpocosminutosllegamosalaposada,nossentamosaunagranmesa, poniendo enmedio almaestro, y comenzamos enseguida acomer.Laposadaerasilenciosacomounconvento.Elmaestrorebosabade alegría, y la emoción aumentaba el temblor de sus manos; casi nopodía comer. Pero mi padre le partía la carne, le cortaba el pan, leechabasalenlacomida.Parabeberteníaquecogerelvasoconlasdosmanos,yaunasí ledabacontralosdientes.Perocharlabamuchoyconentusiasmo, de los libros de lectura de su juventud, de los horarios deentonces, de los elogios que le habían tributado sus superiores, de losreglamentosdelosúltimosaños,sinperderlaserenidadenelsemblante,un pocomás encendido que al principio, con una voz jovial y la sonrisacasideunmuchacho.Mipadrenosecansabademirarlo,con lamismaexpresiónconquea veces lo sorprendocuandomemiraamíencasa,mientras piensa y sonríe para él, con la cabeza algo inclinada hacia unlado.Almaestrose lecayóalgodevinoenelpecho;mipadrese levantóy
selolimpióconlaservilleta.—No;no,señor,noseloconsiento—dijoél,riendo.Decíaalgunas
palabrasenlatín.Alfinal,levantóelvaso,quelebailabaenlamano,ydijoconmuchaseriedad:
—¡Asusalud,queridoseñoringeniero,aladesushijos,yalamemoriadesubuenamadre!—¡A la suya,mi buenmaestro!—contestómi padre, estrechándole la
mano.Enel fondode lahabitaciónestabaelposaderoyotraspersonas,que
miraban y sonreían, dando a entender la satisfacción que les producíaaquellosagasajosenhonordelmaestrodesupueblo.Salimos pasadas ya las dos, y el maestro quiso acompañarnos a la
estación.Mipadre lediodenuevoelbrazo,yélvolvióacogermede lamano;yolellevabaelbastón.Lagenteseparabaamirar,porquetodosloconocían;algunoslosaludaban.Alllegaraundeterminadopuntodela
calle, oímos por una ventana muchas voces de niños que leían juntos,deletreando.Elviejoseparó,yparecióentristecerse.—Heahí,queridoseñorBotini—dijo—,loquemeapena:oírlasvoces
de losmuchachosen laescuela ynoestar ya conellos; pensarqueesotroel queestá.Heescuchadodurante sesentaañosestamúsica ymicorazón se había hecho a ella... Ahora estoy sin familia. Ya no tengohijos.—No,maestro—lerespondiómipadre,reanudandolamarcha—:usted
tieneaúnmuchoshijos,esparcidosporelmundo,queseacuerdandeustedcomoyomeheacordadosiempre.—No,no—respondióelmaestro,con tristeza—,yano tengoescuela,
ya no tengo hijos. Y sin hijos no puedo vivir mucho. Pronto sonará mihora.—Nodigaustedeso,maestro,nilopiense—dijomipadre—.Detodos
modos, ¡cuánto bien ha hecho usted! ¡Qué noblemente ha empleado suvida!Elviejomaestro inclinóunmomentosublancacabezasobreelhombro
demipadre,yapretómimano.Habíamosentradoenlaestación.Eltrenibaasalir.—¡Adiós,maestro!—dijomipadre,besándoloenlamejilla.—¡Adiós, gracias, adiós! —contestó el maestro, cogiendo con sus
manos temblorosas una mano de mi padre, y apretándola contra sucorazón.Luego lo besé yo, y sentí que las lágrimas humedecían su cara. Mi
padre me empujó hacia el coche, y en el momento de subir, cogiórápidamentedelamanodelmaestrosutoscobastón,entregándoleensulugarelsuyo,hermoso,conpuñodeplataysusiniciales,diciéndole:—Consérvelocomorecuerdomío.Elviejointentódevolvérseloyrecobrarelsuyo;peromipadreyaestaba
dentroyhabíacerradolapuerta.—¡Adiós,mibuenmaestro!—¡Adiós,hijo—respondióelmaestro,mientraseltrenechabaaandar
—,yqueDioslobendigaporelconsueloquehatraídoaunpobreviejo!—Hastalavista—gritómipadre,conmovido.Pero el maestro movió la cabeza, como diciendo: «No volveremos a
vernos».—Sí,sí—respondiómipadre—,hastalavista.
Peroélrespondió,levantandosutrémulamanohaciaelcielo:—¡Alláarriba!Ydesapareciódenuestravistaenaquellaactitud,conlamanoenalto.
Convalecencia
Jueves,20.
¡Quiénmeibaadeciramí,cuandovolvítancontentodeaquellahermosaexcursiónconmipadre,quedurantediezdíasnovolveríaaverelcamponielcielo!Heestadomuymalo,enpeligrodemuerte.Heoídosollozar—amimadre, he vistomuypálidoamipadre,mirándome fijamente, amihermanaSilvia y ami hermano, quehablabanen vozbaja, y almédico,consusanteojos,quenoseseparabademi ladoymedecíacosasqueno comprendía. No ha faltadomucho para dar el último adiós a todos.¡Ah,pobremadremía!Hepasadoporlomenostresocuatrodíasdelosqueno recuerdonada, como si hubiese tenido un sueñomuy revuelto yoscuro.Meparecehabervistoalladodemicamaamibuenamaestradeprimero superior, que se esforzaba por sofocar la tos con el pañuelo,para no molestarme; recuerdo también, de un modo confuso, a mimaestro,queseinclinóparabesarmeymepinchóunpocolacaraconsubarba. He visto pasar, como entre niebla, la cabeza roja de Crosi, losrubios rizosdeDerossi,alcalabrés,vestidodenegro,yaGarrone,quemetrajounamandarinaconlashojas,yquesemarchóenseguidaporquesu madre estaba enferma. Luego me desperté, como de un sueñolarguísimo,ycomprendíqueestabamejoralveramipadreyamimadreque sonreían, y al escuchar aSilvia que tarareaba. ¡Oh, qué sueño tantristehasido!Luegohecomenzadoamejorardedíaendía.HavenidoelAlbañilito, que por primera vezme ha hecho reír al poner el hocico deliebre:¡yquébienlehasalidoahora,queacausadelaenfermedadseleha alargado al pobrecito un poco la cara!Ha venidoCoretti, y también,Garoffi, que me regaló dos billetes de su nueva lotería de «uncortaplumasconcintosorpresas»,quecompróauntenderoamigosuyo,de la calle Bertola. Ayer, mientras dormía, vino Precossi, y colocó sumejilla sobre mi mano, sin despertarme, y como venía del taller de supadre, con la caramanchadade carbón,medejó lamarca negra en lamano,dándomeunagranalegría verla cuandomehedespertado. ¡Quéverdessehanpuestolosárbolesenestospocosdías!¡Yquéenvidiamedanlosmuchachosqueveocorreralaescuelaconloslibros,cuandomipadre me lleva a la ventana! Pero pronto volveré yo también. Estoy
impacientepor volver a ver a todos losmuchachos,mi banco, el jardín,lascalles,desaber todo loquehaacontecidoeneste tiempo,decogerotravezmislibrosmiscuadernos,puesmedalasensacióndequenolosveo hace un año. ¡Pobre madre mía, qué demacrada y pálida está!¡Pobre padre mío, qué aspecto tiene de cansado! ¡Y mis buenoscompañeros que han venido a verme y andaban de puntillas y mebesaban la frente! ¡Qué tristeza me entra ahora, al pensar que un díatendremos que separarnos! Con Derossi y algún otro seguiré quizáhaciendomis estudios; ¿y todos los demás?Una vez terminado cuarto,¡adiós!,novolveremosavernos;novolveréaverlosal ladodemicamacuando me encuentre enfermo; Garrone, Precossi, tantos muchachosexcelentes, tantos buenos y queridos compañeros, no volveré aencontrarlosprobablemente.
Losamigosobreros
Jueves,27.
«¿Porqué,Enrico,nolosvolverásaver?Esodependerádeti.Cuandoterminescuarto,irásalinstituto,yellosescogeránunoficio;peropermaneceréisenlamismaciudad,quizádurantemuchosaños.¿Porqué,entonces,nohabréisdeverosmás?Cuandotúestésenlauniversidadoenlaacademia,irásaverlosasustiendasoasustalleres,yexperimentarásunagranalegríaenvolveraencontraratuscompañerosdeinfancia—yahombres—ensutrabajo.¿SeráposiblequenovayasaveraCorettiyaPrecossi,dondequieraqueestén?Ciertamentequeirás,ypasaráshorasenterasensucompañía,yverás,estudiandolavidayelmundo,cuántascosaspodrásaprenderdeellos,quenadietepodráenseñarmejor,sobresusoficios,sobresusociedadysobretupatria.Ytenpresentequesinoconservasestasamistadesteresultarámuydifícillograrotrassemejantesenelfuturo,quierodecir,fueradelcírculosocialalqueperteneces.Deestamaneravivirásencerradoenunasolaclase,yelhombrequenomantienecontactomásqueconunaesferasocialescomoeleruditoquenoleemásqueunlibro.Así,pues,proponte,desdeahora,conservarlaamistaddeesosbuenoscompañeros,inclusodespués,cuandotengáisqueestarseparados,ycultivasutratodesdeahora,conpreferencia,precisamente,porquesonhijosdeobreros.Mira:loshombresdelasclasessuperioressonlosoficiales,ylosobrerossonlossoldadosdeltrabajo.Peroasíenlasociedadcomoenelejército,elsoldadonoesmenosnoblequeeloficial,porquelanoblezaestáeneltrabajoynoenlaganancia;enelvalorynoenelgrado;ysihayalgunasuperioridaddemérito,seencuentraprecisamenteenelsoldado,enelobrero,porquesacandesutrabajounprovechomenor.Portanto,amayrespeta,entretodostuscompañeros,aloshijosdelossoldadosdeltrabajo.Honraenelloslossacrificiosdesuspadres;desprecialasdiferenciasdefortunaydeclase,puessolamentelagentedespreciableregulaporellaslossentimientosylaeducación;piensaquecasitodalasangrebenditaqueharedimidolapatriahasalidodelasvenasdelostrabajadoresdelostalleresydelcampo;amaaGarrone,amaaPrecossi,amaaCoretti,amaatu
Albañilito,queensuspechosdepequeñostrabajadoresencierrancorazonesdepríncipes,yjúrateatimismoqueningúncambiodefortunapodráarrancarjamásdetualmaesassantasamistadesdelainfancia.Juraquesidentrodecuarentaaños,alpasarporunaestacióndeferrocarril,reconocesbajoeltrajedeunmaquinistaatuantiguoamigoGarrone,consucaranegra...¡Oh,noesprecisoquelojures;estoyseguroquesubirásalamáquinayleecharáslosbrazosalcuello,aunqueseasunsenadordelreino.
Tupadre».
LamadredeGarrone
Viernes,28.
Apenas vuelvo a la escuela me encuentro con una triste noticia. Hacíavarios días que Garrone no venía, porque su madre se encontrabagravementeen-ferma.Elsábadoporlatardemurió.Ayerporlamañana,elmaestronosdijoapenasentróenclase:—Al pobre Garrone le ha tocado la desgracia mayor que puede
ocurrirle a un niño. Se le hamuerto lamadre.Mañana volverá a clase.Desde ahora os lo pido, muchachos: respetad el terrible dolor quedestroza su alma. Cuando entre, saludadle afectuosamente y conseriedad;queningunobromeeniseríaconél,oslorecomiendo.Y esta mañana, un poco más tarde que los demás, entró el pobre
Garrone.Alverlo,mediounvuelcoelcorazón.Sucaraestabapálida,susojos enrojecidos, apenas se tenía sobre sus piernas; parecía como sihubieraestadoenfermounmesentero;noparecíaelmismo;vestíatodode luto; inspiraba compasión. Nadie respiró; todos lo miraron. Apenasentró, en el primermomento, al volver a la escuela a la que sumadrehabía venidoa buscarlo casi todos los días, al banco sobreel cual ellatantasvecessehabíainclinadoenlosdíasdeexamen,parahacerleunaúltima recomendación, y en los que él tantas veces había pensado enella,impacienteporsalirparacorrerasuencuentro,estallóenunaccesodellantodesesperado.Elmaestro lo llevóasu lado, loapretócontrasupechoyledijo:—Llora,sí,llora,pobreniño,perotenvalor.Tumadreyanoestáaquí,
pero te ve, te sigue amando, vive aún a tu lado... y un día volverás averla,porquetienesunalmabuenahonradacomoella.Tenvalor.Ydichoesto, loacompañóalbanco,cercademí.Yonomeatrevíaa
mirarlo. Sacó sus libros y sus cuadernos, que no había abierto hacíamuchosdías, yalabrirel librode lectura,enelquehayunaviñetaquerepresentaaunamadreconelhijode lamanodenuevorompióa llorar,reclinandolacabezasobreelbrazo.Elmaestronoshizoseñasdequelodejáramos tranquilo, y comenzó la lección. Yo hubiera deseado decirlealgo,peronosabíaqué.Puseunamanoencimadesubrazoy ledijealoído:
—Nollores,Garrone.Nocontestó,y, sin levantar lacabezadelbanco,cogiócon lasuyami
mano y la tuvo así por algún tiempo. Al salir, nadie le habló; todospasaronasu lado respetuosamenteyensilencio.Yoviamimadrequemeestabaesperando,ycorríaabrazarla;peroellamerechazó,ymirabaaGarrone.Alprincipionocomprendíporqué;peroal verqueGarrone,solo, a un lado, me estaba mirando, y que en su mirada había unaindecible tristeza, que quería dar a entender: «Tú abrazas a tu madre,peroyonovolveréaabrazarla; túaúntienesunamadre;pero lamíahamuerto»,entoncescomprendíporquémimadremehabía rechazado,ysalísindarlelamano.
JoséMazzini
Sábado,29.
También esta mañana vino Garrone a la escuela pálido y con los ojoshinchadosdellorar;apenasechóunamiradaalospequeñosregalosquehabíamoscolocadoensubancoparaconsolarlo.Peroelmaestrohabíallevadounapáginadeunlibroparaleérselayreanimarlo.Prime r am e n t e n o s h a a d v e r t i d o q u emañana vayamos almediodíaalAyuntamiento,parapresenciar laconcesiónde lamedallaalvaloraunmuchachoquehasalvadoaunniñodeperecerenelPo,yqueel lunes nos dictará la descripción de la fiesta en lugar del cuentomensual.Luego,volviéndoseaGarrone,queestabacon lacabezabaja,ledijo:—Garrone,hazunesfuerzo;escribetútambiénloquevoyadictar.Todoscogimoslapluma.Elmaestrocomenzó:José Mazzini, nacido en Génova en 1805, muerto en Pisa en 1872;
patriotadealmagrande,escritordepreclaroingenio, inspiradoryprimerapóstol de la revolución italiana, el cual, por amor a su patria, viviócuarenta años pobre, desterrado, perseguido, errante, heroicamentefirmeensusprincipiosyensuspropósitos;JoséMazzini,queadorabaasumadre,yquehabíaheredadodeellacuantohabíademáspuroymásaltoensuesforzadaynoblealma,escribíaasíaunfielamigosuyo,paraconsolarlodelamayordelasdesgracias.Pocomásomenos,estassonsus palabras: «Amigo mío, ya no volverás a ver a tu madre en estemundo. Esta es la tremenda verdad.No voy a verte, porque el tuyo esuno de esos dolores solemnes y sagrados que es necesario sufrir yvencer por sí mismo. ¿Comprendes lo que quiero decirte con estaspalabras? “Es preciso vencer el dolor”. Vencer lo que el dolor tiene demenos santo, demenos purificador; aquello ocre, en vez demejorar elalma, ladebilitay rebaja.Pero laotrapartedeldolor, lapartenoble, laque engrandece y sublima el alma, ésa debe permanecer en ti y nodejartejamás.Aquíabajonadapuedesustituiraunabuenamadre.Enlosdolores,en lassatisfaccionesque lavidapuede todavíabrindarte,no laolvidarás jamás.Perodebesrecordarla,amarla,apenarteporsumuerte
deunamaneradignadeella.Escúchame,amigomío,lamuertenoexiste,noesnada.Nisiquierasepuedecomprender.Lavidaesvida,ysiguelaley de la vida, el progreso. Ayer tenías una madre en el mundo; hoytienes un ángel en otro lugar. Todo lo que es bueno sobrevive a la vidaterrenaaumentandoenpotencia.Portanto,tambiénelamordetumadre.Ellateamaahoramásquenunca.Ytúeresresponsabledetusaccionesanteella,másqueantes.Dependede ti,de tusobras,elencontrarla,yvolveraverlaenotraexistencia.Portanto,poramoryreverenciahaciatumadre,debeshacertemejorydarlemotivodealegrarsedetuconducta.De ahora en adelante, deberás decirte en cada uno de tus actos: “¿Loaprobaríamimadre?”.Sutransformaciónhapuestoenelmundounángelcustodioparati,alcualdebesreferirtodastuscosas.Séfuerteybueno;resiste el dolor desesperado y vulgar, conquista la serenidad de losgrandessufrimientosen lasalmasgrandes;esoesprecisamente loqueella quiere». ¡Garrone! —añadió el maestro—: sé fuerte y permanecesereno;esoesloqueellaquiere.¿Comprendes?Garrone hizo un signo afirmativo con la cabeza, mientras que de sus
ojos caían densas y copiosas lágrimas sobre el cuaderno y sobre elbanco.
Valorcívico(Cuentomensual)
Amediodía estábamosante elAyuntamiento para presenciar la entregadelamedalladelvalorcívicoalmuchachoquesalvóauncompañeroenelPo.Enlaterrazadelafachadaondeabaunagranbanderatricolor.Entramosenelpatiodeledificio.Estaba lleno de gente. Al fondo se veía una mesita con un tapete
encarnado,yencimavariospapeles,ydetrásunafiladesillonesdoradospara el alcalde y el cabildo. Varios ujieres del Ayuntamiento, con lasdalmáticas azules y las medias blancas, rodeaban el estrado. A laderechadelpatiohabíaformadounpiquetedeguardiasmunicipales,conmuchasmedallas,yalotro ladootropiquetedecarabineros,en laparteopuesta, los bomberos, con uniforme de gala, y muchos soldados sinformar, que habían venido a presenciar la ceremonia: soldados, decaballería,cazadores,deartillería.Porúltimo,alrededor,señores,gentedel pueblo, algunos oficiales,mujeres ymuchachos que se apretujaban.Nosotrosnoscolocamosenunrincóndondehabíayamuchosalumnosdeotrassecciones,consusmaestros,yanuestroladoestabaungrupodemuchachos de pueblo, entre los diez y los dieciocho años, riendo yhablando muy alto, y se veía que eran todos del barrio del Po,compañerosoconocidosdelqueibaarecibirlamedalla.Arriba,entodaslasventanas,seasomabanlosempleadosdelAyuntamiento;lasgaleríasde la biblioteca aparecían también llenas de gente, que se apretabacontra la balaustrada; y en la del lado opuesto, que está encima de lapuertadeentrada,estabanapretadasungrannúmerodemuchachasdelasescuelaspúblicasymuchas«huérfanasdemilitares»,consusbonitosvelos celestes. Parecía un teatro. Todos charlaban alegres,mirando devezencuandohacialamesitaencarnada,aversisepresentabaalguno.La banda demúsica tocabamuy suave, al fondo del patio. El sol caíasobrelosmuros.Eraunhermosoespectáculo.Depronto, todoscomenzaronaaplaudirenelpatio, lasgaleríasy las
ventanas.
Yomeempinéparaver.Lamultitud que estaba detrás de lamesa encarnada había abierto el
paso, y un hombre y una mujer se habían puesto delante. El hombrellevabadelamanoaunniño.Eraelquehabíasalvadoalcompañero.El hombre era su padre, un albañil, vestido de fiesta. La mujer, su
madre, pequeña y rubia, vestía de negro. El niño, también rubio ypequeño,llevabaunachaquetagris.Al ver toda aquella gente y oír los estrepitosos aplausos, los tres se
quedaron sin atreverse a mirar ni a moverse. Un ujier municipal loscondujoalladodelamesa,aladerecha.Todosguardaron silenciopor unmomento, y luegootra vez resonaron
los aplausos por doquier. El niño miró a las ventanas y luego a lasgalerías de las huérfanas de los militares, tenía el sombrero entre lasmanos y parecía que no sabía bien dónde se encontraba. Me dio laimpresióndequeseparecíaunpocoaCorettien lacara,perounpocomásencarnado.Supadreysumadrenoapartabanlosojosdelamesa.Entretanto, los muchachos del barrio del Po, que estaban cerca de
nosotros, se asomaban y hacían señas a su compañero para que losviera,llamándoleenvozbaja:—¡Pin,Pin,Pinot!A fuerzade llamarloconsiguieronque losoyera.Elniño losmiró,yse
pusoelsombrerodelanteparaocultarsurisa.De pronto, todos los guardias a una se cuadraron y entró el alcalde,
acompañadodemuchosseñores.Elalcalde,contodosupeloblancoyunagranfajatricolorsepusojunto
alamesa,depie,losdemás,asuladoodetrás.Labandadejódetocar.Aunaseñadelalcalde,todoscallaron.Comenzó a hablar. Las primeras palabras no las entendí bien, pero
comprendí que contaba la hazaña del niño. Luego levantó la voz, y seesparció tan clara y sonora por todo el patio, que no perdí una solapalabra.
—...Cuandoviodesdelaorillaalcompañeroqueserevolvíaenelrío,presayadelterroralamuerte,sequitólaropayacudiósintitubearun
momento.Legritaron:«¡Quetevasaahogar!».Norespondió;loagarraron,ysesoltó;lollamaron,peroyaestabaenelagua.Elrío
estabamuycrecido,yelriesgoeraterrible,inclusoparaunhombre.Pero
éldesafióalamuertecontodalafuerzadesupequeñocuerpoydesugrancorazón;alcanzóatiempoaldesgraciadoqueyaestababajoelagua,loagarróylosacóaflote;luchófuriosamenteconelaguaquequeríaarrastrarlo,yconelcompañeroenroscadoaél;variasveces
desaparecióbajoelaguayvolvióasalirconunesfuerzodesesperado;obstinadoeinvencibleensunoblepropósito,nocomounmuchachoque
quieresalvaraotromuchacho,sinocomounhombre,comounpadrequeluchaporsalvarasuhijo,queessuesperanzaysuvida.Alfin.Diosno
permitióqueunaproezatangenerosaresultaseinútil.Elpequeñonadadorarrebatósupresaalríogigante,ylasacóatierra,prestándoleincluso,conlosdemás,losprimerossocorros;y,después,volvióacasasanoytranquiloacontaringenuamenteelsuceso.¡Señores!Hermoso,admi-
rableeselheroísmodelhombre;peroenelniño,incapazdemiraalgunadeambiciónydeinterés;enelniño,aquiennadapedimos,queanada
estáobligado,queyanosparecetannobleytandigno,simplementecuandocomprendeyreconoceelheroísmodelosdemás,enelniñoelheroísmoesdivino.Nodirémás,señores.Noquieroadornarconelogiossuperfluosunagrandezatansublime.Aquítenéis,delantedevosotros,alsalvadornobleygeneroso.Soldados,saludadlocomoaunhermano;madres,bendecidlocomoaunhijo;niños, recordadsunombre,grabadenvuestramentesurostro, y que no se borre jamás de vuestra memoria y de vuestrocorazón.Acércate,muchacho.EnnombredelreydeItalia,teconcedolacruzdebeneficencia.Unvivaatronador,lanzadoalavezporunainfinidaddevoces,atronóel
palacio.Elalcaldetomódelamesalacondecoración,ylapusoenelpechodel
niño.Luegoloabrazóylobesó.Lamadresellevólamanoalosojos;elpadredescansabalabarbaen
elpecho.El alcalde estrechó la mano a los dos, y cogiendo el decreto de la
condecoración,atadoconunacinta,selodioalamadre.Luegosevolvióhaciaelniñoyledijo,emocionado:—Que el recuerdo de este día tan glorioso para ti, tan feliz para tus
padres, te conserve toda tu vida en el camino de la virtud y del honor.Adiós.
El alcalde salió; la banda comenzó a tocar y todo parecía terminado,cuandoelpiquetedebomberosseabrió,yunniñodeunosochoonueveaños, al que empujaba hacia adelante una señora, que enseguida seescondió,selanzóhaciaelcondecorado,arrojándoseensusbrazos.Unnuevoclamordevivasydeaplausosatronóelpatio;todoslohabían
comprendidoalaprimera:aquéleraélniñosalvadodelPoqueibaadargraciasasusalvador.Despuésdehaberlobesado, locogiódeunbrazoparaacompañarloafuera.Ellosdosdelante,elpadrey lamadredetrás,se encaminaron hacia la salida, pasando con gran dificultad entre lagente,quelesabríapasosegúnavanzaban:guardias,muchachos,soldados,mujeres,todosenrevueltaconfusión.Todosseechaban hacia delante y se empinaban para ver al muchacho. Los queestabanenprimerafila, letocabanlamano.Cuandopasódelantedelosniñosdelaescuela,todosagitaronsussombreros.LosdelbarriodelPoprorrumpieron en grandes aclamaciones, cogiéndolo del brazo y de lachaquetaygritando:—¡Pin!¡VivaPin!¡Bravo,Pinot!Yo lo vi pasar a mi lado, con la cara toda encendida, contento; la
medalla tenía el lazo blanco, rojo y verde.Sumadre lloraba y reía a lavez;supadreseretorcíaelbigote,conunamanoqueletemblabamucho,como si tuviese calentura. Desde las ventanas y las galerías seguíanasomándose y aplaudiendo. De pronto, cuando estaban para entrardebajodelpórtico,cayódelasgaleríasdelashuérfanasdelosmilitaresuna verdadera lluvia de pensamientos, de ramitos de violetas y demargaritas,quefueronadarenlacabezadelniñoydesuspadres,yseesparcieron por el suelo. Muchos comenzaron a recogerlas de prisa,ofreciéndoselas a la madre, mientras en el fondo del patio la bandatocaba suavemente una melodía bellísima, que parecía el canto demuchasvocesargentinasquesealejasencantandoporlaorilladeunrío.
MayoLosniñosraquíticos
Viernes,5.
Hoynoheidoaclasesporquenomeencontrababien,ymimadremehallevado con ella al instituto de los niños raquíticos, adonde ha ido arecomendar a una hija del portero; pero no me ha dejado entrar a laescuela...«¿No has comprendido, Enrico, por qué no te dejé entrar? Por no
ponerte delante de aquellos desgraciados, allí, enmedio de la escuela,convertido en lamuestra deunmuchacho sano y robusto. ¡Demasiadasocasiones tienen ya de hacer comparaciones dolorosas!». ¡Quéespectáculotantriste!Medieronganasdelloraralentrarallí.Eranunossesentaentreniñosyniñas...¡Pobreshuesostorturados!¡Pobresmanos,pobres pies, encogidos y crispados! ¡Pobres cuerpecitos contrahechos!Pronto vi muchas caras graciosas, miradas llenas de inteligencia y deafecto; había una niña con la nariz afilada y la barba puntiaguda, queparecía una viejecita; pero su sonrisa era de una suavidad celestial.Algunos,pordelante, sonbellosyparecequeno tienendefectoalguno;perosevuelven...yseleoprimeaunoelcorazón.Estabaallíelmédico,haciendolavisita.Losponíadepiesobrelosbancos,yleslevantabasusvestidosparatocarsusvientreshinchadosylasarticulacionesabultadas;no sentían vergüenza alguna las pobres criaturas; se veía que estabanacostumbrados a que los desnudaran; a ser examinados y vistos portodaspartes.¡Ypensarqueahoraseencuentranenelperíodomejordesuenfermedad,yquecasiyanosufren!Pero,¿quiénpodrádecirloquesufrieron cuando empezó a deformarse su cuerpo, cuando al crecer suenfermedad veían disminuir el afecto en torno de ellos, pobres niños, aquienessedejabasoloshorasyhorasenel rincóndeunahabitación,ode un patio, mal alimentados, a veces incluso escarnecidos, oatormentados durante meses enteros con vendajes y aparatosortopédicos, muchas veces inútiles? Ahora, en cambio, gracias a loscuidados, a la buena alimentación y a la gimnasia,muchosmejoran. Lamaestra los puso a hacer gimnasia. Daba lástima, al oír ciertas
instrucciones, ver cómo extendían sobre los bancos todas aquellaspiernas fajadas, comprimidas entre los aparatos, nudosas, deformadas,piernas que debieron ser cubiertas de besos. Algunos no podíanlevantarse del banco, y se quedaban allí, con la cabeza apoyada en elbrazo,acariciandolasmuletasconlamano;otros,alhacerelimpulsoconlos brazos, sentían que les faltaba la respiración y se dejaban caersentados, pálidos, pero sonriendo para disi-mular la fatiga. ¡Ah, Enrico!¡Vosotrosquenoapreciáis lasaludyosparececosasin importancia,elestarbuenos!Yopensabaen losmuchachoshermosos,que lasmadresllevan de paseo como en triunfo, orgullosas de su belleza, y hubieracogido todas aquellas cabezas y las hubiera estrechado contra micorazón,desesperadamente;hubiesedicho,deencontrarmesola:“Yanomemoverédeaquí,quieroconsagrarostodamivida,serviros,hacerdemadre para todos hasta el último día demi vida...”. Y entretanto, elloscantaban, cantaban con unas vocecitas débiles, dulces y tristes, quellegaban al alma: y como la maestra los elogiara, se pusieron muycontentos;ycuandopasabaentrelosbancoslebesabanlasmanosylosbrazos, porque sienten una gratitud inmensa, hacia sus bienhechores, ysonmuycariñosos.Tienentambiéntalento,yestudianaquellosangelitos,segúnmedijo lamaestra;unamaestra jovenyagraciada,conun rostrolleno de bondad y una cierta expresión de tristeza, reflejo de lasdesgraciasqueacariciayconsuela. ¡Queridamuchacha!Entre todas lascriaturashumanasqueseganan lavidaconsu trabajo,nohayunasolaquelohagamássantamentequetú,hijamía.
Tumadre».
Sacrificio
Martes,9.
Mi madre es muy buena, y mi hermana Silvia es como ella; tiene sumismocorazónnobleygeneroso.Estabayoayercopiandounapartedelcuentomensual:«De losApeninosa losAndes»,queelmaestronoshadadoacopiarunpocoatodos,porlolargoquees,cuandoentróSilviadepuntillasymedijocorriendoyenvozbaja:—Venconmigoaveramamá.Estamañanalosheoídohablar:apapá
le ha ido mal algún negocio, estaba apenado, y mamá lo animaba;andamosapurados,¿comprendes?No tenemosdinero.Papádecíaqueseránecesar iosacrificarseparasaliradelante.Es,pues,necesarioquetambién nosotros nos sacrifiquemos, ¿no te parece?¿Estás dispuesto?Bien;yo lehabloamamáy túdas tuasentimiento, yprométemepor tuhonorqueharástodoloqueyodiga.Dichoesto,mecogióde lamanoymecondujoadondeseencontraba
nuestramadre, que estaba cosiendo,muy pensativa; yome senté a unladodelsofá,Silviaalotro,ycomenzóenseguidaadecir:—Escucha,mamá,tengoquehablarte.Tenemosquehablartelosdos.
Mamánosmiróextrañada.YSilviacomenzóadecir:—Papásehaquedadosindinero,¿verdad?—¿Qué dices? —respondió mamá, sonrojándose—. No es verdad,
¿quésabestú?¿Quiéntelohadicho?—Lo sé—dijo Silvia resueltamente—. Bien, escucha, mamá; también
nosotroshemosdehacersacrificios.Túmehabíasprometidounabanicoparafinesdemayo,yaEnricounacajadepinturas;nolosqueremos,noqueremos que gastéis dinero, nos sentiremos igualmente satisfechos,¿comprendes?Mamáintentóhablar,peroSilvialedijo:—No, seráasí. Lohemosdecidido.Ymientraspapáno tengadinero,
noqueremosyani frutaniotrascosas;nosbastaráconelcocido,yporlamañanaeneldesayuno, tomaremospan;asísegastarámenosen lacomida,queyasegastabastante;prometiéndotequesiemprenosveráscontentos,comoantes.¿Noescierto,Enrico?
Yorespondíquesí.—Siemprecontentos,comoantes—repitióSilvia,cerrandoconlamano
labocaamamá—;ysiesnecesariohacermássacrificiosenelvestidooen otras cosas, nosotros lo haremos gustosos, y hasta venderemosnuestros regalos: yo doy todas mis cosas, te serviré de criada, nodaremos ya nada a coser fuera de casa, trabajaré todo el día contigo,haré todo lo que quieras, estoy dispuesta a todo. ¡A todo —exclamó,echando losbrazosalcuellodemimadre,con talquepapáymamánotenganpreocupaciones,contalquevuelvaaverosalosdostranquilosydebuenhumor,comoantes,encompañíadevuestraSilviaydevuestroEnrico,queosquierentanto,quedaríansuvidaporvosotros!¡Ah!, jamás vi a mi madre tan contenta como al escuchar aquellas
palabras;nuncahabíabesadonuestrafrentedeaquellamanera,llorandoy riendo, sin poder decir palabra. Luego aseguró a Silvia que no habíacomprendidobien;que,por fortuna,noesquenoshubiéramosquedadosin dinero; nos dio mil veces las gracias, y toda la tarde estuvo muycontenta,hastaqueentrómipadreporlanoche,aquienselocontótodo.Élnodijounapalabra,¡pobrepadremío!Peroestamañana,alsentarnosalamesa...,experimentéalavezungranplaceryunagrantristeza:bajolaservilletaencontrémi cajadepinturas, ySilviaencontróen la suyaelabanico.
Elincendio
Jueves,11.
Esta mañana había terminado de copiar mi parte del cuento «De losApeninos a los Andes», y estaba buscando un tema para unacomposición libre, que nos dio el maestro, cuando oí vocesdesacostumbradasporlaescalera,ypocodespuésentraronencasadosbomberos, los cuales pidieron a mi padre permiso para examinar lasestufasylaschimeneas,porqueseveíahumoeneltejadoynosesabíadedóndeprocedía.Mipadredijo:—Háganloustedes.Yaunquenoteníamosfuegoencendidoenningunaparte,comenzarona
darvueltaspor lashabitaciones,pegandoeloídoa laparedparaversiseoíael ruidodel fuegoen los tubosde laschimeneasquesubena losdemáspisosdelacasa.Ymipadremedijo,mientrasdabanvueltaspor lashabitacionesde la
casa:—Enrico, aquí tienes un tema para tu composición: los bomberos.
Intenta redactar lo que voy a contarte. Yo los vi trabajando hace dosaños,unanoche,4cuandosalíadelTeatroBalbo,ahorayaavanzada.AlllegaralacalleRoma,viunresplandorextrañoyunamultituddegentequecorría;eraunacasaqueestabaardiendo.Lenguasdefuegoynubesdehumosalíanporlasventanasyeltecho;hombresymujeresaparecíanenlafachadayvolvíanadesaparecer,lanzandogritosdesesperados;delantedelportalhabíaungrangentío;lamuchedumbregritaba:«¡Sequemanvivos!¡Socorro!¡Losbomberos!».Enaquelinstantellegóuncarro,salierondeélcuatrobomberos,losprimerosqueseencontraronenelAyuntamiento,ypenetraronenlacasa.Apenashabíanentradopresenciamosalgohorrendo:unamujerseasomó,gritando,aunaventanadeltercerpiso,seagarróalantepecho,sesubióaél,ypermanecióasícogida,mediosuspendidaenelvacío,conlaespaldafuera,encorvada,entreelhumoyelfuego,quealsalirdelahabitacióncasillegabanasucabeza.Lamultitudlanzóungritodehorror.Losbomberos,porequivocación,sequedaronenelsegundopiso,donde
tambiénhabíainquilinosaterrados.Yahabíanderribadounmuroypenetradoenunahabitación,cuandolosgritoslesadvirtieron:«¡Altercerpiso!¡Altercerpiso!».Subieronvolandoalpisotercero.Aquelloeraunaruinainfernal:vigasdeltechoquecrujían,corredoresllenosdellamas,unhumoqueasfixiaba.Parallegaralahabitaciónenlaqueestabanencerradoslosinquilinos,nohabíamásremedioquepasarporeltecho.Selanzaronenseguidaarriba,yminutosdespuésseviocomounfantasmanegrosaltarporlastejasentreelhumo:eraeljefe,quehabíallegadoelprimero.Peroparairalapartedeltechocorrespondien-tealcuartocerradoporelfuegoeranecesariopasarporunespacioestrechísimoentreunaleroylafachada;aquelpequeñotrechoestabacubiertodenieveydehielo,ynohabíadóndeagarrarse.«¡Esimposiblequepase!»,decíalagentedesdeabajo.Eljefeavanzóporelalerodeltejado:todostemblabanymiraban,conteniendolarespiración.¡Pasó!Unvivaatronadorsubióhaciaelcielo.Eljefereemprendiólamarcha,yalllegaralpuntoame-nazadocomenzóaromperfuriosamenteahachazostejas,vigasymaderasparaabrirunagujeroypoderbajaralahabitación.Mientras,lamujerseguíasuspendidafueradelaventana,yelfuegoseacercabacadavezmásasucabeza;unpocomásysehubieraarrojadoalacalle.Elagujeroquedóabierto;sevioaljefequitarselaropaypenetrardentro;losdemásbomberos,queyalohabíanalcanzado,losiguieron.Enelmismomomento,unaescaleraaérea,queentoncesllegaba,seapoyóenlacornisadelacasa,antelasven-tanasdelascualessalíanlasllamasylosgritos.Perolagentecreíaqueeratarde.«¡Nosesalvaninguno!¡Losbomberossequeman!¡Sehaterminado!¡Estánmuertos!».Deprontosevioaparecerenelantepechodelaventanalanegrafiguradeljefe,iluminadadearribaabajoporlasllamas;lamujerseagarróasucuello;éllacogióporlacinturaconambosbrazos,lalevantóyvolvióameterlaenlahabitación.Lamultitudprorrumpióengritosqueatenuaronelruidodelincendio.Pero,¿ylosdemás?¿Cómobajarían?Laescaleraapoyadaeneltechodelantedeotraventana,distabadeaquéllatodavíaunbuentrecho.¿Cómoibanaconseguiragarrarseaella?Mientrasdecíanesto,unodelosbomberosseechófueradelaventana,pusoelpiederechoenelantepechoyelizquierdoenlaescalera,yasí,depieenelaire,abrazandounoaunoalosinquilinos,queledabandesdedentro,losentregabaauncompañeroquehabíasubidodesdelacalleyque,cogiéndolosbienpordondepodía,
losibabajandounodespuésdeotroconlaayudadelosdemásbomberosqueestabanabajo.Descendióprimerolamujerdelantepecho;luego,unaniña,otraseñorayunviejo.Todossehabíansalvado.Detrásdel viejobajaron losbomberosquehabíanquedadodentro; el últimoenbajar fue el jefe, que había sido el primero en acudir. La multitud losacogió a todos con una salva de aplausos, pero cuando apareció elúltimo;elprimerodelossalvadores,aquelquehabíaafrontadoantesquenadie el peligro, el que indudablemente hubiera resultado muerto si aalgunolehubieratocadomorir,lamultitudlosaludócomoauntriunfador,gritandoyextendiendolosbrazoshaciaélenunimpulsodeadmiraciónygratitud, y en pocosmomentos los labios de todos repetían su nombrehasta entonces desconocido: José Robino. ¿Has comprendido? Eso esvalor,elvalordelcorazón,quenorazona,quenovacila,quevaderechocomounrayoadondeoyeelgritodelpeligro.Undía te llevaréaver losejercicios de los bomberos, y te enseñaré al jefe, Robino, porque tealegraríaconocerlo,¿noescierto?Respondíquesí.—Puesaquílotienes—dijomipadre.Me volví de golpe. Los dos bomberos, terminado ya el examen,
atravesabanlahabitaciónparasalir.Mipadremeseñalóalmáspequeño,alque llevaba losgalones,yme
dijo:—EstrechalamanodelcaboRobino.El cabo se paró y me dio la mano sonriendo; yo se la estreché, me
saludóysefue.—Recuérdalobien—dijomipadre—,porqueentre lasmilesdemanos
quepuedasestrecharentuvida,nollegaránquizáadiezlasquevalganloquelasuya.
DelosApeninosalosAndes(Cuentomensual)
Hace muchos años, un muchacho genovés de trece años, hijo de unobrero,sefuedesdeGénovaaAmérica,solo,parabuscarasumadre.SumadrehabíapartidodosañosantesparaBuenosAires,capitaldela
RepúblicaArgentina,paraponerseaservirenunacasarica,yasíganarenpocotiempoeldinerosuficienteparalevantardenuevoalafamilia,lacual,aconsecuenciadevariasdesgracias,habíacaídoen lapobrezayseencontraba llenadedeudas.Nosonpocas lasmujeresanimosasqueemprendentanlargoviajeconesefin,yquegraciasalosbuenossalariosqueallípercibelagentequesededicaaservir,vuelvenalapatriaalcabodealgunosañosconalgunosmilesdeliras.Lapobremadrehabía lloradomil lágrimasde sangreal separarsede
sushijos,unodedieciochoañosyotrodeonce;perohabíapartidoconresoluciónyllenadeesperanzas.Elviajefuefeliz;apenasllegóaBuenosAires encontró enseguida, por mediación de un comerciante genovés,establecidoallí desdehacíamucho tiempo,unabuena familiaargentina,que lepagabamuchoy la tratabamuybien.Durantealgúntiempohabíamantenido correspondencia regular con su familia. Según lo habíanconvenido entre ellos, el marido dirigía las cartas al primo, que se lasentregaba a lamujer, y ésta le llevaba a él la contestación para que laexpidiese a Génova, añadiendo algunas líneas por su cuenta. Conochenta liras al mes y no gastando nada en sí misma, podía enviar acasacadatresmesesunabuenasuma,conlacualelmarido,unhombredebien,ibapagandopocoapocolasdeudasmásurgentes,recuperandoasí el buen nombre. Mientras, él trabajaba y se sentía satisfecho decómo le iban las cosas, con la esperanza, además, de que su mujerpodríavolverdentrodepoco,porque lacasaparecíavacíasinella,yelhijo menor, especialmente, que quería muchísimo su madre, seentristecíaynopodíaresignarseasuausencia.Peroalañodesupartida,despuésdeunabrevecartaenlaquedecía
que no se encontraba muy bien de salud, no volvieron a tener másnoticias.
Escribierondos vecesal primoperoésteno respondió.Escribierona lafamiliaargentina,encuyacasaseencontrabasirviendo;mas lacartanodebióllegar, quizá por haber puestomal el nombre en el sobre, y no tuvieronrespuesta.Temiendounadesgracia,escribieronalconsulado italianodeBuenosAires,paraquehicieseindagaciones;despuésdetresmeses,elconsuladolescomunicóque,apesardelavisoquehabíanhechopublicaren los periódicos, no se había presentado nadie, ni siguiera a darnoticias. Y no podía suceder de otro modo, aparte de otras razones,porque para salvar la buena reputación de su familia, que le parecíamancharal hacerdecriada, labuenamujernohabíadichoa la familiaargentinasuverdaderonombre.Pasaron varios meses más, y ninguna noticia. Padre e hijos estaban
conster-nados; el más pequeño, oprimido por una tristeza invencible.¿Quéhacer?¿Aquiénacudir?LaprimeraideadelpadrehabíasidopartirparaAmérica,irenbuscadesumujer.Pero,¿yeltrabajo?¿Quiénibaamantenerasushijos?Tampocopodíairelhijomayor,queentoncesprecisamentecomenzabaaganaralgoyeranecesa-rioparalafamilia.Conestapreocupaciónvivíanrepitiéndosecadadíalosmismosrazonamientosdolorososymirándoselosunosalosotrosensilencio.Unatarde,Marcos,elmáspequeño,dijoresueltamente:—YomevoyaAméricaabuscaramimadre.El padre movió la cabeza tristemente y no respondió. Era una idea
inspiradaenelcariño,peroimpracticable.¡Alostreceaños,ysolo,hacerun viaje a América, que requería un mes! Pero el muchacho insistiópacientemente. Insistió aquel día, al día siguiente, todos los días, conmuchacalma,razonandocomounhombre.—Otros han ido —decía—, y más pequeños que yo. Una vez en el
barco; llegoallícomocualquierotro.Aldesembarcar,no tengomásquebuscarlatiendademitío.Allíseencuentranmuchositalianos:cualquierapodrá enseñarme el camino. Una vez que haya encontrado al tío, estáencontradamimadre, y si no lo encuentro a él,me voy al cónsul parabuscaralafamiliaargentina.Sucedaloquesuceda,allíhaytrabajoparatodos;encontraré trabajoyo también,almenosparaganar lonecesarioparavolveracasa.
Deestemodo,pocoapoco,llegócasiaconvencerasupadre.Supadreloestimaba,sabíaqueerajuiciosoyvaliente,queestabaacostumbradoalasprovisionesyalossacrificios,yquetodasestasexcelentescualidadesdaríandoblefuerzaasudecisióndeencontrarasuadoradamadre.Coincidiótambiénqueelcomandantedeunbuque,amigodeunconocidosuyo,altenernoticiasdelcaso,secomprometióaconseguirlegratisunbilletedeterceraparalaArgentina.Yentonces,despuésdealgunasbrevesvacilaciones,elpadrediosuconsentimientoysedecidióelviaje.Llenaronunasacaderopa,ledieronalgúndinero,tomónotadeladireccióndeltío,yunhermosoatardecerdelmesdeabrilloembarcaron.—Hijomío—ledijosupadre,dándoleelúltimobeso,con lágrimasen
losojos,en laescalerilladelbuquequeestabaparapartir—, tenánimo;vasconunsantofinyDiosteayudará.¡PobreMarcos!Sucorazónerafuerteyestabapreparadoinclusopara
lasmásduraspruebasdeaquel viaje; perocuandoviodesaparecerdelhorizonte su hermosa Génova, y se encontró en alta mar, en una grannave, llenadecampesinosemigrantes,solo,sinconoceranadie,con lapequeña saca que encerraba toda su fortuna, le asaltó un repentinodesaliento.Durantedosdíasestuvoacurrucadocomounperroenproa,casisincomer,oprimidoporlanecesidaddellorar.Todaclasedetristespensamientoscruzabanporsumente,yelmástriste,elmásterrible,erael que más se obstinaba en volver: el pensamiento de que su madreestuviesemuerta.Ensussueñosinterrumpidosypenososveíasiemprelacaradeundesconocidoquelomiradaconairedecompasiónydespuésle decía al oído: «Tu madre está muerta». Y entonces se despertabaahogando un grito. Pero, después de pasar el estrecho deGibraltar, alver por primera vez el océano Atlántico, recobró un poco el ánimo yresurgió la esperanza en su pecho. Pero fue un breve alivio. Aquelinmensomarsiempre igual,elcrecientecalor, la tristezadetodaaquellapobregentequelorodeada,elsentimientodesupropiasoledadvolvierona hundirlo. Los días que se sucedían sin ocupación y monótonos, seconfundíanensumemoria,comosucedealosenfermos.Leparecíaquellevaba un año en elmar; y todas lasmañanas, al despertar, sentía denuevo laextrañasensacióndeencontrarseallí soloenmediodeaquellainmensidad de agua, en viaje hacia América. Los hermosos pecesvoladoresquedevezencuandoibanacaerenelbarco,losmaravillosos
atardeceres de los trópicos, con sus enormes nubes como ascuas yteñidasdesangre, las fosforescenciasnocturnasqueproducen la ilusiónde que todo el océano está incendiado como un mar de lava, no leparecíanefectodecosasreales,sinoproductosdelsueño.Tambiénhubodías de mal tiempo, durante los cuales permaneció encerrado en sucamarote,dondetodobailabaysecaíaenmediodeuncorodelamentose imprecaciones; y le pareció que había llegado su última hora. Otrosdías, elmar permanecía en calma absoluta, y amarillento, con un calorinsoportable, y un aburrimiento infinito; horas interminables y siniestras,durantelascualeslospasajeros,agotados,tendidos,inmóvilessobrelastablas,parecíancomomuertos.Yelviajenose terminabanunca;marycielo, cielo y mar; hoy como ayer; mañana como hoy, así más tarde,siempre, eternamente. Pasaba horas enteras apoyado en la bordacontemplando aquel mar sin fin, aturdido, pensando vagamente en sumadre,hastaquelosojosselecerrabanyselecaíalacabezadesueño;yentoncesvolvíaaveraquel rostrodesconocidoque lomirabaconairede compasión y le repetía al oído: «¡Tu madre está muerta!», y al oíraquellavozsedespertabaotravez todosobresaltado,paracomenzarasoñar con los ojos despiertos y contemplar de nuevo el inmutablehorizonte.¡Veintiséisdíasduróelviaje!Perolosúltimosfueronmejores.Eltiempo
era hermoso y el aire fresco. Había entablado relaciones con un buenviejolombardo,queibaaAméricaareunirseconsuhijo,unlabradordelaciudaddeRosario; lehabíacontadotodo,yelviejo lerepetíadevezencuando,dándolepalmaditasenelcuello:—¡Ánimo,encontrarásatumadresanaycontenta!Aquella compañía lo reanimaba, y sus presentimientos, de tristes, se
habían tornadoalegres.Sentadoenproa, al ladodel viejo labradorquefumaba su pipa, bajo un cielo estrellado, en medio de los grupos deemigrantesquecantaban,se representabamilvecesensupensamientosu llegada a Buenos Aires, se veía ya en aquella calle determinada,encontraba la tienda, se lanzaba al encuentro del tío: «¿Cómo está mimadre?¿Dóndeseencuentra?¡Vamosenseguida!».¡Vamos enseguida!», decía él, y los dos salían corriendo, subían por
unaescalera,seabríaunapuerta...Yaquísumudosoliloquiosedetenía,su imaginación se perdía en un sentimiento de indecible ternura, que loobliga ba a a sacar a escondidas unamedallita que llevaba al cuello y
murmurarentrebesossusoraciones.Elvigésimoséptimodíadespuésdelasalida,llegaron.Eraunahermosa
mañanademayo,cuandoelbuqueechóelanclaenelinmensoRíodelaPlata, en una de cuyas riberas está situada la ciudad deBuenosAires,capitalde laRepúblicaArgentina.Aquel tiempoespléndido lepareciódebuenagüero.Estaba fueradesídealegríayde impaciencia.Sumadreseencontrabaapocasmillasdedistanciadeél.Dentrodepocashoraslahabríavisto.¡YélseencontrabaenAmérica,enelnuevomundo,yhabíatenido el atrevimiento de ir solo! Todo el interminable viaje le parecíaahora que hubiera pasado como un sueño. Le parecía que había idovolandoentresueños,yquesehabíadespertadoenaquelpunto.Eratanfeliz, que casi no se extrañó ni se entristeció cuándo, al registrar susbolsillos, no encontrómás que uno de los envoltorios en los que habíadivididoeldinero,paratener laseguridaddenoperderlotodo, lehabíanrobadolamitad,ynolequedabanmásquemuypocasliras.Pero,¿quéle importaba nada, estando tan cerca de sumadre?Con su saca en lamano,bajóconmuchosotrositalianosaunvaporcitoquelosllevóapocadistancia de la orilla, saltó del vaporcito a una barca que lle vaba elnombre de Andrea Doria, desembarcó en el muelle, saludó a su viejoamigolombardo,yseencaminódeprisahacialaciudad.Alllegaraladesembocaduradelaprimeracalle,paróaunhombreque
pasabaylepidióqueleindicarapordóndedebíairparallegaralaCallede lasArtes.Casualmentehabía tropezadoconun italiano.Este lomiróconcuriosidadylepreguntósisabíaleer.Elmuchacholecontestóquesí.—Puesbien—dijo,elobrero, indicándole lacallede laqueélsalía—:
sube siempre derecho leyendo los nombres de las calles en todas lasesquinasyacabarásporencontrarlatuya.Elmuchacholediolasgraciasyechóaandarporlacalleencuyopunto
dearranqueseencontraba.Era una calle recta y larga, pero estrecha, flanqueada por casas
blancas y bajas, que parecían otras tantas casitas de campo; llena degente,decoches,decarros,queproducíanunruidoensordecedor;aquíy allá se izaban enormes banderas de varios colores, en las cualesestaba escrito con grandes caracteres el anuncio de la salida de losbarcosparaciudadesdesconocidas.Acadainstante,tantoalaizquierdacomoaladerecha,veíaotrasdoscallesquehuíanrectashastaperdersede vista, flanqueadas también por casas blancas y bajas, y llenas de
gente y de carros, cortadas al fondo por la inmensa llanura americana,semejante al horizonte del mar. La ciudad le parecía infinita; creía quepodríaestarandandodíasysemanasviendosincesarotrascallescomoaquéllas, y que toda América debía de estar llena de ellas. Mirabaatentamente los nombres de las calles, nombres raros que le costabatrabajo leer. En cada nueva calle, el corazón aceleraba sus latidos alpensar que fuese la suya. Miraba a todas las mujeres con la idea deencontrar a su madre. Vio a una delante de sí, y el corazón le dio unvuelco, llegó hasta ella, la miró; era una negra. Y seguía andando,apretandoelpaso.Llegóaunaglorieta, leyó,ysequedócomoclavadoenlaacera.EralaCalledelasArtes.Volvióyvioelnúmero117;latiendade su tío era el número 175. Apretó más el paso, casi corría; en elnúmero 171 tuvo que pararse a tomar aliento. Y se dijo para sí: «¡Ohmadre mía, madre mía! ¿Será verdad que voy a verte dentro de unmomento?».Siguió corriendoy llegóaunapequeña tiendadequincalla.Eraaquélla.Seasomó.Vioaunamujerconelpelogrisyanteojos.—¿Quéquieres,muchacho?—lepreguntóenespañol.—¿Noesesta—dijoelmuchacho,esforzándoseporsacar lavoz—la
tiendadeFranciscoMereli?—FranciscoMerelihamuerto—respondiólamujerenitaliano.Elmuchachosintiócomosilehubierandadoungolpeenelpecho.—¿Cuándohamuerto?—¡Oh,hacealgúntiempo!—respondiólamujer—,hacemuchosmeses.
Le fueron mal los negocios y se marchó. Dicen que se fue a BahíaBlanca.muylejosdeaquíyquemurióapenasllegó.Latiendaesmía.Elmuchachopalideció.Luegodijorápidamente:—Mereliconocíaamimadre,mimadreestabaaquísirviendoencasa
del señor Mequínez. Solo él podía decirme dónde está. He venido aAmérica a buscar a mi madre. Mereli le mandaba las cartas. Necesitoencontraramimadre.—Hijomío—respondió lamujer—,yonosénada.Puedopreguntaral
muchachodelcorral.ÉlconocíaaljovenquehacíalosencargosaMereli.Puedequeélsepaalgo.Fue hacia el fondo de la tienda y llamó al muchacho, que llegó
enseguida.—Dime —preguntó la dueña de la tienda—, ¿te acuerdas si el
dependiente de Mereli iba alguna vez a llevar cartas a una mujer que
estabadecriadaencasadehijosdelpaís?—En casa del señor Mequínez —respondió el muchacho sí, señora,
algunavez.EstáalfindelaCalledelasArtes.—¡Oh, señora, gracias!—dijoMarcos—.Dígameel número..., ¿no lo
sabe?Haga queme acompañe; acompáñame tú enseguida,muchacho,aúnmequedaalgúndinero.Y lodijocon tantoardor,quesinesperar larespuestadelaseñora,elmuchachitorespondió:—Vamosysalióelprimeroabuenpaso.Casi corriendo, sin decir una palabra, fueron hasta el fin de aquella
larguísimacalle,atravesaronelportaldeunapequeñacasablanca,ysepararondelantedeunahermosaverjadehierro,desdelacualseveíaunpequeñopatiollenodetiestos.Marcostiródelacampanilla.Aparecióunaseñorita.—Viveaquí la familiaMequínez,¿verdad?—preguntóansiosamenteel
muchacho.—Aquí vivía —respondió la señorita, pronunciando el italiano a la
española—.Ahoravivimosnosotros,lafamiliaCeballos.—¿Y adónde se han ido los señores Mequínez?—preguntó Marcos,
latiéndoleelcorazón.—SehanidoaCórdoba.—¡Córdoba! —exclamó Marcos—. ¿Dónde está Córdoba? ¿Y la
persona que tenían a su servicio? ¡La mujer, mi madre! La mujer deservicioseramimadre.¿Sehanllevadotambiénamimadre?Laseñoritalomiróydijo:—No losé,quizá losepamipadreque losconociócuandose fueron.
Espérateaquíunmomento.Se fue y volvió poco después con su padre, un señor alto, de barba
gris.Éstemiró fijamenteunmomentoaaquelsimpático tipodepequeñomarinogenovés,decabellos rubiosynarizaguileña,y lepreguntóenunmalitaliano:—¿Estumadregenovesa?Marcosrespondióquesí.—Pues bien, la criada genovesa se ha ido con ellos, lo sé con toda
seguridad.—¿Yadóndehanido?—AlaciudaddeCórdoba.Elmuchacholanzóunsuspiroyluegodijoconresignación:
—Entonces...iréaCórdoba.—¡Ah, pobre niño! —exclamó el señor, mirándolo compasivamente—.
¡Pobremuchacho!Córdobaestámuylejosdeaquí.Marcossequedópálidocomounmuerto,yseapoyóconunamanoen
laverja.—Veamos,veamos—dijoentonceselseñorcompadecido,abriendolapuerta—,entraunmomentoyveremossisepuedehaceralgo.Sesentó,leindicóaéltambiénquesesentara,ledijoquelecontarasu
historiayloescuchóconmuchaatención;sequedóunpocopensativo,yluegodijoconresolución:—Notienesdinero,¿verdad?—Tengotodavía...unpoco—respondiótímidamenteMarcos.El señor estuvo pensando un pocomás, luego se sentó a unamesa,
escribióunacarta,lacerróyseladioalmuchachodiciendo:—Escucha, italianito.Veteconesta cartaaLaBoca.Esunapequeña
ciudadmediogenovesaadoshorasdeaquí.Cualquierapodrá indicarteelcamino.Veteallíybuscaaesteseñor,aquienvadirigidalacarta,todoelmundo loconoce.Llévaleestacarta.Él te llevarámañanaa laciudaddeRosarioyterecomendaráaalgunodeallí,queteayudaráaproseguirel viaje hastaCórdoba, donde encontrarás a la familiaMequínez y a tumadre. Entretanto, toma esto —y le dio algunos pesos—. Vete, y tenánimo; aquí tienes compatriotas por todas partes, no te abandonarán.Adiós.Elmuchachodijo:—Gracias —sin encontrar más palabras. Salió con su bolsa, y
despidiéndosedesupequeñoguía,sepusoencamino lentamentehaciala Boca, lleno de tristeza y de estupor, atravesando la gran ciudadtumultuosa.Todo loque leaconteciódesdeaquelmomentohasta lanochedeldía
siguientequedóensumemoriaconfusoeincierto,comodesvaríosdeuncalenturiento,detancansado,turbadoydebilitadocomoseencontraba.Aldíasiguiente,pocoantesdelanochecer,despuésdehaberdormido
porlanocheenuncuartuchodeunacasadeLaBocajuntoaunmozodelpuerto,despuésdehaberpasadocasitodoeldíasentadoenunmontónde maderos, y como entre sueños, enfrente de miles de barcos, delanchasydevapores,seencontrabaenlapopadeunabarcazadevela,cargadadefruta,quepartíaparalaciudaddeRosarioconducidaportresrobustos genoveses bronceados por el sol; su voz y el dialecto amado
quehablaban,trajounpocodeconsueloasucorazón.Salieron,yelviajedurótresdíasycuatronochesdecontinuomotivode
admiraciónparael pequeñoviajero.Tresdíasy cuatronochesenaquelmaravillosoríoParanáencuyacomparaciónnuestrogranPonoesmásqueunarroyueloylaextensióndeItaliacuadruplicadanoalcanzaaladesucurso.Labarcaza iba lentamentecontra lacorrientedeaquellamasainmensadeagua.Pasababordeandolargasislasenotrotiemponidosdeserpientesyde tigres,cubiertasdenaranjosydesauces,semejantesabosquescolgantes;yyaseadentrabaporestrechoscanales,delosqueparecíaquenoibaapodersalir,yadesembocabaenvastasextensionesdeagua,quesemejabanextensoslagostranquilos, luegodenuevoentreislas, por los canales intrincados de un archipiélago, en medio deenormesmontonesdevegetación.Reinabaunprofundosilencio.Alargostrechos, las riberas y las aguas solitarias y extensísimas evocaban laimagen de un río desconocido, en el cual aquella pobre vela era laprimera delmundo en aventurarse.Cuantomás avanzaba, tantomás lomaravillabaaquelmonstruosorío.Despuésseimaginabaquesumadreseencontrabaensumismo
nacimiento,yquelanavegacióndebíadeduraraúnmuchosaños.Dosvecesaldíacomíaunpocodepanydecarnesaladaconlosbarqueros,loscuales,viéndolotriste,nuncaledirigíanlapalabra.Porlanochedormíasobrecubierta,ysedespertababruscamentedevezencuando,admirandolaclarísimaluzdelalunaqueplateabalainmensidaddelasaguasylaslejanasorillas,yentoncesseleoprimíaelcorazón.«¡Córdoba!».Yrepetíaaquelnombre.«¡Córdoba!»,comoelnombredeunadeaquellasciudadesmisteriosasdelasquehabíaoídohablarenloscuentos.Peroluegopensaba:«Mimadrehapasadoporaquí,havistoestasislas,estasriberas»,yentoncesyanoleparecíantanextrañosysolitariosaquellosparajesenloscualessehabíaposadolamiradadesumadre...Porlasnoches,unodelosbarqueroscantaba.Aquellavozlerecordabalascancionesdesumadre,cuandolodormíadepequeño.Laúltimanoche,aloíraquelcanto,comenzóasollozar.Elbarqueroseinterrumpió.Luegolegritó:—¡Ánimo, ánimo, chico! ¡Qué diablos! ¡Un genovés que llora porque
está lejos de su casa! ¡Los genoveses damos la vuelta al mundo tancontentoscomoorgullosos!Ante sus palabras se reanimó, sintió la voz de la sangre genovesa, y
levantólafrenteconorgullo,dandoconelpuñoeneltimón.—Escierto—dijo—,aunquetuviesequedarlavueltaalmundo,yviajar
aún durante años y años, y caminar cientos de leguas a pie, seguiréadelante hasta que encuentre a mi madre. Aunque tenga que llegarmoribundoycaermuertoasuspies,contalquevuelvaaverlaotravez.¡Ánimo!Yconestadisposicióndeánimo llegóal despuntardeunahermosay
fríamañanafrentealaciudaddeRosario,situadaenlaorillamásaltadelParaná,encuyasaguassereflejabanlospalosybanderasdecientosdebarcosdetodoslospaíses.Poco después de desembarcar subió a la ciudad con su bolsa en la
mano,enbuscadelseñorargentinoparaelcualsuprotectordeLaBocalehabíadadounatarjetaconunaslíneasderecomendación.AlentrarenRosario le pareció que se encontraba en una ciudad ya conocida. Lasmismas calles interminables, rectas, flanqueadas por casas blancas ybajas, atravesadas en todas direcciones por encima de los techos, degrandeshacesdehilos telegráficosy telefónicos,queparecíanenormestelarañas;elmismorumordegente,decaballosydecarros.Lacabezaledabavueltas;leparecíaqueentrabadenuevoenBuenosAires,yqueteníaqueirenbuscadeltío.Estuvo dando vueltas durante casi una hora, doblando esquinas y
volviendo a doblarlas, con la impresión de que volvía siempre almismositio; y a fuerza de preguntar encontró al fin la casa de su nuevoprotector.Tiróde lacampanilla.Seasomóa lapuertaunhombregordo,rubio, de mal ceño, con aspecto de administrador, que le preguntófríamente,conunapronunciaciónextranjera:—¿Quéquieres?Elmuchacho,entonces,pronuncióelnombredeldueño.—Eldueño—respondióel administrador—ha salidoayer por la tarde
paraBuenosAirescontodalafamilia.Elmuchachoquedóparalizado.Luegobalbuceó:—Peroyo...notengoanadieaquí.¡Estoysolo!—ylediolatarjeta.Eladministradorlacogió,laleyóydijodesabridamente:—Noséquéhacer;seladarédentrodeunmes,cuándovuelva.—Pero yo, yo estoy solo, me encuentro necesitado —exclamó el
muchachoentonodesúplica.—¡Ea,vete!—dijoelotro—.¡Bastantespordioserosdetupaíshayya
enRosario!Veteapedir limosnaa Italia—y lediocon lapuertaen lasnarices.El muchacho se quedó anonadado, como petrificado. Luego cogió
despaciosusacaysalióconelcorazónangustiado,conelánimollenodeconfusión, asaltado por mil pensamientos desagradables. ¿Qué hacer?¿Adóndeir?DeRosarioaCórdobahayundíadeviajeenferrocarril.Nole quedaban más que unas monedas. Prescindiendo de lo que debíagastaraqueldíanolequedaríaprácticamentenada.¿Dóndeencontrareldineroparapagarelvia je?Podíatrabajar.Pero¿cómo?¿Aquiénpedirtrabajo? ¡Pedir limosna! ¡Oh, no! Ser rechazado, insultado, humilladocomopocoantes,no,nunca,jamás;¡antesmuerto!Yanteaquellaidea,yal contemplar ante sí la larguísima calle que se perdía a lo lejos en lallanura sin fin, dejó caer la bolsa en la acera, se sentó encima con laespaldacontraelmuro,ysecubrió lacaracon lasmanos,sin llorar,enactituddesesperada.Lagenteledabaconlospiesalpasar;loscarrosllenabanlascallesde
ruido; algunos muchachos se pararon a mirarlo. Él permaneció asídurantealgúntiempo.Deprontolosacódesuensimismamientounavozqueledijomedioen
italiano,medioenlombardo:—¿Quétepasa,chiquillo?Alzó los ojos al oír aquellas palabras, y al momento se puso en pie,
dejandoescaparunaexclamacióndesorpresa:—¿Ustedaquí?Era el viejo labrador lombardo con el cual había hecho amistad en el
viaje.Lasorpresadelviejonofuemenorqueladelpequeño.Pero el muchacho no le dio tiempo a preguntarle, contándole
rápidamentesucaso.—Y ahora estoy sin dinero; es necesario que me ponga a trabajar,
búsqueme trabajo para poder ahorrar algún dinero; yo puedo hacer detodo; llevar ropa,barrer la calle, llevar recadosy también trabajarenelcampo; me contento con comer cualquier cosa; pero que pueda partirpronto,quepuedaencontrarporfinamimadre;búsquemeustedtrabajo,poramordeDios,queyanopuedomás.—¡Caramba, caramba! —dijo el campesino, mirando en derredor y
rascándose la barba—. ¿Qué historia es esta...? ¡Trabajar...!, se dice
pronto. Veamos. ¿No habrá medio de reunir treinta pesos entre tantoscompatriotas?Elmuchacholomiraba,animadoporunrayodeesperanza.—Venconmigo—ledijoelcampesino.—¿Adónde?—preguntóelmuchacho,volviendoacogerlasaca.—Venconmigo.ElcampesinoechóaandaryMarcoslosiguió;fueroncaminandojuntos
unbuentrecho,sindecirniunapalabra.Elcampesinoseparóalapuertade una fonda, en cuyo letrero había una estrella, y debajo, escrito: LaEstrella de Italia; se asomó dentro, y volviéndose hacia elmuchacho ledijoalegremente:—Llegamosenbuenmomento.Entraron en una habitación grande, en la que había varias mesas y
muchoshombressentados,quebebíanyhablabanalto.Elviejolombardose acercó a la primera mesa, y por el modo de saludar a los seisparroquianos que estaban alrededor de la misma, el muchachocomprendióquehabíaestadoensucompañíahacíapoco.Teníanlacaraencendidayhacíansonarlosvasos,dandovocesyriendo.—Compañeros —dijo sin más el lombardo, permaneciendo de pie y
presentandoaMarcos—;aquí tenéisaunpobremuchacho,compatriotanuestro,quehavenidosolodesdeGénovaaBuenosAiresabuscarasumadre. En Buenos Aires le dijeron: «Aquí no está; está en Córdoba».Viene en barca a Rosario, en un viaje de tres días y tres noches; conunas líneasderecomendación;presenta lacartay lodespiden,sinmás.Notieneuncéntimo.Seencuentrasolo,desesperado.Esunchiquilloconun gran corazón. Vamos a ver. ¿No va a poder encontrar lo suficientepara pagar el billete hasta Córdoba y buscar a su madre? ¿Vamos adejarloaquí,comoaunperro?—¡Jamás! ¡Nunca nos lo perdonaríamos! —gritaron todos a la vez,
golpeando la mesa con el puño—. ¡Un compatriota nuestro! ¡Ven aquí;pequeño! ¡Aquí estamos nosotros, los emigrantes! ¡Mira qué guaporapaz! ¡Fuera dinero, compañeros! ¡Bravo! ¡Has venido solo! ¡Tienesvalor! ¡Echa un trago, compatriota! Te enviaremos con tu madre, no tepreocupes.Yunoledabaunpellizcoenlamejilla,otropalmadasenlaespalda,un
tercero lealiviabaelpesode lasaca;se levantaronotrosemigrantesdelas mesas vecinas y se acercaron; la historia del muchacho corrió por
toda la hostería; acudieron de la habitación inmediata tres parroquianosargentinos; y en menos de diez minutos, el labrador lombardo, quepresentabaelsom-brero,reuniócuarentaydospesos.—¿Has visto —dijo entonces, volviéndose hacia el muchacho— qué
prontosearreglaestoenSudamérica?—¡Bebe!—legritóotro,ofreciéndoleunvasodevino—:¡A lasaludde
tumadre!Todoslevantaronlosvasos.YacontinuaciónMarcosrepitió:—¡Alasaluddemi...!Perounsollozodealegría lecortó lavozen lagarganta,ydejandoel
vasoencimadelamesa,seabrazóalcuellodesuviejoamigo.A la mañana siguiente, al despuntar el día, había salido ya para
Córdoba, animado y risueño, lleno de felices presentimientos. Pero nohayalegríacapazde resistirmucho tiempoanteciertasmanifestacionessiniestras de la naturaleza. El cielo estaba cerrado y gris; el tren, casivacío,corríaa travésdeuna inmensa llanurasin rastroalgunodesereshumanos. Se encontraba solo en un enorme vagón, semejante a los delos trenesdeheridos.Mirabaaderechae izquierda,ynoveíamásqueunasoledadsinfin,interrumpidadevezencuandoporpequeñosárbolesdeformes, troncos y ramas contrahechos, en posiciones jamás vistas,comodeiraydeangustia;unavegetaciónsombría,extrañaytriste,quedabaalallanuraelaspectodeuncementeriointerminable.Dormitabaunamediahora,volvíaamirar;elmismoespectáculode
siempre.Lasestacionespordondepasabaestabandesiertas,comocasasdeermitaños.Perocuandoeltrenseparabanoseoíaunavoz;eracomoencontrarse
solo en un tren perdido, abandonadoenmedio del desierto. Le parecíaquecadaestación ibaaser laúltima,yquedespués ibaaentraren lasmisteriosasyaterradorastierrasdelossalvajes.Unabrisabastantefríaazotabasurostro.AlembarcarloenGénova,a
finesdeabril,lossuyosnohabíanpensadoqueenAméricasehabíadeencontrarconelinvierno,ylohabíanvestidodeverano.Despuésdealgunashoras,comenzóasentirfrío,y,conelfrío,elcansanciodelosdíaspasados,llenosdeemocionesviolentas,ydelasnochesdeinsomnioypesadillas.Comenzóadormirse,durmiómuchotiempo;sedespertótiritando,seencontrabamal.Yentoncesseapoderódeélelvagoterrordecaerenfermoydemorirduranteelviaje,deserarrojadoallíenmedio
deaquellatierrasolitaria,dondesucadáverseríadespedazadoporlosperrosylasavesderapiña,comoloscuerposdeciertasvacasqueveíadevezencuandoalladodelcamino,ydelasqueapartabalavistaconhorror.Conaquelmalestareinquietud,enmediodelsilenciotétricodelanaturaleza,suimaginaciónseexcitabaysefigurabalomásnegro.¿EstabasegurodeencontrarasumadreenCórdoba?¿YsielseñordelaCalledelasArtessehabíaequivocado?¿Sihabíamuerto?Contalespensamientosvolvióadormirse.SoñóqueestabaenCórdoba,denoche,yquedesdetodaslaspuertasyventanaslegritaban:«¡Noestá!¡Noestá!¡Noestáaquí!».Marcossedespertósobresaltado,aterrado,yvioenelfondodelvagón
atreshombresbarbudos,envueltosenmantasdevarioscolores,que lomiraban,hablandoenvozbajaentreellos; leasaltó lasospechadequefuesen asesinos y quisieran matarlo para robarle la bolsa. Al frío, almalestar,seunióelmiedo;laimaginación,yaperturbada,seletrastornó;los tres hombres seguían mirándolo fijamente; uno de ellos se dirigióhaciaél; entoncesperdió la cabeza, y corriendoa suencuentro con losbrazosabiertos,gritó:—Notengonada;soyunpobremuchacho;vengodeItalia;voyabuscar
amimadre;estoysolo;¡nomehagáisdaño!Los viajeros comprendieron al momento de qué se trataba, se
apiadaron de él, lo acariciaron y tranquilizaron, diciéndole muchaspalabrasquenoentendía;yviendoquetiritaba,leecharonencimaunadesusmantasy lehicieronsentarseotravezparaquedurmiera.Yvolvióadormirse;alanochecer,cuandolodespertaron,estabaenCórdoba.¡Ah,conquésatisfacción respiró,yconqué ímpetuse lanzó fueradel
coche! Preguntó a un empleado de la estación dónde vivía el ingenieroseñor Mequínez; el empleado le dio el nombre de una iglesia; la casaestabaalladodelaiglesia;elmuchachosefuecorriendo.Eradenoche.Entró en la ciudad, y le pareció que volvía a entrar en Rosario, al veraquellas calles rectas, flan queadas de pequeñas casas blancas,cruzadasporotrasrectasylarguísimas.Perohabíapocagente,yalaluzde los escasos faroles encontraba caras extrañas, de un colordesconocido,entrenegruzcoyverdoso;yal levantar lavista,devezencuando,veía iglesiasdearquitectura rara,queserecortabanenormesynegrassobreelfirmamento.Laciudadestabamuyoscuraysilenciosa;perodespuésdeatravesar
aquel desierto inmenso de la llanura, le parecía alegre. Preguntó a unsacerdote, encontróenseguida la iglesia y la casa, tiróde la campanillaconmano temblorosayapretó laotracontraelpechoparacontener loslatidosdesucorazónqueselesubíaalagarganta.Salióaabrirunavieja,conunaluzenlamano.Elniño,demomento,no
pudoarticularniunasolapalabra.—¿Aquiénbuscas?—lepreguntóenespañol.—AlingenieroMequínez—dijoMarcos.Laviejasecruzódebrazosyrespondió,meneandolacabeza:—¿TambiéntúpreguntasporelingenieroMequínez?¡Meparecequeyaeshoradequeestotermine!Haceyatresmesesquenosestándandolalata.Nobastaquelohayandicholosperiódicos.Habráqueanunciarlotambiénenlasesquinas,queelseñorMequínezsehaidoaTucumán.Elmuchachohizoungestodedesesperación.Luegodijo,enunacceso
deira:—¡Mepersigue lamaldición! ¡Moriréporel camino, sinencontrarami
madre! ¡Yo me vuelvo loco, me mato! ¡Dios mío! ¿Cómo se llama esaciudad?¿Dóndeseencuentra?¿Aquédistanciaestá?—¡Pobremuchacho!—respondió la vieja, compadecida—; ¡casi nada!
Habráunascuatrocientasoquinientasleguas,porlomenos.Elmuchachosecubriólacaraconlasmanos;luegopreguntó,entreso
llozos:—Yahora...,¿cómomearreglo?—Quéquieresque tediga,hijomío,yonosé.—Perodeprontose le
ocurrióunaidea,yañadiócorriendo—:Escucha,ahoraquemeacuerdo...Hazunacosa.Tuercea laderecha,en la tercerapuertaencontrarásunpatio;hayallíuncapataz,uncomerciantequesalemañanaparaTucumánconsuscarretasysusbueyes;veteaversitepuedellevaracambiodetusservicios;quizátepuedadarunlugarensuscarros;veteenseguida.Elmuchachocogió labolsa,diodeprisa lasgracias,yenunmomento
se encontró en un patiomuy grande, alumbrado por unos faroles, en elcualvarioshombresestabanocupadosencargarsacosdetrigoenunoscarros enormes. Semejantes a las casetas de los titiriteros, con lacubiertaredondayunasruedasmuyaltas.Unhombrealtoyconbigote,envueltoenunaespeciedecapadecuadrosblancosynegros,conunasbotasmuygrandes,dirigíaeltrabajo.El muchacho se acercó a él y, tímidamente, le expuso su deseo,
diciendoqueveníadeItaliayqueibaabuscarasumadre.El capataz, o sea, el jefe conductor del convoy de carros, lomiró de
piesacabezayrespondiósecamente:—Notengopuesto.—Tengo quince pesos—respondió el muchacho, suplicante—; se los
doy.Porelcaminotrabajaré.Iréabuscaraguaypiensoparalasbestias;harétodoslosservicios.Mebastaconunpocodepan.Déjemeustedir,señor.Elcapatazvolvióamirarlo,yrespondióconmejorhumor:—No hay sitio..., además..., nosotros no vamos a Tucumán; vamos a
otraciudad,aSantiago.Tendremosquedejarteenel camino, y todavíatendrásquehacerunbuentrechoapie.—¡Oh! ¡Andaría el doble! —exclamó Marcos—. Iré andando, no se
preocupe por eso; llegaré de todas maneras; déjeme sitio, señor; porfavor,nomedejeaquísolo.—¡Miraqueesunviajedeveintedías!—Noimporta.—¡Esunviajemuyduro!—Todolosoportaré.—¡Tendrásqueviajarsolo!—Notengomiedoanada.Contalqueencuentreamimadre... ¡Tenga
ustedcompasión!Elcapatazacercóasucaraunfarolylomiró.Luegodijo:—Estábien.Elmuchacholebesólamano.—Esta noche dormirás en un carro —añadió el capataz, al irse—;
mañana,alascuatro,tedespertaré.Buenasnoches.Por la mañana a las cuatro, a la luz de las estrellas, la larga fila de
carrossepusoenmarchacongranestrépito; cadacarro iba tiradoporseisbueyes,ydetrásungrannúmerodeanimalesparacambiarlostiros.El muchacho genovés, dentro de uno de los carros, encima de los
sacos,sedurmióenseguidaprofundamente.Cuandosedespertó,elconvoysehabíadetenidoenun lugarsolitario,
bajoelsol,ytodosloshombres,lospeones,estabansentadosalrededorde un cuarto de ternera que se asaba al aire libre, clavado en unaespeciedeespadónmetidoenelsuelo,juntoaungranfuegoagitadoporelviento.Comieron todos juntos, seacostarony luegovolvieronaemprender la
marcha;yasícontinuóelviaje,reguladocomounamarchamilitar.Todaslasmañanasseponíanenmarchaa las cinco, separabana lasnueve,volvían a emprender el camino a las cinco de la tarde y se parabandenuevoalasdiez.Lospeonesibanacaballoyaguijoneabanalosbueyesconpaloslargos.Elmuchachoencendíaelfuegoparaelasado,dabadecomeralosanimales,limpiabalosfaroles,llevabaelaguaparabeber.Elpaisajepasabaantesusojoscomounavisiónconfusa:extensosbosquesdepequeñosárbolesoscuros;aldeasdepocascasasdiseminadas,conlas fachadas rojas y almenadas; espacios vastísimos, quizá lechos deantiguos grandes lagos salados, blancos por la sal hasta dondealcanzaba la vista; y por todas partes, sin cesar, llanura, soledad,silencio. De tarde en tarde encontraban dos o tres viajeros a caballo,seguidos de una manada de caballos sueltos que pasaban al galope,como un torbellino. Los días eran todos iguales, como en el mar:sombríos e interminables. Pero el tiempo era hermoso. Sólo que lospeones, como si elmuchacho tuviese obligación de servirles, se hacíancadadíamásexigentes;algunoslotratabanbrutalmente,conamenazas;todos lo obligaban a que les sirviera, sin miramientos; le hacían llevarcargasenormesdeforraje, loenviabanporaguaagrandesdistancias,yél, destrozado por la fatiga, no podía ni dor mir de noche, sacudidocontinuamenteporelviolentotraqueteodelcarroyelcrujirensordecedorde las ruedas y los ejes demadera. Y, por añadidura, al levantarse elviento,unatierrafina,rojizaysucia,queloenvolvíatodo,penetrabaenelcarro,se lemetíaen laropa, le llenaba losojosy laboca, lecortaba larespiración y no le dejaba ver; así de continuo, de modo oprimente einaguantable. Consumido por la fatiga y el insomnio, roto y sucio,reprendidoymaltratadodelamañanaalanoche,elpobremuchachosedebilitabacadadíamás,ysehubiesedescorazonadoporcompletosielcapataznolehubiesedirigidodevezencuandoalgunapalabraamable.Muchas veces, en un rincón del carro, cuando no lo veían, lloraba
metiendo la cara dentro de la bolsa; que ya no contenía más queharapos. Cada ma ñana se levantaba más débil y más desalentado, ycontemplando el campo, ante la llanura sin fin e implacable, como unocéanodetierra,sedecía:«Nollegoalanoche,nollegoalanoche,nollegoalanoche!¡Hoymemueroenelcamino!».Ycrecíaelcansancio,ylosmalos tratos se redoblaban. Unamañana, porque había tardado entraerelaguaenausenciadelcapataz,unode loshombres logolpeó.Y
entonces comenzaron a hacerlo por costumbre, cuando le ordenabanalgo,diciéndole:—¡Meteestoentubolsa,vagabundo!¡Llevaestoatumadre!Elcorazónleestallaba;enfermó;permaneciótresdíasenelcarro,con
una manta encima, luchando con la fiebre, sin ver a nadie más que elcapataz, que iba a darle de beber y a tomarle el pulso. Y entonces secreyóperdidoe invocabadesesperadamenteasumadre, llamándolamilvecesporsunombre:—¡Oh,madremía,madremía,ayúdame!¡Venamilado,quememuero!¡Oh,pobremadremía,yanotevolveréaver!¡Pobremadremía,meencontrarásmuertoenelcamino!Yjuntabalasmanossobreelpechoyrezaba.Luegomejoró,graciasa
loscuidadosdelcapataz,ysecuró;peroconlacuraciónllegóeldíamásterribledesuviaje,eldíaenquedebíaquedarsesolo.Hacíamásdedossemanas que habían emprendido el viaje. Cuando llegaron al punto enque el camino de Tu cumán se separaba del que va a Santiago, elcapataz le anunció que tenían que separarse. Le dio algunasinstruccionessobreelcamino, leató lasacaa laespalda,demodoqueno leestorbasealcaminar,yabreviando,comosi temieseemocionarse,losaludó.Elmuchachoapenastuvotiempodebesarloenunbrazo.También losdemáshombres,que tanduramente lohabíanmaltratado,
parecíaquesintiesencompasiónal verloquedarse tansolo, y ledecíanadiós con la mano según se alejaban. Él les devolvía el saludo con lamano,sequedómirandoalconvoyhastaqueseperdióentreelpolvorojodelcamino,yluegoechóaandartristemente.Unacosa,sinembargo,loreanimódesdeelprincipio.Despuésdetantosdíasdeviajeatravésdeaquellainterminablellanura
siempre igual, veía ante sí una cadena demontañas, altísimas, azules,con las cimas blancas, que le recordaban los Alpes y le daban unasensacióndeacercamientoasupatria.Eran losAndes, laespinadorsaldel continente americano, la inmensa cadena que se extiende desde laTierradelFuegohastaelmarglacialdelPoloÁrtico,a travésdecientodiezgradosdelatitud.Ytambiénloanimabaelsentirque,elairesehacíacadavezmáscaliente,porqueal subirhaciaelnorteseacercabaa lasregiones tropicales. De tarde en tarde encontraba pequeños grupos decasas con alguna tienducha, y compraba algo de comer. Encontrabahombresacaballo;veíadevezencuandomujeresyniños,sentadosen
el suelo, inmóviles y serios, con caras completamente nuevas para él,color de tierra, de ojos oblicuos, y los huesos de las mejillas muyprominentes, que se le quedaban mirando, moviendo lentamente lacabeza,comoautómatas.Eranindios.Elprimerdía,caminóhastaquelefaltaronlasfuerzas,yseechóadormirbajounárbol.Elsegundoanduvomucho menos y con menos ánimos. Tenía los zapatos rotos, los piesdesolladosyelestómagodébilacausadelamalaalimentación.Alllegarla noche comenzaba a sentir miedo. Había oído decir en Italia que enaquellas regiones había serpientes: le parecía sentirlas arrastrarse; separaba,echabaacorrer,sentíaescalofríoshastaensushuesos.Avecessentía compasióndesímismoy llorabaensilencio,mientras caminaba.Luego pensaba: «¡Cuánto sufriría mi madre si supiese que tengo tantomiedo!».Yestepensamientoledevolvíaelánimo.Luego,paradistraersedelmiedo,pensabaencosasdeella,recordabasuspalabrasalpartirdeGénova,ycómosolíaarreglarleelembozo remetiéndoselodebajode labarbilla cuando estaba en la cama, y recordaba que, cuando erapequeño,aveceslocogíaenbrazos,diciéndole:«quédateaquíunpococonmigo», y permanecía así mucho rato; con la cabeza apoyada en lasuya,pensativa.Marcosdecíaensuinterior:«¿Volveréavertealgúndía,queridamadre
mía? ¿Llegaré al fin de mi viaje?». Y seguía caminando entre árbolesdesconocidosyextensasplantacionesdecañadeazúcar,ypraderassinfin, con las enormes montañas azules siempre ante sus ojos, querecortabanelcieloserenoconsusaltísimosconos.Pasaroncuatrodías,cinco,unasemana.Las fuerzas le iban faltandorápidamente, lospies lesangraban.Porfin,unatarde,alponerseelsol,ledijeron:—Tucumánseencuentraaunascincoleguasdeaquí.Dio un grito de alegría, y aceleró el paso, como si en un momento
hubieserecuperadotodassusenergíasperdidas.Pero la noticia fue una breve ilusión. Las fuerzas lo abandonaron de
pronto y cayó extenuado a la orilla de una zanja. Pero el corazón lepalpitabadecontento.El cielo, tachonadodeestrellas relucientes,no lehabíaparecidonunca tanhermoso.Recostadoen lahierbaparadormir,locontemplabaypensabaquequizátambiénsumadreloestabamirandoalmismo tiempo. Y decía «Madremía, ¿dónde estás? ¿Qué haces enestemomento?¿Piensasentuhijo?¿PiensasentuMarcos,queestátancercadeti?».
¡PobreMarcos!Sienaquelmomentohubierapodidoverenquéestadose encontraba sumadre, hubiera hecho un esfuerzo sobrehumano paraseguircaminando,y llegarasu ladounpocoantes.Estabaenferma,encama,en lahabitacióndeunpisobajodeunacasitasolariegahabitadaporlafamiliaMequínez,quelehabíantomadomuchocariñoylaasistíandiligentemente. La pobre mujer estaba ya delicada cuando el ingenieroMequínez tuvo que salir de improviso de Buenos Aires, y no habíaconseguidoreponerse,apesardelairesanodeCórdoba.Yluego,alnohabervueltoatenercontestaciónasuscartasnidel marido ni del primo, el presentimiento siempre vivo de algunadesgracia, lacontinuaansiedadenquehabíavivido, indecisaentrepartiroquedarse,esperando todos losdíasunanoticia funesta,habíanhechoque empeorase notablemente. Por fin se le había declarado unagravísima enfermedad: una hernia intestinal estrangulada. Hacía quincedíasquenose levantabade lacama.Eranecesariaunaoperaciónparasalvarlelavida,precisamente,enaquelmomento,mientrassuMarcoslainvocaba,seencontrabajuntoasucamaelseñorylaseñoradelacasa,intentando con mucha dulzura convencerla para que consintiese en laoperación,alaquesenegaba,llorando.UnafamadomédicodeTucumánhabíallegadolasemanaanterior,peroinútilmente.—No, queridos señores —decía ella—; no vale la pena; no tengo
fuerzas para resistir: moriría en manos del cirujano. Es mejor que medejenmorirasí.Yanomeinteresavivir.Paramítodoestáterminado.Esmejorquemueraahoraantesdesaberloquelehasucedidoamifamilia.Los señores seguían insistiendo, que cobrase ánimo, que recibiría
respuesta a las últimas cartas enviadas directamente a Génova, queconsintiese en operarse, que lo hiciese por amor a sus hijos. Pero elpensamientodesushijosnohacíamásqueagravarconmayorangustiael profundo de sa liento que la tenía postrada hacía tiempo. Al oíraquellaspalabrasrompíaallorar.—¡Oh hijos míos; oh hijos míos!—exclamaba, juntando las manos—;
quizá no viven siquiera. Muchas gracias, mis buenos señores, se loagradezcodecorazón.Peroesmejorquemuera.Además,nisiquieramecuraríaconlaoperación;estoysegura.Graciasportantoscuidados,misbuenos señores. Es inútil que pasadomañana vuelva el médico, quieromorir aquí. Es mi destino que yo muera aquí. Estoy decidida. Y ellos,paraconsolarla,lerepetían:
—No,nodigaeso—ylacogíanporlasmanos,suplicantes.Entonces ella cerraba los ojos, exhausta, y caía en un sopor como si
estuvieramuerta.Y losseñorescontinuabanallíalgomás,a ladébil luzde una lamparita, contemplando con gran compasión a aquella madreadmirable que para salvar a su familia había venido a morir a seis milmillasdesupatria,amorirdespuésdehabersufridotanto,aquellapobremujertanhonrada,tanbuenaytandesgraciada.Aldíasiguiente,muydemañana,consusacaalaespalda,encorvadoy
cojeando,peroilesodeánimo,entrabamarcosenlaciudaddeTucumán,unadelasmásjóvenesyflorecientesciudadesdelaRepúblicaArgentina.LeparecióvolveraCórdoba,RosariooBuenosAires; lasmismascallesrectasy larguísimas, lasmismascasasbajasyblancas;peropor todaspartes una vegetación nueva y magnífica, un aire perfumado, una luzmaravillosa, un cielo límpido y profundo, como jamás lo había visto, nisiquiera en Italia. Según avanzaba por las calles, volvía a sentir laagitaciónfebrilquesehabíaapoderadodeélenBuenosAires:mirabaalas ventanas y a las puertas de todas las casas; miraba a todas lasmujeres que pasaban, con la angustiosa esperanza de encontrar a sumadre;hubieraqueridopreguntara todos,peronoseatrevíaapararaninguno. Todos, desde los umbrales, se volvían a mirar al pobremuchacho, andrajoso y polvoriento, que daba se ñales de venir demuylejos.Élbuscabaentrelagenteunrostroqueleinspiraseconfianzaparahaceraquellatremendapregunta,cuandosusojosseencontraronconelrótulodeunatienda,enelqueaparecíaescritounnombreitaliano.Dentrohabíaunhombreconanteojos, ydosmujeres.Seacercódespacioa lapuerta,ycondecisiónpreguntó:—¿Sabría decirme, señor, dónde vive la familiaMequínez?—¿La del
ingenieroMequínez?—preguntó,asuvez,eldueñodelatienda.—Sí, ladel ingenieroMequínez—contestóelmuchachoconunhilode
voz.—LafamiliaMequínez—dijoeldelatienda—noestáenTucumán.Ungritodedolordesesperado,comoeldeunapersonaapuñalada,fue
elecodeaquellaspalabrasdefinitivas.El dueño del establecimiento y las mujeres se levantaron; acudieron
algunosvecinos.—¿Quépasa?¿Quétienesmuchacho?–dijoeldelatienda,metiéndolo
dentroyhaciéndolosentarse—.Nohayquedesesperarse, ¡quédiablos!
LosMequíneznoestánaquí,peronoseencuentran lejos;estánaunashorasdeTucumán.—¿Dónde? ¿Dónde? —gritó Marcos, poniéndose en pie como un
resucitado.—A unas quince millas de aquí —continuó el hombre—, a orillas del
Saladillo, en un lugar en el que están construyendo una gran fábrica deazúcar: en un grupo de casas está la del señor Mequínez; todos loconocen.llegarásenpocashoras.—Yoheestadohaceunmes—dijounjovenquehabíaacudidoaloírel
grito.Marcoslomiróconlosojosmuyabiertos,ylepreguntóprecipitadamente,palideciendo:—¿HavistoalacriadadelseñorMequínez,laitaliana?—¿Lagenovesa?Sí,lahevisto.Marcosrompióensollozosconvulsos,medioriendo,mediollorando.Luego,conelímpetudeunadecisiónviolenta:—¿Por dónde se va? ¡Pronto, el camino, marcho al momento,
enseñadmeelcamino!—Pero hay un día de camino —le dijeron todos a la vez—; estás
cansado,debesreposar;mañanairás.—¡Imposible,imposible!—contestóelmuchacho—.Decidmepordónde
seva,noesperounmomentomás,mevoyahoramismo,aunquehubiesedemorirenel camino.Viendoqueera irrevocablesupropósito,dejarondeoponerse.—QueDiosteacompañe—ledijeron—.Tencuidadoconelcaminopor
elbosque.Buenviaje,italianito.Unhombreloacompañóhastafueradelaciudad,leindicóelcamino,le
dioalgunosconsejosysequedóviéndoloalejarse.Alospocosminutoselmuchacho desapareció, cojeando, con su bolsa a la espalda, detrás delosespesosárbolesqueflanqueabanelcamino.Aquella noche fue tremenda para la pobre enferma. Tenía dolores
atroces,quelearrancabangritos,capacesdehacerestallarsusvenas,yle producíanmomentos de delirio. Lasmujeres que la asistían estabandes-concertadas.Ladueñaacudíadecuandoencuando,descorazonada.Todoscomenzabanatemerque,aunquesedecidieraadejarseoperar,elmédico, que debía llegar a la mañana siguiente, habría llegadodemasiadotarde.Secomprendía,sinembargo,enlosmomentosqueno
deliraba,quesumásterribletormentonoeransusdoloresfísicos,sinoelpensamientodesu lejana familia.Extenuada,deshecha,cambiadahastasu fisonomía, metía las manos entre los cabellos, con un gesto dedesesperaciónquetraspasabaelalma,ygritaba:—¡Diosmío,Diosmío! ¡Morir tan lejos,morir sin volver a verlos! ¡Mis
pobreshijos,quesequedansinmadre,pobrescriaturasmías,sangredemi sangre! ¡Mi Marcos, tan alto a pesar de su edad, tan bueno ycariñoso! ¡No sabéis qué niño! ¡Señora, si lo conociese! No podíasepararlodemicuellocuandopartí;sollozabaquedaba lástima;parecequesabíaqueno ibaavolveraverasumadre, ¡pobreniñomío! ¡Creíque seme iba a arrancar el corazón! ¡Ah, si hubiesemuerto entonces,muertomientrasme decía adiós, aunque hubiera sido fulminada por unrayo!¡Sinmadre,pobreniño,élquemequeríatanto,quetantanecesidadtenía de mí, sin madre, en la miseria, tendrá que ir mendigando, él,Marcos,miMarcos,que tenderá lamanohambriento! ¡Oh,Dioseterno,no, no quiero morir! ¡El médico! ¡Llamadlo enseguida! ¡Que venga, queme corte, queme despedace las entrañas, hasta hacerme enloquecer;pero queme salve la vida! ¡Quiero curar, quiero irme, huir, mañana, almomento!¡Elmédico!¡Socorro,socorro!Ylasmujereslecogíanlasmanos,latranquilizaban,lahacíanvolveren
sí poco a poco, y le hablaban deDios y de tener esperanza.Entoncesella volvía a caer en un abatimiento mortal, lloraba con las manoshundidas en sus grises cabellos, gemía como una niña, lanzando unlamentoprolongado,ymurmurandodevezencuando:—¡Génovamía!¡Casamía!¡Todoaquelmar...! ¡Marcosmío,mipobre
Marcos!¡Dóndeestaráahoralapobrecriatura!Eramedianoche;ysupobreMarcos,despuésdehaberpasadomuchas
horas a orillas de una zanja, agotado, iba entonces caminandoa travésde un vastísimo bosque de árboles gigantescos, monstruos de lavegetación,de troncosdesmesurados,semejantesa laspilastrasde lascatedrales,queentrecruzabanaunaalturaprodigiosasusenormescopasplateadas por la luna. Vagamente, en aquella media oscuridad, veíainfinidad de troncos de todas las formas, rectos, inclinados, retorcidos,entrecruzados en posturas extrañas de amenaza y de lucha; algunoscaídos por tierra, como torres arrancadas de cuajo, y cubiertos de unavegetacióntanespesayconfusa,queparecíaunamultitudenfurecidaquese los disputase palmo a palmo; otros, reunidos en grandes grupos,
verticalesyapretadoscomohacesdelanzastitánicas,cuyapuntatocaseal cielo; una grandeza soberbia, un des orden prodigioso de formascolosales, el espectáculo más majestuosamente terrible que jamás lehubiera ofrecido la naturaleza vegetal. A veces se apoderaba de él ungranestupor.Peroenseguida sualmase ibadenuevohacia sumadre.Estabaagotado,con lospiesensangrentados,solo,enaquel imponentebosque donde no veía más que de tarde en tarde pequeñas viviendashumanas,quealpiede losárbolesparecíannidosdehormigas,yalgúnque otro búfalo dormido a la vera del camino; estaba agotado, pero nosentía el cansancio; estaba solo, y no teníamiedo. Lagrandiosidaddelbosqueagigantabasualma;laproximidaddesumadreledabalafuerzayladecisióndeunhombre;elrecuerdodelocéano,delosabatimientos,de los dolores sufridos y superados, de las prolongadas fatigas, de laférreaconstanciaquehabíadesplegado,lehacíalevantarlafrente;todasu fuerte y noble sangre genovesa le afluía al corazón en una ardienteoleada de altivez y de audacia. Y algo nuevo sucedía en él: hastaentonces, la imagen de su madre que aparecía en su imaginación eraborrosa y desleída, a causa de aquellos dos años de separación. Enaquellosmomentos,suimagenseaclaraba;volvíaaversucaraenteraytan nítida como hacía mucho tiempo no la veía; la sentía cercana,iluminada,comosiestuvierahablando;volvíaaver losmovimientosmásfugacesdesus labiosydesusojos, todassusactitudes,susgestos, lasombra misma de sus pensamientos; e impulsado, por los recuerdosapremiantes,acelerabaelpaso;yunnuevoafecto,unaternura indeciblecrecíaycrecíasincesarensucorazón,haciendocorrerporsusmejillaslágrimasdulcesy serenas; y segúncaminabaenmediode las tinieblas,hablabaconella,ledecíalasmismaspalabrasquedentrodepocohabíade susurrar a su oído: «Estoy aquí, madre mía, estoy aquí, jamás tevolveréadejar;volveremosacasajuntos,permanecerésiempreatuladoenelbarco,estrechadocontra ti, ynadiepodrá jamássepararmede ti,jamás mientras viva». Y, entretanto, no se daba cuenta de que en lascimasdelosgigantescosárbolesibamuriendolaplateadaluzdelaluna,enbrazosdelasuaveclaridaddelamañana.Alasochodelamañana,elmédicodeTucumán,unjovenargentino,estabayajuntoallechodelaenferma,acompañadodeunpracticante,intentandoporúlti-mavezconvencerlaparaquesedejaseoperar, uniendoa lassuyas las
máscálidasinstanciaselingenieroMequínezysuesposa.Perotodoerainútil.Lamujer,sintiéndoseagotada,no tenía feen laoperación;estabasegura de morir en el acto; de no sobrevivir más que algunas horas,después de haber sufrido en vano dolores más atroces de los quenaturalmentedebíanconducirlaalamuerte.Elmédicoinsistía,diciéndole:—¡La operación es segura; ciertamente se salvará, simplemente con
quetengaunpocodevalor,igualmente,sumuerteessegurasiseniega.Eranpalabrasperdidas.—No —respondía ella con su débil voz—; me queda aún valor para
morir,peronoparasufririnútilmente.Gracias,doctor.Asíestádispuesto.Déjememorirtranquila.Yelmédico,desalentado,desistió.Nadiehablómás.Entonces,lamujersevolvióhacialadueña,yconvozmoribundalehizosuspostrerasrecomendaciones:—Mi querida y buena señora—dijo con gran esfuerzo, sollozando—,
envíe el poco dinero que tengo y mi pobre ropa a mi familia…, pormediacióndelseñorcónsul.Esperoqueesténtodosvivos.Elcorazónmelo hace presentir en estos últimos momentos. Haga el favor deescribirles…,quesiemprehepensadoenellos,quehetrabajadosiempreporellos…,pormishijos…,yquemiúnicodolorhasidonopodervolveraverlos…,peroquehemuertoconvalor…,resignada…,bendiciéndolos,yqueencomiendoamimarido…,yamihijomayor…,almáspequeño,ami pobre Marcos…, a quien he tenido en mi corazón hasta el últimomomento…—yconrepentinaexaltación,juntandolasmanos,gritó—:¡MiMarcos!¡Miniño!¡Mivida…!Peroalvolverlosojos,anegadosenllanto,vioquenoestabalaseñora;
habían venido a llamarla a escondidas. Buscó al señor: habíadesaparecido.Solamentequedaban lasdosenfermerasyelpracticante.Enlahabitacióninmediataseescuchabaunrumordepasosprecipitados,un murmullo de voces rápidas y apagadas y de exclamacionescontenidas. La enfermera clavó sus ojos en el umbral, esperando.Minutosdespuésvioapareceralmédico,conunaextrañaexpresiónensusemblante;luego,alaseñorayalseñor,visiblementealterados.Lostresse quedaron mirándola con una expresión singular, y cambiaron unaspalabras en voz baja entre sí. Le pareció que el médico decía a laseñora:—Mejorahora.
Laenfermeranocomprendía.—Josefa—ledijolaseñoraconvoztrémula—:tengounabuenanoticia
quedaros.Preparadvuestrocorazónpararecibirunabuenanoticia.Lamujersequedómirándolafijamente.—Una noticia —continuó la señora, cada vez más agitada— que os
daráunagranalegría.Laenfermeraabriódesmesuradamentelosojos.—Preparaos—prosiguió la señora—a ver a una persona…, a la que
queréismuchísimo.Lamujer levantó lacabezaconunvigorosoimpulsoycomenzóamirar
rápidamente,oraalaseñora,oraalumbralresplandeciente.—Unapersona—añadiólaseñora,palideciendo—,queacabadellegar
ahoramismo,inesperadamente.—-¿Quiénes?—exclamólamujer,conunavozsofocadayextraña,comoladeunapersonallenadeespanto.Un instante después lanzóungrito agudísimo, sentándoseen la cama
deunsaltó, yasípermaneció inmóvil, con losojosdesencajados, comoanteunaapariciónsobrehumana.Marcos,andrajosoycubiertodepolvo,estabaallídepie,enelumbral,
retenidodeunbrazoporeldoctor.Lamujergritóportresveces:—¡Dios!¡Dios!¡Diosmío!
Marcosselanzóhaciaella,queextendiósusbrazosdescarnados,yestrechándolocontrasusenoconlafuerzadeuntigre,estallóenunarisa
violenta,interrumpidaporprofundossollozossinlágrimas,quelaobligaronarecostarsesofocadasobrelasalmohadas.
Pero se rehízo al punto y, loca de alegría, cubriendo su cabeza debesos,gritó:—¡Cómoestásaquí?¿Porqué?¿Erestú?¡Cómohascrecido!¿Quién
tehatraído?¿Estassolo?¿Estásenfermo?¿Erestú,Marcos?¡Noesunsueño! ¡Diosmío! ¡Háblame!—luego, cambiando de tono, de pronto—:¡No! ¡Calla! ¡Espera!—y volviéndose hacia elmédico, precipitadamente—:Pronto,enseguida,doctor.Quierocurar.Estoypreparada.Nopierdaunmomento.LlevadlejosaMarcosparaquenosufra.Marcosmío,noesnada.
Luegomecontarástodo.Otrobeso.Vete.Aquímetiene,doctor.Sacaron aMarcos de la habitación. Los amos y las mujeres salieron
enseguida; quedaron dentro el cirujano y el practicante, que cerraron lapuerta.El señor Mequínez intentó llevar a Marcos a una habitación alejada;
perofueimposible;parecíacomosiestuvieraclavadoenelsuelo.—¿Quépasa?—preguntó—.¿Quétienemimadre?¿Quéleestán
haciendo?Y entonces, el señor Mequínez, en voz baja, intentando llevárselo de
allí:—Bueno,escucha;ahoratelodiré.Tumadreestáenferma,espreciso
hacerleunapequeñaoperación;teloexplicarétodo;venconmigo.—No—respondióelmuchacho,obstinado—,quieroestaraquí.
Explíquemelo aquí.5 En ocasión de conmemorarse el 130 aniversario de la estancia delLibertadordeItaliaenlaCiudaddeLaHabana,laCiudaddeRomacolocóunatarjaenhomenajeal
hombreEl ingenierohablabayhablaba, intentando llevárselo;elmuchachocomenzaba a sentirmiedo y a temblar. que alentó la idea de la independencia deCuba,enelantiguoPalaciodelosCapitanesGenerales,enlaHabanaVieja,enlacalleObispo.Deprontoungritoagudísimo,comoeldeunheridodemuerte,resonóentodalacasa.Elniñorespondióconotrogritodesesperado:—¡Mimadrehamuerto!Aparecióelmédicoenlapuerta,ydijo:—Tumadresehasalvado.Elniñosequedóunmomentomirándolo,y luegosearrojóasuspies,
sollozando.—¡Gracias,doctor!Peroeldoctorlehizoungesto,almismotiempoqueledecía:—¡Levántate...!Erestú,heroiconiño,quienhasalvadoatumadre.
Verano
Miércoles,24.
Marcos,elgenovés,eselpenúltimopequeñohéroequeconoceremosenlasnarracionesdeesteaño.Perotodavíanosquedaotromesparaeldejunio.Faltansólodosexámenes,veintiséisdíasdeclase,seis juevesycinco
domingos.Yasepercibeenelambienteelfindelañoescolar.Losárbolesdeljardín,frondososyenflor,proyectanunagratasombra
sobrelosaparatosdegimnasia.Losalumnosvienenyacompletamentevestidosdeverano.Ahora da gusto presenciar la salida del colegio; ¡Qué distinto de los
mesespasados!El pelo, que antes bajaba hasta los hombros, ha desaparecido; todas
lascabezasvanrapadas;sevenpiernasycuellosalaire:sombreritosdepaja de todas las formas, con lazos que cuelgan sobre la espalda;camisasycorbatasdetodosloscoloresimaginables.Losmás pequeños llevan todos algo rojo o azul, una cinta, un ribete,
unaborlita,oaunquenoseamásqueun remiendodecolor vivopuestoporlamadre,contalquecaigabien,inclusolosmáspobres.Muchos vienen a la escuela sin sombrero, como si se hubiesen
escapadodecasa.Algunosllevanelvestidoblancoqueutilizanenlagimnasia.Uno de los niños de la maestra Delcati va todo de rojo, de pies a
cabeza,comouncangrejococido.Otrosvanvestidoscontrajesqueimitanalosdelosmarineros.Pero, de todos, el más gracioso, es sin disputa, el Albañilito, con su
gransombrerodepaja,queledalaaparienciadeunamediavelaconsupalmatoria,yesunarisaverloponerelhocicodeliebrebajosusombrero.Coretti tambiénsehaquitadosuoriginalgorradepiely llevaotravieja
de seda gris como si fuese un viajante. Votini lleva un traje escocés,atildado;Crosidejaversupechodesnudo;Precossisepierdedentrodeunablusadeherrero color turquí. ¿YGaroffi?Ahoraqueha tenidoque
quitarse el abrigo, en el que escondía su comercio, le quedan aldescubiertosusbolsillosrepletosdebaratijasdetodasclases,pordondeleasomanlaslistasdelasrifasqueorganiza.Ahora se ve claramente cómo es cada niño y lo que lleva cada uno:
abanicos hechos con medio periódico, pedazos de caña, flechas paradisparar contra los pájaros, hierbas, abejorros que se salen de losbolsillos y suben despacio por las chaquetas.Muchos de los pequeñostraen ramitos de flores a lasmaestras. También éstas van vestidas deverano,concoloresalegres,exceptolaMonjita,quecontinúavistiendodenegro.Lamaestritade laplumaencarnadasigueconella,yunnudocolorde
rosa al cuello, constantemente arrugado por las manecitas de susalumnos,quesiemprelaestánhaciendoreírycorrer.Es la estación de las cerezas, de lasmariposas, de lamúsica en las
callesydelospaseosporelcampo;muchosalumnosdecuartoañovanabañarseenelríoPo.Perotodossoñamosconlasvacaciones;cadadíasesaledelaescuela
másimpacienteymáscontentoqueeldíaanterior.Lo único que me da pena es ver a Garrone de luto y a mi pobre
maestra de primero cada vez más consumida y más blanca, tosiendocadavezmásdesgarradoramente.¡Caminatanencorvada,ymesaludaconunairetantriste...!
Poesía
Viernes,26.
«Comienzasacomprenderlapoesíadelaescuela,Enrico;peroporahoranopuedesverlaescuelamásquepordentro;teresultarámuchomáshermosaymáspoéticadentrodetreintaaños,cuandovayasallevaratushijosylaveasdesdefuera;comoyolaveo.Mientrasesperolasalida,doylavueltaporlascallessilenciosasquerodeaneledificioypegoeloídoalasventanasdelaplantabaja,cerradasporlaspersianas.Desdeunaventanaoigolavozdeunamaestra,quedice:“¡Oh,esate!¡Asíno,hijomío!¿Quédiríatupadre...?”.Enlaventanadealladoeslavozrobustadeunmaestroquevadictandodespacio:“Comprócincuentametrosdetela...,acuatrocincuentaelmetro...;losvendió...”.Másalláeslamaestritadelaplumaencarnadaqueleeenvozalta:“EntoncesPedroMica,conlamechaencendida...”.Delasclasesvecinassalecomoungorjeodecienpajaritos,loquequieredecirqueelmaestrohasalidoporunmomento.Sigoadelante,yaldarlavueltaalaesquina,oigoaunalumnoquellora,ylavozdelamaestraqueloregañayconsuela.Desdeotrasventanasseoyenversos,nombresdegrandeshombres,trozosdesentenciasqueaconsejanlavirtud,elamoralapatria,elvalor.Siguendespuésunosmomentosdesilencio,enloscualessediríaqueeledificiosehaquedadovacío,ypareceimposiblequehayadentrodeélsetecientosmuchachos;luegoseoyenrisasestrepitosas,provocadasporlabromadealgúnmaestroqueestádebuenhumor...Ylagentequepasaseparaaescuchar,ytodosdirigenunamiradadesimpatíahaciaeledificioqueencierratantajuventudytantasesperanzas.Súbitamenteseoyeunruidosordo,elgolpeardelibrosycuadernos,unruidodepasos,unzumbidoquesepropagadeclaseenclaseydeabajohaciaarriba,comocuandosedifundeinesperadamenteunabuenanoticia:eselbedelquevaanunciandolahora.Yaloíraquelrumor,unamultituddemujeres,dehombres,demuchachasydejóvenesseaprietaaunoyotroladodelapuertaesperandoaloshijos,aloshermanos,alosnietos;mientras,porlaspuertasdelasclasessalenafuera,comoaborbotones,losniñospequeñosarecogerlosabrigosylossombreros,revolviéndolostodosenelsueloycharlandoaunaenderredor,hastaqueelbedellosvuelvea
meterdentrounoauno.Porfinsalenenlargasfilas,marcandoelpaso.Yentoncescomienzaunalluviadepreguntasporpartedelospadres:“¿Hassabidolalección?¿Quétehandadodetrabajo?¿Quétenéisparamañana?¿Cuándoeselexamenmensual?”.Yhastalaspobresmadresquenosabenleerabrenloscuadernos,miranlosproblemas,preguntanporlasnotas:“¿So-lamenteunocho?¿Undiez?¿Unnuevedelección?”.Ysepreocupan,osealegran,opreguntanalosmaestrosyhablandeprogramasydeexámenes.¡Quéhermosoestodoesto,quégrande,quéinmensapromesaparaelmundo!
Tupadre».
Lasordomuda
Domingo,28.
No podía terminar mejor el mes de mayo que con la visita de estamañana. Oímos un campanillazo y fuimos todos corriendo. Oigo a mipadrequedice,maravillado:—¿Ustedaquí,Jorge?EraJorge,nuestro jardinerodeChieri,que tieneactualmente la familia
enCandove,yacabadellegardesdeGénova,dondedesembarcóeldíaantes, de vuelta de Grecia, después de tres años de trabajo en elferrocarril. Traía un gran fardo en los brazos.Unpoco envejecido, perotanencendidodecaracomosiempreytanjovial.Mi padre quería hacerlo entrar; pero él dijo que no, y preguntó
enseguida,poniéndoseserio:—¿Cómoestámifamilia?¿CómovaLuisa?—Haceunosdíasestababien—respondiómimadre.Jorgedioungransuspiro:—¡Dios sea alabado! No me atrevía a presentarme en el colegio de
sordomudossintenerantesnoticiasdeella.Dejoaquíelfardoymevoyabuscarla.Hace tresañosquenoveoamipobrehija. ¡Tresañosquenoveoaningunodelosmíos!Mipadremedijo:—Acompáñalo.—Otra cosa todavía, perdóneme —dijo el jardinero desde el
descansillo.Peromipadrelointerrumpió:—¿Ylosnegocios?—Bien—respondió—,graciasaDios.He traídoalgúndinero.Peroyo
queríapreguntarlesaustedescómova la instrucciónde lamudita.Cuandoyoladejéparecíaunpobreanimalito,lainfelizcriatura.Yotengopocafe en los colegios. ¿Ha aprendido a hacer los signos? Mi mujer meescribía: «Está aprendiendo a hablar; va haciendo progresos».Pero yomedecía:«¿Dequésirvequeellaaprendaahablar,siyonoséhacerlossignos?».¿Cómolograremosentendernos,mipobreniña?Esoestábien
paraentenderseellos,undesgraciadoconotro.¿Cómova?¿Cómova?Mipadresesonrióylecontestó:—Noquierodecirlenada;ustedmismoloverá;vaya,vaya;nolerobéis
vosotrosunminutomás.Salimos;elinstitutoestácerca.Segúníbamosandando,abuenpaso,el
jardineromehablabaponiéndosetriste:—¡Oh,mipobreLuisa! ¡Nacerconestadesgracia! ¡Decirquenunca la
heoído llamarmepadre, y queella nuncamehaoído llamarlahija, quejamáshadichonihaoídounapalabraen lavida! ¡Ymenosmalquehahabido una persona caritativa que se ha hecho cargo de los gastos delinstituto!Pero…,antesdelosochoañosnohapodidoir.Tresañoshaceque no está en casa; ahora tiene once. ¿Está crecida, dígame, estácrecida?¿Estácontenta?—Ahoraloverá,ahoraloverá—lerespondió,apresurandoelpaso.—¿Perodóndeestáese instituto?—preguntó—.Mimujer fuequien la
acompañó,puesyoyamehabía ido.Meparecequedebedeestarporestelado.Precisamente entonces llegábamos. Entramos enseguida en el
locutorio.Salióanuestroencuentrounencargado.—SoyelpadredeLuisaVogi—dijoeljardinero—,mihija,pronto,
pronto.—Estáenelrecreo—dijoelencargado—,voyaavisaralamaestra.Ysefue.Eljardineronopodíanihablarniestarsequieto;mirabaloscuadrosde
lapared,perosinvernada.Lapuerta seabrió; entróunamaestra vestidadenegro, conunaniña
cogidadelamano.Elpadreylahijasemiraronunmomento,yluegoselanzaronelunoen
losbrazosdelotro.La niña llevaba un vestido de rayas blancas y encarnadas, con un
delantal de color gris. Esmás alta que yo. Lloraba y tenía a su padreabrazadoporelcuelloconambosbrazos.Supadreseseparóycomenzóamirarladepiesacabeza,conunosla
grimones en los ojos, jadeante como si acabase de echar una carreramuylargayexclamó:—¡Peroquécrecidaestá!¡Quéhermosasehapuesto!¡Cariño,mipobreLuisa!¡Mipobremudita!¿Esusted,señora,lamaestra?Dígaleustedque
mehableporseñas,quealgoentenderé,y,pocoapoco,iréaprendiendo.Dígalequemedéaentenderalgocongestos.
Lamaestrasesonrióydijoenvozbajaalamuchacha:—¿Quiénesestehombrequehavenidoaverte?Yella,conunavozfuerte,extraña,desentonadacomoladeunsalvaje
quehablaraentoncesporprimeraveznuestralengua,peropronunciandoclaroysonriéndose,respondió:—Esmipadre.Eljardinerodiounpasoatrás,ysepusoagritarcomoloco:—¡Habla!¿Peroesposible?¿Perohablas tú,miniña,hablas?¿Dime,
hablas?—ydenuevolaabrazóybesótresvecessufrente—.¿Peronoes por señas y con los dedos como hablan, señoramaestra? ¿Qué esesto?—No,señorVogi—respondió lamaestra—,noesporseñas.Esoera
elmétodoantiguo.Aquí seenseñaelmétodomoderno, elmétodooral.¿Esquenolosabía?—¡Yo, no sabía nada!—respondió el jardinero, sorprendido—. ¡Hace
tresañosqueestoyfuera!Melohabránescritoynolohecomprendido.Tengo la cabeza de alcornoque. ¡Oh, hija mía!, entonces, ¿tú mecomprendes?¿Oyesloquetedigo?—No,buenhombre—dijo lamaestra—, lavozno lasiente,porquees
sorda.Ellacomprendepor losmovimientosdesuboca laspalabrasqueustedledice;peronooyesuspalabras,ynisiquieralasqueelladice;laspronuncia, porque se las hemos enseñado, letra por letra; cómo debeponer los labios y mover la lengua, y qué esfuerzo debe hacer con elpechoyconlagargantaparasacarlavoz.El jardinerono comprendió y sequedócon la bocaabierta.Aúnno lo
creía.—Dime, Luisa —preguntó a su hija, hablándole al oído—: ¿estás
contentadequetupadrehayavuelto?—y levantando lacara,sequedóesperandolarespuesta.Lamuchachalomirópensativa,ynodijonada.Elpadresequedóturbado.Lamaestraseechóareír.Luegodijo:—Buenhombre,no lerespondeporquenohavisto losmovimientosde
sus labios; le habéis hablado al oído.Repetid la pregunta,manteniendosucaraenfrentedeladelaniña.
Elpadre,mirándolabienalacara,repitió:—¿Estáscontentadequetupadrehayavuelto,dequenosevuelvaa
ir?Lamuchacha,quelehabíamiradoatentamentealoslabios,intentando
inclusoverelinteriordesuboca,respondióconsoltura:—Sí,es-toycontenta,dequehayasvuel-to,dequenotemarches…
jamás.El padre la abrazó fuertemente, y luego, a toda prisa, como para
cerciorarsemejor,laabrumóapreguntas.—¿Cómosellamamamá?—An-tonia.—¿Cómosellamatuhermanapequeña?—A-de-laida.—¿Cómosellamaestecolegio?—Desor-do-mudos.—¿Cuántossondiezydiez?—Veinte.Cuandocreíqueseibaaecharareírdealegría,comenzódeprontoa
llorar.Peroeratambiéndealegría.—Ánimo —dijo la maestra—; tiene motivos para alegrarse, no para
llorar. ¡Mire que hace usted llorar también a su hija! ¡Ea, póngasecontento!Eljardinerocogiólamanodelamaestrayselabesódosotresveces,
diciendo:—¡Gracias, gracias, cien veces gracias, mil veces gracias, querida
señoramaestra!Yperdónemesinosédecirleotracosa.—Peronosólohabla—ledijo lamaestra—;vuestrahijasabe también
escribir. Sabe contar. Conoce los nombres de todos los objetoscorrientes. Sabe un poco de historia y de geografía. Ahora está en laclasenormal.Cuandohayahecholosotrosdosañossabrámuchomás.Saldrádeaquípreparadaparapoderejercerunaprofesión.Tenemosyasordomudosqueestánenlastiendasparaserviralosparroquianos,ycumplensucometidocomolosdemás.Eljardinerosequedódenuevoasombrado.Parecíaquedenuevosele
confundíanlasideas.Miróasuhijayserascólafrente.Ensusemblanteseadivinabaquedeseabamásexplicaciones.Entonceslamaestrasevolvióalporteroyledijo:
—Llameaunaniñadelaclasepreparatoria.Elporterovolviódespuésconunasordomudadeunosochoonueveañosquehabíaentradorecientementeenelinstituto.—Esta—dijo la maestra— es una de las que están aprendiendo los
primeroselementos.Veacómosehace.Quieroque lediga lae,presteatención.Lamaestraabriólaboca,comosehaceparapronunciarlae,eindicóa
la niña que abriese la boca de la misma manera. La niña obedeció.Entonceslamaestraleindicóqueechaselavoz.Ellalohizoasí,peroenvezdee,pronuncióo.—No—dijolamaestra—,noeseso.Y cogiendo las dos manos de la niña, puso una, abierta, en su
garganta,ylaotraenelpecho,yrepitió:—E…Laniña,despuésdesentirelmovimientodelagargantaydelpechode
la maestra, abrió de nuevo la boca, como antes, y pronuncióperfectamente la e. Del mismo modo, la maestra le hizo decir c y d ,reteniendolasmanosenlagargantayenelpecho.—¿Hacomprendidoahora?—preguntó.El padre había comprendido, pero parecía más maravillado aún que
cuandonolohabíaentendido.—¿Y enseñan a hablar de esa manera? —preguntó después de un
momento de reflexión, mirando a la maestra ¿Tienen paciencia paraenseñar a hablar así, poco a poco, a cada una, durante años y años?¡Ustedessonunassantas!¡Sonustedes,ángelesdelparaíso!¡Noexisteenestemundouna recompensadignaparaustedes!¿Quéquiereustedquelediga…?¡Ah!déjenmeunpococonmihija,ahora.Déjemelacincominutosconmigoasolas.La llevóaparte,sesentóconellaycomenzóapreguntarley laniñaa
responder; y él se reía, con losojosbrillantes, dándose conel puñoenlas rodillas, y cogía a su hija de lamano,mirándola, fuera de sí por ladichadeoírlacomosifueseunavozquebajaradelcielo;luegopreguntóalamaestra:—¿Podríadarlasgraciasalseñordirector?—Eldirectornoestá—respondiólamaestra—.Perohayotrapersona
a quien debería usted dar las gracias. Aquí toda niña pequeña esconfiadaalcuidadodeunacompañeramayor,quelehacedehermanay
demadre. Vuestra hija ha sido confiada a una sordomuda de diecisieteaños, hija de un panadero, que es buena y la quiere mucho; hace dosañosquetodaslasmañanasvaaayudarlaavestirse,lapeina,laenseñaacoser,learreglalaropaylehacecompañía.Luisa,¿cómosellamatumadredelinstituto?Lamuchacha,sonriendo,respondió:—Cata-linaJor-dano—luegodijoasupadre—:Muy,muybue-na.El portero, que había salido a una indicación de la maestra, volvió
enseguidaconunasordomudarubia,fuerte,dealegresemblante,vestidatambién con un vestido de rayas rojas y delantal gris; se detuvo en elumbral,ruborizándose,y luegobajó lacabeza,riéndose.Teníaelcuerpodeunamujer,yparecíaunaniña.LahijadeJorgecorrióenseguidaasuencuentro,lacogióporelbrazo
comoaunaniñaylallevóhaciasupadre,diciendoconsugruesavoz:—Ca-ta-linaJor-dano.—¡Ah,éstaes lamuchacha tanbuena!—exclamóelpadre,yextendió
lamanoparaacariciarla;perolaretiró,yrepitió—:¡Labuenamuchacha!¡QueDios labendiga,que ledésuertey todaclasedealegrías,que lahaga siempre feliz a ella y a su familia! Es un honrado trabajador, unpobrepadredefamiliaelquetelodeseadetodocorazón.La muchachamayor acariciaba a la pequeña, siempre con la cabeza
baja y sonriendo, y el jardinero seguía mirándola como si fuera unavirgen.—Hoypuedeustedllevarseasuhija—dijolamaestra.—¡Sí,me la llevo!—respondió el jardinero—. La llevaré aCandove y
mañanaporlamañanalatraerédenuevo.¡Figúresesinolavoyallevar!—la niña fue a vestirse—. ¡Después de tres años sin verla!—replicó eljardinero—. ¡Y ahora que habla! La llevaré enseguida a Candove, peroantesquierodarunavueltaporTurín,conmimuditadelbrazo,quetodoslavean,ypresentarlaamispocasamistades,paraquelaoigan.¡Oh,quédía tanhermoso! ¡Esto sí queesun consuelo! ¡Dael brazoa tupadre,Luisamía!Lamuchacha,quehabíavueltoconunamanteletayunacofia,selodio.—Y gracias a todos—dijo el padre desde la puerta—. Volveré para
darlesatodoslasgracias.Sequedóunpocopensativo; luegoseseparóbruscamentede laniña,
sevolviódenuevo,hurgándoseenlosbolsillos,ygritócomofrenético:
—Nosoymásqueunpobrediablo,peroaquítiene,dejoveintelirasparaelinstituto,¡unamonedadeorobiennueva!Ydandoungolpesobrelamesadejóallílamoneda.—No,no,buenhombre—dijolamaestra,conmovida—.Vuelvaatomar
su dinero. No lo puedo aceptar. No me corresponde a mí recibirlo. Yavendrácuandoestéeldirector,perotampocoélloaceptará,estéseguro.Ha trabajado demasiado para ganarlo, ¡pobre hombre! Os quedamosagradecidos,detodasmaneras.—No,lodejo—respondióeljardinero,obstinado—,yluego,ya
veremos.Pero lamaestra lemetió lamoneda en el bolsillo, sin darle tiempo a
rechazarla.Y entonces él se resignó, meneando la cabeza; luego, rápidamente,
enviando un beso con lamano a lamaestra y a lamuchachamayor, ycogiendodenuevoelbrazodesuhija,sedirigióhaciafuera,diciendo:—¡Ven,ven,hijamía,mipobremudita,mitesoro!Ylahijaexclamócon
suvozgruesa:—¡Quésoltanhermoso!
JunioGaribaldi
Sábado,3.Mañanaeslafiestanacional.
«Hoy es día de luto nacional. Ayer por la tarde ha muerto Garibaldi.¿Sabes quién era? Es el que liberó a diez millones de italianos de latiraníadelosBorbones.¡Hamuertoalossetentaycincoaños!NacidoenNiza,supadreeracapitándeunbarco.Alosochoaños
salvólavidaaunamujer;alostrecesacódepeligrounabarcallenadecompañerosqueestabanparanaufragar;alosveintisietelibróaunjovendeperecerahogadoenaguasdeMarsella;aloscuarentayunoimpidióqueunbarcoseincendiaraenelocéano.LuchódiezvecesenAméricaporlalibertaddeunpuebloextranjero,combatióentresguerrascontralosaustríacosporlalibertaddeLombardíaydelTrentino;defendióaRomadelosfrancesesen1849,liberóaPalermoyaNápolesen1860,volvióacombatirporRomaenel67,luchóen1870contralosalemanesendefensadelosfranceses.Teníaensualmalallamadelheroísmoyelgeniodelaguerra.Tomóparteencuarentacombates,ysaliótriunfanteentreintaysiete.Cuandonoestuvoocupadoenlaguerra,trabajóparavivir,oseencerró
en una isla solitaria para cultivar la tierra. Fue maestro, marinero,trabajador,negociante,soldado,general,dictador.Eragrande,sencilloybueno. Odiaba a todos los opresores, amaba a todos los pueblos,protegía a todos los débiles; no tenía más aspiración que el bien;rehusabaloshonores,despreciabalamuerte,adorabaaItalia.Cuando lanzaba el grito de guerra, acudían legiones de valientes de
todaspartes:losseñoresdejabanlospalacios,losobreros,lasfábricas,losmuchachoslasescuelas,parairacombatirbajoelsoldesugloria.Enlaguerrallevabaunacamisaroja.Erafuerte,rubio,hermoso.Enelcampodebatallaeracomounrayo;
enelafecto,comounniño;eneldolor,unsanto.Infinidaddeitalianoshanmuertoporlapatria,felices,almorir,deverlopasaralolejos,victorioso.Millaressehubierandejadomatarporél;milloneslohanbendecidoy
seguiránhaciéndolo.Hamuerto.Elmundoenterolollora.Túnolocomprendesporahora;peroleerássusproezas,oiráshablardeélcontinuamentedurantelavida,y,segúnvayascreciendo,crecerátambiénsuimagenanteti.Cuandoseashombre,tepareceráungigante;ycuandoyanoestésenelmundo,nivivantampocoloshijosdetushijos,ylosquenazcandeellos,todavíalasgeneracionescontemplaránsucabezaluminosaderedentordepueblos,coronadoporlosnombresdesusvictorias,comounnimbodeestrellas,yseiluminarálafrenteyelalmadetodoitalianoalpronunciarsunombre.5
Tupadre».
Elejército
Domingo,11.Fiestanacional.RetrasadasietedíasporlamuertedeGaribaldi.
Hemos ido a la Plaza del Castillo a ver la revista de los soldados, quedesfilaron ante el comandante del cuerpo de ejército, enmedio de dosgrandesfilasdepersonas.Segúnibandesfilandotodos,alcompásdelascornetasydelamúsica,
mi padreme iba indicando los cuerpos y los recuerdosgloriososde lasbanderas.Primeramente los marciales alumnos de la academia, los que serán
oficialesdeingenierosydeartillería,unostrescientos,vestidosdenegro,pasaronconlagallardayágileleganciadesoldadosydeestudiantes.Después de ellos desfiló la gloriosa infantería: la brigada Aosta, que
combatióenGoitoyenSanMartín,y labrigadaBérgamo,que luchóenCastelfidardo, cuatro regimientos, compañía tras compañía, miles deborlasrojas,queparecíanotrastantasguirnaldasdobles,larguísimas,deflores color sangre, tensas y agitadas por los extremos y llevadas atravésdelamultitud.Después de nuestra gran infantería desfilaron los soldados de
ingenieros,losobrerosdelaguerra,consuspenachosdeplumasnegrasy los galones carmesíes; y mientras desfilaban éstos se veía avanzardetrásdeelloscentenaresdeplumaslargasyderechasquesobresalíanpor encima de las cabezas de los espectadores: eran los alpinos, losdefensores de las puertas de Italia, todos ellos altos, sonrosados yfuertes,consombrerosalocalabrésylasdivisasdehermosocolorverdeintenso,comolahierbadesusmontañas.Aún estaban desfilando los arrogantes alpinos, cuando un
estremecimiento recorrió la multitud, y los cazadores, el antiguoduodécimobatallón,losprimerosqueentraronenRomaporlabrechadela Puerta Pía, morenos, airosos y vivos, con sus penachos al viento,pasaroncomolaoleadadeuntorrentenegro,haciendoretumbartodalaplaza con los agudos sonidos de las trompetas, que parecían gritos dealegría.
Perosuscornetasquedaronbienprontocubiertasporunruidosordoeintermitente, que anunciaba la artillería de campaña y entoncescomenzaron a pasar gallardamente, sentados en sus altos carros,arrastradosportrescientasparejasdecaballosimpetuosos,losvalientessoldados de los cordones amarillos y los largos cañones de bronce yacero, refulgentes sobre las ligeras cureñas, que saltaban y resonabanhaciendo temblar el suelo. Luego avanzó, lenta, grave, bella en suaparente pesadez y rudeza, con sus altos soldados y sus poderososmulos, laartilleríademontaña,que lleva ladesolacióny lamuertehastadonde llega el pie del hombre. Y finalmente pasó al galope, con loscascos al sol, con las lanzas enhiestas, con las banderas al viento,deslumbrantes de plata y oro, llenando el aire de campanilleos yrelinchos, el magnífico regimiento de caballería de Génova, que cayócomo un torbellino sobre diez campos de batalla desde Santa Lucía aVillafranca.—¡Quéhermoso!—exclamé.
Peromipadrecasimeregañóporaquellaspalabras,diciéndome:—No consideres al ejército como un bello espectáculo. Todos estos
jóvenespletóricosdeenergíaydeesperanzaspuedendeundíaaotroser llamadosadefender lapatria,yenpocashorascaerdespedazadosporlasbalasylametralla.Cadavezqueoigasgritarenunafiesta:«¡Vivaelejército!¡VivaItalia!»,figúrate,másalládelosregimientosquepasan,un campo cubierto de cadáveres y anegado en sangre, y entonces, losvítoresalejércitotesaldrándelomásprofundodelcorazón,ylaimagendeItaliateparecerámásseveraymásgrande.
Italia
Martes,14.
«Saluda a tu patria de esta manera en los días de sus fiestas: Italia,patriamía,tierranobleyquerida,dondenacieronmipadreymimadreyenlacualseránenterrados,dondeyoesperovivirymorir,dondetambiénmishijosnacerán,creceránymorirán.Hermosa Italia, grandeyhermosaa travésde los siglos, unida y libre
desdehacepoco,quesembrasteelmundodeinteligenciasdivinas,yporlacualtantosvalientesmurieronenloscamposdebatallaytantoshéroessubieronalpatíbulo,madreaugustade trescientasciudadesyde treintamillonesdehijos.Yo,unniño,queaúnnotecomprendoniteconozcoporcompleto,yote
reverencio y te amo con toda el alma, y me siento orgulloso de habernacido en ti, y de llamarmehijo tuyo.Amo tusmares espléndidos y tusAlpes sublimes, amo tus monumentos solemnes y tus recuerdosinmortales,amotugloriaytubelleza.Yo te amo y te venero lomismo en tu totalidad que en aquella parte
predilectadondeporprimeravezvielsolyoí tunombre.Osamoa lasdosconunmismoafectoeigualgratitud,aTurínlavalerosa,aGénovalasoberbia, a la docta Bolonia, a la encantadora Venecia, a la poderosaMilán; os amo con igual reverencia filial, gentil Florencia y terriblePalermo,Nápolesinmensaybella,Romamaravillosayeterna.¡Yoteamo,Italiamía,patriasagrada!Ytejuroqueamaréatodostus
hijoscomohermanos,quehonrarésiempreenmicorazónatushombresilustres vivos y muertos; que seré un ciudadano trabajador y honrado,preocupadodecontinuoporennoblecerme,porhacermemásdignodeti,porcontribuirconmisdébilesfuerzasaqueundíadesaparezcadetufazla miseria, la ignorancia, la injusticia, el delito, y que tú puedas vivir ydesarrollartetranquilaenlamajestaddetuderechoydetufuerza.Juroqueteserviréenlamedidadeloposible,conelingenio,conmibrazo,conelcorazón,humildeyvalerosamente;yquesillegaeldíaenquetengaquedarmisangreymividaporti,loharéymorirégritandoalcielo,tusantonombreyenviandomiúltimobesoatubenditabandera.
Tupadre».
Treintaydosgrados
Viernes,16.
Encincodíasquehanpasadodesdelafiestanacionalhaaumentadotresgradoselcalor.Nosencontramosenplenoverano,todoscomienzanasentirsecansados,aperderloshermososcoloressonrosadosdelaprimavera;adel-gazanloscuellosylaspiernas,lagentecabeceaylosojossecierran.ElpobrecitoNelli,quesufremuchoconelcalorytienelacaracomola
cera, se duerme a veces profundamente encima del cuaderno; peroGarroneestásiempreatentoparaponerdelanteellibroabiertoyderechoa fin de que el maestro no lo vea. Crosi apoya su roja cabeza en elbanco,detalmanera,quepareceseparadadeltroncoyabandonadaallí.Nobisselamentadequesomosmuchosylecorrompemoselaire.¡Qué
esfuerzoshayquehacerparaestudiar!Desdelaventanademicasamirolos hermosos árboles que dan una sombra tan oscura, adonde iría debuenaganaacorrer,ymeentratristezayrabiacuandopiensoquehedesentarmeen losbancosde laescuela.Pero luegomeanimoalveramimadrequesemequedamirandocuandosalgodelaescuelaparaversiestoypálido;yacadapáginademisdeberesmepregunta:—¿Puedes,todavía?Y todas las mañanas, al despertarme a las seis para estudiar las
lecciones:—¡Ánimo!, solo te quedan ya unos días; luego estarás libre y
descansarás,eirásalasombradelasalamedas.Sí,tienesobradarazónalrecordarmealosmuchachosquetrabajanen
el campobajoel ardordel sol, oen lasarenasblancasde los ríosqueciegan y abrasan, o los de las fábricas de vidrio, todo el día inmóviles,inclinadossobrela llamadelgas:ytodoslosdíasselevantanantesquenosotros y no tienen vacaciones. ¡Ánimo, pues! También en esto elprimero de todos es Derossi, que no padece ni el calor ni el sueño,siempre vivo y alegre, con sus rizos rubios, igual que lo estaba eninvierno,yestudiasincansarseymantienedespabiladosacuantosestánasualrededor,comosirefrescaseelaireconsuvoz.Hayotrosdosque
siempreestándespiertosyatentos:eltestarudoEstardo,quesepinchaenloslabiosparanodormirse,ycuantomáscansandoestáymáscalorhace, tanto más aprieta los dientes y abre los ojos, como si quisieracomersealmaestro;yluego,eltraficanteGaroffi,muyafanosoenhacerabanicos de papel encarnado, adornados con figuritas de cajas decerillas,que luegovendeadoscéntimoscadauno.PeroelmásvalienteesCoretti;elpobreCoretti,quese levantaa lascincoparaayudarasupadreallevarleña.Alasonce,enlaescuela,esincapazdemantenerlosojos abiertos, y se le dobla la cabeza sobre el pecho. No obstante, sesacude,sedapalmadasenlanuca,pidepermisoparasaliryrefrescarselacara,pideasusvecinosque ledenconel codoy lopellizquen.Peroesta mañana ya no pudomás y se durmió con un sueño de plomo. Elmaestrolollamófuerte:—¡Coretti!Élnooyó.Elmaestro,enfadado.volvióarepetir:—¡Coretti!Entonces,elhijodelcarbonero,quevivealladodesucasa,selevantó
ydijo:—Haestadotrabajandodesdelascincohastalassiete,llevandohaces
deleña.El maestro lo dejó que durmiera y continuó la lección durante media
hora. Luego, se fue al banco deCoretti ymuy despacito, soplándole lacara, lo despertó. Al encontrarse delante del maestro, Coretti se echóhacia atrás atemorizado. Pero el maestro le cogió la cabeza entre susmanosyledijo,besándoleelcabello:—No te reprendo,hijomío.El tuyonoeselsueñode lapereza;esel
sueñodelafatiga.
Mipadre
Sábado,l7.
«¡No,ciertamentequenitucompañeroCoretti,niGarrone,hubierancontestadojamásasuspadrescomotúhasrespondidohoyporlatardealtuyo,Enrico!¿Cómoesposible?Hasdejurarqueestonovolveráasucedermientrasyoviva.Cadavezquealoírunreprochedetupadretevengaaloslabiosunarespuestainconveniente,piensaenaqueldía,quefatalmentellegará,enquetengaquellamarteasulechoparadecirte:“Enrico,tedejo”.Hijomío,cuandoporúltimavezoigassuvoz,einclusomuchotiempodespués,cuandolloresasolasensuhabitaciónabandonada,enmediodeloslibrosqueélnovolveráaabrir,entonces,alacordartedehaberlefaltadoalgunavezalrespeto,tepreguntarásatimismo:“¿Cómoesposible?”.Entoncescomprenderásqueélhasidosiempretumejoramigo,quecuandoseveíaobligadoacastigarte,sufríamásquetú,yquejamástehahechollorarsinoeraportubien;yentoncestearrepentirásybesarásentrelágrimaslamesaenlaquetantotrabajó,enlaqueconsumiósuvidaporsushijos.Ahoranotedascuenta;élteocultatodolosuyo,menossubondadycariño.Túnosabesqueavecesseencuentratanquebrantadoporlafatigaqueleparecequelequedansolamenteunosdíasdevida,yqueenaquellosmomentosnohablamásquedeti,notieneotrapreocupaciónensucorazónqueeldejartenecesitadoysinprotección.¡Ycuántasvecesduermesysequedaallí,conlaluzenlamano,mirándote,yluegohaceunesfuerzoycansadoytriste,vuelvealtrabajo!Nitampocosabesqueconfrecuenciaéltebuscayestáatulado,porquesucorazónseencuentrallenodelaamarguraydelosdisgustosquetodosloshombrestienenquesoportarenelmundo,ytebuscaaticomoaunamigo,paraconsolarseyolvidar,ysientenecesidadderefugiarseentucariño,paravolveraencontrarlaserenidadyelvalor.Piensa,pues,quédolordebecausarlecuandoenvezdeencontrarentiafecto,encuentrafrialdadyfaltaderespeto.¡Novuelvasamanchartejamásconsemejanteingratitud!Piensaqueaunquefuerascomounsantodebueno,jamáspodríascompensarsuficientementeloqueélhahechoyhaceporti.Ypiensatambién:nosepuedecontarconlavida;unadesgraciacualquierapuedearrebatarteatu
padrecuandoaúneresunniño,dentrodedosaños,detresmeses,mañanaquizá.¡Ah,pobreEnrico!¡Cómocambiaríaentoncestodoatualrededor!¡Quévacíaydesoladatepareceríalacasa,contupobremadrevestidadeluto!Ve,hijomío,veatupadre,estátrabajandoensucuarto;vedepuntillasparaquenotesientaentrar;apoyatufrenteensusrodillasydilequeteperdoneytebendiga.
Tumadre».
Enelcampo
Lunes,19.
Mibuenpadremeperdonóunavezmás,ymedejóiralajiracampestreque se había concertado para el miércoles con el padre de Coretti, elvendedor de leña. Todos necesitábamos respirar el aire fresco de lascolinas.Fueunaverdaderafiesta.Nos reunimos ayer a las dos en la Plaza de la Constitución, Derossi,
Garrone, Garoffi, Precossi, Coretti padre e hijo y yo, con nuestrasprovisionesdefrutas,salchichónyhuevoscocidos;llevábamostambiénbarquillosdecueroyvasosdehojalata.Garronellevabaunacalabazallenadevinoblanco.Coretti,lacantimploradesoldadodesupadre,llenadevinotintoyelpequeñoPrecossi,consublusadeherrero,llevababajoelbrazounahogazadedoskilos.FuimosenautobúshastalaGranMadredeDios,yluego,colinaarriba,abuenpaso.¡Dabagustoverelverde,lasombraylafrescura! Dábamos volteretas en la pradera, metíamos la cara en losarroyuelos, saltábamos los cercados. Coretti padre nos seguía desdelejos,conlachaquetaalaespalda,fumandoensupipadeyesoydevezencuandonosamenazabaconlamanoparaquenonosrompiéramoselpantalón.Precossisilbaba;yonolohabíaoídohacersemejantecosa.Corettihijo
hacía de todo, según andábamos; sabe hacerlo todo aquel hombrecitocon su navaja de un dedo de largo: ruedas de molino, tenedores,jeringuillas;queríallevarlascosasdelosdemáseibatancargadoquelecorría el sudor, pero resultaba tan ligero como una cabra. Derossi separabaacadamomentoparadecirnoselnombredelasplantasydelosinsectos; no sé cómo se arregla para saber tantas cosas. Y Garronecomía pan en silencio; pero ya no daba aquellos mordiscos con lasatisfacción de antes el pobre Garrone, después de la muerte de sumadre.Pero todavía sigue siendo tan bueno como siempre; cuando uno de
nosotroscogíacarreraparasaltarunfoso,élcorríaalaotraparteparadarle la mano; y como Precossi tenía miedo de las vacas, porque depequeño lo cornearon, cada vez que pasaba una, Garrone se ponía
delante. Subimos hasta Santa Margarita, y luego hacia abajo, por lapendiente,dandosaltosyechándonosa rodar.Precossi,al rozarseconunarbusto, sehizoun rasgónen lablusay sequedóallí, avergonzado,con el jirón colgando, pero Garoffi, que lleva siempre alfileres en lachaqueta, se lo sujetó tan bien que no se notaba, mientras el otro nocesabadedecirle:
—Perdóname,perdóname—yluegocomenzóotravezacorrer.Garoffinoperdíaeltiempoporelcamino:cogíahierbasparaensalada,
caracoles, y cualquier piedra que brillaba un poco se la metía en elbolsillo, pensando que dentro podría haber oro o plata. Y siempreadelante, corriendo, silbando, trepando, a la sombra y al sol, arriba yabajoportodaslaselevacionesyveredas,hastaquellegamos,cansadosysinaliento,alacimadeunacolina,dondenossentamosamerendarenla hierba. Se divisaba una inmensa llanura, y los Alpes azules con susblancas cumbres.Estábamos todosmuertosdehambre; parecíaqueelpanseevaporaba.Corettipadrenosdabalasracionesdesalchichónenhojasdecalabaza.Entoncescomenzamostodosahablaralavezdelosmaestros, de los compañeros que no habían podido venir y de losexámenes.Precossiseavergonzabadecomer,yGarronelemetíaenlabocalomejordesuparte,alafuerza.Corettiestabasentadoalladodesupadre,conlaspiernascruzadas;parecíanmásbiendoshermanosquepadreehijo,alverlosallí juntos, losdoscoloradosysonrientes,consusdientes tan blancos. El padre bebía a placer, vaciando también losbarquillosylosvasosquenosotrosdejábamosamedias,ydecía:—Avosotros,losqueestudiáis,elvinooshacemal;losvendedoresde
leña son los que lo necesitan—luego cogía a su hijo por la nariz y losacudía, diciéndonos—: Muchachos, quered mucho a éste, que es unperfectocaballero;oslodigoyo.Ytodossereían,exceptoGarrone.Yélseguíabebiendo.—¡Es una lástima! Ahora estáis todos juntos como excelentes
compañeros;perodentrodealgunosaños,¡quiénsabe!,EnricoyDerossiserán abogados, o profesores, o qué sé yo, y vosotros cuatro, en unatienda, o conunoficio, o el diablo sabedónde.Yentonces, adiós,muybuenas,compañeros.—¡Cómo! —respondió Derossi—, para mí, Garrone será siempre
Garrone; Precossi será siempre Precossi, y exactamente igual losdemás,aunquellegaseaseremperadordetodaslasRusias,dondeellos
estén,iréyo.—¡Bendito seas! —exclamó Coretti padre, alzando la cantimplora—;
¡asísehabla!¡Vengaesamano!¡Vivanlosexcelentescompañeros,yvivatambiénlaescuela,queoshaceunasolafamilia,alosquetienenyalosquenotienen!Todosnosotrostocamossucantimploraconlosbarquillosylosvasos,y
bebimosporúltimavez.Yél:—¡Viva el cuadro del cuarenta y nueve!—gritó, poniéndose en pie y
apurandoelúltimosorbo—;ysialgúndíaosveisobligadosa formarelcuadrotambiénvosotros,¡manteneosfirmescomonosotros,muchachos!Era ya tarde; bajamos corriendo y cantando, y caminando durante
largostrechoscogidostodosdelbrazo.CuandollegamosalPooscurecíaysearrastrabanmilesdeluciérnagas.Nonosseparamoshasta laPlazade laConstitución,despuésdehabernospuestodeacuerdoenquenosreuniríamosallítodoseldomingoparairalTeatroVíctorManuelaverladistribucióndepremiosalosalumnosdelasescuelasnocturnas.¡Quédíatan hermoso! ¡Qué alegre hubiera entrado en casa de no habermeencontradoamipobremaestra!Laencontrécuandobajabalasescalerasdenuestracasa,casiaoscuras,yapenasmereconociómecogióambasmanosymedijoaloído:—¡Adiós,Enrico,acuérdatedemí!Medicuentadequelloraba.Subíyselodijeamimadre.—Heencontradoamimaestra.—Sí, iba a acostarse —me respondió mi madre, que tenía los ojos
rojos; luego añadió, muy triste, mirándome a los ojos—: Tu pobremaestra...,estámuymal.
Ladistribucióndepremiosalosartesanos
Domingo,25.
Comohabíamosconvenido,fuimostodosjuntosalTeatroVíctorManuel,averladistribucióndelospremiosalosobreros.Elteatroestabaadornadocomoel14demarzo,yatestadodegente;perocasitodoseranfamiliaresdelosobreros,ylaplateaestabaocupadaporlosalumnosyalumnasdelaescuelacoral,loscualescantaronunhimnoalossoldadosmuertosenCrimea,tanbelloque,alterminar,todossepusierondepieaplaudiendoygritando,ytuvieronquevolveracantarlo.Yenseguidacomenzaronadesfilarlospremiadosdelantedelalcalde,elgobernadorymuchasotraspersonas,quelesdabanlibros,libretasdelacajadeahorros,diplomasymedallas.EnunrincóndelaplateavialAlbañilito,sentadoalladodesumadre;enotraparteestabaeldirector,ydetrásdeéllacabezarojademimaestrodesegundo.Desfilaronenprimerlugarlosalumnosdelasescuelasnocturnasdedibujo;plateros,escultores,litógrafos,ytambiénloscarpinterosylosalbañiles;luegolosdelaescueladecomercio;detráslosdelliceomusical,entreloscualesvariasmuchachas,obreras,consustrajesdefiesta,quefueronrecibidasconungranaplauso,mientrasellassereían.Porfin,losalumnosdelasescuelasnocturnaselementales,yentoncescomenzóelespectáculo.Loshabíadetodaslasedades,detodoslosoficios,vestidosdetodaslasformas;hombresconelpelogris,muchachosdetalleres,obrerosconlargasbarbasnegras.Lospequeños,másdesenfadados;loshombresmásembarazados;lagentelosaplaudíaatodos.Peronadiesereíaentrelosespectadores,comohacíanennuestrafiesta;todosestabanseriosyatentos.Muchosdelospremiadosteníanalamujeryaloshijosenlaplatea,yalgunosniños,cuandoveíanpasarasupadreporelescenario,lollamabanenvozaltayloseñalabanconeldedo,riendo.Pasaronlabradoresymozos,procedentesdelaescueladelaCiudadela;pasóunlimpiabotas,aquienmipadreconoce,yelgobernadorledioundiploma.Despuésdeélveoavanzaraunhombregrandecomoungigantequemeparecióhabervistootrasveces.EraelpadredelAlbañilito,quehabíaganadoelsegundopremio.Meacordédecuandolovienlabuhardilla,juntoallechodesuhijoenfermo,ybusquéenseguidaalhijoen
laplatea.¡PobreAlbañilito!Estabamirandoasupadreconlosojosbrillantes,yparaocultarlaemoción,poníaelhocicodeliebre.Enaquelmomentooíunestallidodeaplausos;miré:eraunpequeñodeshollinador,consucaramuylimpia,peroconsuropadetrabajo;elalcaldelehablabacogiéndolelamano.Detrásdelpequeñodeshollinadorpasóuncocinero.LuegosepresentóarecogerlamedallaunbarrenderomunicipaldelaescuelaRaineri.Yosentíaunnoséquéenmicorazón,unaespeciedeintensoafectoyrespeto,alpensarenloquehabíancostadoaquellospremiosatodosaquellostrabajadores,padresdefamilia,llenosdepreocupaciones,cuántasfatigassobreañadidasasusfatigas,cuántashorasrobadasaldescanso,delquetantanecesidadtienen,ytambiéncuántosesfuerzosdeunainteligencianohabituadaalestudioydeunasmanosencallecidasporeltrabajo.Pasóunmuchachodetaller,alcualeraevidentequesupadrelehabíaprestadolachaquetaparaaquellaocasión;lecolgabantantolasmangas,quenotuvomásremedioqueremangarseallímismoparapoderrecogerelpremio,muchosseecharonareír;perolarisaquedóenseguidaahogadaporlosaplausos.Vinoluegounviejoconlacabezacalvaylabarbablanca.Pasaronsoldadosdeartillería;delosqueibanalaescuelanocturnaennuestrasección;detrásguardiasdeconsumos,ymunicipales,delosquehacenlaguardiaennuestrasescuelas.Porfin,losalumnosdelaescuelacoralcantaronotravezelhimnoalosmuertosenCrimea;peroestavezcontantoímpetu,contalentusiasmobrotadodirectamentedelcorazón,quelagentecasinoaplaudió,ysalierontodosconmovidos,lentamente,ysinhacerruido.Enpocosminutossellenódegentelacalle.Delantedelapuertadelteatroestabaeldeshollinadorconsulibrodepremioencuadernadoenrojo,yasualrededorunosseñoresquelehablaban.Muchossesaludabandeunaaceraalaotra,obreros,muchachos,guardias,maestros.Mimaestrodesegundosalióentredossoldadosdeartillería.Yseveíaamuchasmujeresdeobrerosconlosniñosenbrazos,loscualesteníanensusmanecitaseldiplomadelpadreyloenseñabanalagente,muysatisfechos.
Lamuertedemimaestra
Martes,17.
Mientras nosotros estábamos en el Teatro Víctor Manuel, mi pobremaestramoría.Fallecióalasdos,sietedíasdespuésdehaberidoaveramimadre.Eldirectorfueayerporlamañanaacomunicarnoslanoticiaenlaescuela.Ydijo:—Aquellosdevosotrosquehansidosusalumnossaben lobuenaque
era, cuánto quería a los niños: era unamadre para ellos. Ahora ya noexiste. Una terrible enfermedad la venía consumiendo hacía tiempo.Deno haber tenido que trabajar para ganarse el sustento, hubiera podidocuidarse,yquizácurardesuenfermedad,oalmenoshubieraprolongadosu vida, si se hubiera tomado un permiso; pero prefirió estar con susniños hasta el último momento. La tarde del sábado diecisiete, sedespidió de ellos con la certeza de no volver a verlos; les dio algunosbuenos consejos, los besó uno por uno, y se fue sollozando. Ahoraningunovolveráaverla.Acordaosdeella,hijosmíos.El pequeño Precossi, que había sido discípulo suyo en el primero
superior,apoyólacabezasobreelbancoyseechóallorar.Ayerporlatardefuimostodosjuntosacasadeladifuntamaestra,para
acompañarsucadáveralaiglesia.Enlacalleestabayaelcarrofúnebrecon dos caballos, ymucha gente que esperaba, hablando en voz baja.Estaban el director, los maestros y maestras de nuestro colegio, ytambiéndeotrassecciones,en lasqueellahabíaenseñadoañosatrás;estaban casi todos los niños de su clase, llevados de lamano por susmadres, que iban con velas; y muchísimos de otras clases, y tambiénunascincuentamuchachasdelasecciónBareti,quellevabanenlamano,biencoronas,bienramitosde flores.Habíanyacolocadomuchosramosdefloresenelcarro,delcualpendíaunacoronagrandedesiemprevivascon la inscripción en caracteres negros: «A su maestra, las antiguasalumnas de cuarto». Bajo la corona grande había otra pequeña, quehabíanllevadosusniños.Entrelamultitudhabíamuchascriadasenviadaspor sus señoras, con velas, y dos lacayos de librea con a ntorchasencendidas; un señor rico, padre de un alumno de la maestra, habíaenviado su carroza, forrada de azul. Todos se agolpaban delante de la
puerta.Variasniñasenjugabansusojosllenosdelágrimas.Esperamosunpocoensilencio.Por fin,bajaronelataúd.Cuando lovieronmeterenelcarroalgunosniñosseecharona llorar,yunocomenzóagritarcomosisolamente entonces cayese en la cuenta de que su maestra habíamuerto,sollozandodemaneratanconvulsivaquetuvieronquellevárselo.Elcortejosepusoenordenlentamente y comenzó a moverse. Iban las primeras las hijas del Refugio de laCon-cepción, vestidas de verde; luego, las Hijas de María, todas deblanco con un lazo azul; luego, los sacerdotes; y detrás del carro, losmaestros ymaestras, los alumnos de primero superior y los restantes,porfin,lamultitud.Lagenteseasomabaalasventanasyalaspuertas,yalveratodosaquellosniñosylacorona,decían:—Esunamaestra.También algunas de las señoras que acompañaban a los niños iban
llorando. Cuando llegaron a la iglesia, sacaron el ataúd del carro, y lopusieron en el centro de la nave, delante del altarmayor: lasmaestrasdepositaronenélsuscoronas,losniñoslocubrierondeflores,ylagente,en derredor del féretro, comenzó a cantar las oraciones con las velasencendidas en aquella iglesia grande y oscura. Luego, cuando elsacerdote dijo el último «amén», apagaron las hachas, salieron todosapresuradamente, y la maestra se quedó sola. ¡Pobre maestra, tanbuena conmigo, tan paciente, que tanto había trabajado durante tantosaños!Suspocos libros loshadejadoasusalumnos;auno,untintero;aotro, un cuadrito, todo lo que poseía. Dos días antes de morir dijo aldirector que no dejase que los más pequeños fuesen acompañándola,porquenoqueríaquellorasen.Nohahechomásquebien,hasufrido,hamuerto. ¡Pobre maestra, a solas en la oscuridad de la iglesia! ¡Adiós!¡Adiós para siempre, mi buena amiga, dulce y triste recuerdo de miinfancia!
Gracias
Miércoles,28.
Mipobremaestrahaqueridoterminarelañoescolar,senoshaidosolamentetresdíasantesdeterminarlasclases.Pasadomañanairemosporúltimavezaescucharelúltimocuentomensual:«Naufragio»;yluego...,seterminó.Elsábado,primerodejulio,losexámenes.Otroaño,pues,elcuarto,haterminado.Yhubieraterminadobien,sinohubiesemuertomimaestra.Mepongoapensarenloquesabíaenoctubrepasado,ymeparecequesébastantemás;hayenmimentemuchasmáscosasnuevas;consigodeciryescribirmejorloquepienso,puedohacercuentasparamuchosmayoresquenolassaben,yayudarlesensusnegocios;yentiendomuchomás,entiendocasitodoloqueleo.Estoycontento...Pero,¡cuántosmehanincitadoyayudadoaaprenderdeunmodoodeotro,encasa,enlaescuela.porlacalle,pordondequieraqueheestadoyhevistoalgo!Ahoralesdoylasgraciasatodos.Enprimerlugar,tedoylasgraciasati,mibuenmaestro,quetanindulgenteycariñosohassidoconmigo,paraquiensupusounesfuerzocadaunodemisnuevosconocimientosdelosqueahoramealegroyenorgullezco.Tedoylasgraciasati,Derossi,admirablecompañeroquecontusdiligentesyamablesexplicacionesmehasayudadotantasvecesacomprendercosasdifícilesyasuperarlaspruebasdelosexámenes;ytambiénati,Estardo,buenoyesforzado,quemehasdemostradocómounavoluntaddehierropuedeconseguirlotodo;yati,Garrone,buenoygeneroso,quehacesbuenosygenerososacuantosteconocen;yavosotros,PrecossiyCoretti,quesiempremehabéisdadoejemplodevalorenelsufrimientoydeserenidadeneltrabajo;osdoylasgraciasavosotrosyselasdoyatodoslosdemás.Perosobretodotedoylasgraciasati;padremío,miprimermaestro;miprimeramigo,quemehasdadotantosbuenosconsejosymehasenseñadotantascosas,mientrastrabajabasparamí,ocultándomesiempretustristezas,ybuscandotodaslasmanerasposiblesdehacermeelestudiofácilylavidaagradable;yati,dulcemadremía,miángelcustodioqueridoybendito,quehasgozadodetodasmisalegríasyhassufridoentodasmisamarguras,trabajadoylloradoconmigo,acariciandoconunamanomifrenteyconlaotraseñalándome
elcielo.Yomearrodilloantevosotros,comocuandoeraniño,yosdoygraciascontodalaternuraquehabéisinfundidoenmialmaendoceañosdesacrificiosydeamor.
Naufragio(Últimocuentomensual)
Hacevariosaños,unamañanadelmesdediciembrezarpabadelpuertode Liverpool un gran buque de vapor, que llevaba a bordo más dedoscientas personas, entre las cuales figuraban setenta tripulantes. Elcapitán y casi todos los marineros eran ingleses. Entre los pasajeroshabía varios italianos: tres señoras, un sacerdote y una compañía demúsicos.ElbarcosedirigíaalaisladeMalta.Eltiempoeraborrascoso.Entre los viajeros de tercera, a proa, había un muchacho italiano de
unosdoceaños,pequeñoparasuedad,perorobusto;unhermosorostroaudazyformaldesiciliano.Permanecíasolocercadelpalotrinquete,sentadoencimadeunmontón
decuerdas, juntoaunamaletadeteriorada,queconteníasuequipaje,ysobrelacualapoyabalamano.Sucaraeramorena,yelcabellonegroyrizado lecaíasobre laespalda. Ibavestidopobremente,conunamantarotaa laespalda yuna viejabolsade cueroenbandolera.Mirabaa sualrededor,pensativo,alosviajeros,elbuque,losmarineros
Notas
[←1]Desde el siglo xii, Italia, subdividida en múltiples estados independientes, es teatro de
rivalidadeslocales.Enelsigloxvi,Españaseapoderadelapenínsula.DurantelaRevoluciónFrancesa, la campaña de Bonaparte en Italia (1796-1797) crea al norte la RepúblicaCisalpina,quesetransformasucesivamenteenRepúblicaitalianayenReinodeItalia(1807).Entre1859y1870,elreyVíctorManuelIIdeSaboyarealizalaunidaditaliana