BOLETÍN ARTÍSTICO LITERARIO Año 1, Nº 4, Julio 2012
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En el boletín correspondiente al mes de la Patria entrevistamos a la joven actriz peruana Cindy Díaz, quien, a sus veintitrés años, ya tuvo el rol estelar en el largometraje español Evelyn. También nos aproximamos a una auspiciosa propuesta narrativa, El nido de la tempestad, la primera novela del escritor arequipeño Yuri Vásquez. Por su parte, el periodista César Hildebrandt nos explica el por qué de su sempiterna piedra en el zapato. Finalmente compartimos una de las famosas Cartas a Théo del genio holandés Vincent Van Gogh.
Orlando Mazeyra Guillén
ÍNDICE Sección A EVELYN: UNA ACTRIZ PERUANA TRIUNFA EN ESPAÑA Cindy Díaz, luego de debutar en Contracorriente, asume rol protagónico en filme español. Sección B UN NIDO DE NOTABLE ARQUITECTURA Luis Freire nos presenta El nido de la tempestad la novela del arequipeño Yuri Vásquez. Sección C CARTAS A THÉO Vincent Van Gogh le cuenta a su hermano que conoce a dos personas agitadas en su interior por el mismo combate: «yo soy pintor» y «yo no soy pintor». Sección D UNA PIEDRA EN EL ZAPATO Hildebrandt se pregunta: ¿Cómo voy a decir lo que, de algún modo, siempre será repetición y eco?
EVELYN: una actriz peruana triunfa en España
Por: Orlando Mazeyra Guillén Escritor p.02
Un nido de notable
arquitectura Por: Luis Freire Sarria p.06
Cartas a Théo Por: Vincent Van Gogh Artista p.09
Una piedra en el zapato Por: César Hildebrandt Periodista p.12
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A Cindy Díaz, una de las películas que la marcó de por vida fue La Bamba (1987). Pero lo que más recuerda de su infancia es cuando estaba en sexto grado de primaria, tenía doce años y se preguntó a sí misma: ¿qué es lo que quiero ser de grande? ¡Actriz!, fue la respuesta inmediata. Sin
embargo, sus compañeras y maestras siempre se mostraron escépticas y hasta burlonas. El tiempo supo darle la razón: «admiro a Maryl Streep, es la mejor de todas». Esta es una breve entrevista que le hice el mes pasado en Lima para un semanario capitalino. (La fotografía es de Ana Jau).
EVELYN: UNA ACTRIZ PERUANA TRIUNFA EN ESPAÑA
Por Orlando Mazeyra Guillén
En efecto: el cine es ficción. Quiero decir, el cine miente. Uno, al estar al frente de Cindy Díaz, lo corrobora. Ella tuvo un rol secundario en la celebrada película Contracorriente. En el mencionado filme encarnó a una muchacha que no posee toda la belleza de la mujer de carne y hueso que acabo de abordar, pero que en el mencionado
largometraje busca tentar al pescador sin saber que éste enamoraba furtivamente con un pintor. No sólo le dolió el rechazo, sino que descubrió este afer gay y lo hizo público. Ella asegura que le encantó el guión de Javier Fuentes-León: «fue la
primera vez que hice cine y me
gustó mi personaje porque
como que está provocando,
tramando, buscando algo. Los
descubre (a la pareja
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homosexual) y los delata.
Luego reacciona: se dio cuenta
del dolor que había causado y
trata de reparar los daños de
la mejor manera posible».
Ese primer paso fue fundamental porque la directora española Isabel de Ocampo pudo ver el largometraje, pues éste estuvo nominado el año pasado al Premio Goya por Mejor Película Hispanoamericana. El casting en el Perú lo hizo el director peruano Alberto «Chicho» Durant (Lima, 1951). Lo más curioso de todo fue que la entrevista y pruebas finales se hicieran de una forma impersonal: vía skype. «Me
sorprendió mucho y me sentí
un poco extraña actuando
para alguien que me
observaba por skype. Ella (la
directora), desde España, me
hablaba y me decía: a ver cómo
harías esta escena y yo
empezaba a actuar. Todo esto
se dio porque ella no tenía los
suficientes medios económicos
para venir al Perú y al final me
eligió para el rol protagónico».
La película se llama Evelyn y en ella Isabel de Ocampo se explaya en el tema que la hizo acreedora del Premio Goya a mejor
cortometraje (Miente): la trata de personas y la prostitución expuestas de una manera cruda y dura. Una peruana viaja a España con el sueño de un trabajo decente y con genuinos afanes de superación y se encuentra convertida en una esclava moderna. Cindy Díaz también salía por primera vez de su país, todo esto le daba un valor agregado y, sin duda, la ayudaría a meterse en la piel del personaje: «cuando me
contaron acerca de estas redes
salvajes que hay en el mundo,
las redes de trata de personas,
gente que te promete un futuro
mejor en Europa o en cualquier
parte del extranjero y luego
puedes terminar convertida en
una prostituta, yo misma le
pregunté a Chicho Durant:
¿este no será un grupo de trata
de personas? Y todo eso me
hizo tener muchas cosas en
común con Evelyn: era la
primera vez que viajaba fuera
del país, que viajaba sola…
entonces todo lo que pasaba a
mi alrededor, todo lo que
sentía lo iba guardando para
sacarlo a flote al momento de
actuar. Y, por supuesto, cuando
la directora se enteró que era
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la primera vez que salía del
Perú, le fascinó».
LA TEMÁTICA
«Tenía muchas dudas respecto
a la trata de personas, he visto
muchos documentales donde
hablan víctimas y, en verdad,
es algo aterrador y
conmovedor. Cosas que no
podía creer. Y, días antes de
terminar de rodar la película,
conocí a la verdadera Evelyn y
le dije que para mí era un
honor poder abordar este tema
de la trata de personas y
concientizar a la gente. El día
del pre-estreno en Salamanca,
al final de la película se me
acercó una joven española y
me dijo: ¡gracias por hacer
esta película! Por eso te repito
ha sido para mí un honor, un
privilegio hacer mi primer rol
protagónico internacional
sobre una mujer que vive este
drama, ser la voz de una mujer
que vive una problemática
mundial de la que nadie está
libre: gente de cualquier raza y
sobre todo menores de edad».
A esta joven actriz de sólo veintitrés años le pregunto si en ningún momento pensó en conocer o interactuar con prostitutas para conocer mejor ese sórdido mundo. Ella me informa que muchos actores de la película lo hicieron, sin embargo ella no «porque para
Evelyn es como un
descubrimiento terrorífico y
va, paso a paso, conociendo los
horrores de este mundo. Evelyn
desconoce todo este mundo,
por eso no sentí necesario
conocer a prostitutas».
—Ya has participado en una película hecha en el Perú y ahora has tenido el papel principal en
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España, ¿habrás notado la enorme distancia entre el cine español y el peruano o no?
—Sinceramente, la diferencia
que yo puedo encontrar entre
el cine peruano y el español es
que yo pienso que en España
hay un mayor aporte
económico por parte del
Estado. Claro que ahora se ha
reducido muchísimo debido a
la gran crisis económica por la
que pasa España.
DOS NUEVOS FILMES PERUANOS
Cindy Díaz también ha actuado en dos largometrajes nacionales que ella espera ver pronto en cartelera: El evangelio de la carne del director Eduardo Mendoza, «es una película que trata sobre la redención del
hombre a través de diferentes historias. Yo hago de una chica que se obsesiona por un hombre mayor y hace todo lo posible por conseguirlo. La otra película, Diamond Santoro y la soga de los muertos, de Gianfranco Quattrini, trata sobre un músico argentino de rock que busca dar por terminada una etapa, un tema pendiente de su vida a raíz de la muerte de un familiar, cuyo fantasma lo atormenta y viaja por el río Amazonas en busca de un chamán para experimentar el ritual de Ayahuasca».
Antes de despedirme le pregunto qué le recomendaría a Ollanta Humala. La pregunta la incomoda y sale del paso de inmediato y sonriendo: ¡de política no opino! No obstante durante la sesión de fotos. Ella se hace la pregunta en voz alta: ¿qué le recomendaría a Ollanta Humala? Y, de inmediato, me entrega una respuesta que me resulta previsible, pero, de todas maneras, pertinente: que vea cine peruano. Sí, que vea cine
peruano. Y vuelve a sonreír. ‡
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UN NIDO DE NOTABLE
ARQUITECTURA
Por Luis Freire Sarria *
Este es un nido de notable arquitectura. Arquitectura y orfebrería. Tajante, afilada, exenta de adornos, escueta en imágenes, la palabra de Yuri Vásquez exprime la tradición contemporánea de la arquitectura narrativa y nos la despliega en toda su variedad de recursos para diseccionar la sociedad arequipeña y elevarla como un símbolo de lo que fue y sigue siendo en parte el Perú.
Mauro y Mariela, los personajes sobre los que gira la novela, son las cabezas de proa de dos núcleos familiares arequipeños que surcan la década de los setenta del siglo pasado, marcada por la revolución de los generales
Velasco y Morales Bermúdez, una década que, debo confesarlo, viví en pleno desde uno de los diarios nacionales tomados por el gobierno militar. Yuri Vásquez no se contenta con ahondar en las tormentas interiores de ambos jóvenes, como en las de aquellos personajes que giran a su alrededor, sino que bucea en su pasado y extiende su mirada hacia lo profundo del siglo XIX para encontrar raíces y nutrientes que expliquen conductas familiares posteriores.
Mariela, Mauro, sus padres y parientes, sus amigos y cómplices nos conducen a través de los valores y prejuicios que atraviesan y conforman las clases sociales arequipeñas de aquellos años, valores y prejuicios teñidos por el racismo que nos sembró la conquista española. No me toca referirme a la posibilidad de un racismo prehispánico, el que nos moldea como sociedad nos cayó desde la Península. Siglos de opresión colonial y republicana nos magullaron la identidad cultural con el prejuicio de la superioridad de quienes se
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creen cualquier espécimen de blancos o lo son de alguna manera. El racismo es un conflicto mental que se apoya en la percepción alienada de la apariencia física dentro de una sociedad. El Nido de la
Tempestad nos lo muestra en plenitud como marca de estatus social y calidad personal y anhelo que desgarra o eleva la conciencia. Miguel Gutiérrez ha desarrollado el tema de manera espléndida en sus mejores novelas.
El nido de la tempestad, la primera novela del escritor arequipeño Yuri
Vásquez.
Mauro es un muchacho mestizo que se debate entre su vacilante militancia política de izquierda y los conflictos personales de su relación amorosa con Mariela, blanca para los ojos de su entorno y además, tan hermosa como clausurada para el amor. El fracaso sobrevuela sus destinos como un ave rapaz, Mauro radicalizará su militancia política, tomará los fósforos para encender la pradera arequipeña, pero será capturado por la Policía. Mariela, por su lado, morirá atropellada por el automóvil de sus secuestradoras. El clásico tema de las relaciones sexuales como de pareja entre miembros de clases sociales diferentes recorre la trama por sus cuatro costados y alimenta el drama que cierra la novela como aquel otro que anuncia.
Las descripciones del paisaje urbano arequipeño son tan precisas que el lector se siente caminando bajo ese sol tajante de la Ciudad Blanca. Yuri Vásquez no se ahorra las calles, plazas y locales que parece conocer a la perfección. Si algo caracteriza a El Nido de la
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Tempestad, es el detallado realismo en todos los frentes que abarca su ambicioso trabajo literario.
Yuri Vásquez (Arequipa, 1963) es abogado y escritor. Ganador del
Premio Copé de Cuento y finalista del Premio Copé de Novela con El
nido de la tempestad.
¿De qué tempestad o tempestades es este nido? De muchas que se gestan en el seno de sus conflictuados personajes, pero sobre todo, de la más cruel y sanguinaria que azotó al Perú, aquella que nació el 17 de mayo de 1980 con la quema de las ánforas electorales en Chuschi, Ayacucho. Abimael Guzmán susurra su violencia como una sombra sin nombre en la
conciencia del Mauro de las últimas páginas, no es todavía la despiadada Cuarta Espada que narcotizaba a sus seguidores con su infalible Pensamiento Gonzalo, pero basta su presencia lateral para que la novela se prolongue hacia la década siguiente, la década de la peor tempestad.
Invito al lector a dejarse envolver por los truenos que se crían sobre el Misti de Yuri Vásquez, no dudo de que lo
electrizarán. ‡
* Luis Freire (Lima, 1945) ha publicado las novelas El cronista que volvió del fuego y El sol salía en un Chevrolet amarillo (ganadora del Concurso de Novela Corta convocado por el Banco Central de Reserva en 1995), y El libro de los ingenios (Peisa, Lima, 1997). Asimismo, ha publicado dos selecciones de artículos humorísticos aparecidos en Monos y Monadas
(1978-1984), El Idiota (1984-1985) y el suplemento No de la revista Sí (1986-1993): Camisa de fuerza (1986) y Humor (1988). Ganó el Concurso de Cuento de las 2,000 Palabras de Caretas en 1999 con el relato “Se comienza por la mantequilla”. En setiembre de 2007 saldrá su tercera novela: César Vallejo se aburrió de seguir muerto en París, en
una nueva colección de Editorial San Marcos.
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CARTAS A THÉO
Théo Van Gogh (1857-1891), al tener dificultades con la casa de vendedores de arte Goupil donde trabaja, habla en una carta a su hermano mayor Vincent Van Gogh (1853-1890) de un vago proyecto de hacerse pintor. Vincent escribe entonces varias veces a su hermano para persuadirle de abandonar definitivamente la profesión de marchand (comerciante de obras de arte) y consagrarse a la pintura, lo que los acercaría más uno al otro. Él fijará en los más pequeños detalles materiales un plan de vida común, basado en un préstamo de dinero que daría su hospedero en Drenthe, sin poner en duda que éste se lo concediera.
Las tumbas de los hermanos Van Gogh: una relación visceral.
Por Vincent Van Gogh *
Autorretrato, 1887
Conozco a dos personas agitadas en su interior por el mismo combate: «yo soy pintor» y «yo
no soy pintor». Rappard y yo mismo. Una lucha espantosa a veces, una lucha que es precisamente la diferencia entre nosotros y algunos otros que toman las cosas menos en serio; para nosotros mismos, es algunas veces muy duro; una crisis de melancolía, un poco de luz, un poco de progreso; otros, tienen que luchar menos, trabajan quizás más fácilmente; pero también el carácter del individuo se desarrolla menos.
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Tú tendrás también que soportar esta lucha, y te lo aseguro: tienes que estar íntimamente persuadido de que corres el riesgo de que te quebranten personas que, sin ninguna duda, tendrán las mejores intenciones del mundo.
Si algo en el fondo de ti te dice: «tú no eres pintor», es entonces cuando hace falta pintar, viejo, y esta voz también se callará, pero solamente por este medio; aquél que sintiendo esto se va a casa de sus amigos y les cuenta sus penas, pierde un poco de su energía, un poco de lo que mejor lleva dentro. Sólo pueden ser tus amigos aquéllos que también luchen contra esto, aquéllos que por el ejemplo de su propia actividad estimulen lo que hay de activo en ti. Es preciso ponerse a la tarea con un aplomo, con una cierta conciencia de que lo que se hace es conforme a la razón, así como el labriego guía su carreta o como nuestro amigo que, en mi pequeño croquis, rastrilla su campo, y lo rastrilla él mismo. Si no se tiene caballo, uno mismo es el propio caballo, y esto es lo que una multitud de personas hacen aquí.
Labriego en faena
Hay una frase de Gustavo Doré que yo he encontrado siempre muy bella: «Tengo la paciencia
de un buey». Yo veo dentro de ella a la vez algo bueno, una cierta honestidad resuelta; en fin, esta frase contiene muchas cosas: es una verdadera frase de artista. Cuando se piensa en personas en las cuales el espíritu concibe cosas de este género, me parece que los razonamientos que sólo asoman en boca de los marchands de cuadros, a propósito de «artistas dotados», no son más que un horrible graznido de cuervo. «Tengo paciencia», qué sereno es esto,
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qué digno; tal vez no se diría si precisamente no hubiera todos estos graznidos de cuervos.
Trigal con cuervos
Yo no soy artista —qué grosero es esto—, incluso pensándolo de sí mismo —¿será posible no tener paciencia, no aprender de la naturaleza a tenerla, a tener paciencia viendo cómo aparece silenciosamente el trigo, crecer las cosas?— ¿será posible valorarse como una cosa tan absolutamente muerta, que hasta se llegue a pensar que ni siquiera se puede crecer más? ¿Pensaría alguien, por ventura, en contrariar intencionalmente su desarrollo? Digo esto para hacer ver cuán tonto encuentro el hablar de artistas dotados o no dotados.
Théo Van Gogh, el hermano menor de Vincent, quien, luego del
suicidio de su hermano quiso reivindicar su arte y su memoria.
Sin embargo, perdió la razón y murió al poco tiempo.
Pero si se quiere crecer, es preciso hundirse en la tierra. Te digo pues: plántate en la tierra de Drenthe y germinarás; no te seques en el empedrado.
Hay plantas que crecen en las ciudades, me dirás; sea, pero tú eres trigo, y tu lugar está en un campo de trigo...
No pienso decirte nada nuevo, en lo más mínimo; te pido tan sólo que no vayas al encuentro de ideas mejores que las que ya
llevas dentro. ‡
* Cartas a Théo. Introducción de David García López. Arte Alianza Editorial. Madrid, España, 2008.
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UNA PIEDRA EN EL ZAPATO
El director del semanario Hildebrandt en sus trece
El célebre periodista limeño nos recibió en su casa y sostuvimos con él una extensa entrevista de la que daremos cuenta en los próximos boletines. A manera de adelanto compartimos con los lectores el prólogo de su último libro publicado por Tierra Nueva Editores.
Por César Hildebrandt *
Escribir sobre lo que vale la pena, lo que no la vale, lo que cree que la vale, lo que suponemos que la vale. Escribir como errar, como aproximación trémula, como ira convertida en dardo, como diagnóstico pretencioso. Escribir desde el vaticano de nuestra vanidad y condenar al infierno a nuestros adversarios, que son los que no piensan como uno y los que nos agreden con su diversidad.
Escribir desde las vísceras humeantes, desde el dolor, desde el pesimismo entendido como estética de vida. Escribir sobre el fracaso, que a todos nos incumbe y que habrá de llegarnos elefantiásicamente con la muerte, escribir con la convicción de que jamás lograremos decir lo que nos propusimos decir.
Si algo reclamo a estas alturas de mi vida es que jamás supuse que el ser humano era una criatura celestial y el centro de todas las cosas. Dura bestia es el ser humano. Y la especie nuestra, de vez en cuando, felizmente, produce errores. Esos errores se llaman Platón, Víctor Hugo, Einstein y algunas pocas decenas más. La humanidad promedio mata el tiempo esperando la muerte en estado de distracción, mastica con brío pedazos de surtidos cadáveres, ve televisión, vota en el tumulto de los voceríos, languidece pagando una casa donde aprendió a sufrir.
No creo en la humanidad. Y, sin embargo, un pobre próximo me sigue conmoviendo, un niño de la calle me grita en el oído, un perro que sufre me condena. No creo en la humanidad cuando veo a los ejércitos del gran dinero apoderarse de países a sangre y fuego y cuando veo correr la sangre de los niños
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alcanzados por bombas de racimo. Jamás pude ser comunista porque esa era una manera de ser manada y jamás dejé de despreciar a la derecha porque esa ha sido siempre la reivindicación de la avaricia. Ambos, comunistas y reaccionarios, tenían un punto en común: mataban para que el mundo mejore, eran intérpretes de la ley del progreso. Los primeros creían que la igualdad se decretaba, los segundos estaban convencidos de que el egoísmo monstruoso que practican tenía la autorización y el aliento de su dios excluyente. Ambos siguen pensando lo mismo, pero hay una notoria diferencia: no hay comunistas en el poder (bueno, hay un par de excepciones extravagantes y bastante degeneradas) y sí, en cambio, la codicia gobierna al mundo y ha hecho metástasis en lo que fueron una república de soviets y otra de campesinos inicialmente heroicos.
Ser pesimista es una obligación de la inteligencia. Pero ser indiferente es someterse a los valores del sistema mundial de dominación. De modo que somos pesimistas estratégicos y solidarios tácticos. Sabemos que la humanidad, como muchedumbre, es incorregible. Pero eso no nos quita el deber de luchar en las batallas del día a
día. Porque quizá, en el fondo y casi a pesar nuestro, el sueño de un mundo mejor, la leve esperanza del hombre ascendido a otros valores, nos mantiene el aliento y el pulso.
Hay otra indulgencia que solicito: podrá decirse cualquier cosa de lo que he escrito, pero nadie podrá encontrar la adulación sagaz que a tantos les permite el progreso personal, el reconocimiento oficial, las palmaditas del agradecimiento cortesano.
He visto a colegas de mi generación doblarse ante el poder y agacharse ante sus migajas. Y los he visto llegar a la abyección con tal de figurar en las invitaciones de ese olimpo social donde los nadie saludan a ninguno y los muertos brindan como si la cerúlea palidez les fuera ajena.
No ha sido mi caso. A mí me han censurado y me han
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desaparecido inútilmente. A mí el poder me da náuseas porque sé que está en manos de locos y criminales. Y con el poder sólo he podido tener relaciones rotas. Hablo de todos los poderes: desde el de los banqueros hasta el de los prefectos, pasando por el de la Real Academia, esa cueva que, en Madrid, quiere legislar sobre las tildes justas y las uves bárbaras.
Este es mi sueño: una plena anarquía de hombres ilustrados y libres que se autorregulan y conviven en paz y son justos por naturaleza. Se comprenderá cuánto debe amargarse un hombre con ese sueño viviendo en un país como el nuestro. Porque de una cosa sí estoy convencido: desde la perspectiva de lo que podrían llamarse los valores autóctonos, cada día me siento más ajeno y menos peruano. Amo a mi país porque le pertenezco pero, a veces, demasiadas veces, lo odio como se puede odiar a un padre borracho y ordinario o a una madre distante y estúpida. Si alguien me preguntara qué es lo que más me irrita del Perú, tendría que decirlo con brutal sencillez: su vocación por la indignidad, su carácter quebradizo, su resignación ante la podre y los desmanes de la política, su amor por la reincidencia, la canturía de su
narcisismo idiota. Me subleva el tono dulzón y acojudado del Perú.
Y quizá haya sido esa niebla estoica el enemigo. De allí, posiblemente, haya surgido el exceso de algunos de mis énfasis y la notoriedad de mis diatribas. No me arrepiento. Para nada me arrepiento. Prefiero mil veces la pasión incendiaria que la mistura del mediopelo y la complicidad.
Escribir es un verbo intransitivo. Cuando leí esa frase en Barthes entendí que lo que había sospechado era cierto: que lo único que importa a la hora de sentarse ante un papel o una pantalla es cómo voy a decir lo que, de algún modo, siempre será repetición y eco. Es la última justicia que demando: más allá de sus contenidos, aciertos y flaquezas, estas columnas fueron escritas amando el idioma que las construyó, la sintaxis que las dispuso, el léxico que pudo matizarlas, la música, en fin, de ese castellano que he sentido siempre que me hablaba, me urgía y me empleaba como
escriba. Eso es: como escriba. ‡ * César Hildebrandt (Lima, 1948), es el periodista más influyente del país. Fue jefe de Informaciones de Caretas. Dirigió la revista Sí y el diario Liberación. Publicó la novela Memoria del abismo (1994). Antes había ganado el Premio El Cuento
de las Mil Palabras de la revista Caretas.